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jueves, 15 de febrero de 2018

LA CIGUA O GUESTIA ASTURIANA

CUENTOS DE SUPERSTICIÓN

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CIGUA

 

Cantó la curuxia anteanoche en la ramada del roble del camino por tres veces. La aldea estaba en silencio. Asturias del alma. Había subido a abrir la casona y al regresar escuché su llamada. La lechuza es el ave que llora. Colgados de la viga del techo estaban los calderos donde faenaba la abuela. "Cien años ha que nací y nunca tantas potas y cacharros vi". Alentaba aun la ceniza de los viejos pucheros. El almirez, las sartenes, las trébedes y los morillos alineados por la mano experta de la pobre güela que murió hace medio siglo. No había mejor cocedero en todo el concejo pero al volver el canto de la curuxia ahora en la sebe seguía sonando lúgubre y persistente.

Según la vieja creencia cuanto la lechuza gime sus tristezas sobre la rama que nunca verás pero sí que sentirás, es señal de que va a haber un difunto. Cerré puertas y ventanas, eché el alamud del portillo. No había luna. Un perro ladraba en la braña puede que fuera un lobo. La fuína, el raposo y el gochu salvaje eran los mi habituales vivitantes nocturnos pero esos no me asustaban. Entonces recordé las noches de filandón de mi infancia; los cuentos y consejas de las brujas de Puente Perín lunes y martes miercoles tres jueves y viernes sabado seis y domingo siete quitarle la chepa a ese. Me colocaron bien la joroba de la literatura. Llaman a la puerta madre. Hijo, déjalas que ellas solas se irán. ¿Ah sí?

El padre Astete señala en su catecismo como pecado menos grave creer en agüeros y cosas supersticiosas pero brujas haberlas haylas. Las brujas volando en el cielo nocturno me horrorizan pero en los bosques del Rellayo en la callela que rodea el manto de Santana me pareció haber visto hace unos años sentada a la vera de un rio junto a la peñona a una xana peinando sus cadeixos de oro. Era rubia y muy hermosa.

 Tal vez fuese mi imaginación pero percibo▬ es un don que el Todopoderoso da gratis a los artistas y poetas ultra sensibles y, cuando me encuentro a una persona, veo los contornos del aura que todos llevamos▬. ¡Cuidado cigua! Suenan las señales de alarmas y  me pongo en guardia.

Me fascinan las historias del nuberu y del culiebre. Los asturianos somos pueblo de brumas. Tememos a la guestia que anda por los ribazos, en procesión de calaveras con hachones encendidos, cantando tremendas. Es una herencia pagana de nuestros ancestros latinos que llamaban, dicen los que de esto entienden, a los gnomos del bosque nephelibata.

La estantigua pasa, canta la curuxia y las animas bajan la cuesta de Artedo por el Revellín cruzan hasta el Ribete y se sumergen en las olas de la playa con sus blandones incandescentes. Van cantando " Hijos, caminad de día que la noche es mía".

Conviene recogerse y no mirar para los trasgos porque si un difunto que marcha en la fila de la estantigua, vestido de fraile, ocultando su cara de calavera, en la capucha, te mira a los ojos,  a los tres días mueres.

Dicen los gallegos que las meigas van y vienen con la luna llena y cantan por las aldeas vacías como ésta en la que vivo el miserere o el oficio de difuntos. Se recomiendan a los que vayan de noche por los caminos que lleven consigo un relicario que les sirva de defensa. Una imagen de Cristo o de la Virgen para disuadir al diablo, el mejor detentebala. Hay que decir cuando se las siente este ensalmo: "fillo do demo, cata la cruz". Y se van pero hay algunas que son más contumaces y no hay sortilegio que valga para ellos. Son las almas de los endemoniados.

En abono de todo lo dicho, yo podría contar muchas anécdotas pero el material daría para un libro. Bástenos saber que la cigua es cosa cierta. La cigua es una palabra bable que los españoles importamos de Cuba. Es  la cigua prima hermana del vudú e hija de la magia negra. Única solución el agua bendita y rezar todas las noches el trisagio de San Miguel Arcángel. Ese las espanta.

La superstición es parte de la vida misma. Viví cinco años en Londres en el barrio de South Kensigton. En el edificio había el fantasma de un templario irlandés el conde Kelly que murió en las cruzadas. Este hecho paranormal los vecinos lo asumían como algo normal y un amigo mío me contó que una noche se lo encontró sentado tranquilamente  en el sofá de la salita hojeando las paginas ensabanadas del Times.

¿Cómo no creerlo? Cuando alguien mienta la palabra cigua yo toco madera pero Villeguillo se pone de los nervios cuando escucha en estas noches del invierno el canto de la curuxia. Le echó las cartas una saludadora y desde entonces dejó de asistir a las sesiones espiritistas donde se hace la guija.

No recomiendo las artes diabólicas pero brujas haberlas haylas. Tengo, por mi parte, yo más miedo a los vivos que a los muertos.  Y por estos pagos rondan ahora bandas de ladrones del Este.

A diferencia de Villeguillo me encanta el grito de la curuxia. Antes de asustarme, me arrulla y me duermo con el 38 que me compré en un viaje a Texas debajo de la almohada por si los bandidos que asaltan las casas de los viejos, se les ocurre pisar mi umbral, los dejo secos. Es una mala costumbre que copié de los norteamericanos. Allí el allanamiento de morada se paga con la muerte y hay todo un armero en cada casa por modesta que sea. Los temo, ya digo, a ellos más que a los fantasmas pero brujas haberlas haylas.

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