ISTOLACIA MON AMOUR
Los españoles no sé si será
verdad a ver que te crees tú nacemos con fuego en la cabeza. Vuelven los gorros
frigios y no es bueno responder a la afrenta y al insulto en la misma jerga que
los perdularios de Turegano que no son más que tigres de papel y de llegar el
caso ahí está el sable artillero de mi padre para pegar algún mandoble. Mi
pluma es mi espada pero los que me conocen saben que no soy un enagüillas ni me
vengo abajo el código del honor es el de la valentía. Ese de la cabeza gorda se
refugia tras las haldas de la marquesa pero tú que te has creído curilla si te
echaron del seminario por marica. Sin embargo mi otro amigo Verumtamen que es
aprendiz de la vida me dijo aquí no hay más que envidia chiquitos. Los curas no
son buena gente quiero decir los vaticanistas estilo san José María que pena en
los infiernos. Opus Dei Opus mei. Ojalá resuciten los templarios y algunos iban
a saber lo que vale un peine. Las cigüeñas machacan el ajo en lo alto de la
torre esto es crascitan y hace el amor cada cinco minutos son muy amorosas pero
al cigüeño turégano se le averió el fuelle y su mujer se largó a otro nido. Canta
la corrigüela en el seto y entona los lamentos de la Sede Baldea mientras yo
manejo el leme de mi luengo bajel. Deja que pasen los bateleros del Volga
llevando y trayendo a Nostramo. Mi reina Istolacia a la que juré amor eterno me
hizo su caballero andante y desde aquella ostento el derecho de pernada. Ínterin,
dejo que Agapita a pie de monte pronuncie sus augurios. Tiene una voz de urraca
como la Sibila de Cumas pero no es mala chica. Beso tus manos, marquesa, no te
dejes encalabrinar por las viscosidades de ese fulano de la cabeza gorda y que
de cura rebotado asumió el oficio de inquisidor anticristo. Vale más la
criznega con que recoges tu coleta de rumana que todos los versos juntos y toda
la prosa de ese sandio que proclamó lo de Turégano ciudad episcopal y no era
más que una villa carcelaria pueblo de trilleros y tratantes que vendían gorrinos por los
pueblos, buenos solamente para conducir la piara mientras en el campo abierta
se escuchaba el chasquido de las trallas... que no te engañe ese baboso. Beso
tus nobles manos, marquesa. Ay Istolacia, mon amour.
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