CLEMASNOS Y MALÉOLOS
Los griegos llamaban clemasnos a una
estratagema de atribuir los defectos o acciones propios a otro y en esas
estamos.
Preguntándonos con Pilatos quid est veritas. Llegan para mí las depresiones de las saturnales de Brumario.
Busco el consuelo ante el tinglado de la antigua farsa dándome golpes de pecho por mis pecados y llorando en mi Tebaida.
Encovado como san Saturio o los eremitas de las espeluncas mozárabes de Sepúlveda en la raya del Duero. Es un consuelo saber que las serpientes huyen de los ajos.
Fumo mis pipas y pienso y sueño con una analepsia de mis facultades anímicas.
Me gusta el continicio las horas de la noche cuando todo está en silencio. Dejo a los boquimuelles del periodismo del duerno expliquen la crisis y ganen su jornal, son repetitivos y machacones de esta actualidad mecanicista.
Con estos pelmas durante tanto tiempo llevamos largos años a vueltas y revueltas. Nos acosan con guerras y violencia de género.
Los sermones del ALQUITIVI al respecto son pan para hoy y hambre para mañana. Guerras de falsa bandera nos conducen al infierno.
Enseguida saco el espejo para mirar al ojo de Dios. Sin ese instrumento, contemplar a Dios con la pupila desnuda o a ojo de buen cubero moriríamos y podríamos quedarnos ciegos.
Tampoco es menester volver la vista atrás. Podríamos convertirnos en estatuas de sal como la mujer de Lot.
Es lo que dice Quatenus un personaje de la novela que estoy escribiendo. "Hasta donde yo sé".
Es un escéptico. Don Quippe, un tomista de la antigua escuela teológica que fue magistral de la Catedral del Silencio lo contradice, lo combate:
“La verdad es única y una, chiquitos”. Para éste no caben dudas ni escepticismos.
A los dos los llevo dentro. Yo no se lo ha dicho a don Quippe pero considero que van ganando la partida los escépticos. Suenan voces y puñetazos sobre los paños del púlpito de la catedral del Silencio y yo estoy aquí, en medio. Sin comerlo ni beberlo.
Mis dudas tienen mucho que ver con las del Santo José.
Sufro en silencio los estragos del mal maleolar. Se me hinchan las piernas y tobillos como a mi abuelo.
Y esta es mi confesión y mi atrición: mis pecados fueron la causa de mis fracasos.
Don Quatenus y don Quippe continúan dale que te pego dando voces y de sus
discusiones sólo sacaremos la cabeza caliente y los pies fríos.
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