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lunes, 5 de febrero de 2018



SAN BAUDELIO DE BERLANGA


 


Subí tarde ce nieve y celliscas al monte santo de san Baudelio de Berlanga, eremita mozárabe en tierras del Cid tierras de pan llevar al sur de la provincia de Soria entremedias de las diócesis de Sigüenza y el Burgo de Osma y tuve una visión, uno de esos misteriosos trances con que regalan al visitante las tierras de España. Al gozar de las claves del venerable monaquismo. Un ángel me pareció que rasgaba ciertos misterios insondables de la historia de España. Sentí el eco lejano de tambores de guerra y de salmos de perdón. Creo que aun no se ha completado mi hégira


Allí rezaron y se santificaron generaciones de monjes desde el siglo XI y es posible que mucho antes. Son los encuevados de la tradición oriental del monte Athos y la Tebaida egipcia, Capadocia, y antioquena que recogió el Islam. Su penitencia era una demostración del amor de Cristo a las gentes sin distinción de razas y culturas porque son muchas aquí las reminiscencias arábigas.


¿Conocieron los anacoretas cristianos con los morabitos muslímicos? Es la pregunta que queda en el aire. Escuché los cantos celestiales de la hermosa liturgia mozárabe que tenia ascendencias arrianas (Arrio predicó el evangelio a los ostrogodos y estos adoptaron esa versión de la religión evangélica que exalta la humanidad de Jesús sobre su divinidad) con misas muy largas y todo el oficio cantado con himnodias repetitivas. Ese carácter eucologio donde la voz humana y la disposición arquitectónica invitan a elevar el alma sobre las cuestiones materiales. La vida del cristiano es una ascesis.


La palmera central y a la que cantó Gerardo Diego con sus versos  que sostiene la cúpula es una manifestación de este deseo de trascendencia.


Todas las paredes ostentaban pinturas que por desgracia en el expolio que padeció España en los años 20 fueron arrancadas y vendidas por 65.000 pesetas a un marchante judío de Nueva York el año 1927 pero  ha quedado la impronta y han podido ser restauradas. Aquí he tenido una visión y doy gracias a Dios. Los coros recitaban salmos y dentro del iconostasio un diacono cantaba el evangelio luego un presbítero de b barbas bizantinas y rostro atezado cantaba la epiclesis:


Eto telo maia eto krobi maia (este es mi cuerpo, esta es mi sangre) de la consagración griega.


Sobre los paramentos el rostro venerable de san Nicolás y de san Baudelio el santo tutelar un mártir francés cuyo culto estuvo extendiere los visigodos unos le llamaban Baudilio y otros Baudilio y en mi tierra San Maudillo.


Cruces griegas, escenas de la pasión de Cristo pero ninguna imagen de la Virgen María por tres de san Miguel y es que el culto de hiperdulía es posterior en el cristianismo al que se daba a san Miguel.


En la planta baja se levanta soportando la techumbre del coro una mezquitilla de arcos de herradura que ha dejado perplejos a los historiadores como Camón Aznar y Gaya Nuño. La pila de agua bendita es un “mitzrah” o piscina como las que existen en las mezquitas y sinagogas para las abluciones de los fieles. Al fondo, la cueva del monje o del morábito.


¿Se alternó aquí el culto cristiano con el islámico? En cualquier caso es un centro de extrañas fuerzas telúricas. En este lugar yo tuve un pálpito una visión y sólo pude cantar:


— kirie eleison, señor ten piedad de nosotros pues conoces el corazón del hombre.


 Y sentí una fuerza inmensa en mi alma como inmerso en las garras de un extraño fenómeno de purificación a los pies de la palmera que corona el cimborrio. Si la palmera supiera… Y me acuerdo de unos versos de mi adolescencia de Gerardo Diego. Que sí que sí que sí que tenía el rostro de maravedí.


El expolio de los ladrones de los lugares santos no ha podido arramplar con el aliento de amor y de caridad ni la sublime aureola que irradia esta santa ermita tan sublime como recóndita. Hoy me siento orgulloso de ser español.

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