EL
ADELANTADO DE SEGOVIA.
“El
Adelantado” ha salido “El Adelantado” lo voceaba por la calle Real
con bronca y acatarrada voz un señor con boina que tenía cara de buena persona
seria y fría y acento de segoviano cuando entrábamos en el Portalón a comprar
pipas o un cucurucho de castañas pilongas a la seña Isabel viuda de guerra que
a su marido Zoilo cabo pieza artillero se lo mataron los republicanos en el
Alto León durante la primera embestida los primeros días de guerra y estaba
echando la pobre los papeles para poner un estanco que no se lo pusieron nunca,
y pendientes de aljófar-no se los quitaba nunca y era una nota saliente de
coquetería femenil en medio de aquellos lutos y aquel dolor de la posguerra que
no fue tan triste como algunos dicen sino algo más cachonda y fraternal de lo
que determinados mendas suponen pues los españoles por aquel entonces éramos
pobres pero honraos y lo pasao, pasao que teníamos que tirar
palante- cuando no a la Tía
Concha que subía y bajaba calle arriba calle abajo con su bandeja
atada al cuello con un cinturón de cuero regalo seguramente de alguno soldado
compasivo. La Concha
vendía el pirulí de la Habana
algo de regaliz de palo juanolas para la tos y a veces otras muchas cosas.
No
la fusilaron de milagro pero la emplumaron y la cortaron el pelo no por puta
sino por roja. La Concha
pregonaba por las ferias de san Juan o en la tablada que llamen Dehesa del Rey
Enrique IV mal llamado el impotente, donde se preparaba el ferial detrás de la
estación y mismo al lado el cuartel de la
GC el pirulí de la
Habana a perra gorda a perra chica caramelos de limón y menta
que el que no los come revienta (era la caramelera un prodigio de la publicidad
por el sistema del boca a boca) y a real
la media docena.
Cuando la romería de San Marcos por abril o
pasado verano en las fiestas de la catorcena se escuchaba la voz aguardentosa
de la Concha
dale que dale anunciando a real su mercancía:
-
A
ral…. A ral…ral… el pirulí de La
Habana para el nene y la nena. Fresa. Limón y menta el que no los toma
revienta
Antes
de salir a vender le gustaba su copa de anís o su copita de ojén y salía a
despedirla su hermana la Feli
en negligé.
Las dos eran altas y la Felisa lo que se dice una
mujerona con aquellos tupés apelmazados sobre las sienes y su cara de mirar
antiguo depiladas las cejas que se parecía un poco a la gitana de Romero de
Torres el pintor que pintó a la mujer murena la de los billetes de cien
pesetas.
Un domingo por la tarde que había un bautizo
porque habían bautizado a un chico que tuvieron la Serafina (pobre serafina que
alma más buena, recogió a la Feli
desahuciada por la sífilis y se la llevó a morir a su casa) la de la tía
Carnerita y su marido el Iglesias, un socialista histórico que acababa de salir
del penal de Cuellar y era un rapsoda de profesión que recitaba “El Pillayo” de
Gabriel y Galán mejor que nadie, estábamos a la puerta de San Valentín una
cuadrilla de chaveas esperando el arrobo y que se estirase el padrino que si no
le espetábamos al bueno del padrino aquello de arrobo cagao que a mí no me
han dao si cojo al chiquillo le tiro al tejao, pues se presentaron la Concha y su hermana.
Venía
con él el machaca con un saco chuscos de las sobras de mayorías un fardel de
judías o de patatas el rancho mismamente o los desperdicios de las perolas que
le regalaban los rancheros y los repartía entre los inquilinos de la corrala.
Todos
eran pobres y pertenecían al bando de los perdedores. Sólo había tres familias
que habían hecho la guerra con Franco: las dos solteronas del tercero Maruja y
Carmen que iban a misa todas las mañanas a la catedral y eran muy amigas del
precentor o maestro de capilla don José del Moral una de ellas enfermera
de Falange. El cabo de la guardia civil al que llamábamos el señor Juan y del
que hablaré después pues al retiro se colocó como portero vigilante en nuestro
seminario y allí le veíamos muchas tardes con su gesto adusto entretenido con
la lectura del Adelantado de Segovia que se leía hasta los anuncios. Le interesaban en particular las esquelas.
Era
un hombrón. Infundía un poco de respeto cuando le veíamos abandonar el
domicilio y estaba de servicio con el tricornio las cartucheras los correajes y
el máuser que debía de pesar sus quince kilos. Él se lo echaba al hombro como
si nada. A la espalda un zurrón y escarcela impresionante.
Iban
de correría y a la puerta de San Valentín le aguardaba el otro número de la
pareja un guardia menudito un jijas pequeño renegrido pero con un gran bigote
cuyo nombre era Venancio. Se cuadraba ante su superior.
-Sin novedad mi cabo.
-Pues
andando que es gerundio- entonces decía el señor Juan
Y los dos que parecían la l y la i se perdían
calle arriba y desparecían al trasponer la arcada umbría de la puerta del
socorro que tenía una repisa con un arcángel flamígero desenvainando la espada
y al otro lado un altar con una virgen románica y su galería. Llevábamos una
vida militarizada.
Siempre me impresionó el cabo tan serio y cara de pocos amigos. Sonaban sus
pisadas en la escalera y todo el tillado se resentía. Era un hombrón y mucho
más con el chopo a las costillas. No solía dar los buenos días pero una
excelente persona y, jubilado, le recuerdo leyendo el Adelantado en su
garita de la portería del seminario.
El
mal humor y la esquivez de su carácter eran fruto de la enfermedad que tenía.
Padecía una próstata muy maligna que le llevó a la tumba. Creo que era un noble
hijo del duque de Ahumada. Sirvió a la Benemérita cuarenta años y a la Iglesia los últimos siete
de su existencia. Una vida de servicio aunque fuese un civilón a la antigua uno
de aquellos mangas verdes que nos hacían poner pies en polvorosa cuando
asomaban la gaita y el perfil inconfundible de la pareja avanzaba por los
caminos. Guardia civil caminera te llevará codo con codo, Lorca dixit.
El otro vecino de derechas de aquella corrala
era mi padre Silvino que gloria esté. Era
el que traía el rancho del cuartel. Los chuscos les sabían a gloria por
ejemplo a la familia de la señora Antonia la catalana viuda de otro fusilado
por los franquistas. Vinieron a Segovia
desde Lérida después de un bombardeo con lo puesto y yo prácticamente me
crié en aquella casa y crecí escuchando hablar catalán una lengua entrañable
para mí pues fueron las palabras primeras que escuché en mi infancia cuando
hablaba aquella familia que compartían derecho a cocina con Serafina la hija de
la Carnerita
casado con el Iglesias del que ya hablé y hermana de Claudio el chato que era
el portero de la
Gimnástica Segoviana y cuando jugaba en el Peñascal a mí me
dejaba pasar de balde a ver el fútbol por ser hijo del sargento Parra.
Claudio
cuando estaba en la puerta me colaba y así me colé a ver muchísimos encuentros
de tercera división de la
Gimnástica de gorra.
Claudio
tenía una hermana la Carmen
a la que hizo un chico un italiano cuando los balillas de Mussolini estuvieron
de asiento en Segovia durante la guerra, -tener un hijo de soltera en aquellos
tiempos era una cosa bastante peliaguda por aquello del que dirán y las
habladurías- el Antoñito que sería muy amigo mío pues en la infancia no
entiende uno de tales prejuicios y los dos salíamos juntos a nidos por
Tejadilla.
Me
quisieron como a un hijo las de Lérida y yo bajaba a que me diese croquetas la
señora Antonia que estaban más ricas que
las de mi madre y a sentarme en la cadira[1]
que era más cómoda que las de casa.
Desde
entonces siento una veneración y respeto por la lengua de Verdaguer y digo yo
que qué tendrá que ver el habla con la política. Los hijos de la señora Antonia
se llamaban Ramón el peluquero, Quico que tuvo un garaje de recauchutados en el
Camino Nuevo, la Juani
que me crió prácticamente y vendía helados mantecados en el Columba por el
verano y Agustina a la que llamábamos la Agus que era la que hablaba más en la jerga
ilerdense de todo el grupo en un catalán elegante y señorial que a mi me sonaba
a uvas y queso y las uvas con queso saben a besos.
En
el tercero mirando para las cuevas del Pinarillo vivía la señora Segunda a la
que siempre recordaré viejita y encorvada sobre el fregadero lavando cacharros
y cerca del puchero de la cocina de carbón. Era tan pequeñita que no alcanzaba
la taza del fregadero sino era subiéndose a un tuero. Tenía una cara muy
bondadosa, siempre vestía de negro y un lobanillo al lado del labio inferior de
la que salían unas cerdas algo así como una barba de tres pelos. O cuatro
A un hijo se lo fusilaron cuando el
Alzamiento. Pertenecía al partido comunista y le dieron mulé en el foso del
Alcázar y a otro Gabriel porque era cojo e impedido que sino también le
“pasean”. Nunca se recuperaría de aquel
golpe la señá Segunda.
La
poliomielitis determinó que aquel hombre tan inteligente estuviera condenado a
una silla de ruedas.
Los del Frente de juventudes le fabricaron por
mediación de don Tomás que era el jefe de abastos y que vivía en la casa de la
esquina justo al lado de la muralla un coche silla y pedaleando con las manos
se desplazaba todas las mañanas a la estación del norte a vender pipas
caramelos y cromos.
La bajada por la escalera del querido Gabriel
era tan sonora aunque mucho (plon, plon peldaño va peldaño viene y además el
resuello de su penoso respirar) más trabajosa que el del cabo de la Benemérita.
Quico
el catalán le agenció unas rodilleras
con neumáticos de camión y unas chanclas para las manos y a rastras se
deslizaba desde el tercero hasta el cochecito que le aguardaba a pie de calle.
Era
todo un experto en el manejo de su vehículo y los amigos le llamaban el rey de
la montaña por la celeridad con que subía las cuestas manoteando sobre los
pedales y en una ocasión pues era muy decidido se propuso hacer el viaje hasta
Madrid pero al llegar al Portachuelo antes de San Rafael pinchó una rueda y
tuvo que traerlo a casa la
Guardia Civil precisamente el señor Juan que por aquellos
días estaba de servicio por aquellos pagos unos dicen que tras la pista de unos
quinquis que robaban gallinas por la
Losa y otros que a cazar gamusinos.
Fue
una noticia muy comentada en la localidad y salió su foto en el Adelantado pues
la hazaña del cojo tuvo mucho mérito. A Gabriel se le quería mucho y todos
conocían por lo que le había sucedido que Franco no era santo de su devoción.
Sin embargo él y mi padre se hicieron muy amigos y a veces discutían –sin
reñir- de política.
Cuando
nos mudamos de casa a las casitas militares del Puente de Valdevilla mi padre
me mandaba bajar a comprar el Adelantado por toda la pista que no sé si
el periódico valía un real como los pirulís de la Concha pero a mí – jo papá
no tengo ganas- se me hacía muy larga la caminata hasta el quiosco del Tío Braguetita
que estaba junto del Regimiento pero yo no hacía gratis el mandado.
Recababa de mi progenitor una perra chica esto
es cinco céntimos. Nuestro periódico era muy conservador y de derechas o más
bien de tono objetivo e imparcial por lo que resultaría inconcebible que el
señor que lo voceaba en el Portalón cerca de la Casa de los Picos muchas tardes pudiera aportar a
los titulares algo de su cosecha como ocurrió en cierta ocasión en León con
Genarín- Jesús la que se preparó- y pregonaba el diario Proa de la prensa del
Movimiento.
Una
tarde en que había pimplado más de la cuenta y no se le acercaban clientes le
puso titulares sensacionalistas al rotativo él mismo y se inventó la noticia:
-Proa…Proa…
ha salido Proa… últimas noticias. El Papa Su Santidad Pío XII cuelga los
hábitos, y se fuga del Vaticano con la
Hilda … Proa. Ha salido Proa. La pareja se va Honolulu de
viaje de novios.
La
gente se arremolinó en torno al pregonero que despachó su mercancía en un
suspiro. Se produjo un alboroto, casi una conmoción social ante la indignación
de las gentes bienpensantes que no había sabido percibir una broma de borracho
y a Genarín se lo llevaron a la trena los guindillas.
Pero
eso solo podía pasar en León tierra de cazurros, en Segovia jamás.
Allí
éramos un poco más señoritos circunspectos y delicados. Pobre Genarín esa es
otra historia. Todo el mundo conoce su triste final. Lo arroyó un camión de la
basura mientras exoneraba el vientre y la vejiga cerca de la muralla romana una
noche de viernes santo.
En
Segovia había otros singulares personajes como Mariano Conejo el hospiciano que
tenía una voz poderosa e iba por las casas a pedir con su traje marrón de los
presos y espiaba a las mujeres mientras fregaban la escalera. O Fernandito que
una vez se disfrazó de fantasma en la Alameda e iba asustando con una sabana a las
parejas. Uh…uh...uh. El Fernandito era un aprendiz de lo que ahora se llama
violencia sexual, un violador en potencia, vamos, pero la gente se lo tomaba a chacoteo.
El
mismo Tío Braguetita era otra personalidad local. Había estado en Rusia con la División Azul.
Regresó del frente del Este con un pie congelado. Le dieron un quiosco pero se emborrachaba
con frecuencia y cuando estaba beodo iban los chicos a cantarle:
-Tío Braguetita… tío Braguetita.
-Si voy ahí chiquitos os meto un brazo por
una manga.
Hacía
un amago de salir de su tendejón y los malvados chavales que le arredraban emprendían una carrera sin
parar hasta los jardincillos de Santa Eulalia donde crecía y crece un
centenario y señorial almez todo un orgullo de la botánica segoviana. Vuelta y
otra vez:
-Tío Braguetita…. Tio Braguetita.
Pero
aquel veterano de una de las guerras más cruentas que ha tenido la humanidad
era inofensivo incapaz de matar una mosca. Hay que decir que no cumplió la
promesa de maternos un brazo por una manga.
Algunos
de sus camaradas ex combatientes se acercaban a visitarle entre ellos el teniente
Ricardo que era nuestro vecino un artillero alto y cenceño que debajo de la
guerrera siempre llevaba camisa azul y bajaba a comprarle el Arriba y
hablaban de los viejos tiempos y de las fatigas del frente de Novgorod y de
Leningrado.
El
quiosquero que se llamaban Crescencio departía en largas parrafadas con el
teniente Ricardo y con el brigada De la
Paz también divisionario, aunque todos le conocieran por el
apodo de la dichosa bragueta y eso porque la gente que se fija en todo
observó un día que tenía que orinar con
frecuencia y tenía un perico dentro de su garita para hacer pis que debía de
padecer poliuria o incontinencia de orina y olía por allí a meaos que tú no
veas y por el verano todas las moscas del barrio venían a posarse en su
bragueta con ronchones sospechosos lo que era recelo de diabetes pero el tío
Braguetita no murió del azúcar ni del tenesmo.
Se
le cantó el gorigori por otras causas. Una borrachera de anís. La cogió
temblona y se lo llevó por delante.
Sereno era una delicia de paisano. Nos decía
algunas palabras en ruso y a mí me enseñó el paternóster en ese idioma…. Otse
nash…
La estepa había cambiado su percepción del
mundo y decía que el pueblo ruso aunque se les motejara de comunistas y de
rojos perdidos eran buena gente. Él mismo ostentaba un icono de la virgen María
que le regaló una baba (vieja) o una panienka (moza en polaco)
cuando pasó por Grodno que en este momento no me acuerdo a punto fijo.
De lo que sí me acuerdo es de la bondad de
aquel rostro cansado y vencido por los sinsabores de la vida pero que no perdía
jamás la paciencia y la serenidad. Nunca nos dijo chico si voy ahí os capo que
eso si que hubiera sido más morrocotudo y es con lo que nos amenazaba, por
ejemplo, el tío Juvenal el tendero de Castrobocos que tenía peores pulgas.
Don
Crescencio sólo se atrevía a sentarnos las costuras de manera más leve: meterle
a uno un brazo por una manga no debía de ser gran cosa.
Su
entierro se recodará en los anales de la ciudad como uno de los más
multitudinarios. Vinieron coroneles y generales entre ellos Muñoz Grande y el
general Infantes mandó un telegrama de pésame.
En
el Arriba el periódico que llevaba siempre el teniente Ricardo bajo el
brazo y era uno de los mejores periódicos que se publicaban en España por las
firmas que en él aparecían desde Eugenio D´Ors hasta don Pío Baroja y el mismo
Ortega- estamos hablando de una España no de revancha sino de reconciliación-
yo me hinché a escribir crónicas desde Londres desde Nueva York así como
en los otros cuarenta y tantos restantes
de la querida prensa del Movimiento.
En el Adelantado hice mis primeros
pinitos literarios y di a la estampa mis primeros versos como un romance al
Eresma glosando a Gerardo Diego.” Río Eresma río Eresma que vas camino del
Duero para estar contigo a solas esta tarde he bajado solo y triste. He bajado
con el viento... etc”. Muy malos versos y casi una copia del romancero pero
todavía traen un perfume de aquel ayer- años 62 al 64- y algunos números de
entonces aun los conservo.
Recuerdo la bondad con que el director Cano de
Rueda aceptaba mis ripios. Pero eso de ver mi firma estampada en la página
literaria de los jueves me hacía sentirme un tío importante, casi un Tolstoi.
En este rotativo tabloide que tenía forma de sábana y muy pocas hojas probé yo
ese veneno, esa comezón que deja en el alma el duende de las imprentas.
.
Río Eresma, Río Eresma que vas camino del Duero… Adelantado de Segovia uno de
los diarios más antiguos que se publican en España humilde y entrañable y sin
demasiadas paginas. La voz de aquel señor con voz ronca que pregonaba el
vespertino en el portalón atiza en mí recuerdos de la niñez
domingo, 13 de enero de 2019
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