Buscar este blog

lunes, 8 de diciembre de 2014

murio la santa


 
 
 
HA MUERTO LUISA LA DE SOTO DE LUIÑA

Vísperas de la Inmaculada breves días entrañables decembrinos, se acerca la navidad, San Nicolás sube y baja por la chimenea del el saco cargado de sorpresas, unos vienen y otros van.

Bajo al pueblo y me encuentro con un funeral. Ha muerto Luisa la “santa” y algo santa maguer que digan que de dinero y santidad “la metá de la metá” sí que debía de ser. No me consta que hiciera milagros pero gran devota de Nuestra Señora consiguió mantener en el pueblo la tradición del santo rosario una devoción puesta en entredicho por las innovaciones litúrgicas a raíz del Concilio. Todas las tardes a las seis ella lo dirigía desde el banco de la hermosa catedralina rural de sólidos responsiones o contrafuertes románicos cabe el retablo barroco del árbol de Jetsé y yo bajaba a Soto en bicicleta aquella temporada que me vi morir porque estaba tan malo (a Luisa le dedico un capítulo de mi último libro porque pienso que el Rosario que inventara un dominico del burgalés Caleruega conjura las fuerzas del mal pese a su sencillez repetitiva conforme al hesicasmo de los padres del yermo que nos enseñaron a dirigirnos al sumo bien mediante mantras. El diablo no sosiega ni duerme pero se para en barras cuando oye cantar avemarías.

La Mujer calzada de luna y vestida de sol aplastará la cabeza del dragón. Esto es una profecía, no tener miedo a decir la verdad, amigos. Satanás se revuelve contra las cuentas del rosario y tiembla más que a la vista del agua bendita. Es el mejor exorcismo ahora que el Príncipe de la Mentira (666 La Hora de la Bestia, lean este texto del que suscribe esta carta a la directora de mi querida LNE) mejor que una tenida con el padre Fortea, por ejemplo ahora que está tan de moda esos embelecos de película; no hay que hacer mucho caso de la niña del exorcista sino ser humildes y ser mejores más caritativos unos con otros. No obsesionarse.

Recen a Nuestra Señora. La Virgen dicen de los cartujos suele visitar a estos monjes que crían callos en los dedos de tanto rezar padrenuestros y pasar dieces en la hora de la muerte por lo que pienso que la muerte de Luisa la “santa” en fecha tan señalada probablemente ha sido un signo de bienaventuranza. Se ha ido cargada de virtudes y de años (tres le faltaban para ser centenaria) ella mantuvo en  este bello pueblo del concejo cudillerense la devoción marial. Murmuro una oración española en latín que se cantaba en las iglesias al final del oficio al terminar la novena. Somos un pueblo concepcionista fascinado por la grandeza de la Simpecado:

In cenceptione tua inmaculata fuisti

Da mihi, Virgo sacrata, virtutem

Contra hostes tuos” (fuiste concebida sin mancha, oh Virgen Sagrada, inspirame virtud para opugnar a los que te maldicen)

Descanse en paz Luisa la santa. Yo no sé cómo se llamaba pero me inspiró su bondad algunas ideas memorables.

domingo, 7 de diciembre de 2014

el kempis


TOMÁS DE KEMPIS: IMITACIÓN DE CRISTO COMPUESTA POR FRAY LUIS DE GRANADA

 

Por los rinconcitos y entre los libritos. Este apotegma máximo fue lema de mi vida discurrida por cauces tortuosos, caídas y levantadas, yo pecador dentro de la mentalidad católica en la que nuestras almas se forjaron; Poco tiene que ver aquel misticismo al uso trascendente  de antaño con la secularidad y descreencia  del hogaño que nos pervade. Ahora lo único que vale es el hic et nunc de la rabiosa actualidad que cada día se devora en disparates y amenazas. Entonces lo más importante era el “postea” (después) con sus cuatro novísimos: Muerte,  juicio, infierno y gloria, ten cristiano en tu memoria. A aquellos tiempos tranquilos cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa sobrevino el vértigo de la hora oscura. ¿Estará el mundo a punto de reventar o es que se ha acelerado la historia?

Parece que estoy escuchando a aquellos lectores hebdomadarios (cada uno estaba de servicio de semana un poco como los sargentos al cuidado de la tropa, y eran gente importante en el seminario pues cuidaban el alma dándonos alimento espiritual en cápsulas, íbamos para curas, éramos unos ilusos tal vez unos iluminados, nos tragábamos todo lo que nos decían, vivíamos en un mundo de puntillas y de mentirijillas,  creíamos que todo el mundo es bueno, no fumábamos ni bebamos ni tomábamos café ni nos había nacido todavía el colmillo retorcido de los desengaños aunque a algunos de mis compañeros les apuntaba ya el bozo y los granos que presagiaban una revolución de sus hormonas)  abrir las páginas del Kempis al cabo de proclamar la lista de los santos del día según el martirologio romano con su voz recia y adolescente troquelada de latines y de entonación retórica porque por aquellas fechas se enseñaba en los internados elocución y oratoria sagrada – Antonio Valdivieso y un chaval pequeñito que casi no alcanzaba con la mano los paños del púlpito, procedente de Valdesimonte que luego andando el tiempo remataría en canónigo de la catedral, no sé si magistral o deán que de eso no me acuerdo pero aquel muchacho iba para magistral tenía una voz rotunda y estentórea en contraste con su escasa estatura- decir con mucha prosopopeya y tornavoz: “De la Imitación de Cristo y menosprecio del mundo por el  venerable Tomás de Kempis” y casi todos los pasajes que se leían mientras la comunidad con las primeras claras del día atacaba a la leche en polvo y la taza de achicoria que se servía en grandes cafeteras humeantes por los fámulos  de semana.

Los días de fiesta había churros o tostadas pero a diario el yantar consistía en rebanadas de pan revenido con  mantequilla entreverado de buenos consejos.

A lo largo de los capítulos de este librito leído mil veces  Jesucristo hablaba a las almas. “Hijo, el que procura etc. …” Y sin saber por qué uno se sentía protegido y lleno de esperanza para acometer las tareas de una nueva jornada. La manduca espiritual era mucho más consistente que la corporal. En aquel tiempo nos alimentábamos del Kempis que eran lonchas  eucarísticas obleas celestes para compensar otras carestías: poco afecto, escasas condiciones higiénicas a causa del hacinamiento, magra pitanza. Por enero sabañones y a ver si nos mandaban algo de casa en el talego de los jueves.

Nuestro frugal almuerzo se compensaba con el copioso afrecho espiritual. Terminaba el martirologio romano con la frase “y en otras muchas partes otros muchos mártires confesores y santas vírgenes” y empezaba la lectura del Kempis “ Imitación de Cristo y menoscabo del mundo por el venerable Tomás de Kempis”. Este tratado de espiritualidad, vivero de santos tristes y almacén de tristes santos, un tanto repetitivo pero dulcísimo y rezumando una suavidad que no era de este mundo, tan sencillo como conciso representa la cifra y compendio del pensamiento occidental.

Era, empero, un tiempo con fundamento. Sabíamos a que amarrarnos. Lo blanco era blanco y lo negro, negro. Había una ley y unos principios, baremos, una cierta tolerancia ilusionada.  A los jueces, a diferencia de hoy que son los protagonistas de esta triste republica o monarquía bananera, coronada de corrupción donde se suelta a los asesinos y se encarcela a humildes ciudadanos por un delito de tráfico o por el mal uso de una tarjeta de crédito, no se les veía, comían solos y muy gorda tenías que hacerla para acabar ante un tribunal. Actualmente te pueden sentar en el banquillo por nada, se rasgan las vestiduras democráticas los fariseos del sanedrín y tú vas a chirona como está mandado porque hoy todo puede ser delito si te aplican el reglamento de la democracia. Hoy está todo más confuso y los perfiles muy buidos aparentemente tan amables por fuera por dentro esconden un envés atroz. No hay libertad. Nos han echado las cadenas del anticristo y entonces creíamos a pie juntillas de la mano de aquellos jesuitas que nos daban ejercicios en el reinado de Cristo. Corazón Santo, tu reinarás…

A través de los ventanales del comedor penetraba la luz de un nuevo día; allá en lontananza la Mujer Muerta  andaba luciendo los armiños de su manto invernal o en primavera llegaba junto a los buenos consejos del Kempis el canto de las aves que piaban en la morera secular la que estaba en un rincón cabe el frontón de la huerta (el hastial donde jugaban a la pelota los del seminario mayor era el proscenio del teatro Cervantes) Se desayunaba en absoluto silencio. Así que entre los libritos y por los rinconcitos. El Kempis ha sido uno de los libros más traducidos después de la Biblia. El afrecho o “frumentum” de los que rumian altos pensamientos. Es un manual de perfección. ¿Qué es la perfección? Sed perfectos como vuestro Padre que está en los cielos. Sálvanos, Señor, que perecemos anegados en el mar de rencillas en un océano de perversiones.

A tanto no llego. Posee este opúsculo el candor y la eficaz poesía del Evangelio, siendo el producto de una época cuando Europa era joven y se anunciaban los grandes cambios que vendrían arrastrados por la invención de la imprenta y los descubrimientos de nuevos continentes. El siglo XV es el siglo de Europa encarna el triunfo de la iglesia católica. Abocaba un tiempo nuevo. Los monasterios estaban llenos. Iglesias catedrales cabildos presbiterios se desparramaban por la geografía del viejo continente. Precisamente a causa de esta eclosión eclesial se va a producir la crisis y aquel fervor que empieza con los dictados de los “pequeños alemanes” va a terminar con Erasmo el gran escéptico y con Lutero el heresiarca. La iglesia va a morir de su propio éxito tras su apoteosis medieval. Se camina hacia la unidad y a la aparición de monarquías absolutas todo ello combinado con un resurgir de los nacionalistas que determinaría las guerras religiosas que abocaron a baños de sangre intramuros de  burgos villas y ciudades que se desuncen del yugo feudal tanto como cuestionan la prelación del obispo de Roma sobre la cristiandad.

El marco de los grandes cambios es la desintegración del Sacro Imperio Germánico. Carlomagno se había erigido mentor del papado otorgándole la potestad de las llaves y tiene por escenario el norte de Europa donde aparece esta juvenil pujanza alrededor de los condados de Brabante, Brujas, Amberes a la sazón muy pobladas; a estas tierras llamaban “oficina gentium”.

De Tomás de Kempis (1380-1471) poco se sabía: que era flamenco nacido en la ciudad alemana de Hemerken como hammer (martillo) donde su padre era el herrero del pueblo y que en toda su vida abandonó el claustro. Sería enviado a estudiar a Denveter (Holanda) allí ingresa en una institución fundada por un diacono Gerardo Groot: Hermanos y Hermanas de la Vida Común. Se ordena sacerdote en 1413 y canta misa en 1414 cuando es nombrado canónigo de Agnetenberg Utrech según la regla eremítica de san Agustín.

Su oficio fue el de amanuense habiendo dedicado su vida a copiar misales y libros de devoción poco antes de que los pendolistas monacales le dieran la vez a Guttemberg para honra y gloria de dios y difusión del pensamiento. Muere en su convento de Agnetenberg a los 92 años (si quieres llegar a viejo metete a fraile) el día de Santiago de 1471.  No sería canonizado. Sólo es Venerable. Se le incoaría proceso de beatificación que quedó parado cuando al desenterrar sus restos se descubrió en el rostro un gesto macabro. Había sido seguramente sepultado vivo y la desesperación del último instante no se compadece con la aureola intachable que han de tener los que van a subir a los altares. Al traductor de sus obras al castellano el P. Granada sorprendentemente le ocurriría el mismo caso y tampoco su nombre sería inscrito en la nómina de la bienaventuranza.

Este detalle que a mí me contó uno de nuestros tres presidentes, don Eloy, (¿qué habrá sido de aquel rubiales mientras deambulaba camino de Baterías un jueves por la tarde a jugar al fútbol me impresionó al narrar con todo lujo de detalles cómo fue la exhumación de los frailes?). Yo también quise ser un santo de adolescente, ganar almas para dios, servir a la iglesia.

De modo que el autor de una de las escuelas más importantes de espiritualidad (se dice que el Kempis ha sido una forja de santos y animó a adentrarse por la senda de abrojos que lleva al camino de perfección a lo largo de los siglos) no pudo ver coronado sus sueños de unión con Dios y se condenó para siempre… para siempre. Esto a mí no me cabía en la cabeza pero los designios del Señor son inescrutables. Empecé a darle vueltas a la cosa y no encontré solución. Un sacerdote al que consulté mis escrúpulos me dijo que en eso había sido tentado por Satanás. Había caído en lo que los ascetas denominan círculo diabólico del pensamiento. Deja de comerte el coco. Las ideas dentro de la mente los más disparatados pensamientos se devoran unos a otros. Mejor no pensar, no especular, no escudriñar los misterios de la Trinidad, no abrir el portón a la loca de la casa que es la imaginación, y sea lo que Dios quiera. Infancia espiritual. Arrójate en el abismo de la divinidad. Abandónate. Sí padre ¿Pero cómo? No me supieron dar respuesta. Por ese camino acabaría por convertirme en un alumbrado. Andando el tiempo la salvación la encontré en la literatura nunca en la filosofía, tampoco en la teosofía.

Todo cuanto sube baja y todo lo que nace muere. Las cosas son del cristal del que se mira y con frecuencia no todo es como parece. Abrazar dogmas es correr muchos riesgos, conviene dejar pasar y dejar hacer. Este laxismo denso en melancolía es de designio divino. Muy grandiosa resulta la teodicea amartillada en tesis y en silogismos que enseñaron en sus aulas magnas el Angélico el Doctor Melifluo y san Buenaventura. Pero ¿cómo llevarlas a la practica? Esa es la fija. El misticismo neoplatónico termina en la superstición y en la Cábala. No hay vuelta de hoja. La decimoquinta centuria pone colofón a la gran teología especulativa que irradiaron las famosas universidades (Alcalá, Oxford Salamanca, la Sorbona, Bolonia) y como resultado de esta decadencia surge la mística. Con el objetivo de una búsqueda de dios intimo y en el interior. Ojo. Estamos a un paso de la herejía. Fruto maldito de este principio loable pero que degeneró en aberración cerrando la puerta a la vida en común el menoscabo de la oración mental y de la liturgia fue el libre examen. Teresa de Jesús: el que tiene a dios nada le falta. Lutero: los santos no pecan nunca al ser vaso de elección del altísimo. En otras palabras: si con Él tratamos podemos hacer lo que nos venga en gana. De manera que el concepto de la divinidad objetiva de la sapiencia medieval cede el turno a la gran subjetividad moderna. El hombre como medida de todas las cosas y “suum cuique”. Eso es el humanismo. El renacimiento. Sin querer y deduciendo por una regla de tres encontré en este corolario la causa por la cual el Kempis no subió a los altares y esta interpretación de por qué no llegó a santo y se le considera sólo venerable me satisfizo más que el gesto de desesperación que encontraron los exhumadores de su sepulcro en su cara arañada.

Fray Tomás había querido robarle el fuego a los dioses. Claro está siempre nos queda el consuelo del consejo del cura de mi aldea haz lo que yo te digo no hagas lo que yo hago y el Kempis es un dechado de perfecciones ascéticas, verdadero tesoro de normas de comportamiento que sólo los héroes serían capaces de poner en práctica.

No esta probado, en contra de lo dicho, que la Imitación fuese escrita por este fraile holandés. Porque apareció sin firma en 1418. A Gerson a Eckhart y a Ruysbroeck se ha atribuido el opúsculo y siguiendo el principio de ascensión y caída nacimiento y muerte la pléyade de autores religiosos que buscan nuevas fórmulas de espiritualidad degenerarían en los iluminados y alumbrados de la centuria siguiente.

 

(II)

 

Gnosce te ipsum conócete a ti mismo despréndete de lo que te sobra, únete al sacramento, conversa con Cristo. He aquí el método de santificación propuesto por la Imititatio Christi et contemptus mundi. Es el camino de la infancia espiritual descubierto por Teresa de Lissieux cuatro siglos más tarde. El abandono.  Somos carne de dolor. Habrá que refocilarse en la propia miseria, tener conciencia de lo poco que valemos. Hay en esa obsesión un cierto masoquismo. Se trata de unos predicados a día de la fecha en los umbrales del 2015 poco asequibles pero es lo mismo que postulaba Job con san Pablo en sus epístolas: que todo es vanidad. Este cristocentrismo (vivir sin Jesús es un infierno, vivir con Jesús un dulce paraíso o el que a dios tiene nada le falta de Teresa de Ávila) hoy no se comprende porque va unido a cierto misoneísmo y desdén de todo lo terreno.

El Kempis es oscurantista. Apartase de toda ciencia que no tenga como fundamento el estudio de los dichos y hechos de Cristo. ¿Qué te aprovecha disputar altas cosas de la Trinidad si careces de humildad por donde desagradas a la Trinidad? Si supiera toda la Biblia a la letra y los dichos de todos los filósofos ¿qué aprovecharía sin la caridad? Vanidad de vanidades. Vanidad es desear larga vida y no cuidar que sea buena. El Kempis suelta verdades de a puño sobre la fugacidad de la vida la inanidad de los honores la volatilidad de las riquezas las mudanzas de la fortuna. Tan sesudas consideraciones nacidas de la misantropía, sin embargo, no creo que sean lectura recomendable en la actualidad. En aquellos días nuestros pedagogos considerasen los capítulos del libro edificante para adolescentes entre doce o quince años. En cierto modo la iglesia pecó contra nosotros de grave al arrebatarnos las alegrías de nuestra juventud. Quisieron hacer de nosotros santicos de retablo individuos anormales que arrastrarían tales taras a lo largo de su existencia. Algo vale que yo que soy algo anárquico tengo por costumbre tirar siempre por la senda contraria a la que indican los postes de dirección o por la trocha de en medio pero es preciso reconocer que el Kempis convirtió en tarados mentales a muchos de mis compañeros. Algunos irrecuperables. Había que estudiar para vivir no para saber. Tienes que vencerte a ti mismo hacerte la guerra cambiar lo visible por lo invisible y lo sobrenatural por lo natural pero tales diferencias no se entendían muy bien. El tono elegíaco, oscurantista, deletéreo, filosófico y desdeñoso para con la vida humana esa que nos dio dios nos hacía sufrir y decíamos para qué; ¿ubi sunt? Tal vez influyó sobre el pensamiento del siglo XV y repercute en las coplas de Jorge Manrique a la muerte de su padre. Mas, nosotros no éramos  como el poeta castellano que había vivido lo suyo y en sus famosos versos se mostraba desengañado sino unos niños que estábamos aprendiendo a vivir y se nos torturaba cada noche con el pensamiento de las penas del infierno y por la mañana nos desayunábamos con el dies Irae por los difuntos y nos acostábamos lanzando exorcismos contra los nocturnos fantasmas que podían rondar nuestro habitáculo.

Se ha de buscar la verdad no la elocuencia. Hay que despreciar los honores mundanos ¿pero los papas y cardenales leerían las sentencias de este fraile hipocondríaco y medio hereje? La imagen de Bergoglio representa casi lo contrario de lo que predicaba fray Tomás en sus sermones. La ascética de los jesuitas y nada se diga de los del Opus está impregnada de mundanal ruido.  Son un poder fáctico.

No te ensalces de la hermosura y gallardía del cuerpo que una enfermedad destruye y afea. Pues es verdad. Pero que se lo digan la Igartiburu ni a la Campos con sus pases de modelos y bellezones a la hora de comer. Predica la humildad y la obediencia pero verdaderos humildes hay pocos aunque abunden los falsos humildes y de la sujeción de los monjes al abad no conviene extenderse largamente.  Para los místicos que aspiran a lo sobrenatural lo natural es un trauma.  Y de ahí las conductas aberrantes la hipocresía dureza de corazón e incluso idolatría de los profesos en ordenes religiosas. Al querer ser divinos se convierten en apartidas antihumanos tarados mentales de una psicología difícil al considerarse ellos mismos casta aparte y unos escogidos. El valor divino de lo humano decía un cursillista del Opus que venía a darnos charlas el p. Urteaga aunque yo prefiero el valor humano de lo divino si es que lo hay. Además, suelen incurrir en un error gravísimo: malinterpretar el evangelio. Gente muy pertinaz y con bastante retranca. No hay cosa peor que creerse dueños de la verdad. Si cada año desarraigáramos un vicio, presto seríamos perfectos. Largo nos lo fiáis. Esta idea está tomada de Ovidio quien que atajar al principio el mal, el bien procura. Prevenir antes que curar. Principis obsta; sero medicina paratur. Quum mal per longas invaluere moras.

Hay que sufrir con paciencia los defectos de los otros. Si quieres paz con los otros tendrás que aprender a quebrantarte en muchas cosas. Es sana virtud la de la mortificación que se traduce en fatigas persecuciones y oprobios de toda índole.

Septuagenario ya, he vuelto a leer el Kempis que de niño  meditaba a diario entre el horror, los escrúpulos, las muchas dudas planteadas por mi inocencia a la sazón, la compunción y el anhelo de perfección, hoy ya de vuelta de todo lo comprendo mejor. Estamos acá de paso. Somos de esta vida terrena peregrinos. Ubi sunt? ¿Dónde estan?. ¿Qué fue de aquello? ¿En qué acabó tanto frenesí? Refrena la gula. Nunca estés ocioso, lee con compunción mas que con curiosidad. Los mayores santos evitaban la compañía de los hombres y preferían vivir para dios en su retiro. Tantos desengaños cuantos fracasos y decepciones infinidad de traiciones. Ahora entiendo lo que no comprendía entonces. Sin embargo, ha merecido la pena esta aventura. Me siento gozoso de haber vivido. No me cuadra que un calígrafo un amanuense que siempre andaba entre los rinconcitos y por los libritos se muestre tan despectivo hacia el saber y la especulación. Ha de buscarse la verdad no la elocuencia. No querer la nombradía y adquirir fama de letrado. El monacato es anonimato. Cuando se toma el hábito de una orden contemplativa se muere al mundo y a la vanagloria. Sin embargo la ciencia y el mundo progresa gracias a los libros y no hay vida más perfecta que la de la idea. La especulación nos libra de las particularidades físicas y nuestras mermas corporales

 

III

Consideraba yo un desafecto a la buena educación sentimental estas lecturas mañaneras con la cruz a cuestas de la muerte la obsesión sexual de que todo es pecaminoso precisamente cuando nuestras hormonas estaban reventando y todo aquel terrorismo mental tanta hipocresía circulando cual aire viciado por aquellos caserones destartalados. Tengo para mí que el librito en cuestión yodo un centón de ideas arrancadas del Viejo Testamento de los autores clásicos y de los Padres del Yermo no fue una fábrica de santos sino un vivero de tarados mentales, pervertiros sexuales que serian incapaces de establecer una relación sin traumas con una mujer.

Este verano visitamos la Aceitera y con algunos supervivientes y ex condiscípulos recorrimos la huerta que albergó nuestros juegos infantiles la muralla adonde nos asomábamos para ver la sierra o contemplar el acueducto, los tránsitos donde estaba el edículo de la Pilarica a la que rezábamos los días de retiro, la capilla, la iglesia del Mayor, los dormitorios y las camarillas las escaleras que daban a la planta noble y las que bajaban a la leñera y al Patio de  Filósofos.

El refectorio estaba igual que lo dejamos hace sesenta años. Valdivieso no sin emoción subió para hacer que leía algún versículo del martirologio o un capitulo de las novelas de Emilio Salgari. Aun estamos vivos y hay que dar gracias al Altísimo. Lamento tener que decir que los más sanos fuimos los que ahorcamos los hábitos mientras los que alcanzaron el sacerdocio me parecieron gente muy complicada. Es un poco la tesis que explayo en mi novela. Algunos de estos curas no han barrido las telarañas de su mente. En aquella iglesia había mucha mariconería y algunos prefectos y directores espirituales había que darles el título de corruptores de menores. ¿Cómo borrar la culpa? ¿Quién perdonará los pecados mortales de la iglesia? Esa es la pregunta y que el Señor se apiade.

Todos nos emocionamos un poco con la visita nostálgica. La iglesia a la que amamos y servimos no nos ha hecho a los ex ni puto caso. Nos considera hombres nulos. Los curas siguen a lo suyo amarrándose a las boyas del Poder aunque para ello tengan que dar la vuelta a todo lo que enseñaron y creímos durante centurias enteras. Ninguna disculpa o excusa, ningún melindre, ninguna caricia para con nosotros. Sois unos rebotados. ¿Alma mater o madrastra? Mig16 seguía allí esgrimiendo el artículo primero del reglamento serán expulsados los díscolos los incorregibles… etc.

  Don Federico, mire este chico.

  ¿Qué pasa ahora? ¿Qué tripa se te ha roto, Clodoaldo? ¿Te volvieron a cascar?

  No, que este niño tiene un blog

  ¿Y qué es eso?

  Un mural electrónico donde se dedica a escribir mariconadas. Son páginas en las que se desahogan los escritores fracasados los autores inéditos los que no llegaron a nada en la vida.

  Eso le pasa por tonto. Mejor hubiera estado de cura. Ahora sería un señor respetable y no un bohemio de esos que van por el Gijón a darse tono y para que les ponga la cara colorada don Pepito.

  O no. Eso ¡quien lo sabe don Federico! A lo mejor se hubiera tirado al monte uniéndose a los guerrilleros de Camilo Torres en Colombia o engrosado las hordas asesinas etarras.

  Y ahora estaría en la calle mira tú y con una buena paga.

Los años vienen y van. No hay nada fijo. Todo es mudable excepto los contertulios de la tele y esa chica del telediario la Cleopatra que lleva años apalancada en la silla y ha sido generaciones enteras el busto parlante de las malas noticias que proclama desde su ambón privilegiado con gesto impávido y sin trabucarse excepto cuando la información se refiere al nuevo rey don Felipillo y a doña Ficticia la nieta del camionero que entonces exhibe una sonrisa de liebre para anunciar que todo va bien que las instituciones funcionan y que la ley será aplicada caiga el que caiga (eso ya se decía en los tiempos de Franco de los que estos monarcas son herederos) y en consecuencia ojito, mucho cuidado, y oído al parche.

El diablo no duerme. Siempre anda merodeando el aprisco en la majada buscando a la oveja incauta y descolgada a la que devorar. Pero estos prójimos han pactado con él. Como son el consenso puro y duro se van de rositas, con tal que no les quiten la silla o el trono, la tiara, el momio o el puesto de trabajo.

Al Kempis, por tanto, lo leemos hoy sólo los extraterrestres. Estos que están en la cresta de la ola se inflaman de Maquiavelo páginas y más páginas de inviernos en Lisboa y tócala otra vez, Sam. El fin justifica los medios. Los jesuitas etc.

  ¿Y Bergoglio? ¿Cree Vm. que meditará cada mañana con este librito)

  Dúdolo mucho. Es del bando maquiavelista. No desdeña el poder y la gloria y se rige por la sagacidad del siglo. No creo que este pontífice quiera ser tenido por poca cosa y ser despreciado humillado y escupido por seguir a Jesucristo. Antes bien busca el halago y las bendiciones del mundanal.

  Esto es; que quiere ser políticamente correcto, no salirse de madre.

  Posee todos los vicios y ninguna virtud de los jesuitas

  ¿A quien le amarga un dulce?

 

IV

Por uno de los balcones de la memoria al escuchar estos diálogos de mi conciencia de septuagenario he visto a aquel adolescente tímido y confuso que en aquella capilla tras la muralla bañada por la luz de la sierra leía estupefacto aquel manual de espiritualidad que le regaló una tía monja en papel biblia y tapas de piel. También quería él vivir por los rinconcitos y entre los libritos. Quería ser santo. Luego todo serían desventuras incertidumbres pesares y fracasos. La gloria no le llegó jamás y la santidad a la que aspiraba es un vacuo territorio comanche. No hay ya hornacinas ni aureolas ni sonrisitas melifluas en estatuas de escayola, más bien coronas de espinas y el látigo de tarascas del Corpus o del sayón de Semana Santa.

Clodoaldo Verumtamen [que así lo llaman y se apellida] a sus setenta años reconoce que aquellas lecturas desordenadas de algo que no entendía y que le ocasionaba un cierto malestar interior incentivó la semilla de su capacidad de sufrimiento, aguantar mecha, no contestar a la pedrada con otro golpe de honda no devolver la bofetada y afrontar el oprobio y menoscabo de tu persona con una forzada sonrisa.

En la educación para el sufrimiento es imbatible este fraile flamenco en los consejos que imparte. El que quiera venir en pos de mí tome su cruz y me siga. ¡Oh bona cruz salvum me fac! Ayúdame, señor, en todo lugar y tiempo. Pedid y recibiréis buscar y hallareis. Llamad y se os abrirá. Esto por desgracia no ha sido así.  Encontré muchas puertas cerradas, cegados muchos caminos. Sería que mis suplicas al Dador de vida iban mal encauzados o pedía lo que no me conviene. O que no sabía pedir. A dios rogando y con el mazo dando.

He aprendido a obedecer, a humillarme y ser lodo a los pies de la gente. Ven en mi auxilio que estoy atollado en el fango ¿El infierno? Puede que exista. No le tengo miedo; yo lo he pasado a lo largo de mis días. Confío en la promesa de resurrección. Mudables somos pero en Ti estamos firmes… ojalá dios fuerte de Israel celador de las almas fieles mires el trabajo y el dolor de tu siervo y le asistas en todo doquiera que fuere.

Recibimos los que nos dedicamos a juntar verbos el consuelo de la Escritura. Y por ahí deben de andar revoloteando las alas del Divino Paráclito. El oscurantismo del que hace alarde fray Tomás no puede ser más falso y contradictorio pero ¿qué es la existencia sino perpetua contradicción y espasmo? No faltarán miserias y tribulaciones. No obstante, asidos al remo de la gracia, no naufragaremos en medio de la tempestad. Cristo es el camino de la paz y la verdadera libertad. Por eso le denomina el Gran Eleuterio o libertador. Este concepto iluminó mi vida y se agranda con el paso de los años. En cristo vivo y respiro. La enseñanza evangélica configura el ideario de una religión perfecta la del amor que nunca se cumple, o se ha materializado en el mundo de forma invisible. Puede que las apariencias engañen pero aparentemente los anticristos llevan la voz cantante sobre los pobres nazarenos de espinas coronados a los que dan a beber hiel y vinagre. Así que ellos andan escondidos por los rinconcitos y entre los libritos. Ninguno levanta el gallo. Nadie quiere engrosar la nómina de los mártires. Quedémonos  en casa calientitos.

El cristianismo está traspasado y mecido en esa tensión hacia el ideal. Esta es mi esperanza y mi consuelo acudir a Ti en toda tribulación y esperar pacientemente el consuelo. Frases tan maravillosas como estan constituyen el decálogo sapiente de la Imitación de Cristo. Un aura de luz baña sus páginas que explican una filosofía y pautas de comportamiento a redropelo de lo que hoy se estila y se aconseja para triunfar. Pero nos encontramos ante un opúsculo políticamente incorrecto el mejor apólogo jamás escrito de los cuatro evangelios. He aquí una muestra de ese ·contemptus mundi”: Ninguna cosa criada basta para aquietar mi apetito. No sentir alguna tribulación ni sufrir fatiga no es de este siglo sino propio del descanso eterno. Nacemos para sufrir. Por todo ello, los cristianos fuimos acusados de masoquistas. No has de inquietarte por ser feliz ni vivir mucho porque la vida larga aumenta las posibilidades de pecar. Es preciso vivir con templanza en abstinencia de manjares y en esperanza. La virtud de la templanza vuelve longevo al hombre. Un axioma incontestable. Los eremitas suelen alcanzar edad muy provecta. La frugalidad es madre de la sabiduría: no moverse a todo viento de palabras ni tampoco dar oídos a la halagadora sirena de la adulación. No te enojes si algunos tuvieren mala opinión de ti y dijeren lo que no quisieras oír. Pues si andas dentro de ti no harás caso de las palabras que vuelan que no poca prudencia es callar en el tiempo adverso y no turbarse por los juicios humanos. Del desordenado amor y vano temor nace todo desasosiego y toda distracción de los sentidos. Ven a Mí cuando no te hallares bien. Cada jornada tiene su afán y bástele a cada día su trabajo (Mt. 6,34) no se turbe ni tema tu corazón (Jn. 14,27) Cree en Mi y ten confianza en mi misericordia pues cuando tú piensas que estás lejos de Mí yo estoy cerca de ti. ¡Maravilloso! No está todo perdido cuando alguna cosa te sucede contraria.

V

Predica el desasimiento de las cosas terrenas y el abandono en el Dador de Vida con esa ingenuidad que caracteriza a la decimoquinta centuria cuando a Europa le salía el acné de la adolescencia y pletórica de fuerzas se adentraba en una crisis de crecimiento. El catolicismo moriría de su propio éxito. El Kempis da los primeros pasos del libre examen que sería el punto de arranque de la herejía luterana y en sus dieciocho capítulos crepita una acerada crítica a la disipación laxista de las ordenes religiosas que darían paso a la reforma y a la contrarreforma. Sus páginas resuman el candor de la pintura de los pequeños alemanes. Es una miniatura o cuadro al minio de la vida monacal en Flandes donde se plasman interiores y paisajes floridos en combinación con estados de ánimo y una inquietud religiosa que anticipa el advenimiento del Renacimiento. Con criticas a los poderosos de la tierra. Ni los reyes ni los papas se libran de las tribulaciones. Esto es un valle de lágrimas un lugar de tránsito donde la única manera de ser feliz es el dominio de los apetitos la moderación en la mesa y en los afectos. Ne quid nimis pero por esos mismos predicados andaban ya Séneca y los peripatéticos griegos. La verdadera vida comienza en el más allá. Cumple de tejas abajo llevar con paciencia las adversidades soportar los insultos y calumnias de nuestros prójimos. Los pobres y desvalidos los humillados y ofendidos serán recompensados y obtendrán su desquite el Día del Juicio. Largo nos lo fiáis. A causa de esa esperanza o expectación mesiánica los cristianos son tachados de locos por los librepensadores y zionistas que laboran por construir el reino de dios en el suelo o en el subsuelo y no en la buhardilla del rascacielos.

Dentro de sus hallazgos literarios y la dulzura que imprime a la traducción castellana el P. Fray Luis de Granada quien hizo convirtió al Kempis en el devocionario más popular durante siglos la obra también tiene sus mermas: la machaconería y la repetición y las contradicciones que nos descubren la psique de un fraile apocado y confundido, algo deprimido y no demasiado simpático o popular dentro de su monasterio. Le gustaba llevar la contraria. ¿Era un soberbio so capa de falsa humildad?

Da la impresión de ser un amargado que se refugia en Jesucristo para hablar con un dios que acaso sea la prolongación de sí mismo. En él encuentra valimiento para su apocamiento quietista casi al margen de la ortodoxia. Dentro está la luz de la sabiduría de Cristo. Como valedor y consolador de sus desgracias y paliativo a nuestros sufrimientos. Ahora ya no hay luz. La pantalla se nos fue a negro aunque es posible que la luz se esconda debajo del celemín. Son palabras que vuelan por el aire sin hacer mella. Tras de tiempos vendrán tiempos de mayor dulzura quedando confundida la astucia diabólica y la vanagloria los prestigios las falsas expectativas los capciosos reclamos irán de cabeza a las calderas de Pedro Botero. Un cirio nuevo iluminará otra época.

 

domingo, 07 de diciembre de 2014