Normandía
EL DÍA QUE YO NACÍ las playas de
Normandía aparecieron esparcidas de cadáveres. Pasé por Lisieux para visitar la
tumba de la Pequeña Flor Santa Teresita, una grandeza de Francia y los caminos
de Dieppe y de Boulogne mostraban las cruces blancas de cementerios aliñados
siembra de cruces y de esperanza. Creo que eso determinó un poco mi destino y
de los hombres de mi generación del 68. Todos odiamos la guerra, somos rebeldes
y no comulgamos con rueda de molino. Nos desplace la historia tergiversadas o
manipulada pero había que plegarse a los acontecimientos. El cuartel general de
Berlín dio orden a la Wehrmacht de retirada. No querían los alemanes una
carnicería con el inglés. Sus divisiones acorazadas que comandaba el general
Von Rundest fueron replegadas, los panzer se quedaban sin gasolina por mandato
del Reich.
El Führer era un poco anglófilo,
le gustaba tomar el té de las cinco y consideraba a Gran Bretaña la nación más
civilizada.
Al recibir la orden del cuartel
general, Von Rundest se pegó un tiro. El mariscal Rommel se tomó la cápsula de
veneno que llevaba siempre consigo en la guerrera. Un gesto samurai que honra a
los héroes con corona de laurel. Hay casos que el honor está por encima de la
propia vida.
Hitler a los que odiaba era a los
rusos y ahí puede que también se equivocara.
La Wilhem Strasse buscaba un
entendimiento o una paz desesperada con Downing Street. De lo contrario aquella
hecatombe podría suponer la liquidación de Europa. Más de tres cuartos de siglo
después la historia parece haberle dado la razón. Se opuso Churchill apoyado
por la banca judía. Esa banca que no movió un dedo por salvar a los perseguidos
en el Este.
El general Franco haciendo
honores a su casta sí lo hizo, pero las guerras a partir de la invasión de
Normandía y los bombardeos exhaustivos y canallas de Dresde dejaron de ser ideológicas
para enmarcarse en una contextura de dominación económica. Noches de fuego y de
fósforo.
Los hombres y mujeres caminaban
por las calles de la infeliz ciudad bombardeada convertidos en teas ambulantes.
No gana aquí el que más vale sino el que más miente. El embajador
norteamericano en Madrid J. N. Hayes visitaba el campo de refugiados de la
Rioja casi todos judíos alemanes húngaros y sefardíes greco chipriotas a los
que Franco concedió el pasaporte para emigrar a EE.UU vía Lisboa.
De este extremo y de tal labor
humanitaria se han ocultado muchas evidencias y se manejan al propio tiempo tópicos
y falsedades. Por supuesto que, si esa mano tendida no hubiera extendido la
manga, a estas horas hubiera sido imposible California hacia donde se encaminó
aquella fuga de cerebros que huía de Alemania. Acaso ello se deba en parte a la
Memoria Histórica.
Pero la hipótesis que me lleva
siempre a Normandía a llorar mis culpas y las ajenas quizá se encuentre en la
casilla de mi horóscopo. Las estrellas bajo cuyo signo nacemos no fuerzan ni
determinan pero inclinan nuestros hados hacia una parte o hacia otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario