“Necesitamos estadistas que quieran unir a la sociedad, no insultos y agravios personales”
Pedro Baños, escritor y militar especializado en geoestrategia, defensa y seguridad
Que un coronel del Ejército de Tierra en la reserva, experto en contrainteligencia, geopolítica, seguridad, terrorismo y relaciones internacionales analice los principales problemas de nuestro mundo, los que ponen en baile cualquier certeza que pudiéramos calcular para el futuro cercano, da motivos para pensar que no se trata de un puñado más de datos en plena era del exceso de información. Pedro Baños (León, 1960) presentó esta semana en Zamora su nuevo libro, ‘La encrucijada mundial. Un manual del mañana’, en el que incide en que las fórmulas del siglo XX no sirven para afrontar los retos del XXI y habla sobre despoblación, envejecimiento, inteligencia artificial, ordenadores cuánticos, polarización social, movimientos migratorios masivos y escasez de recursos naturales.
—¿Puede ser ‘alarmante’ el adjetivo que mejor describe este libro?
—Sobre todo, es un libro para que abramos los ojos y que seamos conscientes de la modificación absoluta que está sufriendo el mundo en todos los ámbitos, no solo en el geopolítico, que es muy preocupante, sino en lo que supone la tecnología desde el espectro laboral, social y económico. Además, estamos en un momento en el que los acontecimientos se aceleran de una forma inusitada, como nunca había sucedido. Debemos estar muy pendientes y, especialmente, nuestros dirigentes, que deberían abandonar los enfrentamientos intestinos para preocuparse de verdad por cómo van a satisfacer las necesidades de los ciudadanos en un contexto tan novedoso.
—La sensación que queda al leerlo es muy parecida a la que queda tras leer ‘Las amenazas de nuestro mundo’, de Isaac Asimov: ‘es mejor olvidarse y seguir con nuestras vidas porque no podemos hacer gran cosa’.
—Eso sería un poco hacer el avestruz y no sería conveniente. Lo que se pronosticaba hace tiempo, vemos que ya lo tenemos, inunda nuestras vidas y nos va a afectar en los planos familiar, personal y empresarial. Tampoco podemos obsesionarnos y que nos quite el sueño pero debemos estar muy pendientes.
—En esta zona de España hay un buen ejemplo con la despoblación y el bajo índice de natalidad, ya que avanza y nadie parece saber qué hacer.
—Claro, pero eso está pasando en Zamora y en muchas otras provincias. Muchas veces, hablamos de pequeñas poblaciones pero también en capitales que envejecen, de las que se va la gente joven y se produce esa cadena que afecta a todo. Parte del despoblamiento en núcleos pequeños y medios se produce por el consumo masivo a través de internet, es decir, por las compras electrónicas, que hacen que no sea rentable mantener abiertos muchos establecimientos. Hay que tomar medidas pero todo se puede solucionar, sobre todo si hay voluntad y conciencia política. Hace falta contar con personas muy capaces, despiertas, plenas de ideas y desprovistas de ideología. Son necesarias fórmulas imaginativas.
—¿De veras debemos preguntarnos si la democracia es útil como sistema político?
—Yo abogo por un reforzamiento verdadero de la democracia. Lamentablemente, vemos que está sufriendo un gran deterioro, en muchos casos. Hay abuso por parte de algunos de nuestros políticos, que nos riegan con escándalos permanentes, y ello genera un gran descreimiento en la democracia, empezando los jóvenes que, cada vez, creen menos en ella. Eso es algo terrible porque, al final, podríamos caer en autoritarismos, que se venden a sí mismos como mucho más eficaces en contextos de crisis. A pesar de todo, con todas sus deficiencias, los ciudadanos vivimos mejor, en general, con un sistema democrático.
—¿Cuáles son las amenazas más serias que nos acechan?
—La que está marcando la pauta es el gran enfrentamiento geopolítico entre Estados Unidos, que lidera todavía el mundo occidental, y ese otro mundo encabezado por China, respaldada por Rusia. Esto va a marcar absolutamente todo. Tiene influencia en los mercados, todos los aspectos neoeconómicos, la energía… Es la gran preocupación, aunque hay muchas más. Estamos hablando de la inmersión en el mundo tecnológico, empezando por la inteligencia artificial, que va a generar nuevos empleos pero todo indica que habrá mucho menos trabajo, como dicen todas las grandes instituciones internacionales. Dentro del periodismo, incluso, podrá surgir la invasión de la inteligencia artificial, con presentadores virtuales, lo fácil que es crear en segundos un artículo con bibliografía y referencias… Por otra parte, los movimientos migratorios son grandes generadores de problemas, que van enlazados también con los síntomas del calentamiento global.
—¿Van a vivir nuestros hijos bastante peor que nosotros?
—De hecho, ya están viviendo peor. Hay que pensar que, en España y en Europa, en general, cuesta cada vez más trabajo ser agricultor y ganadero, dos sectores que están sufriendo lo indecible, que dejan explotaciones, que se ven obligados a matar sus animales y eso hay que enlazarlo con la mera supervivencia. Si el campo no funciona, si no mimamos el sector Primario, estamos jugando con nuestra propia supervivencia. Vamos a comer otras cosas, vamos a beber otras cosas, nos vamos a alimentar de un modo diferente y dudo de que sea mejor que lo que hemos tenido hasta ahora.
—Entonces, ¿tenemos que prepararnos para degustar en nuestra vejez cucarachas y saltamontes a la plancha y olvidarnos del jamón ibérico y los gambones?
—Sí. Ese es el problema. Aunque nos lo están vendiendo como que va a ser la panacea, todavía hay muchas dudas al respecto, desde el punto de vista de intolerancias alimentarias, por ejemplo. Queremos implantar, de un modo un tanto inconsciente, nuevos sistemas en diversos campos pero sin haber hecho una planificación a fondo, como correspondería desde el punto de vista estratégico.
—Pues, según todo esto, no parece una mala opción la de ‘comamos y bebamos, que mañana moriremos’.
—Por lo menos, aprovechemos lo que tenemos ahora mismo, que no sabemos cuánto nos va a durar. Esto está muy claro. Carpe diem. De momento, vamos a seguir disfrutando de las maravillas que tenemos en un país tan maravilloso y excelente como nuestra querida España. Al fin y al cabo, cambiar los modelos de alimentación y de consumo de energía es muy sencillo, a base de una propaganda machacona. Hay una parte mayoritaria de la población que queda convencida y, de una manera o de otra, prácticamente obliga al resto a adoptar los nuevos hábitos.
—¿Acabar en tan pocos años con los motores de combustión convencionales es factible o bastará con esperar a la primera operación salida solo con coches eléctricos para caer de la burra?
—Bueno, el siguiente objetivo será que no tengamos coche, directamente. Por supuesto, las élites seguirán disfrutando de los coches. Hay que tener en cuenta de dónde vamos a sacar los recursos minerales para esas baterías eléctricas, qué vamos a hacer con ellas cuando acaben su vida útil, a qué precio se va a poner la electricidad… Recordemos que el 50 por ciento del precio del gasóleo son impuestos. El día de mañana, cuando nos obliguen a tener placas solares en los tejados, evidentemente, pagaremos impuestos por ellas. Los estados y los gobiernos nos van a seguir presionando fiscalmente, de una forma o de otra.
—¿Tanta tecnología, conectividad y conocimiento, solo para seguir utilizando el viejo truco de meter miedo en el cuerpo a la gente para manipularla mejor?
—Es que el miedo es un gran controlador social y se ha utilizado durante toda la historia. La gente es capaz de sacrificar su libertad si alguien la convence de que la va a liberar de sus temores. Algunos poderes sacan mucho rendimiento a esa idea. El fenómeno de hiperconexión en el que estamos metidos hace mucho más fácil que nos infundan miedo para entregarnos en cuerpo y alma a los poderes.
—¿Tiene que angustiarnos que este libro lo haya escrito un jefe en contrainteligencia y seguridad?
—(Risas). Es un libro escrito después de dos años de hablar con muchas personas. Tengo la suerte estar, prácticamente, cada día en una ciudad distinta de España y de hablar con gente de todas las ideologías y sectores socioeconómicos. Me di cuenta de que hay una serie inquietudes recurrentes y he intentando trasladarlas en el libro. No hace falta tener una especialidad concreta para ser suficientemente consciente de lo que está pasando. Me he asesorado con personas muy expertas en campos concretos y he intentado hacer esta especie de vademécum, de enciclopedia de las problemáticas y atreverme a aportar algunas soluciones. Nosotros, los militares, desde que salimos de la Academia, estamos en contacto permanente con personas de diferentes perfiles y somos unos privilegiados a la hora de tomar el pulso de la sociedad.
—¿No le pareció que ya nos había inquietado bastante con ‘Así se domina el mundo’?
—Hablando de geopolítica por distintos lugares de España y del mundo, pensé que era el momento de hacer algo más. Estamos en épocas que se estudiarán en los libros de historia. Me pareció que hacía una buena labor de servicio a la ciudadanía si era capaz de ir un poco más allá. Me he atrevido a aportar soluciones para que se hagan debates sociales de unión, no de enfrentamiento, para responder a los cambios que estamos viviendo.
—¿Hacia dónde nos lleva la polarización política en España?
—Desde luego, a algún sitio bueno no nos va a llevar. Segurísimo, porque esta polarización hace que, al no estar unidos como sociedad, permitamos muchísimas arbitrariedades y barbaridades, que no reaccionemos como sociedad en su conjunto. Lo que hace es convertirnos en ‘hooligans’ políticos, en verdaderos talibanes políticos y, una vez que estamos tan sumamente extremados, claro, tenemos que defender a quienes nos dicen que son los nuestros, incluso aunque hagan las mayores tropelías. Y eso no es bueno para la democracia. Al contrario, va en contra de su espíritu porque, en democracia, la soberanía reside en el pueblo pero, si el pueblo está roto, aquellos que lo utilizan son, precisamente, las élites. Esto no es casualidad, ni mucho menos, para ejercer una mayor influencia y una mayor manipulación sobre las sociedades. La solución es bien sencilla: lo que necesitamos son verdaderos estadistas, personas que quieran unir a la sociedad para, entre todos, encontrar un mundo mejor, y lo que estamos viendo permanentemente en las declaraciones, por un bando y por otro, son insultos, agravios personales y enfrentamientos, en algunos casos, bochornosos. Lo vemos en muchos parlamentos, tanto nacionales como autonómicos, y esto todavía nos genera una mayor desconfianza en la política.
—Dentro de todo este despropósito, ¿qué país lo está haciendo mejor?
—Pues, ahora mismo, está complicado, porque pensábamos que algunos países como, por ejemplo, Nueva Zelanda, cuya primera ministra -que, finalmente, dimitió-, lo habían hecho relativamente bien. Ahora vemos que la situación se está complicando. Muchas veces, ponemos como modelo a los países nórdicos pero ahí si que hay verdaderos casos constantes de violencia de género, sin contar con que hay muchísimos suicidios, una gran frustración; muchas veces, personal, a pesar de que pensemos que viven en una especie de Arcadia. Entonces, nosotros, dentro del mundo occidental, vemos la complejidad de la situación. En Estados Unidos, hay una polarización extrema, una compra masiva de armamento y de munición y hay, incluso, quien habla de que pueden terminar abocados a una guerra civil. Esperemos que no sea el caso, evidentemente. Dentro del contexto occidental, no parece que estemos haciéndolo especialmente bien. En el Reino Unido está también la situación que está, para qué vamos a hablar de Francia, para qué vamos a hablar de Alemania que, oficialmente, está en recesión… Ahora mismo, occidente está viviendo una situación muy compleja pero es verdad que hay otras partes del mundo, que muchas veces nos olvidamos de ellos, que sí que están en fase de consolidación, en fase de ascenso, como es el caso de China, que no significa, ni mucho menos, que nos guste su sistema político, pero ellos consideran que lo están haciendo, probablemente, mejor de lo que lo estamos haciendo en occidente.
—¿Hay que seguir las recomendaciones de analistas que creen que la mejor inversión es en arroz al vacío y latas de atún que tarden mucho en caducar?
—Eso nunca está de más y más en el contexto en el que estamos. Tener algo de dinero físico guardado en casa tampoco está de más, entre otras cosas, por si hay un ciberataque y no podemos utilizar el dinero digital. Nunca está de más tener algo de reserva de alimentos, efectivamente, no perecederos a corto plazo, porque nunca se sabe en realidad lo que puede pasar. Lo que ocurre es que nosotros, ahora mismo, estamos acostumbrados a que hemos tenido la fortuna de vivir en ambiente muy relajado, en el que hemos tenido todo a nuestra mano, de fácil acceso, pero esas medidas nunca están de más.
—¿Por qué cree que nuestro principal peligro es la libertad asistida?
—Porque, muchas veces, enlaza con una especie de totalitarismo democrático, de totalitarismo disfrazado de democracia. Vivimos aparentemente en libertad pero, realmente, el día a día, es que nos cuesta cada vez más trabajo hablar con verdadera libertad, podernos expresar y, a veces, casi hasta poder opinar o pensar. Exponer las ideas propias con absoluta libertad no siempre es agradable porque, entre otras cosas, estás sujeto a la posibilidad de que te ataquen de un modo despiadado, no solamente en el mundo físico sino, principalmente, en las redes sociales.
—¿Cuánto tardará China en invadir Taiwán?
—China lleva diciendo desde hace mucho tiempo que Taiwán es suyo. Pero, probablemente, no tenga interés en hacerlo de manera militar o, por lo menos, de forma inminente, porque lo está haciendo de otras formas: a través de presiones económicas, de presión psicológica, porque China sabe actuar de otra forma. No pensemos que China va a conquistar el mundo como lo ha hecho Estados Unidos, en cierto modo basado en la fuerza, porque China sabe que tiene que actuar de otra forma. En cualquier caso, Taiwán es absolutamente irrenunciable para China pero ahí se encuentra ese punto de fricción tan importante que mantiene con Estados Unidos porque sus dirigentes saben que, si no apoyan a Taiwán, Estados Unidos sería expulsado de esa parte del mundo, donde ahora se está cociendo todo. Si sigue esta tendencia, es donde va a gravitar, por lo menos, la parte económica y financiera mundial.
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