COLECTICIO
Fue aquel verano de
gran soledad en Londres entre tracas y tarricos mucha sal gorda y yo escuchaba
la bbc en aquel bajo de south Kensington. Era el beat y los careos de la
política a todas horas, la actualidad es una serpiente de verano que se muerde
la cola. Daba respuestas aseadas en mis crónicas por el telex. Madrid estaba
lejos y fuera de del alcance de los zarpazos de julio merino aquel león del
periodismo que había sido seminarista en Córdoba a lejana y sola. No era godo
sino enaciado usted va a decirme a mí, ahí me las den todas. Un grandísimo bellaco.
Con el atlántico de por medio sentíame a buen recaudo pues los españoles somos
fieras enjauladas que no saben convivir. Soñaba en las pobedas de mi aldea los álamos
blancos el rumor del raudal de la fuente Colorada adonde me mandaba tía Paulina
a llenar el botijo para los segadores. Las
ángeles me miraban mientras el cántaro hacía gluglú saludando al agua pura que
salía de las entrañas del cerro. Bajaba entonces una triste procesión de
leprosos cantando la sibila en latín mientras agitaban el tartavelo a ritmo de
cascanueces. Había que atarse los machos y pensar en la vida eterna, que no
pensábamos, el hombre incauto piensa que se va a quedar acá para simiente. Eran
los cofrades de Nuestra Señora de la Humildad a la paz de dios hermanos. El más
triste era el que iba delante agitando las tablillas, en la mano un farol. Bajo
el capuz de fraile se ostentaban los ojos huecos de la tumba, su cara era una
calavera. Una mujer de la estantigua con voz dulce entonaba una plegaria a la
Virgen:
─Madre de Dios, sede
de la sabiduría, almena del coraje, jardín de la belleza, huerto cerrado,
amparo de las Ánimas, peldaño de entrada al paraíso.
Era un cortejo de
mujeres enterradas en la Torre que resucitaban después de mil años. Unas viudas
de caballero prevenido en frontera que llevaban en la mano la loriga y la lanza
de sus maridos. Caravana de mujeres unas monjas otras putas. El adelantado no
dejaba de proclamar advertencias sobre la condición humana:
─Pobres madres,
reparad en vuestras desdichas. Alto ahí.
sábado, 21 de enero de
2023
Y al instante toda la
estantigua en fila larga quedaba quietas a compás de las estrofas del canto del
Miserere.
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