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sábado, 6 de mayo de 2023

 

ANA, ANA BOLENA DE LOS MIL DÍAS: LOS PECADOS DE LA IGLESIA CATÓLICA EN INGLATERRA

 

Antonio 

 

No era más que una “mula santa” ama o barragana de obispo pero, Jesús, la que preparó. Cuando vivía en Londres y pasaba cerca de la Torre, ese impresionante edificio alto, lóbrego y sin ventanas, todo cubos redondos perfil de mazmorra y de hacha de verdugo el recuerdo de esta pobre mujer y el de otros que encontraron en una de sus tozas detrás de un rastrillo la separación de la cabeza del cuerpo puesto que los alabarderos de aquel lugar a los que llamaban beefeater eran de los que comían carne todas las semanas y sabían encontrar la carne de los condenados me desviaba de tan lúgubre recinto y pedía al taxista que desviase la ruta.

 Era pelirroja y antes de entrar en la corte inglesa como barragana de Su Eminencia el cardenal Wolsey había hecho la carrera y la aventura en Paris. Fue el propio cardenal primado de Inglaterra el que presentó a su querida al propio rey Enrique VIII. El Defensor de la FE titulo con que el pontífice reinante a la sazón Alejandro VI había distinguido al Príncipe de Gales le pidió relaciones inmediatamente pero la astuta y a la vez candorosa advenediza le dio una de esas respuestas con registro propio en los anales:

            -Majestad ni soy tan alta para ser tu reina ni tan baja para ser puta.

Lo cual que entró en la corte de Whitehall como azafata de la reina Catalina de Aragón. En Paris en la corte del francés la llamaban “La Escoba inglesa” porque por lo visto supo barrer para casa no sólo los corazones de aquellos cortesanos de la Orden de la Jarreteraet honni soit qui mal y pense” (era el lema) sino también dineros. Tan ambiciosa era la joven como bella. El resto de lo que sucedió forma parte de la leyenda. Amores maravillosos y desdichados que duraron poco pero que fueron de tan dramática intensidad que cambiaron el curso de la historia de Inglaterra y del mundo. Acabo de ver una buena película sensacional en lo que afecta al “casting”.

 El ropero y el vestuario han sido asesorados por los mejores investigadores de Oxford y parecen los modelos haber sacado de los diseños de los archivos del traje. El perfil de Ana perfecta. Pelirroja y candorosa. Estampa de la inocencia en manos de aquel Barba Azul. Las crónicas lo pintan como un ogro pero era un rey nada vulgar que había leído las escrituras y discutió pasajes de la biblia con los teólogos en los que se apoya para pedir el divorcio con una cita del Deuteronomio: “no yacerás con la mujer de tu hermano”. Alegaba que Catalina era la mujer de su hermano Enrique VII y que fue compelido al matrimonio por imperativos de la política matrimonial. Buen poeta y compositor de madrigales y sexualmente toda una fuerza de la naturaleza pero en eso no era ni mejor ni peor que todos. Los reyes, los obispos y hasta los papas tenían su propio harén.

 Una pobre mujer y detrás los pecados de la Iglesia, la Iglesia del poder. Los bailes de máscaras en la corte episcopal del palacio de Lambeth donde se produjo el encuentro con enrique. Oficiando de proxeneta nada menos que el gran cardenal de Inglaterra. Aquel vicioso eclesiástico no era más que un macarra. Y también acabó en la Torre. Al igual que su sucesor el verdadero autor del cisma, más complaciente pero enrevesado como todos los canonistas.

 Las cosas luego se complicaron. Enrique no era un protestante. Odiaba tanto a Lutero como a los frailes pero quería una iglesia nacional apartada de Roma conservando casi la totalidad de la liturgia y los Siete Artículos de la Fe.

 Wolsey es refractario a otorgar el divorcio pero el nuevo arzobispo de Londres Cranmer acusa de contumacia a Catalina de Aragón y anula el matrimonio de la hija de los reyes católicos con Enrique. Curiosamente, esta se retira a un convento de Peterborough. Sigue siendo un misterio el que no acabara en la Torre igual que el resto de sus favoritas y es que Catalina era mucha Catalina.

El rey debió de amarla o al menos respetarla hasta el final. El espectro de Catherine of Aragón como la llaman los historiadores ingleses siempre salía a mi encuentro cuando cruzaba en tren las llanuras de Linconshire. Ay que yo no quiero amores en Inglaterra que téngalos yo mejores en la mi tierra, rezaba un viejo madrigal cortesano de los tiempos de Felipe II cuando la historia de España y de Inglaterra se entreveran tan trágicamente.

 Y pensaba en Catalina y en Ana y en las “six wives of Henry the Eight” que fueron legendarias. Yo no quiero amores en Inglaterra. Oh Ana de los Mil Dias. Anne of the thousand days rosa entre las espinas de sus amantes como el duque de Norris; en un torneo celebrado en la tablada de Greenwich, Norris había enjugado su rostro con un pañuelo que le tiró la reina lo que vuelve a su a gusto esposo loco de celos. El rey celoso la acusa de adulterio al poco del nacimiento de Isabel. Las malas lenguas de la corte propalaban que la que había ser la Reina Virgen y la reina de las reinas inglesas Isabel Tudor era hija fornecida una hija de puta.

El tálamo real había sido profanado y según creencia de la época este tipo de delito se pagaba con la cabeza. Pobre Ana de los Mil Días. Ana Bolena. The rake. La Paja inglesa.

 Alta y derecha como un huso mujer de extraordinaria belleza una de esas beldades que hicieron enloquecer a un rey. En el cadalso tuvo una presencia de ánimo y una entereza casi martiriales. Se deshace en un canto de amor a su verdugo el rey: “Estoy pura de todo pecado, Jesús mío. Dios dé larga vida al Rey y al valeroso pueblo inglés” y con gesto humilde y sin descomponer el gesto tendió su blanco cuello al hacha del verdugo. Junto a ella fueron ajusticiados tres de sus supuestos amantes.

 Dicen que el rey se fue a cazar y  no vistió de blanco luto durante una semana como hizo al saber la noticia del deceso de Catalina su legítima. La imagen amable y complaciente se transforma en un monstruo de los celos. Antes bien, se le pasó pronto el disgusto y tan es así que al día siguiente de la ejecución el 20 de mayo de 1536 se casa con Juana Seymour. Otras fueron Catalina Parr, Catalina Howard y Ana de Cleves, la yegua de Flandes aquella alemana. Parece mentira que un madrigalista tan fino algunos de cuyos sonetos superan a los de Shakespeare pudiera caer tan bajo y tan bajo que terminó hecho una piltrafa a causa de la gota y de la sífilis. Los estragos en la mesa y en el lecho le pasaron onerosas cuentas al final de sus días. Un estudio de este aciago período en la historia de la Iglesia de Occidente nos muestra los pecados de la Iglesia, los renuncios y regateos entre Roma, Lambeth y la sede de Canterbury y por una herradura se perdió una yegua y por una yegua se perdió un caballo y por un caballo todo un reino. Es un poco la crónica del cisma de Occidente. Un pecado de escándalo del que el papado tampoco está exento. Y en ellos juegan tanto la lujuria como el orgullo y la avaricia. Todos esos pecados capitales…. Y de todos ellos el de soberbia es el peor.

 

 

Toque de ánimas y ahora resulta que ya no hay purgatorio. Que decía Teresa que serviría para aumento de la fe. Descargar el ánima=ejercutar una albacea. Ser más interesado que las ánimas. Animadversión. Animalia=sufragios, exequias. Animero el que predica sobre difuntos. Coerción. Paridad . rectrix, quimiatras, ojeriza renaz. Servet de Aniñón estuvo en el seminario de Bolonia c omo profesor. Anis= planta anua. Anisodonte dientes desiguales. Aniteria culto a los muertos. Anjeo lienzo vasto. Anleo cerca de navia y anluña. Anosmia y analepsia. Ampricia inqusición en aragómn y amprar pedir prestado. Amabasis proceso de crecimiento. Analepsia restitución de las fuerzas. Anadiomena Venus surgiendo de las aguas. Con harta prosopopeya. Anakeia fiestas de los griegos con carreras de caballos. Anastasimene o Starosimenes empieza la semana de pasión. Pascua quiere decir fase. Empieza la anasasime hoy sabado de pasión sábado, 19 de abril de 2008 que abocarán a la pascua del 27.

Walia firmó los pactos. Eurico 526. Leovigildo buen rey perro arriano dejó el rey a Recaredo después de mandar degollas Hretrnrgildo. España empezó a quedar descabezada. Cadiga se llamaba la mujer de Mahoma. Mahoma padecía del morbo caduco o gota coral por otro nombre epilspesia. España bien cumplica de bienes de la cronica del rey alfonso. Wamba manda que no salgan los judíos en viernes santo. Leno en latin quiere decir alcahuetge que engaña a las mujeres en faciendolas facer maldad. Trujimanes del corre-ve-y-dile. Les mandan que no hagan fornicio y venden sus bienes por lo que quieran dar. Asmar o conjeturar el poder de las adivinanzas. Desacuerdos pleas y muertes de hombres-

Tomas crime don juan de austria del arzón al bufete y de marte a mercurio.

Fuste poste palo. Grandidor o donante. Malestranza o dosgusto. Quitación. Mutaciones de las notas musicales..

Mefitismo moral de la sociedad. Plaza del Espero. Aguardo en la plaza del Espero. Señor de los diezmos infinitos. Carlos de Sesos el hereje y sexo con garantías en la sala oval. Estamos ante una cultura qie no es filofila sino edenofila y anacreontica del placer por el placer. Macripía del greco que es el pintor del catolicismo iuniversal. Dio espiritu al leño y vida al lino en sus cuadros.

Según la opinón más ecibida. Embriaguez contemplativa. Embustes, milagros y estratagemas. Las alumbradas daban a luz al Niño Jesús.

Magdalena de la cruz era una clarisa que sufría conv ulsiones mística. Literatura espiritualoide que no ewspiritual que nos invade y democticoide que no nos invade. Melchor cano ni puede ver a los jesuitas y en eso estoy con él. Barbechar.

Los ortodoxos no tienen reliquias pero pintan iconos.

La princesa de eboli se reía de las visiones y extasis de la santa. Estas cosas dieron armas y pretextos a la reforma. Fraseología de la secta protestante. Bigamia y sodomía. Cariondos y canos . clerigos solicitantes. Los convetos se convierten en burdeles en zafra. Gavilla de facinerosos. Teatinos. Idiotismos. Zagoveñie visperas. Zagoveñie na velikii post. Izgrañie exilados. Arga, Egea y Aragón hacen al Ebro varón.  Puerta de la estrella el cabezal de los poritcos góticos. Monasterio de Irache.

Taca señal. Navarra y Castilla lhcaron durante siglos.

VICENTE FERRER Y WOJTYLA

Todas las pestes llegaban de ágrica asi la peste negra. Los disciplinantes caravanan por toda europa siguiendo a los predicadores. Entre 1340 7 1350 la guerra era general. La guerra de los cien años y la guerra de las dos rosas. Europa se encontraba sacudida yu saqueada por lso turcos en oriente y por los ingleses en occidente. El reyu de francia se había vuelto loco. Los fieles cristianos pegrinaban a nuestra señora del puy núcleo de la historia cátaras. Juana de arco entonando cánticos y vatiinado el porvenior. Londres estuvo a punto de ser destruida por las huestes de john Wiclif. Amenazas a la perennidad de los cimientos. En avión pontifica Pedro de Luna Benedicto XIII. Vicente ferrer pronunció 6.000 sermones. Con muchas frondescencias místicas. Es la época del número soberano la fuerza de la masa crril. Abasia y abstasia falta de capacidad para ponerse en pie. Poneros en puie musas de iberia, desatd vuestro llanto. Torres de guirlache. Cesantes y conservadores que andais con las botas rotas. Alcana barrio de mercaderes. Formaron rfancho aparte  

 

 

 

 

1 de febrero de 2005



Catalina Karady fue fusilada por guardar una emisora clandestina en el fondo de un piano. Budapest - estado de ánimo reinante moral por los suelos, en las miradas angustia.

 Hungría bajo los alemanes se refugiaba en la primavera. En los cabarets se bailaba como antídoto contra las preocupaciones imperantes. La guerra puso en circulación el baile. Budapest está circuido de siete colinas que se cubren de flores y de fragancias en primavera.

Moisés condujo a su pueblo hacia mejores lugares. Cuando lleguen las fortalezas volantes y los LIBERATOR. La cocinera que pesaba 110 kilos y había que auparlas. Vieja dama que teme más a la gestapo que a los aviones. La bajada al refugio en un fajo las cartas de amor, los billetes de banco, las joyas. Cantaban las cigarras en las llanuras de Polza.

Tener engrasadas las escopetas de caza. Estallaban las flores de los antiaer3os. Funcionaban los teatros y el circo cuya mayor parte de autores eran hebreos. Embrutecimiento bélico. La carlinga de un stuka. Casas colmena de escasa resistencia. Hacer el tapiz o bombardeo meticuloso. Los yanquis acabaron con la avenida Andras de buda. Mirar con indiferencia a las mellas que dejaban las bombas. Cintas luminosas de las trazadoras en la noche en festejo pirotécnico. La aviación roja carecía de bombarderos. Besarabia y Bucovina donde los rusos son malquistos. Cardenal SEREDY primado carta pastoral. Asalto a las iglesias católicas de hebreos pidiendo el bautismo. No eran gaseas ni fusilados y por eso la gente hizo lo posible por entrar en el redil de cristo que era la verdad y la vida. Otras confesiones cristianas hicieron muy pocos por los hebreos perseguidos.

El clero católico salió valerosamente en defensa de los perseguidos por la verdad y la justicia. Bela Imredy. Cruces flechadas de NYILAS.

Imredy era autor de las leyes antisemitas y era nieto del rabino de Bratislava. MANGOLD el refugiado húngaro lo mismo que Keystone nemes que encontró refugio en España. Cruz flechada y movimientos de pueblos para traer a trabajar a Alemania. Cruz lanceolada. Allí comienzan las sorpresas. 14 nov 1944 Horty dice no a Alemania. La población de Budapest había aumentado en más de un millón de personas. Problemas de alojamiento, sanitarios, de alimentación. Se dejó sentir el hambre. El servicio de escuchas se dejó de sentir. los protegidos pasaron a ser protectores. Tanques Tigris. En el aire un olor a tragedia. Partida de criminales de uniformes, idolatras de la disciplina se veían desbordados. Exterminio de bocas inútiles. Las SS asesinaban a todo aquel que no les parecieses ario. Cuarenta fusilados en el hotel Ritz hebreos en manos de sus victimarios. El miliciano del pueblo en armas, los nylas. El regente HORTHY fue arrestado y trasladado a Alemania. Estos partidos místicos que exigen martirologios. Muestran un fervor que no sienten `pero que les sirve de patente de corso para el asesinato, el robo y el escalo de los puestos de la administración. Tienen demasiada masa amorfa. Eugenio Suarez critica a Falange. Jefes de prensa que trataron con otros periodistas como Xavier de Echarri, Pedro MOURLANE MICHELARENA de hidalga apostura y la agudeza andaluza de Enrique Llovet invitados por Hungría en 1943. El periodista ha sido demasiado duro y cuando moje la pluma se lo pensará dos veces. Sobornos y almuerzos en el Savoy. Larga cuerda de judíos que pasaba por la calle. Todos con las manos en la nuca los hombres primero. Un camión alemán de cinco toneladas aceleró la marcha contra ellos. Abandonó Budapest semana antes de caer en manos de los rusos y un alborozado ministro de exteriores que le hablaba de revolución. La ciudad más bella de Europa y de más atractivo para el forastero. Hungría no tuvo suerte.  Del GPEU a la Gestapo. El director de ARRIBA España me llamó cosas feas. Hacer tabla rasa de todas las seducciones. Anhelo de relojes, el kurdo disparando contra un despertador. Comer, bailar, saber del curso de las nubes, el barask, manadas de caballo en la inmensa puszta y los fata Morgana. La corona de san Esteban. Es un país aristócrata nato donde hasta el último campesino tiene maneras de rey. La carta del cardenal justiniano SEREDY es elocuente de cómo la iglesia defendió a los judíos en aquella instancia. Goering tenía intereses allí. Vitez héroe. Treinta siglos de refinamientos talmúdicos. Ángel Sanz Briz, secretario de legación en Budapest y el ministro Miguiso. Horty es invitado al cuartel general. Hechos consumados. El regente Horty vuelve cuando Budapest ya había sido ocupado. Un vagón cargado de judíos de Trieste y de Fiume llega a Budapest. Esto se está haciendo fuera de las miradas de las gentes. Bañarme en las aguas del jordán de la caridad. Ideas quijotescas. Entonces se empezó a esparcir la noción de España tierra de acogida. El gobierno KALLAY y sus campañas antisemitas. Brazalete amarillo o blanco. La invasión alemana del 21 de marzo de 1944. Muchos se suicidaron.  Las purgas duraron un mes. Leyes antisemitas. Estrellas amarillas de ocho puntas y de diez centímetros de seda o de terciopelo. Humillación, baldón, desprecio. Eugenio Suárez era corresponsal del Arriba. Se abrieron las puertas de los conventos y seminarios a los judíos perseguidos. Un periodista hasta llegó a disfrazarse de cura. Las salas de infecciosos de los hospitales se llenaron de judíos, lamentaciones talmúdicas, los bombardeos en la oscuridad y lo incómodo de la vida en el gueto, odios vitamínicos, las delaciones, forzar fronteras y la libertad de todas las cosas que se vuelven prisioneros, la represión organizada por la Gestapo. Cada mañana conducciones hebreos a la estación del norte de Budapest cincuenta personas por vagón que eran cerrados y sellados a plomo cada viajante con un hato de solo tres kilos de peso. Lo puesto y los relojes y las estilográficas que servían para el mercado negro. Los niños perecían de inanición, las mujeres de asfixia los hombres se desesperaban. Al fin se abría la puerta y una ráfaga de ametralladora saludaba su llegada. Destino Auschwitz. Las cámaras de gas les ahorraban a los asesinos munición. Y los cuerpos valían para los experimentos científicos. Es el primer libro donde se da fe de la existencia de estos centros de ignominia. No hay signos premonitorios. Los grandes traumas no acontecen de improviso. Política de protección universal al perseguido. Esto va a significar mucho en la política exterior de franco. Es la tesis a la cual se enfrenta mi libro

 

 

 

El hombre comp criatura reprobable. Cazadores de cabezas a todo pasto

 

 

 

11 de diciembre de 2004

masía, mansos, mauros, muros, manos houses. Puigcerdá pero para nosotros Cataluña es el corominas. Balcones de moderno y ancho alero. Ripoll, Santa María, Sta. Pau, el scriptorium de ripoll con su archivo monástico que es la rama del saber. Bajorrelieves historiados. Abad Oliva, iglesias pequeñas, recoletas y llenas de encanto, el platanar alto y hermoso, sillares romanos que se aprovechan, ojivas trilobuladas y peraltadas, el patio donde se amaron romeo y Julieta. Gerona bañada siempre por el río Oñar, capiteles decorativos, paginas miniadas de los beatos que se conservan en Gerona. Allí nacieron la Monarquía y carlomagno. San Félix y san Narciso bajo la girola octogonal, una de las catedrales más bellas y la Pía almoyna y su fachada de bello gótico con una escalinata monumental.


Marmosetes o remates. Remendería. Bulle. Sello metálico, tejuelo en la etiqueta al dorso. Encuadernación facticia, traducción yuxtalineal, tratamiento de gestión, letra uncial, venera o fuente, prontuario, coleta, lardón anotación al margen y tambnién trocito de papel o pósito - algoritmo dicvisión- algostasia sensación de cesación del dolor- anaglífico  que tiene relieves toscos anaglifo vaso que tiene relieve abultado- anagénesis y ortogénesis regeneración de ciertas partes amputadas del organismo - anafrodisia es la disminución del deseo sexual- anagálida hierba contra la hidrofobia. Recto es el anverso o la pag im`par. Cantonera de latón. Barlongo. Baudío. Lápìz óptico para escritura luminosa. Calena.  Tabelión. Signaléctico. Sello bulle. Libro parlante encalado, reflilado. Ascuso , ascuso.

Tge keenest odour of books. Oxford se siente impregnado de viejos libros. Delicious hours for the brwser- brwse feed the cattle, read for enjoyment. the forgotten labours and half remembbered classics. Schiolarlty detective work. Un tratado sobre la flora en los alpes en la época victoriana. Las fuerzas del mercado y los ratones de bibliotecas.

The lore of the honey bee.

Los libros que cambiaron el mundo. Dia del Pilar de 1988 Winston E. King Los Rotschilds y Después de la riqueza del barón Lionel- el hijo de Nathan fue Lionel el que tuvo a Disraeli que se había convertido a la religión protestante. Has de entregar, hijo, el alma al cuero y el corazón al negocio. Es mucho más difícil conservar una fortuna que hacerla. Vivía con todo el desprecio que siente el hierofante ante el creyente al que emula. Crédito viene de creer. Desde la calle de St. Swithin organiza el crédito en pleno Mayfair. lord Lyndhurst el que daría a Lionel el negocio de construcción del canal de suez.

El concepto del ego judío en el tiempo es lo que diferencia a Lionel y a su abuelo. Tambien tenía la familia los parientes pobres, Salomón y James.

Amante de las carreras de caballos y de la caza se hizo whig. el asalto a la cámara de los lores y la derogación de la ley que prohibía a los judíos sentarse en sus escaños. En la batalla por la abolición de esa sanción Lional y el príncipe disraeli se emplearon a fondo.

La verdadera historia de un país sólo puede encontrarse en sus periódicos. Oliver Goldsmith jugó un papel preponderante en ese papel pero los ingleses fueron muy suyos. En 1947 el times atacó con encono a los hebreos. Dijo proféticamente: En unos años convertirán la cámara de los comunes en un sanedrín. Mas no podía hacerse contra el poder de los banqueros de la city.

Los judíos son maestros consumados en el arte de la propaganda, un  campo en el que nadie les gana. El arzobispo de Cantorbery les puso la proa aunque no serviría de nada. Ellos lanzan su mercancía y la saben vencer. Disraeli se había convertido al cristianismo y con eso todo el camino estaba expedito.

Los judíos se asocian a cualquier revolución puesto que se sienten abyectos. Empezaron en Inglaterra copando los ayuntamientos aunque para ello tuvieran que sobornar y matar. Los lñongshoremen eran los individuos encargados del soborno. El soborno es una institución clave no lo olvidemos eso nunca.


Rotschild debía su elección al dinero nada más que al dinero. Se decía que los judíos llegados de españa tenían algo de príncipes mientras que los otros dejaban harto que desear. No había tampoco criminales ni mendigos judíos.

Nunca dejan hablar al contrario. Lo zambullen en un acogotamiento moral. El clima de acogotamiento moral y del miedo es su caldo de cultivo. Carlyle les ataca en sus escritos.

Les cuesta 28 años hasta conseguir la Ley Lucan que se refrenda el 23 de julio 1858.

Nunca fueron jefes de gobierno pero sí jefes de los jefes de fobierno. Para el judío no cuenta el tiempo.

If the devil had a son his name should be Palmerston. procelosa entrevista Lesseps Palmerston.  Inglaterra negó su apoyo. Dejales que se desangren. El otro rotschild el de París su mano era fría y húmeda. Para ello se montó una amplia operación de usutra con enormes réditpos en metálico. Sólo una sangre extranjera. Por la raza, por la religión, por los muertos. Lionel ganó cincuenta millones de libras con los intereses de una tacada. Lionel tuvo relaciones intimas con Disraeli que era maricón. Es la sodomía de Coningsby. Allí se atisba un instrumento gigantesco de dominación. Esta es sidonia. Los pueblos arruinados bendicen a los que les arruinan. Los Rotschilds dejaron sin jugo a Europa 1888 año de lluvias y de malas cosechas Rotschild compra en america trigo a precios irrisorios y lo vende caro en europa. El nombre de los rotschild se vuelve el nombre de la rosa. Goncourt: “Ninguna alegría tan grande para el semita como sentir a miles de cristianos a sus pies” lo dijo Goncourt en el Reichsrath austriaco.

La política del doble juego. Ramificaciones internacionales. La procura de los monopolios. El cohecho y la intimidación. Ellos conocen el silencio de un viejo proverbio austriaco: la palabra es plata, el silencio es oro. Y el oro que ellos invertían para dominar se volvía para su casa a un ciento por uno. Supieron hacer de los grandes políticos empleados de la casa. Bush cantando los villnacicos de la Janucha se convertía en un criado del amo invisible.

Hacen operaciones que no resultan sino latrocinios ewncubiertos. Mendizabal dio a los rotschild los derechos de explotación de las minas de Almadén. Se entregaron al culto a la ganancia. Proyectaron a Carlos Marx. El capitalismo y el comunismo son gajos de una misma rama.

Vigilante tiene una connotación peyorativa como la mayor parte de los préstamos españoles al inglés.


En el carro de Baodicea corre la thatcher imperante. juana de arco judith semiramis. Bnaodicea fue la que cosió las tetas a la boca de las patricias romanas. El síndrome de la castidad y la voracidad, las mujeres ambiciosas no suelen tener grandes compañeros de cama.

VAUNT cacarear. To put a spoke in the axle of Baodicea s chariot wheel. women vaunted for their sexiual energy. Odor balsámico del tabaco de oriente.

Nargileh es para mí un calamante soberano, pipa oriental.

Sin los millones de dólares de la banca americana no se pudo construir el III Reich. Los banqueros tienen las manos manchadas de sangre.

La profecía de H Heine: Existirá un solo pastor con un solo rebaño, un pastor libre con su cayada de hierro y un rebaño humano todos esquilados y balando de un modo uniforme. Los pueblos de la cristiandad marcharon contentos al abismo bendiciendo a sus esbirros. Hacia la esclavitud y hacia la aniquilación. Los dioses crearon a su imagen y semejanza el comunismo y el capitalismo y construyeron la república democrática mundial.

Para nada nos sirve una democraciasi nos arrebatan el derecho a la familia, a la patria y al pan.

Coordenadas de la desinformación:

         mentira

         secreto

         dinero

A Trotsky le llamaba el p. Wilson el más grande judío después de Cristo. Su destino es el control de la revolución del 17. Pero se les fue de las manos. Quisieron la reconstrucción de alemania porque de ello dependía el bienestar de los USA y GB. Reconstruyeron por medio del crédito. Para que el mundo marche bien se necesita una alemania fuerte. wilson ya desde sus tiempos de profesor de Prionceton se le consideraba un gran profesor de economía. Las sevemn sisters.

La vida real es más apasionante que una novela de intriga. Adolfo era el hombre del futuro de europa

 

 

 

24 de agosto de 2004


Cacho perro. Emporion Ampurias, palabra que está relacionada con Asturias. Bergantines y palacras de Lloret de Mar. Inhóspitos decorados. Impostas decoradas. Bañolas donde vive la gente más acomodada de España. Besalú que tuvo obispo y se llamaba bisuldensis. Mikwah o baño ritual judío. En Olot el cristo del Greco traspasado de serenidad. Busco el idilio de la Garrocha y su ciudad de Olot. Puigcerdá. Balcones de madera y amplios aleros. Ripolls. Santa María. Santa Pau. El scriptorium de Ripoll. Llama del saber. Bajorrelieves. El abad Oliva de Ripoll. Iglesias pequeñas recoletas y llenas de encanto. Puigcerdá era la capital de la Cerdeña. Ojivas turbulentas y peraltadas. El río Oñar que baña Girona. Machón, capiteles figurativos y la torre de Carlomagno. Eiximenis libros. Página miniada de un Beato, plata repujada. La sede de san Félix y de san Narciso. Bajo las bellas ojivas el arte y la historia se dan la mano. Nave única de la catedral. Así es Gerona. Sorprendió por su grandiosidad al marqués de Lozoya. Escalinata monumental de acceso a los fieles. Peldaño de las escalinata. La casa de la pía limosna. Es la ciudad de los sitios. Valle de san Daniel. san Daniel nos recuerda a Romeo y Julieta con sus hermosas naves.

Formación de un mundo cerrado y perfecto. El cuarteto atacante del Real Oviedo de 1947 en el estadio Metropolitano, donde estoy yo ahora y todas las mañanas voy al futbol.  Cesta de mimbre y una percha anticuada de cornamenta, aviso angustioso a maridos inseguros y angustiados. Un tronco de caballos percherones. Los suelos de formica, el enervante Oviedo. Ánfora con flores.  Pensamientos infumables de mujer. En el cristalino tremedal en el cual me encuentro. Orzas con flores. Una cesta de mimbre como la que llevaban los ferroviarios. Interpolaciones categóricas al aplomo de los anchos hombros.

Cometa ale hom

Qué cometa nos han dado para cruzar

los aires del finmilenio,

signo de esperanza que arrastra la cola

ígnea, fluorescente, en la noche excelsa

y el misterio de amor conmemoramos,

hymnum tui canimus,

belleza sin comparanza,

misericordia que no cesa.

Te miro, cometo en la noche del norte

rasgando los cielos de septiembre

y escucho tu rumore estrellado,

que fracaso de gases y de candelas de neón

tornando, inaccesible, al empíreo sin esfuerzo, rumbo e invento del sol.

Desde mi atalaya el entrelubricán contemplo del horreo derribado, panera familia que guarda los antiguos cantos, las partituras de una música que se fue,

cabe el tocón de la excelsa palmera que mandó arrancar ignorancia y malquerencia,

florilegio de esperanzas.

Último astro que transcurres en la desenfilada de la noche.


Otra galaxia, polvo de lejanías, gas argón y toda esa bisutería de perlas de plata que Actión con su inmensa rueda porta en los calcaños.

Sabidores y charlatanes de lo hermético.

Dime puesto que tú la luz no ocultas los secretos del plácido himeneo.

Hale hop, muevete en esa escalera.

31 de marzo 1997, lunes de pascua.

PUESTA DE SOL

A la sombra del madroño dorremifasol

puesta de sol.

Vino abril, empentón gozoso, doma de flor.

Madrid punto de encuentro en el kilómetro cero y aquí nadie se siente extranjero.

Las cosas ordenadas por dios pueden ser diversas o ádiaforas o adiofóricas. Es que estoy algo falto de sindéresis.

Protestantismo tiene cuatro elementos:

-sacerdocio universal

-predestinación

-no admite la tradición, únicamente la lectura de la biblia.

-no hay sacramentos.

Los países protestantes son una bibliocracia. El protestantismo puso fin al ascetismo católico, suprime el monacato y realza la vida mundana, pues piensa que el mundo es bueno. Antagonismo del aquende y del allende. Lutero todo lo abandona a la conciencia de cada uno. Admite la adiaforia, el reconocimiento cordial de las buenas obras de dios. El ascetismo luterano es pasivo y el calvinista agresivo.

Tierras de abolengo. Exaltación del trabajo.

 

21 de octubre de 2002

entro en mi propia soledad sonora, a Góngora hay que estudiarlo más que leerlo. Volver a un mundo trabucado, puro placer de las formas, es de 1603 el hidalgo apegado al terruño. El barroco es el triunfo del espacio sobre el tiempo.

Pino levantado

rmulod vividoras de las peñas las formidables señas.

Euterpe, musa del dulce instrumento, poseía pastoril.

Trompa es el signo de la poesía épica.

En campos de zápiro pace estrellas. Es una alusión al peligro musulmán en que el mentido robador de Europa (media luna las armas en su frente). Afrogentia, nacida de la espuma, a batallas de amor campo de pluma. Es la mater genitriz, si Jupiter representa la violencia, venus encarna el amor, la armonía natural, cada vez estoy  mas persuadido de que este es el mito mariano.


La pluma y la espuma y el terror de la página en blanco.

Jupiter el toro celestial.

Entre espinas crepúsculos pisando. Viene pisando crepúsculodos o pisando la dudosa luz del día.

Ferro = faro y de ahí viene Ferrol. castor y pollux fueron hijos de Jupiter y de leda.

Beatus ille qui procul negotiis.

Mariposa en cenizas desatada.

Esquicios, diseños esquicios, apuntes bosquejos. La esfinge tiene la voz y el rostro de mujer.

Alcimedón el inventor del vaso. Ponderosa vana pesadumbre.

Esquilas dulces de sonora pluma. Engarzar y engazar trabar una cosa con otra, muy trabado de color.

La resurrección de las amazonas del río Termodonte.

Empulguera extremidad de la verga de la ballesta.

De los cabritos retozadores

 

 

 

 

 

15 de septiembre de 2002

los dioses son impotentes frente a la casualidad y a ciertas fuerzas planetarias. El eón es el devenir del mundo, una serpiente que se muda la cola. El sueño de los escogidos es la contemplación giratoria de las esferas. Todo obedece a una ley fija y fatal HEIMARMENE, pero los sofistas afinan deduciendo que el cuerpo esta sometido a la heimarmene, no el alma. Isis es la fuerza del destino y su religión es una rebelión contra las fuerzas planetarias de la casualidad mecánica según la filosofía eleactica de Jenofonte, el sincretismo y el catenoteísmo que dice que los dioses se funden en un solo dios. Trascendencia platónica e inmanencia estoica

 

 

 

 

 

 

 

14 de septiembre de 2002


éxtasis puede estudiarse con paciencia y un buen ordenador. Ligaddura impide pensar y rezar. El protestantismo es el menos propicio a esta clase de santidad. La inteligencia se desconecta. Voltaire tenía a margarita de alacoque por una loca. Mandala círculo blanco . El estado místico es una regresión a la lactancia. Crepusculo del pensamiento o cualidad noética. Es la añoranza de la tetada lo que te hará fumar. Punto alfa. Desciendes por el husillo de la escalera de caracol del sueño. Estado alfa y ritmo beta. No llega a la corteza cerebral estímulo alguno. Hipocampo, bulbo olfativo, cerebelo. Desconexión del entorno. Capacidad de concentración bloqueo selectivo. Estados mórbidos propicia eexperiencias místicas. Indiferencia al dolor de los esquizoides y rebelión contra la ciudad alienante. con la esquizofrenia se empieza una largo viaje. Meditación transcendental como técnica del superego. Deslizamiento hacia el estado animal. Pitia la pitonisa de delfos estaba sentada sobre un trípode y profetizaba en un éxtasis pero los oráculos estaban al servicio de la propaganda. Los trabajos y los días de Hesiodo premia la importancia del calendario. Isofonía vicisitudes del hombre entre la dicha y el infortunio y meden agon nada en exceso. Hybris y némesis. Música al escucharlas se apodera de nosotros un deseo del infinito

 

 

 

12 de septiembre de 2002



calomelanos el bello negro mineral químico para la sífilis y la hidropesía. El cabo Heredero. El viento suena preciso como un látigo. Sales boricadas dícese de un ácido que el bono forma con el oxígeno.  Bayarte parihuela. En tierra de almortas para lo que quieran mandar.  Es bueno para saber geografía y ensanchar conocimientos. Odio a los mujeres es uno de los principios de criminología. Agujas resudantes. La disciplina, el uniforme, el libro de firmas. La marmárico´´on está excluida de la cartilla de la GC. Pero el periodismo es oficio de murmuración y de murmuradores. La carretera tomaba el amparo del río. Él había nacido en aquella provincia de palentina donde los palentinos se conocen mas unos a otros acaso por ser demasiado orgullosos. Celosos funcionarios, beneméritos guardianes. El Duero pasaba por allí cercas con su caudal belicoso aguas claras y molineras. En su pluma no anida el resentimiento. A una vuelta del recodo del camino se despegó el valle y quedaron al descubierto multitud de pueblos y de aldeas. Deseaba caminar un rato hasta donde las piernas no protestaran. Palencia es tierra de villas, pues la villa es la ultima conquista social de la edad media. Bubones de sangre podre o cuernos del ultimo adulterio. Bancales, brañiales, adrales. Pedroso y Silvestre dos guardias civiles de servicio. Duro aperreo de tener que subir y bajar las cuestas. Tierra de vulpejas ladronas y de culebras rastreras. Tricornios capas negras fusiles al hombro. Guardas civiles soldados del pueblo y para el pueblo cuadro de Fortuny cuerda de presos. La física de la vida es la desconfianza. En un alisal. Suspiros matacaballos. Tarriza lamedero lebrillo barreño calaverina de los campos los ridículos atavíos de la tierra respirar el olor de la espiga llena de grano soconusco pasiones estériles y soliloquios vamos andando y Palencia se está quieta los que vamos por los caminos podemos contar los pasos pero nunca podremos medir la bóveda celeste le pesaba la cabeza mas que los pies por lo que tendría que inclinarse demasiado. Esos muertos no nos harán daño, Pedroso. No vayas tan deprisa, Garayo. Tarreña las tejuelas que los muchachos hacen sonar con los dedos.  Nubes lejanas lluvia para la otra semana. El internet invento bafomético o diabólico. Serapio Pedroso y el cabo silvestre. Punteando las contestaciones. Silvestre Abuin corvino del puesto de murias compañía primera, Serapis Pedroso bujá desde Villablino hasta vitoria pasan por sotresguardo y Villadiego. Amaya la cabeza del mojón de Fitero lo que aconteció en la alhama de Villadiego con Pedro el cruel Fernando de rojas dice de tomar las calzas de Villadiego por boca de Sempronio. La iglesia de san lorenzo de Villadiego Saba derecho de asilo a los perseguidos que como costumbre y humor nacional eran los judíos. Fernando tercero da derecho de asilo a los judíos a los que se calzaba y ponía un signo diferenciativo y tomaban las de Villadiego donde se los respetaba. Un duro son veinte reales. Lo dejaron más solo que a romero robledo. El apetito anuda su relación con los sentimientos puesto que hay hambres desmoralizadoras. Peje hombre astuto y sagaz. A través del limbo de los recuerdos. Los pueblos nacen porque un camino pasa por ellos. Las consabidas choperas de Castilla la Vieja. Bastara con alargar el tranco. Lanzando miradas subrepticias. Corrales de relevo o de encuarte en las casas de postas. Encuartero es el postillón. No es la mano quien pega, el que pega es el corazón. Con un fanal de reverbero. Hoja de ruta registro de nombres. Erasmo soria me llamo y cuido el paso de las diligencias desde pascua a adviento. Postas peninsulares. Esto es como el pan bendito. El que lo tiene lo guarda y el que no se queda frito. Todos los malvados tienen miel en el alma y la cosa tiene mucha miga al decir esto. Dama con aspecto de tusona potranca que no tiene allá más de dos años. En la guardia civil queda mucho tiempo para pensar. Cadras de encuarter y encuartero o postillón. Tutor un rodrigón que se pone a las plantas. Rotonda ultimo departamento de la diligencia que llevaba tres. El postillón usaba de la bocina. Peña Amaya un punto de referencia en el paisaje. Sierra de Oña. Cilanco poza al final de la tajadura. Cilanco charcas que dejan las vías al retraerse y al papa se le caía la baba. Deservicio no sabía si con ventaja o deservicio. Desgranadora, crujido de los flejes y de los relejes. Tren de sitio. Vivandero. Cantina vivandera. Las marchas son de 22 Km.  Le estaba asomando a los ojos una luz fuerte.  Una legua otro monte, otro río. En Garayo existía una segunda personalidad confundida. Le dolían los flancos al lado del vientre. Los ojos del maldicto palurdo taciturno y reservón al que llevaban paseando hasta el cadalso. Colbac morrión de pelo que utilizan los cosacos. Garayo, las mujeres son como dios las hizo no como tú quisieras que fuesen. No sirve darle vueltas. Tusona es potranca y también puta, viene de toisón. Colodión, teniendo por útero una laguna. Colodión disolución del algodón pólvora que se usa en cirugía y el ácido sulfúrico. Cucursir o zurcir y runcir lo que hacen los pixuetos con la cadena. marcas en la madera cospe. Tomás Salvador era un tanto sordilón y no se dio cuenta de que se acercaban los guardias. Es el escritor un zapatero remendón. El cuartel estaba en un viejo caserón , en un convento desamortizado. Eso de introducirse en la narración tambien lo hace Passolini. A partir pera. Los enzaínas debían llamarse miñones o guardias forales, mira que vienen los forales. Socolladas golpes que dan las velas cuando hay poco viento. Problemas locativos. Jefe de antena. Serpol tomillo rastrero. Erato una de las nueve musas. Chascás. Golorito ruiseñor. Gnómico sentencioso glosista, en un estilo gnómico es lo que tantas veces quise crear yo. Golondros y regoldos. Póculum astrágalo y la cajiga . Golorito entona su romanza invisible..

Prensa viene de opresión. Kehila comunidad. Tnt trinitoruol una sustancia que se encuentra en las castañas de indias de Xaim Wissman dio lugar a la declaración balfour en un complimiento de una profecía del AT. Las sinagogas proponen el retorno de los árabes a España. Anapesto zionista cargado de anagramas.

El gallo negro que habita la noche. Taquifrasia rapidez en el hablar como un tarabilla, abstrusa cuestiones que proyecta a su manera. Gardingo alto funcionario visigótico. Tiufado el que mandaba la fuerza y vílico capataz de una alquería.

Odonell: España es un presidio pero Asturias no tanto por ser la cuna de la monarquía, de la independencia, la justicia, la libertad, la honradez. Hoy consume lo poco que le queda en juergas políticas.

Cibera de molino. Albalá. Metieron el gato en el palomar. Extralimitación de poderes

 

 

 


6 de septiembre de 2002

demos viene de demonio, se convirtió en un valor lo mismo que la religión símbolo del patriotismo, porque sin patriotismo no hay religión y mira lo que ocurre en usa, donde yo creía que rezaban el padrenuestro y estaban recitando el creo en América la bella y repitiendo de coro algunos de los puntos de la constitución de Jefferson, el mundo no está del todo bien. Asclepios o esculapio es el dios bueno y sanador. En la ladera meridional del Partenón tenía un altar donde se ven exvotos. Se le dedicó un THOLOS o construcción circular. Es muy querido por sus misericordias y favores. Los santos cristianos tomaron el relevo de Asclepios. Sócrates antes de morir se acordó de que tenía saldar deuda con Esculapio dos gallos. Panagia Evangelistria de Tenos era la virgen. Conviene no olvidar el término Panagia. La gente prefería acudir a las deidades menores para sus cuitas pues su corazón estaba más cerca del pueblo que los dioses de la gran ciudad. Ninfolepteros.  Los querían aldeanos. Ninfolepteros o apresado por las ninfas. Había una casa dedicada a Ninfolepteros. Anaxagoras es el primer científico. La retórica congrega a los profesionales de la argumentación y de la palabra. El sabio es todo aquel que sabe y es transmisor de conocimientos. La erudición estaba de moda. El hombre es la medida de todas las cosas. Las cosas son en cuanto son y en cuanto no son.  Todo es relativo, todos tienen la razón. Zeus no es más que una invención de los hombres, señala Aristófanes en las nubes. Nomos la ley, Phycis, lo que es necesario, lo que se da y existe. otra vez la dualidad griega como nomos e hybris. Los hombres crearon a los dioses a su imagen y semejanza. Estos no existen fuera de su imaginación, el hombre siendo la medida de todas las cosas hasta la norma de sus mismas deidades. Los tracios los pintan rubios y con ojos azules mientras los abisinios chatos y con el pelo crespo la piel oscura y si los elefantes pudieran transmitir su lenguaje a los dioses elefantiásicos los pintarían como elefantes.

En cada pueblo hay una Virgen distinta y un dios diferente.

En el satiricón se dice que este cielo en el cual habitan los doce dioses se transforma en un carnero. Está refiriéndose a los doce signos del zodiaco. La tierra está en el centro de  todo y es redonda como un huevo. En la tierra reina el cambio pero entre los astros todo permanece inmóvil.

El alma es una chispa del fuego cósmico al que retorna tras la muerte. dioses del empíreo o celeste los de arriba y dioses tectónicos los de abajo. El alma es una chispa de fuego cósmico desgajada del cielo al que retorna después de la muerte. el alma sube a la luna primer estadio de los muertos y de ahí pega el salto a la octava esfera a través de los siete radios de apolo. Dinamos es virtual y energía es real.


Aporreia inundación y pneuma sollo. El alma sube al aire y se convierta en una estrella. Simpareis todo está en escla puesto que tocas un eslabón y los otros se mueven. Reumata son corrientes y aporrai efluvios, el aporrianay es el influjo de las estrellas sobre las cosas terrestres, principio de toda medicina.

Este magnetismo nos lleva a determinar fuerzas ocultas. El devenir del mundo resulta de la conjugación de esta serie de fuerzas opuestas.

Los que alcanzan la octava esfera a través de la gnosis llegan al conocimiento.

La teoría dinamista de Plotino nos revierte al poder de las imágenes que realizan portentos.

Los buenos oficios de los santos que alcanzaron la octava esfera se convierten en fuerzas beneficiosas para los mortales.

Este es el entimema o predicable que recibe el carisma cristiano que se da gratis frente al emunáa judío que es comunicación a través de la estirpe.

 

 

 

6 de septiembre de 2002

bracken, helecho cama para animales, de Candlemas a lamas, esta ultima el primero de agosto, slow endrino, leek, puerro, quince = membrillo. Senescal u titulo de orden militar equivale a steward, bailío, mayoral, reeve, y el beadle es macero o bedel encargado de llamar a los inquilinos los que no tenían otra propiedad que sus mismos estómagos. Comida medieval, arenques, pan de centeno, alubias y guisantes, lump of cheese. Escarificador o harrow, grada de dientes, también rastrillo, y se presenta al cristo artesano con pico y pala y con un gario en lo alto la vidriera. La peseta negra puso a los siervos camino de la manumisión libertaria. Dar lechas o embadurnar. Ashlar , sillares. Casas ,medievales de dos pisos que se proyectaban al vacío el cubrefuego de cenizas o curfew. Flint hearted. Nomadismo de los acróbatas, salteadores de caminos, frailes relajados, buhoneros, mendigos, flagelantes, penitentes, Pardoners y bulderos, arpistas, palmeros o peregrinos. Las expediciones de los palmeros abocaban a la demasía y al libertinaje, pero en Coventry había una silo para trece pelegrinos con una mujer para lavarles los pies. Puntos de peregrinación eran st Denis en Paris, roma, the English shrines Cantorbery, Westminster, Walshingahm, Hayles, Glastonbury. En Walshingahm había una estatua de la virgen milagrosa con los pañales y algo de leche materna. Glastonbury era la cuna del cristianismo inglés.


En Hayles, Gloucester, había un pomo con la sangre de Xto traída por el duque de Cornualles desde Alemania y Hayles era monasterio del cister.

En st. Albans se venera el sepulcro de St. Edmundo, en Durham san Cuthberto y en Chichester san Richard.

Enjique III prohibió los himnos en latin que se compusieron en loor de Simon de Montfort martillo de albigenses el 1226.

Había muchos santos locales y cada uno con una peregrinación respectiva.

Un perro que aguanta bien la carlanca, el único que sabe pelear con el lobo. El lobo huye del fuego y del pinar. Desgalgaderos, relejes y trochas. La oveja se entrega y el hombre se aloba. Vacas y yeguas pintan la rueda ante el lobo. Lobo viejo a la tarde aúlla. Las carnes están descansadas, tranquilo el ánimo. Color tomada. Haliéutico, lo cinegético pero en pesca. Hioides, hueso por cima la laringe. Oxítonas o agudas, trasanteayer. Azeuxis o hiato. Saltos palomariegas por la salita. El progreso es inversamente proporcional a la cultura. El día manos pensado la técnica acaba con los climas.

Antígona propone deberes religiosos por encima de los de la polis.

Bascania es la alabanza que produce desgracia.

La historia del pez de san Atilano está en Polícrates, hombre perseguido por la felicidad que por hacer bascania arrojó el anillo al agua y éste fue encontrado en el vientre de una pez pero Polícrates murió crucificado por un sátrapa. El rayo cae siempre sobre los palacios más elevados y los árboles más grandes.

Una concentración de hybris y némesis que abate a los altivos.

Demos viene de demonio

5 de septiembre de 2002

Emilio Carrere para evitar ser fusilado se fingió Napoleón.- Francisco Lucientes fue corresponsal en N York y en París. Los cafés, los divanes rojos, los espejos fatigados. Airosas cúpulas madrileñas enfrentadas a las moles de los rascacielos. Gómez de la Serna escribía doce horas diarias. Nuestra querida España siempre zaherida por referencias insidiosas. La sencillez y la amabilidad, patrimonio de grandes señores, hoy no en boga, que digamos. Francisco Casares joven lingüista del ministerio de Estado tardó un cuarto de siglos en componer el diccionario ideológico al cual yo debo tantas cosas y todo ese trabajo de fichas se fue al traste con la llegada de la guerra civil.

El cura de san Ginés viéndose perseguido por los milicianos quemaba los libros litúrgicos en la chimenea. Humo negro, como del orín intelectual de muchos siglos, se alzaba por el tubo anunciando una fogata poco amistosa que atraía a los enemigos.


Yo nací un siglo después de estrenarse el Tenorio. Dicha obra en cierta manera ha impregnado mi existencia.

El acto de fumar es a la vez que desinteresado, demócrata, hace ricos a los especialistas de pulmón y de garganta. Es la simbiosis del hombre con la nada, todo un símbolo de nuestro destino que tal vez se encuentre registrado en las volutas del humo.

Es un placer que no da nada y recuerda un poco a los pactos mefistofélicos con el diablo. Te sacaré del muslo de una dama. La lista de cargo contra el vicio de la venganza de los indios es estremecedora: bronco-ectasia, de ectasia, y éctasis dilatación de los bronquios que es lo que yo padezco, engorde, angina pectoris e intoxicación lenta de la masa de la sangre.

Humo, placer, dolor, ceniza, nada. Es figura mismo de la vida y la vida no es otra cosa que cáncer. Dicen que el tabaquismo es una de mis muchas enfermedades, procuraré olvidarme de ella, he dejado de fumar dos años antes de cumplir los sesenta.

El sapo utiliza la saliva de las brujas para volar.

Felipe II tenía interés por la magia y la alquimia y reunió una pinacoteca de más de dos mil cuadros.

Yo tengo una tendencia dionisíaca a la eexplosión.

La mentira mas grande jamás contada, los nombres y apellido que mueven el guiñol nacional.

En Nueva York tuvo lugar la primera transmisión de radio en 1915 y eso marca pero marconi ya había hecho experimentos 1º896, sus palabras transmitidas desde bournmouth se escucharon en la isla de wight. Luego se utilizó la torre de Eiffel.

Unión radio fue muy importante durante la guerra. El diseño de los equipos de transmisión y de propagando tuvieron una preponderancia señera.

La mayor parte de los guionistas de Hollywood estaban escritos por guionistas borrachos.

La megalomanía de todo un país.

Animales yacentes, sedentes y rampantes. Distribución y exhibición.

Pandorga, un juego en el que la pandorga sacudía una calamocana al jugador torpe.

El espársil de las estrellas. Esparsas

Con el Barlak y la teresiana se marchó al desierto a pelear. Esto que estoy haciendo acá es mucho trabajo por más que no nos lo reconozcan.

La tría o rodera que dejaban los carros.

Obispos bendiciendo los estandartes de pelea.


El parlamento es estéril. Un día con otro suenan los mismos insultos y las maxilas de sus señorías se estremecen con los mismos bostezos. Son las salas del aburrimiento en común las que por aquellas fechas visitábamos.

Avariosis sífilis y Azmir, río de Ceuta, la prosa de D. Florez parece que pincha frente a la de Cela que parece que coloca. España tierra de conejos y los conejos se comen a veces a menudo a sus propios hijos.

La prensa americana guarda un silencio patriótico sobre lo que acontece en Cuba. Depurar responsabilidades. El laurel crece con profusión en nuestra historia. Sin bandas de música se r3esintiría nuestra potencia militar.

Quitemos otro pelo al lobo.

Se quebraba la espuma en los rabiones.

La guerra cuenta con astucias y estratagemas, en el arte de la guerra todo está permitido.

I knew by heart the 6666 Coran versicles encerradas en 114 suras o capítulos. El guarismo inspira sospechas, claro está

Quitemos otro pelo al lobo.

Bordah albornoz de los ascetas.

En Alá no hay ni formas ni figura. Lo puede y lo sabe todo. Su fuerza está en la palabra que carece de letras y de sonido y que es lo contrario del silencio. Cinco columnas tiene el islam; fe, ayuno, oración, peregrinación, limosna.

El río se viste de reflejos metálicos. Muros leprosos lacerados por la humedad.

Yóspiros o jinjoleros que maduran en el huerto. Azufaifo, azufaifa, encarnada por fuera y amarillo por dentro, dulce y medicina.

La ciencia salva del error y del pecado. Los ángeles buscan la amistad del sabio y lo cubren con sus alas.

Abderramán fue hijo de maría y de Mamen al maktuk. María tenía habitaciones en el palacio de Meruán.

Los vencedores llaman a los mozárabes romí, como alfonsí en la reina de occidente que no puede ser otra sino Córdoba. Hasser es defensor. Que dios guíe tus pasos por caminos bordados de rosas.

La vida no es más que el beso de la muerte.

912 muere Abdulá. Visires, valíes, hordas y los primeros mártires: Eulogio, Álvaro, Casilda, Fructuoso, Perfecto, Flora, que recoge Florez relatadas por los bolandistas en su “España sagrada”.

Egica e Iznate van a ser dos localidades de Málaga donde se desarrollará lucha. Sus guerras fueron contra Hafsún que era de origen cristiano. Omar ibn Hafsún se esconde en Bobastro que es la sierra de ronda.


Cruzaban ya por entonces el estrecho en faluchos. La sierra de Elvira se levanta contra los árabes opresores, sera un terrible rival de los abasidas. La madre de Abderramán se llamaba María y él se casa con una cristiana por nombre Aurora y ha de enfrentarse a Hafsún. Una y otra hueste estaba constituida por godos, unos y otros alzaron la bandera de conveniencia.        

5 de septiembre de 2002

 

 

 

 

 

 

 

 

NOCHE DE SAN JUAN EN EL RELLAYO

Estaba el monte Cerceda en todo su esplendor de junio. Una luz excelsa se proyectaba sobre nuestras espaldas. Las xanas extendían su manto de “cadeixos”  y yo recuerdo a Carlos Tuya dicendo:

-Veníd y comed. No tengáis miedo.

Su gesto era el de un gran señor. Me recordó a  los grandes. A los marinos. A los héroes de Cuba a los capitanes de Flandes. Todo el señorío e hidalguía atendiendo a los pobres. No se puede explicar ciertamente. Carlos viene de las grandes familias que acogieron a muchos peregrinos en su casa, que lavaron los pies y dieron limosnas a tantos pobres que son incontables. La casona asilo de peregrinos sonreía a sus palabras. Fue muy hermoso el tiempo aquel y Carlos señalaba un lugar para el futuro donde podremos acoger a los atribulados. Es parte de nuestra misión. Es la vocación de nuestra familia. El hijo de Elena y de Gabriel me pareció allí el señor que siempre fue y los Castrillón y los Muñiz y los Tuya desde lo alto sonreían benignos. Carlos, Mabel, Raúl, Covadonga, Carlinos, Juanjo. María José. Almudena., Manolín, Esther, Adrián, Juan Carlos, Benito, Remedios. Todo el pueblo convocado amaba el mundo en los renglones de la tradición y el silencio y tos nuestros huéspedes lo pasaron bien. Gracias por vuestra hospitalidad, Carlinos y Mabel.  Porque sois buenos se os dará el ciento por uno. Dios no se olvida de vuestra generosidad. De pronto se hizo la noche a nuestras espaldas. La luz lunar abrió ensenadas de los sueños. Los recuerdos se tiznaban de plata.


 Eramos como quince o veinte personas. Gente de la fundación. Carlos me recordaba a alguien que es parte de mi vida por su bondad, por su inteligencia. Un arcángel pasó por lo alto. Era el ángel de Brunete, el de las grandes cosas inexactas, y Carlinos, con su fuero, con su modo de hablar y su bondad de carbayón le preguntó al arcángel de las alturas:

-Que dices, oh!

Y las estrellas quedaron en silencio y se prosternaron ante nosotros. Mabel, la dulce esposa de Carlinos, pidió a la concurrencia qué es lo que se ofrecía.

Y yo dije

- Cova, somos el pueblo, oyenos.

Entonces vi como en un fulgor como las angeles descendían a la panera y estaban satisfecho y besaron a Carlinos en la frente y él dijo qué es lo que hacéis oh. Ellos respondieron, te bendecimos, gran ovetense, hijo de Gabriel y de Elena porque siempre fuiste un hombre justo.

-¿Cómo decís que soy un hombre justo?

-Pues, si porque estaba encarcelado y me vinisteis a visitar. Dolorido y en el hospital y me vinisteis a ver.

-Cuida de mis enfermitos.

Se encandeció la cima del monte Pascual y allí estaban nuestros anfitriones sirviendoles y agasanjandonos. Sobre todo Carlos Tuya y su mujer. Y yo le pregunté Carlinos por qué haces esto por nosotros y él dijo que se debía a sus amigos.

Era una tarde inmensa. Resonaban a lo lejos los cantos de ronda. Habían venido del colegio Angelines y toda la gente buena. Unos ofrendando presentes y otros llevando a los niños del colegio. Recuerdo a un asturiano de pro. Podía ser un personaje de los del Cid, un acompañante de dona Jimena. Y a la buena gente de León.

Cantamos a pie de monte.  Las xanas se peinaban en el ribete y yo le dije a mi cuñado:

-Qué grandes eres, todo te lo mereces. Dios te ayude por lo que haces por lo demás.

Venían las sombras de la noche de san Juan a tomar la flor del agua.

Estaba aquel paisano que cantaba tan bien y Angelines la madre de una de nuestras internas batía palmas. Cuando le dije “probes”, ella me corrigió.

- No es verdad. Ellos son felices.


Las xanas no visitaron aquella tarde noche de San Juan. Carlos y Mabel velaban cerca y el Rellayo se había convertido en un rinconcito del cielo gracias a sus desvelos y a su hospitalidad. La Santina cantaba a lo lejos y velaba nuestros sueños. ¿ Cómo lo podré yo decir ? ¿Como podré yo expresar ? La hospitalidad asturiana, el buen sentir. Algo que muy pocas veces podremos expresar en la vida porque pertenece al estamento de lo inefable. Carlos Tuya, hijo de Gabriel, asturiano de pro, del Oviedo de Elena y de Jimena velaba por nosotros.  Algún día, si me permites, noble prócer, te lo podré explicar. Ahora, quietos. Fuimos muy felices aquel día de San Juan y creo que hasta encontramos la flor del agua. La bonitada que nos metimos entre pecho y espalda tampoco es nada desdeñable, mirando para el Monte Cerceda, aquella tarde al pie de un horreo edificado en 1833 cuando Espartero tiraba tiros por aquellos montes. Horreo conservado y parte del paisaje del Rellayo gracias a a Carlos Tuya y a su esposa Mabel Muñiz. El Cid y doña Jimena en el Rellayo. Os quiero por lo que hacéis por los demás. Por vuestra entrega y amor a las gentes, por vuestra actitud evangélica. Vuestros padres ¿sabéis? Son santos .Lo pasamos tan estupendamente aquella tarde con Angelines, el matrimonio de León y aquel señor de una de las cinco Polas vaya por él mi afecto y mi admiración con el agradecimiento de todo lo que hacéis por los demás. Carlinos Tuya. El apellido más excelso de Asturias que se me ha metido en mi sangre, ¿cómo te lo podré pagar? Gracias por lo que hace pos los demás. Dios os premie. Hay un libro de firmas allá en el cielo donde está escrito todo , y el Señor nunca olvida y recompensa, ni echa en el olvido vuestra hospitalidad en el día del san Juan cuando todos ibamos a buscar la flor del agua. El  barco de la salud. Bendito seas Carlos por lo que haces por los demás. Dios te recompensa,. Asturiano de pro. De la estirpe del Cid. Flor del agua en la noche de san Juan. Te agradezco la hospitalidad y te recuerdo que Dios no echa en olvido tu misericordia y tu perdón para con los desvalidos. No te rindas, sigue amando al mundo.

 

6 de junio de 2002

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 




Recibió el aviso en el bar La Puñalá. Estaba lleno de hombres vallas. Habíamos aterrizado en la ciudad de la publicidad y en el anuncio. No es posible el aliento de vida sin pregones. Pandorga, figurón en que en el juego antiguo daba en el brazo al jugador torpe. Con la teresiana. Pernos del herraje. Palacio de Lourizarán en Santiago. El jinete se hizo dardo batiendo su cuerpo a pleno sobre la fachada ardiente. políticos de pelea. Parlamentos estériles en los que se pierde la mente de mi amigo. Lucubraciones vanas. Suenan cada día los mismos insultos y en las maxilas estallan los mismos bostezos. La vida parlamentaria es aburrimiento en común. Piras humeantes. Portero fuertemente galoneado. Lo tendremos en cuenta. Pagar cesantías a los ministros. Es tal la cantidad de hombres heroicos que hay en España que el recompensarles puede arruinar a la patria. Llamarse a parte. murmuras para tu coleto. Avariosis. Esanofeles envenena de paludismos la caza. Azmir río de Ceuta. Fernández Florez escribe con aristas. Su prosa parece una barba de tres días que pincha. España tierra de conejos y los conejos a veces se comen a sus hijos. La prensa americana guarda un silencio fatídico acerca de lo que acontece. Revuelven los ojos en las órbitas. Resuenan estampidas de sarcasmo. La guerra colonial fue carisima. El laurel crece profusamente en los campos de nuestra historia pero creo que se enseñaba a juzgar por lo que acontecería más tarde. Depurar responsabilidades de Anual, Acira y Darakoba. Termógeno aparato destinado a `producir calor. El poder rinde sus banderas ante la grandeza y la plutocracia. Dejen de apalear en las calles al que vende el pan barato. Comprar para la tropa ametralladoras que no disparan o termógenos inservibles. A su cuenta quedaron y pasé a reflexionar a la cárcel. dietas y vivir mejor y más descansadamente. pujas a la llana. Una existencia perezosa a cambio de vuestros mentidos servicios al progreso. El propósito de un artículo es quitarle el pelo al lobo. Sin bandas de música se resentiría nuestra potencia militar. La mano que empuña el sable brillador. Cierta melancolía acude al alma de la multitud de repente. ¡Cuánta vida nueva camina al holocausto! El dulce sonido del oboe tocado en un blocao. Acullá se escucha la flauta travesera. Puede contener al moro que se acerca arteramente de noche hacia las alambradas.  Puede no haber mantas para nuestros soldados pero siempre tiene que haber bandas de música. Berenguer decía que muchos de los soldados destacados a Melilla no sabían ni cargar un fusil. Un gramófono en cada trinchera y una pianola en cada blocao. El amor que se desciñe de mí. Prurigo, impétigo, impluvio. Trucos y sofismas de la política. Llevar a la barra al presidente del consejo de estado. Manuel García de Pruneda escribió una soberbia novela sobre los españoles a Anual. Mientras nuestros jóvenes morían en el Gurugú nuestros políticos defalcaban. Estos desfalcos no salieron de la cabeza de Jupiter. Faltaba quinina, material sanitario y sobraba impericia y armas en mal estado. El procedimiento más compendioso, razonable, expeditivo y rápido. Administradores que roban, jefes que no cumplen con su deber, oficiales que huyen. Sustanciar responsabilidades. Depurar culpas. Meco, Barranco del Lobo, indisciplina en el ejército. Comparsería señoritil. Ejercito en desbandada. Parecía un concurso de pedestrismo. Fernández Florez achacó el fracaso y el desastre a la democracia parlamentaria. Eran aristócratas, amigos de datos. Berenguer era el estratega y el táctico Silvestre. Lo pagamos con diez mil cadáveres tendidos sobre el pedregal. Annual julio de 1921. Realidad inesquivable. Desmología parte de la medicina que estudia los vendajes. Revisteros de los salones. Revisteros y bagatelistas. Bagatelas. Monte Arruit cuantas lágrimas costó. Son pintiparados en refuerzo de nuestra opinión. Oratoria fluida, florida, pachuli o esencia de lo incontenible. Parhilera, madero al que se clavan las vigas de la armadura y forma el lomo de ésta. Noticias extravagantes. Brígola, antigua máquina de guerra. Los agüistas del palacio de la moncolo. Hiperclorhidria. Esos hombres de andares soslayados y de andares cautelosos. Los sorbos que daba al café se escuchaban en el manantial de Troncos. Don Melquiades asturiano, pomposo, ridículo. Cuando la noche barra los caminos no habrá péñola capaces de enseñarles a escribir. Galicia, terra cativa. No ha lugar, gobernar es transigir.  Un aguardiente que enloquece a un santo. Gases asfixiantes, pulmones hechos pus. los hombres se matan cuando los industriales y los comerciantes lo exigen. En las guerras no se defienden idearios sino intereses. En mi buharda allá estaba yo. Una cocción en cualquier tupi y que gane el mejor. Tespíades eran las musas. Brigolas y testudos y un huracán de metralla en el blocao. Es más curvo que la triquina. El gas de cloro los convirtió a todos en llaga supurante. socaliñas. Todas las socaliñas. Carestías de las subsistencias. ¿Atropelló don Rodrigo a Florinda?  Beer, books and baccy, las tres bes del que goza de la vida. El monarca godo abrió las puertas de su casa encantada de Toledo. Los políticos se encogen en sus madrigueras y hay una dejación de todo principio de autoridad- hay desaciertos, dilapidaciones, concupiscencias. Después de darle un palo en la cabeza dijo que abriría una tienda de bastones. Tres sillones de bejuco y buena noches, rodríguez. Ningún ministro se irá por incapaz que sea y ahí está el ejemplo en Celia Villalobos. Han roto un paisaje como en los tiempos de los nigromantes mas los paisajes no siempre son los mismos. Vamos a los médicos a que nos miren la lengua. Bombas contra los aduares. Armella o arrabá. Barbillera. Barlak. Cambios, adiciones, mermas, contradanzas, la irresistible lucha diferencial. Jaén es la Galicia andaluza y Ferrol la andalucía gallega. El avión batió contra el hastial. Recién llegado de Coruña yo no conocía las costumbres de los ferrolanos. Mi primera visión de NY fue la de una inmensa necrópolis por la autopista que conecta la isla de Queens con la de Manhattan según se accede desde el aeropuerto. Las tumbas y los túmulos diseñados en forma de tablas de Moisés apedrean la mirada. Avariósico. Partido rabilargo y partido caudicorto. Ciomacios. Gola. Castrapuercas y música de afiladores. Ekatantricia. Diatreta, vaso exquisito utilizado por los griego. Diátesis, predisposición a contraer enfermedades. Diatérmano que deja pasar el calor. Diastasa fermento que existe en la cebada germinada y que sacarifica la fécula. Diaprea ciruela. Brevicauda, rabilargo. Rastacueros. Tachados por la censura.

Hay una cosa imposible para usted, señor Madariaga, el ser idiota.

Cunerismo, gente servida que no se sabía de donde había llegado.

Dosshouse a very cheap lodging.

As i knew nothing, i wrote abad everything.

Backchat retort, recrimination.

Fleece and trotters. Trotters, the foot of a cheep. El mundo difícil de los revolucionarios de la marcha de Yarrow en 1926. Conocí a todos aquellos yorkshiremen gente de bradford.

The rump, the rump, el cabo de un hueso. Victor se casó con Alicia, hacía cincuenta millas en bicicletas salvando los peninos para ir a ver a su novia. They were married on Boxing Day.

La victoria conservadora de 1970 y yo empecé a estar fuera de todo aquello   

 

 

 


21 de mayo de 2002 Pedro Jota tiene todas las jotas y las jetas del quiliasmos, impulsor de bastardas monarquías y de democracias que nacieron a los pechos de don Emilio y del cuñadisimo, el que decía rusia es culpable, amigo de Hitler, la faz impresentable del franquismo, de aquellos polvos todos estos lodos, su bastarda murió de cáncer y entregó las llaves a la gran cava que ahora defiende el maraña marañoso y desalmado que se ha enriquecido a nuestra costa, mira por donde andas y que te trabajas walambroso el tramposo que tanto engañas. Cuantos manceres le saldrán al rubio y al príncipe cuantos para cobreos furibundos del don sabino y su Marisa cuadra, que no me sale Medina del campo sino al gran jefe de este sistema arbitrario, hechas trizas las Españas, y umbral con su vista de miope y su cuello duro de jirafa avisando. El Jáuregui era el que le tiraba de levita a Madariaga, fraile domingo rebotado que descolgó la sotana con tantas ganas que cada vez que miraba a su Dominga esta quedaba embarazada y le salia o una antropóloga o un periodista por menos de nada, tal era su ímpetu mirabile dictu, tontos en siete idiomas como el padre y el mentor, sponsor irresponsable, cuyos rebuznos se escuchaban en Oxford, Madariaga es mala baba de nuestros rostros furibundos y nuestros fantasmas familiares. El día que los historiadores cuenten la segunda restauración borbónica van a tener que relatar muchos lances de maridos burlados. Ah que nuestros Borbones son una maquina de follar con los cuñadísimos con los romeros sin romería y sin estatua que en Arévalo se la han derribado. Ojala te mueras maldito Pedro jota y contigo ese libelo plagado de soflamas y amenazas, no eres ético, sino un sopazas. Habéis hundido a la patria, hicisteis un agujero en el circulo y entre bobos anda el juego. Yo te maldigo, pero el más cabrón de todos es ese maraña malicioso, un leonés zocato. Algún día cuando se esclarezca la historia contaremos quien es este prójimo meritorio del Hermida. Asclepios o esculapio el dios bueno y sanador. Templo situado ladera sur del Partenón. La historia del pez de san Atilano es una leyenda antigua que esta en Polícrates el hombre perseguido por la felicidad que echa un pez al gua y se lo va a encontrar en el vientre de un pez, pero Polícrates murió después crucificado por un sátrapa, lo que quiere decir que hay una teoría compensatorio y que la némesis y la hibris se combinan en la naturaleza. Polícrates. San Atilano, Jonás.

Tenía una inscripción en el Partenón con relieves votivos. Epidauros le dedico un THOLOS que era la construcción circular que da la idea de lo sagrado como puede apreciarse en muchas de nuestras ermitas.

Esculapio era muy querido por sus misericordias. Los santos cristianos tomaron el relevo.

Panagia evangelistria de Tenos. Las gentes sencillas preferían acudir a los dioses menores. Los grandes estaban demasiado encumbrados. Anaxagoras el primer científico y la retórica proviene de los sofistas.

Ninfolepteros apresado por las ninfas o loco tenía una casa dedicada a este dios.

Sofista es todo aquel que sabe y se siente transmisor de conocimientos.

Protágoras: el hombre es la medida de todas las cosas en cuanto son y de las cosas en cuanto no son.  Todo es relativo. Zeus es una invención de los hombres, señala Aristófanes en las “nubes”.


NOMOS la ley frente a la FISIS, lo que es natural. Lo que es natural y espontaneo brota de sí. La dualidad griega de la hibris y la némesis. Los hombres crearon a los dioses a su imagen y semejanza. Los etiopes los pintan negros de pelo crespo y chatos y los tracios rubios y de ojos azules y si los elefantes pudieran pensar pintarían a dios como un elefante. en cada pueblo hay una virgen distinta y un dios diferente.

Jaharrar o cubrir de blanco.

Raza jafética la aria.

Jaras, madroñeras, riscos pelados desprovistas de tierra del Adelantamiento de Cazorla.

El cielo en el que habitan los dioses a veces se transforma en una carneros. Se refiere a los doce signos del zodiaco. La tierra es redonda como un huevo y está en el centro.

En la tierra reina el cambio mas en el cielo todo permanece inmutable. Aristóteles divide el mundo en sublunar y supralunar.

Trae a colación los dioses celestes o de arriba y los dioses ctónicos (tectónicos) o de abajo y todo esto conduce a la construcción del caos.

El alma es una chispa de fuego desgajada del cielo al que retorna después de la muerte. el alma sube al cielo y se convierte en una estrella. Y de ahí pega el salto a la octava esfera después del salto a través de los siete radios. El alma sube a la luna y pega el salto a los siete radios.

Energía y Dinamia. La una es virtual y la otra es real.

Simpatía el efecto butterfly. Tocas una hoja y las demás se mueven. Todo está en eslabón.

Demócrito es el fundador de la alquimia al definir las antipatías y simpatías de los seres.

El devenir del mundo es la gran fuerza de dios.

Los que alcanzan la octava esfera a través del conocimiento llegan a la gnosis y ahí está el poder de las imágenes que hacen milagros, teoría dinamista. Los buenos oficios de los santos según Nilsson se truecan en fuerzas curativas y quirománticas. Entimemas o proposiciones predicables.

Caris gracia frente a Emunáa.


Yo soy un perro que aguanta bien la carlanca. Desgalgaderos, relejes y trochas. La oveja se entrega y el hombre se ceba y se alaba. El lobo le mete el resuello en el cuerpo. Vacas y yeguas pintan el ruedo ante el lobo. Lobo viejo a la tarde aúlla. Sabe bien el tabaco en el monte cuando las carnes están descansadas, tranquilo el ánimo. La color tomada y lo haliéutico perteneciente a la pesca. Haliéutico y cinegético. La gaviota es haliéutica .Hioides hueso encima de la laringe. Trasanteayer. Paroxítonos. Oxítonos agudos. Azeuxis hiato. Ni calabaza sin tapón. Ni mujer sin alimón. Catacaldos. Oíslo. Condómino y condóminos. Se piensa más difícil que se escribe. Escribir vaciedades con las que os engañáis a vosotros mismos. Dulce como la montesina o cruel como el jazmín. Doctas corporaciones. Saltaba palomariega por la salita. Insobornable Ganivet se hunde. Meterle el diente al solomillo de la cultura. El Via menos pensado la técnica acaba con los climas.

Liquidación de los monasterios por Crammer

 

 

 

 

Rodas donde tomaban el hábito de san juan de Jerusalén. Una túnica rutilante como el manto del temple y un diluvio de lágrimas corre por sus mejillas. Conociendo su carácter impetuoso y violento, el de Saldaña. Sombrías cavilaciones. Comendador. Dar vado al intenso dolor. No damos vado a nuestro dolor. La codicia. La columna. La superstición. Embestida. Limpios de toda prevención y ojeriza. Desafiar al viento.  Bailía. Corullón. Valcárcel. bembibre. Del diestro. Esclavos africanos. Se rindieron los templarios sin pelea. Cualidad de almas bien nacidas es trocar el odio en afición y respeto cuando llega hora de desgracia a los enemigos

 

 

Reino de los mil años futuristas y pretéritas magnifico escritor terrorismo y terror del año mil. Contra la herejía adopcionista de Elipando. Ocurre el primer milenario bajo el reinado de Alfonso v de león que subió al trono en ese año clave, serpiente antigua en el abismo. Año alfa el de las cosas culminantes. Echarle al abismo el correaje de la cruz. Cyrinto: habrá mil años entre la primera y segunda venida de cristo. Doce horas, doce puertas, doce tronos para juzgar a las doce tribus.  Los mozárabes eran adopciostas y Elipando obispo de Toledo. Transmontana Oviedo. Fruela se retira como monje al monasterio de Sahagún dejando el trono a ramiro II su hermano. Aparición de Almanzor. El mansur, el héroe. Almanzor, el héroe. Vino a perturbar la tolerancia religiosa que en andalucía mal que existía, lucho contra sancho garcía de navarra y Alfonso quinto el noble de león y Bermudo II de Galicia. Quemó los libros y copió el coran de su puño y letra. En Germania Otón el grande y en roma silvestre II. Neófitos.. En nada desdicen. Muy doctrinario, muy poco doctrinario. S. Norberto. S. Gregorio magno el tiempo del dies irae. Malaquías O´Momgoir o maguara. Comunidad premonstratense de ISMAR, luego Bangor y obispalía de Connor, amigo de Claraval y de Inocencio II en 1139 es cuando va a roma

 


El horcón y las trentes . El trente es el gario, el instrumento rústico de tres dientes en Sant.

Chafeta es un brasero. Por vida del zápiro o chápiro verde, expresión de enojo, voto al chápiro verde. Enguirlar. Enguirle el que tuerce los ojos. Enguatar o entretejer con capas de algodón en rama, la literatura es mi chat. Sarzuela y los adrales, los brancales. El boquerón del pajar. Ajogar. Abichornar. Santander es la j fuerte. moraban en una casa en el mejor de los barrios, la casa arrimada como una misericordia a un paredón. Ganaba la borona que comía. Ir para la villa. Encambar carros. En todos los pueblos hay un tonto, un borracho y una bruja.

En la taberna siempre hace un desdichado papel la levita.

Como si le hubiera picado un tábano salió corralada afuera don Valentín al encuentro de juan guirle. El puntillo. Codeso, planta de flores amarillas y frutos arriñonados, cítiso, del griego κυτισoς. Creo que es lo que hay por ahí.

Encriptación. La sombra de David es alargada y como acabó perote. las fotos de don juan y los teléfonos pinchados. Sacrófono. SACRÓFONO para distorsionar la voz. No hay que fiarse de nadie, el lema de la guardia civil.

Convertisti planctum meum in gaudium mihi. Exuvium predatorio eran los exvotos que llevaban los soldados después de la conquista. Exuviae, piel de animales con cuernos. In hoc sacro tegmine te discerno, la flor de su rostro. Todo ese gozo de belleza que tiene el cristianismo y del cual están despojadas otras religiones. Vere languores nostros ipse tulit et dolores nostros ipse portavit.

Ab inmanibus judeis. La crueldad de los judíos. Quinqué vulnera. QUINQUEVULNERA.  Lateas flammigeras, prevaricantes. Poculum vaso de veneno bebida supersticiosa. Brios.

Pleitos son los que conviene averiguar. En Ramala está la cabeza de san jorge. La verdad está en su lugar. Y la cabeza del santo la ostentan los caballeros de montesa. El castillo de san dimas el buen ladrón.  Yendo para Egipto unos ladrones la sagrada familia y el jefe era san dimas que no permitió a sus colegas que hiciera mal alguno quedando prendado de la hermosura de la virgen y no le hicieron daño alguno, antes ben hubieron buen pasaje y estando en la cruz lo conoció la virgen e hizo oración por él y se convirtió. Esto dicen al menos los autores. Y cuando iba hacia Egipto salían todas las fieras a su paso haciendo suavísima música y reverencia.


Una milla más adelante está un profundísimo pozo, el de Jacob que labró el santo. Me hicieron los turcos pagar naidines. Son hombres tiranos y crueles y siempre maltratan a los peregrinos para que les den lo que les tocan y no conviene darlo por no hacer usanza.

La iglesia de san jeremías está descubierta y profanando. Estaba custodiada por los franciscanos pero una noche llegaron los árabes y mataron todos los frailes. Está muy maltratada y peregrina. Hay una fuente donde bebían los peregrinos pero está muy maltratada y perdida. Las límpidas piedras del Torrente de terebinto donde David mató a Goliat. De Zion exivit lex, verbum domini Jerusalem.

Donde todas las moscas del verano habían venido a morir.

Una palma levantada entre matorrillos. Un licor de santidad exprimido en el madero que destila vírgenes. Espiga divina que quiso ser pan inefable. No hay cosa que no esté publicando prodigios ni aclamando misericordias.

En Jerusalén subió al cielo el profeta Mahoma que significa el Manuel. angeles con muchas bocas y setenta mil lenguas en cada una con las que alaban a dios. Hay un serafín de tanta grandeza que para recorrerle de la cabeza a los pies harían falta nueve meses.

Doce puertas tiene la ciudad santa: gressis, `piscium, vetus, vallis, sterquilina o el estercolero, fontis eliasib, ELIASIB, judicialis, Efraín, anguli, aquarum, equorum, enegmaion, de los enigmas.

ENERNOI , los muertos los que están bajo tierra.

Eres tonto, los tontos son los amigos de dios, los que no han pecado, se me acercó un turco y me apretó las narices. Si a un hombre haciendole daño no se aíra es síntoma de ser santo o de ser tonto. Es señal manifiesta.

Vino el hebdomadario, cantores, incensarios, ceroferarios, turiferarios, acólitos, y todos los religiosos con velas encendidas.

La virgen sobrevivió a Jesus 22 años.

Esteban, Nicodemus, Gamaliel, Avivon.

Zalameros de zalama y zaleos de hacer la azalá. Que se llevaba a cabo los viernes ante el templo de Salomón.

La fe de los mahometanos no ha de ser puesta en disputa sino defendida con la espada.

El cenáculo estaba en el monte Zion pero lo perdimos en 1570. Allí estuvieron los franciscanos hasta 1375.

Santa Elena labró más de quinientas iglesias en tierra santa pero las más de ellas están deshechas o arruinadas. Pecados de los cristianos son que no pueden ser otra cosa. Medallas milagrosas que se encuentran entre las ruinas.

A cristo lo sacaron camino del Gólgota por la puerta starquina o tarquina. Tarja el escudo de los soldados romanos


quercus roguel donde aserraron a Isaías. Gabriel soplando en el vientre de la virgen, algo que en su secta no se puede disputar. Donde el señor cosido a la tierra oraba al padre. Pecados nuestros son y no excuso la incuria. Iba a la cueva donde cristo rezaba convertida en muladar, la pulía y aderezaba y con lágrimas en los ojos la regaba. Todo el techo de esta cueva está blanqueado y pulido de estrellas siendo esta obra de santa helena. Allí donde sudó sangre el redentor. Beda dijo que al levantarse y sudar sangre sus vestigios quedaron allá. Es esto por lo que se aprecian las huellas. En muchos lugares habían dejado el señor estampados sus pies y sus manos. Jesus transiebat per médium eorum dijeron en Nazaret cuando quisieron despeñarlo.

Bocardo y Adricomio narran el lugar donde echó demonios y fueron a parar a los cerdos y por eso los judíos no comen cerdo y dicen que en nombre de Belcebú echaba diablos. Y la piedra desde donde gritó la mujer Beatus venter jamás se ha cubierto de arena aun habiendo allá muchos vientos.

PULMENTUM alimento, pueri numquid pulmentum habetis?. Pulmanearius comida de las aves. Muéstrense los sudarios de verónica, la sabana santa y el rostro de algarabo  rostro de musgo. Las señales de los pies de Xto se muestran en roma también. Yo en esta cueva canté la pasión un miércoles santo y tam bien los sacerdotes entre año. En el huerto de Getsemaní donde durmieron los apóstoles también quedaron huellas. Por cuantas diligencias hicieron los judíos y los dinero para que se quite esa memoria.

Los judíos se entierran en el torrente cedrón donde se ahorcó judas por el amor que le tienen. Jodio viene de judas el traidor. Este sepulcro es de maravillosa hechura.

En la puerta aurea habrá de sentarse Cristo y Mahoma en el día del juicio.

La fuente de Siloé donde la virgen lavaba sus paños. Es decir que fue una mujer como otra cualquiera. Meaba y cagaba como los demás.

El día de su tránsito la virgen entregó una cinta para que el apóstol incrédulo lo guardase.

Santa Pelagia habiendo sido ramera vino e hizo penitencia tres años y su alma fue llevada al cielo. La montaña, el cedro y la iglesia ochavada en el misterio de la ascensión. Los moros dicen que cristo y Mahoma subieron juntos al cielo dejando impregnadas sus huellas cada uno en una roca. El rostro de cristo miraba a occidente las espaldas vueltas a Jerusalén.


Templo fue destruido por tito. Adriano lo sembró de sal y quiso reconstruirlo juliano el apostata pero Jerusalem cayó en manos sarracenas el 463 hasta 1090 en que es reconquistada por Godofredo de Guillon pero por los pecados de los cristianos al cabo de noventa años permitió que la ganasen los moros otra vez. Junto a la casa de Pilatos está el portal del Ecce homo. La iglesia del pasmo de la virgen, el bajá que se quebró una pierna y fue por castigo de dios. SICOMOROS gran unos higos colorados asidos al tronco. Las montañas parecían soñar con seres sublimes, fantasmas de monjes que celebraban sus ritos entre las ruinas dilapidadas de conventos en abandono.

Polvoroso haz de sol penetrando por las junturas.

ORIEL mirador. Un cuartel y asilos para lunáticos. Longinos era tuerto y era el centurión.

Al pie de la cuesta hay una fuente de aguas santas y saludables que llaman de los apóstoles. Los peregrinos beben. La llaman del samaritano y es lugar peligroso de ladrones. Desde aquí se ve el monte Nebó donde murió moisés. Raab meretriz que salvó a los soldados de Josué escoltandoles por el muro. El autor fray antonio del castillo hubo de disfrazarse de mujer para rescatar a unos frailes prisioneros en Nazaret del rajá, y de ahí viene rais. Los montes se miran unos a otros por donde David venció a sal.

Veintitrés vivió en Nazaret y les estuvo sujeto menos los siete que anduvo por Egipto. San buenaventura refiere unas revelaciones de santa Isabel de Hungría de que la casa de Nazaret fue morada de Jesus durante siete años. Es la santa casa de Loreto y sus estrafalarios transportes celestiales y cambios de sitio de una vivienda con muro, puertas, tejado y todo, todo el menaje del hogar dentro con platos y escudillas que tenía la sagrada familia para consolación mía. Esta santa casa la mudaron los angeles tres veces que de esto mucho se ha escrito. Con ningún objeto del mundo tuvo dios tanta providencia como con esta santa casa, año 1201 pontificando Nicolás IV a diez de mayo a la hora de romper el alba apareció en dalmacia superior, vulgarmente llamada Esclavonia o Eslovenia en la diócesis de Modurria, tres leguas de Istría en la ciudad de Trestato que los paisanos llaman Raunicia distante del mar adriático mil paso geométricos. Los naturales vieron la casa en forma de iglesia. Eran de antiguas pizarras de olivastro sin pulimento. Olivastro de Rodas aloe. Pero lo confunde con alabastro. Que tenía una ventana y una puerta que tenía el techado con iluminación de estrellas y careciendo de pavimento. No había suelo. La casa se sujetaba en el aire. Un canónigo en su agonía vio el traslado del edificio por la guerra de había en palestina. Lo llevaron al aposento y curó de su enfermedad incurable siendo  muy devoto de la virgen.


los condes de Trestato TERSTATO hicieron averiguaciones y hallaron que faltaba la casa con las escudillas y no quedó en aquel lugar sino una cueva, pero la providencia sabía que la providencia habían de apoderarse de bosnia Herzegovina o bosnia argentina - aterrizó pues la casa en lo que es hoy Sarajevo- y de Croacia y en bosnia argentina está TERSTATO. Un sábado de 1294 desapareció de allí la casa y apareció en la marca de Ancona. Hoy TRESTATO se encuentra en poder del turco.

Desaceleración del espíritu, liberación del cuerpo y de la materia. Quedó el guardián hombre abstinente y contemplativo. Vinieron los turcos y dijeron que aquel papaz era hombre de dios. Pápaz es presbítero nombre que dan los moros a los sacerdotes cristianos. Papaz. PÁPAZ.

Columna que destila agua milagrosa para que las mujeres no malparan. Con este agua el autor, fray Antonio del Castillo curó a la princesa de Rosano casada con Camilo Pánfilo y a una sobrina de Inocencio x.

Camilo pánfilo.

Fue alfaqueque y el convento de Nazaret fue saqueado en 1655 por los turcos. Nazaret es una pequeña villa y no hay defensa ninguna ni quien ampare a estos religiosos. Ejecutaron en ellos el odio que nos tienen y el afán de codicia y el deseo de sacar dinero. La iglesia de los cuarenta mártires que así se llamaban los frailes menores se convertiría en sinagoga.

Cuando la virgen iba a por agua los angeles del cielo bajaban a su encuentro y le saludaban. Dios te salve Mariam. Si el niño iba a por agua y se le rompía el vaso o el botijo lo traía en el enfaldo. Esa creencia es muy conforme a la tradición cristiana aunque no lo diga la escritura. La glosa de san Lucas dice simplemente que les estaba sometido. A san josé le temblaba la mano y la barba cuando se la daba a besar. Harta doctrina es ésta que se ofrece a consideraciones múltiples mas aquí no deseo predicar. En Nazaret la casa de la anunciación está justo delante del precipicio donde quisieron precipitar a cristo pero aquí no quiero predicar. Jesus transigen in medio eorum ib at. El señor se les iba de entre las manos a sus captores. Y en Nazaret está también la iglesia del pasmo que rememora el pasmo de nuestra señora.

CEFORA ciudad donde nacieron joaquín y ana y luego está Caná de galilea donde hizo el milagro de las bodas y el vino. Bethsaida la patria de los tres grandes apóstoles, Pedro, Felipe y Andrés. Faltan las páginas 45-46 dedicadas al monte tabor. San Juan de Acre ciudad de los Ptolomeos se halla a diez millas de Jerusalem pero está hoy toda derruida y acabada. Antioquía la ciudad de las predicaciones de Pedro y donde se dio por primera vez a los cristianos su nombre. En Antioquía de siria cuna del antiguo rito. Zancarrón de Mahoma. El profeta subió al cielo en Jerusalén pero un discípulo le tiró de los pies quedando colgado.


Alaba fray antonio a Carlos II que daba bastantes limosnas. Tenemos que tener cuidado con el verde que es el color del profeta no nos vean los turcos y nos den de palos. Para ellos el verde es color santo. EXORBITANCIAS turcas.

Juan de Buenaventura de la Recolección, provincia de burgos estuvo tres meses en un corral de hielo. Ataque a la iglesia en 1628 siendo Guardian fray diego de san Severino. 1650 fray juan de Gaeta también sufrió mucho. Mariano de Maleo otro Guardian del sacro monte de Zion hizo una reclamación al rajá en 1653. Moriscos granadinos participan en la refriega contra los franciscanos. Esta es la cruel realidad en la cual paró todo. El cenáculo es hoy mezquita, la casa donde nació la virgen es un muladar y los príncipes cristianos despedazandose unos a otros. El desprecio de los santuarios me duelen más que las profanaciones turcas.

Menos ensucia el estiércol que el pecado. Una cruz pelea contra otra cruz. Santiago contra san Dionisio. Los behaitas. El Carmelo donde Elías desafió a los sacerdotes de Baal. Llevo a mi patria en la suela de los zapatos. Hay repeticiones y confusiones en la biblia. En el noveno Via del mes de ab fue destruido el templo y el mesías ha de nacer allí. Halaga, biblia. Cabala interpretación mística de la biblia. Masora puntos y rayas que sustituyen las vocales. Alazor ben Yehuda es el que convierte en leguaje de la era atómica. Había sido menester hacer la síntesis de todos eso sueños y voluntades. Es un pais Israel creado por periodistas, Hertzl y ben Yehuda eran periodistas. El trabajo es una religión y una salvación. Hativka esperanza. Irgun. Hagana. Stern. En economía ni en política los milagros no existen, la ALIYA o la emigración. Ole, los peregrinos. Yored es que desciende como Koestler. Jospeh Nassi un judío español quiso fundar en el XVI un estado cerca del Tiberiades. Castidad del entorno judío. Descubrimiento de la acetona, una sustancia explosiva que sale de la destilación de la madera y que es el goma dos. El estado de Israel es una bomba. Un aviso a la comunidad mundial. Maarbots, campos de refugiados, pateras. La rueda de Inocencio III y no perdonaron a Paulo IV que quemara el Talmud en l553 en roma.

Godofredo de Bouillon entró en Jerusalem a la hora de tercia el 15 de julio de 1099 en la misma hora que expiró Xto.

 

 

 

CAEN LAS TORRES GEMELAS. LA GUERRA DEL POBRE ¿O UNA MANIFESTACIÓN DE LA CÓLERA DE DIOS?


Todos recordamos qué hacíamos dónde estábamos cuándo el primer terrícola alunizó, o la fecha en que le pegaron el tiro a Kennedy. O cuando el cabezazo de Marcelino a Rusia. A efemérides impostergables tal vez quepa añadir para los elencos de la modernidad que padecimos y protagonizamos otros hechos como la primera canción de los Beatles. La jura de bandera y los más nostálgicos recordarán seguramente lo que les pasó el día que se suicidó Murallón Monroe. Nos han hecho albergar una memoria de elefante. lo que más vende es la revivificación memorial. Y por los indicios parecemos haber sido moldeados en la cera de la nostalgia. Se vive para recordar los efímeros y felices momentos que no volverán. Están sustituyendo las fiestas de los mártires y de los santos por onomásticas que se inscriben con más o menos acierto en los calendarios del quehacer civil como corresponde a estos tiempos laicos. El Día de la Mujer Trabajadora recuerda un poco a Termidor y la fiesta de San José Artesano ha dado paso al Primero de Mayo.

Las fechas citadas pertenecen a la actitud ingénita común de una generación tan complicada como la mía. Nací en 1944 el año del Botalón. Crecieron los negocios. Los bombardeos aliados sembraron Dresde de fósforos. Toda una noche se escucharon llegar pájaros. Pájaros de fuego de perfil siniestro las alas desplegadas sobre las espiras de las catedrales arrasando objetivos desde sus panzas cargadas de ojivas deletéreas, un preludio de Hiroshima que sería aun peor. Pero las hecatombes son a su vez fecundas. La vida se renueva. Jupiter y Bellona en cualquier apeadero de la estación camino del frente o la vista de las tapias del cuartel se embragaban expansiones cariñosas para las que suele ser el tiempo de paz mucho más pacato y pudoroso. ¡A ver qué vida! Eros y Tanatos de siempre se llevaron bien.  Al compás de la Marsellesa o silbando las estrofas de Lili Marlín en los marciales desfiles de la Unter den Linden. (Papá se la sabía cuando vino de Rusia y yo le escuché tararear el estribillo que terminaba con una coda: “Wie einst Lilí Marlín”). Supongo que a mí me encargaron en un permiso cuando el alto mando empezó a hablar de la defensa elástica cuando todavía los tambores del lamento por la perdida de Stalingrado estaban resonando.

 Todas las europeas se pusieron de acuerdo para empezar a parir y vinimos muchos niños al mundo por aquello de la ley de las compensaciones. Había que llenar los huecos que había dejado la guerra. Muchos muertos en el campo de batalla. Por hambre. Fusilados detrás de cualquier colina o a causa de las penalidades de un centro de exterminio. Sobre nuestra generación se eleva siniestro el humo de las incineradoras de Auschwitz. De ahí la inconsciencia y el frenesí de aquella pollada de la postguerra. El baby boom. Oh Señor que nos perdonas y nos alientas, sólo Vos, únicamente Vos, sabéis por qué estamos aquí. Cuál es el objetivo y la razón de nuestra existencia.


Seguramente sería obsceno revelarlas puesto que pertenecen al código intimo. La verdad es que fuimos unos niños harto precoces y empezamos a vueltas con esto del sexo antes de tiempo. Sin embargo, el subconsciente nos traiciona.  El doctor Freud reduce a una exclusiva categoría la existencia y nosotros siempre pensando en lo mismo. Da asco y uno termina por aburrirse. No quiero entrar en detalles de cómo se produzco mi primera experiencia siendo casi un bebé con mi nodriza pero recuerdo la cama con jergón que crujía un cromo de san Antonio con el Niño Jesús en brazos con cara de lirio y el acto que no pudo ser consumado por mi minoría de edad, estaba jugando a los médicos con la sirvienta haciendo lo que hacían papa y mamá, recuerdo el olor a pescado y la mirada de Valentina entre excitada y decepcionada. La culpa fue suya por haberme seducido porque trató de hacerlo con una menor. Luego lo pagaba el novio que era militar.

Eso está archivado. El pensamiento me viene al recuerdo con un punzón enervante y doloroso. El sexo me atraería como consecuencia de aquel jugueteo y me repugnaría al tiempo. ¡Aquel olor a escabeche!

A nuestro ego individual y ahogante le gusta torturarse. Somos masoquistas y un poco masturbatorios en parte.  El tiempo la oportunidad nos hizo llorones, algo quejumbres como buenos españoles pero nos hicieron así. Hay que estarse siempre lamentando de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Hay que estar siempre escribiendo contra esto y aquello. La infancia y la juventud constituyen la alacena donde guarda longanizas y jamones, acaso las telarañas, el escritor y este sibil[1] de las experiencias es fuente inagotable de renglones. Habrá quien escriba desde la memoria. Otro desde la inteligencia y otras desde el corazón. (Algunos se instalan en la ira y el deseo de vindicta para sacar tajada y otras en vez de utilizar la cabeza ponen a trabajar el clítoris porque el sexo vende bien y es buena paga). Yo no me considero un sicalíptico. Me aburrieron siempre las novelas de Pedro Mata.


La pérdida de la inocencia fue aldabonazo de la presencia de la muerte. Eros conducía a Tanatos. Lo supe desde el principio. El cuarto oscuro de Valentina la criada olía a morgue. ¿Quitate las bragas? Vamos pero ¿es eso todo lo que tienes? Oh God, no shit. Bueno no te preocupes. Echate encima de mí y aprietame fuerte. Así. Así. Luego vinieron los espasmos. Valentina me daba miedo. Gañía como fiera salvaje. Casi me horrorizaba. Entonces no pude comprender que se lo estaba pasando bien y que me había elegido a proposito como un Romeo de confianza. A mis cinco años recién cumplidos no podría preñarla y era el apetito lubrico el que veía en los ojos de la criada con todas las faldas levantadas esparrancadas aquel punto negro entre las ingles oliendo tan fuerte y las nalgas que se agitaban. La curiosidad de aquel encuentro me indujo a convertirme por primera vez en hombre objeto.

Pero me estoy yendo por las ramas. No torzamos rumbo. No hay por qué meter la zarpa en los tremedales y bajezas de la vida vulgar. Para contar ese lado oscuro ya tenemos a la telebasura y las desangeladas películas de Almodóvar. Hay una fecha que ha entrado en los anaqueles de la memoria con brío: 11 de septiembre 2001. Esa mañana se derrumbaron las Mellizas de Nueva York. Una pedrada en la frente de gigante y ahora resulta que Olofernes tenía el ojo de cristal. Ojo al dato: se derrumbaron las murallas de Jericó y ahora Marilyn, la sinuosa, deja de cantar el happy birth day. Dos aviones kamikazes se despanzurraron con más de doscientos pasajeros a bordo contra el hastial impresionante que se alza como un símbolo fálico en la bocana del puerto de Nueva York. Su visión durante los tres años que viví en Manhattan resultaba una verdadera pesadilla desde una altura que hacía pensar en las corazonadas de Nostradamus.  Los aparatos guiados por mano experta y contundente aterrizaron en las cavidades superiores de ambos rascacielos sembrando el terror entre los pisos ochenta y ciento cuatro. Los jinetes del aire se hicieron lanza ellos mismos al estrellarse con sus bólidos contra los dos tolmos que corona el altar del dinero. Se inmolaron contra Wall Street. Mirábamos y no queríamos dar crédito a lo que vieran nuestros ojos: la puesta en escena de un pasaje apocalíptico. Entonces los que padecían bajo el yugo imperial de la serpiente que repta- allí estaba la Sinon con sus imágenes servidas a la hora de comer- suspiraron aliviados. Alá es grande y ha enviado al arcángel san Miguel para rescatarnos.

He aquí que en un santiamén o mejor dicho en menos de veinte minutos se derrumbaron las atalayas del Gran Hermano en medio de una inmensa humarada negra igual que la pez ( el rojo y el negro fueron los colores que esmaltaron aquella amanecida sobrecargada de presagios) se desplomó la antena y el símbolo del imperio. En cierta forma aquel que venga las ofensas del humilde emasculó a América de los dos gigantescos palos. Estalló un torpedo a la línea de flotación. El pentágono también fue alcanzado por otro avión suicida y estuvo ardiendo días enteros. A los rusos, por ejemplo, les hundieron un submarino y se quedaron todos quietos. No eran enemigo.


It serves them right, pensó Cneo en su inglés impecable. Dios está con el pobre. Es misericordioso. Mira aqueste orgullo derribado. El efecto fue el de dos avispas enormes inyectadas de furor que dieron en el blanco. El que hace la paga. Los impíos empiezan a saborear de la triaca que administraron en dosis de dolor al resto de los pueblos. Cneo en aquel instante murmuró interiormente los versículos del canto común del judaísmo y cristianismo. Magníficat anima mea Dominum.  Et exaltavit cor meuam in Deo salutare meo. Quia fecit mihi magna qui potens est et sanctum nomen ejus.  Misericordia ejus a progenie in progeniem timentibus eum.  Fecit potentia, ex brtachio et dispersit superbops ex ore suo. Deposuit potentes de sedes et exltabit humiles. Esurientes implebit bonis et divites dismissit inanes. Recordatus Israel puerum suum. sicut locutus est ad patres nostres et omnem seminem ejus in saecula.

Y Cneo quedó más reconfortado. En aquel momento, todos recordaremos lo que hacíamos en tal instante, velaba en su garita ante la pantalla del ojo mágico y subió al velódromo de las imágenes apercibido por su hijo mayor Gabriel.  Mira papa lo que está pasando en la Gran Mejana. Y se puso a contemplar la apocalipsis en directo repantigado en su sillón. Dios empezaba a tensar la cuerda. Su arquero enviado apuntaba con su arco. Hagase la voluntad de Dios. Makfut. Los sionistos estaban alarmados y por boca de los periodistos máximos se pusieron a redactar editoriales en los que rezumaba la cólera. Echénse a temblar cuando los publicitarios de pago la emprenden a mordiscos. Más he aquí que nada casaba. Que todo estaba lo negro con lo blanco. Aquellos pilotos árabes les habían buscado las cosquillas al gigante atizando el punto donde le aprieta el zapato.

Era la efervescencia de septiembre negro tundiendo las miradas y Cneo escuchó una voz que promulgaba las advertencias de su soledad manifiesta en aquellos instantes.

-Al refugio, al refugio. Estas solo pero bajo mi baluarte nada te sucederá.

El presidente Bojo se escondió en un refugio nuclear. Lo que en el oeste a muchos nos hizo dudar de su valentía. He is a chicken.

Pasó un ángel negro y vertió su copa repleta de sangre hasta los topes en la Gran Mejana. Makfut. Está escrito. Hoy me caen los árabes un poco mejor aunque mi soledad aumenta y sube de punto.

Mientras, la Guizo y los telebustos parlantes homologados en productos homogéneos caras de quita y pon oráculos estúpidos que tratan de explicar lo evidente y ese pobre corresponsal neoyorquino que tartamudea nadie si de miedo o porque es tartaja de nacimiento parecen sentir este ataque como si lo hubiesen recibido sobre sus propias carnes.


Estaban levantando la calle para meter las cañerías y hacía sol.  Hubo una riada en el verano y los bajos y garajes se nos inundaron.  El vecindario le echaba la culpa a los árboles de ribera que habían estrangulado las cañerías ocluyendo las cloacas. Es posible que los chopos tengan algo de culpa. No toda.  Pues hay que ver lo guarra que es la gente y lo que arroja por la taza del inodoro. Compresas, condones, peines, bragas pilas alcalinas y hasta una caja de zapatos apareció. Luego este es el reino de la chapuza del dinero fácil. Un almirante retirado que vivía en los bajos en el chalecito de su hija se hizo abajo una casa estable y el piso se le inundó. Culparon a Cneo del desaguisado pero este se defendió colocando un camafeo de la virgen de Covadonga sobre uno de los chopos supuestos culpables de que los garajes se les llenasen de aguas fecales a los vecinos. Es que estamos instalados en el supuesto de la chapuza. Son muchos los que quieren vivir por encima de sus posibilidades.

Fue un revés a la puerta trasera del paraíso. La palabra terrorismo se escribía en grandes caracteres de tinta negra. Por eso los sentían y unos alaridos de jabalí herido llenaban la tierra.

-Es que vamos. No se puede ser tan guarro. Y la gente es muy cochina.

Una cosa buena tuvieron aquellas fechas de lullabay en el aftermath del ataque que la eta cerró sus bocas de fuegos y los telebustos parlantes se referían a estas muertes perpetradas por los asesinos del norte sin tanta acritud como cuando estalló el golpe de los boeing entrando sin llamar a las oficinas de las Torres Mellizas. Toc toc. La hora ya está cumplida. Todos los oficinistas y funcionarios he aquí que corrían despavoridos. Los ultrajes de eta sobre los españoles no los contaban con tanta compunción ni dolor de corazón, no se les notaba en los rasgos del rostro tanta atrición ni esa cara de rabia y de pasmo que ponían las locutoras con  boquita de piñón y  labios siliconados. Murió la hija de la Carabias. Reventó como el lagarto de Jaén. Como ser mujer y no morir en el empeño pero la que escribió aquello se murió y con su hermana que era recepcionista de Payanés yo tuve mis más y mis menos. Labios siliconados y frutales como rajas de melón para que luzca el carmín. Mujeres deseables y todo eso. Las hijas de María convertidas en hijas de la Bestia. A esta de tanto fumar se le había arrugado el rostro igual que una pasa.


Es que el imperio ha sido golpeado. Remember the Main y ellos y ellas a pesar de hablar el español correcto se sienten identificados con un proyecto global. En América está su corazón, pertenecen al cupo de WARP de las super cadenas, educación en los usa, gente blanca el pelo rubio hablando inglés. En América está su corazón. Algunos hasta consiguieron una beca en Columbia y en Berkeley. España de repente se nos ha llegado de wasps ración doblada de cursis y un si no es pijoteros, el dinero fácil, la boda por todo lo alto, aprendizaje del inglés oído al parche en régimen intensivo. Del día de las alabanzas nos libre Dios y bodas en el Escorial y todo eso en el que todos los tiburones del reino y parte del extranjero se vistieron de frac. La vesania no tardará en hacerse presente.  Remember the Main y aquellos que hablan español se sienten identificados con ese proyecto global. Si no les puedes vencer unete a ellos. América en el corazón. Ich bin ein berliner. Soy un novar. Arroz con gandules. Labios siliconados. Baquetas de piñón. Que venga el equipo de los Hermidas y los marañas y que el gran Jou nos haga un calvo. Dos aeronaves haciendo impacto contra las paredes verticales castillos de cristal a lo alto. Los oficinistas leían “The Waste Land” y rememoraban a Eliot y se disponían para una jornada laboral como las otras y repetirían el viejo salmo de “another day, another dolar”. Para comer una manzana que estamos a dieta. Hay que ayunar. El imperio pasa factura.


Cneo había visto la escalada que hicieron de aquel Naranco de Bulnes a lo bestia dos apasionados de la cuerda y el piolet. Hemos conquistado el Everest. Ya estamos arriba todos. Ha sido un zambombazos contra nuestro sistema de valores. La aguja del Dow Jones, índice de los peseteros donde los haya, se puso a gañir de repente. Bufaban guarismos en el panel electrónico mientras los guardias de seguridad aterriza cuando puedas volvían a entonar el himno de todo el mundo al suelo. La bolsa se nos desplomó en un pis pas. El tigre puso su zarpa en nuestro rostro y ahora he aquí que son las entrañas lo que nos duele. Es que aquí estamos plenamente incardinados en la democracia de corte occidental. Corría el año 1977 y un catorce de julio ocurrió el gran apagón. Cneo lo había contado para sus lectores en una serie de crónicas oceánicas. La cosa no tiene vuelta de hoja. Uno no tendría entrañas si dijese que Cneo se alegró de aquella bestialidad cometida por los pilotos kamikazes. Ellos vengaron tantos bombardeos. En su mente estaba el horror de Hiroshima y la noche de pascua en Belgrado la ciudad blanca en abril del año 1999. Esos animales no pertenecen a la estirpe humana pero algo habrás hecho pantalón a cuadros estrellas y barras barba de chivo chistera remendada. Cneo pensaba en las víctimas pero los verdugos no eran los verdugos sino que sentaban allá lejos en madrigueras lejanas. Poco les importaba a los capitoste de la Sinon la mortandad causada con tal de servir a los telespectadores su ración macabra. Era algo concebida por las mentes malignos que sólo a los barbaros del órgano oficial de la sedicente serpiente que repta se le puede ocurrir.  El tracto de la serpiente está en marcha y su radio de acción a todas partes afecta. Por doquier cunde el escupitajo y la baba. Se vio como varias docenas de inquilinos atrapados en los pisos superiores agitaban sus pañuelos blancos. Se rendían a la muerte. claudicaban. Y entre perecer abrasados y espachurrados optaron por tirarse por las ventanas. No hay salida. No es posible. El rodillo de la bestia. A todos nos aplana. Tengo miedo a salir de mi madriguera. Haz como Bush que aquel día fatídico imitó a Hitler y escondió sus huesos en la guarida del lobo Der Wolf Schanze. ¿ Dónde está el presidente matarile ? Se fue a Nebraska. El terror no tiene entrañas. La bestia es un doberman que se revuelve contra su hermano. God bless América eh. The beautiful. The great. Nos han lavado el cerebro. Babilonia se derrumba. El destino que aguarda a los emporios del pecado. Sus símbolos han empezado a caer. Habrá que tener bien anotado esa fecha y pulsar su nombre a cincel porque la parusía está servida. El tranco final para la humanidad acaba de incoarse. En una de sus crónicas Cneo lo dijo y el que avisa no es traidor. Se permitió tener oficio de precursor. Trabajó en cierto modo para el que ha de venir.  No se puede ir contra dios. Lo entiendes, New York que enterrabas a tus víctimas silbando un tema de Frank Sinedrio entre los dientes. Barcazas y bous llevaban toda la mierda camino de la isla de Staten. La de los muertos en realidad. El padre dolar no podrá postergar a Jesús. Su soberbia atenta contra todos los principios. No se puede vivir con la ira y el desafío de babel pintados en el rostro. El pequeño hondero de Belén derribó de una pedrada al gigante extranjero y usurpador del trono de Israel.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 ROSARIOS EN  SOTO DE LUIÑA

 

Antonio PARRA

Mayo mes de las flores y octubre que se acerca el del rosario. Recuerdo aquel invierno cuando estuve tan malo en que bajaba todas las tardes, navas abajo, a través de unos paisajes de égloga, pedaleando mi burrita bicletera, cuando sonaba la campana en el valle al toque de vísperas. Octubre mes también de Lepanto ahora en que nos da a los españoles conmemorar derrotas como la de Trafalgar que a lo mejor no fueron tanto. Pero aquella la ganamos. Gracias a San Pío V, a don Juan de Austria que en este país la mejor sangre de reyes es la de los bastardos, a Cervantes que estaba con tercianas pero subió el hombre a cubierta a echar una mano a los lombarderos pero sobre todo a la Virgen del Rosario. Arriba y abajo que a mi novia le he visto el refajo. Entro por la sacristía y salgo por el campanario para dar los buenos días a Nuestra Señora del Rosario, se cantaba por mi barrio todos los siete de octubre.

Pues ya digo yo estaba entonces como una moto y bajaba en bicicleta a echar un tute con mis compis - Pepe el sastrín, que fue alfayate en Avilés lo menos cuarenta años e hizo la guerra con la V de Navarra, un tío con un par, Pachu el del chigre el puente y Xuan de la Tenoria, éste último no pisaba la iglesia porque era cojo pero a la taberna de Miguel Ángel bajaba poco a poco hasta la plaza por la calella pues residía en el somo. El resto, todo viellinas. Don Arturo probritín entraba al segundo misterio a sentarse en el banco de atrás embutido en su chaquetón puwes hacía frío y humedad dentro del templo, dejando que la Santa llevase la voz cantante. Luego el obispo le llamaría al orden y le dejara sin parroquia por darle al cristal pero no vi cura tan bueno, un cacho pan. No sé por qué me acuerdo de estos pensamientos que trae octubre.

Es uno de los pocos sitios el templo de la parroquia de Soto de Luiña, mil años donde esta costumbre venerable aun se conserva en recuerdo a las banderas de Lepanto, devoción española nacida en Caleruega creo como su institutor. Viva María. Viva el rosario y viva santo Domingo que lo ha fundado. No se puede romper una tradición de seis siglos así como así.

El rosario es el rosa rosae que declinaron siempre los labios de los hijos de la aflicción desterrados de este valle en el cual por el pecado de la primera mujer el diablo estableció su dominio que sólo será desbaratado por la segunda, la que alentó en sus entrañas al hijo de Dios, Jesucristo.


Exuda toda la fragancia del misterio de una religión difícil como es el cristianismo que debe a su carácter divino ese aspecto incomprensible de perdonar a los enemigos, sentar dominio sobre las rastreras inclinaciones poniendo brida a la vesánica cólera, lujuria, egolatría; unas religión que proclama vencerse a sí mismo. Y es en lo que les saca ventaja a sus otras dos “hermanas” monoteístas.

Mucho más duro entre los hijos de Abrahán resulta ser cristiano que moro o judío. A estos se les permite venganza de la ofensa lo que representa carta blanca para asesinar y tener hasta nueve mujeres o todas las que se puedan sustentar. Por eso es la verdadera. Porque es la que más cuesta. No es humana sino divina y necesita los auspicios del ojo de la fe porque con los ojos de la carne muchas cosas de nuestro credo no se pueden comprender. Y conviene tenerlo bien en cuenta en estos instantes en que la gran cerastes se arrastra por el maremágnum de confusión. Sólo en Cristo bendito está la salvación.

En nadie más. Extra Ecclesiam nulla salus. Pero ¿cómo está la Iglesia, Virgen santa? ¿Qué Iglesia? Repta la serpiente y muchos sentimos sus arillas asfixiantes sobre el cuello. Por eso bajábamos al rosario a Soto a la seis y media todos los días y fiesta de guardar haga bueno llueva o escampe.

 Por la señal... Lo suele pasar con voz melancólica una buena mujer a la que dicen la “santa” y su locución “by heart” casi es una queja  resonando familiar bajo la artesa del hermoso templo de arte ramirense. Es casi único en su género y si no el más antiguo uno de los que tiene una personalidad más fuerte, como todo lo astur. Cuenta con la concameración típica de las construcciones del prerrománico que esparce sus aras por toda la España verde con monumentos de cuerpo chico pero alma grande. Allí los responsiones ciclópeos y en la nave de la epístola y del evangelio dos retablos barrocos en el que se da rienda suelta a la imaginación devota mediante la visión alegórica del árbol del Jetsé, crecal del fruto de la gracia, contemplado con colores vivos y ejecución entusiasta e inocente.

Está emplazada equidistante de Oviedo y de Santiago en los comedios del viejo camino francés. Rebosante de la piedad milenaria jacobea. Uno no puede por menos de preguntarse  cuántos habrán agachado la cabeza por debajo de ese cancel, cuantos se habrán prosternado en esas baldosas o habrán hecho invocaciones desde esas gradas. Parece que de detrás de las arcadas llega el eco de la viejas canciones del romero a la vista del Monte del Gozo

Herru Santiagu, Gott Santiagu, Aurrera, ultreya, bruder Jack, Campus Estella, Domine adjuva nos.


 Aquí toda la simbología es mariana. Intercesora por tanto. Y no es que la congregación sea muy nutrida pero se mantiene el fuego sagrado de la tradición y vamos repitiendo la salmodia en sarta de dieces que rememoran los pasos más destacados de la vida del Redentor desde Belén hasta el Gólgota y en todos esos trances se advierte la presencia callada, tan humana, de su madre María.

Es un lujo, una verdadera gala, el contar con un culto como el de hiperdulía. Aquellas iglesias en las cuales no hay un mal cromo de la Virgen parecen huérfanas. Sin embargo,  en todas las antiguas iglesias de asilo del nemoroso valle de las Luiñas se sienten la presencia de María de Nazaret, de san Miguel y san Roque. Todos estos nombres son un baluarte invocatorio contra los males que acechaban y acechan incluso hoy a los peregrinos del existir. Nuestra vida parece conminada por amenazas incesantes y ocultas contra las cuales no sabríamos combatir sin el valimiento jacobeo, el mariano o el miguelino. Al bueno de san Roque vamos a dejarle cuando nos pongamos malos y que su manso can “falague” nuestras miserables postemas. O que las cure a lametazos.

Oh , señor, escucha mi oración, vivo sediento de Ti.

Mientras tanto a la vez que recitamos el avemaría y nuestros dedos pecadores recorren la sarta de dieces es como si trepáramos peldaño a peldaño por la escalera de caracol de la vida mística. Su husillo angosto da muchas vueltas y uno se marea o se aburre en la escalada hacia el cielo. Hay que constreñirse, agazaparse, darse de coscorrones contra los arrimos. Es la oscuridad del alma.

Salmodia humilde es el rosario que antaño se escuchaba en todos los rincones de España al ocaso cuando el sol como una oblada radiante se hundía por el cáliz del horizonte ensangrentado. En Cudillero era la hora de la arribada. Las lanchas regresaban de la mar y la voz de bronce de la campana llamaba al rosario en San Pedro de la Ribera. Las invocaciones de la letanía se fundían con ese piropo a la vida que representa la hora en que aportan de vuelta las traineras que regresan de las costeras. El cielo de la mar oceána en las noches del Cantábrico comparece radiante y tachonada de estrellas y cada una es una perla en el manto de la Virgen del Carmen.

Ave maris stella, Dei mater alma atque semper virgo, felix coeli porta summens illud ave Gabrielis ab ore.

Ella protege a los que bogan. Sabe de sus alegrías y penas, afanes y delirios pecadores y los quiere más que nadie. Estrella de los mares que sosiega las galernas su escapulario estampado sobre el escobén o luciendo como un gallardete de bienandanza en la solapa de amura.


Era la plegaria del anochecido de igual manera que el Ángelus solazaba los mediodías aldeanos. Según nuestras averiguaciones el rosario no es una institución occidental sino que vino importado del oriente.  Tiene un precedence en el “tasbib” de los musulmanes y en el “kosmologios” de los eremitas griegos. Lo trajeron a Europa los templarios.  El Temple la había aprendido de los cenobitas de la Tebaida siria y de los monofisitas sirios los cuales tenían por costumbre en su oficio de alabanza una constante repetición de la misma frase. Los anacoretas asturianos encuevados en la pieza secreta o ajarafe ya pasaban las ciento cincuenta cuentas del oficio divino siguiendo las recomendaciones de  san Pagnufio el Divino de la iglesia oriental. Esperaindeo que fue preceptor de san Eulogio en su “Apologético contra Mahoma” recomienda a los cristianos en el s. IX que invoquen a la Madre de Dios. Y hay referencias en Beda el Venerable quien a su vez tuvo una relación epistolar copiosa con el monasterio de Santo Toribio de Liébana emporio de la liturgia mozárabe. Toda esta devoción a la Virgen se inspira en el Akathistos compuesto en el s, VI por un piadoso monje del monasterio del Studium de Constantinopla para testimoniar el agradecimiento por la protección especial que dispensó la Madre de Dios a Bizancio cuando la capital sufrió el asedio de los persas.

Son veinticuatro estrofas en honor a la edad que tenía María de Nazaret cuando recibió la visita del arcángel Gabriel nuncio de la encarnación, dicen unos, aunque no se sabe a ciencia cierta la razón por la cual el número ocho se repite constantemente en la liturgia cristiana tanto en la latina como en la bizantina.

El rosario de santo Domingo de Guzmán -el origen de este santo godo no puede ser más asturiano puesto que la familia tenía su casa solariega en Toral en el viejo reino asturleonés- contaba de setenta y dos avemarías para indicar los setenta y dos años que viviera la Virgen de acuerdo con la tradición. Asturias con María. ¡Qué bella es esa proclama y cuánta enseñanza benefactora debajo de esa máxima. Su trono en Covadonga cuna de las Castillas cifra y compendio de las Españas. Ex unum pluribus. La Excelsa Mujer bisagra del cielo y la tierra medianera Dios y el hombre que a Cristo siempre lleva. Delicadeza, encanto, riqueza, algo visceral que no se puede explicar del todo porque la Virgen es algo inefable. Hace falta ser español, y si se ha nacido al pie del puerto Pajares mucho mejor, para entender la hiperdulía que es regalo de los sueños y música que resuena en las cámaras secretas del corazón.

En esa insistencia de origen misterioso y que Buda también practicaba se basa toda la mística de la Hesicástica y el hesicasmo no era más que cristianismo en estado puro y originario. Se basaba en la creencia de que sólo Dios salva y que para que nos escuche no hacen falta muchas palabras sino frases simples pero sentidas. “Hijo de David, ten piedad de mí”.


Se trata de la fe del carbonero pero bendita fe. Luego los conversos, que aportaron buenas cosas pero que rompieron con una fe ancestral que dio lugar al expolio infinito, bajo los influjos del humanismo protestante y de las enseñanzas del Talmud que es algo iconoclasta, instituyeron la oración mental. Decían que la oración vocal no valía para nada y establecen el contacto directo con Dios sin sacerdotes sin liturgia y sin intermediarios en relación de tú a tú. Un poco fuerte y tajante el planteamiento pero en esta actitud de feroz individualismo se asume el centro de la modernidad. La fe sin obras y todas esas añagazas debajo de las cuales el diablo orquesta sus emboscadas perenes contra la cristiandad. Por eso las capillas protestantes al igual que las sinagogas evocan la tristeza de la casa vacía cuando se ha determinado el desahucio del culto marial. Y en las mezquitas no se respira otra cosa que alarde fanático.

Verdaderamente dicen tales barbaridades porque leyeron mal a san Agustín y no supieron interpretar la “Ciudad de Dios” cuya conclusión primaria viene a decir que el hombre no es nada que todo lo da y todo lo quita el poder de la gracia y sin oración no es posible la colación o garantía de esa gracia divina que mueve el mundo.

Miguel de Molinos, con ese furor iconoclasta de los cristianos nuevos demás de exagerado, llamaba al rosario rahez de todas las devociones, pero todo sabemos cómo acabó el sabio teólogo jesuita: en las cárceles de la Inquisición. So pretexto del amor divino sin tasa ni medida ni compás y los deliquios de la oración mental estuvo metiendo mano en las clausuras de las claras y las benitas de Roma y dejando a varias religiosas preñadas. Era un apóstol de la oración mental.

Ojo que con tanto intimismo el sentido de culto público a la divinidad se está perdiendo. Por eso los papas no se cansan de insistir en esta tierna devoción de los humildes. Allí donde se reza el rosario el diablo no puede hacer trampas. Es el mejor disuasorio contra las fuerzas del abismo. Allí donde escuchan rezar una humilde avemaría los angeles malos ni se acercan porque saben que el fracaso les aguarda.  Y los curas que desde el púlpito despotrican contra el fervor del rosario que ha sido tan popular le están haciendo el juego a los diaños.

No es un báculo lo que portan estos falsos pastores sino un garrote.  Por eso campa por sus respetos la confusión y a la Iglesia tan mal le va. Demasiadas complicaciones. Se han arrinconado las prácticas sencillas, se ha entrado a saco con la liturgia -cada cura en las misas rezadas pronuncia un canon diferente- y mucha oración mental. Demasiado escrutinio o discusión y así nos va.


Los cartujos empero mantienen inquebrantable su adhesión a la Virgen y llevan ya diez siglos de plegaria. Se dice que una de las claves del éxito de la espiritualidad cartuja se basa en la guarda del rezo del Rosario y del Oficio Parvo o De Beata que ellos recitan a diario y copiosamente. no una vez ni dos sino cien, doscientas veces. Eso ha sido la garantía de su perdurabilidad como instituto. “Cartuxia nunquam reformata quia nunquam deformata”. Es una orden que a diferencia de los carmelitas de los franciscanos o de los mismo benedictinos no tuvo necesidad de reformadores porque nunca se relajó.

La orden de san Bruno es toda ella un tributo a la oración que se hace a la vez con el corazón y con los labios. Cuentan que un día un cartujo se murió y hubo una fiesta en el cielo. El alma del bienaventurado no tuvo ninguna demora al pasar la aduana. San Pedro al verlo dijo:

-Éste sí que es uno de los nuestros. Entra directo.

-¿Por qué le dejas pasar tan rápido sin mirar a las credenciales?- se puso a murmurar el diablo.

-Trae recomendación de la Virgen.  Se le han endurecido las rodillas y le salieron callos en los pulpejos de tanto tentar los abalorios del bendito rosario. Se ha pasado su vida rezando. Díme el número de las oraciones que has pronunciado desde que fuiste profeso.

Entonces el candidato a ingreso al paraíso sacó de la faltriquera del escapulario un papel en el que había anotado el número de padrenuestros, aves, credos y salvas.  La cifra ascendía a más de cien millones a lo largo de una vida monacal que duró casi cien años porque ni que decir tiene que el hermano murió de muy viejo. San Pedro quedó maravillado de la cantidad y ordenó a los ángeles muy autoritario franqueasen las jambas.

-Que pase, que pase.

Al verlo llegar la Virgen sonreía y el diablo huyó al infierno impotente con el rabo entre los cuernos.


Es una fábula que se repite de continuo en Berceo, en Chaucer, en Villon, en el Arcipreste de Hita. Todos estos poetas muy humanos y pecadores pero  veneradores también de la Hiperdulía. Ellos cantaban a la vida, a la mujer, al amor profano y al divino, pero siempre tienen en sus estrofas y en sus lais un pedestal reservado a la Virgen. La iglesia de Soto de Luiña con sus frescos encaramados a la rama del árbol del bien lo que los orientales denominan Sofía, otro apelativo para desentrañar el misterio del culto a Nuestra Señora, hace pensar en aquella devoción juglaresca. Hasta la bondad y campechanía que no excluye sabiduría y una profunda inteligencia de su párroco, el llanisco don Arturo, con el cual tomamos después de misa los de la cuadrilla unos “vininos” en ca Miguel Ángel hace pensar en toda aquella devoción ingenua de un cristianismo candoroso y fundamental. Hay un edículo con el rostro de la Inmaculada en lo alto del carbayón de la plaza. Es un roble de porte monumental y de aires románicos donde se celebraban antaño las reuniones del concejo. Es bueno que la Reina del Mundo lo presida.

Madre del Salvador, ruega por nosotros. El rosario es un recurso sublime y el sortilegio infalible contra los conjuros más terribles, sobre todo ahora que tanto aprieta la borrasca y muchos barruntamos el naufragio.

Hace bien el párroco de Soto de Luiña en mantener abierta su iglesia a la devoción del rosario mientras otros la niegan ya lo sé pero no faltan en esta hora difícil y los que se están pasando al Turco. No hacen casos todos esos curas de las recomendaciones del papa que ha pedido que se instituya a diario su rezo a título de la mejor rogativa por la paz. Contra el Turco precisamente se proclamó la Corona de la Virgen o plegaria del Rosario porque ella rescató a la cristiandad de las garras sarracenas en Lepanto.

Y por supuesto me sumerjo en tristeza al leer lo que dice un columnista en un periódico matritense cuando dice “ahora que nos hemos sacudido la caspa y el rosario”. La caspa se ha vuelto sarna en él convertido en impétigo del treponema o morbo sifilítico porque el energúmeno no es otro que aquel audaz reportero que tenía por oficio conseguirle las putas a un famoso seide de los sindicatos verticales. Que la Virgen lo cure y lo perdone. El rosario contra el cual pontifica este plumífero es adarve de contención. Por eso como un amuleto pende del cuello de los inmigrantes que llegan a España en las pateras. Saben que ante un eventual naufragio la Señora les largará una estacha. Buen amuleto ese rosario de cuentas de nacarina fosforescentes. Cincuenta luminares en la noche y un muro de contención que desafía al fuego fatuo. Brillos de pacotillas. Profetas falsos.

Este humilde objeto ha sido el mejor arma que tuvo la Iglesia para luchar contras el dragón. Ya sabemos que Cerestes, la serpiente cornuda, siempre repta; es su oficio. Pero el nombre de María lo ahuyenta. Sólo ella conseguirá domar a la culebra. Y al Culebrón que se enrosca con protervia y aires de desafío, y esta debe de ser la causa por la cual muchos colegas nos sueltan el rollo ab irato en el día a día de los escritores, los periodistas y los poetas pendencieros, con furia y tesón a las cámaras y a los micrófonos. Por donde embiste Cerestes la serpiente cornuda que hace la guerra con aparatoso apanaje y despliegue de medios.

Totus tuus. Domina, adjuva nos.

11 de septiembre de 2001 


TIRSO ARTEDO para la Nueva España.    

 

Sr. Director de la Nueva España. Este artículo puede tener el interés histórico de que estaba siendo redactado en el instante en que caían las Torres Gemelas del World Trade Center. Cuando yo trabajaba de corresponsal de Pyresa tuve una visión de que una cosa tan horrible pudiera ocurrir y de hecho ha marcado en parte mis escritos. Sería necesario que para que haya libertad no exista una unilateralidad en los puntos de vista. También sería justo. No sería justo que mientras ahora los que reivindican daños y prejuicios por haber estado un par de días a la sombra en las cárceles de Franco se olvide a todos aquellos que fuimos trucidados, sobreseídos, ninguneados, aplanados por el rodillo del Felipe a uno de cuyoos amigos que también se llama Felipe le escuicho cacarear sobre el atentado va través de la primera cadena. Y es que Dios castiga sin piedra ni palo y algunos están probando amargas dosis de su propia medicina. Yo pediría un sitio donde escribir.  Es lo único que sé hacer. Y no lo hago del todo mal porque los hechos vienen a darle la razón al que redacta con olfato. Y no quiero darmelas de profeta ni de agorero. Lo digo sin acritud y con el corazón en la mano. Un abrazo, amigo, y gracias por haber sido conmigo tan magnánimo. Me gustaría que este artículo saliera en las páginas del periódico de su digna dirección que va tan bien y gana tanto dinero.

Suyo siempre seguro servidor

Tirso Artedo

 

 

 

 

 

James dean was endearing (un personaje que se hacía amar y respetar) incapaz de un lenguaje consecutivo. Era insípidamente encantador. He was the focal point for show business. La gente se dio cuenta de que a los estrellas y a los símbolos no hay que momificarlos. Un alumbramiento de la Werner Brothers. Mandar a los héroes a la calle y glorificar al hombre de la calle.

Alison de look back in anger un upper class bitch. El úrsido fr obdborne es kitchen sink. Vanessa redgrave el mundo del pop. Cisopher miles y Sara miles. Sallies . Jesters. La parodia y la imitación de los primeros ministros. Brian Epstein y la locura de quince añeras que pagaban diez libras por una hora con su cantante favorito. Fue un tiempo e locura plena y años que no volverán.


A disgruntled journalist el culto a la fotogenia de Irving Penn, Henry Cartier, David Bailey. Nació en Londres como por generación espontánea y a mí me cupo la suerte o la desgracia de asistir al parto. La fotogenia basada en la riqueza, la potencia sexual, el gancho erótico, la fama, la juventud, el éxito, Aston Martin.

Lord Snow Anthony Armstrong jones el hombre que llegó a Londres con una licencia de arquitectura bajo el brazo y revolucionó todo el sector. Los suplementos dominicales los glossy magazines, el auge de la Kodak, the spontaneous fleeting moment of the Truth, parecía que algo se disparaba dentro de mí, agarra la oportunidad que esto no volverá nunca más y hubo que aprender a vivir a la sombra de la fatalidad siempre con la mosca en la oreja, con las maletas hechas y dispuestos para emprender un viaje. A trip y el colocón a punta pala pero el que la princesa se casase con un fotógrafo lepero de innoble cuna puso en movimiento las trituradoras de las salchicherías rosa de la prensa del corazón comidilla de todos. Desde las bardas negras del circulo mágico se inició un culto a la belleza que dura hasta ahora.

DAVID BAILEY tuvo por modelo a una de las más deseadas de la pasarela por el sesenta y seis, Jean Shrimpton, y luego se casó en st. PANCRACIO CON Catherine Deneuve. Los novios de Inglaterra en aquella época y era el Ali Khan de la instantanea y del obturador. Many of the trappings (jaeces)of the wealth. Allí está todo el dinero. Brian O´Duffy y Donovan el hijo de un camionero. Los niños bonitos por una vez llegaron se cansaron. angustia vital. Vivían en The Cottage Swis y en Mile End con descapotables, rubias y “Rolls Royce” amarillos.

Paz y abundancia en casa son las cosas que el hombre más estima. Catilina de estirpe noble pero de malas ideas de palabra fluente pero de escaso juicio había convertido a Roma en sentina de maldades y criminan a la potestad tribunicia de todos los males.

Mira el oprobio en que estás y piensa como hombre. Válte de todos los más despreciables para conseguir tus objetivos y hazte un lugar entre sus filas. Léntulo, Setulo, Stadilio. La guerra de Macedonia contra Perseo.

 


El fúnebre canto de las nenias. Nustela la comadre. Mostelum espectro fantasma. Ad domusim para uso doméstico. Ad aras. Ad unguem. Causídico abogado y la sala de la audiencia donde se peroran las causas. Coricilium corazonito. Stertens el que ronca. Laticalvo. Mehercules que Hércules me valga. Mejovis. No me jodas. Mancipo esclavos. Los mancipos de la cosa. Eres lo que tienes. Qui fuit rana nunc est Rex. Las predicciones que endilga un astrólogo. Grafomanía pompeyana frescos. Hombres jugando a los dados y el tabernero echa a los que discuten en escenas de la escena doméstica.

Amas Hirenem quae de te non curat. La osa parió el día de Jupiter el diez de las calendas febreras.

Cabo Celso ayudante del centurión.

Viendo que los arietes hacen brecha en las murallas cargados de vino los numantinos llevan el oro al ara y allí prenden fuego al bastión inmolandose ellos propios en la pira pereciendo todos entre las llamas.

Doce años duraron las guerras púnicas. Roma se conmovió. Nada en el foro quedaría lo mismo.

Los lepitanos habían acudido al cónsul Bestia. Los sidonios huyendo de las discordias civiles en su propio territorio aportaron a una ensenada cuyos bajíos llamaron Sirtes porque en sus aguas someras y engañosas la muerte se agazapaba.

La cajiga como la filástica de un cable. Hilos que se forman al entretejer un cable. La horquilla era la clave de aquella oscilante y rumorosa bóveda.

Es el personaje bravío de la selva montañesa que nace donde menos uno se lo espera entre zarzales o la grieta de un peñasco. Crece con pereza. Es desaliñado. Jamás se peina. Le nacen zarzas en los pies y se deja invadir por la hiedra que lo invade y le chupa la savia. Esta invasión le cuesta alguna enfermedad que le amputa algún brazo y hay una cajiga en nuestra finca. Es un salvaje entre el haya ostentosa y el argentino abedul atildado y geométrico. La cajiga se esparranca. Comodín del si no lo eligen para naide las abejas o el rozagante aliso, acebos, retamas, algortos. Ataharre y baticola. Astrágalo que me duele. Pasaba el afilador dejando pasar los labios por la embocadura del castrapuercas como los cañones de un órgano cada uno con un registro diferente.  Algarrada acción de conducir los toros al toril en vez de algarrada. Algorín, molino de aceite. alborto o algorto en Santander es madroño. Cajiga es pariente de la encina, fornida de cuerpo y de hirsuto ropaje.

Recortando el cielo diáfano del horizonte.  La descripción de la encina del sabor de la Tierruca es magistral. Entre altos y silvosos montes con grandes manchas verdes y sombrías barrancas, redes de cambrones, paredes y callejas. Casas de aleros anchos y hondo soportal. Huerta de altos muros. Esto es Cumbrales como Valdecines. Trincapiñones. Trabal.  Trasmerano de Trasmiera que correspondía Laredo y Santoña donde el penal

 

 

 

 


Eres un joven meteorito de la revolución sexual la movida sexual el swinging London.  Se calcó muy adentro lo de los poderes de comunicación y Jonatán Aitkens era un gurú. El negocio de los trapos y la vejez empieza a los ochenta años. María Quant. Brighter clothes make brighter people, restauran y cabaret goteo incesante de dádivas. El bazar de kings road y la craza boutique. Identificación con la juventud la aventura el brillo de una época dorada su viaje a los usa levantó un huracán de comentarios elogios y en 1966 recibió la medalla de la OBE por sus servicios a la exportación, la novedad y la chifladura. No wonder the young journalist raved. Towering over them all Mary Quant en su boutique.

I believe the secret of successful designing is to anticipate changes of mood before they happen seeing colours on the street mass production big money.

A boutique defined as an small shop of flamboyán atmosphere specialized in original and colourful clothes. Barbara Hulanicki una judía de Jerusalén establecida Londres primeros envíos contra reembolso y se llamaba Biba. Paying the rent $3 a week.

I love clothes they are to me what drogas and drink to other people it is a way of advertising myself to men i spend half of my wages in Mary Quant shop lifting scourge of rag trade Aladino and bina have a continous struggle to prevent it some of this innocent looking girls are ruthless thieves.

Pese a todo los rendimientos ganancia por metro cuadrado de Biba son los mayores del mundo.

Imperio de la London boutique nos metíamos tres en los trovadores. Era tan celoso que tenía celos hasta de los espejos.

Establos, panaderías, viejos cuarteles bodegas y cuartos de calderas rehabilitados para ropa vaquera edificios de cromo y cristal tiendas en serie idénticas.

Los sitios se llamaban TOP GEAR y COUNT DOWN.

Path Booth & james wedge, a succesful model with a 100 quid a week neat black goatee beard and a sombre pinstripe suit, un chico de Essex que hizo su servicio militar en Australia probando nucleares bombas y por las noches se dedicaba a diseñar figurines en su hamaca.

Una pesadilla de dipsómano fruits of hipster, camisas floreadas que llevaban los Beatles los más grandes.

Cerastitis, inflamación de la córnea y cerastes una serpiente muy venenosa que tiene cuernos en los ojos.


Ocupar el puesto de investigador para la enciclopedia británica con sus varones litúrgicos y sus especies intocables. Llegaron las amazonas de Fleet st vinieron las damas pisando fuerte. the ability to indice controversia by commenting with a certain degree of bitchiness, talent for interview with charm and sympathy. Deseo de tener un hombre que las domine. Culto a la juventud. Shuttle lanzadera endogamia de la familia periodista. Sacar pecho y meter mucha sangre liberal en la botella. Foot escribió biografía sobre ka emigración y vendió 20000 ej. tipped informant. flores para la baronesa. Keep your expenses down. Cuando se enseña la tapa de los sesos y se enseña en circunferencia la cabeza. Soy atea gracias a dios

Hippish, melancolía atrabiliaria, hipocondríaco y de ahí viene hippy.

Michael Rainey  español que vino a Londres a vestir a los Beatles en HUNG ON YOU 1965.

Pop stars the donovan, the whos, the actions, trhe kings, rolling Stones, la temporada fuerte fue del 65 al 67.

Big sizes and flashy colours. BIBA.

GRANNY TAKES A TRIP WITH obvious LSD connotations, un establecimiento hecho a la medida de bizarros excéntricos. El bullebulle de la calle. Bustle almohadilla y corsés victorianos. Op art shirts, gold rimmed sun glasses, velvet breeches, tirantes de terciopelo, pink PVC dresses.

Peregrinos de kings road. Los romeros acaban en Carnaby street lo erótico y lo exótico.

El argot o jerga era lo camp, una forma primitiva de fútbol. It is a romantic dream world we are catering for. Colores malvas. Cequí antigua moneda de oro silver sequined top. Septa es el tipo de decoración en sépalo. We artists get our clothes tax free. I am having a sequined jacket una chaqueta de cequí todos monedas y patacones por la solapa.

In his sardonic scottish burr raiz de las astas del ciervo y pronunciación de las r redondas.  Hay mucha piratería en internet. El coleccionismo y acaparamiento.

LORD JOHN en Carnaby que la vida no es más que un carnaval. Trees made of chicken wire chevron rafter. I am no chicken no longer young hang mock road signs LADY JANE puts live models in the window after shave lotion for virile men y aquí compraba sus pantalones lord Snowdon mugs windchimes japanese bespoke boots matizar o adornar con lentejuelas sequined hat del cequí y botas de encargo a la medida and carry away your purchases in union jack wrapping paper. Carnaby st. Has every thing. Diaper a disaspros a través del blanco es la septa, matizar, adamascar. Matizado en septa el sepalo y los siete brazos de la rosa. Staid =sober, steady.


ANNACAT diez veces más caro que Biba pero las minifaldas son mejores de seda traida de Bangkok.  Confortables divanes y sofás con mesitas abastadas de revistas satinasas con el lustre de la mundanidad.

Cuatro millones y medio de gente menor de 35 con un surplus de hombres compitiendo contra mujeres.

Scowled at= poner mala cara enfurruñarse ceño entrecejos malas perspectivas.

Marquesa de Hurtington y Mike Jagger se vestían en Lycett Green forward looking attitude hemlime repulgo bastilla doblete repulgo. El ser ignorado implica bancarrota. La prensa y modas de la mano van. Fashion journalist presentación más que descripción.

VOGUE tres millones de lectores. Puedes encontrarte caminando a una chica vestida con una piel de plátano pero la cáscara de banana estar ha bien diseñada.

THE DOLLY BIRDS que se gastaban la mitad de su paga en trapos todas las semanas. no salían a comer se tomaban una manzana. The mod look is here to stay. Frivolidad de la moda. Estamos en la edad visual. Mis trajes son el mensaje. Vivo en un escenario me muero por mis chaquetas y mis bufandas.

Why go and sweat over books in Latin for two years?

Everyone is getting his sense of proportion back

La fashion londinense se apoderó del mundo fue reclamo de la juventud.

CULTO DE LA FOTOGENIA There is one lot of scenemakers that really bug me. You tell me -what do they do to deserve all that money and all that glamour? I mean look at the models-a whole lot of tarted up shop assistant so lanky and skinny that I throw most of them from bed without a brain in any of their heads travelling allover the world to be photgraphed wearing nighties in the Sahara and earning 200 a week. En cuanto a los fotografos uno se creerán micheangelos en lugar de chicos de oficina. They are the greatest conners o history most of them. It is high time the balloon got punctured for that crowd.

Mis deliquios sexuales dejaron la verdad panza arriba, lo que no nos merecemos amor porque I am Sid Vicious y administro en el Soho la disciplina inglesa. A beating is worth a tenner. All the men are equal pero en la cama cada uno tiene un gusto distinto. TUICIÓN. ¿qué me cobras por la clase? Y se anunciaban en cartelillos escritos en buena caligrafía inglesa sobre los escaparates de las shops adyacentes a la boca de metro de South Kensington. un griego dos esterlinas y un francés por dos y medio. Ya están aquí las teachers todas ellas en bragueros de cuero que dejan traslucir una ropa interior púrpura esgrimiendo la fusta cosaca.


Todo aquel folclore y el galore que no glamor que se nos dio en abundancia a los que aquel mundo conocímos.

 

Ebrii gignunt ebrios, Plutarco.

Por aquella época yo conocí el gallore, o el mundo de la abundancia. Alcohólico es el verdugo doméstico.

All the men are equal under the whip. Conocí a una en el Mall que decía que por término medio se tiraba treinta tíos al día. Hay disciplina abondo.

Correction tuition a lesson. pero vi al hombre con ascitis o hidropesía mental y a otro que tenía coriza.

Savage marks in her buttocks y en otros lugares de su anatomía. Empecé la ruta de mis desviacionismos. Marijuana y alcohol descorren la cortina de las inhibiciones. De ahí pasar al exhibicionismo.

Probé con las anfetaminas. El nitrato de amil que hace expandirse las venas y el corazón bombea sangre a marchas aceleradas fue nuestra primera viagra. Uno lo esnifaba y sentía flotar en una suerte de paraíso sensual. La viagra es el morueco.

Have a bird have a kit kat. Mi abuelo benjamín era de la quinta de Su Majestad, de la cosecha del 86.

La seducción, la conquista, el tedio y otra vez volver a empezar. Aitkens escribió este libro a los 24. Los jóvenes de aquella hora sentíamos gran indiferencia contra la cosa pública. Veinte mil parroquias encuadradas en nueve obispados y cuarenta y seis diócesis.

TURANIA o euscara es la vieja raza española.

Bajo el puñal de PERPENNA.

Espata ramo de dátiles. Ando algo espatarrado, ramo de dátiles.

Todo lo que es especioso vige, rige y colige los supuestos patrios y encuentra ascendencia.

ESPERAINDEO abad del s. IX mozárabe maestro de san Eulogio escribe “Apologético” contra Mahoma y contra los cristianos que profesaban la religión sarracena.

San Esperato mártir de Cartago.

ESPERANTE obra en ángulo saliente que se hacía en las cortinas de las murallas.

Río Espérculo importante en la mitología griega.

Espetera, tabla en la cocina con garfios para colgar los aperos.

Halar o espiar un cabo, tirar de una cosa.

Yo espigo frases y siembro en bonanzas. Es muy pasamanero este periódico o sobón. Fondos reservados, nota de gastos, Leon Brittan tenía 27 años en 1966.


CARA =campaign against the racial discrimination. me engolfe en historia de los papas de von Ranke. La diferencia entre la igl, católica y la anglicana es su actitud frente al entusiasmo religiosa mientras una lo mira con cierta prevención en la católica se le bendice y se le despacha lejos. Sin embargo tanto en una como en otra no cabe el fervor. Es la iglesia de los que mandan y la de los dominados. Se trata de una forma de poder. Pero lo cierto es que todas ellas viven a costa de la credulidad del ignorante.

ROMP retozona y así retozamos todos hasta la victoria

Oh, quirites, o padres conscripto que Yugurta aprendió su latín en el cerca de Numancia. Lo derrotó Mario Metelo. Sin causa alguna se quejan los hombres de que su naturaleza es flaca y de corta duración y que se gobierna más por la suerte que por la virtud. Comienza así la guerra de Yugurta de Salustio Crespo. Es la guía y el gobierno entero de nuestra vida el ánimo. Esclavo de sus pasiones se abandona a la ociosidad y a los deleites perniciosos. La pauta la marca la desidia y la falta de cultura. Hería si podía el primero. Publio Escipión. Micipsia y la guerra de Yugurta. Los nuestros le amaban sumamente y no menos le temían los numantinos. Hiempsal el menor de los reyes de condición feroz se sentó al lado de Aderbal. Numidia región de África en la libia y de ahí se llamaba a los que carecían de domicilio fijo. Ser el exterminador de mi linaje. Con avilantez y soberbia intolerable Yugurta. Triste era la vida también en aquel entonces dilapidados comidos a las fieras o padeciendo trabajos y en cárceles en Numidia contigua a Mauritania excesivo del calor aspereza y soledad escasa de fuentes y de lluvias pocas arboledas. Es raro a quien rinde la enfermedad abundan los animales venenosos ciertos libros escritos en lengua púnica. Tierra de getulos y libios. Gente áspera y sin cultura no se gobernaban por costumbres ni por leyes ni vivían sujetos a nadie antes bien vagos y derramados ponían sus aduares donde les cogía la noche. Y de ahí les viene el nombre de númidas. Los getulos más bajos vivían bajo la influencia del sol y no lejos de sus ardores y sólo les dividía de los españoles una corta travesía de mar se habían acostumbrado a permutar con ellos las cosas necesarias.

Y LOS LIBIOS DESFIGURARON POCO A POCO SU NOMBRE Y LLAMARON A LOS MEDOS MOROS EN SU LENGUA BARBARA. Los getulos habitan hacia adentro parte vagos y a la inclemencia Hiempsal cayo bestia el senado Scauro. Quirites.  Lo mata y es cogido luego en fragante. Toma de Sutul con los manteletes. Acebuches y arrayanes que suelen producir tierras secas y arenosas. Rutilio manda legados. Metelo fue el que metió mano a los númidas combates de elefantes

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Srta. María Martín,

Maestra Nacional,

C/ Gran Canaria 100

38639 El Fraile,

Arona,

Tenerife    (16 de junio de 2001)

 

Amiga y colega del Internet

Muchas gracias por haberme dejado participar en tu chat donde improvisé un cuento que ya apenas recordaba de mi infancia.

Eres muy gentil y perteneciente a una gloriosa profesión de abnegados enseñantes.

 

De acuerdo con lo que ajustamos, aquí te envío mi libro “La Mujer Fuerte”. No sé si será bueno o malo, pero son muchas horas de lucha y de pervigilio detrás de estas humildes páginas en el que puse lo mejor de mí. Algunos me han dicho que es una novela que les recuerda al “Ulises” de Joyce. Yo no me lo creo.

 


Está escrita desde la libertad, la risa y el amor a nuestra cultura. Dicen que el pensamiento no delinque. Quevedo por ejemplo se mofa de las costumbres estragadas de su tiempo. Yo hago lo propio salvadas las distancias porque soy un humilde plumífero y ya quisiera yo compararme con el adalid de las letras hispanas. Bueno creo que me comprendes.

 

Si no te gusta mi texto o crees que es una parida me lo dices claramente, pero yo creo en la Mujer Fuerte, pues el símbolo de la Tierra, de esa fuerza de la vida inextinguible e irrefagablñe, esto es la Madre de Todos, la sublime Theotokos. Creo que ella me ha deparado este primer contacto que espero que cristralice en una amistad sincera. Yo soy un chiflado de la literatura, creo que también como tú y he conocido a grandes mujeres escritores. Dolores Medio la asturiana es una de ellas. Esta novela es una defensa de la Mujer Fuerte en pugna con el atroz feminismo. No sé si lo he llegado a conseguir.

 

Sabes que en Madrid tienes un amigo cabal. Mi nombre es Antonio pero mi pseudónimo es Millán como el de Berceo, el de la cogolla. Un gran abrazo, simpática moza canaria, que la Mujer Fuerte te bendiga y te tenga siempre bajo su manto. Es la ¿Candelaria ahí, no?

 

Millán correo electrónico: tirsosacra@terra.es

 

PS. El libro vale 1000 pesetas pero los gastos de envío y corretajes del contra rembolso ascienden a 1590. Te agradezco este sacrificio. Estoy en paro ahora mismo y ayudas a un escritor. Ponme un mail cuando llegue a tu poder. Gracias.

 

 

Moyen age, supervivencias romanas e influjos germánicos. Brutalidad de costumbres y el celibato no casa dentro de tal idea. La idea lo que trata es de establecer los grandes estados, precisamente lo que se está en la actualidad intentando destruir.

Odio hacia los arrianos. Alanos, borgoñones, visigodos, vándalos del norte de África, ostrogodos de Italia. Arrio negaba que Xto fuese de la misma naturaleza que el padre.

Imitan el palacio de Teodorico de Ravena que tenía espesos muros, pocas ventanas y una solidez áulica.

Maestros BOECIO y Casiodoro.

Iglesias de san apolinar y de vital, el gran Teodorico.

Genserico era el rey de los vándalos y amo del Guadalquivir.

Odinismo y costumbres rudas y belicosas.


Los francos usaban hacha de doble filo, la francisca y la frámea o espada corta.

Ausencia de unidad. La francisca que es un hacha o segur de los guerreros francos.

Sabemos de ellos merced a apolinar poeta latino del s. V que escribió  el sidonio.

Súpito, brusco es u. súpito. Sofito parte inferior del voladizo debajo del goterón del canalón.

San juan de Poitiers que tiene otro de los monumentos de la Galias en el s. V.

Monasterios terreno roturación y artiga, artigar romper un terreno para ponerlo en cultivo quemando antes la maleza.

Salios eran los francos y luego vándalo es palabra que ha quedado marcada con mal sino como sinónimo de gamberro.

Las peregrinaciones tienen su origen en Clodoveo el cual va en romería a la tumba de san martín 508 y recibe del legado del emperador de Bizancio, Anastasio insignias de cónsul romano y la categoría titular de patricio, esta sumisión galorromana afecta a los visogodos. Clodoveo realiza la unión de los francos bajo el símbolo de altar y trono.

Clodoveo establece el palacio en Paris en el mismo lugar en que vive juliano el apóstata, se convirtió soldado de la iglesia y murió a los 45 años, pero hubo signos en lo alto, la iglesia nació en medio de las ruinas del mundo antiguo y por la espada se impuso. Calados y escalpas de fíbulas y filigranas. Su hijo Clodomiro, caudillos saqueadores y ladrones, expediciones de castigo al modo vikingo. Cariberto, Gontran, Sigberto y Chilerico, interminables luchas de familia, Fredegunda.

Brunegilda que era celosa de Fredegunda y la ató de la cola de una yegua, crueldad de los tiempos. Dagoberto.

 


Hay trastornos diatésicos o predisposición a contraer unas enfermedades mejor que otras, alopecia del sinipucio sinópico sinpucio la pelada de mi padre. Sífilis discretas y sífilis floridas, la areola de pezón que a veces es rosa y a veces castaño, eosinofilia, eosina=color de rosa. Dolores en región mastoidea o debajo de la oreja. Adenopatías submaxilares su valor semiológico de cara a la diagnosis sifilítica. SINQUILIA= Adherencia congénita de los labios Semiótica es el cuadro de síntomas que presenta una enfermedad, edema y elefancía, resistencia al treponema o virus sifilítico. Paroxismos nocturnos bien definidos que cesan por la mañana, paroxismo, acceso violento de una enfermedad. Recrudescencia y eclosión de fenómenos histéricos, trastornos de la nutrición como bulimia y anorexia, poliuria y polidipsia, raquialgias, parestesias y paresias o parálisis benignas. Sarcocele. Hidrocele.

 

Ganan porque los hijos de las tinieblas son más astutos que los hijos de la luz. La fuga de don juan de Austria recuerda a la de Roldán. Juan de Austria muere en 1578 seguro que envenenado y envenenado por la política. Continúa para España el carrusel de derrotas y de desastres. Alejandro de Farnesio ocupa Mastrique en 1579. York resultó para mí la ciudadela de la inspiración. Compañía nos significa escuadra militar sino asociación financiera. Sobre esas premisas la fundó Ignacio de Loyola. Trapezophorum =pie de mesa. De foenore trapezophorum. faenus=beneficio ganancia lucro. Parsi, adorame fuego. Buscan el anonimato de las relacione personales, pólizas, contratos, sociales, cheque y virus al portador. El individuo ha dejado de ser persona para convertirse en un ente crediticio, algo contractual, un ente abstracto que refleja el b´rith hebreo o contrato. La persona humana, el ciudadano, vale poco frente al estado. Por eso a la nueva era le gusta pensar en abstracto y de ahí el arte abstracto. Ellos engordaron con los despojos de la Iglesia pero la verdad es que ésta no tenía por qué tener dinero.

Escritos, regla de silencio. Los monjes comunicánse comunio y comunicanda  por señas (santiguarse, pasar página, arrascarse las orejas) se escribía en vitela de becerro. Limewater to remove the hairs of the skin. Lux oxhídrica se disolvía con cal y se hacía un cepillado de piedra pómez y se taladraba con una lezna, eran pautadas las lineas, los capitulares carmesí, azul Prusia, cobalto verde. Estampaban su firma pero la mayor parte de los trabajos eran anónimos, piel rusia, pasta española, silver corners, roches de oro, huge clasps y tallas de marfil. Wistful=anhelante.  Bellatores, oratores, cultores en esos ramos estaba estatificada la pirámide medieval. Muchos se ordenaban de menores en evitación de esclavitud. Aquí todo es jerarquía, derechos adquiridos, privilegios. Sonido susurrante de las hojas de los bosques, like the rustling leaves of the mighty forests. Cruzados de la causa perdida camino de Jerusalén llevados por las predicaciones de Walter Penniless. Era el año 1095 y en el 99 Jerusalén volvía a ser nuestra. Blondel de Nesle juglar de Ricardo corazón de León. Confidencias de la Taberna del Tabardo. Griñón=toca. Casas con gabletes, barrios altos y bajos promiscuidad ambiente.  Cubrefuegos es lo que significa palabra curfew.

 


Nochebuena, hiato de dos semanas en blanco, el turrón, las fiestas, el aguijón de Baco, vaso coronado de pámpanos con su rebotica cursi los recuerdos resonando en el pantano de la memoria y era tanta la intensidad embalsamado que había que abrir algunas trampillas de la presa de los sentamientos charca bermeja donde establece su trono el diaño enviso coronado de pámpanos. Todo ello terminaba en adoraciones funestas de la divina botella. El agente nefasto te hizo mucho daño a lo largo de aquel tiempo. Buenas eran las exhortaciones, consejos, premoniciones, ruegos y los peligros a los que estaba sujeto debido al alienante sopor de la malvasía se apoderaba de su ser invadiendo el torrente sanguíneo. La fuerza báquica era como una avenida en torrente. pronto se desbordaban los cauces, desparecía el perfil de la ribera, temulento desconocía donde quedaba la linde hasta distinguir un hilo blanco de uno negro, minerva dixit. Yo bebo oír que lo mío carece de salvación. Cuando llegan estas fechas empapadas de merengue y blanco de borracheras de anís. Es un recuro que eligen los bordes. You left me and I took to drink trying to find a loophole, ir is an escapegoat the sear of a wet oblivion, i know I deceive myself utterly. Están abriendo las puertas del infierno los diantres. Mi madre no me quería.

 

El edificio más antiguo del arte asturiano es el que está dedicado a santa cruz que en 737 levantó favila en unión de su esposa Froiluba. Construida sobre montículo artificial que encerraba dolmen y en la actualidad se alza una ermita construida por luis Menéndez Pidal. Santa cruz de CANGAS DE OMNIS, y esto tiene que ver asimismo con las ruinas de santa cruz de Fuentesoto.

 

SANTIANES DE PRAVIA por r. Silo, está dedicada a san Juan, con modificaciones en XVII y XIX ha llegado a nosotros con transformaciones de planta y alzado pero conservando la estructura del edificio.

Un pórtico que servía de panteón regio techumbre de madera basas e impostas de filete escalonado tradición visigótica sobre ellos se voltean los arcos de ladrillo siguiendo una tradición romana de antecedentes provinciales y un cancel de piedra iconostasio que se encuentra en la iglesia del pito decoración de círculos entrelazados tallados a bisel y un pilar que servía de sostén para la mesa del altar. Difícil es saber cuál sería la maqueta cabecera recta y absidiolas cuadradas. Edificios compartimentados.

Arquitecto TIODA autor de san salvador de Oviedo con sus doce altares y la capilla de san tirso y de satina maría.

Alfonso II mandó levantar termas, triclinios, Xenodoquios, este país padece de xenomanía ánglico. Xenodoquios es un hospital para peregrinos o extranjeros.


Xenago, oficial espartano. Xeno plastia o xeno inducción, el injerto de células de otra especie.

La xantina o color amarillo del diabético a causa de los carotenos.

Santa cámara está adosada al palacio de san miguel el edículo era el tabernáculo en realidad laudas entre las que destaca el sarcófago de Ictacius o Ithacius. Hay conexiones entre camara santa y cripta de san andalón en Palencia.

San tirso cum multis angulis. Bendones. Campanario o espadaña acompañamiento indispensable en edificios asturianos, angulosas.

Ángulos de sillares dispuestos a soga y tizón. Ventana de medio punto enmarcada en alfiz. Dos piedras salientes con su correspondiente agujero para introducir los goznes de los quicios.

El alfiz de la ventana de san Tirso ha preocupado a Camón y a los historiadores del arte que es anterior a la puerta de san Esteban de córdoba y está en mi cuarto. Y es el san tirso el que está ahora en mi cuarto.

JULIÁN DE LOS PRADOS dedicada a san Julián y a su esposa santa Basilia que por mutuo acuerdo de castidad abrazaron la vida monástica llegando a ser abad y abadesa de sus respectivos conventos. Estudiada por Fortunato Selvas ilustre arqueólogo asturiano al que se debe la reconstrucción de pinturas murales en su interior. Articulación especial de progenie clásica es por lo que no se aboveda. Existe un pequeño tabernáculo con piedra cuya función debía de ser para guardare reliquias. Sobre la bóveda hay un recinto secreto al que sólo se puede acceder desde el exterior por una ventana de arco triple. Una tribuna para que el rey siguiese la ceremonia y unas vigas de las que pendían las cortinas del iconostasio que sólo se abrían en determinados momentos de la ceremonia litúrgica. Murales que cubrían la iglesia desde el solado a la cubierta. Zócalo con incrustaciones de mármol o intarsia recorriendo las paredes de la iglesia.

 Inalado arte inalado.

Integérrimo.

Casetones, bóvedas y capillas absidales y en sus roscas hay círculo y cráteras de las que sale una espiga.

Sogueados o funículos persisten reminiscencias de las joyas castreñas y las estelas alto romanas.

Epifitia, enfermedad que afecta a unas plantas de una misma región. Su acento recordativo es vistoso dentro de la barbarie. Recuperamos la figura humana y asistimos a los albores del arte decorativo.

El sínodo de Elvira se había opuesto a las imágenes en el 300.

Solados del pavimento de asperón

 


 Talidad. Escríbese por compensación porque el hombre no está del todo integrado en el mundo, busca asideros, echa mano de la escritura. La intraversión desencadena el afán culpable. Existe un intento de hacerlo todo de nuevo, interpretarlo, contarlo en otra escala y medida, aunque sea a fragmentos, superando la inhibición, hay una aspiración a la reclusión secundaria, vivir de imaginación, traficar con vocablos, trazar lineas de estuquista lingüístico de prosodia fecunda y pulida. La escritura es una ceremonia secreta y espiritual que reclama un ritual mistérico a través de la cual se accede a la libertad y a la dicha, el erotismo literario tiene algo de vampírico- helio taxis o heliotropismo, disposición cara al sol, hemi triglifo, mitad de un adorno empleado en el grifo dórico. Holotipo obtención de caracteres de imprenta

Alfonso II el casto no acuñó moneda, adoptó el patrón plata.

BEATO DE LIÉBANA: Un monje asturiano del valle del Liébana consiguió imponerse frente al adopcionismo de ciertos visigodos mediante sus comentarios al libro del apocalipsis.

 

 

Sermo de aleatoribus atribuida a s Cipriano abundante en vulgarismo típico de obras latinas de África cristiana a. 300 de la pluma de obispo africano. Anónimo contra aleatores jugadores de profesión se arman los pobres del spiritu del diablo - alea =suerte aleatorio juego de dados allí sienta cátedra el sonido de los cubiletes. Sonat aleae strepitus puro incesto. Auctor=vincular. Pecuniam tuam adsidente Xto spectantibus angelis et martyribus praesentibus super mensam sparge.

 

EDICTO DIOCLECIANO ad. 301 para fijar toda clase de artículos. Speltae mundae trigo limpio o escanda, duracina o durazno melocotón, piesco es del pérsico

mala optima mattiana sive saligniana, matía es malvasía alimento  delicado. Ficati optimi. Suminis. Isicio , relleno albóndiga morcilla isisium porcinum =chorizo. Isicia bubula carne de buye o de vaca. Las incultas selvas se doman a reja de arado. Fuegos por el regocijo de la paz. Pax augusta Badajoz. Pabus es el forraje. Lattucae lettice. Habas majadas o molidas machacadas.

 

Gesta apud zenophilum contra los obispos donatistas. La africanidad es un fenómeno estrictamente literario.


Montano y Disodilo en el 347c el obispo se sienta con sus presbíteros diáconos subdiáconos, y los fosores zapadores sepultureros los cahices las orceolas urceola orza pequeña. Cucumela=vasija en forma de cohombro. Laton bronce azofar aeneas es lo que significa el nombre. Caliga armadura de la pierna que utilizaban los romanos del pie a la pantorrilla. Copla = copula =correa atar vínculos. Arenario el que lucha en la palestra o atleta y piedra arenisca arenarius. nundinario el diacono dijo. Serapis osidis o apis dios egipcio voz persa.

 

Apicius el sibarita escribió libro de recetas culinarias vulgarizacion del latin no se conserva un godo vinidario tomo algunas de re coquinaria.

Vinum ex atro candidum facies. Ater negro. Atra dies. Serpiente cuyo veneno pone cárdeno al paciente. versivus atris versos negros.

. lomentum =jabon de harina de habar y color que los pintores llaman azul celeste lomento .

Scobis= serrín, limaduras de serrín

los duraznos de Persia elegidos los mejores esconderlos en salmuera agua de mar cocida y mezclada con miel y vinagre. Muria

mulomedicina de Quirón. calcar calzado el asturianismo está por encima de todos.

Marmórea y tersa superficie del mar. Marmur tumor duro en las articulaciones ganado caballar. Recomienda el cauterio y hervura post feriram después de la quemadura. Recomiendas hierbas saxífragas para la opilación de vientre dandoselas majadas.

Tabelae defixionum son tablas eran bronce estaño o terracota en que in individuo entrega a las finidades infernares a otros competidcorv amoroso. Abundan las palabras cabalisticas composiciones de letras se pone el nmombfs xelk maldecido pero no el del maldiciente. estas consonantes tienen fines mágicos apelando a las divinidades maléficas. TABLILLAS DE EXECRACION. Textos vulgares anacolutos pleonásticos debidos a la prisa y con defectos del inciso. Incisorio. Es la literatura maldiciente muy importante en el imperio romano. Debidos a la prisa uy al secreto contra el contrincante u el rival. Se pone el nombre del aihadi nuna ek del aojante.

Iam cito facere que se lo coma una osa.

Papandreu columbrei sidoneu quen peperit sua vulva faciatis victoria amante fuerente pro amore meo neque somno videat donec ad me veniat puella alimbeau columbeu ut delicias.

Que en el infierno perezca u se queme Colecticio al que parió Agnela.

Formulas de los conjuros.

 

ITINERARION HEGERIAE una monja del bierzo que va a Jerusalén y describe la liturgia y costumbres de la época.


Laurel y ciprés espantan los malos odores los olores atros . Alazor. Laser benjuí jugo de la planta laserpicio sustancia balsámica de un árbol de malaya. Dolioso carral tonel barrío el cáliz de las flores las dos partes de que se compone el perianto cáliz y corona. In locum fridium ubi soil accesu non habet uvas vas picari. Picario ers el ligar de donde se saca el pez y vino aderezado con pez. Eus ña òcfea eñ vomp d picea el pino del que se extrae el pez u la resina. Et im`pa aqie, hidromelis pro agris dabis et si in hordeo obruas. Hordeim cebada hordeum oblativo la ofrenda fui oblativo de mi propia existencia. Si cubres ek hordeum de tierra y si entierras entre cebada a las uvas las encontrarás ilesas. Para que las manzanas y granadas dure en largo metelas en agua hirviente y las levantas y cuelgas, para la manzanas sidonias o Cydonia es canea creta, el cretense. Erliges manzanas sin vicio con ramulas y flores y las almacena en un vaso metes miel y vino cocido al mosto

MARCELO BURDIGALENSIS el vino burdifalense o de burdeos escribe recetas medicas. En luna menguante en martes y jueves estas palabras dirás argidam margidam sturdigam. Una lombriz colgada en un cordón en el quicio de la puerta y envuelta en heno alivia el dolor de muelas. Para los dolores de los alveolos y sinuoidales es eficaz este medicámen se hace diligentemente y se tienen oculto en la cárcel: el jugo en el cual los pollos de golondrina fueren cocidos es tomado templado y se tiene entre las fauces pero es mejor si coges vivos en el nido a los pollos de golondrino los quemas y con las cenizas hacen un unto y los dejas los jueves con luna llena en la noche. Ladino palabra céltica que significa bajamar y es el ladón céltico y se dice esta formula:

exi hodie nata si ante nata creata hanc pestem pestilentiam hunc dolorem hunc tumorem hunc ruborem has tolles has tosillas hunc panum has panuclas hanc strumam hac religiones evoco educo excanto de istis membris medulis.

CONSENTIUS EL GRAMÁTICO. Por metaplasmo o evoución. Quid barbarismus quid metaplasmus?  Los vicios del hablar africano. Ut sit dicat pro bobis et pro Jovis. Peres pro pedes. Stetim pro statim. Tarterum pro tartarum y otras deliciosas confusiones del ro,ano. Lericum reliquum plerum pro prelum interpretor pro intrpetor cloaca coalca displicina disciplina. Metaplasmos o transformaciones del lengiuaje. Diewresis y episinalife o sinéresis cuando dos vocales se contraen en una uva passam por uam pasam

strena aguinaldos, strenua de strenuus, diligente, activo, turbulento, sedicioso, valiente, enérgico.

De dubiis nominibus de los nombres dudosos. Apógrafo antiguo. APÓGRAFO copia de un texto original.


Apobiótico dicese de todo aquello que disminuye la energía vital de algún tejido de lo que va en contra de la vida.

Apneusto el que no respira ni sopla. Apneumia, carencia de pulmones.

Apolepismo escamación, escoliastas de donato a Terencio

 

 

 

 

Celosía circular de Lena.

La invención del apóstol santiago en el bosque compostelano de liebre es algo ovetense.

Gotescalco obispo de Puy fue el primer peregrino compostelano que llega en el X.

Pronto se convirtió en un símbolo de resistencia frente al Islam. Ramiro primero la vara de la justicia sube al trono en 852.

Alfonso III un largo reinado que se prolonga hasta 910.

Dulcifico uno de sus clérigos consigue rescatar el cuerpo de Eulogio y Leocricia que habían sido martirizados en tiempos de Ordoño I.

Todo parecía confluir para que Alfonso III desempeñase un papel excepcional.

Alfonso III imperator he repopulated la tierra de campos o campos góticos.

Repoblación y monacato eran la misma cosa.

Se retiró al ser destronado por sus hijos a Valdediós y peregrinó a Compostela desde león.

Canceles perforados y calados.

El arte asturiano nos parece un milagro. Claridad, lógica, armonía y disposición de las partes a pesar de la pobreza de los materiales,

Relieves empotrados del lobo y el perro.

Soluciones tectónica y estéticas, bóvedas de piedra recurso frente al fuego.

San Miguel de Lillo nos recuerda las iglesias de Siria y Armenia. Difiere del visigodo porque sus muros son de mampostería y de sillarejo con repellado (echar pelladas de yeso) mientras que los visigodos utilizan los grandes sillares asentados a hueso siguiendo tradición romana, bien unidos y sin mortero entre sus juntas como el acueducto de Segovia.

Sillarejo piedra labrada que no ocupa todo el muro sino el paramento. Tizón parte del sillar o ladrillo que entra en la fábrica.

Es distinta en la planta y el alzado.

Asturiana es basilical mientras la visigótica es cruciforme y compartimentada.


Difieren de las iglesias carolingias y otonianas porque sustituyen a las columnas por pilares.

Cabecera recta. Hay pórticos y una tribuna a los pies. Predomina la linea a bisel y el ángulo recto.

Había una cámara secreta que servía para guardar secretos o para habitación de un anacoreta.

La columna de tradición romana y bizantina que se da en las visigótica se sustituye por el sillar aparejado de planta rectangular o cuadrada.

El arco triunfal.

No hay capiteles sino imposta.

Hay arquerías ciegas.

Y se caracteriza por el arco de medio punto que sustituyó al de herradura visigótico pero éste sigue dándose en algunos ajimeces. La herradura pasó a lo califal y mozárabe para continuar en lo mudéjar.

Los asturianos lo desconocían hasta Alfonso III el Magno en que lo incorporan a los vanos de sus edificios.

Ventanas bíforas o de triples Marquillos con capiteles corintios. El arrabá o alfiz que es un recuadro sobre los marcos de vanos. Lo que más llama la atención es la celosía que da a la luz un tamizado recortado y suave, hay yeso y piedra pero impresiona lo arabesco y hay rosetones calados en ventanas circulares que hacen pensar en las iglesias románicas. El origen de estas celosías es romano pero los asturianos llegaron a formas características.

Las bóvedas se caían porque sus arquitecto no sabían contrarrestarlas.

Utilizan contrafuertes para paliar tal deficiencia.

Carecían del sentido de la dinámica del edificio y por eso emplean contrarrestos. Tectónicamente todos los elementos se disponen en armonía con las lineas verticales de los contrafuertes.

Signos o campanas podían estar de forma exenta al modo oriental como los campaniles italianos.

Estos campanarios o espadañas estaban asentados sobre los piñones. Piñón de pena lat. Almena y piñón segunda ala que el halcón tiene debajo.

Sogueados o funículos el taqueado o baquetón que es el bastoncillo de adorno formando encaje y moldura. Tratar a la baqueta.

Su esbeltez nos va a llevar a las grandes realizaciones del gótico.

Decoración intarsia y grecas.

Después del concilio de Elvira que el año 300 se había opuesto a las imágenes en los lugares de culto.

Manuel Gómez Moreno: En el segundo tercio desaparecen los pavimentos de mosaicos. Solado estaba compuesto por hormigón al que se colocaba y daba pulimento con asperón.


Cancel e iconostasio como el que existe en santa cristina de lena `proporciona un ámbito rico y las paredes estaban pintadas.

El efecto era de gran monumentalidad.

SANTA CRUZ DE CANGAS DE OFÍS es el edificio más antiguo 737 obra de Favila y de su esposa Froiluba. Construida sobre un montículo artificial que encerraba un dolmen. Reedificar en 1663 sería destruida durante la guerra civil y allí Menéndez y Pidal don luis el mismo que el de Arbas alzó una ermita.

Se conserva una lápida redactada en bárbaro lat.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


COMENTARIOS AL LIBRO DEL BUEN AMOR, EL CANTO DEL CISNE DE UN MOZÁRABE EN EDICIÓN DE MANUEL CRIADO DEL VAL (facsímil, tela, en folio mayor), edición restringida 2.000 ejemplares. El ejemplar lleva el número 0643. Madrid Espasa Calpe, 1977. Tres tomos con certificado de Manuel Criado del Val y Eric W. Naylor de ser exacta reproducción del manuscrito de Toledo sin modificar artificialmente el estado del códice. “Este dialogo es del Arcipreste de Hita - reza separata introductora con data de 1790- que floreció en tiempo del Arcipreste de Hita. Está incompleto y la data del fin (tachadura) es errata: la razón es porque Juan de Hita le compuso en la cárcel donde le mandó poner el arzobispo D. Gil; este señor fue arzobispo trece años desde 1337 hasta el 1350: luego la citada fecha de la era 1368 (no corresponde al tiempo de la composición. Mejor la señalan otros códices en él era de 1381, año de 1343. La colección de la poesía castellana anterior al siglo XV dispuesta por don Tomás Sánchez bibliotecario de S.M. e impresa en Madrid desde el año 1779, cuyo último tomo que es el IV y comprende la poesía del arcipreste de Hita se imprimió el año 1790".

Los tres tomos se apodan Facsímil, Transcripción y Contorno, éste incluye cuatro preciosas láminas del libro de montería de Alfonso XI con primorosas escenas cinegéticas. Y tratan de centrar este suceso literario en el ámbito de la Villa de Hita a lo último del Medioevo.

Tres son los manuscritos que se conservan de las poesías del Arcipreste. Una la de Toledo, otra el manuscrito de Gayoso, y otra, la más extensa, la del códice salmantino.

Se escribió en el años 1330 de Cristo (1368 de la era de César según los manuscritos de Toledo y de Gayoso, pero para el códice salmantino la fecha es la de 1343 de Cristo: 1381 de César).

Gayoso era un bibliófilo del siglo XVIII, su manuscrito quedó copiado en 1389.


Esta edición corresponde al códice de Toledo, consistente en cuarenta y ocho folios, de 250 x 155 mm. De papel tosco y mal conservado. Hay bastante diferencia con la de Salamanca que evidencia algunas particularidades del lenguaje, sobre todo, leonesismos y palabras de raíz astur o bable. Como adefina, Cenbranos (por tempranillo), centenera, el forno de la figuereda, arvejo, garabato, fay, codoñate, afevos, infiesto, constribado, guaje,  frallado(por fradado, la frada es la poda del árbol en Asturias), conbrás por comerás, tajador, popar, doblero, alfaja, graja, rabigalga, costumnero, pozos heleces o neveras, candy, forado, peoría, de refez (fácilmente), peoría, tragonía, goleado, fable, fabla y fabliella, alfajeme, golpeja por vulpeja, gulfara o gulhara (raposa), marfuza o marsopa (el garduño), enartar, engorrar y emburriar, malfetría, fallía, sobejo (sobrante), trefudo por membrudo y esbelto, vihuela zampoña, caramillo, albogue, rabel, Bandurria, guitarra mora, burlas cazurras, zalagarda, retraher, paranzas, refertera, caballo farón, regatera, quejura, escanto, amidos (a la fuerza), poridad,  atalvina, enviso,  ome, ascuso, venternero, cermeña, zatico, afogarse, sobejo, varga, bretador, faldragar, zalagarda, falagar, enatío, encobar, ajobar, carranca, erías, ero, abarredera, pellote, cantadera, fito, buhona, alheleles, bausana, escantar, ervera, huerco, sañuda, mesturado(por delatar), afusiada, porfioso, arlota, gamonosas.

 También se habla de la “misteriosa troba cazurra” en el poema.

Criado del Val realiza un estudio a fondo cuyo valor heurístico exegético no tiene precio de las condiciones en que se redacta el texto, la España de la baja Edad Media y hace una interpretación de lo mozárabe o visigótico como lo autóctono en el que se injertó lo romano y lo árabe. En este sentido Hita fue la capital del mozarabía en el corazón de la Alcarria.

Entre Numancia y Termancia, Hita, Betania del caminante en Castilla la Nueva, es la Caesada en la linde de la gran calzada romana que conectaba a la lusitana con la tarraconense, descansadero de las legiones de paso, tiene ese elemento trotador y ese desenfado viajero del ave de paso que impregna las cuartetas del clérigo levantisco y corredor de mesones y posadas, libérrimo en sus andanzas pero también creyente, aunque critique las malas costumbres de la Iglesia del Cisma de Aviñón, los excesos de las prédicas sobre Indulgencias, el apego al dinero y a las cosas de este mundo, la simonía ciega.


Dice un adagio ruso que al cristiano de buena fe cuando bebe el Señor le pone el ala de un ángel de la guarda junto al jarro, porque Dios se apiada de los borrachos y salvó a la adúltera de la dilapidación. Es ese temple de caridad y de albedrío el que hay que ir a encontrar los floridos versos del Arcipreste, un mozárabe, guardador de la tradición cristiana, cuando la religión de sus padres estaba a punto de ser vuelta de arriba abajo, hombre del pueblo, apegado a la fe del carbonero. Roma queda un poco lejos, siente esa soledad del ser humano enfrentado a la injusticia, tiene que contar lo que ve. Se acercaba la Reforma, los curiales, con ánimo de evitar lo que se venía encima, trataban de aplicar una cura de caballo en lo atañedero a las costumbres mostrando una feroz sed fiscalizadora y el arzobispo de Toledo, ese don Gil de Albornoz, que, aunque fue una de las figuras más egregias del reinado de Sancho IV y de Alfonso XI, ya pocos recuerdan, por haber llevado a presidio al poeta, clérigo algo giróvago, la verdad sea dicha, pero de buen corazón, que no se cortaba un pelo ni lo tenía de tonto pues se había quejado de las severas normas coactivas al celibato eclesiástico, recomendado diez siglos antes por el Concilio de Elvira, pero que en las diócesis hispanas nadie cumplía, con estas palabra: “Nos quitáis las buenas, Santidad, para que nos vayamos con las malas”, alusión patente a la necesidad de tener que cambiar sus coimas por las mujeres de lance los muy reverendos señores curas, tan hombres como otro cualquier (Don Gil era un reformista que había mandado a todos sus párrocos una premática para que saliesen de las rectorales las barraganas). Más que ninguna travesura que se le supone, esta protesta fue la razón de las prisiones del pobre Juan Ruiz. Con la Iglesias hemos topado. Trató de hacer frente a la jerarquía, plantó cara al ladrillo de Roma y dio con sus huesos en presidio. Debe de ser el hado de muchos escritores. Valga recordar a Quevedo, Cervantes, fray Luis de León, Dostoievski ¿Qué relación puede tener la literatura con el cautiverio?

 Las otras tres obras cumbres de la literatura hispana en sus comienzos, “Rimado de Palacio”, libro coterráneo y simultáneo, pero de corte más pesimista y palaciego, y, ya en el siglo que precede, “Los milagros de Nuestra señora” y el “Poema de Mío Cid” tienen un trasfondo mozárabe, de defensa de la vieja fe.  Con el Cid se abolió el rito visigótico y con Berceo se impone la reforma monacal de san Bernardo.

Hasta entonces el cristianismo español se parecía más en su liturgia y su teología al bizantino que al romano. Los monasterios, por ejemplo, - y en Hita había dos, el de san Cosme y Damián según el profesor Criado del Val, fundados en el siglo IV por san Gregorio (+366), eran mixtos, en él falleció la venerable Beneria en el 657.

Hita fue arrasada por Witiza en el 702 y luego, bajo la dominación musulmana, padece en sus piedras el cotarro celtíbero algunas de las aceifas o razzias de castigo del ejército invasor. A este respecto fue arrasadora la de Almanzor hacia el año 1000 al igual que Burgos, León, Toledo y Soria. De este hecho da cuenta el anónimo juglar silense:

Murió Almanzor el año 1002 y su cuerpo se torra en los infiernos

Estos intervalos fundamentalistas fueron todo hay que decirlo la excepción, porque lo normal fue la connivencia y los buenos modos, dentro de lo que cabe, entre las tres religiones juntas. Hita  en su casco interior reúne las aljamas judías más importantes de Castilla la Vieja con Sepúlveda, Hervás y León. Lo único que recordaba la dominación islámica eran las pechas que habían de tributarse al califa cordobés, algunas tan poco decorosas como la manlieva de las Cien Doncellas, que dejó de pagarse en tiempos de Alfonso VII El Emperador.


Caso curioso en estas fortalezas fronterizas fue mucha la compenetración que reinaba entre el moro y el cristiano. No hay más que estudiar el arte románico de esta región central donde, con escandalo de los imanes, algunos albañiles árabes trabajan en la construcción y decoración antropomórfica de las iglesias románicas. Es un dato destacable que se observa en el arte mudéjar aragonés. Concretamente, en los capiteles del monasterio de Sopetrán, cabe el otero hitense nos encontramos a la figura de Cristo gozando del paraíso al lado de santa Casilda, san Juan Bautista, un santo al que reconocen los moros y cuya fiesta celebran también el 24 de junio, Alí y el propio Al Mamún, un caudillo taifa, muladí famoso y al que el ingenuo tallista de Nuestra Señora de las Batallas retrata de niño en los brazos de la Virgen María.

Tras la reconquista de Alfonso VI se da a la villa de Hita un fuero en el que se reconocen sus usos y costumbres de tradición cristiana. Este clima de armonía y buen entendimiento se va al traste después de la derrota de Sagrajas 1086 cuando Yusuf, en otra aceifa de primavera cruza la raya del Tajo y debela todas las poblaciones liberadas. Hita vuelve a recobrar la importancia estratégica que tuvo en tiempos romanos. Se reconstituyen milicias y levas especiales para hacer frente a las algaras que llegan del sur.

Surgen las merindades. Hay en el Arcipreste un humor trashumante y ácido, de ir y venir constante por trochas de ganadero de la Mesta, en él sube y baja de los cordeles, el uno que se dirige a Villablino y el otro que desciende remontándose en el tiempo hasta tiempo inmemorial, desde la paramera soriana hasta los agostaderos de Trujillo y la Alcudia. Se palpa en la obra castiza del poeta ese desenfado que siempre tuvo la vida pastoril y con él su alegría de vivir.  Hay una prosperidad material, sobre todo lanera, que goza Castilla en el siglo XIII. A medida que avanza la Reconquista, la antigua tierra de moros se convierte en lugar de pación a los rebaños. España exporta a través del puerto de Laredo el tusón de merinas a toda Europa. El aumento de la liquidez, que contrasta con las penurias de los siglos anteriores, da vuelos a los instintos expansivos del arte y de la cultura, aunque esta bonanza económica basada en el nacimiento de la burguesía no va a durar más que unos años. La peste negra, las luchas dinásticas entre las casas europeas (York, Lancaster, Anjou, Trastámara) y el clima de descontento social y la inquietud religiosa darán al traste con esa concepción monolítica y jerárquica del mundo que representa el espíritu de la decimotercera centuria.

 No se olvide que éste es el siglo de las catedrales, el que marca el apoteósico cenit del cristianismo, y el de la escuela de los Traductores de Toledo. El punto de síntesis de las tres culturas, la Biblia y el alcorán. Es también el siglo del gran Derecho castellano simbolizado en las Partidas, y el de la Poesía Lírica de las Cantigas.


El siguiente, el XIV, sería de contextura más violenta, a causa de los bandos castellanos y las luchas internecinas que caracterizan a la dinastía Trastámara. Se barrunta un descontento contra la jerarquía eclesial que plasman tanto las estrofas de Chaucer en “Cantorbery Tales”, otra obra de vagabundaje, como en las seguidillas del Arcipreste. Ambos textos fueron redactados por sendos clérigos durante el exilio de los papas en Aviñón.

 En 1311 Hita   y su señorío son arrasados por las huestes del Infante don Juan Manuel.  La villa y su tierra pasan a ser posesión de los Mendoza, rica familia alcarreña de origen judío, en 1380.

Guadalajara, la morisca y Fita, la mozárabe, aparecen muy nombradas en la tradición juglaresca que cantan las hazañas de don Vela, otro personaje de romance fronterizo, aquel famoso caudillo leonés que se pasó al moro con armas y bagajes, y al que exalta la literatura juglaresca. Este conde, marfuz y perseguidor de su progenie, tuvo tierras y posesiones cerca de la famosa villa del mojón en el cruce de caminos entre Celtiberia y Carpetania a orillas del río Carviel. Es también tierra limitánea donde el Cid, sirviendo al mejor postor, peleó unas veces a favor de la Cruz y otras de la Media Luna. Tierra de alcaides donde lealtades y  facciones se alternan en la lucha. Un mundo donde las lindes y las creencias no están demasiado claras ése es el ámbito de lo mozárabe, tolerante y manso con Jesucristo pero acostumbrado a respetar a Mahoma, aun a fuer de tener que sufrir atropellos. Aquellos tiempos, contra lo que parece, no fueron del todo idílicos.

 Se alza el pueblón a la sombra de la osamenta de las ruinas de la iglesia de Santa María, en la cual don Juan Ruiz fue párroco, sobre el alcor que cobijara a aquellos recios hombres castellanos prevenidos en frontera. “Son audaces - relata el Poema de Almería- y gozan con la guerra. Con banderas desplegadas atraviesan ante las tiendas del Emperador, levantando a todos con frases y alegres juramentos. Buen rey, ten salud”.

Y del alcaide de Hita, Martín Fernández, hace esta semblanza: “Blanco de cuerpo y de miembros, es bello y fuerte, honrado y tiene el mando en la mesnada; cuando levanta su voz huyen los moros aterrados”.

 



El Libro del Buen Amor, exaltado canto a la vida cuajado de tristeza y resignación senequista, es una parodia en la cual se hace un retrato de la ambigua sociedad medieval en el marco de las tres culturas que conviven a trancas y barrancas, dice el profesor Criado del Val. Es un retrato hecho bajo la cobertura de humor en el que se critica a la jerarquía eclesiástica al igual que en el “Piers Plowman” inglés, el Bocacho, o en las Coplas de Villon, aunque a diferencia de sus coetáneos el poeta alcalaíno suaviza sus diatribas con un barniz de humor clemente y conmiserativo para con la humana flaqueza.  Hay historias y lenguajes de mancebía o trotaconventos, y alusiones a acontecimientos que causaron impacto en la época como la Peste Negra de 1348, pandemia que arrasara la cristiandad y que algunos autores consideraron un castigo enviado por el Altísimo. Es un libro campesino más que ciudadano que nos inicia en el complejo laberinto español, poco antes de que las disputas eclesiásticas del Renacimiento sumieran a Europa en las guerras de religión y se aportara yesca a los quemaderos de los autos de fe. Y es un libro que siendo cristiano guarda su aquél de reminiscencias moriscas y hebreas. Como el cielo está muy alto, tira por la trocha de la vida. Los hitos del peregrinaje serán para el bueno de su autor las tabernas y las casas de la prostitución. De ahí que todavía guarde este primor literario una fuerte relación con la España de hoy porque los problemas que se nos presenta en la actualidad son, poco más o menos, los mismos. Por allí desfilan los monjes - blancos del cister y negros de san Benito-, los pajes, las busconas, los clérigos, los caballeros de la cruz, infanzones, escuderos, leguleyos, los cabildos, las cofradías, los hidalgos, los hombres buenos, los cresos judíos como el rabino Acelín, los moros y moras que tañían rabel y otros instrumentos, las mozas de partido y sus rufianes y alcahuetas, los truchimanes y otros muchos personajes del singular mundo de la putería. Se presenta el abigarrado vecindario de Hita tal y como es en una sublime visión realista y con palabras certeras y un estilo que sólo ha podido ser superado por el Quijote.  La ausencia de retórica y el buen oído para plasmar los metros y recoger el lenguaje de los caminos y plazas de entonces que se expresan en sentenciosos juicios sin comedimiento, como esa singular madre vieja, precursora de Celestina, que es Trotaconventos, hacen que el libro siga vivo al cabo de siete centenarios cumplidos. De robla suplementaria se nos da, para colmar la medida, una extraordinaria para combinar la versificación. Sin solución de continuidad, el Arcipreste pasa de la cuaderna vía y del tetrástrofo a la estrofa redondilla, combinando el romance, el madrigal y el hemistiquio, lo tradicional hispano con el “stil novo” que venía de Italia, el dodecasílabo con el verso blanco. El título de primer genio del idioma castellano que se da a Juan Ruiz no pugna con la verdad y la justicia porque este poeta épico y lírico, trovero genial, representa el primer trallazo de esa índole de identidad en que se pueden reflejar los hablantes de un idioma, exponente de una cultura definitorio y definitivo, valedero universalmente.  Tanto por el fondo como por la forma - hace hablar a gente de la edad media con pareados y otras combinaciones entre donaires que ocultan la gran verdad de la existencia humana- es un símbolo de que España, uno de los países que ha dado al mundo una de las más ricas culturas humanísticas de Occidente donde se transfunden las procedencias de las tres monoteístas, es una nación que no puede morir ni fragmentarse aunque los políticos, poco avisados, contumaces y mendaces, se lo propusieren cualquier día de estos. Los versos del arcipreste son un testimonio de largo recorrido. Fueron escritos para la eternidad.

Los argumentos no son del todo originales, se inspira en Ovidio y Esopo y otros autores orientales para sus apólogos. Por ejemplo, el combate entre Don Carnal y Doña Cuaresma encuentran ascendencia en los “fablieux” y los “tensones” o denuestos poéticos, tan populares en los siglos medios, calca el humor de los serventesios con que se impugnan los vicios y los desafueros de la curia papal. Así y todo, el tono no es muy moralizante sino jocoso y lleno de vida y en cualquier caso el Libro de Amor supera a los patrones provenzales que supuestamente imita, y se supera a sí mismo. Su lectura deja un poso de sabor agridulce. Así es la vida misma.

Por lo demás, se trata de una obra muy glosada y acotada, porque es una mina de refranes toda ella, pero poco conocida y disfrutada, dada su hondura y calado, una característica que se zafa bajo la envoltura somera de la socarronería sentenciosa de un giróvago ex claustrado y díscolo, mejor dulzainero y juglar que cura capitular, un apasionado de la vida y que vierte los conceptos que se le merecen della en un castellano que parece música de flauta. Se expresa con la facundia de un encantador de serpientes.  Nada tiene de particular que a su palabra tantas damas se rindieran y que monjas y serranas o dueñas de viso cayeran hechizadas bajo la magia de su palabra y de su físico, porque el arcipreste a juzgar por el magistral retrato que hace de su persona - uno de los primeros y más acabadas semblanzas en español, era corpulento y ágil, los ojos negros y la cabeza grande, de consumadas habilidades desultorias y habitual saltimbanqui; sus saltos y el tañer del pandero las hacía reír y suspirar. Un juglar de cabo a cabo, recitador de pasos escénicos, buen cantante y tañedor experto, practicante de la trova que es uno de los más perfectas  habilidades que se invocan entre los hombres cultos. Por tan humano resulta tan moderno. El Libro de Amor se deja leer y acariciar todavía dada su frescura prócer con ayuda de una cierta arqueología lexicológica, pero la más de su obra está viva.


Juan Ruiz se declara abiertamente antiabolicionista con respecto a las casas de tolerancia, siguiendo una asendereada tradición cristiana que se inicia en san Agustín el cual sostenía que si se suprimía a las meretrices grandes daños se seguirían a la república y así lo enuncia en su Tratado de Órdine: “aufer meretrices de rébus humanis, turababéris omnia libídinibus”. Corroborada esta tesis por santo Tomás de Aquino en su Summa Teológica (“Dios permite un mal menor para evitar males mayores”), abanderó los postulados de no pocos moralistas católicos y la corriente ha llegado a nuestros días. Por lo que invoca no la defensa del vicio sino la tolerancia hacia el oficio más viejo del mundo para defensa de la honestidad de las mujeres que no han caído en la rama.

La figura de Celestina, algo tan castizo y tan nuestro, que ha llegado hasta nuestros días auspicia gran parte de la revolución feminista e inspira a las madamas telemáticas de nuestra televisión hasta el punto de que hay reinas por las mañanas y por las tardes que recuerdan a una trotaconventos con las manos en jarras delante del televisor, es sólida a lo largo del poema lo mismo que los vocablos que se relacionan con su menester de amor. La cosa no tiene remedio.

 Salen a relucir sustantivos relacionados con la mancebía tan abundosos en la rica y simpar lengua castellana: madre, tía, hostelero, mayorala, abadesa, maza, picaza, cobertera, almadea, coraza, aldaba, trainel, cabestro, almohaza, cordel, escofina, que sepa mentir fermoso y siga la carrera, avancuerda, rascador, pala, aguzadera, jáquima, adalid, guía, handora, trotera, escalera, abejón, trechona, registro, glosa, y otras calificaciones con que se avienta y describe a las sacerdotisas del gusto y su mundo.

Hay una múltiple intención alegórica que relaciona a los “monasterios honrados” o mancebías como teatros de la gran danza de la muerte según la tradición medieval. Eros y Tanatos caminan juntos.

Hay alusiones a Alfonso XI El Batallador, muerto a consecuencia de la peste en 1348 en el sitio de Gibraltar y gran aficionado a la caza.

La Parca o peste amarilla que diezmó los reinos está presente en el relato pero el autor  lo aborda de una forma simbólica. Alude a Sancho IV en estos términos “cuando el león yacía doliente”, pero hay referencias al cisma de Aviñón y a los primeros brotes de antisemitismo. La aljama de Burgos fue arrasada, no por motivos raciales o religiosos que sólo fueron el pretexto para amparar un descontento económico a consecuencia de los impuestos que trajeron las guerras dinásticas, el encarecimiento del dinero, la usura o el empobrecimiento a causa de la despoblación que trajo consigo la mortandad de 1348. Los tumultos en la aljama y el desencadenamiento de la epidemia fueron simultáneos en el tiempo.


Pero sobre todo el argumento de las correrías del arcipreste son un disparo a la linea de flotación de la iglesia toledana dirigida al todopoderoso arzobispo Albornoz, pone en evidencia la simonía y los vicios de los curas y los monjes, aun recientes los movimientos de renovación cristiana iniciados por Jon Huss en Checoslovaquia, y los cátaros en el sur de Francia, que ocasionaron como contrapartida las iniciativas italianas de san Francisco de Asís y de los “caterinati” de Siena que predicaban una vuelta a los verdaderos valores del cristianismo. Se impone el uso de la confesión auricular (exomologesis), la devoción del rosario. En esta critica de las costumbres eclesiales que es el Libro del Buen Amor, una parodia de la danza de la muerte, no podía faltar un grito contra la licencia y las depravadas costumbres, sin cargar las tintas y sin meterse en honduras. Sus predicamentos y sentencias rebosan salud física y cordura mental.

Parece ser que el nombre de Juan Ruiz- siempre según la pluma magistral de don Manuel Criado- esconde el pseudónimo acaso de un capellán de la curia del cardenal de Toledo don Gil de Albornoz, paradigma del prelado guerrero. Combatió en la batalla del Salado, fue el que sostuvo las riendas de su caballo blanco y pronunció aquella arenga: “Estad quedo, mi señor, et non pongades en aventura a Castiella et León, ca los moros son vencidos, et fío en dios que vos sodes hoy vencedor”. Era un especialista en poliorcética. Su mitra era inseparable de la espada y la cota de malla del guerrero, pero hay otra faceta poco conocida, la de intelectual y de Mecenas de la universidad de Bolonia. Era amigo de los Borja y secundó por tanto a los papas de Aviñón: Clemente VI, Urbano V e Inocencio VI.

A la llegada de Pedro I se exiló en la corte pontificia del mediodía francés, huyendo de la persecución del que había sido privado y favorito de su antecesor, al que no le duelen prendas en enfrentarse al primado de Toledo. En su testamento pide el ya cardenal ser enterrado en Asís y que allí permaneciese su cuerpo mientras durase la indignación del rey presente o de otro de Castilla contra su linaje.

Es posible que él dialogo entre los dos ratones, el mur de Guadalajara y el de Mohernando reflejaran esa inquina entre los dos personajes, el pavor del obispo y la saña con que Pedro perseguía a sus enemigos.


El siglo XV señala la pérdida de la hegemonía mozárabe. Por el norte están llegando corrientes totalizadoras que instan al unitarismo arrasador de fueros. La mozarabía hitense hecho de claroscuros sinalagmáticos, trabados a fuer de pactos y de consensos de convivencia que han durado siglos pierde fuerza ante él amaneces de un nuevo sol: el concepto del imperio cesáreo que vuelve a renacer de sus cenizas. Es un baremo en el que unos suben y otros bajan como todo en la vida y he aquí que se produce el esplendor de la nobleza. Es la casa de Mendoza la que va llevar la voz cantante en el enfrentamiento contra la monarquía de Juan II.  El adalid de esta casa, gran rival de Álvaro de Luna, va a ser precisamente otro poeta, Iñigo López de Mendoza, Marqués de Santillana, acérrimo detractor del Condestable y causa de su ruina. Lo gótico se enfrenta a lo mudéjar y a lo románico. Es así como desparece uno de los más antiguos mozárabes, el de Sopetrán. El marqués de Santillana lo restaura exclaustra a los viejos clérigos y monjas de este monasterio mixto por benedictinos traídos de Valladolid.

En ese convento se veneraba una talla de la Virgen de las llamadas de arzón. Nada menos que Nuestra Señora de las batallas, la que llevaba Alfonso Vi cuando salía a campaña. Esta imagen fue robada y vendida a un marchante neoyorquino. Afortunadamente ha regresado por iniciativa del Ministerio de Cultura a patrimonio español hace dos años. La otra imagen de la Virgen,  traída de Flandes, desapareció en uno de los incendios que durante la debacle del 1936 castigaron a la ciudad de Guadalajara. Su culto se extendió por todo el territorio y todavía tiene advocación en enclaves tan distantes como Plasencia y Jarandilla de la Vera.

La baja Edad Media que describe el Arcipreste es un tiempo lúdico y caballeresco de estafermos, bohordos, correr la sortija, torneos, justas y otros entretenimientos militares. Muy en línea con la tradición visigótica: “No murió por las tabernas ni tampoco tablas jugando que él murió sobre Zamora vuestra honra resguardando” reza el poema de Fernán González. Cualquier día es ocasión propicia para bohordar concejeramente (en publico).  Por menos que canta un gallo aquí tenemos una carnavalada. El fuero de Soria ya advierte que si un ome mata concejeramente en bohordo a otro non peche de homicidio.  El público no podía acercarse al palenque más de seis astas de lanza. Era un ritual que se conserva en los juegos de cañas y en otras diversiones patronales. Dice el profesor Criado del Val que esto no podía ser de otro modo en un siglo tan saturado de ideología caballeresca como fue el decimoquinto. Cada caballero tenía su paladín que le ayudaban al salir al campo armado de daga y maza ijada en ristre. Hubo pasos y alardes que se hicieron famosos como el de don Suero de Quiñones en el puente sobre el Órbigo y la costumbre, que arranca de los tiempos de los godos, permanece muy consolidada hasta Felipe IV de Austria que fue también rey jaranero y muy avezado a cabalgar.

El fuero de Teruel (Forum Turolii) estipula los pasos que se han de dar en estas justas amistosas para diferenciarlas de aquellas en las que mediaba querella difamatoria o se pugnaban “a ultranza”, esto es, a muerte. En caso de derrota se solían arrastrar las banderas del vencido por los mantenedores.


Otro detalle que no pasa por alto el eminente filólogo en esta obra es la cuestión de la expulsión de los judíos hitenses. La aljama había convivido sin discriminación, las casas de los judíos fronteras o paredañas a las de los hidalgos, pero las penurias económicas, los motines del populacho contra la nobleza, las predicas iluminadas de  Vicente Ferrer y sobre todo la intervención del arzobispo de Burgos y canciller de Castilla, Pablo de Santamaría, un converso que actuó contra su propia grey, determinaron un clima de animadversión. En todo caso la Casa de los Mendoza se significó por el encubrimiento y protección brindado a los hebreos, primero, y luego a los conversos como demuestra la protección que dispensa a las órdenes de la contrarreforma. Ana de Éboli fue una entusiasta de santa Teresa de Jesús a la que cede unos terrenos para que funde en Pastrana.

En Hita los judíos no vivían extramuros o en gueto o barrio especial sino que eran comerciantes y sobre todo vinateros. El año 1492 quedaban ciento cincuenta familias en la villa, la mayor parte de las cuales se exilaron a Portugal, otras prefirieron el bautismo. Pero esta ausencia duró poco ya que algunos regresaron confiados en la privanza que siempre gozaron en la corte del Duque del Infantado, aunque esta guarda no pudo evitar al brazo largo de la Inquisición. Se incoarán procesos como el de doña Bellida y el de la ricahembra, Isabel García, que practicaban en secreto la religión de sus mayores.

Todavía aparecen sus bodegas perforadas en el cerro, lo mismo que en algunas zonas de Fuentidueña y otras del Valle del Duero, tan parecidas a Hita paisajísticamente y por su idiosincrasia de los judíos cosecheros de uva. 

Al correr de los siglos viene la decadencia inexorable de los años del barroco, la población queda esquilmada por las hambrunas, las guerras de Flandes, la emigración a América y esa nueva y severa forma que tuvo de entender el cristianismo la reforma católica, tan severa con los asuntos relativos a la concupiscencia, precisamente el polo opuesto de la mozarabía alegre y jaranera del buen arcipreste.  El valor estratégico del fuerte asentado en una nava o en un teso fue de gran valor a los contendientes de la Francesada. El Empecinado anduvo por estos tesos. Así hasta llegar a nuestra guerra civil donde lo poco que quedaba de la villa sobre todo las ruinas del monasterio de Sopetrán y la de la alcazaba  fueron desmanteladas y las piedras aprovechadas para  carreteras y otros usos.

No ha perdido pese a todo ese aspecto hospitalario y acogedor del ambiente trajinante y andarríos de nuestra picaresca. Tuvo en el siglo XVII ina obra conspicua, la Historia del Guitón Honofre que remata el singular Cela en su viaje a la Alcarria. Debió de ser allí donde un alcalde cejijunto le metió al andariego autor de La Colmena le aplicó la ley de vagos y maleantes. Así que don Camilo, después de pasar por las tetas de Viana, o mamblas, durmió una noche en el cuartelillo.


El Libro del Buen Amor es un buen manual de geografía y de toponimia. Algunos de los lugares que cita el Arcipreste siguen poco más o menos como él los dejó. De Calatayud era doña Endrina y de Hita, don Melón. Se pega la música de los nombres de los lugares y la tradición insigne de las rehalas de la mesta. Juan Ruiz debió de ser hombre aficionado a la caza por la prosopopeya y verismo con que encandila el relato de  costumbres y querencias de algunos bichos, pero si abigarrada es la fauna y flora no menos denso es el paisanaje. En lo alto de la puente vivía el cerrajero Mohamat y un poco más allá el rabino y el físico. Se cruzaba por delante de una carnicería cristianiega, al lado de otra judiega y más allá, tras el adarve, posaban los judíos pobres a la sombra de una trotaconventos singular la Madre Vieja, que era una famosa alcahueta del lugar con mando en plaza sobre las mancebías. Hita no era más que un sitio de tránsito y al hombre cualquiera que sea, pues esto no tiene solución, lo que peta es “haber mantenencia y solazarse con hembra placentera”.

La población contaba por lo menos con tres sinagogas y un midrás o escuela talmúdica, una mezquita y tres iglesias mayores como la de Santa María, la de San Juan y la de San Pedro.

Por todos estos sitios transitó el clérigo andariego a lomos de su mula hacanea. Iba y venía por toda la sierra segoviana, recalando en Sotosalvos, donde aun le perduran reminiscencias de sus coplas, atravesando los puertos, Malagosto, Ferreros, Navafría, Tablada, y acudiendo a las ferias de San Pedro a Segovia, de donde no le debió quedar buen recuerdo pues volvió escarmentado a los tres días, gastados sus pocos caudales en la Tarasca del Corpus, a la que llama Groya. La visión de esta grotesca imagen le inspira para dar forma a literaria a ese vestiglo, producto único del fuero de la ardiente imaginación del arcipreste, que va a aparecersele en los puertos de regreso para su tierra.

      “Estide en esta ciudad e espendí mi caudal”.

A Segovia, emporio lanero a la sazón, la gente iba a divertirse y lo hacía de lo lindo, pero humor y resignación no le falta de la cruz a la bola a este buen cristiano que inicia sus correrías con una invocación al Rey de los Judíos, Jesús Nazareno, salvador de Israel, él mejías esperado (el antisemitismo nunca irá con el sentir del español, es un fenómeno foráneo a nuestra cultura) con una lamentación bíblica que recuerda las estrofas del romance del prisionero, pero el interno apela a Santa María, de la que se siente servidor, con tesón:

Señor Dios que a los jodíos, pueblo de perdición, sacaste de cativo del poder de Faraón, a Daniel sacaste del pozo de Babilón: saca a mí cuitado desta mala presión.


Las estrofas recuerdan el Romance del Prisionero, composición célebre que representa una jarcha o lamentación de un cautivo, el cual desconoce cuándo es de día y cuándo las noches si no “es por aquella avecilla que me cantaba al albor; matómela un ballestero, déle Dios mal galardón”. Pero esto no es más que mera casualidad. El desenfado y sorna de este clásico dista muy lejos de lo atrabiliario. Constituye un gozoso canto al Criador a través de la obra de sus manos, la naturaleza, el Amor. Si la Virgen de la cual tan devoto es el revoltoso clérigo representa la Madre Húmeda, Dios no es más que la manifestación del amor. Por eso entra triunfante en Toledo. Sale a recibirle la clerecía con la cabalgata de pajes de Don Carnal y sus hidalgos. Esa alegría y goce del instante presente según el adagio de “Ars lunga, vita brevis” sólo es comparable en otra gran obra del cristianismo en el más estricto sentido cristianismo agustiniano, no el paulino: los “Cuentos de Cantorbery”, salido del plectro sonoro, otro juglar, otro “minnesinger”, otro “ministril” y otro cura díscolo pero de una fe acrisolada y a prueba de bomba que no tiene dudas sobre la existencia de Dios, que es amor y hace suya la recomendación de amar mucho para pecar más. Cierto que La Mujer de Bath resulta mucho más lenguaraz y procaz que Trotaconventos, mucho más puta era la inglesa, la española el doble de alcahueta. Ambas obras comparten ese gusto por la existencia que caracteriza al gran arte europeo cuya fuente de inspiración fue durante muchos siglos el evangelio y esa maldición de la muerte traidora e inoportuna.  

 Luego vota como intercesora  de su cautiverio a “ santa Martina que libraste del vientre del drago, libra a mí, Dios mío desta presión do yago, etc.”.

 Para terminar apelando a la intercesión de la Virgen: “ayudadme, gloriosa madre de pecadores”. Contundente exordio donde interpela a la fe que le redime de sus pecados. Estos loores a Nuestra señora abren y cierran la obra. El pasaje adquiere resonancias proféticas pues recuerda en su dolor a los pasajes de Job y del profeta David cuando apela a la divinidad para que le depare la sabiduría mística: “Intellectum da mihi”. El temor de Dios es el inicio de la sabiduría. Cogitationes hominis vanae sunt (todos los pensamientos del hombre son vanos). Se siente desventurado e inerme “onde io con mi poquiella ciencia e mucha e grand rudeza” y arrepentido de sus pecados carnales. Quiere hacer una reflexión en alta voz sobre sus liviandades sacando sus pecados a concejo sobre las maestrías y desengaños del loco amor “ que face perder las almas y caer en saña de Dios”. No puede haber una aproximación penitencial más ortodoxa que la abre a forma de ex curso esta declaración de sus travesuras delante de la Santa Trinidad.


Dice que el azenúz(leonesismo) o la pez de afuera, negro más que caldera es por dentro más blanco que la peñavera (una flor montesina, en asturiano se conserva como peñamellera).

Es grande la devoción que siente Juan Ruiz, arcipreste de Fita, por la Madre del cielo a la que canta a continuación los siete gozos. Esto viene de una tradición antigua bizantina que se conserva en el Akathistos que se canta en las iglesias griegas de pie por cuaresma.

Oh María luz del día, tú me guía todavía. 

        Dame tu gracia i bendición i de Jhesu

        Consolación

        Que pueda con devoción

        Cantar de tu alegría.

Cumplimentados estos requisitos de devoción pasa a renglón seguido a hablar de Catón y de lo que recomendaban romanos y griegos que “ome cumpliera facer en su tribulación”. Dijo una gran bavoquía de hoy vengan más griegos con su porfía, doñeguil, tú no torvarás  entre mil. Fallarás muchas garzas, non fallarás huevo, remendar bien non sabe todo alfayate nuevo. Este estilo desenvuelto y audaz pone al lector de que el hilo conductor de la historia discurrirá al borde de la conseja. Es un buen centón de refranes el Libro del Buen Amor. Entra en tema:

Como diz Aristóteles, cosa es verdadera, el mundo por dos cosas trabaja; la primera por aver mantenencia; la otra cosa era por aver juntamento con fembra placentera.

El acotado se ha hecho famosísimo y es un de los chascarrillos con más golpe en el seno de la lengua castellana de un humor tan realista.

Y además toda bestia de cueva quiere de natura compañía siempre nueva; e mucho más el ome que toda cosa que se mueva.

El fuego quiere siempre estar con la ceniza, cuanto más arde más se atiza.

El ome cuando peca bien ve que  desliza, mas no se parte ende que natura lo enriza.

No oculta el arcipreste su éxito con las damas. “Que yo como ome ove de las mujeres grand amor”.

Luego cuenta sus aventuras, de como una dueña le quiso, y era mujer que guardaba su marido como los judíos la Tora. Malabarista del idioma juega con el doble sentido de cada vocablo a placer.

Cuenta el apólogo del león que estaba enfermo y todas las bestias vinieron a cuidar. Hubieron de matar a una para darle de yantar, pero entonces comenzó la disputa y es la zorra la que acaba haciendo partición de la vianda.


Otro es el ensiemplo de cuando la tierra bramaba a punto de parir tempestades, pero como dice Salomón las cosas de este mundo vanidad son; todas son pasaderas vanse con la edad y salvo el amor de Dios todo es liviandad, y mucho más los amores de fembra.

           Yo desque vi la dueña partida y mudada, dije para mí: querer donde no me quieren faría una nada, responder do no llaman es vanidad probada.

Pero él muy caballero y nunca hablará mal de la mujer a la que quiso servir ni decir cosas de refez “ca en mujer lozana, fermosa y cortés todo el bien del mundo y todo el placer es”.

De misógino no tenía nada el bueno del cura pues dice:

Si Dios, cuando formó al ome entendiera que era cosa mala la mujer, non la diera al ome por compañía nin dél la fiziera, si para bien no fuera tan noble non saldría... por santo ni por santa que seya non sé quien non codicie compaña si sola sé mantién... un ave sola nin canta nin llora; el mástil sin la vela no puede estar todora.

Así que busca otra y da a entender que se va de putas y así lo declara en la troba cazurra que Criado encuentra misteriosa y a mí me parece más claro que el agua. El arcipreste no hace ascos a la mujer que se le pasa otro, que le hizo escarnia madagaña el marfuz, aunque, dado el sentido alegórico, puede haber resabios judaicos - bien podía tratarse de que el autor en secreto profesara la religión de Moisés- en la letrilla que empieza.

Mis ojos no verán luz pos perdí la cruz, cruz cruzada panadera.

 

Luego se mete a estrellero y muestras sus conocimientos del horóscopo y erudición en materia de astrología judiciaria, pues al hombre, con arreglo al signo que nace, luego lo juzgan por sentencia. Allí en esa constelación está nuestro hado y don y relata el ejemplo del rey moro que mandó llamar a los astrólogos al nacer su hijo y unos le aseguran que los planetas no le son propicios y unos dicen que morirá ahorcado, otros despeñados y otros que por obra del rayo. No creyó el monarca tales consejos y mandó encarcelar a los adivinos pero una vez que salió su hijo ya príncipe de montería fue alcanzado por una centella y se despeñó. Reparó el rey en lo que le habían dicho los quirománticos, y los mandó soltar. Aquí el autor del poema prueba su habilidad en no contradecir a una ciencia tan excelsa y asentada en la edad antigua como es la adivinanza por los signos del zodiaco ni tampoco a su fe católica y apostilla lo siguiente:


Bien ansí nuestro señor cuando los el cielo crió puso en él sus signos e planetas ordenó, sus poderes ciertos y sus juicios otorgó; pero mayor poder retuvo en sí, que le non dio. Ansí que por ayuno, limosna y oración e por servir a dios con mucha contrición non ha poder mal signo nin su constelación. Non son los estrelleros por todo esto mintrosos; juzgan según natura por sus cuentos famosos: ellos e la su ciencia son ciertos, non dudosos; mas contra Dios non pueden ir, ni son poderosos.

Es una bonita forma de zanjar el compromiso poniendo una vela a Dios y otra al diablo pero para su capote se burla de los que nacen en Venus, que lo “más de su vida es amar mujeres, nunca se les olvida” y agrega que en ese signo “ attal creo yo nasçí, - confiesa Juan Ruiz que reconoce de paso su ignorancia en materia de astrolabios- pues siempre pugné en servir dueñas que conosçí, e bien que me ficieron non lo desagradecí”.

Se explaya en un canto al amor “que hace sutil al hombre rudo y compele a  hablar hermoso al que antes es mudo, y al hombre que es cobarde le hace atrevido y al perezoso, presto y agudo”.

Y lo que no vale una nuez amor le da gran prez. “Pues buen esfuerzo vence a la mala ventura, pero una tacha le fallo al amor poderoso y es ésta: que el amor siempre fabla mintroso”.

Pero basta de palabras y al grano. Como él no puede vivir sin estar enamorado, ya que cosa “dura e fuerte es dejar la costumbre, el fado y la suerte: la costumbre es otra natura ciertamente, apenas non se pierde fasta que vien´la muerte” toma una tercera mantenida, dueña de buen linaje y mucha nobleza, de talla muy apuesta y de gesto amorosa, lozana, doñeguil, placentera, fermosa, cortés e mesurada, falaguera(asturianismo, por halagüeña), donosa, graciosa y donable de amor.

Estas hermosas palabras arcaicas revelan la delicadeza de un idioma tan preciso y bello como el castellano, que parece hecho como para piropear damas. Agrega que por tal dama sembró avena loca ribera del Henares. “Verdad dicen los antiguos retraheres(refranes): el que en arenal siembra no trilla pegujares”. La enamorada prefería los versos y cantigas del poeta a los sartales, las sortijas y las mitas, pero “quien toma dar debe, dicelo sabio enviso,  (sagaz) porque el amor del mundo es sombra de aliso”. Zarazas da luego a un alano, lo que conjetura la burla de este tercer amor. Comenzó a ladrar mucho el mastín masilero y tanto persiguió al ladrón que fuyó del cillero. Así le aconteció y a su consejero que unos ensillan y otros cabalgan o en palabras del Arcipreste “ uno cuida el bayo y otro el que lo ensilla”. No le arriendo la ganancia.


El amor es tan enconado que cuando hiere de golpe no lo sana mengía, emplasto ni jarope, pues siempre vence con doñeos y mañas.

Hubo una vez un garzón que quiso casar con tres mozas. Era tan loco y valiente que no quería casar con una solamente, pero con una tiene suficiente porque el amor es padre del fuego y pariente de la llama, destruyelo todo como el fuego la rama. Pero se enamora de la primera y no desea más, y concluye con una apóstrofe a Cupido: “Los que non te probaron en buen día nacieron, folgaron sin cuidado, nunca entristecieron, desque a ti fallaron, todo su bien perdieron” estrofas que recuerdan a otro gran vate castellano, Cristóbal de Castillejo que sentencia:

      “Ribaldo eres amor, el Turco no se te alcanza”.

Las ranas fueron a Jupiter con reclamaciones y Zeus les envió cigüeña mansillera que andando pico abierto como era venternera (glotona) de dos en dos las ramas comía ligera. Protestaron los anuros y pidieron socorro al jefe del Olimpo. Las zancudas que mandaste nos dan malas tardes y peores mañanas. Su vientre nos sotierra, su pico nos estraga y el dios les replica tened lo que quisiste, que buenas voces distes. Quien tiene lo que le cumple con ello sea pagado.

De todos los pecados raíz es la codicia. Ésta es su hija mayor, su mayordoma, la ambicia, ésta es su alférez y en su casa oficia, ésta destruye el mundo que sustenta la justicia y mata a los hombre de muerte supitaña. Por la codicia pierde el hombre el bien que tiene. Pasa revista a la lista de los pecados capitales y adoba con ejemplos de apólogo como el lobo y la cabra, la grulla y el cazador, él aguila y el caballo, el pavón y la corneja.

Todos son un alegato contra la codicia, la lujuria, “pues, por amor de Bersabé, la mujer de Urías, hizo David a Dios fallías, y a Virgilio lo metieron en un cesto” que tipifica el ensiemplo del aguila en la copa del haya que todas las otras aves de allí atalaya, no hay péndola (pluma) della que en la tierra caya, y herida por la saeta del cazador exclama:

          “De mi mesma salió quien la vida me quitó”.


Lujuria y fornicio acortan la vida y  matan. Es el símbolo del aguila abatida luego de encaramada en la cima del haya. Pero tampoco habrá que perder de vista a esa locura coeva que es la envidia causante de tantas disputas y barajas, y hace que la negra por ser blanca contra sí sé denuede, y que la corneja quiera hacer la rueda como el pavón. Le pide prestado sus plumas, pero al llegar a su nido es aborrecida por las de su especie y arrojada al carrizo. Fustiga la gula de los que zahoran a base de comilonas y la tragonía con la siguiente sentencia: “El comer sin mesura e la gran venternía, otrosí mucho vino con mucha bebería más mata que cuchillo, Hipócrates lo decía”, pero quien bien come bien hace garzonía. Vayáse lo uno por lo otro.

El león orgulloso el que cuando era mancebo a las bestias hería, le vino flaqueza y peoría con la edad, representa la ira. Le pasaron facturas aquellos a los que perseguí y con tra él vinieron todas a vengar sus denteras. Hasta el burro le pega coces. El rey de la selva hete aquí que muere de rabia. Moraleja: “la ira y la cólera al león le dieron mal galardón”.

En el pleito que el lobo, don Mansilero, y la raposa doña Marfusa  mantuvieron ante don Jimio, alcalde de Bugía, el cual entiende de querellas y malfetría. Era el mes de febrero del año 1301, “regnando nuestro señor el rey león masilero” y estamos en casa de  don Cabrón, mi vasallo y quintero, entró a robar una noche por cima del fumero, sacó furtando el gallo él nuestro pregonero. Vino doña Marfusa con grande abogado, un mastín ovejero de carrancas cercado; el lobo cuando lo vido luego fue embazado. Se produjo un consejo de cucaña. Y todo queda en agua de borrajas porque en el pleito se sabe cuando se entra, nunca cuando se sale, y a esto se llama traer de redruejos.

Mas amor está ahí presente con sus sortilegios y conjuros y el autor simula con él un lance en el que se le ocurre amar con arreglo al transcurso de las nueve horas canónicas desde maitines hasta completa, del “Domine labia mea aperies” hasta el “Laetatus sum in his” y para cada salmo e himno reunión con mujer diferente, y cojeas a la ofrenda y bien trotas al comendón (memento de vivos) durante la celebración de la misa. Es un intento por acoplar la liturgia a un sentido lúbrico e irreverente del juglar que retoza en la remanga del querer y dice que “ fiesta de seis capas contigo la pascua tiene”.

Ducho en las artes amatorias y en glosa de Ovidio, aunque también aporta conocimientos extraídos de su experiencia con jáquimas, el retrato psicológico que hace de la mujer ideal que “ha de ser en la cama loca y en la casa cuerda” no tiene desperdicio y sus consejos acerca de como ganarse el favor de las damas y aprovechar el momento con mucha diligencia sin perder el tiempo ni quemar la pólvora en salvas, “perezoso no veas do buena hacina vieres”, resultan imperecederos. En lo sexual el hombre y la mujer han cambiado poco. Le gustaban las rubias y las prefería a las morenas por lo que acontece y conocía de antemano los enredos pues se muestra experto y fino en las maneras de abeitar, con mucha capacidad para la forja de enredos, dicen que su fortaleza yace en su debilidad, en la capacidad de disimulo y la habilidad persuasiva.


Cabe notar el efecto contundente de los datos descriptivos por mor de la asíndeton, que da viveza a la prosopografía de la amada. El perfil de la hembra placentera a juicio del Arcipreste es el siguiente:

“Busca mujer de talla, de cabeza pequeña, cabellos amarillentos, no sean de alheña, las cejas apartadas, luengas, altas, en peña, ancheta de caderas: esta es talla de dueña. Ojos grandes, someros, pintados, relucientes, e de luengas pestañas bien claras e rientes, las orejas pequeñas, delgadas; para mientes si ha el cuello alto: que tal quieren las gentes. La nariz afilada, los dientes menudillos, iguales y bien blancos, un poco apretadillos, las encías bermejas, los dientes agudillos, los labros de su boca bermejos, angostillos. Su boquilla pequeña, así de buena guisa, la su faz sea blanca sin pelos, clara e lisa, pugna de haber mujer que la veas sin camisa, que la talla del cuerpo te dirá esto a guisa”.

¡Delicioso, simplemente, este pasaje!

Sus recomendaciones para ponerse en contacto con el objeto de sus deseos reflejan inequívoco oficio en las tretas y mañas de la tercería. Que los recados de amor los lleve una vieja beata, ejemplo de discreción, con muchas sartas de rosario al cuello, pues mucho saben estas madres arlotas en el arte de ganar voluntades. Procura que te diga cómo son los pechos de la amada, si grandes o chicos, que te describa toda su figura, si sus pies son pequeños y socavados y si la sudan las axilas, por ser esto indicio de fogosidad de la dona, pero hay tres cosas “ non te oso descubrir, son tachas encubiertas de mucho maldecir, pocas son las mujeres que della pueden salir”. Debe de referirse a la crija, ano y ombligo. “Guardate bien de que no sea - prosigue- vellosa ni barbuda, si ha la mano chica, delgada, la voz aguda... y si es mujer alegre, de amor sé repunta, si a sueras frías (de buenas a primeras y sin tapujos), si demanda cuanto barrunta, al ome si dice sí, a tal mujer te ayunta. A tal has de servir, a tal has de amar: es muy más placenteras que otras en doñear; si tal saber pudieres e las quisieres cobrar, faz mucho por servirla en decir y obrar”.

Huelgan los platonismos. “Sirvela, no te enojes que en sirviendola el amor crece; el servicio en el bueno nunca muere ni perece, si se tarda no se pierde, el amor nunca fallece, que siempre el gran trabajo todas las cosas vence”.

En amor conviene ser esforzado y actuar de forma oportuna y conveniente. “Con mujer no te empereces, no te envuelvas en tabardo, del vestido más chico sea tu ardid alardo, que por pereza se pierde mujer de gran valía”.


Hay que acudir a la cita bien trajeado con los vestidos y limpios, pues las mujeres huyen de aquel que no demuestre apostura y elegancia en el atuendo. Y atacar siempre. “Facele la vergoña perder que cuando la mujer vergüenza ha de perder face más diabluras que el ome quier”. Iniciada la seducción, ya todo. “Talante de mujeres ¿quien lo podrá entender, sus malas maestrías y su mucho malsaber? Cuando son encendidas e mal quieren hacer, alma cuerpo y fama, todo lo dejan perder”.

Acto seguido, refranes a cincel: “Desque pierde la vergüenza el tahúr al tablero, si el pellote juega, jugará el braguero; desque la cantadera diz el cantar primero, siempre los pies le bullen e mal para el pandero. Tejedor y cantadera nunca tienen los pies quedos, en telar y en danzar siempre bullen los dedos...  Mujer, molino y huerta siempre quieren el uso, no se pagan de disanto en puridad ni en ascuso; nunca quieren olvido, trovador lo compuso. Esto es cosa cierta: molino andando gana, huerta mejor labrada da la mejor manzana: mujer mucho seguida, siempre anda lozana, de estos tres guardares non es tu obra vana ”.

¡Todo un torrente paremiológico y sabiduría de calle puesta en órbita! Nada de ascuso. Al pan, pan.                                                       

 

No sabremos cómo caería hoy en los ambientes femeniles la puridad y llaneza con que aborda la atracción sexual y la medianera garzonía que ha de existir antes del trato carnal, lo que antes llamaban cortejo. Seguramente lo descalificarían de machista. Cuando se entrega a sus sueños eróticos el inquieto sacerdote al que nos lo imaginamos moviendo el balandrán por trochas y cañadas del macizo central al merodeo de sus impulsos galantes, no habla por boca de ganso, se nota que es un buen observador de la naturaleza y remata en la conclusión en punto a la coyunda genésica el ser humano es un mamífero más al que el celo le dura las cuatro estaciones. La hembra necesita que la contemplen y se ocupen de ella, el macho habrá de llevar iniciativa. “Por mejor tiene la dueña de ser un poco forzada”. Continúa exhortando a la perseverancia del que la sigue la consigue. “Con buen servicio vencen caballeros de España, vencerse una dueña no es cosa tamaña”.

En todas las especies la hembra se acopla con él más fuerte.  Son del caso las innúmeras citas al pavón que despliega su cola y hace la rueda para ganarse los favores de su compañera en competencia leal con otros pretendientes. “Sey como el pavón lozano y sosegado, no saludo, ni triste ni airado”. Hay que guardarse de hablar mucho y demasiado poco. Sólo lo preciso. Nada de fanfarronería y menos apocamientos “ palabras afeitadas con gestos amorosos, maneras regladas, decires sabrosos. Quiere la mujer al ome alegre por amigo, al sañudo, al torpe no le aprecia un figo, tristeza y rencilla paren mal enemigo”.


Épicos son tus testimonios con el dinero y la corrupción simoníaca de los poderes eclesiásticas. En este punto coincide tanto con Chaucer como con Bocacho en sus diatribas contra los frailes que predican la pobreza viviendo ellos en grandes palacios y siendo ricos. Su alabanzas del oro precursoras son de las palinodias que haría Quevedo tres siglos adelante al vil metal que abre todas puertas, descorre tálamos, aviene voluntades, gana la guerra, compra favores en la tierra y en el cielo. El rico obtiene del papa ración porque la Iglesia siente una inclinación irrefrenable al poder de los doblones dejando en desamparo al menesteroso.

“Si tuvieres dineros, habrás consolación, placer y alegría y del papa ración, comprarás paraíso ganaras salvación. Yo vi allá en Roma, do es la santidad, que todos al dinero fazían omildat; gran honra le fazían con grand solemnidad, todos a él se ovillan como a la majestad. Fazí muchos priores, obispos e abades, arzobispos, doctores, patriarcas, potestades, a muchos clérigos nesçios dábales denidades, facie verdad mentiras et mentiras verdades. Facie muchos clérigos e muchos ordenados, muchos monjes e monjas, religiosos sagrados; el dinero les daba por bien examinados, a los pobres dezíen que non eran letrados. El dinero quebranta las cadenas dañosas, tira cepos y grillos, presiones peligrosas, al que non da dineros, echanle las esposas y en cabo por dineros había penitencia... Yo vi muchos monjes en sus predicaciones denostar al dinero e sus tentaciones; en cabo por dineros otorgan los perdones, absuelven los ayunos e fazen oraciones. Pero lo que denuestan los monjes por las plazas, guardanlo en conventos en vasos e tazas, con el dinero cumplen su mengua y sus razzias, más escondrijos tiene que tordos y picazas”.

Es implacable contra la simonía ambiente de la corte papal. Estas cuartetas no han perdido vigencia puesto que Roma sigue abrazada al poder y a las riquezas.

 

 


Los denuestos contra la desmesura en el vino son para dejar la bebida ipso facto. Dice el arcipreste que al beodo todos lo aborrecen. El vino en demasía acorta la vida, fomenta la impotencia, es la raíz de todos los vicios, conduce a la muerte y a la cárcel.  Es responsable de muchos asesinatos y suicidios, destruye a las familias y cuenta a este respecto la historia de aquel ermitaño que ganaba su santa vida en una montaña y una vez fue tentado por el diablo con “la sangre de Cristo”. Urdió esta artimaña porque había fracasado en sus tentativas de hacerle pecar de incontinencia. Le dijo que probara la sangre de Cristo y él lo probó la primera vez y luego la segunda. Se volvió borracho y perdió la razón. Encontró a una moza y la forzó. Para ocultar su delito luego la asesinó, fue hallado por la justicia y acabó en el patíbulo. Es así como demuestra que la embriaguez es el germen de todos los desmanes, por mucho que parezca inocuo el tomarse una copita. Ya entonces hacía el mosto estragos en la España de los Trastámaras por lo que aporte de lo que tiene de valor testimonial también es referencia de la agudeza psicológica del Arcipreste de Hita, el cual parece asmar lo que anida dentro del ser humano.  Las prevenciones que tiene contra el vino harían suponer el origen judaizante del autor. La ley mosaica penaliza con severidad a los borrachos. La cristiana ha sido más contemporizadora. “ Buenas costumbres debes siempre haber, guardate, sobre todo, de mucho vino beber; el vino fizo a Lot con sus hijas volver, en vergüenza del mundo, en saña de Dios caer... face oler el huelgo que es tacha muy mala, huele muy mal la boca, no hay cosa que va, quema las asaduras, el hígado trascala, si amar quieres dueñas, el vino no te cala. Los omes embriagos aína envejecen, facen muchas vilezas,  todos los aborrecen, en su color no andan, secanse, enmagrecen, a Dios yerran, del mundo desfallecen... facen ruidos los beodos como puercos y grajas, por ende vienen muertes, contiendas e barajas: el vino es muy bueno en cubas y tinajas. Muchas bondades tiene si se toma con mesura, al que demás lo bebe, sácalo de cordura, toda maldad del mundo fase e toda locura”.

  Sería demasiado pedir a la naturaleza: congruencia y rigor. La poesía buena constituye el ingreso en el laberinto de la mano del artista que nos lleva recorriendo las galerías del forado de Creta con un candil encendido. Juan Ruiz aprieta entre sus manos el blandón y la candela en todo momento para confesar el fin de su empeño y su derrota. Al final la muerte vence y le arrebata a su adorada, la monja doña Garoza, pero todavía más que a ella a la que más llora es a su fiel e inseparable demandadera, Urraca. El planto por Trotaconventos constituye uno de los epitafios más estremecedores que se hayan escrito en nuestra lengua contra la Parca malandante y traidora.


De la vida no hay que esperar lógica en los acontecimientos, puesto que por las trazas el rey del mundo parece ser que es el despropósito y la anarquía; tal suposición nos llevaría tan lejos como a preguntarlos por qué existe el mal. Tampoco es que las cosas admitan muchas explicaciones. El corazón de los hombres y de las mujeres carecen de coherencia pero de esa misma incongruidad sale el cimiento de la obra de arte.  Sin más preámbulos este cura corredor tercia su manteo a la manera de un nuevo Prometeo que se pone el mundo sobre los hombros, apareja su mula “no hay mula de albarda que la silla no consienta” -todo un símbolo del eterno femenino- tercia la manta y encarrila la senda del puerto. Se embarca en una periégesis de romero del amor, de caballero andante de la belleza. A la subida de Malagosto pierde su jumento pero topa con la primera aventura. Una serrana lo hospeda en su aposento. La Chata será la primera de una saga que incluirá nombres como Gadea de Ríofrío, la loca serrana de Cornejo, Menga Llorente y el vestiglo, Alda la de Tablada, espécimen tremebundo del femíneo sexo, todo un virago de superdotada con fuerzas energúmenas.

Había salido como ave de uñas de azor de los brazos de doña Endrina, ricahembra de su pueblo, que por fin se casa en fortuna con un buen mozo de Calatayud, don Melón y, tras sus interpelaciones y enojos a Venus, llega a la conclusión de que lo suyo es el monte y los caminos. Al voluntarioso enamorado le duraban tan poco los amores como a Casanova; era buen catador y no se muestra, por lo que transmiten sus confesiones de lealtades firmes.

Alda, la del encuentro primerizo, se presenta con la honda a la cintura y el gesto arisco, pero estos moños pronto se le pasan habiendo amador avezado como era él. Se trata de un personaje recurrente en la mitología griega, la de la devoradora de hombres, caso primigenio de acoso sexual a la inversa. Primero, los invitaba a cenar, luego los encobaba en el lecho, para terminar en la cazuela como aquel soldadito de la canción que volvía para su tierra y es raptado por la Serrana de la Vera. Voces y cantazos llueven sobre el intruso a lo primero; poco a poco a la vaqueriza se le van bajando los humos con las promesas y carantoñas del Arcipreste que subía aterido de frío y muerto de hambre por el “portillo” corredero, pues “con arte se quebrantan los corazones duros, tomanse las ciudades, derribanse los muros y maguer te diga de non y aunque se te asañe, no dejes de servirla, tu afán nunca se dañe, que non puede ser no se mueva campana que se tañe”. Y esta táctica la utilizará más tarde para rendir el corazón de la monja profesa, doña Garoza, que fue su amor verdadero. La vida es un juego y el amor es la esencia de la misma vida.

A lomos de La Chata que le sube a hombros por la vereda y le lleva a su refugio entra en calor, lo convida a caldearse al amor de la foguera de encina y a beber un cuartero de vino áspero. Así, se le desentumecieron los miembros, con un frugal yantar de conejo de soto, leches natas, una trucha y queso asadero. Después de dar cuenta de las viandas la huéspeda le pide guerra:

“Hadeduro, comamos este pan duro; después haremos lucha”


A toda prisa la vaquerilla traviesa, cumplimentados los trámites del hospedaje en todas sus formas, pues hay romeros con suerte y hasta encuentran pernada, tomándolo por “las muñecas lo sacó del hato a toda priesa”.

No se puede ser más agudo y a la vez delicado en el difícil arte del cuenta cuentos. Algunas de las expresiones puestas en solfa por este primer orífice del idioma han quedado engastadas en la mejor glíptica de nuestra lengua romance. No se puede decir con tanto garbo y soltura sin caer la explicitud escabrosa y con palabras de la conversación real de las gentes del siglo XIV que parecen seguir retumbando sin haber perdido fuerza. El Libro del Buen Amor es como un joyel, una partitura de sinfonías y expresiones que halagan el oído. No se puede huir de una manera tan hábil de la retórica. Estamos ante el Arca Santa del idioma castellano, un relicario donde se guarda la delicadeza, la ironía, el buen humor y la desenvoltura evitando la acedía que tanto espantaba a su autor. Para él la tristeza era un pecado y no venial, sino mortal, de los descomunales.

Esta soltura impresionante es el sello de todos los personajes, todos ellos exagerados, pero donde se intuye un primer intento de estudio de caracteres a tenor con la penetración psicológica de la novela moderna.

La acción transcurre con celeridad y de una manera casi vertiginosa. El hecho de que fuera una composición carcelaria -insisto- no empece que de la cruz a la bola de todos pasajes narrados ninguno sienta querencia por el pesimismo. El arcipreste, aunque con los pies, atados al brete de una mazmorra eclesiástica Talavera, pero firmes en tierra y sabiendo el suelo que pisa, aparece un rendido enamorado del día a día hasta el extremo de que los hemistiquios y seguidillas, pareados y cuaderna vía de sus metros, rezuman buen humor, cordura sapiencial. El ictus o cimbel con que escancia sus versos constituye un tratado de filosofía. Pero también un manual de gastronomía. Nombra todos los peces del cantábrico desde la humilde sardina hasta el cazón de piel áspera pues es un tiburón que todavía se sirve a la mesa en el puerto de Cudillero bajo el nombre de rape o pixín. Nos describe la mesa de los curas (“gallinas, perdices, capones, anades, lavancos e los gordos ansarones que fazían alarde cerca de los tizones”) y la de los pobres quinteros (gachas, larda y por los homenajes algún cordero). Gracias a lo que nos cuenta entre bromas y veras sabemos algo de los atuendos y de las modas que le tocó vivir: garnacho, jubón, borceguíes y el cobertor o capa castellana.


De esta guisa y con estos arreos quería vestirse la aldeana de Tablada, la cual aballaba su ganado cerca de la Gadea de Riofrío, cuando el arcipreste se la encuentra. Pide tanto a condición de dar su mano que el pobre viajero no tiene otra opción que decir que sí:

“Dame un prendero

que sea de bermejo paño

y dame un pandero

y seis anillos de estaño,

un zamarrón disantero

e garnacho

para entrar en año (preñez)

E non fables en engaño.

Dame zarzillos y hebilla

de latón bien reluciente

e dame toca amarilla

Bien listada en la frente;

zapatas para rodilla

e dirá toda la gente:

cuán bien casó Minga Llorente”

Por las vargas y desmontes, rollizos y gargantas guadarrameños siguiendo el curso de las fuentes del Manzanares llega a Santa María del Vado, hermoso monasterio cisterciense, se prosterna ante el altar Virgen. Un poco cansado del amor profano, con la fatiga de tanta aventura en las abarcas a causa de tanta guaja hospitalaria, de tanta moza pedigüeña e impertinente, puesto que no regalan de balde sus favores, honra a la Gloriosa. Ella, la depositaria del amor divino, es diferente a las otras. Sin embargo, este andarríos de la garzonía, mancebo velludo y potente, no puede vivir sin ellas. La suerte es alterna, una se rinden a sus maneras de seductor otras le despachan. “Do no hay moneda no hay mercancía” o “ pas d´argent, pas d´amour” que dirían los franceses. Así lo expone el autor en sus quintillas por boca de Alda de Tablada:

“No hay mercadero

Bueno sin dinero;

del que non me da algo

non le doy nada

Ni le fago posada.

Nunca de homenaje

Pagan hostalaje;

por dineros face ome

cuanto le place,

cosa es probada”


Aunque tachaba a las monjas de mentirosas y serviles, y aunque dijera que el que a monjas enamora non vale un maravedí acaba por recabar los amores de una abadesa, dona Garoza, al principio muy encastillada en sus desdenes pero no puede resistirse a las persuasiones y tercerías de Trotaconventos. Garoza, siguiendo por la vía de los paralelismos, se parece a la Madame Eglantina de Chaucer, una de las romeras camino de Cantorbery que viaja escoltada por una corte de tres frailes. La peripecia de este noviazgo por poderes y los correveidiles de su demandadera hacen de este pasaje del libro un acabado de penetración psicológica, pero no menos glorioso es la descripción del triunfo de Don Amor y su entrada en Toledo y la cantiga de los clérigos de Talavera quejosos de unas decretales del Arzobispo don Gil prohibiendo a toda la clerecía viva en amancebamiento. Un estallido de humor y de argumentos contundentes, porque dicen que el celibato no lo impuso Jesucristo y además “somos hombres de iglesia, pero también somos naturales”. Era una costumbre que había sido de libre opción en el rito mozárabe. Pero Roma acaba imponiéndose. Juan Ruiz, paradigma de lo mozárabe, dispersa esa veneración hacia la libertad que ha formado parte del talante español. Pero lo mozárabe, el resultado de una ambigüedad, tuvo que pactar, tuvo que convivir. Lo universal engulló a lo particular y la mozarabía del arcipreste desapareció. El Libro del Buen Amor, fresco radiante, sin retórica alguna, es no sólo un canto del cisne de aquella cultura tolerante de los cristianos viejos sino la expresión de una cultura que acabaría en las hogueras inquisitoriales cuando llegaron los conversos y los jesuitas, que acuñaron la forma de por el imperio de un solo rebaño bajo un solo pastor hacia Dios en una Europa en llamas a causa de las guerras de religión. En parte Roma tuvo la culpa. La Reforma trató de acuñar una forma unitaria e intolerante del cristianismo, que es ajeno al evangelio, pero también fue responsable de tanta sangre derramada y culpable fue también el Turco. Es para echarse a temblar cuando el islam fundamentalista vuelve a la carga. Juan Ruiz, que cortejó a una mora de Hita, y sabía tañer a lo arábigo, siempre estuvo al tanto de esos peligros. Pero en su tiempo el cristianismo era plaza fuerte porque practicaba la caridad, porque creía en el amor hacia el pecador. Por eso su obra se hace necesaria en estos tiempos de ignorancia y de confusión cuando sopla un ventalle anticristiano contra los adarves de la vieja Europa y se escucha galopar a los caballos de Atila que vienen cruzando el horizonte.

Millán Tirso Sacramenia Artedo

12 de marzo de 2001

 

EXCREX,

Donación que hace el marido a la mujer, y se dice excrez en plural.


EXORABLE, que es fácil de rogar

doñeguil

retraher, refrán

Pejugal, peculio o pequeño terreno.

El pecado del mundo es sombra de aliso.

Enviso, sagaz, avisado.

Metí a un ratón en el cillero fizose dueño del granero.

Mengía, remedio.

Abondo = abundantemente

Cermeña = peral que da un fruto oloroso y fragante.

Zatico = oficial que tenía por oficio quitar y poner las mesas.

De lejos algara la almeiza.

El arcipreste era como un pavón lozano y sosegado ni triste ni airado, optimista siempre.

Nuestro afán fue sombra de aliso en el rielar de la luna.

Cras te abrirá la `puerta quien hoy te cierra el postigo.

La porridat del arcipreste.

Yo juan Ruiz el sobredicho arcipreste de hita

pero que mi corazón de troba no se quita

nunca falle tal dueña como Amor a vos os pinta

Nin creo que la falle en toda la cuita.

Mi quejura

Esta dueña me finó de saeta enarbolada.

Con buen servicio vencen caballeros de España,

vencer una dueña no es cosa tamaña

con maneras afeitadas y gestos donosos,

Palabras falagueras decires sabrosos.

Quiere la mujer al ome alegre por amigo

 

Por mejor tiene la dueña. Ese es el comportamiento del mamífero.

Amidos, de mala gana.

Refertera, quimerista.

Regatera.

 

Amenazan, mas no fieren / en celo son arteras

 

Espuelas al caballo farón.

Bien sabe las paranzas quien pasó por las losas, la losa es una trampa.


Impresionante entrada de don amor con cortejo a Toledo salen a recibirle el arzobispo con toda su corte y las ordenes religiosas: benitos o cruz niegos, el cistel, calatrava, hospitalarios, santa Eulalia, san Antón, de predicadores y menores, no va san francisco pero van los frailes menores, las dueñas de orden, las prietas y las blancas, los que visten estameña y agustinos y predicadores.

Tienen grande la galleta y chica la campana.

Galleta, escudo del marino, colgar la galleta, decir adiós a las armas. Es también el disco que prende de las tiendas de campaña.

Por ser gran señor no puede ser bandero y así entró en Toledo.

Quien a monjas ama no vale un maravedí. Pero él acabó enamorandose de doña Garoza.

Ahelé. Herrén. Yuguero. Guaje. Vestiglo. Gaza, lazo del extremo de un cabo yuguero. Helípolis, máquina de guerra para asaltar las fortalezas.

Parlaba mucho el vino que es de la cavidades del alma pregonero y alguacil.

Don Carnal estaba apesgado de las muchas viandas.

Do son todo mujeres nunca mengua rencilla.

De parte de Valencia venían las angiellas, salpresas e trechadas a grandes manadiellas.

Trechor, orla heráldica, trechel, trigo trechel.

Las truchas del Alberche dabanle en las mejiellas.

Pijota, pescadilla.

Dixo la pijota al puerco, cierrate en mezquita, no vayas a las preces.

De Bayona venían muchos cazones.

Cazón es un pez como el pixin, su piel sirve de lija.

Y del río Henares venían los camarones.

De Sant Ander venían las bermejas langostas.

Hurta, sábalo o saboga.

Delfín, golhin en idioma del arcipreste. El congrio cecial y el fresco recién traído de Laredo.

Colgaron a don carnal de una vieja viga de haya.

No has de meter tu foz en mies ajena, dice de la confesión.

Recomienda estudiar a los curas ca el estudio face sabidos y prestos y hasta se permite remonedar a alguinos el ostiense, que son gran palatorio, el Inocencio cuarto, institutor de la eucaristía y su sutil consistorio, el rosario de Guido, novel y directorio.

Que no confiese a los perrochanos clérigo simple e ignaro, la ceniza del miércoles corvillo caiga sobre nuestras frentes. Don carnal el domingo de ramos fue a la judería ca pascua de pan cenceño a todos cumplía.

Dijeron los corderos be, aquí la fin.


Prados de Medellín, de Canceres, de Trujillo, la Vera de Plasencia hasta Valdemorillo, toda la sierra alborotó el inquieto manciello o mancillo que hizo buen portillo de la mesta, portillo es camino estrecho entre las alturas, Alcudia, Balsaín, todo Calatrava en tres días lo anda.

El rocín del Rabí Alcebín parece que volaba, que contra la cuaresma estaba mal sañudo.

El que a su enemigo popa (despreciar) a sus manos muere.

Viernes de Indulgencia (santo).

Se vistió una esclavina, gran sombrero redondo, una esclavina, bordón lleno de imágenes, en él la palma fina, esportilla y cuentas para rezar aína.

Doblero, panecillo en forma de rosca.

Gallofa, comida que se daba a los pobres mendicantes de Francia a Compostela.

Alfaida, crecida del río.

Alfaide, marea viva. Alfaqueque, ya lo sabíamos. Alhaja y alfaha.

 

Niño judezno al que le prendió gran gana de comulgar día de pascua el cuerpo jesús sin laña, alzó la catadura y vio la iglesia alegre como era vezado. Unos ganan gracia y los otros rencura.

San Marcial, al que vemos en la catedral de Avila era abogado contra el fuego.

Le tengo atenencia, amistad. Atenencia, buena palabra.

Anúteba, llamamiento de la guerra.

Anulatos, la república de los Anulatos que les permitió a los españoles andar pero no correr.

Estoy baldero, baldío, ocioso.

Los judíos de Toledo escuchan una voz que les habla desde el majuelo:

Fabloles voz del cielo doliente e querellosa / oid, Dixo, cristianos, una extraña cosa: la gente de judaísmo, sorda e cegajosa nunca contra don cristo fue más porfiosa.

Batuda, huella, serie de saltos que dan los gimnastas en la cuerda floja.

Batintín, golpe de gong.

No hallareis batuda, no encontraréis rastro de esta malfetría, luego fue descubierta la alevosía.

Rinden gracia a Cristo las manos alzadas.

En esto vino santa maría cubriome con la manga de su almexía, la almejía era el manto tosco que utilizaban los moros.

Señor oviste en ella bendita posada.

Lo uellos remellados, muy abiertos. El clérigo embriagado con poco que duerma luego sería folgado.

 


Estigia, canto fúnebre, los calveros del bosque. De ser ciertos los antiguos presagios, crecerá lozano el trigo esta primavera. Quieren quitarnos el icono de Kazán, la que nos protege en las cuitas, la que larga su almejía y he aquí que Xto nos hace particioneros de su gloria.

Se acostumbró a la mesa de los ricos y ahora no le parece bueno el pan de sus padres.

Al diablo no hemos de temer aunque no de la lata.

Doce persecuciones tuvo la iglesia.

María acorrimiento, amparo y asilo, clave de mi esperanza.

Pompeyo había conquistado Palestina en el 63 antes de Cristo. Los fariseos defendían su posición privilegiada mediante el pacto con los romanos, sin embargo los esenios iban contra esa idea, y soñaban en él mejías que rescataría a Israel de la dominación romana.

Cuatro partes tenía la noche para los romanos:

Oche, véspero - mesoniktion, media noche - alectofonía, canto del gallo, proi, mane. A la cuarta vigilia de la noche vieron a Jesus venir caminando sobre las aguas. Ambular sobre la superficie líquida evidencia un gran señorío sobre los elementos. Videntes, idontes, teorousín o contempladores son las `palabras que trae el evangelio. El cureñaje bíblico es un oficio de predistigitador   filológico, encaje de bolillos.

Desvolvedor, redingote, mango, desveno, detersorio. Deterger la herida,

Diluir varear, echar al suelo el fruto de los árboles.

Para Nietzsche Cristo era poco viril, pretende la demasculinización del ser humano, para conseguir su sumisión. Oposición de la Virgen del tiempo presente y la Virgen de la eternidad. Juan nos desglosa ese problema. Jesús era consciente de su preexistencia divina y de su coexistencia con él Aba, que siendo dios se hizo esclavo del hombre.

 

Canallesca comunicación, masa hebetada que les da esperanza.

Causalidad creadora y patogénesis, dos naturalezas y una persona en Xto.

Tria mirabilia fecit Dominus: rem ex nihilo, liberum arbitrium et hominem Deum.

La mujer es todo barro.

Almarjo, almarjal, hierba barbillera. Cristo adorador, María, adoratriz. Mediación ascendente de la ofrenda y oblación o mediación descendente de la misericordia o intercesión.

Adorar, orar, estar unidos por la plegaria al dolor del crucificado.

San Irineo habla en el segundo siglo de una virgen orante y suplicante.

Otorgar, exaudir.

Material supererogatorio.

Cogollada, lengua del cerdo, languidez de la vida, languidez de la prisión. Languidez de la vida.


Ella sufrió más que nadie por ser una virgen sensible y delicada según el lamento del stabat mater.

Eia mater fons amoris me sentire vim dólares

Fac ut tecum lugeat.

Newman una religión popular es una religión corrupta. Se ha travestido el sentido, vivimos en tiempo de trans versiones, traiciones y trasgresiones.

Tengo el desengaño por eterno amigo.

Nadie niega que Ortega ha enseñado a pensar a muchos españoles pero a escribir ni mucho menos. El gran enemigo del idioma es la pedantería y el fárrago conceptuoso. La didáctica es un arte de anonadar y anonadan con sus periplos.

Planteamiento maniqueo, la lucha entre el bien y el mal, ese drama llega al pueblo.

Epidiascopio, en un epidiascopio catalogamos imagen. Mantisa, parte decimal de un logaritmo.  

 

 

 

BEZÓN, antigua máquina militar para batir murallas.

La historia de España, la más formidable después de las escrituras se escribía al dictado de las sociedades secretas.

Prensa, radio, motores, cine, ponen la civilización al servicio de la barbarie.

PADRE RIBADENEYRA: “non dará muchas peras este perico san Ignacio decía de él, era de Almazán y estudió en Sigüenza. El primero en tentar de pasar el vado fue él, ordenado de misa el día de san juan bautista de 1537.

 

 

 

VIBRISAS. Ecolocación atocia

Pelo injerto en la nariz, vibrisas.

Víbice es verdugón o marca de azote

Virgulilla piernas de virgulilla

Atocia esterilidad de esta sociedad que no pare. Atocia de los nini

Cruomancia es la impulsión a romperse la cabeza de continuio

Uranista retórica uranista oranista uronelo

Yeyunio sumidos en el ayunro que purifica

Klatschenpress o prensa rosa sural entrepierna

Rombaud piensa que el cristianismo ha pasado a la historia

Esa amargura la patética belleza de la crucifixión

Orfismo eclesial que viene de Grecia la primera en celebrar religiones histéricas.

Alcaicería mall donde se compra y se vende el mercado

Alboronía guisado de tomates y de pimientas

Londres villa admirable para el desorden anímico

Alcadafe o lebrillo en el que los taberneros sumían las frascas y los vasos para lavarlos

Estilo chismoso o bronillón bomillo bromillo bromillón.

Amo a las palabras porque ellas nos transportan a un reino luminoso

Pulso formicante errático y desigual como el de la hormiga

Conker castañña de indias que llaman horsenut.

Ek día que murió elvis lo recuerdo perfectamente

Drawl hablar despacio con vocales prolongadas

Unamuno excitator hispaiae soioempre me pareció antipático igual que el híspido estadístico

Apezuñamiento revoltijo argadillo

Resón y eco de las lecturas

Media canga

 

Los recursos de la lengua salieron a flote

Bromatólogo edafico

1571 guerras de granada

Fuliginoso mundo

Ampelografía descripción de la vida

Subrogación paternal

Ecolocación o manipuladote de la información

Un breviario y una mula.

María de padilla la mujer de los tristes destinos

Atrepsia endurecimiento de los recién nacidos

Callate coño que te atizo

Tarbea

Ladéala o alboroco otro impuesto

Cielos cinerarios

Alfaneque del cautiverio

Alfaqueque jerifalte

Cégulo carnudo en Asturias. Cedulo

Me daba besos de fuego

Vascoiberismo

Aula regia visigoda y de ahí los palacios

Aznar galindo

814 muere Carlomagno

Ruiseñada cerca de comillas

Más vale onza que libra

 

Beber es abdicar de la razón

 

De allí a un rato

Hablillas quisicosas

 

Olivia avison dedos fríos de abrecartas

Siempre estaba asomada a la ventana. Londres era una ciudad de viejos contemplativos. Hombres adscritos a las clases pasivas pertenecientes al silencio y la plegaria. Ecolocación y canalización de la cultura. Industria del fornicio el papel rosa las hablillas comidillas perdida del valor social de la cultura y la lectura sustituidas por la imagen

Gallofeo

Gallofa

Zumaques

Celos de otelo y remordimientos de raskolnikov marcan la cultura occidental

El diner es del mundo grande valedero

 

De vectigalibus o libro de los impuestos impreso en Alcalá en 1585

Según dicen todos los memoriales

Almojarifazgos pontazgos pechas parias montazgos derecho de lanas

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Quevedo, LOS SUEÑOS, Espasa Calpe, 1960. El sueño de las calaveras al conde de Lemos, presidente de indias. Los publica en 1627

1596- 1600 estancia en Alcalá  coincidiendo en el tiempo con Lanuiza, Antonio perez enrique iv paris biuen vale una misa y mariana publica un libro sobre la monarquía Felipe ii muere en 1598 y mateo aleman publica el guzmán de alfarache 1599 un año antes nace zurbarán. Alianza angloholandesa contra Felipe ii 1600 nade en Sevilla velazquez veinte años más joven que quevedo 1601 nace miguel de molinos y nace baltasar gracián. Premática de cotorreras 1615 se publica la segunda parte del quijote y casa Felipe iv con isabel de Borbón l618 marcos de obregón Vicente espinel y Felipe iv entrega Alsacia a cambio de bohemia 1622 quevedo participa en los festejos en honor del principe carlos de Inglaterra erl que vivia en las siete chimeneas 1609 es ordenado frfancisco de quevedo de ordenes menores cucarro. El buscon es obra de juventud no alinea dispara hecho y acumula es la diferencia del hilo narrativo de los genios

Capa de pardomonte.

Spinola 1624 toma breda y quevedo acompaña al rey a Andalucía 1626 PUBLICA EL BUSCÓN EN BARCELONNA introdución a la vida devota de francisco de sales 1634 1633 richelieu declara la guerra a España 1640 guerra en Cataluña los segadores del corpus 1639 quevedo es encarcelado ¿por espionaje a favor de Francia? Estuvo en varias conjuras como la de Venecia 1643 rocroi por primera vez son vencidos los tercios españoles

Cegulo carnuido

Cegua fantasma cigua

Ampelografía descripción de la vida

Londres ciudad de viejos conte,mplativod

No me valioeran a mi las animas como a ti los azotados

Hacer la mamoma golpecito bajo las barbas

Azumbre dos litros

 

 

VIBRISAS. Ecolocación atocia

Pelo injerto en la nariz, vibrisas.

Víbice es verdugón o marca de azote

Virgulilla piernas de virgulilla

Atocia esterilidad de esta sociedad que no pare. Atocia de los nini

Cruomancia es la impulsión a romperse la cabeza de continuio

Uranista retórica uranista oranista uronelo

Yeyunio sumidos en el ayunro que purifica

Klatschenpress o prensa rosa sural entrepierna

Rombaud piensa que el cristianismo ha pasado a la historia

Esa amargura la patética belleza de la crucifixión

Orfismo eclesial que viene de Grecia la primera en celebrar religiones histéricas.

Alcaicería mall donde se compra y se vende el mercado

Alboronía guisado de tomates y de pimientas

Londres villa admirable para el desorden anímico

Alcadafe o lebrillo en el que los taberneros sumían las frascas y los vasos para lavarlos

Estilo chismoso o bronillón bomillo bromillo bromillón.

Amo a las palabras porque ellas nos transportan a un reino luminoso

Pulso formicante errático y desigual como el de la hormiga

Conker castañña de indias que llaman horsenut.

Ek día que murió elvis lo recuerdo perfectamente

Drawl hablar despacio con vocales prolongadas

Unamuno excitator hispaiae soioempre me pareció antipático igual que el híspido estadístico

Apezuñamiento revoltijo argadillo

Resón y eco de las lecturas

Media canga

 

Los recursos de la lengua salieron a flote

Bromatólogo edafico

1571 guerras de granada

Fuliginoso mundo

Ampelografía descripción de la vida

Subrogación paternal

Ecolocación o manipuladote de la información

Un breviario y una mula.

María de padilla la mujer de los tristes destinos

Atrepsia endurecimiento de los recién nacidos

Callate coño que te atizo

Tarbea

Ladéala o alboroco otro impuesto

Cielos cinerarios

Alfaneque del cautiverio

Alfaqueque jerifalte

Cégulo carnudo en Asturias. Cedulo

Me daba besos de fuego

Vascoiberismo

Aula regia visigoda y de ahí los palacios

Aznar galindo

814 muere Carlomagno

Ruiseñada cerca de comillas

Más vale onza que libra

 

Beber es abdicar de la razón

 

De allí a un rato

Hablillas quisicosas

 

Olivia avison dedos fríos de abrecartas

Siempre estaba asomada a la ventana. Londres era una ciudad de viejos contemplativos. Hombres adscritos a las clases pasivas pertenecientes al silencio y la plegaria. Ecolocación y canalización de la cultura. Industria del fornicio el papel rosa las hablillas comidillas perdida del valor social de la cultura y la lectura sustituidas por la imagen

Gallofeo

Gallofa

Zumaques

Celos de otelo y remordimientos de raskolnikov marcan la cultura occidental

El diner es del mundo grande valedero

 

De vectigalibus o libro de los impuestos impreso en Alcalá en 1585

Según dicen todos los memoriales

Almojarifazgos pontazgos pechas parias montazgos derecho de lanas

 

cardo

Sólo en un cementerio me pareció andaban destrocando cabezas y vi a un escribano que no le venía bien el alma y dijo que no era suya, por descartarse della.

 

Los ladraban los pies en huir de sus mismas manos.

 

Et canis in somniis leporis vestigia latrat, et pavido cernit inclusum corde tribunal.


Rábulas, judigüelos, o judihuelos y judigüelos. Trulla.

 

De los más ahigados hombres del mundo, aguijados. Ahigadado, valiente y esforzado soldado, y ahigado por parecerse al higo.

 

El zancarrón de Lutero, zancarrón del mulo. Zancarrón, el que enseña ciencias y artes en las que es poco avezado.

 

Estos, señores, la mayor culpa es ser escribanos.

 

Quevedo llama simulacros a los santos en sus sueños. Castidad de Vesta. Ahí están las putas haciendo buenas obras y los astrólogos cargados de globos y de astrolabios.

 

Huyeron las sombras a su lugar, quedó el aire con nuevo aliento. Floreció la tierra, rióse el cielo.

 

Lemologia ciencia médica de las epidemias. ΛελuLion, ígneos, acuátiles, borrachos y vinosos, ígneos y nictálopes.

 

Escudriñadores de vidas y fiscales de honras.

 

Judihuelo, judigüelos, y vino judiego.

 

Con su fusta eólica el aire nos tira hacia atrás. Carpinteaban en la ribera sus naves, apercollar, zumba, pulla, cuchufleta. ¿ A qué va monseñor a todos estos lugares? A retratarse, sólo a retratarse.

 

El alguacil alguacilado o el aguacil endemoniado, que trata del libro de los demonios. Paselo dice que son de los mismos órdenes que distribuyen los alguaciles malos, leluriones que quiere decir ígneos, aéreos, terrenos, acuátiles, subterráneos, lucífugos, pues huyen de la luz. Hay seis clases: leluriones, aéreos, terrenos, acuátiles, lucigudos, subterráneos.

 

Los subterráneos son los escudriñadores de vidas y fiscales de honras y levantadores de falsos testimonios, que debajo tierra sacan qué acusar, y andan siempre desenterrando muertos y enterrando los vivos.

 

Este papel es sólo reprensión de malos ministros guardando el decoro que se debe a muchos que hay loables por virtud.


PROSOPOGRAFÍA DE UN HIPÓCRITA.

Rosario en mano, disciplina en cinto, zapato grande y de ramplón, los ojos bajos y muy clavados en el suelo, como el que codicioso busca en él cuartos y pensamientos tiples, tardón en la misa y abreviador en la mesa, la color a partes hendida y a partes quebrada. Hacía del desaliño humildad. Quebrado de color, pálido. Gran lanzador de espíritus, tanto que sustentaba el cuerpo dellos. Entendíasele de ensalmar haciendo bendecir unas cruces mayores que las de los malcasados

Y hacía del desaliño humildad, contaba visiones, y, si se descuidaban a creerle, hacía milagros. Este señor era sepulcro por fuera hermoso y lleno de molduras y por dentro caverna de pudrición; fingiendo en lo exterior honestidad, siendo en lo interior del alma, disoluto y de muy ancha y rasgada conciencia.

Salpicada de culpas postizas la inocencia. Era dicho en romance el embeleco vivo, mentira con alma y fábula con voz.

 

Los demonios son demonios por querer ser como dios y los alguaciles son alguaciles por querer sermenos que todos. Ellos son diablos con varilla, como cohetes, y nosotros alguaciles sin varas que hacemos áspera la vida en el infierno.

 

Admiránme las sutilezas del diablo, enojóse Calabrés, resolvió sus conjuros, quisole enmudecer y al echarle agua bendita comenzó a dar voces. Advertid que de pocos nombres que quedaron en España del tiempo de los moros, llamándose ellos merinos, le han dejado por llamarse alguaciles. Que alguacil es palabra morisca, y hacen bien que conviene el nombre con la vida, y ella con sus hechos.

 

El infierno arde todo él de poetas.

 

Pregunta por el Cerbero y Aqueronte.

 

Mujeres siendo estanques donde pescan adrollas los embustidores. Adrolla trapaza, engaño. Un malcasado tiene en su mujer una herramienta de muerte y ellas en ellos un infierno portátil.

 


Dejen de una vez pasar los boticarios. ¿ Boticarios vienen? Al infierno vamos. Et arefacta est continuo ficulnea. Nuptiae discumbentis. Porque por dar gusto hizo plato de sí mismas a todo apetito. No puede pagar pechas, pues paga espalda. Cualquier sangre, hidalguillo, es colorada. Reimónos acá de los ultrajes a moros y judíos como si en ellos no cupieran las virtudes que vosotros descrecíais. Tres cosas hacen a los hombres ridículos: honra, nobleza, valentía. Se carcomía el hidalgo de oír tales razones. Abanillos, adornos, del cuello. Las mujeres se volvieron dueñas que están hablando perennemente. Sodomitas, en ellos peligran nuestras asentaderas, y los diablos por eso gastamos rabo, porque en habiendo tantos maricones por acá habéis de menester de mosqueadores de los rabos. Agavilla, copela, estantales y estores. Estor es un cortinón que cubre el hueco de una puerta. Estantal, estribo en la pared. Las pisadas de los días. Arduidad de la erudición. Trimielga, los unos enjillan los otros cabalgan.

 

Quien mucho quita y nada pon pronto alcanza el hondón, almanta almáciga. A la carga. A la paz de dios.

 

Trillaba un labriego taimado y mezquino con tufos de hidalgo, labia de manirroto y resabios de negrero. Amigos de la garba y del jolgorio. Cascabillo hace mejor cama que la paja y que la alfalfa. El pino tenía el diámetro de un buje de una carreta de bueyes. Empajar las niaras, o trojes. Una legua ha seguido a otra legua y los pueblos se han ido eslabonando. Aullaban los perros a su paso. Miradas escrutadoras y esquinadas, desde que el brazo baldado de un zagalejo le enseñó el camino.

¿Me da trabajo? Yo no doy nada. Ajo. Una cruz de término, unas hornacinas. Sobranceros o yunteros. Alcahaces. Márfega, colchón de paja. Alcahaz.

 

JUAN BENET. “Volverás a región”. Caminos de manada que siguen el curso de los ríos. Contrafuertes dinantienses y dinandería.

 

Carquesas y urces. Cólchicos y miosotis, cantuesos y azaleas de altura. Los desiertos donde silba el tártago, acebo, viburno y hierbabuena. Los estores agujereados de la ventana del comedor. Tantalita. Bromeáis de color sangre. Buena acumulación de elementos botánicos

 

 

 

 

 

 

MARCOS VILLARÍ por Bartolomé Soler

Entraba en los alguarines y en la despensa, masera, alacenas, bodega.


Una masía malhadada y malrotadora. Los torreznos van orre.  Van en ORRE, a montón, a barrisco. Como si hubiese nacido para llueca o para madraza, ubre descomunal, abotagada, de inmensos pezones y chorro permanente.

Era de la más codiciadas de aquella rodalía, andar de romanía era su ruta. Chichisbear o galantear, vástago de algún pelantrín sin hucha y sin artesa. Son peones y huebreros, zorronglones siempre, paredes que jaharrar, allanar la pared con yeso y mortero, rapagones que buscan mujer para su hogar. Rapagón mozo joven e imbele. A la jove hay que aguantarle sus corajinas y sus rabotadas y hacerle zalemas y garatusas y ver su pigricia, ociosidad. Poner alezos a las paridas. Alezo, faja con que se ciñe el vientre de las paridas y sábana doblada que se les pone a los enfermos para que no se manchen con las cámaras y darles pistrajes para los entuertos. Las mamilas. Majolar, lugar donde hay muchos majuelos. Jove es la que se casa con el hereu. Es como un pozo sin libán, o cuerda de esparto para echar el caldero al pozo. Le ha hablado de un alar, de un hogar para los dos. En alara, en fárfara, a medio hacer, sin perfeccionar, en orre.

 

Topetar y gemir.

No olvidaron aplecs ni fiestas mayores. Llegó a conocer a todos los zampalimosnas que se acaparran bajo el cielo catalán. Mendigos y bordoneros, lilailas, tretas, astucia, lelilí, bellaquería. Vida olorosa, de milagros y de santidad. Habrían enristrado por las crestas del priorato. Regurguritaba maldad y cachondez. Tramojos, vencejo de mies. Barbicano, de barba cana. Azorramiento de los sentidos. Continuas despeaduras. Atajale y las puertas de la catedral de León con sus molduras y ataires, y abajo el ataguía en los puentes sobre el Esla.

Pipiripao, convite esplendido de los que van celebrandose un día en una casa y otro en otra. La ciudad de los condes, de las ramblas y los redentores en cada esquina, pillory, canga, picota. Dijo el masovero a su hijo

 

 

 

3 de enero de 2000

CHARLES KINGSLEY, “Poems”. London, Macmillan, 1899, tela, ribete camafeo en cubierta. The saints tragedy, preface by rev. F.D. Maurice, M.A.

For the amusements of idlers, language. Grave and mirthful. Raise the minds of his readers above antiquarian tastes and modern conventions.


There is an order in the universe, and the poet has perceived and asserted it. Sublimidad, altura, loft, desván, altanería, altivez. Es lo que debiera ser yo y así comportarme.

Los secular y rastrero, grovelling.

If the man confines himself to the utterance of his own experience.

There is complaint that we are ignorant of the feelings and thoughts of our own contemporaries. We are kept from the sun and air. We share their perplexities, their temptations.

Experience, opten so dearly bought, is not meant to be thrown away: weather it has been obtained without sacrifice, or whether the lost blessing has been restored twofold, and good is understood as the opposite from edil and as the deliverance from it, el rescate, libranos de mal.

 Captura de lo que es esencial y eterno, el carácter de la época en la que vive hace a un buen clérigo. Hay credos fijos que pertenecen a todas las generaciones.

We cry because the beautiful visions of the past are departed. We know by hearsay, we strife by infinite confusion. The life of each man and the life of his world is a drama, in which a perfectly Good and Truth is unveiling His own purpose, and carrying on a conflict with evil, which must issue in complete victory, should make him eager to discover in every part of history a morality and a mistery. A morality which must not deal with abstract persinases personages and a mistery subject to the doings of secular men.

He has meditated of the past in connection with the present, has never let his reading to become dry by disconecting him of what he has seen or felt o alejarle de las experiencias parciales de aquellos actos que le han inducido a comprender.

He is under the influence of the GREAT MASTER´S EYE in this or another duty of his calling.

I have no doubt that any one who wins a victory over the fear of the opinion, and especially over the opinion of the religious world, strength his own moral character aerodinámico, streamlined, and acquires a greater fitness for the high service

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

22 de julio de 1998

                                          ARCHIVO LIBROS LEÍDOS

 

Tema: Literatura rusa

Título: Yama (de la mala vida en Rusia, tomo III)

Autor: ALEXANDER KUPRIN.

Edición: Espasa Calpe, Colección Contemporánea. Madrid, 1923, 160 pag.  Y 10 capítulos.

Peculiaridades: Espléndida interpretación de la vida de los bajos fondos en la Rusia zarista, con personajes soberbiamente descritos como Tania, Támara, Liuva, el recolector Prokofief en el sandiar, y la madama, la Eduardovna, que es lesbiana y aljebana (escudilla, jofaina). Lo mejor es el final, en el depósito de cadáveres y los responsorios según el rito ortodoxo en eslavo litúrgico. El libro es una mazazo trazado con mano maestra. Deja una impresión inolvidable por lo limpia y lo artística               

 

Tema: Falange Española

Título: Historia de la Unificación (falange y Requeté)

Autor: MAXIMIANO GARCÍA VENERO

Edición: AGESA, Madrid, 1970.

Peculiaridades: Elaborada historia de la génesis de Falange, su compromiso con los obreros en los difíciles años. El gran ausente. Sebastianismo y la lucha sorda que hubo en Salamanca en 1942, cuando trataron de matar a Hedilla. Fue exilado a Mallorca y ocupó un cargo en Iberia. No era un intelectual, procedía de la rama del sindicato mecánico y era fresador. Las diferencias de criterio en la falange de Valladolid entre Andrés Redondo Ortega, hermano del fusilado, Onésimo ¡ presente! Y Girón, que no se llevaba bien con Hedilla. Contiene los puntos programáticos de Falange y su anhelo de justicia social obrerista que contrasta con el tenor teocrático del requeté. La reunión de Tafalla. Mola. Tremendo rigor y escrito en prosa de gran calibre, muy digna. Un libro que descubre la verdad, deshace ciertos mitos. Falange pudo morir asfixiada de su propio éxito.

 

 


Lukach, Ivan

MUSORGSKY

(Historia de un trágico amor)

Afrodisio Aguado, - Madrid - MCMXLVIII

traducción de Irena Tchernova,

Cubierta original de Navarro Pastor.

Afrodisio Aguado. Bravo Murillo, 31

QUINCE CAPÍTULOS, 297 pp.

Historia del amor trágico que el músico y compositor Modesto Ivanovich MUSORGSKY sintió por una cocote de Petesburgo, la arpista Ania, no es una biografía sino una novela tejida sobre el leit-motiv de la leyenda de tales amores y el complejo carácter enfermizo de MUSORGSKY, minado por la bebida y la uremia. Formaba junto a Balakirev, Alejandro Borodin, Botkarski, Cesar Cui y Rimsy - Korsakov, el “ pequeño montocito”, que da sello y carácter nacional a la música rusa. De ellos Musrogsky es el más innovador y precursor del impresionismo. Supo poner en música toda la vida del alma eslava. Lukach sigue la técnica de todo lo ruso a base de humanismo y realismo. Los libros de este exilado poseen una extraña belleza; sencillas y conmovedoras descripciones tocadas del más dulce realismo. Cuyos son EL INCENDIO DE MOSCÚ, LA VENTISCA, EL CONDE cagliostro.

Aquellas tinieblas candentes por los sufrimientos... MUSORGSKY, oficial de la guardia Preobrazhensky. Modesto Petrovich... angustia sagrada, una tristeza extraordinaria... ¡ Qué grandeza helada, que resplandor infinito y glacial! Y este vapor verdoso que exhala la luna y que desfila como una teoría de visiones. Camisas de cáñamo que suelen llevar los soldados y la presas del delirio. En la arandela de hierro brillaban reflejos rojizos. El alto de las paredes estaba blanqueado y los bajos pintados de gris. Era enero de 1856. Inquilinos de los rincones. El ordenanza por nombre Anísim... un chiquillo linfático. Los caballos de los fiacres respiraban anhelosamente. Isla Vaselievsky. El puro se consumía formando una capa de ceniza aromática, una blusa de seda lila con botones de cristal. Algo tan conmovedor como la XERUBINSAKAIA. La hermana de Glinka, autor de la vida por el zar. Aplastadas espirales de humo flotaban en la estancia. La nevasca. Las farolas y al lado caían copos de nieve que parecían murciélagos blancos. La nieve al caer parece que le separaba del resto del mundo. Cien verstas= 1067 kilómetros. Después en la calle encontraron un vañka, hipocorístico de juan que se daba a los cocheros. Hipocorístico. Iba a cantar a una taberna de la calle Meschenkaia


El arpista casi niña tenía en sus manos un arpa celestial. CELESTIAL ZAR CONSOLADOR, oración que se canta en la misa antes del padre nuestro. Un manchón de purpura que proyectaba el sol dorado sobre la ventana. Arpas celestiales. ¡Que dulce era todo!. La casa de la calle PODIESKAYA. Iban los borrachos sosteniendose amablemente el uno al otro. Los veñiki o escobillas con se fustigan unos a otros en las casas de baños. De pronto reinó en todo el cotarro un silencio amenazador

 

 

EROSTRÁTICA, erostratismo, que impulsa a cometer delitos para alcanzar notoriedad - ENTRELUBRICÁN - escarramado, rufianesco - chambre - deshumanización  y despersonalización del mundo - violario, pensión anual que se da al que entra en religión. El que detenta un cargo de por vida.  Tiralizos, alzaprima. Hay que ser fray Asno porque un burro jamás se queja. VERASCOPIO, proyector de transparencias.

Gema engastada por las manos del divino joyero.

La luz viviente me ha hablado y me ha dicho.

Odios protervos de la reforma protestante.

El alma humana es musical por un soplo que insufló en ella el Espíritu Santo. De ahí, pues, que el demonio sea hostil al canto. La confusión de Babel fue la resultante de la estridencia infernal de los manicomios y de los renglones torcidos de Dios.

Compuso himnos, antífonas, responsos. Las cuerdas del dodecacordio no podían seguir el arrastre de la melodía.

San Sergio y Nikita y Pedro Mártir, los patronos de Moscú.

Dios no tiene imagen. Es acto puro, inmanente y trascendente.

Oposición entre Agustín y Tomás: al conocimiento supremo se accede mediante el conocimiento, pero los platónicos dicen que Dios es iluminación.

El demonio no existe, dicen los sofistas de la sinagoga, porque es negativo, y otros, afianzando más, consideran que aniquilaría la idea monoteísta.

Maestro Eckhart. Ecuaduro echadero. No es un participado. Participa de sí mismo. Desasimiento.  Gelassenheit. Por la vía purgativa, iluminativa y unitiva el alma participa de las nupcias espirituales, advierte RUISBROECK.  Eckhart desconoce la mística nupcial. La unión con dios  es un estremecimiento, una vibración de voz. Ausencia de efusiones. Sombre fureur.

Acético, lo relativo a la vinagre. Acial, brida para sujetar a las bestias. Más vale acial que fuerza oficial.

El beso en la boca de dios es un río de alegría, un torrente de vino puro.

Cruzamos la barra de la eternidad.


Puerta Esquilina, Metia Porta, la puerta en Roma donde se quemaba a los cadáveres y se ajusticiaba a los reos.

Nuez de Adán.  Quisiera yo saber si vuestro valor es correlativo a vuestra manera de vestir.

Cualquiera está expuesto a una desgracia; la bala le desgarró el omoplato.

Un rizo de cabellos de mujer cuidadosamente celado como recuerdo sagrado.

Hundió el montante, espada grande que se ha de coger con ambas manos, en la tierra húmeda.

Montante y alaroz.

Las macizas puertas de la ciudad se abrieron pesadamente con un rugido siniestro.

Dinga, el kuren, con el gorro ladeado y un bastón de mando en la mano.

Los polacos aparecieron los kaftanes manchados de sangre cuajada.

Se intercambiaron frases punzantes irónicas e injuriosas.

Sus hermosos hombros y sus senos blancos como la nieve que cubren las cimas de las montañas.

Sólo el cosaco Maxim Goloduxa había conseguido escapar de las garras de los tártaros. Eran conducidos a los mercados de Asia, Esmirna y la isla de creta y vendidos como esclavos. Había picas que mostraban las cabezas de los zaparogos con su inconfundible largo mechón. Tarás frunció sus cejas parecidas a las de un matorral.

La más sagrada ley cosaca es la de la hermandad.

Los kuréns deliberaban en la rada.

Así ha resultado ser. Tártaros y polacos. Atamán y guetman.

Pasaron al sueño de la eternidad.

Para que reaccionasen como sólo sabía hacerlo el alma eslava. Su rudo carácter es como el mar ante los pequeños ríos que cuando no hay vendaval extiende su serenidad sobre la superficie de aguas tranquilas y ofrece el aspecto de calma eterna.

Beberemos por la religión ortodoxa para que se extienda por todo el mundo. Por Siech para que de ella salgan jóvenes valerosos y por nuestra propia gloria. Así pues, hermanos, beberemos por la gloria de la religión. ¡A la gloria de la religión!  Y un último sorbo por nuestra propia gloria y la de todos los cristianos del universo. A la salud de todos los cristianos de la tierra.


No obstante, los judíos aprovecharon la oportunidad para enterarse de todo. Las malas costumbres han invadido nuestra tierra. Cada uno piensa en cultivar la gavilla de centeno, sus haces de heno y sus rebaños, y en guardar en su bodega los embreados cueros de hidromiel. ¡Que el diablo los lleve!  Adoptan las costumbres de los impíos. Desprecian su idioma. Se niegan a hablar con los suyos.

Sepan los traidores lo que significa la palabra hermano en la tierra rusa. Ninguno tendrá el honor de morir como nosotros.

Salieron los polacos montando a caballo con la mano apoyada en la cadera

Pies carnosos. Reflejos leonados.

La artillería pesada castiga con pesados mazazos.  Una mosca plateada envía sus reflejos al sol.   El avión hace un rizo y se deja caer sobre un ala. Piernas robustas y recios muslos que rodean los ijares. Anchas y espantosas fauces del obús. Las tropas polacas iban desplomándose como espigas segadas. Olvidando sus leyes y su religión se embriagaban los turcos. Lezna se apoderó de los atalajes del kuren vecino y los empeñó en la taberna. No fue fusilado sino atado a un poste.  Los cosacos recordaban sus méritos.

¡Cuantas madres vistieron luto!

Ojalá perezcan todos los enemigos de la gloriosa tierra rusa.

Habiendo pólvora en las bolsas no cederán los zaparogos.

Todos mueren alabando a Rusia, la nación amada por Cristo.

Su joven alma se separó del cuerpo.

Tarás miró al cielo y vio extenderse por el espacio una bandada de buitres

- Tendrán buena presa - dijo.

Los cosacos desean que veas cómo se muere. Los gritos de las gaviotas escandalosas y vociferantes. Yankel, el judío al que salvó la vida, le traslada hasta Varsovia escondido en un saco de ladrillos.

- Ahora te toca a ti hacer el favor - dijo un judío con el pelo rojizo, la cara cubierta de pecas que parecía un huevo pinto de gorrión. Los judíos suelen deliberar en plena calle. Por miedo a los gendarmes andaba de costadillo. Se aproximó el jeduque.

Jeliz, oficial o veedor que pesaba la seda en las alcaicerías de Granada.

Glíptica, arte de tallar las piedras preciosas.

Gritos y lamentos de los náufragos inundan el aire. Polacos y judíos. El SEIM parlamento.

Nadie más anticristiano que los polacos.

Esperad. He perdido mi pipa y no quiero yo dejarla en manos del enemigo. Tarás muere mirando para el Dnieper y salvando a los suyos

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº Miroslav Lubachiski.


Todo lo que es recreo y apacentamiento de los ojos. París ha matado a Asís. Las palabras del orador eran como saetas disparadas al corazón. La triguera jubilosa que tiene capucha como un fraile menor. Lleva vestidos pardos y humildes color de tierra. Va por el borde de los caminos en pos de un grano de trigo. San francisco tenía una amiga en roma que se llamaba fray jacoba.

La ceniza es casta. Francisco la derramaba sobre los alimentos.

 

FROILÁN se metió en la boca un puñado de carbones. Y esta le purificó sin abrasarse. Muerto en 905. Una existencia entorchada de prodigios. El siniestro brillo del alfanje de Almanzor. Al oír la predicación de Froilán los hombres marchaban a perecer en la batalla o se sumergían en el hueco de un peñasco. Elevó monasterios, estadios de penitencia, de cultura y de arte, uno de ellos fue el de Tabara. Allí estaban ATILANO y Magio el pintor de los beatos Froilán llevaba detrás de sí un lobo domesticado. Atilano había sido maestro de calígrafos y Froilán amaba con pasión los libros. Dejó el obispado y dejo caer el anillo en las aguas del Duero. Este apareció luego en la tripa de un barbo.

Mienten por toda la barba.

 

Liebres encamadas, perdices chorreadas, conejos fogueados.

 

 

BRUNO DE HARTENFAUST llegó a Tours donde enseñaba Berengario. La iglesia de Reims, la sombra de su preboste. Ahí viven los hombres como si la muerte no existiera, como si el infierno fuese

20 de abril de 1999

 Pura fábula. Todos los cartujos tienen un huerto.

Nadie alcanza un verdadero amor a la creación sin haber antes renunciado a ella por el amor de Dios.

 

ROSARIO: criadero, vergel de rosas, los “ tasbib” mahometanos de 99 nudos.

KOMLOGIOS kωμλoγiωσ que llevaban los monjes griegos.

Perenne surtidor de inefables dulcedumbres.

Su rumor escomo un eco que levanta la lluvia de la gracia

 

                                              DÍA DEL PILAR DE 1988

EL PIQUETE, Tomás Cabot, la constitución, y la libertad parra hacer el mal. Los guiris. Peseteros. Fueros.

 

Azorín, una criada maja un almirez de azófar, el hinojo y el laurel para aderezar las aceitunas del año. Vibraciones ligeras y cristalinas del toque del ángelus. Artes devanaderas


Artesas y devanaderas. La devanadera celestial es aquella que cambia los escenarios del mundo. Vaga penumbra de las siestas. Afuera las sombras se han hecho diagonales. Azorín permanece en su despacho leyendo libros terribles y escribiendo cosas terribles. Pío Cid, el personaje de Ganivet. Que conoce todas las cosas pero atropelladamente

Doblar la raspa. Comer poco. Un hombre como Pío Cid no se doblega nunca.

 

AURORA ROJA es la anticipación del abismo.  La virtud no es admirada ni el vicio reprendido. El autor se ausenta de la obra, no muestra simpatía por los personajes. Narra. En la ciencia del vivir la fuerza es el derecho, pero el derecho está siempre de parte de los que tienen dinero. Para ser fuertes y para ser libres hay que tener dinero.

Piensa con los pocos y habla con los muchos, Wells llama a la masa el coeficiente del abismo, porque la democracia es un ensueño. Yo soy un rebelde, pero hay que adaptarse al medio o aparentar estar en conformidad con él. En España nada cambia. Soy un clásico y no un romántico exaltado y me contengo y me reprimo. Tabaque, cestillo de mimbres. Salas con el piso desnivelado. Saturado de lecturas y escéptico. Casa vasca. De piedra la arquería que da lugar al desván, y los muros del alero saledizo. Hombre inclinado sobre la tierra, que ahoya. Escarda. Aporcar cubrir la tierra para plantar ciertas hortalizas para que se pongan más tiernas. Forman camellones o artesas de tierra para sembrar, donde el agua y la tierra se represan. Anticipaciones de Wells. Ontología y cosmología de un filósofo: rondas, cárceles, suburbios miserables, cafetines hórridos. Baroja ni entrevera sus aversiones y sus afectos en la obra. La civilización está hecha para el que tiene dinero y el que no lo tenga que se muera.

 

L´altre cosa che mi face infelice e il pensiero. La inteligencia suele estar en razón inversa a la dicha. Y me matará

Se reparten patentes de profeta manos llenas. LUCIANI - ILUSTRÍSIMOS SRES.

 

 

                            En la Pilarica del año 1988, y once años después se hace la revisión

 


 The keenest odour of books. Oxford se siente impregnado del aroma de viejos libros.  Delicious hounds for the browser, browse feed for cattle, read for enjoyment.  I am a browser. The forgotten labours an half remembered classic. Scholary detective work. Tratado sobre la flora de los alpes en la época victoriana.  The lore of the honey bee.  Fuerzas del mercado y ratones de bibliotecas. Libros que cambian el mundo.

WINS TON E. KING. LOS ROTHSCHILD, DESPUÉS DE LA RIQUEZA, EL BARÓN LIONEL,

HIJO DE NATHAN, el consolidado de los cuartos, el que tuvo a benjamín Disraeli de monago. Disraeli se había convertido protestante sólo por disimular. Has de entregar el alma, el cuerpo y el corazón al negocio. Mucho más fácil conservar una fortuna que hacerla. Vivía todo el desprecio que siente un hierofante por el estúpido creyente al que embauca. Crédito viene de creer. Desde Swithin st. Organiza el crédito desde su cuartel general en Mayfair. Obra colosal que apuntaló su fortuna la construcción del canal de Suez. El concepto del ego judío a través del tiempo. Parientes pobres, salomón y Jacob. Amante de las carreras de caballos y de la buena loza, metido a la política se hizo whig. Venció la prohibición que establecía que los judíos se sentasen en los escaños de los comunes. En periódico puede encontrarse la verdadera historia de un país. Hicieron posible que la hostilidad cobrase un mejor tono. Él times en 1847 atacó a los hebreos al tiempo que formulaba una profecía: en pocos años convertirán los comunes en un sanedrín. Su terreno es la propaganda, en cuyo campo nadie les gana, lanzan su mercancía y saben vender. Los judíos se asocian a cualquier revolución porque se sienten abyectos. Empezaron en Inglaterra comprando ayuntamientos y no le hicieron ascos al soborno, el cohecho o el asesinato. Long shore men son los individuos encargados del soborno, que pagaban 63 $ por voto. Democracia, engañifa de incautos. Rothschild debió su elección al dinero, nada más que al dinero. Es cuando se dijo que los sefardíes vivían como príncipes mientras los otros dejaban harto que desear. Nunca dejan hablar al contrario, no respetan las reglas del juego. Carlyle atacaba a salomón y a los judíos en sus escritos. Les costaría treinta años hasta conseguir la ley lucan de 1888. Nunca fueron jefes de gobierno, pero sí siempre jefes del jefe de gobierno. Para ellos no cuenta el tiempo. Aman la guerra. A ella no van como soldados sino como proveedores. Amenazar es lo que importa.

 

If the devil had a son, he should be called Palmerston,

 


Del afear Dreyfus sacaron no poco provecho. LIONEL ganó cincuenta millones de libras de intereses de una tacada. Tuvo relaciones intimas con Disraeli. Es el sidonia de Coningsby. Sidonia es un instrumento gigantesco y terrible. Hay que abandonar el crédito para rezar el credo. Los pueblos arruinados bendicen a los que les arruinan. Los Rothschild dejaron a Europa sin jugo. El hombre de los Rothschild y el nombre de la rosa. Ya lo dijo GONCOURT: ninguna alegría tan grande para el semita como tener a millones de cristianos bajo la bota. Aman la política de doble juego, el control de los monopolios, las comisiones internacionales, la vuelta del rosca a la llave inglesa y apretar las clavijas habiendo lanzado contra nosotros a la serpiente que repta. Ellos andan en el secreto de un viejo proverbio austriaco: la palabra es plata, el silencio, oro. El oro que ellos invertían por doquier haciendolo producir el ciento por uno. Supieron hacer de los políticos perros serviles, trampolín de democracia, procedimiento de agio y de especulación. Operaciones financieras que no son sino latrocinios encubiertos. If the devil had a son, he should be called Palmerston.  Mendizábal dio a Disraeli la concesión de las explotaciones de las minas de almadén. El papa de ingolstadt. El capitalismo y el comunismo son gajos de un común racimo.

 

La palabra vigilante es un préstamo español al que el inglés otorga sentido peyorativo. Thatcher, juana de arco, Judith, Semiramis. Baodicea La que acariciaba con sus tetas a los patricios romanos. Síndrome de la castidad y de la voracidad. Las mujeres ambiciosas no suelen tener grandes compañeros de cama. VAUNT, cacarear. To put a spoke in the axle of Baodicea cart, poner estorbos y radio de rueda. They vaunted of their sexual energy.

 

Manos manchadas de sangre. Los criminales de guerra tienen la nacionalidad norteamericana. La profecía de HEINE: existirá un solo rebaño con un solo pastor, que dirigirá la grey con cayado de hierro y hará balar a las ovejas de un modo uniforme.  Este rebaño humano estará  todo el trasquilado.  Los pueblos de la cristiandad habrán de quedar sometidos al poder de la fuerza mágica y al deus ex machina de los grandes engranajes propagandísticos. Marcharán pastueños y cariacontecidos camino del suicidio. Son el abismo de la esclavitud, de la desintegración, de la aniquilación. Cadenas aguarda. República democrática mundial, más bien será judeocrática. Para qué sirve una democracia si nos arrebatan el derecho a la familia, al amor, al pan, a la justicia, a la patria.

 

Coordenadas de la desinformación:

a) ocultismo secretista

b) mentiras


C) dinero. Son los tres emblemas de la rosa que andamos viendo por todas partes. Liquidación de las deudas de guerra.

Adolfo era el hombre del futuro de Europa. Para que el mundo marche bien haría falta una Alemania fuerte. Sidere Walburg, plenipotenciario de Rockefeller ante Hitler.  Entrevista en el café bricolar de Munich: “ es que yo no me fío mucho de los periodistas, especialmente de los periodistas americanos. Hitler jugaba con las cartas boca arriba: los judíos y os marxistas son aquí los amos “ le dijo al periodista.  Creía que lo importante verdaderamente en un pueblo está en el espíritu. La vida es fuerza. Le dio la impresión de estar ante un demagogo corriente, que habla y nunca escucha. ¿Cuánto dinero quiere, mein fuhrer?  Su territorio era el de la especulación y la idea, no el de los ámbitos prácticos. Cuando el de la suástica  HEYDT le preguntó cuanto dinero necesitaba. Yo quiero cien millones de marcos. Su desconfianza hacia la monarquía. Frases huecas y argumentaciones falsas sin demostración, pero Carter le ofrece sólo una cuarta de la cantidad solicitada

  La transacción se haría a través de intermediarios, el Mendelsohn Bank de Amsterdam.  Hoover se entrevista con Laval y promete ayudar a Francia. Hitler supo  aprovechar las grandes oportunidades. Alemanes gustan de alguien que sepa imponerseles. Aquí entramos en la camara oscura de los misterios: los judíos apoyan a un hombre que les odiaba. España, Inglaterra, usa, holanda eran sus favoritos. Era buen monologuista. Sus obsesiones de grandeza dejaron escaso margen al toma y daca del contraste de pareceres.

 

 

Vaunt, cacarear. To put s spoke in Baodicea chart´s wheel. They vaunted their sexual energy. Sin el dinero que la banca americana dispensó a Hitler no se hubiera podido construir el tercer Reich. La profecía de Heine: existirá un sólo rebaño esquilado bajo el cayado de hierro de un solo pastor, y balando todos de forma uniforme.

 

Los pueblos de la cristiandad obedeciendo al poder de una fuerza mágica y al deus ex machina de la propaganda de guerra marcharon hacia el suicidio y al abismo de la esclavitud. La esclavitud aguarda, porque los dioses crearon a su imagen y semejanza al comunismo y al capitalismo.

 

El nuevo orden es el de la construcción de una república democrática mundial, pero de que nos sirve una democracia si nos arrebatan el derecho, a la familia, a la patria y al pan. Coordenadas de la desinformación


           Mentira.

           Secreto

            Dinero.

 

A Trotsky le llamaban el más grande judío después de Cristo. Su destino era el control de la revolución del 17 pero se le fue de las manos.

 

De que Alemania se reconstruyera dependía el bienestar de Inglaterra y de EEUU. Buscaban esto por medio del crédito. Wilson era un profesor de economía de Princeton. La vida real es más interesante y apasionante que cualquier novela de intriga. Adolfo sellado con el signo del futuro de Europa.  Sidney warbourg, plenipotenciario de Rockefeller ante Hitler. Se entrevistaron en el café braukeler de Munich. Es que yo no me fío mucho de ningún periodista, en particular de los periodistas americanos. Los judíos y los marxistas son aquí los amos, dijo Hitler al que se podía engañar fácilmente por estar acostumbrado a jugar con las cartas boca arriba.

 

Hablaba Hitler con cortas e ininterrumpidas frases. La vida es fuerza, es lucha, pero no dio la impresión de ser un demagogo vulgar. Habla él solo y no escucha. Cuánto dinero quieres? Su  territorio era el de la especulación y la idea, no los ámbitos de la vida corriente y practica.  Su obsesión por los uniformes. Me gustaría hacer uniformes para los obreros sin trabajo. Desconfiaba de la monarquía. Frases huecas y argumentaciones falsas, sin demostraciones de lo que iba exponiendo. Entrevista con Von Heydit.  Carter ofrece sólo diez millones dolares.

 

El banquero de Hitler se llamaba mendelsohn.

 

22 de octubre de 1999

GUERDAN, RENÉ: El Cristo de Oro Bruguera, 1967.

 

                                                                              (1)


Es la Constantinopla del s. XI. Seleucidas, protege las artes y olvida el feudalismo. En realidad, es la democracia: el reino de Cristo soñado por Quevedo. Puerta Dorada que franqueaba el paso a la ciudad de Dios. San Vitale de Ravena curaba la impotencia, pero S. Artemio los curaba en Bizancio. Las mujeres son curadas por sta Febronia. Focas. E l foro amastraniano en el que se corta la nariz y las orejas. La artopolia, las roscas calientes. El cuerno de oro y el agusteón. Encadenados de pies y manos. Mujeres, parodistas, garitos. Imposible vislumbrar sus preferencias. Embalsamar el aire que respiraba el basileo. Catisma era la silla del emperador.  Exokionion donde se efectuaban las carreras. Bolsa con excrementos de jabalí contra las heridas. Kolesteros, ouranos, icarios, nombre de aurigas. Intervenciones del actuario Belistos. Prestigiadoras que caminaban sobre avestruces teñidos de lila. Nunca más pellizcaré a Moira ni a ninguna otra muchacha allí donde tu sabes. Promesa a la santísima Theotokos. Impresionante relato de la carrera en el circo y de la muerte de un auriga. Cincinnatus, rizado. El individuo que me quiso pegar en Pravia era de Cincinatti, quiso ponerme zarcillos en los cojones pero la virgen no se lo permitió.

 

                                                                               (2)

 

En la calle de los santos apóstoles, invoqué a la Theotokos y no me oyó. Angeles de cuerpo translucido me daban de comer después de arrojarme a las aguas del Bósforo. Lupicina y Moira, la muerte. Nada hay peor que un caballo que se desboca y que una mujer airada. Lo peor de todo es una mujer cuando se enfada. El placer conduce al amor y el amor nos lleva a Dios. Da a Moira lo que es de Moira. Cuanto conozcas mejor a los hombres, entenderás por qué todo el arte de la mujer es dejar a los hombres satisfechos. Una balaustrada es tan bella como inútil, Asclepios. Las mulas gualdrapeadas de oro os llevaron al dulce vaivén de su trote. Matrimonio es bueno para los hombres, pero no para mujeres. Las mujeres al gineceo. La mujer, las criadas, los hijos, el marido. Siempre encerradas.

 

Bailes afeites, orcaneta, planta tintorera. Croco, azafrán. Para las nalgas el loto, para la entrepierna, el jazmín, para los pechos, el azafrán o croco, para las piernas, el tomillo, el mirto para brazos y axilas y la mejorana para el cabello. Si entre nosotros es la cruz la que domina, son los libros los que gobiernan

 

 

 


Alfonso Grosso LOS INVITADOS: EL CRIMEN DE los galindos, una Leihgton, gacela inglesa y Tony MacKenzie, burlador profesional, en el incomparable marco de South Kensington y de Andalucía, buscando la noche y el amor. Una trinitaria trepa por una pared. El escudo de los clanes ingleses es un ramillete de juncias. El jaguar. Alhal tierra del pernales, diego corrientes, el tempranillo. Paradas, con cuatro mil casas y cuarenta calles, iglesia parroquial de san Eutropio servida por curas de primer ascenso, un vicario perpetuo, cuatro beneficiados y diez presbíteros. Litológico, que trata de las rocas, el lituo, instrumento que utilizaban los augures como una trompa de caza para adivinar. Despeñaperros zaguán de  Andalucía. El coro separado por una verja de forja, varales de plata. El párroco abriendo las puertas y encendiendo luces. Verdes cúpricos y azules tormentosos. De cobre. Georgia ante el cuadro de la magdalena al que retrata guiada por el párroco del pueblo. Albero apisonado, la bovina. Olivar y tierra clama. Olambrilla, enlosado de olambrilla. Bajo una ola de fuego, olambrilla, azulejo pequeño.

 

Verbo hondo, palabra exacta bajo los cielos cinéreos. Cinesiterapia, curación mediante el movimiento.

Cinglar metales, separarlos de cualquier aditamento espúreo.

A Mary Quant le recortaba su marido el vello público en forma de corazón.

La negra y laqueada barra. El émbolo como la caña de un timón de las jarras de cerveza. Una princesa de la casa real copula cada noche con un ferroviario diferente.  Es la reina madre a la que mantuvo en pie su jarra de ginebra.

Petirrojos correteando por la gravilla.

Olambrilla o azulejos diminutos, pertenecientes a una de las trescientas familias que detenta el dinero, el poder y la sangre en andalucía.

Relación circunspecta y notarial de todo cuanto cruza por su globo ocular. Los galindos era una heredad desamortizada, patrimonio que de la iglesia pasó a las grandes familias.

Veintidós años contemplando los mismos horizontes del predio, vista de garduña, olfato de podenco y fuerza de jabalí.

Se mustian tiestos de helechos y aspidistras.

Canga es un yugo de machos, y también es la picota o pillory instrumento de suplicio chino.

Macona, banasta grande. Terraja es un cuadro de herramientas.

Trasmina un aroma de orégano el guisado de liebre.

Esteros y acantilado.

Xauen rosada y misteriosa, el bled. Quinta bandera es la del gran capitán, la sexta, la de don juan de alba. La primera es las de los jabalíes.

Bir Ojedín, Larache, Xauen, Arcila, donde recibiría la sardineta de brigada.

Teresiana, gorro legionario, la teresiana es un kepis legionario.

Fading, depresión del soldado. Los serrallos colmados de fátimas. Pasar las cuentas del sbiaa o rosario árabe.

Jergón sin chaneque. Charnela, bisagra, colanilla, pernio.

Charnel, moneda menuda. ¿ Tienes charnel?


Albina, laguna o estero.

Albarelo, ojo de boticario.

Pejigales.

Perra vida, tengo la suerte de espaldas.

Pebetero del recuerdo donde quedan los rescoldos de un fuego encendido.

Las naves surtas en la dársena cabecean al pairo.

Altos respaldos y perinolas.

El divorcio proporciona una renta vitalicia.

Conocedor de alondra y de palomas de distintos pelajes.

A cinco mil duros por ombligo.

Sin un arado de grada en los surcos.

Sandalias de trenzada rafia.

El día menos pensado se me hinchan las pelotas y le pego fuego a la besana.

Sol de ascua vencido por ráfagas de viento.

Bebedor habitual.

Bojes y pitósporos.

Del desierto a la Casbah.

Edad asaeteada por todos los clamores geriátricos.

Apernado, cuando el perro cobra a una res por la pierna, apernacar. Apenina es una divinidad gala con las tetas al aire cuya imagen se encontraba en lo alto de las montañas Depósito de agua.

Al Rasuni.

Desde que el alcohol le aprisionó definitivamente entre sus redes.

Es preciso devolver a la sangre el nivel alcohólico que ha perdido.

Tiro la piedra por la calle.

Al que le dé que perdone.

La cabeza tengo loca de tantas cavilaciones.

Es mi silencio dulce que me enclava.

 

vouchsafe (concede) permite us our lord to keep us in this day without sin

 

Chejov

From Taganrog. Sus cuentos son estampas magistrales de la clase media y baja. Sé hablar con pocas frases de cosas largar, arte de la brevedad. Deja de lamentarte y el dolor desaparecerá. Nos pudrimos, nos martirizan.  La no resistencia al mal de Tolstoi, pero hay que hacer algo. Dr. Andrei Efimich. Somos débiles, no valemos para nada. Hay que hacer algo para toda rusia se convierta en un jardín. Emana un dolor pestilente.  Niquita, mastín de la estepa.

 


Enigmas de las sectas rusas. En busca de un obispo y ordenaciones a distancia o por poderes. Todo se alegraba con la llegada de la primavera con sus románticos y dorados sueños. Una canción muy baja como un susurro de viento en el bosque. Los monasterios (stenrodyb). Todos iban a la nave, que es la iglesia en puridad. Esta palabra de la nave se repite en el Escorial. Las radenias eran las reuniones de los iniciados. Ella me llama “mariona”. Las mujeres se soltaban los cabellos y cogían ramitas de abedul, y gritaban en sus accesos de histeria:

-Nakatil, hakatul. Ha llegado, ha llegado.

-¿Quién?

-El Espíritu santo.

-Pues me parece de perlas.

Las radenias o reuniones místicas desembocaban en orgías. El cuerpo se hunde en el pecado carnal y el alma de esa forma se purifica. Paraskeva, o parasceve era el viernes en griego. Y paraskevi eran llamadas las veinte vírgenes que saltaban en las rasdenia. Si nacía un niño a los nueve meses, se consideraba que serviría para profeta.

-Soy procurador del Paráclito, dijo.


Entonces el aire se llenó de extraños aromas. La educación de la bursa y de los bursacos. Su recia voz, su extraña figura y su gran elocuencia harían mella. Focio, consejero del zar Alejandro I. Los starzi iban por los caminos con un ato a las espaldas, donde guardan un ejemplar del evangelio de san Juan, estampa central de la vieja Rusia errante.  No es una fuerza de la ley, ni un perseguido por sus ideas políticas, sino que peregrina por amor a Cristo, en demanda de la verdad suprema. Tratan de poner en práctica las enseñanzas evangélicas. En esta doctrina no caben medias res. Desprendete de todo cuanto tienes y sígueme, acercate a la naturaleza y a su creador. Recalaban en los monasterios donde eran recibidos por los romeros. Taganrog es un enigma histórico. FEDOR KUZMICH el staretz que murió en Taganrog a los noventa años, y Alejandro I expiró en 1825. La popadaya es la esposa del pope. Bella historia del azul de Grozni. Dujann, taberna, chijir, vino caucasiano, los skopzi, castrados. La verdad es unas, pero para llegar a ella hay un solo camino que no todos conocen. El pueblo se escindió en dos, el camino de la verdad y el de la justicia. El enemigo de los partidos políticos es el gobierno y el de los sectarios, la Iglesia. Schundistas, estudiosos de la biblia. Yuroidivi, la inocencia degenera en idiotez o en demencia. UN CASO EXTRAÑO DE Turguenev es la historia de un yurodivi. Evocar a los muertos y el don de hacer milagros. El triple latiguillo de amen, amen. Πρλβηvική el que se pega a una casa y no lo despegan ni con agua caliente.   Yo pertenezco a la rusia errante de antaño, los prigivalniki son los sobrantes, de ellos está llena la vida y sobre todo rusia. Entrada la tarde, volvió con un paquetito. Muda procesión de guerreros de piedra. Trasmoz, el alcalde invisible de la fortaleza. Pronto sacará el gallo sus trompetas al día. Con acento de mal disimulado enojo. Me ligaste a la hija no en el sentido sexual, sino como aojamiento. Tafurea, embarcación para el transporte de ganado caballar. Marrubial, lugar poblado de marrubios, como los que atalaya que corona 3el cerro. Santa maría de ka Aparecida de Veruela. León X llamó a dalmacia bastión de la cristiandad. The rugged strenght of your mountains. La fe no es tiránica. Es un acto libre que respeta la razón, lo decía un papa tan preparado como era pio XII. Xmas and the din of war, misgivings, recelos, presentimientos, temor. San Ambrosio vio la muerte del arrianismo, el abandono del paganismo y la fractura del imperio romano. La verdad ha de elevarse sobre el pedestal de la justicia. Hispanos deus aspicit benigno es frase de prudencio. Él más alto de los ideales humanos es la religión de Jesús. La iglesuca es pósito de sapiencia, pero es llegada la hora de las tinieblas. Nos dan a todos con el cachetero tremendo entre las orejas y de l golpe del verduguillo no nos libramos nadie. La escolástica se reduce a gimnasia mental. El polígono de sustentación de la vida. Corremos el peligro de cortar la vena hepática y el paciente muere más tarde. La ley tiende al fixismo, a la estabilización. Hilomorfismo, porque el mundo se compone de materia y de forma. Aun me quedaban otros rabos por desollar

 

Presentíamos que la concepción del mundo que conocimos en nuestra juventud iba a rodar. El sistema no se correspondía a la realidad del momento. Todo en nuestro derredor se hacía añicos. Hibiscos. La hemitropía, efecto ópticos de las torres gemelas. Cristo vertical contrapuesto al cristo vertical. Abandona tu sillón, rompe las cadenas, arranca tu destino al pulpo de las cosas. Seas vencedor de nubes y de brumas, opalescente y glauco reflejo de tanto como se tonifica. Meaba igual que in padre de la iglesia. Para una buena educación sexual nada mejor que el miedo al infierno. Nada mejor que las judías verdes y los fideos para guardar la castidad. Eran las recomendaciones de Pizzardo y de ottaviani. La construcción de la basílica de san Pedro fue lo que puso a Lutero en pie de guerra. La educación sexuales en  aquellos seminarios nada tenía que ver con el spiritu santo no hay cosa que peor soporte un creyente que la imbecilidad dogmática. La estupidez es como el gas, ocupa todo el espacio disponible. El erostratismo de esta sociedad sicalíptica y la edificación de una sociedad pan sexual. Me siento cada vez más sacerdote de cristo y menos eclesiástico. La soledad era mi lote elegido.


Festuca, paja y trabs, viga. Porrigo, extender, ofrecer. Flaverunt venti. Et inimici hóminis, domestici ejus.

 

Número de móvil 630 74 6009.

Suspéndete. Et Ecce homo habens manus aridam, es lo que pasaba al peregrino ruso a rastras por los caminos con la mano seca- como en el evangelio. La ságena, red, cebo. Caminum ignis, chimenea. Et fratres ejus Jacobus et Joseph, Simon et Judas. Nonne mater ejus dicitur María et fratres ejus Jacobus, Simon et Judas. No hace buscarle cuatro pies al gato. Está bien claro. Incredulitas nazarenorum. Seorsum, separadamente. Freo, brazo de mar, pasar el freo. Los que al otro lado del freo están. Jesus ambulante en las aguas queriendo alterar las normas de la naturaleza. Habete fiduciam, ego sum, nolite timere. Ambo in foveam cadunt. Signa autem temporum non potestis scire. Guardaos de la doctrina de fariseos y saduceos.

 



Esto es, señores, la mayor culpa el ser escribanos. Salpicando de culpas postizas la inocencia. Zancarrón, deshuesado y el que enseña ciencia y artes en las que está poco versado. Quevedo llama simulacros a los santos en sus sueños. Amistad de Vesta procuras. Ahí están las putas habiendo buenas obras y los nigromantes y astrónomos cargados de globos y astrolabios. Huyeron las sombras a su lugar, quedó el aire con nuevo aliento, floreció la tierra, rióse el cielo. LEMOLOGÍA, ciencia médica de las epidemias, lelurión, ígneos, acuátiles, borrachos y vinosos, lucífugos, escrutiñadores de vidas, fiscales de honras, lo judiego, perteneciente a los judíos. Derrocaderos con la fusta eólica. Carpintear. Falleba. Apercollar, zumbo, pulla, cuchufleta. ¿A qué va el papa a todos estos sitios? A retratarse, sólo a retratarse. Mercancía del cielo y noviciado del infierno. Mujeres siendo estanques donde pescar adrollas los embusteros. Adrolla es trapaza, engaño. Un malcasado tiene en su mujer la herramienta de muerte, y ellos y ellas, el infierno portátil. Dejen pasar los boticarios. Boticarios pasan, al infierno vamos, et arefacta est continuo ficulnea, porque por dar gusto hizo plato de sí misma a todo apetito. Bululú. No puedo pagar pecho, pues ahora paga espalda. Cualquier sangre, hidalguillo, es colorada. Reimónos acá de lo que ultrajáis a moros y a judíos como si en ellos cupieran las virtudes que vosotros descrecíais. Tres cosas hacen ridículo al hombre: honra, nobleza, valentía. Le carcomía al hidalgo oír tales razones. Abanillos del cuello. Abanillo, adorno de lienzo para el cuello. Perniabierta, las mujeres se volvían dueñas hablando igual que ranas eternamente. Sodomitas en los que peligran nuestras asentaderas y los diablos por eso traen colas, porque, como maricones hay acá, habéis menester de mosqueadores de los rabos. Argadillo es el armazón para devanear los hilos, copela; en llegándose a la copelase iba en humo, copela es un crisol de huesos donde se purifican el oro y la plata, estantales, estribo de la pared, donde se colocan los andamios, poyatos, las pisadas de los días, barbara, celare, poyata, vasar, anaquel, repisa, la penetración en los libros es don de la naturaleza más que parto del trabajo, arduidad, unos ensillan, otros cabalgan, hacinas de erudición, quien mucho quita y nada on pronto llega al hondón, trimielga= torpedo, trillazón de ideas, todas tan escarbadas, trillaba un labriego taimado y mezquino con tufos de hidalgo, labia de manirroto y resabios de negrero. Amigos de la garla y el jolgorio, el cascabillo hace mejor cama que la alfalfa y la paja, el pino tenía el diámetro del buje de una carreta de bueyes, empajar los niaras o trojes de paja. Una legua ha seguido a otra legua y los pueblos se ha ido eslabonando, aullar las penas a su paso, miradas escrutadoras y esquinadas, desde que el brazo baldado de un zagalejo le señaló el camino, aporte para los andariegos. ¿Me da trabajo? Yo no doy nada. Unas hornacinas y una cruz de término, ajo, sobrancero y yunteros, y una liebre en su alcahaz. Márfega, colchón de paja. En el alguarín hay sitio, perros ovejeros y de ajeo, ajear, repetir la perdiz cuando se ve acosada, charrasca de Albacete, gallofeo, tientapuertas, me llaman sieterisas pero mi nombre es Nicasio, ataharre de la albarda, o tarria, las gentes agrias envejecían antes que les cayera el pelo, destraleja, zumaque falso, ailantos de cojo y corcovado. Dar a escondidas algo es la ley del buen hidalgo. Limosna que se propaga, mejor que no se haga. Estar hasta el gollete, cansado de sufrir. El hombre, simiente, la mujer, surco. Hombre que vive sin siembra se pierden él y la siembra. La voz sacerdotal era un súplica y un lamento de la tierra elevándose a las alturas. Repasar serones y afilar los dalles. Matar las sonochadas cerca de la lumbre. Enriquecen el caletre con milagrerías. Viltrotera, la mujer que callejea. El juego del vilorto es como el del tenis y desvahadas (quitar lo marchito de un vegetal) diez tañidos de bronce hienden el espacio. Alguarín, cuarto pequeño para guardar aperos. Así me gusta, que te airees, estar siempre en casa cría moho. El desprecio de una hembra contemplando a un animal castrado. Ovejas primales. Aportadera, cuévano. El mayoral se irguió colérico como si fuese a embestir. Merdellona, criada que sirve con desaseo, ni desgracias que sólo alcanzan a los maridos alcanzaron laureles tan robusto. Cuquería, tratar a punta de herradura. Las cogorzas que cogía el zurdo empalmaban los domingos con los lunes. Zalagardas, riña, pendencia, astucia. El escondrijo abierto en el alguarín bajo una baldosa. Gorjeaba el agua por la acequia. Atetillar los árboles nuevos. Excavar en torno haciendo una almanta, dejando un poco de tierra junto al tronco. Esta es una pandilla de restregonas. Berreonas con estropajo. Jabardillo, remolino de gente, de lavanderas, bandada, dar jabardos las colmenas. Jabalcones, madero que se atraviesa entre uno vertical y otro horizontal. Alpañata, pedazo de cordobán con que los alfareros pulen vasijas antes de cocción. Él había reanudado su renqueo vagabundo. Desamparo y frío. Caminos escondidos.

Nieve en febrero, limpio en abril el alero. El abuelo aquilino daría con los primeros fríos el último bostezo.

El amor de antaño era más recatado que el de hogaño.

Era fuerte como el dinero.

Estaba echo una azacán.

Cuando no cocea el amo, da voces.

Resistirlo todo sin revolverse nunca.

Escalio, terreno sin sembrar. Escayo.

Más vale cuchara y pitanza que andar de bardanza. Callar, dormir, comer y trabajar. Si se desata la lengua, se peca. Trabajar y callar eran el fundamento de su existencia, pero lo fundamental es trabajar y callar. El comer y el dormir no son sino añadir.

 

Alonso luengo, la invisible prisión, biblioteca nueva, Madrid, 1951, 291 pp.

Dña. Mariquita y Villaamil. Guerras carlistas, la tertulia es una forma de hacer amable la soledad. Se puebla de conversaciones la sala, oír sin escuchar, hilván entre el duro fulgor del páramo y el frescor de la ribera, del páramo  escuchar al cura de misa de alba, eche una firmita al brasero,  se va notando el frío. PROTEO, personaje que cambia con frecuencia de opiniones y de afectos. Una ancha rosa de fulgor, vuelo musical. Y a un golpe de cabeza estalla un vuelo musical. La estancia se transfigura hacia un mundo auditivo e inmaterial. La verde luz del quinqué cortando en cono las sombras corta zonas de penumbra donde las figuras quedan inmóviles. Fuera el río Órbigo resuena entre las frondas secas con sordo y profundo rumor. Hacían de su ansia de lirismo caliente intimidad, lacayos de alto sombrero y carric, redondeces chatas románicas, aleteante la nariz, en cuyo frontis se erguía el viejo escudo de la familia, evónimos, cuartales, es la cuarta parte de la fanega, medida aragonesa, hay en el aire fresca diafanidad de rocío.

11 de octubre de 2000.

 


KNUT HAMSUN PAN. Muestra la lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza y la lucha contra sí mismo, tal es el ímpetu de las pasiones y el reconcentrado ardor que subsigue. Muy pocos artistas han expresado el amor a la naturaleza como este noruego. Es sobrio, sugeridor, entusiasta. La costa de Sirilund. Soy un barómetro vivo a causa del reuma. Todo lo que acude al primer plano de la evocación. El drama de las cosas sin alma, las cuerdas del espíritu tensas. Vaivén gigantesco del oleaje. Los arroyuelos cantan sin que nadie se detenga a escuchar su música humilde.  Alfeizar. Me puse a contemplar el pálido reflejo que, como una siembra estelar, allá estaba. Las estrellas comenzaron a vivir y ahora el firmamento esplendía de estrellitas de azuloso plata, no podrían mis ojos alcanzar los ríos siderales.

 

                                                                   Henar Parra Tuya.

 

               Currículum Deportivo

1995: campeona de Madrid cadete.

1995: subcampeona de España cadete.

1995: campeona de España por equipos.

1996: campeona de Madrid júnior.

1996: campeona de España júnior.

1996: medalla de plata torneo internacional de judo en           Portugal.

1996: medalla de bronce en el torneo internacional Ala, Hungría.

1996: quinto puesto en el campeonato del mundo               júnior celebrado en Oporto.

1997: subcampeona de España júnior.

1997: subcampeona en el torneo internacional de Sofía, Bulgaria.

1997: subcampeona torneo internacional de  Arlo, Bélgica

1997: medalla de bronce en el torneo internacional de           Berlín.

1997: campeona en el torneo de Praga júnior.

1997: medalla de bronce en el campeonato de España           senior.

1998: campeona de España júnior.

1998: medalla de bronce en Arlo, Bélgica               

1998: campeona en la Copa Ala de Hungría.

1998: bronce en el campeonato internacional de                             Madeira, Portugal.

1998: medalla de bronce en el campeonato mundial de             judo júnior celebrado en Cali, Colombia.

1998: medalla de plata en el campeonato de Europa júnior habido en Bucarest, Rumania.

1999: medalla de bronce en el campeonato España, senior.

1999: medalla de plata en el torneo internacional de

          Varsovia, Polonia, modalidad senior.

1999: plata en el campeonato de España universitario.


2000: medalla de bronce en el campeonato de España senior

2000 medalla de oro en el campeonato de España universitario

 

Guácima jaqueta, vestido sin mangas, España- Estibadio o Café de la Pompa y la vanidad - Hécuba Piños, gracias solemne o él y a mí qué me das - Cisura Hécuba una de las danaides. Sede Baldea o consejo suprema. Ginés Garfios o J. Luis Garci - Tony Flags - popada a ver qué hacemos contigo - HARONÍA (pereza, poltronería) y harón, poltrón REVISTA ILUSTRADA QUE no ilustre.  TERMINAMOS CARALLU y el Asesino del Piles.

Sueltos de cuidados, los pechos para recibir la gloria y la vida que nos va en su aliento.

Los espantos de la muerte no son sino resguardo de la vida.

La muerte no es mala para aquéllos a los que la vida no ha sonreído.

De las potencias del alma es la voluntad la abanderada de todas las demás.

Hispania, plaude.

Hércules es hijo fornecino de Júpiter y de Alcumena que, sin saberlo, le puso los cuernos a Anfitrión, porque Hércules artero se disfrazó de su marido y Alcumena se acostó con él creyendo que era su marido legítimo al que el dios jovial había despachado para la guerra de troya previamente. Son vicios de los dioses de la ciega gentilidad.

Anfitrión aparece con mostaza en las narices.

Cuando era niño se le acercan a Hércules dos culebras y él era tan fuerte que consigue destrozarlas.

 

La frontera de Dios dice que no queremos milagros en el pueblo.

Cabellera estofada de san Bartolomé.

Pan lechuguino de Valladolid.

Iglesia mozárabe de san Cebrián de mazote.

Si llueve por santa Bibiana llueve cuarenta días y una semana.

Desfile de rostros viejos en una solana de cualquier pueblo.

Material extraído de todo aquello.

Latón de las vainas.

Galván y Modesto, la ametralladora Hotchkiss.

Antimo Molinero.

No cesa el cañoneo. Ya tocan a misa.

 

 

Todos se alegraban de la llegada de la primavera con sus románticos y dorados ensueños.

Una canción muy baja como el susurro del viento en el bosque.


Bolovki, stnrodyb, monasterio de los raskolnikov, de los diferentes, los jkisti que eran derviches. Todos ellos iban a la nave que era la iglesia y en verdad esta palabra se repite en el Escorial.

Radenias o reuniones de iniciados, ella me llama Mariona.

Las mujeres se soltaron el cabello y empezaron a coger ramitas de abedul. Gritaban las muchachas en accesos de histeria: nakatil, nakatil, ha llegado, ha llegado, ¿Quién? El spiritu santo.

Radenias eran reuniones místicas que desembocaban en orgías, el cuerpo se hunde en el pecado carnal para purificarse.

Paraskevia, viernes en griego. Así eran llamadas las veinte vírgenes que saltaban en las rasdenias, si alguna quedaba encinta los vástagos concebidos de tales ayuntamientos del aquelarre eran considerados profetas.

Todos estaban en deuda con una educación de la bursa.

Su recia voz, su esbelta figura y su elocuencia hicieron mella.

Los starzi iban por el mundo con un ato a las espaldas y el evangelio de san juan, es la estampa de la vieja rusia errante. No es un fuera de ley el starzi ni un bandido sino que peregrina impulsado por sus ideas políticas, por amor a Xto en demanda de la verdad suprema. Tratan de poner en práctica las enseñanzas evangélicas, no cabe una postura a medias, desprendete de cuanto tienes y sígueme, ságoma acercate a la naturaleza y a su criador, los starzi no eran sectarios, recalaban en los monasterios donde eran recibidos como romeros, Taganrog, enigma histórico o la desaparición del zar. Fedor Kuzmich, el staretz, que murió en 1866 a los 90 años. Alejandro I desapareció en 1821.

POPADNIA, esposa del pope.

Bella historia del color azul de Grozni.

Los calmucos vivían en la yulka, en los goul y tenían camafeos. Skopzi, castrados. La verdad es única pero para llegar a ella hay un solo camino que no todos conocen.

Sectas y partidos políticos. El enemigo de los partidos políticos es el gobierno y el de las sectas, la Iglesia.

Schundistas o estudiosos de la biblia, los yuroditsvi, inocencia rayana en la idiotez o en la demencia. Un caso extraño de Turguenev es la historia de un yurodivi. Evocar a los muertos y el don de hacer milagros.

Con el triple latiguillo de amen, amen, amen.

PRIGIVALSNIKI, el que se pega a una casa y de ahí nadie será capaz de echarlo a la calle.

Entrada la tarde regresó con un paquetito. Muda procesión e guerreros de piedra.


Paregórico que no es paragógico, anodino, paregorías para aplacar a las gentes,

Divino caos del que todo surge y se entrelaza.

Pronto entonará el gallo sus trompetas anunciando el día.

Con oculto y mal simulado enojo. Tagarino, moro que vivía entre cristianos.

Tafurera, embarcación muy plana utilizada para la conducción de caballo.

Tafurerías, tahurerías.

Airosa y ruinosa atalaya que corona el cerro.

Santa María de la aparecida de Veruela.

León X llamó a Dalmacia bastión de la cristiandad.

Meliora voco, proboque, peiora sequor, Plinio, el nefas humanum, nítimur in nequitum (Horacio). Infélix homo, desventurado de mí quien me librara de este cuerpo de muerte. El dolor y el desorden moral es la nota que preside todo.

Hojas blastodérmicas, la caja torácica. Y los riñones a modo de serpentín para purificar la sangre. Vemos el bien y ejecutamos el mal, conocemos la virtud y nos entregamos al vicio, la vida está sembrada de escollos hacia los cuales una corriente peligrosa nos arrastra

The rugged strenght of those mountains mindawenses.

La fe no es tiránica, lo dijo Pio XII que fue un papa muy preparado. Es un acto libre que respeta en todo tiempo la razón.

Xmas and the din of war.

I have ny own misgivings, mis falsos presentimientos, mis temores.

San Ambrosio vio la muerte del arrianismo, el abandono del paganismo y la factura del imperio romano.

Oh verdad, te elevas sobre el pedestal de la justicia.

HISPANOS DEUS ASPICIT BENIGNUS (Prudencio).

Él más alto de los ideales humanos es la religión de nuestro señor Xto.

La iglesia es pósito de la sabiduría.

Llegó la hora de las tinieblas.

Cachetero, verduguillo.

La escolástica se reduce a gimnasia mental.

Polígono de sustentación al operar una gastrectomía, corremos el peligro de cortar la arteria hepática.

La ley tiende la fixismo, a la estabilización.

Hilomorfismo, el mundo se compone de materia y forma.

Aun quedaban otros rabos por desollar. Presentíamos que la concepción del mundo en la que habíamos sido educados iba a rodar por suelo; el sistema no correspondía a la realidad del momento. El mundo se estaba haciendo añicos.


Hibiscos es lo que tenía plantado la tía Moreliana a la puerta de su casa.

Hexaptérico, relicario litúrgico griego que representa un serafín con seis alas.

Isaías abarca un período de medio milenio y el génesis es un texto de trazos sueltos hechos tardíamente.

Cristo vertical, cristo horizontal.

Abandona tu sillón, rompe tus cadenas, arranca tu destino al pulpo de la inercia.

Vencedor de nubes y de brumas, opalescente reflejo.

Mea con la profusión de un padre de la iglesia.

¿Pureza en los seminarios? Nada mejor que el terror al infierno, duchas de agua fría, fideos y judías verdes.

La construcción de la basílica de san Pedro fue lo que puso a Lutero en pie de guerra, el remanencia. Aquella educación sexual y aquellos seminarios nada tenían que ver por supuesto con el espíritu santo. No hay cosa que soporte peor un creyente que la imbecilidad dogmática.

La estupidez es como el gas, ocupa todo el espacio disponible.

Sicalíptica o pansexualista sociedad.

Pero era aquél mi lote.

El abate Oraison, sexólogo. Me siento cada vez más sacerdote en Cristo y menos eclesiástico. Aquella educación esclerótica que no era capaz de soportar, festuca pratensis, la que tengo yo en la Catuxia cítiso o cañuela hierba buena para forraje.

Intrinseci sunt lupi,

Pórrigo, extender, ofrecer, flaverunt venti, de flo, pero flavesco, empezar a dorarse, batir, acuñar.

Ne ergo timuéritis eos.

Un as, un denario.

Curaré mis languores

Et inimici anonáceo hóminis domestici ejus.

630 74 6009 número del móvil.

Sata, sembrados, mieses.




Et Ecce homo habens manus aridam. Esto es lo que le ocurre al peregrino ruso que andaba de acá para allá con una mano seca. Blandir la caña. Ságena, red, cebo. Caminum ignis, chimenea en alemán. Et fratres ejus Jacobus, Simon et Judas. Nonne mater ejus dicitur María et fratres ejus Jacobus, Joseph, Simon et Judas, et sorores ejus non apud nos sunt? la incredulidad de los nazarenos. Seorsum separadamente. Freo, brazo de mar, hay que pasar el freo. Los que están al otro lado del freo. Ambulancia de Jesús sobre las aguas alterando las leyes de la naturaleza. Habete fiduciam, ego sum, nolíte timere. Ambo in foveam cadunt, signa temporum non potestis scire, guardaos de las doctrinas de los saduceos y fariseos. Judihuelos, rábulas, ahigados, estos, señores, la mayor culpa es ser escribanos, pues salpican las culpas postizas de inocencia. Zancarrón, el que enseña ciencias en las cuales está poco versados. Quevedo llama simulacros a los santos en sus sueños. Castidad de Vesta y ahí están las putas haciendo buenas obras, cargados de globos y astrolabios. Huyeron las sombras a su lugar, quedó el aire con nuevo aliento, floreció la tierra, rióse el cielo. Lemología ciencia médica sobre las epidemias. Ginés de Garfios.  Eubiótica, arte del bien vivir, euangiótico, que está provisto de buena circulación sanguínea. Lucífugos o nictálopes. Derrocadero. En la fusta eólica. Carpintear, falleba, apercollar, pasando noviciados en el infierno, mujeres siendo estanques donde pescan adrollas los embustidores, adrolla, trapazas, embustes, un mal casado tiene en su mujer la herramienta de la muerte, y ellas y ellos infierno portátil. Dejen pasar los boticarios. ¿Boticarios vienen? Al infierno vamos. Et arefacta est continuo ficulnea. Putas que para dar gusto hicieron plato de sus personas a todo apetito, bululú, no puedes pagar pechos, pues pagad espaldas, toda sangre hidalguillo es colorada, reímonos aquí de lo que habláis de moros y judíos como si en ellos no cupieran las virtudes que vosotros descreíais. Tres son las cosas que hacen ridículos al hombre honra, nobleza, valentía. Se carcomía el hidalgo al oír tales razones, abanillos del cuello, perniabierta, las mujeres se volvieron dueñas que como ranas están hablando perennemente, sodomitas en ellos peligran nuestras asentaderas, que los diablos por eso traen colas, porque como maricones hay acá habéis menester de mosqueadores de rabos. Argadillo, persona bulliciosa y entretenida, armadijo para devanar el hilo. Copela, crisol donde se guardan los huesos calcinados, carácter funerario. En llegando a la copela se iba el humo. Estantales, poyatas. Las pisadas de los días, barbara celarem, la penetración de los libros es don de la naturaleza más que parto del trabajo, arduidad hicimos de erudición. Luego que mueren, la lápida cubre sus cenizas, cubre también sus faltas. Trimielga, torpedo, pez. Unos ensillan y otros cabalgan. Quien mucho quita y nada pon, pronto llega al hondón. Almanta, almáciga. Trillaba un labriego taimado y mezquino con tufos de hidalgo. Amigos de la garla y del jolgorio. Radio Garla. Verde en toda suerte de menesteres, había empezado por la más agotadora de las faenas. El cascabillo hace mejor cama que la paja y que la alfalfa. El pino tenía el diámetro del buje de una carreta de bueyes. Empajar las niaras, niaras son trojes de paja, una legua ha seguido a otra legua y los pueblos se han ido eslabonando, aullar de perros a su paso, miradas escrutadoras y esquinadas, desde que el brazo baldado de un zagalejo le señaló el camino. ¿Me da trabajo? Yo no doy nada, ajo, una cruz de término y unas hornacinas, márfega, traillaban las yuntas, perros ovejeros y de ajeo, ajear repetir la perdiz el aj, aj, cuando se ve acosada. Charrasca de Albacete. La señora no sabe que hay gente dañada y traicionera. Me llaman Sieterisas pero me llamo Nicasio. Ataharre de la albarda. Las gentes agrias envejecen antes de que se les caiga el pelo, destraleja, zumaque, ailanto de cojo y corcovado hasta el demonio va dado. Dar a escondidas algo es la ley del buen hidalgo, limosna que se propaga es mejor que no se haga, el hombre es simiente y la mujer es surco, hombre que vive sin hembra se pierden él y la siembra. La voz sacerdotal era un lamento y una súplica elevándose al cielo, repasar serones y afilar los dalles. Matar sonochadas cerca de la lumbre, enriquecer caletre con milagrería, viltroteras y desvahadas, desvahar, quitar lo marchito a una planta, diez tañidos de bronce hienden el espacio, reina un silencio de nieve, alguarín, cuarto pequeño para encerrar aperos. Así me gusta que te airees pues estar en casa cría moho, desprecio de una hembra contemplando al animal castrado, ovejas primales, aportadera, cuévano, el mayoral se irguió colérico como si tratase de embestir.  Me tratas a punta de herraduras. Cuquería. Las cogorzas que cogía el zurdo empalmaban los domingos con los lunes. Zalagardas, ardid, treta, simulación de una riña. El escondrijo abierto en el alguarín bajo una baldosa, atetillar los árboles nuevos y excavar en torno haciendo una almanta, dejando un poco de tierra junto al tronco, pandilla de restregonas del paseo de Camoens, berreonas, jabardillo de lavanderas, riatillo, alpañata, pedazo de cordobán con el que los alfareros pulen las vasijas. ALMOFATE y almoflate, cuchilla redonda que usan guarnicioneros =focino  Almofate es lo que vende el botillero de san martín, cuchilla redonda de guarnicionero. Él había reanudado su rengueo de vagabundo. El que empinó antaño se emborracha hogaño. Desamparo y frío caminos escondidos. Nieve de febrero, limpio en abril el alero. Echo un azacán. Escalio, terreno sin cultivar. Más vale cuchara y pitanza que andar de bardanza. Callar y dormir, comer y trabajar, si se descarrila la lengua se peca. Trabajar y callar eran los fundamentos de su vida, dormir y comer no eran sino añadidos. Amo sin criado y sin criada no es amo dél ni de nada. Casa pobre y sin mujer mal yacer y mal comer. Bien que se propaga, mejor que no se haga. Era lluvia lo que la tierra reclamaba. Te tengo bajo mi alar. Alaraza, ALARAZA y ataraza novia recién casada. Ciervo alanzado, el animal que en el escudo se representa corriendo. Hombre solo como el perro que cuando muere no hay entierro, descalzar la raíz de los zarzales. Arrendó el caballo junto al árbol, el nalguear y los tropiezos del caballo. Aquí lo que hace falta es arranque. ¿No sabe beber a morro? Pues aquella moza le desairó. Campos de trigo que el viento acama, hembras de tarifa, templó con botellas de agua caliente mis sábanas invernales. Yo sé que he alterado cuando no destruido la paz de alguna vida, malrotar, donde mi padre malrotaba su ciencia y sus sacrificios, malaxar, sobar una sustancia, reblandecerla. Estos que malaxan la información a todo pasto. Malrotar, gastar, dispendios la hacienda, humero de la chimenea, yegua gateada, la perversidad humana se manifiesta en los años primerizos, crestones de Gredos. Enlazados por un mismo sentimiento. Como si de golpe se hacinara en mis pupilas, la torre era un milagro de argamasa y de ladrillo, grandes ciudades un desbordamiento desenfrenado. Asocié Madrid al río que más de una vez asoló mi hondanada nativa. Al hablar disparaba con honda, paganía, en ella se encontraban uncidos y mancornados los vicios y virtudes de la raza, el mercader y el místico, la astucia y la tenacidad de una garza.

 

El siglo XIX es el del anatema español, acoraza mi vida con el título. Flérida Barbadillo. Tengo la convicción, mi madre andaba forastera. Manos suaves de pluma de ave, voz de timbre ronco y desgarrado, codillo, matalón, victimas, victimarios y vengadores, pasión errabunda, conexión viajera, el mundo gira a su capricho, el corazón puede vivir independiente de la carne. Una luz tajaba la oscuridad. Sobre la grava que he estado pisando tanto tiempo. Mateo morral hijo de un acaudalado comerciante de Tarrasa, soñarrera.

 

Gregoria Efimovich Raputín, la fe en el icono y el pavor ante el dragón maléfico. Popes y santones, misticismos y hechicerías. En la santa Rusia desde su amanecer histórico el dolor forma parte de la esencia de su carne. Narodna volia, la voluntad popular, esa víscera escondida en la cavidad torácica. 13 de marzo de 1881 muere Alejandro II. Palach =verdugo, en un instante tan breve como el que media entre la luz y la sombra, un bancal cercano a la puerta de hierro, una sembradura de cruces. No tengo casa sino echadero, quema un ceporro, el verano con sus ardores de fuego. YSADBA= hacienda, los puños en los cuadriles. Conciencia y sin ciencia, ahora como antaño y lo mismo cada año, ychitlenia, institutriz.

Con la literatura le entraba una soñarrera que lo abstraía de la vida circundante, se abstraía gracias al poder de abstracción que han de tener las buenas letras.

 


Los sacerdotes peales tenían por misión declarar la guerra y proclamar la paz. Guardas del lar era los lictores, Jano vida y muerte, saturno, ciesis = embarazo, preñez. CIESIS, cavedio, CAVEDIO parte vacía o patio de la casa cosechas, Jupiter guerra con Belona que era su mujer. Vesta, diosa del fuego del hogar. Manes, lares y penates. Los manes eran las almas muertas que resucitaban. Lares y penates. Unos campos elíseos para los buenos y un tártaro para los malos, pasando por la laguna estigia. Tenían en alta estima el arte de la adivinación y de la astrología judiciaria. Los oráculos se llamaba arúspices. Numa Pompilio fue el primero en proclamar la santidad del matrimonio, introdujo la clase sacerdotal y los pontífices máximos, augures, arúspices, feales. FAUSTITAS, divinidad que protegía la divinidad de los rebaños. Lustro y lustrales que es un espacio de cinco años en que había que purificarse, estas lustraciones se llevaban a cabo en ceremonias expiatorias correlativas a las olimpiadas griegas que se celebraban cada cuatro año. Via scelerata, las ruedas del carro cuyos radios pasaron sobre el cadáver del padre asesinado, fascio es un hacha rodeada de vergas, silla curul, silla elevada construida en marfil. Refugio era el rei fugium el lugar donde encontraba acogida el rey perseguido. Los reyes fueron sustituidos por los cónsules, elegidos en los comicios por las centurias, ellos nombraban a los questores o pretores encargados de la administración pública y las finanzas que presidían las reuniones sentados en la silla curul y vestidos de togas.

 

Socavar los basilares de la civilización, obra protestataria, PROEDRIA, asiento de honor.

Proctitis, inflamación del ano.

Profecticio, los bienes que adquiere el hijo que vive bajo la patria potestad.

Prosoposternodidimia, monstruosidad, prosoposternodidimio, monstruo fetal unido por la cara y el esternón, es lo que les gusta presentarnos complaciente a todos nosotros.

Prosopoplejía, parálisis facial

Ptérida, helecho, proejar, ir remando contra corriente y contra el viento, PROESTRO, período anterior al celo de los animales, propileo del Escorial.

Atrás teníamos la sierra que se extiende entre lomadas hasta la sierra de Guadarrama.

Lo mismo que la historia gira en torno a sí misma la historia rusa se desenvuelve al rededor de las mismas páginas.

Vivía en un mundo que yo me iba creando apoyado en los libros que me proporcionaban.


Abandonados los muros de la ciudadela, al morir mi madre sentí cómo me alcanzaban sus caricias desde ultratumba. Muerta ella, ya no había más que aquellos libros.

La maldad no existe, sólo es un reflejo relativo.

Se reproducían en mi retina paisajes espirituales lejanos.

Tozudo como la hiedra capas de estrangular un árbol y de descalzar a un edificio.

Conocí todas las gradaciones y aberraciones de la bestia humana, pues ni la virtud ni el vicio fueron inventadas en los penales.

Se reproducía en la retina de su memoria todo aquel tiempo, la vida es un amasijo de abandonos, contradicciones y caprichos; el mundo es la confabulación de lo irracional e injustificable, un montón de sarcasmos, incoherencias y extravagancias. Idea genitiva del anarquismo.

Cuando no hay orden es cuando a la sombra se afilan los puñales. El abuna es el obispo copto, acatia, calzado, accenso, soldado romano de infantería, acanor y atanor horno utilizado por los alquimistas.

Las nubes son necesarias pero el hombre no hace falta en el mundo, abderítico,  estúpido,

Abaz, aparador donde se guarda lo necesario para el servicio de mesa.

Abanto= buitre y de ahí san Pedro abanto.

Abanero = halcón amaestrado.

Abaneo, nombre que se daba a los habitantes de Argos.

abés = apenas con dificultad

 Pie logádico o arquebúleo, otro metro. Aristóteles tenía en el eunuco Hemión su bardaje, pero los griegos no pensaban en el amor. Aristóteles murió envenenado por alguien que le hizo beber el acónito, le había robado al sol los claros resplandores de la filosofía. Sicofanta, injusto, Sicofante.

Glabela que pertenece a las nebulosas extra galáctica, desplazamiento de los radios espectrales hacia el rojo, el universo está concentrado en un átomo o globo gigantesco. El universo estelar es muy joven con trillones de años por la teoría de la relatividad, de la noción de los tiempos estelares podría inferirse la inmensa vitalidad térmica, el sol esclavo hace la roda, el año helicoidal tiene 230 millones de años terrestres, foraminífero de baratura para la respiración, acolchado o gambesón con que se ve a los soldados rusos, cuanto más cuerpo menos cabeza, foraminíferos son moluscos que tienen aberturas por las cuales transpiran, el hombre es espíritu o no es nada. El hombre vencedor de la materia a través de una serie de peldaños, no parece existir una teleología, el arte de la finalidad.

La muerte se abisma en reflexiones vertiginosas.


La humanidad está aun en su tramo de arranque. No sabemos nada, nuestros dogmas son puro empirismo, pero a pesar de que no sabemos nada creemos saberlo todo. ¡Qué orgullosos, qué intolerantes!

Ascensión en lugar de evolución

πoλitikη - δεμωσ- αutωσ- θεoσ-αρiσtωσ-σtαθωσ (política, pueblo, auto, yo, dios, aristo) y por último está el kratos.

Verdades pasajeras en el tiempo y espacio transmudan en errores, verité en deça, erreur au delá, incluso en las teogonías, mientras los dioses griegos están siempre entregados a la haronía y la holganza el dios del salterio opera sin cesar. El desdén de la actividad contrasta con el constante compromiso.

La química intelectual no para, es deseo inextinguible.

Martín de Alcaraz en su cigarral.

Silueta retadora de un castillo.

El que adquiere un libro compra una serie de embustes. Allá te medirán para la caja. Encaballar un mar con otro mar.

La prensa camorrista siempre blandiendo la alcotana de la vulgaridad, duro que te pego.

El odio es la única pasión que se sostiene toda la vida. Amaba a una sombra porque a la mujer nunca la sientes de uno.

Quien es más precoz quien más tardano, la mirada perdida en la trashoguera. En un breñal del cigarral junto al río Guadamur.

Hechos, no intenciones, son aquellos con que se pesa la balanza de la justicia. Me levanté vacilando incierto el paso. Ya no hay madres de película que defienden a sus hijos hasta las últimas consecuencias.

El hombre que más se engaña es el que vive más feliz.

Sólo se matan los que descubren la mentira que nos envuelve, la verdad les produce náuseas, la amistad es una de las mejores mentiras descubiertas por los hombres. Cuando hambreé por el mundo tuve muchos amigos, nos unía el hambre. Somos del mismo metal, no hay quien nos doble. Sinedrio, senado formado por ancianos.

Ou topos en ninguna parte, de ahí utópico, sicofantes o sufragantes o diputados. Giordano Bruno, monje benito, es quemado el 1600.

Triada marxista: tesis, antítesis y síntesis, que no es lo mismo que tríbada.

La fuerza resulta impotente ante las grandes ideas míticas, la síntesis no es científica, es anti biológica, por esa ruta no hay más que dolores. Ley del determinismo universal.

 

Boltel, morcilla, botulus, moldura, como balsar, piedra labrada en forma de cuña.


Serpiente caducea es simbólica de la paz.

Azofra, prestación personal, obreriza, andecha, azogar andar turbado.

 

El rito romano fue implantado en el concilio de burgos por Pelayo de Oviedo en 1111, Pelayo escribió el liber chronicorum ab exordio mundi usque ad era MCLXX, que está guardado en la biblioteca nacional.

A swintila y Wamba o a Pelayo de Oviedo se debe la traslación del arca santa.

Amores de Hércules en avila causa de la formación en la ciudad de los gorbiones.

Delirios alcohólicos, anudarse el pañuelo a la diabla. Hay interlinear todo esto, buscar argucias, chapallar, ficher le champ, champuz, coaltar, alquitrán.

Nicea de bitinia, Atanasio a. 325, sabelianismo. Visigodos los arrianos, Ulfilas, los agotes, que fueron el último refugio del arrianismo en combinación con el politeísmo escandinavo. Atanagildo, padre de Brunesquilda. Recaredo abraza el cristianismo en 586.

Letuarios, torviscos, jarabes y albarelos.

La prudencia es el montepío de las bofetadas, glifos, es toda acanaladura que se coloca en cualquier movimiento arquitectónico.

Con el gorjal de oración, parte que rodea al cuello en la vestimenta sacerdotal, lo llevan los diáconos, gorjal, gotieras (del fr.gottier canales para supurar las fracturas), filigranas que desafían a la guadaña  del tiempo, efecto mágico de las vidrieras de gelatina, sabelianismo, el libro de Talía.

Recaredo manda quemar en Toledo todos los escritos de los arrianos, pero los suevos siguen siendo arrianos y esta es una particularidad que va a tener Galicia. En 559 llegó a Galicia san martín de panonia que consiguió que los suevos volviesen al redil católico.

Iglesia de san Trófimo.

Ustrinum o Astrónium, lugar donde se encendía la pira funeraria para quemar los cuerpos.

Marques de Villena juan de pacheco propició la construcción del convento de dominicos y el marqués de Villena estuvo muy relacionado con Segovia.

Pesados cornisamentos de la casa de Porlier.

Fernando Valdés y salas, arzobispo de Sevilla, 1520-1568. Lillo es una localidad de Toledo, Boo, Ules.

El abad Fromestino (fromig, palabra germánica).

El Oviedo de Fruela fue arrasado por los árabes, pero Mauregato derrotó a Mohamed en la batalla de pilares.


Ventanas dobles, cresterías y ajimez bieldan los aires, el prisma de la torre en sendas catedrales, para remate una esfera de bronce y una cruz, con las estrellas del obispo rojas en cuyo pontificado se puso remate a la obra.

África, Menorca, Sevilla, Toledo, jalones del arca santa que fue porteada en tiempos de Alfonso VII, dos espinas con que se dio el tormento, uno de los pañales de belén, y Controdo padre de Urraca.

El atentado de un tal Llizo, redactor del sol, contra Berenguer, el tiro marró y fue al techo, lo dieron por loco pero Llizo tenía de loco lo que yo de obispo.

Oréade, ninfa jarifa, elegante, peripuesta. Brulote, aguardiente quemado de azúcar, cabete, altar.

Almodrote, reconocer la voz de los suyos.

Trimegisto, tres veces grande, vértice de todo conocimiento.

Discurso parenético, sarcinos psíquicos y neumáticos.

 

Andreiev dijo que el diablo se hará periodista, anunció a los sacerdotes y sacerdotisas del morbo. Navegamos en un mar de ajenjo o de aguas amargas.

Falta por caer el último florón. Recoger los cascotes de la vida. Tribus urbanas y la mujer fea por nombre Ballester contandonos lo que pasa y lo que no. Trans culturización a mano armada y eso es lo que te doy, jefe, la serpiente genésica que adoraban los ofitas.

Encerrados en el mundo autista de la tele. San Bartolomé hijo de la profecía adscrito a uno de los siete espíritus angélicos. Disputas entre patriotas y paulinos.

Estamos en el reino de la ANÁSTROFE, de la alegoría y de la inversión.

Apocalipsis escrita por una antirromano, Bernabé, contempla la segunda venida y el espíritu de la modernidad.

Revelación es cambio. Esperma yerma y sodomía, alienados y emasculados que se desangran en la propia rabia e inanidad.

El 11 de febrero de 1852 Gogol quemó todas sus obras. Su criada le escuchó sollozar hasta el amanecer. El arte es una visión anticipada del paraíso, auto de fe nocturno, igual que yo quemo mi pipa.

Turguenev era la melancolía hecha hombre, artista puro, reencarnación de Hamlet, un hombre que retorna a las heridas intimas y sólo los últimos años de su vida fueron felices 1818-1883. Había roto con los ideales redentoristas del espíritu ruso, pigricia y haronía de Oblomov y humo, el pesimismo de Schopenhauer.

Ilación evangélica, los hombres son más desgraciados que culpables. Castidad y anafrodisia. Díctamo de verdad.


La obra de Agustín es una continua invocación a la verdad.

Calla la palabra, grita el afecto. Ningún hombre sabe lo que pasa en el hombre sino el espíritu de hombre que habita en él.

 

Oviedo, tenerías, palacio de campo sagrado hoy Toreno.

Britonia es la ciudad romana en la que construyó Alfonso el Casto sobre el Ovis templ um, el templo de  Jupiter. San salvador a expensas de Fruela con sus doce altares, pavimento de jaspe, el sarcófago de Itacio. Duró la construcción de la catedral desde 1345 hasta 1556. La fabrica de la altísima torre prismática es obra de Gutiérrez de Toledo y del obispo rojas que también lo fue de Segovia. Puerta abocelada, todos parecen de acuerdo para ponerse hacer alpinismo.

Juan arias de Villar cuya estatua está en un nicho alto al lado del Evangelio, juguetes y caprichos que parecen las misericordias en el reverso de los asientos, santos tutelares de la edad media, santa barbara, ánditos, fantásticas invenciones de la lucha de favila y el duelo de Froiluba.

TRIACHE, café de una infusión especial y perniciosa.

El espíritu no ha podido encontrar el presente que une el pensamiento imaginativo con la ciencia positiva.

ERÍSTICA la ciencia erística, ciencia dialéctica o deductiva, erinosis enfermedad de la vid producida por ácaro.  Heurística, arte de inventar

 

Arcediano es el que convoca en la ordenación. Hecho el yerro, ya no hay vuelta de hoja, hay un examen o escrutinio riguroso, Adeodato obispo de Numidia, manda el apóstol no imponer las manos precipitadamente, costumbres irreprensibles y vida impoluta, vinolento, temulento. Marcial y Basilídes, obispos libeláticos de León y Astorga. Los coepíscopos o vicarios del obispo habían desaparecido por completo al final del s. X. Cipriano envió a León a un coepíscopo para sofrenar la herejía de los priscilianistas, quienes están puestos para corregir ellos mismos han de ser irreprensibles, donación de la vida en favor de los prójimos. Lo das por supererogación, sé concha y no canal, queda el fomes del pecado que nos combate interiormente. El obispo otorga las cartas dimisorias que permiten acceso al sacramento, es un dispensador de los misterios del altísimo y un cooperante de la gracia


Se hace el escrutinio. Intersticios son los espacios de tiempo que han de mediar entre una y otra orden. Y los tres día de ejercicios antes de la colación o de la investidura. Tonsura, una vela, el sobrepelliz y colocarse en círculo en torno al obispo. El obispo cortaba al tonsurado los cabellos en forma de cruz y canta el salmo quince. Dominus pars hereditatis meae et calicis meae, impone a cada uno el sobrepelliz. La tonsura significa que has de detraer de tu corazón las aficiones y cuidados terrenos. La corona tiene forma de círculo por ser síntoma de perfección, se va haciendo mayor a medida que se imparte las otras ordenes, se utilizaba ya en España en el siglo V.

Exhortación: si hasta ahora fuisteis perezosos en adelante asiduos. Si hasta ahora somnolientos en adelante despiertos, recibe el spiritu santo para fortalecer tu alma contra las tentaciones diabólicas. La casulla o planeta era redonda y cubría al sacerdote de arriba abajo.

 

Axil geo-económico o topo-económico de la riqueza y de la pobreza. La inteligencia no existe sino en función de la glándula tiroidea, abismarse en los mundos cerebrales.

Dendrismo druida, esplénicos o corticales, perteneciente al bazo, esplácnico a las vísperas, asplenieas, helecho.

Monismo emanantista de Plotino, un ser que ha llevado su unidad de destino, la tierra. Metámeros o gusanos, desequilibrio o febrilidad de la nación española. Transformaremos el desorden en cooperación, febrilidad.

Conocer a Gonzalo punta y palo. Quien cuando oye viva España con otro grito no responde ni es español ni es hombre. André maray el carnicero de Albacete, pasaron el Jordán y salieron limpios, alentados por soplos evangélicos.

33150, código postal de Cudillero.

Berga, ribazo, orilla, talud que no es igual que verga. Todo hombre habrá de tropezar un día con la piedra que lo desviará de su ruta. Al final de aquel verano era la fiesta de la dormición, casas blancas con recuadros pintados de lapislázuli, y las casas estaban diseminadas por el valle igual que margaritas, alegraba la vista con su limpieza estucada de manos de cal. Nosotros vivimos los tiempos de esclavitud del final de la dominación turca. BERGA.


El preste y el diácono cada uno en su ambón, leían la salmodia tan animadamente cada uno en su ambón en medio de un silencio sepulcral. Hebetar, atar, embarazar. RIXE, gresca, sarracina. Dentelle, blonda, encaje. Mejor sería plegarse ante el destino. Pacífero, que trae o que lleva la paz.  Los escollos con que siembra el destino el mar de nuestra vida obliga a muchos seres humanos a trampear en las pequeñas lanchas que vayan prudentemente cerca de la costa. Son tan categóricos y hay tanto pecado. Se fuma por arrogancia, por osadía y por inseguridad. Ambladura y movimientos vivos como el mercurio. , Paso de ambladura. Una corporación de canallas, un flujo de ideas negras, hay signos de la presencia del impuro, en arambel, pingajo, harapo, zurrón de pordiosero y la talega. Monasterio de san Pantelimón en el monte Athos donde no se permite la entrada a mujeres ni a animales del género hembra.

Pedología.

Nacer en tierra de rencores como Ésta   donde el mandamiento nuevo es odiarás al prójimo como a ti mismo.

Jay Allen entrevistó a José´Antonio en la cárcel. Allen es el primer periodistas extranjero que conversa con Franco en Tetuán.

Sombra errante de Caín y saturno va devorando a sus hijos. El mayor de los males, la herida que no cicatriza es la que hacen los padres a sus hijos, mito de Tántalo, Minotauro, Edipo. Cuando bombardearon Dresde lo que más le preocupaba a Churchill era que los caballos morillos de la carroza de la reina habían de ser todos, y hubo 300.000 muertos en una noche.

José Antonio abofeteó a Queipo de Llano en el Lyón dór, los dos iban a misa a san josé.

Karl Radek, autor de la constitución soviética, era uno de los encartados en los procesos de Moscú, la historia hay que aceptarla sea cual fuere su signo. Grozni es el epílogo de Stalingrado. Von Kleist y la orden de retirada le costó a Hitler la guerra. El hombre y la rata carecen de proestro se encuentran en celo perpetro.

Fatamorgana, ilusión óptica que causan las visiones. Hoy el odio escribe el destino de los hombres.

Unamuno a Nikos Kathantakis: “el español es un desesperado y los desesperados no creen en nada. Socialismo es una quimera como la alquimia en la edad media, cocuyos, el zapapico con que asesinaron a Trotsky. Stalin: “ en el seminario aprendí a conspirar y a no creer en Dios.  Cocuyo es un coleóptero. Insubsistencia cabal.

Tú tienes la tristeza de un caballo inglés que busca el mar en el fondo de un laberinto. Nostramo. Lento el andar las sombras taladrando. Nuevas hoces con el filo virgen, trasanteayer, almarcha, población asentada en la vega baja, como Fuentesoto que es una almarcha. Granero feraz, ubre rezumante.


Ciudades modernas apestadas de geometría, las casas simétricas, sin aleros, sin zaguanes y sin herradura. Hoces y falces se rinden a los segadores. Los relojes de sol marcan su ocaso y el rosario por las noches sólo pende de manos sarmentosas, dan a los campesinos perspectivas de égloga en ocaso, alguazas, fallebas, garruchos. ALGUAZA= bisagra, gozne, charnela, zumaque, terebinto y garruchas, gañidos de los goznes, el vino rezumará por los calces de tus cubas, jaharrados los hostigos, JAHARRAR ES ALLANAR LA pared cubrirla de tierra blanca, regar el garguero, cariparejo, suelto de visaje, tarbea, cuadrado. Hostigo, parte de un muro expuesto a los vientos y a la lluvia, tarbea es sala espaciosa.

Vivió, padeció y genitor, sobrenombre dado a Júpiter entre los licios aquí, a otro perro con ese hueso, prensa genitourinaria, genitorragia y genitorrea, flujo de los órganos de la mujer, genitorio y genitura. Ánodos o electrodos, anodonte, desdentado desde los catorce años, oxeando al averío, los perros se restregaban contra paredes y puertas anuncio de lluvia, quemar laurel y espliego para las tormentas. San Marc, santa cruz non eus deixem. Azarbes y acequias, se acamaban las mieses, a manera de bausones, bauza, cobertura de techumbre y bausanes son los espantapájaros, se descargó la cólera del viento que pregonaba la devastación, desbarbillar vides, destetillar manzanos, llamazar, terreno pantanoso, japorear, bazuquear, jove y noia, un buen jabardillo de palomas atravesando el río, picotería a todo trapo, refrescando el galillo, acaptar, pedir y recoger limosna, el voznar de los grajos, y crascitar de los cuervos, avizorador, guiaderas, olmos borneados y retorcidos, ginesta, romero, borusca, alhumajo, aliagas, cambroneras y urces, cilanco o charcos que deja el río al borde, chapatales, afifle, torno de alfarero. GOLLIZOS, garganta estrechuras de los montes, los gollizos del Rabizo, azarbe zanja, el infortunio se alberga bajo mis tejas, tijeras por lenguas y arpías por pensamientos, merdellona siempre cosida a la sotana de un saltatumbas, un mosén se fugó con todo el atalaje de la virgen, miriñaques y tumbagos

Y la tumbaga es la sortija, socarrena, hueco o cavidad para un madero, tufarada, tumbilla para calentar la cama, ataharre, gamella, tanganillos, colodras, lomeras, retrancas, almarcha, escalio, ánodo sin ángulos, bardajería, moquetes, desavenencias, trifulcas, moquete puñada en las narices, colodra zapico o estuche de madera que lleva el segador y con que se afila el dalle, gamella, arco del yugo donde se introduce la testuz de las bestias. Tanganillo, tentemozo, palo o sostén y también longaniza. Me encuentro en tanganillas, con poco firmeza. Las lomeras de los tejados y correa con que se sujeta a caballerías.


Parlan las cotarreras del tingladillo de la farsa televisiva, las cotorreras y cotarreras se dan a cominerías, metía las gallinas en los alcahaces y luego las soltaba, moyuelo, harina, bazucar el arnés para el bieldo. Mucho mal debe de haber hecho el rey cuando quiere tanto guardia, zollipar ahipar sollozar, zollverein, bazucar es agitar. MOYUELO, salvado muy fino que se obtiene al apurar la harina. Viltrotear =callejear, acampos, garberas, gamellones, perfecta descripción de la vida del campo, el mejor de los becerros en las boyerizas. Estoy ensilado en mi desván, el tinillo, puntal, jácena, techumbre, de tinum que era el jarro, dar tinelo, es dar de comer a la servidumbre. Las desgracias nos iban pisando los talones. Lagoterías. Las lagoterías de los cotarreras infames, el azogue de santa perpetua donde se celebra el baile, el xic de la mare, blat de moro, maiz, zugo, referteros, de refez=facilmente, refertero, camorrista, ñiquiñaque, y los huertos tornan a ser sagrados como las reliquias, etxorret, boceras, aquellos sollastres semejaban a una recua de toriondos en acecho, coger el tole, tomar el olivo, las tierras volverán a su magnificencia pasada. No me cabe en el molledo o en la sesera, andar a la birlonga, ser huebrero p sobrancero. Los HUEBREROS DE LA DEMOCRACIA, siempre rodando de acá para allá como arcaduces de noria tras los caballos sedientos, malsinar y ratear, arlote, holgazán.

Chozpaba por los tinados El Brusi, y los campos llenos de bromo, chozpar, saltar los corderos y los cabritos. Tinada montón de leña y cobertizo para el ganado, tenada lo mismo que tinedo y en Asturias henal, henil y henar. El Cân Villarí, carretadas de casquijo, olear, absolver, ungir, mosén Quirico ahorró los requilorios que harto conocía al masavero, porque aquella gentuza, según cuentan, tiene salidas muy traicioneras. En el noveno año del pasado siglo 1909 el barranco del lobo y el Gurugú, el lelilí no hay más dios que alá y otras lilailas.

Paremias según van. Paremias o refranes.

Mi rostro es zahareño y cariparejo hasta el insulto.

Bulimia y malacia, perversión del apetito que consiste en el deseo de comer cosas impropias para la nutrición. MALACIA Y BULIMIA.

Un veguero tan gordo como el maslo de un caballo.

ENGURRIO, tristeza o melancolía, engurrio y mal talante de lo VILLARÍ.

Amoricones señas de identidad con que se muestra amor a alguien.

Estos paisajes tantas veces acariciados por mis ojos, la vega rutilante, el haza traillada. Triáxono que tiene tres ejes. Traílla para allanar y es un juego en vascongadas. Hazas trailladas, y perros atraillados con una cuerda. Hablo con la mujer del carpintero de Nazaret, oigo voces místicas, desprecian los legones y los dalles, la oreja de van gogh, el mito sigue vivo.

ACROSOFIA, sabiduría de las cosas de Dios, acroteras, las bolas de la iglesia del seminario, las raíces se abarban lo mismo que los esquejes, desvenaba la tierra con el legón. Me han desvezado del trabajo, lebrón, hombre tímido y cobarde.

No he podido salir de azotes y de galeras, dentro del vivir manso y sereno, baladro alarido, engolletar, lenguas faramalleras, baivel, escuadra para labrar las dovelas, el pobrecito faramallero. El envero de la uva, anafilaxia, hipersensibilidad, xafra, chifla de zapatero.       

 


 ATALEJO=ajuar, equipo, letame= basura para estercolar la tierra, podón= podadera grande, podoscafo= bicicleta de agua con hélices y pedales, cotarrera, mujer fisgona y parlanchina, garlera, carreta, garlear, triunfar, los vaivenes de la vida, el fruto hodierno, a lo mejor porque seis buenos tenéis que mendigar para vivir. Hay que apeldar, o apeldarse, tomar el olivo, coger el tole, darse a la fuga. ALFAGRA= canal o apertura por donde discurre el agua, freza, hez, freza del bestiaje, falordia y falordias, consejas, chisguete, chorro de vino que sale con fuerza, desparramaban sus sueños, su sangre y sus fechorías, andar de bardanza, gallofa era la pitanza que se daba a los peregrinos que iban todos los años a Santiago, pampiroladas, salsa de pan y ajo machacada en agua, lavazas, agua sucia. Ella está bajo el alar de mi morada, lo palpo con los pulpejos, pilas de bosta estercolada. BOSTA= excremento de ganado vacuno o caballar, la bosta estercolada. Si el diablo trajo males, dios que siempre vigila trajo bienes, telliza, mirando de raspón, telliza o telina es una almeja que se encuentra en el fondo del mar o en las playas. Ambleo =Blandones, hacheros, almarcha =población asentada en tierra baja. Fuentesoto es una tierra de almarcha. Hécuba piños la duquesa del encuadre, borde y bordeo, y este crimen contra mi persona quedó inulto, dejando inultos los ultrajes, sillón de vaqueta. A engordar y ser bueno, estólida, gargajo.

 

EL NIÑO DE LA BOLA. A los 36 Trinidad Muley era excesivamente grueso, enjundia, soledad del niño de la bola que se parecía al de la virgen de los dolores, una talla más altiva que dulce, procesiones y castillos de fuego. Qué guapa está, qué hermosa viene, lleva un caudal encima. RABOTE, JUDÍO rabote, rabotada, replica firma e injuriosa, turbio el mirar t mermada la vista. Guadix es una población de moros bautizados, poéticos alabarderos que entran en el cuerpo guardia con su soneto al hombro. Gente de viso. Aborrecedor de la especie, gente de viso, especiota, proposición extravagante o ridícula, el mundo es patrimonio de los que no pelean, no hay quien corra menos peligro que un cobarde, coco, zaraza, filipichín, juncia, gorgorita, mastranzo, morrión de carrileras, los moros son vanidosos y artistas y acuden a las batallas con las mejores ropas, vistosa procesión del niño de la bola, los nacionales con sus morriones colgados a la espalda, y los músicos con sus piporros, los penitentes descalzos por promesa. Sojuzgo al mundo no con el acero sino desde un madero, el que sana a los contritos de corazón y venda sus heridas, aprendí a llamar a los árboles y a las estrellas por su nombre, narraverunt mihi fabulaciones sed non ex lex tua. Partenogénesis, estate a la mira del cura de ojos oscuros


6 de enero de 2001

La virgen desvela el misterio del eterno femenino y todos esos cuadros están dedicados a plasmarlo, revesas de las olas, tenero, rudo engaste de peñascos, bimembración o bilocación, las riostras de las barras siniestras, no hay novelistas sino parafrastes, que interpretan de forma amplificada un texto. PARAFRASTE el que interpreta por medio de paráfrasis o explicación amplificada de un texto, armonía suave y pompa resonante de los versos. Andalucía viene de vándalos, lo mismo que al andaluz es de estirpe goda más que mora, hircanos del mar caspia, los hipogrifos del arco de triunfo. Creso con sus inmensas riquezas murió condenado a tragar el oro derretido, un frío algente.  El templo de diana en Efeso estaba considerado uno de las ocho maravillas del mundo, gúmenas, maromas. Castor y Pólux los dos mellizos que libraban de los malos vientos a los navegantes. CARO MEA REQUIESCAT IN SPE.  Para los judíos Xto no es más que un seductor sedicioso. Una piña de incienso que llevará el ceroferario, pero el dios del antiguo testamento no es xenófobo? Maceria, cerca, pared de adobes, albarrada = pared de piedra seca. En la concha tengo yo albarradas clavadas, almocatén o flanco.

Nave experta, victrix, en vuelo oblicuo, Goya y neblí, Melpómene, noto, cauro, el viento su rejón entrega, fustas naves pequeñas a vela. Asir las jarcias del batel contrario, bala en sedal pero un obús lo rebanó una pierna. Trabe, todo leño y trabe. Hubo raros portentos aquella vez. Carina, quilla, cariñana, toca que llevaban las mujeres ajustada al rostro, pero carina también es la plañidera 5_kd<_.

Enjarjes, conexiones de bóveda.

Emprender clandestinas pesquisas en busca y procura de sus ancestros.

Don Casto usurero, ratón del campo. Llosa, tierra de labor tras la casa, pipas de manzana o la hierba de aquella otoñada. Dominio quiritario. Entraron en nuestro dominio quiritario. El cracoviano. En colores clarín prefiere el azul y el color tabaco.

Le dejaban con la palabra en la boca todas aquellas providencias de paso. Un borracho pasaba con perífrasis y circunloquios en los pies.

Mundo poblado de fantasmas. Aquella circe. Lloró todo el vino que había bebido y le pierde la raza humana. Amarlo todo por serlo, no por conocerlo. Nihil mirari. Ha muerto de la humedad. Era vinoso pero del bueno y del propicio. Me mojé los pies después de calentarme los cuernos. Desparecí del libro de los vivos.

Ronzuelos era integérrimo.

Sólo se escuchaba el chisporroteo de los cirios y el ruido del aire entre las ramas del ciprés.


Melancólico vaivén del féretro y los pies encharcados como si fuera arroz me defendí como pude con un fémur, pasé a la heredad vecina, la mueca insolente de una gárgola.

Ancladas en esta habitación tengo caminos y salidas al infinito.

Estado alfa es estado negativo, copto es otro de los estados de conciencia, el magnetismo que irradiaba DIEGO DE ARACIEL.

Todos prendidos de su poder, percepción del aura, respiración tántrica.

Bailan en mi memoria un minué los rostros conocidos.

Los mil ojos de la noche son las estrellas agitadas por manos de espíritus invisibles.

Pulsión de cuerdas del insólito instrumento que es el alma con que se toca el preludio de nuestro destino.

Rodaban las nubes allá arriba.

El perezoso son de la esquila.

Pinín y Rosa los gemelos de Antón de chinta

Dulce sonoridad solemne y soñadora de la naturaleza, augusto silencio de la tarde.

Cordera la vaca abuela cuya testuz semejaba a una cuna.

Hasta donde es posible averiguar estas cosas.

Estrar de narvaso la cuadra.

Me abroquelo en un precio fijo.

Xarros de leche.

Cordera era noble en el yugo fuerte en la carga.

 

Theth, cuerpo de hombre y cabeza de ibis, inventó la escritura, actuando de secretario de una reunión de los dioses y en el que se describen poderes ilimitados para la heurística o arte de la inventiva humanal.

Papiro de Theth es el ibis que vemos encofrado en las pirámides siluetas del arte egipcio.

Theth honra a Hermes Trimegisto.

Los arcanos del Tarot son los resúmenes del saber perdido.

El conocimiento de Theth no está permitido.

Hacen falta vibraciones y un sexto sentido, actos de telequinesis.

Suzanne tenía el cielo en los ojos y las piernas de seda.

Nave sin nada, cáscara vacía.

Fue una relación muy compensadora para mí.

Saldada la deuda kármica que dicen los budistas.

Lemniscata, curva plana parecida al ocho acostado,

Es una raqueta o lemniscata la que hace la autopista.

Manjolear andar con la jaula del pájaro.


Estora alabe lateral del carro, entortarse, vestirse de invierno, estoraque, escrito de escaso mérito.

Londres me siento contento. Harían falta más de dos mil años y dos mil millones de muertos para crear una ciudad semejante para que puedas percibir las maravillas de su desesperación de su sacrificio de sus lágrimas.

Hay lugares que nos atrapan. Londres quedó prendido en mi sangre.

Atmósfera bombeaba las arterias de mi corazón.

El cerebro humano es una máquina que sólo funciona si se abren los sentidos al exterior.

Ni los muertos se hallan excluídos de la vida trepidante de parís y del cementerio de Monmartre día y noche se camina sobre sus cenizas. Nadie siente en Inglaterra el espanto de la muerte que tenemos por aquí como en Hull.

Edith Piaff alma de Francia.

En amor siempre hay que sumar no restar.

Sentía un cansancio infinito ausencia.

Hay libros que poseen más vida que la vida misma y uno de ellos fue Proust y Proust es Paris, no hay frontera entre estos dos nombres.

Su belleza reside en la dispersión, fragmentos de un rompecabezas que no podrá abarcarse.

Rincones en que se apoya el vértice de la memoria. El café bufón, les gobelins avenida Kleber y malakoff, arrancar el secreto de las vidrieras de Notre dame de la mano de foulcanelli.  Descifrar toda la sabiduría críptica esculpida entre las piedras.

Juicio final, el entierro de la virgen, una consciencia superior, otro plano.

Buscar el hilo conductor en el caos aparente de la vida.

Espacios metapsíquicos de los estudios tántricos.

Vivar de la reina. Cornijal, fuente del deseo y arco de los suspiros.

Acharya o staretz.

Lambel es el escudo del segundón. Lamaísmo.

Según los lamaistas, todos tenemos tres nombres: el que te ponen, el que tu sabes y el que tú aceptas.

Nirvana integración completa con el universo.

El budismo no es una religión sino un camino de vida a través de las cuatro verdades y de los tantras.

Los hombres se reencarnan para pagar la deuda tántrica.

Recibimos mal si hemos hecho mal.

Emanantismo participación por emanación o efluvio de las divinidades.

Budas es agnóstico, lo que no es no ha de tener pruebas quede claro.


Linga es falo, shakri, la madre, el kaki el hijo y el prepucio y la eyaculación el espíritu santo.

Para los hindúes la Linga o falo es la parte sagrada del cuerpo.

Técnicas de concentración y de meditación.

Dime cómo respiras y te diré quién eres.

Manera no es más que una oración hesicástica. Relajate y entrarás en armonía con el universo.

La rosa es rosa porque tú la miras.

Meditar es romper las barreras del mundo físico mediante las facultades paranormales.

Visualizar el aura ese campo de fuerza que rodea a todo rostro humano y animal.

Tiene la mamola mordida por un hoyo.

La linea de la vida cruza el portal de la muerte.

Principio yng-yang y la ley e opuestos.

Un hombre solo no se puede enfrentar a todo el mundo.

Encontré rastros pétreos.

París es el principal centro hermético del mundo, sede los rosacruces.

Liber mundi, mítico manual del conocimiento hermético encastrado en el sentimiento de la humanidad.

Caballeros de la orden del lirio.

MAZDEISMO, religión de los persas.

Ormuz el bien y marimón el mal.

Las mujeres son conducto y medio por su propia condición somática, por sus fluidos seminales y por su sensibilidad. Hay que desdoblarse o proyectar él yo fuera del cuerpo.

Tres movimientos: precognición, clarividencia, telequinesis.

Puse todo mi empeño en la demanda.

Concentración, hay que estar muy concentrado para escribir una novela y para percibir los rayos áuricos.

Con triste rechino metálico era el reloj de la muerte que llegaba al 36. La muerte del prójimo no siendo digna de la agencia fabra que poco le importa al público.

Arrastrados por la BUFERA infernal.

Barbarolaxia afición a los solecismos y a utilizar voces extranjeras.

Brígola, catapulta.

Del mucho leer se saca una belleza entre voluptuosa y resignada.

Periodistas del trabuco que acaban sentados en el banco azul.

Ojos turnios que bizquean.

Voquibles: la desconsalda viuda, valeroso mílite, honrada fea.

Chibalete electrónico.


Vamos a los sitios en rebaño dandonos pisotones.

Este valle de mis amores de niño resucita todo lo que hay de generoso, de alegre, de bueno en mi corazón, halo mirífico que respira sosiego.

Gente de la ciudad aguijada de nerviosismo y en el campo las gentes son otras. El ruido tenue del caer de una hoja, el roer de un insecto, pero en todo hay algo de acariciador, quedamos contagiados de la melodía interior del campo.

He aqua que nos cimientan nos urbanizan y nos desruralizan y al desruralizarnos nos desnaturalizan.

Os ofrezco el regazo de mi huerto.

El periodista ha de ser una mezcla de fotógrafo, fonógrafo y cinemógrafo.

Estamos teniendo un enero meón

En la anunciación del verano.

Gavota = danza medieval.

Recamando las frases con la coquetería innata de mujer y de artista.

El que escribe para sí mismo es un asceta del pensamiento y de la belleza, un sacerdote de la verdad.

Vanidad, coquetería, disimulo son armas y flaquezas de mujer según se mire.

Recudir con un mohín.

Redhibir, redhibitorio deshacer una venta por haber ocultado el vendedor algún vicio oculto.

Percudir

Perchel, aparejo de pesca dos palos para colgar las redes.

Es ave perchada.

Mi alma está percudida o ajada perdido el lustre a causa de las pasiones. Percudir es empaparse.

Percontear, servir de perconteo, cuento, pie derecho o puntal, la casa estaba perconteada.

Bizarría y maleante ingenio, lacra de la raza española.

Nada de bizantinismos, ese es Galdós.

Nietzsche: debéis renunciar a ser hijos de vuestros padres, así redimiréis del pasado.

Su teatro es una escuela de entusiasmo y de libertad, un evangelio de juventud.

Forjad al superhombre con yunques y martillos.

Maquinismo, feminismo, endiablado diarismo mediático.

Cada mujer puede ser reina pero no diputada. Antes las mujeres podían ser reinas pero nunca diputadas. En el cristianismo están las raíces del feminismo.


Aquí todos miran por la paz de su hogar y el buen suministro del puchero.

El cetro y la rueca, la ciencia y la espada y aun le sobraron horas y bríos, Isabel fue única.

HORAS Y BRIOS.

La mujer redimida será mucho más mujer.

El mundo no se rige por la razón. Los cabos que lo atan son la necesidad y el sentimiento.

Química y mecánica son las redentoras del esclavo.

Nunca la diosa razón gobernó el mundo.

La idea sólo triunfa cuando se convierte en sentimiento alcanzando el estado de necesidad.

Fiel desengaño contra ociosidad y juegos de francisco Luque.

Domingo de guzmán purísimo luminar de la edad media. La política entre españoles es un picaresca desarrapada de baja estofa, inculta, llevada a cabo por farsantes e histriones, jaques y mozas de partido. Cobrar el barato las mafias, impuesto revolucionario. Silvela fracasó por no haber sentido el pulso de España. Elegancia del antílope, la esbeltez de la palmera. Benavente, volteriano, moral rectilínea. Las cosas y los conceptos al pasar a nuestros entendimientos se refractan cobrando formas diferentes, colores extraños, luego vendrán las alucinaciones.

Pereda supo encerrar en sus libros el genio divino del idioma, el alma de hierro de una raza. Ha creado tipos que quedan en la retina para siempre. La sinfonía de piedra de los Picos de Europa. Benavente es el sarcasmo y la piadosa indulgencia. Los grandes egoístas apenas ríen y menos hacen reír a los demás. El humor, la cordialidad, el ingenio son actos de caridad. Hay una brecha entre el genio y la impotencia. El mundo no es malo, es necio. Cada cual es hijo de sus obras, el hombre se hace a fuer de trabajo. España vaciló sobre sus cimientos. Arquitectura es música en estado sólido. Catedral, canto sublime de torres y de cúpulas, arbotante libre, la sujeción etérea de los pináculos. Balsamina. Nicaragua nombre de flor.


El vodka me hacía sentir poderoso como un dios, freza de acontecimientos, wimble barrena, taladro, a baby pickled in a laboratory jar. A todas ellas se les cerró la vulva. Cacozelia. Coplas de Calaínos, especies remotas que no vienen a cuento, era un moro que se enamoró de la infanta de sevilla. Camodemos es genio maligno. Los cantiles rezumantes de espuma con imbricaciones de espumas vivas, arrendadores nacaradas, socapara, ácana madera de acaso de gran calidad, relación entre cordialidad y crueldad, halcones enrasando vuelo entre geranios y pitósporos, napa, bolso de napa, setiembre ha descolgado su anuncio de otoñada, los grillos cantan lejanos allí donde se alzan las eras del verano. Como cambian los tiempos en esta tierra austera de ancestrales virtudes. Estoy en guerra con mis recuerdos, pupilas cansadas por la meditación y el estudio, adefagia, adefagia, voraz glotón insaciable, heteróclito que no se ajusta a regla, heterograsis y heterocrasis. Holotipo, procedimiento para obtener clichés sobre el vidrio, HESTIA, diosa del hogar. Espiración, la voluntad de amarse el padre y el hijo desemboca en la procesión trinitaria. Lucifer duerme la siesta entre magnolias y rosados mármoles, caobas, ácinos, hachas de obsidiana. Heterorrexia distrofia del apetito. A Calvo sotelo le costó la vida él haberse enfrentado al magnate del petroleo, el inglés Dethering. Halo mirífico, ápice de virtudes patrias. Dicen que don miguel primo de rivera padecía de diabetes para otros murió envenenado, los periodistas venales y venados, apaciguar enojos, la historia de España es triste parece que no llevamos las riendas, epistomio. Epistológrafos. Epístrofe, conversion es lo mismo que anástrofe. Ser el epistolero de pascua, epitomadamente, con precisión y brevedad.

 

 

¡ADÓNDE VAMOS A PARAR? OJEADA sobre las tendencias de la época actual por el presbítero J. Gaume, vicario general de la diócesis de Nevers, caballero de la orden de san Silvestre, individuos de la academia de la religión católica en Roma etc.

Videte, vigilate et orate, Madrid 1845, imprenta de José Félix Palacios.

He aquí que todo un pueblo dominado por un espíritu de furor se apodera del justo, tumultuaria comitiva, juventud horrible, salen incesantes gritos de muerte. A la crueldad se junta una mofa insultante, el pueblo bárbaro ultraja al manso cordero antes de verter su sangre. Niegan su divinidad, se burlan de su majestad, insultan su poderío y desafían su enojo. El justo en su silencio sublime cumple su misión y la orden de su padre y espira. El cielo se cubre de un velo lúgubre.



En Flavia Josefo se habla de un cierto plebeyo por nombre Jesús, hijo de Ananías, que de repente empezó a exclamar: voz de oriente y de occidente, voz desde los vientos que se inflaman desde los cuarenta y dos puntos del cuadrante, voz sobre Jerusalén y el templo, voz sobre las casadas y sobre los maridos y todo el pueblo (De bello, lib. VII, cap. 12). El síndrome del sepulcro vacío. Del seno de esa ciudad maldita nació la iglesia católica. Está compuesta de los pocos que no habían tenido parte en el crimen. Tened las miradas en el orbe entero. Registrad los anales y decid si conocéis una cosa parecida la odio ciego que la arma contra el catolicismo. Nosotros acotamos hechos. La deserción de los pueblos de Europa. Donde están las tradiciones de la fe patrimonio hereditario de las familias, nadie dice que cristo es el oráculo de los legisladores. Si de las    Naciones pasamos a las familias la misma apostasía viene a entristecer nuestras miradas. Padres e hijos combaten bajo las bandera. Retumban sobre nuestras cabezas todos los truenos del Sinaí. El móvil y la regla de la solicitud paternal, sube hijo, sube más levantate sobre tu padre, aunque retumbasen sobre sus cabezas todos los trenos del Sinaí no interrumpirían los cálculo mercantiles y la adoración del becerro de oro. Deístas, materialistas, panteísta, racionalistas, acrecientan las filas de la indiferencia y la credulidad. Siempre hay un criado que nos abofetea. Salve religión del estado. LA RELIGIÓN DE LA MAYORÍA. El cristianesco avatar aunque débil todavía les importuna, que muera que desaparezca. El cristianismo nos pesa, ya no le queremos, cumplió su fin: jóvenes acudid a sus exequias, que preparen su sepultura: está decantado: está muerto. Los principles de los pueblos han escuchado tales vociferaciones sacrílegas, cómplices o no vuestro silencio es un crimen. Hacéis de su figura objeto de risas sacrílegas. Prisioneros conducidos hasta la cárcel macerina, horrible calabozo abierto en las faldas de una montaña, cargados de cadenas, atados al carro de los triunfadores a las órdenes del déspota. Orosio cuenta el triunfo de VESPASIANO Y TITO TRAS LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN. El vencedor en su carro de marfil al que siguen rebaños de prisioneros. ¿Oyes el ruido del hacha que vuelve a caer? ¿Oyes eso gritos sofocados Press son los prisioneros que están degollando, ahí tienes los cadaver es mutilados que los confectores? CONFECTOR es el terminador, el que lleva a cabo la guerra, los confectores llevaban a los presos a las gemonías desde donde les despeñaban, era el despeñadero en el monte aventino de roma que iba a dar al Tíber y los sacrificios a Jupiter capitolino y el emperador pronuncia las palabras del ritual: “actum est”, todo está consumado. Vacas locas y ganado humanos. Teatro fue Oviedo famoso de mi humillación, pero el cristianismo rompió el cetro de los tiranos y dio al mundo la gloria, la libertad, la vida y tu ingrato dices que el cristianismo te pesa. Por todas partes se oye la misma monserga, que lo quiten, que no se hable más de él, no queremos que reine sobre nosotros, no queremos jefes, nuestras constituciones son ateas y deben serlo, no queremos sus fiestas, ni sus preceptos, ni sus sacramentos, ni sus ayunos. La Europa actual está sublevada contra el cristianismo igual que un mar embravecido, no queremos sus preceptos, ni sus promesas ni que los religiosos enseñen a nuestros hijos, ni sus ayunos. Cualquiera que lo proteja es enemigo de la libertad, enemigo de las luces, enemigo del progreso. Estas vociferaciones los han hecho temblar. Sin embargo algunos discípulos fieles y algunas mujeres lo siguen  llorando. Vuelve a ser reo entre Herodes y Pilatos. Hay dos sociedades, la una fiel que llora y la otra infiel que triunfa. El hombre reflexivo tiene que dominar todos los acontecimientos contemporáneos. En su ardimiento anticristiano no cesan de proclamar romped, romped y seréis como dioses. Cada ultraje es una expiación merecida a su ambición. La muerte del conspirador debería asegurar la libertad de Jerusalén afianzando la amistad con los romanos. ARDIMIENTO ANTICRISTIANO.  Todas las naciones seducidas por esta voz perdida rompen cada mañana con su padre y bienhechor. A cada dogma cristiano que desaparece del símbolo político la multitud clama: “libertad, progreso, emancipación. En la ruina de las esencias del cristianismo ven ellos la aurora de la nueva edad de oro y le invocan con todos sus deseos. Enmedio de estos gritos de alegría. De todas las cátedras del catolicismo bajan llantos y gemidos y de todos los santuarios suben suspiros, sobre todo de diez años acá la voz del pontífice tiene un tono de insólita tristeza. Es la hora de la potestad de las tinieblas para acribar como trigo a los hijos de la elección. Se ha roto la alianza eterna. Cambió la justicia. Versatur temporum acerbitate, dissipaverunt foedus sempiternum, alocuciones del 22 de noviembre de 1839. Expeditum morti genus, está expedito para la muerte el género humano.

Se veía a lo lejos la encumbrada cúpula del Vaticano. Roma asaltada por Tocila y Asia bajo la cimitarra de Mahoma, Europa doblada bajo el yugo de todas las ignominias y tiranías y el mundo en vísperas del juicios final.

Las aves distinguen en el cielo las señales de los tiempos; y el privilegio del hombre iluminado por las antorchas de la razón y de la fe es leer en la presente la historia anticipada del porvenir.  Se acercan tiempos peligrosos.

En los días del diluvio no pensaban los hombres sino en comer y en beber, en casarse y no conocieron lo que se avecinaba hasta que Noé entró en el arca y empezó a llover. Otros sostienen opinión diferente que habrá reinado de paz y gloria para la iglesia. Este reinado cuya duración no determian precederá al juicio final.

El dominico CAMPANELA la expone en su obra “Atheismus triumphatys”, París 1636 y es partidario del quiliasmos, tras la impiedad, los crímenes, los errores.

Importa estar prevenidos para mantenerse alertas y dispuestos al combate que los hijos de la elección van a ser acribados como trigo.

Cuando se habla del final del imperio cristiano retoza la sonrisa en los labios de muchos. Unos tratan tal suceso de espantajo quimérico. Otros creen que se trata de un acontecimiento difícil de creer. El imperio anticristiano es un hecho, hunde sus raíces en la naturaleza humana.


El ángel rebelde falseando la ley inmutable les dijo que desobedeciendo a dios podrían llegar al principio de su deificación. El virus deicida se transmite con la sangre y baña todas las arterias. Es la tentación del paraíso terrenal que sienten todos los hijos de Adán.

El cristianismo reside no sólo en el cuerpo humano sino que tiene sus preparaciones en la historia.

El evangelio de Juan es no sólo el más espiritual, los peregrinos rusos cargan con el fardo, el que habla del anticristo y quienes son anticristos sino los que niegan que Jesús es Cristo, el que niega al padre y al hijo (epístola I Joan. II.18.22) “Hijitos míos, ésta es la última hora o edad del mundo y así como habéis oído que viene el antecristo así ahora muchos se han hecho antecristos, por donde echamos de ver que es la última hora. De entre nosotros o de la iglesia han salido pero no eran de los nuestros. Cristo es la fuente de la verdad y los que lo niegan son antecristos, los que niegan al padre tampoco conocen al hijo”.

Jerónimo: hay tantos antecristos como dogmas falsos. Pluralidad confesional y multiétnica. Todas las herejías parciales rematarán en una gran herejía que las encerrará a todas.

Sólo se acuerdan de él para insultarle.

Lucas: Filias hominis vienense putas ingenie fidem in terra? Lu. XVIII, 8.

Refrigescet charitas multorum Mat. XXIV, 12.

Aquí lo que falta es una declaración de los derechos divinos del hombre. Quieren modular un mundo hecho a su imagen, lleno del espíritu del orgullo y de la rebelión general. Antecristo, nunca habrá oprimido al mundo un tirano más abominable. Fortalecido con el poder del mar perseguirá al cristianismo con una astucia y violencia inaudita. Será la última de las persecuciones, la que haga el número trece. La padecerá toda la tierra, esto es toda la ciudad de Jesucristo padecerá esa persecución. No reinará solo. Habrá con él otros muchos reyes en el mundo, todos le estarán sometidos y su sumisión dimanará menos acaso de las conquistas de aquel que del asombro y admiración que causen su poder y los prodigios que estará en su mano obrar. Enemigo personal del divino mediador negará la encarnación del Verbo y se fingirá el Xto. Será tal la seducción que los mismos escogidos caerían en el error, pero jesús vendrá en socorro de su iglesia y destruirá al impío con el soplo de su boca y le perderá con la pompa de su advenimiento.

SeSépso Christum mandador et contra verum dimicabit, dimido, luchar, pugnar, exponerse.


El imperio anticristiano está anunciado en el evangelio. Su duración será corta: aparecerá al fin de los tiempos de que será un signo precursor.

Francia proclama la estúpida y santa indiferencia, frutos monstruosos inteligencias adulteradas.

Esto es división de la división y las diferencias religiosas han bajado al orden político.

Desconfianza odioso: gobierno, pueblo, negociantes, artesanos, todos hoy ven en su vecino un rival o un bribón. Recelosos como Nerón que cuando iba a jugar en el circo hacía que le siguieran mil carros con armas y bagajes, lleva en pos de sí galeras cargadas de leyes, edictos, diplomáticos y abogados. Desconfianza excesiva que ha producido un aislamiento universal y profundo. Cerebros vacíos de la fe, llenos de medias verdades y de propaganda. LAS FAJAS DE LA MOMIA.

21 de enero de 2001

El mundo europeo que no creía más que en dios y en la iglesia, cree hoy en todo. No hay extravagancia en política y en economía que no se le persuada.

España peleó por la utopía.

Están ofreciendo incienso a todos los dioses.

No insultéis las canas del anciano, no le recordemos sus banquetes fraternales al pie de la guillotina, ni las fiestas impúdicas salidas de la diosa razón, ni las danzas frenéticas en torno al árbol de la libertad, ni otros muchos excesos hacen ruborizar a sus hijos.

Desde el siglo XVI la locura se hizo endémica en Europa. Cuanto menos fe tiene un pueblo más locos hay en él. Fruslería o fascinación de la nugacitatis. Nugatorio, desenvuelta, decir ñoñerías, la fugacidad,

Nugatorio, frustráneo, engañoso y frívolo.

Un zambullido en el cieno y los intereses materiales. Ha doblado la cabeza hacia la tierra convertida en su cielo, nugatorio. Esto es nugatorio. Era un tipo nugatorio frustráneo de falsas expectativas. El esclavo atado a la piedra de molino y el demente bañado en sudor dando vueltas a la rueda del pozo de Bicerra. Bicípite, que tiene dos cabezas. El monstruo bicípite. La sociedad de tiberio y de Calígula pedía pan y circo. Reducido a la vida de los sentidos.

Un sepulcro es la cuna de la civilización cristiana, y el sepulcro vacío o lleno de huesos acaba con una religión. Las palabras que salen de sus labios no son más que un arte de disfrazar los pensamientos. Calculador, frío ha escrito este lema: cada uno para sí y cada uno en su casa.

Los gigantes se levantaron para levantar un sepulcro y para ir contra las cruzadas.


Tres años ha se vio al autócrata moscovita juntando violencia con astucia quitar de un golpe cuatro millones de católicos de la iglesia (aónides) y precipitarlos en el cisma. Qué nación Europa se conmovió?.

Yocasta, madre de Edipo, que equivocada yació con su propio hijo.

Yatagán, sable en turco.

Yernocracia, esto es una yernocracia, el poder de los yernos.

Se ha yermado castilla la vieja, los respecto de padres e hijos.

Yesquero, cardo borriquero.

 Ni una queja, ni una protesta, no se trataba más que de las almas rescatadas con la sangre de Xto. A nuestra misma vista pasan hecho vergonzantes para las naciones católicas. No hace mucho que el mismo perseguidor daba un decreto deportando toda la población judía de las provincias polacas a cincuenta verstas de la frontera. Apenas se supo el apuro de estos infelices la casa Rothschild puso en juego su crédito para que revocara aquella orden o suspendiera su ejecución, en efecto, obtuvo la revocación de la medida y una serie de temperamentos equivalentes a la revocación del decreto, temperamentos o temperancias. La Europa no tiene más elemento regulador que el oro.

Aquí está la madre del cordero. La relación del vaticano con la casa de los famosos banqueros. Ya no sabe pelear más que por el opio, por el azúcar y el tabaco. ¿Y a esto lo llaman progreso? Mundo europeo, rey destronado, yo te he visto sentado en un solio sublime y esplendente en los días de juventud. El orgullo, serpiente horrible que se arrastra a sus pies le introdujo el veneno en su corazón. Vamos a pacer la hierba de los campos trastornados por los instintos.

En la uña del dedo pulgar puede escribirse todo lo que queda de religión. Cabeza vacía, corazón degradado. La voz que se dilata a lo largo de los siglos.

Yo he tenido mis gemonías, mi derrumbadero infamante, especio de contratos SINALAGMÁTICOS, en que se estipulan bajo una palabra humana las condiciones con que se ha de dar el mando y admitir la obediencia.

Sinaláctico, conciliar, conciliador, el contrato sinalagmático es el consenso.


 Desde entonces se ha horadado el principio de autoridad que no baja del cielo sino que sube desde la tierra. La dignidad real no es una carga divina sino un mandato del pueblo. Unas veces el cañón y otras el verdugo son los que administran justicia. Juguete de todos los caprichos no sabe lo que quiere; nunca se dieron tantos pactos de fidelidad ni nunca tantos perjurios, los pactos sinalagmáticos, nunca se habló tanto de libertad y nunca fue tantas veces violada de forma tan indigno, el continuo traqueteo entre el sí y el no, esta servidumbre sucesiva de todas las utopías, esta traición sacrílega de todos los juramentos se llama progreso y emancipación. Légamo en la superficie, sangrientas bacanales. Polonia, el pueblo querido de la iglesia, el baluarte de la cristiandad o.

Ha desaparecido la noción del poder.

La revolución francesa no fue una efervescencia pasajera

 

El paganismo le ha comunicador un spiritu sensualista, disputador y rencoroso. Brutos y Escévolas. La iglesia centinela vigilante. El corazón gangrenado y el entendimiento pervertido, escandalo sin expiación y robo sin sustitución, soy un novador y la santa sede está en el ojo de cíclope de tanto crimen.

El nuevo periodismo: los papeles públicos son facturas del crimen, no es tanto la terrible nomenclatura de iniquidades como la indiferencia con que se narran, la serenidad con que se cometen y la insensibilidad cínica del culpado que convierte el escandalo en espectáculo.

Laetantur cum male fecerint er exultant in rebus pessimis (prov, ii 14).

Pássim, aquí y allá en lugares diversos.  Progresión inaudita del crimen. El suicidio apenas era conocido en Europa antes del s. XVI. Desterrado por el cristianismo apareció en Europa en pos del pirronismo protestante y de los sistemas filosóficos renovados de griegos y romanos. Historia filosófica y crítica del suicidio por Apiano buonafonte, Paris 1841. El pueblo de Israel dispersado a los cuatro vientos, el cristianismo de Carlomagno y de san luis. España puede ser borrada del catálogo de las naciones, manadas de esclavos encorvados bajo el yugo de la barbarie, convulsiones y espasmos.

“Nosotros somos de ayer y todo lo ocupamos: ciudades, islas, fortalezas, municipios, decurias, campamentos, tribus, el palacio, el senado, el foro; sólo os dejamos los templos” Tertuliano en su apologética cap. 37.

Se reconstruyeron más de treinta mil iglesias en Francia pero nadie acudía a ellas.

Los ríos rompieron sus diques con furia y obstinación inauditas y asuelan nuestras provincias. La impiedad va de la mano de la obscenidad. Los periodistas hacen montón. Pio vi en una bula a los obispos de Francia exilados en Inglaterra habla de como la bestia opugna al cordero. Carlos i se casó con Enriqueta de Francia en lugar de la infanta España en 1645 y escribe una carta a los obispos franceses, el 30 enero 1649 rodó la cabeza de Carlos i y el 21 de enero de 1793 la de luis xvi. Después de este regicidio Inglaterra ha soplado el fuego de las revoluciones en todas las partes y puede creerse que el trastorno del mundo es obra suya.

22 de enero de 2001

Los caminos del orgullo y la falsa ciencia llevan a la ruina.


Instrúyete, lo pasado es el libro de lo futuro.

1838 decreto de Naupalia, la iglesia griega se declara cismática de la de Constantinopla y se somete a la autoridad de Rusia. Pablo de Grecia de origen alemán era un católico y de ahí que lo rechace la iglesia griega, el golpe de los coroneles. Las demás religiones serán toleradas pero no protegidas por las leyes.

Enmedio de esto han caminado por las horribles trochas del error.

Grandes fisiólogos y doctos dietéticos, buscad en vuestros crisoles y hornillos polvos preservativos o algún tópico para calmar este delirio. Medicamento externo que se aplica en una región limitada. Uno dice yo creo en dios, otro, yo creo en mí, uno dice autoridad y otro independencia. La oposición absoluta del sí y el no, de Jesucristo y de Belial, negando uno todo lo que afirma el otro, queriendo el uno todo lo que no quiere el otro. Es pues una cuestión de existir o no existir, la última bandera de combate.

Se contentarán con cantar sus oficios menospreciado. La clave de la palabra es el menosprecio.

O con Jesús o con Belial. Os daremos algunos cuadros para vuestras capillas, mármoles para vuestras catedrales y espejos para vuestros palacios.

Matrimonio entre la iglesia y los pueblos racionalistas sin impedimento dirimente y con lo que llaman los teólogos disparidad de cultos. Una de las partes adora a dios y la otra a la diosa razón.

La dominación de las almas se adquiere por la enseñanza, la educación es el imperio porque le educación es el hombre. No se quiere que enseñe porque el reinado del cristianismo es el vencimiento del racionalismo.

Crié y exalté a mis hijos pero ellos me despreciaron.  El buey conoce a su amo y el asno el pesebre de su establo, mas Israel no me conoció ni su pueblo me comprendió

(Is. I, 2,3)

Los periódicos despojándose de todo pudor se han convertido en predicadores de la inmoralidad.

La biblia quiere precipitar los acontecimientos. Ahí está no embargante estancado el reloj de la historia. La presura no tiene razón de ser y dice Israel que para sobrevivir no hemos de darnos a nada, y ser cautos. Era inminente el advenimiento, pasaron veinte siglos y aquí estamos. ¿Reza bien el texto?

Videte, vigilate et orate (Marc. XIII, 33)

Hoc autem scito quod in novissimis diebus instabunt témpora periculosa (II Epist. Ad Timo. III, 1).


El hombre ha tenido conciencia del decreto de muerte que pesa contra él.

Talmud: la casa de Elías durará seis mil años. Esta teoría ha pasado a la iglesia y se ha hecho general entre padres y comentadores.

Y esta idea de la terminación estaba en los clásciso paganos que creían que este final habría de producirse por el fuego. Cada día de la semana de la creación abarca mil años. En seis mil años se consumarán todas las cosas. De la epístola católica de san Bernabé, que no está incluida entre los canónicos pero a la que aluden Orígenes y Clemente de Alejandría y Jerónimo. El doctor Máximo o Jerónimo, tiene la carta por cierta.

San Bernabé es uno de los apóstoles de los últimos tiempos.

Sería presunción temeraria marcar la fecha porque ni el propio Cristo lo sabía, pero san Justino corrobora el alindamiento de los seis mil años.

A los seis días se transfiguró, expresa san Hilario. “Porque en la circunstancia de manifestarse el Señor revestido de gloria después de seis días prefigura la gloria del reino celestial después de transcurrido el espacio de seis mil años”.

Gerónimo y Agustín, los dos más doctos intérpretes de la sagrada escritura siguen la misma opinión, o al menos no la desechan. Mil años equivalen a un día de dios.

La cadena de esta brillante tradición se continúa con brillantes eslabones: Crisóstomo, Cirilo, Anastasio, germán de Constantinopla, Gaudencio de Brescia. La idea de la equivalencia de los mil años está en la epístola de san Pedro.

El milenarismo está compuesto de seis cifras, es múltiplo de seiscientos sesenta y seis.

Nicolás de Cusa, Sixto de sena, cardenal Belarmino martillo de herejes copia a san Agustín: el obispo de Hipona guarda un prudente silencio sobre este artículo. Considera esta opinión como probable y así lo expresa en la ciudad de dios mas no se sigue de aquí que nosotros sepamos el día último porque decimos que es probable que el mundo no haya de durar más de seis mil años. Todo es incierto e inaveriguado. El hombre que admita esto quizá tenga que ser tachado de crédulo ¿ mas no es glorioso errar con tales hombres?

VERSIÓN DE LOS SETENTA. Versión griega del Antiguo Testamento por 72 sabios judíos de Alejandría.

Los días de la última prueba se abreviarán en favor de los elegidos.

Es un honor tal error teniendo en cuenta los augustos varones con los que se trata.


Vicente Ferrer predica en su lengua materna y le entienden todas las naciones, profeta español de finales del siglo catorce. Durante veinte años la materia ordinaria de sus sermones es el juicio final. Siempre el espanto y por do quiera va lo acompaña el entusiasmo general.

En Salamanca se sube a un montecillo y dice yo soy el ángel del apocalipsis, un murmullo de voces extraña corea atrás demencia, jactancia, impiedad. Id a la puerta de san Juan y encontréis una mujer muerta traedmela aquí y yo la resucitaré en prueba de que lo que digo es verdad. Vos sois el ángel del apocalipsis, padre Vicente. Lo cuenta el padre V. Vittoria en una biografía que data de 1705 y pio II en la bula de canonización lo reconoce con el ángel del apocalipsis. Era una representación del ángel que vendrá para anunciar el evangelio a toda la tierra. No acredita la impostura. Luis Beltrán dio una explicación del texto alegórico que del todo parece haberse cumplido en la personalidad del santo.  Si Nínive no fue destruida se debió a las predicaciones del profeta Jonás, si Europa no sucumbió en un mar de fuego se debió a la palabra del valenciano.

Los signos del fin unos son remotos y otros próximos. El fin del imperio romano y el fin del reino de Mahoma seguido del gran IMPERIO ANTICRISTIANO.

La predicación del evangelio.

Apostasía general.

En cuanto a los signos próximos se reservan más para acompañar que para anunciar mucho tiempo antes de la terrible catástrofe. Pero hay dos principales:

CONVERSIÓN DE LOS JUDÍOS

AGONÍA DE LA NATURALEZA.

Este segundo no se nota aún- dice el abate Gaume- pero el primero empieza a despuntar (es filosemita).

ARMONÍA ENTRE LA IGLESIA Y LA SINAGOGA, Drach, París 1843. Cita gran número de judíos que se han hecho sacerdotes y misioneros.

Apenas bajó el santo al sepulcro aparecieron en el horizonte los signos predichos hasta entonces invisibles. Los primeros cristianos oraban por la preservación del imperio romano porque eso retardaría la inminencia de la catástrofe. Conmeatus, tránsito a pasaje. Tertuliano así lo expresa en la apologética:

Est alia major necessitas nobis orandi pro imperatoribus, etiam pro omni statu imperii rebusque romanis, qui vim máximam orbi inminentem, ipsamque clausulam saeculi acerbitates horrendas comminantem romani imperii commeatu scimus retardari (Apol. XXII)

Lactancio:


¿Quién duda que cuando se acerca el fin de las naciones se acerca cuando cayere la capital del imperio, aquella ciudad es la que todavía sustenta todo y debemos adorar a Dios y suplicar a Dios del cielo si es que se difieren los decretos y voluntad para que no venga más pronto de lo que juzgamos aquel tirano abominable que concluya tamaña fechoría (DIVINA INSTITUTIONE lib? VII de Vita beata, cap 25, Id. C. 15)

Cirilo de Jerusalén:

El demonio suscitará un hombre famoso que usurpará el poder del imperio romano: este antecristo vendrá cuando se haya cumplido el tiempo del imperio romano y se acerque el fin del mundo.

Más explicito es Crisóstomo que el que tiene tenga hasta que le sea quitado y dice que el imperio romano en su ciada acelerará la venida del antecristo, pero el imperio romano ha durado hasta el Vaticano II y sede vacante se han erigido con el santo y la limosna los americanos. Los macedonios fueron exterminados por los romanos y los romanos por los barbaros y por Mahoma así el antecristos será destruido por cristo. Del mismo parecer es Agustín, Optatro Milevitano, Teofilacto, Ecúmeno y el común de los eclesiásticos y comentadores.

El catecismo de Turlot piensa que tres son las señales de la llegada del anticristo:

1º predicación del evangelio en el universo 2º destrucción del imperio romano y la sociedad patriarcal por el adviento de un feminismo destructivo 3º la agonía de la naturaleza.

Pablo piensa que el antecristo no vendrá hasta que se extinga el imperio romano. La herencia de ese imperio es el sacro imperio romano germánico. Es la opinión de Malvenda. Y Tomás de Aquino dice que se dividió en dos partes, Alemania y Bizancio.

A los treinta cuatro años del paso del ángel del juicio - Vicente Ferrer - empieza a parecer el signo precursor de la caída de Constantinopla en 1453 en manos del terrible Mohamed y corta la rama oriental del gran árbol romano, las luchas de religión del seiscientos y quinientos, pero sobre todo la supresión del latín, así pues se han dado bien los pasos. En 1806 francisco I de Austria intenta restablecerlo, el tiro de Sarajevo. Soltaron el arma embotada de la persecución y la cogió Mahoma, pero no es el último perseguidor de la iglesia.


Post extinctam sectam Mahometis Satanás excitavit Gog et Magog pródromos antichristi, ipsumque tandem antichristum.  Post hoc turcas quasi anteambulones. Amburbalia fiestas en que se paseaba a la víctima al rededor de la ciudad sequitur acerrimus antechristus.  Mahoma es el precursor del antecristo, illique viam praeparat. Putatur secta Mahometis duratura usque ad antichristum, dice san Joaquín, Panonium y Pereiro. Pio V ha mirado el mahometismo como el enemigo principal del orbe cristiano. El abad de Chetardie añade: lease a Ducas, Phranzés y los demás que estaban en Constantinopla cuando la arruinó Mohamed II para entender que se le veía como la misma faz del antecristo debido a un espíritu profético conservado siempre en la iglesia se creía que eran llegados los aciagos días.

Nada se hace precipitadamente por salto. Todo sigue unos progresos a veces muy lentos y ligados unos con otros. En cada una de las obras de Dios se revela que todo lo hace con número peso y medida. El sol no aparece súbitamente por el horizonte sino que su `presencia radiante se anuncia por los resplandores de la aurora, a estos precede la luz suave del alba y a esta la anuncia la claridad incierta del sepulcro: del mismo modo el bien y el mal, la verdad y el error no llegan de un golpe a su apogeo, sino que van tomando cuerpo y propagandose poco a poco.

Mahoma es un tirano y falso profeta, precursor del antecristo. Lo dice Eulogio de córdoba y Juan Damasceno. San Vicente Ferrer y a los 33 años de su muerte llegaba el imperio turco a su apogeo con la toma de Constantinopla. Segismundo lucha contra el islam lo mismo que Sobieski, Carlos de Liorena y Lepanto. Mahoma había predicho que su secta duraría mil años, pero ahora está más vigoroso que nunca.

Las teorías del orgullo. Ya sale del infierno la apostasía esa fiera feroz y hace estragos con su voracidad tan rápidos como los pasos del evangelio.

SEPARACIÓN DE LOS PUEBLOS como principio de apostasía. Mohamed II acabó con el imperio de los césares. Esta separación de los pueblos corresponde a la separación de los espíritus y los corazones, odio y suspicacia, destrucción del principio de autoridad, el asesinato del padre completan los principios de apostasía a cargo del separador.

Cayó una estrella del firmamento y abrió el pozo del abismo. Se obscureció el sol.  Hay en cada hogar dos campos y dos banderas.

Hacen cálculos aflictivos.

Somos católicos de fe sin obras, ceguera parálisis moral. El pozo del abismo, puteum abyssi. Siendo sabido que el sumo pontífice tiene dotes y luces  especiales y la asistencia divina y que pesa con sumo cuidado todas las palabras en sus alocuciones solemnes, no es lícito atribuir estas expresiones al acaso ni a un espíritu melancólico. Esta segunda suposición no sólo es gratuita sino contraria al carácter del augusto anciano Pio VII. Palabras tristes y congojosas.


Así hablan los videntes de Israel.  Empedernimiento de la gran apostasía que niega a Jesucristo como rey y mediador es signo de la apostasía, el dogma nuevo, el dogma ecléctico y humanitario dentro del cual se dan el ósculo universal todos los pueblos emancipados de las religiones positivas, el dogma racionalista en el cual la razón será el único mediador entre dios y el hombre, la religión del yo, degeneración, regeneración, transformación, la irreligión o integración integral de todas las tendenciosas. Y hasta los ángeles de Mahoma  velarán en lo alto de las torres árabes de Toledo y la alhambra para que no pueda entrar en el recinto ningún rayo del nuevo verbo. Hay hogueras preparadas, todo hombre que invoque lo venidero será reducido a cenizas. Leibniz, Bacon, Descartes, Lutero y todos los que fueron execrados por los otros hombres rutinarios fueron los misioneros de sus pueblos. Identidad de la vida espiritual en el mundo moderno. El catolicismo de Napoleón y el luteranismo pueden darse la mano uniendo puentes a uno y otro lado del Rin (Quinet, profesor del colegio de Francia, lección magistral en 1844).

Rehabilitación de las razas inferiores. Fueron dos animales los primeros que reconocieron al Salvador. Para cada época se reparte una porción de calor y de luz. Venimos del chimpancé, esta es una idea obsesiva, la incita el ángel malo.

El clero era el primer cuerpo del Estado de las naciones católicas. La desamortización de los bienes eclesiásticos. El sobrehaz de las donaciones pro ánima que habían sido parte importante de la edad media y una de las fuentes de riqueza. Eran bienes que no podían enajenarse porque Xto era el propietario exclusivo. Despojo sacrílego del que muchos se enriquecieron. El expolio que no tiene fin.

Un historiador es el que reduce los hechos a sistema y la voz cantante la llevan los publicistas y economistas. Se confunde uno al ver cómo han entrado estas impías ideas en la cabeza de hombres graves y alimentados con leche cristiana. Hasta qué punto puede la ley privar a la iglesia de su patrimonio sin sufrir menoscabo el principio de propiedad.

Mi primo el sacristán y los sarcasmos de la impiedad. Las manos muertas de Xto.

Pero los trapenses eran los mejores agricultores del país.

No hay que engañarse, el que paga manda y el que recibe depende.

Hemos adelantado infinito pero hay partes en las que estamos pez. Las filantrópicas o.n.g. una caridad fría y tal vez interesada.  No socorre en nombre de jesús sino en el del hombre, madrasta de frío corazón y crueles entrañas que registra más que visita, que calcula y pone en la cárcel al pobre que le importuna y en vez de llorar con él baila para socorrer y se enriquece dando limosna. Las charities.


Hace tres siglos que el mazo de los destructores sacrílegos no cesa de derribar las casas de Jesucristo. La Europa entera está cubierta con sus ruinas, en Francia se han saqueado y profanado más de cien mil, de tal forma que Jesucristo, rey de reyes, vive en casa de alquiler. El verbo humano es el estandarte de la rebelión. Muera el obispo, viva la filosofía ecléctica. Los dos gritos de guerra y las dos divisas: verbo divino contra vero humano. El cuerpo doctrinante de la opinión pública.

Verbo divino, verbo humano tal es el lema de los dos estandartes desplegados en el mundo actual. Jesús y Baal. Rusia será para la Europa culpable la vara del furor de dios, lo que Assur para Israel.

El pueblo ruso está llamado a dominar Europa en lo venidero. Fundaba esta idea Pedro el grande en que Europa había llegado a un estado de vejez próximo a la caducidad. Siguése que haya de ser conquistada por un pueblo joven y nuevo. Miro esta invasión de los pueblos de occidente como un movimiento periódico decretado por los designios de la providencia, la cual regeneró así al pueblo romano mediante la invasión de los bárbaros. Yo encontré a rusia arroyo y la dejo río. Mis sucesores la convertirán en un gran mar destinada a fertilizar Europa empobrecida, sus olas se derramarán a pesar de todos los diques que puedan oponerles unas manos débiles, si mis descendientes saben dirigir la corriente de aquéllas. [Testamento de Pedro el grande enviado a luis catorce el 20 de febrero de 1844 fue publicado en el eco francés].


Pueblos esclavones de origen bajo. Los pueblos esclavones son los de Yugoslavia, y viene de slave bajo su cetro cismático. El que reine en las indias y en Constantinopla dominará el mundo. Los rusos y la capacidad de intriga. Fomentan turbulencias en muchas partes. Los tártaros llegarán a ser nuestros amos. Muchos no supieron distinguir las señales precursoras del diluvio. Hasta los escogidos se dejarán seducir por su prestigio, lo que le ha ocurrido al papa Mat. XXIV, 22. La caridad va enfriandose, el egoísmo domina. La fe vacila y se apaga en muchos, no se sabe lo que se ha de creer, no se cree en nada, ni aun en la virtud. Todas las ideas se adulteran, todo valor se afemina, los ánimos se turban. El anticristianismo está en el aire. Si no tuviereis cuidado, le respiraréis, como el medico que se atreve a entrar en el lazareto sin llevar preservativo respira la muerte. Estos lobos rapaces y no dejo de pensar en la andaluza. Palabras más dulces que la miel pero flechas envenenadas. El clero y el obispo no son más que usurpadores. Son falsos cristos que quieren un cristianismo sin papas. Fuereis arrastrados a torpezas y, tránsfugas de la virtud, no tardaréis en ser tránsfugas de la fe.

Adoramos a un divino proscrito.

Manual de confesores del abate Gaume. Es la misma obra.

Las leyes primordiales de la lógica prohíben deducir de un hecho particular una ley universal. Hay que volver a regenerar la familia cristiana.

Dos fuerzas opuestas rigen el mundo moral la innovación y la tradición, por otro nombre llamadas la autoridad y la libertad, estas dos fuerzas merecen igual respeto a los ojos del hombre religioso porque una y otra son de dios. Con la religión se encuentra el espíritu de disciplina, la regla de los espíritus, el freno de las almas, las buenas costumbres y el rendimiento a dios hasta el martirio pero también las ignorancias, las supersticiones, las flaquezas espirituales, rutinas del pensamiento, credulidades piadosas, obscuridades y fantasmas de la infancia de los pueblos, vestidura vieja del pasado de la que no gustan despojarse los cultos.

Con la innovación se encuentra la ciencia, la perfectibilidad de las facultades.

La iglesia es una empresa de funerales y de nupcias solemnes. Tiene dos fes y dos pautas.

El antecristo estará provisto de una vasta ciencia experimental, hará cosas pasmosas que seducirán la inteligencia, dotado de inmensas riquezas triunfará sin dificultad de las resistencias del corazón, fortalecido con poder material abatirá a los hombres en el polvo, será la personificación del mal en más alto grado. Este hombre que la razón prevé, le anuncia la fe bajo diferentes caracteres y la lengua cristiana le llama antecristo, la postración y ostracismo de la iglesia. Consultando mis propios anales, vigilad haced penitencias.

Argumento: Adonde vamos a parar, ojead, por el presbítero GAUME- lo que pasa - lo que presagia el estado de la época actual - ideal del imperio anticristiano - el siglo seiscientos - Vicente Ferrer - caída del imperio romano y caída de Mahoma - apostasía - separaciones de las dos ciudades del bien y del mal - preparativos al último y grande combate - temores y esperanzas - la salvación está en la familia cristiana.

Yo quedo boquiabierto.

 

CRISTO EN LOS INFIERNOS.


La mujer vestida de escarlata. No rebuznaron en balde el uno y el otro alcalde. Me resistía a abandonar la pluma el arma del escritor. Pequeña y brava hueste de campeadores castellanos, escribía sus nombres sobre el azulado berrocal. Por los caminos de aquende Madrid. Cundían como una serpiente los convoyes rojos que habían de estrecharse contra los pechos de aquellos mozos castellanos.

 

Nevers 1844.

Me habéis echado de vuestras leyes, de vuestra política, de vuestras academias. Para vosotros es hoy Xto como si no fuera.

Tribus forasteras, masas de bárbaros, hembras feroces, la fa la de los suburbios de Madrid y las matanzas en la noche. Los restos de los batallones rojos en derrota.

La historia está aplastando a la novela.

Viles tercerías, sórdidos contubernios que han hecho al pueblo más viril de la tierra en im pueblo de salteadores, consentidos y rufianes. Yo pienso a gritos y esto puede ser peligroso

 

29 de enero de 2001

Principios generales de retórica y poética, primera parte del manual de literatura por don antonio gil de zarate, sexta edición corregida y aumentada. Madrid imprenta de Gaspar y roiga, calle del príncipe 4 1853.

No seremos tan serviles copiantes que dejemos de desviarnos con frecuencia de las opiniones admitidas, obra de más aliento y meditación. Confusos y desaliñados pensamientos.

  

11 de marzo de 2001

cinco de agosto del 2000 sábado, monseñor quijote, dudas teológicas, no somos sino ficción, pasto de nuestras propias llamas, haberdasher, seller of small wares as ribbons, tapes, pernickety = easy trobled abotu trifles, mercero.

If they were not heretics, Theresa, there would be for priest little to do. Is don quixote de la mancha an overrrated book?.

Judas es un santo en la iglesia etíope. Vodka wears off, so does belief.

Empezar barajas y riñas por naderías.

Todo se pierde, drama fatal, en los ríos del olvido.

 

Neighbours are brutal, their eyes

glow with greed

But the Lord saviopur in the garden light

honey blue of the Transfiguración Eve

blesses the stars and spires of the cathedral of August.

Oviedo is a nothern Toledo

wrapped in the six capes of the big feast


and the old ikon, don´t think it is dried tree but the

image of thje Lord linking us with Paradise

is crowded with laurel leaves

by his forhead arching the severe high brows

the global mound in his hands two fingers straight

in the attitude of blessing

the organ tremolos caressing the vault,

Jesus have pity on me.

And what I can see ?

The enigmatic eyes of a Buda

the mantle blue

his ourple tunic

red hearts and coronets

fixed perplexity of a dance

at the cathedral porch

a a cock screws his hymn in the court yard

pipers lament of the summers gone by.

You. You, they said with soothing voice

in trhe finest hour of the nightingale

feast and flesh the bread of holy communions

vesperal hour

the air holds its breath in the gown of waiting

but Eta killed and maimed the following day.

How bitter the julies of crucifixion in spain,

bullets in the back and in the neck.

Oh Christ our Lord hear the lament

of a mozaraby deacon at work,

put an end to this long epistle of death

as tired and despondent in oblivion we live

this Easter of the assesins in spain

We are tired of the videoclips in which cars explode

and after the dead trail the mystagogues

master of confussion, a golden pond of tricky words.

Fiesta de los Tanbernáculos y de las encenias

cuando todo se hunde.

Todo se hizo por su orden y todo quedó

pero contempla el desorden.

No hay más que sentarse ante la cámara de torturas

que es hoy un telediario.

Judas y sus sayones se apercibieron

de todo lo necesario.


“Non fuyades, mi dios, que la barca se hunde”

dieron traspié los gondoleros y la barca volcó.

El almirante colgó la galleta,

el torero se cortó la coleta,

ya de teneis la receta aerumnea de nuestra tabulación.

Reda en desconcierto de mis días

buque que navega ad hartos salustianos in aquas validas.

Venía la turma

y el santo cura de Ars rezaba arrodillado.

Flagito mi furor en lucha contra el diablos

año 1859 de nuestra salud.

Fue más fuerte que su figura Atabulus el viento de la apulia.

 

Sólo el trabajo engendra virtud, sólo la virtud engendra honor, trabaja para que el diablo te encuentre siempre ocupado.

 

Desde la perspectiva transversal de los datos la estadística es dura.

 

Ius soli es lo que que hay que aplicar a los moros.

 

In nuce et in cute.

 

Brigada de investigación del círculo socialista hospicio inclusa. En plenos barrios bajos abundan las muchachas afectas al régimen de Franco.

 

Coordenadas de desinformación, secentismo, dinero.

 

Segador es esa araña que yo me encuentro en Asturias tantas veces. Segote, guadaña. Et Ecce homo habens manus aridam. Signa autem temporum non potestis scire.

 


Hexaptérico, relicario litúrgico que representa a un serafín con alas. Viltrotear voz activa de ventanear, viltrotear es callejear, los periodista viltrotearon, el que empinó antaño hogaño se emborracha. Almoflate, cuchilla redonda como un falce. Alaraza, la novia recién casada. Proedria, asiento de honor. Ptérida, helecho. Prosoposcopia, estudio de la cara. Prosopoesquisis, que tiene la frente hundida como aquel Figueroa profesor de Economía que Dios haya.  Prosopoesternodidimia, monstruo, prosopoesternodidimia. Abolla, capa de estudiante y de los filosos. Abogalla, excrecencia del roble. Allende de esto, ton arton tom ouranon, pan de los cielos. En la segunda refacción milagrosa se reparten siete cestas y se recogieron otras siete espuertas. Elpidia, esperanza. La iglesia de los doce tronos, epi ten gen, se recostaron en tierra, no había hierba en este segundo reparto del pan, aquí se utiliza la palabra σπ iρiσ, espuerta y en la primera fueron cuévanos, koφinωi. No es necesario el pábulo de la divina palabra para preludiar la institución de la eucaristía, buscar con empeño el reino de dios y de su justicia, parsimonia y continencia del monje. Εis eλπiδiα λωωn, esperanza de los pueblos, θωv αρθωv θω επi ouραvωv, pan celeste, negar la historicidad del Paráclito y la obstinada oposición a los milagros, la segunda refacción milagrosa, olivo, vester non solvió didracma, recibe el censo y el tributo, echa la red “mitte hamum”, et invenieres staterem, el estatero de Cafarnaum la de las siete fuentes y de Cafarnaum era el alcabalero Mateo, siclos y denarios. Importancia eucarística del delfín, símbolo de Cristo, un pes llamado Chromis Simonis que tiene la cualidad de guardar la cría largo tiempo. Cantarillo que vas a la fuente, no te me quiebres. Los frnceses creían a la mujer un compuesto de mona, gata, de serpiente y de araña. F. Caballero se cabreó mucho. El perro seguía puesto en ángulo obtuso con los lomos. Taimado e intuitivo como un comerciante de viejo. Los poetas andaluces son los que llegaron más lejos en la apología de la cintura para abajo de la mujer. Nadie como las mujeres dudan sobre el carácter angeñelico de la otra mujer. Hablaba el rey con orgasmo din´ñastico. No hay gente más desobedecida que los curas y que lo lleven con mayor paciencia. Yugar a un matrimonio. Los yugué yo mismo durante las velaciones. Unamuno mirando al tormes en aquella fota de 1934. Esta mujer tiene que ser como un castillo con dios sabe qué misterio

 


Annual 1921, murieron doce mil soldados españoles. Indalecio prieto actuaba como una aerolito. Con el idioma y con los números pueden ofrecerse múltiples combinaciones. Romanones despediría al rey en el plantío y la grandeza tuvo poco de grande. Aniceto habla desde el balcón pero vigila a Lerroux que es de los que sabían sacar tajada. Largo caballero el estuquista que se negaba a vestir de frac. Dos ministros de la república Aniceto y alcala Zamora eran católicos practicantes no se explica la orden de quemar conventos, a largo le tiraron una piedra mientras discurseaba desde el banco azul. Largo caballero no podía ver a Azaña. Gobierno de concentración del estraperlista leroux que había sido crupier y hombre de paja del diario el pais en sus primeros tiempos en el paralelo de barcelona. Si la razón produce monstruos la política no podía ser menos. Santiago carrillo hijo de Wenceslao sale a la palestra con motivo de la revolución del 34, ambiente de recelo entre los capitostes. Prieto contra Largo y Niceto contra Tifón Gómez. Mayorías parlamentarias, recuentos aritméticos. Prieto se esfumaba en el momento de peligro. Se hacía invisible pese a su físico voluminoso. Largo, casado dos veces, tenía catorce hijos, residencia c. Viriato, un hijo suyo estuvo en el regimiento de transmisiones del pardo y fue hecho prisionero. Otra le ayudó en su exilio en Francia, la misma que le reclama al cabo de su estancia preso en el kl de oraniemburg. Primero de julio regresa de viaja a Londres donde celebraron congreso internacional socialista. Regimiento se pasó, el hijo Largo estuvo detenido siete años en sevilla. Comandante asensio en Guadarrama. Llama a franco intrigante, el general bonito desde indignación. Miaja jefe de la junta de defensa, Azaña en barcelona y el gobierno en valencia, esta es la razón por lo que hubo tantos mártires en aquella región. Asensio, el edecán, no era del agrado de los comunistas, tacaneo de borracho y mujeriego. Largo caballero encargado de dirigir las operaciones de asedio Alcanzar de Toledo. Miaja se hizo comunista, soy la vedete de Madrid.

 

De Proust se desgaja una idea virginal, de pureza del amor perdido, sublimación del amor cortés, empalagosa devoción marial, análogo del eterno femenino. Grignion de Montfort que la devoción con los tiempos crecerá a medida que se acerque el fin del mundo. Virgen, amparo del cristianismo en tiempos de la persecución islámica, símbolo de los creyentes. Recapitulación de todas las cosas en Xto. Merejowski, el cristianismo es la angustia y el deseo del hijo, la noche del padre llega y se alza el sol del hijo.

 


We are Gedeón fallece. Saquete with grace. Gesta de inocentes ornamentos violados si feria, rojas si cae en domingo la fecha 28 diciembre. The holy ghost was wear ing Thun. Palabra que se repitieron más durante contienda civil: atención, firmes, carbonados, izquierda, ar, un paso al frente, esos no tienen hueves, no pasarán, cojones, joder, cago en tal y cual, compañero, mi capitán, un tiro de suerte. you don´t ne ed a un for a tesla with a woman. TODAS LAS ARMAS PARA EL FRENTE, UNA NAVAJA BASTARÁ PARA LOS DE LA QUINTA COLUMNA / DE LA BALA QUE TIRAN CONTRA TI SOLO ACIERTA UNA EN CINCO MIL PERO LA DEL PIQUETE DE EJECUCIÓN NO FALLA NI UNA. EL ENEMIGO TIENE OJOS Y OÍDOS EN LA MOCHE; MILICIANO, ATENTO A LA LUCHA. DENUNCIA A LOS TRAIDORES AUNQUE SEAN DE TU PROPIA FAMILIA. The church of the catacumba is more dangerous than the church of the cathedral. Glibness, suelto de lengua. You never could ases a soul from a face. “Nuestro canto rebelde será la roja bandera que nos guiará por la senda del trabajador hasta el soviet redentor que un mundo nuevo forjará con el martillo y la hoz.

 

Don de adivinación, escribimos desde el trasmundo, desde el elíseo o parnaso al alegre corre de la péñola. El donjuán que es biología en Byron en Zorrilla transciende a misticismo. Goecia, magia negra. Triunfo de la descarnada. El problema del karma es que tiene que espiar familias enteras al correr de generaciones y siglos. Segregaban ideas de continuo. Aquel del resentimiento.

 

Mea lux obscurus non habet sed omnia in luce clarescunt / proceratos ad esca et de minibús quaerentibus animan meam. Exora, el que no ha sido echado en suerte, exento, no partícipe. Sicut caculos leonas habatas in abditis. Interrogantes te, Dominum, confesases sum.

 

HIMNO DE  SAN LORENZO: Inviste mártir unicum/ Patris sacadas Filium / victis triumphas hostigue / victor frunce coelestibus/. Tui percatas munere/nostrum reatum, dilue/arcens Mali contagium/vitae rebelen Tedeum/. Soleta sunt am vincula/ tui sacarais corporis: hoy solve victis saeculi;/ domo superno nóminas.

Precioso himno al partir de la parrilla, su liturgia una de las más largas. Camina sobre las ascuas como el que va pisando flores. El langor que me abate. tríbulo , abrojo, cardo. El monasterio de osera daba la impresión de ser isla abandonada, descartes y Erasmo introdujera pesimismo en el ardor eclesiástico medieval.

 

Himno de la ASSUMPTA.

QUEM TERRA pon tus SEDERA/ COLLUNT, ador ant, PREDICANTE/ TINUM REGANTE MACHICA / CLAUSTRUM MARIAL BAJULAT.

CUI LUNA, SOL ET OMNIA/ DESERVIUNT PER TÉMPORA / PERCUSA COELI GRATIA / GUSTAN PUELLAE VÍSCERA.

BEATA VENTER MÚNERE / CUJUS SUPERNUS ARTIFEX/ mun dum PUGILLO CONTINEN / VENTRIL SUB ARCA claus sus EST.

BEATA COLE NUNCIO/ FECUNDA SANTO SPIRITU/ DESIDERÁTUM GENTILIS CUIUS PER SALVUM FUSSUS EST.

Hoy virgen santa nos abres las puertas del paraíso.

 

 

 

 


Desveno, desvenar la tierra,

 

ságena, prisión, cárcel.

 

Cinestesia. Dámaso Santos generaciones juntas, la castidad del órgano de Manuel Aznar, la cabeza alpujarreña de juan acariciar, altaico se fuer para gran sol, el fuero de huero y un huevo que os la darán todas juntas golosa delectación fruición de las de antes ascética mental tensión a la claridad labor de búsqueda conquista del vocablo justo, el temblor poético de la inspiración, el perfectismo de anteguerra conviviendo con el reportaje periodístico, reelaboración de ideas, obsequio de arte, compadecer lo trascendental y lo baladí. José María Buguella de “Pueblo”, insenescencia, inmediatez informativa, epigramática ironía, filosofía andaluza e impasibilidad de humorista británico. Baguala es un elegante escéptico, dirigió yugo de Almería, información de alicante, jornada, patria de granada donde siempre tan bien me trataron y recibieron, turbulencias españolas, exaltación iberista, neo conceptismo literario. Ya ors decía que lo más revolucionario que podía hacerse era tener buen gusto. Se plantea la duda ante el doncel de Sigüenza, para qué sirve tanta lectura. Hacer categoría de la anécdota.

 


Camón Aznar nace en el 98, con d. Alonso, lorca, luis santa marina, el conceptismo gracianesco que nunca ha dejado de tener en aragón sus seguidores, vestido de negro y áspero y moralizante, recitación de fárragos por la quintaesencia. Fue finalista con el héroe del Lope de vega del 36 cuando se concede a casona por la serena varada el premio. El miguel ángel español es ancheta y está en la catedral románica de jaca, lecciones y charlas, convivios de arte que nos daban algo muy parecido a la felicidad. Sus manos y su voz de fuertes compresiones baturras enmarcaban el retablo de sus charlas recogiendo hasta la última particular de nuestra capacidad de atención, voluntad ensayística de lo patético, tumultuoso y vital, el arte no es juego de formas sino embriaguez de lo infinito, el último tuétano de la plasticidad, tensión, pasión violencia, profundos gemidos dramáticos y Castillo Puche peinándose cada dos minutos con las cinco púas de la mano la rebelde melena. Para él todo lo que se vive es literatura, violento arranque de intuiciones, impresiones, ideas. Esto da un carro de disgusto, escritor de literatura saber, el seminario que vivó en el Sin Camino. Hécuba o Yecla atadero de sus sueños, la ciudad adusta de Azorín. Cela o el siniestrismo del pascual duarte. Cela es el abultamiento enfático y sacado de quicio, saca la higa según los cánones del contrapunto chocarrero y romancesco, rumia lingüística.

Grabiel Celaya es el verso que no esa, los libros que lanza de su peculio. Del lorquismo gregario de la postguerra hemos pasado al cesarismo, de los gitanos luneros hemos pasado a lo social, la rebeldía de toda norma en sus cuadrículas para los casos de Rafael Múgica su verdadero nombre escribe de espadas al público como reza la solapa intimidad de los libros que los libros es lo que dan intimidad y mucha sin cartílagos y también termina con invocaciones a la virgen toda ple serena con la serenidad de quien pasado por la últimas torturas y en su poesía el corazón suena más Neruda es un símbolo de insolar idad cuervo en el centeno confianza en la luz tengo yo siempre armadura de dicha y espuma de coral pasión del verbo y 1944 año de libros importantes como nada y los hijos de la ira y el tacto sonoro de victoriano creer y su grasiento tacto sobre el chibalete de linotipista aquel caballero de biznaga entre los dientes que paseó lazarillo. El periódico para la tensión de la actualidad la cátedra para la continuidad pluri pontifices y pluriponticiados en Pombo como Gómez de la serna. Tenía que escribir con andaderas.

Vivo latir de dios lo golpeaba por eso el parpadeo. El gotear de la poesía puede escanciar el latir de lo divino.

Fernández Almagro escritor gallego, escrita en la presura fascinante y herborizada. Atisbar la melancolía y desazón del oficio.

La tarea de historiador es ejercicio de profecía hacia el pretérito.

La letra que guarda aun calor de vida. La literatura paz en la guerra, serenidad en la revolución, como dominio de sí mismo y superación de la circunstancia, indescifrable clave hispánica.

 

Triste sort . Reaccionario es el que reacciona contra esto y aquello triturado por fuerzas opuestas.

El matrimonio es difícil para los cristianos y para católicos que es el cristiano perfecto pero les va bien a los turcos que aplican el nudo corredizo.

Los genes y los cromosomas se forman a sí mismos, toman materias extrañas y las transforman en propias. La masa no es inerte sino que guarda energía, 17 millones de combinaciones cromo somáticas, asociaciones de albúmina, constante ir y venir entre el núcleo y plasma.


la excesiva radiación ayuda a mutación genética. Mosca drosophila. Informe aterrador sobre los efectos de la radiaciones en la herencia, deformaciones, esterilidad. ISÓTOPOS RADIACTIVOS del estroncio, un gas letal actúa sobre el tuétano rojo de los huesos y las partículas de la sangre, las consecuencias son leucemias, los hombres se entrecruzan en torbellino, la espuma de la cresta de la ola dando lugar a mareas estelares, nebulosas rotatorias, fuerzas internas. El firmamento en continua ebullición estallando a todas horas

La naturaleza no se proporciona un fin sino que se divierte con lo que la adaptación al medio es teoría abajada, para que un gene mude hacen falta entre tres mil y seis mil años.

 

Kiln y llegan los buscadores de asilo a GB que también está siendo invadida. Human cargo, people nabateo wants. WARP, ir a remolque, a la sirga, torcedura, comba, espía. Look at you eating our taxes, lean cupones de comida eso es cierto, veo mucho odio en torno mío. Wistfully, longing llena de deseo. BALISTARIO (ballesteras o aspilleras balistario, el soldado que servía la balista O aspillera, babismo, babismo, falismo, antiguo culto que se rendía a los órganos sexuales masculinos, babismo es una secta del islam que se parece al cristianismo, predica la fraternidad y la tolerancia hacia los cristianos, la emancipación de la mujer, que mundo más bestia es el que tenemos, qué `puede hacer un escrito, yo te pido que se muera temblor de voz que recuerda al balido de oveja puntes score punz in the braseas. Billetes o ballet of wood, son los boceles muy comunes en arte normando, también lo que llaman el diente de lobo, ball flor, barcian, barbacana o torre que cuelga de una esquina de la muralla, bacinete, es un perro que ataca a los zorros, los estraperlistas de carne humana. COVE, ensenada, caleta.

COLPORTEUR, EL QUE VENDE TRACTOS y libros religiosos,

Conde, to con, que se jode que se amariza

 

cámara santa. Corroas arrasa ir. 614. Juan limosnero obispo de Alejandría, cartagena, sevilla, Toledo y se refugiaron en las quebradas vírgenes de nuestros montes, Monsacro y el acamo. Santa Eulalia riega el maiz sobre las puertas nieladas de la catedral de Oviedo cubrición del tejado y una de las maravillas del arte cristiano. Cruz de los ángeles. Cruz de la victoria. Caja de las caledonias. Arca fue abierta 13 de mayo 1075. Oviedo era estacón obligada del peregrinaje. Conversación expresiva de los apóstoles de la imposta. Anversos y reversos de la cruz de los ángeles, cruz de la victoria y arqueta de ágatas y el crucifijo de nicodemus, díptico del obispo Gonzaga. Urna de san Julián y san serrano. Urna de san Vicente abad y mártir. urna de san Eulogio y de santa Lucrecia, como la capilla de santa leonada, tabernáculos y laudas sepulcrales.


Ganadería y cultivos de subsistencia con mercados de reducido ámbito. Monasterios de protección regia centros de cultura, ritmo trienal de siembra, cosecha y barbecho, el calendario eclesiástico. Celosías de las segadas. Barbotaras de cancel.  Relieve de la jamba de la portada de san miguel de Lillo.

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COMENTARIOS A LA SUMMA BULLARUM DE PIO V SOBRE EL REZO DEL BREVIARIO.

Pío V ordena el rezo del Breviario a los clérigos en una bula con data de julio de 1568. Había sido redactado por el Cardenal Santa Cruz siguiendo las instrucciones de Paulo IV al incoar las resoluciones tricentinas. Es un texto de unidad que acaba con todas las normas de rezo particulares, privelifgios, indultos y ritos de las iglesias particulares. Dijo que su norma habría de durar doscientos años pero se extendió casi dos siglos y medio más hasta el Vaticano II. Rige la norma para todos los religiosos de coros y a su vez retiene la facultad de la recitación del Oficio Parco, el de Difuntos y los penitenciales y graduales conforme a la norma del Breviario. En 1602 todo el tomo experimenta reforma a cargo de Clemente VIII. En el 31 de ese siglo Urbano VIII incoa otra serie de pequeñas modificaciones en los signos de puntuación y normas sintacticas que quedaron obsoletas. Se suprimen homilias y colaciones apologeticas sobre la vida de los santos y hace un nuevo rezado. Siguiendo estas pautas en Madrid se edita una nueva versión en 1792 a cargo del arcediano de Trastamara don Patricio Martinez de Bustos. En el prólogo se hace una advertencia a los párrocos que tengan cuidado con el culto a las reliquias.

El año consta de doce meses, cincuenta y dos semanas y un día, que se dividen en 365 del calendario solar con un remanente de seis horas que  cada año constituyen los bisiestos o bisextiles, seis por cuatro veinticuatro. La luz diurna dura seis horas pero no son en todas partes lo mismo. Por eso vino la reforma gregoriana de 1582 el cuatro de octubre dia de san Francisco.

 

30 de enero de 2002

LATIBULUM =escondrijo, latíbula perosa los odiados escondrijos.

Cimeliarca es el tesorero de la catedral.

Beata eulalia fide plena spe intrepida charitate flagrans sponte ad martyrium festinabat.

Astures fortes fóveas benigna.

Attalicos( bordados en oro) qui tibi semper referant patronae.

El evangeliario mozarabe se refiere a la Virgen con variantes de los contextos romanos por influencia del adopcionismo que trata al hijo como prole.


Eulalia fue discípula de Donato y fue martirizada con su hermana julia le exigió al pretor que salara su cuerpo presto para el convite con la misma insolencia con que pidió lorenzo al verdugo que le diera media vuelta. No quiero que prepares holocausto insípido trasposición o copia del tan referido dicho del mártir lorenzo.

Huyeron los lictores y dejaron el cuerpo desnudo de la virgen martirizada en el descampado. Para cubrir sus pudicias y en defensa de su virginidad un ángel del cielo hizo descender una nevada. El blanco meteoro arropó de esta manera sus vergüenzas. Vivi lindel candidísimo. LINTEOLUM es capa o manto de nieve. Paño de pudor.

Eulogio obispo e Poitiers que escribió doce libros contra los arrianos durmió in domino el 369.

16 de enero san Fulgencio.

El 24 el DESCENSO DE LA VIRGEN o encarnación a este mundo. Ella rajo una casulla bordada por los mismos angeles opificio celeste y tal prenda se guardaba por el Cimeliarca en la catedral ovetense como talabarte contra la invasión musulmana.

Astitit Regina a dextris tuis veste deaurato et circundante varietate. anonas eran los impuestos que se pagaban al anonario o fisco de los víveres. Elías multiplicó las anonas a la viuda.

IX febrero san Eulogio de Córdoba que tenía por almohada el salterio y predicaba en Córdoba contra los judíos y mahometanos. Se llamó a Roma en peregrinación pero al llegar a Pamplona dio vuelta, en pamplona convirtió al cristianismo a Lucrecia mujer del califa al que su marido cortó la cabeza. Sus restos quedaron depositados en el primitivo de san zoilo hasta su posterior traslado a Oviedo.

Allí acudió el ángel velivolans o velivolante.  La velificación o despliegue del programa.

ASCETERIO o complejo monástico. San Pedro Damián fue fundador en Ravena de los camaldulenses.

Yugalis matrimonia de yugo. La diosa juno era la protectora del matrimonio.

San Elías profeta el 17 febrero era para los mozárabes una de las fiestas más importantes del invierno. Un himno entusiasta Ecce mittam vobis Elíam prophetam ante diem terribilem y que en su carro de fuego nos elevemos hacia las cosas celestes olvidando las terrenales para que en su fiesta gocemos del consorcio de los santos.

Dentes peccatorum contrivisti.

Dapalis era el festín de los sacrificios. Dipolos . Disético que excita la sed.

Fístula cañería canilla y también conducto anormal que supura el líquido.


Con florentino sello burilado. Salamanca es pasmo del orbe vihuela de lindo sonor cuartago y macho rucio cuartago es rocín de mediano cuerpo siendo aquí la vieja costumbre de atormentar a los nuevos con las más grotescas invenciones. Manando humores una sutil fetidez que las dueñas se apretaban las narices. Penado vasija de boca estrecha que se usaba a beber las ansias de la lucha postrera las gafas de asta marcando la página de un infolio aquel era el término de todos nuestros afanes. Escurrimiento de aquel ser ese consejo siempre ambiguo que invita al goce y a la penitencia. Nuevos arbitrios . No pestañeó pero sus manos restregaron perezosamente los fondos del sillón aquel acto menguado y las impresiones que causaba en su ánimo. Desurto o desurdido . No vendáis el solar. Grandes fueron tumultos y demasías en aragon 1591 lanuza preso por un oficial que esperaba a la puerta catedral fingiendo examinar estampas en tienda de libros. Carnicerías nuevas la casa de los valderrábanos sedicioso pasquín.


Letrillas y jácaras de chocarreros. Desveno del caballo 14 2 1592 se privaría al cura de santo tomé de su sacerdocio y beneficios y a la horca a diego bracamonte y a enrique dávila y al licvenciado daza zimbrón, diez años de galeras y destierro ad vitam y el escribano de numero anton diaz azotes, privación de bienes y diez años de galeras hay una unidad que gobierna los orbes. El soberano del moderno israel debería revestirse de las tres potencias tutelares: la ley, la espada, el efod y ser Aarón, Josué y Moisés àra su pueblo. La bancarrota se envedijaba a causa de los muchos tributos y arbitrios. Almojarife recaudador de rentas del rey. Almojarifazgo tasa que se pagaba por la venta y compra de las mercancías. Se vivía en la incertidumbre del bocado y el pan se hizo una presa. Los conventos se hincharon de monjes. Sus porterías de sopistas. Hospital y cárcel eran buscados como refugios venturosos. Parecía que el mismo viento murmuraba calumnias contra mí. Abría las criptas del alma. Los hidalgos vestían de luto. La madera al uso era ébano. Ajusticiado Alonso en el mercado chico. Pocos días más tristes que aquel día de san Elías de 1592 las ochenta y ocho torres del amurala avilesa se achantaron y lloraron. don diego fue sacado de la alhóndiga. La lluvia persistente y tenaz escarchaba las sotanas. Vulgacho no había sino gente baja. Alguna que otra ramera de manto amarillo y medias coloradas. Subieron a la cabalgadura de la infamia. Discursos salidos como hierros de la hornalla. HORNALLA. Las ropas de los corchetes despedían con la humedad un tufo de orines trasnochados. Dios reciba tu alma. Brianda. Los sofás de velludo. Los sofas tapizados de velludo. Halcón montano con capirote de púrpura. Socollada.  Socollada es cabeceo vaivén que da el buque que viene de proa. Ni una sola reflexión adversa una oblea roja en medio del pecho. Acecho de las peores especies demoníacas descritas por los teólogos su elocuencia trocose en mutismo un pavor le daba malón en todas partes se anonadaba ante el pensamiento de la muerte la noble luz del crepúsculo agonizando. Contador mesa para contar dinero. Arcones funerarios. Alonso amigo de antonio pérez. Esto bastó. Se le postergó en las ceremonias. Se le vejó ante las damas. Sus memoriales fueron a dar a los braseros. Estaba perdido. Aquel hijodalgo que creía no conocer el miedo conoció el terror. Terror sobrenatural. Era el maleficio. El aojo del rey. Peregrina pintura dentro de la cual habría de resarcirse el abrigo secreto de su alma. Alta lechuguilla adornaba el rostro amarillado y patético. Iris y pupilas estriadas de briosas agujas biliosas verdegueaban bajo un fluido transparente que parecía renovarse sin cesar como la mirada viva. Estrangularon mi brío. Apaciguamiento místico y una luz religiosa esperanza. Rodrigo era hijo de un moro de Córdoba y de doña Guiomar de la Hoz. El rumor de una fuente ablandaba la aspereza del paraje. Era diego franco el campanero de la catedral medrano le dijo que cuando se casó con don lope de alcántara ya estgaba preñada del moro. El sí espectral y lúgubre del moribundo alonso confirma las sospechas.  Descajonando hasta el ultimo escritorio.


Felipe ii era un rey papelero ungüentos medicinales ayuda de cámas Santoyo fojas. Las tomaba fojas . Su frente parecía yeso humedecido. Afuera el aire resplandecía como un limpido esmalte sobre la rocosa y austera campiña junto a sus botijos echados panza arriba como asesinados dormían al borde de la carretera los arrieros moriscos. La ciudad parecía harta de sol. reinaba en todo un sosiego resplandeciente y adusto. Pascua de flores ángel de alcorza rendido y alfeñicado . Su linaje no vale dos habas. Volviese aína de alguna guerra con la jineta de capitán. Jineta insignia antigua de los capitanes de infantería. Torvo sosiego de siesta castellana. La luz del mediodía arde rabiosa en los pétreos paredones, caldea los hierros, requema el musgo de los tejados. Turquí color turquí. Turdión baile del género de la galarda . Turquí el banco de turquí color azul oscuro. La cuadra semeja a un granero después de vendida la cosecha. Hermosa cadena luce sobre sus negros capillos de gorgorán. Golondro deseo o antojo de algo. Golafre glotón. Gnafalio planta sudorífera y diurética llamada pie de gato. Gorgorán tela de seda con cordoncillo tejida con realces fúnebre capa de catorceno. La fina capa de catorceno ha sido plegada cuidadosamente sobre la silla. Se quitó la gorra ante la cabeza cortada de Bracamonte. andar rutinero y ordinario de la existencia vecinal. Con su abrigo color badana. Cabello tusado sobre la frente. los genoveses del barrio judío de santa escolástica enorme corpachón de verdugo, el otro anciano ojillos vinosos y la piel del pescuezo cárdena y granulosa como el cogote de los pavos. Margaritario. Comió con dignidad sin dejar traslucir a su semblante el bajo deleite de las entrañas. La pañosa de catorceno. Una descripción perfecta del auto de fe en Zocodover. Relajados y relapsos. A los primeros se los absuelve a los segundo se les quema. 

 

 

LAS COMPAÑÍAS BLANCAS; BERTRAND DUGLESCÍN  era un hombre tan ancho de hombros que hacía parecer pequeña su cabeza

 

27 de agosto de 2004

con los sentidos embotados. Mi alma y mi cuerpo aturidos y sometidos a los efectos narcotizantes de mi frenesí que después a lo largo de mis días no volvería a experimentar pues matar a un ser humano no me decía nada. Antes bien, sentía una especie de placer animal en cometer asesinato. El heroismo, la oposición ideologica, tampoco me hacía tilín puesto que me dejaron solo y a la iglesia recurrí y no quiso saber nada de mí.

Era la prueba de la violencia regodeándose en sí misma, unas verbosidades de satisfacción estrictamente cainitas. Me puse a dar voces locas pronunciando frases inconexas en un idioma extranjero, de una lengua que no existe. debía de ser yo la vera efigie de una hiena. Era el perfecto trooper el perfecto chacal de infantería. Vivía yo por aquellas calendas en un semiesciente estado de ferocidad a la inversa. El miedo parecía haberme erizado. Vestía una casaca de cuero con los cuellos vueltos forrados en piel y una estrella roja de cinco puntas. Era un tipo corpulento camino del infierno donde iba a servir condena.

-¿Quien eres?

-Eso no te importa.

-Te meto un tiro.

Antes de que quisiera recordarse ya estaba en el suelo desmayado la frente abierta con una brecha. El plomo se abrió camino en la testuz de aquel toro de Mongolia.

Los de la otra compañía cantaban lejos y daban voces diciendo que únicamente querían fraternizar. Otros amantes, una miliciana y un sorche pelaban ferozmente la pava revolcandose con ahínco entre la hierba. Su personalidad me parecía repelente por lo religiosa pero no tuve otra opción que accionar el gatillo. Era él o yo.

Los planos de conciencia los manejaba a la perfección.


Montano me ahorró la bala. El contraataque con brío y los legionarios aguantando a fuerza de muchas bajas. Brocos murió. El cura Manolo no se atrevió a saltar quedando atrapado en la trinchera igual que un conejo. El gallego se quejaba de la pierna. Ay mi pierna. Y el miembro inferior había ya desaparecido. Al pobre ezequiel Requejo también  lo coparon en la chabola. Los aertillero se lucieron de lo lindo tirando desde la Malañosa.

Camilo José cela antes que nada quiso ser pintor. Polifacetico. Alpinista, pintor, toreros. El pintor nunca podrá en mí eclipsar al escritor. Yo creo en el éxito. El triunfo está en uno, no en los demás. Hice un cuadro Se definir la novela mas no la pintura. No puedo, no puedo. La pascua de la navidad es la que más se acerca a una conceptción universal y alegre del mundo católico. Roma fue un crisol de civilizaciones y aceptó fórmulas que le fueron legados por los paganos. Fulgor de la estrella en forma de cruz que constantino vio antes de la batalla de puente Milvio. El epigrafe fue incoporado por orden imperial a todas las banderas, labaros y estandartes de las legiones. Cruz avistada por el rey en las alturas. Paz, amistad, tolerancia, respeto muytuo. La cruz emblema de un mundo nuevo inscrito en las pandectas del edicto de Milán. Bellísimo texto es el que sanciona imperator:

Convengo y mando que los paganos así como los cristianos gocen del mismo reparo. Que nadie inquiete a otro; que cada cual elija las creencias que le parezcan mejor.

Ese era el espíritu del Edicto de Milán

 

31 de octubre 1986.

Oración de los muertos que se sellaba con la de las condecoraciones. Se imponían las laureadas y en ese instante solemne y de expectación parecía que los muertos se hacían presentes. Me habían herido en un brazo pero fue un tiro de suerte.  La Fuente de la Reina. Hubo un bombardeo de contraataque. Los dioses de las cumbres guadarrameñas estaban espantados pero guardaban su silencio de cumbre acariciada por el sol y por los aires, siempre solitaria porque hasta sus cimas pocas veces llegaban los hombres. Los centinelas esperaban al relevo. Los cabos venían arreando fuego y entre disparo y disparo una jaculatoria al Sagrado Corazón rezaban.

Hospital de sangre, colegio de jesuitas, el frontal herreriano, las bolas en lo alto de la acrotera. Por debajo estuvieron pasando muchos años hilera de seminaristas. El cura Mariano que ya no será la mies es mucha. Vino un pater jesuita de las Navillas. Los padres de la compañía estaban veraneando en la Losa cuando estalló todo el follón. La estampa de la Virgen del Consuelo me salvaba.


Aquellas ideas mías germinaban por entonces en el claustro fetal. Afuera estaba la ciudad llena de moros e italianos que daban una nota exótica en medio de la romanidad de su perimetro. En esa ritual de la latinidad para la cual los dioses no eran más que gestos.

La fachada de la ileia que daba a una de las recoletas plazuelas castellanas, la de los Espejos, detrás de las murallas y donde el tiempo, en honor de su nombre y de su vigenci, había cejado en sus espasmos. La rueda de Ictión se negaba a girar y todo estaba detenido aquella tarde enel hospital. Los pulsos extendieron la perezosa. La camilla de los recuerdos en petit comité se puso a recordar. Era un perfecto rincón de la edad media, ninguna nota de modernidad en su semblante urbana, sólo el de un quieto y rincón medieval. El lugar, por lo estólido y austero, resultaba impresionante.  Las puertas de la sacramental estaban cerradas excepto dos días al año por Jueves Santo, por Navidad. Las tres jambas de pino en los canceles eran el emblema solemne de la Trinidad. Luego estaba el patio de los glifos. En una piedra del adarve cerca de una sófora triunfal los seminaristas filósofos preparaban el examen recitando de carrerilla las tesis de Santo Thomas. Recibíamos una educación varada en el silogismo pero con harto fundamento.

En aquella ciudad todo eran conventos y hasta las piedras heráldicas guardaban una relación con la unción teologica de sus habitantes. Fueron ciudades para ser habitadas en teocracia. Por ejemplo en la magnifica catedral no encontrareis un excusado si os afloge una necesidad. Eran ciudades muy divinas pero poco humanas amen de incómodas. Uno recuerda lo que le pasó en la privada a Guzmán de alfarache cuando fusila nuestro Mateo alemán todo un episodio de los Cuentos de Bocacho.

Recordaba la Virgen de los tránsitos, el patio de los Teólogos de factura `plateresca y con gran parte de su rejería casi pudriendose. Balcones forjados en Villalpando. Olor a cloroformo y cuartel.  Las salas ocupaban el sitio del dormitorio de Latinos. El quirófano había sido habitado en el cuarto del rector. Las camarillas de Teólogos y Filósofos eran crujías para albergar a los enfermos más graves.


El bonete de cuatro puntas o el gorro bisunto de los inquisidores hacía acto de aparición. Beca verde y manto pardo de buriel. Era mucho mejor estar en el frente que en aquellas salas corridas donde se morían a chorros los jóvenes de la quinta del 34 al 36. Allí expiró el capitán Isasi que se cagaba alternativamente en el Corán o en los huevos de Mahoma. Ojalá resucitase ahora mismo. El obús le segó la pierna por la ingle. Eso sí que es mala pata. Se veía la linea inconfundible la Mujer Muerta como una estatua reclinada sobre un lecho de roca viva las laderas cubiertas de nieve. Y el niño a un lado del túmulo que tampoco despertaba. Más para acá se diseñaba el `perfil del Matabueyes un cerro donde los calveros negros se abrían paso entre matorrales ocres, un color perfecto para el camuflaje. Allí detuvieron los legionarios de Varela el ímpetu rojo

 

 

 

 

 

Gladiador cuaderno. Reprehensiones y ejemplos lope novelista, divagciones eruditas. Pastor de galatea y laurel de apolo, esplandin y esplandian apolo palmnerín amadis Octavio y celio invenciones y enamorados razonamientos. Arrullos mansos de los enamorados palomos. Caballos de rúa y de camino. Un cosaco queire más a su cachimba que a su mujer. Cable coaxial husmo escrito sobre literatura rusa el quince de agosto del 2008. roberto kapa nacido en Budapest se fue andando hasta berlin. Osmuz y simov dos fuerzas opuestas. Mártires de alcalá una calle de Madrid y todo se vuelve fracaso para mí. Alquería es casa suelta. Almotacén oesas y medidas. Alhondiga casa del trigo. Bitoque tarugo con que se cierra agujero. Chantres y sochantres princiio de autoridad de la iglesia. Una fanega son doce celemines. Oveja orra o modorra jabino enebro enano. Obrada tiene 440 estadales o 15 cuartas de vara equivalente a 3930 metros cuadrados wn Segovia. Rodezno de las maquilas del molino. 1636 primer estanco de tabaco con impuestos a la corona. Se permitio a los monjes cultivar el tabaco para usos medicinales. Sisas. Tablajero o destazador de carne. Trigos: alhaga, marzal, comuña o trigo centeoso en cuya cochira se mezclaba el trigo con el centeno. Ventajero que venían paja. Voto a Santiago se pagaba a la iglesia el dia del apóstol y era correlativo a las yuntas que tenía un labrador. Zapatero de obra prima o de nuevo remendón el que le zurraba a la bandana todo el año. Zanfoñas llegaron a España por el camino de santiago. España era silvo-pastoril. Segovia ciudad de acarreo tenía 2500 vecinos en 1753. las rentas del obispo eran veinte mil fanegas esto es 240000 celemines. Para el cabildo eran 30.000. era ciudad de acarreo y muchos gremios. Preilaes del tundir y bataquear la lana . los de la percha eran los perailes

 

 

 

 

 

 

CORR corral es prerromasno.

Abdón sobrino de pepe lita

malatería hospital

han naufragado y sólo manda dinero. se estragó natura

arana engañp

arandillo de villa elena vientre blanco y lomo gris me visitaban

sorondo fruto tardío nueces sorndas y peras sorondas o de invierno

obeertura

refrenar gula

cuando suene el grito de combate me hallaré apercibido

en las tentaciones carnales la victoria están en la huida pero el hormigueo queda dentro. rasvaliev leía mucho y sin selecció. reiteradas veces..

srasahrsia lucha chtenie lectura.

polina seguía hablando en francés por ventura las mujeres ccarecen de patria

golosniki ortofonía lugares de voz

fiesta de la inteligancia

calidad musical del verso de elliot

sonrisa en diagonal como la de gabriel

miesesmucha padre miesesmucha quodlibet paris destruyó asis, con melindres y remojadero. pensamiento figuativo medieval da trazas a las imagenes. el hombre espejo del universo.  anabasis y catábasis de la religión órfica relacionadas con las mándalas medievas dando lugar al arte figurativo románico que trepan a los rosetones arco iris donde se refleja la futilidad y fugacidad de la vida humana, esos cambios de colorees nos dicen que todo se extingue que todos es vanidad. estupor. revenant aparecido. endrinal. gimberga fachada gótica formada por agujas pureza inmaculada de la espira, fuente normativa, tornaguía, abactor cuatrero nepotismo de los sforza. las parcas tejiendo con sus hilos el tapiz de cada existencia. vellorita prímula. velazquez harto de belleza y de ninfas quiere prosa. andorrera que gusta de callajear, urnición barraganal. dura cerviz descristianizar dura cerviz catalana. argentina es la babilonia judía de la que viene bergoglio en su nacionalismo imperialista el mundo a sus pies. el mundo no se conquistará por la espada sino por el oro. predominio de cabelleras color pimienta el rojo de judas.

pesimismo inteligancia disgresiones tremendismo lupanario de las casas de huéspedes. ormuz y abiman los principios opuestos que rigen el mundo cosificación animalización. socarronería asturiana esceptica sabiduría total la novela a imitación de la vida es compleja y desordenada pero a perez de ayala le falta la ternura de un clarin aunque éste sea menos clásico. aurea mediocritas el buen paar desapercibido. aldeana esquiveza. el huerto a la esplaqda de la casona cvon mi huerto a la espalda y en el huerto un laurel y un fiel regazo donde recline la cabeza y por la noche un libro y un poco de miel. la crenuncia a los placeres inferiores es a lo que aspiran los más altos. resolver el problema de mis crelaciones con la realidad. celos retrospectivos. aCICATE LA CULTURA ES ACICATE. israel el que lucha contra dios. zohar ewsplendor. argentina es una vaca que da leche sólo si se ordeña desde paris o desde londres. el dogal que nos ahogue a todos. teandria y antropomorfia. heresiología egila y el papa adriano adopcionismo. los rumanos adoran a trajano y los hungaros a atila. treinta siglos de refinamientos talmúdicos. eugenio suarez acoge en su casa a una tal zita y metieron a los perseguidos en convetos y seminarios. odio vitamínico. delaciones. conducciones desde la estacion del norte de budapest amillaramiento de hitos y predios bienes mostrencos solares finvas e inmuebles pertenecientes al ministerio fomento 1837 quedan abolidos conventos y capellanías. viaje a cordodoba despues de cuarenta años manuel benitez villalobillos santiso un desastre.

ONIOMANIA apewtito de comprar hoy ya no se compora nada nos esclavizan cachero nos llevan atados al carro de los vencedores desprestencioso y ligero. correr las siete partidas

fernando de valdes inquisidor de salas y obispo hispalense un hijo por nombre orosio mayorazgo de horcajo avila prelado absentista intentó entrar en el convento de santa cruz de valladolid vistió la beca prda de san bartolomé donde entró en 1512 y pasa a la corte de cisneros y forma parte de la partida de asturianos que conquistaron orán colación de grados limpieza de sangre. uno de ellos era alonso de proaza que había traducido a raimundo lulio nepotismo maniobras e intrigas. quien más miente más medra nos echan gabelas sobre el respirarla mujer todo trazas y la dama chismosa recibe la pala

un mensdajero alamean hubo de hacer antesala para que lo recibiese el califa nueve años

morondo motilon entretejos

 

 

Copal barniz de resina de una arbol que se produce en cuba

Gemación aparición de yemas y botones en los arboles brotes verdes

 

 

 

YO NO SÉ HELEN

Vardulos caristios autrigones

Rensalvo rebaje

Taranco y el abad vitulo iglesia fundada en 800 en el que aparece por vez primera el nombre de castilla

Transmeranos o vizcaínos corre una arquería lobulada verdes y jugosos valles astures espinosa de los monteros y lezama

Losas eran peñas la losa de Segovia valles aforadas de moneo del reino de vizcaya. Oca fue diócesis extinguidas por los árabes fosiles amonitedos del craneo en cuestión que fue enviado a burgos no hizo caso nadie. Cenobios de Valdivielso y la Bureba refuerzos prismáticos abilletado arcos geminados maineles ensiforme o en forma de espada ciato vaso griego. La religión es sentimiento y no apologética booantropía licantropía hipoantropía jardines elegantes y pensiles celebérrimos el vino y el pecado nos bestializan interpretar los sueños investigar los arcanos el sueño de nnabucodonosr que por su curiosidad acabó en buey booantropía  embriaguez de idolatria y de vicios según daniel mane son numerados los dias de tu reinado tzel has sido pesado en la balanza fares se dividirá tu reino y será entregado a los medos y a los persas protervi y terribilidad nueva babilonia

In medio ignis non sum aestuatus ellos hacen riza del rebaño de la iglesia al carnero le nacieron cuatro astas en dirección de los cuatro puntos cardinales y el carnero corneaba hacia occidente lo que cristo edificó nadie lo puede destruir oro acendrado es la palabra del salvador crisolito el sonido de sus palabras son como ruido del gentío daniel varón de deseos oración compunción ayuno.

 

 

MELQUÍADES ALVAREZ fusilado en Madrid el 22 de agosto de 1936 había defendido como abogado a jose antonio traficos horizontes

 

 

 

Opitulare venir en socorro de alguien

 

Yo no sé helen cñomo es que al cabo tantp tiempo saltan estos nombres y estasmemoria, memorias que hieren. Magriños fijate no es más que el nombre de un polideportivo pero era un buen latinista aunque no tanto como valeriano pastor, vallejo yubero el hebraista. Llegó el concilio y quedaron expedientes de cupo fuerza de renovación de la iglesia y ese es mi dolor pues aquí tenemos al papa pancho diciendo que nunca fue de derecha falta de discreción y argentina verborrea que es lo que una me acusaba a mí fijate caminar por el filo de la navaja descendiendo a los ingiernos del alcohol una plabra arabe que significa el diablo y yo lo llamo erigos tambien falta de deicreción de mi lado no soy un santo helen tu padre biológico akl cual desconocers no es un santo pero es un recto vatón si no fuese por esa inseguridad ingenita que le hace decir tonterías. Cristo no sé si era de izquierdas o de derecha dijo dad a dios lo que es de dios y al cesar lo que es del cesar suena a fabula. Magariños me suspendió creo que adivinaba la mala indole mía porque doy el pego. You act you know why you act, ek uduina del lacio fue mi devoción y a su estudfio dediqué mi vida tal vez estoy n poco majareta y el inglés se parece al latin, es la lengua en la que hablé y amé a tu madre. En su sintaxis todo se ajusta, las palabras se encajan igual que ladrillos parelelos. Todas las cosas, querida, pasarán pero su palabra no pasará. Eso fijero, ahora lo duco. ¿Es la palabra emblema del amor o lucubración y fantasía?. Por el ventano de mi montante de la celda que tanto amo se cuelan los rumores, el eco de los trinos de los pajaros. Los domingos por la mañana hay alguien que se lia tirar tiros a los pajaros. Estoy en medio de los trigales de brunete y desde este lugar te escribo desde la cólera el amor y el remordimiento mientra escucho a los monjes de silos cantar gregoriano y me fumo una pipa de vez en cuando. Con el humo suben hacia el techo ennegrecido las vedijas de mi tristeza. Llegan memorias de la rubiua albión, se encienden las miradas que determinan  los besos. Fue aquella era como una gran borrachera de colores psicodélicos y minifaldas. Aquello pasó y la nave quedó varada en el espigón de aquel puerto que no encuentro en ninguna parte del mapa ni en los protulanos ad hoc. Yo fui una sombra, una sombra que te engendró. Magaritos traía bigotito de ala de mosca. Si le pusieras una toga pudiera pasar por uno de aquellos señadores romanos a los que cicerón llamaba patres conscripti. Lucía la pretexta con señorío aquel profesor mío. Se pasaba por el aula las manos a la espalda debían de dolerele los riñones. Se deshacía en elogios a Mussolini. Yo no sé por que aquel hombre me despreciaba con tanto ahínco y es a lo mejor porque odiaba a los curas y tu padre venía de un seminario. Sin embargo, pese a aquel suspenso en la revalida la lengua de horacio fue una obsesión incombustiblke. Tomemos la plegadera y veamios al aceñero a martín solayo, un profesor que mata enfurecido por el viento terral de unaa tarde de tormenta. Lloro mis pecados. No me metieron en blanca más que una vez. Erifos me condujo a una comisaría, en america hubiera tenido tres meses pero españa ek cristianismo es mucho mas tolerante que el judaísmo y todo el fanatismo de los pueblos semitas que han heredado los anglosajones. Al kahol es el demonio. El diablo en la botella con cuernos de aguardiente y vino tinto. Los romanos tambien bebían en lkas cuapponae y llos centuriones frecuentaban las tabernas, dejaban la galea y las carrilleras en el vestíbulo y se entregaban al tropel de las filaterías, baco bailaba en el jarro y yo me afufo no quiero beber no quiero pecar

 

 

 

 

 

 

En las calles está el mes de febrero de 1993 nevadas y ventiscas caminos intransitables de nieve blanda y felpona. Moscu se coinvierte en una ciudad encantada encajada en los níveos bigotes de papa moroz que es el dios de la escarcha. Pese a la nieve ya se detecta la primavera y esos siemopre alza el amnimo lo mismo que las buenas notcias. El yin sen que crece en los robledos de vostok. Idei jatore buili  risulta, va en su auxilio el rompehielos yamal.

La natura es siempre seria severa, certera. Los errores y extravíos parten siempre de los hombres. La responsabilidad del ser humano adquiere ribewtes suicidas. La montaña nos parece sonreir. Un salñudo amigos. Cadena de hierro con candados colgantes. Tantas cosas en el saco y tantos absurdos. La iglewsia de la trinidad donde el tiempo parece haber hincado sus dientes. El canto del querubibn segue rajmaninof escribe la liturgia de san juan Crisóstomo, victor schvierchonkof natalia matveienka nina palikova. Trabajar como obrero de choque contrataciones de obreros de choque. Na gorovne propiedi iesus skazal en le sermón del  del monte Jesús dijo. Trecil= sobrios. Taraschipieni cantos de vitorias. Priznit rebajarse humillarss. Lokowanie regozijo en dios diaglib angelica. Trabajar para el nuncio- taina mira paz encubierta. Gubit perder. Sracenia batalla. Posatoiani eterno.

Muceta de armiño y una pitanza asegurada, la iglesia es la pirámide perfecta. En Inglaterra había 9000 parropquias. En alemania 15000 y en fancia con sus más de sesenta diócesis sopbrepasabnan las sesenta mil. Vengan misas y caigan ollas. El aband de lo que canta yanta. Como va el pope asi la letanía y el que cante las hores que coma las olles. La iglesia y sigue siendo uyna primamide perfecta. Cada parroquia tenia una servidumbre de por lo menos cinco eclesiásticos. Los monasterios brindaban nutrida corporación. Por cada 20 monjes unop había de ser versuto en Escrituras. De esta necesidad de proveer a los monaterios de letrados surgieron las escuelas catedralicias y las universidades. Agustinos cistercienses treatinops pero en 1214 cruza el canal de la mancha el primer fraile menor. Cincuenta años después los dominicos ditrigen catedras en oxgford Cambridge y la sorbona y producen diguras conspicuas en el ambito del conocimiento como Roger Bacon y Duns Scotto. Se relajan las ordenes reformadas gracias a las limosnas y a la creduloidad del pueblo

o me muevo  en otros parametros. Albarrada enjaretada de ferralla de esta finca lugar magico el mundo gelatinoso de las apariciones que tú denuncias y describescon acuidad y solercia. El principal vicio de la sociedad moderna es el ansia de poder he cantado como un simple diacono el cornijal cubriendo mi cogote fraternidades universales sólo depararon conflictos y angustias a la humanidad el camping de los aparecidos. Espiritu de las bodas de canáa o de las hidrias colmadas. Por partogenesis se transformó en ser para la muerte por la encarnación.

Encantes, defroques, mercadillos, mecadillos almudíes zacanes alhondigas y puestos de venta. Cela niño mimado delos nuevos ricos españoles. Habla con los melereos de atienza y con los pobres cabe una de las siete puertas de roma. Madrigal de las altas torres mucho nombre para tran poco pueblo. Comiendo un mordisco epujando un cuartillo de vino o fumando un cigarrillo. Eclipsó a una serie de meritorios talentos cuya última thule eran las sombras. Casaba sílabas inspirada exasperadamentre y a veces inutilme te.- toda una pleyade arrinconada en el olvido y en el sinsabor y hasta se lo pasó por los moros paseandoseen un rolls con choferesa

EL CASTAÑO fue según pliniov el arbol del pan. Para los romanos las castañas secas y pilongas servían de materia frumentaria. Bullate era la harina de castaña seca, el pavo con castañas se conumía. Era la castanea sativa y sus arboles cupulares que vemos por todas partes. Las hojas lancidinadas de lengua de mula. El cabriolés es un capote ligero sin manga como el utilizado por franco en la guerra civil. Calcídico  galería o corredor circular perpendicular al eje del edificio, el calcídico del horreo- calbote es castaña asada y pàn de bellotas y de catañas. Callonga es castaña a medio asar. Callonga mujer corrida y jamona. Cuerrias o zarzo para asar castañas. Barragán es moizo soltero y persona esforzada y vcaliente pero tambiewn cuerria. Zurrón de la castaña o erizo. CODINA ensalada de castañas cocidas. Sarcpfilo mamífero sarpurial famosa y notable por su voracidad y malas indiles. Los sardones bajeros del montre. Tritón el viento y el de los caballos. Silfo sílfide y sirte. Sirte es un bajío. Treitón era el marido de las sirenas. Arrendadero el ronzal adonde se ataban las caballeróas. Fractales de fradar o podar es podar un árbol sin dejar rama ni azila. Le hizo una buena frada. Navegando en ceñida y cara al viento. Oficial de descuibiertra.

       -cierrese en banda.

Mi huerta delnsio. Faedo y las hueretados y camaras donde no se atrevía a entrar. Español tan viajado que había visto al propio dibalo. Beverley la hija por la cual suspira nora pitt la taberna de Luanco me dejó usted a los pies de los caballos. Pradiñas lumen cristi y el cabo. Los arrestos de lumencristi que se llamaba fernando a dar diez vueltas al patio del lagarto. La piedra de gloria es el nocedo, no hagas eso agapito.recesvinto Fernández el primer señor de la recoleta. Hoc in aeternum o lo que no había de morir ni de morirse. Ustedes lo que pasa es que lewyeron demsaidos horóscopos. Don Xantipa con sus gafas de sol mireles como rebrinquen. Aunque no fuese tal de genero epiceno como se suponía.

Porque samuel el de las babarbas arduus inimicus noster. Ewl coladero del ozono. Pacha la hija del cunqueiro. Poldo Luanco la cuestona y el apeadero del vasco el ingeniero robles goicoeches que se había hecho un chale ebn los prados de la cuesta. Clodito bajo la vigilancia amorosa de su papa. Si permances aquí largo tiempo a lo mejor remontas la crisis. Contando historias al por menor. Echate a un lado que va a pasar la camioneta de mi papá. Sopicaldos para la gopredura. Que seas un español mudo la boca que no habla y rehyyte el protagonismo y las comparecencias. ideal del villano en su rincóin. cuando descorre LAS CORTINAS DE ORO LA AURORA. Somerset maughan utilizaba una rúbrica especial. Rembrandt tiene un don sobrenatural. Orlova significa aguila en ruso. Tolstoi era el hombre mñás rico de rusia. Escriboir primero de pie y después sentado todo un escritor. Era diciembre de 1941 y estabamos bajo la pergola dorada de los abedules. Llevan en el esqueleto milñlones de yemas dormidas. Mocarana planta en la que se utilizan las infusiones hemostáticas. Todasana es excelente vermífugo. Gualda se extrae de la reseda y sirve para bordar. Jueces ingleses son un araculo atan y desatan en la tierra y en el cielo. 3144 kilometros de costa forma parte del litoral español. Muy descubierta la frente y extendida hacia atrás- la filosofía de la mirada, la mano como expresión de inteligencia. Presumir de bohemio es como presumir del sarampión. No hay que demostrar a los lectores que somos sabios. Conviene dosificar el vocabulario. Jack the ripper the first murder took place august 1888 ann nichols mutilada y estrangulada en whitechapel y luego una prostituta preñada. 275000 palabras de furia qie fueron restringidas a 75000 en la traducción de Cranston, lo que nos dice que hitrler fue una fabricación magnética de los americanos. Mein vendio medio millón de ejemplares en diez odias- hubno un pleito con miffling el editor legal en america. Pauper tuirned dictator hjabía perdido la  ciudadanía austriaca en 1918. hougton vendia el ejemplar a tres dolares y cranston a diez centavos. Era un bootlegger.

El acaroi del queso son los gusanos de cabrales. En 1876 se acabó la mesta cambió la red decaminos y el trafico.

Animales y santos: la rata de santa barbarbara el gato de san cosme el gocho de san Antón el aguila de san juan el leon de san marcos el toro de san lucas y el cuervo de san antonio y rematándolo todo la paloma del espiritu santo. El pero de san roque y la vaca de san isidro que es buey uncido.

La estampa castellana y el cromo vasco. Entre los pinos salgareños. El rabel que ha de ser fino lo han de hacer de verde pino, la vihuela de culebra y el sedal de mula negra.

En los pernagales de la calleja suenan las llantas de un carro. Eugenio noel dice que españa es un furor trajinante de la calle. Con dos macras o castañas por ojos. Gritos de posesióin indefinibles. Rueda voltaria. Suena la hopra del concubio. Maganto triste enfermizo. Los perros se desanillan tras el concubio. Indagar lo quefuimos para entender lo que seremos. Escaro el que tiene torcidos los tobillos y pisa mal. Astrágalo sus flores agrupadas en racimos y la flor del amaranto nunca se marchita. Rojo como las bayas del tejo. Alcandara. El piñoneo de los verderones en la armazón  de los robledales. Cachava atigrada de los paisanos de mi tierra. Barzón era la arrilla por donde pasaba el timón del arado. Tuero. Leña. Trataguero. La luna es lo perfecto la circunferencia acabdaa. Cerotes y julepes de boticario. Raices de jara para unguentos. Oloeres a estoraque a maestranto a poleo a toronjil. Ejn el monte siempre hay mucho tiempo quye perder. Felipe II bebía vino de berlanga deduero bebamos un vino famoso que beb`´ia felipe II el de berlanga. Unda maris de lasolas del mar. Julñepes cociçon de jarabes de esencias y de agua destilada. Judeznos. Llegamos al nervio de las cosas. Efectos del claro de luna en el claustro. Hay que ponerse triste en los cementerios y aparentar asombnro en las catedrales. Hitos piedras miliares mojones majanos y terminos. Hembra ibera mujer degobierno. Imbricación adorno arquitectónico que recuerdaa las escamas de un pez. Imbricación de la palmera. Camndaula o fingimiento. Este es un país de camándulas. Tener el pelo voltizo y el animo retorcido. Apologetica a chjorro libre. La primavera es espléndida y la CICUTA ESTÁ EN FLOR.

Apologética a chorro libre. Corre el agua mansa de charca en charca de paular en paular de atolladero en atolladero. Los prados con rdales de setos. La acacia del diablo que siempre da espinas como aquella que había detrás de la cárcel en Segovia. Las espinas del redentor eran de carbonera eran negras largas y rectas y se conservan en la camara santa deoviedo junto con la hebilla de la sandalia de san pedro.

El divino mahem o cristo coinsolador y liberador de la muerte. Sasiragas el lauriaceo cuyas hojas poseen propiedades nefríticas. Parietaria es la flor de los tejados y paresdes y se utiliza para cataplasmas. Eugenio noel posee una p`rosa de compuito inventario. El niño de las púas. Las esparteñas de entonces son las sneakers de ahora. Esa flor de jara. Metempsicosos o transmigración de la mente a un nuevo cuerpo. Uian flemming duew el que trató de atrae a hess introduciendo un astrologo  en su vida. John Lecarré otro del circus. Ashenden de maughan y has malcom muggeridge.

Lagarto ocelado. Tomillo burrero. Froga mora.

Judios a enforcar y judios al alza. Alizar es el friso de los azulewjos. A la costumbre y fuero de españa. Soledoso. Fenacentina o eter antiespasmodico. Mestureros o mezcladores. Mastoideo quetoiene que ver con las pezuñas. Obrería de las caderas de la moza. Herreñales=ratrojos. Recova, frada= tala fde árboles. Ribazo parte del río con alguna elevación como acantilados. Cultos acidalios o relativcos a venus. Tribulo es planta medicinas. Dioscórides y el doctror laguna. El conejo no tiene ciclo menstrual por lo que concibe y pare en cualquier momento. La coneja es ovuladora de choque. Las fases lunares inciden copn noveles de precipitación. Parece que las plantas se hablan entre sí y sienten. Evolución cósmica natrula y de desgaste. Exobiología el estudio de la vida en otros planetas. El calculo es que una de cada cien mil estrellas puede tener vida natural. Nos sentimos distorsoionados por la curvatura de la tierra. Miles de curitos se disputan el puesto y acuden cada mañana a calentar la silla. Nada es importante. La lista de cosas que verdaderamente merecen la pena no es muy larga. En boca cerrada no entran moscas. Mira que se sacuden la espalda los españoles con el gato de siete colas por detrás me gusta m´ças y a traicióhn.

Extoplasma palsma de origen psíquico emando de un medio. Ectropión inversión de los párpados hacia fuera. Una opulñencia de apoplejía. Un tribunal de alienistas. Su pasión era la trompeteríacapocalíptica de Wagner. Seemborrachaba con argumentos de catastrofe pero quizas el odio le viniera de raza. Actituid fruitiva que es para mí el,. Acto de fumar.

       -¿Usted celoso?

30Soy hombre, señora

Las estructuras de la coquetería femenina funcionan siempre. El portugues es un castellano deshuesado y en el cromado dela horma. El ciempiés de la política española. Oviedo es el orden la anarquia xixon por eso en oviedo todos funcionarios. Valle de baltanás soto o san martín. Varriosis. La mistica es el arte de hacerse santo haciendo la santísimaa los demás. Si quieres ser feliz casate con un inglés, son los mejores maridos. Jeremías está de imaginaria. La psicología  de la plebe. Cultivar la fuerza de voluntad y aprender a sufrir. Pio XII subio al trono a los 63 ewn 1939. herniaria era la planta que había en el berral con la que fumábamos tabaco. Él remaba a pareles y ella a proa.tener buena cabeza pero no resultas simpático a la mayoría.

Intelectuales sofistas y blandengues enchufados de Madrid y el marino sobre la maroma y los zunchos por unico apoyo el tablón de regala  y por unico libro el libro de abordo o cuaderno de bitagora navegando bolinas y ponientda uy lñanzando a los cadáveres por la borda cuando alguien moróia

Por esos mundos sin pan ni agua noi fuego

Abrasados por los soles

Ateridos por los hielos

Empapados por las aguas

Azotados por los vientos

Roidos de escorbuto

Sepultados en el inmenso panteón de agua salada

Sin cruz ni campana ni entierro

Sobordo el libro en el que el capitan anota los fletes. El  boticario y los hermosos tarros de Sagardelos el lugar quevisité. Ah sagardelos y el fuego sagrado de la rebotica. Los garfios de la angustia. El trompeteo militar de un gallo. La vida campesina se metía en la estancia porla ventana. La luz del estragal con la puerta de cuarterón claveteada. Madrid ciudad administrativa desamorada con el masl y poco entrañadeacon la mar, capital del imperio catrólico y que nunca tuvo catedral. El viento del este ensayaba conciertos de ocarinas al pulsar los cordeles de las jarcias. Los soldados ale3manes avanzaban como una ola de fuego y de laurel. Historia de lostajamares españoles. Luna con paralexene. Numem pompilius o verga mayor. Doieciocho peluicas empolvados majos manola carrozas chisperos pewlucas empolvadas abanicos y redecillas rindiendo culto a la ilustración con el xviii vino el escepticimos. Los padres comieron uvas agraces y los hijos padecen dentera. Aquel judio pequeñín con la barba tan grande. Drapeados que ya utilizó Durero. Ropilla noguerada o de color pardo oscuro como el nogal. Bengalas de gneral. Insignia a modo de cetro o bastón. La abeja bordonea por las matas de tomillo burrero. MCMILLAn  ACONSEJÓ a la thatcher la política como la religión no han de srtomadas demasiado en serio. El amor es nieto de la espuma y dios un tapaagujeros. Japan defensor de la pureza  racial non mongrels. Ranter. Inflorescencia del arbol. Bovedas vahídas de santa sofia. Odigitria lña que muestra el camino con el niño en brazos, la zeotokos y la deesiaso intercesoras antre el genero humano tres titulos. Las doce fiestas dekl año.

Los relojes no tienen parpados y g marca un contrapunto al perfilado de catenario de los dientes de sierra. His foot club makes him sensual like Byron. Hitchlot los calistenicos  ejercicios. El comosoma es decundo, el citoplama no. La twa se dunda en agosto de 1937 y hoithock hacía películas. Fray junipero de una sentada bauitizó a seis mil indios. Lutheria el arte de construir instrumentos de cuerda. El nefrin faraónico el arpa judias o barimbao el hurin chino y el vedel o fidula. Adonde nos quiera llevar la fuerza del destino una catchphrasw elementary my dear watson. La carne y el pescado polucionan la sangre llenándola de toxinas. Violín de cremona a vueltas con lo inefable. Sus cuerdas suelen alcanzar una sensibilidad casi humana. En un violón entran 69 piezas. Desentrañar el secreto de los violines el puente el alma la cejilla. Luz del puiente, rollizos, riostras. Gloton de numeros y palabras. Creñia queme los van a quitare. Filisteria. Margarita Nelken colaboradora de blanco y negro lo mismo que lilí alvarez. En el castillo de mucientes llora su pena la reina juana. Doctor johnson glotón y casto el quevedo de las lñetras anglicas. Encendamos nuestras pipas y pensemos en la voluptuosidad de envejecer. Azorín es la voluntad istémica del que se hace pajas. En españa todo es posible nada es probable. Ewva braun una pin up girl la flora del desnudo. El ijuju de las noches de agosto cuando danza frenetico el moderío. Apoteosico vuelo de lindberg en 1927 con 10000 caballos de fuerza su aparato. Un buen escritor es un impostor. Yo fumo porque en el mundo se esconde demasiado ingterrogante que sesuavizan dentro de las volutas de mi pipa. Hacen falta trucos y cierta profesionalidad al escribir. Thinkin machine  o culto al pensamiento. The strong effluvium of death. Esto de fumar no es más que un complejo onírico.

Larceny un americano es condenado a 30 años de cárcel por robar 60 dólares larceny de latrocinii. Isaac Christopher un judio de besarabia es el que fotografia la retirada española republuicana hacia francia. En sus ratos libres a isaac le gustaba dotografiar insectos. Juan gallo es el general de esta retiuradea desbandada. Horst wessel produijo el himno aleman y fue un promartir de los años 20 sus enemigos dicen que murió en un burdel. Eran los tiempos de la leika la antigua candoid kamera. His glib o mucha labia. Gerda Taro la novia de franz capa que murió en la cañada era una bella polaca murió el 25 de julio de 1937 saplastada por un carro de combate. Habísa fotografiado todo el fragor de la batalla esta muchacha. Uba en un coche que fue arrollado por un tanque, fallecería en el escorial. Pertenecía a la columna garibaldi. Homestead o propiedad de tierra. Clicking my shutter. The ricksaw of life. Vermont tierra granitica y gran reserva para los fabricantes de estelas funerarias. Marta rocafort fue  la que casó con el conde de covadonga. Un gesto de clemencia del caudillo Dahl de Illinois cuyo avion ews derrubvado su hermosa mujer ver life 2º de mayor de 1937 le escribe pidiendo el indulto a franco y estese lo concede a titulo personal el 9 de septiembre de ese mismo año. Franco es fotografiado en dicha revista con una mujer que no es doña carmen. Es mas digficil que sude un jabalí. Los cerdos no sudan y ewso les vuelve rebeldes y misteriosos.

El botín entre los ingleses siempre fue un pecado venial. Eton de allí era aldou Huxley gladstone y wellington. Is the college of the birch.

32 meses de guerra civil. El coronel Adolfo prado entrega las llaves de la ciudad. Intenta hablar por radio pero no le dejan y 6.500 camiones camino de Madrid con pan. Franco conoce a los españoles mejor que ellos mismos: son arrogantes, impacientes y de temperamento volátil, ñél es frío y lento. Doña carmen hija de un i,mportante hombre de negocios de oviedo. “las guerras de ahora las ganan los mecánicos. La infantería española especialmente la navarra estuvo entre las mejores del mundo. el abuelo el cañón que defendió Madrid. Exorcismos del humo de pipa. Nueva york la colmena iluminada. Aqguilas explayadas. El auriga vencedor. Walesa el estibador irónico. Los guapos tenientes los capòtes de vueltas rojas. El gastador de la guardia mora. Lord Eyelashes Anthony Eden de Eaton a gret topper suitable for garden parties.

1937 fue el año de blancanieves y de los siete enanitos.

El general pozas no fue saludado por los gendarmes pues llego antes que tropas lo mismo que gallo, fue una de las rewtiradas más deplorables de la historia. Ser gordo y rico fumar en pipa el ideal de aquella sociedad.

FRANZ CAPA personiicación del judio errante. Nacoido en Budapest se fue andando hasta berlon y trabaja en deutscher diens filmuna agencia de presna fue el que dio nombre a papa Hemingway.  Con la llegada de Hitler en 1933 sew va a paris donde conoce a gerda taro otra dotografa de vida aventurera a la que llamaban losfotografos la pequeña rubita. Había escrito un libro death in the making. Los grandes soñadores fuman en pipa.

Dietrich la mujer mejora pagada de la tierra por sus piernas. Blue angel y morroco con gary cooper en 1937 se hace ciudadana americana. Fado. Musty añejo. Libros y vinos añejos. Nenuca y morita como llamaba franco a su hija puede que fuese hija de un moro. Franco solo tenía un amoigo escritor azorin. Los polo eran de san cucfate de llanera. Su  garganta se agitaba como el buche de una palmoa. Las balas no hacen distingos de ideologías. El despatillado de la almena.

El olmo es ara crisol y yunque

Encofrado de un edificio

Enlñistonadop de una tarima

Encintado de la acera. Hilandera habil de la diosa del destino.

La belleza es numero y proporción. Fiel a mis propias convicciones

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Borrachos haciendo mella novela es casamiento de la realidad. Novelista es renunciar a creencia y al ambiente familiar si se quiere llegar al fondo. Casta música del organo. Eugenio montes ,eigas de compostelas vlaridades de italñia felipe iv caballero de lehanías con su coleto. Rejilla de programación estercolera. Siempre que salgo me encuentro con la sota de bastos herrada a la cabeza. Parece una lechera del fontan llegando a  oviedo al meterse las estrellas en las auras del tras antaño pero es la sota arlequín del taro cantaro y sombrero el mirar jugrlaresco corbetas en el piso bajo. Hombre de dios que piensa ,e pregunta la sopa no se si de oros de copas espadas o bastos pudiera decirse que es una cualquiera de los cuatro palos. Polliceor predecir. Apelucai meus neños si queres mantenevus. Alabate boroña que no hay quien te coma. Ante casa del rezador no eches el noyo al sol noyo hueso de fruta. Alrededor del santo come el frero. A la cibiella de pequeñiella. Burro fue perico a uvieu y burro vino. Cacareaba la gallina pol enero y no traía huevo- castaña cayuela que el gochu non te cuella. Con sidra ñeja vuelvese moza la gente añeja. Ganea taberna fig´pn. Gaupo hostelero. Galliope musa de la epica. Ganeas o tabernario hombre que pasa la vida en las tabernas. A toca penoles. Penoles al agua. treznar

. itaque vixctus cultusque corporis ad valetudinem refertur non ad voluptratem. Ha de vivirse en continencia moderación y serenidad frugal itaque victus cultusque corporis ad valetudinem non ad voluptatem. Festuca bnace en las praderías de artedo. Flagicio grave delito flagicioso. Inescitia desconocimiewnto. Vewrsutros homines. Solo lo bueno es util ciceron profundidad religiosa diapedesis trasudación sanguínea. Es ya diuturna mi enfermedad. Latissime patet. Euro viento del siroeste. Epulum era banquete religioso y por ahí podemops cogterla parábola del rico epulón. Stipator o zaguanete el que soporta. Stigma marca que se hacía a los eclavos hay que borrarse la cicatriz de la ignominia y por eso mismo los romanos solamente eran los que llevaban tatuajes. Justicia gace gradeza. Utinam viveres y toda esa grandeza no sirve para nada y àra nada es. Marcarse un chotis sin apretar las carnes. Fatima y lourdes son lugares sombríos. Epidictico y epiciclico. Epidídimo los dos gemelos los epiddimos. Una patafda en los epiddísimos. Sentado esto. Manus et ars. En roma chamiscaban el pelo con carbones encendidos. Pelicatus suspitionem. Celos. Los tracios de bulgaria. Laboreo escribir es como batir moineda en las cecas del pensamiento. Escritor de talante veleidopso aunque escribe mucho concluye poco. Templos gentilicos de janos. Alambre electrico y el Noticierismo nefasto. Impìgero . repetición machacabno de voquibles uy de homónimos. Batología y Noticierismo. Lictores llevaban verbera en las fasces para azotar. Rerum modus el justo medio. Hierba barrilera copetes y almarchas. Los brotes más puros las biznas más increíbles. Peltre. Orinales de peltre con baños finos de porcelana. Diacatolicón electuario de hojas de maiz. Diatinismo penetración por radios diactinos. Diapedesis la que padeci´p xto en getsemanço. Diaptesis repetición de la estrofa en el canto llano. Res numeraria fluctuatur. La glroa política es vandidad. El verdadero merito del mundo es despreciado. Aderezo literario escribor con aderezo literario y de forma arcaica. Hostigo contra la inclemencias.. diadocos sicofantas

 El bit o logon que es la medula del ordenador el ferromagnetismo del uno y el dos compas binario y de compasillo.hacer varias operaciones a un tiempo caracteritica del cerebro electreónico. Simultaneidad. Muncmayor en la carretera de soto de luiña concha de artedo. Llan de cubel y pico de la uz. Beyo desgalgadero. La sierra de pumar es la que yo diviso desde mi ventana y mide 659 metros. Andalinal el picop de las anfdalinas o de las golondrinas. Sierra del pan y cabo busto. El rayo golpea los edificios mas suntuosos. El nuisal camperas de pasto afloramientos de roca caliza los elegantes aerogeneradores de la sierra del viento bayedo lena y lenares Alfredo gociella es mi personaje. Pando terrrenop llano entre dos montañas jorguin persona  que hace hechicerías jarcada ristra de montañas tombolo adelgazamiento de la linea de un cabo las tierras coloradas sedimentos de hiero. Torca del alba en cabrales silla verna planta lñialiacea Alberil de col,.or malva blanquecinos. Dar vado a los sentimientos opresores. La serpiente de la calumnia nos envuelve en sus arillas ponzoilas. Auras suaves de junio y de mayi. Mesnadas de la emigración y est´ñan levantando gente. Matracaspas. En el sofito del voladizo. Comensalía  había una buena comensalía. Alhameles arrieros. Coguelmo. Entró a hacer una visita a san Sebastián y el eco de la voz se esparcía pñor los aires y aquella pareja ligando en la iglesia en misa de doce. Esta antigua parroquia de madris se esta quedando escueta pronto la cerrarán sera umno de esos aciagos presentimientros que me dan de tade en tarde. Las puertas nieladas de los dominoicops parecían haber sido violentados y hoy estaba rota la luna del ecaparate de Cajamadrid. Unos desalamados habñían escrito un letrero incendiario la iglesia que más ilumina es la que mejor arde. Tambien acabarán quemando el cristo del olviar

Y de esto he de hablar pues adqurí un libro en oviedo. Cristo clavado y de lagunas ventanas colgaban reposteros con banceras nacionalews. En el Madrid milagrero y devoto el caso es salir siempre en la procesión una nueva alñcaldada de goma dos. No hay que incriminar a los arabes la cilpa la tiene aznar y no a la guerra.  Acensor  maestro de ceremonias. Deuyteragonista persona  que sigue en importancia al protagonista. Carmentales. La fiesta de laa bundancia y gratuigta faciligtar la publicación en la red crecomiento exponencial de contenidos rebalgar andar espatarrado rebalgo montar a rebalgas por oposición a mujeriegas. Estibadio o café de la pompa el baile de la chacona. Iglesis ,st y casa real eran lo que pedían los jovenews a la mar iban los guizmanes. Calamochano o calamochano borracho lengua lemosina y la avatra povertá que ofrecía el f dantew

Vinculero del sobran. Ahora cumple hacer callar a ese perro. Al abad de bradomín de por fuerza lo mataron para robarlo. Lo metieron en el horno y una broma de antruejo. Existe el mal ya lo creo pobre btradomín valate dios la hornada santiago de galicia ha sido uno de los santuarios del mundo y la almas todavía guardan allí los ojos atentos para el milagro el estudiante en la catedral al que le crujían los huesos de la rodilla entramos en una capilla donde unas viejas rezaban las  cruces oh capilla de la corticela cuando este alma mía tan vieja y cansada volvera a sumirse3 bajo tu sombra el estudiante paseaba por el atrio de la catedral durante los escampos siguieron algunas tardes de lluvcia su hermana antonia y el estudiante huesudo como una calavera letra procesal de los alcaldes salmodiando las escrituras forales de las casas de mayorazgo ya deshechas. Máximo bretal era de aquella casa seminaristas pobres a los que llaman códeos que solo pagaban la cama un azafate de manzanas reinetas en una de aquellas manzanas debía de estar el hechizo que hechizó a mi hermana antonia yo seguia estudiando mi lección de latín en aquella sala llena de rosas marchitas. El latín de día y el miedo a los muertos de noche le hallaba un extraño parecido con las gárgolas de la catedral. El sexo como algo trágico e infernal maestro valle inclan contra el cual me rebelé basilisa la galinda escucha tras la puerta vonvulñero y trolero bradomín puso los tranqueros en las ventans pero es un escritor como muy coinematografico historoias de endemoniadsos gatros negros con los ojos fulgurantes escalera de fayado. En galicia el fayado es el desván que no suele ser habitable me acuerdo del sastre de Arévalo menudo personaje. Relatos de aparecidos y de persobnas enterradas vivas. Esta casa se cierra. Manana después de las misas nos pondremos en camino y nos pusimos encamino para san clemente de brandeso orejas cortadas a cercen almas en pena creci herrfano de besos y de caricias mi padre estaba preso por legitimista legitimista. Te va la vida en callar. Era orgulloso violento y muy justiciero su abuelo. Un viejo caduco y temblon que pasaba al abruigo de la iglesia las tarde in voierno. Dorada es tu iglesia santa maría de louro de aquella familia tan antigua solo queda un eco en los libros parroquiales una roseola en la mejilla que dicen que era el beso de las brujas. Me paso la vida en el fayado. Micaela hilaba su copo en la antesala redonda el cabezalero de un foral que tenía en juno cabezalero es el que hace cabeza del pago y cobro del foro por otros quiere acabar con todos nosotros el escribano ,mavido que dura es la convivcencia unas obliga ewscrita para meter ganados en las brañas del rey habla tu serenin que yo me entere acaban con nos no sabemos a donde ir a rozar las carrascas los montes que eran juiestros nos lo robnan con papeles falsos el ecribano mavido y testimonios de lenguas pagadas. Porque no hay hombres. Hay hombres pweo trienen las manos atadaso donde iras que no penares callad castras quien vos las ata el miedo porque has movido la puerta para mirarte sol fr oro el gavilan vuela sobre el palomar somos unos pobres señor mayorazgo cativos de nos buena leche que me has dado madre aguefda impresionante el cuento de la muerte del tirano. Valle aquí parece truso información genealñogica y hube de revolver papeles ahora vencido por tantos desengaños recuerdo con orgullo aquel tiempo de mi mocedad su abuelo era un aspostolico

 

Virazón 1906 seenfrentan pidal y meneda pelayo para un puesto en la acdemia la cimentada rosca destellos lejanos aporeossis del orgullo humano raimundo lulio el primer poerta catán aunque con resabios provenzalews lulio escribió una teodicea para convertir a moros y judios peipato  rd ls fovtinsa que enseña Aristóteles colector de noticias  tricotomía marmopraciones y pespuntes lo que da lugar a deformaciones alcaudóion hunde el pico en su presa cuentan para hacer saber que se ha tomado prosesión de territorio tienes las orejas en los pies igual que los grillos ecoplocalizacióbn de las marsopas escolapidia  escolopendra venenosa que me aplicó el gato de siete colas el espulgo es una de las actitudes que sirven para unir a los simios y acá no pocos se espulgan en alabanzas todoso cuerpo viviente emite señales de infrarrojos y eso lo sabe la serpiente larera  en la mujer se revira la serpiente el cuchillo de dos filas tiene lumbres de centella moneda cativa que por la mano viene son pieeles del mismo pandero y el compadre miau catixo o catuxo es arbol colosal que llega a los noventa metros moneda obsidional de soplilla corre la fdalsa moneda sor adoración y sor flagelo tragos con tragos y stragos a todos codigo de vencidos rezo tardecino de las monjas hacer lajera o spacio de tiera labrado en un día los jidaizantes introducen lo vernácula arpías wqur cruzan el pescuezo alternativo y se pican las patas codigo Signaléctico o descriptivo al arregosto noesis visión intelectual el Vilico visigótico y el tiofado tiufado era el jefe del ejercito entre l,os góticos el sardilón el albalá de san tirso explica la historia de españa nifolopteros apresados por klas musas coacervar braquigrafría metaforion es el libro de la virgen que se celebra en Constantinopla buequimuelles  boquimuelleskerigma o predicación pericopas de marcos encuadernación catedral a palo seco gomia llena de ferocidad la gomia come y aniquila es la tarasca tragona feudo ligio de escarmentados se hacen las artes. Galbula es el polen del abedul acedraque. Tramitando aguas válidas Metabasis del plano natural al exoterico. Cistercienses estuvcieron en gudalajara y en sotosalvos y de allí al paular donde luiego son benedictinos. Isarael zionista. Uxama datos coompulsables y compulsar. Capidisminuis. Garo de siete colar. Estibar toda la información a internet delgas segmentos hechos al margen.

ESTRELLA FILANTE

Arde en mi la luz

De la lejana estrella fenecida

Destello de un lejano sol muerto

Rayo todavía

En mis pupilas

Años luz por senderos siderales

Esferas que no giran

Trillones

De segmentos.

Lo que ya no es y fue

Seguirá ardiendo

En mi carne fugitiva

Oh bálsamo luminoso

De mi herida

De aquel atardecer

Querer incierto

Radiacia recidiva

Oigo las explosiones

De aquel eco

Que espanta las sombras

De la muerte

Y vence al tiempo

Pues no hay relojes

En el universo

Oh luz filante de la estrella

Oh rutilar despavorido

Que verte en mis pupilas

Vertiendo sobre mí

Cataratas de recuerdos

Y la candela votiva

De tu rostro

Ilumina mi memoria

Voz que sonó infinita

Y pronunció mi nombre

Estrellando mis llamadas

Contra el pretril infranqueable

En eco inextinguible

Resuenan carcajadas en la noche

Proyectando, transparente,

La sikueta de la amada

Quiero regresar a ti

Peldaños de la escala

Musical nota encendida

Sobre el cristal de las estrellas

Dulce crimón de tu rostro

Que es ya de por vida

Lábaro esculpido

En los pliegues de tu falda

Empeño inaccesible

Como tu mirada

María amor

Estrella rutilante hoy apagada

En que lugar del espacio descansas

Perdí la guía

Mas no el surco vacilante

Busco pues la luz bendita

En la foto que tapiza

Mi ingreso al internet

Melancolía con quete sientas

Y la iron´çia con que miras

En lo alto de ese poyo de montaña

Eres rescoldo y calor

De mis hogueras del alma

Hoguera divina

Quenazón incesante

Espejismo

Rutilo de la cruz del sur

Fuego del astro muerto

Que a mí me guía

 

30 de marzo de 1995

 

we win yerterday. They made us suffer a lot 19-6-06. El ejercito y la marina me erigieron en dictador espontaneidad bonachona y sentimental del marques de estella. Aquelñ estadista aun no ha encontrado su biógrafo. España se nopds achica. El fin del la dictadura produijo alivio general en el país. Rel crack sumía al país en la desesperación y el paro Ay mama ines todos los negros tomamos café. El miranda y la calle floridablanca estratificación de la sociedad española pitongo niño pitongo. El bajista que se separa de fieda lo cual tiene sy merito when i am 64 propugnaculo borin la danza de shiva es la danza de lossiete velos. No hay simpatia todos llevan simpatías en la boca un perfil de sacre. Soledad cósmica y apiadamiento propio. Argumentos sofistas y linea gfruesa. Gris plateados de los olivos. Tolle totlle tele mia. Profazar hablar mal de una persona. Excrexx donación que hace el marido a la esposa. Segote es la guadaña para segar. Bordonería mal del siglño XII. Retraheres decires y refranes. Bnatología repetición de vocablos. Xorer la sortija. Deja un trastro de alas cansadas que vuelve al infinito. Anchetas O FRUSLERÍAS LO QUE LLEVABNAN LOS DE LA CONQUISTA PARA EMBAUCAR A LOS INDIOS. TEMPUS EDAX RERUM. TRISTOLERO ALEGRE JOVIAL.. Las aves ven tres dimensiones. Alcaudón hunde el pico en supresea

 

 

 

                El Testamento de François Villon

 

He aquí otro de los enigmas que aparecen de vez en cuando en literatura; un caso extraordinario de acucia periodística y de penetración psicológica transformado en arte desgarrado de cantar y de contar haciendo alarde de una perfección formal exquisita, que fija las reglas de la lengua francesa. François de Montcorbier era huérfano de padre y madre. Un sacerdote por nombre Villon lo acoge en su casa y le da los apellidos.

 

Este literato que vivió en escritor perseguido, sin conseguir nunca escapar a los sobresaltos de la vida infame, es uno de los grandes monstruos de la edad media, junto a Chaucer, Bocacho y el Arcipreste de Hita. Sin duda el más complejo de toda esa saga, representa sin duda su poesía la épica y la lírica en sus esencias primordiales. Sin que los estragos, cárceles, latrocinios y cuestiones con la justicia y toda la malandanza de su vida personal lleguen a empañar el esplendor de su arte. 

 

Quizás Villon sea una demostración del dicho de que los buenos sentimientos no hacen buen escritor; tampoco una existencia cómoda y regalada supone la aparición de un genio. Villon vivió con el infortunio royéndole los calcaños, huyendo de corchetes, en broncas, riñas, barajas, golpes de mano, que la necesidad y el vagabundaje le llevaron a latrocinios y otros lances de poco decoro. Su estragada  existencia transcurrió en medio de sobresaltos, camino de la horca, de la cual siempre acaba librándose por los pelos. Adoptado por un canónigo de la iglesia de san Benito, estudió en La Sorbona donde no llegaría a obtener el grado de maestro en Artes, aunque es posible que estuviese ordenado de Menores, algunos le suponen sacerdote, el dato no consta en su expediente.

 

De su vida y andanzas conocemos sólo a través de los archivos judiciales por diversos procesos. Estuvo encausado por homicidio y por robo. Condenado a ser colgado en La Bastilla, salvó en el instante cabero. Bajo la bipenna del verdugo y cuando ya reclinaba el reo la cabeza en la toza del degüello un heraldo trajo el indulto de amnistía firmado por Su Majestad Luis XI. Fue como un lance de película de Hollywood, pasó en la vida real.

 

 Con la clemencia regia vuelve a abandonar París y se le pierde la pista. Había escalado los peldaños de la guillotina, su fama estuvo en la picota y vivió en la ignominia. Su obra, todo un prodigio grande del arte eximio, nada tiene que ver con las flaquezas de una azarosa existencia individual.

 

François Villon debió de ser clérigo pues refleja en sus escritos las miserias de la jerarquía y de la sociedad parisina de la mitad del quingentésimo a la que fustiga con estro acerbo “ex nuce et in cute”, por dentro y por fuera, por delante y por detrás, por arriba y por abajo. Si Chaucer, cien años antes, dirigió su crítica contra la Iglesia y los estamentos burgueses de Londres desde la alegría de vivir y la inconsciencia de un cockney que viaja en la compañía de toda una cuadrilla de vividores y devotos cabalgando hacia Cantorbery para obtener el perdón y la indulgencia de sus pecados, armados de reliquias y exvotos de extracción dudosa y que al final del día se reúnen a contar historias, casi siempre verdes, en un mesón del camino ante una jarra de cerveza, y si el Arcipreste de Hita tira por el mismo camino de ligereza y de euforia amorosa, Villon es mucho más profundo.

 

Sus versos expiden angustia vital y  acedía, acaso justificadas por la dureza de su vida y las amargas experiencias en las que estuvo implicado, pero este mismo aporte lo coloca en un sorprendente podio de modernidad. Villon recuerda a los existencialistas de la margen izquierda del Sena. La cuestión social, las injusticias y atropellos del poderoso, las poco ejemplares conductas de abates y obispos, el veleidoso amor causante de tanta amargura y fastidio, no representan más que un problema periférico a su filosofía obsesionada por la muerte y el más allá. Le abruma el absurdo y la sordidez del ser abocado a la nada. Villon es más trascendente que Chaucer, más universal que Juan Ruiz, escribe en argot y es un poeta urbano, y, más místico que Bocacho, lanza un grito de desesperación desde el foramen del pozo de la Samaritana. Le pide a Xto que le dé de beber, pero éste no le contesta, porque no hay pozo, ni agua, ni brocal. Sólo el gran silencio de la noche de la fe. Viene a decir que el silencio de Dios refrenda el argumento de su inexistencia.

 

No habla porque se siente culpable de haber puesto en planta un mundo tan injusto y caótico. Si se presentase a uno de los entonces consuetudinarios debates de la Sorbona, a lo mejor perdería la puja y se quedaría sin razones que esgrimir entre sus manos contra aquellos que desde el comienzo del mundo lo increpan, rebaten y dudan de su existencia. En una de las sesiones de paraninfo con silogismos, ergos, y corolarios de et nego minorem subsumptam, el buen Dios saldría derrotado de su disertación con cualquier domine de poca monta, incluso con un bachiller bisoño en teología. ¿Por eso se va, se oculta? ¿Es que no quiere discutir?

 

Pocos se atrevieron a decir tanto.

 

 El concepto de divinidad obsesiona a Villon, el mundo que le rodea trae de cabeza a este padre de la canción protesta. Su nombre lo invocaban los cantautores del 68 de voz desgarrada, flores en las orejas, una guitarra entre las rodillas y en la boca alguna de sus famosas cuartetas en adaptación de Jacques Brel, sus canciones animaron las algaradas del Mayo Francés. Se interpretaron el Pedo del Diablo, La Vesse. Desengáñate, hombre engreído, no eres más que mierda, vienes al mundo entre sudores, heces y emanaciones vaginales, pasas la vida creyéndote importante, porque metes ruido, haces pedorretas a través de los ocho orificios somáticos de tu cuerpo. Viento anal y bomba fétida es lo que eres tú, y después ceniza.

 

Hay algo en su estilo que anticipa a Quevedo. Villon fue un precursor del género picaresco, por más que su poesía esté aureolada de esa seriedad tan sonora y tan francesa. Los tiempos medios cerraban página. París en el Quince era una fiesta. De genio vehemente e inclinado, al vino (“un rouge messieurs, dames”) y a la frecuentación del amor mercenario, una tarde del Corpus de 1455, a la salida de los oficios fue con otros seminaristas a celebrar la institución del Sacramento por Inocencio IV en 1265, a una de las cantinas que se empotraban sobre los adarves de la antigua muralla de la Cité.

 

 Tras algunas libaciones a la salida de una taberna se produjo una algazara. El reloj del convento de san Benito marcaba las diez de la noche pero no era aun anochecido. Después hubo una reyerta. Los que se insultaban era el presbítero Gil y un tal Chernoise, que hacía poco tiempo había sido ordenado de cura. Entre vayas y veras este último, que estaba bebido, se puso a insultar a Villon, se acaloraron, salieron a relucir los aceros. Charnoise largó un tajo a Villon al cuello, el filo de la espada le pasa sólo rozando las narices y por la boca. Alarmado a la vista de la sangre, el herido tira también de sable. En acto de legítima defensa alcanzó a su agresor en la ingle. Villon despeja el campo pero Charnoise le sigue en su carrera. El fugitivo coge un canto del suelo y lo lanza contra el presbítero que viene bramando maldiciones. Recibe un impacto en la cabeza y cae para no levantarse más. Villon también está herido, busca refugio en la casa de un barbero, pero antes de que llegase la Justicia a prenderlo, abandonó el aposento saltando por una ventana. La cosa tuvo mal final.

 

 Una travesura de estudiantes en un alegre día de primavera por culpa de la bebida había terminado en tragedia. Cuando se celebra el juicio, Villon que es condenado a muerte en ausencia se encuentra a muchas leguas de Paris. Sus amigos interceden a su favor (es curioso siempre tuvo la suerte de pro y de bruces sobre el abismo encuentra intercesión en una mano que lo saca) y la máxima pena es sustituida por diez años de destierro. Aquel invierno vaga por los caminos de Francia infestado de ladrones, mozas de partido, lansquenetes licenciados, curas giróvagos, monjes y monjas, huidos del monasterio, toda una cohorte de mendigos y harapientos. El peregrinaje estrecha la mano al vagabundaje, el asilo llama a la puerta de la cárcel, el bordón se convierte en garrote, la venera en daga. Muchos devotos no daban cumplimiento a sus deseos de avistar el Monte del Gozo acabando en forajidos.

 

Nivel alto de morbilidad trajeron las guerras y pandemias, las malas cosechas, siervos de la gleba se sienten desplazados al venir otro noción de la propiedad de bienes raíces y un pavoroso problema social es el que determina que el s. XV transcurra entre estridores revolucionarios y banderías, movimientos espontáneos de penitencia en los burgos, procesiones de disciplinantes, por doquier, el pavor de la muerte que arrasa y nivela blandiendo el dalle de lo alto; crece el descontento contra las ordenes mendicantes y la jerarquía y en particular contra el papado a consecuencia del Cisma de Aviñón que dejó abierta una brecha  de rivalidades entre la Casa de Anjou y los poderosos gremios venecianos y florentinos, en Italia a su vez aun remanecían las disquisiciones entre trono y altar que tuvieron en pie de guerra a la cristiandad durante buena parte de los tiempos medios y desembocan en las tensiones de güelfos y gibelinos. La lucha por las Investiduras arrecia hasta la alborada casi del Renacimiento.

 

La primacía de la Llaves del Reino sale tocada a causa de los malos ejemplos de algunos individuos que se alzaron sobre la silla gestatoria a la que ultrajaron merced a sus costumbres torpes, no eran precisamente un ejemplo vivo de la humildad, pobreza y mansedumbre del Salvador, sino hombres  de su época, con toda la carga de virtudes y defectos de la sociedad medieval. Eran producto de su tiempo, de la nación en su natío, la clara y turbulenta Italia, ya sujeta a las menudencias mafiosas en aquel tiempo [y sigue la racha]. Bosquejaron el ambiente de rencillas y de disconformidad a los abusos de los obispos y cardenales sujetos del bajo clero como Villon, Juan Ruiz, el propio Chaucer. No se trataba de desafectos a la fe, no cuestionan nada del dogma ni de la tradición, aún no había sonado la hora de los heresiarcas ni de los iluminados integristas, sino de conocedores del ambiente intramuros de los prioratos, las aulas, los monasterios relajados. Surgen ad rem y en virtud de esa capacidad crítica que ha tenido el cristianismo, que hasta que no llega la Contrarreforma presentaba una faz amable, humana y hasta festiva, los poetas goliardos, depravados en sus costumbres pero intachables en las partes del dogma. Paris era una fiesta. Se gozaba y se sufría con arreglo a los bandazos y caprichos de la fortuna. Villon, retozón y un superdotado en cuanto a poderes expresivos, con una lengua acerada como la de berbiquí, canta los locos ramalazos e intercadencias del libro de la vida en sus chanzonetas y lais que rezuman jocosidad atrabiliaria e ingenio. Escribe el epitafio para una civilización que se desploma y saluda el alborecer de otra.

 

Su poder de contraste consigue aquilatar ore rotundo la lengua francesa, la cual, volando entre las plumas de su estro, alcanza techos de perfección . Villon le da un lauro de concinidad, viveza, elegancia, aticismo. Pone un juego un idioma ubérrimo y libérrimo que causa asombro por su frescura y por la disposición contrapeada de las rimas y las codas, garbo y excelencia, donde guarda turno esa musicalidad  vertiginosa que ha tenido siempre el lenguaje urbano puesto a cotejo con el rural del arcipreste o del Bocacho, de inclinaciones más sosegadas. Esa dualidad campo ciudad que habría de marcar las dos sendas de la literatura europea en Villon empieza a bifurcarse. Es un hombre culto de París, al que arrastra la fuerza de la vida con sus peligros.

 

Feudatario de la briba, cae en los bajos fondos. Al igual que haría Zola siglos adelante, él tiene una sensibilidad exquisita para encontrar la margarita creciendo en el estercolero. La cárcel como a otros genios de la literatura universal (Quevedo, Cervantes, Rabelais. Mena, Dostoievski, el Arcipreste, Wilde, Gorki) le sentará las costuras de su horóscopo. Sería consuetudinario inquilino de las ergástulas eclesiásticas. Oficio de escritura y presidio por desgracia entreveran sus compases, acaso porque la literatura tiene un latir encarcelado que la acrisola dotándola de una aureola de redención. Muchas son las obras, entre ellas el Quijote o Los Hermanos Karamazov que se compusieron tras los barrotes celulares. Es el castigo con que se venga el destino contra los que tratan de robarle el fuego a los dioses. Prometeo o Tántalo son algo más que un símbolo que avisa cuidado a los que se afanan por transgredir la frontera de lo prohibido, confiando al papel sus sueños, el mundo de las pesadillas, los delirios. El brete, las cadenas, un estridor de cerrojos y de rastrillos les aguardan.

 

Al escritor le compele la fuerza de la gravedad del gulag, las estrellas lo arrastran al presidio. Unas veces el penal está situado en una isla inaccesible, otras, es la torre de marfil en que pretende aislarse del mundo pero por lo común el Alcatraz de un escritor se lo da el tedio de su vida diaria, la incomprensión de los que rodean, el desamor o la envidia de aquellos a los que aprecia. Taedium vitae. Cadenas. Si es verdad lo que se dice que al hombre lo examinarán de amor el último día, aquí pocos se salvan; sin embargo, ya la escritura de por sí es un acto de amor, una jaculatoria de buenos deseos con la que se declara la guerra al enemigo de la humana estirpe, que todo emplasta las veredas del mundo con sus pezuñas ensangrentadas, las circunstancias que provocan las guerras infames, los homicidios, las perversiones, las felonías. Hay equipolencia entre poesía y dolor. Traficar con los sueños e indagar con los sinos del corazón humano se paga abondo, con la muerte,  el destierro, el auto de fe. Todos, desde nacer, estamos condenados a muerte y arrastramos condena, somos forzados con el traje cutí bajo la vigilancia del gran cofrade, el cabo de varas, exponente de nuestra invalidez y limitación, que nos trata a patadas y a golpes de látigo, estamos a expensas de ese ojo de visión panóptica que todo lo ve y cualquier cosa circuye.

 

 El super cofrade nunca baja la guardia, andamos bajo su bota y su almejía. La capa de los dictadores es demasiado larga. Pero no hay peor tiranía que la de los compadres del Contubernio. Nunca fue el mundo tan encadenado que cuando estuvo encadenado a la voluntad de la mayoría. Urnas, dadnos urnas para los hornos crematorios y todas las papeletas que se os antoje para camuflar el “veredicto inapelable” de las masas, os lo pido en nombre de los anticristos demócratas, habituales de la reconducción y el pucherazo, sombra de Caín que larga alocuciones por los micrófonos de la bibisi y la sienén, voz que resuene por los ámbitos como el silbo de la serpiente.

 

 Vivimos sometidos al qué dirán, constreñidos en la vida vulgar, retenidos en un cajón sin horizontes y el alma quiere volar. Somos víctimas y verdugos de nosotros mismos. El carcelero que nos vigila puede ser el vecino de al lado, la mujer y nuestros hijos, capaces de denunciarnos a la policía. El ara sagrada del hogar ha sido violada por los poderosos órganos de difusión electrónica encendidos las veinticuatro horas del día en nuestro cuarto de estar. Ya no se puede huir a ningún lado. Por supuesto, hay zaguanetes de retén y mil ojos apostados en las esquinas, sayones superdotados y con don de bilocación y multiplicación se hicieron ubicuos para aflicción de los justos y prosperidad de los pecadores. El impío gana. Los rabadanes del rebaño de condenados y en entredicho, que apacientan las ovejas del mundo, forman una cuadrilla de canallas, pero ellos solos con sus implacables cachavas van arreando el hato de una masa hebetada y embrutecida. ¿Malos tratos? ¿Vejámenes? ¿Moros en la costa? Ahora vas y lo cascas. ¡Pobre raza adámica bajo la férula de los perversos pastores!

 

Sus mastines azupan una rehala de travestidos y las arpías fabulosas de pico nefasto y haldas en remango para que veamos sus nalgas, azafates de rosas del mal en corimbo, instan a la revolución. Descienden de las milicianas y de los vestiglos que perpetraron las mayores barbaridades de la guerra civil española bajo el arbitrio de la Gran Bretaña empeñada a estas horas en convertirse en la meretriz apocalíptica con aires de mala de película de gángsteres. La “auntie” de los demócratas que los desdeña e ignora de forma olímpica atándolos al carro de Baodicea, palafrén de esclavitud. Nunca aprenderás, España patria mía a taparte los oídos a los cantos de sirena, a esos loores de enemigo que te llevan al desastre. Has de seguir tu propio rumbo, impertérrita a los editoriales del “Times” cuyos lectores, algo sádicos y trogloditas, pese al aire de civilización que los embala, tenían aviesas inclinaciones antropófagas: mermelada de naranja amarga de Sevilla, carne de los quemaderos de la inquisición, y de los marinos españoles de la carrera de Cuba pingados de la verga mayor por sir Francis, y la sangre de todas las guerras civiles y broncas que conmovieron a Iberia a lo largo de la decimonona costeadas con capital inglés. Esas malas costumbres de la injerencia llega hasta el mismo treinta seis. Auntie, un personaje asesino de las novelas de doña Agueda, desplegó a sus espías por todo el territorio y le dio una comisión: ahora vais a saber lo que vale un peine, mira Europa cómo los españoles se despanzurran unos a otros.

-Hay que ver, qué horror, con qué perfidia se expresa la tía.

-Los ingleses son muy suyos.

-Y siempre tan flemáticos, pero no hay cosa que más les regocije que un cadáver en la bañera.

-O un crimen a la hora del té.

-¡Oh, is that so, my dear?!

-Yes.

 

  El cerdo detrás de las pantallas nos muestra su inmensa lengua cogollada. Languidez en vuestra esperanza. El infierno acaba de abrir sus puertas, es un gran estadio al que afluyen las masas ávidas de espectáculo, tolle tolle tele mía, bazofia espiritual que no falte día y noche. Se deterge la herida, estamos en situación desventaja, se agravan los males del enfermo. De videntes o contempladores (θερoyσiv) de la belleza divina hemos pasado a ser consumidores, habituales de las grandes superficies.

-Do you watch telly every night?

   -Off course, and I sing the blues.

 

Pago la contribución sobre la renta de las personas físicas. Vivo en el exilio de mi país. Llevo como puedo las cárceles del alma. Sufro tus coces, amor, mi yegua que te encabritas, escucho tus discursos parenéticos, mula Francisca.

-¿Y no te aburres?

   -A morir.  No puedo aguantar a tanta gente del bronce tan desangelada. Las jáquimas que en mi juventud eran mucho menos vastas se presentan todas las mañanas y la tarde que parece que han almorzado limones con pica pica.

   - Freud las sentó en el diván y abrió la puerta a las masas irredentas y desclasadas.

   - Pan y circo, decían los romanos.

   -El Insufrible Big Brother ha traído un cargamento de chicas Bond desde Nueva York. Fue el primer gran negrero de nuestra democracia.

   - Mírale, parece Mefistófeles, esboza un rictus de sonrisa. Delgado y pícnico y nacido en Huelva pero con algo en su rostro de sacamantecas encampanado a los triángulos. Ha desplegado por toda la red su cohorte de chicas bond.

Se ha acabado el argumento de la novela porque las tramas todos los días se repiten. Las campanas doblan a muerto por una sociedad en el marasmo, sin argumentos plausibles, aunque abunden las obsesiones. La modernidad es seguir la senda del más de lo mismo. Ideas fijas a escote, y, no quieres caldo, pues tres tazas.

 

 Hay que volver a ponerse de uniforme, cuadrarse a la prusiana, desfilar al paso de la oca orwelliana, seguir un curso de terrorista bombas lapa en una academia de explosivos de Dakota del Norte que se especialice en la colocación de artefactos mortíferos en los bajos de la buena gente de España, los hijos de Prieto y de Pablo Iglesias sobre quienes se consumó la traición de Albión y en los asesinatos por la espalda, escupir sapos y culebra por la vagina en las matinees televisivas que tutela la gran madama, esa miliciana del odio que insta a la lucha de géneros porque la de clases ya es acabada. Colocarse la gorra de plato del pensamiento sin sustancia. No hay hombres sino rebaños. Sexo sin amor. Deja que el ojo se recree por sí solo sin rendir cuentas al entendimiento. Y no se ocurra pronunciar la palabra España, que suena a maldición. A una sociedad caótica le cumple un arte del revés. Chupa del frasco. Otra de Picasso. Mi conciencia histórica se columpia de las ramas del árbol de Guernica. Las mañas de la Bestia son las responsables de tales involuciones. Lo que estuvo arriba ahora está abajo. El Peñón para el inglés y las Vascongadas para los hijos fornecinos de Arzalluz y de Sabino Arana. Altos hornos crematorios también manejados por el inglés

 

¿Os casasteis con la sota ? Cesad en vuestros argumentos. Lo que os cumple ahora es  recibir el excrex, que tal haya el que tal fizo. Os habéis transfigurado en esto. A columpiarse en las coordenadas de la desinformación, las mentiras, el secretismo, la bulla noticiosa. Por todas las partes levanta la Amarilla su segote. Villon, viltrotea al Paris de su tiempo. Su obra es una prosoposcopia, una cuadro de costumbres del París de poco antes del Renacimiento. Debajo de su abolla de estudiante revoltoso y díscolo, sorbónico,  se escondía un pensador profundo. Hay un trajín de libertad que se compagina con el deseo de una vida sedentaria y virtuosa. El desencanto que devana en sus versos ha llegado a nuestros días.

 

Sus “Respuestas francas” plantean la interrogante del escritor proscrito al que los vientos de la vida lo llevan a galeras, a presidio y en suma al patíbulo, pero mucho peor, viene a decir, que los suplicios físicos y los destierros son las cárceles del alma. Unos amigos mediante gestiones en el arzobispado consiguieron la remisión de un delito penado con la horca (asesinar a un sacerdote), del que parece que no resulta culpable formal, por haber actuado en legítima defensa. Al año siguiente regresa a París, allí se enamora, contrae deudas, la vorágine lo arrastra hacia el inframundo. De nuevo su nombre aparece envuelto en un robo y François tiene que buscar refugio en la campiña para evitar a la Justicia. Se une a los peregrinos (coquillards) que bajo la concha y las veneras se acogen a sagrado. Se alimenta de la misma gallofa del camino. Emprende la peregrinación pero la abandona fascinado por la vida alegre de Burdeos.

 

Además, piensa al igual que Chaucer que eso de las perdonanzas de Compostela no son más que una farsa. A su colega español, Juan Ruiz, también le parece el sayal, la calabaza y el bordón un recurso de truhanería, disfraz de libertinaje y de vagancia. Es posible que muchos iniciasen la ruta con fe pero la mayor parte iba al merodeo y volvía cofrade de la garrocha, la ganzúa y la tenaza. Es así como el misticismo europeo tiene un componente de picaresca y de debacle inherente a la trashumancia. La mujer de Bath, el inmortal personaje creado por Chaucer, es el epítome de este ir y venir incansable en que la devoción se entrevera con los devaneos, la curiosidad turística y el hambre de sensaciones nuevas para una dueña de mediana edad, había estado en Jerusalén tres veces, una fue Roma, otra, a Colonia y a Santiago de Galicia sin que las andanzas piadosas mudasen sus costumbres o determinasen una conversión. Seguía igual de lenguaraz y frescachona, enterrando maridos. Y con los huesos fervorosos de sus santos a cuestas. De la misma opinión a favor del sedentarismo apacible es Tomás de Kempis que condena la bordonería como uno de los grandes males de la época.

 

 

De aquellas romerías, estas veneras. La ruta jacobea, tan mitificada hoy, no debió de tener muy buena fama a la sazón, porque era reclamo de la delincuencia europea, punto de cinta de desharrapados y de meretrices. Toda Francia era hervidero de esta población flotante y errante y Paris de noche con sus dieciséis barrios y arrabales, mal iluminada y con un elevado índice de criminalidad, cerraba las poternas. Casi a diario por la Rue de Caire pasaba el cortejo fatídico de los ajusticiados que llevaban camino del Faubourg Saint Martín o de Montfaucon a colgar por algún delito.

 

 El reo, que cabalgaba en una pollina blanca con las manos a la espalda atadas y la cabeza cubierta por el clásico chapirón de la ignominia, era apeado por uno de los alguacilillos, besaba la cruz a la entrada del monasterio, una religiosa de las llamadas Celestinas salía de la portería y le daba por viático tres trozos de pan y un vaso de vino cargado con especias antes de subir al patíbulo. A este lugar se le denominaba en la capital el de las Hijas Devotas y era centro de acogida a las arrepentidas. Un verdadero enjambre de prostitutas se abatía sobre la corte de San Luis. Operaban cerca de la Rue du Fouarre, vigiladas por escuadrones de goliardos, proxenetas cuyas filas estaban representadas todas las provincias, desde la Auvernia al Languedoc. Los estudiantes se divertían en tabernas que se llamaban Heaume - uno de los poemas más expresivos del escritor está dedicado a la bella Heaumiere - en la Crosse de la Rue Saint Antoine, el Caballo Blanco, la Linterna, la Mula, el Carnero, les Trumillers, la Pomme de pin, cerca de la judería.

Los pobres iban a pedir la famosa sopa boba a los Maturines donde los frailes de san Juan de Mata se encargaban de cuidar de los apestados, vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Un carácter clerical y levítico daba aires a la ciudad. La Sorbona había sido fundada dos siglos antes por el capellán y confesor de san Luis, Roberto Sorbo para la formación de clérigos pobres y bachilleres en teología. Estaba cerca de la Port Rouge, que era una pasadizo excusado que conectaba la catedral de Notre Dame con las canonjías. Allí vivía Guillermo Villon, padre adoptivo de nuestro poeta que llegó a ser deán del capítulo.

 

En el verano de 1460 había regresado del destierro pero al poco tiempo lo encontramos de nuevo preso en la cárcel del Duque de Orleans; el motivo del auto de procesamiento se desconoce, sería éste el primer eslabón de una cadena de incesantes prisiones y cuestiones con la Ley. Poco más tarde fue llevado al castillo de Meung sur Loire, un centro de detención para sacerdotes y ordenados de Menores. Dio la orden de detención el obispo de Poitiers Teobaldo de Aussigny. Es ignorado el motivo de la privación de libertad. Solicita el reo la intercesión real. Luis XI accede al indulto. Arrepentido de momento, el propósito de la enmienda no dura mucho. Habitual del hambre y de la pobreza, su necesidad le a lleva a verse envuelto en un robo en el Colegio de los Navarros. Tenía buena influencias, el cabildo catedralicio interviene a su favor y consigue evadir la cárcel, pero en noviembre de 1462 ocurre un incidente en un aula. Un alumno insulta a un profesor y lo escupe en pleno rostro, se produce un alboroto, luego un altercado. Uno de los promotores del motín había sido el impertinente Villon, se le agota la buena estrella y su fama de díscolo crece. Lo prenden y lo llevaban a la prevención. Quince días bajo el castigo de la gota de agua en la nuca, demasiado fuerte es la tortura, acaba confesando y es condenado a muerte.  Recluido a una mazmorra de la Cárcel de los Tres Lises piensa en su destino y escribe las páginas más sombrías de su Testamento. Esta vez, piensa, no habrá salvación. Ve llegar el fin de sus días, la suerte le ha vuelto la espalda, “zonam perdidit” pierde la cincha y los papeles. Sin embargo, de nuevo se ponen los resortes de un extraño deus ex machina sin el cual no se puede entender la agitada biografía de este hombre, evita ser ajusticiado casi milagrosamente in extremis por un decreto que aprueba el Parlamento absolviendo a Villon y conmutando en 1463 la pena capital por la de proscripción. Aquí ya los historiadores lo pierden de vista.

 

 Abandona París. Probablemente volvería a las andadas y su vida no sería muy larga. La personalidad eximia de François Villon es una contradanza de misticismo y de libertinaje, de buenos propósitos y estrepitosas caídas. Su obra responde a esa visión catastrófica y nada epicúrea del hombre medieval, esa sed de sensaciones y de apurar el cáliz hasta las heces. Quería ser bueno pero peca y cuanto más grande es su contrición y sus miras y resoluciones de volver al cauce verdadero más rotundos son sus fracasos. La ética no vale para nada en el código de valores de un artista. Los mejores libros han podido escribirse con los peores sentimientos. Este binomio plantea un problema teológico irresoluble. He aquí uno de los mejores vates que haya dado Francia y era un perdulario. Remató su escritura en medio de las circunstancias más adversas: el presidio, las incómodas posadas, la intemperie, el frío y el hambre. ¿Cuándo tuvo tiempo para sentarse a escribir?

 

Aristóteles recomienda a todos aquellos que quieran dedicarse al oficio de pensar que hagan gimnasia mental activando las potencias cognoscitivas, opinantes, y que no olvidan la recta estimativa, la prospectiva y la emulativa. Se aprende siempre por analogía, o por asociación de ideas. Luego las palabras se encargan de ir tasando que surgen como cerezas de la banasta de las imágenes. Todo eso es un hermoso castillo de naipes, una teoría irrefutable, pero ¿en la práctica qué? Belleza y moral no se compadecen. Villon fue un artista que llevó vida de forajido. La suerte le zurra lo suyo, él se venga cantando a la verdad, el amor, la bondad y la belleza bajo el régimen de sus lais y otros metros de una sonoridad moderna que llama la atención. Sigue siendo una enigma. ¿Cómo, cuando, dónde y en qué circunstancias de su azacaneo, con los alguaciles regios royéndole los calcaños - fue su sino: la continúa persecución por la Justicia, Villon llegó a capitanear una facción de salteadores de caminos- se puso a escribir una obra tan cavilada como la suya, que pasa por una de las más densas y cabales de la lírica medieval? La única interpretación es que en la gestación y alumbramiento de cualquier producto literario existe un quid divinum, allende de las humanas previsiones, algo que se nos escapa. El donaire lo dan los dioses a capricho y al que les parece. Insanabile scribendi cacoethes et dulce laborum lenimen, es la definición que dan los antiguos a este vértigo de la escritura, que la postmodernidad tasa con el nombre de grafomanía. El oficio literario es algo contingente y redundante.  Las sociedades podrían funcionar perfectamente y pasarse sin el lujo de la literatura, que en la antiguada tenía algo de mágico conjuro a las divinidades subrepticias. El escritor, el rapsoda, hacía las veces de pontífice entre la divinidad y los hombres. Paradójicamente algo tan fútil y supererogatorio como es la epopeya sirve para cuadrar el destino de un pueblo. El talante de los españoles quedó ya definido casi en su totalidad en el Cantar de Mío Cid.

 

Ciertamente, la potencia creadora, esa desazón de trasladar al papel las impresiones de cuanto nos rodea, cuando la literatura ha dejado de ser coral para transformarse en algo íntimo, pertenece a los arcanos misteriosos. Un amanuense compulsivo siempre garabateará palabras, aunque el resultado sea el absurdo de la escritura automática, pero es una guija personal, reverbero de los sueños. Dentro queda el meollo del alma dolorida u obsesionada, que es lo principal.

 

El hambre, la cárcel, los pasmos, las piruetas e inconsistencias de la rueda voltaria, hoy aquí mañana allá, a uña de caballo o bamboleándose dentro de los cuévanos que lleva al lagar una carreta del país, no representan obstáculo material para aquel que tiene en verdad algo que decir.  Un poeta español, Alonso de Ercilla, escribió su Araucana, la Iliada de la conquista americana en la corteza de matas coníferas y hasta en la propia suela de los fracasos. Labor omnia vincit. Y el hecho de escribir, más que un trabajo, o una pesada carga, es amor para el que siente latir en el pecho el fuego sagrado, que requiere una cierta capacidad de distanciamiento de aquello que está pasando, o la peripecia que se narra, una organización ordenada del material de trabajo y el desdoblamiento auténtico del romancero, del estilista.

 

Se emula al poder de los dioses pero sobre todo se criba a través del harnero de la imaginación los elementos que se cantan o se cuentan, realzando unos, soslayando otros. La narrativa es manera de selección, al igual que la poesía es arte de condensación y de síntesis. Bullan las palabras en el horno y salgan todas por orden sin atropellarse.  Se abrirán las cortinas de un escenario que dejarán entrever un panorama onírico, reflexión de las cosas en hervidero, pero a diferencia de la vida, siempre en constante trajín y cambio, lo que confiere la palabra aquí es algo estanco, con una complexión y entidad fija. El artista de la palabra asuma, pues, su parte de actor y de testigo a la vez, de demiurgo inspirado y de sastre o de pastelero artesano, porque la literatura también se parece al corte y confección, sin olvidar que es también oficio  de malabarista, con una habilidad para realizar juegos de manos, sacar conejos de debajo del sombrero, enseñar cartas escondidas bajo la manga. Hay que saber tender celadas al lector y sorprenderle cuando menos se lo espera para concitar su atención. Por supuesto, para una tarea de estas características que se lleva a cabo en la intimidad no existen fórmulas magistrales. Se puede enseñar a construir una carretera pero nunca a pintar un paisaje.

 

Tampoco le arredraron a Villon los pasmos de la intemperie, los bubones de la peste o la comezón de la sífilis, que se sospecha pudo padecer y que le llegaron temprano a la tumba, por todos los indicios debió de fallecer a la edad de treinta y tres años. Incontinenti, confiaba al pliego sus pensamientos expresados en un francés arcaico, pero contundente, y de una elegancia que sorprende incluso hoy a los filólogos. Fue un hijo de su tiempo. La obra guarda resonancias de la tradición oral juglaresca, de los poemas épicas, de las farsas, los virolays, los misterios de Pasión y Natividad en el que clérigos y curiales, pertenecientes a las fratrías y hermandades que se formaban bajo la advocación de la Madre del Dulce Mirar (son los puyes de la Virgen, asociaciones fundacionales de aquella Europa gremial llena de fervor y de fantasía) de un vez administraban fe y fantasía de los fablieux, mimos, farsas, soties  provenzales de saber enciclopédico, y de las trovas juglarescas que amenizaban las veladas de los palacios. Ellos definen el semblante del hombre medieval y esbozan una galería de personajes del mundo rural. La gleba eleva los ojos al cielo e implora el perdón y la salvación a través de la Gloriosa Madre del Verbo.

 

La voz de los juglares cantaba todo aquello que atesoraba la memoria colectiva. A la sazón, la literatura desconocía el sesgo de libelo propagandístico publicitario con que se comporta hogaño (los libros sirven al mercado, apuntalan los valores publicitarios, velis nolis, de una forma explícita o sobreentendida entonan la palinodia del sistema capitalista) y se daba la mano con la música y la danza, el espectáculo y la religión, pro ese sello sagrado y onírico que tenía el rapsoda entre los celtas. Su voz recitadora llenaba las aulas de un perfume de sortilegios y letanías. El acto tenía una significación liturgia, de homenaje a los epónimos, recordatorio de su gesta. El hombre estaba vivo, no había sido engullido por la máquina ni estaba adscrito a una maquinaria densa y fungiforme de las masas irredentas controladas por los omnímodos poderes fácticos. Si algo tuvo grande el cristianismo es este sesgo redentor. Los cuerpos podrán estar encadenados pero el alma es libre.

 

Las gentes, aunque no supieran leer ni escribir, conservaban una gran retentiva. Las piezas se aprendían de memoria a falta de medios de comunicación visual interactiva, de traducción simultánea, de los boletines coincidiendo con las en punto de las señales horarias, de los suplementos dominicales y la cultura en fascículos que hacen del hombre del vigésimo primero un ser cumplidamente tan informado y enterado, aunque cada vez más confundido y dominador de todo menos  de sí mismo. Entonces, el personal hablaba y el léxico, una auténtica gala. Desconocían la batología rutinaria, la pobreza expresiva de un vocabulario en mengua, jerga de patrones usados, muletillas que acodan el raquítico estilo periodístico, monsergas propaladas hasta el delirio, y un volumen de palabras que no pasa del millar. Todas ellas  jerga coprológica, retruécanos anales o expresiones relacionadas con la coyunda común a todo mamífero. Lo hortera habita entre nosotros. No hay más diosa que la plebeyez; y su profeta es el amigo Freud, que ya va siendo hora de que el mundo lo active el instinto de supervivencia basado en dos únicas cosas, según el Arcipreste: jodienda y mantenencia. Olvidaos de vuestras cuitas, seres espirituales, almas delicadas, el mundo que viene aborrece de los selectos. Traigame el frasco de las sales anodinas, que aquí cuanto más bastos, mejor. La obsesión con el sexo os vuelve impotentes, pero no pasa nada, es la voluntad del supercofrade. Cultura urbana que no sabe diferenciar a un manzano de un roble, mientras que un campesino de Castilla un par de décadas atrás podría alardear de buen decir, en idioma de gala, pero sin calzarse el coturno, de hasta diez sinónimos por  sustantivo. De la riqueza sintáctica mejor no hablar; non meneallo pues surgirían agravios comparativos entre los palurdos de Delibes, el último canto del cisne de Castilla la gentil, poniéndolo a cotejo con la jerga que fluye por nuestro éter y por nuestras calles, o si analizamos el lenguaje pedestre y peleón de nuestros periodistas, de nuestros puntales de la comunicación, de nuestros políticos, tan retóricos como siempre, pero para los que la belleza oratoria ha dejado de ser una aspiración para convertirse en antigualla. Bossuet, Castelar no tienen émulos ya en el banco azul ni en los púlpitos. No se hace otra cosa que fusilar malamente la jeringonza del inglés Webster, porque las influencias no vienen de Oxford sino de California, de allá donde unos cuantos bucaneros judíos, supuestamente prófugos de las persecuciones del Tercer Reich, aprendieron la lengua de Shakespeare en régimen de curso acelerado. Aún se notan los germanismo de su locución y con ese inglés tomado prestado, aprendido que no nativo, van a sentar las costuras de la vieja Europa. Los tiempos de venganza no han hecho sino empezar.

 

En los parlamentos hoy se siguen insultando más y a lo burro, antes se sabía hacer más finamente.

Sin necesidad de prontuarios ni de grabadoras, la tinta y la pasta de piel de becerro costaban lo suyo y no se había inventado el bolígrafo, ni la imprenta, el recurso era confiar a la memoria todo lo que otros decían. El libro cuenta con cinco siglos de antiguada, la literatura tiene más de cincuenta. Esto está naciendo como aquel que dice, pero el hombre de las cavernas evolucionó a través de la comunicación oral. No podía haber inclinación libresca ni pedantería. Los cantares de gesta iban de un lado para otro con acompañamiento de rabeles, zanfoñas y vihuelas y los textos entonados en los corros de las plazas y de los patios de armas. Las gentes se familiarizaban con los héroes y heroínas del romancero vis a vis.

 

Pobres de solemnidad los escolares de las primeras catedrales, alma mater del saber europeo, aprendían sin libros. Los pocos que se veían en los tránsitos de Oxford o Alcalá estaban amarrados como loro en alcanda a una argolla que disuadía cualquier intento de robo. A falta de manuales de texto memorizaban las lecciones por una técnica llamada pensum, utilizada en los tirocinios jesuíticos hasta hace poco.

 

A Homero y a Virgilio los conocemos a través de los ciegos que iban recitando sus composiciones por toda la latinidad. La palabra era entonces algo de conjuro mágico, conservaba derechos adquiridos y poderío, una cadencia adjunta a la gran riqueza léxica y a la capacidad de matización que hoy ya han dejado de sernos familiares. Estamos hablando de una época de verdaderos titanes de la fala: el mundo de las sagas vikingas, de bardos celtas, galloferos trotamundos en la corte de reyes holgazanes, todo el mester de juglaría. La población analfabeta y ágrafa reconocía como una señal de prestigio y de poder al que sabía silabar una salmodia o explanar un pasaje de la Escritura. Un mal pendolista podría llegar a ser príncipe y cualquier mediano versificador era agasajado con derechos de pernada o se iba a la cama con la hijas del rey. Por eso los clérigos de aquel entonces - y los de ahora - tenían tanto éxito.

 

La gleba era ágrafa, no sabían hacer la o con un canuto, pero podían sopar con honda a las cultas latiniparlas a las que hogaño, como si hubiese regresado Celestina a sus dominios de Talavera, por las cámaras y micrófonos nacionales, que garlan y garlan, y ejercitan la sin hueso en la barra fija, calistenia de comidilla y murmuración que no encuentran fin. En aquellos tiempos era otra cosa. La gente sólo abría la boca cuando tenía algo importante que decir y las conversaciones resultaban inspiradísimas. Se conservaba gracias a ello un sentido de adscripción al grupo, la conciencia de pertenecer a la fratría. Eso da optimismo y genera una cierta solidez social. La angustia que crea el desarraigo de las aglomeraciones metropolitanas estaba por venir.

 

Con este raudal libérrimo conecta Francisco Villon, el último de los grandes trovadores provenzales. Era un iniciado en los saberes herméticos y un campeón del buen decir. se decía que la fe llegaba a través del oído (fides ex auditu), el más noble de los cinco sentidos y el postrero en morir. los agonizantes primero pierden la visión, luego, el olfato, les entra hormiguillo por las piernas y las manos, se les embota el pulpejo, el gusto desaparece, las pituitarias ya no disciernen los olores, pero el oído sigue ahí aun cuando el corazón haya cesado de latir. Algunos de los que regresaron del túnel refieren cómo escuchaban las conversaciones de aquellos que les amortajaban. Creyéndolo difunto seguía a la escucha. Y es que la palabra salva y vivifica ¿Qué tendrá la palabra para que en ella encontremos el primero de los vestigios de nuestra racionalidad diferenciadora? ¿Es la audición el sentido más relacionado con las potencias del alma?  De ser así, la edad media, donde el verbo registra una especie de apoteosis triunfal, fue el tiempo del alma de la humanidad. La estética de las sinfonías gregorianas y la arquitectura gótico-románica así lo avalan.

-Habla, señor, que tu siervo escucha.

Los metros de François Villon son una caja de resonancia de aquel ambiente de superdotados de elocuencia. En sus composiciones detectánse ecos de la magia de los rapsodas y de los predicadores multitudinarios, de un Francisco de Asís, un Savonarola, un Vicente Ferrer, un Bernardo de Claraval, así como de los polemistas ex cátedra o controversistas significados, maestros de Artes de la Sorbona, bachilleres en Teología por Oxford, dómines del Trivium y el Quadrivium por Salamanca. A veces parecen retumbar en los versos de Villon las deprecaciones platónicas y anti aristotélicas de Pedro Abelardo, que acabaron en un desgarrador grito de dolor animal. Le castraron al canónigo de Notre Dame los hermanos de su novia, mientras dormía y a ésta la encerraron en un convento de Paris.

 

Esa atmósfera de elevada tensión la captan los hemistiquios, dotados de un estilo conmovedor, a trechos sarcástico, hasta alcanzar un estadio álgido de livor escatológico. Al poeta le estremece la suerte del ser humano, abocado a la nada, que nace en medio de la casualidad, la mierda y el dolor y la desolación son sus pañales y es con las heces y con la sangre como lo amortajan. Se confiesa creyente pero la fe parece que le cuesta. Su preocupación es metafísica más que política o social aunque de rebote reflexione sobre el caótico panorama que han dejado en la Galia las guerras dinásticas con Inglaterra, que duraron cien años, de 1339 a 1353.

 

No hay que soslayar el hecho de que estuvo en capilla por lo menos en dos ocasiones. Ya convicto y confeso y cuando aguardaba ser ejecutado, ultima la redacción de su famoso “Testamento”. La proximidad del más allá incentiva su inspiración, confiesa sus culpas, desnuda su alma y hace un defroque o desenclavo de todos los efectos personales. Estos los lega entre sarcástico y pirrónico a sus amigos y parientes. Aparece una lista de personajes de la época, pasa revista a la actualidad. A unos les pune con acrimonia, a otros les exalta hasta el paroxismo. Se ve en la hora de la muerte quien fue su enemigo y quien lo trató con benevolencia. Algunas de las sentencias en forma de aforismo, apotegmas y retraheres, guardan un sentido oculto, porque el lenguaje de Villon a la vez que popular sabe también guardar las distancias, de manera que las frases se despachan impregnadas de un halo misterioso y críptico. No se  olvide que estamos ante uno de los grandes metafísicos de la Edad Media. En cabeza figura Guillermo Villon, el penitenciario de Notre Dame, sacerdote caritativo y tutor de expósito; el autor lo llama “padre verdadero” y hace la primera manda de agradecimiento.

 

A su amada Ither Marchant olvidando los agravios de su despecho le deja en heredad su corazón traspasado de olvido, la espada que llevó siempre y una mula roncera que, cualquiera fuese el camino, siempre tiraba hacia los abrevaderos de la Fuente de san Amado, lugar donde estaba ubicado desde su fundación en 1215 el Carmelo Calzado. El estilo donde se advierte gamas de matices, trufado de retruécanos y disgresiones cuando no equívocos, se mantiene orilla de un profundo océano alegórico que requiere por parte del lector contemporáneo esfuerzo para seguir el hilo de la narración y de las palabras de doble sentido. En conjunto, sin embargo, el idioma de Villon es rotundo, debelador, denso y cargado de modernidad porque proyecta el sufrimiento del alma humana de todos los tiempos. Se nota una cierta querencia hacia el misticismo iluminado. Es en aras de esta clarividencia de magnitudes proféticas que siente condolencia y piedad hacia las debilidades de la condición humana, impreca a las parcas o perora acerca del ser y de la nada en magnas perífrasis y antífrasis. Los poemas provocan una especie de trance etílico, corre por las venas del lector el flujo de una borrachera que no deja resaca.

 

Este aspecto dionisíaco es importante en el latir de la obra de este autor el cual reconoce “haberse bebido todas sus vergüenzas”. El vino es un demonio que a veces nos acerca a los dioses, responsable de la catarsis y del aborrecimiento del bebedor.  Rabelais, gran admirador de Villon y continuador de su obra, en “Pantagruel” fundaría la Abadía de san Theleme, donde se veneraba el Oracúlo de la Divina Botella, y cuya regla primera de la orden es hacer lo que a los frailes les de la gana con tan de un vivir dichoso. La cataplexia a la que conduce la ininterrumpida libación fuerza el ritmo con que se escancian los versos. A veces parece como si fuésemos cabalgando agarrados a las crines de un bridón a galope, que se pone de manos en la boca misma del precipicio, esquiva el obstáculo y acto seguido se entrega a un trotar reconfortante y plácido. Sabe conceder treguas al lector para que recupere el huelgo narrativo. Cada poema se convierte en una novela corta aunque sin pasar la marca de la lírica de los Minnesänger alemanes cantores del amor o de los trovadores cátaros. Eran trabajos para ser cantados con acompañamiento musical, tal como en la cuaderna vía con que nos halaga el Libro del Buen Amor, según la tradición del aedo helénico, que siempre se presenta en las justas poéticas con un arpa bajo el brazo.

 

Había que ser un maestro de la dicción y de la mímica para conseguir el interés del auditorio, mediante tretas del bufón o del “sot” patas de liebre  que aparecía en escena tocado con un gorro a colores verde y amarillo, volantines de malabarista y haciendo alarde de un cúmulo de recursos, pero el lenguaje que utiliza es un francés vivo, de la calle, que nada tiene con la retórica venidera. El renacimiento con su esplendor galante y refinado y luego el Barroco destruiría ese candor travieso que empapa los escritos de Chaucer, de Juan Ruiz, de Bocacho,  del Roman de La Rose. Nada de artificios ni sintaxis de rebotica. En los lais, baladas, estanzas, cruje la tristeza de las danzas de la muerte, el amor conquistado y en plenitud, nada de escarceos platónicos, o el sarcasmo de la burla. Los temas que trata tampoco son originales. Acude al procomún de la literatura clásica y de los saberes estudiados en las aulas humanísticas de Sorbona, pero los refunde y amaña con tanta originalidad y prosapia como pudiera haberlo ochenta años antes Juan Ruiz. Lo que pasa que la Castilla de los Trastámara era mucho más diáfana y rica que la Francia de Luis XI. Concejeramente, el tono ha de ser menos festivo y más elegíaco. Villon se distingue del Arcipreste porque en éste hay más desenfado, en aquél, más sarcasmo. En ambos casos la musicalidad es manifiesta, los motetes gregorianos de Villon se compaginan con las chanzonetas del Arcipreste y parece que al alimón cada uno desde su aventura temporal hacen burla de las demasías de una Iglesia corrupta y venal, el tráfico de indulgencias, los resabios demoníacos, las corruptelas de la sede de Pedro. Así se quejan de las felonías que cometen los pastores del rebaño. El obispo Aussigny observa un comportamiento análogo con el Cardenal de Albornoz. En el caso del español la sentencia fue más severa: trece años entre grilletes por cuestionar la norma del celibato ante la jerarquía. La verdad que a la luz de los anales al papado no hay por dónde cogerlo. Es una crónica continúa de daño tras daño, abusos sin correctivos. Qui custodiat custodes? El misionerismo y la prepotencia causaron estragos. Menos mal que hay clérigos alborozados que poniéndose el mundo por montera se atreven a denunciar los abusos del poderoso y a correr el gallo, aunque les toque también a ellos una parte de esa decapitación. Los dos al unísono, el díscolo preste alcalaíno y el novicio de la Sorbona festejaron damas, la suerte les sentó en el banquillo y acabaron amarrados en blanca, compartieron vivencias parecidas, los dos execran de la muerte en el mismo tono:

“Car a la mort tout s´assouvit”

Ello no es óbice para que la fe se mantenga firme en uno y otro, se santiguan cada dos por tres y comienzan sus retahílas con invocaciones trinitarias. Tanto Villon como Juan Ruiz celebran a la Gloriosa con versos eximios. Muy fuerte ha de ser la fe para no vacilar porque la esperanza de la resurrección entra en conflicto con el dictamen de la experiencia y lo que ven los ojos.

“Vivre aux humains est incertain/ et après la mort n´y a de relais”

La muerte hace correr el turno, el dolor sopla sus rachas, no hay treguas ni se concede cuartel en esta lucha. Tremendo es el precio que hay que pagar, mejor, no haber nacido; además, nadie regresó a contarnos qué hay detrás de la otra orilla. Procede entonces vivir sin pensar demasiado y pasarselo lo mejor posible. Villon es un vitalista que asume una actitud irreflexiva y resignada, se quejará pero no ultrajará a la vida como lo harían después Voltaire y Rousseau a los que el racionalismo les cerró los ojos. Ha apurado toda su honra en los jarros y jícaras de las tabernas de París. Su vida es un constante discurrir de sobresaltos y persecuciones pero no asume actitudes vicarias, su carácter nada tiene de tartufo. El elán vital oscila entre el arrepentimiento y la caída. Sus misereres tienen ese acento patético del canto de la sibila medieval. A veces su desolación es comparable a la de Job. Su cansancio revela una corriente existencialista. Adelantándose a Sartre, preconiza la existencia sobre la esencia y define a libertad no como una elección entre dos alternativas sino la condición misma del ser consciente que mediante esa capacidad de elección vuelve al ser, evoluciona y se realiza. Hay indicios de que está más próximo a los principios de la moral de situación del subconsciente ante la verdad tornadiza y que bascula a un lado o a otro a compás con un mundo en desarrollo que de los principios de un dogma inmutable. Por otra parte, en él encontramos al primer bohemio que se mofa de las peregrinaciones y del culto a las reliquias, adorador del grial eucarístico que expenden en los zaquizamíes, con ciertos parpadeos de un surrealismo precoz. Villon es un flautista, nada de torres de marfil ni compadrazgos. Hay que correr la sortija de Paris a Tours, de Burdeos a Orleans, sin hurtar el cuerpo a los navajazos ni el nombre a los horrores de la infamia, sumirse en la marea de la existencia, vivir con la soga al cuello entre dormir entre budiones y gorrones, chinches, moscas, y sanguijuelas, compartiendo techo con las mozas de partido, los desharrapados y malandrines del viejo camino real. Su escritura consigue un atabe para purgar la cañería, hace un registro de la gran cloaca, aunque no consiga relatar lo que presencia con la impavidez circunspecta de un Zola o de un Flaubert. Es cualidad de todo genio adelantarse a su tiempo. A veces la buena literatura se confunde con un descenso a los infiernos. El poeta comparte la tarea con el sacerdote que oficia un rito ancestral y con el chamán que lee los horóscopos o el sanador que hunde el dedo en la herida haciendo saltar la amarga ponzoña de la existencia humana. Lo importante es la garra lumínica de la tradición oral, pomo de las esencias que se vierte, a veces lirio sonoro que se deposita, un manojo de reflexiones al caer la tarde, cantos de vísperas que esparcen una melopea armoniosa sobre los trigos de la campiña. La voz de Villon hunde sus raíces en pasajes y perícopes de los sinópticos. La piedra al sumergirse en el estanque auditivo deja un rastro de alas cansadas que vuelan al infinito. Algo nos irradia. La poesía de Villon recuerda la estructura de un vaso sagrado que utiliza el santo beodo en sus libaciones. Se escancia vino amargo pero también malvasía. En él su autor bebe, vive y reza, pasa dejando una estela de salmos laicos. El zurrado por la adversidad y la incomprensión de sus semejantes convierte los versos en oración:

“Dieu, enveille ouir mon clameur”

Estamos ante un místico que vive la noche de su fe, llagado, cubierto de postemas, pero en medio del marasmo dando testimonio de su búsqueda, sufriendo con paciencia los embates de la crucifixión. Él es un producto de la erudición clásica, un temperamento muy francés, pero un poeta como éste no se podría generar en otra cultura que no fuese el cristianismo. Hijo de su siglo, asistía a los últimos arreboles del entrelubricán escolástico. La Edad Media tocaba a su fin.

Los ataques a la clerecía en todos los escritores cupulares que comparten trono en los cuatro grandes idiomas europeos son muy afilados. Ponen en la picota su lujuria, el apego a la riqueza, el “auri sacra fames” de los antiguos, las conductas deplorables y farisaicas de los curas y de las monjas. El cuadro que pintan no es amable: una iglesia simoníaca, metida de lleno en la política, los monasterios relajados.

 

Pero también cantan todos ellos al amor, fuerza perenne de la existencia, expresión del Xto vivo, y una señal de que el cristianismo guarda el secreto de la verdad y es fuerza perenne, pese a los malos ejemplos. Villon pinta con ternura el retrato de su adorada en la “Ballade du temps jadis”, poema de corte manriqueño que gira en torno al “ubi sunt” horaciano. ¿Dónde están todos ellos, en qué acabó todo, dónde están las nieves de antaño?, se pregunta el poeta, para, al cabo, prorrumpir en una larga queja contra la muerte niveladora, “pallida mors aequo pulsat pede pauperorum tabernas regnumque turres”, según el improperio contra ella del Mantuano, y la acusa de haberse llevado a Eloísa en la flor de la edad y a su amante Abelardo, aquel brillante canónigo de San Dionisio de París, al que por amar a la bella Eloísa castraron los cuñados; se interroga por el paradero de Blanca de Castilla, la esposa de san Luis (1.118-1.252), “hermosa como el lis, que cantaba con voz de sirena”. ¿Qué se hizo de tanto frenesí ? ¿Dónde está ahora Juana de arco?

“Et Jeanne, la bonne Lorraine / qu' anglais brulerent a Rouenne / oú sont ils, oh Vierge souverainne/ mais oú sont ils les nèiges du temps jadis?”

Por los pareados desfilan a continuación el papa Calixto, Alfonso de Aragón, el rey Arturo y Carlomagno, Lancelot del Lago y el Delfín de auvernia, el conde de Alençon. Algunos ciñeron tiaras y mitras, coronas, fueron concebidos en vientres de reinas y consiguieron la fama y el poder. Hoy ya dellos nadie se acuerda. El mundo no es más que una estentórea carcajada. A todos, pobres y ricos, diadocos y emperadores, la púrpura y el arambel se darán cita en la triste fosa. A todos ellos les envuelve el refrán de “ou sont les neiges de jadis”.

La vieja cortesana añora sus encantos de juventud ante el espejo, pasa revista al ayer preterido y se le vienen a las mientes todos aquellos que le gozaron y hace un repaso de los rostros de sus amantes: un cura, un escribano, un obispo, mercaderes, prebostes, insignes magistrados a cambio de un poco de oro. El amor sólo pasa una vez. Después se vuelve mercenario. Con lágrimas en los ojos la vieja marchita se acuerda de aquel hombre al que quiso y por el que sería más tarde abandonada. ¡Desengaño fatídico! Primero fui venternera loca del placer por uno que me gustó y luego por dar gusto a todos me convertí en ventanera de la profesión. La celestina de Villon se parece poco a la dicharachera comadre de Fernando Rojas, pero la sensualidad es parecida. Ella también se ve vieja e inservible para el trato torpe, los pechos resecos, el vientre caído, los brazos tiernos de ayer, hechos solamente para los amorosos lazos, hoy le caen péndulos, ya carecen de fuerza, la crija en barbecho, las nalgas, antes tiernas y ahora flácidas, y el pequeño jardín del monte de Venus antes rojizo y lozano, ahora cubierto de hebras de ceniza, un cornijal baldío. Hay en la descripción un perfecto conocimiento y hasta un regodeo con la anatomía de la femenina, sin echar mano del embozo ni del eufemismo. Los años pasaron implacables estampando sobre la carne lozana el sello de la vejez antesala de la muerte, que ante tanto estrago sigue la ex bella añorando sus afeites y donaires, aquellas ancas anchetas, los puntiagudos y prietos senos y aquella vagina (sardinet) dotada de labros retráctiles para no dejar escapar a lo que más quería, los muslos en sintonía con lo demás, por ser mujer de buenas partes, y aquel culo respingón para la navegación viento en popa; las caderas se han caído y aparecen moteadas sospechosamente.  Fue así como la beldad se transforma en sota. La que antes moraba en los palacios se esconde en un ínfimo tabuco donde permanece arrebujada en su chal junto a un fuego de hebras de cáñamo, símbolo de la muerte que se peina sentada en las riberas del Leteo, su melena de esparto. Hijas de la vida y del amor, contemplad el destino que os aguarda, sacerdotisas de Afrodita, la vida pasa pronto, gozad de ella lo que os cumpla. Villon aconseja a todas las doncellas que no pierdan ripio y que se diviertan, que no se conformen con un hombre ni con dos. Pero está hablando con sarcasmo pues refiere que locos amores vuelven a los hombres bestias. Por una mujer perdió Sansón sus fuerzas y David de Dios ganó malquerencia, una gaita y una mujer destronaron a Orfeo. A causa de ellas el cancerbero anduvo a cuatro gatas y Narciso en un pozo hondo se ahogó, Amon forzó a Támara, una mujer hizo borracho a Lot. No hay fuerza igual cuando en el corazón del hombre se entromete. saltó por los aires la devanadera Herodías y rodó por los suelos la cabeza del precursor. “Y a mí, François Villon - confiesa- me urdieron a una viga de molar para moler el trigo en más de una ocasión por una bella cuyo nombre me resulta más dulce que la miel, Catalina de Vancelles, aunque sea amargo el recuerdo”. El tropo del cura al que unos salteadores mandaron moler unciéndole a la rueda cuando le hallaron en coyunda con la molinera en la Noche de san Andrés se repite con frecuencia en la narrativa de tradición oral. Parece ser que Villon lo aprovecha y no le importa atribuírselo a sí mismo. Los recuerdos agridulce se repiten mientras pasa revista a todas las historias de amor, del que tuvo su lote asignado, como todos los hombres.

 

Sin embargo, la harina es ya sólo ceniza. La muerte, he aquí la moraleja, venga los desdenes del amante despechado. Al obispo que lo aherrojó nunca lo perdone y formula el deseo de que se pudra en los infiernos el tal Teobaldo de Aussigny, que pruebe de su misma medicina y conozca lo que son las mazmorras, el tormento de la gota en la cabeza, el ecúleo y los garfios y como mínimo le desea al inicuo prelado algunos de los malos tragos por los que él pasó.

 

Pero Paris bien vale un misa y de la panza sale la danza -son frases suyas-. Bebamos y que en salud nos tenga la Santa Trinidad y bajen de los cielos los nueve coros para acogernos bajo el ala de su protección. Tiene palabras tiernas para su padre biólogica y para la madre de cuyo vientre brotó y hace la consideración de dejar su cuerpo a la tierra de la que nació. Otorga albacea de sus versos, triste afán, que ecos serán de lo que en este mundo un hombre ha padecido. Al sepulcro torna desnudo como en la cuna. Quiere que sus libros, preciado tesoro, se los quede su amigo Guy Tabarie, así como sus cuadernos manuscritos que esconde en un cajón debajo de una mesa (le indica el lugar).

 

Y en medio del lodo, la perla. Después de estos consejos a las mozas de París, tan poco edificantes y sus transigencias con los placeres mundanos que pondera, surge la voz dolorida del reo humillado y escarnecido invocando la compasión y el perdón de la Mujer Fuerte, fuera de toda mácula y escarnio. La genealogía o árbol de costados de Villon se incardina en esa bendita devoción de las gentes de los siglos medios por la Señora, que hay que retrotraerla a las composiciones caballerescas de Jean de Meung en el “Roman de la Rose”, del puy romántico y cofrade de las asociaciones creadas para honrar y servir a la Virgen, espejo de virtudes donde se miran cumplidamente todas las damas. El influjo cátaro de los que buscan la pureza se hace perceptible en esta balada a Notre Dame, uno de los más bellas loas que se conocen del sentir medieval. La implora como “regente, eterna, emperatriz, triunfadora de las fuerzas del averno y depositaria de la fe en que vivió y desea morir.  Pondera su casi omnipotencia por haber conseguido deshacer el pacto del hombre con el demonio y le ruega, detalle galante, que tenga a buen recaudo el alma de su amada que yace en san Saturnino de Saucemes, para, a renglón continuo, cambiar el tono solemne por el jocos, y encomendar a “una damisela de nariz torcida, que en la tierra conoció y espera encontrar en el paraíso, la muy puta. Hasta rezando le brota a Villon el genio por las orejas, a medida que van saliendo de su plectro sonoro chispazos de frases felices. Errante, se queja de su mala suerte:

“Trotter m´en faut en fuisse et deshonneur”

en su planto se queja de la traición de una mala amiga, falsa belleza, cuyo goce siempre cuesta caro, era mujer dulce y taimada al mismo tiempo, un amor duro, martillo y yunque de sus tristezas. Pero llegará un día en que la balanza de los años- tempus edax rerum-, basculandolo todos con sus sistema de pesas y medidas implacables, pondrá el contrapunto, nivelará las cosas con su fiel implacable “yo seré viejo y tu fea y sin color, en llanto se convertirán tus carcajadas”. La amada beberá el cáliz del desengaño mientras sus dedos, ya marchitos y tumefactos, acaricien las cuerdas del laúd para tocar el “De profundis”. Le queda otros amores en el tintero “cuyo nombre no pronuncio porque el recuerdo de su rostro me punza los tuétanos a cada hora”. Prorrumpe entonces en un apóstrofe patético contra la muerte.  Es una de las reflexiones funerales más profundas que hayan podido salir de labios humanos. “Eramos dos y un solo corazón teníamos; la muerte nos separó. Desde su partida me habita su memoria, mirad cómo soy un cadáver ambulante”. Ahora habla en serio, nada tiene que ver este Villon patético con el bufón ristolero de otras ocasiones, cuando golpea los compases de su danza macabra. No olvidemos que este su legado, el defroque de un poeta pobre y encarcelado, que está diciendo adiós a la luz del día. Le había tocado vivir tiempos apocalípticos. Las guerras habían diezmado castillos, villa y lugares y a causa de las epidemias por todos los caminos se acollaban montones de cadáveres, lo que no es obstáculo para esa sed de vida, el desenfado y el amor profundo a la naturaleza. Alterna la tina de maceración con el horno de las carcajadas. Así pensaban sus coetáneos y así lo hace constar en sus versos.

 

Al hincar hondo sus afilados caninos de moralizador sobre el entorno que le rodea hizo presa certera. Ridiculiza a aquel París poblado por escolantes que se divertían iniciándose en una falsa ciencia, por hidalgos de gotera, mujeres de la vida, prebostes cornudos y magistrados corruptos. Pero sobre todo afila sus críticas contra la Iglesia. El falso misticismo le subleva. Para Villon el cuerpo y el alma constituyen partes de un todo hasta tal punto que la santidad puede ser consorte de la bacanal. Esto es muy medieval: el espíritu está pronto, la carne, flaca; el hombre ora y peca. Se refiere a las orgías de los frailes y monjas iluminados de un conventículo, el de los Thulipin, que se hicieron famosos a raíz de la reforma franciscana, y que al final formaron secta. Siguiendo las enseñanzas evangélicas sobre el despego a los bienes seculares y a las prédicas del Santo de Asís acerca de los desposorios con la Hermana Pobreza, vagaban desnudos concejeramente desnudos. A sus misas  asistía mucha gente.  Terminaban en porno duro. El amor era para ellos ultima ratio.

 

Tampoco podían faltar en esta acerada crítica a los desmanes del clero las alusiones a los curas borrachos. Como aquel abate Clochart al que observa temulento y de andares vacilantes camino de coro a cantar vísperas. A él le dedica un bello epitafio. Esculpe los bajorrelieves de la vida parisina con cuadros costumbristas en los que se percibe a veces el trazo del delicado pincel y otras el brochazo de sal gorda. El zócalo que talla en esta visión de conjunto conserva la frescura del primer día. Los personajes que retrata parece que se mueven todavía por los aledaños de Pont Neuf. Todos ellos se expresan con el mismo despejo con que lo hacen las serranas del Arcipreste o los peregrinos de Chaucer, estos últimos no han perdido aún el acento cockney. Triquiñuelas de pícaro, besos y caricias a tanto por barba, garsinas y hurtos, que denotan la experiencia del hampa que tuvo su autor, cruzan las páginas. Los niños abandonados debieron de ser plaga, por lo que tuvieron que quedar abiertos en la capital tres hospicios. Su humor tiene también aires de expósito, utiliza un argot incisivo, aún reconocible en la germanía de los bajos fondos que son la elocuencia del francés de Montmartre y de Pigalle, jerga de la banlieu y de los burdeles, de los calabozos y del “trottoir”, un trallazo de espontaneidad en pleno rostros que nos recuerdan al viejo coquard de maneras peregrinas que fue Villon.

Ítem más, prosigue la donación de los efectos personales de su Testamento, y deja a los frailes mendicantes, a devotas y beguinas una buena sopa jacobina “para  después, tras las cortinas, hablar de contemplación”. Hay una alusión a las consecuencias de tales reuniones de camaradería espiritual. Quedaban preñadas las monjas de estos conventos y nacían niños de padre no reconocido. “No haya hijos enechados de padres putativos que a los que procreó les done Dios su galardón”. Una visión de abusos deshonestos en círculos consagrados que son tema de actualidad hoy. El estupro y la violación siguen siendo males endémicos en las diócesis africanas Ver los periódicos del día de la fecha, 23 de marzo de 2001 en la que escribo con las declaraciones de Navarro Valls, portavoz del Vaticano sobre la materia. El pulsar temas inherentes a la condición es una de las peculiaridades del escritor genial. Los problemas del celibato en el rito romano son más serios de lo que parece. Se le plantean a la Iglesia del siglo XXI como también se le plantearon a la del medievo. ¿No sería necesario un reconocimiento de mea culpa? También los hay, almas perdidas, que han convertido el cristianismo en un problema de bragueta; y eso tampoco es. Chataubriand, el envés de la moneda de ese descoco tan francés, ya advirtió que ninguna otra religión hizo tanto por la dignificación de la persona, la libertad, el arte y la literatura. Vaya lo uno por lo otro. La irreligiosidad impía siempre ha batido el muro por su flanco más débil, el de la carne humana vaciada en el molde del pecado y la flaqueza, el mal ejemplo de los pastores de la grey.  El estigma puede ser la clave para entender el misterio de que, a pesar de los cismas y herejías, los prelados indignos, la Barca de Tiberiades no haya dado de través, por más que parezca que a veces navega sin rumbo viento en popa hacia los escollos.

 

A medida que avanza el poema se va convirtiendo en una gran morality con resabios de danza macabra. Pasa revista a los hombres provectos, barrigudos, avinagrados y sin simiente que añoran el tiempo que pasó. Lucha generacional, la descolocación moral e intelectual que tantos padecemos. Su delito es no atenerse a la máxima del “tempori parendum” (acomodo a los tiempos) del clásico. “Y por culpa de una puerta yo perdí una huerta y diez halcones”, dice. “Y hubo una mujer que me puso en traza de caminante”. Catorce puds de vino pellejero le quedó a deber a un mercader de Saint Denis. “No se los pago. Así pierda la razón y me atragante”. Sin embargo, con su visión profética, no deja de lamentarse por las muchas casas que se pierden por el vino. Así el pobre Clotart, a causa de su afición al tinto, se bebió su colación de Notre Dame, murió prematuramente.  Cien sueldas dejó éste de su beneficio a un tal Clotart. Pero el viento hace la pluma, no es cosa de lamentarse. Unos vienen y otros van. Unos bajan y otros suben.

 

Menos convincentes parecen sus conocimientos alquimistas, aunque no es improbable que también practicara la quiromancia, pues, como no podía faltar en cualquier centón medieval, mienta a la piedra rejalgar, el oropimienta, y el oro obrizo con que se fabrica la piedra filosofal. Al erebo se vayan todos los magos.

 

Al amor de un brasero sentado en un sillón de pluma flojel bebía hipocrás (vino con miel) un afincado del buen pasar y socio de la buena vida. A su vera estaba Sidonia. Ambos cantaban y reían, jugaban a las cartas, tocaban el arpa, y, cuando cansaban, se hundían en los brazos del amor, “que yo les espié por el cancel haciendo marranadas y supe entonces que no hay cosa mejor en esta vida que retozar hombre y mujer a cualquier hora del día bajo el agavanzo o detrás del rosal”. Es la sátira de Frank Gautier en la que ridiculiza la norma de la apartada vida que preconizara Horacio en su “Beatus Ille”. Pero Villon pone de manifiesto las contradicciones en esta huida del mundo y las enseñanzas de Jesús. También escarnece el relajamiento de la vida monástica. Es el tema eterno. El abad come de lo que canta y mi olla, mi misa y mi María Luisa. Aquí lo mejor es hacer lo que uno le dé la gana. “El “Panurge” de Rabelais, protagonista de “Pantagruel” y, que según la crítica, está inspirado en Villon, va a dar la misma tasa. Ambos autores inician la corriente anticlerical que va a desembocar en la pluma mojada en ira del inclemente Voltaire, epítome de ese descreimiento, rezumando el veneno de una irreligiosidad inveterada,  tan francés. Francia es la génesis de la Iglesia romana, al tender el puente bisagra entre los cultos sincretistas a los dioscuros bárbaros o las creencias gimnosofista con una religión que tuvo al crecal hebreo como árbol padre pero que dejó de ser totalmente judía. Se alcanzó la síntesis entre la paganía y la soteriología mesiánica. El genio francés siempre se decantó hacia la síntesis. Por eso Francia fue de antiguo la hija predilecta de la Iglesia romana. A veces se ha comportado, sin embargo, como la suegra respondona. 

 

Malos ejemplos, escándalos, miserias. De poco sirve que madame Bruyères vaya predicando por las esquinas de Saint Denis predicando la vuelta a la pobreza con una biblia en la mano intimando a las mujeres descarriadas la necesidad de la conversación a Jesucristo. Ellas le respondían:

-Andad, que ya estamos perdidas. No queremos que nos encierren en un convento para solazar a los frailes carnívoros. Dejanos en paz, vieja bruja. Somos mujeres decentes, aunque nos llamen de la vida. A otra parte con tus sermones contra la salacidad. Que primero se conviertan ellos, que adquieran buenas costumbres, empezando por el papa y los cardenales.

 

Pese a las exhortaciones a la morigeración, a la continencia y una vida austera, Paris siempre tuvo esa tradición de ciudad alegre y confiada, punto de recalada de la buena meretriz. Tenían por costumbre batir la calzada en las dehesas pasado el Sena; las tapias del cementerio de San Medardo eran su lugar de trabajo favorito. Precisamente allí al correr de dos siglos un diácono jansenista haría milagros. Decían que levitaba, que resucitaba a los muertos, que curaba las enfermedades, que adivinaba el porvenir.  Todo resultó obra del maligno, pero París es desde entonces la Meca de las ciencias ocultas y del esoterismo, polo de atracción de saludadores, videntes, astrólogos, ensalmadoras, etc. El osario de San Medardo pilla cerca de las aulas de Sorbona, que comandó desde un principio no sólo la enseñanza de las artes liberales sino los saberes herméticos, que tuvieron, como dan los autores por sabido, orígen en la Orden de los Templarios.

 

Es la metropoli de la ciencia del amor y en el ámbito de la prostitución el rompeolas de la vida alegre. En sus burgos se fundaron los primeros hospitales de venéreo, los primeros hospicios y los centros de arrecogidas. Venían de los más remotos lugares de la tierra. A todas ellas las cantó Villon en sus versos: españolas, catalanas, valencianas, flamencas, griegas, turcas, romanas, piamontesas, borgoñonas, irlandesas, inglesas, alemanas, saboyanas, sicilianas, griegas, bretonas, húngaras, danesas, de la Lorena y del País de Oc.

 

El chancro del fementido mal gálico tuvo a la Ciudad Luz como centro de contagio, porque de París partían todos los caminos, incluso el jacobeo, y, para putas por buenas que las haya en Roma, las mejores, las de París. Ya que no hay mal que por bien no venga, la atención a los apestados sentó las bases del encauzamiento de la Medicina práctica. Es para atajar la epidemia que se abren los primeros lazaretos; asimismo, las casas cuna para niños abandonados. La demografía cubría los efectos desastrosos de las guerras de los Plantagenet y los Anjou merced a estos nacimientos sin pasar por la vicaría. Pero no extrapolemos tampoco las cosas.

 

De modo que para yacer y holgar, París y también para sanar de las pegadizas miserias. Esto es lo que han creído al menos los ingleses que inventaron nada menos que el preservativo  acorazado, en precaución contra el azote gálico, cuando pasaban el Canal en son de merodeo amoroso, y lo bautizaron con el nombre de “French letter” (carta francesa). A contramano, los francés llamaron de siempre al cordón “lettre anglaise” (carta francesa). Un epíteto y un antítodo cabe en la figura. Y donde las dan las toman.

 

Las monjas dominicas de san Jacobo tenían la piadosa costumbre de abrir las puertas de su monasterio a las muchachas vagabundos y a sus hijos fornecinos, pero, atención, no todo era caridad en esta práctica, sobre todo cuando frailes licenciosos se injerían y hacían valer sus derechos de pernadas. Andaba en lenguas que este centro conectaba por pasadizos subterráneos con dos conventos de la Regla de san Bruno y la de san Celestino. Los cartujos, monjes blancos y los celestinos de hábito negro, a veces haciendo caso omiso del edificante ejemplo de san Antonio, que superó este tipo de acosos, caían en la fragilidad de la carne, máxime, cuando la tenían tan cerca, al cabo de un túnel de pocos metros. So capa de patronazgo espiritual y de llevar al camino recto a las pobres inclusas a veces se descarriaban ellos. Cuando parían arrojaban el fruto de sus amores al Sena o eran obligadas a abortar, ya fuesen beguinas, ya monjas espesas. ¡Ay si hablaran las aguas de este gran río de París!

 

Lo malo es que el monasterio de san Jacobo era el primer jalón de salida de las peregrinaciones a Compostela en la Francia medieval.

 

Viene a la conclusión el autor de la “Balada de los Ahorcados” y del “Testamento” que la vida misma semeja como a una gran mancebía, de la cual pocos escapan. La soga del vicio tira del cuello del hombre hasta las aguas del pozo de los bajos fondos; así con un pie ya en el estribo pasa revista a los momentos de disipación, al tiempo perdido en devaneos, a sus estragos de crápula. Aquí sus versículos alcanzan un alto grado de sinceridad y de emoción.

 

Es la melancolía humana puesta a trabajar y darle vueltas a la cabeza, la tristura postcoital de la que hablan los psicólogos, pues la búsqueda del placer no depara la dicha, a decir de los moralistas:

Je suis paillard, la paillar me suite/Ordure aimons, ordure nos suite/ nous defuillons honneur, il nous defuite./ En ces bordeux oú tenons notre état.

 

A gente menuda, pequeña moneda. A los bulderos, nunca. Sin solución de continuidad cambia el tono y el tema, en la mejor tradición de los compositores del “sermon joyeux” de los provenzales, parodia de las homilías, que tuvo tan alta raigambre en la literatura cristiana y que recorre todos los cromos del espectro hasta llegar a bien entrado el Barroco. En España el “Fray Gerundio” del P. Isla es un ejemplo. Tunde las costillas de los simoníacos y de aquellos predicadores especialistas en la recaudación de dineros para obras pías - equivalentes a las o.n.g. del momento que encubren tan turbios manejos- y que iban a parar a bolsillos poco escrupulosos. Por tales calendas Sixto IV estaba embargado en la campaña de reconstrucción de la Basílica de Letrán, sobre la cual el Vaticano afianzaría sus cimientos. Con la limosna de los fieles fue erigida la Capilla Sixtina. ¿Arquitectura simpar a cambio de los fondos reservados? Los papas también recursos sutiles y poderosos para meter mano al cajón con bulas a cambio del dinero de la corbona. Villon protesta ante el escándalo de las indulgencias que permitían comprar el paraíso a trueque de unas pocas monedas. El vidrioso asunto de comprar salvación centra también la línea melódica del “Pardoner´s Tale” chauceriano y es el tema aquí de la “Balada de la Buena Doctrina” librada en traza alegórica: los lobos de Gargantua apacientan la candidez del rebaño místico. Bien es cierto que balan un poco pero sólo saben decir be. También los ruiseñores acaban en la olla. Paz por territorios, el oro y el moro por la vida eterna. Él no se muerde la lengua. A los curas y a los frailes les tacha de monederos falsos. Ojalá ardáis todos en la flama eterna, por falsos, perjuros, ladrones de nuestra fe. ¿Adónde van a parar el fruto de vuestra rapiña? A la cantina y a la burdel. ¿Y de lo que te dí? Con putas y rufianes me lo comí. Invoca para estos farsantes el castigo de Sodoma y Gomorra.

“Tout aux tavernes e aux filles”, reza el refrán de la última estanza.

 

El tono chancero de “sermón alborozado” o chanza parenética del principio se convierte en fúnebre lamento cuando hace manda de sus quevedos leguleyos al hospital de ciegos de Paris en la confianza de que este efecto personal les sirva de algún provecho, porque aquí los invidentes columbran la verdad mejor que los que alardean de buena visión y recuerda el pasaje evangélico de que los cojos andarán algún día y que el ciego que nada ve recupera esta facultad. Su visita al cementerio de la Ile de la Cité es uno de los pasajes lastimeros.  Ve una danza macabra en el osario. Calaveras y tibias se han puesto de pie para marcarse una pavana. Se oye el estridor, mediante la onomatopeya, de los esqueletos. Miradas macabras, cantos tenebrosos, y un avanzar en procesión penitencial de la estantigua. Caronte aguarda. San Miguel afila sus armas y se dispone a hacer funcionar la romana en que serán pesadas las almas. Al fondo, el movimiento espectral de las olas del profundo lago. Allí la virtud será recompensada y el vicio castigado. Los pecados infinitos hacen inclinarse del lado izquierdo las pesas de la báscula.

 

Los esclavos de Satán oirán el sortilegio de los réprobos: id malditos. Mientras, la hueste de la derecha comenzará un canto de alabanza que durará la eternidad. Serán conducidos al cielo mientras los préditos se hundirán en los abismos del tártago infernal. Ya los diablos les acogen. Vanidad de las cosas del mundo, fugacidad del placer, inanidad de las riquezas; eso es todo. El dalle de la muerte cortará a todos por un único rasero. Entonces sólo valdrán las buenas obras. En las vueltas de peonza del rodillo igualitario se confundirá el rico y el menesteroso. A todos aguarda el mismo fin. Es la democracia sin más hasta sus últimas consecuencias.

 

Que fue clérigo y que estuvo ordenado de menores lo demuestra la copla 172 en la lega su beneficio de simple tonsura con facultad para decir misas secas, que no llevan mucho aparato ni preparación intelectual, a un tal Chappelain, sobre el que resigna su curato, pero no le da facultad para que uso de cura de almas -otro nuevo retruecanos- ya que él sólo tuvo por costumbre “confesar únicamente a azafatas y damas camareras”. De paso le dice a Juan de Calais, que heredará sus versos que podrá castigar el texto, cortar, podar, añadir, pulir a su placer. Debía de ser una costumbre juglaresca porque Juan Ruiz dice lo mismo de sus cantigas. No le importan demasiado los derechos de autor. El mester de juglaría siempre será patrimonio del pueblo.

 

Pedirá descansar en Santa Avoie (el cementerio del mosto), la casa postrera de vagabundos y borrachos, pero que antes se le haga un retrato de cuerpo entero, las dimensiones no le preocupan. Quiere que la memoria sea: “aquí descansa un retozón” con el siguiente epitafio:

“Descanso eterno dale a él, señor/ y claridad perpetua/ aunque no valiera lo que un plato y escudilla ni brizna de perejil/ Le desplumaron bien, jefe, en esta vida perra/ igual que a oveja lo esquilaron/ Rigor extremo lo envió al exilio/ le cutieron bien del culo la piel/ a pesar de haber dicho que apela./ No hay palabra más sutil/ Mas descanso eterno dale a él.”

 

Que Dios le coja confesado. Suplica a Dios una hora corta y al verdugo maña certera, limpieza y rapidez para que en la toza no le haga padecer. Estaba en todo, a lo que se ve, hasta el punto de ponderar quien puede ser su mejor esbirro. Cita al respecto los nombres de Martin Bellefaye, al señor de Colombel. En caso de que estos dos se excusasen, da la comisión al maestro Jacques James o al propio Philip Brunel, que, aunque brutales, son todos ellos temerosos de “Dieu, Notre Seigneur”. Ningún rencor los guarda. A todos los quiere bien y que el cura que le asista en los últimos momentos sea Thomas Tricot, que oficiaba en la diócesis de Meaux, compañero de  fatigas y de aula y que mucho bebió a su costa, y que por lo visto era un buen echador de cartas. por último que se encargue de los blandones y el sudario a Guillermo de Rue, su compadre y que era experto en vinos. Yo les doy a todos las gracias que se va acabando este loco frenesí. A los cartujos y celestinos, a los mendicantes y a las devotas, a los que viven de gorra y a los claque patines ( los de la clac teatral), a las chiques pizpiretas, a las que llevan la justa corta (picos partos) y a los cuidadores del amor transidos y a los que sin dolor calzan las botas gualdas (cornudos). A todos les digo “merci”. A las púberes muchachitas que muestran sus teticas, muy hospitalarias ellas de por sí. A los ladrones y camorristas, a los bateleros del Sena, tocados de su marmota. A los locos y a las locas. A los zotes y a las sotas que muestran su arlequín. Se los ve y la gente empieza a silbar

 

 

 

 

 

Si en el hall hay flores hay planchadoras las habitaciones y vino calidad que habremos de repartir la víspera ramo de la niña ramo de la novia oeluquería y encargar las flores planchadoras la alernativa del hotel y qué bien escribía yo entonces seis habitsacopmes dos para el dia quince y el resto para el doce. Que el vino sea de claidad a ser posible rioja autobús y taxis y el cubierto costaba 541 pesetas encargar para unas cien personas y a mí me peinó magdalena hotel viaje de novios ir a ver a don bienve poberle la baca al coche llamar a juanjo. Bajaron los angeles y oi la musica de tru nombre y de tu voz pura como un brote. Anita fue la que mellevó las arras delegación calle sagasta de la floristería con el sello de pyresa. Entrevista a solas en el hotel Chelsea Gibraltar trema gordo. Diplomática writer Association. Preguntas a lord carrington imn the recent statements made by de soviet writer solzhenitsyn it seems that the western democracies are in danger. Could you please tell us the point of view on the subject. Cpmnsodering the soldier side of your carrer so to speak dou you think that the west posses the sifficient fortitude to reppeal an attack using conventional weapons. The questions of spain and te eec for many spaniars in high office the attitude taken by british politicians seem to matter a grat deal. Here is the visit of edward heatrh to spain which seams to have carried a lot of success I believe he has spoken favoraubly of the spanish entry in nato and the common market would uyou be in line with mr heath. Spain a grat britain have played a role in history whcich not necessary was always in the best of terms. There might have been a lot of shortcomings and a great deal of obsessions and lack of understanding as a consequences of this it maybe belñieve that spain is waek and in a permanent turmoil. Nevertheless after the visit of areilza to london relations seem to have improved. There is also theproblem of gibraltar always lagging behind sand difficult to solve. What do you think my lord. Is there a solution you can find in Gibraltar?. Youy hsave been described as one of the henchmen and I quote certain reports. Y me fui a mi casa pero estos escritos revelan un pulso firme y un toni parra esperanzafdo. Do you back wholehertedly mrs thatcher? If so could yopu assess the possibilities of tories to the genral elecyio. It is said that gb is in a middle of a great crisis. There is an eropsion of values and certain undermining of conficence that might be a crisis of democray in itself? The powewr of britain from the military point of view seems diminished. Seem things so bad as Soljenitsin says? Do you think tha Callagham and the labour party will operate the miracle?. Norther Irland  is described as the greatest problem of this copuntry oin the other hand what to do to get rid of the terrosist problem. Do you think that good soldiers could be good politicians and viceversa ? who is the modern heroe you admire most? What is the upmost of a good politician? Hobbies? What do you think of general franco? And of king juan carlos?.  You belong to a branchj of british aristocracy wchich seems to get well with spaniards. Cosas que hacer. Fotocopias. Nano. Leche de la niña. Azucar. Cambiar dinero carta al homew office medico bicicleta fotografías máximo cuchillas de afeitar. Londres o mejor dicho south ken tan llena de millonarios y de duendes que regresan a ella asostener sus coloquios sus tenidas. Palabras y gestos ante el espejo. Estas eran palabras de pitonisa la voz autirizada del oraculo. Sin querer habiamos establecido una relación estrecha de invidentes que se acercan a la luz por primera vez. Es mis avison un espectro mismo. Había alazado las manos y sus dedos largos deprecantes asnte el altar de delfos tampoco acertaría yo a afirmarlo pero puedo asegurar que durante los años que llegue a a habitar en el bajo de aquella casa me despertaron extraños ruidos como vaivenes pisadas esporádicas en las salas de arriba el arrastrar de cadenas y un griterio y como maullidos de gato durante la noche. Y yo trataba de obtener una visión al menos una visión de lorf kelly el anterior inquuilino una entrevista  y esos fueron mis barruntos. Huronear bizarría del pensamiento. Los libros la bizarría del pensamiento la erudición de la inyteligencia. Esquividad.. había muerto algo así como unos quince días antes de venir yo a roland gardens. Anuncios en el times días lluviosos y èrversos. El pobre conde kelly vivía aquí pero se fue a morir al hospital. ¿Le apetece un pòco más de cherry la dueña avisson hablaba a borbotones farfullando las plabras trompicando los conceptos. Los años nunca perdonan

 

                El Testamento de François Villon

 

He aquí otro de los enigmas que aparecen de vez en cuando en literatura; un caso extraordinario de acucia periodística y de penetración psicológica transformado en arte desgarrado de cantar y de contar haciendo alarde de una perfección formal exquisita, que fija las reglas de la lengua francesa. François de Montcorbier era huérfano de padre y madre. Un sacerdote por nombre Villon lo acoge en su casa y le da los apellidos.

 

Este literato que vivió en escritor perseguido, sin conseguir nunca escapar a los sobresaltos de la vida infame, es uno de los grandes monstruos de la edad media, junto a Chaucer, Bocacho y el Arcipreste de Hita. Sin duda el más complejo de toda esa saga, representa sin duda su poesía la épica y la lírica en sus esencias primordiales. Sin que los estragos, cárceles, latrocinios y cuestiones con la justicia y toda la malandanza de su vida personal lleguen a empañar el esplendor de su arte. 

 

Quizás Villon sea una demostración del dicho de que los buenos sentimientos no hacen buen escritor; tampoco una existencia cómoda y regalada se impone a la aparición de un genio. Villon vivió con el infortunio royéndole los calcaños, huyendo de corchetes, en broncas, riñas barajas, golpes de mano, que la necesidad y el vagabundaje le llevaron a latrocinios y otros lances de poco decoro. Su estragada  existencia transcurrió en medio de sobresaltos camino de la horca. Adoptado por un canónigo de la iglesia de san Benito, estudió en La Sorbona donde no llegaría a obtener el grado de maestro en Artes, aunque es posible que estuviese ordenado de Menores, algunos le suponen sacerdote, el dato no consta en su expediente.

 

De su vida y andanzas conocemos sólo a través de los archivos judiciales por diversos procesos. Estuvo encausado por homicidio y por robo. Condenado a ser colgado en La Bastilla, salvó en el instante cabero. Bajo la bipenna del verdugo y cuando ya reclinaba el reo la cabeza en la toza del degüello un heraldo trajo el indulto de amnistía firmado por Su Majestad Luis XI. Fue como un lance de película de Hollywood, pasó en la vida real.

 

 Con la clemencia regia vuelve a abandonar París y se le pierde la pista. Había escalado los peldaños de la guillotina, su fama estuvo en la picota y vivió en la ignominia. Su obra, todo un prodigio grande del arte eximio, nada tiene que ver con las flaquezas de una azarosa existencia individual.

 

François Villon debió de ser clérigo pues refleja en sus escritos las miserias de la jerarquía y de la sociedad parisina de la mitad del quingentésimo a la que fustiga con estro acerbo “ex nuce et in cute”, por dentro y por fuera, por delante y por detrás, por arriba y por abajo. Si Chaucer, cien años antes, dirigió su crítica contra la Iglesia y los estamentos burgueses de Londres desde la alegría de vivir y la inconsciencia de un cockney que viaja en la compañía de toda una cuadrilla de vividores y devotos cabalgando hacia Cantorbery para obtener el perdón y la indulgencia de sus pecados, armados de reliquias y exvotos de extracción dudosa y que al final del día se reúnen a contar historias, casi siempre verdes, en un mesón del camino ante una jarra de cerveza, y si el Arcipreste de Hita tira por el mismo camino de ligereza y de euforia amorosa, Villon es mucho más profundo.

 

Sus versos expiden angustia vital y  acedía, acaso justificadas por la dureza de su vida y las amargas experiencias en las que estuvo implicado, pero este mismo aporte lo coloca en un sorprendente podio de modernidad. Villon recuerda a los existencialistas de la margen izquierda del Sena. La cuestión social, las injusticias y atropellos del poderoso, las poco ejemplares conductas de abates y obispos, el veleidoso amor causante de tanta amargura y fastidio, no representan más que un problema periférico a su filosofía obsesionada por la muerte y el más allá. Le abruma el absurdo y la sordidez del ser abocado a la nada. Villon es más trascendente que Chaucer, más universal que Juan Ruiz, escribe en argot y es un poeta urbano, y, más místico que Bocacho, lanza un grito de desesperación desde el foramen del pozo de la Samaritana. Le pide a Xto que le dé de beber, pero éste no le contesta, porque no hay pozo, ni agua, ni brocal. Sólo el gran silencio de la noche de la fe. Viene a decir que el silencio de Dios refrenda el argumento de su inexistencia.

 

No habla porque se siente culpable de haber puesto en planta un mundo tan injusto y caótico. Si se presentase a uno de los entonces consuetudinarios debates de la Sorbona, a lo mejor perdería la puja y se quedaría sin razones que esgrimir entre sus manos contra aquéllos que desde el comienzo del mundo lo increpan, rebaten y dudan de su existencia. En una de las sesiones de paraninfo con silogismos, ergo, et nego minorem subsumptam, el buen Dios saldría derrotado de su disertación con cualquier domine de poca monta, incluso con un bachiller bisoño en teología. ¿Por eso se va, se oculta? ¿Es que no quiere discutir?

 

Pocos se atrevieron a decir tanto.

 

 El concepto de divinidad obsesiona a Villon, el mundo que le rodea trae de cabeza a este padre de la canción protesta. Su nombre lo invocaban los cantautores del 68 de voz desgarrada, flores en las orejas, una guitarra entre las rodillas y en la boca alguna de sus famosas cuartetas en adaptación de Jacques Brel, sus canciones animaron las algaradas del Mayo Francés. Se interpretaron el Pedo del Diablo, La Vesse. Desengañate, hombre engreído, no eres más que mierda, vienes al mundo entre sudores, heces y emanaciones vaginales, pasas la vida creyendote importante, porque metes ruido, haces pedorretas a través de los ocho orificios somáticos. Viento anal y bomba fétida es lo que eres y después ceniza.

 

Hay algo en su estilo que anticipa a Quevedo. Villon fue un precursor del género picaresco, por más que su poesía esté aureolada de esa seriedad tan sonora y tan francesa. Los tiempos medios cerraban página. París en el quince era una fiesta. De genio vehemente e inclinado al vino (“un rouge messieurs, dames”) y a la frecuentación del amor mercenario, una tarde del Corpus de 1455, a la salida de los oficios fue con otros seminaristas a celebrar la institución del Sacramento por Inocencio IV en 1265, a una de las cantinas que se empotraban sobre los adarves de la antigua muralla.

 

 Tras algunas libaciones a la salida de una taberna se produjo una algazara. El reloj del convento de san Benito marcaba las diez de la noche pero no era aun anochecido. Después hubo una reyerta. Los que se insultaban era el presbítero Gil y un tal Chernoise, que hacía poco tiempo había sido ordenado de cura. Entre vayas y veras éste último, que estaba bebido, se puso a insultar a Villon, se acaloraron, salieron a relucir los aceros. Charnoise largó un tajo a Villon al cuello, el filo de la espada le pasa sólo rozando las narices y por la boca. Alarmado a la vista de la sangre, el herido tira también de sable. En acto de legítima defensa alcanzó a su agresor en la ingle. Villon despeja el campo pero Charnoise le sigue en su carrera. El fugitivo coge un canto del suelo y lo lanza contra el presbítero que viene bramando maldiciones. Recibe un impacto en la cabeza y cae para no levantarse más. Villon también está herido, busca refugio en la casa de un barbero, pero antes de que llegase la Justicia a prenderlo, abandonó el aposento saltando por una ventana. La cosa tuvo mal final.

 

 Una travesura de estudiantes en un alegre día de primavera por culpa de la bebida había terminado en tragedia. Cuando se celebra el juicio, Villon que es condenado a muerte en ausencia se encuentra a muchas leguas de Paris. Sus amigos interceden a su favor (es curioso siempre tuvo la suerte de pro y de bruces sobre el abismo encuentra intercesión en una mano que lo saca) y la máxima pena es sustituida por diez años de destierro. Aquel invierno vaga por los caminos de Francia infestado de ladrones, mozas de partido, lansquenetes licenciados, curas giróvagos, monjes y monjas huídos del monasterio, toda una cohorte de mendigos y harapientos. El peregrinaje estrecha la mano al vagabundaje, el asilo llama a la puerta de la cárcel, el bordón se convierte en garrote, la venera en daga. Muchos devotos no daban cumplimiento a sus deseos de avistar el Monte del Gozo acabando en forajidos.

 

Nivel alto de morbilidad trajeron las guerras y pandemias, las malas cosechas, siervos de la gleba se sienten desplazados al venir otro noción de la propiedad de bienes raíces y un pavoroso problema social es el que determina que el s. XV transcurra entre estridores revolucionarios y banderías, movimientos espontáneos de penitencia en los burgos, procesiones de disciplinantes, por doquier, el pavor de la muerte que arrasa y nivela blandiendo el dalle de lo alto; crece el descontento contra las ordenes mendicantes y la jerarquía y en particular contra el papado a consecuencia del Cisma de Aviñón que dejó abierta una brecha y de rivalidades entre la Casa de Anjou y los poderosos gremios venecianos y florentinos, en Italia a su vez aun remanecían las disquisiciones entre trono y altar que tuvieron en pie de guerra a la cristiandad durante buena parte de los tiempos medios y desembocan en las tensiones de güelfos y gibelinos. La lucha por las Investiduras arrecia hasta la alborada casi del Renacimiento.

 

La primacía de la Llaves del Reino sale tocada a causa de los malos ejemplos de algunos individuos que se alzaron sobre la silla gestatoria a la que ultrajaron merced a sus costumbres torpes, no eran precisamente un ejemplo vivo de la humildad, pobreza y mansedumbre del Salvador, sino hombres que fueron producto de su tiempo, de la nación de su natío, la clara y turbulenta Italia, ya sujeta a las menudencias mafiosas en aquel tiempo [y sigue la racha]. Bosquejaron el ambiente de rencillas y de disconformidad a los abusos de los obispos y cardenales sujetos del bajo clero como Villon, Juan Ruiz, el propio Chaucer. No se trataba de desafectos a la fe, no cuestionan nada del dogma ni de la tradición, aún no había sonado la hora de los heresiarcas ni de los iluminados integristas, sino de conocedores del ambiente intramuros de los prioratos, las aulas, los monasterios relajados. Surgen ad rem y en virtud de esa capacidad crítica que ha tenido el cristianismo que hasta que no llega la Contrarreforma presentaba una faz amable, humana y hasta festiva los poetas goliardos, depravados en sus costumbres pero intachables en las partes del dogma. Paris era una fiesta. Se gozaba y se sufría con arreglo a los bandazos y caprichos de la fortuna. Villon, retozón y un superdotado en cuanto a poderes expresivos, con una lengua acerada como la de berbiquí, canta los locos ramalazos e intercadencias del libro de la vida en sus chanzonetas y lais que rezuman jocosidad atrabiliaria e ingenio. Escribe el epitafio para una civilización que se desploma y saluda el alborecer de otra.

 

Su poder de contraste consigue aquilatar ore rotundo la lengua francesa, la cual volando entre las plumas de su estro alcanza techos de perfección . Villon le da un lauro de concinidad, viveza, elegancia, aticismo. Pone un juego un idioma ubérrimo y libérrimo que causa asombro por su frescura y por la disposición contrapeada de las rimas y las codas, garbo y excelencia, donde guarda turno esa musicalidad  vertiginosa que ha tenido siempre el lenguaje urbano puesto a cotejo con el rural del arcipreste o del Bocacho, de inclinaciones más sosegadas. Esa dualidad campo ciudad que habría de marcar las dos sendas de la literatura europea en Villon empieza a bifurcarse. Es un hombre culto de París, al que arrastra la fuerza de la vida con sus peligros.

 

Feudatario de la briba, cae en los bajos fondos. Al igual que haría Zola siglos adelante, él tiene una sensibilidad exquisita para encontrar la margarita creciendo en el estercolero. La cárcel como a otros genios de la literatura universal (Quevedo, Cervantes, Rabelais. Mena, Dostoievski, el Arcipreste, Wilde, Gorki) le sentará las costuras de su horóscopo. Sería consuetudinario inquilino de las ergástulas eclesiásticas. Oficio de escritura y presidio por desgracia entreveran sus compases, acaso porque la literatura tiene un latir encarcelado que la acrisola dotándola de una aureola de redención. Muchas son las obras, entre ellas el Quijote o Los Hermanos Karamazov que se compusieron tras los barrotes celulares. Es el castigo con que se venga el destino contra los que tratan de robarle el fuego a los dioses. Prometeo o Tántalo son algo más que un símbolo que avisa cuidado a los que se afanan por transgredir la frontera de lo prohibido, confiando al papel sus sueños, el mundo de las pesadillas, los delirios. El brete, las cadenas, un estridor de cerrojos y de rastrillos les aguardan.

 

Al escritor le compele la fuerza de la gravedad del gulag, las estrellas lo arrastran al presidio. Unas veces el penal está situado en una isla inaccesible, otras, es la torre de marfil en que pretende aislarse del mundo pero por lo común el Alcatraz de un escritor se lo da el tedio de su vida diaria, la incomprensión de los que rodean, el desamor o la envidia de aquellos a los que aprecia. Taedium vitae. Cadenas. Si es verdad lo que se dice que al hombre lo examinarán de amor el último día, aquí pocos se salvan; sin embargo, ya la escritura de por sí es un acto de amor, una jaculatoria de buenos deseos con la que se declara la guerra al enemigo de la humana estirpe, que todo emplasta las veredas del mundo con sus pezuñas ensangrentadas, las circunstancias que provocan las guerras infames, los homicidios, las perversiones, las felonías. Hay equipolencia entre poesía y dolor. Traficar con los sueños e indagar con los sinos del corazón humano se paga abondo, con la muerte,  el destierro, el auto de fe. Todos, desde nacer, estamos condenados a muerte y arrastramos condena, somos forzados con el traje cutí bajo la vigilancia del gran cofrade, el cabo de varas, exponente de nuestra invalidez y limitación, que nos trata a patadas y a golpes de látigo , estamos a expensas de ese ojo de visión panóptica que todo lo ve y cualquier cosa la circuye.

 

 El super cofrade nunca baja la guardia, estamos bajo su bota y su almejía. La capa de los dictadores es demasiado larga. Pero no hay peor tiranía que la de los compadres del Contubernio. Nunca fue el mundo tan encadenado que cuando estuvo encadenado a la voluntad de la mayoría. Urnas, dadnos urnas para los hornos crematorios y todas las papeletas que se os antoje para camuflar el “veredicto inapelable” de las masas, os lo pido en nombre de los anticristos demócratas, habituales de la reconducción y el pucherazo, sombra de Caín que larga alocuciones por los micrófonos de la bibisi y la sienén, voz que resuene por los ámbitos como el silbo de la serpiente.

 

 Vivimos sometidos al qué dirán, constreñidos en la vida vulgar, retenidos en un cajón sin horizontes y el alma quiere volar. Somos víctimas y verdugos de nosotros mismos. El carcelero que nos vigila puede ser el vecino de al lado, la mujer y nuestros hijos, capaces de denunciarnos a la policía. El ara sagrada del hogar ha sido violada por los poderosos órganos de difusión electrónica encendidos las veinticuatro horas del día en nuestro cuarto de estar. Ya no se puede huir a ningún lado. Por supuesto, hay zaguanetes de retén y mil ojos apostados en las esquinas, sayones superdotados y con don de bilocación y multiplicación se hicieron ubicuos para aflicción de los justos y prosperidad de los pecadores. El impío gana. Los rabadanes del rebaño de condenados y en entredicho, que apacientan las ovejas del mundo, forman una cuadrilla de canallas, pero ellos solos con sus implacables cachavas van arreando el hato de una masa hebetada y embrutecida. ¿Malos tratos? ¿Vejámenes? ¿Moros en la costa? Ahora vas y lo cascas. ¡Pobre raza adámica bajo la férula de los perversos pastores!

 

Sus mastines azupan una rehala de travestidos y las arpías fabulosas de pico nefasto y haldas en remango para que veamos sus nalgas, azafates de rosas del mal en corimbo, instan a la revolución. Descienden de las milicianas y de los vestiglos que perpetraron las mayores barbaridades de la guerra civil española bajo el arbitrio de la Gran Bretaña empeñada a estas horas en convertirse en la meretriz apocalíptica con aires de mala de película de gángsteres . La “auntie” de los demócratas que los desdeña e ignora de forma olímpica atándolos al carro de Baodicea, palafrén de esclavitud. Nunca aprenderás, España patria mía a taparte los oídos a los cantos de sirena, a esos loores de enemigo que te llevan al desastre. Has de seguir tu propio rumbo, impertérrita a los editoriales del “Times” cuyos lectores, algo sádicos y trogloditas, pese al aire de civilización que los embala, tenían aviesas inclinaciones antopofagas: mermelada de naranja amarga de Sevilla, carne de los quemaderos de la inquisición, y de los marinos españoles de la carrera de Cuba pingados de la verga mayor por sir Francis, y la sangre de todas las guerras civiles y broncas que conmovieron a Iberia a lo largo de la decimonona costeadas con capital inglés. Esas malas costumbres de la injerencia llega hasta el mismo treinta seis. Auntie, un poersonaje asesino de las novelas de doña Agueda, desplegó a sus espías por todo el territorio y le dio una comisión: ahora vais a saber lo que vale un peine, mira Europa cómo los españoles se despanzurran unos a otros.

-Hay que ver, qué horror, con qué perfidia se expresa la tía.

-Los ingleses son muy suyos.

-Y siempre tan flemáticos, pero no hay cosa que más les regocije que un cadaver en la bañera.

-O un crimen a la hora del té.

-Oh, is that so, my dear.

-Yes.

 

  El cerdo detrás de las pantallas nos muestra su inmensa lengua cogollada. Languidez en vuestra esperanza. El infierno acaba de abrir sus puertas, es un gran estadio al que afluyen las masas ávidas de espectáculo, tolle tolle tele mía, bazofia espiritual que no falte día y noche. Se deterge la herida, estamos en situación desventaja, se agravan los males del enfermo. De videntes o contempladores (θερoyσiv) de la belleza divina hemos pasado a ser consumidores, habituales de las grandes superficies. Do you wacht tely every night? Off course and I sing the blues.

 

Pago la contribución sobre la renta de las personas físicas. Vivo en el exilio de mi país. Llevo como puedo las cárceles del alma. Sufro tus coces, amor, mi yegua que te encabritas, escucho tus discursos parenéticos, mula Francisca.

-¿Y no te aburres?

-A morir.  No puedo aguantar a tanta gente del bronce tan desangelada. Las jáquimas que en mi juventud eran mucho menos vastas se presentan todas las mañana y las tarde que parece que han almorzado limones con pica pica.

-Freud las sentó en el divan y abrió la puerta a las masas irredentas y desclasadas.

-Pan y circo, decían los romanos.

-El Insufrible Big Brother ha traido un cargamento de chicas Bond desde Nueva York. Fue el primer gran negrero de nuestra democracia.

-Mirale, parece Mefistófeles, esboza un rictus de sonrisa. Delgado y pícnico y nacido en Huelva pero con algo en su rostro de sacamantecas encampanado a los triangulos. Ha desplegado por toda la red su cohorte de chicas bond.

Se ha acabado el argumento de la novela porque las tramas todos los días se repiten. Las campanas doblan a muerto por una sociedad en el marasmo, sin argumentos plausibles, aunque abunden las obsesiones. La modernidad es seguir la senda del más de lo mismo. Ideas fijas a escote, y no quieres caldo, pues tres tazas.

 

 Hay que volver a ponerse de uniforme, cuadrarse a la prusiana, desfilar al paso de la oca orwelliana, seguir un curso de terrorista bombas lapa en una academia de explosivos de Dakota del Norte que se especialice en la colocación de artefactos mortíferos en los bajos de la buena gente de España, los hijos de Prieto y de Pablo Iglesias sobre quienes se consumó la traición de Albión y en los asesinatos por la espalda, escupir sapos y culebra por la vagina en las matinees televisivas que tutela la gran madama, esa miliciana del odio que insta a la lucha de generos porque la de clases ya es acabada. Colocarse la gorra de plato del pensamiento sin sustancia. No hay hombres sino rebaños. Sexo sin amor. Deja que el ojo se recree por sí solo sin rendir cuentas al entendimiento. Y no se ocurra pronunciar la palabra España, que suena a maldición. A una sociedad caótica le cumple un arte del revés. Chupa del frasco. Otra de Picasso. Mi conciencia histórica se columpia de las ramas del árbol de Guernica. Las mañas de la Bestia son las responsables de tales involuciones. Lo que estuvo arriba ahora está abajo. El Peñón para el inglés y las Vascongadas para los hijos fornecinos de Arzalluz y de Sabino Arana. Altos hornos crematorios también manejados por el inglés

 

¿Os casasteis con la sota ? Cesad en vuestros argumentos. Lo que os cumple ahora es  recibir el excrex, que tal haya el que tal fizo. Os habéis transfigurado en esto. A columpiarse en las coordenadas de la desinformación, las mentiras, el secretismo, la bulla noticiosa. Por todas las partes levanta la Amarilla su segote. Villon, viltrotea al Paris de su tiempo. Su obra es una prosoposcopia, una cuadro de costumbres del París de poco antes del Renacimiento. Debajo de su abolla de estudiante revoltoso y díscolo, sorbónico,  se escondía un pensador profundo. Hay un trajín de libertad que se compagina con el deseo de una vida sedentaria y virtuosa. El desencanto que devana en sus versos ha llegado a nuestros días.

 

Sus “Respuestas francas” plantean la interrogante del escritor proscrito al que los vientos de la vida lo llevan a galeras, a presidio y en suma al patíbulo, pero mucho peor, viene a decir, que los suplicios físicos y los destierros son las cárceles del alma. Unos amigos mediante gestiones en el arzobispado consiguieron la remisión de un delito penado con la horca (asesinar a un sacerdote), del que parece que no resulta culpable formal, por haber actuado en legítima defensa. Al año siguiente regresa a París, allí se enamora, contrae deudas, la vorágine lo arrastra hacia el inframundo. De nuevo su nombre aparece envuelto en un robo y François tiene que buscar refugio en la campiña para evitar a la Justicia. Se une a los peregrinos (coquillards) que bajo la concha y las veneras se acogen a sagrado. Se alimenta de la misma gallofa del camino. Emprende la peregrinación pero la abandona fascinado por la vida alegre de Burdeos.

 

Además, piensa al igual que chaucer que eso de las perdonanzas de Compostela no son más que una farsa. A su colega español, Juan Ruiz, también le parece el sayal, la calabaza y el bordón un recurso de truhanería, disfraz de libertanaje y de vagancia. Es posible que muchos iniciasen la ruta con fe pero la mayor parte iba al merodeo y volvía cofrade de la garrocha, la ganzúa y la tenaza. Es así como el misticismo europeo tiene un componente de picaresca y de debacle inherente a la trashumancia. La mujer de Bath, el inmortal personaje creado por Chaucer, es el epítome de este ir y venir incansable en que la devoción se entrevera con los devaneos, la curiosidad turística y el hambre de sensaciones nuevas para una dueña de mediana edad, había estado en Jerusalén tres veces, una fue Roma, otra, a Colonia y a Santiago de Galicia sin que las andanzas piadosas mudasen sus costumbres o determinasen una conversión. Seguía igual de lenguaraz y frescachona, enterrando maridos. Y con los huesos fervorosos de sus santos a cuestas. De la misma opinión a favor del sedentarismo apacible es Tomás de Kempis que condena la bordonería como uno de los grandes males de la época.

 

 

De aquellas romerías, estas veneras. La ruta jacobea, tan mitificada hoy, no debió de tener muy buena fama a la sazón, porque era reclamo de la delincuencia europea, punto de cinta de desharrapados y de meretrices. Toda Francia era hervidero de esta población flotante y errante y Paris de noche con sus dieciséis barrios y arrabales, mal iluminada y con un elevado índice de criminalidad, cerraba las poternas. Casi a diario por la Rue de Caire pasaba el cortejo fatídico de los ajusticiados que llevaban camino del Faubourg Saint Martín o de Montfaucon a colgar por algún delito.

 

 El reo, que cabalgaba en una pollina blanca con las manos a la espalda atadas y la cabeza cubierta por el clásico chapirón de la ignominia, era apeado por uno de los alguacilillos, besaba la cruz a la entrada del monasterio, una religiosa de las llamadas Celestinas salía de la portería y le daba por viatico tres trozos de pan y un vaso de vino cargado con especias antes de subir al patíbulo. A este lugar se le denominaba en la capital el de las Hijas Devotas y era centro de acogida a las arrepentidas. Un verdadero enjambre de prostitutas se abatía sobre la corte de San Luis. Operaban cerca de la Rue du Fouarre, vigiladas por escuadrones de goliardos, proxenetas cuyas filas estaban representadas todas las provincias, desde la Auvernia al Languedoc. Los estudiantes se divertían en tabernas que se llamaban Heaume - uno de los poemas más expresivos del escritor está dedicado a a la bella Heaumiere - en la Crosse de la Rue Saint Antoine, el Caballo Blanco, la Linterna, la Mula, el Carnero, les Trumillers, la Pomme de pin, cerca de la judería.

Los pobres iban a pedir la famosa sopa boba a los Maturines donde los frailes de san Juan de Mata se encargaban de cuidar de los apestados, vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Un carácter clerical y levítico daba aires a la ciudad. La sorbona había sido fundada dos siglos antes por el capellán y confesor de san Luis, Roberto Sorbo para la formación de clérigos pobres y bachilleres en teología. Estaba cerca de la Port Rouge, que era una pasadizo excusado que conectaba la catedral de Notre Dame con las canonjías. Allí vivía Guillermo Villon, padre adoptivo de nuestro poeta que llegó a ser deán del capítulo.

 

En el verano de 1460 había regresado del destierro pero al poco tiempo lo encontramos de nuevo preso en la cárcel del Duque de Orleans; el motivo del auto de procesamiento se desconoce, sería éste el primer eslabón de una cadena de incesantes prisiones y cuestiones con la Ley. Poco más tarde fue llevado al castillo de Meung sur Loire, un centro de detención para sacerdotes y ordenados de Menores. Dio la orden de detención el obispo de Poitiers Teobaldo de Aussigny. Es ignorado el motivo de la privación de libertad. Solicita el reo la intercesión real. Luis XI accede al indulto. Arrepentido de momento, el propósito de la enmienda no dura mucho. Habitual del hambre y de la pobreza, su necesidad le a lleva a verse envuelto en un robo en el Colegio de los Navarros. Tenía buena influencias, el cabildo catedralicio interviene a su favor y consigue evadir la cárcel, pero en noviembre de 1462 ocurre un incidente en un aula. Un alumno insulta a un profesor y lo escupe en pleno rostro, se produce un alboroto, luego un altercado. Uno de los promotores del motín había sido el impertinente Villon, se le agota la buena estrella y su fama de díscolo crece. Lo prenden y lo llevaban a la prevención. Quince días bajo el castigo de la gota de agua en la nuca, demasiado fuerte es la tortura, acaba confesando y es condenado a muerte.  Recluido a una mazmorra de la Cárcel de los Tres Lises piensa en su destino y escribe las páginas más sombrías de su Testamento. Esta vez, piensa, no habrá salvación. Ve llegar el fin de sus días, la suerte le ha vuelto la espalda, “zonam perdidit” pierde la cincha y los papeles. Sin embargo, de nuevo se ponen los resortes de un extraño deus ex machina sin el cual no se puede entender la agitada biografía de este hombre, evita ser ajusticiado casi milagrosamente in extremis por un decreto que aprueba el Parlamento absolviendo a Villon y conmutando en 1463 la pena capital por la de proscripción. Aquí ya los historiadores lo pierden de vista.

 

 Abandona París. Probablemente volvería a las andadas y su vida no sería muy larga. La personalidad eximia de François Villon es una contradanza de misticismo y de libertinaje, de buenos propósitos y estrepitosas caídas. Su obra responde a esa visión catastrófica y nada epicúrea del hombre medieval, esa sed de sensaciones y de apurar el cáliz hasta las heces. Quería ser bueno pero peca y cuanto más grande es su contrición y sus miras y resoluciones de volver al cauce verdadero más rotundos son sus fracasos. La ética no vale para nada en el código de valores de un artista. Los mejores libros han podido escribirse con los peores sentimientos. Este binomio plantea un problema teológico irresoluble. He aquí uno de los mejores vates que haya dado Francia y era un perdulario. Remató su escritura en medio de las circunstancias más adversas: el presidio, las incómodas posadas, la intemperie, el frío y el hambre. ¿Cuándo tuvo tiempo para sentarse a escribir?

 

Aristóteles recomienda a todos aquellos que quieran dedicarse al oficio de pensar que hagan gimnasia mental activando las potencias cognoscitivas, opinantes, y que no olvidan la recta estimativa, la prospectiva y la emulativa. Se aprende siempre por analogía, o por asociación de ideas. Luego las palabras se encargan de ir tasando que surgen como cerezas de la banasta de las imágenes. Todo eso es un hermoso castillo de naipes, una teoría irrefutable, pero ¿en la práctica qué? Belleza y moral no se compadecen. Villon fue un artista que llevó vida de forajido. La suerte le zurra lo suyo, él se venga cantando a la verdad, el amor, la bondad y la belleza bajo el régimen de sus lais y otros metros de una sonoridad moderna que llama la atención. Sigue siendo una enigma. ¿Cómo, cuando, dónde y en qué circunstancias de su azacaneo, con los alguaciles regios royendole los calcaños - fue su sino: la continúa persecución por la Justicia, Villon llegó a capitanear una facción de salteadores de caminos- se puso a escribir una obra tan cavilada como la suya, que pasa por una de las más densas y cabales de la lírica medieval? La única interpretación es que en la gestación y alumbramiento de cualquier producto literario existe un quid divinum, allende de las humanas previsiones, algo que se nos escapa. El donaire lo dan los dioses a capricho y al que les parece. Insanabile scribendi cacoethes et dulce laborum lenimen, es la definición que dan los antiguos a este vertigo de la escritura, que la postmodernidad tasa con el nombre de grafomanía. El oficio literario es algo contingente y redundante.  Las sociedades podrían funcionar perfectamente y pasarse sin el lujo de la literatura, que en la antiguada tenía algo de mágico conjuro a las divinidades subrepticias. El escritor, el rapsoda, hacía las veces de pontífice entre la divinidad y los hombres. Paradójicamente algo tan fútil y supererogatorio como es la epopeya sirve para cuadrar el destino de un pueblo. El talante de los españoles quedó ya definido casi en su totalidad en el Cantar de Mío Cid.

 

Ciertamente, la potencia creadora, esa desazón de trasladar al papel las impresiones de cuanto nos rodea, cuando la literatura ha dejado de ser coral para transformarse en algo íntimo, pertenece a los arcanos misteriosos. Un amanuense compulsivo siempre garabateará palabras, aunque el resultado sea el absurdo de la escritura automática, pero es una guija personal, reverbero de los sueños. Dentro queda el meollo del alma dolorida u obsesionada, que es lo principal.

 

El hambre, la cárcel, los pasmos, las piruetas e inconsistencias de la rueda voltaria, hoy aquí mañana allá, a uña de caballo o bamboleándose dentro de los cuévanos que lleva al lagar una carreta del país, no representan obstáculo material para aquel que tiene en verdad algo que decir.  Un poeta español, Alonso de Ercilla, escribió su Araucana, la Iliada de la conquista americana en la corteza de matas coníferas y hasta en la propia suela de los fracasos. Labor omnia vincit. Y el hecho de escribir, más que un trabajo, o una pesada carga, es amor para el que siente latir en el pecho el fuego sagrado, que requiere una cierta capacidad de distanciamiento de aquello que está pasando, o la peripecia que se narra, una organización ordenada del material de trabajo y el desdoblamiento auténtico del romancero, del estilista.

 

Se emula al poder de los dioses pero sobre todo se criba a través del harnero de la imaginación los elementos que se cantan o se cuentan, realzando unos, soslayando otros. La narrativa es manera de selección, al igual que la poesía es arte de condensación y de síntesis. Bullan las palabras en el horno y salgan todas por orden sin atropellarse.  Se abrirán las cortinas de un escenario que dejarán entrever un panorama onírico, reflexión de las cosas en hervidero, pero a diferencia de la vida, siempre en constante trajín y cambio, lo que confiere la palabra aquí es algo estanco, con una complexión y entidad fija. El artista de la palabra asuma, pues, su parte de actor y de testigo a la vez, de demiurgo inspirado y de sastre o de pastelero artesano, porque la literatura también se parece al corte y confección, sin olvidar que es también oficio  de malabarista, con una habilidad para realizar juegos de manos, sacar conejos de debajo del sombrero, enseñar cartas escondidas bajo la manga. Hay que saber tender celadas al lector y sorprenderle cuando menos se lo espera para concitar su atención. Por supuesto, para una tarea de estas características que se lleva a cabo en la intimidad no existen fórmulas magistrales. Se puede enseñar a construir una carretera pero nunca a pintar un paisaje.

 

Tampoco le arredraron a Villon los pasmos de la intemperie, los bubones de la peste o la comezón de la sífilis, que se sospecha pudo padecer y que le llegaron temprano a la tumba, por todos los indicios debió de fallecer a la edad de treinta y tres años. Incontinenti, confiaba al pliego sus pensamientos expresados en un francés arcaico, pero contundente, y de una elegancia que sorprende incluso hoy a los filólogos. Fue un hijo de su tiempo. La obra guarda resonancias de la tradición oral juglaresca, de los poemas épicas,de las farsas, los virolays, los misterios de Pasión y Natividad en el que clérigos y curiales, pertenecientes a las fratrías y hermandades que se formaban bajo la advocación de la Madre del Dulce Mirar (son los puyes de la Virgen, asociaciones fundacionales de aquella Europa gremial llena de fervor y de fantasía) de un vez administraban fe y fantasía de los fablieux, mimos, farsas, soties  provenzales de saber enciclopédico, y de las trovas juglarescas que amenizaban las veladas de los palacios. Ellos definen el semblante del hombre medieval y esbozan una galería de personajes del mundo rural. La gleba eleva los ojos al cielo e implora el perdón y la salvación a través de la Gloriosa Madre del Verbo.

 

La voz de los juglares cantaba todo aquello que atesoraba la memoria colectiva. A la sazón, la literatura desconocía el sesgo de libelo propagandístico publicitario con que se comporta hogaño (los libros sirven al mercado, apuntalan los valores publicitarios, velis nolis, de una forma explícita o sobreentendida entonan la palinodia del sistema capitalista) y se daba la mano con la música y la danza, el espectáculo y la religión, pro ese sello sagrado y onírico que tenía el rapsoda entre los celtas. Su voz recitadora llenaba las aulas de un perfume de sortilegios y letanías. El acto tenía una significación liturgia, de homenaje a los epónimos, recordatorio de su gesta. El hombre estaba vivo, no había sido engullido por la máquina ni estaba adscrito a una maquinaria densa y fungiforme de las masas irredentas controladas por los omnímodos poderes fácticos. Si algo tuvo grande el cristianismo es este sesgo redentor. Los cuerpos podrán estar encadenados pero el alma es libre.

 

Las gentes, aunque no supieran leer ni escribir, conservaban una gran retentiva. Las piezas se aprendían de memoria a falta de medios de comunicación visual interactiva, de traducción simultánea, de los boletines coincidiendo con las en punto de las señales horarias, de los suplementos dominicales y la cultura en fascículos que hacen del hombre del vigésimo primero un ser cumplidamente tan informado y enterado, aunque cada vez más confundido y dominador de todo menos  de sí mismo. Entonces, el personal hablaba y el léxico, una auténtica gala. Desconocían la batología rutinaria, la pobreza expresiva de un vocabulario en mengua, jerga de patrones usados, muletillas que acodan el raquítico estilo periodístico, monsergas propaladas hasta el delirio, y un volumen de palabras que no pasa del millar. Todas ellas  jerga coprológica, retruécanos anales o expresiones relacionadas con la coyunda común a todo mamífero. Lo hortera habita entre nosotros. No hay más diosa que la plebeyez; y su profeta es el amigo Freud, que ya va siendo hora de que el mundo lo active el instinto de supervivencia basado en dos únicas cosas, según el Arcipreste: jodienda y mantenencia. Olvidaos de vuestras cuitas, seres espirituales, almas delicadas, el mundo que viene aborrece de los selectos. Traigame el frasco de las sales anodinas, que aquí cuanto más bastos, mejor. La obsesión con el sexo os vuelve impotentes, pero no pasa nada, es la voluntad del supercofrade. Cultura urbana que no sabe diferenciar a un manzano de un roble, mientras que un campesino de Castilla un par de décadas atrás podría alardear de buen decir, en idioma de gala, pero sin calzarse el coturno, de hasta diez sinónimos por  sustantivo. De la riqueza sintáctica mejor no hablar; no meneallo pues surgirían agravios comparativos entre los palurdos de Delibes, el último canto del cisne de Castilla la gentil, poniendolo a cotejo con la jerga que fluye por nuestro éter y por nuestras calles, o si analizamos el lenguaje pedestre y peleón de nuestros periodistas, de nuestros puntales de la comunicación, de nuestros políticos, tan retóricos como siempre, pero para los que la belleza oratoria ha dejado de ser una aspiración para convertirse en antigualla. Bossuet, Castelar no tienen émulos ya en el banco azul ni en los púlpitos. No se hace otra cosa que fusilar malamente la jeringonza del inglés Webster, porque las influencias no vienen de Oxford sino de California, de allá donde unos cuantos bucaneros judíos, supuestamente prófugos de las persecuciones del Tercer Reich, aprendieron la lengua de Shakespeare en régimen de curso acelerado. Aún se notan los germanismo de su locución y con ese inglés tomado prestado, aprendido que no nativo, van a sentar las costuras de la vieja Europa. Los tiempos de venganza no han hecho sino empezar.

 

En los parlamentos hoy se siguen insultando más y a lo burro, antes se sabía hacer más finamente.

Sin necesidad de prontuarios ni de grabadoras, la tinta y la pasta de piel de becerro costaban lo suyo y no se había inventado el bolígrafo, ni la imprenta, el recurso era confiar a la memoria todo lo que otros decían. El libro cuenta con cinco siglos de antiguada, la literatura tiene más de cincuenta. Esto está naciendo como aquel que dice, pero el hombre de las cavernas evolucionó a través de la comunicación oral. No podía haber inclinación libresca ni pedantería. Los cantares de gesta iban de un lado para otro con acompañamiento de rabeles, zanfoñas y vihuelas y los textos entonados en los corros de las plazas y de los patios de armas. Las gentes se familiarizaban con los héroes y heroínas del romancero vis a vis.

 

Pobres de solemnidad los escolares de las primeras catedrales, alma mater del saber europeo, aprendían sin libros. Los pocos que se veían en los tránsitos de Oxford o Alcalá estaban amarrados como loro en alcanda a una argolla que disuadía cualquier intento de robo. A falta de manuales de texto memorizaban las lecciones por una técnica llamada pensum, utilizada en los tirocinios jesuíticos hasta hace poco.

 

A Homero y a Virgilio los conocemos a través de los ciegos que iban recitando sus composiciones por toda la latinidad. La palabra era entonces algo de conjuro mágico, conservaba derechos adquiridos y poderío, una cadencia adjunta a la gran riqueza léxica y a la capacidad de matización que hoy ya han dejado de sernos familiares. Estamos hablando de una época de verdaderos titanes de la fala: el mundo de las sagas vikingas, de bardos celtas, galloferos trotamundos en la corte de reyes holgazanes, todo el mester de juglaría. La población analfabeta y ágrafa reconocía como una señal de prestigio y de poder al que sabía silabar una salmodia o explanar un pasaje de la Escritura. Un mal pendolista podría llegar a ser príncipe y cualquier mediano versificador era agasajado con derechos de pernada o se iba a la cama con la hijas del rey. Por eso los clérigos de aquel entonces - y los de ahora - tenían tanto éxito.

 

La gleba era ágrafa, no sabían hacer la o con un canuto, pero podían sopar con honda a las cultas latiniparlas a las que hogaño, como si hubiese regresado Celestina a sus dominios de Talavera, por las cámaras y micrófonos nacionales, que garlan y garlan, y ejercitan la sin hueso en la barra fija, calistenia de comidilla y murmuración que no encuentran fin. En aquellos tiempos era otra cosa. La gente sólo abría la boca cuando tenía algo importante que decir y las conversaciones resultaban inspiradísimas. Se conservaba gracias a ello un sentido de adscripción al grupo, la consciencia de pertenecer a la fratría. Eso da optimismo y genera una cierta solidez social. La angustia que crea el desarraigo de las aglomeraciones metropolitanas estaba por venir.

 

Con este raudal libérrimo conecta Francisco Villon, el último de los grandes trovadores provenzales. Era un iniciado en los saberes herméticos y un campeón del buen decir. se decía que la fe llegaba a través del oído (fides ex auditu), el más noble de los cinco sentidos y el postrero en morir. los agonizantes primero pierden la visión, luego, el olfato, les entra hormiguillo por las piernas y las manos, se les embota el pulpejo, el gusto desaparece, las pituitarias ya no disciernen los olores, pero el oído sigue ahí aun cuando el corazón haya cesado de latir. Algunos de los que regresaron del túnel refieren cómo escuchaban las conversaciones de aquellos que les amortajaban. Creyendolo difunto seguía a la escucha. Y es que la palabra salva y vivifica ¿Qué tendrá la palabra para que en ella encontremos el primero de los vestigios de nuestra racionalidad diferenciadora? ¿Es la audición el sentido más relacionado con las potencias del alma?  De ser así, la edad media, donde el verbo registra una especie de apoteosis triunfal, fue el tiempo del alma de la humanidad. La estética de las sinfonías gregorianas y la arquitectura gótico-románica así lo avalan.

-Habla, señor, que tu siervo escucha.

Los metros de François Villon son una caja de resonancia de aquel ambiente de superdotados de elocuencia. En sus composiciones detectánse ecos de la magia de los rapsodas y de los predicadores multitudinarios, de un Francisco de Asís, un Savonarola, un Vicente Ferrer, un Bernardo de Claraval, así como de los polemistas ex cátedra o controversistas significados, maestros de Artes de la Sorbona, bachilleres en Teología por Oxford, dómines del Trivium y el Quadrivium por Salamanca. A veces parecen retumbar en los versos de Villon las deprecaciones platónicas y anti aristotélicas de Pedro Abelardo, que acabaron en un desgarrador grito de dolor animal. Le castraron al canónigo de Notre Dame los hermanos de su novia, mientras dormía y a ésta la encerraron en un convento de Paris.

 

Esa atmósfera de elevada tensión la captan los hemistiquios, dotados de un estilo conmovedor, a trechos sarcástico, hasta alcanzar un estadio álgido de livor escatológico. Al poeta le estremece la suerte del ser humano, abocado a la nada, que nace en medio de la casualidad, la mierda y el dolor y la desolación son sus pañales y es con las heces y con la sangre como lo amortajan. Se confiesa creyente pero la fe parece que le cuesta. Su preocupación es metafísica más que política o social aunque de rebote reflexione sobre el caótico panorama que han dejado en la Galia las guerras dinásticas con Inglaterra, que duraron cien años, de 1339 a 1353.

 

No hay que soslayar el hecho de que estuvo en capilla por lo menos en dos ocasiones. Ya convicto y confeso y cuando aguardaba ser ejecutado, ultima la redacción de su famoso “Testamento”. La proximidad del más allá incentiva su inspiración, confiesa sus culpas, desnuda su alma y hace un defroque o desenclavo de todos los efectos personales. Estos los lega entre sarcástico y pirrónico a sus amigos y parientes. Aparece una lista de personajes de la época, pasa revista a la actualidad. A unos les pune con acrimonia, a otros les exalta hasta el paroxismo. Se ve en la hora de la muerte quien fue su enemigo y quien lo trató con benevolencia. Algunas de las sentencias en forma de aforismo, apotegmas y retraheres, guardan un sentido oculto, porque el lenguaje de Villon a la vez que popular sabe también guardar las distancias, de manera que las frases se despachan impregnadas de un halo misterioso y críptico. No se  olvide que estamos ante uno de los grandes metafísicos de la Edad Media. En cabeza figura Guillermo Villon, el penitenciario de Notre Dame, sacerdote caritativo y tutor de expósito; el autor lo llama “padre verdadero” y hace la primera manda de agradecimiento.

 

A su amada Ither Marchant olvidando los agravios de su despecho le deja en heredad su corazón traspasado de olvido, la espada que llevó siempre y una mula roncera que, cualquiera fuese el camino, siempre tiraba hacia los abrevaderos de la Fuente de san Amado, lugar donde estaba ubicado desde su fundación en 1215 el Carmelo Calzado. El estilo donde se advierte gamas de matices, trufado de retruécanos y disgresiones cuando no equívocos, se mantiene orilla de un profundo océano alegórico que requiere por parte del lector contemporáneo esfuerzo para seguir el hilo de la narración y de las palabras de doble sentido. En conjunto, sin embargo, el idioma de Villon es rotundo, debelador, denso y cagado de modernidad porque proyecta el sufrimiento del alma humana de todos los tiempos. Se nota una cierta querencia hacia el misticismo iluminado. Es en aras de esta clarividencia de magnitudes proféticas que siente condolencia y piedad hacia las debilidades de la condición humana, impreca a las parcas o perora acerca del ser y de la nada en magnas perífrasis y antífrasis. Los poemas provocan una especie de trance etílico, corre por las venas del lector el flujo de una borrachera que no deja resaca.

 

Este aspecto dionisíaco es importante en el latir de la obra de este autor el cual reconoce “haberse bebido todas sus vergüenzas”. El vino es un demonio que a veces nos acerca a los dioses, responsable de la catarsis y del aborrecimiento del bebedor.  Rabelais, gran admirador de Villon y continuador de su obra, en “Pantagruel” fundaría la Abadía de san Theleme, donde se veneraba el Oracúlo de la Divina Botella, y cuya regla primera de la orden es hacer lo que a los frailes les de la gana con tan de un vivir dichoso. La cataplexia a la que conduce la ininterrumpida libación fuerza el ritmo con que se escancian los versos. A veces parece como si fuésemos cabalgando agarrados a las crines de un bridón a galope, que se pone de manos en la boca misma del precipicio, esquiva el obstáculo y acto seguido se entrega a un trotar reconfortante y plácido. Sabe conceder treguas al lector para que recupere el huelgo narrativo. Cada poema se convierte en una novela corta aunque sin pasar la marca de la lírica de los Minnesänger alemanes cantores del amor o de los trovadores cátaros. Eran trabajos para ser cantados con acompañamiento musical, tal como en la cuaderna vía con que nos halaga el Libro del Buen Amor, según la tradición del aedo helénico, que siempre se presenta en las justas poéticas con un arpa bajo el brazo.

 

Había que ser un maestro de la dicción y de la mímica para conseguir el interés del auditorio, mediante tretas del bufón o del “sot” patas de liebre  que aparecía en escena tocado con un gorro a colores verde y amarillo, volantines de malabarista y haciendo alarde de un cúmulo de recursos, pero el lenguaje que utiliza es un francés vivo, de la calle, que nada tiene con la retórica venidera. El renacimiento con su esplendor galante y refinado y luego el Barroco destruiría ese candor travieso que empapa los escritos de Chaucer, de Juan Ruiz, de Bocacho,  del Roman de La Rose. Nada de artificios ni sintaxis de rebotica. En los lais, baladas, estanzas, cruje la tristeza de las danzas de la muerte, el amor conquistado y en plenitud, nada de escarceos platónicos, o el sarcasmo de la burla. Los temas que trata tampoco son originales. Acude al procomún de la literatura clásica y de los saberes estudiados en las aulas humanísticas de Sorbona, pero los refunde y amaña con tanta originalidad y prosapia como pudiera haberlo ochenta años antes Juan Ruiz. Lo que pasa que la Castilla de los Trastámara era mucho más diáfana y rica que la Francia de Luis XI. Concejeramente, el tono ha de ser menos festivo y más elegíaco. Villon se distingue del Arcipreste porque en éste hay más desenfado, en aquél, más sarcasmo. En ambos casos la musicalidad es manifiesta, los motetes gregorianos de Villon se compaginan con las chanzonetas del Arcipreste y parece que al alimón cada uno desde su aventura temporal hacen burla de las demasías de una Iglesia corrupta y venal, el tráfico de indulgencias, los resabios demoníacos, las corruptelas de la sede de Pedro. Así se quejan de las felonías que cometen los pastores del rebaño. El obispo Aussigny observa un comportamiento análogo con el Cardenal de Albornoz. En el caso del español la sentencia fue más severa: trece años entre grilletes por cuestionar la norma del celibato ante la jerarquía. La verdad que a la luz de los anales al papado no hay por dónde cogerlo. Es una crónica continúa de daño tras daño, abusos sin correctivos. Qui custodiat custodes? El misionerismo y la prepotencia causaron estrágos. Menos mal que hay clérigos alborozados que poniendose el mundo por montera se atreven a denunciar los abusos del poderoso y a correr el gallo, aunque les toque también a ellos una parte de esa decapitación. Los dos al unísono, el díscolo preste alcalaíno y el novicio de la Sorbona festejaron damas, la suerte les sentó en el banquillo y acabaron amarrados en blanca, compartieron vivencias parecidas, los dos execran de la muerte en el mismo tono:

“Car a la mort tout s´assouvit”

Ello no es óbice para que la fe se mantenga firme en uno y otro, se santiguan cada dor por tres y comienzan sus retahílas con invocaciones trinitarias. Tanto Villon como Juan Ruiz celebran a la Gloriosa con versos eximios. Muy fuerte ha de ser la fe para no vacilar porque la esperanza de la resurrección entra en conflicto con el dictamen de la experiencia y lo que ven los ojos.

“Vivre aux humains est incertain/ et après la mort n´y a de relais”

La muerte hace correr el turno, el dolor sopla sus rachas, no hay treguas ni se concede cuartel en esta lucha. Tremendo es el precio que hay que pagar, mejor, no haber nacido; además, nadie regresó a contarnos qué hay detrás de la otra orilla. Procede entonces vivir sin pensar demasiado y pasarselo lo mejor posible. Villon es un vitalista que asume una actitud irreflexiva y resignada, se quejará pero no ultrajará a la vida como lo harían después Voltaire y Rousseau a los que el racionalismo les cerró los ojos. Ha apurado toda su honra en los jarros y jícaras de las tabernas de París. Su vida es un constante discurrir de sobresaltos y persecuciones pero no asume actitudes vicarias, su carácter nada tiene de tartufo. El elán vital oscila entre el arrepentimiento y la caída. Sus misereres tienen ese acento patético del canto de la sibila medieval. A veces su desolación es comparable a la de Job. Su cansancio revela una corriente existencialista. Adelantándose a Sartre, preconiza la existencia sobre la esencia y define a libertad no como una elección entre dos alternativas sino la condición misma del ser consciente que mediante esa capacidad de elección vuelve al ser, evoluciona y se realiza. Hay indicios de que está más próximo a los principios de la moral de situación del subconsciente ante la verdad tornadiza y que bascula a un lado o a otro a compás con un mundo en desarrollo que de los principios de un dogma inmutable. Por otra parte, en él encontramos al primer bohemio que se mofa de las peregrinaciones y del culto a las reliquias, adorador del grial eucarístico que expenden en los zaquizamíes, con ciertos parpadeos de un surrealismo precoz. Villon es un flautista, nada de torres de marfil ni compadrazgos. Hay que correr la sortija de Paris a Tours, de Burdeos a Orleans, sin hurtar el cuerpo a los navajazos ni el nombre a los horrores de la infamia, sumirse en la marea de la existencia, vivir con la soga al cuello entre dormir entre budiones y gorrones, chinches, moscas, y sanguijuelas, compartiendo techo con las mozas de partido, los desharrapados y malandrines del viejo camino real. Su escritura consigue un atabe para purgar la cañería, hace un registro de la gran cloaca, aunque no consiga relatar lo que presencia con la impavidez circunspecta de un Zola o de un Flaubert. Es cualidad de todo genio adelantarse a su tiempo. A veces la buena literatura se confunde con un descenso a los infiernos. El poeta comparte la tarea con el sacerdote que oficia un rito ancestral y con el chamán que lee los horóscopos o el sanador que hunde el dedo en la herida haciendo saltar la amarga ponzoña de la existencia humana. Lo importante es la garra lumínica de la tradición oral, pomo de las esencias que se vierte, a veces lirio sonoro que se deposita, un manojo de reflexiones al caer la tarde, cantos de víperas que esparcen una melopea armoniosa sobre los trigos de la campiña. La voz de Villon hunde sus raíces en pasajes y perícopes de los sinópticos. La piedra al sumergirse en el estanque auditivo deja un rastro de alas cansadas que vuelan al infinito. Algo nos irradia. La poesía de Villon recuerda la estructura de un vaso sagrado que utiliza el santo beodo en sus libaciones. Se escancia vino amargo pero también malvasía. En él su autor bebe, vive y reza, pasa dejando una estela de salmos laicos. El zurrado por la adversidad y la incomprensión de sus semejantes convierte los versos en oración:

“Dieu, enveille ouir mon clameur”

Estamos ante un místico que vive la noche de su fe, llagado, cubierto de postemas, pero en medio del marasmo dando testimonio de su búsqueda, sufriendo con paciencia los embates de la crucifixión. Él es un producto de la erudición clásica, un temperamento muy francés, pero un poeta como éste no se podría generar en otra cultura que no fuese el cristianismo. Hijo de su siglo, asistía a los últimos arreboles del entrelubricán escolástico. La Edad Media tocaba a su fin.

Los ataques a la clerecía en todos los escritores cupulares que comparten trono en los cuatro grandes idiomas europeos son muy afilados. Ponen en la picota su lujuria, el apego a la riqueza, el “auri sacra fames” de los antiguos, las conductas deplorables y farisaicas de los curas y de las monjas. El cuadro que pintan no es amable: una iglesia simoníaca, metida de lleno en la política, los monasterios relajados.

 

Pero también cantan todos ellos al amor, fuerza perenne de la existencia, expresión del Xto vivo, y una señal de que el cristianismo guarda el secreto de la verdad y es fuerza perenne, pese a los malos ejemplos. Villon pinta con ternura el retrato de su adorada en la “Ballade du temps jadis”, poema de corte manriqueño que gira en torno al “ubi sunt” horaciano. ¿Dónde están todos ellos, en qué acabó todo, dónde están las nieves de antaño?, se pregunta el poeta, para, al cabo, prorrumpir en una larga queja contra la muerte niveladora, “pallida mors aequo pulsat pede pauperorum tabernas regnumque turres”, según el improperio contra ella del Mantuano, y la acusa de haberse llevado a Eloísa en la flor de la edad y a su amante Abelardo, aquel brillante canónigo de San Dionisio de París, al que por amar a la bella Eloísa castraron los cuñados; se interroga por el paradero de Blanca de Castilla, la esposa de san Luis (1.118-1.252), “hermosa como el lis, que cantaba con voz de sirena”. ¿Qué se hizo de tanto frenesí ? ¿Dónde está ahora Juana de arco?

“Et Jeanne, la bonne Lorraine / qu' anglais brulerent a Rouenne / oú sont ils, oh Vierge souverainne/ mais oú sont ils les nèiges du temps jadis?”

Por los pareados desfilan a continuación el papa Calixto, Alfonso de Aragón, el rey Arturo y Carlomagno, Lancelot del Lago y el Delfín de auvernia, el conde de Alençon. Algunos ciñeron tiaras y mitras, coronas, fueron concebidos en vientres de reinas y consiguieron la fama y el poder. Hoy ya dellos nadie se acuerda. El mundo no es más que una estentórea carcajada. A todos, pobres y ricos, diadocos y emperadores, la púrpura y el arambel se darán cita en la triste fosa. A todos ellos les envuelve el refrán de “ou sont les neiges de jadis”.

La vieja cortesana añora sus encantos de juventud ante el espejo, pasa revista al ayer preterido y se le vienen a las mientes todos aquellos que le gozaron y hace un repaso de los rostros de sus amantes: un cura, un escribano, un obispo, mercaderes, prebostes, insignes magistrados a cambio de un poco de oro. El amor sólo pasa una vez. Después se vuelve mercenario. Con lágrimas en los ojos la vieja marchita se acuerda de aquel hombre al que quiso y por el que sería más tarde abandonada. ¡Desengaño fatídico! Primero fui venternera loca del placer por uno que me gustó y luego por dar gusto a todos me convertí en ventanera de la profesión. La celestina de Villon se parece poco a la dicharachera comadre de Fernando Rojas, pero la sensualidad es parecida. Ella también se ve vieja e inservible para el trato torpe, los pechos resecos, el vientre caído, los brazos tiernos de ayer, hechos solamente para los amorosos lazos, hoy le caen péndulos, ya carecen de fuerza, la crija en barbecho, las nalgas, antes tiernas y ahora flácidas, y el pequeño jardín del monte de Venus antes rojizo y lozano, ahora cubierto de hebras de ceniza, un cornijal baldío. Hay en la descripción un perfecto conocimiento y hasta un regodeo con la anatomía de la femenina, sin echar mano del embozo ni del eufemismo. Los años pasaron implacables estampando sobre la carne lozana el sello de la vejez antesala de la muerte, que ante tanto estrago sigue la ex bella añorando sus afeites y donaires, aquellas ancas anchetas, los puntiagudos y prietos senos y aquella vagina (sardinet) dotada de labros retráctiles para no dejar escapar a lo que más quería, los muslos en sintonía con lo demás, por ser mujer de buenas partes, y aquel culo respingón para la navegación viento en popa; las caderas se han caído y aparecen moteadas sospechosamente.  Fue así como la beldad se transforma en sota. La que antes moraba en los palacios se esconde en un ínfimo tabuco donde permanece arrebujada en su chal junto a un fuego de hebras de cáñamo, símbolo de la muerte que se peina sentada en las riberas del Leteo, su melena de esparto. Hijas de la vida y del amor, contemplad el destino que os aguarda, sacerdotisas de Afrodita, la vida pasa pronto, gozad de ella lo que os cumpla. Villon aconseja a todas las doncellas que no pierdan ripio y que se diviertan, que no se conformen con un hombre ni con dos. Pero está hablando con sarcasmo pues refiere que locos amores vuelven a los hombres bestias. Por una mujer perdió Sansón sus fuerzas y David de Dios ganó malquerencia, una gaita y una mujer destronaron a Orfeo. A causa de ellas el cancerbero anduvo a cuatro gatas y Narciso en un pozo hondo se ahogó, Amon forzó a Támara, una mujer hizo borracho a Lot. No hay fuerza igual cuando en el corazón del hombre se entromete. saltó por los aires la devanadera Herodías y rodó por los suelos la cabeza del precursor. “Y a mí, François Villon - confiesa- me urdieron a una viga de molar para moler el trigo en más de una ocasión por una bella cuyo nombre me resulta más dulce que la miel, Catalina de Vancelles, aunque sea amargo el recuerdo”. El tropo del cura al que unos salteadores mandaron moler unciendole a la rueda cuando le hallaron en coyunda con la molinera en la Noche de san Andrés se repite con frecuencia en la narrativa de tradición oral. Parece ser que Villon lo aprovecha y no le importa atribuírselo a sí mismo. Los recuerdos agridulce se repiten mientras pasa revista a todas las historias de amor, del que tuvo su lote asignado, como todos los hombres.

 

Sin embargo, la harina es ya sólo ceniza. La muerte, he aquí la moraleja, venga los desdenes del amante despechado. Al obispo que lo aherrojó nunca lo perdone y formula el deseo de que se pudra en los infiernos el tal Teobaldo de Aussigny, que pruebe de su misma medicina y conozca lo que son las mazmorras, el tormento de la gota en la cabeza, el ecúleo y los garfios y como mínimo le desea al inicuo prelado algunos de los malos tragos por los que él pasó.

 

Pero Paris bien vale un misa y de la panza sale la danza -son frases suyas-. Bebamos y que en salud nos tenga la Santa Trinidad y bajen de los cielos los nueve coros para acogernos bajo el ala de su protección. Tiene palabras tiernas para su padre biólogica y para la madre de cuyo vientre brotó y hace la consideración de dejar su cuerpo a la tierra de la que nació. Otorga albacea de sus versos, triste afán, que ecos serán de lo que en este mundo un hombre ha padecido. Al sepulcro torna desnudo como en la cuna. Quiere que sus libros, preciado tesoro, se los quede su amigo Guy Tabarie, así como sus cuadernos manuscritos que esconde en un cajón debajo de una mesa (le indica el lugar).

 

Y en medio del lodo, la perla. Después de estos consejos a las mozas de París, tan poco edificantes y sus transigencias con los placeres mundanos que pondera, surge la voz dolorida del reo humillado y escarnecido invocando la compasión y el perdón de la Mujer Fuerte, fuera de toda mácula y escarnio. La genealogía o árbol de costados de Villon se incardina en esa bendita devoción de las gentes de los siglos medios por la Señora, que hay que retrotraerla a las composiciones caballerescas de Jean de Meung en el “Roman de la Rose”, del puy romántico y cofrade de las asociaciones creadas para honrar y servir a la Virgen, espejo de virtudes donde se miran cumplidamente todas las damas. El influjo cátaro de los que buscan la pureza se hace perceptible en esta balada a Notre Dame, uno de los más bellas loas que se conocen del sentir medieval. La implora como “regente, eterna, emperatriz, triunfadora de las fuerzas del averno y depositaria de la fe en que vivió y desea morir.  Pondera su casi omnipotencia por haber conseguido deshacer el pacto del hombre con el demonio y le ruega, detalle galante, que tenga a buen recaudo el alma de su amada que yace en san Saturnino de Saucemes, para, a renglón continuo, cambiar el tono solemne por el jocos, y encomendar a “una damisela de nariz torcida, que en la tierra conoció y espera encontrar en el paráiso, la muy puta. Hasta rezando le brota a Villon el genio por las orejas, a medida que van saliendo de su plectro sonoro chispazos de frases felices. Errante, se queja de su mala suerte:

“Trotter m´en faut en fuisse et deshonneur”

en su planto se queja de la traición de una mala amiga, falsa belleza, cuyo goce siempre cuesta caro, era mujer dulce y taimada al mismo tiempo, un amor duro, martillo y yunque de sus tristezas. Pero llegará un día en que la balanza de los años- tempus edax rerum-, basculandolo todos con sus sistema de pesas y medidas implacables, pondrá el contrapunto, nivelará las cosas con su fiel implacable “yo seré viejo y tu fea y sin color, en llanto se convertirán tus carcajadas”. La amada beberá el cáliz del desengaño mientras sus dedos, ya marchitos y tumefactos, acaricien las cuerdas del laúd para tocar el “De profundis”. Le queda otros amores en el tintero “cuyo nombre no pronuncio porque el recuerdo de su rostro me punza los tuétanos a cada hora”. Prorrumpe entonces en un apóstrofe patético contra la muerte.  Es una de las reflexiones funerales más profundas que hayan podido salir de labios humanos. “Eramos dos y un solo corazón teníamos; la muerte nos separó. Desde su partida me habita su memoria, mirad cómo soy un cadáver ambulante”. Ahora habla en serio, nada tiene que ver este Villon patético con el bufón ristolero de otras ocasiones, cuando golpea los compases de su danza macabra. No olvidemos que este su legado, el defroque de un poeta pobre y encarcelado, que está diciendo adiós a la luz del día. Le había tocado vivir tiempos apocalípticos. Las guerras habían diezmado castillos, villa y lugares y a causa de las epidemias por todos los caminos se acollaban montones de cadáveres, lo que no es obstáculo para esa sed de vida, el desenfado y el amor profundo a la naturaleza. Alterna la tina de maceración con el horno de las carcajadas. Así pensaban sus coetáneos y así lo hace constar en sus versos.

 

Al hincar hondo sus afilados caninos de moralizador sobre el entorno que le rodea hizo presa certera. Ridiculiza a aquel París poblado por escolantes que se divertían iniciandose en una falsa ciencia, por hidalgos de gotera, mujeres de la vida, prebostes cornudos y magistrados corruptos. Pero sobre todo afila sus críticas contra la Iglesia. El falso misticismo le subleva. Para Villon el cuerpo y el alma constituyen partes de un todo hasta tal punto que la santidad puede ser consorte de la bacanal. Esto es muy medieval: el espíritu está pronto, la carne, flaca; el hombre ora y peca. Se refiere a las orgías de los frailes y monjas iluminados de un conventículo, el de los Thulipin, que se hicieron famosos a raíz de la reforma franciscana, y que al final formaron secta. Siguiendo las enseñanzas evangélicas sobre el desapego a los bienes seculares y a las prédicas del Santo de Asís acerca de los desposorios con la Hermana Pobreza, vagaban desnudos concejeramente desnudos. A sus misas  asistía mucha gente.  Terminaban en porno duro. El amor era para ellos ultima ratio.

 

Tampoco podían faltar en esta acerada crítica a los desmanes del clero las alusiones a los curas borrachos. Como aquel abate Clochart al que observa temulento y de andares vacilantes camino de coro a cantar vísperas. A él le dedica un bello epitafio. Esculpe los bajorrelieves de la vida parisina con cuadros costumbristas en los que se percibe a veces el trazo del delicado pincel y otras el brochazo de sal gorda. El zócalo que talla en esta visión de conjunto conserva la frescura del primer día. Los personajes que retrata parece que se mueven todavía por los aledaños de Pont Neuf. Todos ellos se expresan con el mismo despejo con que lo hacen las serranas del Arcipreste o los peregrinos de Chaucer, estos últimos no han perdido aún el acento cockney. Triquiñuelas de pícaro, besos y caricias a tanto por barba, garsinas y hurtos, que denotan la experiencia del hampa que tuvo su autor, cruzan las páginas. Los niños abandonados debieron de ser plaga, por lo que tuvieron que quedar abiertos en la capital tres hospicios. Su humor tiene también aires de expósito, utiliza un argot incisivo, aún reconocible en la germanía de los bajos fondos que son la elocuencia del francés de Montmartre y de Pigalle, jerga de la banlieu y de los burdeles, de los calabozos y del “trottoir”, un trallazo de espontaneidad en pleno rostros que nos recuerdan al viejo coquard de maneras peregrinas que fue Villon.

Itém más, prosigue la donación de los efectos personales de su Testamento, y deja a los frailes mendicantes, a devotas y beguinas una buena sopa jacobina “para  después, tras las cortinas, hablar de contemplación”. Hay una alusión a las consecuencias de tales reuniones de camaradería espiritual. Quedaban preñadas las monjas de estos conventos y nacían niños de padre no reconocido. “No haya hijos enechados de padres putativos que a los que procreó les done Dios su galardón”. Una visión de abusos deshonestos en círculos consagrados que son tema de actualidad hoy. El estupro y la violación siguen siendo males endémicos en las diócesis africanas Ver los periódicos del día de la fecha, 23 de marzo de 2001 en la que escribo con las declaraciones de Navarro Valls, portavoz del Vaticano sobre la materia. El pulsar temas inherentes a la condición es una de las peculiaridades del escritor genial. Los problemas del celibato en el rito romano son más serios de lo que parece. Se le plantean a la Iglesia del siglo XXI como también se le plantearon a la del medievo. ¿No sería necesario un reconocimiento de mea culpa? También los hay, almas perdidas, que han convertido el cristianismo en un problema de bragueta; y eso tampoco es. Chataubriand, el envés de la moneda de ese descoco tan francés, ya advritió que ninguna otra religion hizo tanto por la dignificación de la persona, la libertad, el arte y la literatura. Vaya lo uno por lo otro. La irreligiosidad impía siempre ha batido el muro por su flanco más débil, el de la carne humana vaciada en el molde del pecado y la flaqueza, el mal ejemplo de los pastores de la grey.  El estigma puede ser la clave para entender el misterio de que, a pesar de los cismas y herejías, los prelados indignos, la Barca de Tiberiades no haya dado de través, por más que parezca que a veces navega sin rumbo viento en popa hacia los escollos.

 

A medida que avanza el poema se va convirtiendo en una gran morality con resabios de danza macabra. Pasa revista a los hombres provectos, barrigudos, avinagrados y sin simiente que añoran el tiempo que pasó. Lucha generacional, la descolocación moral e intelectual que tantos padecemos. Su delito es no atenerse a la máxima del “tempori parendum” (acomodo a los tiempos) del clásico. “Y por culpa de una puerta yo perdí una huerta y diez halcones”, dice. “Y hubo una mujer que me puso en traza de caminante”. Catorce puds de vino pellejero le quedó a deber a un mercader de Saint Denis. “No se los pago. Así pierda la razón y me atragante”. Sin embargo, con su visión profética, no deja de lamentarse por las muchas casas que se pierden por el vino. Así el pobre Clotart, a causa de su afición al tinto, se bebió su colación de Notre Dame, murió prematuramente.  Cien sueldas dejó éste de su beneficio a un tal Clotart. Pero el viento hace la pluma, no es cosa de lamentarse. Unos vienen y otros van. Unos bajan y otros suben.

 

Menos convincentes parecen sus conocimientos alquimistas, aunque no es improbable que también practicara la quiromancia, pues, como no podía faltar en cualquier centón medieval, mienta a la piedra rejalgar, el oropimienta, y el oro obrizo con que se fabrica la piedra filosofal. Al erebo se vayan todos los magos.

 

Al amor de un brasero sentado en un sillón de pluma flojel bebía hipocrás (vino con miel) un afincado del buen pasar y socio de la buena vida. A su vera estaba Sidonia. Ambos cantaban y reían, jugaban a las cartas, tocaban el arpa, y, cuando cansaban, se hundían en los brazos del amor, “que yo les espié por el cancel haciendo marranadas y supe entonces que no hay cosa mejor en esta vida que retozar hombre y mujer a cualqueir hora del día bajo el agavanzo o detrás del rosal”. Es la sátira de Frank Gautier en la que ridiculiza la norma de la apartada vida que preconizara Horacio en su “Beatus Ille”. Pero Villon pone de manifiesto las contradicciones en esta huida del mundo y las enseñanzas de Jesús. También escarnece el relajamiento de la vida monástica. Es el tema eterno. El abad come de lo que canta y mi olla, mi misa y mi María Luisa. Aquí lo mejor es hacer lo que uno le dé la gana. “El “Panurge” de Rabelais, protagonista de “Pantagruel” y, que según la crítica, está inspirado en Villon, va a dar la misma tasa. Ambos autores inician la corriente anticlerical que va a desembocar en la pluma mojada en ira del inclemente Voltaire, epítome de ese descreimiento, rezumando el veneno de una irreligiosidad inveterada,  tan francés. Francia es la génesis de la Iglesia romana, al tender el puente bisagra entre los cultos sincretistas a los dioscuros barbaros o las creencias gimnosofista con una religión que tuvo al crecal hebreo como árbol padre pero que dejó de ser totalmente judía. Se alcanzó la sintésis entre la paganía y la soteriología mesianica. El genio francés siempre se decantó hacia la síntesis. Por eso Francia fue de antiguo la hija predilecta de la Iglesia romana. A veces se ha comportado, sin embargo, como la suegra respondona. 

 

Malos ejemplos, escándalos, miserias. De poco sirve que madame Bruyères vaya predicando por las esquinas de Saint Denis predicando la vuelta a la pobreza con una biblia en la mano intimando a las mujeres descarriadas la necesidad de la conversación a Jesucristo. Ellas le respondían:

-Andad, que ya estamos perdidas. No queremos que nos encierren en un convento para solazar a los frailes carnívoros. Dejanos en paz, vieja bruja. Somos mujeres decentes, aunque nos llamen de la vida. A otra parte con tus sermones contra la salacidad. Que primero se conviertan ellos, que adquieran buenas costumbres, empezando por el papa y los cardenales.

 

Pese a las exhortaciones a la morigeración, a la continencia y una vida austera, Paris siempre tuvo esa tradición de ciudad alegre y confiada, punto de recalada de la buena meretriz. Tenían por costumbre batir la calzada en las dehesas pasado el Sena; las tapias del cementerio de San Medardo eran su lugar de trabajo favorito. Precisamente allí al correr de dos siglos un diácono jansenista haría milagros. Decían que levitaba, que resucitaba a los muertos, que curaba las enfermedades, que adivinaba el porvenir.  Todo resultó obra del maligno, pero París es desde entonces la Meca de las ciencias ocultas y del esoterismo, polo de atracción de saludadores, videntes, astrólogos, ensalmadoras, etc. El osario de San Medardo pilla cerca de las aulas de Sorbona, que comandó desde un principio no sólo la enseñanza de las artes liberales sino los saberes herméticos, que tuvieron, como dan los autores por sabido, orígen en la Orden de los Templarios.

 

Es la metropoli de la ciencia del amor y en el ámbito de la prostitución el rompeolas de la vida alegre. En sus burgos se fundaron los primeros hospitales de venéreo, los primeros hospicios y los centros de arrecogidas. Venían de los más remotos lugares de la tierra. A todas ellas las cantó Villon en sus versos: españolas, catalanas, valencianas, flamencas, griegas, turcas, romanas, piamontesas, borgoñonas, irlandesas, inglesas, alemanas, saboyanas, sicilianas, griegas, bretonas, húngaras, danesas, de la Lorena y del País de Oc.

 

El chancro del fementido mal gálico tuvo a la Ciudad Luz como centro de contagio, porque de París partían todos los caminos, incluso el jacobeo, y, para putas por buenas que las haya en Roma, las mejores, las de París. Ya que no hay mal que por bien no venga, la atención a los apestados sentó las bases del encauzamiento de la Medicina práctica. Es para atajar la epidemia que se abren los primeros lazaretos; asimismo, las casas cuna para niños abandonados. La demografía cubría los efectos desastrosos de las guerras de los Plantagenet y los Anjou merced a estos nacimientos sin pasar por la vicaría. Pero no extrapolemos tampoco las cosas.

 

De modo que para yacer y holgar, París y también para sanar de las pegadizas miserias. Esto es lo que han creído al menos los ingleses que inventaron nada menos que el preservativo  acorazado, en precaución contra el azote gálico, cuando pasaban el Canal en son de merodeo amoroso, y lo bautizaron con el nombre de “French letter” (carta francesa). A contramano, los francés llamaron de siempre al cordón “lettre anglaise” (carta francesa). Un epíteto y un antítodo cabe en la figura. Y donde las dan las toman.

 

Las monjas dominicas de san Jacobo tenían la piadosa costumbre de abrir las puertas de su monasterio a las muchachas vagabundos y a sus hijos fornecinos, pero, atención, no todo era caridad en esta práctica, sobre todo cuando frailes licenciosos se injerían y hacían valer sus derechos de pernadas. Andaba en lenguas que este centro conectaba por pasadizos subterráneos con dos conventos de la Regla de san Bruno y la de san Celestino. Los cartujos, monjes blancos y los celestinos de hábito negro, a veces haciendo caso omiso del edificante ejemplo de san Antonio, que superó este tipo de acosos, caían en la fragilidad de la carne, máxime, cuando la tenían tan cerca, al cabo de un tunel de pocos metros. So capa de patronazgo espiritual y de llevar al camino recto a las pobres inclusas a veces se descarriaban ellos. Cuando parían arrojaban el fruto de sus amores al Sena o eran obligadas a abortar, ya fuesen beguinas, ya monjas espesas. ¡Ay si hablaran las aguas de este gran río de París!

 

Lo malo es que el monasterio de san Jacobo era el primer jalón de salida de las peregrinaciones a Compostela en la Francia medieval.

 

Viene a la conclusión el autor de la “Balada de los Ahorcados” y del “Testamento” que la vida misma semeja como a una gran mancebía, de la cual pocos escapan. La soga del vicio tira del cuello del hombre hasta las aguas del pozo de los bajos fondos; así con un pie ya en el estribo pasa revista a los momentos de disipación, al tiempo perdido en devaneos, a sus estragos de crápula. Aquí sus versículos alcanzan un alto grado de sinceridad y de emoción.

 

Es la melancolía humana puesta a trabajar y darle vueltas a la cabeza, la tristura postcoital de la que hablan los psicológos, pues la búsqueda del placer no depara la dicha, a decir de los moralistas:

Je suis paillard, la paillar me suite/Ordure aimons, ordure nos suite/ nous defuillons honneur, il nous defuite./ En ces bordeux oú tenons notre état.

 

A gente menuda, pequeña moneda. A los bulderos, nunca. Sin solución de continuidad cambia el tono y el tema, en la mejor tradición de los compositores del “sermon joyeux” de los provenzales, parodia de las homilías, que tuvo tan alta raigambre en la literatura cristiana y que recorre todos los cromos del espectro hasta llegar a bien entrado el Barroco. En España el “Fray Gerundio” del P. Isla es un ejemplo. Tunde las costillas de los simoníacos y de aquellos predicadores especialistas en la recaudación de dineros para obras pías - equivalentes a las o.n.g. del momento que encubren tan turbios manejos- y que iban a parar a bolsillos poco escrupulosos. Por tales calendas Sixto IV estaba embargado en la campaña de reconstrucción de la Basílica de Letrán, sobre la cual el Vaticano afianzaría sus cimientos. Con la limosna de los fieles fue erigida la Capilla Sixtina. ¿Arquitectura simpar a cambio de los fondos reservados? Los papas también recursos sutiles y poderosos para meter mano al cajón con bulas a cambio del dinero de la corbona. Villon protesta ante el escándalo de las indulgencias que permitían comprar el paraíso a trueque de unas pocas monedas. El vidrioso asunto de comprar salvación centra también la línea melódica del “Pardoner´s Tale” chauceriano y es el tema aquí de la “Balada de la Buena Doctrina” librada en traza alegórica: los lobos de Gargantua apacientan la candidez del rebaño místico. Bien es cierto que balan un poco pero sólo saben decir be. También los ruiseñores acaban en la olla. Paz por territorios, el oro y el moro por la vida eterna. Él no se muerde la lengua. A los curas y a los frailes les tacha de monederos falsos. Ojalá ardáis todos en la flama eterna, por falsos, perjuros, ladrones de nuestra fe. ¿Adónde van a parar el fruto de vuestra rapiña? A la cantina y a la burdel. ¿Y de lo que te dí? Con putas y rufianes me lo comí. Invoca para estos farsantes el castigo de Sodoma y Gomorra.

“Tout aux tavernes e aux filles”, reza el refrán de la última estanza.

 

El tono chancero de “sermón alborozado” o chanza parenética del principio se convierte en fúnebre lamento cuando hace manda de sus quevedos leguleyos al hospital de ciegos de Paris en la confianza de que este efecto personal les sirva de algún provecho, porque aquí los invidentes columbran la verdad mejor que los que alardean de buena visión y recuerda el pasaje evangélico de que los cojos andarán algún día y que el ciego que nada ve recupera esta facultad. Su visita al cementerio de la Ile de la Cité es uno de los pasajes lastimeros.  Ve una danza macabra en el osario. Calaveras y tibias se han puesto de pie para marcarse una pavana. Se oye el estridor, mediante la onomatopeya, de los esqueletos. Miradas macabras, cantos tenebrosos, y un avanzar en procesión penitencial de la estantigua. Caronte aguarda. San Miguel afila sus armas y se dispone a hacer funcionar la romana en que serán pesadas las almas. Al fondo, el movimiento espectral de las olas del profundo lago. Allí la virtud será recompensada y el vicio castigado. Los pecados infinitos hacen inclinarse del lado izquierdo las pesas de la báscula.

 

Los esclavos de Satán oirán el sortilegio de los réprobos: id malditos. Mientras, la hueste de la derecha comenzará un canto de alabanza que durará la eternidad. Serán conducidos al cielo mientras los préditos se hundirán en los abismos del tártago infernal. Ya los diablos les acogen. Vanidad de las cosas del mundo, fugacidad del placer, inanidad de las riquezas; eso es todo. El dalle de la muerte cortará a todos por un único rasero. Entonces sólo valdrán las buenas obras. En las vueltas de peonza del rodillo igualitario se confundirá el rico y el menesteroso. A todos aguarda el mismo fin. Es la democracia sin más hasta sus últimas consecuencias.

 

Que fue clérigo y que estuvo ordenado de menores lo demuestra la copla 172 en la lega su beneficio de simple tonsura con facultad para decir misas secas, que no llevan mucho aparato ni preparación intelectual, a un tal Chappelain, sobre el que resigna su curato, pero no le da facultad para que uso de cura de almas -otro nuevo retruecanos- ya que él sólo tuvo por costumbre “confesar únicamente a azafatas y damas camareras”. De paso le dice a Juan de Calais, que heredará sus versos que podrá castigar el texto, cortar, podar, añadir, pulir a su placer. Debía de ser una costumbre juglaresca porque Juan Ruiz dice lo mismo de sus cantigas. No le importan demasiado los derechos de autor. El mester de juglaría siempre será patrimonio del pueblo.

 

Pedirá descansar en Santa Avoie (el cementerio del mosto), la casa postrera de vagabundos y borrachos, pero que antes se le haga un retrato de cuerpo entero, las dimensiones no le preocupan. Quiere que la memoria sea: “aquí descansa un retozón” con el siguiente epitafio:

“Descanso eterno dale a él, señor/ y claridad perpetua/ aunque no valiera lo que un plato y escudilla ni brizna de perejil/ Le desplumaron bien, jefe, en esta vida perra/ igual que a oveja lo esquilaron/ Rigor extremo lo envió al exilio/ le cutieron bien del culo la piel/ a pesar de haber dicho que apela./ No hay palabra más sutil/ Mas descanso eterno dale a él.”

 

Que Dios le coja confesado. Suplica a Dios una hora corta y al verdugo maña certera, limpieza y rapidez para que en la toza no le haga padecer. Estaba en todo, a lo que se ve, hasta el punto de ponderar quien puede ser su mejor esbirro. Cita al respecto los nombres de Martin Bellefaye, al señor de Colombel. En caso de que estos dos se excusasen, da la comisión al maestro Jacques James o al propio Philip Brunel, que, aunque brutales, son todos ellos temerosos de “Dieu, Notre Seigneur”. Ningun rencor los guarda. A todos los quiere bien y que el cura que le asista en los útimos momentos sea Thomas Tricot, que oficiaba en la diócesis de Meaux, compañero de  fatigas y de aula y que mucho bebió a su costa, y que por lo visto era un buen echador de cartas. por último que se encargue de los blandones y el sudario a Guillermo de Rue, su compadre y que era experto en vinos. Yo les doy a todos las gracias que se va acabando este loco frenesí. A los cartujos y celestinos, a los mendicantes y a las devotas, a los que viven de gorra y a los claquepatines ( los de la clac teatral), a las chiques pizpiretas, a las que llevan la justa corta (picos partos) y a los cuidadores del amor transidos y a los que sin dolor calzan las botas gualdas (cornudos). A todos les digo “merci”. A las púberes muchachitas que muestran sus teticas, muy hospitalarias ellas de por sí. A los ladrones y camorristas, a los bateleros del Sena, tocados de su marmota. A los locos y a las locas. A los zotes y a las sotas que muestran su arlequín. Se los ve y la gente empieza a silbar

 

  

 

    Domingo, 23 de abril de 2006

Easter. Cristos anesti. Anbiat. baskriesi, rissen. Gerissen, resurresité. surrexit sicut dixit. Ressurection and Erstehung. That is the cry today in all the languages (Greek, Rumanian, Russian, German, English etc.) I remember one novel of Tolstoi with that title. Was tired after a bad week. Prosecution that never ends at the Archive. El CIDA is like hell. Kafka lives among us. There are more chiefes than indians like in the bad spaguetti westerns. You sahouldnt do that. You shoud do this. You are not a qualified archiver etc. So my fingers become ghosties as we say in old spanish. Mis dedos se tornan huespedes. More than twenty year listening to the same tune. Envy. Rage. The classim and idiocy of the spanish society. After all we are descendent from the Visigoths. The Spanish Laberinth at work. La Fuensanta, la Reme, la Chumillas El Antonio  G. Quintana. Are we heading for another civil war? Going to work for me many afternoons is like marching to the front.

 Why didnt he shoot himslef alter living to the Catalans the Papers from Salamanca? Insted he hostigates me. Mobbing at large. The sexism od the women funcionarias a chip on their shoulder. Envy. All of them have spent lots of euros in crash course to learn English a language that little secrets for me even if I cant get rid of that wqild Çspanish accent but I learnet it by heart and it was the masterpiece of love. When you love your learn. Everywhere jews and turncoats. Los tornadizos de siempre que asoman la oreja siempre a lo largo de nuestra historia. Judas at work.

 Jelousy. They dont know how to draft a comunication official. I know how to draft. I know where are the books. I am aware of the drastic and dramatic history of Spain. I know and I am scared of my people. The rule of fears.  I also know how draw a knife but a follower of my Master I prefer to put down the guns. Mitte gladium in vaginam. I am peaceful and meek. My best altar are the taverns. The good tavern is a good tabernaculum. I am lover of beauty, good feelings, compassion, a bit of laughters, easy going but those ideas dont sell nowdays you have to be on the perpetual watch, suspiocious minded or became a bastard insensible to your neighbours feeeling bloody hell. I am the odd man out. Hangling from a rope never reaching the end like in the nights of white Satin.

·       In any case I have been quite worried about my Helen. Has her car dented by a silly old hag. Watch where you are going missus. After all she was honest and left her address recognizing guilt. That shouldnt be  like that in Madrid or New York. England after all is the whole land of gents and ladies. Now my Helen our Helen  she drives at night working the night shift caring for new borns. God bless her. In a world like ours especially in Spain whre the fall of demography is appalling (only parent prio paris parire peperci partum I know how is conjugated that verb from my Latin days the gachupichus, the blacks and the arabs, Europe is going to have a problema but that is none of my business in the same degree as I should not worry because petrol prizes are climbing up in preparations for the next war in Iran ) lady Suzanne your words are always soothing. You are the the only person in the world whom with I can talk. Sometines. They have messed all up, they should put the remedies. Like in the Baske country, like in the fucking Ulster. I spent years of my life writing about the Irish and I dont know a wolrd of it. Even I interviewed Paisley, Faulkner and all those cronies. I dont know a bit. Nor of the basque country.  Now a certain presbiterus called Reid has come here as Mr. Kissinger to make end meets. Oh priests. I dont understand the Catholic Church, Wojtyla, the Pope. All is power. Nothing to do with Christ. That is why I have become orthodox and I pray at home in from of the face of the illuminated ikons. There was a priest in me a seminarian and is sprouting up in my last days. Today is Easter. Christ is risen. Joy to all. Yesterday after talking to you, Lady Suzanne, there was in a Arab station form Aegipt the transmission via satellite – I follow the Germans and the Skynews- of the blessing of the Patriarch of Alexandria. The song to Christ resurrected in Arab sounded also by the Nile margins and for me it was quite emotive because someone has sent to me years ago the photo of this venerable bishop and is with the photos of my Helen and my rosaries in a gesture of adoration of the Bizantine Cross in full gear with all the garments. The tiara, the humeralis covering his head and patriarcal shoulders. Strange signal that mitigates the sadness of my troubles. Oh let us have hope and be joyful. Suzanne do you think I am a marthyr? I have had that feeling in El Escorial.  Will talk to you one day about those awkard and exicing experiences. I knew you were healed. I had the impression also that I made you suffer a lot. Oh Lord forgive my sins.  Good God. Mj thinks that I am useless. Perhaps. A bit unpractical. And Cristina is a sweet. She is very eager to come bak to Madrid. I hope that she talks with her half sister. I know everything will be alright. Trust God. Anyway Suzanne my mind is confussed and happy. I am glad you had a lovely holidays in Wales. Tjhe dragon of Wales. Caernavon. There are there your roots arent they? But you also are a bit Irish arent you not? Any way let us keep in touch. Hope you dont mind this epistle. Looking forward for your holidays in Frogland. Have a rouge on me. Or two. But tell you one thing the best wine in the world is  Valdepeñas trust my word of connoisseur. Have a very nice week. Writting for me is a relieve. I think I ll continue a novel I started but I cant find time. When I get back to Madrid I am exhausted.

·      Have a peacful and joy ful week.

·      Antonio

 

 

          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

batir moneda felipe ii el primordial burócrata san mateo es el patrón de los de hacienda plata repujada censo del marqués de la ensenada de 1765 y catastro de la villa de madrid de 1754 en 1770 araquistain propone un colegio para instruir a los funcionarios en las carreras del estado bravo murillo y el estautot de funcionarios de 1872 pedro gomez de la serna el último recotr de alcaá de 1849 que traslada la universidad a madrid suspensión y reposición de empleados públicos ayudas de costa sobre el estatuto de fuincionarios juan neneyto perez historia de la dministración calvo sotelo fu

CORRESPONSAL DE LA NUEVA ESPAÑA  EN NUEVA YORK. UN MORDISCO A  LA GRAN CAMUESA.

                      Antonio Parra

Con una estampa de la Santina en bolso y bastante miedo en el cuerpo me acuerdo de mi arribada a NY tal que una noche de san Andrés de 1976. Estaba nevando o a punto de hacerlo en honor de aquel refrán que dice: Por los Santos nieve en los altos y por San Andrés nieve en los pies. Cuando en América se acatarran aquí cogemos unas pulmonías de espanto.

 Era una tempestad de granizo casi tropical lo que caía terciada con hampos de una nevasca rusa que descendían perezosos sobre la cima de los rascacielos y el viento huracanado jugando a capricho con la aeronave. Por un instante creímos que nos ibamos a estrellar contra las Torres Gemelas. Allí vi un signo de los días porvenir. El horrísono espectáculo para los hiperestésicos como yo no es nuevo. A  Nostradamus lo he vivido en mis propios huesos. La fatalidad muslímica frente al destino. Makfut. Está escrito.

Desde entonces, y aunque salí de aquélla y de otro accidente que tuvimos en Lisboa, se incendiaron dos motores en pleno vuelo, a raíz de mi accidentado aterrizaje en la Gran Manzana, he tenido pesadillas columbrando aviones caían sobre el World Trade Centre. También la torre Eiffel y el embudo donde se encastilla el Big Ben, torre del parlamento de Westminster, pero sobre todo las torres Gemelas eran el tema recurrente de mis cefaleas oníricas. ¿Occidente en la encrucijada?

 Hasta escribí una crónica y creo haber entregado algún despacho anticipando esa experiencia apocalíptica de las Torres Mellizas derrumbándose que ha puesto al mundo los pelos de punta. Y la obsesión me ha martillado muchos años porque Nueva York es algo que imprime carácter que cambia la mentalidad y el modo de ser de las gentes. Allí mi vida experimentó un giro de varios acimutes. Y silbé sus “blues” bajo la autoridad de Frank Pinatra, un neoyorquino típico: “I love Nueva York. Nueva York”.

En América todo es grande y es extremo. Las montañas. Los huracanes. Los hombres y las mujeres; allí se encuentran los más altos y los más bajos, los más guapos y los más feos, los flacos como leznas y los más gordos pues dicen que Nueva York, donde abundan los “fatis”, cambia hasta el metabolismo y a mí me ocurrió Las ciudades. Los árboles mayores como el alerce de las Rocosas o las secuoyas de California. Se lo pasan allí en grande los estadísticos, los amigos de los contrastes y todos aquellos que sienten pasión por evaluar las contradicciones, sinrazones y a veces maravillas de la raza humana. América casi carece de raseros y de varas de medir. Hasta climatológicamente las subidas y bajadas del mercurio de tan bruscas carecen de parangón. Se pasa sin solución de continuidad de una mañana calma de primavera a una tarde de calígine para luego tener una noche de escarchas. “If you dont like our weather, just wait” (Si no te gusta nuestro clima aguarda un segundo), advierten los castizos de Brooklyn.

Esta volubilidad a mí me parece que influye en la forma de ser de los habitantes con bruscos cambios emocionales que hace que no se asuste el neoyorquino de nada. Y se asusten también de todo. Allí suele tomarse la vida muy a pecho puesto que para sobrevivir hay que ser un adicto del curro. Como aquel Hernie, el transcriptor de mis crónicas en la IT de la Onu, un judío entrañable. El pobre se fue a morir a Miami a un cementerio de elefantes. Que así se llama en el lenguaje coloquial a los que se jubilan y lo peor que le puede pasar a un neoyorquino es jubilarse.

Y es que allá cuando llueve, es el diluvio y si truena o cellisca lo hace a conciencia y de verdad.

Iban a ser cuatro años de experiencia sin precedentes. De calores húmedos en los cuales se podía cortar el aire con una navaja y de hielos espantosos.  Recuerdo la morriña que me invadía todos los veranos al regreso de las vacaciones en Artedo con sus mareas cantábricas, un verdadero servicio de limpieza costero que no existe en la Bahía del Hudson fuertemente contaminadas a causa del carboneo y el intenso tráfico náutico que ha degradado a las playas como las de Long Island consideradas como las mejores del mundo; una vez fui a bañarme a los arroyos de Staten Island, un marasmo de galipote, y por poco perezco, añorando las olas de mi Cudillero, no a causa del agua sino en el cieno de las cloacas y de los vertidos de los basureros oceánicos. De la parte de Nueva Jersey las tardes que cambiaba el aire llegaba una hedentina que quemaba los ojos y las narices. Allí todo era grande y distinto. Hasta el tufo. La naturaleza, más joven que en la vieja Europa, observa un comportamiento más vigoroso e imprevisible. Allí todo es grande hasta los atentados como el que acabamos de presenciar horrorizados a través de la CNN. En los famosos kills se entierran ahora los cascotes del desastre y Staten Island era y lo sigue siendo la isla de los muertos. Gestaten, en alemán y en holandés vale tanto como inhumación.

Habíamos tenido un vuelo con turbulencias. La aproximación a Kennedy la hizo el piloto con mucha cautela. Estuvimos dando rodeos a la vertical del cielo de la Mejana Inmensa que es la isla de Manhattan, a la que llaman cariñosamente Big Apple (la gran camuesa) los neoyorquinos, gentes de todas las etnias y razas que han aprendido a convivir en armonía y sin problemas, dentro de lo que cabe, formando ese caldero o melting pot que demuestra que los caminos del mundo no son los de la xenofobia sino los de la xenofilia y benevolencia hacia el forastero, el meteco o el espaldas mojadas que llega en busca de acomodo y de un futuro mejor. Allí uno nunca se siente de fuera.

Esto no quiere decir que sea una megapolis cómoda o fácil ni el Edén, porque se lleva una vida que no es para llegar a viejo. Es una ciudad bronca donde todo es difícil y  donde nunca hay que bajar la guardia pero allí se percibe un halo de humanitarismo tierno bajo la hosca corteza del neoyorquino quien, cuando habla por cierto lo hace con palabras precisas y como con barbas. Su “slang” o jeringonza es uno de los más interesantes por sus alardes de precisión y de fantasía. Puede decirse que el cheli y el pasota madrileño lo copian. Hasta el punto de que allí la sabiduría se aprende en la calle. La ciencia del albañal o sabiduría de la acera son dos palabras que allí conviene aprender para saber nadar y guardar la ropa. Sin una orientación y una buena aguja de marear te caes pues refiere un viejo dicho local “nice guys here dont last” (los buenos chicos aquí duran poco). Están acostumbrado a las emergencias. Lo que más me sorprendió al principio es que la radio ensayaba simulacros de un posible ataque nuclear y llevaba a cabo pruebas de evacuación a los refugios que terminaban todos ellos con la muletilla: “Esto no fue sino una prueba, de haber sido una emergencia real les hubiésemos facilitado las precisas instrucciones”.

   Es el mejor inglés jamás escuchado y eso mismo me decía el querido periodista y novelista gijonés Faustino G. Ayer, un enamorado de América y de todo lo americano (los dos ibamos a comprar el pan juntos a una tahona italiana de la ciudad baja, dentón) que conocía bien Nueva York, claro dentro de un límite porque en este foro mundial todo se mueve. Todo parece en perpetua catarsis y siempre confunde, siempre sorprende. Con este colega asturiano también tomé copas en el bar cerca de Plaza de la Trinidad donde acostumbraba a beber hasta quedar tendido Dallén Thomas. A veces nos acompañaba el ovetense Delfín García, corresponsal de RNE, bravo carbayón aunque muy cabezota, que tenía un aire inconfundible de Humprhey Bogart siempre con su Pall Mall sin boquilla a flor de labios. Pero en Nueva York la bohemia es mucho más escurridiza y peligrosa que en Europa. He aquí a uno de los máximos poetas en lengua inglesa convertido en difunto de taberna en uno de esos pubs de mala muerte denominados “dives” (inmersiones) o cavernas o “speakeasy” (hablemos paso) que recordaban los tiempos de la Ley Seca. A Dallén que añoraba sus excelsos valles del Principado de Gales Nueva York fue su tumba; lo derrotó.

Así que el Sky line se presentó ante mis ojos como una visión. Pensé en Moisés y Aarón bajando del Sinaí con las tablas bajo el brazo. Una nueva era de mi vida empezaba traumáticamente. Parto acongojado. Yo venía a Nueva York por una de esas carambolas a contar ese periodo de transición que fue la era Carter para los lectores de “Arriba” LA NUEVA ESPAÑA y una cadena de otros cincuenta periódicos y también a entregar la cuchara porque la cadena del Movimiento para la que trabajaba iba a ser pignorada o desmantelada a nostramo, porque digase lo que se quiera reconozcámoslo o no en España desde el año 45 los que mandan son los americanos y algunos amigos yanquis me han confesado sottovoce de que con Franco les iba mejor. No quedaba más remedio. En aquel puesto había habido predecesores brillantes: Manolo Blanco Tobío, Celso Collazo, uno de los creadores de EFE, Guy Bueno, Félix Ortega, que fue el mejor de todos ellos a mi criterio de todo el cupo iniciado en el 48 por Pepe Cifuentes y Rodrigo Royo, quienes tuvieron que verselas con una ley tan pistonuda como la MacCarrack, el diplomático de Truman que luchó en Brunete con las Brigadas Internacionales y  que vedaba la entrada en territorio estadounidense a los españoles. El bloqueo estuvo en teoría hasta comedios de los cincuenta sólo sobre el papel porque en la realidad nunca se llevó a efecto.

 Todas esas firmas habían dejado muy alto el pabellón y aunque entusiasta y audaz periodista como se decía en la jerga el momento no me sentía con capacidad suficiente como para hacer sombra a aquellos gigantes. En los primeros días me fumé dos cartones de tabaco pero no fui el único. José María Carrascal que llegó en barco casi como un polizón se había fumado treinta paquetes hasta perder la voz. Y a nadie le extrañe porque Nueva York acojona e impresiona y más si el recién llegado la descubre en medio de una aparatosa tormenta como me pasó a mí. La clemente Santina me echó un capote.   Aquella vez y todas.

Durante la espera para aterrizar estuvimos de circunvuelo. A nuestros pies la postal inconfundible del paisaje urbano: Manhattan con sus dársenas, espigones, grandes buques amarrados. Bocanadas de humo blanco manaban de las fauces de las chimeneas de la central térmica edificio lindero con el de la ONU y se iban a colgar estos penachos sobre los tiesos adarves del Woolworth, el rascacielos más antiguo, y del Empire State.  Es el emporio de la civilización y la impresión que ofrece al viajero es la de algo que arde y echa chispas.  Viviría dos años con mi mujer y mis dos niños casi a la sombra de este mastodonte de hormigón con su chapitel calado donde la inmensa lanza de una antena de radio hace las veces de campanario. Todas las mañanas me despertaba la visión y el espectáculo de la city. Es un paisaje abstracto que no inspira sosiego, que parece que siempre está llamandote a la calle e instandote a la acción y al movimiento pero los atardeceres son verdaderamente apoteósicos.

 El Empire es el palo mayor de esta ciudad con forma y fisonomía de buque de guerra con jarcias de cristal.  Las Torres Gemelas eran las vergas de popa. Cualquier bamboleo, descartado pues el firme de Manhattan no es más que un peñasco yermo vendido por los indios moahawk a los holandeses por veinticinco dolares en 1622; que se derrumbase todo el montaje, simplemente imposible, porque los cimientos son de  sílice.

 La Nueva Roma se funda sobre un plinto granítico y siguiendo las instrucciones talmúdicas trata de imitar a la Roca de Israel a la cual alude Ben Garrón cuando fue proclamado el estado judío en 1948; no mencionó la palabra Dios, sólo la Roca de Zion. Además, los muros de los rascacielos, orgullo de la ingeniería del siglo, estaban diseñados como  soportar la oscilación del mayor terremoto. Por lo que el portaaviones sería inexpugnable. ¿Cómo iba yo a pensar que la Nueva Jerusalén de la Diáspora iba a ser atacada y sus dos símbolos señeros abatidos? Los pilotos kamikazes hicieron blanco no ya sobre las moles simbólicas de la Torres Mellizas sino sobre el corazón que mueve todo el ajetreo de las finanzas. El daño mayor no han sido los muertos, desaparecidas o el destrozo causado, aunque los norteamericanos tengan redaños suficientes como para resucitar de los escombros, sino la afrenta moral a lo que estas dos trípodes de cristal abanderaban.

 Conque no puede ser más símbolo aquello de torres más altas han caído.

 Para mí que conozco Nueva York, amo Nueva York y fui residente allí cuatro años, los más importantes de mi vida, lo ocurrido el 11 martes fatídico de septiembre del nuevo milenio ha sido una señal. Un toque de atención que exhorta al rearme moral más que al físico, una vuelta al pensamiento de la nueva frontera de la época Kennedy. Que América vuelva a ser amada más que temida y odiada. No se aconseja un castigo porque Dios no puede castigar sino que el ataque representa un aviso enviado desde lo alto. Algo no va del todo bien pese a la euforia de los últimos años. Se exige no la guerra de represalias contra la diabólica mente que urdió la infernal hecatombe sino la reflexión meditada y el reposo sobre cómo somos, qué queremos, hacia dónde marcha el mundo.

Y esta idea se me ocurre cuando a mi memoria viene el recuerdo de aquella tarde noche de san Andrés en medio de la tormenta durante la angustiosa aproximación a un aeropuerto congestionado de un tráfico terebrante. Allí oscurece mucho más rápidamente que aquí.  Me impresionó la visión de aquellos dos conos mágicos como una soberbia representación de una ecuación matemática sobre el paisaje. Dos falos erectos encarnación de la potencia genésica de una nación joven ¡qué contraste frente a los aires caducos de Londres! Dos mástiles de un transatlántico en el que actuaría de timonel, de serviola y de mascarón de proa la estatua de la Libertad apuntando su hachero con la flama perenne hacia Europa. Nunca imaginero tan mediocre como era Bertholdi, aquel escultor que fue contratado por la municipalidad neoyorquina para llevar a cabo el proyecto, tuvo tanto éxito con un molde. Es lo que significa el coloso. Los pobres de la tierra recién llegados a la isla de Elis estuvieron viniendo a refugiarse bajo sus zócalos y ahora el pebetero de la verde dama en cuya cabeza hueca cabe todo un restaurante puede que esté también amenazado. Ha soplado un viento recio en el rebufo de la carlinga y la cola de los dos aviones estrellados contra la fachada de las dos torres. Vesania fundamentalista. Muchos corearán aquella frase del Corán “Alá es grande”. Pero la grandeza divina nunca podrá cimentarse sobre un montón de escombros y una pira de cadáveres.

Sin embargo, yo entonces con treinta y dos años y medio pensaba que estaba llegando al epicentro del futuro. Caía en la forja de una horno donde todo se cuece donde está el crisol del mundo nuevo. La primera impresión fue la de acogotamiento. Nueva York amedrenta un poco cuando se la ve desde el aire y más en las circunstancias de aquel vuelo en medio de una tempestad que hizo que el avión se zarandease como una vaina. En uno de los fucilazos del relámpago quedó diseñado sobre las nubes el cordonazo de san Francisco o la palma de santa Barbara que decían los pastores de mi pueblo. Me pareció entonces que una mano invisible estaba diseñando el croquis de los tiempos por venir con una anticipación de veinteséis años sobre los acontecimientos. Mi olfato periodístico me dijo que no hay que dar de lado a las corazonadas y yo en aquellos momentos la tuve y ya desde entonces nadie me pisó el scoop y por eso mi corresponsalía fue un poco a la contra de la de los demás. Parece ser que a muchos les supo a cuerno quemado que uno quisiera contar la verdad. Yo a los cables de la Ap, de Deuter y  del “Times” les daba siempre la vuelta y al revés te lo digo y acertarás, piensa diferente y acertarás. Hice periodismo de calle. No me limité a pegar telegrama o a refritar el Times como otros becarios de la Fullbright y con master en Columbia que se convertían en amanuenses de los lobbies por los pasillos del Edificio Azul o del Departamento de Estado. Desde el principio tuve muy claro que venía a servir los intereses de mi país. Me dieron por díscolo pero hice bastantes dianas y conseguí moverme con soltura en el laberinto de la política exterior de Cirus Vance, para mí un auténtico caballero. Los americanos tienen un alto código de valores tanto éticos como morales y eso se nota también en el apasionante mundo político y estratégico de la Casa Blanca y del Pentágono. 

 La verdad tiene muchos carriles y a un periodista se le perdona todo menos el de ser aburrido ni pastueño. La mansedumbre de feligrés da buen resultado en el rebaño y en la manada, nunca en esta bataneada profesión a la vez canalla y sublime. Mi lema era un poco el de la libertad al estilo del fundador del “Manchester Guardian”: Facts, sacred. Opinions, free” (los hechos son sagrados; las opiniones libres). De acuerdo pero existen diversas formas de presentar objetivamente unos mismo datos. A la que descendíamos el avión perdía presión. Vi como el pararrayos de una de las Towers absorbía la descarga de una centella. La gran azotea se iluminó con una luz de espectro. La gran fábrica del rascacielos aguantó impávida. Aquello me pareció el techo del mundo pero yo ya colegí que aquellos prodigios de la ingeniería eran vulnerables. La exhalación había pegado justo sobre la punta de la antena de una de las torres y el firmamento fulguró. Entonces el World Trade Centre estaba casi vacío y en alquiler la mayor parte de sus ciento diez pisos y dependencias. Bajo la borrasca ofrecían estos dos titanes de acrílico un aspecto de desafío a los elementos. Habían sido erigidos a prueba de terremoto. Eran el orgullo de la técnica. Sin embargo, dos aviones de pasajeros una fatídica mañana del final de un verano para olvidar, el del 2001, acabaron con esa suposición presuntuosa. Al verlas por primera vez recuerdo que pensé en Babilonia y en Babel.

-Scaryeh? - dijo entonces un puertorriqueño compañero de vuelo empujandome con el codo.

-A little - repuse en inglés y él se puso a jurar entonces en español como suelen hacer los simpáticos de la isla de Borinquen que habían emigrado en oleadas a Manhattan en la década anterior y constituían casi un cuarenta por ciento de la población:

-Manda huevos con el viajecito.

Gran parte del pasaje estaba vomitando en aquel instante de turbulencias y de zarandeos. No pude por menos de reprimir la carcajada que distendió el estado de nuestros nervios. De allí a poco sentimos gañir los neumáticos del Jumbo contra el tarmac de la pista de Kennedy. Todo el mundo empezó a aplaudir.  Y yo a rezar. Recuerdo que en ese instante  apreté contra mi pecho la medalla de la Virgen de Covadonga parte indispensable de mi ajuar.

A lo largo de cuatro años no se me pasó el acojone y creo que todavía me dura pero acabé amando a Nueva York identificándome con su latido. Es el pulso del mundo del mundo. No me extraña que Manolo Blanco Tobío dijese que lo que más extrañaba - para este gran periodista gallego muy habituado a los modos de vida norteamericanos Europa era una especie de exilio- es una ojeada rápida todas las mañanas al Nueva York Times.

El bien y el mal conviven allí puerta por puerta. Ángeles y demonios sentados a la misma mesa. Los rabinos con sus kaftanes y los popes con sus manteos comparten un sitio en el metro. El superfluo y la elegancia de la Madison Avenida entremedias de la cochambre del Bowry. De todo aquel caos que fue mi experiencia neoyorquina saqué la conclusión de que tiene que haber un dios, un demiurgo que ponga orden, que se apiade. Eso. Alguien que se apiade porque Nueva York hace pensar en la famosa frase de san Pablo “nada de lo humano me es ajeno”. No se puede ser ateo en Nueva York. Todo menos ateo. Sientes como una fuerza que te lleva, una especie de protección. De lo contraría te hundirías. La gran manzana, la inmensa colmena, el hormiguero de gentes que se afanan un día y otro y también el avispero y las injusticias. Y como no la mafia. La metrópoli suscita ideas enfrentadas, pensamientos contradictorios de amor y de odio. No es una ciudad para volver porque de ella no se consigue salir nunca. Te atrapa desde el primer minuto y ya no te suelta aunque te alejes físicamente.  Nueva York es una condición mental, estado anímico. Yo diría que es una ciudad mística. He aquí una lectura judía en versión talmúdica de la “Civitas Dei” agustiniana. Que sólo cree en la gracia del esfuerzo y que a Dios lo coloca en otro plano. A él rogando y con el mazo dando. Es una concepción utilitarista de los elegidos llamados a poseer la tierra sucediendo esto acá abajo sin tener que aguardar al más allá. No se conforma con la resignación cristiana ni lo injusticia a la que lucha por atajar en este mundo. Por eso es un frenesí continuo. Arriba y abajo. La ciudad que nunca duerme. La riada humana. El poder automático.

Está tan cargado de voltios el lugar que los picaportes y los pestillos sueltan chispazos. La estática pervade el entorno. Yo viví en el Este hacia la calle 14. Allí todos están juntos, nunca revueltos. Mi barrio era una mezcolanza de judíos y de sicilianos que veneraban la camorra y nietos de Al Capone todavía practicaban ese vudú italiano que es la “jettatura” pero católicos al por mayor ya que en la fiesta de san Jenaro sacaban su imagen por Manhattan en procesión. En la otra manzana había polacos con su manera tan peculiar de concebir el cristianismo y antipáticos. Los  pacíficos ucranianos todos con su peculiar y angulosa cabeza, los húngaros con sus botas de fuelle me gustaban más y me hice amigo de los judíos como mi kioskero, un bendito de Dios por nombre Samuel, que me regalaba unos puros verdes trapicheados de Cuba y hablaba algo de ladino o judeoespañol. “Aguarde su merced agora un momentico pues vengo al punto” Entre todas las etnias son los más de fiar. Los más caritativos, los que más ayudan, aunque en cuestión de dinero no se casen con nadie.

Luego, hispanos los había por todas partes y ahora creo que son más. No se puede contemplar esta inmensa urbe con prejuicios, nueva York los desborda. Es un mundo que rebasa todas las barreras y trasciende las ofuscaciones y atavismos de la vieja Europa donde se mira con recelo al nacido en el pueblo de al lado. Allí este tipo de resentimientos se desconoce. No hay envidia y si existe por lo menos no se nota. Ni miradas por encima del hombro. Sí tiene que haber un Dios flotante por encima de nuestras cabezas, un Cordero que quite los pecados del mundo. Alguien que se apiade. De la torre herida por el rayo. De la humanidad que palpita y gime desconcertada. De la inconsciencia, la banalidad, la vulgaridad a espuertas, la frivolidad sin limites. Se vive mucho mejor en el Rellayo pero uno no sé por qué termina añorando a la Ciudad Automática. Un mundo sin paletos, sin intereses de campanario y con periodistas e informadores, literatos amantes de su patria y de su país con razón y sin ella, que tienen muy en cuenta la ley del libelo a la hora de sentarse delante del ordenador y que saben como nadie maquillar la información y  autocensurarse mientras que la prensa a este lado del charco da fe de una picaresca en auge y la rosa en su chabacanería procaz parece una corrala.  Aquí todo se ha vuelto un poco peripróctico, ya que la información, anal y asnal, parece girar en torno al mismo cabo. Lo acabamos de ver en la manera que han abordado el choque de los aviones contra el hastial imponente de las torres. Nos han demostrado que entienden el periodismo como una vocación de servicio público, un menester que ha de hacerse con categoría, responsabilidad y serenidad ¿Para eso queremos una Facultad de Ciencias de la Información? 

 

18 de septiembre de 2001

 

Antonio Parra fue corresponsal en USA. Licenciado en Filología Inglesa y Románicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SAN FRUTOS, ABOGADO CONTRA LOS MALOS TRATOS

  

                            Millán Sacramenia Artedo

 

Le llaman “pajarero”, seguramente, porque su fiesta, iniciado el  otoño, coincide con la oleada de aves que cursan viaje hacia el sur y lo convierten en  cangreja de  místico velero, donde reposan el vuelo utilizando como  descansadero a la impresionante cofa de este peñasco  yermo que adquiere la caprichosa forma de portaviones inmóvil surcando  la pedriza segoviana. Antes de reemprender el vuelo por el freo paran aquí o utilizan las escotaduras y socarrenas de las paredes cortadas a pico para anidar y quedarse. Abajo se prolonga una sima amenazante, pero por lo alto del risco encuentran posada y cantadero las aves tránsfugas, y sus píos causan embeleso a los ornitólogos.

 Son como partes de una letanía misteriosa repetida cada 25 de octubre sobre la cumbre que acomete el diácono de las silvas con harta solemnidad y empaque. Señor, misericordia, es el grito que entonan el jilguero, la avutarda, la aguzanieves y el monacillo por estos peñascos donde el alma se eleva y Dios parece estar cerca, casi al alcance de la mano, allí por donde las águilas y las vultúridas vuelan haciendo círculo, más que en ningún otro sitio.

San Frutos es un santo que sabe mucho de pájaros y de “pájaras” puesto que conoce algo de las costumbres humanas a redropelo de todo pronóstico, se apartó del mundo no por menosprecio sino por amor a la condición humana cuyas debilidades no le fueron ajenas. Las bodas que se celebran en su altar no terminan en divorcio. Este eremita mozárabe,  que nació en Segovia el año 642 y murió setenta y tres años después de vida penitente en el desierto tierras al norte de Sepúlveda - fue contemporáneo del último rey godo, del traidor obispo Opas y del moro Muza que inicia sus algaradas por el Estrecho a bordo de pateras-, brinda amparo, según cuentan, a los que andan en precario por causa de amores que se acedaron, es baluarte de acogida para las mujeres zurradas por la vida, víctimas de la incomprensión, la sospecha, para todos aquellos que andan en trámites de separación o están a punto de cometer un disparate.  En fin, larga sería la lista de méritos y los prodigios a cargo de su varita de virtudes poderosa. Su venerable aura sigue ahí, encaramada en lo alto de la roca viva para el que se moleste en venir a rezarle salvando las fragosidades de un áspero camino. Por estas cumbres parece que se respira un aire distinto.

 Villa y Tierra lo quieren y se le venera en todos los sexmos de esta especie de confederación de judíos, moros y cristianos que era la zona de la provincia de Segovia, el arcifinio de todas las lindes, campos de pan llevar pendones y merindades, palenque de todas las espadas en los agobiados siglos de Reconquista, zona de frontera entre dos culturas diferentes y dos maneras de ver el mundo absolutamente opuestas. ¿Nos habrá nacido desde entonces este complejo de prevenidos en fronteras, de centinelas observantes del cotarro, siempre al acecho que hizo que el alma del pueblo español, acostumbrado a los palos, saetas y sufrimientos del contrario, tenga algo de aspillera? Es el sentimiento que al viajero le embarga cuando rinde visita a estos riscos.

 La ermita de san Frutos se yergue como un testimonio contra la intolerancia fanática, el desencanto de las cosas del siglo, y una exhortación a los buenos propósitos de la enmienda: lo que acaeció entonces puede volver a repetirse.

Fue uno de los grandes santos intercesores hispanos, muy popular a lo largo de la Edad Media. Así lo destaca el Misal Mozárabe donde la fiesta de su tránsito era un día importante.  La liturgia de san Isidoro, que es mucho más expresiva y poética, menos concisa y circunspecta que el ritual romano, como se sabe, le dedica nada menos que tres himnos de insólita belleza literaria, lo que indica que no es un santo de tantos en la lista de bienaventurados. Las rúbricas del Oficio Divino que acostumbran a despachar en dos líneas a san Acisclo, pongamos por caso, al anacoreta sepulvedano le apropian tres páginas de panegírico en elegante hipérbaton y salmos. La imaginería barroca nos le pinta con barbas apostólicas, una calva a cincel, el cerquillo penitente, en una mano un libro y en la otra, un cayado, la cachava de la cuchillada con que tajó la roca hurtando así su cuerpo de las gumías sarracenas que le pretendían degollar.  Todavía queda la señal. Se abrió una sima entre la hueste agarena y el varón de Dios. Al abismo de san Frutos todavía se podrá asomar el visitante: una enorme garganta, y abajo, las aguas pandas  y trucheras del Duratón, no demasiado profundas sobre el álveo calcáreo. Idóneo emplazamiento para ver nidificar al buitre o para suicidarse.

Su estatua corona la entrada norte que algunos llaman también como en Burgos  la  del Sarmental de la catedral de Segovia, toda en granito y obra de Aniceto Mariñas. El ermitaño embebecido en sus meditaciones pero sin porte adusto y casi diríamos que risueño está mirando para un cantoral. La hoja de su libro está a medio pasar. Cuando esta página que pinga del vacío vuelva con las demás, es que se va acabar el mundo, según es crédito de radicación vulgar. La diócesis le tuvo gran devoción por éstas y otras muchas cosas. 

San Frutos vivió tiempos difíciles de cambios dramáticos y de desasosiego general como son todas las épocas de transición, cuando la historia pasa página. La batalla de Guadalete dio paso a la desbanda del 711. Empezaron las invasiones africanas, los arrasamientos y guerras prolongadas. Aceifas en masa. Venían y venían, cruzaban el Estrecho que desde entonces tan bien conoce el moro en oleadas. Seguramente la peste agarena fue un castigo que nos dio Dios a los godos “por no amarnos unos a otros como Él nos amó”, porque las rencillas, discordias y lo que dieron en llamar los historiadores “morbo visigótico” eran la regla. Ya san Isidoro nos lo advertía, pero no hicieron caso. Crisis de valores en todos los sentidos. Época de conmociones sociales, mudas de camisa y  cambios de chaqueta. Se pasó del aquí no pasa nada al a ver qué va a pasar aquí. Las fuerzas del moro Muza y de Tarik pilló a los visigodos desprevenidos discutiendo sobre el sexo de los ángeles en medio de la gran refriega religiosa entre trinitarios y anti trinitarios, arrianos y católicos. La Media Luna, que no se anduvo con arrequives ni remilgos, irrumpió por el Estrecho aprovechándose de nuestras banderías, sacando partido de la endémica desunión de la grey cristiana.

El lábaro verde del Islam flameó triunfal en los campanarios de las basílicas paleocristianas que fueron asoladas o transformadas en mezquitas. De Despeñaperros para abajo no quedó ni una sola cruz alzada - eso para que ahora digan- y en la Córdoba de san Eulogio y de san Pelayo, éste, el único santo sodomizado de todo el menologio cristiano, por un califa de perversas inclinaciones sexuales, que lo mismo le daba a Abderramán bardaje que bujarrón, pues hacía a pelo y a pluma,  ante su negativa a abjurar la fe y luego tirado a un muladar, las aguas del Guadalquivir fluyeron teñidas de sangre de cristianos, según revela el testimonio del santoral mozárabe y las propias Partidas. Los recién llegados no fueron un espejo de tolerancia. Se comportaron como horda invasora y el que crea lo contrario que refresque su memoria leyendo a don Claudio Sánchez Albornoz, que fue otro san Frutos, pero de Ávila, mártir laico de la verdad y por unos y otros perseguido. Debemos nuestro atávico sentido de la vida política a los taifas. Hay los que olvidan que este pueblo estuvo peleando contra el moro nueve siglos.

Desde aquella ocasión hemos sido, como individuos y al de por junto, de inclinaciones tornadizas con el forro siempre dispuesto a cambiar de chaqueta. Si se quería conservar la piel, había que practicar una moral de conveniencia. Algunos por eso se fueron por aljamía.  Fue el caso de los muladíes cristianos que abrazaban el Islam. O el de los marfuces o renegados muslímicos que se bautizaban. Muchos transigieron aun teniendo que pasar por carros y carretas como aquellos reyes de León compelidos a  pagar a los califas la alcabala del viento o tributo de las Cien Doncellas, el primer caso de trato de blancas que se registra en los anales.

Pero los más hubieron de liar sus petates y enfilar las rutas norteñas. La España de los mozárabes poco se diferencia de la Grecia ortodoxa que describe Kazanthakis cuando irrumpe el turco en sus lares. Cargaron con los huesos de sus muertos y buscaron la desenfilada de las cuevas inaccesibles y de los caminos no frecuentados.

El Poema de Fernán González en dos hemistiquios cuenta cómo fue aquella huida:

               Tomaron las reliquias - todas las que hubieron.

                Fuyeron por Castiella-así la defendieron”

Este pudo ser el caso de Frutos, de Casilda, de santa Cristina de Lena, y otros muchos otros.

 

 Asqueado de la corte y desilusionado del mundo se apartó de él para mejor servir a sus semejantes y es así que el Señor le otorgó el don de interceder, de curar, de mirar las conciencias por dentro y de profetizar. Es una figura clemente y compasiva,  una especie de Sansón mozárabe que derribó el templo de los filisteos sin perder la compostura  una sola hebra de su blanca barba. Hombre de fe, al fin y al cabo, que es lo que ahora nos hace falta.

Por eso su fiesta, tras una eclipse, y todas estas convulsiones sociológicas que han puesto una interrogante  recia sobre la institución matrimonial, después de la crisis, del Concilio y todo lo demás, se ha vuelto a colocar en candelero.  El pueblo nunca suele equivocarse en sus corazonadas por todo el racionalismo que le echen y los denuestos percheleros de nuestras celestinas hertzianas, y es así que san Frutos el misericordioso está de moda.

No es tan sólo el interés ecologista lo que ha metido a este padre de la patria en los riñones de actualidad sino que también son las vicisitudes que parecen agobiarnos a los españoles de ahora como a los de entonces. Lo que preocupaba a aquellos godos también a nosotros nos preocupa.

Su ermita está situada en un lugar escarpado, la espadaña en forma de cruz  tiende sus brazos desde castillo roquero de clemencia en la cúspide de un farallón y habitáculo de la última reserva de rapaces que quedan en España, por el predio de Caballar, atravesado por la calzada que conectaba  Septem Pública o Sepúlveda con Cesar Augusta.

 San Frutos funge como abogado de las mujeres vejadas, de los maridos acongojados y pone paz allí  donde la celotipia o la infidelidad ha instaurado su marca de suplicios. Con su báculo y milagrero, convertido en varita de virtudes, tocará la tierra pedregosa y árida y se abrirá una vía de salida para que lo que humanente carece de solución -Dios hace otras cuentas- se enmiende o, cuando menos, no empeore, y así seremos salvos. Por una vez vencerá la inocencia y se irán abajo los demonios. Ya era hora de que el mal fracase.

Este Moisés de la Tebaida nacional de los castros apartados, tierra cenicienta donde se yerguen el serpol y el hinojo y hunden sus raíces perfumadas la encina y el junípero protege a los que sufren el desamor, nadie sabe por qué razón, pero también es abogado de las que padecen hernia a los que por allí llaman “quebraos. Se le invoca contra toda dolencia o malestar, pero, sobre todo, es como una deidad doméstica, un socorrista de  primeros auxilios. En su persona se reúnen todos los manes, lémures y penates de la corte celestial. San Frutos siempre está de guardia tras el mostrador de urgencias. Fijo y perseverante como un tótem de bondad.

-¿Qué te pasa, hija?

-Pues que él me pegó, que no hacemos más que regañar.

-Vaya por Dios. ¿Y eso será irreversible? Un poco de aguante.

-Es que -dice la vapuleada titubeante- ya no nos queremos. Hay otro hombre. Se ha roto la relación.

Cantinelas como ésta las debe de escuchar el bueno del santo casi a diario desde su tronera del Paraíso, un confesonario que le ha asignado san Pedro para que atienda los casos desesperados del servicio de urgencias. En la actualidad con tanta falta de conllevancia, nadie aguanta un pelo y todo son mohatras y requisiciones, inquisiciones de la vida pasada, este departamento tiene tela marinera. Si no fuera así ¿de qué iban a vivir si no los retratistas surales y gacetillas rosa?

La fidelidad, la castidad, la modestia y el contigo pan y cebolla ya no se llevan. Puede que la cosa siempre fuera así porque la condición humana es invariable en sus miserias y cerrera la cabra siempre tira al monte, pero hoy se jalea mucho más. No se barre tanto debajo de la alcatifa como antes ni a las mozas en un desliz les aprieta el guardainfante, pero la mierda sigue escondiéndose debajo del felpudo. ¡Menudas están ahora las prójimas! Hay quienes ven en esta rebelión feminista un signo de inquietud apocalíptica. No se trata ya meramente del sexo, que al fin y al cabo no es más que un instrumento y la función crea el órgano sino de poner la biología patas arribas. La vida va al revés.

Por eso san Frutos, que debió de ser un buen hombre, y ahora es un santo muy majo y servicial, tiene tanto trabajo en el cuartelillo de las desavenencias conyugales donde reside de guardia permanente. Lo que el uno hace el otro deshace.

 Si su colega san Antonio era el encargado de buscarle novio incluso a los casos más desesperados, el pobre san Frutos acomete la desagradable labor de venir con los municipales para recoger los restos de la vajilla que se hizo añicos o hay una mujer tendida en la cocina con diez navajazos en el abdomen asestados por su marido en un ataque de desesperación o de celotipia. Ved cómo terminan las promesas de amor eterno. A veces hasta hace un milagro, resucitando a la víctima o, en particular, evitando que aquellos altercados acontezcan o pasen a mayores.

Es un santo moderno, en pleno vigor, encarnado en una época de empalme de caminos y de paso a la fronteras, cuando se acaba una senda y otra abre surco. El siglo XX cierra sus páginas en medio de muchos estertores de crónica negra.

En esta tesitura global, porque la violencia doméstica no se circunscribe a la península Ibérica sino que es flagelo que azota a todo occidente, es cuando más hace falta una figura que ejerza su autoridad moral y disipe los vapores de la duda y el desconcierto en que parece que nos hallamos. La precaria situación de fuerza bruta y de vejámenes contra la mujer reza para el tercer mundo y es casi endémica entre los mahometanos. Allí no está abolido el harén y es de precepto velarse el rostro o la cabeza con el almaizar, al igual que lo hacían nuestras moritas en los romances fronterizos de la edad medieval. Recato y decoro sigue reclamando el Profeta a las esposas de los creyentes. Las quiere sumisas a sus dueños y hasta se atenta contra uno de los cinco sentidos, el tacto, practicando la crudérrima ablación clitórica para que así no sientan placer en el encuentro carnal.

 No en vano Shakespeare dio vida a este problema que afligirá a los hombres de todas las épocas en su drama Otelo, el monstruo de los celos. Quiso poner a Desdemona, mujer virtuosa e inocente, víctima de las sospechas del marido, en manos de un moro, una tragedia que se sigue representando en vivo y no en el teatro en nuestros hogares con una cotidianidad que empavorece. Sin embargo, a veces debajo de las tocas castas de Desdemona se agazapa el hacha parricida de Clitemnestra, pues aquí todo está muy entreverado y el bien y el mal conviven puerta por puerta. 

En eso que nos llevan de ventaja a los cristianos, en ponerles almaizar para que no las miren a la cara a sus parientas. Si la ley mosaica prescribe la dilapidación para la adúltera y los imanes punen severamente por la misma razón, los cristianos parece que nos movemos en inferioridad de condiciones. Estamos obligados a poner la otra mejilla y hacer la vista gorda a los cuernos, a no vengar las afrentas. Pero no es así. La ley del amor triunfará. Casi por este extremo de devolver bien por mal, un rasgo de entidad divina más que humana, se puede demostrar que el cristianismo es la religión verdadera. Y ahí tenemos a san Frutos salvando a la derrocada y a Jesús dejándose ungir los pies con el alabastro de la dulce y tan pecadora mujer de Magdala.

En este mundo de contrastes entre la opulencia y la privación de lo más elemental la regla sigue en vigor hasta en el atuendo femenino. Lo que les falta a las elegantemente desnudas de nuestras pasarelas les sobra a las señoritas de Bombay que por carencia de medios no pueden ir a la moda. O no llegas o te pasas, o no bebes o te emborrachas, esa es la fija.

El efecto multiplicador del cuarto poder con su arrasadora eficacia haciendo bocina desde los nuevos púlpitos que son las ventanas de los aparatos de televisión sirve de caja de resonancia. Los ojos del basilisco que matan con la mirada tienen hoy pupilas de neón. Salimos a  víctima de la violencia doméstica casi diaria.

Estos males, que siempre tuvieron mala compostura, ahora parecen carecer de remedio. Ni contigo, ni sin ti. La maté porque me pertenecía. Mía o de la tumba fría. Machista. Yo ahora hago con mi cuerpo lo que me apetece, mira éste. ¿Y tú qué me has dado, a ver qué me has dado? Hay algo de luciferino en esta guerra de los géneros que revoluciona los hogares, está poniendo patas arriba las camas de matrimonio y los gineceos en pie de guerra. Fracasada la lucha de clases, ahora a lo que se enfrenta el mundo de los ricos es a la de géneros al grito de “mujeres del mundo uníos”. En lugar de crear un clima de armonía entre el hombre y la mujer lo que está determinando es mayor crueldad, más ira, más esposas victimas de vejámenes o camino del hospital, más maridos y padres de familia que acaban en la calle pidiendo limosna. ¿No nos estaremos pasando?

En desquite de lo morboso, el crimen pasional no pertenece al ámbito perentorio que hoy se le quiere dar. Es más viejo que la ruda porque ya chupaba cámara de actualidad en los tiempos bíblicos y mira que por aquellos días no había micrófonos acusicas ni la gran lente de aumento de los medios de comunicación donde todo se magnifica o minimiza a propia conveniencia para deformar la magnifica presencia de Dios en la historia. Lo quieren desterrar los demagogos y sigue aquí: habitando entre nosotros.

 La flaqueza del barro en que hemos sido fraguados no ha perdido su habitual consistencia; seguimos en las mismas con nuestra querencia a ser carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo. Puede que san Frutos eche un remiendo, pero esto no lo podrán arreglar nunca ni los moralistas furibundos ni las feministas del moño retorcido. Más valdría morigerar un poco el país, colocar a la mujer en su sitio justo y digno, ni en una hornacina ni en la corrala, y no tratarla como un producto de bisutería o de casquería. El alza de mira de la lente del espejo público no debe estar en la explotación morbosa de los bajos instintos (corruptio optimi péssima), pero hay intereses en juego para que no sea así y esta sociedad recoge lo que siembra: pornografía más violencia. Es un círculo vicioso.

 

El efecto mimético de esta corriente llega a los hogares y los convierte en infiernos. Más que moradas vinieron a dar en campos de batalla, en abrevaderos de imágenes, porque la bicha no deja de escupir basura. Hay poca ética y menos estética, dormitorios en los que tampoco se va a descansar sino a la guerra, refectorios de comida rápida. ¿Qué tenemos a nuestra alcance? Televisión basura y sin gusto, comida basura, una clase política que es una mierda y un periodismo que unos días se hace el Tancredo y otras veces rememora las furias de las venganzas catalanas y de la Campana de Huesca. ¿Te acuerda de lo de entonces? Pues ahora sufre. La máscara plateresca del Arzalluz retador y amenazante se ha convertido en una pesadilla que recuerda que en este país donde existe hoy una paz precaria hubo campos de minas, dinamita y trinchera. ¿Qué es lo que quiere el burro ése?

A este paso no va a quedar títere con cabeza.

La autoridad del cabeza de familia por los suelos y postergados sus derechos, la manumisión de las señoras ha traído un ambiente de agresión y de revancha contra el varón que del gallo de quintana encaramado en su bardal sagrado e intocable ha pasado a criar complejo de zángano de colmena al que las obreras humillan y desalojan de su celda por parásito e inservible. Cuando ya no eres apto para la creación, la patada, y esa calamitosa y precaria situación de marido y de paterfamilias que tuvo descendencia pero que ya conserva poco ascendencia entre los miembros de su corral, donde más se percibe es en casa.

 Como la mujer trabaja fuera y los hijos no se emancipan el hogar ha dejado de ser ese rincón donde el guerrero de todos los tiempos se imponía y se lamía las heridas. Actualmente es un epicentro de borrascas agitado por maremotos y donde suenan las voces, son constantes las fricciones, y las amenazas derivan en reyerta. ¿Qué hacer?

Con tantos problemas y con tan escasas soluciones no es de extrañar que se produzcan uxoricidios y parricidios. El hogar altar sagrado de la vida de un individuo, conforme lo entendían los romanos y lo asimiló el cristianismo, se transforma precisamente en lugar de acampada sin raíces estables, en mansión de las sombras y un pedazo de ese infierno portátil anticipo de las tinieblas exteriores.

Como el mal no presenta visos de desaparecer, la crónica negra irá en aumento. Forma parte de los apeos del tenderete con un sistema de valores mercantilista y venal. Los españoles ahora mismo no somos un pueblo feliz y los vejámenes en el hogar no son más que un síntoma de  infelicidad y de males que enraízan profundos en nuestra psique histórica. Tal vez tengan que ver con el morbo visigótico, ese vil entristecimiento de la dicha ajena que nos predispone a la rivalidad y la discordia. Por fuera se trata mediante la hipocresía guardar las apariencias pero lo cierto es que no hay buen ambiente.

Se dibuja entonces sobre el horizonte el espectro felón y fratricida del obispo Opas, símbolo de lo bajos que podemos llegar a caer llevados de esa pasión cainita que hace aquí a la traición coger patente, y que padecieron los santos mozárabes que buscaron en el desierto y la huida refugio a la incomprensión de sus iguales y la intolerancia mortífera de rivales.  Por eso convivimos amargamente y la falta de conllevancia nos convirtió en un pueblo duro y cruel para con nosotros mismos y blandos y papanatas hacia lo extranjero. Nos damos besos y abrazos al saludarnos pero en el fondo qué poco nos queremos.

La familia refleja ese trasfondo de desavenencia no solidario  y banderizo que nos llevó a cuatro guerras civiles en los últimos dos siglos, y casi una docena de cambios de gobierno y de golpes de estado. Sólo nos queda recurrir a la lotería y al milagro. Los santos, por lo demás, están ahí, forman parte de nuestra idiosincrasia, casi son lo mejor que tenemos. Ellos sabrán marcar una ruta de esperanza. Su ejemplo y su protección nunca nos faltarán.

San Frutos era un cortesano huido de la corte del último rey Rodrigo que nace cuatro años después de que se produzca la desbandada. La corrupción y la desmoralización debió de ser total. Harto de aquel ambiente de intrigas y de revueltas, repartió sus riquezas entre los pobres y se tiró al monte, no para atacar el arma al brazo al invasor sarraceno sino en ansias de buscar la perfección que Cristo predicó a los que buscan la vida eterna. Probó refugio en los inhóspitos páramos más allá de Sepúlveda, la selva de las anfractuosidades y hoces del Duratón, un paraje aun hoy lejos de la civilización y habitáculo de alimañas.

Le tildaron de loco y de tarado pero Dios se hacía otras cuentas. Mediante el ayuno y la mortificación alcanzó tal grado de perfección venciéndose a sí mismo que obtuvo gracias especiales del Señor como la clarividencia profética, la bilocación y el don de hacer milagros. Cuando vinieron en su búsqueda unos pelotones de soldados bereberes que arrasaron la zona del Duero él se deshizo de ellos mediante la famosa cuchillada sobre la roca que le puso a cobro de sus fanáticos perseguidores que fueron a dar con sus cuerpos y sus caballos al foso que se hunde a los pies del alcor. Arriba, la ermita y, abajo, las hoces y cañones que dibuja el afluente del Duero al internarse hacia el terreno llano, en demanda de los arribes del Duero, a través de una vega ubérrima, almendros y buen vino, mamblas peladas y raigones de un castillo, lienzos de muralla o sillares de alguna iglesia desportillada sobre el otero, trazando una curva de ballesta.

 

Los reinos del último godo se vinieron abajo en medio de discordias intestinas que allanaron el terreno al invasor. España se desintegraba en medio de conmociones personales; la corrupción de costumbres, cuando las damas de la nobleza visigótica habían caído en toda suerte de aberraciones, copulaban con animales, el gusto por la riqueza y la molicie se habían hecho endémicas.  Mientras, Don Rodrigo y su Cava Florinda van a ser desde entonces el fantasma misterioso de la traición, la conjura y el asesinato que se cierna amenazante por la historia de España. ¿Y esto por qué? Desconocemos la causa pero fue así.

Hubo miseria moral a causa del lujo y las riquezas y miseria física, plagas y enfermedades y esa congoja apocalíptica que se conoce bajo el nombre de “presura” y que pone a los pueblos en movimiento y a ir de aquí para allá. Por si esto fuera poco luego estaban los trastornos cósmicos y la aparición de signos y símbolos extraños en el cielo esto es apariciones con los que el brazo de Dios intentaba meter en vereda a los recalcitrantes cristianos dados a la molicie y que practicaban el contubernio junto a la conspiración y el asesinato. Una pena que no estuviese allá Chus Torbado para contarlo porque hasta creo que se hubiese mofado de aquellas señales cósmicas que a todos cogieron desprevenidos al cabo de la batalla de Guadalete y sin saber a qué carta quedar.

Por haberse encendido la iniquidad se enfrió la caridad entre las multitudes que prefirieron los torneos y las intrigas y el fútbol en vez de acudir a los templos a suplicar el perdón de la divinidad ofendida.

Por eso baremos puede ser, agrego, que la presencia constante de José María García machacona y hortera tras los micrófonos echando balones fuera o los trapos de la Campos “tele-ubicua” y baluarte del sistema de pan y circo con muchos muertos y muchas putas en el temario  representen un argumento poderoso de que estamos llegando a las puertas de los Novísimos.

España en la encrucijada aguantando el escalpelo de sus propios enigmas y los americanos deshojando la margarita de las idus de noviembre y sin saber a qué carta quedarse. Bush otra vez batiendo atabales y haciendo sonar la trompa de caza nuclear, el lituo del acojone.  Helo por do viene. Si es el Bush - dejenmelo que lo diga en inglés con la venia del querido patrón de mi pueblo- “we will be beating around the bush” (a pegar palos de ciego y que los golpes lluevan sobre tu cabeza y no te enteres pues esto ocurre cuando el poder lo tienen los agentes de la conspiración); caso de que las urnas dictaminen su opción de una maldita vez, pues no me cohíbo en anunciarlo, las riendas del planeta estarán en manos de un subnormal... And a bull shall gore us. Lo que expuesto en cristiano viene a decir que nos pillará el toro a todos. El dragón afianza sus mandibulares sobre las carnes divididas de este planeta. La sámara del abedul está desparramando sus semillas. Llega la hora de la siega.

Convendría en estos tiempos de alteración purificarse bañandose en las aguas pandas del Duratón y de postre cenar “jaroseth”a base de verduras cocidas en vinagre a imitación de nuestros antiguos padres. El divino Frutos nos ampare de las maquinaciones de la infernal culebra que repta por los viales de la España emputecida y sea la triaca contra el veneno que sus babosos colmillos esparcen. Ya creo que se me entiende: preciso es regresar ante los eremitorios tutelares en los que se fraguó el espíritu de este gran pueblo invadido de falsos profetas disfrazados de periodistas que no son sino haraganes en guisa de filósofos y de políticos oportunistas con un ojo pipa que adoran al becerro y se pasean enseñando la foto de los reyes domésticos. Mucho daño nos hizo porque fue maldición bíblica esa fealdad fofa y bobalicona de los retratos goyescos a Carlos IV. Para librarse un poco del fantasma del Fernando VII conviene vestir la marlota del yermo. Alimentáos, hijitos míos, de miel silvestre, bebed leche de camella. Buscad la sombra de la espadaña que al proyectarse sobre vuestras cabezas del todo os librará de la desazón urdida por vuestro pecados. ¡Viva mi sexmo! Peregrinemos a la pedriza.  

 Los godos no pueden resistir las acometidas de las hordas islámicas, austeras, disciplinadas y con una concepción del mundo muy clara y definida. Un sol nacía por oriente, el Islam, y, ya de vencida, el occidente cristiano parecía abocado a hundirse por el ocaso.

Los soldados de Tarik quisieron prender al morabito que hacía penitencia en el yermo de la pedriza. Nada hubiera sido más sencillo porque el eremita no contaba con ningún respaldo de gente de guerra. Sólo otros dos penitentes, que decían ser sus hermanos, Valentín y Engracia, le acompañaban en su vida anacorética. Sin embargo, cuando intentaron agarrarlo he aquí que el justo varón se encomendó a los Cielos y tocó tres veces el firme de la roca con su callado invocando a la Trinidad y en el momento en que se abalanzan sobre él los de a caballo se produce un corrimiento de tierra. Los soldados de Alá se precipitaron al vacío al abrirse una sima profunda que se puede ver en nuestros días, justo antes de subir la pendiente donde se alza la cruz de la ermita que fue un monasterio benedictino durante nueve siglos. La brecha tectónica (se abrieron las fauces de la corteza terrestre) queda ahí como un testimonio de que el Señor no se anda con chiquitas a la hora de brindar protección a los que elige.

No fue molestado más en adelante el eremita por visitantes incómodos que no venían precisamente en son de turistas; se dice que el caíd que lo perseguía, maravillado de aquel estrago, pidió las aguas bautismales y con toda su hueste en peso decidió hacerse cristiano. Frutos pasó en el abrupto lugar el resto de sus días, alcanzó edad provecta hasta que durmió en el Señor a los 73 de su edad. Allí se guardaron sus reliquias, fue canonizado y proclamado padre de la iglesia de Segovia por Calixto II el año 1111 justo el mismo año en el que Pelayo de Oviedo, obispo primado decreta la supresión del rito mozárabe o hispano visigótico.

 

No obstante el culto a las reliquias de Frutos o Fructus (el alegre, el que disfruta, en latín) arranca desde mucho antes. Es uno de los hitos de la leyenda áurea hispana. Junto a la espelunca donde pasó la mayor parte de sus días los monjes de Cluny se establecieron y fundaron un monasterio, directamente dependiente de Silos y que compitió en grandeza e importancia con el de Montecasino.

En este convento llegó a vivir una beguina que huyó de casa a causa de los malos tratos y pidió asilo a los frailes para que la empleasen como cocinera. El marido un día vino a buscarla, la arrancó prácticamente de las manos del abad llamándola puta y toda clase de improperios. La arrastró por los cabellos y la lanzó al vacío justo en el mismo punto donde había dado san Frutos la famosa cuchillada que le puso a cobro de las iras del Islam. La pobre despeñada se encomendó al santo y sucedió que éste vino en su socorro. El cuerpo fue a rebotar contra la rama de un sauce que suavemente se fue desgajando amortiguando el golpe de la caída al vacío por el desfiladero.

Otro caso similar vuelve a repetirse en la ciudad de Segovia con una judía por nombre Esther a la que el sanedrín local había condenado por adulterio al castigo de despeñamiento, cosa que se hizo con todo la minuciosidad de las reglas talmúdicas. La muchacha cayó al suelo ilesa. Se encomendó a la Virgen y a san Frutos y saltó desde las peñas grajeras a una profundidad de unos cuarenta metros sin padecer el menor rasguño a su integridad física. En acción de gracias dejó la fe mosaica, abandonó a su marido, y entró en religión profesando en la Tebaida de la Pedriza, uno de los paisajes más sublimes de toda Castilla la Vieja. Es conocida con el nombre de María del Salto. La fisga popular que no es poca, porque aquí se saca punta a todo y se hace comidilla hasta de lo más sagrado, quiere echar a la provincia segoviana no sin su mucha miga de refitoleo en cara su abundancia en hijas pródigas. Parece ser que ni María del Salto liberada por la Virgen de la Fuencisla ni la beguina del convento  donde san Frutos oraba y a la que éste largó su cayado para que aterrizara con bien cuando la tiraron por el terraplén en volandas fueron las primeras. Tampoco serán las últimas.

Sin embargo, el refranero popular sigue adjudicando a las mujeres de por aquí una paremiología nefasta. Los mal pensados dicen que por algo será:

Y de Segovia ni burra ni novia, y a ser posible tampoco la mujer”

 

En Caballar estuvo el desierto por excelencia, la retaguardia del espíritu, se supo que también las oraciones ganaban batallas a los moros, y el peor moro es un enemigo interior que llevamos todos en los adentros, ése es más temible que el propio Almanzor cuya memoria se pudra en los infiernos, como cuenta el Silense. Los pendolistas benedictinos nos advierten del peligro que corremos si no volvemos a nuestras fuentes si abrimos la puerta al enemigo y el peor enemigo de España y de los español podremos ser los españoles mismos en ese prurito inquietante por tergiversar nuestra propia historia.

 El eremitorio  conocido por el nombre de Las Cuevas de los Siete Altares, una especie de catacumbas del primitivo monaquismo mozárabe es un reclinatorio para encontrar la paz del espíritu en estos tiempos que tanto se parecen a aquéllos. El aire huele a fragancias humildes del campo que acarician el olfato, la vista se esparce hacia los horizontes abiertos y a los aires altos de la sierra donde los buitres de la reserva trazan círculos de concordia. Vemos alzarse una nube de traza espectacularmente polimorfa, casi se puede tocarla con la mano, tiene algo de premonición  bíblica.  Sobre el envés de este cúmulo gaseoso puede esconderse la presencia del Padre Eterno. La voz de Dios se percibe aquí con mayor intensidad que en otro lado. Es una voz que habla de misericordia y de perdón. La escuchan siempre aquellos que van huyendo de los ojos furentes del basilisco y escapan al yermo como san Frutos mismo. Estas lomas acercan al éxtasis. Qué pena que la mística hable un lenguaje acrónimo  que el mundo desconoce; no podrán desgraciadamente captar su mensaje muchos hombres y mujeres de hoy, enfrascados en sus negocios, colgados del móvil discrecional, que han transformado la religiosidad en superstición y todo lo relacionado con las cosas del cuerpo en su fetiche. Leviatán asoma su perfil de chistera y pantalón a cuadros por la otra ribera del Atlántico, reclama que se le dé culto. Urnas y hornos crematorios, bambalinas, hombres de paja, de esos que tiran la piedra y esconden la mano, y luego acusan mientras esperan que les riamos la gracia. ¡Pobrecillos, son tan poderosos que reventarán de éxito cualquier día de estos! La algarada que viene es peor que la de Tarik y sus chicos. Va a correr mucha sangre - virtual, claro está- a orillas del Guadalete, pero habrá otro Covadonga y otro Clavijo. En espera de que el anunciado renacimiento se produzca al cabo de esos lustros de negrura, sólo nos aguarda el recurso de la huida al desierto tras las huellas de los santos de la mozarabía, los que no quisieron comulgar con ruedas de molino, se resistieron a las añagazas de la Tierra Prometida y del Paraíso de Alá. O del candelabro judío. Las ramas del crecal todas están secas porque pesa sobre todas ellas la maldición de la higuera. El Salvador no puede faltar a sus promesas.

Por ese cabo - todo habrá que decirlo - los peores fueron muchos curas y algunos obispos  libeláticos que en aquella hora amarga pospusieron su fe a la razón y a los intereses de dinero y de poder.  No fueron capaces de comprender porque se le escapaban las claves. Roma en el siglo VIII también claudicó y ahí están los Papas de la Edad de Hierro para corroborarlo.  Cayeron las testas coronadas, se rindieron las mitras y las tiaras pagaron el tributo al nuevo amo. Cristo se retiró al yermo. Ahora resuena desde allí también su voz. Sólo unos pocos la escuchan. Si entablásemos escuchas en estos paraderos, comprobaríamos que la voz del yermo es renuncia y paradoja. Quien pierde su vida la ganará.  Al fin y al cabo la Misericordia escoge a los perdedores- un pajarero, un mozárabe que abandona la Corte de don Rodrigo desengañado de la existencia, que no contemporiza con semejante estado de corruptelas y, que,  perseguido, huye al yermo para esconderse de la mirada del basilisco- para manifestarse.  Gracias a ellos, los planes siguen adelante, aunque esto no se explique del todo bien. No pertenece a nuestra lógica pero es así de cabal. Por eso nadie entiende el milagro aunque a veces se produzca sin que le veamos.  Su presencia no acabará y seguirá manando el raudal de la fuente infinita. Quedad, pues, a pesar de todo, tranquilos.

 

viernes, 3 de noviembre de 2000 (0:53 h.)     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 24 de noviembre de 2000 (5:32 h.)

 

                             LA PILARICA

En el primer banco se sentaban los doce guardia civiles de guarnición. Era un sargento el jefe de puesto de la comandancia de un pueblo asturiano posado en un valle a la riba de un río. Hay que atravesar un puente sobre el ejido donde pasta alguna que otra “Cordera” maternal y que para mí seguirá siendo vaca abuela con todo lo que digan - el peligro hoy no es el matadero de Noreña sino esa extraña enfermedad que trae a los ministros del ramo de cabeza: vacas locas- y luego se accede a través de una calle larga que se recuesta entre las peñas.

A mano izquierda hay un bar acera por frente del cuartelillo de la Benemérita y otro chigre más que se saltea con un taller de reparaciones de bici y un tercer figón más que regenta Mariano Proficuo dando a la plaza sombreada por la presencia de un carbajal secular cuyas ramas tocan los perfiles del alar de la iglesia y enraman como si fueran una pérgola del laurel de Baco la casa café de la panadera. Ésta debió de ser una mujer de buen ver pues más que comediados los setenta y próxima a los ochenta sigue pechugona ella y tan flamenca. Tiene el pelo rojizo y fabrica unas enfiladas exuberantes y tiernas igual que sus pechos.

Se la podría componer algunas endechas y dirigir unos buenos cantares a esta panadera comprensiva y rumiante que se trae un aire manso y ejemplar con las vacas que pacen en el sel de la entrada pasada la ferretería de Carola  después de virar por la curva y ya estamos en el ojo mismo del valle al que mi vivir o la fuerza del destino me trajo rodando por las pendientes de la casualidad o de un secreto designio que llevamos al nacer todos en la frente  y cuyo sentido oculto vamos desmadejando cada día de nuestra existencia. Nuestro porvenir cuelga de los cuernos enroscados del buey apis.

Pues era el día de la Columna Nuestra. La Virgen sonreía en su trono de jaspe de su altar lateral en la iglesuca íntima llena de fervores tutelares y el anagrama mariano por todas partes; templo de traza cuadrada muy propia del arte visigótico que no utiliza el círculo para nada. Diseño primitivo y rural, la traza románica conocería siglos adelante las excrecencias prendas y arrequives del barroco. En la nave de la epístola había un altar que representaba con mucho entremetimiento y pompa el árbol de Jetsé todo de colorines, muy rural, primitivo y tosco pero con un resultado que no podía ser más certero porque inducía a centrar el alma en el recogimiento. Un movimiento de piedad al tiempo que una sonrisa embargaba al visitante.  Debajo del coro había un confesionario de castaño de traza cuadrada en cuyo dintel ponía el número de su data. Había sido construido en 1808, fecha evocadora de muchos sentimientos en cualquier español por poco patriota que se sienta un español.  La junta de Asturias fue la primera en alzarse contra Napoleón. Esta comarca verdadero riñón de los concejos y cabildos todavía resulta efervescente en todo a lo referente a nuestro pasado. Por eso aquí se siente con más fervor que ninguna otra parte el sentido de la fiesta nacional. Al menos yo vibré el doce de octubre del 2000 con toda aquella escolta de gastadores rindiendo honores ante el altar mayor.

Tengo que decir que el arcipreste don Quintín pronunció un sermón muy sentido de los que por desgracia no se escuchan en nuestro templos desde que dirige los designios de la barca de Pedro ese polaco tan misterioso y comprometido con los poderes fácticos de la trilateral. Por eso tengo que aducir que la homilía del humilde sencillo cura de aldea me llenó de consuelo. Don Quintín, pequeño, algo calvo y rechoncho al que yo convido a culines o a una pinta en la taberna de la plaza adquirió ante mí una elevada talla moral que sobrepujaba a la del propio cardenal primado o el purpurado de Madrid. Porque si los príncipes de la Iglesia compasan y comanditan, transigen, tragan, ponen el cazo, acepto, lo que tú digas, vamos allá, París vale una misa, etc., con el orden terrenal los humildes clérigos de misa y olla se desentienden de esos planteamientos acomodaticios generales. Se les obliga a vivir hombro con hombro cabe el pueblo, sus problemas reales, sus zozobras, lejos de la retórica curial, los rescriptos y bulas papales; en una palabra, el Jesús de carne y hueso, hijo del carpintero y de María, el que talaba arados, mesas, ventanas, algún yugo de ciprés, la ventana que salía de sus manos no la carcomía la sarcoma, ni se abría con el viento recio de marzo, vedaba entrada a los ladrones.

Pero aquí estamos rozando uno de los enigmas más maravillosos de esta institución de origen divino a la cual los hombres bulderos y boleros han querido transformar a su capricho. Querían una iglesia hecha a su medida como una dulleta de encargo pero lo cierto es que a la institución empecatada y corrupta ya que siguiendo las indicaciones de Montesquieu -¿no fue el que dijo que todo el poder corrompe y el poder absoluto más todavía?- sólo le puede lavar la cara un san Francisco. Así la iglesia quedará a salvo de la ignominia gracias a un diácono.

 

La Tradición puede operar maravillas en misa de doce. En la ceremonia aleteaba un sentir antiguo que conectaba el presente con el pasado y nos colocaba delante de la mirada lo acontecido hacía muchísimos años y es que la memoria puede operar milagros. Es un divino don al que ahora combaten con tanto empeño los que hablan de borrarla en aras de su invento. Está visto que el legrado de memoria es uno de sus objetivos. Quieren convertirnos a todos en sapos y se inventa monsergas y acuñan consignas para que nos convirtamos a sus intereses. Tendrán bastante trabajo si de lo que se proponen es hacer que baje de su pedestal la Virgen del Pilar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

             CRISTO ES UN ESTORBO A LOS GLOBALES

                                                      Por Millán Sacramenia Artedo.

 

 Yera moru, el cristu  de la iglesia que tiene don Acisclo, habrá que cambialu, porque yé blanco, y ya non val”. La sentencia que profirió Pachu de Mio Pa en el chigre de Alonso tenía toda la categoría de la conclusión de una tesis doctoral. Todos estábamos un poco alarmados porque la andanada era global, de esas que hacen época, pero, como ahora todo lo que traen los papeles se ha vuelto dogma de fe, el pueblo ignaro acepta por ciertas todos estos torpedos a la línea de flotación del barco de la fe.

Otro de los contertulios, Toñín de Ternerona, envidó con una frase que fue lo mejor de toda aquella noche de hierba joven, luna blanca y lejanos ecos del lúgubre canto de la “curuxia” en los humeros del monte, pues el sol ya se había escondido y de las breñas descendían nubes muy negras amenazando  una vigilia metida en agua:

-Tras el carru volcau to son carriles, nin.

-Caguen mi manta quien quitarnus la fe.

Se había entablado una polémica y hubo quién acaloró se.

-Es creer en lo que nos vino, que bien me recuerdo de lo que decía sobre este parecer el catecismo que yo aprení na escuela.

- Y no vimos - precisó Volo Fesorias acordándose de lo que ponía el P. Astete.

-¿Qué tendrá que ver el color de la piel? ¿No dicen ahora que no hay que ser xenófobos?

El color, la raza, la flaqueza o la crasitud, la fealdad o la hermosura no constituyen sino accidente, que no interfieren en la sustancia anímica, la parte más noble de la persona. Lo otro pertenece a la naturaleza inferior. Pero se viven tiempos aparenciales de imagen y de las liviandades de lo light. Nuestro periodismo, el de la “Nueva España” incluso es una caja de resonancia de este espíritu de inversión de la cruz, carrus volcaus, y de esa involución que ya está llegando.

La Summa tomista hablaba del color de la piel como atributo de accidente. Ser blanco o ser negro era como ir descalzo o con botas, estar sentado o de pie, ser miope o tener vista lince, con la espalda tiesa y bien trabada, o cargado de hombros, tener la cabeza en forma de paralelepípedo, cráneo torreado, o de forma alargada y hundida, batiscafocefalia, se decía cuando estudiábamos Prosopografía, ser  braquicéfalo o dolicocéfalo.

Una de las grandezas mayores de la Iglesia es que nunca ha sido racista. Cierto, la más primitiva, la del rito maronita, irrumpió desde Abisinia y hasta san Agustín estuvo enamorado de una nubia a la que tuvo que dar carta de repudio por injerencias de su madre santa Mónica la cual le tenía echada el ojo a una mitra y en aquella época los casados no podían ser obispos. Las mujeres nubias, por otra parte, desde la Reina de Saba a esta parte, pasan por ser las más hermosas de toda la raza humana. Nigra sum sed phormosa, filiae Jerusalem”, se canta en el Oficio Parvo.

Pero aquí la gente sigue tomando el rábano por las hojas, porque los amos de la rueca informativa profazan que es un gusto enarbolando la cruz del revés y a lo que se aspira es al carru volcau que decía Tonin de Ternerona ante un culín de sidra áspera en el galpón de Alonso al atardecer de un día de manzanos en flor. Cristo bendito el que confundió a los doctores deja los estrados en los que enseñaba en el Templo y regresa, cerradas ya la mayor parte de la jornada las iglesias, a los chigres, porque es la taberna el único lugar donde se puede hablar libre sin miedo a los barandas y a los espías del pontífice. Siempre mostró predilección hacia los pecadores, convivía con pecadores, dejaba que las putas se le arrimasen y le ungiesen los pies. Toda su doctrina es una soflama contra la hipocresía del tartufo. El ariete de la mansedumbre no se dejó encalabrinar por las seducciones del poder. De ahí que todavía le sigan considerando persona non grata las gallinas lluecas que se aselan en el nial de los contubernios y la impostura.

Borran su memoria y siguen aduciendo contra su sagrada persona a los abogadetes y rábulas de la impostura. El sinedrio sólo consiguió condenarlo sin pruebas aduciendo testigos falsos. Ora echan mano del libelo, ora de la soflama, ora del sesudo tratado pseudo científico avieso de malas intenciones, ora envían a sus tribus urbanas para que embadurnen los muros de las catedrales con el dele del diaño. El caso es volcar la cruz para marchar todos juntos por la senda del revés.

Les exaspera la figura doliente del crucificado. Se encocoran y escupen ante la imagen clara del Santo Síndone y una parte de ese lienzo se conserva en la catedral metropolitana de la Transfiguración de Oviedo, dedicada al Salvador. Este paño fue el punto de órbita del tan traído y tan llevado culto a las reliquias, y fue polo de atracción de romeros medievales, antes incluso de que se organizasen de forma estructurada las peregrinaciones a Compostela. Ya Alfonso VI en 1085 acudió al ara mayor ovetense para dar gracias por la toma de Toledo. La reconquista del adarve toledano representaba un regreso al punto de partida, un triunfo de la causa cristiana, que tantas persecuciones costó y tantas lágrimas. Toledo y Oviedo suenan consonantes incluso por lo parecido de su toponimia. Fueron sendos baluartes de los godos.

Hay razones fuertes que inducen a suponer que Oviedo, el antiguo templo de Jupiter, que cambió la advocación de su ara a Zeus por el de Cristo, aglutinó el sentir soteriológico del que está imbuido todo el bizantinismo visigodo. En la recuperación de las ciudades y del territorio de los que fueron erradicados a causa del empuje islamita los herederos de don Rodrigo el carballón troncal de la estirpe jugó un importante papel.

No hay más que leer a Nikos Kathantakis para reparar en lo que significa esta presión alóctona, que hoy se está repitiendo en proporciones casi apocalípticas que nos recuerdan la “pressura gentium” del que nos hablan los sinópticos, con las mismas características que tuvo diez siglos atrás (los problemas se han agrandado tras la caída de Kosovo). Porque Europa fue un laboreo incesante, un ir y venir cargados con los huesos de los santos a cuestas y de los que efundiendo su sangre dieron testimonio del Cordero. Sin culto a las reliquias ni peregrinaciones no hay fe que valga, pero “Cristu yera moru”, nos dicen los expertos anglosajones. En el Beowulf, en la Chançon de Roland y en las antiguas etopeyas europeas hay referencias a esta pressura gentium.  En el Poema de Fernán González, anterior al “Mío Cid” podremos leer:

Tomaron las reliquias/ todas las que ovieron/ cabalgaron por Castiella/ ansí la defendieron.”

Que se cometieran abusos no lo niego y que haya catalogados en todo occidente más de cien mil astillas del árbol de la cruz que supuestamente encontró santa Elena, tampoco. Todos estos vestigios pueden verse en algunas quirotecas catedralicias y algunas aun se veneran. Hay otros más sospechosos aún; el ceñidor de la Virgen, un mechón de los cabellos rubios de Juan Evangelista o la correa de las sandalias del Bautista. Sin embargo, habrá que poner en cuarentena todas esas conclusiones que publican oportunamente, coincidiendo con las grandes fiestas del calendario cristiano y que han sentado precedente de costumbre - una forma como otra cualquiera de amargarnos las pascuas a los creyentes -y airean los expertos cibernéticos, puesto que no suelen servir a la verdad, sino a intereses ocultos. Son la voz de su amo. Y la impiedad está al acecho. Ahora sólo amagan, pero, en cuanto tengan expedito el panorama, darán de veras. Vuelven a anunciarse grandes persecuciones.

En este tiempo de carros volcados y de teleras y ruedas patas arriba, se cambian las tornas; los versutos facense idiotas y estos últimos a la inversa logran el grado de especialistas. Me aferro a la fe del carbonero con que razonaban mis amigos del chigre. Para mí valen mucho más que las conclusiones de los expertos. Los últimos serán los primeros. Prometió Jesús Bendito y él siempre hace lo que cumple, no como los señores del Banco Azul. No es Charlie el del Bigotito con sus monsergas de “España va bien”.

El logogrifo del 666 se estampa en los papeles más insospechados: en las cuentas corrientes del dinero que mandamos a Bosnia y hasta en las citas de un juzgado (me enseña un amigo un exhorto de la audiencia de Pravia para comparecer a un juicio de faltas, que luego resultó ser una infracción de Tráfico, porque el interfecto le había leído la cartilla al número de la Benemérita diciendole que no toda la culpa de los muchos muertos que hay en las carreteras es de los que se toman un culín de más en las espichas y se van de folixia, huyendo del aburrimiento mostrenco o de las malas jetas de nuestros hogares, donde el odio se condensa, porque el hogar ha dejado de ser sancta sanctórum de la libertad para convertirse en duerno y abrevadero de imágenes, en sede de la insolencia más procaz, sino la violencia, el odio y la mala hostia que se respira en esta España de nuestros pecados, no somos lo que se dice una sociedad relajada y feliz) el número de la bestia aparece allí.

La maniobra que se esconde detrás de esta hipótesis sobre la raza negroide del Señor es evidente: acabar con toda una iconografía y estatuaria en la que aparece como un hombre de raza blanca, rubio, con los ojos azules, la barba bermeja. Así es la estampa en los contornos en relieve de la Sábana Santa turinense. Las pruebas del carbono catorce surten evidencias de que no se trataba de un hombre del medievo sino que la fija de su fallecimiento finca hacia el primer siglo. En el sudario se encontraron vestigios de plantas hoy extintas y que se desconocían en Italia porque pertenecían a la flora palestina. El perfil del amortajado era el de un ario de rostro alargado de miembros proporcionados que recuerdan a los cánones de Fidias y Praxíteles más que a los de un judío típico con ese pabellón nasal que diferencia a los hebreos - no es exactamente una nariz ganchuda sino un perfil que contorna la boca y el arco ciliar coronando la peana de un labio carnoso y sensual-, lo que ha llevado a los antropólogos a conjeturar la posibilidad de que hubiese algo de griego en la estirpe de la tribu de David. A Jesús luego se le tendría al menos como un judío helenizante lo mismo que a san Pablo.

Esto no es la sustancia. Es el accidente, volvamos a insistir. el meollo de la cuestión no descansa sobre su aspecto físico sino en la perduración de sus enseñanzas. Lo que prometió se ha cumplido. La Ciudad Santa fue desolada por Tito así como sus misericordiosas palabras acerca de la mujer pública: “Allí donde sea publicado este evangelio en el universo mundo todos tendrán  noticia de su nombre”. Los griegos dominaban la Decápolis o conjunto de ciudades donde se desarrolló la mayor parte de su vida pública. El Nuevo Testamento fue escrito en griego, a excepción del de Mateo, y hay muchos aspectos de la Palabra que recuerdan las normas de conducta de las enseñanzas de los estoicos y peripatéticos: el desdén de los placeres, el perdón de los agravios, la contemplación de las maravillas de Natura.

En el amor a los pobres y a los oprimidos, en su rebelión contra los poderes fácticos causó revuelo entre los fariseos, los miembros del sanedrín y los pontífices. Es posible que hoy siga siendo el ariete que molesta a los globales. Cristo estuvo entonces contra los pactos sinalagmáticos con Roma, huyó siempre de los honores y de la riqueza. Era un peligro constante para los que se consideraban depositarios de la verdad y el brazo de la ley, celosos siempre de su capacidad de convocatoria ante las masas, y de su atracción mesiánica. Por eso lo enviaron al palo esgrimiendo aquel argumento estremecedor que todavía retumba en los ecos de los siglos caiga sobre nosotros su sangre y sobre nuestros hijos. Era tan arrebatada la incriminación que el pretor romano que desde el principio del juicio lo tuvo por inocente acabó por lavarse las manos desarbolado por la contumacia diabólica de Anás y Caifás. Pilatos irresoluto no tuvo otra opción que acceder a la petición de los pontífices. Cuando escuchó de sus labios que lo denunciarían ante el emperador, sancionó la crucifixión, que era entonces el tormento de la ignominia, la peor forma con que podía acabar un ciudadano romano.

Cristo plantó cara al viejo orden. Estorbaba entonces y estorba ahora. El anatema de crucificale sigue agitándose macabro en los labios de los globales, los cuales - esto no se olvide- so capa de democráticos y librepensadores son totalitarios. Su memoria histórica continúa siendo un estigma que se proponen erradicar la propia memoria porque actúan con vehemencia subjetiva sin darse a razones. Pero en las tácticas con que lo persiguen, más sutiles y de guante blanco, no son más originales que los Herodes y Nerones de antaño y utilizan los mismos argumentos. Loco. Se hizo pasar por hijo de Dios. Rey de los judíos. Visionario. Echaba demonios en nombre de Belcebú. Hoy se le tilda de políticamente incorrectos a Él y a sus verdaderos discípulos, que son los peligrosos, porque se han situado extramuros del sistema de la oportunidad. Ellos harán más pupa que las excomuniones episcopales o el compadreo de las altas esferas ganosas de mantener preeminencias e intacto el poder y la cartera   porque, a diferencia de los malos pastores y de los discípulos de pacotilla, no se han adherido a los pactos sinalagmáticos de la gran movida. Su reluctancia les convierte en idóneos para los quemaderos inquisitoriales que ya para ellos se caldean en estos mementos. Todo por no adherirse a la causa de la bestia. No se crean que es ningún cuento chino lo del anagrama fatídico con los seis números del anosmia. Sus siglas vuelan por el círculo virtual de Internet. El antecristo hará milagros.

No he visto película más alevosa que una protagonizada por Antonio Banderas y que se titula The Body, toda una diatriba contra el depósito de la fe, una negación de la soteriología, de la divinidad de Cristo y de su existencia, un alegato infame contra la resurrección. La daga venía envuelta en guantes perfumados, pero la seda no podía ocultar el brillo del alfanje, puesto que la daga estaba rodada desde un planteamiento inteligente y consecuente desde la primera a la última de las secuencias. Pero, una auténtica trampa saducea toda esta cinta maestra porque saduceos fueron los judíos que negaban la resurrección, siendo escarnecidos por los otros judíos, los de la rama farisea.

Casi desde que inició su andadura esta misteriosa religión que predica olvidar los agravios y querellas, amar a los que nos persiguen, el desprecio a las riquezas y el apego a los valores espirituales sus detractores toparon siempre en la misma piedra de un único argumento: ser esta doctrina un amasijo de patrañas guisado a gusto de mujerzuelas y débiles mentales.

Nietzsche, el cual tal vez había leído demasiado a Lutero, a Loyola y a Calvino, y que había sido capaz de descubrir las incongruencias de san Agustín sobre el celibato - que las tiene como las tiene san Pablo en cuya pluma retumba el eco de la contradicción y en todos aquellos que se han obsesionado con un único tema- blasfema: “Ese conjunto de afeminados son los enemigos de la raza superior, lo ario”. Para el pensador teutón el cristianismo no era meramente un problema de bragueta, sino que su fundador era un invertido.

Pero Arrio, siglos atrás, había sido seducido por el mismo espejismo y pergeñó una herejía a costa de la diferencia de las dos naturalezas que se observan en la segunda persona de la Trinidad en la que se inspiró el esclavo de un rabino judío, que era hombre rico. Me estoy refiriendo a Mahoma. El que había de ser azote de los cristianos tras la muerte de su amo y los desposorios con su viuda llegó a ser un hombre rico. Primera hégira. Un ángel del cielo le trae escritos los capítulos con todas sus suras del Alcorán. Sus seguidores viven en la ceguera siendo su religión un pisto o digesto de noticias y creencias del antiguo y del nuevo Testamento en los que se agazapa el arrianismo que practicaba el monje Sergio uno de los asesores del Profeta como las constantes genuflexiones o prosternaciones que se practicaban en los monasterios de la Tebaida. De los judíos tomaron la costumbre de no comer cerdo y de practicar la venganza y sigue a los nazarenos en sus prédicas en favor de la sobriedad y de la abstinencia de toda bebida fermentada. Hicieron suya la ley del Talión pero hay elementos paganos en este digesto de dogmas y de supersticiones que es la ley coránica, como santificar los viernes. Era el día dedicado a la Venera o diosa Venus. su culto no posterga la lascivia ni todas las sensualidades del trato torpe por lo que asumimos que el mahometismo es religión cuya puesta en práctica no resulta del todo difícil. Es muy humana porque otorga a los instintos todo cuanto le apetecen, en contra del cristianismo que es ley arduo y fragosa que manda estar en todo vigilante, devolver bien por mal, amar a los enemigos y glorificar y adorar a la Trinidad, algo inconcebible si no se adscriba al código místico de la verdad revelada por la fe. A la legua se nota la vileza de condición de su fundador que era arriero o conductor de caravanas de camellos. En uno de sus viajes el auriga trabó contacto con un rico mercader hebreo al que acompañaba una escolta de renegados nestorianos y arrianos que eran gente versada en cosas de religión. Las escenas violentas que había presenciado durante el tiempo como faetón de camellos en mesones y posadas le hizo aborrecer del vino del que precave a sus seguidores. Él no podía ingerirlo pues era epiléptico y cuando le daba la gota coral quedaba como muerto. En esos trances decían los recueros que le seguía que quedaba como traspuesto y que recibía iluminaciones del cielo y que una paloma, el Espíritu Santo, bajaba del cielo, y, posada en su hombro, le intimaba las suras del libro de los libros. No hay más dios que Alá cantan los santones en lo alto de las torres a partir de entonces. Y no hay más cera que la que arde y si no aceptas pues te pasaré a cuchillo. Lo corean constantemente sus cadíes en una repetición de las cantinelas de los hesicastas; así la melopea sube a los cielos y de los viejos monjes griegos también heredaron el “tasbib” o rosario cuya cuentas se pasan el día entero acariciandolas con los dedos para matar el hambre o acallar la tentación de fumar. En las mezquitas el Alcorán enfundado en un repostero verde colocado debajo de una espada destacan por su sencillez y su decoración anicónica, herencia de la iconoclasia de Constantinopla. Mohamed, dicen, había nacido para profeta por que habló en el vientre de su madre, el arcángel san Gabriel vino a consolarle muchas veces, una burra habló en su presencia y luego la luna la partió en dos, de ahí viene lo del creciente, una higuera le vino siguiendo por todo el desierto de Arabia Feliz para escucharle y no se secó que siempre permanecía verde y daba brevas (éste es uno de los siete milagros) y al final de sus días descendieron los ángeles y depositaron su cuerpo en una zofra de color verde y el cuerpo subió al cielo lentamente.  Mientras, uno de los suyos gritando no te vayas quedó colgado de uno de sus pies quedandose con una parte del cuerpo del profeta. De ahí lo del zancarrón de Mahoma que se venera en Meca junto con la piedra de la Caaba que bajaron los ángeles del cielo cuando vinieron a por él. Todas estas fantasmagorías suenan a secta pero han dado paso a la religión que lleva camino de convertirse en la primera del mundo.

No quería enemistarse con sus paisanos de la Arabia sino halagar los principios y exigencias animales de la condición humana. Les permitió tener cuantas mujeres quisieran. Nueve tuvo él. Vengarse de sus enemigos. Todo con tal de que sus súbditos se prosternaran para adorar a Alá cinco veces al día. Una religión que todo lo que sancionan los bajos instintos permitían y que prometía la arrizafa, un jardín de goces sensuales en la otra vida, habría de propagarse rápidamente.  Y así fue. El corán no es más que una pepitoria donde se condimentan creencias, doctrinas de los dos Testamentos en comandita con supersticiones autóctonas. Cristo había predicado la renuncia, la continencia, que sólo lo bueno es útil, aunque sea tenido en poco a los ojos mundanos, porque el Padre celestial hace otras cuentas. Insiste sobre todo en lo que los peripatéticos consideraban una de las premisas de la felicidad y la paz interior conocerse a sí mismos. Gnosce te ipsum.

Pero tampoco pidió imposibles. El hombre nunca será probado más allá de sus fuerzas. Exhortaba a la perfección a la vez que explicaba en la parábola de los talentos que no a todos se les puede exigir lo mismo. Nunca habló del celibato y siendo casto como lo fue nunca hizo bandera de la gazmoñería. Amonestó a los que querían dilapidar a la adúltera. Los que estén libres de pecado que tiren la primera piedra. Instituyó el sacerdocio. El celibato nunca. Alternaba con alcabaleros y mujeres públicas, para los judíos epítome de  impureza.

Los que han convertido la fe en una obsesión genésica atacan a la jerarquía por el flanco desguarnecido y dan en el hito. Desde el concilio de Elvira en el siglo VI en que se preconiza el canon de la continencia para los clérigos esta disposición fue desatendida y no fue hasta ocho centurias  más tarde en que el cardenal Gil de Albornoz, un reformador, amigo de Benedicto el papa de Aviñón y autor del “Colirium contra haereses” que no la impone en su archidiócesis de Toledo. Aquel guaje que se llamaba Juan  Ruiz, buen galanteador de mozas aunque fuese cura protesta poniéndose al frente de todos los presbíteros y diáconos de Talavera, que estaban en pie de guerra contra el rescripto, solemnemente: “Eminencia, quitaínos las buenas para que nos vayamos con las malas. Cristo no impidió a sus apóstoles que se casaran”.

De poco le valdrían las reclamaciones al Arcipreste. Aquel contumaz cura mozárabe que inserta en sus composiciones algunas palabras del viejo bable (guaje, ome, furaco, garabato, facistelo, etc.) estuvo trece años nada menos en una mazmorra de la cárcel arzobispal de Talavera. Lo empapelaron de cánones. A veces los obispos han mostrado un comportamiento fiero nada evangélico y que no que se lo digan a François Villon, otro clérigo de las mismas características. Sobre ellos cayó el ladrillo de Roma. Cristo los perdonó. Nadie recuerda el nombre del mitrado que envió al patíbulo al autor del “Testamento”, pocos habrían leído los colirios contra herejía del testarudo cardenal Gil de Albornoz, pero las generaciones presentes y las venideras siguen solazándose con la cuaderna vía del arcipreste algo débil habiendo “mozes” por medio y puñetero, o con sus fervorosas loas a la Virgen María.

De lo antepuesto se desprende que esta magna cuestión genésica en la que los curas no han dado ejemplo no embarga el verdadero depósito de la fe. No es sustancia sino accidente, igual que el color de la pigmentación del rostro del Crucificado, varón de dolores, hermoso rostro que veneran los siglos. Tanto da que fuese ario, chino o etíope, como es lo más probable puesto que la estatuaria oriental así lo ha venerado a través de sus iconos que nos lo representa como un abuna abisinio de rasgos majestuosos y ojos penetrados de clemencia. El amor es la esencia de esa religión que tantos predican y tan pocos practican. Sobre él descansa su fuerza y su esencia radica.

Aquí la coartada es perfecta. Todos estos rasgos de naturaleza periférica se nos presentan como la médula y nada tienen que ver con el depósito de nuestro credo. Madre ¿por qué callas?

De lo que se trata mediante la elongación de tanto ánimo confundido y criterio perverso es de invertir los valores, atacar a la Iglesia aparente por la esencial. Se trata de melindres que esconden un anticipo de la persecución venidera. Cristo les estorba a los globales y a las fuerzas oscuras porque Él ya lo dijo: “Todos los que dan testimonio de la luz están de mi parte”.

Ellos, sin embargo, erre que erre. La labor de zapa continúa mientras en el Vaticano no sólo miran para otro lado y como no los pueden vencer se han unido a su facción. El carro volcau y todos son carriles. Pero a pesar de todo cualquier día de esto puede aparecer un diácono como era Esteban o como eran Francisco o era Efrén que haga que las cosas vuelvan por donde solían. Quizás el bueno del curín de don Acisclo tendrá que cambiar la imagen del Cristu. Las cuentas no nos cuadran.

Ahora parece que todo se ha salido de madre. Paciencia y barajar, que diría Cervantes.

 

 

miércoles, 18 de abril de 2001 (21:22 h.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El insulto a un centinela o fuerza armada está penado por el código de justicia militar, cabo cuartel, hoja de filiación. El soldado con permiso tiene la obligación de presentarse al sargento antes de marchar. Oficial de transeúntes, incorporarse si es avisado. Servicios de armas, guardia, retén, vigilancia. Servicios económicos, de cuartel y de plantón, los servicios mecánicos son de policía y cuadra, los cuarteleros están uno en la puerta del dormitorio y el otro en otra parte. Impedir que nadie toque prenda que no sea suya. Cabo cuartel está desde diana hasta el toque de silencio en el que es relavado por el imaginaria, la misión del imaginaria es velar por los que están durmiendo, tapar a los que se desarropan. A la orden, mi teniente. Duermen tantos, hay tantos mosquetones y tantos soldados, guardia de plaza, de honor, de principal, de prevención. Hay cuatro soldados por cada puesto de centinela. No te puede relevar más que tu cabo de guardia. Ver venir tropa armada o pelotón de gente. ¿Quién vive? España. ¿Qué gente?  Regimiento de tal y cual. Servicios de cuadra, cadenas cortas por el día y en la noche largas. Cinco cartuchos tiene el máuser, recoger sus deseos cuando expiras. El que tome armas contra la patria bajo banderas enemigas.

La altimetría de la topografía militar secciona los accidentes del territorio en colina, cresta, loma y vaguada.

 

Las balas tienen la trayectoria tensa y curva. Macizos son las balas y de carga explosiva, las granadas. Los rebotes llegan hasta los seiscientos metros.

José costa figuera - los agros de Sureda, es Galicia guerrera y apostólica.

En  redor rompen en primavera los frutales la sobregirad de los tonos de acuarela de sus ramajes en flor. Sobre la fuente de los frailes a una ladera del viejo camino de Belesa, pone un brochazo de suave blancura entre las nabeiras el palomar de outero, el hacha sacrílega, los castros de estructura circular a la manera de púlpitos, ya en plena jurisdicción de los lemavos, los pinos mansos, los castaños, los cerezos. Fraga que fundó la estirpe en tiempos del mariscal pardo de cela, el salto de la infancia.

Trisca Teresiña por las veredas de la imaginación. Le leía las doloras de Campoamor. Escribirme una cartas, señor cura. Ya sé para quien es.

Algareros muchachos, jugadores de billarda, de pinche, de amagar y no dar, al anda la mula, a los bandoleros, intenté apagar las vagas saudades en la tertulia. Las sotas me parecieron un trasunto de Teresiña ataviada de princesa, dedos como garapullos, al chocar contra el mármol las cartas producían el rumor del granizo cuando se estampa contra los cristales de las galerías. En la tertulia se agotaban las energías de Sureda jugando al mus, julepe, chamelo, en la malilla. Todos jugaban a gritos. Malilla calada triunfo na mesa, petrucio patriarca, bajote, nadie le superaba en simplicísimo, entes refractarios a la sutileza amen del camarero pasmón el molinero matalamitá, carquexias del té, ricas bicas de xembra, dibujos hechos con un guizo a la manera de punzón.

Salía a relucir la vida oculta de cada cual, acornadas, pero en la riña lo que se dijo es incopiable as doce da noite ben te vi ben te vi ainda Mais, grosero barullo panaderil, el hidalgo Joaquín Lemos, con la barba hasta el ombligo, maestro en el difícil arte de no hacer nada, un claro parentesco de semejanza con el moisés de miguel ángel. Tomar la raxeira todo el camino, vas a tener frío, Jesusiño.

El viaje en diligencia, dos caballos en el tiro y un delantero que llevaban bayas rojas de madroño en el penacho. Sonaron los cascabeles y partimos, los dos de varas y el delantero.

Llaman vídalos a los abedules, que tuvo para mí más eufonía.

En la chapacuña solían bañarse las mujeres, el cantar de los acechadores del baño de las mujeres

as rapazas de surela

cuando se van a bañar

o primeiro que cha mostran

ech´o pecado mortal.

Hay en Galicia riqueza de color en todas las estaciones, Villanueva, el alto de soldán, pereora. Emigración, la diligencia me pareció un ataúd que se llevaba las energías viriles de Galicia rumbo a las pampas, subió un mozo como quien asalta una fortaleza, iban a sentar plaza en la emigración, planto de gutural congoja.

a rais d´o toxo verde

e moi mala de arrancar

as saudades da terrina medra co  y ayga dom ar

Se e llenaron los ojos de lágrimas presos de una tristeza inenarrable, me arrimé de espaldas a una esquina del pescante, el foro de la emigración impuesto a Galicia por los países de la aventura, hacíase en las aldeas la misma vida que en los tiempos bíblicos, costumbres de ogaño hogaño, las dos formas admites, enseres. Sólo para los ricos era llevadera la vida del régimen galaico. Se veían muchas casas abandonadas invadidos los umbrales por el jaramago, por las paredes hacía excursiones la yedra. Empavorece pensar el ingente número de desertores de la cuna.

Alto en Toldavía para comer. Aurriabela vista desde lo alto de Cudeiro ofrecía un aspecto deslumbrador entre picachos abruptos con el miño mansamente adormecido a sus pies, pueblo de orense, herbedelo. Abur, señorito, dios lle faga ben. Arabela, marfileñas manos de sedentario gordo.

Magistral descripción de la matanza del gocho por san silvestres, horripilante grito del cerdo sentenciado, las filloas, la toza sirvió de ara para el sacrificio de los cinco mártires, cuerdas adibales con los que se los cuelga de la portada, toquillas del entrete, hiel de cerdo útil en la cura de los panadizos, tan llamativa del buen vino.

Bueno es tener la gastronomía en olor de ciencia. Todos comimos en franco compadrazgo el día de la matanza asesinos y señores, sirviente y ayudantes. Vendenoces daba forma a los jamones, a los grasudos tocinos de rojas hebras entreveradas, la  riquísima zorza para los embutidos. Toda llena de zullas o cagadas, morcillas arrugadas como gargantas de vieja o bocios de gargantas anormales.

A los chicharrones llamamos roxones nosotros josé costa Figueras, un tupé como la pera del macho cabrío puesta al revés. Fuimos de casa en casa entonando endechas conmemorativas del natío del hijo de dios, un banquete al estilo de heliogábalo. Fue un derroche de manjares, de bebida, de cordialidad, las travesuras de la rapazada. Al terminar el banquete estaban chispos todos. Al xa, eu poño os chorizo, filliño. Nuestras piernas parecían sojuzgadas con el propósito de mantener las formas espirales. Llegué llorando como un becerriño desvalido.

 

 

Haz de ojiva, haz de cuerpo y haz de culote, las balas salen a mil metros por segundo, hay granadas fumígenas, incendiarias y tóxicas. Los cañones son de trayectoria tensa y los obuses de trayectoria curva, morteros de trayectoria curva. La rabera, la parte posterior, que va en forma de cola de milano; los tetones y el cerrojo, el percusor sirve para que se inflame la pólvora, resalte, encastre, vástago del seguro, los cinco cartuchos del máuser, guardamano y guardamonte, casquillo, porta bayoneta, cantoneras o lomeras, la baqueta sirve para la limpieza del cañón, el tapabocas o cubre punto que protege el punto de mira, el machete, la hoja, la empuñadura, la cruz y el pomo.

 

Periodismo de manada, rudeljournalism, los rusos veneran a   Pushkin igual que a la imagen de una virgen, el presidio entero entró en conmoción, actuario, escribano judicial. Tapir, una nariz de tapir y grandes orejas, zabatovka, huelga, encuentro con las nubes de antaño, soobshenie, comunicación, ISTOCHNIK, fuente/ RABNODUSUHNO, indiferente, POSHASENIE, padrino. KARMANIK, carterista. VORISHKA, ratero, estudiantes calabazano (estudiante que ha fracasado en un examen), planta acuática aroidea, cala. Difunto de taberna, borracho, privado del sentido.

 

Diota, vaso esférico para guardar vino.

 

Portabunt nomen tamquam lumen. Asiarca, organizador de los juegos olímpicos. Todo lo del sacerdocio se lo debemos al Crisóstomo y a basilio. Einode, desierto. Los grandes hombres venían del desierto. La soledad es madre de las ideas que transforman el planeta. Ministerio, limosna, sacrificio, palabra. La hidra se estaba devorando a sí misma.

 

La escuela se ha distanciado del mundo laboral. Perago, seguir el camino. Espurcicias o inmundicias. Anillos como símbolos de fe y de fidelidad. Esos malditos ingleses, sacos de pimienta, son los responsables de nuestra guerra en oriente medio.

 

Belicón o Helicón es uno de los personajes. Carta de apostasía de los libeláticos para que les librase de las persecuciones. The falsity of women and the weakness of men.

 

Sundenbok, concepciones totémicas y formulas rituales. Zaria, aurora, la más hermosa palabra del ruso. Escribir novelas pero sin fruto puesto que la imaginación no acude a la cita. Genetliaca y noemática, pensamiento en general. Sus testas coroniformes, ese reloj, centinela de la historia. Cisterco, larva de la tenia.

 

Pogrebeñie, funeral. Anagrama de eternidad. El múrice no quiere ser ya amante de la arena.

 

El militar arma al brazo. La patria es espíritu y los vascos quieren desgajarse del tronco común. Los españoles no somos una raza pero somos acérrimos en la defensa de nuestra libertad. Franco fue general a los treinta años. Silvino honró a su uniforme con toda la fatiga de la vida de campaña. Simancas, la batalla en que fueron derrotados los árabes. Arapiles en la feraz vega salmantine, donde derrotaron a Napoleón. Los requetés se cubrieron de gloria. Navetas y talayote, heroicas defensas.  La culpa del españolismo canario la tiene Nelson que quiso conquistar las islas afortunadas en 1797 sin alcanzar sus pretensiones. Arma principal es la prudencia y la discreción militar. Leales, al pensar, veraces al hablar y ejecutivos en la obra. Fortaleza es una virtud que nos hace querer el bien y evitar el mal. Los rojos despilfarraban medios. Los vicios amarran la voluntad y turban el entendimiento. Honor es una fuerza que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes. Si se pierde ya no se recupera nunca más. Privilegiada situación geográfica y espíritu de independencia del ser español. Asesinatos, incendios, saqueos, corrupción. En un siglo cien gobiernos y cinco cambios de régimen, destronamientos, destierros, atentados, desmembración del ejército e inmoralidad reinante. Disolver la familia, célula nucleica de la sociedad.

 

Vivir a toque de corneta. Los principales sones: diana, parte de revista, escuadra, asamblea de guardia, fajina, marcha, paseo, oración, retreta, general para salir con las armas. Petate, saco de costado, cantimploras, cuchillo, tenedor.

 

General de brigada, de división, teniente general, capitán general. La roja y gualda ondea desde 1785. Una bandera encierra los campos, las fábricas, los antepasados, los pueblos, el porvenir. España, supiste borrar los linderos del mundo, los blasones de los cuatro cuarteles.

 

Alférez de fragata, alférez de navío, teniente de navío, capitán de corbeta, capitán de fragata, capitán de navío, contraalmirante, vicealmirante y capitán general de la armada.

 

Cada mochuelo a su olivo y que cada palo aguante su vela. Examina, hija, examina, religión de las porteras, llegar del campo del honor. Toda la gloria militar no vale la vida de un ranchero, gazapos con guindilla, sumo de la ciencia culinaria.

Comí entonces pan de munición bañado en llanto, un incienso que hace eternas las vidas que embalsama. El mejor aldeano, muerto. A todo aquel que hereda contribuye a arruinarle como pueda, sumidos en la tristeza vil del bien ajeno.

Majuelos nominales.

Le envenenó el ganado untando con jugo de baladre(adelfas).

Baivel, escuadra de cantero con la que se hacen las dovelas.

Las gentes de bien en las aldeas sólo saben gozar cuando hacen daño.

Y el fisco su escaso haber fue convirtiendo en humo, imponiendo impuesto sobre impuesto, por la industria, la herencia y el consumo.

Todo hombre de bien lleva en la frente la señal de la coz de algún jumento.

Sólo Virgilio sostenía que en el campo la gente es candorosa y a mí me gustarían las aldeas si no hubiese en ellas aldeanos ni aldeanas.

Un vecino honrado me envenenó el ganado con zumo de baladre.

Estaba la hierba embalsamada de perfume.

A degollar los lanza más bien que el patriotismo la venganza.

Con estos cambios de cosas y de nombres siempre hará la historia una novela.

Es la fuerza de la sangre una quimera y a mí me gusta el laurel sólo en los guisados.

Levantado Riego, Madrid se convierte en catacumba a cielo abierto.

 

 

El Cid se puso la gonela de lino y se marchó a Valencia la Clara. Valencia la mayor por sus bellidos ojos. En el héroe se resume la ingenuidad y la gravedad de la España.

Sumido en la dulce eutrapelia de los cantos ortodoxos.

Subjetividad de la experiencia humana frente a la objetividad científica.

La cibernética nace en 1941. There is not society, only people, en gorden Park.

Y no digo que afeites nuestra lengua castellana, sino que la laves la cara. No le pintes el rostro, mas libérala de suciedad, no la vistas de bordados y de recamas mas no le niegues un bien atavío de vestido que aderece su suciedad. Acivilar, acial, que es la correa de la cual pende el vestido. Garcilaso, voz muy esclarecida, altos pensamientos de su elocución.

Cuando el pope anda de visitas, los diablos se cuelan en el cementerio. Hay que esconder el hacha a la espalda porque llega el guardabosque.

Se desvanecían en su cabeza las sospechas de la víspera.

Se bebieron juntos la cuenta corriente. Radiograma cultural, el ruso es una lengua literaria, cultural, potente, flexible, magnífica.

Te aplican a Freud como te pueden meter la ley de fugas.

Byran, temporal, no siempre podemos estar pegando a los judíos.

Aquí ahorcan por menos, in foráminibus petrae. Pozhar, incendio. Oiga que acaban de descubrir el magnífico invento de las sopas de ajo. Sustitución de la fe por la sociología. Ética protestante de respeto a la naturaleza como partícipe de la divinidad. Ytechenie, consuelo. La campanilla del arco de la troica cuya argentina música se perdía en la llanura de los campos de centeno. Yo os bendigo, sed honrados y lo metían luego en ataúdes forrados de brocatel. El sacristán poniendo en juego su poderosa octava empezó el responso. Alas negras, solemnes letanías.

Fatigados por el aburrimiento, el insomnio y la inactividad de una vida fantasmal, triple papada, enfermera alta de perfil bizantino. Tiene un escribir fácil y un estilo de cristal. No te rindas, lucha sin tregua, y lo decía sobre un bosque de fusiles de asalto.

El camino expedito hacia nuestro punto de destino reclamados en lealtad a la república pudimos alcanzar el pueblo de san Rafael.

Consuelo es de sabio haber dejado las cosas antes que ellas te dejen a ti. Saber perder, saber dejar.

Los libros dan tanto, tanto que no se les puede exigir, además, que den dinero. Gabriel miró tenía los ojos limpios y su imagen esmerilada permanece en mi memoria. El laberinto de los espejos poblados de fantasmas. Astrana Marín, hombre desarreglado con corbata estrecha y verde pero descubrió todos los intríngulis literarios del quijote.  Se me van poniendo los ojos de lechuza de tanto escribir, botillería y tupí, pero botillero es el que forra las pelotas al pelotari. Repide, Pedro mata, Emilio Carrere. Iba a bailar a la bombilla Azaña el señorito feo y misterioso. En disidencia abierta con el sol de junio, cosas son estas de españoles, pasamos del no pasa nada a ver qué va a pasar aquí. Nuestro pobre Madrid donde la alegría cuesta tanta tristeza.

A casanova le intervienen los aduaneros su rapé y una edición en griego de la Iliada. Se instala en una fonda y botillería de la c. La cruz, ese rey entrevisto en el cuadro de las Meninas, una tarde de oros rotos. Entonces una hombre asesinado era un acontecimiento tremendo. Las farolas de González ruano permanecen encendidas día y noche, siempre ocultan un aquél fálico. Portier, ventana que oculta una cortina. Avenida de los fantasmas y caballeros de la orden del relente.  Elegía de las farolas caídas, popularizó a larra y a dolores armiño, lasaña, oreja de abad. Demofilia, sibila lata o tiritona de la disidencia. Se suicidó una miércoles corvillo. La agonía española, se quita de enmedio cuando empieza a ganar más dinero. El idioma que habla un escritor ha de ser nítido y debiera entenderse en la c. La montera. La conversación de dos españoles inteligentes son dos monólogos sin concesiones.

 

Juan bausa volvió a beber. El corazón se la hacía cada vez mayor y la cabeza más pequeña, llegó a casa alegre y más locuaz que de costumbre. En la casa me enmohezco, salir del local dando tlaspis, le quedaba dinero y volvió a ver porque a la vez que su ternura crecía también su sed. La ciudad de los negocios con su fisonomía sin arboles. Todos los hombres eran sus hermanos, la vía layetana se había convertido en antesala del cielo, siempre me consolaste y ahora cuanto daño me hacen tus palabras, lo echan por borracho y reaccionario, no tuvo bausa quien levantara la voz por él en medio de aquel entusiasmo justiciero, el expediente fue llevado adelante por Ardireu lleno de celo, sin contemplaciones.

 

 

 

 

 

 

         CAMÓN AZNAR AUTOR DE UNA GRAN NOVELA

       SOBRE   LA VIDA EN ASTURIAS PASADO EL TERROR DEL AÑO MIL.

 

Por Antonio Parra Galindo.

 

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Cosa cierta es que los seres humanos tenemos una querencia espiritual y afinidades misteriosas que nos conducen por una vereda determinada, por unos derroteros tan diversos e inextricables como pueden ser la transmigración de las almas, las coincidencias en los paisajes, la comunión estética o la participación en unos mismos afanes políticos. Hay que hablar de la polaridad, de la atracción de los cuerpos pero también se da un irrefutable magnetismo entre las almas. Al entrar aquí habría que explayarse en tratar todos esos vértices esotéricos que no explican del todo pero que en cierta manera coadyuvan a vislumbrar algo del misterio del cristianismo, la más verdadera de todas las creencias y la más perfecta dentro del piélago de dioses falsos a los que la humanidad adoró siempre.

Se nos ofrece pues una metempsicosis intelectiva que nos instala en un grupo o en una capilla específica, pero nuestros maestros, nuestros profesores marcan las almas. Ellos fueron la antorcha que guía y su voz resuena en nosotros de por vida porque los ecos de su voz no conseguirá extinguir la muerte.

Camón Aznar fue profesor mío de Arte, recuerdo con fruición y embeleso aquellas clases en la Facultad de Filosofía complutense de ladrillo rojo y de planta funcional en los inicios de la década prodigiosa de los sesenta. El aula donde impartía cátedra este aragonés con aires de despiste nacional daba vistas a la Sierra de Guadarrama so un jardín de rosales y cedros y la diafanidad toda de Madrid envolviendónos, cobija de amor y de sabiduría, esa luz cruda y entusiasmada, aires cortantes de cuchillo, ese viento de Madrid que mata un hombre y no apaga un candil que tanto miedo en el cuerpo le metía a Clarín al que hoy recuerdo a los cien años de su muerte, se nos fue un día de Corpus de 1901, y un mal aire que se le coló de rondón por la barriga, un mal aire de Madrid, acaso un berrinche, se lo llevó a tumba en Oviedo una mañana en que cantaba el raitán en su pomarada. También Clarín ha sido en literatura mi parangón. Su prosa calada de belleza encuentra un eco en la de este aragonés transmontano y cuya trayectoria vital tanto tiene que ver con Asturias.

Siempre que bajo a San Martín poso en la tienda de mi amigo M. Méndez Vigo, el hábil Manolín con sus manos que todo lo componen y cualquier artilugio reparan, perito en amistad y sobre todo gran ingeniero del alma, que está frente por frente de la casona que tenía Camón en ese valle de Luiña cuyos paisajes saltan a sus páginas porque se enredaron en sus sueños porque también a él Asturias se le coló de rondón en el alma con la magia indeleble del “culiebre” y quedó prendido de la canción de los labios de una xana.

Es una casa de planta moderna de tres pisos, galerías acristaladas. Palmera real da escolta a su antojana y de estilo funcional.  Cupiera suponer que uno de los hombres que más sabían de arte románico y mejor lo explicaron habitase una de aquellas casas blasonadas con portón y estragal, balcones corridos, hastial de piedra que se dan tanto en el  país, los que describieron nuestros clásicos del XIX. Pero no; prefirió la modernidad y el confort indiano. Él era un hombre austero y de costumbres sencillas, adusto en apariencia como su cara. Tenía un rostro que de tan trágico resultaba lo puramente español y sus ojos delataban a todas horas embeleso y pasmo. Dicen que uno continúa vivo hasta que le abandona la capacidad de asombro, el espíritu de curiosidad y Camón hasta el último huelgo la mantuvo consigo y nos la comunicaba. Su mirada bajo el arcosolio de aquellas cejas tan pobladas y negras, palio de curiosidad y de asombro que se asomaban cada día a un mirador cósmico, estaba siempre como huida pero atenta siempre denotaba esa sorpresa del que descubre e investiga, pescador de belleza en ubérrimos caladeros ocultos a la mayor parte de los mortales. Tenía el alma de llama y las espaldas algo cargadas del hombre estudioso, luego cuando se le trataba al viejo profesor larguirucho resultaba un hombre cordial, algo burlón, daba gusto oirle contar chistes verdes y chascarrillos en la fabla de Aragón. Se podía explicar al Greco mirando para el profesor Camón cuando acometía la exégesis del pintor toledano escanciando imágenes con aquella voz rajada que él tenía y tratando de asir lo inasible con aquellos dedos lardos como flecha apéndices de sus manos enormes, casi de cantero medieval con que accionaba durante la disertación. Algo estevado y con inclinación de hombros. Muchas horas sobre el pretil de un códice asomado a esos ventanales panorámicos de los sueños que son los libros. Nos parecía que el profesor se nos iba por las ramas y que siempre parecía venir a clase con resaca como flotando entre las gasas de una gran borrachera mística. Flotando. Eso. Al andar parecía que flotaba él tan habituado a conversar con los ángeles de piedra y a extasiarse ante las gárgolas habitando la región de los pináculos cósmicos. Sin embargo, conocía muy bien la tierra que pisaba. El Camón íntimo no tenía nada que ver con el Camón oficial, hermeneuta de los ángeles románicos, artista de la palabra, que parecía recién caído de un guindo por sus aires despistados y geniales o escapado de un códice cálamo en ristre.

Había en él como resonancias magnéticas de un trasmundo inabarcable. Era uno de esos hombres a los que encontramos por primera vez y su “cara nos suena” acaso de haberla visto en una existencia anterior. Ese mesmerismo es el fautor del arte, el que carga la turbina de la cultura puesto que la cultura se produce por asociación de ideas y es la resultante de un proceso de bilocación. Dios existe y Cristo está en la historia pero su santidad y su presencia es otra muy diferente a como nos la presentan todos aquellos cuyo todo y único afán ha sido apropiarse de su figura. No conviene darse muchos golpes de pecho ni exclamar “Señor, Señor”. Los fariseos no entrarán en el reino de los cielos. En Camón yo llegué a entrever la existencia de un Cristo que se acercaba a la noción platónica de la divinidad. Todo lo de acá abajo es un calco imperfecto de la perfección que está arriba. Pero como Dios no es unívoco y san Anselmo ya lo definió utilizando un proceso silogístico de exclusión para adecuarlo a nuestra capacidad precario, como lo que no es, ni mortal ni finito ni visible, etc., tampoco a Cristo hay que contemplarlo desde un ángulo unilateral. Por eso hay un Christus “músicus”, un Christus “praedicator” y otro “praedicatus”, un taumaturgo, un demiurgo y un reo, un resucitado y un perdedor, el de la Ascensión y el de la bajada al sepulcro, un sembrador de parábolas que tuvo que emplearse con el látigo contra la “raza de víboras” y otro que fue escupido y azotado, un Cristo manso y un Cristo arquitecto y un Cristo poeta, y otro profeta, pero todos estos conceptos siendo análogos  no son idénticos como tampoco es unívoco ni equívoco ni idéntico a fuer de universales la idea mariológica que viene a concretar y completar la visión cristológica como dos ramas de un mismo árbol, y para entender el arte y la teología hay que estar acostumbrado a moverse por el ámbito de la exposición conjunta.

 La edad media prefiere presentarnos al Mesías como el gran triunfador, el Juez grande que se sienta en la silla de la majestad mientras el barroco se inclina por el Varón de dolores pronosticado por Isaías (otra versión diferente del mismo Dios real). La fe tiene sus lados sombríos. Es una cosmogonía acercandonos a todos estos misterios de lo trascendente de la gracia santificante. El arte en la medida que trata de explicar esa tutela sin tregua de la divinidad sobre el hombre que le sirve de refugio y amparo en su caminar a oscuras por el mundo de esta forma apoda y acoda a la teología. La existencia humana viene a ser como una gran romería jacobea del principio a final. Esta es la idea matriz de esta grandiosa novelita del profesor Camón Aznar. En vida no fue tan famoso como insigne, aunque debemos declarar aquí que eso del “famosus” tiene en lat. matiz de deshonra (no van descaminados pues los que usan la palabra con tanto albedrío), este medievalista de talla cuya obra poco conocida rinde homenaje al saber en libertad. Personalidad fascinante algunos de sus artículos de ABC han de considerarse de florilegio. Yo recuerdo aquella tercera del órgano monárquico - nada tiene que ver con el monarquista de hoy-de la calle Serrano en el que escribían mano a mano los Pérez de Ayala con los Azorín, los González Ruano con los Pío Baroja o el Ortega de la última época. Firmas triunfales. Festines auténticos de la literatura. La de Pepe Camón era una estrella con luz propia en aquel firmamento de estrellas del que sólo nos quedan hoy postes de la luz y jarrillas, mucha jácara y mucha paja debajo de nombres promocionados, novelistas de designación reconducidos de lo negro a lo blanco, ha estallado la bomba de mano de la vulgaridad, sus libros se nos caen de las manos de tan políticamente correctos como van. La crítica los acoge con palmas de tango a todos los “hit” y a todos los “must” que en tongo se deshebran pero hoy la critica está reconducida y manipulada por amiguetes a los que las casas de contratación de la cultura sobornan previamente.  Como van de trapillo a la televisión a comparecer ante el ratón de bibliotecas emblemático tránsfuga que mira por encima de sus lentes de inquisidor y detrás del atril de diserto parece una trinchera a punto de hacer fuego con una de avancarga y luego vaya y sonría con cara de conejo. Pero estos son los toros que hoy hemos de lidiar en este coso. No hay más cera de la que arde. Hay que escribir a cara de perro para hacerle una higa a ese carajo esperpéntico de lo “deja vu”.

Un crítico era Clarín y un crítico como Dios manda era don José Camón Aznar. Prosaba con magnificencia y maneras elegantes de cardenal renacentista, manaba su palabra por aquel chorro de voz baturra y que luego se transformaba en melodía cuyos ecos acariciaban los arcos formeros de un empino de bóveda de cañón. La impostaba porque había algo en su persona de hierático perfil sedente, la majestad del pantocrátor. Nadie  ha explicado el misterio del arte de Jaca en sus boceles, impostas, lucernarios, balistarios, ese mundo fantástico de los bestiarios cincelados sobre la piedra fabulosa con tanta solercia y cacumen como él. Era un especialista inter alia en códices medievales. Los beatos iluminados del arte asturiano nos van a llevar al arte románico que surge como una agradecimiento arborescente hacia la persona de Cristo cuando pasa el terror del milenario. Contrariamente a lo que se ha venido diciendo los capiteles románicos con sus endriagos y harpías, hipogrifos y dragones alados, reflejan ese amor a la vida en el reencuentro con la naturaleza.

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Hay que retrotraerse a la mentalidad del año mil.  Camón era un especialista en el siglo XI. El pavor del milenio igualitario lo refleja en una de las más grandes novelas cortas que se han escrito en los últimos lustros En la cárcel del Espíritu. Es la historia de un monje bávaro que como expiación de un pecado cometido cuya evolución de psicológico refleja el autor con pluma digna de Dostoievski - es un pecado contra la fe, la caída en la sima de la desesperación, la gran aliada de Satanás para penetrar en el corazón de aquellos a los que quiere perder, desesperación que define por otra parte a nuestra época- se embarca en una peregrinación hacia Compostela. No llega a su punto de destino. Fray Lázaro viene a morir en un albergue u hospital de peregrinos en Soto de Luiña y que todavía sigue funcionando.  Miguel Ángel, el del bar de la plaza al que llaman el diácono, sigue examinando credenciales y estampillando avales a los que pernoctan en el refugio con el mismo rigor y sentido de la hospitalidad cristiana con que lo hacían aquellos ostiarios de las posadas del Camino Francés.

El autor parece que tiene delante el hermoso paisaje de las Luiñas a la hora de escribir el libro; en los primeros párrafos habla de un “lugar en la llanura, rodeado de bosques y ceñido por la curva de un río” y trata de reflejar sin entrar en detalle cómo era la vida de un benedictino (¿Benitos o monjes blancos? Los benedictinos hacían vida comunal mientras los bernardos dormían en crujías o dormitorios corridos. Es el único anacronismo que encuentro en la obra, error mínimo).

He aquí una sala hipóstila. Los lechos eran esteras, el refectorio alargado con el púlpito empotrado en el muro. Mística y casta serenidad trasminan las páginas de “En la cárcel del espíritu”. Es un viaje a un claustro donde el tiempo se amansa y donde vemos a los pendolistas de bruces sobre el pupitre del manuscrito en el que laboran con un pincel en la mano “que cae sobre el pergamino con la levedad del copo de nieve”. Describe la sala capitular siempre resonante de discursos y la iglesia como un trasunto de un cielo humano y dialéctico con arcos que son como respiro de los espacios y pinturas que concretan los pensamientos inmutables. Es un lugar habitado por monjes descarnados de grandes ojos redondos que ocupan un espacio pero que no habitan en el tiempo, esqueletos de ideaciones apocalípticas. Cada vez que el sol enrojecía las gentes iban a encontrar refugio a los montes porque detrás de la sombra se percibía la silueta del dragón, observa el escritor corroborando al propio tiempo lo siguiente:

“En la crisis milenaria hasta las iglesias se vaciaron. cada hombre arrastraba con su sombra su sepultura. En los monasterios sólo se leía un libro el del apocalipsis y la preocupación de los comentaristas consistía en adatar a su tiempo las páginas descomunales del libro”

Este párrafo tiene hoy plena vigencia porque otro terror del milenario es el que acabamos de vivir o estemos acaso viviendo. Camón, que se nos muestra como eximio novelista, topógrafo del sentir y del latir de una época, describe a estos frailes que escribían e iluminaban y que parecían mojar el cálamo en llama y salían del minio colores que eran como “la cresta de un incendio”, “ojos cuya redondez era la del mundo abiertos con el espanto del que ha visto morir al universo. Sus túnicas se doblan con las mismas curvas contraídas de las hojas secas al quemarse”. Al redactar estos magníficos párrafos parece que tiene delante la talla de madera del Salvador que se venera en la catedral de Oviedo mostrando la majestuosa traza de un atlante que se yergue ante la amenaza apocalíptica y empuña como un cetro de paz la esfera armilar.

Pero el peligro ha pasado ya, los curas volvían a aprender latín y las tierras a labrarse, los antiguos manuscritos a ser copiados. “La pánica alegría de aquel momento se convirtió en gratitud hacia la divinidad. Un inmenso amor de redondez panteísta hacia la naturaleza y hacia Dios impulsaba catedrales y cosechas”. Se vivieron años en definitiva de exaltación edénica.  Lícito es preguntarse si a pesar de todos los pesimismos no estaremos abocados a una de esas grandes épocas de la humanidad cuando acabamos de doblar el cabo de los terrores milenaristas con todo Nostradamus a cuestas, las profecías de Malaquías y las predicciones de todos los estrelleros y magos de la New Age que hemos dejado atrás. El mundo, concluye Camón, volvió a ser de nuevo un paraíso sin serpiente. ¿Se aleja también ahora la tempestad? ¿ O los horrores que describe Juan- “tomó al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y la encadenó mil años. Cuando hubieren acabado los mil años será Satanás soltado de su prisión y saldrá a extraviar a las naciones”Ap.20-7-8- pertenecen al hic et nunc de nuestra sangrienta actualidad? El estado emocional del mundo se parece bastante al de aquel entonces. La clepsidra implacable marca la hora global: tiempo de la Segunda Venida. Hace mil años los monjes de las iglesias asturianas le aguardaban encerrados en una celda construida en lo más alto del templo, en el sobrado mismo a la que se accedía por una tortuosa escalera de caracol.

 

y a veces por una cuerda como entre los eremitas de la Tebaida, el monte Athos o entre los coptos. Para bajar había que descolgarse de una cesta. La contemplación por aquel entonces demandaba estas truculencias del Estilita encaramado en su columna para no contaminarse, torres de marfil penitenciales. En Santullano y en Santianes parece ser que quedan restos de estas cámaras anacoréticas.  Era el éxtasis del vigía que escudriñaba el horizonte desde el campanario pero el Cordero tardaba en llegar. Oteaba desde las techumbres el monje pero el Amado se hacía de esperar. A la sazón puede que esta guardia se monte desde las páginas web, aunque no hay constancia pero es suposición plena. Los cistercienses de ahora tienen turbios los ojos a causa del pervigilio doblado el raquis, difícil será encontrar a un contemplativo rectas las espaldas. La guardia sigue en sus diferentes relevos y parece que Dios continúa hablándonos desde el silencio. Hay quien hace la escucha siguiendo su rastro desde la garita iluminada. Abajo se condensan las sombras, los fantasmas nocturnos.

Sabemos que el protagonista era vástago segundón del señor de Klamheim con feudo sobre el castillo de Toeltz. Siguiendo la costumbre de la época sobre la primogenitura ingresó en la abadía. Allí fue feliz fray Lázaro hasta que el diablo vino a visitarlo atosigandolo con el dogal de la duda y la desesperación. Sus años de noviciado tuvieron ese carisma de la ondulación y melisma del canto llano. El cuerpo de los monjes está hecho para la liturgia, la melodía monódica que recorre las bóvedas con la elegancia del cisne en el estanque. El templo románico se convertía en un lago de beatitud donde hasta la estructura hipóstila desempeñaba una función de alabanza a Dios a través de la voz humana. Era un discurrir placentero por el perfil de los días y el turno de las estaciones materia y forma conjuntadas y sin diferencias entre el alma y el cuerpo. La vida monástica es una búsqueda de armonía y un anhelo de contemplación.

Era el cristianismo total a la sombra del Pantocrátor de la mandorla mística antes de la llegada de la peste franciscana, el principio del fin, el primer conato de reforma religiosa que iba a desembocar en las demasías de las guerras de religión. Era entonces cuando Roma no tenía tanta importancia pero la cristiandad era más católica, más universal y más libre. Los ojos se entornaban hacia Jerusalén. “No había fronteras en la fe ni en los pueblos, ni nacionalismos montaraces, ni cismas ni herejías”. Por eso viene a concluir el autor: estos siglos que van desde el terror milenarista marcan el triunfo verdadero de Cristo. Algo que en la historia no se ha vuelto a repetir.  Todos los que amamos a la grandeza de la Iglesia verdadera tendremos que suscribir esta hipótesis que Camón aquí describe maravillosamente. Los tímpanos románicos expresan asimismo esa idea célica del paraíso impersonal y cósmico, un empeño que sólo fue posible mediante el rescate de la sangre de Cristo. Es la ideación pura, el concepto teológico en carne viva lejos de las vivencias personales. El creyente sentía partícipe de una empresa total. A Dios no se le puede ver, tampoco se le puede nombrar. Es lo absoluto e incognoscible. Sin embargo, los que se acercan al arca santa de tapas nieladas, ese cofre de salvación de la fe en español, a contemplar esos ojos  que acechan y perdonan, ojos del mundo redondos y opacos y esa sonrisa de la talla tan dulce como tosca o se prosternan ante el Pórtico de la Gloria consiguen una visión de ese reino futuro que aguarda a los que perseveran siquiera sea a través del ojo de cerradura que abren las arcadas románicas.

El autor va explicando el proceso con acuidad y pluma veloz a través de una prosa en el que el castellano recobra todos los honores de lengua espiritual apta para hablar con Dios y entusiasmarse ante los deliquios de la Virgen María. Entusiasmo es un endiosamiento y sin entusiasmo no puede haber cristianismo ni tampoco buena literatura. Es algo que sólo puede comunicar Dios a través de sus criaturas. Es privilegio del todo no de la parte y es ahí donde fallan algunos de los novelistas de aluvión el colmillo retorcido o que andan de medio lado que escriben en la España de nuestros días sino del todo. Por eso no lucen aunque traten de encandilarnos con sus mejores galas. Para sentar plaza de novelista o de crítico lo que hay que hacer es estar contra lo de entonces. Este sino de los tiempos nos recuerda a las plagas de Egipto y no queremos esta vez dar nombres. Demasiado revanchismo. Respiran por la herida. La cicatriz de la derrota les sigue superando de ahí que sus libros nos hagan recordar a verdaderos manaderos de pus.

En el estilo de Camón Aznar pasa lo contrario. Es una novela de tesis que prende desde el principio. Además, es uno de los cantos más bellos a la mujer que hayan podido escribirse desde la duda y desde los dolores. Lázaro viene a coincidir con el dictamen del protagonista del Nombre de la Rosa que de la misma manera devino en monje giróvago: los momentos de felicidad mayor no fueron los del convento ni los del éxtasis místico sino la noche que pasó en compañía de aquella muchacha a la que llegó a conocer casualmente.  La crisis religiosa que padece hasta su exclaustración y la posterior condena abacial a hacer la ruta jacobea que en muchos casos equivalía a la pena de muerte porque el viaje estaba cargado de peligros y bajo la amenaza del hambre, la peste y los lobos, es una preparación del camino para explicar su estado de ánimo.

 

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El detonante de la crisis viene dado por una experiencia con la que no contaba: la muerte del maestro de novicios. La visión de su cadáver convulso y desesperado le hace reaccionar. El preceptor había practicado la virtud desde que profesó y seguido a rajatabla las constituciones de san Benito pero en el postrer momento, el definitivo, tuvo un instante de debilidad, resbaló en la duda presa de terrores incomprensibles que le acercan a la boca del abismo. La desesperación es un sentimiento específicamente satánico. Esa tentación a punto de expirar cuando más aprieta el diablo la tuvieron muchos santos. No hay nada más allá, el cielo está vacío; ese viene a ser el argumento. Todos los seres de la creación tienen un destino trágico, juegan la baza con las cartas marcadas, de lo que se colige: procede disfrutar aquí todo lo que se pueda porque si no hay otra vida todo estará permitido en ésta.

San Pablo fue acometido muy recio por los espasmos de esta duda pero la venció y fue arrebatado al séptimo cielo del que bajó diciendo que ni el ojo vio ni el oído oyó lo que es aquello pero la serpiente antigua se atrevió a plantearle cara al Apóstol de las Gentes. Le llamó exaltado y lunático utilizando como argumento su gota coral. Parece ser que Saulo se cayó del caballo en un arrebato epiléptico.

 Es una interrogante que parte las carnes de muchos creyentes y pasa agitándose por los cielos de la historia. Algunos la llaman el silencio de Dios. No todos tuvieron el privilegio de ser arrebatados como Pablo de Tarso a las alturas. Porque vio creyó y esta fe le hace increpar con la vehemencia que le caracteriza a la muerte preguntando dónde estaba su victoria y proclamar incluso “culpa feliz” al pecado de Adán factor desencadenante de la redención. Pero hay que insistir que no todos gozan del carisma de la claridad de la trasverberación que arranca las nieblas del error de sus intelectos.

El orante se ofrecen en oblación y ha de cargar con los delitos y lapsos de los otros. A veces la cruz resulta demasiado pesada y viene la duda del sepulcro vacío. He aquí a  Lázaro de Kleimheim copista y amanuense de los libros santos en un monasterio de Alemania sumido en el laberinto. Siente que el cielo se le viene encima, gime y busca sin hallarla la salida a la encrucijada. El tiempo de rezos y el duro trabajo caligráfico que trazaba lineas y colores, rasgos, sobre los preciosos cantorales, no eran más que un alivio pasajero. Cuando en las cortas vigilias antes de Maitines sobre la estera o la yacija de paja que le sirve de lecho en la crujía hipóstila vuelve el gusano a roer y la tentación por sus fueros. El cielo está vacío y con la muerte estalla sobre nosotros la nada. Él no resucitó, los vendajes del sepulcro no eran los suyos y el mito de la resurrección fue un montaje, la fabricación de unas plañideras histéricas que estaban enamoradas físicamente del Galileo. Todo es un invento, una inmensa fábula. Sus torturas y escrúpulos únicamente encontraban una tregua mediante las manualidades de su absorbente labor de miniaturista.

El proceso está perfectamente descrito tanto como el ambiente de la época. La hambruna y la mortandad de la peste van a ser otro emulsivo del entusiasmo con que arranca la undécima centuria. La sociedad feudal hace crisis. La lucha por las indulgencias y las disputas entre trono y altar por la preponderancia vuelven más duro el panorama. Si existe un Padre Célico que ordena nuestros destinos y todo lo dispone hacia el bien para que nos sintamos a gusto y no nos falte de nada ¿por qué entonces permite el mal y la injusticia, el desamparo? El joven benedictino se amarga la vida haciéndose una pregunta eterna. Él pensaba que había un orden en el mundo pero mira alrededor y comprueba que vive cercado por la desgracia y lo diabólico. Hay un desfase entre la idea y la materia. Zumba sobre sus oídos el garrotazo amenazante de la entelequia. La vida del monje se convierte así en una lucha contra la quimera.

“Los hombres andaban como cadáveres a pie por los caminos y e las casas no salía humo”. Esta imagen del hogar frío y la chimenea apagada, el jardín abandonado y la casa cerrada acentúa la sensación angustiosa de ciudad desierta y de país despoblado es de entidad apocalíptica porque nos remite a connotaciones de castigo divino, de manipulación de la descendencia que es en definitiva un atentado contra las fuerzas de la vida. Fue el pecado de Sodoma. La Asturias de diez siglos atrás guarda cierta analogía con la de hoy con un crecimiento demográfico cero atendiendo la llegada de la alfaida, la marea humana,  de hordas en masa que van a constituir una sociedad amorfa y desespañolizada y alóctona. Todas esas contingencias ya se preparan. 

Así fue al despertar del medioevo cuando desde Escandinavia denominada entonces “oficina gentium” se impulsaría la colonización masiva de Europa sobre las ruinas del romano imperio. Los barbaros del norte llegaron en oleada y de forma sorpresiva. Era una visita que nadie esperaba. Todo descorrimiento de pueblos presenta unas connotaciones apocalípticas que hacen pensar en el castigo bíblico. Lázaro de Kleimheim sentía sobre sus carnes esa presión.

Pero la auténtica crisis de fe va a tener lugar coincidiendo con la llegada de un fraile esquizofrénico, trasunto de Savonarola, al que su soberbia le sume en la herejía, desde otro monasterio circunvecino a predicar una cuaresma. “De la boca de Fray Martín no partían razonamientos sino rayos, nada de adoctrinamientos sino anatemas. Hay en su persona un anticipo de Lutero puesto que en el visitador se plasma la rebeldía diabólica, la cabeza engallada del “non serviam”. Su presencia produce en las aguas tranquilas hasta entonces del monasterio una conmoción. Acusa a los monjes de ser castos y crueles, de predicar la caridad porque no se atreven con la justicia. Roma es el símbolo del engaño, la mentira y la avaricia. Sus sermones atraen la ira de la parroquia. Se le suspende a divinis pero recalcitrante en el error vuelve a predicar contra las Indulgencias y es dilapidado por hereje al pie del altar por la chusma airada. El hermano Lázaro contempla con horror aquel asesinato, ve cómo el cadaver es arrastrado a las tinieblas exteriores para que se lo coman los buitres. Era un blasfemo, un apóstata. Y aquí llegamos al nudo de la trama de esta impresionante novela teocéntrica  en el que se denuncia a una sociedad hipócrita capaz de matar en nombre de Dios y que se atreve a manchar sus manos de sangre porque alguien cuestiona el libre albedrío, el derecho a pecar. La libertad humana es sacrosanta, la propia divinidad la respeta. Por una vez lo infinito se doblega ante el capricho de lo finito. La angustia y grito de fray Martín proyectan hacia el cielo la angustia del hombre contemporáneo.

A un escoliasta de la época no se le ocurriría explicar con tanta clarividencia e interés el proceso psicológico, la dura prueba a la que es sometido este religioso que vacila zarandeado por uno de los problemas más arduos: la presencia del mal. Pronto vemos al protagonista sumido en la soledad del ángel destronado. La Biblia lo recuerda: “Ay de los solos”. El sacrosanto refugio del monasterio es perforado por esa duda caliginosa y a partir de ahí no va a ser un espacio resonante de las notas de la himnodia  gregoriana.  Los turíbulos no sahúman el perfume del incienso sino el humo fétido del azufre al que acompañan las estentóreas carcajadas del ángel caído en su vagar absoluto por los derroteros de la historia. Se ha perdido la inocencia del Edén. El hombre vuelve a su condición de animalidad precedente al génesis, no es más que una fiera que piensa, copula y traga, merodea y caza sin obediencia a otras leyes que no sean los apetitos instintivos. O dicho de otra forma el peso de la novela se apoya sobre el ominoso barrunto de la muerte de Dios. Pero parafraseando a Nietzsche cuya entera obra son las exequias de la divinidad fallecida, ¿existe Dios? ¿Y si no existe cómo podremos hablar de su muerte? ¿No será la idea de la divinidad algo subjetivo, una especie de prolongación de nuestro ego insaciable? El simio se puso derecho y anda ahora erecto, evolucionó como evolucionará algún día su pensamiento hasta conquistas insospechados hasta ser el mismo su propio dios en su proceso de adaptación. La tentación de Babel otra vez bajo los planteamientos seductores de Darwin.

La dilapidación del hereje hace que Lázaro, el puro, el incorruptible entibie su fe desde la base de un razonamiento verosímil: no es lícito asesinar en nombre de la divinidad pero esto fue precisamente lo que estuvo haciendo el ser humano desde las cavernas a través de la práctica de un ritual supersticioso. A Dios había que inventarlo puesto que daba coherencia al grupo porque nos reafirma en lo que pretendemos, nos halaga el oído. De esta forma el concepto del ser supremo pasa a ser algo subjetivo, puro maquillaje para nuestra vanidad intelectiva. Un analgésico para el dolor que comporta el destino de los nacidos para la muerte.

Lázaro había pecado y el pecado es como la rotura de una armonía con el cosmos. Sin embargo, la razón no es más que la tapa de los sepulcros. Un buen día reconoce su culpa y va a caer de rodillas a los pies del abad con todo el monasterio reunido en capitulo. En aquel entonces las penitencias eran públicas. El prelado no puede absolverlo tratandose de tamaño pecado mortal, el de desesperación; es un pecado contra el Espíritu. Lo envía de peregrinación a Santiago de Galicia. A la sazón las autoinculpaciones se llevan a cabo ante el capítulo. Las penitencias también eran públicas. Los pecados, distintos. De una magnitud más solemne si cabe porque diferente era el concepto de cristiandad. Recordad a tal respecto la Huida a Canosa. Todo un emperador prosternándose descalzo ante Gregorio VII. Hasta que no estaba saldada la deuda con la iglesia o con los hermanos, Dios no perdonaba. Era frecuente ver vestidos de saco en el ámbito de las ciudades a los flagelantes clásicos. En realidad las peregrinaciones empezaron a partir de esta noción de culpa que había que expiar mediante el viaje iniciático. Los romeros cuando de personas consagradas se trataba recibían de manos de su abad un bordón, unas veneras de concha y el clásico petaso o sombrero de ala ancha que servía para protección de la intemperie y también para ocultar el rostro. También recibían el ósculo de paz y treinta dineros para el camino. Nada más.

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 No era consciente el Hermano Lázaro cuando se despidió de sus compañeros que la hégira expiatoria que iba a comenzar le iba a llevar más lejos de sus sospechas. Como primera medida tuvo que dejar morir a su yo para empezar a vivir.  Dejó de pensar. El trajín de la andadura le deparaba el robustecimiento de sus miembros corporales. El alma se purificaba. Tenía que aniquilarse y ser semilla que después de caer en la tierra hará que fructifique la espiga. Alguna veces añora la casa matriz y se acuerda de sus frailes con una vida tan reglamentada y tan diferente de la azarosa que a él le persigue, añora los ritos y canta cuando puede el oficio divino o dice misa en plena soledad porque partió con la recomendación expresa de su superior de evitar las iglesias y los poblados. Sin embargo, al llegar a Tarbes localidad de los Pirineos pide al obispo letras dimisorias para poder consagrar la Eucaristía. No ha de olvidarse ese nombre. Tarbes es la diócesis donde se produjeron las apariciones marianas de 1858 a santa Bernardita Soubirous.  Lourdes está en pleno corazón de las peregrinaciones jacobeas. Aunque obtiene la facultad de celebrar y concelebrar pronto olvida su condición de clérigo porque, tramontados los puertos y habiendo dejado atrás el monasterio de San Pedro de Sieresa, una serrana de un valle navarro lo recoge cuando estaba medio muerto y lo lleva a su choza, le da de comer, le venda las heridas de los pies y, cuando despierta escucha hablar en vasco: “gaixo ziñatan, orain zaunde” (enfermo estabas antes, ahora bueno). Se inicia una bella historia de amor pastoral. El protagonista vive los instantes más bellos de su existencia, conoce la plenitud. Ni siquiera se acuerda de los votos arrastrado por su pasión pero un día al salir a arar encuentra el cuerpo despedazado de un hombre por los lobos la noche anterior. Le viene a las mentes el recuerdo de la palabra empeñada al superior. Vence las lianas que le atan a aquel hermoso caserío rodeado de fortísimos montes donde viven gentes sencillas en estado de gracia original anterior al pecado del primer hombre y abandona la vida arcádica. La mujer le sigue durante un trecho pero vuelve a abandonarla.

El cristianismo que encuentra pasada la cordillera es una religión en estado de guerra. “España vive-dice-sólo para vencer a los enemigos de la fe en franco contraste con la mansedumbre y placidez del sur de Alemania. Aquí todo se extrema a punta de lanza. Todo se radicaliza con ímpetu de ataque”. Tampoco el cristianismo es un concepto unívoco. Nunca nos pondremos de acuerdo pero es así. Lo único que le mantiene vivo es lo externo porque lo interno pertenece a algo tan sagrado como es la conciencia y es allí en lo íntimo del alma donde Dios habla al ser humano. Pero los ritos, las oraciones, las fiestas, la letanía, la tradición. ¡Si quitamos eso, en qué queda la fe! ¡En monsergas místicas! ¡En una interpretación del Evangelio ad líbitum! Sólo un monje benito puede entender que el catolicismo consiste en liturgia, en un constante recitar de oraciones con arreglo a los ciclos estacionales. Porque la practica rutinaria de la regla nos libra de nosotros mismos. Ora y labora. No te desesperes. Cumple la norma, unéte a la tradición, pero si cambiamos la norma, si introducimos cambios en la liturgia obtendremos una mutación de la esencia y llegaremos al síndrome del templo vacío, a la macrocefalia jerárquica. Tenía que renunciar al amor pero al igual que en el “Nombre de la Rosa” Lázaro reconoce que no hubo instantes más suaves que los que le depararon sus nupcias con la serrana de Arán. Su recuerdo le hace casi enloquecer. Sin embargo, tiene que empuñar su cayado y entonar el  “Ultreya” sin temor a los peligros de la andadura iniciática. Otra vez se pone en ruta. El Salvador le acompaña. Para expiar la culpa, caminar. Tenía psicología de huido y cruza cañadas, desfiladeros. En algunas posadas vuelve a saludarle la tentación, traba conversaciones con otros caminantes hacia Compostela.  Unos perseveran, otros son seducidos por los cantos de sirena, las mesoneras y mozas de partido, que ya entonces el itinerario era ya la ruta de la sífilis, el chancro y las tabes, el perro de san Roque, mal francés y camino francés, otros mueren en los lazaretos o quedan sepultados en los cementerios de peregrinantes, otros mueren devorados por las alimañas, se extravían, enloquecen, se dan al vino o mueren a mano de los bandidos. ¡ Señor, Señor cuanto pecado, cuánta imperfección y cuánta defección! El destino es la tumba.

Alfonso VII el gran rey de Castilla, el repoblador, el que tanto amaba a Oviedo y a los asturianos puso guardia de templarios en la ruta para proteger a los transeúntes. El Hijo del Trueno Boanerges es el símbolo de ese cristianismo prevenido en frontera.

 

 

que encuentra el monje alemán pasado el fito de Navarra, era casi una fe desconocida que acaba atrapándole, se emborracha, se enamora de España a través de una moza vascuence. Hasta los sarrios y las cabras enarbolan el pendón de la cruz frente a la media luna. Ha pasado el letargo del milenario y la cristiandad empapada de vida quiere liberarse de las cadenas y de los yugos que le uncen a las pechas y servidumbres del califa. Al grito de ultreya y del “Dios lo quiere” de Pedro Ermitaño se llena de actividad, despierta de su modorra y se embarca en la dudosa aventura de las Cruzadas, algo por lo cual nuestra fe ha sido tan vapuleada por sus enemigos. Sin embargo, ahí tenemos a Ariel Sharon una especie de Ricardo Corazón de León Judío y nadie le dice nada.

Fray Lázaro había escuchado de labios de un francés que hacía la ruta de Compostela por la parte más sañuda: la de la costa- curiosamente al remontar Oca dejando a un lado Vascongadas que ya en aquel tiempo seguía sin estar romanizada y sin cristianar- “el que va a Santiago y no visita al Salvador por honrar al criado menoscaba al señor” y opta por el ramal de la derecha el que a través de Arbas enfila la ruta de los antiguos monasterios mozárabes de las Monas o Nonas y cruzando por Mieres desemboca en el Templo de la Transfiguración, verdadero Tabor del arte ramirense y de la fe vieja. Queda prendado de las costumbres de aquellos monjes asturianos que nada se parecen a los de Alemania. Para empezar hacen vida eremítica y algunos viven encaramados en lo alto de una celda incrustada entre las socarrenas de alguna peña tejada o en lo alto de una iglesia prerrománica, aquellos templos de cuerpo tan chico pero  de altos muros. Es así como opta por abrazar la vida contemplativa en San Julián de los Prados. Es izado a lo alto de su cobijo en una cesta. Desde allí ora al Criador y contempla ante un paisaje de montes bellísimos que demuestra ser cierto el aserto del códice “In Asturum conventu dedit Dominus montes fortissimos circuitui ejus et praesidit ex hoc, nunc et in saeculorum saecula” (Dios escogió a la provincia de los astures a los que protege mediante una cadena de montes fortísimos). El paisaje de Asturias, santuario de España, tiene algo de sacramentos. Pero el pobre monje tiene allí que ganar el cielo luchando con la tentación que se presenta unas veces en forma de mujer como le ocurrió a san Jerónimo con la satiresa. Otras quien golpea es el silencio de Dios o el desaliento. Hay pasajes en esta obra tan bien llevados que hacen pensar en Tolstoi el cual de forma parecida describe el proceso de la tentación del cenobita en el “Padre Sergio”. Las fuerzas del bien y el mal se turnan. Ángel y diablo parecen confluir en una batalla sin medida. Es el ritmo sonoro con sus impasses e intercadencias del péndulo. La luz libra una cerrada y sórdida batalla con la oscuridad. Nadie sabe de estas luchas interiores. Por toda la redolada ha cundido la fama de santidad del fraile extranjero encaramado en su celda de estilita. Cuando celebra misa los domingos y las fiestas de guardar el pueblo en masa es testigo de sus trances y al final de aquellas misas largas que duraban casi tres horas en el rito mozárabe algunos feligreses se acercan a tocar sus vestidos para llevarse a casa un trozo del hábito, una hebra de su barba bermeja e hirsuta como reliquia. Una noche de junio el valle resuena con el eco melancólico de los cantos de ronda y el brillo lejano y seductor de las hogueras de san Juan, el aguerrido grito del ijujú de la danza prima cerca de las quintanas. El Padre Lázaro vuelve a sentir la llamada del siglo y sucumbe a la celada de la tentación. Se escapa de su nido de oración y de penitencia en lo alto de san Illán de los Prados por una cuerda y huye a favor de las sombras con la luna a las espaldas. La vida de un peregrino es una huida hacia delante.  Siente la llamada del deber. Tiene que cumplir la penitencia impuesta por su abad. Le sonríe las estrellas como lagrimas de cristal en la Vía Láctea. Ultreya. Ultreya. Le convoca la fuerza del camino. Proaza con su torre quedó atrás y contempla Avilés reclinado en la ría pero no se atreve a entrar. Escucha el sonido espectral de las Tablillas de san Lázaro. Hay peste en el lugar. Siente las arremetidas de la fiebre, pasa la barca de Muros de Nalón y al atardecer da vistas al Valle de las Luiñas que le recibe con sus praderías y cuetos detrás del Monte de Santana, cruza el río Uncín y llega al lazareto de Soto. Su estado de salud ha empeorado y es allí en aquel hospital de pobres donde exhala el último suspiro después de haber recibido la absolución de una abate francés también romero a la Ciudad del Apóstol. El penitenciado no consigue cumplimentar su proyecto, pero Camón observa que lo importante no es la meta. Es la vía lo de más. Los santos pueden alcanzar la cima de la virtud heroica habiendose quedado a medias, siendo unos perfectos desconocidos. En definitiva se hace camino al andar.

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Es una de las novelas psicológicas encastrada en una trama que nunca decae bien escrito y mejor pergeñada que responde a un conocimiento histórico de la vida de las ideas y de la sociedad visigótica recién iniciada la Reconquista que casi entusiasma. Al profesor Camón se le conocía como crítico, especialista en el Renacimiento pero su faceta de novelista y de dramaturgo pasaron desapercibidas. Su cara era como la de un pergamino y su estilo de hombre pacífico y modesto, aunque tuvimos entendido que fue anarquista cuando la República, atraía como atrae un códice iluminado porque era el espejo en el cual nos miraríamos de  viejos, y es cierto porque al contemplarme a mí mismo en el espejo veo que me parezco algo a mi maestro cuando tenía mi edad. La vida me ha hecho rodar por sendas muy parecidas a las del  profesor de la Central. He seguido la ruta de los entusiasmos y la de los libros hasta dar con mis huesos en una de las hondonadas paisajÍsticamente más sublimes de la península donde fue a morir Fray Lázaro el protagonista de “En la cárcel des espíritu” ¡Qué cosas!. Aquí la tierra nos puede ser más leve al cubrirnos con el manto de eternidad. Tan risueña perspectiva hará seguramente llevadero el  albergue porque es también las rutas que llevan a la Luiñas lejanas donde yo quisiera descansar.

 Siempre que paso por delante de la casona que se encuentra a tiro de piedra de la tienda de Manolo Menéndez Vigo, contertulio de mis parrafadas y que no sólo me arregla los pinchazos de la rueda de mi bicicleta sino que me da clases de bable, el que hablan en Muros, aunque Manolo provenga de Lugo, y detrás de la de Eloína, otra buena mujer de aquel lugar entrañable, siento la melancolía por aquel tiempo que se fue, por los libros que no se leyeron o de los que apenas hablan pero que son importantes. Solía Camón viajar a su rinconada de este lugar en el concejo de Cudillero con harta frecuencia. Una vez lo vi en Oviedo haciendo tiempo para tomar el tren de Madrid acodado en uno de los veladores de la Mallorquina. Parecía un dios vencido y un centinela a punto de relevo en su garita del Café Peñalba, quizá recordaba a los muchos que cayeron. Era un día de lluvia y llevaba puesto uno de aquellos impermeables de plexiglás a la moda de los sesenta “pluma d´oro” anunciado por la tele de los primeros tiempos por Torre Bruno dando voz a un personaje característico que llamaban “Topo Giggio”, con un gorro para la cabeza. Tenía un aspecto de cansancio y le vi viejo ante una taza de café que se había quedado frío. Acababa de enviudar y ya no había aquel entusiasmo en aquella mirada de figura de arquivolta románica de los tiempos de la Facultad sino la de un senescente abatido y sin curiosidad. Era por el verano del 77 aunque no recuerdo muy bien la fecha exacta. Al poco tiempo murió el profesor Camón Aznar. Quiero con este artículo honrar la memoria de uno de mis maestros. Fue uno de esos intelectuales que habiendo nacido a esta vertiente del Pajares como Claudio Sánchez Albornoz, Ferrandis, Menéndez y Pidal, Alarcos, Azorín o Gustavo Bueno han sentido esa fascinación ineluctable que infunde Asturias sobre los espíritus.  Los amantes de la letras de los tiempos venideros tendrá que hacer justicia a estos prohombres del pensamiento hoy olvidados o ninguneados. Ellos abrieron brecha e iluminaron la paz del sendero.

Antonio Parra.  jueves, 7 de junio de 2001 (2:41 h.)          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Villafranca del Castillo a jueves, 7 de junio de 2001 (19:31 h.)

 

Amigo don Arturo:

Tengo el gusto de enviarle las fotos del domingo de palmas. Fue un día muy bonito. Espero que sean de su agrado y que se haya restablecido de sus achaques.

En otro orden de cosas, sintiendo una gran curiosidad por el Camino de Santiago, de hecho, estoy escribiendo algo sobre el tema, al que daría cima si Dios me da salud este verano, en mis pesquisas encontré un texto del profesor Camón Aznar que me ha entusiasmado. Es uno de los pocos goces que les están reservados al investigador.

 Me tomo la licencia de remitirles lo que pienso yo acerca de esta novelita corta del querido Camón EN LA CÁRCEL DEL ESPÍRITU.

El protagonista acaba sus días en el lazareto de ese lugar tan entrañable también para mí.

Sería mi deseo que las generaciones venideras supieran de la historia tal y conforme era en el alto medievo. Esta obra de Camón debería estarse en los anaqueles de la Biblioteca.

Yo me encargaría de agenciarsela. No creo que valga más de dos mil pesetas.

Así que si Dios quiere cuando vaya por ahí hablaremos.

Pero si le vaga y tiene ocasión de leer esta glosa en que yo explico hermeneúticamente el sentido de las cosas dentro del espíritu del siglo undécimo dígame qué le parece. Este libro jacobeo al que me hace falta dar la última mano aborda la cuestión casi desde el punto de vista del profesor Camón.

Ya tengo ganas de volver al Rellayo y bajar a misa Soto. He vuelto a engordar. La batalla con el tejido adiposo la doy por perdida pero mientras vayamos tirando...   Queden Vd.con Dios. Me impresionó un detalle que me contó Miguel Ángel sobre su antecesor, el cual sólo sabía decir en latín la Misa de Beata, y celebraba todos los días del año con el introito del “Salve Sancta Parens” como el clérigo de Berceo. ¡Qué primor!

Con afecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       ARTE RAMIRENSE EN TIERRA SEGOVIA

La iglesia de san Gregorio en Fuentesoto de Fuentidueña apud Sacramenia está en un alcor. Surge a medida que el viajero se acerca como una aparición cabalgando un somo de laderas pardas donde destaca el lomo de algunas bodegas inhumadas taladrando el perfil del monte. Es la que decíamos del Ara Vieja. Tierras de pan llevar. También buen vino cosechero. Zona de castillos y monasterios aprovechando que por esta demarcación fronteriza la orografía ofrecía refugios naturales, en valles recónditos con cuevas en las vertientes. Hubo una Tebaida. Los cenobios diseminados por las estribaciones del macizo de Somosierra atrajeron a muchos orantes y clérigos que venían huyendo de la persecución sarracena cuando la caída de Toledo. Los ermitorios andando el tiempo serían la base de los fundos cistercienses de carácter militar contra aceifas y algaradas por sorpresa en muchas partes.

Hay una serie de rasgos que hacen sospechar de la influencia del prerrománico astur concretamente en este templo de san Gregorio in excelsis, todo un resabio en piedra del antiquísimo culto miguelino de raigambre bizantina. Nos recuerda en cierta forma a San Miguel de Lillo. La traza es cuadrada y rectangular el testero que refuerzan contrafuertes y sillares a hueso. Tiene toda esa solidez áulica y esbeltez con que definía Menéndez Pidal al Arte Ovetense: alma grande y cuerpo chico.

Se pueden rastrear asimismo reminiscencia de esta factura o atavismo en el arte de construir templos en algunos antiquísimas iglesias de Siria y Armenia donde se aprecia la solidez de sus firmes junto a la gracia recoleta. El rito y la liturgia eran similares, calco del bizantino con resabios ambrosianos, las misas cantadas a base de trotarios con un canon esmaltado de invocaciones en griego y en latín, y epíclesis o llamamiento trinitario sobre las especies “en conmemoración de la Cena, más que consagración efectiva, por neta influencia de los monofisismo arriano, tan extendido entre las cristiandades visigóticas hasta Leovigildo.

 Sin embargo, los diseñadores tenían problemas a la hora de voltear las bóvedas y no encuentran el camino de las techumbres de cañón a base de arcos perpiaños. Eso vendría con el románico. Así que muchos techos se desploman por la impericia de los constructores.

El de la nave central y la tribuna del antiguo templo parroquias de Fuentesoto, hoy transformado en camposanto y sus farallones remanentes aprovechados para nichos y enterramientos, cayó, o puede que la iglesia se quedara a medio hacer a causa de una de las habituales correrías de Almanzor, como demuestran las adarajas en el arranque del ala del presbiterio. O hubo un derrumbe o los albañiles tuvieron que liar los bártulos porque los moros venían zumbando.

 No así la parte del cabecero que exhibe su ojiva adosada a la espadaña. Quedan adherencias y desconchados en el techo de algunas pinturas al temple. Las iglesias asturianas estuvieron adornadas con murales policromos que las hacían rutilantes y acogedoras casas de oración. Al lado del evangelio se abre el tiro de una escalera de caracol con los peldaños muy gastados -impresionante detalle- por la que se trepaba hasta la torre. Más de ocho siglos subiendo y bajando por este vano de exiguas proporciones para tocar las campanas determinaron los horadados de la escalinata cuyos tranquillos gastados por las pisadas ofrecen una superficie alabeada, comba de los siglos. Asimismo, lo exiguo del vano hace suponer que nuestros antepasados tenían inferior envergadura que los mozos de hoy puesto que no había hecho acto de presencia la “generación del yogur”. Es una constante que se detecta en todas las excavaciones arqueológicas el porte inferior del español medieval con respecto al de nuestros días. Claro que con su descomunal fémur el esqueleto gigantesco de Sancho el Fuerte de Navarra, hombre de estatura aventajada que pudo sobrepasar a lo que mide hoy un pívot de baloncesto, es excepción que confirma esta regla.

 Parece ser que el monumento fue arrasado por los soldados Murat en una expedición de castigo contra este lugar que había dado cobijo a Juan Martín el Empecinado. Sin embargo, el torreón campanero quedó indemne y señero desafiando a los cierzos y ventiscas y las lluvias de los siglos. Nos observa desde la cumbre con los ojos vacíos, como cuévanos por donde se asoma todo el cielo de estos riscos, de sus ventanas sin campanas ya.

La traza cuadrada y los contrafuertes adosados al muro cimienta la sospecha de su filiación asturiana en esta tierra de frontera, antemural de contención a la presión agarena desde el sur antes de la aparición de Castilla como tal, la de Ferrán González, y con suerte alterna los territorios enmarcados en los arribes del Duero pagaban pechas al rey de León o al califa. Las tornas cambiaban sin interrupción en ese batallar constante en una guerra sin cuartel de sangre y suelo; por las vegas, por las casas, por las dehesas, por las obradas, por los rebaños y hasta por las mujeres como demuestra el ignominioso tributo de las Cien Doncellas. Esta feroz pugna étnica se está repitiendo en Kosovo donde asistimos a los episodios sangrientos de un Reconquista al revés. Es ahora a los cristianos a los que les toca la peor parte y humillar la cerviz ante las presiones de la Media Luna. Los intrusos arriban en oleadas sin que en apariencia exista una mano de contención ni un poder que tapone la sangría hacia dentro que pueden desembocar en verdadera hemorragia social en no tardando mucho. Antes bien, en los medios de difusión pública, debe de ser una antigua táctica bélica que dice que antes de asentar el golpe definitivo al enemigo hay que machacarlo con la propaganda, parece existir una cierta fruición narrativa a la hora de anunciar el goteo que no cesa. Estos juegan fuerte por lo que se ve. Van a por uvas como se dice en argot taurino.

Con tales estratagemas en curso lo que se ha conseguido es retraer Europa a un ambiente que desconocía hace muchos siglos, y que sea verdad aquella frase del Mariscal Göering que cuando escuchaba la palabra cultura se llevaba la mano al cinto. Si sustituimos la cultura por la religión que al fin y al cabo son una misma cosa veremos cómo nos cuadran las cuentas.

Yo he visto tirar de pipa a judíos y a mahometanos, escupir y chillar presas de histeria al escuchar hablar de Jesucristo.  Mientras los palestinos de Arafat llaman a la yihad las huestes del nuevo Josué israelí, Ariel Sharon, parecen definitivamente a punto de embarcar a un revival del espíritu de las Cruzadas en versión judía por recuperar la tierra prometida.

España fue otrora también una suerte de paraíso de las tres religiones, cada una de ellas pugnando por dominarla. Es el mensaje que proclaman las ruinas exaltadas de la torre de san Gregorio. Nunca hubo un verdadero clima de conllevancia entre los tres credos y sería una utopía pensar que hoy cuando reverdecen con más fuerza los postulados, reivindicaciones, nostalgias y hasta un alarmante instinto de desquite al que da pábulo un misterioso y oscuro aliento de discordia, más allá de los comodines de libertad, democracia y carácter etno-centrífugo de composición alóctona, un producto que algunos sectores nos tratan de vender a toda prisa y que aducen como un hecho consumado. Esto hará que pronto o tarde la marmita entre en ebullición.

 

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San Gregorio, iglesia-fortaleza en la cúspide, baluarte templario, refleja el anhelo de defensa de una comunidad asediada. Preside la cima de un páramo donde empiezan a escalonarse las tierras altas de la Pedriza que sirvieron de base a los campamentos romanos (hay tres toponimias castreñas: Castro de Fuentidueña, Castro Gimeno, Castro Sarracín)

Es justo pues alargar la memoria hacia el pasado y añorar con nostalgia aquella batalla de Clavijo en la que el buen rey asturiano Ramiro I exoneró a las cristiandades de la Península Ibérica de la afrentosa gabela de las cien vírgenes. Era un voto a la lujuria y a la salacidad de los monarcas nazaríes. La efigie de Santiago cerró los cielos y España estampandose entre las nubes a lomo de un caballo blanco. Desde entonces el busto y el perfil del Matamoros hoy tan minusvalorada y arrinconada fue elemento de cohesión nacional pertenecen al patrimonio de la historia sagrada de España a la que escupe,  escarnece y pisotea el enemigo [la muletilla que corean hoy los globales con su furia y retorcimiento de mente de siempre es “dónde está vuestro nacionalismo, bien por Cataluña, por Vascongadas, por Galicia, pero ¿ Castilla, dónde te me has ido?”; y replican: “a echar la partida al bar de los viejos”], nos la tienen en el Lithostros, nos la llevan presa su imagen coronada de espinas con una caña por cetro y una manto de púrpura que se echaba a las espaldas de los ajusticiados y de los locos, antes de ser nuestra nación crucificada. Sus verdugos no hacen otra cosa que echar espumarajos por la boca. Su baba nos salpica desde hace cinco siglos.

 Ahora a Ariel Sharon, otro matamoros, nadie se atreve a pararle los pies. Parece un fantasma fugado del sacomano de Clavijo en versión sionista, claro está, sin que persona le llame al orden. Antes bien la opinión internacional chicolea sus incursiones en territorio palestino y hasta lo bailan el agua lo que demuestra que este tipo de zarabandas interconfesionales se ganan alimentando la cadena de agravios y de venganzas, importa dar pábulo al fuego sacro.

Sin embargo, eso es harina de otro costal. Aquí lo que importa decir es que en el 875 en Clavijo empezó a liberarnos de las garras del infiel, por más que muchos historiadores, aun los más sesudos y circunspectos hayan tratado de ponerlo en duda.

Todos estos valles cerrados de Castilla la Vieja cruzando el Duero testimonian aquel empeño de los monarcas de León y de Oviedo por impulsar la tarea reconstrucción de zonas devastadas. La tierra se llenó de torrecillas sagradas luciendo la cruz griega como escudo y pararrayos de clemencia sobre la cofia que desafía a todas las intemperies, adarga que arponea las brisas, cruz en lo alto, cruz de hierro. El tañido del bronce volvió a convocar a las gentes huidas a las montañas. Sus ecos perduran en los cuencos vacíos de los campanarios desmelenados tocando a arrebato desde su silencio impresionante.  Para que los héroes de la estirpe resuciten y vayan a misa. Las ruinas de San Gregorio son un símbolo que se alza en la raya de demarcación de ambas Castillas, aunque en puridad Tierra Segovia cruzaba la sierra y se adentraba a las avanzadas de la ladera de mediodía. Navalcarnero, Navafría y el Escorial caían dentro de la jurisdicción del obispo de Segovia.

Hasta aquí llegaban las mesnadas. Los pendones flamearon sobre estos cerros, ara y guarnición al mismo tiempo, muro de contención contra las invasiones por el sur. Las huestes astur-leonesas de Alfonso III el Magno clavaron las estacas de sus campamentos, los vientos de sus tiendas, tramontando el cauce del Duero, para sujetar al moro que presionaba desde el sur. En la vieja España avezada durante nueve siglos a escuchar el toque de rebato la suspicacia hacia todo lo que suene a benimerines o almohade la llevamos metida hasta los tuétanos. Claro que los demiurgos del cacicato globalización, secundada por un sector importante del alto clero durante más de diez lustros casi se han dedicado a una labor de zapa intelectual, paciente e inteligentemente llevada, con el deseo de  aniquilar - ellos dicen inculturizar como si se tratase de una especie de inoculación del virus anticristiano- de la mente de los europeos esa noción de frontera en la defensa de los valores eternos.

Aquí ya digo andamos un poco curados de espanto y con la mosca en la oreja porque la convocatoria de la yihad “Alá es grande” y “arrasa Arabia” se ha escuchado ya unas cuantas veces por lo que todas esas mohatras de la sociedad multiétnica, apátrida, “tolerante”, va a ser una ley del embudo que beneficiará en detrimento de la catolicidad a los epígonos de Mahoma y de Moisés. La sinagoga trata de vendernos la burra vieja, desempolvando a Voltaire, y a los enciclopédicos, para proponernos un esquema de futuro pintado de color de rosa, basado en una sociedad laica, confesionalmente neutra, étnicamente amorfa, sin lábaros, sin procesiones, sin píxides ni campanas, pero con llamadas a la oración por el almuédano desde el púlpito de la mezquita, y calabazadas del rabino contra los sillares del templo y dejando encargos y notas a Dios en forma de cartitas.

Aquellos rudos mesnaderos del Cid mozárabe fueron un faro de fe y un ejemplo a seguir en estos tiempos en cuarto menguante, tan descreídos. Por todos los rincones resuena la carcajada estentórea del rival. Mediante loores, engaños, chantajes - y yo lo digo en una novela con una frase del caló de los gúrus de la ciudadela del dinero donde se cuecen las ollas de todos los pucherazos, los bizarros lances de la porno-política, la compra de votos y de conciencia “ I´ll buy you out”- el enemigo se ha colado intramuros y ya no hay quien lo eche. Son hechos consumados. No cabe paso atrás, argumentan.

-Pues ahora sí que estamos apañaos. Tanto rosario iluminado y tanta Virgen y ahora lo que se comprueba era que el enemigo pretendía era eso: el coladero de la marcha verde.

-Sí. Nos están solmenando de firme.

-Ya llegaron y han pasao.

-Nos devuelven visita

-Otro Guadalete.

Ante este tipo de diálogos de la gente corriente que se escuchan ahora mismo en el interior de muchas conciencias de españoles honrados o con la boca pequeña, uno no puede menos de acordarse del ovante caballo blanco del Apóstol, ese que vemos alzarse a la empinada en lo alto de un retablo de la catedral de Logroño y con el suplicatorio especial del que era objeto por parte de los romeros en tránsito hacia Compostela: “Herru Santiagu, Gott Santiagu, Ultreya. Iesuseya. Desu, adjuva nos”.

              

                                          X

El Duratón es río truchero y cangrejero donde los haya (hasta que vinieron unos malignos y echaron polvos al agua que envenenaron las frezadas) famoso por sus hoces encajonadas. El cauce parece que se intercala sobre cañones profundos y entrega hundido entre los riscos de roca calcárea formando en los afustes y paradas de peña tajada escotaduras y socarrenas, hoy nido de buhardos o por donde el aguila planea. Antaño estas anfractuosidades sirvieron de refugio gracias a los afustes y desniveles del terraplén a los eremitas de las cristiandades del Al Andaluz - reparen los etimólogos que Andalucía viene de vándalos, no es nombre, por tanto, árabe sino godo, porque así designaban en el norte de áfrica a los pueblos germánicos del sur) que venían huyendo de las sacas y persecuciones del califato. Para practicar su fe tuvieron que subir a estas breñas, un reclinatorio de oración donde el cielo parece quedar a menor distancia.

Hay tres núcleos dentro del monacato mozárabe. El primero se aposentó en esta franja de la umbría de Somosierra en una linea de enclaves anacoréticos que llegaba desde Sepúlveda hasta Berlanga. Otro grupo era el del Valle de Silencio tierras arriba del Bierzo y cuya cabeza de partido era Samos, donde se formaron Bermudo el Diácono y Alfonso II el Casto, Sila, Mauregato. Siguiendo la tradición carolingia, estos centros servían de acomodo al magisterio y a la enseñanza. De allá imparte la cultura de los Beatos. Alcuino de York, maestro itinerante, da señas de ellos y hasta es posible que impartiera clases en Samos el cual había abierto sus puertas en el siglo séptimo. Encontraba su vértice en Mellid, el punto de encuentro de los ejércitos asturianos y gallegos cuando iban a pelear contra el moro.

Pero existía un tercer eje y era una cadena que iba desde Astorga siguiendo la calzada de Marco Aurelio hasta Pravia, Oviedo, Villaviciosa, dejando a sus espaldas los nueve centros que desde Arbas del Puerto hasta Mieres del Camino orlaban el paso del romeraje jacobeo durante toda la edad media con escala en Santa Cristina de Lena.

Cistercienses y Templarios se nota que aprovecharon su infraestructura, verdadero anillo de oración, que aseguraba y protegía el camino jacobeo, para dar un carácter más castrense y guerrero a estas apartadas colmenas de oración que agrupaban a hombres y a mujeres sin distinción de género y donde el celibato por más que estaba recomendado no entraba dentro de los planes de la regla donde las preeminencias quedaban determinadas por el afán de estudio, la transmisión de la cultura grecolatina y la lectura incesante de los evangeliarios, sobre todo el libro más popular del nuevo testamento de entonces, el apocalipsis.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                              

 

 

 

 

 

 

 

   DEDOS LARGOS

 Camara enfocando a un hombre de más de cincuenta años, aunque aparenta más. Sin embargo, hoy va bien vestido. Viene de comprar libros en la cuesta de Moyano que ha metido en una bolsa amarilla. En una de las paradas sube su mujer que a diferencia de Emeterio va muy engalanada y enjoyada a lo joven. Se parece a la reina de Saba. Le cede un hueco en el asiento y comparten banco como compartieron tantas cosas en la vida y tantos sueños que se están viniendo abajo. Le echa la bronca:

-Esa corbata no hace juego con el traje y la bolsa es muy cutre.

-Vaya por Dios.

-Siempre vas hecho un adefesio.

Tantos jarros de agua fría no parecen hacerle mella a Emeterio. Ya está acostumbrado a tales incriminaciones de la parienta bajo las cuales se palpa el desamor. A veces piensa que su esposa es una desconocida y tales razones le han llevado al desaliento del alcohol.  Cuando se habla de violencia de género y de malos tratos a mujeres nadie hace ni la menor referencia a los vejámenes contra el cabeza de familia. El hecho está muy en boga pero los medios de comunicación lo obvian.

-Es que no me di cuenta.

Trata de disminuir importancia al hecho pero a él tan susceptible se le ha amargado el día. Venía contento pero Adriana que no comparte su gusto por la literatura ni por casi nada le ha sentado las costuras a su optimismo de esta mañana de primavera. “Si volviera a nacer-piensa- no casaría con mujer brava, ni española, ni funcionaria, que parece que les rebozaron en pica- pica”.

Sin embargo, a estas alturas ya es demasiado tarde. Hace propósito de enmendar la plana. Sacar el bolso de piel.

Esta decisión le va a traer muy mala suerte como se verá. Su mujer aparte de hacerle un desgraciado le había dado mal fario. ¿Qué será que algunas hembras destruyen al hombre?

Ambos callan aunque para su capote, mientras el autobús sigue pegando tumbos por las calles sin nombre de la urbanización y destruyendo amortiguadores por los montículos y badenes reductores de velocidad que han colocado en la urbanización. Emeterio parece que en vez de regresar al hogar adonde llega es a una trinchera o a la mazmorra de una cárcel.  Eso sí bien ventilada y con la nevera llena. Ha engordado de la bulimia que le causa su destructora esposa. Se siente cansado. Es mayo y Baco con sus ínfulas deletéreas está llamando a la puerta con las insinuaciones a la huida en las haldas traicioneras del tintorro. Piensa que su vida destrozada vale poco. El pre de los campos de la muerte acaso estuviera guisado con más cariño que los guisos de Adriana que acaso le está envenenando poco a poco. Los malos tratos y vejámenes que han encontrado un eco en la prole piensa que esconden el deseo latente de un inicuo `plan secreto de exterminio. ¡Qué infeliz se siente y todo por una cochina bolsa! Mañana llevaré esa de piel de cuero.

Transcurre el día con el martirio de la televisión perchelera con su habitual bazofia de programas sandios donde se hace trizas a la familia y los novelones cursis con acento italiano que a Adriana tanto le gustan. Debe de ser porque es una romántica o tiene un lío. ¿Por qué se arregla tanto? Ella sube y yo bajo, porque así está escrito. Las mujeres tienen la sartén por el mango. Piensa huir pero no tiene trabajo. Está suspendido de empleo, cobra un subsidio y esa circunstancia determina el desprecio de su media naranja. Las mujeres no tienen bandera, sólo se entusiasman con los vencedores. ¡Ah pécora! El mundo está del revés, la cruz inversa, los valores que hicieron grande y significada a esta cultura por los suelos.

Los telediarios han estado vociferando todo el día el caso de un supuesto español- no es español sino a medias- que se encuentra en el corredor de la muerte. ha habido una campaña nacional que ha costado miles de duro para librar a este malandrín que cometió doble asesinato de los ferodos de la silla eléctrica. Insensata y vociferante campaña. Se está comiendo nuestros impuestos. La ola de inmigrantes todo el lumpen del planeta de arribada a nuestras costas. Arzalluz el padrino de eta parece el presidente de la nación a juzgar por la cobertura informativa que recibe su persona en todos los telediarios. Se siente angustiado, aplanado, ante el tropel de injusticia y el cúmulo de despropósitos porque los anunciantes de la caja tonta sobre todo los bustos parlantes de voz homologada que parecen haber ido a la misma peluquería y a un cirujano plástico común para que les infle de silicona los morros y las tetas declaman el estribillo de las desgracias nacionales con voz idéntica y com si nuestros desastres no les afectara para nada, son marcianas recién aterrizadas de otro planeta, hijas mías de mi vida pero de donde habéis salido, ¿por qué os expresáis en esa voz homologada y os expresáis en ese tonillo? Emeterio las considera a todas mujeres clónicas y pánfilas. Trata de pensar en otra cosa, hablar, encontrar cariño, escribir pero ya no puede escribir, se baja a su garita. Su hogar se ha convertido en un abrevadero de imágenes, en un duerno de violencia. Y huye de estampida.

- Me voy otra vez a Madrid.

Su mujer nada objeta pensando que tal vez la no presencia de su incordio como llama al marido le permitirá entregarse a sus aficiones ventaneras. Hay un jovencito en la barriada que la enamora.  Una vez la pilló timandose con él y menudo número montó. Hasta tuvo que venir la guardia civil.

Toma la máquina de hacer fotos, la mete en una bolsa de piel no tan cutre como la que traía a la venida y abandona la salita donde todos están repantigados viendo el novelón lacrimógeno de sudacas con acento italiano. Una trama cursi y pobre que sólo puede satisfacer a las porteras pero exigir más a su mujer sería como pedir peras al olmo.

-A lo mejor vuelvo tarde. Tengo que hacer algunas fotos.

Siente dentro del alma una tremenda desolación interior. Está de un humor de perros.

La cámara avista a Demetrio de nuevo en el autobús, que conduce el Verrugo uno de los conductores más seguros pero más lentos de la empresa de transportes. El coche va lleno de extranjeros, moros y sudamericanos. A nuestro personaje le entra complejo de Doctor Livingston y se le acelera la adrenalina, le sube el azúcar y el mal humor. En una de las paradas sube un matrimonio de peruanos. Entregan al Verrugo un billete de diez mil pesetas.

-No tengo cambio.

Pero los recién subidos viajeros no dan muestras de apearse y se quedan parados en el cancel de entrada. Pasan varios minutos. Hasta que al fin al chófer no le queda otro remedio que encontrar el vuelto de la moneda hurgandose en los bolsillos. Cuando arranca el vehículo otra vez ha transcurrido un cuarto de hora. Demetrio se revuelva en su asiento pero no dice ni mú como también el común de los pasajeros que aceptan la injusta situación con resignación pero los infractores de la norma toman sitio triunfantes entre risas y una sonrisa de oreja a oreja. Es lo que no puede soportar Emeterio pero se aguanta. Sin embargo, el Verrugo va como muy nervioso y están a punto de chocarse con un camión en la carretera de la Coruña. Es un buey mudo pero la procesión va por dentro. Hoy los españoles hemos de aguantar carros y carretas, lo que nos echen. El miedo guarda la viña y engendra mutismo, cinismo y un cierto resentimiento. Nadie sabe se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Tiene que andar con rodeos y eufemismos. Cataluña tierra de cogida. Aragón sin barras de libertad. Pamplona sin cadenas y sin mejana.  En Andalucía nos queda el Rocío pero eso no es más que una fiesta pagana, con mucho desplante y vuelos de lagarterana y el calañés de ala ancha. A Castilla le han hecho la manicura a los leones rapantes de su emblema los áulicos que dicen ser monárquicos pero no son otra cosa que monorquidos, en verdad, porque esto de la patria no ha sido para nosotros sino cuestión de testículos.  No hay garra ya.  Al fin Emeterio opta por salir en defensa de la justicia y del decoro.

-La próxima vez cuando volváis a tomar el bus haced el favor de llevar lista la calderilla y no hagáis esta faena al hombre.

Esta advertencia a dos jovenzuelos no les parece de recibo. Ya está liada.

Los chorlitos se quedan de piedra y sin decir nada. Acaba de entrar en ebullición un volcán. Estos indios son de la raza cobriza, el pelo muy negro pero sin accidentes ni curvas en la cintura, amazacotados, petizos, como tapones.

Pero un joven se levanta y se enfrenta con Emeterio. Se han vuelto a enfrentar las dos Españas. Estampa trágica. El padre y el hijo desenvainan los sables y apuntan al corazón sus filos temblantes. La escena es de los aguafuertes de Goya. Se recuerda que uno de los dos son excluyentes. Uno de los dos tendrá que morir por la punta de la espada.

-Aquí se paga como a uno le da la gana, tío fascista.

-Fascista ¿yo?

-Sí, tú.

-Eso no me lo repites otra vez a la cara.

Se levanta como un resorte Emeterio y se encara con el jovencito.

-Calmese.

Una mano intervino e impidió que la cuestión no pasara de las amenazas y que no tuvieran un atestado. Tras una larga serie de peripecias el ómnibus dio con sus hierros y con las humanidades de carne y hueso del pasaje que llevaba dentro en el Intercambiador de Moncloa. Aquella hora la terminal subter ranea parecía un aduar y en las escaleras mecánicas para salir a la calle el personal ocupaba los peldaños que les escupían hasta el vestíbulo y luego a la calle.

Los abetos primeros del parque del oeste con sus elegantes ramas dejadas caer al desgaire como brazos de un samurai le recordaban los tiempos de estudiante.  Las idas y venidas con los apuntes bajo el brazo. Este lugar de Madrid a la vera del arco de triunfo en cuya cúspide un centurión romano conducía la cuadriga del saber le traía a la memoria pasajes de victoria. Capas y banderas al viento. Las crines de la yegua de juventud que desafía al rayo del ocaso.

Esta nostalgia le puso en situación de la primera copa. Hay que ir a comer. Perderse por los restaurantes chinos. Acabar en el comedor de Casa rodríguez cerca del palacio de Santa Cruz. Hacer diplomacia de mantel con uno mismo. Un día es un día. Había sacado de casa la cámara de fotos. ¿A quién quieres hacer reportaje? Al mundo futuro. Esa mente fue testigo de los momentos importantes de tu vida.

-La compraste en York. El óptico que te la vendió se llamaba Mr. Dixon.

-Buena memoria tienes. Sí señor.

 

 

LA VIDA DEL HOMBRE Y EL GURRIATO DE SAN PAULINO DE YORK

“ La vida del hombre en su rápido por la existencia es un azaroso peregrinar - recordaba san Paulino el monje al rey de Northumberland- semeja al vuelo azorado de un gorrión que se extravía del bando y va a dar a un hall entre cuyos machones se encarama buscando refugio; al cabo de unos cuantos revoloteos angustiosos encuentra de nuevo la salida y desaparece para no volver más”.

Con esta parábola consiguió que el monarca, que era refractario a aceptar el cristianismo, recapitulase y aceptara las aguas del bautismo. Se bautizó Edwin con toda su corte la noche de Navidad. Los bancales del río Ouse hicieron las veces de río Jordán y al obispo y a todos los misioneros enviados desde Roma se les cansaba la mano de derramar sobre las rudas testas de aquellos anglosajones las aguas de salvación. Así empezó el cristianismo en Inglaterra en Eboracum, la madre de todas las iglesias de las islas británicas. Evora Magna, la Roma del norte, una visión mística de la ciudad de Dios, vaciada en el marfil de la historia, túmulo celestial en medio de un paisaje de cañadas al amor de las tierras planas de uno de los condados con más personalidad de Inglaterra.

La leyenda piadosa, luego transformada y sujeta a múltiples versiones y conclusiones, la vamos a encontrar esparcida por códices y cartularios durante la alta edad media. Todos hemos oído contar durante los días retiro y ejercicios espirituales de nuestra adolescencia el apólogo de aquel monje que salió a pasear por la huerta de su convento. En dudas su ánimo hesitaba sobre la literalidad del texto que acababa de cantar  a Maitines en el coro: “un día de Dios semeja a un soplo”. Pero el buen religioso se aceptaba a aceptar tal versión. Un día es un día. Lo mismo aquí en las antípodas, conjeturaba para su cogolla el tonsurado. No puede ser y dicese que por sus escrúpulos el Señor lo probó. Cuando regresó a su celda no reconocía las tapias de su monasterio, había cambiado el diseño arquitectónico, ni los árboles ni los hombres eran los mismo; había otra torre y otro abad, ni el hábito ni la forma de hablar que apenas entendía le parecieron igual. Y es que habían pasado mil años. Dicen que la fuga de las horas con los estragos que causa sirven a Dios de correctivo para punir la vanidad humana.

El resto de sus días aquel fraile estuvo llorando su falta. Dios le había abierto los ojos y como Tomás pudo meter el dedo en la llaga del costado y creyó, dejó de ser perezoso y renitente en el cumplimiento de la Regla y fue más piadoso y caritativo con los hermanos. Un día de Dios no semeja en nada al que nosotros tasamos con nuestros propios cálculos. ¿Cómo poner al mismo nivel la habilidad humana con la sabiduría infinita? Velay los misterios de lo que llaman los teólogos economía de la salvación y es que los designios divinos son inescrutables. La ruinas dilapidadas de los monumentos cistercienses, que a lo largo de mi vida tanto encalabrinaron mi curiosidad, me sirvieron de receta para acallar esta desazón. Yo estuve siempre encadenado a la forma de vida contemplativa que fundara san Bernardo. Acaso mi pobre yo no sea más que una reencarnación de uno de sus frailes blancos que purga las faltas cometidas por inadvertencia o desidia a la observancia claustral y ando por el mundo añorando aquel tiempo en medio de cánticos a la Virgen. Todo York y sus valles resulta un tributo al espíritu cisterciense. Los hados me llevaron hasta sus muros blancos. Era un viaje de ida y vuelta el que realizaba desde Sacramenia a Eboramenia. Tortuoso trayecto vital. Pero no era en busca de un hábito ni de un capelo sino detrás de una mujer cuyos ojos iluminaron mis sueños de vivir una amor indestructible.

De este modo se inicia la andadura de la nación inglesa que se mantuvo acérrima e incólume en la fe de Xto aun en medio de los embates de la Reforma y de la Disolución Monástica hasta bien entrado el siglo XIX donde merced a las intrigas de Benjamín Disraeli se va a convertir en emporio de otra civilización pero ya no bajo el signo de Jesús sino en los brazos del templo masónico y la sinagoga. El York de la Disolución Cenobítica, el de Taulero o el Inconformista del metodismo de Wesley o el de la capilla fundamentada en la biblia a palo seco nada tiene que ver al respecto. El mío cantaba en latin a capela sin órganos clamorosos y tenía un cierta prevención hacia el hebreo. Los himnos del “Prayer Book” con su clamoroso estruendo me dicen poco. Mi añoranza es por la ciudad de los ciento treinta campanarios. Con sus cuarenta y dos parroquias y sus setenta y tantos conventos. Albergo mi esperanza de que algún día vuelva a renacer cuando el arzobispo Hutton que duerme el sueño de los justos en una de las capillas de la pérgola con un libro caído de bruces sobre su barriga se despierte de su modorra. O esa estatua de la diosa Higia que exorna el altar de la Señora son una urna en la mano ceda el puesto usurpado a la Madre de Dios cuya talla fue destruida por otro dignatario de la reforma, monseñor Holgate, sólo para complacer la clastomanía de un Tudor.  

Fue un milagro la conversión de los contumaces “picti”. La catedral de York es piedra angular de una iglesia que se codeó en prosapia con Roma y Bizancio, con Avila, Tarragona, Hispalis, Toledo o Tours. En Eboracum o York de romanos nació Constantino. Su madre Santa Elena, a la que la iglesia universal debe la invención de la santa cruz, el culto a las reliquias y la liturgia a la Majestad, era una bella eborense, hija de un centurión romano que vivió una villa o quinta en una localidad que se denomina Wilberfoss y en la cual tuve la dicha de residir nueve meses de luna de miel y también luna de hiel porque ya en mi juventud empecé a probar las dulzuras y acedas de esta religión que pone como condición sine qua el dolor, el sacrificio, la abnegación.

York se alza en los montes del recuerdo para mí como una pináculo excelso coronado de alas de ángeles. A veces escucho entre el rumor de sus campanas el himno de las letanías entonada por los coros durante toda la eternidad. Santo. Santo. Canto. De aquellos impresionantes y privilegiados comienzos estriba la grandeza y el atractivo de esta primera urbe a la que llegan todos los años multitud de turistas y de peregrinos: la Jerusalén de Occidente. Todos los jerarcas que recibieron el palium en esta sede primada eran considerados como patriarcas de todas las Inglaterras, mientras que el arzobispo de Cantorbery es primado de Inglaterra solamente.

Y tozamos acá con una cuestión peliaguda que ha sido causa de guerras entre la Casa de York y la de Lancaster. Cantorbery y York han pugnado a través de los siglos por la eminencia. Sólo se puede llegar a una conclusión. Que la heptarquía del sur ostenta la hegemonía política mientras que la relevancia de la norteña guarda sesgo más espiritual.

Una fuerza escondida e incoercible me atrajo un día hasta sus muros y al socaire de sus murallas de arcilla blanca iluminadas en la noche como si fueran el fuerte crenelado de la Ciudad de Dios me arropo. El rumbo de mi estrella marcaba el septentrión. Viajamos hacia el punto de origen, la casa de Helen la bella y el fulgor de la cruz de Constantino en Puente Milvio. In hoc signo vinces. Este es un lugar como para vivir la esencia del amor que es la fuerza de la institución creada por Jesús. Hay una conexión insondable entre esta ciudad y los santos lugares. La madre de Constantino mandó construir nada menos que más de mil templos en Tierra Santa para conmemorar alguna circunstancia bíblica de interés o algún paso de la vida y pasión de Jesús Nazareno. El nombre de esta mujer es muy a tener en cuenta en los anales de la religión y si bien muchos de aquellos templos mandados labrar por ella están arruinados y perdidos o convertidos en cabellerizas o en mezquitas por los sarracenos queda su rasgo impresionante.  Ella puso en marcha todo espíritu hacia la Jerusalén de la que en York se perciben los ecos y que trascendió al mundo caballeresco de las cruzadas.

Toda mi existencia estuvo relacionada con “Helen” y la victoria de Puente Milvio es mi batalla. El nombre de Helen da vueltas al laberinto de toda mi vida. York aparece así ante la vista igual que un sueño. Es un sueño en el bosque encantado de piedra. Ápice del gótico florido o estilo perpendicular hijo del arte normando. Te emborrachas de cresterías al llegar. Su perfil tiene algo de la cerveza robusta que sirven en Whitmawhatmogate donde se encuentra la tasca más vieja del país un publicano que se dirige a la clientela con aires de caballo percherón. “ I am a Yorkshire land”. Es una casa minúscula como la de los cuentos el hastial que se abomba y se derrienga convexo hacia el exterior como si sus robustos estribos pintados de negro atlantes de roble que sostienen los pisos asimétricos y salientes de un equilibrio difícil pero cuya estabilidad desafía a la acción de los años no pudiesen más. Dicen que en este tugurio fumaba Guy Fawkes, un nativo ilustre, y fumaba su pipa mientras tramaba un complot para subvertir la monarquía. Después de siete pintas un martes de septiembre tomó la decisión de pegarle fuego al parlamento. Para hacer saltar al orgullo inglés. Guy era para mí el verdadero epítome del eborense, pero todos se reían de mí cuando lo mencionaba, me trataban de iluso.

-Entra en la burbuja de los ensueños.

-Llego al país de irás y no volverás. A la Inglaterra de los encantamientos.

-Tu vida será una quijoterías

-Esta ciudad tiene un alma señora y señera.

-Sí es un castillo de marfil. Por cada una de sus siete puertas solo se deja paso a los privilegiados. A los poetas, a los profetas. A todos los que en este mundo han sido.

Todo aquí está relacionado con la belleza en verdad os digo, sus torres y los paneles de las ventanas geminadas rinden culto al dios de la armonía. Es como entrar en un templo sagrado de noche y de pronto las flamas inundan los hacheros, se hace candela y todos son lucernas. La ciudad es el marco perfecto para un auto sacramental como aquellos que estuvieron celebrandose durante los normandos en la “Fête Dieu”. Todo parece dispuesto como para empezar el rito de misa pontifical. Un eco de antífonas pervade las calles. Quedan las codas de los himnos de resurrección. Sí York es la ciudad de la resurrección. Su escolanía así como la escuela catedralicia adjunta es una de las más antiguas de la cristiandad. Apellidos augustos ocuparon su silla arzobispal y ciñeron su palio de lana virgen con seis cruces negras desde san Egberto que fue el primer metropolita hasta el actual Duncan. Muchos de ellos fueron elevados luego a la silla de Cantorbery como Walter de Gray, Bowet que ocupó el cargo entre 1497 y 1523 y cuya estatua funeraria sedente con un libro abierto en las manos embebido el personaje en la lectura hace pensar al doncel de Sigüenza. Hay que distinguir esta estatua yacente del lector ávido y aplicado de la del lector displicente y amodorrado como es el caso del arzobispo Hutton que arrebujado en su capa pluvial parece echarse la siesta. San Guillermo  patrono de la ciudad que fue canonizado pese a la recia disputa que tuvo con san Bernardo de Claraval por cuestiones prelaticias. Murió en olor de santidad y sus despojos expuestos a la veneración del pueblo durante una semana exhalaban un ungüento odorífero que curaba las enfermedades y hacía otros milagros. Subió a los altares por aclamación popular en 1153.

Luego habrá que citar a san Cuthberto, a san Alberto templario en su día promovido a la mitra  de Jerusalén y fundador de la orden del Carmelo así como san Juan de Beverley. Otros no tuvieron final tan incomible ni murieron con la aureola en la mano. Fueron obispos armados en frontera justicieros o rebeldes, señores de la guerra, según una expresión que está muy de moda por las fechas corrientes, durante la guerra de las dos rosas. Un tal Aldred en 1069 fue descuartizado a instancias de Guillermo el Emperador por oponerse el obispo de canon irlandés a aceptar el rito romano que trajeron los normandos. A Richard le Scrope, titular de la mitra orcina lo mandó asesinar Enrique IV Plantagenet en 1405 muriendo el prelado al pie del altar lo mismo que santo Tomás Beckett, aunque su fama no se desparramase tanto pero evidencia el clima de recelo y de suspicacia que tuvo sumidos a la cristiandad la lucha por la preponderancia entre trono y altar.

Tomás Wolsey, el legado pontificio que había comunicado al rey de Inglaterra la bula papal en virtud del cual se proclamaba a la corona como defensora de la fe de Xto recibió en pago de su solicitud una mazmorra en una oscura prisión eclesiástica de Leicester y después la visita del verdugo. Murió Wolsey decapitado en abril de 1530. Había criticado la conducta sexual de Enrique VIII, harto estragada como es sabido de todo.

Tales intercadencias en el padrón de preconizados arzobispos hace pensar en la variedad y muchas formas de la iglesia instituida por Jesús. Hay muchas iglesias pero fundamentalmente dos: la de Pedro y la de Juan; una externa con mucho aparato y otra interior que apela a la conciencia misma de los bautizados, pero esta es otra cuestión que cae fuera de las competencias de cualquier historiador que exprime y juzga  por lo que ve. Sólo la superficie (pleitos, casamientos desafortunados, estupros, avaricia, guerras, sentencias y desdichas de varia condición).

Estaba escrito que el ser humano sea hijo de sus pecados. Así, el báculo o “staff” eborense pudo estar en manos indignos de la misma forma que el cayado romano y el anillo y la quiroteca se ciñeron a dedos indignos simoníacos, tiránicos y a veces personajes neutros de aluvión. Sólo tú eres santo, Señor. A la vista de las impresionantes torres cuadradas de la catedral  sentí deseos de arrodillarme y de rezar un confiteor. No hay por qué escandalizarse. De todo hay en la viña del amo. Buenos, malos, regulares, medianos y excelentes. Peccávimus, sí. Los hombres vienen y mal como las olas pero sólo tú permaneces. Somos contingentes y aleatorios como el gorrión que vio posarse san Paulino sobre su alero. De pronto desaparece para no volver más. Volaverunt.  Ya no son.  Pero la grey sigue su marcha camino de no sabe bien de donde. ¿Hacia las praderas celestes? It is the long march of everyman. La eclesiología, esto es Xto, es lo esencias y lo accidental los individuos que ejercen el mandato del rebaño. En York se materializa este pálpito de eternidad. El deseo de amor transformado en piedra. Uno ante el espectáculo del gótico perpendicular se siente formar parte del cuerpo místico.

Hay rangos y jerarquías individuas pero dentro del conjunto  o ámbito de lo total brota las calidad singular de personas únicas e irrepetibles amadas de Dios desde toda la eternidad. Y de esa invitación a lo total, a lo inalcanzable, nace esa maravillosa utopía que alberga el cristianismo en sus entrañas, encina de Jetsé de la cual brotan muchas ramas, el árbol que vio Habacuc en sus sueños que junta lo negro en lo blanco, lo grande con lo pequeño y reúne en una misma dirección a los cuatro puntos cardinales, coordina las treinta y dos direcciones de la rosa de los vientos. En la cúspide, el Pantocrátor bendiciendo a su rebaño con los dos dedos desplegados en gesto de majestad solemne. El poder taumatúrgico.

El arte gótico no es más que un abraxas, un campo de símbolos que abre las credencias de un portal con vistas a un paisaje de coros y armonías donde el dolor y la muerte no tendrán ya vigor ni cabimiento. Los briosos rosetones y ventaneros - en la nave del transepto- se abre un inmenso óculo global que abarca el espacio de una cancha de tenis todo él de cristal de grisalla. Los maestros de la catedral de York muestran una pericia singular en teñir de colores mortecinos el cristal, de la misma forma que el azul resalta en Chartres o León es la cumbre de otro tipo de policromía más abrasadora. Y esta combinación de matices abre perspectivas inefables. Colores que pueden decirse sólo del alma.

Los británicos con el sentido práctico que dan a su piedad, la celebra “anglicana pietas”, algo que sigue llamando la atención cuando atraviesas el cancel de cualquier templo de las Islas, la gente reza con grave recogimiento, lo hacen todo a su manera y por eso su religión es tan nacionalista. Hicieron la revolución religiosa de Lutero imprimiendola un sello autóctono sin desceñirse de la majestad litúrgica. Quitaron muchos santos de sus altares ciertamente pero conservaron lo esencial del rito romano que se convierte en el Common Prayer Book y los cabildos catedralicios fueron rigurosos en la guarda de sus prebendas y derechos adquiridos. Por eso entre los anglicanos sigue habiendo canónigos, precentores, sacristanes, deanes, archidiáconos, lectores, magistrales, limosneros, ecónomos. El esplendor litúrgico trató de ser salvado cambiando el latín por el ingles y sustituyendo la plegaria pro papa por la de pro Regina, o pro Rege. El tesoro catedralicio excepto las tecas con los huesos santos no sufrió grandes desperfectos. Siguieron guardadas en los cajones capas pluviales y las dalmáticas de fimbrias de oro macizo, los pectorales de platas con gemas de rubíes, los acetres y los hisopos. Ya se cargaron de esto los tesoreros de ponerlos a buen recaudo cuando la chusma asaltó los templos. Asimismo, la reluctancia que siempre hubo en esta sede a aceptar la primacía cantauriense inclinó a York de parte de Roma durante el grave litigio de la contrarreforma y en la zona pervivió incluso durante lo más crudo de las persecuciones de Isabel de Inglaterra y de Cromwell un importante núcleo católico renuente a abrazar el anglicanismo y de ese grupo de católicos nació Guy Fawkes el conspirador de la Pólvora.

El oficio divino guarda por lo tanto el rancio sabor de antaño. Incluso algunas costumbres a las que ha renunciado el rito romano tras la puesta al día de las normas del Vaticano II la sede de York las guarda como el besar la epacta al final, la bendición con dos dedos, el deseo de paz que se hace con el portapaz. Los incensamientos y los responsos casi son idénticos que en Segovia o en Toledo. York sigue fiel a su primer compromiso y es católica a no poder más.

Hay una tradición de maestros de capilla que se mantuvo incólume prácticamente desde el siglo ocho. Los primeros cristianos supieron a través de Constantino que la fe ha de entrar por el oído. Es palpito del corazón más que raciocinio. Aquella tarde de otoño del 69 cuando llegué a las puertas de York me pareció tener como una visión. El paisaje que contemplaba me estaba acercando a todo aquello en lo cual soñé desde niño y de lo que guardaba una esperanza remota de que de alguna forma se materializase en mi existencia. Estas corazonadas nunca fallan. La mía se cumplió de alguna forma aunque mis imperfecciones y fallos determinaron que no fueran acreedor de todo aquel designio. Algo en mí no estuvo a la altura. ¡Pobre pecador! Tampoco supe retener el amor que allí se me daba y de toda esa culpa habré de dar cuenta un día a mi Criador.

El cristianismo tiene un sentido formal de la belleza del que carece cualquier otro credo. Es algo que sobrecoge y arrasa y no entronca con los subjetivo y pietista sino que revierte a lo general, a lo total y eso se convierte al trepar por los nervios de las bóvedas de las catedrales góticas como estas que vieron mis ojos a los veinticinco años una tarde de amor al catolicismo. Estos templos son el árbol y la mejor presea de su universalidad. Venía a empaparme del rocío de un sabor viejo. El alma se anonada y sumerge y olvidandose de su presente flota por las riberas del tiempo como tratando de regresar a sus orígenes más simples. Entonces dejé columpiar todo mi ser sobre el brocal del pozo de lo inefable. Sentí pues una importante moción mística, volviendo a nacer. Me suspendí en los brazos del destino acatando su ligadura y sometiendo mi voluntad a la suya. Evora Magna resplandecía como el altar de la purificación.

Entré por la puerta del oeste. me sobrecogió aquella solemnidad de la penumbra. El olor a cera y a rezos pero allí no había viejas sino toda una ristra de banderas colgando de las pechinas y laudas sepulcrales. La Desamortización había clavado su huella y la austeridad y acendrada religiosidad del medievo entraba en alianza con el aspecto patriótico ese sello nacionalista que dan los británicos a sus relaciones con la divinidad y que heredaran los americanos hasta el extremo de haber hecho del pendón colchonero de las estrellas y las barras señuelo de una nueva religión.

Un arzobispo Holgate ordenó meter el hacha al altar de la Señora tradicional en las catedrales europeas donde el culto de hiperdulía tuvo rango descollante y sustituyó una talla de la Virgen de orden bizantina por una joven semidesnuda de buenas partes toda ella de alabastro junto a una urna cineraria que representaba a la mitológica Higia patrona de la salud.

Allí estaban las metopas y estandartes de muchos regimientos pues York es plaza fuerte y campamento desde los romanos. Exvotos ganados contra el enemigo y muchas “Union Jack” en sustitución del petaso de los obispos y arzobispos que cuelgan del techo en otras catedrales como Toledo. Una placa conmemorativa rememoraba la gesta de un hijo de la ciudad el capitán Oldfield muerto en combate en la ciudad de Kandahar cuando todo su destacamento fue copado por los afganos. Esta tumba me parece a mí que está hoy muy de actualidad cuando la que está cayendo sobre aquel fiero país de afganos donde los federales buscan la cabeza de Ben Laden y lo quieren vivo o muerto. Acaso los soldados británicos que han vuelto allí a pelear este 2002 estén tratando de vengar la muerte de su camarada.

Un paseo por la pérgola nos llevará a conclusiones interesantes. Siempre desde que era niño he sentido inclinación por descifrar los epígrafes de las laudas sepulcrales en los nichos catedralicios o en otros enterramientos eclesiásticos porque allí se percibe la vanidad de las cosas del mundo. Por dentro la carne se momifica y los huesos se vuelven polvo y por fuera queda el arte estampado en las hieráticas figuras de mármol o jaspe. Algunos están tumbados. Otros hacen que rezan. Otros parecen que se han echado un ratito a dar una cabezada mientras suena la trompeta del juicio final que congregue a los mortales al Valle tras el Torrente Cedrón en las afueras de Jerusalén en las estribaciones del monte Olivete donde Cristo subió a los cielos.

Un arzobispo carilleno y aspecto sonriente parece que duerme la siesta. En sus rasgos aprecié atisbos de mí cuando fuese viejo. El escultor debía de conocer sus costumbres y nos advierte que debió de ser lector contumaz; un libro medio abierto yace sobre la casulla debajo de la cual abulta la barriga. Le gustaba vivir bien, los buenos libros, la buena cerveza, bufar su pipa con labores que trajeran de América los galeones piratas de sir Walter Raleigh. Al lado los símbolos de su dignidad episcopal: la mitra, el palio y los guantes con una cruz guarida de diamantes. Doy en pensar que estas riquezas han de llamar a los ladrones y no voy descaminado en mis conjeturas puesto que hasta poco antes de la guerra cerradas las puertas de la basílica había una ronda de cinco serenos que recorrían las dependencias del templo con perros amaestrados para disuadir a los amigos de lo ajeno. Lo que no fue óbice para que por alguna puerta excusada o por sus vidrieras se colaran estas visitas desagradables. Una noche de 1829 un tal Martín saltó y pegó fuego a la sacristía al tiempo que llamaba cerdos a los canónigos, les acusaba de cobrar las rentas y de comer tocino. Por culpa de este loco gran parte de aquella impresionante obra muerta se perdió. Ardieron las techumbres artesonadas de madera y se fundieron las vidrieras de tan primorosa hechura.

York es lugar con buena castrametación y todo habla de que es plaza fuerte apercibida al combate pero el castillo inexpugnable puede ser asaltado desde dentro. Pululan los caballos de Troya y los demonios interiores contra los cuales nada puede hacer el alcaide de modo que desde aquel “arsonista” dicen los ingleses: “ The city of York, lollipops and lunarios” y también de maestros diría porque allí se forman buena parte de los profesores que imparten clases en esta preponderante nación.

Los ingleses pueden resultar acérrimamente insulares, muy pagados de sí mismos y rematan algunas veces en sanguinarios por la defensa de sus usos y costumbres. A lo que nosotros conocemos como contrarreforma tildan ellos de Disolución de Monasterios. El cierre de todos los conventos fue implementado por Enrique VIII. En algunos casos puede que el monarca llevase razón habida cuenta de la laxa disciplina y la moral disoluta de estos centros que se habían relajado lo suyo pero la circunstancia que determina esta sanción es la codicia de las tierras e inmuebles de las ordenes de clausura. El oro de los templos. La seda y el oro labrado de los ornamentos religiosos. Lutero había llevado a cabo el primer intento de reforma agraria en Europa. Cuando vio que la furia de los campesinos envalentonados por la rapiña y sed de riquezas quería ir demasiado lejos ya era tarde.

Y un poco de eso les pasó a los británicos. Amaban su iglesia como símbolo de poder y de regalía, sus símbolos y el esplendor y la pompa de la liturgia romana pero al introducir la lengua vernácula en sustitución del latín se dieron cuenta que el esquilmo y el saqueo de los bienes eclesiásticos del que sólo los nobles y los judíos salieron gananciosos había minado la autoridad regia aparte de haber empobrecido el esplendor de la casa de Dios. Por eso hubo un intento de frenada. Que los prebostes siguen luciendo sus ternos de gala y capas pluviales durante las fiestas de pascua. Que no se suprima el canon de la misa. Gracias a esta actitud los cabildos de las catedrales no desaparecieron.

En ese sentido la silla de York sacó partido de su oposición a Cantorbery para guardar el acerbo recibido durante casi mil años de romanización y en la ciudad todavía fermento esa espiritualidad católica genuina e inconfundible. Pero la historia está trufada de desencuentros y de malentendidos y los que la escriben ponen a veces pizca de aviesa intención. Por ejemplo, Enrique VIII fue un rey con muchos defectos pero también con bastantes virtudes. Es el tirano que envía a sus repudiadas y validos sospechosos, no importa fueran eclesiásticos de rango o nombrados escritores como Tomás Moro, al cadalso pero el poeta capaz de componer madrigales tan bellísimos como la “Feria de Scabouriugh” y fue tan devoto en sus años mozos que mereció que el papa Alejandro VI le confiriera el título de “defensor de la Fe”, un privilegio que les fue negado a otros reyes católicos mucho más eximios como pudiera ser el emperador o el rey de Francia. Tales preseas no fueron óbice para evitar que fuese enviado a la Torre Robert Wolsey, el que fuera cardenal, legado apostólico y arzobispo de York. A la par los pirómanos del monarca pegaron fuego al anillo de oro de más de setenta monasterios que apretaban sus murallas en círculo de defensa tanto estratégica como espiritual. Quedaron arruinadas las abadías cistercienses de Santa María del Vado a orillas del Ouse y su hermana gemela de Rievaux, que tiene un apellido riente pues san Bernardo emplaza sus conventos en lugares muy buscados donde la naturaleza luciese sus mejores y escondidas galas y fuese en general un canto a la vida y a la fecundidad.

Esta fue fundada por el propio Claraval en 1131 y al poco surge la Abadía de Byland. Más al norte fueron pasto de las llamas el priorato de san Agustín (Austin) y el famoso convento de Whitby que se alzaba en la cúspide de un eminente acantilado desafiando a las galernas del Mar del Norte. Éste era uno de los primeros cenobios fundados según la regla de san Columbano o rito irlandés. Contaba con una comunidad mixta de cerca de más de mil pupilos. En sus claustros profesaron Alcuino de York y Beda el Venerable los dos exegetas más importantes de la espiritual con que cuenta la iglesia del alto medievo. Había padecido el saqueo de los vikingos en el siglo X y estaba en manos de los frailes negros o benedictinos al sobrevenir la exclaustración del primado Cramer. Pese al cambio que supuso el cisma de Inglaterra éste no ha de interpretarse como una quiebra de la trayectoria sino un acicate a la búsqueda de nuevas rutas y otros encuentros en la obra de la evangelización por encima de las diferencias culturales y de la fuerte idiosincrasia isleña, remisa a acatar el yugo extranjero. Los escándalos y malos ejemplos que dieron los papas denunciados por Lutero fueron un pretexto que no una razón justa a la revolución. La furia de Lutero clavando sus noventa tesis sobre las puertas nieladas de la catedral de Wittemberg revelan el acto de un loco pero sus pretensiones eran del todo cuerdas porque decía verdades de a puño. Sin embargo, los anglicanos siguieron al agustino alemán sólo a medias. Hay un esfuerzo por salvar los muebles y guardar lo que tenía de bello y carismático la liturgia pontifical y ese esfuerzo se aprecia en los vitrales y en los muros perpendiculares que parecen que caen a plomo desde lo alto o se alzan a los cielos en una apoteosis de armonía de la minster eborense.

Entonces interrogué al viento pero cambiaron de repente las auras y Eolo no supo darme respuesta. Es como cuando preguntas por una calle a una señora que no es de la ciudad en la que tú te pierdes.

-No soy de aquí. He venido a la función.

-Está bien. Todos somos forasteros, pero yo busco el domicilio de mi amada.

-¿Qué fue de ella?

-Es un fantasma.

-Ah qué la vida pasa, señor, y nosotros no sabemos nada, fluye y nos desconoce. Fijése en los letreros y a lo mejor tiene suerte. Bon voyage.

Allí las grandes verdades de mi vida se me hicieron patentes. En el ochenta y seis fui a buscarla. Compré un ramillete de rosas en un florista. Hay que ver como mudan los tiempos. Falto de Inglaterra doce años y parece que han mudado hasta el lugar de las casas. No es aquí. Busque la ruta.

Llamé a una puerta y salió a recibirme un individuo en bata floreada en la diestra sujetando del ronzal a un perro de ataque y en la otra escondida en el bolsillo una pistola. Había pensado que yo era un ladrón.

-Sorry. Me he equivocado de puerta. ¿No me darán otra oportunidad?

-Get out.

Me fui por donde había venido. Parzena no daba señales de vida y el taxista judío, un buen samaritano de aquellas navidades negras, movía la cabeza assustado y decía para sus adentros “he is a bit nuts, you know”. Siempre me aturullo. No tengo el menor sentido del ridiculo.

Ni en epping, ni en Hull, ni en York ni en Doncaster donde tuvimos morada ya no estabas. Helen is gone. All gone Helen. Mal padre fui para ti. Un loco que te amaba. Dioos perdone nuestros pecados. Pero ahora pienso que lo pienso estoy seguro de que todo aquello fue un sueño como una revelación. Este pobre alma de Pablo que alienta en mis huesos no se ha caído todavía del caballo.

Estaba un poeta de nombre Pope Primus Pater escandiando sus versos asomado a la torre de San Martín y era como un farero que guiagaba a los peregrino que se extraviaban en los bosques camino de eboracum.  El cuerpo enflaquecido los ojos cansados y la joroba que se había doblado su columna ante los libros no iban en consonancia con la sobrecarga divina y magnifica de su estro pero este es el sino de los grandes profetas que sus conciudadanos no les dan importancia. Pasan desapercibidos. Sus palabras en mi oido sonaban como aldabonazos trascendidos de un vestíbulo donde se recitaban poemas a lo divino en otra dimensión más allá de las nubes.

-He ahí un verdadero hijo del Yorkshire que plantaba viñas en su finca de Twickenham y quiso vivir apartado rendido a su numen lejos del mundo y desengañado  

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS AL FINAL

 

CISTERCIENSES

 

Vida de algunos santos

 

 

 

 

Por ANTONIO PARRA GALINDO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo I

 

CHARLES DE FOUCAULD, LA FURIA DEL SIMÚN.

                    *SERÁ SU VOZ UN CÁNTICO NUEVO.

                                 Exaltación triunfal de un perdedor.

 

 

 

 

 

 

Hizo bandera de la máxima evangélica non turbetur cor vestrum neque formidet(no se turbe ni tenga miedo vuestro corazón) y huyó al desierto. La importancia y reversibilidad de los merecimientos del vizconde Foucauld, ese gran perdedor con Cristo, en el cual ha tenido su triunfo y exaltación (el Bien no es un capítulo cerrado que pueda acabarse en sí mismo y siempre permanece abierto a opciones de vida; la semilla germina en silencio) adquieren gran medida y un  relieve gigantesco. Su marcha a un rincón perdido del Atlas fue un gesto cargado de futuro.

Puesta en perspectiva y al trasluz del devenir reciente, la figura de este ex trapense, ex soldado, ex escritor y ex aventurero, se agiganta. Los dedos de la Gracia saben tejer una maravillosa pleita  de tela profética sobre el cañamazo de todo aquello que el mundo rechaza. Su voz mesiánica resuena en estos tiempos contundentemente. Foucauld no es un santo de hornacina y casalicio, al que pongan velas las beatas, sino un santo de este tiempo, del milenio. Se trata de una bienaventuranza de gran talla, faro egregio para cuantos navegan por la mar arbolada de estos albores del milenio, cuando hay algunos que se empecinan en propalar la especie de que se ha acabado el tiempo de la Cruz. De un plumazo quieren tachar toda la grandeza del Nuevo Testamento. Sin embargo, se está acercando la hora de los pobres.

La religiosidad de este hidalgo francés se fragua en la renuncia del yo y sobre el afán de unir bajo el signo de Jesús, que es el amor, la tolerancia y el respeto mutuo, a los creyentes de las tres variantes de la fe monoteísta. Una de las oraciones preferidas por este morabito cristiano y que pronunciaba sin cesar en medio de la soledad de una ermita perdida en las estribaciones del Rif [“Invito  a los habitantes de este planeta, cualesquiera que fueren, cristianos, judíos, protestantes, agnósticos o idólatras, a que me consideren su hermano universal”] adquiere espectacular magnitud al día de hoy, cuando los descendientes de aquellos hombres del Magreb, con los que convivió y tanto amó el solitario de la hamada de Bení Abbès, llegan a Europa en oleadas en busca de mejoras de futuro en la calidad de vida de sus hijos, siendo a veces objeto de la incomprensión y la discriminación, sin tener en cuenta de que ellos forman una raza de grandes valores sobre todo espirituales y humanos y acaso sepan salvar a Europa, que es víctima de su propio éxito, del marasmo materialista que da opción al egoísmo y la falta de caridad y de amor, Foucauld había fundado en un vivaque sahariano una institución que puso por nombre la Jauna (Casa del amor).

 A ellos parecen dirigidas, sobre todo, estas palabras imbuidas de clarividencia profética. Las sellaría con su sangre. Caería víctima casual  de la cimitarra fundamentalista. Pero su martirio, cargado de simbolismo anunciador de algo nuevo, y de una Iglesia que retorna a los principios que informaron su ser, representa un primer paso para un tímido acercamiento que enlace entre el Corán y el Evangelio.

 

Charles de Foucauld, el segundo vizconde del mismo nombre (1854-1916) nació en Estrasburgo  en el seno de una de las familias nobiliarias con más alcurnia de Francia. Los Foucauld fueron ayudas de cámaras, ministros o generales en la Corte de San Luis. Se entronca con los Doce Pares, aquellos que fueron testigos del juramento del Delfín cabe la Encina de Vincennes. Quedó huérfano de padre y madre a los siete años. Él y su hermana Louise fueron recogidos y educados por el abuelo materno, un coronel retirado. Siguiendo con la tradición familiar, a los dieciocho años optó por la carrera de las armas, entró como cadete en la famosa academia general militar que el ejército galo tiene en Saint Cyr. Eligió la rama de Caballería y al cabo de un lustro  saldría de teniente, con mando y plaza en el Cuarto Regimiento de Húsares. Bordadas las flamantes dos estrellas en su bocamanga, hizo vida de salones. Novias, saraos, bailes, romances y fiestas. Conoció el gran mundo de aquel  París “fin de siglo”de la exposición Universal, el París de Zola. Una época que se caracteriza por la euforia de los nuevos inventos que serían el germen de un desarrollo tecnológico sin precedentes, marchando a la par con el desarraigo social, la miseria precursora a la lucha de clases, junto con las guerras coloniales y la falta de estabilidad política del Bajo Imperio. Era el canto del cisne de Europa. Al otro lado del Atlántico nacía un nuevo poder. Sin embargo, los tiempos de decadencia suelen ser fructíferos en lo que se refiere al campo de las ideas y brindan terrenos fecundos para el desarrollo del genio humano.

 Era Charles de Foucauld un hombre de su tiempo: un romántico. Su vida legendaria parece arrancada de las páginas de la novela “Beau Geste“,  y asemeja por su contexto a la de la película “ Las cuatro plumas “. Fue un Lawrence de Arabia a lo divino y en versión francesa. En los primeros tiempos de guarnición, el oficial de los húsares, heredero de Cruzados y por cuyas venas corría una de las más linajudas estirpes, no se revela como un hombre de guerra, sino como un oficial decorativo. Podría haber pasado como el protagonista de una novela de Maupassant: galante, perdis, algo borracho y muy sibarita. Las fiestas con los amigos acaban en opíparas cenas pantagruélicas. Se aburría. Engordó...    La afición a la perdiz escabechada, al vino de Burdeos y a las setas le depararon algunos problemas con la báscula. Este Foucauld de la primera época fondón  “ bon vivant “ y abúlico- el fastidio es el castigo del buen burgués- nada tiene con ver con aquel otro morabito atezado por los soles del Sahara, desmarrido por una pitanza a base tan sólo de dátiles y leche de camella, con aquel penitente enteco de ojos encendidos por el amor de Dios y la alegre melancolía de quién presiente ya el martirio, la opción de muerte que él mismo había elegido.

 Por otra parte su comercio con  “ cocotes” parisienses y el trato con las mujeres de vida ligera parece ser que le depararon algún disgusto ¿ Padeció gonorrea o alguna venérea de carácter más grave?

 Nada se sabe de cierto.   Mais, il s´ ennuit...

Se aburría a morir en la caserna.     

El advenimiento de la segunda república en Francia implica algunos cambios en el callejero, no menos que la sustitución de todos los distintivos dinásticos. El cuarto de Húsares empezó a llamarse el Cuarto de Cazadores. Fueron movilizados y enviados a una avanzadilla de la frontera en Argelia.  Participa en algunas escaramuzas contra las cabilas. Recibe su bautismo de fuego. Aquel cambio de régimen de vida su organismo poco avezado a los agobios de la vida en campaña pronto lo deja sentir. Su salud se resiente. La primera impresión que deja el desierto africano en su retina no puede ser menos favorable. Estaba por llegar su hora. Se acentúa su crisis religiosa. Dios estaba llamando a su puerta con sutiles dedos. Años más tarde, el simún, ese ventalle que alza sus pliegues de arena sobre las dunas a la que proyecta con rapidez sobre la llanura inhóspita, como si fuesen espectros, lo cambiaría por completo. Allí experimentaría la fuerza del siroco, el mismo torrente de energía que derribó a Pablo camino de Damasco.

África lo cambiaría del todo. Sería para él su gran  metanoia. Quedaría hechizado por el misterio de sus noches mágicas. Ese silencio duro del desierto, el verdor de los oasis y la belleza de ese mundo moaré de los nómadas que discurren por el mar de arena a la búsqueda de pozos para sus camellos y pastos, al murmullo de las oraciones ensimismadas, y el grito constante de “ Allah alkabar” (Alá es el mayor), según lo recitan las cunas del Corán. Le caló muy hondo esa fascinación africana, cuna de las religiones mistéricas y cuna también del cristianismo. En los primeros seis siglos, sólo en el norte del Continente Antiguo había tres patriarcados, ochenta sedes metropolitanas, amén de  cuatrocientos obispos desparramados desde Alejandría hasta Tagaste. Hipona, en lo que es hoy Túnez fue la sede de Agustín. Las arenas de la región sub sahariana están regadas con la sangre de innumerables mártires, e incluso el rostro de Cristo, según lo retrata la iconografía bizantina, de cabellos negros y moreno semblante, pudiera pasar por el de un árabe. Los patriarcados de Antioquía, de Alejandría y de Constantinopla son los más antiguos del orbe cristiano. En los desiertos de Anatolia nacieron la liturgia, el monacato y una forma de vida peculiar. De Oriente nos vinieron la luz y la cruz.

Hoy ya no queda apenas rastros de aquellas florecientes iglesias. En todo el inmenso Marruecos, un territorio dos veces España, no quedaba en tiempos de Foucauld ni un altar, ni una simple ermita en cuyas espadañas campease el símbolo de la cruz. Estos son los predios inescrutables de la Media Luna. ¿ Por qué? Algunos Padres argumentaron que Mahoma era el anticristo. Otros adveran la tesis- mucho más verosímil - de que la pérdida de aquellas iglesias de más abolengo en la historia de la fe (traigamos a colación el nombre de los patriarcados de Antioquía y de Alejandría y a los coptos y maronitas) tuvo algo de castigo por el clima de disidencias entre arrianos, monotelitas, monofisitas, reinante durante los primeros siglos,  a los creyentes.  Habían malversado los depósitos de la fe con querellas intestinas, guerras de religión, herejías y desacatos.  En particular,  no se había cumplido el testamento de la Ultima Cena: “ que os améis los unos a los otros como yo os he amado”.

 

Sin embargo, cabe la sospecha que el Islam, que en el fondo es un sistema de valores legatarios del Evangelio, nacido al calor de los Apócrifos, sobre las arenas regadas por la sangre de los primeros mártires en la antigua Numidia, Mauritania, Libia, Cilicia, Antioquía, Persia, conserve filiaciones e influencias del monofisismo caldeo y del arrianismo egipcio, que pensaba que Cristo era meramente un hombre enviado por la deidad en su lucha contra el Demiurgo. ¿Podrá Mahoma volver al redil de la fe? El camino de retorno es difícil, pero para Dios o Alá, que ellos dicen, nada hay imposible. Hace falta mucha tolerancia, mucha fe y mucho amor. Los seguidores del Profeta creen en el Salvador a su manera, por lo que la reconciliación podría saldarse. No puede decirse lo mismo del judaísmo sionista, que niega a Cristo, y se opone a Él con toda su protervia, recalcitrante en el error.

 En cualquier caso, aquí subyace uno de los grandes enigmas de la Historia de la Iglesia: la fuerza con que irrumpió el Islam en su propio seno. No faltan profecías que señalan que la reconciliación con la Media Luna será uno de los signos de la llegada de la Parusía. A juzgar por las apariencias de la actualidad (conflictos entre palestinos y hebreos en Jerusalén y el estado de “ Jehad” o “djijad” y en castellano antiguo “chijad”, guerra permanente) no parece muy próxima esa convergencia entre las tres religiones mistéricas. Pero es la idea por la cual vivió y murió este noble francés transformado en morabito. Sintió esa llamada del desierto porque en la soledad del yermo aguarda la fórmula ideal  de los que quieren ser perfectos.

Detrás de ella están los eremitas que siguieron las huellas de Juan el Bautista y se vistieron de marlota y de piel de camello en el más estricto sentido esenio. Ayunaron e hicieron penitencia conforme al dictamen de la mandaá de los primitivos cristianos de San Juan. Toda la mística del Temple abunda sobre el concepto de“ mandaá”(transformación). Cristo, por su aspecto, era un judío esenio, un hombre del desierto. Y su madre, María de Nazaret, debía de tener la apariencia de una tapada como una de esas buenas mujeres árabes, el chador o flameo de las desposadas, a la cabeza, y tiros largos, que encontramos cada vez con más frecuencia por las calles de nuestras ciudades, porque la avalancha viene y se acerca, para recordarnos que vivimos en un mundo unipolar, que acaba de cambiar de amo. Ellas se resisten a aceptar las modas occidentales y van muy derechas y orgullosas de su fe y de sus costumbres islámicas. Su presencia viene a recordar a muchas de nuestras cristianas sólo de nombre que existe una virtud que se llama el recato y el pudor, que la desnudez no dignifica a la hembra, antes bien la rebaja a su condición animalista - visión pagana- y la convierte en mujer objeto y juguete de deseos.  Pero este contraste o protesta por la indumentaria no es nuevo; ocurrió ya en tiempos de los romanos.

María no debió de andar por el mundo como una deslumbrante Madona de Rafael o una moza guapa de la Sevilla de Murillo, mal que nos pese, sino como una de estas humildes doncellas de cabeza inclinada  de los frescos griegos. Ella es la Theotokos Panmakaristos (madre de Dios y de los hombres) y también la “ Panagia Paramythia” (madre del Aviso). Esta es la imagen de la Virgen que he contemplado yo sobre el cielo encendido de Prado Nuevo el 13 de mayo de 1995. Nada que se parezca a la bonitura inalcanzable con que nos la presentan los pinceles y gubias de imagineros y pintores de la escuela sevillana, sino un ser de carne y hueso, que, en siéndolo, resulta estampa muy humana y a la vez divina. Su silueta salió dibujada en la corteza del fresno de las Apariciones en instantáneas tomadas con mi cámara de fotos en las primeras fechas de registrados los fenómenos a comienzos de los años ochenta. Eran aquellos días presagos las avanzadas de un cambio que ya se está operando mientras alborece un milenio. La Virgen, tocada del flameo de la castidad, paradójicamente elevaba un grito de protesta contra nuestro necio descoco. Su misión en las tareas de gobierno de la Iglesia ha sido esa presencia opaca de Esclava del Señor, porque, al proferir su “fiat”, asumió con su Hijo un papel mesiánico y soteriológico.  Esta voluntad del “ hágase en mí según tu palabra” se cumple todos los días en la vida de esa Iglesia del Silencio mariano. No sé si habrá hablado más de un par de veces en los Evangelios. Una, para ensalzar al Dios de Israel  en el canto del Magnificat; otra para increpar al Niño que se había quedado rezagado en el Templo disputando con los Sabios de la Ley, y una tercera, para murmurar en las Bodas de Caná una amorosa y humana advertencia de mujer que se da cuenta de todo”: No tienen vino”. Por lo demás, no hizo otra cosa a lo largo de su vida que “ callar y guardar aquellas cosas en su corazón”. (Et mater ejus conservabat omnia verba haec in corde suo. Luc, II, 51,52). Esta Virgen pudorosa vela, desde su recato de madre del género humano, por todos y cada uno de nosotros.

 

Según una antigua leyenda en un viejo monasterio de Vatopedi del monte Athos, los frailes llevaban una vida disipada. Dios permitió castigarles enviándoles una banda de piratas. Cuando éstos estaban a punto de irrumpir en el convento para saquearlo, y dar muerte segura por decapitación - era la regla entre los berberiscos -, la Panagia Paramythia se aparece al idumeo o superior avisándoles que se pusieran en fuga. Los monjes escaparon y los proyectos vengativos de Dios quedaron sin efecto. Pasada la horda, los cenobitas regresaron a sus celdas y vivieron en la observancia.

 Una imagen de esta Madre del Aviso y Virgen del Consuelo, con todo ese hieratismo bizantino, cargado de simbolismo y descarnado de toda sensualidad, era el único retrato que presidía la austeridad de aquel zaquizamí perdido en el Sahara al que el aventurero francés fue a parar. No es ya meramente la Madre del aviso sino la Escala de la Contemplación.Más de dieciséis horas llevo aquí plantado  - escribía el 22 de marzo de 1897 Charles de Foucauld- y no he hecho otra cosa que mirarte. ¿ Qué me quieres decir, Dios mío? Yo soy poco lo que tengo que deciros porque mi vida se ha convertido en una completa contemplación del Amado “. He aquí una de la primera muertas de “kenosis” o anonadamiento, sensación quietud, “poustina”,  exinanición, muerte del yo, nada divina, alumbramiento, “ Gelassenheit”, santa indiferencia, karma, etc.; todas esas acepciones han recibido ese estadio en el cual el alma del hombre vierte como un río sobre la mar y se encuentra cara a cara con Dios. Estos términos saltarán con frecuencia a lo largo del libro, que tienes entre tus manos, amable lector, y  en el que nos proponemos acometer un estudio de la iniciación a la santidad a través de algunas figuras señeras de la Mística.

Esas moritas que pasan a nuestro lado ¿ no serán un poco las embajadoras del concepto de salvación que transmite a las católicas de la Vieja Europa, caduca y entelerida, que expira asfixiada por su propio éxito, pero ególatra y envejecida, la Madre del Aviso? El Islam es una fuerza. También una bomba demográfica. La Panagia Paremythia, de la misma forma que intercedió ante su Hijo para evitar el castigo a los relajados monjes del monte Athos puede desviar la mano del azote que se acerca a los muros de la ciudad alegre y confiada, haciéndola recapacitar. Dios nos libre también de las luchas del pasado. De cualquier guerra santa y de las que los europeos, tanto católicos como protestantes u ortodoxos, somos culpables. Porque aquello fue una forma o un aviso que envió La Sabiduría Inmutable para confundir nuestra soberbia acrisolada en los vicios.

Ellos aportarán el vigor de la juventud, otros valores éticos. Traen en sus rostros quemados por el sol africano esa fuerza irresistible del simún. Foucauld lo percibió muy en sus adentros - esa descarga del mundo que se acerca y se transforma - cuando sintió la llamada de África y concretamente le atraía Marruecos, a cuya lengua tradujo los Evangelios y compiló un diccionario árabe dialectal- francés, que es hoy una herramienta de trabajo de la Filología Semítica. Pero no fue nunca un renegado ni un muladí este gran amigo de los árabes. En Tindouf se decía: “ Es una pena que un musulmán tan bueno como es ese fraile no vaya al Paraíso, por no profesar la fe del Profeta”.

Su vocación fue como un ventalle de gracia divina, una tromba de siroco que transformó de arriba abajo la existencia de aquel elegante y epicúreo teniente de Húsares. El proceso fue lento. En Setif protagonizó un motín con unos cuantos de sus legionarios. Protestaban por el rancho y las degradantes condiciones infrahumanas con que se vivía en aquel fortín enclavado en las mismas entrañas del Sahara. Sobre sus espaldas sintió el peso del saco terrero. Se le formó consejo de guerra y a punto estuvo de ser fusilado.  En ultimo término, le fue conmutada  la pena capital por la de la degradación.

 Con toda la tropa formada ante el adarve, un sargento procedió solemnemente a arrancarle las estrellas de la bocamanga. ¡ Demasiado para un brillante militar de carrera formado en las aulas de Saint Cyr: un “chusquero“ lo expulsaba del Ejército!

Regresó a Francia desanimado, pero todavía más rebelde. Otra vez, la buena vida.  Una tarde, estando acodado sobre el velador de un café de Evián y hojeando un diario sin mucho interés le asaltan unos titulares”: Insurrección en Orán. El Cuarto regimiento de cazadores entra en combate”. Inmediatamente, solicita su reincorporación a su unidad, abandona a su amante de turno, una condesa por nombre Mimí, y vuelve a militar baja las banderas de la Caballería Francesa. Su escuadrón operaba en Tindouf. La rebelión es sofocada. Pero esta vez África atrapa al joven para siempre. En su espíritu se opera la decantada metamorfosis. El desierto con sus calinas ardientes, el silencio impresionante, con sus beduinos de ojos de fuego, hechiza a Foucauld. El mundo árabe es como un conjuro, un sortilegio. Pero de nuevo siente escrúpulos ante la posibilidad de estar siendo víctima de un espejismo. La zona de operaciones de su unidad tenía por centro el “ bled”, un blocao de avanzadilla, arenas adentro de Tolbruk, allí donde la bazofia, el calor intenso de los días y el frío de las madrugadas o la falta de agua potable sean todavía menos soportables que el aburrimiento.

Quienes hayan servido en alguna trinchera del desierto saben que el enemigo a batir por el soldado desplazado a estos destacamentos no son las cabilas, ni el sol abrasador que se cuela por el cogote y calienta como una estufa las barbilleras de lona de la galea. Ni siquiera los torbellinos de arena o las moscas insoportables o los insectos. Es el tedio. Muchos no lo soportan. Se vuelven locos o se suicidan. Lo llaman los franceses “ mal du bled”. Es como una resaca de tamo que se te va metiendo por los poros y sube alma adentro. La tierra llama a los hombres a su seno. Se siente entonces la fascinación del espejismo. Entran ganas de huir.  El suboficial Foucauld - había sido degradado en el escalafón - desde su garita de centinela en una de las barbacanas del fortín debió sentir la llamada del desierto y le entraron ganas de huir. Otra vez pide la absoluta, ahora ya para siempre, en el Arma de Húsares. Quiere conocer Marruecos. Como estaba vedada la entrada a los cristianos en aquel territorio, se hace pasar por hebreo. Desde la expulsión de los heroicos misioneros franciscanos y de los frailes de la Merced aquel inmenso territorio allende el Atlas quedó huérfano de la Cruz. Era verdadera tierra de moros. Uniéndose a una caravana de judíos que, mandada por el rabino Joseph Alemán, un sefardí, y, empeñado en entrar en la mítica Berbería in pártibus infidélium, se dirige a visitar la alfama de Chauen y otras aljamas del interior.

A tal efecto, aprende algo de hebreo y se deja crecer aladares, según la costumbre de los antiguos israelitas españoles. Aquel viaje le fascina y deja en su espíritu una huella indeleble. Como resulta de esta gira nace un libro en el cual narra sus experiencias por las inmediaciones del reino alauita, prohibido a los no mahometanos. Es el momento de su conversión. Decide hacerse trapense y entra en el convento de Santa María de las Nieves. Sus superiores acceden a enviarlo a una trapa recién abierta en Siria. La severa disciplina cartujana le parece poco rigurosa para la vida de penitencia y de sacrificio que él tiene en mente.

 

Recorre mendigando toda la región de Palestina y se instala en Nazaret donde lo acogen como hortelano las clarisas. En la huerta construye una cabaña y allí reza y estudia una vez terminada las tareas agrícolas. Se dirige a Jerusalén donde en otro convento de la orden franciscana realiza los humildes menesteres de portero y otros servicios ancilares. Se ordena  por fin sacerdote y se une a una expedición que se dirige al desierto, al país de los Tuareg. Quiere fundar una orden contemplativa dedicada exclusivamente a rogar por la conversión - y, si no por la catequización, problema harto difícil tratándose de mahometanos, al menos la reconciliación - del mundo islámico. A lo largo de su más que corrido cuarto de siglo que pasa en los oasis, el hermano Alberic (ese fue el nombre que adoptó al ordenarse) no consiguió bautizar más que a un solo neófito. Sin embargo, él pensaba que Dios opera bajo otros parámetros. Sus caminos no son nuestros caminos. El Señor echa otras cuentas.

Humanamente parece imposible entender cómo pudo aquel aventurero de Jesús de Nazaret, el corazón mordido de desierto, embarcarse en tamaña empresa. Solo. Sin apenas medios materiales, sin más respaldo que el de algunos de sus antiguos compañeros de armas, adscritos a las patrullas de la policía nómada que velaban por la seguridad del protectorado y que cada quince días llegaban al austero “bordj”, especie de capilla mahometana, con víveres y el correo para el anacoreta de Tamanrasset. No hizo prosélitos. La hermandad que se propuso fundar o Jauna que tendría por lema la palabra árabe “ amon” (paz y perdón), aunque Foucauld consiguiera ultimar sus estatutos, tardó bastante tiempo en ser aprobada por Roma. La Santa Sede, consciente de los dificultoso de la empresa que se proponía acometer el hermano Alberic, se tomó lo tomó con calma. En círculos eclesiales  lo daban  por loco. Entre los militares, por una aventurero. En todo caso, el antiguo conde no era sino un marginal, un inadaptado, pero hasta en eso, y en su pasión por el trabajo manual, quiso parecerse a Jesús Obrero.

Preveía que el cristianismo sólo puede triunfar abrazado a la cruz del silencio, de los que padecen y laboran. Es una religión de perdedores que predican en la tierra con el ejemplo y que son exaltados a la apoteosis final en el Cielo. La vida cenobítica, que tiende a la perfección evangélica, mediante la renuncia al mundo y el desprecio de las sabidurías terrestres a favor de las eternas, constituye algo privativo a la Iglesia Católica. Desde los primeros tiempos atrajo el yermo. Hay tres clases de contemplación, según la disciplina de cada uno de los monasterios. El anacoretismo o congregaciones ideo rítmicas es la más vieja, pues era ya practicada en la Tebaida egipcia y antioquena. Los adheridos no llevan un sistema de comunidad. Viven apartados en cuevas o grutas, siguiendo las huellas de María Magdalena, de San Antonio o de San Jerónimo, pero celebran en común algunos oficios de la Sagrada Liturgia. Luego está el sistema cenobítico basado en la salmodia  y vida en común. Esta manera de santificación se generalizó en Occidente, con san Benito y los monasterios gaélicos. Por último, está la fórmula hesicasta o eremítica. Vida de unión silenciosa con el Criador. El hesicasmo consiste en la recitación constante y reparadora del nombre de Jesús, con la ayuda de los ritmos del aliento respiratorio y los latidos del corazón. Consiste en un constante estar tranquilo en sintonía con la Creación. Es la fórmula que impone la “pystina” o tradición quietista rusa, apoyándose en parte en los santones de la Mandra hindú. Es la que eligió el venerable charles de Foucauld. Se dice que la hesicasta - del gr.hεσikασθωσ, estar tranquilo, guardar silencio-   es la más perfecta.

El tres de diciembre de 1916, bandidos fundamentalistas avisados por el hombre que hacía las funciones de sacristán en la jaima de Beni Abbés y que sería el traidor, que les abrió la puerta de la misión, asaltaron el recinto donde vivía recluido el morabito francés. Murió de un culatazo que le propinó uno de sus asesinos al pié del sagrario. Acababa de hacer la reserva del Santísimo.  Lo había profetizado y lo había querido: morir mártir en la tierra que amaba. Trazó con los dedos temblorosos una cruz con la sangre derramada. Su última mirada fue para las cumbres del Atlas. Y murió como mueren los santos: perdonando a los que le mataban, fiel a su compromiso con el Evangelio.

 La hora undécima   

Hemos elegido la figura del Fundador de los Hermanitos de Jesús como umbral de estos ensayos sobre la actuación del Espíritu Santo en el Tercer Milenio por parecernos un santo típico de la modernidad, apóstol misionero del Tercer Mundo. En su figura se dan cita los dos aspectos: el contemplativo y el de operario de la Hora Undécima. Era consciente, por prognosis profética, de las dificultades de su misión ante el Islam y que no habría, ni en vida ni en muerte, resultados aparentes, pero él fue el primero en esparcir la semilla; en roturar aquel barbecho.

Cuando el numen del Paráclito suscita una fundación en el seno de la Iglesia, es que ésta responde a un situación de necesidad real. La catolicidad tenía una cuestión pendiente, después de tantos descalabros históricos, así con el Judaísmo como con el Islam, pero, sobre todo, con los hermanos separados de Bizancio, depositarios de valores sagrados de la Tradición. Dichas cristiandades del Este puede decirse que sufrieron más que nosotros y supieron a adaptarse a una convivencia positiva - sin que por ello faltasen amargas excepciones, claro es- con hebreos y musulmanes. La peculiaridad   de Carlos de Foucauld, obedeciendo a la llamada divina para dejarlo todo e irse a convivir al Sahara con los nómadas Tuareg, es que trató de convertirse en bisagra de fraternidad con todos aquellos prosélitos del patriarca Abrahán por la fe en un Dios único.

Este encuentro con el rostro oculto de Cristo le sobrevino, por iluminación celestial, cuando, recién llegado a Jerusalén, entra a orar en el Santo Sepulcro, en el momento en que los monjes de la comunidad rusa en Tierra Santa celebraban una misa cantada. Entre vaharadas de incienso, escucha el Canto del Querubín y las letanías trinitarias. Las invocaciones al Padre, al Hijo y al Espíritu, con sus tres atributos mayores: deidad omnipotente, fortaleza, e inspiración, constituyen la base de la comunión eucarística, según el rito grande de San Basilio. En ese dúo maravilloso entre el diácono y los coros se alzan al cielo los cantos de piedad y misericordia para una humanidad cansada y llena de miserias, habituada a convivir con el dolor y con la muerte. También se apela constantemente a la intercesión de los Ángeles y de Santa María para ser capaces de soldar esos dos planos: el de Dios y sus criaturas, los infinito y lo finito, la vida eterna y la muerte, la gracia y el pecado.

A la sazón, el humilde peregrino trapense se siente traspasado por el rayo de la iluminación. Esta fuerte conmoción quedaría plasmada en su mente toda la vida, y es seguramente por eso por lo que los miembros del instituto de los Hermanitos de Jesús tienen la obligación, entre sus prácticas diarias, la de recitar la invocación del Veni Creator junto con una oración a los Ángeles directamente tomada del rito de entrada a la misa que entonan los melquitas que reza así:

“Oh Señor, Dios nuestro, Tú que llenaste los cielos de legiones de ángeles y arcángeles para el servicio de tu gloria, haz que nuestro ingreso en tu templo venga precedido por el canto de tus coros, virtudes, dominaciones, potestades, tronos, serafines de seis alas, y que entonemos el Himno del Serafín. Por los siglos de los siglos. Amén.”

Aquí está basada la espiritualidad del original siervo de Dios: la disponibilidad de entrega a partir de la noción de que la gracia presume la naturaleza. No hay que romper con el hombre, sino aceptarle tal cual es, en sus valores, en sus tradiciones culturales que conforman una actitud existencial. Luego el neuma divino será capaz de moldear a su manera el barro en que fuimos fraguados. Decía Charles De Foucauld que “Dios nos llama a la plenitud del amor a cada uno según sus capacidades. Puesto que Él nos creó, sabe cómo somos. Ahí está nuestra perfección. Es una tentación querer ser grande en el Reino Venidero, debemos inclinarnos a ocupar los sitios de abajo, porque el deseo de grandeza personal interfiere con la gloria de Dios”. Semejante contemplación jovial y plenamente optimista de la actitud del hombre frente al Inefable está henchida de Evangelio. De paso, constituye una afirmación de modernidad.

El grano de mostaza

Se hace aquí evidente el parangón que existe entre Foucauld y Teresa de Lisieux. Ella también preconiza el empequeñecimiento y la opción de los pobres, de los ignorantes, los marginados y pecadores, desde un único punto detonante: el amor. El antiguo trapense es, en conclusión de lo expuesto, una santo “pequeñito”, pero que arraigó y se engrandeció. El grano de mostaza, transformado en árbol mayor, hoy da sombra, cobijo y frescura a todo el vergel de María. Siguiendo los pasos de la carmelitana normanda, casi paisana suya, prefiere los diminutivos a la hipérbole.”Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”...  Il etait tout petit.

De propio intento, quiso que el instituto nacido en un oasis donde paraban las caravanas tuareg cerca de Orán se llamase la “Fraternidad de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús y del Evangelio. Es un rotulo misionero, en apariencia inocente, pero cargado de intencionalidad soteriológica, buscando el acercamiento entre los pueblos separados por discrepancias religiosas así como desigualdades sociales. Nunca rechazaría la tecnología y todas aquellas consecuciones de la ciencia mecánica y de la inventiva que hacen más llevadera la existencia del hombre en la tierra. Sus casas, siguiendo el paradigma de la jaima de Beni Abbés, que toma por modelo la casa de Nazaret, serán a la vez talleres y oratorios, donde se predica con el ejemplo a partir del compromiso con los pobres, huyendo de cualquier proselitismo.

Él entró en la historia eclesiástica como una brisilla de viento solano, que pedía perdón por vestir a la morisca con la chilaba y las babuchas, pero en el pecho un corazón grabado en tela, símbolo de esa alcancía llameante que contemplaron en sus éxtasis María de Alacoque y otros místicos medievales. Era consciente de lo ímprobo de su ingrata tarea. No suelen pedir las aguas del bautismo los que han nacido en el seno de la Religión del Profeta, pero Foucauld no había huido al desierto para convencer de grado o a la fuerza a los musulmanes de la supremacía de la Biblia sobre el Corán, quería sólo roturar el yermo para que los que llegasen más tarde pudieran recoger el fruto de su labor escarificadora. Ese sueño que tuvo al pie del Atlas nunca llegó a colmo cuando él murió a principios de siglo ni tiene visos de ser realidad ahora, cuando concluye. Más bien, sucede al contrario: el cristianismo en África, lejos de arraigar y de afianzarse, se encuentra en trance de recesión. Como ha demostrado la reciente guerra de Kosovo, también en una Europa descristianizada la Media Luna avanza y la Cruz retrocede. Pero puede que se trate de una mera apariencia con la que Dios castiga nuestra presunción, a veces insufrible por lo populista y triunfalista. La Iglesia no se propone recabar una meta política, ni es de uno solo, sino de muchos, porque diversas son las moradas en la casa del Padre y muy variados y diferentes los inquilinos que la habitan.

Sin embargo, el viento de fronda se ha trocado poco a poco en huracán. El morabito de Tanrasset inició una suerte de Pentecostés. Con su presencia callada y humilde recordó que sigue soplando sobre nuestras cabezas el aire del Cenáculo. Este aire tiene la particularidad de que no se le ve ni le siente. Opera de una forma callada desde los goznes mismos sobre los que gira la rueda de la Historia. No lo notan los sentidos, porque se esparce sobre ámbitos que pertenecen a la contemplación infusa.

Las caldeadas arenas de Numidia sirvieron de base al que, siguiendo la huella de las vetérrimas cristiandades de las riberas del Nilo y de las costas africanas, quería empaparse de soledad y de desierto mesiánico, a un instituto religioso que creció presto, abriendo casas en lugares del Tercer Mundo, como Dakar, Hanoi, Kuala Lampur, el Matto Grosso, la Patagonia, Ciudad del Cabo, Trípoli o Delhi. El Padre Foucauld recomienda en las constituciones redactadas en 1899 que amasen el desierto físico pero, sobre todo el espiritual, que conduce a Dios mediante el desprendimiento de los vínculos que atan al alma con la materiales. Esta es una idea que se repite sin cesar en los faquires orientales, retomadas por los “staretz” de los monasterios rusos de Vaalam y de Optina Pystina, a los que aludiremos en la frecuencia de este libro. Hasta en eso quería parecerse a los santones orientales incorporando a la mística católica metodologías diferentes para la ascesis.

Pero los Hermanitos de Jesús combinan, al propio tiempo, la acción pastoral y misionera  con la  contemplativa. Formaron a los primeros sacerdotes obreros, una clase eclesial muy discutida en Francia en décadas pasadas. Pero su fundador no tenía en mente parámetros de lucha de clases, porque sentía aversión a las conquistas políticas que durante toda la Edad Media y parte de la Moderna tuvieron apartado al papado de la imagen callada y oculta de la Carpintería de Nazaret. Jesús nació en el seno de una familia obrera. No quiso pertenecer a la clase sacerdotal ni hizo reserva de privilegio. Así y todo, nunca predicó la rebelión ni se enfrascó en las luchas políticas de su tiempo contra Roma. Eso sí; fustigó la hipocresía del Pontífice y la perfidia de los fariseos, que fueron en verdad quienes lo condenaron, y no Poncio Pilatos, un dato real que ahora por desgracia en estos tiempos de grandes compromisos políticos, consensos y pactos, de populismo triunfal y de culto a la personalidad, acérrimos intereses creados y sonrisas y bendiciones de medio lado, ha quedado obviado.

Quizá estemos perdiendo la perspectiva: Cristo nunca quiso ser más que un perdedor y puso en guardia a sus discípulos contra los aplausos y alabanzas del mundo. Desconfía de los ambiciosos de poder. Por eso, su verdadero espíritu, casi siempre oculto, hay que irlo a descubrir   incluso hoy a las catacumbas. Se encuentra entre los escombros de un bombardeo, la sangre de los mártires, y prefiere a los que sufren y a los desheredados de la fortuna.

La Madre Teresa de Calcuta copia algunas cosas -no todas- de los rasgos propuestos para la santificación de sus seguidores por el eremita de Tanrasset. Tal es la versátil facultad para predicar el Evangelio en los lugares más remotos e impensables de Pakistán, India, Turquía, el Strand londinense, el Bowry neoyorquino o los bajos fondos de París y de Marsella. Pero con una diferencia de matiz al resto de las ordenes mendicantes que han existido en el mundo católico, Foucauld resalta que la justicia debe tener prelación sobre la caridad. No basta con dar albergue o recoger los desechos humanos. Hay que reconstruir su dignidad de hombres y darles una perspectiva de rehabilitación para lo venidero. Se ha acusado a las monjas del sari, hijas de la famosa religiosa albanesa, de ser el tren escoba del Capitalismo, que, a cambio de recoger sus desperfectos, sus seres humanos hechos añicos, luego pasa la bandeja. Los epulones de hoy en día tratan así de acallar su mala conciencia poniendo un puñado de dólares sobre el cepillo.

 

El carisma del intrépido legionario francés, convertido a la milicia de Cristo, se basa no ya meramente en el aforismo agustiniano sobre el amor como causa primera de la libertad dichosa, sino que trata de ir más allá que el propio san Agustín y Platón. Foucauld precisa a que para llegar a alcanzar el rostro de Cristo hay dos caminos. Uno externo, litúrgico y deductivo, mediante lo que aparece en nuestro entorno, lo que nos acontece, nos preocupa, nos aburre o nos indigna. Al asomarnos a balcón y contemplar las maravillas de la naturaleza, y comprobaremos que desde allí Dios nos hace señales. Y otro, interior e intuitivo. Éste es un Dios personal e intransferible. En lo más hondo de nuestro ser lo vivimos, lo sentimos. Es sólo amor. Un amor del cual todos hablan, pero difícil de encontrar en medio de las truculencias capciosas, el culto al dinero y al poder, autoridades deíficas de esta sociedad en cambio. Vemos cómo no vence la fuerza de la razón sino la razón. Pero todo eso forma parte del misterio cristiano. Es la religión de volver la otra mejilla y elevar los ojos al cielo en espera de que Aquél que no admite mudanza ni accidente se apiade de los que sufren los atropellos del tirano o los antojos del enalmagrado y el ruin que cambia con facilidad de bando, en loor a una moral de circunstancias. Dejemos a los Zoilos y Aristarcos que se entreguen a sus fantasías despóticas para dar al pueblo la falsa moneda o la menguada medida. Ya les llegará la hora.

Al fin y a la postre, aserraron a Isaías, acantearon a Jeremías, y taladraron las sienes del profeta Amós con un hierro candente, clavaron al Hijo del Hombre en una cruz, dilapidaron a Esteban, decapitaron a Juan, a Lorenzo lo torraron sobre unas trébedes, asparon al dulce Andrés, y crucificaron patas arriba a Cefas. Preponderan los descendientes de Agar y Anteo sigue encontrando no pocos adeptos. Por lo que toca a Nerón sigue siendo como una antorcha. Siempre fue así, pero Dios, que es lento a la ira y proclive a la misericordia, es también el Maestro de  Justicia. Hay que acudir al profeta David para adivinar el porvenir de los réprobos. Ninguno llegará a la tercera edad ”Viri sanguinum et dolosi non dimidabunt dies suos“ y en otro versículo “Virum  iniustum mala sua capient in interitu”, que se podría verter al romance como”: el mal se vuelve contra aquellos que lo practican y será una fuente de congojas para el malvado a la hora de abandonar este mundo”.

La sombra de Anteo, insisto, acaba de pasearse por los cielos de Yugoslavia. Era un gigante prácticamente invencible en la batalla del aire. Se ha ejercido el chantaje y la fuerza bruta a todas las bandas. Viejos monasterios de Metopia han sido profanados, sus monjas violadas por la chusma enardecida que esgrimía “Kalaschnikoks” y cimitarras. Fueron profanadas aras sagradas y rasgados al filo de la espada los lienzos de los iconos. La sangre de los mártires salpica a los Nerones de turno que regentan los altos estrados, y las Semiramis en edad avanzada han utilizado toda la perfidia y la sed de vindicta de la que son capaces para posar sobre las horcas a toda una nación soberana. Incluso impregna los vuelos de la sotana blanca de un senil personaje obsesionado con giras apoteósicas.  Semejantes periplos triunfales, esas misas multitudinarias, oficiadas por un anciano de voz bronca y mano que rila, y no se rinde, pues parece que no se muere nunca, hacen pensar en las sentencia apodíctica de Marcusse de que el mensaje es el medio, o en lo que advertía Marción hace dos mil años sobre la Pontifical Jerarquía”: Roma todo lo asume, todo lo cohonesta, y en todo transige  uniéndose  al poder, para quedarse con todo; ella no es más que la viva expresión del deseo del halago y reverencia ”. Lutero la llamaba combleza del Emperador, y Camilo Torres, un guerrillero, colombiano y sacerdote, la gran odalisca. Pero el fin de Roma no supone el término del mundo católico. Habrá, después del cataclismo que se cierne sobre nosotros, una Tercera Roma.  No es a esa Iglesia taraceada de oro y de piedras preciosas, o empapelada de rescriptos a la que nos vamos a referir aquí, sino al íntimo  Círculo de los Verdaderos Discípulos, que cargan sobre sus espaldas con la cruz, y se ofrecen día a día de rehenes de la culpa. Es la Iglesia real, de la triunfante verdad,  la de los confesores y mártires de la fe. La otra no es más que hojarasca. Nada más. Es nuestro propósito hablar de la Iglesia Escondida, que sufre en el silencio. La de los santos. La que no brilla porque está integrada por Humillados y Ofendidos, y cuya lista no tiene fin. A ella pertenece Charles De Foucauld.

 En las cancillerías cunden los lavatorios de manos mientras los enemigos de la Cruz progresan contra una Europa materialista y descristianizada. No sólo se ha matado y se ha bombardeado, sino que se ha mentido con todas las ganas.

El sueño del Padre Foucauld sobre un acercamiento de los sarracenos al Evangelio no sólo se aleja sino que la misma fe de Cristo corre peligro. Sin embargo, ¿qué importa? Él roturó aquellos campos del desierto en agraz. La semilla está echada. Un día germinará. Por lo que se refiera a los gigantes resurrectos y las cohortes bajo las banderas de Satanás cualquier día de estos puede aparecer el serafín de seis alas y arrojar al sanguinario Anteo de sobre las nubes. El trono de los liberticidas y genocidas es poco consistente.  Llega cualquier viento y lo derroca. No puede perdurar la maldad. Es conveniente en esta hora de tinieblas no perder el rumbo ni la perspectiva.

Figuras como las de este monje humilde escondido hacen la Humanidad seguir mirando a lo alto sin caer en la desesperación y sin desmelenarse. Liberal, tolerante, demócrata, y de un profundo respeto a los incardinados en otras culturas, lleno de amor a sus semejantes, aconsejada bajo la lectura de otro glorioso africano, Agustín de Tagaste, la fórmula de oro para la santificación: “ama y haz lo que quieras”. Esta divina inconsciencia nos lleva siempre al portal de la Luz. Foucauld rompe los moldes.

Era muy devoto del Santísimo Sacramento, que tenía expuesto día y noche en el altar de su pequeña ermita. Un día que acaba de hacer la reserva lee un pasaje de Marcos”: El Reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en tierra y ya duerma ya vele ésta crece sin que él lo sepa (Mc.IV, 27,28). Esta sentencia, verdadero crédito teologal a la fe viva, se va a convertir en piedra de toque de su espiritualidad; constata de un parte la necesidad de anonadación y de desasimiento o muerte del yo, pero Dios no pide imposibles. Nos conoce y nos ama, y no escatimará pruebas para los que elige pero este triunfo sobre las pasiones no representa un desquiciamiento, ni tampoco una visión de la santidad acaramelada y hecha de estereotipos egoístas. El santo no es un vidente ni un santero. Foucauld rechaza el fervor paniaguado, individualista, pasivo que dimana de una interioridad sospechosa. Su amor a Dios es algo coral, comunitario. El yo que tanto obsesiona a Occidente para los orientales resulta algo contingente.

A cambio propone una vía de participación con Cristo en su Cenáculo más activa, aparcionera y coral, donde tenga prelación el ser sobre la existencia. Hay que sustituir al yo por el nosotros. Al fin y al cabo, el hombre no es más que una partícula del cosmos ordenado por la sabiduría divina en el espacio, el número y la proporción. Es el ángulo exacto sobre el que todo converge desde las estrellas rodantes hasta la más endeble brizna de hierba. Todo gravita en torno a la deidad suprema.

Por otra parte, aspira al conocimiento divino mediante el misterio de la Encarnación en la Eucaristía mediante el cual el hombre puede llegar a ser partícipe de la vida divina. Hay una relación de causa a efecto entre acción contemplativa y liturgia, como esencia de la catolicidad viadora y peregrina hacia la cumbre del Monte Santo, esto es: Jerusalén. Los ángeles santos y María actúan como espoliques de esa andadura. El creyente no puede, sin embargo, deshacerse el cuerpo y necesita símbolos y hasta signos que hablen de la existencia de una vida de gracia mas allá de los sentidos. Por eso en los ritos sagrados se utilizan de adminículos como el canto, el olor a aceite, el bálsamo sagrado, los colores de los ornamentos, el arte arquitectónico insuperable de los templos. Mediante sensaciones exteriores accede a la contemplación interior.

Jerusalén, la Ciudad de la Paz, monte santo de la Liturgia cristiana

Además, ese viaje a la Ciudad de la Paz, esa escalada del Monte Sacro, es de ida y vuelta, porque de Jerusalén mana la fuente de toda virtud. Carlos De Foucauld funda un establecimiento monástico que tiene en cuenta la apetencia de Dios del hombre actual.

Había redactado sus constituciones en vísperas de un nuevo siglo, precisamente por la Nochebuena de 1899. Toda su metodología espiritual estriba en la búsqueda de un dialogo con el Deus absconditus, presente en la Historia, de una forma u otra antes de la Primera Venida, corazón reinante y alcancía que despide llamas de amor a lo largo de dos milenio, y actualmente  vivo y presente entre aquellos que lo desconocen o ignoran. Es la noche de la fe. Es el gran trauma de la soledad del justo. Es la travesía del enorme Sahara del alma.

Dios oculta su rostro inefable, pero es próvido, circunstante y testigo de nuestra lucha, absoluta, ente contemporáneo y actual, y se manifiesta en los hermanos. ¿Pero por qué se esconde? Valdría preguntar. La semilla germina y encaña sin que nosotros lo sepamos. Hay que recurrir al texto de Marcos, donde Cristo, que amaba la ecología y las cosas del campo, narra en este símil cómo es el proceso espiritual. Pablo, de su lado, argumenta”: gloriae suae Deus nos fecit compotes” a través de la encarnación de su Hijo en el vientre de la doncella el Padre nos hizo partícipes de la vida divina ¿Quien será capaz de penetrar estos arcanos insondables? Sin embargo, de ese cometido o compromiso de dios con el hombre radica la grandeza y el misterio de la religión de Jesús. Somos contuberniales, concolegas. El salmista utiliza un adjetivo muy hermoso para definir dicho concento: sodales, que suena mucho más bonito que solidario, pongamos por caso, aunque los dos posean la misma raíz.

 

En definitiva, somos sus hermanos, los compañeros de viaje en esta larga singladura del Cristo Resucitado. Nadie podrá ganarnos. Estos pensamientos sueldan la base del optimismo cristiano que aguarda el siglo futuro, aferrándose a la antorcha de las tres virtudes teologales y que mira más allá de la realidad que nos circunda: calamidades, guerras, apostasías, prevaricaciones, injusticias. Es el mejor antídoto para que perseveren en la fe aquellos que se sienten como expatriados en este revolcadero de infamias, donde los justos sienten enfado y  asco, donde la verdad es perseguida y queda a merced de la mentira, porque aquí se hace lo que ellos (siempre unos pocos) quieran hacer o tengan a bien mandar, donde sólo triunfa el malvado y se tacha de necia a la bondad. Ellos siguen con sus cubileteos celestinescos. Las combleza o barragana del tirano u homicida se pasea por el mundo con aires de santa. La “massmedia” acuña sus propios iconos y valores que habrá de imitar la juventud, si no quiere quedarse atrás. La locura de Cristo sigue pareciendo un elemento discordante para un sistema de valores enmarcados en la deificación  del dinero, la potencia sexual, la belleza física. De hecho, el monaquismo es una suerte de protesta muda contra los dislates y desafueros de la Iglesia externa o exotérica, que ha de transigir y convivir con los humanos y echarse a las espaldas sus brutalidades, la necia ceguera, y sus tendencias constantes a la superstición. Los anacoretas y ermitaños que junto con los mártires forman la savia interna de esa Iglesia esotérica o interna por oposición a lo que se muestra a los ojos como hojarasca y boato supieron escalar la cumbre de la perfección cristiana, de la verdad y la justicia con proyección.

Hemos querido dar inicio a este libro con la presentación de un solitario moderno, como demostración de que más allá del aparecimiento está la aparición, verdadera epifanía o muestra de la acción del Paráclito a través de los siglos. Estos héroes escondidos resguardan la grey. Soy un testimonio tácito de que la Iglesia es hechura de Dios, porque, a pesar de los escándalos e indignidades y el poco decoro de algunos de sus pastores, el rebaño continúa su marcha. Las ovejas de Cristo seguirán balando. Por eso, nos parece de importancia capital conocer el monaquismo en sus tres manifestaciones(anacoretas, cenobitas y monjes) a la hora de hacer un justo balanza. Foucauld es una figura mayor porque trata de conectar con la tradición perdida de la Tebaida de Asia Menor, imitando la orden  basílica - el primer monasterio que se conoce fue el de San Pacomio que llegó a contar con hasta siete mil monjes - y la regla de san Benito al mundo de hoy.

Sin embargo, lo que el mundo brinda es apariencia. La combleza del príncipe será despedida del harén. A la gran diva de la pantalla no la renovarán el contrato o se morirá, porque, por lo general, el impío no suele gozar de vida larga. La culpa atrae a la muerte.  El encintado de la Ciudad de Dios se dilata más allá del mundo visible, pues su poder actúa de forma inefable y clandestina. Al justo no le faltará, pese a sus sufrimientos, un gorgojo del pan de Cristo.

Cabe preguntarse, al filo de la esperanza de los que creen en la Resurrección, por qué el cristianismo, originado en África y en Asia Menor, y que germinó como la flor de loto junto a las riberas del Nilo, ha perdido fuerza en aquellas regiones del Oriente, donde ya para siempre quedaría desahuciado, primero, por el arrianismo, y, más tarde, por el islam. Foucauld parece querernos dar la respuesta mediante su testimonio martirial. La genialidad del antiguo oficial del Ejército Francés, así como su profética perspicacia, consiste en haber ido a beber del manantial de la fe en sus fuentes. Aspira, mediante su amor al desierto y a los hombres azules del Tuareg a la reconciliación de Cristo con sus antiguos enemigos sarracenos. Propulsa una renovación de la Iglesia en todos los sentidos (litúrgica, dogmática, carismática) y adopta para sus rezos algunos textos del oficio divino de Crisóstomo y de Basilio, Gerasimo el Sirio  o de San Pacomio, traducidos al árabe, y saca partido de las grandezas del rito maronita con sus constantes invocaciones a la Trinidad, la continua  impetración a los Ángeles, o la recitación del Akathistos de la Virgen María, cuyas estrofas empedradas de riqueza idiomática y de colorido casi sensual suenan en un oasis del desierto mejor que en ninguna otra parte.

Para él la misa no es sólo la conmemoración de la Cena y de la transubstanciación del Cuerpo de Cristo en vino y en paz sino un acto de comunión con la belleza del Cosmos, el canto eterno a la divina armonía en su apoteosis universal. Cristo ha bajado y se encuentra entre nosotros hasta el fin de los siglos. Allí se establece un puente de conexión entre los adoradores del Padre, con los ángeles, con María y con los santos haciendo de particioneros de este sacrificio incruento que conjunta a todos los participantes del credo trinitario por el bautismo. Todos contemplan su imagen en el hoy en el ayer y siempre. En ella, simbolizada por el Pantocrátor convergen las tres Iglesias: triunfante, militante y purgante. La eucaristía, cargada de simbolismo purificador, acontece esa catarais. El milagro es posible. El hombre puede subir y subir y acercarse cada día al rostro de Dios y cantar con los ángeles. La invocación angélica era casi consubstancial sal santo sacrificio. Hasta siete veces se aludía a ellos en el canto de entrada, el introito, el prefacio o el canon. Y la misa antigua se cerraba con la oración a San Miguel de las abluciones finales. ¿Por qué an sido suprimidas en la rúbrica del post concilio y, sin embargo, los ortodoxos la conservan? El culto angélico es complementario al de dulía, una parte importante de la tradición piadosa de la Santa Iglesia. Lucifer no debía de estar muy conforme con sendas devociones, porque se ve que está haciendo todo lo posible con acabar con la intercesión de la Santísima Virgen y de los coros de las nueve jerarquías. Está claro que trata de suprimirlas, presentándonosla como fórmulas de piedad arcaica, no suficientemente contrastadas. Nunca se saldrá con la suya.

Recién convertido el Hermanito Carlos debió de sentir en su corazón una revelación descubridora del sentido que tenía su existencia, cuando al poco de llegar a Jerusalén entra a orar a la iglesia del Santo Sepulcro en el instante en que se desarrollaba una ceremonia religiosa oficiada por los monjes del monasterio ruso. Se alzaban al cielo las letanías. El diácono abordaba el himno del Querubín (Querubinskaya). Se grabaron en su alma para siempre los ecos de este canto sagrado en el que el hombre devana el misterio de la procesión trinitaria pidiendo misericordia a un Dios Santo, a un Dios Fuerte, a un Santo Inmortal, como si aspirara a comulgar con su grandeza, interpolando el plano de la carne con el del espíritu. En sus escritos, recomendaciones y forma de vida, Foucauld se siente legatario de esa rica tradición del Oriente, recogida por los padres del yermo. Es un quietista a la manera de Pacomio, Epifanio, Irineo, Antón, María Egipciaca, pero quiso instalar esta regla orante de la vivificante Tebaida en los grandes barrios obreros y marginales de las ciudades del mundo, plantando una flor de loto allí donde impera la fealdad del albañal humana, haciendo subir el humo del incienso al pie de las chimeneas fabriles, estableciendo oasis de paz y de recato en medio del desierto de la agresividad, la complicación, el discreteo lujuriosos del hombre anónimo y deprimido de la post modernidad. Parte del principio de que es posible tener vida contemplativa en medio del tráfago del siglo.

Pero también incorpora a la Iglesia latina la oración de sustitución (badalaya) que predica con tanto denuedo el Corán y está basada en los principios evangélicos, resucitando una costumbre muy antigua. Nadie es más grande ni da mayor prueba de más que aquél que da su vida por el que ama. San Paulino de Nola(373-441), el amigo de San Agustín, y aquel que pondera tanto en sus escritos Jerónimo, tuvo uno de esos heroicos arranques y ofreció su persona y su libertad a cambio del hijo de una viuda de su diócesis, amiga de Terasia que era a su vez la esposa del señor obispo (a la sazón, no había obstáculo entre el sacramento del matrimonio y las sagradas órdenes), que había sido conducido por los vándalos tras una incursión en la Campania al norte de África, donde el propio obispo sustituyó al liberto y trabajó como esclavo encargado de las tareas del jardín en casa de un rico. Es el caso, el de Paulino de Nola, al que los fieles han invocado desde tiempo inmemorial contra los demonios, el más viejo del que guardan memoria los anales menologios de oración de sustitución o badalaya.

 Esta fórmula de heroísmo se practicaba asiduamente en el mundo árabe y fue puesta en práctica por algunas ordenes hospitalarias como el Temple los Frailes de la Merced, dedicada a la redención de cautivos. Con tal de manumitir a un reo, el ofertante consentía echarse al cuello las cadenas de la persona que quería liberar. Es lo que hizo con frecuencia San Raimundo de Peñafort. En la historia de la Literatura porque sin la entrega de un monje casi anónimo, oriundo de Arévalo y que fue a los baños de Argel para sacar de allí a Cervantes, poniéndose él mismo en el lugar de su cautiverio, nunca se hubiese escrito El Quijote. La caridad vence todos los obstáculos. El Amor todo lo allana.

Es locura de Cristo. Es, por otra parte, la soledad del místico, siempre lidiando con el vacío del dolor, la inseguridad de la tierra y la sucesión de los rostros y de los cosas, pero con los ojos fijos en esa Sombra que carece de mudanza. Es una relación de monologo, más que de dialogo, porque Dios rara vez habla, o se expresa con actos. Solamente la fe es capaz de pegar el gran salto para salvar esta distancia.

Rehén por sus hermanos.

Otros santos grandes del tiempo presente, como la nunca suficientemente ponderada Teresa de Lisieux se ofrecieron, asimismo, como víctimas propiciatorios del holocausto vivificante. Pasaron a ser rehenes del amor por los sus hermanos. Se desentendieron de sí mismos para dejar que el Almo obrara, conscientes de que nadie puede ganar al Espíritu Santo la partida. “ Pasaré mi cielo en la tierra obrando portentos en todo aquel que me invoque”. Así explicaba la Pequeña Flor Normanda su inefable Lluvia de Rosas, en el paroxismo de su donación completa al Misterio del Amor. Era su “ badalaya” votiva. El Señor a ella como a otros muchos les cogió por la palabra. Teresita moriría poco antes de cumplir el cuarto de siglo de su edad. Vivió poco pero en la escala de valores supremos pocas mujeres puede decirse fueran capaces de amar tanto.

Por lo que respecta al Solitario de Beni Abbés, su ofrenda también fue escuchada y Dios permitió que sellara aquel pacto de caridad hacia los árabes con su propia sangre derramada. Desde entonces sobre las arenas del desierto se oculta la esperanza de la vuelta a Cristo de todo un continente, que en los primeros años le fue muy afecto. A ojos vistas, no se ha producido este acercamiento de tolerancia ecuménica, antes bien, el fanatismo fundamentalista  cunero y fanático ha vuelto a mostrar su rostro menos amigable, por estas calendas en las que estamos, pero la semilla está lanzada. Algún día germinará. Después de todo, dicen que la fortuna ayuda a los audaces y que este mundo que gobiernan o desgobiernas los políticos, programan y diseñan los matemáticos, sólo lo mueven los soñadores y los poetas.

Foucauld era un idealista, un hijo de la imaginación de Chataubriand. Llevaba muy adentro las brumas del Rin y el tañido de las campanas de Notre Dame. Era demasiado francés para transformase en un vulgar enciclopédico volteriano.

Muerte de las palabras, muerte del Amor.

Hablamos tanto del Amor que se ha gastado el sentido de un término tan preciso como precioso. Anduvo siempre en labios de los poetas de todas las naciones y es casi una herramienta de trabajo de los místicos. He aquí que unos y otros parlan a destajo de sus enamoramientos y tanto abusaron de él que ya no queda otro remedio que escribirlo con minúsculas, porque el odio avanza, el escarnio y el egoísmo se apodera de todo el recinto. Si Cristo volviera, seguramente volverían a crucificarlo. Si enviase a sus ángeles para predicar en Sodoma y Gomorra la penitencia, que detendría el castigo, seguramente que los invertidos, tan abundantes por nuestros lados, intentarían sodomizarlos, porque los Principados aquellos eran hermosos a morir, y quizás por eso se los presenta la plástica piadosa no en vano cargados de pluma... ¡Somos hombres te tan poca fe!  Hemos de ver para creer ¡Y así tantas y tantas cosas en este tiempo en el cual parece que el Destino juega al juego del trocado, que al revés te lo digo para que me entiendas!

Debe de ser por que todos parecen empeñados en oficiar una ceremonia de confusión o misa babélica, en la cual se retuerce el pescuezo a la semántica en propio beneficio. Se rinde por todas partes culto al diablo. De ahí que, al escuchar mentar la palabra amor, nos llevemos la mano a la cartera, y no falta quien desenfunde la pistola, muy a sabiendas de que no existe y de que con esa palabra se pretende darle el timo de la estampita. Quiere decir concupiscencia, de la misma forma que ahora paz ha usurpado el sentido de guerra, y régimen de libertades comporta el de sometimiento a la ley, y el que se mueva no sale en la foto. La filosofía de los Derechos Humanos ha degenerado en “limpieza étnica”, refugiados, emigraciones masivas y exterminio de tribus enteras en África o en el Kurdistán, pero estas son movidas a donde las cadenas de la televisión global no envían a sus paniaguados en guisa de Herodotos o de Tito Livios de nueva filiación, para contar en sus oyentes en vivo y micrófono en ristre  cómo se desarrollan estas ocupaciones, invasiones y matanzas, o se alzan las tiendas de los campamentos de refugiados. No hay cosa que dé más asco que todas esas tumbas abiertas a la hora del postre. La verdad ni renta  ni interesa. No es más que una fantasía de unos cuantos iluminados que suspiran la llegada del Maestro de Justicia. Nadie ha alzado una voz en pro de los  serbios, cristianos ortodoxos, profesores de la fe, que están siendo eliminados sistemáticamente y expulsados de sus casas por los kosovares islamitas. Un obispo de cuyo nombre no quiero acordarme ha facilitado a los sarracenos las dependencias vacías del seminario de Sigüenza, antiguo bastión cisterciense, de cuyas paredes ha desclavado previamente los crucifijos que colgaban, para no herir susceptibilidades de sus pupilos mahometanos tratados en la Villa del doncel a cuerpo de rey. Demasiado, ¿no?

 

 Mientras el papa acude a Washington a bendecir al emperador Clinton ¿Para qué queremos un episcopado y un cardenalato católico tan arreado de púrpura y tan cargado de plumas? ¿De qué nos sirve rendir el culto a la personalidad y adorar casi como si fuese un semidiós, si el delegado de Jesús en la tierra no ha dicho ni esta boca es mía a la hora de condenar los apocalípticos bombardeos sobre Metopia, la primera Tebaida en Europa, la tierra de san Jerónimo el Dálmata? El obispo de Roma por intereses creados  ha transigido con la justicia. Poco ha cundido el ejemplo del enérgico San Ambrosio, quien siendo arzobispo de Milán hacia el año 389 se enfrentó a Teodosio por haberse excedido en sus expediciones de castigo contra Tesalónica, lo que es hoy Serbia y Macedonia, la de las cartas apostólicas paulinas, hoy sujeta a los horrores de la debelación de la parafernalia de la liga atlántica. Los embudos y cráteres que han dejado las bombas sobre aquel territorio sagrado claman al cielo. Roma, con tal de sobrevivir, transige con todo. Clinton, Blair Schröder, Solana y ese secretario del FO que tiene la pinta de carnicero del Yorkshire, que se llama Robín Book,  se han salido con lo suya, y aquí nadie ha dicho esta boca es mía. Se ha cohonestado la mentira y el asesinato, pero los responsables de este atropello tendrán algún día que dar cuenta a Dios.

Ha venido el Enemigo de las almas y ha empedrado de chinitas el camino de la Verdad, de la Justicia y el Bien. Sembró el campo de cizaña. Crece entonces la espiga de la falacia. Y, desde luego, por de sobre todas las cosas, Satán manipula al dulce bisílabo. Al amor que es fuerza regeneradora de vida el Piloso lo ha convertido en revolcadero de la muerte y de la insidia. ¿ Qué es esto, pues? ¿La cena de Baltasar? ¿Ha comenzado el dedo invisible a escribir en la pared? ¿Siempre fue así? ¡Ay Amor, no sé por donde andas ni que fue de ti!

 No sabría qué responder.

Sin embargo, esta manipulación de los hechos objetivos, así como la profanación del Templo del Amor y de la Vida es una marca indeleble de la llegada de la Bestia. Según el Apocalipsis, las generaciones perecerán cuando muera la palabra y falte en el mundo  ese amor, que es para el hombre tan necesario como el oxígeno que respira.

“Entonces buscarán los hombres la muerte y no la habrán. Desearán acabar, pero la muerte huirá de ellos”.

Ya los griegos especulaban con el origen y la semántica de este vocablo. Amor es querer transformarse en el otro, según Platón, y esa noción caló profundamente en el Cristianismo, siendo la idea básica sobre la que lucubra San Agustín, y el motivo de inspiración de la Místicas. Los versos de Juan de la Cruz abundan en ese deseo de transformación en el cuerpo y en la sangre del Amado. Plutarco ve en él solamente un movimiento de la sangre pasajero. Para Tulio es sólo benevolencia y Teofastro lo confunde con el ardor del apetito carnal [su tesis no puede ser más apropiada para el tiempo presente], y entre los estoicos cunde la opinión de que el amor es una afección por causa del Bien y la Belleza, la Inmortalidad, la Armonía y el Deleite.   Esta afección se haya injerta en todo el tinglado de nuestros mecanismos volitivos, porque el ser está hecho para la vida, no para la muerte.

Antítesis de la muerte, al amor se le compara con el sol, astro patente de energía del cual toda luz irradia. Es el punto al que todo revierte.  Se le representa en forma circular por ser eje meridiano. Los antiguos colocaban en la rueda solar los principios del movimiento armónico. Cualquier criatura se vuelve hacia el astro rey y como el ámbar atrae las pajas y el imán al hierro, así el hombre gravita alrededor de sus rayos, en búsqueda perpetua del centro, para transformar y desaparecer en un hondón de deseos, pero en esa búsqueda de la utopía soñada y que nunca llega a catalogar con los ojos del cuerpo, siente perderse en un mar sin fondo. No hacemos pies al escudriñar con el tercer ojo místico las simas inefables. La marcha hacia esa punto configura una peregrinación por le dédalo. Anteo, al fin y al cabo ató su cuerpo a una cuerda atrapada en una aldaba de los guardacantones del Laberinto de Creta. A nosotros, que tratamos de iniciarnos en la vía purgativa a pecho descubierto no nos sirve esa añagaza. Hay que perderse en Dios, en el infinito océano a sabiendas de navegar en una mar aborrascado de tinieblas absolutas, como única antorcha, el candil de la fe. Estamos debelados por la oscuridad. En verdad, nosotros somos la noche, náufragos del amor, en continuo movimiento hacia el Edén.

Abstracción

Este sentimiento de ausencia divina que de describe como una tensión o tendencia hacia la armonía como evasión de un mundo inhóspito y sicalíptico, pues el deseo animal suplanta casi siempre a ese noble sentimiento de inspiración deísta. Somos pecadores. Jugamos con cartas marcadas. Anhelamos el bien, la verdad y la belleza, pero el mal nos retine. El pecado se apodera como maleza inextricable. Por la abstracción de cuanto nos rodea podríamos alcanzar ese nivel de serenidad absoluta. Platón nos ha venido soplando este concepto que nos vuelve utópicos y desacomodados entre la potencia y el acto. Ese es uno de los principios de locura. Nuestras vidas adolecen de ese desequilibrio peligroso o desfase entre lo que queremos ser y lo que en realidad hemos venido a ser. Cristo torna a remachar en este principio platónico. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.

Se vuelve a repetir como motivo central en el Libro de los Libros. San Juan plantea la respuesta a esa dualidad inextricable en la cual los planos del bien y el mal se confunden, la castidad y la lujuria, dolor y deleite, enfermedad y salud. Es una respuesta metafórica. Parece que el evangelista se va por la tangente, pero da su hemina de candeal profético en pócimas selectas. En sus párrafos se contienen como grandes símbolos de gemas de un Lapidario los avatares del pasado, el presente y el porvenir. De ahí que sea vital de todo punto estudiar el anuncio juaneo de las claves, las moradas, los estadios, la pugna en la que se enmarca el provenir del universo. Nadie ha penetrado en el sentido esotérico mesiánico de esta obra cumbre de lo que está revelado como los que huyeron al desierto. Cubre las necesidades escatológicas inherentes a todo ser humano al tiempo se hace una apología de los que en defensa de la Palabra del Cordero sufren escarnecimientos, cárceles del alma y el cuerpo, enfermedades, deformidades físicas, y son apartados de entre los hijos de los hombres como la escrófula o son tachados de locos. Su estilo es un templo que va siguiendo una línea escalonada de purificación, unión, contemplación.

Es la palabra escrita y hablada, que era para los griegos una suerte de talismán, la  que brota a partir de la contemplación del rostro del Amado para justificación del vencido acá abajo.  El Verbo os hará libres por medio de los libros, y en él encontraremos lo que define a los dioses: paz amistad, concordia. Su contexto, por eso ha sembrado la intranquilidad e incluso el furor y la rabia de los racionalistas que se oponen al Reino. Con sus símiles de pergeño inalcanzable resumen el Apocalipsis ese afán divino por la justificación del vencido, acá abajo, y que, arriba, en la Jerusalén Eterna, será coronado con el lauro de los triunfadores. Aquí los elegidos son los pobres de la Ciudad de Dios y este mensaje recoge un código estético y moral que trasciende al mundo pagano y al judío del que es originario.

Por boca del profeta

El deterioro de la Palabra implica la destrucción de la libertad. Es otro de los signos del fin del mundo. Recordemos a los Beatos o códigos miniados. Todos contienen el texto del Apocalipsis, cifra y compendio no sólo del mundo futuro sino del que fue y del que es. La imagen del Redentor engasta todas las joyas de la almendra mística o esa hendidura oval del Pantocrátor: diamantes, rubíes, la calcedonia, el zafiro, los jaspes y el topacio, la esmeralda y el crisolito. Hablemos de piedras, pero también tendremos que hablar de signos, y la voz de la verdad, hablando por boca del profeta, clamando.

“Vi  bajo el altar de la sangre de los mártires, que habían sido muertos por la confesión de la palabra del cordero, a los que daban voces diciendo: ¿ Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no vengarás nuestra sangre?”

Este libro es el que ha poblado regiones enteras con las almas de los aspirantes a un hueco en ese rincón de alabanzas perpetuas, ese prado nuevo, solar de toda ventura, Campos Elíseos prometidos por Cristo a los que creen en Él. Constituye la piedra angular de la especulación lapidaria, que ha llevado al estudio de los astros y de las propiedades físicas de la flora y fauna y fenómenos naturales del planeta, pues en su saber se encierran las siete disciplinas de la gaya ciencia.  Es cuna del arte cristiano en todas sus ramas, desde la cronología de los Beluarios y Beatos iluminados hasta las últimas catedrales. Todo lo que el hombre es, ha sido y será está implícito en sus paginas. El ser humano empezó a progresar y a ser algo más que una bestia de carga a partir del Evangelio. Este puede ser el secreto clave para comprender el pasmoso desarrollo que han tenido los pueblos de Occidente a lo largo de dos milenio. Uno no puede estar más en desacuerdo con aquellos panolis que invocan la vuelta al Kamasutra y a Confucio, habiendo nacido en la provincia de Soria, aunque comprendo que somos todos hijos de muchas madres y de haber mamado leches diferentes. Ya decía el Gran Isidoro que no es lícito imponer a los cristianos a la fuerza. Ahí puede que estribe uno de los grandes errores de la Iglesia Jerarquía, causa de tantos males, pero tampoco ésta puede inhibirse de proclamar la verdad que está en sus manos por legación divina, aunque este acto implique descalificaciones, oprobios, descomuniones con el poder establecido e incluso el martirio. No tengáis miedo a los que quitan la vida del cuerpo. Los enemigos del alma son mucho más temibles y formidables.

 Cristo preside la esfera. Es el dueño que reina en la ojiva, el alma del Pantocrátor, la columna de apeo de todos los arcos. Su aroma impregna toda el arte desde la música de los trotarios o tractos de la misa griega  hasta las sinfonías de Beethoven y nada se diga de Rimsky Korsakov, Tchaikovsky o los compositores rusos. Pero también el Libro del Apocalipsis es un alegato contra la tiranía. El que es malo tendrá que hacer recudimiento de sus culpas y expiar su pena algún día. Por el contrario, sus páginas constituyen un manantial de consuelo para el que sufre por la verdad y la justicia y decide huir al desierto en busca del amor encarnado en el Verbo y la palabra viva. ¿ Qué es esto? Me diréis, y yo os contestaré”: Lo inefable”. Porque, si se ciegan las fuentes de la Palabra, se ocluyen los manantiales del amor. Es lo que el mundo no entiende.

Sin embargo, esta idea resulta obvia para la estirpe escogida a la que pertenecen los santos. Charles De Foucauld fundó el instituto de los Hermanitos del Evangelio. Es la orden que más santos ha dado a la Iglesia en las últimas décadas. En 1963 cuando fueron martirizados cuatro de sus frailes, la opción del martirio en la forma de badalaya se asume en los votos de los profesos. Las fraternidades foucauldianas en buena medida han inspirado el espíritu y la letra de las asociaciones de ayuda a los desamparados del Tercer Mundo, las célebres ONG, las cuales participan de ese espíritu laico y casi aconfesional  porque lo suyo era la semilla oculta, del carácter reservado, anónimo y modesto de su fundador.

El testimonio y la sangre de los mártires es inamovible. Ahí queda. Ellos entendieron el rumbo a los que se dirige la Nave de la Iglesia en la andadura de los tiempos. Quedó su testimonio y el recuerdo de su rostro, estampado en esa mirada triste y como trascendida de piedad hacia la humanidad que nos quedan del Hermanito tomadas en Beni Abbés cuando presentía ya próximo su holocausto. Para rúbrica de testimonio y signo de los signos. No quieran más los blasfemos hostigar a los ejércitos del Cordero. Han empezado a llover rosas pero ahí está también, para variar, el símbolo de la humanidad mal conducida y desgobernada por los falsos pastores. Ahí están esas denominadas limpiezas étnicas que son el pretexto para sembrar la disensión y el rencor entre comunidades de credo diferente, reavivando viejos odios. Hoy se lucha en todas partes porque vivimos insertos en una suerte de antinomia del amor. La amistas se transformó en enemistad, la concordia en discordia y la libertad en oprobio. Se mueve el cielo y la tierra. Hay como un movimiento cósmico que conduce a la “pressura gentium”. Vemos ante nosotros emigraciones en masa. Sin ningún rebozo se hacen los más audaces experimentos con la vida humana mediante la manipulación genética.

Luzbel otra vez ha clavado el grito en las estrellas. Otra vez quiere ser como Dios.

Mientras, el abanderado de las milicias arcangélicas, vuelve a tocar a rebato al socaire del lema “Quis sicut Deus?  Es una lucha que dura ya largo tiempo. El alzamiento de Miguel es un reto de salvación. Los solitarios de la viña del Señor, los operarios de la hora undécima, recogieron el guante marchándose a vivir al desierto, y dijeron lo que Pedro en el Tabor: “Qué bien se está aquí, Señor, hagamos tres tiendas, una ara Moisés, otra para Elías y otra para Ti con todos nosotros”. Subieron participar de la alegría de Dios mediante la renuncia. El yermo les volvió en soldados de Cristo, encuadrados en los escuadrones del Terrible para la satánica hueste y Glorioso Miguel.

La vida es lidia perenne y el paso del hombre por este mundo, tan corto, una incesante Apocalipsis.  

 

 

 

 

 

22 de junio de 1999

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

capítulo II

 

MONASTERIO CISTERCIENSE DE SACRAMENIA(Segovia), PRIMER JARDÍN DE MARÍA EN CASTILLA LA VIEJA

 

La piedra presenta un aspecto intacto en los engaces y junturas de la sillería. Una decoración floreada de acantos, helechos y arabescos esculpe las ménsulas que invitan a la oración y al recogimiento. No son flores que se dan por aquí. Una de dos: o el clima ha cambiado, o los hombres que esculpieron estos muros con sus ensueños y fantasmagorías tenían la mirada del alma puesta en otra parte. Impresionan las arquivoltas y el alzado de los vitrales y de las puertas, en el que todo es armonía. Causa perplejidad el estado de conservación de esta ermita de San Vicente, que durante siglos estuvo cerrada. Fue abandonada por los primeros monjes y está tal cual. Es una de las piezas románicas más originales, al tiempo que sencilla entre los monumentos de la Península.  Su estructura habla del recogimiento y sencillez del Cister. Las figuras antropomórficas y zoomórficas se combinan con las de la exótica flora.

 Todo es aquí plegaria y culto a María. Uno de los capiteles representa a un pastor, medio derrengado que trata de coger una oveja descarriada. El rabadán ofrece un aspecto pobre y toso, pero la decisión de su ademán y el deseo de salvar a la oveja que falta del aprisco sobrecogen. 

 Por entre las patas del animal y debajo del morro asoma un rostro misterioso, cuyos los ojos son  tan vivos que casi se clavan en el que los contemplan con la fijeza de un berbiquí. En otro hay un obispo sonriente que bendice armado de báculo con los dos dedos de la mano derecho bajo las ramas de una palmera real, símbolo de la eternidad y del martirio, que hacen flanqueo.

Los sillares son cuadrados perfectos, asignados y asentados con una devoción que llena todo el lugar y los plementos de la bóveda de cuarto de esfera u horno parecen recién salidos del cincel.  Todavía hay en las impostas  marcas de cantero, y debieron de ser moros los que hicieron esto, porque en todo instante el monumento ofrece como aversión a las representaciones antropomórficas. Sólo las necesarias. Es el ábside lo único que queda de un templo derruido o que no se llegó a terminar nunca, lo más probable a causa de alguna razia o invasión tan frecuente por estos pagos durante los siglos del Alto Medievo.

Esta capilla es el remanente de un tiempo misterioso del que sabemos muy poco, a no ser en estereotipos, pero que demuestra que  las piedras doradas saben rezar y cantan antífonas coreadas por la brisa que a su vez alza plegaria entre los chopos. Se sitúa en un valle que se encajona desde la fuente que llaman grande al entrar en el pueblo de Fuentesoto injerto en el fondo de lo que fue un antiguo mar. En las rocas de los bordes se aprecian los listados del lugar que colmaron las aguas. Dentro de esta fosa miocena se aprecian las margas calizas. El suelo está alfombrado de fósiles. Abundan las valvas del período triásico: arcestes y árcidos, curiosas caracolas y estrellas de mar petrificadas.  El valle es poco profundo en general pero los tesos y pequeñas mamblas lo ponen a recaudo de los vientos, sobretodo del cierzo que por invierno suele ser aquí crudísimo. Por trecho de una legua entre sotos y tesos, el río anónimo va a desembocar al Duratón.

 El cantar de las aguas de este arroyo era la única música que rompía la soledad de estos parajes, ideales para el contemplativo. Los cistercienses fundaban en lugares abrigados sus retiros, que llevan todos nombres de hondura celestial: Valdediós, valles de Dios, Collado Hermoso, Montsalud, Valparaíso, Armenteira (Pontevedra) de armentum, una prerrogativa de los templarios que siguen las costumbres romanos en la búsqueda de habitáculos que tengan buen tempero, aguas salutíferas, y el abrigo del prado ameno. También son cistercienses, aparte de Poblet y de Port Royal, cerca de París que, andando el tiempo sería importante foco del movimiento jansenista, la Meira (Lugo) por ser un lugar donde crece  miera perfumada de los pinos entre la toja, Moreruela (Zamora), Bellofonte, Cardeña, Scala Dei en Cobreces(Santander), Puerta del Cielo, y otros muchos centros de acogida del  sólido fervor de Claraval, de los que nos gustaría hablar uno a uno, pero, como son multitud y jalonan toda la geografía del medievo europeo, en gracia a la brevedad tendremos que constreñirnos a los más importantes, como el de Sacramenia, tan desconocido y de una personalidad singular. El cister lo inundó todo de la noche a la mañana y su crecimiento, que sólo encuentra parangón con lo sucedido con los jesuitas en la España de los Habsburgo, tiene algo de milagroso.

  Quiso imprimir a sus casas el Doctor Melifluo una marca recia y solemne en las que resonará a lo largo del día y la noche el eco de la himnodia gregoriana. Encontramos sus monasterios como una grata sorpresa al caminante, donde uno menos se lo espera: siempre en terrenos despoblados y en contacto con la naturaleza. Oiréis que siempre se dijo: “Et in Arcadia, ego”. Por supuesto la búsqueda de Dios puede resultar un idilio, si no fuera que a veces los seres humanos no sabemos estar a la altura de ese ideal de vida angélica. Las macizas paredes cistercienses serían también batidas por los vientos de la tribulación y la discordia.

 Mediante su amor al trabajo paciente y tenaz, ordenado bajo el regimiento de las horas canónicas estos valles umbríos se convierten en Jardín de María. En Helicón que piensa en el Cielo.  Es por esa noción de búsqueda platónica de la divinidad. La marcha hacia las estrellas en pos de la utopía agustiniana de la ciudad de Dios, y su construcción. El establecimiento de un gobierno universal, donde el evangelio sirva de pauta y código de armonía y de bienandanza entre todos los pueblos y todas las razas. Claraval, en buena medida, coloca las primeras basales de Europa, una Europa que no se puede entender sin el culto a la Señora, sin los pozos místicos. Es lo que evoca Prado Nuevo, que recoge las repercusiones ancestrales de esa huella mística española anterior a la Contrarreforma. El  Escorial pone cima dorado a casi cuatro siglos de cultura cisterciense. Por eso sobre sus colinas color malva en los atardeceres ricos en combinaciones cromáticas haciendo juegos de luces y resaltos sobre los lomos de la cordillera, y en armonías del campo, algunos hemos escuchado el batir de las seis alas del querube.

 Pero henos ya de nuevo en Fuentesoto.

En la otra ribera y pasando un pequeño puente se avistan unas cavernas horadadas por la erosión o por industria humana, que vete tú a saber, y sitas  al somonte. Son unas espeluncas formidables  en las que se dice moró un penitente local que llamaban Juan de Paniagua. El Beato Juan de Paniagua fue un santo mozárabe compañero de San Frutos, san Valentín y santa Escolástica, que tenían su cenobio a legua y media de este lugar sobre los riscos del Duratón. Cada veinticinco de octubre se celebra allí una romería. Había otra más importante por la Pascua de la Trinidad. El culto del Beato Paniagua perduró y le fue tributado en Fuentesoto hasta hace dos centurias, el primero de mayo, coincidiendo su fecha de celebración, con la de  la Cruz de Mayo. Esto prueba que la forma de vida anacorética estuvo muy afianzada en estos desolados añojales. Pero también había procesión en el predio que se denomina Los Huertos, el 20 de enero, día en que el Misal de Toledo prorrumpía en su exaltada liturgia al Mártir San Vicente, del que era muy devoto el donador de estos terrenos, Alfonso VII El Emperador. ¿Era este Vicente, diácono, oriundo de Huesca y martirizado en Jaca el santo de devoción del monarca, o era, por el contrario, el otro Vicente, obispo, muerto a golpes del vergajo festoneado con bolas de acero, en un lugar de Ávila, al lado de Sabina y Cristeta, a cuya memoria está dedicada la basílica románica más esplendorosa de la cristiandad, San Vicente de Ávila, maravilla también del arte cisterciense? ¿No han sido aun al respecto conciliados los pareceres? El Martirologio gusta de intrigar a los fieles cristianos, por su confusa nemotecnia. Todo hace suponer que este Vicente predecesor en la sede abulense de Prisciliano y el valenciano no tienen nada que ver. La plebe devota los confunde.

 Allí se elevan las ruinas de otro convento bernardo. Los cistercienses recogieron la tradición eremítica de los cristianos visigodos que se regían por la regla de san Basilio, seguida por aquellos que a través de la senda angosta, domando las pasiones y sujetando las pasiones con la brida de la mortificación y engolfados, en definitiva, en los sacrificios de la vida penitente, aspiran a coronar la cima del monte de la perfección. Buscan los feraces valles recónditos con abundantes acuíferos, pero no les intimidan tampoco las fragosas angosturas de los desfiladeros o las sierras despobladas.

El beaterio y asceterio oriental de monjes que vivían en agregación de colonias, según se comprueba al visitar la Tebaida de Anatolia  o la Nitria egipcia, primitivas formas de pureza de vida evangélica, son convertidos por el divino Bernardo de Claraval en conventos fortaleza. Luego veremos por qué. Él sería el primero en invocar los predicados de la guerra justa, siempre que se atenga a una serie de requisitos. Esgrimiría ante el orbe católico la Teología de las Dos Espadas.  Los profesos no podían vivir inermes y les asistía el derecho a salir en defensa de su vida y de su honra. Esta idea la asimilaron los templarios, quienes a su vez, en su modo de operar, incorporan a sus estatutos bastante de la concepción mística sufí de los Caballeros del Desierto. Los dichos eran a su vez legatarios de la norma esenia de Juan el Bautista, practicantes de la “mandaá” o mándala, o Mandra, que en hindú quiere decir transformación. Vivían lugares apartados de Siria y Mesopotamia en presidios  denominados “ribbats”. El famoso cenobio de Santa Catalina en las estribaciones del Sinaí no es más que un antiguo ribbat de los Caballeros del Desierto. Esta noción de austeridad, palpable en la solidez ciclópea de los baluartes de oración erguidos en lugares apartados de frontera,  y de lucha permanente con los enemigos exteriores  e interiores flota en la obra del Abad de Claraval, y puede contemplarse en nuestros días en cualquier convento cisterciense o trapense al que vayamos.

 Espiritualmente, mantiene la máxima evangélica de volver la otra mejilla y no responder a la violencia con la violencia. Sin embargo, esto es una tesis impolítica, imposible de implementarse en la práctica teniendo en cuenta los deberes de los príncipes a salir en defensa de sus vasallos.

Es criterio que empezó a arraigar durante los años carolingios, que Bernardo de Claraval retoma precisamente para llevar el agua a su molino: el poder del papa sobrepuja al de todos y los reyes cristianos no pueden tomar armas sin la correspondiente aprobación del pontífice. Dicho esto, cabría conjeturar que sería lícito implantar el catolicismo entre los infieles a culatazos. Nada menos cierto. San Bernardo nos sorprende porque ya en pleno siglo XII se alza como campeón de las Tres Culturas. Eso sí; la cruz ha de tener prelación sobre las demás sectas.”Reducid a los no creyentes con vuestra conducta inocente y con argumentos, nunca a viva fuerza” proclamaba en 1146, cuando estalló una terrible persecución contra los judíos a orillas del Rin. El monje clarividente e iluminado recorrió media Alemania convirtiéndose en valedor de aquellos pobres israelitas. Como siempre, eran los de abajo quienes fomentaban los desmanes hebetados y supurando prejuicios antisemitas. A los que combatía desde el púlpito y luego salvaba la vida acudían a abrazarle. Esta dualidad ambivalente no admite el argumento “ad hóminem” al que somos tan proclives muchos de los que nos decimos católicos.

Gustaba mucho de pronunciar una frase: “ Si la misericordia fuese pecado, yo la cometería”.  Hasta el punto de convertirse en una muletilla que dejaba caer una y otra vez en sus sermones.

Estos son los hechos irrefragables. Alemania era ya en aquellos tiempos la tierra de la vergüenza (“shamland”) y únicamente las predicaciones de los cistercienses contuvieron  lo que llevaba camino de convertirse en el primer gran “Shoah”. Muy pocos sionistas se lo agradecerán, pero los datos ciertos no piden pan. Están ahí.

La ternura de su temperamento contrasta un poco con la dureza berroqueña que demuestra cuando sale en defensa de la ortodoxia y de la supremacía que compite a la Religión del Crucificado sobre el Antiguo Testamento y los incondicionales de Mahoma. No otra cosa cabía esperarse de quien peroró por los púlpitos de Sajonia, Polonia, Italia y Francia la necesidad de conquistar Jerusalén en la Segunda Cruzada. Pero su filosofía era del todo esotérica. Por eso quería en la línea de frontera monjes armados. Tenía que ser así. Porque la Iglesia es una organización externa. Habida cuenta del clima de inseguridad y de bandidaje, la vida religiosa tenía que refugiarse detrás de muros inexpugnables coronados  de almenas en punta de diamante.  Era su visión de una ciudad de Dios fortificada.

Sus frailes tendrían que saber defenderse, porque, de lo contrario, se los comerían las alimañas, si no andaban listos, o acababan con su cabeza rodando por el suelo del tajo certero de la cimitarra almohade.  Fueron los cruzados los que dijeron: basta. Las Ordenes Militares secundaron esa filosofía con las armas en la manos. Querían ganar almas para Cristo al filo de la espada. Así nació Europa.

 

Pero, no seamos ingenuos; recapitulemos ya.  Habían sido casi tres siglos de terror islámico en el sur de Europa.  Fue un holocausto aquél nutrido con una lista de héroes innumerables. No hay que perder de vista que la djihad era una guerra de exterminio. Abi Ahmer El Moafari, alias Almánzor, un bereber, con esa cortedad de luces, dureza y agresividad de la que suelen adolecer los iluminados de todas las razas y de todos los credos que se creen en posesión de la verdad absoluta, no se andaba con chiquitas. Lo mismo que mandó quemar los tesoros de la biblioteca de Córdoba, acabando con una parte del patrimonio intelectual de la raza humana, porque sus fondos contenían textos de los alejandrinos y tratados de medicina natural en la que eran expertos los romanos, pues nadie les dio alcance en punto a yerbas, y otros monumentos literarios irremisiblemente perdidos, degolló en León de una tacada a treinta mil cristianos. Mandó que el almuédano convocase a los fieles y sobre aquel dantesco escenario de degollina se hizo la adoración de la tarde. Corría el año 971.

 Años antes, habiendo cruzado la Sierra de Gredos, devastó la ciudad de Ávila. Gran parte de la población huyó hacia el norte llevando consigo las reliquias de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Se dice que los cuerpos sagrados fueron escondidos en la Bureba, pero también sometió  a pillaje la campiña burgalesa, incendió cosechas, taló vegas y no respetó las aras de las iglesias y de los templos, porque en San Pedro de Cardeña mandó empalar a toda la comunidad de casi dos centenares y medio de monjes. Del acueducto de Segovia no quedó piedra sobre piedra. Esto ya lo veremos.

 Era la furia incontenible del Averno. Nadie era capaz de parar a sus jarcas. La bandera verde del Profetas ondeó en todos los mástiles. De las cincuenta y dos expediciones de castigo contra el Norte en ninguna marró, aunque iría a morir, mira por donde, en tierras sorianas, a pocos kilómetros de distancia de estos valles un poco a trasmano y que servirían de campo de operaciones a una nueva forma de vida contemplativa, cuya singular y azarosa emergencia estamos narrando. Si años después el todopoderoso Corso, demoníaco y poseído avenate, tuvo su Waterloo, el Moro Almánzor encontró la horma de su zapato en Calatañazor. A este respecto, contamos con el lacónico texto, casi como un conciso parte de guerra que nos legó el Silense:

“Murió Almánzor el año 1002. Su cuerpo rindió a la tierra y el alma quedó sepultada en los infiernos”

España que era frondosa y llena de bosques, encinares y robles, sobre todo en la meseta castellana, con las invasiones sarracenas se transformó poco a poco en un desierto. Ya no podría la famosa ardilla andar todo el trecho de Fuenterrabía a Tarifa sin tocar suelo, porque la selva era tan tupida que este animal podía avanzar saltando de rama en rama. La bipenna del invasor acabó con la prodigiosa fronda nuestra.

Desgraciadamente, y, como las crónicas sec repiten, porque el mundo parece condenado a seguir dando vueltas de peonza y donde menos uno se lo piensa hemos vuelto a volver brillar el filo funestísimo de los alfanjes sobre Yugoslavia. El espíritu moruno de venganza se reencarnaba en Clinton, Albright, y comparsa. Eran los lunáticos de la yihad a favor de la democracia. No se puede empuñar la espada en nombre de nada. Ni siquiera en nombre de Cristo, cuanto menos en el de la democracia.

Lo malo es que la idea que más vende es la de la guerra. Siempre fue así y tal vez lo sea siempre. De forma fija, acabamos tropezando contra el mismo canto.

La irrupción de El Moafari y sus hombres del desierto acaba el esquema de la cierta tolerancia de los árabes hacia la presencia de los cristianos adaptados o mozárabes en su zona dominada.

 No todo fueron proezas. Puesta la mira en salvar el pellejo, una gran parte renegaron de sus creencias dando pábulo así a un ambiente de delación y de sospechas, concomitante a cualquier guerra civil. Estas secuelas de la cobardía o de la venganza, como sabemos por experiencia los españoles, tan proclives a subirse al carro de los vencedores - ocurrió con las germanías comuneras, con la sublevación morisca, con la francesada, con la inglesada   y  ocurrió con Hitler, y está pasando con los americanos- crean una psicosis de miedo que es a veces peor que la propia liquidación física. Este pueblo, tan acérrimo y tenaz en la pelea, acaba siempre por congraciarse con el que gana.  Ya lo advertía el poeta: no somos más que un pueblo de arrieros, lechuzos, tahúres, de logreros y de supersticiosos agoreros.

Antes de la llegada de los benedictinos a España hacia finales del siglo X estaba implantada en toda la catolicidad hispana una fuerte tradición monástica calcando los modelos de San Pacomio y de los sirios. Todos ellos fueron arrasados con las incursiones musulmanes a partir del siglo VIII, que dispersaron a los religiosos y religiosas e hicieron crecer la lista de los mártires en lugares tan significativos como el monasterio cordobés de Tabara;  y en el XII, con la llegada de Alfonso VII el Emperador, a raíz de la toma de Jaén vuelven a renacer, pero cambia el rito que antes era griego y se romaniza bajo la presión y el caudillaje de los monjes blancos llegados con san Raimundo y sus caballeros de la orden de Calatrava, la Kalat-Ribbat de los árabes, desde Borgoña, el Languedoc, donde precisamente en Montsegur se localizaría el foco albigense, Gascuña y otras regiones transpirenaicas. El “ Emperador” sería un revulsivo contra la hegemonía muslímica. A partir de su reinado, empiezan a cambiar las tornas y la balanza se inclina del bando cristiano. Se dice que fue un gran rey. El único fallo  que tuvo, a decir de los cronistas, sería la división de su hijuela castellana entre sus hijos, lo que daría rienda suelta a una descorazonadora tradición de guerras de sucesión y de luchas dinásticas.

El cenobio donde los monjes no hacían vida común más que en muy contadas ocasiones y  no salían apenas de sus celdas se convierte en monasterio con un régimen conventual muy estricto.  En su organigrama de observancia, el  de Claraval quiere que los monjes blancos trabajen, rezan, coman y hasta duerman, los lechos separados por un biombo o camarilla, siempre el uno cerca  del otro, en parte, para darse ánimos, y, en parte para que el superior los tuviese más controlado, porque el Cister está íntimamente relacionado con el Temple y ofrece una estructura militar, y, en último termino,  porque así se prevenían las discordias. Toda la autoridad, en manos del abad. No se dependía de Roma más que a efectos dogmáticos. Los monarcas de Castilla y los obispos declinan su patria potestad, hacen donaciones territoriales y de inmuebles,  y es así como el margen de la umbría de la cordillera central desde Somosierra hasta los Picos de Urbión y la margen izquierda del Duero se convierte en abadengos.

 

 Recogen los cistercienses de los benedictinos su amor al trabajo, la paciencia, pero rechazan el boato y la solemnidad. La disciplina es en san Bernardo más férrea que en San Benito, en correlación con la idiosincrasia de uno y otro: la del primero más aguerrida, y la del segundo, como buen italiano,  más partidaria de que la miel pueda resultar más eficaz que el vinagre, como paliativo. Por otra parte, los cistercienses serán los grandes adelantados de la devoción marial, impulsan con ardor esta singular forma de piedad, algo que los templarios habían incorporado a su vida de desde sus correrías por oriente.  Misteriosamente, al pairo de esa devoción se esparce rápidamente  el afán de construir catedrales góticas. Son menos intelectuales y más prácticos que sus hermanos por estar más avezados a convivir con soldados y campesinos que sus hermanos “ los monjes negros”. Pero el “ora et labora” lo imprimen como sello primordial de conducta. Allí donde aparece un cisterciense, se construye una capilla, se copia un códice, se planta un majuelo, y surgen aradas por los  campos. La impronta rural, casi de paz geórgica, es un rasgo fisonómico de la cultura cisterciense.

En todas las casas de bernardos la estructura es muy simple y austera. Cada individuo tenía asignado un papel que desempeñar. Y ha de someterse durante el culto a un reglamento de meticulosas ceremonias, donde los pasos que se han de dar y las genuflexiones con prosternación incluida, están minuciosamente estipuladas por rúbrica abacial. Así, si algún fraile, por negligencia o descuido, omitía alguno de estos ritos exteriores, luego tendría que ir a confesarse durante el Capítulo ante el abad y el resto de sus hermanos.

  Hay un campanero, un cillero, un capiscol para el canto de los salmos, un hebdomadario de semana para vigilar el sueño de sus hermanos, un enfermero, un carretero, y un apotecario o cirujano, y un racionero. Las abadías más ricas se permiten el lujo de un anatista, que era el encargado de asentar las cuentas del dietario y llevar cómputo de las anatas. Los historiadores debemos a esta escrupulosidad ordenancista del fundador borgoñón por precisar incluso cuántos pasos debería haber desde el claustro hasta el coro, o el grosor que había de tener el cerquillo de la tonsura, así como las pulsiones de la vida diaria que se recogen en las tazmías o libros de cuentas del convento con evaluación de cosechas, diezmos y primicias, la posibilidad de recomponer hogaño la cotidianidad de un convento medieval: la dieta, las devociones, los premios, los castigos, las costumbres funerarias, etc. 

 Había otro que administraba el armariolum  que guardaba los códices de devoción, evangeliarios y libros de horas para el culto divino. Debía avidez por la lectura, pero ésta se administraba en cápsulas. Los religiosos no debían manejar más que el “ pensum” asignado. Los libros prohibidos se guardaban bajo llave en un sector de la biblioteca denominado el “infierno”.

 Parte importante era  la bodega. No tenían prohibido el vino los discípulos de Bernardo, aunque por una gracia especial de la Santísima Virgen iban a él con moderación, pues al vino como rey y al agua como buey. En una dieta vegetariana como la de los trapenses, que no catan las carne, el vino les infundía energías, y era un buen reconstituyente para los duros inviernos de conventos sin calefacción, ubicados por lo general en lugares tan fríos. La mayor parte de los profesos solían morir de muy viejos.

 Se les tasaba por norma dos cuartillos a cada refacción, pero no lo probaban durante las cinco cuaresmas. Sin embargo, dos veces al año por Pascua de Resurrección y en la fiesta de la Virgen de agosto, jarro libre en las bodegas.

Con todo, resultaba infrecuente el espectáculo de ningún padre o hermano oblato que hablase con las columnas. Algo alegres, sí. Pero los cistercienses siempre tuvieron un carisma o tiento especial para paladear sus sabrosos caldos. Por un regalo de la Virgen a la que rezaban siete veces diarias, estos solitarios encontraban en el zumo de la vid la fuerza necesaria del espíritu, y no la embriaguez del cerdo. Luego con hierbas seleccionadas y después de un paciente trabajo de depuración en la retorta eran capaces de manufacturar bebidas espiritosas de fuerte contenido alcohólico. Como el “cointreau” y el “benedictine”. Las recetas de fabricación eran secretas y, al morir, el bodeguero se lo pasaba a su sucesor. Es así como en los claustros es descubierta una de las aplicaciones prácticas de la alquimia.

Eran eximios viticultores y a su sabiduría debe Castilla sobre todo la ribera del Duero los excelentes caldos que ellos sabían cultivar con mano maestras, plantando viñas y majuelos en declives y laderas, sitios muy abrigados, y siguiendo un proceso de elaboración en cubetas de roble muy estricto y fundamental.

 

Para fijar el tiempo en que se produce el cambio de guardia cultural, la revirada del orden estético y social el siglo duodécimo es la pauta. Significa uno de los espacios históricos y desconocidos de la proyección europea, un avance en línea recta. Nace de las Cruzadas que no representan sino una huida hacia delante.  El arte románico, su contraseña, constituye un estilo de transición desde la tierra de nadie de los siglos oscuros hacia el esplendor del arco ojival. Funde los sueños anteriores, porque la bóveda de cañón y el arco de medio punto nacen del legado arquitectónico árabe, merovingio y paleocristiano. El Pórtico de la Gloria compostelano  viene a ser un crisol de la quibla y del arrabá morisco, junto con la impasibilidad bizantina, las fantasmagorías sobre el juicio final y la presencia del mal en el universo, que obsesiona a los imagineros mozárabes.

No aflora por generación espontánea sino de resultas de una evolución permeable, con intercadencias y altibajos y el desconcierto que habían deparado a la mentalidad del cristiano las incursiones sarracenas. Pasado el terror del milenario, con sus fijaciones sobre el Libro del Apocalipsis, una idea obsesiva de que el mundo se acercaba al final de los tiempos, lo que desencadena dos reacciones contrapuestas, en unos el gozar de los placeres que da la vida, y en otros, el retiro de las pompas banales del mundo, en búsqueda del camino de perfección en el desierto, se produce un resurgimiento. El hombre europeo parece haberse encontrado a sí mismo. Tuvieron que pasar cien millones de años antes de que el simio de Atapuerca alzase su columna vertebral hacia lo alto y hablase. Y cien mil para la llegada de Cristo, pero sólo mil para que pintase los monstruos de los bestiarios y beatos. Menos de mil, más y nos plantamos en la calculadora. ¿Serán estas máquinas pensantes que tantos avances han deparado a la Humanidad la antesala del milenario de deleites que anuncia la Biblia o el comienzo del fin? Cuando nos detenemos ante el tímpano de Chartres esa es la preguntan que muchos se formulan.

Había sido demasiado duro el Siglo de Hierro. Se registró por entonces una de las crisis mayores del pontificado, debido a las conjuras internas y al clima de la inestabilidad. Roma, que ya en el había conocido en 410 el saqueo de Alarico, vuelve a ser invadida por tropas sarracenas en 844. El papa Sergio III es obligado a contribuir al sultán onerosas pechas y cargas fiscales. Las intrigas y el escaso decoro bañan el ambiente del palacio de San Juan de Letrán. Ciertos autores suponen que las llaves del pescador quedaron en mano durante un período de treinta meses de la Papisa Juana muerta de sobreparto el año 857, y aunque estos datos no han podido ser contrastados, es bien cierto que este clima de escándalos alentó el primer cisma con Bizancio. El papa Nicolás y el patriarca Focio se cruzaron los primeros anatemas. La separación se haría definitiva tres siglos más tarde con Miguel Cerulario. Juan VIII murió a martillazos. Las hordas sarracenas arrasaron Monte Casino cerca de Nápoles, pontificando Formoso, el cual abre una de las páginas más tristes de la historia de la catolicidad.

De los veintiún papas que subieron al solio primado a lo largo del siglo X se cree que un tercio de ellos falleció a mano airada, víctimas del veneno, apuñalados o ahogados en el Tíber por sus contrincantes, si hay que creer a un cronista tan ecuánime como es Vicente Silió en su magistral texto “Un hombre ante la historia”. Muchos de ellos eran hechura del crimen y de la intriga. El mentado Formoso fue desenterrado y su cadáver execrado. Secuaces de la facción contrario le cortaron los dedos de la mano derecha, con la que bendecía. Únicamente se salva de la quema San Silvestre II(999-1003), quien fue investido durante el terror del milenario. Era, según parece, un nigromante y cabalista que llegó a inventar una máquina capaz de responder sí o no a una pregunta dada, conceptuándose a Silvestre como el precursor del ordenador y de toda la cibernética. Rescató a Roma de la dominación musulmana mediante con una alianza con el germánico Otón III.  Fue el remedio tal vez peor que la enfermedad porque este concordato va a suponer el inicio de un estigma que haría mucho daño: el enfrentamiento entre Trono y Altar, la lucha por las investiduras, el ambiente de pugnas del reinado del emperador Enrique IV, la marcha a Canosa y todos los escándalos que rematarían en la rebelión luterana.

Dice Morruet que esta desdichada centuria se llamó el Siglo de Plomo por la grosería, el hervir de pasiones y la abominación que corrompe los estrados de la curia. Es un tiempo de tinieblas por la falta de escritores, ya que, como muchos pensaban que el 31 de diciembre del 999 se iba a acabar el mundo, nadie labraba, ni escribía y proliferaban aberraciones corruptelas de toda índole en el alto clero.

A este respecto la llegada al pontificado del monje Hildebrando en 1073 fue providencial. El austero monje siciliano que reinó bajo el nombre de Gregorio VII inició una de las reformas más traumáticas, instituyó el celibato eclesiástico. Este había quedado fijado en el Concilio toledano  de Elvira del siglo IV. Se recomendaba la abstinencia del comercio carnal con mujer a los ordenados sobre todo por cuaresma y las grandes fiestas. Decía que un obispo no podía estar casado y que todos aquellos presbíteros aspirantes a recibir la plenitud del sacerdocio deberían despedir a su mujer legítima o a la concubina, cosa que hicieron algunos egregios padres de la Iglesias como San Paulino de Nola, casado con Terasia, y San Agustín con una esclava nubia. Pero ya nadie se acordaba de aquellas normas implementadas por el concilio toledano, que casi nadie respetaba. En realidad las recomendaciones de San Gregorio tardaron en tomar cuerpo de realidad varios siglos, porque no es hasta el siglo XIV cuando arraiga esta costumbre de la soltería para todos los clérigos, incluso los minoristas.

Gregorio VII pagó caro su osadía al propugnar una reforma de las costumbres, pero, sobre todo, en su enfrentamiento contra el poder temporal. Fue depuesto por el candidato del emperador, Clemente III, y murió desterrado en Salerno en 1085. Triste final para el monje Hildebrando quien toda su vida luchó por unas cuantas ideas absolutas, pocas, pero exactas: a), que le poder de los papas viene directamente de Dios; b), que todos los príncipes de la tierra han de besarle el pie en señal de pleitesía; c), que el papa no se equivoca jamás, hable ex cátedra o en charla confidencial, porque en su triple corona recae el viento trinitario y almo; d) que asume la facultad de hacer la guerra por delegación a los reyes bajo la órbita de su mandato. Esta es la Teoría de las Dos Espadas sobre la cual hace una exégesis brillante años más tarde San Bernardo. Algunos creen que de ese modo vino Dios a confundir su altanería. Imprimió un estilo y un carácter aquel oscuro monje toscano de cuyas rentas viven, engordan, y creen, todavía a pie juntillas, muchos purpurados de hoy. 

Esta insigne figura del pontificado va a convertirse en el gran campeón de la Iglesia romana como jerarquía y poder, independiente de los príncipes cristianos. Lo que quería Hildebrando, al hacer pasar por las horcas caudinas de su predominio y acaso de su insolencia al titular del Trono  Sacro Germánico,  era el establecimiento de la utopía agustiniana: un solo cetro y una sola corona de dominio universal. La tiara por encima de  la corona  y el trono. Un gobierno mundial encarnado en la persona del papa elegido por el Espíritu Santo. La idea está bien y muchos han sucumbido a esa tentación de la prepotencia, pero no es desde luego un precepto evangélico. El reino de Cristo pertenece al mundo de las almas, no de los cuerpos. Es interior, esotérico.  Se arrogan atribuciones, se interpolan conceptos. Espíritu y carne batallan sin cesar.

 Es el santo y seña de la mano del hombre que deja por doquier estampada la marca de su naturaleza viciada. Dicho esto, hay que decir que Gregorio VII ha sido uno de los papas mayores de todos los tiempos. Después de mí el diluvio. Quien venga atrás que arree.  Al morir en 1085, la debacle. La cristiandad intenta la fuga hacia delante lanzándose a las Cruzadas. Legatario y heredero  de Gregorio VII, que hubo de gobernar el timón de la nave de Pedro en medio de la borrasca de las Investiduras,  es Urbano II. Él fue el que mandó predicarla, pero en su pontificado se produce la reforma de los benedictinos por el Cister y la orden que más santos y más gloria ha dado a la Iglesia, la de los cartujos, aunque muchos de ellos no se hallen registrados en el santoral. Después de las tinieblas de la enorme noche, los rayos fecundos y providentes de la aurora.

 La presencia de los hijos de San Bruno en la historia, que aun siguen con las costumbres y hábitos del siglo XI, en sus celdas calladas es un testimonio de que la Iglesia, a pesar de los papas, es patrimonio de la herencia eterna de la Verdad de Cristo. El Cister y la Cartuja aparecieron en 1099, el año en que las mesnadas de Godofredo de Bouillon llegaban a las puertas de Jerusalén. Una de cal y otra de arena.

Si alguna virtud tuvieron las ahora tan denostadas Cruzadas fue que, merced a ellas, todo el mundo cristiano se pone en movimiento. Fueron una huida adelante para salir del marasmo. La cruz cruza el rubicón y se hace amiga de la espada. Nada volvería a ser igual que antes. Se cierra el ambiente de postración en que había vivido la Iglesia para cobrar un papel señero. Quedan atrás las tinieblas del Siglo de Hierro en el bajo imperio carolingio. La gracia presupone a la naturaleza y Dios nunca se atreve a tocar los moldes del lenguaje de un tiempo. Este determinismo le hace escribir del derecho con renglones del revés, aparentemente, todo se torció. Todo fue un fracaso porque el fanatismo, aunque sea en nombre de la verdad, suele envenenar los ánimos. Proliferaron los excesos y rapiñas, desafueros y  genocidios. Los burgos de Europa quedaron semi vacíos cuando un emisario de Urbano II iba de puerta en puerta predicando el “Dios lo quiere”. Hablaba de una tierra prometida, santificada por la presencia del Salvador, donde las fuentes manaban leche y miel y de un reino donde no habría esclavitud.

Ellos suspiraban por la libertad pues el siervo de la gleba estaba fundido con la tierra, tanto como los muros del recinto del castillo, las plantas y los árboles. Formaba parte de los bienes raíces de los señores de horca y cuchillo. Mil años de fe no habían sido suficientes para conseguir la emancipación de la servidumbre. Ahora bastaba con reconquistar Jerusalén, apoderarse las reliquias de Cristo y de los Apóstoles. Era por el otoño de 1095. Una bula del concilio de Clermont Ferrant garantizaba la vida eterna a todos aquellos que murieran peleando por la cruz en los Santos Lugares. Se pone en camino una turba de desarrapados. La mayor parte de los expedicionarios sucumbe a los peligros, enfermedades, hambres o a la intemperie de la ruta. Mujeres y niños fueron hechos prisioneros por los soldados turcos yendo a parar a los burdeles e himeneos de Estambul o de Damasco. Los propios griegos, a los que supuestamente marchaban a liberar, se muestran horrorizados por aquella hueste de Godofredo de Bouillon y de Balbino que se entregaban a la rapiña y a toda suerte de desmanes. A pesar de todo, Dios se sirvió de tales mimbres, tan precarios, para manifestar su voluntad de encarecimiento y de progreso. Del lodo y la miseria de las Cruzadas surgieron las catedrales y la polifonía del Pórtico de la Gloria, donde la materia se diviniza por el soplo del Espíritu. En ninguna otra época estuvo el hombre tan cercano al lenguaje de la redención como en el siglo XII. Asistimos a la hora máxima de la genialidad europea.

El cristianismo no es una religión enteramente judía, ni pagana. Es una simbiosis del antes y del después que se transforma en mariposa - efecto “Schmetterling” - y agita sus alas hacia el futuro. Al humanarse la segunda persona de la Trinidad acepta al hombre, tal y conforme es, moldeado en el barro, toma su debilidad y trata de convertirla en fortaleza. Esto nunca podrán comprenderlo los fariseos, los que se consideran puros, los sepulcros blanqueados. Dios bajó para estar un poco más cerca del dolor del hombre. En cierta manera, acepta el patrimonio recibido como consecuencia del pecado.

La guerra, las invasiones sólo traen eso: pecorea, agravios, enconos y suspicacias que duran no ya generaciones sino siglos. Por fin, los ejércitos papales avistaron los muros de la Ciudad Santa el 15 de julio de 1099. Se cumple un milenio de todo aquello. Seguimos bajo el signo de Aries. ¿No será el Agnus Dei que pintaron en los arcosolios de las catacumbas los primeros cristianos el Carnero que rige a las doce virtudes? El Cordero de Dios campeó sobre las oriflamas y pendones bélicos de la entrada de Godofredo en la Ciudad de la Paz. ¡Qué ironía! No fue sino la plaza de todos los conflictos. Pero aquellos rudos aventureros iban en busca del Santo Grial. Querían obtener un testimonio físico de la presencia de aquél por el que combatían y peregrinaban en el mundo. Resulta imposible entender el cristianismo sin esa avidez de reliquias. Tenían que ver para creer. Meter el dedo en la llaga, como Tomás. Es la humana fragilidad.

 

 

Dice San Máximo, obispo de Turín, en una de sus numerosas homilías que han pasado a todos los breviarios:

“Todos los mártires deben ser honrados, pero en  especial hay que venerar a aquellos que nos dejaron sus reliquias corporales como testimonio de su holocausto. Las reliquias nos asisten y dan fuerza en la oración. Son fuente de salud corporal y de milagros para superar enfermedades y nos sirven de viático en el momento en que iniciamos el camino del más allá”

Este texto del 451 sirve de punto de partida, al hacerse eco de una tesis muy divulgada desde el siglo II de que los despojos de los santos tienen propiedades curativas. Es el culto a las reliquias, como veremos adelante, con sus pros y sus contras, uno de los grandes caballos de batalla de la religiosidad católica. Después de todo, aquellos pobres desarrapados que se embarcaron en las tres primeras cruzadas iban a Jerusalén en busca de los huesos santos no sabían adonde iban, sólo querían huir, liberarse. Estas tibias y canillas, molares y calaveras de los que sucumbieron al tajo del tirano pero ganaron la victoria de la vida eterna, así como otras reminiscencias  del paso por el mundo de estos varones y hembras que siguieron al Cordero hasta la muerte, constituyen la panacea, pues, de las peregrinaciones.

El Libro de los Salmos viene a ser el texto en que se basan: “Y el Señor guardará todos los huesos de los justos después de la tribulación (Ps. 33.20-21).

A su vez el Eclesiastés recapitula a favor de los que mueren en Él”: Estos son los varones de misericordia, cuyas obras de piedad no han caído en el olvido. En su descendencia permanecerán sus bienes. Sus nietos serán una sucesión santa y su posteridad se mantendrá constantemente en la alianza. Sepultados en paz sus cuerpos, vivirá, sin embargo, su nombre por los siglos de los siglos. Celebren los pueblos la sabiduría de los varones de misericordia y repítanse sus alabanzas en las asambleas sagradas”(Libro de la Sabiduría 44, 10-15)

Quienes salieron vivos y regresaron a sus casas, llegaron de Judea cargados de reliquias. Unos y otros arramplaron con lo que encontraron a mano. Creerán en el Santo Grial y la virtud curativa emanada de los objetos que salvan. Se exhibieron como trofeos en las vitrinas de todas las catedrales de Occidente que entonces empiezan a erigirse, precisamente como aras de guarda de aquellos tesoros de origen dudoso, y algunos hasta del  peor gusto, Alfonso I de Portugal entra en Coimbra de vuelta de Tierra Santa nada menos que con la punta de la lanza con que abrió Longinos el costado del Señor, una zapatilla de la virgen María, la toca que puso sobre las sienes  Magdalena, la hermosa pecadora que ungió con sus cabellos los pies sagrados de Jesús. Ya veremos capítulos abajo en que para todo este negocio de los tahalíes cristianos.  Los huesos venerandos colmaron las tecas y los joyeles de las iglesias y los palacios. Se exhibían como talismán y salvoconducto de la buenaventura. ¡Inaudito! ¡Los gansos quieren transformarse en cisnes! Pero, nunca los recriminéis: el fetichismo lo llevamos los humanos en la masa de nuestra sangre.

Esto es la bella teoría. La praxis, tratándose de la condición humana, va por otros rumbos. Hubo abusos pero se salva la Fe común de los que ansían el reinado del bien sobre la tierra. Gracias a las tan besuqueados y traídos y llevados vestigios, las naciones europeas salen de su letargo y se ponen en marcha en busca de algo. Todo tenía un sentido trascendente e iniciativo. No conviene descalificar tan importante fenómeno tachándolo de mera aberración por los fetiches, los sortilegios, los presagios. Puesto que el ser humano es por naturaleza supersticioso, la Iglesia trata de morigerar la condición innata encauzándola hacia lo Alto.

El mundo conocido abandona la gleba y se aburguesa. Cobran incremento los intercambios y el comercio, merced a las peregrinaciones que pusieron en las mentes un incentivo promotor desde el afán  de nuevos descubrimientos y sensaciones. Se elevan puentes, se construyen caminos.

Unos van a Cantorbery. Otros, a Reims a visitar la tumba de San Remigio y otros a Colonia, donde estaba el sepulcro de los Reyes Magos. Otros, a visitar la Santa Sepultura. Cuando la ruta de Tierra Santa quedó interceptada por Aladino, viran a Occidente y Santiago de Galicia se beneficia de este cambio de tendencia, ocupando Finisterre el lugar de la Ciudad de la Paz. Compostela representa el final de esa hégira de purificación emblemática y contradictoria, porque Dios elige al que elige, en la que se centra y consiste el paso del alma cristiana por la Tierra. No es la Jerusalén física la que buscan sino la del alma, ubicada en las alturas celestes.  Lo importante no es la meta final sino el propio sendero de una ruta empedrada de símbolos y de creencias.  Los ensalmos resultan a veces indispensables. Otra vez entran en juego aquí las dualidades de esoterismo del mundo mágico e imperceptible y lo exotérico del ámbito vulgar y común, controlado por las pulsiones exteriores. Son dos líneas de fuerza, la de las apariciones y los aparecimientos o apariencias que nunca se encontrarán. Porque metafísicamente se repugnan.

 En este mundo perecedero y ruin todo se encuentra mixturado y envuelto. La fealdad lleva de la mano a la belleza, y el oro y la plata subyacen en la misma mena que el barro.

Fue precisamente el vehemente y apasionado Bernardo el fundador de la Orden contemplativa más importante de la Edad Media el que se esfuerza por armonizar la contradicción inherente. Al ritmo de las estrofas de la plegaria mariana por él compuesta, el “Acordaos”, predica la Segunda Cruzada. Otro fracaso estrepitoso. Los turcos se apoderan de Edesa en 1.l44 y de San Juan de Acre, las turbas indisciplinadas y descompuestas de Balduino de Gante se dan al pillaje y perpetran  sacrilegios; arrasan el templo más antiguo de la cristiandad, Santa Sofía, dedicado a la Virgen María. Se trata del primer encontronazo de la teología marial entre latinos y bizantinos. Para aquellos la Virgen era una mujer de carne y hueso, al socaire de las creencias paganas sobre ritos de la fecundidad, de los que va ser difícil desembarazarse, como se comprueba en las diferentes iconografías. Para éstos es una versión más estilizada, descarnada de cualquier suponer físico, con arreglo a la lección esotérica del Eclesiastés, cuyo texto describe de esta forma a María:

“Yo broté, como la vid, pimpollos de suave olor, y mis flores dan fruto de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del puro amor, y de la sabiduría y de la ciencia de la esperanza. En mí está toda la gracia del camino y de la verdad: en mí toda la esperanza de la vida y la virtud. Venid a mí cuantos me deseáis, saciaos de mis frutos, porque mi espíritu es más suave que la miel y más dulce que el panal es mi herencia. Se hará memoria de mí en la serie de los siglos. Los que de mí comen tienen más hambre todavía, y tienen sed los que de mí beben. El que me escucha nunca será confundido  y los que se guían por mí no pecarán. Los que me esclarecen obtendrán la vida eterna”

Se trata de uno de los himnos más sublimes que han salido de la iluminación profética de Israel sobre el conocimiento. Es la búsqueda de la ciencia, la Sofía, el símbolo de los que buscan a Dios a través del raciocinio, el estudio piadoso y la contemplación, utilizando los dotes más nobles de la naturaleza humana. En Oriente la Theotokos se identificó con esta sed del conocimiento de Dios que nunca se sacia. Su vientre parió al Redentor y es la fuente que alumbra la salvación. La Mujer aplastará la cabeza del dragón. No cabe mensaje más iluminado de profecía. La Virgen es el primer peldaño de la escala del cielo que jalona el comienzo de la vida futura.

Bernardo acuña el estereotipo de la disciplina, la castidad, la abnegación. Se rebela contra la relajación existente en los cuatros mil monasterios benedictinos abiertos por todo el Oeste cristiano desde Polonia a País de Gales y desde Northumbria hasta Silos. Desautoriza a Cluny por su apego a las riquezas, su connivencia con el sistema establecido,  su transigencia con la esclavitud que era permitida en los sagrados recintos monacales. Es un estallido de fervor idealista y de violencia contra los enemigos de la religión. El ambicioso apóstol de Claraval anhelaba el triunfo, no el martirio. Sanciona la guerra santa y dice que es justo matar en nombre de la Trinidad, una idea nueva que no estaba en los textos patrísticos al uso, pero que se explica en el clima de incertidumbre en que se vivió durante muchos siglos. Si los mártires se alzaron contra los dioses falsos de Roma ¿ por qué a los francos no les iba a estar permitido amotinarse contra la tiranía muslímica?

 Los secuaces del Islam llevaban muchos siglos cortando cabezas. Venga, pues, norabuena  la guerra santa. ¡ Guerra. Guerra al Anticristo! Al fin y al cabo los que tanto critican a los cristianos su incongruencia con las prédicas de la paz y el amor,  ahora y siempre se entregan ellos mismos a excesos sanguinarios. Parece ser que la agresividad forma parte inherente la condición humana. Se exige a los yugoslavos, por ejemplo, que pongan su cerviz ante la toza del verdugo inglés o norteamericano, pero, si se defienden, ya son malos, enemigos de la raza humana, fementidos y crueles “chestniks”. El gobierno hebreo de Jerusalén anda metido en otra cruzada para expulsar a los palestinos de Cisjordania y la mayor parte de los judíos del planeta aplauden esta conducta mientras se acuerdan todos de la madre de San Bernardo y los caballeros de la Tabla Redonda, porque en Palestina cometieron algunos excesos. Esto es un acto de hipocresía. Vivimos en un mundo de falacias, silogismos cornutos y entimemas. La ley del embudo, el doble rasero, se imponen o nos la imponen, de grado, o a la fuerza.

Va a ser en España donde los bernardos, propulsores de las Órdenes castrenses de Calatrava, Santiago y Alcántara, van a establecer un glacis defensivo, una especie de cordón sanitario de la cristiandad con el objeto de impedir el paso de las sangrientas hordas árabes en las razias  de primavera desde la cuenca del Duero a la del Tajo.

 El Cister, aunque San Bernardo lo recondujo y lo adaptó a la mentalidad continental, había sido fundado por un inglés, San Roberto de Citaeux, en el valle del Loira el 1098.  Lo insular y el áureo aislamiento  viene a ser una de las prerrogativas de los ingleses, que, en cierto modo, acata el Cister, porque, al fin y al cabo, los británicos siempre han querido ir a su bola y a su aire, haciendo las cosas como les plugo o Dios les da a entender, tanto en política como en religión.  San Bernardo en más de una ocasión se atreve a leer la cartilla al papa. Quiso crear un movimiento de renovación, un primer intento de reforma de las costumbres depravadas de las eminencias directivas por las corruptelas y las intrigas y el clima de encarnizada batalla a causa de las Investiduras.  Responde al carácter británico marcado por una tolerancia en combinación con la solidez de la razón practica.  La sencillez, acrisolada en las buenas maneras del respeto y la etiqueta, se refuerza con el pragmatismo. En las Islas siempre ha quedado un regusto por lo romano, puesto que son aficionados  los ingleses de la arquitectura de Roma, de su pasión por el Derecho. Esta adherencia a las costumbres romanas va a ser el nema del cister. Había aflorado en el valle de Clairvaux, cerca de York,  pero es San Bernardo el que lo impulsa.

 

Tres son las características más señaladas de esta orden activa y contemplativa a la vez en su ascendencia primigenia hasta que fue reformada con la instalación de la Trapa:

1. - Rigor litúrgico. Los monasterios cistercienses se distinguen por tener en sus iglesias  un rosetón a Poniente. Es una piedad circular y heliocéntrica.  Rezan mirando al Sol y componen esas plegarias maravillosas que orquestan la vida cotidiana de un monje que empieza al alba con el canto de “Iam lucis ortus sidere” y termina con el “Te lucis ante terminum”. El marchamo del día se corresponde con el de las horas canónicas. Son reminiscencias del culto de la Redolada céltica. El círculo proyecta sus brazos iluminados sobre el universo dando vida y alma a los mortales. Mueve todo cuanto gira en su órbita, y él queda fijo. Siempre la búsqueda del centro eucarístico en armonía con el girar de las estaciones, las alternancias y evoluciones de la aguja del reloj. El monje cisterciense, desde el supuesto de que clepsidra y observancia son compatibles, se siente locatario de un suelo lleno de miserias, pero está llamado a ser colono del cielo. Ordena su existencia mirando al orto y al ocaso. Ama la redola. Se siente seguro en el círculo de Cristo, recordando un poco a la heliolatría de sus antepasados. Porque el atavismo recuerda la comunión celta con los rayos solares. Aquí no es Apolo el que envía su energía, el Sol es Cristo.

2. - Vida en común las veinticuatros horas del día. Los cistercienses duermen en crujías generales, cada lecho separado con una camarilla encortinada. No tienen nada propio. No valen nada como individuos pero sí como grupo. Renuncian a la libertad y viven en un régimen de severo trabajo y como los benedictinos practican el “ora et labora” y difunden por toda Europa el amor al trabajo. Su especialidad, la agricultura. Se levantan a maitines a las dos de la madrugada y cantan en coro laudes, prima y tercia. Se vuelven a recoger para volver a la Iglesia a las seis de la mañana. A las siete de la mañana, ya estaban en el campo o en el taller. Es un sistema de disciplina más rígido incluso que el de los cartujos, porque habían de pasar en comunidad quienes abrazaban su regla las veinticuatro horas y llevar una existencia bajo la regencia de la campana, conduciéndose como autómatas y a golpe de badajos, con el oído atento al sonido del bronce  que llama y convoca. ¡Y ya son unas pocas veces a lo largo del día en la Trapa! Sobre eso, en un principio, regía el gran silencio. Los monjes no podían quebrantarlo y tenían que comunicarse por señas. Cada cenobio tenía su propio lenguaje mímico para ejecutar las órdenes del superior. La guarda de la lengua era una de las primeras cosas que aprendía el neófito en su proceso de aclimatación al gran silencio. No era lícito hablar de asuntos personales. San Efrén había dicho: “Una palabra es plata. El silencio es oro puro”. Hablar poco - lo imprescindible- parece ser uno de los secretos de la felicidad íntima y de la vida larga. Está demostrado que la charlatanería es uno de los picaportes del mal por los que se cuela el viento del diablo. Pero es duro abrazarse a este sigilo, porque el ser humano es, por naturaleza, comunicativo; esta dureza topó con algunas dificultades y los monjes, al bajar la guardia, se relajaron. Como el espíritu y la letra de las constituciones bernardas no pudo ser guardado a rajatabla, luego se vendría la reforma trapense, ateniéndose a los mandatos de su fundador.

3. - Son austeros y se rebelan contra el boato de los benitos. En los monasterios cistercienses el profeso no goza de tanta libertad y están más amarrado y vigilado. Claraval y el Valle de Citeaux suponen una adaptación de la Regla de Montecasino,  promulgada por San Benito seis siglos antes.

La autoridad recaía totalmente en el abad, nunca dependían del obispo ordinario y muchas veces se observa un talante independiente incluso de Roma. Fue la suya una labor constructiva y civilizadora aunque en muchos casos tuvieran que entrar a saco con un mundo viejo y en decadencia.  En todos los monasterios se observa, como en el de Sacramenia, la existencia de un cordón defensivo, o glacis de bastiones o atalayas sitos en los cerros empinados, para la vigilancia de los valles. El bastión central se encuentra rodeado de un perímetro de cenobios adyacentes, como una “anillo de oro”.

 En estas avanzadillas hacían guardia día y noche frailes entrenados en el empleo de las armas. El de Cardaba llegó a contar con otros cinco establecimientos subsidiarios, el de la Torre de San Gregorio de Fuentesoto, otro cenobio llamado de Santa Cruz camino de la Villa de Fuentidueña, el bastión de San Miguel en el cerro de Sacramenia y otros dos en Cuevas de Provanco y en Valtiendas. Respondiendo al clisé de mitad monjes mitad soldados los bernardos no sólo sabían Teología sino que eran expertos en Poliorcética.

 Cuando llegan los primeros frailes franceses a este valle, la vida poco a poco empezó a cambiar. Se trataba de la  repoblación de una tierra de nadie, que estaba arrasada a causa de muchos siglos de guerra. Claraval manda a su gente a defender la cruz de Cristo en la frontera. Esta es la tierra de Fernán González, los páramos que cruzaba el Cid camino de Valencia. Según referencias locales al Campeador le gustaban los asados y el cordero de Sacramenia, la bien guardada por recios adarves sagrados, como su propio nombre indica, y que desde el año 943 se había adherido al abadengo de San Pedro de Cardeña, donde el buen Cid se lamía las heridas de las ingratitudes y despechos regios, cuando Alfonso VI mandó arrasar su casa, al haber hecho un voto el conde castellano después de una batalla contra los moros, gracias al concurso del Arcángel San Miguel.

Ahí permanecen como testimonio memorial de aquel avatar los lienzos de los muros del primitivo templo al Príncipe de los Escuadrones Angélicos.

Hasta las piedras aquí transpiran un halo mágico y batallador. Es  la huella cisterciense que se alza señera, media legua, vega arriba, en la antigua iglesia de Fuentesoto. La torre y la ojiva del cementerio permanecen intactas. La nave derruida ha sido habilitada para cementerio. Pero el farallón empinado sobre la cárcava parece un centinela encaramado en la loma, de ojos escrutadores mirando desde sus cuencas vacías, que observa la yerma contornada  en el discurrir de los siglos. Un ángel de piedra se sienta en su cátedra como guardando los campos todo lo que abarca el horizonte. Estuvo consagrada a  la advocación de San Gregorio, pero no quedan actas. Puede que fuese una antiguo templo mozárabe puesto que su estructura cuadrada guarda un cierto parangón con San Juan de Lillo, Santa Cristina de Lena o San Julián de los Prados, de Oviedo. Allí no llegaron las lanzas de Almánzor, aquí dejaron las huellas. Pero, en medio de su desolación, estos farallones se tienen todavía erguidos. En la unción del silencio que las circunda, las piedras todavía parecen lanzar un grito de desafío a la historia y lanzan la contraseña de la ordenación de diáconos, al toque de llamada del obispo:

- Adsum. ¡ Presente!  Aquí estamos, para lo que haga falta.

 En uno y otro monumento el detergente del tiempo ha sido incapaz de borrar algunas inscripciones al pastel de color negro o mazarrón estampadas sobre las paredes en letra gótica. En la de san Miguel sólo aparece una cruz griega sobre el montante de la arquivolta. Fuentesoto junto con Pecharromán y Santa Cruz, hoy desaparecido, eran arrabales de Sacramenia. Desde estas atalayas místico estratégicas se otea la descubierta del páramo circundante de arenas coloradas y piedras calizas en un radio que abarca hasta los tesos de Tejares y el sorprendente mamelón que tiene la forma de hocico de jabalí sobre el mogote en que se asienta Torreadrada, la vieja Aderata romana, cabeza de los castros donde posaron las legiones de Augusto.

 Por el sur, la vega, adentrándose de sobre derroteros más suaves, confluye en Peñafiel a través de Aldeasonia, que haciendo  honor a su nombre, tiene algo de oasis en medio de la desolación de rastrojeras y añojales, y es un lugar de ensueño. Más allá del derrotero se alzan  las colaciones de Rábano, Calabazas y El Vivar. El paisaje y la toponimia no pueden ser más cidianos. Estamos en el riñón de las Castillas.

 

El Cister rompe los esquemas de la actitud sumisa hacia el Islam, consuetudinaria entre los griegos y los mozárabes, los cuales aceptaban con facilidad el yugo y hasta besaban el látigo del cadí, acertando a convivir, mal que bien con los invasores, y a cambio de no poca sangre, múltiples profanaciones de aras sagradas, como ocurrió con frecuencia en la Córdoba califal. Presumiblemente el nombre de Cardaba dado a la fundación tenga que ver con el de la capital andaluza, porque se cree que esta zona de la raya del Duero fue refugio de los hispano visigóticos en fuga de la persecución mahometana que arreció de los siglos VIII al X,  como prueba la cantidad de eremitorios y refugios cenobitas existentes en toda la región y la influencia mudéjar, que se observa en la arquitectura y decoración vegetal de los cimacios y capiteles de este arte primitivo en la provincia meridional castellana. Puertas y ventanas capialzadas del románico segoviano, exenta de cualquier insinuación a la iconolatría, que veda el Corán,  evocan la mano del alarife versado en las enseñanzas del Profeta.

 El santo de mi pueblo, Beato Juan de Paniagua, que se santificó ayunando y viviendo apartado en las espeluncas del término que los sotohontaneros llamamos Peña Colgada provenía de Al Andalusí, al igual que San Frutos, Santa Casilda y tantos y tantos otros. Cardaba es, por tanto, un remedo de la  Córdoba de Marcial y remite resonancias al peregrino o al curioso espectador del “cordubensis conventus” de Plinio, que los mozárabes trasladaron al norte, en la denominada zona del “convento asturicense”. Páginas adelante, comprobaremos la estrecha relación que tuvieron en un pasado las sedes episcopales de Córdoba con la de Oviedo; de Toledo, con León; de Ávila con Astorga, focos que fueron del movimiento gnóstico priscilianista.  En el idioma alauita se llama de esa manera: Kar-da-bah, pero no era un topónimo arábigo.

 Allí, en aquella ciudad la más populosa de Occidente que en el siglo IX llegó a tener millón y medio de habitantes, al filo de la espada pereció San Sancho, y fue empalado, tormento indecible, San Isaac, diácono del monasterio de Tabara, del que San Eulogio cuenta que habló en el vientre de la madre, lo que suele ser un síntoma de profecía y descabezados; perecieron descuartizados San Walamboso, San Sabiniano, San Witremundo y San Abencio, todos ellos monjes mozárabes. Al cupo se agregó Santa Columba cuyo cadáver incorrupto, después de haber sido aquella monja del mismo adoratorio violada y despedazada por sus verdugos, apareció a los tres días colocado en una barca que los Ángeles guardaban rumbo a Sevilla.

 Las aguas del Guadalquivir se mancharon con esta sangre o con la ceniza de los cadáveres incinerados y aventados.  El monasterio  Tabense  se hizo famoso por el abundante número de mártires que dio a la Iglesia en aquella aciaga coyuntura. Se guardan actas que recuerdan la fecha del primero de junio de 851 como excepcionalmente trágica.

Igual suerte que sus compañeros dos años más tarde siguió la abadesa de San Salvador de  Peñamelaria -los monasterios mozárabes eran mixtos y admitían en su seno hombres y mujeres casadas- Santa Fandila, que estaba velada con otro monje de aquel lugar, Peña de Miel, por nombre Pedro, y otros cincuenta valientes más que fueron pasados a cuchillos por un eunuco del harén de Abderramán apodado “ Alzaraquí”(el Tuerto).

Esclarecido también con el don del martirio fue el santo niño San Pelayo cuyas reliquias se veneran todavía en la catedral de Oviedo. Su biografía fue historiada por una religiosa del ciclo gaélico, Santa Roswita, que vivió en Whitby en el lejano corazón del Yorhshire británico. Resulta portentoso descubrir cómo cundió la noticia por todo el septentrión cristiano del heroísmo de aquellos hispanos valientes del sur profundo que prefirieron morir antes que trocar la cruz por enseña del falce lunar, renunciando a ser pupilos de Mahoma. Este dato que el monaquismo estaba muy consolidado ya en occidente antes de la llegada de San Benito.

Nació Pelayo o Payo en Tuy donde pontificaba como arzobispo un hermano de su padre por nombre Hermigio. En una incursión sarracena de primavera ambos fueron tomados cautivos y llevados con otros muchos de aquel país a tierra de infieles, después de una batalla que tuvo lugar en Nájera. En el cautiverio cordobés todos los ojos se fijaron en él. El propio Abderramán III quedó prendado de la singular hermosura del rapaz. Los relatores del acta martirial, tanto Roswita como el presbítero Frugel, prefecto del monasterio de Cateclara, quien también escribe su panegírico, son de la persuasión de que Payo o Pelayo fue asesinado por negarse a acceder a los apetitos infames de sus verdugos, que habían quedado defraudados en sus expectativas. La belleza del prisionero había salvado la vida de su tío Hermigio, que pudo regresar a su diócesis dejando a su sobrino en prendas. Parece ser que el obispo no fue tan firme en la fe como su joven paje, y “sobrino”. Sencillamente, claudicó. El sacerdote no dio testimonio. Lo tuvo que dar el monaguillo. Este acto de sustitución nos llevaría a muy densas conclusiones sobre la esencia del cristianismo, que pertenece a los débiles. Cuando los rabadanes abandonan al aprisco, es un zagal el que, mediante el lavacro de purificación del martirio, auténtico bautismo de sangre, rescata a las ovejas de las garras del lobo, no importa la extracción social y hasta la condición sexual, porque bien puede ser que el niño Pelayo fuese un eunuco en la corte prelaticia de Tuy antes de ser llevado como rehén a Córdoba, del que saca la cara por Cristo. La sangre restriega toda mancha de culpa.

Pelayo fue descuartizado un día de junio de 925 por orden del califa, que no era otro que el tan ponderado Abderramán III, hijo de una cristiana, el constructor de la mezquita de Córdoba y que hizo de aquella urbe un emporio de molicie y de lujo. Tenía un palacio con catorce mil esclavos. La sodomía era una de sus debilidades y el amor efébico era corriente en este ambiente de sensualidad. Mahoma no la condena en el Corán y por esto los moros nunca la desdeñan. Este niño galaico tuvo el arrojo de negarse a ser juguete carnal del encumbrado mandamás omeya. Por eso lo mandó descuartizar. Cabe suponer que Pelayo, tras permanecer encerrado varios veces en el serrallo, fuera objeto de repetidas violaciones sodomitas a viva fuerza.

Pero la fiera profesión de castidad de este infante de Tuy va a convertirse en bandera de la Reconquista. Desde entonces el abismo entre moros y cristianos, por mor de la práctica del vicio nefando es un abismo poco menos que insalvable. El peor baldón que puede caer sobre un individuo entre nosotros es el de llamarle maricón. Eso es así. Inamovible, inapelable, y, por lo mismo infumable, por mucha carne en el asador que echen los  charlatanes sobre la tres culturas, la tolerancia del otro, la solidaridad, etc. El Evangelio predica la tolerancia y el perdón del pecador pero condena su pecado. Es bueno estar todos juntos pero no revueltos como propugnan los abanderados del Nuevo Orden. Que sigan las insulsas maripavas alcahuetas del fornicio con sus cantilenas y monsergas fláccidas, empecatados en la exhortación al escándalo, haciendo el caldo gordo a mentes farisaicas y estrechas, cargando el éter de chocarrerías sin médula ni substancia, desviándose de todo aquello que de verdad importa, y cargando la maquina sobre las chorradas. Son de esa manera, porque son la voz de su amo, y así honran el contrato del Gran Cofrade que les paga. A mí eso de la ley de Mahoma que dice que donde las dan las toman no me peta. La inversión de la naturaleza no puede entrar en el capítulo de “mis” derechos humanos. No puedo cohonestar ni transigir con la abominación.

Los restos del santo niño mártir fueron llevados por Ordoño “El Craso” de León, tristemente famosos en los anales por haber sido el responsable del tributo de las Cien Doncellas - los asturleoneses, feudatarios del moro, habían de pagar a éste diezmos y primicias; tenían que ofrecer todos los años a los musulmanes una ofrenda de cien muchachas casaderas - y que acudía a Córdoba todos los años para su visita liminar, y de paso, ir a los médicos que trataban su gordura. Allí se lo pidió a Abderramán. El monarca abasí transigió. Fueron trasladados con gran solemnidad a la capital del reino del norte.

 Con motivo de la caída de León arrasada por Almánzor el año 1000 las reliquias del mártir se vieron otra vez en danza, y, sacadas a toda prisa de la cripta isidoriana por manos fieles, cruzando Pajares - un hueso quedó en Arbás del Puerto- se hizo depósito de ellas en la Cámara Santa. Durante muchos siglos la misa de San Pelayo en rito mozárabe tuvo motu propio, con la particularidad  de que en el canon se pronunciaban plegarias en lengua arábiga, rogando por la conversión y el perdón de aquellos que ocasionaron el suplicio del santo. Entonces cada diócesis, por facultad de su obispo, tenía capacidad para organizar su propio culto y llevar un registro de sus mártires y de sus santos, y mantenían una independencia y autonomía con respecto al Vaticano que hizo posible que la luminaria de la fe no fuera apagada en medio de los grandes vendavales y que hoy se echa mucho de menos en estos días que corren cuando tanto se habla de democracia, y la autocracia y el despotismo cunden en todos los planos, tanto el político, el social, o el religioso.

 Roma se ha hecho más piramidal y monolítica que nunca.

Digresiones a un lado, ello fue que los cordobeses celebran su tránsito el 21 de junio y los asturianos cinco días más tarde. Es un misterio este baile de fechas, pero demuestra que la conmemoración del tránsito glorioso estuvo muy extendida por toda España.

En recapitulación de lo dicho cabe temer - la historia habla como un libro abierto- que el Islam no es una religión tolerante, ni tampoco lo es el Judaísmo en su afán de desquite. Alá y Iahvé dos deidades vindicativas y sanguinarias poco se acercan al rostro amable y manso de Nuestro Señor Jesucristo. El uno porque es responsable de casi todas las guerras que ha habido en suelo español y el otro por haber sido el dueño de los cuartos con que las guerras se llevan a efecto. En una mano, la cimitarra, y, en otra, la bolsa. A moros y a judíos siempre les encantó hacer la guerra. El uno, como jarca y el otro, como asentista o proveedor de las mesnadas. Unos pusieron la espada y otros el cofre. Asimismo, como azuzadores de las rehalas satánicas no hay quien ponga a los israelitas un pie delante. Son el pueblo que ama la sangre. Su oficio en la historia parece ser el de caminar errantes sembrando allá por donde la semilla del rencor y la cizaña.

 Y he aquí que de nuevo el odio nos envuelve. Es un odio demoníaco que escupe sobre la cruz. Pero la Media Luna ni el Menorah se distinguen precisamente por su condescendencia ni con su escrupulosa guarda de las nuevas tablas sinaíticas que han bajado del monte los norteamericanos. Clinton es judío. También lo es Magdalena Albright y el general Clark, y el propio Javier Solana, que si no es judío practicante, se ha mostrado siempre como un trilateral redomado.

El gobierno mundial abomina de las enseñanzas de Cristo y se está entendiendo con los islamitas para proceder a un segundo arrasamiento de Europa. Sobre Pristina, la Pristina de los latinos, en cuya lengua quería decir la Primera, y la antigua residencia de los zares serbios,  se abate un bosque de cimitarras amenazantes. Brillan los alfanjes y se escuchan las ráfagas de los Kalashnikovs. La historia del santo niño astur galaico se repite en la persona de Milsosevic acusado de criminal de guerra por no haber querido ceder al Turco la sagrada tierra de Kosovo y Metopia. La supositicia de los verdugos británicos imperialistas, siempre jugando al tresillo de sus intereses desempeña  una importante baza en todo este negocio. Es para echarse a temblar que un país que se dice cristiano, pero donde mandan los judíos desde Disraeli y Lord Templewood, se ensañe contra los serbios. Tenemos a la vista una verdadera guerra de religión, mientras el papa polaco ha enmudecido extrañamente ante los atropellos aliados. Quizá es porque no tiene la conciencia tranquila. A este calamitoso estado de cosas ha desembocado la manida Teología del Holocausto. Holocausto, desde luego. Pero ¿ a cuál de ellos se refiere Su Santidad?

Vemos el mismo latrocinio, la cara de odio. Los morancos vuelven a hacer de las suyas. De nuevo está a las puertas de Viena, de cuya llave son dueños los súbditos de Su Majestad Graciosa, mientras los alemanes tragan, la horda tártara, se ven por las pantallas a todas horas- debe de ser una consigna del Gran cofrade - las agujas de los minaretes sarracenos taladrando el cielo con su dardo amenazante.  Esto tiene todos los visos de cruzada al revés. Clinton, con sus pretorianos al lado, es el que lanza el grito de “Alá es el mayor. No hay otro dios que Alá”, y envía sus escuadras de portaviones contra un país diminuto pero lleno de dignidad como es Yugoslavia. Ochenta colosos formidables contra uno. Ya podrán. La pasada conflagración contra los serbios, tan sórdidamente comenzada y tan extrañamente concluida, puede que sea el principio del fin. El enemigo del género humano no ha cambiado de táctica. Se hace pasar por santo y, a veces por papa, al que todo el mundo está en la obligación de rendirse a sus plantas. Es un villano y un matasiete. Lo llaman el cálido, el piloso, el homicida; y, no en vano, a lo que se ve. Por algo será.

Un  furor antiguo pega aldabonazos. Aquellos que les quede un poco de dignidad y de decoro y cierto sentido de dignidad  no tendrán otro remedio que menear la cabeza con tristeza. De nuevo los Opas y Ulfilas de  turno están abriendo los postigos del recinto a los piratas berberiscos, echan abajo los quiciales para que entre toda esa algazara. Son puestas en juego las muletillas de antaño y se escuchan todos los tópicos y las tonterías que se dicen durante la chicad. No es lícito enrolarse en la cruzada.  Pero los amos del mundo han dado el visto bueno, conculcando el derecho de gentes, a la chicad contra Yugoslavia. El ambiente está muy cancerado y la herida del mundo, por causa de la gangrena que lleva en el alma el pueblo que mandó crucificar a Cristo, emana un tufo inaguantable.

 Hablan de limpieza étnica, como si los árabes no la hubieran practicado en Europa, a conciencia y sin contemplaciones durante muchos siglos, como prueban los ejemplos de los mártires de Córdoba arriba señalados.

El oriente cristiano está acostumbrado a hundir la cabeza bajo el ala y volver la otra mejilla cuando viene  el turco. San Isidoro exhorta a la mansedumbre y a la aceptación del otro. Tenía más razón que lo que era: un santo. Pero esa visión utópica de las cosas de tierra poniendolas en la misma ringlera que las celestiales no es una razón practica. San Agustín, que sabía más que Cardona, también es un abanderado de la tolerancia étnica y la libertad religiosa, pero al propio tiempo pregonaba la conquista de la utopía, un poder mundial o ciudad divina que sancionase la convivencia entre los humanos a partir de la doctrina del NT  Con lo que su influjo en la mentalidad medieval y en la forja del papado jerárquico fue enorme. La consecución de la utopía abarcaría a los hombres de todas las razas, latitudes, y épocas. Pero esta tolerancia, anexa al cristianismo interior, basado en   el Amor Divino no llegaría nunca a ser puesta en práctica por el cristianismo exterior, la burocracia, el papeleo inherente a toda estructura social. La casuística y la estadística vencen casi siempre por abrumadora mayoría. La maldad y el pecado ganan siempre varias cabezas de ventaja. Por otro lado, las otras dos grandes religiones monoteístas, no ya tan sólo se mofaron de la credulidad que presupone que el ser humano vive en un estado de inocencia, sino que combatieron al Amor y le hicieron la guerra. No puede decirse que moros y judíos hayan sido precisamente tolerantes con la religión verdadera, aunque apeen su argumentación sobre los supuestos excesos cometidos por uno cuantos cruzados o la avilantez de ciertos personajes que han subido las gradas del altar de San Pedro. La acción del Islam supuso la aniquilación y el exterminio de las florecientes comunidades cristianas del Norte de África y del sur de España. Caería  la cultura visigótica. Los supervivientes de aquel holocausto tuvieron que ir a buscar refugio a las fragosas sierras cántabras.

 

En 1099 Raimundo de Peñafort funda las Hermanos Hospitalarios de San Juan de Jerusalén para socorrer a los cristianos de la primera cruzada, víctimas de la degollina o de la desbandada. Se comprobó que para llevar a cabo su labor humanitaria se necesitaba no sólo la fe sino el poder de la espada. Este primer núcleo de hospitalarios es el germen de las Ordenes Militarizadas. La actitud sumisa de los católicos ante la avalancha árabe que había llegado más allá del Loira (incluso entraron en Roma), haciendo del romano pontífice pechero del sultán es a partir del siglo XII que cambia. Se trata de una mecanismo defensa con cifra de agresividad moderada.

Los historiadores al uso -un espíritu que nació a humos de la Revolución Francesa- en su ceguedad volteriana se ensañan contra la Iglesia y fundan su argumentación anticatólica en las tropelías y excesos cometidos por las turbas de descamisados que aparecen  tras las predicaciones de aquel Pierre L`Eremite, aquel santón francés con trazas de iluminado,  que, estando un día en oración ante la tumba de San Pedro, escucha una voz extraña que le habla de la necesidad de rescatar los Santos Lugares. Una autosugestión personal la convierte en oráculo.  Se entrevista con el papa Urbano II, quien le delega para que vaya por los caminos del mundo anunciando el contenido de su revelación a las pobres gentes poco duchas en Teología. La revelación era una rebelión en toda la regla, con que la Iglesia se disponía a salir del marasmo causado por las disensiones entre el papado y el imperio germánico. Esta vez la divinidad se sirvió de un loco para encarrilar los proyectos de salvación transformadora. Ocurre con harta frecuencia.

Cesar Cantú afirma que fue el movimiento más importante desde la natividad de Jesús, que cala a todas las capas sociales, pero esta opinión del historiador italiano no la comparte la mayor parte de los que escriben iluminados por el candil de la Ilustración. Su obcecación les torna miopes y parciales. Aplican el rasero crítico de los tiempos modernos al Medievo. Ahí subyace una petición de principio, porque no se puede utilizar términos unicolores. Las palabras evolucionan y cambian de sitio. El cristianismo no es el resultado de una teoría estanca sino que se mueve al compás del avance de la misma vida. Tampoco se puede decir que es una institución judaica. Nacida del AT incorpora, sin embargo, creencias ancestrales de los mitos paganos. Entre los visigodos esta presencia romana es ineludible. El Cister se propone resucitar esas vivencias del mundo romano en abierta confrontación con los Hijos de Sem y de Jafet, que subyugaron al cristianismo. Anteriormente, los mozárabes tratan de adaptarse a los dominadores islámicos. Por desgracia, esta conato de adaptación no daría fruto  y, en definitiva, aquellos que eran perseguido en Córdoba o en Toledo se refugian   en las montañas, buscando la custodia de los primeros condes castellanos y de los reyes astures.

Ello  fue que por estos pagos del desierto de la Pedriza desde la marca de Sepúlveda, la septem publica, porque tenía siete puertas en tiempo de los vacceos y los romanos, según rezan alguno textos del   nuncupativo fundacional, siguiendo las hoces del Duratón hasta Fuentidueña y más allá, se organiza la primera gran Tebaida española. Otro lugar sería el Valle del Silencio en el Bierzo.  Guardando la normativa  tradicional  cenobítica relacionada con el yermo del Nilo hombres y mujeres se visten de marlota, a imitación de Juan el Bautista, se  alimentan de hierbas y de cardos y organizan su vida conforme a los estrictos cánones de renuncia evangélica, rezan por el mundo, incluso por sus perseguidores y viven en comunión con la naturaleza, y además, luengos años. Porque como anunció Jesús, “ el que busca su vida la perderá y el que la pierde la ganará”. El primer monaquismo encuentra ascendencia en los patriarcas bíblicos. Es un deseo de abstraerse para conocer la voluntad de Dios a cada instante.

 Los patriarcas del AT gozaron de días dilatados. Adán se quedó a las puertas de ser milenario. Por unos meses no llegó a cumplir el milenio y Noé, el patriarca Abrahán y Noé alcanzaron los seiscientos años de vida. San Antonio Abad rindió su espíritu a los 120 y así otros muchos, porque los cartujos ninguno suele bajar de los 80. ¿ Cuál es el secreto de que estos preclaros hombres y mujeres de la austeridad, la simplicidad y la inocencia gocen del don más precioso y solicitado del ser humano en los albores del 2000? Todos hacían poco ejercicio, ayunaban harto y se cuidaban poco de sí mismos, a redropelo de lo que se estila hoy. Quién busca su vida la perderá... ¡Lo llevamos claro!

Las espeluncas monacales de este apartado sector de la provincia segoviana y las Médulas, esos mojones de sangre roja, en el corazón del Bierzo, que tantas similitudes guardan por su orografía escabrosa y apartada, serán andando el tiempo dos bastiones templarios.

Ninguna otra región española va a contar con un número tan vasto de iglesias y monasterios como estas dos parameras. Sin embargo, la segoviana se distinguirá y aventajará a todas por la gran cantidad, si no la calidad de monumentos románicos que aquí se edifican aprovechando aras celtas o romanas. Prácticamente, un monasterio en cada valle, y una iglesia o un propileo en cada alcor. A una sociedad declinante corresponde una religión montante, pero la religión que surge no era del todo nueva. Se ha decantado y acrisolado, pero los ritos son los mismos.  Los dioses paganos, bautizados por el tesón de aquella fe vieja y ancestral, se quedan en sus puestos aunque con otro nombre. Se aprovecharon las piedras y los mojones. Sólo cambiaron de apellido las deidades. Una religión que nació del judaísmo y del apóstoles en parte tiene poco  que ver con sus orígenes. Pero tampoco conviene ser puristas ni alarmarse. Cristo, el alfa omega, medida de todas las cosas, así cambia el mundo.

Esta es la zona elegida por los cistercienses llegados de Francia como base de operaciones en su afán de difundir el culto mariano, roturar campos, plantar viñas (gran parte de los majuelos que se desceparon en Fuentidueña cuando se implantaron las cooperativas y España empezó a beber whisky y cerveza a todo trapo, habían sido colocados en las laderas, al abrigo de los cierzos por una mano firme y sarmentosa de viejo monje templario que creía en las propiedades eucarísticas del vino) invocar a la Trinidad durante siete veces en el transcurso del día y velar por la seguridad de la población bastante nutrida y numerosa e integrada por individuos procedentes de todas las etnias, hispano visigóticos, los antiguos celtas, judíos y  musulmanes.

La orden cisterciense, que es la primera de la Iglesia en abolir la esclavitud, va a ser una especie de crisol de culturas.

Como es fácil de comprobar en la iconografía del humilde románico rural de esta comarca, los alarifes árabes dejan estampar su influencia en los tímpanos solemnes y en las ventanas abocinadas o geminadas de los ábsides de tambor, donde la decoración de los capiteles prefiere la decoración vegetal al rostro humano. Dijo Papini: Cada capitel románico aboceta un ideograma del Apocalipsis. El Fuero de Sepúlveda y las cartas pueblas de Alfonso VII el Emperador - se coronó en León en 1135 - demuestran este afán integrador de todos sus vasallos, judíos, moros y cristianos, en la religión verdadera.

Cierto que se combatía al moro, pero, una vez ganado, se le dejaba vivir en paz, sin  hostigamiento permanente. Iscar, Cuéllar, Peñafiel, Fuentidueña. Coca, Ayllón, Aguilafuente eran villas donde el impulso cisterciense se deja percibir y albergaron dentro del encintado amurallado, o en el alfoz, un gran componente étnico. En las villas castellanas más importantes había siempre una judería, una alhama o “rabad”, de la que parece proceder arrabal que era el sitio destinado a la población muslímica en una especie de casa fuerte a las afueras.. O un “call” en Cataluña. El reinado de este monarca castellano que había heredado de su tío Alfonso VI la tolerancia para con las otras tres religiones y de su padre, Raimundo de Borgoña, los aires europeos y de reforma religiosa, va a resultar un equilibrio de fuerzas y el equilibrio hubiera resultado hacedero, de no haber mediado la intolerancia y la crueldad de los almohades. Pero no nos engañemos; las tres religiones se soportaban, pero en realidad de verdad, el clima de recelo y de sospecha no llegó nunca a alcanzarse.

El halo aguerrido cisterciense, según la vehemencia y apasionamiento de su fundador, no era un argumento ad hóminem. Por desgracia este sello no fue respetado siempre. Hubo lamentables excepciones como en la cruzada de los albigenses, confiada por Inocencio III a los cistercienses de Osma. Santo Domingo de Guzmán era canónigo cisterciense en Osma antes de fundar su propia orden de los dominicos. En esta campañas que contó con los excesos y tropelías de simón de Montfort, cuando se crea la Inquisición, que, contra lo que algunos sostienen no es una institución española, sino francesa, se advierte que el hombre con harta frecuencia tuerce los senderos del Señor. Pero ahí intervienen factores exógenos y hasta patológicos, como la lucha política, la codicia y otras miserias humanas.

Hay un románico de sillares y otro mudéjar que se extiende desde Cuéllar, la antigua Collenda romana, hasta la capital vaccea y una de las más ricas por lo que guarda de síntesis de España que es Arévalo. En todo este radio de acción vemos la influencia templaria y la de los monjes bernardos o bernardos.

Cabe pues hablar de un verdadero anillo de oro integrado por este grupo de monasterios segovianos. Un segundo aro de defensa de la cruz frente a la media luna sería erigida entre León y Pontevedra. El Cister se convierte, pues, en matriz del Temple, pero esta nueva visión no nace por osmosis ni por generación espontánea. Hemos visto a San Frutos y a sus hermanos rehabilitar las antiguas tebaidas. Caminando por la cuenca del Duratón encontramos las famosas grutas de los siete altares, una serie de aras empotradas en la roca viva con un arco de herradura y decoración jeroglífica. En estas catacumbas ancestrales se comulga con el espíritu de Cristo, asimilada a la cultura de otras deidades sincretistas. Hay necrópolis visigóticas en Sebulcro, La Molinilla, el Monte de la Hoz. Es un paisaje cósmico, como lunar, más cerca del cielo que de la tierra. Se alzan las rasas sobre los tajamares, espolones y peñascos acuchillados o piedras grajeras en los que hacen nido ahora el buitre y las águilas de Burgomillodo. Los ergastularios  divinos, ávidos de un género de vida semi salvaje y penitente, se escondían aprovechando los clavijeros o cavidades de roca de lo que en otros periodos geológicos fue ribera del ancho mar. Recientes  hallazgos osteológicos de fósiles, de animales marinos muy abundantes en la región, así lo corroboran.

Al monasterio benito de San Frutos se llega desde Villaseca. Está emplazado sobre un península y los muros del antiguo recinto se miran en el espejo glauco y sombrío del Duratón empinándose sobre el abismo mismo. Dicen y con  razón que el que, por promesa se atreve a circunvalar de rodillas la ermita del santo, como se hacía antaño y parece que algunos audaces lo consiguieron, no le volverían a doler las muelas. Un paso en falso y te despeñas. La religión hostigada y perseguida vino a acogerse a estos ríspidos e inaccesibles breñares. Allí no podían llegar los moros porque se alzaba contra sus aljubas desde los cuchillares de la altura el cayado fantasmal de San Frutos. Y, santo y todo, era al parecer un hombre con toda la barba, aunque prefiriera utilizar un procedimiento que entre los celtíberos viene a dar resultados, porque aquí no hay una estirpe propiamente dicha, cada uno es hijo de su padre y de su madre, y andan los tiempos muy revueltos y el personal muy mezclado y entrometido el uno con el otro: la fuga penitenciada. Hubiera podido sentar la mano contra el infiel, pero Dios permitió que al golpear la tierra con su garrote se abriese una zanja entre el santo y sus  perseguidores. San Frutos es como un nuevo Moisés segoviano. Esta tierra recia, algo resquebrajada y dolorida, muestra desde muy antiguo una fuerte prosapia contemplativa. A romper con todo, callar, largarse al desierto. Somos demasiado roqueños para estar juntos. En soledad, nos volvemos tiernos y, si trasplantados, somos cosecha del ciento por uno. Quizás para nosotros el misticismo haya sido lo más fácil. De los hombres fiamos poco y a Dios se lo damos todo, pero ¿no será ese Dios un apéndice del yo que nos martiriza, una excrecencia fantasmagórica  de nuestro propio egoísmo?

 

Es el eremitorio lo que se dice un verdadero nido de águila. El priorato, según su acta fundacional, fue levantado, años adelante por una donación efectuada por Alfonso VI, como dependiente o anejo  del Monasterio Silense  el 1073. Pero, como digo se asienta sobre otro mucho más antiguo en el que habitó san Frutos(642-715) que vivió en esta soledad entregado a la oración y a la penitencia, con una manojo escogido de discípulos, después de haber ocupado la silla episcopal de Segovia. Todavía entre las ruinas campea el blasón señorial de Silos (una espada inversa tronzada en báculo, con los gavilanes en forma de alguaza con una corona en el vértice y otra por cada cuartel con borde de enarma o empuñadora del broquel, pero también pueden ser sendas aldabas) sobre el dintel. Son las ruinas de una montaña sagrada. Con esa tendencia a esquematizar y a comprimir se cometen atentados a la verdad, pues parece ser que la interacción entre los benedictinos y los cistercienses es más fuerte de lo que se supone.  Los monjes blancos que no son más que el envés de la moneda mejoran y reforman la Regla de San Benito; y tanto  es así que sin ningún problema se permitió el asentamiento de los cistercienses sobre lo que era fundo de los benitos.

El conde Fernán González había otorgado al abad de Cardeña en 932 una “monasterio en santa María de Cardaba pro pastura, allí donde se había aparecido la Virgen al Beato Juan de Paniagua”. Doce años más tarde, se donó a su vez por el conde Ánsares y su mujer, doña Gontroda, estos armentos, y en la escritura se habla de la tierra de Montelium (Mondejo) y de Aderata (Torre Adrada), así como Sannoval(Sandoval).

En los “Anales del Cister” el P. Manrique certifica que en las Cuevas de Peña Colgada habitaron siempre ermitaños y que en una de ellas vivía un anciano anacoreta llamado Juan de Paniagua. Su sepultura, objeto de devoción en los sexmos de aquella redolada, hizo muchos milagros. El primer convento cisterciense de Castilla se coloca bajo la protección de Santa María y de Juan, esclarecido no sólo con el don de milagros sino con el de fervor de la Virgen Bendita, que solamente en esta provincia del riñón de las Españas recibe hasta casi cuatrocientas advocaciones, correspondientes hasta otros tantos humilladeros, ermitas y santuarios de mayor o menor rango. Hornuez, el Henar, la Soterraña, El Rehoyo de Membibre, que tanto veneraba mi padre, y la Fuencisla, se llevan el lauro, pero hay muchas más casi tan desconocidas como sorprendentes, porque la devoción romana al culto de fecundidad, Cibeles para unos y para otros Afrodita, debió de arraigar de firme entre los vacceos.

El cristianismo no hizo más que, amen de dulcificar las costumbres aguerridas de aquellos bárbaros,  proyectar esta veneración filial por la madre tierra, que aparece en su carro tirado por dos leones rendidos, empuñando un cetro y una corona, símbolo de soberanía y de reposición, cambio, en el ir y venir de las estaciones y de los ciclos, que velaba por  las cosechas y por  los hombres, hacia la Madre de Cristo, que ya aparece radiante en la vulva mística de los impresionantes frescos de Maderuelo.

En Fuentesoto hay una fuente que llamamos la “Fuentona” con forma de vagina. De niño me pasaba horas extasiado cara al raudal estallante.  El agua parecía igual, pero nunca era lo mismo. Líquenes verdes y  guijarros de varios colores tamizaban el fondo cristalino. La tierra rompía aguas. Los arabescos de la reflexión de la luz del sol contra la concavidad del peñasco juguetones hacían cabriolas y a mi me parecían ángeles cantando a la parida, mientras llenaba el botijo. ¡Salve,  linfa que manas este casto regocijo!

Sobre ellos se comprime esa impronta que es a la vez tierna y tosca, reflejo de esa pureza campesina. Arte primario y agricultor, pero un fervor rudimentario accionado por la chispa de una inspiración sublime. El castellano se hace albacea de ese sentido místico religioso hacia la tierra y hacia la diosa que depara las cosechas de los latinos. Olvidando sus verracos celtas que todavía siguen mugiendo desde sus casi soeces formas de Guisando y sus símbolos concupiscentes de la coyunda que no cesa, empezó a amar a la Diosa con todas sus fuerzas. Estábamos como cansados del mundo y avergonzados de nosotros mismos. Había que huir, marcharse a otra parte, hacer las Américas. La tierra era dura e ingrata. Luego, la gente no se llevaba bien. Había envidias, peleas, enfrentamientos por la herencia. No hay nada que hacer para los segundones. Me marcho a Alemania, madre. Hijo, no cojas frío. Aquí va este escapulario de Nuestra Señora que te sirva. Y la efigie querida de la Madre Hermosa despedía como un calor en nuestro pecho que contrahacía toda la falta de ternura y el cariño que no nos supieron dar las madres terrenales. Aquella imagen era un rostro dulce para lidiar  en tiempos muy duros. Fue nuestro gran amor, el único que conocimos. El que no falla. Creemos en ella porque estamos seguro de que la rueda de la vida no se detendrá cuando nosotros faltemos.

Resulta  un sinsentido de la naturaleza que un pueblo tan austero en expresiones  hacia fuera, y tan parco en palabras, reserve lo mejor de sí para Nuestra Señora. Aparece esa constante en Berceo y en las Cantigas. Castilla empezó a hacerse cristiana a través de la Madre del Verbo. Lo lleva en la masa de la sangre y  le entra por los ojos. Era algo que ya tenía de antemano. Desde este presupuesto iniciático podemos meternos en el dédalo románico. Dejemos una cuerda atada a la manija de la aldaba, como  Anteo, quien se fiaba poco de su torpeza, a la entrada del Laberinto. Creta no sólo instituyó el culto al Minotauro sino que fue donde estaba el hilo de Ariadna, el principio de la Gnosis que tuvo rostro de mujer: Mitra, Afrodita, Venus y otras alusiones a la fecundidad y al triunfo de la vida sobre Tanatos. Está pegando a Efeso donde se cantó por primera vez el “Agatonik”(Alegráte, Madre de Dios) o el Akathistos que los cristianos orientales cantan de pie recitando las 24 estrofas de este hermoso ditirambo mariano, y así se viene cantando desde el año 626 en que fue compuesto para conmemorar la victoria del emperador Honorio sobre los escitas gracias a la intercesión de la Virgen María. Pero no nos vayamos por la tangente. No queremos perdernos y divagar: para entender el significado del Cister hay que tener delante todos estos contextos de Deípara, Deigenitrix, Potens, Fidelis, Sedes Sapiaentiae, etc.

La historia, al contrario de lo que quieren algunos alacranes (¡ pica tanto y escuece y con frecuencia es mortal su aguijonazo ¡), partidarios del raspado de memoria y de los lavados de cerebro, no es una raya continua. Sigue las evoluciones alifares. Es en conjunto un arabesco con rectificaciones de línea, tachaduras, cambios. La trayectoria no se pierde ni claudica porque el maestro que diseña los alboaires de la bóveda de cañón tenga un mal día, se le hayan cruzado los cables o lo haya echado a rodar, dándose al vino de la ira, la guerra, o la venusta molicie.

Un buen día despierta el alfarero de su borrachera y se pone manos a la obra tirando por otro camino. No se pueden aplicar baremos sólidos a las cosas, porque la vida es solo consecuente consigo misma: su variedad y mudanza pavorosa.

Mas, por lo que se ve, hay algunos audaces a los que gusta conducir temerariamente por las autopistas de la sinrazón. Invaden el carril contrario y pisan la raya amarilla. Son los nuevos kamikazes del arcén. Así luego aparecen tantos cadáveres de muerto en carretera fin de semana. Los muertos hablan,  ríen, se tiran pedos y sueltan coces últimamente, o se las dan de novelistas. Los hijos de Julián Marías preponderan en esta charca de ranas en que se ha convertido la cultura de últimas. Uno de esos batracios vino a croar hace poco  lo siguiente:

- San Bernardo era un fascista.

- Hombre, Don Álvaro, ¿cómo me salta con ésas? Yo le diría, fíjate, que más bien no, y según y como. Y al revés se lo digo para que la vista del ciego se aclare y los oídos del necio se hagan con entendederas.

- Pues le digo yo a usted que era la violencia personificada.

- Caramba, mister  Pombo  cómo la lleva hoy vuesa merced. No sabe porque no lo ha leído o lo ha leído mal seguramente que el padre de los monjes blancos fue el primer defensor de los judíos que nació en la Galia? Si es un fascista el que defiende a los judíos desde el púlpito, la cátedra y el libro, pase el adjetivo calificativo, que hoy se ha convertido en un terrible anatema. Pero, si no, me parece que con su libro donde ensarta una serie de venablos jupiterinos contra la institución del monacato, ha metido el cuezo hasta el corvejón. Y ahora así se lo pagáis. No tenéis perdón de Dios porque desconocéis lo que significa la gratitud. Está visto que con los de esa especie, que es la de quien me habla, por su mala índole y por su protervia, hay que utilizar la tranca, pues tanto les va la marcha.

- Un fascista a secas. No hay más que hablar.

Y el escritor en ciernes, de ojos gatunos, se mesó la media barba y giró sobre sus talones con gesto imperativo. Y yo no fui capaz de contenerme. Había que decirle a semejante plumífero algunas cosas bien dichas. Porque al Cid nadie le mesa la barba y un judío que se la mesó a Cristo, de puro miedo, se convirtió.

- Menos mal que no le ha llamado lo que es usted. Por lo menos, no se dedicaba a rondar efebos por el Parque del Oeste, como hace Su Reverencia alguna veces. Es un axioma indeclinable en estos tiempos que vivimos. Si no eres marica, lesbiana revanchista, o de la cuerda del Ansón o de Polanco, olvídate de publicar. Si aparte de invertido, defiendes la aljamía, como le pasa a “la” Gala, eso sube la nota. Si, a falta de pluma, te regaló Naturaleza una nuez de Adán que sube y baja como el azud de una noria, y te parece algo a D´Artagnan, tus libros figurarán en la lista de super ventas.   

Así está el panorama. Los cristianos se hacen moros, los cisnes se convierten en gorriones. Y Dios te coja confesado si no judaizas o apostatas en esta corte que no es la del cuarto de los Felipes sino la del primero de los Borbones Rehabilitados que reina a la sombra de la herencia del dictador. El Cister es una de las pocas cosas dignas que nos quedan. Hay quien la emprende a golpes contra sus ruinas, y es que debe de ser porque sigue  pegando fuerte a juzgar por los contumeliosos ataques de los que es objeto. La horda sectaria siguen zurrándole la badana a los monjes blancos. Ha sonado la hora ciega de las tinieblas y de la perfidia. Quieren tronzar el árbol de la cruz. Se ven impotentes. De ahí su rabia. Pero tampoco habrá que tomárselo a pecho. Ya caerán.

Quizás esta orden,  coetánea del Cid, esté ganando batallas después de su muerte, tal cual. Allí donde aparecen estos hijos de San Bernardo no se aproxima el Infiel ni se entregan los reyes de taifa con la alacridad acostumbrada a sus expolios estacionales. Eran buenos agricultores, mas no por eso, se llaman a parte cuando se sienten conminados por algún intruso. Allá cruces se convierten en lanzas. Gente prevenida en frontera, el fundador de Claraval les quería unidos y recios. Eran especialistas en el cuerpo a cuerpo con los árabes. Las rutas de acceso con el Paular por Navafría eran guardadas por ballesteros de la comunidad del monasterio de Santa María de la Sierra. Al estudiar este anillo de oro o cíngulo estratégico, especie de avanzadilla de  Castilla en impulso hacia Toledo, el ojo se detiene ante los gruesos muros y profundas arpilleras de estas moles castrenses de las fortificaciones que se desamarraran por la cornisa nororiental segoviana.

 La arandela cenobítica sujeta los arribes del Duero poniendo contrafuertes de defensa a lo largo del Duratón y del Cega, se expande hasta las vegas de Peñafiel desde la roca tajada de San Frutos. Así llamada para conmemorar un milagro que hizo Dios.  Todavía se ofrece a la vista del que quiera ver la famosa cuchillada por donde se despeñaron las tropas del califa.  El siervo de Dios, cuando una jarca de bandidos iba pisándole los talones, se encomendó a la Virgen. Al punto, debajo de su cachava, nota cómo el suelo cede y se abre una enorme sima donde sucumbieron los que iban tras él. Sin embargo, tanto él como sus “hermanos”, Valentín y Engracia (aun está por evaluar el parentesco, puesto que un estudio de las costumbres eclesiásticas desde el punto de vista del celibato, tasado y recomendado por el concilio de Elvira, pero que no adoptaría como norma hasta Gregorio VII en el siglo XI, nos alerta como hacedero el que ambos discípulos no fuesen sino la mujer y el hijo del santo obispo) salieron ilesos. San Frutos pudo alcanzar aquel paraje sublime, lugar de contemplación.

Los primitivos monjes del denominado Priorato de San Frutos estaban en estrecha relación con los de Santa María de la Sierra y los de Sotos Salvos, aunque unos dependían del abad de Silos y otros del de Cardeña. Bernardos y benedictinos, en un principio, colaboran, no se hostigan, a lo que se ve en esta empresa de armas tomar. Por desgracia, los condes de Castilla, siempre a la greña con el reino de Navarra, Aragón y León, no imitaron esta conducta de fraternidad de los frailes, los cuales no se entrometen ni se llevan a matar, como con harta frecuencia suele suceder en una pueblo tan individualista y suspicaz como es el castellano, dejando que el espíritu de cada Orden cuaje, sin interferencias ningunas.

Años adelante habría- como no - cisiones, fricciones y roces, hasta el punto de que con la muerte de Benedicto a finales del siglo XIII la relajación fue pavorosa y Martín de Vargas tendría que reconstruir la institución de arriba abajo porque se había traicionado al espíritu y la letra de su fundador. No hay que dejar de reconocer que el horario de los bernardos no dejaba hueco alguno para la intimidad.  Regimentaban a toque de campana sus actividades. Trabajaban, rezaban y comían juntos. Sus horas de sueño transcurrían en dormitorios corridos y, por otra parte, la norma de silencio no era tan estricta, como al principio, por lo que postulantes y profesos se entregaban con frecuencia a conversaciones excusadas, surgían rencillas y desavenencias, como en cualquier grupo humano. Terrible cosa es en los conventos la murmuración.

 

San Bruno tuvo la caución previsora, para evitarse líos, imponer en sus casas el  gran silencio a rajatabla. Un hechos vale  por mil palabras y el silencio es oro. Era un gran psicólogo, conocedor de las flaquezas de la raza humana. Sin embargo, cartujos y cistercienses empiezan a rodar su andadura monástica guiados por un mismo espíritu de búsqueda de la excelencia en las cosas del alma. No embargante esta altura de miras, a veces resulta penoso acercarse a la consumación de ese ideal. Quienes piensen que los monasterios son ínsulas de paz a veces tienen ideas equivocadas. Ya no hay paraísos. En el claustro la vida es muy dura, máxime cuando el aislamiento y la rutina dificultan y transforman la convivencia. Estos cenobios, al principio en precario, luego se enriquecen y se hacen poderosos. La disciplina se cuartea. Al final de la Edad Media se hace de notar las dificultades que encuentra la vida monástica en Alemania, en Francia o en Inglaterra, y nada se diga en Italia, que en punto a corrupción eclesial siempre se ha llevado la palma. Muchos rompían el voto, asesinaban al abad, como pasó más de una vez, y se tiraban al monte, convirtiéndose en disolutos y facinerosos exclaustrados, los giróvagos, andariegos, amigos de lo ajeno, borrachos y violadores, que no se sujetaban a ninguna norma y sembraban el terror por las aldeas.

Con todo, los cistercienses no parecen ser los peores. Destacan sobre todo los de las ordenes mendicantes. Casi todas las sectas de iluminados, según se comprueba al cotejar algunos procesos de la Inquisición, se ceñían los lomos con el cordón de San Francisco. Y hasta entre los cartujos se comprueba ese desencanto con la forma de vida abrazada. Muchos pronunciaron un voto que luego son incapaces de cumplir.  El Lazarillo, que es una sátira implacable contra las corruptelas del clero, ofrece el caso de aquel cartujo que, llevaba un doble y vida, y acudía, so color de ir a pedir limosna para el convento, a entrevistarse con una entretenida. El padre Anselmo, que así se llamaba el tal, murió, al parecer de muerte natural, entre los brazos del pícaro redomado que era Lázaro de Tormes y que le había entrado a servir en su ermita como criado. Su albacea marcha en hábito penitente a dar la noticia del buen ermitaño al que ya no le dolía nada “pues hará siete días que lo dimos tierra” y le reciben anhelosos y expectantes, al fondo de una escalera oscura, la mujer, la “ suegra” y tres niños, supuestos hijos naturales del cartujo incontinente y a los que con sus limosnas sustentaba. Al ver a Lázaro de Tormes los niños dicen”: Éste no es papá” y la buscona se destapa con el siguiente parlamento:

“Estando en la villa de Dueñas, seis leguas de aquí habiéndome quedado estas tres hijas de tres diferentes padres, que, según la más cierta conjetura, fueron un monje, un abad y un cura, porque siempre he sido aficionada a la iglesia, me vine a vivir a esta ciudad para huir y evitar las murmuraciones. Todos me llamaban la viuda eclesiástica, porque por mis pecados todos eran muertos; y, aunque luego otros que entraron en su lugar, eran gente de poco provecho, de menos autoridad, y, no queriéndose contentar con la oveja, acometían a las tiernas corderillas. Viendo, pues, el peligro evidente, y que la ganancia no nos podía pelechar, hice alto, y asenté aquí mi real, donde a la fama de las tres mozuelas acudieron como mosquitos al tarugo; y de todos, a ninguno me incliné tanto como a los eclesiásticos, por ser gente secreta, rica, casera y paciente. Entre otros  llegó a pedir limosna el padre Anselmo, que viendo a esta niña le hinchó el ojo, y con su santidad y sencillez me la pidió por mujer; dísela con las condiciones y capítulos siguientes: Primera, que se obligaba a sustentar nuestra casa, y que lo que pudiésemos ganar sería para sustentarnos y para ahorras. Segunda: que, si mi hija tomase algún coadjutor, por ser algo decrépito, callaría como en misa. Tercera: que todos los hijos que ella pariese, los había de tener por propios, y que la hacía su legítima heredera. Cuarta: que no había de entrar en nuestra casa cuando viese a la ventana jarro, olla o vasija, que era señal que no habría lugar para él. Quinta: que, cuando él estuviese en casa y viniese otro, se había de esconder donde le dijésemos, hasta que el tal se fuese. Sexta y última: que nos había de traer dos veces a la semana algún amiguito o conocido que hiciese la costa, dándonos un buen gaudeamus. Estos son los artículos, prosiguió ella, conque aquel desdichado dio palabra a mi hija, y ella a él. El casamiento quedó hecho y acabado sin tener necesidad de ir al cura, porque él nos dio no era menester, pues lo esencial dél consistía en la conformidad de voluntades y en la intención mutua”

Es la otra cara de la moneda, pero la verdad es mucho más infausta de lo que quisiéramos. Este agrio y humorístico pasaje del anónimo autor de una de los libros más celebrados y debeladores de las costumbres eclesiales y que debía de conocer a fondo, puesto que, al parecer, debió de ser un fraile que colgó los hábitos y se convirtió en giróvago, descubre una cruda realidad. En algunas cosas Erasmo, cuyas ideas recoge nuestro primer novelista picaresco, llevaba bastante razón: el padre de la mentira había ingresado en los conventos, convirtiéndolos en patios de Monipodio y aposentos del libertinaje.

Sin embargo, estas excepciones no hacen sino demostrar la rectitud de la regla. El hombre tiene el alma cancerada por las malas inclinaciones. Sólo dios es santo, y justo. Únicamente, Él salva. En la organización monástica, aparte del aspecto humano, hay un componente de interés político y económico. La grandeza de estas instituciones hay que analizarlas a la luz del sentido de lo que va dentro. No lo que queda fuera, que nos lleva, naturalmente, a la corrupción y la licencia que ha desmoralizado al pueblo. La Iglesia mueve unas fichas de carne y hueso. Sus miembros no son serafines. El cuerpo pesa. Y con todo y eso, ello no tiene porque despojarnos de la fe.

Conviene tener presente que San Bruno, muerto en 1111, y que es coetáneo de la consagración de todos estos templos cuyo asunto nos ocupa, quiso dar a su instituto un talante de sigilo y huida. Un años más tarde y en escoltado por un cortejo de veinte nueve de sus arqueros, todos los cuales pidieron el hábito blanco, llamaban a las puertas de Clairvaux. El abad era un inglés. Se llamaba Tomas Harding.

 Cuando el papa llama a Roma al famoso canónigo de Reims para hacerle obispo, él huye a Calabria, donde establece su segunda cartuja. Ni condena ni aprueba los procederes eclesiásticos, inhibiéndose de cuestiones mundanas y recomendando a sus hijos que mueran a las cosas del siglo. Por el contrario, Bernardo, más decidido y vehemente, se compromete con el entorno y tiene la audacia de lanzar contra Honorio II, el cual frente a Alemania se había pronunciado a favor de Luis el Craso de Francia, un reprimenda”: El honor de la Santa Sede ha sido gravemente comprometido bajo vuestro pontificado”.

Como buen cartujo, y aun siendo consciente de estos males causados por la malicia y la ignorancia o el despotismo humanos, calla. El cister pone enmiendas a las constituciones benedictinas. Los cartujos también se proclaman los monjes blancos pero su Regla, que es hoy la misma que en el siglo XI, y profesan el misterioso apego a la Reina de la Sabiduría en sus costumbres que los hijos del doctor Melifluo, nunca reformaron su observancia. Por eso se dice: Cartussia nunquam reformata, quia nunquam deformata.

Por una lado, el entusiasmo bernardino y por otro el mutismo cartujo son los dos pilares sobre los cuales se apea la grandeza de la Iglesia Latina medieval. Cister y cartuja caminan al unísono y ambas lograron dar un impulso al catolicismo que sigue infundiendo energías aun en el tercer milenio. En ello se ve sin duda el dedo de los designios divinos.

Sin embargo, dentro de la vida secular, lejos del claustro, el clima de rencillas entre  las distintas monarquías o los escándalos de la política de los estados pontificios han enturbiado el panorama. Las discordias y recelos a cargo de los reinos de León y de Castilla, y con Navarra haciendo de peón de brega, alargó la empresa de la Reconquista. El clima enrarecido se proyectaría después a las guerras de credo en la edad moderna, que no son más que una secuela de las reyertas de Trono y Altar y alcanza casi a nuestros días.

Bien claro y sentado lo dejó dicho el Señor cuando anunciara que su reino no era de este mundo. De ahí que la fuerza y el carisma del pacto con Dios no haya que ir a buscarlo en la hojarasca de las apariencias internas o jerárquicas. Lo que vale es el Cuerpo Místico del Salvador Mesiánico, del Eleuterio. Cuanto más miro estas ruinas de los collados de mi pueblo más convencido estoy de ello. Sus sillares desmontados y por los suelos siguen emitiendo ese mensaje de esperanza.

Ya sé que la adaptación al siglo de las cosas de Dios siempre será difícil. Todo lo demás no es más que encaje de bolillos. Ese ir y venir de las ambiciones humanas que llaman acarrear.

 

Hay que ceñirse   a la mentalidad cabal de siglo de las Cruzadas para  entender  este deseo de paz del yermo como un hastío provocado por las cosas de la tierra. Alfonso VII, a cuya donación y voluntad expresa, se debe la fundación de Sacramenia,  ha de pechar no sólo con los almohades, sino, por encima de todo, con las veleidades de su augusta, madre, doña Urraca, quien revolvió Roma con Santiago a fin de anular los esponsales con el padre del rey, puesto que, a decir de las malas lenguas, siendo moza se había enamorado del arzobispo Gelmírez, titular de la silla de Compostela. Razones de Estado determinaron casarla con Alfonso de Aragón. Esta díscola y entrometida  hembra, paradigmática  de las miserias y grandezas de la mujer carpetovetónica, que no se significa precisamente por la dulcedumbre, sino por lo extremoso de su carácter, empaña un poco este augusto reinado.

Pues, Don Alfonso,  pesar de que tuvo en ella a su genitora y a su verdugo, incluso sus enemigos lo llamaban “ el magnánimo “, y fue de talante conciliador. Otro, en su caso, hubiera derivado hacia una de esas peligrosas patologías en  que suelen degenerar los temibles complejos de Edipo, surtidor de psicópatas, homicidas y de tarados.

Claro es que en el siglo XII la psicología no estaba inventada. A mí siempre me pareció emblemática la presencia en nuestra historia de estas mujeres de rompe y rasga desde Doña Tota, aquella que subía al caballo para ir a guerrear contra la morisma, hasta Agustina de Aragón. Pero una nación marcada por el signo de Marte, y que, además, es un matriarcado, nada de particular tiene que acostumbre a criar estas furias. Las españolas, con frecuencia, son ásperas. Parece  un mecanismo de defensa para abrirse camino entre tanta crueldad. Este país es duro como su nombre y su maravilloso paisaje lo personalizan. Jano devora a sus hijos, y doña Urraca era una de aquéllas de rompe y rasga.

Los líos de familia proliferan por estos pagos ya mucho antes de que apareciese el “Hola”, único sustento intelectual de los pobres y de los ricos, un atavismo en sí que habla de la degeneración del gusto y la doblez ñoña y chabacana.  Nos privan las alcurnias monaguescas. Pero esto ya era así desde los tiempos. El misticismo, al que tan proclives somos, por otro lado, puede que sea una reacción hasta ese estado de cosas. Refleja un cansancio de los hombres sublimando ese sentimiento de fracaso hacia la búsqueda de Dios.

A Alfonso VII le tocó en suerte una de esas madres crueles y sin contemplaciones que tanto abundan y sólo cuando murió Doña Urraca conseguiría respirar tranquilo empezando a desarrollar el papel con el que le conoce la Historia. El de Pacificador, que corresponde al cliché de líder ecuménico puesto que trató de fundir en Toledo las Tres Culturas. Eso es como la utopía, pero, al menos, él la intentaría inaugurando una tradición que culminaría en su biznieto, Alfonso X el Sabio, quien estableció la Escuela de Traductores de Toledo.

Castilla, y más concretamente esta zona de las vertientes  del Duratón y del Cega sería repoblada bajo sus auspicios con antiguos moradores de la Penibética.  Suscribo este detalle de contraste para realzar la personalidad fuerte y magnánima de este reinado durante el cual se colocan las primeras traviesas de la unidad española. Don Alfonso respondió a su cognomen de “imperator” por su magnanimidad, la tolerancia, el perdón y el vivo interés por ayudar a moros y judíos después de la batalla de Jaén. A los vencidos envía hacia el norte para colonizar los arribes del Duero hasta Despeñaperros. Un siglo después de Calatañazor, el fiel de la balanza se inclinaba en poderío económico y en importancia   estratégica del bando de los castellanos.

Comulga con el espíritu abierto que muestra el Abad de Claraval que despliega a lo largo de su libro “ De Consideratione”, una serie de cartas al papa Pascual II que resultan un verdadero código de valores, amén de una suma teológica. Aboga por la igualdad de trato hacia los islamitas y hacia los judíos. Estos adquieren una singular preponderancia en Roma y en todas las cortes castellanas.

El que cesase la hebreo fobia se debió en parte a las prédicas de San Bernardo. Varios historiadores coinciden en señalar que, como consecuencia del tumulto y furor mesiánico que despertaron los sermones de Pedro El Ermitaño, toda esa raza podía haber sido exterminada de un golpe.  Eran el pueblo deicida, desde luego. Pero advierte que Jesús nació de la Casa de David y es un sacrilegio atentar contra cualquier individuo de esa estirpe, amén de que Él vino a salvar y a perdonar.

Cierto que éstos no le estuvieron reconocidos, porque, con arreglo a sus costumbres el orgullo precede a la misericordia. Pero siempre fue así. El antisemitismo nefasto  no es más que una muestra de repulsa hacia la impiedad que resiste a la gracia y no cree sino en lo que tiene delante de los ojos. El pueblo judío no es más que un pueblo laboratorio en el que se condensan los rasgos de la estirpe de los descendientes de Adán. Lo que mantiene lozano y vivo al cristianismo ha sido esta voluntad de cruz de perdedor y es por lo que es atacado y vapuleado, unas veces desde dentro por sus adeptos más tibios, y otras porque su defensa de la libertad y del perdón ha ido de por vida contra los intereses tiránicos. Cierto que un cristiano no está facultado para entregarse a escarceos antisemitas, pero judíos y musulmanes han tenido de por vida carta blanca para marchar contra los seguidores de Cristo.  He aquí un enigma que no ha podido despejar nadie. Las grandes persecuciones contra la cruz, vilipendios y escarnios han sido sufragados por el pueblo que se revuelve contra el estigma del Gólgota. Ellos han sido los primeros el Evangelio y han estado metidos en todos los contubernios y conspiraciones que se han producido. Se tiene que perdonar y soportar a esa estirpe que siguen rodando en las tinieblas del error, pero sería cometer perjurio convertir a la Iglesia en sufragánea de la Sinagoga. Como su propio nombre griego indica “εkλεσεiv” es convocar a los hombres de todas las razas y credos.

A ese afán ecuménico y de tolerancia responde la erección del primer monasterio del Cister en Castilla: ser amalgama de las Tres Culturas. El abad Raimundo y sus doce frailes iniciaron las obras en 1143. La construcción fue lenta y con muchos altibajos como demuestran las adarajas cubiertas del moho de los siglos que quedaron el las iglesias filiales. Las obras no acabaron hasta treinta años después. El obispo de Segovia cede al abad el sitio con todas las pechas que le correspondían en el lugar. Sería sub dependiente o anejo de Cardaba la granja de Cabaniel junto al Henares junto con el ya mentado pequeño cenobio de Santa María de la Sierra, el cual funge como vanguardia de una avanzadilla de casas de oración en dirección hacia la sierra que luego tramontan por la parte de Ayllón. 

Toda la documentación al respecto yace en los fondos del Archivo Nacional, aunque de ella habla con frecuencia Ángel Manrique, todavía está aguardando la llegada del historiador o del erudito. La donación del fundo no la realiza directamente Alfonso VII al abad borgoñón  recién llegado de allende los Pirineos sino a un tal Don Cerebruno, que debía ser religioso, o persona de consideración, pero no se dice más. Previamente, el propio rey había enviado una legación a Roma. Allí se encontraba San Bernardo en el primer monasterio de cistercienses de la Ciudad Eterna. Dada la devoción que sentían tanto el monarca castellano como el Doctor Melifluo hacia uno de los mártires más populares de los siglos antiguos, la ermita de san Vicente en el soto pueda que fuese puesta bajo esa advocación por doble motivo.

Resulta misterioso explicar como la Regla cundió tan rápidamente a no ser por la personalidad y el carisma del fundador. El cister ponía y destituía a papas. La ascendencia que tenía San Bernardo en San Juan de Letrán era muy considerable, a juzgar por sus reconvenciones al papa reinante entonces, y a quien él había dado previamente la cogulla blanca y el escapulario negro, hacía unos años. A Su Santidad Eugenio III, lo trata prácticamente como un monaguillo en su libro “De Consideratione”.

Inflamado de amor a Dios, San Bernardo en esta larga carta que ocupa cinco volúmenes, brilla a la altura de las grandes luminarias de la Iglesia. Esta admonición a los papas tiene hoy en día una actualidad sorprendente, cuando dice que estos han de ejercer su vicaría de Cristo, no desde la prepotencia y el privilegio, sino desde el servicio a la grey, en comunión mancomunada con  el sínodo de obispos. La primacía en lo temporal y espiritual que se recibe con  la entrega de las llaves, con la tiara, el anillo, la silla gestatoria  y el flabelo, no es marca de privilegio sino voluntad de servicio. El papa, recién ascendido, recibe las llaves de Pedro cruzadas, como si fueran dos espadas. Ambas abren y cierran, atan y desatan en la tierra y en el cielo, en el cielo. Pero también defiende el monje de Claraval la libertad de conciencia y el sínodo.

Cuando se coloca la primera de este cenobio segoviano en los predios que hoy denominamos Peña Colgada, que yo tengo bien pateados de ir de niño a coger moras, o a uvas al majuelo de mi abuelo Benjamín, por la fiesta de Pentecostés del año 1143, está claro que se utilizan para la fundación los residuos de una antiquísima laura eremítica. Sobre aquel despoblado, en lo más áspero y a trasmano de la provincia y que debió de tener una singular importancia estratégica para los romanos. Estaban en el itinerario de las legiones del emperador Antonino. De niño recuerdo que jugábamos a vélites, équites y mílites, y arrimábamos la oreja contra el césped de la dehesa del Colorao porque alguien nos dijo que se escuchan cánticos extraños. Algunas veces las ondas magnéticas enviaban rezos y cantos de monjes en la penumbra. Otras eran los golpes del taconeo de un caballo. ¿El del Apocalipsis?

 

Desde entonces el enclave me ha parecido siempre estar penetrado de un halo mágico y espectral que conecta al hombre de los tiempos presentes y venideros con sus ancestros.  Teodosio era de Coca y Trajano pudo haber nacido en Pedraza. Luego llegaron los varones de misericordia huyendo de las persecuciones de los hombres del sur o de los líos y querellas, pleitos y guerras continuas de los que se decían profesos de la misma fe, y, desengañados del mundo, se vinieron a enriscar por las oquedades de este páramo, en el corazón mismo de la soledad. Muchos de ellos consiguieron ser felices.

Las incursiones almohades y almorávides expulsaron de sus grutas a los penitentes. A muchos de ellos la horda les pilló desprevenidos con la paleta y la llana en la mano y tuvieron que salir arreando. Ahí están para demostrarlo esas muescas de andamio y esas adarajas de pared sin terminar. Las de san Gregorio nos parecen más significativas que las de San Vicente.  Ambos templos nunca acabaron de hacerse, pero estuvieron muchos siglos abiertos al culto. Los peldaños del husillo de la escalera de caracol de la torre están gastadas y alabeadas por el medio. Cierro los ojos y veo subir y bajar por ella a una multitud de sacristanes atareados para hacer sonar la voz del bronce. ¡ Cuánto ir y venir!  Eterna será siempre la canción del bronce. Voleos de gloria, toques a clamor, toques a rebato y las señales de misa: primeras, segundas, terceras. Cada una con un son diferente, y, según era el impulso que se daba a la manija que tira del badajo quería decir una cosa diferente.  Era el más perfecto sistema de señales de comunicación.

 Cada una recibía un nombre adecuado y su fe de bautismo. ¿Cómo se llamarían las campanas ausentes de la Torre de San Gregario, coronando la cima del somo, con su majestad de abad sentado en su faldistorio, y sus ojos cóncavos de arco de medio punto? Es de un angular impresionante enriscado en la eminencia del cerro que al visitante le hace recordar el versículo de aquel salmo”: Dominus custodiet ossa eorum: unum ex his non conteretur”.

 Aquí Iahvé, como si dijésemos, ha querido cumplir la palabra empeñada al salmista. Los franceses desmelenaron las campanas, derribaron la bóveda de cañón de la nave, utilizada hoy para enterramientos, pero las cruces del Temple y las piedras siguen ahí en pie desafiando a los cierzos y ventalles del escarpe. Continua sentado en su trono el obispo impartiendo bendiciones. Por uno de esos milagros de la imaginación, oigo su repique. Ahora me parece que están sonando a vísperas las campanas de San Gregorio convocando a los montes y esparciendo su sonido solemne sobre los rastrojos. Los fantasmas de mi cerebro bolean a gloria ya. Es el grito eterno de la Resurrección, porque los que mueren en Cristo vivirán para siempre. La vida no se les arrebata sino que se  transforma y muda hacia una dimensión superior.

Momento de auge fueron los primeros años. Ximenez de Rada, el arzobispo primado y gran protector de los cistercienses, se empapa de ese talante francés cuya consecuencia más relevante es la construcción de monumentos tan importantes como la catedral de Toledo, los enclaves templarios de Fitero, Brihuega y la misma Osma.

El tránsito de románico al gótico fue muy rápida. En 1194 la catedral de Chartres es levantada.

Cala la moda francesa en el gusto y las inclinaciones arquitectónica, produciéndose no pocas deserciones de lo autóctono. El Vaticano no miró con buenos ojos esta aproximación de los herederos de Alfonso VI, cuya madre era una mora y con otra mora se casó (este casamiento daría lugar a la leyenda del Ceñidor de Zenaida, tema del que hablaremos más adelante si nos queda tiempo) esta tolerancia de los castellanos para con los miembros de las otros religiones mistéricas, cuando, precisamente, los bretones, alemanes y galos estaban empeñados en una dura campaña contra el sarraceno en Tierra Santa.

España, que siempre ha ido a su aire, seguía conservando como un tesoro la liturgia en rito mozárabe. Los cistercienses desde un primer momento tratan de imponer el rito romano. Los castellanos se muestran remisos a ese cambio. Inocencio III, que no se caracteriza por ser un pontífice conciliador (instituyó la Inquisición con la mira opuesta en luchar contra los cátaros a los que masacrara) se quejaba de que el rey Alfonso VIII parecía amar a la sinagoga y a la mezquita que al templo católico.

El año 1219 por el IV Concilio de Letrán queda proscrito el rito hispano visigótico. Los frailes de San Bernardo se habían salido con la suya.  El panorama religioso y político,  cambió porque las disposiciones conciliares determinan la abolición de ese clima de entendimiento, que, mal que bien, había sido la pauta en la convivencia de la España antes de los Reyes Católicos.

Incomprensiblemente, son obligados los miembros de la comunidad hebrea, por disposición del referido concilio lateranense a portar sobre el hombro izquierdo un traje distintivo. Los musulmanes no lo necesitaban porque siempre fueron ataviados a la morisca y muchos cristianos llevaban al pecho una cruz bordada sobre el pecho. Alfonso VIII acata la norma del pontífice, pero la considera arbitraria y añora en los actos religiosos aquellas misas cantadas del rito oriental, con sus constantes invocaciones a los ángeles, las letanías tan repetitivas, pero que eran un remedo de la oración hesicasta de los orientales los cuales gustaban de corear una palabra o una oración cientos de veces. Triunfó Roma con su forma de ver la vida austera. Cotejando los antiguos breviarios y cartularios se aprecia que el rito hispano visigótico estaba más lleno de exuberancia,  y de poesía  imaginativa que el implantado por los borgoñones.

Dentro de las capas sencillas del pueblo, la implantación de la arbitraria medida del papa que estableció la Inquisición, cupieron también resistencias a tener que rezar según modos extranjeros. Mas, como dice el refrán, “allá van leyes do quieren reyes” y, en hablando Roma, se acabó la cuestión. La cristiandad pasaba por momentos rebosantes. Poco después, Fernando III el Santo conquista Sevilla y Córdoba y, apoderándose de las campanas que habían sido confiscadas por Almánzor y que durante dos siglos habían sido utilizadas como lámparas de la Mezquita, las traslada hasta la Ciudad del Apóstol.  Estas, empero, no son más que vicisitudes extrínsecas; en lugar de echar por tierra el argumento del quid divinum que imbuye a la Iglesia, lo realzan. Son parte de su misterio y lo traemos a colación en el afán de buscar los caminos de Cristo por sendas escondidas, lejos de los convencionalismos que siempre tornan algunos aspectos eclesiales repulsivos para el no creyente, y sirven de yesca al fuego para alimentar los almiares incandescentes de la impiedad. Las grandes almas que han acompañado este devenir en medio de tanto avatar incierto han calado siempre hondo en esta idea del anonadamiento y del fracaso en la tierra, porque el verdadero triunfo, la apoteosis, vendrá sólo en los Cielos. Aquí, mientras tanto, lo que procede es sufrir y perdonar. “Todo llega para el que sabe esperar”, escribe en una de sus veinticuatro cartas místicas Rafael Arnaiz Barón, el oblato cisterciense muerto en la trapa de la localidad palentina de Dueñas en 1938, en olor de santidad.

Este humilde donado, del que hablaremos en otro lugar, fue una de las últimas flores que han florecido en el Jardín de María instituido por San Bernardo. Demostró con su vida que la clave está en perdonar. “Si la misericordia fuera un pecado, yo la cometería”. La santidad verdadera consiste en la crucifixión del yo, al tiempo que desdeña un desdén hacia la vida terrestre y a las cosas de los hombres.

Los reyes de Castilla no exigieron el bautismo en masa de los no cristianos. Alfonso VII se constituyó en mentor de los judíos. Es una pena que el Sanedrín Sionista no haya sabido entender esa munificencia con que se ha tratado en España a los hijos de David. Pero también quisieron que la cruz fuese por delante de sus vidas. Concretamente, la basílica de San Vicente de Ávila, joya del arte románico, fue construida gracias a los caudales de un rico mercader, que se había convertido a Jesús, y estaba bajo el patrocinio directo del monarca. No se puede escribir la historia del revés, como pretenden algunos buscando la revancha. Cuando yo muera, atraeré a todo lo creado hacia el Árbol de la Cruz. Estas palabras presagas del Redentor parece ser que siguen molestando a sus enemigos. Lo malo es que no habrá vuelta de hoja, por mucho que se empeñen. La grandeza del arte gótico que perfecciona se basa sobre este planteamiento de síntesis y de amalgama de pueblos.  Algo bueno tendrían que tener las Cruzadas. Godofredo Bouillon, dejándolo todo para seguir a Cristo, descubrió que Éste es múltiple en sus miradas. No cabe una sola perspectiva, porque la divinidad es amalgama de muchas cosas y está más allá de nuestros prejuicios y concepciones a priori, que pertenecen más que a la religión a la lucha política. Pero antes era preciso que todos los pueblos conociesen y honrasen la memoria de Jesús. El marqués se equivocó de proceder, porque sus hombres cometieron mil barbaridades a las puertas de Jerusalén y de Constantinopla.

Dios permitió aquel mal para que se subsiguiera un bien. ¿ Por qué no pensar, entonces, que del turbulento clima social que han degenerado en las guerras más sangrientas, y teorías filosóficas, como el marxismo o el feminismo radical, que niegan cualquier soteriología, o por medio de las nuevas tecnologías se puede acceder al descubrimiento de un rostro del Señor que antes no teníamos?

Esto es a grandes rasgos la índole del cambio que se operaría en la mentalidad humana a través de la revolución mística del siglo XI.

En el románico de ladrillo, amasado y colocado por manos de operarios que creían en Mahoma, pero que respetaban la religión de Cristo, aunque no dejasen de sentir cierta aversión a la forma con que la vivían algunos cristianos, ha quedado para siempre esa huella ecuménica, que se plasma sobre los lienzos de pared, esas ménsulas e impostas recargadas de tracería vegetal y todos esos alifafes misteriosos del capitel románico, donde se quería esculpir un mensaje críptico y esotérico. Podemos interpretar el recado sólo a ojo de buen cubero, porque las claves están perdidas. Las figuras, recargadas de símbolos, y cinceladas de alegoría, nos hablan de que es preciso una metamorfosis para ir al encuentro de una vida plena. Ese intelectualismo en piedra tallada sigue inspirando en quien lo contempla el deseo de concordia. Es la armonía del universo reflejada en las archivoltas y las escocias.

 

Por primera vez, este rey abulense consigue que sus súbditos puedan vivir en medio de una paz octaviana que no se conocía por aquí desde hacía muchos lustros. Este auge e importancia de los castellano va en menoscabo de los reinos taifas del sur peninsular. Acaban los ignominiosos gravámenes, como el ya antes reseñado Tributo de las Cien Doncellas y se dejan de pagar las onerosas pechas al Califa, quedando sólo en recuerdo el nombre de algunas pesas y medidas de talante morisco. Los árabes habían inventado la aritmética y enseñan a los pueblos a contar. Huella de su presencia son algunas palabras que han quedado en el diccionario: arroba, área, arancel, azumbre. almoneda, alpargata, ajedrez, algodón, andamio, alfombra, alfamar y alhamar, auge, almirez, arrope, azar, azúcar, adobe, alcanda, alcántara y alcantarilla, alcanfor, almacén, azogue, almohada, albañil, albérchigo, azafrán, algarroba, azucena, acerola, arroz, cifra, guarismo, elixir, cero, quintal, fanega, quilate, tahona, tambor, cenefa y alcabala, por sólo citar algunas a manera de florilegio. Muchas de las cuales siguen moteando nuestra conversación corriente. Con esa habilidad para las cosas concretas y la vida práctica y siempre a ras de tierra incluso en religión, porque al árabe no le gustan las especulaciones, tiende al esquematismo del suma y resta y deja secuela en esta forma de ver las cosas llamándolas por su nombre o hablando en cifra en el idioma castellano, que se enriquece no sólo con el acerbo lexicográfico sino también semántico del morisco, con su actitud diferente frente a la ida, porque siempre fue un pueblo realista que prefiere los deleites materiales a las promesas de las otra vida. Pero también sus creencias pueden volverlo fanático.

Y para aquellos que aun sigan creyendo en los Reyes Magos unas palabras proféticas  al respecto del máximo historiador español, Claudio Sánchez Albornoz, tan grande como ninguneado e incomprendido, porque aquí los que mandan son los discípulos de Américo Castro, y cortan el bacalao en literatura los Hijos de Julián Marías, judíos conversos, a los que la cabra les tira al monte.  Don Claudio, que era un abulense integérrimo, y recio como los pinos de Ríofrío, y que, transplantado a Asturias, la tierra de sus cariños, creció hasta concertarse en mayestático cedro de la verdad. Por ella sufrió, fue desterrado y perseguido. Sus palabras, escritas en 1969 cobran un treno profético en este verano del 99, con una nueva marea islámica  a las puertas de Belgrado:

“¿Se me perdonará también que, a veces, al contemplar la crisis social y espiritual de nuestros días, a la inversa, haya pensado en la pérdida de España?  Porque temo que otra gran tronada histórica pueda poner en peligro a la civilización occidental, que lo estuvo por obra del  Islam en los siglos VII y VIII. Ésta fue salvada, según creo firmemente, por Pelayo en Covadonga, resistiendo al Islam en las peñas de Asturias. ¿Quién puede imaginar dónde tendrá lugar mañana una nueva batalla de Covadonga? ¿Dónde se iniciará una nueva reconquista que salve al cabo la civilización nieta de aquélla, por la que, con el nombre de Dios en los labios, peleó el primer vencedor del Islam en Europa?”          

 Al oír las inspiradas amonestaciones de Don Claudio, al que Dios tenga en su Trono, se nos vuelve a poner la carne de gallina. No es extraño que los memorialistas de la hora presente intenten por todos los medios enjalbegar la memoria con muchos alifafes y enredos. Ningún padre de la Iglesia sanciona la violencia, pero sin la ayuda divina, que a veces permitió las guerras de defensa, el cristianismo o lo que es lo mismo la civilización de Poniente habría perecido. Todo pueblo tiene derecho a repeler al invasor que pretende sojuzgarlo. El Duero fue poblado y repoblado una y otra vez. Las banderas de los castillos cambiaron de mano ininterrumpida entonces ¿Y ahora quién parará al Islam?

Muchos parecen querer olvidar que hubo acoplamiento, avenencias, y algunas veces, palos, pero conviene tener presente que España y no los musulmanes ganaron las Reconquista. Por todas las trazas barrunto que los americanos se proponen un nuevo relevo del pabellón, pero si vuelven aquellos aciagos tiempos, no será por culpa de los españoles que aman a su patria y a su fe.

  Por aquellos días fuimos mucho más tolerantes de lo que algunos cacarean. Se conciertan casamientos de conveniencia o por amor entre musulmanes y aborígenes. Hay bautizos en masa y los monarcas otorgan privilegios de asentamiento: las Cartas Pueblas. El modo de ser de aquellos pueblos del norte africano caló. Mal que nos pese, lo árabe sigue circulando por la masa de nuestra sangre, con su tendencia a la ostentación, el orgullo de las gentes del desierto, su austeridad y también el fuerte sentido de la honra y la pronta inclinación a la venganza. Ese “ me las pagarás” es un remoquete del odio africano que a veces se apodera de nosotros. Sin embargo, esto, por ser tan frecuente, no creo que revista la menor importancia.

Dos cruces de piedra que había, una situada a unos pasos del cocedero de la Tía Grilla, y la otra en el Redondillo, según se baja hacia las pobedas camino de San Vicente, era dos hitos que recuerdan al visitante este hecho de que la convivencia no ha sido del todo pacífica y cristiana. Ambos símbolos fueron erigidos para precaver a la posterioridad de dos acontecimientos sangrientos, provocados por reyertas entre mozos o altercados con navaja con mozos forasteros. El día de San Pedro del año 1748 dos cuadrillas de Sacramenia y de Fuentesoto tiraron de navaja. Iban cargados de vino y por un quítame allá esas pajas, que si has bailado con mi novia, el resultado fue una riña con resultado de varios muertos. La del Redondillo se levantó un siglo más tarde casi por lo mismo. La víctima fue esta vez un fraile exclaustrado de Cardaba con motivo de la desamortización de Mendizábal de 1838.

Es posible lo que escuché decir antiguamente en los filandones por el invierno cuando salían a relucir historias de ánimas y de aparecidos que el alma en pena de este pobre monje, que no se había distinguido lo que se dice por su inocencia de vida, pero a quien la pérdida de su cordón de cuero y la cogulla blanca desquició, vaga por los desmontes de Peña Colgada, alma en pena y que hace conjuros y maleficios contra aquellos que osen profanar el recinto. Mentira o verdad, lo cierto es que, como se sabe, el claustro y el ábside fueron comprados y los sillares desmontados y marcados trasladados en barco a Nueva York por W. Hearst, el todopoderoso magnate de la prensa estadounidense, el mayor enemigo que tuvo España en la guerra de Cuba porque se le hace responsable de la impostura de la voladura del bien y de la muerte de tantos soldaditos que pelearon en la manigua antillana contra los mambíes, las fiebres palúdicas y las mentiras y amarillismo de los rotativos de la Cadena Hearst. Pues bien, este creso rey Midas, que tenía en sus manos los grandes consorcios de la comunicación escrita y radial  se arruinó al poco de hacer la operación de compra. Una de sus descendientes Patricia Hearts anduvo metida en el escándalo de los asesinatos rituales de un tal Mason, que en los años sesenta conmovieron a California y a medio mundo. El plutócrata debió de pagar cara su audacia. El espectro de Cardaba lo hizo blanco de su cólera. Con los españoles y menos con los de Sacramenia, Mr. Hearst, no conviene hacer el tonto. Su imperio se vino abajo a raíz del hundimiento de Wall Street muriendo al poco por un paro cardíaco. O por el conjuro del alma en pena del fraile del convento de San Bernardo...

En el siglo pasado los recintos sagrados de la laura se encontraban en estado de abandono, pero todavía seguía funcionando, a trancas y barrancas. En 1866, cuando gira visita el polígrafo mallorquín José María Quadrado, fue escoltado por un fraile ya en la ancianidad. Su presencia casi espectral al igual que los muros derrumbados le hacen glosar una versículo de Job”:Voy a dormirme en el polvo y, si mañana me buscases, ya no seré”. Quadrado es un verdadero viajero romántico que sigue una tradición empezada por los hermanos Bécquer. Ellos compraron otro monasterio cisterciense, el de Veruela. Allí Gustavo Adolfo iba a curarse de su tisis.

 

Con todo y eso, todo hay que decirlo: el hecho de que España no haya tenido una revolución como las tuvieron Inglaterra con Enrique VIII y Cromwell y Francia con el furor sanguinario de Voltaire, preservó algunas de nuestras reliquias inveteradas. Era mucho lo que había, el expolio, sobre todo con las invasiones napoleónicas, fue largo y tenaz. Al pasar a la burguesía los bienes en manos muertas, el patrimonio religioso enriqueció a una legión de anticuarios y trapisondistas. Si a esto se añade, la dejadez, la ignorancia y el escaso apego a lo propio, lo extraño que al cabo de siglos de rapiña se alcen todavía señeros en los alcores y cerros castellanos esas señeras ruinas. El odio a la cruz de Cristo, llámese desamortización, llámese secularización, las persigue, pero su barrena no lo ha zapado todo. Muy posiblemente esa labor de aniquilación se consume en un plazo de cien años. En los años ochenta desparecieron varias cruces y humilladeros que hay en Fuentesoto y para más INRI en la fachada lateral de la iglesia de San Pedro de la noche a la mañana alguien pintó la del diablo, esto es, la que se traza al revés. He pregunté a varias personas que por qué esa “descrucificación” tan aparatosa y nadie me supo dar razón. Uno me dijo por toda respuesta y como dando a entender que en estas cosas la mejor norma es el no meneallo:

- Ahora vívese mucho bien. Cien veces mejor que antaño. Vamos pero que muy a gusto.

- Bueno, pues, bendito sea Dios. Pero yo no veo la relación que pueda existir entre tirar las cruces al río, dejar que se arruinen monumentos y marchar bien,

- Sí que la tiene - dijo el Clodomiro con acento de quien frena una discusión en seco.

Su gesto me dejó parado. Vi que los ojillos birlones del Teodomiro gritaban para su capote: basta ya de historias y de cuentos. Aquí la única estética es la de la andorga. Lo importante es marchar bien, ganar dinero, tener un buen coche. Queremos renunciar a nuestro pasado. Todo aquello fue el símbolo del oprobio.

- Pero eso es confundir el culo con las Témporas, Clodomiro, majo.

¿Y a qué no sabéis lo que me dijo? Que me fuera a tomar por él. Me entraron deseos de agarrarle por el escuezo y lanzarlo chimorretes abajo, pero buena de gana de discutir.  Y sin decir adiós tomé el montante y me senté a la puerta de la bodega, la que tiene una antojana con dos almendros, con mi tocayo Tomás Parrilla, que el año pasada cogió treinta cántaras de un par de majuelos. Como nos llevamos pocos años, poco más o menos somos coetáneos, ya nos conocemos. A los dos nos gusta la sangre de Cristo, que no somos moros ni judíos, ni tampoco lo negamos, ni hemos cambiado de chaqueta, ni afusilamos. De vez en cuando es no sólo conveniente, también saludable, para aventar las telarañas del alma que tanto escuecen, con unos tientos al jarro.

-Y de hoy en un año.

-Eso es lo que hace falta. Y que lo veamos.

El vino de por aquí debiera de traer el gollete de los Vega Sicilia. Fueron los del cister los que plantaron las viñas, una tradición que aun sigue brindando. Aunque muchos desceparon los majuelos cuando el ingreso en Mercado Común, mi amigo Parrilla los dejó intactos. Hay que ver que mi tocayo siempre fue un sotohontanero listo, aunque, a diferencia de otros, nunca le dio por zorrerías. Y eso que se va a llevar por delante.  Y si no fuese por el fruto de la vid, que es fuente de salud y de vida (los antiguos lo acreditaban como el árbol del Edén; Eva, tras su pecado cubrió las vergüenzas con hoja de parra) ¿qué sería de nosotros, Julián?  Nos demuelen las cruces, se llevaron las piedras nos tiraron la olma, nos  lo han cambiado todo de sitio. El escudo del Yugo de la Labor y  de las Flechas del Poderío fue lo primerito que quitaron en este impresionante de ocultación del testimonio y del legrado de memoria al que hemos asistido en todos estos años. Era el símbolo que tú y yo más hemos amado. Con pertinacia tesonera, poco a poco, sin dar cuartos al pregonero y como quien no quiere la cosa están desmontando lo que quedaba. Y en la iglesia de San Pedro las mujeres rezan la epístola y en ella por las fiestas dan conciertos y se arrancan por fandanguillos. ¡Si don Frutos, que paz descanse, con lo mirado que era para estas cosas, alzase la cabeza! Se me ha clavado en la memoria el recuerdo doloroso de aquel día, un primero de junio del infausto año 92, el del Quinto Centenario, ya sabes, lo estaban aguardando los traidores de este país para hacer de las suyas, esto es: todas las judiadas habidas y por haber, cuando, terminado el funeral, me fui a la sacristía a pagar al cura y vi cómo libros y códices valiosísimos yacían por el suelo o andaban amontonados sobre las cajoneras.

-¿Qué es esto? - pregunté airado.

Una mujer trayendo las vinajeras, la que canta la epístola y la que pronto dirá la misa a los del pueblo, al paso que vamos, me lo explicó:

- Morralla. Han desmontado la casa del curato y los libros se los ha quedado un tratante de ganado, que los ha comprado por dos mil duros.  Es amigo del señor vicario.

Si no hubiese sido porque tenía que presidir la conducción de respeto en el funeral, te prometo, Julián Parra, que hubiese montado un número. Estaba de tanto enojo que la bilis se me subía por los gañotes y alcanzaba casi los terceletes de los lunetos, allí donde antaño, se escuchaba piar a los gurriatos cuando el cura don Amancio predicaba alguna de sus desangeladas arengas, pero teníamos allí al pobre Silvino el ataúd envuelto en la bandera de España, con el sable de oficial y la gorra con dos estrellas, las cosas que más amaba, y no tuve más remedio que transigir y callar. De no haber sido por el duelo en aquel momento de dar sepultura a mi pobre difunto, hasta le hubiera dicho cuatro verdades al señor vicario, al obispo o a quien hiciese falta. Nos lo quitan todo, Julián, pero el vino que se guarda en  cubetas de roble no se lo chiscará esta horda de borrachuzos que se ha apoderado de España. Paciencia y barajar. La biblioteca de la rectoral fue adquirida por cuatro cuartos por un chamarilero de Galicia que se la ha vendido toda a los ingleses. Te participo que tu clarete, al que me invitaste aquel día, es de los que ayudan a vivir y hacen más llevadero el morir.  Ya sé que tú lo recoges sólo para el gasto, pero aun así no por eso deja de ser un quitapesares. Que san bernardo te bendiga por no haberte sometido a los trágalas imperantes. Tú no descuajaste el majuelo, tío. Y, gracias a ti, no se rompe la tradición.

Tales desafueros no me pillan de susto, la verdad sea dicha. Estoy curado de espanto; ya sé que me llamáis el “ tonto de las ruinas”. Pues falta un epíteto”: el de los libros”. Mira que os di tabarra con lo de la ermita de San Vicente, que si el tejado se os iba a desplomar, que no hay derecho a convertir la casa de Dios en un muladar. Y efectivamente la techumbre se vino abajo y se perdió toda la fachada de Poniente.  Me llené de indignación cuando el año 80 descubrí el derrumbe. Todo eran cascotes y hasta habías pegado fuego a una imagen de Santo Tomás, talla del siglo XVII de madera de pino. Pude salvar una mano del santo que ahora tengo yo en el sitio donde escribo como una cara reliquia, que me inspira y me exhorta a promulgar la verdad, pero tampoco conviene remover el agua sucia, que todos nos vamos a perder perdidos en el charco.

Como os dije, la cosa viene de largo porque ya en el 68 le dediqué uno de los primeros reportajes a este lugar. Apareció en el Diario SP a doble página. Aquel otoño anduvimos por aquí Santiso y yo tomando placas del ábside de cuarto tambor. Tiramos fotos a todo lo que se movía. A los trojes de las eras, a la yunta de machos, a las torres, a las viejas enlutadas en la iglesia acurrucadas cabe los hacheros funerarios y sentadas a la morisca, con sus manteletas que recordaban al flameo de las mujeres romanas. Sacamos al cura con el alba y la estola responseando. Cada padre nuestro, una perra chica. También tomamos instantáneas de las palas, las horcas y los garios, los aperos y los carros de telera, que hoy son bocados escogidos de los anticuarios. Esta urgencia por dejar constancia gráfica de todo aquello era porque nos cercaba el presagio de que estábamos ante las ultimas reminiscencia de un mundo medieval, y un sistema de vida pronto a sumirse en la laguna del olvido. Por eso, aquel reportaje tuvo mucho de denuncia y de aviso testimonial.

Nos fue difícil ganar acceso a la ermita de San Vicente.  La llave oxidada, no corría bien el pestillo. Cuando por fin, a golpes y meneos, conseguimos hacer trabajar a la cerradura, nos pareció aterrizar en el mundo de ultratumba, que guardaba dentro de densas tinieblas las riquezas y fruiciones de un lóbrego paraíso. Olía a moho.

 Todavía penetraba algún resquicio de luz por las aspilleras y nos pareció escuchar el eco de cantos gregorianos, porque la ortofonía era perfecta, que en aquellas iglesias no hacían falta micrófonos, y la voz humana resonaba importándose  a través de los resquicios de la plementería. El suelo, según la tradición primitiva en las antiguas iglesias, de tierra apisonada mostraba los túmulos de algunas tumbas recién excavadas. Había esparcidos algunos huesos y el fotógrafo como buen gallego torció un poco el gesto, porque no le gustaban aquellas cosas. Aunque era comunista, Santiso creía en la Santa Compaña. Al que esto escribe tampoco le llevaba la camisa al cuerpo. Pero llevábamos con nosotros al cura, don Laurentino que se reía un poco de nosotros. “Quietos, que os vais hacéroslo en los pantalones, pero si los muertos no hacen nada, hombre”. “Ta. Pero, e por si muove, carallo, nun lu toques“, dijo mi colega en buen coruñés a la vista de un par de calaveras y algunas tibias que blanqueaban casi fosforescentes en la oscuridad.

Las ballesteras empotradas como una ojo vertical sobre el muro advertía que el recinto tuvo una función militar que cumplir.  Desde estas saeteras se disparaban flechas contra un supuesto invasor, pero las lauras de decoración de la archivolta poseen una frescura casi virginal, observándose en la piedra marcas de gubia. Además fue extraída de canteras por aquí, porque dentro de su configuración calcárea se advierte la filigrana de raíces o de pequeñas valvas fósiles. La luz del día penetra por el ventanero iluminando los perfiles mágicos del decorado. Las figuras del capitel empiezan a mirarnos. En uno, hay un  obispo que aparece exultante entre dos ramas de palmera. Carilleno y orondo,  impartiendo su bendición al concurso desde su cátedra desde la que oficia una hermosa liturgia interminable. El prelado luce sus insignias pontificales: la mitra, el báculo y bendice con el índice y anular de la diestra que sujeta un anillo bisulco o de doble dedo. La mano se enfunda en una quiroteca litúrgica cuyos pliegues hacen muescas en la piedra. Es una expresividad llena de quietud sobre toda ponderación.

Estamos ante uno de los capiteles más impresionantes y solemnes de toda el arte románico. Debajo, al lado del bando de piedra bajo la arcada, donde se sentaba el diácono y la orquesta coral, se abre la oquedad de una piscina, abriendo como la ranura de una llave. Dentro de la austeridad y desnudez del altar cisterciense este aditamento servía para guardar los vasos sagrados y abluciones, porque en aquellas iglesias, sagrario no había. La comunión tenía más sentido de participación que de sacramento y en todas las celebraciones el sacerdotes y los fieles consumían el corpus y el sanguis sin dejar ni miga ni gota. Era para eludir profanaciones pero también porque aun no habían llegado las aberraciones de los siglos subsiguientes, donde el Cuerpo de Cristo, que es salud y vida de fe, se convierte en arma arrojadiza y caso de guerra entre papistas y protestantes. Como siempre, la testarudez y necedad humana consiguen que el medio se convierta en fin y no en objeto. Siguiendo los cánones del ceremonial hispano visigótico, tan importante como la eucaristía era la eulogía o recepción del pan bendito.  La devoción a la eucaristía empieza a afianzarse a partir del siglo XIV. Esta piscina, en su verdadera semántica litúrgica, que he visto yo en muchas iglesias rurales de Inglaterra y en el iconostasio de los griegos, luego empezó a llamarse credencia y a continuación tabernáculo. Pero dejemos de meternos en esos andurriales de la fe que nos llevarían muy lejos.

Justo por cima un torso humano y una faz contrita que trata de hundirse en el lomo de la oveja rescatada se agacha ante un cordero de diseño tosco y lo abarca con la panza. Es el Buen Pastor. A la vera aparece una cara como de una máscara. Su expresión no sé si expresa pasmo o hilaridad. Es el momo que contrahace a la sombra del buen pastor. Lo que el uno hace el otro desmorona. El buen pastor se dedica a ir buscando las ovejas perdidas que el diablo devora. Sin esta dualidad o lucha de fuerzas contrarias que perdura por los siglos de los siglos no podríamos comprender la simbología románico plagada de mensajes crípticos y de una exultación soteriológica que el hombre moderno a duras penas acierta a compenetrarse. En el otro capitel se plasma a unas aves muy prietas - pueden ser palomas, perdices o urogallos - que parece que se retuercen y se desgañitan haciendo trenzas con sus pescuezos en arco. El resto de los cimacios exhiben tan sólo una decoración de helechos o de canastillo.

 

A Santiso y a mí nos parecía que habíamos llegado al hipogeo del gran laberinto de la existencia. No nos olvidamos de dejar la puerta bien abierta no fuese a escaparse el gato o de acordarnos de aquel Anteo mítico que, para no perderse, se amarró con una cuerda a la cancela del Dédalo Cretense. Sólo conseguimos salir de nuestros sueños cuando el cura, don Laurentino, sacó la petaca y todos juntos, con el alcalde, Constantino de Frutos,  y quien esto relata, en paz y armonía de viejos camaradas, echamos un caldo. Nos parecía que aquel era un momento trascedente. Verdaderamente habíamos llegado al límite.  Luego, para que se nos pasara el susto, fuimos a merendar a las bodegas.

- Tantas ruinas- comentó mi fotógrafo- afligen, rapaz, pero el vino no es malo.

   Y, tanto; que aquella tarde de octubre bien que soplamos. Entre los cuatro, metimos al coleto casi una cántara. No sé ni cómo conseguimos salvar las vargas y cuestas de todos los Castros, que son tres: el de Fuentidueña, el de Sarracín, y el de Gimeno, según se va a Sepúlveda y que fueron todos ellos acampamientos del ejercito romano. Pero, conduciendo y dándole a la petaca, entramos en Madrid sanos y salvos. Se conoce que, como fuimos buenos chicos, el fantasma del fraile de San Bernardo, vino acompañando y velando por nosotros por toda la carretera de Francia. Al fin y al cabo, lo que pretendíamos era dar a conocer al gran público el abandono en que se encontraban aquellas riquezas ocultas.

El artículo tuvo pegada y hasta me felicitó personalmente el bendito Marqués de Lozoya, que fue un verdadero ángel de la guarda protector del patrimonio artístico español, aunque siga habiendo modorros que guarden hacia él ciertas reticencias. Pero bendita sea su memoria.

Después del 77, otra vez volví a insistir en el tema desde las páginas del “Arriba”, como si Sacramenia, lugar mágico, hubiese encontrado en mí un pregonero. ¿Será porque anunciar la necesidad de una vuelta a la espiritualidad es la razón por la cual la Providencia me ha puesto en el mundo? No lo sé, pero aquella tierra tiene una fuerza telúrica, que me atrae o me rechaza, según convenga, pero siempre acabo regresando a ella, o con el alma o con el cuerpo. Sacó siempre lo mejor de mí.

A la sazón trabajaba yo como corresponsal en la Onu de la desaparecida agencia Pyresa. Uno en la ciudad de los rascacielos acaba harto de política. No he sido testigo de tanta corrupción ni de tanto bizantinismo como cuando asistía a aquellos debates que duraban horas y horas. Acabé no apareciendo por la planta quinta donde compartía el despacho con un periodista indio, que debía de ser un personaje muy significado en su país porque era pariente de Indira Ghandi. Como no acudía al recinto, este hombre se sentía a sus anchas, pero, como renunciara yo al despacho, y le colocasen a un coreano que trabajaba allí de servicio permanente, allá fueron ellas; un día se acercó a mí el Ghandi aquel y me zarandeó por la solapa, y me abofeteó: “Por qué has renunciado a tu sitio de privilegio mirando al East River, loco”. Porque no me gusta ver constantemente gabarras. Fluyen llenas de mierda”, le dije. “Pues me has hecho la pascua. Vivía como una maharajá y me han puesto de compañero a un indeseable”. “Ese es su problema”. Echaba espuma por la boca y dardos jupiterinos por los ojos.

Algunas veces me acuerdo con cierta melancolía de aquel barahá de Carpurtala.

 Entonces comprobé que el tal pacifismo de los indios, el karma y la no-violencia no es más que un cuento chino. Las gentes para vivir tienen que seguir siendo alimentados por sus propios prejuicios.

 Carter empezó a ser para mí un nombre mil veces repetidos y Zbignew Bzrecesinsky le entendía. Su acento era polaco. Nunca puede llegar un hombre a sentirse tan utilizado y manipulado por los intereses de la economía cósmica que un corresponsal en Nueva York. Todos los días hay que contar batallitas y repetirlas infinidad de veces. El lector acaba creyéndolas. Si no hubiera sido porque la situación en España, recién iniciada la Transición, era como un monstruo de muchas cabezas que se devoraba a sí misma, y que tenía el jefe despachando a ocho mil kilómetros. Por el télex me había llegado un réspice desde Madrid, porque el día que había muerto Elvis Presley yo había enviado una crónica de pitorreo que empezaba así”: Silencio, que se ha muerto el Rey del ritmo...”

A algunos incondicionales del ídolo de Menfis (Tennessee) les pareció aquello una salida de tono, cuando no un auténtico sacrilegio. Del contexto se desprende que a mí me priva menos el rock que el canto gregoriano. De la noche a la mañana, aquel cantante que había fallecido hecho un monstruito a causa de su adicción a los barbitúricos se había convertido en una mito. La santificación de Elvis era un hecho que yo no comprendía. Lo mismo que fue Alcapone, Carusso, Eduardo VII, Gardel y lo ha sido en el 97 Lady Di.

La sociedad moderna tiene necesidad de crear su propio martirologio llenando el casillero del día con nombres que alguna vez causaron impacto en la cultura de masas. A mí me pareció eso una alienación y así lo escribí. Dije que desde Hollywood los cofrades del gran Hermano eran los demiurgos más listos, pues saben convertir la basura en oro.

Se había muerto el Caudillo. Algunos, como Fernandino Jáuregui, se rasgaron las vestiduras. Yo ya no tenía valedores. Criticar a los americanos en tiempos de Franco podía ser rentable, pero ahora podía convertirse en algo muy peligroso. Manolo Blanco Tobío, siempre un caballero, a pesar de no compartir mis ideas, me echó un capote.  Pero también salvé la cabeza gracias a un milagro de la Virgen, porque los sabuesos de la CIA habían puesto precio a mi cabeza. Iban a por mí. En la comunidad paraláctica(todos teníamos algo de astros por más que nos dijésemos periodistas) española en Nueva York el ambiente estaba bastante enrarecido a causa de la pelea casi continua que sostenían Jesús Hermida y el llorado Cirilo Rodríguez. Mi paisano era mejor periodista, tenía más valía, pero el onubense con aquellos abrigos de piel con vueltas de piel de zorro que se mercaba en Macy´s parecía un autentico príncipe ruso y gustaba mucho a las señoras. No decía nada, pero resultaba más interesante, aunque reconozco que Jesús es un comunicador nato. Parece haber nacido en un plató.

Me había hecho yo por aquellos días de aquel tórrido agosto neoyorquino en que quedó solo en Manhattan, porque mi mujer se había ido a España para parir a Antonio Gabriel, nuestro segundo hijo, y bastante deprimido, amigo del meritorio de Cirilo, que era un chico de Sahagún de Campos, que había conseguido una beca Fullbright y vivía en la universidad de Columbia, con su compañera, Mari Carmen,  en una habitación de exiguas dimensiones -nunca vi tantas cucarachas, pues Nueva York estaba atestado de ácaros. Ellos vivían en el West Side cerca de The Cloisters. Una tarde subimos a  ver aquel recinto monástico a la vera del Hudson y hecho de retales a base de portentosas piezas arquitectónicas fletadas desde Europa.

Había castillos y monasterios enteros y entre ellos con dolor y sorpresa contemplé cómo las ruinas de las piedras doradas de mi pueblo, aquellas que había visto yo tantas en la vega de abajo cerca de la fuente colorada de niño cuando mi abuelo me mandaba a abrevar a la yegua torda y a su muleto, estaban allí haciendo dinero, y no en manos muertas. Pues en la fuente Colorada habré yo quebrado más de una botija de agua, y más de una vez me habré bañado con los de mi cuadrilla tirando desde el trampolín de unas piedras pasaderas.

Pagué cinco dólares pero pasé un buen rato y el tema me sirvió de punto de arranque para contar una bonita historia para mis lectores, de los mejorcito que escribí yo en Estados Unidos. O la Virgen se me apareció o fue el duende de San Bernardo el que me inspiró aquella elegía, partiendo de la base de que aquellas piedras arrancadas de un mundo viejo habían venido a conquistar mediante el gran silencio trapense al mundo nuevo. La crónica pego fuerte, aunque las fotos no fueron tan buenas. No estaba allí, claro está, Santiso con su retranca y ferrete a lo santiagués para sacarme de apuros.

Lo que más me dolían era que el refectorio, parte de la iglesia y del claustro que lo  había sido Santa María de Cárdaba se mostrasen a los turistas como si fuesen trofeos arrebatados al enemigo en una guerra de reconquista. A veces los norteamericanos adolecen del mal gusto de los nuevos ricos. Capiteles, arquivoltas, aras y cornisas habían sido vaciados de contenido esotérico.

Así se lo hice saber a mi colega Felipe Maraña y a Mari Carmen, pero ellos no compartían mi opinión:

-Están mejor aquí que allá, con todo lo que tú digas.

Pero el fantasma del Coto de Cardaba me respaldaba. Creo que estaba llorando de rabia:

-Esto es una afrenta para todos los cistercienses- gritaba desde el fondo del abismo de la serenidad inmarcesible aquel fantasmagórico oblato.

 Dicen que todos los monasterios bernardos cuentan con la protección especial de la Virgen a la cual están dedicados y luego al morir siempre se queda un monje de guardia que vigila por la observancia y pone dificultades a los que tratan de buscar a Dios por la vía del conocimiento místico, y debió de ser este espíritu que se me ha aparecido varias veces el que evitó profanaciones y allanamientos de morada. Debido a su acción, el magnate Hearst se fue al garete, y, aunque luego su imperio volvió a resurgir, nunca sobrepasará los límites de un emporio de papel cualesquiera. Me ilustró con una serie de profecías a las que, por recato, no haré mención. Baste decir que las cosas de Dios son así.

- Con los americanos no hay quien pueda, padre - le dije

- A ellos también les llegará su sanmartín - replicó.

Y yo le pedía entonces que me asistiese con su inspiración para escribir una crónica limpia y pungente contra aquella afrente al patrimonio sacrameniense. Me miró con  ojos enfierecidos y como diciendo”: Lo más seguro es que sea así, pero ten en cuenta, hijo mío que ni el tiempo de Dios ni sus caminos son los mismos que los humanos.

- Ah, ya. Es otra clepsidra, otra arena, otra forma de contar.

Luego me dijo que su nombre era Emilianus, pero que le llamaban Millán. Enfundando las manos en las enromes mangas que le salían de la túnica y calándose la cogulla despareció. Le he vuelto a ver mi querido Fray Millán múltiples veces y en los lugares más inverosímiles. Su continente denota la paciencia benedictina, y la parsimonia de un trapense, pero también sabe ser un buen dialéctico y utilizar todos los recursos de la retórica. Había fallecido el año 1838 cuando toda la comunidad se dispersó. Aunque  traspuso los umbrales de uno de los atrios, estoy seguro de que fray Millán no debe de andar muy lejos.  Le conté mis aflicciones, pues me parecía que un señor nacido en Sahagún de Campos, que junto con Arévalo y con  Cuéllar forman el triángulo de ese primoroso “románico de ladrillo” tuviese tan poco apego a las cosas nuestras. Se estaba ya gestando el cambio de la guardia y asomaba su deletéreo hocico el ciudadano González. Toda la operación “gonzalista” se gestó al pié de los rascacielos. Fue precisamente el inefable Felipe Maraña el que pidió a su tocayo el secretario general del PSOE el que pidió a voz en grito que fuese desmontada la Prensa del Movimiento. Perdoné, aunque no he olvidado tal incidente.  A pesar de todo, acudí en su compañía y la de su mujer a visitar los Claustros y me dieron ganas de soltarle ante sus mismas barbas su desfachatez e indecencia. “Pero, caray, Felipe, siendo tú de Sahagún de  Campos y yo de cerca de Cuéllar no entiendo tu postura iconoclasia”. Sin embargo, callé. Empezaba un tiempo de silencio y de incomprensión. Era la hora de los arribistas. Su único ideario: “quítate tú que quiero ponerme yo “.

Alguien observaba mi postura noble y patriótica. El espectro de aquel cisterciense se convirtió en mi ángel de la guarda y estuvo al quite en todas las tarascadas y mordeduras de víboras españolas en que se había convertido el gallinero de la multimedia. En realidad, un fondo de reptiles. 

Quedé algo reconfortado con su visita en aquel instante porque me parecía que todas aquellas piedras estaban fuera de su lugar y que ni aquel calor bochornoso ni la borrina que se alzaba de los humedales del Hudson poblado de quintas en sus riberas y algunas embarcaciones de cabotaje era el que le correspondía. A un de los ábsides le había atacado el mal de piedra.

Aquel contacto con la realidad y a la vez con los espectros me marcó un poco para toda la vida. Empecé a tener las ideas bastante claras acerca de lo que, no tardando mucho, acabaría sucediendo, y parece que ser que todos aquellos presentimientos negros que tuve aquella tarde a la vera del Hudson ante mis propias “Ruinas de la Italia” se han ido cumpliendo una por una. Mari Carmen había traído merienda y honré la hospitalidad de aquellos dos buenos amigos, que, aunque no compartiéramos las mismas ideas, siempre seremos amigos. Hoy Maraña, que entonces andaba un poco lampando y tenía todo ese fuego inconformista de la juventud, es un importante cargo en el periodismo hispano, de lo cual me huelgo, pero no cambiaría yo ninguno de sus avisados comentarios sobre la guerra del Golfo, o la situación en los Balkanes, por la tortilla que había preparado su mujer y que nos merendamos en un prado contiguo a la salida de aquel recinto medieval.

Se nos acercó una judía que se quedó con mi nariz de romano, pero yo aquella tarde no estaba de buen humor y me despaché con unos cuantos alegatos en favor del viejo mundo. Les dejé arreglando el mundo y me vine en el metro para mi oficina donde escribí de un tirón aquel reportaje que tanto gustó. Lo mandé por cablegrama y a las tres de la mañana, como estaba de Rodríguez en la Ciudad de los Rascacielos, encaminé hacia un bar que había en la Tercera Avenida, que se llamaba de “ Irish Rover” y traté de moderar la satisfacción que me embargaba por aquel “scoop” con unos cuantos vasos de cerveza negra. Brindé a mi acompañante sempiterno, Fray Millán:

- A su salud, padre.

Y yo que éste aprobaba con una sonrisa de pícara y haciendo un gesto con las mangas de su hopalanda cisterciense aquella actitud de celebrar no sabemos el qué.  Chascó la lengua y luego sonó un gaudeamus.  No estaba tan abandonado ni tan “ in partes infidélium” como yo llegue a suponer.

- Te lo mereces.  Lo has clavado. Ahora lo que hace falta es que aquellos bodoques dejen de hacer el tonto vendiéndoles sus tesoros a precio de ganga a los norteamericanos. Tú sigue chascando la tralla para meter en vereda al mulo.

Fray Millán llevaba más razón que un santo, pero temo que, como tampoco a mí, le hayan hecho demasiado caso. Mi fantasma particular y yo mismo pertenecemos a una especie a extinguir, al igual que algunos funcionarios. Pero no seremos nunca ni los primeros ni los últimos que se sienten consternado ante esa dejadez atávica del papanatismo de nuestros días. Ya Quadrado prorrumpe en un lamento profético al girar visita a Sacramenia, y tuvo la sensación de desolación de la que fui yo partícipe al salir del museo neoyorquino. Dice el escritor mallorquín. “Creí que, al salir de allí, escuché el lamento del Santo Job recitando palabras melancólicas sobre la condición humana la cual no es más que polvo. Si mañana me buscáis, ya no seré nada “.

 

Leopoldo Torres Balbás, un historiador ilustre de la Historia del Arte, que estuvo en Pecharromán hacia 1920, antes de que el monumento fuera vendido y dispersado, hace una detallada descripción de la iglesia, con una longitud de 56 metros por 37. Las tres naves estaban separadas por pilares cruciformes, y las bóvedas eran de plementería francesa. Se fija en los capiteles de las columnas, lisos, con ábacos formados por un filete y una nacela. Los capiteles eran grandes y en ellos se repetían motivos de decoración vegetal: piñas, tallos, algún helecho, bolas y mallas. Separaba el muro de la nave central una fina imposta, con dos gorjas invertidas entrefiletes. Se apreciaba la ornamentación de rosas. Todo el recinto debió de someterse a una reforma en 1733, fecha que aparecía en una talla de madera de San Bernardo que era de aquel año.

Aporta Leopoldo Torres Balbás otro dato que corrobora lo tantas veces declarado aquí del ascendiente musulmán que se aprecia en la mayor parte de todos estos monumentos, lo que demuestra la propuesta de que el cister fue un elemento aglutinante de pacificación y de fusión de las Tres Culturas, siempre a la sombra de la Cruz como estímulo y nunca al revés, porque la religión de Jesús ha sido la del perdón y la misericordia, cosa que no puede ser dicha de las otras creencias mistéricas.  Hoy muchos investigadores obvian que bajo el estandarte verde del Profeta fueron cometidas sarracinas -nunca mejor cuadra la palabra- y la Ley del Talión convierte al judío en el pueblo de la buena memoria. El Dios del AT resulta contumazmente vindicativo.

En tiempos de los tres grandes reyes que tuvieron por nombre Alfonso(el Emperador, el de las Navas de Tolosa, y el Sabio) se alcanzó una armonía inter racial entre los tres pueblos que habitaban Castilla que resulta paradigmática y un ejemplo de tolerancia a seguir en el futuro. Por desgracia, las Tres Culturas que hoy intentan meternos por los ojos y de la que hacen apostolado los que han sembrado de bombas el territorio de Kosovo fomentan la venganza, el fundamentalismo y la regresión al cuadrado cero de los tiempos medievales. En el fondo, lo que se está predicando de forma subliminal es la reconquista de Europa al revés. Este planteamiento que enardece a los judíos de Norteamérica no puede conducirnos a nada bueno. Supondrá un nuevo a volver a empezar de cero.

Es, poco más o menos, la pretensión esotérica de los cistercienses. Bajo su amparo se cincelaron tantas catedrales, se buscó la quintaesencia y la piedra filosofal no sólo a través del conocimiento místico sino también por medio de los valores alquímicos. En ella todo está medido y tasada hasta las dimensiones que debía tener una bodega. El vino no faltaba en ninguna casa de los monjes frailes. Ellos enseñaron a la posteridad a cantar a la Virgen y a plantar majuelos. El monasterio de Sacramenia se significó por su buenos caldos. Porque la vid es vida, fuerza y lleva al conocimiento de la trascendencia. No se puede dar de lado a este dato tan importancia porque los antiguos cristianos, quizás debido al origen dionisiaco de la religión heredada de Roma que la “sangre de Cristo” puede conducir al que pota a la divinidad inmanente y es fuente de salud. Por eso mismo el vino no estuvo nunca prohibido en ningún monasterio. Incluso, las observancias más severas, como la de los cartujos, y la de los cistercienses reformados o trapenses permiten un vaso o dos a las comidas, para hacer frente a los rigores del frío y a una dieta estrictamente vegetariana.

En Sacramenia ha desparecido casi todo, pero quedan el rosetón de poniente con la fachada de la iglesia y parte de la bodega horadada en una roca de la ladera.

Se encuentran concomitancias con el Monasterio de Piedra, en Teruel, otra joya cisterciense, y con la colegiata de Tudela en la labor de alfajor propiamente morisca. Hay aspilleras y bóvedas en arista rematando un suelo levantado donde se parecían los hoyos que otrora ocuparon las sepulturas visigóticas de piedra labrada.

El claustro, que también emigró con sus columnas gemelas y sus capiteles románicos tan agradables a los sentidos, pero tan difíciles de interpretar ante los seres monstruosos que despliegan y que eran  simbolismo habitual para el hombre de aquellos tiempos  pero que para la mentalidad actual resultan un intrincado galimatías de pesadilla, era el núcleo monástico por excelencia, según revela la “Carta de Caridad para los Usos y costumbres de los monasterios” redactado por el abad de Claraval.

Se hallaba orientado hacia mediodía para que hubiese gran disponibilidad de luz. Son fríos los inviernos por estas llanadas. La pieza claustral fue edificada en tiempo posterior o sufrió alteraciones o reformas de la época plateresca. Así lo revela el alfiz del arco ciego donde estaba situada la armariolum o biblioteca de los códices.

El cillero o granero, una especie de hórreo de piedra, debió de ser la parte más antigua, pero de sus dependencias no quedan trazas.  Durante la guerra de la independencia sirvieron de caballerizas para los jinetes de Juan Martín el empecinado.

La sala capitular se conserva en Miami habilitada como museo. En uno de sus ángulos había una ara de data muy antigua. Era un altar visigótico dentro del iconostasio casi idéntica a la que yo alcancé a ver de niño en el cementerio sotohontanero de San Gregorio y que ha desparecido misteriosamente. Sobre ella, aparte e oficiarse la misa se depositaban los santos evangelios, que en los monasterios mozárabes estaban expuestos la mayor parte del día después de la misa del alba hasta el ultimo rayo del ocas y el abad o idumeo bendecía a la congregación agarrando las tapas del texto sacro forrado en oro con un humeral. Hay que hacer hincapié en que la costumbre de la bendición con el Santísimo tenía su origen en esa practica. Asimismo, sobre el ara se tomaba juramento. Cabe la sospecha de que Santa maría de Cardaba fuese una iglesia juradera, como lo fueron San Pedro de Cardeña y Santa Gadea.

Solían allí solemnemente los condes castellanos jurar los fueros y se llevaban a cabo las solmenes vigilias de armas y la investidura de los caballeros andantes. Pero también se leían sobre el ara las colaciones u homilías después del oficio divino.

El refectorio medía quince metros de largo por cinco de anchos. No era tan aparatoso como el de Poblet, pero contaba con una cabida para poder allí alrededor de quinientas personas. Durante la infesta del prandium o pitanza monacal se tenía por costumbre que un lector leyese algo edificante desde una tribuna del lado que da a poniente cabe un ventanal geminado.

Muy austero debió de ser el régimen de vida cisterciense, según se desprende de la lectura de “Apología a Guillermo” escrita por el santo fundador en 1225. Es una critica demoledora de la suntuosidad y lujo benedictinos. Al propio tiempo, San Bernardo estaba empeñado en hacer de Claraval una especie de segunda Roma. Todas las casas cistercienses estaban fuertemente controladas por la casa matriz, no se sometían al poder de los obispos ordinarios. Los abades eran auténticos monarcas de sus demonios, aunque para todo tenían que pedir a Claraval. No podían comprar ni vender, ni menos edificar a su libre albedrío. Hasta las medidas de los cimientos debían de venir aprobadas por el Capítulo General. Querían los cistercienses una unificación de todo el monacato, siguiendo las pautas de los cristianos orientales. En la ortodoxia, por el contrario al rito latino, donde son miríadas los hábitos y tocas de frailes y monjas, por ese nefasto afán fundacional de los muchos santos que pueblan nuestras hornacinas, no hay ordenes ni institutos religiosos. Sólo, monjes, que, al profesar, se comprometen a la castidad, la pobreza, y obediencia; y popes o curas seculares, pero en la Iglesia latina cada palo aguanta su vela, y cada uno ha ido haciendo la guerra por su cuenta. Hemos querido rizar el rizo.

 El drama personal de San Bernardo fue que no pudo ver ningún fruto a la cruzada que él predicó, ni recabaría la meta por él tan deseada de la unificación monástica. Ni camaldulenses, ni valdenses, ni benedictinos, ni cartujos quisieron aceptar su disciplina. La solidez y austeridad de sus principios es algo que se deja sentir también al contemplar los muros, muchos casi derruidos, pero que aguantan el paso de los años, de sus abadías. Al establecer el Cister, lo que quiso fue diseñar para siempre y de una forma definitiva una Orden de Cristo, que es lo que significa en realidad. Cisterciense viene a ser lo mismo que cristianense, aunque hay quien lo relación con el sustantivo romano castra(campamento), pero a nosotros el primero de los significados nos parece más distintivo, precioso y  preciso. A la muerte de del maestre templario, Jacques de Molay, en 1314, los cistercienses portugueses de Tomar empezarán a llamarse Hermanos de Jesucristo.

La intima trabazón de los monjes blancos no ha sido bien delimitada y es un reto que aguarda a los historiadores del mañana, porque es un parcela apasionante que no cubre solamente el devenir de la Iglesia, sino la génesis misma de las ideas estéticas de Occidente. El modelo que ellos encontraron y siguieron en sus iglesias, que son verdaderos ribbats de sólidos fundamentos y con esa obsesión tan suya por el seguimiento de la rueda solar y el culto al sol, presente en los cantos del oficio divino a lo largo de las siete horas canónicas, no ha caducado. Siguen siendo en realidad la prez de la Iglesia. Ellos consiguieron el máximo esplendor del rito latino, pero, si bien se fija uno, conserva algunos aspectos llegados de oriente.

Por ejemplo, los templos bizantinos tenían todos cinco cúpulas y un campanario exento. Los templarios conservan este aspecto en el que se alberga una intención iniciática (en honor tal vez de las Cinco Llagas) y adoptan las campanas, pero dentro del recinto. Así la originalidad de la iglesia del monasterio de Cárdaba es haber seguido el patrón bizantino de las cinco cúpulas, pero no vertical, sino en horizontal. En cinco testeros planos. El número cinco vuelve a repetirse en otros enclaves cistercienses: el templo de La Cabrera (Madrid), en Santa María de Azoque (Zamora), así como en las abadías de Furness y The Fountains, en el norte de Inglaterra.

¿ Será casual esta curiosa homogeneidad? No lo sabemos. Lo que sí se puede decir es que la cifra quíntuple se repite en el diseño de las plantas de Santa María de Teverga(Asturias), en Leyre, en Almazán, y en Arbás del Puerto y en San Juan de Lillo. Todos estos monumentos eran de factura mozárabe.

Según mi leal saber y entender, los cistercienses no se propusieron sino la síntesis de los francés y de lo español. El ábside liso y sin contrafuertes es una aportación netamente visigótica. La bóveda de cañón y el arco de herradura que pasa a ser luego de punto a medida que se van resolviendo problemas técnicos sobre la marcha, ya estaba aquí. La leva de religiosos extranjeros traídos por Alfonso VII de allende el pirineo se establece en valles escondidos donde previamente había habido monjes de la laura mozárabe y es así como se lleva a cabo la fusión.  Sacramenia se caracteriza por haber marcado ese punto de inflexión de adaptación a un tiempo nuevo.

Tal constante donde mejor se observa es precisamente en la ruinas del cementerio de Fuentesoto, que por fuera ofrece los rollizos muros visigóticos y por dentro aparece un arco ojival en cuyos paramentos quedan restos de grafías góticas. Su traza cuadrada por una parte recuerda el arte asturiano, pero el interior es paladinamente cisterciense.  He aquí un enigma que no ha conseguido ser resuelto por los eruditos, pues aquí se empezó a construir con bóveda de medio horno, pero luego se volteó en ojiva y lo que quedó fue una bóveda en arista que ha resistido misteriosamente a la intemperie de casi diez siglos sin una mala gotera.

El camposanto a quien lo visita siempre parecerá un lugar mágico. Una mágica telúrica arrastra a la vista hacia el cerro al que quieres llegar dejando a la colación a tus pies pues Fuentesoto siempre me ha parecido un pueblo fantasmas, hecho casi para creer en las Ánimas casi sin querer. La torre de San Gregorio que lo vigila casi de arriba tiene una forma antropomorfita. Los ojos del campanario y el aire de catedral o faldistorio de la configuración de la piedra llegan a mostrarse a la imaginación como las de un gigante que se ha sentado allá a descansar. Recuerda en parte las ruinas del castillo de Tomar, donde está Cova de Iría, donde dice que se apareció la Virgen, paradero insólito, y otra ubicación templaria. Aquellos castellanos que vivieron durante la gran eclosión primaveral del siglo XII, cuando se nota un cambio de rumbo, habían heredado de los romanos una tendencia ingénita a edificar siguiendo el viejo instinto sincretista. Para conmemorar la victoria sobre e islam el rey Alfonso Enríquez ofreció aquellos terrenos al patriarca de la orden cisterciense. El mismo fue el que diseñó el encintando del cenobio del Castillo de  Tomar como tampoco me cabe la menos duda de que San Bernardo anduvo por estos terrenos. San Bernardo era un genio que se adelantó a Leonardo, porque tenía profundos conocimientos no sólo de astronomía y de matemáticas, de pintura y de geometría, como revelan algunos pasajes de su obra tan apasionada y apasionante que han llegado hasta nosotros. Sabía de Leyes y de Teología.

Pero era tolerante y complaciente con sus profesos. En su “Carta de Caridad” lo demuestra. Su pluma destila misericordia y comprensión hacia las flaquezas humanas. Durante muchos siglos, en los monasterios cistercienses se vivía bastante bien. Lo que demuestra que los jardines de María no son una utopía inalcanzable, sino que pueden llegar a ser levantados y cultivados en medio de este valle de lágrimas. Todo estribaba en la parsimonia de una vida sin sobresaltos regida a golpes de campana, que discurría en parajes solitarios y umbríos con mucha vegetación, y, sobre todo, se permitía hacer uso moderado del  vino.

 A los enfermos se les proporcionaba dietas denominadas de alivio, basadas en lacticinios y a los enfermos se les solía curar con vino. Esta bromatología, tan peculiar de la región cuyo estudio nos ocupa en esta parte de la provincia de Segovia, estaba aun vigente hasta hace pocos años. Lo sé por propia experiencia. Mi abuelo Benjamín curaba los catarros y hasta las afecciones de la vista con un vino caliente que llamaba sopillas. La tuberculosis y el reumatismo así como una afección medular o mielosis (esta es  la tierra de los quebraos de espalda y las faenas del campo propician la aparición de las hernias tan frecuentes y que derivan en lesiones oseas), a falta de otras boticas más contundente pedían el vino de ribera como purga de benito.  Fuera de eso, los frailes bernardos, pues está constatado, eran grandes apotecarios e iniciados en la alquimia y conocían la mayor parte de los secretos curativos de las hierbas medicinales, pues, como decía Raimundo Lulio, no hay yerba que no tenga a sus  propias estrellas que la empujen y la estén diciendo a todas horas: crece. Gran parte de esta ciencia que yo he visto guardada misteriosamente en los ojos de boticario y tarros de la farmacia de la villa de Fuentidueña la sabían los monjes medievales al dedillo. Hoy está perdida, pero, a no dudarlo, volverá a florecer, a no ser que la mano del hombre siga empeñado mediante la acción deletérea de sus agresiones al medio ambiente siga empeñado en hacer desaparecer a tantísimas especies de nuestra flora autóctona.

A pesar de sus críticas a la molicie de sus mentores benitos, nunca San Bernardo privó del vino a sus hijos. Debía de saber bien lo que hacía, porque la sangre de Cristo, hoy tan adulterada y que en España absurdamente se tiene en menoscabo porque tanto abunda y la gente prefiere el infame botellín cervecero, pura química, al traguillo de clarete. 

 

Defroque se llamaba en los antiguos a la herencia, constituida por las escasas pertenencias, que lega un profeso al abandonar este mundo. Era costumbre repartir entre los pobres algún tarro con medicamentos, los eucologios y devocionarios, en ocasiones, algún cuaderno, los zapatos y la ropa interior. Es la regla general: desnudos venimos y desnudos nos vamos al más allá. Tampoco de ella se libran los monjes, aunque su constante contacto con la muerte y su preparación a la vida futura, se las haga más llevadera, pues esta familiaridad con la Huesuda es prerrogativa de cartujos y trapense. Esta esperanza en el más allá hace que el tiempo se mida con arreglo a otros parámetros diferentes a los que utilizamos en el siglo. Asimismo, es la razón por la cual muchos semblantes sean alegres.

No queda ni rastro. Polvo serás. Al visitar, año tras año, los escombros de lo que fue uno de los jardines de la Virgen más esclarecidos en la tierra española, me asalta esta palabra. Defroque es una razón de despojo que nos acerca a la realidad inexorable y fatídica: el hombre es el único animal que sabe que ha de morir.  Todo es un defroque lento y paulatino, que muda las cosas. Las ruinas de San Gregorio marcan un hito de éxtasis ininterrumpido con sus sillares purificados por las lloviznas y los vientos de un milenio. Alzadas sobre el somo parecen cantar el salmo de la santa indiferencia y proclaman que han alcanzado la vía unitiva.

Son el resultado de un despojo lento pero irreversible, el corolario  del desasimiento de cuitas terrenales. A Quadrado le dieron ganas de prorrumpir en el canto del “Dies Irae” y Torres Balbás que hace la descubierta de estos escondidos parajes se pregunta proféticamente, poco después de la primera guerra mundial, cuánto tiempo tardarían en caer los muros de la iglesia sacrameniense pertinentemente inventariada desde el punto de vista de su descripción arquitectónica en su libro ya citado, en la que se incluyen valiosas fotografías del recinto iniciático que hoy ya no se pueden obtener. A mí, en mi modestia de periodista y de aficionado a estas cosas, también me pervade esa sensación elegíaca.

Esa sensación de pigricia  y abandono me dice que nada es duradero ni permanente. No somos más que flor de un día, verdura de las eras. El primer tuvo en la colina del Calvario lugar un viernes santo, cuando los soldados romanos se jugaron a la taba la túnica inconsútil del Salvador, verdadero origen del culto a las reliquias. Lo demás es una historia repetida. Ha cundido el ejemplo, porque el odio o la desprevención hacia todo lo relacionado con Cristo es en nuestros días de reforma positivista casi un imperativo categórico. Ninguno nos quedamos aquí, afortunadamente, para simiente.  Puede que de esta forma el Señor esté castigando nuestra soberbia, sin embargo, la desolación ante estos pingajos que otrora fueron muro solemne y compacto, valladar de contención contra las arremetidas del infiel y pebetero iluminado por la plegaria de tantas almas consagradas a Dios se vuelve rabia ante la incuria de un pueblo que ha querido volver la espalda a su pasado, dejando que otros lo manipulen y tergiversen a su antojo. Alma arriba se me sube la tristeza que pronto se transforma en bilis. Me parte las carnes y arponea mi conciencia en este verano último del segundo milenio.

Del noveno centenario del Cid, que amó esta tierra, que era fundo de su querido monasterio de Cardeña, nadie quiere saber nada. Si Larra dijo que habría que candar su sepulcro con siete cerrojos, tal objetivo fue conseguido con creces. Los historiadores ingleses escriben barbaridades sobre su persona, señalando que fue una invención del franquismo, y por propalar tales injurias se menciona a los ínclitos para los premios Príncipe de Asturias. Clausurada la tumba del Campeador, pondrás las crónicas del revés. Recuerdo con horror cómo, hace dos años, fui a visitarla. Me tocó con un grupo de turistas vascos. Uno de ellos, ni corto ni perezoso, a la vista de la despampanante escultura del apóstol Santiago que corona la entrada del cenobio cardenense, no se le ocurrió otra cosa que escupir a la efigie del matamoros y ante la lauda sepulcral todo fueron risas y apostrofes acerca de la Tizona, de Doña Jimena, etc.  Estuve a pique de enfrentarme a aquellos várdulos con pinta de energúmenos, pero preferí entonar un responso mudo por los huesos de los doscientos religiosos que perecieron allí un seis de agosto a manos de los amigos de aquellos bilbaínos que tantas pestes echaron durante lo que duró la visita contra Don Rodrigo. Oficiando de cicerone un frailecillo desgreñado y con cara de sueño, al que le asomaban unos pantalones de franela por debajo de la túnica blanca, tampoco tuvo arrestos para llamarles la atención. ¡ Dios, ¡qué buen vasallo, si “oviese” buen señor!

Pero ese viene a ser el destino crucificado de los que han sentido en sus venas la pasión de España y la han querido amar inteligentemente.  Siempre tienen que venir los Cien Mil Hijos de San Luis a arruinar la parva. Agora no son los infames afrancesados, son los hijos de Julián Marías los que vigilan el cotarro. Del Campeador sólo se acuerdan de él para echarnos tierra a los ojos o para manchar de ignominia su memoria. Y en este caso no sol los cien mil hijos de San Luis ni los de Julián Marías, sino los de Raquel y Vidas, aquellos dos hebreos a los que engañó llenado dos cofres de arena para saldar una cuenta. Debe de ser que todavía le duele la triquiñuela. ¿Y qué pasa? Por una vez que el castellano engañara a los judíos, éstos lo engañaron siempre, porque en aquellos años del reinado de Alfonso VI los judíos bailaban a dos aguas, financiando las campañas unas veces de moros y  otras de judíos y el Cid era un mozárabe, no un mercenario, como quiere demostrar ese tal José Luis Martín, que por decir una tontería lo han nombrado catedrático de Salamanca. Pero esto no es más que la conciencia herida de Raquel y Vida que demanda. Al Campeador no lo perdona y ahora lo queman en efigie por haber ido por libre. Conque todavía estaremos pagando la deuda de la pesada broma de los dos baúles cargados de arena. Va a seguir durante mucho tiempo el expolio.

 

En 1996, con motivo de las fiestas patronales de Fuentesoto, para honrar la memoria de San Vicente patrono de la ermita de su nombre y uno de los restos románicos que, debidamente reparados, han quedado para guardar la memoria de lo que fue el famoso monasterio de Sacramenia, en cuyos predios estaban inscrito todo el valle, desde el hontanar, donde nace la fuente, hasta los muros sagrados sacramenienses, pronuncié el siguiente pregón:

Sr. Presidente de la Asociación e vecinos y amigos de San Vicente, Sr. Alcalde, y concejales, entre los que tengo un amigo, Constantino de Frutos, amigo del alma - falta otro, Gregorio, pero éste se nos ha ido a fumarse su caldo de gallina al Cielo, desde allí nos estaría viendo, pues a él dirijo este emocionado memento. Gente de este pueblo, locales y forasteros. Esta tarde todos nos sentimos sotohontaneros. Porque notamos que en verdad pertenecemos a este pueblo, Fuentesoto, donde parece que hasta las piedras rezan.

Os llamo sotohontaneros aunque es posible que el gentilicio no lo encontréis en los diccionarios. Es de raíz latina. Soto viene de subter, lo que está debajo, por oposición a somo, o summus, la cima que corona. Y de fons que da por evolución de la f en h, como hontana y fontana, fontanar y hontanar. Es para mí un orgullo dirigirme a vosotros por medio de este pregón en día tan señalado, en esta hermosa tarde de agosto, cuando honramos la memoria del Dr. Melifluo, esto es: San Bernardo, el gran cantor de la Virgen, el impulsor de su culto el fundador de los monjes blancos del cister. También predicó la segunda cruzada y fue un entusiasta del culto de las reliquias o de la devoción a los mártires. Exponente máximo de esa devoción era San Vicente, el primer convento que funda él en Roma se llama con ese nombre, igual que la de vuestra ermita que se alza en los huertos de abajo.

Cuentan las crónicas que el famoso abad borgoñón, el cual a lo largo de sus 63 años de vida(1.090- 1.153) erigió más de un centenar de lauras cenobíticas diseminadas por la geografía de Europa, estaba en Roma cuando llegó la delegación del rey de Castilla, Alfonso VII, presidida por el monarca en persona. Ambos se entrevistan en el monasterio de San Vicente el primero que fundara Bernardo de Claraval en la Ciudad Eterna. Corría el año 1.141. Era un 3o de enero.

El rey de Castilla, el hijo de doña Urraca y casado con doña Berenguela que reinó de 1.123 hasta 1.157 quería perpetuar la memoria de su victoria sobre las huestes de la Media Luna en Jaén, un triunfo que la tropa cristiana atribuyó a un milagro de San Vicente obispo y mártir, uno de los sucesores de San Segundo, cuyo nombre figuraba a su vez entre los Siete Varones Apostólicos enviado por San Pablo a evangelizar la Península Ibérica. Con tal fin ofreció el monarca a ll papa unos terrenos sitos en el señorío de Sacramenia y, dependientes de san Pedro de Cardeña y en cuyas cuevas desde tiempo inmemorial había habido monjes.

Este santo muere  decapitado después de ser sometido a la tortura del potro el año de gracia de 304 por mandato del prefecto Daciano de la ciudad de Ávila durante las persecuciones de Diocleciano, la más sangrienta de las nueve persecuciones romanas que registra la historia entre las padecidas por los seguidores del galileo. Recibió la palma del triunfo por defender la fe de Jesús en compañía de sus hermanas Sabina y Cristeta, dicen los martirologios, aunque, según las averiguaciones de mi propia cosecha, ambas bien pudieran ser la esposa y la hija del mismo mártir. En el siglo IV no privaban aun las disposiciones sobre celibato para los ordenados” in sacris”.

Los que hayáis estado en Ávila, la de los cantos y la de los santos, habréis podido admirar esa joya del arte románico que se llama Basílica de los Santos Mártires, construida por un judío converso en el lugar donde fueron decapitados Vicente, Sabina y Cristeta.

Durante la Edad Media. Y en el rito hispano-visigótico o mozárabe, así se colige de lo que ponen diversos cartularios, misales y libros de horas por mí consultados, se les tributaba culto propio en las diócesis de la Tarraconense el 27 de octubre. Su nombre figuraba en el canon de la misa gregoriana hasta el siglo XII, cuando se impone coercitivamente el módulo de liturgia romana, quedando como excepción a este rescripto papal que proclamaba la universalidad de la modalidad lateranense para todo el occidente (el rito ambrosiano y el hibernés fueron apartados al igual que el mozárabe) quedando como excepción algunos  juraderos o basílicas de fuero erigidas para sepulcro de la realeza, como, por ejemplo, la catedral de Toledo, la iglesia de Sta Gadea de Brugos, allí donde el Cid, aquel castellano leal, comete la osadía de tomar juramento a su propio rey - Alfonso no se lo llegó a perdonar jamás- o San Vicente de Bueno, cerca de Briviesca, verdadero antemural de la fe ortodoxa, que guarda una tradición de hermosa leyenda fronteriza: la de Santa Casilda, hija de Almamún de Toledo, a quien los panes que llevaba para alimentar a los prisioneros cristianos en las mazmorras de su padre se le convirtieron en rosas, caso prodigioso del cual no me es lícito extenderme en este momento, en gracia a la brevedad.

Luego Cisneros remataría este anhelo por suprimir las diferencias regionales que siempre ha tenido Roma en su trayectoria globalizadora. Hogaño, la misa mozárabe sólo se celebra en la catedral de Toledo y durante las grandes fechas en San Isidoro de León.

Aquí es donde la historia se confunde, entrevera, y nos deja colgados sobre el precipicio de las lucubraciones y del supuesto. Estamos ante un galimatías, queridos sotohontaneros. ¿A qué santo nos encomendamos o qué santo ponemos? ¿A San Vicente obispo de Ávila de los Caballeros, al que el poeta Prudencia canta en versos inolvidables, por la constancia en la fe, por su impasibilidad ante el tormento, pues después de sufrir el garfio, el potro y el fuego, fue descuartizado vivo y su cuerpo arrojado a los perros por orden de Daciano, pretor del Emperador Diocleciano, quien a su vez preconizó la ultima de las persecuciones, la más sanguinaria de todas? ¿O fue San Vicente diacono y coadjutor de San Valero de Zaragoza y que recibió el lauro del martirio en la ciudad de Valencia durante la misma persecución y en las misma fechas que el obispo abulense el año 304 de la Era de Gracia?

La hermosa tradición católica está a veces salpimentada de ucronías y de nebulosas. Guara silencio ante lo que más importa desde el punto de vista de la curiosidad anecdótica, aunque el depósito de la fe, la fe del pueblo, no por los pormenores padezca merma, ya que permanecerás incólume y firme en sus esenios en el devenir del tiempo. Así nos lo garantizan los Evangelios. Cristo no podrá fallar a sus promesas.

Veamos.

Como no quiero aburriros ni llenaros la cabeza de cifras y de datos de vetustos cronicones, os voy a contar un caso que ocurrió por estos pagos durante una de las guerras carlistas.

El personal andaba algo revuelto y segado en bandos, cosa que, por lo demás nada tiene de particular porque de suyo los sotohontaneros le tienen ley a las banderías y facciones. Siempre fue así en Castilla la Vieja. Y unos eran partidarios de don Juan. Otros, de Don Manuel.  Llegaban las elecciones, había palos, pero los comicios no despejaban la incógnita. No salía alcalde. No había forma. Cuando hete aquí que teníamos en Fuentesoto un sacristán, por nombre Felines, que era un vivales. Se las sabía todas. Ayudaba a un cura, llamado Sisenando, quien tampoco le iba a la zaga. Un día concertarán ambos una artimaña para deshacer aquel empate de las votaciones y los pucherazos.

- Mire, Don Sisenando, aquí vamos a hacer una cosa. Ya va siendo hora de que haya alguien que mande.

- Tú me dirás, Felines.

- Es muy sencillo. Se trata de lo siguiente: pedir parecer al Santo Cristo, ése que sacamos en la procesión del Encuentro la mañana de Sábado Santo. Le decimos: “Divino redentor nuestro. No tenemos alcalde y este pueblo se pierde. Muéstranos tu voluntad. Tú nos dirás a quien designas.

- Eso es pecado de vana presunción, una ordalía. No tenemos que tentar a Dios. Jesucristo no quiso nunca meterse en política.

- Aguarde, Sr. Cura, que los tiros van por ahí, pero no es así la cosa. Nosotros hacemos como que pedimos parecer y consultamos el oráculo divino. Sin embargo, como Él también nos enseñó a ser cándidos como palomas y astutos como serpientes, y, como ya decía San Ignacio que el fin justifica los medios, hacemos un simulacro, pero en realidad serán nuestras inteligencias lo que maquinan todo mediante una pantomima. Se van a quedar muchos que nos les llegue la camisa al cuerpo.

- Sé por donde vas, pero no se puede hacer. Es un sacrilegio. No y no, y no.

Era testarudo el sacristán, y tanto le dio guerra al buen párroco que al fin “Don Sise” consintió en someterse a la ardid urdida por Felines. Se trataba de colocar sendas cuerdas a cada mano del cristo venerable para que, en un momento y ante la interpelación del sacerdote, alzase la mano cuando se le nombrase el candidato designado de los dos. Así quedaría deshecho el empate electoral. Así podríamos tener alcalde.

- Mire, don Sisenando. Vamos a hacer lo que cumple. Usted se reviste con alba y estola, se pone a la cintura el cíngulo de oro de las cajoneras, se echa la capa la pluvial a los hombros. Mientras tanto, yo toco las campanas y convoco al pueblo para que vengan a presenciar el “milagro”. Atamos una cuerda a cada mano de la imagen, una para Don Juan y otra para Don Manuel. Usted canta lo que sepa o responsea, que eso se le da bien. Yo me escondo detrás del retablo y me acurruco en una tronera y cuando usted pregunte al cristo por el nombre del candidato, que ha de ser Don Juan, que para eso es un tío muy de derechas y de confianza, más que Don Manuel, que es un vaina y ha abierto en diez años siete tabernas, yo, zas, tiro de la cuerda.

- Bueno, Felines. Haremos como te parezca, pero vaya por delante que a mí no me gusta esta treta. No quieras meterme en líos.

-¿ Y qué? ¿ No eligen papa los cardenales con una estufa que fuma humo blanco y queman allí todas las papeletas? Pues nosotros vamos a elegir alcalde tirando de una cuerda. Aquello es política y esto es política. Todo en la vida no es más que política.

Conque un domingo por la mañana tocan a misa. Acude el pueblo en peso. Pasados los kiries, el celebrante regresa a la sacristía para cambiar la casulla por la capa pluvial como en las rogativas. Cunde la voz de que Don Sisenando va a hacer un exorcismo.

Entona el” Veni Creator”, invoca al espíritu Santo, hace una pausa. La expectación crece y hasta se oye el volar de las moscas. El Felines estaba oculto en su escondite detrás de la hornacina de San Pedro. Era menguado de carnes y cabía. Casi estaba muerto de risa cuando el cura acometió la interpelación solemne con su enorme vozarrón de rabadán de las breñas.

- Santo Cristo del Milagro, - clamó - coadyúvanos en este aprieto, concierta las paces en este pueblo. ¿A quién elegimos alcalde? Hemos colocado una vara en cada uno de tus divinos gracias. Respóndenos, Cristo Muerto.

Pero el Nazareno, quieto.

Volvió a exorar el preste con voz todavía más campanuda:

- Dinos, Señor, ¿a quién? ¿A Don Juan o a Don Manuel?

La imagen no se movía. En los bancos crecía la expectación y la inquietud. Y otra vez imprecó el bueno de Sisenando el favor de la iluminación celeste, y nada. Cuando de allá a un poco salta la voz angustiada del Felines, que se había hecho un lío con las riendas colgadas a las extremidades superiores de la estatua yacente.

- Pues ni a Don Juan ni a Don Manuel, que se me quebró el cordel.

 

Este pregonero esta tarde, sin ánimo de entrar en polémica, ni de ofender a nadie, y después de sopesar los pros y los contras de la cuestión, sobre la que escribí yo hace muchos años un reportaje cuando hacía mis primeros pinitos en periodismo, y luego me emocioné cuando en Nueva York y Miami pasé por los claustros que miran al Hudson y al parque nacional de Everglades con el mismo señorío despampanante con que miran para  nosotros esos muros de la torre del cementerio, antiguo templo miguelino, augusto gremial de paz y de silencio en el páramo de ese somo al cual los sotohontaneros nunca hemos de perder de vista porque es hito de advertencia acerca de la vanidad de las cosas humanas y de la brevedad de la vida, se inclina por el parecer de que el San Vicente de ahí en eso, el de nuestra ermita, que está entronizado con su báculo y su anillo de obispo y sendos dedos alzados para el “benedícite” guarda relación con el mártir castellano. No con el aragonés. Con el Vicente obispo, no con el diacono de San Valero.

Y, como no me gusta dejar las cosas en el aire, y soy de formación algo escolástica, voy a tratar de demostrarlo.

Si os fijáis en uno de los capiteles de nuestra ermita cisterciense que resplandecen por las hermosura y virginidad de la piedra toba que parecen haber salido de las manos del cantero ayer cuando han pasado ya más de ocho siglos, os fijaréis en una de cabeza de obispo, ataviado de pontifical (capa con broches, mitra, mocasines, anillo y báculo estevado, y los dos dedos de la mano diestra que bendicen al concurso enguantados en su quiroteca. Es casi el único motivo religioso dentro de esta surtida representación de flores y animales mitológicos de origen pagano. La figura de San Vicente emerge en el seno de una decoración ficoidea exuberante, dentro de un casalicio formado por ramas de palma. Se trata, pues, de un obispo y de un mártir. el artista quiso dejar estampada en la piedra la personalidad del homenajeado en este ara diciéndonos que había alcanzado la plenitud del sacerdote por los atributos con que lo representa. Esa fue a mi criterio la intención del artista que esculpió las tallas de los cimacios del arco del ábside. Debajo de la tosquedad e ingenuidad de su cincel late un espíritu cargado de simbología.

Alfonso VII, el mentor que auspicia esta fundación en la “domus monástica “ sacrameniense nació y se crió en Ávila. A sus expensas se acometió la obra de la catedral así como esa capilla del arte románico que es la basílica de San Vicente y también fue este rey el que hizo la donación de Sacramenia al cister. Alfonso VII el emperador era devoto de los Santos mártires. Sin embargo, el primer convento que funda san Bernardo en Roma lo pone bajo la advocación del otro San Vicente, el oscense. Hay una interpolación de nomenclaturas.

Por otro lado, conviene meterse en la mentalidad del hombre que habitaba estos tesos por aquellos tiempos del Terror Milenarista, cuando todos creían que el mundo se iba a acabar el último día de diciembre del año 999, un guarismo que representa la inversión de la cifra conocida por los hermeneutas como de la terminación del mundo. El número innombrable e irrepetible. Estaban en un equívoco, porque la Misericordia de Dios prevalece sobre la incertidumbre y las trapacerías agoreras y otras iniquidades de los hombres y el sol siguió luciendo.

No se puede entender la fe del hombre medieval sin el culto a las reliquias. La vida era corta y azarosa, plagada de enfermedades, abandonos, despotismos, arbitrariedades e injusticias. Los cristianos se aferraban a las reliquias de los santos como talismán de protección, como salvoconducto y baluarte contra las embestidas del infortunio. La seguridad estaba poco garantizada debido no sólo a la razzias o campañas militares agarenas de primavera, sino a las pugnas internecinas entre los propios cristianos. Porque Castilla era entonces(y aquí radique tal vez su principal defecto) un reino de taifas. La gente iba de acá para allá con la casa a cuestas con los huesos de sus santos al hombro, como en la famosa novela del griego Nikos Kazantakis. Es una costumbre oriental que los griegos habían copiado de la iglesia de las Catacumbas. Es una parte ahora indispensable del dogma de la comunión de los santos. Dios accede a las suplicas de la Iglesia militante en atención a los méritos de la Sangre del Salvador y de los bienaventurados que le honran en la Iglesia triunfante.

Tanto es así que únicamente se permitía celebrar la misa en aquellas aras que contasen con  los despojos benditos de algún confesor de la fe. Esta es la parte principal del Santo Sacrificio de la Misa después de la anáfora o canon. Se denominaba antímnesis o recordación. Estos altares purificados con el testimonio de los que dieron la vida por la fe abonan la famosa tesis de Tertuliano:”La sangre de los mártires será semilla de cristianos”

El “Cronicón Bruguense” señala que un seis de agosto del año 1002 moría en Medinaceli “siendo sepultado en los infiernos el caudillo Almánzor”, al cumplirse un año justo de haber llevado la ultima de sus más de un centenar de incursiones devastadoras contra el Norte.  Porque hasta cincuenta y dos de ellas le computan los cronistas. En una arrasa la catedral de León, en otra siembra la desolación y tala las vegas de Aranda, en otra derruye el acueducto de Segovia y entra a saco en el monasterio de Cardeña donde 206 monjes fueron pasados a cuchillos. Cada año en la fiesta de la Transfiguración, mana sangre roja de la fuente claustral. Cuando se abatieron las hordas sarracenas sobre Ávila, sus moradores huyeron despavoridos en todas las direcciones, llevando consigo y como única defensa las reliquias de los mártires, Vicente, Sabina y Cristeta pero el flujo fundamental corrió hacia tierras burgalesas. En el páramo o al abrigo de las montañas encuentran refugio. Buscan los riscos y los yermos como el de Buezo o las parameras como éstas y en uno de cuyos valles nos encontramos nosotros esta tarde.

El poema de “Fernán González “ refiriéndose a aquellos días de afrenta y desolación bajo el yugo fundamentalista del Islam intercala la siguiente estrofa:

       “... Tomaron las reliquias, todas las que hubieron,

            alçaronse en Castiella, assy la defendieron “

Que la torre de esta iglesia de San Gregorio del cerro a nuestra izquierda pudiera haber sido objeto de una de las 52 incursiones muslímicas del sarraceno el año 1000 es una historia más que probable. Tienen esos muros santos de nuestra colación todos los visos de ser un “ribbat”o castillo. La torre en realidad es una atalaya. Se trata sin duda de un templo prerrománico del tiempo visigótico, coetáneo de San Miguel de Lillo, San Julián de los Prados, de Santa María del Naranco o de Santa Cristina de Lena. La bóveda se trae un aire con la de la cripta de San Isidoro de León. Todas ellas son iglesias de traza cuadrada, lisas y sin vanos. Antes del cristianismo quizás hubiese en ese somo un templo a alguna deidad romana, incluso vaccea, ya que el aspecto es el de un castro celtíbero. En cualquier caso, ahí está la espadaña señera, su veleta enmohecida que tanto sabe de los vientos que han soplado sobre nosotros. Pudiera ser el cálamo que trazase la historia nuestra y de nuestros antepasados en todas las direcciones. Sobre su aguja quedan todos los colores del espectro y permanece vigilante velando por la memoria y la paz eterna de los ancestros, testigo mudo y perenne de la vida en el valle que discurre con la alegría e inconsciencia de ese arroyo de aguas bravas que mana de nuestra fuente.

 

Si es importante la figura señera de Alfonso el Emperador es porque su reinado representa un oasis de paz y de bonanza en medio de la confusión dentro de los crudérrimos albores del castellano solar. Es el monarca de la Tres Culturas con pleno derecho y en el sentido estricto, no en el laxo que se quiere dar ahora a esta palabra, ya que la Cruz en la cual creía y por la que murieron tantos debe ser el faro y la guía de la ley del amor, que tolere, pero nunca se compare de igual a igual con la Media Luna o el Candelabro Mosaico. Porque es el rey de las Tres Culturas bajo la Cruz de la Victoria se hace coronar en Toledo donde funda la Escuela de Traductores que luego sería ampliada por su biznieto, Alfonso X. Fomenta la tolerancia para con moros y con judíos. Perdona y repuebla las tierras arrasadas por las invasiones del sur, rotura los campos y los limpia de malhechores y de bandidos. Es sobre todo el primer gran impulsor de las peregrinaciones jacobeas.

En defensa de los peregrinos instituye las ordenes militares que abren casas y castillos a lo largo de todo el camino francés. Son los Hermanos Hospitalarios de Calatrava, fundados por un cisterciense, el abad Veremundo de Fitero. Protege a los judíos y, pasado el furor fundamentalista sarraceno, instituye y dona, por todos los confines, monasterios. Su presencia irrumpe cual vaharada de aire fresco en un ambiente cargado y tenebroso como es el del siglo XI. Pero, sobre todo, es el Rey del Románico. Europa se llena de una serie de construcciones religiosas de  apariencia ciclópea, como si los muros de estas iglesias intentaran hundir sus raíces en la tierra a la búsqueda de la profundidad de los misterios divinos, pero de una armonía de líneas y de un candor que sugiere u enerva, y que no ha sido todavía en arte mejorado por ninguna otra escuela o tendencia. Se trata de un mundo iniciático, mágico, didáctico y terapéutico, labrado por rudos canteros analfabetos pero que parecían hallarse en posesión de la piedra filosofal alquímica muchas de cuyas claves de interpretación se han perdido. Como, por ejemplo, los seres tetra mórficos y las arpías, esfinges, aguilas colosales, helechos que adornan los arcos abocinados y se incrustan con mirada profunda y un si es nos burlona sobre las ventanas telescópicas. Las bóvedas de cañón ofrecen maravillosa contra acústica, y mediante una disposición de ortofonía  en las rendijas o huras de las paredes se realzaba la voz de los cantores y los predicadores no habían necesidad de micrófonos porque tenían a su alcance la mejor disposición sonora. Por el oído entre la fe y ciertamente en este tipo de templos románicos es el sentido que más vale. Los interiores  en penumbra permitían en cambio la contemplación de los frescos que adornaban las paredes.

El monasterio es el paso siguiente a la antigua “domus áurea” y la mansión de los fundos latinos, emplazados sobre lugares estratégicos, oreados, y con una querencia de salvaguarda de los malos espíritus o demonios familiares. Era importante que el lugar elegido para cada fundo gozase de aguas salutíferas y de aires benéficos. Cumplía el papel que hoy se asigna a las ciudades, que son centro de poderes y de saberes. El cister, por eso mismo, es más que una orden eclesiástica; se trata de una auténtico proyecto de futuro, una nueva forma de conocimiento y de acercamiento a Dios, a través de los libros, de la razón, y de la observación de los fenómenos naturales. Aquellos monjes practicaban la alquimia y sabían mucho de plantas medicinales.

¡Increíble, pero cierto! La cruz ochavada de los claveros de Calatrava, Santiago, Alcántara , Avis, constituye el símbolo de un mundo nuevo, que galvaniza a la catolicidad en un salto adelante, un programa de vida que rompa con esquemas antiguos. Se dilatan los campos del conocimiento. Cambia la escritura. Cambia el culto. Mudan las costumbres. Salamanca, Palencia, la Sorbona, son emporios de la ciencia empírica y de la escolástica y constituyen el signo catalizador, o revolución innovadora, que supone el románico.

Y ello acontece gracias al cister y a las órdenes militares, establecidas bajo un mismo régimen, la “Carta de Caridad” promulgada por San Bernardo en 1.118. Habían fracasado la primera y la segunda cruzada, predicada por él, pero triunfa su mística traída desde oriente por los Monjes de la Cruz, en sus dos ramas: la activa de San Veremenundo de Fitero, y la contemplativa de cistercienses y trapenses.

 

Precisamente fue ese gran emperador de Castilla, al que tanto debemos nosotros porque resultó el fundador de nuestro pueblo, quien establece los Fueros de Calatrava los frailes soldados que llevaban al pecho una cruz ochavada. ¿Por qué ocho puntas? Porque el ocho era el número áureo, el número de la beatitud. En todas las fundaciones se esculpe en alguna ménsula o en aquel otro modillón el citado guarismo. Es la insignia que cierra el círculo. Ocho puntas tiene la estrella de David, y el ocho es múltiplo de doce, el ritmo de la creación, cuaternario, como el de los logaritmos. Hay doce apóstoles, doce planetas, doce meses del año, doce lunaciones, doce profetas. Si se multiplica doce por dos, nos salen los Caballeros Veinticuatro de las leyendas artúricas. Con ocho más nos da el número de gremiales que había de tener un coro catedralicio.

Europa entera, como si inundada de entusiasmo, se pusiera en movimiento con el proyecto de un objetivo común, se lanza al camino de la estrella. Quiere saber y ser sanado. Es como , por así decirlo, y salvando las distancias, saltar de la rueda celta y del arado de Cantalejo al Internet sin solución de continuidad, sin pasar por Venta de Baños y haber necesidad de peaje. Ese invento de Bill Gates, que ha revolucionado nuestras vidas en poco menos dos lustros a esta parte se basa en los conjuntos binario de los misteriosos monjes de origen cisterciense. Había habido un papa, Silvestre II que en los albores del año mil había descubierto una cabeza parlante capaz de contestar sí o no a cualquier pregunta, pero parece ser que la maquina de los templarios se aproximaba a lo que hoy llamamos ordenador, basada  por de sobre en la dualidad matemática; sólo que sus movimientos los cifra en octavos, en lugar de dos.

Pese a todo, la más valiosa aportación de tales religiosos a la civilización no son los descubrimientos técnicos y científicos que aportan desde el claustro sedentario sino un movimiento de espiritualidad basado en el triunfo y exaltación de la cruz de Cristo. El hallazgo del arco rebajado y la bóveda de cañón es nada comparado con el resurgir del espíritu cristiano, basado en la tolerancia, la paciencia, el amor al trabajo, la alegría de vivir y el perdón. Las otras dos religiones monoteístas, que nunca predicaron la renuncia a los apetitos y bajos instintos, nunca podrán jactarse de todas esas consecuciones tecnológicas. Por eso, hoy muchos países islámicos siguen en la Edad de Piedra.

Esa es un poco la clave del impulso civilizador que e opera a mediados del siglo duodécimo. Y es ese mismo espíritu solidario, tolerante, alegre, con esa elegancia a la vez llaneza con que saben hacer las cosas los de Fuentesoto que renacen las fiestas de San Vicente, perdidas hace tiempo y recuperadas felizmente, como la ermita que recatasteis de las garras de la muerte, porque se había convertido en un muladar, merced a vuestro tesón. Yo me emocioné hace un par de años cuando bajé en las compañía de Constantino de Frutos y la vimos adecentada, encalada, enlucidas las paredes de color salmón, y con ese aspecto rojizo que tienen las tierras del páramo, y reformada primorosamente. casi lloré. Le dije a mi amigo Constantino de muchos años, que tanto ha trabajado por el progreso de Fuentesoto estas palabras:

- Constantino, haces honor al nombre que te precede. Tienes, en verdad, maneras de emperador “et in hoc signo vences”.

Los dos adoramos la cruz recién restituida ante el altar. Nos pareció que sobre el valle se perfilaba la que apareció en Puente Milvio el año 312.

En un tiempo en el que, nadando en la abundancia de bienes materiales y de cierta prosperidad como la hubo pocas veces, aunque pendan sobre nuestras cabezas los problemas del paro obrero, la eventual desintegración de la España de las autonomías en taifas, y que este país se ha convertido en una especie de asilo de mayores, donde las gentes se pasan el santo día en la tasca jugando al tute, a la brisca y al dominó, o apoltronadas ante el televisor, cuando parece que la nación ha perdido el fuelle y se ha convertido en una catasta, un mentidero y una tribuna de reivindicaciones pasivas, y mira para las cosas que verdaderamente para las cosas que tienen trascendencia y son nuestras como quien oye llover, porque nos hemos vuelto cicateros de ahí nos las den todas, y estamos en una actitud de acecho y de reserva de agachar la cabeza y a cobrar, existe una gran soledad e incomunicación. Los demonios familiares hacen acto de presencia por el somo. Todos vivimos físicamente encima unos de otros, pero alejados en espíritu. Formamos una especie de “islas flotantes”, témpanos de hielo arrastrado hacia la marisma cada uno encastillado en su propio iceberg y atento a su trayectoria. Si alguien cruza en nuestro camino, arremetemos. Cuando se predica la solidaridad por todas partes nunca hemos sido tan inconsiderados para los que están cerca, aunque nos desbordemos en ayuda humanitaria para con los que están lejos. De tejas abajo runde la envidia y la maledicencia. Para los forasteros manda la regla del quijotismo y las donaciones generosas para Bosnia, Kosovo o los terremotos de Turquía. Mandamos ayuda al turco y apaleamos al pobre que llama a nuestra puerta.

Pues bien, instituciones y agrupaciones vecinales como la que hoy nos convoca posan la llama del fuego sagrado de la tradición leal a la igualdad cristiana y comunera, de amor y caridad - fijaos que hablo de caridad que es lo que importa, no de solidaridad etérea y filantrópica, y que nosotros hemos mamado desde niños, junto con las sopillas mojadas en vino que nos daban nuestras abuelas. Porque el vino de por aquí en esto, zona de la ribera durense, no es vino. Es más que vino. Era- hasta que desceparon los majuelos- canto gregoriano. También arribó en las alforjas de aquellos benditos frailes borgoñones del monasterio francés del Aula Dei que trajeron cargados sus carros esquejes y mostelas de las mejores cepas del valle del Loira, cuando se establecieron en Sacramenia y su contornada, a las órdenes del abad Beltrán, que unos años más tarde recibiría la mitra primada de Toledo.

No puedo por menos de evocar ese talante hospitalario de beneficencia y caridad que trajo el Temple a España, porque fue religión que se dedicó a defender al pobre y al desvalido y sacar la cara por los enfermos que se embarcaban en el Camino Francés desde los rincones de toda Europa para ganar la salud. Estaban de parte de los menesterosos y del pobre contra las arbitrariedades dela nobleza y de los señores de la guerra. Para acoger a los que no tenían donde caerse muertos abrieron lazaretos y casas del peregrino. Fundan hermandades y cofradías como aquellas que había en nuestro pueblo y que yo conocía que se dedicaban a visitar a los enfermos y decían misas por los que fallecían. Cuando alguien caía malo, iban a verlo. Si fallecían, se cuidaban de su sepelio. Había una norma de vida que presidía el correr de la vida a la sombra de esa torre cuya cruz en lo alto cuyos ojos siguen mirándonos como cuévanos orondos de eternidad y acogidas a esa cruz que nos abraza con sus dedos inmensos y ésta era la honradez en medio de la paciencia y la pobreza que gracias a la cruz se transformó en riqueza espiritual, los dones que transformaron Castilla en un pueblo fuerte.

En tiempo necesidad se distribuían tarjas para marcar la entrega del pan a las familias menesterosas. Las campanas, esas campanas que se fundieron para fabricar balas cuando la invasión francesa, tocaban a rebato si acechaba algún ataque, se había declarado un fuego, o sonaban a clamor por los difuntos. ¡Mucha y gran devoción hubo por las Ánimas en Fuentesoto!

La democracia nació en Europa en los concejos que deliberaban a la sombra de esas olmas centenarias como la que había muy cerca de aquí junto a la cloaca romana, talada cuando hubo que ensanchar la carretera. Era tan frondosa y corpulenta que los músicos el Día de San Pedro podían tocar el baile subidos a lo alto de ella. En el atrio de la iglesia los domingos se reunían los hombres para tratar de los asuntos atañederos a la vida del común. Si alguno tenía un problema, un litigio o una que queja formular, lo anunciaba en la junta. De esa forma directa y de vis a vis se resolvían los pleitos y se allanaban las diferencias. Allí a ninguno se  le negaba el uso de la palabra. Tampoco había tanta envidia porque no existía esa desmedida ambición que ahora tanto nos aflige. Todos nos conocíamos. Sabíamos de qué pie cojeábamos y en qué lugar nos apretaba el zapato, pues como decía mi abuela Leonides., que Dios guarde en su gloria:” Hijo, hay que saber perdonar, que todos tenemos un ventanuco al cierzo”.

El humor nos estaba reñido con el respeto, pero, si alguno cometía extravagancia o decía algo que llamase la atención, que se fuese preparando: los sotohontaneros conservan una memoria de elefante.  Así todos nos acordábamos del burro del tío Aquilino o los garañones del molinero de la Villa, que se acarraban, llegado el verano contra las tapias de la iglesia o en la rinconada de ahí en eso, con su costal al lomo, entre patadas, bostezos y el retiñir de las es esquilas en el calor y las moscas de aquellos estíos inmensos. Subían al pueblo inexorablemente a la hora de nona, a las tres de la tarde, cuando expiró Jesús en el Monte Calvario y medio pueblo se encontraba durmiendo la breve siesta antes de volver al trajín de segar, trillar, dar haces, beldar, arrancar hieros. Los que velábamos les veíamos portar cabeceando por el recodo de los Chimorretes avanzando pesadamente entre nubes de polvo blanco. Al cabecear, hacían mover las esquilas enrolladas al pescuezo.

Era una estampa arrancada de la Edad Media que impresionó mi retina de niño. En época de celo, cuando olisqueaban alguna burra torionda de lejos, soltaban la carga, los costales el cencerro y se lanzaban a los cuatro pies buscando al asna que les deparase un poco de amor y despertaban a los rezagados con sus rebuznos. Daban un concierto que no era precisamente el de la escolanía de pueri cantores. Por menos de un pimiento éramos testigos de esa llamada de la sangre en la fórmula de aquí te pillo aquí te mato; presenciábamos a lo vivo y sin tener que abonarnos a Canal Plus una exhibición contundente de los poderes superdotado con que invistió Naturaleza al onagro, o de la vehemencia fálica que otorgó Dios al jumento del tío Aquilino, quien ni a trallazos, ni aun a fuer de horrísonos juramentos era capaz de deshacer la coyunda o de evitar lo irremediable.

- Moño-decía el buen señor -, ya está éste re contra jodido queriéndoseme ir de picos pardos, tan a deshora.

- Usted dele, tío Aquilino. Dele y que se j.

- No hago otra cosa. Pero la cabra siempre tira al monte.

Burdégano era aquel hermoso animal que nació a su padre, el garañón de Moradillo, en lo de madrigado y a su madre, la burra del tío Isidoro, en lo de caliente.

Todos recordaremos al tío Farruco con su cuartillo de vino camino de la bodega.

-¿Qué hay? Bien y tú. ¿La familia, bien?

- Todos, superior, gracias a Dios, y que no falte.

-¿ Hace un traguillo?   

-Venga, señor Francisco, ya que insiste.

-Si no insisto, hijo.

- De hoy en un año, pues.

Y sin encomendarse a Dios ni a su Madre, Emérito de la tía Melánea, jaquetón y faceto, se metía entre pecho y espalda de un trago todas las existencias de vino del bueno de Farruco que traía para almorzar.  Éste miraba desconsolado para el jarrillo.

- Me has bebido hasta las escurriduras, hijo. Pues que te aproveche. Hay que volver a por más. ¡Qué se le va a hacer!

- De hoy en un año, señor Francisco. Este vino de usted me sabe a glorias. Me tiene que decir dónde la coge.

- ¿Dónde lo voy a coger? Pues, de las viñas,¡ leche! No creía, Emérito, que te hubieses vuelto como el Gitano Señorito.

Tornó grupas, pero, como dicen que el alacrán picado se asusta de su propia sombra, desde entonces tío farruco anduvo listo, se gastaba unos jarrillos tan pequeños que parecían de tienda de souvenirs, dejó de hacerse el encontradizo evitando los corrillos al pasar por la plaza. Subía hacia las bodegas como a la agachadiza tapando la “sangre de Cristo” con su manaza de labrador curtido, como si en lugar de un recipiente llevase un guijarro o un arma arrojadiza capaz de estampárselo en las narices del pedigüeño ocasional.

-Tío Farruco ¿qué porta usted en esa mano péndula?

-Llevo una trampa para cazar gamusinos y el que quiera saber más que se vaya a Salamanca, ¿hace?

- Pues,¡ ahora sí que estamos buenos!

Asimismo, todos nos recordábamos de frases geniales llenas de estoicismo y de humor negro, porque , cuando no había, no había, y santas pascuas, como aquel “esta noche ni tú ni yo , Teodoro, pues madre nos echa de casa” y la carta en la mesa presa del tío Enrique, otro personaje singular, al que todos conocisteis, y que velan el sueño eterno allá arriba entre los lienzos de pared del antiguo templo de San Gregorio aguardando la trompeta del Último Día que los despierte.

Memorable fue la despedida de aquel novicio (luego, no cuajó la cosa)que se iba a los frailes del Henar, por nombre Crescencio. Vino a despedirse de una vecina.

- Tía Piquilaya.

-¿Qué?

- Pues que me meto a cura.

-Pero,¿tú? ¿Tú?. Si eres un vaina. Andidiay.

-Dejo el siglo, señora Angustias (era su nombre de pilas, sin embargo todos la conocíamos por el cognomen de su marido el Piquilayo) Hice unos ejercicios espirituales, y me ha dado fuerte, y que me voy a los frailes, como lo oye... ya no nos volveremos a ver hasta el Valle de Josafat.

-Largo me lo fías , Cresce, pero, si ese es tu gusto, yo te lo apruebo y te doy mi bendición. Adiós, hijo, que tengas mucha suerte y que seas bueno.

Como recompensa regaló al neófito un duro de plata y dos docenas de soplillos, como viático para el camino. Ninguna de ambos presentes llegó al convento carmelita. Dio cuenta de los hojaldres y e los había gastado las cinco pesetas antes de llegar a Cuéllar.

A los quince días, ya estaba de regreso en el pueblo. Se encuentra otra vez con su vecina, quien se sorprende y se asusta, no estuviera viendo algún trasgo o visión celeste.

- ¿Cómo por aquí, tunante? Yo que contaba con ser tu madrina en el cante misa y tener un sacerdote a pupilo.

- Pues ya ve, tía Piquilaya. Sencillamente, no me probaba.

-¿Y de lo que te dí?

-Con putas y rufianes me lo comí.

-Anda, anda, con el santito...

 

Vegas abajo, tenéis el monasterio más antiguo de España y uno de los más venerables de la cristiandad. Muchos de vosotros estáis al tanto de sus vicisitudes y peripecias( fue trasladado piedra a piedra a los EE.UU.), de los que os hago gracia en honor a la brevedad. Mas, quiero recalcar que esas piedras del ara venerable son un tesoro que nos vincula con el pasado y nos ayuda a acometer el porvenir con esperanza y optimismo. Son nuestros manes, nuestros dioses lémures y penates, tan importantes en las colonizaciones romanas. A ellos regresáis cada año y ellos os acogen. Es como volver a los cuarteles de invierno para respirar el aire que atando a la tierra regenera. Aquí tendréis el descanso del guerreo, el lugar al que retornáis para lamerlos las heridas , `para coger fuerzas, cargar las baterías y regresar como nuevo a la ciudad grande a la cual emigrasteis a haceros cargo de vuestras ocupaciones como estudiantes obreros, ejecutivos, grandes jefes o, simplemente, frailes. Estos días de hermandad y de solidaridad tonifican el espíritu y lo curten para las luchas de la vida. Yo os deseo vacaciones tranquilas sin libertinajes, veleidades, arrogancias, desidias o el mal perenne de la envidia, y mucha salud al socaire de los altos chopos de este valle enjuto entre las dos grises laderas de piedra toba , de zarzalejos y tomillares que nos circundan. Que no haya discordias entre nosotros, que reine la paz de Cristo. Que los hontanosoteros de arriba cabe la fuente y los sotohontaneros de abajo junto al recodo de los chimorretes sean una misma cosa: hermanos espirituales legatarios del mensaje de Bernardo y de Vicente.

Hecho estos incisos, porque aquí no venimos sólo hablar de piedras, de arcos y de cúpulas sino de la gente que ha rezado en las gradas del altar de nuestras iglesias antiquísimas, y tanto que se pierden en la noche de los siglos, porque el Cister no hizo más que recuperar un cristianismo establecido ya antes de las primeras invasiones muslímicas, de la era de los godos, y, antes de los romanos. En ese mogote de San Gregorio debió de haber un templo de urdimbre vaccea, pues tiene todo el aspecto de monte sagrado que convoca a las fuerzas telúricas ocultas en la naturaleza. El cristianismo no hizo más que consagrar un culto a la divinidad desconocida que existía aquí desde hace muchos siglos. Lo grande de estos añojales y barbechos es que no se puede trazar una raya exacta que divida al culto sincretista del trinitario.

El primer contingente de siete monjes bajo la estola del abate Raimundo que sucede a Dom Bertrand al ser promovido a la Silla Primada se establece en tierras de Sacramenia y su alfoz (Pecharromán, Santa Cruz, Fuentesoto, Valtiendas y Cuevas de Provanco) al correr de 1.142. Araron los capos, plantaron vides, construyeron cilleros, lagares y bodegas. Se cree que en la ermita de San Vicente trabajaron alarifes bereberes que habían sido tomados en cautividad por Alfonso El Emperador en Andalucía. Merced a la redención de penas por el trabajo aquellos buenos musulmanes consiguieron su manumisión y accedieron a la propiedad de la tierra. A ellos se debe todo el románico de ladrillo que se extiende a lo largo de un arco de herradura geográfico de los que sus dos salmeres de arranque serían Cuéllar y Arévalo, y Sahagún de Campos, la clave del dovelaje. Nos dejaron algunas de sus costumbres, ciertos rasgos faciales y algunas palabras. Todavía en nuestra iglesia de San Pedro no había bancos, como en las mezquitas, y las mujeres se sentaban en el suelo delante del hachero túmulo, para rogar por sus difuntos, a la morisca y llamaban a la manta del macho alfamar.

No quiero dejar de pasar por alto en esta bella atardecida de agosto pasar por alto que algunos aspectos de nuestra cultura se retrotraen al ascendiente semita, tanto árabe como judío. Cuando las persecuciones contra los hebreos de 1348 en Burgos, muchos de éstos salieron de aquella ciudad y se esparcieron por diversos lugares de Castilla, prefiriendo como refugio aquellas tierra de abadengo, colocadas bajo la autoridad directa del rey. Sacramenia era una de ellas por pertenecer directamente al fuero de Cardeña.

El Temple se crea no desde un afán belicoso contra las sectas, sino desde una óptica de paz y, a lo puro, guerra defensiva, condenando al pecado pero amando al pecador. En sus estatutos se mandaba rezar al cabo de la misa una oración en árabe y otra en la lengua rabínica. Los cistercienses quisieron ser la síntesis de la cruz como vértice de todo, no de la cruz al revés, y de volver otra vez a las andadas, cuando la lucha costó sangre de tantos siglos, como quieren los abanderados de las Tres Culturas.¡Ilusos! Nunca en España pudo haber eso sin admitir la prelación del Evangelio como norma de vida.

La integración llegó a conseguirse mal que les pese a muchos con sus altibajos y movimientos sistólicos y diastólicos propios de la historia de España, donde fue endémico el problema de los alumbrados, los judaizantes y aljamiados, que siempre tuvieron preeminencia y un mando oculto entre nosotros y para demostrarlo no hay más que echar un vistazo a nuestras letras del Siglo de Oro. En ella llevan casi siempre la voz cantante los conversos. Incluso, son de origen “marrano” la mayor parte de los tratadistas místicos: Teresa de Cepeda, Juan de la Cruz, Malón de Chaide, Fray Juan de los Ángeles, Sor María de Ágreda...

Aquí perduró hasta no hace muchos la tradición de las “tapadas”. Por las calles de nuestros villorrios uno se creía en Marruecos o en Irán al ver avanzar a las mujeres de rigoroso luto, cubierta la faz con el alfareme o velo de castidad, que no era sino el residuo del flámeo romano. Se cubrían entonces de los pies a la cabeza incluso para ir a trillar con manguitos y todo, y alguna hasta con el chal. Ahora se desnudan...

En las eras en más de una ocasión escuché yo cantar a una moza aquel estribillo del romancero trovado directamente del Cantar de los Cantar

                               “Morena me llaman, yo blanca nasçí.

                                 El sol del enverano me puso ansí.

                                 Morena me llama el hijo del rey;

                                 por la color de mi cara su amor perdí ”

la impronta cuneiforme vuelve a aparecer e las ménsulas, escocias y cimacios decorados a la morisca en la mayor parte del románico. Late esa superstición de las suras del Corán iconoclasta a representar la figura humana por evitar la idolatría. Dichas cláusulas de la Ley que recita la ásala del alfaquí cinco veces al día en la fórmula del “khotbah” vedaban a los creyentes cualquier imagen antropomórfica por no haber otro Dios que Alá [la ilah ilá Allá], un dios celoso que no admite rivalidad. Este resabio iconoclasta es absolutamente morisco y la antítesis de lo romano. Los latinos eran fetichistas. Sus templos consistían en un camarín sellado donde ardían lámparas y ofrendas. El profeta quiso dar a sus creencias un marchamo  de abstracción al amor de la taxativa ley de que Alá está en todas las partes y no tiene porqué representado. Es un ser espiritual lejos de toda materias y esta suposición va a ser retomada por los docetas y los priscilianistas , remisos a aceptar la presencia de Jesús en la eucaristía y mucho más a manducar su carne, siendo todos ellos de costumbres vegetarianas. Por eso la decoración que lucen las archivoltas y capiteles se esgrafía en lóbulos, grecas, trenzas ficoideas y arabescos. Alguno de estos menestrales que buril en ristre esculpieron las columnas que decoran la ermita de San Vicente y las helgaduras del ábside debían de estar soñando mientras trabajaban en el Jardín de Alá, un Paraíso de gozos diferentes y hasta sensuales (los guerreros que hubieran perdido un brazo combatiendo en la guerra les volvería a nacer allá y las piernas cercenadas en la lucha por el Islam crecerían otra vez, y les servirían a la mesa una corte de bacantes y de huríes que para distraerles cuando estuvieran aburridos danzarían para ellos la danza de los siete velos) al que prometió el Salvador, que sólo atiende a los goces y recompensas del espíritu. Para nada a los deleites carnales.

Sin embargo, en medio de este bosque de coníferas de piedra y de tallos de ramas salvaje, podremos distinguir en las ménsulas a alguna dueña medieval tocada de su caramallo que ciñe su faz en un barboquejo, moda de aquella época, de origen francés, y que servía de coronación al brial, como también, ya en el lado de la epístola, admirar el busto del glorioso Vicente obispo que proclama su triunfo martirial entre dos palmeras por cada uno de sus flancos y que aparece con mitra y báculo bendiciendo con el dedo índice y corazón de su diestra. Para estar vivo sólo le haría falta recitar el salmo XXVI que empieza: “Justus ut palma florebit”. El justo florecerá como la palmera, etc.

 

La vida en ese convento bernardos, como en todos, transcurrió sin novedad desde su establecimiento en 1147 hasta la desbandada general de la desamortización de Mendizábal, un albalá de 1835 que disolvía las órdenes religiosas. Los frailes vivían cara al sol observando las intercadencias de la veleta de la torre claustral y bajo la férula de la campana que regía la vida monástica distribuyendo las actividades cotidianas: las siete horas canónicas, con Maitines a media noche y las Vísperas con el entrelubricán o luz del Oeste.  Alzaban con la aurora y se acostaban al último rayo del crepúsculo. Las horas de trabajo manuales se alternaban con el estudio, la copia de textos en el armolianum y las visitas en el refectorio. No quedan en Santa María de Cárdaba rastros de esta dependencia pero en el Monasterio de Piedra, en Teruel, otro enclave cisterciense, el viajero puede   contemplar las bóvedas del comedor satinadas por el humo de siglos. Las cocinas estaban en el mismo lugar donde se hacía la colación. Solía ser la parte más caldeada del convento y justo al lado estaba el dormitorio. Queda el de Poblet, que era enorme y con una capacidad como para quinientos lechos, para atestiguar esta vida en común, que caracteriza a los cistercienses.

Había un superior, el abad que en algunos casos sólo dependería a efectos de jurisdicción del clavero o maestre, pero pro norma general los abades eran mitrados y su predominio era omnímodo. No dependían de Roma a efectos disciplinarios más que para cuestiones dogmáticas. En Sacramenia llegaron a juntarse hasta tres centenares de monjes entre profesos y oblatos o donados, sometidos a la disciplina de un prefecto. El capiscol o maestro de capilla se encargaba de los cantos del coro, el racionero, de atender a los pobres; el cillero, del menaje del grano; el ecónomo , del del hogar. Había un hebdomadario encargado de leer para los padres mientras se sentaban en el refectorio. Destacado lugar ocupaban los pendolistas o expertos calígrafos que transcribían los códices. El paso del tiempo  transcurría sin notarse entre la sencillez , la rutina de los actos repetidos día a día, pero de forma muy ordenada y meticulosa. Se desconocían las prisas y los sobresaltos. Todo era parsimonia.

San Bernardo escribe su regla con mucha minucia y es una respuesta a la suntuosidad de Cluny, el amor al lujo y al boato, tratando de enmendarle un poco la plana a San Benito. Taxativamente se prohíbe en los estatutos de la “Carta de Caridad” tener celda propia. Los frailes dormían en una crujía separada cada cama por una mampara o una cortina. Manducaban a la misma hora, marchaban al trabajo juntos y rezaban bajo el mismo techo y sus voces se esparcían, en ese fabordón incesante de letanías y de antífonas rebotaban contra las paredes y pilastras de sus templos bien artizados y dotados de una excelente cataacústica para la reflexión de los movimientos vibratorios sobre las superficies cóncavas. La mística bernarda es coral y del todo comunitaria. Permitía pocas concesiones al individualismo. Todo era liturgia. No se había descubierto todavía la oración mental. Los que toman el escapulario blanco, color de la Virgen Madre, ofrendan sus vidas en conjunto.

1835. El albalá del ministro de Isabel II secularizando los monasterios. Un día triste para la catolicidad fue aquél. abandona estos lares el último hijo de San Bernardo. Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia, quiero recordar, nuestro monasterio tuvo una importancia capital como vivac de guerrilleros. Fue incendiado por las fuerzas de Murat, a cuyas ordenes los fementidos y temibles morriones polacos sembraron el pavor, el pillaje, la violación de mujeres y el expolio general. Porque fue cerca de este lugar, entre Honrubia de la Cuesta y Carabias que las hordas napoleónicas pasaron por las armas a varios miles de patriotas.

Corría el año 1809 cuando Juan Martín el Empecinado, que venía huyendo de Castrillo de Duero, se refugió en Fuentesoto en una de esas bodegas con puerta de madera y un montante tenebroso excavadas en la roca viva que contemplamos todos desde aquí, y luego un hermano lego se lo llevó al convento de Santa María de Cárdaba vestido de arriero. Cuenta D. Hardman, historiador inglés, en la “crónica de un guerrillero” cómo había acampado con una partida de sus leales en el ejido de Pecharromán. Los monjes lo recibieron con los brazos abiertos. En el refectorio durante el almuerzo contó el cabecilla cómo había sido traicionado por sus paisanos en Castrillo de Duero. Hubo de salir de naja valiéndose de una estratagema para evadirse de la cárcel municipal y , fiado de su valor y de sus descomunales fuerzas(era capaz de derrengar a un mulo de un puñetazo) y de su agilidad para esquivar las celadas que lo tendieron, consiguió contactar con los suyos viniendo desde Aranda campo través. Tuvo que estar metido tres días en un cubete hasta que los frailes estuvieron seguros de que los que estaban en la dehesa de Pecharromán eran de su partida.

“Oyéndoles el prior - declara Hardman- que era un hombre de talento, muy piadoso y buen patriota, aconsejó a Juan Martínez Díez abandonar la provincia y pasar con su facción a Castilla la Nueva, donde no encontraría la hostilidad de los que habiéndolo conocido pobre e insignificante, envidiaban su encumbramiento, así como las fuerzas físicas que le dio Dios, que verdaderamente eran legendarias. Le ofreció cartas dimisorias y salvoconducto para todos los abades cistercienses de Andalucía y Portugal que lo protegieran. Le dijo:”Nadie es profeta en su aldea. Vete en paz, Juan Martín. A Mahoma le ocurrió lo mismo en Medina. Deja, pues, tu comarca y huye a otras donde te ha precedido la fama, para que puedas seguir defendiendo la causa de España y de la fe.”

 Con esta alusión a una de las figuras más conspicuas de nuestros anales, Juan Martín El Empecinado - también pudiera llamársele el incomprendido- y uno de los de la leva del Cid, un hombre de la ribera, epítome de las virtudes y defectos de nuestro pueblo, quien tuvo la desdicha de morir en el rollo de Roa, él que se alzó contra el oprobio extranjero en defensa de las libertades por las órdenes de un monarca calamitoso como fue Fernando VII y al que él había defendido con las armas en la mano, pero que luego hizo renuncio y se revolvió contra los castellanos de pro que habían arrojado al francés de la península, quiero poner punto final a esta disertación. Roa no lo supo comprender y le dio garrote un aciago día de mayo de 1825. Era un prócer, un vástago directo de las ideas cistercienses, un hombre empapado del espíritu altanero y magnánimo de los hijos de la tierra.

Cuentan los que presenciaron su ejecución que, cuando era llevado entre doce mamelucos al cadalso, consiguió doblar el brete que inmovilizaban sus pies y las cadenas que lo maniataban. Dio muerte a golpes a seis de la escolta y pelotón de cincuenta lanceros se las vio y deseó para sujetarlo a golpe de bayoneta. Todavía se llevó a algunos por delante; moriría peleando. Roa, el pueblo al cual, años atrás, había conseguido libertar del yugo gabacho, pagó con moneda de ingratitud su gesta. A nosotros sotohonateneros nos cabe el honor de haberle dado acogida aunque sólo fuera escondido entre las duelas de un tonel que precintamos en una bodega como si fuera vino añejo, y vino añejo de alta gradación era el alma del Empecinado como nuestros mejores de esos que sólo merece escanciar una vez al año. Así derramó su sangre como vino superior. Pero ya se sabe: si la piedra da en el cántaro, pobre cántaro.¡Pobre empecinado! Remaba contra corriente. se adelantó a su tiempo. Pudo con los franceses y con los traidores de su facción,  no pudo con los Cien Mil hijos de San Luis. La historia siempre está a punto de repetirse. He dicho “

 

 

 

 

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Capítulo III

 

JOYA CISTERCIENSE EN LA CÚSPIDE DE PAJARES: SANTA MARÍA DE ARBÁS

   

 

UN HITO DE LA ASTURIAS MÁGICA

                   

 Emplazada en un lugar que irradia fuerza lumínica y silencio, al pie de una ladera donde comienzan las escarpadas del Monte Ervasos, recatada y modesta pero luminosa en la noche de las estrellas y de los surcos, ara de soledad y de silencio vivificante, a un lado del camino y como contemplando el paso de los hombres, sus carruajes y sus reinos, orante y como en éxtasis por todos ellos, soportales y aleros, archivoltas de la iglesia de Arbás a la solana de la cordillera cántabra, poco antes de que comiencen los pendios, precipicios y vargas de la ladera de Pajares, marca el primer jalón de un rosario de monasterios que daban escolta a los peregrinos(Acebos, las Monas, Campomanes, Mieres del Camino, Monsacro, Valdediós, en la ruta guardada por los cistercienses) ya en la bajada. Es como una hermana mayor, arcipreste de devociones mariales, que está en el secreto de muchos tránsitos, de marchas y de contramarchas, portal de Asturias, y casa matriz de todos ellos. Sus sillares hablan de la importancia que tuvo antaño la vida cenobítica en el ámbito visigótico. Esos revoques platerescos y barrocos de la fachada ocultan la pureza de líneas por de dentro, como si la pureza de las nieves y el aire incontaminado de las cumbres se hubiesen obstinado en guardar intacta casi a la fábrica medieval.

Al  visitarla, se participa de ese misterio, de la pujanza del catolicismo en su mejor hora. Aletea bajo sus bóvedas como una premonición de eternidades. Es un baluarte, un revellín de plegarias en los antemurales del Valle del silencio. Por el oeste, se va de risco en risco hasta Covadonga y por el Este nos dirigiríamos hacia Astorga. En Arbás parece estar el ingreso a esa laberinto mágico que se llama Hispania, la patria del dios Pan, o, si se quiere, el lugar exacto donde comenzaba el Jardín de las Hespérides.

Como digo, no es lo que a primera vista parece, una iglesia de montaña encajonada en los congostos del camino real.

Siempre que pasé por este sitio - y son veces ya desde aquella noche en que aparqué mi “600" recién estrenado al amor de sus muros, cansado como venía de las revueltas del Rabizo  y algo mareado por la sidra en mi primera excursión rodada en 1969- sentí como un latido de los antiguos dioses. Era la llamada del Monte tabor. El hombre aspira a la verdad, la bondad y la belleza. Siente nostalgia del edén perdido. No llevan razón los que quieren volvernos a la condición heredada, según Darwin, del simio. Nunca seáis remisos a esa llamada. Sentid la caricia de las alas protectoras del ángel en vuestros rostros.

Escuché una voz que me dijo:

-¡Qué bien se está aquí, Señor! Montemos una tienda, una para ti, otra, para Moisés y otra para Elías.

Hay lugares muy determinados de España que desparraman un magnetismo incomprensible. Arbás del Puerto pertenece a la lista. La voz de la gracia que incomprensiblemente y por tortuosas sendas me ha llevado a unir mi vida a Asturias sonó para mí en estas cumbres una noche de julio. La bóveda celeste era un palio tachonado de perlas vivas. Todo framontano tiende al lugar de sus ancestros y la querencia de una existencia pasada, si es cierto que el alma del hombre transmigra y se reencarna, irradiaba desde aquel punto. Treinta años más tarde de aquella cita con mis manes, en un hermoso crepúsculo de agosto, he llegado a ahondar en la causa del poderoso influjo. Allí se escondía una imán. ¿Por qué?

Es una razón esotérica y personal, como esotérico y personal es el Cister. Allí sentía la mirada de Fray Millán, el que se me apareció en Manhattan, monitor de mis desconsuelos. La ruta me llevaba a otra vida que viví al socaire de la túnica blanca y el escapulario negro. Noté sobre mis lomos el calor del cíngulo con el que te ata el abad el talle en el momento e la profesión cuando todo el Capítulo entona las estrofas del “Veni Creator” y tú el cuerpo prosternado en tierra y con los brazos sientes el impulso del vuelo de la paloma que quiere remontar vuelo hacia el Paraíso. El cíngulo es el cordón umbilical que te ata a los brazos de Santa María. Ven, acercate.  No soy digno. Nada sabes de lo que os tengo preparado. ¡Sufrimos tanto, Virgen bendita! Sois los escogidos. Alegraos en el dolor que expía la culpa. Pero, Madre, no me dejes. Es tan oscura la noche y tan prolongada la crujía...

Todo tiene una explicación larga. La Magna Mater tal y conforme la entiende el Dr. Melifluo es la bisagra que abrocha las dos mitades. Representa la fusión de lo creciente y lo menguante. Pregonera de la Encarnación y sombra intercesora de lo eterno, ella será nuestro refugio, porque a través de su personalidad doble, el Dios de Israel se humaniza, baja de lo alto, y el hombre pecador e imperfecto se diviniza.  Acoge en su regazo las dos edades: el tiempo de gracia y el tiempo oscuro. Reina en Arbás sobre la cima de las dos vertientes. Los que honraban a la diosa Cibeles con sus cantos peanes y los ritos isíacos estaban reconociendo a Cristo a través de María. En la polémica que amargó las relaciones entre los dos apóstoles, llevaba razón Pablo al preconizar que la circuncisión no es imperativo sine qua. Cristo, aunque nacido en el seno del Judaísmo, no pertenece ya a la Ley de Moisés sino a los hombres de buena voluntad de todas las razas y de todos los tiempos. Pertenece a todos nosotros. Aquellos que siguen el mandato de la caridad son “naturaliter animae  christianae” aunque no hayan sido adscritos a la Iglesia mediante el bautismo.

Bien que el apóstol de los gentiles, un exaltado y un extremista, al emprenderla a golpes   contra los flamines de Afrodita y los adoradores de Diana, estaba exagerando. Como buen judío, algo le constriñía a la letra muerta de las prescripciones rabínicas. Sin embargo, ya no sería nunca posible la marcha atrás.

El Temple supo penetrar más allá en el conocimiento gnóstico que era emanación de la tradición helenística. Entendió mejor el mundo romano que aquel vehemente Pablo, el cual, por mucho que proclamara su ciudadanía en aquel “cives romanus sum” que exhibía como salvoconducto a los que lo perseguían, sigue amarrado a las filacterias que lo enganchaban al mundo de Moisés. Y la humanidad necesitaba un cántico nuevo, un corazón más limpio. En realidad, el cristianismo, aunque nacido en el seno de la sinagoga, es una forma de religarse a Dios diferente e incluso opuesta diametralmente al judaísmo. Se debe a todos los nacidos. A los hombres de antes y después. Cristo hoy, ayer y eternamente. alfa y omega, broche del círculo. Al reencarnarse en el seno de María había querido mostrar un símbolo pontificio que conéctala orilla umbría y la solana.

Al estallar el segundo milenio, se vuelven a recuperar los viejos cantos de la “Virgo turreata” que había domado a la muerte con la fuerza de su fecundidad. Una virgen en Nazaret había parido un niño. Cibeles, Mitra, Diana, Afrodita eran el símbolo de la vida ovante en su germinar vencedor. Se comportan como un anticipo de la Deigenitrix. Se exhuman de lo hondo de los surcos las tallas de las vírgenes negras, y todas las catedrales tienen por nombre votivo el de Notre Dame. San Bernardo en sus delicadas extravagancias pasionales, llevado del fervor hacia Santa María, parece que desbarra. Sus composiciones presentan una ascendencia de paganismo. Pero, al resucitar esas reminiscencias estaba siendo inspirado por el Espíritu Santo que se sirvió del esoterismo de aquel noble borgoñón para llevar adelante los planes de la economía de la salvación. En la Madre Redentor se cumple la parábola del grano de mostaza y las preconizaciones del “Magnificat”:”Y me llamarán bendita todas las generaciones”.

 

La psicología cisterciense propende a ser síntesis de lo viejo y nuevo, y, superando la retórica de los primeros siglos de cristianismo, vuelve a conectar con los conocimientos perdidos. Es romano y occidental por antonomasia. Si se quiere, reconduce y purifica algunas supersticiones de antes de la caída del imperio, y presenta toda esa solidez profunda que en arquitectura caracteriza al románico.

El Circo Máximo, el Capitolio, los acueductos  en toda su grandeza y soberbia factura en sus paramentos, fachadas, galerías y exedras ofrecen demasiada obra muerta. Muchos vanos sin aprovechar que vuelven los recintos deslumbrantes por fuera y tenebrosos por dentro. El románico, en honor a su nombre, timbra tales constantes. Sin embargo, supo edificar, como por arte de encantamiento, y por auténtica inspiración del Paráclito que secundaba a los hombres, una floración de maravillosas construcciones que tenían algo de las casas de campo de Toscana y ofrecían una ornamentación ingenua y tosca al estilo de las esculturas en relieve sobre los arcosolios y columbarios de las catacumbas de Santa Práxedes o de Santa Cecilia. Los temas de los sarcófagos, donde resplandece el candoroso júbilo de los creyentes en la Resurrección entreverado con el realismo de los ciclos estaciones, que proyectan esa santidad de la naturaleza o préstamos de la cosmogonía sincretista reconducida a la mitología religiosa, inspiran a los maestros que labraban los tímpanos románicos: el Buen Pastor, que no es más que una refundición de Endimio Crióforo y de Mercurio, el atlante que carga a cuestas con un globo. En el tránsito paulatino de una creencias a otras, el Cofre de Danao se muda en Arca de Noé. Elías sube al séptimo cielo en el carro de Plutón. La vid báquica, emblema del placer y de todo lo bueno y rotundo que, en su fecundidad y mudanza depara la vida, es ascendida a símbolo de la Eucaristía, entre frondas de flores, haces de trigo y gavilla que tanto gustan de formatear los buriles románicos para rendir tributo a los ciclos estacionales. El crismón mesiánico, el pez eucarístico, las guirnaldas, el ave Fénix y el pelícano. Los rostros son toscos y las figuras humanas desproporcionadas, picudas, rechonchas o cabezonas, pero aparece linda y bien lograda la ejecución de los paños.

San Bernardo insiste:”Réspice stellam. Voca Maríam”. Ella es la estrella y la estila dulce en el mar amargo, denso en procelas, de la lucha por la vida”. Su majestad hace pensar en las ricos y exaltados dípticos y espondeos de aquellos argones encargados de custodiar el altar de los sacrificios a Júpiter. Nada tiene que ver este candor del santo con las complicaciones y retorcimientos del mundo levítico. El Covenant, demasiado pegado a la letra, descuida el espíritu. Nunca podrá entender esta ternura hacia una simple mujer el hombre judío. El culto de hiperdulía supérstite preluce al crudo realismo mosaico. Deben darnos pena los pueblos que no acatan el valimiento de Santa María. Siempre estarán huérfanos. Son dignos de lástima. No son capaces de mirar para la estrella, ni de invocar a la dulce estila. Serán precipitados de repente en el océano de las tinieblas.

No se puede abarcar tanta grandeza. La penumbra de las iglesias cistercienses se convierten así en el Helicón de los que sueñan en Cristo. Ha sido siempre el más sagrado e insuperable de todos los estilos. Nadie ha sabido imprimir a la piedra tanta sobrecarga de espiritualidad. El gótico suprime luego las penumbras aligerando el dispositivo que desemboca en la apoteosis ojival donde las bóvedas se encaraman como queriendo saltar hacia las estrellas y las viras de la tracería suben y suben a la búsqueda de un infinito. Las catedrales son un alarde casi exhibicionista de la materia que en pugna con las leyes de la gravedad llega a divinizarse. Todo es vitalidad, belleza, artizada polifonía. Dicen que Reims y Chartres fueron diseñadas siguiendo una escala de valores que imita la gradación del arpegio y las oscilaciones del Péndulo de Foucauld. Reflejan el guarismo de la nota de un libreto con infinidad de negras, blancas, corcheas, fusas y semifusas. Por eso, presentan un aspecto tan musical que invitan a entonar un “Te Deum” a chorro libre. Son dechados de perfección acústica u ortofonía. Fueron edificadas para el sonido, porque éste es, de los cinco sentidos, el primero que capta la fe. Ya sabemos que el diablo nunca fue un buen músico y apostillen los alemanes que los “malos no saben cantar”

Esta maestría fue producto de la sabiduría gnóstica. Los Templarios indagaron entre los hebreos, los judíos y los árabes y debieron de quedar absortos cuando descubrieron que la altura de la pirámide de Keops, el cono más perfecto, evoluciona a una altura de 149 metros, que representa la vertical de la altura entre la Tierra y el Sol multiplicado por 1.000.000.000. Las leyes de la belleza se combinan con las verdades matemáticas de la Física. De esa forma el arte gótico aparece impregnado de la armonía de las esferas celestes.

 

Entrar en la esta iglesia solariega de Arbás por la puerta lateral de arcadas embebidas apeadas sobre capiteles de traza fabulosa y en el que se repite el tema ursino del oso rapante de la escatología druídica que  hace acto de presencia más que regular en los blasones de la heráldica del norte ( el oso que mató a Favila, el oso encaramado, prendido de las garras de un árbol) pero que aquí entronca con la leyenda de la fundación del oso domado y uncido al carro por un cantero, formando yunta con el asno y el mulo; la peligrosa fiera transformada por un milagro en caballo de tiro, es un anticipo del asombro que sentirá el peregrino de Compostela ante el Pórtico de la Gloria, dentro del contexto de la continúa obsesión exegética por el Bestiario mitológico que caracteriza al románico. Cada representación encierra en su arcano una semiótica algo más allá de su tosca composición. Se trata de un salvoconducto, un talismán para entrar en el huerto de las Hespérides. Era un lenguaje que entendían los iniciados.

Pasamos a  un zaguán enmorillado  extasiados en los arcanos de la arquería, prieta de figuras y de símbolos que aluden a la resurrección de Lázaro ( por tres veces esculpida en tres edículos del tímpano), la serpiente que se vuelve cerdo, y el cerdo, que, a su vez, se transforma en oso. El oso que rampa, la culebra que repta y el cerdo que hoza  practican una interesante ambivalencia escultórica dentro de la iconografía del medievo. Todos los pórticos románicos animan a la reflexión escatológica. Como si de ellos descendiera la iluminación solemne. Contemplarlos transmite paz y gozo, a pesar de la muerte, que es conculcada y del diablo que se aparece a las almas, en guisa de mono,  de sierpe, o de un asno demoledor y obstinado (“Assinus ad lyram”) la mayor parte de las veces. El burro toca la flauta. Al final siempre Jorge termina venciendo al dragón, colofón triunfal de la gloria expectante, que impregna de lógica tanta fantasmagoría onírica. Ha salido del estro arrollador de una raza de iniciados, gigantes visionarios. Hay un trasfondo de Cristo que asegura y bendice, como una querencia sublime de revelación. El conjunto constituye una investidura de eternidad.

Nunca el hombre estuvo tan cerca de los misterios del legado evangélico ni alcanzó la cristiandad un grado de clarividencia espiritual como en este frondoso estilo de muro sólido y de verdad consistente.  El gótico es sólo un apéndice, la conclusión ovante de este gran delirio didáctico del Maestro Mateo al que da cima el bosque sagrado, que sirve de pauta a los artistas normandos para la erección de sus catedrales. El óculo vertical de la aspillera del ábside desemboca en el rosetón policromado, ese calidoscopio de colores policromados de la rueda que gira sobre un centro inmóvil que a su vez activa todo cuanto se halla dentro del círculo de influencia. El motor no padece mudanzas ninguna. Dios es eterno e inmutable.

Dentro ya del templo, nos sentimos como en un laberinto de paz sacerdotal y agrícola. La nave central remeda un arbolado de piedra toba o caliza, sus poros iluminados por los resplandores de soles milenarios que la han bañado colándose por el rosetón, un elemento indispensable, pues así lo determinan taxativamente las constituciones de la Carta de Caridad, en el arte cisterciense. Es una luz de canto de vísperas. Se percibe aquí a las fuerzas cósmicas librando un combate invisible. ¡Alta tensión! El alma se dispara hacia lo alto levitando en la búsqueda de lo imperecedero. Los ojos se quedan fijos en ese centro de la rueda que no experimenta mudanza en medio de los vaivenes de la luz que da vueltas. Ha empezado el tiovivo de los rayos secantes y toda esa fascinación que esparcen las combinaciones de la hora mágica del entrelubricán.

Las nervaduras de las bóvedas de arista convergen en el almizate o harneruelo que abrocha la cimbra. Parecen brancas celestiales de la palmera mística extendidos sus brazos hacia arriba en gesto frondoso de eternidad. No muere nunca la ceiba. La éntasis de su robusto talle la mantienen a cobro de las ventoleras, pone en fuga a la furia del huracán Se busca la hebilla que engarza lo invisible con lo invisible. La ceiba, roca del bosque sagrado, es Cristo. El almizate ojival remeda al ónfalo de“omphalus”( el ombligo, la mitad), el punto donde se produce la comunicación entre el mundo de los vivos, de los dioses y de los muertos. A través de este cabillo iniciático se accede al verdadero conocimiento. Los nervios se aovan en ensamble octogonal.

Otra vez, el ocho templario, como en Ponferrada, la Vera Cruz de Segovia o el atrio circular de Eulate. Ocho lados posee la cruz de las ocho órdenes militares (Calatrava, Montesa, Avis, Thule, Malta, Hospitalarios de Jerusalén, Santiago).Son los ocho lados de la rosa de los vientos y los ocho grados de la gama de colores del espectro. Es el número áureo de los alquimistas.

Arbás trata de armonizar por primera vez en las historia de la Arquitectura la solidez normanda con la esbeltez de la ojiva. Las bóvedas se apean, como en Sacramenia, sobre pilastras, responsiones y columnas. El ábside lo corona una cúpula gallonada. Sus ocho franjas, como lenguas del Cenáculo,  convergen en el almizate del vértice. El artista trató de captar a la vez la consistencia del hipogeo etrusco con la llama enardecida de la lengua de fuego de Pentecostés. De la combinación de esas fuerzas contrarias nace una misteriosa tensión espiritual. Vida y muerte se vuelven complementarias.

Una talla románica de la Virgen preside el presbiterio, justo detrás del altar. Aparece sentada en un trono de majestad y bendice con dos dedos. Su augusto y melancólico mirar cuadra con el color plomizo de este mediodía de orvallo  montañés. Resulta impresionante el ambiente de brumas. De plata se vuelve la luz gris y en medio del silencio místico creo atender a las voces de coros lejanos que devanan letanías. Solos monódicos que nos revierten al mandra y a las preces hesicasticas, los ritos de purificación, y al eterno combate entre la vida y la muerte, el pecado y la gracia. Cuanto más sencilla es una música, más inefable. Estas piedras han sido colocadas para recoger las vibraciones del canto llano.

 Los gemidos de misericordia  rebotan sobre las cavidades con un timbre de voz antiquísimo, ecos de la dulce melopea de los monjes que acá rezaron otrora. Las codas celestiales aun perduran, estableciendo entre el cielo y la tierra una escala de Jacob con peldaños de ida y vuelta, irradiadora de protección. “Mater admirabils”, “potens”, “clemens”, “fidelis” , “prudentissima”... Trono de la sabiduría... Avanzamos hacia la catarsis. Un ángel se ha convertido en maestro de ceremonias de una misa cantada interminable. Se empapan de añoranza todos los poros del alma impregnada de la sonoridad del aire. El Tercer Ojo escucha melodías de un diapasón que nunca sabrán captar los oídos de la carne. “Ex auditu ad fidem”, sentencian los escoliastas. Es el más sutil y intelectual de los cinco con que contamos ya que nos lleva a Dios. De la misma forma que el olfato potencia la memoria, la vista, la contemplación, el tacto, la sensualidad, el gusto, la aquiescencia a los placeres, por el oído comprendemos la realidades de la revelación.

En los templos románicos es este sentido el que más manda. Todos los demás se encuentran sometidos a esa grandeza acústica, a la sonoridad que lo impregna. Los frescos que pintaban sus paredes apenas se atisban y las figuras de los ábsides historiados casi ni se distinguen en la penumbra, pero la voz se haya diáfana y cristalina, como en sintonía con las grandes vibraciones del universo. In principio erat Verbum

 

María, emperatriz, madre de la ciencia administra el conocimiento a los elegidos desde el curul hierático. ¡Cuánta sabiduría insospechada encerrada bajo ese nombre! Comanda las estaciones, rige los vientos, avanza hacia el futuro triunfante sobre el carro del que tira una yunta de leones mansos. Este es el principal mensaje del oso domado de Arbás. La bestia será subyugada. La carroza en la cual marcha enjaezada y atalajada de los dones de la espiga, la flor y el pámpano, significa el paso del tiempo, la vida que se renueva.¡ Loor a la Magna Mater, a la Virgen en cuyo vientre late el infante que será presea de nuestra salvación, el Mesías al cual asesinaron los malvados de Israel ! Desde entonces, Dios mira para los gentiles que quisieron reconocerlo. A través de la Mujer, Dios abrazó a la gentilidad. Esa es una de las claves secretas de la mariología, lo que la tanto la retórica concepcionista a ultranza del barroco como el materialismo ateo no ha sido capaz de entrever: la fecundidad que perpetúa la raza de los llamados.

Su templo, que como todas las fundaciones cistercienses, goza de la advocación de Santa María, reclinado sobre un cueto en el arranca de un “arva”(campo alto), era el punto de recalada de los peregrinos que hacían la ruta de Compostela por Oviedo(camino francés). Parece ser que la veneración a la Cámara Santa de San Salvador en la ciudad de Júpiter, esto es  Oviedo, cuya toponimia arranca del genitivo de este sustantivo,”Ovis”.

Se construye por una donación de Fruela, hermano carnal de Doña Jimena, e hijo del Conde de Oviedo, a los frailes blancos, recién trasladada la corte asturiana a León. El carácter hospitalario y militar del edificio ha dejado por entero su impronta en el edificio, a pesar de sus múltiples reformas y revoques, todas esas manos de cal y de arena que han dado los siglos.

La Virgen en su gremial dorado parece que me sonríe. Entonces, me prosterno. De lo hondo de mí sale el canto de completas al uso cisterciense. Se entonaban en el crítico instante en que caía el telón de la noche sobre el horizonte y se encendían los primeros cirios de la vigilia. Mi voz modula sus vibraciones a lo largo, lo ancho y lo alto de la casa de Dios vacía, donde Cristo sigue esperando a los hombres:

Ecce iam noctis tenuantur umbrae. Lux et aurorae rutilans coruscat: supplices canora voce praecemur, ut reos culpae miseratus ,omnes pellat angorem, tribuat salutem, donet et nobis bona sempiterna munera pacis. Amen

Es una llamada a la luz del alba desde lo más profundo de las tinieblas de la noche. Lleva la marca de la liturgia cisterciense de una estructura efébica. Cristo es Helios, el sol sobre el que gravita el universo. Sus tres símbolos son el huevo, la almendra mística, por eso en el pantocrátor se le representa saliendo de una especie de vulva, rasgando el himen de las tinieblas, el orto del amor que vence siempre al entrelubricán de la maldad y que cada noche se renueva, y la vid, que cura y embriaga.

La iglesia de Arbás, primorosamente reconstruida al final de la guerra por un hijo del polígrafo Menéndez y Pidal, cuya familia era oriunda precisamente de estos términos, fue un “ribbat” o fortaleza contra las incursiones sarracenas y hospital de peregrinos. Nunca hay que perder de vista estas dos variantes de la rama activa cisterciense: la defensa del cristiano hostigado por las algaradas desde el sur, y la curación de los enfermos.

La letra arrasaba en los siglos medios. Capítulos adelante, veremos el pavor que inspiraba esta palabra y la segregación y cuarentena de la que eran objeto aquellos que la padecían. Muchos al enfermar se lanzaban a los caminos en búsqueda de curación o contraían la enfermedad en plena ruta. Se encomendaba a San Roque. Llevaban consigo una carraca o tablillas de San Lázaro que al ser agitadas su sonido anunciaba a los demás viandantes que se apartasen; allí llegaba un leproso. Otro mal era la sífilis que a veces se confundía con las letras por sus llagas purulentas. Camino Francés y Mal Francés son casi homónimos. Las hospederías, asilos y lazaretos que se desparraman a lo largo del camino son en realidad leproserías y hospital de apestados. Arbás era uno de esos sitios. Llegó a contar con siete crujías con una capacidad de trescientas camas para cuidar al malato. Muchos no avistarían los cuetos del Monte del Gozo, ni regresarían a su lugar de origen en Francia, Alemania, Escandinavia, o Constantinopla. El Apóstol les enviaba a aquellos monjes providenciales para cuidarles en la hora suprema. Los pobres caminantes enfermos encontraban refugio en las casas de Santa María.

Debido a lo áspero y escarpado de esta ladera de Eivaso, que permanecía aislada a causa de la nieve en los crudo inviernos del páramo leonés, y batida por los vientos polares que soplan  desde Peña Urbina el sostenimiento de una comunidad se hizo problemático. A ello debió de contribuir la relajación de las costumbres monacales a medida que se acerca el Renacimiento. El cister sufre un eclipse a partir de la supresión del Temple a comienzos del s. XIV. También las peregrinaciones jacobeas aflojan en ese siglo y se inician una serie de movimientos místicos en Alemania capitaneados por el Maestro Eckhart que dudan del valor de los actos externos, como pueda ser la peregrinación. En el Kempis tampoco se recomienda esta piedad que suele ser puerta abierta a la disipación:”Los que muchos van de acá para allá visitando Santos Lugares o acaparando reliquias poco se santifican”. Esto lo había podido haber dicho perfectamente Lutero. Erasmo, jaquetón y lenguaraz, dos  centurias más tarde, le da la razón al autor de la “Imitación de Cristo”.

El onceno siglo abre la puerta al apogeo de la religión. Cristo se hace presente en la vida de las gentes. Fueron nada más que cuatro o cinco siglos. Después parece que se aleja y ni el Humanismo, la Enciclopedia y menos el Modernismo han querido aceptar su rostro de misericordia, pero en todos los católicos del mundo queda como un poso de añoranza de aquel reencuentro con el Señor. Ello explica sin duda el auge que han vuelto a tener las peregrinaciones jacobeas en el verano de este año finisecular, cuando esto escribo.

San Bernardo representó para el mundo católico como un estallido luminoso de estrellas que regó los campos de agosto. De su figura y obra emanan un ímpetu tan súbito e inexplicable con los elementos de juicio a nuestro alcance. El doctor Melifluo lleno del fuego del Espíritu Santo debió de ser uno de esos varones incandescentes que iluminan toda una época. Desde que llama a la puerta de la abadía de Citaeux y allí es recibido por San Roberto hasta su muerte sobre el mapa de Europa se multiplican. En tan sólo una generación se produce esta floración milagrosa de cistercienses cuyo predominio abarca desde Rievaux en el Yorkshire hasta Tomar en Portugal y desde Pontevedra hasta la Polonia profunda, ya casi en la estepa rusa, que era dominio de los escitas. Es una verdadera eclosión de frailes blancos, que marca el apogeo de la vida monástica.

Por desgracia, y por esa regla inexorable de los movimientos de oscilación y de gravitación, como todo lo que sube baja, el cister también cayó.

  La personalidad del fundador de esta orden es una de las más enigmáticas y sorprendentes. Hay incontables facetas en este monje borgoñón: el doctor Melifluo de simpatía arrolladora y desconcertante hermosura viril, como nos lo retratan los bolandistas del P. Croisset, guarda escaso parangón con el polemista infatigable en las aulas de la Sorbona donde sostiene una cerrada con Abelardo y Arnaldo de Brescia, o con el agitador de masas de la Segunda Cruzada que electrizaba con sus sermones al auditorio. Luego, está el político taimado, el escritorista, que se atreve incluso a amonestar al propio papa. Medió en las reyertas entre Inocencio II y Anacleto, lanzando un anatema contra éste último y considerándolo antipapa. Fue el consejero y valedor exclusivo del pontífice a continuación del cisma: Eugenio III.

Hay otro bernardo inspirado, clarividente y profético, al difundir por el Occidente cristiano los presagios de San Malaquías, que hablan del fin de la Iglesia jerarquía, y el inicio del milenio igualitario, o “quiliasmos”. Estas ideas  se contienen en “De vita Sancti Malaquías et de rebus gestis”.

San Malaquías era un monje inglés que profesó en la orden bernarda y, consagrado obispo de Armagh, hubo de abandonar su sedea causa de las persecuciones de los monjes de St. Dunstan. Murió en los brazos del abad Bernardo. Sus pronósticos sobre los papas reinantes del siglo XI se han cumplido a carta cabal, tanto en lo que se refiere a los papas entronados como a su divisa. Así por ejemplo el que hace el número 69, Paulo IV, tasado con el blasón de “fide Petri” respondió a esta evaluación anticipada enfrentándose a los judíos de Roma los cuales execraron su memoria, según podremos comprobar más adelante en este libro. Caso parecido fue el de Benedicto XIV, “Animal rurale” que padeció con constancia las persecuciones y trabajos, con la paciencia de un buey, como se deduce de la historia de su pontificado.

La lista da comienzo con Celestino II “ Ex castro Tiberis”  y acaba con “De gloria olivae”,número 111 del catálogo. Según los cálculos malaquianos estaríamos, al abrir página el tercer milenio, en el penúltimo de los sucesores de San Pedro, el 110. A J.P.II le corresponde el distintivo “De labore solis” (los trabajos del sol) porque verdaderamente ha sido el sol de los pontifices, y su luz e proyecta en medio de grandes trabajos y la amenaza de las tinieblas y de un mundo en guerra. El ciclo se cerrará con el triunfo de la paz; ese es el sentido de la rama de olivo. Desandará los caminos andados por su predecesor, estableciendo la concordia entre los creyentes desorientados. Morirá mártir.

Uno de los afanes primordiales de san Bernardo fue poner coto a los abusos e intrigas palaciegas que pesan sobre San Juan de Letrán. Así se deduce de sus advertencias a Eugenio III. Fray Justo Pérez de Urbel llega a escribir en su “Año Cristiano”:” A la sazón Bernardo fue el verdadero papa de su tiempo. Claraval tenía más importancia que Roma”.

A lo largo de todos sus escritos insiste en la importancia que tiene la devoción a la Virgen María como salvaguarda de la fe, y al poner a la humanidad a los pies de la Madre de Dios, estaba viendo desde su atalaya iluminada por la luz del Espíritu Santo la necesidad de humanizar el rostro de Dios haciéndolo más femenino. Asigna a la Virgen el papel de corredentora, pero se muestra remiso a su concepción inmaculada. A ella va dirigida las dos plegarias más grandes en Occidente del culto a la Virgen: el “Salve Regina” y el “Acodaos”. Su discípulo, Malaquías, con esa ferviente pasión por Nuestra señora que es común a los monjes blancos (cartujos, trapenses, y cister) anunció que será “Ella la que rescate a la Iglesia de las fauces de la sierpe”.

Sin embargo, no todo fueron aciertos y panegíricos. El santo postulador de la causa de María fue un fracaso político. Los reinos cristianos se desentendieron de su llamada a la unidad. Comprobó que la cruzada segunda por él predicada fue un desastre. Parece mentira que tantos aspectos pudieran cobijarse a la sombra de un hombre solo. Bajo su iniciativa  quedaron abiertos 150 cenobios en el espacio europeo, casi todos ellos se fundaron aprovechando otros monasterios arruinados, o antiguas aras votivas a los dioses celtas o romanos. Bernardo no derriba los viejos ídolos; antes bien, los rebautiza y los incorpora al acervo espiritual del cristianismo. Reconduce el tributo a Júpiter y no le importa bendecir antiguas aras de Minerva o de Cibeles. Esta es la cara oculta de lo románico, pero siempre partiendo del principio de Cristo como fuente de toda gracia y propulsor del conocimiento. Las gentes viven y progresan gracias a la Redención. “Extra crucem nulla salus”. Pa él la Iglesia no es más que un medio, nunca un fin. Solamente la cruz salva. El hombre para vivir en armonía con Cristo ha de apartarse y vivir en el retiro de la naturaleza, sus ojos fijos en el sol que torna. Para volver al mundo para defender la cruz cuando ésta estuviera en peligro. Sus monasterios y las órdenes por él inspirados constituyeron un baluarte de protección. El Islam se estrelló contra este antemural de plegarias. Si no hubiese sido por San Bernardo, toda Europa hubiese caído en las garras del Islam.

El cister empieza a perder su predicamento una vez terminada la reconquista en 1492. Su labor había sido dada por concluida. Expiraba una misión para dar paso a otra. Terminaba la época de los buceadores. El triunfo de la Iglesia tridentina significó tenerse que adocenarse. Obediencia de cadáver, taxonomía de Ignacio a sus pupilos, era un pasaporte a la solidez piramidal del ordeno y mando, del anatema. Doctores tenga la Iglesia, pero el aire se cuajó de poltrones de la sopa boba, practicantes de una doble moral, que se arrodillaban ante crucifijos. Demasiados santos deshumanizados y hornacinas pobladas de nimbos de cartón piedra. No discutas. A callar. Todos como en misa. Se había interpretado con alguna indolencia a Jerónimo, el hirsuto y ardiente dálmata que muestra una obsesión erótica sublimada a lo largo de sus escritos, sentencia: “No busques más la ve. Te basta con saber lo que pone la Vulgata”.

Y el Kempis no para de apelar al “vanidad de vanidades “ del Crisóstomo como vacuna contra el excesivo afán de conocer:”No escudriñes, hijo, si quieres acceder al bien “. Los santos de cartón piedra acaban en memez oscurantista. Hazte un eunuco, si quieres conseguir la vida eterna. Castrate.  Ardua norma. Como llevaron a cabo una hermenéutica poco imaginativa y al pie de la letra la palabra del Señor, que estaba hablando de otras renuncias y entregas y sólo utilizaba una metonimia, obraron con poca consecuencia. La herida del concilio de Elvira tardó siglos en curar. No se puede dilapidar la tremenda hijuela del Galileo y sus máximas para alcanzar la vida eterna en una obsesión por el control del instinto erótico que remata en demencia. Dios no quiere monstruos, ni hipócritas, ni impostores. Sigan siendo crueles y castos. Cometan con su mente retorcida torpezas de toda índole. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.

San Bernardo parece que escruta a través del óculo de su celda y mira el campo, contempla las flores, oye el canto de los pájaros, observa la rueda del disco solar en su girar impenetrable. Quiere saber, porque la indagación no puede ser un freno a la magia del misterio. Es un pesquisidor entregado y tenaz de la Magna Scientia. Con su postura de estudio y de súplica santifica la gnosis que había sido condenada en los primeros siglos, pero él quiere trepar por la enredadera que tapa la pared y la escala. Ser cristiano viene a ser como perderse en el corazón de los designios divinos, el dédalo impenetrable.

Ese es el mensaje esotérico que trasciende los muros sagrados de este enclave a horcajadas sobre las cimas de la cordillera cantábrica. Es el primer hito del llamado convento asturicense y umbral de ingreso a la ruta jacobea. En cierta manera, portón del Paraíso. Allí se inician toda una serie escalonada de monasterios que llevan hasta San salvador de Oviedo. Fragancia tan sobrenatural no es extraño que suscite la ira del Cálido que no entiende de tales razones. Nos quiere ahora analfabetos, pegados a la ubre del televisor, y todos, contra todos, y, si no en guerra, por lo menos, recelando unos de otros. Crea disensiones y dominarás el mundo. Así es mejor  

 

Estos días de agosto del verano del finmilenio un columnista de la “Nueva España” órgano del Sionismo internacional que ha abierto casa en los chiscones del Fontán - el alcalde Gabino invita a espichas y a inauguraciones, pero esta “Nueva España”  ya no es la mía sino una España insolente, buscona, reivindicativa, corta de vista y muy en plan de aldea global -, uno de esos plumíferos que me parece se sientan al ordenador tocados de una montera picona y con un talante de genios superdotados para la hipérbole que hincha el perro para poder sacar cada día el periódico a la calle, un periódico en el que toda noticia o todo personaje ha de pasar por las horcas caudinas del ramalazo local [se piden ejecutorias de asturianía y , si no muestras patente de ovetense, no sales en la foto ni te bautizas], pedía la demolición de todas las catedrales góticas. Se quedó muy a gusto después de soltar tan infame osadía. Parieron los montes. ¿ Cómo podremos sustituirlas ? ¿Con hórreos? Ya quedan pocos. Se los ha llevado el airón.

Habrá que echarse a temblar porque vuelven los mineros de la marcha sobre Yarrow con un hacho y un candil y la dinamita fresca. Hay ganas de revancha. Los buitres circunvuelan en rasante barruntando la cadaverina de los cristianos lanzados a la arena. El aire sopla muy cargado de presagios. El pato no se conforma con su suerte y quiere transformarse en urogallo.

Sin embargo, no mareemos la perdiz. Peticiones como la del columnero abajo firmante certifican la muerte de España. Asturias, mágica e iniciática, era su cuna y mostraba desde los montes este magnifico cancel del Arbás , cumbre del cister, a espaldas de Covadonga y los valles del silencio bercianos, por el otro cabo. No cabe entrada más sublime al edén que desde la perspectiva del alto de Pajares. ¡Magnifica puerta de ingreso a los valles que dominan el escenario de Peña Urbina!

Bajo la dirección de un hijo de Menéndez Pidal (don Ramón , aunque nacido en Coruña, se mostraba muy orgulloso de su ascendencia citomontana y solariega de Pajares) en 1969 se procedió a la reconstrucción que fue llevada a cabo con el gusto del eminente arquitecto, muy familiarizado con las peculiaridades del arte cisterciense. Respondía de esa forma al espíritu de su padre, uno de esos sabios, rara avis, que alegran de tarde en tarde la existencia de los que se dedican al estudio de la verdad y de los que aman la belleza. España, como demostró el polígrafo y astur ilustre, era la patria del Dios Pan, el jardín de las Hespérides, donde estuvo ubicado el Paraíso terrenal, en algún lugar al otro lado de la cordillera que contemplan los muros de Arbás.

Alfonso X nos la presenta, también como un lugar de abundancia, por la fertilidad de su sueño y la clemencia de sus aires. Todo lo contrario, pues, del criterio que han venido sosteniendo los escritores del 98, a mi modo de ver demasiado encumbrados. Dicha hipótesis de locación edénica la han refrendado algunos estudios cosmográficos recientes. Es una obsesión constante de la nueva paleografía. El Hombre de Atapuerca ¿ era el ser humano que vio y vivió ese paraíso?

Los trabajos llevados a efecto por Luis Menéndez y Pidal rescataron de las ruinas a este importante templo que permanecía en estado de abandono desde el Barroco. Ahora pertenece al obispado de León y se halla adscrita como parroquia dependiente del Priorato de San Isidoro. La obra de reforma fue sapiente y decorosa.

Estudiando su primorosa iconografía nos encontramos a un pensamiento medieval de rasgos heliocéntricos. El Cister representa la apoteosis heliocéntrica de la recitación hesicasta de las horas canónicas en alabanza de la Trinidad. Luego vendría la ruptura antropocéntrica del Renacimiento. Los retablos y basas angulares, donde curiosamente el tema religioso no es el más frecuente irradian quietud y belleza, todo conforme a un misticismo ancestral que encuentra su precedente en las pintadas de las Catacumbas.  Hay asimismo una constante preocupación por la trasmigración y las almas y la reencarnación. De otra forma no se explican los grifos, arpías y esfinges de los Bestiarios. Es una poesía didáctica que se agolpa contra los muros con una carga apodíctica y de demostración poderosísima. Lo que nos dice un tímpano románico vale por una cascada de silogismos. La Teología inicia el vuelo. El ángel, rotos los sellos, despliega ante la mirada atónita del creyente los papiros de la revelación. Es la magia del “libri muti”(el libro que calla) investida de elocuencia. Se demuestra la proposición de que “ en principio era el Verbo”. Aquel menestral maneja una horca y éste sabio de barbas patriarcales se inclina sobre un atanor. Un ser alado en el vértice de una de las ménsulas se lleva el índice a los labios. Callad, hombres insensatos. Guardad silencio. Es otro símbolo alquímico para significar la grandeza de aquel que es llamado a un estado de contemplación viviente.

 Estadios zoomórficos, antropomórficos y vegetativos, se superponen; las tallas de arenisca del zócalo sobre el portal confirman la leyenda augural del oso devorador de hombres y del buey clemente y manso - Apis era adorado por los egipcios y se convierte en el toro de San Lucas- que bajo las riendas de un auriga divino se pusieron a trabajar y aceptaron el yugo , juntas zarpas y testuces. El oso esculpido es motivo central del tímpano de Santa María de Arbás. El ángel y la bestia pueden trabajar juntos, combinación de contrarios y emblema del poderío divino para domar a las fieras y amainar tempestades.

 Se cuenta al respecto que una noche de cellisca un capataz, varón piadoso, favorecido por dotes de clarividencia y que gozaba de una fuerza física descomunal, escuchó golpes y mugidos en el muladar. Se levantó de la cama y con un blandón en la mano para alumbrarse y en la otra una estaca  bajó a la cuadra: un oso había penetrado en el redil,  había dado cuenta con sus zarpazos de varias mulas y estaba acabando con la vida de los bueyes. El buen cantero luchó con la fiera toda la noche a brazo partido. De amanecida, cuando ya lo tenía dominado, el oso salvaje se tumbó a sus pies y habló con voz humana de esta manera:

- En loor de Santa María, de hoy en adelante dejaré de ser oso y me transformaré en buey.¡Gloria a la Trinidad Augusta, amen!

Acto seguido le lamió las manos.  El animal, ya del todo domesticado, consintió la armella y , uncido al yugo de la carreta de los yangüeses, empezó a laborar en el acarreo desde la mañana siguiente. Participaba en las labores del campo y entraba en la cuadriga de tiro para el arrastre de las piedras. Esta historia tiene un sabor profético a los textos de Isaías donde se anuncia claramente que el león se apareará con el cordero y las lanzas serán convertidas en rejas. En ella, asimismo, se encuentran resonancias de la leyenda del Lobo de Gubio, amansado por San Francisco. Es la mejor metáfora del cristianismo, con su poder de transformación mediante el amor y la palabra.

Como consecuencia de este hecho maravilloso, el cantero se hizo monje y contaba hasta el final de sus días que aquella noche la Virgen María le había evitado una muerte segura librándole de las fauces del plantígrado y que este acto de misericordia sería un presagio de lo acontecería al final de los tiempos. Las gleras y cantiles de la base de este monte misterioso, el Ervaso, donde las noche de luna llena la mole de la cumbre irradia destellos sagrados, están en el secreto de una promesa de salvación a un mundo convulso y en crisis. Justo aquí se cerró el paso a las hordas del infiel y el avance musulmán sobre Europa frenó frente a estos riscos imponente que son avanzada de Covadonga. En Santa María de Arbás un misterio de viejas promesas nos cerca y nos vence como le ocurrió al oso devorador. La fuerza bruta tendrá que rendirse ante la fuerza espiritual. Hay que volver a resaltar esa cualidad de los cisterciense para penetrar en la realidad ultra telúrica, esa energía invisible que irradia del cosmos, que tienen todos los sitios donde ellos edifican templos. En parapsicología se denomina psiquismo a este fenómeno

La historia nos embelesa: que una bestia curupia se transforme en paciente bóvido, se someta a la tralla y la rienda del auriga y entre en razón es una parábola de la sempiterna lucha contra el dragón. El mito del eterno retorno. Será el mal domado y acabará tomando el yugo de la virtud. Tendrá que unirse al proyecto de santificación y transformación de un mundo nuevo. Algunos apostillarán que el mal no existe, pero esta proposición no es más que una entimema gratuita.

El Cister recoge el testigo de esa inclinación romana por construir puentes, alzar estatuas en lugares muy concretos dominados por lo telúrico. Siente la ergasiomanía del mundo romano, la “cupiditas aedificandi” o fiebre constructora. Precisamente por de dicho atavismo ergasiomaníaco, o pasión vehemente por la arquitectura, surgieron las catedrales. La devoción a la Virgen, como floración o resurgimiento de otras formas de adoración antigua a Isis, Mitra, Palas Atenea, Cibeles o Afrodita del culto a la fertilidad, movió el gran impulso, siendo el vértice de apeo entre lo antiguo y lo nuevo . De tal modo que no haya oposición lógica entre la Mujer que aparece en el Apocalipsis con la Mujer de esas creencias sincretistas. Después de todo, el papa acaba de decir que Dios es también femenino.

Aquí, en las alturas cantábricas, se clavó el primer cipo con el cartel de “No pasarán”. Sus calcaños sujetarán el morro de la bicha. Todos los pueblos del orbe entonarán cantos de alabanza a la Trinidad. Jesús, hijo de Dios, a través de María, cancelará la culpa. El triangulo trinitario se convierte en cuadrilátero.  Faltaba un lado. Para avanzar en el camino de lo perfecto lo par es necesario. Dos, cuatro, ocho, doce... veinticuatro. Ese número áureo les introdujo a los cistercienses en la clave del laberinto. María, nombre mágico, se repite a lo largo de los valles, corona las cimas, elige su trono en los desiertos, colma de dicha y de armonía los bosques impenetrables. Es sed de belleza y de infinito. Por eso, decía Papini que todo lo que es bello tiene un entronque netamente cristiano. De esa belleza sin una aplicación utilitaria no participa el mundo judío, que es un mundo convulso, terrible, cultor de un dios vindicativo. Al contrario, en el NT Dios se manifiesta a través del Amor, y éste no es otra cosa que Verdad y Belleza, los tres ángulos del Ojo que todo lo  ve. El pecado de estos tiempos ha sido la vana observancia de acabar con el Tabor y volver todos al Sinaí. Se trata de dos compartimentos estancos. Aquello quedó sobreseído y es por esa incapacidad para el compromiso con cosas que atañen al legado evangélico por lo que la verdadera Iglesia, que ha desplazado su epicentro hacia Moscú, donde se han hecho más sanguinarios los zarpazos indiscriminados de la serpiente, y ya no viene dirigida desde Roma, sede de la impostura, está siendo perseguida. La primera consecuencia del Vaticano II ha sido dejar en manos sionistas la Barca del Pescador.

Pero esto no es más que un accidente.

 En santuarios románicos como el de Arbás parece que el tiempo se para. La muerte es derrotada. Más cerca del cielo que de la tierra este monasterio en un congosto de la cordillera, parece que lleva a las estrellas en sus zancajos.

Canteras y torrentes, gleras y algún matorral. El aire se afina. A horcajadas sobre el lomo de la sierra las filas de roca que bajan en pendiente forman una protuberancia radial que recuerda a la silla de montar. Un cíclope invisible ha dejado allá su albarda de rocas por donde desciende la nieve y el corzo campa. Aquí todo es querencia de techumbres olímpicas. Oteo la figura de una suerte de sufra geológica que sostiene las varas de una correa de tiro invisible. Los valles en el regazo de la pendiente seca y pelada forman una especie de alfamar verde en lo hondo de la roca viva que sirve de cauce al río Bernesa.

Es un escenario que conviene contemplar en noches de luna llena, con esas lunas fuertes del septentrión que en el Bierzo parece que nos acercan con su luz bañada de misterio al tiempo en el que reinaban los gigantes. El arte románico con su simbología inocente parece capsular el lenguaje telúrico de estos “arva” en un afán de superación por la senda del camino iniciático. Aquí las fuerzas de proyección, ascensión y freno parecen haber encontrado techo. Arbás es una especie de non plus ultra, un no va más de la ruta jacobea. “ Per arva ad astra” (Por los campos altos se sube a las estrellas) que diría Virgilio. Todo nos habla de esa tensión hacia lo alto, de ese deseo de superación. Desde aquí casi palpamos la cúspide y nos sentimos reconfortados los que venimos huyendo de la persecución.

Utilizando medios tan humildes e incluso simbología pagana el mensaje bíblico y el anuncio de la resurrección parecen entrar por los ojos. Por la puerta de Baco se entra en la luz de Cristo. El ambiente es de pesadilla, como una pesadilla. No ha conseguido el cantero un dominio de la perspectiva por lo que hay una desproporción y una mal trabada  melanesia  que tornan monstruosas las representaciones dionisíacas de hidras, grifos, sierpes, huríes, arpías, cerastes, víboras cornúpetas, monjes con cabeza de perro, ardientes llamas que son como convulsiones de las Euménides,  y el Mono de Serapio, del que se dice que era hijo de Cronos, porque establecía el padrón de división entre los días y las noches. Justo a cada hora orinaba. Este plano escatológico de parábola iniciática y de jeroglífico se combina con la cotidianidad más tosca y absoluta - es un arte para entrar por los ojos con pocos resabios intelectuales- de cosechas y vendimias, frailes que escuchan un sermón o andan a capítulo como en los cimacios del convento de Santa María de Nieva. Aquí, en Arbás, todavía no se ha llegado a ese candor. Habrían de pasar dos siglos. En el mudéjar aragonés a estos elementos figurativos se agrega la escritura cúfica.

El matiz dionisiaco de los monstruos sagrados que configuran la iconografía del románico es inalienable. El artista no renuncia a la materia, expone en toda su crudeza la realidad de la vida, la presencia del mal, la acción del diablo, pero con ahínco trascendente trata de divinizar esa materia que se nos ha legado el Salvador.  Las alusiones a sus poderes taumatúrgicos son indeclinables: el pecado se convierte en gracia santificante.   En la piedra está Platón, Aristóteles y se va al encuentro de las enseñanzas de la cultura del Nilo de la mano de Hermes Trimegisto, junto con las enseñanzas del Genésis, el Libro de Ruth y los aforismos de los Doce Profetas. Los círculos se entreveran formando una pirámide helicoidal. Todo en un revolutum por el que se llega a la verdad inalienable de la sindéresis cosmogónica. Todo se contradice en apariencia, per recuperamos el hilo de los razonamientos y vemos que todo  cuadra debajo de una intención devastadora. Nos empapamos de semiótica. Del panteísmo y del Logos griego arribamos a la exaltación del Cristo en majestad, juez supremo de todas las cosas, centro inmóvil del movimiento que circula por doquier y estalla en la música de las esferas. Palpamos, en definitiva, lo inefable.

La Carta de Caridad aspira a la fusión del ámbito de los sensible, y de lo ultrasensible, del alma y el cuerpo, del todo y la parte en Cristo Jesús. En ella se rechazan los postulados de la ley vieja y los errores de Mahoma, mas en ningún momento se condenaba a los hermanos extraviados del judaísmo o los adeptos de otras sectas. En casi todos los asentamientos cistercienses aparecen alarifes moros y banqueros israelitas. Los templarios fueron mucho más allá. Tras la misa - es una pena que los rituales fueran quemados con Jacques de Morlay y que ardieran con él en la pira de la Bastilla en 1315- rezaban en comunidad junto con la oración a San Miguel, protector de iglesia y sinagoga, el “Escucha Israel” de los rabinos y la” alfadía” que repiten cinco veces al día los cadíes . No se practicaba la intolerancia per se étnica o racista, pues todos los hombres somos iguales, redimidos por la sangre del Salvador.  Ese fue el primer gran hallazgo de los cruzados, pero, con arreglo al espíritu de la época, en caso de ataque defendían la fe con la espada. A lo largo de la ruta de las peregrinaciones sobre todo en el camino de Santiago fue erigido un glacis de protección a los caminantes . Las ordenes militares se encargaron durante siglos de esa protección permanente, y, cuando asomaba en lontananza el almoflate o trinquete de la Media Luna, subiendo por el sur, y la línea del horizonte se convertía en un bosque de lanzas , de rodelas y aljubas, sonaba el toque de llamada al grito de Santiago cierra a España, y monjes y soldados convocaban a la hueste para aprestarse a la defensa. El santo y seña santiaguista se contraponía al que proferían los almuedenes desde lo alto de las mezquitas “yilla ilah alá”. Se pensaba a pie juntillas - creencia seguramente esotérica- que el Hijo del Trueno defendería a los que llevaban la cruz encarnada a manera de peto sobre su brial. Ciertamente, el grito olímpico de “Santiago cierra España” fue el muro contra el que se estrellaron las pretensiones de conquista del Islam que sonó desde poternas y barbacanas  de los monasterios almenados.

Aquellos frailes hacían la guerra defensiva pero nunca practicaban el derrotismo psicológico que pavorosamente agarrota a la cristiandad al día de hoy. Moros y judíos preferían vivir aparte segregados en sus aljamas con arreglo a sus costumbres y sus propios códigos legales. No eran molestados para nada. De no haber sido por ese espíritu tolerante, no hubiese cabido esa interacción tan fructífera que ha dejado poso a lo largo de los siglos en nuestra forma de ser: cientos de palabras de origen semita, multitud de costumbres, supersticiones, creencias. No. La barbarie no es cristiana. Y ahí están, para probarlo, la Mezquita de Córdoba y la alhambra de Granada. Son ilusos los que consideran que Mahoma es tolerante, cuando desde Despeñaperros para abajo apenas quedan vestigios arquitectónicos de la importante cultura bizantina antes y después de la fecha fatídica del 711, mientras que, desde la sierra de Guadarrama hacia el Duero son muchos más importantes los vestigios que se conservan. La jarca, cuando llegaba, arrasaba, talaba e imponía la cuna coránica que empieza a mostrar su talante exclusivista desde la primera sura:” No hay otro dios que Alá, y Mahoma es su profeta”, una ley que allí donde llega tratará de imponerse, o por las buenas o por las malas.

Por eso, encuentro una verdadera gracia divina mi acercamiento en peregrinación al Paso de Arbás . Su presencia es un símbolo que alza su espadaña de advertencia a la apostasía y a las maulas en que nos hacen vivir los herederos de don Opas. La mentira y la credulidad fueron la llave de la traición que abrió la puerta de España a los sarracenos. Me parece que en forma de nube la sombra de Don Rodrigo se pasea por las cumbres vírgenes de Peña Urbina cantándole estrofas plañideras a su Cava.  Por una hurí casquivana  y un rey atolondrado vino a perderse España. Sin embargo, en este verano último del siglo, de eclipses y de impasses, se alza la sombra de protección de este adoratorio, que abre la puerta al helicón astur, como un bastión eterno. Quizás las campanas desmelenadas tengan que volver a expandir por la campiña su mensaje de bronce, tocando al arrebato al son de “ Santiago cierra, España”. No se trata de un grito agorero. Es casi una premonición. ¡Y que  Santa María nos valga!

 

 

 

 

 

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CAPÍTULO IV          

 

 

CATALINA DE SIENA Y LA DOCTRINA SOBRE EL PURGATORIO

 

 

  

 

* una vida llena de raptos, clarividencias y otros prodigios.

* Santa Catalina es una demostración de cómo Dios se revela a los humildes y se oculta a los soberbios, poderosos y sabios de este mundo.

* Salvó a la SRI en un tiempo tan difícil como fue el Cisma de Occidente. Sus oraciones sirvieron para que el papa Gregorio XI se restituyera de nuevo a Roma.

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En mi corazón no hay diferencia de sexos. Yo fui el que hizo al ser humano varón y hembra y para mí no hay distingos  ni condiciones - le decía un día el Señor a Catalina de Siena en aparición particular -. Y  yo hago lo que quiero. Por eso, deseo que sepas que en estos tiempos el orgullo de los hombres se ha hecho tan grande, especialmente el de aquellos que se creen sabios y discretos, que mi justicia ya no puede resistirlos y está a punto de confundirles mediante un justo juicio. Pero, como  la misericordia está en mí siempre al lado de la justicia, quiero antes darles un aviso para que se reconozcan y se humillen, como hicieron los judíos y gentiles cuando les envié personas ignorantes, pero a quienes había yo llenado de sabiduría. Sí; yo les enviaré mujeres débiles e ignorantes por naturaleza pero prudentes y poderosas con el auxilio de mi gracia para confundir su ignorancia. Si reconocen el estado de locura en que se encuentran, si se humillan, aprovechándose de las instrucciones que les enviaré a través de mis mensajeros débiles, tendré misericordia de ellos “

Este párrafo encierra la clave para comprender el proceso misterioso de las apariciones en la Iglesia Católica y el controvertido tema de las  Mariofanías, desde la de la Salette a la de Lourdes, pasando por Fátima, El Escorial, Medjiogore y otros muchos lugares donde se registran episodios preternaturales. Aunque es una capucha muy amplia, en el que puede  esconderse de  todo; desde la fraudulencia al misticismo. Está claro que Dios no puede utilizar el mismo lenguaje que el de los hombres. Que nos movemos en un plano convencional. No hay visiones oculares apenas, sino intelectuales. La gracia del contacto físico con la deidad muy pocos la han tenido verdaderamente.

Hecha esta observación, hay que decir que  no se puede entender la Redención ni incluso el Covenant sin esta predilección que muestra la Sabiduría Increada por los pobres, por la más abyecto y despreciado. Es una convocatoria a las nupcias espirituales del divino novio con las almas de su dilección. Él al que escoge, lo escoge.  Con las escurriduras y detritos vuestros, y las piedras que vosotros rechazabais, yo formé mi templo. Seleccioné con los sillares que vosotros mandabais al estercolero mis columnas foreras. Fueron los pobres los arcos basales del edificio de la redención. Dios nos lo advierte. El Dios de los milagros y de la intervención de su potestad para abrogar momentáneamente las reglas por su augusto designio arbitradas es y está, mal que les pese a muchos positivistas fanáticos y blasfemos, ebrios de racionalismo y de cordura. Nunca sabrán entender las locuras del Espíritu Santo.

El caso de esta sencilla burguesa, hija de un tintorero de origen mahometano y convertido al cristianismo viene a corroborar lo afirmado. Hay que tener en cuenta que la SRI (iglesia Romana) atravesaba por una de las crisis más profundas que se habían conocido. La humilde virgen toscana recibió el designio del Señor para hacer las veces de embajadora y plenipotenciaria de sus deseos ante los grandes de la tierra, papas, cardenales, reyes. Su cometido fue acabar con el denominado cisma de Occidente. Estaba secuestrado el Romano Pontífice en el destierro de Aviñón. Las reformas de dominicos y de franciscanos no habían sido óbice para que Roma fuera un ahechadero de corrupciones, simonías, salacidades, incluso crímenes. Tanto fue así que esta “ignorante”, cuando fue a entrevistarse con el pontífice a la sazón reinante en Aviñón, Gregorio XI, un francés que no sabía italiano, saludó al vicario con estas palabras:

- Debo de declarar que Roma está infectada de vicios, Santidad.

El papa guardó silencio.

 Dos siglos antes, otro monje de gran inocencia de vida, reprendía al todopoderoso Eugenio III con un réspice que debería dar que pensar y recapacitar a los que, en un deseo, quizás loable de defender al vicario de Jesús para ponerle a cobro de sus enemigos, quieren mermar la santidad de la doctrina de aquel que lo ha escogido para el gobierno de su grey y le dijo:

- ¿No os dais cuenta, Padre Santo, que no sois más que polvo vilísimo y que dentro de seis meses estaréis siendo pasto de gusanos?

Era Bernardo de Claraval

Catalina de Siena una pobre mujercita fue la escogida para enderezar los caminos torcidos tras el llamado Cisma de Occidente.   Por encima de hagiógrafos y detractores, resulta un hecho incontrastable y un claro ejemplo de lo mucho que puede Dios. La entereza de esta hija de Sto. Domingo  que iba por Italia predicando la penitencia, dejando una estela de santidad y de conversiones (sus seguidores eran los famosos “ caterinati” incondicionales, gente aventurera o de aluvión, el equivalente a los  “ yurodivi” rusos, practicantes de la negación total, incluso la de la propia honra y practicantes de la “ kenosis” o autoaniquilamiento. Eran los  locos de Cristo, el cual tantas veces en la historia toma por la senda menos convencional y se une al grupo de los pobres, de los desposeídos, de los borrachos)  demuestra que el sometimiento a la voluntad divina por parte de aquellos que siguen al Salvador y tratan de imitarle en la inocencia de vida ha de tener prelación sobre la autoridad humana. Dicho de otra manera- una vez más - Dios escribe con renglones torcidos al derecho y confunde a los soberbios, hace ludibrio de los poderosos y se muestra como el verdadero Señor de Israel de la forma más inesperada. Como cantó María de Nazaret en el “ Magníficat”.

Taumaturgia.

Un rosario de prodigios y de predilecciones celestiales encauza  la vida de esta sierva de Dios. Su biografía parece increíble vista desde la perspectiva de 1999 cuando las mujeres se engríen, se fomenta el adulterio y es de buen tono incluso la fornicación. Empiezo a escribir este estudio el primero de diciembre en que celebramos el Día Mundial del Sida, cuando todo el mundo es solidario, pero nadie se arrepiente.  Ayúdame, Catalina, virgen de Cristo, a hacer una canto a la castidad tan necesaria en estos tiempos y enséñame la humildad de no tener que callarme, acomodaticio, ante los improperios, transgresiones y pecados de omisión. Rodeado por ellos vivo.

Nació en Siena, ciudad toscana, en 1347. Su madre se llamaba Lapa y su padre Jacobo Benincasim. Vino al mundo en un parto doble, que hacía el número veinticuatro de una vasta prole habida de la unión del tintorero y Lapa, una mujer de singular belleza. La madre era una gran vividora y tenía mucho miedo a la muerte. Pero un milagro de su hija haría que Lapa pudiera alcanzar edad provecta. Sin embargo,  esta prolongación de la existencia no fue un don sino una especie de castigo, porque vio morir a muchos de los suyos, cosa que lleno de tristeza los últimos días de la anciana, como más adelante se verá.

 Su hermana mielga se llamaba Juana.  De niña era tan rica y graciosa que sus padres la llamaban Eufrosine, que en griego significa alegría, encanto, porque ya en aquella edad  tierna era el encanto y la alegría de los que la miraban. A los tres años se sabía el Ave María. Sus juegos no eran con muñecas sino con cromos de santos ,y a los ocho años quiso huir, como Teresa de Ávila, al desierto; poco después, formula el voto de castidad ante un icono de la Madona con la siguiente fórmula: “ Prometo ser siempre tu esposa, Jesús Salvador y conservarme sin mancha “. Desde los ocho años en que profesa este voto de virginidad hasta la hora de la muerte, a los treinta y tres, nunca faltó a su promesa, ni cometió pecado de impureza. Lo proclamó en su agitada agonía, cuando los diablos, que habían sido contumaces adversarios toda la vida, no quisieron dejarla en paz ni en su lecho de muerte. El tránsito no fue dulce, ni mucho menos. Rara vez los escogidos gozan de una muerte beatífica. Han de pelear hasta el fin. Eso le ocurrió a Teresa de Lisieux, al cura de Ars y a la ilustre y tantas veces rememorada mentada Teresa de Ávila. Es un rasgo de los grandes taumaturgos.  Francisco de Asís, muerto de tracoma a los treinta y tres años, permaneció delirando siete día consecutivos hasta rendir el último suspiro. Mucho tuvo que sufrir en embestidas del diablo, pero, con la ayuda del Señor pasó la prueba. A Teresita los demonios en su lecho final  le tentaban con la obsesión de que no había otra vida. Sentía  una angustia terrible, pero, cuando exhaló el postrer aliento, una paloma se posó en el alfeizar de la celda, derramándose por toda la estancia una fragancia de aromas exquisitos. Los mayores santos son hostigados con dudas y con vacilaciones hasta el final.

Pronto empezaron las grandes penitencias. Permanecía todas la semana sin comer. Dormía en el suelo con una piedra por almohada y una cadena de hierro la llevaba arrollada a la cintura a modo de cilicio. Su madre que quería casarla con un rico mercader de Siena no desperdiciaba la ocasión de humillarla en público. En cierta ocasión, la arrastró por el suelo, cuando, después de mandarle quitar la toca, vio que Catalina, en señal de penitencia se había tonsurado los cabellos.

Esta oposición materna, con ser empecinada, también la consiguió vencer, aunque su madre era partidaria de que contrajese matrimonio con uno de sus muchos pretendientes. Se dice de ella que no era hermosa, pero que tenía un algo especial. Su voluntad era de hierro. Hubo de huir de casa. Solamente un puñetazo en la mesa dado por su padre, el buen tintorero de Siena, al cual amaría tanto nuestra Catalina, conseguiría vencer la oposición materna al monacato.

- Catalina es libre. Podrá hacer lo que quiera..  Dejadla ir a su aire.

 Profesó en la Orden Tercera de Sto. Domingo de Guzmán. Las dominicas estaban siendo un revulsivo contra la depravación de costumbres. Sus conventos eran viveros de misticismo donde se contemplaba los grandes movimientos de la reforma, cuando la cristiandad se encontraba sumida en las tinieblas del cisma, provocado por Clemente V..

 Dieron comienzo otras pruebas. El Divino Esposo le regala con todo género de gracias especiales y de visiones, pero la santa duda de si todo esa clase de prodigios no pudiera ser artificio del enemigo de los hombres y Jesús le pone a prueba. Le dijo que para saber distinguir los milagros de Dios de los del Maligno hay que empezar por aborrecer toda vanidad, por mortificarse y por morir a sí mismo (kenosis, que  viene kεvωσ, y significa  vacío, exinanición contigo). Si alguien siente algo así como halagos y le gusta tener fama de santo, ello no es buen signo. Los favores celestiales empiezan  siendo pruebas, amarguras, crucifixiones, oprobios y más tarde se transforman en bendiciones. Antes, ha de morir el yo. Hay que despojarse de uno mismo. La ruta angosta por la cual lleva Jesús a los que elige es así de sorprendente, y casi siempre siguiendo los mismos pasos. Dios puede llegar a parecer desconcertante. Nadie puede poner puertas al campo. Su actuación sobre las almas a las que aparta para las nupcias espirituales resulta inquietante y alborotadora desde el punto de vista de la prudencia de la carne y de los respetos humanos. Es en virtud de este misterio carismático que vuelve inexpugnable e indomeñable al cristianismo, fuerza de redención y nunca de condenación. No queráis clasificarlo, ni ponerle etiquetas, porque el Omnipotente se sale del fichero. Él es el Amor invencible.

En la ciudad de Siena pronto empieza a cundir su fama de taumaturga. Para unos se convierte en piedra de escándalo, para otros en paradigma prodigioso del Espíritu de Dios. A  cierta  mujer que tenía lepra  acude todos los días a cuidarla. Besaba sus heridas y para vencer el asco y el horror que le inspiraba la enferma Catalina llega sorberse los humores que manan de las pústulas. Al cabo de tres semanas, ella misma  se contagia de la enfermedad de su paciente, pero, cuando ésta, que había pagado con ingratitud sus desvelos, entra en coma, de repente, la lepra de Catalina desaparece. En otra ocasión es una cancerosa, Teca, una beguina, del convento de las Hermanas de la Pobreza de San Francisco. Sus llagas despedían un hedor que tiraba para atrás. En su cámara olía a perros muertos; nadie era capaz de subir a cuidarla. La cancerosa aparte de estar enferma, era una  infame. Injuriaba a su enfermera diciendo cosas terribles, incluso llegando a atacarla - era una añagaza del artero y malvado Padre de la Mentira  que urde los más burdas acrimonias con tal de  confundir a las almas - por el flanco que más le dolía, y que era la virtud de la continencia. Un día que subió un poco tarde a cambiarle los apósitos, le dijo sin ningún remilgo Lapa:

- Mucho tardaste, Catalina en venir. Por lo que veo, te gusto yo menos que tus frailes. ¿ No es el padre prior uno de los que te sofaldan  y tú te dejas hacer? ¡Porque te gusta eh! ¡ Así prolongas tanto la acción de gracias después de la misa!

- Hermana. ¡ Por Dios! ¡ No diga eso!

Sin embargo, la enferma no dejó que increparle todos los días con sus embustes y falsos testimonios, acusándole de haber faltado a su voto de pureza formulado ante el altar de la Virgen, cuando Catalina tenía ocho años. Ella no era una de aquellas beguinas celestinescas que en aquellos años acababan liándose con algún fraile. El pecado de impureza encubierto y la hipocresía sigue siendo una cuestión pendiente, y sin solución, dentro de los muchos males que afligen a la Iglesia latina y hoy, con la impostura picando a las puertas de Occidente, arrecian.

 Venciendo el asco que le inspiraban aquella boca y aquel cuerpo hediondo, no dejó por eso de acercarse a asistirla. Recibía los improperios de la paciente con una serenidad augusta de cariátide griega. Un día le dijo:

- Yo te perdono y Cristo te perdona, hermana mía, porque no eres tú la que dice esas barbaridades; es Satanás quien las inspira y quiere entrar en ti. Como prueba de inocencia y de vida inmaculada,  yo te ordeno que dejes el cuerpo de esta mujer.

Catalina hizo un milagro. La pobre encancerada, libre ya del zaratán que la tuvo a las puertas de la muerte, se arrojó a sus pies y pidió perdón a la santa y fue por toda Italia peregrinando como penitente y cantando las alabanzas de la Rosa mística de Siena, a través de cuya intercesión estaba obrando el Señor tantos prodigios. Se unió al grupo de Lisia y de Alessia, de Pietro y de Tomasso, los otros “ caterinati”.

Su caridad y amor al prójimo, a toda prueba, fueron demostrados en otras ocasiones, cuando siguiendo el ejemplo de otros grandes santos caritativos, como Martín de Tours y Nicolás de Mira, se quedó en cueros literalmente para vestir al desnudo. Para ella tenía prelación la caridad sobre la modestia. Sólo santos taumaturgos como ella fueron capaces de tanto heroísmo. No conocía cortapisas, porque ella capaz de decirle al jefe de los sacerdotes  lo que los apóstoles: “ Es mejor obedecer a Dios que  a los hombres y éste fue un poco el misterio en el cual se sustenta toda la grandeza de su personalidad. Era Catalina una italiana de rompe y rasga, partidaria del todo o nada, nunca las medias tintas. Una rebelde a lo divino. Tenía un fuerte carácter, aunque también, llegada la ocasión, sabía ser diplomática.

 Éxtasis

Ni médicos ni psiquiatras se han puesto de acuerdo a la hora de esclarecer y estudiar debidamente estos fenómenos misteriosos de catalepsia. El arrobo místico, cuando es verdadero y no fingido, se escapa a cualquier lucubración científica. Es la cumbre del rapto, la quinta morada de la comunión espiritual con el Amado, como demuestra el estudio de la vida de los místicos. Francisco de Asís experimentó la vulneración. Esto es: experimentó sobre su propia carne la herida en el costado infligida a Jesús en el Calvario.  Como Pablo de Tarso. Teresa de Jesús padeció la transverberación. Su corazón fue traspasado por una ángel. El caso de Catalina de Siena es más singular, pero no menos sorprendente. Un día le fue arrebatado el corazón por el Esposo. De resultas de aquel acto de entrega, le quedó en el pecho una enorme cicatriz que vieron algunas monjas de su orden, y atestiguarían más tarde en el proceso de canonización (subió a los altares en 1411) su confesor fray Tomás y sus biógrafos. En este hecho se cimienta la devoción cordimariana y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús populares en Francia durante el siglo XVIII. Al ir a comulgar Catalina - el fenómeno se repite con Margarita María de Alacoque - veía como un brasero u horno encendido que le entregaba el sacerdote celebrante.

La devoción eucarística tiene un fuerte implante en la Edad Media. Es el acicate contra la herejía de los cátaros o albigenses,  inspirados en las doctrinas del herético Berengario. Es  una forma de manifestarse Dios a través de una grandeza que muy pocos comprenden. La palabra  eucaristía proviene del griego ; significa acción de gracias y  agrado, satisfacción consigo mismo y con los demás. Es el principal sacramento de la Iglesia basado en las palabras de Cristo en la última cena, aunque el misterio de la transubstanciación choque con los que en teología han defendido el concepto de memorial o remembranza, y todavía algunas incógnitas no hayan quedado despejadas . El triunfo de la eucaristía se produce precisamente cuando el Islam y el Imperio otomano estaban arrasando media Europa. El Islam considera un sacrilegio, algo inconcebible, que alguien pueda mascar y comer al propio Dios. ¿ Pero no forma parte este fenómeno de uno de los grandes arcanos del Mandamiento Nuevo, y de la Religión del Amor? Que sea la hija de un italiano de origen morisco, Giacomo Benincasim, quien defienda la transubstanciación en un tiempo en el cual los sacerdotes no celebraban ni consagraban todos los días y que ella durante cuaresmas enteras no probase otro alimento que la hostia consagrada resulta un hecho significativo y singular.

Sin embargo, el dogma de la eucaristía no forma parte del cuerpo de doctrinas de la Iglesia hasta Santo Tomás de Aquino, su gran impulsor en Europa. A este otro santo italiano se debe la maravillosa teología de la transubstanciación. En Oriente había formado parte del corpus de la fe, pero no de forma tan radical. Para ellos eulogía  y eucaristía son partes del mismo todo. Quizás algunos , más papistas que el papa, debieran de mirar para los hermanos separados, que siempre han mantenido una práctica más comedida, menos dogmática, y por tanto más cristiana, al respecto. No se puede matar por esta cuestión y precisamente una de las cuestiones que alimentan la maquinaria trepidante de las guerras religiosas de la edad moderna, fue la disputa real entre católicos y luteranos sobre la presencia real o rememorada de Cristo en el pan y en el vino consagrados. Los bizantinos, siempre recalcitrantes a todo anatema, defienden esta creencia por la Tradición, pero , nacida de un compromiso de fe voluntaria. Más bien como practica piadosa. Sin embargo, desde los primeros siglos, los sacerdotes han repetido la formula maravillosa de “ Este es mi cuerpo y esta es mi sangre”.

  Durante los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos se reunían para las comidas en común que eran ágapes y que tenían carácter funerario.  Las misas en la Alta Edad Media se celebran al calor convival y no es tanto el hecho físico de la degustación del cuerpo de Cristo como la celebración del memorial de su pasión. En los primeros siglos la palabra “eucaristía” y “eulogía” (pan bendito que hace hablar bien) se entreveran. En la actualidad, al socaire de  influencias protestantes, se habla en la Iglesia de conmemoración de la Cena y los teólogos incomprensiblemente parecen haber aparcado la cuestión de la transubstanciación bajo las dos especies. Esté o no esté de una forma real o simbólica, el hecho es que Cristo vive en el mundo. Su espíritu es indestructible.

Para la tranquilidad de algunos que nos puedan considerar sospechosos de herejía, adveramos que únicamente en la Santa Iglesia Ortodoxa, donde se siguen comulgando bajo las dos especies, la consagración se lleva a cabo, conforme a las rúbricas exactas y antiguas de las Cartas Apostólicas, no de espaldas a la cruz, sino en el interior del iconostasio, que es el “ sancta sanctórum” donde se consuma este milagro diario, pero nada rutinario, de la redención. Las rúbricas litúrgicas incoadas con motivo de las disposiciones del Vaticano II, por desgracia, acercaron la postura católica a la protestante.  Lutero, que en tantas y tantas cosas llevaba razón, cometió un error mayúsculo en este tema glorioso de la conversión absoluta del pan y del vino en la sangre de J.C.  El agustino alemán mentía por toda la barba. Marró de punto a punto. Pero seguramente Dios le ha perdonado. No protestaba contra Dios sino contra los abusos cometidos por aquellos que se dicen sus vicarios y ministros.

Contemplados los hechos al trasluz de los siglos, se observan que las devociones, como cosa humana, vienen y van con arreglo a las apetencias, modas y gustos. También los hombres vienen y van. Sólo Cristo permanece. ¿ Cómo dar cumplida interpretación a lo que parece una demasía inefable de los santos? Estos desaforados casos pertenecen a la cumbre mística, algo impenetrable. Con ojos humano, discutible, pero nunca a la luz de las cosas de los espíritus. Muchos  santos estaban locos. Eran unos orates de Jesús y así se explica esta devoción cordimariana o mesiánica  que ahora podrá encontrarse en crisis, no en sí misma, sino por causas extrínsecas. El corazón de Jesús es un baluarte de amor contra el odio, un refugio en  la promesa. Esta categoría es ineluctable y permanece inalterable, pero siempre merece la pena estudiar estos fenómenos en el contexto del que irradian.

Para entender el amor de Cristo uno de los personajes más maravillosos del Evangelio es María Magdalena, la mujer pública, que unge sus pies y le llama rabonni “ maestro mío”, la que pecó pero que permanecería luego treinta y tres años en el desierto sin probar bocado, alimentándose sólo de la eucaristía que le llevaban los sacerdotes. Eucaristía, Tebaida, el cuervo de San Antonio, las disciplinas de San Arsenio y San Pacomio, las barbas de Macario y de Hilario entran en juego para explicar este rapto de amor. La Huida al desierto. El cuerpo de Cristo que nutre a los penitentes y les infunde fuerzas para vivir, sin necesitar de tener necesidad de otro alimento humano. La alemana   Teresa Neumann, que es relativamente moderna, se tiraría  treinta y tres años sin probar otro alimento que la hostia consagrada. Pero, metidos en interrogantes, ¿ donde acaba el fervor, la verdadera santidad, y dónde se da pábulo al exceso? He ahí la gran interrogante de una cuestión maravillosa. Estos excesos pondrían en pie de guerra, en parte justificadamente, a los hijos de Lutero, pero, en contra de lo que consideran algunos descreídos, el verdadero misticismo arroja como característica la posibilidad de que se den todos esos imposibles, tales atropellos y descarríos del amor (el que ama nunca se equivoca) que demuestran la índole esotérica y sobrenatural, irreducible, de la religión del Galileo, la cual  marcha por la historia entre las luces y las sombras de la exaltación, la contraofensiva, a contrapelo de la soberbia humana y a veces del fanatismo. Porque el pecado forma parte de la índole del hombre.  No tomemos al hombre demasiado en serio. Sólo nuestro pantocrátor es Cristo y es en su nombre que se producen estas locuras, estos milagros del amor. En esos pobres locos se manifiesta el espíritu divino. Las apostillas, las acusaciones, los anatemas pertenecen al cosmocrator, esto es: al Malo. Y Cristo lo derrotó, porque impugnaba el reino de Dios.

A  nuestra religión los acaramelados e insípidos hagiógrafos con buena o mala  intención, pero poco objetivos, la  hacen un flaco favor. Sin embargo, estos casos de exaltación demuestran que somos algo más que un conjunto de huesos, tejidos y arterias. Mediante la virtud y la renuncia a sí mismos,  el hombre y la mujer pueden llegar a semejarse a los propios Ángeles. ¿ Por qué no lo intentamos? Los frescos bizantinos y las maravillosas composiciones de Fr Angélico invalidan la tesis del evolucionismo  de Darwin. Mediante el poder de la voluntad y la gracia divina el ser humano sería capaz de zafarse de las constricciones alienantes que sujetan su instinto a la materia. La dulce Eufrosine es un señuelo que convoca hacia esa excelsitud que trae al pairo al hombre del fin milenio, que ha perdido el sabor y el saber por las cosas de Dios y se animaliza sin remedio, porque el materialismo le dice que no tiene por qué creer en aquello que se tiende más allá del alcance de la vista. Ella representa el perfume imperecedero de las almas escogidas, del justo de Israel que se mantiene inmaculado en el fango que lo rodea.

Su nombre va asociado al del lirio, como el color siena que expresa una estética de delicadezas tersuras donde la neta exactitud y la beatitud se dan la mano debajo de las arcadas  pintadas por Fr Angélico para enmarcar sus cuadros, que no son otras cosas que seráficas  representaciones de la vida celeste, entrevistas por un agujero. Todo tiene la fragancia de la calta y la azucena de los huertos amados, de los pensiles no hollados donde aparecen ángeles de alas tersas y expresión serena y Vírgenes que desde su regazo entregan al mundo la belleza de sus desposorios con el Verbo Encarnado. ¿ Cómo podremos vivir y respirar sin esas exageradas demasías de la devoción apoteósica del espíritu europeo, de su cultura, de su arte, de su recogimiento y de su silencio?

Catalina, estigmatizada por la lanza de Longinos, es un dechado de las perfecciones femeninas, en las cuales parece haber dejado de creer la mujer de hoy. No importa. Ella sigue representando en su magnitud el heroísmo de Ester, la belleza de Judith, el amor y la simpatía de Rut y de Rebeca. Hay en todas estas cosas muchos del yo místico que desconocen aquellos que no han tenido el gusto de ser partícipes de tales experiencias. La perfección, tal y conforme la venimos entendiendo la santidad, no es una perfección de nimbo y de hornacina a la medida. Dios conoce el modo de romper todos los moldes. En todo santo habrá siempre algo de iconoclasta. Ellos - para eso están ahí - siempre  tuvieron a gala poner las cosas del revés. Esta rebeldía de la santidad tiene mucho que ver con el  duelo de muerte que libra Cristo contra el diablo, las fuerzas oscuras y la soberbia del mundo.

Sólo vivió treinta y tres años, la edad de Jesús y los que María Egipciaca, su prototipo, pasó en la Tebaida. La familiaridad con los ángeles y con los santos era en ella un hecho habitual. Una de las cosas que explica la angustia imperante es la ausencia o el silencio de Dios; un problema que no existe para el hombre o la mujer de fe. Hoy se aceptan los trucos de la televisión o las bizarrías del mago David Copperfield, se piensa que es dogma de fe todo lo que alienta detrás de las candilejas midriáticas. A muchos se les dilata la pupila y los dedos se vuelven huéspedes a la vista del boato y de la pompa terrenal. Algunos periodistas y personalidades televisivas son aceptados como oráculos. Su algarabía no deja que hablen los santos. Expresamente, se opta por la algarabía de los charlatanes. Por lo general son gente vacía. Vivimos en un mundo virtual en el cual el dinero, que es algo místico y cabalístico, es el único dogma. Sin embargo, no se admite que el Creador pueda dirigirse a sus criaturas, que pueda Dios hablar y aparecerse a una pobre sirvienta cuyos  mensajes no son de recibo porque quebrantan los esquemas preconcebidos. Una santa como Catalina de Siena demostró que Él es el que Es y Está. Siempre Estará. Representa un hecho de la cotidianidad por encima de supersticiones, brujerías y ensalmos, aunque por supuesto tenemos que aceptar la existencia de una divinidad subjetiva, a la que se puede acceder razonablemente por los caminos de la ciencia contrastada y la objetividad. Lo que Dios no tolera es a los tibios, a los que no toman partido. A ellos los empezará a arrojar de su boca.

El que el Apóstol de los Gentiles la echase un rapapolvos para mirar para otra parte y distraerse durante un éxtasis, no deja de revestir un hecho ingenuo del cual Catalina saca partido cuando explica en una de sus cartas que” si la cólera de Pablo fue para mí un hecho terrible, ¿ qué no sería el rechazo de Jesús con los condenados el Día del Juicio Final?”.

 Pablo hace honor a su fama de vehemente e impulsivo en este retrato que de su persona realiza la monja dominica italiana.

Gregorio Marañón, al que apasionaron de siempre los fenómenos paranormales,  dice que la raya de separación entre el fervor y la superchería es casi imperceptible. De ahí que en el siglo XVII español proliferaran tantos alumbrados o místicos de pacotilla. Un místico y un iluminado se parecen mucho, pero el primero refleja un convencimiento mientras en el otro los fenómenos  preternaturales responden a una enajenación de las potencias, a intervención diabólica. Sin embargo, todo iluminado nunca dejará de ser un místico, aunque de segunda categoría. En la realidad él ve cosas que otros no ven. Para el hombre de hoy estos ringorrangos pueden sonar a denuestos del agua y del vino, pero el medieval, que vivía y moría empapado de teología, se encontraba incurso en la problemática. Nada tiene de particular, pues, que a una santa otro de la corte celestial la reconviniere  y a una iluminada - pasó con la Beata de Piedrahita - se le ocurriese apostrofar a la Virgen llena de celos místicos por haber concebido del Espíritu Santo. “ Tú fuiste su madre, pero yo soy su mujer “ le dice la exaltada nuera a la Madre que calla.  Paradójicas situaciones como ésta se han venido dando con frecuencia en los conventos femeninos y Teresa, que era una gran experta en estos negocios de raptos y arrobos, visiones, premoniciones y avisos, pero que, conociendo a las mujeres,  despreciaba la beatería y el iluminismo, pone en guardia contra tales desvaríos. Las visiones y raptos de Catalina de Siena, por estrambóticos o exagerados que parezcan, responden a un hecho real e incontrovertible: su amor a Cristo y su amor a la Iglesia. 

 

 

Teóloga.

 Mas dejemos todos estos episodios.

 En mística la frondosidad no permite ver el bosque. Son cuestiones casuísticas que no llevan a ninguna parte. Pocos sabrán que la gran doctora de la Iglesia - después lo han sido Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux -, era semi analfabeta. Son curiosas las grafías que la Doctora Abulense nos lega en sus escritos en sus extrañas citas incorrectas en latín, lengua con la que tenía no pocas dificultades, pero que en su desacuerdo con las normas gramaticales son un tesoro para estudiar la evolución prosódica durante la Edad Media  de la lengua de Virgilio. Así cuando dice, parafraseando el Libro de Salmos:” laetatus sum in is qui dixerunt mihiqui in domun Domine ibimus..(sic). También, tenemos el caso de Sor María de Ágreda quien en sus escritos sobre la Mística Ciudad de Dios y la Vida de la Virgen despliega una serie de conocimientos teológicos, tan profundos, que no pueden ser patrimonio de la propia industria y el estudio personal y concienzudo sino de la ciencia infusa.  Catalina, por su parte, que  aprendió a leer a los veintiún años, también parece ser que recibió sus conocimientos bebiendo directamente en las fuentes del torrente divino. Por lo que, siguiendo la línea de otras “ iluminadas carismáticas”, sus escritos despliegan un conocimiento de los intrincados problemas teológicos, como el de la Trinidad, que pasman. Esta pobre muchacha toscana tuvo el don de la ciencia infusa, la penetración de conciencias y el carisma que se derivó del Cenáculo: la xenoglosia, lo que turbaba tanto al papa Gregorio IX, que llegó a “ temerla “ y a los príncipes y reyes de su tiempo. “ Dios me dio el don de lenguas para confundir la arrogancia de los poderosos”.

 A Catalina de Siena le debe la Iglesia Católica el Dogma del Purgatorio. Dante con su “ Divina Comedia “ contribuyó a esparcirlo de una forma indeleble por la mentalidad del hombre occidental, pero esta monja, por así decirlo, fue la gran descubridora de los novísimos. Ocurrió a raíz de una ocasión en que a causa de sus numerosas enfermedades estuvo de cuerpo presente y a punto de ser enterrada. Su espíritu, rotas las mortales ligaduras, se había elevado a la región excelsa, de la que no se vuelve y en la cual no existe noción de tiempo. Hasta aquí nadie había hablado del Purgatorio con tanta precisión y conocimiento de causa. Cuando estuvo tres días en el vientre de la ballena, fue arrebatada por el ángel.  Mientras, deudos y amistades la lloraban y preparaban las exequias. Su madre, Teca, recibía a las notables de la ciudad de Siena, que se agolpaba a las puertas del domicilio de los Benincasim para testimoniar su pésame.  Es así como describe la visión que tuvo cuando estuvo “ tres días en el vientre de la ballena “el confesor y biógrafo de Catalina de Siena, San Francisco Capúa:

Mi alma penetró en un mundo desconocido y vio el premio de los justos y el castigo de los pecadores. Pero aquí me falla la memoria y la pobreza del lenguaje me impide hacer una descripción adecuada de las cosas. Sin embargo, tengo la seguridad de que contemplé la esencia divina y por eso sufro ahora tanto al verme de nuevo encadenada al cuerpo. Si no me lo impidiese mi amor a Dios y al prójimo moriría de dolor. Mi gran consuelo está en sufrir porque tengo la seguridad de que mis sufrimientos me permitirán una visión más perfecta de Dios. De aquí  que las tribulaciones en lugar de resultarme penosas sean para mí una delicia. Fui testigo de los tormentos del infierno y de los del purgatorio; no existen palabras con que describirlos. Si los pobres mortales tuvieran la más ligera idea de ellos sufrirían mil muertes, antes que exponerse a experimentar uno de esos tormentos por espacio de un solo día. Vi en particular los tormentos que sufren aquellos que pecan en estado de matrimonio no observando las normas que él impone y buscando en él únicamente los placeres sensuales”

Cuando ya estaban a punto de inhumarla, la joven, con cera de los hacheros y blandones mortuorios sobre los cabellos y la mortaja, resucita. Parece ser que fue un caso de catalepsia similar a la que percató Teresa de Ávila, la cual, desahuciada de los médicos y no habiendo podido ser curada de sus inexplicables sofocos de que vino de un pueblo que llaman Becedas,  la creyeron por muerta.  Estuvo amortajada. La visión del infierno que nos describe la santa abulense coincide en todo con la de la santa toscana. Ambas religiosas tuvieron una contemplación del castigo con dos siglos de diferencia y van a estar sujetas a un proceso ascético muy parecido y como calcado uno de otro, como más adelante se verá. La ruta por la que acometen la escalada del monte de la santidad se proyecta sobre el mismo trazado (precaria salud, una gran influencia de la figura del padre, y talante inquieto y andariego, que refleja un carácter depresivo, poco estable y lábil). El desierto exige bloques psicológicos de una sola pieza. Mientras que a los que quieran abrazar la vida cenobítica sin tener todas las aptitudes para ello se les recomienda la peregrinación. El cuarto voto, el de la estabilidad, introducido por San Benito en su Regla, fue el origen de tanto monje giróvago desarraigado. Era el más duro de la observancia.

Catalina, como buena hija de su tiempo, era muy andariega. El medievo empieza a despertar de modorra en que el mundo había caído tras los siglos oscuros, con las peregrinaciones. Este ir y venir sería a la larga benéfica para la cultura y para el arte. Se diseminan las ideas, que viajan en el zurrón y las veneras del peregrino compostelano. Ella no paró. Caminó desde Roma hasta Florencia. De Florencia hasta París.

  Otra constante es, amén del complejo de Edipo,  el gran ascendiente que ejercen sobre ambas sus confesores y directores espirituales.

  También sus referencias son reiterativas en ambos casos a los pecados de la carne, sobre todo a los que tocan el tema del adulterio, que tanto entristecen al señor. Muchos se condenan por darle tan escasa importancia, pero, paralelismos aparte, aquí tenemos la idea de un Cristo justiciero, y también un cristianismo en que el cual el sexto mandamiento será prelativo. En cierta forma, Santa Catalina y Santa Teresa de Ávila serán un  poco las responsables de esas obsesiones subliminales. Entre los ortodoxos, jamás se habla del purgatorio ni existe esa obsesión sexual que a veces emponzoña y martiriza nuestras conciencias. O la martirizó y obsesionó en años cruciales de nuestra formación. En parte, también tuvo la culpa Dante, un místico, un exaltado cantor de la pureza de la mujer. Y, un misógino,  cuyas son las grandezas y miserias de Occidente, que sueña con Beatriz y Dulcinea y luego se acuesta con Maritornes, sin solución de continuidad y sin haber encontrado el comedio. ¿ Cuándo el mundo cambie de página en los albores del Tercer Milenio tendremos un catolicismo de obsesos sexuales o, en el otro cabo del péndulo, nos haremos disolutos? ¡Pobre humanidad, tan lejos de Dios y tan cerca de sus obsesiones! Pecando unas veces por exceso y otra por defecto. ¡ Ten piedad de nosotros, Señor, que nos creaste y nos formaste del barro! Perdona nuestros pecados.

En muchos ámbitos teológicos se ha dejado de hablar del Purgatorio entrevisto por Catalina de Siena y Dante. No pocos  lo pasan aquí en vida, lo que, en alguna medida, no deja de ser cierto. Estas visiones tienen algo mucho de truculento, pero no reflejan más que el pensamiento y el sentir de una determinada mentalidad.  Luego vinieron los hagiógrafos, los poetas y los artistas del cuatrocientos y del quinientos con sus pinceles, hicieron encajes de bolillos con los que no existía, pero con las mentiras y lucubraciones se ciñen al contexto de  maravillosas obras de arte. Los predicadores evangelistas yanquis son más tremebundos y truculentos que los Savonarolas italianos en la explotación del caos apocalíptico en su propio beneficio y vanagloria porque el más allá es un morbo que vende.

 Deforman el rostro de Dios. Siempre lo hemos querido dibujar a nuestra propia conveniencia y a nuestra forma de ver en el mundo y él no se queja. Sin embargo, cuando alguien empieza a hablar en su nombre y decir: “ Hija mía...” estamos perdidos. Es un hombre el que habla pero quiere apropiarse la parcela del Salvador. A pesar de todo, Dios está dentro. ¿ A qué tanto alboroto?

En cualquier caso, siempre resultan convenientes tales reflexiones a la hora de expurgar conceptos. Por muy santos que digamos que somos, no somos todavía buena gente.  Sin embargo, a partir de Catalina de Siena va a encontrar una forma de coloquio con la divinidad, una manera de entenderse, que en algunos de sus émulos deviene teología de alto bordo y en otras ensoñaciones contemplativas infumables y en la mayor parte - en los iluminados- filaterías retóricas. Es donde falla Occidente. En Oriente, a través de la “ pystina” rusa supieron interpretar al Dios Perdonador mucho mejor que nosotros. Sin embargo, la meta a la cual llegan los grandes, sea de un lado o de otro, siempre es la misma, aunque por sendas mas o menos estragadas. En los impostores, nunca. Ellos resultan el fruto máncer  de la añagaza diabólica.

Este acceso directo y sin intermediarios, de tú a tú, con la sabiduría infinita hará que se confundan los planos. Dios baja. Pierde su trono y se adapta a la mentalidad de la criatura. En Oriente el hombre se diviniza. En Occidente humanizamos al Señor. Nos le fabricamos a nuestra medida y llegan los particularismos del carácter emprendedor y exclusivista. Pronto empezamos a encasillarlo y ponerlo caudas y etiquetas. Resultado: se fabrican dioses repulsivos, egoístas, comineros, vengativos, fatuos,  obsesos sexuales, chantajistas. A la vista está que son ídolos fabricados y mediatizados  por la por humana flaqueza.  Por eso, el cristianismo ortodoxo nunca pierde esa grandeza cósmica de la salvación general. Aquí lo que importa es el “ ¿ qué hay de lo mío?”. Su propia filautía en combinado con la materialista voracidad hace que nuestros “ salvadores “ por estar tan en ras de tierra, manejando un lenguaje poco asequible, de raptos, corazones ardientes, eucologios dudosos, nos resultan antipáticos. Alguien está haciendo trampa. Como Cristo no puede engañarnos ¿ dónde está el fraude? Un Dios tan personal, que habla con nuestras mismas coletillas y anda metido en nuestras preocupaciones seculares parece que nos descorazona.

 

 

 

En las calles está el mes de febrero de 1993 nevadas y ventiscas caminos intransitables de nieve blanda y felpona. Moscu se coinvierte en una ciudad encantada encajada en los níveos bigotes de papa moroz que es el dios de la escarcha. Pese a la nieve ya se detecta la primavera y esos siemopre alza el amnimo lo mismo que las buenas notcias. El yin sen que crece en los robledos de vostok. Idei jatore buili  risulta, va en su auxilio el rompehielos yamal.

La natura es siempre seria severa, certera. Los errores y extravíos parten siempre de los hombres. La responsabilidad del ser humano adquiere ribewtes suicidas. La montaña nos parece sonreir. Un salñudo amigos. Cadena de hierro con candados colgantes. Tantas cosas en el saco y tantos absurdos. La iglewsia de la trinidad donde el tiempo parece haber hincado sus dientes. El canto del querubibn segue rajmaninof escribe la liturgia de san juan Crisóstomo, victor schvierchonkof natalia matveienka nina palikova. Trabajar como obrero de choque contrataciones de obreros de choque. Na gorovne propiedi iesus skazal en le sermón del  del monte Jesús dijo. Trecil= sobrios. Taraschipieni cantos de vitorias. Priznit rebajarse humillarss. Lokowanie regozijo en dios diaglib angelica. Trabajar para el nuncio- taina mira paz encubierta. Gubit perder. Sracenia batalla. Posatoiani eterno.

Muceta de armiño y una pitanza asegurada, la iglesia es la pirámide perfecta. En Inglaterra había 9000 parropquias. En alemania 15000 y en fancia con sus más de sesenta diócesis sopbrepasabnan las sesenta mil. Vengan misas y caigan ollas. El aband de lo que canta yanta. Como va el pope asi la letanía y el que cante las hores que coma las olles. La iglesia y sigue siendo uyna primamide perfecta. Cada parroquia tenia una servidumbre de por lo menos cinco eclesiásticos. Los monasterios brindaban nutrida corporación. Por cada 20 monjes unop había de ser versuto en Escrituras. De esta necesidad de proveer a los monaterios de letrados surgieron las escuelas catedralicias y las universidades. Agustinos cistercienses treatinops pero en 1214 cruza el canal de la mancha el primer fraile menor. Cincuenta años después los dominicos ditrigen catedras en oxgford Cambridge y la sorbona y producen diguras conspicuas en el ambito del conocimiento como Roger Bacon y Duns Scotto. Se relajan las ordenes reformadas gracias a las limosnas y a la creduloidad del pueblo

o me muevo  en otros parametros. Albarrada enjaretada de ferralla de esta finca lugar magico el mundo gelatinoso de las apariciones que tú denuncias y describescon acuidad y solercia. El principal vicio de la sociedad moderna es el ansia de poder he cantado como un simple diacono el cornijal cubriendo mi cogote fraternidades universales sólo depararon conflictos y angustias a la humanidad el camping de los aparecidos. Espiritu de las bodas de canáa o de las hidrias colmadas. Por partogenesis se transformó en ser para la muerte por la encarnación.

Encantes, defroques, mercadillos, mecadillos almudíes zacanes alhondigas y puestos de venta. Cela niño mimado delos nuevos ricos españoles. Habla con los melereos de atienza y con los pobres cabe una de las siete puertas de roma. Madrigal de las altas torres mucho nombre para tran poco pueblo. Comiendo un mordisco epujando un cuartillo de vino o fumando un cigarrillo. Eclipsó a una serie de meritorios talentos cuya última thule eran las sombras. Casaba sílabas inspirada exasperadamentre y a veces inutilme te.- toda una pleyade arrinconada en el olvido y en el sinsabor y hasta se lo pasó por los moros paseandoseen un rolls con choferesa

EL CASTAÑO fue según pliniov el arbol del pan. Para los romanos las castañas secas y pilongas servían de materia frumentaria. Bullate era la harina de castaña seca, el pavo con castañas se conumía. Era la castanea sativa y sus arboles cupulares que vemos por todas partes. Las hojas lancidinadas de lengua de mula. El cabriolés es un capote ligero sin manga como el utilizado por franco en la guerra civil. Calcídico  galería o corredor circular perpendicular al eje del edificio, el calcídico del horreo- calbote es castaña asada y pàn de bellotas y de catañas. Callonga es castaña a medio asar. Callonga mujer corrida y jamona. Cuerrias o zarzo para asar castañas. Barragán es moizo soltero y persona esforzada y vcaliente pero tambiewn cuerria. Zurrón de la castaña o erizo. CODINA ensalada de castañas cocidas. Sarcpfilo mamífero sarpurial famosa y notable por su voracidad y malas indiles. Los sardones bajeros del montre. Tritón el viento y el de los caballos. Silfo sílfide y sirte. Sirte es un bajío. Treitón era el marido de las sirenas. Arrendadero el ronzal adonde se ataban las caballeróas. Fractales de fradar o podar es podar un árbol sin dejar rama ni azila. Le hizo una buena frada. Navegando en ceñida y cara al viento. Oficial de descuibiertra.

       -cierrese en banda.

Mi huerta delnsio. Faedo y las hueretados y camaras donde no se atrevía a entrar. Español tan viajado que había visto al propio dibalo. Beverley la hija por la cual suspira nora pitt la taberna de Luanco me dejó usted a los pies de los caballos. Pradiñas lumen cristi y el cabo. Los arrestos de lumencristi que se llamaba fernando a dar diez vueltas al patio del lagarto. La piedra de gloria es el nocedo, no hagas eso agapito.recesvinto Fernández el primer señor de la recoleta. Hoc in aeternum o lo que no había de morir ni de morirse. Ustedes lo que pasa es que lewyeron demsaidos horóscopos. Don Xantipa con sus gafas de sol mireles como rebrinquen. Aunque no fuese tal de genero epiceno como se suponía.

Porque samuel el de las babarbas arduus inimicus noster. Ewl coladero del ozono. Pacha la hija del cunqueiro. Poldo Luanco la cuestona y el apeadero del vasco el ingeniero robles goicoeches que se había hecho un chale ebn los prados de la cuesta. Clodito bajo la vigilancia amorosa de su papa. Si permances aquí largo tiempo a lo mejor remontas la crisis. Contando historias al por menor. Echate a un lado que va a pasar la camioneta de mi papá. Sopicaldos para la gopredura. Que seas un español mudo la boca que no habla y rehyyte el protagonismo y las comparecencias. ideal del villano en su rincóin. cuando descorre LAS CORTINAS DE ORO LA AURORA. Somerset maughan utilizaba una rúbrica especial. Rembrandt tiene un don sobrenatural. Orlova significa aguila en ruso. Tolstoi era el hombre mñás rico de rusia. Escriboir primero de pie y después sentado todo un escritor. Era diciembre de 1941 y estabamos bajo la pergola dorada de los abedules. Llevan en el esqueleto milñlones de yemas dormidas. Mocarana planta en la que se utilizan las infusiones hemostáticas. Todasana es excelente vermífugo. Gualda se extrae de la reseda y sirve para bordar. Jueces ingleses son un araculo atan y desatan en la tierra y en el cielo. 3144 kilometros de costa forma parte del litoral español. Muy descubierta la frente y extendida hacia atrás- la filosofía de la mirada, la mano como expresión de inteligencia. Presumir de bohemio es como presumir del sarampión. No hay que demostrar a los lectores que somos sabios. Conviene dosificar el vocabulario. Jack the ripper the first murder took place august 1888 ann nichols mutilada y estrangulada en whitechapel y luego una prostituta preñada. 275000 palabras de furia qie fueron restringidas a 75000 en la traducción de Cranston, lo que nos dice que hitrler fue una fabricación magnética de los americanos. Mein vendio medio millón de ejemplares en diez odias- hubno un pleito con miffling el editor legal en america. Pauper tuirned dictator hjabía perdido la  ciudadanía austriaca en 1918. hougton vendia el ejemplar a tres dolares y cranston a diez centavos. Era un bootlegger.

El acaroi del queso son los gusanos de cabrales. En 1876 se acabó la mesta cambió la red decaminos y el trafico.

Animales y santos: la rata de santa barbarbara el gato de san cosme el gocho de san Antón el aguila de san juan el leon de san marcos el toro de san lucas y el cuervo de san antonio y rematándolo todo la paloma del espiritu santo. El pero de san roque y la vaca de san isidro que es buey uncido.

La estampa castellana y el cromo vasco. Entre los pinos salgareños. El rabel que ha de ser fino lo han de hacer de verde pino, la vihuela de culebra y el sedal de mula negra.

En los pernagales de la calleja suenan las llantas de un carro. Eugenio noel dice que españa es un furor trajinante de la calle. Con dos macras o castañas por ojos. Gritos de posesióin indefinibles. Rueda voltaria. Suena la hopra del concubio. Maganto triste enfermizo. Los perros se desanillan tras el concubio. Indagar lo quefuimos para entender lo que seremos. Escaro el que tiene torcidos los tobillos y pisa mal. Astrágalo sus flores agrupadas en racimos y la flor del amaranto nunca se marchita. Rojo como las bayas del tejo. Alcandara. El piñoneo de los verderones en la armazón  de los robledales. Cachava atigrada de los paisanos de mi tierra. Barzón era la arrilla por donde pasaba el timón del arado. Tuero. Leña. Trataguero. La luna es lo perfecto la circunferencia acabdaa. Cerotes y julepes de boticario. Raices de jara para unguentos. Oloeres a estoraque a maestranto a poleo a toronjil. Ejn el monte siempre hay mucho tiempo quye perder. Felipe II bebía vino de berlanga deduero bebamos un vino famoso que beb`´ia felipe II el de berlanga. Unda maris de lasolas del mar. Julñepes cociçon de jarabes de esencias y de agua destilada. Judeznos. Llegamos al nervio de las cosas. Efectos del claro de luna en el claustro. Hay que ponerse triste en los cementerios y aparentar asombnro en las catedrales. Hitos piedras miliares mojones majanos y terminos. Hembra ibera mujer degobierno. Imbricación adorno arquitectónico que recuerdaa las escamas de un pez. Imbricación de la palmera. Camndaula o fingimiento. Este es un país de camándulas. Tener el pelo voltizo y el animo retorcido. Apologetica a chjorro libre. La primavera es espléndida y la CICUTA ESTÁ EN FLOR.

Apologética a chorro libre. Corre el agua mansa de charca en charca de paular en paular de atolladero en atolladero. Los prados con rdales de setos. La acacia del diablo que siempre da espinas como aquella que había detrás de la cárcel en Segovia. Las espinas del redentor eran de carbonera eran negras largas y rectas y se conservan en la camara santa deoviedo junto con la hebilla de la sandalia de san pedro.

El divino mahem o cristo coinsolador y liberador de la muerte. Sasiragas el lauriaceo cuyas hojas poseen propiedades nefríticas. Parietaria es la flor de los tejados y paresdes y se utiliza para cataplasmas. Eugenio noel posee una p`rosa de compuito inventario. El niño de las púas. Las esparteñas de entonces son las sneakers de ahora. Esa flor de jara. Metempsicosos o transmigración de la mente a un nuevo cuerpo. Uian flemming duew el que trató de atrae a hess introduciendo un astrologo  en su vida. John Lecarré otro del circus. Ashenden de maughan y has malcom muggeridge.

Lagarto ocelado. Tomillo burrero. Froga mora.

Judios a enforcar y judios al alza. Alizar es el friso de los azulewjos. A la costumbre y fuero de españa. Soledoso. Fenacentina o eter antiespasmodico. Mestureros o mezcladores. Mastoideo quetoiene que ver con las pezuñas. Obrería de las caderas de la moza. Herreñales=ratrojos. Recova, frada= tala fde árboles. Ribazo parte del río con alguna elevación como acantilados. Cultos acidalios o relativcos a venus. Tribulo es planta medicinas. Dioscórides y el doctror laguna. El conejo no tiene ciclo menstrual por lo que concibe y pare en cualquier momento. La coneja es ovuladora de choque. Las fases lunares inciden copn noveles de precipitación. Parece que las plantas se hablan entre sí y sienten. Evolución cósmica natrula y de desgaste. Exobiología el estudio de la vida en otros planetas. El calculo es que una de cada cien mil estrellas puede tener vida natural. Nos sentimos distorsoionados por la curvatura de la tierra. Miles de curitos se disputan el puesto y acuden cada mañana a calentar la silla. Nada es importante. La lista de cosas que verdaderamente merecen la pena no es muy larga. En boca cerrada no entran moscas. Mira que se sacuden la espalda los españoles con el gato de siete colas por detrás me gusta m´ças y a traicióhn.

Extoplasma palsma de origen psíquico emando de un medio. Ectropión inversión de los párpados hacia fuera. Una opulñencia de apoplejía. Un tribunal de alienistas. Su pasión era la trompeteríacapocalíptica de Wagner. Seemborrachaba con argumentos de catastrofe pero quizas el odio le viniera de raza. Actituid fruitiva que es para mí el,. Acto de fumar.

       -¿Usted celoso?

31Soy hombre, señora

Las estructuras de la coquetería femenina funcionan siempre. El portugues es un castellano deshuesado y en el cromado dela horma. El ciempiés de la política española. Oviedo es el orden la anarquia xixon por eso en oviedo todos funcionarios. Valle de baltanás soto o san martín. Varriosis. La mistica es el arte de hacerse santo haciendo la santísimaa los demás. Si quieres ser feliz casate con un inglés, son los mejores maridos. Jeremías está de imaginaria. La psicología  de la plebe. Cultivar la fuerza de voluntad y aprender a sufrir. Pio XII subio al trono a los 63 ewn 1939. herniaria era la planta que había en el berral con la que fumábamos tabaco. Él remaba a pareles y ella a proa.tener buena cabeza pero no resultas simpático a la mayoría.

Intelectuales sofistas y blandengues enchufados de Madrid y el marino sobre la maroma y los zunchos por unico apoyo el tablón de regala  y por unico libro el libro de abordo o cuaderno de bitagora navegando bolinas y ponientda uy lñanzando a los cadáveres por la borda cuando alguien moróia

Por esos mundos sin pan ni agua noi fuego

Abrasados por los soles

Ateridos por los hielos

Empapados por las aguas

Azotados por los vientos

Roidos de escorbuto

Sepultados en el inmenso panteón de agua salada

Sin cruz ni campana ni entierro

Sobordo el libro en el que el capitan anota los fletes. El  boticario y los hermosos tarros de Sagardelos el lugar quevisité. Ah sagardelos y el fuego sagrado de la rebotica. Los garfios de la angustia. El trompeteo militar de un gallo. La vida campesina se metía en la estancia porla ventana. La luz del estragal con la puerta de cuarterón claveteada. Madrid ciudad administrativa desamorada con el masl y poco entrañadeacon la mar, capital del imperio catrólico y que nunca tuvo catedral. El viento del este ensayaba conciertos de ocarinas al pulsar los cordeles de las jarcias. Los soldados ale3manes avanzaban como una ola de fuego y de laurel. Historia de lostajamares españoles. Luna con paralexene. Numem pompilius o verga mayor. Doieciocho peluicas empolvados majos manola carrozas chisperos pewlucas empolvadas abanicos y redecillas rindiendo culto a la ilustración con el xviii vino el escepticimos. Los padres comieron uvas agraces y los hijos padecen dentera. Aquel judio pequeñín con la barba tan grande. Drapeados que ya utilizó Durero. Ropilla noguerada o de color pardo oscuro como el nogal. Bengalas de gneral. Insignia a modo de cetro o bastón. La abeja bordonea por las matas de tomillo burrero. MCMILLAn  ACONSEJÓ a la thatcher la política como la religión no han de srtomadas demasiado en serio. El amor es nieto de la espuma y dios un tapaagujeros. Japan defensor de la pureza  racial non mongrels. Ranter. Inflorescencia del arbol. Bovedas vahídas de santa sofia. Odigitria lña que muestra el camino con el niño en brazos, la zeotokos y la deesiaso intercesoras antre el genero humano tres titulos. Las doce fiestas dekl año.

Los relojes no tienen parpados y g marca un contrapunto al perfilado de catenario de los dientes de sierra. His foot club makes him sensual like Byron. Hitchlot los calistenicos  ejercicios. El comosoma es decundo, el citoplama no. La twa se dunda en agosto de 1937 y hoithock hacía películas. Fray junipero de una sentada bauitizó a seis mil indios. Lutheria el arte de construir instrumentos de cuerda. El nefrin faraónico el arpa judias o barimbao el hurin chino y el vedel o fidula. Adonde nos quiera llevar la fuerza del destino una catchphrasw elementary my dear watson. La carne y el pescado polucionan la sangre llenándola de toxinas. Violín de cremona a vueltas con lo inefable. Sus cuerdas suelen alcanzar una sensibilidad casi humana. En un violón entran 69 piezas. Desentrañar el secreto de los violines el puente el alma la cejilla. Luz del puiente, rollizos, riostras. Gloton de numeros y palabras. Creñia queme los van a quitare. Filisteria. Margarita Nelken colaboradora de blanco y negro lo mismo que lilí alvarez. En el castillo de mucientes llora su pena la reina juana. Doctor johnson glotón y casto el quevedo de las lñetras anglicas. Encendamos nuestras pipas y pensemos en la voluptuosidad de envejecer. Azorín es la voluntad istémica del que se hace pajas. En españa todo es posible nada es probable. Ewva braun una pin up girl la flora del desnudo. El ijuju de las noches de agosto cuando danza frenetico el moderío. Apoteosico vuelo de lindberg en 1927 con 10000 caballos de fuerza su aparato. Un buen escritor es un impostor. Yo fumo porque en el mundo se esconde demasiado ingterrogante que sesuavizan dentro de las volutas de mi pipa. Hacen falta trucos y cierta profesionalidad al escribir. Thinkin machine  o culto al pensamiento. The strong effluvium of death. Esto de fumar no es más que un complejo onírico.

Larceny un americano es condenado a 30 años de cárcel por robar 60 dólares larceny de latrocinii. Isaac Christopher un judio de besarabia es el que fotografia la retirada española republuicana hacia francia. En sus ratos libres a isaac le gustaba dotografiar insectos. Juan gallo es el general de esta retiuradea desbandada. Horst wessel produijo el himno aleman y fue un promartir de los años 20 sus enemigos dicen que murió en un burdel. Eran los tiempos de la leika la antigua candoid kamera. His glib o mucha labia. Gerda Taro la novia de franz capa que murió en la cañada era una bella polaca murió el 25 de julio de 1937 saplastada por un carro de combate. Habísa fotografiado todo el fragor de la batalla esta muchacha. Uba en un coche que fue arrollado por un tanque, fallecería en el escorial. Pertenecía a la columna garibaldi. Homestead o propiedad de tierra. Clicking my shutter. The ricksaw of life. Vermont tierra granitica y gran reserva para los fabricantes de estelas funerarias. Marta rocafort fue  la que casó con el conde de covadonga. Un gesto de clemencia del caudillo Dahl de Illinois cuyo avion ews derrubvado su hermosa mujer ver life 2º de mayor de 1937 le escribe pidiendo el indulto a franco y estese lo concede a titulo personal el 9 de septiembre de ese mismo año. Franco es fotografiado en dicha revista con una mujer que no es doña carmen. Es mas digficil que sude un jabalí. Los cerdos no sudan y ewso les vuelve rebeldes y misteriosos.

El botín entre los ingleses siempre fue un pecado venial. Eton de allí era aldou Huxley gladstone y wellington. Is the college of the birch.

32 meses de guerra civil. El coronel Adolfo prado entrega las llaves de la ciudad. Intenta hablar por radio pero no le dejan y 6.500 camiones camino de Madrid con pan. Franco conoce a los españoles mejor que ellos mismos: son arrogantes, impacientes y de temperamento volátil, ñél es frío y lento. Doña carmen hija de un i,mportante hombre de negocios de oviedo. “las guerras de ahora las ganan los mecánicos. La infantería española especialmente la navarra estuvo entre las mejores del mundo. el abuelo el cañón que defendió Madrid. Exorcismos del humo de pipa. Nueva york la colmena iluminada. Aqguilas explayadas. El auriga vencedor. Walesa el estibador irónico. Los guapos tenientes los capòtes de vueltas rojas. El gastador de la guardia mora. Lord Eyelashes Anthony Eden de Eaton a gret topper suitable for garden parties.

1937 fue el año de blancanieves y de los siete enanitos.

El general pozas no fue saludado por los gendarmes pues llego antes que tropas lo mismo que gallo, fue una de las rewtiradas más deplorables de la historia. Ser gordo y rico fumar en pipa el ideal de aquella sociedad.

FRANZ CAPA personiicación del judio errante. Nacoido en Budapest se fue andando hasta berlon y trabaja en deutscher diens filmuna agencia de presna fue el que dio nombre a papa Hemingway.  Con la llegada de Hitler en 1933 sew va a paris donde conoce a gerda taro otra dotografa de vida aventurera a la que llamaban losfotografos la pequeña rubita. Había escrito un libro death in the making. Los grandes soñadores fuman en pipa.

Dietrich la mujer mejora pagada de la tierra por sus piernas. Blue angel y morroco con gary cooper en 1937 se hace ciudadana americana. Fado. Musty añejo. Libros y vinos añejos. Nenuca y morita como llamaba franco a su hija puede que fuese hija de un moro. Franco solo tenía un amoigo escritor azorin. Los polo eran de san cucfate de llanera. Su  garganta se agitaba como el buche de una palmoa. Las balas no hacen distingos de ideologías. El despatillado de la almena.

El olmo es ara crisol y yunque

Encofrado de un edificio

Enlñistonadop de una tarima

Encintado de la acera. Hilandera habil de la diosa del destino.

La belleza es numero y proporción. Fiel a mis propias convicciones

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Borrachos haciendo mella novela es casamiento de la realidad. Novelista es renunciar a creencia y al ambiente familiar si se quiere llegar al fondo. Casta música del organo. Eugenio montes ,eigas de compostelas vlaridades de italñia felipe iv caballero de lehanías con su coleto. Rejilla de programación estercolera. Siempre que salgo me encuentro con la sota de bastos herrada a la cabeza. Parece una lechera del fontan llegando a  oviedo al meterse las estrellas en las auras del tras antaño pero es la sota arlequín del taro cantaro y sombrero el mirar jugrlaresco corbetas en el piso bajo. Hombre de dios que piensa ,e pregunta la sopa no se si de oros de copas espadas o bastos pudiera decirse que es una cualquiera de los cuatro palos. Polliceor predecir. Apelucai meus neños si queres mantenevus. Alabate boroña que no hay quien te coma. Ante casa del rezador no eches el noyo al sol noyo hueso de fruta. Alrededor del santo come el frero. A la cibiella de pequeñiella. Burro fue perico a uvieu y burro vino. Cacareaba la gallina pol enero y no traía huevo- castaña cayuela que el gochu non te cuella. Con sidra ñeja vuelvese moza la gente añeja. Ganea taberna fig´pn. Gaupo hostelero. Galliope musa de la epica. Ganeas o tabernario hombre que pasa la vida en las tabernas. A toca penoles. Penoles al agua. treznar

. itaque vixctus cultusque corporis ad valetudinem refertur non ad voluptratem. Ha de vivirse en continencia moderación y serenidad frugal itaque victus cultusque corporis ad valetudinem non ad voluptatem. Festuca bnace en las praderías de artedo. Flagicio grave delito flagicioso. Inescitia desconocimiewnto. Vewrsutros homines. Solo lo bueno es util ciceron profundidad religiosa diapedesis trasudación sanguínea. Es ya diuturna mi enfermedad. Latissime patet. Euro viento del siroeste. Epulum era banquete religioso y por ahí podemops cogterla parábola del rico epulón. Stipator o zaguanete el que soporta. Stigma marca que se hacía a los eclavos hay que borrarse la cicatriz de la ignominia y por eso mismo los romanos solamente eran los que llevaban tatuajes. Justicia gace gradeza. Utinam viveres y toda esa grandeza no sirve para nada y àra nada es. Marcarse un chotis sin apretar las carnes. Fatima y lourdes son lugares sombríos. Epidictico y epiciclico. Epidídimo los dos gemelos los epiddimos. Una patafda en los epiddísimos. Sentado esto. Manus et ars. En roma chamiscaban el pelo con carbones encendidos. Pelicatus suspitionem. Celos. Los tracios de bulgaria. Laboreo escribir es como batir moineda en las cecas del pensamiento. Escritor de talante veleidopso aunque escribe mucho concluye poco. Templos gentilicos de janos. Alambre electrico y el Noticierismo nefasto. Impìgero . repetición machacabno de voquibles uy de homónimos. Batología y Noticierismo. Lictores llevaban verbera en las fasces para azotar. Rerum modus el justo medio. Hierba barrilera copetes y almarchas. Los brotes más puros las biznas más increíbles. Peltre. Orinales de peltre con baños finos de porcelana. Diacatolicón electuario de hojas de maiz. Diatinismo penetración por radios diactinos. Diapedesis la que padeci´p xto en getsemanço. Diaptesis repetición de la estrofa en el canto llano. Res numeraria fluctuatur. La glroa política es vandidad. El verdadero merito del mundo es despreciado. Aderezo literario escribor con aderezo literario y de forma arcaica. Hostigo contra la inclemencias.. diadocos sicofantas

 El bit o logon que es la medula del ordenador el ferromagnetismo del uno y el dos compas binario y de compasillo.hacer varias operaciones a un tiempo caracteritica del cerebro electreónico. Simultaneidad. Muncmayor en la carretera de soto de luiña concha de artedo. Llan de cubel y pico de la uz. Beyo desgalgadero. La sierra de pumar es la que yo diviso desde mi ventana y mide 659 metros. Andalinal el picop de las anfdalinas o de las golondrinas. Sierra del pan y cabo busto. El rayo golpea los edificios mas suntuosos. El nuisal camperas de pasto afloramientos de roca caliza los elegantes aerogeneradores de la sierra del viento bayedo lena y lenares Alfredo gociella es mi personaje. Pando terrrenop llano entre dos montañas jorguin persona  que hace hechicerías jarcada ristra de montañas tombolo adelgazamiento de la linea de un cabo las tierras coloradas sedimentos de hiero. Torca del alba en cabrales silla verna planta lñialiacea Alberil de col,.or malva blanquecinos. Dar vado a los sentimientos opresores. La serpiente de la calumnia nos envuelve en sus arillas ponzoilas. Auras suaves de junio y de mayi. Mesnadas de la emigración y est´ñan levantando gente. Matracaspas. En el sofito del voladizo. Comensalía  había una buena comensalía. Alhameles arrieros. Coguelmo. Entró a hacer una visita a san Sebastián y el eco de la voz se esparcía pñor los aires y aquella pareja ligando en la iglesia en misa de doce. Esta antigua parroquia de madris se esta quedando escueta pronto la cerrarán sera umno de esos aciagos presentimientros que me dan de tade en tarde. Las puertas nieladas de los dominoicops parecían haber sido violentados y hoy estaba rota la luna del ecaparate de Cajamadrid. Unos desalamados habñían escrito un letrero incendiario la iglesia que más ilumina es la que mejor arde. Tambien acabarán quemando el cristo del olviar

Y de esto he de hablar pues adqurí un libro en oviedo. Cristo clavado y de lagunas ventanas colgaban reposteros con banceras nacionalews. En el Madrid milagrero y devoto el caso es salir siempre en la procesión una nueva alñcaldada de goma dos. No hay que incriminar a los arabes la cilpa la tiene aznar y no a la guerra.  Acensor  maestro de ceremonias. Deuyteragonista persona  que sigue en importancia al protagonista. Carmentales. La fiesta de laa bundancia y gratuigta faciligtar la publicación en la red crecomiento exponencial de contenidos rebalgar andar espatarrado rebalgo montar a rebalgas por oposición a mujeriegas. Estibadio o café de la pompa el baile de la chacona. Iglesis ,st y casa real eran lo que pedían los jovenews a la mar iban los guizmanes. Calamochano o calamochano borracho lengua lemosina y la avatra povertá que ofrecía el f dantew

Vinculero del sobran. Ahora cumple hacer callar a ese perro. Al abad de bradomín de por fuerza lo mataron para robarlo. Lo metieron en el horno y una broma de antruejo. Existe el mal ya lo creo pobre btradomín valate dios la hornada santiago de galicia ha sido uno de los santuarios del mundo y la almas todavía guardan allí los ojos atentos para el milagro el estudiante en la catedral al que le crujían los huesos de la rodilla entramos en una capilla donde unas viejas rezaban las  cruces oh capilla de la corticela cuando este alma mía tan vieja y cansada volvera a sumirse3 bajo tu sombra el estudiante paseaba por el atrio de la catedral durante los escampos siguieron algunas tardes de lluvcia su hermana antonia y el estudiante huesudo como una calavera letra procesal de los alcaldes salmodiando las escrituras forales de las casas de mayorazgo ya deshechas. Máximo bretal era de aquella casa seminaristas pobres a los que llaman códeos que solo pagaban la cama un azafate de manzanas reinetas en una de aquellas manzanas debía de estar el hechizo que hechizó a mi hermana antonia yo seguia estudiando mi lección de latín en aquella sala llena de rosas marchitas. El latín de día y el miedo a los muertos de noche le hallaba un extraño parecido con las gárgolas de la catedral. El sexo como algo trágico e infernal maestro valle inclan contra el cual me rebelé basilisa la galinda escucha tras la puerta vonvulñero y trolero bradomín puso los tranqueros en las ventans pero es un escritor como muy coinematografico historoias de endemoniadsos gatros negros con los ojos fulgurantes escalera de fayado. En galicia el fayado es el desván que no suele ser habitable me acuerdo del sastre de Arévalo menudo personaje. Relatos de aparecidos y de persobnas enterradas vivas. Esta casa se cierra. Manana después de las misas nos pondremos en camino y nos pusimos encamino para san clemente de brandeso orejas cortadas a cercen almas en pena creci herrfano de besos y de caricias mi padre estaba preso por legitimista legitimista. Te va la vida en callar. Era orgulloso violento y muy justiciero su abuelo. Un viejo caduco y temblon que pasaba al abruigo de la iglesia las tarde in voierno. Dorada es tu iglesia santa maría de louro de aquella familia tan antigua solo queda un eco en los libros parroquiales una roseola en la mejilla que dicen que era el beso de las brujas. Me paso la vida en el fayado. Micaela hilaba su copo en la antesala redonda el cabezalero de un foral que tenía en juno cabezalero es el que hace cabeza del pago y cobro del foro por otros quiere acabar con todos nosotros el escribano ,mavido que dura es la convivcencia unas obliga ewscrita para meter ganados en las brañas del rey habla tu serenin que yo me entere acaban con nos no sabemos a donde ir a rozar las carrascas los montes que eran juiestros nos lo robnan con papeles falsos el ecribano mavido y testimonios de lenguas pagadas. Porque no hay hombres. Hay hombres pweo trienen las manos atadaso donde iras que no penares callad castras quien vos las ata el miedo porque has movido la puerta para mirarte sol fr oro el gavilan vuela sobre el palomar somos unos pobres señor mayorazgo cativos de nos buena leche que me has dado madre aguefda impresionante el cuento de la muerte del tirano. Valle aquí parece truso información genealñogica y hube de revolver papeles ahora vencido por tantos desengaños recuerdo con orgullo aquel tiempo de mi mocedad su abuelo era un aspostolico

 

Virazón 1906 seenfrentan pidal y meneda pelayo para un puesto en la acdemia la cimentada rosca destellos lejanos aporeossis del orgullo humano raimundo lulio el primer poerta catán aunque con resabios provenzalews lulio escribió una teodicea para convertir a moros y judios peipato  rd ls fovtinsa que enseña Aristóteles colector de noticias  tricotomía marmopraciones y pespuntes lo que da lugar a deformaciones alcaudóion hunde el pico en su presa cuentan para hacer saber que se ha tomado prosesión de territorio tienes las orejas en los pies igual que los grillos ecoplocalizacióbn de las marsopas escolapidia  escolopendra venenosa que me aplicó el gato de siete colas el espulgo es una de las actitudes que sirven para unir a los simios y acá no pocos se espulgan en alabanzas todoso cuerpo viviente emite señales de infrarrojos y eso lo sabe la serpiente larera  en la mujer se revira la serpiente el cuchillo de dos filas tiene lumbres de centella moneda cativa que por la mano viene son pieeles del mismo pandero y el compadre miau catixo o catuxo es arbol colosal que llega a los noventa metros moneda obsidional de soplilla corre la fdalsa moneda sor adoración y sor flagelo tragos con tragos y stragos a todos codigo de vencidos rezo tardecino de las monjas hacer lajera o spacio de tiera labrado en un día los jidaizantes introducen lo vernácula arpías wqur cruzan el pescuezo alternativo y se pican las patas codigo Signaléctico o descriptivo al arregosto noesis visión intelectual el Vilico visigótico y el tiofado tiufado era el jefe del ejercito entre l,os góticos el sardilón el albalá de san tirso explica la historia de españa nifolopteros apresados por klas musas coacervar braquigrafría metaforion es el libro de la virgen que se celebra en Constantinopla buequimuelles  boquimuelleskerigma o predicación pericopas de marcos encuadernación catedral a palo seco gomia llena de ferocidad la gomia come y aniquila es la tarasca tragona feudo ligio de escarmentados se hacen las artes. Galbula es el polen del abedul acedraque. Tramitando aguas válidas Metabasis del plano natural al exoterico. Cistercienses estuvcieron en gudalajara y en sotosalvos y de allí al paular donde luiego son benedictinos. Isarael zionista. Uxama datos coompulsables y compulsar. Capidisminuis. Garo de siete colar. Estibar toda la información a internet delgas segmentos hechos al margen.

ESTRELLA FILANTE

Arde en mi la luz

De la lejana estrella fenecida

Destello de un lejano sol muerto

Rayo todavía

En mis pupilas

Años luz por senderos siderales

Esferas que no giran

Trillones

De segmentos.

Lo que ya no es y fue

Seguirá ardiendo

En mi carne fugitiva

Oh bálsamo luminoso

De mi herida

De aquel atardecer

Querer incierto

Radiacia recidiva

Oigo las explosiones

De aquel eco

Que espanta las sombras

De la muerte

Y vence al tiempo

Pues no hay relojes

En el universo

Oh luz filante de la estrella

Oh rutilar despavorido

Que verte en mis pupilas

Vertiendo sobre mí

Cataratas de recuerdos

Y la candela votiva

De tu rostro

Ilumina mi memoria

Voz que sonó infinita

Y pronunció mi nombre

Estrellando mis llamadas

Contra el pretril infranqueable

En eco inextinguible

Resuenan carcajadas en la noche

Proyectando, transparente,

La sikueta de la amada

Quiero regresar a ti

Peldaños de la escala

Musical nota encendida

Sobre el cristal de las estrellas

Dulce crimón de tu rostro

Que es ya de por vida

Lábaro esculpido

En los pliegues de tu falda

Empeño inaccesible

Como tu mirada

María amor

Estrella rutilante hoy apagada

En que lugar del espacio descansas

Perdí la guía

Mas no el surco vacilante

Busco pues la luz bendita

En la foto que tapiza

Mi ingreso al internet

Melancolía con quete sientas

Y la iron´çia con que miras

En lo alto de ese poyo de montaña

Eres rescoldo y calor

De mis hogueras del alma

Hoguera divina

Quenazón incesante

Espejismo

Rutilo de la cruz del sur

Fuego del astro muerto

Que a mí me guía

 

30 de marzo de 1995

 

we win yerterday. They made us suffer a lot 19-6-06. El ejercito y la marina me erigieron en dictador espontaneidad bonachona y sentimental del marques de estella. Aquelñ estadista aun no ha encontrado su biógrafo. España se nopds achica. El fin del la dictadura produijo alivio general en el país. Rel crack sumía al país en la desesperación y el paro Ay mama ines todos los negros tomamos café. El miranda y la calle floridablanca estratificación de la sociedad española pitongo niño pitongo. El bajista que se separa de fieda lo cual tiene sy merito when i am 64 propugnaculo borin la danza de shiva es la danza de lossiete velos. No hay simpatia todos llevan simpatías en la boca un perfil de sacre. Soledad cósmica y apiadamiento propio. Argumentos sofistas y linea gfruesa. Gris plateados de los olivos. Tolle totlle tele mia. Profazar hablar mal de una persona. Excrexx donación que hace el marido a la esposa. Segote es la guadaña para segar. Bordonería mal del siglño XII. Retraheres decires y refranes. Bnatología repetición de vocablos. Xorer la sortija. Deja un trastro de alas cansadas que vuelve al infinito. Anchetas O FRUSLERÍAS LO QUE LLEVABNAN LOS DE LA CONQUISTA PARA EMBAUCAR A LOS INDIOS. TEMPUS EDAX RERUM. TRISTOLERO ALEGRE JOVIAL.. Las aves ven tres dimensiones. Alcaudón hunde el pico en supresea

 

 

 

                El Testamento de François Villon

 

He aquí otro de los enigmas que aparecen de vez en cuando en literatura; un caso extraordinario de acucia periodística y de penetración psicológica transformado en arte desgarrado de cantar y de contar haciendo alarde de una perfección formal exquisita, que fija las reglas de la lengua francesa. François de Montcorbier era huérfano de padre y madre. Un sacerdote por nombre Villon lo acoge en su casa y le da los apellidos.

 

Este literato que vivió en escritor perseguido, sin conseguir nunca escapar a los sobresaltos de la vida infame, es uno de los grandes monstruos de la edad media, junto a Chaucer, Bocacho y el Arcipreste de Hita. Sin duda el más complejo de toda esa saga, representa sin duda su poesía la épica y la lírica en sus esencias primordiales. Sin que los estragos, cárceles, latrocinios y cuestiones con la justicia y toda la malandanza de su vida personal lleguen a empañar el esplendor de su arte. 

 

Quizás Villon sea una demostración del dicho de que los buenos sentimientos no hacen buen escritor; tampoco una existencia cómoda y regalada supone la aparición de un genio. Villon vivió con el infortunio royéndole los calcaños, huyendo de corchetes, en broncas, riñas, barajas, golpes de mano, que la necesidad y el vagabundaje le llevaron a latrocinios y otros lances de poco decoro. Su estragada  existencia transcurrió en medio de sobresaltos, camino de la horca, de la cual siempre acaba librándose por los pelos. Adoptado por un canónigo de la iglesia de san Benito, estudió en La Sorbona donde no llegaría a obtener el grado de maestro en Artes, aunque es posible que estuviese ordenado de Menores, algunos le suponen sacerdote, el dato no consta en su expediente.

 

De su vida y andanzas conocemos sólo a través de los archivos judiciales por diversos procesos. Estuvo encausado por homicidio y por robo. Condenado a ser colgado en La Bastilla, salvó en el instante cabero. Bajo la bipenna del verdugo y cuando ya reclinaba el reo la cabeza en la toza del degüello un heraldo trajo el indulto de amnistía firmado por Su Majestad Luis XI. Fue como un lance de película de Hollywood, pasó en la vida real.

 

 Con la clemencia regia vuelve a abandonar París y se le pierde la pista. Había escalado los peldaños de la guillotina, su fama estuvo en la picota y vivió en la ignominia. Su obra, todo un prodigio grande del arte eximio, nada tiene que ver con las flaquezas de una azarosa existencia individual.

 

François Villon debió de ser clérigo pues refleja en sus escritos las miserias de la jerarquía y de la sociedad parisina de la mitad del quingentésimo a la que fustiga con estro acerbo “ex nuce et in cute”, por dentro y por fuera, por delante y por detrás, por arriba y por abajo. Si Chaucer, cien años antes, dirigió su crítica contra la Iglesia y los estamentos burgueses de Londres desde la alegría de vivir y la inconsciencia de un cockney que viaja en la compañía de toda una cuadrilla de vividores y devotos cabalgando hacia Cantorbery para obtener el perdón y la indulgencia de sus pecados, armados de reliquias y exvotos de extracción dudosa y que al final del día se reúnen a contar historias, casi siempre verdes, en un mesón del camino ante una jarra de cerveza, y si el Arcipreste de Hita tira por el mismo camino de ligereza y de euforia amorosa, Villon es mucho más profundo.

 

Sus versos expiden angustia vital y  acedía, acaso justificadas por la dureza de su vida y las amargas experiencias en las que estuvo implicado, pero este mismo aporte lo coloca en un sorprendente podio de modernidad. Villon recuerda a los existencialistas de la margen izquierda del Sena. La cuestión social, las injusticias y atropellos del poderoso, las poco ejemplares conductas de abates y obispos, el veleidoso amor causante de tanta amargura y fastidio, no representan más que un problema periférico a su filosofía obsesionada por la muerte y el más allá. Le abruma el absurdo y la sordidez del ser abocado a la nada. Villon es más trascendente que Chaucer, más universal que Juan Ruiz, escribe en argot y es un poeta urbano, y, más místico que Bocacho, lanza un grito de desesperación desde el foramen del pozo de la Samaritana. Le pide a Xto que le dé de beber, pero éste no le contesta, porque no hay pozo, ni agua, ni brocal. Sólo el gran silencio de la noche de la fe. Viene a decir que el silencio de Dios refrenda el argumento de su inexistencia.

 

No habla porque se siente culpable de haber puesto en planta un mundo tan injusto y caótico. Si se presentase a uno de los entonces consuetudinarios debates de la Sorbona, a lo mejor perdería la puja y se quedaría sin razones que esgrimir entre sus manos contra aquellos que desde el comienzo del mundo lo increpan, rebaten y dudan de su existencia. En una de las sesiones de paraninfo con silogismos, ergos, y corolarios de et nego minorem subsumptam, el buen Dios saldría derrotado de su disertación con cualquier domine de poca monta, incluso con un bachiller bisoño en teología. ¿Por eso se va, se oculta? ¿Es que no quiere discutir?

 

Pocos se atrevieron a decir tanto.

 

 El concepto de divinidad obsesiona a Villon, el mundo que le rodea trae de cabeza a este padre de la canción protesta. Su nombre lo invocaban los cantautores del 68 de voz desgarrada, flores en las orejas, una guitarra entre las rodillas y en la boca alguna de sus famosas cuartetas en adaptación de Jacques Brel, sus canciones animaron las algaradas del Mayo Francés. Se interpretaron el Pedo del Diablo, La Vesse. Desengáñate, hombre engreído, no eres más que mierda, vienes al mundo entre sudores, heces y emanaciones vaginales, pasas la vida creyéndote importante, porque metes ruido, haces pedorretas a través de los ocho orificios somáticos de tu cuerpo. Viento anal y bomba fétida es lo que eres tú, y después ceniza.

 

Hay algo en su estilo que anticipa a Quevedo. Villon fue un precursor del género picaresco, por más que su poesía esté aureolada de esa seriedad tan sonora y tan francesa. Los tiempos medios cerraban página. París en el Quince era una fiesta. De genio vehemente e inclinado, al vino (“un rouge messieurs, dames”) y a la frecuentación del amor mercenario, una tarde del Corpus de 1455, a la salida de los oficios fue con otros seminaristas a celebrar la institución del Sacramento por Inocencio IV en 1265, a una de las cantinas que se empotraban sobre los adarves de la antigua muralla de la Cité.

 

 Tras algunas libaciones a la salida de una taberna se produjo una algazara. El reloj del convento de san Benito marcaba las diez de la noche pero no era aun anochecido. Después hubo una reyerta. Los que se insultaban era el presbítero Gil y un tal Chernoise, que hacía poco tiempo había sido ordenado de cura. Entre vayas y veras este último, que estaba bebido, se puso a insultar a Villon, se acaloraron, salieron a relucir los aceros. Charnoise largó un tajo a Villon al cuello, el filo de la espada le pasa sólo rozando las narices y por la boca. Alarmado a la vista de la sangre, el herido tira también de sable. En acto de legítima defensa alcanzó a su agresor en la ingle. Villon despeja el campo pero Charnoise le sigue en su carrera. El fugitivo coge un canto del suelo y lo lanza contra el presbítero que viene bramando maldiciones. Recibe un impacto en la cabeza y cae para no levantarse más. Villon también está herido, busca refugio en la casa de un barbero, pero antes de que llegase la Justicia a prenderlo, abandonó el aposento saltando por una ventana. La cosa tuvo mal final.

 

 Una travesura de estudiantes en un alegre día de primavera por culpa de la bebida había terminado en tragedia. Cuando se celebra el juicio, Villon que es condenado a muerte en ausencia se encuentra a muchas leguas de Paris. Sus amigos interceden a su favor (es curioso siempre tuvo la suerte de pro y de bruces sobre el abismo encuentra intercesión en una mano que lo saca) y la máxima pena es sustituida por diez años de destierro. Aquel invierno vaga por los caminos de Francia infestado de ladrones, mozas de partido, lansquenetes licenciados, curas giróvagos, monjes y monjas, huidos del monasterio, toda una cohorte de mendigos y harapientos. El peregrinaje estrecha la mano al vagabundaje, el asilo llama a la puerta de la cárcel, el bordón se convierte en garrote, la venera en daga. Muchos devotos no daban cumplimiento a sus deseos de avistar el Monte del Gozo acabando en forajidos.

 

Nivel alto de morbilidad trajeron las guerras y pandemias, las malas cosechas, siervos de la gleba se sienten desplazados al venir otro noción de la propiedad de bienes raíces y un pavoroso problema social es el que determina que el s. XV transcurra entre estridores revolucionarios y banderías, movimientos espontáneos de penitencia en los burgos, procesiones de disciplinantes, por doquier, el pavor de la muerte que arrasa y nivela blandiendo el dalle de lo alto; crece el descontento contra las ordenes mendicantes y la jerarquía y en particular contra el papado a consecuencia del Cisma de Aviñón que dejó abierta una brecha  de rivalidades entre la Casa de Anjou y los poderosos gremios venecianos y florentinos, en Italia a su vez aun remanecían las disquisiciones entre trono y altar que tuvieron en pie de guerra a la cristiandad durante buena parte de los tiempos medios y desembocan en las tensiones de güelfos y gibelinos. La lucha por las Investiduras arrecia hasta la alborada casi del Renacimiento.

 

La primacía de la Llaves del Reino sale tocada a causa de los malos ejemplos de algunos individuos que se alzaron sobre la silla gestatoria a la que ultrajaron merced a sus costumbres torpes, no eran precisamente un ejemplo vivo de la humildad, pobreza y mansedumbre del Salvador, sino hombres  de su época, con toda la carga de virtudes y defectos de la sociedad medieval. Eran producto de su tiempo, de la nación en su natío, la clara y turbulenta Italia, ya sujeta a las menudencias mafiosas en aquel tiempo [y sigue la racha]. Bosquejaron el ambiente de rencillas y de disconformidad a los abusos de los obispos y cardenales sujetos del bajo clero como Villon, Juan Ruiz, el propio Chaucer. No se trataba de desafectos a la fe, no cuestionan nada del dogma ni de la tradición, aún no había sonado la hora de los heresiarcas ni de los iluminados integristas, sino de conocedores del ambiente intramuros de los prioratos, las aulas, los monasterios relajados. Surgen ad rem y en virtud de esa capacidad crítica que ha tenido el cristianismo, que hasta que no llega la Contrarreforma presentaba una faz amable, humana y hasta festiva, los poetas goliardos, depravados en sus costumbres pero intachables en las partes del dogma. Paris era una fiesta. Se gozaba y se sufría con arreglo a los bandazos y caprichos de la fortuna. Villon, retozón y un superdotado en cuanto a poderes expresivos, con una lengua acerada como la de berbiquí, canta los locos ramalazos e intercadencias del libro de la vida en sus chanzonetas y lais que rezuman jocosidad atrabiliaria e ingenio. Escribe el epitafio para una civilización que se desploma y saluda el alborecer de otra.

 

Su poder de contraste consigue aquilatar ore rotundo la lengua francesa, la cual, volando entre las plumas de su estro, alcanza techos de perfección . Villon le da un lauro de concinidad, viveza, elegancia, aticismo. Pone un juego un idioma ubérrimo y libérrimo que causa asombro por su frescura y por la disposición contrapeada de las rimas y las codas, garbo y excelencia, donde guarda turno esa musicalidad  vertiginosa que ha tenido siempre el lenguaje urbano puesto a cotejo con el rural del arcipreste o del Bocacho, de inclinaciones más sosegadas. Esa dualidad campo ciudad que habría de marcar las dos sendas de la literatura europea en Villon empieza a bifurcarse. Es un hombre culto de París, al que arrastra la fuerza de la vida con sus peligros.

 

Feudatario de la briba, cae en los bajos fondos. Al igual que haría Zola siglos adelante, él tiene una sensibilidad exquisita para encontrar la margarita creciendo en el estercolero. La cárcel como a otros genios de la literatura universal (Quevedo, Cervantes, Rabelais. Mena, Dostoievski, el Arcipreste, Wilde, Gorki) le sentará las costuras de su horóscopo. Sería consuetudinario inquilino de las ergástulas eclesiásticas. Oficio de escritura y presidio por desgracia entreveran sus compases, acaso porque la literatura tiene un latir encarcelado que la acrisola dotándola de una aureola de redención. Muchas son las obras, entre ellas el Quijote o Los Hermanos Karamazov que se compusieron tras los barrotes celulares. Es el castigo con que se venga el destino contra los que tratan de robarle el fuego a los dioses. Prometeo o Tántalo son algo más que un símbolo que avisa cuidado a los que se afanan por transgredir la frontera de lo prohibido, confiando al papel sus sueños, el mundo de las pesadillas, los delirios. El brete, las cadenas, un estridor de cerrojos y de rastrillos les aguardan.

 

Al escritor le compele la fuerza de la gravedad del gulag, las estrellas lo arrastran al presidio. Unas veces el penal está situado en una isla inaccesible, otras, es la torre de marfil en que pretende aislarse del mundo pero por lo común el Alcatraz de un escritor se lo da el tedio de su vida diaria, la incomprensión de los que rodean, el desamor o la envidia de aquellos a los que aprecia. Taedium vitae. Cadenas. Si es verdad lo que se dice que al hombre lo examinarán de amor el último día, aquí pocos se salvan; sin embargo, ya la escritura de por sí es un acto de amor, una jaculatoria de buenos deseos con la que se declara la guerra al enemigo de la humana estirpe, que todo emplasta las veredas del mundo con sus pezuñas ensangrentadas, las circunstancias que provocan las guerras infames, los homicidios, las perversiones, las felonías. Hay equipolencia entre poesía y dolor. Traficar con los sueños e indagar con los sinos del corazón humano se paga abondo, con la muerte,  el destierro, el auto de fe. Todos, desde nacer, estamos condenados a muerte y arrastramos condena, somos forzados con el traje cutí bajo la vigilancia del gran cofrade, el cabo de varas, exponente de nuestra invalidez y limitación, que nos trata a patadas y a golpes de látigo, estamos a expensas de ese ojo de visión panóptica que todo lo ve y cualquier cosa circuye.

 

 El super cofrade nunca baja la guardia, andamos bajo su bota y su almejía. La capa de los dictadores es demasiado larga. Pero no hay peor tiranía que la de los compadres del Contubernio. Nunca fue el mundo tan encadenado que cuando estuvo encadenado a la voluntad de la mayoría. Urnas, dadnos urnas para los hornos crematorios y todas las papeletas que se os antoje para camuflar el “veredicto inapelable” de las masas, os lo pido en nombre de los anticristos demócratas, habituales de la reconducción y el pucherazo, sombra de Caín que larga alocuciones por los micrófonos de la bibisi y la sienén, voz que resuene por los ámbitos como el silbo de la serpiente.

 

 Vivimos sometidos al qué dirán, constreñidos en la vida vulgar, retenidos en un cajón sin horizontes y el alma quiere volar. Somos víctimas y verdugos de nosotros mismos. El carcelero que nos vigila puede ser el vecino de al lado, la mujer y nuestros hijos, capaces de denunciarnos a la policía. El ara sagrada del hogar ha sido violada por los poderosos órganos de difusión electrónica encendidos las veinticuatro horas del día en nuestro cuarto de estar. Ya no se puede huir a ningún lado. Por supuesto, hay zaguanetes de retén y mil ojos apostados en las esquinas, sayones superdotados y con don de bilocación y multiplicación se hicieron ubicuos para aflicción de los justos y prosperidad de los pecadores. El impío gana. Los rabadanes del rebaño de condenados y en entredicho, que apacientan las ovejas del mundo, forman una cuadrilla de canallas, pero ellos solos con sus implacables cachavas van arreando el hato de una masa hebetada y embrutecida. ¿Malos tratos? ¿Vejámenes? ¿Moros en la costa? Ahora vas y lo cascas. ¡Pobre raza adámica bajo la férula de los perversos pastores!

 

Sus mastines azupan una rehala de travestidos y las arpías fabulosas de pico nefasto y haldas en remango para que veamos sus nalgas, azafates de rosas del mal en corimbo, instan a la revolución. Descienden de las milicianas y de los vestiglos que perpetraron las mayores barbaridades de la guerra civil española bajo el arbitrio de la Gran Bretaña empeñada a estas horas en convertirse en la meretriz apocalíptica con aires de mala de película de gángsteres. La “auntie” de los demócratas que los desdeña e ignora de forma olímpica atándolos al carro de Baodicea, palafrén de esclavitud. Nunca aprenderás, España patria mía a taparte los oídos a los cantos de sirena, a esos loores de enemigo que te llevan al desastre. Has de seguir tu propio rumbo, impertérrita a los editoriales del “Times” cuyos lectores, algo sádicos y trogloditas, pese al aire de civilización que los embala, tenían aviesas inclinaciones antropófagas: mermelada de naranja amarga de Sevilla, carne de los quemaderos de la inquisición, y de los marinos españoles de la carrera de Cuba pingados de la verga mayor por sir Francis, y la sangre de todas las guerras civiles y broncas que conmovieron a Iberia a lo largo de la decimonona costeadas con capital inglés. Esas malas costumbres de la injerencia llega hasta el mismo treinta seis. Auntie, un personaje asesino de las novelas de doña Agueda, desplegó a sus espías por todo el territorio y le dio una comisión: ahora vais a saber lo que vale un peine, mira Europa cómo los españoles se despanzurran unos a otros.

-Hay que ver, qué horror, con qué perfidia se expresa la tía.

-Los ingleses son muy suyos.

-Y siempre tan flemáticos, pero no hay cosa que más les regocije que un cadáver en la bañera.

-O un crimen a la hora del té.

-¡Oh, is that so, my dear?!

-Yes.

 

  El cerdo detrás de las pantallas nos muestra su inmensa lengua cogollada. Languidez en vuestra esperanza. El infierno acaba de abrir sus puertas, es un gran estadio al que afluyen las masas ávidas de espectáculo, tolle tolle tele mía, bazofia espiritual que no falte día y noche. Se deterge la herida, estamos en situación desventaja, se agravan los males del enfermo. De videntes o contempladores (θερoyσiv) de la belleza divina hemos pasado a ser consumidores, habituales de las grandes superficies.

-Do you watch telly every night?

   -Off course, and I sing the blues.

 

Pago la contribución sobre la renta de las personas físicas. Vivo en el exilio de mi país. Llevo como puedo las cárceles del alma. Sufro tus coces, amor, mi yegua que te encabritas, escucho tus discursos parenéticos, mula Francisca.

-¿Y no te aburres?

   -A morir.  No puedo aguantar a tanta gente del bronce tan desangelada. Las jáquimas que en mi juventud eran mucho menos vastas se presentan todas las mañanas y la tarde que parece que han almorzado limones con pica pica.

   - Freud las sentó en el diván y abrió la puerta a las masas irredentas y desclasadas.

   - Pan y circo, decían los romanos.

   -El Insufrible Big Brother ha traído un cargamento de chicas Bond desde Nueva York. Fue el primer gran negrero de nuestra democracia.

   - Mírale, parece Mefistófeles, esboza un rictus de sonrisa. Delgado y pícnico y nacido en Huelva pero con algo en su rostro de sacamantecas encampanado a los triángulos. Ha desplegado por toda la red su cohorte de chicas bond.

Se ha acabado el argumento de la novela porque las tramas todos los días se repiten. Las campanas doblan a muerto por una sociedad en el marasmo, sin argumentos plausibles, aunque abunden las obsesiones. La modernidad es seguir la senda del más de lo mismo. Ideas fijas a escote, y, no quieres caldo, pues tres tazas.

 

 Hay que volver a ponerse de uniforme, cuadrarse a la prusiana, desfilar al paso de la oca orwelliana, seguir un curso de terrorista bombas lapa en una academia de explosivos de Dakota del Norte que se especialice en la colocación de artefactos mortíferos en los bajos de la buena gente de España, los hijos de Prieto y de Pablo Iglesias sobre quienes se consumó la traición de Albión y en los asesinatos por la espalda, escupir sapos y culebra por la vagina en las matinees televisivas que tutela la gran madama, esa miliciana del odio que insta a la lucha de géneros porque la de clases ya es acabada. Colocarse la gorra de plato del pensamiento sin sustancia. No hay hombres sino rebaños. Sexo sin amor. Deja que el ojo se recree por sí solo sin rendir cuentas al entendimiento. Y no se ocurra pronunciar la palabra España, que suena a maldición. A una sociedad caótica le cumple un arte del revés. Chupa del frasco. Otra de Picasso. Mi conciencia histórica se columpia de las ramas del árbol de Guernica. Las mañas de la Bestia son las responsables de tales involuciones. Lo que estuvo arriba ahora está abajo. El Peñón para el inglés y las Vascongadas para los hijos fornecinos de Arzalluz y de Sabino Arana. Altos hornos crematorios también manejados por el inglés

 

¿Os casasteis con la sota ? Cesad en vuestros argumentos. Lo que os cumple ahora es  recibir el excrex, que tal haya el que tal fizo. Os habéis transfigurado en esto. A columpiarse en las coordenadas de la desinformación, las mentiras, el secretismo, la bulla noticiosa. Por todas las partes levanta la Amarilla su segote. Villon, viltrotea al Paris de su tiempo. Su obra es una prosoposcopia, una cuadro de costumbres del París de poco antes del Renacimiento. Debajo de su abolla de estudiante revoltoso y díscolo, sorbónico,  se escondía un pensador profundo. Hay un trajín de libertad que se compagina con el deseo de una vida sedentaria y virtuosa. El desencanto que devana en sus versos ha llegado a nuestros días.

 

Sus “Respuestas francas” plantean la interrogante del escritor proscrito al que los vientos de la vida lo llevan a galeras, a presidio y en suma al patíbulo, pero mucho peor, viene a decir, que los suplicios físicos y los destierros son las cárceles del alma. Unos amigos mediante gestiones en el arzobispado consiguieron la remisión de un delito penado con la horca (asesinar a un sacerdote), del que parece que no resulta culpable formal, por haber actuado en legítima defensa. Al año siguiente regresa a París, allí se enamora, contrae deudas, la vorágine lo arrastra hacia el inframundo. De nuevo su nombre aparece envuelto en un robo y François tiene que buscar refugio en la campiña para evitar a la Justicia. Se une a los peregrinos (coquillards) que bajo la concha y las veneras se acogen a sagrado. Se alimenta de la misma gallofa del camino. Emprende la peregrinación pero la abandona fascinado por la vida alegre de Burdeos.

 

Además, piensa al igual que Chaucer que eso de las perdonanzas de Compostela no son más que una farsa. A su colega español, Juan Ruiz, también le parece el sayal, la calabaza y el bordón un recurso de truhanería, disfraz de libertinaje y de vagancia. Es posible que muchos iniciasen la ruta con fe pero la mayor parte iba al merodeo y volvía cofrade de la garrocha, la ganzúa y la tenaza. Es así como el misticismo europeo tiene un componente de picaresca y de debacle inherente a la trashumancia. La mujer de Bath, el inmortal personaje creado por Chaucer, es el epítome de este ir y venir incansable en que la devoción se entrevera con los devaneos, la curiosidad turística y el hambre de sensaciones nuevas para una dueña de mediana edad, había estado en Jerusalén tres veces, una fue Roma, otra, a Colonia y a Santiago de Galicia sin que las andanzas piadosas mudasen sus costumbres o determinasen una conversión. Seguía igual de lenguaraz y frescachona, enterrando maridos. Y con los huesos fervorosos de sus santos a cuestas. De la misma opinión a favor del sedentarismo apacible es Tomás de Kempis que condena la bordonería como uno de los grandes males de la época.

 

 

De aquellas romerías, estas veneras. La ruta jacobea, tan mitificada hoy, no debió de tener muy buena fama a la sazón, porque era reclamo de la delincuencia europea, punto de cinta de desharrapados y de meretrices. Toda Francia era hervidero de esta población flotante y errante y Paris de noche con sus dieciséis barrios y arrabales, mal iluminada y con un elevado índice de criminalidad, cerraba las poternas. Casi a diario por la Rue de Caire pasaba el cortejo fatídico de los ajusticiados que llevaban camino del Faubourg Saint Martín o de Montfaucon a colgar por algún delito.

 

 El reo, que cabalgaba en una pollina blanca con las manos a la espalda atadas y la cabeza cubierta por el clásico chapirón de la ignominia, era apeado por uno de los alguacilillos, besaba la cruz a la entrada del monasterio, una religiosa de las llamadas Celestinas salía de la portería y le daba por viático tres trozos de pan y un vaso de vino cargado con especias antes de subir al patíbulo. A este lugar se le denominaba en la capital el de las Hijas Devotas y era centro de acogida a las arrepentidas. Un verdadero enjambre de prostitutas se abatía sobre la corte de San Luis. Operaban cerca de la Rue du Fouarre, vigiladas por escuadrones de goliardos, proxenetas cuyas filas estaban representadas todas las provincias, desde la Auvernia al Languedoc. Los estudiantes se divertían en tabernas que se llamaban Heaume - uno de los poemas más expresivos del escritor está dedicado a la bella Heaumiere - en la Crosse de la Rue Saint Antoine, el Caballo Blanco, la Linterna, la Mula, el Carnero, les Trumillers, la Pomme de pin, cerca de la judería.

Los pobres iban a pedir la famosa sopa boba a los Maturines donde los frailes de san Juan de Mata se encargaban de cuidar de los apestados, vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Un carácter clerical y levítico daba aires a la ciudad. La Sorbona había sido fundada dos siglos antes por el capellán y confesor de san Luis, Roberto Sorbo para la formación de clérigos pobres y bachilleres en teología. Estaba cerca de la Port Rouge, que era una pasadizo excusado que conectaba la catedral de Notre Dame con las canonjías. Allí vivía Guillermo Villon, padre adoptivo de nuestro poeta que llegó a ser deán del capítulo.

 

En el verano de 1460 había regresado del destierro pero al poco tiempo lo encontramos de nuevo preso en la cárcel del Duque de Orleans; el motivo del auto de procesamiento se desconoce, sería éste el primer eslabón de una cadena de incesantes prisiones y cuestiones con la Ley. Poco más tarde fue llevado al castillo de Meung sur Loire, un centro de detención para sacerdotes y ordenados de Menores. Dio la orden de detención el obispo de Poitiers Teobaldo de Aussigny. Es ignorado el motivo de la privación de libertad. Solicita el reo la intercesión real. Luis XI accede al indulto. Arrepentido de momento, el propósito de la enmienda no dura mucho. Habitual del hambre y de la pobreza, su necesidad le a lleva a verse envuelto en un robo en el Colegio de los Navarros. Tenía buena influencias, el cabildo catedralicio interviene a su favor y consigue evadir la cárcel, pero en noviembre de 1462 ocurre un incidente en un aula. Un alumno insulta a un profesor y lo escupe en pleno rostro, se produce un alboroto, luego un altercado. Uno de los promotores del motín había sido el impertinente Villon, se le agota la buena estrella y su fama de díscolo crece. Lo prenden y lo llevaban a la prevención. Quince días bajo el castigo de la gota de agua en la nuca, demasiado fuerte es la tortura, acaba confesando y es condenado a muerte.  Recluido a una mazmorra de la Cárcel de los Tres Lises piensa en su destino y escribe las páginas más sombrías de su Testamento. Esta vez, piensa, no habrá salvación. Ve llegar el fin de sus días, la suerte le ha vuelto la espalda, “zonam perdidit” pierde la cincha y los papeles. Sin embargo, de nuevo se ponen los resortes de un extraño deus ex machina sin el cual no se puede entender la agitada biografía de este hombre, evita ser ajusticiado casi milagrosamente in extremis por un decreto que aprueba el Parlamento absolviendo a Villon y conmutando en 1463 la pena capital por la de proscripción. Aquí ya los historiadores lo pierden de vista.

 

 Abandona París. Probablemente volvería a las andadas y su vida no sería muy larga. La personalidad eximia de François Villon es una contradanza de misticismo y de libertinaje, de buenos propósitos y estrepitosas caídas. Su obra responde a esa visión catastrófica y nada epicúrea del hombre medieval, esa sed de sensaciones y de apurar el cáliz hasta las heces. Quería ser bueno pero peca y cuanto más grande es su contrición y sus miras y resoluciones de volver al cauce verdadero más rotundos son sus fracasos. La ética no vale para nada en el código de valores de un artista. Los mejores libros han podido escribirse con los peores sentimientos. Este binomio plantea un problema teológico irresoluble. He aquí uno de los mejores vates que haya dado Francia y era un perdulario. Remató su escritura en medio de las circunstancias más adversas: el presidio, las incómodas posadas, la intemperie, el frío y el hambre. ¿Cuándo tuvo tiempo para sentarse a escribir?

 

Aristóteles recomienda a todos aquellos que quieran dedicarse al oficio de pensar que hagan gimnasia mental activando las potencias cognoscitivas, opinantes, y que no olvidan la recta estimativa, la prospectiva y la emulativa. Se aprende siempre por analogía, o por asociación de ideas. Luego las palabras se encargan de ir tasando que surgen como cerezas de la banasta de las imágenes. Todo eso es un hermoso castillo de naipes, una teoría irrefutable, pero ¿en la práctica qué? Belleza y moral no se compadecen. Villon fue un artista que llevó vida de forajido. La suerte le zurra lo suyo, él se venga cantando a la verdad, el amor, la bondad y la belleza bajo el régimen de sus lais y otros metros de una sonoridad moderna que llama la atención. Sigue siendo una enigma. ¿Cómo, cuando, dónde y en qué circunstancias de su azacaneo, con los alguaciles regios royéndole los calcaños - fue su sino: la continúa persecución por la Justicia, Villon llegó a capitanear una facción de salteadores de caminos- se puso a escribir una obra tan cavilada como la suya, que pasa por una de las más densas y cabales de la lírica medieval? La única interpretación es que en la gestación y alumbramiento de cualquier producto literario existe un quid divinum, allende de las humanas previsiones, algo que se nos escapa. El donaire lo dan los dioses a capricho y al que les parece. Insanabile scribendi cacoethes et dulce laborum lenimen, es la definición que dan los antiguos a este vértigo de la escritura, que la postmodernidad tasa con el nombre de grafomanía. El oficio literario es algo contingente y redundante.  Las sociedades podrían funcionar perfectamente y pasarse sin el lujo de la literatura, que en la antiguada tenía algo de mágico conjuro a las divinidades subrepticias. El escritor, el rapsoda, hacía las veces de pontífice entre la divinidad y los hombres. Paradójicamente algo tan fútil y supererogatorio como es la epopeya sirve para cuadrar el destino de un pueblo. El talante de los españoles quedó ya definido casi en su totalidad en el Cantar de Mío Cid.

 

Ciertamente, la potencia creadora, esa desazón de trasladar al papel las impresiones de cuanto nos rodea, cuando la literatura ha dejado de ser coral para transformarse en algo íntimo, pertenece a los arcanos misteriosos. Un amanuense compulsivo siempre garabateará palabras, aunque el resultado sea el absurdo de la escritura automática, pero es una guija personal, reverbero de los sueños. Dentro queda el meollo del alma dolorida u obsesionada, que es lo principal.

 

El hambre, la cárcel, los pasmos, las piruetas e inconsistencias de la rueda voltaria, hoy aquí mañana allá, a uña de caballo o bamboleándose dentro de los cuévanos que lleva al lagar una carreta del país, no representan obstáculo material para aquel que tiene en verdad algo que decir.  Un poeta español, Alonso de Ercilla, escribió su Araucana, la Iliada de la conquista americana en la corteza de matas coníferas y hasta en la propia suela de los fracasos. Labor omnia vincit. Y el hecho de escribir, más que un trabajo, o una pesada carga, es amor para el que siente latir en el pecho el fuego sagrado, que requiere una cierta capacidad de distanciamiento de aquello que está pasando, o la peripecia que se narra, una organización ordenada del material de trabajo y el desdoblamiento auténtico del romancero, del estilista.

 

Se emula al poder de los dioses pero sobre todo se criba a través del harnero de la imaginación los elementos que se cantan o se cuentan, realzando unos, soslayando otros. La narrativa es manera de selección, al igual que la poesía es arte de condensación y de síntesis. Bullan las palabras en el horno y salgan todas por orden sin atropellarse.  Se abrirán las cortinas de un escenario que dejarán entrever un panorama onírico, reflexión de las cosas en hervidero, pero a diferencia de la vida, siempre en constante trajín y cambio, lo que confiere la palabra aquí es algo estanco, con una complexión y entidad fija. El artista de la palabra asuma, pues, su parte de actor y de testigo a la vez, de demiurgo inspirado y de sastre o de pastelero artesano, porque la literatura también se parece al corte y confección, sin olvidar que es también oficio  de malabarista, con una habilidad para realizar juegos de manos, sacar conejos de debajo del sombrero, enseñar cartas escondidas bajo la manga. Hay que saber tender celadas al lector y sorprenderle cuando menos se lo espera para concitar su atención. Por supuesto, para una tarea de estas características que se lleva a cabo en la intimidad no existen fórmulas magistrales. Se puede enseñar a construir una carretera pero nunca a pintar un paisaje.

 

Tampoco le arredraron a Villon los pasmos de la intemperie, los bubones de la peste o la comezón de la sífilis, que se sospecha pudo padecer y que le llegaron temprano a la tumba, por todos los indicios debió de fallecer a la edad de treinta y tres años. Incontinenti, confiaba al pliego sus pensamientos expresados en un francés arcaico, pero contundente, y de una elegancia que sorprende incluso hoy a los filólogos. Fue un hijo de su tiempo. La obra guarda resonancias de la tradición oral juglaresca, de los poemas épicas, de las farsas, los virolays, los misterios de Pasión y Natividad en el que clérigos y curiales, pertenecientes a las fratrías y hermandades que se formaban bajo la advocación de la Madre del Dulce Mirar (son los puyes de la Virgen, asociaciones fundacionales de aquella Europa gremial llena de fervor y de fantasía) de un vez administraban fe y fantasía de los fablieux, mimos, farsas, soties  provenzales de saber enciclopédico, y de las trovas juglarescas que amenizaban las veladas de los palacios. Ellos definen el semblante del hombre medieval y esbozan una galería de personajes del mundo rural. La gleba eleva los ojos al cielo e implora el perdón y la salvación a través de la Gloriosa Madre del Verbo.

 

La voz de los juglares cantaba todo aquello que atesoraba la memoria colectiva. A la sazón, la literatura desconocía el sesgo de libelo propagandístico publicitario con que se comporta hogaño (los libros sirven al mercado, apuntalan los valores publicitarios, velis nolis, de una forma explícita o sobreentendida entonan la palinodia del sistema capitalista) y se daba la mano con la música y la danza, el espectáculo y la religión, pro ese sello sagrado y onírico que tenía el rapsoda entre los celtas. Su voz recitadora llenaba las aulas de un perfume de sortilegios y letanías. El acto tenía una significación liturgia, de homenaje a los epónimos, recordatorio de su gesta. El hombre estaba vivo, no había sido engullido por la máquina ni estaba adscrito a una maquinaria densa y fungiforme de las masas irredentas controladas por los omnímodos poderes fácticos. Si algo tuvo grande el cristianismo es este sesgo redentor. Los cuerpos podrán estar encadenados pero el alma es libre.

 

Las gentes, aunque no supieran leer ni escribir, conservaban una gran retentiva. Las piezas se aprendían de memoria a falta de medios de comunicación visual interactiva, de traducción simultánea, de los boletines coincidiendo con las en punto de las señales horarias, de los suplementos dominicales y la cultura en fascículos que hacen del hombre del vigésimo primero un ser cumplidamente tan informado y enterado, aunque cada vez más confundido y dominador de todo menos  de sí mismo. Entonces, el personal hablaba y el léxico, una auténtica gala. Desconocían la batología rutinaria, la pobreza expresiva de un vocabulario en mengua, jerga de patrones usados, muletillas que acodan el raquítico estilo periodístico, monsergas propaladas hasta el delirio, y un volumen de palabras que no pasa del millar. Todas ellas  jerga coprológica, retruécanos anales o expresiones relacionadas con la coyunda común a todo mamífero. Lo hortera habita entre nosotros. No hay más diosa que la plebeyez; y su profeta es el amigo Freud, que ya va siendo hora de que el mundo lo active el instinto de supervivencia basado en dos únicas cosas, según el Arcipreste: jodienda y mantenencia. Olvidaos de vuestras cuitas, seres espirituales, almas delicadas, el mundo que viene aborrece de los selectos. Traigame el frasco de las sales anodinas, que aquí cuanto más bastos, mejor. La obsesión con el sexo os vuelve impotentes, pero no pasa nada, es la voluntad del supercofrade. Cultura urbana que no sabe diferenciar a un manzano de un roble, mientras que un campesino de Castilla un par de décadas atrás podría alardear de buen decir, en idioma de gala, pero sin calzarse el coturno, de hasta diez sinónimos por  sustantivo. De la riqueza sintáctica mejor no hablar; non meneallo pues surgirían agravios comparativos entre los palurdos de Delibes, el último canto del cisne de Castilla la gentil, poniéndolo a cotejo con la jerga que fluye por nuestro éter y por nuestras calles, o si analizamos el lenguaje pedestre y peleón de nuestros periodistas, de nuestros puntales de la comunicación, de nuestros políticos, tan retóricos como siempre, pero para los que la belleza oratoria ha dejado de ser una aspiración para convertirse en antigualla. Bossuet, Castelar no tienen émulos ya en el banco azul ni en los púlpitos. No se hace otra cosa que fusilar malamente la jeringonza del inglés Webster, porque las influencias no vienen de Oxford sino de California, de allá donde unos cuantos bucaneros judíos, supuestamente prófugos de las persecuciones del Tercer Reich, aprendieron la lengua de Shakespeare en régimen de curso acelerado. Aún se notan los germanismo de su locución y con ese inglés tomado prestado, aprendido que no nativo, van a sentar las costuras de la vieja Europa. Los tiempos de venganza no han hecho sino empezar.

 

En los parlamentos hoy se siguen insultando más y a lo burro, antes se sabía hacer más finamente.

Sin necesidad de prontuarios ni de grabadoras, la tinta y la pasta de piel de becerro costaban lo suyo y no se había inventado el bolígrafo, ni la imprenta, el recurso era confiar a la memoria todo lo que otros decían. El libro cuenta con cinco siglos de antiguada, la literatura tiene más de cincuenta. Esto está naciendo como aquel que dice, pero el hombre de las cavernas evolucionó a través de la comunicación oral. No podía haber inclinación libresca ni pedantería. Los cantares de gesta iban de un lado para otro con acompañamiento de rabeles, zanfoñas y vihuelas y los textos entonados en los corros de las plazas y de los patios de armas. Las gentes se familiarizaban con los héroes y heroínas del romancero vis a vis.

 

Pobres de solemnidad los escolares de las primeras catedrales, alma mater del saber europeo, aprendían sin libros. Los pocos que se veían en los tránsitos de Oxford o Alcalá estaban amarrados como loro en alcanda a una argolla que disuadía cualquier intento de robo. A falta de manuales de texto memorizaban las lecciones por una técnica llamada pensum, utilizada en los tirocinios jesuíticos hasta hace poco.

 

A Homero y a Virgilio los conocemos a través de los ciegos que iban recitando sus composiciones por toda la latinidad. La palabra era entonces algo de conjuro mágico, conservaba derechos adquiridos y poderío, una cadencia adjunta a la gran riqueza léxica y a la capacidad de matización que hoy ya han dejado de sernos familiares. Estamos hablando de una época de verdaderos titanes de la fala: el mundo de las sagas vikingas, de bardos celtas, galloferos trotamundos en la corte de reyes holgazanes, todo el mester de juglaría. La población analfabeta y ágrafa reconocía como una señal de prestigio y de poder al que sabía silabar una salmodia o explanar un pasaje de la Escritura. Un mal pendolista podría llegar a ser príncipe y cualquier mediano versificador era agasajado con derechos de pernada o se iba a la cama con la hijas del rey. Por eso los clérigos de aquel entonces - y los de ahora - tenían tanto éxito.

 

La gleba era ágrafa, no sabían hacer la o con un canuto, pero podían sopar con honda a las cultas latiniparlas a las que hogaño, como si hubiese regresado Celestina a sus dominios de Talavera, por las cámaras y micrófonos nacionales, que garlan y garlan, y ejercitan la sin hueso en la barra fija, calistenia de comidilla y murmuración que no encuentran fin. En aquellos tiempos era otra cosa. La gente sólo abría la boca cuando tenía algo importante que decir y las conversaciones resultaban inspiradísimas. Se conservaba gracias a ello un sentido de adscripción al grupo, la conciencia de pertenecer a la fratría. Eso da optimismo y genera una cierta solidez social. La angustia que crea el desarraigo de las aglomeraciones metropolitanas estaba por venir.

 

Con este raudal libérrimo conecta Francisco Villon, el último de los grandes trovadores provenzales. Era un iniciado en los saberes herméticos y un campeón del buen decir. se decía que la fe llegaba a través del oído (fides ex auditu), el más noble de los cinco sentidos y el postrero en morir. los agonizantes primero pierden la visión, luego, el olfato, les entra hormiguillo por las piernas y las manos, se les embota el pulpejo, el gusto desaparece, las pituitarias ya no disciernen los olores, pero el oído sigue ahí aun cuando el corazón haya cesado de latir. Algunos de los que regresaron del túnel refieren cómo escuchaban las conversaciones de aquellos que les amortajaban. Creyéndolo difunto seguía a la escucha. Y es que la palabra salva y vivifica ¿Qué tendrá la palabra para que en ella encontremos el primero de los vestigios de nuestra racionalidad diferenciadora? ¿Es la audición el sentido más relacionado con las potencias del alma?  De ser así, la edad media, donde el verbo registra una especie de apoteosis triunfal, fue el tiempo del alma de la humanidad. La estética de las sinfonías gregorianas y la arquitectura gótico-románica así lo avalan.

-Habla, señor, que tu siervo escucha.

Los metros de François Villon son una caja de resonancia de aquel ambiente de superdotados de elocuencia. En sus composiciones detectánse ecos de la magia de los rapsodas y de los predicadores multitudinarios, de un Francisco de Asís, un Savonarola, un Vicente Ferrer, un Bernardo de Claraval, así como de los polemistas ex cátedra o controversistas significados, maestros de Artes de la Sorbona, bachilleres en Teología por Oxford, dómines del Trivium y el Quadrivium por Salamanca. A veces parecen retumbar en los versos de Villon las deprecaciones platónicas y anti aristotélicas de Pedro Abelardo, que acabaron en un desgarrador grito de dolor animal. Le castraron al canónigo de Notre Dame los hermanos de su novia, mientras dormía y a ésta la encerraron en un convento de Paris.

 

Esa atmósfera de elevada tensión la captan los hemistiquios, dotados de un estilo conmovedor, a trechos sarcástico, hasta alcanzar un estadio álgido de livor escatológico. Al poeta le estremece la suerte del ser humano, abocado a la nada, que nace en medio de la casualidad, la mierda y el dolor y la desolación son sus pañales y es con las heces y con la sangre como lo amortajan. Se confiesa creyente pero la fe parece que le cuesta. Su preocupación es metafísica más que política o social aunque de rebote reflexione sobre el caótico panorama que han dejado en la Galia las guerras dinásticas con Inglaterra, que duraron cien años, de 1339 a 1353.

 

No hay que soslayar el hecho de que estuvo en capilla por lo menos en dos ocasiones. Ya convicto y confeso y cuando aguardaba ser ejecutado, ultima la redacción de su famoso “Testamento”. La proximidad del más allá incentiva su inspiración, confiesa sus culpas, desnuda su alma y hace un defroque o desenclavo de todos los efectos personales. Estos los lega entre sarcástico y pirrónico a sus amigos y parientes. Aparece una lista de personajes de la época, pasa revista a la actualidad. A unos les pune con acrimonia, a otros les exalta hasta el paroxismo. Se ve en la hora de la muerte quien fue su enemigo y quien lo trató con benevolencia. Algunas de las sentencias en forma de aforismo, apotegmas y retraheres, guardan un sentido oculto, porque el lenguaje de Villon a la vez que popular sabe también guardar las distancias, de manera que las frases se despachan impregnadas de un halo misterioso y críptico. No se  olvide que estamos ante uno de los grandes metafísicos de la Edad Media. En cabeza figura Guillermo Villon, el penitenciario de Notre Dame, sacerdote caritativo y tutor de expósito; el autor lo llama “padre verdadero” y hace la primera manda de agradecimiento.

 

A su amada Ither Marchant olvidando los agravios de su despecho le deja en heredad su corazón traspasado de olvido, la espada que llevó siempre y una mula roncera que, cualquiera fuese el camino, siempre tiraba hacia los abrevaderos de la Fuente de san Amado, lugar donde estaba ubicado desde su fundación en 1215 el Carmelo Calzado. El estilo donde se advierte gamas de matices, trufado de retruécanos y disgresiones cuando no equívocos, se mantiene orilla de un profundo océano alegórico que requiere por parte del lector contemporáneo esfuerzo para seguir el hilo de la narración y de las palabras de doble sentido. En conjunto, sin embargo, el idioma de Villon es rotundo, debelador, denso y cargado de modernidad porque proyecta el sufrimiento del alma humana de todos los tiempos. Se nota una cierta querencia hacia el misticismo iluminado. Es en aras de esta clarividencia de magnitudes proféticas que siente condolencia y piedad hacia las debilidades de la condición humana, impreca a las parcas o perora acerca del ser y de la nada en magnas perífrasis y antífrasis. Los poemas provocan una especie de trance etílico, corre por las venas del lector el flujo de una borrachera que no deja resaca.

 

Este aspecto dionisíaco es importante en el latir de la obra de este autor el cual reconoce “haberse bebido todas sus vergüenzas”. El vino es un demonio que a veces nos acerca a los dioses, responsable de la catarsis y del aborrecimiento del bebedor.  Rabelais, gran admirador de Villon y continuador de su obra, en “Pantagruel” fundaría la Abadía de san Theleme, donde se veneraba el Oracúlo de la Divina Botella, y cuya regla primera de la orden es hacer lo que a los frailes les de la gana con tan de un vivir dichoso. La cataplexia a la que conduce la ininterrumpida libación fuerza el ritmo con que se escancian los versos. A veces parece como si fuésemos cabalgando agarrados a las crines de un bridón a galope, que se pone de manos en la boca misma del precipicio, esquiva el obstáculo y acto seguido se entrega a un trotar reconfortante y plácido. Sabe conceder treguas al lector para que recupere el huelgo narrativo. Cada poema se convierte en una novela corta aunque sin pasar la marca de la lírica de los Minnesänger alemanes cantores del amor o de los trovadores cátaros. Eran trabajos para ser cantados con acompañamiento musical, tal como en la cuaderna vía con que nos halaga el Libro del Buen Amor, según la tradición del aedo helénico, que siempre se presenta en las justas poéticas con un arpa bajo el brazo.

 

Había que ser un maestro de la dicción y de la mímica para conseguir el interés del auditorio, mediante tretas del bufón o del “sot” patas de liebre  que aparecía en escena tocado con un gorro a colores verde y amarillo, volantines de malabarista y haciendo alarde de un cúmulo de recursos, pero el lenguaje que utiliza es un francés vivo, de la calle, que nada tiene con la retórica venidera. El renacimiento con su esplendor galante y refinado y luego el Barroco destruiría ese candor travieso que empapa los escritos de Chaucer, de Juan Ruiz, de Bocacho,  del Roman de La Rose. Nada de artificios ni sintaxis de rebotica. En los lais, baladas, estanzas, cruje la tristeza de las danzas de la muerte, el amor conquistado y en plenitud, nada de escarceos platónicos, o el sarcasmo de la burla. Los temas que trata tampoco son originales. Acude al procomún de la literatura clásica y de los saberes estudiados en las aulas humanísticas de Sorbona, pero los refunde y amaña con tanta originalidad y prosapia como pudiera haberlo ochenta años antes Juan Ruiz. Lo que pasa que la Castilla de los Trastámara era mucho más diáfana y rica que la Francia de Luis XI. Concejeramente, el tono ha de ser menos festivo y más elegíaco. Villon se distingue del Arcipreste porque en éste hay más desenfado, en aquél, más sarcasmo. En ambos casos la musicalidad es manifiesta, los motetes gregorianos de Villon se compaginan con las chanzonetas del Arcipreste y parece que al alimón cada uno desde su aventura temporal hacen burla de las demasías de una Iglesia corrupta y venal, el tráfico de indulgencias, los resabios demoníacos, las corruptelas de la sede de Pedro. Así se quejan de las felonías que cometen los pastores del rebaño. El obispo Aussigny observa un comportamiento análogo con el Cardenal de Albornoz. En el caso del español la sentencia fue más severa: trece años entre grilletes por cuestionar la norma del celibato ante la jerarquía. La verdad que a la luz de los anales al papado no hay por dónde cogerlo. Es una crónica continúa de daño tras daño, abusos sin correctivos. Qui custodiat custodes? El misionerismo y la prepotencia causaron estragos. Menos mal que hay clérigos alborozados que poniéndose el mundo por montera se atreven a denunciar los abusos del poderoso y a correr el gallo, aunque les toque también a ellos una parte de esa decapitación. Los dos al unísono, el díscolo preste alcalaíno y el novicio de la Sorbona festejaron damas, la suerte les sentó en el banquillo y acabaron amarrados en blanca, compartieron vivencias parecidas, los dos execran de la muerte en el mismo tono:

“Car a la mort tout s´assouvit”

Ello no es óbice para que la fe se mantenga firme en uno y otro, se santiguan cada dos por tres y comienzan sus retahílas con invocaciones trinitarias. Tanto Villon como Juan Ruiz celebran a la Gloriosa con versos eximios. Muy fuerte ha de ser la fe para no vacilar porque la esperanza de la resurrección entra en conflicto con el dictamen de la experiencia y lo que ven los ojos.

“Vivre aux humains est incertain/ et après la mort n´y a de relais”

La muerte hace correr el turno, el dolor sopla sus rachas, no hay treguas ni se concede cuartel en esta lucha. Tremendo es el precio que hay que pagar, mejor, no haber nacido; además, nadie regresó a contarnos qué hay detrás de la otra orilla. Procede entonces vivir sin pensar demasiado y pasarselo lo mejor posible. Villon es un vitalista que asume una actitud irreflexiva y resignada, se quejará pero no ultrajará a la vida como lo harían después Voltaire y Rousseau a los que el racionalismo les cerró los ojos. Ha apurado toda su honra en los jarros y jícaras de las tabernas de París. Su vida es un constante discurrir de sobresaltos y persecuciones pero no asume actitudes vicarias, su carácter nada tiene de tartufo. El elán vital oscila entre el arrepentimiento y la caída. Sus misereres tienen ese acento patético del canto de la sibila medieval. A veces su desolación es comparable a la de Job. Su cansancio revela una corriente existencialista. Adelantándose a Sartre, preconiza la existencia sobre la esencia y define a libertad no como una elección entre dos alternativas sino la condición misma del ser consciente que mediante esa capacidad de elección vuelve al ser, evoluciona y se realiza. Hay indicios de que está más próximo a los principios de la moral de situación del subconsciente ante la verdad tornadiza y que bascula a un lado o a otro a compás con un mundo en desarrollo que de los principios de un dogma inmutable. Por otra parte, en él encontramos al primer bohemio que se mofa de las peregrinaciones y del culto a las reliquias, adorador del grial eucarístico que expenden en los zaquizamíes, con ciertos parpadeos de un surrealismo precoz. Villon es un flautista, nada de torres de marfil ni compadrazgos. Hay que correr la sortija de Paris a Tours, de Burdeos a Orleans, sin hurtar el cuerpo a los navajazos ni el nombre a los horrores de la infamia, sumirse en la marea de la existencia, vivir con la soga al cuello entre dormir entre budiones y gorrones, chinches, moscas, y sanguijuelas, compartiendo techo con las mozas de partido, los desharrapados y malandrines del viejo camino real. Su escritura consigue un atabe para purgar la cañería, hace un registro de la gran cloaca, aunque no consiga relatar lo que presencia con la impavidez circunspecta de un Zola o de un Flaubert. Es cualidad de todo genio adelantarse a su tiempo. A veces la buena literatura se confunde con un descenso a los infiernos. El poeta comparte la tarea con el sacerdote que oficia un rito ancestral y con el chamán que lee los horóscopos o el sanador que hunde el dedo en la herida haciendo saltar la amarga ponzoña de la existencia humana. Lo importante es la garra lumínica de la tradición oral, pomo de las esencias que se vierte, a veces lirio sonoro que se deposita, un manojo de reflexiones al caer la tarde, cantos de vísperas que esparcen una melopea armoniosa sobre los trigos de la campiña. La voz de Villon hunde sus raíces en pasajes y perícopes de los sinópticos. La piedra al sumergirse en el estanque auditivo deja un rastro de alas cansadas que vuelan al infinito. Algo nos irradia. La poesía de Villon recuerda la estructura de un vaso sagrado que utiliza el santo beodo en sus libaciones. Se escancia vino amargo pero también malvasía. En él su autor bebe, vive y reza, pasa dejando una estela de salmos laicos. El zurrado por la adversidad y la incomprensión de sus semejantes convierte los versos en oración:

“Dieu, enveille ouir mon clameur”

Estamos ante un místico que vive la noche de su fe, llagado, cubierto de postemas, pero en medio del marasmo dando testimonio de su búsqueda, sufriendo con paciencia los embates de la crucifixión. Él es un producto de la erudición clásica, un temperamento muy francés, pero un poeta como éste no se podría generar en otra cultura que no fuese el cristianismo. Hijo de su siglo, asistía a los últimos arreboles del entrelubricán escolástico. La Edad Media tocaba a su fin.

Los ataques a la clerecía en todos los escritores cupulares que comparten trono en los cuatro grandes idiomas europeos son muy afilados. Ponen en la picota su lujuria, el apego a la riqueza, el “auri sacra fames” de los antiguos, las conductas deplorables y farisaicas de los curas y de las monjas. El cuadro que pintan no es amable: una iglesia simoníaca, metida de lleno en la política, los monasterios relajados.

 

Pero también cantan todos ellos al amor, fuerza perenne de la existencia, expresión del Xto vivo, y una señal de que el cristianismo guarda el secreto de la verdad y es fuerza perenne, pese a los malos ejemplos. Villon pinta con ternura el retrato de su adorada en la “Ballade du temps jadis”, poema de corte manriqueño que gira en torno al “ubi sunt” horaciano. ¿Dónde están todos ellos, en qué acabó todo, dónde están las nieves de antaño?, se pregunta el poeta, para, al cabo, prorrumpir en una larga queja contra la muerte niveladora, “pallida mors aequo pulsat pede pauperorum tabernas regnumque turres”, según el improperio contra ella del Mantuano, y la acusa de haberse llevado a Eloísa en la flor de la edad y a su amante Abelardo, aquel brillante canónigo de San Dionisio de París, al que por amar a la bella Eloísa castraron los cuñados; se interroga por el paradero de Blanca de Castilla, la esposa de san Luis (1.118-1.252), “hermosa como el lis, que cantaba con voz de sirena”. ¿Qué se hizo de tanto frenesí ? ¿Dónde está ahora Juana de arco?

“Et Jeanne, la bonne Lorraine / qu' anglais brulerent a Rouenne / oú sont ils, oh Vierge souverainne/ mais oú sont ils les nèiges du temps jadis?”

Por los pareados desfilan a continuación el papa Calixto, Alfonso de Aragón, el rey Arturo y Carlomagno, Lancelot del Lago y el Delfín de auvernia, el conde de Alençon. Algunos ciñeron tiaras y mitras, coronas, fueron concebidos en vientres de reinas y consiguieron la fama y el poder. Hoy ya dellos nadie se acuerda. El mundo no es más que una estentórea carcajada. A todos, pobres y ricos, diadocos y emperadores, la púrpura y el arambel se darán cita en la triste fosa. A todos ellos les envuelve el refrán de “ou sont les neiges de jadis”.

La vieja cortesana añora sus encantos de juventud ante el espejo, pasa revista al ayer preterido y se le vienen a las mientes todos aquellos que le gozaron y hace un repaso de los rostros de sus amantes: un cura, un escribano, un obispo, mercaderes, prebostes, insignes magistrados a cambio de un poco de oro. El amor sólo pasa una vez. Después se vuelve mercenario. Con lágrimas en los ojos la vieja marchita se acuerda de aquel hombre al que quiso y por el que sería más tarde abandonada. ¡Desengaño fatídico! Primero fui venternera loca del placer por uno que me gustó y luego por dar gusto a todos me convertí en ventanera de la profesión. La celestina de Villon se parece poco a la dicharachera comadre de Fernando Rojas, pero la sensualidad es parecida. Ella también se ve vieja e inservible para el trato torpe, los pechos resecos, el vientre caído, los brazos tiernos de ayer, hechos solamente para los amorosos lazos, hoy le caen péndulos, ya carecen de fuerza, la crija en barbecho, las nalgas, antes tiernas y ahora flácidas, y el pequeño jardín del monte de Venus antes rojizo y lozano, ahora cubierto de hebras de ceniza, un cornijal baldío. Hay en la descripción un perfecto conocimiento y hasta un regodeo con la anatomía de la femenina, sin echar mano del embozo ni del eufemismo. Los años pasaron implacables estampando sobre la carne lozana el sello de la vejez antesala de la muerte, que ante tanto estrago sigue la ex bella añorando sus afeites y donaires, aquellas ancas anchetas, los puntiagudos y prietos senos y aquella vagina (sardinet) dotada de labros retráctiles para no dejar escapar a lo que más quería, los muslos en sintonía con lo demás, por ser mujer de buenas partes, y aquel culo respingón para la navegación viento en popa; las caderas se han caído y aparecen moteadas sospechosamente.  Fue así como la beldad se transforma en sota. La que antes moraba en los palacios se esconde en un ínfimo tabuco donde permanece arrebujada en su chal junto a un fuego de hebras de cáñamo, símbolo de la muerte que se peina sentada en las riberas del Leteo, su melena de esparto. Hijas de la vida y del amor, contemplad el destino que os aguarda, sacerdotisas de Afrodita, la vida pasa pronto, gozad de ella lo que os cumpla. Villon aconseja a todas las doncellas que no pierdan ripio y que se diviertan, que no se conformen con un hombre ni con dos. Pero está hablando con sarcasmo pues refiere que locos amores vuelven a los hombres bestias. Por una mujer perdió Sansón sus fuerzas y David de Dios ganó malquerencia, una gaita y una mujer destronaron a Orfeo. A causa de ellas el cancerbero anduvo a cuatro gatas y Narciso en un pozo hondo se ahogó, Amon forzó a Támara, una mujer hizo borracho a Lot. No hay fuerza igual cuando en el corazón del hombre se entromete. saltó por los aires la devanadera Herodías y rodó por los suelos la cabeza del precursor. “Y a mí, François Villon - confiesa- me urdieron a una viga de molar para moler el trigo en más de una ocasión por una bella cuyo nombre me resulta más dulce que la miel, Catalina de Vancelles, aunque sea amargo el recuerdo”. El tropo del cura al que unos salteadores mandaron moler unciéndole a la rueda cuando le hallaron en coyunda con la molinera en la Noche de san Andrés se repite con frecuencia en la narrativa de tradición oral. Parece ser que Villon lo aprovecha y no le importa atribuírselo a sí mismo. Los recuerdos agridulce se repiten mientras pasa revista a todas las historias de amor, del que tuvo su lote asignado, como todos los hombres.

 

Sin embargo, la harina es ya sólo ceniza. La muerte, he aquí la moraleja, venga los desdenes del amante despechado. Al obispo que lo aherrojó nunca lo perdone y formula el deseo de que se pudra en los infiernos el tal Teobaldo de Aussigny, que pruebe de su misma medicina y conozca lo que son las mazmorras, el tormento de la gota en la cabeza, el ecúleo y los garfios y como mínimo le desea al inicuo prelado algunos de los malos tragos por los que él pasó.

 

Pero Paris bien vale un misa y de la panza sale la danza -son frases suyas-. Bebamos y que en salud nos tenga la Santa Trinidad y bajen de los cielos los nueve coros para acogernos bajo el ala de su protección. Tiene palabras tiernas para su padre biólogica y para la madre de cuyo vientre brotó y hace la consideración de dejar su cuerpo a la tierra de la que nació. Otorga albacea de sus versos, triste afán, que ecos serán de lo que en este mundo un hombre ha padecido. Al sepulcro torna desnudo como en la cuna. Quiere que sus libros, preciado tesoro, se los quede su amigo Guy Tabarie, así como sus cuadernos manuscritos que esconde en un cajón debajo de una mesa (le indica el lugar).

 

Y en medio del lodo, la perla. Después de estos consejos a las mozas de París, tan poco edificantes y sus transigencias con los placeres mundanos que pondera, surge la voz dolorida del reo humillado y escarnecido invocando la compasión y el perdón de la Mujer Fuerte, fuera de toda mácula y escarnio. La genealogía o árbol de costados de Villon se incardina en esa bendita devoción de las gentes de los siglos medios por la Señora, que hay que retrotraerla a las composiciones caballerescas de Jean de Meung en el “Roman de la Rose”, del puy romántico y cofrade de las asociaciones creadas para honrar y servir a la Virgen, espejo de virtudes donde se miran cumplidamente todas las damas. El influjo cátaro de los que buscan la pureza se hace perceptible en esta balada a Notre Dame, uno de los más bellas loas que se conocen del sentir medieval. La implora como “regente, eterna, emperatriz, triunfadora de las fuerzas del averno y depositaria de la fe en que vivió y desea morir.  Pondera su casi omnipotencia por haber conseguido deshacer el pacto del hombre con el demonio y le ruega, detalle galante, que tenga a buen recaudo el alma de su amada que yace en san Saturnino de Saucemes, para, a renglón continuo, cambiar el tono solemne por el jocos, y encomendar a “una damisela de nariz torcida, que en la tierra conoció y espera encontrar en el paraíso, la muy puta. Hasta rezando le brota a Villon el genio por las orejas, a medida que van saliendo de su plectro sonoro chispazos de frases felices. Errante, se queja de su mala suerte:

“Trotter m´en faut en fuisse et deshonneur”

en su planto se queja de la traición de una mala amiga, falsa belleza, cuyo goce siempre cuesta caro, era mujer dulce y taimada al mismo tiempo, un amor duro, martillo y yunque de sus tristezas. Pero llegará un día en que la balanza de los años- tempus edax rerum-, basculandolo todos con sus sistema de pesas y medidas implacables, pondrá el contrapunto, nivelará las cosas con su fiel implacable “yo seré viejo y tu fea y sin color, en llanto se convertirán tus carcajadas”. La amada beberá el cáliz del desengaño mientras sus dedos, ya marchitos y tumefactos, acaricien las cuerdas del laúd para tocar el “De profundis”. Le queda otros amores en el tintero “cuyo nombre no pronuncio porque el recuerdo de su rostro me punza los tuétanos a cada hora”. Prorrumpe entonces en un apóstrofe patético contra la muerte.  Es una de las reflexiones funerales más profundas que hayan podido salir de labios humanos. “Eramos dos y un solo corazón teníamos; la muerte nos separó. Desde su partida me habita su memoria, mirad cómo soy un cadáver ambulante”. Ahora habla en serio, nada tiene que ver este Villon patético con el bufón ristolero de otras ocasiones, cuando golpea los compases de su danza macabra. No olvidemos que este su legado, el defroque de un poeta pobre y encarcelado, que está diciendo adiós a la luz del día. Le había tocado vivir tiempos apocalípticos. Las guerras habían diezmado castillos, villa y lugares y a causa de las epidemias por todos los caminos se acollaban montones de cadáveres, lo que no es obstáculo para esa sed de vida, el desenfado y el amor profundo a la naturaleza. Alterna la tina de maceración con el horno de las carcajadas. Así pensaban sus coetáneos y así lo hace constar en sus versos.

 

Al hincar hondo sus afilados caninos de moralizador sobre el entorno que le rodea hizo presa certera. Ridiculiza a aquel París poblado por escolantes que se divertían iniciándose en una falsa ciencia, por hidalgos de gotera, mujeres de la vida, prebostes cornudos y magistrados corruptos. Pero sobre todo afila sus críticas contra la Iglesia. El falso misticismo le subleva. Para Villon el cuerpo y el alma constituyen partes de un todo hasta tal punto que la santidad puede ser consorte de la bacanal. Esto es muy medieval: el espíritu está pronto, la carne, flaca; el hombre ora y peca. Se refiere a las orgías de los frailes y monjas iluminados de un conventículo, el de los Thulipin, que se hicieron famosos a raíz de la reforma franciscana, y que al final formaron secta. Siguiendo las enseñanzas evangélicas sobre el despego a los bienes seculares y a las prédicas del Santo de Asís acerca de los desposorios con la Hermana Pobreza, vagaban desnudos concejeramente desnudos. A sus misas  asistía mucha gente.  Terminaban en porno duro. El amor era para ellos ultima ratio.

 

Tampoco podían faltar en esta acerada crítica a los desmanes del clero las alusiones a los curas borrachos. Como aquel abate Clochart al que observa temulento y de andares vacilantes camino de coro a cantar vísperas. A él le dedica un bello epitafio. Esculpe los bajorrelieves de la vida parisina con cuadros costumbristas en los que se percibe a veces el trazo del delicado pincel y otras el brochazo de sal gorda. El zócalo que talla en esta visión de conjunto conserva la frescura del primer día. Los personajes que retrata parece que se mueven todavía por los aledaños de Pont Neuf. Todos ellos se expresan con el mismo despejo con que lo hacen las serranas del Arcipreste o los peregrinos de Chaucer, estos últimos no han perdido aún el acento cockney. Triquiñuelas de pícaro, besos y caricias a tanto por barba, garsinas y hurtos, que denotan la experiencia del hampa que tuvo su autor, cruzan las páginas. Los niños abandonados debieron de ser plaga, por lo que tuvieron que quedar abiertos en la capital tres hospicios. Su humor tiene también aires de expósito, utiliza un argot incisivo, aún reconocible en la germanía de los bajos fondos que son la elocuencia del francés de Montmartre y de Pigalle, jerga de la banlieu y de los burdeles, de los calabozos y del “trottoir”, un trallazo de espontaneidad en pleno rostros que nos recuerdan al viejo coquard de maneras peregrinas que fue Villon.

Ítem más, prosigue la donación de los efectos personales de su Testamento, y deja a los frailes mendicantes, a devotas y beguinas una buena sopa jacobina “para  después, tras las cortinas, hablar de contemplación”. Hay una alusión a las consecuencias de tales reuniones de camaradería espiritual. Quedaban preñadas las monjas de estos conventos y nacían niños de padre no reconocido. “No haya hijos enechados de padres putativos que a los que procreó les done Dios su galardón”. Una visión de abusos deshonestos en círculos consagrados que son tema de actualidad hoy. El estupro y la violación siguen siendo males endémicos en las diócesis africanas Ver los periódicos del día de la fecha, 23 de marzo de 2001 en la que escribo con las declaraciones de Navarro Valls, portavoz del Vaticano sobre la materia. El pulsar temas inherentes a la condición es una de las peculiaridades del escritor genial. Los problemas del celibato en el rito romano son más serios de lo que parece. Se le plantean a la Iglesia del siglo XXI como también se le plantearon a la del medievo. ¿No sería necesario un reconocimiento de mea culpa? También los hay, almas perdidas, que han convertido el cristianismo en un problema de bragueta; y eso tampoco es. Chataubriand, el envés de la moneda de ese descoco tan francés, ya advirtió que ninguna otra religión hizo tanto por la dignificación de la persona, la libertad, el arte y la literatura. Vaya lo uno por lo otro. La irreligiosidad impía siempre ha batido el muro por su flanco más débil, el de la carne humana vaciada en el molde del pecado y la flaqueza, el mal ejemplo de los pastores de la grey.  El estigma puede ser la clave para entender el misterio de que, a pesar de los cismas y herejías, los prelados indignos, la Barca de Tiberiades no haya dado de través, por más que parezca que a veces navega sin rumbo viento en popa hacia los escollos.

 

A medida que avanza el poema se va convirtiendo en una gran morality con resabios de danza macabra. Pasa revista a los hombres provectos, barrigudos, avinagrados y sin simiente que añoran el tiempo que pasó. Lucha generacional, la descolocación moral e intelectual que tantos padecemos. Su delito es no atenerse a la máxima del “tempori parendum” (acomodo a los tiempos) del clásico. “Y por culpa de una puerta yo perdí una huerta y diez halcones”, dice. “Y hubo una mujer que me puso en traza de caminante”. Catorce puds de vino pellejero le quedó a deber a un mercader de Saint Denis. “No se los pago. Así pierda la razón y me atragante”. Sin embargo, con su visión profética, no deja de lamentarse por las muchas casas que se pierden por el vino. Así el pobre Clotart, a causa de su afición al tinto, se bebió su colación de Notre Dame, murió prematuramente.  Cien sueldas dejó éste de su beneficio a un tal Clotart. Pero el viento hace la pluma, no es cosa de lamentarse. Unos vienen y otros van. Unos bajan y otros suben.

 

Menos convincentes parecen sus conocimientos alquimistas, aunque no es improbable que también practicara la quiromancia, pues, como no podía faltar en cualquier centón medieval, mienta a la piedra rejalgar, el oropimienta, y el oro obrizo con que se fabrica la piedra filosofal. Al erebo se vayan todos los magos.

 

Al amor de un brasero sentado en un sillón de pluma flojel bebía hipocrás (vino con miel) un afincado del buen pasar y socio de la buena vida. A su vera estaba Sidonia. Ambos cantaban y reían, jugaban a las cartas, tocaban el arpa, y, cuando cansaban, se hundían en los brazos del amor, “que yo les espié por el cancel haciendo marranadas y supe entonces que no hay cosa mejor en esta vida que retozar hombre y mujer a cualquier hora del día bajo el agavanzo o detrás del rosal”. Es la sátira de Frank Gautier en la que ridiculiza la norma de la apartada vida que preconizara Horacio en su “Beatus Ille”. Pero Villon pone de manifiesto las contradicciones en esta huida del mundo y las enseñanzas de Jesús. También escarnece el relajamiento de la vida monástica. Es el tema eterno. El abad come de lo que canta y mi olla, mi misa y mi María Luisa. Aquí lo mejor es hacer lo que uno le dé la gana. “El “Panurge” de Rabelais, protagonista de “Pantagruel” y, que según la crítica, está inspirado en Villon, va a dar la misma tasa. Ambos autores inician la corriente anticlerical que va a desembocar en la pluma mojada en ira del inclemente Voltaire, epítome de ese descreimiento, rezumando el veneno de una irreligiosidad inveterada,  tan francés. Francia es la génesis de la Iglesia romana, al tender el puente bisagra entre los cultos sincretistas a los dioscuros bárbaros o las creencias gimnosofista con una religión que tuvo al crecal hebreo como árbol padre pero que dejó de ser totalmente judía. Se alcanzó la síntesis entre la paganía y la soteriología mesiánica. El genio francés siempre se decantó hacia la síntesis. Por eso Francia fue de antiguo la hija predilecta de la Iglesia romana. A veces se ha comportado, sin embargo, como la suegra respondona. 

 

Malos ejemplos, escándalos, miserias. De poco sirve que madame Bruyères vaya predicando por las esquinas de Saint Denis predicando la vuelta a la pobreza con una biblia en la mano intimando a las mujeres descarriadas la necesidad de la conversación a Jesucristo. Ellas le respondían:

-Andad, que ya estamos perdidas. No queremos que nos encierren en un convento para solazar a los frailes carnívoros. Dejanos en paz, vieja bruja. Somos mujeres decentes, aunque nos llamen de la vida. A otra parte con tus sermones contra la salacidad. Que primero se conviertan ellos, que adquieran buenas costumbres, empezando por el papa y los cardenales.

 

Pese a las exhortaciones a la morigeración, a la continencia y una vida austera, Paris siempre tuvo esa tradición de ciudad alegre y confiada, punto de recalada de la buena meretriz. Tenían por costumbre batir la calzada en las dehesas pasado el Sena; las tapias del cementerio de San Medardo eran su lugar de trabajo favorito. Precisamente allí al correr de dos siglos un diácono jansenista haría milagros. Decían que levitaba, que resucitaba a los muertos, que curaba las enfermedades, que adivinaba el porvenir.  Todo resultó obra del maligno, pero París es desde entonces la Meca de las ciencias ocultas y del esoterismo, polo de atracción de saludadores, videntes, astrólogos, ensalmadoras, etc. El osario de San Medardo pilla cerca de las aulas de Sorbona, que comandó desde un principio no sólo la enseñanza de las artes liberales sino los saberes herméticos, que tuvieron, como dan los autores por sabido, orígen en la Orden de los Templarios.

 

Es la metropoli de la ciencia del amor y en el ámbito de la prostitución el rompeolas de la vida alegre. En sus burgos se fundaron los primeros hospitales de venéreo, los primeros hospicios y los centros de arrecogidas. Venían de los más remotos lugares de la tierra. A todas ellas las cantó Villon en sus versos: españolas, catalanas, valencianas, flamencas, griegas, turcas, romanas, piamontesas, borgoñonas, irlandesas, inglesas, alemanas, saboyanas, sicilianas, griegas, bretonas, húngaras, danesas, de la Lorena y del País de Oc.

 

El chancro del fementido mal gálico tuvo a la Ciudad Luz como centro de contagio, porque de París partían todos los caminos, incluso el jacobeo, y, para putas por buenas que las haya en Roma, las mejores, las de París. Ya que no hay mal que por bien no venga, la atención a los apestados sentó las bases del encauzamiento de la Medicina práctica. Es para atajar la epidemia que se abren los primeros lazaretos; asimismo, las casas cuna para niños abandonados. La demografía cubría los efectos desastrosos de las guerras de los Plantagenet y los Anjou merced a estos nacimientos sin pasar por la vicaría. Pero no extrapolemos tampoco las cosas.

 

De modo que para yacer y holgar, París y también para sanar de las pegadizas miserias. Esto es lo que han creído al menos los ingleses que inventaron nada menos que el preservativo  acorazado, en precaución contra el azote gálico, cuando pasaban el Canal en son de merodeo amoroso, y lo bautizaron con el nombre de “French letter” (carta francesa). A contramano, los francés llamaron de siempre al cordón “lettre anglaise” (carta francesa). Un epíteto y un antítodo cabe en la figura. Y donde las dan las toman.

 

Las monjas dominicas de san Jacobo tenían la piadosa costumbre de abrir las puertas de su monasterio a las muchachas vagabundos y a sus hijos fornecinos, pero, atención, no todo era caridad en esta práctica, sobre todo cuando frailes licenciosos se injerían y hacían valer sus derechos de pernadas. Andaba en lenguas que este centro conectaba por pasadizos subterráneos con dos conventos de la Regla de san Bruno y la de san Celestino. Los cartujos, monjes blancos y los celestinos de hábito negro, a veces haciendo caso omiso del edificante ejemplo de san Antonio, que superó este tipo de acosos, caían en la fragilidad de la carne, máxime, cuando la tenían tan cerca, al cabo de un túnel de pocos metros. So capa de patronazgo espiritual y de llevar al camino recto a las pobres inclusas a veces se descarriaban ellos. Cuando parían arrojaban el fruto de sus amores al Sena o eran obligadas a abortar, ya fuesen beguinas, ya monjas espesas. ¡Ay si hablaran las aguas de este gran río de París!

 

Lo malo es que el monasterio de san Jacobo era el primer jalón de salida de las peregrinaciones a Compostela en la Francia medieval.

 

Viene a la conclusión el autor de la “Balada de los Ahorcados” y del “Testamento” que la vida misma semeja como a una gran mancebía, de la cual pocos escapan. La soga del vicio tira del cuello del hombre hasta las aguas del pozo de los bajos fondos; así con un pie ya en el estribo pasa revista a los momentos de disipación, al tiempo perdido en devaneos, a sus estragos de crápula. Aquí sus versículos alcanzan un alto grado de sinceridad y de emoción.

 

Es la melancolía humana puesta a trabajar y darle vueltas a la cabeza, la tristura postcoital de la que hablan los psicólogos, pues la búsqueda del placer no depara la dicha, a decir de los moralistas:

Je suis paillard, la paillar me suite/Ordure aimons, ordure nos suite/ nous defuillons honneur, il nous defuite./ En ces bordeux oú tenons notre état.

 

A gente menuda, pequeña moneda. A los bulderos, nunca. Sin solución de continuidad cambia el tono y el tema, en la mejor tradición de los compositores del “sermon joyeux” de los provenzales, parodia de las homilías, que tuvo tan alta raigambre en la literatura cristiana y que recorre todos los cromos del espectro hasta llegar a bien entrado el Barroco. En España el “Fray Gerundio” del P. Isla es un ejemplo. Tunde las costillas de los simoníacos y de aquellos predicadores especialistas en la recaudación de dineros para obras pías - equivalentes a las o.n.g. del momento que encubren tan turbios manejos- y que iban a parar a bolsillos poco escrupulosos. Por tales calendas Sixto IV estaba embargado en la campaña de reconstrucción de la Basílica de Letrán, sobre la cual el Vaticano afianzaría sus cimientos. Con la limosna de los fieles fue erigida la Capilla Sixtina. ¿Arquitectura simpar a cambio de los fondos reservados? Los papas también recursos sutiles y poderosos para meter mano al cajón con bulas a cambio del dinero de la corbona. Villon protesta ante el escándalo de las indulgencias que permitían comprar el paraíso a trueque de unas pocas monedas. El vidrioso asunto de comprar salvación centra también la línea melódica del “Pardoner´s Tale” chauceriano y es el tema aquí de la “Balada de la Buena Doctrina” librada en traza alegórica: los lobos de Gargantua apacientan la candidez del rebaño místico. Bien es cierto que balan un poco pero sólo saben decir be. También los ruiseñores acaban en la olla. Paz por territorios, el oro y el moro por la vida eterna. Él no se muerde la lengua. A los curas y a los frailes les tacha de monederos falsos. Ojalá ardáis todos en la flama eterna, por falsos, perjuros, ladrones de nuestra fe. ¿Adónde van a parar el fruto de vuestra rapiña? A la cantina y a la burdel. ¿Y de lo que te dí? Con putas y rufianes me lo comí. Invoca para estos farsantes el castigo de Sodoma y Gomorra.

“Tout aux tavernes e aux filles”, reza el refrán de la última estanza.

 

El tono chancero de “sermón alborozado” o chanza parenética del principio se convierte en fúnebre lamento cuando hace manda de sus quevedos leguleyos al hospital de ciegos de Paris en la confianza de que este efecto personal les sirva de algún provecho, porque aquí los invidentes columbran la verdad mejor que los que alardean de buena visión y recuerda el pasaje evangélico de que los cojos andarán algún día y que el ciego que nada ve recupera esta facultad. Su visita al cementerio de la Ile de la Cité es uno de los pasajes lastimeros.  Ve una danza macabra en el osario. Calaveras y tibias se han puesto de pie para marcarse una pavana. Se oye el estridor, mediante la onomatopeya, de los esqueletos. Miradas macabras, cantos tenebrosos, y un avanzar en procesión penitencial de la estantigua. Caronte aguarda. San Miguel afila sus armas y se dispone a hacer funcionar la romana en que serán pesadas las almas. Al fondo, el movimiento espectral de las olas del profundo lago. Allí la virtud será recompensada y el vicio castigado. Los pecados infinitos hacen inclinarse del lado izquierdo las pesas de la báscula.

 

Los esclavos de Satán oirán el sortilegio de los réprobos: id malditos. Mientras, la hueste de la derecha comenzará un canto de alabanza que durará la eternidad. Serán conducidos al cielo mientras los préditos se hundirán en los abismos del tártago infernal. Ya los diablos les acogen. Vanidad de las cosas del mundo, fugacidad del placer, inanidad de las riquezas; eso es todo. El dalle de la muerte cortará a todos por un único rasero. Entonces sólo valdrán las buenas obras. En las vueltas de peonza del rodillo igualitario se confundirá el rico y el menesteroso. A todos aguarda el mismo fin. Es la democracia sin más hasta sus últimas consecuencias.

 

Que fue clérigo y que estuvo ordenado de menores lo demuestra la copla 172 en la lega su beneficio de simple tonsura con facultad para decir misas secas, que no llevan mucho aparato ni preparación intelectual, a un tal Chappelain, sobre el que resigna su curato, pero no le da facultad para que uso de cura de almas -otro nuevo retruecanos- ya que él sólo tuvo por costumbre “confesar únicamente a azafatas y damas camareras”. De paso le dice a Juan de Calais, que heredará sus versos que podrá castigar el texto, cortar, podar, añadir, pulir a su placer. Debía de ser una costumbre juglaresca porque Juan Ruiz dice lo mismo de sus cantigas. No le importan demasiado los derechos de autor. El mester de juglaría siempre será patrimonio del pueblo.

 

Pedirá descansar en Santa Avoie (el cementerio del mosto), la casa postrera de vagabundos y borrachos, pero que antes se le haga un retrato de cuerpo entero, las dimensiones no le preocupan. Quiere que la memoria sea: “aquí descansa un retozón” con el siguiente epitafio:

“Descanso eterno dale a él, señor/ y claridad perpetua/ aunque no valiera lo que un plato y escudilla ni brizna de perejil/ Le desplumaron bien, jefe, en esta vida perra/ igual que a oveja lo esquilaron/ Rigor extremo lo envió al exilio/ le cutieron bien del culo la piel/ a pesar de haber dicho que apela./ No hay palabra más sutil/ Mas descanso eterno dale a él.”

 

Que Dios le coja confesado. Suplica a Dios una hora corta y al verdugo maña certera, limpieza y rapidez para que en la toza no le haga padecer. Estaba en todo, a lo que se ve, hasta el punto de ponderar quien puede ser su mejor esbirro. Cita al respecto los nombres de Martin Bellefaye, al señor de Colombel. En caso de que estos dos se excusasen, da la comisión al maestro Jacques James o al propio Philip Brunel, que, aunque brutales, son todos ellos temerosos de “Dieu, Notre Seigneur”. Ningún rencor los guarda. A todos los quiere bien y que el cura que le asista en los últimos momentos sea Thomas Tricot, que oficiaba en la diócesis de Meaux, compañero de  fatigas y de aula y que mucho bebió a su costa, y que por lo visto era un buen echador de cartas. por último que se encargue de los blandones y el sudario a Guillermo de Rue, su compadre y que era experto en vinos. Yo les doy a todos las gracias que se va acabando este loco frenesí. A los cartujos y celestinos, a los mendicantes y a las devotas, a los que viven de gorra y a los claque patines ( los de la clac teatral), a las chiques pizpiretas, a las que llevan la justa corta (picos partos) y a los cuidadores del amor transidos y a los que sin dolor calzan las botas gualdas (cornudos). A todos les digo “merci”. A las púberes muchachitas que muestran sus teticas, muy hospitalarias ellas de por sí. A los ladrones y camorristas, a los bateleros del Sena, tocados de su marmota. A los locos y a las locas. A los zotes y a las sotas que muestran su arlequín. Se los ve y la gente empieza a silbar

 

 

 

 

 

Si en el hall hay flores hay planchadoras las habitaciones y vino calidad que habremos de repartir la víspera ramo de la niña ramo de la novia oeluquería y encargar las flores planchadoras la alernativa del hotel y qué bien escribía yo entonces seis habitsacopmes dos para el dia quince y el resto para el doce. Que el vino sea de claidad a ser posible rioja autobús y taxis y el cubierto costaba 541 pesetas encargar para unas cien personas y a mí me peinó magdalena hotel viaje de novios ir a ver a don bienve poberle la baca al coche llamar a juanjo. Bajaron los angeles y oi la musica de tru nombre y de tu voz pura como un brote. Anita fue la que mellevó las arras delegación calle sagasta de la floristería con el sello de pyresa. Entrevista a solas en el hotel Chelsea Gibraltar trema gordo. Diplomática writer Association. Preguntas a lord carrington imn the recent statements made by de soviet writer solzhenitsyn it seems that the western democracies are in danger. Could you please tell us the point of view on the subject. Cpmnsodering the soldier side of your carrer so to speak dou you think that the west posses the sifficient fortitude to reppeal an attack using conventional weapons. The questions of spain and te eec for many spaniars in high office the attitude taken by british politicians seem to matter a grat deal. Here is the visit of edward heatrh to spain which seams to have carried a lot of success I believe he has spoken favoraubly of the spanish entry in nato and the common market would uyou be in line with mr heath. Spain a grat britain have played a role in history whcich not necessary was always in the best of terms. There might have been a lot of shortcomings and a great deal of obsessions and lack of understanding as a consequences of this it maybe belñieve that spain is waek and in a permanent turmoil. Nevertheless after the visit of areilza to london relations seem to have improved. There is also theproblem of gibraltar always lagging behind sand difficult to solve. What do you think my lord. Is there a solution you can find in Gibraltar?. Youy hsave been described as one of the henchmen and I quote certain reports. Y me fui a mi casa pero estos escritos revelan un pulso firme y un toni parra esperanzafdo. Do you back wholehertedly mrs thatcher? If so could yopu assess the possibilities of tories to the genral elecyio. It is said that gb is in a middle of a great crisis. There is an eropsion of values and certain undermining of conficence that might be a crisis of democray in itself? The powewr of britain from the military point of view seems diminished. Seem things so bad as Soljenitsin says? Do you think tha Callagham and the labour party will operate the miracle?. Norther Irland  is described as the greatest problem of this copuntry oin the other hand what to do to get rid of the terrosist problem. Do you think that good soldiers could be good politicians and viceversa ? who is the modern heroe you admire most? What is the upmost of a good politician? Hobbies? What do you think of general franco? And of king juan carlos?.  You belong to a branchj of british aristocracy wchich seems to get well with spaniards. Cosas que hacer. Fotocopias. Nano. Leche de la niña. Azucar. Cambiar dinero carta al homew office medico bicicleta fotografías máximo cuchillas de afeitar. Londres o mejor dicho south ken tan llena de millonarios y de duendes que regresan a ella asostener sus coloquios sus tenidas. Palabras y gestos ante el espejo. Estas eran palabras de pitonisa la voz autirizada del oraculo. Sin querer habiamos establecido una relación estrecha de invidentes que se acercan a la luz por primera vez. Es mis avison un espectro mismo. Había alazado las manos y sus dedos largos deprecantes asnte el altar de delfos tampoco acertaría yo a afirmarlo pero puedo asegurar que durante los años que llegue a a habitar en el bajo de aquella casa me despertaron extraños ruidos como vaivenes pisadas esporádicas en las salas de arriba el arrastrar de cadenas y un griterio y como maullidos de gato durante la noche. Y yo trataba de obtener una visión al menos una visión de lorf kelly el anterior inquuilino una entrevista  y esos fueron mis barruntos. Huronear bizarría del pensamiento. Los libros la bizarría del pensamiento la erudición de la inyteligencia. Esquividad.. había muerto algo así como unos quince días antes de venir yo a roland gardens. Anuncios en el times días lluviosos y èrversos. El pobre conde kelly vivía aquí pero se fue a morir al hospital. ¿Le apetece un pòco más de cherry la dueña avisson hablaba a borbotones farfullando las plabras trompicando los conceptos. Los años nunca perdonan

 

                El Testamento de François Villon

 

He aquí otro de los enigmas que aparecen de vez en cuando en literatura; un caso extraordinario de acucia periodística y de penetración psicológica transformado en arte desgarrado de cantar y de contar haciendo alarde de una perfección formal exquisita, que fija las reglas de la lengua francesa. François de Montcorbier era huérfano de padre y madre. Un sacerdote por nombre Villon lo acoge en su casa y le da los apellidos.

 

Este literato que vivió en escritor perseguido, sin conseguir nunca escapar a los sobresaltos de la vida infame, es uno de los grandes monstruos de la edad media, junto a Chaucer, Bocacho y el Arcipreste de Hita. Sin duda el más complejo de toda esa saga, representa sin duda su poesía la épica y la lírica en sus esencias primordiales. Sin que los estragos, cárceles, latrocinios y cuestiones con la justicia y toda la malandanza de su vida personal lleguen a empañar el esplendor de su arte. 

 

Quizás Villon sea una demostración del dicho de que los buenos sentimientos no hacen buen escritor; tampoco una existencia cómoda y regalada se impone a la aparición de un genio. Villon vivió con el infortunio royéndole los calcaños, huyendo de corchetes, en broncas, riñas barajas, golpes de mano, que la necesidad y el vagabundaje le llevaron a latrocinios y otros lances de poco decoro. Su estragada  existencia transcurrió en medio de sobresaltos camino de la horca. Adoptado por un canónigo de la iglesia de san Benito, estudió en La Sorbona donde no llegaría a obtener el grado de maestro en Artes, aunque es posible que estuviese ordenado de Menores, algunos le suponen sacerdote, el dato no consta en su expediente.

 

De su vida y andanzas conocemos sólo a través de los archivos judiciales por diversos procesos. Estuvo encausado por homicidio y por robo. Condenado a ser colgado en La Bastilla, salvó en el instante cabero. Bajo la bipenna del verdugo y cuando ya reclinaba el reo la cabeza en la toza del degüello un heraldo trajo el indulto de amnistía firmado por Su Majestad Luis XI. Fue como un lance de película de Hollywood, pasó en la vida real.

 

 Con la clemencia regia vuelve a abandonar París y se le pierde la pista. Había escalado los peldaños de la guillotina, su fama estuvo en la picota y vivió en la ignominia. Su obra, todo un prodigio grande del arte eximio, nada tiene que ver con las flaquezas de una azarosa existencia individual.

 

François Villon debió de ser clérigo pues refleja en sus escritos las miserias de la jerarquía y de la sociedad parisina de la mitad del quingentésimo a la que fustiga con estro acerbo “ex nuce et in cute”, por dentro y por fuera, por delante y por detrás, por arriba y por abajo. Si Chaucer, cien años antes, dirigió su crítica contra la Iglesia y los estamentos burgueses de Londres desde la alegría de vivir y la inconsciencia de un cockney que viaja en la compañía de toda una cuadrilla de vividores y devotos cabalgando hacia Cantorbery para obtener el perdón y la indulgencia de sus pecados, armados de reliquias y exvotos de extracción dudosa y que al final del día se reúnen a contar historias, casi siempre verdes, en un mesón del camino ante una jarra de cerveza, y si el Arcipreste de Hita tira por el mismo camino de ligereza y de euforia amorosa, Villon es mucho más profundo.

 

Sus versos expiden angustia vital y  acedía, acaso justificadas por la dureza de su vida y las amargas experiencias en las que estuvo implicado, pero este mismo aporte lo coloca en un sorprendente podio de modernidad. Villon recuerda a los existencialistas de la margen izquierda del Sena. La cuestión social, las injusticias y atropellos del poderoso, las poco ejemplares conductas de abates y obispos, el veleidoso amor causante de tanta amargura y fastidio, no representan más que un problema periférico a su filosofía obsesionada por la muerte y el más allá. Le abruma el absurdo y la sordidez del ser abocado a la nada. Villon es más trascendente que Chaucer, más universal que Juan Ruiz, escribe en argot y es un poeta urbano, y, más místico que Bocacho, lanza un grito de desesperación desde el foramen del pozo de la Samaritana. Le pide a Xto que le dé de beber, pero éste no le contesta, porque no hay pozo, ni agua, ni brocal. Sólo el gran silencio de la noche de la fe. Viene a decir que el silencio de Dios refrenda el argumento de su inexistencia.

 

No habla porque se siente culpable de haber puesto en planta un mundo tan injusto y caótico. Si se presentase a uno de los entonces consuetudinarios debates de la Sorbona, a lo mejor perdería la puja y se quedaría sin razones que esgrimir entre sus manos contra aquéllos que desde el comienzo del mundo lo increpan, rebaten y dudan de su existencia. En una de las sesiones de paraninfo con silogismos, ergo, et nego minorem subsumptam, el buen Dios saldría derrotado de su disertación con cualquier domine de poca monta, incluso con un bachiller bisoño en teología. ¿Por eso se va, se oculta? ¿Es que no quiere discutir?

 

Pocos se atrevieron a decir tanto.

 

 El concepto de divinidad obsesiona a Villon, el mundo que le rodea trae de cabeza a este padre de la canción protesta. Su nombre lo invocaban los cantautores del 68 de voz desgarrada, flores en las orejas, una guitarra entre las rodillas y en la boca alguna de sus famosas cuartetas en adaptación de Jacques Brel, sus canciones animaron las algaradas del Mayo Francés. Se interpretaron el Pedo del Diablo, La Vesse. Desengañate, hombre engreído, no eres más que mierda, vienes al mundo entre sudores, heces y emanaciones vaginales, pasas la vida creyendote importante, porque metes ruido, haces pedorretas a través de los ocho orificios somáticos. Viento anal y bomba fétida es lo que eres y después ceniza.

 

Hay algo en su estilo que anticipa a Quevedo. Villon fue un precursor del género picaresco, por más que su poesía esté aureolada de esa seriedad tan sonora y tan francesa. Los tiempos medios cerraban página. París en el quince era una fiesta. De genio vehemente e inclinado al vino (“un rouge messieurs, dames”) y a la frecuentación del amor mercenario, una tarde del Corpus de 1455, a la salida de los oficios fue con otros seminaristas a celebrar la institución del Sacramento por Inocencio IV en 1265, a una de las cantinas que se empotraban sobre los adarves de la antigua muralla.

 

 Tras algunas libaciones a la salida de una taberna se produjo una algazara. El reloj del convento de san Benito marcaba las diez de la noche pero no era aun anochecido. Después hubo una reyerta. Los que se insultaban era el presbítero Gil y un tal Chernoise, que hacía poco tiempo había sido ordenado de cura. Entre vayas y veras éste último, que estaba bebido, se puso a insultar a Villon, se acaloraron, salieron a relucir los aceros. Charnoise largó un tajo a Villon al cuello, el filo de la espada le pasa sólo rozando las narices y por la boca. Alarmado a la vista de la sangre, el herido tira también de sable. En acto de legítima defensa alcanzó a su agresor en la ingle. Villon despeja el campo pero Charnoise le sigue en su carrera. El fugitivo coge un canto del suelo y lo lanza contra el presbítero que viene bramando maldiciones. Recibe un impacto en la cabeza y cae para no levantarse más. Villon también está herido, busca refugio en la casa de un barbero, pero antes de que llegase la Justicia a prenderlo, abandonó el aposento saltando por una ventana. La cosa tuvo mal final.

 

 Una travesura de estudiantes en un alegre día de primavera por culpa de la bebida había terminado en tragedia. Cuando se celebra el juicio, Villon que es condenado a muerte en ausencia se encuentra a muchas leguas de Paris. Sus amigos interceden a su favor (es curioso siempre tuvo la suerte de pro y de bruces sobre el abismo encuentra intercesión en una mano que lo saca) y la máxima pena es sustituida por diez años de destierro. Aquel invierno vaga por los caminos de Francia infestado de ladrones, mozas de partido, lansquenetes licenciados, curas giróvagos, monjes y monjas huídos del monasterio, toda una cohorte de mendigos y harapientos. El peregrinaje estrecha la mano al vagabundaje, el asilo llama a la puerta de la cárcel, el bordón se convierte en garrote, la venera en daga. Muchos devotos no daban cumplimiento a sus deseos de avistar el Monte del Gozo acabando en forajidos.

 

Nivel alto de morbilidad trajeron las guerras y pandemias, las malas cosechas, siervos de la gleba se sienten desplazados al venir otro noción de la propiedad de bienes raíces y un pavoroso problema social es el que determina que el s. XV transcurra entre estridores revolucionarios y banderías, movimientos espontáneos de penitencia en los burgos, procesiones de disciplinantes, por doquier, el pavor de la muerte que arrasa y nivela blandiendo el dalle de lo alto; crece el descontento contra las ordenes mendicantes y la jerarquía y en particular contra el papado a consecuencia del Cisma de Aviñón que dejó abierta una brecha y de rivalidades entre la Casa de Anjou y los poderosos gremios venecianos y florentinos, en Italia a su vez aun remanecían las disquisiciones entre trono y altar que tuvieron en pie de guerra a la cristiandad durante buena parte de los tiempos medios y desembocan en las tensiones de güelfos y gibelinos. La lucha por las Investiduras arrecia hasta la alborada casi del Renacimiento.

 

La primacía de la Llaves del Reino sale tocada a causa de los malos ejemplos de algunos individuos que se alzaron sobre la silla gestatoria a la que ultrajaron merced a sus costumbres torpes, no eran precisamente un ejemplo vivo de la humildad, pobreza y mansedumbre del Salvador, sino hombres que fueron producto de su tiempo, de la nación de su natío, la clara y turbulenta Italia, ya sujeta a las menudencias mafiosas en aquel tiempo [y sigue la racha]. Bosquejaron el ambiente de rencillas y de disconformidad a los abusos de los obispos y cardenales sujetos del bajo clero como Villon, Juan Ruiz, el propio Chaucer. No se trataba de desafectos a la fe, no cuestionan nada del dogma ni de la tradición, aún no había sonado la hora de los heresiarcas ni de los iluminados integristas, sino de conocedores del ambiente intramuros de los prioratos, las aulas, los monasterios relajados. Surgen ad rem y en virtud de esa capacidad crítica que ha tenido el cristianismo que hasta que no llega la Contrarreforma presentaba una faz amable, humana y hasta festiva los poetas goliardos, depravados en sus costumbres pero intachables en las partes del dogma. Paris era una fiesta. Se gozaba y se sufría con arreglo a los bandazos y caprichos de la fortuna. Villon, retozón y un superdotado en cuanto a poderes expresivos, con una lengua acerada como la de berbiquí, canta los locos ramalazos e intercadencias del libro de la vida en sus chanzonetas y lais que rezuman jocosidad atrabiliaria e ingenio. Escribe el epitafio para una civilización que se desploma y saluda el alborecer de otra.

 

Su poder de contraste consigue aquilatar ore rotundo la lengua francesa, la cual volando entre las plumas de su estro alcanza techos de perfección . Villon le da un lauro de concinidad, viveza, elegancia, aticismo. Pone un juego un idioma ubérrimo y libérrimo que causa asombro por su frescura y por la disposición contrapeada de las rimas y las codas, garbo y excelencia, donde guarda turno esa musicalidad  vertiginosa que ha tenido siempre el lenguaje urbano puesto a cotejo con el rural del arcipreste o del Bocacho, de inclinaciones más sosegadas. Esa dualidad campo ciudad que habría de marcar las dos sendas de la literatura europea en Villon empieza a bifurcarse. Es un hombre culto de París, al que arrastra la fuerza de la vida con sus peligros.

 

Feudatario de la briba, cae en los bajos fondos. Al igual que haría Zola siglos adelante, él tiene una sensibilidad exquisita para encontrar la margarita creciendo en el estercolero. La cárcel como a otros genios de la literatura universal (Quevedo, Cervantes, Rabelais. Mena, Dostoievski, el Arcipreste, Wilde, Gorki) le sentará las costuras de su horóscopo. Sería consuetudinario inquilino de las ergástulas eclesiásticas. Oficio de escritura y presidio por desgracia entreveran sus compases, acaso porque la literatura tiene un latir encarcelado que la acrisola dotándola de una aureola de redención. Muchas son las obras, entre ellas el Quijote o Los Hermanos Karamazov que se compusieron tras los barrotes celulares. Es el castigo con que se venga el destino contra los que tratan de robarle el fuego a los dioses. Prometeo o Tántalo son algo más que un símbolo que avisa cuidado a los que se afanan por transgredir la frontera de lo prohibido, confiando al papel sus sueños, el mundo de las pesadillas, los delirios. El brete, las cadenas, un estridor de cerrojos y de rastrillos les aguardan.

 

Al escritor le compele la fuerza de la gravedad del gulag, las estrellas lo arrastran al presidio. Unas veces el penal está situado en una isla inaccesible, otras, es la torre de marfil en que pretende aislarse del mundo pero por lo común el Alcatraz de un escritor se lo da el tedio de su vida diaria, la incomprensión de los que rodean, el desamor o la envidia de aquellos a los que aprecia. Taedium vitae. Cadenas. Si es verdad lo que se dice que al hombre lo examinarán de amor el último día, aquí pocos se salvan; sin embargo, ya la escritura de por sí es un acto de amor, una jaculatoria de buenos deseos con la que se declara la guerra al enemigo de la humana estirpe, que todo emplasta las veredas del mundo con sus pezuñas ensangrentadas, las circunstancias que provocan las guerras infames, los homicidios, las perversiones, las felonías. Hay equipolencia entre poesía y dolor. Traficar con los sueños e indagar con los sinos del corazón humano se paga abondo, con la muerte,  el destierro, el auto de fe. Todos, desde nacer, estamos condenados a muerte y arrastramos condena, somos forzados con el traje cutí bajo la vigilancia del gran cofrade, el cabo de varas, exponente de nuestra invalidez y limitación, que nos trata a patadas y a golpes de látigo , estamos a expensas de ese ojo de visión panóptica que todo lo ve y cualquier cosa la circuye.

 

 El super cofrade nunca baja la guardia, estamos bajo su bota y su almejía. La capa de los dictadores es demasiado larga. Pero no hay peor tiranía que la de los compadres del Contubernio. Nunca fue el mundo tan encadenado que cuando estuvo encadenado a la voluntad de la mayoría. Urnas, dadnos urnas para los hornos crematorios y todas las papeletas que se os antoje para camuflar el “veredicto inapelable” de las masas, os lo pido en nombre de los anticristos demócratas, habituales de la reconducción y el pucherazo, sombra de Caín que larga alocuciones por los micrófonos de la bibisi y la sienén, voz que resuene por los ámbitos como el silbo de la serpiente.

 

 Vivimos sometidos al qué dirán, constreñidos en la vida vulgar, retenidos en un cajón sin horizontes y el alma quiere volar. Somos víctimas y verdugos de nosotros mismos. El carcelero que nos vigila puede ser el vecino de al lado, la mujer y nuestros hijos, capaces de denunciarnos a la policía. El ara sagrada del hogar ha sido violada por los poderosos órganos de difusión electrónica encendidos las veinticuatro horas del día en nuestro cuarto de estar. Ya no se puede huir a ningún lado. Por supuesto, hay zaguanetes de retén y mil ojos apostados en las esquinas, sayones superdotados y con don de bilocación y multiplicación se hicieron ubicuos para aflicción de los justos y prosperidad de los pecadores. El impío gana. Los rabadanes del rebaño de condenados y en entredicho, que apacientan las ovejas del mundo, forman una cuadrilla de canallas, pero ellos solos con sus implacables cachavas van arreando el hato de una masa hebetada y embrutecida. ¿Malos tratos? ¿Vejámenes? ¿Moros en la costa? Ahora vas y lo cascas. ¡Pobre raza adámica bajo la férula de los perversos pastores!

 

Sus mastines azupan una rehala de travestidos y las arpías fabulosas de pico nefasto y haldas en remango para que veamos sus nalgas, azafates de rosas del mal en corimbo, instan a la revolución. Descienden de las milicianas y de los vestiglos que perpetraron las mayores barbaridades de la guerra civil española bajo el arbitrio de la Gran Bretaña empeñada a estas horas en convertirse en la meretriz apocalíptica con aires de mala de película de gángsteres . La “auntie” de los demócratas que los desdeña e ignora de forma olímpica atándolos al carro de Baodicea, palafrén de esclavitud. Nunca aprenderás, España patria mía a taparte los oídos a los cantos de sirena, a esos loores de enemigo que te llevan al desastre. Has de seguir tu propio rumbo, impertérrita a los editoriales del “Times” cuyos lectores, algo sádicos y trogloditas, pese al aire de civilización que los embala, tenían aviesas inclinaciones antopofagas: mermelada de naranja amarga de Sevilla, carne de los quemaderos de la inquisición, y de los marinos españoles de la carrera de Cuba pingados de la verga mayor por sir Francis, y la sangre de todas las guerras civiles y broncas que conmovieron a Iberia a lo largo de la decimonona costeadas con capital inglés. Esas malas costumbres de la injerencia llega hasta el mismo treinta seis. Auntie, un poersonaje asesino de las novelas de doña Agueda, desplegó a sus espías por todo el territorio y le dio una comisión: ahora vais a saber lo que vale un peine, mira Europa cómo los españoles se despanzurran unos a otros.

-Hay que ver, qué horror, con qué perfidia se expresa la tía.

-Los ingleses son muy suyos.

-Y siempre tan flemáticos, pero no hay cosa que más les regocije que un cadaver en la bañera.

-O un crimen a la hora del té.

-Oh, is that so, my dear.

-Yes.

 

  El cerdo detrás de las pantallas nos muestra su inmensa lengua cogollada. Languidez en vuestra esperanza. El infierno acaba de abrir sus puertas, es un gran estadio al que afluyen las masas ávidas de espectáculo, tolle tolle tele mía, bazofia espiritual que no falte día y noche. Se deterge la herida, estamos en situación desventaja, se agravan los males del enfermo. De videntes o contempladores (θερoyσiv) de la belleza divina hemos pasado a ser consumidores, habituales de las grandes superficies. Do you wacht tely every night? Off course and I sing the blues.

 

Pago la contribución sobre la renta de las personas físicas. Vivo en el exilio de mi país. Llevo como puedo las cárceles del alma. Sufro tus coces, amor, mi yegua que te encabritas, escucho tus discursos parenéticos, mula Francisca.

-¿Y no te aburres?

-A morir.  No puedo aguantar a tanta gente del bronce tan desangelada. Las jáquimas que en mi juventud eran mucho menos vastas se presentan todas las mañana y las tarde que parece que han almorzado limones con pica pica.

-Freud las sentó en el divan y abrió la puerta a las masas irredentas y desclasadas.

-Pan y circo, decían los romanos.

-El Insufrible Big Brother ha traido un cargamento de chicas Bond desde Nueva York. Fue el primer gran negrero de nuestra democracia.

-Mirale, parece Mefistófeles, esboza un rictus de sonrisa. Delgado y pícnico y nacido en Huelva pero con algo en su rostro de sacamantecas encampanado a los triangulos. Ha desplegado por toda la red su cohorte de chicas bond.

Se ha acabado el argumento de la novela porque las tramas todos los días se repiten. Las campanas doblan a muerto por una sociedad en el marasmo, sin argumentos plausibles, aunque abunden las obsesiones. La modernidad es seguir la senda del más de lo mismo. Ideas fijas a escote, y no quieres caldo, pues tres tazas.

 

 Hay que volver a ponerse de uniforme, cuadrarse a la prusiana, desfilar al paso de la oca orwelliana, seguir un curso de terrorista bombas lapa en una academia de explosivos de Dakota del Norte que se especialice en la colocación de artefactos mortíferos en los bajos de la buena gente de España, los hijos de Prieto y de Pablo Iglesias sobre quienes se consumó la traición de Albión y en los asesinatos por la espalda, escupir sapos y culebra por la vagina en las matinees televisivas que tutela la gran madama, esa miliciana del odio que insta a la lucha de generos porque la de clases ya es acabada. Colocarse la gorra de plato del pensamiento sin sustancia. No hay hombres sino rebaños. Sexo sin amor. Deja que el ojo se recree por sí solo sin rendir cuentas al entendimiento. Y no se ocurra pronunciar la palabra España, que suena a maldición. A una sociedad caótica le cumple un arte del revés. Chupa del frasco. Otra de Picasso. Mi conciencia histórica se columpia de las ramas del árbol de Guernica. Las mañas de la Bestia son las responsables de tales involuciones. Lo que estuvo arriba ahora está abajo. El Peñón para el inglés y las Vascongadas para los hijos fornecinos de Arzalluz y de Sabino Arana. Altos hornos crematorios también manejados por el inglés

 

¿Os casasteis con la sota ? Cesad en vuestros argumentos. Lo que os cumple ahora es  recibir el excrex, que tal haya el que tal fizo. Os habéis transfigurado en esto. A columpiarse en las coordenadas de la desinformación, las mentiras, el secretismo, la bulla noticiosa. Por todas las partes levanta la Amarilla su segote. Villon, viltrotea al Paris de su tiempo. Su obra es una prosoposcopia, una cuadro de costumbres del París de poco antes del Renacimiento. Debajo de su abolla de estudiante revoltoso y díscolo, sorbónico,  se escondía un pensador profundo. Hay un trajín de libertad que se compagina con el deseo de una vida sedentaria y virtuosa. El desencanto que devana en sus versos ha llegado a nuestros días.

 

Sus “Respuestas francas” plantean la interrogante del escritor proscrito al que los vientos de la vida lo llevan a galeras, a presidio y en suma al patíbulo, pero mucho peor, viene a decir, que los suplicios físicos y los destierros son las cárceles del alma. Unos amigos mediante gestiones en el arzobispado consiguieron la remisión de un delito penado con la horca (asesinar a un sacerdote), del que parece que no resulta culpable formal, por haber actuado en legítima defensa. Al año siguiente regresa a París, allí se enamora, contrae deudas, la vorágine lo arrastra hacia el inframundo. De nuevo su nombre aparece envuelto en un robo y François tiene que buscar refugio en la campiña para evitar a la Justicia. Se une a los peregrinos (coquillards) que bajo la concha y las veneras se acogen a sagrado. Se alimenta de la misma gallofa del camino. Emprende la peregrinación pero la abandona fascinado por la vida alegre de Burdeos.

 

Además, piensa al igual que chaucer que eso de las perdonanzas de Compostela no son más que una farsa. A su colega español, Juan Ruiz, también le parece el sayal, la calabaza y el bordón un recurso de truhanería, disfraz de libertanaje y de vagancia. Es posible que muchos iniciasen la ruta con fe pero la mayor parte iba al merodeo y volvía cofrade de la garrocha, la ganzúa y la tenaza. Es así como el misticismo europeo tiene un componente de picaresca y de debacle inherente a la trashumancia. La mujer de Bath, el inmortal personaje creado por Chaucer, es el epítome de este ir y venir incansable en que la devoción se entrevera con los devaneos, la curiosidad turística y el hambre de sensaciones nuevas para una dueña de mediana edad, había estado en Jerusalén tres veces, una fue Roma, otra, a Colonia y a Santiago de Galicia sin que las andanzas piadosas mudasen sus costumbres o determinasen una conversión. Seguía igual de lenguaraz y frescachona, enterrando maridos. Y con los huesos fervorosos de sus santos a cuestas. De la misma opinión a favor del sedentarismo apacible es Tomás de Kempis que condena la bordonería como uno de los grandes males de la época.

 

 

De aquellas romerías, estas veneras. La ruta jacobea, tan mitificada hoy, no debió de tener muy buena fama a la sazón, porque era reclamo de la delincuencia europea, punto de cinta de desharrapados y de meretrices. Toda Francia era hervidero de esta población flotante y errante y Paris de noche con sus dieciséis barrios y arrabales, mal iluminada y con un elevado índice de criminalidad, cerraba las poternas. Casi a diario por la Rue de Caire pasaba el cortejo fatídico de los ajusticiados que llevaban camino del Faubourg Saint Martín o de Montfaucon a colgar por algún delito.

 

 El reo, que cabalgaba en una pollina blanca con las manos a la espalda atadas y la cabeza cubierta por el clásico chapirón de la ignominia, era apeado por uno de los alguacilillos, besaba la cruz a la entrada del monasterio, una religiosa de las llamadas Celestinas salía de la portería y le daba por viatico tres trozos de pan y un vaso de vino cargado con especias antes de subir al patíbulo. A este lugar se le denominaba en la capital el de las Hijas Devotas y era centro de acogida a las arrepentidas. Un verdadero enjambre de prostitutas se abatía sobre la corte de San Luis. Operaban cerca de la Rue du Fouarre, vigiladas por escuadrones de goliardos, proxenetas cuyas filas estaban representadas todas las provincias, desde la Auvernia al Languedoc. Los estudiantes se divertían en tabernas que se llamaban Heaume - uno de los poemas más expresivos del escritor está dedicado a a la bella Heaumiere - en la Crosse de la Rue Saint Antoine, el Caballo Blanco, la Linterna, la Mula, el Carnero, les Trumillers, la Pomme de pin, cerca de la judería.

Los pobres iban a pedir la famosa sopa boba a los Maturines donde los frailes de san Juan de Mata se encargaban de cuidar de los apestados, vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Un carácter clerical y levítico daba aires a la ciudad. La sorbona había sido fundada dos siglos antes por el capellán y confesor de san Luis, Roberto Sorbo para la formación de clérigos pobres y bachilleres en teología. Estaba cerca de la Port Rouge, que era una pasadizo excusado que conectaba la catedral de Notre Dame con las canonjías. Allí vivía Guillermo Villon, padre adoptivo de nuestro poeta que llegó a ser deán del capítulo.

 

En el verano de 1460 había regresado del destierro pero al poco tiempo lo encontramos de nuevo preso en la cárcel del Duque de Orleans; el motivo del auto de procesamiento se desconoce, sería éste el primer eslabón de una cadena de incesantes prisiones y cuestiones con la Ley. Poco más tarde fue llevado al castillo de Meung sur Loire, un centro de detención para sacerdotes y ordenados de Menores. Dio la orden de detención el obispo de Poitiers Teobaldo de Aussigny. Es ignorado el motivo de la privación de libertad. Solicita el reo la intercesión real. Luis XI accede al indulto. Arrepentido de momento, el propósito de la enmienda no dura mucho. Habitual del hambre y de la pobreza, su necesidad le a lleva a verse envuelto en un robo en el Colegio de los Navarros. Tenía buena influencias, el cabildo catedralicio interviene a su favor y consigue evadir la cárcel, pero en noviembre de 1462 ocurre un incidente en un aula. Un alumno insulta a un profesor y lo escupe en pleno rostro, se produce un alboroto, luego un altercado. Uno de los promotores del motín había sido el impertinente Villon, se le agota la buena estrella y su fama de díscolo crece. Lo prenden y lo llevaban a la prevención. Quince días bajo el castigo de la gota de agua en la nuca, demasiado fuerte es la tortura, acaba confesando y es condenado a muerte.  Recluido a una mazmorra de la Cárcel de los Tres Lises piensa en su destino y escribe las páginas más sombrías de su Testamento. Esta vez, piensa, no habrá salvación. Ve llegar el fin de sus días, la suerte le ha vuelto la espalda, “zonam perdidit” pierde la cincha y los papeles. Sin embargo, de nuevo se ponen los resortes de un extraño deus ex machina sin el cual no se puede entender la agitada biografía de este hombre, evita ser ajusticiado casi milagrosamente in extremis por un decreto que aprueba el Parlamento absolviendo a Villon y conmutando en 1463 la pena capital por la de proscripción. Aquí ya los historiadores lo pierden de vista.

 

 Abandona París. Probablemente volvería a las andadas y su vida no sería muy larga. La personalidad eximia de François Villon es una contradanza de misticismo y de libertinaje, de buenos propósitos y estrepitosas caídas. Su obra responde a esa visión catastrófica y nada epicúrea del hombre medieval, esa sed de sensaciones y de apurar el cáliz hasta las heces. Quería ser bueno pero peca y cuanto más grande es su contrición y sus miras y resoluciones de volver al cauce verdadero más rotundos son sus fracasos. La ética no vale para nada en el código de valores de un artista. Los mejores libros han podido escribirse con los peores sentimientos. Este binomio plantea un problema teológico irresoluble. He aquí uno de los mejores vates que haya dado Francia y era un perdulario. Remató su escritura en medio de las circunstancias más adversas: el presidio, las incómodas posadas, la intemperie, el frío y el hambre. ¿Cuándo tuvo tiempo para sentarse a escribir?

 

Aristóteles recomienda a todos aquellos que quieran dedicarse al oficio de pensar que hagan gimnasia mental activando las potencias cognoscitivas, opinantes, y que no olvidan la recta estimativa, la prospectiva y la emulativa. Se aprende siempre por analogía, o por asociación de ideas. Luego las palabras se encargan de ir tasando que surgen como cerezas de la banasta de las imágenes. Todo eso es un hermoso castillo de naipes, una teoría irrefutable, pero ¿en la práctica qué? Belleza y moral no se compadecen. Villon fue un artista que llevó vida de forajido. La suerte le zurra lo suyo, él se venga cantando a la verdad, el amor, la bondad y la belleza bajo el régimen de sus lais y otros metros de una sonoridad moderna que llama la atención. Sigue siendo una enigma. ¿Cómo, cuando, dónde y en qué circunstancias de su azacaneo, con los alguaciles regios royendole los calcaños - fue su sino: la continúa persecución por la Justicia, Villon llegó a capitanear una facción de salteadores de caminos- se puso a escribir una obra tan cavilada como la suya, que pasa por una de las más densas y cabales de la lírica medieval? La única interpretación es que en la gestación y alumbramiento de cualquier producto literario existe un quid divinum, allende de las humanas previsiones, algo que se nos escapa. El donaire lo dan los dioses a capricho y al que les parece. Insanabile scribendi cacoethes et dulce laborum lenimen, es la definición que dan los antiguos a este vertigo de la escritura, que la postmodernidad tasa con el nombre de grafomanía. El oficio literario es algo contingente y redundante.  Las sociedades podrían funcionar perfectamente y pasarse sin el lujo de la literatura, que en la antiguada tenía algo de mágico conjuro a las divinidades subrepticias. El escritor, el rapsoda, hacía las veces de pontífice entre la divinidad y los hombres. Paradójicamente algo tan fútil y supererogatorio como es la epopeya sirve para cuadrar el destino de un pueblo. El talante de los españoles quedó ya definido casi en su totalidad en el Cantar de Mío Cid.

 

Ciertamente, la potencia creadora, esa desazón de trasladar al papel las impresiones de cuanto nos rodea, cuando la literatura ha dejado de ser coral para transformarse en algo íntimo, pertenece a los arcanos misteriosos. Un amanuense compulsivo siempre garabateará palabras, aunque el resultado sea el absurdo de la escritura automática, pero es una guija personal, reverbero de los sueños. Dentro queda el meollo del alma dolorida u obsesionada, que es lo principal.

 

El hambre, la cárcel, los pasmos, las piruetas e inconsistencias de la rueda voltaria, hoy aquí mañana allá, a uña de caballo o bamboleándose dentro de los cuévanos que lleva al lagar una carreta del país, no representan obstáculo material para aquel que tiene en verdad algo que decir.  Un poeta español, Alonso de Ercilla, escribió su Araucana, la Iliada de la conquista americana en la corteza de matas coníferas y hasta en la propia suela de los fracasos. Labor omnia vincit. Y el hecho de escribir, más que un trabajo, o una pesada carga, es amor para el que siente latir en el pecho el fuego sagrado, que requiere una cierta capacidad de distanciamiento de aquello que está pasando, o la peripecia que se narra, una organización ordenada del material de trabajo y el desdoblamiento auténtico del romancero, del estilista.

 

Se emula al poder de los dioses pero sobre todo se criba a través del harnero de la imaginación los elementos que se cantan o se cuentan, realzando unos, soslayando otros. La narrativa es manera de selección, al igual que la poesía es arte de condensación y de síntesis. Bullan las palabras en el horno y salgan todas por orden sin atropellarse.  Se abrirán las cortinas de un escenario que dejarán entrever un panorama onírico, reflexión de las cosas en hervidero, pero a diferencia de la vida, siempre en constante trajín y cambio, lo que confiere la palabra aquí es algo estanco, con una complexión y entidad fija. El artista de la palabra asuma, pues, su parte de actor y de testigo a la vez, de demiurgo inspirado y de sastre o de pastelero artesano, porque la literatura también se parece al corte y confección, sin olvidar que es también oficio  de malabarista, con una habilidad para realizar juegos de manos, sacar conejos de debajo del sombrero, enseñar cartas escondidas bajo la manga. Hay que saber tender celadas al lector y sorprenderle cuando menos se lo espera para concitar su atención. Por supuesto, para una tarea de estas características que se lleva a cabo en la intimidad no existen fórmulas magistrales. Se puede enseñar a construir una carretera pero nunca a pintar un paisaje.

 

Tampoco le arredraron a Villon los pasmos de la intemperie, los bubones de la peste o la comezón de la sífilis, que se sospecha pudo padecer y que le llegaron temprano a la tumba, por todos los indicios debió de fallecer a la edad de treinta y tres años. Incontinenti, confiaba al pliego sus pensamientos expresados en un francés arcaico, pero contundente, y de una elegancia que sorprende incluso hoy a los filólogos. Fue un hijo de su tiempo. La obra guarda resonancias de la tradición oral juglaresca, de los poemas épicas,de las farsas, los virolays, los misterios de Pasión y Natividad en el que clérigos y curiales, pertenecientes a las fratrías y hermandades que se formaban bajo la advocación de la Madre del Dulce Mirar (son los puyes de la Virgen, asociaciones fundacionales de aquella Europa gremial llena de fervor y de fantasía) de un vez administraban fe y fantasía de los fablieux, mimos, farsas, soties  provenzales de saber enciclopédico, y de las trovas juglarescas que amenizaban las veladas de los palacios. Ellos definen el semblante del hombre medieval y esbozan una galería de personajes del mundo rural. La gleba eleva los ojos al cielo e implora el perdón y la salvación a través de la Gloriosa Madre del Verbo.

 

La voz de los juglares cantaba todo aquello que atesoraba la memoria colectiva. A la sazón, la literatura desconocía el sesgo de libelo propagandístico publicitario con que se comporta hogaño (los libros sirven al mercado, apuntalan los valores publicitarios, velis nolis, de una forma explícita o sobreentendida entonan la palinodia del sistema capitalista) y se daba la mano con la música y la danza, el espectáculo y la religión, pro ese sello sagrado y onírico que tenía el rapsoda entre los celtas. Su voz recitadora llenaba las aulas de un perfume de sortilegios y letanías. El acto tenía una significación liturgia, de homenaje a los epónimos, recordatorio de su gesta. El hombre estaba vivo, no había sido engullido por la máquina ni estaba adscrito a una maquinaria densa y fungiforme de las masas irredentas controladas por los omnímodos poderes fácticos. Si algo tuvo grande el cristianismo es este sesgo redentor. Los cuerpos podrán estar encadenados pero el alma es libre.

 

Las gentes, aunque no supieran leer ni escribir, conservaban una gran retentiva. Las piezas se aprendían de memoria a falta de medios de comunicación visual interactiva, de traducción simultánea, de los boletines coincidiendo con las en punto de las señales horarias, de los suplementos dominicales y la cultura en fascículos que hacen del hombre del vigésimo primero un ser cumplidamente tan informado y enterado, aunque cada vez más confundido y dominador de todo menos  de sí mismo. Entonces, el personal hablaba y el léxico, una auténtica gala. Desconocían la batología rutinaria, la pobreza expresiva de un vocabulario en mengua, jerga de patrones usados, muletillas que acodan el raquítico estilo periodístico, monsergas propaladas hasta el delirio, y un volumen de palabras que no pasa del millar. Todas ellas  jerga coprológica, retruécanos anales o expresiones relacionadas con la coyunda común a todo mamífero. Lo hortera habita entre nosotros. No hay más diosa que la plebeyez; y su profeta es el amigo Freud, que ya va siendo hora de que el mundo lo active el instinto de supervivencia basado en dos únicas cosas, según el Arcipreste: jodienda y mantenencia. Olvidaos de vuestras cuitas, seres espirituales, almas delicadas, el mundo que viene aborrece de los selectos. Traigame el frasco de las sales anodinas, que aquí cuanto más bastos, mejor. La obsesión con el sexo os vuelve impotentes, pero no pasa nada, es la voluntad del supercofrade. Cultura urbana que no sabe diferenciar a un manzano de un roble, mientras que un campesino de Castilla un par de décadas atrás podría alardear de buen decir, en idioma de gala, pero sin calzarse el coturno, de hasta diez sinónimos por  sustantivo. De la riqueza sintáctica mejor no hablar; no meneallo pues surgirían agravios comparativos entre los palurdos de Delibes, el último canto del cisne de Castilla la gentil, poniendolo a cotejo con la jerga que fluye por nuestro éter y por nuestras calles, o si analizamos el lenguaje pedestre y peleón de nuestros periodistas, de nuestros puntales de la comunicación, de nuestros políticos, tan retóricos como siempre, pero para los que la belleza oratoria ha dejado de ser una aspiración para convertirse en antigualla. Bossuet, Castelar no tienen émulos ya en el banco azul ni en los púlpitos. No se hace otra cosa que fusilar malamente la jeringonza del inglés Webster, porque las influencias no vienen de Oxford sino de California, de allá donde unos cuantos bucaneros judíos, supuestamente prófugos de las persecuciones del Tercer Reich, aprendieron la lengua de Shakespeare en régimen de curso acelerado. Aún se notan los germanismo de su locución y con ese inglés tomado prestado, aprendido que no nativo, van a sentar las costuras de la vieja Europa. Los tiempos de venganza no han hecho sino empezar.

 

En los parlamentos hoy se siguen insultando más y a lo burro, antes se sabía hacer más finamente.

Sin necesidad de prontuarios ni de grabadoras, la tinta y la pasta de piel de becerro costaban lo suyo y no se había inventado el bolígrafo, ni la imprenta, el recurso era confiar a la memoria todo lo que otros decían. El libro cuenta con cinco siglos de antiguada, la literatura tiene más de cincuenta. Esto está naciendo como aquel que dice, pero el hombre de las cavernas evolucionó a través de la comunicación oral. No podía haber inclinación libresca ni pedantería. Los cantares de gesta iban de un lado para otro con acompañamiento de rabeles, zanfoñas y vihuelas y los textos entonados en los corros de las plazas y de los patios de armas. Las gentes se familiarizaban con los héroes y heroínas del romancero vis a vis.

 

Pobres de solemnidad los escolares de las primeras catedrales, alma mater del saber europeo, aprendían sin libros. Los pocos que se veían en los tránsitos de Oxford o Alcalá estaban amarrados como loro en alcanda a una argolla que disuadía cualquier intento de robo. A falta de manuales de texto memorizaban las lecciones por una técnica llamada pensum, utilizada en los tirocinios jesuíticos hasta hace poco.

 

A Homero y a Virgilio los conocemos a través de los ciegos que iban recitando sus composiciones por toda la latinidad. La palabra era entonces algo de conjuro mágico, conservaba derechos adquiridos y poderío, una cadencia adjunta a la gran riqueza léxica y a la capacidad de matización que hoy ya han dejado de sernos familiares. Estamos hablando de una época de verdaderos titanes de la fala: el mundo de las sagas vikingas, de bardos celtas, galloferos trotamundos en la corte de reyes holgazanes, todo el mester de juglaría. La población analfabeta y ágrafa reconocía como una señal de prestigio y de poder al que sabía silabar una salmodia o explanar un pasaje de la Escritura. Un mal pendolista podría llegar a ser príncipe y cualquier mediano versificador era agasajado con derechos de pernada o se iba a la cama con la hijas del rey. Por eso los clérigos de aquel entonces - y los de ahora - tenían tanto éxito.

 

La gleba era ágrafa, no sabían hacer la o con un canuto, pero podían sopar con honda a las cultas latiniparlas a las que hogaño, como si hubiese regresado Celestina a sus dominios de Talavera, por las cámaras y micrófonos nacionales, que garlan y garlan, y ejercitan la sin hueso en la barra fija, calistenia de comidilla y murmuración que no encuentran fin. En aquellos tiempos era otra cosa. La gente sólo abría la boca cuando tenía algo importante que decir y las conversaciones resultaban inspiradísimas. Se conservaba gracias a ello un sentido de adscripción al grupo, la consciencia de pertenecer a la fratría. Eso da optimismo y genera una cierta solidez social. La angustia que crea el desarraigo de las aglomeraciones metropolitanas estaba por venir.

 

Con este raudal libérrimo conecta Francisco Villon, el último de los grandes trovadores provenzales. Era un iniciado en los saberes herméticos y un campeón del buen decir. se decía que la fe llegaba a través del oído (fides ex auditu), el más noble de los cinco sentidos y el postrero en morir. los agonizantes primero pierden la visión, luego, el olfato, les entra hormiguillo por las piernas y las manos, se les embota el pulpejo, el gusto desaparece, las pituitarias ya no disciernen los olores, pero el oído sigue ahí aun cuando el corazón haya cesado de latir. Algunos de los que regresaron del túnel refieren cómo escuchaban las conversaciones de aquellos que les amortajaban. Creyendolo difunto seguía a la escucha. Y es que la palabra salva y vivifica ¿Qué tendrá la palabra para que en ella encontremos el primero de los vestigios de nuestra racionalidad diferenciadora? ¿Es la audición el sentido más relacionado con las potencias del alma?  De ser así, la edad media, donde el verbo registra una especie de apoteosis triunfal, fue el tiempo del alma de la humanidad. La estética de las sinfonías gregorianas y la arquitectura gótico-románica así lo avalan.

-Habla, señor, que tu siervo escucha.

Los metros de François Villon son una caja de resonancia de aquel ambiente de superdotados de elocuencia. En sus composiciones detectánse ecos de la magia de los rapsodas y de los predicadores multitudinarios, de un Francisco de Asís, un Savonarola, un Vicente Ferrer, un Bernardo de Claraval, así como de los polemistas ex cátedra o controversistas significados, maestros de Artes de la Sorbona, bachilleres en Teología por Oxford, dómines del Trivium y el Quadrivium por Salamanca. A veces parecen retumbar en los versos de Villon las deprecaciones platónicas y anti aristotélicas de Pedro Abelardo, que acabaron en un desgarrador grito de dolor animal. Le castraron al canónigo de Notre Dame los hermanos de su novia, mientras dormía y a ésta la encerraron en un convento de Paris.

 

Esa atmósfera de elevada tensión la captan los hemistiquios, dotados de un estilo conmovedor, a trechos sarcástico, hasta alcanzar un estadio álgido de livor escatológico. Al poeta le estremece la suerte del ser humano, abocado a la nada, que nace en medio de la casualidad, la mierda y el dolor y la desolación son sus pañales y es con las heces y con la sangre como lo amortajan. Se confiesa creyente pero la fe parece que le cuesta. Su preocupación es metafísica más que política o social aunque de rebote reflexione sobre el caótico panorama que han dejado en la Galia las guerras dinásticas con Inglaterra, que duraron cien años, de 1339 a 1353.

 

No hay que soslayar el hecho de que estuvo en capilla por lo menos en dos ocasiones. Ya convicto y confeso y cuando aguardaba ser ejecutado, ultima la redacción de su famoso “Testamento”. La proximidad del más allá incentiva su inspiración, confiesa sus culpas, desnuda su alma y hace un defroque o desenclavo de todos los efectos personales. Estos los lega entre sarcástico y pirrónico a sus amigos y parientes. Aparece una lista de personajes de la época, pasa revista a la actualidad. A unos les pune con acrimonia, a otros les exalta hasta el paroxismo. Se ve en la hora de la muerte quien fue su enemigo y quien lo trató con benevolencia. Algunas de las sentencias en forma de aforismo, apotegmas y retraheres, guardan un sentido oculto, porque el lenguaje de Villon a la vez que popular sabe también guardar las distancias, de manera que las frases se despachan impregnadas de un halo misterioso y críptico. No se  olvide que estamos ante uno de los grandes metafísicos de la Edad Media. En cabeza figura Guillermo Villon, el penitenciario de Notre Dame, sacerdote caritativo y tutor de expósito; el autor lo llama “padre verdadero” y hace la primera manda de agradecimiento.

 

A su amada Ither Marchant olvidando los agravios de su despecho le deja en heredad su corazón traspasado de olvido, la espada que llevó siempre y una mula roncera que, cualquiera fuese el camino, siempre tiraba hacia los abrevaderos de la Fuente de san Amado, lugar donde estaba ubicado desde su fundación en 1215 el Carmelo Calzado. El estilo donde se advierte gamas de matices, trufado de retruécanos y disgresiones cuando no equívocos, se mantiene orilla de un profundo océano alegórico que requiere por parte del lector contemporáneo esfuerzo para seguir el hilo de la narración y de las palabras de doble sentido. En conjunto, sin embargo, el idioma de Villon es rotundo, debelador, denso y cagado de modernidad porque proyecta el sufrimiento del alma humana de todos los tiempos. Se nota una cierta querencia hacia el misticismo iluminado. Es en aras de esta clarividencia de magnitudes proféticas que siente condolencia y piedad hacia las debilidades de la condición humana, impreca a las parcas o perora acerca del ser y de la nada en magnas perífrasis y antífrasis. Los poemas provocan una especie de trance etílico, corre por las venas del lector el flujo de una borrachera que no deja resaca.

 

Este aspecto dionisíaco es importante en el latir de la obra de este autor el cual reconoce “haberse bebido todas sus vergüenzas”. El vino es un demonio que a veces nos acerca a los dioses, responsable de la catarsis y del aborrecimiento del bebedor.  Rabelais, gran admirador de Villon y continuador de su obra, en “Pantagruel” fundaría la Abadía de san Theleme, donde se veneraba el Oracúlo de la Divina Botella, y cuya regla primera de la orden es hacer lo que a los frailes les de la gana con tan de un vivir dichoso. La cataplexia a la que conduce la ininterrumpida libación fuerza el ritmo con que se escancian los versos. A veces parece como si fuésemos cabalgando agarrados a las crines de un bridón a galope, que se pone de manos en la boca misma del precipicio, esquiva el obstáculo y acto seguido se entrega a un trotar reconfortante y plácido. Sabe conceder treguas al lector para que recupere el huelgo narrativo. Cada poema se convierte en una novela corta aunque sin pasar la marca de la lírica de los Minnesänger alemanes cantores del amor o de los trovadores cátaros. Eran trabajos para ser cantados con acompañamiento musical, tal como en la cuaderna vía con que nos halaga el Libro del Buen Amor, según la tradición del aedo helénico, que siempre se presenta en las justas poéticas con un arpa bajo el brazo.

 

Había que ser un maestro de la dicción y de la mímica para conseguir el interés del auditorio, mediante tretas del bufón o del “sot” patas de liebre  que aparecía en escena tocado con un gorro a colores verde y amarillo, volantines de malabarista y haciendo alarde de un cúmulo de recursos, pero el lenguaje que utiliza es un francés vivo, de la calle, que nada tiene con la retórica venidera. El renacimiento con su esplendor galante y refinado y luego el Barroco destruiría ese candor travieso que empapa los escritos de Chaucer, de Juan Ruiz, de Bocacho,  del Roman de La Rose. Nada de artificios ni sintaxis de rebotica. En los lais, baladas, estanzas, cruje la tristeza de las danzas de la muerte, el amor conquistado y en plenitud, nada de escarceos platónicos, o el sarcasmo de la burla. Los temas que trata tampoco son originales. Acude al procomún de la literatura clásica y de los saberes estudiados en las aulas humanísticas de Sorbona, pero los refunde y amaña con tanta originalidad y prosapia como pudiera haberlo ochenta años antes Juan Ruiz. Lo que pasa que la Castilla de los Trastámara era mucho más diáfana y rica que la Francia de Luis XI. Concejeramente, el tono ha de ser menos festivo y más elegíaco. Villon se distingue del Arcipreste porque en éste hay más desenfado, en aquél, más sarcasmo. En ambos casos la musicalidad es manifiesta, los motetes gregorianos de Villon se compaginan con las chanzonetas del Arcipreste y parece que al alimón cada uno desde su aventura temporal hacen burla de las demasías de una Iglesia corrupta y venal, el tráfico de indulgencias, los resabios demoníacos, las corruptelas de la sede de Pedro. Así se quejan de las felonías que cometen los pastores del rebaño. El obispo Aussigny observa un comportamiento análogo con el Cardenal de Albornoz. En el caso del español la sentencia fue más severa: trece años entre grilletes por cuestionar la norma del celibato ante la jerarquía. La verdad que a la luz de los anales al papado no hay por dónde cogerlo. Es una crónica continúa de daño tras daño, abusos sin correctivos. Qui custodiat custodes? El misionerismo y la prepotencia causaron estrágos. Menos mal que hay clérigos alborozados que poniendose el mundo por montera se atreven a denunciar los abusos del poderoso y a correr el gallo, aunque les toque también a ellos una parte de esa decapitación. Los dos al unísono, el díscolo preste alcalaíno y el novicio de la Sorbona festejaron damas, la suerte les sentó en el banquillo y acabaron amarrados en blanca, compartieron vivencias parecidas, los dos execran de la muerte en el mismo tono:

“Car a la mort tout s´assouvit”

Ello no es óbice para que la fe se mantenga firme en uno y otro, se santiguan cada dor por tres y comienzan sus retahílas con invocaciones trinitarias. Tanto Villon como Juan Ruiz celebran a la Gloriosa con versos eximios. Muy fuerte ha de ser la fe para no vacilar porque la esperanza de la resurrección entra en conflicto con el dictamen de la experiencia y lo que ven los ojos.

“Vivre aux humains est incertain/ et après la mort n´y a de relais”

La muerte hace correr el turno, el dolor sopla sus rachas, no hay treguas ni se concede cuartel en esta lucha. Tremendo es el precio que hay que pagar, mejor, no haber nacido; además, nadie regresó a contarnos qué hay detrás de la otra orilla. Procede entonces vivir sin pensar demasiado y pasarselo lo mejor posible. Villon es un vitalista que asume una actitud irreflexiva y resignada, se quejará pero no ultrajará a la vida como lo harían después Voltaire y Rousseau a los que el racionalismo les cerró los ojos. Ha apurado toda su honra en los jarros y jícaras de las tabernas de París. Su vida es un constante discurrir de sobresaltos y persecuciones pero no asume actitudes vicarias, su carácter nada tiene de tartufo. El elán vital oscila entre el arrepentimiento y la caída. Sus misereres tienen ese acento patético del canto de la sibila medieval. A veces su desolación es comparable a la de Job. Su cansancio revela una corriente existencialista. Adelantándose a Sartre, preconiza la existencia sobre la esencia y define a libertad no como una elección entre dos alternativas sino la condición misma del ser consciente que mediante esa capacidad de elección vuelve al ser, evoluciona y se realiza. Hay indicios de que está más próximo a los principios de la moral de situación del subconsciente ante la verdad tornadiza y que bascula a un lado o a otro a compás con un mundo en desarrollo que de los principios de un dogma inmutable. Por otra parte, en él encontramos al primer bohemio que se mofa de las peregrinaciones y del culto a las reliquias, adorador del grial eucarístico que expenden en los zaquizamíes, con ciertos parpadeos de un surrealismo precoz. Villon es un flautista, nada de torres de marfil ni compadrazgos. Hay que correr la sortija de Paris a Tours, de Burdeos a Orleans, sin hurtar el cuerpo a los navajazos ni el nombre a los horrores de la infamia, sumirse en la marea de la existencia, vivir con la soga al cuello entre dormir entre budiones y gorrones, chinches, moscas, y sanguijuelas, compartiendo techo con las mozas de partido, los desharrapados y malandrines del viejo camino real. Su escritura consigue un atabe para purgar la cañería, hace un registro de la gran cloaca, aunque no consiga relatar lo que presencia con la impavidez circunspecta de un Zola o de un Flaubert. Es cualidad de todo genio adelantarse a su tiempo. A veces la buena literatura se confunde con un descenso a los infiernos. El poeta comparte la tarea con el sacerdote que oficia un rito ancestral y con el chamán que lee los horóscopos o el sanador que hunde el dedo en la herida haciendo saltar la amarga ponzoña de la existencia humana. Lo importante es la garra lumínica de la tradición oral, pomo de las esencias que se vierte, a veces lirio sonoro que se deposita, un manojo de reflexiones al caer la tarde, cantos de víperas que esparcen una melopea armoniosa sobre los trigos de la campiña. La voz de Villon hunde sus raíces en pasajes y perícopes de los sinópticos. La piedra al sumergirse en el estanque auditivo deja un rastro de alas cansadas que vuelan al infinito. Algo nos irradia. La poesía de Villon recuerda la estructura de un vaso sagrado que utiliza el santo beodo en sus libaciones. Se escancia vino amargo pero también malvasía. En él su autor bebe, vive y reza, pasa dejando una estela de salmos laicos. El zurrado por la adversidad y la incomprensión de sus semejantes convierte los versos en oración:

“Dieu, enveille ouir mon clameur”

Estamos ante un místico que vive la noche de su fe, llagado, cubierto de postemas, pero en medio del marasmo dando testimonio de su búsqueda, sufriendo con paciencia los embates de la crucifixión. Él es un producto de la erudición clásica, un temperamento muy francés, pero un poeta como éste no se podría generar en otra cultura que no fuese el cristianismo. Hijo de su siglo, asistía a los últimos arreboles del entrelubricán escolástico. La Edad Media tocaba a su fin.

Los ataques a la clerecía en todos los escritores cupulares que comparten trono en los cuatro grandes idiomas europeos son muy afilados. Ponen en la picota su lujuria, el apego a la riqueza, el “auri sacra fames” de los antiguos, las conductas deplorables y farisaicas de los curas y de las monjas. El cuadro que pintan no es amable: una iglesia simoníaca, metida de lleno en la política, los monasterios relajados.

 

Pero también cantan todos ellos al amor, fuerza perenne de la existencia, expresión del Xto vivo, y una señal de que el cristianismo guarda el secreto de la verdad y es fuerza perenne, pese a los malos ejemplos. Villon pinta con ternura el retrato de su adorada en la “Ballade du temps jadis”, poema de corte manriqueño que gira en torno al “ubi sunt” horaciano. ¿Dónde están todos ellos, en qué acabó todo, dónde están las nieves de antaño?, se pregunta el poeta, para, al cabo, prorrumpir en una larga queja contra la muerte niveladora, “pallida mors aequo pulsat pede pauperorum tabernas regnumque turres”, según el improperio contra ella del Mantuano, y la acusa de haberse llevado a Eloísa en la flor de la edad y a su amante Abelardo, aquel brillante canónigo de San Dionisio de París, al que por amar a la bella Eloísa castraron los cuñados; se interroga por el paradero de Blanca de Castilla, la esposa de san Luis (1.118-1.252), “hermosa como el lis, que cantaba con voz de sirena”. ¿Qué se hizo de tanto frenesí ? ¿Dónde está ahora Juana de arco?

“Et Jeanne, la bonne Lorraine / qu' anglais brulerent a Rouenne / oú sont ils, oh Vierge souverainne/ mais oú sont ils les nèiges du temps jadis?”

Por los pareados desfilan a continuación el papa Calixto, Alfonso de Aragón, el rey Arturo y Carlomagno, Lancelot del Lago y el Delfín de auvernia, el conde de Alençon. Algunos ciñeron tiaras y mitras, coronas, fueron concebidos en vientres de reinas y consiguieron la fama y el poder. Hoy ya dellos nadie se acuerda. El mundo no es más que una estentórea carcajada. A todos, pobres y ricos, diadocos y emperadores, la púrpura y el arambel se darán cita en la triste fosa. A todos ellos les envuelve el refrán de “ou sont les neiges de jadis”.

La vieja cortesana añora sus encantos de juventud ante el espejo, pasa revista al ayer preterido y se le vienen a las mientes todos aquellos que le gozaron y hace un repaso de los rostros de sus amantes: un cura, un escribano, un obispo, mercaderes, prebostes, insignes magistrados a cambio de un poco de oro. El amor sólo pasa una vez. Después se vuelve mercenario. Con lágrimas en los ojos la vieja marchita se acuerda de aquel hombre al que quiso y por el que sería más tarde abandonada. ¡Desengaño fatídico! Primero fui venternera loca del placer por uno que me gustó y luego por dar gusto a todos me convertí en ventanera de la profesión. La celestina de Villon se parece poco a la dicharachera comadre de Fernando Rojas, pero la sensualidad es parecida. Ella también se ve vieja e inservible para el trato torpe, los pechos resecos, el vientre caído, los brazos tiernos de ayer, hechos solamente para los amorosos lazos, hoy le caen péndulos, ya carecen de fuerza, la crija en barbecho, las nalgas, antes tiernas y ahora flácidas, y el pequeño jardín del monte de Venus antes rojizo y lozano, ahora cubierto de hebras de ceniza, un cornijal baldío. Hay en la descripción un perfecto conocimiento y hasta un regodeo con la anatomía de la femenina, sin echar mano del embozo ni del eufemismo. Los años pasaron implacables estampando sobre la carne lozana el sello de la vejez antesala de la muerte, que ante tanto estrago sigue la ex bella añorando sus afeites y donaires, aquellas ancas anchetas, los puntiagudos y prietos senos y aquella vagina (sardinet) dotada de labros retráctiles para no dejar escapar a lo que más quería, los muslos en sintonía con lo demás, por ser mujer de buenas partes, y aquel culo respingón para la navegación viento en popa; las caderas se han caído y aparecen moteadas sospechosamente.  Fue así como la beldad se transforma en sota. La que antes moraba en los palacios se esconde en un ínfimo tabuco donde permanece arrebujada en su chal junto a un fuego de hebras de cáñamo, símbolo de la muerte que se peina sentada en las riberas del Leteo, su melena de esparto. Hijas de la vida y del amor, contemplad el destino que os aguarda, sacerdotisas de Afrodita, la vida pasa pronto, gozad de ella lo que os cumpla. Villon aconseja a todas las doncellas que no pierdan ripio y que se diviertan, que no se conformen con un hombre ni con dos. Pero está hablando con sarcasmo pues refiere que locos amores vuelven a los hombres bestias. Por una mujer perdió Sansón sus fuerzas y David de Dios ganó malquerencia, una gaita y una mujer destronaron a Orfeo. A causa de ellas el cancerbero anduvo a cuatro gatas y Narciso en un pozo hondo se ahogó, Amon forzó a Támara, una mujer hizo borracho a Lot. No hay fuerza igual cuando en el corazón del hombre se entromete. saltó por los aires la devanadera Herodías y rodó por los suelos la cabeza del precursor. “Y a mí, François Villon - confiesa- me urdieron a una viga de molar para moler el trigo en más de una ocasión por una bella cuyo nombre me resulta más dulce que la miel, Catalina de Vancelles, aunque sea amargo el recuerdo”. El tropo del cura al que unos salteadores mandaron moler unciendole a la rueda cuando le hallaron en coyunda con la molinera en la Noche de san Andrés se repite con frecuencia en la narrativa de tradición oral. Parece ser que Villon lo aprovecha y no le importa atribuírselo a sí mismo. Los recuerdos agridulce se repiten mientras pasa revista a todas las historias de amor, del que tuvo su lote asignado, como todos los hombres.

 

Sin embargo, la harina es ya sólo ceniza. La muerte, he aquí la moraleja, venga los desdenes del amante despechado. Al obispo que lo aherrojó nunca lo perdone y formula el deseo de que se pudra en los infiernos el tal Teobaldo de Aussigny, que pruebe de su misma medicina y conozca lo que son las mazmorras, el tormento de la gota en la cabeza, el ecúleo y los garfios y como mínimo le desea al inicuo prelado algunos de los malos tragos por los que él pasó.

 

Pero Paris bien vale un misa y de la panza sale la danza -son frases suyas-. Bebamos y que en salud nos tenga la Santa Trinidad y bajen de los cielos los nueve coros para acogernos bajo el ala de su protección. Tiene palabras tiernas para su padre biólogica y para la madre de cuyo vientre brotó y hace la consideración de dejar su cuerpo a la tierra de la que nació. Otorga albacea de sus versos, triste afán, que ecos serán de lo que en este mundo un hombre ha padecido. Al sepulcro torna desnudo como en la cuna. Quiere que sus libros, preciado tesoro, se los quede su amigo Guy Tabarie, así como sus cuadernos manuscritos que esconde en un cajón debajo de una mesa (le indica el lugar).

 

Y en medio del lodo, la perla. Después de estos consejos a las mozas de París, tan poco edificantes y sus transigencias con los placeres mundanos que pondera, surge la voz dolorida del reo humillado y escarnecido invocando la compasión y el perdón de la Mujer Fuerte, fuera de toda mácula y escarnio. La genealogía o árbol de costados de Villon se incardina en esa bendita devoción de las gentes de los siglos medios por la Señora, que hay que retrotraerla a las composiciones caballerescas de Jean de Meung en el “Roman de la Rose”, del puy romántico y cofrade de las asociaciones creadas para honrar y servir a la Virgen, espejo de virtudes donde se miran cumplidamente todas las damas. El influjo cátaro de los que buscan la pureza se hace perceptible en esta balada a Notre Dame, uno de los más bellas loas que se conocen del sentir medieval. La implora como “regente, eterna, emperatriz, triunfadora de las fuerzas del averno y depositaria de la fe en que vivió y desea morir.  Pondera su casi omnipotencia por haber conseguido deshacer el pacto del hombre con el demonio y le ruega, detalle galante, que tenga a buen recaudo el alma de su amada que yace en san Saturnino de Saucemes, para, a renglón continuo, cambiar el tono solemne por el jocos, y encomendar a “una damisela de nariz torcida, que en la tierra conoció y espera encontrar en el paráiso, la muy puta. Hasta rezando le brota a Villon el genio por las orejas, a medida que van saliendo de su plectro sonoro chispazos de frases felices. Errante, se queja de su mala suerte:

“Trotter m´en faut en fuisse et deshonneur”

en su planto se queja de la traición de una mala amiga, falsa belleza, cuyo goce siempre cuesta caro, era mujer dulce y taimada al mismo tiempo, un amor duro, martillo y yunque de sus tristezas. Pero llegará un día en que la balanza de los años- tempus edax rerum-, basculandolo todos con sus sistema de pesas y medidas implacables, pondrá el contrapunto, nivelará las cosas con su fiel implacable “yo seré viejo y tu fea y sin color, en llanto se convertirán tus carcajadas”. La amada beberá el cáliz del desengaño mientras sus dedos, ya marchitos y tumefactos, acaricien las cuerdas del laúd para tocar el “De profundis”. Le queda otros amores en el tintero “cuyo nombre no pronuncio porque el recuerdo de su rostro me punza los tuétanos a cada hora”. Prorrumpe entonces en un apóstrofe patético contra la muerte.  Es una de las reflexiones funerales más profundas que hayan podido salir de labios humanos. “Eramos dos y un solo corazón teníamos; la muerte nos separó. Desde su partida me habita su memoria, mirad cómo soy un cadáver ambulante”. Ahora habla en serio, nada tiene que ver este Villon patético con el bufón ristolero de otras ocasiones, cuando golpea los compases de su danza macabra. No olvidemos que este su legado, el defroque de un poeta pobre y encarcelado, que está diciendo adiós a la luz del día. Le había tocado vivir tiempos apocalípticos. Las guerras habían diezmado castillos, villa y lugares y a causa de las epidemias por todos los caminos se acollaban montones de cadáveres, lo que no es obstáculo para esa sed de vida, el desenfado y el amor profundo a la naturaleza. Alterna la tina de maceración con el horno de las carcajadas. Así pensaban sus coetáneos y así lo hace constar en sus versos.

 

Al hincar hondo sus afilados caninos de moralizador sobre el entorno que le rodea hizo presa certera. Ridiculiza a aquel París poblado por escolantes que se divertían iniciandose en una falsa ciencia, por hidalgos de gotera, mujeres de la vida, prebostes cornudos y magistrados corruptos. Pero sobre todo afila sus críticas contra la Iglesia. El falso misticismo le subleva. Para Villon el cuerpo y el alma constituyen partes de un todo hasta tal punto que la santidad puede ser consorte de la bacanal. Esto es muy medieval: el espíritu está pronto, la carne, flaca; el hombre ora y peca. Se refiere a las orgías de los frailes y monjas iluminados de un conventículo, el de los Thulipin, que se hicieron famosos a raíz de la reforma franciscana, y que al final formaron secta. Siguiendo las enseñanzas evangélicas sobre el desapego a los bienes seculares y a las prédicas del Santo de Asís acerca de los desposorios con la Hermana Pobreza, vagaban desnudos concejeramente desnudos. A sus misas  asistía mucha gente.  Terminaban en porno duro. El amor era para ellos ultima ratio.

 

Tampoco podían faltar en esta acerada crítica a los desmanes del clero las alusiones a los curas borrachos. Como aquel abate Clochart al que observa temulento y de andares vacilantes camino de coro a cantar vísperas. A él le dedica un bello epitafio. Esculpe los bajorrelieves de la vida parisina con cuadros costumbristas en los que se percibe a veces el trazo del delicado pincel y otras el brochazo de sal gorda. El zócalo que talla en esta visión de conjunto conserva la frescura del primer día. Los personajes que retrata parece que se mueven todavía por los aledaños de Pont Neuf. Todos ellos se expresan con el mismo despejo con que lo hacen las serranas del Arcipreste o los peregrinos de Chaucer, estos últimos no han perdido aún el acento cockney. Triquiñuelas de pícaro, besos y caricias a tanto por barba, garsinas y hurtos, que denotan la experiencia del hampa que tuvo su autor, cruzan las páginas. Los niños abandonados debieron de ser plaga, por lo que tuvieron que quedar abiertos en la capital tres hospicios. Su humor tiene también aires de expósito, utiliza un argot incisivo, aún reconocible en la germanía de los bajos fondos que son la elocuencia del francés de Montmartre y de Pigalle, jerga de la banlieu y de los burdeles, de los calabozos y del “trottoir”, un trallazo de espontaneidad en pleno rostros que nos recuerdan al viejo coquard de maneras peregrinas que fue Villon.

Itém más, prosigue la donación de los efectos personales de su Testamento, y deja a los frailes mendicantes, a devotas y beguinas una buena sopa jacobina “para  después, tras las cortinas, hablar de contemplación”. Hay una alusión a las consecuencias de tales reuniones de camaradería espiritual. Quedaban preñadas las monjas de estos conventos y nacían niños de padre no reconocido. “No haya hijos enechados de padres putativos que a los que procreó les done Dios su galardón”. Una visión de abusos deshonestos en círculos consagrados que son tema de actualidad hoy. El estupro y la violación siguen siendo males endémicos en las diócesis africanas Ver los periódicos del día de la fecha, 23 de marzo de 2001 en la que escribo con las declaraciones de Navarro Valls, portavoz del Vaticano sobre la materia. El pulsar temas inherentes a la condición es una de las peculiaridades del escritor genial. Los problemas del celibato en el rito romano son más serios de lo que parece. Se le plantean a la Iglesia del siglo XXI como también se le plantearon a la del medievo. ¿No sería necesario un reconocimiento de mea culpa? También los hay, almas perdidas, que han convertido el cristianismo en un problema de bragueta; y eso tampoco es. Chataubriand, el envés de la moneda de ese descoco tan francés, ya advritió que ninguna otra religion hizo tanto por la dignificación de la persona, la libertad, el arte y la literatura. Vaya lo uno por lo otro. La irreligiosidad impía siempre ha batido el muro por su flanco más débil, el de la carne humana vaciada en el molde del pecado y la flaqueza, el mal ejemplo de los pastores de la grey.  El estigma puede ser la clave para entender el misterio de que, a pesar de los cismas y herejías, los prelados indignos, la Barca de Tiberiades no haya dado de través, por más que parezca que a veces navega sin rumbo viento en popa hacia los escollos.

 

A medida que avanza el poema se va convirtiendo en una gran morality con resabios de danza macabra. Pasa revista a los hombres provectos, barrigudos, avinagrados y sin simiente que añoran el tiempo que pasó. Lucha generacional, la descolocación moral e intelectual que tantos padecemos. Su delito es no atenerse a la máxima del “tempori parendum” (acomodo a los tiempos) del clásico. “Y por culpa de una puerta yo perdí una huerta y diez halcones”, dice. “Y hubo una mujer que me puso en traza de caminante”. Catorce puds de vino pellejero le quedó a deber a un mercader de Saint Denis. “No se los pago. Así pierda la razón y me atragante”. Sin embargo, con su visión profética, no deja de lamentarse por las muchas casas que se pierden por el vino. Así el pobre Clotart, a causa de su afición al tinto, se bebió su colación de Notre Dame, murió prematuramente.  Cien sueldas dejó éste de su beneficio a un tal Clotart. Pero el viento hace la pluma, no es cosa de lamentarse. Unos vienen y otros van. Unos bajan y otros suben.

 

Menos convincentes parecen sus conocimientos alquimistas, aunque no es improbable que también practicara la quiromancia, pues, como no podía faltar en cualquier centón medieval, mienta a la piedra rejalgar, el oropimienta, y el oro obrizo con que se fabrica la piedra filosofal. Al erebo se vayan todos los magos.

 

Al amor de un brasero sentado en un sillón de pluma flojel bebía hipocrás (vino con miel) un afincado del buen pasar y socio de la buena vida. A su vera estaba Sidonia. Ambos cantaban y reían, jugaban a las cartas, tocaban el arpa, y, cuando cansaban, se hundían en los brazos del amor, “que yo les espié por el cancel haciendo marranadas y supe entonces que no hay cosa mejor en esta vida que retozar hombre y mujer a cualqueir hora del día bajo el agavanzo o detrás del rosal”. Es la sátira de Frank Gautier en la que ridiculiza la norma de la apartada vida que preconizara Horacio en su “Beatus Ille”. Pero Villon pone de manifiesto las contradicciones en esta huida del mundo y las enseñanzas de Jesús. También escarnece el relajamiento de la vida monástica. Es el tema eterno. El abad come de lo que canta y mi olla, mi misa y mi María Luisa. Aquí lo mejor es hacer lo que uno le dé la gana. “El “Panurge” de Rabelais, protagonista de “Pantagruel” y, que según la crítica, está inspirado en Villon, va a dar la misma tasa. Ambos autores inician la corriente anticlerical que va a desembocar en la pluma mojada en ira del inclemente Voltaire, epítome de ese descreimiento, rezumando el veneno de una irreligiosidad inveterada,  tan francés. Francia es la génesis de la Iglesia romana, al tender el puente bisagra entre los cultos sincretistas a los dioscuros barbaros o las creencias gimnosofista con una religión que tuvo al crecal hebreo como árbol padre pero que dejó de ser totalmente judía. Se alcanzó la sintésis entre la paganía y la soteriología mesianica. El genio francés siempre se decantó hacia la síntesis. Por eso Francia fue de antiguo la hija predilecta de la Iglesia romana. A veces se ha comportado, sin embargo, como la suegra respondona. 

 

Malos ejemplos, escándalos, miserias. De poco sirve que madame Bruyères vaya predicando por las esquinas de Saint Denis predicando la vuelta a la pobreza con una biblia en la mano intimando a las mujeres descarriadas la necesidad de la conversación a Jesucristo. Ellas le respondían:

-Andad, que ya estamos perdidas. No queremos que nos encierren en un convento para solazar a los frailes carnívoros. Dejanos en paz, vieja bruja. Somos mujeres decentes, aunque nos llamen de la vida. A otra parte con tus sermones contra la salacidad. Que primero se conviertan ellos, que adquieran buenas costumbres, empezando por el papa y los cardenales.

 

Pese a las exhortaciones a la morigeración, a la continencia y una vida austera, Paris siempre tuvo esa tradición de ciudad alegre y confiada, punto de recalada de la buena meretriz. Tenían por costumbre batir la calzada en las dehesas pasado el Sena; las tapias del cementerio de San Medardo eran su lugar de trabajo favorito. Precisamente allí al correr de dos siglos un diácono jansenista haría milagros. Decían que levitaba, que resucitaba a los muertos, que curaba las enfermedades, que adivinaba el porvenir.  Todo resultó obra del maligno, pero París es desde entonces la Meca de las ciencias ocultas y del esoterismo, polo de atracción de saludadores, videntes, astrólogos, ensalmadoras, etc. El osario de San Medardo pilla cerca de las aulas de Sorbona, que comandó desde un principio no sólo la enseñanza de las artes liberales sino los saberes herméticos, que tuvieron, como dan los autores por sabido, orígen en la Orden de los Templarios.

 

Es la metropoli de la ciencia del amor y en el ámbito de la prostitución el rompeolas de la vida alegre. En sus burgos se fundaron los primeros hospitales de venéreo, los primeros hospicios y los centros de arrecogidas. Venían de los más remotos lugares de la tierra. A todas ellas las cantó Villon en sus versos: españolas, catalanas, valencianas, flamencas, griegas, turcas, romanas, piamontesas, borgoñonas, irlandesas, inglesas, alemanas, saboyanas, sicilianas, griegas, bretonas, húngaras, danesas, de la Lorena y del País de Oc.

 

El chancro del fementido mal gálico tuvo a la Ciudad Luz como centro de contagio, porque de París partían todos los caminos, incluso el jacobeo, y, para putas por buenas que las haya en Roma, las mejores, las de París. Ya que no hay mal que por bien no venga, la atención a los apestados sentó las bases del encauzamiento de la Medicina práctica. Es para atajar la epidemia que se abren los primeros lazaretos; asimismo, las casas cuna para niños abandonados. La demografía cubría los efectos desastrosos de las guerras de los Plantagenet y los Anjou merced a estos nacimientos sin pasar por la vicaría. Pero no extrapolemos tampoco las cosas.

 

De modo que para yacer y holgar, París y también para sanar de las pegadizas miserias. Esto es lo que han creído al menos los ingleses que inventaron nada menos que el preservativo  acorazado, en precaución contra el azote gálico, cuando pasaban el Canal en son de merodeo amoroso, y lo bautizaron con el nombre de “French letter” (carta francesa). A contramano, los francés llamaron de siempre al cordón “lettre anglaise” (carta francesa). Un epíteto y un antítodo cabe en la figura. Y donde las dan las toman.

 

Las monjas dominicas de san Jacobo tenían la piadosa costumbre de abrir las puertas de su monasterio a las muchachas vagabundos y a sus hijos fornecinos, pero, atención, no todo era caridad en esta práctica, sobre todo cuando frailes licenciosos se injerían y hacían valer sus derechos de pernadas. Andaba en lenguas que este centro conectaba por pasadizos subterráneos con dos conventos de la Regla de san Bruno y la de san Celestino. Los cartujos, monjes blancos y los celestinos de hábito negro, a veces haciendo caso omiso del edificante ejemplo de san Antonio, que superó este tipo de acosos, caían en la fragilidad de la carne, máxime, cuando la tenían tan cerca, al cabo de un tunel de pocos metros. So capa de patronazgo espiritual y de llevar al camino recto a las pobres inclusas a veces se descarriaban ellos. Cuando parían arrojaban el fruto de sus amores al Sena o eran obligadas a abortar, ya fuesen beguinas, ya monjas espesas. ¡Ay si hablaran las aguas de este gran río de París!

 

Lo malo es que el monasterio de san Jacobo era el primer jalón de salida de las peregrinaciones a Compostela en la Francia medieval.

 

Viene a la conclusión el autor de la “Balada de los Ahorcados” y del “Testamento” que la vida misma semeja como a una gran mancebía, de la cual pocos escapan. La soga del vicio tira del cuello del hombre hasta las aguas del pozo de los bajos fondos; así con un pie ya en el estribo pasa revista a los momentos de disipación, al tiempo perdido en devaneos, a sus estragos de crápula. Aquí sus versículos alcanzan un alto grado de sinceridad y de emoción.

 

Es la melancolía humana puesta a trabajar y darle vueltas a la cabeza, la tristura postcoital de la que hablan los psicológos, pues la búsqueda del placer no depara la dicha, a decir de los moralistas:

Je suis paillard, la paillar me suite/Ordure aimons, ordure nos suite/ nous defuillons honneur, il nous defuite./ En ces bordeux oú tenons notre état.

 

A gente menuda, pequeña moneda. A los bulderos, nunca. Sin solución de continuidad cambia el tono y el tema, en la mejor tradición de los compositores del “sermon joyeux” de los provenzales, parodia de las homilías, que tuvo tan alta raigambre en la literatura cristiana y que recorre todos los cromos del espectro hasta llegar a bien entrado el Barroco. En España el “Fray Gerundio” del P. Isla es un ejemplo. Tunde las costillas de los simoníacos y de aquellos predicadores especialistas en la recaudación de dineros para obras pías - equivalentes a las o.n.g. del momento que encubren tan turbios manejos- y que iban a parar a bolsillos poco escrupulosos. Por tales calendas Sixto IV estaba embargado en la campaña de reconstrucción de la Basílica de Letrán, sobre la cual el Vaticano afianzaría sus cimientos. Con la limosna de los fieles fue erigida la Capilla Sixtina. ¿Arquitectura simpar a cambio de los fondos reservados? Los papas también recursos sutiles y poderosos para meter mano al cajón con bulas a cambio del dinero de la corbona. Villon protesta ante el escándalo de las indulgencias que permitían comprar el paraíso a trueque de unas pocas monedas. El vidrioso asunto de comprar salvación centra también la línea melódica del “Pardoner´s Tale” chauceriano y es el tema aquí de la “Balada de la Buena Doctrina” librada en traza alegórica: los lobos de Gargantua apacientan la candidez del rebaño místico. Bien es cierto que balan un poco pero sólo saben decir be. También los ruiseñores acaban en la olla. Paz por territorios, el oro y el moro por la vida eterna. Él no se muerde la lengua. A los curas y a los frailes les tacha de monederos falsos. Ojalá ardáis todos en la flama eterna, por falsos, perjuros, ladrones de nuestra fe. ¿Adónde van a parar el fruto de vuestra rapiña? A la cantina y a la burdel. ¿Y de lo que te dí? Con putas y rufianes me lo comí. Invoca para estos farsantes el castigo de Sodoma y Gomorra.

“Tout aux tavernes e aux filles”, reza el refrán de la última estanza.

 

El tono chancero de “sermón alborozado” o chanza parenética del principio se convierte en fúnebre lamento cuando hace manda de sus quevedos leguleyos al hospital de ciegos de Paris en la confianza de que este efecto personal les sirva de algún provecho, porque aquí los invidentes columbran la verdad mejor que los que alardean de buena visión y recuerda el pasaje evangélico de que los cojos andarán algún día y que el ciego que nada ve recupera esta facultad. Su visita al cementerio de la Ile de la Cité es uno de los pasajes lastimeros.  Ve una danza macabra en el osario. Calaveras y tibias se han puesto de pie para marcarse una pavana. Se oye el estridor, mediante la onomatopeya, de los esqueletos. Miradas macabras, cantos tenebrosos, y un avanzar en procesión penitencial de la estantigua. Caronte aguarda. San Miguel afila sus armas y se dispone a hacer funcionar la romana en que serán pesadas las almas. Al fondo, el movimiento espectral de las olas del profundo lago. Allí la virtud será recompensada y el vicio castigado. Los pecados infinitos hacen inclinarse del lado izquierdo las pesas de la báscula.

 

Los esclavos de Satán oirán el sortilegio de los réprobos: id malditos. Mientras, la hueste de la derecha comenzará un canto de alabanza que durará la eternidad. Serán conducidos al cielo mientras los préditos se hundirán en los abismos del tártago infernal. Ya los diablos les acogen. Vanidad de las cosas del mundo, fugacidad del placer, inanidad de las riquezas; eso es todo. El dalle de la muerte cortará a todos por un único rasero. Entonces sólo valdrán las buenas obras. En las vueltas de peonza del rodillo igualitario se confundirá el rico y el menesteroso. A todos aguarda el mismo fin. Es la democracia sin más hasta sus últimas consecuencias.

 

Que fue clérigo y que estuvo ordenado de menores lo demuestra la copla 172 en la lega su beneficio de simple tonsura con facultad para decir misas secas, que no llevan mucho aparato ni preparación intelectual, a un tal Chappelain, sobre el que resigna su curato, pero no le da facultad para que uso de cura de almas -otro nuevo retruecanos- ya que él sólo tuvo por costumbre “confesar únicamente a azafatas y damas camareras”. De paso le dice a Juan de Calais, que heredará sus versos que podrá castigar el texto, cortar, podar, añadir, pulir a su placer. Debía de ser una costumbre juglaresca porque Juan Ruiz dice lo mismo de sus cantigas. No le importan demasiado los derechos de autor. El mester de juglaría siempre será patrimonio del pueblo.

 

Pedirá descansar en Santa Avoie (el cementerio del mosto), la casa postrera de vagabundos y borrachos, pero que antes se le haga un retrato de cuerpo entero, las dimensiones no le preocupan. Quiere que la memoria sea: “aquí descansa un retozón” con el siguiente epitafio:

“Descanso eterno dale a él, señor/ y claridad perpetua/ aunque no valiera lo que un plato y escudilla ni brizna de perejil/ Le desplumaron bien, jefe, en esta vida perra/ igual que a oveja lo esquilaron/ Rigor extremo lo envió al exilio/ le cutieron bien del culo la piel/ a pesar de haber dicho que apela./ No hay palabra más sutil/ Mas descanso eterno dale a él.”

 

Que Dios le coja confesado. Suplica a Dios una hora corta y al verdugo maña certera, limpieza y rapidez para que en la toza no le haga padecer. Estaba en todo, a lo que se ve, hasta el punto de ponderar quien puede ser su mejor esbirro. Cita al respecto los nombres de Martin Bellefaye, al señor de Colombel. En caso de que estos dos se excusasen, da la comisión al maestro Jacques James o al propio Philip Brunel, que, aunque brutales, son todos ellos temerosos de “Dieu, Notre Seigneur”. Ningun rencor los guarda. A todos los quiere bien y que el cura que le asista en los útimos momentos sea Thomas Tricot, que oficiaba en la diócesis de Meaux, compañero de  fatigas y de aula y que mucho bebió a su costa, y que por lo visto era un buen echador de cartas. por último que se encargue de los blandones y el sudario a Guillermo de Rue, su compadre y que era experto en vinos. Yo les doy a todos las gracias que se va acabando este loco frenesí. A los cartujos y celestinos, a los mendicantes y a las devotas, a los que viven de gorra y a los claquepatines ( los de la clac teatral), a las chiques pizpiretas, a las que llevan la justa corta (picos partos) y a los cuidadores del amor transidos y a los que sin dolor calzan las botas gualdas (cornudos). A todos les digo “merci”. A las púberes muchachitas que muestran sus teticas, muy hospitalarias ellas de por sí. A los ladrones y camorristas, a los bateleros del Sena, tocados de su marmota. A los locos y a las locas. A los zotes y a las sotas que muestran su arlequín. Se los ve y la gente empieza a silbar

 

  

 

    Domingo, 23 de abril de 2006

Easter. Cristos anesti. Anbiat. baskriesi, rissen. Gerissen, resurresité. surrexit sicut dixit. Ressurection and Erstehung. That is the cry today in all the languages (Greek, Rumanian, Russian, German, English etc.) I remember one novel of Tolstoi with that title. Was tired after a bad week. Prosecution that never ends at the Archive. El CIDA is like hell. Kafka lives among us. There are more chiefes than indians like in the bad spaguetti westerns. You sahouldnt do that. You shoud do this. You are not a qualified archiver etc. So my fingers become ghosties as we say in old spanish. Mis dedos se tornan huespedes. More than twenty year listening to the same tune. Envy. Rage. The classim and idiocy of the spanish society. After all we are descendent from the Visigoths. The Spanish Laberinth at work. La Fuensanta, la Reme, la Chumillas El Antonio  G. Quintana. Are we heading for another civil war? Going to work for me many afternoons is like marching to the front.

 Why didnt he shoot himslef alter living to the Catalans the Papers from Salamanca? Insted he hostigates me. Mobbing at large. The sexism od the women funcionarias a chip on their shoulder. Envy. All of them have spent lots of euros in crash course to learn English a language that little secrets for me even if I cant get rid of that wqild Çspanish accent but I learnet it by heart and it was the masterpiece of love. When you love your learn. Everywhere jews and turncoats. Los tornadizos de siempre que asoman la oreja siempre a lo largo de nuestra historia. Judas at work.

 Jelousy. They dont know how to draft a comunication official. I know how to draft. I know where are the books. I am aware of the drastic and dramatic history of Spain. I know and I am scared of my people. The rule of fears.  I also know how draw a knife but a follower of my Master I prefer to put down the guns. Mitte gladium in vaginam. I am peaceful and meek. My best altar are the taverns. The good tavern is a good tabernaculum. I am lover of beauty, good feelings, compassion, a bit of laughters, easy going but those ideas dont sell nowdays you have to be on the perpetual watch, suspiocious minded or became a bastard insensible to your neighbours feeeling bloody hell. I am the odd man out. Hangling from a rope never reaching the end like in the nights of white Satin.

·       In any case I have been quite worried about my Helen. Has her car dented by a silly old hag. Watch where you are going missus. After all she was honest and left her address recognizing guilt. That shouldnt be  like that in Madrid or New York. England after all is the whole land of gents and ladies. Now my Helen our Helen  she drives at night working the night shift caring for new borns. God bless her. In a world like ours especially in Spain whre the fall of demography is appalling (only parent prio paris parire peperci partum I know how is conjugated that verb from my Latin days the gachupichus, the blacks and the arabs, Europe is going to have a problema but that is none of my business in the same degree as I should not worry because petrol prizes are climbing up in preparations for the next war in Iran ) lady Suzanne your words are always soothing. You are the the only person in the world whom with I can talk. Sometines. They have messed all up, they should put the remedies. Like in the Baske country, like in the fucking Ulster. I spent years of my life writing about the Irish and I dont know a wolrd of it. Even I interviewed Paisley, Faulkner and all those cronies. I dont know a bit. Nor of the basque country.  Now a certain presbiterus called Reid has come here as Mr. Kissinger to make end meets. Oh priests. I dont understand the Catholic Church, Wojtyla, the Pope. All is power. Nothing to do with Christ. That is why I have become orthodox and I pray at home in from of the face of the illuminated ikons. There was a priest in me a seminarian and is sprouting up in my last days. Today is Easter. Christ is risen. Joy to all. Yesterday after talking to you, Lady Suzanne, there was in a Arab station form Aegipt the transmission via satellite – I follow the Germans and the Skynews- of the blessing of the Patriarch of Alexandria. The song to Christ resurrected in Arab sounded also by the Nile margins and for me it was quite emotive because someone has sent to me years ago the photo of this venerable bishop and is with the photos of my Helen and my rosaries in a gesture of adoration of the Bizantine Cross in full gear with all the garments. The tiara, the humeralis covering his head and patriarcal shoulders. Strange signal that mitigates the sadness of my troubles. Oh let us have hope and be joyful. Suzanne do you think I am a marthyr? I have had that feeling in El Escorial.  Will talk to you one day about those awkard and exicing experiences. I knew you were healed. I had the impression also that I made you suffer a lot. Oh Lord forgive my sins.  Good God. Mj thinks that I am useless. Perhaps. A bit unpractical. And Cristina is a sweet. She is very eager to come bak to Madrid. I hope that she talks with her half sister. I know everything will be alright. Trust God. Anyway Suzanne my mind is confussed and happy. I am glad you had a lovely holidays in Wales. Tjhe dragon of Wales. Caernavon. There are there your roots arent they? But you also are a bit Irish arent you not? Any way let us keep in touch. Hope you dont mind this epistle. Looking forward for your holidays in Frogland. Have a rouge on me. Or two. But tell you one thing the best wine in the world is  Valdepeñas trust my word of connoisseur. Have a very nice week. Writting for me is a relieve. I think I ll continue a novel I started but I cant find time. When I get back to Madrid I am exhausted.

·      Have a peacful and joy ful week.

·      Antonio

 

 

          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

batir moneda felipe ii el primordial burócrata san mateo es el patrón de los de hacienda plata repujada censo del marqués de la ensenada de 1765 y catastro de la villa de madrid de 1754 en 1770 araquistain propone un colegio para instruir a los funcionarios en las carreras del estado bravo murillo y el estautot de funcionarios de 1872 pedro gomez de la serna el último recotr de alcaá de 1849 que traslada la universidad a madrid suspensión y reposición de empleados públicos ayudas de costa sobre el estatuto de fuincionarios juan neneyto perez historia de la dministración calvo sotelo fu

CORRESPONSAL DE LA NUEVA ESPAÑA  EN NUEVA YORK. UN MORDISCO A  LA GRAN CAMUESA.

                      Antonio Parra

Con una estampa de la Santina en bolso y bastante miedo en el cuerpo me acuerdo de mi arribada a NY tal que una noche de san Andrés de 1976. Estaba nevando o a punto de hacerlo en honor de aquel refrán que dice: Por los Santos nieve en los altos y por San Andrés nieve en los pies. Cuando en América se acatarran aquí cogemos unas pulmonías de espanto.

 Era una tempestad de granizo casi tropical lo que caía terciada con hampos de una nevasca rusa que descendían perezosos sobre la cima de los rascacielos y el viento huracanado jugando a capricho con la aeronave. Por un instante creímos que nos ibamos a estrellar contra las Torres Gemelas. Allí vi un signo de los días porvenir. El horrísono espectáculo para los hiperestésicos como yo no es nuevo. A  Nostradamus lo he vivido en mis propios huesos. La fatalidad muslímica frente al destino. Makfut. Está escrito.

Desde entonces, y aunque salí de aquélla y de otro accidente que tuvimos en Lisboa, se incendiaron dos motores en pleno vuelo, a raíz de mi accidentado aterrizaje en la Gran Manzana, he tenido pesadillas columbrando aviones caían sobre el World Trade Centre. También la torre Eiffel y el embudo donde se encastilla el Big Ben, torre del parlamento de Westminster, pero sobre todo las torres Gemelas eran el tema recurrente de mis cefaleas oníricas. ¿Occidente en la encrucijada?

 Hasta escribí una crónica y creo haber entregado algún despacho anticipando esa experiencia apocalíptica de las Torres Mellizas derrumbándose que ha puesto al mundo los pelos de punta. Y la obsesión me ha martillado muchos años porque Nueva York es algo que imprime carácter que cambia la mentalidad y el modo de ser de las gentes. Allí mi vida experimentó un giro de varios acimutes. Y silbé sus “blues” bajo la autoridad de Frank Pinatra, un neoyorquino típico: “I love Nueva York. Nueva York”.

En América todo es grande y es extremo. Las montañas. Los huracanes. Los hombres y las mujeres; allí se encuentran los más altos y los más bajos, los más guapos y los más feos, los flacos como leznas y los más gordos pues dicen que Nueva York, donde abundan los “fatis”, cambia hasta el metabolismo y a mí me ocurrió Las ciudades. Los árboles mayores como el alerce de las Rocosas o las secuoyas de California. Se lo pasan allí en grande los estadísticos, los amigos de los contrastes y todos aquellos que sienten pasión por evaluar las contradicciones, sinrazones y a veces maravillas de la raza humana. América casi carece de raseros y de varas de medir. Hasta climatológicamente las subidas y bajadas del mercurio de tan bruscas carecen de parangón. Se pasa sin solución de continuidad de una mañana calma de primavera a una tarde de calígine para luego tener una noche de escarchas. “If you dont like our weather, just wait” (Si no te gusta nuestro clima aguarda un segundo), advierten los castizos de Brooklyn.

Esta volubilidad a mí me parece que influye en la forma de ser de los habitantes con bruscos cambios emocionales que hace que no se asuste el neoyorquino de nada. Y se asusten también de todo. Allí suele tomarse la vida muy a pecho puesto que para sobrevivir hay que ser un adicto del curro. Como aquel Hernie, el transcriptor de mis crónicas en la IT de la Onu, un judío entrañable. El pobre se fue a morir a Miami a un cementerio de elefantes. Que así se llama en el lenguaje coloquial a los que se jubilan y lo peor que le puede pasar a un neoyorquino es jubilarse.

Y es que allá cuando llueve, es el diluvio y si truena o cellisca lo hace a conciencia y de verdad.

Iban a ser cuatro años de experiencia sin precedentes. De calores húmedos en los cuales se podía cortar el aire con una navaja y de hielos espantosos.  Recuerdo la morriña que me invadía todos los veranos al regreso de las vacaciones en Artedo con sus mareas cantábricas, un verdadero servicio de limpieza costero que no existe en la Bahía del Hudson fuertemente contaminadas a causa del carboneo y el intenso tráfico náutico que ha degradado a las playas como las de Long Island consideradas como las mejores del mundo; una vez fui a bañarme a los arroyos de Staten Island, un marasmo de galipote, y por poco perezco, añorando las olas de mi Cudillero, no a causa del agua sino en el cieno de las cloacas y de los vertidos de los basureros oceánicos. De la parte de Nueva Jersey las tardes que cambiaba el aire llegaba una hedentina que quemaba los ojos y las narices. Allí todo era grande y distinto. Hasta el tufo. La naturaleza, más joven que en la vieja Europa, observa un comportamiento más vigoroso e imprevisible. Allí todo es grande hasta los atentados como el que acabamos de presenciar horrorizados a través de la CNN. En los famosos kills se entierran ahora los cascotes del desastre y Staten Island era y lo sigue siendo la isla de los muertos. Gestaten, en alemán y en holandés vale tanto como inhumación.

Habíamos tenido un vuelo con turbulencias. La aproximación a Kennedy la hizo el piloto con mucha cautela. Estuvimos dando rodeos a la vertical del cielo de la Mejana Inmensa que es la isla de Manhattan, a la que llaman cariñosamente Big Apple (la gran camuesa) los neoyorquinos, gentes de todas las etnias y razas que han aprendido a convivir en armonía y sin problemas, dentro de lo que cabe, formando ese caldero o melting pot que demuestra que los caminos del mundo no son los de la xenofobia sino los de la xenofilia y benevolencia hacia el forastero, el meteco o el espaldas mojadas que llega en busca de acomodo y de un futuro mejor. Allí uno nunca se siente de fuera.

Esto no quiere decir que sea una megapolis cómoda o fácil ni el Edén, porque se lleva una vida que no es para llegar a viejo. Es una ciudad bronca donde todo es difícil y  donde nunca hay que bajar la guardia pero allí se percibe un halo de humanitarismo tierno bajo la hosca corteza del neoyorquino quien, cuando habla por cierto lo hace con palabras precisas y como con barbas. Su “slang” o jeringonza es uno de los más interesantes por sus alardes de precisión y de fantasía. Puede decirse que el cheli y el pasota madrileño lo copian. Hasta el punto de que allí la sabiduría se aprende en la calle. La ciencia del albañal o sabiduría de la acera son dos palabras que allí conviene aprender para saber nadar y guardar la ropa. Sin una orientación y una buena aguja de marear te caes pues refiere un viejo dicho local “nice guys here dont last” (los buenos chicos aquí duran poco). Están acostumbrado a las emergencias. Lo que más me sorprendió al principio es que la radio ensayaba simulacros de un posible ataque nuclear y llevaba a cabo pruebas de evacuación a los refugios que terminaban todos ellos con la muletilla: “Esto no fue sino una prueba, de haber sido una emergencia real les hubiésemos facilitado las precisas instrucciones”.

   Es el mejor inglés jamás escuchado y eso mismo me decía el querido periodista y novelista gijonés Faustino G. Ayer, un enamorado de América y de todo lo americano (los dos ibamos a comprar el pan juntos a una tahona italiana de la ciudad baja, dentón) que conocía bien Nueva York, claro dentro de un límite porque en este foro mundial todo se mueve. Todo parece en perpetua catarsis y siempre confunde, siempre sorprende. Con este colega asturiano también tomé copas en el bar cerca de Plaza de la Trinidad donde acostumbraba a beber hasta quedar tendido Dallén Thomas. A veces nos acompañaba el ovetense Delfín García, corresponsal de RNE, bravo carbayón aunque muy cabezota, que tenía un aire inconfundible de Humprhey Bogart siempre con su Pall Mall sin boquilla a flor de labios. Pero en Nueva York la bohemia es mucho más escurridiza y peligrosa que en Europa. He aquí a uno de los máximos poetas en lengua inglesa convertido en difunto de taberna en uno de esos pubs de mala muerte denominados “dives” (inmersiones) o cavernas o “speakeasy” (hablemos paso) que recordaban los tiempos de la Ley Seca. A Dallén que añoraba sus excelsos valles del Principado de Gales Nueva York fue su tumba; lo derrotó.

Así que el Sky line se presentó ante mis ojos como una visión. Pensé en Moisés y Aarón bajando del Sinaí con las tablas bajo el brazo. Una nueva era de mi vida empezaba traumáticamente. Parto acongojado. Yo venía a Nueva York por una de esas carambolas a contar ese periodo de transición que fue la era Carter para los lectores de “Arriba” LA NUEVA ESPAÑA y una cadena de otros cincuenta periódicos y también a entregar la cuchara porque la cadena del Movimiento para la que trabajaba iba a ser pignorada o desmantelada a nostramo, porque digase lo que se quiera reconozcámoslo o no en España desde el año 45 los que mandan son los americanos y algunos amigos yanquis me han confesado sottovoce de que con Franco les iba mejor. No quedaba más remedio. En aquel puesto había habido predecesores brillantes: Manolo Blanco Tobío, Celso Collazo, uno de los creadores de EFE, Guy Bueno, Félix Ortega, que fue el mejor de todos ellos a mi criterio de todo el cupo iniciado en el 48 por Pepe Cifuentes y Rodrigo Royo, quienes tuvieron que verselas con una ley tan pistonuda como la MacCarrack, el diplomático de Truman que luchó en Brunete con las Brigadas Internacionales y  que vedaba la entrada en territorio estadounidense a los españoles. El bloqueo estuvo en teoría hasta comedios de los cincuenta sólo sobre el papel porque en la realidad nunca se llevó a efecto.

 Todas esas firmas habían dejado muy alto el pabellón y aunque entusiasta y audaz periodista como se decía en la jerga el momento no me sentía con capacidad suficiente como para hacer sombra a aquellos gigantes. En los primeros días me fumé dos cartones de tabaco pero no fui el único. José María Carrascal que llegó en barco casi como un polizón se había fumado treinta paquetes hasta perder la voz. Y a nadie le extrañe porque Nueva York acojona e impresiona y más si el recién llegado la descubre en medio de una aparatosa tormenta como me pasó a mí. La clemente Santina me echó un capote.   Aquella vez y todas.

Durante la espera para aterrizar estuvimos de circunvuelo. A nuestros pies la postal inconfundible del paisaje urbano: Manhattan con sus dársenas, espigones, grandes buques amarrados. Bocanadas de humo blanco manaban de las fauces de las chimeneas de la central térmica edificio lindero con el de la ONU y se iban a colgar estos penachos sobre los tiesos adarves del Woolworth, el rascacielos más antiguo, y del Empire State.  Es el emporio de la civilización y la impresión que ofrece al viajero es la de algo que arde y echa chispas.  Viviría dos años con mi mujer y mis dos niños casi a la sombra de este mastodonte de hormigón con su chapitel calado donde la inmensa lanza de una antena de radio hace las veces de campanario. Todas las mañanas me despertaba la visión y el espectáculo de la city. Es un paisaje abstracto que no inspira sosiego, que parece que siempre está llamandote a la calle e instandote a la acción y al movimiento pero los atardeceres son verdaderamente apoteósicos.

 El Empire es el palo mayor de esta ciudad con forma y fisonomía de buque de guerra con jarcias de cristal.  Las Torres Gemelas eran las vergas de popa. Cualquier bamboleo, descartado pues el firme de Manhattan no es más que un peñasco yermo vendido por los indios moahawk a los holandeses por veinticinco dolares en 1622; que se derrumbase todo el montaje, simplemente imposible, porque los cimientos son de  sílice.

 La Nueva Roma se funda sobre un plinto granítico y siguiendo las instrucciones talmúdicas trata de imitar a la Roca de Israel a la cual alude Ben Garrón cuando fue proclamado el estado judío en 1948; no mencionó la palabra Dios, sólo la Roca de Zion. Además, los muros de los rascacielos, orgullo de la ingeniería del siglo, estaban diseñados como  soportar la oscilación del mayor terremoto. Por lo que el portaaviones sería inexpugnable. ¿Cómo iba yo a pensar que la Nueva Jerusalén de la Diáspora iba a ser atacada y sus dos símbolos señeros abatidos? Los pilotos kamikazes hicieron blanco no ya sobre las moles simbólicas de la Torres Mellizas sino sobre el corazón que mueve todo el ajetreo de las finanzas. El daño mayor no han sido los muertos, desaparecidas o el destrozo causado, aunque los norteamericanos tengan redaños suficientes como para resucitar de los escombros, sino la afrenta moral a lo que estas dos trípodes de cristal abanderaban.

 Conque no puede ser más símbolo aquello de torres más altas han caído.

 Para mí que conozco Nueva York, amo Nueva York y fui residente allí cuatro años, los más importantes de mi vida, lo ocurrido el 11 martes fatídico de septiembre del nuevo milenio ha sido una señal. Un toque de atención que exhorta al rearme moral más que al físico, una vuelta al pensamiento de la nueva frontera de la época Kennedy. Que América vuelva a ser amada más que temida y odiada. No se aconseja un castigo porque Dios no puede castigar sino que el ataque representa un aviso enviado desde lo alto. Algo no va del todo bien pese a la euforia de los últimos años. Se exige no la guerra de represalias contra la diabólica mente que urdió la infernal hecatombe sino la reflexión meditada y el reposo sobre cómo somos, qué queremos, hacia dónde marcha el mundo.

Y esta idea se me ocurre cuando a mi memoria viene el recuerdo de aquella tarde noche de san Andrés en medio de la tormenta durante la angustiosa aproximación a un aeropuerto congestionado de un tráfico terebrante. Allí oscurece mucho más rápidamente que aquí.  Me impresionó la visión de aquellos dos conos mágicos como una soberbia representación de una ecuación matemática sobre el paisaje. Dos falos erectos encarnación de la potencia genésica de una nación joven ¡qué contraste frente a los aires caducos de Londres! Dos mástiles de un transatlántico en el que actuaría de timonel, de serviola y de mascarón de proa la estatua de la Libertad apuntando su hachero con la flama perenne hacia Europa. Nunca imaginero tan mediocre como era Bertholdi, aquel escultor que fue contratado por la municipalidad neoyorquina para llevar a cabo el proyecto, tuvo tanto éxito con un molde. Es lo que significa el coloso. Los pobres de la tierra recién llegados a la isla de Elis estuvieron viniendo a refugiarse bajo sus zócalos y ahora el pebetero de la verde dama en cuya cabeza hueca cabe todo un restaurante puede que esté también amenazado. Ha soplado un viento recio en el rebufo de la carlinga y la cola de los dos aviones estrellados contra la fachada de las dos torres. Vesania fundamentalista. Muchos corearán aquella frase del Corán “Alá es grande”. Pero la grandeza divina nunca podrá cimentarse sobre un montón de escombros y una pira de cadáveres.

Sin embargo, yo entonces con treinta y dos años y medio pensaba que estaba llegando al epicentro del futuro. Caía en la forja de una horno donde todo se cuece donde está el crisol del mundo nuevo. La primera impresión fue la de acogotamiento. Nueva York amedrenta un poco cuando se la ve desde el aire y más en las circunstancias de aquel vuelo en medio de una tempestad que hizo que el avión se zarandease como una vaina. En uno de los fucilazos del relámpago quedó diseñado sobre las nubes el cordonazo de san Francisco o la palma de santa Barbara que decían los pastores de mi pueblo. Me pareció entonces que una mano invisible estaba diseñando el croquis de los tiempos por venir con una anticipación de veinteséis años sobre los acontecimientos. Mi olfato periodístico me dijo que no hay que dar de lado a las corazonadas y yo en aquellos momentos la tuve y ya desde entonces nadie me pisó el scoop y por eso mi corresponsalía fue un poco a la contra de la de los demás. Parece ser que a muchos les supo a cuerno quemado que uno quisiera contar la verdad. Yo a los cables de la Ap, de Deuter y  del “Times” les daba siempre la vuelta y al revés te lo digo y acertarás, piensa diferente y acertarás. Hice periodismo de calle. No me limité a pegar telegrama o a refritar el Times como otros becarios de la Fullbright y con master en Columbia que se convertían en amanuenses de los lobbies por los pasillos del Edificio Azul o del Departamento de Estado. Desde el principio tuve muy claro que venía a servir los intereses de mi país. Me dieron por díscolo pero hice bastantes dianas y conseguí moverme con soltura en el laberinto de la política exterior de Cirus Vance, para mí un auténtico caballero. Los americanos tienen un alto código de valores tanto éticos como morales y eso se nota también en el apasionante mundo político y estratégico de la Casa Blanca y del Pentágono. 

 La verdad tiene muchos carriles y a un periodista se le perdona todo menos el de ser aburrido ni pastueño. La mansedumbre de feligrés da buen resultado en el rebaño y en la manada, nunca en esta bataneada profesión a la vez canalla y sublime. Mi lema era un poco el de la libertad al estilo del fundador del “Manchester Guardian”: Facts, sacred. Opinions, free” (los hechos son sagrados; las opiniones libres). De acuerdo pero existen diversas formas de presentar objetivamente unos mismo datos. A la que descendíamos el avión perdía presión. Vi como el pararrayos de una de las Towers absorbía la descarga de una centella. La gran azotea se iluminó con una luz de espectro. La gran fábrica del rascacielos aguantó impávida. Aquello me pareció el techo del mundo pero yo ya colegí que aquellos prodigios de la ingeniería eran vulnerables. La exhalación había pegado justo sobre la punta de la antena de una de las torres y el firmamento fulguró. Entonces el World Trade Centre estaba casi vacío y en alquiler la mayor parte de sus ciento diez pisos y dependencias. Bajo la borrasca ofrecían estos dos titanes de acrílico un aspecto de desafío a los elementos. Habían sido erigidos a prueba de terremoto. Eran el orgullo de la técnica. Sin embargo, dos aviones de pasajeros una fatídica mañana del final de un verano para olvidar, el del 2001, acabaron con esa suposición presuntuosa. Al verlas por primera vez recuerdo que pensé en Babilonia y en Babel.

-Scaryeh? - dijo entonces un puertorriqueño compañero de vuelo empujandome con el codo.

-A little - repuse en inglés y él se puso a jurar entonces en español como suelen hacer los simpáticos de la isla de Borinquen que habían emigrado en oleadas a Manhattan en la década anterior y constituían casi un cuarenta por ciento de la población:

-Manda huevos con el viajecito.

Gran parte del pasaje estaba vomitando en aquel instante de turbulencias y de zarandeos. No pude por menos de reprimir la carcajada que distendió el estado de nuestros nervios. De allí a poco sentimos gañir los neumáticos del Jumbo contra el tarmac de la pista de Kennedy. Todo el mundo empezó a aplaudir.  Y yo a rezar. Recuerdo que en ese instante  apreté contra mi pecho la medalla de la Virgen de Covadonga parte indispensable de mi ajuar.

A lo largo de cuatro años no se me pasó el acojone y creo que todavía me dura pero acabé amando a Nueva York identificándome con su latido. Es el pulso del mundo del mundo. No me extraña que Manolo Blanco Tobío dijese que lo que más extrañaba - para este gran periodista gallego muy habituado a los modos de vida norteamericanos Europa era una especie de exilio- es una ojeada rápida todas las mañanas al Nueva York Times.

El bien y el mal conviven allí puerta por puerta. Ángeles y demonios sentados a la misma mesa. Los rabinos con sus kaftanes y los popes con sus manteos comparten un sitio en el metro. El superfluo y la elegancia de la Madison Avenida entremedias de la cochambre del Bowry. De todo aquel caos que fue mi experiencia neoyorquina saqué la conclusión de que tiene que haber un dios, un demiurgo que ponga orden, que se apiade. Eso. Alguien que se apiade porque Nueva York hace pensar en la famosa frase de san Pablo “nada de lo humano me es ajeno”. No se puede ser ateo en Nueva York. Todo menos ateo. Sientes como una fuerza que te lleva, una especie de protección. De lo contraría te hundirías. La gran manzana, la inmensa colmena, el hormiguero de gentes que se afanan un día y otro y también el avispero y las injusticias. Y como no la mafia. La metrópoli suscita ideas enfrentadas, pensamientos contradictorios de amor y de odio. No es una ciudad para volver porque de ella no se consigue salir nunca. Te atrapa desde el primer minuto y ya no te suelta aunque te alejes físicamente.  Nueva York es una condición mental, estado anímico. Yo diría que es una ciudad mística. He aquí una lectura judía en versión talmúdica de la “Civitas Dei” agustiniana. Que sólo cree en la gracia del esfuerzo y que a Dios lo coloca en otro plano. A él rogando y con el mazo dando. Es una concepción utilitarista de los elegidos llamados a poseer la tierra sucediendo esto acá abajo sin tener que aguardar al más allá. No se conforma con la resignación cristiana ni lo injusticia a la que lucha por atajar en este mundo. Por eso es un frenesí continuo. Arriba y abajo. La ciudad que nunca duerme. La riada humana. El poder automático.

Está tan cargado de voltios el lugar que los picaportes y los pestillos sueltan chispazos. La estática pervade el entorno. Yo viví en el Este hacia la calle 14. Allí todos están juntos, nunca revueltos. Mi barrio era una mezcolanza de judíos y de sicilianos que veneraban la camorra y nietos de Al Capone todavía practicaban ese vudú italiano que es la “jettatura” pero católicos al por mayor ya que en la fiesta de san Jenaro sacaban su imagen por Manhattan en procesión. En la otra manzana había polacos con su manera tan peculiar de concebir el cristianismo y antipáticos. Los  pacíficos ucranianos todos con su peculiar y angulosa cabeza, los húngaros con sus botas de fuelle me gustaban más y me hice amigo de los judíos como mi kioskero, un bendito de Dios por nombre Samuel, que me regalaba unos puros verdes trapicheados de Cuba y hablaba algo de ladino o judeoespañol. “Aguarde su merced agora un momentico pues vengo al punto” Entre todas las etnias son los más de fiar. Los más caritativos, los que más ayudan, aunque en cuestión de dinero no se casen con nadie.

Luego, hispanos los había por todas partes y ahora creo que son más. No se puede contemplar esta inmensa urbe con prejuicios, nueva York los desborda. Es un mundo que rebasa todas las barreras y trasciende las ofuscaciones y atavismos de la vieja Europa donde se mira con recelo al nacido en el pueblo de al lado. Allí este tipo de resentimientos se desconoce. No hay envidia y si existe por lo menos no se nota. Ni miradas por encima del hombro. Sí tiene que haber un Dios flotante por encima de nuestras cabezas, un Cordero que quite los pecados del mundo. Alguien que se apiade. De la torre herida por el rayo. De la humanidad que palpita y gime desconcertada. De la inconsciencia, la banalidad, la vulgaridad a espuertas, la frivolidad sin limites. Se vive mucho mejor en el Rellayo pero uno no sé por qué termina añorando a la Ciudad Automática. Un mundo sin paletos, sin intereses de campanario y con periodistas e informadores, literatos amantes de su patria y de su país con razón y sin ella, que tienen muy en cuenta la ley del libelo a la hora de sentarse delante del ordenador y que saben como nadie maquillar la información y  autocensurarse mientras que la prensa a este lado del charco da fe de una picaresca en auge y la rosa en su chabacanería procaz parece una corrala.  Aquí todo se ha vuelto un poco peripróctico, ya que la información, anal y asnal, parece girar en torno al mismo cabo. Lo acabamos de ver en la manera que han abordado el choque de los aviones contra el hastial imponente de las torres. Nos han demostrado que entienden el periodismo como una vocación de servicio público, un menester que ha de hacerse con categoría, responsabilidad y serenidad ¿Para eso queremos una Facultad de Ciencias de la Información? 

 

18 de septiembre de 2001

 

Antonio Parra fue corresponsal en USA. Licenciado en Filología Inglesa y Románicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SAN FRUTOS, ABOGADO CONTRA LOS MALOS TRATOS

  

                            Millán Sacramenia Artedo

 

Le llaman “pajarero”, seguramente, porque su fiesta, iniciado el  otoño, coincide con la oleada de aves que cursan viaje hacia el sur y lo convierten en  cangreja de  místico velero, donde reposan el vuelo utilizando como  descansadero a la impresionante cofa de este peñasco  yermo que adquiere la caprichosa forma de portaviones inmóvil surcando  la pedriza segoviana. Antes de reemprender el vuelo por el freo paran aquí o utilizan las escotaduras y socarrenas de las paredes cortadas a pico para anidar y quedarse. Abajo se prolonga una sima amenazante, pero por lo alto del risco encuentran posada y cantadero las aves tránsfugas, y sus píos causan embeleso a los ornitólogos.

 Son como partes de una letanía misteriosa repetida cada 25 de octubre sobre la cumbre que acomete el diácono de las silvas con harta solemnidad y empaque. Señor, misericordia, es el grito que entonan el jilguero, la avutarda, la aguzanieves y el monacillo por estos peñascos donde el alma se eleva y Dios parece estar cerca, casi al alcance de la mano, allí por donde las águilas y las vultúridas vuelan haciendo círculo, más que en ningún otro sitio.

San Frutos es un santo que sabe mucho de pájaros y de “pájaras” puesto que conoce algo de las costumbres humanas a redropelo de todo pronóstico, se apartó del mundo no por menosprecio sino por amor a la condición humana cuyas debilidades no le fueron ajenas. Las bodas que se celebran en su altar no terminan en divorcio. Este eremita mozárabe,  que nació en Segovia el año 642 y murió setenta y tres años después de vida penitente en el desierto tierras al norte de Sepúlveda - fue contemporáneo del último rey godo, del traidor obispo Opas y del moro Muza que inicia sus algaradas por el Estrecho a bordo de pateras-, brinda amparo, según cuentan, a los que andan en precario por causa de amores que se acedaron, es baluarte de acogida para las mujeres zurradas por la vida, víctimas de la incomprensión, la sospecha, para todos aquellos que andan en trámites de separación o están a punto de cometer un disparate.  En fin, larga sería la lista de méritos y los prodigios a cargo de su varita de virtudes poderosa. Su venerable aura sigue ahí, encaramada en lo alto de la roca viva para el que se moleste en venir a rezarle salvando las fragosidades de un áspero camino. Por estas cumbres parece que se respira un aire distinto.

 Villa y Tierra lo quieren y se le venera en todos los sexmos de esta especie de confederación de judíos, moros y cristianos que era la zona de la provincia de Segovia, el arcifinio de todas las lindes, campos de pan llevar pendones y merindades, palenque de todas las espadas en los agobiados siglos de Reconquista, zona de frontera entre dos culturas diferentes y dos maneras de ver el mundo absolutamente opuestas. ¿Nos habrá nacido desde entonces este complejo de prevenidos en fronteras, de centinelas observantes del cotarro, siempre al acecho que hizo que el alma del pueblo español, acostumbrado a los palos, saetas y sufrimientos del contrario, tenga algo de aspillera? Es el sentimiento que al viajero le embarga cuando rinde visita a estos riscos.

 La ermita de san Frutos se yergue como un testimonio contra la intolerancia fanática, el desencanto de las cosas del siglo, y una exhortación a los buenos propósitos de la enmienda: lo que acaeció entonces puede volver a repetirse.

Fue uno de los grandes santos intercesores hispanos, muy popular a lo largo de la Edad Media. Así lo destaca el Misal Mozárabe donde la fiesta de su tránsito era un día importante.  La liturgia de san Isidoro, que es mucho más expresiva y poética, menos concisa y circunspecta que el ritual romano, como se sabe, le dedica nada menos que tres himnos de insólita belleza literaria, lo que indica que no es un santo de tantos en la lista de bienaventurados. Las rúbricas del Oficio Divino que acostumbran a despachar en dos líneas a san Acisclo, pongamos por caso, al anacoreta sepulvedano le apropian tres páginas de panegírico en elegante hipérbaton y salmos. La imaginería barroca nos le pinta con barbas apostólicas, una calva a cincel, el cerquillo penitente, en una mano un libro y en la otra, un cayado, la cachava de la cuchillada con que tajó la roca hurtando así su cuerpo de las gumías sarracenas que le pretendían degollar.  Todavía queda la señal. Se abrió una sima entre la hueste agarena y el varón de Dios. Al abismo de san Frutos todavía se podrá asomar el visitante: una enorme garganta, y abajo, las aguas pandas  y trucheras del Duratón, no demasiado profundas sobre el álveo calcáreo. Idóneo emplazamiento para ver nidificar al buitre o para suicidarse.

Su estatua corona la entrada norte que algunos llaman también como en Burgos  la  del Sarmental de la catedral de Segovia, toda en granito y obra de Aniceto Mariñas. El ermitaño embebecido en sus meditaciones pero sin porte adusto y casi diríamos que risueño está mirando para un cantoral. La hoja de su libro está a medio pasar. Cuando esta página que pinga del vacío vuelva con las demás, es que se va acabar el mundo, según es crédito de radicación vulgar. La diócesis le tuvo gran devoción por éstas y otras muchas cosas. 

San Frutos vivió tiempos difíciles de cambios dramáticos y de desasosiego general como son todas las épocas de transición, cuando la historia pasa página. La batalla de Guadalete dio paso a la desbanda del 711. Empezaron las invasiones africanas, los arrasamientos y guerras prolongadas. Aceifas en masa. Venían y venían, cruzaban el Estrecho que desde entonces tan bien conoce el moro en oleadas. Seguramente la peste agarena fue un castigo que nos dio Dios a los godos “por no amarnos unos a otros como Él nos amó”, porque las rencillas, discordias y lo que dieron en llamar los historiadores “morbo visigótico” eran la regla. Ya san Isidoro nos lo advertía, pero no hicieron caso. Crisis de valores en todos los sentidos. Época de conmociones sociales, mudas de camisa y  cambios de chaqueta. Se pasó del aquí no pasa nada al a ver qué va a pasar aquí. Las fuerzas del moro Muza y de Tarik pilló a los visigodos desprevenidos discutiendo sobre el sexo de los ángeles en medio de la gran refriega religiosa entre trinitarios y anti trinitarios, arrianos y católicos. La Media Luna, que no se anduvo con arrequives ni remilgos, irrumpió por el Estrecho aprovechándose de nuestras banderías, sacando partido de la endémica desunión de la grey cristiana.

El lábaro verde del Islam flameó triunfal en los campanarios de las basílicas paleocristianas que fueron asoladas o transformadas en mezquitas. De Despeñaperros para abajo no quedó ni una sola cruz alzada - eso para que ahora digan- y en la Córdoba de san Eulogio y de san Pelayo, éste, el único santo sodomizado de todo el menologio cristiano, por un califa de perversas inclinaciones sexuales, que lo mismo le daba a Abderramán bardaje que bujarrón, pues hacía a pelo y a pluma,  ante su negativa a abjurar la fe y luego tirado a un muladar, las aguas del Guadalquivir fluyeron teñidas de sangre de cristianos, según revela el testimonio del santoral mozárabe y las propias Partidas. Los recién llegados no fueron un espejo de tolerancia. Se comportaron como horda invasora y el que crea lo contrario que refresque su memoria leyendo a don Claudio Sánchez Albornoz, que fue otro san Frutos, pero de Ávila, mártir laico de la verdad y por unos y otros perseguido. Debemos nuestro atávico sentido de la vida política a los taifas. Hay los que olvidan que este pueblo estuvo peleando contra el moro nueve siglos.

Desde aquella ocasión hemos sido, como individuos y al de por junto, de inclinaciones tornadizas con el forro siempre dispuesto a cambiar de chaqueta. Si se quería conservar la piel, había que practicar una moral de conveniencia. Algunos por eso se fueron por aljamía.  Fue el caso de los muladíes cristianos que abrazaban el Islam. O el de los marfuces o renegados muslímicos que se bautizaban. Muchos transigieron aun teniendo que pasar por carros y carretas como aquellos reyes de León compelidos a  pagar a los califas la alcabala del viento o tributo de las Cien Doncellas, el primer caso de trato de blancas que se registra en los anales.

Pero los más hubieron de liar sus petates y enfilar las rutas norteñas. La España de los mozárabes poco se diferencia de la Grecia ortodoxa que describe Kazanthakis cuando irrumpe el turco en sus lares. Cargaron con los huesos de sus muertos y buscaron la desenfilada de las cuevas inaccesibles y de los caminos no frecuentados.

El Poema de Fernán González en dos hemistiquios cuenta cómo fue aquella huida:

               Tomaron las reliquias - todas las que hubieron.

                Fuyeron por Castiella-así la defendieron”

Este pudo ser el caso de Frutos, de Casilda, de santa Cristina de Lena, y otros muchos otros.

 

 Asqueado de la corte y desilusionado del mundo se apartó de él para mejor servir a sus semejantes y es así que el Señor le otorgó el don de interceder, de curar, de mirar las conciencias por dentro y de profetizar. Es una figura clemente y compasiva,  una especie de Sansón mozárabe que derribó el templo de los filisteos sin perder la compostura  una sola hebra de su blanca barba. Hombre de fe, al fin y al cabo, que es lo que ahora nos hace falta.

Por eso su fiesta, tras una eclipse, y todas estas convulsiones sociológicas que han puesto una interrogante  recia sobre la institución matrimonial, después de la crisis, del Concilio y todo lo demás, se ha vuelto a colocar en candelero.  El pueblo nunca suele equivocarse en sus corazonadas por todo el racionalismo que le echen y los denuestos percheleros de nuestras celestinas hertzianas, y es así que san Frutos el misericordioso está de moda.

No es tan sólo el interés ecologista lo que ha metido a este padre de la patria en los riñones de actualidad sino que también son las vicisitudes que parecen agobiarnos a los españoles de ahora como a los de entonces. Lo que preocupaba a aquellos godos también a nosotros nos preocupa.

Su ermita está situada en un lugar escarpado, la espadaña en forma de cruz  tiende sus brazos desde castillo roquero de clemencia en la cúspide de un farallón y habitáculo de la última reserva de rapaces que quedan en España, por el predio de Caballar, atravesado por la calzada que conectaba  Septem Pública o Sepúlveda con Cesar Augusta.

 San Frutos funge como abogado de las mujeres vejadas, de los maridos acongojados y pone paz allí  donde la celotipia o la infidelidad ha instaurado su marca de suplicios. Con su báculo y milagrero, convertido en varita de virtudes, tocará la tierra pedregosa y árida y se abrirá una vía de salida para que lo que humanente carece de solución -Dios hace otras cuentas- se enmiende o, cuando menos, no empeore, y así seremos salvos. Por una vez vencerá la inocencia y se irán abajo los demonios. Ya era hora de que el mal fracase.

Este Moisés de la Tebaida nacional de los castros apartados, tierra cenicienta donde se yerguen el serpol y el hinojo y hunden sus raíces perfumadas la encina y el junípero protege a los que sufren el desamor, nadie sabe por qué razón, pero también es abogado de las que padecen hernia a los que por allí llaman “quebraos. Se le invoca contra toda dolencia o malestar, pero, sobre todo, es como una deidad doméstica, un socorrista de  primeros auxilios. En su persona se reúnen todos los manes, lémures y penates de la corte celestial. San Frutos siempre está de guardia tras el mostrador de urgencias. Fijo y perseverante como un tótem de bondad.

-¿Qué te pasa, hija?

-Pues que él me pegó, que no hacemos más que regañar.

-Vaya por Dios. ¿Y eso será irreversible? Un poco de aguante.

-Es que -dice la vapuleada titubeante- ya no nos queremos. Hay otro hombre. Se ha roto la relación.

Cantinelas como ésta las debe de escuchar el bueno del santo casi a diario desde su tronera del Paraíso, un confesonario que le ha asignado san Pedro para que atienda los casos desesperados del servicio de urgencias. En la actualidad con tanta falta de conllevancia, nadie aguanta un pelo y todo son mohatras y requisiciones, inquisiciones de la vida pasada, este departamento tiene tela marinera. Si no fuera así ¿de qué iban a vivir si no los retratistas surales y gacetillas rosa?

La fidelidad, la castidad, la modestia y el contigo pan y cebolla ya no se llevan. Puede que la cosa siempre fuera así porque la condición humana es invariable en sus miserias y cerrera la cabra siempre tira al monte, pero hoy se jalea mucho más. No se barre tanto debajo de la alcatifa como antes ni a las mozas en un desliz les aprieta el guardainfante, pero la mierda sigue escondiéndose debajo del felpudo. ¡Menudas están ahora las prójimas! Hay quienes ven en esta rebelión feminista un signo de inquietud apocalíptica. No se trata ya meramente del sexo, que al fin y al cabo no es más que un instrumento y la función crea el órgano sino de poner la biología patas arribas. La vida va al revés.

Por eso san Frutos, que debió de ser un buen hombre, y ahora es un santo muy majo y servicial, tiene tanto trabajo en el cuartelillo de las desavenencias conyugales donde reside de guardia permanente. Lo que el uno hace el otro deshace.

 Si su colega san Antonio era el encargado de buscarle novio incluso a los casos más desesperados, el pobre san Frutos acomete la desagradable labor de venir con los municipales para recoger los restos de la vajilla que se hizo añicos o hay una mujer tendida en la cocina con diez navajazos en el abdomen asestados por su marido en un ataque de desesperación o de celotipia. Ved cómo terminan las promesas de amor eterno. A veces hasta hace un milagro, resucitando a la víctima o, en particular, evitando que aquellos altercados acontezcan o pasen a mayores.

Es un santo moderno, en pleno vigor, encarnado en una época de empalme de caminos y de paso a la fronteras, cuando se acaba una senda y otra abre surco. El siglo XX cierra sus páginas en medio de muchos estertores de crónica negra.

En esta tesitura global, porque la violencia doméstica no se circunscribe a la península Ibérica sino que es flagelo que azota a todo occidente, es cuando más hace falta una figura que ejerza su autoridad moral y disipe los vapores de la duda y el desconcierto en que parece que nos hallamos. La precaria situación de fuerza bruta y de vejámenes contra la mujer reza para el tercer mundo y es casi endémica entre los mahometanos. Allí no está abolido el harén y es de precepto velarse el rostro o la cabeza con el almaizar, al igual que lo hacían nuestras moritas en los romances fronterizos de la edad medieval. Recato y decoro sigue reclamando el Profeta a las esposas de los creyentes. Las quiere sumisas a sus dueños y hasta se atenta contra uno de los cinco sentidos, el tacto, practicando la crudérrima ablación clitórica para que así no sientan placer en el encuentro carnal.

 No en vano Shakespeare dio vida a este problema que afligirá a los hombres de todas las épocas en su drama Otelo, el monstruo de los celos. Quiso poner a Desdemona, mujer virtuosa e inocente, víctima de las sospechas del marido, en manos de un moro, una tragedia que se sigue representando en vivo y no en el teatro en nuestros hogares con una cotidianidad que empavorece. Sin embargo, a veces debajo de las tocas castas de Desdemona se agazapa el hacha parricida de Clitemnestra, pues aquí todo está muy entreverado y el bien y el mal conviven puerta por puerta. 

En eso que nos llevan de ventaja a los cristianos, en ponerles almaizar para que no las miren a la cara a sus parientas. Si la ley mosaica prescribe la dilapidación para la adúltera y los imanes punen severamente por la misma razón, los cristianos parece que nos movemos en inferioridad de condiciones. Estamos obligados a poner la otra mejilla y hacer la vista gorda a los cuernos, a no vengar las afrentas. Pero no es así. La ley del amor triunfará. Casi por este extremo de devolver bien por mal, un rasgo de entidad divina más que humana, se puede demostrar que el cristianismo es la religión verdadera. Y ahí tenemos a san Frutos salvando a la derrocada y a Jesús dejándose ungir los pies con el alabastro de la dulce y tan pecadora mujer de Magdala.

En este mundo de contrastes entre la opulencia y la privación de lo más elemental la regla sigue en vigor hasta en el atuendo femenino. Lo que les falta a las elegantemente desnudas de nuestras pasarelas les sobra a las señoritas de Bombay que por carencia de medios no pueden ir a la moda. O no llegas o te pasas, o no bebes o te emborrachas, esa es la fija.

El efecto multiplicador del cuarto poder con su arrasadora eficacia haciendo bocina desde los nuevos púlpitos que son las ventanas de los aparatos de televisión sirve de caja de resonancia. Los ojos del basilisco que matan con la mirada tienen hoy pupilas de neón. Salimos a  víctima de la violencia doméstica casi diaria.

Estos males, que siempre tuvieron mala compostura, ahora parecen carecer de remedio. Ni contigo, ni sin ti. La maté porque me pertenecía. Mía o de la tumba fría. Machista. Yo ahora hago con mi cuerpo lo que me apetece, mira éste. ¿Y tú qué me has dado, a ver qué me has dado? Hay algo de luciferino en esta guerra de los géneros que revoluciona los hogares, está poniendo patas arriba las camas de matrimonio y los gineceos en pie de guerra. Fracasada la lucha de clases, ahora a lo que se enfrenta el mundo de los ricos es a la de géneros al grito de “mujeres del mundo uníos”. En lugar de crear un clima de armonía entre el hombre y la mujer lo que está determinando es mayor crueldad, más ira, más esposas victimas de vejámenes o camino del hospital, más maridos y padres de familia que acaban en la calle pidiendo limosna. ¿No nos estaremos pasando?

En desquite de lo morboso, el crimen pasional no pertenece al ámbito perentorio que hoy se le quiere dar. Es más viejo que la ruda porque ya chupaba cámara de actualidad en los tiempos bíblicos y mira que por aquellos días no había micrófonos acusicas ni la gran lente de aumento de los medios de comunicación donde todo se magnifica o minimiza a propia conveniencia para deformar la magnifica presencia de Dios en la historia. Lo quieren desterrar los demagogos y sigue aquí: habitando entre nosotros.

 La flaqueza del barro en que hemos sido fraguados no ha perdido su habitual consistencia; seguimos en las mismas con nuestra querencia a ser carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo. Puede que san Frutos eche un remiendo, pero esto no lo podrán arreglar nunca ni los moralistas furibundos ni las feministas del moño retorcido. Más valdría morigerar un poco el país, colocar a la mujer en su sitio justo y digno, ni en una hornacina ni en la corrala, y no tratarla como un producto de bisutería o de casquería. El alza de mira de la lente del espejo público no debe estar en la explotación morbosa de los bajos instintos (corruptio optimi péssima), pero hay intereses en juego para que no sea así y esta sociedad recoge lo que siembra: pornografía más violencia. Es un círculo vicioso.

 

El efecto mimético de esta corriente llega a los hogares y los convierte en infiernos. Más que moradas vinieron a dar en campos de batalla, en abrevaderos de imágenes, porque la bicha no deja de escupir basura. Hay poca ética y menos estética, dormitorios en los que tampoco se va a descansar sino a la guerra, refectorios de comida rápida. ¿Qué tenemos a nuestra alcance? Televisión basura y sin gusto, comida basura, una clase política que es una mierda y un periodismo que unos días se hace el Tancredo y otras veces rememora las furias de las venganzas catalanas y de la Campana de Huesca. ¿Te acuerda de lo de entonces? Pues ahora sufre. La máscara plateresca del Arzalluz retador y amenazante se ha convertido en una pesadilla que recuerda que en este país donde existe hoy una paz precaria hubo campos de minas, dinamita y trinchera. ¿Qué es lo que quiere el burro ése?

A este paso no va a quedar títere con cabeza.

La autoridad del cabeza de familia por los suelos y postergados sus derechos, la manumisión de las señoras ha traído un ambiente de agresión y de revancha contra el varón que del gallo de quintana encaramado en su bardal sagrado e intocable ha pasado a criar complejo de zángano de colmena al que las obreras humillan y desalojan de su celda por parásito e inservible. Cuando ya no eres apto para la creación, la patada, y esa calamitosa y precaria situación de marido y de paterfamilias que tuvo descendencia pero que ya conserva poco ascendencia entre los miembros de su corral, donde más se percibe es en casa.

 Como la mujer trabaja fuera y los hijos no se emancipan el hogar ha dejado de ser ese rincón donde el guerrero de todos los tiempos se imponía y se lamía las heridas. Actualmente es un epicentro de borrascas agitado por maremotos y donde suenan las voces, son constantes las fricciones, y las amenazas derivan en reyerta. ¿Qué hacer?

Con tantos problemas y con tan escasas soluciones no es de extrañar que se produzcan uxoricidios y parricidios. El hogar altar sagrado de la vida de un individuo, conforme lo entendían los romanos y lo asimiló el cristianismo, se transforma precisamente en lugar de acampada sin raíces estables, en mansión de las sombras y un pedazo de ese infierno portátil anticipo de las tinieblas exteriores.

Como el mal no presenta visos de desaparecer, la crónica negra irá en aumento. Forma parte de los apeos del tenderete con un sistema de valores mercantilista y venal. Los españoles ahora mismo no somos un pueblo feliz y los vejámenes en el hogar no son más que un síntoma de  infelicidad y de males que enraízan profundos en nuestra psique histórica. Tal vez tengan que ver con el morbo visigótico, ese vil entristecimiento de la dicha ajena que nos predispone a la rivalidad y la discordia. Por fuera se trata mediante la hipocresía guardar las apariencias pero lo cierto es que no hay buen ambiente.

Se dibuja entonces sobre el horizonte el espectro felón y fratricida del obispo Opas, símbolo de lo bajos que podemos llegar a caer llevados de esa pasión cainita que hace aquí a la traición coger patente, y que padecieron los santos mozárabes que buscaron en el desierto y la huida refugio a la incomprensión de sus iguales y la intolerancia mortífera de rivales.  Por eso convivimos amargamente y la falta de conllevancia nos convirtió en un pueblo duro y cruel para con nosotros mismos y blandos y papanatas hacia lo extranjero. Nos damos besos y abrazos al saludarnos pero en el fondo qué poco nos queremos.

La familia refleja ese trasfondo de desavenencia no solidario  y banderizo que nos llevó a cuatro guerras civiles en los últimos dos siglos, y casi una docena de cambios de gobierno y de golpes de estado. Sólo nos queda recurrir a la lotería y al milagro. Los santos, por lo demás, están ahí, forman parte de nuestra idiosincrasia, casi son lo mejor que tenemos. Ellos sabrán marcar una ruta de esperanza. Su ejemplo y su protección nunca nos faltarán.

San Frutos era un cortesano huido de la corte del último rey Rodrigo que nace cuatro años después de que se produzca la desbandada. La corrupción y la desmoralización debió de ser total. Harto de aquel ambiente de intrigas y de revueltas, repartió sus riquezas entre los pobres y se tiró al monte, no para atacar el arma al brazo al invasor sarraceno sino en ansias de buscar la perfección que Cristo predicó a los que buscan la vida eterna. Probó refugio en los inhóspitos páramos más allá de Sepúlveda, la selva de las anfractuosidades y hoces del Duratón, un paraje aun hoy lejos de la civilización y habitáculo de alimañas.

Le tildaron de loco y de tarado pero Dios se hacía otras cuentas. Mediante el ayuno y la mortificación alcanzó tal grado de perfección venciéndose a sí mismo que obtuvo gracias especiales del Señor como la clarividencia profética, la bilocación y el don de hacer milagros. Cuando vinieron en su búsqueda unos pelotones de soldados bereberes que arrasaron la zona del Duero él se deshizo de ellos mediante la famosa cuchillada sobre la roca que le puso a cobro de sus fanáticos perseguidores que fueron a dar con sus cuerpos y sus caballos al foso que se hunde a los pies del alcor. Arriba, la ermita y, abajo, las hoces y cañones que dibuja el afluente del Duero al internarse hacia el terreno llano, en demanda de los arribes del Duero, a través de una vega ubérrima, almendros y buen vino, mamblas peladas y raigones de un castillo, lienzos de muralla o sillares de alguna iglesia desportillada sobre el otero, trazando una curva de ballesta.

 

Los reinos del último godo se vinieron abajo en medio de discordias intestinas que allanaron el terreno al invasor. España se desintegraba en medio de conmociones personales; la corrupción de costumbres, cuando las damas de la nobleza visigótica habían caído en toda suerte de aberraciones, copulaban con animales, el gusto por la riqueza y la molicie se habían hecho endémicas.  Mientras, Don Rodrigo y su Cava Florinda van a ser desde entonces el fantasma misterioso de la traición, la conjura y el asesinato que se cierna amenazante por la historia de España. ¿Y esto por qué? Desconocemos la causa pero fue así.

Hubo miseria moral a causa del lujo y las riquezas y miseria física, plagas y enfermedades y esa congoja apocalíptica que se conoce bajo el nombre de “presura” y que pone a los pueblos en movimiento y a ir de aquí para allá. Por si esto fuera poco luego estaban los trastornos cósmicos y la aparición de signos y símbolos extraños en el cielo esto es apariciones con los que el brazo de Dios intentaba meter en vereda a los recalcitrantes cristianos dados a la molicie y que practicaban el contubernio junto a la conspiración y el asesinato. Una pena que no estuviese allá Chus Torbado para contarlo porque hasta creo que se hubiese mofado de aquellas señales cósmicas que a todos cogieron desprevenidos al cabo de la batalla de Guadalete y sin saber a qué carta quedar.

Por haberse encendido la iniquidad se enfrió la caridad entre las multitudes que prefirieron los torneos y las intrigas y el fútbol en vez de acudir a los templos a suplicar el perdón de la divinidad ofendida.

Por eso baremos puede ser, agrego, que la presencia constante de José María García machacona y hortera tras los micrófonos echando balones fuera o los trapos de la Campos “tele-ubicua” y baluarte del sistema de pan y circo con muchos muertos y muchas putas en el temario  representen un argumento poderoso de que estamos llegando a las puertas de los Novísimos.

España en la encrucijada aguantando el escalpelo de sus propios enigmas y los americanos deshojando la margarita de las idus de noviembre y sin saber a qué carta quedarse. Bush otra vez batiendo atabales y haciendo sonar la trompa de caza nuclear, el lituo del acojone.  Helo por do viene. Si es el Bush - dejenmelo que lo diga en inglés con la venia del querido patrón de mi pueblo- “we will be beating around the bush” (a pegar palos de ciego y que los golpes lluevan sobre tu cabeza y no te enteres pues esto ocurre cuando el poder lo tienen los agentes de la conspiración); caso de que las urnas dictaminen su opción de una maldita vez, pues no me cohíbo en anunciarlo, las riendas del planeta estarán en manos de un subnormal... And a bull shall gore us. Lo que expuesto en cristiano viene a decir que nos pillará el toro a todos. El dragón afianza sus mandibulares sobre las carnes divididas de este planeta. La sámara del abedul está desparramando sus semillas. Llega la hora de la siega.

Convendría en estos tiempos de alteración purificarse bañandose en las aguas pandas del Duratón y de postre cenar “jaroseth”a base de verduras cocidas en vinagre a imitación de nuestros antiguos padres. El divino Frutos nos ampare de las maquinaciones de la infernal culebra que repta por los viales de la España emputecida y sea la triaca contra el veneno que sus babosos colmillos esparcen. Ya creo que se me entiende: preciso es regresar ante los eremitorios tutelares en los que se fraguó el espíritu de este gran pueblo invadido de falsos profetas disfrazados de periodistas que no son sino haraganes en guisa de filósofos y de políticos oportunistas con un ojo pipa que adoran al becerro y se pasean enseñando la foto de los reyes domésticos. Mucho daño nos hizo porque fue maldición bíblica esa fealdad fofa y bobalicona de los retratos goyescos a Carlos IV. Para librarse un poco del fantasma del Fernando VII conviene vestir la marlota del yermo. Alimentáos, hijitos míos, de miel silvestre, bebed leche de camella. Buscad la sombra de la espadaña que al proyectarse sobre vuestras cabezas del todo os librará de la desazón urdida por vuestro pecados. ¡Viva mi sexmo! Peregrinemos a la pedriza.  

 Los godos no pueden resistir las acometidas de las hordas islámicas, austeras, disciplinadas y con una concepción del mundo muy clara y definida. Un sol nacía por oriente, el Islam, y, ya de vencida, el occidente cristiano parecía abocado a hundirse por el ocaso.

Los soldados de Tarik quisieron prender al morabito que hacía penitencia en el yermo de la pedriza. Nada hubiera sido más sencillo porque el eremita no contaba con ningún respaldo de gente de guerra. Sólo otros dos penitentes, que decían ser sus hermanos, Valentín y Engracia, le acompañaban en su vida anacorética. Sin embargo, cuando intentaron agarrarlo he aquí que el justo varón se encomendó a los Cielos y tocó tres veces el firme de la roca con su callado invocando a la Trinidad y en el momento en que se abalanzan sobre él los de a caballo se produce un corrimiento de tierra. Los soldados de Alá se precipitaron al vacío al abrirse una sima profunda que se puede ver en nuestros días, justo antes de subir la pendiente donde se alza la cruz de la ermita que fue un monasterio benedictino durante nueve siglos. La brecha tectónica (se abrieron las fauces de la corteza terrestre) queda ahí como un testimonio de que el Señor no se anda con chiquitas a la hora de brindar protección a los que elige.

No fue molestado más en adelante el eremita por visitantes incómodos que no venían precisamente en son de turistas; se dice que el caíd que lo perseguía, maravillado de aquel estrago, pidió las aguas bautismales y con toda su hueste en peso decidió hacerse cristiano. Frutos pasó en el abrupto lugar el resto de sus días, alcanzó edad provecta hasta que durmió en el Señor a los 73 de su edad. Allí se guardaron sus reliquias, fue canonizado y proclamado padre de la iglesia de Segovia por Calixto II el año 1111 justo el mismo año en el que Pelayo de Oviedo, obispo primado decreta la supresión del rito mozárabe o hispano visigótico.

 

No obstante el culto a las reliquias de Frutos o Fructus (el alegre, el que disfruta, en latín) arranca desde mucho antes. Es uno de los hitos de la leyenda áurea hispana. Junto a la espelunca donde pasó la mayor parte de sus días los monjes de Cluny se establecieron y fundaron un monasterio, directamente dependiente de Silos y que compitió en grandeza e importancia con el de Montecasino.

En este convento llegó a vivir una beguina que huyó de casa a causa de los malos tratos y pidió asilo a los frailes para que la empleasen como cocinera. El marido un día vino a buscarla, la arrancó prácticamente de las manos del abad llamándola puta y toda clase de improperios. La arrastró por los cabellos y la lanzó al vacío justo en el mismo punto donde había dado san Frutos la famosa cuchillada que le puso a cobro de las iras del Islam. La pobre despeñada se encomendó al santo y sucedió que éste vino en su socorro. El cuerpo fue a rebotar contra la rama de un sauce que suavemente se fue desgajando amortiguando el golpe de la caída al vacío por el desfiladero.

Otro caso similar vuelve a repetirse en la ciudad de Segovia con una judía por nombre Esther a la que el sanedrín local había condenado por adulterio al castigo de despeñamiento, cosa que se hizo con todo la minuciosidad de las reglas talmúdicas. La muchacha cayó al suelo ilesa. Se encomendó a la Virgen y a san Frutos y saltó desde las peñas grajeras a una profundidad de unos cuarenta metros sin padecer el menor rasguño a su integridad física. En acción de gracias dejó la fe mosaica, abandonó a su marido, y entró en religión profesando en la Tebaida de la Pedriza, uno de los paisajes más sublimes de toda Castilla la Vieja. Es conocida con el nombre de María del Salto. La fisga popular que no es poca, porque aquí se saca punta a todo y se hace comidilla hasta de lo más sagrado, quiere echar a la provincia segoviana no sin su mucha miga de refitoleo en cara su abundancia en hijas pródigas. Parece ser que ni María del Salto liberada por la Virgen de la Fuencisla ni la beguina del convento  donde san Frutos oraba y a la que éste largó su cayado para que aterrizara con bien cuando la tiraron por el terraplén en volandas fueron las primeras. Tampoco serán las últimas.

Sin embargo, el refranero popular sigue adjudicando a las mujeres de por aquí una paremiología nefasta. Los mal pensados dicen que por algo será:

Y de Segovia ni burra ni novia, y a ser posible tampoco la mujer”

 

En Caballar estuvo el desierto por excelencia, la retaguardia del espíritu, se supo que también las oraciones ganaban batallas a los moros, y el peor moro es un enemigo interior que llevamos todos en los adentros, ése es más temible que el propio Almanzor cuya memoria se pudra en los infiernos, como cuenta el Silense. Los pendolistas benedictinos nos advierten del peligro que corremos si no volvemos a nuestras fuentes si abrimos la puerta al enemigo y el peor enemigo de España y de los español podremos ser los españoles mismos en ese prurito inquietante por tergiversar nuestra propia historia.

 El eremitorio  conocido por el nombre de Las Cuevas de los Siete Altares, una especie de catacumbas del primitivo monaquismo mozárabe es un reclinatorio para encontrar la paz del espíritu en estos tiempos que tanto se parecen a aquéllos. El aire huele a fragancias humildes del campo que acarician el olfato, la vista se esparce hacia los horizontes abiertos y a los aires altos de la sierra donde los buitres de la reserva trazan círculos de concordia. Vemos alzarse una nube de traza espectacularmente polimorfa, casi se puede tocarla con la mano, tiene algo de premonición  bíblica.  Sobre el envés de este cúmulo gaseoso puede esconderse la presencia del Padre Eterno. La voz de Dios se percibe aquí con mayor intensidad que en otro lado. Es una voz que habla de misericordia y de perdón. La escuchan siempre aquellos que van huyendo de los ojos furentes del basilisco y escapan al yermo como san Frutos mismo. Estas lomas acercan al éxtasis. Qué pena que la mística hable un lenguaje acrónimo  que el mundo desconoce; no podrán desgraciadamente captar su mensaje muchos hombres y mujeres de hoy, enfrascados en sus negocios, colgados del móvil discrecional, que han transformado la religiosidad en superstición y todo lo relacionado con las cosas del cuerpo en su fetiche. Leviatán asoma su perfil de chistera y pantalón a cuadros por la otra ribera del Atlántico, reclama que se le dé culto. Urnas y hornos crematorios, bambalinas, hombres de paja, de esos que tiran la piedra y esconden la mano, y luego acusan mientras esperan que les riamos la gracia. ¡Pobrecillos, son tan poderosos que reventarán de éxito cualquier día de estos! La algarada que viene es peor que la de Tarik y sus chicos. Va a correr mucha sangre - virtual, claro está- a orillas del Guadalete, pero habrá otro Covadonga y otro Clavijo. En espera de que el anunciado renacimiento se produzca al cabo de esos lustros de negrura, sólo nos aguarda el recurso de la huida al desierto tras las huellas de los santos de la mozarabía, los que no quisieron comulgar con ruedas de molino, se resistieron a las añagazas de la Tierra Prometida y del Paraíso de Alá. O del candelabro judío. Las ramas del crecal todas están secas porque pesa sobre todas ellas la maldición de la higuera. El Salvador no puede faltar a sus promesas.

Por ese cabo - todo habrá que decirlo - los peores fueron muchos curas y algunos obispos  libeláticos que en aquella hora amarga pospusieron su fe a la razón y a los intereses de dinero y de poder.  No fueron capaces de comprender porque se le escapaban las claves. Roma en el siglo VIII también claudicó y ahí están los Papas de la Edad de Hierro para corroborarlo.  Cayeron las testas coronadas, se rindieron las mitras y las tiaras pagaron el tributo al nuevo amo. Cristo se retiró al yermo. Ahora resuena desde allí también su voz. Sólo unos pocos la escuchan. Si entablásemos escuchas en estos paraderos, comprobaríamos que la voz del yermo es renuncia y paradoja. Quien pierde su vida la ganará.  Al fin y al cabo la Misericordia escoge a los perdedores- un pajarero, un mozárabe que abandona la Corte de don Rodrigo desengañado de la existencia, que no contemporiza con semejante estado de corruptelas y, que,  perseguido, huye al yermo para esconderse de la mirada del basilisco- para manifestarse.  Gracias a ellos, los planes siguen adelante, aunque esto no se explique del todo bien. No pertenece a nuestra lógica pero es así de cabal. Por eso nadie entiende el milagro aunque a veces se produzca sin que le veamos.  Su presencia no acabará y seguirá manando el raudal de la fuente infinita. Quedad, pues, a pesar de todo, tranquilos.

 

viernes, 3 de noviembre de 2000 (0:53 h.)     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 24 de noviembre de 2000 (5:32 h.)

 

                             LA PILARICA

En el primer banco se sentaban los doce guardia civiles de guarnición. Era un sargento el jefe de puesto de la comandancia de un pueblo asturiano posado en un valle a la riba de un río. Hay que atravesar un puente sobre el ejido donde pasta alguna que otra “Cordera” maternal y que para mí seguirá siendo vaca abuela con todo lo que digan - el peligro hoy no es el matadero de Noreña sino esa extraña enfermedad que trae a los ministros del ramo de cabeza: vacas locas- y luego se accede a través de una calle larga que se recuesta entre las peñas.

A mano izquierda hay un bar acera por frente del cuartelillo de la Benemérita y otro chigre más que se saltea con un taller de reparaciones de bici y un tercer figón más que regenta Mariano Proficuo dando a la plaza sombreada por la presencia de un carbajal secular cuyas ramas tocan los perfiles del alar de la iglesia y enraman como si fueran una pérgola del laurel de Baco la casa café de la panadera. Ésta debió de ser una mujer de buen ver pues más que comediados los setenta y próxima a los ochenta sigue pechugona ella y tan flamenca. Tiene el pelo rojizo y fabrica unas enfiladas exuberantes y tiernas igual que sus pechos.

Se la podría componer algunas endechas y dirigir unos buenos cantares a esta panadera comprensiva y rumiante que se trae un aire manso y ejemplar con las vacas que pacen en el sel de la entrada pasada la ferretería de Carola  después de virar por la curva y ya estamos en el ojo mismo del valle al que mi vivir o la fuerza del destino me trajo rodando por las pendientes de la casualidad o de un secreto designio que llevamos al nacer todos en la frente  y cuyo sentido oculto vamos desmadejando cada día de nuestra existencia. Nuestro porvenir cuelga de los cuernos enroscados del buey apis.

Pues era el día de la Columna Nuestra. La Virgen sonreía en su trono de jaspe de su altar lateral en la iglesuca íntima llena de fervores tutelares y el anagrama mariano por todas partes; templo de traza cuadrada muy propia del arte visigótico que no utiliza el círculo para nada. Diseño primitivo y rural, la traza románica conocería siglos adelante las excrecencias prendas y arrequives del barroco. En la nave de la epístola había un altar que representaba con mucho entremetimiento y pompa el árbol de Jetsé todo de colorines, muy rural, primitivo y tosco pero con un resultado que no podía ser más certero porque inducía a centrar el alma en el recogimiento. Un movimiento de piedad al tiempo que una sonrisa embargaba al visitante.  Debajo del coro había un confesionario de castaño de traza cuadrada en cuyo dintel ponía el número de su data. Había sido construido en 1808, fecha evocadora de muchos sentimientos en cualquier español por poco patriota que se sienta un español.  La junta de Asturias fue la primera en alzarse contra Napoleón. Esta comarca verdadero riñón de los concejos y cabildos todavía resulta efervescente en todo a lo referente a nuestro pasado. Por eso aquí se siente con más fervor que ninguna otra parte el sentido de la fiesta nacional. Al menos yo vibré el doce de octubre del 2000 con toda aquella escolta de gastadores rindiendo honores ante el altar mayor.

Tengo que decir que el arcipreste don Quintín pronunció un sermón muy sentido de los que por desgracia no se escuchan en nuestro templos desde que dirige los designios de la barca de Pedro ese polaco tan misterioso y comprometido con los poderes fácticos de la trilateral. Por eso tengo que aducir que la homilía del humilde sencillo cura de aldea me llenó de consuelo. Don Quintín, pequeño, algo calvo y rechoncho al que yo convido a culines o a una pinta en la taberna de la plaza adquirió ante mí una elevada talla moral que sobrepujaba a la del propio cardenal primado o el purpurado de Madrid. Porque si los príncipes de la Iglesia compasan y comanditan, transigen, tragan, ponen el cazo, acepto, lo que tú digas, vamos allá, París vale una misa, etc., con el orden terrenal los humildes clérigos de misa y olla se desentienden de esos planteamientos acomodaticios generales. Se les obliga a vivir hombro con hombro cabe el pueblo, sus problemas reales, sus zozobras, lejos de la retórica curial, los rescriptos y bulas papales; en una palabra, el Jesús de carne y hueso, hijo del carpintero y de María, el que talaba arados, mesas, ventanas, algún yugo de ciprés, la ventana que salía de sus manos no la carcomía la sarcoma, ni se abría con el viento recio de marzo, vedaba entrada a los ladrones.

Pero aquí estamos rozando uno de los enigmas más maravillosos de esta institución de origen divino a la cual los hombres bulderos y boleros han querido transformar a su capricho. Querían una iglesia hecha a su medida como una dulleta de encargo pero lo cierto es que a la institución empecatada y corrupta ya que siguiendo las indicaciones de Montesquieu -¿no fue el que dijo que todo el poder corrompe y el poder absoluto más todavía?- sólo le puede lavar la cara un san Francisco. Así la iglesia quedará a salvo de la ignominia gracias a un diácono.

 

La Tradición puede operar maravillas en misa de doce. En la ceremonia aleteaba un sentir antiguo que conectaba el presente con el pasado y nos colocaba delante de la mirada lo acontecido hacía muchísimos años y es que la memoria puede operar milagros. Es un divino don al que ahora combaten con tanto empeño los que hablan de borrarla en aras de su invento. Está visto que el legrado de memoria es uno de sus objetivos. Quieren convertirnos a todos en sapos y se inventa monsergas y acuñan consignas para que nos convirtamos a sus intereses. Tendrán bastante trabajo si de lo que se proponen es hacer que baje de su pedestal la Virgen del Pilar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

             CRISTO ES UN ESTORBO A LOS GLOBALES

                                                      Por Millán Sacramenia Artedo.

 

 Yera moru, el cristu  de la iglesia que tiene don Acisclo, habrá que cambialu, porque yé blanco, y ya non val”. La sentencia que profirió Pachu de Mio Pa en el chigre de Alonso tenía toda la categoría de la conclusión de una tesis doctoral. Todos estábamos un poco alarmados porque la andanada era global, de esas que hacen época, pero, como ahora todo lo que traen los papeles se ha vuelto dogma de fe, el pueblo ignaro acepta por ciertas todos estos torpedos a la línea de flotación del barco de la fe.

Otro de los contertulios, Toñín de Ternerona, envidó con una frase que fue lo mejor de toda aquella noche de hierba joven, luna blanca y lejanos ecos del lúgubre canto de la “curuxia” en los humeros del monte, pues el sol ya se había escondido y de las breñas descendían nubes muy negras amenazando  una vigilia metida en agua:

-Tras el carru volcau to son carriles, nin.

-Caguen mi manta quien quitarnus la fe.

Se había entablado una polémica y hubo quién acaloró se.

-Es creer en lo que nos vino, que bien me recuerdo de lo que decía sobre este parecer el catecismo que yo aprení na escuela.

- Y no vimos - precisó Volo Fesorias acordándose de lo que ponía el P. Astete.

-¿Qué tendrá que ver el color de la piel? ¿No dicen ahora que no hay que ser xenófobos?

El color, la raza, la flaqueza o la crasitud, la fealdad o la hermosura no constituyen sino accidente, que no interfieren en la sustancia anímica, la parte más noble de la persona. Lo otro pertenece a la naturaleza inferior. Pero se viven tiempos aparenciales de imagen y de las liviandades de lo light. Nuestro periodismo, el de la “Nueva España” incluso es una caja de resonancia de este espíritu de inversión de la cruz, carrus volcaus, y de esa involución que ya está llegando.

La Summa tomista hablaba del color de la piel como atributo de accidente. Ser blanco o ser negro era como ir descalzo o con botas, estar sentado o de pie, ser miope o tener vista lince, con la espalda tiesa y bien trabada, o cargado de hombros, tener la cabeza en forma de paralelepípedo, cráneo torreado, o de forma alargada y hundida, batiscafocefalia, se decía cuando estudiábamos Prosopografía, ser  braquicéfalo o dolicocéfalo.

Una de las grandezas mayores de la Iglesia es que nunca ha sido racista. Cierto, la más primitiva, la del rito maronita, irrumpió desde Abisinia y hasta san Agustín estuvo enamorado de una nubia a la que tuvo que dar carta de repudio por injerencias de su madre santa Mónica la cual le tenía echada el ojo a una mitra y en aquella época los casados no podían ser obispos. Las mujeres nubias, por otra parte, desde la Reina de Saba a esta parte, pasan por ser las más hermosas de toda la raza humana. Nigra sum sed phormosa, filiae Jerusalem”, se canta en el Oficio Parvo.

Pero aquí la gente sigue tomando el rábano por las hojas, porque los amos de la rueca informativa profazan que es un gusto enarbolando la cruz del revés y a lo que se aspira es al carru volcau que decía Tonin de Ternerona ante un culín de sidra áspera en el galpón de Alonso al atardecer de un día de manzanos en flor. Cristo bendito el que confundió a los doctores deja los estrados en los que enseñaba en el Templo y regresa, cerradas ya la mayor parte de la jornada las iglesias, a los chigres, porque es la taberna el único lugar donde se puede hablar libre sin miedo a los barandas y a los espías del pontífice. Siempre mostró predilección hacia los pecadores, convivía con pecadores, dejaba que las putas se le arrimasen y le ungiesen los pies. Toda su doctrina es una soflama contra la hipocresía del tartufo. El ariete de la mansedumbre no se dejó encalabrinar por las seducciones del poder. De ahí que todavía le sigan considerando persona non grata las gallinas lluecas que se aselan en el nial de los contubernios y la impostura.

Borran su memoria y siguen aduciendo contra su sagrada persona a los abogadetes y rábulas de la impostura. El sinedrio sólo consiguió condenarlo sin pruebas aduciendo testigos falsos. Ora echan mano del libelo, ora de la soflama, ora del sesudo tratado pseudo científico avieso de malas intenciones, ora envían a sus tribus urbanas para que embadurnen los muros de las catedrales con el dele del diaño. El caso es volcar la cruz para marchar todos juntos por la senda del revés.

Les exaspera la figura doliente del crucificado. Se encocoran y escupen ante la imagen clara del Santo Síndone y una parte de ese lienzo se conserva en la catedral metropolitana de la Transfiguración de Oviedo, dedicada al Salvador. Este paño fue el punto de órbita del tan traído y tan llevado culto a las reliquias, y fue polo de atracción de romeros medievales, antes incluso de que se organizasen de forma estructurada las peregrinaciones a Compostela. Ya Alfonso VI en 1085 acudió al ara mayor ovetense para dar gracias por la toma de Toledo. La reconquista del adarve toledano representaba un regreso al punto de partida, un triunfo de la causa cristiana, que tantas persecuciones costó y tantas lágrimas. Toledo y Oviedo suenan consonantes incluso por lo parecido de su toponimia. Fueron sendos baluartes de los godos.

Hay razones fuertes que inducen a suponer que Oviedo, el antiguo templo de Jupiter, que cambió la advocación de su ara a Zeus por el de Cristo, aglutinó el sentir soteriológico del que está imbuido todo el bizantinismo visigodo. En la recuperación de las ciudades y del territorio de los que fueron erradicados a causa del empuje islamita los herederos de don Rodrigo el carballón troncal de la estirpe jugó un importante papel.

No hay más que leer a Nikos Kathantakis para reparar en lo que significa esta presión alóctona, que hoy se está repitiendo en proporciones casi apocalípticas que nos recuerdan la “pressura gentium” del que nos hablan los sinópticos, con las mismas características que tuvo diez siglos atrás (los problemas se han agrandado tras la caída de Kosovo). Porque Europa fue un laboreo incesante, un ir y venir cargados con los huesos de los santos a cuestas y de los que efundiendo su sangre dieron testimonio del Cordero. Sin culto a las reliquias ni peregrinaciones no hay fe que valga, pero “Cristu yera moru”, nos dicen los expertos anglosajones. En el Beowulf, en la Chançon de Roland y en las antiguas etopeyas europeas hay referencias a esta pressura gentium.  En el Poema de Fernán González, anterior al “Mío Cid” podremos leer:

Tomaron las reliquias/ todas las que ovieron/ cabalgaron por Castiella/ ansí la defendieron.”

Que se cometieran abusos no lo niego y que haya catalogados en todo occidente más de cien mil astillas del árbol de la cruz que supuestamente encontró santa Elena, tampoco. Todos estos vestigios pueden verse en algunas quirotecas catedralicias y algunas aun se veneran. Hay otros más sospechosos aún; el ceñidor de la Virgen, un mechón de los cabellos rubios de Juan Evangelista o la correa de las sandalias del Bautista. Sin embargo, habrá que poner en cuarentena todas esas conclusiones que publican oportunamente, coincidiendo con las grandes fiestas del calendario cristiano y que han sentado precedente de costumbre - una forma como otra cualquiera de amargarnos las pascuas a los creyentes -y airean los expertos cibernéticos, puesto que no suelen servir a la verdad, sino a intereses ocultos. Son la voz de su amo. Y la impiedad está al acecho. Ahora sólo amagan, pero, en cuanto tengan expedito el panorama, darán de veras. Vuelven a anunciarse grandes persecuciones.

En este tiempo de carros volcados y de teleras y ruedas patas arriba, se cambian las tornas; los versutos facense idiotas y estos últimos a la inversa logran el grado de especialistas. Me aferro a la fe del carbonero con que razonaban mis amigos del chigre. Para mí valen mucho más que las conclusiones de los expertos. Los últimos serán los primeros. Prometió Jesús Bendito y él siempre hace lo que cumple, no como los señores del Banco Azul. No es Charlie el del Bigotito con sus monsergas de “España va bien”.

El logogrifo del 666 se estampa en los papeles más insospechados: en las cuentas corrientes del dinero que mandamos a Bosnia y hasta en las citas de un juzgado (me enseña un amigo un exhorto de la audiencia de Pravia para comparecer a un juicio de faltas, que luego resultó ser una infracción de Tráfico, porque el interfecto le había leído la cartilla al número de la Benemérita diciendole que no toda la culpa de los muchos muertos que hay en las carreteras es de los que se toman un culín de más en las espichas y se van de folixia, huyendo del aburrimiento mostrenco o de las malas jetas de nuestros hogares, donde el odio se condensa, porque el hogar ha dejado de ser sancta sanctórum de la libertad para convertirse en duerno y abrevadero de imágenes, en sede de la insolencia más procaz, sino la violencia, el odio y la mala hostia que se respira en esta España de nuestros pecados, no somos lo que se dice una sociedad relajada y feliz) el número de la bestia aparece allí.

La maniobra que se esconde detrás de esta hipótesis sobre la raza negroide del Señor es evidente: acabar con toda una iconografía y estatuaria en la que aparece como un hombre de raza blanca, rubio, con los ojos azules, la barba bermeja. Así es la estampa en los contornos en relieve de la Sábana Santa turinense. Las pruebas del carbono catorce surten evidencias de que no se trataba de un hombre del medievo sino que la fija de su fallecimiento finca hacia el primer siglo. En el sudario se encontraron vestigios de plantas hoy extintas y que se desconocían en Italia porque pertenecían a la flora palestina. El perfil del amortajado era el de un ario de rostro alargado de miembros proporcionados que recuerdan a los cánones de Fidias y Praxíteles más que a los de un judío típico con ese pabellón nasal que diferencia a los hebreos - no es exactamente una nariz ganchuda sino un perfil que contorna la boca y el arco ciliar coronando la peana de un labio carnoso y sensual-, lo que ha llevado a los antropólogos a conjeturar la posibilidad de que hubiese algo de griego en la estirpe de la tribu de David. A Jesús luego se le tendría al menos como un judío helenizante lo mismo que a san Pablo.

Esto no es la sustancia. Es el accidente, volvamos a insistir. el meollo de la cuestión no descansa sobre su aspecto físico sino en la perduración de sus enseñanzas. Lo que prometió se ha cumplido. La Ciudad Santa fue desolada por Tito así como sus misericordiosas palabras acerca de la mujer pública: “Allí donde sea publicado este evangelio en el universo mundo todos tendrán  noticia de su nombre”. Los griegos dominaban la Decápolis o conjunto de ciudades donde se desarrolló la mayor parte de su vida pública. El Nuevo Testamento fue escrito en griego, a excepción del de Mateo, y hay muchos aspectos de la Palabra que recuerdan las normas de conducta de las enseñanzas de los estoicos y peripatéticos: el desdén de los placeres, el perdón de los agravios, la contemplación de las maravillas de Natura.

En el amor a los pobres y a los oprimidos, en su rebelión contra los poderes fácticos causó revuelo entre los fariseos, los miembros del sanedrín y los pontífices. Es posible que hoy siga siendo el ariete que molesta a los globales. Cristo estuvo entonces contra los pactos sinalagmáticos con Roma, huyó siempre de los honores y de la riqueza. Era un peligro constante para los que se consideraban depositarios de la verdad y el brazo de la ley, celosos siempre de su capacidad de convocatoria ante las masas, y de su atracción mesiánica. Por eso lo enviaron al palo esgrimiendo aquel argumento estremecedor que todavía retumba en los ecos de los siglos caiga sobre nosotros su sangre y sobre nuestros hijos. Era tan arrebatada la incriminación que el pretor romano que desde el principio del juicio lo tuvo por inocente acabó por lavarse las manos desarbolado por la contumacia diabólica de Anás y Caifás. Pilatos irresoluto no tuvo otra opción que acceder a la petición de los pontífices. Cuando escuchó de sus labios que lo denunciarían ante el emperador, sancionó la crucifixión, que era entonces el tormento de la ignominia, la peor forma con que podía acabar un ciudadano romano.

Cristo plantó cara al viejo orden. Estorbaba entonces y estorba ahora. El anatema de crucificale sigue agitándose macabro en los labios de los globales, los cuales - esto no se olvide- so capa de democráticos y librepensadores son totalitarios. Su memoria histórica continúa siendo un estigma que se proponen erradicar la propia memoria porque actúan con vehemencia subjetiva sin darse a razones. Pero en las tácticas con que lo persiguen, más sutiles y de guante blanco, no son más originales que los Herodes y Nerones de antaño y utilizan los mismos argumentos. Loco. Se hizo pasar por hijo de Dios. Rey de los judíos. Visionario. Echaba demonios en nombre de Belcebú. Hoy se le tilda de políticamente incorrectos a Él y a sus verdaderos discípulos, que son los peligrosos, porque se han situado extramuros del sistema de la oportunidad. Ellos harán más pupa que las excomuniones episcopales o el compadreo de las altas esferas ganosas de mantener preeminencias e intacto el poder y la cartera   porque, a diferencia de los malos pastores y de los discípulos de pacotilla, no se han adherido a los pactos sinalagmáticos de la gran movida. Su reluctancia les convierte en idóneos para los quemaderos inquisitoriales que ya para ellos se caldean en estos mementos. Todo por no adherirse a la causa de la bestia. No se crean que es ningún cuento chino lo del anagrama fatídico con los seis números del anosmia. Sus siglas vuelan por el círculo virtual de Internet. El antecristo hará milagros.

No he visto película más alevosa que una protagonizada por Antonio Banderas y que se titula The Body, toda una diatriba contra el depósito de la fe, una negación de la soteriología, de la divinidad de Cristo y de su existencia, un alegato infame contra la resurrección. La daga venía envuelta en guantes perfumados, pero la seda no podía ocultar el brillo del alfanje, puesto que la daga estaba rodada desde un planteamiento inteligente y consecuente desde la primera a la última de las secuencias. Pero, una auténtica trampa saducea toda esta cinta maestra porque saduceos fueron los judíos que negaban la resurrección, siendo escarnecidos por los otros judíos, los de la rama farisea.

Casi desde que inició su andadura esta misteriosa religión que predica olvidar los agravios y querellas, amar a los que nos persiguen, el desprecio a las riquezas y el apego a los valores espirituales sus detractores toparon siempre en la misma piedra de un único argumento: ser esta doctrina un amasijo de patrañas guisado a gusto de mujerzuelas y débiles mentales.

Nietzsche, el cual tal vez había leído demasiado a Lutero, a Loyola y a Calvino, y que había sido capaz de descubrir las incongruencias de san Agustín sobre el celibato - que las tiene como las tiene san Pablo en cuya pluma retumba el eco de la contradicción y en todos aquellos que se han obsesionado con un único tema- blasfema: “Ese conjunto de afeminados son los enemigos de la raza superior, lo ario”. Para el pensador teutón el cristianismo no era meramente un problema de bragueta, sino que su fundador era un invertido.

Pero Arrio, siglos atrás, había sido seducido por el mismo espejismo y pergeñó una herejía a costa de la diferencia de las dos naturalezas que se observan en la segunda persona de la Trinidad en la que se inspiró el esclavo de un rabino judío, que era hombre rico. Me estoy refiriendo a Mahoma. El que había de ser azote de los cristianos tras la muerte de su amo y los desposorios con su viuda llegó a ser un hombre rico. Primera hégira. Un ángel del cielo le trae escritos los capítulos con todas sus suras del Alcorán. Sus seguidores viven en la ceguera siendo su religión un pisto o digesto de noticias y creencias del antiguo y del nuevo Testamento en los que se agazapa el arrianismo que practicaba el monje Sergio uno de los asesores del Profeta como las constantes genuflexiones o prosternaciones que se practicaban en los monasterios de la Tebaida. De los judíos tomaron la costumbre de no comer cerdo y de practicar la venganza y sigue a los nazarenos en sus prédicas en favor de la sobriedad y de la abstinencia de toda bebida fermentada. Hicieron suya la ley del Talión pero hay elementos paganos en este digesto de dogmas y de supersticiones que es la ley coránica, como santificar los viernes. Era el día dedicado a la Venera o diosa Venus. su culto no posterga la lascivia ni todas las sensualidades del trato torpe por lo que asumimos que el mahometismo es religión cuya puesta en práctica no resulta del todo difícil. Es muy humana porque otorga a los instintos todo cuanto le apetecen, en contra del cristianismo que es ley arduo y fragosa que manda estar en todo vigilante, devolver bien por mal, amar a los enemigos y glorificar y adorar a la Trinidad, algo inconcebible si no se adscriba al código místico de la verdad revelada por la fe. A la legua se nota la vileza de condición de su fundador que era arriero o conductor de caravanas de camellos. En uno de sus viajes el auriga trabó contacto con un rico mercader hebreo al que acompañaba una escolta de renegados nestorianos y arrianos que eran gente versada en cosas de religión. Las escenas violentas que había presenciado durante el tiempo como faetón de camellos en mesones y posadas le hizo aborrecer del vino del que precave a sus seguidores. Él no podía ingerirlo pues era epiléptico y cuando le daba la gota coral quedaba como muerto. En esos trances decían los recueros que le seguía que quedaba como traspuesto y que recibía iluminaciones del cielo y que una paloma, el Espíritu Santo, bajaba del cielo, y, posada en su hombro, le intimaba las suras del libro de los libros. No hay más dios que Alá cantan los santones en lo alto de las torres a partir de entonces. Y no hay más cera que la que arde y si no aceptas pues te pasaré a cuchillo. Lo corean constantemente sus cadíes en una repetición de las cantinelas de los hesicastas; así la melopea sube a los cielos y de los viejos monjes griegos también heredaron el “tasbib” o rosario cuya cuentas se pasan el día entero acariciandolas con los dedos para matar el hambre o acallar la tentación de fumar. En las mezquitas el Alcorán enfundado en un repostero verde colocado debajo de una espada destacan por su sencillez y su decoración anicónica, herencia de la iconoclasia de Constantinopla. Mohamed, dicen, había nacido para profeta por que habló en el vientre de su madre, el arcángel san Gabriel vino a consolarle muchas veces, una burra habló en su presencia y luego la luna la partió en dos, de ahí viene lo del creciente, una higuera le vino siguiendo por todo el desierto de Arabia Feliz para escucharle y no se secó que siempre permanecía verde y daba brevas (éste es uno de los siete milagros) y al final de sus días descendieron los ángeles y depositaron su cuerpo en una zofra de color verde y el cuerpo subió al cielo lentamente.  Mientras, uno de los suyos gritando no te vayas quedó colgado de uno de sus pies quedandose con una parte del cuerpo del profeta. De ahí lo del zancarrón de Mahoma que se venera en Meca junto con la piedra de la Caaba que bajaron los ángeles del cielo cuando vinieron a por él. Todas estas fantasmagorías suenan a secta pero han dado paso a la religión que lleva camino de convertirse en la primera del mundo.

No quería enemistarse con sus paisanos de la Arabia sino halagar los principios y exigencias animales de la condición humana. Les permitió tener cuantas mujeres quisieran. Nueve tuvo él. Vengarse de sus enemigos. Todo con tal de que sus súbditos se prosternaran para adorar a Alá cinco veces al día. Una religión que todo lo que sancionan los bajos instintos permitían y que prometía la arrizafa, un jardín de goces sensuales en la otra vida, habría de propagarse rápidamente.  Y así fue. El corán no es más que una pepitoria donde se condimentan creencias, doctrinas de los dos Testamentos en comandita con supersticiones autóctonas. Cristo había predicado la renuncia, la continencia, que sólo lo bueno es útil, aunque sea tenido en poco a los ojos mundanos, porque el Padre celestial hace otras cuentas. Insiste sobre todo en lo que los peripatéticos consideraban una de las premisas de la felicidad y la paz interior conocerse a sí mismos. Gnosce te ipsum.

Pero tampoco pidió imposibles. El hombre nunca será probado más allá de sus fuerzas. Exhortaba a la perfección a la vez que explicaba en la parábola de los talentos que no a todos se les puede exigir lo mismo. Nunca habló del celibato y siendo casto como lo fue nunca hizo bandera de la gazmoñería. Amonestó a los que querían dilapidar a la adúltera. Los que estén libres de pecado que tiren la primera piedra. Instituyó el sacerdocio. El celibato nunca. Alternaba con alcabaleros y mujeres públicas, para los judíos epítome de  impureza.

Los que han convertido la fe en una obsesión genésica atacan a la jerarquía por el flanco desguarnecido y dan en el hito. Desde el concilio de Elvira en el siglo VI en que se preconiza el canon de la continencia para los clérigos esta disposición fue desatendida y no fue hasta ocho centurias  más tarde en que el cardenal Gil de Albornoz, un reformador, amigo de Benedicto el papa de Aviñón y autor del “Colirium contra haereses” que no la impone en su archidiócesis de Toledo. Aquel guaje que se llamaba Juan  Ruiz, buen galanteador de mozas aunque fuese cura protesta poniéndose al frente de todos los presbíteros y diáconos de Talavera, que estaban en pie de guerra contra el rescripto, solemnemente: “Eminencia, quitaínos las buenas para que nos vayamos con las malas. Cristo no impidió a sus apóstoles que se casaran”.

De poco le valdrían las reclamaciones al Arcipreste. Aquel contumaz cura mozárabe que inserta en sus composiciones algunas palabras del viejo bable (guaje, ome, furaco, garabato, facistelo, etc.) estuvo trece años nada menos en una mazmorra de la cárcel arzobispal de Talavera. Lo empapelaron de cánones. A veces los obispos han mostrado un comportamiento fiero nada evangélico y que no que se lo digan a François Villon, otro clérigo de las mismas características. Sobre ellos cayó el ladrillo de Roma. Cristo los perdonó. Nadie recuerda el nombre del mitrado que envió al patíbulo al autor del “Testamento”, pocos habrían leído los colirios contra herejía del testarudo cardenal Gil de Albornoz, pero las generaciones presentes y las venideras siguen solazándose con la cuaderna vía del arcipreste algo débil habiendo “mozes” por medio y puñetero, o con sus fervorosas loas a la Virgen María.

De lo antepuesto se desprende que esta magna cuestión genésica en la que los curas no han dado ejemplo no embarga el verdadero depósito de la fe. No es sustancia sino accidente, igual que el color de la pigmentación del rostro del Crucificado, varón de dolores, hermoso rostro que veneran los siglos. Tanto da que fuese ario, chino o etíope, como es lo más probable puesto que la estatuaria oriental así lo ha venerado a través de sus iconos que nos lo representa como un abuna abisinio de rasgos majestuosos y ojos penetrados de clemencia. El amor es la esencia de esa religión que tantos predican y tan pocos practican. Sobre él descansa su fuerza y su esencia radica.

Aquí la coartada es perfecta. Todos estos rasgos de naturaleza periférica se nos presentan como la médula y nada tienen que ver con el depósito de nuestro credo. Madre ¿por qué callas?

De lo que se trata mediante la elongación de tanto ánimo confundido y criterio perverso es de invertir los valores, atacar a la Iglesia aparente por la esencial. Se trata de melindres que esconden un anticipo de la persecución venidera. Cristo les estorba a los globales y a las fuerzas oscuras porque Él ya lo dijo: “Todos los que dan testimonio de la luz están de mi parte”.

Ellos, sin embargo, erre que erre. La labor de zapa continúa mientras en el Vaticano no sólo miran para otro lado y como no los pueden vencer se han unido a su facción. El carro volcau y todos son carriles. Pero a pesar de todo cualquier día de esto puede aparecer un diácono como era Esteban o como eran Francisco o era Efrén que haga que las cosas vuelvan por donde solían. Quizás el bueno del curín de don Acisclo tendrá que cambiar la imagen del Cristu. Las cuentas no nos cuadran.

Ahora parece que todo se ha salido de madre. Paciencia y barajar, que diría Cervantes.

 

 

miércoles, 18 de abril de 2001 (21:22 h.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El insulto a un centinela o fuerza armada está penado por el código de justicia militar, cabo cuartel, hoja de filiación. El soldado con permiso tiene la obligación de presentarse al sargento antes de marchar. Oficial de transeúntes, incorporarse si es avisado. Servicios de armas, guardia, retén, vigilancia. Servicios económicos, de cuartel y de plantón, los servicios mecánicos son de policía y cuadra, los cuarteleros están uno en la puerta del dormitorio y el otro en otra parte. Impedir que nadie toque prenda que no sea suya. Cabo cuartel está desde diana hasta el toque de silencio en el que es relavado por el imaginaria, la misión del imaginaria es velar por los que están durmiendo, tapar a los que se desarropan. A la orden, mi teniente. Duermen tantos, hay tantos mosquetones y tantos soldados, guardia de plaza, de honor, de principal, de prevención. Hay cuatro soldados por cada puesto de centinela. No te puede relevar más que tu cabo de guardia. Ver venir tropa armada o pelotón de gente. ¿Quién vive? España. ¿Qué gente?  Regimiento de tal y cual. Servicios de cuadra, cadenas cortas por el día y en la noche largas. Cinco cartuchos tiene el máuser, recoger sus deseos cuando expiras. El que tome armas contra la patria bajo banderas enemigas.

La altimetría de la topografía militar secciona los accidentes del territorio en colina, cresta, loma y vaguada.

 

Las balas tienen la trayectoria tensa y curva. Macizos son las balas y de carga explosiva, las granadas. Los rebotes llegan hasta los seiscientos metros.

José costa figuera - los agros de Sureda, es Galicia guerrera y apostólica.

En  redor rompen en primavera los frutales la sobregirad de los tonos de acuarela de sus ramajes en flor. Sobre la fuente de los frailes a una ladera del viejo camino de Belesa, pone un brochazo de suave blancura entre las nabeiras el palomar de outero, el hacha sacrílega, los castros de estructura circular a la manera de púlpitos, ya en plena jurisdicción de los lemavos, los pinos mansos, los castaños, los cerezos. Fraga que fundó la estirpe en tiempos del mariscal pardo de cela, el salto de la infancia.

Trisca Teresiña por las veredas de la imaginación. Le leía las doloras de Campoamor. Escribirme una cartas, señor cura. Ya sé para quien es.

Algareros muchachos, jugadores de billarda, de pinche, de amagar y no dar, al anda la mula, a los bandoleros, intenté apagar las vagas saudades en la tertulia. Las sotas me parecieron un trasunto de Teresiña ataviada de princesa, dedos como garapullos, al chocar contra el mármol las cartas producían el rumor del granizo cuando se estampa contra los cristales de las galerías. En la tertulia se agotaban las energías de Sureda jugando al mus, julepe, chamelo, en la malilla. Todos jugaban a gritos. Malilla calada triunfo na mesa, petrucio patriarca, bajote, nadie le superaba en simplicísimo, entes refractarios a la sutileza amen del camarero pasmón el molinero matalamitá, carquexias del té, ricas bicas de xembra, dibujos hechos con un guizo a la manera de punzón.

Salía a relucir la vida oculta de cada cual, acornadas, pero en la riña lo que se dijo es incopiable as doce da noite ben te vi ben te vi ainda Mais, grosero barullo panaderil, el hidalgo Joaquín Lemos, con la barba hasta el ombligo, maestro en el difícil arte de no hacer nada, un claro parentesco de semejanza con el moisés de miguel ángel. Tomar la raxeira todo el camino, vas a tener frío, Jesusiño.

El viaje en diligencia, dos caballos en el tiro y un delantero que llevaban bayas rojas de madroño en el penacho. Sonaron los cascabeles y partimos, los dos de varas y el delantero.

Llaman vídalos a los abedules, que tuvo para mí más eufonía.

En la chapacuña solían bañarse las mujeres, el cantar de los acechadores del baño de las mujeres

as rapazas de surela

cuando se van a bañar

o primeiro que cha mostran

ech´o pecado mortal.

Hay en Galicia riqueza de color en todas las estaciones, Villanueva, el alto de soldán, pereora. Emigración, la diligencia me pareció un ataúd que se llevaba las energías viriles de Galicia rumbo a las pampas, subió un mozo como quien asalta una fortaleza, iban a sentar plaza en la emigración, planto de gutural congoja.

a rais d´o toxo verde

e moi mala de arrancar

as saudades da terrina medra co  y ayga dom ar

Se e llenaron los ojos de lágrimas presos de una tristeza inenarrable, me arrimé de espaldas a una esquina del pescante, el foro de la emigración impuesto a Galicia por los países de la aventura, hacíase en las aldeas la misma vida que en los tiempos bíblicos, costumbres de ogaño hogaño, las dos formas admites, enseres. Sólo para los ricos era llevadera la vida del régimen galaico. Se veían muchas casas abandonadas invadidos los umbrales por el jaramago, por las paredes hacía excursiones la yedra. Empavorece pensar el ingente número de desertores de la cuna.

Alto en Toldavía para comer. Aurriabela vista desde lo alto de Cudeiro ofrecía un aspecto deslumbrador entre picachos abruptos con el miño mansamente adormecido a sus pies, pueblo de orense, herbedelo. Abur, señorito, dios lle faga ben. Arabela, marfileñas manos de sedentario gordo.

Magistral descripción de la matanza del gocho por san silvestres, horripilante grito del cerdo sentenciado, las filloas, la toza sirvió de ara para el sacrificio de los cinco mártires, cuerdas adibales con los que se los cuelga de la portada, toquillas del entrete, hiel de cerdo útil en la cura de los panadizos, tan llamativa del buen vino.

Bueno es tener la gastronomía en olor de ciencia. Todos comimos en franco compadrazgo el día de la matanza asesinos y señores, sirviente y ayudantes. Vendenoces daba forma a los jamones, a los grasudos tocinos de rojas hebras entreveradas, la  riquísima zorza para los embutidos. Toda llena de zullas o cagadas, morcillas arrugadas como gargantas de vieja o bocios de gargantas anormales.

A los chicharrones llamamos roxones nosotros josé costa Figueras, un tupé como la pera del macho cabrío puesta al revés. Fuimos de casa en casa entonando endechas conmemorativas del natío del hijo de dios, un banquete al estilo de heliogábalo. Fue un derroche de manjares, de bebida, de cordialidad, las travesuras de la rapazada. Al terminar el banquete estaban chispos todos. Al xa, eu poño os chorizo, filliño. Nuestras piernas parecían sojuzgadas con el propósito de mantener las formas espirales. Llegué llorando como un becerriño desvalido.

 

 

Haz de ojiva, haz de cuerpo y haz de culote, las balas salen a mil metros por segundo, hay granadas fumígenas, incendiarias y tóxicas. Los cañones son de trayectoria tensa y los obuses de trayectoria curva, morteros de trayectoria curva. La rabera, la parte posterior, que va en forma de cola de milano; los tetones y el cerrojo, el percusor sirve para que se inflame la pólvora, resalte, encastre, vástago del seguro, los cinco cartuchos del máuser, guardamano y guardamonte, casquillo, porta bayoneta, cantoneras o lomeras, la baqueta sirve para la limpieza del cañón, el tapabocas o cubre punto que protege el punto de mira, el machete, la hoja, la empuñadura, la cruz y el pomo.

 

Periodismo de manada, rudeljournalism, los rusos veneran a   Pushkin igual que a la imagen de una virgen, el presidio entero entró en conmoción, actuario, escribano judicial. Tapir, una nariz de tapir y grandes orejas, zabatovka, huelga, encuentro con las nubes de antaño, soobshenie, comunicación, ISTOCHNIK, fuente/ RABNODUSUHNO, indiferente, POSHASENIE, padrino. KARMANIK, carterista. VORISHKA, ratero, estudiantes calabazano (estudiante que ha fracasado en un examen), planta acuática aroidea, cala. Difunto de taberna, borracho, privado del sentido.

 

Diota, vaso esférico para guardar vino.

 

Portabunt nomen tamquam lumen. Asiarca, organizador de los juegos olímpicos. Todo lo del sacerdocio se lo debemos al Crisóstomo y a basilio. Einode, desierto. Los grandes hombres venían del desierto. La soledad es madre de las ideas que transforman el planeta. Ministerio, limosna, sacrificio, palabra. La hidra se estaba devorando a sí misma.

 

La escuela se ha distanciado del mundo laboral. Perago, seguir el camino. Espurcicias o inmundicias. Anillos como símbolos de fe y de fidelidad. Esos malditos ingleses, sacos de pimienta, son los responsables de nuestra guerra en oriente medio.

 

Belicón o Helicón es uno de los personajes. Carta de apostasía de los libeláticos para que les librase de las persecuciones. The falsity of women and the weakness of men.

 

Sundenbok, concepciones totémicas y formulas rituales. Zaria, aurora, la más hermosa palabra del ruso. Escribir novelas pero sin fruto puesto que la imaginación no acude a la cita. Genetliaca y noemática, pensamiento en general. Sus testas coroniformes, ese reloj, centinela de la historia. Cisterco, larva de la tenia.

 

Pogrebeñie, funeral. Anagrama de eternidad. El múrice no quiere ser ya amante de la arena.

 

El militar arma al brazo. La patria es espíritu y los vascos quieren desgajarse del tronco común. Los españoles no somos una raza pero somos acérrimos en la defensa de nuestra libertad. Franco fue general a los treinta años. Silvino honró a su uniforme con toda la fatiga de la vida de campaña. Simancas, la batalla en que fueron derrotados los árabes. Arapiles en la feraz vega salmantine, donde derrotaron a Napoleón. Los requetés se cubrieron de gloria. Navetas y talayote, heroicas defensas.  La culpa del españolismo canario la tiene Nelson que quiso conquistar las islas afortunadas en 1797 sin alcanzar sus pretensiones. Arma principal es la prudencia y la discreción militar. Leales, al pensar, veraces al hablar y ejecutivos en la obra. Fortaleza es una virtud que nos hace querer el bien y evitar el mal. Los rojos despilfarraban medios. Los vicios amarran la voluntad y turban el entendimiento. Honor es una fuerza que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes. Si se pierde ya no se recupera nunca más. Privilegiada situación geográfica y espíritu de independencia del ser español. Asesinatos, incendios, saqueos, corrupción. En un siglo cien gobiernos y cinco cambios de régimen, destronamientos, destierros, atentados, desmembración del ejército e inmoralidad reinante. Disolver la familia, célula nucleica de la sociedad.

 

Vivir a toque de corneta. Los principales sones: diana, parte de revista, escuadra, asamblea de guardia, fajina, marcha, paseo, oración, retreta, general para salir con las armas. Petate, saco de costado, cantimploras, cuchillo, tenedor.

 

General de brigada, de división, teniente general, capitán general. La roja y gualda ondea desde 1785. Una bandera encierra los campos, las fábricas, los antepasados, los pueblos, el porvenir. España, supiste borrar los linderos del mundo, los blasones de los cuatro cuarteles.

 

Alférez de fragata, alférez de navío, teniente de navío, capitán de corbeta, capitán de fragata, capitán de navío, contraalmirante, vicealmirante y capitán general de la armada.

 

Cada mochuelo a su olivo y que cada palo aguante su vela. Examina, hija, examina, religión de las porteras, llegar del campo del honor. Toda la gloria militar no vale la vida de un ranchero, gazapos con guindilla, sumo de la ciencia culinaria.

Comí entonces pan de munición bañado en llanto, un incienso que hace eternas las vidas que embalsama. El mejor aldeano, muerto. A todo aquel que hereda contribuye a arruinarle como pueda, sumidos en la tristeza vil del bien ajeno.

Majuelos nominales.

Le envenenó el ganado untando con jugo de baladre(adelfas).

Baivel, escuadra de cantero con la que se hacen las dovelas.

Las gentes de bien en las aldeas sólo saben gozar cuando hacen daño.

Y el fisco su escaso haber fue convirtiendo en humo, imponiendo impuesto sobre impuesto, por la industria, la herencia y el consumo.

Todo hombre de bien lleva en la frente la señal de la coz de algún jumento.

Sólo Virgilio sostenía que en el campo la gente es candorosa y a mí me gustarían las aldeas si no hubiese en ellas aldeanos ni aldeanas.

Un vecino honrado me envenenó el ganado con zumo de baladre.

Estaba la hierba embalsamada de perfume.

A degollar los lanza más bien que el patriotismo la venganza.

Con estos cambios de cosas y de nombres siempre hará la historia una novela.

Es la fuerza de la sangre una quimera y a mí me gusta el laurel sólo en los guisados.

Levantado Riego, Madrid se convierte en catacumba a cielo abierto.

 

 

El Cid se puso la gonela de lino y se marchó a Valencia la Clara. Valencia la mayor por sus bellidos ojos. En el héroe se resume la ingenuidad y la gravedad de la España.

Sumido en la dulce eutrapelia de los cantos ortodoxos.

Subjetividad de la experiencia humana frente a la objetividad científica.

La cibernética nace en 1941. There is not society, only people, en gorden Park.

Y no digo que afeites nuestra lengua castellana, sino que la laves la cara. No le pintes el rostro, mas libérala de suciedad, no la vistas de bordados y de recamas mas no le niegues un bien atavío de vestido que aderece su suciedad. Acivilar, acial, que es la correa de la cual pende el vestido. Garcilaso, voz muy esclarecida, altos pensamientos de su elocución.

Cuando el pope anda de visitas, los diablos se cuelan en el cementerio. Hay que esconder el hacha a la espalda porque llega el guardabosque.

Se desvanecían en su cabeza las sospechas de la víspera.

Se bebieron juntos la cuenta corriente. Radiograma cultural, el ruso es una lengua literaria, cultural, potente, flexible, magnífica.

Te aplican a Freud como te pueden meter la ley de fugas.

Byran, temporal, no siempre podemos estar pegando a los judíos.

Aquí ahorcan por menos, in foráminibus petrae. Pozhar, incendio. Oiga que acaban de descubrir el magnífico invento de las sopas de ajo. Sustitución de la fe por la sociología. Ética protestante de respeto a la naturaleza como partícipe de la divinidad. Ytechenie, consuelo. La campanilla del arco de la troica cuya argentina música se perdía en la llanura de los campos de centeno. Yo os bendigo, sed honrados y lo metían luego en ataúdes forrados de brocatel. El sacristán poniendo en juego su poderosa octava empezó el responso. Alas negras, solemnes letanías.

Fatigados por el aburrimiento, el insomnio y la inactividad de una vida fantasmal, triple papada, enfermera alta de perfil bizantino. Tiene un escribir fácil y un estilo de cristal. No te rindas, lucha sin tregua, y lo decía sobre un bosque de fusiles de asalto.

El camino expedito hacia nuestro punto de destino reclamados en lealtad a la república pudimos alcanzar el pueblo de san Rafael.

Consuelo es de sabio haber dejado las cosas antes que ellas te dejen a ti. Saber perder, saber dejar.

Los libros dan tanto, tanto que no se les puede exigir, además, que den dinero. Gabriel miró tenía los ojos limpios y su imagen esmerilada permanece en mi memoria. El laberinto de los espejos poblados de fantasmas. Astrana Marín, hombre desarreglado con corbata estrecha y verde pero descubrió todos los intríngulis literarios del quijote.  Se me van poniendo los ojos de lechuza de tanto escribir, botillería y tupí, pero botillero es el que forra las pelotas al pelotari. Repide, Pedro mata, Emilio Carrere. Iba a bailar a la bombilla Azaña el señorito feo y misterioso. En disidencia abierta con el sol de junio, cosas son estas de españoles, pasamos del no pasa nada a ver qué va a pasar aquí. Nuestro pobre Madrid donde la alegría cuesta tanta tristeza.

A casanova le intervienen los aduaneros su rapé y una edición en griego de la Iliada. Se instala en una fonda y botillería de la c. La cruz, ese rey entrevisto en el cuadro de las Meninas, una tarde de oros rotos. Entonces una hombre asesinado era un acontecimiento tremendo. Las farolas de González ruano permanecen encendidas día y noche, siempre ocultan un aquél fálico. Portier, ventana que oculta una cortina. Avenida de los fantasmas y caballeros de la orden del relente.  Elegía de las farolas caídas, popularizó a larra y a dolores armiño, lasaña, oreja de abad. Demofilia, sibila lata o tiritona de la disidencia. Se suicidó una miércoles corvillo. La agonía española, se quita de enmedio cuando empieza a ganar más dinero. El idioma que habla un escritor ha de ser nítido y debiera entenderse en la c. La montera. La conversación de dos españoles inteligentes son dos monólogos sin concesiones.

 

Juan bausa volvió a beber. El corazón se la hacía cada vez mayor y la cabeza más pequeña, llegó a casa alegre y más locuaz que de costumbre. En la casa me enmohezco, salir del local dando tlaspis, le quedaba dinero y volvió a ver porque a la vez que su ternura crecía también su sed. La ciudad de los negocios con su fisonomía sin arboles. Todos los hombres eran sus hermanos, la vía layetana se había convertido en antesala del cielo, siempre me consolaste y ahora cuanto daño me hacen tus palabras, lo echan por borracho y reaccionario, no tuvo bausa quien levantara la voz por él en medio de aquel entusiasmo justiciero, el expediente fue llevado adelante por Ardireu lleno de celo, sin contemplaciones.

 

 

 

 

 

 

         CAMÓN AZNAR AUTOR DE UNA GRAN NOVELA

       SOBRE   LA VIDA EN ASTURIAS PASADO EL TERROR DEL AÑO MIL.

 

Por Antonio Parra Galindo.

 

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Cosa cierta es que los seres humanos tenemos una querencia espiritual y afinidades misteriosas que nos conducen por una vereda determinada, por unos derroteros tan diversos e inextricables como pueden ser la transmigración de las almas, las coincidencias en los paisajes, la comunión estética o la participación en unos mismos afanes políticos. Hay que hablar de la polaridad, de la atracción de los cuerpos pero también se da un irrefutable magnetismo entre las almas. Al entrar aquí habría que explayarse en tratar todos esos vértices esotéricos que no explican del todo pero que en cierta manera coadyuvan a vislumbrar algo del misterio del cristianismo, la más verdadera de todas las creencias y la más perfecta dentro del piélago de dioses falsos a los que la humanidad adoró siempre.

Se nos ofrece pues una metempsicosis intelectiva que nos instala en un grupo o en una capilla específica, pero nuestros maestros, nuestros profesores marcan las almas. Ellos fueron la antorcha que guía y su voz resuena en nosotros de por vida porque los ecos de su voz no conseguirá extinguir la muerte.

Camón Aznar fue profesor mío de Arte, recuerdo con fruición y embeleso aquellas clases en la Facultad de Filosofía complutense de ladrillo rojo y de planta funcional en los inicios de la década prodigiosa de los sesenta. El aula donde impartía cátedra este aragonés con aires de despiste nacional daba vistas a la Sierra de Guadarrama so un jardín de rosales y cedros y la diafanidad toda de Madrid envolviendónos, cobija de amor y de sabiduría, esa luz cruda y entusiasmada, aires cortantes de cuchillo, ese viento de Madrid que mata un hombre y no apaga un candil que tanto miedo en el cuerpo le metía a Clarín al que hoy recuerdo a los cien años de su muerte, se nos fue un día de Corpus de 1901, y un mal aire que se le coló de rondón por la barriga, un mal aire de Madrid, acaso un berrinche, se lo llevó a tumba en Oviedo una mañana en que cantaba el raitán en su pomarada. También Clarín ha sido en literatura mi parangón. Su prosa calada de belleza encuentra un eco en la de este aragonés transmontano y cuya trayectoria vital tanto tiene que ver con Asturias.

Siempre que bajo a San Martín poso en la tienda de mi amigo M. Méndez Vigo, el hábil Manolín con sus manos que todo lo componen y cualquier artilugio reparan, perito en amistad y sobre todo gran ingeniero del alma, que está frente por frente de la casona que tenía Camón en ese valle de Luiña cuyos paisajes saltan a sus páginas porque se enredaron en sus sueños porque también a él Asturias se le coló de rondón en el alma con la magia indeleble del “culiebre” y quedó prendido de la canción de los labios de una xana.

Es una casa de planta moderna de tres pisos, galerías acristaladas. Palmera real da escolta a su antojana y de estilo funcional.  Cupiera suponer que uno de los hombres que más sabían de arte románico y mejor lo explicaron habitase una de aquellas casas blasonadas con portón y estragal, balcones corridos, hastial de piedra que se dan tanto en el  país, los que describieron nuestros clásicos del XIX. Pero no; prefirió la modernidad y el confort indiano. Él era un hombre austero y de costumbres sencillas, adusto en apariencia como su cara. Tenía un rostro que de tan trágico resultaba lo puramente español y sus ojos delataban a todas horas embeleso y pasmo. Dicen que uno continúa vivo hasta que le abandona la capacidad de asombro, el espíritu de curiosidad y Camón hasta el último huelgo la mantuvo consigo y nos la comunicaba. Su mirada bajo el arcosolio de aquellas cejas tan pobladas y negras, palio de curiosidad y de asombro que se asomaban cada día a un mirador cósmico, estaba siempre como huida pero atenta siempre denotaba esa sorpresa del que descubre e investiga, pescador de belleza en ubérrimos caladeros ocultos a la mayor parte de los mortales. Tenía el alma de llama y las espaldas algo cargadas del hombre estudioso, luego cuando se le trataba al viejo profesor larguirucho resultaba un hombre cordial, algo burlón, daba gusto oirle contar chistes verdes y chascarrillos en la fabla de Aragón. Se podía explicar al Greco mirando para el profesor Camón cuando acometía la exégesis del pintor toledano escanciando imágenes con aquella voz rajada que él tenía y tratando de asir lo inasible con aquellos dedos lardos como flecha apéndices de sus manos enormes, casi de cantero medieval con que accionaba durante la disertación. Algo estevado y con inclinación de hombros. Muchas horas sobre el pretil de un códice asomado a esos ventanales panorámicos de los sueños que son los libros. Nos parecía que el profesor se nos iba por las ramas y que siempre parecía venir a clase con resaca como flotando entre las gasas de una gran borrachera mística. Flotando. Eso. Al andar parecía que flotaba él tan habituado a conversar con los ángeles de piedra y a extasiarse ante las gárgolas habitando la región de los pináculos cósmicos. Sin embargo, conocía muy bien la tierra que pisaba. El Camón íntimo no tenía nada que ver con el Camón oficial, hermeneuta de los ángeles románicos, artista de la palabra, que parecía recién caído de un guindo por sus aires despistados y geniales o escapado de un códice cálamo en ristre.

Había en él como resonancias magnéticas de un trasmundo inabarcable. Era uno de esos hombres a los que encontramos por primera vez y su “cara nos suena” acaso de haberla visto en una existencia anterior. Ese mesmerismo es el fautor del arte, el que carga la turbina de la cultura puesto que la cultura se produce por asociación de ideas y es la resultante de un proceso de bilocación. Dios existe y Cristo está en la historia pero su santidad y su presencia es otra muy diferente a como nos la presentan todos aquellos cuyo todo y único afán ha sido apropiarse de su figura. No conviene darse muchos golpes de pecho ni exclamar “Señor, Señor”. Los fariseos no entrarán en el reino de los cielos. En Camón yo llegué a entrever la existencia de un Cristo que se acercaba a la noción platónica de la divinidad. Todo lo de acá abajo es un calco imperfecto de la perfección que está arriba. Pero como Dios no es unívoco y san Anselmo ya lo definió utilizando un proceso silogístico de exclusión para adecuarlo a nuestra capacidad precario, como lo que no es, ni mortal ni finito ni visible, etc., tampoco a Cristo hay que contemplarlo desde un ángulo unilateral. Por eso hay un Christus “músicus”, un Christus “praedicator” y otro “praedicatus”, un taumaturgo, un demiurgo y un reo, un resucitado y un perdedor, el de la Ascensión y el de la bajada al sepulcro, un sembrador de parábolas que tuvo que emplearse con el látigo contra la “raza de víboras” y otro que fue escupido y azotado, un Cristo manso y un Cristo arquitecto y un Cristo poeta, y otro profeta, pero todos estos conceptos siendo análogos  no son idénticos como tampoco es unívoco ni equívoco ni idéntico a fuer de universales la idea mariológica que viene a concretar y completar la visión cristológica como dos ramas de un mismo árbol, y para entender el arte y la teología hay que estar acostumbrado a moverse por el ámbito de la exposición conjunta.

 La edad media prefiere presentarnos al Mesías como el gran triunfador, el Juez grande que se sienta en la silla de la majestad mientras el barroco se inclina por el Varón de dolores pronosticado por Isaías (otra versión diferente del mismo Dios real). La fe tiene sus lados sombríos. Es una cosmogonía acercandonos a todos estos misterios de lo trascendente de la gracia santificante. El arte en la medida que trata de explicar esa tutela sin tregua de la divinidad sobre el hombre que le sirve de refugio y amparo en su caminar a oscuras por el mundo de esta forma apoda y acoda a la teología. La existencia humana viene a ser como una gran romería jacobea del principio a final. Esta es la idea matriz de esta grandiosa novelita del profesor Camón Aznar. En vida no fue tan famoso como insigne, aunque debemos declarar aquí que eso del “famosus” tiene en lat. matiz de deshonra (no van descaminados pues los que usan la palabra con tanto albedrío), este medievalista de talla cuya obra poco conocida rinde homenaje al saber en libertad. Personalidad fascinante algunos de sus artículos de ABC han de considerarse de florilegio. Yo recuerdo aquella tercera del órgano monárquico - nada tiene que ver con el monarquista de hoy-de la calle Serrano en el que escribían mano a mano los Pérez de Ayala con los Azorín, los González Ruano con los Pío Baroja o el Ortega de la última época. Firmas triunfales. Festines auténticos de la literatura. La de Pepe Camón era una estrella con luz propia en aquel firmamento de estrellas del que sólo nos quedan hoy postes de la luz y jarrillas, mucha jácara y mucha paja debajo de nombres promocionados, novelistas de designación reconducidos de lo negro a lo blanco, ha estallado la bomba de mano de la vulgaridad, sus libros se nos caen de las manos de tan políticamente correctos como van. La crítica los acoge con palmas de tango a todos los “hit” y a todos los “must” que en tongo se deshebran pero hoy la critica está reconducida y manipulada por amiguetes a los que las casas de contratación de la cultura sobornan previamente.  Como van de trapillo a la televisión a comparecer ante el ratón de bibliotecas emblemático tránsfuga que mira por encima de sus lentes de inquisidor y detrás del atril de diserto parece una trinchera a punto de hacer fuego con una de avancarga y luego vaya y sonría con cara de conejo. Pero estos son los toros que hoy hemos de lidiar en este coso. No hay más cera de la que arde. Hay que escribir a cara de perro para hacerle una higa a ese carajo esperpéntico de lo “deja vu”.

Un crítico era Clarín y un crítico como Dios manda era don José Camón Aznar. Prosaba con magnificencia y maneras elegantes de cardenal renacentista, manaba su palabra por aquel chorro de voz baturra y que luego se transformaba en melodía cuyos ecos acariciaban los arcos formeros de un empino de bóveda de cañón. La impostaba porque había algo en su persona de hierático perfil sedente, la majestad del pantocrátor. Nadie  ha explicado el misterio del arte de Jaca en sus boceles, impostas, lucernarios, balistarios, ese mundo fantástico de los bestiarios cincelados sobre la piedra fabulosa con tanta solercia y cacumen como él. Era un especialista inter alia en códices medievales. Los beatos iluminados del arte asturiano nos van a llevar al arte románico que surge como una agradecimiento arborescente hacia la persona de Cristo cuando pasa el terror del milenario. Contrariamente a lo que se ha venido diciendo los capiteles románicos con sus endriagos y harpías, hipogrifos y dragones alados, reflejan ese amor a la vida en el reencuentro con la naturaleza.

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Hay que retrotraerse a la mentalidad del año mil.  Camón era un especialista en el siglo XI. El pavor del milenio igualitario lo refleja en una de las más grandes novelas cortas que se han escrito en los últimos lustros En la cárcel del Espíritu. Es la historia de un monje bávaro que como expiación de un pecado cometido cuya evolución de psicológico refleja el autor con pluma digna de Dostoievski - es un pecado contra la fe, la caída en la sima de la desesperación, la gran aliada de Satanás para penetrar en el corazón de aquellos a los que quiere perder, desesperación que define por otra parte a nuestra época- se embarca en una peregrinación hacia Compostela. No llega a su punto de destino. Fray Lázaro viene a morir en un albergue u hospital de peregrinos en Soto de Luiña y que todavía sigue funcionando.  Miguel Ángel, el del bar de la plaza al que llaman el diácono, sigue examinando credenciales y estampillando avales a los que pernoctan en el refugio con el mismo rigor y sentido de la hospitalidad cristiana con que lo hacían aquellos ostiarios de las posadas del Camino Francés.

El autor parece que tiene delante el hermoso paisaje de las Luiñas a la hora de escribir el libro; en los primeros párrafos habla de un “lugar en la llanura, rodeado de bosques y ceñido por la curva de un río” y trata de reflejar sin entrar en detalle cómo era la vida de un benedictino (¿Benitos o monjes blancos? Los benedictinos hacían vida comunal mientras los bernardos dormían en crujías o dormitorios corridos. Es el único anacronismo que encuentro en la obra, error mínimo).

He aquí una sala hipóstila. Los lechos eran esteras, el refectorio alargado con el púlpito empotrado en el muro. Mística y casta serenidad trasminan las páginas de “En la cárcel del espíritu”. Es un viaje a un claustro donde el tiempo se amansa y donde vemos a los pendolistas de bruces sobre el pupitre del manuscrito en el que laboran con un pincel en la mano “que cae sobre el pergamino con la levedad del copo de nieve”. Describe la sala capitular siempre resonante de discursos y la iglesia como un trasunto de un cielo humano y dialéctico con arcos que son como respiro de los espacios y pinturas que concretan los pensamientos inmutables. Es un lugar habitado por monjes descarnados de grandes ojos redondos que ocupan un espacio pero que no habitan en el tiempo, esqueletos de ideaciones apocalípticas. Cada vez que el sol enrojecía las gentes iban a encontrar refugio a los montes porque detrás de la sombra se percibía la silueta del dragón, observa el escritor corroborando al propio tiempo lo siguiente:

“En la crisis milenaria hasta las iglesias se vaciaron. cada hombre arrastraba con su sombra su sepultura. En los monasterios sólo se leía un libro el del apocalipsis y la preocupación de los comentaristas consistía en adatar a su tiempo las páginas descomunales del libro”

Este párrafo tiene hoy plena vigencia porque otro terror del milenario es el que acabamos de vivir o estemos acaso viviendo. Camón, que se nos muestra como eximio novelista, topógrafo del sentir y del latir de una época, describe a estos frailes que escribían e iluminaban y que parecían mojar el cálamo en llama y salían del minio colores que eran como “la cresta de un incendio”, “ojos cuya redondez era la del mundo abiertos con el espanto del que ha visto morir al universo. Sus túnicas se doblan con las mismas curvas contraídas de las hojas secas al quemarse”. Al redactar estos magníficos párrafos parece que tiene delante la talla de madera del Salvador que se venera en la catedral de Oviedo mostrando la majestuosa traza de un atlante que se yergue ante la amenaza apocalíptica y empuña como un cetro de paz la esfera armilar.

Pero el peligro ha pasado ya, los curas volvían a aprender latín y las tierras a labrarse, los antiguos manuscritos a ser copiados. “La pánica alegría de aquel momento se convirtió en gratitud hacia la divinidad. Un inmenso amor de redondez panteísta hacia la naturaleza y hacia Dios impulsaba catedrales y cosechas”. Se vivieron años en definitiva de exaltación edénica.  Lícito es preguntarse si a pesar de todos los pesimismos no estaremos abocados a una de esas grandes épocas de la humanidad cuando acabamos de doblar el cabo de los terrores milenaristas con todo Nostradamus a cuestas, las profecías de Malaquías y las predicciones de todos los estrelleros y magos de la New Age que hemos dejado atrás. El mundo, concluye Camón, volvió a ser de nuevo un paraíso sin serpiente. ¿Se aleja también ahora la tempestad? ¿ O los horrores que describe Juan- “tomó al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y la encadenó mil años. Cuando hubieren acabado los mil años será Satanás soltado de su prisión y saldrá a extraviar a las naciones”Ap.20-7-8- pertenecen al hic et nunc de nuestra sangrienta actualidad? El estado emocional del mundo se parece bastante al de aquel entonces. La clepsidra implacable marca la hora global: tiempo de la Segunda Venida. Hace mil años los monjes de las iglesias asturianas le aguardaban encerrados en una celda construida en lo más alto del templo, en el sobrado mismo a la que se accedía por una tortuosa escalera de caracol.

 

y a veces por una cuerda como entre los eremitas de la Tebaida, el monte Athos o entre los coptos. Para bajar había que descolgarse de una cesta. La contemplación por aquel entonces demandaba estas truculencias del Estilita encaramado en su columna para no contaminarse, torres de marfil penitenciales. En Santullano y en Santianes parece ser que quedan restos de estas cámaras anacoréticas.  Era el éxtasis del vigía que escudriñaba el horizonte desde el campanario pero el Cordero tardaba en llegar. Oteaba desde las techumbres el monje pero el Amado se hacía de esperar. A la sazón puede que esta guardia se monte desde las páginas web, aunque no hay constancia pero es suposición plena. Los cistercienses de ahora tienen turbios los ojos a causa del pervigilio doblado el raquis, difícil será encontrar a un contemplativo rectas las espaldas. La guardia sigue en sus diferentes relevos y parece que Dios continúa hablándonos desde el silencio. Hay quien hace la escucha siguiendo su rastro desde la garita iluminada. Abajo se condensan las sombras, los fantasmas nocturnos.

Sabemos que el protagonista era vástago segundón del señor de Klamheim con feudo sobre el castillo de Toeltz. Siguiendo la costumbre de la época sobre la primogenitura ingresó en la abadía. Allí fue feliz fray Lázaro hasta que el diablo vino a visitarlo atosigandolo con el dogal de la duda y la desesperación. Sus años de noviciado tuvieron ese carisma de la ondulación y melisma del canto llano. El cuerpo de los monjes está hecho para la liturgia, la melodía monódica que recorre las bóvedas con la elegancia del cisne en el estanque. El templo románico se convertía en un lago de beatitud donde hasta la estructura hipóstila desempeñaba una función de alabanza a Dios a través de la voz humana. Era un discurrir placentero por el perfil de los días y el turno de las estaciones materia y forma conjuntadas y sin diferencias entre el alma y el cuerpo. La vida monástica es una búsqueda de armonía y un anhelo de contemplación.

Era el cristianismo total a la sombra del Pantocrátor de la mandorla mística antes de la llegada de la peste franciscana, el principio del fin, el primer conato de reforma religiosa que iba a desembocar en las demasías de las guerras de religión. Era entonces cuando Roma no tenía tanta importancia pero la cristiandad era más católica, más universal y más libre. Los ojos se entornaban hacia Jerusalén. “No había fronteras en la fe ni en los pueblos, ni nacionalismos montaraces, ni cismas ni herejías”. Por eso viene a concluir el autor: estos siglos que van desde el terror milenarista marcan el triunfo verdadero de Cristo. Algo que en la historia no se ha vuelto a repetir.  Todos los que amamos a la grandeza de la Iglesia verdadera tendremos que suscribir esta hipótesis que Camón aquí describe maravillosamente. Los tímpanos románicos expresan asimismo esa idea célica del paraíso impersonal y cósmico, un empeño que sólo fue posible mediante el rescate de la sangre de Cristo. Es la ideación pura, el concepto teológico en carne viva lejos de las vivencias personales. El creyente sentía partícipe de una empresa total. A Dios no se le puede ver, tampoco se le puede nombrar. Es lo absoluto e incognoscible. Sin embargo, los que se acercan al arca santa de tapas nieladas, ese cofre de salvación de la fe en español, a contemplar esos ojos  que acechan y perdonan, ojos del mundo redondos y opacos y esa sonrisa de la talla tan dulce como tosca o se prosternan ante el Pórtico de la Gloria consiguen una visión de ese reino futuro que aguarda a los que perseveran siquiera sea a través del ojo de cerradura que abren las arcadas románicas.

El autor va explicando el proceso con acuidad y pluma veloz a través de una prosa en el que el castellano recobra todos los honores de lengua espiritual apta para hablar con Dios y entusiasmarse ante los deliquios de la Virgen María. Entusiasmo es un endiosamiento y sin entusiasmo no puede haber cristianismo ni tampoco buena literatura. Es algo que sólo puede comunicar Dios a través de sus criaturas. Es privilegio del todo no de la parte y es ahí donde fallan algunos de los novelistas de aluvión el colmillo retorcido o que andan de medio lado que escriben en la España de nuestros días sino del todo. Por eso no lucen aunque traten de encandilarnos con sus mejores galas. Para sentar plaza de novelista o de crítico lo que hay que hacer es estar contra lo de entonces. Este sino de los tiempos nos recuerda a las plagas de Egipto y no queremos esta vez dar nombres. Demasiado revanchismo. Respiran por la herida. La cicatriz de la derrota les sigue superando de ahí que sus libros nos hagan recordar a verdaderos manaderos de pus.

En el estilo de Camón Aznar pasa lo contrario. Es una novela de tesis que prende desde el principio. Además, es uno de los cantos más bellos a la mujer que hayan podido escribirse desde la duda y desde los dolores. Lázaro viene a coincidir con el dictamen del protagonista del Nombre de la Rosa que de la misma manera devino en monje giróvago: los momentos de felicidad mayor no fueron los del convento ni los del éxtasis místico sino la noche que pasó en compañía de aquella muchacha a la que llegó a conocer casualmente.  La crisis religiosa que padece hasta su exclaustración y la posterior condena abacial a hacer la ruta jacobea que en muchos casos equivalía a la pena de muerte porque el viaje estaba cargado de peligros y bajo la amenaza del hambre, la peste y los lobos, es una preparación del camino para explicar su estado de ánimo.

 

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El detonante de la crisis viene dado por una experiencia con la que no contaba: la muerte del maestro de novicios. La visión de su cadáver convulso y desesperado le hace reaccionar. El preceptor había practicado la virtud desde que profesó y seguido a rajatabla las constituciones de san Benito pero en el postrer momento, el definitivo, tuvo un instante de debilidad, resbaló en la duda presa de terrores incomprensibles que le acercan a la boca del abismo. La desesperación es un sentimiento específicamente satánico. Esa tentación a punto de expirar cuando más aprieta el diablo la tuvieron muchos santos. No hay nada más allá, el cielo está vacío; ese viene a ser el argumento. Todos los seres de la creación tienen un destino trágico, juegan la baza con las cartas marcadas, de lo que se colige: procede disfrutar aquí todo lo que se pueda porque si no hay otra vida todo estará permitido en ésta.

San Pablo fue acometido muy recio por los espasmos de esta duda pero la venció y fue arrebatado al séptimo cielo del que bajó diciendo que ni el ojo vio ni el oído oyó lo que es aquello pero la serpiente antigua se atrevió a plantearle cara al Apóstol de las Gentes. Le llamó exaltado y lunático utilizando como argumento su gota coral. Parece ser que Saulo se cayó del caballo en un arrebato epiléptico.

 Es una interrogante que parte las carnes de muchos creyentes y pasa agitándose por los cielos de la historia. Algunos la llaman el silencio de Dios. No todos tuvieron el privilegio de ser arrebatados como Pablo de Tarso a las alturas. Porque vio creyó y esta fe le hace increpar con la vehemencia que le caracteriza a la muerte preguntando dónde estaba su victoria y proclamar incluso “culpa feliz” al pecado de Adán factor desencadenante de la redención. Pero hay que insistir que no todos gozan del carisma de la claridad de la trasverberación que arranca las nieblas del error de sus intelectos.

El orante se ofrecen en oblación y ha de cargar con los delitos y lapsos de los otros. A veces la cruz resulta demasiado pesada y viene la duda del sepulcro vacío. He aquí a  Lázaro de Kleimheim copista y amanuense de los libros santos en un monasterio de Alemania sumido en el laberinto. Siente que el cielo se le viene encima, gime y busca sin hallarla la salida a la encrucijada. El tiempo de rezos y el duro trabajo caligráfico que trazaba lineas y colores, rasgos, sobre los preciosos cantorales, no eran más que un alivio pasajero. Cuando en las cortas vigilias antes de Maitines sobre la estera o la yacija de paja que le sirve de lecho en la crujía hipóstila vuelve el gusano a roer y la tentación por sus fueros. El cielo está vacío y con la muerte estalla sobre nosotros la nada. Él no resucitó, los vendajes del sepulcro no eran los suyos y el mito de la resurrección fue un montaje, la fabricación de unas plañideras histéricas que estaban enamoradas físicamente del Galileo. Todo es un invento, una inmensa fábula. Sus torturas y escrúpulos únicamente encontraban una tregua mediante las manualidades de su absorbente labor de miniaturista.

El proceso está perfectamente descrito tanto como el ambiente de la época. La hambruna y la mortandad de la peste van a ser otro emulsivo del entusiasmo con que arranca la undécima centuria. La sociedad feudal hace crisis. La lucha por las indulgencias y las disputas entre trono y altar por la preponderancia vuelven más duro el panorama. Si existe un Padre Célico que ordena nuestros destinos y todo lo dispone hacia el bien para que nos sintamos a gusto y no nos falte de nada ¿por qué entonces permite el mal y la injusticia, el desamparo? El joven benedictino se amarga la vida haciéndose una pregunta eterna. Él pensaba que había un orden en el mundo pero mira alrededor y comprueba que vive cercado por la desgracia y lo diabólico. Hay un desfase entre la idea y la materia. Zumba sobre sus oídos el garrotazo amenazante de la entelequia. La vida del monje se convierte así en una lucha contra la quimera.

“Los hombres andaban como cadáveres a pie por los caminos y e las casas no salía humo”. Esta imagen del hogar frío y la chimenea apagada, el jardín abandonado y la casa cerrada acentúa la sensación angustiosa de ciudad desierta y de país despoblado es de entidad apocalíptica porque nos remite a connotaciones de castigo divino, de manipulación de la descendencia que es en definitiva un atentado contra las fuerzas de la vida. Fue el pecado de Sodoma. La Asturias de diez siglos atrás guarda cierta analogía con la de hoy con un crecimiento demográfico cero atendiendo la llegada de la alfaida, la marea humana,  de hordas en masa que van a constituir una sociedad amorfa y desespañolizada y alóctona. Todas esas contingencias ya se preparan. 

Así fue al despertar del medioevo cuando desde Escandinavia denominada entonces “oficina gentium” se impulsaría la colonización masiva de Europa sobre las ruinas del romano imperio. Los barbaros del norte llegaron en oleada y de forma sorpresiva. Era una visita que nadie esperaba. Todo descorrimiento de pueblos presenta unas connotaciones apocalípticas que hacen pensar en el castigo bíblico. Lázaro de Kleimheim sentía sobre sus carnes esa presión.

Pero la auténtica crisis de fe va a tener lugar coincidiendo con la llegada de un fraile esquizofrénico, trasunto de Savonarola, al que su soberbia le sume en la herejía, desde otro monasterio circunvecino a predicar una cuaresma. “De la boca de Fray Martín no partían razonamientos sino rayos, nada de adoctrinamientos sino anatemas. Hay en su persona un anticipo de Lutero puesto que en el visitador se plasma la rebeldía diabólica, la cabeza engallada del “non serviam”. Su presencia produce en las aguas tranquilas hasta entonces del monasterio una conmoción. Acusa a los monjes de ser castos y crueles, de predicar la caridad porque no se atreven con la justicia. Roma es el símbolo del engaño, la mentira y la avaricia. Sus sermones atraen la ira de la parroquia. Se le suspende a divinis pero recalcitrante en el error vuelve a predicar contra las Indulgencias y es dilapidado por hereje al pie del altar por la chusma airada. El hermano Lázaro contempla con horror aquel asesinato, ve cómo el cadaver es arrastrado a las tinieblas exteriores para que se lo coman los buitres. Era un blasfemo, un apóstata. Y aquí llegamos al nudo de la trama de esta impresionante novela teocéntrica  en el que se denuncia a una sociedad hipócrita capaz de matar en nombre de Dios y que se atreve a manchar sus manos de sangre porque alguien cuestiona el libre albedrío, el derecho a pecar. La libertad humana es sacrosanta, la propia divinidad la respeta. Por una vez lo infinito se doblega ante el capricho de lo finito. La angustia y grito de fray Martín proyectan hacia el cielo la angustia del hombre contemporáneo.

A un escoliasta de la época no se le ocurriría explicar con tanta clarividencia e interés el proceso psicológico, la dura prueba a la que es sometido este religioso que vacila zarandeado por uno de los problemas más arduos: la presencia del mal. Pronto vemos al protagonista sumido en la soledad del ángel destronado. La Biblia lo recuerda: “Ay de los solos”. El sacrosanto refugio del monasterio es perforado por esa duda caliginosa y a partir de ahí no va a ser un espacio resonante de las notas de la himnodia  gregoriana.  Los turíbulos no sahúman el perfume del incienso sino el humo fétido del azufre al que acompañan las estentóreas carcajadas del ángel caído en su vagar absoluto por los derroteros de la historia. Se ha perdido la inocencia del Edén. El hombre vuelve a su condición de animalidad precedente al génesis, no es más que una fiera que piensa, copula y traga, merodea y caza sin obediencia a otras leyes que no sean los apetitos instintivos. O dicho de otra forma el peso de la novela se apoya sobre el ominoso barrunto de la muerte de Dios. Pero parafraseando a Nietzsche cuya entera obra son las exequias de la divinidad fallecida, ¿existe Dios? ¿Y si no existe cómo podremos hablar de su muerte? ¿No será la idea de la divinidad algo subjetivo, una especie de prolongación de nuestro ego insaciable? El simio se puso derecho y anda ahora erecto, evolucionó como evolucionará algún día su pensamiento hasta conquistas insospechados hasta ser el mismo su propio dios en su proceso de adaptación. La tentación de Babel otra vez bajo los planteamientos seductores de Darwin.

La dilapidación del hereje hace que Lázaro, el puro, el incorruptible entibie su fe desde la base de un razonamiento verosímil: no es lícito asesinar en nombre de la divinidad pero esto fue precisamente lo que estuvo haciendo el ser humano desde las cavernas a través de la práctica de un ritual supersticioso. A Dios había que inventarlo puesto que daba coherencia al grupo porque nos reafirma en lo que pretendemos, nos halaga el oído. De esta forma el concepto del ser supremo pasa a ser algo subjetivo, puro maquillaje para nuestra vanidad intelectiva. Un analgésico para el dolor que comporta el destino de los nacidos para la muerte.

Lázaro había pecado y el pecado es como la rotura de una armonía con el cosmos. Sin embargo, la razón no es más que la tapa de los sepulcros. Un buen día reconoce su culpa y va a caer de rodillas a los pies del abad con todo el monasterio reunido en capitulo. En aquel entonces las penitencias eran públicas. El prelado no puede absolverlo tratandose de tamaño pecado mortal, el de desesperación; es un pecado contra el Espíritu. Lo envía de peregrinación a Santiago de Galicia. A la sazón las autoinculpaciones se llevan a cabo ante el capítulo. Las penitencias también eran públicas. Los pecados, distintos. De una magnitud más solemne si cabe porque diferente era el concepto de cristiandad. Recordad a tal respecto la Huida a Canosa. Todo un emperador prosternándose descalzo ante Gregorio VII. Hasta que no estaba saldada la deuda con la iglesia o con los hermanos, Dios no perdonaba. Era frecuente ver vestidos de saco en el ámbito de las ciudades a los flagelantes clásicos. En realidad las peregrinaciones empezaron a partir de esta noción de culpa que había que expiar mediante el viaje iniciático. Los romeros cuando de personas consagradas se trataba recibían de manos de su abad un bordón, unas veneras de concha y el clásico petaso o sombrero de ala ancha que servía para protección de la intemperie y también para ocultar el rostro. También recibían el ósculo de paz y treinta dineros para el camino. Nada más.

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 No era consciente el Hermano Lázaro cuando se despidió de sus compañeros que la hégira expiatoria que iba a comenzar le iba a llevar más lejos de sus sospechas. Como primera medida tuvo que dejar morir a su yo para empezar a vivir.  Dejó de pensar. El trajín de la andadura le deparaba el robustecimiento de sus miembros corporales. El alma se purificaba. Tenía que aniquilarse y ser semilla que después de caer en la tierra hará que fructifique la espiga. Alguna veces añora la casa matriz y se acuerda de sus frailes con una vida tan reglamentada y tan diferente de la azarosa que a él le persigue, añora los ritos y canta cuando puede el oficio divino o dice misa en plena soledad porque partió con la recomendación expresa de su superior de evitar las iglesias y los poblados. Sin embargo, al llegar a Tarbes localidad de los Pirineos pide al obispo letras dimisorias para poder consagrar la Eucaristía. No ha de olvidarse ese nombre. Tarbes es la diócesis donde se produjeron las apariciones marianas de 1858 a santa Bernardita Soubirous.  Lourdes está en pleno corazón de las peregrinaciones jacobeas. Aunque obtiene la facultad de celebrar y concelebrar pronto olvida su condición de clérigo porque, tramontados los puertos y habiendo dejado atrás el monasterio de San Pedro de Sieresa, una serrana de un valle navarro lo recoge cuando estaba medio muerto y lo lleva a su choza, le da de comer, le venda las heridas de los pies y, cuando despierta escucha hablar en vasco: “gaixo ziñatan, orain zaunde” (enfermo estabas antes, ahora bueno). Se inicia una bella historia de amor pastoral. El protagonista vive los instantes más bellos de su existencia, conoce la plenitud. Ni siquiera se acuerda de los votos arrastrado por su pasión pero un día al salir a arar encuentra el cuerpo despedazado de un hombre por los lobos la noche anterior. Le viene a las mentes el recuerdo de la palabra empeñada al superior. Vence las lianas que le atan a aquel hermoso caserío rodeado de fortísimos montes donde viven gentes sencillas en estado de gracia original anterior al pecado del primer hombre y abandona la vida arcádica. La mujer le sigue durante un trecho pero vuelve a abandonarla.

El cristianismo que encuentra pasada la cordillera es una religión en estado de guerra. “España vive-dice-sólo para vencer a los enemigos de la fe en franco contraste con la mansedumbre y placidez del sur de Alemania. Aquí todo se extrema a punta de lanza. Todo se radicaliza con ímpetu de ataque”. Tampoco el cristianismo es un concepto unívoco. Nunca nos pondremos de acuerdo pero es así. Lo único que le mantiene vivo es lo externo porque lo interno pertenece a algo tan sagrado como es la conciencia y es allí en lo íntimo del alma donde Dios habla al ser humano. Pero los ritos, las oraciones, las fiestas, la letanía, la tradición. ¡Si quitamos eso, en qué queda la fe! ¡En monsergas místicas! ¡En una interpretación del Evangelio ad líbitum! Sólo un monje benito puede entender que el catolicismo consiste en liturgia, en un constante recitar de oraciones con arreglo a los ciclos estacionales. Porque la practica rutinaria de la regla nos libra de nosotros mismos. Ora y labora. No te desesperes. Cumple la norma, unéte a la tradición, pero si cambiamos la norma, si introducimos cambios en la liturgia obtendremos una mutación de la esencia y llegaremos al síndrome del templo vacío, a la macrocefalia jerárquica. Tenía que renunciar al amor pero al igual que en el “Nombre de la Rosa” Lázaro reconoce que no hubo instantes más suaves que los que le depararon sus nupcias con la serrana de Arán. Su recuerdo le hace casi enloquecer. Sin embargo, tiene que empuñar su cayado y entonar el  “Ultreya” sin temor a los peligros de la andadura iniciática. Otra vez se pone en ruta. El Salvador le acompaña. Para expiar la culpa, caminar. Tenía psicología de huido y cruza cañadas, desfiladeros. En algunas posadas vuelve a saludarle la tentación, traba conversaciones con otros caminantes hacia Compostela.  Unos perseveran, otros son seducidos por los cantos de sirena, las mesoneras y mozas de partido, que ya entonces el itinerario era ya la ruta de la sífilis, el chancro y las tabes, el perro de san Roque, mal francés y camino francés, otros mueren en los lazaretos o quedan sepultados en los cementerios de peregrinantes, otros mueren devorados por las alimañas, se extravían, enloquecen, se dan al vino o mueren a mano de los bandidos. ¡ Señor, Señor cuanto pecado, cuánta imperfección y cuánta defección! El destino es la tumba.

Alfonso VII el gran rey de Castilla, el repoblador, el que tanto amaba a Oviedo y a los asturianos puso guardia de templarios en la ruta para proteger a los transeúntes. El Hijo del Trueno Boanerges es el símbolo de ese cristianismo prevenido en frontera.

 

 

que encuentra el monje alemán pasado el fito de Navarra, era casi una fe desconocida que acaba atrapándole, se emborracha, se enamora de España a través de una moza vascuence. Hasta los sarrios y las cabras enarbolan el pendón de la cruz frente a la media luna. Ha pasado el letargo del milenario y la cristiandad empapada de vida quiere liberarse de las cadenas y de los yugos que le uncen a las pechas y servidumbres del califa. Al grito de ultreya y del “Dios lo quiere” de Pedro Ermitaño se llena de actividad, despierta de su modorra y se embarca en la dudosa aventura de las Cruzadas, algo por lo cual nuestra fe ha sido tan vapuleada por sus enemigos. Sin embargo, ahí tenemos a Ariel Sharon una especie de Ricardo Corazón de León Judío y nadie le dice nada.

Fray Lázaro había escuchado de labios de un francés que hacía la ruta de Compostela por la parte más sañuda: la de la costa- curiosamente al remontar Oca dejando a un lado Vascongadas que ya en aquel tiempo seguía sin estar romanizada y sin cristianar- “el que va a Santiago y no visita al Salvador por honrar al criado menoscaba al señor” y opta por el ramal de la derecha el que a través de Arbas enfila la ruta de los antiguos monasterios mozárabes de las Monas o Nonas y cruzando por Mieres desemboca en el Templo de la Transfiguración, verdadero Tabor del arte ramirense y de la fe vieja. Queda prendado de las costumbres de aquellos monjes asturianos que nada se parecen a los de Alemania. Para empezar hacen vida eremítica y algunos viven encaramados en lo alto de una celda incrustada entre las socarrenas de alguna peña tejada o en lo alto de una iglesia prerrománica, aquellos templos de cuerpo tan chico pero  de altos muros. Es así como opta por abrazar la vida contemplativa en San Julián de los Prados. Es izado a lo alto de su cobijo en una cesta. Desde allí ora al Criador y contempla ante un paisaje de montes bellísimos que demuestra ser cierto el aserto del códice “In Asturum conventu dedit Dominus montes fortissimos circuitui ejus et praesidit ex hoc, nunc et in saeculorum saecula” (Dios escogió a la provincia de los astures a los que protege mediante una cadena de montes fortísimos). El paisaje de Asturias, santuario de España, tiene algo de sacramentos. Pero el pobre monje tiene allí que ganar el cielo luchando con la tentación que se presenta unas veces en forma de mujer como le ocurrió a san Jerónimo con la satiresa. Otras quien golpea es el silencio de Dios o el desaliento. Hay pasajes en esta obra tan bien llevados que hacen pensar en Tolstoi el cual de forma parecida describe el proceso de la tentación del cenobita en el “Padre Sergio”. Las fuerzas del bien y el mal se turnan. Ángel y diablo parecen confluir en una batalla sin medida. Es el ritmo sonoro con sus impasses e intercadencias del péndulo. La luz libra una cerrada y sórdida batalla con la oscuridad. Nadie sabe de estas luchas interiores. Por toda la redolada ha cundido la fama de santidad del fraile extranjero encaramado en su celda de estilita. Cuando celebra misa los domingos y las fiestas de guardar el pueblo en masa es testigo de sus trances y al final de aquellas misas largas que duraban casi tres horas en el rito mozárabe algunos feligreses se acercan a tocar sus vestidos para llevarse a casa un trozo del hábito, una hebra de su barba bermeja e hirsuta como reliquia. Una noche de junio el valle resuena con el eco melancólico de los cantos de ronda y el brillo lejano y seductor de las hogueras de san Juan, el aguerrido grito del ijujú de la danza prima cerca de las quintanas. El Padre Lázaro vuelve a sentir la llamada del siglo y sucumbe a la celada de la tentación. Se escapa de su nido de oración y de penitencia en lo alto de san Illán de los Prados por una cuerda y huye a favor de las sombras con la luna a las espaldas. La vida de un peregrino es una huida hacia delante.  Siente la llamada del deber. Tiene que cumplir la penitencia impuesta por su abad. Le sonríe las estrellas como lagrimas de cristal en la Vía Láctea. Ultreya. Ultreya. Le convoca la fuerza del camino. Proaza con su torre quedó atrás y contempla Avilés reclinado en la ría pero no se atreve a entrar. Escucha el sonido espectral de las Tablillas de san Lázaro. Hay peste en el lugar. Siente las arremetidas de la fiebre, pasa la barca de Muros de Nalón y al atardecer da vistas al Valle de las Luiñas que le recibe con sus praderías y cuetos detrás del Monte de Santana, cruza el río Uncín y llega al lazareto de Soto. Su estado de salud ha empeorado y es allí en aquel hospital de pobres donde exhala el último suspiro después de haber recibido la absolución de una abate francés también romero a la Ciudad del Apóstol. El penitenciado no consigue cumplimentar su proyecto, pero Camón observa que lo importante no es la meta. Es la vía lo de más. Los santos pueden alcanzar la cima de la virtud heroica habiendose quedado a medias, siendo unos perfectos desconocidos. En definitiva se hace camino al andar.

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Es una de las novelas psicológicas encastrada en una trama que nunca decae bien escrito y mejor pergeñada que responde a un conocimiento histórico de la vida de las ideas y de la sociedad visigótica recién iniciada la Reconquista que casi entusiasma. Al profesor Camón se le conocía como crítico, especialista en el Renacimiento pero su faceta de novelista y de dramaturgo pasaron desapercibidas. Su cara era como la de un pergamino y su estilo de hombre pacífico y modesto, aunque tuvimos entendido que fue anarquista cuando la República, atraía como atrae un códice iluminado porque era el espejo en el cual nos miraríamos de  viejos, y es cierto porque al contemplarme a mí mismo en el espejo veo que me parezco algo a mi maestro cuando tenía mi edad. La vida me ha hecho rodar por sendas muy parecidas a las del  profesor de la Central. He seguido la ruta de los entusiasmos y la de los libros hasta dar con mis huesos en una de las hondonadas paisajÍsticamente más sublimes de la península donde fue a morir Fray Lázaro el protagonista de “En la cárcel des espíritu” ¡Qué cosas!. Aquí la tierra nos puede ser más leve al cubrirnos con el manto de eternidad. Tan risueña perspectiva hará seguramente llevadero el  albergue porque es también las rutas que llevan a la Luiñas lejanas donde yo quisiera descansar.

 Siempre que paso por delante de la casona que se encuentra a tiro de piedra de la tienda de Manolo Menéndez Vigo, contertulio de mis parrafadas y que no sólo me arregla los pinchazos de la rueda de mi bicicleta sino que me da clases de bable, el que hablan en Muros, aunque Manolo provenga de Lugo, y detrás de la de Eloína, otra buena mujer de aquel lugar entrañable, siento la melancolía por aquel tiempo que se fue, por los libros que no se leyeron o de los que apenas hablan pero que son importantes. Solía Camón viajar a su rinconada de este lugar en el concejo de Cudillero con harta frecuencia. Una vez lo vi en Oviedo haciendo tiempo para tomar el tren de Madrid acodado en uno de los veladores de la Mallorquina. Parecía un dios vencido y un centinela a punto de relevo en su garita del Café Peñalba, quizá recordaba a los muchos que cayeron. Era un día de lluvia y llevaba puesto uno de aquellos impermeables de plexiglás a la moda de los sesenta “pluma d´oro” anunciado por la tele de los primeros tiempos por Torre Bruno dando voz a un personaje característico que llamaban “Topo Giggio”, con un gorro para la cabeza. Tenía un aspecto de cansancio y le vi viejo ante una taza de café que se había quedado frío. Acababa de enviudar y ya no había aquel entusiasmo en aquella mirada de figura de arquivolta románica de los tiempos de la Facultad sino la de un senescente abatido y sin curiosidad. Era por el verano del 77 aunque no recuerdo muy bien la fecha exacta. Al poco tiempo murió el profesor Camón Aznar. Quiero con este artículo honrar la memoria de uno de mis maestros. Fue uno de esos intelectuales que habiendo nacido a esta vertiente del Pajares como Claudio Sánchez Albornoz, Ferrandis, Menéndez y Pidal, Alarcos, Azorín o Gustavo Bueno han sentido esa fascinación ineluctable que infunde Asturias sobre los espíritus.  Los amantes de la letras de los tiempos venideros tendrá que hacer justicia a estos prohombres del pensamiento hoy olvidados o ninguneados. Ellos abrieron brecha e iluminaron la paz del sendero.

Antonio Parra.  jueves, 7 de junio de 2001 (2:41 h.)          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Villafranca del Castillo a jueves, 7 de junio de 2001 (19:31 h.)

 

Amigo don Arturo:

Tengo el gusto de enviarle las fotos del domingo de palmas. Fue un día muy bonito. Espero que sean de su agrado y que se haya restablecido de sus achaques.

En otro orden de cosas, sintiendo una gran curiosidad por el Camino de Santiago, de hecho, estoy escribiendo algo sobre el tema, al que daría cima si Dios me da salud este verano, en mis pesquisas encontré un texto del profesor Camón Aznar que me ha entusiasmado. Es uno de los pocos goces que les están reservados al investigador.

 Me tomo la licencia de remitirles lo que pienso yo acerca de esta novelita corta del querido Camón EN LA CÁRCEL DEL ESPÍRITU.

El protagonista acaba sus días en el lazareto de ese lugar tan entrañable también para mí.

Sería mi deseo que las generaciones venideras supieran de la historia tal y conforme era en el alto medievo. Esta obra de Camón debería estarse en los anaqueles de la Biblioteca.

Yo me encargaría de agenciarsela. No creo que valga más de dos mil pesetas.

Así que si Dios quiere cuando vaya por ahí hablaremos.

Pero si le vaga y tiene ocasión de leer esta glosa en que yo explico hermeneúticamente el sentido de las cosas dentro del espíritu del siglo undécimo dígame qué le parece. Este libro jacobeo al que me hace falta dar la última mano aborda la cuestión casi desde el punto de vista del profesor Camón.

Ya tengo ganas de volver al Rellayo y bajar a misa Soto. He vuelto a engordar. La batalla con el tejido adiposo la doy por perdida pero mientras vayamos tirando...   Queden Vd.con Dios. Me impresionó un detalle que me contó Miguel Ángel sobre su antecesor, el cual sólo sabía decir en latín la Misa de Beata, y celebraba todos los días del año con el introito del “Salve Sancta Parens” como el clérigo de Berceo. ¡Qué primor!

Con afecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       ARTE RAMIRENSE EN TIERRA SEGOVIA

La iglesia de san Gregorio en Fuentesoto de Fuentidueña apud Sacramenia está en un alcor. Surge a medida que el viajero se acerca como una aparición cabalgando un somo de laderas pardas donde destaca el lomo de algunas bodegas inhumadas taladrando el perfil del monte. Es la que decíamos del Ara Vieja. Tierras de pan llevar. También buen vino cosechero. Zona de castillos y monasterios aprovechando que por esta demarcación fronteriza la orografía ofrecía refugios naturales, en valles recónditos con cuevas en las vertientes. Hubo una Tebaida. Los cenobios diseminados por las estribaciones del macizo de Somosierra atrajeron a muchos orantes y clérigos que venían huyendo de la persecución sarracena cuando la caída de Toledo. Los ermitorios andando el tiempo serían la base de los fundos cistercienses de carácter militar contra aceifas y algaradas por sorpresa en muchas partes.

Hay una serie de rasgos que hacen sospechar de la influencia del prerrománico astur concretamente en este templo de san Gregorio in excelsis, todo un resabio en piedra del antiquísimo culto miguelino de raigambre bizantina. Nos recuerda en cierta forma a San Miguel de Lillo. La traza es cuadrada y rectangular el testero que refuerzan contrafuertes y sillares a hueso. Tiene toda esa solidez áulica y esbeltez con que definía Menéndez Pidal al Arte Ovetense: alma grande y cuerpo chico.

Se pueden rastrear asimismo reminiscencia de esta factura o atavismo en el arte de construir templos en algunos antiquísimas iglesias de Siria y Armenia donde se aprecia la solidez de sus firmes junto a la gracia recoleta. El rito y la liturgia eran similares, calco del bizantino con resabios ambrosianos, las misas cantadas a base de trotarios con un canon esmaltado de invocaciones en griego y en latín, y epíclesis o llamamiento trinitario sobre las especies “en conmemoración de la Cena, más que consagración efectiva, por neta influencia de los monofisismo arriano, tan extendido entre las cristiandades visigóticas hasta Leovigildo.

 Sin embargo, los diseñadores tenían problemas a la hora de voltear las bóvedas y no encuentran el camino de las techumbres de cañón a base de arcos perpiaños. Eso vendría con el románico. Así que muchos techos se desploman por la impericia de los constructores.

El de la nave central y la tribuna del antiguo templo parroquias de Fuentesoto, hoy transformado en camposanto y sus farallones remanentes aprovechados para nichos y enterramientos, cayó, o puede que la iglesia se quedara a medio hacer a causa de una de las habituales correrías de Almanzor, como demuestran las adarajas en el arranque del ala del presbiterio. O hubo un derrumbe o los albañiles tuvieron que liar los bártulos porque los moros venían zumbando.

 No así la parte del cabecero que exhibe su ojiva adosada a la espadaña. Quedan adherencias y desconchados en el techo de algunas pinturas al temple. Las iglesias asturianas estuvieron adornadas con murales policromos que las hacían rutilantes y acogedoras casas de oración. Al lado del evangelio se abre el tiro de una escalera de caracol con los peldaños muy gastados -impresionante detalle- por la que se trepaba hasta la torre. Más de ocho siglos subiendo y bajando por este vano de exiguas proporciones para tocar las campanas determinaron los horadados de la escalinata cuyos tranquillos gastados por las pisadas ofrecen una superficie alabeada, comba de los siglos. Asimismo, lo exiguo del vano hace suponer que nuestros antepasados tenían inferior envergadura que los mozos de hoy puesto que no había hecho acto de presencia la “generación del yogur”. Es una constante que se detecta en todas las excavaciones arqueológicas el porte inferior del español medieval con respecto al de nuestros días. Claro que con su descomunal fémur el esqueleto gigantesco de Sancho el Fuerte de Navarra, hombre de estatura aventajada que pudo sobrepasar a lo que mide hoy un pívot de baloncesto, es excepción que confirma esta regla.

 Parece ser que el monumento fue arrasado por los soldados Murat en una expedición de castigo contra este lugar que había dado cobijo a Juan Martín el Empecinado. Sin embargo, el torreón campanero quedó indemne y señero desafiando a los cierzos y ventiscas y las lluvias de los siglos. Nos observa desde la cumbre con los ojos vacíos, como cuévanos por donde se asoma todo el cielo de estos riscos, de sus ventanas sin campanas ya.

La traza cuadrada y los contrafuertes adosados al muro cimienta la sospecha de su filiación asturiana en esta tierra de frontera, antemural de contención a la presión agarena desde el sur antes de la aparición de Castilla como tal, la de Ferrán González, y con suerte alterna los territorios enmarcados en los arribes del Duero pagaban pechas al rey de León o al califa. Las tornas cambiaban sin interrupción en ese batallar constante en una guerra sin cuartel de sangre y suelo; por las vegas, por las casas, por las dehesas, por las obradas, por los rebaños y hasta por las mujeres como demuestra el ignominioso tributo de las Cien Doncellas. Esta feroz pugna étnica se está repitiendo en Kosovo donde asistimos a los episodios sangrientos de un Reconquista al revés. Es ahora a los cristianos a los que les toca la peor parte y humillar la cerviz ante las presiones de la Media Luna. Los intrusos arriban en oleadas sin que en apariencia exista una mano de contención ni un poder que tapone la sangría hacia dentro que pueden desembocar en verdadera hemorragia social en no tardando mucho. Antes bien, en los medios de difusión pública, debe de ser una antigua táctica bélica que dice que antes de asentar el golpe definitivo al enemigo hay que machacarlo con la propaganda, parece existir una cierta fruición narrativa a la hora de anunciar el goteo que no cesa. Estos juegan fuerte por lo que se ve. Van a por uvas como se dice en argot taurino.

Con tales estratagemas en curso lo que se ha conseguido es retraer Europa a un ambiente que desconocía hace muchos siglos, y que sea verdad aquella frase del Mariscal Göering que cuando escuchaba la palabra cultura se llevaba la mano al cinto. Si sustituimos la cultura por la religión que al fin y al cabo son una misma cosa veremos cómo nos cuadran las cuentas.

Yo he visto tirar de pipa a judíos y a mahometanos, escupir y chillar presas de histeria al escuchar hablar de Jesucristo.  Mientras los palestinos de Arafat llaman a la yihad las huestes del nuevo Josué israelí, Ariel Sharon, parecen definitivamente a punto de embarcar a un revival del espíritu de las Cruzadas en versión judía por recuperar la tierra prometida.

España fue otrora también una suerte de paraíso de las tres religiones, cada una de ellas pugnando por dominarla. Es el mensaje que proclaman las ruinas exaltadas de la torre de san Gregorio. Nunca hubo un verdadero clima de conllevancia entre los tres credos y sería una utopía pensar que hoy cuando reverdecen con más fuerza los postulados, reivindicaciones, nostalgias y hasta un alarmante instinto de desquite al que da pábulo un misterioso y oscuro aliento de discordia, más allá de los comodines de libertad, democracia y carácter etno-centrífugo de composición alóctona, un producto que algunos sectores nos tratan de vender a toda prisa y que aducen como un hecho consumado. Esto hará que pronto o tarde la marmita entre en ebullición.

 

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San Gregorio, iglesia-fortaleza en la cúspide, baluarte templario, refleja el anhelo de defensa de una comunidad asediada. Preside la cima de un páramo donde empiezan a escalonarse las tierras altas de la Pedriza que sirvieron de base a los campamentos romanos (hay tres toponimias castreñas: Castro de Fuentidueña, Castro Gimeno, Castro Sarracín)

Es justo pues alargar la memoria hacia el pasado y añorar con nostalgia aquella batalla de Clavijo en la que el buen rey asturiano Ramiro I exoneró a las cristiandades de la Península Ibérica de la afrentosa gabela de las cien vírgenes. Era un voto a la lujuria y a la salacidad de los monarcas nazaríes. La efigie de Santiago cerró los cielos y España estampandose entre las nubes a lomo de un caballo blanco. Desde entonces el busto y el perfil del Matamoros hoy tan minusvalorada y arrinconada fue elemento de cohesión nacional pertenecen al patrimonio de la historia sagrada de España a la que escupe,  escarnece y pisotea el enemigo [la muletilla que corean hoy los globales con su furia y retorcimiento de mente de siempre es “dónde está vuestro nacionalismo, bien por Cataluña, por Vascongadas, por Galicia, pero ¿ Castilla, dónde te me has ido?”; y replican: “a echar la partida al bar de los viejos”], nos la tienen en el Lithostros, nos la llevan presa su imagen coronada de espinas con una caña por cetro y una manto de púrpura que se echaba a las espaldas de los ajusticiados y de los locos, antes de ser nuestra nación crucificada. Sus verdugos no hacen otra cosa que echar espumarajos por la boca. Su baba nos salpica desde hace cinco siglos.

 Ahora a Ariel Sharon, otro matamoros, nadie se atreve a pararle los pies. Parece un fantasma fugado del sacomano de Clavijo en versión sionista, claro está, sin que persona le llame al orden. Antes bien la opinión internacional chicolea sus incursiones en territorio palestino y hasta lo bailan el agua lo que demuestra que este tipo de zarabandas interconfesionales se ganan alimentando la cadena de agravios y de venganzas, importa dar pábulo al fuego sacro.

Sin embargo, eso es harina de otro costal. Aquí lo que importa decir es que en el 875 en Clavijo empezó a liberarnos de las garras del infiel, por más que muchos historiadores, aun los más sesudos y circunspectos hayan tratado de ponerlo en duda.

Todos estos valles cerrados de Castilla la Vieja cruzando el Duero testimonian aquel empeño de los monarcas de León y de Oviedo por impulsar la tarea reconstrucción de zonas devastadas. La tierra se llenó de torrecillas sagradas luciendo la cruz griega como escudo y pararrayos de clemencia sobre la cofia que desafía a todas las intemperies, adarga que arponea las brisas, cruz en lo alto, cruz de hierro. El tañido del bronce volvió a convocar a las gentes huidas a las montañas. Sus ecos perduran en los cuencos vacíos de los campanarios desmelenados tocando a arrebato desde su silencio impresionante.  Para que los héroes de la estirpe resuciten y vayan a misa. Las ruinas de San Gregorio son un símbolo que se alza en la raya de demarcación de ambas Castillas, aunque en puridad Tierra Segovia cruzaba la sierra y se adentraba a las avanzadas de la ladera de mediodía. Navalcarnero, Navafría y el Escorial caían dentro de la jurisdicción del obispo de Segovia.

Hasta aquí llegaban las mesnadas. Los pendones flamearon sobre estos cerros, ara y guarnición al mismo tiempo, muro de contención contra las invasiones por el sur. Las huestes astur-leonesas de Alfonso III el Magno clavaron las estacas de sus campamentos, los vientos de sus tiendas, tramontando el cauce del Duero, para sujetar al moro que presionaba desde el sur. En la vieja España avezada durante nueve siglos a escuchar el toque de rebato la suspicacia hacia todo lo que suene a benimerines o almohade la llevamos metida hasta los tuétanos. Claro que los demiurgos del cacicato globalización, secundada por un sector importante del alto clero durante más de diez lustros casi se han dedicado a una labor de zapa intelectual, paciente e inteligentemente llevada, con el deseo de  aniquilar - ellos dicen inculturizar como si se tratase de una especie de inoculación del virus anticristiano- de la mente de los europeos esa noción de frontera en la defensa de los valores eternos.

Aquí ya digo andamos un poco curados de espanto y con la mosca en la oreja porque la convocatoria de la yihad “Alá es grande” y “arrasa Arabia” se ha escuchado ya unas cuantas veces por lo que todas esas mohatras de la sociedad multiétnica, apátrida, “tolerante”, va a ser una ley del embudo que beneficiará en detrimento de la catolicidad a los epígonos de Mahoma y de Moisés. La sinagoga trata de vendernos la burra vieja, desempolvando a Voltaire, y a los enciclopédicos, para proponernos un esquema de futuro pintado de color de rosa, basado en una sociedad laica, confesionalmente neutra, étnicamente amorfa, sin lábaros, sin procesiones, sin píxides ni campanas, pero con llamadas a la oración por el almuédano desde el púlpito de la mezquita, y calabazadas del rabino contra los sillares del templo y dejando encargos y notas a Dios en forma de cartitas.

Aquellos rudos mesnaderos del Cid mozárabe fueron un faro de fe y un ejemplo a seguir en estos tiempos en cuarto menguante, tan descreídos. Por todos los rincones resuena la carcajada estentórea del rival. Mediante loores, engaños, chantajes - y yo lo digo en una novela con una frase del caló de los gúrus de la ciudadela del dinero donde se cuecen las ollas de todos los pucherazos, los bizarros lances de la porno-política, la compra de votos y de conciencia “ I´ll buy you out”- el enemigo se ha colado intramuros y ya no hay quien lo eche. Son hechos consumados. No cabe paso atrás, argumentan.

-Pues ahora sí que estamos apañaos. Tanto rosario iluminado y tanta Virgen y ahora lo que se comprueba era que el enemigo pretendía era eso: el coladero de la marcha verde.

-Sí. Nos están solmenando de firme.

-Ya llegaron y han pasao.

-Nos devuelven visita

-Otro Guadalete.

Ante este tipo de diálogos de la gente corriente que se escuchan ahora mismo en el interior de muchas conciencias de españoles honrados o con la boca pequeña, uno no puede menos de acordarse del ovante caballo blanco del Apóstol, ese que vemos alzarse a la empinada en lo alto de un retablo de la catedral de Logroño y con el suplicatorio especial del que era objeto por parte de los romeros en tránsito hacia Compostela: “Herru Santiagu, Gott Santiagu, Ultreya. Iesuseya. Desu, adjuva nos”.

              

                                          X

El Duratón es río truchero y cangrejero donde los haya (hasta que vinieron unos malignos y echaron polvos al agua que envenenaron las frezadas) famoso por sus hoces encajonadas. El cauce parece que se intercala sobre cañones profundos y entrega hundido entre los riscos de roca calcárea formando en los afustes y paradas de peña tajada escotaduras y socarrenas, hoy nido de buhardos o por donde el aguila planea. Antaño estas anfractuosidades sirvieron de refugio gracias a los afustes y desniveles del terraplén a los eremitas de las cristiandades del Al Andaluz - reparen los etimólogos que Andalucía viene de vándalos, no es nombre, por tanto, árabe sino godo, porque así designaban en el norte de áfrica a los pueblos germánicos del sur) que venían huyendo de las sacas y persecuciones del califato. Para practicar su fe tuvieron que subir a estas breñas, un reclinatorio de oración donde el cielo parece quedar a menor distancia.

Hay tres núcleos dentro del monacato mozárabe. El primero se aposentó en esta franja de la umbría de Somosierra en una linea de enclaves anacoréticos que llegaba desde Sepúlveda hasta Berlanga. Otro grupo era el del Valle de Silencio tierras arriba del Bierzo y cuya cabeza de partido era Samos, donde se formaron Bermudo el Diácono y Alfonso II el Casto, Sila, Mauregato. Siguiendo la tradición carolingia, estos centros servían de acomodo al magisterio y a la enseñanza. De allá imparte la cultura de los Beatos. Alcuino de York, maestro itinerante, da señas de ellos y hasta es posible que impartiera clases en Samos el cual había abierto sus puertas en el siglo séptimo. Encontraba su vértice en Mellid, el punto de encuentro de los ejércitos asturianos y gallegos cuando iban a pelear contra el moro.

Pero existía un tercer eje y era una cadena que iba desde Astorga siguiendo la calzada de Marco Aurelio hasta Pravia, Oviedo, Villaviciosa, dejando a sus espaldas los nueve centros que desde Arbas del Puerto hasta Mieres del Camino orlaban el paso del romeraje jacobeo durante toda la edad media con escala en Santa Cristina de Lena.

Cistercienses y Templarios se nota que aprovecharon su infraestructura, verdadero anillo de oración, que aseguraba y protegía el camino jacobeo, para dar un carácter más castrense y guerrero a estas apartadas colmenas de oración que agrupaban a hombres y a mujeres sin distinción de género y donde el celibato por más que estaba recomendado no entraba dentro de los planes de la regla donde las preeminencias quedaban determinadas por el afán de estudio, la transmisión de la cultura grecolatina y la lectura incesante de los evangeliarios, sobre todo el libro más popular del nuevo testamento de entonces, el apocalipsis.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                              

 

 

 

 

 

 

 

   DEDOS LARGOS

 Camara enfocando a un hombre de más de cincuenta años, aunque aparenta más. Sin embargo, hoy va bien vestido. Viene de comprar libros en la cuesta de Moyano que ha metido en una bolsa amarilla. En una de las paradas sube su mujer que a diferencia de Emeterio va muy engalanada y enjoyada a lo joven. Se parece a la reina de Saba. Le cede un hueco en el asiento y comparten banco como compartieron tantas cosas en la vida y tantos sueños que se están viniendo abajo. Le echa la bronca:

-Esa corbata no hace juego con el traje y la bolsa es muy cutre.

-Vaya por Dios.

-Siempre vas hecho un adefesio.

Tantos jarros de agua fría no parecen hacerle mella a Emeterio. Ya está acostumbrado a tales incriminaciones de la parienta bajo las cuales se palpa el desamor. A veces piensa que su esposa es una desconocida y tales razones le han llevado al desaliento del alcohol.  Cuando se habla de violencia de género y de malos tratos a mujeres nadie hace ni la menor referencia a los vejámenes contra el cabeza de familia. El hecho está muy en boga pero los medios de comunicación lo obvian.

-Es que no me di cuenta.

Trata de disminuir importancia al hecho pero a él tan susceptible se le ha amargado el día. Venía contento pero Adriana que no comparte su gusto por la literatura ni por casi nada le ha sentado las costuras a su optimismo de esta mañana de primavera. “Si volviera a nacer-piensa- no casaría con mujer brava, ni española, ni funcionaria, que parece que les rebozaron en pica- pica”.

Sin embargo, a estas alturas ya es demasiado tarde. Hace propósito de enmendar la plana. Sacar el bolso de piel.

Esta decisión le va a traer muy mala suerte como se verá. Su mujer aparte de hacerle un desgraciado le había dado mal fario. ¿Qué será que algunas hembras destruyen al hombre?

Ambos callan aunque para su capote, mientras el autobús sigue pegando tumbos por las calles sin nombre de la urbanización y destruyendo amortiguadores por los montículos y badenes reductores de velocidad que han colocado en la urbanización. Emeterio parece que en vez de regresar al hogar adonde llega es a una trinchera o a la mazmorra de una cárcel.  Eso sí bien ventilada y con la nevera llena. Ha engordado de la bulimia que le causa su destructora esposa. Se siente cansado. Es mayo y Baco con sus ínfulas deletéreas está llamando a la puerta con las insinuaciones a la huida en las haldas traicioneras del tintorro. Piensa que su vida destrozada vale poco. El pre de los campos de la muerte acaso estuviera guisado con más cariño que los guisos de Adriana que acaso le está envenenando poco a poco. Los malos tratos y vejámenes que han encontrado un eco en la prole piensa que esconden el deseo latente de un inicuo `plan secreto de exterminio. ¡Qué infeliz se siente y todo por una cochina bolsa! Mañana llevaré esa de piel de cuero.

Transcurre el día con el martirio de la televisión perchelera con su habitual bazofia de programas sandios donde se hace trizas a la familia y los novelones cursis con acento italiano que a Adriana tanto le gustan. Debe de ser porque es una romántica o tiene un lío. ¿Por qué se arregla tanto? Ella sube y yo bajo, porque así está escrito. Las mujeres tienen la sartén por el mango. Piensa huir pero no tiene trabajo. Está suspendido de empleo, cobra un subsidio y esa circunstancia determina el desprecio de su media naranja. Las mujeres no tienen bandera, sólo se entusiasman con los vencedores. ¡Ah pécora! El mundo está del revés, la cruz inversa, los valores que hicieron grande y significada a esta cultura por los suelos.

Los telediarios han estado vociferando todo el día el caso de un supuesto español- no es español sino a medias- que se encuentra en el corredor de la muerte. ha habido una campaña nacional que ha costado miles de duro para librar a este malandrín que cometió doble asesinato de los ferodos de la silla eléctrica. Insensata y vociferante campaña. Se está comiendo nuestros impuestos. La ola de inmigrantes todo el lumpen del planeta de arribada a nuestras costas. Arzalluz el padrino de eta parece el presidente de la nación a juzgar por la cobertura informativa que recibe su persona en todos los telediarios. Se siente angustiado, aplanado, ante el tropel de injusticia y el cúmulo de despropósitos porque los anunciantes de la caja tonta sobre todo los bustos parlantes de voz homologada que parecen haber ido a la misma peluquería y a un cirujano plástico común para que les infle de silicona los morros y las tetas declaman el estribillo de las desgracias nacionales con voz idéntica y com si nuestros desastres no les afectara para nada, son marcianas recién aterrizadas de otro planeta, hijas mías de mi vida pero de donde habéis salido, ¿por qué os expresáis en esa voz homologada y os expresáis en ese tonillo? Emeterio las considera a todas mujeres clónicas y pánfilas. Trata de pensar en otra cosa, hablar, encontrar cariño, escribir pero ya no puede escribir, se baja a su garita. Su hogar se ha convertido en un abrevadero de imágenes, en un duerno de violencia. Y huye de estampida.

- Me voy otra vez a Madrid.

Su mujer nada objeta pensando que tal vez la no presencia de su incordio como llama al marido le permitirá entregarse a sus aficiones ventaneras. Hay un jovencito en la barriada que la enamora.  Una vez la pilló timandose con él y menudo número montó. Hasta tuvo que venir la guardia civil.

Toma la máquina de hacer fotos, la mete en una bolsa de piel no tan cutre como la que traía a la venida y abandona la salita donde todos están repantigados viendo el novelón lacrimógeno de sudacas con acento italiano. Una trama cursi y pobre que sólo puede satisfacer a las porteras pero exigir más a su mujer sería como pedir peras al olmo.

-A lo mejor vuelvo tarde. Tengo que hacer algunas fotos.

Siente dentro del alma una tremenda desolación interior. Está de un humor de perros.

La cámara avista a Demetrio de nuevo en el autobús, que conduce el Verrugo uno de los conductores más seguros pero más lentos de la empresa de transportes. El coche va lleno de extranjeros, moros y sudamericanos. A nuestro personaje le entra complejo de Doctor Livingston y se le acelera la adrenalina, le sube el azúcar y el mal humor. En una de las paradas sube un matrimonio de peruanos. Entregan al Verrugo un billete de diez mil pesetas.

-No tengo cambio.

Pero los recién subidos viajeros no dan muestras de apearse y se quedan parados en el cancel de entrada. Pasan varios minutos. Hasta que al fin al chófer no le queda otro remedio que encontrar el vuelto de la moneda hurgandose en los bolsillos. Cuando arranca el vehículo otra vez ha transcurrido un cuarto de hora. Demetrio se revuelva en su asiento pero no dice ni mú como también el común de los pasajeros que aceptan la injusta situación con resignación pero los infractores de la norma toman sitio triunfantes entre risas y una sonrisa de oreja a oreja. Es lo que no puede soportar Emeterio pero se aguanta. Sin embargo, el Verrugo va como muy nervioso y están a punto de chocarse con un camión en la carretera de la Coruña. Es un buey mudo pero la procesión va por dentro. Hoy los españoles hemos de aguantar carros y carretas, lo que nos echen. El miedo guarda la viña y engendra mutismo, cinismo y un cierto resentimiento. Nadie sabe se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Tiene que andar con rodeos y eufemismos. Cataluña tierra de cogida. Aragón sin barras de libertad. Pamplona sin cadenas y sin mejana.  En Andalucía nos queda el Rocío pero eso no es más que una fiesta pagana, con mucho desplante y vuelos de lagarterana y el calañés de ala ancha. A Castilla le han hecho la manicura a los leones rapantes de su emblema los áulicos que dicen ser monárquicos pero no son otra cosa que monorquidos, en verdad, porque esto de la patria no ha sido para nosotros sino cuestión de testículos.  No hay garra ya.  Al fin Emeterio opta por salir en defensa de la justicia y del decoro.

-La próxima vez cuando volváis a tomar el bus haced el favor de llevar lista la calderilla y no hagáis esta faena al hombre.

Esta advertencia a dos jovenzuelos no les parece de recibo. Ya está liada.

Los chorlitos se quedan de piedra y sin decir nada. Acaba de entrar en ebullición un volcán. Estos indios son de la raza cobriza, el pelo muy negro pero sin accidentes ni curvas en la cintura, amazacotados, petizos, como tapones.

Pero un joven se levanta y se enfrenta con Emeterio. Se han vuelto a enfrentar las dos Españas. Estampa trágica. El padre y el hijo desenvainan los sables y apuntan al corazón sus filos temblantes. La escena es de los aguafuertes de Goya. Se recuerda que uno de los dos son excluyentes. Uno de los dos tendrá que morir por la punta de la espada.

-Aquí se paga como a uno le da la gana, tío fascista.

-Fascista ¿yo?

-Sí, tú.

-Eso no me lo repites otra vez a la cara.

Se levanta como un resorte Emeterio y se encara con el jovencito.

-Calmese.

Una mano intervino e impidió que la cuestión no pasara de las amenazas y que no tuvieran un atestado. Tras una larga serie de peripecias el ómnibus dio con sus hierros y con las humanidades de carne y hueso del pasaje que llevaba dentro en el Intercambiador de Moncloa. Aquella hora la terminal subter ranea parecía un aduar y en las escaleras mecánicas para salir a la calle el personal ocupaba los peldaños que les escupían hasta el vestíbulo y luego a la calle.

Los abetos primeros del parque del oeste con sus elegantes ramas dejadas caer al desgaire como brazos de un samurai le recordaban los tiempos de estudiante.  Las idas y venidas con los apuntes bajo el brazo. Este lugar de Madrid a la vera del arco de triunfo en cuya cúspide un centurión romano conducía la cuadriga del saber le traía a la memoria pasajes de victoria. Capas y banderas al viento. Las crines de la yegua de juventud que desafía al rayo del ocaso.

Esta nostalgia le puso en situación de la primera copa. Hay que ir a comer. Perderse por los restaurantes chinos. Acabar en el comedor de Casa rodríguez cerca del palacio de Santa Cruz. Hacer diplomacia de mantel con uno mismo. Un día es un día. Había sacado de casa la cámara de fotos. ¿A quién quieres hacer reportaje? Al mundo futuro. Esa mente fue testigo de los momentos importantes de tu vida.

-La compraste en York. El óptico que te la vendió se llamaba Mr. Dixon.

-Buena memoria tienes. Sí señor.

 

 

LA VIDA DEL HOMBRE Y EL GURRIATO DE SAN PAULINO DE YORK

“ La vida del hombre en su rápido por la existencia es un azaroso peregrinar - recordaba san Paulino el monje al rey de Northumberland- semeja al vuelo azorado de un gorrión que se extravía del bando y va a dar a un hall entre cuyos machones se encarama buscando refugio; al cabo de unos cuantos revoloteos angustiosos encuentra de nuevo la salida y desaparece para no volver más”.

Con esta parábola consiguió que el monarca, que era refractario a aceptar el cristianismo, recapitulase y aceptara las aguas del bautismo. Se bautizó Edwin con toda su corte la noche de Navidad. Los bancales del río Ouse hicieron las veces de río Jordán y al obispo y a todos los misioneros enviados desde Roma se les cansaba la mano de derramar sobre las rudas testas de aquellos anglosajones las aguas de salvación. Así empezó el cristianismo en Inglaterra en Eboracum, la madre de todas las iglesias de las islas británicas. Evora Magna, la Roma del norte, una visión mística de la ciudad de Dios, vaciada en el marfil de la historia, túmulo celestial en medio de un paisaje de cañadas al amor de las tierras planas de uno de los condados con más personalidad de Inglaterra.

La leyenda piadosa, luego transformada y sujeta a múltiples versiones y conclusiones, la vamos a encontrar esparcida por códices y cartularios durante la alta edad media. Todos hemos oído contar durante los días retiro y ejercicios espirituales de nuestra adolescencia el apólogo de aquel monje que salió a pasear por la huerta de su convento. En dudas su ánimo hesitaba sobre la literalidad del texto que acababa de cantar  a Maitines en el coro: “un día de Dios semeja a un soplo”. Pero el buen religioso se aceptaba a aceptar tal versión. Un día es un día. Lo mismo aquí en las antípodas, conjeturaba para su cogolla el tonsurado. No puede ser y dicese que por sus escrúpulos el Señor lo probó. Cuando regresó a su celda no reconocía las tapias de su monasterio, había cambiado el diseño arquitectónico, ni los árboles ni los hombres eran los mismo; había otra torre y otro abad, ni el hábito ni la forma de hablar que apenas entendía le parecieron igual. Y es que habían pasado mil años. Dicen que la fuga de las horas con los estragos que causa sirven a Dios de correctivo para punir la vanidad humana.

El resto de sus días aquel fraile estuvo llorando su falta. Dios le había abierto los ojos y como Tomás pudo meter el dedo en la llaga del costado y creyó, dejó de ser perezoso y renitente en el cumplimiento de la Regla y fue más piadoso y caritativo con los hermanos. Un día de Dios no semeja en nada al que nosotros tasamos con nuestros propios cálculos. ¿Cómo poner al mismo nivel la habilidad humana con la sabiduría infinita? Velay los misterios de lo que llaman los teólogos economía de la salvación y es que los designios divinos son inescrutables. La ruinas dilapidadas de los monumentos cistercienses, que a lo largo de mi vida tanto encalabrinaron mi curiosidad, me sirvieron de receta para acallar esta desazón. Yo estuve siempre encadenado a la forma de vida contemplativa que fundara san Bernardo. Acaso mi pobre yo no sea más que una reencarnación de uno de sus frailes blancos que purga las faltas cometidas por inadvertencia o desidia a la observancia claustral y ando por el mundo añorando aquel tiempo en medio de cánticos a la Virgen. Todo York y sus valles resulta un tributo al espíritu cisterciense. Los hados me llevaron hasta sus muros blancos. Era un viaje de ida y vuelta el que realizaba desde Sacramenia a Eboramenia. Tortuoso trayecto vital. Pero no era en busca de un hábito ni de un capelo sino detrás de una mujer cuyos ojos iluminaron mis sueños de vivir una amor indestructible.

De este modo se inicia la andadura de la nación inglesa que se mantuvo acérrima e incólume en la fe de Xto aun en medio de los embates de la Reforma y de la Disolución Monástica hasta bien entrado el siglo XIX donde merced a las intrigas de Benjamín Disraeli se va a convertir en emporio de otra civilización pero ya no bajo el signo de Jesús sino en los brazos del templo masónico y la sinagoga. El York de la Disolución Cenobítica, el de Taulero o el Inconformista del metodismo de Wesley o el de la capilla fundamentada en la biblia a palo seco nada tiene que ver al respecto. El mío cantaba en latin a capela sin órganos clamorosos y tenía un cierta prevención hacia el hebreo. Los himnos del “Prayer Book” con su clamoroso estruendo me dicen poco. Mi añoranza es por la ciudad de los ciento treinta campanarios. Con sus cuarenta y dos parroquias y sus setenta y tantos conventos. Albergo mi esperanza de que algún día vuelva a renacer cuando el arzobispo Hutton que duerme el sueño de los justos en una de las capillas de la pérgola con un libro caído de bruces sobre su barriga se despierte de su modorra. O esa estatua de la diosa Higia que exorna el altar de la Señora son una urna en la mano ceda el puesto usurpado a la Madre de Dios cuya talla fue destruida por otro dignatario de la reforma, monseñor Holgate, sólo para complacer la clastomanía de un Tudor.  

Fue un milagro la conversión de los contumaces “picti”. La catedral de York es piedra angular de una iglesia que se codeó en prosapia con Roma y Bizancio, con Avila, Tarragona, Hispalis, Toledo o Tours. En Eboracum o York de romanos nació Constantino. Su madre Santa Elena, a la que la iglesia universal debe la invención de la santa cruz, el culto a las reliquias y la liturgia a la Majestad, era una bella eborense, hija de un centurión romano que vivió una villa o quinta en una localidad que se denomina Wilberfoss y en la cual tuve la dicha de residir nueve meses de luna de miel y también luna de hiel porque ya en mi juventud empecé a probar las dulzuras y acedas de esta religión que pone como condición sine qua el dolor, el sacrificio, la abnegación.

York se alza en los montes del recuerdo para mí como una pináculo excelso coronado de alas de ángeles. A veces escucho entre el rumor de sus campanas el himno de las letanías entonada por los coros durante toda la eternidad. Santo. Santo. Canto. De aquellos impresionantes y privilegiados comienzos estriba la grandeza y el atractivo de esta primera urbe a la que llegan todos los años multitud de turistas y de peregrinos: la Jerusalén de Occidente. Todos los jerarcas que recibieron el palium en esta sede primada eran considerados como patriarcas de todas las Inglaterras, mientras que el arzobispo de Cantorbery es primado de Inglaterra solamente.

Y tozamos acá con una cuestión peliaguda que ha sido causa de guerras entre la Casa de York y la de Lancaster. Cantorbery y York han pugnado a través de los siglos por la eminencia. Sólo se puede llegar a una conclusión. Que la heptarquía del sur ostenta la hegemonía política mientras que la relevancia de la norteña guarda sesgo más espiritual.

Una fuerza escondida e incoercible me atrajo un día hasta sus muros y al socaire de sus murallas de arcilla blanca iluminadas en la noche como si fueran el fuerte crenelado de la Ciudad de Dios me arropo. El rumbo de mi estrella marcaba el septentrión. Viajamos hacia el punto de origen, la casa de Helen la bella y el fulgor de la cruz de Constantino en Puente Milvio. In hoc signo vinces. Este es un lugar como para vivir la esencia del amor que es la fuerza de la institución creada por Jesús. Hay una conexión insondable entre esta ciudad y los santos lugares. La madre de Constantino mandó construir nada menos que más de mil templos en Tierra Santa para conmemorar alguna circunstancia bíblica de interés o algún paso de la vida y pasión de Jesús Nazareno. El nombre de esta mujer es muy a tener en cuenta en los anales de la religión y si bien muchos de aquellos templos mandados labrar por ella están arruinados y perdidos o convertidos en cabellerizas o en mezquitas por los sarracenos queda su rasgo impresionante.  Ella puso en marcha todo espíritu hacia la Jerusalén de la que en York se perciben los ecos y que trascendió al mundo caballeresco de las cruzadas.

Toda mi existencia estuvo relacionada con “Helen” y la victoria de Puente Milvio es mi batalla. El nombre de Helen da vueltas al laberinto de toda mi vida. York aparece así ante la vista igual que un sueño. Es un sueño en el bosque encantado de piedra. Ápice del gótico florido o estilo perpendicular hijo del arte normando. Te emborrachas de cresterías al llegar. Su perfil tiene algo de la cerveza robusta que sirven en Whitmawhatmogate donde se encuentra la tasca más vieja del país un publicano que se dirige a la clientela con aires de caballo percherón. “ I am a Yorkshire land”. Es una casa minúscula como la de los cuentos el hastial que se abomba y se derrienga convexo hacia el exterior como si sus robustos estribos pintados de negro atlantes de roble que sostienen los pisos asimétricos y salientes de un equilibrio difícil pero cuya estabilidad desafía a la acción de los años no pudiesen más. Dicen que en este tugurio fumaba Guy Fawkes, un nativo ilustre, y fumaba su pipa mientras tramaba un complot para subvertir la monarquía. Después de siete pintas un martes de septiembre tomó la decisión de pegarle fuego al parlamento. Para hacer saltar al orgullo inglés. Guy era para mí el verdadero epítome del eborense, pero todos se reían de mí cuando lo mencionaba, me trataban de iluso.

-Entra en la burbuja de los ensueños.

-Llego al país de irás y no volverás. A la Inglaterra de los encantamientos.

-Tu vida será una quijoterías

-Esta ciudad tiene un alma señora y señera.

-Sí es un castillo de marfil. Por cada una de sus siete puertas solo se deja paso a los privilegiados. A los poetas, a los profetas. A todos los que en este mundo han sido.

Todo aquí está relacionado con la belleza en verdad os digo, sus torres y los paneles de las ventanas geminadas rinden culto al dios de la armonía. Es como entrar en un templo sagrado de noche y de pronto las flamas inundan los hacheros, se hace candela y todos son lucernas. La ciudad es el marco perfecto para un auto sacramental como aquellos que estuvieron celebrandose durante los normandos en la “Fête Dieu”. Todo parece dispuesto como para empezar el rito de misa pontifical. Un eco de antífonas pervade las calles. Quedan las codas de los himnos de resurrección. Sí York es la ciudad de la resurrección. Su escolanía así como la escuela catedralicia adjunta es una de las más antiguas de la cristiandad. Apellidos augustos ocuparon su silla arzobispal y ciñeron su palio de lana virgen con seis cruces negras desde san Egberto que fue el primer metropolita hasta el actual Duncan. Muchos de ellos fueron elevados luego a la silla de Cantorbery como Walter de Gray, Bowet que ocupó el cargo entre 1497 y 1523 y cuya estatua funeraria sedente con un libro abierto en las manos embebido el personaje en la lectura hace pensar al doncel de Sigüenza. Hay que distinguir esta estatua yacente del lector ávido y aplicado de la del lector displicente y amodorrado como es el caso del arzobispo Hutton que arrebujado en su capa pluvial parece echarse la siesta. San Guillermo  patrono de la ciudad que fue canonizado pese a la recia disputa que tuvo con san Bernardo de Claraval por cuestiones prelaticias. Murió en olor de santidad y sus despojos expuestos a la veneración del pueblo durante una semana exhalaban un ungüento odorífero que curaba las enfermedades y hacía otros milagros. Subió a los altares por aclamación popular en 1153.

Luego habrá que citar a san Cuthberto, a san Alberto templario en su día promovido a la mitra  de Jerusalén y fundador de la orden del Carmelo así como san Juan de Beverley. Otros no tuvieron final tan incomible ni murieron con la aureola en la mano. Fueron obispos armados en frontera justicieros o rebeldes, señores de la guerra, según una expresión que está muy de moda por las fechas corrientes, durante la guerra de las dos rosas. Un tal Aldred en 1069 fue descuartizado a instancias de Guillermo el Emperador por oponerse el obispo de canon irlandés a aceptar el rito romano que trajeron los normandos. A Richard le Scrope, titular de la mitra orcina lo mandó asesinar Enrique IV Plantagenet en 1405 muriendo el prelado al pie del altar lo mismo que santo Tomás Beckett, aunque su fama no se desparramase tanto pero evidencia el clima de recelo y de suspicacia que tuvo sumidos a la cristiandad la lucha por la preponderancia entre trono y altar.

Tomás Wolsey, el legado pontificio que había comunicado al rey de Inglaterra la bula papal en virtud del cual se proclamaba a la corona como defensora de la fe de Xto recibió en pago de su solicitud una mazmorra en una oscura prisión eclesiástica de Leicester y después la visita del verdugo. Murió Wolsey decapitado en abril de 1530. Había criticado la conducta sexual de Enrique VIII, harto estragada como es sabido de todo.

Tales intercadencias en el padrón de preconizados arzobispos hace pensar en la variedad y muchas formas de la iglesia instituida por Jesús. Hay muchas iglesias pero fundamentalmente dos: la de Pedro y la de Juan; una externa con mucho aparato y otra interior que apela a la conciencia misma de los bautizados, pero esta es otra cuestión que cae fuera de las competencias de cualquier historiador que exprime y juzga  por lo que ve. Sólo la superficie (pleitos, casamientos desafortunados, estupros, avaricia, guerras, sentencias y desdichas de varia condición).

Estaba escrito que el ser humano sea hijo de sus pecados. Así, el báculo o “staff” eborense pudo estar en manos indignos de la misma forma que el cayado romano y el anillo y la quiroteca se ciñeron a dedos indignos simoníacos, tiránicos y a veces personajes neutros de aluvión. Sólo tú eres santo, Señor. A la vista de las impresionantes torres cuadradas de la catedral  sentí deseos de arrodillarme y de rezar un confiteor. No hay por qué escandalizarse. De todo hay en la viña del amo. Buenos, malos, regulares, medianos y excelentes. Peccávimus, sí. Los hombres vienen y mal como las olas pero sólo tú permaneces. Somos contingentes y aleatorios como el gorrión que vio posarse san Paulino sobre su alero. De pronto desaparece para no volver más. Volaverunt.  Ya no son.  Pero la grey sigue su marcha camino de no sabe bien de donde. ¿Hacia las praderas celestes? It is the long march of everyman. La eclesiología, esto es Xto, es lo esencias y lo accidental los individuos que ejercen el mandato del rebaño. En York se materializa este pálpito de eternidad. El deseo de amor transformado en piedra. Uno ante el espectáculo del gótico perpendicular se siente formar parte del cuerpo místico.

Hay rangos y jerarquías individuas pero dentro del conjunto  o ámbito de lo total brota las calidad singular de personas únicas e irrepetibles amadas de Dios desde toda la eternidad. Y de esa invitación a lo total, a lo inalcanzable, nace esa maravillosa utopía que alberga el cristianismo en sus entrañas, encina de Jetsé de la cual brotan muchas ramas, el árbol que vio Habacuc en sus sueños que junta lo negro en lo blanco, lo grande con lo pequeño y reúne en una misma dirección a los cuatro puntos cardinales, coordina las treinta y dos direcciones de la rosa de los vientos. En la cúspide, el Pantocrátor bendiciendo a su rebaño con los dos dedos desplegados en gesto de majestad solemne. El poder taumatúrgico.

El arte gótico no es más que un abraxas, un campo de símbolos que abre las credencias de un portal con vistas a un paisaje de coros y armonías donde el dolor y la muerte no tendrán ya vigor ni cabimiento. Los briosos rosetones y ventaneros - en la nave del transepto- se abre un inmenso óculo global que abarca el espacio de una cancha de tenis todo él de cristal de grisalla. Los maestros de la catedral de York muestran una pericia singular en teñir de colores mortecinos el cristal, de la misma forma que el azul resalta en Chartres o León es la cumbre de otro tipo de policromía más abrasadora. Y esta combinación de matices abre perspectivas inefables. Colores que pueden decirse sólo del alma.

Los británicos con el sentido práctico que dan a su piedad, la celebra “anglicana pietas”, algo que sigue llamando la atención cuando atraviesas el cancel de cualquier templo de las Islas, la gente reza con grave recogimiento, lo hacen todo a su manera y por eso su religión es tan nacionalista. Hicieron la revolución religiosa de Lutero imprimiendola un sello autóctono sin desceñirse de la majestad litúrgica. Quitaron muchos santos de sus altares ciertamente pero conservaron lo esencial del rito romano que se convierte en el Common Prayer Book y los cabildos catedralicios fueron rigurosos en la guarda de sus prebendas y derechos adquiridos. Por eso entre los anglicanos sigue habiendo canónigos, precentores, sacristanes, deanes, archidiáconos, lectores, magistrales, limosneros, ecónomos. El esplendor litúrgico trató de ser salvado cambiando el latín por el ingles y sustituyendo la plegaria pro papa por la de pro Regina, o pro Rege. El tesoro catedralicio excepto las tecas con los huesos santos no sufrió grandes desperfectos. Siguieron guardadas en los cajones capas pluviales y las dalmáticas de fimbrias de oro macizo, los pectorales de platas con gemas de rubíes, los acetres y los hisopos. Ya se cargaron de esto los tesoreros de ponerlos a buen recaudo cuando la chusma asaltó los templos. Asimismo, la reluctancia que siempre hubo en esta sede a aceptar la primacía cantauriense inclinó a York de parte de Roma durante el grave litigio de la contrarreforma y en la zona pervivió incluso durante lo más crudo de las persecuciones de Isabel de Inglaterra y de Cromwell un importante núcleo católico renuente a abrazar el anglicanismo y de ese grupo de católicos nació Guy Fawkes el conspirador de la Pólvora.

El oficio divino guarda por lo tanto el rancio sabor de antaño. Incluso algunas costumbres a las que ha renunciado el rito romano tras la puesta al día de las normas del Vaticano II la sede de York las guarda como el besar la epacta al final, la bendición con dos dedos, el deseo de paz que se hace con el portapaz. Los incensamientos y los responsos casi son idénticos que en Segovia o en Toledo. York sigue fiel a su primer compromiso y es católica a no poder más.

Hay una tradición de maestros de capilla que se mantuvo incólume prácticamente desde el siglo ocho. Los primeros cristianos supieron a través de Constantino que la fe ha de entrar por el oído. Es palpito del corazón más que raciocinio. Aquella tarde de otoño del 69 cuando llegué a las puertas de York me pareció tener como una visión. El paisaje que contemplaba me estaba acercando a todo aquello en lo cual soñé desde niño y de lo que guardaba una esperanza remota de que de alguna forma se materializase en mi existencia. Estas corazonadas nunca fallan. La mía se cumplió de alguna forma aunque mis imperfecciones y fallos determinaron que no fueran acreedor de todo aquel designio. Algo en mí no estuvo a la altura. ¡Pobre pecador! Tampoco supe retener el amor que allí se me daba y de toda esa culpa habré de dar cuenta un día a mi Criador.

El cristianismo tiene un sentido formal de la belleza del que carece cualquier otro credo. Es algo que sobrecoge y arrasa y no entronca con los subjetivo y pietista sino que revierte a lo general, a lo total y eso se convierte al trepar por los nervios de las bóvedas de las catedrales góticas como estas que vieron mis ojos a los veinticinco años una tarde de amor al catolicismo. Estos templos son el árbol y la mejor presea de su universalidad. Venía a empaparme del rocío de un sabor viejo. El alma se anonada y sumerge y olvidandose de su presente flota por las riberas del tiempo como tratando de regresar a sus orígenes más simples. Entonces dejé columpiar todo mi ser sobre el brocal del pozo de lo inefable. Sentí pues una importante moción mística, volviendo a nacer. Me suspendí en los brazos del destino acatando su ligadura y sometiendo mi voluntad a la suya. Evora Magna resplandecía como el altar de la purificación.

Entré por la puerta del oeste. me sobrecogió aquella solemnidad de la penumbra. El olor a cera y a rezos pero allí no había viejas sino toda una ristra de banderas colgando de las pechinas y laudas sepulcrales. La Desamortización había clavado su huella y la austeridad y acendrada religiosidad del medievo entraba en alianza con el aspecto patriótico ese sello nacionalista que dan los británicos a sus relaciones con la divinidad y que heredaran los americanos hasta el extremo de haber hecho del pendón colchonero de las estrellas y las barras señuelo de una nueva religión.

Un arzobispo Holgate ordenó meter el hacha al altar de la Señora tradicional en las catedrales europeas donde el culto de hiperdulía tuvo rango descollante y sustituyó una talla de la Virgen de orden bizantina por una joven semidesnuda de buenas partes toda ella de alabastro junto a una urna cineraria que representaba a la mitológica Higia patrona de la salud.

Allí estaban las metopas y estandartes de muchos regimientos pues York es plaza fuerte y campamento desde los romanos. Exvotos ganados contra el enemigo y muchas “Union Jack” en sustitución del petaso de los obispos y arzobispos que cuelgan del techo en otras catedrales como Toledo. Una placa conmemorativa rememoraba la gesta de un hijo de la ciudad el capitán Oldfield muerto en combate en la ciudad de Kandahar cuando todo su destacamento fue copado por los afganos. Esta tumba me parece a mí que está hoy muy de actualidad cuando la que está cayendo sobre aquel fiero país de afganos donde los federales buscan la cabeza de Ben Laden y lo quieren vivo o muerto. Acaso los soldados británicos que han vuelto allí a pelear este 2002 estén tratando de vengar la muerte de su camarada.

Un paseo por la pérgola nos llevará a conclusiones interesantes. Siempre desde que era niño he sentido inclinación por descifrar los epígrafes de las laudas sepulcrales en los nichos catedralicios o en otros enterramientos eclesiásticos porque allí se percibe la vanidad de las cosas del mundo. Por dentro la carne se momifica y los huesos se vuelven polvo y por fuera queda el arte estampado en las hieráticas figuras de mármol o jaspe. Algunos están tumbados. Otros hacen que rezan. Otros parecen que se han echado un ratito a dar una cabezada mientras suena la trompeta del juicio final que congregue a los mortales al Valle tras el Torrente Cedrón en las afueras de Jerusalén en las estribaciones del monte Olivete donde Cristo subió a los cielos.

Un arzobispo carilleno y aspecto sonriente parece que duerme la siesta. En sus rasgos aprecié atisbos de mí cuando fuese viejo. El escultor debía de conocer sus costumbres y nos advierte que debió de ser lector contumaz; un libro medio abierto yace sobre la casulla debajo de la cual abulta la barriga. Le gustaba vivir bien, los buenos libros, la buena cerveza, bufar su pipa con labores que trajeran de América los galeones piratas de sir Walter Raleigh. Al lado los símbolos de su dignidad episcopal: la mitra, el palio y los guantes con una cruz guarida de diamantes. Doy en pensar que estas riquezas han de llamar a los ladrones y no voy descaminado en mis conjeturas puesto que hasta poco antes de la guerra cerradas las puertas de la basílica había una ronda de cinco serenos que recorrían las dependencias del templo con perros amaestrados para disuadir a los amigos de lo ajeno. Lo que no fue óbice para que por alguna puerta excusada o por sus vidrieras se colaran estas visitas desagradables. Una noche de 1829 un tal Martín saltó y pegó fuego a la sacristía al tiempo que llamaba cerdos a los canónigos, les acusaba de cobrar las rentas y de comer tocino. Por culpa de este loco gran parte de aquella impresionante obra muerta se perdió. Ardieron las techumbres artesonadas de madera y se fundieron las vidrieras de tan primorosa hechura.

York es lugar con buena castrametación y todo habla de que es plaza fuerte apercibida al combate pero el castillo inexpugnable puede ser asaltado desde dentro. Pululan los caballos de Troya y los demonios interiores contra los cuales nada puede hacer el alcaide de modo que desde aquel “arsonista” dicen los ingleses: “ The city of York, lollipops and lunarios” y también de maestros diría porque allí se forman buena parte de los profesores que imparten clases en esta preponderante nación.

Los ingleses pueden resultar acérrimamente insulares, muy pagados de sí mismos y rematan algunas veces en sanguinarios por la defensa de sus usos y costumbres. A lo que nosotros conocemos como contrarreforma tildan ellos de Disolución de Monasterios. El cierre de todos los conventos fue implementado por Enrique VIII. En algunos casos puede que el monarca llevase razón habida cuenta de la laxa disciplina y la moral disoluta de estos centros que se habían relajado lo suyo pero la circunstancia que determina esta sanción es la codicia de las tierras e inmuebles de las ordenes de clausura. El oro de los templos. La seda y el oro labrado de los ornamentos religiosos. Lutero había llevado a cabo el primer intento de reforma agraria en Europa. Cuando vio que la furia de los campesinos envalentonados por la rapiña y sed de riquezas quería ir demasiado lejos ya era tarde.

Y un poco de eso les pasó a los británicos. Amaban su iglesia como símbolo de poder y de regalía, sus símbolos y el esplendor y la pompa de la liturgia romana pero al introducir la lengua vernácula en sustitución del latín se dieron cuenta que el esquilmo y el saqueo de los bienes eclesiásticos del que sólo los nobles y los judíos salieron gananciosos había minado la autoridad regia aparte de haber empobrecido el esplendor de la casa de Dios. Por eso hubo un intento de frenada. Que los prebostes siguen luciendo sus ternos de gala y capas pluviales durante las fiestas de pascua. Que no se suprima el canon de la misa. Gracias a esta actitud los cabildos de las catedrales no desaparecieron.

En ese sentido la silla de York sacó partido de su oposición a Cantorbery para guardar el acerbo recibido durante casi mil años de romanización y en la ciudad todavía fermento esa espiritualidad católica genuina e inconfundible. Pero la historia está trufada de desencuentros y de malentendidos y los que la escriben ponen a veces pizca de aviesa intención. Por ejemplo, Enrique VIII fue un rey con muchos defectos pero también con bastantes virtudes. Es el tirano que envía a sus repudiadas y validos sospechosos, no importa fueran eclesiásticos de rango o nombrados escritores como Tomás Moro, al cadalso pero el poeta capaz de componer madrigales tan bellísimos como la “Feria de Scabouriugh” y fue tan devoto en sus años mozos que mereció que el papa Alejandro VI le confiriera el título de “defensor de la Fe”, un privilegio que les fue negado a otros reyes católicos mucho más eximios como pudiera ser el emperador o el rey de Francia. Tales preseas no fueron óbice para evitar que fuese enviado a la Torre Robert Wolsey, el que fuera cardenal, legado apostólico y arzobispo de York. A la par los pirómanos del monarca pegaron fuego al anillo de oro de más de setenta monasterios que apretaban sus murallas en círculo de defensa tanto estratégica como espiritual. Quedaron arruinadas las abadías cistercienses de Santa María del Vado a orillas del Ouse y su hermana gemela de Rievaux, que tiene un apellido riente pues san Bernardo emplaza sus conventos en lugares muy buscados donde la naturaleza luciese sus mejores y escondidas galas y fuese en general un canto a la vida y a la fecundidad.

Esta fue fundada por el propio Claraval en 1131 y al poco surge la Abadía de Byland. Más al norte fueron pasto de las llamas el priorato de san Agustín (Austin) y el famoso convento de Whitby que se alzaba en la cúspide de un eminente acantilado desafiando a las galernas del Mar del Norte. Éste era uno de los primeros cenobios fundados según la regla de san Columbano o rito irlandés. Contaba con una comunidad mixta de cerca de más de mil pupilos. En sus claustros profesaron Alcuino de York y Beda el Venerable los dos exegetas más importantes de la espiritual con que cuenta la iglesia del alto medievo. Había padecido el saqueo de los vikingos en el siglo X y estaba en manos de los frailes negros o benedictinos al sobrevenir la exclaustración del primado Cramer. Pese al cambio que supuso el cisma de Inglaterra éste no ha de interpretarse como una quiebra de la trayectoria sino un acicate a la búsqueda de nuevas rutas y otros encuentros en la obra de la evangelización por encima de las diferencias culturales y de la fuerte idiosincrasia isleña, remisa a acatar el yugo extranjero. Los escándalos y malos ejemplos que dieron los papas denunciados por Lutero fueron un pretexto que no una razón justa a la revolución. La furia de Lutero clavando sus noventa tesis sobre las puertas nieladas de la catedral de Wittemberg revelan el acto de un loco pero sus pretensiones eran del todo cuerdas porque decía verdades de a puño. Sin embargo, los anglicanos siguieron al agustino alemán sólo a medias. Hay un esfuerzo por salvar los muebles y guardar lo que tenía de bello y carismático la liturgia pontifical y ese esfuerzo se aprecia en los vitrales y en los muros perpendiculares que parecen que caen a plomo desde lo alto o se alzan a los cielos en una apoteosis de armonía de la minster eborense.

Entonces interrogué al viento pero cambiaron de repente las auras y Eolo no supo darme respuesta. Es como cuando preguntas por una calle a una señora que no es de la ciudad en la que tú te pierdes.

-No soy de aquí. He venido a la función.

-Está bien. Todos somos forasteros, pero yo busco el domicilio de mi amada.

-¿Qué fue de ella?

-Es un fantasma.

-Ah qué la vida pasa, señor, y nosotros no sabemos nada, fluye y nos desconoce. Fijése en los letreros y a lo mejor tiene suerte. Bon voyage.

Allí las grandes verdades de mi vida se me hicieron patentes. En el ochenta y seis fui a buscarla. Compré un ramillete de rosas en un florista. Hay que ver como mudan los tiempos. Falto de Inglaterra doce años y parece que han mudado hasta el lugar de las casas. No es aquí. Busque la ruta.

Llamé a una puerta y salió a recibirme un individuo en bata floreada en la diestra sujetando del ronzal a un perro de ataque y en la otra escondida en el bolsillo una pistola. Había pensado que yo era un ladrón.

-Sorry. Me he equivocado de puerta. ¿No me darán otra oportunidad?

-Get out.

Me fui por donde había venido. Parzena no daba señales de vida y el taxista judío, un buen samaritano de aquellas navidades negras, movía la cabeza assustado y decía para sus adentros “he is a bit nuts, you know”. Siempre me aturullo. No tengo el menor sentido del ridiculo.

Ni en epping, ni en Hull, ni en York ni en Doncaster donde tuvimos morada ya no estabas. Helen is gone. All gone Helen. Mal padre fui para ti. Un loco que te amaba. Dioos perdone nuestros pecados. Pero ahora pienso que lo pienso estoy seguro de que todo aquello fue un sueño como una revelación. Este pobre alma de Pablo que alienta en mis huesos no se ha caído todavía del caballo.

Estaba un poeta de nombre Pope Primus Pater escandiando sus versos asomado a la torre de San Martín y era como un farero que guiagaba a los peregrino que se extraviaban en los bosques camino de eboracum.  El cuerpo enflaquecido los ojos cansados y la joroba que se había doblado su columna ante los libros no iban en consonancia con la sobrecarga divina y magnifica de su estro pero este es el sino de los grandes profetas que sus conciudadanos no les dan importancia. Pasan desapercibidos. Sus palabras en mi oido sonaban como aldabonazos trascendidos de un vestíbulo donde se recitaban poemas a lo divino en otra dimensión más allá de las nubes.

-He ahí un verdadero hijo del Yorkshire que plantaba viñas en su finca de Twickenham y quiso vivir apartado rendido a su numen lejos del mundo y desengañado  

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS AL FINAL

 

CISTERCIENSES

 

Vida de algunos santos

 

 

 

 

Por ANTONIO PARRA GALINDO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo I

 

CHARLES DE FOUCAULD, LA FURIA DEL SIMÚN.

                    *SERÁ SU VOZ UN CÁNTICO NUEVO.

                                 Exaltación triunfal de un perdedor.

 

 

 

 

 

 

Hizo bandera de la máxima evangélica non turbetur cor vestrum neque formidet(no se turbe ni tenga miedo vuestro corazón) y huyó al desierto. La importancia y reversibilidad de los merecimientos del vizconde Foucauld, ese gran perdedor con Cristo, en el cual ha tenido su triunfo y exaltación (el Bien no es un capítulo cerrado que pueda acabarse en sí mismo y siempre permanece abierto a opciones de vida; la semilla germina en silencio) adquieren gran medida y un  relieve gigantesco. Su marcha a un rincón perdido del Atlas fue un gesto cargado de futuro.

Puesta en perspectiva y al trasluz del devenir reciente, la figura de este ex trapense, ex soldado, ex escritor y ex aventurero, se agiganta. Los dedos de la Gracia saben tejer una maravillosa pleita  de tela profética sobre el cañamazo de todo aquello que el mundo rechaza. Su voz mesiánica resuena en estos tiempos contundentemente. Foucauld no es un santo de hornacina y casalicio, al que pongan velas las beatas, sino un santo de este tiempo, del milenio. Se trata de una bienaventuranza de gran talla, faro egregio para cuantos navegan por la mar arbolada de estos albores del milenio, cuando hay algunos que se empecinan en propalar la especie de que se ha acabado el tiempo de la Cruz. De un plumazo quieren tachar toda la grandeza del Nuevo Testamento. Sin embargo, se está acercando la hora de los pobres.

La religiosidad de este hidalgo francés se fragua en la renuncia del yo y sobre el afán de unir bajo el signo de Jesús, que es el amor, la tolerancia y el respeto mutuo, a los creyentes de las tres variantes de la fe monoteísta. Una de las oraciones preferidas por este morabito cristiano y que pronunciaba sin cesar en medio de la soledad de una ermita perdida en las estribaciones del Rif [“Invito  a los habitantes de este planeta, cualesquiera que fueren, cristianos, judíos, protestantes, agnósticos o idólatras, a que me consideren su hermano universal”] adquiere espectacular magnitud al día de hoy, cuando los descendientes de aquellos hombres del Magreb, con los que convivió y tanto amó el solitario de la hamada de Bení Abbès, llegan a Europa en oleadas en busca de mejoras de futuro en la calidad de vida de sus hijos, siendo a veces objeto de la incomprensión y la discriminación, sin tener en cuenta de que ellos forman una raza de grandes valores sobre todo espirituales y humanos y acaso sepan salvar a Europa, que es víctima de su propio éxito, del marasmo materialista que da opción al egoísmo y la falta de caridad y de amor, Foucauld había fundado en un vivaque sahariano una institución que puso por nombre la Jauna (Casa del amor).

 A ellos parecen dirigidas, sobre todo, estas palabras imbuidas de clarividencia profética. Las sellaría con su sangre. Caería víctima casual  de la cimitarra fundamentalista. Pero su martirio, cargado de simbolismo anunciador de algo nuevo, y de una Iglesia que retorna a los principios que informaron su ser, representa un primer paso para un tímido acercamiento que enlace entre el Corán y el Evangelio.

 

Charles de Foucauld, el segundo vizconde del mismo nombre (1854-1916) nació en Estrasburgo  en el seno de una de las familias nobiliarias con más alcurnia de Francia. Los Foucauld fueron ayudas de cámaras, ministros o generales en la Corte de San Luis. Se entronca con los Doce Pares, aquellos que fueron testigos del juramento del Delfín cabe la Encina de Vincennes. Quedó huérfano de padre y madre a los siete años. Él y su hermana Louise fueron recogidos y educados por el abuelo materno, un coronel retirado. Siguiendo con la tradición familiar, a los dieciocho años optó por la carrera de las armas, entró como cadete en la famosa academia general militar que el ejército galo tiene en Saint Cyr. Eligió la rama de Caballería y al cabo de un lustro  saldría de teniente, con mando y plaza en el Cuarto Regimiento de Húsares. Bordadas las flamantes dos estrellas en su bocamanga, hizo vida de salones. Novias, saraos, bailes, romances y fiestas. Conoció el gran mundo de aquel  París “fin de siglo”de la exposición Universal, el París de Zola. Una época que se caracteriza por la euforia de los nuevos inventos que serían el germen de un desarrollo tecnológico sin precedentes, marchando a la par con el desarraigo social, la miseria precursora a la lucha de clases, junto con las guerras coloniales y la falta de estabilidad política del Bajo Imperio. Era el canto del cisne de Europa. Al otro lado del Atlántico nacía un nuevo poder. Sin embargo, los tiempos de decadencia suelen ser fructíferos en lo que se refiere al campo de las ideas y brindan terrenos fecundos para el desarrollo del genio humano.

 Era Charles de Foucauld un hombre de su tiempo: un romántico. Su vida legendaria parece arrancada de las páginas de la novela “Beau Geste“,  y asemeja por su contexto a la de la película “ Las cuatro plumas “. Fue un Lawrence de Arabia a lo divino y en versión francesa. En los primeros tiempos de guarnición, el oficial de los húsares, heredero de Cruzados y por cuyas venas corría una de las más linajudas estirpes, no se revela como un hombre de guerra, sino como un oficial decorativo. Podría haber pasado como el protagonista de una novela de Maupassant: galante, perdis, algo borracho y muy sibarita. Las fiestas con los amigos acaban en opíparas cenas pantagruélicas. Se aburría. Engordó...    La afición a la perdiz escabechada, al vino de Burdeos y a las setas le depararon algunos problemas con la báscula. Este Foucauld de la primera época fondón  “ bon vivant “ y abúlico- el fastidio es el castigo del buen burgués- nada tiene con ver con aquel otro morabito atezado por los soles del Sahara, desmarrido por una pitanza a base tan sólo de dátiles y leche de camella, con aquel penitente enteco de ojos encendidos por el amor de Dios y la alegre melancolía de quién presiente ya el martirio, la opción de muerte que él mismo había elegido.

 Por otra parte su comercio con  “ cocotes” parisienses y el trato con las mujeres de vida ligera parece ser que le depararon algún disgusto ¿ Padeció gonorrea o alguna venérea de carácter más grave?

 Nada se sabe de cierto.   Mais, il s´ ennuit...

Se aburría a morir en la caserna.     

El advenimiento de la segunda república en Francia implica algunos cambios en el callejero, no menos que la sustitución de todos los distintivos dinásticos. El cuarto de Húsares empezó a llamarse el Cuarto de Cazadores. Fueron movilizados y enviados a una avanzadilla de la frontera en Argelia.  Participa en algunas escaramuzas contra las cabilas. Recibe su bautismo de fuego. Aquel cambio de régimen de vida su organismo poco avezado a los agobios de la vida en campaña pronto lo deja sentir. Su salud se resiente. La primera impresión que deja el desierto africano en su retina no puede ser menos favorable. Estaba por llegar su hora. Se acentúa su crisis religiosa. Dios estaba llamando a su puerta con sutiles dedos. Años más tarde, el simún, ese ventalle que alza sus pliegues de arena sobre las dunas a la que proyecta con rapidez sobre la llanura inhóspita, como si fuesen espectros, lo cambiaría por completo. Allí experimentaría la fuerza del siroco, el mismo torrente de energía que derribó a Pablo camino de Damasco.

África lo cambiaría del todo. Sería para él su gran  metanoia. Quedaría hechizado por el misterio de sus noches mágicas. Ese silencio duro del desierto, el verdor de los oasis y la belleza de ese mundo moaré de los nómadas que discurren por el mar de arena a la búsqueda de pozos para sus camellos y pastos, al murmullo de las oraciones ensimismadas, y el grito constante de “ Allah alkabar” (Alá es el mayor), según lo recitan las cunas del Corán. Le caló muy hondo esa fascinación africana, cuna de las religiones mistéricas y cuna también del cristianismo. En los primeros seis siglos, sólo en el norte del Continente Antiguo había tres patriarcados, ochenta sedes metropolitanas, amén de  cuatrocientos obispos desparramados desde Alejandría hasta Tagaste. Hipona, en lo que es hoy Túnez fue la sede de Agustín. Las arenas de la región sub sahariana están regadas con la sangre de innumerables mártires, e incluso el rostro de Cristo, según lo retrata la iconografía bizantina, de cabellos negros y moreno semblante, pudiera pasar por el de un árabe. Los patriarcados de Antioquía, de Alejandría y de Constantinopla son los más antiguos del orbe cristiano. En los desiertos de Anatolia nacieron la liturgia, el monacato y una forma de vida peculiar. De Oriente nos vinieron la luz y la cruz.

Hoy ya no queda apenas rastros de aquellas florecientes iglesias. En todo el inmenso Marruecos, un territorio dos veces España, no quedaba en tiempos de Foucauld ni un altar, ni una simple ermita en cuyas espadañas campease el símbolo de la cruz. Estos son los predios inescrutables de la Media Luna. ¿ Por qué? Algunos Padres argumentaron que Mahoma era el anticristo. Otros adveran la tesis- mucho más verosímil - de que la pérdida de aquellas iglesias de más abolengo en la historia de la fe (traigamos a colación el nombre de los patriarcados de Antioquía y de Alejandría y a los coptos y maronitas) tuvo algo de castigo por el clima de disidencias entre arrianos, monotelitas, monofisitas, reinante durante los primeros siglos,  a los creyentes.  Habían malversado los depósitos de la fe con querellas intestinas, guerras de religión, herejías y desacatos.  En particular,  no se había cumplido el testamento de la Ultima Cena: “ que os améis los unos a los otros como yo os he amado”.

 

Sin embargo, cabe la sospecha que el Islam, que en el fondo es un sistema de valores legatarios del Evangelio, nacido al calor de los Apócrifos, sobre las arenas regadas por la sangre de los primeros mártires en la antigua Numidia, Mauritania, Libia, Cilicia, Antioquía, Persia, conserve filiaciones e influencias del monofisismo caldeo y del arrianismo egipcio, que pensaba que Cristo era meramente un hombre enviado por la deidad en su lucha contra el Demiurgo. ¿Podrá Mahoma volver al redil de la fe? El camino de retorno es difícil, pero para Dios o Alá, que ellos dicen, nada hay imposible. Hace falta mucha tolerancia, mucha fe y mucho amor. Los seguidores del Profeta creen en el Salvador a su manera, por lo que la reconciliación podría saldarse. No puede decirse lo mismo del judaísmo sionista, que niega a Cristo, y se opone a Él con toda su protervia, recalcitrante en el error.

 En cualquier caso, aquí subyace uno de los grandes enigmas de la Historia de la Iglesia: la fuerza con que irrumpió el Islam en su propio seno. No faltan profecías que señalan que la reconciliación con la Media Luna será uno de los signos de la llegada de la Parusía. A juzgar por las apariencias de la actualidad (conflictos entre palestinos y hebreos en Jerusalén y el estado de “ Jehad” o “djijad” y en castellano antiguo “chijad”, guerra permanente) no parece muy próxima esa convergencia entre las tres religiones mistéricas. Pero es la idea por la cual vivió y murió este noble francés transformado en morabito. Sintió esa llamada del desierto porque en la soledad del yermo aguarda la fórmula ideal  de los que quieren ser perfectos.

Detrás de ella están los eremitas que siguieron las huellas de Juan el Bautista y se vistieron de marlota y de piel de camello en el más estricto sentido esenio. Ayunaron e hicieron penitencia conforme al dictamen de la mandaá de los primitivos cristianos de San Juan. Toda la mística del Temple abunda sobre el concepto de“ mandaá”(transformación). Cristo, por su aspecto, era un judío esenio, un hombre del desierto. Y su madre, María de Nazaret, debía de tener la apariencia de una tapada como una de esas buenas mujeres árabes, el chador o flameo de las desposadas, a la cabeza, y tiros largos, que encontramos cada vez con más frecuencia por las calles de nuestras ciudades, porque la avalancha viene y se acerca, para recordarnos que vivimos en un mundo unipolar, que acaba de cambiar de amo. Ellas se resisten a aceptar las modas occidentales y van muy derechas y orgullosas de su fe y de sus costumbres islámicas. Su presencia viene a recordar a muchas de nuestras cristianas sólo de nombre que existe una virtud que se llama el recato y el pudor, que la desnudez no dignifica a la hembra, antes bien la rebaja a su condición animalista - visión pagana- y la convierte en mujer objeto y juguete de deseos.  Pero este contraste o protesta por la indumentaria no es nuevo; ocurrió ya en tiempos de los romanos.

María no debió de andar por el mundo como una deslumbrante Madona de Rafael o una moza guapa de la Sevilla de Murillo, mal que nos pese, sino como una de estas humildes doncellas de cabeza inclinada  de los frescos griegos. Ella es la Theotokos Panmakaristos (madre de Dios y de los hombres) y también la “ Panagia Paramythia” (madre del Aviso). Esta es la imagen de la Virgen que he contemplado yo sobre el cielo encendido de Prado Nuevo el 13 de mayo de 1995. Nada que se parezca a la bonitura inalcanzable con que nos la presentan los pinceles y gubias de imagineros y pintores de la escuela sevillana, sino un ser de carne y hueso, que, en siéndolo, resulta estampa muy humana y a la vez divina. Su silueta salió dibujada en la corteza del fresno de las Apariciones en instantáneas tomadas con mi cámara de fotos en las primeras fechas de registrados los fenómenos a comienzos de los años ochenta. Eran aquellos días presagos las avanzadas de un cambio que ya se está operando mientras alborece un milenio. La Virgen, tocada del flameo de la castidad, paradójicamente elevaba un grito de protesta contra nuestro necio descoco. Su misión en las tareas de gobierno de la Iglesia ha sido esa presencia opaca de Esclava del Señor, porque, al proferir su “fiat”, asumió con su Hijo un papel mesiánico y soteriológico.  Esta voluntad del “ hágase en mí según tu palabra” se cumple todos los días en la vida de esa Iglesia del Silencio mariano. No sé si habrá hablado más de un par de veces en los Evangelios. Una, para ensalzar al Dios de Israel  en el canto del Magnificat; otra para increpar al Niño que se había quedado rezagado en el Templo disputando con los Sabios de la Ley, y una tercera, para murmurar en las Bodas de Caná una amorosa y humana advertencia de mujer que se da cuenta de todo”: No tienen vino”. Por lo demás, no hizo otra cosa a lo largo de su vida que “ callar y guardar aquellas cosas en su corazón”. (Et mater ejus conservabat omnia verba haec in corde suo. Luc, II, 51,52). Esta Virgen pudorosa vela, desde su recato de madre del género humano, por todos y cada uno de nosotros.

 

Según una antigua leyenda en un viejo monasterio de Vatopedi del monte Athos, los frailes llevaban una vida disipada. Dios permitió castigarles enviándoles una banda de piratas. Cuando éstos estaban a punto de irrumpir en el convento para saquearlo, y dar muerte segura por decapitación - era la regla entre los berberiscos -, la Panagia Paramythia se aparece al idumeo o superior avisándoles que se pusieran en fuga. Los monjes escaparon y los proyectos vengativos de Dios quedaron sin efecto. Pasada la horda, los cenobitas regresaron a sus celdas y vivieron en la observancia.

 Una imagen de esta Madre del Aviso y Virgen del Consuelo, con todo ese hieratismo bizantino, cargado de simbolismo y descarnado de toda sensualidad, era el único retrato que presidía la austeridad de aquel zaquizamí perdido en el Sahara al que el aventurero francés fue a parar. No es ya meramente la Madre del aviso sino la Escala de la Contemplación.Más de dieciséis horas llevo aquí plantado  - escribía el 22 de marzo de 1897 Charles de Foucauld- y no he hecho otra cosa que mirarte. ¿ Qué me quieres decir, Dios mío? Yo soy poco lo que tengo que deciros porque mi vida se ha convertido en una completa contemplación del Amado “. He aquí una de la primera muertas de “kenosis” o anonadamiento, sensación quietud, “poustina”,  exinanición, muerte del yo, nada divina, alumbramiento, “ Gelassenheit”, santa indiferencia, karma, etc.; todas esas acepciones han recibido ese estadio en el cual el alma del hombre vierte como un río sobre la mar y se encuentra cara a cara con Dios. Estos términos saltarán con frecuencia a lo largo del libro, que tienes entre tus manos, amable lector, y  en el que nos proponemos acometer un estudio de la iniciación a la santidad a través de algunas figuras señeras de la Mística.

Esas moritas que pasan a nuestro lado ¿ no serán un poco las embajadoras del concepto de salvación que transmite a las católicas de la Vieja Europa, caduca y entelerida, que expira asfixiada por su propio éxito, pero ególatra y envejecida, la Madre del Aviso? El Islam es una fuerza. También una bomba demográfica. La Panagia Paremythia, de la misma forma que intercedió ante su Hijo para evitar el castigo a los relajados monjes del monte Athos puede desviar la mano del azote que se acerca a los muros de la ciudad alegre y confiada, haciéndola recapacitar. Dios nos libre también de las luchas del pasado. De cualquier guerra santa y de las que los europeos, tanto católicos como protestantes u ortodoxos, somos culpables. Porque aquello fue una forma o un aviso que envió La Sabiduría Inmutable para confundir nuestra soberbia acrisolada en los vicios.

Ellos aportarán el vigor de la juventud, otros valores éticos. Traen en sus rostros quemados por el sol africano esa fuerza irresistible del simún. Foucauld lo percibió muy en sus adentros - esa descarga del mundo que se acerca y se transforma - cuando sintió la llamada de África y concretamente le atraía Marruecos, a cuya lengua tradujo los Evangelios y compiló un diccionario árabe dialectal- francés, que es hoy una herramienta de trabajo de la Filología Semítica. Pero no fue nunca un renegado ni un muladí este gran amigo de los árabes. En Tindouf se decía: “ Es una pena que un musulmán tan bueno como es ese fraile no vaya al Paraíso, por no profesar la fe del Profeta”.

Su vocación fue como un ventalle de gracia divina, una tromba de siroco que transformó de arriba abajo la existencia de aquel elegante y epicúreo teniente de Húsares. El proceso fue lento. En Setif protagonizó un motín con unos cuantos de sus legionarios. Protestaban por el rancho y las degradantes condiciones infrahumanas con que se vivía en aquel fortín enclavado en las mismas entrañas del Sahara. Sobre sus espaldas sintió el peso del saco terrero. Se le formó consejo de guerra y a punto estuvo de ser fusilado.  En ultimo término, le fue conmutada  la pena capital por la de la degradación.

 Con toda la tropa formada ante el adarve, un sargento procedió solemnemente a arrancarle las estrellas de la bocamanga. ¡ Demasiado para un brillante militar de carrera formado en las aulas de Saint Cyr: un “chusquero“ lo expulsaba del Ejército!

Regresó a Francia desanimado, pero todavía más rebelde. Otra vez, la buena vida.  Una tarde, estando acodado sobre el velador de un café de Evián y hojeando un diario sin mucho interés le asaltan unos titulares”: Insurrección en Orán. El Cuarto regimiento de cazadores entra en combate”. Inmediatamente, solicita su reincorporación a su unidad, abandona a su amante de turno, una condesa por nombre Mimí, y vuelve a militar baja las banderas de la Caballería Francesa. Su escuadrón operaba en Tindouf. La rebelión es sofocada. Pero esta vez África atrapa al joven para siempre. En su espíritu se opera la decantada metamorfosis. El desierto con sus calinas ardientes, el silencio impresionante, con sus beduinos de ojos de fuego, hechiza a Foucauld. El mundo árabe es como un conjuro, un sortilegio. Pero de nuevo siente escrúpulos ante la posibilidad de estar siendo víctima de un espejismo. La zona de operaciones de su unidad tenía por centro el “ bled”, un blocao de avanzadilla, arenas adentro de Tolbruk, allí donde la bazofia, el calor intenso de los días y el frío de las madrugadas o la falta de agua potable sean todavía menos soportables que el aburrimiento.

Quienes hayan servido en alguna trinchera del desierto saben que el enemigo a batir por el soldado desplazado a estos destacamentos no son las cabilas, ni el sol abrasador que se cuela por el cogote y calienta como una estufa las barbilleras de lona de la galea. Ni siquiera los torbellinos de arena o las moscas insoportables o los insectos. Es el tedio. Muchos no lo soportan. Se vuelven locos o se suicidan. Lo llaman los franceses “ mal du bled”. Es como una resaca de tamo que se te va metiendo por los poros y sube alma adentro. La tierra llama a los hombres a su seno. Se siente entonces la fascinación del espejismo. Entran ganas de huir.  El suboficial Foucauld - había sido degradado en el escalafón - desde su garita de centinela en una de las barbacanas del fortín debió sentir la llamada del desierto y le entraron ganas de huir. Otra vez pide la absoluta, ahora ya para siempre, en el Arma de Húsares. Quiere conocer Marruecos. Como estaba vedada la entrada a los cristianos en aquel territorio, se hace pasar por hebreo. Desde la expulsión de los heroicos misioneros franciscanos y de los frailes de la Merced aquel inmenso territorio allende el Atlas quedó huérfano de la Cruz. Era verdadera tierra de moros. Uniéndose a una caravana de judíos que, mandada por el rabino Joseph Alemán, un sefardí, y, empeñado en entrar en la mítica Berbería in pártibus infidélium, se dirige a visitar la alfama de Chauen y otras aljamas del interior.

A tal efecto, aprende algo de hebreo y se deja crecer aladares, según la costumbre de los antiguos israelitas españoles. Aquel viaje le fascina y deja en su espíritu una huella indeleble. Como resulta de esta gira nace un libro en el cual narra sus experiencias por las inmediaciones del reino alauita, prohibido a los no mahometanos. Es el momento de su conversión. Decide hacerse trapense y entra en el convento de Santa María de las Nieves. Sus superiores acceden a enviarlo a una trapa recién abierta en Siria. La severa disciplina cartujana le parece poco rigurosa para la vida de penitencia y de sacrificio que él tiene en mente.

 

Recorre mendigando toda la región de Palestina y se instala en Nazaret donde lo acogen como hortelano las clarisas. En la huerta construye una cabaña y allí reza y estudia una vez terminada las tareas agrícolas. Se dirige a Jerusalén donde en otro convento de la orden franciscana realiza los humildes menesteres de portero y otros servicios ancilares. Se ordena  por fin sacerdote y se une a una expedición que se dirige al desierto, al país de los Tuareg. Quiere fundar una orden contemplativa dedicada exclusivamente a rogar por la conversión - y, si no por la catequización, problema harto difícil tratándose de mahometanos, al menos la reconciliación - del mundo islámico. A lo largo de su más que corrido cuarto de siglo que pasa en los oasis, el hermano Alberic (ese fue el nombre que adoptó al ordenarse) no consiguió bautizar más que a un solo neófito. Sin embargo, él pensaba que Dios opera bajo otros parámetros. Sus caminos no son nuestros caminos. El Señor echa otras cuentas.

Humanamente parece imposible entender cómo pudo aquel aventurero de Jesús de Nazaret, el corazón mordido de desierto, embarcarse en tamaña empresa. Solo. Sin apenas medios materiales, sin más respaldo que el de algunos de sus antiguos compañeros de armas, adscritos a las patrullas de la policía nómada que velaban por la seguridad del protectorado y que cada quince días llegaban al austero “bordj”, especie de capilla mahometana, con víveres y el correo para el anacoreta de Tamanrasset. No hizo prosélitos. La hermandad que se propuso fundar o Jauna que tendría por lema la palabra árabe “ amon” (paz y perdón), aunque Foucauld consiguiera ultimar sus estatutos, tardó bastante tiempo en ser aprobada por Roma. La Santa Sede, consciente de los dificultoso de la empresa que se proponía acometer el hermano Alberic, se tomó lo tomó con calma. En círculos eclesiales  lo daban  por loco. Entre los militares, por una aventurero. En todo caso, el antiguo conde no era sino un marginal, un inadaptado, pero hasta en eso, y en su pasión por el trabajo manual, quiso parecerse a Jesús Obrero.

Preveía que el cristianismo sólo puede triunfar abrazado a la cruz del silencio, de los que padecen y laboran. Es una religión de perdedores que predican en la tierra con el ejemplo y que son exaltados a la apoteosis final en el Cielo. La vida cenobítica, que tiende a la perfección evangélica, mediante la renuncia al mundo y el desprecio de las sabidurías terrestres a favor de las eternas, constituye algo privativo a la Iglesia Católica. Desde los primeros tiempos atrajo el yermo. Hay tres clases de contemplación, según la disciplina de cada uno de los monasterios. El anacoretismo o congregaciones ideo rítmicas es la más vieja, pues era ya practicada en la Tebaida egipcia y antioquena. Los adheridos no llevan un sistema de comunidad. Viven apartados en cuevas o grutas, siguiendo las huellas de María Magdalena, de San Antonio o de San Jerónimo, pero celebran en común algunos oficios de la Sagrada Liturgia. Luego está el sistema cenobítico basado en la salmodia  y vida en común. Esta manera de santificación se generalizó en Occidente, con san Benito y los monasterios gaélicos. Por último, está la fórmula hesicasta o eremítica. Vida de unión silenciosa con el Criador. El hesicasmo consiste en la recitación constante y reparadora del nombre de Jesús, con la ayuda de los ritmos del aliento respiratorio y los latidos del corazón. Consiste en un constante estar tranquilo en sintonía con la Creación. Es la fórmula que impone la “pystina” o tradición quietista rusa, apoyándose en parte en los santones de la Mandra hindú. Es la que eligió el venerable charles de Foucauld. Se dice que la hesicasta - del gr.hεσikασθωσ, estar tranquilo, guardar silencio-   es la más perfecta.

El tres de diciembre de 1916, bandidos fundamentalistas avisados por el hombre que hacía las funciones de sacristán en la jaima de Beni Abbés y que sería el traidor, que les abrió la puerta de la misión, asaltaron el recinto donde vivía recluido el morabito francés. Murió de un culatazo que le propinó uno de sus asesinos al pié del sagrario. Acababa de hacer la reserva del Santísimo.  Lo había profetizado y lo había querido: morir mártir en la tierra que amaba. Trazó con los dedos temblorosos una cruz con la sangre derramada. Su última mirada fue para las cumbres del Atlas. Y murió como mueren los santos: perdonando a los que le mataban, fiel a su compromiso con el Evangelio.

 La hora undécima   

Hemos elegido la figura del Fundador de los Hermanitos de Jesús como umbral de estos ensayos sobre la actuación del Espíritu Santo en el Tercer Milenio por parecernos un santo típico de la modernidad, apóstol misionero del Tercer Mundo. En su figura se dan cita los dos aspectos: el contemplativo y el de operario de la Hora Undécima. Era consciente, por prognosis profética, de las dificultades de su misión ante el Islam y que no habría, ni en vida ni en muerte, resultados aparentes, pero él fue el primero en esparcir la semilla; en roturar aquel barbecho.

Cuando el numen del Paráclito suscita una fundación en el seno de la Iglesia, es que ésta responde a un situación de necesidad real. La catolicidad tenía una cuestión pendiente, después de tantos descalabros históricos, así con el Judaísmo como con el Islam, pero, sobre todo, con los hermanos separados de Bizancio, depositarios de valores sagrados de la Tradición. Dichas cristiandades del Este puede decirse que sufrieron más que nosotros y supieron a adaptarse a una convivencia positiva - sin que por ello faltasen amargas excepciones, claro es- con hebreos y musulmanes. La peculiaridad   de Carlos de Foucauld, obedeciendo a la llamada divina para dejarlo todo e irse a convivir al Sahara con los nómadas Tuareg, es que trató de convertirse en bisagra de fraternidad con todos aquellos prosélitos del patriarca Abrahán por la fe en un Dios único.

Este encuentro con el rostro oculto de Cristo le sobrevino, por iluminación celestial, cuando, recién llegado a Jerusalén, entra a orar en el Santo Sepulcro, en el momento en que los monjes de la comunidad rusa en Tierra Santa celebraban una misa cantada. Entre vaharadas de incienso, escucha el Canto del Querubín y las letanías trinitarias. Las invocaciones al Padre, al Hijo y al Espíritu, con sus tres atributos mayores: deidad omnipotente, fortaleza, e inspiración, constituyen la base de la comunión eucarística, según el rito grande de San Basilio. En ese dúo maravilloso entre el diácono y los coros se alzan al cielo los cantos de piedad y misericordia para una humanidad cansada y llena de miserias, habituada a convivir con el dolor y con la muerte. También se apela constantemente a la intercesión de los Ángeles y de Santa María para ser capaces de soldar esos dos planos: el de Dios y sus criaturas, los infinito y lo finito, la vida eterna y la muerte, la gracia y el pecado.

A la sazón, el humilde peregrino trapense se siente traspasado por el rayo de la iluminación. Esta fuerte conmoción quedaría plasmada en su mente toda la vida, y es seguramente por eso por lo que los miembros del instituto de los Hermanitos de Jesús tienen la obligación, entre sus prácticas diarias, la de recitar la invocación del Veni Creator junto con una oración a los Ángeles directamente tomada del rito de entrada a la misa que entonan los melquitas que reza así:

“Oh Señor, Dios nuestro, Tú que llenaste los cielos de legiones de ángeles y arcángeles para el servicio de tu gloria, haz que nuestro ingreso en tu templo venga precedido por el canto de tus coros, virtudes, dominaciones, potestades, tronos, serafines de seis alas, y que entonemos el Himno del Serafín. Por los siglos de los siglos. Amén.”

Aquí está basada la espiritualidad del original siervo de Dios: la disponibilidad de entrega a partir de la noción de que la gracia presume la naturaleza. No hay que romper con el hombre, sino aceptarle tal cual es, en sus valores, en sus tradiciones culturales que conforman una actitud existencial. Luego el neuma divino será capaz de moldear a su manera el barro en que fuimos fraguados. Decía Charles De Foucauld que “Dios nos llama a la plenitud del amor a cada uno según sus capacidades. Puesto que Él nos creó, sabe cómo somos. Ahí está nuestra perfección. Es una tentación querer ser grande en el Reino Venidero, debemos inclinarnos a ocupar los sitios de abajo, porque el deseo de grandeza personal interfiere con la gloria de Dios”. Semejante contemplación jovial y plenamente optimista de la actitud del hombre frente al Inefable está henchida de Evangelio. De paso, constituye una afirmación de modernidad.

El grano de mostaza

Se hace aquí evidente el parangón que existe entre Foucauld y Teresa de Lisieux. Ella también preconiza el empequeñecimiento y la opción de los pobres, de los ignorantes, los marginados y pecadores, desde un único punto detonante: el amor. El antiguo trapense es, en conclusión de lo expuesto, una santo “pequeñito”, pero que arraigó y se engrandeció. El grano de mostaza, transformado en árbol mayor, hoy da sombra, cobijo y frescura a todo el vergel de María. Siguiendo los pasos de la carmelitana normanda, casi paisana suya, prefiere los diminutivos a la hipérbole.”Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”...  Il etait tout petit.

De propio intento, quiso que el instituto nacido en un oasis donde paraban las caravanas tuareg cerca de Orán se llamase la “Fraternidad de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús y del Evangelio. Es un rotulo misionero, en apariencia inocente, pero cargado de intencionalidad soteriológica, buscando el acercamiento entre los pueblos separados por discrepancias religiosas así como desigualdades sociales. Nunca rechazaría la tecnología y todas aquellas consecuciones de la ciencia mecánica y de la inventiva que hacen más llevadera la existencia del hombre en la tierra. Sus casas, siguiendo el paradigma de la jaima de Beni Abbés, que toma por modelo la casa de Nazaret, serán a la vez talleres y oratorios, donde se predica con el ejemplo a partir del compromiso con los pobres, huyendo de cualquier proselitismo.

Él entró en la historia eclesiástica como una brisilla de viento solano, que pedía perdón por vestir a la morisca con la chilaba y las babuchas, pero en el pecho un corazón grabado en tela, símbolo de esa alcancía llameante que contemplaron en sus éxtasis María de Alacoque y otros místicos medievales. Era consciente de lo ímprobo de su ingrata tarea. No suelen pedir las aguas del bautismo los que han nacido en el seno de la Religión del Profeta, pero Foucauld no había huido al desierto para convencer de grado o a la fuerza a los musulmanes de la supremacía de la Biblia sobre el Corán, quería sólo roturar el yermo para que los que llegasen más tarde pudieran recoger el fruto de su labor escarificadora. Ese sueño que tuvo al pie del Atlas nunca llegó a colmo cuando él murió a principios de siglo ni tiene visos de ser realidad ahora, cuando concluye. Más bien, sucede al contrario: el cristianismo en África, lejos de arraigar y de afianzarse, se encuentra en trance de recesión. Como ha demostrado la reciente guerra de Kosovo, también en una Europa descristianizada la Media Luna avanza y la Cruz retrocede. Pero puede que se trate de una mera apariencia con la que Dios castiga nuestra presunción, a veces insufrible por lo populista y triunfalista. La Iglesia no se propone recabar una meta política, ni es de uno solo, sino de muchos, porque diversas son las moradas en la casa del Padre y muy variados y diferentes los inquilinos que la habitan.

Sin embargo, el viento de fronda se ha trocado poco a poco en huracán. El morabito de Tanrasset inició una suerte de Pentecostés. Con su presencia callada y humilde recordó que sigue soplando sobre nuestras cabezas el aire del Cenáculo. Este aire tiene la particularidad de que no se le ve ni le siente. Opera de una forma callada desde los goznes mismos sobre los que gira la rueda de la Historia. No lo notan los sentidos, porque se esparce sobre ámbitos que pertenecen a la contemplación infusa.

Las caldeadas arenas de Numidia sirvieron de base al que, siguiendo la huella de las vetérrimas cristiandades de las riberas del Nilo y de las costas africanas, quería empaparse de soledad y de desierto mesiánico, a un instituto religioso que creció presto, abriendo casas en lugares del Tercer Mundo, como Dakar, Hanoi, Kuala Lampur, el Matto Grosso, la Patagonia, Ciudad del Cabo, Trípoli o Delhi. El Padre Foucauld recomienda en las constituciones redactadas en 1899 que amasen el desierto físico pero, sobre todo el espiritual, que conduce a Dios mediante el desprendimiento de los vínculos que atan al alma con la materiales. Esta es una idea que se repite sin cesar en los faquires orientales, retomadas por los “staretz” de los monasterios rusos de Vaalam y de Optina Pystina, a los que aludiremos en la frecuencia de este libro. Hasta en eso quería parecerse a los santones orientales incorporando a la mística católica metodologías diferentes para la ascesis.

Pero los Hermanitos de Jesús combinan, al propio tiempo, la acción pastoral y misionera  con la  contemplativa. Formaron a los primeros sacerdotes obreros, una clase eclesial muy discutida en Francia en décadas pasadas. Pero su fundador no tenía en mente parámetros de lucha de clases, porque sentía aversión a las conquistas políticas que durante toda la Edad Media y parte de la Moderna tuvieron apartado al papado de la imagen callada y oculta de la Carpintería de Nazaret. Jesús nació en el seno de una familia obrera. No quiso pertenecer a la clase sacerdotal ni hizo reserva de privilegio. Así y todo, nunca predicó la rebelión ni se enfrascó en las luchas políticas de su tiempo contra Roma. Eso sí; fustigó la hipocresía del Pontífice y la perfidia de los fariseos, que fueron en verdad quienes lo condenaron, y no Poncio Pilatos, un dato real que ahora por desgracia en estos tiempos de grandes compromisos políticos, consensos y pactos, de populismo triunfal y de culto a la personalidad, acérrimos intereses creados y sonrisas y bendiciones de medio lado, ha quedado obviado.

Quizá estemos perdiendo la perspectiva: Cristo nunca quiso ser más que un perdedor y puso en guardia a sus discípulos contra los aplausos y alabanzas del mundo. Desconfía de los ambiciosos de poder. Por eso, su verdadero espíritu, casi siempre oculto, hay que irlo a descubrir   incluso hoy a las catacumbas. Se encuentra entre los escombros de un bombardeo, la sangre de los mártires, y prefiere a los que sufren y a los desheredados de la fortuna.

La Madre Teresa de Calcuta copia algunas cosas -no todas- de los rasgos propuestos para la santificación de sus seguidores por el eremita de Tanrasset. Tal es la versátil facultad para predicar el Evangelio en los lugares más remotos e impensables de Pakistán, India, Turquía, el Strand londinense, el Bowry neoyorquino o los bajos fondos de París y de Marsella. Pero con una diferencia de matiz al resto de las ordenes mendicantes que han existido en el mundo católico, Foucauld resalta que la justicia debe tener prelación sobre la caridad. No basta con dar albergue o recoger los desechos humanos. Hay que reconstruir su dignidad de hombres y darles una perspectiva de rehabilitación para lo venidero. Se ha acusado a las monjas del sari, hijas de la famosa religiosa albanesa, de ser el tren escoba del Capitalismo, que, a cambio de recoger sus desperfectos, sus seres humanos hechos añicos, luego pasa la bandeja. Los epulones de hoy en día tratan así de acallar su mala conciencia poniendo un puñado de dólares sobre el cepillo.

 

El carisma del intrépido legionario francés, convertido a la milicia de Cristo, se basa no ya meramente en el aforismo agustiniano sobre el amor como causa primera de la libertad dichosa, sino que trata de ir más allá que el propio san Agustín y Platón. Foucauld precisa a que para llegar a alcanzar el rostro de Cristo hay dos caminos. Uno externo, litúrgico y deductivo, mediante lo que aparece en nuestro entorno, lo que nos acontece, nos preocupa, nos aburre o nos indigna. Al asomarnos a balcón y contemplar las maravillas de la naturaleza, y comprobaremos que desde allí Dios nos hace señales. Y otro, interior e intuitivo. Éste es un Dios personal e intransferible. En lo más hondo de nuestro ser lo vivimos, lo sentimos. Es sólo amor. Un amor del cual todos hablan, pero difícil de encontrar en medio de las truculencias capciosas, el culto al dinero y al poder, autoridades deíficas de esta sociedad en cambio. Vemos cómo no vence la fuerza de la razón sino la razón. Pero todo eso forma parte del misterio cristiano. Es la religión de volver la otra mejilla y elevar los ojos al cielo en espera de que Aquél que no admite mudanza ni accidente se apiade de los que sufren los atropellos del tirano o los antojos del enalmagrado y el ruin que cambia con facilidad de bando, en loor a una moral de circunstancias. Dejemos a los Zoilos y Aristarcos que se entreguen a sus fantasías despóticas para dar al pueblo la falsa moneda o la menguada medida. Ya les llegará la hora.

Al fin y a la postre, aserraron a Isaías, acantearon a Jeremías, y taladraron las sienes del profeta Amós con un hierro candente, clavaron al Hijo del Hombre en una cruz, dilapidaron a Esteban, decapitaron a Juan, a Lorenzo lo torraron sobre unas trébedes, asparon al dulce Andrés, y crucificaron patas arriba a Cefas. Preponderan los descendientes de Agar y Anteo sigue encontrando no pocos adeptos. Por lo que toca a Nerón sigue siendo como una antorcha. Siempre fue así, pero Dios, que es lento a la ira y proclive a la misericordia, es también el Maestro de  Justicia. Hay que acudir al profeta David para adivinar el porvenir de los réprobos. Ninguno llegará a la tercera edad ”Viri sanguinum et dolosi non dimidabunt dies suos“ y en otro versículo “Virum  iniustum mala sua capient in interitu”, que se podría verter al romance como”: el mal se vuelve contra aquellos que lo practican y será una fuente de congojas para el malvado a la hora de abandonar este mundo”.

La sombra de Anteo, insisto, acaba de pasearse por los cielos de Yugoslavia. Era un gigante prácticamente invencible en la batalla del aire. Se ha ejercido el chantaje y la fuerza bruta a todas las bandas. Viejos monasterios de Metopia han sido profanados, sus monjas violadas por la chusma enardecida que esgrimía “Kalaschnikoks” y cimitarras. Fueron profanadas aras sagradas y rasgados al filo de la espada los lienzos de los iconos. La sangre de los mártires salpica a los Nerones de turno que regentan los altos estrados, y las Semiramis en edad avanzada han utilizado toda la perfidia y la sed de vindicta de la que son capaces para posar sobre las horcas a toda una nación soberana. Incluso impregna los vuelos de la sotana blanca de un senil personaje obsesionado con giras apoteósicas.  Semejantes periplos triunfales, esas misas multitudinarias, oficiadas por un anciano de voz bronca y mano que rila, y no se rinde, pues parece que no se muere nunca, hacen pensar en las sentencia apodíctica de Marcusse de que el mensaje es el medio, o en lo que advertía Marción hace dos mil años sobre la Pontifical Jerarquía”: Roma todo lo asume, todo lo cohonesta, y en todo transige  uniéndose  al poder, para quedarse con todo; ella no es más que la viva expresión del deseo del halago y reverencia ”. Lutero la llamaba combleza del Emperador, y Camilo Torres, un guerrillero, colombiano y sacerdote, la gran odalisca. Pero el fin de Roma no supone el término del mundo católico. Habrá, después del cataclismo que se cierne sobre nosotros, una Tercera Roma.  No es a esa Iglesia taraceada de oro y de piedras preciosas, o empapelada de rescriptos a la que nos vamos a referir aquí, sino al íntimo  Círculo de los Verdaderos Discípulos, que cargan sobre sus espaldas con la cruz, y se ofrecen día a día de rehenes de la culpa. Es la Iglesia real, de la triunfante verdad,  la de los confesores y mártires de la fe. La otra no es más que hojarasca. Nada más. Es nuestro propósito hablar de la Iglesia Escondida, que sufre en el silencio. La de los santos. La que no brilla porque está integrada por Humillados y Ofendidos, y cuya lista no tiene fin. A ella pertenece Charles De Foucauld.

 En las cancillerías cunden los lavatorios de manos mientras los enemigos de la Cruz progresan contra una Europa materialista y descristianizada. No sólo se ha matado y se ha bombardeado, sino que se ha mentido con todas las ganas.

El sueño del Padre Foucauld sobre un acercamiento de los sarracenos al Evangelio no sólo se aleja sino que la misma fe de Cristo corre peligro. Sin embargo, ¿qué importa? Él roturó aquellos campos del desierto en agraz. La semilla está echada. Un día germinará. Por lo que se refiera a los gigantes resurrectos y las cohortes bajo las banderas de Satanás cualquier día de estos puede aparecer el serafín de seis alas y arrojar al sanguinario Anteo de sobre las nubes. El trono de los liberticidas y genocidas es poco consistente.  Llega cualquier viento y lo derroca. No puede perdurar la maldad. Es conveniente en esta hora de tinieblas no perder el rumbo ni la perspectiva.

Figuras como las de este monje humilde escondido hacen la Humanidad seguir mirando a lo alto sin caer en la desesperación y sin desmelenarse. Liberal, tolerante, demócrata, y de un profundo respeto a los incardinados en otras culturas, lleno de amor a sus semejantes, aconsejada bajo la lectura de otro glorioso africano, Agustín de Tagaste, la fórmula de oro para la santificación: “ama y haz lo que quieras”. Esta divina inconsciencia nos lleva siempre al portal de la Luz. Foucauld rompe los moldes.

Era muy devoto del Santísimo Sacramento, que tenía expuesto día y noche en el altar de su pequeña ermita. Un día que acaba de hacer la reserva lee un pasaje de Marcos”: El Reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en tierra y ya duerma ya vele ésta crece sin que él lo sepa (Mc.IV, 27,28). Esta sentencia, verdadero crédito teologal a la fe viva, se va a convertir en piedra de toque de su espiritualidad; constata de un parte la necesidad de anonadación y de desasimiento o muerte del yo, pero Dios no pide imposibles. Nos conoce y nos ama, y no escatimará pruebas para los que elige pero este triunfo sobre las pasiones no representa un desquiciamiento, ni tampoco una visión de la santidad acaramelada y hecha de estereotipos egoístas. El santo no es un vidente ni un santero. Foucauld rechaza el fervor paniaguado, individualista, pasivo que dimana de una interioridad sospechosa. Su amor a Dios es algo coral, comunitario. El yo que tanto obsesiona a Occidente para los orientales resulta algo contingente.

A cambio propone una vía de participación con Cristo en su Cenáculo más activa, aparcionera y coral, donde tenga prelación el ser sobre la existencia. Hay que sustituir al yo por el nosotros. Al fin y al cabo, el hombre no es más que una partícula del cosmos ordenado por la sabiduría divina en el espacio, el número y la proporción. Es el ángulo exacto sobre el que todo converge desde las estrellas rodantes hasta la más endeble brizna de hierba. Todo gravita en torno a la deidad suprema.

Por otra parte, aspira al conocimiento divino mediante el misterio de la Encarnación en la Eucaristía mediante el cual el hombre puede llegar a ser partícipe de la vida divina. Hay una relación de causa a efecto entre acción contemplativa y liturgia, como esencia de la catolicidad viadora y peregrina hacia la cumbre del Monte Santo, esto es: Jerusalén. Los ángeles santos y María actúan como espoliques de esa andadura. El creyente no puede, sin embargo, deshacerse el cuerpo y necesita símbolos y hasta signos que hablen de la existencia de una vida de gracia mas allá de los sentidos. Por eso en los ritos sagrados se utilizan de adminículos como el canto, el olor a aceite, el bálsamo sagrado, los colores de los ornamentos, el arte arquitectónico insuperable de los templos. Mediante sensaciones exteriores accede a la contemplación interior.

Jerusalén, la Ciudad de la Paz, monte santo de la Liturgia cristiana

Además, ese viaje a la Ciudad de la Paz, esa escalada del Monte Sacro, es de ida y vuelta, porque de Jerusalén mana la fuente de toda virtud. Carlos De Foucauld funda un establecimiento monástico que tiene en cuenta la apetencia de Dios del hombre actual.

Había redactado sus constituciones en vísperas de un nuevo siglo, precisamente por la Nochebuena de 1899. Toda su metodología espiritual estriba en la búsqueda de un dialogo con el Deus absconditus, presente en la Historia, de una forma u otra antes de la Primera Venida, corazón reinante y alcancía que despide llamas de amor a lo largo de dos milenio, y actualmente  vivo y presente entre aquellos que lo desconocen o ignoran. Es la noche de la fe. Es el gran trauma de la soledad del justo. Es la travesía del enorme Sahara del alma.

Dios oculta su rostro inefable, pero es próvido, circunstante y testigo de nuestra lucha, absoluta, ente contemporáneo y actual, y se manifiesta en los hermanos. ¿Pero por qué se esconde? Valdría preguntar. La semilla germina y encaña sin que nosotros lo sepamos. Hay que recurrir al texto de Marcos, donde Cristo, que amaba la ecología y las cosas del campo, narra en este símil cómo es el proceso espiritual. Pablo, de su lado, argumenta”: gloriae suae Deus nos fecit compotes” a través de la encarnación de su Hijo en el vientre de la doncella el Padre nos hizo partícipes de la vida divina ¿Quien será capaz de penetrar estos arcanos insondables? Sin embargo, de ese cometido o compromiso de dios con el hombre radica la grandeza y el misterio de la religión de Jesús. Somos contuberniales, concolegas. El salmista utiliza un adjetivo muy hermoso para definir dicho concento: sodales, que suena mucho más bonito que solidario, pongamos por caso, aunque los dos posean la misma raíz.

 

En definitiva, somos sus hermanos, los compañeros de viaje en esta larga singladura del Cristo Resucitado. Nadie podrá ganarnos. Estos pensamientos sueldan la base del optimismo cristiano que aguarda el siglo futuro, aferrándose a la antorcha de las tres virtudes teologales y que mira más allá de la realidad que nos circunda: calamidades, guerras, apostasías, prevaricaciones, injusticias. Es el mejor antídoto para que perseveren en la fe aquellos que se sienten como expatriados en este revolcadero de infamias, donde los justos sienten enfado y  asco, donde la verdad es perseguida y queda a merced de la mentira, porque aquí se hace lo que ellos (siempre unos pocos) quieran hacer o tengan a bien mandar, donde sólo triunfa el malvado y se tacha de necia a la bondad. Ellos siguen con sus cubileteos celestinescos. Las combleza o barragana del tirano u homicida se pasea por el mundo con aires de santa. La “massmedia” acuña sus propios iconos y valores que habrá de imitar la juventud, si no quiere quedarse atrás. La locura de Cristo sigue pareciendo un elemento discordante para un sistema de valores enmarcados en la deificación  del dinero, la potencia sexual, la belleza física. De hecho, el monaquismo es una suerte de protesta muda contra los dislates y desafueros de la Iglesia externa o exotérica, que ha de transigir y convivir con los humanos y echarse a las espaldas sus brutalidades, la necia ceguera, y sus tendencias constantes a la superstición. Los anacoretas y ermitaños que junto con los mártires forman la savia interna de esa Iglesia esotérica o interna por oposición a lo que se muestra a los ojos como hojarasca y boato supieron escalar la cumbre de la perfección cristiana, de la verdad y la justicia con proyección.

Hemos querido dar inicio a este libro con la presentación de un solitario moderno, como demostración de que más allá del aparecimiento está la aparición, verdadera epifanía o muestra de la acción del Paráclito a través de los siglos. Estos héroes escondidos resguardan la grey. Soy un testimonio tácito de que la Iglesia es hechura de Dios, porque, a pesar de los escándalos e indignidades y el poco decoro de algunos de sus pastores, el rebaño continúa su marcha. Las ovejas de Cristo seguirán balando. Por eso, nos parece de importancia capital conocer el monaquismo en sus tres manifestaciones(anacoretas, cenobitas y monjes) a la hora de hacer un justo balanza. Foucauld es una figura mayor porque trata de conectar con la tradición perdida de la Tebaida de Asia Menor, imitando la orden  basílica - el primer monasterio que se conoce fue el de San Pacomio que llegó a contar con hasta siete mil monjes - y la regla de san Benito al mundo de hoy.

Sin embargo, lo que el mundo brinda es apariencia. La combleza del príncipe será despedida del harén. A la gran diva de la pantalla no la renovarán el contrato o se morirá, porque, por lo general, el impío no suele gozar de vida larga. La culpa atrae a la muerte.  El encintado de la Ciudad de Dios se dilata más allá del mundo visible, pues su poder actúa de forma inefable y clandestina. Al justo no le faltará, pese a sus sufrimientos, un gorgojo del pan de Cristo.

Cabe preguntarse, al filo de la esperanza de los que creen en la Resurrección, por qué el cristianismo, originado en África y en Asia Menor, y que germinó como la flor de loto junto a las riberas del Nilo, ha perdido fuerza en aquellas regiones del Oriente, donde ya para siempre quedaría desahuciado, primero, por el arrianismo, y, más tarde, por el islam. Foucauld parece querernos dar la respuesta mediante su testimonio martirial. La genialidad del antiguo oficial del Ejército Francés, así como su profética perspicacia, consiste en haber ido a beber del manantial de la fe en sus fuentes. Aspira, mediante su amor al desierto y a los hombres azules del Tuareg a la reconciliación de Cristo con sus antiguos enemigos sarracenos. Propulsa una renovación de la Iglesia en todos los sentidos (litúrgica, dogmática, carismática) y adopta para sus rezos algunos textos del oficio divino de Crisóstomo y de Basilio, Gerasimo el Sirio  o de San Pacomio, traducidos al árabe, y saca partido de las grandezas del rito maronita con sus constantes invocaciones a la Trinidad, la continua  impetración a los Ángeles, o la recitación del Akathistos de la Virgen María, cuyas estrofas empedradas de riqueza idiomática y de colorido casi sensual suenan en un oasis del desierto mejor que en ninguna otra parte.

Para él la misa no es sólo la conmemoración de la Cena y de la transubstanciación del Cuerpo de Cristo en vino y en paz sino un acto de comunión con la belleza del Cosmos, el canto eterno a la divina armonía en su apoteosis universal. Cristo ha bajado y se encuentra entre nosotros hasta el fin de los siglos. Allí se establece un puente de conexión entre los adoradores del Padre, con los ángeles, con María y con los santos haciendo de particioneros de este sacrificio incruento que conjunta a todos los participantes del credo trinitario por el bautismo. Todos contemplan su imagen en el hoy en el ayer y siempre. En ella, simbolizada por el Pantocrátor convergen las tres Iglesias: triunfante, militante y purgante. La eucaristía, cargada de simbolismo purificador, acontece esa catarais. El milagro es posible. El hombre puede subir y subir y acercarse cada día al rostro de Dios y cantar con los ángeles. La invocación angélica era casi consubstancial sal santo sacrificio. Hasta siete veces se aludía a ellos en el canto de entrada, el introito, el prefacio o el canon. Y la misa antigua se cerraba con la oración a San Miguel de las abluciones finales. ¿Por qué an sido suprimidas en la rúbrica del post concilio y, sin embargo, los ortodoxos la conservan? El culto angélico es complementario al de dulía, una parte importante de la tradición piadosa de la Santa Iglesia. Lucifer no debía de estar muy conforme con sendas devociones, porque se ve que está haciendo todo lo posible con acabar con la intercesión de la Santísima Virgen y de los coros de las nueve jerarquías. Está claro que trata de suprimirlas, presentándonosla como fórmulas de piedad arcaica, no suficientemente contrastadas. Nunca se saldrá con la suya.

Recién convertido el Hermanito Carlos debió de sentir en su corazón una revelación descubridora del sentido que tenía su existencia, cuando al poco de llegar a Jerusalén entra a orar a la iglesia del Santo Sepulcro en el instante en que se desarrollaba una ceremonia religiosa oficiada por los monjes del monasterio ruso. Se alzaban al cielo las letanías. El diácono abordaba el himno del Querubín (Querubinskaya). Se grabaron en su alma para siempre los ecos de este canto sagrado en el que el hombre devana el misterio de la procesión trinitaria pidiendo misericordia a un Dios Santo, a un Dios Fuerte, a un Santo Inmortal, como si aspirara a comulgar con su grandeza, interpolando el plano de la carne con el del espíritu. En sus escritos, recomendaciones y forma de vida, Foucauld se siente legatario de esa rica tradición del Oriente, recogida por los padres del yermo. Es un quietista a la manera de Pacomio, Epifanio, Irineo, Antón, María Egipciaca, pero quiso instalar esta regla orante de la vivificante Tebaida en los grandes barrios obreros y marginales de las ciudades del mundo, plantando una flor de loto allí donde impera la fealdad del albañal humana, haciendo subir el humo del incienso al pie de las chimeneas fabriles, estableciendo oasis de paz y de recato en medio del desierto de la agresividad, la complicación, el discreteo lujuriosos del hombre anónimo y deprimido de la post modernidad. Parte del principio de que es posible tener vida contemplativa en medio del tráfago del siglo.

Pero también incorpora a la Iglesia latina la oración de sustitución (badalaya) que predica con tanto denuedo el Corán y está basada en los principios evangélicos, resucitando una costumbre muy antigua. Nadie es más grande ni da mayor prueba de más que aquél que da su vida por el que ama. San Paulino de Nola(373-441), el amigo de San Agustín, y aquel que pondera tanto en sus escritos Jerónimo, tuvo uno de esos heroicos arranques y ofreció su persona y su libertad a cambio del hijo de una viuda de su diócesis, amiga de Terasia que era a su vez la esposa del señor obispo (a la sazón, no había obstáculo entre el sacramento del matrimonio y las sagradas órdenes), que había sido conducido por los vándalos tras una incursión en la Campania al norte de África, donde el propio obispo sustituyó al liberto y trabajó como esclavo encargado de las tareas del jardín en casa de un rico. Es el caso, el de Paulino de Nola, al que los fieles han invocado desde tiempo inmemorial contra los demonios, el más viejo del que guardan memoria los anales menologios de oración de sustitución o badalaya.

 Esta fórmula de heroísmo se practicaba asiduamente en el mundo árabe y fue puesta en práctica por algunas ordenes hospitalarias como el Temple los Frailes de la Merced, dedicada a la redención de cautivos. Con tal de manumitir a un reo, el ofertante consentía echarse al cuello las cadenas de la persona que quería liberar. Es lo que hizo con frecuencia San Raimundo de Peñafort. En la historia de la Literatura porque sin la entrega de un monje casi anónimo, oriundo de Arévalo y que fue a los baños de Argel para sacar de allí a Cervantes, poniéndose él mismo en el lugar de su cautiverio, nunca se hubiese escrito El Quijote. La caridad vence todos los obstáculos. El Amor todo lo allana.

Es locura de Cristo. Es, por otra parte, la soledad del místico, siempre lidiando con el vacío del dolor, la inseguridad de la tierra y la sucesión de los rostros y de los cosas, pero con los ojos fijos en esa Sombra que carece de mudanza. Es una relación de monologo, más que de dialogo, porque Dios rara vez habla, o se expresa con actos. Solamente la fe es capaz de pegar el gran salto para salvar esta distancia.

Rehén por sus hermanos.

Otros santos grandes del tiempo presente, como la nunca suficientemente ponderada Teresa de Lisieux se ofrecieron, asimismo, como víctimas propiciatorios del holocausto vivificante. Pasaron a ser rehenes del amor por los sus hermanos. Se desentendieron de sí mismos para dejar que el Almo obrara, conscientes de que nadie puede ganar al Espíritu Santo la partida. “ Pasaré mi cielo en la tierra obrando portentos en todo aquel que me invoque”. Así explicaba la Pequeña Flor Normanda su inefable Lluvia de Rosas, en el paroxismo de su donación completa al Misterio del Amor. Era su “ badalaya” votiva. El Señor a ella como a otros muchos les cogió por la palabra. Teresita moriría poco antes de cumplir el cuarto de siglo de su edad. Vivió poco pero en la escala de valores supremos pocas mujeres puede decirse fueran capaces de amar tanto.

Por lo que respecta al Solitario de Beni Abbés, su ofrenda también fue escuchada y Dios permitió que sellara aquel pacto de caridad hacia los árabes con su propia sangre derramada. Desde entonces sobre las arenas del desierto se oculta la esperanza de la vuelta a Cristo de todo un continente, que en los primeros años le fue muy afecto. A ojos vistas, no se ha producido este acercamiento de tolerancia ecuménica, antes bien, el fanatismo fundamentalista  cunero y fanático ha vuelto a mostrar su rostro menos amigable, por estas calendas en las que estamos, pero la semilla está lanzada. Algún día germinará. Después de todo, dicen que la fortuna ayuda a los audaces y que este mundo que gobiernan o desgobiernas los políticos, programan y diseñan los matemáticos, sólo lo mueven los soñadores y los poetas.

Foucauld era un idealista, un hijo de la imaginación de Chataubriand. Llevaba muy adentro las brumas del Rin y el tañido de las campanas de Notre Dame. Era demasiado francés para transformase en un vulgar enciclopédico volteriano.

Muerte de las palabras, muerte del Amor.

Hablamos tanto del Amor que se ha gastado el sentido de un término tan preciso como precioso. Anduvo siempre en labios de los poetas de todas las naciones y es casi una herramienta de trabajo de los místicos. He aquí que unos y otros parlan a destajo de sus enamoramientos y tanto abusaron de él que ya no queda otro remedio que escribirlo con minúsculas, porque el odio avanza, el escarnio y el egoísmo se apodera de todo el recinto. Si Cristo volviera, seguramente volverían a crucificarlo. Si enviase a sus ángeles para predicar en Sodoma y Gomorra la penitencia, que detendría el castigo, seguramente que los invertidos, tan abundantes por nuestros lados, intentarían sodomizarlos, porque los Principados aquellos eran hermosos a morir, y quizás por eso se los presenta la plástica piadosa no en vano cargados de pluma... ¡Somos hombres te tan poca fe!  Hemos de ver para creer ¡Y así tantas y tantas cosas en este tiempo en el cual parece que el Destino juega al juego del trocado, que al revés te lo digo para que me entiendas!

Debe de ser por que todos parecen empeñados en oficiar una ceremonia de confusión o misa babélica, en la cual se retuerce el pescuezo a la semántica en propio beneficio. Se rinde por todas partes culto al diablo. De ahí que, al escuchar mentar la palabra amor, nos llevemos la mano a la cartera, y no falta quien desenfunde la pistola, muy a sabiendas de que no existe y de que con esa palabra se pretende darle el timo de la estampita. Quiere decir concupiscencia, de la misma forma que ahora paz ha usurpado el sentido de guerra, y régimen de libertades comporta el de sometimiento a la ley, y el que se mueva no sale en la foto. La filosofía de los Derechos Humanos ha degenerado en “limpieza étnica”, refugiados, emigraciones masivas y exterminio de tribus enteras en África o en el Kurdistán, pero estas son movidas a donde las cadenas de la televisión global no envían a sus paniaguados en guisa de Herodotos o de Tito Livios de nueva filiación, para contar en sus oyentes en vivo y micrófono en ristre  cómo se desarrollan estas ocupaciones, invasiones y matanzas, o se alzan las tiendas de los campamentos de refugiados. No hay cosa que dé más asco que todas esas tumbas abiertas a la hora del postre. La verdad ni renta  ni interesa. No es más que una fantasía de unos cuantos iluminados que suspiran la llegada del Maestro de Justicia. Nadie ha alzado una voz en pro de los  serbios, cristianos ortodoxos, profesores de la fe, que están siendo eliminados sistemáticamente y expulsados de sus casas por los kosovares islamitas. Un obispo de cuyo nombre no quiero acordarme ha facilitado a los sarracenos las dependencias vacías del seminario de Sigüenza, antiguo bastión cisterciense, de cuyas paredes ha desclavado previamente los crucifijos que colgaban, para no herir susceptibilidades de sus pupilos mahometanos tratados en la Villa del doncel a cuerpo de rey. Demasiado, ¿no?

 

 Mientras el papa acude a Washington a bendecir al emperador Clinton ¿Para qué queremos un episcopado y un cardenalato católico tan arreado de púrpura y tan cargado de plumas? ¿De qué nos sirve rendir el culto a la personalidad y adorar casi como si fuese un semidiós, si el delegado de Jesús en la tierra no ha dicho ni esta boca es mía a la hora de condenar los apocalípticos bombardeos sobre Metopia, la primera Tebaida en Europa, la tierra de san Jerónimo el Dálmata? El obispo de Roma por intereses creados  ha transigido con la justicia. Poco ha cundido el ejemplo del enérgico San Ambrosio, quien siendo arzobispo de Milán hacia el año 389 se enfrentó a Teodosio por haberse excedido en sus expediciones de castigo contra Tesalónica, lo que es hoy Serbia y Macedonia, la de las cartas apostólicas paulinas, hoy sujeta a los horrores de la debelación de la parafernalia de la liga atlántica. Los embudos y cráteres que han dejado las bombas sobre aquel territorio sagrado claman al cielo. Roma, con tal de sobrevivir, transige con todo. Clinton, Blair Schröder, Solana y ese secretario del FO que tiene la pinta de carnicero del Yorkshire, que se llama Robín Book,  se han salido con lo suya, y aquí nadie ha dicho esta boca es mía. Se ha cohonestado la mentira y el asesinato, pero los responsables de este atropello tendrán algún día que dar cuenta a Dios.

Ha venido el Enemigo de las almas y ha empedrado de chinitas el camino de la Verdad, de la Justicia y el Bien. Sembró el campo de cizaña. Crece entonces la espiga de la falacia. Y, desde luego, por de sobre todas las cosas, Satán manipula al dulce bisílabo. Al amor que es fuerza regeneradora de vida el Piloso lo ha convertido en revolcadero de la muerte y de la insidia. ¿ Qué es esto, pues? ¿La cena de Baltasar? ¿Ha comenzado el dedo invisible a escribir en la pared? ¿Siempre fue así? ¡Ay Amor, no sé por donde andas ni que fue de ti!

 No sabría qué responder.

Sin embargo, esta manipulación de los hechos objetivos, así como la profanación del Templo del Amor y de la Vida es una marca indeleble de la llegada de la Bestia. Según el Apocalipsis, las generaciones perecerán cuando muera la palabra y falte en el mundo  ese amor, que es para el hombre tan necesario como el oxígeno que respira.

“Entonces buscarán los hombres la muerte y no la habrán. Desearán acabar, pero la muerte huirá de ellos”.

Ya los griegos especulaban con el origen y la semántica de este vocablo. Amor es querer transformarse en el otro, según Platón, y esa noción caló profundamente en el Cristianismo, siendo la idea básica sobre la que lucubra San Agustín, y el motivo de inspiración de la Místicas. Los versos de Juan de la Cruz abundan en ese deseo de transformación en el cuerpo y en la sangre del Amado. Plutarco ve en él solamente un movimiento de la sangre pasajero. Para Tulio es sólo benevolencia y Teofastro lo confunde con el ardor del apetito carnal [su tesis no puede ser más apropiada para el tiempo presente], y entre los estoicos cunde la opinión de que el amor es una afección por causa del Bien y la Belleza, la Inmortalidad, la Armonía y el Deleite.   Esta afección se haya injerta en todo el tinglado de nuestros mecanismos volitivos, porque el ser está hecho para la vida, no para la muerte.

Antítesis de la muerte, al amor se le compara con el sol, astro patente de energía del cual toda luz irradia. Es el punto al que todo revierte.  Se le representa en forma circular por ser eje meridiano. Los antiguos colocaban en la rueda solar los principios del movimiento armónico. Cualquier criatura se vuelve hacia el astro rey y como el ámbar atrae las pajas y el imán al hierro, así el hombre gravita alrededor de sus rayos, en búsqueda perpetua del centro, para transformar y desaparecer en un hondón de deseos, pero en esa búsqueda de la utopía soñada y que nunca llega a catalogar con los ojos del cuerpo, siente perderse en un mar sin fondo. No hacemos pies al escudriñar con el tercer ojo místico las simas inefables. La marcha hacia esa punto configura una peregrinación por le dédalo. Anteo, al fin y al cabo ató su cuerpo a una cuerda atrapada en una aldaba de los guardacantones del Laberinto de Creta. A nosotros, que tratamos de iniciarnos en la vía purgativa a pecho descubierto no nos sirve esa añagaza. Hay que perderse en Dios, en el infinito océano a sabiendas de navegar en una mar aborrascado de tinieblas absolutas, como única antorcha, el candil de la fe. Estamos debelados por la oscuridad. En verdad, nosotros somos la noche, náufragos del amor, en continuo movimiento hacia el Edén.

Abstracción

Este sentimiento de ausencia divina que de describe como una tensión o tendencia hacia la armonía como evasión de un mundo inhóspito y sicalíptico, pues el deseo animal suplanta casi siempre a ese noble sentimiento de inspiración deísta. Somos pecadores. Jugamos con cartas marcadas. Anhelamos el bien, la verdad y la belleza, pero el mal nos retine. El pecado se apodera como maleza inextricable. Por la abstracción de cuanto nos rodea podríamos alcanzar ese nivel de serenidad absoluta. Platón nos ha venido soplando este concepto que nos vuelve utópicos y desacomodados entre la potencia y el acto. Ese es uno de los principios de locura. Nuestras vidas adolecen de ese desequilibrio peligroso o desfase entre lo que queremos ser y lo que en realidad hemos venido a ser. Cristo torna a remachar en este principio platónico. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.

Se vuelve a repetir como motivo central en el Libro de los Libros. San Juan plantea la respuesta a esa dualidad inextricable en la cual los planos del bien y el mal se confunden, la castidad y la lujuria, dolor y deleite, enfermedad y salud. Es una respuesta metafórica. Parece que el evangelista se va por la tangente, pero da su hemina de candeal profético en pócimas selectas. En sus párrafos se contienen como grandes símbolos de gemas de un Lapidario los avatares del pasado, el presente y el porvenir. De ahí que sea vital de todo punto estudiar el anuncio juaneo de las claves, las moradas, los estadios, la pugna en la que se enmarca el provenir del universo. Nadie ha penetrado en el sentido esotérico mesiánico de esta obra cumbre de lo que está revelado como los que huyeron al desierto. Cubre las necesidades escatológicas inherentes a todo ser humano al tiempo se hace una apología de los que en defensa de la Palabra del Cordero sufren escarnecimientos, cárceles del alma y el cuerpo, enfermedades, deformidades físicas, y son apartados de entre los hijos de los hombres como la escrófula o son tachados de locos. Su estilo es un templo que va siguiendo una línea escalonada de purificación, unión, contemplación.

Es la palabra escrita y hablada, que era para los griegos una suerte de talismán, la  que brota a partir de la contemplación del rostro del Amado para justificación del vencido acá abajo.  El Verbo os hará libres por medio de los libros, y en él encontraremos lo que define a los dioses: paz amistad, concordia. Su contexto, por eso ha sembrado la intranquilidad e incluso el furor y la rabia de los racionalistas que se oponen al Reino. Con sus símiles de pergeño inalcanzable resumen el Apocalipsis ese afán divino por la justificación del vencido, acá abajo, y que, arriba, en la Jerusalén Eterna, será coronado con el lauro de los triunfadores. Aquí los elegidos son los pobres de la Ciudad de Dios y este mensaje recoge un código estético y moral que trasciende al mundo pagano y al judío del que es originario.

Por boca del profeta

El deterioro de la Palabra implica la destrucción de la libertad. Es otro de los signos del fin del mundo. Recordemos a los Beatos o códigos miniados. Todos contienen el texto del Apocalipsis, cifra y compendio no sólo del mundo futuro sino del que fue y del que es. La imagen del Redentor engasta todas las joyas de la almendra mística o esa hendidura oval del Pantocrátor: diamantes, rubíes, la calcedonia, el zafiro, los jaspes y el topacio, la esmeralda y el crisolito. Hablemos de piedras, pero también tendremos que hablar de signos, y la voz de la verdad, hablando por boca del profeta, clamando.

“Vi  bajo el altar de la sangre de los mártires, que habían sido muertos por la confesión de la palabra del cordero, a los que daban voces diciendo: ¿ Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no vengarás nuestra sangre?”

Este libro es el que ha poblado regiones enteras con las almas de los aspirantes a un hueco en ese rincón de alabanzas perpetuas, ese prado nuevo, solar de toda ventura, Campos Elíseos prometidos por Cristo a los que creen en Él. Constituye la piedra angular de la especulación lapidaria, que ha llevado al estudio de los astros y de las propiedades físicas de la flora y fauna y fenómenos naturales del planeta, pues en su saber se encierran las siete disciplinas de la gaya ciencia.  Es cuna del arte cristiano en todas sus ramas, desde la cronología de los Beluarios y Beatos iluminados hasta las últimas catedrales. Todo lo que el hombre es, ha sido y será está implícito en sus paginas. El ser humano empezó a progresar y a ser algo más que una bestia de carga a partir del Evangelio. Este puede ser el secreto clave para comprender el pasmoso desarrollo que han tenido los pueblos de Occidente a lo largo de dos milenio. Uno no puede estar más en desacuerdo con aquellos panolis que invocan la vuelta al Kamasutra y a Confucio, habiendo nacido en la provincia de Soria, aunque comprendo que somos todos hijos de muchas madres y de haber mamado leches diferentes. Ya decía el Gran Isidoro que no es lícito imponer a los cristianos a la fuerza. Ahí puede que estribe uno de los grandes errores de la Iglesia Jerarquía, causa de tantos males, pero tampoco ésta puede inhibirse de proclamar la verdad que está en sus manos por legación divina, aunque este acto implique descalificaciones, oprobios, descomuniones con el poder establecido e incluso el martirio. No tengáis miedo a los que quitan la vida del cuerpo. Los enemigos del alma son mucho más temibles y formidables.

 Cristo preside la esfera. Es el dueño que reina en la ojiva, el alma del Pantocrátor, la columna de apeo de todos los arcos. Su aroma impregna toda el arte desde la música de los trotarios o tractos de la misa griega  hasta las sinfonías de Beethoven y nada se diga de Rimsky Korsakov, Tchaikovsky o los compositores rusos. Pero también el Libro del Apocalipsis es un alegato contra la tiranía. El que es malo tendrá que hacer recudimiento de sus culpas y expiar su pena algún día. Por el contrario, sus páginas constituyen un manantial de consuelo para el que sufre por la verdad y la justicia y decide huir al desierto en busca del amor encarnado en el Verbo y la palabra viva. ¿ Qué es esto? Me diréis, y yo os contestaré”: Lo inefable”. Porque, si se ciegan las fuentes de la Palabra, se ocluyen los manantiales del amor. Es lo que el mundo no entiende.

Sin embargo, esta idea resulta obvia para la estirpe escogida a la que pertenecen los santos. Charles De Foucauld fundó el instituto de los Hermanitos del Evangelio. Es la orden que más santos ha dado a la Iglesia en las últimas décadas. En 1963 cuando fueron martirizados cuatro de sus frailes, la opción del martirio en la forma de badalaya se asume en los votos de los profesos. Las fraternidades foucauldianas en buena medida han inspirado el espíritu y la letra de las asociaciones de ayuda a los desamparados del Tercer Mundo, las célebres ONG, las cuales participan de ese espíritu laico y casi aconfesional  porque lo suyo era la semilla oculta, del carácter reservado, anónimo y modesto de su fundador.

El testimonio y la sangre de los mártires es inamovible. Ahí queda. Ellos entendieron el rumbo a los que se dirige la Nave de la Iglesia en la andadura de los tiempos. Quedó su testimonio y el recuerdo de su rostro, estampado en esa mirada triste y como trascendida de piedad hacia la humanidad que nos quedan del Hermanito tomadas en Beni Abbés cuando presentía ya próximo su holocausto. Para rúbrica de testimonio y signo de los signos. No quieran más los blasfemos hostigar a los ejércitos del Cordero. Han empezado a llover rosas pero ahí está también, para variar, el símbolo de la humanidad mal conducida y desgobernada por los falsos pastores. Ahí están esas denominadas limpiezas étnicas que son el pretexto para sembrar la disensión y el rencor entre comunidades de credo diferente, reavivando viejos odios. Hoy se lucha en todas partes porque vivimos insertos en una suerte de antinomia del amor. La amistas se transformó en enemistad, la concordia en discordia y la libertad en oprobio. Se mueve el cielo y la tierra. Hay como un movimiento cósmico que conduce a la “pressura gentium”. Vemos ante nosotros emigraciones en masa. Sin ningún rebozo se hacen los más audaces experimentos con la vida humana mediante la manipulación genética.

Luzbel otra vez ha clavado el grito en las estrellas. Otra vez quiere ser como Dios.

Mientras, el abanderado de las milicias arcangélicas, vuelve a tocar a rebato al socaire del lema “Quis sicut Deus?  Es una lucha que dura ya largo tiempo. El alzamiento de Miguel es un reto de salvación. Los solitarios de la viña del Señor, los operarios de la hora undécima, recogieron el guante marchándose a vivir al desierto, y dijeron lo que Pedro en el Tabor: “Qué bien se está aquí, Señor, hagamos tres tiendas, una ara Moisés, otra para Elías y otra para Ti con todos nosotros”. Subieron participar de la alegría de Dios mediante la renuncia. El yermo les volvió en soldados de Cristo, encuadrados en los escuadrones del Terrible para la satánica hueste y Glorioso Miguel.

La vida es lidia perenne y el paso del hombre por este mundo, tan corto, una incesante Apocalipsis.  

 

 

 

 

 

22 de junio de 1999

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

capítulo II

 

MONASTERIO CISTERCIENSE DE SACRAMENIA(Segovia), PRIMER JARDÍN DE MARÍA EN CASTILLA LA VIEJA

 

La piedra presenta un aspecto intacto en los engaces y junturas de la sillería. Una decoración floreada de acantos, helechos y arabescos esculpe las ménsulas que invitan a la oración y al recogimiento. No son flores que se dan por aquí. Una de dos: o el clima ha cambiado, o los hombres que esculpieron estos muros con sus ensueños y fantasmagorías tenían la mirada del alma puesta en otra parte. Impresionan las arquivoltas y el alzado de los vitrales y de las puertas, en el que todo es armonía. Causa perplejidad el estado de conservación de esta ermita de San Vicente, que durante siglos estuvo cerrada. Fue abandonada por los primeros monjes y está tal cual. Es una de las piezas románicas más originales, al tiempo que sencilla entre los monumentos de la Península.  Su estructura habla del recogimiento y sencillez del Cister. Las figuras antropomórficas y zoomórficas se combinan con las de la exótica flora.

 Todo es aquí plegaria y culto a María. Uno de los capiteles representa a un pastor, medio derrengado que trata de coger una oveja descarriada. El rabadán ofrece un aspecto pobre y toso, pero la decisión de su ademán y el deseo de salvar a la oveja que falta del aprisco sobrecogen. 

 Por entre las patas del animal y debajo del morro asoma un rostro misterioso, cuyos los ojos son  tan vivos que casi se clavan en el que los contemplan con la fijeza de un berbiquí. En otro hay un obispo sonriente que bendice armado de báculo con los dos dedos de la mano derecho bajo las ramas de una palmera real, símbolo de la eternidad y del martirio, que hacen flanqueo.

Los sillares son cuadrados perfectos, asignados y asentados con una devoción que llena todo el lugar y los plementos de la bóveda de cuarto de esfera u horno parecen recién salidos del cincel.  Todavía hay en las impostas  marcas de cantero, y debieron de ser moros los que hicieron esto, porque en todo instante el monumento ofrece como aversión a las representaciones antropomórficas. Sólo las necesarias. Es el ábside lo único que queda de un templo derruido o que no se llegó a terminar nunca, lo más probable a causa de alguna razia o invasión tan frecuente por estos pagos durante los siglos del Alto Medievo.

Esta capilla es el remanente de un tiempo misterioso del que sabemos muy poco, a no ser en estereotipos, pero que demuestra que  las piedras doradas saben rezar y cantan antífonas coreadas por la brisa que a su vez alza plegaria entre los chopos. Se sitúa en un valle que se encajona desde la fuente que llaman grande al entrar en el pueblo de Fuentesoto injerto en el fondo de lo que fue un antiguo mar. En las rocas de los bordes se aprecian los listados del lugar que colmaron las aguas. Dentro de esta fosa miocena se aprecian las margas calizas. El suelo está alfombrado de fósiles. Abundan las valvas del período triásico: arcestes y árcidos, curiosas caracolas y estrellas de mar petrificadas.  El valle es poco profundo en general pero los tesos y pequeñas mamblas lo ponen a recaudo de los vientos, sobretodo del cierzo que por invierno suele ser aquí crudísimo. Por trecho de una legua entre sotos y tesos, el río anónimo va a desembocar al Duratón.

 El cantar de las aguas de este arroyo era la única música que rompía la soledad de estos parajes, ideales para el contemplativo. Los cistercienses fundaban en lugares abrigados sus retiros, que llevan todos nombres de hondura celestial: Valdediós, valles de Dios, Collado Hermoso, Montsalud, Valparaíso, Armenteira (Pontevedra) de armentum, una prerrogativa de los templarios que siguen las costumbres romanos en la búsqueda de habitáculos que tengan buen tempero, aguas salutíferas, y el abrigo del prado ameno. También son cistercienses, aparte de Poblet y de Port Royal, cerca de París que, andando el tiempo sería importante foco del movimiento jansenista, la Meira (Lugo) por ser un lugar donde crece  miera perfumada de los pinos entre la toja, Moreruela (Zamora), Bellofonte, Cardeña, Scala Dei en Cobreces(Santander), Puerta del Cielo, y otros muchos centros de acogida del  sólido fervor de Claraval, de los que nos gustaría hablar uno a uno, pero, como son multitud y jalonan toda la geografía del medievo europeo, en gracia a la brevedad tendremos que constreñirnos a los más importantes, como el de Sacramenia, tan desconocido y de una personalidad singular. El cister lo inundó todo de la noche a la mañana y su crecimiento, que sólo encuentra parangón con lo sucedido con los jesuitas en la España de los Habsburgo, tiene algo de milagroso.

  Quiso imprimir a sus casas el Doctor Melifluo una marca recia y solemne en las que resonará a lo largo del día y la noche el eco de la himnodia gregoriana. Encontramos sus monasterios como una grata sorpresa al caminante, donde uno menos se lo espera: siempre en terrenos despoblados y en contacto con la naturaleza. Oiréis que siempre se dijo: “Et in Arcadia, ego”. Por supuesto la búsqueda de Dios puede resultar un idilio, si no fuera que a veces los seres humanos no sabemos estar a la altura de ese ideal de vida angélica. Las macizas paredes cistercienses serían también batidas por los vientos de la tribulación y la discordia.

 Mediante su amor al trabajo paciente y tenaz, ordenado bajo el regimiento de las horas canónicas estos valles umbríos se convierten en Jardín de María. En Helicón que piensa en el Cielo.  Es por esa noción de búsqueda platónica de la divinidad. La marcha hacia las estrellas en pos de la utopía agustiniana de la ciudad de Dios, y su construcción. El establecimiento de un gobierno universal, donde el evangelio sirva de pauta y código de armonía y de bienandanza entre todos los pueblos y todas las razas. Claraval, en buena medida, coloca las primeras basales de Europa, una Europa que no se puede entender sin el culto a la Señora, sin los pozos místicos. Es lo que evoca Prado Nuevo, que recoge las repercusiones ancestrales de esa huella mística española anterior a la Contrarreforma. El  Escorial pone cima dorado a casi cuatro siglos de cultura cisterciense. Por eso sobre sus colinas color malva en los atardeceres ricos en combinaciones cromáticas haciendo juegos de luces y resaltos sobre los lomos de la cordillera, y en armonías del campo, algunos hemos escuchado el batir de las seis alas del querube.

 Pero henos ya de nuevo en Fuentesoto.

En la otra ribera y pasando un pequeño puente se avistan unas cavernas horadadas por la erosión o por industria humana, que vete tú a saber, y sitas  al somonte. Son unas espeluncas formidables  en las que se dice moró un penitente local que llamaban Juan de Paniagua. El Beato Juan de Paniagua fue un santo mozárabe compañero de San Frutos, san Valentín y santa Escolástica, que tenían su cenobio a legua y media de este lugar sobre los riscos del Duratón. Cada veinticinco de octubre se celebra allí una romería. Había otra más importante por la Pascua de la Trinidad. El culto del Beato Paniagua perduró y le fue tributado en Fuentesoto hasta hace dos centurias, el primero de mayo, coincidiendo su fecha de celebración, con la de  la Cruz de Mayo. Esto prueba que la forma de vida anacorética estuvo muy afianzada en estos desolados añojales. Pero también había procesión en el predio que se denomina Los Huertos, el 20 de enero, día en que el Misal de Toledo prorrumpía en su exaltada liturgia al Mártir San Vicente, del que era muy devoto el donador de estos terrenos, Alfonso VII El Emperador. ¿Era este Vicente, diácono, oriundo de Huesca y martirizado en Jaca el santo de devoción del monarca, o era, por el contrario, el otro Vicente, obispo, muerto a golpes del vergajo festoneado con bolas de acero, en un lugar de Ávila, al lado de Sabina y Cristeta, a cuya memoria está dedicada la basílica románica más esplendorosa de la cristiandad, San Vicente de Ávila, maravilla también del arte cisterciense? ¿No han sido aun al respecto conciliados los pareceres? El Martirologio gusta de intrigar a los fieles cristianos, por su confusa nemotecnia. Todo hace suponer que este Vicente predecesor en la sede abulense de Prisciliano y el valenciano no tienen nada que ver. La plebe devota los confunde.

 Allí se elevan las ruinas de otro convento bernardo. Los cistercienses recogieron la tradición eremítica de los cristianos visigodos que se regían por la regla de san Basilio, seguida por aquellos que a través de la senda angosta, domando las pasiones y sujetando las pasiones con la brida de la mortificación y engolfados, en definitiva, en los sacrificios de la vida penitente, aspiran a coronar la cima del monte de la perfección. Buscan los feraces valles recónditos con abundantes acuíferos, pero no les intimidan tampoco las fragosas angosturas de los desfiladeros o las sierras despobladas.

El beaterio y asceterio oriental de monjes que vivían en agregación de colonias, según se comprueba al visitar la Tebaida de Anatolia  o la Nitria egipcia, primitivas formas de pureza de vida evangélica, son convertidos por el divino Bernardo de Claraval en conventos fortaleza. Luego veremos por qué. Él sería el primero en invocar los predicados de la guerra justa, siempre que se atenga a una serie de requisitos. Esgrimiría ante el orbe católico la Teología de las Dos Espadas.  Los profesos no podían vivir inermes y les asistía el derecho a salir en defensa de su vida y de su honra. Esta idea la asimilaron los templarios, quienes a su vez, en su modo de operar, incorporan a sus estatutos bastante de la concepción mística sufí de los Caballeros del Desierto. Los dichos eran a su vez legatarios de la norma esenia de Juan el Bautista, practicantes de la “mandaá” o mándala, o Mandra, que en hindú quiere decir transformación. Vivían lugares apartados de Siria y Mesopotamia en presidios  denominados “ribbats”. El famoso cenobio de Santa Catalina en las estribaciones del Sinaí no es más que un antiguo ribbat de los Caballeros del Desierto. Esta noción de austeridad, palpable en la solidez ciclópea de los baluartes de oración erguidos en lugares apartados de frontera,  y de lucha permanente con los enemigos exteriores  e interiores flota en la obra del Abad de Claraval, y puede contemplarse en nuestros días en cualquier convento cisterciense o trapense al que vayamos.

 Espiritualmente, mantiene la máxima evangélica de volver la otra mejilla y no responder a la violencia con la violencia. Sin embargo, esto es una tesis impolítica, imposible de implementarse en la práctica teniendo en cuenta los deberes de los príncipes a salir en defensa de sus vasallos.

Es criterio que empezó a arraigar durante los años carolingios, que Bernardo de Claraval retoma precisamente para llevar el agua a su molino: el poder del papa sobrepuja al de todos y los reyes cristianos no pueden tomar armas sin la correspondiente aprobación del pontífice. Dicho esto, cabría conjeturar que sería lícito implantar el catolicismo entre los infieles a culatazos. Nada menos cierto. San Bernardo nos sorprende porque ya en pleno siglo XII se alza como campeón de las Tres Culturas. Eso sí; la cruz ha de tener prelación sobre las demás sectas.”Reducid a los no creyentes con vuestra conducta inocente y con argumentos, nunca a viva fuerza” proclamaba en 1146, cuando estalló una terrible persecución contra los judíos a orillas del Rin. El monje clarividente e iluminado recorrió media Alemania convirtiéndose en valedor de aquellos pobres israelitas. Como siempre, eran los de abajo quienes fomentaban los desmanes hebetados y supurando prejuicios antisemitas. A los que combatía desde el púlpito y luego salvaba la vida acudían a abrazarle. Esta dualidad ambivalente no admite el argumento “ad hóminem” al que somos tan proclives muchos de los que nos decimos católicos.

Gustaba mucho de pronunciar una frase: “ Si la misericordia fuese pecado, yo la cometería”.  Hasta el punto de convertirse en una muletilla que dejaba caer una y otra vez en sus sermones.

Estos son los hechos irrefragables. Alemania era ya en aquellos tiempos la tierra de la vergüenza (“shamland”) y únicamente las predicaciones de los cistercienses contuvieron  lo que llevaba camino de convertirse en el primer gran “Shoah”. Muy pocos sionistas se lo agradecerán, pero los datos ciertos no piden pan. Están ahí.

La ternura de su temperamento contrasta un poco con la dureza berroqueña que demuestra cuando sale en defensa de la ortodoxia y de la supremacía que compite a la Religión del Crucificado sobre el Antiguo Testamento y los incondicionales de Mahoma. No otra cosa cabía esperarse de quien peroró por los púlpitos de Sajonia, Polonia, Italia y Francia la necesidad de conquistar Jerusalén en la Segunda Cruzada. Pero su filosofía era del todo esotérica. Por eso quería en la línea de frontera monjes armados. Tenía que ser así. Porque la Iglesia es una organización externa. Habida cuenta del clima de inseguridad y de bandidaje, la vida religiosa tenía que refugiarse detrás de muros inexpugnables coronados  de almenas en punta de diamante.  Era su visión de una ciudad de Dios fortificada.

Sus frailes tendrían que saber defenderse, porque, de lo contrario, se los comerían las alimañas, si no andaban listos, o acababan con su cabeza rodando por el suelo del tajo certero de la cimitarra almohade.  Fueron los cruzados los que dijeron: basta. Las Ordenes Militares secundaron esa filosofía con las armas en la manos. Querían ganar almas para Cristo al filo de la espada. Así nació Europa.

 

Pero, no seamos ingenuos; recapitulemos ya.  Habían sido casi tres siglos de terror islámico en el sur de Europa.  Fue un holocausto aquél nutrido con una lista de héroes innumerables. No hay que perder de vista que la djihad era una guerra de exterminio. Abi Ahmer El Moafari, alias Almánzor, un bereber, con esa cortedad de luces, dureza y agresividad de la que suelen adolecer los iluminados de todas las razas y de todos los credos que se creen en posesión de la verdad absoluta, no se andaba con chiquitas. Lo mismo que mandó quemar los tesoros de la biblioteca de Córdoba, acabando con una parte del patrimonio intelectual de la raza humana, porque sus fondos contenían textos de los alejandrinos y tratados de medicina natural en la que eran expertos los romanos, pues nadie les dio alcance en punto a yerbas, y otros monumentos literarios irremisiblemente perdidos, degolló en León de una tacada a treinta mil cristianos. Mandó que el almuédano convocase a los fieles y sobre aquel dantesco escenario de degollina se hizo la adoración de la tarde. Corría el año 971.

 Años antes, habiendo cruzado la Sierra de Gredos, devastó la ciudad de Ávila. Gran parte de la población huyó hacia el norte llevando consigo las reliquias de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Se dice que los cuerpos sagrados fueron escondidos en la Bureba, pero también sometió  a pillaje la campiña burgalesa, incendió cosechas, taló vegas y no respetó las aras de las iglesias y de los templos, porque en San Pedro de Cardeña mandó empalar a toda la comunidad de casi dos centenares y medio de monjes. Del acueducto de Segovia no quedó piedra sobre piedra. Esto ya lo veremos.

 Era la furia incontenible del Averno. Nadie era capaz de parar a sus jarcas. La bandera verde del Profetas ondeó en todos los mástiles. De las cincuenta y dos expediciones de castigo contra el Norte en ninguna marró, aunque iría a morir, mira por donde, en tierras sorianas, a pocos kilómetros de distancia de estos valles un poco a trasmano y que servirían de campo de operaciones a una nueva forma de vida contemplativa, cuya singular y azarosa emergencia estamos narrando. Si años después el todopoderoso Corso, demoníaco y poseído avenate, tuvo su Waterloo, el Moro Almánzor encontró la horma de su zapato en Calatañazor. A este respecto, contamos con el lacónico texto, casi como un conciso parte de guerra que nos legó el Silense:

“Murió Almánzor el año 1002. Su cuerpo rindió a la tierra y el alma quedó sepultada en los infiernos”

España que era frondosa y llena de bosques, encinares y robles, sobre todo en la meseta castellana, con las invasiones sarracenas se transformó poco a poco en un desierto. Ya no podría la famosa ardilla andar todo el trecho de Fuenterrabía a Tarifa sin tocar suelo, porque la selva era tan tupida que este animal podía avanzar saltando de rama en rama. La bipenna del invasor acabó con la prodigiosa fronda nuestra.

Desgraciadamente, y, como las crónicas sec repiten, porque el mundo parece condenado a seguir dando vueltas de peonza y donde menos uno se lo piensa hemos vuelto a volver brillar el filo funestísimo de los alfanjes sobre Yugoslavia. El espíritu moruno de venganza se reencarnaba en Clinton, Albright, y comparsa. Eran los lunáticos de la yihad a favor de la democracia. No se puede empuñar la espada en nombre de nada. Ni siquiera en nombre de Cristo, cuanto menos en el de la democracia.

Lo malo es que la idea que más vende es la de la guerra. Siempre fue así y tal vez lo sea siempre. De forma fija, acabamos tropezando contra el mismo canto.

La irrupción de El Moafari y sus hombres del desierto acaba el esquema de la cierta tolerancia de los árabes hacia la presencia de los cristianos adaptados o mozárabes en su zona dominada.

 No todo fueron proezas. Puesta la mira en salvar el pellejo, una gran parte renegaron de sus creencias dando pábulo así a un ambiente de delación y de sospechas, concomitante a cualquier guerra civil. Estas secuelas de la cobardía o de la venganza, como sabemos por experiencia los españoles, tan proclives a subirse al carro de los vencedores - ocurrió con las germanías comuneras, con la sublevación morisca, con la francesada, con la inglesada   y  ocurrió con Hitler, y está pasando con los americanos- crean una psicosis de miedo que es a veces peor que la propia liquidación física. Este pueblo, tan acérrimo y tenaz en la pelea, acaba siempre por congraciarse con el que gana.  Ya lo advertía el poeta: no somos más que un pueblo de arrieros, lechuzos, tahúres, de logreros y de supersticiosos agoreros.

Antes de la llegada de los benedictinos a España hacia finales del siglo X estaba implantada en toda la catolicidad hispana una fuerte tradición monástica calcando los modelos de San Pacomio y de los sirios. Todos ellos fueron arrasados con las incursiones musulmanes a partir del siglo VIII, que dispersaron a los religiosos y religiosas e hicieron crecer la lista de los mártires en lugares tan significativos como el monasterio cordobés de Tabara;  y en el XII, con la llegada de Alfonso VII el Emperador, a raíz de la toma de Jaén vuelven a renacer, pero cambia el rito que antes era griego y se romaniza bajo la presión y el caudillaje de los monjes blancos llegados con san Raimundo y sus caballeros de la orden de Calatrava, la Kalat-Ribbat de los árabes, desde Borgoña, el Languedoc, donde precisamente en Montsegur se localizaría el foco albigense, Gascuña y otras regiones transpirenaicas. El “ Emperador” sería un revulsivo contra la hegemonía muslímica. A partir de su reinado, empiezan a cambiar las tornas y la balanza se inclina del bando cristiano. Se dice que fue un gran rey. El único fallo  que tuvo, a decir de los cronistas, sería la división de su hijuela castellana entre sus hijos, lo que daría rienda suelta a una descorazonadora tradición de guerras de sucesión y de luchas dinásticas.

El cenobio donde los monjes no hacían vida común más que en muy contadas ocasiones y  no salían apenas de sus celdas se convierte en monasterio con un régimen conventual muy estricto.  En su organigrama de observancia, el  de Claraval quiere que los monjes blancos trabajen, rezan, coman y hasta duerman, los lechos separados por un biombo o camarilla, siempre el uno cerca  del otro, en parte, para darse ánimos, y, en parte para que el superior los tuviese más controlado, porque el Cister está íntimamente relacionado con el Temple y ofrece una estructura militar, y, en último termino,  porque así se prevenían las discordias. Toda la autoridad, en manos del abad. No se dependía de Roma más que a efectos dogmáticos. Los monarcas de Castilla y los obispos declinan su patria potestad, hacen donaciones territoriales y de inmuebles,  y es así como el margen de la umbría de la cordillera central desde Somosierra hasta los Picos de Urbión y la margen izquierda del Duero se convierte en abadengos.

 

 Recogen los cistercienses de los benedictinos su amor al trabajo, la paciencia, pero rechazan el boato y la solemnidad. La disciplina es en san Bernardo más férrea que en San Benito, en correlación con la idiosincrasia de uno y otro: la del primero más aguerrida, y la del segundo, como buen italiano,  más partidaria de que la miel pueda resultar más eficaz que el vinagre, como paliativo. Por otra parte, los cistercienses serán los grandes adelantados de la devoción marial, impulsan con ardor esta singular forma de piedad, algo que los templarios habían incorporado a su vida de desde sus correrías por oriente.  Misteriosamente, al pairo de esa devoción se esparce rápidamente  el afán de construir catedrales góticas. Son menos intelectuales y más prácticos que sus hermanos por estar más avezados a convivir con soldados y campesinos que sus hermanos “ los monjes negros”. Pero el “ora et labora” lo imprimen como sello primordial de conducta. Allí donde aparece un cisterciense, se construye una capilla, se copia un códice, se planta un majuelo, y surgen aradas por los  campos. La impronta rural, casi de paz geórgica, es un rasgo fisonómico de la cultura cisterciense.

En todas las casas de bernardos la estructura es muy simple y austera. Cada individuo tenía asignado un papel que desempeñar. Y ha de someterse durante el culto a un reglamento de meticulosas ceremonias, donde los pasos que se han de dar y las genuflexiones con prosternación incluida, están minuciosamente estipuladas por rúbrica abacial. Así, si algún fraile, por negligencia o descuido, omitía alguno de estos ritos exteriores, luego tendría que ir a confesarse durante el Capítulo ante el abad y el resto de sus hermanos.

  Hay un campanero, un cillero, un capiscol para el canto de los salmos, un hebdomadario de semana para vigilar el sueño de sus hermanos, un enfermero, un carretero, y un apotecario o cirujano, y un racionero. Las abadías más ricas se permiten el lujo de un anatista, que era el encargado de asentar las cuentas del dietario y llevar cómputo de las anatas. Los historiadores debemos a esta escrupulosidad ordenancista del fundador borgoñón por precisar incluso cuántos pasos debería haber desde el claustro hasta el coro, o el grosor que había de tener el cerquillo de la tonsura, así como las pulsiones de la vida diaria que se recogen en las tazmías o libros de cuentas del convento con evaluación de cosechas, diezmos y primicias, la posibilidad de recomponer hogaño la cotidianidad de un convento medieval: la dieta, las devociones, los premios, los castigos, las costumbres funerarias, etc. 

 Había otro que administraba el armariolum  que guardaba los códices de devoción, evangeliarios y libros de horas para el culto divino. Debía avidez por la lectura, pero ésta se administraba en cápsulas. Los religiosos no debían manejar más que el “ pensum” asignado. Los libros prohibidos se guardaban bajo llave en un sector de la biblioteca denominado el “infierno”.

 Parte importante era  la bodega. No tenían prohibido el vino los discípulos de Bernardo, aunque por una gracia especial de la Santísima Virgen iban a él con moderación, pues al vino como rey y al agua como buey. En una dieta vegetariana como la de los trapenses, que no catan las carne, el vino les infundía energías, y era un buen reconstituyente para los duros inviernos de conventos sin calefacción, ubicados por lo general en lugares tan fríos. La mayor parte de los profesos solían morir de muy viejos.

 Se les tasaba por norma dos cuartillos a cada refacción, pero no lo probaban durante las cinco cuaresmas. Sin embargo, dos veces al año por Pascua de Resurrección y en la fiesta de la Virgen de agosto, jarro libre en las bodegas.

Con todo, resultaba infrecuente el espectáculo de ningún padre o hermano oblato que hablase con las columnas. Algo alegres, sí. Pero los cistercienses siempre tuvieron un carisma o tiento especial para paladear sus sabrosos caldos. Por un regalo de la Virgen a la que rezaban siete veces diarias, estos solitarios encontraban en el zumo de la vid la fuerza necesaria del espíritu, y no la embriaguez del cerdo. Luego con hierbas seleccionadas y después de un paciente trabajo de depuración en la retorta eran capaces de manufacturar bebidas espiritosas de fuerte contenido alcohólico. Como el “cointreau” y el “benedictine”. Las recetas de fabricación eran secretas y, al morir, el bodeguero se lo pasaba a su sucesor. Es así como en los claustros es descubierta una de las aplicaciones prácticas de la alquimia.

Eran eximios viticultores y a su sabiduría debe Castilla sobre todo la ribera del Duero los excelentes caldos que ellos sabían cultivar con mano maestras, plantando viñas y majuelos en declives y laderas, sitios muy abrigados, y siguiendo un proceso de elaboración en cubetas de roble muy estricto y fundamental.

 

Para fijar el tiempo en que se produce el cambio de guardia cultural, la revirada del orden estético y social el siglo duodécimo es la pauta. Significa uno de los espacios históricos y desconocidos de la proyección europea, un avance en línea recta. Nace de las Cruzadas que no representan sino una huida hacia delante.  El arte románico, su contraseña, constituye un estilo de transición desde la tierra de nadie de los siglos oscuros hacia el esplendor del arco ojival. Funde los sueños anteriores, porque la bóveda de cañón y el arco de medio punto nacen del legado arquitectónico árabe, merovingio y paleocristiano. El Pórtico de la Gloria compostelano  viene a ser un crisol de la quibla y del arrabá morisco, junto con la impasibilidad bizantina, las fantasmagorías sobre el juicio final y la presencia del mal en el universo, que obsesiona a los imagineros mozárabes.

No aflora por generación espontánea sino de resultas de una evolución permeable, con intercadencias y altibajos y el desconcierto que habían deparado a la mentalidad del cristiano las incursiones sarracenas. Pasado el terror del milenario, con sus fijaciones sobre el Libro del Apocalipsis, una idea obsesiva de que el mundo se acercaba al final de los tiempos, lo que desencadena dos reacciones contrapuestas, en unos el gozar de los placeres que da la vida, y en otros, el retiro de las pompas banales del mundo, en búsqueda del camino de perfección en el desierto, se produce un resurgimiento. El hombre europeo parece haberse encontrado a sí mismo. Tuvieron que pasar cien millones de años antes de que el simio de Atapuerca alzase su columna vertebral hacia lo alto y hablase. Y cien mil para la llegada de Cristo, pero sólo mil para que pintase los monstruos de los bestiarios y beatos. Menos de mil, más y nos plantamos en la calculadora. ¿Serán estas máquinas pensantes que tantos avances han deparado a la Humanidad la antesala del milenario de deleites que anuncia la Biblia o el comienzo del fin? Cuando nos detenemos ante el tímpano de Chartres esa es la preguntan que muchos se formulan.

Había sido demasiado duro el Siglo de Hierro. Se registró por entonces una de las crisis mayores del pontificado, debido a las conjuras internas y al clima de la inestabilidad. Roma, que ya en el había conocido en 410 el saqueo de Alarico, vuelve a ser invadida por tropas sarracenas en 844. El papa Sergio III es obligado a contribuir al sultán onerosas pechas y cargas fiscales. Las intrigas y el escaso decoro bañan el ambiente del palacio de San Juan de Letrán. Ciertos autores suponen que las llaves del pescador quedaron en mano durante un período de treinta meses de la Papisa Juana muerta de sobreparto el año 857, y aunque estos datos no han podido ser contrastados, es bien cierto que este clima de escándalos alentó el primer cisma con Bizancio. El papa Nicolás y el patriarca Focio se cruzaron los primeros anatemas. La separación se haría definitiva tres siglos más tarde con Miguel Cerulario. Juan VIII murió a martillazos. Las hordas sarracenas arrasaron Monte Casino cerca de Nápoles, pontificando Formoso, el cual abre una de las páginas más tristes de la historia de la catolicidad.

De los veintiún papas que subieron al solio primado a lo largo del siglo X se cree que un tercio de ellos falleció a mano airada, víctimas del veneno, apuñalados o ahogados en el Tíber por sus contrincantes, si hay que creer a un cronista tan ecuánime como es Vicente Silió en su magistral texto “Un hombre ante la historia”. Muchos de ellos eran hechura del crimen y de la intriga. El mentado Formoso fue desenterrado y su cadáver execrado. Secuaces de la facción contrario le cortaron los dedos de la mano derecha, con la que bendecía. Únicamente se salva de la quema San Silvestre II(999-1003), quien fue investido durante el terror del milenario. Era, según parece, un nigromante y cabalista que llegó a inventar una máquina capaz de responder sí o no a una pregunta dada, conceptuándose a Silvestre como el precursor del ordenador y de toda la cibernética. Rescató a Roma de la dominación musulmana mediante con una alianza con el germánico Otón III.  Fue el remedio tal vez peor que la enfermedad porque este concordato va a suponer el inicio de un estigma que haría mucho daño: el enfrentamiento entre Trono y Altar, la lucha por las investiduras, el ambiente de pugnas del reinado del emperador Enrique IV, la marcha a Canosa y todos los escándalos que rematarían en la rebelión luterana.

Dice Morruet que esta desdichada centuria se llamó el Siglo de Plomo por la grosería, el hervir de pasiones y la abominación que corrompe los estrados de la curia. Es un tiempo de tinieblas por la falta de escritores, ya que, como muchos pensaban que el 31 de diciembre del 999 se iba a acabar el mundo, nadie labraba, ni escribía y proliferaban aberraciones corruptelas de toda índole en el alto clero.

A este respecto la llegada al pontificado del monje Hildebrando en 1073 fue providencial. El austero monje siciliano que reinó bajo el nombre de Gregorio VII inició una de las reformas más traumáticas, instituyó el celibato eclesiástico. Este había quedado fijado en el Concilio toledano  de Elvira del siglo IV. Se recomendaba la abstinencia del comercio carnal con mujer a los ordenados sobre todo por cuaresma y las grandes fiestas. Decía que un obispo no podía estar casado y que todos aquellos presbíteros aspirantes a recibir la plenitud del sacerdocio deberían despedir a su mujer legítima o a la concubina, cosa que hicieron algunos egregios padres de la Iglesias como San Paulino de Nola, casado con Terasia, y San Agustín con una esclava nubia. Pero ya nadie se acordaba de aquellas normas implementadas por el concilio toledano, que casi nadie respetaba. En realidad las recomendaciones de San Gregorio tardaron en tomar cuerpo de realidad varios siglos, porque no es hasta el siglo XIV cuando arraiga esta costumbre de la soltería para todos los clérigos, incluso los minoristas.

Gregorio VII pagó caro su osadía al propugnar una reforma de las costumbres, pero, sobre todo, en su enfrentamiento contra el poder temporal. Fue depuesto por el candidato del emperador, Clemente III, y murió desterrado en Salerno en 1085. Triste final para el monje Hildebrando quien toda su vida luchó por unas cuantas ideas absolutas, pocas, pero exactas: a), que le poder de los papas viene directamente de Dios; b), que todos los príncipes de la tierra han de besarle el pie en señal de pleitesía; c), que el papa no se equivoca jamás, hable ex cátedra o en charla confidencial, porque en su triple corona recae el viento trinitario y almo; d) que asume la facultad de hacer la guerra por delegación a los reyes bajo la órbita de su mandato. Esta es la Teoría de las Dos Espadas sobre la cual hace una exégesis brillante años más tarde San Bernardo. Algunos creen que de ese modo vino Dios a confundir su altanería. Imprimió un estilo y un carácter aquel oscuro monje toscano de cuyas rentas viven, engordan, y creen, todavía a pie juntillas, muchos purpurados de hoy. 

Esta insigne figura del pontificado va a convertirse en el gran campeón de la Iglesia romana como jerarquía y poder, independiente de los príncipes cristianos. Lo que quería Hildebrando, al hacer pasar por las horcas caudinas de su predominio y acaso de su insolencia al titular del Trono  Sacro Germánico,  era el establecimiento de la utopía agustiniana: un solo cetro y una sola corona de dominio universal. La tiara por encima de  la corona  y el trono. Un gobierno mundial encarnado en la persona del papa elegido por el Espíritu Santo. La idea está bien y muchos han sucumbido a esa tentación de la prepotencia, pero no es desde luego un precepto evangélico. El reino de Cristo pertenece al mundo de las almas, no de los cuerpos. Es interior, esotérico.  Se arrogan atribuciones, se interpolan conceptos. Espíritu y carne batallan sin cesar.

 Es el santo y seña de la mano del hombre que deja por doquier estampada la marca de su naturaleza viciada. Dicho esto, hay que decir que Gregorio VII ha sido uno de los papas mayores de todos los tiempos. Después de mí el diluvio. Quien venga atrás que arree.  Al morir en 1085, la debacle. La cristiandad intenta la fuga hacia delante lanzándose a las Cruzadas. Legatario y heredero  de Gregorio VII, que hubo de gobernar el timón de la nave de Pedro en medio de la borrasca de las Investiduras,  es Urbano II. Él fue el que mandó predicarla, pero en su pontificado se produce la reforma de los benedictinos por el Cister y la orden que más santos y más gloria ha dado a la Iglesia, la de los cartujos, aunque muchos de ellos no se hallen registrados en el santoral. Después de las tinieblas de la enorme noche, los rayos fecundos y providentes de la aurora.

 La presencia de los hijos de San Bruno en la historia, que aun siguen con las costumbres y hábitos del siglo XI, en sus celdas calladas es un testimonio de que la Iglesia, a pesar de los papas, es patrimonio de la herencia eterna de la Verdad de Cristo. El Cister y la Cartuja aparecieron en 1099, el año en que las mesnadas de Godofredo de Bouillon llegaban a las puertas de Jerusalén. Una de cal y otra de arena.

Si alguna virtud tuvieron las ahora tan denostadas Cruzadas fue que, merced a ellas, todo el mundo cristiano se pone en movimiento. Fueron una huida adelante para salir del marasmo. La cruz cruza el rubicón y se hace amiga de la espada. Nada volvería a ser igual que antes. Se cierra el ambiente de postración en que había vivido la Iglesia para cobrar un papel señero. Quedan atrás las tinieblas del Siglo de Hierro en el bajo imperio carolingio. La gracia presupone a la naturaleza y Dios nunca se atreve a tocar los moldes del lenguaje de un tiempo. Este determinismo le hace escribir del derecho con renglones del revés, aparentemente, todo se torció. Todo fue un fracaso porque el fanatismo, aunque sea en nombre de la verdad, suele envenenar los ánimos. Proliferaron los excesos y rapiñas, desafueros y  genocidios. Los burgos de Europa quedaron semi vacíos cuando un emisario de Urbano II iba de puerta en puerta predicando el “Dios lo quiere”. Hablaba de una tierra prometida, santificada por la presencia del Salvador, donde las fuentes manaban leche y miel y de un reino donde no habría esclavitud.

Ellos suspiraban por la libertad pues el siervo de la gleba estaba fundido con la tierra, tanto como los muros del recinto del castillo, las plantas y los árboles. Formaba parte de los bienes raíces de los señores de horca y cuchillo. Mil años de fe no habían sido suficientes para conseguir la emancipación de la servidumbre. Ahora bastaba con reconquistar Jerusalén, apoderarse las reliquias de Cristo y de los Apóstoles. Era por el otoño de 1095. Una bula del concilio de Clermont Ferrant garantizaba la vida eterna a todos aquellos que murieran peleando por la cruz en los Santos Lugares. Se pone en camino una turba de desarrapados. La mayor parte de los expedicionarios sucumbe a los peligros, enfermedades, hambres o a la intemperie de la ruta. Mujeres y niños fueron hechos prisioneros por los soldados turcos yendo a parar a los burdeles e himeneos de Estambul o de Damasco. Los propios griegos, a los que supuestamente marchaban a liberar, se muestran horrorizados por aquella hueste de Godofredo de Bouillon y de Balbino que se entregaban a la rapiña y a toda suerte de desmanes. A pesar de todo, Dios se sirvió de tales mimbres, tan precarios, para manifestar su voluntad de encarecimiento y de progreso. Del lodo y la miseria de las Cruzadas surgieron las catedrales y la polifonía del Pórtico de la Gloria, donde la materia se diviniza por el soplo del Espíritu. En ninguna otra época estuvo el hombre tan cercano al lenguaje de la redención como en el siglo XII. Asistimos a la hora máxima de la genialidad europea.

El cristianismo no es una religión enteramente judía, ni pagana. Es una simbiosis del antes y del después que se transforma en mariposa - efecto “Schmetterling” - y agita sus alas hacia el futuro. Al humanarse la segunda persona de la Trinidad acepta al hombre, tal y conforme es, moldeado en el barro, toma su debilidad y trata de convertirla en fortaleza. Esto nunca podrán comprenderlo los fariseos, los que se consideran puros, los sepulcros blanqueados. Dios bajó para estar un poco más cerca del dolor del hombre. En cierta manera, acepta el patrimonio recibido como consecuencia del pecado.

La guerra, las invasiones sólo traen eso: pecorea, agravios, enconos y suspicacias que duran no ya generaciones sino siglos. Por fin, los ejércitos papales avistaron los muros de la Ciudad Santa el 15 de julio de 1099. Se cumple un milenio de todo aquello. Seguimos bajo el signo de Aries. ¿No será el Agnus Dei que pintaron en los arcosolios de las catacumbas los primeros cristianos el Carnero que rige a las doce virtudes? El Cordero de Dios campeó sobre las oriflamas y pendones bélicos de la entrada de Godofredo en la Ciudad de la Paz. ¡Qué ironía! No fue sino la plaza de todos los conflictos. Pero aquellos rudos aventureros iban en busca del Santo Grial. Querían obtener un testimonio físico de la presencia de aquél por el que combatían y peregrinaban en el mundo. Resulta imposible entender el cristianismo sin esa avidez de reliquias. Tenían que ver para creer. Meter el dedo en la llaga, como Tomás. Es la humana fragilidad.

 

 

Dice San Máximo, obispo de Turín, en una de sus numerosas homilías que han pasado a todos los breviarios:

“Todos los mártires deben ser honrados, pero en  especial hay que venerar a aquellos que nos dejaron sus reliquias corporales como testimonio de su holocausto. Las reliquias nos asisten y dan fuerza en la oración. Son fuente de salud corporal y de milagros para superar enfermedades y nos sirven de viático en el momento en que iniciamos el camino del más allá”

Este texto del 451 sirve de punto de partida, al hacerse eco de una tesis muy divulgada desde el siglo II de que los despojos de los santos tienen propiedades curativas. Es el culto a las reliquias, como veremos adelante, con sus pros y sus contras, uno de los grandes caballos de batalla de la religiosidad católica. Después de todo, aquellos pobres desarrapados que se embarcaron en las tres primeras cruzadas iban a Jerusalén en busca de los huesos santos no sabían adonde iban, sólo querían huir, liberarse. Estas tibias y canillas, molares y calaveras de los que sucumbieron al tajo del tirano pero ganaron la victoria de la vida eterna, así como otras reminiscencias  del paso por el mundo de estos varones y hembras que siguieron al Cordero hasta la muerte, constituyen la panacea, pues, de las peregrinaciones.

El Libro de los Salmos viene a ser el texto en que se basan: “Y el Señor guardará todos los huesos de los justos después de la tribulación (Ps. 33.20-21).

A su vez el Eclesiastés recapitula a favor de los que mueren en Él”: Estos son los varones de misericordia, cuyas obras de piedad no han caído en el olvido. En su descendencia permanecerán sus bienes. Sus nietos serán una sucesión santa y su posteridad se mantendrá constantemente en la alianza. Sepultados en paz sus cuerpos, vivirá, sin embargo, su nombre por los siglos de los siglos. Celebren los pueblos la sabiduría de los varones de misericordia y repítanse sus alabanzas en las asambleas sagradas”(Libro de la Sabiduría 44, 10-15)

Quienes salieron vivos y regresaron a sus casas, llegaron de Judea cargados de reliquias. Unos y otros arramplaron con lo que encontraron a mano. Creerán en el Santo Grial y la virtud curativa emanada de los objetos que salvan. Se exhibieron como trofeos en las vitrinas de todas las catedrales de Occidente que entonces empiezan a erigirse, precisamente como aras de guarda de aquellos tesoros de origen dudoso, y algunos hasta del  peor gusto, Alfonso I de Portugal entra en Coimbra de vuelta de Tierra Santa nada menos que con la punta de la lanza con que abrió Longinos el costado del Señor, una zapatilla de la virgen María, la toca que puso sobre las sienes  Magdalena, la hermosa pecadora que ungió con sus cabellos los pies sagrados de Jesús. Ya veremos capítulos abajo en que para todo este negocio de los tahalíes cristianos.  Los huesos venerandos colmaron las tecas y los joyeles de las iglesias y los palacios. Se exhibían como talismán y salvoconducto de la buenaventura. ¡Inaudito! ¡Los gansos quieren transformarse en cisnes! Pero, nunca los recriminéis: el fetichismo lo llevamos los humanos en la masa de nuestra sangre.

Esto es la bella teoría. La praxis, tratándose de la condición humana, va por otros rumbos. Hubo abusos pero se salva la Fe común de los que ansían el reinado del bien sobre la tierra. Gracias a las tan besuqueados y traídos y llevados vestigios, las naciones europeas salen de su letargo y se ponen en marcha en busca de algo. Todo tenía un sentido trascendente e iniciativo. No conviene descalificar tan importante fenómeno tachándolo de mera aberración por los fetiches, los sortilegios, los presagios. Puesto que el ser humano es por naturaleza supersticioso, la Iglesia trata de morigerar la condición innata encauzándola hacia lo Alto.

El mundo conocido abandona la gleba y se aburguesa. Cobran incremento los intercambios y el comercio, merced a las peregrinaciones que pusieron en las mentes un incentivo promotor desde el afán  de nuevos descubrimientos y sensaciones. Se elevan puentes, se construyen caminos.

Unos van a Cantorbery. Otros, a Reims a visitar la tumba de San Remigio y otros a Colonia, donde estaba el sepulcro de los Reyes Magos. Otros, a visitar la Santa Sepultura. Cuando la ruta de Tierra Santa quedó interceptada por Aladino, viran a Occidente y Santiago de Galicia se beneficia de este cambio de tendencia, ocupando Finisterre el lugar de la Ciudad de la Paz. Compostela representa el final de esa hégira de purificación emblemática y contradictoria, porque Dios elige al que elige, en la que se centra y consiste el paso del alma cristiana por la Tierra. No es la Jerusalén física la que buscan sino la del alma, ubicada en las alturas celestes.  Lo importante no es la meta final sino el propio sendero de una ruta empedrada de símbolos y de creencias.  Los ensalmos resultan a veces indispensables. Otra vez entran en juego aquí las dualidades de esoterismo del mundo mágico e imperceptible y lo exotérico del ámbito vulgar y común, controlado por las pulsiones exteriores. Son dos líneas de fuerza, la de las apariciones y los aparecimientos o apariencias que nunca se encontrarán. Porque metafísicamente se repugnan.

 En este mundo perecedero y ruin todo se encuentra mixturado y envuelto. La fealdad lleva de la mano a la belleza, y el oro y la plata subyacen en la misma mena que el barro.

Fue precisamente el vehemente y apasionado Bernardo el fundador de la Orden contemplativa más importante de la Edad Media el que se esfuerza por armonizar la contradicción inherente. Al ritmo de las estrofas de la plegaria mariana por él compuesta, el “Acordaos”, predica la Segunda Cruzada. Otro fracaso estrepitoso. Los turcos se apoderan de Edesa en 1.l44 y de San Juan de Acre, las turbas indisciplinadas y descompuestas de Balduino de Gante se dan al pillaje y perpetran  sacrilegios; arrasan el templo más antiguo de la cristiandad, Santa Sofía, dedicado a la Virgen María. Se trata del primer encontronazo de la teología marial entre latinos y bizantinos. Para aquellos la Virgen era una mujer de carne y hueso, al socaire de las creencias paganas sobre ritos de la fecundidad, de los que va ser difícil desembarazarse, como se comprueba en las diferentes iconografías. Para éstos es una versión más estilizada, descarnada de cualquier suponer físico, con arreglo a la lección esotérica del Eclesiastés, cuyo texto describe de esta forma a María:

“Yo broté, como la vid, pimpollos de suave olor, y mis flores dan fruto de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del puro amor, y de la sabiduría y de la ciencia de la esperanza. En mí está toda la gracia del camino y de la verdad: en mí toda la esperanza de la vida y la virtud. Venid a mí cuantos me deseáis, saciaos de mis frutos, porque mi espíritu es más suave que la miel y más dulce que el panal es mi herencia. Se hará memoria de mí en la serie de los siglos. Los que de mí comen tienen más hambre todavía, y tienen sed los que de mí beben. El que me escucha nunca será confundido  y los que se guían por mí no pecarán. Los que me esclarecen obtendrán la vida eterna”

Se trata de uno de los himnos más sublimes que han salido de la iluminación profética de Israel sobre el conocimiento. Es la búsqueda de la ciencia, la Sofía, el símbolo de los que buscan a Dios a través del raciocinio, el estudio piadoso y la contemplación, utilizando los dotes más nobles de la naturaleza humana. En Oriente la Theotokos se identificó con esta sed del conocimiento de Dios que nunca se sacia. Su vientre parió al Redentor y es la fuente que alumbra la salvación. La Mujer aplastará la cabeza del dragón. No cabe mensaje más iluminado de profecía. La Virgen es el primer peldaño de la escala del cielo que jalona el comienzo de la vida futura.

Bernardo acuña el estereotipo de la disciplina, la castidad, la abnegación. Se rebela contra la relajación existente en los cuatros mil monasterios benedictinos abiertos por todo el Oeste cristiano desde Polonia a País de Gales y desde Northumbria hasta Silos. Desautoriza a Cluny por su apego a las riquezas, su connivencia con el sistema establecido,  su transigencia con la esclavitud que era permitida en los sagrados recintos monacales. Es un estallido de fervor idealista y de violencia contra los enemigos de la religión. El ambicioso apóstol de Claraval anhelaba el triunfo, no el martirio. Sanciona la guerra santa y dice que es justo matar en nombre de la Trinidad, una idea nueva que no estaba en los textos patrísticos al uso, pero que se explica en el clima de incertidumbre en que se vivió durante muchos siglos. Si los mártires se alzaron contra los dioses falsos de Roma ¿ por qué a los francos no les iba a estar permitido amotinarse contra la tiranía muslímica?

 Los secuaces del Islam llevaban muchos siglos cortando cabezas. Venga, pues, norabuena  la guerra santa. ¡ Guerra. Guerra al Anticristo! Al fin y al cabo los que tanto critican a los cristianos su incongruencia con las prédicas de la paz y el amor,  ahora y siempre se entregan ellos mismos a excesos sanguinarios. Parece ser que la agresividad forma parte inherente la condición humana. Se exige a los yugoslavos, por ejemplo, que pongan su cerviz ante la toza del verdugo inglés o norteamericano, pero, si se defienden, ya son malos, enemigos de la raza humana, fementidos y crueles “chestniks”. El gobierno hebreo de Jerusalén anda metido en otra cruzada para expulsar a los palestinos de Cisjordania y la mayor parte de los judíos del planeta aplauden esta conducta mientras se acuerdan todos de la madre de San Bernardo y los caballeros de la Tabla Redonda, porque en Palestina cometieron algunos excesos. Esto es un acto de hipocresía. Vivimos en un mundo de falacias, silogismos cornutos y entimemas. La ley del embudo, el doble rasero, se imponen o nos la imponen, de grado, o a la fuerza.

Va a ser en España donde los bernardos, propulsores de las Órdenes castrenses de Calatrava, Santiago y Alcántara, van a establecer un glacis defensivo, una especie de cordón sanitario de la cristiandad con el objeto de impedir el paso de las sangrientas hordas árabes en las razias  de primavera desde la cuenca del Duero a la del Tajo.

 El Cister, aunque San Bernardo lo recondujo y lo adaptó a la mentalidad continental, había sido fundado por un inglés, San Roberto de Citaeux, en el valle del Loira el 1098.  Lo insular y el áureo aislamiento  viene a ser una de las prerrogativas de los ingleses, que, en cierto modo, acata el Cister, porque, al fin y al cabo, los británicos siempre han querido ir a su bola y a su aire, haciendo las cosas como les plugo o Dios les da a entender, tanto en política como en religión.  San Bernardo en más de una ocasión se atreve a leer la cartilla al papa. Quiso crear un movimiento de renovación, un primer intento de reforma de las costumbres depravadas de las eminencias directivas por las corruptelas y las intrigas y el clima de encarnizada batalla a causa de las Investiduras.  Responde al carácter británico marcado por una tolerancia en combinación con la solidez de la razón practica.  La sencillez, acrisolada en las buenas maneras del respeto y la etiqueta, se refuerza con el pragmatismo. En las Islas siempre ha quedado un regusto por lo romano, puesto que son aficionados  los ingleses de la arquitectura de Roma, de su pasión por el Derecho. Esta adherencia a las costumbres romanas va a ser el nema del cister. Había aflorado en el valle de Clairvaux, cerca de York,  pero es San Bernardo el que lo impulsa.

 

Tres son las características más señaladas de esta orden activa y contemplativa a la vez en su ascendencia primigenia hasta que fue reformada con la instalación de la Trapa:

1. - Rigor litúrgico. Los monasterios cistercienses se distinguen por tener en sus iglesias  un rosetón a Poniente. Es una piedad circular y heliocéntrica.  Rezan mirando al Sol y componen esas plegarias maravillosas que orquestan la vida cotidiana de un monje que empieza al alba con el canto de “Iam lucis ortus sidere” y termina con el “Te lucis ante terminum”. El marchamo del día se corresponde con el de las horas canónicas. Son reminiscencias del culto de la Redolada céltica. El círculo proyecta sus brazos iluminados sobre el universo dando vida y alma a los mortales. Mueve todo cuanto gira en su órbita, y él queda fijo. Siempre la búsqueda del centro eucarístico en armonía con el girar de las estaciones, las alternancias y evoluciones de la aguja del reloj. El monje cisterciense, desde el supuesto de que clepsidra y observancia son compatibles, se siente locatario de un suelo lleno de miserias, pero está llamado a ser colono del cielo. Ordena su existencia mirando al orto y al ocaso. Ama la redola. Se siente seguro en el círculo de Cristo, recordando un poco a la heliolatría de sus antepasados. Porque el atavismo recuerda la comunión celta con los rayos solares. Aquí no es Apolo el que envía su energía, el Sol es Cristo.

2. - Vida en común las veinticuatros horas del día. Los cistercienses duermen en crujías generales, cada lecho separado con una camarilla encortinada. No tienen nada propio. No valen nada como individuos pero sí como grupo. Renuncian a la libertad y viven en un régimen de severo trabajo y como los benedictinos practican el “ora et labora” y difunden por toda Europa el amor al trabajo. Su especialidad, la agricultura. Se levantan a maitines a las dos de la madrugada y cantan en coro laudes, prima y tercia. Se vuelven a recoger para volver a la Iglesia a las seis de la mañana. A las siete de la mañana, ya estaban en el campo o en el taller. Es un sistema de disciplina más rígido incluso que el de los cartujos, porque habían de pasar en comunidad quienes abrazaban su regla las veinticuatro horas y llevar una existencia bajo la regencia de la campana, conduciéndose como autómatas y a golpe de badajos, con el oído atento al sonido del bronce  que llama y convoca. ¡Y ya son unas pocas veces a lo largo del día en la Trapa! Sobre eso, en un principio, regía el gran silencio. Los monjes no podían quebrantarlo y tenían que comunicarse por señas. Cada cenobio tenía su propio lenguaje mímico para ejecutar las órdenes del superior. La guarda de la lengua era una de las primeras cosas que aprendía el neófito en su proceso de aclimatación al gran silencio. No era lícito hablar de asuntos personales. San Efrén había dicho: “Una palabra es plata. El silencio es oro puro”. Hablar poco - lo imprescindible- parece ser uno de los secretos de la felicidad íntima y de la vida larga. Está demostrado que la charlatanería es uno de los picaportes del mal por los que se cuela el viento del diablo. Pero es duro abrazarse a este sigilo, porque el ser humano es, por naturaleza, comunicativo; esta dureza topó con algunas dificultades y los monjes, al bajar la guardia, se relajaron. Como el espíritu y la letra de las constituciones bernardas no pudo ser guardado a rajatabla, luego se vendría la reforma trapense, ateniéndose a los mandatos de su fundador.

3. - Son austeros y se rebelan contra el boato de los benitos. En los monasterios cistercienses el profeso no goza de tanta libertad y están más amarrado y vigilado. Claraval y el Valle de Citeaux suponen una adaptación de la Regla de Montecasino,  promulgada por San Benito seis siglos antes.

La autoridad recaía totalmente en el abad, nunca dependían del obispo ordinario y muchas veces se observa un talante independiente incluso de Roma. Fue la suya una labor constructiva y civilizadora aunque en muchos casos tuvieran que entrar a saco con un mundo viejo y en decadencia.  En todos los monasterios se observa, como en el de Sacramenia, la existencia de un cordón defensivo, o glacis de bastiones o atalayas sitos en los cerros empinados, para la vigilancia de los valles. El bastión central se encuentra rodeado de un perímetro de cenobios adyacentes, como una “anillo de oro”.

 En estas avanzadillas hacían guardia día y noche frailes entrenados en el empleo de las armas. El de Cardaba llegó a contar con otros cinco establecimientos subsidiarios, el de la Torre de San Gregorio de Fuentesoto, otro cenobio llamado de Santa Cruz camino de la Villa de Fuentidueña, el bastión de San Miguel en el cerro de Sacramenia y otros dos en Cuevas de Provanco y en Valtiendas. Respondiendo al clisé de mitad monjes mitad soldados los bernardos no sólo sabían Teología sino que eran expertos en Poliorcética.

 Cuando llegan los primeros frailes franceses a este valle, la vida poco a poco empezó a cambiar. Se trataba de la  repoblación de una tierra de nadie, que estaba arrasada a causa de muchos siglos de guerra. Claraval manda a su gente a defender la cruz de Cristo en la frontera. Esta es la tierra de Fernán González, los páramos que cruzaba el Cid camino de Valencia. Según referencias locales al Campeador le gustaban los asados y el cordero de Sacramenia, la bien guardada por recios adarves sagrados, como su propio nombre indica, y que desde el año 943 se había adherido al abadengo de San Pedro de Cardeña, donde el buen Cid se lamía las heridas de las ingratitudes y despechos regios, cuando Alfonso VI mandó arrasar su casa, al haber hecho un voto el conde castellano después de una batalla contra los moros, gracias al concurso del Arcángel San Miguel.

Ahí permanecen como testimonio memorial de aquel avatar los lienzos de los muros del primitivo templo al Príncipe de los Escuadrones Angélicos.

Hasta las piedras aquí transpiran un halo mágico y batallador. Es  la huella cisterciense que se alza señera, media legua, vega arriba, en la antigua iglesia de Fuentesoto. La torre y la ojiva del cementerio permanecen intactas. La nave derruida ha sido habilitada para cementerio. Pero el farallón empinado sobre la cárcava parece un centinela encaramado en la loma, de ojos escrutadores mirando desde sus cuencas vacías, que observa la yerma contornada  en el discurrir de los siglos. Un ángel de piedra se sienta en su cátedra como guardando los campos todo lo que abarca el horizonte. Estuvo consagrada a  la advocación de San Gregorio, pero no quedan actas. Puede que fuese una antiguo templo mozárabe puesto que su estructura cuadrada guarda un cierto parangón con San Juan de Lillo, Santa Cristina de Lena o San Julián de los Prados, de Oviedo. Allí no llegaron las lanzas de Almánzor, aquí dejaron las huellas. Pero, en medio de su desolación, estos farallones se tienen todavía erguidos. En la unción del silencio que las circunda, las piedras todavía parecen lanzar un grito de desafío a la historia y lanzan la contraseña de la ordenación de diáconos, al toque de llamada del obispo:

- Adsum. ¡ Presente!  Aquí estamos, para lo que haga falta.

 En uno y otro monumento el detergente del tiempo ha sido incapaz de borrar algunas inscripciones al pastel de color negro o mazarrón estampadas sobre las paredes en letra gótica. En la de san Miguel sólo aparece una cruz griega sobre el montante de la arquivolta. Fuentesoto junto con Pecharromán y Santa Cruz, hoy desaparecido, eran arrabales de Sacramenia. Desde estas atalayas místico estratégicas se otea la descubierta del páramo circundante de arenas coloradas y piedras calizas en un radio que abarca hasta los tesos de Tejares y el sorprendente mamelón que tiene la forma de hocico de jabalí sobre el mogote en que se asienta Torreadrada, la vieja Aderata romana, cabeza de los castros donde posaron las legiones de Augusto.

 Por el sur, la vega, adentrándose de sobre derroteros más suaves, confluye en Peñafiel a través de Aldeasonia, que haciendo  honor a su nombre, tiene algo de oasis en medio de la desolación de rastrojeras y añojales, y es un lugar de ensueño. Más allá del derrotero se alzan  las colaciones de Rábano, Calabazas y El Vivar. El paisaje y la toponimia no pueden ser más cidianos. Estamos en el riñón de las Castillas.

 

El Cister rompe los esquemas de la actitud sumisa hacia el Islam, consuetudinaria entre los griegos y los mozárabes, los cuales aceptaban con facilidad el yugo y hasta besaban el látigo del cadí, acertando a convivir, mal que bien con los invasores, y a cambio de no poca sangre, múltiples profanaciones de aras sagradas, como ocurrió con frecuencia en la Córdoba califal. Presumiblemente el nombre de Cardaba dado a la fundación tenga que ver con el de la capital andaluza, porque se cree que esta zona de la raya del Duero fue refugio de los hispano visigóticos en fuga de la persecución mahometana que arreció de los siglos VIII al X,  como prueba la cantidad de eremitorios y refugios cenobitas existentes en toda la región y la influencia mudéjar, que se observa en la arquitectura y decoración vegetal de los cimacios y capiteles de este arte primitivo en la provincia meridional castellana. Puertas y ventanas capialzadas del románico segoviano, exenta de cualquier insinuación a la iconolatría, que veda el Corán,  evocan la mano del alarife versado en las enseñanzas del Profeta.

 El santo de mi pueblo, Beato Juan de Paniagua, que se santificó ayunando y viviendo apartado en las espeluncas del término que los sotohontaneros llamamos Peña Colgada provenía de Al Andalusí, al igual que San Frutos, Santa Casilda y tantos y tantos otros. Cardaba es, por tanto, un remedo de la  Córdoba de Marcial y remite resonancias al peregrino o al curioso espectador del “cordubensis conventus” de Plinio, que los mozárabes trasladaron al norte, en la denominada zona del “convento asturicense”. Páginas adelante, comprobaremos la estrecha relación que tuvieron en un pasado las sedes episcopales de Córdoba con la de Oviedo; de Toledo, con León; de Ávila con Astorga, focos que fueron del movimiento gnóstico priscilianista.  En el idioma alauita se llama de esa manera: Kar-da-bah, pero no era un topónimo arábigo.

 Allí, en aquella ciudad la más populosa de Occidente que en el siglo IX llegó a tener millón y medio de habitantes, al filo de la espada pereció San Sancho, y fue empalado, tormento indecible, San Isaac, diácono del monasterio de Tabara, del que San Eulogio cuenta que habló en el vientre de la madre, lo que suele ser un síntoma de profecía y descabezados; perecieron descuartizados San Walamboso, San Sabiniano, San Witremundo y San Abencio, todos ellos monjes mozárabes. Al cupo se agregó Santa Columba cuyo cadáver incorrupto, después de haber sido aquella monja del mismo adoratorio violada y despedazada por sus verdugos, apareció a los tres días colocado en una barca que los Ángeles guardaban rumbo a Sevilla.

 Las aguas del Guadalquivir se mancharon con esta sangre o con la ceniza de los cadáveres incinerados y aventados.  El monasterio  Tabense  se hizo famoso por el abundante número de mártires que dio a la Iglesia en aquella aciaga coyuntura. Se guardan actas que recuerdan la fecha del primero de junio de 851 como excepcionalmente trágica.

Igual suerte que sus compañeros dos años más tarde siguió la abadesa de San Salvador de  Peñamelaria -los monasterios mozárabes eran mixtos y admitían en su seno hombres y mujeres casadas- Santa Fandila, que estaba velada con otro monje de aquel lugar, Peña de Miel, por nombre Pedro, y otros cincuenta valientes más que fueron pasados a cuchillos por un eunuco del harén de Abderramán apodado “ Alzaraquí”(el Tuerto).

Esclarecido también con el don del martirio fue el santo niño San Pelayo cuyas reliquias se veneran todavía en la catedral de Oviedo. Su biografía fue historiada por una religiosa del ciclo gaélico, Santa Roswita, que vivió en Whitby en el lejano corazón del Yorhshire británico. Resulta portentoso descubrir cómo cundió la noticia por todo el septentrión cristiano del heroísmo de aquellos hispanos valientes del sur profundo que prefirieron morir antes que trocar la cruz por enseña del falce lunar, renunciando a ser pupilos de Mahoma. Este dato que el monaquismo estaba muy consolidado ya en occidente antes de la llegada de San Benito.

Nació Pelayo o Payo en Tuy donde pontificaba como arzobispo un hermano de su padre por nombre Hermigio. En una incursión sarracena de primavera ambos fueron tomados cautivos y llevados con otros muchos de aquel país a tierra de infieles, después de una batalla que tuvo lugar en Nájera. En el cautiverio cordobés todos los ojos se fijaron en él. El propio Abderramán III quedó prendado de la singular hermosura del rapaz. Los relatores del acta martirial, tanto Roswita como el presbítero Frugel, prefecto del monasterio de Cateclara, quien también escribe su panegírico, son de la persuasión de que Payo o Pelayo fue asesinado por negarse a acceder a los apetitos infames de sus verdugos, que habían quedado defraudados en sus expectativas. La belleza del prisionero había salvado la vida de su tío Hermigio, que pudo regresar a su diócesis dejando a su sobrino en prendas. Parece ser que el obispo no fue tan firme en la fe como su joven paje, y “sobrino”. Sencillamente, claudicó. El sacerdote no dio testimonio. Lo tuvo que dar el monaguillo. Este acto de sustitución nos llevaría a muy densas conclusiones sobre la esencia del cristianismo, que pertenece a los débiles. Cuando los rabadanes abandonan al aprisco, es un zagal el que, mediante el lavacro de purificación del martirio, auténtico bautismo de sangre, rescata a las ovejas de las garras del lobo, no importa la extracción social y hasta la condición sexual, porque bien puede ser que el niño Pelayo fuese un eunuco en la corte prelaticia de Tuy antes de ser llevado como rehén a Córdoba, del que saca la cara por Cristo. La sangre restriega toda mancha de culpa.

Pelayo fue descuartizado un día de junio de 925 por orden del califa, que no era otro que el tan ponderado Abderramán III, hijo de una cristiana, el constructor de la mezquita de Córdoba y que hizo de aquella urbe un emporio de molicie y de lujo. Tenía un palacio con catorce mil esclavos. La sodomía era una de sus debilidades y el amor efébico era corriente en este ambiente de sensualidad. Mahoma no la condena en el Corán y por esto los moros nunca la desdeñan. Este niño galaico tuvo el arrojo de negarse a ser juguete carnal del encumbrado mandamás omeya. Por eso lo mandó descuartizar. Cabe suponer que Pelayo, tras permanecer encerrado varios veces en el serrallo, fuera objeto de repetidas violaciones sodomitas a viva fuerza.

Pero la fiera profesión de castidad de este infante de Tuy va a convertirse en bandera de la Reconquista. Desde entonces el abismo entre moros y cristianos, por mor de la práctica del vicio nefando es un abismo poco menos que insalvable. El peor baldón que puede caer sobre un individuo entre nosotros es el de llamarle maricón. Eso es así. Inamovible, inapelable, y, por lo mismo infumable, por mucha carne en el asador que echen los  charlatanes sobre la tres culturas, la tolerancia del otro, la solidaridad, etc. El Evangelio predica la tolerancia y el perdón del pecador pero condena su pecado. Es bueno estar todos juntos pero no revueltos como propugnan los abanderados del Nuevo Orden. Que sigan las insulsas maripavas alcahuetas del fornicio con sus cantilenas y monsergas fláccidas, empecatados en la exhortación al escándalo, haciendo el caldo gordo a mentes farisaicas y estrechas, cargando el éter de chocarrerías sin médula ni substancia, desviándose de todo aquello que de verdad importa, y cargando la maquina sobre las chorradas. Son de esa manera, porque son la voz de su amo, y así honran el contrato del Gran Cofrade que les paga. A mí eso de la ley de Mahoma que dice que donde las dan las toman no me peta. La inversión de la naturaleza no puede entrar en el capítulo de “mis” derechos humanos. No puedo cohonestar ni transigir con la abominación.

Los restos del santo niño mártir fueron llevados por Ordoño “El Craso” de León, tristemente famosos en los anales por haber sido el responsable del tributo de las Cien Doncellas - los asturleoneses, feudatarios del moro, habían de pagar a éste diezmos y primicias; tenían que ofrecer todos los años a los musulmanes una ofrenda de cien muchachas casaderas - y que acudía a Córdoba todos los años para su visita liminar, y de paso, ir a los médicos que trataban su gordura. Allí se lo pidió a Abderramán. El monarca abasí transigió. Fueron trasladados con gran solemnidad a la capital del reino del norte.

 Con motivo de la caída de León arrasada por Almánzor el año 1000 las reliquias del mártir se vieron otra vez en danza, y, sacadas a toda prisa de la cripta isidoriana por manos fieles, cruzando Pajares - un hueso quedó en Arbás del Puerto- se hizo depósito de ellas en la Cámara Santa. Durante muchos siglos la misa de San Pelayo en rito mozárabe tuvo motu propio, con la particularidad  de que en el canon se pronunciaban plegarias en lengua arábiga, rogando por la conversión y el perdón de aquellos que ocasionaron el suplicio del santo. Entonces cada diócesis, por facultad de su obispo, tenía capacidad para organizar su propio culto y llevar un registro de sus mártires y de sus santos, y mantenían una independencia y autonomía con respecto al Vaticano que hizo posible que la luminaria de la fe no fuera apagada en medio de los grandes vendavales y que hoy se echa mucho de menos en estos días que corren cuando tanto se habla de democracia, y la autocracia y el despotismo cunden en todos los planos, tanto el político, el social, o el religioso.

 Roma se ha hecho más piramidal y monolítica que nunca.

Digresiones a un lado, ello fue que los cordobeses celebran su tránsito el 21 de junio y los asturianos cinco días más tarde. Es un misterio este baile de fechas, pero demuestra que la conmemoración del tránsito glorioso estuvo muy extendida por toda España.

En recapitulación de lo dicho cabe temer - la historia habla como un libro abierto- que el Islam no es una religión tolerante, ni tampoco lo es el Judaísmo en su afán de desquite. Alá y Iahvé dos deidades vindicativas y sanguinarias poco se acercan al rostro amable y manso de Nuestro Señor Jesucristo. El uno porque es responsable de casi todas las guerras que ha habido en suelo español y el otro por haber sido el dueño de los cuartos con que las guerras se llevan a efecto. En una mano, la cimitarra, y, en otra, la bolsa. A moros y a judíos siempre les encantó hacer la guerra. El uno, como jarca y el otro, como asentista o proveedor de las mesnadas. Unos pusieron la espada y otros el cofre. Asimismo, como azuzadores de las rehalas satánicas no hay quien ponga a los israelitas un pie delante. Son el pueblo que ama la sangre. Su oficio en la historia parece ser el de caminar errantes sembrando allá por donde la semilla del rencor y la cizaña.

 Y he aquí que de nuevo el odio nos envuelve. Es un odio demoníaco que escupe sobre la cruz. Pero la Media Luna ni el Menorah se distinguen precisamente por su condescendencia ni con su escrupulosa guarda de las nuevas tablas sinaíticas que han bajado del monte los norteamericanos. Clinton es judío. También lo es Magdalena Albright y el general Clark, y el propio Javier Solana, que si no es judío practicante, se ha mostrado siempre como un trilateral redomado.

El gobierno mundial abomina de las enseñanzas de Cristo y se está entendiendo con los islamitas para proceder a un segundo arrasamiento de Europa. Sobre Pristina, la Pristina de los latinos, en cuya lengua quería decir la Primera, y la antigua residencia de los zares serbios,  se abate un bosque de cimitarras amenazantes. Brillan los alfanjes y se escuchan las ráfagas de los Kalashnikovs. La historia del santo niño astur galaico se repite en la persona de Milsosevic acusado de criminal de guerra por no haber querido ceder al Turco la sagrada tierra de Kosovo y Metopia. La supositicia de los verdugos británicos imperialistas, siempre jugando al tresillo de sus intereses desempeña  una importante baza en todo este negocio. Es para echarse a temblar que un país que se dice cristiano, pero donde mandan los judíos desde Disraeli y Lord Templewood, se ensañe contra los serbios. Tenemos a la vista una verdadera guerra de religión, mientras el papa polaco ha enmudecido extrañamente ante los atropellos aliados. Quizá es porque no tiene la conciencia tranquila. A este calamitoso estado de cosas ha desembocado la manida Teología del Holocausto. Holocausto, desde luego. Pero ¿ a cuál de ellos se refiere Su Santidad?

Vemos el mismo latrocinio, la cara de odio. Los morancos vuelven a hacer de las suyas. De nuevo está a las puertas de Viena, de cuya llave son dueños los súbditos de Su Majestad Graciosa, mientras los alemanes tragan, la horda tártara, se ven por las pantallas a todas horas- debe de ser una consigna del Gran cofrade - las agujas de los minaretes sarracenos taladrando el cielo con su dardo amenazante.  Esto tiene todos los visos de cruzada al revés. Clinton, con sus pretorianos al lado, es el que lanza el grito de “Alá es el mayor. No hay otro dios que Alá”, y envía sus escuadras de portaviones contra un país diminuto pero lleno de dignidad como es Yugoslavia. Ochenta colosos formidables contra uno. Ya podrán. La pasada conflagración contra los serbios, tan sórdidamente comenzada y tan extrañamente concluida, puede que sea el principio del fin. El enemigo del género humano no ha cambiado de táctica. Se hace pasar por santo y, a veces por papa, al que todo el mundo está en la obligación de rendirse a sus plantas. Es un villano y un matasiete. Lo llaman el cálido, el piloso, el homicida; y, no en vano, a lo que se ve. Por algo será.

Un  furor antiguo pega aldabonazos. Aquellos que les quede un poco de dignidad y de decoro y cierto sentido de dignidad  no tendrán otro remedio que menear la cabeza con tristeza. De nuevo los Opas y Ulfilas de  turno están abriendo los postigos del recinto a los piratas berberiscos, echan abajo los quiciales para que entre toda esa algazara. Son puestas en juego las muletillas de antaño y se escuchan todos los tópicos y las tonterías que se dicen durante la chicad. No es lícito enrolarse en la cruzada.  Pero los amos del mundo han dado el visto bueno, conculcando el derecho de gentes, a la chicad contra Yugoslavia. El ambiente está muy cancerado y la herida del mundo, por causa de la gangrena que lleva en el alma el pueblo que mandó crucificar a Cristo, emana un tufo inaguantable.

 Hablan de limpieza étnica, como si los árabes no la hubieran practicado en Europa, a conciencia y sin contemplaciones durante muchos siglos, como prueban los ejemplos de los mártires de Córdoba arriba señalados.

El oriente cristiano está acostumbrado a hundir la cabeza bajo el ala y volver la otra mejilla cuando viene  el turco. San Isidoro exhorta a la mansedumbre y a la aceptación del otro. Tenía más razón que lo que era: un santo. Pero esa visión utópica de las cosas de tierra poniendolas en la misma ringlera que las celestiales no es una razón practica. San Agustín, que sabía más que Cardona, también es un abanderado de la tolerancia étnica y la libertad religiosa, pero al propio tiempo pregonaba la conquista de la utopía, un poder mundial o ciudad divina que sancionase la convivencia entre los humanos a partir de la doctrina del NT  Con lo que su influjo en la mentalidad medieval y en la forja del papado jerárquico fue enorme. La consecución de la utopía abarcaría a los hombres de todas las razas, latitudes, y épocas. Pero esta tolerancia, anexa al cristianismo interior, basado en   el Amor Divino no llegaría nunca a ser puesta en práctica por el cristianismo exterior, la burocracia, el papeleo inherente a toda estructura social. La casuística y la estadística vencen casi siempre por abrumadora mayoría. La maldad y el pecado ganan siempre varias cabezas de ventaja. Por otro lado, las otras dos grandes religiones monoteístas, no ya tan sólo se mofaron de la credulidad que presupone que el ser humano vive en un estado de inocencia, sino que combatieron al Amor y le hicieron la guerra. No puede decirse que moros y judíos hayan sido precisamente tolerantes con la religión verdadera, aunque apeen su argumentación sobre los supuestos excesos cometidos por uno cuantos cruzados o la avilantez de ciertos personajes que han subido las gradas del altar de San Pedro. La acción del Islam supuso la aniquilación y el exterminio de las florecientes comunidades cristianas del Norte de África y del sur de España. Caería  la cultura visigótica. Los supervivientes de aquel holocausto tuvieron que ir a buscar refugio a las fragosas sierras cántabras.

 

En 1099 Raimundo de Peñafort funda las Hermanos Hospitalarios de San Juan de Jerusalén para socorrer a los cristianos de la primera cruzada, víctimas de la degollina o de la desbandada. Se comprobó que para llevar a cabo su labor humanitaria se necesitaba no sólo la fe sino el poder de la espada. Este primer núcleo de hospitalarios es el germen de las Ordenes Militarizadas. La actitud sumisa de los católicos ante la avalancha árabe que había llegado más allá del Loira (incluso entraron en Roma), haciendo del romano pontífice pechero del sultán es a partir del siglo XII que cambia. Se trata de una mecanismo defensa con cifra de agresividad moderada.

Los historiadores al uso -un espíritu que nació a humos de la Revolución Francesa- en su ceguedad volteriana se ensañan contra la Iglesia y fundan su argumentación anticatólica en las tropelías y excesos cometidos por las turbas de descamisados que aparecen  tras las predicaciones de aquel Pierre L`Eremite, aquel santón francés con trazas de iluminado,  que, estando un día en oración ante la tumba de San Pedro, escucha una voz extraña que le habla de la necesidad de rescatar los Santos Lugares. Una autosugestión personal la convierte en oráculo.  Se entrevista con el papa Urbano II, quien le delega para que vaya por los caminos del mundo anunciando el contenido de su revelación a las pobres gentes poco duchas en Teología. La revelación era una rebelión en toda la regla, con que la Iglesia se disponía a salir del marasmo causado por las disensiones entre el papado y el imperio germánico. Esta vez la divinidad se sirvió de un loco para encarrilar los proyectos de salvación transformadora. Ocurre con harta frecuencia.

Cesar Cantú afirma que fue el movimiento más importante desde la natividad de Jesús, que cala a todas las capas sociales, pero esta opinión del historiador italiano no la comparte la mayor parte de los que escriben iluminados por el candil de la Ilustración. Su obcecación les torna miopes y parciales. Aplican el rasero crítico de los tiempos modernos al Medievo. Ahí subyace una petición de principio, porque no se puede utilizar términos unicolores. Las palabras evolucionan y cambian de sitio. El cristianismo no es el resultado de una teoría estanca sino que se mueve al compás del avance de la misma vida. Tampoco se puede decir que es una institución judaica. Nacida del AT incorpora, sin embargo, creencias ancestrales de los mitos paganos. Entre los visigodos esta presencia romana es ineludible. El Cister se propone resucitar esas vivencias del mundo romano en abierta confrontación con los Hijos de Sem y de Jafet, que subyugaron al cristianismo. Anteriormente, los mozárabes tratan de adaptarse a los dominadores islámicos. Por desgracia, esta conato de adaptación no daría fruto  y, en definitiva, aquellos que eran perseguido en Córdoba o en Toledo se refugian   en las montañas, buscando la custodia de los primeros condes castellanos y de los reyes astures.

Ello  fue que por estos pagos del desierto de la Pedriza desde la marca de Sepúlveda, la septem publica, porque tenía siete puertas en tiempo de los vacceos y los romanos, según rezan alguno textos del   nuncupativo fundacional, siguiendo las hoces del Duratón hasta Fuentidueña y más allá, se organiza la primera gran Tebaida española. Otro lugar sería el Valle del Silencio en el Bierzo.  Guardando la normativa  tradicional  cenobítica relacionada con el yermo del Nilo hombres y mujeres se visten de marlota, a imitación de Juan el Bautista, se  alimentan de hierbas y de cardos y organizan su vida conforme a los estrictos cánones de renuncia evangélica, rezan por el mundo, incluso por sus perseguidores y viven en comunión con la naturaleza, y además, luengos años. Porque como anunció Jesús, “ el que busca su vida la perderá y el que la pierde la ganará”. El primer monaquismo encuentra ascendencia en los patriarcas bíblicos. Es un deseo de abstraerse para conocer la voluntad de Dios a cada instante.

 Los patriarcas del AT gozaron de días dilatados. Adán se quedó a las puertas de ser milenario. Por unos meses no llegó a cumplir el milenio y Noé, el patriarca Abrahán y Noé alcanzaron los seiscientos años de vida. San Antonio Abad rindió su espíritu a los 120 y así otros muchos, porque los cartujos ninguno suele bajar de los 80. ¿ Cuál es el secreto de que estos preclaros hombres y mujeres de la austeridad, la simplicidad y la inocencia gocen del don más precioso y solicitado del ser humano en los albores del 2000? Todos hacían poco ejercicio, ayunaban harto y se cuidaban poco de sí mismos, a redropelo de lo que se estila hoy. Quién busca su vida la perderá... ¡Lo llevamos claro!

Las espeluncas monacales de este apartado sector de la provincia segoviana y las Médulas, esos mojones de sangre roja, en el corazón del Bierzo, que tantas similitudes guardan por su orografía escabrosa y apartada, serán andando el tiempo dos bastiones templarios.

Ninguna otra región española va a contar con un número tan vasto de iglesias y monasterios como estas dos parameras. Sin embargo, la segoviana se distinguirá y aventajará a todas por la gran cantidad, si no la calidad de monumentos románicos que aquí se edifican aprovechando aras celtas o romanas. Prácticamente, un monasterio en cada valle, y una iglesia o un propileo en cada alcor. A una sociedad declinante corresponde una religión montante, pero la religión que surge no era del todo nueva. Se ha decantado y acrisolado, pero los ritos son los mismos.  Los dioses paganos, bautizados por el tesón de aquella fe vieja y ancestral, se quedan en sus puestos aunque con otro nombre. Se aprovecharon las piedras y los mojones. Sólo cambiaron de apellido las deidades. Una religión que nació del judaísmo y del apóstoles en parte tiene poco  que ver con sus orígenes. Pero tampoco conviene ser puristas ni alarmarse. Cristo, el alfa omega, medida de todas las cosas, así cambia el mundo.

Esta es la zona elegida por los cistercienses llegados de Francia como base de operaciones en su afán de difundir el culto mariano, roturar campos, plantar viñas (gran parte de los majuelos que se desceparon en Fuentidueña cuando se implantaron las cooperativas y España empezó a beber whisky y cerveza a todo trapo, habían sido colocados en las laderas, al abrigo de los cierzos por una mano firme y sarmentosa de viejo monje templario que creía en las propiedades eucarísticas del vino) invocar a la Trinidad durante siete veces en el transcurso del día y velar por la seguridad de la población bastante nutrida y numerosa e integrada por individuos procedentes de todas las etnias, hispano visigóticos, los antiguos celtas, judíos y  musulmanes.

La orden cisterciense, que es la primera de la Iglesia en abolir la esclavitud, va a ser una especie de crisol de culturas.

Como es fácil de comprobar en la iconografía del humilde románico rural de esta comarca, los alarifes árabes dejan estampar su influencia en los tímpanos solemnes y en las ventanas abocinadas o geminadas de los ábsides de tambor, donde la decoración de los capiteles prefiere la decoración vegetal al rostro humano. Dijo Papini: Cada capitel románico aboceta un ideograma del Apocalipsis. El Fuero de Sepúlveda y las cartas pueblas de Alfonso VII el Emperador - se coronó en León en 1135 - demuestran este afán integrador de todos sus vasallos, judíos, moros y cristianos, en la religión verdadera.

Cierto que se combatía al moro, pero, una vez ganado, se le dejaba vivir en paz, sin  hostigamiento permanente. Iscar, Cuéllar, Peñafiel, Fuentidueña. Coca, Ayllón, Aguilafuente eran villas donde el impulso cisterciense se deja percibir y albergaron dentro del encintado amurallado, o en el alfoz, un gran componente étnico. En las villas castellanas más importantes había siempre una judería, una alhama o “rabad”, de la que parece proceder arrabal que era el sitio destinado a la población muslímica en una especie de casa fuerte a las afueras.. O un “call” en Cataluña. El reinado de este monarca castellano que había heredado de su tío Alfonso VI la tolerancia para con las otras tres religiones y de su padre, Raimundo de Borgoña, los aires europeos y de reforma religiosa, va a resultar un equilibrio de fuerzas y el equilibrio hubiera resultado hacedero, de no haber mediado la intolerancia y la crueldad de los almohades. Pero no nos engañemos; las tres religiones se soportaban, pero en realidad de verdad, el clima de recelo y de sospecha no llegó nunca a alcanzarse.

El halo aguerrido cisterciense, según la vehemencia y apasionamiento de su fundador, no era un argumento ad hóminem. Por desgracia este sello no fue respetado siempre. Hubo lamentables excepciones como en la cruzada de los albigenses, confiada por Inocencio III a los cistercienses de Osma. Santo Domingo de Guzmán era canónigo cisterciense en Osma antes de fundar su propia orden de los dominicos. En esta campañas que contó con los excesos y tropelías de simón de Montfort, cuando se crea la Inquisición, que, contra lo que algunos sostienen no es una institución española, sino francesa, se advierte que el hombre con harta frecuencia tuerce los senderos del Señor. Pero ahí intervienen factores exógenos y hasta patológicos, como la lucha política, la codicia y otras miserias humanas.

Hay un románico de sillares y otro mudéjar que se extiende desde Cuéllar, la antigua Collenda romana, hasta la capital vaccea y una de las más ricas por lo que guarda de síntesis de España que es Arévalo. En todo este radio de acción vemos la influencia templaria y la de los monjes bernardos o bernardos.

Cabe pues hablar de un verdadero anillo de oro integrado por este grupo de monasterios segovianos. Un segundo aro de defensa de la cruz frente a la media luna sería erigida entre León y Pontevedra. El Cister se convierte, pues, en matriz del Temple, pero esta nueva visión no nace por osmosis ni por generación espontánea. Hemos visto a San Frutos y a sus hermanos rehabilitar las antiguas tebaidas. Caminando por la cuenca del Duratón encontramos las famosas grutas de los siete altares, una serie de aras empotradas en la roca viva con un arco de herradura y decoración jeroglífica. En estas catacumbas ancestrales se comulga con el espíritu de Cristo, asimilada a la cultura de otras deidades sincretistas. Hay necrópolis visigóticas en Sebulcro, La Molinilla, el Monte de la Hoz. Es un paisaje cósmico, como lunar, más cerca del cielo que de la tierra. Se alzan las rasas sobre los tajamares, espolones y peñascos acuchillados o piedras grajeras en los que hacen nido ahora el buitre y las águilas de Burgomillodo. Los ergastularios  divinos, ávidos de un género de vida semi salvaje y penitente, se escondían aprovechando los clavijeros o cavidades de roca de lo que en otros periodos geológicos fue ribera del ancho mar. Recientes  hallazgos osteológicos de fósiles, de animales marinos muy abundantes en la región, así lo corroboran.

Al monasterio benito de San Frutos se llega desde Villaseca. Está emplazado sobre un península y los muros del antiguo recinto se miran en el espejo glauco y sombrío del Duratón empinándose sobre el abismo mismo. Dicen y con  razón que el que, por promesa se atreve a circunvalar de rodillas la ermita del santo, como se hacía antaño y parece que algunos audaces lo consiguieron, no le volverían a doler las muelas. Un paso en falso y te despeñas. La religión hostigada y perseguida vino a acogerse a estos ríspidos e inaccesibles breñares. Allí no podían llegar los moros porque se alzaba contra sus aljubas desde los cuchillares de la altura el cayado fantasmal de San Frutos. Y, santo y todo, era al parecer un hombre con toda la barba, aunque prefiriera utilizar un procedimiento que entre los celtíberos viene a dar resultados, porque aquí no hay una estirpe propiamente dicha, cada uno es hijo de su padre y de su madre, y andan los tiempos muy revueltos y el personal muy mezclado y entrometido el uno con el otro: la fuga penitenciada. Hubiera podido sentar la mano contra el infiel, pero Dios permitió que al golpear la tierra con su garrote se abriese una zanja entre el santo y sus  perseguidores. San Frutos es como un nuevo Moisés segoviano. Esta tierra recia, algo resquebrajada y dolorida, muestra desde muy antiguo una fuerte prosapia contemplativa. A romper con todo, callar, largarse al desierto. Somos demasiado roqueños para estar juntos. En soledad, nos volvemos tiernos y, si trasplantados, somos cosecha del ciento por uno. Quizás para nosotros el misticismo haya sido lo más fácil. De los hombres fiamos poco y a Dios se lo damos todo, pero ¿no será ese Dios un apéndice del yo que nos martiriza, una excrecencia fantasmagórica  de nuestro propio egoísmo?

 

Es el eremitorio lo que se dice un verdadero nido de águila. El priorato, según su acta fundacional, fue levantado, años adelante por una donación efectuada por Alfonso VI, como dependiente o anejo  del Monasterio Silense  el 1073. Pero, como digo se asienta sobre otro mucho más antiguo en el que habitó san Frutos(642-715) que vivió en esta soledad entregado a la oración y a la penitencia, con una manojo escogido de discípulos, después de haber ocupado la silla episcopal de Segovia. Todavía entre las ruinas campea el blasón señorial de Silos (una espada inversa tronzada en báculo, con los gavilanes en forma de alguaza con una corona en el vértice y otra por cada cuartel con borde de enarma o empuñadora del broquel, pero también pueden ser sendas aldabas) sobre el dintel. Son las ruinas de una montaña sagrada. Con esa tendencia a esquematizar y a comprimir se cometen atentados a la verdad, pues parece ser que la interacción entre los benedictinos y los cistercienses es más fuerte de lo que se supone.  Los monjes blancos que no son más que el envés de la moneda mejoran y reforman la Regla de San Benito; y tanto  es así que sin ningún problema se permitió el asentamiento de los cistercienses sobre lo que era fundo de los benitos.

El conde Fernán González había otorgado al abad de Cardeña en 932 una “monasterio en santa María de Cardaba pro pastura, allí donde se había aparecido la Virgen al Beato Juan de Paniagua”. Doce años más tarde, se donó a su vez por el conde Ánsares y su mujer, doña Gontroda, estos armentos, y en la escritura se habla de la tierra de Montelium (Mondejo) y de Aderata (Torre Adrada), así como Sannoval(Sandoval).

En los “Anales del Cister” el P. Manrique certifica que en las Cuevas de Peña Colgada habitaron siempre ermitaños y que en una de ellas vivía un anciano anacoreta llamado Juan de Paniagua. Su sepultura, objeto de devoción en los sexmos de aquella redolada, hizo muchos milagros. El primer convento cisterciense de Castilla se coloca bajo la protección de Santa María y de Juan, esclarecido no sólo con el don de milagros sino con el de fervor de la Virgen Bendita, que solamente en esta provincia del riñón de las Españas recibe hasta casi cuatrocientas advocaciones, correspondientes hasta otros tantos humilladeros, ermitas y santuarios de mayor o menor rango. Hornuez, el Henar, la Soterraña, El Rehoyo de Membibre, que tanto veneraba mi padre, y la Fuencisla, se llevan el lauro, pero hay muchas más casi tan desconocidas como sorprendentes, porque la devoción romana al culto de fecundidad, Cibeles para unos y para otros Afrodita, debió de arraigar de firme entre los vacceos.

El cristianismo no hizo más que, amen de dulcificar las costumbres aguerridas de aquellos bárbaros,  proyectar esta veneración filial por la madre tierra, que aparece en su carro tirado por dos leones rendidos, empuñando un cetro y una corona, símbolo de soberanía y de reposición, cambio, en el ir y venir de las estaciones y de los ciclos, que velaba por  las cosechas y por  los hombres, hacia la Madre de Cristo, que ya aparece radiante en la vulva mística de los impresionantes frescos de Maderuelo.

En Fuentesoto hay una fuente que llamamos la “Fuentona” con forma de vagina. De niño me pasaba horas extasiado cara al raudal estallante.  El agua parecía igual, pero nunca era lo mismo. Líquenes verdes y  guijarros de varios colores tamizaban el fondo cristalino. La tierra rompía aguas. Los arabescos de la reflexión de la luz del sol contra la concavidad del peñasco juguetones hacían cabriolas y a mi me parecían ángeles cantando a la parida, mientras llenaba el botijo. ¡Salve,  linfa que manas este casto regocijo!

Sobre ellos se comprime esa impronta que es a la vez tierna y tosca, reflejo de esa pureza campesina. Arte primario y agricultor, pero un fervor rudimentario accionado por la chispa de una inspiración sublime. El castellano se hace albacea de ese sentido místico religioso hacia la tierra y hacia la diosa que depara las cosechas de los latinos. Olvidando sus verracos celtas que todavía siguen mugiendo desde sus casi soeces formas de Guisando y sus símbolos concupiscentes de la coyunda que no cesa, empezó a amar a la Diosa con todas sus fuerzas. Estábamos como cansados del mundo y avergonzados de nosotros mismos. Había que huir, marcharse a otra parte, hacer las Américas. La tierra era dura e ingrata. Luego, la gente no se llevaba bien. Había envidias, peleas, enfrentamientos por la herencia. No hay nada que hacer para los segundones. Me marcho a Alemania, madre. Hijo, no cojas frío. Aquí va este escapulario de Nuestra Señora que te sirva. Y la efigie querida de la Madre Hermosa despedía como un calor en nuestro pecho que contrahacía toda la falta de ternura y el cariño que no nos supieron dar las madres terrenales. Aquella imagen era un rostro dulce para lidiar  en tiempos muy duros. Fue nuestro gran amor, el único que conocimos. El que no falla. Creemos en ella porque estamos seguro de que la rueda de la vida no se detendrá cuando nosotros faltemos.

Resulta  un sinsentido de la naturaleza que un pueblo tan austero en expresiones  hacia fuera, y tan parco en palabras, reserve lo mejor de sí para Nuestra Señora. Aparece esa constante en Berceo y en las Cantigas. Castilla empezó a hacerse cristiana a través de la Madre del Verbo. Lo lleva en la masa de la sangre y  le entra por los ojos. Era algo que ya tenía de antemano. Desde este presupuesto iniciático podemos meternos en el dédalo románico. Dejemos una cuerda atada a la manija de la aldaba, como  Anteo, quien se fiaba poco de su torpeza, a la entrada del Laberinto. Creta no sólo instituyó el culto al Minotauro sino que fue donde estaba el hilo de Ariadna, el principio de la Gnosis que tuvo rostro de mujer: Mitra, Afrodita, Venus y otras alusiones a la fecundidad y al triunfo de la vida sobre Tanatos. Está pegando a Efeso donde se cantó por primera vez el “Agatonik”(Alegráte, Madre de Dios) o el Akathistos que los cristianos orientales cantan de pie recitando las 24 estrofas de este hermoso ditirambo mariano, y así se viene cantando desde el año 626 en que fue compuesto para conmemorar la victoria del emperador Honorio sobre los escitas gracias a la intercesión de la Virgen María. Pero no nos vayamos por la tangente. No queremos perdernos y divagar: para entender el significado del Cister hay que tener delante todos estos contextos de Deípara, Deigenitrix, Potens, Fidelis, Sedes Sapiaentiae, etc.

La historia, al contrario de lo que quieren algunos alacranes (¡ pica tanto y escuece y con frecuencia es mortal su aguijonazo ¡), partidarios del raspado de memoria y de los lavados de cerebro, no es una raya continua. Sigue las evoluciones alifares. Es en conjunto un arabesco con rectificaciones de línea, tachaduras, cambios. La trayectoria no se pierde ni claudica porque el maestro que diseña los alboaires de la bóveda de cañón tenga un mal día, se le hayan cruzado los cables o lo haya echado a rodar, dándose al vino de la ira, la guerra, o la venusta molicie.

Un buen día despierta el alfarero de su borrachera y se pone manos a la obra tirando por otro camino. No se pueden aplicar baremos sólidos a las cosas, porque la vida es solo consecuente consigo misma: su variedad y mudanza pavorosa.

Mas, por lo que se ve, hay algunos audaces a los que gusta conducir temerariamente por las autopistas de la sinrazón. Invaden el carril contrario y pisan la raya amarilla. Son los nuevos kamikazes del arcén. Así luego aparecen tantos cadáveres de muerto en carretera fin de semana. Los muertos hablan,  ríen, se tiran pedos y sueltan coces últimamente, o se las dan de novelistas. Los hijos de Julián Marías preponderan en esta charca de ranas en que se ha convertido la cultura de últimas. Uno de esos batracios vino a croar hace poco  lo siguiente:

- San Bernardo era un fascista.

- Hombre, Don Álvaro, ¿cómo me salta con ésas? Yo le diría, fíjate, que más bien no, y según y como. Y al revés se lo digo para que la vista del ciego se aclare y los oídos del necio se hagan con entendederas.

- Pues le digo yo a usted que era la violencia personificada.

- Caramba, mister  Pombo  cómo la lleva hoy vuesa merced. No sabe porque no lo ha leído o lo ha leído mal seguramente que el padre de los monjes blancos fue el primer defensor de los judíos que nació en la Galia? Si es un fascista el que defiende a los judíos desde el púlpito, la cátedra y el libro, pase el adjetivo calificativo, que hoy se ha convertido en un terrible anatema. Pero, si no, me parece que con su libro donde ensarta una serie de venablos jupiterinos contra la institución del monacato, ha metido el cuezo hasta el corvejón. Y ahora así se lo pagáis. No tenéis perdón de Dios porque desconocéis lo que significa la gratitud. Está visto que con los de esa especie, que es la de quien me habla, por su mala índole y por su protervia, hay que utilizar la tranca, pues tanto les va la marcha.

- Un fascista a secas. No hay más que hablar.

Y el escritor en ciernes, de ojos gatunos, se mesó la media barba y giró sobre sus talones con gesto imperativo. Y yo no fui capaz de contenerme. Había que decirle a semejante plumífero algunas cosas bien dichas. Porque al Cid nadie le mesa la barba y un judío que se la mesó a Cristo, de puro miedo, se convirtió.

- Menos mal que no le ha llamado lo que es usted. Por lo menos, no se dedicaba a rondar efebos por el Parque del Oeste, como hace Su Reverencia alguna veces. Es un axioma indeclinable en estos tiempos que vivimos. Si no eres marica, lesbiana revanchista, o de la cuerda del Ansón o de Polanco, olvídate de publicar. Si aparte de invertido, defiendes la aljamía, como le pasa a “la” Gala, eso sube la nota. Si, a falta de pluma, te regaló Naturaleza una nuez de Adán que sube y baja como el azud de una noria, y te parece algo a D´Artagnan, tus libros figurarán en la lista de super ventas.  

Así está el panorama. Los cristianos se hacen moros, los cisnes se convierten en gorriones. Y Dios te coja confesado si no judaizas o apostatas en esta corte que no es la del cuarto de los Felipes sino la del primero de los Borbones Rehabilitados que reina a la sombra de la herencia del dictador. El Cister es una de las pocas cosas dignas que nos quedan. Hay quien la emprende a golpes contra sus ruinas, y es que debe de ser porque sigue  pegando fuerte a juzgar por los contumeliosos ataques de los que es objeto. La horda sectaria siguen zurrándole la badana a los monjes blancos. Ha sonado la hora ciega de las tinieblas y de la perfidia. Quieren tronzar el árbol de la cruz. Se ven impotentes. De ahí su rabia. Pero tampoco habrá que tomárselo a pecho. Ya caerán.

Quizás esta orden,  coetánea del Cid, esté ganando batallas después de su muerte, tal cual. Allí donde aparecen estos hijos de San Bernardo no se aproxima el Infiel ni se entregan los reyes de taifa con la alacridad acostumbrada a sus expolios estacionales. Eran buenos agricultores, mas no por eso, se llaman a parte cuando se sienten conminados por algún intruso. Allá cruces se convierten en lanzas. Gente prevenida en frontera, el fundador de Claraval les quería unidos y recios. Eran especialistas en el cuerpo a cuerpo con los árabes. Las rutas de acceso con el Paular por Navafría eran guardadas por ballesteros de la comunidad del monasterio de Santa María de la Sierra. Al estudiar este anillo de oro o cíngulo estratégico, especie de avanzadilla de  Castilla en impulso hacia Toledo, el ojo se detiene ante los gruesos muros y profundas arpilleras de estas moles castrenses de las fortificaciones que se desamarraran por la cornisa nororiental segoviana.

 La arandela cenobítica sujeta los arribes del Duero poniendo contrafuertes de defensa a lo largo del Duratón y del Cega, se expande hasta las vegas de Peñafiel desde la roca tajada de San Frutos. Así llamada para conmemorar un milagro que hizo Dios.  Todavía se ofrece a la vista del que quiera ver la famosa cuchillada por donde se despeñaron las tropas del califa.  El siervo de Dios, cuando una jarca de bandidos iba pisándole los talones, se encomendó a la Virgen. Al punto, debajo de su cachava, nota cómo el suelo cede y se abre una enorme sima donde sucumbieron los que iban tras él. Sin embargo, tanto él como sus “hermanos”, Valentín y Engracia (aun está por evaluar el parentesco, puesto que un estudio de las costumbres eclesiásticas desde el punto de vista del celibato, tasado y recomendado por el concilio de Elvira, pero que no adoptaría como norma hasta Gregorio VII en el siglo XI, nos alerta como hacedero el que ambos discípulos no fuesen sino la mujer y el hijo del santo obispo) salieron ilesos. San Frutos pudo alcanzar aquel paraje sublime, lugar de contemplación.

Los primitivos monjes del denominado Priorato de San Frutos estaban en estrecha relación con los de Santa María de la Sierra y los de Sotos Salvos, aunque unos dependían del abad de Silos y otros del de Cardeña. Bernardos y benedictinos, en un principio, colaboran, no se hostigan, a lo que se ve en esta empresa de armas tomar. Por desgracia, los condes de Castilla, siempre a la greña con el reino de Navarra, Aragón y León, no imitaron esta conducta de fraternidad de los frailes, los cuales no se entrometen ni se llevan a matar, como con harta frecuencia suele suceder en una pueblo tan individualista y suspicaz como es el castellano, dejando que el espíritu de cada Orden cuaje, sin interferencias ningunas.

Años adelante habría- como no - cisiones, fricciones y roces, hasta el punto de que con la muerte de Benedicto a finales del siglo XIII la relajación fue pavorosa y Martín de Vargas tendría que reconstruir la institución de arriba abajo porque se había traicionado al espíritu y la letra de su fundador. No hay que dejar de reconocer que el horario de los bernardos no dejaba hueco alguno para la intimidad.  Regimentaban a toque de campana sus actividades. Trabajaban, rezaban y comían juntos. Sus horas de sueño transcurrían en dormitorios corridos y, por otra parte, la norma de silencio no era tan estricta, como al principio, por lo que postulantes y profesos se entregaban con frecuencia a conversaciones excusadas, surgían rencillas y desavenencias, como en cualquier grupo humano. Terrible cosa es en los conventos la murmuración.

 

San Bruno tuvo la caución previsora, para evitarse líos, imponer en sus casas el  gran silencio a rajatabla. Un hechos vale  por mil palabras y el silencio es oro. Era un gran psicólogo, conocedor de las flaquezas de la raza humana. Sin embargo, cartujos y cistercienses empiezan a rodar su andadura monástica guiados por un mismo espíritu de búsqueda de la excelencia en las cosas del alma. No embargante esta altura de miras, a veces resulta penoso acercarse a la consumación de ese ideal. Quienes piensen que los monasterios son ínsulas de paz a veces tienen ideas equivocadas. Ya no hay paraísos. En el claustro la vida es muy dura, máxime cuando el aislamiento y la rutina dificultan y transforman la convivencia. Estos cenobios, al principio en precario, luego se enriquecen y se hacen poderosos. La disciplina se cuartea. Al final de la Edad Media se hace de notar las dificultades que encuentra la vida monástica en Alemania, en Francia o en Inglaterra, y nada se diga en Italia, que en punto a corrupción eclesial siempre se ha llevado la palma. Muchos rompían el voto, asesinaban al abad, como pasó más de una vez, y se tiraban al monte, convirtiéndose en disolutos y facinerosos exclaustrados, los giróvagos, andariegos, amigos de lo ajeno, borrachos y violadores, que no se sujetaban a ninguna norma y sembraban el terror por las aldeas.

Con todo, los cistercienses no parecen ser los peores. Destacan sobre todo los de las ordenes mendicantes. Casi todas las sectas de iluminados, según se comprueba al cotejar algunos procesos de la Inquisición, se ceñían los lomos con el cordón de San Francisco. Y hasta entre los cartujos se comprueba ese desencanto con la forma de vida abrazada. Muchos pronunciaron un voto que luego son incapaces de cumplir.  El Lazarillo, que es una sátira implacable contra las corruptelas del clero, ofrece el caso de aquel cartujo que, llevaba un doble y vida, y acudía, so color de ir a pedir limosna para el convento, a entrevistarse con una entretenida. El padre Anselmo, que así se llamaba el tal, murió, al parecer de muerte natural, entre los brazos del pícaro redomado que era Lázaro de Tormes y que le había entrado a servir en su ermita como criado. Su albacea marcha en hábito penitente a dar la noticia del buen ermitaño al que ya no le dolía nada “pues hará siete días que lo dimos tierra” y le reciben anhelosos y expectantes, al fondo de una escalera oscura, la mujer, la “ suegra” y tres niños, supuestos hijos naturales del cartujo incontinente y a los que con sus limosnas sustentaba. Al ver a Lázaro de Tormes los niños dicen”: Éste no es papá” y la buscona se destapa con el siguiente parlamento:

“Estando en la villa de Dueñas, seis leguas de aquí habiéndome quedado estas tres hijas de tres diferentes padres, que, según la más cierta conjetura, fueron un monje, un abad y un cura, porque siempre he sido aficionada a la iglesia, me vine a vivir a esta ciudad para huir y evitar las murmuraciones. Todos me llamaban la viuda eclesiástica, porque por mis pecados todos eran muertos; y, aunque luego otros que entraron en su lugar, eran gente de poco provecho, de menos autoridad, y, no queriéndose contentar con la oveja, acometían a las tiernas corderillas. Viendo, pues, el peligro evidente, y que la ganancia no nos podía pelechar, hice alto, y asenté aquí mi real, donde a la fama de las tres mozuelas acudieron como mosquitos al tarugo; y de todos, a ninguno me incliné tanto como a los eclesiásticos, por ser gente secreta, rica, casera y paciente. Entre otros  llegó a pedir limosna el padre Anselmo, que viendo a esta niña le hinchó el ojo, y con su santidad y sencillez me la pidió por mujer; dísela con las condiciones y capítulos siguientes: Primera, que se obligaba a sustentar nuestra casa, y que lo que pudiésemos ganar sería para sustentarnos y para ahorras. Segunda: que, si mi hija tomase algún coadjutor, por ser algo decrépito, callaría como en misa. Tercera: que todos los hijos que ella pariese, los había de tener por propios, y que la hacía su legítima heredera. Cuarta: que no había de entrar en nuestra casa cuando viese a la ventana jarro, olla o vasija, que era señal que no habría lugar para él. Quinta: que, cuando él estuviese en casa y viniese otro, se había de esconder donde le dijésemos, hasta que el tal se fuese. Sexta y última: que nos había de traer dos veces a la semana algún amiguito o conocido que hiciese la costa, dándonos un buen gaudeamus. Estos son los artículos, prosiguió ella, conque aquel desdichado dio palabra a mi hija, y ella a él. El casamiento quedó hecho y acabado sin tener necesidad de ir al cura, porque él nos dio no era menester, pues lo esencial dél consistía en la conformidad de voluntades y en la intención mutua”

Es la otra cara de la moneda, pero la verdad es mucho más infausta de lo que quisiéramos. Este agrio y humorístico pasaje del anónimo autor de una de los libros más celebrados y debeladores de las costumbres eclesiales y que debía de conocer a fondo, puesto que, al parecer, debió de ser un fraile que colgó los hábitos y se convirtió en giróvago, descubre una cruda realidad. En algunas cosas Erasmo, cuyas ideas recoge nuestro primer novelista picaresco, llevaba bastante razón: el padre de la mentira había ingresado en los conventos, convirtiéndolos en patios de Monipodio y aposentos del libertinaje.

Sin embargo, estas excepciones no hacen sino demostrar la rectitud de la regla. El hombre tiene el alma cancerada por las malas inclinaciones. Sólo dios es santo, y justo. Únicamente, Él salva. En la organización monástica, aparte del aspecto humano, hay un componente de interés político y económico. La grandeza de estas instituciones hay que analizarlas a la luz del sentido de lo que va dentro. No lo que queda fuera, que nos lleva, naturalmente, a la corrupción y la licencia que ha desmoralizado al pueblo. La Iglesia mueve unas fichas de carne y hueso. Sus miembros no son serafines. El cuerpo pesa. Y con todo y eso, ello no tiene porque despojarnos de la fe.

Conviene tener presente que San Bruno, muerto en 1111, y que es coetáneo de la consagración de todos estos templos cuyo asunto nos ocupa, quiso dar a su instituto un talante de sigilo y huida. Un años más tarde y en escoltado por un cortejo de veinte nueve de sus arqueros, todos los cuales pidieron el hábito blanco, llamaban a las puertas de Clairvaux. El abad era un inglés. Se llamaba Tomas Harding.

 Cuando el papa llama a Roma al famoso canónigo de Reims para hacerle obispo, él huye a Calabria, donde establece su segunda cartuja. Ni condena ni aprueba los procederes eclesiásticos, inhibiéndose de cuestiones mundanas y recomendando a sus hijos que mueran a las cosas del siglo. Por el contrario, Bernardo, más decidido y vehemente, se compromete con el entorno y tiene la audacia de lanzar contra Honorio II, el cual frente a Alemania se había pronunciado a favor de Luis el Craso de Francia, un reprimenda”: El honor de la Santa Sede ha sido gravemente comprometido bajo vuestro pontificado”.

Como buen cartujo, y aun siendo consciente de estos males causados por la malicia y la ignorancia o el despotismo humanos, calla. El cister pone enmiendas a las constituciones benedictinas. Los cartujos también se proclaman los monjes blancos pero su Regla, que es hoy la misma que en el siglo XI, y profesan el misterioso apego a la Reina de la Sabiduría en sus costumbres que los hijos del doctor Melifluo, nunca reformaron su observancia. Por eso se dice: Cartussia nunquam reformata, quia nunquam deformata.

Por una lado, el entusiasmo bernardino y por otro el mutismo cartujo son los dos pilares sobre los cuales se apea la grandeza de la Iglesia Latina medieval. Cister y cartuja caminan al unísono y ambas lograron dar un impulso al catolicismo que sigue infundiendo energías aun en el tercer milenio. En ello se ve sin duda el dedo de los designios divinos.

Sin embargo, dentro de la vida secular, lejos del claustro, el clima de rencillas entre  las distintas monarquías o los escándalos de la política de los estados pontificios han enturbiado el panorama. Las discordias y recelos a cargo de los reinos de León y de Castilla, y con Navarra haciendo de peón de brega, alargó la empresa de la Reconquista. El clima enrarecido se proyectaría después a las guerras de credo en la edad moderna, que no son más que una secuela de las reyertas de Trono y Altar y alcanza casi a nuestros días.

Bien claro y sentado lo dejó dicho el Señor cuando anunciara que su reino no era de este mundo. De ahí que la fuerza y el carisma del pacto con Dios no haya que ir a buscarlo en la hojarasca de las apariencias internas o jerárquicas. Lo que vale es el Cuerpo Místico del Salvador Mesiánico, del Eleuterio. Cuanto más miro estas ruinas de los collados de mi pueblo más convencido estoy de ello. Sus sillares desmontados y por los suelos siguen emitiendo ese mensaje de esperanza.

Ya sé que la adaptación al siglo de las cosas de Dios siempre será difícil. Todo lo demás no es más que encaje de bolillos. Ese ir y venir de las ambiciones humanas que llaman acarrear.

 

Hay que ceñirse   a la mentalidad cabal de siglo de las Cruzadas para  entender  este deseo de paz del yermo como un hastío provocado por las cosas de la tierra. Alfonso VII, a cuya donación y voluntad expresa, se debe la fundación de Sacramenia,  ha de pechar no sólo con los almohades, sino, por encima de todo, con las veleidades de su augusta, madre, doña Urraca, quien revolvió Roma con Santiago a fin de anular los esponsales con el padre del rey, puesto que, a decir de las malas lenguas, siendo moza se había enamorado del arzobispo Gelmírez, titular de la silla de Compostela. Razones de Estado determinaron casarla con Alfonso de Aragón. Esta díscola y entrometida  hembra, paradigmática  de las miserias y grandezas de la mujer carpetovetónica, que no se significa precisamente por la dulcedumbre, sino por lo extremoso de su carácter, empaña un poco este augusto reinado.

Pues, Don Alfonso,  pesar de que tuvo en ella a su genitora y a su verdugo, incluso sus enemigos lo llamaban “ el magnánimo “, y fue de talante conciliador. Otro, en su caso, hubiera derivado hacia una de esas peligrosas patologías en  que suelen degenerar los temibles complejos de Edipo, surtidor de psicópatas, homicidas y de tarados.

Claro es que en el siglo XII la psicología no estaba inventada. A mí siempre me pareció emblemática la presencia en nuestra historia de estas mujeres de rompe y rasga desde Doña Tota, aquella que subía al caballo para ir a guerrear contra la morisma, hasta Agustina de Aragón. Pero una nación marcada por el signo de Marte, y que, además, es un matriarcado, nada de particular tiene que acostumbre a criar estas furias. Las españolas, con frecuencia, son ásperas. Parece  un mecanismo de defensa para abrirse camino entre tanta crueldad. Este país es duro como su nombre y su maravilloso paisaje lo personalizan. Jano devora a sus hijos, y doña Urraca era una de aquéllas de rompe y rasga.

Los líos de familia proliferan por estos pagos ya mucho antes de que apareciese el “Hola”, único sustento intelectual de los pobres y de los ricos, un atavismo en sí que habla de la degeneración del gusto y la doblez ñoña y chabacana.  Nos privan las alcurnias monaguescas. Pero esto ya era así desde los tiempos. El misticismo, al que tan proclives somos, por otro lado, puede que sea una reacción hasta ese estado de cosas. Refleja un cansancio de los hombres sublimando ese sentimiento de fracaso hacia la búsqueda de Dios.

A Alfonso VII le tocó en suerte una de esas madres crueles y sin contemplaciones que tanto abundan y sólo cuando murió Doña Urraca conseguiría respirar tranquilo empezando a desarrollar el papel con el que le conoce la Historia. El de Pacificador, que corresponde al cliché de líder ecuménico puesto que trató de fundir en Toledo las Tres Culturas. Eso es como la utopía, pero, al menos, él la intentaría inaugurando una tradición que culminaría en su biznieto, Alfonso X el Sabio, quien estableció la Escuela de Traductores de Toledo.

Castilla, y más concretamente esta zona de las vertientes  del Duratón y del Cega sería repoblada bajo sus auspicios con antiguos moradores de la Penibética.  Suscribo este detalle de contraste para realzar la personalidad fuerte y magnánima de este reinado durante el cual se colocan las primeras traviesas de la unidad española. Don Alfonso respondió a su cognomen de “imperator” por su magnanimidad, la tolerancia, el perdón y el vivo interés por ayudar a moros y judíos después de la batalla de Jaén. A los vencidos envía hacia el norte para colonizar los arribes del Duero hasta Despeñaperros. Un siglo después de Calatañazor, el fiel de la balanza se inclinaba en poderío económico y en importancia   estratégica del bando de los castellanos.

Comulga con el espíritu abierto que muestra el Abad de Claraval que despliega a lo largo de su libro “ De Consideratione”, una serie de cartas al papa Pascual II que resultan un verdadero código de valores, amén de una suma teológica. Aboga por la igualdad de trato hacia los islamitas y hacia los judíos. Estos adquieren una singular preponderancia en Roma y en todas las cortes castellanas.

El que cesase la hebreo fobia se debió en parte a las prédicas de San Bernardo. Varios historiadores coinciden en señalar que, como consecuencia del tumulto y furor mesiánico que despertaron los sermones de Pedro El Ermitaño, toda esa raza podía haber sido exterminada de un golpe.  Eran el pueblo deicida, desde luego. Pero advierte que Jesús nació de la Casa de David y es un sacrilegio atentar contra cualquier individuo de esa estirpe, amén de que Él vino a salvar y a perdonar.

Cierto que éstos no le estuvieron reconocidos, porque, con arreglo a sus costumbres el orgullo precede a la misericordia. Pero siempre fue así. El antisemitismo nefasto  no es más que una muestra de repulsa hacia la impiedad que resiste a la gracia y no cree sino en lo que tiene delante de los ojos. El pueblo judío no es más que un pueblo laboratorio en el que se condensan los rasgos de la estirpe de los descendientes de Adán. Lo que mantiene lozano y vivo al cristianismo ha sido esta voluntad de cruz de perdedor y es por lo que es atacado y vapuleado, unas veces desde dentro por sus adeptos más tibios, y otras porque su defensa de la libertad y del perdón ha ido de por vida contra los intereses tiránicos. Cierto que un cristiano no está facultado para entregarse a escarceos antisemitas, pero judíos y musulmanes han tenido de por vida carta blanca para marchar contra los seguidores de Cristo.  He aquí un enigma que no ha podido despejar nadie. Las grandes persecuciones contra la cruz, vilipendios y escarnios han sido sufragados por el pueblo que se revuelve contra el estigma del Gólgota. Ellos han sido los primeros el Evangelio y han estado metidos en todos los contubernios y conspiraciones que se han producido. Se tiene que perdonar y soportar a esa estirpe que siguen rodando en las tinieblas del error, pero sería cometer perjurio convertir a la Iglesia en sufragánea de la Sinagoga. Como su propio nombre griego indica “εkλεσεiv” es convocar a los hombres de todas las razas y credos.

A ese afán ecuménico y de tolerancia responde la erección del primer monasterio del Cister en Castilla: ser amalgama de las Tres Culturas. El abad Raimundo y sus doce frailes iniciaron las obras en 1143. La construcción fue lenta y con muchos altibajos como demuestran las adarajas cubiertas del moho de los siglos que quedaron el las iglesias filiales. Las obras no acabaron hasta treinta años después. El obispo de Segovia cede al abad el sitio con todas las pechas que le correspondían en el lugar. Sería sub dependiente o anejo de Cardaba la granja de Cabaniel junto al Henares junto con el ya mentado pequeño cenobio de Santa María de la Sierra, el cual funge como vanguardia de una avanzadilla de casas de oración en dirección hacia la sierra que luego tramontan por la parte de Ayllón. 

Toda la documentación al respecto yace en los fondos del Archivo Nacional, aunque de ella habla con frecuencia Ángel Manrique, todavía está aguardando la llegada del historiador o del erudito. La donación del fundo no la realiza directamente Alfonso VII al abad borgoñón  recién llegado de allende los Pirineos sino a un tal Don Cerebruno, que debía ser religioso, o persona de consideración, pero no se dice más. Previamente, el propio rey había enviado una legación a Roma. Allí se encontraba San Bernardo en el primer monasterio de cistercienses de la Ciudad Eterna. Dada la devoción que sentían tanto el monarca castellano como el Doctor Melifluo hacia uno de los mártires más populares de los siglos antiguos, la ermita de san Vicente en el soto pueda que fuese puesta bajo esa advocación por doble motivo.

Resulta misterioso explicar como la Regla cundió tan rápidamente a no ser por la personalidad y el carisma del fundador. El cister ponía y destituía a papas. La ascendencia que tenía San Bernardo en San Juan de Letrán era muy considerable, a juzgar por sus reconvenciones al papa reinante entonces, y a quien él había dado previamente la cogulla blanca y el escapulario negro, hacía unos años. A Su Santidad Eugenio III, lo trata prácticamente como un monaguillo en su libro “De Consideratione”.

Inflamado de amor a Dios, San Bernardo en esta larga carta que ocupa cinco volúmenes, brilla a la altura de las grandes luminarias de la Iglesia. Esta admonición a los papas tiene hoy en día una actualidad sorprendente, cuando dice que estos han de ejercer su vicaría de Cristo, no desde la prepotencia y el privilegio, sino desde el servicio a la grey, en comunión mancomunada con  el sínodo de obispos. La primacía en lo temporal y espiritual que se recibe con  la entrega de las llaves, con la tiara, el anillo, la silla gestatoria  y el flabelo, no es marca de privilegio sino voluntad de servicio. El papa, recién ascendido, recibe las llaves de Pedro cruzadas, como si fueran dos espadas. Ambas abren y cierran, atan y desatan en la tierra y en el cielo, en el cielo. Pero también defiende el monje de Claraval la libertad de conciencia y el sínodo.

Cuando se coloca la primera de este cenobio segoviano en los predios que hoy denominamos Peña Colgada, que yo tengo bien pateados de ir de niño a coger moras, o a uvas al majuelo de mi abuelo Benjamín, por la fiesta de Pentecostés del año 1143, está claro que se utilizan para la fundación los residuos de una antiquísima laura eremítica. Sobre aquel despoblado, en lo más áspero y a trasmano de la provincia y que debió de tener una singular importancia estratégica para los romanos. Estaban en el itinerario de las legiones del emperador Antonino. De niño recuerdo que jugábamos a vélites, équites y mílites, y arrimábamos la oreja contra el césped de la dehesa del Colorao porque alguien nos dijo que se escuchan cánticos extraños. Algunas veces las ondas magnéticas enviaban rezos y cantos de monjes en la penumbra. Otras eran los golpes del taconeo de un caballo. ¿El del Apocalipsis?

 

Desde entonces el enclave me ha parecido siempre estar penetrado de un halo mágico y espectral que conecta al hombre de los tiempos presentes y venideros con sus ancestros.  Teodosio era de Coca y Trajano pudo haber nacido en Pedraza. Luego llegaron los varones de misericordia huyendo de las persecuciones de los hombres del sur o de los líos y querellas, pleitos y guerras continuas de los que se decían profesos de la misma fe, y, desengañados del mundo, se vinieron a enriscar por las oquedades de este páramo, en el corazón mismo de la soledad. Muchos de ellos consiguieron ser felices.

Las incursiones almohades y almorávides expulsaron de sus grutas a los penitentes. A muchos de ellos la horda les pilló desprevenidos con la paleta y la llana en la mano y tuvieron que salir arreando. Ahí están para demostrarlo esas muescas de andamio y esas adarajas de pared sin terminar. Las de san Gregorio nos parecen más significativas que las de San Vicente.  Ambos templos nunca acabaron de hacerse, pero estuvieron muchos siglos abiertos al culto. Los peldaños del husillo de la escalera de caracol de la torre están gastadas y alabeadas por el medio. Cierro los ojos y veo subir y bajar por ella a una multitud de sacristanes atareados para hacer sonar la voz del bronce. ¡ Cuánto ir y venir!  Eterna será siempre la canción del bronce. Voleos de gloria, toques a clamor, toques a rebato y las señales de misa: primeras, segundas, terceras. Cada una con un son diferente, y, según era el impulso que se daba a la manija que tira del badajo quería decir una cosa diferente.  Era el más perfecto sistema de señales de comunicación.

 Cada una recibía un nombre adecuado y su fe de bautismo. ¿Cómo se llamarían las campanas ausentes de la Torre de San Gregario, coronando la cima del somo, con su majestad de abad sentado en su faldistorio, y sus ojos cóncavos de arco de medio punto? Es de un angular impresionante enriscado en la eminencia del cerro que al visitante le hace recordar el versículo de aquel salmo”: Dominus custodiet ossa eorum: unum ex his non conteretur”.

 Aquí Iahvé, como si dijésemos, ha querido cumplir la palabra empeñada al salmista. Los franceses desmelenaron las campanas, derribaron la bóveda de cañón de la nave, utilizada hoy para enterramientos, pero las cruces del Temple y las piedras siguen ahí en pie desafiando a los cierzos y ventalles del escarpe. Continua sentado en su trono el obispo impartiendo bendiciones. Por uno de esos milagros de la imaginación, oigo su repique. Ahora me parece que están sonando a vísperas las campanas de San Gregorio convocando a los montes y esparciendo su sonido solemne sobre los rastrojos. Los fantasmas de mi cerebro bolean a gloria ya. Es el grito eterno de la Resurrección, porque los que mueren en Cristo vivirán para siempre. La vida no se les arrebata sino que se  transforma y muda hacia una dimensión superior.

Momento de auge fueron los primeros años. Ximenez de Rada, el arzobispo primado y gran protector de los cistercienses, se empapa de ese talante francés cuya consecuencia más relevante es la construcción de monumentos tan importantes como la catedral de Toledo, los enclaves templarios de Fitero, Brihuega y la misma Osma.

El tránsito de románico al gótico fue muy rápida. En 1194 la catedral de Chartres es levantada.

Cala la moda francesa en el gusto y las inclinaciones arquitectónica, produciéndose no pocas deserciones de lo autóctono. El Vaticano no miró con buenos ojos esta aproximación de los herederos de Alfonso VI, cuya madre era una mora y con otra mora se casó (este casamiento daría lugar a la leyenda del Ceñidor de Zenaida, tema del que hablaremos más adelante si nos queda tiempo) esta tolerancia de los castellanos para con los miembros de las otros religiones mistéricas, cuando, precisamente, los bretones, alemanes y galos estaban empeñados en una dura campaña contra el sarraceno en Tierra Santa.

España, que siempre ha ido a su aire, seguía conservando como un tesoro la liturgia en rito mozárabe. Los cistercienses desde un primer momento tratan de imponer el rito romano. Los castellanos se muestran remisos a ese cambio. Inocencio III, que no se caracteriza por ser un pontífice conciliador (instituyó la Inquisición con la mira opuesta en luchar contra los cátaros a los que masacrara) se quejaba de que el rey Alfonso VIII parecía amar a la sinagoga y a la mezquita que al templo católico.

El año 1219 por el IV Concilio de Letrán queda proscrito el rito hispano visigótico. Los frailes de San Bernardo se habían salido con la suya.  El panorama religioso y político,  cambió porque las disposiciones conciliares determinan la abolición de ese clima de entendimiento, que, mal que bien, había sido la pauta en la convivencia de la España antes de los Reyes Católicos.

Incomprensiblemente, son obligados los miembros de la comunidad hebrea, por disposición del referido concilio lateranense a portar sobre el hombro izquierdo un traje distintivo. Los musulmanes no lo necesitaban porque siempre fueron ataviados a la morisca y muchos cristianos llevaban al pecho una cruz bordada sobre el pecho. Alfonso VIII acata la norma del pontífice, pero la considera arbitraria y añora en los actos religiosos aquellas misas cantadas del rito oriental, con sus constantes invocaciones a los ángeles, las letanías tan repetitivas, pero que eran un remedo de la oración hesicasta de los orientales los cuales gustaban de corear una palabra o una oración cientos de veces. Triunfó Roma con su forma de ver la vida austera. Cotejando los antiguos breviarios y cartularios se aprecia que el rito hispano visigótico estaba más lleno de exuberancia,  y de poesía  imaginativa que el implantado por los borgoñones.

Dentro de las capas sencillas del pueblo, la implantación de la arbitraria medida del papa que estableció la Inquisición, cupieron también resistencias a tener que rezar según modos extranjeros. Mas, como dice el refrán, “allá van leyes do quieren reyes” y, en hablando Roma, se acabó la cuestión. La cristiandad pasaba por momentos rebosantes. Poco después, Fernando III el Santo conquista Sevilla y Córdoba y, apoderándose de las campanas que habían sido confiscadas por Almánzor y que durante dos siglos habían sido utilizadas como lámparas de la Mezquita, las traslada hasta la Ciudad del Apóstol.  Estas, empero, no son más que vicisitudes extrínsecas; en lugar de echar por tierra el argumento del quid divinum que imbuye a la Iglesia, lo realzan. Son parte de su misterio y lo traemos a colación en el afán de buscar los caminos de Cristo por sendas escondidas, lejos de los convencionalismos que siempre tornan algunos aspectos eclesiales repulsivos para el no creyente, y sirven de yesca al fuego para alimentar los almiares incandescentes de la impiedad. Las grandes almas que han acompañado este devenir en medio de tanto avatar incierto han calado siempre hondo en esta idea del anonadamiento y del fracaso en la tierra, porque el verdadero triunfo, la apoteosis, vendrá sólo en los Cielos. Aquí, mientras tanto, lo que procede es sufrir y perdonar. “Todo llega para el que sabe esperar”, escribe en una de sus veinticuatro cartas místicas Rafael Arnaiz Barón, el oblato cisterciense muerto en la trapa de la localidad palentina de Dueñas en 1938, en olor de santidad.

Este humilde donado, del que hablaremos en otro lugar, fue una de las últimas flores que han florecido en el Jardín de María instituido por San Bernardo. Demostró con su vida que la clave está en perdonar. “Si la misericordia fuera un pecado, yo la cometería”. La santidad verdadera consiste en la crucifixión del yo, al tiempo que desdeña un desdén hacia la vida terrestre y a las cosas de los hombres.

Los reyes de Castilla no exigieron el bautismo en masa de los no cristianos. Alfonso VII se constituyó en mentor de los judíos. Es una pena que el Sanedrín Sionista no haya sabido entender esa munificencia con que se ha tratado en España a los hijos de David. Pero también quisieron que la cruz fuese por delante de sus vidas. Concretamente, la basílica de San Vicente de Ávila, joya del arte románico, fue construida gracias a los caudales de un rico mercader, que se había convertido a Jesús, y estaba bajo el patrocinio directo del monarca. No se puede escribir la historia del revés, como pretenden algunos buscando la revancha. Cuando yo muera, atraeré a todo lo creado hacia el Árbol de la Cruz. Estas palabras presagas del Redentor parece ser que siguen molestando a sus enemigos. Lo malo es que no habrá vuelta de hoja, por mucho que se empeñen. La grandeza del arte gótico que perfecciona se basa sobre este planteamiento de síntesis y de amalgama de pueblos.  Algo bueno tendrían que tener las Cruzadas. Godofredo Bouillon, dejándolo todo para seguir a Cristo, descubrió que Éste es múltiple en sus miradas. No cabe una sola perspectiva, porque la divinidad es amalgama de muchas cosas y está más allá de nuestros prejuicios y concepciones a priori, que pertenecen más que a la religión a la lucha política. Pero antes era preciso que todos los pueblos conociesen y honrasen la memoria de Jesús. El marqués se equivocó de proceder, porque sus hombres cometieron mil barbaridades a las puertas de Jerusalén y de Constantinopla.

Dios permitió aquel mal para que se subsiguiera un bien. ¿ Por qué no pensar, entonces, que del turbulento clima social que han degenerado en las guerras más sangrientas, y teorías filosóficas, como el marxismo o el feminismo radical, que niegan cualquier soteriología, o por medio de las nuevas tecnologías se puede acceder al descubrimiento de un rostro del Señor que antes no teníamos?

Esto es a grandes rasgos la índole del cambio que se operaría en la mentalidad humana a través de la revolución mística del siglo XI.

En el románico de ladrillo, amasado y colocado por manos de operarios que creían en Mahoma, pero que respetaban la religión de Cristo, aunque no dejasen de sentir cierta aversión a la forma con que la vivían algunos cristianos, ha quedado para siempre esa huella ecuménica, que se plasma sobre los lienzos de pared, esas ménsulas e impostas recargadas de tracería vegetal y todos esos alifafes misteriosos del capitel románico, donde se quería esculpir un mensaje críptico y esotérico. Podemos interpretar el recado sólo a ojo de buen cubero, porque las claves están perdidas. Las figuras, recargadas de símbolos, y cinceladas de alegoría, nos hablan de que es preciso una metamorfosis para ir al encuentro de una vida plena. Ese intelectualismo en piedra tallada sigue inspirando en quien lo contempla el deseo de concordia. Es la armonía del universo reflejada en las archivoltas y las escocias.

 

Por primera vez, este rey abulense consigue que sus súbditos puedan vivir en medio de una paz octaviana que no se conocía por aquí desde hacía muchos lustros. Este auge e importancia de los castellano va en menoscabo de los reinos taifas del sur peninsular. Acaban los ignominiosos gravámenes, como el ya antes reseñado Tributo de las Cien Doncellas y se dejan de pagar las onerosas pechas al Califa, quedando sólo en recuerdo el nombre de algunas pesas y medidas de talante morisco. Los árabes habían inventado la aritmética y enseñan a los pueblos a contar. Huella de su presencia son algunas palabras que han quedado en el diccionario: arroba, área, arancel, azumbre. almoneda, alpargata, ajedrez, algodón, andamio, alfombra, alfamar y alhamar, auge, almirez, arrope, azar, azúcar, adobe, alcanda, alcántara y alcantarilla, alcanfor, almacén, azogue, almohada, albañil, albérchigo, azafrán, algarroba, azucena, acerola, arroz, cifra, guarismo, elixir, cero, quintal, fanega, quilate, tahona, tambor, cenefa y alcabala, por sólo citar algunas a manera de florilegio. Muchas de las cuales siguen moteando nuestra conversación corriente. Con esa habilidad para las cosas concretas y la vida práctica y siempre a ras de tierra incluso en religión, porque al árabe no le gustan las especulaciones, tiende al esquematismo del suma y resta y deja secuela en esta forma de ver las cosas llamándolas por su nombre o hablando en cifra en el idioma castellano, que se enriquece no sólo con el acerbo lexicográfico sino también semántico del morisco, con su actitud diferente frente a la ida, porque siempre fue un pueblo realista que prefiere los deleites materiales a las promesas de las otra vida. Pero también sus creencias pueden volverlo fanático.

Y para aquellos que aun sigan creyendo en los Reyes Magos unas palabras proféticas  al respecto del máximo historiador español, Claudio Sánchez Albornoz, tan grande como ninguneado e incomprendido, porque aquí los que mandan son los discípulos de Américo Castro, y cortan el bacalao en literatura los Hijos de Julián Marías, judíos conversos, a los que la cabra les tira al monte.  Don Claudio, que era un abulense integérrimo, y recio como los pinos de Ríofrío, y que, transplantado a Asturias, la tierra de sus cariños, creció hasta concertarse en mayestático cedro de la verdad. Por ella sufrió, fue desterrado y perseguido. Sus palabras, escritas en 1969 cobran un treno profético en este verano del 99, con una nueva marea islámica  a las puertas de Belgrado:

“¿Se me perdonará también que, a veces, al contemplar la crisis social y espiritual de nuestros días, a la inversa, haya pensado en la pérdida de España?  Porque temo que otra gran tronada histórica pueda poner en peligro a la civilización occidental, que lo estuvo por obra del  Islam en los siglos VII y VIII. Ésta fue salvada, según creo firmemente, por Pelayo en Covadonga, resistiendo al Islam en las peñas de Asturias. ¿Quién puede imaginar dónde tendrá lugar mañana una nueva batalla de Covadonga? ¿Dónde se iniciará una nueva reconquista que salve al cabo la civilización nieta de aquélla, por la que, con el nombre de Dios en los labios, peleó el primer vencedor del Islam en Europa?”          

 Al oír las inspiradas amonestaciones de Don Claudio, al que Dios tenga en su Trono, se nos vuelve a poner la carne de gallina. No es extraño que los memorialistas de la hora presente intenten por todos los medios enjalbegar la memoria con muchos alifafes y enredos. Ningún padre de la Iglesia sanciona la violencia, pero sin la ayuda divina, que a veces permitió las guerras de defensa, el cristianismo o lo que es lo mismo la civilización de Poniente habría perecido. Todo pueblo tiene derecho a repeler al invasor que pretende sojuzgarlo. El Duero fue poblado y repoblado una y otra vez. Las banderas de los castillos cambiaron de mano ininterrumpida entonces ¿Y ahora quién parará al Islam?

Muchos parecen querer olvidar que hubo acoplamiento, avenencias, y algunas veces, palos, pero conviene tener presente que España y no los musulmanes ganaron las Reconquista. Por todas las trazas barrunto que los americanos se proponen un nuevo relevo del pabellón, pero si vuelven aquellos aciagos tiempos, no será por culpa de los españoles que aman a su patria y a su fe.

  Por aquellos días fuimos mucho más tolerantes de lo que algunos cacarean. Se conciertan casamientos de conveniencia o por amor entre musulmanes y aborígenes. Hay bautizos en masa y los monarcas otorgan privilegios de asentamiento: las Cartas Pueblas. El modo de ser de aquellos pueblos del norte africano caló. Mal que nos pese, lo árabe sigue circulando por la masa de nuestra sangre, con su tendencia a la ostentación, el orgullo de las gentes del desierto, su austeridad y también el fuerte sentido de la honra y la pronta inclinación a la venganza. Ese “ me las pagarás” es un remoquete del odio africano que a veces se apodera de nosotros. Sin embargo, esto, por ser tan frecuente, no creo que revista la menor importancia.

Dos cruces de piedra que había, una situada a unos pasos del cocedero de la Tía Grilla, y la otra en el Redondillo, según se baja hacia las pobedas camino de San Vicente, era dos hitos que recuerdan al visitante este hecho de que la convivencia no ha sido del todo pacífica y cristiana. Ambos símbolos fueron erigidos para precaver a la posterioridad de dos acontecimientos sangrientos, provocados por reyertas entre mozos o altercados con navaja con mozos forasteros. El día de San Pedro del año 1748 dos cuadrillas de Sacramenia y de Fuentesoto tiraron de navaja. Iban cargados de vino y por un quítame allá esas pajas, que si has bailado con mi novia, el resultado fue una riña con resultado de varios muertos. La del Redondillo se levantó un siglo más tarde casi por lo mismo. La víctima fue esta vez un fraile exclaustrado de Cardaba con motivo de la desamortización de Mendizábal de 1838.

Es posible lo que escuché decir antiguamente en los filandones por el invierno cuando salían a relucir historias de ánimas y de aparecidos que el alma en pena de este pobre monje, que no se había distinguido lo que se dice por su inocencia de vida, pero a quien la pérdida de su cordón de cuero y la cogulla blanca desquició, vaga por los desmontes de Peña Colgada, alma en pena y que hace conjuros y maleficios contra aquellos que osen profanar el recinto. Mentira o verdad, lo cierto es que, como se sabe, el claustro y el ábside fueron comprados y los sillares desmontados y marcados trasladados en barco a Nueva York por W. Hearst, el todopoderoso magnate de la prensa estadounidense, el mayor enemigo que tuvo España en la guerra de Cuba porque se le hace responsable de la impostura de la voladura del bien y de la muerte de tantos soldaditos que pelearon en la manigua antillana contra los mambíes, las fiebres palúdicas y las mentiras y amarillismo de los rotativos de la Cadena Hearst. Pues bien, este creso rey Midas, que tenía en sus manos los grandes consorcios de la comunicación escrita y radial  se arruinó al poco de hacer la operación de compra. Una de sus descendientes Patricia Hearts anduvo metida en el escándalo de los asesinatos rituales de un tal Mason, que en los años sesenta conmovieron a California y a medio mundo. El plutócrata debió de pagar cara su audacia. El espectro de Cardaba lo hizo blanco de su cólera. Con los españoles y menos con los de Sacramenia, Mr. Hearst, no conviene hacer el tonto. Su imperio se vino abajo a raíz del hundimiento de Wall Street muriendo al poco por un paro cardíaco. O por el conjuro del alma en pena del fraile del convento de San Bernardo...

En el siglo pasado los recintos sagrados de la laura se encontraban en estado de abandono, pero todavía seguía funcionando, a trancas y barrancas. En 1866, cuando gira visita el polígrafo mallorquín José María Quadrado, fue escoltado por un fraile ya en la ancianidad. Su presencia casi espectral al igual que los muros derrumbados le hacen glosar una versículo de Job”:Voy a dormirme en el polvo y, si mañana me buscases, ya no seré”. Quadrado es un verdadero viajero romántico que sigue una tradición empezada por los hermanos Bécquer. Ellos compraron otro monasterio cisterciense, el de Veruela. Allí Gustavo Adolfo iba a curarse de su tisis.

 

Con todo y eso, todo hay que decirlo: el hecho de que España no haya tenido una revolución como las tuvieron Inglaterra con Enrique VIII y Cromwell y Francia con el furor sanguinario de Voltaire, preservó algunas de nuestras reliquias inveteradas. Era mucho lo que había, el expolio, sobre todo con las invasiones napoleónicas, fue largo y tenaz. Al pasar a la burguesía los bienes en manos muertas, el patrimonio religioso enriqueció a una legión de anticuarios y trapisondistas. Si a esto se añade, la dejadez, la ignorancia y el escaso apego a lo propio, lo extraño que al cabo de siglos de rapiña se alcen todavía señeros en los alcores y cerros castellanos esas señeras ruinas. El odio a la cruz de Cristo, llámese desamortización, llámese secularización, las persigue, pero su barrena no lo ha zapado todo. Muy posiblemente esa labor de aniquilación se consume en un plazo de cien años. En los años ochenta desparecieron varias cruces y humilladeros que hay en Fuentesoto y para más INRI en la fachada lateral de la iglesia de San Pedro de la noche a la mañana alguien pintó la del diablo, esto es, la que se traza al revés. He pregunté a varias personas que por qué esa “descrucificación” tan aparatosa y nadie me supo dar razón. Uno me dijo por toda respuesta y como dando a entender que en estas cosas la mejor norma es el no meneallo:

- Ahora vívese mucho bien. Cien veces mejor que antaño. Vamos pero que muy a gusto.

- Bueno, pues, bendito sea Dios. Pero yo no veo la relación que pueda existir entre tirar las cruces al río, dejar que se arruinen monumentos y marchar bien,

- Sí que la tiene - dijo el Clodomiro con acento de quien frena una discusión en seco.

Su gesto me dejó parado. Vi que los ojillos birlones del Teodomiro gritaban para su capote: basta ya de historias y de cuentos. Aquí la única estética es la de la andorga. Lo importante es marchar bien, ganar dinero, tener un buen coche. Queremos renunciar a nuestro pasado. Todo aquello fue el símbolo del oprobio.

- Pero eso es confundir el culo con las Témporas, Clodomiro, majo.

¿Y a qué no sabéis lo que me dijo? Que me fuera a tomar por él. Me entraron deseos de agarrarle por el escuezo y lanzarlo chimorretes abajo, pero buena de gana de discutir.  Y sin decir adiós tomé el montante y me senté a la puerta de la bodega, la que tiene una antojana con dos almendros, con mi tocayo Tomás Parrilla, que el año pasada cogió treinta cántaras de un par de majuelos. Como nos llevamos pocos años, poco más o menos somos coetáneos, ya nos conocemos. A los dos nos gusta la sangre de Cristo, que no somos moros ni judíos, ni tampoco lo negamos, ni hemos cambiado de chaqueta, ni afusilamos. De vez en cuando es no sólo conveniente, también saludable, para aventar las telarañas del alma que tanto escuecen, con unos tientos al jarro.

-Y de hoy en un año.

-Eso es lo que hace falta. Y que lo veamos.

El vino de por aquí debiera de traer el gollete de los Vega Sicilia. Fueron los del cister los que plantaron las viñas, una tradición que aun sigue brindando. Aunque muchos desceparon los majuelos cuando el ingreso en Mercado Común, mi amigo Parrilla los dejó intactos. Hay que ver que mi tocayo siempre fue un sotohontanero listo, aunque, a diferencia de otros, nunca le dio por zorrerías. Y eso que se va a llevar por delante.  Y si no fuese por el fruto de la vid, que es fuente de salud y de vida (los antiguos lo acreditaban como el árbol del Edén; Eva, tras su pecado cubrió las vergüenzas con hoja de parra) ¿qué sería de nosotros, Julián?  Nos demuelen las cruces, se llevaron las piedras nos tiraron la olma, nos  lo han cambiado todo de sitio. El escudo del Yugo de la Labor y  de las Flechas del Poderío fue lo primerito que quitaron en este impresionante de ocultación del testimonio y del legrado de memoria al que hemos asistido en todos estos años. Era el símbolo que tú y yo más hemos amado. Con pertinacia tesonera, poco a poco, sin dar cuartos al pregonero y como quien no quiere la cosa están desmontando lo que quedaba. Y en la iglesia de San Pedro las mujeres rezan la epístola y en ella por las fiestas dan conciertos y se arrancan por fandanguillos. ¡Si don Frutos, que paz descanse, con lo mirado que era para estas cosas, alzase la cabeza! Se me ha clavado en la memoria el recuerdo doloroso de aquel día, un primero de junio del infausto año 92, el del Quinto Centenario, ya sabes, lo estaban aguardando los traidores de este país para hacer de las suyas, esto es: todas las judiadas habidas y por haber, cuando, terminado el funeral, me fui a la sacristía a pagar al cura y vi cómo libros y códices valiosísimos yacían por el suelo o andaban amontonados sobre las cajoneras.

-¿Qué es esto? - pregunté airado.

Una mujer trayendo las vinajeras, la que canta la epístola y la que pronto dirá la misa a los del pueblo, al paso que vamos, me lo explicó:

- Morralla. Han desmontado la casa del curato y los libros se los ha quedado un tratante de ganado, que los ha comprado por dos mil duros.  Es amigo del señor vicario.

Si no hubiese sido porque tenía que presidir la conducción de respeto en el funeral, te prometo, Julián Parra, que hubiese montado un número. Estaba de tanto enojo que la bilis se me subía por los gañotes y alcanzaba casi los terceletes de los lunetos, allí donde antaño, se escuchaba piar a los gurriatos cuando el cura don Amancio predicaba alguna de sus desangeladas arengas, pero teníamos allí al pobre Silvino el ataúd envuelto en la bandera de España, con el sable de oficial y la gorra con dos estrellas, las cosas que más amaba, y no tuve más remedio que transigir y callar. De no haber sido por el duelo en aquel momento de dar sepultura a mi pobre difunto, hasta le hubiera dicho cuatro verdades al señor vicario, al obispo o a quien hiciese falta. Nos lo quitan todo, Julián, pero el vino que se guarda en  cubetas de roble no se lo chiscará esta horda de borrachuzos que se ha apoderado de España. Paciencia y barajar. La biblioteca de la rectoral fue adquirida por cuatro cuartos por un chamarilero de Galicia que se la ha vendido toda a los ingleses. Te participo que tu clarete, al que me invitaste aquel día, es de los que ayudan a vivir y hacen más llevadero el morir.  Ya sé que tú lo recoges sólo para el gasto, pero aun así no por eso deja de ser un quitapesares. Que san bernardo te bendiga por no haberte sometido a los trágalas imperantes. Tú no descuajaste el majuelo, tío. Y, gracias a ti, no se rompe la tradición.

Tales desafueros no me pillan de susto, la verdad sea dicha. Estoy curado de espanto; ya sé que me llamáis el “ tonto de las ruinas”. Pues falta un epíteto”: el de los libros”. Mira que os di tabarra con lo de la ermita de San Vicente, que si el tejado se os iba a desplomar, que no hay derecho a convertir la casa de Dios en un muladar. Y efectivamente la techumbre se vino abajo y se perdió toda la fachada de Poniente.  Me llené de indignación cuando el año 80 descubrí el derrumbe. Todo eran cascotes y hasta habías pegado fuego a una imagen de Santo Tomás, talla del siglo XVII de madera de pino. Pude salvar una mano del santo que ahora tengo yo en el sitio donde escribo como una cara reliquia, que me inspira y me exhorta a promulgar la verdad, pero tampoco conviene remover el agua sucia, que todos nos vamos a perder perdidos en el charco.

Como os dije, la cosa viene de largo porque ya en el 68 le dediqué uno de los primeros reportajes a este lugar. Apareció en el Diario SP a doble página. Aquel otoño anduvimos por aquí Santiso y yo tomando placas del ábside de cuarto tambor. Tiramos fotos a todo lo que se movía. A los trojes de las eras, a la yunta de machos, a las torres, a las viejas enlutadas en la iglesia acurrucadas cabe los hacheros funerarios y sentadas a la morisca, con sus manteletas que recordaban al flameo de las mujeres romanas. Sacamos al cura con el alba y la estola responseando. Cada padre nuestro, una perra chica. También tomamos instantáneas de las palas, las horcas y los garios, los aperos y los carros de telera, que hoy son bocados escogidos de los anticuarios. Esta urgencia por dejar constancia gráfica de todo aquello era porque nos cercaba el presagio de que estábamos ante las ultimas reminiscencia de un mundo medieval, y un sistema de vida pronto a sumirse en la laguna del olvido. Por eso, aquel reportaje tuvo mucho de denuncia y de aviso testimonial.

Nos fue difícil ganar acceso a la ermita de San Vicente.  La llave oxidada, no corría bien el pestillo. Cuando por fin, a golpes y meneos, conseguimos hacer trabajar a la cerradura, nos pareció aterrizar en el mundo de ultratumba, que guardaba dentro de densas tinieblas las riquezas y fruiciones de un lóbrego paraíso. Olía a moho.

 Todavía penetraba algún resquicio de luz por las aspilleras y nos pareció escuchar el eco de cantos gregorianos, porque la ortofonía era perfecta, que en aquellas iglesias no hacían falta micrófonos, y la voz humana resonaba importándose  a través de los resquicios de la plementería. El suelo, según la tradición primitiva en las antiguas iglesias, de tierra apisonada mostraba los túmulos de algunas tumbas recién excavadas. Había esparcidos algunos huesos y el fotógrafo como buen gallego torció un poco el gesto, porque no le gustaban aquellas cosas. Aunque era comunista, Santiso creía en la Santa Compaña. Al que esto escribe tampoco le llevaba la camisa al cuerpo. Pero llevábamos con nosotros al cura, don Laurentino que se reía un poco de nosotros. “Quietos, que os vais hacéroslo en los pantalones, pero si los muertos no hacen nada, hombre”. “Ta. Pero, e por si muove, carallo, nun lu toques“, dijo mi colega en buen coruñés a la vista de un par de calaveras y algunas tibias que blanqueaban casi fosforescentes en la oscuridad.

Las ballesteras empotradas como una ojo vertical sobre el muro advertía que el recinto tuvo una función militar que cumplir.  Desde estas saeteras se disparaban flechas contra un supuesto invasor, pero las lauras de decoración de la archivolta poseen una frescura casi virginal, observándose en la piedra marcas de gubia. Además fue extraída de canteras por aquí, porque dentro de su configuración calcárea se advierte la filigrana de raíces o de pequeñas valvas fósiles. La luz del día penetra por el ventanero iluminando los perfiles mágicos del decorado. Las figuras del capitel empiezan a mirarnos. En uno, hay un  obispo que aparece exultante entre dos ramas de palmera. Carilleno y orondo,  impartiendo su bendición al concurso desde su cátedra desde la que oficia una hermosa liturgia interminable. El prelado luce sus insignias pontificales: la mitra, el báculo y bendice con el índice y anular de la diestra que sujeta un anillo bisulco o de doble dedo. La mano se enfunda en una quiroteca litúrgica cuyos pliegues hacen muescas en la piedra. Es una expresividad llena de quietud sobre toda ponderación.

Estamos ante uno de los capiteles más impresionantes y solemnes de toda el arte románico. Debajo, al lado del bando de piedra bajo la arcada, donde se sentaba el diácono y la orquesta coral, se abre la oquedad de una piscina, abriendo como la ranura de una llave. Dentro de la austeridad y desnudez del altar cisterciense este aditamento servía para guardar los vasos sagrados y abluciones, porque en aquellas iglesias, sagrario no había. La comunión tenía más sentido de participación que de sacramento y en todas las celebraciones el sacerdotes y los fieles consumían el corpus y el sanguis sin dejar ni miga ni gota. Era para eludir profanaciones pero también porque aun no habían llegado las aberraciones de los siglos subsiguientes, donde el Cuerpo de Cristo, que es salud y vida de fe, se convierte en arma arrojadiza y caso de guerra entre papistas y protestantes. Como siempre, la testarudez y necedad humana consiguen que el medio se convierta en fin y no en objeto. Siguiendo los cánones del ceremonial hispano visigótico, tan importante como la eucaristía era la eulogía o recepción del pan bendito.  La devoción a la eucaristía empieza a afianzarse a partir del siglo XIV. Esta piscina, en su verdadera semántica litúrgica, que he visto yo en muchas iglesias rurales de Inglaterra y en el iconostasio de los griegos, luego empezó a llamarse credencia y a continuación tabernáculo. Pero dejemos de meternos en esos andurriales de la fe que nos llevarían muy lejos.

Justo por cima un torso humano y una faz contrita que trata de hundirse en el lomo de la oveja rescatada se agacha ante un cordero de diseño tosco y lo abarca con la panza. Es el Buen Pastor. A la vera aparece una cara como de una máscara. Su expresión no sé si expresa pasmo o hilaridad. Es el momo que contrahace a la sombra del buen pastor. Lo que el uno hace el otro desmorona. El buen pastor se dedica a ir buscando las ovejas perdidas que el diablo devora. Sin esta dualidad o lucha de fuerzas contrarias que perdura por los siglos de los siglos no podríamos comprender la simbología románico plagada de mensajes crípticos y de una exultación soteriológica que el hombre moderno a duras penas acierta a compenetrarse. En el otro capitel se plasma a unas aves muy prietas - pueden ser palomas, perdices o urogallos - que parece que se retuercen y se desgañitan haciendo trenzas con sus pescuezos en arco. El resto de los cimacios exhiben tan sólo una decoración de helechos o de canastillo.

 

A Santiso y a mí nos parecía que habíamos llegado al hipogeo del gran laberinto de la existencia. No nos olvidamos de dejar la puerta bien abierta no fuese a escaparse el gato o de acordarnos de aquel Anteo mítico que, para no perderse, se amarró con una cuerda a la cancela del Dédalo Cretense. Sólo conseguimos salir de nuestros sueños cuando el cura, don Laurentino, sacó la petaca y todos juntos, con el alcalde, Constantino de Frutos,  y quien esto relata, en paz y armonía de viejos camaradas, echamos un caldo. Nos parecía que aquel era un momento trascedente. Verdaderamente habíamos llegado al límite.  Luego, para que se nos pasara el susto, fuimos a merendar a las bodegas.

- Tantas ruinas- comentó mi fotógrafo- afligen, rapaz, pero el vino no es malo.

   Y, tanto; que aquella tarde de octubre bien que soplamos. Entre los cuatro, metimos al coleto casi una cántara. No sé ni cómo conseguimos salvar las vargas y cuestas de todos los Castros, que son tres: el de Fuentidueña, el de Sarracín, y el de Gimeno, según se va a Sepúlveda y que fueron todos ellos acampamientos del ejercito romano. Pero, conduciendo y dándole a la petaca, entramos en Madrid sanos y salvos. Se conoce que, como fuimos buenos chicos, el fantasma del fraile de San Bernardo, vino acompañando y velando por nosotros por toda la carretera de Francia. Al fin y al cabo, lo que pretendíamos era dar a conocer al gran público el abandono en que se encontraban aquellas riquezas ocultas.

El artículo tuvo pegada y hasta me felicitó personalmente el bendito Marqués de Lozoya, que fue un verdadero ángel de la guarda protector del patrimonio artístico español, aunque siga habiendo modorros que guarden hacia él ciertas reticencias. Pero bendita sea su memoria.

Después del 77, otra vez volví a insistir en el tema desde las páginas del “Arriba”, como si Sacramenia, lugar mágico, hubiese encontrado en mí un pregonero. ¿Será porque anunciar la necesidad de una vuelta a la espiritualidad es la razón por la cual la Providencia me ha puesto en el mundo? No lo sé, pero aquella tierra tiene una fuerza telúrica, que me atrae o me rechaza, según convenga, pero siempre acabo regresando a ella, o con el alma o con el cuerpo. Sacó siempre lo mejor de mí.

A la sazón trabajaba yo como corresponsal en la Onu de la desaparecida agencia Pyresa. Uno en la ciudad de los rascacielos acaba harto de política. No he sido testigo de tanta corrupción ni de tanto bizantinismo como cuando asistía a aquellos debates que duraban horas y horas. Acabé no apareciendo por la planta quinta donde compartía el despacho con un periodista indio, que debía de ser un personaje muy significado en su país porque era pariente de Indira Ghandi. Como no acudía al recinto, este hombre se sentía a sus anchas, pero, como renunciara yo al despacho, y le colocasen a un coreano que trabajaba allí de servicio permanente, allá fueron ellas; un día se acercó a mí el Ghandi aquel y me zarandeó por la solapa, y me abofeteó: “Por qué has renunciado a tu sitio de privilegio mirando al East River, loco”. Porque no me gusta ver constantemente gabarras. Fluyen llenas de mierda”, le dije. “Pues me has hecho la pascua. Vivía como una maharajá y me han puesto de compañero a un indeseable”. “Ese es su problema”. Echaba espuma por la boca y dardos jupiterinos por los ojos.

Algunas veces me acuerdo con cierta melancolía de aquel barahá de Carpurtala.

 Entonces comprobé que el tal pacifismo de los indios, el karma y la no-violencia no es más que un cuento chino. Las gentes para vivir tienen que seguir siendo alimentados por sus propios prejuicios.

 Carter empezó a ser para mí un nombre mil veces repetidos y Zbignew Bzrecesinsky le entendía. Su acento era polaco. Nunca puede llegar un hombre a sentirse tan utilizado y manipulado por los intereses de la economía cósmica que un corresponsal en Nueva York. Todos los días hay que contar batallitas y repetirlas infinidad de veces. El lector acaba creyéndolas. Si no hubiera sido porque la situación en España, recién iniciada la Transición, era como un monstruo de muchas cabezas que se devoraba a sí misma, y que tenía el jefe despachando a ocho mil kilómetros. Por el télex me había llegado un réspice desde Madrid, porque el día que había muerto Elvis Presley yo había enviado una crónica de pitorreo que empezaba así”: Silencio, que se ha muerto el Rey del ritmo...”

A algunos incondicionales del ídolo de Menfis (Tennessee) les pareció aquello una salida de tono, cuando no un auténtico sacrilegio. Del contexto se desprende que a mí me priva menos el rock que el canto gregoriano. De la noche a la mañana, aquel cantante que había fallecido hecho un monstruito a causa de su adicción a los barbitúricos se había convertido en una mito. La santificación de Elvis era un hecho que yo no comprendía. Lo mismo que fue Alcapone, Carusso, Eduardo VII, Gardel y lo ha sido en el 97 Lady Di.

La sociedad moderna tiene necesidad de crear su propio martirologio llenando el casillero del día con nombres que alguna vez causaron impacto en la cultura de masas. A mí me pareció eso una alienación y así lo escribí. Dije que desde Hollywood los cofrades del gran Hermano eran los demiurgos más listos, pues saben convertir la basura en oro.

Se había muerto el Caudillo. Algunos, como Fernandino Jáuregui, se rasgaron las vestiduras. Yo ya no tenía valedores. Criticar a los americanos en tiempos de Franco podía ser rentable, pero ahora podía convertirse en algo muy peligroso. Manolo Blanco Tobío, siempre un caballero, a pesar de no compartir mis ideas, me echó un capote.  Pero también salvé la cabeza gracias a un milagro de la Virgen, porque los sabuesos de la CIA habían puesto precio a mi cabeza. Iban a por mí. En la comunidad paraláctica(todos teníamos algo de astros por más que nos dijésemos periodistas) española en Nueva York el ambiente estaba bastante enrarecido a causa de la pelea casi continua que sostenían Jesús Hermida y el llorado Cirilo Rodríguez. Mi paisano era mejor periodista, tenía más valía, pero el onubense con aquellos abrigos de piel con vueltas de piel de zorro que se mercaba en Macy´s parecía un autentico príncipe ruso y gustaba mucho a las señoras. No decía nada, pero resultaba más interesante, aunque reconozco que Jesús es un comunicador nato. Parece haber nacido en un plató.

Me había hecho yo por aquellos días de aquel tórrido agosto neoyorquino en que quedó solo en Manhattan, porque mi mujer se había ido a España para parir a Antonio Gabriel, nuestro segundo hijo, y bastante deprimido, amigo del meritorio de Cirilo, que era un chico de Sahagún de Campos, que había conseguido una beca Fullbright y vivía en la universidad de Columbia, con su compañera, Mari Carmen,  en una habitación de exiguas dimensiones -nunca vi tantas cucarachas, pues Nueva York estaba atestado de ácaros. Ellos vivían en el West Side cerca de The Cloisters. Una tarde subimos a  ver aquel recinto monástico a la vera del Hudson y hecho de retales a base de portentosas piezas arquitectónicas fletadas desde Europa.

Había castillos y monasterios enteros y entre ellos con dolor y sorpresa contemplé cómo las ruinas de las piedras doradas de mi pueblo, aquellas que había visto yo tantas en la vega de abajo cerca de la fuente colorada de niño cuando mi abuelo me mandaba a abrevar a la yegua torda y a su muleto, estaban allí haciendo dinero, y no en manos muertas. Pues en la fuente Colorada habré yo quebrado más de una botija de agua, y más de una vez me habré bañado con los de mi cuadrilla tirando desde el trampolín de unas piedras pasaderas.

Pagué cinco dólares pero pasé un buen rato y el tema me sirvió de punto de arranque para contar una bonita historia para mis lectores, de los mejorcito que escribí yo en Estados Unidos. O la Virgen se me apareció o fue el duende de San Bernardo el que me inspiró aquella elegía, partiendo de la base de que aquellas piedras arrancadas de un mundo viejo habían venido a conquistar mediante el gran silencio trapense al mundo nuevo. La crónica pego fuerte, aunque las fotos no fueron tan buenas. No estaba allí, claro está, Santiso con su retranca y ferrete a lo santiagués para sacarme de apuros.

Lo que más me dolían era que el refectorio, parte de la iglesia y del claustro que lo  había sido Santa María de Cárdaba se mostrasen a los turistas como si fuesen trofeos arrebatados al enemigo en una guerra de reconquista. A veces los norteamericanos adolecen del mal gusto de los nuevos ricos. Capiteles, arquivoltas, aras y cornisas habían sido vaciados de contenido esotérico.

Así se lo hice saber a mi colega Felipe Maraña y a Mari Carmen, pero ellos no compartían mi opinión:

-Están mejor aquí que allá, con todo lo que tú digas.

Pero el fantasma del Coto de Cardaba me respaldaba. Creo que estaba llorando de rabia:

-Esto es una afrenta para todos los cistercienses- gritaba desde el fondo del abismo de la serenidad inmarcesible aquel fantasmagórico oblato.

 Dicen que todos los monasterios bernardos cuentan con la protección especial de la Virgen a la cual están dedicados y luego al morir siempre se queda un monje de guardia que vigila por la observancia y pone dificultades a los que tratan de buscar a Dios por la vía del conocimiento místico, y debió de ser este espíritu que se me ha aparecido varias veces el que evitó profanaciones y allanamientos de morada. Debido a su acción, el magnate Hearst se fue al garete, y, aunque luego su imperio volvió a resurgir, nunca sobrepasará los límites de un emporio de papel cualesquiera. Me ilustró con una serie de profecías a las que, por recato, no haré mención. Baste decir que las cosas de Dios son así.

- Con los americanos no hay quien pueda, padre - le dije

- A ellos también les llegará su sanmartín - replicó.

Y yo le pedía entonces que me asistiese con su inspiración para escribir una crónica limpia y pungente contra aquella afrente al patrimonio sacrameniense. Me miró con  ojos enfierecidos y como diciendo”: Lo más seguro es que sea así, pero ten en cuenta, hijo mío que ni el tiempo de Dios ni sus caminos son los mismos que los humanos.

- Ah, ya. Es otra clepsidra, otra arena, otra forma de contar.

Luego me dijo que su nombre era Emilianus, pero que le llamaban Millán. Enfundando las manos en las enromes mangas que le salían de la túnica y calándose la cogulla despareció. Le he vuelto a ver mi querido Fray Millán múltiples veces y en los lugares más inverosímiles. Su continente denota la paciencia benedictina, y la parsimonia de un trapense, pero también sabe ser un buen dialéctico y utilizar todos los recursos de la retórica. Había fallecido el año 1838 cuando toda la comunidad se dispersó. Aunque  traspuso los umbrales de uno de los atrios, estoy seguro de que fray Millán no debe de andar muy lejos.  Le conté mis aflicciones, pues me parecía que un señor nacido en Sahagún de Campos, que junto con Arévalo y con  Cuéllar forman el triángulo de ese primoroso “románico de ladrillo” tuviese tan poco apego a las cosas nuestras. Se estaba ya gestando el cambio de la guardia y asomaba su deletéreo hocico el ciudadano González. Toda la operación “gonzalista” se gestó al pié de los rascacielos. Fue precisamente el inefable Felipe Maraña el que pidió a su tocayo el secretario general del PSOE el que pidió a voz en grito que fuese desmontada la Prensa del Movimiento. Perdoné, aunque no he olvidado tal incidente.  A pesar de todo, acudí en su compañía y la de su mujer a visitar los Claustros y me dieron ganas de soltarle ante sus mismas barbas su desfachatez e indecencia. “Pero, caray, Felipe, siendo tú de Sahagún de  Campos y yo de cerca de Cuéllar no entiendo tu postura iconoclasia”. Sin embargo, callé. Empezaba un tiempo de silencio y de incomprensión. Era la hora de los arribistas. Su único ideario: “quítate tú que quiero ponerme yo “.

Alguien observaba mi postura noble y patriótica. El espectro de aquel cisterciense se convirtió en mi ángel de la guarda y estuvo al quite en todas las tarascadas y mordeduras de víboras españolas en que se había convertido el gallinero de la multimedia. En realidad, un fondo de reptiles. 

Quedé algo reconfortado con su visita en aquel instante porque me parecía que todas aquellas piedras estaban fuera de su lugar y que ni aquel calor bochornoso ni la borrina que se alzaba de los humedales del Hudson poblado de quintas en sus riberas y algunas embarcaciones de cabotaje era el que le correspondía. A un de los ábsides le había atacado el mal de piedra.

Aquel contacto con la realidad y a la vez con los espectros me marcó un poco para toda la vida. Empecé a tener las ideas bastante claras acerca de lo que, no tardando mucho, acabaría sucediendo, y parece que ser que todos aquellos presentimientos negros que tuve aquella tarde a la vera del Hudson ante mis propias “Ruinas de la Italia” se han ido cumpliendo una por una. Mari Carmen había traído merienda y honré la hospitalidad de aquellos dos buenos amigos, que, aunque no compartiéramos las mismas ideas, siempre seremos amigos. Hoy Maraña, que entonces andaba un poco lampando y tenía todo ese fuego inconformista de la juventud, es un importante cargo en el periodismo hispano, de lo cual me huelgo, pero no cambiaría yo ninguno de sus avisados comentarios sobre la guerra del Golfo, o la situación en los Balkanes, por la tortilla que había preparado su mujer y que nos merendamos en un prado contiguo a la salida de aquel recinto medieval.

Se nos acercó una judía que se quedó con mi nariz de romano, pero yo aquella tarde no estaba de buen humor y me despaché con unos cuantos alegatos en favor del viejo mundo. Les dejé arreglando el mundo y me vine en el metro para mi oficina donde escribí de un tirón aquel reportaje que tanto gustó. Lo mandé por cablegrama y a las tres de la mañana, como estaba de Rodríguez en la Ciudad de los Rascacielos, encaminé hacia un bar que había en la Tercera Avenida, que se llamaba de “ Irish Rover” y traté de moderar la satisfacción que me embargaba por aquel “scoop” con unos cuantos vasos de cerveza negra. Brindé a mi acompañante sempiterno, Fray Millán:

- A su salud, padre.

Y yo que éste aprobaba con una sonrisa de pícara y haciendo un gesto con las mangas de su hopalanda cisterciense aquella actitud de celebrar no sabemos el qué.  Chascó la lengua y luego sonó un gaudeamus.  No estaba tan abandonado ni tan “ in partes infidélium” como yo llegue a suponer.

- Te lo mereces.  Lo has clavado. Ahora lo que hace falta es que aquellos bodoques dejen de hacer el tonto vendiéndoles sus tesoros a precio de ganga a los norteamericanos. Tú sigue chascando la tralla para meter en vereda al mulo.

Fray Millán llevaba más razón que un santo, pero temo que, como tampoco a mí, le hayan hecho demasiado caso. Mi fantasma particular y yo mismo pertenecemos a una especie a extinguir, al igual que algunos funcionarios. Pero no seremos nunca ni los primeros ni los últimos que se sienten consternado ante esa dejadez atávica del papanatismo de nuestros días. Ya Quadrado prorrumpe en un lamento profético al girar visita a Sacramenia, y tuvo la sensación de desolación de la que fui yo partícipe al salir del museo neoyorquino. Dice el escritor mallorquín. “Creí que, al salir de allí, escuché el lamento del Santo Job recitando palabras melancólicas sobre la condición humana la cual no es más que polvo. Si mañana me buscáis, ya no seré nada “.

 

Leopoldo Torres Balbás, un historiador ilustre de la Historia del Arte, que estuvo en Pecharromán hacia 1920, antes de que el monumento fuera vendido y dispersado, hace una detallada descripción de la iglesia, con una longitud de 56 metros por 37. Las tres naves estaban separadas por pilares cruciformes, y las bóvedas eran de plementería francesa. Se fija en los capiteles de las columnas, lisos, con ábacos formados por un filete y una nacela. Los capiteles eran grandes y en ellos se repetían motivos de decoración vegetal: piñas, tallos, algún helecho, bolas y mallas. Separaba el muro de la nave central una fina imposta, con dos gorjas invertidas entrefiletes. Se apreciaba la ornamentación de rosas. Todo el recinto debió de someterse a una reforma en 1733, fecha que aparecía en una talla de madera de San Bernardo que era de aquel año.

Aporta Leopoldo Torres Balbás otro dato que corrobora lo tantas veces declarado aquí del ascendiente musulmán que se aprecia en la mayor parte de todos estos monumentos, lo que demuestra la propuesta de que el cister fue un elemento aglutinante de pacificación y de fusión de las Tres Culturas, siempre a la sombra de la Cruz como estímulo y nunca al revés, porque la religión de Jesús ha sido la del perdón y la misericordia, cosa que no puede ser dicha de las otras creencias mistéricas.  Hoy muchos investigadores obvian que bajo el estandarte verde del Profeta fueron cometidas sarracinas -nunca mejor cuadra la palabra- y la Ley del Talión convierte al judío en el pueblo de la buena memoria. El Dios del AT resulta contumazmente vindicativo.

En tiempos de los tres grandes reyes que tuvieron por nombre Alfonso(el Emperador, el de las Navas de Tolosa, y el Sabio) se alcanzó una armonía inter racial entre los tres pueblos que habitaban Castilla que resulta paradigmática y un ejemplo de tolerancia a seguir en el futuro. Por desgracia, las Tres Culturas que hoy intentan meternos por los ojos y de la que hacen apostolado los que han sembrado de bombas el territorio de Kosovo fomentan la venganza, el fundamentalismo y la regresión al cuadrado cero de los tiempos medievales. En el fondo, lo que se está predicando de forma subliminal es la reconquista de Europa al revés. Este planteamiento que enardece a los judíos de Norteamérica no puede conducirnos a nada bueno. Supondrá un nuevo a volver a empezar de cero.

Es, poco más o menos, la pretensión esotérica de los cistercienses. Bajo su amparo se cincelaron tantas catedrales, se buscó la quintaesencia y la piedra filosofal no sólo a través del conocimiento místico sino también por medio de los valores alquímicos. En ella todo está medido y tasada hasta las dimensiones que debía tener una bodega. El vino no faltaba en ninguna casa de los monjes frailes. Ellos enseñaron a la posteridad a cantar a la Virgen y a plantar majuelos. El monasterio de Sacramenia se significó por su buenos caldos. Porque la vid es vida, fuerza y lleva al conocimiento de la trascendencia. No se puede dar de lado a este dato tan importancia porque los antiguos cristianos, quizás debido al origen dionisiaco de la religión heredada de Roma que la “sangre de Cristo” puede conducir al que pota a la divinidad inmanente y es fuente de salud. Por eso mismo el vino no estuvo nunca prohibido en ningún monasterio. Incluso, las observancias más severas, como la de los cartujos, y la de los cistercienses reformados o trapenses permiten un vaso o dos a las comidas, para hacer frente a los rigores del frío y a una dieta estrictamente vegetariana.

En Sacramenia ha desparecido casi todo, pero quedan el rosetón de poniente con la fachada de la iglesia y parte de la bodega horadada en una roca de la ladera.

Se encuentran concomitancias con el Monasterio de Piedra, en Teruel, otra joya cisterciense, y con la colegiata de Tudela en la labor de alfajor propiamente morisca. Hay aspilleras y bóvedas en arista rematando un suelo levantado donde se parecían los hoyos que otrora ocuparon las sepulturas visigóticas de piedra labrada.

El claustro, que también emigró con sus columnas gemelas y sus capiteles románicos tan agradables a los sentidos, pero tan difíciles de interpretar ante los seres monstruosos que despliegan y que eran  simbolismo habitual para el hombre de aquellos tiempos  pero que para la mentalidad actual resultan un intrincado galimatías de pesadilla, era el núcleo monástico por excelencia, según revela la “Carta de Caridad para los Usos y costumbres de los monasterios” redactado por el abad de Claraval.

Se hallaba orientado hacia mediodía para que hubiese gran disponibilidad de luz. Son fríos los inviernos por estas llanadas. La pieza claustral fue edificada en tiempo posterior o sufrió alteraciones o reformas de la época plateresca. Así lo revela el alfiz del arco ciego donde estaba situada la armariolum o biblioteca de los códices.

El cillero o granero, una especie de hórreo de piedra, debió de ser la parte más antigua, pero de sus dependencias no quedan trazas.  Durante la guerra de la independencia sirvieron de caballerizas para los jinetes de Juan Martín el empecinado.

La sala capitular se conserva en Miami habilitada como museo. En uno de sus ángulos había una ara de data muy antigua. Era un altar visigótico dentro del iconostasio casi idéntica a la que yo alcancé a ver de niño en el cementerio sotohontanero de San Gregorio y que ha desparecido misteriosamente. Sobre ella, aparte e oficiarse la misa se depositaban los santos evangelios, que en los monasterios mozárabes estaban expuestos la mayor parte del día después de la misa del alba hasta el ultimo rayo del ocas y el abad o idumeo bendecía a la congregación agarrando las tapas del texto sacro forrado en oro con un humeral. Hay que hacer hincapié en que la costumbre de la bendición con el Santísimo tenía su origen en esa practica. Asimismo, sobre el ara se tomaba juramento. Cabe la sospecha de que Santa maría de Cardaba fuese una iglesia juradera, como lo fueron San Pedro de Cardeña y Santa Gadea.

Solían allí solemnemente los condes castellanos jurar los fueros y se llevaban a cabo las solmenes vigilias de armas y la investidura de los caballeros andantes. Pero también se leían sobre el ara las colaciones u homilías después del oficio divino.

El refectorio medía quince metros de largo por cinco de anchos. No era tan aparatoso como el de Poblet, pero contaba con una cabida para poder allí alrededor de quinientas personas. Durante la infesta del prandium o pitanza monacal se tenía por costumbre que un lector leyese algo edificante desde una tribuna del lado que da a poniente cabe un ventanal geminado.

Muy austero debió de ser el régimen de vida cisterciense, según se desprende de la lectura de “Apología a Guillermo” escrita por el santo fundador en 1225. Es una critica demoledora de la suntuosidad y lujo benedictinos. Al propio tiempo, San Bernardo estaba empeñado en hacer de Claraval una especie de segunda Roma. Todas las casas cistercienses estaban fuertemente controladas por la casa matriz, no se sometían al poder de los obispos ordinarios. Los abades eran auténticos monarcas de sus demonios, aunque para todo tenían que pedir a Claraval. No podían comprar ni vender, ni menos edificar a su libre albedrío. Hasta las medidas de los cimientos debían de venir aprobadas por el Capítulo General. Querían los cistercienses una unificación de todo el monacato, siguiendo las pautas de los cristianos orientales. En la ortodoxia, por el contrario al rito latino, donde son miríadas los hábitos y tocas de frailes y monjas, por ese nefasto afán fundacional de los muchos santos que pueblan nuestras hornacinas, no hay ordenes ni institutos religiosos. Sólo, monjes, que, al profesar, se comprometen a la castidad, la pobreza, y obediencia; y popes o curas seculares, pero en la Iglesia latina cada palo aguanta su vela, y cada uno ha ido haciendo la guerra por su cuenta. Hemos querido rizar el rizo.

 El drama personal de San Bernardo fue que no pudo ver ningún fruto a la cruzada que él predicó, ni recabaría la meta por él tan deseada de la unificación monástica. Ni camaldulenses, ni valdenses, ni benedictinos, ni cartujos quisieron aceptar su disciplina. La solidez y austeridad de sus principios es algo que se deja sentir también al contemplar los muros, muchos casi derruidos, pero que aguantan el paso de los años, de sus abadías. Al establecer el Cister, lo que quiso fue diseñar para siempre y de una forma definitiva una Orden de Cristo, que es lo que significa en realidad. Cisterciense viene a ser lo mismo que cristianense, aunque hay quien lo relación con el sustantivo romano castra(campamento), pero a nosotros el primero de los significados nos parece más distintivo, precioso y  preciso. A la muerte de del maestre templario, Jacques de Molay, en 1314, los cistercienses portugueses de Tomar empezarán a llamarse Hermanos de Jesucristo.

La intima trabazón de los monjes blancos no ha sido bien delimitada y es un reto que aguarda a los historiadores del mañana, porque es un parcela apasionante que no cubre solamente el devenir de la Iglesia, sino la génesis misma de las ideas estéticas de Occidente. El modelo que ellos encontraron y siguieron en sus iglesias, que son verdaderos ribbats de sólidos fundamentos y con esa obsesión tan suya por el seguimiento de la rueda solar y el culto al sol, presente en los cantos del oficio divino a lo largo de las siete horas canónicas, no ha caducado. Siguen siendo en realidad la prez de la Iglesia. Ellos consiguieron el máximo esplendor del rito latino, pero, si bien se fija uno, conserva algunos aspectos llegados de oriente.

Por ejemplo, los templos bizantinos tenían todos cinco cúpulas y un campanario exento. Los templarios conservan este aspecto en el que se alberga una intención iniciática (en honor tal vez de las Cinco Llagas) y adoptan las campanas, pero dentro del recinto. Así la originalidad de la iglesia del monasterio de Cárdaba es haber seguido el patrón bizantino de las cinco cúpulas, pero no vertical, sino en horizontal. En cinco testeros planos. El número cinco vuelve a repetirse en otros enclaves cistercienses: el templo de La Cabrera (Madrid), en Santa María de Azoque (Zamora), así como en las abadías de Furness y The Fountains, en el norte de Inglaterra.

¿ Será casual esta curiosa homogeneidad? No lo sabemos. Lo que sí se puede decir es que la cifra quíntuple se repite en el diseño de las plantas de Santa María de Teverga(Asturias), en Leyre, en Almazán, y en Arbás del Puerto y en San Juan de Lillo. Todos estos monumentos eran de factura mozárabe.

Según mi leal saber y entender, los cistercienses no se propusieron sino la síntesis de los francés y de lo español. El ábside liso y sin contrafuertes es una aportación netamente visigótica. La bóveda de cañón y el arco de herradura que pasa a ser luego de punto a medida que se van resolviendo problemas técnicos sobre la marcha, ya estaba aquí. La leva de religiosos extranjeros traídos por Alfonso VII de allende el pirineo se establece en valles escondidos donde previamente había habido monjes de la laura mozárabe y es así como se lleva a cabo la fusión.  Sacramenia se caracteriza por haber marcado ese punto de inflexión de adaptación a un tiempo nuevo.

Tal constante donde mejor se observa es precisamente en la ruinas del cementerio de Fuentesoto, que por fuera ofrece los rollizos muros visigóticos y por dentro aparece un arco ojival en cuyos paramentos quedan restos de grafías góticas. Su traza cuadrada por una parte recuerda el arte asturiano, pero el interior es paladinamente cisterciense.  He aquí un enigma que no ha conseguido ser resuelto por los eruditos, pues aquí se empezó a construir con bóveda de medio horno, pero luego se volteó en ojiva y lo que quedó fue una bóveda en arista que ha resistido misteriosamente a la intemperie de casi diez siglos sin una mala gotera.

El camposanto a quien lo visita siempre parecerá un lugar mágico. Una mágica telúrica arrastra a la vista hacia el cerro al que quieres llegar dejando a la colación a tus pies pues Fuentesoto siempre me ha parecido un pueblo fantasmas, hecho casi para creer en las Ánimas casi sin querer. La torre de San Gregorio que lo vigila casi de arriba tiene una forma antropomorfita. Los ojos del campanario y el aire de catedral o faldistorio de la configuración de la piedra llegan a mostrarse a la imaginación como las de un gigante que se ha sentado allá a descansar. Recuerda en parte las ruinas del castillo de Tomar, donde está Cova de Iría, donde dice que se apareció la Virgen, paradero insólito, y otra ubicación templaria. Aquellos castellanos que vivieron durante la gran eclosión primaveral del siglo XII, cuando se nota un cambio de rumbo, habían heredado de los romanos una tendencia ingénita a edificar siguiendo el viejo instinto sincretista. Para conmemorar la victoria sobre e islam el rey Alfonso Enríquez ofreció aquellos terrenos al patriarca de la orden cisterciense. El mismo fue el que diseñó el encintando del cenobio del Castillo de  Tomar como tampoco me cabe la menos duda de que San Bernardo anduvo por estos terrenos. San Bernardo era un genio que se adelantó a Leonardo, porque tenía profundos conocimientos no sólo de astronomía y de matemáticas, de pintura y de geometría, como revelan algunos pasajes de su obra tan apasionada y apasionante que han llegado hasta nosotros. Sabía de Leyes y de Teología.

Pero era tolerante y complaciente con sus profesos. En su “Carta de Caridad” lo demuestra. Su pluma destila misericordia y comprensión hacia las flaquezas humanas. Durante muchos siglos, en los monasterios cistercienses se vivía bastante bien. Lo que demuestra que los jardines de María no son una utopía inalcanzable, sino que pueden llegar a ser levantados y cultivados en medio de este valle de lágrimas. Todo estribaba en la parsimonia de una vida sin sobresaltos regida a golpes de campana, que discurría en parajes solitarios y umbríos con mucha vegetación, y, sobre todo, se permitía hacer uso moderado del  vino.

 A los enfermos se les proporcionaba dietas denominadas de alivio, basadas en lacticinios y a los enfermos se les solía curar con vino. Esta bromatología, tan peculiar de la región cuyo estudio nos ocupa en esta parte de la provincia de Segovia, estaba aun vigente hasta hace pocos años. Lo sé por propia experiencia. Mi abuelo Benjamín curaba los catarros y hasta las afecciones de la vista con un vino caliente que llamaba sopillas. La tuberculosis y el reumatismo así como una afección medular o mielosis (esta es  la tierra de los quebraos de espalda y las faenas del campo propician la aparición de las hernias tan frecuentes y que derivan en lesiones oseas), a falta de otras boticas más contundente pedían el vino de ribera como purga de benito.  Fuera de eso, los frailes bernardos, pues está constatado, eran grandes apotecarios e iniciados en la alquimia y conocían la mayor parte de los secretos curativos de las hierbas medicinales, pues, como decía Raimundo Lulio, no hay yerba que no tenga a sus  propias estrellas que la empujen y la estén diciendo a todas horas: crece. Gran parte de esta ciencia que yo he visto guardada misteriosamente en los ojos de boticario y tarros de la farmacia de la villa de Fuentidueña la sabían los monjes medievales al dedillo. Hoy está perdida, pero, a no dudarlo, volverá a florecer, a no ser que la mano del hombre siga empeñado mediante la acción deletérea de sus agresiones al medio ambiente siga empeñado en hacer desaparecer a tantísimas especies de nuestra flora autóctona.

A pesar de sus críticas a la molicie de sus mentores benitos, nunca San Bernardo privó del vino a sus hijos. Debía de saber bien lo que hacía, porque la sangre de Cristo, hoy tan adulterada y que en España absurdamente se tiene en menoscabo porque tanto abunda y la gente prefiere el infame botellín cervecero, pura química, al traguillo de clarete. 

 

Defroque se llamaba en los antiguos a la herencia, constituida por las escasas pertenencias, que lega un profeso al abandonar este mundo. Era costumbre repartir entre los pobres algún tarro con medicamentos, los eucologios y devocionarios, en ocasiones, algún cuaderno, los zapatos y la ropa interior. Es la regla general: desnudos venimos y desnudos nos vamos al más allá. Tampoco de ella se libran los monjes, aunque su constante contacto con la muerte y su preparación a la vida futura, se las haga más llevadera, pues esta familiaridad con la Huesuda es prerrogativa de cartujos y trapense. Esta esperanza en el más allá hace que el tiempo se mida con arreglo a otros parámetros diferentes a los que utilizamos en el siglo. Asimismo, es la razón por la cual muchos semblantes sean alegres.

No queda ni rastro. Polvo serás. Al visitar, año tras año, los escombros de lo que fue uno de los jardines de la Virgen más esclarecidos en la tierra española, me asalta esta palabra. Defroque es una razón de despojo que nos acerca a la realidad inexorable y fatídica: el hombre es el único animal que sabe que ha de morir.  Todo es un defroque lento y paulatino, que muda las cosas. Las ruinas de San Gregorio marcan un hito de éxtasis ininterrumpido con sus sillares purificados por las lloviznas y los vientos de un milenio. Alzadas sobre el somo parecen cantar el salmo de la santa indiferencia y proclaman que han alcanzado la vía unitiva.

Son el resultado de un despojo lento pero irreversible, el corolario  del desasimiento de cuitas terrenales. A Quadrado le dieron ganas de prorrumpir en el canto del “Dies Irae” y Torres Balbás que hace la descubierta de estos escondidos parajes se pregunta proféticamente, poco después de la primera guerra mundial, cuánto tiempo tardarían en caer los muros de la iglesia sacrameniense pertinentemente inventariada desde el punto de vista de su descripción arquitectónica en su libro ya citado, en la que se incluyen valiosas fotografías del recinto iniciático que hoy ya no se pueden obtener. A mí, en mi modestia de periodista y de aficionado a estas cosas, también me pervade esa sensación elegíaca.

Esa sensación de pigricia  y abandono me dice que nada es duradero ni permanente. No somos más que flor de un día, verdura de las eras. El primer tuvo en la colina del Calvario lugar un viernes santo, cuando los soldados romanos se jugaron a la taba la túnica inconsútil del Salvador, verdadero origen del culto a las reliquias. Lo demás es una historia repetida. Ha cundido el ejemplo, porque el odio o la desprevención hacia todo lo relacionado con Cristo es en nuestros días de reforma positivista casi un imperativo categórico. Ninguno nos quedamos aquí, afortunadamente, para simiente.  Puede que de esta forma el Señor esté castigando nuestra soberbia, sin embargo, la desolación ante estos pingajos que otrora fueron muro solemne y compacto, valladar de contención contra las arremetidas del infiel y pebetero iluminado por la plegaria de tantas almas consagradas a Dios se vuelve rabia ante la incuria de un pueblo que ha querido volver la espalda a su pasado, dejando que otros lo manipulen y tergiversen a su antojo. Alma arriba se me sube la tristeza que pronto se transforma en bilis. Me parte las carnes y arponea mi conciencia en este verano último del segundo milenio.

Del noveno centenario del Cid, que amó esta tierra, que era fundo de su querido monasterio de Cardeña, nadie quiere saber nada. Si Larra dijo que habría que candar su sepulcro con siete cerrojos, tal objetivo fue conseguido con creces. Los historiadores ingleses escriben barbaridades sobre su persona, señalando que fue una invención del franquismo, y por propalar tales injurias se menciona a los ínclitos para los premios Príncipe de Asturias. Clausurada la tumba del Campeador, pondrás las crónicas del revés. Recuerdo con horror cómo, hace dos años, fui a visitarla. Me tocó con un grupo de turistas vascos. Uno de ellos, ni corto ni perezoso, a la vista de la despampanante escultura del apóstol Santiago que corona la entrada del cenobio cardenense, no se le ocurrió otra cosa que escupir a la efigie del matamoros y ante la lauda sepulcral todo fueron risas y apostrofes acerca de la Tizona, de Doña Jimena, etc.  Estuve a pique de enfrentarme a aquellos várdulos con pinta de energúmenos, pero preferí entonar un responso mudo por los huesos de los doscientos religiosos que perecieron allí un seis de agosto a manos de los amigos de aquellos bilbaínos que tantas pestes echaron durante lo que duró la visita contra Don Rodrigo. Oficiando de cicerone un frailecillo desgreñado y con cara de sueño, al que le asomaban unos pantalones de franela por debajo de la túnica blanca, tampoco tuvo arrestos para llamarles la atención. ¡ Dios, ¡qué buen vasallo, si “oviese” buen señor!

Pero ese viene a ser el destino crucificado de los que han sentido en sus venas la pasión de España y la han querido amar inteligentemente.  Siempre tienen que venir los Cien Mil Hijos de San Luis a arruinar la parva. Agora no son los infames afrancesados, son los hijos de Julián Marías los que vigilan el cotarro. Del Campeador sólo se acuerdan de él para echarnos tierra a los ojos o para manchar de ignominia su memoria. Y en este caso no sol los cien mil hijos de San Luis ni los de Julián Marías, sino los de Raquel y Vidas, aquellos dos hebreos a los que engañó llenado dos cofres de arena para saldar una cuenta. Debe de ser que todavía le duele la triquiñuela. ¿Y qué pasa? Por una vez que el castellano engañara a los judíos, éstos lo engañaron siempre, porque en aquellos años del reinado de Alfonso VI los judíos bailaban a dos aguas, financiando las campañas unas veces de moros y  otras de judíos y el Cid era un mozárabe, no un mercenario, como quiere demostrar ese tal José Luis Martín, que por decir una tontería lo han nombrado catedrático de Salamanca. Pero esto no es más que la conciencia herida de Raquel y Vida que demanda. Al Campeador no lo perdona y ahora lo queman en efigie por haber ido por libre. Conque todavía estaremos pagando la deuda de la pesada broma de los dos baúles cargados de arena. Va a seguir durante mucho tiempo el expolio.

 

En 1996, con motivo de las fiestas patronales de Fuentesoto, para honrar la memoria de San Vicente patrono de la ermita de su nombre y uno de los restos románicos que, debidamente reparados, han quedado para guardar la memoria de lo que fue el famoso monasterio de Sacramenia, en cuyos predios estaban inscrito todo el valle, desde el hontanar, donde nace la fuente, hasta los muros sagrados sacramenienses, pronuncié el siguiente pregón:

Sr. Presidente de la Asociación e vecinos y amigos de San Vicente, Sr. Alcalde, y concejales, entre los que tengo un amigo, Constantino de Frutos, amigo del alma - falta otro, Gregorio, pero éste se nos ha ido a fumarse su caldo de gallina al Cielo, desde allí nos estaría viendo, pues a él dirijo este emocionado memento. Gente de este pueblo, locales y forasteros. Esta tarde todos nos sentimos sotohontaneros. Porque notamos que en verdad pertenecemos a este pueblo, Fuentesoto, donde parece que hasta las piedras rezan.

Os llamo sotohontaneros aunque es posible que el gentilicio no lo encontréis en los diccionarios. Es de raíz latina. Soto viene de subter, lo que está debajo, por oposición a somo, o summus, la cima que corona. Y de fons que da por evolución de la f en h, como hontana y fontana, fontanar y hontanar. Es para mí un orgullo dirigirme a vosotros por medio de este pregón en día tan señalado, en esta hermosa tarde de agosto, cuando honramos la memoria del Dr. Melifluo, esto es: San Bernardo, el gran cantor de la Virgen, el impulsor de su culto el fundador de los monjes blancos del cister. También predicó la segunda cruzada y fue un entusiasta del culto de las reliquias o de la devoción a los mártires. Exponente máximo de esa devoción era San Vicente, el primer convento que funda él en Roma se llama con ese nombre, igual que la de vuestra ermita que se alza en los huertos de abajo.

Cuentan las crónicas que el famoso abad borgoñón, el cual a lo largo de sus 63 años de vida(1.090- 1.153) erigió más de un centenar de lauras cenobíticas diseminadas por la geografía de Europa, estaba en Roma cuando llegó la delegación del rey de Castilla, Alfonso VII, presidida por el monarca en persona. Ambos se entrevistan en el monasterio de San Vicente el primero que fundara Bernardo de Claraval en la Ciudad Eterna. Corría el año 1.141. Era un 3o de enero.

El rey de Castilla, el hijo de doña Urraca y casado con doña Berenguela que reinó de 1.123 hasta 1.157 quería perpetuar la memoria de su victoria sobre las huestes de la Media Luna en Jaén, un triunfo que la tropa cristiana atribuyó a un milagro de San Vicente obispo y mártir, uno de los sucesores de San Segundo, cuyo nombre figuraba a su vez entre los Siete Varones Apostólicos enviado por San Pablo a evangelizar la Península Ibérica. Con tal fin ofreció el monarca a ll papa unos terrenos sitos en el señorío de Sacramenia y, dependientes de san Pedro de Cardeña y en cuyas cuevas desde tiempo inmemorial había habido monjes.

Este santo muere  decapitado después de ser sometido a la tortura del potro el año de gracia de 304 por mandato del prefecto Daciano de la ciudad de Ávila durante las persecuciones de Diocleciano, la más sangrienta de las nueve persecuciones romanas que registra la historia entre las padecidas por los seguidores del galileo. Recibió la palma del triunfo por defender la fe de Jesús en compañía de sus hermanas Sabina y Cristeta, dicen los martirologios, aunque, según las averiguaciones de mi propia cosecha, ambas bien pudieran ser la esposa y la hija del mismo mártir. En el siglo IV no privaban aun las disposiciones sobre celibato para los ordenados” in sacris”.

Los que hayáis estado en Ávila, la de los cantos y la de los santos, habréis podido admirar esa joya del arte románico que se llama Basílica de los Santos Mártires, construida por un judío converso en el lugar donde fueron decapitados Vicente, Sabina y Cristeta.

Durante la Edad Media. Y en el rito hispano-visigótico o mozárabe, así se colige de lo que ponen diversos cartularios, misales y libros de horas por mí consultados, se les tributaba culto propio en las diócesis de la Tarraconense el 27 de octubre. Su nombre figuraba en el canon de la misa gregoriana hasta el siglo XII, cuando se impone coercitivamente el módulo de liturgia romana, quedando como excepción a este rescripto papal que proclamaba la universalidad de la modalidad lateranense para todo el occidente (el rito ambrosiano y el hibernés fueron apartados al igual que el mozárabe) quedando como excepción algunos  juraderos o basílicas de fuero erigidas para sepulcro de la realeza, como, por ejemplo, la catedral de Toledo, la iglesia de Sta Gadea de Brugos, allí donde el Cid, aquel castellano leal, comete la osadía de tomar juramento a su propio rey - Alfonso no se lo llegó a perdonar jamás- o San Vicente de Bueno, cerca de Briviesca, verdadero antemural de la fe ortodoxa, que guarda una tradición de hermosa leyenda fronteriza: la de Santa Casilda, hija de Almamún de Toledo, a quien los panes que llevaba para alimentar a los prisioneros cristianos en las mazmorras de su padre se le convirtieron en rosas, caso prodigioso del cual no me es lícito extenderme en este momento, en gracia a la brevedad.

Luego Cisneros remataría este anhelo por suprimir las diferencias regionales que siempre ha tenido Roma en su trayectoria globalizadora. Hogaño, la misa mozárabe sólo se celebra en la catedral de Toledo y durante las grandes fechas en San Isidoro de León.

Aquí es donde la historia se confunde, entrevera, y nos deja colgados sobre el precipicio de las lucubraciones y del supuesto. Estamos ante un galimatías, queridos sotohontaneros. ¿A qué santo nos encomendamos o qué santo ponemos? ¿A San Vicente obispo de Ávila de los Caballeros, al que el poeta Prudencia canta en versos inolvidables, por la constancia en la fe, por su impasibilidad ante el tormento, pues después de sufrir el garfio, el potro y el fuego, fue descuartizado vivo y su cuerpo arrojado a los perros por orden de Daciano, pretor del Emperador Diocleciano, quien a su vez preconizó la ultima de las persecuciones, la más sanguinaria de todas? ¿O fue San Vicente diacono y coadjutor de San Valero de Zaragoza y que recibió el lauro del martirio en la ciudad de Valencia durante la misma persecución y en las misma fechas que el obispo abulense el año 304 de la Era de Gracia?

La hermosa tradición católica está a veces salpimentada de ucronías y de nebulosas. Guara silencio ante lo que más importa desde el punto de vista de la curiosidad anecdótica, aunque el depósito de la fe, la fe del pueblo, no por los pormenores padezca merma, ya que permanecerás incólume y firme en sus esenios en el devenir del tiempo. Así nos lo garantizan los Evangelios. Cristo no podrá fallar a sus promesas.

Veamos.

Como no quiero aburriros ni llenaros la cabeza de cifras y de datos de vetustos cronicones, os voy a contar un caso que ocurrió por estos pagos durante una de las guerras carlistas.

El personal andaba algo revuelto y segado en bandos, cosa que, por lo demás nada tiene de particular porque de suyo los sotohontaneros le tienen ley a las banderías y facciones. Siempre fue así en Castilla la Vieja. Y unos eran partidarios de don Juan. Otros, de Don Manuel.  Llegaban las elecciones, había palos, pero los comicios no despejaban la incógnita. No salía alcalde. No había forma. Cuando hete aquí que teníamos en Fuentesoto un sacristán, por nombre Felines, que era un vivales. Se las sabía todas. Ayudaba a un cura, llamado Sisenando, quien tampoco le iba a la zaga. Un día concertarán ambos una artimaña para deshacer aquel empate de las votaciones y los pucherazos.

- Mire, Don Sisenando, aquí vamos a hacer una cosa. Ya va siendo hora de que haya alguien que mande.

- Tú me dirás, Felines.

- Es muy sencillo. Se trata de lo siguiente: pedir parecer al Santo Cristo, ése que sacamos en la procesión del Encuentro la mañana de Sábado Santo. Le decimos: “Divino redentor nuestro. No tenemos alcalde y este pueblo se pierde. Muéstranos tu voluntad. Tú nos dirás a quien designas.

- Eso es pecado de vana presunción, una ordalía. No tenemos que tentar a Dios. Jesucristo no quiso nunca meterse en política.

- Aguarde, Sr. Cura, que los tiros van por ahí, pero no es así la cosa. Nosotros hacemos como que pedimos parecer y consultamos el oráculo divino. Sin embargo, como Él también nos enseñó a ser cándidos como palomas y astutos como serpientes, y, como ya decía San Ignacio que el fin justifica los medios, hacemos un simulacro, pero en realidad serán nuestras inteligencias lo que maquinan todo mediante una pantomima. Se van a quedar muchos que nos les llegue la camisa al cuerpo.

- Sé por donde vas, pero no se puede hacer. Es un sacrilegio. No y no, y no.

Era testarudo el sacristán, y tanto le dio guerra al buen párroco que al fin “Don Sise” consintió en someterse a la ardid urdida por Felines. Se trataba de colocar sendas cuerdas a cada mano del cristo venerable para que, en un momento y ante la interpelación del sacerdote, alzase la mano cuando se le nombrase el candidato designado de los dos. Así quedaría deshecho el empate electoral. Así podríamos tener alcalde.

- Mire, don Sisenando. Vamos a hacer lo que cumple. Usted se reviste con alba y estola, se pone a la cintura el cíngulo de oro de las cajoneras, se echa la capa la pluvial a los hombros. Mientras tanto, yo toco las campanas y convoco al pueblo para que vengan a presenciar el “milagro”. Atamos una cuerda a cada mano de la imagen, una para Don Juan y otra para Don Manuel. Usted canta lo que sepa o responsea, que eso se le da bien. Yo me escondo detrás del retablo y me acurruco en una tronera y cuando usted pregunte al cristo por el nombre del candidato, que ha de ser Don Juan, que para eso es un tío muy de derechas y de confianza, más que Don Manuel, que es un vaina y ha abierto en diez años siete tabernas, yo, zas, tiro de la cuerda.

- Bueno, Felines. Haremos como te parezca, pero vaya por delante que a mí no me gusta esta treta. No quieras meterme en líos.

-¿ Y qué? ¿ No eligen papa los cardenales con una estufa que fuma humo blanco y queman allí todas las papeletas? Pues nosotros vamos a elegir alcalde tirando de una cuerda. Aquello es política y esto es política. Todo en la vida no es más que política.

Conque un domingo por la mañana tocan a misa. Acude el pueblo en peso. Pasados los kiries, el celebrante regresa a la sacristía para cambiar la casulla por la capa pluvial como en las rogativas. Cunde la voz de que Don Sisenando va a hacer un exorcismo.

Entona el” Veni Creator”, invoca al espíritu Santo, hace una pausa. La expectación crece y hasta se oye el volar de las moscas. El Felines estaba oculto en su escondite detrás de la hornacina de San Pedro. Era menguado de carnes y cabía. Casi estaba muerto de risa cuando el cura acometió la interpelación solemne con su enorme vozarrón de rabadán de las breñas.

- Santo Cristo del Milagro, - clamó - coadyúvanos en este aprieto, concierta las paces en este pueblo. ¿A quién elegimos alcalde? Hemos colocado una vara en cada uno de tus divinos gracias. Respóndenos, Cristo Muerto.

Pero el Nazareno, quieto.

Volvió a exorar el preste con voz todavía más campanuda:

- Dinos, Señor, ¿a quién? ¿A Don Juan o a Don Manuel?

La imagen no se movía. En los bancos crecía la expectación y la inquietud. Y otra vez imprecó el bueno de Sisenando el favor de la iluminación celeste, y nada. Cuando de allá a un poco salta la voz angustiada del Felines, que se había hecho un lío con las riendas colgadas a las extremidades superiores de la estatua yacente.

- Pues ni a Don Juan ni a Don Manuel, que se me quebró el cordel.

 

Este pregonero esta tarde, sin ánimo de entrar en polémica, ni de ofender a nadie, y después de sopesar los pros y los contras de la cuestión, sobre la que escribí yo hace muchos años un reportaje cuando hacía mis primeros pinitos en periodismo, y luego me emocioné cuando en Nueva York y Miami pasé por los claustros que miran al Hudson y al parque nacional de Everglades con el mismo señorío despampanante con que miran para  nosotros esos muros de la torre del cementerio, antiguo templo miguelino, augusto gremial de paz y de silencio en el páramo de ese somo al cual los sotohontaneros nunca hemos de perder de vista porque es hito de advertencia acerca de la vanidad de las cosas humanas y de la brevedad de la vida, se inclina por el parecer de que el San Vicente de ahí en eso, el de nuestra ermita, que está entronizado con su báculo y su anillo de obispo y sendos dedos alzados para el “benedícite” guarda relación con el mártir castellano. No con el aragonés. Con el Vicente obispo, no con el diacono de San Valero.

Y, como no me gusta dejar las cosas en el aire, y soy de formación algo escolástica, voy a tratar de demostrarlo.

Si os fijáis en uno de los capiteles de nuestra ermita cisterciense que resplandecen por las hermosura y virginidad de la piedra toba que parecen haber salido de las manos del cantero ayer cuando han pasado ya más de ocho siglos, os fijaréis en una de cabeza de obispo, ataviado de pontifical (capa con broches, mitra, mocasines, anillo y báculo estevado, y los dos dedos de la mano diestra que bendicen al concurso enguantados en su quiroteca. Es casi el único motivo religioso dentro de esta surtida representación de flores y animales mitológicos de origen pagano. La figura de San Vicente emerge en el seno de una decoración ficoidea exuberante, dentro de un casalicio formado por ramas de palma. Se trata, pues, de un obispo y de un mártir. el artista quiso dejar estampada en la piedra la personalidad del homenajeado en este ara diciéndonos que había alcanzado la plenitud del sacerdote por los atributos con que lo representa. Esa fue a mi criterio la intención del artista que esculpió las tallas de los cimacios del arco del ábside. Debajo de la tosquedad e ingenuidad de su cincel late un espíritu cargado de simbología.

Alfonso VII, el mentor que auspicia esta fundación en la “domus monástica “ sacrameniense nació y se crió en Ávila. A sus expensas se acometió la obra de la catedral así como esa capilla del arte románico que es la basílica de San Vicente y también fue este rey el que hizo la donación de Sacramenia al cister. Alfonso VII el emperador era devoto de los Santos mártires. Sin embargo, el primer convento que funda san Bernardo en Roma lo pone bajo la advocación del otro San Vicente, el oscense. Hay una interpolación de nomenclaturas.

Por otro lado, conviene meterse en la mentalidad del hombre que habitaba estos tesos por aquellos tiempos del Terror Milenarista, cuando todos creían que el mundo se iba a acabar el último día de diciembre del año 999, un guarismo que representa la inversión de la cifra conocida por los hermeneutas como de la terminación del mundo. El número innombrable e irrepetible. Estaban en un equívoco, porque la Misericordia de Dios prevalece sobre la incertidumbre y las trapacerías agoreras y otras iniquidades de los hombres y el sol siguió luciendo.

No se puede entender la fe del hombre medieval sin el culto a las reliquias. La vida era corta y azarosa, plagada de enfermedades, abandonos, despotismos, arbitrariedades e injusticias. Los cristianos se aferraban a las reliquias de los santos como talismán de protección, como salvoconducto y baluarte contra las embestidas del infortunio. La seguridad estaba poco garantizada debido no sólo a la razzias o campañas militares agarenas de primavera, sino a las pugnas internecinas entre los propios cristianos. Porque Castilla era entonces(y aquí radique tal vez su principal defecto) un reino de taifas. La gente iba de acá para allá con la casa a cuestas con los huesos de sus santos al hombro, como en la famosa novela del griego Nikos Kazantakis. Es una costumbre oriental que los griegos habían copiado de la iglesia de las Catacumbas. Es una parte ahora indispensable del dogma de la comunión de los santos. Dios accede a las suplicas de la Iglesia militante en atención a los méritos de la Sangre del Salvador y de los bienaventurados que le honran en la Iglesia triunfante.

Tanto es así que únicamente se permitía celebrar la misa en aquellas aras que contasen con  los despojos benditos de algún confesor de la fe. Esta es la parte principal del Santo Sacrificio de la Misa después de la anáfora o canon. Se denominaba antímnesis o recordación. Estos altares purificados con el testimonio de los que dieron la vida por la fe abonan la famosa tesis de Tertuliano:”La sangre de los mártires será semilla de cristianos”

El “Cronicón Bruguense” señala que un seis de agosto del año 1002 moría en Medinaceli “siendo sepultado en los infiernos el caudillo Almánzor”, al cumplirse un año justo de haber llevado la ultima de sus más de un centenar de incursiones devastadoras contra el Norte.  Porque hasta cincuenta y dos de ellas le computan los cronistas. En una arrasa la catedral de León, en otra siembra la desolación y tala las vegas de Aranda, en otra derruye el acueducto de Segovia y entra a saco en el monasterio de Cardeña donde 206 monjes fueron pasados a cuchillos. Cada año en la fiesta de la Transfiguración, mana sangre roja de la fuente claustral. Cuando se abatieron las hordas sarracenas sobre Ávila, sus moradores huyeron despavoridos en todas las direcciones, llevando consigo y como única defensa las reliquias de los mártires, Vicente, Sabina y Cristeta pero el flujo fundamental corrió hacia tierras burgalesas. En el páramo o al abrigo de las montañas encuentran refugio. Buscan los riscos y los yermos como el de Buezo o las parameras como éstas y en uno de cuyos valles nos encontramos nosotros esta tarde.

El poema de “Fernán González “ refiriéndose a aquellos días de afrenta y desolación bajo el yugo fundamentalista del Islam intercala la siguiente estrofa:

       “... Tomaron las reliquias, todas las que hubieron,

            alçaronse en Castiella, assy la defendieron “

Que la torre de esta iglesia de San Gregorio del cerro a nuestra izquierda pudiera haber sido objeto de una de las 52 incursiones muslímicas del sarraceno el año 1000 es una historia más que probable. Tienen esos muros santos de nuestra colación todos los visos de ser un “ribbat”o castillo. La torre en realidad es una atalaya. Se trata sin duda de un templo prerrománico del tiempo visigótico, coetáneo de San Miguel de Lillo, San Julián de los Prados, de Santa María del Naranco o de Santa Cristina de Lena. La bóveda se trae un aire con la de la cripta de San Isidoro de León. Todas ellas son iglesias de traza cuadrada, lisas y sin vanos. Antes del cristianismo quizás hubiese en ese somo un templo a alguna deidad romana, incluso vaccea, ya que el aspecto es el de un castro celtíbero. En cualquier caso, ahí está la espadaña señera, su veleta enmohecida que tanto sabe de los vientos que han soplado sobre nosotros. Pudiera ser el cálamo que trazase la historia nuestra y de nuestros antepasados en todas las direcciones. Sobre su aguja quedan todos los colores del espectro y permanece vigilante velando por la memoria y la paz eterna de los ancestros, testigo mudo y perenne de la vida en el valle que discurre con la alegría e inconsciencia de ese arroyo de aguas bravas que mana de nuestra fuente.

 

Si es importante la figura señera de Alfonso el Emperador es porque su reinado representa un oasis de paz y de bonanza en medio de la confusión dentro de los crudérrimos albores del castellano solar. Es el monarca de la Tres Culturas con pleno derecho y en el sentido estricto, no en el laxo que se quiere dar ahora a esta palabra, ya que la Cruz en la cual creía y por la que murieron tantos debe ser el faro y la guía de la ley del amor, que tolere, pero nunca se compare de igual a igual con la Media Luna o el Candelabro Mosaico. Porque es el rey de las Tres Culturas bajo la Cruz de la Victoria se hace coronar en Toledo donde funda la Escuela de Traductores que luego sería ampliada por su biznieto, Alfonso X. Fomenta la tolerancia para con moros y con judíos. Perdona y repuebla las tierras arrasadas por las invasiones del sur, rotura los campos y los limpia de malhechores y de bandidos. Es sobre todo el primer gran impulsor de las peregrinaciones jacobeas.

En defensa de los peregrinos instituye las ordenes militares que abren casas y castillos a lo largo de todo el camino francés. Son los Hermanos Hospitalarios de Calatrava, fundados por un cisterciense, el abad Veremundo de Fitero. Protege a los judíos y, pasado el furor fundamentalista sarraceno, instituye y dona, por todos los confines, monasterios. Su presencia irrumpe cual vaharada de aire fresco en un ambiente cargado y tenebroso como es el del siglo XI. Pero, sobre todo, es el Rey del Románico. Europa se llena de una serie de construcciones religiosas de  apariencia ciclópea, como si los muros de estas iglesias intentaran hundir sus raíces en la tierra a la búsqueda de la profundidad de los misterios divinos, pero de una armonía de líneas y de un candor que sugiere u enerva, y que no ha sido todavía en arte mejorado por ninguna otra escuela o tendencia. Se trata de un mundo iniciático, mágico, didáctico y terapéutico, labrado por rudos canteros analfabetos pero que parecían hallarse en posesión de la piedra filosofal alquímica muchas de cuyas claves de interpretación se han perdido. Como, por ejemplo, los seres tetra mórficos y las arpías, esfinges, aguilas colosales, helechos que adornan los arcos abocinados y se incrustan con mirada profunda y un si es nos burlona sobre las ventanas telescópicas. Las bóvedas de cañón ofrecen maravillosa contra acústica, y mediante una disposición de ortofonía  en las rendijas o huras de las paredes se realzaba la voz de los cantores y los predicadores no habían necesidad de micrófonos porque tenían a su alcance la mejor disposición sonora. Por el oído entre la fe y ciertamente en este tipo de templos románicos es el sentido que más vale. Los interiores  en penumbra permitían en cambio la contemplación de los frescos que adornaban las paredes.

El monasterio es el paso siguiente a la antigua “domus áurea” y la mansión de los fundos latinos, emplazados sobre lugares estratégicos, oreados, y con una querencia de salvaguarda de los malos espíritus o demonios familiares. Era importante que el lugar elegido para cada fundo gozase de aguas salutíferas y de aires benéficos. Cumplía el papel que hoy se asigna a las ciudades, que son centro de poderes y de saberes. El cister, por eso mismo, es más que una orden eclesiástica; se trata de una auténtico proyecto de futuro, una nueva forma de conocimiento y de acercamiento a Dios, a través de los libros, de la razón, y de la observación de los fenómenos naturales. Aquellos monjes practicaban la alquimia y sabían mucho de plantas medicinales.

¡Increíble, pero cierto! La cruz ochavada de los claveros de Calatrava, Santiago, Alcántara , Avis, constituye el símbolo de un mundo nuevo, que galvaniza a la catolicidad en un salto adelante, un programa de vida que rompa con esquemas antiguos. Se dilatan los campos del conocimiento. Cambia la escritura. Cambia el culto. Mudan las costumbres. Salamanca, Palencia, la Sorbona, son emporios de la ciencia empírica y de la escolástica y constituyen el signo catalizador, o revolución innovadora, que supone el románico.

Y ello acontece gracias al cister y a las órdenes militares, establecidas bajo un mismo régimen, la “Carta de Caridad” promulgada por San Bernardo en 1.118. Habían fracasado la primera y la segunda cruzada, predicada por él, pero triunfa su mística traída desde oriente por los Monjes de la Cruz, en sus dos ramas: la activa de San Veremenundo de Fitero, y la contemplativa de cistercienses y trapenses.

 

Precisamente fue ese gran emperador de Castilla, al que tanto debemos nosotros porque resultó el fundador de nuestro pueblo, quien establece los Fueros de Calatrava los frailes soldados que llevaban al pecho una cruz ochavada. ¿Por qué ocho puntas? Porque el ocho era el número áureo, el número de la beatitud. En todas las fundaciones se esculpe en alguna ménsula o en aquel otro modillón el citado guarismo. Es la insignia que cierra el círculo. Ocho puntas tiene la estrella de David, y el ocho es múltiplo de doce, el ritmo de la creación, cuaternario, como el de los logaritmos. Hay doce apóstoles, doce planetas, doce meses del año, doce lunaciones, doce profetas. Si se multiplica doce por dos, nos salen los Caballeros Veinticuatro de las leyendas artúricas. Con ocho más nos da el número de gremiales que había de tener un coro catedralicio.

Europa entera, como si inundada de entusiasmo, se pusiera en movimiento con el proyecto de un objetivo común, se lanza al camino de la estrella. Quiere saber y ser sanado. Es como , por así decirlo, y salvando las distancias, saltar de la rueda celta y del arado de Cantalejo al Internet sin solución de continuidad, sin pasar por Venta de Baños y haber necesidad de peaje. Ese invento de Bill Gates, que ha revolucionado nuestras vidas en poco menos dos lustros a esta parte se basa en los conjuntos binario de los misteriosos monjes de origen cisterciense. Había habido un papa, Silvestre II que en los albores del año mil había descubierto una cabeza parlante capaz de contestar sí o no a cualquier pregunta, pero parece ser que la maquina de los templarios se aproximaba a lo que hoy llamamos ordenador, basada  por de sobre en la dualidad matemática; sólo que sus movimientos los cifra en octavos, en lugar de dos.

Pese a todo, la más valiosa aportación de tales religiosos a la civilización no son los descubrimientos técnicos y científicos que aportan desde el claustro sedentario sino un movimiento de espiritualidad basado en el triunfo y exaltación de la cruz de Cristo. El hallazgo del arco rebajado y la bóveda de cañón es nada comparado con el resurgir del espíritu cristiano, basado en la tolerancia, la paciencia, el amor al trabajo, la alegría de vivir y el perdón. Las otras dos religiones monoteístas, que nunca predicaron la renuncia a los apetitos y bajos instintos, nunca podrán jactarse de todas esas consecuciones tecnológicas. Por eso, hoy muchos países islámicos siguen en la Edad de Piedra.

Esa es un poco la clave del impulso civilizador que e opera a mediados del siglo duodécimo. Y es ese mismo espíritu solidario, tolerante, alegre, con esa elegancia a la vez llaneza con que saben hacer las cosas los de Fuentesoto que renacen las fiestas de San Vicente, perdidas hace tiempo y recuperadas felizmente, como la ermita que recatasteis de las garras de la muerte, porque se había convertido en un muladar, merced a vuestro tesón. Yo me emocioné hace un par de años cuando bajé en las compañía de Constantino de Frutos y la vimos adecentada, encalada, enlucidas las paredes de color salmón, y con ese aspecto rojizo que tienen las tierras del páramo, y reformada primorosamente. casi lloré. Le dije a mi amigo Constantino de muchos años, que tanto ha trabajado por el progreso de Fuentesoto estas palabras:

- Constantino, haces honor al nombre que te precede. Tienes, en verdad, maneras de emperador “et in hoc signo vences”.

Los dos adoramos la cruz recién restituida ante el altar. Nos pareció que sobre el valle se perfilaba la que apareció en Puente Milvio el año 312.

En un tiempo en el que, nadando en la abundancia de bienes materiales y de cierta prosperidad como la hubo pocas veces, aunque pendan sobre nuestras cabezas los problemas del paro obrero, la eventual desintegración de la España de las autonomías en taifas, y que este país se ha convertido en una especie de asilo de mayores, donde las gentes se pasan el santo día en la tasca jugando al tute, a la brisca y al dominó, o apoltronadas ante el televisor, cuando parece que la nación ha perdido el fuelle y se ha convertido en una catasta, un mentidero y una tribuna de reivindicaciones pasivas, y mira para las cosas que verdaderamente para las cosas que tienen trascendencia y son nuestras como quien oye llover, porque nos hemos vuelto cicateros de ahí nos las den todas, y estamos en una actitud de acecho y de reserva de agachar la cabeza y a cobrar, existe una gran soledad e incomunicación. Los demonios familiares hacen acto de presencia por el somo. Todos vivimos físicamente encima unos de otros, pero alejados en espíritu. Formamos una especie de “islas flotantes”, témpanos de hielo arrastrado hacia la marisma cada uno encastillado en su propio iceberg y atento a su trayectoria. Si alguien cruza en nuestro camino, arremetemos. Cuando se predica la solidaridad por todas partes nunca hemos sido tan inconsiderados para los que están cerca, aunque nos desbordemos en ayuda humanitaria para con los que están lejos. De tejas abajo runde la envidia y la maledicencia. Para los forasteros manda la regla del quijotismo y las donaciones generosas para Bosnia, Kosovo o los terremotos de Turquía. Mandamos ayuda al turco y apaleamos al pobre que llama a nuestra puerta.

Pues bien, instituciones y agrupaciones vecinales como la que hoy nos convoca posan la llama del fuego sagrado de la tradición leal a la igualdad cristiana y comunera, de amor y caridad - fijaos que hablo de caridad que es lo que importa, no de solidaridad etérea y filantrópica, y que nosotros hemos mamado desde niños, junto con las sopillas mojadas en vino que nos daban nuestras abuelas. Porque el vino de por aquí en esto, zona de la ribera durense, no es vino. Es más que vino. Era- hasta que desceparon los majuelos- canto gregoriano. También arribó en las alforjas de aquellos benditos frailes borgoñones del monasterio francés del Aula Dei que trajeron cargados sus carros esquejes y mostelas de las mejores cepas del valle del Loira, cuando se establecieron en Sacramenia y su contornada, a las órdenes del abad Beltrán, que unos años más tarde recibiría la mitra primada de Toledo.

No puedo por menos de evocar ese talante hospitalario de beneficencia y caridad que trajo el Temple a España, porque fue religión que se dedicó a defender al pobre y al desvalido y sacar la cara por los enfermos que se embarcaban en el Camino Francés desde los rincones de toda Europa para ganar la salud. Estaban de parte de los menesterosos y del pobre contra las arbitrariedades dela nobleza y de los señores de la guerra. Para acoger a los que no tenían donde caerse muertos abrieron lazaretos y casas del peregrino. Fundan hermandades y cofradías como aquellas que había en nuestro pueblo y que yo conocía que se dedicaban a visitar a los enfermos y decían misas por los que fallecían. Cuando alguien caía malo, iban a verlo. Si fallecían, se cuidaban de su sepelio. Había una norma de vida que presidía el correr de la vida a la sombra de esa torre cuya cruz en lo alto cuyos ojos siguen mirándonos como cuévanos orondos de eternidad y acogidas a esa cruz que nos abraza con sus dedos inmensos y ésta era la honradez en medio de la paciencia y la pobreza que gracias a la cruz se transformó en riqueza espiritual, los dones que transformaron Castilla en un pueblo fuerte.

En tiempo necesidad se distribuían tarjas para marcar la entrega del pan a las familias menesterosas. Las campanas, esas campanas que se fundieron para fabricar balas cuando la invasión francesa, tocaban a rebato si acechaba algún ataque, se había declarado un fuego, o sonaban a clamor por los difuntos. ¡Mucha y gran devoción hubo por las Ánimas en Fuentesoto!

La democracia nació en Europa en los concejos que deliberaban a la sombra de esas olmas centenarias como la que había muy cerca de aquí junto a la cloaca romana, talada cuando hubo que ensanchar la carretera. Era tan frondosa y corpulenta que los músicos el Día de San Pedro podían tocar el baile subidos a lo alto de ella. En el atrio de la iglesia los domingos se reunían los hombres para tratar de los asuntos atañederos a la vida del común. Si alguno tenía un problema, un litigio o una que queja formular, lo anunciaba en la junta. De esa forma directa y de vis a vis se resolvían los pleitos y se allanaban las diferencias. Allí a ninguno se  le negaba el uso de la palabra. Tampoco había tanta envidia porque no existía esa desmedida ambición que ahora tanto nos aflige. Todos nos conocíamos. Sabíamos de qué pie cojeábamos y en qué lugar nos apretaba el zapato, pues como decía mi abuela Leonides., que Dios guarde en su gloria:” Hijo, hay que saber perdonar, que todos tenemos un ventanuco al cierzo”.

El humor nos estaba reñido con el respeto, pero, si alguno cometía extravagancia o decía algo que llamase la atención, que se fuese preparando: los sotohontaneros conservan una memoria de elefante.  Así todos nos acordábamos del burro del tío Aquilino o los garañones del molinero de la Villa, que se acarraban, llegado el verano contra las tapias de la iglesia o en la rinconada de ahí en eso, con su costal al lomo, entre patadas, bostezos y el retiñir de las es esquilas en el calor y las moscas de aquellos estíos inmensos. Subían al pueblo inexorablemente a la hora de nona, a las tres de la tarde, cuando expiró Jesús en el Monte Calvario y medio pueblo se encontraba durmiendo la breve siesta antes de volver al trajín de segar, trillar, dar haces, beldar, arrancar hieros. Los que velábamos les veíamos portar cabeceando por el recodo de los Chimorretes avanzando pesadamente entre nubes de polvo blanco. Al cabecear, hacían mover las esquilas enrolladas al pescuezo.

Era una estampa arrancada de la Edad Media que impresionó mi retina de niño. En época de celo, cuando olisqueaban alguna burra torionda de lejos, soltaban la carga, los costales el cencerro y se lanzaban a los cuatro pies buscando al asna que les deparase un poco de amor y despertaban a los rezagados con sus rebuznos. Daban un concierto que no era precisamente el de la escolanía de pueri cantores. Por menos de un pimiento éramos testigos de esa llamada de la sangre en la fórmula de aquí te pillo aquí te mato; presenciábamos a lo vivo y sin tener que abonarnos a Canal Plus una exhibición contundente de los poderes superdotado con que invistió Naturaleza al onagro, o de la vehemencia fálica que otorgó Dios al jumento del tío Aquilino, quien ni a trallazos, ni aun a fuer de horrísonos juramentos era capaz de deshacer la coyunda o de evitar lo irremediable.

- Moño-decía el buen señor -, ya está éste re contra jodido queriéndoseme ir de picos pardos, tan a deshora.

- Usted dele, tío Aquilino. Dele y que se j.

- No hago otra cosa. Pero la cabra siempre tira al monte.

Burdégano era aquel hermoso animal que nació a su padre, el garañón de Moradillo, en lo de madrigado y a su madre, la burra del tío Isidoro, en lo de caliente.

Todos recordaremos al tío Farruco con su cuartillo de vino camino de la bodega.

-¿Qué hay? Bien y tú. ¿La familia, bien?

- Todos, superior, gracias a Dios, y que no falte.

-¿ Hace un traguillo?   

-Venga, señor Francisco, ya que insiste.

-Si no insisto, hijo.

- De hoy en un año, pues.

Y sin encomendarse a Dios ni a su Madre, Emérito de la tía Melánea, jaquetón y faceto, se metía entre pecho y espalda de un trago todas las existencias de vino del bueno de Farruco que traía para almorzar.  Éste miraba desconsolado para el jarrillo.

- Me has bebido hasta las escurriduras, hijo. Pues que te aproveche. Hay que volver a por más. ¡Qué se le va a hacer!

- De hoy en un año, señor Francisco. Este vino de usted me sabe a glorias. Me tiene que decir dónde la coge.

- ¿Dónde lo voy a coger? Pues, de las viñas,¡ leche! No creía, Emérito, que te hubieses vuelto como el Gitano Señorito.

Tornó grupas, pero, como dicen que el alacrán picado se asusta de su propia sombra, desde entonces tío farruco anduvo listo, se gastaba unos jarrillos tan pequeños que parecían de tienda de souvenirs, dejó de hacerse el encontradizo evitando los corrillos al pasar por la plaza. Subía hacia las bodegas como a la agachadiza tapando la “sangre de Cristo” con su manaza de labrador curtido, como si en lugar de un recipiente llevase un guijarro o un arma arrojadiza capaz de estampárselo en las narices del pedigüeño ocasional.

-Tío Farruco ¿qué porta usted en esa mano péndula?

-Llevo una trampa para cazar gamusinos y el que quiera saber más que se vaya a Salamanca, ¿hace?

- Pues,¡ ahora sí que estamos buenos!

Asimismo, todos nos recordábamos de frases geniales llenas de estoicismo y de humor negro, porque , cuando no había, no había, y santas pascuas, como aquel “esta noche ni tú ni yo , Teodoro, pues madre nos echa de casa” y la carta en la mesa presa del tío Enrique, otro personaje singular, al que todos conocisteis, y que velan el sueño eterno allá arriba entre los lienzos de pared del antiguo templo de San Gregorio aguardando la trompeta del Último Día que los despierte.

Memorable fue la despedida de aquel novicio (luego, no cuajó la cosa)que se iba a los frailes del Henar, por nombre Crescencio. Vino a despedirse de una vecina.

- Tía Piquilaya.

-¿Qué?

- Pues que me meto a cura.

-Pero,¿tú? ¿Tú?. Si eres un vaina. Andidiay.

-Dejo el siglo, señora Angustias (era su nombre de pilas, sin embargo todos la conocíamos por el cognomen de su marido el Piquilayo) Hice unos ejercicios espirituales, y me ha dado fuerte, y que me voy a los frailes, como lo oye... ya no nos volveremos a ver hasta el Valle de Josafat.

-Largo me lo fías , Cresce, pero, si ese es tu gusto, yo te lo apruebo y te doy mi bendición. Adiós, hijo, que tengas mucha suerte y que seas bueno.

Como recompensa regaló al neófito un duro de plata y dos docenas de soplillos, como viático para el camino. Ninguna de ambos presentes llegó al convento carmelita. Dio cuenta de los hojaldres y e los había gastado las cinco pesetas antes de llegar a Cuéllar.

A los quince días, ya estaba de regreso en el pueblo. Se encuentra otra vez con su vecina, quien se sorprende y se asusta, no estuviera viendo algún trasgo o visión celeste.

- ¿Cómo por aquí, tunante? Yo que contaba con ser tu madrina en el cante misa y tener un sacerdote a pupilo.

- Pues ya ve, tía Piquilaya. Sencillamente, no me probaba.

-¿Y de lo que te dí?

-Con putas y rufianes me lo comí.

-Anda, anda, con el santito...

 

Vegas abajo, tenéis el monasterio más antiguo de España y uno de los más venerables de la cristiandad. Muchos de vosotros estáis al tanto de sus vicisitudes y peripecias( fue trasladado piedra a piedra a los EE.UU.), de los que os hago gracia en honor a la brevedad. Mas, quiero recalcar que esas piedras del ara venerable son un tesoro que nos vincula con el pasado y nos ayuda a acometer el porvenir con esperanza y optimismo. Son nuestros manes, nuestros dioses lémures y penates, tan importantes en las colonizaciones romanas. A ellos regresáis cada año y ellos os acogen. Es como volver a los cuarteles de invierno para respirar el aire que atando a la tierra regenera. Aquí tendréis el descanso del guerreo, el lugar al que retornáis para lamerlos las heridas , `para coger fuerzas, cargar las baterías y regresar como nuevo a la ciudad grande a la cual emigrasteis a haceros cargo de vuestras ocupaciones como estudiantes obreros, ejecutivos, grandes jefes o, simplemente, frailes. Estos días de hermandad y de solidaridad tonifican el espíritu y lo curten para las luchas de la vida. Yo os deseo vacaciones tranquilas sin libertinajes, veleidades, arrogancias, desidias o el mal perenne de la envidia, y mucha salud al socaire de los altos chopos de este valle enjuto entre las dos grises laderas de piedra toba , de zarzalejos y tomillares que nos circundan. Que no haya discordias entre nosotros, que reine la paz de Cristo. Que los hontanosoteros de arriba cabe la fuente y los sotohontaneros de abajo junto al recodo de los chimorretes sean una misma cosa: hermanos espirituales legatarios del mensaje de Bernardo y de Vicente.

Hecho estos incisos, porque aquí no venimos sólo hablar de piedras, de arcos y de cúpulas sino de la gente que ha rezado en las gradas del altar de nuestras iglesias antiquísimas, y tanto que se pierden en la noche de los siglos, porque el Cister no hizo más que recuperar un cristianismo establecido ya antes de las primeras invasiones muslímicas, de la era de los godos, y, antes de los romanos. En ese mogote de San Gregorio debió de haber un templo de urdimbre vaccea, pues tiene todo el aspecto de monte sagrado que convoca a las fuerzas telúricas ocultas en la naturaleza. El cristianismo no hizo más que consagrar un culto a la divinidad desconocida que existía aquí desde hace muchos siglos. Lo grande de estos añojales y barbechos es que no se puede trazar una raya exacta que divida al culto sincretista del trinitario.

El primer contingente de siete monjes bajo la estola del abate Raimundo que sucede a Dom Bertrand al ser promovido a la Silla Primada se establece en tierras de Sacramenia y su alfoz (Pecharromán, Santa Cruz, Fuentesoto, Valtiendas y Cuevas de Provanco) al correr de 1.142. Araron los capos, plantaron vides, construyeron cilleros, lagares y bodegas. Se cree que en la ermita de San Vicente trabajaron alarifes bereberes que habían sido tomados en cautividad por Alfonso El Emperador en Andalucía. Merced a la redención de penas por el trabajo aquellos buenos musulmanes consiguieron su manumisión y accedieron a la propiedad de la tierra. A ellos se debe todo el románico de ladrillo que se extiende a lo largo de un arco de herradura geográfico de los que sus dos salmeres de arranque serían Cuéllar y Arévalo, y Sahagún de Campos, la clave del dovelaje. Nos dejaron algunas de sus costumbres, ciertos rasgos faciales y algunas palabras. Todavía en nuestra iglesia de San Pedro no había bancos, como en las mezquitas, y las mujeres se sentaban en el suelo delante del hachero túmulo, para rogar por sus difuntos, a la morisca y llamaban a la manta del macho alfamar.

No quiero dejar de pasar por alto en esta bella atardecida de agosto pasar por alto que algunos aspectos de nuestra cultura se retrotraen al ascendiente semita, tanto árabe como judío. Cuando las persecuciones contra los hebreos de 1348 en Burgos, muchos de éstos salieron de aquella ciudad y se esparcieron por diversos lugares de Castilla, prefiriendo como refugio aquellas tierra de abadengo, colocadas bajo la autoridad directa del rey. Sacramenia era una de ellas por pertenecer directamente al fuero de Cardeña.

El Temple se crea no desde un afán belicoso contra las sectas, sino desde una óptica de paz y, a lo puro, guerra defensiva, condenando al pecado pero amando al pecador. En sus estatutos se mandaba rezar al cabo de la misa una oración en árabe y otra en la lengua rabínica. Los cistercienses quisieron ser la síntesis de la cruz como vértice de todo, no de la cruz al revés, y de volver otra vez a las andadas, cuando la lucha costó sangre de tantos siglos, como quieren los abanderados de las Tres Culturas.¡Ilusos! Nunca en España pudo haber eso sin admitir la prelación del Evangelio como norma de vida.

La integración llegó a conseguirse mal que les pese a muchos con sus altibajos y movimientos sistólicos y diastólicos propios de la historia de España, donde fue endémico el problema de los alumbrados, los judaizantes y aljamiados, que siempre tuvieron preeminencia y un mando oculto entre nosotros y para demostrarlo no hay más que echar un vistazo a nuestras letras del Siglo de Oro. En ella llevan casi siempre la voz cantante los conversos. Incluso, son de origen “marrano” la mayor parte de los tratadistas místicos: Teresa de Cepeda, Juan de la Cruz, Malón de Chaide, Fray Juan de los Ángeles, Sor María de Ágreda...

Aquí perduró hasta no hace muchos la tradición de las “tapadas”. Por las calles de nuestros villorrios uno se creía en Marruecos o en Irán al ver avanzar a las mujeres de rigoroso luto, cubierta la faz con el alfareme o velo de castidad, que no era sino el residuo del flámeo romano. Se cubrían entonces de los pies a la cabeza incluso para ir a trillar con manguitos y todo, y alguna hasta con el chal. Ahora se desnudan...

En las eras en más de una ocasión escuché yo cantar a una moza aquel estribillo del romancero trovado directamente del Cantar de los Cantar

                               “Morena me llaman, yo blanca nasçí.

                                 El sol del enverano me puso ansí.

                                 Morena me llama el hijo del rey;

                                 por la color de mi cara su amor perdí ”

la impronta cuneiforme vuelve a aparecer e las ménsulas, escocias y cimacios decorados a la morisca en la mayor parte del románico. Late esa superstición de las suras del Corán iconoclasta a representar la figura humana por evitar la idolatría. Dichas cláusulas de la Ley que recita la ásala del alfaquí cinco veces al día en la fórmula del “khotbah” vedaban a los creyentes cualquier imagen antropomórfica por no haber otro Dios que Alá [la ilah ilá Allá], un dios celoso que no admite rivalidad. Este resabio iconoclasta es absolutamente morisco y la antítesis de lo romano. Los latinos eran fetichistas. Sus templos consistían en un camarín sellado donde ardían lámparas y ofrendas. El profeta quiso dar a sus creencias un marchamo  de abstracción al amor de la taxativa ley de que Alá está en todas las partes y no tiene porqué representado. Es un ser espiritual lejos de toda materias y esta suposición va a ser retomada por los docetas y los priscilianistas , remisos a aceptar la presencia de Jesús en la eucaristía y mucho más a manducar su carne, siendo todos ellos de costumbres vegetarianas. Por eso la decoración que lucen las archivoltas y capiteles se esgrafía en lóbulos, grecas, trenzas ficoideas y arabescos. Alguno de estos menestrales que buril en ristre esculpieron las columnas que decoran la ermita de San Vicente y las helgaduras del ábside debían de estar soñando mientras trabajaban en el Jardín de Alá, un Paraíso de gozos diferentes y hasta sensuales (los guerreros que hubieran perdido un brazo combatiendo en la guerra les volvería a nacer allá y las piernas cercenadas en la lucha por el Islam crecerían otra vez, y les servirían a la mesa una corte de bacantes y de huríes que para distraerles cuando estuvieran aburridos danzarían para ellos la danza de los siete velos) al que prometió el Salvador, que sólo atiende a los goces y recompensas del espíritu. Para nada a los deleites carnales.

Sin embargo, en medio de este bosque de coníferas de piedra y de tallos de ramas salvaje, podremos distinguir en las ménsulas a alguna dueña medieval tocada de su caramallo que ciñe su faz en un barboquejo, moda de aquella época, de origen francés, y que servía de coronación al brial, como también, ya en el lado de la epístola, admirar el busto del glorioso Vicente obispo que proclama su triunfo martirial entre dos palmeras por cada uno de sus flancos y que aparece con mitra y báculo bendiciendo con el dedo índice y corazón de su diestra. Para estar vivo sólo le haría falta recitar el salmo XXVI que empieza: “Justus ut palma florebit”. El justo florecerá como la palmera, etc.

 

La vida en ese convento bernardos, como en todos, transcurrió sin novedad desde su establecimiento en 1147 hasta la desbandada general de la desamortización de Mendizábal, un albalá de 1835 que disolvía las órdenes religiosas. Los frailes vivían cara al sol observando las intercadencias de la veleta de la torre claustral y bajo la férula de la campana que regía la vida monástica distribuyendo las actividades cotidianas: las siete horas canónicas, con Maitines a media noche y las Vísperas con el entrelubricán o luz del Oeste.  Alzaban con la aurora y se acostaban al último rayo del crepúsculo. Las horas de trabajo manuales se alternaban con el estudio, la copia de textos en el armolianum y las visitas en el refectorio. No quedan en Santa María de Cárdaba rastros de esta dependencia pero en el Monasterio de Piedra, en Teruel, otro enclave cisterciense, el viajero puede   contemplar las bóvedas del comedor satinadas por el humo de siglos. Las cocinas estaban en el mismo lugar donde se hacía la colación. Solía ser la parte más caldeada del convento y justo al lado estaba el dormitorio. Queda el de Poblet, que era enorme y con una capacidad como para quinientos lechos, para atestiguar esta vida en común, que caracteriza a los cistercienses.

Había un superior, el abad que en algunos casos sólo dependería a efectos de jurisdicción del clavero o maestre, pero pro norma general los abades eran mitrados y su predominio era omnímodo. No dependían de Roma a efectos disciplinarios más que para cuestiones dogmáticas. En Sacramenia llegaron a juntarse hasta tres centenares de monjes entre profesos y oblatos o donados, sometidos a la disciplina de un prefecto. El capiscol o maestro de capilla se encargaba de los cantos del coro, el racionero, de atender a los pobres; el cillero, del menaje del grano; el ecónomo , del del hogar. Había un hebdomadario encargado de leer para los padres mientras se sentaban en el refectorio. Destacado lugar ocupaban los pendolistas o expertos calígrafos que transcribían los códices. El paso del tiempo  transcurría sin notarse entre la sencillez , la rutina de los actos repetidos día a día, pero de forma muy ordenada y meticulosa. Se desconocían las prisas y los sobresaltos. Todo era parsimonia.

San Bernardo escribe su regla con mucha minucia y es una respuesta a la suntuosidad de Cluny, el amor al lujo y al boato, tratando de enmendarle un poco la plana a San Benito. Taxativamente se prohíbe en los estatutos de la “Carta de Caridad” tener celda propia. Los frailes dormían en una crujía separada cada cama por una mampara o una cortina. Manducaban a la misma hora, marchaban al trabajo juntos y rezaban bajo el mismo techo y sus voces se esparcían, en ese fabordón incesante de letanías y de antífonas rebotaban contra las paredes y pilastras de sus templos bien artizados y dotados de una excelente cataacústica para la reflexión de los movimientos vibratorios sobre las superficies cóncavas. La mística bernarda es coral y del todo comunitaria. Permitía pocas concesiones al individualismo. Todo era liturgia. No se había descubierto todavía la oración mental. Los que toman el escapulario blanco, color de la Virgen Madre, ofrendan sus vidas en conjunto.

1835. El albalá del ministro de Isabel II secularizando los monasterios. Un día triste para la catolicidad fue aquél. abandona estos lares el último hijo de San Bernardo. Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia, quiero recordar, nuestro monasterio tuvo una importancia capital como vivac de guerrilleros. Fue incendiado por las fuerzas de Murat, a cuyas ordenes los fementidos y temibles morriones polacos sembraron el pavor, el pillaje, la violación de mujeres y el expolio general. Porque fue cerca de este lugar, entre Honrubia de la Cuesta y Carabias que las hordas napoleónicas pasaron por las armas a varios miles de patriotas.

Corría el año 1809 cuando Juan Martín el Empecinado, que venía huyendo de Castrillo de Duero, se refugió en Fuentesoto en una de esas bodegas con puerta de madera y un montante tenebroso excavadas en la roca viva que contemplamos todos desde aquí, y luego un hermano lego se lo llevó al convento de Santa María de Cárdaba vestido de arriero. Cuenta D. Hardman, historiador inglés, en la “crónica de un guerrillero” cómo había acampado con una partida de sus leales en el ejido de Pecharromán. Los monjes lo recibieron con los brazos abiertos. En el refectorio durante el almuerzo contó el cabecilla cómo había sido traicionado por sus paisanos en Castrillo de Duero. Hubo de salir de naja valiéndose de una estratagema para evadirse de la cárcel municipal y , fiado de su valor y de sus descomunales fuerzas(era capaz de derrengar a un mulo de un puñetazo) y de su agilidad para esquivar las celadas que lo tendieron, consiguió contactar con los suyos viniendo desde Aranda campo través. Tuvo que estar metido tres días en un cubete hasta que los frailes estuvieron seguros de que los que estaban en la dehesa de Pecharromán eran de su partida.

“Oyéndoles el prior - declara Hardman- que era un hombre de talento, muy piadoso y buen patriota, aconsejó a Juan Martínez Díez abandonar la provincia y pasar con su facción a Castilla la Nueva, donde no encontraría la hostilidad de los que habiéndolo conocido pobre e insignificante, envidiaban su encumbramiento, así como las fuerzas físicas que le dio Dios, que verdaderamente eran legendarias. Le ofreció cartas dimisorias y salvoconducto para todos los abades cistercienses de Andalucía y Portugal que lo protegieran. Le dijo:”Nadie es profeta en su aldea. Vete en paz, Juan Martín. A Mahoma le ocurrió lo mismo en Medina. Deja, pues, tu comarca y huye a otras donde te ha precedido la fama, para que puedas seguir defendiendo la causa de España y de la fe.”

 Con esta alusión a una de las figuras más conspicuas de nuestros anales, Juan Martín El Empecinado - también pudiera llamársele el incomprendido- y uno de los de la leva del Cid, un hombre de la ribera, epítome de las virtudes y defectos de nuestro pueblo, quien tuvo la desdicha de morir en el rollo de Roa, él que se alzó contra el oprobio extranjero en defensa de las libertades por las órdenes de un monarca calamitoso como fue Fernando VII y al que él había defendido con las armas en la mano, pero que luego hizo renuncio y se revolvió contra los castellanos de pro que habían arrojado al francés de la península, quiero poner punto final a esta disertación. Roa no lo supo comprender y le dio garrote un aciago día de mayo de 1825. Era un prócer, un vástago directo de las ideas cistercienses, un hombre empapado del espíritu altanero y magnánimo de los hijos de la tierra.

Cuentan los que presenciaron su ejecución que, cuando era llevado entre doce mamelucos al cadalso, consiguió doblar el brete que inmovilizaban sus pies y las cadenas que lo maniataban. Dio muerte a golpes a seis de la escolta y pelotón de cincuenta lanceros se las vio y deseó para sujetarlo a golpe de bayoneta. Todavía se llevó a algunos por delante; moriría peleando. Roa, el pueblo al cual, años atrás, había conseguido libertar del yugo gabacho, pagó con moneda de ingratitud su gesta. A nosotros sotohonateneros nos cabe el honor de haberle dado acogida aunque sólo fuera escondido entre las duelas de un tonel que precintamos en una bodega como si fuera vino añejo, y vino añejo de alta gradación era el alma del Empecinado como nuestros mejores de esos que sólo merece escanciar una vez al año. Así derramó su sangre como vino superior. Pero ya se sabe: si la piedra da en el cántaro, pobre cántaro.¡Pobre empecinado! Remaba contra corriente. se adelantó a su tiempo. Pudo con los franceses y con los traidores de su facción,  no pudo con los Cien Mil hijos de San Luis. La historia siempre está a punto de repetirse. He dicho “

 

 

 

 

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Capítulo III

 

JOYA CISTERCIENSE EN LA CÚSPIDE DE PAJARES: SANTA MARÍA DE ARBÁS

   

 

UN HITO DE LA ASTURIAS MÁGICA

                   

 Emplazada en un lugar que irradia fuerza lumínica y silencio, al pie de una ladera donde comienzan las escarpadas del Monte Ervasos, recatada y modesta pero luminosa en la noche de las estrellas y de los surcos, ara de soledad y de silencio vivificante, a un lado del camino y como contemplando el paso de los hombres, sus carruajes y sus reinos, orante y como en éxtasis por todos ellos, soportales y aleros, archivoltas de la iglesia de Arbás a la solana de la cordillera cántabra, poco antes de que comiencen los pendios, precipicios y vargas de la ladera de Pajares, marca el primer jalón de un rosario de monasterios que daban escolta a los peregrinos(Acebos, las Monas, Campomanes, Mieres del Camino, Monsacro, Valdediós, en la ruta guardada por los cistercienses) ya en la bajada. Es como una hermana mayor, arcipreste de devociones mariales, que está en el secreto de muchos tránsitos, de marchas y de contramarchas, portal de Asturias, y casa matriz de todos ellos. Sus sillares hablan de la importancia que tuvo antaño la vida cenobítica en el ámbito visigótico. Esos revoques platerescos y barrocos de la fachada ocultan la pureza de líneas por de dentro, como si la pureza de las nieves y el aire incontaminado de las cumbres se hubiesen obstinado en guardar intacta casi a la fábrica medieval.

Al  visitarla, se participa de ese misterio, de la pujanza del catolicismo en su mejor hora. Aletea bajo sus bóvedas como una premonición de eternidades. Es un baluarte, un revellín de plegarias en los antemurales del Valle del silencio. Por el oeste, se va de risco en risco hasta Covadonga y por el Este nos dirigiríamos hacia Astorga. En Arbás parece estar el ingreso a esa laberinto mágico que se llama Hispania, la patria del dios Pan, o, si se quiere, el lugar exacto donde comenzaba el Jardín de las Hespérides.

Como digo, no es lo que a primera vista parece, una iglesia de montaña encajonada en los congostos del camino real.

Siempre que pasé por este sitio - y son veces ya desde aquella noche en que aparqué mi “600" recién estrenado al amor de sus muros, cansado como venía de las revueltas del Rabizo  y algo mareado por la sidra en mi primera excursión rodada en 1969- sentí como un latido de los antiguos dioses. Era la llamada del Monte tabor. El hombre aspira a la verdad, la bondad y la belleza. Siente nostalgia del edén perdido. No llevan razón los que quieren volvernos a la condición heredada, según Darwin, del simio. Nunca seáis remisos a esa llamada. Sentid la caricia de las alas protectoras del ángel en vuestros rostros.

Escuché una voz que me dijo:

-¡Qué bien se está aquí, Señor! Montemos una tienda, una para ti, otra, para Moisés y otra para Elías.

Hay lugares muy determinados de España que desparraman un magnetismo incomprensible. Arbás del Puerto pertenece a la lista. La voz de la gracia que incomprensiblemente y por tortuosas sendas me ha llevado a unir mi vida a Asturias sonó para mí en estas cumbres una noche de julio. La bóveda celeste era un palio tachonado de perlas vivas. Todo framontano tiende al lugar de sus ancestros y la querencia de una existencia pasada, si es cierto que el alma del hombre transmigra y se reencarna, irradiaba desde aquel punto. Treinta años más tarde de aquella cita con mis manes, en un hermoso crepúsculo de agosto, he llegado a ahondar en la causa del poderoso influjo. Allí se escondía una imán. ¿Por qué?

Es una razón esotérica y personal, como esotérico y personal es el Cister. Allí sentía la mirada de Fray Millán, el que se me apareció en Manhattan, monitor de mis desconsuelos. La ruta me llevaba a otra vida que viví al socaire de la túnica blanca y el escapulario negro. Noté sobre mis lomos el calor del cíngulo con el que te ata el abad el talle en el momento e la profesión cuando todo el Capítulo entona las estrofas del “Veni Creator” y tú el cuerpo prosternado en tierra y con los brazos sientes el impulso del vuelo de la paloma que quiere remontar vuelo hacia el Paraíso. El cíngulo es el cordón umbilical que te ata a los brazos de Santa María. Ven, acercate.  No soy digno. Nada sabes de lo que os tengo preparado. ¡Sufrimos tanto, Virgen bendita! Sois los escogidos. Alegraos en el dolor que expía la culpa. Pero, Madre, no me dejes. Es tan oscura la noche y tan prolongada la crujía...

Todo tiene una explicación larga. La Magna Mater tal y conforme la entiende el Dr. Melifluo es la bisagra que abrocha las dos mitades. Representa la fusión de lo creciente y lo menguante. Pregonera de la Encarnación y sombra intercesora de lo eterno, ella será nuestro refugio, porque a través de su personalidad doble, el Dios de Israel se humaniza, baja de lo alto, y el hombre pecador e imperfecto se diviniza.  Acoge en su regazo las dos edades: el tiempo de gracia y el tiempo oscuro. Reina en Arbás sobre la cima de las dos vertientes. Los que honraban a la diosa Cibeles con sus cantos peanes y los ritos isíacos estaban reconociendo a Cristo a través de María. En la polémica que amargó las relaciones entre los dos apóstoles, llevaba razón Pablo al preconizar que la circuncisión no es imperativo sine qua. Cristo, aunque nacido en el seno del Judaísmo, no pertenece ya a la Ley de Moisés sino a los hombres de buena voluntad de todas las razas y de todos los tiempos. Pertenece a todos nosotros. Aquellos que siguen el mandato de la caridad son “naturaliter animae  christianae” aunque no hayan sido adscritos a la Iglesia mediante el bautismo.

Bien que el apóstol de los gentiles, un exaltado y un extremista, al emprenderla a golpes   contra los flamines de Afrodita y los adoradores de Diana, estaba exagerando. Como buen judío, algo le constriñía a la letra muerta de las prescripciones rabínicas. Sin embargo, ya no sería nunca posible la marcha atrás.

El Temple supo penetrar más allá en el conocimiento gnóstico que era emanación de la tradición helenística. Entendió mejor el mundo romano que aquel vehemente Pablo, el cual, por mucho que proclamara su ciudadanía en aquel “cives romanus sum” que exhibía como salvoconducto a los que lo perseguían, sigue amarrado a las filacterias que lo enganchaban al mundo de Moisés. Y la humanidad necesitaba un cántico nuevo, un corazón más limpio. En realidad, el cristianismo, aunque nacido en el seno de la sinagoga, es una forma de religarse a Dios diferente e incluso opuesta diametralmente al judaísmo. Se debe a todos los nacidos. A los hombres de antes y después. Cristo hoy, ayer y eternamente. alfa y omega, broche del círculo. Al reencarnarse en el seno de María había querido mostrar un símbolo pontificio que conéctala orilla umbría y la solana.

Al estallar el segundo milenio, se vuelven a recuperar los viejos cantos de la “Virgo turreata” que había domado a la muerte con la fuerza de su fecundidad. Una virgen en Nazaret había parido un niño. Cibeles, Mitra, Diana, Afrodita eran el símbolo de la vida ovante en su germinar vencedor. Se comportan como un anticipo de la Deigenitrix. Se exhuman de lo hondo de los surcos las tallas de las vírgenes negras, y todas las catedrales tienen por nombre votivo el de Notre Dame. San Bernardo en sus delicadas extravagancias pasionales, llevado del fervor hacia Santa María, parece que desbarra. Sus composiciones presentan una ascendencia de paganismo. Pero, al resucitar esas reminiscencias estaba siendo inspirado por el Espíritu Santo que se sirvió del esoterismo de aquel noble borgoñón para llevar adelante los planes de la economía de la salvación. En la Madre Redentor se cumple la parábola del grano de mostaza y las preconizaciones del “Magnificat”:”Y me llamarán bendita todas las generaciones”.

 

La psicología cisterciense propende a ser síntesis de lo viejo y nuevo, y, superando la retórica de los primeros siglos de cristianismo, vuelve a conectar con los conocimientos perdidos. Es romano y occidental por antonomasia. Si se quiere, reconduce y purifica algunas supersticiones de antes de la caída del imperio, y presenta toda esa solidez profunda que en arquitectura caracteriza al románico.

El Circo Máximo, el Capitolio, los acueductos  en toda su grandeza y soberbia factura en sus paramentos, fachadas, galerías y exedras ofrecen demasiada obra muerta. Muchos vanos sin aprovechar que vuelven los recintos deslumbrantes por fuera y tenebrosos por dentro. El románico, en honor a su nombre, timbra tales constantes. Sin embargo, supo edificar, como por arte de encantamiento, y por auténtica inspiración del Paráclito que secundaba a los hombres, una floración de maravillosas construcciones que tenían algo de las casas de campo de Toscana y ofrecían una ornamentación ingenua y tosca al estilo de las esculturas en relieve sobre los arcosolios y columbarios de las catacumbas de Santa Práxedes o de Santa Cecilia. Los temas de los sarcófagos, donde resplandece el candoroso júbilo de los creyentes en la Resurrección entreverado con el realismo de los ciclos estaciones, que proyectan esa santidad de la naturaleza o préstamos de la cosmogonía sincretista reconducida a la mitología religiosa, inspiran a los maestros que labraban los tímpanos románicos: el Buen Pastor, que no es más que una refundición de Endimio Crióforo y de Mercurio, el atlante que carga a cuestas con un globo. En el tránsito paulatino de una creencias a otras, el Cofre de Danao se muda en Arca de Noé. Elías sube al séptimo cielo en el carro de Plutón. La vid báquica, emblema del placer y de todo lo bueno y rotundo que, en su fecundidad y mudanza depara la vida, es ascendida a símbolo de la Eucaristía, entre frondas de flores, haces de trigo y gavilla que tanto gustan de formatear los buriles románicos para rendir tributo a los ciclos estacionales. El crismón mesiánico, el pez eucarístico, las guirnaldas, el ave Fénix y el pelícano. Los rostros son toscos y las figuras humanas desproporcionadas, picudas, rechonchas o cabezonas, pero aparece linda y bien lograda la ejecución de los paños.

San Bernardo insiste:”Réspice stellam. Voca Maríam”. Ella es la estrella y la estila dulce en el mar amargo, denso en procelas, de la lucha por la vida”. Su majestad hace pensar en las ricos y exaltados dípticos y espondeos de aquellos argones encargados de custodiar el altar de los sacrificios a Júpiter. Nada tiene que ver este candor del santo con las complicaciones y retorcimientos del mundo levítico. El Covenant, demasiado pegado a la letra, descuida el espíritu. Nunca podrá entender esta ternura hacia una simple mujer el hombre judío. El culto de hiperdulía supérstite preluce al crudo realismo mosaico. Deben darnos pena los pueblos que no acatan el valimiento de Santa María. Siempre estarán huérfanos. Son dignos de lástima. No son capaces de mirar para la estrella, ni de invocar a la dulce estila. Serán precipitados de repente en el océano de las tinieblas.

No se puede abarcar tanta grandeza. La penumbra de las iglesias cistercienses se convierten así en el Helicón de los que sueñan en Cristo. Ha sido siempre el más sagrado e insuperable de todos los estilos. Nadie ha sabido imprimir a la piedra tanta sobrecarga de espiritualidad. El gótico suprime luego las penumbras aligerando el dispositivo que desemboca en la apoteosis ojival donde las bóvedas se encaraman como queriendo saltar hacia las estrellas y las viras de la tracería suben y suben a la búsqueda de un infinito. Las catedrales son un alarde casi exhibicionista de la materia que en pugna con las leyes de la gravedad llega a divinizarse. Todo es vitalidad, belleza, artizada polifonía. Dicen que Reims y Chartres fueron diseñadas siguiendo una escala de valores que imita la gradación del arpegio y las oscilaciones del Péndulo de Foucauld. Reflejan el guarismo de la nota de un libreto con infinidad de negras, blancas, corcheas, fusas y semifusas. Por eso, presentan un aspecto tan musical que invitan a entonar un “Te Deum” a chorro libre. Son dechados de perfección acústica u ortofonía. Fueron edificadas para el sonido, porque éste es, de los cinco sentidos, el primero que capta la fe. Ya sabemos que el diablo nunca fue un buen músico y apostillen los alemanes que los “malos no saben cantar”

Esta maestría fue producto de la sabiduría gnóstica. Los Templarios indagaron entre los hebreos, los judíos y los árabes y debieron de quedar absortos cuando descubrieron que la altura de la pirámide de Keops, el cono más perfecto, evoluciona a una altura de 149 metros, que representa la vertical de la altura entre la Tierra y el Sol multiplicado por 1.000.000.000. Las leyes de la belleza se combinan con las verdades matemáticas de la Física. De esa forma el arte gótico aparece impregnado de la armonía de las esferas celestes.

 

Entrar en la esta iglesia solariega de Arbás por la puerta lateral de arcadas embebidas apeadas sobre capiteles de traza fabulosa y en el que se repite el tema ursino del oso rapante de la escatología druídica que  hace acto de presencia más que regular en los blasones de la heráldica del norte ( el oso que mató a Favila, el oso encaramado, prendido de las garras de un árbol) pero que aquí entronca con la leyenda de la fundación del oso domado y uncido al carro por un cantero, formando yunta con el asno y el mulo; la peligrosa fiera transformada por un milagro en caballo de tiro, es un anticipo del asombro que sentirá el peregrino de Compostela ante el Pórtico de la Gloria, dentro del contexto de la continúa obsesión exegética por el Bestiario mitológico que caracteriza al románico. Cada representación encierra en su arcano una semiótica algo más allá de su tosca composición. Se trata de un salvoconducto, un talismán para entrar en el huerto de las Hespérides. Era un lenguaje que entendían los iniciados.

Pasamos a  un zaguán enmorillado  extasiados en los arcanos de la arquería, prieta de figuras y de símbolos que aluden a la resurrección de Lázaro ( por tres veces esculpida en tres edículos del tímpano), la serpiente que se vuelve cerdo, y el cerdo, que, a su vez, se transforma en oso. El oso que rampa, la culebra que repta y el cerdo que hoza  practican una interesante ambivalencia escultórica dentro de la iconografía del medievo. Todos los pórticos románicos animan a la reflexión escatológica. Como si de ellos descendiera la iluminación solemne. Contemplarlos transmite paz y gozo, a pesar de la muerte, que es conculcada y del diablo que se aparece a las almas, en guisa de mono,  de sierpe, o de un asno demoledor y obstinado (“Assinus ad lyram”) la mayor parte de las veces. El burro toca la flauta. Al final siempre Jorge termina venciendo al dragón, colofón triunfal de la gloria expectante, que impregna de lógica tanta fantasmagoría onírica. Ha salido del estro arrollador de una raza de iniciados, gigantes visionarios. Hay un trasfondo de Cristo que asegura y bendice, como una querencia sublime de revelación. El conjunto constituye una investidura de eternidad.

Nunca el hombre estuvo tan cerca de los misterios del legado evangélico ni alcanzó la cristiandad un grado de clarividencia espiritual como en este frondoso estilo de muro sólido y de verdad consistente.  El gótico es sólo un apéndice, la conclusión ovante de este gran delirio didáctico del Maestro Mateo al que da cima el bosque sagrado, que sirve de pauta a los artistas normandos para la erección de sus catedrales. El óculo vertical de la aspillera del ábside desemboca en el rosetón policromado, ese calidoscopio de colores policromados de la rueda que gira sobre un centro inmóvil que a su vez activa todo cuanto se halla dentro del círculo de influencia. El motor no padece mudanzas ninguna. Dios es eterno e inmutable.

Dentro ya del templo, nos sentimos como en un laberinto de paz sacerdotal y agrícola. La nave central remeda un arbolado de piedra toba o caliza, sus poros iluminados por los resplandores de soles milenarios que la han bañado colándose por el rosetón, un elemento indispensable, pues así lo determinan taxativamente las constituciones de la Carta de Caridad, en el arte cisterciense. Es una luz de canto de vísperas. Se percibe aquí a las fuerzas cósmicas librando un combate invisible. ¡Alta tensión! El alma se dispara hacia lo alto levitando en la búsqueda de lo imperecedero. Los ojos se quedan fijos en ese centro de la rueda que no experimenta mudanza en medio de los vaivenes de la luz que da vueltas. Ha empezado el tiovivo de los rayos secantes y toda esa fascinación que esparcen las combinaciones de la hora mágica del entrelubricán.

Las nervaduras de las bóvedas de arista convergen en el almizate o harneruelo que abrocha la cimbra. Parecen brancas celestiales de la palmera mística extendidos sus brazos hacia arriba en gesto frondoso de eternidad. No muere nunca la ceiba. La éntasis de su robusto talle la mantienen a cobro de las ventoleras, pone en fuga a la furia del huracán Se busca la hebilla que engarza lo invisible con lo invisible. La ceiba, roca del bosque sagrado, es Cristo. El almizate ojival remeda al ónfalo de“omphalus”( el ombligo, la mitad), el punto donde se produce la comunicación entre el mundo de los vivos, de los dioses y de los muertos. A través de este cabillo iniciático se accede al verdadero conocimiento. Los nervios se aovan en ensamble octogonal.

Otra vez, el ocho templario, como en Ponferrada, la Vera Cruz de Segovia o el atrio circular de Eulate. Ocho lados posee la cruz de las ocho órdenes militares (Calatrava, Montesa, Avis, Thule, Malta, Hospitalarios de Jerusalén, Santiago).Son los ocho lados de la rosa de los vientos y los ocho grados de la gama de colores del espectro. Es el número áureo de los alquimistas.

Arbás trata de armonizar por primera vez en las historia de la Arquitectura la solidez normanda con la esbeltez de la ojiva. Las bóvedas se apean, como en Sacramenia, sobre pilastras, responsiones y columnas. El ábside lo corona una cúpula gallonada. Sus ocho franjas, como lenguas del Cenáculo,  convergen en el almizate del vértice. El artista trató de captar a la vez la consistencia del hipogeo etrusco con la llama enardecida de la lengua de fuego de Pentecostés. De la combinación de esas fuerzas contrarias nace una misteriosa tensión espiritual. Vida y muerte se vuelven complementarias.

Una talla románica de la Virgen preside el presbiterio, justo detrás del altar. Aparece sentada en un trono de majestad y bendice con dos dedos. Su augusto y melancólico mirar cuadra con el color plomizo de este mediodía de orvallo  montañés. Resulta impresionante el ambiente de brumas. De plata se vuelve la luz gris y en medio del silencio místico creo atender a las voces de coros lejanos que devanan letanías. Solos monódicos que nos revierten al mandra y a las preces hesicasticas, los ritos de purificación, y al eterno combate entre la vida y la muerte, el pecado y la gracia. Cuanto más sencilla es una música, más inefable. Estas piedras han sido colocadas para recoger las vibraciones del canto llano.

 Los gemidos de misericordia  rebotan sobre las cavidades con un timbre de voz antiquísimo, ecos de la dulce melopea de los monjes que acá rezaron otrora. Las codas celestiales aun perduran, estableciendo entre el cielo y la tierra una escala de Jacob con peldaños de ida y vuelta, irradiadora de protección. “Mater admirabils”, “potens”, “clemens”, “fidelis” , “prudentissima”... Trono de la sabiduría... Avanzamos hacia la catarsis. Un ángel se ha convertido en maestro de ceremonias de una misa cantada interminable. Se empapan de añoranza todos los poros del alma impregnada de la sonoridad del aire. El Tercer Ojo escucha melodías de un diapasón que nunca sabrán captar los oídos de la carne. “Ex auditu ad fidem”, sentencian los escoliastas. Es el más sutil y intelectual de los cinco con que contamos ya que nos lleva a Dios. De la misma forma que el olfato potencia la memoria, la vista, la contemplación, el tacto, la sensualidad, el gusto, la aquiescencia a los placeres, por el oído comprendemos la realidades de la revelación.

En los templos románicos es este sentido el que más manda. Todos los demás se encuentran sometidos a esa grandeza acústica, a la sonoridad que lo impregna. Los frescos que pintaban sus paredes apenas se atisban y las figuras de los ábsides historiados casi ni se distinguen en la penumbra, pero la voz se haya diáfana y cristalina, como en sintonía con las grandes vibraciones del universo. In principio erat Verbum

 

María, emperatriz, madre de la ciencia administra el conocimiento a los elegidos desde el curul hierático. ¡Cuánta sabiduría insospechada encerrada bajo ese nombre! Comanda las estaciones, rige los vientos, avanza hacia el futuro triunfante sobre el carro del que tira una yunta de leones mansos. Este es el principal mensaje del oso domado de Arbás. La bestia será subyugada. La carroza en la cual marcha enjaezada y atalajada de los dones de la espiga, la flor y el pámpano, significa el paso del tiempo, la vida que se renueva.¡ Loor a la Magna Mater, a la Virgen en cuyo vientre late el infante que será presea de nuestra salvación, el Mesías al cual asesinaron los malvados de Israel ! Desde entonces, Dios mira para los gentiles que quisieron reconocerlo. A través de la Mujer, Dios abrazó a la gentilidad. Esa es una de las claves secretas de la mariología, lo que la tanto la retórica concepcionista a ultranza del barroco como el materialismo ateo no ha sido capaz de entrever: la fecundidad que perpetúa la raza de los llamados.

Su templo, que como todas las fundaciones cistercienses, goza de la advocación de Santa María, reclinado sobre un cueto en el arranca de un “arva”(campo alto), era el punto de recalada de los peregrinos que hacían la ruta de Compostela por Oviedo(camino francés). Parece ser que la veneración a la Cámara Santa de San Salvador en la ciudad de Júpiter, esto es  Oviedo, cuya toponimia arranca del genitivo de este sustantivo,”Ovis”.

Se construye por una donación de Fruela, hermano carnal de Doña Jimena, e hijo del Conde de Oviedo, a los frailes blancos, recién trasladada la corte asturiana a León. El carácter hospitalario y militar del edificio ha dejado por entero su impronta en el edificio, a pesar de sus múltiples reformas y revoques, todas esas manos de cal y de arena que han dado los siglos.

La Virgen en su gremial dorado parece que me sonríe. Entonces, me prosterno. De lo hondo de mí sale el canto de completas al uso cisterciense. Se entonaban en el crítico instante en que caía el telón de la noche sobre el horizonte y se encendían los primeros cirios de la vigilia. Mi voz modula sus vibraciones a lo largo, lo ancho y lo alto de la casa de Dios vacía, donde Cristo sigue esperando a los hombres:

Ecce iam noctis tenuantur umbrae. Lux et aurorae rutilans coruscat: supplices canora voce praecemur, ut reos culpae miseratus ,omnes pellat angorem, tribuat salutem, donet et nobis bona sempiterna munera pacis. Amen

Es una llamada a la luz del alba desde lo más profundo de las tinieblas de la noche. Lleva la marca de la liturgia cisterciense de una estructura efébica. Cristo es Helios, el sol sobre el que gravita el universo. Sus tres símbolos son el huevo, la almendra mística, por eso en el pantocrátor se le representa saliendo de una especie de vulva, rasgando el himen de las tinieblas, el orto del amor que vence siempre al entrelubricán de la maldad y que cada noche se renueva, y la vid, que cura y embriaga.

La iglesia de Arbás, primorosamente reconstruida al final de la guerra por un hijo del polígrafo Menéndez y Pidal, cuya familia era oriunda precisamente de estos términos, fue un “ribbat” o fortaleza contra las incursiones sarracenas y hospital de peregrinos. Nunca hay que perder de vista estas dos variantes de la rama activa cisterciense: la defensa del cristiano hostigado por las algaradas desde el sur, y la curación de los enfermos.

La letra arrasaba en los siglos medios. Capítulos adelante, veremos el pavor que inspiraba esta palabra y la segregación y cuarentena de la que eran objeto aquellos que la padecían. Muchos al enfermar se lanzaban a los caminos en búsqueda de curación o contraían la enfermedad en plena ruta. Se encomendaba a San Roque. Llevaban consigo una carraca o tablillas de San Lázaro que al ser agitadas su sonido anunciaba a los demás viandantes que se apartasen; allí llegaba un leproso. Otro mal era la sífilis que a veces se confundía con las letras por sus llagas purulentas. Camino Francés y Mal Francés son casi homónimos. Las hospederías, asilos y lazaretos que se desparraman a lo largo del camino son en realidad leproserías y hospital de apestados. Arbás era uno de esos sitios. Llegó a contar con siete crujías con una capacidad de trescientas camas para cuidar al malato. Muchos no avistarían los cuetos del Monte del Gozo, ni regresarían a su lugar de origen en Francia, Alemania, Escandinavia, o Constantinopla. El Apóstol les enviaba a aquellos monjes providenciales para cuidarles en la hora suprema. Los pobres caminantes enfermos encontraban refugio en las casas de Santa María.

Debido a lo áspero y escarpado de esta ladera de Eivaso, que permanecía aislada a causa de la nieve en los crudo inviernos del páramo leonés, y batida por los vientos polares que soplan  desde Peña Urbina el sostenimiento de una comunidad se hizo problemático. A ello debió de contribuir la relajación de las costumbres monacales a medida que se acerca el Renacimiento. El cister sufre un eclipse a partir de la supresión del Temple a comienzos del s. XIV. También las peregrinaciones jacobeas aflojan en ese siglo y se inician una serie de movimientos místicos en Alemania capitaneados por el Maestro Eckhart que dudan del valor de los actos externos, como pueda ser la peregrinación. En el Kempis tampoco se recomienda esta piedad que suele ser puerta abierta a la disipación:”Los que muchos van de acá para allá visitando Santos Lugares o acaparando reliquias poco se santifican”. Esto lo había podido haber dicho perfectamente Lutero. Erasmo, jaquetón y lenguaraz, dos  centurias más tarde, le da la razón al autor de la “Imitación de Cristo”.

El onceno siglo abre la puerta al apogeo de la religión. Cristo se hace presente en la vida de las gentes. Fueron nada más que cuatro o cinco siglos. Después parece que se aleja y ni el Humanismo, la Enciclopedia y menos el Modernismo han querido aceptar su rostro de misericordia, pero en todos los católicos del mundo queda como un poso de añoranza de aquel reencuentro con el Señor. Ello explica sin duda el auge que han vuelto a tener las peregrinaciones jacobeas en el verano de este año finisecular, cuando esto escribo.

San Bernardo representó para el mundo católico como un estallido luminoso de estrellas que regó los campos de agosto. De su figura y obra emanan un ímpetu tan súbito e inexplicable con los elementos de juicio a nuestro alcance. El doctor Melifluo lleno del fuego del Espíritu Santo debió de ser uno de esos varones incandescentes que iluminan toda una época. Desde que llama a la puerta de la abadía de Citaeux y allí es recibido por San Roberto hasta su muerte sobre el mapa de Europa se multiplican. En tan sólo una generación se produce esta floración milagrosa de cistercienses cuyo predominio abarca desde Rievaux en el Yorkshire hasta Tomar en Portugal y desde Pontevedra hasta la Polonia profunda, ya casi en la estepa rusa, que era dominio de los escitas. Es una verdadera eclosión de frailes blancos, que marca el apogeo de la vida monástica.

Por desgracia, y por esa regla inexorable de los movimientos de oscilación y de gravitación, como todo lo que sube baja, el cister también cayó.

  La personalidad del fundador de esta orden es una de las más enigmáticas y sorprendentes. Hay incontables facetas en este monje borgoñón: el doctor Melifluo de simpatía arrolladora y desconcertante hermosura viril, como nos lo retratan los bolandistas del P. Croisset, guarda escaso parangón con el polemista infatigable en las aulas de la Sorbona donde sostiene una cerrada con Abelardo y Arnaldo de Brescia, o con el agitador de masas de la Segunda Cruzada que electrizaba con sus sermones al auditorio. Luego, está el político taimado, el escritorista, que se atreve incluso a amonestar al propio papa. Medió en las reyertas entre Inocencio II y Anacleto, lanzando un anatema contra éste último y considerándolo antipapa. Fue el consejero y valedor exclusivo del pontífice a continuación del cisma: Eugenio III.

Hay otro bernardo inspirado, clarividente y profético, al difundir por el Occidente cristiano los presagios de San Malaquías, que hablan del fin de la Iglesia jerarquía, y el inicio del milenio igualitario, o “quiliasmos”. Estas ideas  se contienen en “De vita Sancti Malaquías et de rebus gestis”.

San Malaquías era un monje inglés que profesó en la orden bernarda y, consagrado obispo de Armagh, hubo de abandonar su sedea causa de las persecuciones de los monjes de St. Dunstan. Murió en los brazos del abad Bernardo. Sus pronósticos sobre los papas reinantes del siglo XI se han cumplido a carta cabal, tanto en lo que se refiere a los papas entronados como a su divisa. Así por ejemplo el que hace el número 69, Paulo IV, tasado con el blasón de “fide Petri” respondió a esta evaluación anticipada enfrentándose a los judíos de Roma los cuales execraron su memoria, según podremos comprobar más adelante en este libro. Caso parecido fue el de Benedicto XIV, “Animal rurale” que padeció con constancia las persecuciones y trabajos, con la paciencia de un buey, como se deduce de la historia de su pontificado.

La lista da comienzo con Celestino II “ Ex castro Tiberis”  y acaba con “De gloria olivae”,número 111 del catálogo. Según los cálculos malaquianos estaríamos, al abrir página el tercer milenio, en el penúltimo de los sucesores de San Pedro, el 110. A J.P.II le corresponde el distintivo “De labore solis” (los trabajos del sol) porque verdaderamente ha sido el sol de los pontifices, y su luz e proyecta en medio de grandes trabajos y la amenaza de las tinieblas y de un mundo en guerra. El ciclo se cerrará con el triunfo de la paz; ese es el sentido de la rama de olivo. Desandará los caminos andados por su predecesor, estableciendo la concordia entre los creyentes desorientados. Morirá mártir.

Uno de los afanes primordiales de san Bernardo fue poner coto a los abusos e intrigas palaciegas que pesan sobre San Juan de Letrán. Así se deduce de sus advertencias a Eugenio III. Fray Justo Pérez de Urbel llega a escribir en su “Año Cristiano”:” A la sazón Bernardo fue el verdadero papa de su tiempo. Claraval tenía más importancia que Roma”.

A lo largo de todos sus escritos insiste en la importancia que tiene la devoción a la Virgen María como salvaguarda de la fe, y al poner a la humanidad a los pies de la Madre de Dios, estaba viendo desde su atalaya iluminada por la luz del Espíritu Santo la necesidad de humanizar el rostro de Dios haciéndolo más femenino. Asigna a la Virgen el papel de corredentora, pero se muestra remiso a su concepción inmaculada. A ella va dirigida las dos plegarias más grandes en Occidente del culto a la Virgen: el “Salve Regina” y el “Acodaos”. Su discípulo, Malaquías, con esa ferviente pasión por Nuestra señora que es común a los monjes blancos (cartujos, trapenses, y cister) anunció que será “Ella la que rescate a la Iglesia de las fauces de la sierpe”.

Sin embargo, no todo fueron aciertos y panegíricos. El santo postulador de la causa de María fue un fracaso político. Los reinos cristianos se desentendieron de su llamada a la unidad. Comprobó que la cruzada segunda por él predicada fue un desastre. Parece mentira que tantos aspectos pudieran cobijarse a la sombra de un hombre solo. Bajo su iniciativa  quedaron abiertos 150 cenobios en el espacio europeo, casi todos ellos se fundaron aprovechando otros monasterios arruinados, o antiguas aras votivas a los dioses celtas o romanos. Bernardo no derriba los viejos ídolos; antes bien, los rebautiza y los incorpora al acervo espiritual del cristianismo. Reconduce el tributo a Júpiter y no le importa bendecir antiguas aras de Minerva o de Cibeles. Esta es la cara oculta de lo románico, pero siempre partiendo del principio de Cristo como fuente de toda gracia y propulsor del conocimiento. Las gentes viven y progresan gracias a la Redención. “Extra crucem nulla salus”. Pa él la Iglesia no es más que un medio, nunca un fin. Solamente la cruz salva. El hombre para vivir en armonía con Cristo ha de apartarse y vivir en el retiro de la naturaleza, sus ojos fijos en el sol que torna. Para volver al mundo para defender la cruz cuando ésta estuviera en peligro. Sus monasterios y las órdenes por él inspirados constituyeron un baluarte de protección. El Islam se estrelló contra este antemural de plegarias. Si no hubiese sido por San Bernardo, toda Europa hubiese caído en las garras del Islam.

El cister empieza a perder su predicamento una vez terminada la reconquista en 1492. Su labor había sido dada por concluida. Expiraba una misión para dar paso a otra. Terminaba la época de los buceadores. El triunfo de la Iglesia tridentina significó tenerse que adocenarse. Obediencia de cadáver, taxonomía de Ignacio a sus pupilos, era un pasaporte a la solidez piramidal del ordeno y mando, del anatema. Doctores tenga la Iglesia, pero el aire se cuajó de poltrones de la sopa boba, practicantes de una doble moral, que se arrodillaban ante crucifijos. Demasiados santos deshumanizados y hornacinas pobladas de nimbos de cartón piedra. No discutas. A callar. Todos como en misa. Se había interpretado con alguna indolencia a Jerónimo, el hirsuto y ardiente dálmata que muestra una obsesión erótica sublimada a lo largo de sus escritos, sentencia: “No busques más la ve. Te basta con saber lo que pone la Vulgata”.

Y el Kempis no para de apelar al “vanidad de vanidades “ del Crisóstomo como vacuna contra el excesivo afán de conocer:”No escudriñes, hijo, si quieres acceder al bien “. Los santos de cartón piedra acaban en memez oscurantista. Hazte un eunuco, si quieres conseguir la vida eterna. Castrate.  Ardua norma. Como llevaron a cabo una hermenéutica poco imaginativa y al pie de la letra la palabra del Señor, que estaba hablando de otras renuncias y entregas y sólo utilizaba una metonimia, obraron con poca consecuencia. La herida del concilio de Elvira tardó siglos en curar. No se puede dilapidar la tremenda hijuela del Galileo y sus máximas para alcanzar la vida eterna en una obsesión por el control del instinto erótico que remata en demencia. Dios no quiere monstruos, ni hipócritas, ni impostores. Sigan siendo crueles y castos. Cometan con su mente retorcida torpezas de toda índole. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.

San Bernardo parece que escruta a través del óculo de su celda y mira el campo, contempla las flores, oye el canto de los pájaros, observa la rueda del disco solar en su girar impenetrable. Quiere saber, porque la indagación no puede ser un freno a la magia del misterio. Es un pesquisidor entregado y tenaz de la Magna Scientia. Con su postura de estudio y de súplica santifica la gnosis que había sido condenada en los primeros siglos, pero él quiere trepar por la enredadera que tapa la pared y la escala. Ser cristiano viene a ser como perderse en el corazón de los designios divinos, el dédalo impenetrable.

Ese es el mensaje esotérico que trasciende los muros sagrados de este enclave a horcajadas sobre las cimas de la cordillera cantábrica. Es el primer hito del llamado convento asturicense y umbral de ingreso a la ruta jacobea. En cierta manera, portón del Paraíso. Allí se inician toda una serie escalonada de monasterios que llevan hasta San salvador de Oviedo. Fragancia tan sobrenatural no es extraño que suscite la ira del Cálido que no entiende de tales razones. Nos quiere ahora analfabetos, pegados a la ubre del televisor, y todos, contra todos, y, si no en guerra, por lo menos, recelando unos de otros. Crea disensiones y dominarás el mundo. Así es mejor  

 

Estos días de agosto del verano del finmilenio un columnista de la “Nueva España” órgano del Sionismo internacional que ha abierto casa en los chiscones del Fontán - el alcalde Gabino invita a espichas y a inauguraciones, pero esta “Nueva España”  ya no es la mía sino una España insolente, buscona, reivindicativa, corta de vista y muy en plan de aldea global -, uno de esos plumíferos que me parece se sientan al ordenador tocados de una montera picona y con un talante de genios superdotados para la hipérbole que hincha el perro para poder sacar cada día el periódico a la calle, un periódico en el que toda noticia o todo personaje ha de pasar por las horcas caudinas del ramalazo local [se piden ejecutorias de asturianía y , si no muestras patente de ovetense, no sales en la foto ni te bautizas], pedía la demolición de todas las catedrales góticas. Se quedó muy a gusto después de soltar tan infame osadía. Parieron los montes. ¿ Cómo podremos sustituirlas ? ¿Con hórreos? Ya quedan pocos. Se los ha llevado el airón.

Habrá que echarse a temblar porque vuelven los mineros de la marcha sobre Yarrow con un hacho y un candil y la dinamita fresca. Hay ganas de revancha. Los buitres circunvuelan en rasante barruntando la cadaverina de los cristianos lanzados a la arena. El aire sopla muy cargado de presagios. El pato no se conforma con su suerte y quiere transformarse en urogallo.

Sin embargo, no mareemos la perdiz. Peticiones como la del columnero abajo firmante certifican la muerte de España. Asturias, mágica e iniciática, era su cuna y mostraba desde los montes este magnifico cancel del Arbás , cumbre del cister, a espaldas de Covadonga y los valles del silencio bercianos, por el otro cabo. No cabe entrada más sublime al edén que desde la perspectiva del alto de Pajares. ¡Magnifica puerta de ingreso a los valles que dominan el escenario de Peña Urbina!

Bajo la dirección de un hijo de Menéndez Pidal (don Ramón , aunque nacido en Coruña, se mostraba muy orgulloso de su ascendencia citomontana y solariega de Pajares) en 1969 se procedió a la reconstrucción que fue llevada a cabo con el gusto del eminente arquitecto, muy familiarizado con las peculiaridades del arte cisterciense. Respondía de esa forma al espíritu de su padre, uno de esos sabios, rara avis, que alegran de tarde en tarde la existencia de los que se dedican al estudio de la verdad y de los que aman la belleza. España, como demostró el polígrafo y astur ilustre, era la patria del Dios Pan, el jardín de las Hespérides, donde estuvo ubicado el Paraíso terrenal, en algún lugar al otro lado de la cordillera que contemplan los muros de Arbás.

Alfonso X nos la presenta, también como un lugar de abundancia, por la fertilidad de su sueño y la clemencia de sus aires. Todo lo contrario, pues, del criterio que han venido sosteniendo los escritores del 98, a mi modo de ver demasiado encumbrados. Dicha hipótesis de locación edénica la han refrendado algunos estudios cosmográficos recientes. Es una obsesión constante de la nueva paleografía. El Hombre de Atapuerca ¿ era el ser humano que vio y vivió ese paraíso?

Los trabajos llevados a efecto por Luis Menéndez y Pidal rescataron de las ruinas a este importante templo que permanecía en estado de abandono desde el Barroco. Ahora pertenece al obispado de León y se halla adscrita como parroquia dependiente del Priorato de San Isidoro. La obra de reforma fue sapiente y decorosa.

Estudiando su primorosa iconografía nos encontramos a un pensamiento medieval de rasgos heliocéntricos. El Cister representa la apoteosis heliocéntrica de la recitación hesicasta de las horas canónicas en alabanza de la Trinidad. Luego vendría la ruptura antropocéntrica del Renacimiento. Los retablos y basas angulares, donde curiosamente el tema religioso no es el más frecuente irradian quietud y belleza, todo conforme a un misticismo ancestral que encuentra su precedente en las pintadas de las Catacumbas.  Hay asimismo una constante preocupación por la trasmigración y las almas y la reencarnación. De otra forma no se explican los grifos, arpías y esfinges de los Bestiarios. Es una poesía didáctica que se agolpa contra los muros con una carga apodíctica y de demostración poderosísima. Lo que nos dice un tímpano románico vale por una cascada de silogismos. La Teología inicia el vuelo. El ángel, rotos los sellos, despliega ante la mirada atónita del creyente los papiros de la revelación. Es la magia del “libri muti”(el libro que calla) investida de elocuencia. Se demuestra la proposición de que “ en principio era el Verbo”. Aquel menestral maneja una horca y éste sabio de barbas patriarcales se inclina sobre un atanor. Un ser alado en el vértice de una de las ménsulas se lleva el índice a los labios. Callad, hombres insensatos. Guardad silencio. Es otro símbolo alquímico para significar la grandeza de aquel que es llamado a un estado de contemplación viviente.

 Estadios zoomórficos, antropomórficos y vegetativos, se superponen; las tallas de arenisca del zócalo sobre el portal confirman la leyenda augural del oso devorador de hombres y del buey clemente y manso - Apis era adorado por los egipcios y se convierte en el toro de San Lucas- que bajo las riendas de un auriga divino se pusieron a trabajar y aceptaron el yugo , juntas zarpas y testuces. El oso esculpido es motivo central del tímpano de Santa María de Arbás. El ángel y la bestia pueden trabajar juntos, combinación de contrarios y emblema del poderío divino para domar a las fieras y amainar tempestades.

 Se cuenta al respecto que una noche de cellisca un capataz, varón piadoso, favorecido por dotes de clarividencia y que gozaba de una fuerza física descomunal, escuchó golpes y mugidos en el muladar. Se levantó de la cama y con un blandón en la mano para alumbrarse y en la otra una estaca  bajó a la cuadra: un oso había penetrado en el redil,  había dado cuenta con sus zarpazos de varias mulas y estaba acabando con la vida de los bueyes. El buen cantero luchó con la fiera toda la noche a brazo partido. De amanecida, cuando ya lo tenía dominado, el oso salvaje se tumbó a sus pies y habló con voz humana de esta manera:

- En loor de Santa María, de hoy en adelante dejaré de ser oso y me transformaré en buey.¡Gloria a la Trinidad Augusta, amen!

Acto seguido le lamió las manos.  El animal, ya del todo domesticado, consintió la armella y , uncido al yugo de la carreta de los yangüeses, empezó a laborar en el acarreo desde la mañana siguiente. Participaba en las labores del campo y entraba en la cuadriga de tiro para el arrastre de las piedras. Esta historia tiene un sabor profético a los textos de Isaías donde se anuncia claramente que el león se apareará con el cordero y las lanzas serán convertidas en rejas. En ella, asimismo, se encuentran resonancias de la leyenda del Lobo de Gubio, amansado por San Francisco. Es la mejor metáfora del cristianismo, con su poder de transformación mediante el amor y la palabra.

Como consecuencia de este hecho maravilloso, el cantero se hizo monje y contaba hasta el final de sus días que aquella noche la Virgen María le había evitado una muerte segura librándole de las fauces del plantígrado y que este acto de misericordia sería un presagio de lo acontecería al final de los tiempos. Las gleras y cantiles de la base de este monte misterioso, el Ervaso, donde las noche de luna llena la mole de la cumbre irradia destellos sagrados, están en el secreto de una promesa de salvación a un mundo convulso y en crisis. Justo aquí se cerró el paso a las hordas del infiel y el avance musulmán sobre Europa frenó frente a estos riscos imponente que son avanzada de Covadonga. En Santa María de Arbás un misterio de viejas promesas nos cerca y nos vence como le ocurrió al oso devorador. La fuerza bruta tendrá que rendirse ante la fuerza espiritual. Hay que volver a resaltar esa cualidad de los cisterciense para penetrar en la realidad ultra telúrica, esa energía invisible que irradia del cosmos, que tienen todos los sitios donde ellos edifican templos. En parapsicología se denomina psiquismo a este fenómeno

La historia nos embelesa: que una bestia curupia se transforme en paciente bóvido, se someta a la tralla y la rienda del auriga y entre en razón es una parábola de la sempiterna lucha contra el dragón. El mito del eterno retorno. Será el mal domado y acabará tomando el yugo de la virtud. Tendrá que unirse al proyecto de santificación y transformación de un mundo nuevo. Algunos apostillarán que el mal no existe, pero esta proposición no es más que una entimema gratuita.

El Cister recoge el testigo de esa inclinación romana por construir puentes, alzar estatuas en lugares muy concretos dominados por lo telúrico. Siente la ergasiomanía del mundo romano, la “cupiditas aedificandi” o fiebre constructora. Precisamente por de dicho atavismo ergasiomaníaco, o pasión vehemente por la arquitectura, surgieron las catedrales. La devoción a la Virgen, como floración o resurgimiento de otras formas de adoración antigua a Isis, Mitra, Palas Atenea, Cibeles o Afrodita del culto a la fertilidad, movió el gran impulso, siendo el vértice de apeo entre lo antiguo y lo nuevo . De tal modo que no haya oposición lógica entre la Mujer que aparece en el Apocalipsis con la Mujer de esas creencias sincretistas. Después de todo, el papa acaba de decir que Dios es también femenino.

Aquí, en las alturas cantábricas, se clavó el primer cipo con el cartel de “No pasarán”. Sus calcaños sujetarán el morro de la bicha. Todos los pueblos del orbe entonarán cantos de alabanza a la Trinidad. Jesús, hijo de Dios, a través de María, cancelará la culpa. El triangulo trinitario se convierte en cuadrilátero.  Faltaba un lado. Para avanzar en el camino de lo perfecto lo par es necesario. Dos, cuatro, ocho, doce... veinticuatro. Ese número áureo les introdujo a los cistercienses en la clave del laberinto. María, nombre mágico, se repite a lo largo de los valles, corona las cimas, elige su trono en los desiertos, colma de dicha y de armonía los bosques impenetrables. Es sed de belleza y de infinito. Por eso, decía Papini que todo lo que es bello tiene un entronque netamente cristiano. De esa belleza sin una aplicación utilitaria no participa el mundo judío, que es un mundo convulso, terrible, cultor de un dios vindicativo. Al contrario, en el NT Dios se manifiesta a través del Amor, y éste no es otra cosa que Verdad y Belleza, los tres ángulos del Ojo que todo lo  ve. El pecado de estos tiempos ha sido la vana observancia de acabar con el Tabor y volver todos al Sinaí. Se trata de dos compartimentos estancos. Aquello quedó sobreseído y es por esa incapacidad para el compromiso con cosas que atañen al legado evangélico por lo que la verdadera Iglesia, que ha desplazado su epicentro hacia Moscú, donde se han hecho más sanguinarios los zarpazos indiscriminados de la serpiente, y ya no viene dirigida desde Roma, sede de la impostura, está siendo perseguida. La primera consecuencia del Vaticano II ha sido dejar en manos sionistas la Barca del Pescador.

Pero esto no es más que un accidente.

 En santuarios románicos como el de Arbás parece que el tiempo se para. La muerte es derrotada. Más cerca del cielo que de la tierra este monasterio en un congosto de la cordillera, parece que lleva a las estrellas en sus zancajos.

Canteras y torrentes, gleras y algún matorral. El aire se afina. A horcajadas sobre el lomo de la sierra las filas de roca que bajan en pendiente forman una protuberancia radial que recuerda a la silla de montar. Un cíclope invisible ha dejado allá su albarda de rocas por donde desciende la nieve y el corzo campa. Aquí todo es querencia de techumbres olímpicas. Oteo la figura de una suerte de sufra geológica que sostiene las varas de una correa de tiro invisible. Los valles en el regazo de la pendiente seca y pelada forman una especie de alfamar verde en lo hondo de la roca viva que sirve de cauce al río Bernesa.

Es un escenario que conviene contemplar en noches de luna llena, con esas lunas fuertes del septentrión que en el Bierzo parece que nos acercan con su luz bañada de misterio al tiempo en el que reinaban los gigantes. El arte románico con su simbología inocente parece capsular el lenguaje telúrico de estos “arva” en un afán de superación por la senda del camino iniciático. Aquí las fuerzas de proyección, ascensión y freno parecen haber encontrado techo. Arbás es una especie de non plus ultra, un no va más de la ruta jacobea. “ Per arva ad astra” (Por los campos altos se sube a las estrellas) que diría Virgilio. Todo nos habla de esa tensión hacia lo alto, de ese deseo de superación. Desde aquí casi palpamos la cúspide y nos sentimos reconfortados los que venimos huyendo de la persecución.

Utilizando medios tan humildes e incluso simbología pagana el mensaje bíblico y el anuncio de la resurrección parecen entrar por los ojos. Por la puerta de Baco se entra en la luz de Cristo. El ambiente es de pesadilla, como una pesadilla. No ha conseguido el cantero un dominio de la perspectiva por lo que hay una desproporción y una mal trabada  melanesia  que tornan monstruosas las representaciones dionisíacas de hidras, grifos, sierpes, huríes, arpías, cerastes, víboras cornúpetas, monjes con cabeza de perro, ardientes llamas que son como convulsiones de las Euménides,  y el Mono de Serapio, del que se dice que era hijo de Cronos, porque establecía el padrón de división entre los días y las noches. Justo a cada hora orinaba. Este plano escatológico de parábola iniciática y de jeroglífico se combina con la cotidianidad más tosca y absoluta - es un arte para entrar por los ojos con pocos resabios intelectuales- de cosechas y vendimias, frailes que escuchan un sermón o andan a capítulo como en los cimacios del convento de Santa María de Nieva. Aquí, en Arbás, todavía no se ha llegado a ese candor. Habrían de pasar dos siglos. En el mudéjar aragonés a estos elementos figurativos se agrega la escritura cúfica.

El matiz dionisiaco de los monstruos sagrados que configuran la iconografía del románico es inalienable. El artista no renuncia a la materia, expone en toda su crudeza la realidad de la vida, la presencia del mal, la acción del diablo, pero con ahínco trascendente trata de divinizar esa materia que se nos ha legado el Salvador.  Las alusiones a sus poderes taumatúrgicos son indeclinables: el pecado se convierte en gracia santificante.   En la piedra está Platón, Aristóteles y se va al encuentro de las enseñanzas de la cultura del Nilo de la mano de Hermes Trimegisto, junto con las enseñanzas del Genésis, el Libro de Ruth y los aforismos de los Doce Profetas. Los círculos se entreveran formando una pirámide helicoidal. Todo en un revolutum por el que se llega a la verdad inalienable de la sindéresis cosmogónica. Todo se contradice en apariencia, per recuperamos el hilo de los razonamientos y vemos que todo  cuadra debajo de una intención devastadora. Nos empapamos de semiótica. Del panteísmo y del Logos griego arribamos a la exaltación del Cristo en majestad, juez supremo de todas las cosas, centro inmóvil del movimiento que circula por doquier y estalla en la música de las esferas. Palpamos, en definitiva, lo inefable.

La Carta de Caridad aspira a la fusión del ámbito de los sensible, y de lo ultrasensible, del alma y el cuerpo, del todo y la parte en Cristo Jesús. En ella se rechazan los postulados de la ley vieja y los errores de Mahoma, mas en ningún momento se condenaba a los hermanos extraviados del judaísmo o los adeptos de otras sectas. En casi todos los asentamientos cistercienses aparecen alarifes moros y banqueros israelitas. Los templarios fueron mucho más allá. Tras la misa - es una pena que los rituales fueran quemados con Jacques de Morlay y que ardieran con él en la pira de la Bastilla en 1315- rezaban en comunidad junto con la oración a San Miguel, protector de iglesia y sinagoga, el “Escucha Israel” de los rabinos y la” alfadía” que repiten cinco veces al día los cadíes . No se practicaba la intolerancia per se étnica o racista, pues todos los hombres somos iguales, redimidos por la sangre del Salvador.  Ese fue el primer gran hallazgo de los cruzados, pero, con arreglo al espíritu de la época, en caso de ataque defendían la fe con la espada. A lo largo de la ruta de las peregrinaciones sobre todo en el camino de Santiago fue erigido un glacis de protección a los caminantes . Las ordenes militares se encargaron durante siglos de esa protección permanente, y, cuando asomaba en lontananza el almoflate o trinquete de la Media Luna, subiendo por el sur, y la línea del horizonte se convertía en un bosque de lanzas , de rodelas y aljubas, sonaba el toque de llamada al grito de Santiago cierra a España, y monjes y soldados convocaban a la hueste para aprestarse a la defensa. El santo y seña santiaguista se contraponía al que proferían los almuedenes desde lo alto de las mezquitas “yilla ilah alá”. Se pensaba a pie juntillas - creencia seguramente esotérica- que el Hijo del Trueno defendería a los que llevaban la cruz encarnada a manera de peto sobre su brial. Ciertamente, el grito olímpico de “Santiago cierra España” fue el muro contra el que se estrellaron las pretensiones de conquista del Islam que sonó desde poternas y barbacanas  de los monasterios almenados.

Aquellos frailes hacían la guerra defensiva pero nunca practicaban el derrotismo psicológico que pavorosamente agarrota a la cristiandad al día de hoy. Moros y judíos preferían vivir aparte segregados en sus aljamas con arreglo a sus costumbres y sus propios códigos legales. No eran molestados para nada. De no haber sido por ese espíritu tolerante, no hubiese cabido esa interacción tan fructífera que ha dejado poso a lo largo de los siglos en nuestra forma de ser: cientos de palabras de origen semita, multitud de costumbres, supersticiones, creencias. No. La barbarie no es cristiana. Y ahí están, para probarlo, la Mezquita de Córdoba y la alhambra de Granada. Son ilusos los que consideran que Mahoma es tolerante, cuando desde Despeñaperros para abajo apenas quedan vestigios arquitectónicos de la importante cultura bizantina antes y después de la fecha fatídica del 711, mientras que, desde la sierra de Guadarrama hacia el Duero son muchos más importantes los vestigios que se conservan. La jarca, cuando llegaba, arrasaba, talaba e imponía la cuna coránica que empieza a mostrar su talante exclusivista desde la primera sura:” No hay otro dios que Alá, y Mahoma es su profeta”, una ley que allí donde llega tratará de imponerse, o por las buenas o por las malas.

Por eso, encuentro una verdadera gracia divina mi acercamiento en peregrinación al Paso de Arbás . Su presencia es un símbolo que alza su espadaña de advertencia a la apostasía y a las maulas en que nos hacen vivir los herederos de don Opas. La mentira y la credulidad fueron la llave de la traición que abrió la puerta de España a los sarracenos. Me parece que en forma de nube la sombra de Don Rodrigo se pasea por las cumbres vírgenes de Peña Urbina cantándole estrofas plañideras a su Cava.  Por una hurí casquivana  y un rey atolondrado vino a perderse España. Sin embargo, en este verano último del siglo, de eclipses y de impasses, se alza la sombra de protección de este adoratorio, que abre la puerta al helicón astur, como un bastión eterno. Quizás las campanas desmelenadas tengan que volver a expandir por la campiña su mensaje de bronce, tocando al arrebato al son de “ Santiago cierra, España”. No se trata de un grito agorero. Es casi una premonición. ¡Y que  Santa María nos valga!

 

 

 

 

 

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CAPÍTULO IV          

 

 

CATALINA DE SIENA Y LA DOCTRINA SOBRE EL PURGATORIO

 

 

  

 

* una vida llena de raptos, clarividencias y otros prodigios.

* Santa Catalina es una demostración de cómo Dios se revela a los humildes y se oculta a los soberbios, poderosos y sabios de este mundo.

* Salvó a la SRI en un tiempo tan difícil como fue el Cisma de Occidente. Sus oraciones sirvieron para que el papa Gregorio XI se restituyera de nuevo a Roma.

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En mi corazón no hay diferencia de sexos. Yo fui el que hizo al ser humano varón y hembra y para mí no hay distingos  ni condiciones - le decía un día el Señor a Catalina de Siena en aparición particular -. Y  yo hago lo que quiero. Por eso, deseo que sepas que en estos tiempos el orgullo de los hombres se ha hecho tan grande, especialmente el de aquellos que se creen sabios y discretos, que mi justicia ya no puede resistirlos y está a punto de confundirles mediante un justo juicio. Pero, como  la misericordia está en mí siempre al lado de la justicia, quiero antes darles un aviso para que se reconozcan y se humillen, como hicieron los judíos y gentiles cuando les envié personas ignorantes, pero a quienes había yo llenado de sabiduría. Sí; yo les enviaré mujeres débiles e ignorantes por naturaleza pero prudentes y poderosas con el auxilio de mi gracia para confundir su ignorancia. Si reconocen el estado de locura en que se encuentran, si se humillan, aprovechándose de las instrucciones que les enviaré a través de mis mensajeros débiles, tendré misericordia de ellos “

Este párrafo encierra la clave para comprender el proceso misterioso de las apariciones en la Iglesia Católica y el controvertido tema de las  Mariofanías, desde la de la Salette a la de Lourdes, pasando por Fátima, El Escorial, Medjiogore y otros muchos lugares donde se registran episodios preternaturales. Aunque es una capucha muy amplia, en el que puede  esconderse de  todo; desde la fraudulencia al misticismo. Está claro que Dios no puede utilizar el mismo lenguaje que el de los hombres. Que nos movemos en un plano convencional. No hay visiones oculares apenas, sino intelectuales. La gracia del contacto físico con la deidad muy pocos la han tenido verdaderamente.

Hecha esta observación, hay que decir que  no se puede entender la Redención ni incluso el Covenant sin esta predilección que muestra la Sabiduría Increada por los pobres, por la más abyecto y despreciado. Es una convocatoria a las nupcias espirituales del divino novio con las almas de su dilección. Él al que escoge, lo escoge.  Con las escurriduras y detritos vuestros, y las piedras que vosotros rechazabais, yo formé mi templo. Seleccioné con los sillares que vosotros mandabais al estercolero mis columnas foreras. Fueron los pobres los arcos basales del edificio de la redención. Dios nos lo advierte. El Dios de los milagros y de la intervención de su potestad para abrogar momentáneamente las reglas por su augusto designio arbitradas es y está, mal que les pese a muchos positivistas fanáticos y blasfemos, ebrios de racionalismo y de cordura. Nunca sabrán entender las locuras del Espíritu Santo.

El caso de esta sencilla burguesa, hija de un tintorero de origen mahometano y convertido al cristianismo viene a corroborar lo afirmado. Hay que tener en cuenta que la SRI (iglesia Romana) atravesaba por una de las crisis más profundas que se habían conocido. La humilde virgen toscana recibió el designio del Señor para hacer las veces de embajadora y plenipotenciaria de sus deseos ante los grandes de la tierra, papas, cardenales, reyes. Su cometido fue acabar con el denominado cisma de Occidente. Estaba secuestrado el Romano Pontífice en el destierro de Aviñón. Las reformas de dominicos y de franciscanos no habían sido óbice para que Roma fuera un ahechadero de corrupciones, simonías, salacidades, incluso crímenes. Tanto fue así que esta “ignorante”, cuando fue a entrevistarse con el pontífice a la sazón reinante en Aviñón, Gregorio XI, un francés que no sabía italiano, saludó al vicario con estas palabras:

- Debo de declarar que Roma está infectada de vicios, Santidad.

El papa guardó silencio.

 Dos siglos antes, otro monje de gran inocencia de vida, reprendía al todopoderoso Eugenio III con un réspice que debería dar que pensar y recapacitar a los que, en un deseo, quizás loable de defender al vicario de Jesús para ponerle a cobro de sus enemigos, quieren mermar la santidad de la doctrina de aquel que lo ha escogido para el gobierno de su grey y le dijo:

- ¿No os dais cuenta, Padre Santo, que no sois más que polvo vilísimo y que dentro de seis meses estaréis siendo pasto de gusanos?

Era Bernardo de Claraval

Catalina de Siena una pobre mujercita fue la escogida para enderezar los caminos torcidos tras el llamado Cisma de Occidente.   Por encima de hagiógrafos y detractores, resulta un hecho incontrastable y un claro ejemplo de lo mucho que puede Dios. La entereza de esta hija de Sto. Domingo  que iba por Italia predicando la penitencia, dejando una estela de santidad y de conversiones (sus seguidores eran los famosos “ caterinati” incondicionales, gente aventurera o de aluvión, el equivalente a los  “ yurodivi” rusos, practicantes de la negación total, incluso la de la propia honra y practicantes de la “ kenosis” o autoaniquilamiento. Eran los  locos de Cristo, el cual tantas veces en la historia toma por la senda menos convencional y se une al grupo de los pobres, de los desposeídos, de los borrachos)  demuestra que el sometimiento a la voluntad divina por parte de aquellos que siguen al Salvador y tratan de imitarle en la inocencia de vida ha de tener prelación sobre la autoridad humana. Dicho de otra manera- una vez más - Dios escribe con renglones torcidos al derecho y confunde a los soberbios, hace ludibrio de los poderosos y se muestra como el verdadero Señor de Israel de la forma más inesperada. Como cantó María de Nazaret en el “ Magníficat”.

Taumaturgia.

Un rosario de prodigios y de predilecciones celestiales encauza  la vida de esta sierva de Dios. Su biografía parece increíble vista desde la perspectiva de 1999 cuando las mujeres se engríen, se fomenta el adulterio y es de buen tono incluso la fornicación. Empiezo a escribir este estudio el primero de diciembre en que celebramos el Día Mundial del Sida, cuando todo el mundo es solidario, pero nadie se arrepiente.  Ayúdame, Catalina, virgen de Cristo, a hacer una canto a la castidad tan necesaria en estos tiempos y enséñame la humildad de no tener que callarme, acomodaticio, ante los improperios, transgresiones y pecados de omisión. Rodeado por ellos vivo.

Nació en Siena, ciudad toscana, en 1347. Su madre se llamaba Lapa y su padre Jacobo Benincasim. Vino al mundo en un parto doble, que hacía el número veinticuatro de una vasta prole habida de la unión del tintorero y Lapa, una mujer de singular belleza. La madre era una gran vividora y tenía mucho miedo a la muerte. Pero un milagro de su hija haría que Lapa pudiera alcanzar edad provecta. Sin embargo,  esta prolongación de la existencia no fue un don sino una especie de castigo, porque vio morir a muchos de los suyos, cosa que lleno de tristeza los últimos días de la anciana, como más adelante se verá.

 Su hermana mielga se llamaba Juana.  De niña era tan rica y graciosa que sus padres la llamaban Eufrosine, que en griego significa alegría, encanto, porque ya en aquella edad  tierna era el encanto y la alegría de los que la miraban. A los tres años se sabía el Ave María. Sus juegos no eran con muñecas sino con cromos de santos ,y a los ocho años quiso huir, como Teresa de Ávila, al desierto; poco después, formula el voto de castidad ante un icono de la Madona con la siguiente fórmula: “ Prometo ser siempre tu esposa, Jesús Salvador y conservarme sin mancha “. Desde los ocho años en que profesa este voto de virginidad hasta la hora de la muerte, a los treinta y tres, nunca faltó a su promesa, ni cometió pecado de impureza. Lo proclamó en su agitada agonía, cuando los diablos, que habían sido contumaces adversarios toda la vida, no quisieron dejarla en paz ni en su lecho de muerte. El tránsito no fue dulce, ni mucho menos. Rara vez los escogidos gozan de una muerte beatífica. Han de pelear hasta el fin. Eso le ocurrió a Teresa de Lisieux, al cura de Ars y a la ilustre y tantas veces rememorada mentada Teresa de Ávila. Es un rasgo de los grandes taumaturgos.  Francisco de Asís, muerto de tracoma a los treinta y tres años, permaneció delirando siete día consecutivos hasta rendir el último suspiro. Mucho tuvo que sufrir en embestidas del diablo, pero, con la ayuda del Señor pasó la prueba. A Teresita los demonios en su lecho final  le tentaban con la obsesión de que no había otra vida. Sentía  una angustia terrible, pero, cuando exhaló el postrer aliento, una paloma se posó en el alfeizar de la celda, derramándose por toda la estancia una fragancia de aromas exquisitos. Los mayores santos son hostigados con dudas y con vacilaciones hasta el final.

Pronto empezaron las grandes penitencias. Permanecía todas la semana sin comer. Dormía en el suelo con una piedra por almohada y una cadena de hierro la llevaba arrollada a la cintura a modo de cilicio. Su madre que quería casarla con un rico mercader de Siena no desperdiciaba la ocasión de humillarla en público. En cierta ocasión, la arrastró por el suelo, cuando, después de mandarle quitar la toca, vio que Catalina, en señal de penitencia se había tonsurado los cabellos.

Esta oposición materna, con ser empecinada, también la consiguió vencer, aunque su madre era partidaria de que contrajese matrimonio con uno de sus muchos pretendientes. Se dice de ella que no era hermosa, pero que tenía un algo especial. Su voluntad era de hierro. Hubo de huir de casa. Solamente un puñetazo en la mesa dado por su padre, el buen tintorero de Siena, al cual amaría tanto nuestra Catalina, conseguiría vencer la oposición materna al monacato.

- Catalina es libre. Podrá hacer lo que quiera..  Dejadla ir a su aire.

 Profesó en la Orden Tercera de Sto. Domingo de Guzmán. Las dominicas estaban siendo un revulsivo contra la depravación de costumbres. Sus conventos eran viveros de misticismo donde se contemplaba los grandes movimientos de la reforma, cuando la cristiandad se encontraba sumida en las tinieblas del cisma, provocado por Clemente V..

 Dieron comienzo otras pruebas. El Divino Esposo le regala con todo género de gracias especiales y de visiones, pero la santa duda de si todo esa clase de prodigios no pudiera ser artificio del enemigo de los hombres y Jesús le pone a prueba. Le dijo que para saber distinguir los milagros de Dios de los del Maligno hay que empezar por aborrecer toda vanidad, por mortificarse y por morir a sí mismo (kenosis, que  viene kεvωσ, y significa  vacío, exinanición contigo). Si alguien siente algo así como halagos y le gusta tener fama de santo, ello no es buen signo. Los favores celestiales empiezan  siendo pruebas, amarguras, crucifixiones, oprobios y más tarde se transforman en bendiciones. Antes, ha de morir el yo. Hay que despojarse de uno mismo. La ruta angosta por la cual lleva Jesús a los que elige es así de sorprendente, y casi siempre siguiendo los mismos pasos. Dios puede llegar a parecer desconcertante. Nadie puede poner puertas al campo. Su actuación sobre las almas a las que aparta para las nupcias espirituales resulta inquietante y alborotadora desde el punto de vista de la prudencia de la carne y de los respetos humanos. Es en virtud de este misterio carismático que vuelve inexpugnable e indomeñable al cristianismo, fuerza de redención y nunca de condenación. No queráis clasificarlo, ni ponerle etiquetas, porque el Omnipotente se sale del fichero. Él es el Amor invencible.

En la ciudad de Siena pronto empieza a cundir su fama de taumaturga. Para unos se convierte en piedra de escándalo, para otros en paradigma prodigioso del Espíritu de Dios. A  cierta  mujer que tenía lepra  acude todos los días a cuidarla. Besaba sus heridas y para vencer el asco y el horror que le inspiraba la enferma Catalina llega sorberse los humores que manan de las pústulas. Al cabo de tres semanas, ella misma  se contagia de la enfermedad de su paciente, pero, cuando ésta, que había pagado con ingratitud sus desvelos, entra en coma, de repente, la lepra de Catalina desaparece. En otra ocasión es una cancerosa, Teca, una beguina, del convento de las Hermanas de la Pobreza de San Francisco. Sus llagas despedían un hedor que tiraba para atrás. En su cámara olía a perros muertos; nadie era capaz de subir a cuidarla. La cancerosa aparte de estar enferma, era una  infame. Injuriaba a su enfermera diciendo cosas terribles, incluso llegando a atacarla - era una añagaza del artero y malvado Padre de la Mentira  que urde los más burdas acrimonias con tal de  confundir a las almas - por el flanco que más le dolía, y que era la virtud de la continencia. Un día que subió un poco tarde a cambiarle los apósitos, le dijo sin ningún remilgo Lapa:

- Mucho tardaste, Catalina en venir. Por lo que veo, te gusto yo menos que tus frailes. ¿ No es el padre prior uno de los que te sofaldan  y tú te dejas hacer? ¡Porque te gusta eh! ¡ Así prolongas tanto la acción de gracias después de la misa!

- Hermana. ¡ Por Dios! ¡ No diga eso!

Sin embargo, la enferma no dejó que increparle todos los días con sus embustes y falsos testimonios, acusándole de haber faltado a su voto de pureza formulado ante el altar de la Virgen, cuando Catalina tenía ocho años. Ella no era una de aquellas beguinas celestinescas que en aquellos años acababan liándose con algún fraile. El pecado de impureza encubierto y la hipocresía sigue siendo una cuestión pendiente, y sin solución, dentro de los muchos males que afligen a la Iglesia latina y hoy, con la impostura picando a las puertas de Occidente, arrecian.

 Venciendo el asco que le inspiraban aquella boca y aquel cuerpo hediondo, no dejó por eso de acercarse a asistirla. Recibía los improperios de la paciente con una serenidad augusta de cariátide griega. Un día le dijo:

- Yo te perdono y Cristo te perdona, hermana mía, porque no eres tú la que dice esas barbaridades; es Satanás quien las inspira y quiere entrar en ti. Como prueba de inocencia y de vida inmaculada,  yo te ordeno que dejes el cuerpo de esta mujer.

Catalina hizo un milagro. La pobre encancerada, libre ya del zaratán que la tuvo a las puertas de la muerte, se arrojó a sus pies y pidió perdón a la santa y fue por toda Italia peregrinando como penitente y cantando las alabanzas de la Rosa mística de Siena, a través de cuya intercesión estaba obrando el Señor tantos prodigios. Se unió al grupo de Lisia y de Alessia, de Pietro y de Tomasso, los otros “ caterinati”.

Su caridad y amor al prójimo, a toda prueba, fueron demostrados en otras ocasiones, cuando siguiendo el ejemplo de otros grandes santos caritativos, como Martín de Tours y Nicolás de Mira, se quedó en cueros literalmente para vestir al desnudo. Para ella tenía prelación la caridad sobre la modestia. Sólo santos taumaturgos como ella fueron capaces de tanto heroísmo. No conocía cortapisas, porque ella capaz de decirle al jefe de los sacerdotes  lo que los apóstoles: “ Es mejor obedecer a Dios que  a los hombres y éste fue un poco el misterio en el cual se sustenta toda la grandeza de su personalidad. Era Catalina una italiana de rompe y rasga, partidaria del todo o nada, nunca las medias tintas. Una rebelde a lo divino. Tenía un fuerte carácter, aunque también, llegada la ocasión, sabía ser diplomática.

 Éxtasis

Ni médicos ni psiquiatras se han puesto de acuerdo a la hora de esclarecer y estudiar debidamente estos fenómenos misteriosos de catalepsia. El arrobo místico, cuando es verdadero y no fingido, se escapa a cualquier lucubración científica. Es la cumbre del rapto, la quinta morada de la comunión espiritual con el Amado, como demuestra el estudio de la vida de los místicos. Francisco de Asís experimentó la vulneración. Esto es: experimentó sobre su propia carne la herida en el costado infligida a Jesús en el Calvario.  Como Pablo de Tarso. Teresa de Jesús padeció la transverberación. Su corazón fue traspasado por una ángel. El caso de Catalina de Siena es más singular, pero no menos sorprendente. Un día le fue arrebatado el corazón por el Esposo. De resultas de aquel acto de entrega, le quedó en el pecho una enorme cicatriz que vieron algunas monjas de su orden, y atestiguarían más tarde en el proceso de canonización (subió a los altares en 1411) su confesor fray Tomás y sus biógrafos. En este hecho se cimienta la devoción cordimariana y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús populares en Francia durante el siglo XVIII. Al ir a comulgar Catalina - el fenómeno se repite con Margarita María de Alacoque - veía como un brasero u horno encendido que le entregaba el sacerdote celebrante.

La devoción eucarística tiene un fuerte implante en la Edad Media. Es el acicate contra la herejía de los cátaros o albigenses,  inspirados en las doctrinas del herético Berengario. Es  una forma de manifestarse Dios a través de una grandeza que muy pocos comprenden. La palabra  eucaristía proviene del griego ; significa acción de gracias y  agrado, satisfacción consigo mismo y con los demás. Es el principal sacramento de la Iglesia basado en las palabras de Cristo en la última cena, aunque el misterio de la transubstanciación choque con los que en teología han defendido el concepto de memorial o remembranza, y todavía algunas incógnitas no hayan quedado despejadas . El triunfo de la eucaristía se produce precisamente cuando el Islam y el Imperio otomano estaban arrasando media Europa. El Islam considera un sacrilegio, algo inconcebible, que alguien pueda mascar y comer al propio Dios. ¿ Pero no forma parte este fenómeno de uno de los grandes arcanos del Mandamiento Nuevo, y de la Religión del Amor? Que sea la hija de un italiano de origen morisco, Giacomo Benincasim, quien defienda la transubstanciación en un tiempo en el cual los sacerdotes no celebraban ni consagraban todos los días y que ella durante cuaresmas enteras no probase otro alimento que la hostia consagrada resulta un hecho significativo y singular.

Sin embargo, el dogma de la eucaristía no forma parte del cuerpo de doctrinas de la Iglesia hasta Santo Tomás de Aquino, su gran impulsor en Europa. A este otro santo italiano se debe la maravillosa teología de la transubstanciación. En Oriente había formado parte del corpus de la fe, pero no de forma tan radical. Para ellos eulogía  y eucaristía son partes del mismo todo. Quizás algunos , más papistas que el papa, debieran de mirar para los hermanos separados, que siempre han mantenido una práctica más comedida, menos dogmática, y por tanto más cristiana, al respecto. No se puede matar por esta cuestión y precisamente una de las cuestiones que alimentan la maquinaria trepidante de las guerras religiosas de la edad moderna, fue la disputa real entre católicos y luteranos sobre la presencia real o rememorada de Cristo en el pan y en el vino consagrados. Los bizantinos, siempre recalcitrantes a todo anatema, defienden esta creencia por la Tradición, pero , nacida de un compromiso de fe voluntaria. Más bien como practica piadosa. Sin embargo, desde los primeros siglos, los sacerdotes han repetido la formula maravillosa de “ Este es mi cuerpo y esta es mi sangre”.

  Durante los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos se reunían para las comidas en común que eran ágapes y que tenían carácter funerario.  Las misas en la Alta Edad Media se celebran al calor convival y no es tanto el hecho físico de la degustación del cuerpo de Cristo como la celebración del memorial de su pasión. En los primeros siglos la palabra “eucaristía” y “eulogía” (pan bendito que hace hablar bien) se entreveran. En la actualidad, al socaire de  influencias protestantes, se habla en la Iglesia de conmemoración de la Cena y los teólogos incomprensiblemente parecen haber aparcado la cuestión de la transubstanciación bajo las dos especies. Esté o no esté de una forma real o simbólica, el hecho es que Cristo vive en el mundo. Su espíritu es indestructible.

Para la tranquilidad de algunos que nos puedan considerar sospechosos de herejía, adveramos que únicamente en la Santa Iglesia Ortodoxa, donde se siguen comulgando bajo las dos especies, la consagración se lleva a cabo, conforme a las rúbricas exactas y antiguas de las Cartas Apostólicas, no de espaldas a la cruz, sino en el interior del iconostasio, que es el “ sancta sanctórum” donde se consuma este milagro diario, pero nada rutinario, de la redención. Las rúbricas litúrgicas incoadas con motivo de las disposiciones del Vaticano II, por desgracia, acercaron la postura católica a la protestante.  Lutero, que en tantas y tantas cosas llevaba razón, cometió un error mayúsculo en este tema glorioso de la conversión absoluta del pan y del vino en la sangre de J.C.  El agustino alemán mentía por toda la barba. Marró de punto a punto. Pero seguramente Dios le ha perdonado. No protestaba contra Dios sino contra los abusos cometidos por aquellos que se dicen sus vicarios y ministros.

Contemplados los hechos al trasluz de los siglos, se observan que las devociones, como cosa humana, vienen y van con arreglo a las apetencias, modas y gustos. También los hombres vienen y van. Sólo Cristo permanece. ¿ Cómo dar cumplida interpretación a lo que parece una demasía inefable de los santos? Estos desaforados casos pertenecen a la cumbre mística, algo impenetrable. Con ojos humano, discutible, pero nunca a la luz de las cosas de los espíritus. Muchos  santos estaban locos. Eran unos orates de Jesús y así se explica esta devoción cordimariana o mesiánica  que ahora podrá encontrarse en crisis, no en sí misma, sino por causas extrínsecas. El corazón de Jesús es un baluarte de amor contra el odio, un refugio en  la promesa. Esta categoría es ineluctable y permanece inalterable, pero siempre merece la pena estudiar estos fenómenos en el contexto del que irradian.

Para entender el amor de Cristo uno de los personajes más maravillosos del Evangelio es María Magdalena, la mujer pública, que unge sus pies y le llama rabonni “ maestro mío”, la que pecó pero que permanecería luego treinta y tres años en el desierto sin probar bocado, alimentándose sólo de la eucaristía que le llevaban los sacerdotes. Eucaristía, Tebaida, el cuervo de San Antonio, las disciplinas de San Arsenio y San Pacomio, las barbas de Macario y de Hilario entran en juego para explicar este rapto de amor. La Huida al desierto. El cuerpo de Cristo que nutre a los penitentes y les infunde fuerzas para vivir, sin necesitar de tener necesidad de otro alimento humano. La alemana   Teresa Neumann, que es relativamente moderna, se tiraría  treinta y tres años sin probar otro alimento que la hostia consagrada. Pero, metidos en interrogantes, ¿ donde acaba el fervor, la verdadera santidad, y dónde se da pábulo al exceso? He ahí la gran interrogante de una cuestión maravillosa. Estos excesos pondrían en pie de guerra, en parte justificadamente, a los hijos de Lutero, pero, en contra de lo que consideran algunos descreídos, el verdadero misticismo arroja como característica la posibilidad de que se den todos esos imposibles, tales atropellos y descarríos del amor (el que ama nunca se equivoca) que demuestran la índole esotérica y sobrenatural, irreducible, de la religión del Galileo, la cual  marcha por la historia entre las luces y las sombras de la exaltación, la contraofensiva, a contrapelo de la soberbia humana y a veces del fanatismo. Porque el pecado forma parte de la índole del hombre.  No tomemos al hombre demasiado en serio. Sólo nuestro pantocrátor es Cristo y es en su nombre que se producen estas locuras, estos milagros del amor. En esos pobres locos se manifiesta el espíritu divino. Las apostillas, las acusaciones, los anatemas pertenecen al cosmocrator, esto es: al Malo. Y Cristo lo derrotó, porque impugnaba el reino de Dios.

A  nuestra religión los acaramelados e insípidos hagiógrafos con buena o mala  intención, pero poco objetivos, la  hacen un flaco favor. Sin embargo, estos casos de exaltación demuestran que somos algo más que un conjunto de huesos, tejidos y arterias. Mediante la virtud y la renuncia a sí mismos,  el hombre y la mujer pueden llegar a semejarse a los propios Ángeles. ¿ Por qué no lo intentamos? Los frescos bizantinos y las maravillosas composiciones de Fr Angélico invalidan la tesis del evolucionismo  de Darwin. Mediante el poder de la voluntad y la gracia divina el ser humano sería capaz de zafarse de las constricciones alienantes que sujetan su instinto a la materia. La dulce Eufrosine es un señuelo que convoca hacia esa excelsitud que trae al pairo al hombre del fin milenio, que ha perdido el sabor y el saber por las cosas de Dios y se animaliza sin remedio, porque el materialismo le dice que no tiene por qué creer en aquello que se tiende más allá del alcance de la vista. Ella representa el perfume imperecedero de las almas escogidas, del justo de Israel que se mantiene inmaculado en el fango que lo rodea.

Su nombre va asociado al del lirio, como el color siena que expresa una estética de delicadezas tersuras donde la neta exactitud y la beatitud se dan la mano debajo de las arcadas  pintadas por Fr Angélico para enmarcar sus cuadros, que no son otras cosas que seráficas  representaciones de la vida celeste, entrevistas por un agujero. Todo tiene la fragancia de la calta y la azucena de los huertos amados, de los pensiles no hollados donde aparecen ángeles de alas tersas y expresión serena y Vírgenes que desde su regazo entregan al mundo la belleza de sus desposorios con el Verbo Encarnado. ¿ Cómo podremos vivir y respirar sin esas exageradas demasías de la devoción apoteósica del espíritu europeo, de su cultura, de su arte, de su recogimiento y de su silencio?

Catalina, estigmatizada por la lanza de Longinos, es un dechado de las perfecciones femeninas, en las cuales parece haber dejado de creer la mujer de hoy. No importa. Ella sigue representando en su magnitud el heroísmo de Ester, la belleza de Judith, el amor y la simpatía de Rut y de Rebeca. Hay en todas estas cosas muchos del yo místico que desconocen aquellos que no han tenido el gusto de ser partícipes de tales experiencias. La perfección, tal y conforme la venimos entendiendo la santidad, no es una perfección de nimbo y de hornacina a la medida. Dios conoce el modo de romper todos los moldes. En todo santo habrá siempre algo de iconoclasta. Ellos - para eso están ahí - siempre  tuvieron a gala poner las cosas del revés. Esta rebeldía de la santidad tiene mucho que ver con el  duelo de muerte que libra Cristo contra el diablo, las fuerzas oscuras y la soberbia del mundo.

Sólo vivió treinta y tres años, la edad de Jesús y los que María Egipciaca, su prototipo, pasó en la Tebaida. La familiaridad con los ángeles y con los santos era en ella un hecho habitual. Una de las cosas que explica la angustia imperante es la ausencia o el silencio de Dios; un problema que no existe para el hombre o la mujer de fe. Hoy se aceptan los trucos de la televisión o las bizarrías del mago David Copperfield, se piensa que es dogma de fe todo lo que alienta detrás de las candilejas midriáticas. A muchos se les dilata la pupila y los dedos se vuelven huéspedes a la vista del boato y de la pompa terrenal. Algunos periodistas y personalidades televisivas son aceptados como oráculos. Su algarabía no deja que hablen los santos. Expresamente, se opta por la algarabía de los charlatanes. Por lo general son gente vacía. Vivimos en un mundo virtual en el cual el dinero, que es algo místico y cabalístico, es el único dogma. Sin embargo, no se admite que el Creador pueda dirigirse a sus criaturas, que pueda Dios hablar y aparecerse a una pobre sirvienta cuyos  mensajes no son de recibo porque quebrantan los esquemas preconcebidos. Una santa como Catalina de Siena demostró que Él es el que Es y Está. Siempre Estará. Representa un hecho de la cotidianidad por encima de supersticiones, brujerías y ensalmos, aunque por supuesto tenemos que aceptar la existencia de una divinidad subjetiva, a la que se puede acceder razonablemente por los caminos de la ciencia contrastada y la objetividad. Lo que Dios no tolera es a los tibios, a los que no toman partido. A ellos los empezará a arrojar de su boca.

El que el Apóstol de los Gentiles la echase un rapapolvos para mirar para otra parte y distraerse durante un éxtasis, no deja de revestir un hecho ingenuo del cual Catalina saca partido cuando explica en una de sus cartas que” si la cólera de Pablo fue para mí un hecho terrible, ¿ qué no sería el rechazo de Jesús con los condenados el Día del Juicio Final?”.

 Pablo hace honor a su fama de vehemente e impulsivo en este retrato que de su persona realiza la monja dominica italiana.

Gregorio Marañón, al que apasionaron de siempre los fenómenos paranormales,  dice que la raya de separación entre el fervor y la superchería es casi imperceptible. De ahí que en el siglo XVII español proliferaran tantos alumbrados o místicos de pacotilla. Un místico y un iluminado se parecen mucho, pero el primero refleja un convencimiento mientras en el otro los fenómenos  preternaturales responden a una enajenación de las potencias, a intervención diabólica. Sin embargo, todo iluminado nunca dejará de ser un místico, aunque de segunda categoría. En la realidad él ve cosas que otros no ven. Para el hombre de hoy estos ringorrangos pueden sonar a denuestos del agua y del vino, pero el medieval, que vivía y moría empapado de teología, se encontraba incurso en la problemática. Nada tiene de particular, pues, que a una santa otro de la corte celestial la reconviniere  y a una iluminada - pasó con la Beata de Piedrahita - se le ocurriese apostrofar a la Virgen llena de celos místicos por haber concebido del Espíritu Santo. “ Tú fuiste su madre, pero yo soy su mujer “ le dice la exaltada nuera a la Madre que calla.  Paradójicas situaciones como ésta se han venido dando con frecuencia en los conventos femeninos y Teresa, que era una gran experta en estos negocios de raptos y arrobos, visiones, premoniciones y avisos, pero que, conociendo a las mujeres,  despreciaba la beatería y el iluminismo, pone en guardia contra tales desvaríos. Las visiones y raptos de Catalina de Siena, por estrambóticos o exagerados que parezcan, responden a un hecho real e incontrovertible: su amor a Cristo y su amor a la Iglesia. 

 

 

Teóloga.

 Mas dejemos todos estos episodios.

 En mística la frondosidad no permite ver el bosque. Son cuestiones casuísticas que no llevan a ninguna parte. Pocos sabrán que la gran doctora de la Iglesia - después lo han sido Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux -, era semi analfabeta. Son curiosas las grafías que la Doctora Abulense nos lega en sus escritos en sus extrañas citas incorrectas en latín, lengua con la que tenía no pocas dificultades, pero que en su desacuerdo con las normas gramaticales son un tesoro para estudiar la evolución prosódica durante la Edad Media  de la lengua de Virgilio. Así cuando dice, parafraseando el Libro de Salmos:” laetatus sum in is qui dixerunt mihiqui in domun Domine ibimus..(sic). También, tenemos el caso de Sor María de Ágreda quien en sus escritos sobre la Mística Ciudad de Dios y la Vida de la Virgen despliega una serie de conocimientos teológicos, tan profundos, que no pueden ser patrimonio de la propia industria y el estudio personal y concienzudo sino de la ciencia infusa.  Catalina, por su parte, que  aprendió a leer a los veintiún años, también parece ser que recibió sus conocimientos bebiendo directamente en las fuentes del torrente divino. Por lo que, siguiendo la línea de otras “ iluminadas carismáticas”, sus escritos despliegan un conocimiento de los intrincados problemas teológicos, como el de la Trinidad, que pasman. Esta pobre muchacha toscana tuvo el don de la ciencia infusa, la penetración de conciencias y el carisma que se derivó del Cenáculo: la xenoglosia, lo que turbaba tanto al papa Gregorio IX, que llegó a “ temerla “ y a los príncipes y reyes de su tiempo. “ Dios me dio el don de lenguas para confundir la arrogancia de los poderosos”.

 A Catalina de Siena le debe la Iglesia Católica el Dogma del Purgatorio. Dante con su “ Divina Comedia “ contribuyó a esparcirlo de una forma indeleble por la mentalidad del hombre occidental, pero esta monja, por así decirlo, fue la gran descubridora de los novísimos. Ocurrió a raíz de una ocasión en que a causa de sus numerosas enfermedades estuvo de cuerpo presente y a punto de ser enterrada. Su espíritu, rotas las mortales ligaduras, se había elevado a la región excelsa, de la que no se vuelve y en la cual no existe noción de tiempo. Hasta aquí nadie había hablado del Purgatorio con tanta precisión y conocimiento de causa. Cuando estuvo tres días en el vientre de la ballena, fue arrebatada por el ángel.  Mientras, deudos y amistades la lloraban y preparaban las exequias. Su madre, Teca, recibía a las notables de la ciudad de Siena, que se agolpaba a las puertas del domicilio de los Benincasim para testimoniar su pésame.  Es así como describe la visión que tuvo cuando estuvo “ tres días en el vientre de la ballena “el confesor y biógrafo de Catalina de Siena, San Francisco Capúa:

Mi alma penetró en un mundo desconocido y vio el premio de los justos y el castigo de los pecadores. Pero aquí me falla la memoria y la pobreza del lenguaje me impide hacer una descripción adecuada de las cosas. Sin embargo, tengo la seguridad de que contemplé la esencia divina y por eso sufro ahora tanto al verme de nuevo encadenada al cuerpo. Si no me lo impidiese mi amor a Dios y al prójimo moriría de dolor. Mi gran consuelo está en sufrir porque tengo la seguridad de que mis sufrimientos me permitirán una visión más perfecta de Dios. De aquí  que las tribulaciones en lugar de resultarme penosas sean para mí una delicia. Fui testigo de los tormentos del infierno y de los del purgatorio; no existen palabras con que describirlos. Si los pobres mortales tuvieran la más ligera idea de ellos sufrirían mil muertes, antes que exponerse a experimentar uno de esos tormentos por espacio de un solo día. Vi en particular los tormentos que sufren aquellos que pecan en estado de matrimonio no observando las normas que él impone y buscando en él únicamente los placeres sensuales”

Cuando ya estaban a punto de inhumarla, la joven, con cera de los hacheros y blandones mortuorios sobre los cabellos y la mortaja, resucita. Parece ser que fue un caso de catalepsia similar a la que percató Teresa de Ávila, la cual, desahuciada de los médicos y no habiendo podido ser curada de sus inexplicables sofocos de que vino de un pueblo que llaman Becedas,  la creyeron por muerta.  Estuvo amortajada. La visión del infierno que nos describe la santa abulense coincide en todo con la de la santa toscana. Ambas religiosas tuvieron una contemplación del castigo con dos siglos de diferencia y van a estar sujetas a un proceso ascético muy parecido y como calcado uno de otro, como más adelante se verá. La ruta por la que acometen la escalada del monte de la santidad se proyecta sobre el mismo trazado (precaria salud, una gran influencia de la figura del padre, y talante inquieto y andariego, que refleja un carácter depresivo, poco estable y lábil). El desierto exige bloques psicológicos de una sola pieza. Mientras que a los que quieran abrazar la vida cenobítica sin tener todas las aptitudes para ello se les recomienda la peregrinación. El cuarto voto, el de la estabilidad, introducido por San Benito en su Regla, fue el origen de tanto monje giróvago desarraigado. Era el más duro de la observancia.

Catalina, como buena hija de su tiempo, era muy andariega. El medievo empieza a despertar de modorra en que el mundo había caído tras los siglos oscuros, con las peregrinaciones. Este ir y venir sería a la larga benéfica para la cultura y para el arte. Se diseminan las ideas, que viajan en el zurrón y las veneras del peregrino compostelano. Ella no paró. Caminó desde Roma hasta Florencia. De Florencia hasta París.

  Otra constante es, amén del complejo de Edipo,  el gran ascendiente que ejercen sobre ambas sus confesores y directores espirituales.

  También sus referencias son reiterativas en ambos casos a los pecados de la carne, sobre todo a los que tocan el tema del adulterio, que tanto entristecen al señor. Muchos se condenan por darle tan escasa importancia, pero, paralelismos aparte, aquí tenemos la idea de un Cristo justiciero, y también un cristianismo en que el cual el sexto mandamiento será prelativo. En cierta forma, Santa Catalina y Santa Teresa de Ávila serán un  poco las responsables de esas obsesiones subliminales. Entre los ortodoxos, jamás se habla del purgatorio ni existe esa obsesión sexual que a veces emponzoña y martiriza nuestras conciencias. O la martirizó y obsesionó en años cruciales de nuestra formación. En parte, también tuvo la culpa Dante, un místico, un exaltado cantor de la pureza de la mujer. Y, un misógino,  cuyas son las grandezas y miserias de Occidente, que sueña con Beatriz y Dulcinea y luego se acuesta con Maritornes, sin solución de continuidad y sin haber encontrado el comedio. ¿ Cuándo el mundo cambie de página en los albores del Tercer Milenio tendremos un catolicismo de obsesos sexuales o, en el otro cabo del péndulo, nos haremos disolutos? ¡Pobre humanidad, tan lejos de Dios y tan cerca de sus obsesiones! Pecando unas veces por exceso y otra por defecto. ¡ Ten piedad de nosotros, Señor, que nos creaste y nos formaste del barro! Perdona nuestros pecados.

En muchos ámbitos teológicos se ha dejado de hablar del Purgatorio entrevisto por Catalina de Siena y Dante. No pocos  lo pasan aquí en vida, lo que, en alguna medida, no deja de ser cierto. Estas visiones tienen algo mucho de truculento, pero no reflejan más que el pensamiento y el sentir de una determinada mentalidad.  Luego vinieron los hagiógrafos, los poetas y los artistas del cuatrocientos y del quinientos con sus pinceles, hicieron encajes de bolillos con los que no existía, pero con las mentiras y lucubraciones se ciñen al contexto de  maravillosas obras de arte. Los predicadores evangelistas yanquis son más tremebundos y truculentos que los Savonarolas italianos en la explotación del caos apocalíptico en su propio beneficio y vanagloria porque el más allá es un morbo que vende.

 Deforman el rostro de Dios. Siempre lo hemos querido dibujar a nuestra propia conveniencia y a nuestra forma de ver en el mundo y él no se queja. Sin embargo, cuando alguien empieza a hablar en su nombre y decir: “ Hija mía...” estamos perdidos. Es un hombre el que habla pero quiere apropiarse la parcela del Salvador. A pesar de todo, Dios está dentro. ¿ A qué tanto alboroto?

En cualquier caso, siempre resultan convenientes tales reflexiones a la hora de expurgar conceptos. Por muy santos que digamos que somos, no somos todavía buena gente.  Sin embargo, a partir de Catalina de Siena va a encontrar una forma de coloquio con la divinidad, una manera de entenderse, que en algunos de sus émulos deviene teología de alto bordo y en otras ensoñaciones contemplativas infumables y en la mayor parte - en los iluminados- filaterías retóricas. Es donde falla Occidente. En Oriente, a través de la “ pystina” rusa supieron interpretar al Dios Perdonador mucho mejor que nosotros. Sin embargo, la meta a la cual llegan los grandes, sea de un lado o de otro, siempre es la misma, aunque por sendas mas o menos estragadas. En los impostores, nunca. Ellos resultan el fruto máncer  de la añagaza diabólica.

Este acceso directo y sin intermediarios, de tú a tú, con la sabiduría infinita hará que se confundan los planos. Dios baja. Pierde su trono y se adapta a la mentalidad de la criatura. En Oriente el hombre se diviniza. En Occidente humanizamos al Señor. Nos le fabricamos a nuestra medida y llegan los particularismos del carácter emprendedor y exclusivista. Pronto empezamos a encasillarlo y ponerlo caudas y etiquetas. Resultado: se fabrican dioses repulsivos, egoístas, comineros, vengativos, fatuos,  obsesos sexuales, chantajistas. A la vista está que son ídolos fabricados y mediatizados  por la por humana flaqueza.  Por eso, el cristianismo ortodoxo nunca pierde esa grandeza cósmica de la salvación general. Aquí lo que importa es el “ ¿ qué hay de lo mío?”. Su propia filautía en combinado con la materialista voracidad hace que nuestros “ salvadores “ por estar tan en ras de tierra, manejando un lenguaje poco asequible, de raptos, corazones ardientes, eucologios dudosos, nos resultan antipáticos. Alguien está haciendo trampa. Como Cristo no puede engañarnos ¿ dónde está el fraude? Un Dios tan personal, que habla con nuestras mismas coletillas y anda metido en nuestras preocupaciones seculares parece que nos descorazona.

 

ZAMACOIS EDUARDO  psicología del penal

 

Obras publicas construidas con el sudor de los penados un indicio a la vida moderna.

Presidio establecimiento del odio, violencia prevaricación

Lardoso y ventrudo como yo la competencia

Cerviguillo parte exterior de la cerviz cuando es gruesa y abultada

Hay que solar los patios y los dormitorios revestir eñ suelo con losas ,os cuarto está sin solar. Los pestíferos zambullos fueron sustiruidos por retretes y retretes y agua corriente los muros fueron encalados

Bajo el risueño azul cobato del firmamento

Lardoso sobado y espeso o Lardero debajo de la casulla

Papolonear vanagloriarse

El rebaño penal. Esto parece un rebaño penal

Albino pkla al que el abuso del vino alejaba de la realidad

Por dentro y por fuera voy vestido de traje de primera comunión.

Vivir rebañiego

El cura froilan es el nexo entre lo preterito y lo actual.

La sociedad olvida a sus indeseables y de ahí el carácter anónimo del penal

El cerebro ligeramente embrutecido por las libaciones de la víspera. Albino hablaba despacio y sus opiniones llegaban de lejos. Loja no se aburróa. Su vida interior era fértil en esperanzas y en propósitos. Su ascendiente sobre los compeñeros de condena se reafirmaba ded día en día. Confesantes. Solía decir a los confesantes de la fe católica

Orencio el fingido violador. Estoy purgando las consecuencias de un mal cuarto de hora. El vulgo ha situadoi el honor, la hidalguía en nuestro aparato reproductor. Los individuos inútiles para el acto sexual son el hazmerreír.

Hombre honrado antes muerto que injuriado

Zamacois y freud.

Lka naturaleza rechaza el vacio no consiente el vacío. Obedeciendo a ese vacío los hombres inventaron a dios

Novela es la creación de un espacio cerrado en el cual se decanta una peripecia. El hilo conductor es el genio creador.

Yo no he necistado de la religión ni del código penal para ser buena

Tú estas aquí por creer en dios y yo por no creer en el le dijos a MARTÍN Santoyo

Abajadero  cuesta terreno en pendiente

Adulón y bajuno. El trabajo reditúa poco. La idea es el pan del alma. un libro sincero libro honrado. Cada página es un espejo

Yo no necesité la religión ni el código penal para ser bueno

La diosa Themis de la justicia es cejijunta como gallardón. La única razón por la cual hay jueces es porque existen malos maestros y padres malos

El presidio no ha de ser reducto de tertura sino escuela de enseñanza o reformatorio. El indulto es desmoralizador como la propina

La argoya del garrote vil. La nerviosidad sádica de las comadres que acuden a presenciar un ajusticiamiento. La argoya del garrote vil. Angustia creciente. Las ideas de ejercito dios la patria suenan a hueco. Jesús nunca perderá actualidad.

El Cid fue un mayorista del bandidaje.

El Catalán era un hombre acostumbrado a subir al calvario

El aislamiento exaspera al hombre y le obliga a ser franco. El espíritu soez de la masa les fatigba y les vencía.

URANIA musa de la astronomía

Uranismo inversión sexual

La tradición se hace fuerte en los conventos presidios y cuarteles

Fiebre carcelaria la sodomía y el abuso de sí mismo

Enmoller ablandar enmollecedor

Le roía el alma un tristeza que igual que la esfinge llevaba abiertos los ojos

A la larga desdichas y caminos hacen amigos

Coevo las cosas que existieron en un mismo tiempo

Vulpejería lo relativo a la zorra vulpino

Rivalidades regionales

Fraternizaba en el desasimiento pacificador de la vejez. Nadie me espera al otro lado de los rastrillos.

Martín Menoyo era de carrascal de horcajo

Cofradía del puñal y la ganzúa

Cayetano

Espiritu maledicente de la raza española

Camastrón.

El arte era un salvoconducto

Ni en presidio ni en la calle no hay quien le quiera

Cisura

Ciengramos fue amarrado en blanca

El espiritu que se va letra tras letra

BUEY VIEJO ARRANCA LA GATUÑA DEL BARBECHO

Gatuña mala hierba planta leguminosa de los sembrados

Cabezo cumbre del monte

Agonística arte de los atletas y luchadores

Explicate según te inspire dios

Le tenía miedo al patio

Martín Santoyo le parecía más desgraciado y más noble, un santo

 

Lleva estropajada la cabeza y asi volvió de la enfermería

Ley ilota dividida en brigadas se formó en el patio

Ilota esclavo lacedemonio

Fulano de tgal y tal el carcelero gritó con todo

E3l traje de lospresos no tiene bolsillos

Nadie lo quería, nadie lo esperaba, la vida da penas el desamor yute

El traje carcelario era de yute rojo

Por los fondillos enseñaba las carnes

Yo soy un hombre bueno pero mi  honradez no cree en nada

SE LE APAGÓ LA VOZ    Y ARRANCÓ EN LAGRIMAS, COSARIO TRATANTE TRAJINERO DE COSA, YO NUNCA ME EMBORRRACHÑE NI REÑÍ CON NADIE. PEREÑA LO SABE DICE MARTÍN Menoyo… DE ESTO QUE VOY A CONTARLE VAN CORRIDOS tres años el amo del que soy montonero venganza es la musa de los forzados porque para vengar la afrenta quería vivir, ella le llevó a la escuela del dolor y del presidio, venganza es el protoplasma de la justicia, dios que da la llaga la medicina da, li peor para un penado no saber leer, andalucía ocurrente y platicadora dueña de la hipérbole lucía más que la gravitas castellana. Al rededopr de cada penal surge un cordón santirario de amopr y de gallofa que dio nombre al compaás de sevilla y al arenal, perchel malaga pottro cordobés, olivera de valencia, ventillas de toledo y otros lugares que fueron universidades de picardía que vivquea en los aledaños del hampa.

El presidio corrompe a todo el que se acerca a él.

Abrir una calceta en le muro. Orenco perez el falso violadoi. Contrabandear emigrantes por las atarjeas. El petate piojoso, el rancho, el zambullo, la ausencia de hembra el amviente hostil.

Rutinas y caballitos. Sicalipsis socaliñas, ardides.

Bajazo

Balotada, salto que da el caballo dejando ver las herraduras

De mozo tributé al vino aficción excesiva

Ensabanados fantasmas

Zambullo balde o sillico que se usa en la marina para las necesidades

Dejar caer los brazos péndulos

MARTÍN Santoyo e iñigo Bustamante de Santander

Su rostro tornó a la dureza que dan al rostro las ideas fijas

Almocafre para hacer una muslera

Hay que vivir con la mayoría

Abstemio y casto y ese ambiente de brrachera que da la sodomía

Apandillado el hombre es más pelogroso que solo

Grimoso que da grima horrendo. Dios nos libre de bellacos en cuadrilla esta frase es del marcos oregón

CASIANO ORTIZ se demud´p

Si deseo la libertad es para perderla

Chinchilla donde cesar borgia el hijo del papa sufrió cautiverio

Se avillanó Otis

Ideas a barrisco o mogollón

Un dia de enero la felicidad huyó de nosotros. Mi cuñado le aconsejaba en contra mía. Eso arruinó mi día de san sebastián. Estando ,o Tarsila en meses mayores se dejó convencer.

Es un calzonazos su mujer acabará poniéndole cuernos.

Apartó el querer de mis hijos que me aborrecen como me aborreció mi madre. Yo neceito ver a mi hija. No tengo otro cariño, est´ña leyendo mi vida.

El amor y los celos llenan los penales

Fugista experimentado en la evasión se vive para vengar y escapar

Caminar espetado

Apesgar agobiar o fastidiar a alguien

Meditación profunda que redunda en un odio sin orillas.

Jaques mandan a los cobardes y estos nadan en su propio miedo

Remordimiento agua lustral del alma

Inocencio turnés había violado a su hija de trece años. Sucios pormenosres que relatan en el sumario y otros que él se calló. Turnes se vació los ojos con una cuchilla. Lo hizo para no volver a ver más a su hija

Expio condena

El presidio enseña a esperar

Al poco trejeron el pre  que comían en escudillasd de latón. Edl pre es el rancho de las cárceles. Se comunican con golpes o palabras en elk muro y por el juego de espejos

No existe alcahuete peor que el silencio

Piernas estevadas

Alardes de la astucia

El morse o las luces de un ordenador

E

Paseó en torno una mirada sondeadora

Silencio funereo de los patios

El penal dormía lleno de carne triste

Montantada jactancia

Plastrón

Agnomenta

Algolanca sadismo

Conticinia

Casto Hernández fue sometido al tormento del agua

Cloroformo de la fe insensibles al tormento

Tarbeas  salas grandes, espacio cuadrado

Daban coripen

Coadjutores del escalo

Bodrio de pre

Atarazar morder o rasgar con los dientes

Bodrio del pre

Musico el que canta

Muro de encerramiento

Lubrileño el díscolo el inadaptado

Desnudo el cuerpo humano es más sigiloso

Envuelto el valle en una paz risueña

La rueda de ictión siempre está dando vueltas en los presidios

Por los santos se encienden lampariñas a las nimas y aumentan losremordimientos

Poliosis polisarcia obesidad

Esta es mi crónica roja de la perdición

NECESITAS CARET LEGE o el hambre aguza el ingenio.

El origen de tanto horror está en el analfabetismo del pueblo. Abran nuevas escuelkas y la crónica roja de los periodicos disminuirá

Liberticidios

En los pueblos de vanguardia la civilización avanza pero los corazones siguen estacionarios

El honor lo emplazamos en la parte del cuerpo menos racional ccomo es el trasero femenino y los testiculosmasculinos. Lsa p p

La patraña del libre albedrío llenó los presidios de carne buena

Ambiente y herencia coiartan nuestra autonomía, la libertad es difícil

La follonería se confunde con la virtud

La iglesia vive del miedo a dios y el estado del miedo a la ley.

El hombre desde que abre los ojos no hace más que temblar

Pasan los días y languidezco en la abyección.

Melancolía e injusticia vuelven a los hombres sanguinarios

En el penal como en los hospitales el dolor agudiza el egoismo y eso es el campo de concentración

Pre tocino rancio y garbanzos agusanados

Yo sdoy un teorico un contemplativo incapaz de mandar a nadie

Hemofobia horror a la sangre  y eso lo tienen los judíos

Los cantineros colman la gaveta de pre humeante de tocino rancio

Migar gordas el marica

Color noguerado color que imita la madera del nogal o nogalina

Los toros saltan por encima haciendo pasarela sobre los cuerpos

Orgulloso y zahareño martín Santoyo el molinero

Crica partes pudendas de la mujer y verija la region de las ingles, prensa verija

Desdichas y camino hacen amigos

Lardoso o ventruso

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ANATOCISMO interés cosa devengada. Derecho romano prohibía acumuñlación de intereses o anatocismo  taza del interes intereses vencidos y no pagados.

Anatomista profesor de anatomía. Anaudia extinción de la voz. Anaxagporas el hombre ha bacido para contemplar las estrellas e dejó morir de hambre en el destierroi el orden reina en naturaleza el nous contermplación de la naturaleza y resignaciómn ante el orden general del mundo.

Anaya cerca de arevalo y sanchidrián. Anaz rio de Santander-

A las ancas ir a la sirga o del ramal. No aguantar ancas de nadie no aguantar injurias ni chanzas. Tejero lumeras villabon valonta suarbol.

Anciana todo anciana españa. Anciano entre os freires de lasordenes militares el más antiguo del convento.

La ancila es la criada que incriminó a pedro se cantaba con voz de tiple. Ancilisto cuerpo de infantería de tropas ligeras. Ancillo valle de los argoños.

Aguanto el ancla. Arganeo escobén tortores. Trincar el ancla. Anclabre mesa de los sacrificios. Ancón canecillo mensula ensenada donde se puede fondear. Anconagra dolor de codo . andabata

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

    Andromanía o ninfomanóia. Andrónm parte de la  ANTIGUA CASA GRIEGA RESERV ADA A LOS HOMBRESgladiador. Andabatas. Reciario el que combatía con red y los cistos que utilizaban un puño americano.

Andaraje rueda de noria bonita palabra

No volver a las andadas andalocio aguacero++

Andalocio

Oxiacanta

ESCATÓFILO escatçpfilo que vive de los excrementos y es lo que le ocurre a la tele, coprofogos y de la ,os,a raz que ecatologico escatofilo.

En la muerte de Carranza intervino el odio

Inación de los católicos

Encorozados y penitentes por toas partes

Quien acrecienta ciencia aumenta dolor

Lamerería y lamezureía

La marcha de la frase

Mas es tenaz como el judaismo ewn su insaciable sed de venganza

El buitre no agrede ni mata a nadie que tenga aliento es carroñero

Numitor celer

Pomerium explanada dentro del limite del casco urbano

Los romanos tienen por sagrados los muros y de ahí sacramenia excepto las puertas y se consideraba sacrilegio meter y sacar por ellas cosas no limpias

NEOMENIA el primer dia de la luna

Y ahí tenemos el origen de sacramenia

Padres conscriptos miembros del senado detenedor

El alma para el sincrotismo es una imgen que retorna a los lares heraclito dice que el alma se lanza del cuerpo como el rayo de una nube

Comicios viene de cum ire

Cabrahigo higuera silvestre

Hay que consagrarse a la política de kas cosas más que a las cosas de la política. Nuestros políticos prefieren a la lucubración a la gestión. La clase política vivie aquí siempre en estado de epilepsia. Son vendedores de sensacionalismo

Sargazos entre lianas y sargazos alga marina del atrlantico como el ocle

Glosocracia retçorica vamos a comer constitución. Lo que nos espera es la depauperación de las clases pasivas. Robinsonismo espiritual

El que fue monaguillo y despues abad sabe lo que hacen los mozos tras el altar mariconería pecados de la iglesia abusos sexuales

En la caza en la guerra y en amores por un gozo siete dolores

Al platanar cachondo

Bien sabe la rosa en qué mano posa desconsentir mercader de encomiendas

A arroyo pasado santo olvidado alla llevan al arzobispo de vuelta a su palacios que buen cortejo y como relucen los pendones de seda

FATALIDAD DE LA MUJER

Don claros con la infantina baila en palacio

Él viste terno de seda

Ella de brocado

A cada paso de danza dice el conde claros

A la huellita huella

Dame la mano

Como se la dan los escribanos

A la huellita huella dame tu brazo

Como se la dan los cortesanaos

A la huellita huella dame un abrazo

La infantina que oía esto

Se aparta a un lado

A la huellita huellacanta don Calros

No hay mujer que no caiga

Tarde o temprano

A los arabes se les prohibió por el coran ser pintores y escultores pero pueden ser adornistas. No conozco a ningun pintor musulmán

Plegar las piñas a la alemana según berruguete

Aballar humillar abajar

 Vicio comun de los pintores españoles afectar mucha dulzura en sus obras y aballar sus figuras detrás de un velo o de un cendal de niebla dice el padre siguenza en la filosofía de la expresión. Arte sacro se ejecuta en bronce miniadores se encargan de las capitulares de los códices y de adornar los libros de canto eclesiástico los siete tomos del misal de Cisneros y los plateros del portapaz bambochada cuadro en el que se representa la borrachera y el banquete ridículo

Furriera oficio de guardamuebles de la casa real

Antoio de arfe custodia de toledo dejó de utilizar la mazonería y cretería gótica volviendo a lo grecorromano o plateresco. Miología estudio de los músculos prodigio de la miología cachas. Angeles mancebos diquelecto remendón estadizo el que está mucho tiempo sin orearse el tedio dominical hay que rellenar los baches con el almocafre vamos a la nevera tomamos un té mascamos algo moral de taberna y de desgracia escuchando el sonido triunfal bramido del viento y pensar en emborracharse la reina de las mañanas se pone el mundo por montera helea ahí esta tierra de desdichas de torturas de tristeza galera de forzados admiramos al quijote pero no lo leemos por no ser acusados de lesa patria soy un oteador del mundo y de las almas el latrocinio del vaticano segundo abarloar situar un buque al costado de otro en puerto en la darsena de cudillero las lanchas bien abarloadas currucanes cantos tintados cubierta con desgarros paginación varia me gusta tener más cabeza que talle el más ruin jabalí se zampa la mejor bellota la iglesia es una organización terrenal mirando al cielo que hace pagar a los fieles diezmo y primicias damas de toldo y arandela putas quitame aquende ese puente que me hundo vientos portantes navegación en ceñida

4 de agosto de 2006 un año más tarde empiezoo a copiar el cuaderno en villa elena y me diento hombre feliz franco condena a morir a cinco terroristas en el amanecer de 1975 helmut schmidt aquel antiguo teniente de la wehrmacht fe en el testimonio vertiente cósmica nadie nos habla de cómo eran los ojos de jesus cómo andaba cómo era su semblante transito de jesús a cristo hay muchos cristos es un mito que proyecta lo mejor de sí mismo que lleva el hombre una mirada hacia el infinito el evangelio es bello pero ¿es verdadero? Elipsis de gloria lo histórico y lo autentico su nombre quiero sigilar

 

INSPECTORES DEL FISCO (trozo de una novela)

Los inspectores del fisco se nos subían a las barbas todo eran dédulas y hojas de reclamaciones firme aquí su pensión queda congelada es que soy muchos se ha secado la teta amigos compre hoy pague mañana y los cojos andaban los ciclotímicos se suicidaban menudo panorama no podíamos soportar aquella presión porque la teuve no paraba de berrear anunciando malas mañas de tanta presión fiscal y no pocos cristianos viejos se convertían al islam abrían una ventana en el hogar y decían que era la quiblia rezos y abluciones pediluvios ramadán y a las mujeres el velo pero el muadñi quue apostataba no era nuevo en esta tierra de mudanzas las cuaresmas ya no se daban a no ser por hacer el gamberro con el entierro dela sardina y las mñascaras de carnalval y por doquier cundían los retajados los moribundos ya no pedían a voces confesión se morían de cara a la pared mirando para ka Mecca llamaban a los rabinos e imanes con voces terebrantes en la neomonia los del horoscopos con tanta inseguridad ambiente hacían caja no sé que va a pasar mañana comamos y bebamos que mañana moriresmo confusiones de babel trajo la modernidad pero tambien apretaba el nacionalismo catalan porque los catalinos escuiendo contra la historia de españa preferían hacerse moros antes que seguir españoles los abstemios se hicieron alcóholicos y los padres de familia hozaban por lupanares tuirbios donde el ginebra de farrafón hacía estragos en su vesicula biliar y contraían enfermedades no declarables como consecuencia de susperipatesis eróticas por la Casa Campo donde se fornicaba a la luz de la luna. Cosme el pobre tenía problemas con la bebida y al regresar al hogar tenía problemas con la llave. La pierta no se abría y había de pasar a riego de arrecirse en las frigidas madrugadas januarias pasadas en el asiento del coche que mal sabñía la bebida que dolor de cabeza la resaca qué asco le daba de sí mismo pero su conducta no era más que unah huida adelante se bebía la pensión en las tabernas. Tuvomos la impresión de vivir una exitencia de beodos y sonambulos corriendo detrás de las ninfas recien llegadas de Guinea o de Colobia aquellas que lo hacían rico y decían mi amooog nos aplicaban la disciplinas inglesa all men are equal under the whip proclamaba una rubia de bote semidesnuda recostada en un cedro del parque del oeste nadie sabía si era una sibila o una de las muchas virgenes necias trocadas en tusonas. En su ojos brillaba el puñal de Prosperina, era el rayo de la muerte   

 

 

En las calles está el mes de febrero de 1993 nevadas y ventiscas caminos intransitables de nieve blanda y felpona. Moscu se coinvierte en una ciudad encantada encajada en los níveos bigotes de papa moroz que es el dios de la escarcha. Pese a la nieve ya se detecta la primavera y esos siemopre alza el amnimo lo mismo que las buenas notcias. El yin sen que crece en los robledos de vostok. Idei jatore buili  risulta, va en su auxilio el rompehielos yamal.

La natura es siempre seria severa, certera. Los errores y extravíos parten siempre de los hombres. La responsabilidad del ser humano adquiere ribewtes suicidas. La montaña nos parece sonreir. Un salñudo amigos. Cadena de hierro con candados colgantes. Tantas cosas en el saco y tantos absurdos. La iglewsia de la trinidad donde el tiempo parece haber hincado sus dientes. El canto del querubibn segue rajmaninof escribe la liturgia de san juan Crisóstomo, victor schvierchonkof natalia matveienka nina palikova. Trabajar como obrero de choque contrataciones de obreros de choque. Na gorovne propiedi iesus skazal en le sermón del  del monte Jesús dijo. Trecil= sobrios. Taraschipieni cantos de vitorias. Priznit rebajarse humillarss. Lokowanie regozijo en dios diaglib angelica. Trabajar para el nuncio- taina mira paz encubierta. Gubit perder. Sracenia batalla. Posatoiani eterno.

Muceta de armiño y una pitanza asegurada, la iglesia es la pirámide perfecta. En Inglaterra había 9000 parropquias. En alemania 15000 y en fancia con sus más de sesenta diócesis sopbrepasabnan las sesenta mil. Vengan misas y caigan ollas. El aband de lo que canta yanta. Como va el pope asi la letanía y el que cante las hores que coma las olles. La iglesia y sigue siendo uyna primamide perfecta. Cada parroquia tenia una servidumbre de por lo menos cinco eclesiásticos. Los monasterios brindaban nutrida corporación. Por cada 20 monjes unop había de ser versuto en Escrituras. De esta necesidad de proveer a los monaterios de letrados surgieron las escuelas catedralicias y las universidades. Agustinos cistercienses treatinops pero en 1214 cruza el canal de la mancha el primer fraile menor. Cincuenta años después los dominicos ditrigen catedras en oxgford Cambridge y la sorbona y producen diguras conspicuas en el ambito del conocimiento como Roger Bacon y Duns Scotto. Se relajan las ordenes reformadas gracias a las limosnas y a la creduloidad del pueblo

o me muevo  en otros parametros. Albarrada enjaretada de ferralla de esta finca lugar magico el mundo gelatinoso de las apariciones que tú denuncias y describescon acuidad y solercia. El principal vicio de la sociedad moderna es el ansia de poder he cantado como un simple diacono el cornijal cubriendo mi cogote fraternidades universales sólo depararon conflictos y angustias a la humanidad el camping de los aparecidos. Espiritu de las bodas de canáa o de las hidrias colmadas. Por partogenesis se transformó en ser para la muerte por la encarnación.

Encantes, defroques, mercadillos, mecadillos almudíes zacanes alhondigas y puestos de venta. Cela niño mimado delos nuevos ricos españoles. Habla con los melereos de atienza y con los pobres cabe una de las siete puertas de roma. Madrigal de las altas torres mucho nombre para tran poco pueblo. Comiendo un mordisco epujando un cuartillo de vino o fumando un cigarrillo. Eclipsó a una serie de meritorios talentos cuya última thule eran las sombras. Casaba sílabas inspirada exasperadamentre y a veces inutilme te.- toda una pleyade arrinconada en el olvido y en el sinsabor y hasta se lo pasó por los moros paseandoseen un rolls con choferesa

EL CASTAÑO fue según pliniov el arbol del pan. Para los romanos las castañas secas y pilongas servían de materia frumentaria. Bullate era la harina de castaña seca, el pavo con castañas se conumía. Era la castanea sativa y sus arboles cupulares que vemos por todas partes. Las hojas lancidinadas de lengua de mula. El cabriolés es un capote ligero sin manga como el utilizado por franco en la guerra civil. Calcídico  galería o corredor circular perpendicular al eje del edificio, el calcídico del horreo- calbote es castaña asada y pàn de bellotas y de catañas. Callonga es castaña a medio asar. Callonga mujer corrida y jamona. Cuerrias o zarzo para asar castañas. Barragán es moizo soltero y persona esforzada y vcaliente pero tambiewn cuerria. Zurrón de la castaña o erizo. CODINA ensalada de castañas cocidas. Sarcpfilo mamífero sarpurial famosa y notable por su voracidad y malas indiles. Los sardones bajeros del montre. Tritón el viento y el de los caballos. Silfo sílfide y sirte. Sirte es un bajío. Treitón era el marido de las sirenas. Arrendadero el ronzal adonde se ataban las caballeróas. Fractales de fradar o podar es podar un árbol sin dejar rama ni azila. Le hizo una buena frada. Navegando en ceñida y cara al viento. Oficial de descuibiertra.

       -cierrese en banda.

Mi huerta delnsio. Faedo y las hueretados y camaras donde no se atrevía a entrar. Español tan viajado que había visto al propio dibalo. Beverley la hija por la cual suspira nora pitt la taberna de Luanco me dejó usted a los pies de los caballos. Pradiñas lumen cristi y el cabo. Los arrestos de lumencristi que se llamaba fernando a dar diez vueltas al patio del lagarto. La piedra de gloria es el nocedo, no hagas eso agapito.recesvinto Fernández el primer señor de la recoleta. Hoc in aeternum o lo que no había de morir ni de morirse. Ustedes lo que pasa es que lewyeron demsaidos horóscopos. Don Xantipa con sus gafas de sol mireles como rebrinquen. Aunque no fuese tal de genero epiceno como se suponía.

Porque samuel el de las babarbas arduus inimicus noster. Ewl coladero del ozono. Pacha la hija del cunqueiro. Poldo Luanco la cuestona y el apeadero del vasco el ingeniero robles goicoeches que se había hecho un chale ebn los prados de la cuesta. Clodito bajo la vigilancia amorosa de su papa. Si permances aquí largo tiempo a lo mejor remontas la crisis. Contando historias al por menor. Echate a un lado que va a pasar la camioneta de mi papá. Sopicaldos para la gopredura. Que seas un español mudo la boca que no habla y rehyyte el protagonismo y las comparecencias. ideal del villano en su rincóin. cuando descorre LAS CORTINAS DE ORO LA AURORA. Somerset maughan utilizaba una rúbrica especial. Rembrandt tiene un don sobrenatural. Orlova significa aguila en ruso. Tolstoi era el hombre mñás rico de rusia. Escriboir primero de pie y después sentado todo un escritor. Era diciembre de 1941 y estabamos bajo la pergola dorada de los abedules. Llevan en el esqueleto milñlones de yemas dormidas. Mocarana planta en la que se utilizan las infusiones hemostáticas. Todasana es excelente vermífugo. Gualda se extrae de la reseda y sirve para bordar. Jueces ingleses son un araculo atan y desatan en la tierra y en el cielo. 3144 kilometros de costa forma parte del litoral español. Muy descubierta la frente y extendida hacia atrás- la filosofía de la mirada, la mano como expresión de inteligencia. Presumir de bohemio es como presumir del sarampión. No hay que demostrar a los lectores que somos sabios. Conviene dosificar el vocabulario. Jack the ripper the first murder took place august 1888 ann nichols mutilada y estrangulada en whitechapel y luego una prostituta preñada. 275000 palabras de furia qie fueron restringidas a 75000 en la traducción de Cranston, lo que nos dice que hitrler fue una fabricación magnética de los americanos. Mein vendio medio millón de ejemplares en diez odias- hubno un pleito con miffling el editor legal en america. Pauper tuirned dictator hjabía perdido la  ciudadanía austriaca en 1918. hougton vendia el ejemplar a tres dolares y cranston a diez centavos. Era un bootlegger.

El acaroi del queso son los gusanos de cabrales. En 1876 se acabó la mesta cambió la red decaminos y el trafico.

Animales y santos: la rata de santa barbarbara el gato de san cosme el gocho de san Antón el aguila de san juan el leon de san marcos el toro de san lucas y el cuervo de san antonio y rematándolo todo la paloma del espiritu santo. El pero de san roque y la vaca de san isidro que es buey uncido.

La estampa castellana y el cromo vasco. Entre los pinos salgareños. El rabel que ha de ser fino lo han de hacer de verde pino, la vihuela de culebra y el sedal de mula negra.

En los pernagales de la calleja suenan las llantas de un carro. Eugenio noel dice que españa es un furor trajinante de la calle. Con dos macras o castañas por ojos. Gritos de posesióin indefinibles. Rueda voltaria. Suena la hopra del concubio. Maganto triste enfermizo. Los perros se desanillan tras el concubio. Indagar lo quefuimos para entender lo que seremos. Escaro el que tiene torcidos los tobillos y pisa mal. Astrágalo sus flores agrupadas en racimos y la flor del amaranto nunca se marchita. Rojo como las bayas del tejo. Alcandara. El piñoneo de los verderones en la armazón  de los robledales. Cachava atigrada de los paisanos de mi tierra. Barzón era la arrilla por donde pasaba el timón del arado. Tuero. Leña. Trataguero. La luna es lo perfecto la circunferencia acabdaa. Cerotes y julepes de boticario. Raices de jara para unguentos. Oloeres a estoraque a maestranto a poleo a toronjil. Ejn el monte siempre hay mucho tiempo quye perder. Felipe II bebía vino de berlanga deduero bebamos un vino famoso que beb`´ia felipe II el de berlanga. Unda maris de lasolas del mar. Julñepes cociçon de jarabes de esencias y de agua destilada. Judeznos. Llegamos al nervio de las cosas. Efectos del claro de luna en el claustro. Hay que ponerse triste en los cementerios y aparentar asombnro en las catedrales. Hitos piedras miliares mojones majanos y terminos. Hembra ibera mujer degobierno. Imbricación adorno arquitectónico que recuerdaa las escamas de un pez. Imbricación de la palmera. Camndaula o fingimiento. Este es un país de camándulas. Tener el pelo voltizo y el animo retorcido. Apologetica a chjorro libre. La primavera es espléndida y la CICUTA ESTÁ EN FLOR.

Apologética a chorro libre. Corre el agua mansa de charca en charca de paular en paular de atolladero en atolladero. Los prados con rdales de setos. La acacia del diablo que siempre da espinas como aquella que había detrás de la cárcel en Segovia. Las espinas del redentor eran de carbonera eran negras largas y rectas y se conservan en la camara santa deoviedo junto con la hebilla de la sandalia de san pedro.

El divino mahem o cristo coinsolador y liberador de la muerte. Sasiragas el lauriaceo cuyas hojas poseen propiedades nefríticas. Parietaria es la flor de los tejados y paresdes y se utiliza para cataplasmas. Eugenio noel posee una p`rosa de compuito inventario. El niño de las púas. Las esparteñas de entonces son las sneakers de ahora. Esa flor de jara. Metempsicosos o transmigración de la mente a un nuevo cuerpo. Uian flemming duew el que trató de atrae a hess introduciendo un astrologo  en su vida. John Lecarré otro del circus. Ashenden de maughan y has malcom muggeridge.

Lagarto ocelado. Tomillo burrero. Froga mora.

Judios a enforcar y judios al alza. Alizar es el friso de los azulewjos. A la costumbre y fuero de españa. Soledoso. Fenacentina o eter antiespasmodico. Mestureros o mezcladores. Mastoideo quetoiene que ver con las pezuñas. Obrería de las caderas de la moza. Herreñales=ratrojos. Recova, frada= tala fde árboles. Ribazo parte del río con alguna elevación como acantilados. Cultos acidalios o relativcos a venus. Tribulo es planta medicinas. Dioscórides y el doctror laguna. El conejo no tiene ciclo menstrual por lo que concibe y pare en cualquier momento. La coneja es ovuladora de choque. Las fases lunares inciden copn noveles de precipitación. Parece que las plantas se hablan entre sí y sienten. Evolución cósmica natrula y de desgaste. Exobiología el estudio de la vida en otros planetas. El calculo es que una de cada cien mil estrellas puede tener vida natural. Nos sentimos distorsoionados por la curvatura de la tierra. Miles de curitos se disputan el puesto y acuden cada mañana a calentar la silla. Nada es importante. La lista de cosas que verdaderamente merecen la pena no es muy larga. En boca cerrada no entran moscas. Mira que se sacuden la espalda los españoles con el gato de siete colas por detrás me gusta m´ças y a traicióhn.

Extoplasma palsma de origen psíquico emando de un medio. Ectropión inversión de los párpados hacia fuera. Una opulñencia de apoplejía. Un tribunal de alienistas. Su pasión era la trompeteríacapocalíptica de Wagner. Seemborrachaba con argumentos de catastrofe pero quizas el odio le viniera de raza. Actituid fruitiva que es para mí el,. Acto de fumar.

       -¿Usted celoso?

32Soy hombre, señora

Las estructuras de la coquetería femenina funcionan siempre. El portugues es un castellano deshuesado y en el cromado dela horma. El ciempiés de la política española. Oviedo es el orden la anarquia xixon por eso en oviedo todos funcionarios. Valle de baltanás soto o san martín. Varriosis. La mistica es el arte de hacerse santo haciendo la santísimaa los demás. Si quieres ser feliz casate con un inglés, son los mejores maridos. Jeremías está de imaginaria. La psicología  de la plebe. Cultivar la fuerza de voluntad y aprender a sufrir. Pio XII subio al trono a los 63 ewn 1939. herniaria era la planta que había en el berral con la que fumábamos tabaco. Él remaba a pareles y ella a proa.tener buena cabeza pero no resultas simpático a la mayoría.

Intelectuales sofistas y blandengues enchufados de Madrid y el marino sobre la maroma y los zunchos por unico apoyo el tablón de regala  y por unico libro el libro de abordo o cuaderno de bitagora navegando bolinas y ponientda uy lñanzando a los cadáveres por la borda cuando alguien moróia

Por esos mundos sin pan ni agua noi fuego

Abrasados por los soles

Ateridos por los hielos

Empapados por las aguas

Azotados por los vientos

Roidos de escorbuto

Sepultados en el inmenso panteón de agua salada

Sin cruz ni campana ni entierro

Sobordo el libro en el que el capitan anota los fletes. El  boticario y los hermosos tarros de Sagardelos el lugar quevisité. Ah sagardelos y el fuego sagrado de la rebotica. Los garfios de la angustia. El trompeteo militar de un gallo. La vida campesina se metía en la estancia porla ventana. La luz del estragal con la puerta de cuarterón claveteada. Madrid ciudad administrativa desamorada con el masl y poco entrañadeacon la mar, capital del imperio catrólico y que nunca tuvo catedral. El viento del este ensayaba conciertos de ocarinas al pulsar los cordeles de las jarcias. Los soldados ale3manes avanzaban como una ola de fuego y de laurel. Historia de lostajamares españoles. Luna con paralexene. Numem pompilius o verga mayor. Doieciocho peluicas empolvados majos manola carrozas chisperos pewlucas empolvadas abanicos y redecillas rindiendo culto a la ilustración con el xviii vino el escepticimos. Los padres comieron uvas agraces y los hijos padecen dentera. Aquel judio pequeñín con la barba tan grande. Drapeados que ya utilizó Durero. Ropilla noguerada o de color pardo oscuro como el nogal. Bengalas de gneral. Insignia a modo de cetro o bastón. La abeja bordonea por las matas de tomillo burrero. MCMILLAn  ACONSEJÓ a la thatcher la política como la religión no han de srtomadas demasiado en serio. El amor es nieto de la espuma y dios un tapaagujeros. Japan defensor de la pureza  racial non mongrels. Ranter. Inflorescencia del arbol. Bovedas vahídas de santa sofia. Odigitria lña que muestra el camino con el niño en brazos, la zeotokos y la deesiaso intercesoras antre el genero humano tres titulos. Las doce fiestas dekl año.

Los relojes no tienen parpados y g marca un contrapunto al perfilado de catenario de los dientes de sierra. His foot club makes him sensual like Byron. Hitchlot los calistenicos  ejercicios. El comosoma es decundo, el citoplama no. La twa se dunda en agosto de 1937 y hoithock hacía películas. Fray junipero de una sentada bauitizó a seis mil indios. Lutheria el arte de construir instrumentos de cuerda. El nefrin faraónico el arpa judias o barimbao el hurin chino y el vedel o fidula. Adonde nos quiera llevar la fuerza del destino una catchphrasw elementary my dear watson. La carne y el pescado polucionan la sangre llenándola de toxinas. Violín de cremona a vueltas con lo inefable. Sus cuerdas suelen alcanzar una sensibilidad casi humana. En un violón entran 69 piezas. Desentrañar el secreto de los violines el puente el alma la cejilla. Luz del puiente, rollizos, riostras. Gloton de numeros y palabras. Creñia queme los van a quitare. Filisteria. Margarita Nelken colaboradora de blanco y negro lo mismo que lilí alvarez. En el castillo de mucientes llora su pena la reina juana. Doctor johnson glotón y casto el quevedo de las lñetras anglicas. Encendamos nuestras pipas y pensemos en la voluptuosidad de envejecer. Azorín es la voluntad istémica del que se hace pajas. En españa todo es posible nada es probable. Ewva braun una pin up girl la flora del desnudo. El ijuju de las noches de agosto cuando danza frenetico el moderío. Apoteosico vuelo de lindberg en 1927 con 10000 caballos de fuerza su aparato. Un buen escritor es un impostor. Yo fumo porque en el mundo se esconde demasiado ingterrogante que sesuavizan dentro de las volutas de mi pipa. Hacen falta trucos y cierta profesionalidad al escribir. Thinkin machine  o culto al pensamiento. The strong effluvium of death. Esto de fumar no es más que un complejo onírico.

Larceny un americano es condenado a 30 años de cárcel por robar 60 dólares larceny de latrocinii. Isaac Christopher un judio de besarabia es el que fotografia la retirada española republuicana hacia francia. En sus ratos libres a isaac le gustaba dotografiar insectos. Juan gallo es el general de esta retiuradea desbandada. Horst wessel produijo el himno aleman y fue un promartir de los años 20 sus enemigos dicen que murió en un burdel. Eran los tiempos de la leika la antigua candoid kamera. His glib o mucha labia. Gerda Taro la novia de franz capa que murió en la cañada era una bella polaca murió el 25 de julio de 1937 saplastada por un carro de combate. Habísa fotografiado todo el fragor de la batalla esta muchacha. Uba en un coche que fue arrollado por un tanque, fallecería en el escorial. Pertenecía a la columna garibaldi. Homestead o propiedad de tierra. Clicking my shutter. The ricksaw of life. Vermont tierra granitica y gran reserva para los fabricantes de estelas funerarias. Marta rocafort fue  la que casó con el conde de covadonga. Un gesto de clemencia del caudillo Dahl de Illinois cuyo avion ews derrubvado su hermosa mujer ver life 2º de mayor de 1937 le escribe pidiendo el indulto a franco y estese lo concede a titulo personal el 9 de septiembre de ese mismo año. Franco es fotografiado en dicha revista con una mujer que no es doña carmen. Es mas digficil que sude un jabalí. Los cerdos no sudan y ewso les vuelve rebeldes y misteriosos.

El botín entre los ingleses siempre fue un pecado venial. Eton de allí era aldou Huxley gladstone y wellington. Is the college of the birch.

32 meses de guerra civil. El coronel Adolfo prado entrega las llaves de la ciudad. Intenta hablar por radio pero no le dejan y 6.500 camiones camino de Madrid con pan. Franco conoce a los españoles mejor que ellos mismos: son arrogantes, impacientes y de temperamento volátil, ñél es frío y lento. Doña carmen hija de un i,mportante hombre de negocios de oviedo. “las guerras de ahora las ganan los mecánicos. La infantería española especialmente la navarra estuvo entre las mejores del mundo. el abuelo el cañón que defendió Madrid. Exorcismos del humo de pipa. Nueva york la colmena iluminada. Aqguilas explayadas. El auriga vencedor. Walesa el estibador irónico. Los guapos tenientes los capòtes de vueltas rojas. El gastador de la guardia mora. Lord Eyelashes Anthony Eden de Eaton a gret topper suitable for garden parties.

1937 fue el año de blancanieves y de los siete enanitos.

El general pozas no fue saludado por los gendarmes pues llego antes que tropas lo mismo que gallo, fue una de las rewtiradas más deplorables de la historia. Ser gordo y rico fumar en pipa el ideal de aquella sociedad.

FRANZ CAPA personiicación del judio errante. Nacoido en Budapest se fue andando hasta berlon y trabaja en deutscher diens filmuna agencia de presna fue el que dio nombre a papa Hemingway.  Con la llegada de Hitler en 1933 sew va a paris donde conoce a gerda taro otra dotografa de vida aventurera a la que llamaban losfotografos la pequeña rubita. Había escrito un libro death in the making. Los grandes soñadores fuman en pipa.

Dietrich la mujer mejora pagada de la tierra por sus piernas. Blue angel y morroco con gary cooper en 1937 se hace ciudadana americana. Fado. Musty añejo. Libros y vinos añejos. Nenuca y morita como llamaba franco a su hija puede que fuese hija de un moro. Franco solo tenía un amoigo escritor azorin. Los polo eran de san cucfate de llanera. Su  garganta se agitaba como el buche de una palmoa. Las balas no hacen distingos de ideologías. El despatillado de la almena.

El olmo es ara crisol y yunque

Encofrado de un edificio

Enlñistonadop de una tarima

Encintado de la acera. Hilandera habil de la diosa del destino.

La belleza es numero y proporción. Fiel a mis propias convicciones

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Borrachos haciendo mella novela es casamiento de la realidad. Novelista es renunciar a creencia y al ambiente familiar si se quiere llegar al fondo. Casta música del organo. Eugenio montes ,eigas de compostelas vlaridades de italñia felipe iv caballero de lehanías con su coleto. Rejilla de programación estercolera. Siempre que salgo me encuentro con la sota de bastos herrada a la cabeza. Parece una lechera del fontan llegando a  oviedo al meterse las estrellas en las auras del tras antaño pero es la sota arlequín del taro cantaro y sombrero el mirar jugrlaresco corbetas en el piso bajo. Hombre de dios que piensa ,e pregunta la sopa no se si de oros de copas espadas o bastos pudiera decirse que es una cualquiera de los cuatro palos. Polliceor predecir. Apelucai meus neños si queres mantenevus. Alabate boroña que no hay quien te coma. Ante casa del rezador no eches el noyo al sol noyo hueso de fruta. Alrededor del santo come el frero. A la cibiella de pequeñiella. Burro fue perico a uvieu y burro vino. Cacareaba la gallina pol enero y no traía huevo- castaña cayuela que el gochu non te cuella. Con sidra ñeja vuelvese moza la gente añeja. Ganea taberna fig´pn. Gaupo hostelero. Galliope musa de la epica. Ganeas o tabernario hombre que pasa la vida en las tabernas. A toca penoles. Penoles al agua. treznar

. itaque vixctus cultusque corporis ad valetudinem refertur non ad voluptratem. Ha de vivirse en continencia moderación y serenidad frugal itaque victus cultusque corporis ad valetudinem non ad voluptatem. Festuca bnace en las praderías de artedo. Flagicio grave delito flagicioso. Inescitia desconocimiewnto. Vewrsutros homines. Solo lo bueno es util ciceron profundidad religiosa diapedesis trasudación sanguínea. Es ya diuturna mi enfermedad. Latissime patet. Euro viento del siroeste. Epulum era banquete religioso y por ahí podemops cogterla parábola del rico epulón. Stipator o zaguanete el que soporta. Stigma marca que se hacía a los eclavos hay que borrarse la cicatriz de la ignominia y por eso mismo los romanos solamente eran los que llevaban tatuajes. Justicia gace gradeza. Utinam viveres y toda esa grandeza no sirve para nada y àra nada es. Marcarse un chotis sin apretar las carnes. Fatima y lourdes son lugares sombríos. Epidictico y epiciclico. Epidídimo los dos gemelos los epiddimos. Una patafda en los epiddísimos. Sentado esto. Manus et ars. En roma chamiscaban el pelo con carbones encendidos. Pelicatus suspitionem. Celos. Los tracios de bulgaria. Laboreo escribir es como batir moineda en las cecas del pensamiento. Escritor de talante veleidopso aunque escribe mucho concluye poco. Templos gentilicos de janos. Alambre electrico y el Noticierismo nefasto. Impìgero . repetición machacabno de voquibles uy de homónimos. Batología y Noticierismo. Lictores llevaban verbera en las fasces para azotar. Rerum modus el justo medio. Hierba barrilera copetes y almarchas. Los brotes más puros las biznas más increíbles. Peltre. Orinales de peltre con baños finos de porcelana. Diacatolicón electuario de hojas de maiz. Diatinismo penetración por radios diactinos. Diapedesis la que padeci´p xto en getsemanço. Diaptesis repetición de la estrofa en el canto llano. Res numeraria fluctuatur. La glroa política es vandidad. El verdadero merito del mundo es despreciado. Aderezo literario escribor con aderezo literario y de forma arcaica. Hostigo contra la inclemencias.. diadocos sicofantas

 El bit o logon que es la medula del ordenador el ferromagnetismo del uno y el dos compas binario y de compasillo.hacer varias operaciones a un tiempo caracteritica del cerebro electreónico. Simultaneidad. Muncmayor en la carretera de soto de luiña concha de artedo. Llan de cubel y pico de la uz. Beyo desgalgadero. La sierra de pumar es la que yo diviso desde mi ventana y mide 659 metros. Andalinal el picop de las anfdalinas o de las golondrinas. Sierra del pan y cabo busto. El rayo golpea los edificios mas suntuosos. El nuisal camperas de pasto afloramientos de roca caliza los elegantes aerogeneradores de la sierra del viento bayedo lena y lenares Alfredo gociella es mi personaje. Pando terrrenop llano entre dos montañas jorguin persona  que hace hechicerías jarcada ristra de montañas tombolo adelgazamiento de la linea de un cabo las tierras coloradas sedimentos de hiero. Torca del alba en cabrales silla verna planta lñialiacea Alberil de col,.or malva blanquecinos. Dar vado a los sentimientos opresores. La serpiente de la calumnia nos envuelve en sus arillas ponzoilas. Auras suaves de junio y de mayi. Mesnadas de la emigración y est´ñan levantando gente. Matracaspas. En el sofito del voladizo. Comensalía  había una buena comensalía. Alhameles arrieros. Coguelmo. Entró a hacer una visita a san Sebastián y el eco de la voz se esparcía pñor los aires y aquella pareja ligando en la iglesia en misa de doce. Esta antigua parroquia de madris se esta quedando escueta pronto la cerrarán sera umno de esos aciagos presentimientros que me dan de tade en tarde. Las puertas nieladas de los dominoicops parecían haber sido violentados y hoy estaba rota la luna del ecaparate de Cajamadrid. Unos desalamados habñían escrito un letrero incendiario la iglesia que más ilumina es la que mejor arde. Tambien acabarán quemando el cristo del olviar

Y de esto he de hablar pues adqurí un libro en oviedo. Cristo clavado y de lagunas ventanas colgaban reposteros con banceras nacionalews. En el Madrid milagrero y devoto el caso es salir siempre en la procesión una nueva alñcaldada de goma dos. No hay que incriminar a los arabes la cilpa la tiene aznar y no a la guerra.  Acensor  maestro de ceremonias. Deuyteragonista persona  que sigue en importancia al protagonista. Carmentales. La fiesta de laa bundancia y gratuigta faciligtar la publicación en la red crecomiento exponencial de contenidos rebalgar andar espatarrado rebalgo montar a rebalgas por oposición a mujeriegas. Estibadio o café de la pompa el baile de la chacona. Iglesis ,st y casa real eran lo que pedían los jovenews a la mar iban los guizmanes. Calamochano o calamochano borracho lengua lemosina y la avatra povertá que ofrecía el f dantew

Vinculero del sobran. Ahora cumple hacer callar a ese perro. Al abad de bradomín de por fuerza lo mataron para robarlo. Lo metieron en el horno y una broma de antruejo. Existe el mal ya lo creo pobre btradomín valate dios la hornada santiago de galicia ha sido uno de los santuarios del mundo y la almas todavía guardan allí los ojos atentos para el milagro el estudiante en la catedral al que le crujían los huesos de la rodilla entramos en una capilla donde unas viejas rezaban las  cruces oh capilla de la corticela cuando este alma mía tan vieja y cansada volvera a sumirse3 bajo tu sombra el estudiante paseaba por el atrio de la catedral durante los escampos siguieron algunas tardes de lluvcia su hermana antonia y el estudiante huesudo como una calavera letra procesal de los alcaldes salmodiando las escrituras forales de las casas de mayorazgo ya deshechas. Máximo bretal era de aquella casa seminaristas pobres a los que llaman códeos que solo pagaban la cama un azafate de manzanas reinetas en una de aquellas manzanas debía de estar el hechizo que hechizó a mi hermana antonia yo seguia estudiando mi lección de latín en aquella sala llena de rosas marchitas. El latín de día y el miedo a los muertos de noche le hallaba un extraño parecido con las gárgolas de la catedral. El sexo como algo trágico e infernal maestro valle inclan contra el cual me rebelé basilisa la galinda escucha tras la puerta vonvulñero y trolero bradomín puso los tranqueros en las ventans pero es un escritor como muy coinematografico historoias de endemoniadsos gatros negros con los ojos fulgurantes escalera de fayado. En galicia el fayado es el desván que no suele ser habitable me acuerdo del sastre de Arévalo menudo personaje. Relatos de aparecidos y de persobnas enterradas vivas. Esta casa se cierra. Manana después de las misas nos pondremos en camino y nos pusimos encamino para san clemente de brandeso orejas cortadas a cercen almas en pena creci herrfano de besos y de caricias mi padre estaba preso por legitimista legitimista. Te va la vida en callar. Era orgulloso violento y muy justiciero su abuelo. Un viejo caduco y temblon que pasaba al abruigo de la iglesia las tarde in voierno. Dorada es tu iglesia santa maría de louro de aquella familia tan antigua solo queda un eco en los libros parroquiales una roseola en la mejilla que dicen que era el beso de las brujas. Me paso la vida en el fayado. Micaela hilaba su copo en la antesala redonda el cabezalero de un foral que tenía en juno cabezalero es el que hace cabeza del pago y cobro del foro por otros quiere acabar con todos nosotros el escribano ,mavido que dura es la convivcencia unas obliga ewscrita para meter ganados en las brañas del rey habla tu serenin que yo me entere acaban con nos no sabemos a donde ir a rozar las carrascas los montes que eran juiestros nos lo robnan con papeles falsos el ecribano mavido y testimonios de lenguas pagadas. Porque no hay hombres. Hay hombres pweo trienen las manos atadaso donde iras que no penares callad castras quien vos las ata el miedo porque has movido la puerta para mirarte sol fr oro el gavilan vuela sobre el palomar somos unos pobres señor mayorazgo cativos de nos buena leche que me has dado madre aguefda impresionante el cuento de la muerte del tirano. Valle aquí parece truso información genealñogica y hube de revolver papeles ahora vencido por tantos desengaños recuerdo con orgullo aquel tiempo de mi mocedad su abuelo era un aspostolico

 

Virazón 1906 seenfrentan pidal y meneda pelayo para un puesto en la acdemia la cimentada rosca destellos lejanos aporeossis del orgullo humano raimundo lulio el primer poerta catán aunque con resabios provenzalews lulio escribió una teodicea para convertir a moros y judios peipato  rd ls fovtinsa que enseña Aristóteles colector de noticias  tricotomía marmopraciones y pespuntes lo que da lugar a deformaciones alcaudóion hunde el pico en su presa cuentan para hacer saber que se ha tomado prosesión de territorio tienes las orejas en los pies igual que los grillos ecoplocalizacióbn de las marsopas escolapidia  escolopendra venenosa que me aplicó el gato de siete colas el espulgo es una de las actitudes que sirven para unir a los simios y acá no pocos se espulgan en alabanzas todoso cuerpo viviente emite señales de infrarrojos y eso lo sabe la serpiente larera  en la mujer se revira la serpiente el cuchillo de dos filas tiene lumbres de centella moneda cativa que por la mano viene son pieeles del mismo pandero y el compadre miau catixo o catuxo es arbol colosal que llega a los noventa metros moneda obsidional de soplilla corre la fdalsa moneda sor adoración y sor flagelo tragos con tragos y stragos a todos codigo de vencidos rezo tardecino de las monjas hacer lajera o spacio de tiera labrado en un día los jidaizantes introducen lo vernácula arpías wqur cruzan el pescuezo alternativo y se pican las patas codigo Signaléctico o descriptivo al arregosto noesis visión intelectual el Vilico visigótico y el tiofado tiufado era el jefe del ejercito entre l,os góticos el sardilón el albalá de san tirso explica la historia de españa nifolopteros apresados por klas musas coacervar braquigrafría metaforion es el libro de la virgen que se celebra en Constantinopla buequimuelles  boquimuelleskerigma o predicación pericopas de marcos encuadernación catedral a palo seco gomia llena de ferocidad la gomia come y aniquila es la tarasca tragona feudo ligio de escarmentados se hacen las artes. Galbula es el polen del abedul acedraque. Tramitando aguas válidas Metabasis del plano natural al exoterico. Cistercienses estuvcieron en gudalajara y en sotosalvos y de allí al paular donde luiego son benedictinos. Isarael zionista. Uxama datos coompulsables y compulsar. Capidisminuis. Garo de siete colar. Estibar toda la información a internet delgas segmentos hechos al margen.

ESTRELLA FILANTE

Arde en mi la luz

De la lejana estrella fenecida

Destello de un lejano sol muerto

Rayo todavía

En mis pupilas

Años luz por senderos siderales

Esferas que no giran

Trillones

De segmentos.

Lo que ya no es y fue

Seguirá ardiendo

En mi carne fugitiva

Oh bálsamo luminoso

De mi herida

De aquel atardecer

Querer incierto

Radiacia recidiva

Oigo las explosiones

De aquel eco

Que espanta las sombras

De la muerte

Y vence al tiempo

Pues no hay relojes

En el universo

Oh luz filante de la estrella

Oh rutilar despavorido

Que verte en mis pupilas

Vertiendo sobre mí

Cataratas de recuerdos

Y la candela votiva

De tu rostro

Ilumina mi memoria

Voz que sonó infinita

Y pronunció mi nombre

Estrellando mis llamadas

Contra el pretril infranqueable

En eco inextinguible

Resuenan carcajadas en la noche

Proyectando, transparente,

La sikueta de la amada

Quiero regresar a ti

Peldaños de la escala

Musical nota encendida

Sobre el cristal de las estrellas

Dulce crimón de tu rostro

Que es ya de por vida

Lábaro esculpido

En los pliegues de tu falda

Empeño inaccesible

Como tu mirada

María amor

Estrella rutilante hoy apagada

En que lugar del espacio descansas

Perdí la guía

Mas no el surco vacilante

Busco pues la luz bendita

En la foto que tapiza

Mi ingreso al internet

Melancolía con quete sientas

Y la iron´çia con que miras

En lo alto de ese poyo de montaña

Eres rescoldo y calor

De mis hogueras del alma

Hoguera divina

Quenazón incesante

Espejismo

Rutilo de la cruz del sur

Fuego del astro muerto

Que a mí me guía

 

30 de marzo de 1995

 

we win yerterday. They made us suffer a lot 19-6-06. El ejercito y la marina me erigieron en dictador espontaneidad bonachona y sentimental del marques de estella. Aquelñ estadista aun no ha encontrado su biógrafo. España se nopds achica. El fin del la dictadura produijo alivio general en el país. Rel crack sumía al país en la desesperación y el paro Ay mama ines todos los negros tomamos café. El miranda y la calle floridablanca estratificación de la sociedad española pitongo niño pitongo. El bajista que se separa de fieda lo cual tiene sy merito when i am 64 propugnaculo borin la danza de shiva es la danza de lossiete velos. No hay simpatia todos llevan simpatías en la boca un perfil de sacre. Soledad cósmica y apiadamiento propio. Argumentos sofistas y linea gfruesa. Gris plateados de los olivos. Tolle totlle tele mia. Profazar hablar mal de una persona. Excrexx donación que hace el marido a la esposa. Segote es la guadaña para segar. Bordonería mal del siglño XII. Retraheres decires y refranes. Bnatología repetición de vocablos. Xorer la sortija. Deja un trastro de alas cansadas que vuelve al infinito. Anchetas O FRUSLERÍAS LO QUE LLEVABNAN LOS DE LA CONQUISTA PARA EMBAUCAR A LOS INDIOS. TEMPUS EDAX RERUM. TRISTOLERO ALEGRE JOVIAL.. Las aves ven tres dimensiones. Alcaudón hunde el pico en supresea

 

 

 

                El Testamento de François Villon

 

He aquí otro de los enigmas que aparecen de vez en cuando en literatura; un caso extraordinario de acucia periodística y de penetración psicológica transformado en arte desgarrado de cantar y de contar haciendo alarde de una perfección formal exquisita, que fija las reglas de la lengua francesa. François de Montcorbier era huérfano de padre y madre. Un sacerdote por nombre Villon lo acoge en su casa y le da los apellidos.

 

Este literato que vivió en escritor perseguido, sin conseguir nunca escapar a los sobresaltos de la vida infame, es uno de los grandes monstruos de la edad media, junto a Chaucer, Bocacho y el Arcipreste de Hita. Sin duda el más complejo de toda esa saga, representa sin duda su poesía la épica y la lírica en sus esencias primordiales. Sin que los estragos, cárceles, latrocinios y cuestiones con la justicia y toda la malandanza de su vida personal lleguen a empañar el esplendor de su arte. 

 

Quizás Villon sea una demostración del dicho de que los buenos sentimientos no hacen buen escritor; tampoco una existencia cómoda y regalada supone la aparición de un genio. Villon vivió con el infortunio royéndole los calcaños, huyendo de corchetes, en broncas, riñas, barajas, golpes de mano, que la necesidad y el vagabundaje le llevaron a latrocinios y otros lances de poco decoro. Su estragada  existencia transcurrió en medio de sobresaltos, camino de la horca, de la cual siempre acaba librándose por los pelos. Adoptado por un canónigo de la iglesia de san Benito, estudió en La Sorbona donde no llegaría a obtener el grado de maestro en Artes, aunque es posible que estuviese ordenado de Menores, algunos le suponen sacerdote, el dato no consta en su expediente.

 

De su vida y andanzas conocemos sólo a través de los archivos judiciales por diversos procesos. Estuvo encausado por homicidio y por robo. Condenado a ser colgado en La Bastilla, salvó en el instante cabero. Bajo la bipenna del verdugo y cuando ya reclinaba el reo la cabeza en la toza del degüello un heraldo trajo el indulto de amnistía firmado por Su Majestad Luis XI. Fue como un lance de película de Hollywood, pasó en la vida real.

 

 Con la clemencia regia vuelve a abandonar París y se le pierde la pista. Había escalado los peldaños de la guillotina, su fama estuvo en la picota y vivió en la ignominia. Su obra, todo un prodigio grande del arte eximio, nada tiene que ver con las flaquezas de una azarosa existencia individual.

 

François Villon debió de ser clérigo pues refleja en sus escritos las miserias de la jerarquía y de la sociedad parisina de la mitad del quingentésimo a la que fustiga con estro acerbo “ex nuce et in cute”, por dentro y por fuera, por delante y por detrás, por arriba y por abajo. Si Chaucer, cien años antes, dirigió su crítica contra la Iglesia y los estamentos burgueses de Londres desde la alegría de vivir y la inconsciencia de un cockney que viaja en la compañía de toda una cuadrilla de vividores y devotos cabalgando hacia Cantorbery para obtener el perdón y la indulgencia de sus pecados, armados de reliquias y exvotos de extracción dudosa y que al final del día se reúnen a contar historias, casi siempre verdes, en un mesón del camino ante una jarra de cerveza, y si el Arcipreste de Hita tira por el mismo camino de ligereza y de euforia amorosa, Villon es mucho más profundo.

 

Sus versos expiden angustia vital y  acedía, acaso justificadas por la dureza de su vida y las amargas experiencias en las que estuvo implicado, pero este mismo aporte lo coloca en un sorprendente podio de modernidad. Villon recuerda a los existencialistas de la margen izquierda del Sena. La cuestión social, las injusticias y atropellos del poderoso, las poco ejemplares conductas de abates y obispos, el veleidoso amor causante de tanta amargura y fastidio, no representan más que un problema periférico a su filosofía obsesionada por la muerte y el más allá. Le abruma el absurdo y la sordidez del ser abocado a la nada. Villon es más trascendente que Chaucer, más universal que Juan Ruiz, escribe en argot y es un poeta urbano, y, más místico que Bocacho, lanza un grito de desesperación desde el foramen del pozo de la Samaritana. Le pide a Xto que le dé de beber, pero éste no le contesta, porque no hay pozo, ni agua, ni brocal. Sólo el gran silencio de la noche de la fe. Viene a decir que el silencio de Dios refrenda el argumento de su inexistencia.

 

No habla porque se siente culpable de haber puesto en planta un mundo tan injusto y caótico. Si se presentase a uno de los entonces consuetudinarios debates de la Sorbona, a lo mejor perdería la puja y se quedaría sin razones que esgrimir entre sus manos contra aquellos que desde el comienzo del mundo lo increpan, rebaten y dudan de su existencia. En una de las sesiones de paraninfo con silogismos, ergos, y corolarios de et nego minorem subsumptam, el buen Dios saldría derrotado de su disertación con cualquier domine de poca monta, incluso con un bachiller bisoño en teología. ¿Por eso se va, se oculta? ¿Es que no quiere discutir?

 

Pocos se atrevieron a decir tanto.

 

 El concepto de divinidad obsesiona a Villon, el mundo que le rodea trae de cabeza a este padre de la canción protesta. Su nombre lo invocaban los cantautores del 68 de voz desgarrada, flores en las orejas, una guitarra entre las rodillas y en la boca alguna de sus famosas cuartetas en adaptación de Jacques Brel, sus canciones animaron las algaradas del Mayo Francés. Se interpretaron el Pedo del Diablo, La Vesse. Desengáñate, hombre engreído, no eres más que mierda, vienes al mundo entre sudores, heces y emanaciones vaginales, pasas la vida creyéndote importante, porque metes ruido, haces pedorretas a través de los ocho orificios somáticos de tu cuerpo. Viento anal y bomba fétida es lo que eres tú, y después ceniza.

 

Hay algo en su estilo que anticipa a Quevedo. Villon fue un precursor del género picaresco, por más que su poesía esté aureolada de esa seriedad tan sonora y tan francesa. Los tiempos medios cerraban página. París en el Quince era una fiesta. De genio vehemente e inclinado, al vino (“un rouge messieurs, dames”) y a la frecuentación del amor mercenario, una tarde del Corpus de 1455, a la salida de los oficios fue con otros seminaristas a celebrar la institución del Sacramento por Inocencio IV en 1265, a una de las cantinas que se empotraban sobre los adarves de la antigua muralla de la Cité.

 

 Tras algunas libaciones a la salida de una taberna se produjo una algazara. El reloj del convento de san Benito marcaba las diez de la noche pero no era aun anochecido. Después hubo una reyerta. Los que se insultaban era el presbítero Gil y un tal Chernoise, que hacía poco tiempo había sido ordenado de cura. Entre vayas y veras este último, que estaba bebido, se puso a insultar a Villon, se acaloraron, salieron a relucir los aceros. Charnoise largó un tajo a Villon al cuello, el filo de la espada le pasa sólo rozando las narices y por la boca. Alarmado a la vista de la sangre, el herido tira también de sable. En acto de legítima defensa alcanzó a su agresor en la ingle. Villon despeja el campo pero Charnoise le sigue en su carrera. El fugitivo coge un canto del suelo y lo lanza contra el presbítero que viene bramando maldiciones. Recibe un impacto en la cabeza y cae para no levantarse más. Villon también está herido, busca refugio en la casa de un barbero, pero antes de que llegase la Justicia a prenderlo, abandonó el aposento saltando por una ventana. La cosa tuvo mal final.

 

 Una travesura de estudiantes en un alegre día de primavera por culpa de la bebida había terminado en tragedia. Cuando se celebra el juicio, Villon que es condenado a muerte en ausencia se encuentra a muchas leguas de Paris. Sus amigos interceden a su favor (es curioso siempre tuvo la suerte de pro y de bruces sobre el abismo encuentra intercesión en una mano que lo saca) y la máxima pena es sustituida por diez años de destierro. Aquel invierno vaga por los caminos de Francia infestado de ladrones, mozas de partido, lansquenetes licenciados, curas giróvagos, monjes y monjas, huidos del monasterio, toda una cohorte de mendigos y harapientos. El peregrinaje estrecha la mano al vagabundaje, el asilo llama a la puerta de la cárcel, el bordón se convierte en garrote, la venera en daga. Muchos devotos no daban cumplimiento a sus deseos de avistar el Monte del Gozo acabando en forajidos.

 

Nivel alto de morbilidad trajeron las guerras y pandemias, las malas cosechas, siervos de la gleba se sienten desplazados al venir otro noción de la propiedad de bienes raíces y un pavoroso problema social es el que determina que el s. XV transcurra entre estridores revolucionarios y banderías, movimientos espontáneos de penitencia en los burgos, procesiones de disciplinantes, por doquier, el pavor de la muerte que arrasa y nivela blandiendo el dalle de lo alto; crece el descontento contra las ordenes mendicantes y la jerarquía y en particular contra el papado a consecuencia del Cisma de Aviñón que dejó abierta una brecha  de rivalidades entre la Casa de Anjou y los poderosos gremios venecianos y florentinos, en Italia a su vez aun remanecían las disquisiciones entre trono y altar que tuvieron en pie de guerra a la cristiandad durante buena parte de los tiempos medios y desembocan en las tensiones de güelfos y gibelinos. La lucha por las Investiduras arrecia hasta la alborada casi del Renacimiento.

 

La primacía de la Llaves del Reino sale tocada a causa de los malos ejemplos de algunos individuos que se alzaron sobre la silla gestatoria a la que ultrajaron merced a sus costumbres torpes, no eran precisamente un ejemplo vivo de la humildad, pobreza y mansedumbre del Salvador, sino hombres  de su época, con toda la carga de virtudes y defectos de la sociedad medieval. Eran producto de su tiempo, de la nación en su natío, la clara y turbulenta Italia, ya sujeta a las menudencias mafiosas en aquel tiempo [y sigue la racha]. Bosquejaron el ambiente de rencillas y de disconformidad a los abusos de los obispos y cardenales sujetos del bajo clero como Villon, Juan Ruiz, el propio Chaucer. No se trataba de desafectos a la fe, no cuestionan nada del dogma ni de la tradición, aún no había sonado la hora de los heresiarcas ni de los iluminados integristas, sino de conocedores del ambiente intramuros de los prioratos, las aulas, los monasterios relajados. Surgen ad rem y en virtud de esa capacidad crítica que ha tenido el cristianismo, que hasta que no llega la Contrarreforma presentaba una faz amable, humana y hasta festiva, los poetas goliardos, depravados en sus costumbres pero intachables en las partes del dogma. Paris era una fiesta. Se gozaba y se sufría con arreglo a los bandazos y caprichos de la fortuna. Villon, retozón y un superdotado en cuanto a poderes expresivos, con una lengua acerada como la de berbiquí, canta los locos ramalazos e intercadencias del libro de la vida en sus chanzonetas y lais que rezuman jocosidad atrabiliaria e ingenio. Escribe el epitafio para una civilización que se desploma y saluda el alborecer de otra.

 

Su poder de contraste consigue aquilatar ore rotundo la lengua francesa, la cual, volando entre las plumas de su estro, alcanza techos de perfección . Villon le da un lauro de concinidad, viveza, elegancia, aticismo. Pone un juego un idioma ubérrimo y libérrimo que causa asombro por su frescura y por la disposición contrapeada de las rimas y las codas, garbo y excelencia, donde guarda turno esa musicalidad  vertiginosa que ha tenido siempre el lenguaje urbano puesto a cotejo con el rural del arcipreste o del Bocacho, de inclinaciones más sosegadas. Esa dualidad campo ciudad que habría de marcar las dos sendas de la literatura europea en Villon empieza a bifurcarse. Es un hombre culto de París, al que arrastra la fuerza de la vida con sus peligros.

 

Feudatario de la briba, cae en los bajos fondos. Al igual que haría Zola siglos adelante, él tiene una sensibilidad exquisita para encontrar la margarita creciendo en el estercolero. La cárcel como a otros genios de la literatura universal (Quevedo, Cervantes, Rabelais. Mena, Dostoievski, el Arcipreste, Wilde, Gorki) le sentará las costuras de su horóscopo. Sería consuetudinario inquilino de las ergástulas eclesiásticas. Oficio de escritura y presidio por desgracia entreveran sus compases, acaso porque la literatura tiene un latir encarcelado que la acrisola dotándola de una aureola de redención. Muchas son las obras, entre ellas el Quijote o Los Hermanos Karamazov que se compusieron tras los barrotes celulares. Es el castigo con que se venga el destino contra los que tratan de robarle el fuego a los dioses. Prometeo o Tántalo son algo más que un símbolo que avisa cuidado a los que se afanan por transgredir la frontera de lo prohibido, confiando al papel sus sueños, el mundo de las pesadillas, los delirios. El brete, las cadenas, un estridor de cerrojos y de rastrillos les aguardan.

 

Al escritor le compele la fuerza de la gravedad del gulag, las estrellas lo arrastran al presidio. Unas veces el penal está situado en una isla inaccesible, otras, es la torre de marfil en que pretende aislarse del mundo pero por lo común el Alcatraz de un escritor se lo da el tedio de su vida diaria, la incomprensión de los que rodean, el desamor o la envidia de aquellos a los que aprecia. Taedium vitae. Cadenas. Si es verdad lo que se dice que al hombre lo examinarán de amor el último día, aquí pocos se salvan; sin embargo, ya la escritura de por sí es un acto de amor, una jaculatoria de buenos deseos con la que se declara la guerra al enemigo de la humana estirpe, que todo emplasta las veredas del mundo con sus pezuñas ensangrentadas, las circunstancias que provocan las guerras infames, los homicidios, las perversiones, las felonías. Hay equipolencia entre poesía y dolor. Traficar con los sueños e indagar con los sinos del corazón humano se paga abondo, con la muerte,  el destierro, el auto de fe. Todos, desde nacer, estamos condenados a muerte y arrastramos condena, somos forzados con el traje cutí bajo la vigilancia del gran cofrade, el cabo de varas, exponente de nuestra invalidez y limitación, que nos trata a patadas y a golpes de látigo, estamos a expensas de ese ojo de visión panóptica que todo lo ve y cualquier cosa circuye.

 

 El super cofrade nunca baja la guardia, andamos bajo su bota y su almejía. La capa de los dictadores es demasiado larga. Pero no hay peor tiranía que la de los compadres del Contubernio. Nunca fue el mundo tan encadenado que cuando estuvo encadenado a la voluntad de la mayoría. Urnas, dadnos urnas para los hornos crematorios y todas las papeletas que se os antoje para camuflar el “veredicto inapelable” de las masas, os lo pido en nombre de los anticristos demócratas, habituales de la reconducción y el pucherazo, sombra de Caín que larga alocuciones por los micrófonos de la bibisi y la sienén, voz que resuene por los ámbitos como el silbo de la serpiente.

 

 Vivimos sometidos al qué dirán, constreñidos en la vida vulgar, retenidos en un cajón sin horizontes y el alma quiere volar. Somos víctimas y verdugos de nosotros mismos. El carcelero que nos vigila puede ser el vecino de al lado, la mujer y nuestros hijos, capaces de denunciarnos a la policía. El ara sagrada del hogar ha sido violada por los poderosos órganos de difusión electrónica encendidos las veinticuatro horas del día en nuestro cuarto de estar. Ya no se puede huir a ningún lado. Por supuesto, hay zaguanetes de retén y mil ojos apostados en las esquinas, sayones superdotados y con don de bilocación y multiplicación se hicieron ubicuos para aflicción de los justos y prosperidad de los pecadores. El impío gana. Los rabadanes del rebaño de condenados y en entredicho, que apacientan las ovejas del mundo, forman una cuadrilla de canallas, pero ellos solos con sus implacables cachavas van arreando el hato de una masa hebetada y embrutecida. ¿Malos tratos? ¿Vejámenes? ¿Moros en la costa? Ahora vas y lo cascas. ¡Pobre raza adámica bajo la férula de los perversos pastores!

 

Sus mastines azupan una rehala de travestidos y las arpías fabulosas de pico nefasto y haldas en remango para que veamos sus nalgas, azafates de rosas del mal en corimbo, instan a la revolución. Descienden de las milicianas y de los vestiglos que perpetraron las mayores barbaridades de la guerra civil española bajo el arbitrio de la Gran Bretaña empeñada a estas horas en convertirse en la meretriz apocalíptica con aires de mala de película de gángsteres. La “auntie” de los demócratas que los desdeña e ignora de forma olímpica atándolos al carro de Baodicea, palafrén de esclavitud. Nunca aprenderás, España patria mía a taparte los oídos a los cantos de sirena, a esos loores de enemigo que te llevan al desastre. Has de seguir tu propio rumbo, impertérrita a los editoriales del “Times” cuyos lectores, algo sádicos y trogloditas, pese al aire de civilización que los embala, tenían aviesas inclinaciones antropófagas: mermelada de naranja amarga de Sevilla, carne de los quemaderos de la inquisición, y de los marinos españoles de la carrera de Cuba pingados de la verga mayor por sir Francis, y la sangre de todas las guerras civiles y broncas que conmovieron a Iberia a lo largo de la decimonona costeadas con capital inglés. Esas malas costumbres de la injerencia llega hasta el mismo treinta seis. Auntie, un personaje asesino de las novelas de doña Agueda, desplegó a sus espías por todo el territorio y le dio una comisión: ahora vais a saber lo que vale un peine, mira Europa cómo los españoles se despanzurran unos a otros.

-Hay que ver, qué horror, con qué perfidia se expresa la tía.

-Los ingleses son muy suyos.

-Y siempre tan flemáticos, pero no hay cosa que más les regocije que un cadáver en la bañera.

-O un crimen a la hora del té.

-¡Oh, is that so, my dear?!

-Yes.

 

  El cerdo detrás de las pantallas nos muestra su inmensa lengua cogollada. Languidez en vuestra esperanza. El infierno acaba de abrir sus puertas, es un gran estadio al que afluyen las masas ávidas de espectáculo, tolle tolle tele mía, bazofia espiritual que no falte día y noche. Se deterge la herida, estamos en situación desventaja, se agravan los males del enfermo. De videntes o contempladores (θερoyσiv) de la belleza divina hemos pasado a ser consumidores, habituales de las grandes superficies.

-Do you watch telly every night?

   -Off course, and I sing the blues.

 

Pago la contribución sobre la renta de las personas físicas. Vivo en el exilio de mi país. Llevo como puedo las cárceles del alma. Sufro tus coces, amor, mi yegua que te encabritas, escucho tus discursos parenéticos, mula Francisca.

-¿Y no te aburres?

   -A morir.  No puedo aguantar a tanta gente del bronce tan desangelada. Las jáquimas que en mi juventud eran mucho menos vastas se presentan todas las mañanas y la tarde que parece que han almorzado limones con pica pica.

   - Freud las sentó en el diván y abrió la puerta a las masas irredentas y desclasadas.

   - Pan y circo, decían los romanos.

   -El Insufrible Big Brother ha traído un cargamento de chicas Bond desde Nueva York. Fue el primer gran negrero de nuestra democracia.

   - Mírale, parece Mefistófeles, esboza un rictus de sonrisa. Delgado y pícnico y nacido en Huelva pero con algo en su rostro de sacamantecas encampanado a los triángulos. Ha desplegado por toda la red su cohorte de chicas bond.

Se ha acabado el argumento de la novela porque las tramas todos los días se repiten. Las campanas doblan a muerto por una sociedad en el marasmo, sin argumentos plausibles, aunque abunden las obsesiones. La modernidad es seguir la senda del más de lo mismo. Ideas fijas a escote, y, no quieres caldo, pues tres tazas.

 

 Hay que volver a ponerse de uniforme, cuadrarse a la prusiana, desfilar al paso de la oca orwelliana, seguir un curso de terrorista bombas lapa en una academia de explosivos de Dakota del Norte que se especialice en la colocación de artefactos mortíferos en los bajos de la buena gente de España, los hijos de Prieto y de Pablo Iglesias sobre quienes se consumó la traición de Albión y en los asesinatos por la espalda, escupir sapos y culebra por la vagina en las matinees televisivas que tutela la gran madama, esa miliciana del odio que insta a la lucha de géneros porque la de clases ya es acabada. Colocarse la gorra de plato del pensamiento sin sustancia. No hay hombres sino rebaños. Sexo sin amor. Deja que el ojo se recree por sí solo sin rendir cuentas al entendimiento. Y no se ocurra pronunciar la palabra España, que suena a maldición. A una sociedad caótica le cumple un arte del revés. Chupa del frasco. Otra de Picasso. Mi conciencia histórica se columpia de las ramas del árbol de Guernica. Las mañas de la Bestia son las responsables de tales involuciones. Lo que estuvo arriba ahora está abajo. El Peñón para el inglés y las Vascongadas para los hijos fornecinos de Arzalluz y de Sabino Arana. Altos hornos crematorios también manejados por el inglés

 

¿Os casasteis con la sota ? Cesad en vuestros argumentos. Lo que os cumple ahora es  recibir el excrex, que tal haya el que tal fizo. Os habéis transfigurado en esto. A columpiarse en las coordenadas de la desinformación, las mentiras, el secretismo, la bulla noticiosa. Por todas las partes levanta la Amarilla su segote. Villon, viltrotea al Paris de su tiempo. Su obra es una prosoposcopia, una cuadro de costumbres del París de poco antes del Renacimiento. Debajo de su abolla de estudiante revoltoso y díscolo, sorbónico,  se escondía un pensador profundo. Hay un trajín de libertad que se compagina con el deseo de una vida sedentaria y virtuosa. El desencanto que devana en sus versos ha llegado a nuestros días.

 

Sus “Respuestas francas” plantean la interrogante del escritor proscrito al que los vientos de la vida lo llevan a galeras, a presidio y en suma al patíbulo, pero mucho peor, viene a decir, que los suplicios físicos y los destierros son las cárceles del alma. Unos amigos mediante gestiones en el arzobispado consiguieron la remisión de un delito penado con la horca (asesinar a un sacerdote), del que parece que no resulta culpable formal, por haber actuado en legítima defensa. Al año siguiente regresa a París, allí se enamora, contrae deudas, la vorágine lo arrastra hacia el inframundo. De nuevo su nombre aparece envuelto en un robo y François tiene que buscar refugio en la campiña para evitar a la Justicia. Se une a los peregrinos (coquillards) que bajo la concha y las veneras se acogen a sagrado. Se alimenta de la misma gallofa del camino. Emprende la peregrinación pero la abandona fascinado por la vida alegre de Burdeos.

 

Además, piensa al igual que Chaucer que eso de las perdonanzas de Compostela no son más que una farsa. A su colega español, Juan Ruiz, también le parece el sayal, la calabaza y el bordón un recurso de truhanería, disfraz de libertinaje y de vagancia. Es posible que muchos iniciasen la ruta con fe pero la mayor parte iba al merodeo y volvía cofrade de la garrocha, la ganzúa y la tenaza. Es así como el misticismo europeo tiene un componente de picaresca y de debacle inherente a la trashumancia. La mujer de Bath, el inmortal personaje creado por Chaucer, es el epítome de este ir y venir incansable en que la devoción se entrevera con los devaneos, la curiosidad turística y el hambre de sensaciones nuevas para una dueña de mediana edad, había estado en Jerusalén tres veces, una fue Roma, otra, a Colonia y a Santiago de Galicia sin que las andanzas piadosas mudasen sus costumbres o determinasen una conversión. Seguía igual de lenguaraz y frescachona, enterrando maridos. Y con los huesos fervorosos de sus santos a cuestas. De la misma opinión a favor del sedentarismo apacible es Tomás de Kempis que condena la bordonería como uno de los grandes males de la época.

 

 

De aquellas romerías, estas veneras. La ruta jacobea, tan mitificada hoy, no debió de tener muy buena fama a la sazón, porque era reclamo de la delincuencia europea, punto de cinta de desharrapados y de meretrices. Toda Francia era hervidero de esta población flotante y errante y Paris de noche con sus dieciséis barrios y arrabales, mal iluminada y con un elevado índice de criminalidad, cerraba las poternas. Casi a diario por la Rue de Caire pasaba el cortejo fatídico de los ajusticiados que llevaban camino del Faubourg Saint Martín o de Montfaucon a colgar por algún delito.

 

 El reo, que cabalgaba en una pollina blanca con las manos a la espalda atadas y la cabeza cubierta por el clásico chapirón de la ignominia, era apeado por uno de los alguacilillos, besaba la cruz a la entrada del monasterio, una religiosa de las llamadas Celestinas salía de la portería y le daba por viático tres trozos de pan y un vaso de vino cargado con especias antes de subir al patíbulo. A este lugar se le denominaba en la capital el de las Hijas Devotas y era centro de acogida a las arrepentidas. Un verdadero enjambre de prostitutas se abatía sobre la corte de San Luis. Operaban cerca de la Rue du Fouarre, vigiladas por escuadrones de goliardos, proxenetas cuyas filas estaban representadas todas las provincias, desde la Auvernia al Languedoc. Los estudiantes se divertían en tabernas que se llamaban Heaume - uno de los poemas más expresivos del escritor está dedicado a la bella Heaumiere - en la Crosse de la Rue Saint Antoine, el Caballo Blanco, la Linterna, la Mula, el Carnero, les Trumillers, la Pomme de pin, cerca de la judería.

Los pobres iban a pedir la famosa sopa boba a los Maturines donde los frailes de san Juan de Mata se encargaban de cuidar de los apestados, vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Un carácter clerical y levítico daba aires a la ciudad. La Sorbona había sido fundada dos siglos antes por el capellán y confesor de san Luis, Roberto Sorbo para la formación de clérigos pobres y bachilleres en teología. Estaba cerca de la Port Rouge, que era una pasadizo excusado que conectaba la catedral de Notre Dame con las canonjías. Allí vivía Guillermo Villon, padre adoptivo de nuestro poeta que llegó a ser deán del capítulo.

 

En el verano de 1460 había regresado del destierro pero al poco tiempo lo encontramos de nuevo preso en la cárcel del Duque de Orleans; el motivo del auto de procesamiento se desconoce, sería éste el primer eslabón de una cadena de incesantes prisiones y cuestiones con la Ley. Poco más tarde fue llevado al castillo de Meung sur Loire, un centro de detención para sacerdotes y ordenados de Menores. Dio la orden de detención el obispo de Poitiers Teobaldo de Aussigny. Es ignorado el motivo de la privación de libertad. Solicita el reo la intercesión real. Luis XI accede al indulto. Arrepentido de momento, el propósito de la enmienda no dura mucho. Habitual del hambre y de la pobreza, su necesidad le a lleva a verse envuelto en un robo en el Colegio de los Navarros. Tenía buena influencias, el cabildo catedralicio interviene a su favor y consigue evadir la cárcel, pero en noviembre de 1462 ocurre un incidente en un aula. Un alumno insulta a un profesor y lo escupe en pleno rostro, se produce un alboroto, luego un altercado. Uno de los promotores del motín había sido el impertinente Villon, se le agota la buena estrella y su fama de díscolo crece. Lo prenden y lo llevaban a la prevención. Quince días bajo el castigo de la gota de agua en la nuca, demasiado fuerte es la tortura, acaba confesando y es condenado a muerte.  Recluido a una mazmorra de la Cárcel de los Tres Lises piensa en su destino y escribe las páginas más sombrías de su Testamento. Esta vez, piensa, no habrá salvación. Ve llegar el fin de sus días, la suerte le ha vuelto la espalda, “zonam perdidit” pierde la cincha y los papeles. Sin embargo, de nuevo se ponen los resortes de un extraño deus ex machina sin el cual no se puede entender la agitada biografía de este hombre, evita ser ajusticiado casi milagrosamente in extremis por un decreto que aprueba el Parlamento absolviendo a Villon y conmutando en 1463 la pena capital por la de proscripción. Aquí ya los historiadores lo pierden de vista.

 

 Abandona París. Probablemente volvería a las andadas y su vida no sería muy larga. La personalidad eximia de François Villon es una contradanza de misticismo y de libertinaje, de buenos propósitos y estrepitosas caídas. Su obra responde a esa visión catastrófica y nada epicúrea del hombre medieval, esa sed de sensaciones y de apurar el cáliz hasta las heces. Quería ser bueno pero peca y cuanto más grande es su contrición y sus miras y resoluciones de volver al cauce verdadero más rotundos son sus fracasos. La ética no vale para nada en el código de valores de un artista. Los mejores libros han podido escribirse con los peores sentimientos. Este binomio plantea un problema teológico irresoluble. He aquí uno de los mejores vates que haya dado Francia y era un perdulario. Remató su escritura en medio de las circunstancias más adversas: el presidio, las incómodas posadas, la intemperie, el frío y el hambre. ¿Cuándo tuvo tiempo para sentarse a escribir?

 

Aristóteles recomienda a todos aquellos que quieran dedicarse al oficio de pensar que hagan gimnasia mental activando las potencias cognoscitivas, opinantes, y que no olvidan la recta estimativa, la prospectiva y la emulativa. Se aprende siempre por analogía, o por asociación de ideas. Luego las palabras se encargan de ir tasando que surgen como cerezas de la banasta de las imágenes. Todo eso es un hermoso castillo de naipes, una teoría irrefutable, pero ¿en la práctica qué? Belleza y moral no se compadecen. Villon fue un artista que llevó vida de forajido. La suerte le zurra lo suyo, él se venga cantando a la verdad, el amor, la bondad y la belleza bajo el régimen de sus lais y otros metros de una sonoridad moderna que llama la atención. Sigue siendo una enigma. ¿Cómo, cuando, dónde y en qué circunstancias de su azacaneo, con los alguaciles regios royéndole los calcaños - fue su sino: la continúa persecución por la Justicia, Villon llegó a capitanear una facción de salteadores de caminos- se puso a escribir una obra tan cavilada como la suya, que pasa por una de las más densas y cabales de la lírica medieval? La única interpretación es que en la gestación y alumbramiento de cualquier producto literario existe un quid divinum, allende de las humanas previsiones, algo que se nos escapa. El donaire lo dan los dioses a capricho y al que les parece. Insanabile scribendi cacoethes et dulce laborum lenimen, es la definición que dan los antiguos a este vértigo de la escritura, que la postmodernidad tasa con el nombre de grafomanía. El oficio literario es algo contingente y redundante.  Las sociedades podrían funcionar perfectamente y pasarse sin el lujo de la literatura, que en la antiguada tenía algo de mágico conjuro a las divinidades subrepticias. El escritor, el rapsoda, hacía las veces de pontífice entre la divinidad y los hombres. Paradójicamente algo tan fútil y supererogatorio como es la epopeya sirve para cuadrar el destino de un pueblo. El talante de los españoles quedó ya definido casi en su totalidad en el Cantar de Mío Cid.

 

Ciertamente, la potencia creadora, esa desazón de trasladar al papel las impresiones de cuanto nos rodea, cuando la literatura ha dejado de ser coral para transformarse en algo íntimo, pertenece a los arcanos misteriosos. Un amanuense compulsivo siempre garabateará palabras, aunque el resultado sea el absurdo de la escritura automática, pero es una guija personal, reverbero de los sueños. Dentro queda el meollo del alma dolorida u obsesionada, que es lo principal.

 

El hambre, la cárcel, los pasmos, las piruetas e inconsistencias de la rueda voltaria, hoy aquí mañana allá, a uña de caballo o bamboleándose dentro de los cuévanos que lleva al lagar una carreta del país, no representan obstáculo material para aquel que tiene en verdad algo que decir.  Un poeta español, Alonso de Ercilla, escribió su Araucana, la Iliada de la conquista americana en la corteza de matas coníferas y hasta en la propia suela de los fracasos. Labor omnia vincit. Y el hecho de escribir, más que un trabajo, o una pesada carga, es amor para el que siente latir en el pecho el fuego sagrado, que requiere una cierta capacidad de distanciamiento de aquello que está pasando, o la peripecia que se narra, una organización ordenada del material de trabajo y el desdoblamiento auténtico del romancero, del estilista.

 

Se emula al poder de los dioses pero sobre todo se criba a través del harnero de la imaginación los elementos que se cantan o se cuentan, realzando unos, soslayando otros. La narrativa es manera de selección, al igual que la poesía es arte de condensación y de síntesis. Bullan las palabras en el horno y salgan todas por orden sin atropellarse.  Se abrirán las cortinas de un escenario que dejarán entrever un panorama onírico, reflexión de las cosas en hervidero, pero a diferencia de la vida, siempre en constante trajín y cambio, lo que confiere la palabra aquí es algo estanco, con una complexión y entidad fija. El artista de la palabra asuma, pues, su parte de actor y de testigo a la vez, de demiurgo inspirado y de sastre o de pastelero artesano, porque la literatura también se parece al corte y confección, sin olvidar que es también oficio  de malabarista, con una habilidad para realizar juegos de manos, sacar conejos de debajo del sombrero, enseñar cartas escondidas bajo la manga. Hay que saber tender celadas al lector y sorprenderle cuando menos se lo espera para concitar su atención. Por supuesto, para una tarea de estas características que se lleva a cabo en la intimidad no existen fórmulas magistrales. Se puede enseñar a construir una carretera pero nunca a pintar un paisaje.

 

Tampoco le arredraron a Villon los pasmos de la intemperie, los bubones de la peste o la comezón de la sífilis, que se sospecha pudo padecer y que le llegaron temprano a la tumba, por todos los indicios debió de fallecer a la edad de treinta y tres años. Incontinenti, confiaba al pliego sus pensamientos expresados en un francés arcaico, pero contundente, y de una elegancia que sorprende incluso hoy a los filólogos. Fue un hijo de su tiempo. La obra guarda resonancias de la tradición oral juglaresca, de los poemas épicas, de las farsas, los virolays, los misterios de Pasión y Natividad en el que clérigos y curiales, pertenecientes a las fratrías y hermandades que se formaban bajo la advocación de la Madre del Dulce Mirar (son los puyes de la Virgen, asociaciones fundacionales de aquella Europa gremial llena de fervor y de fantasía) de un vez administraban fe y fantasía de los fablieux, mimos, farsas, soties  provenzales de saber enciclopédico, y de las trovas juglarescas que amenizaban las veladas de los palacios. Ellos definen el semblante del hombre medieval y esbozan una galería de personajes del mundo rural. La gleba eleva los ojos al cielo e implora el perdón y la salvación a través de la Gloriosa Madre del Verbo.

 

La voz de los juglares cantaba todo aquello que atesoraba la memoria colectiva. A la sazón, la literatura desconocía el sesgo de libelo propagandístico publicitario con que se comporta hogaño (los libros sirven al mercado, apuntalan los valores publicitarios, velis nolis, de una forma explícita o sobreentendida entonan la palinodia del sistema capitalista) y se daba la mano con la música y la danza, el espectáculo y la religión, pro ese sello sagrado y onírico que tenía el rapsoda entre los celtas. Su voz recitadora llenaba las aulas de un perfume de sortilegios y letanías. El acto tenía una significación liturgia, de homenaje a los epónimos, recordatorio de su gesta. El hombre estaba vivo, no había sido engullido por la máquina ni estaba adscrito a una maquinaria densa y fungiforme de las masas irredentas controladas por los omnímodos poderes fácticos. Si algo tuvo grande el cristianismo es este sesgo redentor. Los cuerpos podrán estar encadenados pero el alma es libre.

 

Las gentes, aunque no supieran leer ni escribir, conservaban una gran retentiva. Las piezas se aprendían de memoria a falta de medios de comunicación visual interactiva, de traducción simultánea, de los boletines coincidiendo con las en punto de las señales horarias, de los suplementos dominicales y la cultura en fascículos que hacen del hombre del vigésimo primero un ser cumplidamente tan informado y enterado, aunque cada vez más confundido y dominador de todo menos  de sí mismo. Entonces, el personal hablaba y el léxico, una auténtica gala. Desconocían la batología rutinaria, la pobreza expresiva de un vocabulario en mengua, jerga de patrones usados, muletillas que acodan el raquítico estilo periodístico, monsergas propaladas hasta el delirio, y un volumen de palabras que no pasa del millar. Todas ellas  jerga coprológica, retruécanos anales o expresiones relacionadas con la coyunda común a todo mamífero. Lo hortera habita entre nosotros. No hay más diosa que la plebeyez; y su profeta es el amigo Freud, que ya va siendo hora de que el mundo lo active el instinto de supervivencia basado en dos únicas cosas, según el Arcipreste: jodienda y mantenencia. Olvidaos de vuestras cuitas, seres espirituales, almas delicadas, el mundo que viene aborrece de los selectos. Traigame el frasco de las sales anodinas, que aquí cuanto más bastos, mejor. La obsesión con el sexo os vuelve impotentes, pero no pasa nada, es la voluntad del supercofrade. Cultura urbana que no sabe diferenciar a un manzano de un roble, mientras que un campesino de Castilla un par de décadas atrás podría alardear de buen decir, en idioma de gala, pero sin calzarse el coturno, de hasta diez sinónimos por  sustantivo. De la riqueza sintáctica mejor no hablar; non meneallo pues surgirían agravios comparativos entre los palurdos de Delibes, el último canto del cisne de Castilla la gentil, poniéndolo a cotejo con la jerga que fluye por nuestro éter y por nuestras calles, o si analizamos el lenguaje pedestre y peleón de nuestros periodistas, de nuestros puntales de la comunicación, de nuestros políticos, tan retóricos como siempre, pero para los que la belleza oratoria ha dejado de ser una aspiración para convertirse en antigualla. Bossuet, Castelar no tienen émulos ya en el banco azul ni en los púlpitos. No se hace otra cosa que fusilar malamente la jeringonza del inglés Webster, porque las influencias no vienen de Oxford sino de California, de allá donde unos cuantos bucaneros judíos, supuestamente prófugos de las persecuciones del Tercer Reich, aprendieron la lengua de Shakespeare en régimen de curso acelerado. Aún se notan los germanismo de su locución y con ese inglés tomado prestado, aprendido que no nativo, van a sentar las costuras de la vieja Europa. Los tiempos de venganza no han hecho sino empezar.

 

En los parlamentos hoy se siguen insultando más y a lo burro, antes se sabía hacer más finamente.

Sin necesidad de prontuarios ni de grabadoras, la tinta y la pasta de piel de becerro costaban lo suyo y no se había inventado el bolígrafo, ni la imprenta, el recurso era confiar a la memoria todo lo que otros decían. El libro cuenta con cinco siglos de antiguada, la literatura tiene más de cincuenta. Esto está naciendo como aquel que dice, pero el hombre de las cavernas evolucionó a través de la comunicación oral. No podía haber inclinación libresca ni pedantería. Los cantares de gesta iban de un lado para otro con acompañamiento de rabeles, zanfoñas y vihuelas y los textos entonados en los corros de las plazas y de los patios de armas. Las gentes se familiarizaban con los héroes y heroínas del romancero vis a vis.

 

Pobres de solemnidad los escolares de las primeras catedrales, alma mater del saber europeo, aprendían sin libros. Los pocos que se veían en los tránsitos de Oxford o Alcalá estaban amarrados como loro en alcanda a una argolla que disuadía cualquier intento de robo. A falta de manuales de texto memorizaban las lecciones por una técnica llamada pensum, utilizada en los tirocinios jesuíticos hasta hace poco.

 

A Homero y a Virgilio los conocemos a través de los ciegos que iban recitando sus composiciones por toda la latinidad. La palabra era entonces algo de conjuro mágico, conservaba derechos adquiridos y poderío, una cadencia adjunta a la gran riqueza léxica y a la capacidad de matización que hoy ya han dejado de sernos familiares. Estamos hablando de una época de verdaderos titanes de la fala: el mundo de las sagas vikingas, de bardos celtas, galloferos trotamundos en la corte de reyes holgazanes, todo el mester de juglaría. La población analfabeta y ágrafa reconocía como una señal de prestigio y de poder al que sabía silabar una salmodia o explanar un pasaje de la Escritura. Un mal pendolista podría llegar a ser príncipe y cualquier mediano versificador era agasajado con derechos de pernada o se iba a la cama con la hijas del rey. Por eso los clérigos de aquel entonces - y los de ahora - tenían tanto éxito.

 

La gleba era ágrafa, no sabían hacer la o con un canuto, pero podían sopar con honda a las cultas latiniparlas a las que hogaño, como si hubiese regresado Celestina a sus dominios de Talavera, por las cámaras y micrófonos nacionales, que garlan y garlan, y ejercitan la sin hueso en la barra fija, calistenia de comidilla y murmuración que no encuentran fin. En aquellos tiempos era otra cosa. La gente sólo abría la boca cuando tenía algo importante que decir y las conversaciones resultaban inspiradísimas. Se conservaba gracias a ello un sentido de adscripción al grupo, la conciencia de pertenecer a la fratría. Eso da optimismo y genera una cierta solidez social. La angustia que crea el desarraigo de las aglomeraciones metropolitanas estaba por venir.

 

Con este raudal libérrimo conecta Francisco Villon, el último de los grandes trovadores provenzales. Era un iniciado en los saberes herméticos y un campeón del buen decir. se decía que la fe llegaba a través del oído (fides ex auditu), el más noble de los cinco sentidos y el postrero en morir. los agonizantes primero pierden la visión, luego, el olfato, les entra hormiguillo por las piernas y las manos, se les embota el pulpejo, el gusto desaparece, las pituitarias ya no disciernen los olores, pero el oído sigue ahí aun cuando el corazón haya cesado de latir. Algunos de los que regresaron del túnel refieren cómo escuchaban las conversaciones de aquellos que les amortajaban. Creyéndolo difunto seguía a la escucha. Y es que la palabra salva y vivifica ¿Qué tendrá la palabra para que en ella encontremos el primero de los vestigios de nuestra racionalidad diferenciadora? ¿Es la audición el sentido más relacionado con las potencias del alma?  De ser así, la edad media, donde el verbo registra una especie de apoteosis triunfal, fue el tiempo del alma de la humanidad. La estética de las sinfonías gregorianas y la arquitectura gótico-románica así lo avalan.

-Habla, señor, que tu siervo escucha.

Los metros de François Villon son una caja de resonancia de aquel ambiente de superdotados de elocuencia. En sus composiciones detectánse ecos de la magia de los rapsodas y de los predicadores multitudinarios, de un Francisco de Asís, un Savonarola, un Vicente Ferrer, un Bernardo de Claraval, así como de los polemistas ex cátedra o controversistas significados, maestros de Artes de la Sorbona, bachilleres en Teología por Oxford, dómines del Trivium y el Quadrivium por Salamanca. A veces parecen retumbar en los versos de Villon las deprecaciones platónicas y anti aristotélicas de Pedro Abelardo, que acabaron en un desgarrador grito de dolor animal. Le castraron al canónigo de Notre Dame los hermanos de su novia, mientras dormía y a ésta la encerraron en un convento de Paris.

 

Esa atmósfera de elevada tensión la captan los hemistiquios, dotados de un estilo conmovedor, a trechos sarcástico, hasta alcanzar un estadio álgido de livor escatológico. Al poeta le estremece la suerte del ser humano, abocado a la nada, que nace en medio de la casualidad, la mierda y el dolor y la desolación son sus pañales y es con las heces y con la sangre como lo amortajan. Se confiesa creyente pero la fe parece que le cuesta. Su preocupación es metafísica más que política o social aunque de rebote reflexione sobre el caótico panorama que han dejado en la Galia las guerras dinásticas con Inglaterra, que duraron cien años, de 1339 a 1353.

 

No hay que soslayar el hecho de que estuvo en capilla por lo menos en dos ocasiones. Ya convicto y confeso y cuando aguardaba ser ejecutado, ultima la redacción de su famoso “Testamento”. La proximidad del más allá incentiva su inspiración, confiesa sus culpas, desnuda su alma y hace un defroque o desenclavo de todos los efectos personales. Estos los lega entre sarcástico y pirrónico a sus amigos y parientes. Aparece una lista de personajes de la época, pasa revista a la actualidad. A unos les pune con acrimonia, a otros les exalta hasta el paroxismo. Se ve en la hora de la muerte quien fue su enemigo y quien lo trató con benevolencia. Algunas de las sentencias en forma de aforismo, apotegmas y retraheres, guardan un sentido oculto, porque el lenguaje de Villon a la vez que popular sabe también guardar las distancias, de manera que las frases se despachan impregnadas de un halo misterioso y críptico. No se  olvide que estamos ante uno de los grandes metafísicos de la Edad Media. En cabeza figura Guillermo Villon, el penitenciario de Notre Dame, sacerdote caritativo y tutor de expósito; el autor lo llama “padre verdadero” y hace la primera manda de agradecimiento.

 

A su amada Ither Marchant olvidando los agravios de su despecho le deja en heredad su corazón traspasado de olvido, la espada que llevó siempre y una mula roncera que, cualquiera fuese el camino, siempre tiraba hacia los abrevaderos de la Fuente de san Amado, lugar donde estaba ubicado desde su fundación en 1215 el Carmelo Calzado. El estilo donde se advierte gamas de matices, trufado de retruécanos y disgresiones cuando no equívocos, se mantiene orilla de un profundo océano alegórico que requiere por parte del lector contemporáneo esfuerzo para seguir el hilo de la narración y de las palabras de doble sentido. En conjunto, sin embargo, el idioma de Villon es rotundo, debelador, denso y cargado de modernidad porque proyecta el sufrimiento del alma humana de todos los tiempos. Se nota una cierta querencia hacia el misticismo iluminado. Es en aras de esta clarividencia de magnitudes proféticas que siente condolencia y piedad hacia las debilidades de la condición humana, impreca a las parcas o perora acerca del ser y de la nada en magnas perífrasis y antífrasis. Los poemas provocan una especie de trance etílico, corre por las venas del lector el flujo de una borrachera que no deja resaca.

 

Este aspecto dionisíaco es importante en el latir de la obra de este autor el cual reconoce “haberse bebido todas sus vergüenzas”. El vino es un demonio que a veces nos acerca a los dioses, responsable de la catarsis y del aborrecimiento del bebedor.  Rabelais, gran admirador de Villon y continuador de su obra, en “Pantagruel” fundaría la Abadía de san Theleme, donde se veneraba el Oracúlo de la Divina Botella, y cuya regla primera de la orden es hacer lo que a los frailes les de la gana con tan de un vivir dichoso. La cataplexia a la que conduce la ininterrumpida libación fuerza el ritmo con que se escancian los versos. A veces parece como si fuésemos cabalgando agarrados a las crines de un bridón a galope, que se pone de manos en la boca misma del precipicio, esquiva el obstáculo y acto seguido se entrega a un trotar reconfortante y plácido. Sabe conceder treguas al lector para que recupere el huelgo narrativo. Cada poema se convierte en una novela corta aunque sin pasar la marca de la lírica de los Minnesänger alemanes cantores del amor o de los trovadores cátaros. Eran trabajos para ser cantados con acompañamiento musical, tal como en la cuaderna vía con que nos halaga el Libro del Buen Amor, según la tradición del aedo helénico, que siempre se presenta en las justas poéticas con un arpa bajo el brazo.

 

Había que ser un maestro de la dicción y de la mímica para conseguir el interés del auditorio, mediante tretas del bufón o del “sot” patas de liebre  que aparecía en escena tocado con un gorro a colores verde y amarillo, volantines de malabarista y haciendo alarde de un cúmulo de recursos, pero el lenguaje que utiliza es un francés vivo, de la calle, que nada tiene con la retórica venidera. El renacimiento con su esplendor galante y refinado y luego el Barroco destruiría ese candor travieso que empapa los escritos de Chaucer, de Juan Ruiz, de Bocacho,  del Roman de La Rose. Nada de artificios ni sintaxis de rebotica. En los lais, baladas, estanzas, cruje la tristeza de las danzas de la muerte, el amor conquistado y en plenitud, nada de escarceos platónicos, o el sarcasmo de la burla. Los temas que trata tampoco son originales. Acude al procomún de la literatura clásica y de los saberes estudiados en las aulas humanísticas de Sorbona, pero los refunde y amaña con tanta originalidad y prosapia como pudiera haberlo ochenta años antes Juan Ruiz. Lo que pasa que la Castilla de los Trastámara era mucho más diáfana y rica que la Francia de Luis XI. Concejeramente, el tono ha de ser menos festivo y más elegíaco. Villon se distingue del Arcipreste porque en éste hay más desenfado, en aquél, más sarcasmo. En ambos casos la musicalidad es manifiesta, los motetes gregorianos de Villon se compaginan con las chanzonetas del Arcipreste y parece que al alimón cada uno desde su aventura temporal hacen burla de las demasías de una Iglesia corrupta y venal, el tráfico de indulgencias, los resabios demoníacos, las corruptelas de la sede de Pedro. Así se quejan de las felonías que cometen los pastores del rebaño. El obispo Aussigny observa un comportamiento análogo con el Cardenal de Albornoz. En el caso del español la sentencia fue más severa: trece años entre grilletes por cuestionar la norma del celibato ante la jerarquía. La verdad que a la luz de los anales al papado no hay por dónde cogerlo. Es una crónica continúa de daño tras daño, abusos sin correctivos. Qui custodiat custodes? El misionerismo y la prepotencia causaron estragos. Menos mal que hay clérigos alborozados que poniéndose el mundo por montera se atreven a denunciar los abusos del poderoso y a correr el gallo, aunque les toque también a ellos una parte de esa decapitación. Los dos al unísono, el díscolo preste alcalaíno y el novicio de la Sorbona festejaron damas, la suerte les sentó en el banquillo y acabaron amarrados en blanca, compartieron vivencias parecidas, los dos execran de la muerte en el mismo tono:

“Car a la mort tout s´assouvit”

Ello no es óbice para que la fe se mantenga firme en uno y otro, se santiguan cada dos por tres y comienzan sus retahílas con invocaciones trinitarias. Tanto Villon como Juan Ruiz celebran a la Gloriosa con versos eximios. Muy fuerte ha de ser la fe para no vacilar porque la esperanza de la resurrección entra en conflicto con el dictamen de la experiencia y lo que ven los ojos.

“Vivre aux humains est incertain/ et après la mort n´y a de relais”

La muerte hace correr el turno, el dolor sopla sus rachas, no hay treguas ni se concede cuartel en esta lucha. Tremendo es el precio que hay que pagar, mejor, no haber nacido; además, nadie regresó a contarnos qué hay detrás de la otra orilla. Procede entonces vivir sin pensar demasiado y pasarselo lo mejor posible. Villon es un vitalista que asume una actitud irreflexiva y resignada, se quejará pero no ultrajará a la vida como lo harían después Voltaire y Rousseau a los que el racionalismo les cerró los ojos. Ha apurado toda su honra en los jarros y jícaras de las tabernas de París. Su vida es un constante discurrir de sobresaltos y persecuciones pero no asume actitudes vicarias, su carácter nada tiene de tartufo. El elán vital oscila entre el arrepentimiento y la caída. Sus misereres tienen ese acento patético del canto de la sibila medieval. A veces su desolación es comparable a la de Job. Su cansancio revela una corriente existencialista. Adelantándose a Sartre, preconiza la existencia sobre la esencia y define a libertad no como una elección entre dos alternativas sino la condición misma del ser consciente que mediante esa capacidad de elección vuelve al ser, evoluciona y se realiza. Hay indicios de que está más próximo a los principios de la moral de situación del subconsciente ante la verdad tornadiza y que bascula a un lado o a otro a compás con un mundo en desarrollo que de los principios de un dogma inmutable. Por otra parte, en él encontramos al primer bohemio que se mofa de las peregrinaciones y del culto a las reliquias, adorador del grial eucarístico que expenden en los zaquizamíes, con ciertos parpadeos de un surrealismo precoz. Villon es un flautista, nada de torres de marfil ni compadrazgos. Hay que correr la sortija de Paris a Tours, de Burdeos a Orleans, sin hurtar el cuerpo a los navajazos ni el nombre a los horrores de la infamia, sumirse en la marea de la existencia, vivir con la soga al cuello entre dormir entre budiones y gorrones, chinches, moscas, y sanguijuelas, compartiendo techo con las mozas de partido, los desharrapados y malandrines del viejo camino real. Su escritura consigue un atabe para purgar la cañería, hace un registro de la gran cloaca, aunque no consiga relatar lo que presencia con la impavidez circunspecta de un Zola o de un Flaubert. Es cualidad de todo genio adelantarse a su tiempo. A veces la buena literatura se confunde con un descenso a los infiernos. El poeta comparte la tarea con el sacerdote que oficia un rito ancestral y con el chamán que lee los horóscopos o el sanador que hunde el dedo en la herida haciendo saltar la amarga ponzoña de la existencia humana. Lo importante es la garra lumínica de la tradición oral, pomo de las esencias que se vierte, a veces lirio sonoro que se deposita, un manojo de reflexiones al caer la tarde, cantos de vísperas que esparcen una melopea armoniosa sobre los trigos de la campiña. La voz de Villon hunde sus raíces en pasajes y perícopes de los sinópticos. La piedra al sumergirse en el estanque auditivo deja un rastro de alas cansadas que vuelan al infinito. Algo nos irradia. La poesía de Villon recuerda la estructura de un vaso sagrado que utiliza el santo beodo en sus libaciones. Se escancia vino amargo pero también malvasía. En él su autor bebe, vive y reza, pasa dejando una estela de salmos laicos. El zurrado por la adversidad y la incomprensión de sus semejantes convierte los versos en oración:

“Dieu, enveille ouir mon clameur”

Estamos ante un místico que vive la noche de su fe, llagado, cubierto de postemas, pero en medio del marasmo dando testimonio de su búsqueda, sufriendo con paciencia los embates de la crucifixión. Él es un producto de la erudición clásica, un temperamento muy francés, pero un poeta como éste no se podría generar en otra cultura que no fuese el cristianismo. Hijo de su siglo, asistía a los últimos arreboles del entrelubricán escolástico. La Edad Media tocaba a su fin.

Los ataques a la clerecía en todos los escritores cupulares que comparten trono en los cuatro grandes idiomas europeos son muy afilados. Ponen en la picota su lujuria, el apego a la riqueza, el “auri sacra fames” de los antiguos, las conductas deplorables y farisaicas de los curas y de las monjas. El cuadro que pintan no es amable: una iglesia simoníaca, metida de lleno en la política, los monasterios relajados.

 

Pero también cantan todos ellos al amor, fuerza perenne de la existencia, expresión del Xto vivo, y una señal de que el cristianismo guarda el secreto de la verdad y es fuerza perenne, pese a los malos ejemplos. Villon pinta con ternura el retrato de su adorada en la “Ballade du temps jadis”, poema de corte manriqueño que gira en torno al “ubi sunt” horaciano. ¿Dónde están todos ellos, en qué acabó todo, dónde están las nieves de antaño?, se pregunta el poeta, para, al cabo, prorrumpir en una larga queja contra la muerte niveladora, “pallida mors aequo pulsat pede pauperorum tabernas regnumque turres”, según el improperio contra ella del Mantuano, y la acusa de haberse llevado a Eloísa en la flor de la edad y a su amante Abelardo, aquel brillante canónigo de San Dionisio de París, al que por amar a la bella Eloísa castraron los cuñados; se interroga por el paradero de Blanca de Castilla, la esposa de san Luis (1.118-1.252), “hermosa como el lis, que cantaba con voz de sirena”. ¿Qué se hizo de tanto frenesí ? ¿Dónde está ahora Juana de arco?

“Et Jeanne, la bonne Lorraine / qu' anglais brulerent a Rouenne / oú sont ils, oh Vierge souverainne/ mais oú sont ils les nèiges du temps jadis?”

Por los pareados desfilan a continuación el papa Calixto, Alfonso de Aragón, el rey Arturo y Carlomagno, Lancelot del Lago y el Delfín de auvernia, el conde de Alençon. Algunos ciñeron tiaras y mitras, coronas, fueron concebidos en vientres de reinas y consiguieron la fama y el poder. Hoy ya dellos nadie se acuerda. El mundo no es más que una estentórea carcajada. A todos, pobres y ricos, diadocos y emperadores, la púrpura y el arambel se darán cita en la triste fosa. A todos ellos les envuelve el refrán de “ou sont les neiges de jadis”.

La vieja cortesana añora sus encantos de juventud ante el espejo, pasa revista al ayer preterido y se le vienen a las mientes todos aquellos que le gozaron y hace un repaso de los rostros de sus amantes: un cura, un escribano, un obispo, mercaderes, prebostes, insignes magistrados a cambio de un poco de oro. El amor sólo pasa una vez. Después se vuelve mercenario. Con lágrimas en los ojos la vieja marchita se acuerda de aquel hombre al que quiso y por el que sería más tarde abandonada. ¡Desengaño fatídico! Primero fui venternera loca del placer por uno que me gustó y luego por dar gusto a todos me convertí en ventanera de la profesión. La celestina de Villon se parece poco a la dicharachera comadre de Fernando Rojas, pero la sensualidad es parecida. Ella también se ve vieja e inservible para el trato torpe, los pechos resecos, el vientre caído, los brazos tiernos de ayer, hechos solamente para los amorosos lazos, hoy le caen péndulos, ya carecen de fuerza, la crija en barbecho, las nalgas, antes tiernas y ahora flácidas, y el pequeño jardín del monte de Venus antes rojizo y lozano, ahora cubierto de hebras de ceniza, un cornijal baldío. Hay en la descripción un perfecto conocimiento y hasta un regodeo con la anatomía de la femenina, sin echar mano del embozo ni del eufemismo. Los años pasaron implacables estampando sobre la carne lozana el sello de la vejez antesala de la muerte, que ante tanto estrago sigue la ex bella añorando sus afeites y donaires, aquellas ancas anchetas, los puntiagudos y prietos senos y aquella vagina (sardinet) dotada de labros retráctiles para no dejar escapar a lo que más quería, los muslos en sintonía con lo demás, por ser mujer de buenas partes, y aquel culo respingón para la navegación viento en popa; las caderas se han caído y aparecen moteadas sospechosamente.  Fue así como la beldad se transforma en sota. La que antes moraba en los palacios se esconde en un ínfimo tabuco donde permanece arrebujada en su chal junto a un fuego de hebras de cáñamo, símbolo de la muerte que se peina sentada en las riberas del Leteo, su melena de esparto. Hijas de la vida y del amor, contemplad el destino que os aguarda, sacerdotisas de Afrodita, la vida pasa pronto, gozad de ella lo que os cumpla. Villon aconseja a todas las doncellas que no pierdan ripio y que se diviertan, que no se conformen con un hombre ni con dos. Pero está hablando con sarcasmo pues refiere que locos amores vuelven a los hombres bestias. Por una mujer perdió Sansón sus fuerzas y David de Dios ganó malquerencia, una gaita y una mujer destronaron a Orfeo. A causa de ellas el cancerbero anduvo a cuatro gatas y Narciso en un pozo hondo se ahogó, Amon forzó a Támara, una mujer hizo borracho a Lot. No hay fuerza igual cuando en el corazón del hombre se entromete. saltó por los aires la devanadera Herodías y rodó por los suelos la cabeza del precursor. “Y a mí, François Villon - confiesa- me urdieron a una viga de molar para moler el trigo en más de una ocasión por una bella cuyo nombre me resulta más dulce que la miel, Catalina de Vancelles, aunque sea amargo el recuerdo”. El tropo del cura al que unos salteadores mandaron moler unciéndole a la rueda cuando le hallaron en coyunda con la molinera en la Noche de san Andrés se repite con frecuencia en la narrativa de tradición oral. Parece ser que Villon lo aprovecha y no le importa atribuírselo a sí mismo. Los recuerdos agridulce se repiten mientras pasa revista a todas las historias de amor, del que tuvo su lote asignado, como todos los hombres.

 

Sin embargo, la harina es ya sólo ceniza. La muerte, he aquí la moraleja, venga los desdenes del amante despechado. Al obispo que lo aherrojó nunca lo perdone y formula el deseo de que se pudra en los infiernos el tal Teobaldo de Aussigny, que pruebe de su misma medicina y conozca lo que son las mazmorras, el tormento de la gota en la cabeza, el ecúleo y los garfios y como mínimo le desea al inicuo prelado algunos de los malos tragos por los que él pasó.

 

Pero Paris bien vale un misa y de la panza sale la danza -son frases suyas-. Bebamos y que en salud nos tenga la Santa Trinidad y bajen de los cielos los nueve coros para acogernos bajo el ala de su protección. Tiene palabras tiernas para su padre biólogica y para la madre de cuyo vientre brotó y hace la consideración de dejar su cuerpo a la tierra de la que nació. Otorga albacea de sus versos, triste afán, que ecos serán de lo que en este mundo un hombre ha padecido. Al sepulcro torna desnudo como en la cuna. Quiere que sus libros, preciado tesoro, se los quede su amigo Guy Tabarie, así como sus cuadernos manuscritos que esconde en un cajón debajo de una mesa (le indica el lugar).

 

Y en medio del lodo, la perla. Después de estos consejos a las mozas de París, tan poco edificantes y sus transigencias con los placeres mundanos que pondera, surge la voz dolorida del reo humillado y escarnecido invocando la compasión y el perdón de la Mujer Fuerte, fuera de toda mácula y escarnio. La genealogía o árbol de costados de Villon se incardina en esa bendita devoción de las gentes de los siglos medios por la Señora, que hay que retrotraerla a las composiciones caballerescas de Jean de Meung en el “Roman de la Rose”, del puy romántico y cofrade de las asociaciones creadas para honrar y servir a la Virgen, espejo de virtudes donde se miran cumplidamente todas las damas. El influjo cátaro de los que buscan la pureza se hace perceptible en esta balada a Notre Dame, uno de los más bellas loas que se conocen del sentir medieval. La implora como “regente, eterna, emperatriz, triunfadora de las fuerzas del averno y depositaria de la fe en que vivió y desea morir.  Pondera su casi omnipotencia por haber conseguido deshacer el pacto del hombre con el demonio y le ruega, detalle galante, que tenga a buen recaudo el alma de su amada que yace en san Saturnino de Saucemes, para, a renglón continuo, cambiar el tono solemne por el jocos, y encomendar a “una damisela de nariz torcida, que en la tierra conoció y espera encontrar en el paraíso, la muy puta. Hasta rezando le brota a Villon el genio por las orejas, a medida que van saliendo de su plectro sonoro chispazos de frases felices. Errante, se queja de su mala suerte:

“Trotter m´en faut en fuisse et deshonneur”

en su planto se queja de la traición de una mala amiga, falsa belleza, cuyo goce siempre cuesta caro, era mujer dulce y taimada al mismo tiempo, un amor duro, martillo y yunque de sus tristezas. Pero llegará un día en que la balanza de los años- tempus edax rerum-, basculandolo todos con sus sistema de pesas y medidas implacables, pondrá el contrapunto, nivelará las cosas con su fiel implacable “yo seré viejo y tu fea y sin color, en llanto se convertirán tus carcajadas”. La amada beberá el cáliz del desengaño mientras sus dedos, ya marchitos y tumefactos, acaricien las cuerdas del laúd para tocar el “De profundis”. Le queda otros amores en el tintero “cuyo nombre no pronuncio porque el recuerdo de su rostro me punza los tuétanos a cada hora”. Prorrumpe entonces en un apóstrofe patético contra la muerte.  Es una de las reflexiones funerales más profundas que hayan podido salir de labios humanos. “Eramos dos y un solo corazón teníamos; la muerte nos separó. Desde su partida me habita su memoria, mirad cómo soy un cadáver ambulante”. Ahora habla en serio, nada tiene que ver este Villon patético con el bufón ristolero de otras ocasiones, cuando golpea los compases de su danza macabra. No olvidemos que este su legado, el defroque de un poeta pobre y encarcelado, que está diciendo adiós a la luz del día. Le había tocado vivir tiempos apocalípticos. Las guerras habían diezmado castillos, villa y lugares y a causa de las epidemias por todos los caminos se acollaban montones de cadáveres, lo que no es obstáculo para esa sed de vida, el desenfado y el amor profundo a la naturaleza. Alterna la tina de maceración con el horno de las carcajadas. Así pensaban sus coetáneos y así lo hace constar en sus versos.

 

Al hincar hondo sus afilados caninos de moralizador sobre el entorno que le rodea hizo presa certera. Ridiculiza a aquel París poblado por escolantes que se divertían iniciándose en una falsa ciencia, por hidalgos de gotera, mujeres de la vida, prebostes cornudos y magistrados corruptos. Pero sobre todo afila sus críticas contra la Iglesia. El falso misticismo le subleva. Para Villon el cuerpo y el alma constituyen partes de un todo hasta tal punto que la santidad puede ser consorte de la bacanal. Esto es muy medieval: el espíritu está pronto, la carne, flaca; el hombre ora y peca. Se refiere a las orgías de los frailes y monjas iluminados de un conventículo, el de los Thulipin, que se hicieron famosos a raíz de la reforma franciscana, y que al final formaron secta. Siguiendo las enseñanzas evangélicas sobre el despego a los bienes seculares y a las prédicas del Santo de Asís acerca de los desposorios con la Hermana Pobreza, vagaban desnudos concejeramente desnudos. A sus misas  asistía mucha gente.  Terminaban en porno duro. El amor era para ellos ultima ratio.

 

Tampoco podían faltar en esta acerada crítica a los desmanes del clero las alusiones a los curas borrachos. Como aquel abate Clochart al que observa temulento y de andares vacilantes camino de coro a cantar vísperas. A él le dedica un bello epitafio. Esculpe los bajorrelieves de la vida parisina con cuadros costumbristas en los que se percibe a veces el trazo del delicado pincel y otras el brochazo de sal gorda. El zócalo que talla en esta visión de conjunto conserva la frescura del primer día. Los personajes que retrata parece que se mueven todavía por los aledaños de Pont Neuf. Todos ellos se expresan con el mismo despejo con que lo hacen las serranas del Arcipreste o los peregrinos de Chaucer, estos últimos no han perdido aún el acento cockney. Triquiñuelas de pícaro, besos y caricias a tanto por barba, garsinas y hurtos, que denotan la experiencia del hampa que tuvo su autor, cruzan las páginas. Los niños abandonados debieron de ser plaga, por lo que tuvieron que quedar abiertos en la capital tres hospicios. Su humor tiene también aires de expósito, utiliza un argot incisivo, aún reconocible en la germanía de los bajos fondos que son la elocuencia del francés de Montmartre y de Pigalle, jerga de la banlieu y de los burdeles, de los calabozos y del “trottoir”, un trallazo de espontaneidad en pleno rostros que nos recuerdan al viejo coquard de maneras peregrinas que fue Villon.

Ítem más, prosigue la donación de los efectos personales de su Testamento, y deja a los frailes mendicantes, a devotas y beguinas una buena sopa jacobina “para  después, tras las cortinas, hablar de contemplación”. Hay una alusión a las consecuencias de tales reuniones de camaradería espiritual. Quedaban preñadas las monjas de estos conventos y nacían niños de padre no reconocido. “No haya hijos enechados de padres putativos que a los que procreó les done Dios su galardón”. Una visión de abusos deshonestos en círculos consagrados que son tema de actualidad hoy. El estupro y la violación siguen siendo males endémicos en las diócesis africanas Ver los periódicos del día de la fecha, 23 de marzo de 2001 en la que escribo con las declaraciones de Navarro Valls, portavoz del Vaticano sobre la materia. El pulsar temas inherentes a la condición es una de las peculiaridades del escritor genial. Los problemas del celibato en el rito romano son más serios de lo que parece. Se le plantean a la Iglesia del siglo XXI como también se le plantearon a la del medievo. ¿No sería necesario un reconocimiento de mea culpa? También los hay, almas perdidas, que han convertido el cristianismo en un problema de bragueta; y eso tampoco es. Chataubriand, el envés de la moneda de ese descoco tan francés, ya advirtió que ninguna otra religión hizo tanto por la dignificación de la persona, la libertad, el arte y la literatura. Vaya lo uno por lo otro. La irreligiosidad impía siempre ha batido el muro por su flanco más débil, el de la carne humana vaciada en el molde del pecado y la flaqueza, el mal ejemplo de los pastores de la grey.  El estigma puede ser la clave para entender el misterio de que, a pesar de los cismas y herejías, los prelados indignos, la Barca de Tiberiades no haya dado de través, por más que parezca que a veces navega sin rumbo viento en popa hacia los escollos.

 

A medida que avanza el poema se va convirtiendo en una gran morality con resabios de danza macabra. Pasa revista a los hombres provectos, barrigudos, avinagrados y sin simiente que añoran el tiempo que pasó. Lucha generacional, la descolocación moral e intelectual que tantos padecemos. Su delito es no atenerse a la máxima del “tempori parendum” (acomodo a los tiempos) del clásico. “Y por culpa de una puerta yo perdí una huerta y diez halcones”, dice. “Y hubo una mujer que me puso en traza de caminante”. Catorce puds de vino pellejero le quedó a deber a un mercader de Saint Denis. “No se los pago. Así pierda la razón y me atragante”. Sin embargo, con su visión profética, no deja de lamentarse por las muchas casas que se pierden por el vino. Así el pobre Clotart, a causa de su afición al tinto, se bebió su colación de Notre Dame, murió prematuramente.  Cien sueldas dejó éste de su beneficio a un tal Clotart. Pero el viento hace la pluma, no es cosa de lamentarse. Unos vienen y otros van. Unos bajan y otros suben.

 

Menos convincentes parecen sus conocimientos alquimistas, aunque no es improbable que también practicara la quiromancia, pues, como no podía faltar en cualquier centón medieval, mienta a la piedra rejalgar, el oropimienta, y el oro obrizo con que se fabrica la piedra filosofal. Al erebo se vayan todos los magos.

 

Al amor de un brasero sentado en un sillón de pluma flojel bebía hipocrás (vino con miel) un afincado del buen pasar y socio de la buena vida. A su vera estaba Sidonia. Ambos cantaban y reían, jugaban a las cartas, tocaban el arpa, y, cuando cansaban, se hundían en los brazos del amor, “que yo les espié por el cancel haciendo marranadas y supe entonces que no hay cosa mejor en esta vida que retozar hombre y mujer a cualquier hora del día bajo el agavanzo o detrás del rosal”. Es la sátira de Frank Gautier en la que ridiculiza la norma de la apartada vida que preconizara Horacio en su “Beatus Ille”. Pero Villon pone de manifiesto las contradicciones en esta huida del mundo y las enseñanzas de Jesús. También escarnece el relajamiento de la vida monástica. Es el tema eterno. El abad come de lo que canta y mi olla, mi misa y mi María Luisa. Aquí lo mejor es hacer lo que uno le dé la gana. “El “Panurge” de Rabelais, protagonista de “Pantagruel” y, que según la crítica, está inspirado en Villon, va a dar la misma tasa. Ambos autores inician la corriente anticlerical que va a desembocar en la pluma mojada en ira del inclemente Voltaire, epítome de ese descreimiento, rezumando el veneno de una irreligiosidad inveterada,  tan francés. Francia es la génesis de la Iglesia romana, al tender el puente bisagra entre los cultos sincretistas a los dioscuros bárbaros o las creencias gimnosofista con una religión que tuvo al crecal hebreo como árbol padre pero que dejó de ser totalmente judía. Se alcanzó la síntesis entre la paganía y la soteriología mesiánica. El genio francés siempre se decantó hacia la síntesis. Por eso Francia fue de antiguo la hija predilecta de la Iglesia romana. A veces se ha comportado, sin embargo, como la suegra respondona. 

 

Malos ejemplos, escándalos, miserias. De poco sirve que madame Bruyères vaya predicando por las esquinas de Saint Denis predicando la vuelta a la pobreza con una biblia en la mano intimando a las mujeres descarriadas la necesidad de la conversación a Jesucristo. Ellas le respondían:

-Andad, que ya estamos perdidas. No queremos que nos encierren en un convento para solazar a los frailes carnívoros. Dejanos en paz, vieja bruja. Somos mujeres decentes, aunque nos llamen de la vida. A otra parte con tus sermones contra la salacidad. Que primero se conviertan ellos, que adquieran buenas costumbres, empezando por el papa y los cardenales.

 

Pese a las exhortaciones a la morigeración, a la continencia y una vida austera, Paris siempre tuvo esa tradición de ciudad alegre y confiada, punto de recalada de la buena meretriz. Tenían por costumbre batir la calzada en las dehesas pasado el Sena; las tapias del cementerio de San Medardo eran su lugar de trabajo favorito. Precisamente allí al correr de dos siglos un diácono jansenista haría milagros. Decían que levitaba, que resucitaba a los muertos, que curaba las enfermedades, que adivinaba el porvenir.  Todo resultó obra del maligno, pero París es desde entonces la Meca de las ciencias ocultas y del esoterismo, polo de atracción de saludadores, videntes, astrólogos, ensalmadoras, etc. El osario de San Medardo pilla cerca de las aulas de Sorbona, que comandó desde un principio no sólo la enseñanza de las artes liberales sino los saberes herméticos, que tuvieron, como dan los autores por sabido, orígen en la Orden de los Templarios.

 

Es la metropoli de la ciencia del amor y en el ámbito de la prostitución el rompeolas de la vida alegre. En sus burgos se fundaron los primeros hospitales de venéreo, los primeros hospicios y los centros de arrecogidas. Venían de los más remotos lugares de la tierra. A todas ellas las cantó Villon en sus versos: españolas, catalanas, valencianas, flamencas, griegas, turcas, romanas, piamontesas, borgoñonas, irlandesas, inglesas, alemanas, saboyanas, sicilianas, griegas, bretonas, húngaras, danesas, de la Lorena y del País de Oc.

 

El chancro del fementido mal gálico tuvo a la Ciudad Luz como centro de contagio, porque de París partían todos los caminos, incluso el jacobeo, y, para putas por buenas que las haya en Roma, las mejores, las de París. Ya que no hay mal que por bien no venga, la atención a los apestados sentó las bases del encauzamiento de la Medicina práctica. Es para atajar la epidemia que se abren los primeros lazaretos; asimismo, las casas cuna para niños abandonados. La demografía cubría los efectos desastrosos de las guerras de los Plantagenet y los Anjou merced a estos nacimientos sin pasar por la vicaría. Pero no extrapolemos tampoco las cosas.

 

De modo que para yacer y holgar, París y también para sanar de las pegadizas miserias. Esto es lo que han creído al menos los ingleses que inventaron nada menos que el preservativo  acorazado, en precaución contra el azote gálico, cuando pasaban el Canal en son de merodeo amoroso, y lo bautizaron con el nombre de “French letter” (carta francesa). A contramano, los francés llamaron de siempre al cordón “lettre anglaise” (carta francesa). Un epíteto y un antítodo cabe en la figura. Y donde las dan las toman.

 

Las monjas dominicas de san Jacobo tenían la piadosa costumbre de abrir las puertas de su monasterio a las muchachas vagabundos y a sus hijos fornecinos, pero, atención, no todo era caridad en esta práctica, sobre todo cuando frailes licenciosos se injerían y hacían valer sus derechos de pernadas. Andaba en lenguas que este centro conectaba por pasadizos subterráneos con dos conventos de la Regla de san Bruno y la de san Celestino. Los cartujos, monjes blancos y los celestinos de hábito negro, a veces haciendo caso omiso del edificante ejemplo de san Antonio, que superó este tipo de acosos, caían en la fragilidad de la carne, máxime, cuando la tenían tan cerca, al cabo de un túnel de pocos metros. So capa de patronazgo espiritual y de llevar al camino recto a las pobres inclusas a veces se descarriaban ellos. Cuando parían arrojaban el fruto de sus amores al Sena o eran obligadas a abortar, ya fuesen beguinas, ya monjas espesas. ¡Ay si hablaran las aguas de este gran río de París!

 

Lo malo es que el monasterio de san Jacobo era el primer jalón de salida de las peregrinaciones a Compostela en la Francia medieval.

 

Viene a la conclusión el autor de la “Balada de los Ahorcados” y del “Testamento” que la vida misma semeja como a una gran mancebía, de la cual pocos escapan. La soga del vicio tira del cuello del hombre hasta las aguas del pozo de los bajos fondos; así con un pie ya en el estribo pasa revista a los momentos de disipación, al tiempo perdido en devaneos, a sus estragos de crápula. Aquí sus versículos alcanzan un alto grado de sinceridad y de emoción.

 

Es la melancolía humana puesta a trabajar y darle vueltas a la cabeza, la tristura postcoital de la que hablan los psicólogos, pues la búsqueda del placer no depara la dicha, a decir de los moralistas:

Je suis paillard, la paillar me suite/Ordure aimons, ordure nos suite/ nous defuillons honneur, il nous defuite./ En ces bordeux oú tenons notre état.

 

A gente menuda, pequeña moneda. A los bulderos, nunca. Sin solución de continuidad cambia el tono y el tema, en la mejor tradición de los compositores del “sermon joyeux” de los provenzales, parodia de las homilías, que tuvo tan alta raigambre en la literatura cristiana y que recorre todos los cromos del espectro hasta llegar a bien entrado el Barroco. En España el “Fray Gerundio” del P. Isla es un ejemplo. Tunde las costillas de los simoníacos y de aquellos predicadores especialistas en la recaudación de dineros para obras pías - equivalentes a las o.n.g. del momento que encubren tan turbios manejos- y que iban a parar a bolsillos poco escrupulosos. Por tales calendas Sixto IV estaba embargado en la campaña de reconstrucción de la Basílica de Letrán, sobre la cual el Vaticano afianzaría sus cimientos. Con la limosna de los fieles fue erigida la Capilla Sixtina. ¿Arquitectura simpar a cambio de los fondos reservados? Los papas también recursos sutiles y poderosos para meter mano al cajón con bulas a cambio del dinero de la corbona. Villon protesta ante el escándalo de las indulgencias que permitían comprar el paraíso a trueque de unas pocas monedas. El vidrioso asunto de comprar salvación centra también la línea melódica del “Pardoner´s Tale” chauceriano y es el tema aquí de la “Balada de la Buena Doctrina” librada en traza alegórica: los lobos de Gargantua apacientan la candidez del rebaño místico. Bien es cierto que balan un poco pero sólo saben decir be. También los ruiseñores acaban en la olla. Paz por territorios, el oro y el moro por la vida eterna. Él no se muerde la lengua. A los curas y a los frailes les tacha de monederos falsos. Ojalá ardáis todos en la flama eterna, por falsos, perjuros, ladrones de nuestra fe. ¿Adónde van a parar el fruto de vuestra rapiña? A la cantina y a la burdel. ¿Y de lo que te dí? Con putas y rufianes me lo comí. Invoca para estos farsantes el castigo de Sodoma y Gomorra.

“Tout aux tavernes e aux filles”, reza el refrán de la última estanza.

 

El tono chancero de “sermón alborozado” o chanza parenética del principio se convierte en fúnebre lamento cuando hace manda de sus quevedos leguleyos al hospital de ciegos de Paris en la confianza de que este efecto personal les sirva de algún provecho, porque aquí los invidentes columbran la verdad mejor que los que alardean de buena visión y recuerda el pasaje evangélico de que los cojos andarán algún día y que el ciego que nada ve recupera esta facultad. Su visita al cementerio de la Ile de la Cité es uno de los pasajes lastimeros.  Ve una danza macabra en el osario. Calaveras y tibias se han puesto de pie para marcarse una pavana. Se oye el estridor, mediante la onomatopeya, de los esqueletos. Miradas macabras, cantos tenebrosos, y un avanzar en procesión penitencial de la estantigua. Caronte aguarda. San Miguel afila sus armas y se dispone a hacer funcionar la romana en que serán pesadas las almas. Al fondo, el movimiento espectral de las olas del profundo lago. Allí la virtud será recompensada y el vicio castigado. Los pecados infinitos hacen inclinarse del lado izquierdo las pesas de la báscula.

 

Los esclavos de Satán oirán el sortilegio de los réprobos: id malditos. Mientras, la hueste de la derecha comenzará un canto de alabanza que durará la eternidad. Serán conducidos al cielo mientras los préditos se hundirán en los abismos del tártago infernal. Ya los diablos les acogen. Vanidad de las cosas del mundo, fugacidad del placer, inanidad de las riquezas; eso es todo. El dalle de la muerte cortará a todos por un único rasero. Entonces sólo valdrán las buenas obras. En las vueltas de peonza del rodillo igualitario se confundirá el rico y el menesteroso. A todos aguarda el mismo fin. Es la democracia sin más hasta sus últimas consecuencias.

 

Que fue clérigo y que estuvo ordenado de menores lo demuestra la copla 172 en la lega su beneficio de simple tonsura con facultad para decir misas secas, que no llevan mucho aparato ni preparación intelectual, a un tal Chappelain, sobre el que resigna su curato, pero no le da facultad para que uso de cura de almas -otro nuevo retruecanos- ya que él sólo tuvo por costumbre “confesar únicamente a azafatas y damas camareras”. De paso le dice a Juan de Calais, que heredará sus versos que podrá castigar el texto, cortar, podar, añadir, pulir a su placer. Debía de ser una costumbre juglaresca porque Juan Ruiz dice lo mismo de sus cantigas. No le importan demasiado los derechos de autor. El mester de juglaría siempre será patrimonio del pueblo.

 

Pedirá descansar en Santa Avoie (el cementerio del mosto), la casa postrera de vagabundos y borrachos, pero que antes se le haga un retrato de cuerpo entero, las dimensiones no le preocupan. Quiere que la memoria sea: “aquí descansa un retozón” con el siguiente epitafio:

“Descanso eterno dale a él, señor/ y claridad perpetua/ aunque no valiera lo que un plato y escudilla ni brizna de perejil/ Le desplumaron bien, jefe, en esta vida perra/ igual que a oveja lo esquilaron/ Rigor extremo lo envió al exilio/ le cutieron bien del culo la piel/ a pesar de haber dicho que apela./ No hay palabra más sutil/ Mas descanso eterno dale a él.”

Proditor descubridor del secreto delator

Serve nequam siervo malo

Los halagos del mundo

Expletus es mundus oblitamentis halagos caricias

Oblectamentum halagos caricias

Teurgia magia blanca diablos copuladores maleficio del  poder genetico olibano incienso

 Dablos leviatan los cdelos belfagar la pereza Belcebú la gula satanás la ira Moloch asmodeo la lujuria mamón avaricia lucifer soberbia los siete pecados capitales encarnados en los siete diablo que se corresponde con jabalí cerdo asno cuervo macho cabrío mono basilisco ñass monjas de san placido y las mesalinas de londres. Santa casilda convirtió los panes en rosas hija de almamun de toledo la labra esta un poco gastada sepulcro de  doña urraca sarcófago de poza de la sal santa tgrigilidia en su claustro sepulcro de sancho el fuerte que echó a los moros de castilla sancho el de los buenos fueros las mujeres senamoraron de sus manos hermosísimas. Novelesca vida de sancho gardía en su vida ocurre la leyendad de los siete infantes de larta la bella peregrina argentea el conde de las bellas manos murió en cordoba prisionero de Almanzor después de la batalla de san esteban de gormaz paño borde o paño judio  asperón  paralogismo una argumentación falsa hecha de buena fe no pongas el carro delante de los bueyes san bernardino de siena estudiante atleta turpiloquios o conversaciones llenas de sexo. El trupiloquio de c celestina y de la lozana andaluza quien razona no blasfema y quien blasfema no razona. No estamos en la época de las certezas ahora todo es opinable investidos por el viento de profecía o profetismo walter scott nostalgia de lo limpio

 

 

IVAN EL TERRIBLE era un caballero templario

Mazo almadena el que utilizan para cortar la piedra. El metropolita Josafat y sus consejos a ivan el terible soy un porocrito anatemático vivo en el anónimo poliantea colecció o florilegio de distintas clases

Poliorexia hambre excesiva

Aplestia apetito insaciable

Volar como el ánima del sastre hacer de las barras doblones estalaje establo

Taras bulba los polacos eran todos judios mirad que buenas mozas os traigo

 

Que Dios le coja confesado. Suplica a Dios una hora corta y al verdugo maña certera, limpieza y rapidez para que en la toza no le haga padecer. Estaba en todo, a lo que se ve, hasta el punto de ponderar quien puede ser su mejor esbirro. Cita al respecto los nombres de Martin Bellefaye, al señor de Colombel. En caso de que estos dos se excusasen, da la comisión al maestro Jacques James o al propio Philip Brunel, que, aunque brutales, son todos ellos temerosos de “Dieu, Notre Seigneur”. Ningún rencor los guarda. A todos los quiere bien y que el cura que le asista en los últimos momentos sea Thomas Tricot, que oficiaba en la diócesis de Meaux, compañero de  fatigas y de aula y que mucho bebió a su costa, y que por lo visto era un buen echador de cartas. por último que se encargue de los blandones y el sudario a Guillermo de Rue, su compadre y que era experto en vinos. Yo les doy a todos las gracias que se va acabando este loco frenesí. A los cartujos y celestinos, a los mendicantes y a las devotas, a los que viven de gorra y a los claque patines ( los de la clac teatral), a las chiques pizpiretas, a las que llevan la justa corta (picos partos) y a los cuidadores del amor transidos y a los que sin dolor calzan las botas gualdas (cornudos). A todos les digo “merci”. A las púberes muchachitas que muestran sus teticas, muy hospitalarias ellas de por sí. A los ladrones y camorristas, a los bateleros del Sena, tocados de su marmota. A los locos y a las locas. A los zotes y a las sotas que muestran su arlequín. Se los ve y la gente empieza a silbar

 

 

 

 

 

Si en el hall hay flores hay planchadoras las habitaciones y vino calidad que habremos de repartir la víspera ramo de la niña ramo de la novia oeluquería y encargar las flores planchadoras la alernativa del hotel y qué bien escribía yo entonces seis habitsacopmes dos para el dia quince y el resto para el doce. Que el vino sea de claidad a ser posible rioja autobús y taxis y el cubierto costaba 541 pesetas encargar para unas cien personas y a mí me peinó magdalena hotel viaje de novios ir a ver a don bienve poberle la baca al coche llamar a juanjo. Bajaron los angeles y oi la musica de tru nombre y de tu voz pura como un brote. Anita fue la que mellevó las arras delegación calle sagasta de la floristería con el sello de pyresa. Entrevista a solas en el hotel Chelsea Gibraltar trema gordo. Diplomática writer Association. Preguntas a lord carrington imn the recent statements made by de soviet writer solzhenitsyn it seems that the western democracies are in danger. Could you please tell us the point of view on the subject. Cpmnsodering the soldier side of your carrer so to speak dou you think that the west posses the sifficient fortitude to reppeal an attack using conventional weapons. The questions of spain and te eec for many spaniars in high office the attitude taken by british politicians seem to matter a grat deal. Here is the visit of edward heatrh to spain which seams to have carried a lot of success I believe he has spoken favoraubly of the spanish entry in nato and the common market would uyou be in line with mr heath. Spain a grat britain have played a role in history whcich not necessary was always in the best of terms. There might have been a lot of shortcomings and a great deal of obsessions and lack of understanding as a consequences of this it maybe belñieve that spain is waek and in a permanent turmoil. Nevertheless after the visit of areilza to london relations seem to have improved. There is also theproblem of gibraltar always lagging behind sand difficult to solve. What do you think my lord. Is there a solution you can find in Gibraltar?. Youy hsave been described as one of the henchmen and I quote certain reports. Y me fui a mi casa pero estos escritos revelan un pulso firme y un toni parra esperanzafdo. Do you back wholehertedly mrs thatcher? If so could yopu assess the possibilities of tories to the genral elecyio. It is said that gb is in a middle of a great crisis. There is an eropsion of values and certain undermining of conficence that might be a crisis of democray in itself? The powewr of britain from the military point of view seems diminished. Seem things so bad as Soljenitsin says? Do you think tha Callagham and the labour party will operate the miracle?. Norther Irland  is described as the greatest problem of this copuntry oin the other hand what to do to get rid of the terrosist problem. Do you think that good soldiers could be good politicians and viceversa ? who is the modern heroe you admire most? What is the upmost of a good politician? Hobbies? What do you think of general franco? And of king juan carlos?.  You belong to a branchj of british aristocracy wchich seems to get well with spaniards. Cosas que hacer. Fotocopias. Nano. Leche de la niña. Azucar. Cambiar dinero carta al homew office medico bicicleta fotografías máximo cuchillas de afeitar. Londres o mejor dicho south ken tan llena de millonarios y de duendes que regresan a ella asostener sus coloquios sus tenidas. Palabras y gestos ante el espejo. Estas eran palabras de pitonisa la voz autirizada del oraculo. Sin querer habiamos establecido una relación estrecha de invidentes que se acercan a la luz por primera vez. Es mis avison un espectro mismo. Había alazado las manos y sus dedos largos deprecantes asnte el altar de delfos tampoco acertaría yo a afirmarlo pero puedo asegurar que durante los años que llegue a a habitar en el bajo de aquella casa me despertaron extraños ruidos como vaivenes pisadas esporádicas en las salas de arriba el arrastrar de cadenas y un griterio y como maullidos de gato durante la noche. Y yo trataba de obtener una visión al menos una visión de lorf kelly el anterior inquuilino una entrevista  y esos fueron mis barruntos. Huronear bizarría del pensamiento. Los libros la bizarría del pensamiento la erudición de la inyteligencia. Esquividad.. había muerto algo así como unos quince días antes de venir yo a roland gardens. Anuncios en el times días lluviosos y èrversos. El pobre conde kelly vivía aquí pero se fue a morir al hospital. ¿Le apetece un pòco más de cherry la dueña avisson hablaba a borbotones farfullando las plabras trompicando los conceptos. Los años nunca perdonan

 

                El Testamento de François Villon

 

He aquí otro de los enigmas que aparecen de vez en cuando en literatura; un caso extraordinario de acucia periodística y de penetración psicológica transformado en arte desgarrado de cantar y de contar haciendo alarde de una perfección formal exquisita, que fija las reglas de la lengua francesa. François de Montcorbier era huérfano de padre y madre. Un sacerdote por nombre Villon lo acoge en su casa y le da los apellidos.

 

Este literato que vivió en escritor perseguido, sin conseguir nunca escapar a los sobresaltos de la vida infame, es uno de los grandes monstruos de la edad media, junto a Chaucer, Bocacho y el Arcipreste de Hita. Sin duda el más complejo de toda esa saga, representa sin duda su poesía la épica y la lírica en sus esencias primordiales. Sin que los estragos, cárceles, latrocinios y cuestiones con la justicia y toda la malandanza de su vida personal lleguen a empañar el esplendor de su arte. 

 

Quizás Villon sea una demostración del dicho de que los buenos sentimientos no hacen buen escritor; tampoco una existencia cómoda y regalada se impone a la aparición de un genio. Villon vivió con el infortunio royéndole los calcaños, huyendo de corchetes, en broncas, riñas barajas, golpes de mano, que la necesidad y el vagabundaje le llevaron a latrocinios y otros lances de poco decoro. Su estragada  existencia transcurrió en medio de sobresaltos camino de la horca. Adoptado por un canónigo de la iglesia de san Benito, estudió en La Sorbona donde no llegaría a obtener el grado de maestro en Artes, aunque es posible que estuviese ordenado de Menores, algunos le suponen sacerdote, el dato no consta en su expediente.

 

De su vida y andanzas conocemos sólo a través de los archivos judiciales por diversos procesos. Estuvo encausado por homicidio y por robo. Condenado a ser colgado en La Bastilla, salvó en el instante cabero. Bajo la bipenna del verdugo y cuando ya reclinaba el reo la cabeza en la toza del degüello un heraldo trajo el indulto de amnistía firmado por Su Majestad Luis XI. Fue como un lance de película de Hollywood, pasó en la vida real.

 

 Con la clemencia regia vuelve a abandonar París y se le pierde la pista. Había escalado los peldaños de la guillotina, su fama estuvo en la picota y vivió en la ignominia. Su obra, todo un prodigio grande del arte eximio, nada tiene que ver con las flaquezas de una azarosa existencia individual.

 

François Villon debió de ser clérigo pues refleja en sus escritos las miserias de la jerarquía y de la sociedad parisina de la mitad del quingentésimo a la que fustiga con estro acerbo “ex nuce et in cute”, por dentro y por fuera, por delante y por detrás, por arriba y por abajo. Si Chaucer, cien años antes, dirigió su crítica contra la Iglesia y los estamentos burgueses de Londres desde la alegría de vivir y la inconsciencia de un cockney que viaja en la compañía de toda una cuadrilla de vividores y devotos cabalgando hacia Cantorbery para obtener el perdón y la indulgencia de sus pecados, armados de reliquias y exvotos de extracción dudosa y que al final del día se reúnen a contar historias, casi siempre verdes, en un mesón del camino ante una jarra de cerveza, y si el Arcipreste de Hita tira por el mismo camino de ligereza y de euforia amorosa, Villon es mucho más profundo.

 

Sus versos expiden angustia vital y  acedía, acaso justificadas por la dureza de su vida y las amargas experiencias en las que estuvo implicado, pero este mismo aporte lo coloca en un sorprendente podio de modernidad. Villon recuerda a los existencialistas de la margen izquierda del Sena. La cuestión social, las injusticias y atropellos del poderoso, las poco ejemplares conductas de abates y obispos, el veleidoso amor causante de tanta amargura y fastidio, no representan más que un problema periférico a su filosofía obsesionada por la muerte y el más allá. Le abruma el absurdo y la sordidez del ser abocado a la nada. Villon es más trascendente que Chaucer, más universal que Juan Ruiz, escribe en argot y es un poeta urbano, y, más místico que Bocacho, lanza un grito de desesperación desde el foramen del pozo de la Samaritana. Le pide a Xto que le dé de beber, pero éste no le contesta, porque no hay pozo, ni agua, ni brocal. Sólo el gran silencio de la noche de la fe. Viene a decir que el silencio de Dios refrenda el argumento de su inexistencia.

 

No habla porque se siente culpable de haber puesto en planta un mundo tan injusto y caótico. Si se presentase a uno de los entonces consuetudinarios debates de la Sorbona, a lo mejor perdería la puja y se quedaría sin razones que esgrimir entre sus manos contra aquéllos que desde el comienzo del mundo lo increpan, rebaten y dudan de su existencia. En una de las sesiones de paraninfo con silogismos, ergo, et nego minorem subsumptam, el buen Dios saldría derrotado de su disertación con cualquier domine de poca monta, incluso con un bachiller bisoño en teología. ¿Por eso se va, se oculta? ¿Es que no quiere discutir?

 

Pocos se atrevieron a decir tanto.

 

 El concepto de divinidad obsesiona a Villon, el mundo que le rodea trae de cabeza a este padre de la canción protesta. Su nombre lo invocaban los cantautores del 68 de voz desgarrada, flores en las orejas, una guitarra entre las rodillas y en la boca alguna de sus famosas cuartetas en adaptación de Jacques Brel, sus canciones animaron las algaradas del Mayo Francés. Se interpretaron el Pedo del Diablo, La Vesse. Desengañate, hombre engreído, no eres más que mierda, vienes al mundo entre sudores, heces y emanaciones vaginales, pasas la vida creyendote importante, porque metes ruido, haces pedorretas a través de los ocho orificios somáticos. Viento anal y bomba fétida es lo que eres y después ceniza.

 

Hay algo en su estilo que anticipa a Quevedo. Villon fue un precursor del género picaresco, por más que su poesía esté aureolada de esa seriedad tan sonora y tan francesa. Los tiempos medios cerraban página. París en el quince era una fiesta. De genio vehemente e inclinado al vino (“un rouge messieurs, dames”) y a la frecuentación del amor mercenario, una tarde del Corpus de 1455, a la salida de los oficios fue con otros seminaristas a celebrar la institución del Sacramento por Inocencio IV en 1265, a una de las cantinas que se empotraban sobre los adarves de la antigua muralla.

 

 Tras algunas libaciones a la salida de una taberna se produjo una algazara. El reloj del convento de san Benito marcaba las diez de la noche pero no era aun anochecido. Después hubo una reyerta. Los que se insultaban era el presbítero Gil y un tal Chernoise, que hacía poco tiempo había sido ordenado de cura. Entre vayas y veras éste último, que estaba bebido, se puso a insultar a Villon, se acaloraron, salieron a relucir los aceros. Charnoise largó un tajo a Villon al cuello, el filo de la espada le pasa sólo rozando las narices y por la boca. Alarmado a la vista de la sangre, el herido tira también de sable. En acto de legítima defensa alcanzó a su agresor en la ingle. Villon despeja el campo pero Charnoise le sigue en su carrera. El fugitivo coge un canto del suelo y lo lanza contra el presbítero que viene bramando maldiciones. Recibe un impacto en la cabeza y cae para no levantarse más. Villon también está herido, busca refugio en la casa de un barbero, pero antes de que llegase la Justicia a prenderlo, abandonó el aposento saltando por una ventana. La cosa tuvo mal final.

 

 Una travesura de estudiantes en un alegre día de primavera por culpa de la bebida había terminado en tragedia. Cuando se celebra el juicio, Villon que es condenado a muerte en ausencia se encuentra a muchas leguas de Paris. Sus amigos interceden a su favor (es curioso siempre tuvo la suerte de pro y de bruces sobre el abismo encuentra intercesión en una mano que lo saca) y la máxima pena es sustituida por diez años de destierro. Aquel invierno vaga por los caminos de Francia infestado de ladrones, mozas de partido, lansquenetes licenciados, curas giróvagos, monjes y monjas huídos del monasterio, toda una cohorte de mendigos y harapientos. El peregrinaje estrecha la mano al vagabundaje, el asilo llama a la puerta de la cárcel, el bordón se convierte en garrote, la venera en daga. Muchos devotos no daban cumplimiento a sus deseos de avistar el Monte del Gozo acabando en forajidos.

 

Nivel alto de morbilidad trajeron las guerras y pandemias, las malas cosechas, siervos de la gleba se sienten desplazados al venir otro noción de la propiedad de bienes raíces y un pavoroso problema social es el que determina que el s. XV transcurra entre estridores revolucionarios y banderías, movimientos espontáneos de penitencia en los burgos, procesiones de disciplinantes, por doquier, el pavor de la muerte que arrasa y nivela blandiendo el dalle de lo alto; crece el descontento contra las ordenes mendicantes y la jerarquía y en particular contra el papado a consecuencia del Cisma de Aviñón que dejó abierta una brecha y de rivalidades entre la Casa de Anjou y los poderosos gremios venecianos y florentinos, en Italia a su vez aun remanecían las disquisiciones entre trono y altar que tuvieron en pie de guerra a la cristiandad durante buena parte de los tiempos medios y desembocan en las tensiones de güelfos y gibelinos. La lucha por las Investiduras arrecia hasta la alborada casi del Renacimiento.

 

La primacía de la Llaves del Reino sale tocada a causa de los malos ejemplos de algunos individuos que se alzaron sobre la silla gestatoria a la que ultrajaron merced a sus costumbres torpes, no eran precisamente un ejemplo vivo de la humildad, pobreza y mansedumbre del Salvador, sino hombres que fueron producto de su tiempo, de la nación de su natío, la clara y turbulenta Italia, ya sujeta a las menudencias mafiosas en aquel tiempo [y sigue la racha]. Bosquejaron el ambiente de rencillas y de disconformidad a los abusos de los obispos y cardenales sujetos del bajo clero como Villon, Juan Ruiz, el propio Chaucer. No se trataba de desafectos a la fe, no cuestionan nada del dogma ni de la tradición, aún no había sonado la hora de los heresiarcas ni de los iluminados integristas, sino de conocedores del ambiente intramuros de los prioratos, las aulas, los monasterios relajados. Surgen ad rem y en virtud de esa capacidad crítica que ha tenido el cristianismo que hasta que no llega la Contrarreforma presentaba una faz amable, humana y hasta festiva los poetas goliardos, depravados en sus costumbres pero intachables en las partes del dogma. Paris era una fiesta. Se gozaba y se sufría con arreglo a los bandazos y caprichos de la fortuna. Villon, retozón y un superdotado en cuanto a poderes expresivos, con una lengua acerada como la de berbiquí, canta los locos ramalazos e intercadencias del libro de la vida en sus chanzonetas y lais que rezuman jocosidad atrabiliaria e ingenio. Escribe el epitafio para una civilización que se desploma y saluda el alborecer de otra.

 

Su poder de contraste consigue aquilatar ore rotundo la lengua francesa, la cual volando entre las plumas de su estro alcanza techos de perfección . Villon le da un lauro de concinidad, viveza, elegancia, aticismo. Pone un juego un idioma ubérrimo y libérrimo que causa asombro por su frescura y por la disposición contrapeada de las rimas y las codas, garbo y excelencia, donde guarda turno esa musicalidad  vertiginosa que ha tenido siempre el lenguaje urbano puesto a cotejo con el rural del arcipreste o del Bocacho, de inclinaciones más sosegadas. Esa dualidad campo ciudad que habría de marcar las dos sendas de la literatura europea en Villon empieza a bifurcarse. Es un hombre culto de París, al que arrastra la fuerza de la vida con sus peligros.

 

Feudatario de la briba, cae en los bajos fondos. Al igual que haría Zola siglos adelante, él tiene una sensibilidad exquisita para encontrar la margarita creciendo en el estercolero. La cárcel como a otros genios de la literatura universal (Quevedo, Cervantes, Rabelais. Mena, Dostoievski, el Arcipreste, Wilde, Gorki) le sentará las costuras de su horóscopo. Sería consuetudinario inquilino de las ergástulas eclesiásticas. Oficio de escritura y presidio por desgracia entreveran sus compases, acaso porque la literatura tiene un latir encarcelado que la acrisola dotándola de una aureola de redención. Muchas son las obras, entre ellas el Quijote o Los Hermanos Karamazov que se compusieron tras los barrotes celulares. Es el castigo con que se venga el destino contra los que tratan de robarle el fuego a los dioses. Prometeo o Tántalo son algo más que un símbolo que avisa cuidado a los que se afanan por transgredir la frontera de lo prohibido, confiando al papel sus sueños, el mundo de las pesadillas, los delirios. El brete, las cadenas, un estridor de cerrojos y de rastrillos les aguardan.

 

Al escritor le compele la fuerza de la gravedad del gulag, las estrellas lo arrastran al presidio. Unas veces el penal está situado en una isla inaccesible, otras, es la torre de marfil en que pretende aislarse del mundo pero por lo común el Alcatraz de un escritor se lo da el tedio de su vida diaria, la incomprensión de los que rodean, el desamor o la envidia de aquellos a los que aprecia. Taedium vitae. Cadenas. Si es verdad lo que se dice que al hombre lo examinarán de amor el último día, aquí pocos se salvan; sin embargo, ya la escritura de por sí es un acto de amor, una jaculatoria de buenos deseos con la que se declara la guerra al enemigo de la humana estirpe, que todo emplasta las veredas del mundo con sus pezuñas ensangrentadas, las circunstancias que provocan las guerras infames, los homicidios, las perversiones, las felonías. Hay equipolencia entre poesía y dolor. Traficar con los sueños e indagar con los sinos del corazón humano se paga abondo, con la muerte,  el destierro, el auto de fe. Todos, desde nacer, estamos condenados a muerte y arrastramos condena, somos forzados con el traje cutí bajo la vigilancia del gran cofrade, el cabo de varas, exponente de nuestra invalidez y limitación, que nos trata a patadas y a golpes de látigo , estamos a expensas de ese ojo de visión panóptica que todo lo ve y cualquier cosa la circuye.

 

 El super cofrade nunca baja la guardia, estamos bajo su bota y su almejía. La capa de los dictadores es demasiado larga. Pero no hay peor tiranía que la de los compadres del Contubernio. Nunca fue el mundo tan encadenado que cuando estuvo encadenado a la voluntad de la mayoría. Urnas, dadnos urnas para los hornos crematorios y todas las papeletas que se os antoje para camuflar el “veredicto inapelable” de las masas, os lo pido en nombre de los anticristos demócratas, habituales de la reconducción y el pucherazo, sombra de Caín que larga alocuciones por los micrófonos de la bibisi y la sienén, voz que resuene por los ámbitos como el silbo de la serpiente.

 

 Vivimos sometidos al qué dirán, constreñidos en la vida vulgar, retenidos en un cajón sin horizontes y el alma quiere volar. Somos víctimas y verdugos de nosotros mismos. El carcelero que nos vigila puede ser el vecino de al lado, la mujer y nuestros hijos, capaces de denunciarnos a la policía. El ara sagrada del hogar ha sido violada por los poderosos órganos de difusión electrónica encendidos las veinticuatro horas del día en nuestro cuarto de estar. Ya no se puede huir a ningún lado. Por supuesto, hay zaguanetes de retén y mil ojos apostados en las esquinas, sayones superdotados y con don de bilocación y multiplicación se hicieron ubicuos para aflicción de los justos y prosperidad de los pecadores. El impío gana. Los rabadanes del rebaño de condenados y en entredicho, que apacientan las ovejas del mundo, forman una cuadrilla de canallas, pero ellos solos con sus implacables cachavas van arreando el hato de una masa hebetada y embrutecida. ¿Malos tratos? ¿Vejámenes? ¿Moros en la costa? Ahora vas y lo cascas. ¡Pobre raza adámica bajo la férula de los perversos pastores!

 

Sus mastines azupan una rehala de travestidos y las arpías fabulosas de pico nefasto y haldas en remango para que veamos sus nalgas, azafates de rosas del mal en corimbo, instan a la revolución. Descienden de las milicianas y de los vestiglos que perpetraron las mayores barbaridades de la guerra civil española bajo el arbitrio de la Gran Bretaña empeñada a estas horas en convertirse en la meretriz apocalíptica con aires de mala de película de gángsteres . La “auntie” de los demócratas que los desdeña e ignora de forma olímpica atándolos al carro de Baodicea, palafrén de esclavitud. Nunca aprenderás, España patria mía a taparte los oídos a los cantos de sirena, a esos loores de enemigo que te llevan al desastre. Has de seguir tu propio rumbo, impertérrita a los editoriales del “Times” cuyos lectores, algo sádicos y trogloditas, pese al aire de civilización que los embala, tenían aviesas inclinaciones antopofagas: mermelada de naranja amarga de Sevilla, carne de los quemaderos de la inquisición, y de los marinos españoles de la carrera de Cuba pingados de la verga mayor por sir Francis, y la sangre de todas las guerras civiles y broncas que conmovieron a Iberia a lo largo de la decimonona costeadas con capital inglés. Esas malas costumbres de la injerencia llega hasta el mismo treinta seis. Auntie, un poersonaje asesino de las novelas de doña Agueda, desplegó a sus espías por todo el territorio y le dio una comisión: ahora vais a saber lo que vale un peine, mira Europa cómo los españoles se despanzurran unos a otros.

-Hay que ver, qué horror, con qué perfidia se expresa la tía.

-Los ingleses son muy suyos.

-Y siempre tan flemáticos, pero no hay cosa que más les regocije que un cadaver en la bañera.

-O un crimen a la hora del té.

-Oh, is that so, my dear.

-Yes.

 

  El cerdo detrás de las pantallas nos muestra su inmensa lengua cogollada. Languidez en vuestra esperanza. El infierno acaba de abrir sus puertas, es un gran estadio al que afluyen las masas ávidas de espectáculo, tolle tolle tele mía, bazofia espiritual que no falte día y noche. Se deterge la herida, estamos en situación desventaja, se agravan los males del enfermo. De videntes o contempladores (θερoyσiv) de la belleza divina hemos pasado a ser consumidores, habituales de las grandes superficies. Do you wacht tely every night? Off course and I sing the blues.

 

Pago la contribución sobre la renta de las personas físicas. Vivo en el exilio de mi país. Llevo como puedo las cárceles del alma. Sufro tus coces, amor, mi yegua que te encabritas, escucho tus discursos parenéticos, mula Francisca.

-¿Y no te aburres?

-A morir.  No puedo aguantar a tanta gente del bronce tan desangelada. Las jáquimas que en mi juventud eran mucho menos vastas se presentan todas las mañana y las tarde que parece que han almorzado limones con pica pica.

-Freud las sentó en el divan y abrió la puerta a las masas irredentas y desclasadas.

-Pan y circo, decían los romanos.

-El Insufrible Big Brother ha traido un cargamento de chicas Bond desde Nueva York. Fue el primer gran negrero de nuestra democracia.

-Mirale, parece Mefistófeles, esboza un rictus de sonrisa. Delgado y pícnico y nacido en Huelva pero con algo en su rostro de sacamantecas encampanado a los triangulos. Ha desplegado por toda la red su cohorte de chicas bond.

Se ha acabado el argumento de la novela porque las tramas todos los días se repiten. Las campanas doblan a muerto por una sociedad en el marasmo, sin argumentos plausibles, aunque abunden las obsesiones. La modernidad es seguir la senda del más de lo mismo. Ideas fijas a escote, y no quieres caldo, pues tres tazas.

 

 Hay que volver a ponerse de uniforme, cuadrarse a la prusiana, desfilar al paso de la oca orwelliana, seguir un curso de terrorista bombas lapa en una academia de explosivos de Dakota del Norte que se especialice en la colocación de artefactos mortíferos en los bajos de la buena gente de España, los hijos de Prieto y de Pablo Iglesias sobre quienes se consumó la traición de Albión y en los asesinatos por la espalda, escupir sapos y culebra por la vagina en las matinees televisivas que tutela la gran madama, esa miliciana del odio que insta a la lucha de generos porque la de clases ya es acabada. Colocarse la gorra de plato del pensamiento sin sustancia. No hay hombres sino rebaños. Sexo sin amor. Deja que el ojo se recree por sí solo sin rendir cuentas al entendimiento. Y no se ocurra pronunciar la palabra España, que suena a maldición. A una sociedad caótica le cumple un arte del revés. Chupa del frasco. Otra de Picasso. Mi conciencia histórica se columpia de las ramas del árbol de Guernica. Las mañas de la Bestia son las responsables de tales involuciones. Lo que estuvo arriba ahora está abajo. El Peñón para el inglés y las Vascongadas para los hijos fornecinos de Arzalluz y de Sabino Arana. Altos hornos crematorios también manejados por el inglés

 

¿Os casasteis con la sota ? Cesad en vuestros argumentos. Lo que os cumple ahora es  recibir el excrex, que tal haya el que tal fizo. Os habéis transfigurado en esto. A columpiarse en las coordenadas de la desinformación, las mentiras, el secretismo, la bulla noticiosa. Por todas las partes levanta la Amarilla su segote. Villon, viltrotea al Paris de su tiempo. Su obra es una prosoposcopia, una cuadro de costumbres del París de poco antes del Renacimiento. Debajo de su abolla de estudiante revoltoso y díscolo, sorbónico,  se escondía un pensador profundo. Hay un trajín de libertad que se compagina con el deseo de una vida sedentaria y virtuosa. El desencanto que devana en sus versos ha llegado a nuestros días.

 

Sus “Respuestas francas” plantean la interrogante del escritor proscrito al que los vientos de la vida lo llevan a galeras, a presidio y en suma al patíbulo, pero mucho peor, viene a decir, que los suplicios físicos y los destierros son las cárceles del alma. Unos amigos mediante gestiones en el arzobispado consiguieron la remisión de un delito penado con la horca (asesinar a un sacerdote), del que parece que no resulta culpable formal, por haber actuado en legítima defensa. Al año siguiente regresa a París, allí se enamora, contrae deudas, la vorágine lo arrastra hacia el inframundo. De nuevo su nombre aparece envuelto en un robo y François tiene que buscar refugio en la campiña para evitar a la Justicia. Se une a los peregrinos (coquillards) que bajo la concha y las veneras se acogen a sagrado. Se alimenta de la misma gallofa del camino. Emprende la peregrinación pero la abandona fascinado por la vida alegre de Burdeos.

 

Además, piensa al igual que chaucer que eso de las perdonanzas de Compostela no son más que una farsa. A su colega español, Juan Ruiz, también le parece el sayal, la calabaza y el bordón un recurso de truhanería, disfraz de libertanaje y de vagancia. Es posible que muchos iniciasen la ruta con fe pero la mayor parte iba al merodeo y volvía cofrade de la garrocha, la ganzúa y la tenaza. Es así como el misticismo europeo tiene un componente de picaresca y de debacle inherente a la trashumancia. La mujer de Bath, el inmortal personaje creado por Chaucer, es el epítome de este ir y venir incansable en que la devoción se entrevera con los devaneos, la curiosidad turística y el hambre de sensaciones nuevas para una dueña de mediana edad, había estado en Jerusalén tres veces, una fue Roma, otra, a Colonia y a Santiago de Galicia sin que las andanzas piadosas mudasen sus costumbres o determinasen una conversión. Seguía igual de lenguaraz y frescachona, enterrando maridos. Y con los huesos fervorosos de sus santos a cuestas. De la misma opinión a favor del sedentarismo apacible es Tomás de Kempis que condena la bordonería como uno de los grandes males de la época.

 

 

De aquellas romerías, estas veneras. La ruta jacobea, tan mitificada hoy, no debió de tener muy buena fama a la sazón, porque era reclamo de la delincuencia europea, punto de cinta de desharrapados y de meretrices. Toda Francia era hervidero de esta población flotante y errante y Paris de noche con sus dieciséis barrios y arrabales, mal iluminada y con un elevado índice de criminalidad, cerraba las poternas. Casi a diario por la Rue de Caire pasaba el cortejo fatídico de los ajusticiados que llevaban camino del Faubourg Saint Martín o de Montfaucon a colgar por algún delito.

 

 El reo, que cabalgaba en una pollina blanca con las manos a la espalda atadas y la cabeza cubierta por el clásico chapirón de la ignominia, era apeado por uno de los alguacilillos, besaba la cruz a la entrada del monasterio, una religiosa de las llamadas Celestinas salía de la portería y le daba por viatico tres trozos de pan y un vaso de vino cargado con especias antes de subir al patíbulo. A este lugar se le denominaba en la capital el de las Hijas Devotas y era centro de acogida a las arrepentidas. Un verdadero enjambre de prostitutas se abatía sobre la corte de San Luis. Operaban cerca de la Rue du Fouarre, vigiladas por escuadrones de goliardos, proxenetas cuyas filas estaban representadas todas las provincias, desde la Auvernia al Languedoc. Los estudiantes se divertían en tabernas que se llamaban Heaume - uno de los poemas más expresivos del escritor está dedicado a a la bella Heaumiere - en la Crosse de la Rue Saint Antoine, el Caballo Blanco, la Linterna, la Mula, el Carnero, les Trumillers, la Pomme de pin, cerca de la judería.

Los pobres iban a pedir la famosa sopa boba a los Maturines donde los frailes de san Juan de Mata se encargaban de cuidar de los apestados, vestir al desnudo y alimentar al hambriento. Un carácter clerical y levítico daba aires a la ciudad. La sorbona había sido fundada dos siglos antes por el capellán y confesor de san Luis, Roberto Sorbo para la formación de clérigos pobres y bachilleres en teología. Estaba cerca de la Port Rouge, que era una pasadizo excusado que conectaba la catedral de Notre Dame con las canonjías. Allí vivía Guillermo Villon, padre adoptivo de nuestro poeta que llegó a ser deán del capítulo.

 

En el verano de 1460 había regresado del destierro pero al poco tiempo lo encontramos de nuevo preso en la cárcel del Duque de Orleans; el motivo del auto de procesamiento se desconoce, sería éste el primer eslabón de una cadena de incesantes prisiones y cuestiones con la Ley. Poco más tarde fue llevado al castillo de Meung sur Loire, un centro de detención para sacerdotes y ordenados de Menores. Dio la orden de detención el obispo de Poitiers Teobaldo de Aussigny. Es ignorado el motivo de la privación de libertad. Solicita el reo la intercesión real. Luis XI accede al indulto. Arrepentido de momento, el propósito de la enmienda no dura mucho. Habitual del hambre y de la pobreza, su necesidad le a lleva a verse envuelto en un robo en el Colegio de los Navarros. Tenía buena influencias, el cabildo catedralicio interviene a su favor y consigue evadir la cárcel, pero en noviembre de 1462 ocurre un incidente en un aula. Un alumno insulta a un profesor y lo escupe en pleno rostro, se produce un alboroto, luego un altercado. Uno de los promotores del motín había sido el impertinente Villon, se le agota la buena estrella y su fama de díscolo crece. Lo prenden y lo llevaban a la prevención. Quince días bajo el castigo de la gota de agua en la nuca, demasiado fuerte es la tortura, acaba confesando y es condenado a muerte.  Recluido a una mazmorra de la Cárcel de los Tres Lises piensa en su destino y escribe las páginas más sombrías de su Testamento. Esta vez, piensa, no habrá salvación. Ve llegar el fin de sus días, la suerte le ha vuelto la espalda, “zonam perdidit” pierde la cincha y los papeles. Sin embargo, de nuevo se ponen los resortes de un extraño deus ex machina sin el cual no se puede entender la agitada biografía de este hombre, evita ser ajusticiado casi milagrosamente in extremis por un decreto que aprueba el Parlamento absolviendo a Villon y conmutando en 1463 la pena capital por la de proscripción. Aquí ya los historiadores lo pierden de vista.

 

 Abandona París. Probablemente volvería a las andadas y su vida no sería muy larga. La personalidad eximia de François Villon es una contradanza de misticismo y de libertinaje, de buenos propósitos y estrepitosas caídas. Su obra responde a esa visión catastrófica y nada epicúrea del hombre medieval, esa sed de sensaciones y de apurar el cáliz hasta las heces. Quería ser bueno pero peca y cuanto más grande es su contrición y sus miras y resoluciones de volver al cauce verdadero más rotundos son sus fracasos. La ética no vale para nada en el código de valores de un artista. Los mejores libros han podido escribirse con los peores sentimientos. Este binomio plantea un problema teológico irresoluble. He aquí uno de los mejores vates que haya dado Francia y era un perdulario. Remató su escritura en medio de las circunstancias más adversas: el presidio, las incómodas posadas, la intemperie, el frío y el hambre. ¿Cuándo tuvo tiempo para sentarse a escribir?

 

Aristóteles recomienda a todos aquellos que quieran dedicarse al oficio de pensar que hagan gimnasia mental activando las potencias cognoscitivas, opinantes, y que no olvidan la recta estimativa, la prospectiva y la emulativa. Se aprende siempre por analogía, o por asociación de ideas. Luego las palabras se encargan de ir tasando que surgen como cerezas de la banasta de las imágenes. Todo eso es un hermoso castillo de naipes, una teoría irrefutable, pero ¿en la práctica qué? Belleza y moral no se compadecen. Villon fue un artista que llevó vida de forajido. La suerte le zurra lo suyo, él se venga cantando a la verdad, el amor, la bondad y la belleza bajo el régimen de sus lais y otros metros de una sonoridad moderna que llama la atención. Sigue siendo una enigma. ¿Cómo, cuando, dónde y en qué circunstancias de su azacaneo, con los alguaciles regios royendole los calcaños - fue su sino: la continúa persecución por la Justicia, Villon llegó a capitanear una facción de salteadores de caminos- se puso a escribir una obra tan cavilada como la suya, que pasa por una de las más densas y cabales de la lírica medieval? La única interpretación es que en la gestación y alumbramiento de cualquier producto literario existe un quid divinum, allende de las humanas previsiones, algo que se nos escapa. El donaire lo dan los dioses a capricho y al que les parece. Insanabile scribendi cacoethes et dulce laborum lenimen, es la definición que dan los antiguos a este vertigo de la escritura, que la postmodernidad tasa con el nombre de grafomanía. El oficio literario es algo contingente y redundante.  Las sociedades podrían funcionar perfectamente y pasarse sin el lujo de la literatura, que en la antiguada tenía algo de mágico conjuro a las divinidades subrepticias. El escritor, el rapsoda, hacía las veces de pontífice entre la divinidad y los hombres. Paradójicamente algo tan fútil y supererogatorio como es la epopeya sirve para cuadrar el destino de un pueblo. El talante de los españoles quedó ya definido casi en su totalidad en el Cantar de Mío Cid.

 

Ciertamente, la potencia creadora, esa desazón de trasladar al papel las impresiones de cuanto nos rodea, cuando la literatura ha dejado de ser coral para transformarse en algo íntimo, pertenece a los arcanos misteriosos. Un amanuense compulsivo siempre garabateará palabras, aunque el resultado sea el absurdo de la escritura automática, pero es una guija personal, reverbero de los sueños. Dentro queda el meollo del alma dolorida u obsesionada, que es lo principal.

 

El hambre, la cárcel, los pasmos, las piruetas e inconsistencias de la rueda voltaria, hoy aquí mañana allá, a uña de caballo o bamboleándose dentro de los cuévanos que lleva al lagar una carreta del país, no representan obstáculo material para aquel que tiene en verdad algo que decir.  Un poeta español, Alonso de Ercilla, escribió su Araucana, la Iliada de la conquista americana en la corteza de matas coníferas y hasta en la propia suela de los fracasos. Labor omnia vincit. Y el hecho de escribir, más que un trabajo, o una pesada carga, es amor para el que siente latir en el pecho el fuego sagrado, que requiere una cierta capacidad de distanciamiento de aquello que está pasando, o la peripecia que se narra, una organización ordenada del material de trabajo y el desdoblamiento auténtico del romancero, del estilista.

 

Se emula al poder de los dioses pero sobre todo se criba a través del harnero de la imaginación los elementos que se cantan o se cuentan, realzando unos, soslayando otros. La narrativa es manera de selección, al igual que la poesía es arte de condensación y de síntesis. Bullan las palabras en el horno y salgan todas por orden sin atropellarse.  Se abrirán las cortinas de un escenario que dejarán entrever un panorama onírico, reflexión de las cosas en hervidero, pero a diferencia de la vida, siempre en constante trajín y cambio, lo que confiere la palabra aquí es algo estanco, con una complexión y entidad fija. El artista de la palabra asuma, pues, su parte de actor y de testigo a la vez, de demiurgo inspirado y de sastre o de pastelero artesano, porque la literatura también se parece al corte y confección, sin olvidar que es también oficio  de malabarista, con una habilidad para realizar juegos de manos, sacar conejos de debajo del sombrero, enseñar cartas escondidas bajo la manga. Hay que saber tender celadas al lector y sorprenderle cuando menos se lo espera para concitar su atención. Por supuesto, para una tarea de estas características que se lleva a cabo en la intimidad no existen fórmulas magistrales. Se puede enseñar a construir una carretera pero nunca a pintar un paisaje.

 

Tampoco le arredraron a Villon los pasmos de la intemperie, los bubones de la peste o la comezón de la sífilis, que se sospecha pudo padecer y que le llegaron temprano a la tumba, por todos los indicios debió de fallecer a la edad de treinta y tres años. Incontinenti, confiaba al pliego sus pensamientos expresados en un francés arcaico, pero contundente, y de una elegancia que sorprende incluso hoy a los filólogos. Fue un hijo de su tiempo. La obra guarda resonancias de la tradición oral juglaresca, de los poemas épicas,de las farsas, los virolays, los misterios de Pasión y Natividad en el que clérigos y curiales, pertenecientes a las fratrías y hermandades que se formaban bajo la advocación de la Madre del Dulce Mirar (son los puyes de la Virgen, asociaciones fundacionales de aquella Europa gremial llena de fervor y de fantasía) de un vez administraban fe y fantasía de los fablieux, mimos, farsas, soties  provenzales de saber enciclopédico, y de las trovas juglarescas que amenizaban las veladas de los palacios. Ellos definen el semblante del hombre medieval y esbozan una galería de personajes del mundo rural. La gleba eleva los ojos al cielo e implora el perdón y la salvación a través de la Gloriosa Madre del Verbo.

 

La voz de los juglares cantaba todo aquello que atesoraba la memoria colectiva. A la sazón, la literatura desconocía el sesgo de libelo propagandístico publicitario con que se comporta hogaño (los libros sirven al mercado, apuntalan los valores publicitarios, velis nolis, de una forma explícita o sobreentendida entonan la palinodia del sistema capitalista) y se daba la mano con la música y la danza, el espectáculo y la religión, pro ese sello sagrado y onírico que tenía el rapsoda entre los celtas. Su voz recitadora llenaba las aulas de un perfume de sortilegios y letanías. El acto tenía una significación liturgia, de homenaje a los epónimos, recordatorio de su gesta. El hombre estaba vivo, no había sido engullido por la máquina ni estaba adscrito a una maquinaria densa y fungiforme de las masas irredentas controladas por los omnímodos poderes fácticos. Si algo tuvo grande el cristianismo es este sesgo redentor. Los cuerpos podrán estar encadenados pero el alma es libre.

 

Las gentes, aunque no supieran leer ni escribir, conservaban una gran retentiva. Las piezas se aprendían de memoria a falta de medios de comunicación visual interactiva, de traducción simultánea, de los boletines coincidiendo con las en punto de las señales horarias, de los suplementos dominicales y la cultura en fascículos que hacen del hombre del vigésimo primero un ser cumplidamente tan informado y enterado, aunque cada vez más confundido y dominador de todo menos  de sí mismo. Entonces, el personal hablaba y el léxico, una auténtica gala. Desconocían la batología rutinaria, la pobreza expresiva de un vocabulario en mengua, jerga de patrones usados, muletillas que acodan el raquítico estilo periodístico, monsergas propaladas hasta el delirio, y un volumen de palabras que no pasa del millar. Todas ellas  jerga coprológica, retruécanos anales o expresiones relacionadas con la coyunda común a todo mamífero. Lo hortera habita entre nosotros. No hay más diosa que la plebeyez; y su profeta es el amigo Freud, que ya va siendo hora de que el mundo lo active el instinto de supervivencia basado en dos únicas cosas, según el Arcipreste: jodienda y mantenencia. Olvidaos de vuestras cuitas, seres espirituales, almas delicadas, el mundo que viene aborrece de los selectos. Traigame el frasco de las sales anodinas, que aquí cuanto más bastos, mejor. La obsesión con el sexo os vuelve impotentes, pero no pasa nada, es la voluntad del supercofrade. Cultura urbana que no sabe diferenciar a un manzano de un roble, mientras que un campesino de Castilla un par de décadas atrás podría alardear de buen decir, en idioma de gala, pero sin calzarse el coturno, de hasta diez sinónimos por  sustantivo. De la riqueza sintáctica mejor no hablar; no meneallo pues surgirían agravios comparativos entre los palurdos de Delibes, el último canto del cisne de Castilla la gentil, poniendolo a cotejo con la jerga que fluye por nuestro éter y por nuestras calles, o si analizamos el lenguaje pedestre y peleón de nuestros periodistas, de nuestros puntales de la comunicación, de nuestros políticos, tan retóricos como siempre, pero para los que la belleza oratoria ha dejado de ser una aspiración para convertirse en antigualla. Bossuet, Castelar no tienen émulos ya en el banco azul ni en los púlpitos. No se hace otra cosa que fusilar malamente la jeringonza del inglés Webster, porque las influencias no vienen de Oxford sino de California, de allá donde unos cuantos bucaneros judíos, supuestamente prófugos de las persecuciones del Tercer Reich, aprendieron la lengua de Shakespeare en régimen de curso acelerado. Aún se notan los germanismo de su locución y con ese inglés tomado prestado, aprendido que no nativo, van a sentar las costuras de la vieja Europa. Los tiempos de venganza no han hecho sino empezar.

 

En los parlamentos hoy se siguen insultando más y a lo burro, antes se sabía hacer más finamente.

Sin necesidad de prontuarios ni de grabadoras, la tinta y la pasta de piel de becerro costaban lo suyo y no se había inventado el bolígrafo, ni la imprenta, el recurso era confiar a la memoria todo lo que otros decían. El libro cuenta con cinco siglos de antiguada, la literatura tiene más de cincuenta. Esto está naciendo como aquel que dice, pero el hombre de las cavernas evolucionó a través de la comunicación oral. No podía haber inclinación libresca ni pedantería. Los cantares de gesta iban de un lado para otro con acompañamiento de rabeles, zanfoñas y vihuelas y los textos entonados en los corros de las plazas y de los patios de armas. Las gentes se familiarizaban con los héroes y heroínas del romancero vis a vis.

 

Pobres de solemnidad los escolares de las primeras catedrales, alma mater del saber europeo, aprendían sin libros. Los pocos que se veían en los tránsitos de Oxford o Alcalá estaban amarrados como loro en alcanda a una argolla que disuadía cualquier intento de robo. A falta de manuales de texto memorizaban las lecciones por una técnica llamada pensum, utilizada en los tirocinios jesuíticos hasta hace poco.

 

A Homero y a Virgilio los conocemos a través de los ciegos que iban recitando sus composiciones por toda la latinidad. La palabra era entonces algo de conjuro mágico, conservaba derechos adquiridos y poderío, una cadencia adjunta a la gran riqueza léxica y a la capacidad de matización que hoy ya han dejado de sernos familiares. Estamos hablando de una época de verdaderos titanes de la fala: el mundo de las sagas vikingas, de bardos celtas, galloferos trotamundos en la corte de reyes holgazanes, todo el mester de juglaría. La población analfabeta y ágrafa reconocía como una señal de prestigio y de poder al que sabía silabar una salmodia o explanar un pasaje de la Escritura. Un mal pendolista podría llegar a ser príncipe y cualquier mediano versificador era agasajado con derechos de pernada o se iba a la cama con la hijas del rey. Por eso los clérigos de aquel entonces - y los de ahora - tenían tanto éxito.

 

La gleba era ágrafa, no sabían hacer la o con un canuto, pero podían sopar con honda a las cultas latiniparlas a las que hogaño, como si hubiese regresado Celestina a sus dominios de Talavera, por las cámaras y micrófonos nacionales, que garlan y garlan, y ejercitan la sin hueso en la barra fija, calistenia de comidilla y murmuración que no encuentran fin. En aquellos tiempos era otra cosa. La gente sólo abría la boca cuando tenía algo importante que decir y las conversaciones resultaban inspiradísimas. Se conservaba gracias a ello un sentido de adscripción al grupo, la consciencia de pertenecer a la fratría. Eso da optimismo y genera una cierta solidez social. La angustia que crea el desarraigo de las aglomeraciones metropolitanas estaba por venir.

 

Con este raudal libérrimo conecta Francisco Villon, el último de los grandes trovadores provenzales. Era un iniciado en los saberes herméticos y un campeón del buen decir. se decía que la fe llegaba a través del oído (fides ex auditu), el más noble de los cinco sentidos y el postrero en morir. los agonizantes primero pierden la visión, luego, el olfato, les entra hormiguillo por las piernas y las manos, se les embota el pulpejo, el gusto desaparece, las pituitarias ya no disciernen los olores, pero el oído sigue ahí aun cuando el corazón haya cesado de latir. Algunos de los que regresaron del túnel refieren cómo escuchaban las conversaciones de aquellos que les amortajaban. Creyendolo difunto seguía a la escucha. Y es que la palabra salva y vivifica ¿Qué tendrá la palabra para que en ella encontremos el primero de los vestigios de nuestra racionalidad diferenciadora? ¿Es la audición el sentido más relacionado con las potencias del alma?  De ser así, la edad media, donde el verbo registra una especie de apoteosis triunfal, fue el tiempo del alma de la humanidad. La estética de las sinfonías gregorianas y la arquitectura gótico-románica así lo avalan.

-Habla, señor, que tu siervo escucha.

Los metros de François Villon son una caja de resonancia de aquel ambiente de superdotados de elocuencia. En sus composiciones detectánse ecos de la magia de los rapsodas y de los predicadores multitudinarios, de un Francisco de Asís, un Savonarola, un Vicente Ferrer, un Bernardo de Claraval, así como de los polemistas ex cátedra o controversistas significados, maestros de Artes de la Sorbona, bachilleres en Teología por Oxford, dómines del Trivium y el Quadrivium por Salamanca. A veces parecen retumbar en los versos de Villon las deprecaciones platónicas y anti aristotélicas de Pedro Abelardo, que acabaron en un desgarrador grito de dolor animal. Le castraron al canónigo de Notre Dame los hermanos de su novia, mientras dormía y a ésta la encerraron en un convento de Paris.

 

Esa atmósfera de elevada tensión la captan los hemistiquios, dotados de un estilo conmovedor, a trechos sarcástico, hasta alcanzar un estadio álgido de livor escatológico. Al poeta le estremece la suerte del ser humano, abocado a la nada, que nace en medio de la casualidad, la mierda y el dolor y la desolación son sus pañales y es con las heces y con la sangre como lo amortajan. Se confiesa creyente pero la fe parece que le cuesta. Su preocupación es metafísica más que política o social aunque de rebote reflexione sobre el caótico panorama que han dejado en la Galia las guerras dinásticas con Inglaterra, que duraron cien años, de 1339 a 1353.

 

No hay que soslayar el hecho de que estuvo en capilla por lo menos en dos ocasiones. Ya convicto y confeso y cuando aguardaba ser ejecutado, ultima la redacción de su famoso “Testamento”. La proximidad del más allá incentiva su inspiración, confiesa sus culpas, desnuda su alma y hace un defroque o desenclavo de todos los efectos personales. Estos los lega entre sarcástico y pirrónico a sus amigos y parientes. Aparece una lista de personajes de la época, pasa revista a la actualidad. A unos les pune con acrimonia, a otros les exalta hasta el paroxismo. Se ve en la hora de la muerte quien fue su enemigo y quien lo trató con benevolencia. Algunas de las sentencias en forma de aforismo, apotegmas y retraheres, guardan un sentido oculto, porque el lenguaje de Villon a la vez que popular sabe también guardar las distancias, de manera que las frases se despachan impregnadas de un halo misterioso y críptico. No se  olvide que estamos ante uno de los grandes metafísicos de la Edad Media. En cabeza figura Guillermo Villon, el penitenciario de Notre Dame, sacerdote caritativo y tutor de expósito; el autor lo llama “padre verdadero” y hace la primera manda de agradecimiento.

 

A su amada Ither Marchant olvidando los agravios de su despecho le deja en heredad su corazón traspasado de olvido, la espada que llevó siempre y una mula roncera que, cualquiera fuese el camino, siempre tiraba hacia los abrevaderos de la Fuente de san Amado, lugar donde estaba ubicado desde su fundación en 1215 el Carmelo Calzado. El estilo donde se advierte gamas de matices, trufado de retruécanos y disgresiones cuando no equívocos, se mantiene orilla de un profundo océano alegórico que requiere por parte del lector contemporáneo esfuerzo para seguir el hilo de la narración y de las palabras de doble sentido. En conjunto, sin embargo, el idioma de Villon es rotundo, debelador, denso y cagado de modernidad porque proyecta el sufrimiento del alma humana de todos los tiempos. Se nota una cierta querencia hacia el misticismo iluminado. Es en aras de esta clarividencia de magnitudes proféticas que siente condolencia y piedad hacia las debilidades de la condición humana, impreca a las parcas o perora acerca del ser y de la nada en magnas perífrasis y antífrasis. Los poemas provocan una especie de trance etílico, corre por las venas del lector el flujo de una borrachera que no deja resaca.

 

Este aspecto dionisíaco es importante en el latir de la obra de este autor el cual reconoce “haberse bebido todas sus vergüenzas”. El vino es un demonio que a veces nos acerca a los dioses, responsable de la catarsis y del aborrecimiento del bebedor.  Rabelais, gran admirador de Villon y continuador de su obra, en “Pantagruel” fundaría la Abadía de san Theleme, donde se veneraba el Oracúlo de la Divina Botella, y cuya regla primera de la orden es hacer lo que a los frailes les de la gana con tan de un vivir dichoso. La cataplexia a la que conduce la ininterrumpida libación fuerza el ritmo con que se escancian los versos. A veces parece como si fuésemos cabalgando agarrados a las crines de un bridón a galope, que se pone de manos en la boca misma del precipicio, esquiva el obstáculo y acto seguido se entrega a un trotar reconfortante y plácido. Sabe conceder treguas al lector para que recupere el huelgo narrativo. Cada poema se convierte en una novela corta aunque sin pasar la marca de la lírica de los Minnesänger alemanes cantores del amor o de los trovadores cátaros. Eran trabajos para ser cantados con acompañamiento musical, tal como en la cuaderna vía con que nos halaga el Libro del Buen Amor, según la tradición del aedo helénico, que siempre se presenta en las justas poéticas con un arpa bajo el brazo.

 

Había que ser un maestro de la dicción y de la mímica para conseguir el interés del auditorio, mediante tretas del bufón o del “sot” patas de liebre  que aparecía en escena tocado con un gorro a colores verde y amarillo, volantines de malabarista y haciendo alarde de un cúmulo de recursos, pero el lenguaje que utiliza es un francés vivo, de la calle, que nada tiene con la retórica venidera. El renacimiento con su esplendor galante y refinado y luego el Barroco destruiría ese candor travieso que empapa los escritos de Chaucer, de Juan Ruiz, de Bocacho,  del Roman de La Rose. Nada de artificios ni sintaxis de rebotica. En los lais, baladas, estanzas, cruje la tristeza de las danzas de la muerte, el amor conquistado y en plenitud, nada de escarceos platónicos, o el sarcasmo de la burla. Los temas que trata tampoco son originales. Acude al procomún de la literatura clásica y de los saberes estudiados en las aulas humanísticas de Sorbona, pero los refunde y amaña con tanta originalidad y prosapia como pudiera haberlo ochenta años antes Juan Ruiz. Lo que pasa que la Castilla de los Trastámara era mucho más diáfana y rica que la Francia de Luis XI. Concejeramente, el tono ha de ser menos festivo y más elegíaco. Villon se distingue del Arcipreste porque en éste hay más desenfado, en aquél, más sarcasmo. En ambos casos la musicalidad es manifiesta, los motetes gregorianos de Villon se compaginan con las chanzonetas del Arcipreste y parece que al alimón cada uno desde su aventura temporal hacen burla de las demasías de una Iglesia corrupta y venal, el tráfico de indulgencias, los resabios demoníacos, las corruptelas de la sede de Pedro. Así se quejan de las felonías que cometen los pastores del rebaño. El obispo Aussigny observa un comportamiento análogo con el Cardenal de Albornoz. En el caso del español la sentencia fue más severa: trece años entre grilletes por cuestionar la norma del celibato ante la jerarquía. La verdad que a la luz de los anales al papado no hay por dónde cogerlo. Es una crónica continúa de daño tras daño, abusos sin correctivos. Qui custodiat custodes? El misionerismo y la prepotencia causaron estrágos. Menos mal que hay clérigos alborozados que poniendose el mundo por montera se atreven a denunciar los abusos del poderoso y a correr el gallo, aunque les toque también a ellos una parte de esa decapitación. Los dos al unísono, el díscolo preste alcalaíno y el novicio de la Sorbona festejaron damas, la suerte les sentó en el banquillo y acabaron amarrados en blanca, compartieron vivencias parecidas, los dos execran de la muerte en el mismo tono:

“Car a la mort tout s´assouvit”

Ello no es óbice para que la fe se mantenga firme en uno y otro, se santiguan cada dor por tres y comienzan sus retahílas con invocaciones trinitarias. Tanto Villon como Juan Ruiz celebran a la Gloriosa con versos eximios. Muy fuerte ha de ser la fe para no vacilar porque la esperanza de la resurrección entra en conflicto con el dictamen de la experiencia y lo que ven los ojos.

“Vivre aux humains est incertain/ et après la mort n´y a de relais”

La muerte hace correr el turno, el dolor sopla sus rachas, no hay treguas ni se concede cuartel en esta lucha. Tremendo es el precio que hay que pagar, mejor, no haber nacido; además, nadie regresó a contarnos qué hay detrás de la otra orilla. Procede entonces vivir sin pensar demasiado y pasarselo lo mejor posible. Villon es un vitalista que asume una actitud irreflexiva y resignada, se quejará pero no ultrajará a la vida como lo harían después Voltaire y Rousseau a los que el racionalismo les cerró los ojos. Ha apurado toda su honra en los jarros y jícaras de las tabernas de París. Su vida es un constante discurrir de sobresaltos y persecuciones pero no asume actitudes vicarias, su carácter nada tiene de tartufo. El elán vital oscila entre el arrepentimiento y la caída. Sus misereres tienen ese acento patético del canto de la sibila medieval. A veces su desolación es comparable a la de Job. Su cansancio revela una corriente existencialista. Adelantándose a Sartre, preconiza la existencia sobre la esencia y define a libertad no como una elección entre dos alternativas sino la condición misma del ser consciente que mediante esa capacidad de elección vuelve al ser, evoluciona y se realiza. Hay indicios de que está más próximo a los principios de la moral de situación del subconsciente ante la verdad tornadiza y que bascula a un lado o a otro a compás con un mundo en desarrollo que de los principios de un dogma inmutable. Por otra parte, en él encontramos al primer bohemio que se mofa de las peregrinaciones y del culto a las reliquias, adorador del grial eucarístico que expenden en los zaquizamíes, con ciertos parpadeos de un surrealismo precoz. Villon es un flautista, nada de torres de marfil ni compadrazgos. Hay que correr la sortija de Paris a Tours, de Burdeos a Orleans, sin hurtar el cuerpo a los navajazos ni el nombre a los horrores de la infamia, sumirse en la marea de la existencia, vivir con la soga al cuello entre dormir entre budiones y gorrones, chinches, moscas, y sanguijuelas, compartiendo techo con las mozas de partido, los desharrapados y malandrines del viejo camino real. Su escritura consigue un atabe para purgar la cañería, hace un registro de la gran cloaca, aunque no consiga relatar lo que presencia con la impavidez circunspecta de un Zola o de un Flaubert. Es cualidad de todo genio adelantarse a su tiempo. A veces la buena literatura se confunde con un descenso a los infiernos. El poeta comparte la tarea con el sacerdote que oficia un rito ancestral y con el chamán que lee los horóscopos o el sanador que hunde el dedo en la herida haciendo saltar la amarga ponzoña de la existencia humana. Lo importante es la garra lumínica de la tradición oral, pomo de las esencias que se vierte, a veces lirio sonoro que se deposita, un manojo de reflexiones al caer la tarde, cantos de víperas que esparcen una melopea armoniosa sobre los trigos de la campiña. La voz de Villon hunde sus raíces en pasajes y perícopes de los sinópticos. La piedra al sumergirse en el estanque auditivo deja un rastro de alas cansadas que vuelan al infinito. Algo nos irradia. La poesía de Villon recuerda la estructura de un vaso sagrado que utiliza el santo beodo en sus libaciones. Se escancia vino amargo pero también malvasía. En él su autor bebe, vive y reza, pasa dejando una estela de salmos laicos. El zurrado por la adversidad y la incomprensión de sus semejantes convierte los versos en oración:

“Dieu, enveille ouir mon clameur”

Estamos ante un místico que vive la noche de su fe, llagado, cubierto de postemas, pero en medio del marasmo dando testimonio de su búsqueda, sufriendo con paciencia los embates de la crucifixión. Él es un producto de la erudición clásica, un temperamento muy francés, pero un poeta como éste no se podría generar en otra cultura que no fuese el cristianismo. Hijo de su siglo, asistía a los últimos arreboles del entrelubricán escolástico. La Edad Media tocaba a su fin.

Los ataques a la clerecía en todos los escritores cupulares que comparten trono en los cuatro grandes idiomas europeos son muy afilados. Ponen en la picota su lujuria, el apego a la riqueza, el “auri sacra fames” de los antiguos, las conductas deplorables y farisaicas de los curas y de las monjas. El cuadro que pintan no es amable: una iglesia simoníaca, metida de lleno en la política, los monasterios relajados.

 

Pero también cantan todos ellos al amor, fuerza perenne de la existencia, expresión del Xto vivo, y una señal de que el cristianismo guarda el secreto de la verdad y es fuerza perenne, pese a los malos ejemplos. Villon pinta con ternura el retrato de su adorada en la “Ballade du temps jadis”, poema de corte manriqueño que gira en torno al “ubi sunt” horaciano. ¿Dónde están todos ellos, en qué acabó todo, dónde están las nieves de antaño?, se pregunta el poeta, para, al cabo, prorrumpir en una larga queja contra la muerte niveladora, “pallida mors aequo pulsat pede pauperorum tabernas regnumque turres”, según el improperio contra ella del Mantuano, y la acusa de haberse llevado a Eloísa en la flor de la edad y a su amante Abelardo, aquel brillante canónigo de San Dionisio de París, al que por amar a la bella Eloísa castraron los cuñados; se interroga por el paradero de Blanca de Castilla, la esposa de san Luis (1.118-1.252), “hermosa como el lis, que cantaba con voz de sirena”. ¿Qué se hizo de tanto frenesí ? ¿Dónde está ahora Juana de arco?

“Et Jeanne, la bonne Lorraine / qu' anglais brulerent a Rouenne / oú sont ils, oh Vierge souverainne/ mais oú sont ils les nèiges du temps jadis?”

Por los pareados desfilan a continuación el papa Calixto, Alfonso de Aragón, el rey Arturo y Carlomagno, Lancelot del Lago y el Delfín de auvernia, el conde de Alençon. Algunos ciñeron tiaras y mitras, coronas, fueron concebidos en vientres de reinas y consiguieron la fama y el poder. Hoy ya dellos nadie se acuerda. El mundo no es más que una estentórea carcajada. A todos, pobres y ricos, diadocos y emperadores, la púrpura y el arambel se darán cita en la triste fosa. A todos ellos les envuelve el refrán de “ou sont les neiges de jadis”.

La vieja cortesana añora sus encantos de juventud ante el espejo, pasa revista al ayer preterido y se le vienen a las mientes todos aquellos que le gozaron y hace un repaso de los rostros de sus amantes: un cura, un escribano, un obispo, mercaderes, prebostes, insignes magistrados a cambio de un poco de oro. El amor sólo pasa una vez. Después se vuelve mercenario. Con lágrimas en los ojos la vieja marchita se acuerda de aquel hombre al que quiso y por el que sería más tarde abandonada. ¡Desengaño fatídico! Primero fui venternera loca del placer por uno que me gustó y luego por dar gusto a todos me convertí en ventanera de la profesión. La celestina de Villon se parece poco a la dicharachera comadre de Fernando Rojas, pero la sensualidad es parecida. Ella también se ve vieja e inservible para el trato torpe, los pechos resecos, el vientre caído, los brazos tiernos de ayer, hechos solamente para los amorosos lazos, hoy le caen péndulos, ya carecen de fuerza, la crija en barbecho, las nalgas, antes tiernas y ahora flácidas, y el pequeño jardín del monte de Venus antes rojizo y lozano, ahora cubierto de hebras de ceniza, un cornijal baldío. Hay en la descripción un perfecto conocimiento y hasta un regodeo con la anatomía de la femenina, sin echar mano del embozo ni del eufemismo. Los años pasaron implacables estampando sobre la carne lozana el sello de la vejez antesala de la muerte, que ante tanto estrago sigue la ex bella añorando sus afeites y donaires, aquellas ancas anchetas, los puntiagudos y prietos senos y aquella vagina (sardinet) dotada de labros retráctiles para no dejar escapar a lo que más quería, los muslos en sintonía con lo demás, por ser mujer de buenas partes, y aquel culo respingón para la navegación viento en popa; las caderas se han caído y aparecen moteadas sospechosamente.  Fue así como la beldad se transforma en sota. La que antes moraba en los palacios se esconde en un ínfimo tabuco donde permanece arrebujada en su chal junto a un fuego de hebras de cáñamo, símbolo de la muerte que se peina sentada en las riberas del Leteo, su melena de esparto. Hijas de la vida y del amor, contemplad el destino que os aguarda, sacerdotisas de Afrodita, la vida pasa pronto, gozad de ella lo que os cumpla. Villon aconseja a todas las doncellas que no pierdan ripio y que se diviertan, que no se conformen con un hombre ni con dos. Pero está hablando con sarcasmo pues refiere que locos amores vuelven a los hombres bestias. Por una mujer perdió Sansón sus fuerzas y David de Dios ganó malquerencia, una gaita y una mujer destronaron a Orfeo. A causa de ellas el cancerbero anduvo a cuatro gatas y Narciso en un pozo hondo se ahogó, Amon forzó a Támara, una mujer hizo borracho a Lot. No hay fuerza igual cuando en el corazón del hombre se entromete. saltó por los aires la devanadera Herodías y rodó por los suelos la cabeza del precursor. “Y a mí, François Villon - confiesa- me urdieron a una viga de molar para moler el trigo en más de una ocasión por una bella cuyo nombre me resulta más dulce que la miel, Catalina de Vancelles, aunque sea amargo el recuerdo”. El tropo del cura al que unos salteadores mandaron moler unciendole a la rueda cuando le hallaron en coyunda con la molinera en la Noche de san Andrés se repite con frecuencia en la narrativa de tradición oral. Parece ser que Villon lo aprovecha y no le importa atribuírselo a sí mismo. Los recuerdos agridulce se repiten mientras pasa revista a todas las historias de amor, del que tuvo su lote asignado, como todos los hombres.

 

Sin embargo, la harina es ya sólo ceniza. La muerte, he aquí la moraleja, venga los desdenes del amante despechado. Al obispo que lo aherrojó nunca lo perdone y formula el deseo de que se pudra en los infiernos el tal Teobaldo de Aussigny, que pruebe de su misma medicina y conozca lo que son las mazmorras, el tormento de la gota en la cabeza, el ecúleo y los garfios y como mínimo le desea al inicuo prelado algunos de los malos tragos por los que él pasó.

 

Pero Paris bien vale un misa y de la panza sale la danza -son frases suyas-. Bebamos y que en salud nos tenga la Santa Trinidad y bajen de los cielos los nueve coros para acogernos bajo el ala de su protección. Tiene palabras tiernas para su padre biólogica y para la madre de cuyo vientre brotó y hace la consideración de dejar su cuerpo a la tierra de la que nació. Otorga albacea de sus versos, triste afán, que ecos serán de lo que en este mundo un hombre ha padecido. Al sepulcro torna desnudo como en la cuna. Quiere que sus libros, preciado tesoro, se los quede su amigo Guy Tabarie, así como sus cuadernos manuscritos que esconde en un cajón debajo de una mesa (le indica el lugar).

 

Y en medio del lodo, la perla. Después de estos consejos a las mozas de París, tan poco edificantes y sus transigencias con los placeres mundanos que pondera, surge la voz dolorida del reo humillado y escarnecido invocando la compasión y el perdón de la Mujer Fuerte, fuera de toda mácula y escarnio. La genealogía o árbol de costados de Villon se incardina en esa bendita devoción de las gentes de los siglos medios por la Señora, que hay que retrotraerla a las composiciones caballerescas de Jean de Meung en el “Roman de la Rose”, del puy romántico y cofrade de las asociaciones creadas para honrar y servir a la Virgen, espejo de virtudes donde se miran cumplidamente todas las damas. El influjo cátaro de los que buscan la pureza se hace perceptible en esta balada a Notre Dame, uno de los más bellas loas que se conocen del sentir medieval. La implora como “regente, eterna, emperatriz, triunfadora de las fuerzas del averno y depositaria de la fe en que vivió y desea morir.  Pondera su casi omnipotencia por haber conseguido deshacer el pacto del hombre con el demonio y le ruega, detalle galante, que tenga a buen recaudo el alma de su amada que yace en san Saturnino de Saucemes, para, a renglón continuo, cambiar el tono solemne por el jocos, y encomendar a “una damisela de nariz torcida, que en la tierra conoció y espera encontrar en el paráiso, la muy puta. Hasta rezando le brota a Villon el genio por las orejas, a medida que van saliendo de su plectro sonoro chispazos de frases felices. Errante, se queja de su mala suerte:

“Trotter m´en faut en fuisse et deshonneur”

en su planto se queja de la traición de una mala amiga, falsa belleza, cuyo goce siempre cuesta caro, era mujer dulce y taimada al mismo tiempo, un amor duro, martillo y yunque de sus tristezas. Pero llegará un día en que la balanza de los años- tempus edax rerum-, basculandolo todos con sus sistema de pesas y medidas implacables, pondrá el contrapunto, nivelará las cosas con su fiel implacable “yo seré viejo y tu fea y sin color, en llanto se convertirán tus carcajadas”. La amada beberá el cáliz del desengaño mientras sus dedos, ya marchitos y tumefactos, acaricien las cuerdas del laúd para tocar el “De profundis”. Le queda otros amores en el tintero “cuyo nombre no pronuncio porque el recuerdo de su rostro me punza los tuétanos a cada hora”. Prorrumpe entonces en un apóstrofe patético contra la muerte.  Es una de las reflexiones funerales más profundas que hayan podido salir de labios humanos. “Eramos dos y un solo corazón teníamos; la muerte nos separó. Desde su partida me habita su memoria, mirad cómo soy un cadáver ambulante”. Ahora habla en serio, nada tiene que ver este Villon patético con el bufón ristolero de otras ocasiones, cuando golpea los compases de su danza macabra. No olvidemos que este su legado, el defroque de un poeta pobre y encarcelado, que está diciendo adiós a la luz del día. Le había tocado vivir tiempos apocalípticos. Las guerras habían diezmado castillos, villa y lugares y a causa de las epidemias por todos los caminos se acollaban montones de cadáveres, lo que no es obstáculo para esa sed de vida, el desenfado y el amor profundo a la naturaleza. Alterna la tina de maceración con el horno de las carcajadas. Así pensaban sus coetáneos y así lo hace constar en sus versos.

 

Al hincar hondo sus afilados caninos de moralizador sobre el entorno que le rodea hizo presa certera. Ridiculiza a aquel París poblado por escolantes que se divertían iniciandose en una falsa ciencia, por hidalgos de gotera, mujeres de la vida, prebostes cornudos y magistrados corruptos. Pero sobre todo afila sus críticas contra la Iglesia. El falso misticismo le subleva. Para Villon el cuerpo y el alma constituyen partes de un todo hasta tal punto que la santidad puede ser consorte de la bacanal. Esto es muy medieval: el espíritu está pronto, la carne, flaca; el hombre ora y peca. Se refiere a las orgías de los frailes y monjas iluminados de un conventículo, el de los Thulipin, que se hicieron famosos a raíz de la reforma franciscana, y que al final formaron secta. Siguiendo las enseñanzas evangélicas sobre el desapego a los bienes seculares y a las prédicas del Santo de Asís acerca de los desposorios con la Hermana Pobreza, vagaban desnudos concejeramente desnudos. A sus misas  asistía mucha gente.  Terminaban en porno duro. El amor era para ellos ultima ratio.

 

Tampoco podían faltar en esta acerada crítica a los desmanes del clero las alusiones a los curas borrachos. Como aquel abate Clochart al que observa temulento y de andares vacilantes camino de coro a cantar vísperas. A él le dedica un bello epitafio. Esculpe los bajorrelieves de la vida parisina con cuadros costumbristas en los que se percibe a veces el trazo del delicado pincel y otras el brochazo de sal gorda. El zócalo que talla en esta visión de conjunto conserva la frescura del primer día. Los personajes que retrata parece que se mueven todavía por los aledaños de Pont Neuf. Todos ellos se expresan con el mismo despejo con que lo hacen las serranas del Arcipreste o los peregrinos de Chaucer, estos últimos no han perdido aún el acento cockney. Triquiñuelas de pícaro, besos y caricias a tanto por barba, garsinas y hurtos, que denotan la experiencia del hampa que tuvo su autor, cruzan las páginas. Los niños abandonados debieron de ser plaga, por lo que tuvieron que quedar abiertos en la capital tres hospicios. Su humor tiene también aires de expósito, utiliza un argot incisivo, aún reconocible en la germanía de los bajos fondos que son la elocuencia del francés de Montmartre y de Pigalle, jerga de la banlieu y de los burdeles, de los calabozos y del “trottoir”, un trallazo de espontaneidad en pleno rostros que nos recuerdan al viejo coquard de maneras peregrinas que fue Villon.

Itém más, prosigue la donación de los efectos personales de su Testamento, y deja a los frailes mendicantes, a devotas y beguinas una buena sopa jacobina “para  después, tras las cortinas, hablar de contemplación”. Hay una alusión a las consecuencias de tales reuniones de camaradería espiritual. Quedaban preñadas las monjas de estos conventos y nacían niños de padre no reconocido. “No haya hijos enechados de padres putativos que a los que procreó les done Dios su galardón”. Una visión de abusos deshonestos en círculos consagrados que son tema de actualidad hoy. El estupro y la violación siguen siendo males endémicos en las diócesis africanas Ver los periódicos del día de la fecha, 23 de marzo de 2001 en la que escribo con las declaraciones de Navarro Valls, portavoz del Vaticano sobre la materia. El pulsar temas inherentes a la condición es una de las peculiaridades del escritor genial. Los problemas del celibato en el rito romano son más serios de lo que parece. Se le plantean a la Iglesia del siglo XXI como también se le plantearon a la del medievo. ¿No sería necesario un reconocimiento de mea culpa? También los hay, almas perdidas, que han convertido el cristianismo en un problema de bragueta; y eso tampoco es. Chataubriand, el envés de la moneda de ese descoco tan francés, ya advritió que ninguna otra religion hizo tanto por la dignificación de la persona, la libertad, el arte y la literatura. Vaya lo uno por lo otro. La irreligiosidad impía siempre ha batido el muro por su flanco más débil, el de la carne humana vaciada en el molde del pecado y la flaqueza, el mal ejemplo de los pastores de la grey.  El estigma puede ser la clave para entender el misterio de que, a pesar de los cismas y herejías, los prelados indignos, la Barca de Tiberiades no haya dado de través, por más que parezca que a veces navega sin rumbo viento en popa hacia los escollos.

 

A medida que avanza el poema se va convirtiendo en una gran morality con resabios de danza macabra. Pasa revista a los hombres provectos, barrigudos, avinagrados y sin simiente que añoran el tiempo que pasó. Lucha generacional, la descolocación moral e intelectual que tantos padecemos. Su delito es no atenerse a la máxima del “tempori parendum” (acomodo a los tiempos) del clásico. “Y por culpa de una puerta yo perdí una huerta y diez halcones”, dice. “Y hubo una mujer que me puso en traza de caminante”. Catorce puds de vino pellejero le quedó a deber a un mercader de Saint Denis. “No se los pago. Así pierda la razón y me atragante”. Sin embargo, con su visión profética, no deja de lamentarse por las muchas casas que se pierden por el vino. Así el pobre Clotart, a causa de su afición al tinto, se bebió su colación de Notre Dame, murió prematuramente.  Cien sueldas dejó éste de su beneficio a un tal Clotart. Pero el viento hace la pluma, no es cosa de lamentarse. Unos vienen y otros van. Unos bajan y otros suben.

 

Menos convincentes parecen sus conocimientos alquimistas, aunque no es improbable que también practicara la quiromancia, pues, como no podía faltar en cualquier centón medieval, mienta a la piedra rejalgar, el oropimienta, y el oro obrizo con que se fabrica la piedra filosofal. Al erebo se vayan todos los magos.

 

Al amor de un brasero sentado en un sillón de pluma flojel bebía hipocrás (vino con miel) un afincado del buen pasar y socio de la buena vida. A su vera estaba Sidonia. Ambos cantaban y reían, jugaban a las cartas, tocaban el arpa, y, cuando cansaban, se hundían en los brazos del amor, “que yo les espié por el cancel haciendo marranadas y supe entonces que no hay cosa mejor en esta vida que retozar hombre y mujer a cualqueir hora del día bajo el agavanzo o detrás del rosal”. Es la sátira de Frank Gautier en la que ridiculiza la norma de la apartada vida que preconizara Horacio en su “Beatus Ille”. Pero Villon pone de manifiesto las contradicciones en esta huida del mundo y las enseñanzas de Jesús. También escarnece el relajamiento de la vida monástica. Es el tema eterno. El abad come de lo que canta y mi olla, mi misa y mi María Luisa. Aquí lo mejor es hacer lo que uno le dé la gana. “El “Panurge” de Rabelais, protagonista de “Pantagruel” y, que según la crítica, está inspirado en Villon, va a dar la misma tasa. Ambos autores inician la corriente anticlerical que va a desembocar en la pluma mojada en ira del inclemente Voltaire, epítome de ese descreimiento, rezumando el veneno de una irreligiosidad inveterada,  tan francés. Francia es la génesis de la Iglesia romana, al tender el puente bisagra entre los cultos sincretistas a los dioscuros barbaros o las creencias gimnosofista con una religión que tuvo al crecal hebreo como árbol padre pero que dejó de ser totalmente judía. Se alcanzó la sintésis entre la paganía y la soteriología mesianica. El genio francés siempre se decantó hacia la síntesis. Por eso Francia fue de antiguo la hija predilecta de la Iglesia romana. A veces se ha comportado, sin embargo, como la suegra respondona. 

 

Malos ejemplos, escándalos, miserias. De poco sirve que madame Bruyères vaya predicando por las esquinas de Saint Denis predicando la vuelta a la pobreza con una biblia en la mano intimando a las mujeres descarriadas la necesidad de la conversación a Jesucristo. Ellas le respondían:

-Andad, que ya estamos perdidas. No queremos que nos encierren en un convento para solazar a los frailes carnívoros. Dejanos en paz, vieja bruja. Somos mujeres decentes, aunque nos llamen de la vida. A otra parte con tus sermones contra la salacidad. Que primero se conviertan ellos, que adquieran buenas costumbres, empezando por el papa y los cardenales.

 

Pese a las exhortaciones a la morigeración, a la continencia y una vida austera, Paris siempre tuvo esa tradición de ciudad alegre y confiada, punto de recalada de la buena meretriz. Tenían por costumbre batir la calzada en las dehesas pasado el Sena; las tapias del cementerio de San Medardo eran su lugar de trabajo favorito. Precisamente allí al correr de dos siglos un diácono jansenista haría milagros. Decían que levitaba, que resucitaba a los muertos, que curaba las enfermedades, que adivinaba el porvenir.  Todo resultó obra del maligno, pero París es desde entonces la Meca de las ciencias ocultas y del esoterismo, polo de atracción de saludadores, videntes, astrólogos, ensalmadoras, etc. El osario de San Medardo pilla cerca de las aulas de Sorbona, que comandó desde un principio no sólo la enseñanza de las artes liberales sino los saberes herméticos, que tuvieron, como dan los autores por sabido, orígen en la Orden de los Templarios.

 

Es la metropoli de la ciencia del amor y en el ámbito de la prostitución el rompeolas de la vida alegre. En sus burgos se fundaron los primeros hospitales de venéreo, los primeros hospicios y los centros de arrecogidas. Venían de los más remotos lugares de la tierra. A todas ellas las cantó Villon en sus versos: españolas, catalanas, valencianas, flamencas, griegas, turcas, romanas, piamontesas, borgoñonas, irlandesas, inglesas, alemanas, saboyanas, sicilianas, griegas, bretonas, húngaras, danesas, de la Lorena y del País de Oc.

 

El chancro del fementido mal gálico tuvo a la Ciudad Luz como centro de contagio, porque de París partían todos los caminos, incluso el jacobeo, y, para putas por buenas que las haya en Roma, las mejores, las de París. Ya que no hay mal que por bien no venga, la atención a los apestados sentó las bases del encauzamiento de la Medicina práctica. Es para atajar la epidemia que se abren los primeros lazaretos; asimismo, las casas cuna para niños abandonados. La demografía cubría los efectos desastrosos de las guerras de los Plantagenet y los Anjou merced a estos nacimientos sin pasar por la vicaría. Pero no extrapolemos tampoco las cosas.

 

De modo que para yacer y holgar, París y también para sanar de las pegadizas miserias. Esto es lo que han creído al menos los ingleses que inventaron nada menos que el preservativo  acorazado, en precaución contra el azote gálico, cuando pasaban el Canal en son de merodeo amoroso, y lo bautizaron con el nombre de “French letter” (carta francesa). A contramano, los francés llamaron de siempre al cordón “lettre anglaise” (carta francesa). Un epíteto y un antítodo cabe en la figura. Y donde las dan las toman.

 

Las monjas dominicas de san Jacobo tenían la piadosa costumbre de abrir las puertas de su monasterio a las muchachas vagabundos y a sus hijos fornecinos, pero, atención, no todo era caridad en esta práctica, sobre todo cuando frailes licenciosos se injerían y hacían valer sus derechos de pernadas. Andaba en lenguas que este centro conectaba por pasadizos subterráneos con dos conventos de la Regla de san Bruno y la de san Celestino. Los cartujos, monjes blancos y los celestinos de hábito negro, a veces haciendo caso omiso del edificante ejemplo de san Antonio, que superó este tipo de acosos, caían en la fragilidad de la carne, máxime, cuando la tenían tan cerca, al cabo de un tunel de pocos metros. So capa de patronazgo espiritual y de llevar al camino recto a las pobres inclusas a veces se descarriaban ellos. Cuando parían arrojaban el fruto de sus amores al Sena o eran obligadas a abortar, ya fuesen beguinas, ya monjas espesas. ¡Ay si hablaran las aguas de este gran río de París!

 

Lo malo es que el monasterio de san Jacobo era el primer jalón de salida de las peregrinaciones a Compostela en la Francia medieval.

 

Viene a la conclusión el autor de la “Balada de los Ahorcados” y del “Testamento” que la vida misma semeja como a una gran mancebía, de la cual pocos escapan. La soga del vicio tira del cuello del hombre hasta las aguas del pozo de los bajos fondos; así con un pie ya en el estribo pasa revista a los momentos de disipación, al tiempo perdido en devaneos, a sus estragos de crápula. Aquí sus versículos alcanzan un alto grado de sinceridad y de emoción.

 

Es la melancolía humana puesta a trabajar y darle vueltas a la cabeza, la tristura postcoital de la que hablan los psicológos, pues la búsqueda del placer no depara la dicha, a decir de los moralistas:

Je suis paillard, la paillar me suite/Ordure aimons, ordure nos suite/ nous defuillons honneur, il nous defuite./ En ces bordeux oú tenons notre état.

 

A gente menuda, pequeña moneda. A los bulderos, nunca. Sin solución de continuidad cambia el tono y el tema, en la mejor tradición de los compositores del “sermon joyeux” de los provenzales, parodia de las homilías, que tuvo tan alta raigambre en la literatura cristiana y que recorre todos los cromos del espectro hasta llegar a bien entrado el Barroco. En España el “Fray Gerundio” del P. Isla es un ejemplo. Tunde las costillas de los simoníacos y de aquellos predicadores especialistas en la recaudación de dineros para obras pías - equivalentes a las o.n.g. del momento que encubren tan turbios manejos- y que iban a parar a bolsillos poco escrupulosos. Por tales calendas Sixto IV estaba embargado en la campaña de reconstrucción de la Basílica de Letrán, sobre la cual el Vaticano afianzaría sus cimientos. Con la limosna de los fieles fue erigida la Capilla Sixtina. ¿Arquitectura simpar a cambio de los fondos reservados? Los papas también recursos sutiles y poderosos para meter mano al cajón con bulas a cambio del dinero de la corbona. Villon protesta ante el escándalo de las indulgencias que permitían comprar el paraíso a trueque de unas pocas monedas. El vidrioso asunto de comprar salvación centra también la línea melódica del “Pardoner´s Tale” chauceriano y es el tema aquí de la “Balada de la Buena Doctrina” librada en traza alegórica: los lobos de Gargantua apacientan la candidez del rebaño místico. Bien es cierto que balan un poco pero sólo saben decir be. También los ruiseñores acaban en la olla. Paz por territorios, el oro y el moro por la vida eterna. Él no se muerde la lengua. A los curas y a los frailes les tacha de monederos falsos. Ojalá ardáis todos en la flama eterna, por falsos, perjuros, ladrones de nuestra fe. ¿Adónde van a parar el fruto de vuestra rapiña? A la cantina y a la burdel. ¿Y de lo que te dí? Con putas y rufianes me lo comí. Invoca para estos farsantes el castigo de Sodoma y Gomorra.

“Tout aux tavernes e aux filles”, reza el refrán de la última estanza.

 

El tono chancero de “sermón alborozado” o chanza parenética del principio se convierte en fúnebre lamento cuando hace manda de sus quevedos leguleyos al hospital de ciegos de Paris en la confianza de que este efecto personal les sirva de algún provecho, porque aquí los invidentes columbran la verdad mejor que los que alardean de buena visión y recuerda el pasaje evangélico de que los cojos andarán algún día y que el ciego que nada ve recupera esta facultad. Su visita al cementerio de la Ile de la Cité es uno de los pasajes lastimeros.  Ve una danza macabra en el osario. Calaveras y tibias se han puesto de pie para marcarse una pavana. Se oye el estridor, mediante la onomatopeya, de los esqueletos. Miradas macabras, cantos tenebrosos, y un avanzar en procesión penitencial de la estantigua. Caronte aguarda. San Miguel afila sus armas y se dispone a hacer funcionar la romana en que serán pesadas las almas. Al fondo, el movimiento espectral de las olas del profundo lago. Allí la virtud será recompensada y el vicio castigado. Los pecados infinitos hacen inclinarse del lado izquierdo las pesas de la báscula.

 

Los esclavos de Satán oirán el sortilegio de los réprobos: id malditos. Mientras, la hueste de la derecha comenzará un canto de alabanza que durará la eternidad. Serán conducidos al cielo mientras los préditos se hundirán en los abismos del tártago infernal. Ya los diablos les acogen. Vanidad de las cosas del mundo, fugacidad del placer, inanidad de las riquezas; eso es todo. El dalle de la muerte cortará a todos por un único rasero. Entonces sólo valdrán las buenas obras. En las vueltas de peonza del rodillo igualitario se confundirá el rico y el menesteroso. A todos aguarda el mismo fin. Es la democracia sin más hasta sus últimas consecuencias.

 

Que fue clérigo y que estuvo ordenado de menores lo demuestra la copla 172 en la lega su beneficio de simple tonsura con facultad para decir misas secas, que no llevan mucho aparato ni preparación intelectual, a un tal Chappelain, sobre el que resigna su curato, pero no le da facultad para que uso de cura de almas -otro nuevo retruecanos- ya que él sólo tuvo por costumbre “confesar únicamente a azafatas y damas camareras”. De paso le dice a Juan de Calais, que heredará sus versos que podrá castigar el texto, cortar, podar, añadir, pulir a su placer. Debía de ser una costumbre juglaresca porque Juan Ruiz dice lo mismo de sus cantigas. No le importan demasiado los derechos de autor. El mester de juglaría siempre será patrimonio del pueblo.

 

Pedirá descansar en Santa Avoie (el cementerio del mosto), la casa postrera de vagabundos y borrachos, pero que antes se le haga un retrato de cuerpo entero, las dimensiones no le preocupan. Quiere que la memoria sea: “aquí descansa un retozón” con el siguiente epitafio:

“Descanso eterno dale a él, señor/ y claridad perpetua/ aunque no valiera lo que un plato y escudilla ni brizna de perejil/ Le desplumaron bien, jefe, en esta vida perra/ igual que a oveja lo esquilaron/ Rigor extremo lo envió al exilio/ le cutieron bien del culo la piel/ a pesar de haber dicho que apela./ No hay palabra más sutil/ Mas descanso eterno dale a él.”

 

Que Dios le coja confesado. Suplica a Dios una hora corta y al verdugo maña certera, limpieza y rapidez para que en la toza no le haga padecer. Estaba en todo, a lo que se ve, hasta el punto de ponderar quien puede ser su mejor esbirro. Cita al respecto los nombres de Martin Bellefaye, al señor de Colombel. En caso de que estos dos se excusasen, da la comisión al maestro Jacques James o al propio Philip Brunel, que, aunque brutales, son todos ellos temerosos de “Dieu, Notre Seigneur”. Ningun rencor los guarda. A todos los quiere bien y que el cura que le asista en los útimos momentos sea Thomas Tricot, que oficiaba en la diócesis de Meaux, compañero de  fatigas y de aula y que mucho bebió a su costa, y que por lo visto era un buen echador de cartas. por último que se encargue de los blandones y el sudario a Guillermo de Rue, su compadre y que era experto en vinos. Yo les doy a todos las gracias que se va acabando este loco frenesí. A los cartujos y celestinos, a los mendicantes y a las devotas, a los que viven de gorra y a los claquepatines ( los de la clac teatral), a las chiques pizpiretas, a las que llevan la justa corta (picos partos) y a los cuidadores del amor transidos y a los que sin dolor calzan las botas gualdas (cornudos). A todos les digo “merci”. A las púberes muchachitas que muestran sus teticas, muy hospitalarias ellas de por sí. A los ladrones y camorristas, a los bateleros del Sena, tocados de su marmota. A los locos y a las locas. A los zotes y a las sotas que muestran su arlequín. Se los ve y la gente empieza a silbar

 

  

 

    Domingo, 23 de abril de 2006

Easter. Cristos anesti. Anbiat. baskriesi, rissen. Gerissen, resurresité. surrexit sicut dixit. Ressurection and Erstehung. That is the cry today in all the languages (Greek, Rumanian, Russian, German, English etc.) I remember one novel of Tolstoi with that title. Was tired after a bad week. Prosecution that never ends at the Archive. El CIDA is like hell. Kafka lives among us. There are more chiefes than indians like in the bad spaguetti westerns. You sahouldnt do that. You shoud do this. You are not a qualified archiver etc. So my fingers become ghosties as we say in old spanish. Mis dedos se tornan huespedes. More than twenty year listening to the same tune. Envy. Rage. The classim and idiocy of the spanish society. After all we are descendent from the Visigoths. The Spanish Laberinth at work. La Fuensanta, la Reme, la Chumillas El Antonio  G. Quintana. Are we heading for another civil war? Going to work for me many afternoons is like marching to the front.

 Why didnt he shoot himslef alter living to the Catalans the Papers from Salamanca? Insted he hostigates me. Mobbing at large. The sexism od the women funcionarias a chip on their shoulder. Envy. All of them have spent lots of euros in crash course to learn English a language that little secrets for me even if I cant get rid of that wqild Çspanish accent but I learnet it by heart and it was the masterpiece of love. When you love your learn. Everywhere jews and turncoats. Los tornadizos de siempre que asoman la oreja siempre a lo largo de nuestra historia. Judas at work.

 Jelousy. They dont know how to draft a comunication official. I know how to draft. I know where are the books. I am aware of the drastic and dramatic history of Spain. I know and I am scared of my people. The rule of fears.  I also know how draw a knife but a follower of my Master I prefer to put down the guns. Mitte gladium in vaginam. I am peaceful and meek. My best altar are the taverns. The good tavern is a good tabernaculum. I am lover of beauty, good feelings, compassion, a bit of laughters, easy going but those ideas dont sell nowdays you have to be on the perpetual watch, suspiocious minded or became a bastard insensible to your neighbours feeeling bloody hell. I am the odd man out. Hangling from a rope never reaching the end like in the nights of white Satin.

·       In any case I have been quite worried about my Helen. Has her car dented by a silly old hag. Watch where you are going missus. After all she was honest and left her address recognizing guilt. That shouldnt be  like that in Madrid or New York. England after all is the whole land of gents and ladies. Now my Helen our Helen  she drives at night working the night shift caring for new borns. God bless her. In a world like ours especially in Spain whre the fall of demography is appalling (only parent prio paris parire peperci partum I know how is conjugated that verb from my Latin days the gachupichus, the blacks and the arabs, Europe is going to have a problema but that is none of my business in the same degree as I should not worry because petrol prizes are climbing up in preparations for the next war in Iran ) lady Suzanne your words are always soothing. You are the the only person in the world whom with I can talk. Sometines. They have messed all up, they should put the remedies. Like in the Baske country, like in the fucking Ulster. I spent years of my life writing about the Irish and I dont know a wolrd of it. Even I interviewed Paisley, Faulkner and all those cronies. I dont know a bit. Nor of the basque country.  Now a certain presbiterus called Reid has come here as Mr. Kissinger to make end meets. Oh priests. I dont understand the Catholic Church, Wojtyla, the Pope. All is power. Nothing to do with Christ. That is why I have become orthodox and I pray at home in from of the face of the illuminated ikons. There was a priest in me a seminarian and is sprouting up in my last days. Today is Easter. Christ is risen. Joy to all. Yesterday after talking to you, Lady Suzanne, there was in a Arab station form Aegipt the transmission via satellite – I follow the Germans and the Skynews- of the blessing of the Patriarch of Alexandria. The song to Christ resurrected in Arab sounded also by the Nile margins and for me it was quite emotive because someone has sent to me years ago the photo of this venerable bishop and is with the photos of my Helen and my rosaries in a gesture of adoration of the Bizantine Cross in full gear with all the garments. The tiara, the humeralis covering his head and patriarcal shoulders. Strange signal that mitigates the sadness of my troubles. Oh let us have hope and be joyful. Suzanne do you think I am a marthyr? I have had that feeling in El Escorial.  Will talk to you one day about those awkard and exicing experiences. I knew you were healed. I had the impression also that I made you suffer a lot. Oh Lord forgive my sins.  Good God. Mj thinks that I am useless. Perhaps. A bit unpractical. And Cristina is a sweet. She is very eager to come bak to Madrid. I hope that she talks with her half sister. I know everything will be alright. Trust God. Anyway Suzanne my mind is confussed and happy. I am glad you had a lovely holidays in Wales. Tjhe dragon of Wales. Caernavon. There are there your roots arent they? But you also are a bit Irish arent you not? Any way let us keep in touch. Hope you dont mind this epistle. Looking forward for your holidays in Frogland. Have a rouge on me. Or two. But tell you one thing the best wine in the world is  Valdepeñas trust my word of connoisseur. Have a very nice week. Writting for me is a relieve. I think I ll continue a novel I started but I cant find time. When I get back to Madrid I am exhausted.

·      Have a peacful and joy ful week.

·      Antonio

 

 

          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

batir moneda felipe ii el primordial burócrata san mateo es el patrón de los de hacienda plata repujada censo del marqués de la ensenada de 1765 y catastro de la villa de madrid de 1754 en 1770 araquistain propone un colegio para instruir a los funcionarios en las carreras del estado bravo murillo y el estautot de funcionarios de 1872 pedro gomez de la serna el último recotr de alcaá de 1849 que traslada la universidad a madrid suspensión y reposición de empleados públicos ayudas de costa sobre el estatuto de fuincionarios juan neneyto perez historia de la dministración calvo sotelo fu

CORRESPONSAL DE LA NUEVA ESPAÑA  EN NUEVA YORK. UN MORDISCO A  LA GRAN CAMUESA.

                      Antonio Parra

Con una estampa de la Santina en bolso y bastante miedo en el cuerpo me acuerdo de mi arribada a NY tal que una noche de san Andrés de 1976. Estaba nevando o a punto de hacerlo en honor de aquel refrán que dice: Por los Santos nieve en los altos y por San Andrés nieve en los pies. Cuando en América se acatarran aquí cogemos unas pulmonías de espanto.

 Era una tempestad de granizo casi tropical lo que caía terciada con hampos de una nevasca rusa que descendían perezosos sobre la cima de los rascacielos y el viento huracanado jugando a capricho con la aeronave. Por un instante creímos que nos ibamos a estrellar contra las Torres Gemelas. Allí vi un signo de los días porvenir. El horrísono espectáculo para los hiperestésicos como yo no es nuevo. A  Nostradamus lo he vivido en mis propios huesos. La fatalidad muslímica frente al destino. Makfut. Está escrito.

Desde entonces, y aunque salí de aquélla y de otro accidente que tuvimos en Lisboa, se incendiaron dos motores en pleno vuelo, a raíz de mi accidentado aterrizaje en la Gran Manzana, he tenido pesadillas columbrando aviones caían sobre el World Trade Centre. También la torre Eiffel y el embudo donde se encastilla el Big Ben, torre del parlamento de Westminster, pero sobre todo las torres Gemelas eran el tema recurrente de mis cefaleas oníricas. ¿Occidente en la encrucijada?

 Hasta escribí una crónica y creo haber entregado algún despacho anticipando esa experiencia apocalíptica de las Torres Mellizas derrumbándose que ha puesto al mundo los pelos de punta. Y la obsesión me ha martillado muchos años porque Nueva York es algo que imprime carácter que cambia la mentalidad y el modo de ser de las gentes. Allí mi vida experimentó un giro de varios acimutes. Y silbé sus “blues” bajo la autoridad de Frank Pinatra, un neoyorquino típico: “I love Nueva York. Nueva York”.

En América todo es grande y es extremo. Las montañas. Los huracanes. Los hombres y las mujeres; allí se encuentran los más altos y los más bajos, los más guapos y los más feos, los flacos como leznas y los más gordos pues dicen que Nueva York, donde abundan los “fatis”, cambia hasta el metabolismo y a mí me ocurrió Las ciudades. Los árboles mayores como el alerce de las Rocosas o las secuoyas de California. Se lo pasan allí en grande los estadísticos, los amigos de los contrastes y todos aquellos que sienten pasión por evaluar las contradicciones, sinrazones y a veces maravillas de la raza humana. América casi carece de raseros y de varas de medir. Hasta climatológicamente las subidas y bajadas del mercurio de tan bruscas carecen de parangón. Se pasa sin solución de continuidad de una mañana calma de primavera a una tarde de calígine para luego tener una noche de escarchas. “If you dont like our weather, just wait” (Si no te gusta nuestro clima aguarda un segundo), advierten los castizos de Brooklyn.

Esta volubilidad a mí me parece que influye en la forma de ser de los habitantes con bruscos cambios emocionales que hace que no se asuste el neoyorquino de nada. Y se asusten también de todo. Allí suele tomarse la vida muy a pecho puesto que para sobrevivir hay que ser un adicto del curro. Como aquel Hernie, el transcriptor de mis crónicas en la IT de la Onu, un judío entrañable. El pobre se fue a morir a Miami a un cementerio de elefantes. Que así se llama en el lenguaje coloquial a los que se jubilan y lo peor que le puede pasar a un neoyorquino es jubilarse.

Y es que allá cuando llueve, es el diluvio y si truena o cellisca lo hace a conciencia y de verdad.

Iban a ser cuatro años de experiencia sin precedentes. De calores húmedos en los cuales se podía cortar el aire con una navaja y de hielos espantosos.  Recuerdo la morriña que me invadía todos los veranos al regreso de las vacaciones en Artedo con sus mareas cantábricas, un verdadero servicio de limpieza costero que no existe en la Bahía del Hudson fuertemente contaminadas a causa del carboneo y el intenso tráfico náutico que ha degradado a las playas como las de Long Island consideradas como las mejores del mundo; una vez fui a bañarme a los arroyos de Staten Island, un marasmo de galipote, y por poco perezco, añorando las olas de mi Cudillero, no a causa del agua sino en el cieno de las cloacas y de los vertidos de los basureros oceánicos. De la parte de Nueva Jersey las tardes que cambiaba el aire llegaba una hedentina que quemaba los ojos y las narices. Allí todo era grande y distinto. Hasta el tufo. La naturaleza, más joven que en la vieja Europa, observa un comportamiento más vigoroso e imprevisible. Allí todo es grande hasta los atentados como el que acabamos de presenciar horrorizados a través de la CNN. En los famosos kills se entierran ahora los cascotes del desastre y Staten Island era y lo sigue siendo la isla de los muertos. Gestaten, en alemán y en holandés vale tanto como inhumación.

Habíamos tenido un vuelo con turbulencias. La aproximación a Kennedy la hizo el piloto con mucha cautela. Estuvimos dando rodeos a la vertical del cielo de la Mejana Inmensa que es la isla de Manhattan, a la que llaman cariñosamente Big Apple (la gran camuesa) los neoyorquinos, gentes de todas las etnias y razas que han aprendido a convivir en armonía y sin problemas, dentro de lo que cabe, formando ese caldero o melting pot que demuestra que los caminos del mundo no son los de la xenofobia sino los de la xenofilia y benevolencia hacia el forastero, el meteco o el espaldas mojadas que llega en busca de acomodo y de un futuro mejor. Allí uno nunca se siente de fuera.

Esto no quiere decir que sea una megapolis cómoda o fácil ni el Edén, porque se lleva una vida que no es para llegar a viejo. Es una ciudad bronca donde todo es difícil y  donde nunca hay que bajar la guardia pero allí se percibe un halo de humanitarismo tierno bajo la hosca corteza del neoyorquino quien, cuando habla por cierto lo hace con palabras precisas y como con barbas. Su “slang” o jeringonza es uno de los más interesantes por sus alardes de precisión y de fantasía. Puede decirse que el cheli y el pasota madrileño lo copian. Hasta el punto de que allí la sabiduría se aprende en la calle. La ciencia del albañal o sabiduría de la acera son dos palabras que allí conviene aprender para saber nadar y guardar la ropa. Sin una orientación y una buena aguja de marear te caes pues refiere un viejo dicho local “nice guys here dont last” (los buenos chicos aquí duran poco). Están acostumbrado a las emergencias. Lo que más me sorprendió al principio es que la radio ensayaba simulacros de un posible ataque nuclear y llevaba a cabo pruebas de evacuación a los refugios que terminaban todos ellos con la muletilla: “Esto no fue sino una prueba, de haber sido una emergencia real les hubiésemos facilitado las precisas instrucciones”.

   Es el mejor inglés jamás escuchado y eso mismo me decía el querido periodista y novelista gijonés Faustino G. Ayer, un enamorado de América y de todo lo americano (los dos ibamos a comprar el pan juntos a una tahona italiana de la ciudad baja, dentón) que conocía bien Nueva York, claro dentro de un límite porque en este foro mundial todo se mueve. Todo parece en perpetua catarsis y siempre confunde, siempre sorprende. Con este colega asturiano también tomé copas en el bar cerca de Plaza de la Trinidad donde acostumbraba a beber hasta quedar tendido Dallén Thomas. A veces nos acompañaba el ovetense Delfín García, corresponsal de RNE, bravo carbayón aunque muy cabezota, que tenía un aire inconfundible de Humprhey Bogart siempre con su Pall Mall sin boquilla a flor de labios. Pero en Nueva York la bohemia es mucho más escurridiza y peligrosa que en Europa. He aquí a uno de los máximos poetas en lengua inglesa convertido en difunto de taberna en uno de esos pubs de mala muerte denominados “dives” (inmersiones) o cavernas o “speakeasy” (hablemos paso) que recordaban los tiempos de la Ley Seca. A Dallén que añoraba sus excelsos valles del Principado de Gales Nueva York fue su tumba; lo derrotó.

Así que el Sky line se presentó ante mis ojos como una visión. Pensé en Moisés y Aarón bajando del Sinaí con las tablas bajo el brazo. Una nueva era de mi vida empezaba traumáticamente. Parto acongojado. Yo venía a Nueva York por una de esas carambolas a contar ese periodo de transición que fue la era Carter para los lectores de “Arriba” LA NUEVA ESPAÑA y una cadena de otros cincuenta periódicos y también a entregar la cuchara porque la cadena del Movimiento para la que trabajaba iba a ser pignorada o desmantelada a nostramo, porque digase lo que se quiera reconozcámoslo o no en España desde el año 45 los que mandan son los americanos y algunos amigos yanquis me han confesado sottovoce de que con Franco les iba mejor. No quedaba más remedio. En aquel puesto había habido predecesores brillantes: Manolo Blanco Tobío, Celso Collazo, uno de los creadores de EFE, Guy Bueno, Félix Ortega, que fue el mejor de todos ellos a mi criterio de todo el cupo iniciado en el 48 por Pepe Cifuentes y Rodrigo Royo, quienes tuvieron que verselas con una ley tan pistonuda como la MacCarrack, el diplomático de Truman que luchó en Brunete con las Brigadas Internacionales y  que vedaba la entrada en territorio estadounidense a los españoles. El bloqueo estuvo en teoría hasta comedios de los cincuenta sólo sobre el papel porque en la realidad nunca se llevó a efecto.

 Todas esas firmas habían dejado muy alto el pabellón y aunque entusiasta y audaz periodista como se decía en la jerga el momento no me sentía con capacidad suficiente como para hacer sombra a aquellos gigantes. En los primeros días me fumé dos cartones de tabaco pero no fui el único. José María Carrascal que llegó en barco casi como un polizón se había fumado treinta paquetes hasta perder la voz. Y a nadie le extrañe porque Nueva York acojona e impresiona y más si el recién llegado la descubre en medio de una aparatosa tormenta como me pasó a mí. La clemente Santina me echó un capote.   Aquella vez y todas.

Durante la espera para aterrizar estuvimos de circunvuelo. A nuestros pies la postal inconfundible del paisaje urbano: Manhattan con sus dársenas, espigones, grandes buques amarrados. Bocanadas de humo blanco manaban de las fauces de las chimeneas de la central térmica edificio lindero con el de la ONU y se iban a colgar estos penachos sobre los tiesos adarves del Woolworth, el rascacielos más antiguo, y del Empire State.  Es el emporio de la civilización y la impresión que ofrece al viajero es la de algo que arde y echa chispas.  Viviría dos años con mi mujer y mis dos niños casi a la sombra de este mastodonte de hormigón con su chapitel calado donde la inmensa lanza de una antena de radio hace las veces de campanario. Todas las mañanas me despertaba la visión y el espectáculo de la city. Es un paisaje abstracto que no inspira sosiego, que parece que siempre está llamandote a la calle e instandote a la acción y al movimiento pero los atardeceres son verdaderamente apoteósicos.

 El Empire es el palo mayor de esta ciudad con forma y fisonomía de buque de guerra con jarcias de cristal.  Las Torres Gemelas eran las vergas de popa. Cualquier bamboleo, descartado pues el firme de Manhattan no es más que un peñasco yermo vendido por los indios moahawk a los holandeses por veinticinco dolares en 1622; que se derrumbase todo el montaje, simplemente imposible, porque los cimientos son de  sílice.

 La Nueva Roma se funda sobre un plinto granítico y siguiendo las instrucciones talmúdicas trata de imitar a la Roca de Israel a la cual alude Ben Garrón cuando fue proclamado el estado judío en 1948; no mencionó la palabra Dios, sólo la Roca de Zion. Además, los muros de los rascacielos, orgullo de la ingeniería del siglo, estaban diseñados como  soportar la oscilación del mayor terremoto. Por lo que el portaaviones sería inexpugnable. ¿Cómo iba yo a pensar que la Nueva Jerusalén de la Diáspora iba a ser atacada y sus dos símbolos señeros abatidos? Los pilotos kamikazes hicieron blanco no ya sobre las moles simbólicas de la Torres Mellizas sino sobre el corazón que mueve todo el ajetreo de las finanzas. El daño mayor no han sido los muertos, desaparecidas o el destrozo causado, aunque los norteamericanos tengan redaños suficientes como para resucitar de los escombros, sino la afrenta moral a lo que estas dos trípodes de cristal abanderaban.

 Conque no puede ser más símbolo aquello de torres más altas han caído.

 Para mí que conozco Nueva York, amo Nueva York y fui residente allí cuatro años, los más importantes de mi vida, lo ocurrido el 11 martes fatídico de septiembre del nuevo milenio ha sido una señal. Un toque de atención que exhorta al rearme moral más que al físico, una vuelta al pensamiento de la nueva frontera de la época Kennedy. Que América vuelva a ser amada más que temida y odiada. No se aconseja un castigo porque Dios no puede castigar sino que el ataque representa un aviso enviado desde lo alto. Algo no va del todo bien pese a la euforia de los últimos años. Se exige no la guerra de represalias contra la diabólica mente que urdió la infernal hecatombe sino la reflexión meditada y el reposo sobre cómo somos, qué queremos, hacia dónde marcha el mundo.

Y esta idea se me ocurre cuando a mi memoria viene el recuerdo de aquella tarde noche de san Andrés en medio de la tormenta durante la angustiosa aproximación a un aeropuerto congestionado de un tráfico terebrante. Allí oscurece mucho más rápidamente que aquí.  Me impresionó la visión de aquellos dos conos mágicos como una soberbia representación de una ecuación matemática sobre el paisaje. Dos falos erectos encarnación de la potencia genésica de una nación joven ¡qué contraste frente a los aires caducos de Londres! Dos mástiles de un transatlántico en el que actuaría de timonel, de serviola y de mascarón de proa la estatua de la Libertad apuntando su hachero con la flama perenne hacia Europa. Nunca imaginero tan mediocre como era Bertholdi, aquel escultor que fue contratado por la municipalidad neoyorquina para llevar a cabo el proyecto, tuvo tanto éxito con un molde. Es lo que significa el coloso. Los pobres de la tierra recién llegados a la isla de Elis estuvieron viniendo a refugiarse bajo sus zócalos y ahora el pebetero de la verde dama en cuya cabeza hueca cabe todo un restaurante puede que esté también amenazado. Ha soplado un viento recio en el rebufo de la carlinga y la cola de los dos aviones estrellados contra la fachada de las dos torres. Vesania fundamentalista. Muchos corearán aquella frase del Corán “Alá es grande”. Pero la grandeza divina nunca podrá cimentarse sobre un montón de escombros y una pira de cadáveres.

Sin embargo, yo entonces con treinta y dos años y medio pensaba que estaba llegando al epicentro del futuro. Caía en la forja de una horno donde todo se cuece donde está el crisol del mundo nuevo. La primera impresión fue la de acogotamiento. Nueva York amedrenta un poco cuando se la ve desde el aire y más en las circunstancias de aquel vuelo en medio de una tempestad que hizo que el avión se zarandease como una vaina. En uno de los fucilazos del relámpago quedó diseñado sobre las nubes el cordonazo de san Francisco o la palma de santa Barbara que decían los pastores de mi pueblo. Me pareció entonces que una mano invisible estaba diseñando el croquis de los tiempos por venir con una anticipación de veinteséis años sobre los acontecimientos. Mi olfato periodístico me dijo que no hay que dar de lado a las corazonadas y yo en aquellos momentos la tuve y ya desde entonces nadie me pisó el scoop y por eso mi corresponsalía fue un poco a la contra de la de los demás. Parece ser que a muchos les supo a cuerno quemado que uno quisiera contar la verdad. Yo a los cables de la Ap, de Deuter y  del “Times” les daba siempre la vuelta y al revés te lo digo y acertarás, piensa diferente y acertarás. Hice periodismo de calle. No me limité a pegar telegrama o a refritar el Times como otros becarios de la Fullbright y con master en Columbia que se convertían en amanuenses de los lobbies por los pasillos del Edificio Azul o del Departamento de Estado. Desde el principio tuve muy claro que venía a servir los intereses de mi país. Me dieron por díscolo pero hice bastantes dianas y conseguí moverme con soltura en el laberinto de la política exterior de Cirus Vance, para mí un auténtico caballero. Los americanos tienen un alto código de valores tanto éticos como morales y eso se nota también en el apasionante mundo político y estratégico de la Casa Blanca y del Pentágono. 

 La verdad tiene muchos carriles y a un periodista se le perdona todo menos el de ser aburrido ni pastueño. La mansedumbre de feligrés da buen resultado en el rebaño y en la manada, nunca en esta bataneada profesión a la vez canalla y sublime. Mi lema era un poco el de la libertad al estilo del fundador del “Manchester Guardian”: Facts, sacred. Opinions, free” (los hechos son sagrados; las opiniones libres). De acuerdo pero existen diversas formas de presentar objetivamente unos mismo datos. A la que descendíamos el avión perdía presión. Vi como el pararrayos de una de las Towers absorbía la descarga de una centella. La gran azotea se iluminó con una luz de espectro. La gran fábrica del rascacielos aguantó impávida. Aquello me pareció el techo del mundo pero yo ya colegí que aquellos prodigios de la ingeniería eran vulnerables. La exhalación había pegado justo sobre la punta de la antena de una de las torres y el firmamento fulguró. Entonces el World Trade Centre estaba casi vacío y en alquiler la mayor parte de sus ciento diez pisos y dependencias. Bajo la borrasca ofrecían estos dos titanes de acrílico un aspecto de desafío a los elementos. Habían sido erigidos a prueba de terremoto. Eran el orgullo de la técnica. Sin embargo, dos aviones de pasajeros una fatídica mañana del final de un verano para olvidar, el del 2001, acabaron con esa suposición presuntuosa. Al verlas por primera vez recuerdo que pensé en Babilonia y en Babel.

-Scaryeh? - dijo entonces un puertorriqueño compañero de vuelo empujandome con el codo.

-A little - repuse en inglés y él se puso a jurar entonces en español como suelen hacer los simpáticos de la isla de Borinquen que habían emigrado en oleadas a Manhattan en la década anterior y constituían casi un cuarenta por ciento de la población:

-Manda huevos con el viajecito.

Gran parte del pasaje estaba vomitando en aquel instante de turbulencias y de zarandeos. No pude por menos de reprimir la carcajada que distendió el estado de nuestros nervios. De allí a poco sentimos gañir los neumáticos del Jumbo contra el tarmac de la pista de Kennedy. Todo el mundo empezó a aplaudir.  Y yo a rezar. Recuerdo que en ese instante  apreté contra mi pecho la medalla de la Virgen de Covadonga parte indispensable de mi ajuar.

A lo largo de cuatro años no se me pasó el acojone y creo que todavía me dura pero acabé amando a Nueva York identificándome con su latido. Es el pulso del mundo del mundo. No me extraña que Manolo Blanco Tobío dijese que lo que más extrañaba - para este gran periodista gallego muy habituado a los modos de vida norteamericanos Europa era una especie de exilio- es una ojeada rápida todas las mañanas al Nueva York Times.

El bien y el mal conviven allí puerta por puerta. Ángeles y demonios sentados a la misma mesa. Los rabinos con sus kaftanes y los popes con sus manteos comparten un sitio en el metro. El superfluo y la elegancia de la Madison Avenida entremedias de la cochambre del Bowry. De todo aquel caos que fue mi experiencia neoyorquina saqué la conclusión de que tiene que haber un dios, un demiurgo que ponga orden, que se apiade. Eso. Alguien que se apiade porque Nueva York hace pensar en la famosa frase de san Pablo “nada de lo humano me es ajeno”. No se puede ser ateo en Nueva York. Todo menos ateo. Sientes como una fuerza que te lleva, una especie de protección. De lo contraría te hundirías. La gran manzana, la inmensa colmena, el hormiguero de gentes que se afanan un día y otro y también el avispero y las injusticias. Y como no la mafia. La metrópoli suscita ideas enfrentadas, pensamientos contradictorios de amor y de odio. No es una ciudad para volver porque de ella no se consigue salir nunca. Te atrapa desde el primer minuto y ya no te suelta aunque te alejes físicamente.  Nueva York es una condición mental, estado anímico. Yo diría que es una ciudad mística. He aquí una lectura judía en versión talmúdica de la “Civitas Dei” agustiniana. Que sólo cree en la gracia del esfuerzo y que a Dios lo coloca en otro plano. A él rogando y con el mazo dando. Es una concepción utilitarista de los elegidos llamados a poseer la tierra sucediendo esto acá abajo sin tener que aguardar al más allá. No se conforma con la resignación cristiana ni lo injusticia a la que lucha por atajar en este mundo. Por eso es un frenesí continuo. Arriba y abajo. La ciudad que nunca duerme. La riada humana. El poder automático.

Está tan cargado de voltios el lugar que los picaportes y los pestillos sueltan chispazos. La estática pervade el entorno. Yo viví en el Este hacia la calle 14. Allí todos están juntos, nunca revueltos. Mi barrio era una mezcolanza de judíos y de sicilianos que veneraban la camorra y nietos de Al Capone todavía practicaban ese vudú italiano que es la “jettatura” pero católicos al por mayor ya que en la fiesta de san Jenaro sacaban su imagen por Manhattan en procesión. En la otra manzana había polacos con su manera tan peculiar de concebir el cristianismo y antipáticos. Los  pacíficos ucranianos todos con su peculiar y angulosa cabeza, los húngaros con sus botas de fuelle me gustaban más y me hice amigo de los judíos como mi kioskero, un bendito de Dios por nombre Samuel, que me regalaba unos puros verdes trapicheados de Cuba y hablaba algo de ladino o judeoespañol. “Aguarde su merced agora un momentico pues vengo al punto” Entre todas las etnias son los más de fiar. Los más caritativos, los que más ayudan, aunque en cuestión de dinero no se casen con nadie.

Luego, hispanos los había por todas partes y ahora creo que son más. No se puede contemplar esta inmensa urbe con prejuicios, nueva York los desborda. Es un mundo que rebasa todas las barreras y trasciende las ofuscaciones y atavismos de la vieja Europa donde se mira con recelo al nacido en el pueblo de al lado. Allí este tipo de resentimientos se desconoce. No hay envidia y si existe por lo menos no se nota. Ni miradas por encima del hombro. Sí tiene que haber un Dios flotante por encima de nuestras cabezas, un Cordero que quite los pecados del mundo. Alguien que se apiade. De la torre herida por el rayo. De la humanidad que palpita y gime desconcertada. De la inconsciencia, la banalidad, la vulgaridad a espuertas, la frivolidad sin limites. Se vive mucho mejor en el Rellayo pero uno no sé por qué termina añorando a la Ciudad Automática. Un mundo sin paletos, sin intereses de campanario y con periodistas e informadores, literatos amantes de su patria y de su país con razón y sin ella, que tienen muy en cuenta la ley del libelo a la hora de sentarse delante del ordenador y que saben como nadie maquillar la información y  autocensurarse mientras que la prensa a este lado del charco da fe de una picaresca en auge y la rosa en su chabacanería procaz parece una corrala.  Aquí todo se ha vuelto un poco peripróctico, ya que la información, anal y asnal, parece girar en torno al mismo cabo. Lo acabamos de ver en la manera que han abordado el choque de los aviones contra el hastial imponente de las torres. Nos han demostrado que entienden el periodismo como una vocación de servicio público, un menester que ha de hacerse con categoría, responsabilidad y serenidad ¿Para eso queremos una Facultad de Ciencias de la Información? 

 

18 de septiembre de 2001

 

Antonio Parra fue corresponsal en USA. Licenciado en Filología Inglesa y Románicas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SAN FRUTOS, ABOGADO CONTRA LOS MALOS TRATOS

  

                            Millán Sacramenia Artedo

 

Le llaman “pajarero”, seguramente, porque su fiesta, iniciado el  otoño, coincide con la oleada de aves que cursan viaje hacia el sur y lo convierten en  cangreja de  místico velero, donde reposan el vuelo utilizando como  descansadero a la impresionante cofa de este peñasco  yermo que adquiere la caprichosa forma de portaviones inmóvil surcando  la pedriza segoviana. Antes de reemprender el vuelo por el freo paran aquí o utilizan las escotaduras y socarrenas de las paredes cortadas a pico para anidar y quedarse. Abajo se prolonga una sima amenazante, pero por lo alto del risco encuentran posada y cantadero las aves tránsfugas, y sus píos causan embeleso a los ornitólogos.

 Son como partes de una letanía misteriosa repetida cada 25 de octubre sobre la cumbre que acomete el diácono de las silvas con harta solemnidad y empaque. Señor, misericordia, es el grito que entonan el jilguero, la avutarda, la aguzanieves y el monacillo por estos peñascos donde el alma se eleva y Dios parece estar cerca, casi al alcance de la mano, allí por donde las águilas y las vultúridas vuelan haciendo círculo, más que en ningún otro sitio.

San Frutos es un santo que sabe mucho de pájaros y de “pájaras” puesto que conoce algo de las costumbres humanas a redropelo de todo pronóstico, se apartó del mundo no por menosprecio sino por amor a la condición humana cuyas debilidades no le fueron ajenas. Las bodas que se celebran en su altar no terminan en divorcio. Este eremita mozárabe,  que nació en Segovia el año 642 y murió setenta y tres años después de vida penitente en el desierto tierras al norte de Sepúlveda - fue contemporáneo del último rey godo, del traidor obispo Opas y del moro Muza que inicia sus algaradas por el Estrecho a bordo de pateras-, brinda amparo, según cuentan, a los que andan en precario por causa de amores que se acedaron, es baluarte de acogida para las mujeres zurradas por la vida, víctimas de la incomprensión, la sospecha, para todos aquellos que andan en trámites de separación o están a punto de cometer un disparate.  En fin, larga sería la lista de méritos y los prodigios a cargo de su varita de virtudes poderosa. Su venerable aura sigue ahí, encaramada en lo alto de la roca viva para el que se moleste en venir a rezarle salvando las fragosidades de un áspero camino. Por estas cumbres parece que se respira un aire distinto.

 Villa y Tierra lo quieren y se le venera en todos los sexmos de esta especie de confederación de judíos, moros y cristianos que era la zona de la provincia de Segovia, el arcifinio de todas las lindes, campos de pan llevar pendones y merindades, palenque de todas las espadas en los agobiados siglos de Reconquista, zona de frontera entre dos culturas diferentes y dos maneras de ver el mundo absolutamente opuestas. ¿Nos habrá nacido desde entonces este complejo de prevenidos en fronteras, de centinelas observantes del cotarro, siempre al acecho que hizo que el alma del pueblo español, acostumbrado a los palos, saetas y sufrimientos del contrario, tenga algo de aspillera? Es el sentimiento que al viajero le embarga cuando rinde visita a estos riscos.

 La ermita de san Frutos se yergue como un testimonio contra la intolerancia fanática, el desencanto de las cosas del siglo, y una exhortación a los buenos propósitos de la enmienda: lo que acaeció entonces puede volver a repetirse.

Fue uno de los grandes santos intercesores hispanos, muy popular a lo largo de la Edad Media. Así lo destaca el Misal Mozárabe donde la fiesta de su tránsito era un día importante.  La liturgia de san Isidoro, que es mucho más expresiva y poética, menos concisa y circunspecta que el ritual romano, como se sabe, le dedica nada menos que tres himnos de insólita belleza literaria, lo que indica que no es un santo de tantos en la lista de bienaventurados. Las rúbricas del Oficio Divino que acostumbran a despachar en dos líneas a san Acisclo, pongamos por caso, al anacoreta sepulvedano le apropian tres páginas de panegírico en elegante hipérbaton y salmos. La imaginería barroca nos le pinta con barbas apostólicas, una calva a cincel, el cerquillo penitente, en una mano un libro y en la otra, un cayado, la cachava de la cuchillada con que tajó la roca hurtando así su cuerpo de las gumías sarracenas que le pretendían degollar.  Todavía queda la señal. Se abrió una sima entre la hueste agarena y el varón de Dios. Al abismo de san Frutos todavía se podrá asomar el visitante: una enorme garganta, y abajo, las aguas pandas  y trucheras del Duratón, no demasiado profundas sobre el álveo calcáreo. Idóneo emplazamiento para ver nidificar al buitre o para suicidarse.

Su estatua corona la entrada norte que algunos llaman también como en Burgos  la  del Sarmental de la catedral de Segovia, toda en granito y obra de Aniceto Mariñas. El ermitaño embebecido en sus meditaciones pero sin porte adusto y casi diríamos que risueño está mirando para un cantoral. La hoja de su libro está a medio pasar. Cuando esta página que pinga del vacío vuelva con las demás, es que se va acabar el mundo, según es crédito de radicación vulgar. La diócesis le tuvo gran devoción por éstas y otras muchas cosas. 

San Frutos vivió tiempos difíciles de cambios dramáticos y de desasosiego general como son todas las épocas de transición, cuando la historia pasa página. La batalla de Guadalete dio paso a la desbanda del 711. Empezaron las invasiones africanas, los arrasamientos y guerras prolongadas. Aceifas en masa. Venían y venían, cruzaban el Estrecho que desde entonces tan bien conoce el moro en oleadas. Seguramente la peste agarena fue un castigo que nos dio Dios a los godos “por no amarnos unos a otros como Él nos amó”, porque las rencillas, discordias y lo que dieron en llamar los historiadores “morbo visigótico” eran la regla. Ya san Isidoro nos lo advertía, pero no hicieron caso. Crisis de valores en todos los sentidos. Época de conmociones sociales, mudas de camisa y  cambios de chaqueta. Se pasó del aquí no pasa nada al a ver qué va a pasar aquí. Las fuerzas del moro Muza y de Tarik pilló a los visigodos desprevenidos discutiendo sobre el sexo de los ángeles en medio de la gran refriega religiosa entre trinitarios y anti trinitarios, arrianos y católicos. La Media Luna, que no se anduvo con arrequives ni remilgos, irrumpió por el Estrecho aprovechándose de nuestras banderías, sacando partido de la endémica desunión de la grey cristiana.

El lábaro verde del Islam flameó triunfal en los campanarios de las basílicas paleocristianas que fueron asoladas o transformadas en mezquitas. De Despeñaperros para abajo no quedó ni una sola cruz alzada - eso para que ahora digan- y en la Córdoba de san Eulogio y de san Pelayo, éste, el único santo sodomizado de todo el menologio cristiano, por un califa de perversas inclinaciones sexuales, que lo mismo le daba a Abderramán bardaje que bujarrón, pues hacía a pelo y a pluma,  ante su negativa a abjurar la fe y luego tirado a un muladar, las aguas del Guadalquivir fluyeron teñidas de sangre de cristianos, según revela el testimonio del santoral mozárabe y las propias Partidas. Los recién llegados no fueron un espejo de tolerancia. Se comportaron como horda invasora y el que crea lo contrario que refresque su memoria leyendo a don Claudio Sánchez Albornoz, que fue otro san Frutos, pero de Ávila, mártir laico de la verdad y por unos y otros perseguido. Debemos nuestro atávico sentido de la vida política a los taifas. Hay los que olvidan que este pueblo estuvo peleando contra el moro nueve siglos.

Desde aquella ocasión hemos sido, como individuos y al de por junto, de inclinaciones tornadizas con el forro siempre dispuesto a cambiar de chaqueta. Si se quería conservar la piel, había que practicar una moral de conveniencia. Algunos por eso se fueron por aljamía.  Fue el caso de los muladíes cristianos que abrazaban el Islam. O el de los marfuces o renegados muslímicos que se bautizaban. Muchos transigieron aun teniendo que pasar por carros y carretas como aquellos reyes de León compelidos a  pagar a los califas la alcabala del viento o tributo de las Cien Doncellas, el primer caso de trato de blancas que se registra en los anales.

Pero los más hubieron de liar sus petates y enfilar las rutas norteñas. La España de los mozárabes poco se diferencia de la Grecia ortodoxa que describe Kazanthakis cuando irrumpe el turco en sus lares. Cargaron con los huesos de sus muertos y buscaron la desenfilada de las cuevas inaccesibles y de los caminos no frecuentados.

El Poema de Fernán González en dos hemistiquios cuenta cómo fue aquella huida:

               Tomaron las reliquias - todas las que hubieron.

                Fuyeron por Castiella-así la defendieron”

Este pudo ser el caso de Frutos, de Casilda, de santa Cristina de Lena, y otros muchos otros.

 

 Asqueado de la corte y desilusionado del mundo se apartó de él para mejor servir a sus semejantes y es así que el Señor le otorgó el don de interceder, de curar, de mirar las conciencias por dentro y de profetizar. Es una figura clemente y compasiva,  una especie de Sansón mozárabe que derribó el templo de los filisteos sin perder la compostura  una sola hebra de su blanca barba. Hombre de fe, al fin y al cabo, que es lo que ahora nos hace falta.

Por eso su fiesta, tras una eclipse, y todas estas convulsiones sociológicas que han puesto una interrogante  recia sobre la institución matrimonial, después de la crisis, del Concilio y todo lo demás, se ha vuelto a colocar en candelero.  El pueblo nunca suele equivocarse en sus corazonadas por todo el racionalismo que le echen y los denuestos percheleros de nuestras celestinas hertzianas, y es así que san Frutos el misericordioso está de moda.

No es tan sólo el interés ecologista lo que ha metido a este padre de la patria en los riñones de actualidad sino que también son las vicisitudes que parecen agobiarnos a los españoles de ahora como a los de entonces. Lo que preocupaba a aquellos godos también a nosotros nos preocupa.

Su ermita está situada en un lugar escarpado, la espadaña en forma de cruz  tiende sus brazos desde castillo roquero de clemencia en la cúspide de un farallón y habitáculo de la última reserva de rapaces que quedan en España, por el predio de Caballar, atravesado por la calzada que conectaba  Septem Pública o Sepúlveda con Cesar Augusta.

 San Frutos funge como abogado de las mujeres vejadas, de los maridos acongojados y pone paz allí  donde la celotipia o la infidelidad ha instaurado su marca de suplicios. Con su báculo y milagrero, convertido en varita de virtudes, tocará la tierra pedregosa y árida y se abrirá una vía de salida para que lo que humanente carece de solución -Dios hace otras cuentas- se enmiende o, cuando menos, no empeore, y así seremos salvos. Por una vez vencerá la inocencia y se irán abajo los demonios. Ya era hora de que el mal fracase.

Este Moisés de la Tebaida nacional de los castros apartados, tierra cenicienta donde se yerguen el serpol y el hinojo y hunden sus raíces perfumadas la encina y el junípero protege a los que sufren el desamor, nadie sabe por qué razón, pero también es abogado de las que padecen hernia a los que por allí llaman “quebraos. Se le invoca contra toda dolencia o malestar, pero, sobre todo, es como una deidad doméstica, un socorrista de  primeros auxilios. En su persona se reúnen todos los manes, lémures y penates de la corte celestial. San Frutos siempre está de guardia tras el mostrador de urgencias. Fijo y perseverante como un tótem de bondad.

-¿Qué te pasa, hija?

-Pues que él me pegó, que no hacemos más que regañar.

-Vaya por Dios. ¿Y eso será irreversible? Un poco de aguante.

-Es que -dice la vapuleada titubeante- ya no nos queremos. Hay otro hombre. Se ha roto la relación.

Cantinelas como ésta las debe de escuchar el bueno del santo casi a diario desde su tronera del Paraíso, un confesonario que le ha asignado san Pedro para que atienda los casos desesperados del servicio de urgencias. En la actualidad con tanta falta de conllevancia, nadie aguanta un pelo y todo son mohatras y requisiciones, inquisiciones de la vida pasada, este departamento tiene tela marinera. Si no fuera así ¿de qué iban a vivir si no los retratistas surales y gacetillas rosa?

La fidelidad, la castidad, la modestia y el contigo pan y cebolla ya no se llevan. Puede que la cosa siempre fuera así porque la condición humana es invariable en sus miserias y cerrera la cabra siempre tira al monte, pero hoy se jalea mucho más. No se barre tanto debajo de la alcatifa como antes ni a las mozas en un desliz les aprieta el guardainfante, pero la mierda sigue escondiéndose debajo del felpudo. ¡Menudas están ahora las prójimas! Hay quienes ven en esta rebelión feminista un signo de inquietud apocalíptica. No se trata ya meramente del sexo, que al fin y al cabo no es más que un instrumento y la función crea el órgano sino de poner la biología patas arribas. La vida va al revés.

Por eso san Frutos, que debió de ser un buen hombre, y ahora es un santo muy majo y servicial, tiene tanto trabajo en el cuartelillo de las desavenencias conyugales donde reside de guardia permanente. Lo que el uno hace el otro deshace.

 Si su colega san Antonio era el encargado de buscarle novio incluso a los casos más desesperados, el pobre san Frutos acomete la desagradable labor de venir con los municipales para recoger los restos de la vajilla que se hizo añicos o hay una mujer tendida en la cocina con diez navajazos en el abdomen asestados por su marido en un ataque de desesperación o de celotipia. Ved cómo terminan las promesas de amor eterno. A veces hasta hace un milagro, resucitando a la víctima o, en particular, evitando que aquellos altercados acontezcan o pasen a mayores.

Es un santo moderno, en pleno vigor, encarnado en una época de empalme de caminos y de paso a la fronteras, cuando se acaba una senda y otra abre surco. El siglo XX cierra sus páginas en medio de muchos estertores de crónica negra.

En esta tesitura global, porque la violencia doméstica no se circunscribe a la península Ibérica sino que es flagelo que azota a todo occidente, es cuando más hace falta una figura que ejerza su autoridad moral y disipe los vapores de la duda y el desconcierto en que parece que nos hallamos. La precaria situación de fuerza bruta y de vejámenes contra la mujer reza para el tercer mundo y es casi endémica entre los mahometanos. Allí no está abolido el harén y es de precepto velarse el rostro o la cabeza con el almaizar, al igual que lo hacían nuestras moritas en los romances fronterizos de la edad medieval. Recato y decoro sigue reclamando el Profeta a las esposas de los creyentes. Las quiere sumisas a sus dueños y hasta se atenta contra uno de los cinco sentidos, el tacto, practicando la crudérrima ablación clitórica para que así no sientan placer en el encuentro carnal.

 No en vano Shakespeare dio vida a este problema que afligirá a los hombres de todas las épocas en su drama Otelo, el monstruo de los celos. Quiso poner a Desdemona, mujer virtuosa e inocente, víctima de las sospechas del marido, en manos de un moro, una tragedia que se sigue representando en vivo y no en el teatro en nuestros hogares con una cotidianidad que empavorece. Sin embargo, a veces debajo de las tocas castas de Desdemona se agazapa el hacha parricida de Clitemnestra, pues aquí todo está muy entreverado y el bien y el mal conviven puerta por puerta. 

En eso que nos llevan de ventaja a los cristianos, en ponerles almaizar para que no las miren a la cara a sus parientas. Si la ley mosaica prescribe la dilapidación para la adúltera y los imanes punen severamente por la misma razón, los cristianos parece que nos movemos en inferioridad de condiciones. Estamos obligados a poner la otra mejilla y hacer la vista gorda a los cuernos, a no vengar las afrentas. Pero no es así. La ley del amor triunfará. Casi por este extremo de devolver bien por mal, un rasgo de entidad divina más que humana, se puede demostrar que el cristianismo es la religión verdadera. Y ahí tenemos a san Frutos salvando a la derrocada y a Jesús dejándose ungir los pies con el alabastro de la dulce y tan pecadora mujer de Magdala.

En este mundo de contrastes entre la opulencia y la privación de lo más elemental la regla sigue en vigor hasta en el atuendo femenino. Lo que les falta a las elegantemente desnudas de nuestras pasarelas les sobra a las señoritas de Bombay que por carencia de medios no pueden ir a la moda. O no llegas o te pasas, o no bebes o te emborrachas, esa es la fija.

El efecto multiplicador del cuarto poder con su arrasadora eficacia haciendo bocina desde los nuevos púlpitos que son las ventanas de los aparatos de televisión sirve de caja de resonancia. Los ojos del basilisco que matan con la mirada tienen hoy pupilas de neón. Salimos a  víctima de la violencia doméstica casi diaria.

Estos males, que siempre tuvieron mala compostura, ahora parecen carecer de remedio. Ni contigo, ni sin ti. La maté porque me pertenecía. Mía o de la tumba fría. Machista. Yo ahora hago con mi cuerpo lo que me apetece, mira éste. ¿Y tú qué me has dado, a ver qué me has dado? Hay algo de luciferino en esta guerra de los géneros que revoluciona los hogares, está poniendo patas arriba las camas de matrimonio y los gineceos en pie de guerra. Fracasada la lucha de clases, ahora a lo que se enfrenta el mundo de los ricos es a la de géneros al grito de “mujeres del mundo uníos”. En lugar de crear un clima de armonía entre el hombre y la mujer lo que está determinando es mayor crueldad, más ira, más esposas victimas de vejámenes o camino del hospital, más maridos y padres de familia que acaban en la calle pidiendo limosna. ¿No nos estaremos pasando?

En desquite de lo morboso, el crimen pasional no pertenece al ámbito perentorio que hoy se le quiere dar. Es más viejo que la ruda porque ya chupaba cámara de actualidad en los tiempos bíblicos y mira que por aquellos días no había micrófonos acusicas ni la gran lente de aumento de los medios de comunicación donde todo se magnifica o minimiza a propia conveniencia para deformar la magnifica presencia de Dios en la historia. Lo quieren desterrar los demagogos y sigue aquí: habitando entre nosotros.

 La flaqueza del barro en que hemos sido fraguados no ha perdido su habitual consistencia; seguimos en las mismas con nuestra querencia a ser carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo. Puede que san Frutos eche un remiendo, pero esto no lo podrán arreglar nunca ni los moralistas furibundos ni las feministas del moño retorcido. Más valdría morigerar un poco el país, colocar a la mujer en su sitio justo y digno, ni en una hornacina ni en la corrala, y no tratarla como un producto de bisutería o de casquería. El alza de mira de la lente del espejo público no debe estar en la explotación morbosa de los bajos instintos (corruptio optimi péssima), pero hay intereses en juego para que no sea así y esta sociedad recoge lo que siembra: pornografía más violencia. Es un círculo vicioso.

 

El efecto mimético de esta corriente llega a los hogares y los convierte en infiernos. Más que moradas vinieron a dar en campos de batalla, en abrevaderos de imágenes, porque la bicha no deja de escupir basura. Hay poca ética y menos estética, dormitorios en los que tampoco se va a descansar sino a la guerra, refectorios de comida rápida. ¿Qué tenemos a nuestra alcance? Televisión basura y sin gusto, comida basura, una clase política que es una mierda y un periodismo que unos días se hace el Tancredo y otras veces rememora las furias de las venganzas catalanas y de la Campana de Huesca. ¿Te acuerda de lo de entonces? Pues ahora sufre. La máscara plateresca del Arzalluz retador y amenazante se ha convertido en una pesadilla que recuerda que en este país donde existe hoy una paz precaria hubo campos de minas, dinamita y trinchera. ¿Qué es lo que quiere el burro ése?

A este paso no va a quedar títere con cabeza.

La autoridad del cabeza de familia por los suelos y postergados sus derechos, la manumisión de las señoras ha traído un ambiente de agresión y de revancha contra el varón que del gallo de quintana encaramado en su bardal sagrado e intocable ha pasado a criar complejo de zángano de colmena al que las obreras humillan y desalojan de su celda por parásito e inservible. Cuando ya no eres apto para la creación, la patada, y esa calamitosa y precaria situación de marido y de paterfamilias que tuvo descendencia pero que ya conserva poco ascendencia entre los miembros de su corral, donde más se percibe es en casa.

 Como la mujer trabaja fuera y los hijos no se emancipan el hogar ha dejado de ser ese rincón donde el guerrero de todos los tiempos se imponía y se lamía las heridas. Actualmente es un epicentro de borrascas agitado por maremotos y donde suenan las voces, son constantes las fricciones, y las amenazas derivan en reyerta. ¿Qué hacer?

Con tantos problemas y con tan escasas soluciones no es de extrañar que se produzcan uxoricidios y parricidios. El hogar altar sagrado de la vida de un individuo, conforme lo entendían los romanos y lo asimiló el cristianismo, se transforma precisamente en lugar de acampada sin raíces estables, en mansión de las sombras y un pedazo de ese infierno portátil anticipo de las tinieblas exteriores.

Como el mal no presenta visos de desaparecer, la crónica negra irá en aumento. Forma parte de los apeos del tenderete con un sistema de valores mercantilista y venal. Los españoles ahora mismo no somos un pueblo feliz y los vejámenes en el hogar no son más que un síntoma de  infelicidad y de males que enraízan profundos en nuestra psique histórica. Tal vez tengan que ver con el morbo visigótico, ese vil entristecimiento de la dicha ajena que nos predispone a la rivalidad y la discordia. Por fuera se trata mediante la hipocresía guardar las apariencias pero lo cierto es que no hay buen ambiente.

Se dibuja entonces sobre el horizonte el espectro felón y fratricida del obispo Opas, símbolo de lo bajos que podemos llegar a caer llevados de esa pasión cainita que hace aquí a la traición coger patente, y que padecieron los santos mozárabes que buscaron en el desierto y la huida refugio a la incomprensión de sus iguales y la intolerancia mortífera de rivales.  Por eso convivimos amargamente y la falta de conllevancia nos convirtió en un pueblo duro y cruel para con nosotros mismos y blandos y papanatas hacia lo extranjero. Nos damos besos y abrazos al saludarnos pero en el fondo qué poco nos queremos.

La familia refleja ese trasfondo de desavenencia no solidario  y banderizo que nos llevó a cuatro guerras civiles en los últimos dos siglos, y casi una docena de cambios de gobierno y de golpes de estado. Sólo nos queda recurrir a la lotería y al milagro. Los santos, por lo demás, están ahí, forman parte de nuestra idiosincrasia, casi son lo mejor que tenemos. Ellos sabrán marcar una ruta de esperanza. Su ejemplo y su protección nunca nos faltarán.

San Frutos era un cortesano huido de la corte del último rey Rodrigo que nace cuatro años después de que se produzca la desbandada. La corrupción y la desmoralización debió de ser total. Harto de aquel ambiente de intrigas y de revueltas, repartió sus riquezas entre los pobres y se tiró al monte, no para atacar el arma al brazo al invasor sarraceno sino en ansias de buscar la perfección que Cristo predicó a los que buscan la vida eterna. Probó refugio en los inhóspitos páramos más allá de Sepúlveda, la selva de las anfractuosidades y hoces del Duratón, un paraje aun hoy lejos de la civilización y habitáculo de alimañas.

Le tildaron de loco y de tarado pero Dios se hacía otras cuentas. Mediante el ayuno y la mortificación alcanzó tal grado de perfección venciéndose a sí mismo que obtuvo gracias especiales del Señor como la clarividencia profética, la bilocación y el don de hacer milagros. Cuando vinieron en su búsqueda unos pelotones de soldados bereberes que arrasaron la zona del Duero él se deshizo de ellos mediante la famosa cuchillada sobre la roca que le puso a cobro de sus fanáticos perseguidores que fueron a dar con sus cuerpos y sus caballos al foso que se hunde a los pies del alcor. Arriba, la ermita y, abajo, las hoces y cañones que dibuja el afluente del Duero al internarse hacia el terreno llano, en demanda de los arribes del Duero, a través de una vega ubérrima, almendros y buen vino, mamblas peladas y raigones de un castillo, lienzos de muralla o sillares de alguna iglesia desportillada sobre el otero, trazando una curva de ballesta.

 

Los reinos del último godo se vinieron abajo en medio de discordias intestinas que allanaron el terreno al invasor. España se desintegraba en medio de conmociones personales; la corrupción de costumbres, cuando las damas de la nobleza visigótica habían caído en toda suerte de aberraciones, copulaban con animales, el gusto por la riqueza y la molicie se habían hecho endémicas.  Mientras, Don Rodrigo y su Cava Florinda van a ser desde entonces el fantasma misterioso de la traición, la conjura y el asesinato que se cierna amenazante por la historia de España. ¿Y esto por qué? Desconocemos la causa pero fue así.

Hubo miseria moral a causa del lujo y las riquezas y miseria física, plagas y enfermedades y esa congoja apocalíptica que se conoce bajo el nombre de “presura” y que pone a los pueblos en movimiento y a ir de aquí para allá. Por si esto fuera poco luego estaban los trastornos cósmicos y la aparición de signos y símbolos extraños en el cielo esto es apariciones con los que el brazo de Dios intentaba meter en vereda a los recalcitrantes cristianos dados a la molicie y que practicaban el contubernio junto a la conspiración y el asesinato. Una pena que no estuviese allá Chus Torbado para contarlo porque hasta creo que se hubiese mofado de aquellas señales cósmicas que a todos cogieron desprevenidos al cabo de la batalla de Guadalete y sin saber a qué carta quedar.

Por haberse encendido la iniquidad se enfrió la caridad entre las multitudes que prefirieron los torneos y las intrigas y el fútbol en vez de acudir a los templos a suplicar el perdón de la divinidad ofendida.

Por eso baremos puede ser, agrego, que la presencia constante de José María García machacona y hortera tras los micrófonos echando balones fuera o los trapos de la Campos “tele-ubicua” y baluarte del sistema de pan y circo con muchos muertos y muchas putas en el temario  representen un argumento poderoso de que estamos llegando a las puertas de los Novísimos.

España en la encrucijada aguantando el escalpelo de sus propios enigmas y los americanos deshojando la margarita de las idus de noviembre y sin saber a qué carta quedarse. Bush otra vez batiendo atabales y haciendo sonar la trompa de caza nuclear, el lituo del acojone.  Helo por do viene. Si es el Bush - dejenmelo que lo diga en inglés con la venia del querido patrón de mi pueblo- “we will be beating around the bush” (a pegar palos de ciego y que los golpes lluevan sobre tu cabeza y no te enteres pues esto ocurre cuando el poder lo tienen los agentes de la conspiración); caso de que las urnas dictaminen su opción de una maldita vez, pues no me cohíbo en anunciarlo, las riendas del planeta estarán en manos de un subnormal... And a bull shall gore us. Lo que expuesto en cristiano viene a decir que nos pillará el toro a todos. El dragón afianza sus mandibulares sobre las carnes divididas de este planeta. La sámara del abedul está desparramando sus semillas. Llega la hora de la siega.

Convendría en estos tiempos de alteración purificarse bañandose en las aguas pandas del Duratón y de postre cenar “jaroseth”a base de verduras cocidas en vinagre a imitación de nuestros antiguos padres. El divino Frutos nos ampare de las maquinaciones de la infernal culebra que repta por los viales de la España emputecida y sea la triaca contra el veneno que sus babosos colmillos esparcen. Ya creo que se me entiende: preciso es regresar ante los eremitorios tutelares en los que se fraguó el espíritu de este gran pueblo invadido de falsos profetas disfrazados de periodistas que no son sino haraganes en guisa de filósofos y de políticos oportunistas con un ojo pipa que adoran al becerro y se pasean enseñando la foto de los reyes domésticos. Mucho daño nos hizo porque fue maldición bíblica esa fealdad fofa y bobalicona de los retratos goyescos a Carlos IV. Para librarse un poco del fantasma del Fernando VII conviene vestir la marlota del yermo. Alimentáos, hijitos míos, de miel silvestre, bebed leche de camella. Buscad la sombra de la espadaña que al proyectarse sobre vuestras cabezas del todo os librará de la desazón urdida por vuestro pecados. ¡Viva mi sexmo! Peregrinemos a la pedriza.  

 Los godos no pueden resistir las acometidas de las hordas islámicas, austeras, disciplinadas y con una concepción del mundo muy clara y definida. Un sol nacía por oriente, el Islam, y, ya de vencida, el occidente cristiano parecía abocado a hundirse por el ocaso.

Los soldados de Tarik quisieron prender al morabito que hacía penitencia en el yermo de la pedriza. Nada hubiera sido más sencillo porque el eremita no contaba con ningún respaldo de gente de guerra. Sólo otros dos penitentes, que decían ser sus hermanos, Valentín y Engracia, le acompañaban en su vida anacorética. Sin embargo, cuando intentaron agarrarlo he aquí que el justo varón se encomendó a los Cielos y tocó tres veces el firme de la roca con su callado invocando a la Trinidad y en el momento en que se abalanzan sobre él los de a caballo se produce un corrimiento de tierra. Los soldados de Alá se precipitaron al vacío al abrirse una sima profunda que se puede ver en nuestros días, justo antes de subir la pendiente donde se alza la cruz de la ermita que fue un monasterio benedictino durante nueve siglos. La brecha tectónica (se abrieron las fauces de la corteza terrestre) queda ahí como un testimonio de que el Señor no se anda con chiquitas a la hora de brindar protección a los que elige.

No fue molestado más en adelante el eremita por visitantes incómodos que no venían precisamente en son de turistas; se dice que el caíd que lo perseguía, maravillado de aquel estrago, pidió las aguas bautismales y con toda su hueste en peso decidió hacerse cristiano. Frutos pasó en el abrupto lugar el resto de sus días, alcanzó edad provecta hasta que durmió en el Señor a los 73 de su edad. Allí se guardaron sus reliquias, fue canonizado y proclamado padre de la iglesia de Segovia por Calixto II el año 1111 justo el mismo año en el que Pelayo de Oviedo, obispo primado decreta la supresión del rito mozárabe o hispano visigótico.

 

No obstante el culto a las reliquias de Frutos o Fructus (el alegre, el que disfruta, en latín) arranca desde mucho antes. Es uno de los hitos de la leyenda áurea hispana. Junto a la espelunca donde pasó la mayor parte de sus días los monjes de Cluny se establecieron y fundaron un monasterio, directamente dependiente de Silos y que compitió en grandeza e importancia con el de Montecasino.

En este convento llegó a vivir una beguina que huyó de casa a causa de los malos tratos y pidió asilo a los frailes para que la empleasen como cocinera. El marido un día vino a buscarla, la arrancó prácticamente de las manos del abad llamándola puta y toda clase de improperios. La arrastró por los cabellos y la lanzó al vacío justo en el mismo punto donde había dado san Frutos la famosa cuchillada que le puso a cobro de las iras del Islam. La pobre despeñada se encomendó al santo y sucedió que éste vino en su socorro. El cuerpo fue a rebotar contra la rama de un sauce que suavemente se fue desgajando amortiguando el golpe de la caída al vacío por el desfiladero.

Otro caso similar vuelve a repetirse en la ciudad de Segovia con una judía por nombre Esther a la que el sanedrín local había condenado por adulterio al castigo de despeñamiento, cosa que se hizo con todo la minuciosidad de las reglas talmúdicas. La muchacha cayó al suelo ilesa. Se encomendó a la Virgen y a san Frutos y saltó desde las peñas grajeras a una profundidad de unos cuarenta metros sin padecer el menor rasguño a su integridad física. En acción de gracias dejó la fe mosaica, abandonó a su marido, y entró en religión profesando en la Tebaida de la Pedriza, uno de los paisajes más sublimes de toda Castilla la Vieja. Es conocida con el nombre de María del Salto. La fisga popular que no es poca, porque aquí se saca punta a todo y se hace comidilla hasta de lo más sagrado, quiere echar a la provincia segoviana no sin su mucha miga de refitoleo en cara su abundancia en hijas pródigas. Parece ser que ni María del Salto liberada por la Virgen de la Fuencisla ni la beguina del convento  donde san Frutos oraba y a la que éste largó su cayado para que aterrizara con bien cuando la tiraron por el terraplén en volandas fueron las primeras. Tampoco serán las últimas.

Sin embargo, el refranero popular sigue adjudicando a las mujeres de por aquí una paremiología nefasta. Los mal pensados dicen que por algo será:

Y de Segovia ni burra ni novia, y a ser posible tampoco la mujer”

 

En Caballar estuvo el desierto por excelencia, la retaguardia del espíritu, se supo que también las oraciones ganaban batallas a los moros, y el peor moro es un enemigo interior que llevamos todos en los adentros, ése es más temible que el propio Almanzor cuya memoria se pudra en los infiernos, como cuenta el Silense. Los pendolistas benedictinos nos advierten del peligro que corremos si no volvemos a nuestras fuentes si abrimos la puerta al enemigo y el peor enemigo de España y de los español podremos ser los españoles mismos en ese prurito inquietante por tergiversar nuestra propia historia.

 El eremitorio  conocido por el nombre de Las Cuevas de los Siete Altares, una especie de catacumbas del primitivo monaquismo mozárabe es un reclinatorio para encontrar la paz del espíritu en estos tiempos que tanto se parecen a aquéllos. El aire huele a fragancias humildes del campo que acarician el olfato, la vista se esparce hacia los horizontes abiertos y a los aires altos de la sierra donde los buitres de la reserva trazan círculos de concordia. Vemos alzarse una nube de traza espectacularmente polimorfa, casi se puede tocarla con la mano, tiene algo de premonición  bíblica.  Sobre el envés de este cúmulo gaseoso puede esconderse la presencia del Padre Eterno. La voz de Dios se percibe aquí con mayor intensidad que en otro lado. Es una voz que habla de misericordia y de perdón. La escuchan siempre aquellos que van huyendo de los ojos furentes del basilisco y escapan al yermo como san Frutos mismo. Estas lomas acercan al éxtasis. Qué pena que la mística hable un lenguaje acrónimo  que el mundo desconoce; no podrán desgraciadamente captar su mensaje muchos hombres y mujeres de hoy, enfrascados en sus negocios, colgados del móvil discrecional, que han transformado la religiosidad en superstición y todo lo relacionado con las cosas del cuerpo en su fetiche. Leviatán asoma su perfil de chistera y pantalón a cuadros por la otra ribera del Atlántico, reclama que se le dé culto. Urnas y hornos crematorios, bambalinas, hombres de paja, de esos que tiran la piedra y esconden la mano, y luego acusan mientras esperan que les riamos la gracia. ¡Pobrecillos, son tan poderosos que reventarán de éxito cualquier día de estos! La algarada que viene es peor que la de Tarik y sus chicos. Va a correr mucha sangre - virtual, claro está- a orillas del Guadalete, pero habrá otro Covadonga y otro Clavijo. En espera de que el anunciado renacimiento se produzca al cabo de esos lustros de negrura, sólo nos aguarda el recurso de la huida al desierto tras las huellas de los santos de la mozarabía, los que no quisieron comulgar con ruedas de molino, se resistieron a las añagazas de la Tierra Prometida y del Paraíso de Alá. O del candelabro judío. Las ramas del crecal todas están secas porque pesa sobre todas ellas la maldición de la higuera. El Salvador no puede faltar a sus promesas.

Por ese cabo - todo habrá que decirlo - los peores fueron muchos curas y algunos obispos  libeláticos que en aquella hora amarga pospusieron su fe a la razón y a los intereses de dinero y de poder.  No fueron capaces de comprender porque se le escapaban las claves. Roma en el siglo VIII también claudicó y ahí están los Papas de la Edad de Hierro para corroborarlo.  Cayeron las testas coronadas, se rindieron las mitras y las tiaras pagaron el tributo al nuevo amo. Cristo se retiró al yermo. Ahora resuena desde allí también su voz. Sólo unos pocos la escuchan. Si entablásemos escuchas en estos paraderos, comprobaríamos que la voz del yermo es renuncia y paradoja. Quien pierde su vida la ganará.  Al fin y al cabo la Misericordia escoge a los perdedores- un pajarero, un mozárabe que abandona la Corte de don Rodrigo desengañado de la existencia, que no contemporiza con semejante estado de corruptelas y, que,  perseguido, huye al yermo para esconderse de la mirada del basilisco- para manifestarse.  Gracias a ellos, los planes siguen adelante, aunque esto no se explique del todo bien. No pertenece a nuestra lógica pero es así de cabal. Por eso nadie entiende el milagro aunque a veces se produzca sin que le veamos.  Su presencia no acabará y seguirá manando el raudal de la fuente infinita. Quedad, pues, a pesar de todo, tranquilos.

 

viernes, 3 de noviembre de 2000 (0:53 h.)     

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 24 de noviembre de 2000 (5:32 h.)

 

                             LA PILARICA

En el primer banco se sentaban los doce guardia civiles de guarnición. Era un sargento el jefe de puesto de la comandancia de un pueblo asturiano posado en un valle a la riba de un río. Hay que atravesar un puente sobre el ejido donde pasta alguna que otra “Cordera” maternal y que para mí seguirá siendo vaca abuela con todo lo que digan - el peligro hoy no es el matadero de Noreña sino esa extraña enfermedad que trae a los ministros del ramo de cabeza: vacas locas- y luego se accede a través de una calle larga que se recuesta entre las peñas.

A mano izquierda hay un bar acera por frente del cuartelillo de la Benemérita y otro chigre más que se saltea con un taller de reparaciones de bici y un tercer figón más que regenta Mariano Proficuo dando a la plaza sombreada por la presencia de un carbajal secular cuyas ramas tocan los perfiles del alar de la iglesia y enraman como si fueran una pérgola del laurel de Baco la casa café de la panadera. Ésta debió de ser una mujer de buen ver pues más que comediados los setenta y próxima a los ochenta sigue pechugona ella y tan flamenca. Tiene el pelo rojizo y fabrica unas enfiladas exuberantes y tiernas igual que sus pechos.

Se la podría componer algunas endechas y dirigir unos buenos cantares a esta panadera comprensiva y rumiante que se trae un aire manso y ejemplar con las vacas que pacen en el sel de la entrada pasada la ferretería de Carola  después de virar por la curva y ya estamos en el ojo mismo del valle al que mi vivir o la fuerza del destino me trajo rodando por las pendientes de la casualidad o de un secreto designio que llevamos al nacer todos en la frente  y cuyo sentido oculto vamos desmadejando cada día de nuestra existencia. Nuestro porvenir cuelga de los cuernos enroscados del buey apis.

Pues era el día de la Columna Nuestra. La Virgen sonreía en su trono de jaspe de su altar lateral en la iglesuca íntima llena de fervores tutelares y el anagrama mariano por todas partes; templo de traza cuadrada muy propia del arte visigótico que no utiliza el círculo para nada. Diseño primitivo y rural, la traza románica conocería siglos adelante las excrecencias prendas y arrequives del barroco. En la nave de la epístola había un altar que representaba con mucho entremetimiento y pompa el árbol de Jetsé todo de colorines, muy rural, primitivo y tosco pero con un resultado que no podía ser más certero porque inducía a centrar el alma en el recogimiento. Un movimiento de piedad al tiempo que una sonrisa embargaba al visitante.  Debajo del coro había un confesionario de castaño de traza cuadrada en cuyo dintel ponía el número de su data. Había sido construido en 1808, fecha evocadora de muchos sentimientos en cualquier español por poco patriota que se sienta un español.  La junta de Asturias fue la primera en alzarse contra Napoleón. Esta comarca verdadero riñón de los concejos y cabildos todavía resulta efervescente en todo a lo referente a nuestro pasado. Por eso aquí se siente con más fervor que ninguna otra parte el sentido de la fiesta nacional. Al menos yo vibré el doce de octubre del 2000 con toda aquella escolta de gastadores rindiendo honores ante el altar mayor.

Tengo que decir que el arcipreste don Quintín pronunció un sermón muy sentido de los que por desgracia no se escuchan en nuestro templos desde que dirige los designios de la barca de Pedro ese polaco tan misterioso y comprometido con los poderes fácticos de la trilateral. Por eso tengo que aducir que la homilía del humilde sencillo cura de aldea me llenó de consuelo. Don Quintín, pequeño, algo calvo y rechoncho al que yo convido a culines o a una pinta en la taberna de la plaza adquirió ante mí una elevada talla moral que sobrepujaba a la del propio cardenal primado o el purpurado de Madrid. Porque si los príncipes de la Iglesia compasan y comanditan, transigen, tragan, ponen el cazo, acepto, lo que tú digas, vamos allá, París vale una misa, etc., con el orden terrenal los humildes clérigos de misa y olla se desentienden de esos planteamientos acomodaticios generales. Se les obliga a vivir hombro con hombro cabe el pueblo, sus problemas reales, sus zozobras, lejos de la retórica curial, los rescriptos y bulas papales; en una palabra, el Jesús de carne y hueso, hijo del carpintero y de María, el que talaba arados, mesas, ventanas, algún yugo de ciprés, la ventana que salía de sus manos no la carcomía la sarcoma, ni se abría con el viento recio de marzo, vedaba entrada a los ladrones.

Pero aquí estamos rozando uno de los enigmas más maravillosos de esta institución de origen divino a la cual los hombres bulderos y boleros han querido transformar a su capricho. Querían una iglesia hecha a su medida como una dulleta de encargo pero lo cierto es que a la institución empecatada y corrupta ya que siguiendo las indicaciones de Montesquieu -¿no fue el que dijo que todo el poder corrompe y el poder absoluto más todavía?- sólo le puede lavar la cara un san Francisco. Así la iglesia quedará a salvo de la ignominia gracias a un diácono.

 

La Tradición puede operar maravillas en misa de doce. En la ceremonia aleteaba un sentir antiguo que conectaba el presente con el pasado y nos colocaba delante de la mirada lo acontecido hacía muchísimos años y es que la memoria puede operar milagros. Es un divino don al que ahora combaten con tanto empeño los que hablan de borrarla en aras de su invento. Está visto que el legrado de memoria es uno de sus objetivos. Quieren convertirnos a todos en sapos y se inventa monsergas y acuñan consignas para que nos convirtamos a sus intereses. Tendrán bastante trabajo si de lo que se proponen es hacer que baje de su pedestal la Virgen del Pilar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

             CRISTO ES UN ESTORBO A LOS GLOBALES

                                                      Por Millán Sacramenia Artedo.

 

 Yera moru, el cristu  de la iglesia que tiene don Acisclo, habrá que cambialu, porque yé blanco, y ya non val”. La sentencia que profirió Pachu de Mio Pa en el chigre de Alonso tenía toda la categoría de la conclusión de una tesis doctoral. Todos estábamos un poco alarmados porque la andanada era global, de esas que hacen época, pero, como ahora todo lo que traen los papeles se ha vuelto dogma de fe, el pueblo ignaro acepta por ciertas todos estos torpedos a la línea de flotación del barco de la fe.

Otro de los contertulios, Toñín de Ternerona, envidó con una frase que fue lo mejor de toda aquella noche de hierba joven, luna blanca y lejanos ecos del lúgubre canto de la “curuxia” en los humeros del monte, pues el sol ya se había escondido y de las breñas descendían nubes muy negras amenazando  una vigilia metida en agua:

-Tras el carru volcau to son carriles, nin.

-Caguen mi manta quien quitarnus la fe.

Se había entablado una polémica y hubo quién acaloró se.

-Es creer en lo que nos vino, que bien me recuerdo de lo que decía sobre este parecer el catecismo que yo aprení na escuela.

- Y no vimos - precisó Volo Fesorias acordándose de lo que ponía el P. Astete.

-¿Qué tendrá que ver el color de la piel? ¿No dicen ahora que no hay que ser xenófobos?

El color, la raza, la flaqueza o la crasitud, la fealdad o la hermosura no constituyen sino accidente, que no interfieren en la sustancia anímica, la parte más noble de la persona. Lo otro pertenece a la naturaleza inferior. Pero se viven tiempos aparenciales de imagen y de las liviandades de lo light. Nuestro periodismo, el de la “Nueva España” incluso es una caja de resonancia de este espíritu de inversión de la cruz, carrus volcaus, y de esa involución que ya está llegando.

La Summa tomista hablaba del color de la piel como atributo de accidente. Ser blanco o ser negro era como ir descalzo o con botas, estar sentado o de pie, ser miope o tener vista lince, con la espalda tiesa y bien trabada, o cargado de hombros, tener la cabeza en forma de paralelepípedo, cráneo torreado, o de forma alargada y hundida, batiscafocefalia, se decía cuando estudiábamos Prosopografía, ser  braquicéfalo o dolicocéfalo.

Una de las grandezas mayores de la Iglesia es que nunca ha sido racista. Cierto, la más primitiva, la del rito maronita, irrumpió desde Abisinia y hasta san Agustín estuvo enamorado de una nubia a la que tuvo que dar carta de repudio por injerencias de su madre santa Mónica la cual le tenía echada el ojo a una mitra y en aquella época los casados no podían ser obispos. Las mujeres nubias, por otra parte, desde la Reina de Saba a esta parte, pasan por ser las más hermosas de toda la raza humana. Nigra sum sed phormosa, filiae Jerusalem”, se canta en el Oficio Parvo.

Pero aquí la gente sigue tomando el rábano por las hojas, porque los amos de la rueca informativa profazan que es un gusto enarbolando la cruz del revés y a lo que se aspira es al carru volcau que decía Tonin de Ternerona ante un culín de sidra áspera en el galpón de Alonso al atardecer de un día de manzanos en flor. Cristo bendito el que confundió a los doctores deja los estrados en los que enseñaba en el Templo y regresa, cerradas ya la mayor parte de la jornada las iglesias, a los chigres, porque es la taberna el único lugar donde se puede hablar libre sin miedo a los barandas y a los espías del pontífice. Siempre mostró predilección hacia los pecadores, convivía con pecadores, dejaba que las putas se le arrimasen y le ungiesen los pies. Toda su doctrina es una soflama contra la hipocresía del tartufo. El ariete de la mansedumbre no se dejó encalabrinar por las seducciones del poder. De ahí que todavía le sigan considerando persona non grata las gallinas lluecas que se aselan en el nial de los contubernios y la impostura.

Borran su memoria y siguen aduciendo contra su sagrada persona a los abogadetes y rábulas de la impostura. El sinedrio sólo consiguió condenarlo sin pruebas aduciendo testigos falsos. Ora echan mano del libelo, ora de la soflama, ora del sesudo tratado pseudo científico avieso de malas intenciones, ora envían a sus tribus urbanas para que embadurnen los muros de las catedrales con el dele del diaño. El caso es volcar la cruz para marchar todos juntos por la senda del revés.

Les exaspera la figura doliente del crucificado. Se encocoran y escupen ante la imagen clara del Santo Síndone y una parte de ese lienzo se conserva en la catedral metropolitana de la Transfiguración de Oviedo, dedicada al Salvador. Este paño fue el punto de órbita del tan traído y tan llevado culto a las reliquias, y fue polo de atracción de romeros medievales, antes incluso de que se organizasen de forma estructurada las peregrinaciones a Compostela. Ya Alfonso VI en 1085 acudió al ara mayor ovetense para dar gracias por la toma de Toledo. La reconquista del adarve toledano representaba un regreso al punto de partida, un triunfo de la causa cristiana, que tantas persecuciones costó y tantas lágrimas. Toledo y Oviedo suenan consonantes incluso por lo parecido de su toponimia. Fueron sendos baluartes de los godos.

Hay razones fuertes que inducen a suponer que Oviedo, el antiguo templo de Jupiter, que cambió la advocación de su ara a Zeus por el de Cristo, aglutinó el sentir soteriológico del que está imbuido todo el bizantinismo visigodo. En la recuperación de las ciudades y del territorio de los que fueron erradicados a causa del empuje islamita los herederos de don Rodrigo el carballón troncal de la estirpe jugó un importante papel.

No hay más que leer a Nikos Kathantakis para reparar en lo que significa esta presión alóctona, que hoy se está repitiendo en proporciones casi apocalípticas que nos recuerdan la “pressura gentium” del que nos hablan los sinópticos, con las mismas características que tuvo diez siglos atrás (los problemas se han agrandado tras la caída de Kosovo). Porque Europa fue un laboreo incesante, un ir y venir cargados con los huesos de los santos a cuestas y de los que efundiendo su sangre dieron testimonio del Cordero. Sin culto a las reliquias ni peregrinaciones no hay fe que valga, pero “Cristu yera moru”, nos dicen los expertos anglosajones. En el Beowulf, en la Chançon de Roland y en las antiguas etopeyas europeas hay referencias a esta pressura gentium.  En el Poema de Fernán González, anterior al “Mío Cid” podremos leer:

Tomaron las reliquias/ todas las que ovieron/ cabalgaron por Castiella/ ansí la defendieron.”

Que se cometieran abusos no lo niego y que haya catalogados en todo occidente más de cien mil astillas del árbol de la cruz que supuestamente encontró santa Elena, tampoco. Todos estos vestigios pueden verse en algunas quirotecas catedralicias y algunas aun se veneran. Hay otros más sospechosos aún; el ceñidor de la Virgen, un mechón de los cabellos rubios de Juan Evangelista o la correa de las sandalias del Bautista. Sin embargo, habrá que poner en cuarentena todas esas conclusiones que publican oportunamente, coincidiendo con las grandes fiestas del calendario cristiano y que han sentado precedente de costumbre - una forma como otra cualquiera de amargarnos las pascuas a los creyentes -y airean los expertos cibernéticos, puesto que no suelen servir a la verdad, sino a intereses ocultos. Son la voz de su amo. Y la impiedad está al acecho. Ahora sólo amagan, pero, en cuanto tengan expedito el panorama, darán de veras. Vuelven a anunciarse grandes persecuciones.

En este tiempo de carros volcados y de teleras y ruedas patas arriba, se cambian las tornas; los versutos facense idiotas y estos últimos a la inversa logran el grado de especialistas. Me aferro a la fe del carbonero con que razonaban mis amigos del chigre. Para mí valen mucho más que las conclusiones de los expertos. Los últimos serán los primeros. Prometió Jesús Bendito y él siempre hace lo que cumple, no como los señores del Banco Azul. No es Charlie el del Bigotito con sus monsergas de “España va bien”.

El logogrifo del 666 se estampa en los papeles más insospechados: en las cuentas corrientes del dinero que mandamos a Bosnia y hasta en las citas de un juzgado (me enseña un amigo un exhorto de la audiencia de Pravia para comparecer a un juicio de faltas, que luego resultó ser una infracción de Tráfico, porque el interfecto le había leído la cartilla al número de la Benemérita diciendole que no toda la culpa de los muchos muertos que hay en las carreteras es de los que se toman un culín de más en las espichas y se van de folixia, huyendo del aburrimiento mostrenco o de las malas jetas de nuestros hogares, donde el odio se condensa, porque el hogar ha dejado de ser sancta sanctórum de la libertad para convertirse en duerno y abrevadero de imágenes, en sede de la insolencia más procaz, sino la violencia, el odio y la mala hostia que se respira en esta España de nuestros pecados, no somos lo que se dice una sociedad relajada y feliz) el número de la bestia aparece allí.

La maniobra que se esconde detrás de esta hipótesis sobre la raza negroide del Señor es evidente: acabar con toda una iconografía y estatuaria en la que aparece como un hombre de raza blanca, rubio, con los ojos azules, la barba bermeja. Así es la estampa en los contornos en relieve de la Sábana Santa turinense. Las pruebas del carbono catorce surten evidencias de que no se trataba de un hombre del medievo sino que la fija de su fallecimiento finca hacia el primer siglo. En el sudario se encontraron vestigios de plantas hoy extintas y que se desconocían en Italia porque pertenecían a la flora palestina. El perfil del amortajado era el de un ario de rostro alargado de miembros proporcionados que recuerdan a los cánones de Fidias y Praxíteles más que a los de un judío típico con ese pabellón nasal que diferencia a los hebreos - no es exactamente una nariz ganchuda sino un perfil que contorna la boca y el arco ciliar coronando la peana de un labio carnoso y sensual-, lo que ha llevado a los antropólogos a conjeturar la posibilidad de que hubiese algo de griego en la estirpe de la tribu de David. A Jesús luego se le tendría al menos como un judío helenizante lo mismo que a san Pablo.

Esto no es la sustancia. Es el accidente, volvamos a insistir. el meollo de la cuestión no descansa sobre su aspecto físico sino en la perduración de sus enseñanzas. Lo que prometió se ha cumplido. La Ciudad Santa fue desolada por Tito así como sus misericordiosas palabras acerca de la mujer pública: “Allí donde sea publicado este evangelio en el universo mundo todos tendrán  noticia de su nombre”. Los griegos dominaban la Decápolis o conjunto de ciudades donde se desarrolló la mayor parte de su vida pública. El Nuevo Testamento fue escrito en griego, a excepción del de Mateo, y hay muchos aspectos de la Palabra que recuerdan las normas de conducta de las enseñanzas de los estoicos y peripatéticos: el desdén de los placeres, el perdón de los agravios, la contemplación de las maravillas de Natura.

En el amor a los pobres y a los oprimidos, en su rebelión contra los poderes fácticos causó revuelo entre los fariseos, los miembros del sanedrín y los pontífices. Es posible que hoy siga siendo el ariete que molesta a los globales. Cristo estuvo entonces contra los pactos sinalagmáticos con Roma, huyó siempre de los honores y de la riqueza. Era un peligro constante para los que se consideraban depositarios de la verdad y el brazo de la ley, celosos siempre de su capacidad de convocatoria ante las masas, y de su atracción mesiánica. Por eso lo enviaron al palo esgrimiendo aquel argumento estremecedor que todavía retumba en los ecos de los siglos caiga sobre nosotros su sangre y sobre nuestros hijos. Era tan arrebatada la incriminación que el pretor romano que desde el principio del juicio lo tuvo por inocente acabó por lavarse las manos desarbolado por la contumacia diabólica de Anás y Caifás. Pilatos irresoluto no tuvo otra opción que acceder a la petición de los pontífices. Cuando escuchó de sus labios que lo denunciarían ante el emperador, sancionó la crucifixión, que era entonces el tormento de la ignominia, la peor forma con que podía acabar un ciudadano romano.

Cristo plantó cara al viejo orden. Estorbaba entonces y estorba ahora. El anatema de crucificale sigue agitándose macabro en los labios de los globales, los cuales - esto no se olvide- so capa de democráticos y librepensadores son totalitarios. Su memoria histórica continúa siendo un estigma que se proponen erradicar la propia memoria porque actúan con vehemencia subjetiva sin darse a razones. Pero en las tácticas con que lo persiguen, más sutiles y de guante blanco, no son más originales que los Herodes y Nerones de antaño y utilizan los mismos argumentos. Loco. Se hizo pasar por hijo de Dios. Rey de los judíos. Visionario. Echaba demonios en nombre de Belcebú. Hoy se le tilda de políticamente incorrectos a Él y a sus verdaderos discípulos, que son los peligrosos, porque se han situado extramuros del sistema de la oportunidad. Ellos harán más pupa que las excomuniones episcopales o el compadreo de las altas esferas ganosas de mantener preeminencias e intacto el poder y la cartera   porque, a diferencia de los malos pastores y de los discípulos de pacotilla, no se han adherido a los pactos sinalagmáticos de la gran movida. Su reluctancia les convierte en idóneos para los quemaderos inquisitoriales que ya para ellos se caldean en estos mementos. Todo por no adherirse a la causa de la bestia. No se crean que es ningún cuento chino lo del anagrama fatídico con los seis números del anosmia. Sus siglas vuelan por el círculo virtual de Internet. El antecristo hará milagros.

No he visto película más alevosa que una protagonizada por Antonio Banderas y que se titula The Body, toda una diatriba contra el depósito de la fe, una negación de la soteriología, de la divinidad de Cristo y de su existencia, un alegato infame contra la resurrección. La daga venía envuelta en guantes perfumados, pero la seda no podía ocultar el brillo del alfanje, puesto que la daga estaba rodada desde un planteamiento inteligente y consecuente desde la primera a la última de las secuencias. Pero, una auténtica trampa saducea toda esta cinta maestra porque saduceos fueron los judíos que negaban la resurrección, siendo escarnecidos por los otros judíos, los de la rama farisea.

Casi desde que inició su andadura esta misteriosa religión que predica olvidar los agravios y querellas, amar a los que nos persiguen, el desprecio a las riquezas y el apego a los valores espirituales sus detractores toparon siempre en la misma piedra de un único argumento: ser esta doctrina un amasijo de patrañas guisado a gusto de mujerzuelas y débiles mentales.

Nietzsche, el cual tal vez había leído demasiado a Lutero, a Loyola y a Calvino, y que había sido capaz de descubrir las incongruencias de san Agustín sobre el celibato - que las tiene como las tiene san Pablo en cuya pluma retumba el eco de la contradicción y en todos aquellos que se han obsesionado con un único tema- blasfema: “Ese conjunto de afeminados son los enemigos de la raza superior, lo ario”. Para el pensador teutón el cristianismo no era meramente un problema de bragueta, sino que su fundador era un invertido.

Pero Arrio, siglos atrás, había sido seducido por el mismo espejismo y pergeñó una herejía a costa de la diferencia de las dos naturalezas que se observan en la segunda persona de la Trinidad en la que se inspiró el esclavo de un rabino judío, que era hombre rico. Me estoy refiriendo a Mahoma. El que había de ser azote de los cristianos tras la muerte de su amo y los desposorios con su viuda llegó a ser un hombre rico. Primera hégira. Un ángel del cielo le trae escritos los capítulos con todas sus suras del Alcorán. Sus seguidores viven en la ceguera siendo su religión un pisto o digesto de noticias y creencias del antiguo y del nuevo Testamento en los que se agazapa el arrianismo que practicaba el monje Sergio uno de los asesores del Profeta como las constantes genuflexiones o prosternaciones que se practicaban en los monasterios de la Tebaida. De los judíos tomaron la costumbre de no comer cerdo y de practicar la venganza y sigue a los nazarenos en sus prédicas en favor de la sobriedad y de la abstinencia de toda bebida fermentada. Hicieron suya la ley del Talión pero hay elementos paganos en este digesto de dogmas y de supersticiones que es la ley coránica, como santificar los viernes. Era el día dedicado a la Venera o diosa Venus. su culto no posterga la lascivia ni todas las sensualidades del trato torpe por lo que asumimos que el mahometismo es religión cuya puesta en práctica no resulta del todo difícil. Es muy humana porque otorga a los instintos todo cuanto le apetecen, en contra del cristianismo que es ley arduo y fragosa que manda estar en todo vigilante, devolver bien por mal, amar a los enemigos y glorificar y adorar a la Trinidad, algo inconcebible si no se adscriba al código místico de la verdad revelada por la fe. A la legua se nota la vileza de condición de su fundador que era arriero o conductor de caravanas de camellos. En uno de sus viajes el auriga trabó contacto con un rico mercader hebreo al que acompañaba una escolta de renegados nestorianos y arrianos que eran gente versada en cosas de religión. Las escenas violentas que había presenciado durante el tiempo como faetón de camellos en mesones y posadas le hizo aborrecer del vino del que precave a sus seguidores. Él no podía ingerirlo pues era epiléptico y cuando le daba la gota coral quedaba como muerto. En esos trances decían los recueros que le seguía que quedaba como traspuesto y que recibía iluminaciones del cielo y que una paloma, el Espíritu Santo, bajaba del cielo, y, posada en su hombro, le intimaba las suras del libro de los libros. No hay más dios que Alá cantan los santones en lo alto de las torres a partir de entonces. Y no hay más cera que la que arde y si no aceptas pues te pasaré a cuchillo. Lo corean constantemente sus cadíes en una repetición de las cantinelas de los hesicastas; así la melopea sube a los cielos y de los viejos monjes griegos también heredaron el “tasbib” o rosario cuya cuentas se pasan el día entero acariciandolas con los dedos para matar el hambre o acallar la tentación de fumar. En las mezquitas el Alcorán enfundado en un repostero verde colocado debajo de una espada destacan por su sencillez y su decoración anicónica, herencia de la iconoclasia de Constantinopla. Mohamed, dicen, había nacido para profeta por que habló en el vientre de su madre, el arcángel san Gabriel vino a consolarle muchas veces, una burra habló en su presencia y luego la luna la partió en dos, de ahí viene lo del creciente, una higuera le vino siguiendo por todo el desierto de Arabia Feliz para escucharle y no se secó que siempre permanecía verde y daba brevas (éste es uno de los siete milagros) y al final de sus días descendieron los ángeles y depositaron su cuerpo en una zofra de color verde y el cuerpo subió al cielo lentamente.  Mientras, uno de los suyos gritando no te vayas quedó colgado de uno de sus pies quedandose con una parte del cuerpo del profeta. De ahí lo del zancarrón de Mahoma que se venera en Meca junto con la piedra de la Caaba que bajaron los ángeles del cielo cuando vinieron a por él. Todas estas fantasmagorías suenan a secta pero han dado paso a la religión que lleva camino de convertirse en la primera del mundo.

No quería enemistarse con sus paisanos de la Arabia sino halagar los principios y exigencias animales de la condición humana. Les permitió tener cuantas mujeres quisieran. Nueve tuvo él. Vengarse de sus enemigos. Todo con tal de que sus súbditos se prosternaran para adorar a Alá cinco veces al día. Una religión que todo lo que sancionan los bajos instintos permitían y que prometía la arrizafa, un jardín de goces sensuales en la otra vida, habría de propagarse rápidamente.  Y así fue. El corán no es más que una pepitoria donde se condimentan creencias, doctrinas de los dos Testamentos en comandita con supersticiones autóctonas. Cristo había predicado la renuncia, la continencia, que sólo lo bueno es útil, aunque sea tenido en poco a los ojos mundanos, porque el Padre celestial hace otras cuentas. Insiste sobre todo en lo que los peripatéticos consideraban una de las premisas de la felicidad y la paz interior conocerse a sí mismos. Gnosce te ipsum.

Pero tampoco pidió imposibles. El hombre nunca será probado más allá de sus fuerzas. Exhortaba a la perfección a la vez que explicaba en la parábola de los talentos que no a todos se les puede exigir lo mismo. Nunca habló del celibato y siendo casto como lo fue nunca hizo bandera de la gazmoñería. Amonestó a los que querían dilapidar a la adúltera. Los que estén libres de pecado que tiren la primera piedra. Instituyó el sacerdocio. El celibato nunca. Alternaba con alcabaleros y mujeres públicas, para los judíos epítome de  impureza.

Los que han convertido la fe en una obsesión genésica atacan a la jerarquía por el flanco desguarnecido y dan en el hito. Desde el concilio de Elvira en el siglo VI en que se preconiza el canon de la continencia para los clérigos esta disposición fue desatendida y no fue hasta ocho centurias  más tarde en que el cardenal Gil de Albornoz, un reformador, amigo de Benedicto el papa de Aviñón y autor del “Colirium contra haereses” que no la impone en su archidiócesis de Toledo. Aquel guaje que se llamaba Juan  Ruiz, buen galanteador de mozas aunque fuese cura protesta poniéndose al frente de todos los presbíteros y diáconos de Talavera, que estaban en pie de guerra contra el rescripto, solemnemente: “Eminencia, quitaínos las buenas para que nos vayamos con las malas. Cristo no impidió a sus apóstoles que se casaran”.

De poco le valdrían las reclamaciones al Arcipreste. Aquel contumaz cura mozárabe que inserta en sus composiciones algunas palabras del viejo bable (guaje, ome, furaco, garabato, facistelo, etc.) estuvo trece años nada menos en una mazmorra de la cárcel arzobispal de Talavera. Lo empapelaron de cánones. A veces los obispos han mostrado un comportamiento fiero nada evangélico y que no que se lo digan a François Villon, otro clérigo de las mismas características. Sobre ellos cayó el ladrillo de Roma. Cristo los perdonó. Nadie recuerda el nombre del mitrado que envió al patíbulo al autor del “Testamento”, pocos habrían leído los colirios contra herejía del testarudo cardenal Gil de Albornoz, pero las generaciones presentes y las venideras siguen solazándose con la cuaderna vía del arcipreste algo débil habiendo “mozes” por medio y puñetero, o con sus fervorosas loas a la Virgen María.

De lo antepuesto se desprende que esta magna cuestión genésica en la que los curas no han dado ejemplo no embarga el verdadero depósito de la fe. No es sustancia sino accidente, igual que el color de la pigmentación del rostro del Crucificado, varón de dolores, hermoso rostro que veneran los siglos. Tanto da que fuese ario, chino o etíope, como es lo más probable puesto que la estatuaria oriental así lo ha venerado a través de sus iconos que nos lo representa como un abuna abisinio de rasgos majestuosos y ojos penetrados de clemencia. El amor es la esencia de esa religión que tantos predican y tan pocos practican. Sobre él descansa su fuerza y su esencia radica.

Aquí la coartada es perfecta. Todos estos rasgos de naturaleza periférica se nos presentan como la médula y nada tienen que ver con el depósito de nuestro credo. Madre ¿por qué callas?

De lo que se trata mediante la elongación de tanto ánimo confundido y criterio perverso es de invertir los valores, atacar a la Iglesia aparente por la esencial. Se trata de melindres que esconden un anticipo de la persecución venidera. Cristo les estorba a los globales y a las fuerzas oscuras porque Él ya lo dijo: “Todos los que dan testimonio de la luz están de mi parte”.

Ellos, sin embargo, erre que erre. La labor de zapa continúa mientras en el Vaticano no sólo miran para otro lado y como no los pueden vencer se han unido a su facción. El carro volcau y todos son carriles. Pero a pesar de todo cualquier día de esto puede aparecer un diácono como era Esteban o como eran Francisco o era Efrén que haga que las cosas vuelvan por donde solían. Quizás el bueno del curín de don Acisclo tendrá que cambiar la imagen del Cristu. Las cuentas no nos cuadran.

Ahora parece que todo se ha salido de madre. Paciencia y barajar, que diría Cervantes.

 

 

miércoles, 18 de abril de 2001 (21:22 h.)

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El insulto a un centinela o fuerza armada está penado por el código de justicia militar, cabo cuartel, hoja de filiación. El soldado con permiso tiene la obligación de presentarse al sargento antes de marchar. Oficial de transeúntes, incorporarse si es avisado. Servicios de armas, guardia, retén, vigilancia. Servicios económicos, de cuartel y de plantón, los servicios mecánicos son de policía y cuadra, los cuarteleros están uno en la puerta del dormitorio y el otro en otra parte. Impedir que nadie toque prenda que no sea suya. Cabo cuartel está desde diana hasta el toque de silencio en el que es relavado por el imaginaria, la misión del imaginaria es velar por los que están durmiendo, tapar a los que se desarropan. A la orden, mi teniente. Duermen tantos, hay tantos mosquetones y tantos soldados, guardia de plaza, de honor, de principal, de prevención. Hay cuatro soldados por cada puesto de centinela. No te puede relevar más que tu cabo de guardia. Ver venir tropa armada o pelotón de gente. ¿Quién vive? España. ¿Qué gente?  Regimiento de tal y cual. Servicios de cuadra, cadenas cortas por el día y en la noche largas. Cinco cartuchos tiene el máuser, recoger sus deseos cuando expiras. El que tome armas contra la patria bajo banderas enemigas.

La altimetría de la topografía militar secciona los accidentes del territorio en colina, cresta, loma y vaguada.

 

Las balas tienen la trayectoria tensa y curva. Macizos son las balas y de carga explosiva, las granadas. Los rebotes llegan hasta los seiscientos metros.

José costa figuera - los agros de Sureda, es Galicia guerrera y apostólica.

En  redor rompen en primavera los frutales la sobregirad de los tonos de acuarela de sus ramajes en flor. Sobre la fuente de los frailes a una ladera del viejo camino de Belesa, pone un brochazo de suave blancura entre las nabeiras el palomar de outero, el hacha sacrílega, los castros de estructura circular a la manera de púlpitos, ya en plena jurisdicción de los lemavos, los pinos mansos, los castaños, los cerezos. Fraga que fundó la estirpe en tiempos del mariscal pardo de cela, el salto de la infancia.

Trisca Teresiña por las veredas de la imaginación. Le leía las doloras de Campoamor. Escribirme una cartas, señor cura. Ya sé para quien es.

Algareros muchachos, jugadores de billarda, de pinche, de amagar y no dar, al anda la mula, a los bandoleros, intenté apagar las vagas saudades en la tertulia. Las sotas me parecieron un trasunto de Teresiña ataviada de princesa, dedos como garapullos, al chocar contra el mármol las cartas producían el rumor del granizo cuando se estampa contra los cristales de las galerías. En la tertulia se agotaban las energías de Sureda jugando al mus, julepe, chamelo, en la malilla. Todos jugaban a gritos. Malilla calada triunfo na mesa, petrucio patriarca, bajote, nadie le superaba en simplicísimo, entes refractarios a la sutileza amen del camarero pasmón el molinero matalamitá, carquexias del té, ricas bicas de xembra, dibujos hechos con un guizo a la manera de punzón.

Salía a relucir la vida oculta de cada cual, acornadas, pero en la riña lo que se dijo es incopiable as doce da noite ben te vi ben te vi ainda Mais, grosero barullo panaderil, el hidalgo Joaquín Lemos, con la barba hasta el ombligo, maestro en el difícil arte de no hacer nada, un claro parentesco de semejanza con el moisés de miguel ángel. Tomar la raxeira todo el camino, vas a tener frío, Jesusiño.

El viaje en diligencia, dos caballos en el tiro y un delantero que llevaban bayas rojas de madroño en el penacho. Sonaron los cascabeles y partimos, los dos de varas y el delantero.

Llaman vídalos a los abedules, que tuvo para mí más eufonía.

En la chapacuña solían bañarse las mujeres, el cantar de los acechadores del baño de las mujeres

as rapazas de surela

cuando se van a bañar

o primeiro que cha mostran

ech´o pecado mortal.

Hay en Galicia riqueza de color en todas las estaciones, Villanueva, el alto de soldán, pereora. Emigración, la diligencia me pareció un ataúd que se llevaba las energías viriles de Galicia rumbo a las pampas, subió un mozo como quien asalta una fortaleza, iban a sentar plaza en la emigración, planto de gutural congoja.

a rais d´o toxo verde

e moi mala de arrancar

as saudades da terrina medra co  y ayga dom ar

Se e llenaron los ojos de lágrimas presos de una tristeza inenarrable, me arrimé de espaldas a una esquina del pescante, el foro de la emigración impuesto a Galicia por los países de la aventura, hacíase en las aldeas la misma vida que en los tiempos bíblicos, costumbres de ogaño hogaño, las dos formas admites, enseres. Sólo para los ricos era llevadera la vida del régimen galaico. Se veían muchas casas abandonadas invadidos los umbrales por el jaramago, por las paredes hacía excursiones la yedra. Empavorece pensar el ingente número de desertores de la cuna.

Alto en Toldavía para comer. Aurriabela vista desde lo alto de Cudeiro ofrecía un aspecto deslumbrador entre picachos abruptos con el miño mansamente adormecido a sus pies, pueblo de orense, herbedelo. Abur, señorito, dios lle faga ben. Arabela, marfileñas manos de sedentario gordo.

Magistral descripción de la matanza del gocho por san silvestres, horripilante grito del cerdo sentenciado, las filloas, la toza sirvió de ara para el sacrificio de los cinco mártires, cuerdas adibales con los que se los cuelga de la portada, toquillas del entrete, hiel de cerdo útil en la cura de los panadizos, tan llamativa del buen vino.

Bueno es tener la gastronomía en olor de ciencia. Todos comimos en franco compadrazgo el día de la matanza asesinos y señores, sirviente y ayudantes. Vendenoces daba forma a los jamones, a los grasudos tocinos de rojas hebras entreveradas, la  riquísima zorza para los embutidos. Toda llena de zullas o cagadas, morcillas arrugadas como gargantas de vieja o bocios de gargantas anormales.

A los chicharrones llamamos roxones nosotros josé costa Figueras, un tupé como la pera del macho cabrío puesta al revés. Fuimos de casa en casa entonando endechas conmemorativas del natío del hijo de dios, un banquete al estilo de heliogábalo. Fue un derroche de manjares, de bebida, de cordialidad, las travesuras de la rapazada. Al terminar el banquete estaban chispos todos. Al xa, eu poño os chorizo, filliño. Nuestras piernas parecían sojuzgadas con el propósito de mantener las formas espirales. Llegué llorando como un becerriño desvalido.

 

 

Haz de ojiva, haz de cuerpo y haz de culote, las balas salen a mil metros por segundo, hay granadas fumígenas, incendiarias y tóxicas. Los cañones son de trayectoria tensa y los obuses de trayectoria curva, morteros de trayectoria curva. La rabera, la parte posterior, que va en forma de cola de milano; los tetones y el cerrojo, el percusor sirve para que se inflame la pólvora, resalte, encastre, vástago del seguro, los cinco cartuchos del máuser, guardamano y guardamonte, casquillo, porta bayoneta, cantoneras o lomeras, la baqueta sirve para la limpieza del cañón, el tapabocas o cubre punto que protege el punto de mira, el machete, la hoja, la empuñadura, la cruz y el pomo.

 

Periodismo de manada, rudeljournalism, los rusos veneran a   Pushkin igual que a la imagen de una virgen, el presidio entero entró en conmoción, actuario, escribano judicial. Tapir, una nariz de tapir y grandes orejas, zabatovka, huelga, encuentro con las nubes de antaño, soobshenie, comunicación, ISTOCHNIK, fuente/ RABNODUSUHNO, indiferente, POSHASENIE, padrino. KARMANIK, carterista. VORISHKA, ratero, estudiantes calabazano (estudiante que ha fracasado en un examen), planta acuática aroidea, cala. Difunto de taberna, borracho, privado del sentido.

 

Diota, vaso esférico para guardar vino.

 

Portabunt nomen tamquam lumen. Asiarca, organizador de los juegos olímpicos. Todo lo del sacerdocio se lo debemos al Crisóstomo y a basilio. Einode, desierto. Los grandes hombres venían del desierto. La soledad es madre de las ideas que transforman el planeta. Ministerio, limosna, sacrificio, palabra. La hidra se estaba devorando a sí misma.

 

La escuela se ha distanciado del mundo laboral. Perago, seguir el camino. Espurcicias o inmundicias. Anillos como símbolos de fe y de fidelidad. Esos malditos ingleses, sacos de pimienta, son los responsables de nuestra guerra en oriente medio.

 

Belicón o Helicón es uno de los personajes. Carta de apostasía de los libeláticos para que les librase de las persecuciones. The falsity of women and the weakness of men.

 

Sundenbok, concepciones totémicas y formulas rituales. Zaria, aurora, la más hermosa palabra del ruso. Escribir novelas pero sin fruto puesto que la imaginación no acude a la cita. Genetliaca y noemática, pensamiento en general. Sus testas coroniformes, ese reloj, centinela de la historia. Cisterco, larva de la tenia.

 

Pogrebeñie, funeral. Anagrama de eternidad. El múrice no quiere ser ya amante de la arena.

 

El militar arma al brazo. La patria es espíritu y los vascos quieren desgajarse del tronco común. Los españoles no somos una raza pero somos acérrimos en la defensa de nuestra libertad. Franco fue general a los treinta años. Silvino honró a su uniforme con toda la fatiga de la vida de campaña. Simancas, la batalla en que fueron derrotados los árabes. Arapiles en la feraz vega salmantine, donde derrotaron a Napoleón. Los requetés se cubrieron de gloria. Navetas y talayote, heroicas defensas.  La culpa del españolismo canario la tiene Nelson que quiso conquistar las islas afortunadas en 1797 sin alcanzar sus pretensiones. Arma principal es la prudencia y la discreción militar. Leales, al pensar, veraces al hablar y ejecutivos en la obra. Fortaleza es una virtud que nos hace querer el bien y evitar el mal. Los rojos despilfarraban medios. Los vicios amarran la voluntad y turban el entendimiento. Honor es una fuerza que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes. Si se pierde ya no se recupera nunca más. Privilegiada situación geográfica y espíritu de independencia del ser español. Asesinatos, incendios, saqueos, corrupción. En un siglo cien gobiernos y cinco cambios de régimen, destronamientos, destierros, atentados, desmembración del ejército e inmoralidad reinante. Disolver la familia, célula nucleica de la sociedad.

 

Vivir a toque de corneta. Los principales sones: diana, parte de revista, escuadra, asamblea de guardia, fajina, marcha, paseo, oración, retreta, general para salir con las armas. Petate, saco de costado, cantimploras, cuchillo, tenedor.

 

General de brigada, de división, teniente general, capitán general. La roja y gualda ondea desde 1785. Una bandera encierra los campos, las fábricas, los antepasados, los pueblos, el porvenir. España, supiste borrar los linderos del mundo, los blasones de los cuatro cuarteles.

 

Alférez de fragata, alférez de navío, teniente de navío, capitán de corbeta, capitán de fragata, capitán de navío, contraalmirante, vicealmirante y capitán general de la armada.

 

Cada mochuelo a su olivo y que cada palo aguante su vela. Examina, hija, examina, religión de las porteras, llegar del campo del honor. Toda la gloria militar no vale la vida de un ranchero, gazapos con guindilla, sumo de la ciencia culinaria.

Comí entonces pan de munición bañado en llanto, un incienso que hace eternas las vidas que embalsama. El mejor aldeano, muerto. A todo aquel que hereda contribuye a arruinarle como pueda, sumidos en la tristeza vil del bien ajeno.

Majuelos nominales.

Le envenenó el ganado untando con jugo de baladre(adelfas).

Baivel, escuadra de cantero con la que se hacen las dovelas.

Las gentes de bien en las aldeas sólo saben gozar cuando hacen daño.

Y el fisco su escaso haber fue convirtiendo en humo, imponiendo impuesto sobre impuesto, por la industria, la herencia y el consumo.

Todo hombre de bien lleva en la frente la señal de la coz de algún jumento.

Sólo Virgilio sostenía que en el campo la gente es candorosa y a mí me gustarían las aldeas si no hubiese en ellas aldeanos ni aldeanas.

Un vecino honrado me envenenó el ganado con zumo de baladre.

Estaba la hierba embalsamada de perfume.

A degollar los lanza más bien que el patriotismo la venganza.

Con estos cambios de cosas y de nombres siempre hará la historia una novela.

Es la fuerza de la sangre una quimera y a mí me gusta el laurel sólo en los guisados.

Levantado Riego, Madrid se convierte en catacumba a cielo abierto.

 

 

El Cid se puso la gonela de lino y se marchó a Valencia la Clara. Valencia la mayor por sus bellidos ojos. En el héroe se resume la ingenuidad y la gravedad de la España.

Sumido en la dulce eutrapelia de los cantos ortodoxos.

Subjetividad de la experiencia humana frente a la objetividad científica.

La cibernética nace en 1941. There is not society, only people, en gorden Park.

Y no digo que afeites nuestra lengua castellana, sino que la laves la cara. No le pintes el rostro, mas libérala de suciedad, no la vistas de bordados y de recamas mas no le niegues un bien atavío de vestido que aderece su suciedad. Acivilar, acial, que es la correa de la cual pende el vestido. Garcilaso, voz muy esclarecida, altos pensamientos de su elocución.

Cuando el pope anda de visitas, los diablos se cuelan en el cementerio. Hay que esconder el hacha a la espalda porque llega el guardabosque.

Se desvanecían en su cabeza las sospechas de la víspera.

Se bebieron juntos la cuenta corriente. Radiograma cultural, el ruso es una lengua literaria, cultural, potente, flexible, magnífica.

Te aplican a Freud como te pueden meter la ley de fugas.

Byran, temporal, no siempre podemos estar pegando a los judíos.

Aquí ahorcan por menos, in foráminibus petrae. Pozhar, incendio. Oiga que acaban de descubrir el magnífico invento de las sopas de ajo. Sustitución de la fe por la sociología. Ética protestante de respeto a la naturaleza como partícipe de la divinidad. Ytechenie, consuelo. La campanilla del arco de la troica cuya argentina música se perdía en la llanura de los campos de centeno. Yo os bendigo, sed honrados y lo metían luego en ataúdes forrados de brocatel. El sacristán poniendo en juego su poderosa octava empezó el responso. Alas negras, solemnes letanías.

Fatigados por el aburrimiento, el insomnio y la inactividad de una vida fantasmal, triple papada, enfermera alta de perfil bizantino. Tiene un escribir fácil y un estilo de cristal. No te rindas, lucha sin tregua, y lo decía sobre un bosque de fusiles de asalto.

El camino expedito hacia nuestro punto de destino reclamados en lealtad a la república pudimos alcanzar el pueblo de san Rafael.

Consuelo es de sabio haber dejado las cosas antes que ellas te dejen a ti. Saber perder, saber dejar.

Los libros dan tanto, tanto que no se les puede exigir, además, que den dinero. Gabriel miró tenía los ojos limpios y su imagen esmerilada permanece en mi memoria. El laberinto de los espejos poblados de fantasmas. Astrana Marín, hombre desarreglado con corbata estrecha y verde pero descubrió todos los intríngulis literarios del quijote.  Se me van poniendo los ojos de lechuza de tanto escribir, botillería y tupí, pero botillero es el que forra las pelotas al pelotari. Repide, Pedro mata, Emilio Carrere. Iba a bailar a la bombilla Azaña el señorito feo y misterioso. En disidencia abierta con el sol de junio, cosas son estas de españoles, pasamos del no pasa nada a ver qué va a pasar aquí. Nuestro pobre Madrid donde la alegría cuesta tanta tristeza.

A casanova le intervienen los aduaneros su rapé y una edición en griego de la Iliada. Se instala en una fonda y botillería de la c. La cruz, ese rey entrevisto en el cuadro de las Meninas, una tarde de oros rotos. Entonces una hombre asesinado era un acontecimiento tremendo. Las farolas de González ruano permanecen encendidas día y noche, siempre ocultan un aquél fálico. Portier, ventana que oculta una cortina. Avenida de los fantasmas y caballeros de la orden del relente.  Elegía de las farolas caídas, popularizó a larra y a dolores armiño, lasaña, oreja de abad. Demofilia, sibila lata o tiritona de la disidencia. Se suicidó una miércoles corvillo. La agonía española, se quita de enmedio cuando empieza a ganar más dinero. El idioma que habla un escritor ha de ser nítido y debiera entenderse en la c. La montera. La conversación de dos españoles inteligentes son dos monólogos sin concesiones.

 

Juan bausa volvió a beber. El corazón se la hacía cada vez mayor y la cabeza más pequeña, llegó a casa alegre y más locuaz que de costumbre. En la casa me enmohezco, salir del local dando tlaspis, le quedaba dinero y volvió a ver porque a la vez que su ternura crecía también su sed. La ciudad de los negocios con su fisonomía sin arboles. Todos los hombres eran sus hermanos, la vía layetana se había convertido en antesala del cielo, siempre me consolaste y ahora cuanto daño me hacen tus palabras, lo echan por borracho y reaccionario, no tuvo bausa quien levantara la voz por él en medio de aquel entusiasmo justiciero, el expediente fue llevado adelante por Ardireu lleno de celo, sin contemplaciones.

 

 

 

 

 

 

         CAMÓN AZNAR AUTOR DE UNA GRAN NOVELA

       SOBRE   LA VIDA EN ASTURIAS PASADO EL TERROR DEL AÑO MIL.

 

Por Antonio Parra Galindo.

 

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Cosa cierta es que los seres humanos tenemos una querencia espiritual y afinidades misteriosas que nos conducen por una vereda determinada, por unos derroteros tan diversos e inextricables como pueden ser la transmigración de las almas, las coincidencias en los paisajes, la comunión estética o la participación en unos mismos afanes políticos. Hay que hablar de la polaridad, de la atracción de los cuerpos pero también se da un irrefutable magnetismo entre las almas. Al entrar aquí habría que explayarse en tratar todos esos vértices esotéricos que no explican del todo pero que en cierta manera coadyuvan a vislumbrar algo del misterio del cristianismo, la más verdadera de todas las creencias y la más perfecta dentro del piélago de dioses falsos a los que la humanidad adoró siempre.

Se nos ofrece pues una metempsicosis intelectiva que nos instala en un grupo o en una capilla específica, pero nuestros maestros, nuestros profesores marcan las almas. Ellos fueron la antorcha que guía y su voz resuena en nosotros de por vida porque los ecos de su voz no conseguirá extinguir la muerte.

Camón Aznar fue profesor mío de Arte, recuerdo con fruición y embeleso aquellas clases en la Facultad de Filosofía complutense de ladrillo rojo y de planta funcional en los inicios de la década prodigiosa de los sesenta. El aula donde impartía cátedra este aragonés con aires de despiste nacional daba vistas a la Sierra de Guadarrama so un jardín de rosales y cedros y la diafanidad toda de Madrid envolviendónos, cobija de amor y de sabiduría, esa luz cruda y entusiasmada, aires cortantes de cuchillo, ese viento de Madrid que mata un hombre y no apaga un candil que tanto miedo en el cuerpo le metía a Clarín al que hoy recuerdo a los cien años de su muerte, se nos fue un día de Corpus de 1901, y un mal aire que se le coló de rondón por la barriga, un mal aire de Madrid, acaso un berrinche, se lo llevó a tumba en Oviedo una mañana en que cantaba el raitán en su pomarada. También Clarín ha sido en literatura mi parangón. Su prosa calada de belleza encuentra un eco en la de este aragonés transmontano y cuya trayectoria vital tanto tiene que ver con Asturias.

Siempre que bajo a San Martín poso en la tienda de mi amigo M. Méndez Vigo, el hábil Manolín con sus manos que todo lo componen y cualquier artilugio reparan, perito en amistad y sobre todo gran ingeniero del alma, que está frente por frente de la casona que tenía Camón en ese valle de Luiña cuyos paisajes saltan a sus páginas porque se enredaron en sus sueños porque también a él Asturias se le coló de rondón en el alma con la magia indeleble del “culiebre” y quedó prendido de la canción de los labios de una xana.

Es una casa de planta moderna de tres pisos, galerías acristaladas. Palmera real da escolta a su antojana y de estilo funcional.  Cupiera suponer que uno de los hombres que más sabían de arte románico y mejor lo explicaron habitase una de aquellas casas blasonadas con portón y estragal, balcones corridos, hastial de piedra que se dan tanto en el  país, los que describieron nuestros clásicos del XIX. Pero no; prefirió la modernidad y el confort indiano. Él era un hombre austero y de costumbres sencillas, adusto en apariencia como su cara. Tenía un rostro que de tan trágico resultaba lo puramente español y sus ojos delataban a todas horas embeleso y pasmo. Dicen que uno continúa vivo hasta que le abandona la capacidad de asombro, el espíritu de curiosidad y Camón hasta el último huelgo la mantuvo consigo y nos la comunicaba. Su mirada bajo el arcosolio de aquellas cejas tan pobladas y negras, palio de curiosidad y de asombro que se asomaban cada día a un mirador cósmico, estaba siempre como huida pero atenta siempre denotaba esa sorpresa del que descubre e investiga, pescador de belleza en ubérrimos caladeros ocultos a la mayor parte de los mortales. Tenía el alma de llama y las espaldas algo cargadas del hombre estudioso, luego cuando se le trataba al viejo profesor larguirucho resultaba un hombre cordial, algo burlón, daba gusto oirle contar chistes verdes y chascarrillos en la fabla de Aragón. Se podía explicar al Greco mirando para el profesor Camón cuando acometía la exégesis del pintor toledano escanciando imágenes con aquella voz rajada que él tenía y tratando de asir lo inasible con aquellos dedos lardos como flecha apéndices de sus manos enormes, casi de cantero medieval con que accionaba durante la disertación. Algo estevado y con inclinación de hombros. Muchas horas sobre el pretil de un códice asomado a esos ventanales panorámicos de los sueños que son los libros. Nos parecía que el profesor se nos iba por las ramas y que siempre parecía venir a clase con resaca como flotando entre las gasas de una gran borrachera mística. Flotando. Eso. Al andar parecía que flotaba él tan habituado a conversar con los ángeles de piedra y a extasiarse ante las gárgolas habitando la región de los pináculos cósmicos. Sin embargo, conocía muy bien la tierra que pisaba. El Camón íntimo no tenía nada que ver con el Camón oficial, hermeneuta de los ángeles románicos, artista de la palabra, que parecía recién caído de un guindo por sus aires despistados y geniales o escapado de un códice cálamo en ristre.

Había en él como resonancias magnéticas de un trasmundo inabarcable. Era uno de esos hombres a los que encontramos por primera vez y su “cara nos suena” acaso de haberla visto en una existencia anterior. Ese mesmerismo es el fautor del arte, el que carga la turbina de la cultura puesto que la cultura se produce por asociación de ideas y es la resultante de un proceso de bilocación. Dios existe y Cristo está en la historia pero su santidad y su presencia es otra muy diferente a como nos la presentan todos aquellos cuyo todo y único afán ha sido apropiarse de su figura. No conviene darse muchos golpes de pecho ni exclamar “Señor, Señor”. Los fariseos no entrarán en el reino de los cielos. En Camón yo llegué a entrever la existencia de un Cristo que se acercaba a la noción platónica de la divinidad. Todo lo de acá abajo es un calco imperfecto de la perfección que está arriba. Pero como Dios no es unívoco y san Anselmo ya lo definió utilizando un proceso silogístico de exclusión para adecuarlo a nuestra capacidad precario, como lo que no es, ni mortal ni finito ni visible, etc., tampoco a Cristo hay que contemplarlo desde un ángulo unilateral. Por eso hay un Christus “músicus”, un Christus “praedicator” y otro “praedicatus”, un taumaturgo, un demiurgo y un reo, un resucitado y un perdedor, el de la Ascensión y el de la bajada al sepulcro, un sembrador de parábolas que tuvo que emplearse con el látigo contra la “raza de víboras” y otro que fue escupido y azotado, un Cristo manso y un Cristo arquitecto y un Cristo poeta, y otro profeta, pero todos estos conceptos siendo análogos  no son idénticos como tampoco es unívoco ni equívoco ni idéntico a fuer de universales la idea mariológica que viene a concretar y completar la visión cristológica como dos ramas de un mismo árbol, y para entender el arte y la teología hay que estar acostumbrado a moverse por el ámbito de la exposición conjunta.

 La edad media prefiere presentarnos al Mesías como el gran triunfador, el Juez grande que se sienta en la silla de la majestad mientras el barroco se inclina por el Varón de dolores pronosticado por Isaías (otra versión diferente del mismo Dios real). La fe tiene sus lados sombríos. Es una cosmogonía acercandonos a todos estos misterios de lo trascendente de la gracia santificante. El arte en la medida que trata de explicar esa tutela sin tregua de la divinidad sobre el hombre que le sirve de refugio y amparo en su caminar a oscuras por el mundo de esta forma apoda y acoda a la teología. La existencia humana viene a ser como una gran romería jacobea del principio a final. Esta es la idea matriz de esta grandiosa novelita del profesor Camón Aznar. En vida no fue tan famoso como insigne, aunque debemos declarar aquí que eso del “famosus” tiene en lat. matiz de deshonra (no van descaminados pues los que usan la palabra con tanto albedrío), este medievalista de talla cuya obra poco conocida rinde homenaje al saber en libertad. Personalidad fascinante algunos de sus artículos de ABC han de considerarse de florilegio. Yo recuerdo aquella tercera del órgano monárquico - nada tiene que ver con el monarquista de hoy-de la calle Serrano en el que escribían mano a mano los Pérez de Ayala con los Azorín, los González Ruano con los Pío Baroja o el Ortega de la última época. Firmas triunfales. Festines auténticos de la literatura. La de Pepe Camón era una estrella con luz propia en aquel firmamento de estrellas del que sólo nos quedan hoy postes de la luz y jarrillas, mucha jácara y mucha paja debajo de nombres promocionados, novelistas de designación reconducidos de lo negro a lo blanco, ha estallado la bomba de mano de la vulgaridad, sus libros se nos caen de las manos de tan políticamente correctos como van. La crítica los acoge con palmas de tango a todos los “hit” y a todos los “must” que en tongo se deshebran pero hoy la critica está reconducida y manipulada por amiguetes a los que las casas de contratación de la cultura sobornan previamente.  Como van de trapillo a la televisión a comparecer ante el ratón de bibliotecas emblemático tránsfuga que mira por encima de sus lentes de inquisidor y detrás del atril de diserto parece una trinchera a punto de hacer fuego con una de avancarga y luego vaya y sonría con cara de conejo. Pero estos son los toros que hoy hemos de lidiar en este coso. No hay más cera de la que arde. Hay que escribir a cara de perro para hacerle una higa a ese carajo esperpéntico de lo “deja vu”.

Un crítico era Clarín y un crítico como Dios manda era don José Camón Aznar. Prosaba con magnificencia y maneras elegantes de cardenal renacentista, manaba su palabra por aquel chorro de voz baturra y que luego se transformaba en melodía cuyos ecos acariciaban los arcos formeros de un empino de bóveda de cañón. La impostaba porque había algo en su persona de hierático perfil sedente, la majestad del pantocrátor. Nadie  ha explicado el misterio del arte de Jaca en sus boceles, impostas, lucernarios, balistarios, ese mundo fantástico de los bestiarios cincelados sobre la piedra fabulosa con tanta solercia y cacumen como él. Era un especialista inter alia en códices medievales. Los beatos iluminados del arte asturiano nos van a llevar al arte románico que surge como una agradecimiento arborescente hacia la persona de Cristo cuando pasa el terror del milenario. Contrariamente a lo que se ha venido diciendo los capiteles románicos con sus endriagos y harpías, hipogrifos y dragones alados, reflejan ese amor a la vida en el reencuentro con la naturaleza.

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Hay que retrotraerse a la mentalidad del año mil.  Camón era un especialista en el siglo XI. El pavor del milenio igualitario lo refleja en una de las más grandes novelas cortas que se han escrito en los últimos lustros En la cárcel del Espíritu. Es la historia de un monje bávaro que como expiación de un pecado cometido cuya evolución de psicológico refleja el autor con pluma digna de Dostoievski - es un pecado contra la fe, la caída en la sima de la desesperación, la gran aliada de Satanás para penetrar en el corazón de aquellos a los que quiere perder, desesperación que define por otra parte a nuestra época- se embarca en una peregrinación hacia Compostela. No llega a su punto de destino. Fray Lázaro viene a morir en un albergue u hospital de peregrinos en Soto de Luiña y que todavía sigue funcionando.  Miguel Ángel, el del bar de la plaza al que llaman el diácono, sigue examinando credenciales y estampillando avales a los que pernoctan en el refugio con el mismo rigor y sentido de la hospitalidad cristiana con que lo hacían aquellos ostiarios de las posadas del Camino Francés.

El autor parece que tiene delante el hermoso paisaje de las Luiñas a la hora de escribir el libro; en los primeros párrafos habla de un “lugar en la llanura, rodeado de bosques y ceñido por la curva de un río” y trata de reflejar sin entrar en detalle cómo era la vida de un benedictino (¿Benitos o monjes blancos? Los benedictinos hacían vida comunal mientras los bernardos dormían en crujías o dormitorios corridos. Es el único anacronismo que encuentro en la obra, error mínimo).

He aquí una sala hipóstila. Los lechos eran esteras, el refectorio alargado con el púlpito empotrado en el muro. Mística y casta serenidad trasminan las páginas de “En la cárcel del espíritu”. Es un viaje a un claustro donde el tiempo se amansa y donde vemos a los pendolistas de bruces sobre el pupitre del manuscrito en el que laboran con un pincel en la mano “que cae sobre el pergamino con la levedad del copo de nieve”. Describe la sala capitular siempre resonante de discursos y la iglesia como un trasunto de un cielo humano y dialéctico con arcos que son como respiro de los espacios y pinturas que concretan los pensamientos inmutables. Es un lugar habitado por monjes descarnados de grandes ojos redondos que ocupan un espacio pero que no habitan en el tiempo, esqueletos de ideaciones apocalípticas. Cada vez que el sol enrojecía las gentes iban a encontrar refugio a los montes porque detrás de la sombra se percibía la silueta del dragón, observa el escritor corroborando al propio tiempo lo siguiente:

“En la crisis milenaria hasta las iglesias se vaciaron. cada hombre arrastraba con su sombra su sepultura. En los monasterios sólo se leía un libro el del apocalipsis y la preocupación de los comentaristas consistía en adatar a su tiempo las páginas descomunales del libro”

Este párrafo tiene hoy plena vigencia porque otro terror del milenario es el que acabamos de vivir o estemos acaso viviendo. Camón, que se nos muestra como eximio novelista, topógrafo del sentir y del latir de una época, describe a estos frailes que escribían e iluminaban y que parecían mojar el cálamo en llama y salían del minio colores que eran como “la cresta de un incendio”, “ojos cuya redondez era la del mundo abiertos con el espanto del que ha visto morir al universo. Sus túnicas se doblan con las mismas curvas contraídas de las hojas secas al quemarse”. Al redactar estos magníficos párrafos parece que tiene delante la talla de madera del Salvador que se venera en la catedral de Oviedo mostrando la majestuosa traza de un atlante que se yergue ante la amenaza apocalíptica y empuña como un cetro de paz la esfera armilar.

Pero el peligro ha pasado ya, los curas volvían a aprender latín y las tierras a labrarse, los antiguos manuscritos a ser copiados. “La pánica alegría de aquel momento se convirtió en gratitud hacia la divinidad. Un inmenso amor de redondez panteísta hacia la naturaleza y hacia Dios impulsaba catedrales y cosechas”. Se vivieron años en definitiva de exaltación edénica.  Lícito es preguntarse si a pesar de todos los pesimismos no estaremos abocados a una de esas grandes épocas de la humanidad cuando acabamos de doblar el cabo de los terrores milenaristas con todo Nostradamus a cuestas, las profecías de Malaquías y las predicciones de todos los estrelleros y magos de la New Age que hemos dejado atrás. El mundo, concluye Camón, volvió a ser de nuevo un paraíso sin serpiente. ¿Se aleja también ahora la tempestad? ¿ O los horrores que describe Juan- “tomó al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo, Satanás, y la encadenó mil años. Cuando hubieren acabado los mil años será Satanás soltado de su prisión y saldrá a extraviar a las naciones”Ap.20-7-8- pertenecen al hic et nunc de nuestra sangrienta actualidad? El estado emocional del mundo se parece bastante al de aquel entonces. La clepsidra implacable marca la hora global: tiempo de la Segunda Venida. Hace mil años los monjes de las iglesias asturianas le aguardaban encerrados en una celda construida en lo más alto del templo, en el sobrado mismo a la que se accedía por una tortuosa escalera de caracol.

 

y a veces por una cuerda como entre los eremitas de la Tebaida, el monte Athos o entre los coptos. Para bajar había que descolgarse de una cesta. La contemplación por aquel entonces demandaba estas truculencias del Estilita encaramado en su columna para no contaminarse, torres de marfil penitenciales. En Santullano y en Santianes parece ser que quedan restos de estas cámaras anacoréticas.  Era el éxtasis del vigía que escudriñaba el horizonte desde el campanario pero el Cordero tardaba en llegar. Oteaba desde las techumbres el monje pero el Amado se hacía de esperar. A la sazón puede que esta guardia se monte desde las páginas web, aunque no hay constancia pero es suposición plena. Los cistercienses de ahora tienen turbios los ojos a causa del pervigilio doblado el raquis, difícil será encontrar a un contemplativo rectas las espaldas. La guardia sigue en sus diferentes relevos y parece que Dios continúa hablándonos desde el silencio. Hay quien hace la escucha siguiendo su rastro desde la garita iluminada. Abajo se condensan las sombras, los fantasmas nocturnos.

Sabemos que el protagonista era vástago segundón del señor de Klamheim con feudo sobre el castillo de Toeltz. Siguiendo la costumbre de la época sobre la primogenitura ingresó en la abadía. Allí fue feliz fray Lázaro hasta que el diablo vino a visitarlo atosigandolo con el dogal de la duda y la desesperación. Sus años de noviciado tuvieron ese carisma de la ondulación y melisma del canto llano. El cuerpo de los monjes está hecho para la liturgia, la melodía monódica que recorre las bóvedas con la elegancia del cisne en el estanque. El templo románico se convertía en un lago de beatitud donde hasta la estructura hipóstila desempeñaba una función de alabanza a Dios a través de la voz humana. Era un discurrir placentero por el perfil de los días y el turno de las estaciones materia y forma conjuntadas y sin diferencias entre el alma y el cuerpo. La vida monástica es una búsqueda de armonía y un anhelo de contemplación.

Era el cristianismo total a la sombra del Pantocrátor de la mandorla mística antes de la llegada de la peste franciscana, el principio del fin, el primer conato de reforma religiosa que iba a desembocar en las demasías de las guerras de religión. Era entonces cuando Roma no tenía tanta importancia pero la cristiandad era más católica, más universal y más libre. Los ojos se entornaban hacia Jerusalén. “No había fronteras en la fe ni en los pueblos, ni nacionalismos montaraces, ni cismas ni herejías”. Por eso viene a concluir el autor: estos siglos que van desde el terror milenarista marcan el triunfo verdadero de Cristo. Algo que en la historia no se ha vuelto a repetir.  Todos los que amamos a la grandeza de la Iglesia verdadera tendremos que suscribir esta hipótesis que Camón aquí describe maravillosamente. Los tímpanos románicos expresan asimismo esa idea célica del paraíso impersonal y cósmico, un empeño que sólo fue posible mediante el rescate de la sangre de Cristo. Es la ideación pura, el concepto teológico en carne viva lejos de las vivencias personales. El creyente sentía partícipe de una empresa total. A Dios no se le puede ver, tampoco se le puede nombrar. Es lo absoluto e incognoscible. Sin embargo, los que se acercan al arca santa de tapas nieladas, ese cofre de salvación de la fe en español, a contemplar esos ojos  que acechan y perdonan, ojos del mundo redondos y opacos y esa sonrisa de la talla tan dulce como tosca o se prosternan ante el Pórtico de la Gloria consiguen una visión de ese reino futuro que aguarda a los que perseveran siquiera sea a través del ojo de cerradura que abren las arcadas románicas.

El autor va explicando el proceso con acuidad y pluma veloz a través de una prosa en el que el castellano recobra todos los honores de lengua espiritual apta para hablar con Dios y entusiasmarse ante los deliquios de la Virgen María. Entusiasmo es un endiosamiento y sin entusiasmo no puede haber cristianismo ni tampoco buena literatura. Es algo que sólo puede comunicar Dios a través de sus criaturas. Es privilegio del todo no de la parte y es ahí donde fallan algunos de los novelistas de aluvión el colmillo retorcido o que andan de medio lado que escriben en la España de nuestros días sino del todo. Por eso no lucen aunque traten de encandilarnos con sus mejores galas. Para sentar plaza de novelista o de crítico lo que hay que hacer es estar contra lo de entonces. Este sino de los tiempos nos recuerda a las plagas de Egipto y no queremos esta vez dar nombres. Demasiado revanchismo. Respiran por la herida. La cicatriz de la derrota les sigue superando de ahí que sus libros nos hagan recordar a verdaderos manaderos de pus.

En el estilo de Camón Aznar pasa lo contrario. Es una novela de tesis que prende desde el principio. Además, es uno de los cantos más bellos a la mujer que hayan podido escribirse desde la duda y desde los dolores. Lázaro viene a coincidir con el dictamen del protagonista del Nombre de la Rosa que de la misma manera devino en monje giróvago: los momentos de felicidad mayor no fueron los del convento ni los del éxtasis místico sino la noche que pasó en compañía de aquella muchacha a la que llegó a conocer casualmente.  La crisis religiosa que padece hasta su exclaustración y la posterior condena abacial a hacer la ruta jacobea que en muchos casos equivalía a la pena de muerte porque el viaje estaba cargado de peligros y bajo la amenaza del hambre, la peste y los lobos, es una preparación del camino para explicar su estado de ánimo.

 

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El detonante de la crisis viene dado por una experiencia con la que no contaba: la muerte del maestro de novicios. La visión de su cadáver convulso y desesperado le hace reaccionar. El preceptor había practicado la virtud desde que profesó y seguido a rajatabla las constituciones de san Benito pero en el postrer momento, el definitivo, tuvo un instante de debilidad, resbaló en la duda presa de terrores incomprensibles que le acercan a la boca del abismo. La desesperación es un sentimiento específicamente satánico. Esa tentación a punto de expirar cuando más aprieta el diablo la tuvieron muchos santos. No hay nada más allá, el cielo está vacío; ese viene a ser el argumento. Todos los seres de la creación tienen un destino trágico, juegan la baza con las cartas marcadas, de lo que se colige: procede disfrutar aquí todo lo que se pueda porque si no hay otra vida todo estará permitido en ésta.

San Pablo fue acometido muy recio por los espasmos de esta duda pero la venció y fue arrebatado al séptimo cielo del que bajó diciendo que ni el ojo vio ni el oído oyó lo que es aquello pero la serpiente antigua se atrevió a plantearle cara al Apóstol de las Gentes. Le llamó exaltado y lunático utilizando como argumento su gota coral. Parece ser que Saulo se cayó del caballo en un arrebato epiléptico.

 Es una interrogante que parte las carnes de muchos creyentes y pasa agitándose por los cielos de la historia. Algunos la llaman el silencio de Dios. No todos tuvieron el privilegio de ser arrebatados como Pablo de Tarso a las alturas. Porque vio creyó y esta fe le hace increpar con la vehemencia que le caracteriza a la muerte preguntando dónde estaba su victoria y proclamar incluso “culpa feliz” al pecado de Adán factor desencadenante de la redención. Pero hay que insistir que no todos gozan del carisma de la claridad de la trasverberación que arranca las nieblas del error de sus intelectos.

El orante se ofrecen en oblación y ha de cargar con los delitos y lapsos de los otros. A veces la cruz resulta demasiado pesada y viene la duda del sepulcro vacío. He aquí a  Lázaro de Kleimheim copista y amanuense de los libros santos en un monasterio de Alemania sumido en el laberinto. Siente que el cielo se le viene encima, gime y busca sin hallarla la salida a la encrucijada. El tiempo de rezos y el duro trabajo caligráfico que trazaba lineas y colores, rasgos, sobre los preciosos cantorales, no eran más que un alivio pasajero. Cuando en las cortas vigilias antes de Maitines sobre la estera o la yacija de paja que le sirve de lecho en la crujía hipóstila vuelve el gusano a roer y la tentación por sus fueros. El cielo está vacío y con la muerte estalla sobre nosotros la nada. Él no resucitó, los vendajes del sepulcro no eran los suyos y el mito de la resurrección fue un montaje, la fabricación de unas plañideras histéricas que estaban enamoradas físicamente del Galileo. Todo es un invento, una inmensa fábula. Sus torturas y escrúpulos únicamente encontraban una tregua mediante las manualidades de su absorbente labor de miniaturista.

El proceso está perfectamente descrito tanto como el ambiente de la época. La hambruna y la mortandad de la peste van a ser otro emulsivo del entusiasmo con que arranca la undécima centuria. La sociedad feudal hace crisis. La lucha por las indulgencias y las disputas entre trono y altar por la preponderancia vuelven más duro el panorama. Si existe un Padre Célico que ordena nuestros destinos y todo lo dispone hacia el bien para que nos sintamos a gusto y no nos falte de nada ¿por qué entonces permite el mal y la injusticia, el desamparo? El joven benedictino se amarga la vida haciéndose una pregunta eterna. Él pensaba que había un orden en el mundo pero mira alrededor y comprueba que vive cercado por la desgracia y lo diabólico. Hay un desfase entre la idea y la materia. Zumba sobre sus oídos el garrotazo amenazante de la entelequia. La vida del monje se convierte así en una lucha contra la quimera.

“Los hombres andaban como cadáveres a pie por los caminos y e las casas no salía humo”. Esta imagen del hogar frío y la chimenea apagada, el jardín abandonado y la casa cerrada acentúa la sensación angustiosa de ciudad desierta y de país despoblado es de entidad apocalíptica porque nos remite a connotaciones de castigo divino, de manipulación de la descendencia que es en definitiva un atentado contra las fuerzas de la vida. Fue el pecado de Sodoma. La Asturias de diez siglos atrás guarda cierta analogía con la de hoy con un crecimiento demográfico cero atendiendo la llegada de la alfaida, la marea humana,  de hordas en masa que van a constituir una sociedad amorfa y desespañolizada y alóctona. Todas esas contingencias ya se preparan. 

Así fue al despertar del medioevo cuando desde Escandinavia denominada entonces “oficina gentium” se impulsaría la colonización masiva de Europa sobre las ruinas del romano imperio. Los barbaros del norte llegaron en oleada y de forma sorpresiva. Era una visita que nadie esperaba. Todo descorrimiento de pueblos presenta unas connotaciones apocalípticas que hacen pensar en el castigo bíblico. Lázaro de Kleimheim sentía sobre sus carnes esa presión.

Pero la auténtica crisis de fe va a tener lugar coincidiendo con la llegada de un fraile esquizofrénico, trasunto de Savonarola, al que su soberbia le sume en la herejía, desde otro monasterio circunvecino a predicar una cuaresma. “De la boca de Fray Martín no partían razonamientos sino rayos, nada de adoctrinamientos sino anatemas. Hay en su persona un anticipo de Lutero puesto que en el visitador se plasma la rebeldía diabólica, la cabeza engallada del “non serviam”. Su presencia produce en las aguas tranquilas hasta entonces del monasterio una conmoción. Acusa a los monjes de ser castos y crueles, de predicar la caridad porque no se atreven con la justicia. Roma es el símbolo del engaño, la mentira y la avaricia. Sus sermones atraen la ira de la parroquia. Se le suspende a divinis pero recalcitrante en el error vuelve a predicar contra las Indulgencias y es dilapidado por hereje al pie del altar por la chusma airada. El hermano Lázaro contempla con horror aquel asesinato, ve cómo el cadaver es arrastrado a las tinieblas exteriores para que se lo coman los buitres. Era un blasfemo, un apóstata. Y aquí llegamos al nudo de la trama de esta impresionante novela teocéntrica  en el que se denuncia a una sociedad hipócrita capaz de matar en nombre de Dios y que se atreve a manchar sus manos de sangre porque alguien cuestiona el libre albedrío, el derecho a pecar. La libertad humana es sacrosanta, la propia divinidad la respeta. Por una vez lo infinito se doblega ante el capricho de lo finito. La angustia y grito de fray Martín proyectan hacia el cielo la angustia del hombre contemporáneo.

A un escoliasta de la época no se le ocurriría explicar con tanta clarividencia e interés el proceso psicológico, la dura prueba a la que es sometido este religioso que vacila zarandeado por uno de los problemas más arduos: la presencia del mal. Pronto vemos al protagonista sumido en la soledad del ángel destronado. La Biblia lo recuerda: “Ay de los solos”. El sacrosanto refugio del monasterio es perforado por esa duda caliginosa y a partir de ahí no va a ser un espacio resonante de las notas de la himnodia  gregoriana.  Los turíbulos no sahúman el perfume del incienso sino el humo fétido del azufre al que acompañan las estentóreas carcajadas del ángel caído en su vagar absoluto por los derroteros de la historia. Se ha perdido la inocencia del Edén. El hombre vuelve a su condición de animalidad precedente al génesis, no es más que una fiera que piensa, copula y traga, merodea y caza sin obediencia a otras leyes que no sean los apetitos instintivos. O dicho de otra forma el peso de la novela se apoya sobre el ominoso barrunto de la muerte de Dios. Pero parafraseando a Nietzsche cuya entera obra son las exequias de la divinidad fallecida, ¿existe Dios? ¿Y si no existe cómo podremos hablar de su muerte? ¿No será la idea de la divinidad algo subjetivo, una especie de prolongación de nuestro ego insaciable? El simio se puso derecho y anda ahora erecto, evolucionó como evolucionará algún día su pensamiento hasta conquistas insospechados hasta ser el mismo su propio dios en su proceso de adaptación. La tentación de Babel otra vez bajo los planteamientos seductores de Darwin.

La dilapidación del hereje hace que Lázaro, el puro, el incorruptible entibie su fe desde la base de un razonamiento verosímil: no es lícito asesinar en nombre de la divinidad pero esto fue precisamente lo que estuvo haciendo el ser humano desde las cavernas a través de la práctica de un ritual supersticioso. A Dios había que inventarlo puesto que daba coherencia al grupo porque nos reafirma en lo que pretendemos, nos halaga el oído. De esta forma el concepto del ser supremo pasa a ser algo subjetivo, puro maquillaje para nuestra vanidad intelectiva. Un analgésico para el dolor que comporta el destino de los nacidos para la muerte.

Lázaro había pecado y el pecado es como la rotura de una armonía con el cosmos. Sin embargo, la razón no es más que la tapa de los sepulcros. Un buen día reconoce su culpa y va a caer de rodillas a los pies del abad con todo el monasterio reunido en capitulo. En aquel entonces las penitencias eran públicas. El prelado no puede absolverlo tratandose de tamaño pecado mortal, el de desesperación; es un pecado contra el Espíritu. Lo envía de peregrinación a Santiago de Galicia. A la sazón las autoinculpaciones se llevan a cabo ante el capítulo. Las penitencias también eran públicas. Los pecados, distintos. De una magnitud más solemne si cabe porque diferente era el concepto de cristiandad. Recordad a tal respecto la Huida a Canosa. Todo un emperador prosternándose descalzo ante Gregorio VII. Hasta que no estaba saldada la deuda con la iglesia o con los hermanos, Dios no perdonaba. Era frecuente ver vestidos de saco en el ámbito de las ciudades a los flagelantes clásicos. En realidad las peregrinaciones empezaron a partir de esta noción de culpa que había que expiar mediante el viaje iniciático. Los romeros cuando de personas consagradas se trataba recibían de manos de su abad un bordón, unas veneras de concha y el clásico petaso o sombrero de ala ancha que servía para protección de la intemperie y también para ocultar el rostro. También recibían el ósculo de paz y treinta dineros para el camino. Nada más.

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 No era consciente el Hermano Lázaro cuando se despidió de sus compañeros que la hégira expiatoria que iba a comenzar le iba a llevar más lejos de sus sospechas. Como primera medida tuvo que dejar morir a su yo para empezar a vivir.  Dejó de pensar. El trajín de la andadura le deparaba el robustecimiento de sus miembros corporales. El alma se purificaba. Tenía que aniquilarse y ser semilla que después de caer en la tierra hará que fructifique la espiga. Alguna veces añora la casa matriz y se acuerda de sus frailes con una vida tan reglamentada y tan diferente de la azarosa que a él le persigue, añora los ritos y canta cuando puede el oficio divino o dice misa en plena soledad porque partió con la recomendación expresa de su superior de evitar las iglesias y los poblados. Sin embargo, al llegar a Tarbes localidad de los Pirineos pide al obispo letras dimisorias para poder consagrar la Eucaristía. No ha de olvidarse ese nombre. Tarbes es la diócesis donde se produjeron las apariciones marianas de 1858 a santa Bernardita Soubirous.  Lourdes está en pleno corazón de las peregrinaciones jacobeas. Aunque obtiene la facultad de celebrar y concelebrar pronto olvida su condición de clérigo porque, tramontados los puertos y habiendo dejado atrás el monasterio de San Pedro de Sieresa, una serrana de un valle navarro lo recoge cuando estaba medio muerto y lo lleva a su choza, le da de comer, le venda las heridas de los pies y, cuando despierta escucha hablar en vasco: “gaixo ziñatan, orain zaunde” (enfermo estabas antes, ahora bueno). Se inicia una bella historia de amor pastoral. El protagonista vive los instantes más bellos de su existencia, conoce la plenitud. Ni siquiera se acuerda de los votos arrastrado por su pasión pero un día al salir a arar encuentra el cuerpo despedazado de un hombre por los lobos la noche anterior. Le viene a las mentes el recuerdo de la palabra empeñada al superior. Vence las lianas que le atan a aquel hermoso caserío rodeado de fortísimos montes donde viven gentes sencillas en estado de gracia original anterior al pecado del primer hombre y abandona la vida arcádica. La mujer le sigue durante un trecho pero vuelve a abandonarla.

El cristianismo que encuentra pasada la cordillera es una religión en estado de guerra. “España vive-dice-sólo para vencer a los enemigos de la fe en franco contraste con la mansedumbre y placidez del sur de Alemania. Aquí todo se extrema a punta de lanza. Todo se radicaliza con ímpetu de ataque”. Tampoco el cristianismo es un concepto unívoco. Nunca nos pondremos de acuerdo pero es así. Lo único que le mantiene vivo es lo externo porque lo interno pertenece a algo tan sagrado como es la conciencia y es allí en lo íntimo del alma donde Dios habla al ser humano. Pero los ritos, las oraciones, las fiestas, la letanía, la tradición. ¡Si quitamos eso, en qué queda la fe! ¡En monsergas místicas! ¡En una interpretación del Evangelio ad líbitum! Sólo un monje benito puede entender que el catolicismo consiste en liturgia, en un constante recitar de oraciones con arreglo a los ciclos estacionales. Porque la practica rutinaria de la regla nos libra de nosotros mismos. Ora y labora. No te desesperes. Cumple la norma, unéte a la tradición, pero si cambiamos la norma, si introducimos cambios en la liturgia obtendremos una mutación de la esencia y llegaremos al síndrome del templo vacío, a la macrocefalia jerárquica. Tenía que renunciar al amor pero al igual que en el “Nombre de la Rosa” Lázaro reconoce que no hubo instantes más suaves que los que le depararon sus nupcias con la serrana de Arán. Su recuerdo le hace casi enloquecer. Sin embargo, tiene que empuñar su cayado y entonar el  “Ultreya” sin temor a los peligros de la andadura iniciática. Otra vez se pone en ruta. El Salvador le acompaña. Para expiar la culpa, caminar. Tenía psicología de huido y cruza cañadas, desfiladeros. En algunas posadas vuelve a saludarle la tentación, traba conversaciones con otros caminantes hacia Compostela.  Unos perseveran, otros son seducidos por los cantos de sirena, las mesoneras y mozas de partido, que ya entonces el itinerario era ya la ruta de la sífilis, el chancro y las tabes, el perro de san Roque, mal francés y camino francés, otros mueren en los lazaretos o quedan sepultados en los cementerios de peregrinantes, otros mueren devorados por las alimañas, se extravían, enloquecen, se dan al vino o mueren a mano de los bandidos. ¡ Señor, Señor cuanto pecado, cuánta imperfección y cuánta defección! El destino es la tumba.

Alfonso VII el gran rey de Castilla, el repoblador, el que tanto amaba a Oviedo y a los asturianos puso guardia de templarios en la ruta para proteger a los transeúntes. El Hijo del Trueno Boanerges es el símbolo de ese cristianismo prevenido en frontera.

 

 

que encuentra el monje alemán pasado el fito de Navarra, era casi una fe desconocida que acaba atrapándole, se emborracha, se enamora de España a través de una moza vascuence. Hasta los sarrios y las cabras enarbolan el pendón de la cruz frente a la media luna. Ha pasado el letargo del milenario y la cristiandad empapada de vida quiere liberarse de las cadenas y de los yugos que le uncen a las pechas y servidumbres del califa. Al grito de ultreya y del “Dios lo quiere” de Pedro Ermitaño se llena de actividad, despierta de su modorra y se embarca en la dudosa aventura de las Cruzadas, algo por lo cual nuestra fe ha sido tan vapuleada por sus enemigos. Sin embargo, ahí tenemos a Ariel Sharon una especie de Ricardo Corazón de León Judío y nadie le dice nada.

Fray Lázaro había escuchado de labios de un francés que hacía la ruta de Compostela por la parte más sañuda: la de la costa- curiosamente al remontar Oca dejando a un lado Vascongadas que ya en aquel tiempo seguía sin estar romanizada y sin cristianar- “el que va a Santiago y no visita al Salvador por honrar al criado menoscaba al señor” y opta por el ramal de la derecha el que a través de Arbas enfila la ruta de los antiguos monasterios mozárabes de las Monas o Nonas y cruzando por Mieres desemboca en el Templo de la Transfiguración, verdadero Tabor del arte ramirense y de la fe vieja. Queda prendado de las costumbres de aquellos monjes asturianos que nada se parecen a los de Alemania. Para empezar hacen vida eremítica y algunos viven encaramados en lo alto de una celda incrustada entre las socarrenas de alguna peña tejada o en lo alto de una iglesia prerrománica, aquellos templos de cuerpo tan chico pero  de altos muros. Es así como opta por abrazar la vida contemplativa en San Julián de los Prados. Es izado a lo alto de su cobijo en una cesta. Desde allí ora al Criador y contempla ante un paisaje de montes bellísimos que demuestra ser cierto el aserto del códice “In Asturum conventu dedit Dominus montes fortissimos circuitui ejus et praesidit ex hoc, nunc et in saeculorum saecula” (Dios escogió a la provincia de los astures a los que protege mediante una cadena de montes fortísimos). El paisaje de Asturias, santuario de España, tiene algo de sacramentos. Pero el pobre monje tiene allí que ganar el cielo luchando con la tentación que se presenta unas veces en forma de mujer como le ocurrió a san Jerónimo con la satiresa. Otras quien golpea es el silencio de Dios o el desaliento. Hay pasajes en esta obra tan bien llevados que hacen pensar en Tolstoi el cual de forma parecida describe el proceso de la tentación del cenobita en el “Padre Sergio”. Las fuerzas del bien y el mal se turnan. Ángel y diablo parecen confluir en una batalla sin medida. Es el ritmo sonoro con sus impasses e intercadencias del péndulo. La luz libra una cerrada y sórdida batalla con la oscuridad. Nadie sabe de estas luchas interiores. Por toda la redolada ha cundido la fama de santidad del fraile extranjero encaramado en su celda de estilita. Cuando celebra misa los domingos y las fiestas de guardar el pueblo en masa es testigo de sus trances y al final de aquellas misas largas que duraban casi tres horas en el rito mozárabe algunos feligreses se acercan a tocar sus vestidos para llevarse a casa un trozo del hábito, una hebra de su barba bermeja e hirsuta como reliquia. Una noche de junio el valle resuena con el eco melancólico de los cantos de ronda y el brillo lejano y seductor de las hogueras de san Juan, el aguerrido grito del ijujú de la danza prima cerca de las quintanas. El Padre Lázaro vuelve a sentir la llamada del siglo y sucumbe a la celada de la tentación. Se escapa de su nido de oración y de penitencia en lo alto de san Illán de los Prados por una cuerda y huye a favor de las sombras con la luna a las espaldas. La vida de un peregrino es una huida hacia delante.  Siente la llamada del deber. Tiene que cumplir la penitencia impuesta por su abad. Le sonríe las estrellas como lagrimas de cristal en la Vía Láctea. Ultreya. Ultreya. Le convoca la fuerza del camino. Proaza con su torre quedó atrás y contempla Avilés reclinado en la ría pero no se atreve a entrar. Escucha el sonido espectral de las Tablillas de san Lázaro. Hay peste en el lugar. Siente las arremetidas de la fiebre, pasa la barca de Muros de Nalón y al atardecer da vistas al Valle de las Luiñas que le recibe con sus praderías y cuetos detrás del Monte de Santana, cruza el río Uncín y llega al lazareto de Soto. Su estado de salud ha empeorado y es allí en aquel hospital de pobres donde exhala el último suspiro después de haber recibido la absolución de una abate francés también romero a la Ciudad del Apóstol. El penitenciado no consigue cumplimentar su proyecto, pero Camón observa que lo importante no es la meta. Es la vía lo de más. Los santos pueden alcanzar la cima de la virtud heroica habiendose quedado a medias, siendo unos perfectos desconocidos. En definitiva se hace camino al andar.

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Es una de las novelas psicológicas encastrada en una trama que nunca decae bien escrito y mejor pergeñada que responde a un conocimiento histórico de la vida de las ideas y de la sociedad visigótica recién iniciada la Reconquista que casi entusiasma. Al profesor Camón se le conocía como crítico, especialista en el Renacimiento pero su faceta de novelista y de dramaturgo pasaron desapercibidas. Su cara era como la de un pergamino y su estilo de hombre pacífico y modesto, aunque tuvimos entendido que fue anarquista cuando la República, atraía como atrae un códice iluminado porque era el espejo en el cual nos miraríamos de  viejos, y es cierto porque al contemplarme a mí mismo en el espejo veo que me parezco algo a mi maestro cuando tenía mi edad. La vida me ha hecho rodar por sendas muy parecidas a las del  profesor de la Central. He seguido la ruta de los entusiasmos y la de los libros hasta dar con mis huesos en una de las hondonadas paisajÍsticamente más sublimes de la península donde fue a morir Fray Lázaro el protagonista de “En la cárcel des espíritu” ¡Qué cosas!. Aquí la tierra nos puede ser más leve al cubrirnos con el manto de eternidad. Tan risueña perspectiva hará seguramente llevadero el  albergue porque es también las rutas que llevan a la Luiñas lejanas donde yo quisiera descansar.

 Siempre que paso por delante de la casona que se encuentra a tiro de piedra de la tienda de Manolo Menéndez Vigo, contertulio de mis parrafadas y que no sólo me arregla los pinchazos de la rueda de mi bicicleta sino que me da clases de bable, el que hablan en Muros, aunque Manolo provenga de Lugo, y detrás de la de Eloína, otra buena mujer de aquel lugar entrañable, siento la melancolía por aquel tiempo que se fue, por los libros que no se leyeron o de los que apenas hablan pero que son importantes. Solía Camón viajar a su rinconada de este lugar en el concejo de Cudillero con harta frecuencia. Una vez lo vi en Oviedo haciendo tiempo para tomar el tren de Madrid acodado en uno de los veladores de la Mallorquina. Parecía un dios vencido y un centinela a punto de relevo en su garita del Café Peñalba, quizá recordaba a los muchos que cayeron. Era un día de lluvia y llevaba puesto uno de aquellos impermeables de plexiglás a la moda de los sesenta “pluma d´oro” anunciado por la tele de los primeros tiempos por Torre Bruno dando voz a un personaje característico que llamaban “Topo Giggio”, con un gorro para la cabeza. Tenía un aspecto de cansancio y le vi viejo ante una taza de café que se había quedado frío. Acababa de enviudar y ya no había aquel entusiasmo en aquella mirada de figura de arquivolta románica de los tiempos de la Facultad sino la de un senescente abatido y sin curiosidad. Era por el verano del 77 aunque no recuerdo muy bien la fecha exacta. Al poco tiempo murió el profesor Camón Aznar. Quiero con este artículo honrar la memoria de uno de mis maestros. Fue uno de esos intelectuales que habiendo nacido a esta vertiente del Pajares como Claudio Sánchez Albornoz, Ferrandis, Menéndez y Pidal, Alarcos, Azorín o Gustavo Bueno han sentido esa fascinación ineluctable que infunde Asturias sobre los espíritus.  Los amantes de la letras de los tiempos venideros tendrá que hacer justicia a estos prohombres del pensamiento hoy olvidados o ninguneados. Ellos abrieron brecha e iluminaron la paz del sendero.

Antonio Parra.  jueves, 7 de junio de 2001 (2:41 h.)          

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Villafranca del Castillo a jueves, 7 de junio de 2001 (19:31 h.)

 

Amigo don Arturo:

Tengo el gusto de enviarle las fotos del domingo de palmas. Fue un día muy bonito. Espero que sean de su agrado y que se haya restablecido de sus achaques.

En otro orden de cosas, sintiendo una gran curiosidad por el Camino de Santiago, de hecho, estoy escribiendo algo sobre el tema, al que daría cima si Dios me da salud este verano, en mis pesquisas encontré un texto del profesor Camón Aznar que me ha entusiasmado. Es uno de los pocos goces que les están reservados al investigador.

 Me tomo la licencia de remitirles lo que pienso yo acerca de esta novelita corta del querido Camón EN LA CÁRCEL DEL ESPÍRITU.

El protagonista acaba sus días en el lazareto de ese lugar tan entrañable también para mí.

Sería mi deseo que las generaciones venideras supieran de la historia tal y conforme era en el alto medievo. Esta obra de Camón debería estarse en los anaqueles de la Biblioteca.

Yo me encargaría de agenciarsela. No creo que valga más de dos mil pesetas.

Así que si Dios quiere cuando vaya por ahí hablaremos.

Pero si le vaga y tiene ocasión de leer esta glosa en que yo explico hermeneúticamente el sentido de las cosas dentro del espíritu del siglo undécimo dígame qué le parece. Este libro jacobeo al que me hace falta dar la última mano aborda la cuestión casi desde el punto de vista del profesor Camón.

Ya tengo ganas de volver al Rellayo y bajar a misa Soto. He vuelto a engordar. La batalla con el tejido adiposo la doy por perdida pero mientras vayamos tirando...   Queden Vd.con Dios. Me impresionó un detalle que me contó Miguel Ángel sobre su antecesor, el cual sólo sabía decir en latín la Misa de Beata, y celebraba todos los días del año con el introito del “Salve Sancta Parens” como el clérigo de Berceo. ¡Qué primor!

Con afecto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

       ARTE RAMIRENSE EN TIERRA SEGOVIA

La iglesia de san Gregorio en Fuentesoto de Fuentidueña apud Sacramenia está en un alcor. Surge a medida que el viajero se acerca como una aparición cabalgando un somo de laderas pardas donde destaca el lomo de algunas bodegas inhumadas taladrando el perfil del monte. Es la que decíamos del Ara Vieja. Tierras de pan llevar. También buen vino cosechero. Zona de castillos y monasterios aprovechando que por esta demarcación fronteriza la orografía ofrecía refugios naturales, en valles recónditos con cuevas en las vertientes. Hubo una Tebaida. Los cenobios diseminados por las estribaciones del macizo de Somosierra atrajeron a muchos orantes y clérigos que venían huyendo de la persecución sarracena cuando la caída de Toledo. Los ermitorios andando el tiempo serían la base de los fundos cistercienses de carácter militar contra aceifas y algaradas por sorpresa en muchas partes.

Hay una serie de rasgos que hacen sospechar de la influencia del prerrománico astur concretamente en este templo de san Gregorio in excelsis, todo un resabio en piedra del antiquísimo culto miguelino de raigambre bizantina. Nos recuerda en cierta forma a San Miguel de Lillo. La traza es cuadrada y rectangular el testero que refuerzan contrafuertes y sillares a hueso. Tiene toda esa solidez áulica y esbeltez con que definía Menéndez Pidal al Arte Ovetense: alma grande y cuerpo chico.

Se pueden rastrear asimismo reminiscencia de esta factura o atavismo en el arte de construir templos en algunos antiquísimas iglesias de Siria y Armenia donde se aprecia la solidez de sus firmes junto a la gracia recoleta. El rito y la liturgia eran similares, calco del bizantino con resabios ambrosianos, las misas cantadas a base de trotarios con un canon esmaltado de invocaciones en griego y en latín, y epíclesis o llamamiento trinitario sobre las especies “en conmemoración de la Cena, más que consagración efectiva, por neta influencia de los monofisismo arriano, tan extendido entre las cristiandades visigóticas hasta Leovigildo.

 Sin embargo, los diseñadores tenían problemas a la hora de voltear las bóvedas y no encuentran el camino de las techumbres de cañón a base de arcos perpiaños. Eso vendría con el románico. Así que muchos techos se desploman por la impericia de los constructores.

El de la nave central y la tribuna del antiguo templo parroquias de Fuentesoto, hoy transformado en camposanto y sus farallones remanentes aprovechados para nichos y enterramientos, cayó, o puede que la iglesia se quedara a medio hacer a causa de una de las habituales correrías de Almanzor, como demuestran las adarajas en el arranque del ala del presbiterio. O hubo un derrumbe o los albañiles tuvieron que liar los bártulos porque los moros venían zumbando.

 No así la parte del cabecero que exhibe su ojiva adosada a la espadaña. Quedan adherencias y desconchados en el techo de algunas pinturas al temple. Las iglesias asturianas estuvieron adornadas con murales policromos que las hacían rutilantes y acogedoras casas de oración. Al lado del evangelio se abre el tiro de una escalera de caracol con los peldaños muy gastados -impresionante detalle- por la que se trepaba hasta la torre. Más de ocho siglos subiendo y bajando por este vano de exiguas proporciones para tocar las campanas determinaron los horadados de la escalinata cuyos tranquillos gastados por las pisadas ofrecen una superficie alabeada, comba de los siglos. Asimismo, lo exiguo del vano hace suponer que nuestros antepasados tenían inferior envergadura que los mozos de hoy puesto que no había hecho acto de presencia la “generación del yogur”. Es una constante que se detecta en todas las excavaciones arqueológicas el porte inferior del español medieval con respecto al de nuestros días. Claro que con su descomunal fémur el esqueleto gigantesco de Sancho el Fuerte de Navarra, hombre de estatura aventajada que pudo sobrepasar a lo que mide hoy un pívot de baloncesto, es excepción que confirma esta regla.

 Parece ser que el monumento fue arrasado por los soldados Murat en una expedición de castigo contra este lugar que había dado cobijo a Juan Martín el Empecinado. Sin embargo, el torreón campanero quedó indemne y señero desafiando a los cierzos y ventiscas y las lluvias de los siglos. Nos observa desde la cumbre con los ojos vacíos, como cuévanos por donde se asoma todo el cielo de estos riscos, de sus ventanas sin campanas ya.

La traza cuadrada y los contrafuertes adosados al muro cimienta la sospecha de su filiación asturiana en esta tierra de frontera, antemural de contención a la presión agarena desde el sur antes de la aparición de Castilla como tal, la de Ferrán González, y con suerte alterna los territorios enmarcados en los arribes del Duero pagaban pechas al rey de León o al califa. Las tornas cambiaban sin interrupción en ese batallar constante en una guerra sin cuartel de sangre y suelo; por las vegas, por las casas, por las dehesas, por las obradas, por los rebaños y hasta por las mujeres como demuestra el ignominioso tributo de las Cien Doncellas. Esta feroz pugna étnica se está repitiendo en Kosovo donde asistimos a los episodios sangrientos de un Reconquista al revés. Es ahora a los cristianos a los que les toca la peor parte y humillar la cerviz ante las presiones de la Media Luna. Los intrusos arriban en oleadas sin que en apariencia exista una mano de contención ni un poder que tapone la sangría hacia dentro que pueden desembocar en verdadera hemorragia social en no tardando mucho. Antes bien, en los medios de difusión pública, debe de ser una antigua táctica bélica que dice que antes de asentar el golpe definitivo al enemigo hay que machacarlo con la propaganda, parece existir una cierta fruición narrativa a la hora de anunciar el goteo que no cesa. Estos juegan fuerte por lo que se ve. Van a por uvas como se dice en argot taurino.

Con tales estratagemas en curso lo que se ha conseguido es retraer Europa a un ambiente que desconocía hace muchos siglos, y que sea verdad aquella frase del Mariscal Göering que cuando escuchaba la palabra cultura se llevaba la mano al cinto. Si sustituimos la cultura por la religión que al fin y al cabo son una misma cosa veremos cómo nos cuadran las cuentas.

Yo he visto tirar de pipa a judíos y a mahometanos, escupir y chillar presas de histeria al escuchar hablar de Jesucristo.  Mientras los palestinos de Arafat llaman a la yihad las huestes del nuevo Josué israelí, Ariel Sharon, parecen definitivamente a punto de embarcar a un revival del espíritu de las Cruzadas en versión judía por recuperar la tierra prometida.

España fue otrora también una suerte de paraíso de las tres religiones, cada una de ellas pugnando por dominarla. Es el mensaje que proclaman las ruinas exaltadas de la torre de san Gregorio. Nunca hubo un verdadero clima de conllevancia entre los tres credos y sería una utopía pensar que hoy cuando reverdecen con más fuerza los postulados, reivindicaciones, nostalgias y hasta un alarmante instinto de desquite al que da pábulo un misterioso y oscuro aliento de discordia, más allá de los comodines de libertad, democracia y carácter etno-centrífugo de composición alóctona, un producto que algunos sectores nos tratan de vender a toda prisa y que aducen como un hecho consumado. Esto hará que pronto o tarde la marmita entre en ebullición.

 

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San Gregorio, iglesia-fortaleza en la cúspide, baluarte templario, refleja el anhelo de defensa de una comunidad asediada. Preside la cima de un páramo donde empiezan a escalonarse las tierras altas de la Pedriza que sirvieron de base a los campamentos romanos (hay tres toponimias castreñas: Castro de Fuentidueña, Castro Gimeno, Castro Sarracín)

Es justo pues alargar la memoria hacia el pasado y añorar con nostalgia aquella batalla de Clavijo en la que el buen rey asturiano Ramiro I exoneró a las cristiandades de la Península Ibérica de la afrentosa gabela de las cien vírgenes. Era un voto a la lujuria y a la salacidad de los monarcas nazaríes. La efigie de Santiago cerró los cielos y España estampandose entre las nubes a lomo de un caballo blanco. Desde entonces el busto y el perfil del Matamoros hoy tan minusvalorada y arrinconada fue elemento de cohesión nacional pertenecen al patrimonio de la historia sagrada de España a la que escupe,  escarnece y pisotea el enemigo [la muletilla que corean hoy los globales con su furia y retorcimiento de mente de siempre es “dónde está vuestro nacionalismo, bien por Cataluña, por Vascongadas, por Galicia, pero ¿ Castilla, dónde te me has ido?”; y replican: “a echar la partida al bar de los viejos”], nos la tienen en el Lithostros, nos la llevan presa su imagen coronada de espinas con una caña por cetro y una manto de púrpura que se echaba a las espaldas de los ajusticiados y de los locos, antes de ser nuestra nación crucificada. Sus verdugos no hacen otra cosa que echar espumarajos por la boca. Su baba nos salpica desde hace cinco siglos.

 Ahora a Ariel Sharon, otro matamoros, nadie se atreve a pararle los pies. Parece un fantasma fugado del sacomano de Clavijo en versión sionista, claro está, sin que persona le llame al orden. Antes bien la opinión internacional chicolea sus incursiones en territorio palestino y hasta lo bailan el agua lo que demuestra que este tipo de zarabandas interconfesionales se ganan alimentando la cadena de agravios y de venganzas, importa dar pábulo al fuego sacro.

Sin embargo, eso es harina de otro costal. Aquí lo que importa decir es que en el 875 en Clavijo empezó a liberarnos de las garras del infiel, por más que muchos historiadores, aun los más sesudos y circunspectos hayan tratado de ponerlo en duda.

Todos estos valles cerrados de Castilla la Vieja cruzando el Duero testimonian aquel empeño de los monarcas de León y de Oviedo por impulsar la tarea reconstrucción de zonas devastadas. La tierra se llenó de torrecillas sagradas luciendo la cruz griega como escudo y pararrayos de clemencia sobre la cofia que desafía a todas las intemperies, adarga que arponea las brisas, cruz en lo alto, cruz de hierro. El tañido del bronce volvió a convocar a las gentes huidas a las montañas. Sus ecos perduran en los cuencos vacíos de los campanarios desmelenados tocando a arrebato desde su silencio impresionante.  Para que los héroes de la estirpe resuciten y vayan a misa. Las ruinas de San Gregorio son un símbolo que se alza en la raya de demarcación de ambas Castillas, aunque en puridad Tierra Segovia cruzaba la sierra y se adentraba a las avanzadas de la ladera de mediodía. Navalcarnero, Navafría y el Escorial caían dentro de la jurisdicción del obispo de Segovia.

Hasta aquí llegaban las mesnadas. Los pendones flamearon sobre estos cerros, ara y guarnición al mismo tiempo, muro de contención contra las invasiones por el sur. Las huestes astur-leonesas de Alfonso III el Magno clavaron las estacas de sus campamentos, los vientos de sus tiendas, tramontando el cauce del Duero, para sujetar al moro que presionaba desde el sur. En la vieja España avezada durante nueve siglos a escuchar el toque de rebato la suspicacia hacia todo lo que suene a benimerines o almohade la llevamos metida hasta los tuétanos. Claro que los demiurgos del cacicato globalización, secundada por un sector importante del alto clero durante más de diez lustros casi se han dedicado a una labor de zapa intelectual, paciente e inteligentemente llevada, con el deseo de  aniquilar - ellos dicen inculturizar como si se tratase de una especie de inoculación del virus anticristiano- de la mente de los europeos esa noción de frontera en la defensa de los valores eternos.

Aquí ya digo andamos un poco curados de espanto y con la mosca en la oreja porque la convocatoria de la yihad “Alá es grande” y “arrasa Arabia” se ha escuchado ya unas cuantas veces por lo que todas esas mohatras de la sociedad multiétnica, apátrida, “tolerante”, va a ser una ley del embudo que beneficiará en detrimento de la catolicidad a los epígonos de Mahoma y de Moisés. La sinagoga trata de vendernos la burra vieja, desempolvando a Voltaire, y a los enciclopédicos, para proponernos un esquema de futuro pintado de color de rosa, basado en una sociedad laica, confesionalmente neutra, étnicamente amorfa, sin lábaros, sin procesiones, sin píxides ni campanas, pero con llamadas a la oración por el almuédano desde el púlpito de la mezquita, y calabazadas del rabino contra los sillares del templo y dejando encargos y notas a Dios en forma de cartitas.

Aquellos rudos mesnaderos del Cid mozárabe fueron un faro de fe y un ejemplo a seguir en estos tiempos en cuarto menguante, tan descreídos. Por todos los rincones resuena la carcajada estentórea del rival. Mediante loores, engaños, chantajes - y yo lo digo en una novela con una frase del caló de los gúrus de la ciudadela del dinero donde se cuecen las ollas de todos los pucherazos, los bizarros lances de la porno-política, la compra de votos y de conciencia “ I´ll buy you out”- el enemigo se ha colado intramuros y ya no hay quien lo eche. Son hechos consumados. No cabe paso atrás, argumentan.

-Pues ahora sí que estamos apañaos. Tanto rosario iluminado y tanta Virgen y ahora lo que se comprueba era que el enemigo pretendía era eso: el coladero de la marcha verde.

-Sí. Nos están solmenando de firme.

-Ya llegaron y han pasao.

-Nos devuelven visita

-Otro Guadalete.

Ante este tipo de diálogos de la gente corriente que se escuchan ahora mismo en el interior de muchas conciencias de españoles honrados o con la boca pequeña, uno no puede menos de acordarse del ovante caballo blanco del Apóstol, ese que vemos alzarse a la empinada en lo alto de un retablo de la catedral de Logroño y con el suplicatorio especial del que era objeto por parte de los romeros en tránsito hacia Compostela: “Herru Santiagu, Gott Santiagu, Ultreya. Iesuseya. Desu, adjuva nos”.

              

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El Duratón es río truchero y cangrejero donde los haya (hasta que vinieron unos malignos y echaron polvos al agua que envenenaron las frezadas) famoso por sus hoces encajonadas. El cauce parece que se intercala sobre cañones profundos y entrega hundido entre los riscos de roca calcárea formando en los afustes y paradas de peña tajada escotaduras y socarrenas, hoy nido de buhardos o por donde el aguila planea. Antaño estas anfractuosidades sirvieron de refugio gracias a los afustes y desniveles del terraplén a los eremitas de las cristiandades del Al Andaluz - reparen los etimólogos que Andalucía viene de vándalos, no es nombre, por tanto, árabe sino godo, porque así designaban en el norte de áfrica a los pueblos germánicos del sur) que venían huyendo de las sacas y persecuciones del califato. Para practicar su fe tuvieron que subir a estas breñas, un reclinatorio de oración donde el cielo parece quedar a menor distancia.

Hay tres núcleos dentro del monacato mozárabe. El primero se aposentó en esta franja de la umbría de Somosierra en una linea de enclaves anacoréticos que llegaba desde Sepúlveda hasta Berlanga. Otro grupo era el del Valle de Silencio tierras arriba del Bierzo y cuya cabeza de partido era Samos, donde se formaron Bermudo el Diácono y Alfonso II el Casto, Sila, Mauregato. Siguiendo la tradición carolingia, estos centros servían de acomodo al magisterio y a la enseñanza. De allá imparte la cultura de los Beatos. Alcuino de York, maestro itinerante, da señas de ellos y hasta es posible que impartiera clases en Samos el cual había abierto sus puertas en el siglo séptimo. Encontraba su vértice en Mellid, el punto de encuentro de los ejércitos asturianos y gallegos cuando iban a pelear contra el moro.

Pero existía un tercer eje y era una cadena que iba desde Astorga siguiendo la calzada de Marco Aurelio hasta Pravia, Oviedo, Villaviciosa, dejando a sus espaldas los nueve centros que desde Arbas del Puerto hasta Mieres del Camino orlaban el paso del romeraje jacobeo durante toda la edad media con escala en Santa Cristina de Lena.

Cistercienses y Templarios se nota que aprovecharon su infraestructura, verdadero anillo de oración, que aseguraba y protegía el camino jacobeo, para dar un carácter más castrense y guerrero a estas apartadas colmenas de oración que agrupaban a hombres y a mujeres sin distinción de género y donde el celibato por más que estaba recomendado no entraba dentro de los planes de la regla donde las preeminencias quedaban determinadas por el afán de estudio, la transmisión de la cultura grecolatina y la lectura incesante de los evangeliarios, sobre todo el libro más popular del nuevo testamento de entonces, el apocalipsis.    

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

                              

 

 

 

 

 

 

 

   DEDOS LARGOS

 Camara enfocando a un hombre de más de cincuenta años, aunque aparenta más. Sin embargo, hoy va bien vestido. Viene de comprar libros en la cuesta de Moyano que ha metido en una bolsa amarilla. En una de las paradas sube su mujer que a diferencia de Emeterio va muy engalanada y enjoyada a lo joven. Se parece a la reina de Saba. Le cede un hueco en el asiento y comparten banco como compartieron tantas cosas en la vida y tantos sueños que se están viniendo abajo. Le echa la bronca:

-Esa corbata no hace juego con el traje y la bolsa es muy cutre.

-Vaya por Dios.

-Siempre vas hecho un adefesio.

Tantos jarros de agua fría no parecen hacerle mella a Emeterio. Ya está acostumbrado a tales incriminaciones de la parienta bajo las cuales se palpa el desamor. A veces piensa que su esposa es una desconocida y tales razones le han llevado al desaliento del alcohol.  Cuando se habla de violencia de género y de malos tratos a mujeres nadie hace ni la menor referencia a los vejámenes contra el cabeza de familia. El hecho está muy en boga pero los medios de comunicación lo obvian.

-Es que no me di cuenta.

Trata de disminuir importancia al hecho pero a él tan susceptible se le ha amargado el día. Venía contento pero Adriana que no comparte su gusto por la literatura ni por casi nada le ha sentado las costuras a su optimismo de esta mañana de primavera. “Si volviera a nacer-piensa- no casaría con mujer brava, ni española, ni funcionaria, que parece que les rebozaron en pica- pica”.

Sin embargo, a estas alturas ya es demasiado tarde. Hace propósito de enmendar la plana. Sacar el bolso de piel.

Esta decisión le va a traer muy mala suerte como se verá. Su mujer aparte de hacerle un desgraciado le había dado mal fario. ¿Qué será que algunas hembras destruyen al hombre?

Ambos callan aunque para su capote, mientras el autobús sigue pegando tumbos por las calles sin nombre de la urbanización y destruyendo amortiguadores por los montículos y badenes reductores de velocidad que han colocado en la urbanización. Emeterio parece que en vez de regresar al hogar adonde llega es a una trinchera o a la mazmorra de una cárcel.  Eso sí bien ventilada y con la nevera llena. Ha engordado de la bulimia que le causa su destructora esposa. Se siente cansado. Es mayo y Baco con sus ínfulas deletéreas está llamando a la puerta con las insinuaciones a la huida en las haldas traicioneras del tintorro. Piensa que su vida destrozada vale poco. El pre de los campos de la muerte acaso estuviera guisado con más cariño que los guisos de Adriana que acaso le está envenenando poco a poco. Los malos tratos y vejámenes que han encontrado un eco en la prole piensa que esconden el deseo latente de un inicuo `plan secreto de exterminio. ¡Qué infeliz se siente y todo por una cochina bolsa! Mañana llevaré esa de piel de cuero.

Transcurre el día con el martirio de la televisión perchelera con su habitual bazofia de programas sandios donde se hace trizas a la familia y los novelones cursis con acento italiano que a Adriana tanto le gustan. Debe de ser porque es una romántica o tiene un lío. ¿Por qué se arregla tanto? Ella sube y yo bajo, porque así está escrito. Las mujeres tienen la sartén por el mango. Piensa huir pero no tiene trabajo. Está suspendido de empleo, cobra un subsidio y esa circunstancia determina el desprecio de su media naranja. Las mujeres no tienen bandera, sólo se entusiasman con los vencedores. ¡Ah pécora! El mundo está del revés, la cruz inversa, los valores que hicieron grande y significada a esta cultura por los suelos.

Los telediarios han estado vociferando todo el día el caso de un supuesto español- no es español sino a medias- que se encuentra en el corredor de la muerte. ha habido una campaña nacional que ha costado miles de duro para librar a este malandrín que cometió doble asesinato de los ferodos de la silla eléctrica. Insensata y vociferante campaña. Se está comiendo nuestros impuestos. La ola de inmigrantes todo el lumpen del planeta de arribada a nuestras costas. Arzalluz el padrino de eta parece el presidente de la nación a juzgar por la cobertura informativa que recibe su persona en todos los telediarios. Se siente angustiado, aplanado, ante el tropel de injusticia y el cúmulo de despropósitos porque los anunciantes de la caja tonta sobre todo los bustos parlantes de voz homologada que parecen haber ido a la misma peluquería y a un cirujano plástico común para que les infle de silicona los morros y las tetas declaman el estribillo de las desgracias nacionales con voz idéntica y com si nuestros desastres no les afectara para nada, son marcianas recién aterrizadas de otro planeta, hijas mías de mi vida pero de donde habéis salido, ¿por qué os expresáis en esa voz homologada y os expresáis en ese tonillo? Emeterio las considera a todas mujeres clónicas y pánfilas. Trata de pensar en otra cosa, hablar, encontrar cariño, escribir pero ya no puede escribir, se baja a su garita. Su hogar se ha convertido en un abrevadero de imágenes, en un duerno de violencia. Y huye de estampida.

- Me voy otra vez a Madrid.

Su mujer nada objeta pensando que tal vez la no presencia de su incordio como llama al marido le permitirá entregarse a sus aficiones ventaneras. Hay un jovencito en la barriada que la enamora.  Una vez la pilló timandose con él y menudo número montó. Hasta tuvo que venir la guardia civil.

Toma la máquina de hacer fotos, la mete en una bolsa de piel no tan cutre como la que traía a la venida y abandona la salita donde todos están repantigados viendo el novelón lacrimógeno de sudacas con acento italiano. Una trama cursi y pobre que sólo puede satisfacer a las porteras pero exigir más a su mujer sería como pedir peras al olmo.

-A lo mejor vuelvo tarde. Tengo que hacer algunas fotos.

Siente dentro del alma una tremenda desolación interior. Está de un humor de perros.

La cámara avista a Demetrio de nuevo en el autobús, que conduce el Verrugo uno de los conductores más seguros pero más lentos de la empresa de transportes. El coche va lleno de extranjeros, moros y sudamericanos. A nuestro personaje le entra complejo de Doctor Livingston y se le acelera la adrenalina, le sube el azúcar y el mal humor. En una de las paradas sube un matrimonio de peruanos. Entregan al Verrugo un billete de diez mil pesetas.

-No tengo cambio.

Pero los recién subidos viajeros no dan muestras de apearse y se quedan parados en el cancel de entrada. Pasan varios minutos. Hasta que al fin al chófer no le queda otro remedio que encontrar el vuelto de la moneda hurgandose en los bolsillos. Cuando arranca el vehículo otra vez ha transcurrido un cuarto de hora. Demetrio se revuelva en su asiento pero no dice ni mú como también el común de los pasajeros que aceptan la injusta situación con resignación pero los infractores de la norma toman sitio triunfantes entre risas y una sonrisa de oreja a oreja. Es lo que no puede soportar Emeterio pero se aguanta. Sin embargo, el Verrugo va como muy nervioso y están a punto de chocarse con un camión en la carretera de la Coruña. Es un buey mudo pero la procesión va por dentro. Hoy los españoles hemos de aguantar carros y carretas, lo que nos echen. El miedo guarda la viña y engendra mutismo, cinismo y un cierto resentimiento. Nadie sabe se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Tiene que andar con rodeos y eufemismos. Cataluña tierra de cogida. Aragón sin barras de libertad. Pamplona sin cadenas y sin mejana.  En Andalucía nos queda el Rocío pero eso no es más que una fiesta pagana, con mucho desplante y vuelos de lagarterana y el calañés de ala ancha. A Castilla le han hecho la manicura a los leones rapantes de su emblema los áulicos que dicen ser monárquicos pero no son otra cosa que monorquidos, en verdad, porque esto de la patria no ha sido para nosotros sino cuestión de testículos.  No hay garra ya.  Al fin Emeterio opta por salir en defensa de la justicia y del decoro.

-La próxima vez cuando volváis a tomar el bus haced el favor de llevar lista la calderilla y no hagáis esta faena al hombre.

Esta advertencia a dos jovenzuelos no les parece de recibo. Ya está liada.

Los chorlitos se quedan de piedra y sin decir nada. Acaba de entrar en ebullición un volcán. Estos indios son de la raza cobriza, el pelo muy negro pero sin accidentes ni curvas en la cintura, amazacotados, petizos, como tapones.

Pero un joven se levanta y se enfrenta con Emeterio. Se han vuelto a enfrentar las dos Españas. Estampa trágica. El padre y el hijo desenvainan los sables y apuntan al corazón sus filos temblantes. La escena es de los aguafuertes de Goya. Se recuerda que uno de los dos son excluyentes. Uno de los dos tendrá que morir por la punta de la espada.

-Aquí se paga como a uno le da la gana, tío fascista.

-Fascista ¿yo?

-Sí, tú.

-Eso no me lo repites otra vez a la cara.

Se levanta como un resorte Emeterio y se encara con el jovencito.

-Calmese.

Una mano intervino e impidió que la cuestión no pasara de las amenazas y que no tuvieran un atestado. Tras una larga serie de peripecias el ómnibus dio con sus hierros y con las humanidades de carne y hueso del pasaje que llevaba dentro en el Intercambiador de Moncloa. Aquella hora la terminal subter ranea parecía un aduar y en las escaleras mecánicas para salir a la calle el personal ocupaba los peldaños que les escupían hasta el vestíbulo y luego a la calle.

Los abetos primeros del parque del oeste con sus elegantes ramas dejadas caer al desgaire como brazos de un samurai le recordaban los tiempos de estudiante.  Las idas y venidas con los apuntes bajo el brazo. Este lugar de Madrid a la vera del arco de triunfo en cuya cúspide un centurión romano conducía la cuadriga del saber le traía a la memoria pasajes de victoria. Capas y banderas al viento. Las crines de la yegua de juventud que desafía al rayo del ocaso.

Esta nostalgia le puso en situación de la primera copa. Hay que ir a comer. Perderse por los restaurantes chinos. Acabar en el comedor de Casa rodríguez cerca del palacio de Santa Cruz. Hacer diplomacia de mantel con uno mismo. Un día es un día. Había sacado de casa la cámara de fotos. ¿A quién quieres hacer reportaje? Al mundo futuro. Esa mente fue testigo de los momentos importantes de tu vida.

-La compraste en York. El óptico que te la vendió se llamaba Mr. Dixon.

-Buena memoria tienes. Sí señor.

 

 

LA VIDA DEL HOMBRE Y EL GURRIATO DE SAN PAULINO DE YORK

“ La vida del hombre en su rápido por la existencia es un azaroso peregrinar - recordaba san Paulino el monje al rey de Northumberland- semeja al vuelo azorado de un gorrión que se extravía del bando y va a dar a un hall entre cuyos machones se encarama buscando refugio; al cabo de unos cuantos revoloteos angustiosos encuentra de nuevo la salida y desaparece para no volver más”.

Con esta parábola consiguió que el monarca, que era refractario a aceptar el cristianismo, recapitulase y aceptara las aguas del bautismo. Se bautizó Edwin con toda su corte la noche de Navidad. Los bancales del río Ouse hicieron las veces de río Jordán y al obispo y a todos los misioneros enviados desde Roma se les cansaba la mano de derramar sobre las rudas testas de aquellos anglosajones las aguas de salvación. Así empezó el cristianismo en Inglaterra en Eboracum, la madre de todas las iglesias de las islas británicas. Evora Magna, la Roma del norte, una visión mística de la ciudad de Dios, vaciada en el marfil de la historia, túmulo celestial en medio de un paisaje de cañadas al amor de las tierras planas de uno de los condados con más personalidad de Inglaterra.

La leyenda piadosa, luego transformada y sujeta a múltiples versiones y conclusiones, la vamos a encontrar esparcida por códices y cartularios durante la alta edad media. Todos hemos oído contar durante los días retiro y ejercicios espirituales de nuestra adolescencia el apólogo de aquel monje que salió a pasear por la huerta de su convento. En dudas su ánimo hesitaba sobre la literalidad del texto que acababa de cantar  a Maitines en el coro: “un día de Dios semeja a un soplo”. Pero el buen religioso se aceptaba a aceptar tal versión. Un día es un día. Lo mismo aquí en las antípodas, conjeturaba para su cogolla el tonsurado. No puede ser y dicese que por sus escrúpulos el Señor lo probó. Cuando regresó a su celda no reconocía las tapias de su monasterio, había cambiado el diseño arquitectónico, ni los árboles ni los hombres eran los mismo; había otra torre y otro abad, ni el hábito ni la forma de hablar que apenas entendía le parecieron igual. Y es que habían pasado mil años. Dicen que la fuga de las horas con los estragos que causa sirven a Dios de correctivo para punir la vanidad humana.

El resto de sus días aquel fraile estuvo llorando su falta. Dios le había abierto los ojos y como Tomás pudo meter el dedo en la llaga del costado y creyó, dejó de ser perezoso y renitente en el cumplimiento de la Regla y fue más piadoso y caritativo con los hermanos. Un día de Dios no semeja en nada al que nosotros tasamos con nuestros propios cálculos. ¿Cómo poner al mismo nivel la habilidad humana con la sabiduría infinita? Velay los misterios de lo que llaman los teólogos economía de la salvación y es que los designios divinos son inescrutables. La ruinas dilapidadas de los monumentos cistercienses, que a lo largo de mi vida tanto encalabrinaron mi curiosidad, me sirvieron de receta para acallar esta desazón. Yo estuve siempre encadenado a la forma de vida contemplativa que fundara san Bernardo. Acaso mi pobre yo no sea más que una reencarnación de uno de sus frailes blancos que purga las faltas cometidas por inadvertencia o desidia a la observancia claustral y ando por el mundo añorando aquel tiempo en medio de cánticos a la Virgen. Todo York y sus valles resulta un tributo al espíritu cisterciense. Los hados me llevaron hasta sus muros blancos. Era un viaje de ida y vuelta el que realizaba desde Sacramenia a Eboramenia. Tortuoso trayecto vital. Pero no era en busca de un hábito ni de un capelo sino detrás de una mujer cuyos ojos iluminaron mis sueños de vivir una amor indestructible.

De este modo se inicia la andadura de la nación inglesa que se mantuvo acérrima e incólume en la fe de Xto aun en medio de los embates de la Reforma y de la Disolución Monástica hasta bien entrado el siglo XIX donde merced a las intrigas de Benjamín Disraeli se va a convertir en emporio de otra civilización pero ya no bajo el signo de Jesús sino en los brazos del templo masónico y la sinagoga. El York de la Disolución Cenobítica, el de Taulero o el Inconformista del metodismo de Wesley o el de la capilla fundamentada en la biblia a palo seco nada tiene que ver al respecto. El mío cantaba en latin a capela sin órganos clamorosos y tenía un cierta prevención hacia el hebreo. Los himnos del “Prayer Book” con su clamoroso estruendo me dicen poco. Mi añoranza es por la ciudad de los ciento treinta campanarios. Con sus cuarenta y dos parroquias y sus setenta y tantos conventos. Albergo mi esperanza de que algún día vuelva a renacer cuando el arzobispo Hutton que duerme el sueño de los justos en una de las capillas de la pérgola con un libro caído de bruces sobre su barriga se despierte de su modorra. O esa estatua de la diosa Higia que exorna el altar de la Señora son una urna en la mano ceda el puesto usurpado a la Madre de Dios cuya talla fue destruida por otro dignatario de la reforma, monseñor Holgate, sólo para complacer la clastomanía de un Tudor.  

Fue un milagro la conversión de los contumaces “picti”. La catedral de York es piedra angular de una iglesia que se codeó en prosapia con Roma y Bizancio, con Avila, Tarragona, Hispalis, Toledo o Tours. En Eboracum o York de romanos nació Constantino. Su madre Santa Elena, a la que la iglesia universal debe la invención de la santa cruz, el culto a las reliquias y la liturgia a la Majestad, era una bella eborense, hija de un centurión romano que vivió una villa o quinta en una localidad que se denomina Wilberfoss y en la cual tuve la dicha de residir nueve meses de luna de miel y también luna de hiel porque ya en mi juventud empecé a probar las dulzuras y acedas de esta religión que pone como condición sine qua el dolor, el sacrificio, la abnegación.

York se alza en los montes del recuerdo para mí como una pináculo excelso coronado de alas de ángeles. A veces escucho entre el rumor de sus campanas el himno de las letanías entonada por los coros durante toda la eternidad. Santo. Santo. Canto. De aquellos impresionantes y privilegiados comienzos estriba la grandeza y el atractivo de esta primera urbe a la que llegan todos los años multitud de turistas y de peregrinos: la Jerusalén de Occidente. Todos los jerarcas que recibieron el palium en esta sede primada eran considerados como patriarcas de todas las Inglaterras, mientras que el arzobispo de Cantorbery es primado de Inglaterra solamente.

Y tozamos acá con una cuestión peliaguda que ha sido causa de guerras entre la Casa de York y la de Lancaster. Cantorbery y York han pugnado a través de los siglos por la eminencia. Sólo se puede llegar a una conclusión. Que la heptarquía del sur ostenta la hegemonía política mientras que la relevancia de la norteña guarda sesgo más espiritual.

Una fuerza escondida e incoercible me atrajo un día hasta sus muros y al socaire de sus murallas de arcilla blanca iluminadas en la noche como si fueran el fuerte crenelado de la Ciudad de Dios me arropo. El rumbo de mi estrella marcaba el septentrión. Viajamos hacia el punto de origen, la casa de Helen la bella y el fulgor de la cruz de Constantino en Puente Milvio. In hoc signo vinces. Este es un lugar como para vivir la esencia del amor que es la fuerza de la institución creada por Jesús. Hay una conexión insondable entre esta ciudad y los santos lugares. La madre de Constantino mandó construir nada menos que más de mil templos en Tierra Santa para conmemorar alguna circunstancia bíblica de interés o algún paso de la vida y pasión de Jesús Nazareno. El nombre de esta mujer es muy a tener en cuenta en los anales de la religión y si bien muchos de aquellos templos mandados labrar por ella están arruinados y perdidos o convertidos en cabellerizas o en mezquitas por los sarracenos queda su rasgo impresionante.  Ella puso en marcha todo espíritu hacia la Jerusalén de la que en York se perciben los ecos y que trascendió al mundo caballeresco de las cruzadas.

Toda mi existencia estuvo relacionada con “Helen” y la victoria de Puente Milvio es mi batalla. El nombre de Helen da vueltas al laberinto de toda mi vida. York aparece así ante la vista igual que un sueño. Es un sueño en el bosque encantado de piedra. Ápice del gótico florido o estilo perpendicular hijo del arte normando. Te emborrachas de cresterías al llegar. Su perfil tiene algo de la cerveza robusta que sirven en Whitmawhatmogate donde se encuentra la tasca más vieja del país un publicano que se dirige a la clientela con aires de caballo percherón. “ I am a Yorkshire land”. Es una casa minúscula como la de los cuentos el hastial que se abomba y se derrienga convexo hacia el exterior como si sus robustos estribos pintados de negro atlantes de roble que sostienen los pisos asimétricos y salientes de un equilibrio difícil pero cuya estabilidad desafía a la acción de los años no pudiesen más. Dicen que en este tugurio fumaba Guy Fawkes, un nativo ilustre, y fumaba su pipa mientras tramaba un complot para subvertir la monarquía. Después de siete pintas un martes de septiembre tomó la decisión de pegarle fuego al parlamento. Para hacer saltar al orgullo inglés. Guy era para mí el verdadero epítome del eborense, pero todos se reían de mí cuando lo mencionaba, me trataban de iluso.

-Entra en la burbuja de los ensueños.

-Llego al país de irás y no volverás. A la Inglaterra de los encantamientos.

-Tu vida será una quijoterías

-Esta ciudad tiene un alma señora y señera.

-Sí es un castillo de marfil. Por cada una de sus siete puertas solo se deja paso a los privilegiados. A los poetas, a los profetas. A todos los que en este mundo han sido.

Todo aquí está relacionado con la belleza en verdad os digo, sus torres y los paneles de las ventanas geminadas rinden culto al dios de la armonía. Es como entrar en un templo sagrado de noche y de pronto las flamas inundan los hacheros, se hace candela y todos son lucernas. La ciudad es el marco perfecto para un auto sacramental como aquellos que estuvieron celebrandose durante los normandos en la “Fête Dieu”. Todo parece dispuesto como para empezar el rito de misa pontifical. Un eco de antífonas pervade las calles. Quedan las codas de los himnos de resurrección. Sí York es la ciudad de la resurrección. Su escolanía así como la escuela catedralicia adjunta es una de las más antiguas de la cristiandad. Apellidos augustos ocuparon su silla arzobispal y ciñeron su palio de lana virgen con seis cruces negras desde san Egberto que fue el primer metropolita hasta el actual Duncan. Muchos de ellos fueron elevados luego a la silla de Cantorbery como Walter de Gray, Bowet que ocupó el cargo entre 1497 y 1523 y cuya estatua funeraria sedente con un libro abierto en las manos embebido el personaje en la lectura hace pensar al doncel de Sigüenza. Hay que distinguir esta estatua yacente del lector ávido y aplicado de la del lector displicente y amodorrado como es el caso del arzobispo Hutton que arrebujado en su capa pluvial parece echarse la siesta. San Guillermo  patrono de la ciudad que fue canonizado pese a la recia disputa que tuvo con san Bernardo de Claraval por cuestiones prelaticias. Murió en olor de santidad y sus despojos expuestos a la veneración del pueblo durante una semana exhalaban un ungüento odorífero que curaba las enfermedades y hacía otros milagros. Subió a los altares por aclamación popular en 1153.

Luego habrá que citar a san Cuthberto, a san Alberto templario en su día promovido a la mitra  de Jerusalén y fundador de la orden del Carmelo así como san Juan de Beverley. Otros no tuvieron final tan incomible ni murieron con la aureola en la mano. Fueron obispos armados en frontera justicieros o rebeldes, señores de la guerra, según una expresión que está muy de moda por las fechas corrientes, durante la guerra de las dos rosas. Un tal Aldred en 1069 fue descuartizado a instancias de Guillermo el Emperador por oponerse el obispo de canon irlandés a aceptar el rito romano que trajeron los normandos. A Richard le Scrope, titular de la mitra orcina lo mandó asesinar Enrique IV Plantagenet en 1405 muriendo el prelado al pie del altar lo mismo que santo Tomás Beckett, aunque su fama no se desparramase tanto pero evidencia el clima de recelo y de suspicacia que tuvo sumidos a la cristiandad la lucha por la preponderancia entre trono y altar.

Tomás Wolsey, el legado pontificio que había comunicado al rey de Inglaterra la bula papal en virtud del cual se proclamaba a la corona como defensora de la fe de Xto recibió en pago de su solicitud una mazmorra en una oscura prisión eclesiástica de Leicester y después la visita del verdugo. Murió Wolsey decapitado en abril de 1530. Había criticado la conducta sexual de Enrique VIII, harto estragada como es sabido de todo.

Tales intercadencias en el padrón de preconizados arzobispos hace pensar en la variedad y muchas formas de la iglesia instituida por Jesús. Hay muchas iglesias pero fundamentalmente dos: la de Pedro y la de Juan; una externa con mucho aparato y otra interior que apela a la conciencia misma de los bautizados, pero esta es otra cuestión que cae fuera de las competencias de cualquier historiador que exprime y juzga  por lo que ve. Sólo la superficie (pleitos, casamientos desafortunados, estupros, avaricia, guerras, sentencias y desdichas de varia condición).

Estaba escrito que el ser humano sea hijo de sus pecados. Así, el báculo o “staff” eborense pudo estar en manos indignos de la misma forma que el cayado romano y el anillo y la quiroteca se ciñeron a dedos indignos simoníacos, tiránicos y a veces personajes neutros de aluvión. Sólo tú eres santo, Señor. A la vista de las impresionantes torres cuadradas de la catedral  sentí deseos de arrodillarme y de rezar un confiteor. No hay por qué escandalizarse. De todo hay en la viña del amo. Buenos, malos, regulares, medianos y excelentes. Peccávimus, sí. Los hombres vienen y mal como las olas pero sólo tú permaneces. Somos contingentes y aleatorios como el gorrión que vio posarse san Paulino sobre su alero. De pronto desaparece para no volver más. Volaverunt.  Ya no son.  Pero la grey sigue su marcha camino de no sabe bien de donde. ¿Hacia las praderas celestes? It is the long march of everyman. La eclesiología, esto es Xto, es lo esencias y lo accidental los individuos que ejercen el mandato del rebaño. En York se materializa este pálpito de eternidad. El deseo de amor transformado en piedra. Uno ante el espectáculo del gótico perpendicular se siente formar parte del cuerpo místico.

Hay rangos y jerarquías individuas pero dentro del conjunto  o ámbito de lo total brota las calidad singular de personas únicas e irrepetibles amadas de Dios desde toda la eternidad. Y de esa invitación a lo total, a lo inalcanzable, nace esa maravillosa utopía que alberga el cristianismo en sus entrañas, encina de Jetsé de la cual brotan muchas ramas, el árbol que vio Habacuc en sus sueños que junta lo negro en lo blanco, lo grande con lo pequeño y reúne en una misma dirección a los cuatro puntos cardinales, coordina las treinta y dos direcciones de la rosa de los vientos. En la cúspide, el Pantocrátor bendiciendo a su rebaño con los dos dedos desplegados en gesto de majestad solemne. El poder taumatúrgico.

El arte gótico no es más que un abraxas, un campo de símbolos que abre las credencias de un portal con vistas a un paisaje de coros y armonías donde el dolor y la muerte no tendrán ya vigor ni cabimiento. Los briosos rosetones y ventaneros - en la nave del transepto- se abre un inmenso óculo global que abarca el espacio de una cancha de tenis todo él de cristal de grisalla. Los maestros de la catedral de York muestran una pericia singular en teñir de colores mortecinos el cristal, de la misma forma que el azul resalta en Chartres o León es la cumbre de otro tipo de policromía más abrasadora. Y esta combinación de matices abre perspectivas inefables. Colores que pueden decirse sólo del alma.

Los británicos con el sentido práctico que dan a su piedad, la celebra “anglicana pietas”, algo que sigue llamando la atención cuando atraviesas el cancel de cualquier templo de las Islas, la gente reza con grave recogimiento, lo hacen todo a su manera y por eso su religión es tan nacionalista. Hicieron la revolución religiosa de Lutero imprimiendola un sello autóctono sin desceñirse de la majestad litúrgica. Quitaron muchos santos de sus altares ciertamente pero conservaron lo esencial del rito romano que se convierte en el Common Prayer Book y los cabildos catedralicios fueron rigurosos en la guarda de sus prebendas y derechos adquiridos. Por eso entre los anglicanos sigue habiendo canónigos, precentores, sacristanes, deanes, archidiáconos, lectores, magistrales, limosneros, ecónomos. El esplendor litúrgico trató de ser salvado cambiando el latín por el ingles y sustituyendo la plegaria pro papa por la de pro Regina, o pro Rege. El tesoro catedralicio excepto las tecas con los huesos santos no sufrió grandes desperfectos. Siguieron guardadas en los cajones capas pluviales y las dalmáticas de fimbrias de oro macizo, los pectorales de platas con gemas de rubíes, los acetres y los hisopos. Ya se cargaron de esto los tesoreros de ponerlos a buen recaudo cuando la chusma asaltó los templos. Asimismo, la reluctancia que siempre hubo en esta sede a aceptar la primacía cantauriense inclinó a York de parte de Roma durante el grave litigio de la contrarreforma y en la zona pervivió incluso durante lo más crudo de las persecuciones de Isabel de Inglaterra y de Cromwell un importante núcleo católico renuente a abrazar el anglicanismo y de ese grupo de católicos nació Guy Fawkes el conspirador de la Pólvora.

El oficio divino guarda por lo tanto el rancio sabor de antaño. Incluso algunas costumbres a las que ha renunciado el rito romano tras la puesta al día de las normas del Vaticano II la sede de York las guarda como el besar la epacta al final, la bendición con dos dedos, el deseo de paz que se hace con el portapaz. Los incensamientos y los responsos casi son idénticos que en Segovia o en Toledo. York sigue fiel a su primer compromiso y es católica a no poder más.

Hay una tradición de maestros de capilla que se mantuvo incólume prácticamente desde el siglo ocho. Los primeros cristianos supieron a través de Constantino que la fe ha de entrar por el oído. Es palpito del corazón más que raciocinio. Aquella tarde de otoño del 69 cuando llegué a las puertas de York me pareció tener como una visión. El paisaje que contemplaba me estaba acercando a todo aquello en lo cual soñé desde niño y de lo que guardaba una esperanza remota de que de alguna forma se materializase en mi existencia. Estas corazonadas nunca fallan. La mía se cumplió de alguna forma aunque mis imperfecciones y fallos determinaron que no fueran acreedor de todo aquel designio. Algo en mí no estuvo a la altura. ¡Pobre pecador! Tampoco supe retener el amor que allí se me daba y de toda esa culpa habré de dar cuenta un día a mi Criador.

El cristianismo tiene un sentido formal de la belleza del que carece cualquier otro credo. Es algo que sobrecoge y arrasa y no entronca con los subjetivo y pietista sino que revierte a lo general, a lo total y eso se convierte al trepar por los nervios de las bóvedas de las catedrales góticas como estas que vieron mis ojos a los veinticinco años una tarde de amor al catolicismo. Estos templos son el árbol y la mejor presea de su universalidad. Venía a empaparme del rocío de un sabor viejo. El alma se anonada y sumerge y olvidandose de su presente flota por las riberas del tiempo como tratando de regresar a sus orígenes más simples. Entonces dejé columpiar todo mi ser sobre el brocal del pozo de lo inefable. Sentí pues una importante moción mística, volviendo a nacer. Me suspendí en los brazos del destino acatando su ligadura y sometiendo mi voluntad a la suya. Evora Magna resplandecía como el altar de la purificación.

Entré por la puerta del oeste. me sobrecogió aquella solemnidad de la penumbra. El olor a cera y a rezos pero allí no había viejas sino toda una ristra de banderas colgando de las pechinas y laudas sepulcrales. La Desamortización había clavado su huella y la austeridad y acendrada religiosidad del medievo entraba en alianza con el aspecto patriótico ese sello nacionalista que dan los británicos a sus relaciones con la divinidad y que heredaran los americanos hasta el extremo de haber hecho del pendón colchonero de las estrellas y las barras señuelo de una nueva religión.

Un arzobispo Holgate ordenó meter el hacha al altar de la Señora tradicional en las catedrales europeas donde el culto de hiperdulía tuvo rango descollante y sustituyó una talla de la Virgen de orden bizantina por una joven semidesnuda de buenas partes toda ella de alabastro junto a una urna cineraria que representaba a la mitológica Higia patrona de la salud.

Allí estaban las metopas y estandartes de muchos regimientos pues York es plaza fuerte y campamento desde los romanos. Exvotos ganados contra el enemigo y muchas “Union Jack” en sustitución del petaso de los obispos y arzobispos que cuelgan del techo en otras catedrales como Toledo. Una placa conmemorativa rememoraba la gesta de un hijo de la ciudad el capitán Oldfield muerto en combate en la ciudad de Kandahar cuando todo su destacamento fue copado por los afganos. Esta tumba me parece a mí que está hoy muy de actualidad cuando la que está cayendo sobre aquel fiero país de afganos donde los federales buscan la cabeza de Ben Laden y lo quieren vivo o muerto. Acaso los soldados británicos que han vuelto allí a pelear este 2002 estén tratando de vengar la muerte de su camarada.

Un paseo por la pérgola nos llevará a conclusiones interesantes. Siempre desde que era niño he sentido inclinación por descifrar los epígrafes de las laudas sepulcrales en los nichos catedralicios o en otros enterramientos eclesiásticos porque allí se percibe la vanidad de las cosas del mundo. Por dentro la carne se momifica y los huesos se vuelven polvo y por fuera queda el arte estampado en las hieráticas figuras de mármol o jaspe. Algunos están tumbados. Otros hacen que rezan. Otros parecen que se han echado un ratito a dar una cabezada mientras suena la trompeta del juicio final que congregue a los mortales al Valle tras el Torrente Cedrón en las afueras de Jerusalén en las estribaciones del monte Olivete donde Cristo subió a los cielos.

Un arzobispo carilleno y aspecto sonriente parece que duerme la siesta. En sus rasgos aprecié atisbos de mí cuando fuese viejo. El escultor debía de conocer sus costumbres y nos advierte que debió de ser lector contumaz; un libro medio abierto yace sobre la casulla debajo de la cual abulta la barriga. Le gustaba vivir bien, los buenos libros, la buena cerveza, bufar su pipa con labores que trajeran de América los galeones piratas de sir Walter Raleigh. Al lado los símbolos de su dignidad episcopal: la mitra, el palio y los guantes con una cruz guarida de diamantes. Doy en pensar que estas riquezas han de llamar a los ladrones y no voy descaminado en mis conjeturas puesto que hasta poco antes de la guerra cerradas las puertas de la basílica había una ronda de cinco serenos que recorrían las dependencias del templo con perros amaestrados para disuadir a los amigos de lo ajeno. Lo que no fue óbice para que por alguna puerta excusada o por sus vidrieras se colaran estas visitas desagradables. Una noche de 1829 un tal Martín saltó y pegó fuego a la sacristía al tiempo que llamaba cerdos a los canónigos, les acusaba de cobrar las rentas y de comer tocino. Por culpa de este loco gran parte de aquella impresionante obra muerta se perdió. Ardieron las techumbres artesonadas de madera y se fundieron las vidrieras de tan primorosa hechura.

York es lugar con buena castrametación y todo habla de que es plaza fuerte apercibida al combate pero el castillo inexpugnable puede ser asaltado desde dentro. Pululan los caballos de Troya y los demonios interiores contra los cuales nada puede hacer el alcaide de modo que desde aquel “arsonista” dicen los ingleses: “ The city of York, lollipops and lunarios” y también de maestros diría porque allí se forman buena parte de los profesores que imparten clases en esta preponderante nación.

Los ingleses pueden resultar acérrimamente insulares, muy pagados de sí mismos y rematan algunas veces en sanguinarios por la defensa de sus usos y costumbres. A lo que nosotros conocemos como contrarreforma tildan ellos de Disolución de Monasterios. El cierre de todos los conventos fue implementado por Enrique VIII. En algunos casos puede que el monarca llevase razón habida cuenta de la laxa disciplina y la moral disoluta de estos centros que se habían relajado lo suyo pero la circunstancia que determina esta sanción es la codicia de las tierras e inmuebles de las ordenes de clausura. El oro de los templos. La seda y el oro labrado de los ornamentos religiosos. Lutero había llevado a cabo el primer intento de reforma agraria en Europa. Cuando vio que la furia de los campesinos envalentonados por la rapiña y sed de riquezas quería ir demasiado lejos ya era tarde.

Y un poco de eso les pasó a los británicos. Amaban su iglesia como símbolo de poder y de regalía, sus símbolos y el esplendor y la pompa de la liturgia romana pero al introducir la lengua vernácula en sustitución del latín se dieron cuenta que el esquilmo y el saqueo de los bienes eclesiásticos del que sólo los nobles y los judíos salieron gananciosos había minado la autoridad regia aparte de haber empobrecido el esplendor de la casa de Dios. Por eso hubo un intento de frenada. Que los prebostes siguen luciendo sus ternos de gala y capas pluviales durante las fiestas de pascua. Que no se suprima el canon de la misa. Gracias a esta actitud los cabildos de las catedrales no desaparecieron.

En ese sentido la silla de York sacó partido de su oposición a Cantorbery para guardar el acerbo recibido durante casi mil años de romanización y en la ciudad todavía fermento esa espiritualidad católica genuina e inconfundible. Pero la historia está trufada de desencuentros y de malentendidos y los que la escriben ponen a veces pizca de aviesa intención. Por ejemplo, Enrique VIII fue un rey con muchos defectos pero también con bastantes virtudes. Es el tirano que envía a sus repudiadas y validos sospechosos, no importa fueran eclesiásticos de rango o nombrados escritores como Tomás Moro, al cadalso pero el poeta capaz de componer madrigales tan bellísimos como la “Feria de Scabouriugh” y fue tan devoto en sus años mozos que mereció que el papa Alejandro VI le confiriera el título de “defensor de la Fe”, un privilegio que les fue negado a otros reyes católicos mucho más eximios como pudiera ser el emperador o el rey de Francia. Tales preseas no fueron óbice para evitar que fuese enviado a la Torre Robert Wolsey, el que fuera cardenal, legado apostólico y arzobispo de York. A la par los pirómanos del monarca pegaron fuego al anillo de oro de más de setenta monasterios que apretaban sus murallas en círculo de defensa tanto estratégica como espiritual. Quedaron arruinadas las abadías cistercienses de Santa María del Vado a orillas del Ouse y su hermana gemela de Rievaux, que tiene un apellido riente pues san Bernardo emplaza sus conventos en lugares muy buscados donde la naturaleza luciese sus mejores y escondidas galas y fuese en general un canto a la vida y a la fecundidad.

Esta fue fundada por el propio Claraval en 1131 y al poco surge la Abadía de Byland. Más al norte fueron pasto de las llamas el priorato de san Agustín (Austin) y el famoso convento de Whitby que se alzaba en la cúspide de un eminente acantilado desafiando a las galernas del Mar del Norte. Éste era uno de los primeros cenobios fundados según la regla de san Columbano o rito irlandés. Contaba con una comunidad mixta de cerca de más de mil pupilos. En sus claustros profesaron Alcuino de York y Beda el Venerable los dos exegetas más importantes de la espiritual con que cuenta la iglesia del alto medievo. Había padecido el saqueo de los vikingos en el siglo X y estaba en manos de los frailes negros o benedictinos al sobrevenir la exclaustración del primado Cramer. Pese al cambio que supuso el cisma de Inglaterra éste no ha de interpretarse como una quiebra de la trayectoria sino un acicate a la búsqueda de nuevas rutas y otros encuentros en la obra de la evangelización por encima de las diferencias culturales y de la fuerte idiosincrasia isleña, remisa a acatar el yugo extranjero. Los escándalos y malos ejemplos que dieron los papas denunciados por Lutero fueron un pretexto que no una razón justa a la revolución. La furia de Lutero clavando sus noventa tesis sobre las puertas nieladas de la catedral de Wittemberg revelan el acto de un loco pero sus pretensiones eran del todo cuerdas porque decía verdades de a puño. Sin embargo, los anglicanos siguieron al agustino alemán sólo a medias. Hay un esfuerzo por salvar los muebles y guardar lo que tenía de bello y carismático la liturgia pontifical y ese esfuerzo se aprecia en los vitrales y en los muros perpendiculares que parecen que caen a plomo desde lo alto o se alzan a los cielos en una apoteosis de armonía de la minster eborense.

Entonces interrogué al viento pero cambiaron de repente las auras y Eolo no supo darme respuesta. Es como cuando preguntas por una calle a una señora que no es de la ciudad en la que tú te pierdes.

-No soy de aquí. He venido a la función.

-Está bien. Todos somos forasteros, pero yo busco el domicilio de mi amada.

-¿Qué fue de ella?

-Es un fantasma.

-Ah qué la vida pasa, señor, y nosotros no sabemos nada, fluye y nos desconoce. Fijése en los letreros y a lo mejor tiene suerte. Bon voyage.

Allí las grandes verdades de mi vida se me hicieron patentes. En el ochenta y seis fui a buscarla. Compré un ramillete de rosas en un florista. Hay que ver como mudan los tiempos. Falto de Inglaterra doce años y parece que han mudado hasta el lugar de las casas. No es aquí. Busque la ruta.

Llamé a una puerta y salió a recibirme un individuo en bata floreada en la diestra sujetando del ronzal a un perro de ataque y en la otra escondida en el bolsillo una pistola. Había pensado que yo era un ladrón.

-Sorry. Me he equivocado de puerta. ¿No me darán otra oportunidad?

-Get out.

Me fui por donde había venido. Parzena no daba señales de vida y el taxista judío, un buen samaritano de aquellas navidades negras, movía la cabeza assustado y decía para sus adentros “he is a bit nuts, you know”. Siempre me aturullo. No tengo el menor sentido del ridiculo.

Ni en epping, ni en Hull, ni en York ni en Doncaster donde tuvimos morada ya no estabas. Helen is gone. All gone Helen. Mal padre fui para ti. Un loco que te amaba. Dioos perdone nuestros pecados. Pero ahora pienso que lo pienso estoy seguro de que todo aquello fue un sueño como una revelación. Este pobre alma de Pablo que alienta en mis huesos no se ha caído todavía del caballo.

Estaba un poeta de nombre Pope Primus Pater escandiando sus versos asomado a la torre de San Martín y era como un farero que guiagaba a los peregrino que se extraviaban en los bosques camino de eboracum.  El cuerpo enflaquecido los ojos cansados y la joroba que se había doblado su columna ante los libros no iban en consonancia con la sobrecarga divina y magnifica de su estro pero este es el sino de los grandes profetas que sus conciudadanos no les dan importancia. Pasan desapercibidos. Sus palabras en mi oido sonaban como aldabonazos trascendidos de un vestíbulo donde se recitaban poemas a lo divino en otra dimensión más allá de las nubes.

-He ahí un verdadero hijo del Yorkshire que plantaba viñas en su finca de Twickenham y quiso vivir apartado rendido a su numen lejos del mundo y desengañado  

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS AL FINAL

 

CISTERCIENSES

 

Vida de algunos santos

 

 

 

 

Por ANTONIO PARRA GALINDO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Capítulo I

 

CHARLES DE FOUCAULD, LA FURIA DEL SIMÚN.

                    *SERÁ SU VOZ UN CÁNTICO NUEVO.

                                 Exaltación triunfal de un perdedor.

 

 

 

 

 

 

Hizo bandera de la máxima evangélica non turbetur cor vestrum neque formidet(no se turbe ni tenga miedo vuestro corazón) y huyó al desierto. La importancia y reversibilidad de los merecimientos del vizconde Foucauld, ese gran perdedor con Cristo, en el cual ha tenido su triunfo y exaltación (el Bien no es un capítulo cerrado que pueda acabarse en sí mismo y siempre permanece abierto a opciones de vida; la semilla germina en silencio) adquieren gran medida y un  relieve gigantesco. Su marcha a un rincón perdido del Atlas fue un gesto cargado de futuro.

Puesta en perspectiva y al trasluz del devenir reciente, la figura de este ex trapense, ex soldado, ex escritor y ex aventurero, se agiganta. Los dedos de la Gracia saben tejer una maravillosa pleita  de tela profética sobre el cañamazo de todo aquello que el mundo rechaza. Su voz mesiánica resuena en estos tiempos contundentemente. Foucauld no es un santo de hornacina y casalicio, al que pongan velas las beatas, sino un santo de este tiempo, del milenio. Se trata de una bienaventuranza de gran talla, faro egregio para cuantos navegan por la mar arbolada de estos albores del milenio, cuando hay algunos que se empecinan en propalar la especie de que se ha acabado el tiempo de la Cruz. De un plumazo quieren tachar toda la grandeza del Nuevo Testamento. Sin embargo, se está acercando la hora de los pobres.

La religiosidad de este hidalgo francés se fragua en la renuncia del yo y sobre el afán de unir bajo el signo de Jesús, que es el amor, la tolerancia y el respeto mutuo, a los creyentes de las tres variantes de la fe monoteísta. Una de las oraciones preferidas por este morabito cristiano y que pronunciaba sin cesar en medio de la soledad de una ermita perdida en las estribaciones del Rif [“Invito  a los habitantes de este planeta, cualesquiera que fueren, cristianos, judíos, protestantes, agnósticos o idólatras, a que me consideren su hermano universal”] adquiere espectacular magnitud al día de hoy, cuando los descendientes de aquellos hombres del Magreb, con los que convivió y tanto amó el solitario de la hamada de Bení Abbès, llegan a Europa en oleadas en busca de mejoras de futuro en la calidad de vida de sus hijos, siendo a veces objeto de la incomprensión y la discriminación, sin tener en cuenta de que ellos forman una raza de grandes valores sobre todo espirituales y humanos y acaso sepan salvar a Europa, que es víctima de su propio éxito, del marasmo materialista que da opción al egoísmo y la falta de caridad y de amor, Foucauld había fundado en un vivaque sahariano una institución que puso por nombre la Jauna (Casa del amor).

 A ellos parecen dirigidas, sobre todo, estas palabras imbuidas de clarividencia profética. Las sellaría con su sangre. Caería víctima casual  de la cimitarra fundamentalista. Pero su martirio, cargado de simbolismo anunciador de algo nuevo, y de una Iglesia que retorna a los principios que informaron su ser, representa un primer paso para un tímido acercamiento que enlace entre el Corán y el Evangelio.

 

Charles de Foucauld, el segundo vizconde del mismo nombre (1854-1916) nació en Estrasburgo  en el seno de una de las familias nobiliarias con más alcurnia de Francia. Los Foucauld fueron ayudas de cámaras, ministros o generales en la Corte de San Luis. Se entronca con los Doce Pares, aquellos que fueron testigos del juramento del Delfín cabe la Encina de Vincennes. Quedó huérfano de padre y madre a los siete años. Él y su hermana Louise fueron recogidos y educados por el abuelo materno, un coronel retirado. Siguiendo con la tradición familiar, a los dieciocho años optó por la carrera de las armas, entró como cadete en la famosa academia general militar que el ejército galo tiene en Saint Cyr. Eligió la rama de Caballería y al cabo de un lustro  saldría de teniente, con mando y plaza en el Cuarto Regimiento de Húsares. Bordadas las flamantes dos estrellas en su bocamanga, hizo vida de salones. Novias, saraos, bailes, romances y fiestas. Conoció el gran mundo de aquel  París “fin de siglo”de la exposición Universal, el París de Zola. Una época que se caracteriza por la euforia de los nuevos inventos que serían el germen de un desarrollo tecnológico sin precedentes, marchando a la par con el desarraigo social, la miseria precursora a la lucha de clases, junto con las guerras coloniales y la falta de estabilidad política del Bajo Imperio. Era el canto del cisne de Europa. Al otro lado del Atlántico nacía un nuevo poder. Sin embargo, los tiempos de decadencia suelen ser fructíferos en lo que se refiere al campo de las ideas y brindan terrenos fecundos para el desarrollo del genio humano.

 Era Charles de Foucauld un hombre de su tiempo: un romántico. Su vida legendaria parece arrancada de las páginas de la novela “Beau Geste“,  y asemeja por su contexto a la de la película “ Las cuatro plumas “. Fue un Lawrence de Arabia a lo divino y en versión francesa. En los primeros tiempos de guarnición, el oficial de los húsares, heredero de Cruzados y por cuyas venas corría una de las más linajudas estirpes, no se revela como un hombre de guerra, sino como un oficial decorativo. Podría haber pasado como el protagonista de una novela de Maupassant: galante, perdis, algo borracho y muy sibarita. Las fiestas con los amigos acaban en opíparas cenas pantagruélicas. Se aburría. Engordó...    La afición a la perdiz escabechada, al vino de Burdeos y a las setas le depararon algunos problemas con la báscula. Este Foucauld de la primera época fondón  “ bon vivant “ y abúlico- el fastidio es el castigo del buen burgués- nada tiene con ver con aquel otro morabito atezado por los soles del Sahara, desmarrido por una pitanza a base tan sólo de dátiles y leche de camella, con aquel penitente enteco de ojos encendidos por el amor de Dios y la alegre melancolía de quién presiente ya el martirio, la opción de muerte que él mismo había elegido.

 Por otra parte su comercio con  “ cocotes” parisienses y el trato con las mujeres de vida ligera parece ser que le depararon algún disgusto ¿ Padeció gonorrea o alguna venérea de carácter más grave?

 Nada se sabe de cierto.   Mais, il s´ ennuit...

Se aburría a morir en la caserna.     

El advenimiento de la segunda república en Francia implica algunos cambios en el callejero, no menos que la sustitución de todos los distintivos dinásticos. El cuarto de Húsares empezó a llamarse el Cuarto de Cazadores. Fueron movilizados y enviados a una avanzadilla de la frontera en Argelia.  Participa en algunas escaramuzas contra las cabilas. Recibe su bautismo de fuego. Aquel cambio de régimen de vida su organismo poco avezado a los agobios de la vida en campaña pronto lo deja sentir. Su salud se resiente. La primera impresión que deja el desierto africano en su retina no puede ser menos favorable. Estaba por llegar su hora. Se acentúa su crisis religiosa. Dios estaba llamando a su puerta con sutiles dedos. Años más tarde, el simún, ese ventalle que alza sus pliegues de arena sobre las dunas a la que proyecta con rapidez sobre la llanura inhóspita, como si fuesen espectros, lo cambiaría por completo. Allí experimentaría la fuerza del siroco, el mismo torrente de energía que derribó a Pablo camino de Damasco.

África lo cambiaría del todo. Sería para él su gran  metanoia. Quedaría hechizado por el misterio de sus noches mágicas. Ese silencio duro del desierto, el verdor de los oasis y la belleza de ese mundo moaré de los nómadas que discurren por el mar de arena a la búsqueda de pozos para sus camellos y pastos, al murmullo de las oraciones ensimismadas, y el grito constante de “ Allah alkabar” (Alá es el mayor), según lo recitan las cunas del Corán. Le caló muy hondo esa fascinación africana, cuna de las religiones mistéricas y cuna también del cristianismo. En los primeros seis siglos, sólo en el norte del Continente Antiguo había tres patriarcados, ochenta sedes metropolitanas, amén de  cuatrocientos obispos desparramados desde Alejandría hasta Tagaste. Hipona, en lo que es hoy Túnez fue la sede de Agustín. Las arenas de la región sub sahariana están regadas con la sangre de innumerables mártires, e incluso el rostro de Cristo, según lo retrata la iconografía bizantina, de cabellos negros y moreno semblante, pudiera pasar por el de un árabe. Los patriarcados de Antioquía, de Alejandría y de Constantinopla son los más antiguos del orbe cristiano. En los desiertos de Anatolia nacieron la liturgia, el monacato y una forma de vida peculiar. De Oriente nos vinieron la luz y la cruz.

Hoy ya no queda apenas rastros de aquellas florecientes iglesias. En todo el inmenso Marruecos, un territorio dos veces España, no quedaba en tiempos de Foucauld ni un altar, ni una simple ermita en cuyas espadañas campease el símbolo de la cruz. Estos son los predios inescrutables de la Media Luna. ¿ Por qué? Algunos Padres argumentaron que Mahoma era el anticristo. Otros adveran la tesis- mucho más verosímil - de que la pérdida de aquellas iglesias de más abolengo en la historia de la fe (traigamos a colación el nombre de los patriarcados de Antioquía y de Alejandría y a los coptos y maronitas) tuvo algo de castigo por el clima de disidencias entre arrianos, monotelitas, monofisitas, reinante durante los primeros siglos,  a los creyentes.  Habían malversado los depósitos de la fe con querellas intestinas, guerras de religión, herejías y desacatos.  En particular,  no se había cumplido el testamento de la Ultima Cena: “ que os améis los unos a los otros como yo os he amado”.

 

Sin embargo, cabe la sospecha que el Islam, que en el fondo es un sistema de valores legatarios del Evangelio, nacido al calor de los Apócrifos, sobre las arenas regadas por la sangre de los primeros mártires en la antigua Numidia, Mauritania, Libia, Cilicia, Antioquía, Persia, conserve filiaciones e influencias del monofisismo caldeo y del arrianismo egipcio, que pensaba que Cristo era meramente un hombre enviado por la deidad en su lucha contra el Demiurgo. ¿Podrá Mahoma volver al redil de la fe? El camino de retorno es difícil, pero para Dios o Alá, que ellos dicen, nada hay imposible. Hace falta mucha tolerancia, mucha fe y mucho amor. Los seguidores del Profeta creen en el Salvador a su manera, por lo que la reconciliación podría saldarse. No puede decirse lo mismo del judaísmo sionista, que niega a Cristo, y se opone a Él con toda su protervia, recalcitrante en el error.

 En cualquier caso, aquí subyace uno de los grandes enigmas de la Historia de la Iglesia: la fuerza con que irrumpió el Islam en su propio seno. No faltan profecías que señalan que la reconciliación con la Media Luna será uno de los signos de la llegada de la Parusía. A juzgar por las apariencias de la actualidad (conflictos entre palestinos y hebreos en Jerusalén y el estado de “ Jehad” o “djijad” y en castellano antiguo “chijad”, guerra permanente) no parece muy próxima esa convergencia entre las tres religiones mistéricas. Pero es la idea por la cual vivió y murió este noble francés transformado en morabito. Sintió esa llamada del desierto porque en la soledad del yermo aguarda la fórmula ideal  de los que quieren ser perfectos.

Detrás de ella están los eremitas que siguieron las huellas de Juan el Bautista y se vistieron de marlota y de piel de camello en el más estricto sentido esenio. Ayunaron e hicieron penitencia conforme al dictamen de la mandaá de los primitivos cristianos de San Juan. Toda la mística del Temple abunda sobre el concepto de“ mandaá”(transformación). Cristo, por su aspecto, era un judío esenio, un hombre del desierto. Y su madre, María de Nazaret, debía de tener la apariencia de una tapada como una de esas buenas mujeres árabes, el chador o flameo de las desposadas, a la cabeza, y tiros largos, que encontramos cada vez con más frecuencia por las calles de nuestras ciudades, porque la avalancha viene y se acerca, para recordarnos que vivimos en un mundo unipolar, que acaba de cambiar de amo. Ellas se resisten a aceptar las modas occidentales y van muy derechas y orgullosas de su fe y de sus costumbres islámicas. Su presencia viene a recordar a muchas de nuestras cristianas sólo de nombre que existe una virtud que se llama el recato y el pudor, que la desnudez no dignifica a la hembra, antes bien la rebaja a su condición animalista - visión pagana- y la convierte en mujer objeto y juguete de deseos.  Pero este contraste o protesta por la indumentaria no es nuevo; ocurrió ya en tiempos de los romanos.

María no debió de andar por el mundo como una deslumbrante Madona de Rafael o una moza guapa de la Sevilla de Murillo, mal que nos pese, sino como una de estas humildes doncellas de cabeza inclinada  de los frescos griegos. Ella es la Theotokos Panmakaristos (madre de Dios y de los hombres) y también la “ Panagia Paramythia” (madre del Aviso). Esta es la imagen de la Virgen que he contemplado yo sobre el cielo encendido de Prado Nuevo el 13 de mayo de 1995. Nada que se parezca a la bonitura inalcanzable con que nos la presentan los pinceles y gubias de imagineros y pintores de la escuela sevillana, sino un ser de carne y hueso, que, en siéndolo, resulta estampa muy humana y a la vez divina. Su silueta salió dibujada en la corteza del fresno de las Apariciones en instantáneas tomadas con mi cámara de fotos en las primeras fechas de registrados los fenómenos a comienzos de los años ochenta. Eran aquellos días presagos las avanzadas de un cambio que ya se está operando mientras alborece un milenio. La Virgen, tocada del flameo de la castidad, paradójicamente elevaba un grito de protesta contra nuestro necio descoco. Su misión en las tareas de gobierno de la Iglesia ha sido esa presencia opaca de Esclava del Señor, porque, al proferir su “fiat”, asumió con su Hijo un papel mesiánico y soteriológico.  Esta voluntad del “ hágase en mí según tu palabra” se cumple todos los días en la vida de esa Iglesia del Silencio mariano. No sé si habrá hablado más de un par de veces en los Evangelios. Una, para ensalzar al Dios de Israel  en el canto del Magnificat; otra para increpar al Niño que se había quedado rezagado en el Templo disputando con los Sabios de la Ley, y una tercera, para murmurar en las Bodas de Caná una amorosa y humana advertencia de mujer que se da cuenta de todo”: No tienen vino”. Por lo demás, no hizo otra cosa a lo largo de su vida que “ callar y guardar aquellas cosas en su corazón”. (Et mater ejus conservabat omnia verba haec in corde suo. Luc, II, 51,52). Esta Virgen pudorosa vela, desde su recato de madre del género humano, por todos y cada uno de nosotros.

 

Según una antigua leyenda en un viejo monasterio de Vatopedi del monte Athos, los frailes llevaban una vida disipada. Dios permitió castigarles enviándoles una banda de piratas. Cuando éstos estaban a punto de irrumpir en el convento para saquearlo, y dar muerte segura por decapitación - era la regla entre los berberiscos -, la Panagia Paramythia se aparece al idumeo o superior avisándoles que se pusieran en fuga. Los monjes escaparon y los proyectos vengativos de Dios quedaron sin efecto. Pasada la horda, los cenobitas regresaron a sus celdas y vivieron en la observancia.

 Una imagen de esta Madre del Aviso y Virgen del Consuelo, con todo ese hieratismo bizantino, cargado de simbolismo y descarnado de toda sensualidad, era el único retrato que presidía la austeridad de aquel zaquizamí perdido en el Sahara al que el aventurero francés fue a parar. No es ya meramente la Madre del aviso sino la Escala de la Contemplación.Más de dieciséis horas llevo aquí plantado  - escribía el 22 de marzo de 1897 Charles de Foucauld- y no he hecho otra cosa que mirarte. ¿ Qué me quieres decir, Dios mío? Yo soy poco lo que tengo que deciros porque mi vida se ha convertido en una completa contemplación del Amado “. He aquí una de la primera muertas de “kenosis” o anonadamiento, sensación quietud, “poustina”,  exinanición, muerte del yo, nada divina, alumbramiento, “ Gelassenheit”, santa indiferencia, karma, etc.; todas esas acepciones han recibido ese estadio en el cual el alma del hombre vierte como un río sobre la mar y se encuentra cara a cara con Dios. Estos términos saltarán con frecuencia a lo largo del libro, que tienes entre tus manos, amable lector, y  en el que nos proponemos acometer un estudio de la iniciación a la santidad a través de algunas figuras señeras de la Mística.

Esas moritas que pasan a nuestro lado ¿ no serán un poco las embajadoras del concepto de salvación que transmite a las católicas de la Vieja Europa, caduca y entelerida, que expira asfixiada por su propio éxito, pero ególatra y envejecida, la Madre del Aviso? El Islam es una fuerza. También una bomba demográfica. La Panagia Paremythia, de la misma forma que intercedió ante su Hijo para evitar el castigo a los relajados monjes del monte Athos puede desviar la mano del azote que se acerca a los muros de la ciudad alegre y confiada, haciéndola recapacitar. Dios nos libre también de las luchas del pasado. De cualquier guerra santa y de las que los europeos, tanto católicos como protestantes u ortodoxos, somos culpables. Porque aquello fue una forma o un aviso que envió La Sabiduría Inmutable para confundir nuestra soberbia acrisolada en los vicios.

Ellos aportarán el vigor de la juventud, otros valores éticos. Traen en sus rostros quemados por el sol africano esa fuerza irresistible del simún. Foucauld lo percibió muy en sus adentros - esa descarga del mundo que se acerca y se transforma - cuando sintió la llamada de África y concretamente le atraía Marruecos, a cuya lengua tradujo los Evangelios y compiló un diccionario árabe dialectal- francés, que es hoy una herramienta de trabajo de la Filología Semítica. Pero no fue nunca un renegado ni un muladí este gran amigo de los árabes. En Tindouf se decía: “ Es una pena que un musulmán tan bueno como es ese fraile no vaya al Paraíso, por no profesar la fe del Profeta”.

Su vocación fue como un ventalle de gracia divina, una tromba de siroco que transformó de arriba abajo la existencia de aquel elegante y epicúreo teniente de Húsares. El proceso fue lento. En Setif protagonizó un motín con unos cuantos de sus legionarios. Protestaban por el rancho y las degradantes condiciones infrahumanas con que se vivía en aquel fortín enclavado en las mismas entrañas del Sahara. Sobre sus espaldas sintió el peso del saco terrero. Se le formó consejo de guerra y a punto estuvo de ser fusilado.  En ultimo término, le fue conmutada  la pena capital por la de la degradación.

 Con toda la tropa formada ante el adarve, un sargento procedió solemnemente a arrancarle las estrellas de la bocamanga. ¡ Demasiado para un brillante militar de carrera formado en las aulas de Saint Cyr: un “chusquero“ lo expulsaba del Ejército!

Regresó a Francia desanimado, pero todavía más rebelde. Otra vez, la buena vida.  Una tarde, estando acodado sobre el velador de un café de Evián y hojeando un diario sin mucho interés le asaltan unos titulares”: Insurrección en Orán. El Cuarto regimiento de cazadores entra en combate”. Inmediatamente, solicita su reincorporación a su unidad, abandona a su amante de turno, una condesa por nombre Mimí, y vuelve a militar baja las banderas de la Caballería Francesa. Su escuadrón operaba en Tindouf. La rebelión es sofocada. Pero esta vez África atrapa al joven para siempre. En su espíritu se opera la decantada metamorfosis. El desierto con sus calinas ardientes, el silencio impresionante, con sus beduinos de ojos de fuego, hechiza a Foucauld. El mundo árabe es como un conjuro, un sortilegio. Pero de nuevo siente escrúpulos ante la posibilidad de estar siendo víctima de un espejismo. La zona de operaciones de su unidad tenía por centro el “ bled”, un blocao de avanzadilla, arenas adentro de Tolbruk, allí donde la bazofia, el calor intenso de los días y el frío de las madrugadas o la falta de agua potable sean todavía menos soportables que el aburrimiento.

Quienes hayan servido en alguna trinchera del desierto saben que el enemigo a batir por el soldado desplazado a estos destacamentos no son las cabilas, ni el sol abrasador que se cuela por el cogote y calienta como una estufa las barbilleras de lona de la galea. Ni siquiera los torbellinos de arena o las moscas insoportables o los insectos. Es el tedio. Muchos no lo soportan. Se vuelven locos o se suicidan. Lo llaman los franceses “ mal du bled”. Es como una resaca de tamo que se te va metiendo por los poros y sube alma adentro. La tierra llama a los hombres a su seno. Se siente entonces la fascinación del espejismo. Entran ganas de huir.  El suboficial Foucauld - había sido degradado en el escalafón - desde su garita de centinela en una de las barbacanas del fortín debió sentir la llamada del desierto y le entraron ganas de huir. Otra vez pide la absoluta, ahora ya para siempre, en el Arma de Húsares. Quiere conocer Marruecos. Como estaba vedada la entrada a los cristianos en aquel territorio, se hace pasar por hebreo. Desde la expulsión de los heroicos misioneros franciscanos y de los frailes de la Merced aquel inmenso territorio allende el Atlas quedó huérfano de la Cruz. Era verdadera tierra de moros. Uniéndose a una caravana de judíos que, mandada por el rabino Joseph Alemán, un sefardí, y, empeñado en entrar en la mítica Berbería in pártibus infidélium, se dirige a visitar la alfama de Chauen y otras aljamas del interior.

A tal efecto, aprende algo de hebreo y se deja crecer aladares, según la costumbre de los antiguos israelitas españoles. Aquel viaje le fascina y deja en su espíritu una huella indeleble. Como resulta de esta gira nace un libro en el cual narra sus experiencias por las inmediaciones del reino alauita, prohibido a los no mahometanos. Es el momento de su conversión. Decide hacerse trapense y entra en el convento de Santa María de las Nieves. Sus superiores acceden a enviarlo a una trapa recién abierta en Siria. La severa disciplina cartujana le parece poco rigurosa para la vida de penitencia y de sacrificio que él tiene en mente.

 

Recorre mendigando toda la región de Palestina y se instala en Nazaret donde lo acogen como hortelano las clarisas. En la huerta construye una cabaña y allí reza y estudia una vez terminada las tareas agrícolas. Se dirige a Jerusalén donde en otro convento de la orden franciscana realiza los humildes menesteres de portero y otros servicios ancilares. Se ordena  por fin sacerdote y se une a una expedición que se dirige al desierto, al país de los Tuareg. Quiere fundar una orden contemplativa dedicada exclusivamente a rogar por la conversión - y, si no por la catequización, problema harto difícil tratándose de mahometanos, al menos la reconciliación - del mundo islámico. A lo largo de su más que corrido cuarto de siglo que pasa en los oasis, el hermano Alberic (ese fue el nombre que adoptó al ordenarse) no consiguió bautizar más que a un solo neófito. Sin embargo, él pensaba que Dios opera bajo otros parámetros. Sus caminos no son nuestros caminos. El Señor echa otras cuentas.

Humanamente parece imposible entender cómo pudo aquel aventurero de Jesús de Nazaret, el corazón mordido de desierto, embarcarse en tamaña empresa. Solo. Sin apenas medios materiales, sin más respaldo que el de algunos de sus antiguos compañeros de armas, adscritos a las patrullas de la policía nómada que velaban por la seguridad del protectorado y que cada quince días llegaban al austero “bordj”, especie de capilla mahometana, con víveres y el correo para el anacoreta de Tamanrasset. No hizo prosélitos. La hermandad que se propuso fundar o Jauna que tendría por lema la palabra árabe “ amon” (paz y perdón), aunque Foucauld consiguiera ultimar sus estatutos, tardó bastante tiempo en ser aprobada por Roma. La Santa Sede, consciente de los dificultoso de la empresa que se proponía acometer el hermano Alberic, se tomó lo tomó con calma. En círculos eclesiales  lo daban  por loco. Entre los militares, por una aventurero. En todo caso, el antiguo conde no era sino un marginal, un inadaptado, pero hasta en eso, y en su pasión por el trabajo manual, quiso parecerse a Jesús Obrero.

Preveía que el cristianismo sólo puede triunfar abrazado a la cruz del silencio, de los que padecen y laboran. Es una religión de perdedores que predican en la tierra con el ejemplo y que son exaltados a la apoteosis final en el Cielo. La vida cenobítica, que tiende a la perfección evangélica, mediante la renuncia al mundo y el desprecio de las sabidurías terrestres a favor de las eternas, constituye algo privativo a la Iglesia Católica. Desde los primeros tiempos atrajo el yermo. Hay tres clases de contemplación, según la disciplina de cada uno de los monasterios. El anacoretismo o congregaciones ideo rítmicas es la más vieja, pues era ya practicada en la Tebaida egipcia y antioquena. Los adheridos no llevan un sistema de comunidad. Viven apartados en cuevas o grutas, siguiendo las huellas de María Magdalena, de San Antonio o de San Jerónimo, pero celebran en común algunos oficios de la Sagrada Liturgia. Luego está el sistema cenobítico basado en la salmodia  y vida en común. Esta manera de santificación se generalizó en Occidente, con san Benito y los monasterios gaélicos. Por último, está la fórmula hesicasta o eremítica. Vida de unión silenciosa con el Criador. El hesicasmo consiste en la recitación constante y reparadora del nombre de Jesús, con la ayuda de los ritmos del aliento respiratorio y los latidos del corazón. Consiste en un constante estar tranquilo en sintonía con la Creación. Es la fórmula que impone la “pystina” o tradición quietista rusa, apoyándose en parte en los santones de la Mandra hindú. Es la que eligió el venerable charles de Foucauld. Se dice que la hesicasta - del gr.hεσikασθωσ, estar tranquilo, guardar silencio-   es la más perfecta.

El tres de diciembre de 1916, bandidos fundamentalistas avisados por el hombre que hacía las funciones de sacristán en la jaima de Beni Abbés y que sería el traidor, que les abrió la puerta de la misión, asaltaron el recinto donde vivía recluido el morabito francés. Murió de un culatazo que le propinó uno de sus asesinos al pié del sagrario. Acababa de hacer la reserva del Santísimo.  Lo había profetizado y lo había querido: morir mártir en la tierra que amaba. Trazó con los dedos temblorosos una cruz con la sangre derramada. Su última mirada fue para las cumbres del Atlas. Y murió como mueren los santos: perdonando a los que le mataban, fiel a su compromiso con el Evangelio.

 La hora undécima   

Hemos elegido la figura del Fundador de los Hermanitos de Jesús como umbral de estos ensayos sobre la actuación del Espíritu Santo en el Tercer Milenio por parecernos un santo típico de la modernidad, apóstol misionero del Tercer Mundo. En su figura se dan cita los dos aspectos: el contemplativo y el de operario de la Hora Undécima. Era consciente, por prognosis profética, de las dificultades de su misión ante el Islam y que no habría, ni en vida ni en muerte, resultados aparentes, pero él fue el primero en esparcir la semilla; en roturar aquel barbecho.

Cuando el numen del Paráclito suscita una fundación en el seno de la Iglesia, es que ésta responde a un situación de necesidad real. La catolicidad tenía una cuestión pendiente, después de tantos descalabros históricos, así con el Judaísmo como con el Islam, pero, sobre todo, con los hermanos separados de Bizancio, depositarios de valores sagrados de la Tradición. Dichas cristiandades del Este puede decirse que sufrieron más que nosotros y supieron a adaptarse a una convivencia positiva - sin que por ello faltasen amargas excepciones, claro es- con hebreos y musulmanes. La peculiaridad   de Carlos de Foucauld, obedeciendo a la llamada divina para dejarlo todo e irse a convivir al Sahara con los nómadas Tuareg, es que trató de convertirse en bisagra de fraternidad con todos aquellos prosélitos del patriarca Abrahán por la fe en un Dios único.

Este encuentro con el rostro oculto de Cristo le sobrevino, por iluminación celestial, cuando, recién llegado a Jerusalén, entra a orar en el Santo Sepulcro, en el momento en que los monjes de la comunidad rusa en Tierra Santa celebraban una misa cantada. Entre vaharadas de incienso, escucha el Canto del Querubín y las letanías trinitarias. Las invocaciones al Padre, al Hijo y al Espíritu, con sus tres atributos mayores: deidad omnipotente, fortaleza, e inspiración, constituyen la base de la comunión eucarística, según el rito grande de San Basilio. En ese dúo maravilloso entre el diácono y los coros se alzan al cielo los cantos de piedad y misericordia para una humanidad cansada y llena de miserias, habituada a convivir con el dolor y con la muerte. También se apela constantemente a la intercesión de los Ángeles y de Santa María para ser capaces de soldar esos dos planos: el de Dios y sus criaturas, los infinito y lo finito, la vida eterna y la muerte, la gracia y el pecado.

A la sazón, el humilde peregrino trapense se siente traspasado por el rayo de la iluminación. Esta fuerte conmoción quedaría plasmada en su mente toda la vida, y es seguramente por eso por lo que los miembros del instituto de los Hermanitos de Jesús tienen la obligación, entre sus prácticas diarias, la de recitar la invocación del Veni Creator junto con una oración a los Ángeles directamente tomada del rito de entrada a la misa que entonan los melquitas que reza así:

“Oh Señor, Dios nuestro, Tú que llenaste los cielos de legiones de ángeles y arcángeles para el servicio de tu gloria, haz que nuestro ingreso en tu templo venga precedido por el canto de tus coros, virtudes, dominaciones, potestades, tronos, serafines de seis alas, y que entonemos el Himno del Serafín. Por los siglos de los siglos. Amén.”

Aquí está basada la espiritualidad del original siervo de Dios: la disponibilidad de entrega a partir de la noción de que la gracia presume la naturaleza. No hay que romper con el hombre, sino aceptarle tal cual es, en sus valores, en sus tradiciones culturales que conforman una actitud existencial. Luego el neuma divino será capaz de moldear a su manera el barro en que fuimos fraguados. Decía Charles De Foucauld que “Dios nos llama a la plenitud del amor a cada uno según sus capacidades. Puesto que Él nos creó, sabe cómo somos. Ahí está nuestra perfección. Es una tentación querer ser grande en el Reino Venidero, debemos inclinarnos a ocupar los sitios de abajo, porque el deseo de grandeza personal interfiere con la gloria de Dios”. Semejante contemplación jovial y plenamente optimista de la actitud del hombre frente al Inefable está henchida de Evangelio. De paso, constituye una afirmación de modernidad.

El grano de mostaza

Se hace aquí evidente el parangón que existe entre Foucauld y Teresa de Lisieux. Ella también preconiza el empequeñecimiento y la opción de los pobres, de los ignorantes, los marginados y pecadores, desde un único punto detonante: el amor. El antiguo trapense es, en conclusión de lo expuesto, una santo “pequeñito”, pero que arraigó y se engrandeció. El grano de mostaza, transformado en árbol mayor, hoy da sombra, cobijo y frescura a todo el vergel de María. Siguiendo los pasos de la carmelitana normanda, casi paisana suya, prefiere los diminutivos a la hipérbole.”Si no os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”...  Il etait tout petit.

De propio intento, quiso que el instituto nacido en un oasis donde paraban las caravanas tuareg cerca de Orán se llamase la “Fraternidad de los Hermanitos y Hermanitas de Jesús y del Evangelio. Es un rotulo misionero, en apariencia inocente, pero cargado de intencionalidad soteriológica, buscando el acercamiento entre los pueblos separados por discrepancias religiosas así como desigualdades sociales. Nunca rechazaría la tecnología y todas aquellas consecuciones de la ciencia mecánica y de la inventiva que hacen más llevadera la existencia del hombre en la tierra. Sus casas, siguiendo el paradigma de la jaima de Beni Abbés, que toma por modelo la casa de Nazaret, serán a la vez talleres y oratorios, donde se predica con el ejemplo a partir del compromiso con los pobres, huyendo de cualquier proselitismo.

Él entró en la historia eclesiástica como una brisilla de viento solano, que pedía perdón por vestir a la morisca con la chilaba y las babuchas, pero en el pecho un corazón grabado en tela, símbolo de esa alcancía llameante que contemplaron en sus éxtasis María de Alacoque y otros místicos medievales. Era consciente de lo ímprobo de su ingrata tarea. No suelen pedir las aguas del bautismo los que han nacido en el seno de la Religión del Profeta, pero Foucauld no había huido al desierto para convencer de grado o a la fuerza a los musulmanes de la supremacía de la Biblia sobre el Corán, quería sólo roturar el yermo para que los que llegasen más tarde pudieran recoger el fruto de su labor escarificadora. Ese sueño que tuvo al pie del Atlas nunca llegó a colmo cuando él murió a principios de siglo ni tiene visos de ser realidad ahora, cuando concluye. Más bien, sucede al contrario: el cristianismo en África, lejos de arraigar y de afianzarse, se encuentra en trance de recesión. Como ha demostrado la reciente guerra de Kosovo, también en una Europa descristianizada la Media Luna avanza y la Cruz retrocede. Pero puede que se trate de una mera apariencia con la que Dios castiga nuestra presunción, a veces insufrible por lo populista y triunfalista. La Iglesia no se propone recabar una meta política, ni es de uno solo, sino de muchos, porque diversas son las moradas en la casa del Padre y muy variados y diferentes los inquilinos que la habitan.

Sin embargo, el viento de fronda se ha trocado poco a poco en huracán. El morabito de Tanrasset inició una suerte de Pentecostés. Con su presencia callada y humilde recordó que sigue soplando sobre nuestras cabezas el aire del Cenáculo. Este aire tiene la particularidad de que no se le ve ni le siente. Opera de una forma callada desde los goznes mismos sobre los que gira la rueda de la Historia. No lo notan los sentidos, porque se esparce sobre ámbitos que pertenecen a la contemplación infusa.

Las caldeadas arenas de Numidia sirvieron de base al que, siguiendo la huella de las vetérrimas cristiandades de las riberas del Nilo y de las costas africanas, quería empaparse de soledad y de desierto mesiánico, a un instituto religioso que creció presto, abriendo casas en lugares del Tercer Mundo, como Dakar, Hanoi, Kuala Lampur, el Matto Grosso, la Patagonia, Ciudad del Cabo, Trípoli o Delhi. El Padre Foucauld recomienda en las constituciones redactadas en 1899 que amasen el desierto físico pero, sobre todo el espiritual, que conduce a Dios mediante el desprendimiento de los vínculos que atan al alma con la materiales. Esta es una idea que se repite sin cesar en los faquires orientales, retomadas por los “staretz” de los monasterios rusos de Vaalam y de Optina Pystina, a los que aludiremos en la frecuencia de este libro. Hasta en eso quería parecerse a los santones orientales incorporando a la mística católica metodologías diferentes para la ascesis.

Pero los Hermanitos de Jesús combinan, al propio tiempo, la acción pastoral y misionera  con la  contemplativa. Formaron a los primeros sacerdotes obreros, una clase eclesial muy discutida en Francia en décadas pasadas. Pero su fundador no tenía en mente parámetros de lucha de clases, porque sentía aversión a las conquistas políticas que durante toda la Edad Media y parte de la Moderna tuvieron apartado al papado de la imagen callada y oculta de la Carpintería de Nazaret. Jesús nació en el seno de una familia obrera. No quiso pertenecer a la clase sacerdotal ni hizo reserva de privilegio. Así y todo, nunca predicó la rebelión ni se enfrascó en las luchas políticas de su tiempo contra Roma. Eso sí; fustigó la hipocresía del Pontífice y la perfidia de los fariseos, que fueron en verdad quienes lo condenaron, y no Poncio Pilatos, un dato real que ahora por desgracia en estos tiempos de grandes compromisos políticos, consensos y pactos, de populismo triunfal y de culto a la personalidad, acérrimos intereses creados y sonrisas y bendiciones de medio lado, ha quedado obviado.

Quizá estemos perdiendo la perspectiva: Cristo nunca quiso ser más que un perdedor y puso en guardia a sus discípulos contra los aplausos y alabanzas del mundo. Desconfía de los ambiciosos de poder. Por eso, su verdadero espíritu, casi siempre oculto, hay que irlo a descubrir   incluso hoy a las catacumbas. Se encuentra entre los escombros de un bombardeo, la sangre de los mártires, y prefiere a los que sufren y a los desheredados de la fortuna.

La Madre Teresa de Calcuta copia algunas cosas -no todas- de los rasgos propuestos para la santificación de sus seguidores por el eremita de Tanrasset. Tal es la versátil facultad para predicar el Evangelio en los lugares más remotos e impensables de Pakistán, India, Turquía, el Strand londinense, el Bowry neoyorquino o los bajos fondos de París y de Marsella. Pero con una diferencia de matiz al resto de las ordenes mendicantes que han existido en el mundo católico, Foucauld resalta que la justicia debe tener prelación sobre la caridad. No basta con dar albergue o recoger los desechos humanos. Hay que reconstruir su dignidad de hombres y darles una perspectiva de rehabilitación para lo venidero. Se ha acusado a las monjas del sari, hijas de la famosa religiosa albanesa, de ser el tren escoba del Capitalismo, que, a cambio de recoger sus desperfectos, sus seres humanos hechos añicos, luego pasa la bandeja. Los epulones de hoy en día tratan así de acallar su mala conciencia poniendo un puñado de dólares sobre el cepillo.

 

El carisma del intrépido legionario francés, convertido a la milicia de Cristo, se basa no ya meramente en el aforismo agustiniano sobre el amor como causa primera de la libertad dichosa, sino que trata de ir más allá que el propio san Agustín y Platón. Foucauld precisa a que para llegar a alcanzar el rostro de Cristo hay dos caminos. Uno externo, litúrgico y deductivo, mediante lo que aparece en nuestro entorno, lo que nos acontece, nos preocupa, nos aburre o nos indigna. Al asomarnos a balcón y contemplar las maravillas de la naturaleza, y comprobaremos que desde allí Dios nos hace señales. Y otro, interior e intuitivo. Éste es un Dios personal e intransferible. En lo más hondo de nuestro ser lo vivimos, lo sentimos. Es sólo amor. Un amor del cual todos hablan, pero difícil de encontrar en medio de las truculencias capciosas, el culto al dinero y al poder, autoridades deíficas de esta sociedad en cambio. Vemos cómo no vence la fuerza de la razón sino la razón. Pero todo eso forma parte del misterio cristiano. Es la religión de volver la otra mejilla y elevar los ojos al cielo en espera de que Aquél que no admite mudanza ni accidente se apiade de los que sufren los atropellos del tirano o los antojos del enalmagrado y el ruin que cambia con facilidad de bando, en loor a una moral de circunstancias. Dejemos a los Zoilos y Aristarcos que se entreguen a sus fantasías despóticas para dar al pueblo la falsa moneda o la menguada medida. Ya les llegará la hora.

Al fin y a la postre, aserraron a Isaías, acantearon a Jeremías, y taladraron las sienes del profeta Amós con un hierro candente, clavaron al Hijo del Hombre en una cruz, dilapidaron a Esteban, decapitaron a Juan, a Lorenzo lo torraron sobre unas trébedes, asparon al dulce Andrés, y crucificaron patas arriba a Cefas. Preponderan los descendientes de Agar y Anteo sigue encontrando no pocos adeptos. Por lo que toca a Nerón sigue siendo como una antorcha. Siempre fue así, pero Dios, que es lento a la ira y proclive a la misericordia, es también el Maestro de  Justicia. Hay que acudir al profeta David para adivinar el porvenir de los réprobos. Ninguno llegará a la tercera edad ”Viri sanguinum et dolosi non dimidabunt dies suos“ y en otro versículo “Virum  iniustum mala sua capient in interitu”, que se podría verter al romance como”: el mal se vuelve contra aquellos que lo practican y será una fuente de congojas para el malvado a la hora de abandonar este mundo”.

La sombra de Anteo, insisto, acaba de pasearse por los cielos de Yugoslavia. Era un gigante prácticamente invencible en la batalla del aire. Se ha ejercido el chantaje y la fuerza bruta a todas las bandas. Viejos monasterios de Metopia han sido profanados, sus monjas violadas por la chusma enardecida que esgrimía “Kalaschnikoks” y cimitarras. Fueron profanadas aras sagradas y rasgados al filo de la espada los lienzos de los iconos. La sangre de los mártires salpica a los Nerones de turno que regentan los altos estrados, y las Semiramis en edad avanzada han utilizado toda la perfidia y la sed de vindicta de la que son capaces para posar sobre las horcas a toda una nación soberana. Incluso impregna los vuelos de la sotana blanca de un senil personaje obsesionado con giras apoteósicas.  Semejantes periplos triunfales, esas misas multitudinarias, oficiadas por un anciano de voz bronca y mano que rila, y no se rinde, pues parece que no se muere nunca, hacen pensar en las sentencia apodíctica de Marcusse de que el mensaje es el medio, o en lo que advertía Marción hace dos mil años sobre la Pontifical Jerarquía”: Roma todo lo asume, todo lo cohonesta, y en todo transige  uniéndose  al poder, para quedarse con todo; ella no es más que la viva expresión del deseo del halago y reverencia ”. Lutero la llamaba combleza del Emperador, y Camilo Torres, un guerrillero, colombiano y sacerdote, la gran odalisca. Pero el fin de Roma no supone el término del mundo católico. Habrá, después del cataclismo que se cierne sobre nosotros, una Tercera Roma.  No es a esa Iglesia taraceada de oro y de piedras preciosas, o empapelada de rescriptos a la que nos vamos a referir aquí, sino al íntimo  Círculo de los Verdaderos Discípulos, que cargan sobre sus espaldas con la cruz, y se ofrecen día a día de rehenes de la culpa. Es la Iglesia real, de la triunfante verdad,  la de los confesores y mártires de la fe. La otra no es más que hojarasca. Nada más. Es nuestro propósito hablar de la Iglesia Escondida, que sufre en el silencio. La de los santos. La que no brilla porque está integrada por Humillados y Ofendidos, y cuya lista no tiene fin. A ella pertenece Charles De Foucauld.

 En las cancillerías cunden los lavatorios de manos mientras los enemigos de la Cruz progresan contra una Europa materialista y descristianizada. No sólo se ha matado y se ha bombardeado, sino que se ha mentido con todas las ganas.

El sueño del Padre Foucauld sobre un acercamiento de los sarracenos al Evangelio no sólo se aleja sino que la misma fe de Cristo corre peligro. Sin embargo, ¿qué importa? Él roturó aquellos campos del desierto en agraz. La semilla está echada. Un día germinará. Por lo que se refiera a los gigantes resurrectos y las cohortes bajo las banderas de Satanás cualquier día de estos puede aparecer el serafín de seis alas y arrojar al sanguinario Anteo de sobre las nubes. El trono de los liberticidas y genocidas es poco consistente.  Llega cualquier viento y lo derroca. No puede perdurar la maldad. Es conveniente en esta hora de tinieblas no perder el rumbo ni la perspectiva.

Figuras como las de este monje humilde escondido hacen la Humanidad seguir mirando a lo alto sin caer en la desesperación y sin desmelenarse. Liberal, tolerante, demócrata, y de un profundo respeto a los incardinados en otras culturas, lleno de amor a sus semejantes, aconsejada bajo la lectura de otro glorioso africano, Agustín de Tagaste, la fórmula de oro para la santificación: “ama y haz lo que quieras”. Esta divina inconsciencia nos lleva siempre al portal de la Luz. Foucauld rompe los moldes.

Era muy devoto del Santísimo Sacramento, que tenía expuesto día y noche en el altar de su pequeña ermita. Un día que acaba de hacer la reserva lee un pasaje de Marcos”: El Reino de Dios es como un hombre que arroja la semilla en tierra y ya duerma ya vele ésta crece sin que él lo sepa (Mc.IV, 27,28). Esta sentencia, verdadero crédito teologal a la fe viva, se va a convertir en piedra de toque de su espiritualidad; constata de un parte la necesidad de anonadación y de desasimiento o muerte del yo, pero Dios no pide imposibles. Nos conoce y nos ama, y no escatimará pruebas para los que elige pero este triunfo sobre las pasiones no representa un desquiciamiento, ni tampoco una visión de la santidad acaramelada y hecha de estereotipos egoístas. El santo no es un vidente ni un santero. Foucauld rechaza el fervor paniaguado, individualista, pasivo que dimana de una interioridad sospechosa. Su amor a Dios es algo coral, comunitario. El yo que tanto obsesiona a Occidente para los orientales resulta algo contingente.

A cambio propone una vía de participación con Cristo en su Cenáculo más activa, aparcionera y coral, donde tenga prelación el ser sobre la existencia. Hay que sustituir al yo por el nosotros. Al fin y al cabo, el hombre no es más que una partícula del cosmos ordenado por la sabiduría divina en el espacio, el número y la proporción. Es el ángulo exacto sobre el que todo converge desde las estrellas rodantes hasta la más endeble brizna de hierba. Todo gravita en torno a la deidad suprema.

Por otra parte, aspira al conocimiento divino mediante el misterio de la Encarnación en la Eucaristía mediante el cual el hombre puede llegar a ser partícipe de la vida divina. Hay una relación de causa a efecto entre acción contemplativa y liturgia, como esencia de la catolicidad viadora y peregrina hacia la cumbre del Monte Santo, esto es: Jerusalén. Los ángeles santos y María actúan como espoliques de esa andadura. El creyente no puede, sin embargo, deshacerse el cuerpo y necesita símbolos y hasta signos que hablen de la existencia de una vida de gracia mas allá de los sentidos. Por eso en los ritos sagrados se utilizan de adminículos como el canto, el olor a aceite, el bálsamo sagrado, los colores de los ornamentos, el arte arquitectónico insuperable de los templos. Mediante sensaciones exteriores accede a la contemplación interior.

Jerusalén, la Ciudad de la Paz, monte santo de la Liturgia cristiana

Además, ese viaje a la Ciudad de la Paz, esa escalada del Monte Sacro, es de ida y vuelta, porque de Jerusalén mana la fuente de toda virtud. Carlos De Foucauld funda un establecimiento monástico que tiene en cuenta la apetencia de Dios del hombre actual.

Había redactado sus constituciones en vísperas de un nuevo siglo, precisamente por la Nochebuena de 1899. Toda su metodología espiritual estriba en la búsqueda de un dialogo con el Deus absconditus, presente en la Historia, de una forma u otra antes de la Primera Venida, corazón reinante y alcancía que despide llamas de amor a lo largo de dos milenio, y actualmente  vivo y presente entre aquellos que lo desconocen o ignoran. Es la noche de la fe. Es el gran trauma de la soledad del justo. Es la travesía del enorme Sahara del alma.

Dios oculta su rostro inefable, pero es próvido, circunstante y testigo de nuestra lucha, absoluta, ente contemporáneo y actual, y se manifiesta en los hermanos. ¿Pero por qué se esconde? Valdría preguntar. La semilla germina y encaña sin que nosotros lo sepamos. Hay que recurrir al texto de Marcos, donde Cristo, que amaba la ecología y las cosas del campo, narra en este símil cómo es el proceso espiritual. Pablo, de su lado, argumenta”: gloriae suae Deus nos fecit compotes” a través de la encarnación de su Hijo en el vientre de la doncella el Padre nos hizo partícipes de la vida divina ¿Quien será capaz de penetrar estos arcanos insondables? Sin embargo, de ese cometido o compromiso de dios con el hombre radica la grandeza y el misterio de la religión de Jesús. Somos contuberniales, concolegas. El salmista utiliza un adjetivo muy hermoso para definir dicho concento: sodales, que suena mucho más bonito que solidario, pongamos por caso, aunque los dos posean la misma raíz.

 

En definitiva, somos sus hermanos, los compañeros de viaje en esta larga singladura del Cristo Resucitado. Nadie podrá ganarnos. Estos pensamientos sueldan la base del optimismo cristiano que aguarda el siglo futuro, aferrándose a la antorcha de las tres virtudes teologales y que mira más allá de la realidad que nos circunda: calamidades, guerras, apostasías, prevaricaciones, injusticias. Es el mejor antídoto para que perseveren en la fe aquellos que se sienten como expatriados en este revolcadero de infamias, donde los justos sienten enfado y  asco, donde la verdad es perseguida y queda a merced de la mentira, porque aquí se hace lo que ellos (siempre unos pocos) quieran hacer o tengan a bien mandar, donde sólo triunfa el malvado y se tacha de necia a la bondad. Ellos siguen con sus cubileteos celestinescos. Las combleza o barragana del tirano u homicida se pasea por el mundo con aires de santa. La “massmedia” acuña sus propios iconos y valores que habrá de imitar la juventud, si no quiere quedarse atrás. La locura de Cristo sigue pareciendo un elemento discordante para un sistema de valores enmarcados en la deificación  del dinero, la potencia sexual, la belleza física. De hecho, el monaquismo es una suerte de protesta muda contra los dislates y desafueros de la Iglesia externa o exotérica, que ha de transigir y convivir con los humanos y echarse a las espaldas sus brutalidades, la necia ceguera, y sus tendencias constantes a la superstición. Los anacoretas y ermitaños que junto con los mártires forman la savia interna de esa Iglesia esotérica o interna por oposición a lo que se muestra a los ojos como hojarasca y boato supieron escalar la cumbre de la perfección cristiana, de la verdad y la justicia con proyección.

Hemos querido dar inicio a este libro con la presentación de un solitario moderno, como demostración de que más allá del aparecimiento está la aparición, verdadera epifanía o muestra de la acción del Paráclito a través de los siglos. Estos héroes escondidos resguardan la grey. Soy un testimonio tácito de que la Iglesia es hechura de Dios, porque, a pesar de los escándalos e indignidades y el poco decoro de algunos de sus pastores, el rebaño continúa su marcha. Las ovejas de Cristo seguirán balando. Por eso, nos parece de importancia capital conocer el monaquismo en sus tres manifestaciones(anacoretas, cenobitas y monjes) a la hora de hacer un justo balanza. Foucauld es una figura mayor porque trata de conectar con la tradición perdida de la Tebaida de Asia Menor, imitando la orden  basílica - el primer monasterio que se conoce fue el de San Pacomio que llegó a contar con hasta siete mil monjes - y la regla de san Benito al mundo de hoy.

Sin embargo, lo que el mundo brinda es apariencia. La combleza del príncipe será despedida del harén. A la gran diva de la pantalla no la renovarán el contrato o se morirá, porque, por lo general, el impío no suele gozar de vida larga. La culpa atrae a la muerte.  El encintado de la Ciudad de Dios se dilata más allá del mundo visible, pues su poder actúa de forma inefable y clandestina. Al justo no le faltará, pese a sus sufrimientos, un gorgojo del pan de Cristo.

Cabe preguntarse, al filo de la esperanza de los que creen en la Resurrección, por qué el cristianismo, originado en África y en Asia Menor, y que germinó como la flor de loto junto a las riberas del Nilo, ha perdido fuerza en aquellas regiones del Oriente, donde ya para siempre quedaría desahuciado, primero, por el arrianismo, y, más tarde, por el islam. Foucauld parece querernos dar la respuesta mediante su testimonio martirial. La genialidad del antiguo oficial del Ejército Francés, así como su profética perspicacia, consiste en haber ido a beber del manantial de la fe en sus fuentes. Aspira, mediante su amor al desierto y a los hombres azules del Tuareg a la reconciliación de Cristo con sus antiguos enemigos sarracenos. Propulsa una renovación de la Iglesia en todos los sentidos (litúrgica, dogmática, carismática) y adopta para sus rezos algunos textos del oficio divino de Crisóstomo y de Basilio, Gerasimo el Sirio  o de San Pacomio, traducidos al árabe, y saca partido de las grandezas del rito maronita con sus constantes invocaciones a la Trinidad, la continua  impetración a los Ángeles, o la recitación del Akathistos de la Virgen María, cuyas estrofas empedradas de riqueza idiomática y de colorido casi sensual suenan en un oasis del desierto mejor que en ninguna otra parte.

Para él la misa no es sólo la conmemoración de la Cena y de la transubstanciación del Cuerpo de Cristo en vino y en paz sino un acto de comunión con la belleza del Cosmos, el canto eterno a la divina armonía en su apoteosis universal. Cristo ha bajado y se encuentra entre nosotros hasta el fin de los siglos. Allí se establece un puente de conexión entre los adoradores del Padre, con los ángeles, con María y con los santos haciendo de particioneros de este sacrificio incruento que conjunta a todos los participantes del credo trinitario por el bautismo. Todos contemplan su imagen en el hoy en el ayer y siempre. En ella, simbolizada por el Pantocrátor convergen las tres Iglesias: triunfante, militante y purgante. La eucaristía, cargada de simbolismo purificador, acontece esa catarais. El milagro es posible. El hombre puede subir y subir y acercarse cada día al rostro de Dios y cantar con los ángeles. La invocación angélica era casi consubstancial sal santo sacrificio. Hasta siete veces se aludía a ellos en el canto de entrada, el introito, el prefacio o el canon. Y la misa antigua se cerraba con la oración a San Miguel de las abluciones finales. ¿Por qué an sido suprimidas en la rúbrica del post concilio y, sin embargo, los ortodoxos la conservan? El culto angélico es complementario al de dulía, una parte importante de la tradición piadosa de la Santa Iglesia. Lucifer no debía de estar muy conforme con sendas devociones, porque se ve que está haciendo todo lo posible con acabar con la intercesión de la Santísima Virgen y de los coros de las nueve jerarquías. Está claro que trata de suprimirlas, presentándonosla como fórmulas de piedad arcaica, no suficientemente contrastadas. Nunca se saldrá con la suya.

Recién convertido el Hermanito Carlos debió de sentir en su corazón una revelación descubridora del sentido que tenía su existencia, cuando al poco de llegar a Jerusalén entra a orar a la iglesia del Santo Sepulcro en el instante en que se desarrollaba una ceremonia religiosa oficiada por los monjes del monasterio ruso. Se alzaban al cielo las letanías. El diácono abordaba el himno del Querubín (Querubinskaya). Se grabaron en su alma para siempre los ecos de este canto sagrado en el que el hombre devana el misterio de la procesión trinitaria pidiendo misericordia a un Dios Santo, a un Dios Fuerte, a un Santo Inmortal, como si aspirara a comulgar con su grandeza, interpolando el plano de la carne con el del espíritu. En sus escritos, recomendaciones y forma de vida, Foucauld se siente legatario de esa rica tradición del Oriente, recogida por los padres del yermo. Es un quietista a la manera de Pacomio, Epifanio, Irineo, Antón, María Egipciaca, pero quiso instalar esta regla orante de la vivificante Tebaida en los grandes barrios obreros y marginales de las ciudades del mundo, plantando una flor de loto allí donde impera la fealdad del albañal humana, haciendo subir el humo del incienso al pie de las chimeneas fabriles, estableciendo oasis de paz y de recato en medio del desierto de la agresividad, la complicación, el discreteo lujuriosos del hombre anónimo y deprimido de la post modernidad. Parte del principio de que es posible tener vida contemplativa en medio del tráfago del siglo.

Pero también incorpora a la Iglesia latina la oración de sustitución (badalaya) que predica con tanto denuedo el Corán y está basada en los principios evangélicos, resucitando una costumbre muy antigua. Nadie es más grande ni da mayor prueba de más que aquél que da su vida por el que ama. San Paulino de Nola(373-441), el amigo de San Agustín, y aquel que pondera tanto en sus escritos Jerónimo, tuvo uno de esos heroicos arranques y ofreció su persona y su libertad a cambio del hijo de una viuda de su diócesis, amiga de Terasia que era a su vez la esposa del señor obispo (a la sazón, no había obstáculo entre el sacramento del matrimonio y las sagradas órdenes), que había sido conducido por los vándalos tras una incursión en la Campania al norte de África, donde el propio obispo sustituyó al liberto y trabajó como esclavo encargado de las tareas del jardín en casa de un rico. Es el caso, el de Paulino de Nola, al que los fieles han invocado desde tiempo inmemorial contra los demonios, el más viejo del que guardan memoria los anales menologios de oración de sustitución o badalaya.

 Esta fórmula de heroísmo se practicaba asiduamente en el mundo árabe y fue puesta en práctica por algunas ordenes hospitalarias como el Temple los Frailes de la Merced, dedicada a la redención de cautivos. Con tal de manumitir a un reo, el ofertante consentía echarse al cuello las cadenas de la persona que quería liberar. Es lo que hizo con frecuencia San Raimundo de Peñafort. En la historia de la Literatura porque sin la entrega de un monje casi anónimo, oriundo de Arévalo y que fue a los baños de Argel para sacar de allí a Cervantes, poniéndose él mismo en el lugar de su cautiverio, nunca se hubiese escrito El Quijote. La caridad vence todos los obstáculos. El Amor todo lo allana.

Es locura de Cristo. Es, por otra parte, la soledad del místico, siempre lidiando con el vacío del dolor, la inseguridad de la tierra y la sucesión de los rostros y de los cosas, pero con los ojos fijos en esa Sombra que carece de mudanza. Es una relación de monologo, más que de dialogo, porque Dios rara vez habla, o se expresa con actos. Solamente la fe es capaz de pegar el gran salto para salvar esta distancia.

Rehén por sus hermanos.

Otros santos grandes del tiempo presente, como la nunca suficientemente ponderada Teresa de Lisieux se ofrecieron, asimismo, como víctimas propiciatorios del holocausto vivificante. Pasaron a ser rehenes del amor por los sus hermanos. Se desentendieron de sí mismos para dejar que el Almo obrara, conscientes de que nadie puede ganar al Espíritu Santo la partida. “ Pasaré mi cielo en la tierra obrando portentos en todo aquel que me invoque”. Así explicaba la Pequeña Flor Normanda su inefable Lluvia de Rosas, en el paroxismo de su donación completa al Misterio del Amor. Era su “ badalaya” votiva. El Señor a ella como a otros muchos les cogió por la palabra. Teresita moriría poco antes de cumplir el cuarto de siglo de su edad. Vivió poco pero en la escala de valores supremos pocas mujeres puede decirse fueran capaces de amar tanto.

Por lo que respecta al Solitario de Beni Abbés, su ofrenda también fue escuchada y Dios permitió que sellara aquel pacto de caridad hacia los árabes con su propia sangre derramada. Desde entonces sobre las arenas del desierto se oculta la esperanza de la vuelta a Cristo de todo un continente, que en los primeros años le fue muy afecto. A ojos vistas, no se ha producido este acercamiento de tolerancia ecuménica, antes bien, el fanatismo fundamentalista  cunero y fanático ha vuelto a mostrar su rostro menos amigable, por estas calendas en las que estamos, pero la semilla está lanzada. Algún día germinará. Después de todo, dicen que la fortuna ayuda a los audaces y que este mundo que gobiernan o desgobiernas los políticos, programan y diseñan los matemáticos, sólo lo mueven los soñadores y los poetas.

Foucauld era un idealista, un hijo de la imaginación de Chataubriand. Llevaba muy adentro las brumas del Rin y el tañido de las campanas de Notre Dame. Era demasiado francés para transformase en un vulgar enciclopédico volteriano.

Muerte de las palabras, muerte del Amor.

Hablamos tanto del Amor que se ha gastado el sentido de un término tan preciso como precioso. Anduvo siempre en labios de los poetas de todas las naciones y es casi una herramienta de trabajo de los místicos. He aquí que unos y otros parlan a destajo de sus enamoramientos y tanto abusaron de él que ya no queda otro remedio que escribirlo con minúsculas, porque el odio avanza, el escarnio y el egoísmo se apodera de todo el recinto. Si Cristo volviera, seguramente volverían a crucificarlo. Si enviase a sus ángeles para predicar en Sodoma y Gomorra la penitencia, que detendría el castigo, seguramente que los invertidos, tan abundantes por nuestros lados, intentarían sodomizarlos, porque los Principados aquellos eran hermosos a morir, y quizás por eso se los presenta la plástica piadosa no en vano cargados de pluma... ¡Somos hombres te tan poca fe!  Hemos de ver para creer ¡Y así tantas y tantas cosas en este tiempo en el cual parece que el Destino juega al juego del trocado, que al revés te lo digo para que me entiendas!

Debe de ser por que todos parecen empeñados en oficiar una ceremonia de confusión o misa babélica, en la cual se retuerce el pescuezo a la semántica en propio beneficio. Se rinde por todas partes culto al diablo. De ahí que, al escuchar mentar la palabra amor, nos llevemos la mano a la cartera, y no falta quien desenfunde la pistola, muy a sabiendas de que no existe y de que con esa palabra se pretende darle el timo de la estampita. Quiere decir concupiscencia, de la misma forma que ahora paz ha usurpado el sentido de guerra, y régimen de libertades comporta el de sometimiento a la ley, y el que se mueva no sale en la foto. La filosofía de los Derechos Humanos ha degenerado en “limpieza étnica”, refugiados, emigraciones masivas y exterminio de tribus enteras en África o en el Kurdistán, pero estas son movidas a donde las cadenas de la televisión global no envían a sus paniaguados en guisa de Herodotos o de Tito Livios de nueva filiación, para contar en sus oyentes en vivo y micrófono en ristre  cómo se desarrollan estas ocupaciones, invasiones y matanzas, o se alzan las tiendas de los campamentos de refugiados. No hay cosa que dé más asco que todas esas tumbas abiertas a la hora del postre. La verdad ni renta  ni interesa. No es más que una fantasía de unos cuantos iluminados que suspiran la llegada del Maestro de Justicia. Nadie ha alzado una voz en pro de los  serbios, cristianos ortodoxos, profesores de la fe, que están siendo eliminados sistemáticamente y expulsados de sus casas por los kosovares islamitas. Un obispo de cuyo nombre no quiero acordarme ha facilitado a los sarracenos las dependencias vacías del seminario de Sigüenza, antiguo bastión cisterciense, de cuyas paredes ha desclavado previamente los crucifijos que colgaban, para no herir susceptibilidades de sus pupilos mahometanos tratados en la Villa del doncel a cuerpo de rey. Demasiado, ¿no?

 

 Mientras el papa acude a Washington a bendecir al emperador Clinton ¿Para qué queremos un episcopado y un cardenalato católico tan arreado de púrpura y tan cargado de plumas? ¿De qué nos sirve rendir el culto a la personalidad y adorar casi como si fuese un semidiós, si el delegado de Jesús en la tierra no ha dicho ni esta boca es mía a la hora de condenar los apocalípticos bombardeos sobre Metopia, la primera Tebaida en Europa, la tierra de san Jerónimo el Dálmata? El obispo de Roma por intereses creados  ha transigido con la justicia. Poco ha cundido el ejemplo del enérgico San Ambrosio, quien siendo arzobispo de Milán hacia el año 389 se enfrentó a Teodosio por haberse excedido en sus expediciones de castigo contra Tesalónica, lo que es hoy Serbia y Macedonia, la de las cartas apostólicas paulinas, hoy sujeta a los horrores de la debelación de la parafernalia de la liga atlántica. Los embudos y cráteres que han dejado las bombas sobre aquel territorio sagrado claman al cielo. Roma, con tal de sobrevivir, transige con todo. Clinton, Blair Schröder, Solana y ese secretario del FO que tiene la pinta de carnicero del Yorkshire, que se llama Robín Book,  se han salido con lo suya, y aquí nadie ha dicho esta boca es mía. Se ha cohonestado la mentira y el asesinato, pero los responsables de este atropello tendrán algún día que dar cuenta a Dios.

Ha venido el Enemigo de las almas y ha empedrado de chinitas el camino de la Verdad, de la Justicia y el Bien. Sembró el campo de cizaña. Crece entonces la espiga de la falacia. Y, desde luego, por de sobre todas las cosas, Satán manipula al dulce bisílabo. Al amor que es fuerza regeneradora de vida el Piloso lo ha convertido en revolcadero de la muerte y de la insidia. ¿ Qué es esto, pues? ¿La cena de Baltasar? ¿Ha comenzado el dedo invisible a escribir en la pared? ¿Siempre fue así? ¡Ay Amor, no sé por donde andas ni que fue de ti!

 No sabría qué responder.

Sin embargo, esta manipulación de los hechos objetivos, así como la profanación del Templo del Amor y de la Vida es una marca indeleble de la llegada de la Bestia. Según el Apocalipsis, las generaciones perecerán cuando muera la palabra y falte en el mundo  ese amor, que es para el hombre tan necesario como el oxígeno que respira.

“Entonces buscarán los hombres la muerte y no la habrán. Desearán acabar, pero la muerte huirá de ellos”.

Ya los griegos especulaban con el origen y la semántica de este vocablo. Amor es querer transformarse en el otro, según Platón, y esa noción caló profundamente en el Cristianismo, siendo la idea básica sobre la que lucubra San Agustín, y el motivo de inspiración de la Místicas. Los versos de Juan de la Cruz abundan en ese deseo de transformación en el cuerpo y en la sangre del Amado. Plutarco ve en él solamente un movimiento de la sangre pasajero. Para Tulio es sólo benevolencia y Teofastro lo confunde con el ardor del apetito carnal [su tesis no puede ser más apropiada para el tiempo presente], y entre los estoicos cunde la opinión de que el amor es una afección por causa del Bien y la Belleza, la Inmortalidad, la Armonía y el Deleite.   Esta afección se haya injerta en todo el tinglado de nuestros mecanismos volitivos, porque el ser está hecho para la vida, no para la muerte.

Antítesis de la muerte, al amor se le compara con el sol, astro patente de energía del cual toda luz irradia. Es el punto al que todo revierte.  Se le representa en forma circular por ser eje meridiano. Los antiguos colocaban en la rueda solar los principios del movimiento armónico. Cualquier criatura se vuelve hacia el astro rey y como el ámbar atrae las pajas y el imán al hierro, así el hombre gravita alrededor de sus rayos, en búsqueda perpetua del centro, para transformar y desaparecer en un hondón de deseos, pero en esa búsqueda de la utopía soñada y que nunca llega a catalogar con los ojos del cuerpo, siente perderse en un mar sin fondo. No hacemos pies al escudriñar con el tercer ojo místico las simas inefables. La marcha hacia esa punto configura una peregrinación por le dédalo. Anteo, al fin y al cabo ató su cuerpo a una cuerda atrapada en una aldaba de los guardacantones del Laberinto de Creta. A nosotros, que tratamos de iniciarnos en la vía purgativa a pecho descubierto no nos sirve esa añagaza. Hay que perderse en Dios, en el infinito océano a sabiendas de navegar en una mar aborrascado de tinieblas absolutas, como única antorcha, el candil de la fe. Estamos debelados por la oscuridad. En verdad, nosotros somos la noche, náufragos del amor, en continuo movimiento hacia el Edén.

Abstracción

Este sentimiento de ausencia divina que de describe como una tensión o tendencia hacia la armonía como evasión de un mundo inhóspito y sicalíptico, pues el deseo animal suplanta casi siempre a ese noble sentimiento de inspiración deísta. Somos pecadores. Jugamos con cartas marcadas. Anhelamos el bien, la verdad y la belleza, pero el mal nos retine. El pecado se apodera como maleza inextricable. Por la abstracción de cuanto nos rodea podríamos alcanzar ese nivel de serenidad absoluta. Platón nos ha venido soplando este concepto que nos vuelve utópicos y desacomodados entre la potencia y el acto. Ese es uno de los principios de locura. Nuestras vidas adolecen de ese desequilibrio peligroso o desfase entre lo que queremos ser y lo que en realidad hemos venido a ser. Cristo torna a remachar en este principio platónico. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados.

Se vuelve a repetir como motivo central en el Libro de los Libros. San Juan plantea la respuesta a esa dualidad inextricable en la cual los planos del bien y el mal se confunden, la castidad y la lujuria, dolor y deleite, enfermedad y salud. Es una respuesta metafórica. Parece que el evangelista se va por la tangente, pero da su hemina de candeal profético en pócimas selectas. En sus párrafos se contienen como grandes símbolos de gemas de un Lapidario los avatares del pasado, el presente y el porvenir. De ahí que sea vital de todo punto estudiar el anuncio juaneo de las claves, las moradas, los estadios, la pugna en la que se enmarca el provenir del universo. Nadie ha penetrado en el sentido esotérico mesiánico de esta obra cumbre de lo que está revelado como los que huyeron al desierto. Cubre las necesidades escatológicas inherentes a todo ser humano al tiempo se hace una apología de los que en defensa de la Palabra del Cordero sufren escarnecimientos, cárceles del alma y el cuerpo, enfermedades, deformidades físicas, y son apartados de entre los hijos de los hombres como la escrófula o son tachados de locos. Su estilo es un templo que va siguiendo una línea escalonada de purificación, unión, contemplación.

Es la palabra escrita y hablada, que era para los griegos una suerte de talismán, la  que brota a partir de la contemplación del rostro del Amado para justificación del vencido acá abajo.  El Verbo os hará libres por medio de los libros, y en él encontraremos lo que define a los dioses: paz amistad, concordia. Su contexto, por eso ha sembrado la intranquilidad e incluso el furor y la rabia de los racionalistas que se oponen al Reino. Con sus símiles de pergeño inalcanzable resumen el Apocalipsis ese afán divino por la justificación del vencido, acá abajo, y que, arriba, en la Jerusalén Eterna, será coronado con el lauro de los triunfadores. Aquí los elegidos son los pobres de la Ciudad de Dios y este mensaje recoge un código estético y moral que trasciende al mundo pagano y al judío del que es originario.

Por boca del profeta

El deterioro de la Palabra implica la destrucción de la libertad. Es otro de los signos del fin del mundo. Recordemos a los Beatos o códigos miniados. Todos contienen el texto del Apocalipsis, cifra y compendio no sólo del mundo futuro sino del que fue y del que es. La imagen del Redentor engasta todas las joyas de la almendra mística o esa hendidura oval del Pantocrátor: diamantes, rubíes, la calcedonia, el zafiro, los jaspes y el topacio, la esmeralda y el crisolito. Hablemos de piedras, pero también tendremos que hablar de signos, y la voz de la verdad, hablando por boca del profeta, clamando.

“Vi  bajo el altar de la sangre de los mártires, que habían sido muertos por la confesión de la palabra del cordero, a los que daban voces diciendo: ¿ Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no vengarás nuestra sangre?”

Este libro es el que ha poblado regiones enteras con las almas de los aspirantes a un hueco en ese rincón de alabanzas perpetuas, ese prado nuevo, solar de toda ventura, Campos Elíseos prometidos por Cristo a los que creen en Él. Constituye la piedra angular de la especulación lapidaria, que ha llevado al estudio de los astros y de las propiedades físicas de la flora y fauna y fenómenos naturales del planeta, pues en su saber se encierran las siete disciplinas de la gaya ciencia.  Es cuna del arte cristiano en todas sus ramas, desde la cronología de los Beluarios y Beatos iluminados hasta las últimas catedrales. Todo lo que el hombre es, ha sido y será está implícito en sus paginas. El ser humano empezó a progresar y a ser algo más que una bestia de carga a partir del Evangelio. Este puede ser el secreto clave para comprender el pasmoso desarrollo que han tenido los pueblos de Occidente a lo largo de dos milenio. Uno no puede estar más en desacuerdo con aquellos panolis que invocan la vuelta al Kamasutra y a Confucio, habiendo nacido en la provincia de Soria, aunque comprendo que somos todos hijos de muchas madres y de haber mamado leches diferentes. Ya decía el Gran Isidoro que no es lícito imponer a los cristianos a la fuerza. Ahí puede que estribe uno de los grandes errores de la Iglesia Jerarquía, causa de tantos males, pero tampoco ésta puede inhibirse de proclamar la verdad que está en sus manos por legación divina, aunque este acto implique descalificaciones, oprobios, descomuniones con el poder establecido e incluso el martirio. No tengáis miedo a los que quitan la vida del cuerpo. Los enemigos del alma son mucho más temibles y formidables.

 Cristo preside la esfera. Es el dueño que reina en la ojiva, el alma del Pantocrátor, la columna de apeo de todos los arcos. Su aroma impregna toda el arte desde la música de los trotarios o tractos de la misa griega  hasta las sinfonías de Beethoven y nada se diga de Rimsky Korsakov, Tchaikovsky o los compositores rusos. Pero también el Libro del Apocalipsis es un alegato contra la tiranía. El que es malo tendrá que hacer recudimiento de sus culpas y expiar su pena algún día. Por el contrario, sus páginas constituyen un manantial de consuelo para el que sufre por la verdad y la justicia y decide huir al desierto en busca del amor encarnado en el Verbo y la palabra viva. ¿ Qué es esto? Me diréis, y yo os contestaré”: Lo inefable”. Porque, si se ciegan las fuentes de la Palabra, se ocluyen los manantiales del amor. Es lo que el mundo no entiende.

Sin embargo, esta idea resulta obvia para la estirpe escogida a la que pertenecen los santos. Charles De Foucauld fundó el instituto de los Hermanitos del Evangelio. Es la orden que más santos ha dado a la Iglesia en las últimas décadas. En 1963 cuando fueron martirizados cuatro de sus frailes, la opción del martirio en la forma de badalaya se asume en los votos de los profesos. Las fraternidades foucauldianas en buena medida han inspirado el espíritu y la letra de las asociaciones de ayuda a los desamparados del Tercer Mundo, las célebres ONG, las cuales participan de ese espíritu laico y casi aconfesional  porque lo suyo era la semilla oculta, del carácter reservado, anónimo y modesto de su fundador.

El testimonio y la sangre de los mártires es inamovible. Ahí queda. Ellos entendieron el rumbo a los que se dirige la Nave de la Iglesia en la andadura de los tiempos. Quedó su testimonio y el recuerdo de su rostro, estampado en esa mirada triste y como trascendida de piedad hacia la humanidad que nos quedan del Hermanito tomadas en Beni Abbés cuando presentía ya próximo su holocausto. Para rúbrica de testimonio y signo de los signos. No quieran más los blasfemos hostigar a los ejércitos del Cordero. Han empezado a llover rosas pero ahí está también, para variar, el símbolo de la humanidad mal conducida y desgobernada por los falsos pastores. Ahí están esas denominadas limpiezas étnicas que son el pretexto para sembrar la disensión y el rencor entre comunidades de credo diferente, reavivando viejos odios. Hoy se lucha en todas partes porque vivimos insertos en una suerte de antinomia del amor. La amistas se transformó en enemistad, la concordia en discordia y la libertad en oprobio. Se mueve el cielo y la tierra. Hay como un movimiento cósmico que conduce a la “pressura gentium”. Vemos ante nosotros emigraciones en masa. Sin ningún rebozo se hacen los más audaces experimentos con la vida humana mediante la manipulación genética.

Luzbel otra vez ha clavado el grito en las estrellas. Otra vez quiere ser como Dios.

Mientras, el abanderado de las milicias arcangélicas, vuelve a tocar a rebato al socaire del lema “Quis sicut Deus?  Es una lucha que dura ya largo tiempo. El alzamiento de Miguel es un reto de salvación. Los solitarios de la viña del Señor, los operarios de la hora undécima, recogieron el guante marchándose a vivir al desierto, y dijeron lo que Pedro en el Tabor: “Qué bien se está aquí, Señor, hagamos tres tiendas, una ara Moisés, otra para Elías y otra para Ti con todos nosotros”. Subieron participar de la alegría de Dios mediante la renuncia. El yermo les volvió en soldados de Cristo, encuadrados en los escuadrones del Terrible para la satánica hueste y Glorioso Miguel.

La vida es lidia perenne y el paso del hombre por este mundo, tan corto, una incesante Apocalipsis.  

 

 

 

 

 

22 de junio de 1999

ººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººººº

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

capítulo II

 

MONASTERIO CISTERCIENSE DE SACRAMENIA(Segovia), PRIMER JARDÍN DE MARÍA EN CASTILLA LA VIEJA

 

La piedra presenta un aspecto intacto en los engaces y junturas de la sillería. Una decoración floreada de acantos, helechos y arabescos esculpe las ménsulas que invitan a la oración y al recogimiento. No son flores que se dan por aquí. Una de dos: o el clima ha cambiado, o los hombres que esculpieron estos muros con sus ensueños y fantasmagorías tenían la mirada del alma puesta en otra parte. Impresionan las arquivoltas y el alzado de los vitrales y de las puertas, en el que todo es armonía. Causa perplejidad el estado de conservación de esta ermita de San Vicente, que durante siglos estuvo cerrada. Fue abandonada por los primeros monjes y está tal cual. Es una de las piezas románicas más originales, al tiempo que sencilla entre los monumentos de la Península.  Su estructura habla del recogimiento y sencillez del Cister. Las figuras antropomórficas y zoomórficas se combinan con las de la exótica flora.

 Todo es aquí plegaria y culto a María. Uno de los capiteles representa a un pastor, medio derrengado que trata de coger una oveja descarriada. El rabadán ofrece un aspecto pobre y toso, pero la decisión de su ademán y el deseo de salvar a la oveja que falta del aprisco sobrecogen. 

 Por entre las patas del animal y debajo del morro asoma un rostro misterioso, cuyos los ojos son  tan vivos que casi se clavan en el que los contemplan con la fijeza de un berbiquí. En otro hay un obispo sonriente que bendice armado de báculo con los dos dedos de la mano derecho bajo las ramas de una palmera real, símbolo de la eternidad y del martirio, que hacen flanqueo.

Los sillares son cuadrados perfectos, asignados y asentados con una devoción que llena todo el lugar y los plementos de la bóveda de cuarto de esfera u horno parecen recién salidos del cincel.  Todavía hay en las impostas  marcas de cantero, y debieron de ser moros los que hicieron esto, porque en todo instante el monumento ofrece como aversión a las representaciones antropomórficas. Sólo las necesarias. Es el ábside lo único que queda de un templo derruido o que no se llegó a terminar nunca, lo más probable a causa de alguna razia o invasión tan frecuente por estos pagos durante los siglos del Alto Medievo.

Esta capilla es el remanente de un tiempo misterioso del que sabemos muy poco, a no ser en estereotipos, pero que demuestra que  las piedras doradas saben rezar y cantan antífonas coreadas por la brisa que a su vez alza plegaria entre los chopos. Se sitúa en un valle que se encajona desde la fuente que llaman grande al entrar en el pueblo de Fuentesoto injerto en el fondo de lo que fue un antiguo mar. En las rocas de los bordes se aprecian los listados del lugar que colmaron las aguas. Dentro de esta fosa miocena se aprecian las margas calizas. El suelo está alfombrado de fósiles. Abundan las valvas del período triásico: arcestes y árcidos, curiosas caracolas y estrellas de mar petrificadas.  El valle es poco profundo en general pero los tesos y pequeñas mamblas lo ponen a recaudo de los vientos, sobretodo del cierzo que por invierno suele ser aquí crudísimo. Por trecho de una legua entre sotos y tesos, el río anónimo va a desembocar al Duratón.

 El cantar de las aguas de este arroyo era la única música que rompía la soledad de estos parajes, ideales para el contemplativo. Los cistercienses fundaban en lugares abrigados sus retiros, que llevan todos nombres de hondura celestial: Valdediós, valles de Dios, Collado Hermoso, Montsalud, Valparaíso, Armenteira (Pontevedra) de armentum, una prerrogativa de los templarios que siguen las costumbres romanos en la búsqueda de habitáculos que tengan buen tempero, aguas salutíferas, y el abrigo del prado ameno. También son cistercienses, aparte de Poblet y de Port Royal, cerca de París que, andando el tiempo sería importante foco del movimiento jansenista, la Meira (Lugo) por ser un lugar donde crece  miera perfumada de los pinos entre la toja, Moreruela (Zamora), Bellofonte, Cardeña, Scala Dei en Cobreces(Santander), Puerta del Cielo, y otros muchos centros de acogida del  sólido fervor de Claraval, de los que nos gustaría hablar uno a uno, pero, como son multitud y jalonan toda la geografía del medievo europeo, en gracia a la brevedad tendremos que constreñirnos a los más importantes, como el de Sacramenia, tan desconocido y de una personalidad singular. El cister lo inundó todo de la noche a la mañana y su crecimiento, que sólo encuentra parangón con lo sucedido con los jesuitas en la España de los Habsburgo, tiene algo de milagroso.

  Quiso imprimir a sus casas el Doctor Melifluo una marca recia y solemne en las que resonará a lo largo del día y la noche el eco de la himnodia gregoriana. Encontramos sus monasterios como una grata sorpresa al caminante, donde uno menos se lo espera: siempre en terrenos despoblados y en contacto con la naturaleza. Oiréis que siempre se dijo: “Et in Arcadia, ego”. Por supuesto la búsqueda de Dios puede resultar un idilio, si no fuera que a veces los seres humanos no sabemos estar a la altura de ese ideal de vida angélica. Las macizas paredes cistercienses serían también batidas por los vientos de la tribulación y la discordia.

 Mediante su amor al trabajo paciente y tenaz, ordenado bajo el regimiento de las horas canónicas estos valles umbríos se convierten en Jardín de María. En Helicón que piensa en el Cielo.  Es por esa noción de búsqueda platónica de la divinidad. La marcha hacia las estrellas en pos de la utopía agustiniana de la ciudad de Dios, y su construcción. El establecimiento de un gobierno universal, donde el evangelio sirva de pauta y código de armonía y de bienandanza entre todos los pueblos y todas las razas. Claraval, en buena medida, coloca las primeras basales de Europa, una Europa que no se puede entender sin el culto a la Señora, sin los pozos místicos. Es lo que evoca Prado Nuevo, que recoge las repercusiones ancestrales de esa huella mística española anterior a la Contrarreforma. El  Escorial pone cima dorado a casi cuatro siglos de cultura cisterciense. Por eso sobre sus colinas color malva en los atardeceres ricos en combinaciones cromáticas haciendo juegos de luces y resaltos sobre los lomos de la cordillera, y en armonías del campo, algunos hemos escuchado el batir de las seis alas del querube.

 Pero henos ya de nuevo en Fuentesoto.

En la otra ribera y pasando un pequeño puente se avistan unas cavernas horadadas por la erosión o por industria humana, que vete tú a saber, y sitas  al somonte. Son unas espeluncas formidables  en las que se dice moró un penitente local que llamaban Juan de Paniagua. El Beato Juan de Paniagua fue un santo mozárabe compañero de San Frutos, san Valentín y santa Escolástica, que tenían su cenobio a legua y media de este lugar sobre los riscos del Duratón. Cada veinticinco de octubre se celebra allí una romería. Había otra más importante por la Pascua de la Trinidad. El culto del Beato Paniagua perduró y le fue tributado en Fuentesoto hasta hace dos centurias, el primero de mayo, coincidiendo su fecha de celebración, con la de  la Cruz de Mayo. Esto prueba que la forma de vida anacorética estuvo muy afianzada en estos desolados añojales. Pero también había procesión en el predio que se denomina Los Huertos, el 20 de enero, día en que el Misal de Toledo prorrumpía en su exaltada liturgia al Mártir San Vicente, del que era muy devoto el donador de estos terrenos, Alfonso VII El Emperador. ¿Era este Vicente, diácono, oriundo de Huesca y martirizado en Jaca el santo de devoción del monarca, o era, por el contrario, el otro Vicente, obispo, muerto a golpes del vergajo festoneado con bolas de acero, en un lugar de Ávila, al lado de Sabina y Cristeta, a cuya memoria está dedicada la basílica románica más esplendorosa de la cristiandad, San Vicente de Ávila, maravilla también del arte cisterciense? ¿No han sido aun al respecto conciliados los pareceres? El Martirologio gusta de intrigar a los fieles cristianos, por su confusa nemotecnia. Todo hace suponer que este Vicente predecesor en la sede abulense de Prisciliano y el valenciano no tienen nada que ver. La plebe devota los confunde.

 Allí se elevan las ruinas de otro convento bernardo. Los cistercienses recogieron la tradición eremítica de los cristianos visigodos que se regían por la regla de san Basilio, seguida por aquellos que a través de la senda angosta, domando las pasiones y sujetando las pasiones con la brida de la mortificación y engolfados, en definitiva, en los sacrificios de la vida penitente, aspiran a coronar la cima del monte de la perfección. Buscan los feraces valles recónditos con abundantes acuíferos, pero no les intimidan tampoco las fragosas angosturas de los desfiladeros o las sierras despobladas.

El beaterio y asceterio oriental de monjes que vivían en agregación de colonias, según se comprueba al visitar la Tebaida de Anatolia  o la Nitria egipcia, primitivas formas de pureza de vida evangélica, son convertidos por el divino Bernardo de Claraval en conventos fortaleza. Luego veremos por qué. Él sería el primero en invocar los predicados de la guerra justa, siempre que se atenga a una serie de requisitos. Esgrimiría ante el orbe católico la Teología de las Dos Espadas.  Los profesos no podían vivir inermes y les asistía el derecho a salir en defensa de su vida y de su honra. Esta idea la asimilaron los templarios, quienes a su vez, en su modo de operar, incorporan a sus estatutos bastante de la concepción mística sufí de los Caballeros del Desierto. Los dichos eran a su vez legatarios de la norma esenia de Juan el Bautista, practicantes de la “mandaá” o mándala, o Mandra, que en hindú quiere decir transformación. Vivían lugares apartados de Siria y Mesopotamia en presidios  denominados “ribbats”. El famoso cenobio de Santa Catalina en las estribaciones del Sinaí no es más que un antiguo ribbat de los Caballeros del Desierto. Esta noción de austeridad, palpable en la solidez ciclópea de los baluartes de oración erguidos en lugares apartados de frontera,  y de lucha permanente con los enemigos exteriores  e interiores flota en la obra del Abad de Claraval, y puede contemplarse en nuestros días en cualquier convento cisterciense o trapense al que vayamos.

 Espiritualmente, mantiene la máxima evangélica de volver la otra mejilla y no responder a la violencia con la violencia. Sin embargo, esto es una tesis impolítica, imposible de implementarse en la práctica teniendo en cuenta los deberes de los príncipes a salir en defensa de sus vasallos.

Es criterio que empezó a arraigar durante los años carolingios, que Bernardo de Claraval retoma precisamente para llevar el agua a su molino: el poder del papa sobrepuja al de todos y los reyes cristianos no pueden tomar armas sin la correspondiente aprobación del pontífice. Dicho esto, cabría conjeturar que sería lícito implantar el catolicismo entre los infieles a culatazos. Nada menos cierto. San Bernardo nos sorprende porque ya en pleno siglo XII se alza como campeón de las Tres Culturas. Eso sí; la cruz ha de tener prelación sobre las demás sectas.”Reducid a los no creyentes con vuestra conducta inocente y con argumentos, nunca a viva fuerza” proclamaba en 1146, cuando estalló una terrible persecución contra los judíos a orillas del Rin. El monje clarividente e iluminado recorrió media Alemania convirtiéndose en valedor de aquellos pobres israelitas. Como siempre, eran los de abajo quienes fomentaban los desmanes hebetados y supurando prejuicios antisemitas. A los que combatía desde el púlpito y luego salvaba la vida acudían a abrazarle. Esta dualidad ambivalente no admite el argumento “ad hóminem” al que somos tan proclives muchos de los que nos decimos católicos.

Gustaba mucho de pronunciar una frase: “ Si la misericordia fuese pecado, yo la cometería”.  Hasta el punto de convertirse en una muletilla que dejaba caer una y otra vez en sus sermones.

Estos son los hechos irrefragables. Alemania era ya en aquellos tiempos la tierra de la vergüenza (“shamland”) y únicamente las predicaciones de los cistercienses contuvieron  lo que llevaba camino de convertirse en el primer gran “Shoah”. Muy pocos sionistas se lo agradecerán, pero los datos ciertos no piden pan. Están ahí.

La ternura de su temperamento contrasta un poco con la dureza berroqueña que demuestra cuando sale en defensa de la ortodoxia y de la supremacía que compite a la Religión del Crucificado sobre el Antiguo Testamento y los incondicionales de Mahoma. No otra cosa cabía esperarse de quien peroró por los púlpitos de Sajonia, Polonia, Italia y Francia la necesidad de conquistar Jerusalén en la Segunda Cruzada. Pero su filosofía era del todo esotérica. Por eso quería en la línea de frontera monjes armados. Tenía que ser así. Porque la Iglesia es una organización externa. Habida cuenta del clima de inseguridad y de bandidaje, la vida religiosa tenía que refugiarse detrás de muros inexpugnables coronados  de almenas en punta de diamante.  Era su visión de una ciudad de Dios fortificada.

Sus frailes tendrían que saber defenderse, porque, de lo contrario, se los comerían las alimañas, si no andaban listos, o acababan con su cabeza rodando por el suelo del tajo certero de la cimitarra almohade.  Fueron los cruzados los que dijeron: basta. Las Ordenes Militares secundaron esa filosofía con las armas en la manos. Querían ganar almas para Cristo al filo de la espada. Así nació Europa.

 

Pero, no seamos ingenuos; recapitulemos ya.  Habían sido casi tres siglos de terror islámico en el sur de Europa.  Fue un holocausto aquél nutrido con una lista de héroes innumerables. No hay que perder de vista que la djihad era una guerra de exterminio. Abi Ahmer El Moafari, alias Almánzor, un bereber, con esa cortedad de luces, dureza y agresividad de la que suelen adolecer los iluminados de todas las razas y de todos los credos que se creen en posesión de la verdad absoluta, no se andaba con chiquitas. Lo mismo que mandó quemar los tesoros de la biblioteca de Córdoba, acabando con una parte del patrimonio intelectual de la raza humana, porque sus fondos contenían textos de los alejandrinos y tratados de medicina natural en la que eran expertos los romanos, pues nadie les dio alcance en punto a yerbas, y otros monumentos literarios irremisiblemente perdidos, degolló en León de una tacada a treinta mil cristianos. Mandó que el almuédano convocase a los fieles y sobre aquel dantesco escenario de degollina se hizo la adoración de la tarde. Corría el año 971.

 Años antes, habiendo cruzado la Sierra de Gredos, devastó la ciudad de Ávila. Gran parte de la población huyó hacia el norte llevando consigo las reliquias de los santos mártires Vicente, Sabina y Cristeta. Se dice que los cuerpos sagrados fueron escondidos en la Bureba, pero también sometió  a pillaje la campiña burgalesa, incendió cosechas, taló vegas y no respetó las aras de las iglesias y de los templos, porque en San Pedro de Cardeña mandó empalar a toda la comunidad de casi dos centenares y medio de monjes. Del acueducto de Segovia no quedó piedra sobre piedra. Esto ya lo veremos.

 Era la furia incontenible del Averno. Nadie era capaz de parar a sus jarcas. La bandera verde del Profetas ondeó en todos los mástiles. De las cincuenta y dos expediciones de castigo contra el Norte en ninguna marró, aunque iría a morir, mira por donde, en tierras sorianas, a pocos kilómetros de distancia de estos valles un poco a trasmano y que servirían de campo de operaciones a una nueva forma de vida contemplativa, cuya singular y azarosa emergencia estamos narrando. Si años después el todopoderoso Corso, demoníaco y poseído avenate, tuvo su Waterloo, el Moro Almánzor encontró la horma de su zapato en Calatañazor. A este respecto, contamos con el lacónico texto, casi como un conciso parte de guerra que nos legó el Silense:

“Murió Almánzor el año 1002. Su cuerpo rindió a la tierra y el alma quedó sepultada en los infiernos”

España que era frondosa y llena de bosques, encinares y robles, sobre todo en la meseta castellana, con las invasiones sarracenas se transformó poco a poco en un desierto. Ya no podría la famosa ardilla andar todo el trecho de Fuenterrabía a Tarifa sin tocar suelo, porque la selva era tan tupida que este animal podía avanzar saltando de rama en rama. La bipenna del invasor acabó con la prodigiosa fronda nuestra.

Desgraciadamente, y, como las crónicas sec repiten, porque el mundo parece condenado a seguir dando vueltas de peonza y donde menos uno se lo piensa hemos vuelto a volver brillar el filo funestísimo de los alfanjes sobre Yugoslavia. El espíritu moruno de venganza se reencarnaba en Clinton, Albright, y comparsa. Eran los lunáticos de la yihad a favor de la democracia. No se puede empuñar la espada en nombre de nada. Ni siquiera en nombre de Cristo, cuanto menos en el de la democracia.

Lo malo es que la idea que más vende es la de la guerra. Siempre fue así y tal vez lo sea siempre. De forma fija, acabamos tropezando contra el mismo canto.

La irrupción de El Moafari y sus hombres del desierto acaba el esquema de la cierta tolerancia de los árabes hacia la presencia de los cristianos adaptados o mozárabes en su zona dominada.

 No todo fueron proezas. Puesta la mira en salvar el pellejo, una gran parte renegaron de sus creencias dando pábulo así a un ambiente de delación y de sospechas, concomitante a cualquier guerra civil. Estas secuelas de la cobardía o de la venganza, como sabemos por experiencia los españoles, tan proclives a subirse al carro de los vencedores - ocurrió con las germanías comuneras, con la sublevación morisca, con la francesada, con la inglesada   y  ocurrió con Hitler, y está pasando con los americanos- crean una psicosis de miedo que es a veces peor que la propia liquidación física. Este pueblo, tan acérrimo y tenaz en la pelea, acaba siempre por congraciarse con el que gana.  Ya lo advertía el poeta: no somos más que un pueblo de arrieros, lechuzos, tahúres, de logreros y de supersticiosos agoreros.

Antes de la llegada de los benedictinos a España hacia finales del siglo X estaba implantada en toda la catolicidad hispana una fuerte tradición monástica calcando los modelos de San Pacomio y de los sirios. Todos ellos fueron arrasados con las incursiones musulmanes a partir del siglo VIII, que dispersaron a los religiosos y religiosas e hicieron crecer la lista de los mártires en lugares tan significativos como el monasterio cordobés de Tabara;  y en el XII, con la llegada de Alfonso VII el Emperador, a raíz de la toma de Jaén vuelven a renacer, pero cambia el rito que antes era griego y se romaniza bajo la presión y el caudillaje de los monjes blancos llegados con san Raimundo y sus caballeros de la orden de Calatrava, la Kalat-Ribbat de los árabes, desde Borgoña, el Languedoc, donde precisamente en Montsegur se localizaría el foco albigense, Gascuña y otras regiones transpirenaicas. El “ Emperador” sería un revulsivo contra la hegemonía muslímica. A partir de su reinado, empiezan a cambiar las tornas y la balanza se inclina del bando cristiano. Se dice que fue un gran rey. El único fallo  que tuvo, a decir de los cronistas, sería la división de su hijuela castellana entre sus hijos, lo que daría rienda suelta a una descorazonadora tradición de guerras de sucesión y de luchas dinásticas.

El cenobio donde los monjes no hacían vida común más que en muy contadas ocasiones y  no salían apenas de sus celdas se convierte en monasterio con un régimen conventual muy estricto.  En su organigrama de observancia, el  de Claraval quiere que los monjes blancos trabajen, rezan, coman y hasta duerman, los lechos separados por un biombo o camarilla, siempre el uno cerca  del otro, en parte, para darse ánimos, y, en parte para que el superior los tuviese más controlado, porque el Cister está íntimamente relacionado con el Temple y ofrece una estructura militar, y, en último termino,  porque así se prevenían las discordias. Toda la autoridad, en manos del abad. No se dependía de Roma más que a efectos dogmáticos. Los monarcas de Castilla y los obispos declinan su patria potestad, hacen donaciones territoriales y de inmuebles,  y es así como el margen de la umbría de la cordillera central desde Somosierra hasta los Picos de Urbión y la margen izquierda del Duero se convierte en abadengos.

 

 Recogen los cistercienses de los benedictinos su amor al trabajo, la paciencia, pero rechazan el boato y la solemnidad. La disciplina es en san Bernardo más férrea que en San Benito, en correlación con la idiosincrasia de uno y otro: la del primero más aguerrida, y la del segundo, como buen italiano,  más partidaria de que la miel pueda resultar más eficaz que el vinagre, como paliativo. Por otra parte, los cistercienses serán los grandes adelantados de la devoción marial, impulsan con ardor esta singular forma de piedad, algo que los templarios habían incorporado a su vida de desde sus correrías por oriente.  Misteriosamente, al pairo de esa devoción se esparce rápidamente  el afán de construir catedrales góticas. Son menos intelectuales y más prácticos que sus hermanos por estar más avezados a convivir con soldados y campesinos que sus hermanos “ los monjes negros”. Pero el “ora et labora” lo imprimen como sello primordial de conducta. Allí donde aparece un cisterciense, se construye una capilla, se copia un códice, se planta un majuelo, y surgen aradas por los  campos. La impronta rural, casi de paz geórgica, es un rasgo fisonómico de la cultura cisterciense.

En todas las casas de bernardos la estructura es muy simple y austera. Cada individuo tenía asignado un papel que desempeñar. Y ha de someterse durante el culto a un reglamento de meticulosas ceremonias, donde los pasos que se han de dar y las genuflexiones con prosternación incluida, están minuciosamente estipuladas por rúbrica abacial. Así, si algún fraile, por negligencia o descuido, omitía alguno de estos ritos exteriores, luego tendría que ir a confesarse durante el Capítulo ante el abad y el resto de sus hermanos.

  Hay un campanero, un cillero, un capiscol para el canto de los salmos, un hebdomadario de semana para vigilar el sueño de sus hermanos, un enfermero, un carretero, y un apotecario o cirujano, y un racionero. Las abadías más ricas se permiten el lujo de un anatista, que era el encargado de asentar las cuentas del dietario y llevar cómputo de las anatas. Los historiadores debemos a esta escrupulosidad ordenancista del fundador borgoñón por precisar incluso cuántos pasos debería haber desde el claustro hasta el coro, o el grosor que había de tener el cerquillo de la tonsura, así como las pulsiones de la vida diaria que se recogen en las tazmías o libros de cuentas del convento con evaluación de cosechas, diezmos y primicias, la posibilidad de recomponer hogaño la cotidianidad de un convento medieval: la dieta, las devociones, los premios, los castigos, las costumbres funerarias, etc. 

 Había otro que administraba el armariolum  que guardaba los códices de devoción, evangeliarios y libros de horas para el culto divino. Debía avidez por la lectura, pero ésta se administraba en cápsulas. Los religiosos no debían manejar más que el “ pensum” asignado. Los libros prohibidos se guardaban bajo llave en un sector de la biblioteca denominado el “infierno”.

 Parte importante era  la bodega. No tenían prohibido el vino los discípulos de Bernardo, aunque por una gracia especial de la Santísima Virgen iban a él con moderación, pues al vino como rey y al agua como buey. En una dieta vegetariana como la de los trapenses, que no catan las carne, el vino les infundía energías, y era un buen reconstituyente para los duros inviernos de conventos sin calefacción, ubicados por lo general en lugares tan fríos. La mayor parte de los profesos solían morir de muy viejos.

 Se les tasaba por norma dos cuartillos a cada refacción, pero no lo probaban durante las cinco cuaresmas. Sin embargo, dos veces al año por Pascua de Resurrección y en la fiesta de la Virgen de agosto, jarro libre en las bodegas.

Con todo, resultaba infrecuente el espectáculo de ningún padre o hermano oblato que hablase con las columnas. Algo alegres, sí. Pero los cistercienses siempre tuvieron un carisma o tiento especial para paladear sus sabrosos caldos. Por un regalo de la Virgen a la que rezaban siete veces diarias, estos solitarios encontraban en el zumo de la vid la fuerza necesaria del espíritu, y no la embriaguez del cerdo. Luego con hierbas seleccionadas y después de un paciente trabajo de depuración en la retorta eran capaces de manufacturar bebidas espiritosas de fuerte contenido alcohólico. Como el “cointreau” y el “benedictine”. Las recetas de fabricación eran secretas y, al morir, el bodeguero se lo pasaba a su sucesor. Es así como en los claustros es descubierta una de las aplicaciones prácticas de la alquimia.

Eran eximios viticultores y a su sabiduría debe Castilla sobre todo la ribera del Duero los excelentes caldos que ellos sabían cultivar con mano maestras, plantando viñas y majuelos en declives y laderas, sitios muy abrigados, y siguiendo un proceso de elaboración en cubetas de roble muy estricto y fundamental.

 

Para fijar el tiempo en que se produce el cambio de guardia cultural, la revirada del orden estético y social el siglo duodécimo es la pauta. Significa uno de los espacios históricos y desconocidos de la proyección europea, un avance en línea recta. Nace de las Cruzadas que no representan sino una huida hacia delante.  El arte románico, su contraseña, constituye un estilo de transición desde la tierra de nadie de los siglos oscuros hacia el esplendor del arco ojival. Funde los sueños anteriores, porque la bóveda de cañón y el arco de medio punto nacen del legado arquitectónico árabe, merovingio y paleocristiano. El Pórtico de la Gloria compostelano  viene a ser un crisol de la quibla y del arrabá morisco, junto con la impasibilidad bizantina, las fantasmagorías sobre el juicio final y la presencia del mal en el universo, que obsesiona a los imagineros mozárabes.

No aflora por generación espontánea sino de resultas de una evolución permeable, con intercadencias y altibajos y el desconcierto que habían deparado a la mentalidad del cristiano las incursiones sarracenas. Pasado el terror del milenario, con sus fijaciones sobre el Libro del Apocalipsis, una idea obsesiva de que el mundo se acercaba al final de los tiempos, lo que desencadena dos reacciones contrapuestas, en unos el gozar de los placeres que da la vida, y en otros, el retiro de las pompas banales del mundo, en búsqueda del camino de perfección en el desierto, se produce un resurgimiento. El hombre europeo parece haberse encontrado a sí mismo. Tuvieron que pasar cien millones de años antes de que el simio de Atapuerca alzase su columna vertebral hacia lo alto y hablase. Y cien mil para la llegada de Cristo, pero sólo mil para que pintase los monstruos de los bestiarios y beatos. Menos de mil, más y nos plantamos en la calculadora. ¿Serán estas máquinas pensantes que tantos avances han deparado a la Humanidad la antesala del milenario de deleites que anuncia la Biblia o el comienzo del fin? Cuando nos detenemos ante el tímpano de Chartres esa es la preguntan que muchos se formulan.

Había sido demasiado duro el Siglo de Hierro. Se registró por entonces una de las crisis mayores del pontificado, debido a las conjuras internas y al clima de la inestabilidad. Roma, que ya en el había conocido en 410 el saqueo de Alarico, vuelve a ser invadida por tropas sarracenas en 844. El papa Sergio III es obligado a contribuir al sultán onerosas pechas y cargas fiscales. Las intrigas y el escaso decoro bañan el ambiente del palacio de San Juan de Letrán. Ciertos autores suponen que las llaves del pescador quedaron en mano durante un período de treinta meses de la Papisa Juana muerta de sobreparto el año 857, y aunque estos datos no han podido ser contrastados, es bien cierto que este clima de escándalos alentó el primer cisma con Bizancio. El papa Nicolás y el patriarca Focio se cruzaron los primeros anatemas. La separación se haría definitiva tres siglos más tarde con Miguel Cerulario. Juan VIII murió a martillazos. Las hordas sarracenas arrasaron Monte Casino cerca de Nápoles, pontificando Formoso, el cual abre una de las páginas más tristes de la historia de la catolicidad.

De los veintiún papas que subieron al solio primado a lo largo del siglo X se cree que un tercio de ellos falleció a mano airada, víctimas del veneno, apuñalados o ahogados en el Tíber por sus contrincantes, si hay que creer a un cronista tan ecuánime como es Vicente Silió en su magistral texto “Un hombre ante la historia”. Muchos de ellos eran hechura del crimen y de la intriga. El mentado Formoso fue desenterrado y su cadáver execrado. Secuaces de la facción contrario le cortaron los dedos de la mano derecha, con la que bendecía. Únicamente se salva de la quema San Silvestre II(999-1003), quien fue investido durante el terror del milenario. Era, según parece, un nigromante y cabalista que llegó a inventar una máquina capaz de responder sí o no a una pregunta dada, conceptuándose a Silvestre como el precursor del ordenador y de toda la cibernética. Rescató a Roma de la dominación musulmana mediante con una alianza con el germánico Otón III.  Fue el remedio tal vez peor que la enfermedad porque este concordato va a suponer el inicio de un estigma que haría mucho daño: el enfrentamiento entre Trono y Altar, la lucha por las investiduras, el ambiente de pugnas del reinado del emperador Enrique IV, la marcha a Canosa y todos los escándalos que rematarían en la rebelión luterana.

Dice Morruet que esta desdichada centuria se llamó el Siglo de Plomo por la grosería, el hervir de pasiones y la abominación que corrompe los estrados de la curia. Es un tiempo de tinieblas por la falta de escritores, ya que, como muchos pensaban que el 31 de diciembre del 999 se iba a acabar el mundo, nadie labraba, ni escribía y proliferaban aberraciones corruptelas de toda índole en el alto clero.

A este respecto la llegada al pontificado del monje Hildebrando en 1073 fue providencial. El austero monje siciliano que reinó bajo el nombre de Gregorio VII inició una de las reformas más traumáticas, instituyó el celibato eclesiástico. Este había quedado fijado en el Concilio toledano  de Elvira del siglo IV. Se recomendaba la abstinencia del comercio carnal con mujer a los ordenados sobre todo por cuaresma y las grandes fiestas. Decía que un obispo no podía estar casado y que todos aquellos presbíteros aspirantes a recibir la plenitud del sacerdocio deberían despedir a su mujer legítima o a la concubina, cosa que hicieron algunos egregios padres de la Iglesias como San Paulino de Nola, casado con Terasia, y San Agustín con una esclava nubia. Pero ya nadie se acordaba de aquellas normas implementadas por el concilio toledano, que casi nadie respetaba. En realidad las recomendaciones de San Gregorio tardaron en tomar cuerpo de realidad varios siglos, porque no es hasta el siglo XIV cuando arraiga esta costumbre de la soltería para todos los clérigos, incluso los minoristas.

Gregorio VII pagó caro su osadía al propugnar una reforma de las costumbres, pero, sobre todo, en su enfrentamiento contra el poder temporal. Fue depuesto por el candidato del emperador, Clemente III, y murió desterrado en Salerno en 1085. Triste final para el monje Hildebrando quien toda su vida luchó por unas cuantas ideas absolutas, pocas, pero exactas: a), que le poder de los papas viene directamente de Dios; b), que todos los príncipes de la tierra han de besarle el pie en señal de pleitesía; c), que el papa no se equivoca jamás, hable ex cátedra o en charla confidencial, porque en su triple corona recae el viento trinitario y almo; d) que asume la facultad de hacer la guerra por delegación a los reyes bajo la órbita de su mandato. Esta es la Teoría de las Dos Espadas sobre la cual hace una exégesis brillante años más tarde San Bernardo. Algunos creen que de ese modo vino Dios a confundir su altanería. Imprimió un estilo y un carácter aquel oscuro monje toscano de cuyas rentas viven, engordan, y creen, todavía a pie juntillas, muchos purpurados de hoy. 

Esta insigne figura del pontificado va a convertirse en el gran campeón de la Iglesia romana como jerarquía y poder, independiente de los príncipes cristianos. Lo que quería Hildebrando, al hacer pasar por las horcas caudinas de su predominio y acaso de su insolencia al titular del Trono  Sacro Germánico,  era el establecimiento de la utopía agustiniana: un solo cetro y una sola corona de dominio universal. La tiara por encima de  la corona  y el trono. Un gobierno mundial encarnado en la persona del papa elegido por el Espíritu Santo. La idea está bien y muchos han sucumbido a esa tentación de la prepotencia, pero no es desde luego un precepto evangélico. El reino de Cristo pertenece al mundo de las almas, no de los cuerpos. Es interior, esotérico.  Se arrogan atribuciones, se interpolan conceptos. Espíritu y carne batallan sin cesar.

 Es el santo y seña de la mano del hombre que deja por doquier estampada la marca de su naturaleza viciada. Dicho esto, hay que decir que Gregorio VII ha sido uno de los papas mayores de todos los tiempos. Después de mí el diluvio. Quien venga atrás que arree.  Al morir en 1085, la debacle. La cristiandad intenta la fuga hacia delante lanzándose a las Cruzadas. Legatario y heredero  de Gregorio VII, que hubo de gobernar el timón de la nave de Pedro en medio de la borrasca de las Investiduras,  es Urbano II. Él fue el que mandó predicarla, pero en su pontificado se produce la reforma de los benedictinos por el Cister y la orden que más santos y más gloria ha dado a la Iglesia, la de los cartujos, aunque muchos de ellos no se hallen registrados en el santoral. Después de las tinieblas de la enorme noche, los rayos fecundos y providentes de la aurora.

 La presencia de los hijos de San Bruno en la historia, que aun siguen con las costumbres y hábitos del siglo XI, en sus celdas calladas es un testimonio de que la Iglesia, a pesar de los papas, es patrimonio de la herencia eterna de la Verdad de Cristo. El Cister y la Cartuja aparecieron en 1099, el año en que las mesnadas de Godofredo de Bouillon llegaban a las puertas de Jerusalén. Una de cal y otra de arena.

Si alguna virtud tuvieron las ahora tan denostadas Cruzadas fue que, merced a ellas, todo el mundo cristiano se pone en movimiento. Fueron una huida adelante para salir del marasmo. La cruz cruza el rubicón y se hace amiga de la espada. Nada volvería a ser igual que antes. Se cierra el ambiente de postración en que había vivido la Iglesia para cobrar un papel señero. Quedan atrás las tinieblas del Siglo de Hierro en el bajo imperio carolingio. La gracia presupone a la naturaleza y Dios nunca se atreve a tocar los moldes del lenguaje de un tiempo. Este determinismo le hace escribir del derecho con renglones del revés, aparentemente, todo se torció. Todo fue un fracaso porque el fanatismo, aunque sea en nombre de la verdad, suele envenenar los ánimos. Proliferaron los excesos y rapiñas, desafueros y  genocidios. Los burgos de Europa quedaron semi vacíos cuando un emisario de Urbano II iba de puerta en puerta predicando el “Dios lo quiere”. Hablaba de una tierra prometida, santificada por la presencia del Salvador, donde las fuentes manaban leche y miel y de un reino donde no habría esclavitud.

Ellos suspiraban por la libertad pues el siervo de la gleba estaba fundido con la tierra, tanto como los muros del recinto del castillo, las plantas y los árboles. Formaba parte de los bienes raíces de los señores de horca y cuchillo. Mil años de fe no habían sido suficientes para conseguir la emancipación de la servidumbre. Ahora bastaba con reconquistar Jerusalén, apoderarse las reliquias de Cristo y de los Apóstoles. Era por el otoño de 1095. Una bula del concilio de Clermont Ferrant garantizaba la vida eterna a todos aquellos que murieran peleando por la cruz en los Santos Lugares. Se pone en camino una turba de desarrapados. La mayor parte de los expedicionarios sucumbe a los peligros, enfermedades, hambres o a la intemperie de la ruta. Mujeres y niños fueron hechos prisioneros por los soldados turcos yendo a parar a los burdeles e himeneos de Estambul o de Damasco. Los propios griegos, a los que supuestamente marchaban a liberar, se muestran horrorizados por aquella hueste de Godofredo de Bouillon y de Balbino que se entregaban a la rapiña y a toda suerte de desmanes. A pesar de todo, Dios se sirvió de tales mimbres, tan precarios, para manifestar su voluntad de encarecimiento y de progreso. Del lodo y la miseria de las Cruzadas surgieron las catedrales y la polifonía del Pórtico de la Gloria, donde la materia se diviniza por el soplo del Espíritu. En ninguna otra época estuvo el hombre tan cercano al lenguaje de la redención como en el siglo XII. Asistimos a la hora máxima de la genialidad europea.

El cristianismo no es una religión enteramente judía, ni pagana. Es una simbiosis del antes y del después que se transforma en mariposa - efecto “Schmetterling” - y agita sus alas hacia el futuro. Al humanarse la segunda persona de la Trinidad acepta al hombre, tal y conforme es, moldeado en el barro, toma su debilidad y trata de convertirla en fortaleza. Esto nunca podrán comprenderlo los fariseos, los que se consideran puros, los sepulcros blanqueados. Dios bajó para estar un poco más cerca del dolor del hombre. En cierta manera, acepta el patrimonio recibido como consecuencia del pecado.

La guerra, las invasiones sólo traen eso: pecorea, agravios, enconos y suspicacias que duran no ya generaciones sino siglos. Por fin, los ejércitos papales avistaron los muros de la Ciudad Santa el 15 de julio de 1099. Se cumple un milenio de todo aquello. Seguimos bajo el signo de Aries. ¿No será el Agnus Dei que pintaron en los arcosolios de las catacumbas los primeros cristianos el Carnero que rige a las doce virtudes? El Cordero de Dios campeó sobre las oriflamas y pendones bélicos de la entrada de Godofredo en la Ciudad de la Paz. ¡Qué ironía! No fue sino la plaza de todos los conflictos. Pero aquellos rudos aventureros iban en busca del Santo Grial. Querían obtener un testimonio físico de la presencia de aquél por el que combatían y peregrinaban en el mundo. Resulta imposible entender el cristianismo sin esa avidez de reliquias. Tenían que ver para creer. Meter el dedo en la llaga, como Tomás. Es la humana fragilidad.

 

 

Dice San Máximo, obispo de Turín, en una de sus numerosas homilías que han pasado a todos los breviarios:

“Todos los mártires deben ser honrados, pero en  especial hay que venerar a aquellos que nos dejaron sus reliquias corporales como testimonio de su holocausto. Las reliquias nos asisten y dan fuerza en la oración. Son fuente de salud corporal y de milagros para superar enfermedades y nos sirven de viático en el momento en que iniciamos el camino del más allá”

Este texto del 451 sirve de punto de partida, al hacerse eco de una tesis muy divulgada desde el siglo II de que los despojos de los santos tienen propiedades curativas. Es el culto a las reliquias, como veremos adelante, con sus pros y sus contras, uno de los grandes caballos de batalla de la religiosidad católica. Después de todo, aquellos pobres desarrapados que se embarcaron en las tres primeras cruzadas iban a Jerusalén en busca de los huesos santos no sabían adonde iban, sólo querían huir, liberarse. Estas tibias y canillas, molares y calaveras de los que sucumbieron al tajo del tirano pero ganaron la victoria de la vida eterna, así como otras reminiscencias  del paso por el mundo de estos varones y hembras que siguieron al Cordero hasta la muerte, constituyen la panacea, pues, de las peregrinaciones.

El Libro de los Salmos viene a ser el texto en que se basan: “Y el Señor guardará todos los huesos de los justos después de la tribulación (Ps. 33.20-21).

A su vez el Eclesiastés recapitula a favor de los que mueren en Él”: Estos son los varones de misericordia, cuyas obras de piedad no han caído en el olvido. En su descendencia permanecerán sus bienes. Sus nietos serán una sucesión santa y su posteridad se mantendrá constantemente en la alianza. Sepultados en paz sus cuerpos, vivirá, sin embargo, su nombre por los siglos de los siglos. Celebren los pueblos la sabiduría de los varones de misericordia y repítanse sus alabanzas en las asambleas sagradas”(Libro de la Sabiduría 44, 10-15)

Quienes salieron vivos y regresaron a sus casas, llegaron de Judea cargados de reliquias. Unos y otros arramplaron con lo que encontraron a mano. Creerán en el Santo Grial y la virtud curativa emanada de los objetos que salvan. Se exhibieron como trofeos en las vitrinas de todas las catedrales de Occidente que entonces empiezan a erigirse, precisamente como aras de guarda de aquellos tesoros de origen dudoso, y algunos hasta del  peor gusto, Alfonso I de Portugal entra en Coimbra de vuelta de Tierra Santa nada menos que con la punta de la lanza con que abrió Longinos el costado del Señor, una zapatilla de la virgen María, la toca que puso sobre las sienes  Magdalena, la hermosa pecadora que ungió con sus cabellos los pies sagrados de Jesús. Ya veremos capítulos abajo en que para todo este negocio de los tahalíes cristianos.  Los huesos venerandos colmaron las tecas y los joyeles de las iglesias y los palacios. Se exhibían como talismán y salvoconducto de la buenaventura. ¡Inaudito! ¡Los gansos quieren transformarse en cisnes! Pero, nunca los recriminéis: el fetichismo lo llevamos los humanos en la masa de nuestra sangre.

Esto es la bella teoría. La praxis, tratándose de la condición humana, va por otros rumbos. Hubo abusos pero se salva la Fe común de los que ansían el reinado del bien sobre la tierra. Gracias a las tan besuqueados y traídos y llevados vestigios, las naciones europeas salen de su letargo y se ponen en marcha en busca de algo. Todo tenía un sentido trascendente e iniciativo. No conviene descalificar tan importante fenómeno tachándolo de mera aberración por los fetiches, los sortilegios, los presagios. Puesto que el ser humano es por naturaleza supersticioso, la Iglesia trata de morigerar la condición innata encauzándola hacia lo Alto.

El mundo conocido abandona la gleba y se aburguesa. Cobran incremento los intercambios y el comercio, merced a las peregrinaciones que pusieron en las mentes un incentivo promotor desde el afán  de nuevos descubrimientos y sensaciones. Se elevan puentes, se construyen caminos.

Unos van a Cantorbery. Otros, a Reims a visitar la tumba de San Remigio y otros a Colonia, donde estaba el sepulcro de los Reyes Magos. Otros, a visitar la Santa Sepultura. Cuando la ruta de Tierra Santa quedó interceptada por Aladino, viran a Occidente y Santiago de Galicia se beneficia de este cambio de tendencia, ocupando Finisterre el lugar de la Ciudad de la Paz. Compostela representa el final de esa hégira de purificación emblemática y contradictoria, porque Dios elige al que elige, en la que se centra y consiste el paso del alma cristiana por la Tierra. No es la Jerusalén física la que buscan sino la del alma, ubicada en las alturas celestes.  Lo importante no es la meta final sino el propio sendero de una ruta empedrada de símbolos y de creencias.  Los ensalmos resultan a veces indispensables. Otra vez entran en juego aquí las dualidades de esoterismo del mundo mágico e imperceptible y lo exotérico del ámbito vulgar y común, controlado por las pulsiones exteriores. Son dos líneas de fuerza, la de las apariciones y los aparecimientos o apariencias que nunca se encontrarán. Porque metafísicamente se repugnan.

 En este mundo perecedero y ruin todo se encuentra mixturado y envuelto. La fealdad lleva de la mano a la belleza, y el oro y la plata subyacen en la misma mena que el barro.

Fue precisamente el vehemente y apasionado Bernardo el fundador de la Orden contemplativa más importante de la Edad Media el que se esfuerza por armonizar la contradicción inherente. Al ritmo de las estrofas de la plegaria mariana por él compuesta, el “Acordaos”, predica la Segunda Cruzada. Otro fracaso estrepitoso. Los turcos se apoderan de Edesa en 1.l44 y de San Juan de Acre, las turbas indisciplinadas y descompuestas de Balduino de Gante se dan al pillaje y perpetran  sacrilegios; arrasan el templo más antiguo de la cristiandad, Santa Sofía, dedicado a la Virgen María. Se trata del primer encontronazo de la teología marial entre latinos y bizantinos. Para aquellos la Virgen era una mujer de carne y hueso, al socaire de las creencias paganas sobre ritos de la fecundidad, de los que va ser difícil desembarazarse, como se comprueba en las diferentes iconografías. Para éstos es una versión más estilizada, descarnada de cualquier suponer físico, con arreglo a la lección esotérica del Eclesiastés, cuyo texto describe de esta forma a María:

“Yo broté, como la vid, pimpollos de suave olor, y mis flores dan fruto de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del puro amor, y de la sabiduría y de la ciencia de la esperanza. En mí está toda la gracia del camino y de la verdad: en mí toda la esperanza de la vida y la virtud. Venid a mí cuantos me deseáis, saciaos de mis frutos, porque mi espíritu es más suave que la miel y más dulce que el panal es mi herencia. Se hará memoria de mí en la serie de los siglos. Los que de mí comen tienen más hambre todavía, y tienen sed los que de mí beben. El que me escucha nunca será confundido  y los que se guían por mí no pecarán. Los que me esclarecen obtendrán la vida eterna”

Se trata de uno de los himnos más sublimes que han salido de la iluminación profética de Israel sobre el conocimiento. Es la búsqueda de la ciencia, la Sofía, el símbolo de los que buscan a Dios a través del raciocinio, el estudio piadoso y la contemplación, utilizando los dotes más nobles de la naturaleza humana. En Oriente la Theotokos se identificó con esta sed del conocimiento de Dios que nunca se sacia. Su vientre parió al Redentor y es la fuente que alumbra la salvación. La Mujer aplastará la cabeza del dragón. No cabe mensaje más iluminado de profecía. La Virgen es el primer peldaño de la escala del cielo que jalona el comienzo de la vida futura.

Bernardo acuña el estereotipo de la disciplina, la castidad, la abnegación. Se rebela contra la relajación existente en los cuatros mil monasterios benedictinos abiertos por todo el Oeste cristiano desde Polonia a País de Gales y desde Northumbria hasta Silos. Desautoriza a Cluny por su apego a las riquezas, su connivencia con el sistema establecido,  su transigencia con la esclavitud que era permitida en los sagrados recintos monacales. Es un estallido de fervor idealista y de violencia contra los enemigos de la religión. El ambicioso apóstol de Claraval anhelaba el triunfo, no el martirio. Sanciona la guerra santa y dice que es justo matar en nombre de la Trinidad, una idea nueva que no estaba en los textos patrísticos al uso, pero que se explica en el clima de incertidumbre en que se vivió durante muchos siglos. Si los mártires se alzaron contra los dioses falsos de Roma ¿ por qué a los francos no les iba a estar permitido amotinarse contra la tiranía muslímica?

 Los secuaces del Islam llevaban muchos siglos cortando cabezas. Venga, pues, norabuena  la guerra santa. ¡ Guerra. Guerra al Anticristo! Al fin y al cabo los que tanto critican a los cristianos su incongruencia con las prédicas de la paz y el amor,  ahora y siempre se entregan ellos mismos a excesos sanguinarios. Parece ser que la agresividad forma parte inherente la condición humana. Se exige a los yugoslavos, por ejemplo, que pongan su cerviz ante la toza del verdugo inglés o norteamericano, pero, si se defienden, ya son malos, enemigos de la raza humana, fementidos y crueles “chestniks”. El gobierno hebreo de Jerusalén anda metido en otra cruzada para expulsar a los palestinos de Cisjordania y la mayor parte de los judíos del planeta aplauden esta conducta mientras se acuerdan todos de la madre de San Bernardo y los caballeros de la Tabla Redonda, porque en Palestina cometieron algunos excesos. Esto es un acto de hipocresía. Vivimos en un mundo de falacias, silogismos cornutos y entimemas. La ley del embudo, el doble rasero, se imponen o nos la imponen, de grado, o a la fuerza.

Va a ser en España donde los bernardos, propulsores de las Órdenes castrenses de Calatrava, Santiago y Alcántara, van a establecer un glacis defensivo, una especie de cordón sanitario de la cristiandad con el objeto de impedir el paso de las sangrientas hordas árabes en las razias  de primavera desde la cuenca del Duero a la del Tajo.

 El Cister, aunque San Bernardo lo recondujo y lo adaptó a la mentalidad continental, había sido fundado por un inglés, San Roberto de Citaeux, en el valle del Loira el 1098.  Lo insular y el áureo aislamiento  viene a ser una de las prerrogativas de los ingleses, que, en cierto modo, acata el Cister, porque, al fin y al cabo, los británicos siempre han querido ir a su bola y a su aire, haciendo las cosas como les plugo o Dios les da a entender, tanto en política como en religión.  San Bernardo en más de una ocasión se atreve a leer la cartilla al papa. Quiso crear un movimiento de renovación, un primer intento de reforma de las costumbres depravadas de las eminencias directivas por las corruptelas y las intrigas y el clima de encarnizada batalla a causa de las Investiduras.  Responde al carácter británico marcado por una tolerancia en combinación con la solidez de la razón practica.  La sencillez, acrisolada en las buenas maneras del respeto y la etiqueta, se refuerza con el pragmatismo. En las Islas siempre ha quedado un regusto por lo romano, puesto que son aficionados  los ingleses de la arquitectura de Roma, de su pasión por el Derecho. Esta adherencia a las costumbres romanas va a ser el nema del cister. Había aflorado en el valle de Clairvaux, cerca de York,  pero es San Bernardo el que lo impulsa.

 

Tres son las características más señaladas de esta orden activa y contemplativa a la vez en su ascendencia primigenia hasta que fue reformada con la instalación de la Trapa:

1. - Rigor litúrgico. Los monasterios cistercienses se distinguen por tener en sus iglesias  un rosetón a Poniente. Es una piedad circular y heliocéntrica.  Rezan mirando al Sol y componen esas plegarias maravillosas que orquestan la vida cotidiana de un monje que empieza al alba con el canto de “Iam lucis ortus sidere” y termina con el “Te lucis ante terminum”. El marchamo del día se corresponde con el de las horas canónicas. Son reminiscencias del culto de la Redolada céltica. El círculo proyecta sus brazos iluminados sobre el universo dando vida y alma a los mortales. Mueve todo cuanto gira en su órbita, y él queda fijo. Siempre la búsqueda del centro eucarístico en armonía con el girar de las estaciones, las alternancias y evoluciones de la aguja del reloj. El monje cisterciense, desde el supuesto de que clepsidra y observancia son compatibles, se siente locatario de un suelo lleno de miserias, pero está llamado a ser colono del cielo. Ordena su existencia mirando al orto y al ocaso. Ama la redola. Se siente seguro en el círculo de Cristo, recordando un poco a la heliolatría de sus antepasados. Porque el atavismo recuerda la comunión celta con los rayos solares. Aquí no es Apolo el que envía su energía, el Sol es Cristo.

2. - Vida en común las veinticuatros horas del día. Los cistercienses duermen en crujías generales, cada lecho separado con una camarilla encortinada. No tienen nada propio. No valen nada como individuos pero sí como grupo. Renuncian a la libertad y viven en un régimen de severo trabajo y como los benedictinos practican el “ora et labora” y difunden por toda Europa el amor al trabajo. Su especialidad, la agricultura. Se levantan a maitines a las dos de la madrugada y cantan en coro laudes, prima y tercia. Se vuelven a recoger para volver a la Iglesia a las seis de la mañana. A las siete de la mañana, ya estaban en el campo o en el taller. Es un sistema de disciplina más rígido incluso que el de los cartujos, porque habían de pasar en comunidad quienes abrazaban su regla las veinticuatro horas y llevar una existencia bajo la regencia de la campana, conduciéndose como autómatas y a golpe de badajos, con el oído atento al sonido del bronce  que llama y convoca. ¡Y ya son unas pocas veces a lo largo del día en la Trapa! Sobre eso, en un principio, regía el gran silencio. Los monjes no podían quebrantarlo y tenían que comunicarse por señas. Cada cenobio tenía su propio lenguaje mímico para ejecutar las órdenes del superior. La guarda de la lengua era una de las primeras cosas que aprendía el neófito en su proceso de aclimatación al gran silencio. No era lícito hablar de asuntos personales. San Efrén había dicho: “Una palabra es plata. El silencio es oro puro”. Hablar poco - lo imprescindible- parece ser uno de los secretos de la felicidad íntima y de la vida larga. Está demostrado que la charlatanería es uno de los picaportes del mal por los que se cuela el viento del diablo. Pero es duro abrazarse a este sigilo, porque el ser humano es, por naturaleza, comunicativo; esta dureza topó con algunas dificultades y los monjes, al bajar la guardia, se relajaron. Como el espíritu y la letra de las constituciones bernardas no pudo ser guardado a rajatabla, luego se vendría la reforma trapense, ateniéndose a los mandatos de su fundador.

3. - Son austeros y se rebelan contra el boato de los benitos. En los monasterios cistercienses el profeso no goza de tanta libertad y están más amarrado y vigilado. Claraval y el Valle de Citeaux suponen una adaptación de la Regla de Montecasino,  promulgada por San Benito seis siglos antes.

La autoridad recaía totalmente en el abad, nunca dependían del obispo ordinario y muchas veces se observa un talante independiente incluso de Roma. Fue la suya una labor constructiva y civilizadora aunque en muchos casos tuvieran que entrar a saco con un mundo viejo y en decadencia.  En todos los monasterios se observa, como en el de Sacramenia, la existencia de un cordón defensivo, o glacis de bastiones o atalayas sitos en los cerros empinados, para la vigilancia de los valles. El bastión central se encuentra rodeado de un perímetro de cenobios adyacentes, como una “anillo de oro”.

 En estas avanzadillas hacían guardia día y noche frailes entrenados en el empleo de las armas. El de Cardaba llegó a contar con otros cinco establecimientos subsidiarios, el de la Torre de San Gregorio de Fuentesoto, otro cenobio llamado de Santa Cruz camino de la Villa de Fuentidueña, el bastión de San Miguel en el cerro de Sacramenia y otros dos en Cuevas de Provanco y en Valtiendas. Respondiendo al clisé de mitad monjes mitad soldados los bernardos no sólo sabían Teología sino que eran expertos en Poliorcética.

 Cuando llegan los primeros frailes franceses a este valle, la vida poco a poco empezó a cambiar. Se trataba de la  repoblación de una tierra de nadie, que estaba arrasada a causa de muchos siglos de guerra. Claraval manda a su gente a defender la cruz de Cristo en la frontera. Esta es la tierra de Fernán González, los páramos que cruzaba el Cid camino de Valencia. Según referencias locales al Campeador le gustaban los asados y el cordero de Sacramenia, la bien guardada por recios adarves sagrados, como su propio nombre indica, y que desde el año 943 se había adherido al abadengo de San Pedro de Cardeña, donde el buen Cid se lamía las heridas de las ingratitudes y despechos regios, cuando Alfonso VI mandó arrasar su casa, al haber hecho un voto el conde castellano después de una batalla contra los moros, gracias al concurso del Arcángel San Miguel.

Ahí permanecen como testimonio memorial de aquel avatar los lienzos de los muros del primitivo templo al Príncipe de los Escuadrones Angélicos.

Hasta las piedras aquí transpiran un halo mágico y batallador. Es  la huella cisterciense que se alza señera, media legua, vega arriba, en la antigua iglesia de Fuentesoto. La torre y la ojiva del cementerio permanecen intactas. La nave derruida ha sido habilitada para cementerio. Pero el farallón empinado sobre la cárcava parece un centinela encaramado en la loma, de ojos escrutadores mirando desde sus cuencas vacías, que observa la yerma contornada  en el discurrir de los siglos. Un ángel de piedra se sienta en su cátedra como guardando los campos todo lo que abarca el horizonte. Estuvo consagrada a  la advocación de San Gregorio, pero no quedan actas. Puede que fuese una antiguo templo mozárabe puesto que su estructura cuadrada guarda un cierto parangón con San Juan de Lillo, Santa Cristina de Lena o San Julián de los Prados, de Oviedo. Allí no llegaron las lanzas de Almánzor, aquí dejaron las huellas. Pero, en medio de su desolación, estos farallones se tienen todavía erguidos. En la unción del silencio que las circunda, las piedras todavía parecen lanzar un grito de desafío a la historia y lanzan la contraseña de la ordenación de diáconos, al toque de llamada del obispo:

- Adsum. ¡ Presente!  Aquí estamos, para lo que haga falta.

 En uno y otro monumento el detergente del tiempo ha sido incapaz de borrar algunas inscripciones al pastel de color negro o mazarrón estampadas sobre las paredes en letra gótica. En la de san Miguel sólo aparece una cruz griega sobre el montante de la arquivolta. Fuentesoto junto con Pecharromán y Santa Cruz, hoy desaparecido, eran arrabales de Sacramenia. Desde estas atalayas místico estratégicas se otea la descubierta del páramo circundante de arenas coloradas y piedras calizas en un radio que abarca hasta los tesos de Tejares y el sorprendente mamelón que tiene la forma de hocico de jabalí sobre el mogote en que se asienta Torreadrada, la vieja Aderata romana, cabeza de los castros donde posaron las legiones de Augusto.

 Por el sur, la vega, adentrándose de sobre derroteros más suaves, confluye en Peñafiel a través de Aldeasonia, que haciendo  honor a su nombre, tiene algo de oasis en medio de la desolación de rastrojeras y añojales, y es un lugar de ensueño. Más allá del derrotero se alzan  las colaciones de Rábano, Calabazas y El Vivar. El paisaje y la toponimia no pueden ser más cidianos. Estamos en el riñón de las Castillas.

 

El Cister rompe los esquemas de la actitud sumisa hacia el Islam, consuetudinaria entre los griegos y los mozárabes, los cuales aceptaban con facilidad el yugo y hasta besaban el látigo del cadí, acertando a convivir, mal que bien con los invasores, y a cambio de no poca sangre, múltiples profanaciones de aras sagradas, como ocurrió con frecuencia en la Córdoba califal. Presumiblemente el nombre de Cardaba dado a la fundación tenga que ver con el de la capital andaluza, porque se cree que esta zona de la raya del Duero fue refugio de los hispano visigóticos en fuga de la persecución mahometana que arreció de los siglos VIII al X,  como prueba la cantidad de eremitorios y refugios cenobitas existentes en toda la región y la influencia mudéjar, que se observa en la arquitectura y decoración vegetal de los cimacios y capiteles de este arte primitivo en la provincia meridional castellana. Puertas y ventanas capialzadas del románico segoviano, exenta de cualquier insinuación a la iconolatría, que veda el Corán,  evocan la mano del alarife versado en las enseñanzas del Profeta.

 El santo de mi pueblo, Beato Juan de Paniagua, que se santificó ayunando y viviendo apartado en las espeluncas del término que los sotohontaneros llamamos Peña Colgada provenía de Al Andalusí, al igual que San Frutos, Santa Casilda y tantos y tantos otros. Cardaba es, por tanto, un remedo de la  Córdoba de Marcial y remite resonancias al peregrino o al curioso espectador del “cordubensis conventus” de Plinio, que los mozárabes trasladaron al norte, en la denominada zona del “convento asturicense”. Páginas adelante, comprobaremos la estrecha relación que tuvieron en un pasado las sedes episcopales de Córdoba con la de Oviedo; de Toledo, con León; de Ávila con Astorga, focos que fueron del movimiento gnóstico priscilianista.  En el idioma alauita se llama de esa manera: Kar-da-bah, pero no era un topónimo arábigo.

 Allí, en aquella ciudad la más populosa de Occidente que en el siglo IX llegó a tener millón y medio de habitantes, al filo de la espada pereció San Sancho, y fue empalado, tormento indecible, San Isaac, diácono del monasterio de Tabara, del que San Eulogio cuenta que habló en el vientre de la madre, lo que suele ser un síntoma de profecía y descabezados; perecieron descuartizados San Walamboso, San Sabiniano, San Witremundo y San Abencio, todos ellos monjes mozárabes. Al cupo se agregó Santa Columba cuyo cadáver incorrupto, después de haber sido aquella monja del mismo adoratorio violada y despedazada por sus verdugos, apareció a los tres días colocado en una barca que los Ángeles guardaban rumbo a Sevilla.

 Las aguas del Guadalquivir se mancharon con esta sangre o con la ceniza de los cadáveres incinerados y aventados.  El monasterio  Tabense  se hizo famoso por el abundante número de mártires que dio a la Iglesia en aquella aciaga coyuntura. Se guardan actas que recuerdan la fecha del primero de junio de 851 como excepcionalmente trágica.

Igual suerte que sus compañeros dos años más tarde siguió la abadesa de San Salvador de  Peñamelaria -los monasterios mozárabes eran mixtos y admitían en su seno hombres y mujeres casadas- Santa Fandila, que estaba velada con otro monje de aquel lugar, Peña de Miel, por nombre Pedro, y otros cincuenta valientes más que fueron pasados a cuchillos por un eunuco del harén de Abderramán apodado “ Alzaraquí”(el Tuerto).

Esclarecido también con el don del martirio fue el santo niño San Pelayo cuyas reliquias se veneran todavía en la catedral de Oviedo. Su biografía fue historiada por una religiosa del ciclo gaélico, Santa Roswita, que vivió en Whitby en el lejano corazón del Yorhshire británico. Resulta portentoso descubrir cómo cundió la noticia por todo el septentrión cristiano del heroísmo de aquellos hispanos valientes del sur profundo que prefirieron morir antes que trocar la cruz por enseña del falce lunar, renunciando a ser pupilos de Mahoma. Este dato que el monaquismo estaba muy consolidado ya en occidente antes de la llegada de San Benito.

Nació Pelayo o Payo en Tuy donde pontificaba como arzobispo un hermano de su padre por nombre Hermigio. En una incursión sarracena de primavera ambos fueron tomados cautivos y llevados con otros muchos de aquel país a tierra de infieles, después de una batalla que tuvo lugar en Nájera. En el cautiverio cordobés todos los ojos se fijaron en él. El propio Abderramán III quedó prendado de la singular hermosura del rapaz. Los relatores del acta martirial, tanto Roswita como el presbítero Frugel, prefecto del monasterio de Cateclara, quien también escribe su panegírico, son de la persuasión de que Payo o Pelayo fue asesinado por negarse a acceder a los apetitos infames de sus verdugos, que habían quedado defraudados en sus expectativas. La belleza del prisionero había salvado la vida de su tío Hermigio, que pudo regresar a su diócesis dejando a su sobrino en prendas. Parece ser que el obispo no fue tan firme en la fe como su joven paje, y “sobrino”. Sencillamente, claudicó. El sacerdote no dio testimonio. Lo tuvo que dar el monaguillo. Este acto de sustitución nos llevaría a muy densas conclusiones sobre la esencia del cristianismo, que pertenece a los débiles. Cuando los rabadanes abandonan al aprisco, es un zagal el que, mediante el lavacro de purificación del martirio, auténtico bautismo de sangre, rescata a las ovejas de las garras del lobo, no importa la extracción social y hasta la condición sexual, porque bien puede ser que el niño Pelayo fuese un eunuco en la corte prelaticia de Tuy antes de ser llevado como rehén a Córdoba, del que saca la cara por Cristo. La sangre restriega toda mancha de culpa.

Pelayo fue descuartizado un día de junio de 925 por orden del califa, que no era otro que el tan ponderado Abderramán III, hijo de una cristiana, el constructor de la mezquita de Córdoba y que hizo de aquella urbe un emporio de molicie y de lujo. Tenía un palacio con catorce mil esclavos. La sodomía era una de sus debilidades y el amor efébico era corriente en este ambiente de sensualidad. Mahoma no la condena en el Corán y por esto los moros nunca la desdeñan. Este niño galaico tuvo el arrojo de negarse a ser juguete carnal del encumbrado mandamás omeya. Por eso lo mandó descuartizar. Cabe suponer que Pelayo, tras permanecer encerrado varios veces en el serrallo, fuera objeto de repetidas violaciones sodomitas a viva fuerza.

Pero la fiera profesión de castidad de este infante de Tuy va a convertirse en bandera de la Reconquista. Desde entonces el abismo entre moros y cristianos, por mor de la práctica del vicio nefando es un abismo poco menos que insalvable. El peor baldón que puede caer sobre un individuo entre nosotros es el de llamarle maricón. Eso es así. Inamovible, inapelable, y, por lo mismo infumable, por mucha carne en el asador que echen los  charlatanes sobre la tres culturas, la tolerancia del otro, la solidaridad, etc. El Evangelio predica la tolerancia y el perdón del pecador pero condena su pecado. Es bueno estar todos juntos pero no revueltos como propugnan los abanderados del Nuevo Orden. Que sigan las insulsas maripavas alcahuetas del fornicio con sus cantilenas y monsergas fláccidas, empecatados en la exhortación al escándalo, haciendo el caldo gordo a mentes farisaicas y estrechas, cargando el éter de chocarrerías sin médula ni substancia, desviándose de todo aquello que de verdad importa, y cargando la maquina sobre las chorradas. Son de esa manera, porque son la voz de su amo, y así honran el contrato del Gran Cofrade que les paga. A mí eso de la ley de Mahoma que dice que donde las dan las toman no me peta. La inversión de la naturaleza no puede entrar en el capítulo de “mis” derechos humanos. No puedo cohonestar ni transigir con la abominación.

Los restos del santo niño mártir fueron llevados por Ordoño “El Craso” de León, tristemente famosos en los anales por haber sido el responsable del tributo de las Cien Doncellas - los asturleoneses, feudatarios del moro, habían de pagar a éste diezmos y primicias; tenían que ofrecer todos los años a los musulmanes una ofrenda de cien muchachas casaderas - y que acudía a Córdoba todos los años para su visita liminar, y de paso, ir a los médicos que trataban su gordura. Allí se lo pidió a Abderramán. El monarca abasí transigió. Fueron trasladados con gran solemnidad a la capital del reino del norte.

 Con motivo de la caída de León arrasada por Almánzor el año 1000 las reliquias del mártir se vieron otra vez en danza, y, sacadas a toda prisa de la cripta isidoriana por manos fieles, cruzando Pajares - un hueso quedó en Arbás del Puerto- se hizo depósito de ellas en la Cámara Santa. Durante muchos siglos la misa de San Pelayo en rito mozárabe tuvo motu propio, con la particularidad  de que en el canon se pronunciaban plegarias en lengua arábiga, rogando por la conversión y el perdón de aquellos que ocasionaron el suplicio del santo. Entonces cada diócesis, por facultad de su obispo, tenía capacidad para organizar su propio culto y llevar un registro de sus mártires y de sus santos, y mantenían una independencia y autonomía con respecto al Vaticano que hizo posible que la luminaria de la fe no fuera apagada en medio de los grandes vendavales y que hoy se echa mucho de menos en estos días que corren cuando tanto se habla de democracia, y la autocracia y el despotismo cunden en todos los planos, tanto el político, el social, o el religioso.

 Roma se ha hecho más piramidal y monolítica que nunca.

Digresiones a un lado, ello fue que los cordobeses celebran su tránsito el 21 de junio y los asturianos cinco días más tarde. Es un misterio este baile de fechas, pero demuestra que la conmemoración del tránsito glorioso estuvo muy extendida por toda España.

En recapitulación de lo dicho cabe temer - la historia habla como un libro abierto- que el Islam no es una religión tolerante, ni tampoco lo es el Judaísmo en su afán de desquite. Alá y Iahvé dos deidades vindicativas y sanguinarias poco se acercan al rostro amable y manso de Nuestro Señor Jesucristo. El uno porque es responsable de casi todas las guerras que ha habido en suelo español y el otro por haber sido el dueño de los cuartos con que las guerras se llevan a efecto. En una mano, la cimitarra, y, en otra, la bolsa. A moros y a judíos siempre les encantó hacer la guerra. El uno, como jarca y el otro, como asentista o proveedor de las mesnadas. Unos pusieron la espada y otros el cofre. Asimismo, como azuzadores de las rehalas satánicas no hay quien ponga a los israelitas un pie delante. Son el pueblo que ama la sangre. Su oficio en la historia parece ser el de caminar errantes sembrando allá por donde la semilla del rencor y la cizaña.

 Y he aquí que de nuevo el odio nos envuelve. Es un odio demoníaco que escupe sobre la cruz. Pero la Media Luna ni el Menorah se distinguen precisamente por su condescendencia ni con su escrupulosa guarda de las nuevas tablas sinaíticas que han bajado del monte los norteamericanos. Clinton es judío. También lo es Magdalena Albright y el general Clark, y el propio Javier Solana, que si no es judío practicante, se ha mostrado siempre como un trilateral redomado.

El gobierno mundial abomina de las enseñanzas de Cristo y se está entendiendo con los islamitas para proceder a un segundo arrasamiento de Europa. Sobre Pristina, la Pristina de los latinos, en cuya lengua quería decir la Primera, y la antigua residencia de los zares serbios,  se abate un bosque de cimitarras amenazantes. Brillan los alfanjes y se escuchan las ráfagas de los Kalashnikovs. La historia del santo niño astur galaico se repite en la persona de Milsosevic acusado de criminal de guerra por no haber querido ceder al Turco la sagrada tierra de Kosovo y Metopia. La supositicia de los verdugos británicos imperialistas, siempre jugando al tresillo de sus intereses desempeña  una importante baza en todo este negocio. Es para echarse a temblar que un país que se dice cristiano, pero donde mandan los judíos desde Disraeli y Lord Templewood, se ensañe contra los serbios. Tenemos a la vista una verdadera guerra de religión, mientras el papa polaco ha enmudecido extrañamente ante los atropellos aliados. Quizá es porque no tiene la conciencia tranquila. A este calamitoso estado de cosas ha desembocado la manida Teología del Holocausto. Holocausto, desde luego. Pero ¿ a cuál de ellos se refiere Su Santidad?

Vemos el mismo latrocinio, la cara de odio. Los morancos vuelven a hacer de las suyas. De nuevo está a las puertas de Viena, de cuya llave son dueños los súbditos de Su Majestad Graciosa, mientras los alemanes tragan, la horda tártara, se ven por las pantallas a todas horas- debe de ser una consigna del Gran cofrade - las agujas de los minaretes sarracenos taladrando el cielo con su dardo amenazante.  Esto tiene todos los visos de cruzada al revés. Clinton, con sus pretorianos al lado, es el que lanza el grito de “Alá es el mayor. No hay otro dios que Alá”, y envía sus escuadras de portaviones contra un país diminuto pero lleno de dignidad como es Yugoslavia. Ochenta colosos formidables contra uno. Ya podrán. La pasada conflagración contra los serbios, tan sórdidamente comenzada y tan extrañamente concluida, puede que sea el principio del fin. El enemigo del género humano no ha cambiado de táctica. Se hace pasar por santo y, a veces por papa, al que todo el mundo está en la obligación de rendirse a sus plantas. Es un villano y un matasiete. Lo llaman el cálido, el piloso, el homicida; y, no en vano, a lo que se ve. Por algo será.

Un  furor antiguo pega aldabonazos. Aquellos que les quede un poco de dignidad y de decoro y cierto sentido de dignidad  no tendrán otro remedio que menear la cabeza con tristeza. De nuevo los Opas y Ulfilas de  turno están abriendo los postigos del recinto a los piratas berberiscos, echan abajo los quiciales para que entre toda esa algazara. Son puestas en juego las muletillas de antaño y se escuchan todos los tópicos y las tonterías que se dicen durante la chicad. No es lícito enrolarse en la cruzada.  Pero los amos del mundo han dado el visto bueno, conculcando el derecho de gentes, a la chicad contra Yugoslavia. El ambiente está muy cancerado y la herida del mundo, por causa de la gangrena que lleva en el alma el pueblo que mandó crucificar a Cristo, emana un tufo inaguantable.

 Hablan de limpieza étnica, como si los árabes no la hubieran practicado en Europa, a conciencia y sin contemplaciones durante muchos siglos, como prueban los ejemplos de los mártires de Córdoba arriba señalados.

El oriente cristiano está acostumbrado a hundir la cabeza bajo el ala y volver la otra mejilla cuando viene  el turco. San Isidoro exhorta a la mansedumbre y a la aceptación del otro. Tenía más razón que lo que era: un santo. Pero esa visión utópica de las cosas de tierra poniendolas en la misma ringlera que las celestiales no es una razón practica. San Agustín, que sabía más que Cardona, también es un abanderado de la tolerancia étnica y la libertad religiosa, pero al propio tiempo pregonaba la conquista de la utopía, un poder mundial o ciudad divina que sancionase la convivencia entre los humanos a partir de la doctrina del NT  Con lo que su influjo en la mentalidad medieval y en la forja del papado jerárquico fue enorme. La consecución de la utopía abarcaría a los hombres de todas las razas, latitudes, y épocas. Pero esta tolerancia, anexa al cristianismo interior, basado en   el Amor Divino no llegaría nunca a ser puesta en práctica por el cristianismo exterior, la burocracia, el papeleo inherente a toda estructura social. La casuística y la estadística vencen casi siempre por abrumadora mayoría. La maldad y el pecado ganan siempre varias cabezas de ventaja. Por otro lado, las otras dos grandes religiones monoteístas, no ya tan sólo se mofaron de la credulidad que presupone que el ser humano vive en un estado de inocencia, sino que combatieron al Amor y le hicieron la guerra. No puede decirse que moros y judíos hayan sido precisamente tolerantes con la religión verdadera, aunque apeen su argumentación sobre los supuestos excesos cometidos por uno cuantos cruzados o la avilantez de ciertos personajes que han subido las gradas del altar de San Pedro. La acción del Islam supuso la aniquilación y el exterminio de las florecientes comunidades cristianas del Norte de África y del sur de España. Caería  la cultura visigótica. Los supervivientes de aquel holocausto tuvieron que ir a buscar refugio a las fragosas sierras cántabras.

 

En 1099 Raimundo de Peñafort funda las Hermanos Hospitalarios de San Juan de Jerusalén para socorrer a los cristianos de la primera cruzada, víctimas de la degollina o de la desbandada. Se comprobó que para llevar a cabo su labor humanitaria se necesitaba no sólo la fe sino el poder de la espada. Este primer núcleo de hospitalarios es el germen de las Ordenes Militarizadas. La actitud sumisa de los católicos ante la avalancha árabe que había llegado más allá del Loira (incluso entraron en Roma), haciendo del romano pontífice pechero del sultán es a partir del siglo XII que cambia. Se trata de una mecanismo defensa con cifra de agresividad moderada.

Los historiadores al uso -un espíritu que nació a humos de la Revolución Francesa- en su ceguedad volteriana se ensañan contra la Iglesia y fundan su argumentación anticatólica en las tropelías y excesos cometidos por las turbas de descamisados que aparecen  tras las predicaciones de aquel Pierre L`Eremite, aquel santón francés con trazas de iluminado,  que, estando un día en oración ante la tumba de San Pedro, escucha una voz extraña que le habla de la necesidad de rescatar los Santos Lugares. Una autosugestión personal la convierte en oráculo.  Se entrevista con el papa Urbano II, quien le delega para que vaya por los caminos del mundo anunciando el contenido de su revelación a las pobres gentes poco duchas en Teología. La revelación era una rebelión en toda la regla, con que la Iglesia se disponía a salir del marasmo causado por las disensiones entre el papado y el imperio germánico. Esta vez la divinidad se sirvió de un loco para encarrilar los proyectos de salvación transformadora. Ocurre con harta frecuencia.

Cesar Cantú afirma que fue el movimiento más importante desde la natividad de Jesús, que cala a todas las capas sociales, pero esta opinión del historiador italiano no la comparte la mayor parte de los que escriben iluminados por el candil de la Ilustración. Su obcecación les torna miopes y parciales. Aplican el rasero crítico de los tiempos modernos al Medievo. Ahí subyace una petición de principio, porque no se puede utilizar términos unicolores. Las palabras evolucionan y cambian de sitio. El cristianismo no es el resultado de una teoría estanca sino que se mueve al compás del avance de la misma vida. Tampoco se puede decir que es una institución judaica. Nacida del AT incorpora, sin embargo, creencias ancestrales de los mitos paganos. Entre los visigodos esta presencia romana es ineludible. El Cister se propone resucitar esas vivencias del mundo romano en abierta confrontación con los Hijos de Sem y de Jafet, que subyugaron al cristianismo. Anteriormente, los mozárabes tratan de adaptarse a los dominadores islámicos. Por desgracia, esta conato de adaptación no daría fruto  y, en definitiva, aquellos que eran perseguido en Córdoba o en Toledo se refugian   en las montañas, buscando la custodia de los primeros condes castellanos y de los reyes astures.

Ello  fue que por estos pagos del desierto de la Pedriza desde la marca de Sepúlveda, la septem publica, porque tenía siete puertas en tiempo de los vacceos y los romanos, según rezan alguno textos del   nuncupativo fundacional, siguiendo las hoces del Duratón hasta Fuentidueña y más allá, se organiza la primera gran Tebaida española. Otro lugar sería el Valle del Silencio en el Bierzo.  Guardando la normativa  tradicional  cenobítica relacionada con el yermo del Nilo hombres y mujeres se visten de marlota, a imitación de Juan el Bautista, se  alimentan de hierbas y de cardos y organizan su vida conforme a los estrictos cánones de renuncia evangélica, rezan por el mundo, incluso por sus perseguidores y viven en comunión con la naturaleza, y además, luengos años. Porque como anunció Jesús, “ el que busca su vida la perderá y el que la pierde la ganará”. El primer monaquismo encuentra ascendencia en los patriarcas bíblicos. Es un deseo de abstraerse para conocer la voluntad de Dios a cada instante.

 Los patriarcas del AT gozaron de días dilatados. Adán se quedó a las puertas de ser milenario. Por unos meses no llegó a cumplir el milenio y Noé, el patriarca Abrahán y Noé alcanzaron los seiscientos años de vida. San Antonio Abad rindió su espíritu a los 120 y así otros muchos, porque los cartujos ninguno suele bajar de los 80. ¿ Cuál es el secreto de que estos preclaros hombres y mujeres de la austeridad, la simplicidad y la inocencia gocen del don más precioso y solicitado del ser humano en los albores del 2000? Todos hacían poco ejercicio, ayunaban harto y se cuidaban poco de sí mismos, a redropelo de lo que se estila hoy. Quién busca su vida la perderá... ¡Lo llevamos claro!

Las espeluncas monacales de este apartado sector de la provincia segoviana y las Médulas, esos mojones de sangre roja, en el corazón del Bierzo, que tantas similitudes guardan por su orografía escabrosa y apartada, serán andando el tiempo dos bastiones templarios.

Ninguna otra región española va a contar con un número tan vasto de iglesias y monasterios como estas dos parameras. Sin embargo, la segoviana se distinguirá y aventajará a todas por la gran cantidad, si no la calidad de monumentos románicos que aquí se edifican aprovechando aras celtas o romanas. Prácticamente, un monasterio en cada valle, y una iglesia o un propileo en cada alcor. A una sociedad declinante corresponde una religión montante, pero la religión que surge no era del todo nueva. Se ha decantado y acrisolado, pero los ritos son los mismos.  Los dioses paganos, bautizados por el tesón de aquella fe vieja y ancestral, se quedan en sus puestos aunque con otro nombre. Se aprovecharon las piedras y los mojones. Sólo cambiaron de apellido las deidades. Una religión que nació del judaísmo y del apóstoles en parte tiene poco  que ver con sus orígenes. Pero tampoco conviene ser puristas ni alarmarse. Cristo, el alfa omega, medida de todas las cosas, así cambia el mundo.

Esta es la zona elegida por los cistercienses llegados de Francia como base de operaciones en su afán de difundir el culto mariano, roturar campos, plantar viñas (gran parte de los majuelos que se desceparon en Fuentidueña cuando se implantaron las cooperativas y España empezó a beber whisky y cerveza a todo trapo, habían sido colocados en las laderas, al abrigo de los cierzos por una mano firme y sarmentosa de viejo monje templario que creía en las propiedades eucarísticas del vino) invocar a la Trinidad durante siete veces en el transcurso del día y velar por la seguridad de la población bastante nutrida y numerosa e integrada por individuos procedentes de todas las etnias, hispano visigóticos, los antiguos celtas, judíos y  musulmanes.

La orden cisterciense, que es la primera de la Iglesia en abolir la esclavitud, va a ser una especie de crisol de culturas.

Como es fácil de comprobar en la iconografía del humilde románico rural de esta comarca, los alarifes árabes dejan estampar su influencia en los tímpanos solemnes y en las ventanas abocinadas o geminadas de los ábsides de tambor, donde la decoración de los capiteles prefiere la decoración vegetal al rostro humano. Dijo Papini: Cada capitel románico aboceta un ideograma del Apocalipsis. El Fuero de Sepúlveda y las cartas pueblas de Alfonso VII el Emperador - se coronó en León en 1135 - demuestran este afán integrador de todos sus vasallos, judíos, moros y cristianos, en la religión verdadera.

Cierto que se combatía al moro, pero, una vez ganado, se le dejaba vivir en paz, sin  hostigamiento permanente. Iscar, Cuéllar, Peñafiel, Fuentidueña. Coca, Ayllón, Aguilafuente eran villas donde el impulso cisterciense se deja percibir y albergaron dentro del encintado amurallado, o en el alfoz, un gran componente étnico. En las villas castellanas más importantes había siempre una judería, una alhama o “rabad”, de la que parece proceder arrabal que era el sitio destinado a la población muslímica en una especie de casa fuerte a las afueras.. O un “call” en Cataluña. El reinado de este monarca castellano que había heredado de su tío Alfonso VI la tolerancia para con las otras tres religiones y de su padre, Raimundo de Borgoña, los aires europeos y de reforma religiosa, va a resultar un equilibrio de fuerzas y el equilibrio hubiera resultado hacedero, de no haber mediado la intolerancia y la crueldad de los almohades. Pero no nos engañemos; las tres religiones se soportaban, pero en realidad de verdad, el clima de recelo y de sospecha no llegó nunca a alcanzarse.

El halo aguerrido cisterciense, según la vehemencia y apasionamiento de su fundador, no era un argumento ad hóminem. Por desgracia este sello no fue respetado siempre. Hubo lamentables excepciones como en la cruzada de los albigenses, confiada por Inocencio III a los cistercienses de Osma. Santo Domingo de Guzmán era canónigo cisterciense en Osma antes de fundar su propia orden de los dominicos. En esta campañas que contó con los excesos y tropelías de simón de Montfort, cuando se crea la Inquisición, que, contra lo que algunos sostienen no es una institución española, sino francesa, se advierte que el hombre con harta frecuencia tuerce los senderos del Señor. Pero ahí intervienen factores exógenos y hasta patológicos, como la lucha política, la codicia y otras miserias humanas.

Hay un románico de sillares y otro mudéjar que se extiende desde Cuéllar, la antigua Collenda romana, hasta la capital vaccea y una de las más ricas por lo que guarda de síntesis de España que es Arévalo. En todo este radio de acción vemos la influencia templaria y la de los monjes bernardos o bernardos.

Cabe pues hablar de un verdadero anillo de oro integrado por este grupo de monasterios segovianos. Un segundo aro de defensa de la cruz frente a la media luna sería erigida entre León y Pontevedra. El Cister se convierte, pues, en matriz del Temple, pero esta nueva visión no nace por osmosis ni por generación espontánea. Hemos visto a San Frutos y a sus hermanos rehabilitar las antiguas tebaidas. Caminando por la cuenca del Duratón encontramos las famosas grutas de los siete altares, una serie de aras empotradas en la roca viva con un arco de herradura y decoración jeroglífica. En estas catacumbas ancestrales se comulga con el espíritu de Cristo, asimilada a la cultura de otras deidades sincretistas. Hay necrópolis visigóticas en Sebulcro, La Molinilla, el Monte de la Hoz. Es un paisaje cósmico, como lunar, más cerca del cielo que de la tierra. Se alzan las rasas sobre los tajamares, espolones y peñascos acuchillados o piedras grajeras en los que hacen nido ahora el buitre y las águilas de Burgomillodo. Los ergastularios  divinos, ávidos de un género de vida semi salvaje y penitente, se escondían aprovechando los clavijeros o cavidades de roca de lo que en otros periodos geológicos fue ribera del ancho mar. Recientes  hallazgos osteológicos de fósiles, de animales marinos muy abundantes en la región, así lo corroboran.

Al monasterio benito de San Frutos se llega desde Villaseca. Está emplazado sobre un península y los muros del antiguo recinto se miran en el espejo glauco y sombrío del Duratón empinándose sobre el abismo mismo. Dicen y con  razón que el que, por promesa se atreve a circunvalar de rodillas la ermita del santo, como se hacía antaño y parece que algunos audaces lo consiguieron, no le volverían a doler las muelas. Un paso en falso y te despeñas. La religión hostigada y perseguida vino a acogerse a estos ríspidos e inaccesibles breñares. Allí no podían llegar los moros porque se alzaba contra sus aljubas desde los cuchillares de la altura el cayado fantasmal de San Frutos. Y, santo y todo, era al parecer un hombre con toda la barba, aunque prefiriera utilizar un procedimiento que entre los celtíberos viene a dar resultados, porque aquí no hay una estirpe propiamente dicha, cada uno es hijo de su padre y de su madre, y andan los tiempos muy revueltos y el personal muy mezclado y entrometido el uno con el otro: la fuga penitenciada. Hubiera podido sentar la mano contra el infiel, pero Dios permitió que al golpear la tierra con su garrote se abriese una zanja entre el santo y sus  perseguidores. San Frutos es como un nuevo Moisés segoviano. Esta tierra recia, algo resquebrajada y dolorida, muestra desde muy antiguo una fuerte prosapia contemplativa. A romper con todo, callar, largarse al desierto. Somos demasiado roqueños para estar juntos. En soledad, nos volvemos tiernos y, si trasplantados, somos cosecha del ciento por uno. Quizás para nosotros el misticismo haya sido lo más fácil. De los hombres fiamos poco y a Dios se lo damos todo, pero ¿no será ese Dios un apéndice del yo que nos martiriza, una excrecencia fantasmagórica  de nuestro propio egoísmo?

 

Es el eremitorio lo que se dice un verdadero nido de águila. El priorato, según su acta fundacional, fue levantado, años adelante por una donación efectuada por Alfonso VI, como dependiente o anejo  del Monasterio Silense  el 1073. Pero, como digo se asienta sobre otro mucho más antiguo en el que habitó san Frutos(642-715) que vivió en esta soledad entregado a la oración y a la penitencia, con una manojo escogido de discípulos, después de haber ocupado la silla episcopal de Segovia. Todavía entre las ruinas campea el blasón señorial de Silos (una espada inversa tronzada en báculo, con los gavilanes en forma de alguaza con una corona en el vértice y otra por cada cuartel con borde de enarma o empuñadora del broquel, pero también pueden ser sendas aldabas) sobre el dintel. Son las ruinas de una montaña sagrada. Con esa tendencia a esquematizar y a comprimir se cometen atentados a la verdad, pues parece ser que la interacción entre los benedictinos y los cistercienses es más fuerte de lo que se supone.  Los monjes blancos que no son más que el envés de la moneda mejoran y reforman la Regla de San Benito; y tanto  es así que sin ningún problema se permitió el asentamiento de los cistercienses sobre lo que era fundo de los benitos.

El conde Fernán González había otorgado al abad de Cardeña en 932 una “monasterio en santa María de Cardaba pro pastura, allí donde se había aparecido la Virgen al Beato Juan de Paniagua”. Doce años más tarde, se donó a su vez por el conde Ánsares y su mujer, doña Gontroda, estos armentos, y en la escritura se habla de la tierra de Montelium (Mondejo) y de Aderata (Torre Adrada), así como Sannoval(Sandoval).

En los “Anales del Cister” el P. Manrique certifica que en las Cuevas de Peña Colgada habitaron siempre ermitaños y que en una de ellas vivía un anciano anacoreta llamado Juan de Paniagua. Su sepultura, objeto de devoción en los sexmos de aquella redolada, hizo muchos milagros. El primer convento cisterciense de Castilla se coloca bajo la protección de Santa María y de Juan, esclarecido no sólo con el don de milagros sino con el de fervor de la Virgen Bendita, que solamente en esta provincia del riñón de las Españas recibe hasta casi cuatrocientas advocaciones, correspondientes hasta otros tantos humilladeros, ermitas y santuarios de mayor o menor rango. Hornuez, el Henar, la Soterraña, El Rehoyo de Membibre, que tanto veneraba mi padre, y la Fuencisla, se llevan el lauro, pero hay muchas más casi tan desconocidas como sorprendentes, porque la devoción romana al culto de fecundidad, Cibeles para unos y para otros Afrodita, debió de arraigar de firme entre los vacceos.

El cristianismo no hizo más que, amen de dulcificar las costumbres aguerridas de aquellos bárbaros,  proyectar esta veneración filial por la madre tierra, que aparece en su carro tirado por dos leones rendidos, empuñando un cetro y una corona, símbolo de soberanía y de reposición, cambio, en el ir y venir de las estaciones y de los ciclos, que velaba por  las cosechas y por  los hombres, hacia la Madre de Cristo, que ya aparece radiante en la vulva mística de los impresionantes frescos de Maderuelo.

En Fuentesoto hay una fuente que llamamos la “Fuentona” con forma de vagina. De niño me pasaba horas extasiado cara al raudal estallante.  El agua parecía igual, pero nunca era lo mismo. Líquenes verdes y  guijarros de varios colores tamizaban el fondo cristalino. La tierra rompía aguas. Los arabescos de la reflexión de la luz del sol contra la concavidad del peñasco juguetones hacían cabriolas y a mi me parecían ángeles cantando a la parida, mientras llenaba el botijo. ¡Salve,  linfa que manas este casto regocijo!

Sobre ellos se comprime esa impronta que es a la vez tierna y tosca, reflejo de esa pureza campesina. Arte primario y agricultor, pero un fervor rudimentario accionado por la chispa de una inspiración sublime. El castellano se hace albacea de ese sentido místico religioso hacia la tierra y hacia la diosa que depara las cosechas de los latinos. Olvidando sus verracos celtas que todavía siguen mugiendo desde sus casi soeces formas de Guisando y sus símbolos concupiscentes de la coyunda que no cesa, empezó a amar a la Diosa con todas sus fuerzas. Estábamos como cansados del mundo y avergonzados de nosotros mismos. Había que huir, marcharse a otra parte, hacer las Américas. La tierra era dura e ingrata. Luego, la gente no se llevaba bien. Había envidias, peleas, enfrentamientos por la herencia. No hay nada que hacer para los segundones. Me marcho a Alemania, madre. Hijo, no cojas frío. Aquí va este escapulario de Nuestra Señora que te sirva. Y la efigie querida de la Madre Hermosa despedía como un calor en nuestro pecho que contrahacía toda la falta de ternura y el cariño que no nos supieron dar las madres terrenales. Aquella imagen era un rostro dulce para lidiar  en tiempos muy duros. Fue nuestro gran amor, el único que conocimos. El que no falla. Creemos en ella porque estamos seguro de que la rueda de la vida no se detendrá cuando nosotros faltemos.

Resulta  un sinsentido de la naturaleza que un pueblo tan austero en expresiones  hacia fuera, y tan parco en palabras, reserve lo mejor de sí para Nuestra Señora. Aparece esa constante en Berceo y en las Cantigas. Castilla empezó a hacerse cristiana a través de la Madre del Verbo. Lo lleva en la masa de la sangre y  le entra por los ojos. Era algo que ya tenía de antemano. Desde este presupuesto iniciático podemos meternos en el dédalo románico. Dejemos una cuerda atada a la manija de la aldaba, como  Anteo, quien se fiaba poco de su torpeza, a la entrada del Laberinto. Creta no sólo instituyó el culto al Minotauro sino que fue donde estaba el hilo de Ariadna, el principio de la Gnosis que tuvo rostro de mujer: Mitra, Afrodita, Venus y otras alusiones a la fecundidad y al triunfo de la vida sobre Tanatos. Está pegando a Efeso donde se cantó por primera vez el “Agatonik”(Alegráte, Madre de Dios) o el Akathistos que los cristianos orientales cantan de pie recitando las 24 estrofas de este hermoso ditirambo mariano, y así se viene cantando desde el año 626 en que fue compuesto para conmemorar la victoria del emperador Honorio sobre los escitas gracias a la intercesión de la Virgen María. Pero no nos vayamos por la tangente. No queremos perdernos y divagar: para entender el significado del Cister hay que tener delante todos estos contextos de Deípara, Deigenitrix, Potens, Fidelis, Sedes Sapiaentiae, etc.

La historia, al contrario de lo que quieren algunos alacranes (¡ pica tanto y escuece y con frecuencia es mortal su aguijonazo ¡), partidarios del raspado de memoria y de los lavados de cerebro, no es una raya continua. Sigue las evoluciones alifares. Es en conjunto un arabesco con rectificaciones de línea, tachaduras, cambios. La trayectoria no se pierde ni claudica porque el maestro que diseña los alboaires de la bóveda de cañón tenga un mal día, se le hayan cruzado los cables o lo haya echado a rodar, dándose al vino de la ira, la guerra, o la venusta molicie.

Un buen día despierta el alfarero de su borrachera y se pone manos a la obra tirando por otro camino. No se pueden aplicar baremos sólidos a las cosas, porque la vida es solo consecuente consigo misma: su variedad y mudanza pavorosa.

Mas, por lo que se ve, hay algunos audaces a los que gusta conducir temerariamente por las autopistas de la sinrazón. Invaden el carril contrario y pisan la raya amarilla. Son los nuevos kamikazes del arcén. Así luego aparecen tantos cadáveres de muerto en carretera fin de semana. Los muertos hablan,  ríen, se tiran pedos y sueltan coces últimamente, o se las dan de novelistas. Los hijos de Julián Marías preponderan en esta charca de ranas en que se ha convertido la cultura de últimas. Uno de esos batracios vino a croar hace poco  lo siguiente:

- San Bernardo era un fascista.

- Hombre, Don Álvaro, ¿cómo me salta con ésas? Yo le diría, fíjate, que más bien no, y según y como. Y al revés se lo digo para que la vista del ciego se aclare y los oídos del necio se hagan con entendederas.

- Pues le digo yo a usted que era la violencia personificada.

- Caramba, mister  Pombo  cómo la lleva hoy vuesa merced. No sabe porque no lo ha leído o lo ha leído mal seguramente que el padre de los monjes blancos fue el primer defensor de los judíos que nació en la Galia? Si es un fascista el que defiende a los judíos desde el púlpito, la cátedra y el libro, pase el adjetivo calificativo, que hoy se ha convertido en un terrible anatema. Pero, si no, me parece que con su libro donde ensarta una serie de venablos jupiterinos contra la institución del monacato, ha metido el cuezo hasta el corvejón. Y ahora así se lo pagáis. No tenéis perdón de Dios porque desconocéis lo que significa la gratitud. Está visto que con los de esa especie, que es la de quien me habla, por su mala índole y por su protervia, hay que utilizar la tranca, pues tanto les va la marcha.

- Un fascista a secas. No hay más que hablar.

Y el escritor en ciernes, de ojos gatunos, se mesó la media barba y giró sobre sus talones con gesto imperativo. Y yo no fui capaz de contenerme. Había que decirle a semejante plumífero algunas cosas bien dichas. Porque al Cid nadie le mesa la barba y un judío que se la mesó a Cristo, de puro miedo, se convirtió.

- Menos mal que no le ha llamado lo que es usted. Por lo menos, no se dedicaba a rondar efebos por el Parque del Oeste, como hace Su Reverencia alguna veces. Es un axioma indeclinable en estos tiempos que vivimos. Si no eres marica, lesbiana revanchista, o de la cuerda del Ansón o de Polanco, olvídate de publicar. Si aparte de invertido, defiendes la aljamía, como le pasa a “la” Gala, eso sube la nota. Si, a falta de pluma, te regaló Naturaleza una nuez de Adán que sube y baja como el azud de una noria, y te parece algo a D´Artagnan, tus libros figurarán en la lista de super ventas.  

Así está el panorama. Los cristianos se hacen moros, los cisnes se convierten en gorriones. Y Dios te coja confesado si no judaizas o apostatas en esta corte que no es la del cuarto de los Felipes sino la del primero de los Borbones Rehabilitados que reina a la sombra de la herencia del dictador. El Cister es una de las pocas cosas dignas que nos quedan. Hay quien la emprende a golpes contra sus ruinas, y es que debe de ser porque sigue  pegando fuerte a juzgar por los contumeliosos ataques de los que es objeto. La horda sectaria siguen zurrándole la badana a los monjes blancos. Ha sonado la hora ciega de las tinieblas y de la perfidia. Quieren tronzar el árbol de la cruz. Se ven impotentes. De ahí su rabia. Pero tampoco habrá que tomárselo a pecho. Ya caerán.

Quizás esta orden,  coetánea del Cid, esté ganando batallas después de su muerte, tal cual. Allí donde aparecen estos hijos de San Bernardo no se aproxima el Infiel ni se entregan los reyes de taifa con la alacridad acostumbrada a sus expolios estacionales. Eran buenos agricultores, mas no por eso, se llaman a parte cuando se sienten conminados por algún intruso. Allá cruces se convierten en lanzas. Gente prevenida en frontera, el fundador de Claraval les quería unidos y recios. Eran especialistas en el cuerpo a cuerpo con los árabes. Las rutas de acceso con el Paular por Navafría eran guardadas por ballesteros de la comunidad del monasterio de Santa María de la Sierra. Al estudiar este anillo de oro o cíngulo estratégico, especie de avanzadilla de  Castilla en impulso hacia Toledo, el ojo se detiene ante los gruesos muros y profundas arpilleras de estas moles castrenses de las fortificaciones que se desamarraran por la cornisa nororiental segoviana.

 La arandela cenobítica sujeta los arribes del Duero poniendo contrafuertes de defensa a lo largo del Duratón y del Cega, se expande hasta las vegas de Peñafiel desde la roca tajada de San Frutos. Así llamada para conmemorar un milagro que hizo Dios.  Todavía se ofrece a la vista del que quiera ver la famosa cuchillada por donde se despeñaron las tropas del califa.  El siervo de Dios, cuando una jarca de bandidos iba pisándole los talones, se encomendó a la Virgen. Al punto, debajo de su cachava, nota cómo el suelo cede y se abre una enorme sima donde sucumbieron los que iban tras él. Sin embargo, tanto él como sus “hermanos”, Valentín y Engracia (aun está por evaluar el parentesco, puesto que un estudio de las costumbres eclesiásticas desde el punto de vista del celibato, tasado y recomendado por el concilio de Elvira, pero que no adoptaría como norma hasta Gregorio VII en el siglo XI, nos alerta como hacedero el que ambos discípulos no fuesen sino la mujer y el hijo del santo obispo) salieron ilesos. San Frutos pudo alcanzar aquel paraje sublime, lugar de contemplación.

Los primitivos monjes del denominado Priorato de San Frutos estaban en estrecha relación con los de Santa María de la Sierra y los de Sotos Salvos, aunque unos dependían del abad de Silos y otros del de Cardeña. Bernardos y benedictinos, en un principio, colaboran, no se hostigan, a lo que se ve en esta empresa de armas tomar. Por desgracia, los condes de Castilla, siempre a la greña con el reino de Navarra, Aragón y León, no imitaron esta conducta de fraternidad de los frailes, los cuales no se entrometen ni se llevan a matar, como con harta frecuencia suele suceder en una pueblo tan individualista y suspicaz como es el castellano, dejando que el espíritu de cada Orden cuaje, sin interferencias ningunas.

Años adelante habría- como no - cisiones, fricciones y roces, hasta el punto de que con la muerte de Benedicto a finales del siglo XIII la relajación fue pavorosa y Martín de Vargas tendría que reconstruir la institución de arriba abajo porque se había traicionado al espíritu y la letra de su fundador. No hay que dejar de reconocer que el horario de los bernardos no dejaba hueco alguno para la intimidad.  Regimentaban a toque de campana sus actividades. Trabajaban, rezaban y comían juntos. Sus horas de sueño transcurrían en dormitorios corridos y, por otra parte, la norma de silencio no era tan estricta, como al principio, por lo que postulantes y profesos se entregaban con frecuencia a conversaciones excusadas, surgían rencillas y desavenencias, como en cualquier grupo humano. Terrible cosa es en los conventos la murmuración.

 

San Bruno tuvo la caución previsora, para evitarse líos, imponer en sus casas el  gran silencio a rajatabla. Un hechos vale  por mil palabras y el silencio es oro. Era un gran psicólogo, conocedor de las flaquezas de la raza humana. Sin embargo, cartujos y cistercienses empiezan a rodar su andadura monástica guiados por un mismo espíritu de búsqueda de la excelencia en las cosas del alma. No embargante esta altura de miras, a veces resulta penoso acercarse a la consumación de ese ideal. Quienes piensen que los monasterios son ínsulas de paz a veces tienen ideas equivocadas. Ya no hay paraísos. En el claustro la vida es muy dura, máxime cuando el aislamiento y la rutina dificultan y transforman la convivencia. Estos cenobios, al principio en precario, luego se enriquecen y se hacen poderosos. La disciplina se cuartea. Al final de la Edad Media se hace de notar las dificultades que encuentra la vida monástica en Alemania, en Francia o en Inglaterra, y nada se diga en Italia, que en punto a corrupción eclesial siempre se ha llevado la palma. Muchos rompían el voto, asesinaban al abad, como pasó más de una vez, y se tiraban al monte, convirtiéndose en disolutos y facinerosos exclaustrados, los giróvagos, andariegos, amigos de lo ajeno, borrachos y violadores, que no se sujetaban a ninguna norma y sembraban el terror por las aldeas.

Con todo, los cistercienses no parecen ser los peores. Destacan sobre todo los de las ordenes mendicantes. Casi todas las sectas de iluminados, según se comprueba al cotejar algunos procesos de la Inquisición, se ceñían los lomos con el cordón de San Francisco. Y hasta entre los cartujos se comprueba ese desencanto con la forma de vida abrazada. Muchos pronunciaron un voto que luego son incapaces de cumplir.  El Lazarillo, que es una sátira implacable contra las corruptelas del clero, ofrece el caso de aquel cartujo que, llevaba un doble y vida, y acudía, so color de ir a pedir limosna para el convento, a entrevistarse con una entretenida. El padre Anselmo, que así se llamaba el tal, murió, al parecer de muerte natural, entre los brazos del pícaro redomado que era Lázaro de Tormes y que le había entrado a servir en su ermita como criado. Su albacea marcha en hábito penitente a dar la noticia del buen ermitaño al que ya no le dolía nada “pues hará siete días que lo dimos tierra” y le reciben anhelosos y expectantes, al fondo de una escalera oscura, la mujer, la “ suegra” y tres niños, supuestos hijos naturales del cartujo incontinente y a los que con sus limosnas sustentaba. Al ver a Lázaro de Tormes los niños dicen”: Éste no es papá” y la buscona se destapa con el siguiente parlamento:

“Estando en la villa de Dueñas, seis leguas de aquí habiéndome quedado estas tres hijas de tres diferentes padres, que, según la más cierta conjetura, fueron un monje, un abad y un cura, porque siempre he sido aficionada a la iglesia, me vine a vivir a esta ciudad para huir y evitar las murmuraciones. Todos me llamaban la viuda eclesiástica, porque por mis pecados todos eran muertos; y, aunque luego otros que entraron en su lugar, eran gente de poco provecho, de menos autoridad, y, no queriéndose contentar con la oveja, acometían a las tiernas corderillas. Viendo, pues, el peligro evidente, y que la ganancia no nos podía pelechar, hice alto, y asenté aquí mi real, donde a la fama de las tres mozuelas acudieron como mosquitos al tarugo; y de todos, a ninguno me incliné tanto como a los eclesiásticos, por ser gente secreta, rica, casera y paciente. Entre otros  llegó a pedir limosna el padre Anselmo, que viendo a esta niña le hinchó el ojo, y con su santidad y sencillez me la pidió por mujer; dísela con las condiciones y capítulos siguientes: Primera, que se obligaba a sustentar nuestra casa, y que lo que pudiésemos ganar sería para sustentarnos y para ahorras. Segunda: que, si mi hija tomase algún coadjutor, por ser algo decrépito, callaría como en misa. Tercera: que todos los hijos que ella pariese, los había de tener por propios, y que la hacía su legítima heredera. Cuarta: que no había de entrar en nuestra casa cuando viese a la ventana jarro, olla o vasija, que era señal que no habría lugar para él. Quinta: que, cuando él estuviese en casa y viniese otro, se había de esconder donde le dijésemos, hasta que el tal se fuese. Sexta y última: que nos había de traer dos veces a la semana algún amiguito o conocido que hiciese la costa, dándonos un buen gaudeamus. Estos son los artículos, prosiguió ella, conque aquel desdichado dio palabra a mi hija, y ella a él. El casamiento quedó hecho y acabado sin tener necesidad de ir al cura, porque él nos dio no era menester, pues lo esencial dél consistía en la conformidad de voluntades y en la intención mutua”

Es la otra cara de la moneda, pero la verdad es mucho más infausta de lo que quisiéramos. Este agrio y humorístico pasaje del anónimo autor de una de los libros más celebrados y debeladores de las costumbres eclesiales y que debía de conocer a fondo, puesto que, al parecer, debió de ser un fraile que colgó los hábitos y se convirtió en giróvago, descubre una cruda realidad. En algunas cosas Erasmo, cuyas ideas recoge nuestro primer novelista picaresco, llevaba bastante razón: el padre de la mentira había ingresado en los conventos, convirtiéndolos en patios de Monipodio y aposentos del libertinaje.

Sin embargo, estas excepciones no hacen sino demostrar la rectitud de la regla. El hombre tiene el alma cancerada por las malas inclinaciones. Sólo dios es santo, y justo. Únicamente, Él salva. En la organización monástica, aparte del aspecto humano, hay un componente de interés político y económico. La grandeza de estas instituciones hay que analizarlas a la luz del sentido de lo que va dentro. No lo que queda fuera, que nos lleva, naturalmente, a la corrupción y la licencia que ha desmoralizado al pueblo. La Iglesia mueve unas fichas de carne y hueso. Sus miembros no son serafines. El cuerpo pesa. Y con todo y eso, ello no tiene porque despojarnos de la fe.

Conviene tener presente que San Bruno, muerto en 1111, y que es coetáneo de la consagración de todos estos templos cuyo asunto nos ocupa, quiso dar a su instituto un talante de sigilo y huida. Un años más tarde y en escoltado por un cortejo de veinte nueve de sus arqueros, todos los cuales pidieron el hábito blanco, llamaban a las puertas de Clairvaux. El abad era un inglés. Se llamaba Tomas Harding.

 Cuando el papa llama a Roma al famoso canónigo de Reims para hacerle obispo, él huye a Calabria, donde establece su segunda cartuja. Ni condena ni aprueba los procederes eclesiásticos, inhibiéndose de cuestiones mundanas y recomendando a sus hijos que mueran a las cosas del siglo. Por el contrario, Bernardo, más decidido y vehemente, se compromete con el entorno y tiene la audacia de lanzar contra Honorio II, el cual frente a Alemania se había pronunciado a favor de Luis el Craso de Francia, un reprimenda”: El honor de la Santa Sede ha sido gravemente comprometido bajo vuestro pontificado”.

Como buen cartujo, y aun siendo consciente de estos males causados por la malicia y la ignorancia o el despotismo humanos, calla. El cister pone enmiendas a las constituciones benedictinas. Los cartujos también se proclaman los monjes blancos pero su Regla, que es hoy la misma que en el siglo XI, y profesan el misterioso apego a la Reina de la Sabiduría en sus costumbres que los hijos del doctor Melifluo, nunca reformaron su observancia. Por eso se dice: Cartussia nunquam reformata, quia nunquam deformata.

Por una lado, el entusiasmo bernardino y por otro el mutismo cartujo son los dos pilares sobre los cuales se apea la grandeza de la Iglesia Latina medieval. Cister y cartuja caminan al unísono y ambas lograron dar un impulso al catolicismo que sigue infundiendo energías aun en el tercer milenio. En ello se ve sin duda el dedo de los designios divinos.

Sin embargo, dentro de la vida secular, lejos del claustro, el clima de rencillas entre  las distintas monarquías o los escándalos de la política de los estados pontificios han enturbiado el panorama. Las discordias y recelos a cargo de los reinos de León y de Castilla, y con Navarra haciendo de peón de brega, alargó la empresa de la Reconquista. El clima enrarecido se proyectaría después a las guerras de credo en la edad moderna, que no son más que una secuela de las reyertas de Trono y Altar y alcanza casi a nuestros días.

Bien claro y sentado lo dejó dicho el Señor cuando anunciara que su reino no era de este mundo. De ahí que la fuerza y el carisma del pacto con Dios no haya que ir a buscarlo en la hojarasca de las apariencias internas o jerárquicas. Lo que vale es el Cuerpo Místico del Salvador Mesiánico, del Eleuterio. Cuanto más miro estas ruinas de los collados de mi pueblo más convencido estoy de ello. Sus sillares desmontados y por los suelos siguen emitiendo ese mensaje de esperanza.

Ya sé que la adaptación al siglo de las cosas de Dios siempre será difícil. Todo lo demás no es más que encaje de bolillos. Ese ir y venir de las ambiciones humanas que llaman acarrear.

 

Hay que ceñirse   a la mentalidad cabal de siglo de las Cruzadas para  entender  este deseo de paz del yermo como un hastío provocado por las cosas de la tierra. Alfonso VII, a cuya donación y voluntad expresa, se debe la fundación de Sacramenia,  ha de pechar no sólo con los almohades, sino, por encima de todo, con las veleidades de su augusta, madre, doña Urraca, quien revolvió Roma con Santiago a fin de anular los esponsales con el padre del rey, puesto que, a decir de las malas lenguas, siendo moza se había enamorado del arzobispo Gelmírez, titular de la silla de Compostela. Razones de Estado determinaron casarla con Alfonso de Aragón. Esta díscola y entrometida  hembra, paradigmática  de las miserias y grandezas de la mujer carpetovetónica, que no se significa precisamente por la dulcedumbre, sino por lo extremoso de su carácter, empaña un poco este augusto reinado.

Pues, Don Alfonso,  pesar de que tuvo en ella a su genitora y a su verdugo, incluso sus enemigos lo llamaban “ el magnánimo “, y fue de talante conciliador. Otro, en su caso, hubiera derivado hacia una de esas peligrosas patologías en  que suelen degenerar los temibles complejos de Edipo, surtidor de psicópatas, homicidas y de tarados.

Claro es que en el siglo XII la psicología no estaba inventada. A mí siempre me pareció emblemática la presencia en nuestra historia de estas mujeres de rompe y rasga desde Doña Tota, aquella que subía al caballo para ir a guerrear contra la morisma, hasta Agustina de Aragón. Pero una nación marcada por el signo de Marte, y que, además, es un matriarcado, nada de particular tiene que acostumbre a criar estas furias. Las españolas, con frecuencia, son ásperas. Parece  un mecanismo de defensa para abrirse camino entre tanta crueldad. Este país es duro como su nombre y su maravilloso paisaje lo personalizan. Jano devora a sus hijos, y doña Urraca era una de aquéllas de rompe y rasga.

Los líos de familia proliferan por estos pagos ya mucho antes de que apareciese el “Hola”, único sustento intelectual de los pobres y de los ricos, un atavismo en sí que habla de la degeneración del gusto y la doblez ñoña y chabacana.  Nos privan las alcurnias monaguescas. Pero esto ya era así desde los tiempos. El misticismo, al que tan proclives somos, por otro lado, puede que sea una reacción hasta ese estado de cosas. Refleja un cansancio de los hombres sublimando ese sentimiento de fracaso hacia la búsqueda de Dios.

A Alfonso VII le tocó en suerte una de esas madres crueles y sin contemplaciones que tanto abundan y sólo cuando murió Doña Urraca conseguiría respirar tranquilo empezando a desarrollar el papel con el que le conoce la Historia. El de Pacificador, que corresponde al cliché de líder ecuménico puesto que trató de fundir en Toledo las Tres Culturas. Eso es como la utopía, pero, al menos, él la intentaría inaugurando una tradición que culminaría en su biznieto, Alfonso X el Sabio, quien estableció la Escuela de Traductores de Toledo.

Castilla, y más concretamente esta zona de las vertientes  del Duratón y del Cega sería repoblada bajo sus auspicios con antiguos moradores de la Penibética.  Suscribo este detalle de contraste para realzar la personalidad fuerte y magnánima de este reinado durante el cual se colocan las primeras traviesas de la unidad española. Don Alfonso respondió a su cognomen de “imperator” por su magnanimidad, la tolerancia, el perdón y el vivo interés por ayudar a moros y judíos después de la batalla de Jaén. A los vencidos envía hacia el norte para colonizar los arribes del Duero hasta Despeñaperros. Un siglo después de Calatañazor, el fiel de la balanza se inclinaba en poderío económico y en importancia   estratégica del bando de los castellanos.

Comulga con el espíritu abierto que muestra el Abad de Claraval que despliega a lo largo de su libro “ De Consideratione”, una serie de cartas al papa Pascual II que resultan un verdadero código de valores, amén de una suma teológica. Aboga por la igualdad de trato hacia los islamitas y hacia los judíos. Estos adquieren una singular preponderancia en Roma y en todas las cortes castellanas.

El que cesase la hebreo fobia se debió en parte a las prédicas de San Bernardo. Varios historiadores coinciden en señalar que, como consecuencia del tumulto y furor mesiánico que despertaron los sermones de Pedro El Ermitaño, toda esa raza podía haber sido exterminada de un golpe.  Eran el pueblo deicida, desde luego. Pero advierte que Jesús nació de la Casa de David y es un sacrilegio atentar contra cualquier individuo de esa estirpe, amén de que Él vino a salvar y a perdonar.

Cierto que éstos no le estuvieron reconocidos, porque, con arreglo a sus costumbres el orgullo precede a la misericordia. Pero siempre fue así. El antisemitismo nefasto  no es más que una muestra de repulsa hacia la impiedad que resiste a la gracia y no cree sino en lo que tiene delante de los ojos. El pueblo judío no es más que un pueblo laboratorio en el que se condensan los rasgos de la estirpe de los descendientes de Adán. Lo que mantiene lozano y vivo al cristianismo ha sido esta voluntad de cruz de perdedor y es por lo que es atacado y vapuleado, unas veces desde dentro por sus adeptos más tibios, y otras porque su defensa de la libertad y del perdón ha ido de por vida contra los intereses tiránicos. Cierto que un cristiano no está facultado para entregarse a escarceos antisemitas, pero judíos y musulmanes han tenido de por vida carta blanca para marchar contra los seguidores de Cristo.  He aquí un enigma que no ha podido despejar nadie. Las grandes persecuciones contra la cruz, vilipendios y escarnios han sido sufragados por el pueblo que se revuelve contra el estigma del Gólgota. Ellos han sido los primeros el Evangelio y han estado metidos en todos los contubernios y conspiraciones que se han producido. Se tiene que perdonar y soportar a esa estirpe que siguen rodando en las tinieblas del error, pero sería cometer perjurio convertir a la Iglesia en sufragánea de la Sinagoga. Como su propio nombre griego indica “εkλεσεiv” es convocar a los hombres de todas las razas y credos.

A ese afán ecuménico y de tolerancia responde la erección del primer monasterio del Cister en Castilla: ser amalgama de las Tres Culturas. El abad Raimundo y sus doce frailes iniciaron las obras en 1143. La construcción fue lenta y con muchos altibajos como demuestran las adarajas cubiertas del moho de los siglos que quedaron el las iglesias filiales. Las obras no acabaron hasta treinta años después. El obispo de Segovia cede al abad el sitio con todas las pechas que le correspondían en el lugar. Sería sub dependiente o anejo de Cardaba la granja de Cabaniel junto al Henares junto con el ya mentado pequeño cenobio de Santa María de la Sierra, el cual funge como vanguardia de una avanzadilla de casas de oración en dirección hacia la sierra que luego tramontan por la parte de Ayllón. 

Toda la documentación al respecto yace en los fondos del Archivo Nacional, aunque de ella habla con frecuencia Ángel Manrique, todavía está aguardando la llegada del historiador o del erudito. La donación del fundo no la realiza directamente Alfonso VII al abad borgoñón  recién llegado de allende los Pirineos sino a un tal Don Cerebruno, que debía ser religioso, o persona de consideración, pero no se dice más. Previamente, el propio rey había enviado una legación a Roma. Allí se encontraba San Bernardo en el primer monasterio de cistercienses de la Ciudad Eterna. Dada la devoción que sentían tanto el monarca castellano como el Doctor Melifluo hacia uno de los mártires más populares de los siglos antiguos, la ermita de san Vicente en el soto pueda que fuese puesta bajo esa advocación por doble motivo.

Resulta misterioso explicar como la Regla cundió tan rápidamente a no ser por la personalidad y el carisma del fundador. El cister ponía y destituía a papas. La ascendencia que tenía San Bernardo en San Juan de Letrán era muy considerable, a juzgar por sus reconvenciones al papa reinante entonces, y a quien él había dado previamente la cogulla blanca y el escapulario negro, hacía unos años. A Su Santidad Eugenio III, lo trata prácticamente como un monaguillo en su libro “De Consideratione”.

Inflamado de amor a Dios, San Bernardo en esta larga carta que ocupa cinco volúmenes, brilla a la altura de las grandes luminarias de la Iglesia. Esta admonición a los papas tiene hoy en día una actualidad sorprendente, cuando dice que estos han de ejercer su vicaría de Cristo, no desde la prepotencia y el privilegio, sino desde el servicio a la grey, en comunión mancomunada con  el sínodo de obispos. La primacía en lo temporal y espiritual que se recibe con  la entrega de las llaves, con la tiara, el anillo, la silla gestatoria  y el flabelo, no es marca de privilegio sino voluntad de servicio. El papa, recién ascendido, recibe las llaves de Pedro cruzadas, como si fueran dos espadas. Ambas abren y cierran, atan y desatan en la tierra y en el cielo, en el cielo. Pero también defiende el monje de Claraval la libertad de conciencia y el sínodo.

Cuando se coloca la primera de este cenobio segoviano en los predios que hoy denominamos Peña Colgada, que yo tengo bien pateados de ir de niño a coger moras, o a uvas al majuelo de mi abuelo Benjamín, por la fiesta de Pentecostés del año 1143, está claro que se utilizan para la fundación los residuos de una antiquísima laura eremítica. Sobre aquel despoblado, en lo más áspero y a trasmano de la provincia y que debió de tener una singular importancia estratégica para los romanos. Estaban en el itinerario de las legiones del emperador Antonino. De niño recuerdo que jugábamos a vélites, équites y mílites, y arrimábamos la oreja contra el césped de la dehesa del Colorao porque alguien nos dijo que se escuchan cánticos extraños. Algunas veces las ondas magnéticas enviaban rezos y cantos de monjes en la penumbra. Otras eran los golpes del taconeo de un caballo. ¿El del Apocalipsis?

 

Desde entonces el enclave me ha parecido siempre estar penetrado de un halo mágico y espectral que conecta al hombre de los tiempos presentes y venideros con sus ancestros.  Teodosio era de Coca y Trajano pudo haber nacido en Pedraza. Luego llegaron los varones de misericordia huyendo de las persecuciones de los hombres del sur o de los líos y querellas, pleitos y guerras continuas de los que se decían profesos de la misma fe, y, desengañados del mundo, se vinieron a enriscar por las oquedades de este páramo, en el corazón mismo de la soledad. Muchos de ellos consiguieron ser felices.

Las incursiones almohades y almorávides expulsaron de sus grutas a los penitentes. A muchos de ellos la horda les pilló desprevenidos con la paleta y la llana en la mano y tuvieron que salir arreando. Ahí están para demostrarlo esas muescas de andamio y esas adarajas de pared sin terminar. Las de san Gregorio nos parecen más significativas que las de San Vicente.  Ambos templos nunca acabaron de hacerse, pero estuvieron muchos siglos abiertos al culto. Los peldaños del husillo de la escalera de caracol de la torre están gastadas y alabeadas por el medio. Cierro los ojos y veo subir y bajar por ella a una multitud de sacristanes atareados para hacer sonar la voz del bronce. ¡ Cuánto ir y venir!  Eterna será siempre la canción del bronce. Voleos de gloria, toques a clamor, toques a rebato y las señales de misa: primeras, segundas, terceras. Cada una con un son diferente, y, según era el impulso que se daba a la manija que tira del badajo quería decir una cosa diferente.  Era el más perfecto sistema de señales de comunicación.

 Cada una recibía un nombre adecuado y su fe de bautismo. ¿Cómo se llamarían las campanas ausentes de la Torre de San Gregario, coronando la cima del somo, con su majestad de abad sentado en su faldistorio, y sus ojos cóncavos de arco de medio punto? Es de un angular impresionante enriscado en la eminencia del cerro que al visitante le hace recordar el versículo de aquel salmo”: Dominus custodiet ossa eorum: unum ex his non conteretur”.

 Aquí Iahvé, como si dijésemos, ha querido cumplir la palabra empeñada al salmista. Los franceses desmelenaron las campanas, derribaron la bóveda de cañón de la nave, utilizada hoy para enterramientos, pero las cruces del Temple y las piedras siguen ahí en pie desafiando a los cierzos y ventalles del escarpe. Continua sentado en su trono el obispo impartiendo bendiciones. Por uno de esos milagros de la imaginación, oigo su repique. Ahora me parece que están sonando a vísperas las campanas de San Gregorio convocando a los montes y esparciendo su sonido solemne sobre los rastrojos. Los fantasmas de mi cerebro bolean a gloria ya. Es el grito eterno de la Resurrección, porque los que mueren en Cristo vivirán para siempre. La vida no se les arrebata sino que se  transforma y muda hacia una dimensión superior.

Momento de auge fueron los primeros años. Ximenez de Rada, el arzobispo primado y gran protector de los cistercienses, se empapa de ese talante francés cuya consecuencia más relevante es la construcción de monumentos tan importantes como la catedral de Toledo, los enclaves templarios de Fitero, Brihuega y la misma Osma.

El tránsito de románico al gótico fue muy rápida. En 1194 la catedral de Chartres es levantada.

Cala la moda francesa en el gusto y las inclinaciones arquitectónica, produciéndose no pocas deserciones de lo autóctono. El Vaticano no miró con buenos ojos esta aproximación de los herederos de Alfonso VI, cuya madre era una mora y con otra mora se casó (este casamiento daría lugar a la leyenda del Ceñidor de Zenaida, tema del que hablaremos más adelante si nos queda tiempo) esta tolerancia de los castellanos para con los miembros de las otros religiones mistéricas, cuando, precisamente, los bretones, alemanes y galos estaban empeñados en una dura campaña contra el sarraceno en Tierra Santa.

España, que siempre ha ido a su aire, seguía conservando como un tesoro la liturgia en rito mozárabe. Los cistercienses desde un primer momento tratan de imponer el rito romano. Los castellanos se muestran remisos a ese cambio. Inocencio III, que no se caracteriza por ser un pontífice conciliador (instituyó la Inquisición con la mira opuesta en luchar contra los cátaros a los que masacrara) se quejaba de que el rey Alfonso VIII parecía amar a la sinagoga y a la mezquita que al templo católico.

El año 1219 por el IV Concilio de Letrán queda proscrito el rito hispano visigótico. Los frailes de San Bernardo se habían salido con la suya.  El panorama religioso y político,  cambió porque las disposiciones conciliares determinan la abolición de ese clima de entendimiento, que, mal que bien, había sido la pauta en la convivencia de la España antes de los Reyes Católicos.

Incomprensiblemente, son obligados los miembros de la comunidad hebrea, por disposición del referido concilio lateranense a portar sobre el hombro izquierdo un traje distintivo. Los musulmanes no lo necesitaban porque siempre fueron ataviados a la morisca y muchos cristianos llevaban al pecho una cruz bordada sobre el pecho. Alfonso VIII acata la norma del pontífice, pero la considera arbitraria y añora en los actos religiosos aquellas misas cantadas del rito oriental, con sus constantes invocaciones a los ángeles, las letanías tan repetitivas, pero que eran un remedo de la oración hesicasta de los orientales los cuales gustaban de corear una palabra o una oración cientos de veces. Triunfó Roma con su forma de ver la vida austera. Cotejando los antiguos breviarios y cartularios se aprecia que el rito hispano visigótico estaba más lleno de exuberancia,  y de poesía  imaginativa que el implantado por los borgoñones.

Dentro de las capas sencillas del pueblo, la implantación de la arbitraria medida del papa que estableció la Inquisición, cupieron también resistencias a tener que rezar según modos extranjeros. Mas, como dice el refrán, “allá van leyes do quieren reyes” y, en hablando Roma, se acabó la cuestión. La cristiandad pasaba por momentos rebosantes. Poco después, Fernando III el Santo conquista Sevilla y Córdoba y, apoderándose de las campanas que habían sido confiscadas por Almánzor y que durante dos siglos habían sido utilizadas como lámparas de la Mezquita, las traslada hasta la Ciudad del Apóstol.  Estas, empero, no son más que vicisitudes extrínsecas; en lugar de echar por tierra el argumento del quid divinum que imbuye a la Iglesia, lo realzan. Son parte de su misterio y lo traemos a colación en el afán de buscar los caminos de Cristo por sendas escondidas, lejos de los convencionalismos que siempre tornan algunos aspectos eclesiales repulsivos para el no creyente, y sirven de yesca al fuego para alimentar los almiares incandescentes de la impiedad. Las grandes almas que han acompañado este devenir en medio de tanto avatar incierto han calado siempre hondo en esta idea del anonadamiento y del fracaso en la tierra, porque el verdadero triunfo, la apoteosis, vendrá sólo en los Cielos. Aquí, mientras tanto, lo que procede es sufrir y perdonar. “Todo llega para el que sabe esperar”, escribe en una de sus veinticuatro cartas místicas Rafael Arnaiz Barón, el oblato cisterciense muerto en la trapa de la localidad palentina de Dueñas en 1938, en olor de santidad.

Este humilde donado, del que hablaremos en otro lugar, fue una de las últimas flores que han florecido en el Jardín de María instituido por San Bernardo. Demostró con su vida que la clave está en perdonar. “Si la misericordia fuera un pecado, yo la cometería”. La santidad verdadera consiste en la crucifixión del yo, al tiempo que desdeña un desdén hacia la vida terrestre y a las cosas de los hombres.

Los reyes de Castilla no exigieron el bautismo en masa de los no cristianos. Alfonso VII se constituyó en mentor de los judíos. Es una pena que el Sanedrín Sionista no haya sabido entender esa munificencia con que se ha tratado en España a los hijos de David. Pero también quisieron que la cruz fuese por delante de sus vidas. Concretamente, la basílica de San Vicente de Ávila, joya del arte románico, fue construida gracias a los caudales de un rico mercader, que se había convertido a Jesús, y estaba bajo el patrocinio directo del monarca. No se puede escribir la historia del revés, como pretenden algunos buscando la revancha. Cuando yo muera, atraeré a todo lo creado hacia el Árbol de la Cruz. Estas palabras presagas del Redentor parece ser que siguen molestando a sus enemigos. Lo malo es que no habrá vuelta de hoja, por mucho que se empeñen. La grandeza del arte gótico que perfecciona se basa sobre este planteamiento de síntesis y de amalgama de pueblos.  Algo bueno tendrían que tener las Cruzadas. Godofredo Bouillon, dejándolo todo para seguir a Cristo, descubrió que Éste es múltiple en sus miradas. No cabe una sola perspectiva, porque la divinidad es amalgama de muchas cosas y está más allá de nuestros prejuicios y concepciones a priori, que pertenecen más que a la religión a la lucha política. Pero antes era preciso que todos los pueblos conociesen y honrasen la memoria de Jesús. El marqués se equivocó de proceder, porque sus hombres cometieron mil barbaridades a las puertas de Jerusalén y de Constantinopla.

Dios permitió aquel mal para que se subsiguiera un bien. ¿ Por qué no pensar, entonces, que del turbulento clima social que han degenerado en las guerras más sangrientas, y teorías filosóficas, como el marxismo o el feminismo radical, que niegan cualquier soteriología, o por medio de las nuevas tecnologías se puede acceder al descubrimiento de un rostro del Señor que antes no teníamos?

Esto es a grandes rasgos la índole del cambio que se operaría en la mentalidad humana a través de la revolución mística del siglo XI.

En el románico de ladrillo, amasado y colocado por manos de operarios que creían en Mahoma, pero que respetaban la religión de Cristo, aunque no dejasen de sentir cierta aversión a la forma con que la vivían algunos cristianos, ha quedado para siempre esa huella ecuménica, que se plasma sobre los lienzos de pared, esas ménsulas e impostas recargadas de tracería vegetal y todos esos alifafes misteriosos del capitel románico, donde se quería esculpir un mensaje críptico y esotérico. Podemos interpretar el recado sólo a ojo de buen cubero, porque las claves están perdidas. Las figuras, recargadas de símbolos, y cinceladas de alegoría, nos hablan de que es preciso una metamorfosis para ir al encuentro de una vida plena. Ese intelectualismo en piedra tallada sigue inspirando en quien lo contempla el deseo de concordia. Es la armonía del universo reflejada en las archivoltas y las escocias.

 

Por primera vez, este rey abulense consigue que sus súbditos puedan vivir en medio de una paz octaviana que no se conocía por aquí desde hacía muchos lustros. Este auge e importancia de los castellano va en menoscabo de los reinos taifas del sur peninsular. Acaban los ignominiosos gravámenes, como el ya antes reseñado Tributo de las Cien Doncellas y se dejan de pagar las onerosas pechas al Califa, quedando sólo en recuerdo el nombre de algunas pesas y medidas de talante morisco. Los árabes habían inventado la aritmética y enseñan a los pueblos a contar. Huella de su presencia son algunas palabras que han quedado en el diccionario: arroba, área, arancel, azumbre. almoneda, alpargata, ajedrez, algodón, andamio, alfombra, alfamar y alhamar, auge, almirez, arrope, azar, azúcar, adobe, alcanda, alcántara y alcantarilla, alcanfor, almacén, azogue, almohada, albañil, albérchigo, azafrán, algarroba, azucena, acerola, arroz, cifra, guarismo, elixir, cero, quintal, fanega, quilate, tahona, tambor, cenefa y alcabala, por sólo citar algunas a manera de florilegio. Muchas de las cuales siguen moteando nuestra conversación corriente. Con esa habilidad para las cosas concretas y la vida práctica y siempre a ras de tierra incluso en religión, porque al árabe no le gustan las especulaciones, tiende al esquematismo del suma y resta y deja secuela en esta forma de ver las cosas llamándolas por su nombre o hablando en cifra en el idioma castellano, que se enriquece no sólo con el acerbo lexicográfico sino también semántico del morisco, con su actitud diferente frente a la ida, porque siempre fue un pueblo realista que prefiere los deleites materiales a las promesas de las otra vida. Pero también sus creencias pueden volverlo fanático.

Y para aquellos que aun sigan creyendo en los Reyes Magos unas palabras proféticas  al respecto del máximo historiador español, Claudio Sánchez Albornoz, tan grande como ninguneado e incomprendido, porque aquí los que mandan son los discípulos de Américo Castro, y cortan el bacalao en literatura los Hijos de Julián Marías, judíos conversos, a los que la cabra les tira al monte.  Don Claudio, que era un abulense integérrimo, y recio como los pinos de Ríofrío, y que, transplantado a Asturias, la tierra de sus cariños, creció hasta concertarse en mayestático cedro de la verdad. Por ella sufrió, fue desterrado y perseguido. Sus palabras, escritas en 1969 cobran un treno profético en este verano del 99, con una nueva marea islámica  a las puertas de Belgrado:

“¿Se me perdonará también que, a veces, al contemplar la crisis social y espiritual de nuestros días, a la inversa, haya pensado en la pérdida de España?  Porque temo que otra gran tronada histórica pueda poner en peligro a la civilización occidental, que lo estuvo por obra del  Islam en los siglos VII y VIII. Ésta fue salvada, según creo firmemente, por Pelayo en Covadonga, resistiendo al Islam en las peñas de Asturias. ¿Quién puede imaginar dónde tendrá lugar mañana una nueva batalla de Covadonga? ¿Dónde se iniciará una nueva reconquista que salve al cabo la civilización nieta de aquélla, por la que, con el nombre de Dios en los labios, peleó el primer vencedor del Islam en Europa?”          

 Al oír las inspiradas amonestaciones de Don Claudio, al que Dios tenga en su Trono, se nos vuelve a poner la carne de gallina. No es extraño que los memorialistas de la hora presente intenten por todos los medios enjalbegar la memoria con muchos alifafes y enredos. Ningún padre de la Iglesia sanciona la violencia, pero sin la ayuda divina, que a veces permitió las guerras de defensa, el cristianismo o lo que es lo mismo la civilización de Poniente habría perecido. Todo pueblo tiene derecho a repeler al invasor que pretende sojuzgarlo. El Duero fue poblado y repoblado una y otra vez. Las banderas de los castillos cambiaron de mano ininterrumpida entonces ¿Y ahora quién parará al Islam?

Muchos parecen querer olvidar que hubo acoplamiento, avenencias, y algunas veces, palos, pero conviene tener presente que España y no los musulmanes ganaron las Reconquista. Por todas las trazas barrunto que los americanos se proponen un nuevo relevo del pabellón, pero si vuelven aquellos aciagos tiempos, no será por culpa de los españoles que aman a su patria y a su fe.

  Por aquellos días fuimos mucho más tolerantes de lo que algunos cacarean. Se conciertan casamientos de conveniencia o por amor entre musulmanes y aborígenes. Hay bautizos en masa y los monarcas otorgan privilegios de asentamiento: las Cartas Pueblas. El modo de ser de aquellos pueblos del norte africano caló. Mal que nos pese, lo árabe sigue circulando por la masa de nuestra sangre, con su tendencia a la ostentación, el orgullo de las gentes del desierto, su austeridad y también el fuerte sentido de la honra y la pronta inclinación a la venganza. Ese “ me las pagarás” es un remoquete del odio africano que a veces se apodera de nosotros. Sin embargo, esto, por ser tan frecuente, no creo que revista la menor importancia.

Dos cruces de piedra que había, una situada a unos pasos del cocedero de la Tía Grilla, y la otra en el Redondillo, según se baja hacia las pobedas camino de San Vicente, era dos hitos que recuerdan al visitante este hecho de que la convivencia no ha sido del todo pacífica y cristiana. Ambos símbolos fueron erigidos para precaver a la posterioridad de dos acontecimientos sangrientos, provocados por reyertas entre mozos o altercados con navaja con mozos forasteros. El día de San Pedro del año 1748 dos cuadrillas de Sacramenia y de Fuentesoto tiraron de navaja. Iban cargados de vino y por un quítame allá esas pajas, que si has bailado con mi novia, el resultado fue una riña con resultado de varios muertos. La del Redondillo se levantó un siglo más tarde casi por lo mismo. La víctima fue esta vez un fraile exclaustrado de Cardaba con motivo de la desamortización de Mendizábal de 1838.

Es posible lo que escuché decir antiguamente en los filandones por el invierno cuando salían a relucir historias de ánimas y de aparecidos que el alma en pena de este pobre monje, que no se había distinguido lo que se dice por su inocencia de vida, pero a quien la pérdida de su cordón de cuero y la cogulla blanca desquició, vaga por los desmontes de Peña Colgada, alma en pena y que hace conjuros y maleficios contra aquellos que osen profanar el recinto. Mentira o verdad, lo cierto es que, como se sabe, el claustro y el ábside fueron comprados y los sillares desmontados y marcados trasladados en barco a Nueva York por W. Hearst, el todopoderoso magnate de la prensa estadounidense, el mayor enemigo que tuvo España en la guerra de Cuba porque se le hace responsable de la impostura de la voladura del bien y de la muerte de tantos soldaditos que pelearon en la manigua antillana contra los mambíes, las fiebres palúdicas y las mentiras y amarillismo de los rotativos de la Cadena Hearst. Pues bien, este creso rey Midas, que tenía en sus manos los grandes consorcios de la comunicación escrita y radial  se arruinó al poco de hacer la operación de compra. Una de sus descendientes Patricia Hearts anduvo metida en el escándalo de los asesinatos rituales de un tal Mason, que en los años sesenta conmovieron a California y a medio mundo. El plutócrata debió de pagar cara su audacia. El espectro de Cardaba lo hizo blanco de su cólera. Con los españoles y menos con los de Sacramenia, Mr. Hearst, no conviene hacer el tonto. Su imperio se vino abajo a raíz del hundimiento de Wall Street muriendo al poco por un paro cardíaco. O por el conjuro del alma en pena del fraile del convento de San Bernardo...

En el siglo pasado los recintos sagrados de la laura se encontraban en estado de abandono, pero todavía seguía funcionando, a trancas y barrancas. En 1866, cuando gira visita el polígrafo mallorquín José María Quadrado, fue escoltado por un fraile ya en la ancianidad. Su presencia casi espectral al igual que los muros derrumbados le hacen glosar una versículo de Job”:Voy a dormirme en el polvo y, si mañana me buscases, ya no seré”. Quadrado es un verdadero viajero romántico que sigue una tradición empezada por los hermanos Bécquer. Ellos compraron otro monasterio cisterciense, el de Veruela. Allí Gustavo Adolfo iba a curarse de su tisis.

 

Con todo y eso, todo hay que decirlo: el hecho de que España no haya tenido una revolución como las tuvieron Inglaterra con Enrique VIII y Cromwell y Francia con el furor sanguinario de Voltaire, preservó algunas de nuestras reliquias inveteradas. Era mucho lo que había, el expolio, sobre todo con las invasiones napoleónicas, fue largo y tenaz. Al pasar a la burguesía los bienes en manos muertas, el patrimonio religioso enriqueció a una legión de anticuarios y trapisondistas. Si a esto se añade, la dejadez, la ignorancia y el escaso apego a lo propio, lo extraño que al cabo de siglos de rapiña se alcen todavía señeros en los alcores y cerros castellanos esas señeras ruinas. El odio a la cruz de Cristo, llámese desamortización, llámese secularización, las persigue, pero su barrena no lo ha zapado todo. Muy posiblemente esa labor de aniquilación se consume en un plazo de cien años. En los años ochenta desparecieron varias cruces y humilladeros que hay en Fuentesoto y para más INRI en la fachada lateral de la iglesia de San Pedro de la noche a la mañana alguien pintó la del diablo, esto es, la que se traza al revés. He pregunté a varias personas que por qué esa “descrucificación” tan aparatosa y nadie me supo dar razón. Uno me dijo por toda respuesta y como dando a entender que en estas cosas la mejor norma es el no meneallo:

- Ahora vívese mucho bien. Cien veces mejor que antaño. Vamos pero que muy a gusto.

- Bueno, pues, bendito sea Dios. Pero yo no veo la relación que pueda existir entre tirar las cruces al río, dejar que se arruinen monumentos y marchar bien,

- Sí que la tiene - dijo el Clodomiro con acento de quien frena una discusión en seco.

Su gesto me dejó parado. Vi que los ojillos birlones del Teodomiro gritaban para su capote: basta ya de historias y de cuentos. Aquí la única estética es la de la andorga. Lo importante es marchar bien, ganar dinero, tener un buen coche. Queremos renunciar a nuestro pasado. Todo aquello fue el símbolo del oprobio.

- Pero eso es confundir el culo con las Témporas, Clodomiro, majo.

¿Y a qué no sabéis lo que me dijo? Que me fuera a tomar por él. Me entraron deseos de agarrarle por el escuezo y lanzarlo chimorretes abajo, pero buena de gana de discutir.  Y sin decir adiós tomé el montante y me senté a la puerta de la bodega, la que tiene una antojana con dos almendros, con mi tocayo Tomás Parrilla, que el año pasada cogió treinta cántaras de un par de majuelos. Como nos llevamos pocos años, poco más o menos somos coetáneos, ya nos conocemos. A los dos nos gusta la sangre de Cristo, que no somos moros ni judíos, ni tampoco lo negamos, ni hemos cambiado de chaqueta, ni afusilamos. De vez en cuando es no sólo conveniente, también saludable, para aventar las telarañas del alma que tanto escuecen, con unos tientos al jarro.

-Y de hoy en un año.

-Eso es lo que hace falta. Y que lo veamos.

El vino de por aquí debiera de traer el gollete de los Vega Sicilia. Fueron los del cister los que plantaron las viñas, una tradición que aun sigue brindando. Aunque muchos desceparon los majuelos cuando el ingreso en Mercado Común, mi amigo Parrilla los dejó intactos. Hay que ver que mi tocayo siempre fue un sotohontanero listo, aunque, a diferencia de otros, nunca le dio por zorrerías. Y eso que se va a llevar por delante.  Y si no fuese por el fruto de la vid, que es fuente de salud y de vida (los antiguos lo acreditaban como el árbol del Edén; Eva, tras su pecado cubrió las vergüenzas con hoja de parra) ¿qué sería de nosotros, Julián?  Nos demuelen las cruces, se llevaron las piedras nos tiraron la olma, nos  lo han cambiado todo de sitio. El escudo del Yugo de la Labor y  de las Flechas del Poderío fue lo primerito que quitaron en este impresionante de ocultación del testimonio y del legrado de memoria al que hemos asistido en todos estos años. Era el símbolo que tú y yo más hemos amado. Con pertinacia tesonera, poco a poco, sin dar cuartos al pregonero y como quien no quiere la cosa están desmontando lo que quedaba. Y en la iglesia de San Pedro las mujeres rezan la epístola y en ella por las fiestas dan conciertos y se arrancan por fandanguillos. ¡Si don Frutos, que paz descanse, con lo mirado que era para estas cosas, alzase la cabeza! Se me ha clavado en la memoria el recuerdo doloroso de aquel día, un primero de junio del infausto año 92, el del Quinto Centenario, ya sabes, lo estaban aguardando los traidores de este país para hacer de las suyas, esto es: todas las judiadas habidas y por haber, cuando, terminado el funeral, me fui a la sacristía a pagar al cura y vi cómo libros y códices valiosísimos yacían por el suelo o andaban amontonados sobre las cajoneras.

-¿Qué es esto? - pregunté airado.

Una mujer trayendo las vinajeras, la que canta la epístola y la que pronto dirá la misa a los del pueblo, al paso que vamos, me lo explicó:

- Morralla. Han desmontado la casa del curato y los libros se los ha quedado un tratante de ganado, que los ha comprado por dos mil duros.  Es amigo del señor vicario.

Si no hubiese sido porque tenía que presidir la conducción de respeto en el funeral, te prometo, Julián Parra, que hubiese montado un número. Estaba de tanto enojo que la bilis se me subía por los gañotes y alcanzaba casi los terceletes de los lunetos, allí donde antaño, se escuchaba piar a los gurriatos cuando el cura don Amancio predicaba alguna de sus desangeladas arengas, pero teníamos allí al pobre Silvino el ataúd envuelto en la bandera de España, con el sable de oficial y la gorra con dos estrellas, las cosas que más amaba, y no tuve más remedio que transigir y callar. De no haber sido por el duelo en aquel momento de dar sepultura a mi pobre difunto, hasta le hubiera dicho cuatro verdades al señor vicario, al obispo o a quien hiciese falta. Nos lo quitan todo, Julián, pero el vino que se guarda en  cubetas de roble no se lo chiscará esta horda de borrachuzos que se ha apoderado de España. Paciencia y barajar. La biblioteca de la rectoral fue adquirida por cuatro cuartos por un chamarilero de Galicia que se la ha vendido toda a los ingleses. Te participo que tu clarete, al que me invitaste aquel día, es de los que ayudan a vivir y hacen más llevadero el morir.  Ya sé que tú lo recoges sólo para el gasto, pero aun así no por eso deja de ser un quitapesares. Que san bernardo te bendiga por no haberte sometido a los trágalas imperantes. Tú no descuajaste el majuelo, tío. Y, gracias a ti, no se rompe la tradición.

Tales desafueros no me pillan de susto, la verdad sea dicha. Estoy curado de espanto; ya sé que me llamáis el “ tonto de las ruinas”. Pues falta un epíteto”: el de los libros”. Mira que os di tabarra con lo de la ermita de San Vicente, que si el tejado se os iba a desplomar, que no hay derecho a convertir la casa de Dios en un muladar. Y efectivamente la techumbre se vino abajo y se perdió toda la fachada de Poniente.  Me llené de indignación cuando el año 80 descubrí el derrumbe. Todo eran cascotes y hasta habías pegado fuego a una imagen de Santo Tomás, talla del siglo XVII de madera de pino. Pude salvar una mano del santo que ahora tengo yo en el sitio donde escribo como una cara reliquia, que me inspira y me exhorta a promulgar la verdad, pero tampoco conviene remover el agua sucia, que todos nos vamos a perder perdidos en el charco.

Como os dije, la cosa viene de largo porque ya en el 68 le dediqué uno de los primeros reportajes a este lugar. Apareció en el Diario SP a doble página. Aquel otoño anduvimos por aquí Santiso y yo tomando placas del ábside de cuarto tambor. Tiramos fotos a todo lo que se movía. A los trojes de las eras, a la yunta de machos, a las torres, a las viejas enlutadas en la iglesia acurrucadas cabe los hacheros funerarios y sentadas a la morisca, con sus manteletas que recordaban al flameo de las mujeres romanas. Sacamos al cura con el alba y la estola responseando. Cada padre nuestro, una perra chica. También tomamos instantáneas de las palas, las horcas y los garios, los aperos y los carros de telera, que hoy son bocados escogidos de los anticuarios. Esta urgencia por dejar constancia gráfica de todo aquello era porque nos cercaba el presagio de que estábamos ante las ultimas reminiscencia de un mundo medieval, y un sistema de vida pronto a sumirse en la laguna del olvido. Por eso, aquel reportaje tuvo mucho de denuncia y de aviso testimonial.

Nos fue difícil ganar acceso a la ermita de San Vicente.  La llave oxidada, no corría bien el pestillo. Cuando por fin, a golpes y meneos, conseguimos hacer trabajar a la cerradura, nos pareció aterrizar en el mundo de ultratumba, que guardaba dentro de densas tinieblas las riquezas y fruiciones de un lóbrego paraíso. Olía a moho.

 Todavía penetraba algún resquicio de luz por las aspilleras y nos pareció escuchar el eco de cantos gregorianos, porque la ortofonía era perfecta, que en aquellas iglesias no hacían falta micrófonos, y la voz humana resonaba importándose  a través de los resquicios de la plementería. El suelo, según la tradición primitiva en las antiguas iglesias, de tierra apisonada mostraba los túmulos de algunas tumbas recién excavadas. Había esparcidos algunos huesos y el fotógrafo como buen gallego torció un poco el gesto, porque no le gustaban aquellas cosas. Aunque era comunista, Santiso creía en la Santa Compaña. Al que esto escribe tampoco le llevaba la camisa al cuerpo. Pero llevábamos con nosotros al cura, don Laurentino que se reía un poco de nosotros. “Quietos, que os vais hacéroslo en los pantalones, pero si los muertos no hacen nada, hombre”. “Ta. Pero, e por si muove, carallo, nun lu toques“, dijo mi colega en buen coruñés a la vista de un par de calaveras y algunas tibias que blanqueaban casi fosforescentes en la oscuridad.

Las ballesteras empotradas como una ojo vertical sobre el muro advertía que el recinto tuvo una función militar que cumplir.  Desde estas saeteras se disparaban flechas contra un supuesto invasor, pero las lauras de decoración de la archivolta poseen una frescura casi virginal, observándose en la piedra marcas de gubia. Además fue extraída de canteras por aquí, porque dentro de su configuración calcárea se advierte la filigrana de raíces o de pequeñas valvas fósiles. La luz del día penetra por el ventanero iluminando los perfiles mágicos del decorado. Las figuras del capitel empiezan a mirarnos. En uno, hay un  obispo que aparece exultante entre dos ramas de palmera. Carilleno y orondo,  impartiendo su bendición al concurso desde su cátedra desde la que oficia una hermosa liturgia interminable. El prelado luce sus insignias pontificales: la mitra, el báculo y bendice con el índice y anular de la diestra que sujeta un anillo bisulco o de doble dedo. La mano se enfunda en una quiroteca litúrgica cuyos pliegues hacen muescas en la piedra. Es una expresividad llena de quietud sobre toda ponderación.

Estamos ante uno de los capiteles más impresionantes y solemnes de toda el arte románico. Debajo, al lado del bando de piedra bajo la arcada, donde se sentaba el diácono y la orquesta coral, se abre la oquedad de una piscina, abriendo como la ranura de una llave. Dentro de la austeridad y desnudez del altar cisterciense este aditamento servía para guardar los vasos sagrados y abluciones, porque en aquellas iglesias, sagrario no había. La comunión tenía más sentido de participación que de sacramento y en todas las celebraciones el sacerdotes y los fieles consumían el corpus y el sanguis sin dejar ni miga ni gota. Era para eludir profanaciones pero también porque aun no habían llegado las aberraciones de los siglos subsiguientes, donde el Cuerpo de Cristo, que es salud y vida de fe, se convierte en arma arrojadiza y caso de guerra entre papistas y protestantes. Como siempre, la testarudez y necedad humana consiguen que el medio se convierta en fin y no en objeto. Siguiendo los cánones del ceremonial hispano visigótico, tan importante como la eucaristía era la eulogía o recepción del pan bendito.  La devoción a la eucaristía empieza a afianzarse a partir del siglo XIV. Esta piscina, en su verdadera semántica litúrgica, que he visto yo en muchas iglesias rurales de Inglaterra y en el iconostasio de los griegos, luego empezó a llamarse credencia y a continuación tabernáculo. Pero dejemos de meternos en esos andurriales de la fe que nos llevarían muy lejos.

Justo por cima un torso humano y una faz contrita que trata de hundirse en el lomo de la oveja rescatada se agacha ante un cordero de diseño tosco y lo abarca con la panza. Es el Buen Pastor. A la vera aparece una cara como de una máscara. Su expresión no sé si expresa pasmo o hilaridad. Es el momo que contrahace a la sombra del buen pastor. Lo que el uno hace el otro desmorona. El buen pastor se dedica a ir buscando las ovejas perdidas que el diablo devora. Sin esta dualidad o lucha de fuerzas contrarias que perdura por los siglos de los siglos no podríamos comprender la simbología románico plagada de mensajes crípticos y de una exultación soteriológica que el hombre moderno a duras penas acierta a compenetrarse. En el otro capitel se plasma a unas aves muy prietas - pueden ser palomas, perdices o urogallos - que parece que se retuercen y se desgañitan haciendo trenzas con sus pescuezos en arco. El resto de los cimacios exhiben tan sólo una decoración de helechos o de canastillo.

 

A Santiso y a mí nos parecía que habíamos llegado al hipogeo del gran laberinto de la existencia. No nos olvidamos de dejar la puerta bien abierta no fuese a escaparse el gato o de acordarnos de aquel Anteo mítico que, para no perderse, se amarró con una cuerda a la cancela del Dédalo Cretense. Sólo conseguimos salir de nuestros sueños cuando el cura, don Laurentino, sacó la petaca y todos juntos, con el alcalde, Constantino de Frutos,  y quien esto relata, en paz y armonía de viejos camaradas, echamos un caldo. Nos parecía que aquel era un momento trascedente. Verdaderamente habíamos llegado al límite.  Luego, para que se nos pasara el susto, fuimos a merendar a las bodegas.

- Tantas ruinas- comentó mi fotógrafo- afligen, rapaz, pero el vino no es malo.

   Y, tanto; que aquella tarde de octubre bien que soplamos. Entre los cuatro, metimos al coleto casi una cántara. No sé ni cómo conseguimos salvar las vargas y cuestas de todos los Castros, que son tres: el de Fuentidueña, el de Sarracín, y el de Gimeno, según se va a Sepúlveda y que fueron todos ellos acampamientos del ejercito romano. Pero, conduciendo y dándole a la petaca, entramos en Madrid sanos y salvos. Se conoce que, como fuimos buenos chicos, el fantasma del fraile de San Bernardo, vino acompañando y velando por nosotros por toda la carretera de Francia. Al fin y al cabo, lo que pretendíamos era dar a conocer al gran público el abandono en que se encontraban aquellas riquezas ocultas.

El artículo tuvo pegada y hasta me felicitó personalmente el bendito Marqués de Lozoya, que fue un verdadero ángel de la guarda protector del patrimonio artístico español, aunque siga habiendo modorros que guarden hacia él ciertas reticencias. Pero bendita sea su memoria.

Después del 77, otra vez volví a insistir en el tema desde las páginas del “Arriba”, como si Sacramenia, lugar mágico, hubiese encontrado en mí un pregonero. ¿Será porque anunciar la necesidad de una vuelta a la espiritualidad es la razón por la cual la Providencia me ha puesto en el mundo? No lo sé, pero aquella tierra tiene una fuerza telúrica, que me atrae o me rechaza, según convenga, pero siempre acabo regresando a ella, o con el alma o con el cuerpo. Sacó siempre lo mejor de mí.

A la sazón trabajaba yo como corresponsal en la Onu de la desaparecida agencia Pyresa. Uno en la ciudad de los rascacielos acaba harto de política. No he sido testigo de tanta corrupción ni de tanto bizantinismo como cuando asistía a aquellos debates que duraban horas y horas. Acabé no apareciendo por la planta quinta donde compartía el despacho con un periodista indio, que debía de ser un personaje muy significado en su país porque era pariente de Indira Ghandi. Como no acudía al recinto, este hombre se sentía a sus anchas, pero, como renunciara yo al despacho, y le colocasen a un coreano que trabajaba allí de servicio permanente, allá fueron ellas; un día se acercó a mí el Ghandi aquel y me zarandeó por la solapa, y me abofeteó: “Por qué has renunciado a tu sitio de privilegio mirando al East River, loco”. Porque no me gusta ver constantemente gabarras. Fluyen llenas de mierda”, le dije. “Pues me has hecho la pascua. Vivía como una maharajá y me han puesto de compañero a un indeseable”. “Ese es su problema”. Echaba espuma por la boca y dardos jupiterinos por los ojos.

Algunas veces me acuerdo con cierta melancolía de aquel barahá de Carpurtala.

 Entonces comprobé que el tal pacifismo de los indios, el karma y la no-violencia no es más que un cuento chino. Las gentes para vivir tienen que seguir siendo alimentados por sus propios prejuicios.

 Carter empezó a ser para mí un nombre mil veces repetidos y Zbignew Bzrecesinsky le entendía. Su acento era polaco. Nunca puede llegar un hombre a sentirse tan utilizado y manipulado por los intereses de la economía cósmica que un corresponsal en Nueva York. Todos los días hay que contar batallitas y repetirlas infinidad de veces. El lector acaba creyéndolas. Si no hubiera sido porque la situación en España, recién iniciada la Transición, era como un monstruo de muchas cabezas que se devoraba a sí misma, y que tenía el jefe despachando a ocho mil kilómetros. Por el télex me había llegado un réspice desde Madrid, porque el día que había muerto Elvis Presley yo había enviado una crónica de pitorreo que empezaba así”: Silencio, que se ha muerto el Rey del ritmo...”

A algunos incondicionales del ídolo de Menfis (Tennessee) les pareció aquello una salida de tono, cuando no un auténtico sacrilegio. Del contexto se desprende que a mí me priva menos el rock que el canto gregoriano. De la noche a la mañana, aquel cantante que había fallecido hecho un monstruito a causa de su adicción a los barbitúricos se había convertido en una mito. La santificación de Elvis era un hecho que yo no comprendía. Lo mismo que fue Alcapone, Carusso, Eduardo VII, Gardel y lo ha sido en el 97 Lady Di.

La sociedad moderna tiene necesidad de crear su propio martirologio llenando el casillero del día con nombres que alguna vez causaron impacto en la cultura de masas. A mí me pareció eso una alienación y así lo escribí. Dije que desde Hollywood los cofrades del gran Hermano eran los demiurgos más listos, pues saben convertir la basura en oro.

Se había muerto el Caudillo. Algunos, como Fernandino Jáuregui, se rasgaron las vestiduras. Yo ya no tenía valedores. Criticar a los americanos en tiempos de Franco podía ser rentable, pero ahora podía convertirse en algo muy peligroso. Manolo Blanco Tobío, siempre un caballero, a pesar de no compartir mis ideas, me echó un capote.  Pero también salvé la cabeza gracias a un milagro de la Virgen, porque los sabuesos de la CIA habían puesto precio a mi cabeza. Iban a por mí. En la comunidad paraláctica(todos teníamos algo de astros por más que nos dijésemos periodistas) española en Nueva York el ambiente estaba bastante enrarecido a causa de la pelea casi continua que sostenían Jesús Hermida y el llorado Cirilo Rodríguez. Mi paisano era mejor periodista, tenía más valía, pero el onubense con aquellos abrigos de piel con vueltas de piel de zorro que se mercaba en Macy´s parecía un autentico príncipe ruso y gustaba mucho a las señoras. No decía nada, pero resultaba más interesante, aunque reconozco que Jesús es un comunicador nato. Parece haber nacido en un plató.

Me había hecho yo por aquellos días de aquel tórrido agosto neoyorquino en que quedó solo en Manhattan, porque mi mujer se había ido a España para parir a Antonio Gabriel, nuestro segundo hijo, y bastante deprimido, amigo del meritorio de Cirilo, que era un chico de Sahagún de Campos, que había conseguido una beca Fullbright y vivía en la universidad de Columbia, con su compañera, Mari Carmen,  en una habitación de exiguas dimensiones -nunca vi tantas cucarachas, pues Nueva York estaba atestado de ácaros. Ellos vivían en el West Side cerca de The Cloisters. Una tarde subimos a  ver aquel recinto monástico a la vera del Hudson y hecho de retales a base de portentosas piezas arquitectónicas fletadas desde Europa.

Había castillos y monasterios enteros y entre ellos con dolor y sorpresa contemplé cómo las ruinas de las piedras doradas de mi pueblo, aquellas que había visto yo tantas en la vega de abajo cerca de la fuente colorada de niño cuando mi abuelo me mandaba a abrevar a la yegua torda y a su muleto, estaban allí haciendo dinero, y no en manos muertas. Pues en la fuente Colorada habré yo quebrado más de una botija de agua, y más de una vez me habré bañado con los de mi cuadrilla tirando desde el trampolín de unas piedras pasaderas.

Pagué cinco dólares pero pasé un buen rato y el tema me sirvió de punto de arranque para contar una bonita historia para mis lectores, de los mejorcito que escribí yo en Estados Unidos. O la Virgen se me apareció o fue el duende de San Bernardo el que me inspiró aquella elegía, partiendo de la base de que aquellas piedras arrancadas de un mundo viejo habían venido a conquistar mediante el gran silencio trapense al mundo nuevo. La crónica pego fuerte, aunque las fotos no fueron tan buenas. No estaba allí, claro está, Santiso con su retranca y ferrete a lo santiagués para sacarme de apuros.

Lo que más me dolían era que el refectorio, parte de la iglesia y del claustro que lo  había sido Santa María de Cárdaba se mostrasen a los turistas como si fuesen trofeos arrebatados al enemigo en una guerra de reconquista. A veces los norteamericanos adolecen del mal gusto de los nuevos ricos. Capiteles, arquivoltas, aras y cornisas habían sido vaciados de contenido esotérico.

Así se lo hice saber a mi colega Felipe Maraña y a Mari Carmen, pero ellos no compartían mi opinión:

-Están mejor aquí que allá, con todo lo que tú digas.

Pero el fantasma del Coto de Cardaba me respaldaba. Creo que estaba llorando de rabia:

-Esto es una afrenta para todos los cistercienses- gritaba desde el fondo del abismo de la serenidad inmarcesible aquel fantasmagórico oblato.

 Dicen que todos los monasterios bernardos cuentan con la protección especial de la Virgen a la cual están dedicados y luego al morir siempre se queda un monje de guardia que vigila por la observancia y pone dificultades a los que tratan de buscar a Dios por la vía del conocimiento místico, y debió de ser este espíritu que se me ha aparecido varias veces el que evitó profanaciones y allanamientos de morada. Debido a su acción, el magnate Hearst se fue al garete, y, aunque luego su imperio volvió a resurgir, nunca sobrepasará los límites de un emporio de papel cualesquiera. Me ilustró con una serie de profecías a las que, por recato, no haré mención. Baste decir que las cosas de Dios son así.

- Con los americanos no hay quien pueda, padre - le dije

- A ellos también les llegará su sanmartín - replicó.

Y yo le pedía entonces que me asistiese con su inspiración para escribir una crónica limpia y pungente contra aquella afrente al patrimonio sacrameniense. Me miró con  ojos enfierecidos y como diciendo”: Lo más seguro es que sea así, pero ten en cuenta, hijo mío que ni el tiempo de Dios ni sus caminos son los mismos que los humanos.

- Ah, ya. Es otra clepsidra, otra arena, otra forma de contar.

Luego me dijo que su nombre era Emilianus, pero que le llamaban Millán. Enfundando las manos en las enromes mangas que le salían de la túnica y calándose la cogulla despareció. Le he vuelto a ver mi querido Fray Millán múltiples veces y en los lugares más inverosímiles. Su continente denota la paciencia benedictina, y la parsimonia de un trapense, pero también sabe ser un buen dialéctico y utilizar todos los recursos de la retórica. Había fallecido el año 1838 cuando toda la comunidad se dispersó. Aunque  traspuso los umbrales de uno de los atrios, estoy seguro de que fray Millán no debe de andar muy lejos.  Le conté mis aflicciones, pues me parecía que un señor nacido en Sahagún de Campos, que junto con Arévalo y con  Cuéllar forman el triángulo de ese primoroso “románico de ladrillo” tuviese tan poco apego a las cosas nuestras. Se estaba ya gestando el cambio de la guardia y asomaba su deletéreo hocico el ciudadano González. Toda la operación “gonzalista” se gestó al pié de los rascacielos. Fue precisamente el inefable Felipe Maraña el que pidió a su tocayo el secretario general del PSOE el que pidió a voz en grito que fuese desmontada la Prensa del Movimiento. Perdoné, aunque no he olvidado tal incidente.  A pesar de todo, acudí en su compañía y la de su mujer a visitar los Claustros y me dieron ganas de soltarle ante sus mismas barbas su desfachatez e indecencia. “Pero, caray, Felipe, siendo tú de Sahagún de  Campos y yo de cerca de Cuéllar no entiendo tu postura iconoclasia”. Sin embargo, callé. Empezaba un tiempo de silencio y de incomprensión. Era la hora de los arribistas. Su único ideario: “quítate tú que quiero ponerme yo “.

Alguien observaba mi postura noble y patriótica. El espectro de aquel cisterciense se convirtió en mi ángel de la guarda y estuvo al quite en todas las tarascadas y mordeduras de víboras españolas en que se había convertido el gallinero de la multimedia. En realidad, un fondo de reptiles. 

Quedé algo reconfortado con su visita en aquel instante porque me parecía que todas aquellas piedras estaban fuera de su lugar y que ni aquel calor bochornoso ni la borrina que se alzaba de los humedales del Hudson poblado de quintas en sus riberas y algunas embarcaciones de cabotaje era el que le correspondía. A un de los ábsides le había atacado el mal de piedra.

Aquel contacto con la realidad y a la vez con los espectros me marcó un poco para toda la vida. Empecé a tener las ideas bastante claras acerca de lo que, no tardando mucho, acabaría sucediendo, y parece que ser que todos aquellos presentimientos negros que tuve aquella tarde a la vera del Hudson ante mis propias “Ruinas de la Italia” se han ido cumpliendo una por una. Mari Carmen había traído merienda y honré la hospitalidad de aquellos dos buenos amigos, que, aunque no compartiéramos las mismas ideas, siempre seremos amigos. Hoy Maraña, que entonces andaba un poco lampando y tenía todo ese fuego inconformista de la juventud, es un importante cargo en el periodismo hispano, de lo cual me huelgo, pero no cambiaría yo ninguno de sus avisados comentarios sobre la guerra del Golfo, o la situación en los Balkanes, por la tortilla que había preparado su mujer y que nos merendamos en un prado contiguo a la salida de aquel recinto medieval.

Se nos acercó una judía que se quedó con mi nariz de romano, pero yo aquella tarde no estaba de buen humor y me despaché con unos cuantos alegatos en favor del viejo mundo. Les dejé arreglando el mundo y me vine en el metro para mi oficina donde escribí de un tirón aquel reportaje que tanto gustó. Lo mandé por cablegrama y a las tres de la mañana, como estaba de Rodríguez en la Ciudad de los Rascacielos, encaminé hacia un bar que había en la Tercera Avenida, que se llamaba de “ Irish Rover” y traté de moderar la satisfacción que me embargaba por aquel “scoop” con unos cuantos vasos de cerveza negra. Brindé a mi acompañante sempiterno, Fray Millán:

- A su salud, padre.

Y yo que éste aprobaba con una sonrisa de pícara y haciendo un gesto con las mangas de su hopalanda cisterciense aquella actitud de celebrar no sabemos el qué.  Chascó la lengua y luego sonó un gaudeamus.  No estaba tan abandonado ni tan “ in partes infidélium” como yo llegue a suponer.

- Te lo mereces.  Lo has clavado. Ahora lo que hace falta es que aquellos bodoques dejen de hacer el tonto vendiéndoles sus tesoros a precio de ganga a los norteamericanos. Tú sigue chascando la tralla para meter en vereda al mulo.

Fray Millán llevaba más razón que un santo, pero temo que, como tampoco a mí, le hayan hecho demasiado caso. Mi fantasma particular y yo mismo pertenecemos a una especie a extinguir, al igual que algunos funcionarios. Pero no seremos nunca ni los primeros ni los últimos que se sienten consternado ante esa dejadez atávica del papanatismo de nuestros días. Ya Quadrado prorrumpe en un lamento profético al girar visita a Sacramenia, y tuvo la sensación de desolación de la que fui yo partícipe al salir del museo neoyorquino. Dice el escritor mallorquín. “Creí que, al salir de allí, escuché el lamento del Santo Job recitando palabras melancólicas sobre la condición humana la cual no es más que polvo. Si mañana me buscáis, ya no seré nada “.

 

Leopoldo Torres Balbás, un historiador ilustre de la Historia del Arte, que estuvo en Pecharromán hacia 1920, antes de que el monumento fuera vendido y dispersado, hace una detallada descripción de la iglesia, con una longitud de 56 metros por 37. Las tres naves estaban separadas por pilares cruciformes, y las bóvedas eran de plementería francesa. Se fija en los capiteles de las columnas, lisos, con ábacos formados por un filete y una nacela. Los capiteles eran grandes y en ellos se repetían motivos de decoración vegetal: piñas, tallos, algún helecho, bolas y mallas. Separaba el muro de la nave central una fina imposta, con dos gorjas invertidas entrefiletes. Se apreciaba la ornamentación de rosas. Todo el recinto debió de someterse a una reforma en 1733, fecha que aparecía en una talla de madera de San Bernardo que era de aquel año.

Aporta Leopoldo Torres Balbás otro dato que corrobora lo tantas veces declarado aquí del ascendiente musulmán que se aprecia en la mayor parte de todos estos monumentos, lo que demuestra la propuesta de que el cister fue un elemento aglutinante de pacificación y de fusión de las Tres Culturas, siempre a la sombra de la Cruz como estímulo y nunca al revés, porque la religión de Jesús ha sido la del perdón y la misericordia, cosa que no puede ser dicha de las otras creencias mistéricas.  Hoy muchos investigadores obvian que bajo el estandarte verde del Profeta fueron cometidas sarracinas -nunca mejor cuadra la palabra- y la Ley del Talión convierte al judío en el pueblo de la buena memoria. El Dios del AT resulta contumazmente vindicativo.

En tiempos de los tres grandes reyes que tuvieron por nombre Alfonso(el Emperador, el de las Navas de Tolosa, y el Sabio) se alcanzó una armonía inter racial entre los tres pueblos que habitaban Castilla que resulta paradigmática y un ejemplo de tolerancia a seguir en el futuro. Por desgracia, las Tres Culturas que hoy intentan meternos por los ojos y de la que hacen apostolado los que han sembrado de bombas el territorio de Kosovo fomentan la venganza, el fundamentalismo y la regresión al cuadrado cero de los tiempos medievales. En el fondo, lo que se está predicando de forma subliminal es la reconquista de Europa al revés. Este planteamiento que enardece a los judíos de Norteamérica no puede conducirnos a nada bueno. Supondrá un nuevo a volver a empezar de cero.

Es, poco más o menos, la pretensión esotérica de los cistercienses. Bajo su amparo se cincelaron tantas catedrales, se buscó la quintaesencia y la piedra filosofal no sólo a través del conocimiento místico sino también por medio de los valores alquímicos. En ella todo está medido y tasada hasta las dimensiones que debía tener una bodega. El vino no faltaba en ninguna casa de los monjes frailes. Ellos enseñaron a la posteridad a cantar a la Virgen y a plantar majuelos. El monasterio de Sacramenia se significó por su buenos caldos. Porque la vid es vida, fuerza y lleva al conocimiento de la trascendencia. No se puede dar de lado a este dato tan importancia porque los antiguos cristianos, quizás debido al origen dionisiaco de la religión heredada de Roma que la “sangre de Cristo” puede conducir al que pota a la divinidad inmanente y es fuente de salud. Por eso mismo el vino no estuvo nunca prohibido en ningún monasterio. Incluso, las observancias más severas, como la de los cartujos, y la de los cistercienses reformados o trapenses permiten un vaso o dos a las comidas, para hacer frente a los rigores del frío y a una dieta estrictamente vegetariana.

En Sacramenia ha desparecido casi todo, pero quedan el rosetón de poniente con la fachada de la iglesia y parte de la bodega horadada en una roca de la ladera.

Se encuentran concomitancias con el Monasterio de Piedra, en Teruel, otra joya cisterciense, y con la colegiata de Tudela en la labor de alfajor propiamente morisca. Hay aspilleras y bóvedas en arista rematando un suelo levantado donde se parecían los hoyos que otrora ocuparon las sepulturas visigóticas de piedra labrada.

El claustro, que también emigró con sus columnas gemelas y sus capiteles románicos tan agradables a los sentidos, pero tan difíciles de interpretar ante los seres monstruosos que despliegan y que eran  simbolismo habitual para el hombre de aquellos tiempos  pero que para la mentalidad actual resultan un intrincado galimatías de pesadilla, era el núcleo monástico por excelencia, según revela la “Carta de Caridad para los Usos y costumbres de los monasterios” redactado por el abad de Claraval.

Se hallaba orientado hacia mediodía para que hubiese gran disponibilidad de luz. Son fríos los inviernos por estas llanadas. La pieza claustral fue edificada en tiempo posterior o sufrió alteraciones o reformas de la época plateresca. Así lo revela el alfiz del arco ciego donde estaba situada la armariolum o biblioteca de los códices.

El cillero o granero, una especie de hórreo de piedra, debió de ser la parte más antigua, pero de sus dependencias no quedan trazas.  Durante la guerra de la independencia sirvieron de caballerizas para los jinetes de Juan Martín el empecinado.

La sala capitular se conserva en Miami habilitada como museo. En uno de sus ángulos había una ara de data muy antigua. Era un altar visigótico dentro del iconostasio casi idéntica a la que yo alcancé a ver de niño en el cementerio sotohontanero de San Gregorio y que ha desparecido misteriosamente. Sobre ella, aparte e oficiarse la misa se depositaban los santos evangelios, que en los monasterios mozárabes estaban expuestos la mayor parte del día después de la misa del alba hasta el ultimo rayo del ocas y el abad o idumeo bendecía a la congregación agarrando las tapas del texto sacro forrado en oro con un humeral. Hay que hacer hincapié en que la costumbre de la bendición con el Santísimo tenía su origen en esa practica. Asimismo, sobre el ara se tomaba juramento. Cabe la sospecha de que Santa maría de Cardaba fuese una iglesia juradera, como lo fueron San Pedro de Cardeña y Santa Gadea.

Solían allí solemnemente los condes castellanos jurar los fueros y se llevaban a cabo las solmenes vigilias de armas y la investidura de los caballeros andantes. Pero también se leían sobre el ara las colaciones u homilías después del oficio divino.

El refectorio medía quince metros de largo por cinco de anchos. No era tan aparatoso como el de Poblet, pero contaba con una cabida para poder allí alrededor de quinientas personas. Durante la infesta del prandium o pitanza monacal se tenía por costumbre que un lector leyese algo edificante desde una tribuna del lado que da a poniente cabe un ventanal geminado.

Muy austero debió de ser el régimen de vida cisterciense, según se desprende de la lectura de “Apología a Guillermo” escrita por el santo fundador en 1225. Es una critica demoledora de la suntuosidad y lujo benedictinos. Al propio tiempo, San Bernardo estaba empeñado en hacer de Claraval una especie de segunda Roma. Todas las casas cistercienses estaban fuertemente controladas por la casa matriz, no se sometían al poder de los obispos ordinarios. Los abades eran auténticos monarcas de sus demonios, aunque para todo tenían que pedir a Claraval. No podían comprar ni vender, ni menos edificar a su libre albedrío. Hasta las medidas de los cimientos debían de venir aprobadas por el Capítulo General. Querían los cistercienses una unificación de todo el monacato, siguiendo las pautas de los cristianos orientales. En la ortodoxia, por el contrario al rito latino, donde son miríadas los hábitos y tocas de frailes y monjas, por ese nefasto afán fundacional de los muchos santos que pueblan nuestras hornacinas, no hay ordenes ni institutos religiosos. Sólo, monjes, que, al profesar, se comprometen a la castidad, la pobreza, y obediencia; y popes o curas seculares, pero en la Iglesia latina cada palo aguanta su vela, y cada uno ha ido haciendo la guerra por su cuenta. Hemos querido rizar el rizo.

 El drama personal de San Bernardo fue que no pudo ver ningún fruto a la cruzada que él predicó, ni recabaría la meta por él tan deseada de la unificación monástica. Ni camaldulenses, ni valdenses, ni benedictinos, ni cartujos quisieron aceptar su disciplina. La solidez y austeridad de sus principios es algo que se deja sentir también al contemplar los muros, muchos casi derruidos, pero que aguantan el paso de los años, de sus abadías. Al establecer el Cister, lo que quiso fue diseñar para siempre y de una forma definitiva una Orden de Cristo, que es lo que significa en realidad. Cisterciense viene a ser lo mismo que cristianense, aunque hay quien lo relación con el sustantivo romano castra(campamento), pero a nosotros el primero de los significados nos parece más distintivo, precioso y  preciso. A la muerte de del maestre templario, Jacques de Molay, en 1314, los cistercienses portugueses de Tomar empezarán a llamarse Hermanos de Jesucristo.

La intima trabazón de los monjes blancos no ha sido bien delimitada y es un reto que aguarda a los historiadores del mañana, porque es un parcela apasionante que no cubre solamente el devenir de la Iglesia, sino la génesis misma de las ideas estéticas de Occidente. El modelo que ellos encontraron y siguieron en sus iglesias, que son verdaderos ribbats de sólidos fundamentos y con esa obsesión tan suya por el seguimiento de la rueda solar y el culto al sol, presente en los cantos del oficio divino a lo largo de las siete horas canónicas, no ha caducado. Siguen siendo en realidad la prez de la Iglesia. Ellos consiguieron el máximo esplendor del rito latino, pero, si bien se fija uno, conserva algunos aspectos llegados de oriente.

Por ejemplo, los templos bizantinos tenían todos cinco cúpulas y un campanario exento. Los templarios conservan este aspecto en el que se alberga una intención iniciática (en honor tal vez de las Cinco Llagas) y adoptan las campanas, pero dentro del recinto. Así la originalidad de la iglesia del monasterio de Cárdaba es haber seguido el patrón bizantino de las cinco cúpulas, pero no vertical, sino en horizontal. En cinco testeros planos. El número cinco vuelve a repetirse en otros enclaves cistercienses: el templo de La Cabrera (Madrid), en Santa María de Azoque (Zamora), así como en las abadías de Furness y The Fountains, en el norte de Inglaterra.

¿ Será casual esta curiosa homogeneidad? No lo sabemos. Lo que sí se puede decir es que la cifra quíntuple se repite en el diseño de las plantas de Santa María de Teverga(Asturias), en Leyre, en Almazán, y en Arbás del Puerto y en San Juan de Lillo. Todos estos monumentos eran de factura mozárabe.

Según mi leal saber y entender, los cistercienses no se propusieron sino la síntesis de los francés y de lo español. El ábside liso y sin contrafuertes es una aportación netamente visigótica. La bóveda de cañón y el arco de herradura que pasa a ser luego de punto a medida que se van resolviendo problemas técnicos sobre la marcha, ya estaba aquí. La leva de religiosos extranjeros traídos por Alfonso VII de allende el pirineo se establece en valles escondidos donde previamente había habido monjes de la laura mozárabe y es así como se lleva a cabo la fusión.  Sacramenia se caracteriza por haber marcado ese punto de inflexión de adaptación a un tiempo nuevo.

Tal constante donde mejor se observa es precisamente en la ruinas del cementerio de Fuentesoto, que por fuera ofrece los rollizos muros visigóticos y por dentro aparece un arco ojival en cuyos paramentos quedan restos de grafías góticas. Su traza cuadrada por una parte recuerda el arte asturiano, pero el interior es paladinamente cisterciense.  He aquí un enigma que no ha conseguido ser resuelto por los eruditos, pues aquí se empezó a construir con bóveda de medio horno, pero luego se volteó en ojiva y lo que quedó fue una bóveda en arista que ha resistido misteriosamente a la intemperie de casi diez siglos sin una mala gotera.

El camposanto a quien lo visita siempre parecerá un lugar mágico. Una mágica telúrica arrastra a la vista hacia el cerro al que quieres llegar dejando a la colación a tus pies pues Fuentesoto siempre me ha parecido un pueblo fantasmas, hecho casi para creer en las Ánimas casi sin querer. La torre de San Gregorio que lo vigila casi de arriba tiene una forma antropomorfita. Los ojos del campanario y el aire de catedral o faldistorio de la configuración de la piedra llegan a mostrarse a la imaginación como las de un gigante que se ha sentado allá a descansar. Recuerda en parte las ruinas del castillo de Tomar, donde está Cova de Iría, donde dice que se apareció la Virgen, paradero insólito, y otra ubicación templaria. Aquellos castellanos que vivieron durante la gran eclosión primaveral del siglo XII, cuando se nota un cambio de rumbo, habían heredado de los romanos una tendencia ingénita a edificar siguiendo el viejo instinto sincretista. Para conmemorar la victoria sobre e islam el rey Alfonso Enríquez ofreció aquellos terrenos al patriarca de la orden cisterciense. El mismo fue el que diseñó el encintando del cenobio del Castillo de  Tomar como tampoco me cabe la menos duda de que San Bernardo anduvo por estos terrenos. San Bernardo era un genio que se adelantó a Leonardo, porque tenía profundos conocimientos no sólo de astronomía y de matemáticas, de pintura y de geometría, como revelan algunos pasajes de su obra tan apasionada y apasionante que han llegado hasta nosotros. Sabía de Leyes y de Teología.

Pero era tolerante y complaciente con sus profesos. En su “Carta de Caridad” lo demuestra. Su pluma destila misericordia y comprensión hacia las flaquezas humanas. Durante muchos siglos, en los monasterios cistercienses se vivía bastante bien. Lo que demuestra que los jardines de María no son una utopía inalcanzable, sino que pueden llegar a ser levantados y cultivados en medio de este valle de lágrimas. Todo estribaba en la parsimonia de una vida sin sobresaltos regida a golpes de campana, que discurría en parajes solitarios y umbríos con mucha vegetación, y, sobre todo, se permitía hacer uso moderado del  vino.

 A los enfermos se les proporcionaba dietas denominadas de alivio, basadas en lacticinios y a los enfermos se les solía curar con vino. Esta bromatología, tan peculiar de la región cuyo estudio nos ocupa en esta parte de la provincia de Segovia, estaba aun vigente hasta hace pocos años. Lo sé por propia experiencia. Mi abuelo Benjamín curaba los catarros y hasta las afecciones de la vista con un vino caliente que llamaba sopillas. La tuberculosis y el reumatismo así como una afección medular o mielosis (esta es  la tierra de los quebraos de espalda y las faenas del campo propician la aparición de las hernias tan frecuentes y que derivan en lesiones oseas), a falta de otras boticas más contundente pedían el vino de ribera como purga de benito.  Fuera de eso, los frailes bernardos, pues está constatado, eran grandes apotecarios e iniciados en la alquimia y conocían la mayor parte de los secretos curativos de las hierbas medicinales, pues, como decía Raimundo Lulio, no hay yerba que no tenga a sus  propias estrellas que la empujen y la estén diciendo a todas horas: crece. Gran parte de esta ciencia que yo he visto guardada misteriosamente en los ojos de boticario y tarros de la farmacia de la villa de Fuentidueña la sabían los monjes medievales al dedillo. Hoy está perdida, pero, a no dudarlo, volverá a florecer, a no ser que la mano del hombre siga empeñado mediante la acción deletérea de sus agresiones al medio ambiente siga empeñado en hacer desaparecer a tantísimas especies de nuestra flora autóctona.

A pesar de sus críticas a la molicie de sus mentores benitos, nunca San Bernardo privó del vino a sus hijos. Debía de saber bien lo que hacía, porque la sangre de Cristo, hoy tan adulterada y que en España absurdamente se tiene en menoscabo porque tanto abunda y la gente prefiere el infame botellín cervecero, pura química, al traguillo de clarete. 

 

Defroque se llamaba en los antiguos a la herencia, constituida por las escasas pertenencias, que lega un profeso al abandonar este mundo. Era costumbre repartir entre los pobres algún tarro con medicamentos, los eucologios y devocionarios, en ocasiones, algún cuaderno, los zapatos y la ropa interior. Es la regla general: desnudos venimos y desnudos nos vamos al más allá. Tampoco de ella se libran los monjes, aunque su constante contacto con la muerte y su preparación a la vida futura, se las haga más llevadera, pues esta familiaridad con la Huesuda es prerrogativa de cartujos y trapense. Esta esperanza en el más allá hace que el tiempo se mida con arreglo a otros parámetros diferentes a los que utilizamos en el siglo. Asimismo, es la razón por la cual muchos semblantes sean alegres.

No queda ni rastro. Polvo serás. Al visitar, año tras año, los escombros de lo que fue uno de los jardines de la Virgen más esclarecidos en la tierra española, me asalta esta palabra. Defroque es una razón de despojo que nos acerca a la realidad inexorable y fatídica: el hombre es el único animal que sabe que ha de morir.  Todo es un defroque lento y paulatino, que muda las cosas. Las ruinas de San Gregorio marcan un hito de éxtasis ininterrumpido con sus sillares purificados por las lloviznas y los vientos de un milenio. Alzadas sobre el somo parecen cantar el salmo de la santa indiferencia y proclaman que han alcanzado la vía unitiva.

Son el resultado de un despojo lento pero irreversible, el corolario  del desasimiento de cuitas terrenales. A Quadrado le dieron ganas de prorrumpir en el canto del “Dies Irae” y Torres Balbás que hace la descubierta de estos escondidos parajes se pregunta proféticamente, poco después de la primera guerra mundial, cuánto tiempo tardarían en caer los muros de la iglesia sacrameniense pertinentemente inventariada desde el punto de vista de su descripción arquitectónica en su libro ya citado, en la que se incluyen valiosas fotografías del recinto iniciático que hoy ya no se pueden obtener. A mí, en mi modestia de periodista y de aficionado a estas cosas, también me pervade esa sensación elegíaca.

Esa sensación de pigricia  y abandono me dice que nada es duradero ni permanente. No somos más que flor de un día, verdura de las eras. El primer tuvo en la colina del Calvario lugar un viernes santo, cuando los soldados romanos se jugaron a la taba la túnica inconsútil del Salvador, verdadero origen del culto a las reliquias. Lo demás es una historia repetida. Ha cundido el ejemplo, porque el odio o la desprevención hacia todo lo relacionado con Cristo es en nuestros días de reforma positivista casi un imperativo categórico. Ninguno nos quedamos aquí, afortunadamente, para simiente.  Puede que de esta forma el Señor esté castigando nuestra soberbia, sin embargo, la desolación ante estos pingajos que otrora fueron muro solemne y compacto, valladar de contención contra las arremetidas del infiel y pebetero iluminado por la plegaria de tantas almas consagradas a Dios se vuelve rabia ante la incuria de un pueblo que ha querido volver la espalda a su pasado, dejando que otros lo manipulen y tergiversen a su antojo. Alma arriba se me sube la tristeza que pronto se transforma en bilis. Me parte las carnes y arponea mi conciencia en este verano último del segundo milenio.

Del noveno centenario del Cid, que amó esta tierra, que era fundo de su querido monasterio de Cardeña, nadie quiere saber nada. Si Larra dijo que habría que candar su sepulcro con siete cerrojos, tal objetivo fue conseguido con creces. Los historiadores ingleses escriben barbaridades sobre su persona, señalando que fue una invención del franquismo, y por propalar tales injurias se menciona a los ínclitos para los premios Príncipe de Asturias. Clausurada la tumba del Campeador, pondrás las crónicas del revés. Recuerdo con horror cómo, hace dos años, fui a visitarla. Me tocó con un grupo de turistas vascos. Uno de ellos, ni corto ni perezoso, a la vista de la despampanante escultura del apóstol Santiago que corona la entrada del cenobio cardenense, no se le ocurrió otra cosa que escupir a la efigie del matamoros y ante la lauda sepulcral todo fueron risas y apostrofes acerca de la Tizona, de Doña Jimena, etc.  Estuve a pique de enfrentarme a aquellos várdulos con pinta de energúmenos, pero preferí entonar un responso mudo por los huesos de los doscientos religiosos que perecieron allí un seis de agosto a manos de los amigos de aquellos bilbaínos que tantas pestes echaron durante lo que duró la visita contra Don Rodrigo. Oficiando de cicerone un frailecillo desgreñado y con cara de sueño, al que le asomaban unos pantalones de franela por debajo de la túnica blanca, tampoco tuvo arrestos para llamarles la atención. ¡ Dios, ¡qué buen vasallo, si “oviese” buen señor!

Pero ese viene a ser el destino crucificado de los que han sentido en sus venas la pasión de España y la han querido amar inteligentemente.  Siempre tienen que venir los Cien Mil Hijos de San Luis a arruinar la parva. Agora no son los infames afrancesados, son los hijos de Julián Marías los que vigilan el cotarro. Del Campeador sólo se acuerdan de él para echarnos tierra a los ojos o para manchar de ignominia su memoria. Y en este caso no sol los cien mil hijos de San Luis ni los de Julián Marías, sino los de Raquel y Vidas, aquellos dos hebreos a los que engañó llenado dos cofres de arena para saldar una cuenta. Debe de ser que todavía le duele la triquiñuela. ¿Y qué pasa? Por una vez que el castellano engañara a los judíos, éstos lo engañaron siempre, porque en aquellos años del reinado de Alfonso VI los judíos bailaban a dos aguas, financiando las campañas unas veces de moros y  otras de judíos y el Cid era un mozárabe, no un mercenario, como quiere demostrar ese tal José Luis Martín, que por decir una tontería lo han nombrado catedrático de Salamanca. Pero esto no es más que la conciencia herida de Raquel y Vida que demanda. Al Campeador no lo perdona y ahora lo queman en efigie por haber ido por libre. Conque todavía estaremos pagando la deuda de la pesada broma de los dos baúles cargados de arena. Va a seguir durante mucho tiempo el expolio.

 

En 1996, con motivo de las fiestas patronales de Fuentesoto, para honrar la memoria de San Vicente patrono de la ermita de su nombre y uno de los restos románicos que, debidamente reparados, han quedado para guardar la memoria de lo que fue el famoso monasterio de Sacramenia, en cuyos predios estaban inscrito todo el valle, desde el hontanar, donde nace la fuente, hasta los muros sagrados sacramenienses, pronuncié el siguiente pregón:

Sr. Presidente de la Asociación e vecinos y amigos de San Vicente, Sr. Alcalde, y concejales, entre los que tengo un amigo, Constantino de Frutos, amigo del alma - falta otro, Gregorio, pero éste se nos ha ido a fumarse su caldo de gallina al Cielo, desde allí nos estaría viendo, pues a él dirijo este emocionado memento. Gente de este pueblo, locales y forasteros. Esta tarde todos nos sentimos sotohontaneros. Porque notamos que en verdad pertenecemos a este pueblo, Fuentesoto, donde parece que hasta las piedras rezan.

Os llamo sotohontaneros aunque es posible que el gentilicio no lo encontréis en los diccionarios. Es de raíz latina. Soto viene de subter, lo que está debajo, por oposición a somo, o summus, la cima que corona. Y de fons que da por evolución de la f en h, como hontana y fontana, fontanar y hontanar. Es para mí un orgullo dirigirme a vosotros por medio de este pregón en día tan señalado, en esta hermosa tarde de agosto, cuando honramos la memoria del Dr. Melifluo, esto es: San Bernardo, el gran cantor de la Virgen, el impulsor de su culto el fundador de los monjes blancos del cister. También predicó la segunda cruzada y fue un entusiasta del culto de las reliquias o de la devoción a los mártires. Exponente máximo de esa devoción era San Vicente, el primer convento que funda él en Roma se llama con ese nombre, igual que la de vuestra ermita que se alza en los huertos de abajo.

Cuentan las crónicas que el famoso abad borgoñón, el cual a lo largo de sus 63 años de vida(1.090- 1.153) erigió más de un centenar de lauras cenobíticas diseminadas por la geografía de Europa, estaba en Roma cuando llegó la delegación del rey de Castilla, Alfonso VII, presidida por el monarca en persona. Ambos se entrevistan en el monasterio de San Vicente el primero que fundara Bernardo de Claraval en la Ciudad Eterna. Corría el año 1.141. Era un 3o de enero.

El rey de Castilla, el hijo de doña Urraca y casado con doña Berenguela que reinó de 1.123 hasta 1.157 quería perpetuar la memoria de su victoria sobre las huestes de la Media Luna en Jaén, un triunfo que la tropa cristiana atribuyó a un milagro de San Vicente obispo y mártir, uno de los sucesores de San Segundo, cuyo nombre figuraba a su vez entre los Siete Varones Apostólicos enviado por San Pablo a evangelizar la Península Ibérica. Con tal fin ofreció el monarca a ll papa unos terrenos sitos en el señorío de Sacramenia y, dependientes de san Pedro de Cardeña y en cuyas cuevas desde tiempo inmemorial había habido monjes.

Este santo muere  decapitado después de ser sometido a la tortura del potro el año de gracia de 304 por mandato del prefecto Daciano de la ciudad de Ávila durante las persecuciones de Diocleciano, la más sangrienta de las nueve persecuciones romanas que registra la historia entre las padecidas por los seguidores del galileo. Recibió la palma del triunfo por defender la fe de Jesús en compañía de sus hermanas Sabina y Cristeta, dicen los martirologios, aunque, según las averiguaciones de mi propia cosecha, ambas bien pudieran ser la esposa y la hija del mismo mártir. En el siglo IV no privaban aun las disposiciones sobre celibato para los ordenados” in sacris”.

Los que hayáis estado en Ávila, la de los cantos y la de los santos, habréis podido admirar esa joya del arte románico que se llama Basílica de los Santos Mártires, construida por un judío converso en el lugar donde fueron decapitados Vicente, Sabina y Cristeta.

Durante la Edad Media. Y en el rito hispano-visigótico o mozárabe, así se colige de lo que ponen diversos cartularios, misales y libros de horas por mí consultados, se les tributaba culto propio en las diócesis de la Tarraconense el 27 de octubre. Su nombre figuraba en el canon de la misa gregoriana hasta el siglo XII, cuando se impone coercitivamente el módulo de liturgia romana, quedando como excepción a este rescripto papal que proclamaba la universalidad de la modalidad lateranense para todo el occidente (el rito ambrosiano y el hibernés fueron apartados al igual que el mozárabe) quedando como excepción algunos  juraderos o basílicas de fuero erigidas para sepulcro de la realeza, como, por ejemplo, la catedral de Toledo, la iglesia de Sta Gadea de Brugos, allí donde el Cid, aquel castellano leal, comete la osadía de tomar juramento a su propio rey - Alfonso no se lo llegó a perdonar jamás- o San Vicente de Bueno, cerca de Briviesca, verdadero antemural de la fe ortodoxa, que guarda una tradición de hermosa leyenda fronteriza: la de Santa Casilda, hija de Almamún de Toledo, a quien los panes que llevaba para alimentar a los prisioneros cristianos en las mazmorras de su padre se le convirtieron en rosas, caso prodigioso del cual no me es lícito extenderme en este momento, en gracia a la brevedad.

Luego Cisneros remataría este anhelo por suprimir las diferencias regionales que siempre ha tenido Roma en su trayectoria globalizadora. Hogaño, la misa mozárabe sólo se celebra en la catedral de Toledo y durante las grandes fechas en San Isidoro de León.

Aquí es donde la historia se confunde, entrevera, y nos deja colgados sobre el precipicio de las lucubraciones y del supuesto. Estamos ante un galimatías, queridos sotohontaneros. ¿A qué santo nos encomendamos o qué santo ponemos? ¿A San Vicente obispo de Ávila de los Caballeros, al que el poeta Prudencia canta en versos inolvidables, por la constancia en la fe, por su impasibilidad ante el tormento, pues después de sufrir el garfio, el potro y el fuego, fue descuartizado vivo y su cuerpo arrojado a los perros por orden de Daciano, pretor del Emperador Diocleciano, quien a su vez preconizó la ultima de las persecuciones, la más sanguinaria de todas? ¿O fue San Vicente diacono y coadjutor de San Valero de Zaragoza y que recibió el lauro del martirio en la ciudad de Valencia durante la misma persecución y en las misma fechas que el obispo abulense el año 304 de la Era de Gracia?

La hermosa tradición católica está a veces salpimentada de ucronías y de nebulosas. Guara silencio ante lo que más importa desde el punto de vista de la curiosidad anecdótica, aunque el depósito de la fe, la fe del pueblo, no por los pormenores padezca merma, ya que permanecerás incólume y firme en sus esenios en el devenir del tiempo. Así nos lo garantizan los Evangelios. Cristo no podrá fallar a sus promesas.

Veamos.

Como no quiero aburriros ni llenaros la cabeza de cifras y de datos de vetustos cronicones, os voy a contar un caso que ocurrió por estos pagos durante una de las guerras carlistas.

El personal andaba algo revuelto y segado en bandos, cosa que, por lo demás nada tiene de particular porque de suyo los sotohontaneros le tienen ley a las banderías y facciones. Siempre fue así en Castilla la Vieja. Y unos eran partidarios de don Juan. Otros, de Don Manuel.  Llegaban las elecciones, había palos, pero los comicios no despejaban la incógnita. No salía alcalde. No había forma. Cuando hete aquí que teníamos en Fuentesoto un sacristán, por nombre Felines, que era un vivales. Se las sabía todas. Ayudaba a un cura, llamado Sisenando, quien tampoco le iba a la zaga. Un día concertarán ambos una artimaña para deshacer aquel empate de las votaciones y los pucherazos.

- Mire, Don Sisenando, aquí vamos a hacer una cosa. Ya va siendo hora de que haya alguien que mande.

- Tú me dirás, Felines.

- Es muy sencillo. Se trata de lo siguiente: pedir parecer al Santo Cristo, ése que sacamos en la procesión del Encuentro la mañana de Sábado Santo. Le decimos: “Divino redentor nuestro. No tenemos alcalde y este pueblo se pierde. Muéstranos tu voluntad. Tú nos dirás a quien designas.

- Eso es pecado de vana presunción, una ordalía. No tenemos que tentar a Dios. Jesucristo no quiso nunca meterse en política.

- Aguarde, Sr. Cura, que los tiros van por ahí, pero no es así la cosa. Nosotros hacemos como que pedimos parecer y consultamos el oráculo divino. Sin embargo, como Él también nos enseñó a ser cándidos como palomas y astutos como serpientes, y, como ya decía San Ignacio que el fin justifica los medios, hacemos un simulacro, pero en realidad serán nuestras inteligencias lo que maquinan todo mediante una pantomima. Se van a quedar muchos que nos les llegue la camisa al cuerpo.

- Sé por donde vas, pero no se puede hacer. Es un sacrilegio. No y no, y no.

Era testarudo el sacristán, y tanto le dio guerra al buen párroco que al fin “Don Sise” consintió en someterse a la ardid urdida por Felines. Se trataba de colocar sendas cuerdas a cada mano del cristo venerable para que, en un momento y ante la interpelación del sacerdote, alzase la mano cuando se le nombrase el candidato designado de los dos. Así quedaría deshecho el empate electoral. Así podríamos tener alcalde.

- Mire, don Sisenando. Vamos a hacer lo que cumple. Usted se reviste con alba y estola, se pone a la cintura el cíngulo de oro de las cajoneras, se echa la capa la pluvial a los hombros. Mientras tanto, yo toco las campanas y convoco al pueblo para que vengan a presenciar el “milagro”. Atamos una cuerda a cada mano de la imagen, una para Don Juan y otra para Don Manuel. Usted canta lo que sepa o responsea, que eso se le da bien. Yo me escondo detrás del retablo y me acurruco en una tronera y cuando usted pregunte al cristo por el nombre del candidato, que ha de ser Don Juan, que para eso es un tío muy de derechas y de confianza, más que Don Manuel, que es un vaina y ha abierto en diez años siete tabernas, yo, zas, tiro de la cuerda.

- Bueno, Felines. Haremos como te parezca, pero vaya por delante que a mí no me gusta esta treta. No quieras meterme en líos.

-¿ Y qué? ¿ No eligen papa los cardenales con una estufa que fuma humo blanco y queman allí todas las papeletas? Pues nosotros vamos a elegir alcalde tirando de una cuerda. Aquello es política y esto es política. Todo en la vida no es más que política.

Conque un domingo por la mañana tocan a misa. Acude el pueblo en peso. Pasados los kiries, el celebrante regresa a la sacristía para cambiar la casulla por la capa pluvial como en las rogativas. Cunde la voz de que Don Sisenando va a hacer un exorcismo.

Entona el” Veni Creator”, invoca al espíritu Santo, hace una pausa. La expectación crece y hasta se oye el volar de las moscas. El Felines estaba oculto en su escondite detrás de la hornacina de San Pedro. Era menguado de carnes y cabía. Casi estaba muerto de risa cuando el cura acometió la interpelación solemne con su enorme vozarrón de rabadán de las breñas.

- Santo Cristo del Milagro, - clamó - coadyúvanos en este aprieto, concierta las paces en este pueblo. ¿A quién elegimos alcalde? Hemos colocado una vara en cada uno de tus divinos gracias. Respóndenos, Cristo Muerto.

Pero el Nazareno, quieto.

Volvió a exorar el preste con voz todavía más campanuda:

- Dinos, Señor, ¿a quién? ¿A Don Juan o a Don Manuel?

La imagen no se movía. En los bancos crecía la expectación y la inquietud. Y otra vez imprecó el bueno de Sisenando el favor de la iluminación celeste, y nada. Cuando de allá a un poco salta la voz angustiada del Felines, que se había hecho un lío con las riendas colgadas a las extremidades superiores de la estatua yacente.

- Pues ni a Don Juan ni a Don Manuel, que se me quebró el cordel.

 

Este pregonero esta tarde, sin ánimo de entrar en polémica, ni de ofender a nadie, y después de sopesar los pros y los contras de la cuestión, sobre la que escribí yo hace muchos años un reportaje cuando hacía mis primeros pinitos en periodismo, y luego me emocioné cuando en Nueva York y Miami pasé por los claustros que miran al Hudson y al parque nacional de Everglades con el mismo señorío despampanante con que miran para  nosotros esos muros de la torre del cementerio, antiguo templo miguelino, augusto gremial de paz y de silencio en el páramo de ese somo al cual los sotohontaneros nunca hemos de perder de vista porque es hito de advertencia acerca de la vanidad de las cosas humanas y de la brevedad de la vida, se inclina por el parecer de que el San Vicente de ahí en eso, el de nuestra ermita, que está entronizado con su báculo y su anillo de obispo y sendos dedos alzados para el “benedícite” guarda relación con el mártir castellano. No con el aragonés. Con el Vicente obispo, no con el diacono de San Valero.

Y, como no me gusta dejar las cosas en el aire, y soy de formación algo escolástica, voy a tratar de demostrarlo.

Si os fijáis en uno de los capiteles de nuestra ermita cisterciense que resplandecen por las hermosura y virginidad de la piedra toba que parecen haber salido de las manos del cantero ayer cuando han pasado ya más de ocho siglos, os fijaréis en una de cabeza de obispo, ataviado de pontifical (capa con broches, mitra, mocasines, anillo y báculo estevado, y los dos dedos de la mano diestra que bendicen al concurso enguantados en su quiroteca. Es casi el único motivo religioso dentro de esta surtida representación de flores y animales mitológicos de origen pagano. La figura de San Vicente emerge en el seno de una decoración ficoidea exuberante, dentro de un casalicio formado por ramas de palma. Se trata, pues, de un obispo y de un mártir. el artista quiso dejar estampada en la piedra la personalidad del homenajeado en este ara diciéndonos que había alcanzado la plenitud del sacerdote por los atributos con que lo representa. Esa fue a mi criterio la intención del artista que esculpió las tallas de los cimacios del arco del ábside. Debajo de la tosquedad e ingenuidad de su cincel late un espíritu cargado de simbología.

Alfonso VII, el mentor que auspicia esta fundación en la “domus monástica “ sacrameniense nació y se crió en Ávila. A sus expensas se acometió la obra de la catedral así como esa capilla del arte románico que es la basílica de San Vicente y también fue este rey el que hizo la donación de Sacramenia al cister. Alfonso VII el emperador era devoto de los Santos mártires. Sin embargo, el primer convento que funda san Bernardo en Roma lo pone bajo la advocación del otro San Vicente, el oscense. Hay una interpolación de nomenclaturas.

Por otro lado, conviene meterse en la mentalidad del hombre que habitaba estos tesos por aquellos tiempos del Terror Milenarista, cuando todos creían que el mundo se iba a acabar el último día de diciembre del año 999, un guarismo que representa la inversión de la cifra conocida por los hermeneutas como de la terminación del mundo. El número innombrable e irrepetible. Estaban en un equívoco, porque la Misericordia de Dios prevalece sobre la incertidumbre y las trapacerías agoreras y otras iniquidades de los hombres y el sol siguió luciendo.

No se puede entender la fe del hombre medieval sin el culto a las reliquias. La vida era corta y azarosa, plagada de enfermedades, abandonos, despotismos, arbitrariedades e injusticias. Los cristianos se aferraban a las reliquias de los santos como talismán de protección, como salvoconducto y baluarte contra las embestidas del infortunio. La seguridad estaba poco garantizada debido no sólo a la razzias o campañas militares agarenas de primavera, sino a las pugnas internecinas entre los propios cristianos. Porque Castilla era entonces(y aquí radique tal vez su principal defecto) un reino de taifas. La gente iba de acá para allá con la casa a cuestas con los huesos de sus santos al hombro, como en la famosa novela del griego Nikos Kazantakis. Es una costumbre oriental que los griegos habían copiado de la iglesia de las Catacumbas. Es una parte ahora indispensable del dogma de la comunión de los santos. Dios accede a las suplicas de la Iglesia militante en atención a los méritos de la Sangre del Salvador y de los bienaventurados que le honran en la Iglesia triunfante.

Tanto es así que únicamente se permitía celebrar la misa en aquellas aras que contasen con  los despojos benditos de algún confesor de la fe. Esta es la parte principal del Santo Sacrificio de la Misa después de la anáfora o canon. Se denominaba antímnesis o recordación. Estos altares purificados con el testimonio de los que dieron la vida por la fe abonan la famosa tesis de Tertuliano:”La sangre de los mártires será semilla de cristianos”

El “Cronicón Bruguense” señala que un seis de agosto del año 1002 moría en Medinaceli “siendo sepultado en los infiernos el caudillo Almánzor”, al cumplirse un año justo de haber llevado la ultima de sus más de un centenar de incursiones devastadoras contra el Norte.  Porque hasta cincuenta y dos de ellas le computan los cronistas. En una arrasa la catedral de León, en otra siembra la desolación y tala las vegas de Aranda, en otra derruye el acueducto de Segovia y entra a saco en el monasterio de Cardeña donde 206 monjes fueron pasados a cuchillos. Cada año en la fiesta de la Transfiguración, mana sangre roja de la fuente claustral. Cuando se abatieron las hordas sarracenas sobre Ávila, sus moradores huyeron despavoridos en todas las direcciones, llevando consigo y como única defensa las reliquias de los mártires, Vicente, Sabina y Cristeta pero el flujo fundamental corrió hacia tierras burgalesas. En el páramo o al abrigo de las montañas encuentran refugio. Buscan los riscos y los yermos como el de Buezo o las parameras como éstas y en uno de cuyos valles nos encontramos nosotros esta tarde.

El poema de “Fernán González “ refiriéndose a aquellos días de afrenta y desolación bajo el yugo fundamentalista del Islam intercala la siguiente estrofa:

       “... Tomaron las reliquias, todas las que hubieron,

            alçaronse en Castiella, assy la defendieron “

Que la torre de esta iglesia de San Gregorio del cerro a nuestra izquierda pudiera haber sido objeto de una de las 52 incursiones muslímicas del sarraceno el año 1000 es una historia más que probable. Tienen esos muros santos de nuestra colación todos los visos de ser un “ribbat”o castillo. La torre en realidad es una atalaya. Se trata sin duda de un templo prerrománico del tiempo visigótico, coetáneo de San Miguel de Lillo, San Julián de los Prados, de Santa María del Naranco o de Santa Cristina de Lena. La bóveda se trae un aire con la de la cripta de San Isidoro de León. Todas ellas son iglesias de traza cuadrada, lisas y sin vanos. Antes del cristianismo quizás hubiese en ese somo un templo a alguna deidad romana, incluso vaccea, ya que el aspecto es el de un castro celtíbero. En cualquier caso, ahí está la espadaña señera, su veleta enmohecida que tanto sabe de los vientos que han soplado sobre nosotros. Pudiera ser el cálamo que trazase la historia nuestra y de nuestros antepasados en todas las direcciones. Sobre su aguja quedan todos los colores del espectro y permanece vigilante velando por la memoria y la paz eterna de los ancestros, testigo mudo y perenne de la vida en el valle que discurre con la alegría e inconsciencia de ese arroyo de aguas bravas que mana de nuestra fuente.

 

Si es importante la figura señera de Alfonso el Emperador es porque su reinado representa un oasis de paz y de bonanza en medio de la confusión dentro de los crudérrimos albores del castellano solar. Es el monarca de la Tres Culturas con pleno derecho y en el sentido estricto, no en el laxo que se quiere dar ahora a esta palabra, ya que la Cruz en la cual creía y por la que murieron tantos debe ser el faro y la guía de la ley del amor, que tolere, pero nunca se compare de igual a igual con la Media Luna o el Candelabro Mosaico. Porque es el rey de las Tres Culturas bajo la Cruz de la Victoria se hace coronar en Toledo donde funda la Escuela de Traductores que luego sería ampliada por su biznieto, Alfonso X. Fomenta la tolerancia para con moros y con judíos. Perdona y repuebla las tierras arrasadas por las invasiones del sur, rotura los campos y los limpia de malhechores y de bandidos. Es sobre todo el primer gran impulsor de las peregrinaciones jacobeas.

En defensa de los peregrinos instituye las ordenes militares que abren casas y castillos a lo largo de todo el camino francés. Son los Hermanos Hospitalarios de Calatrava, fundados por un cisterciense, el abad Veremundo de Fitero. Protege a los judíos y, pasado el furor fundamentalista sarraceno, instituye y dona, por todos los confines, monasterios. Su presencia irrumpe cual vaharada de aire fresco en un ambiente cargado y tenebroso como es el del siglo XI. Pero, sobre todo, es el Rey del Románico. Europa se llena de una serie de construcciones religiosas de  apariencia ciclópea, como si los muros de estas iglesias intentaran hundir sus raíces en la tierra a la búsqueda de la profundidad de los misterios divinos, pero de una armonía de líneas y de un candor que sugiere u enerva, y que no ha sido todavía en arte mejorado por ninguna otra escuela o tendencia. Se trata de un mundo iniciático, mágico, didáctico y terapéutico, labrado por rudos canteros analfabetos pero que parecían hallarse en posesión de la piedra filosofal alquímica muchas de cuyas claves de interpretación se han perdido. Como, por ejemplo, los seres tetra mórficos y las arpías, esfinges, aguilas colosales, helechos que adornan los arcos abocinados y se incrustan con mirada profunda y un si es nos burlona sobre las ventanas telescópicas. Las bóvedas de cañón ofrecen maravillosa contra acústica, y mediante una disposición de ortofonía  en las rendijas o huras de las paredes se realzaba la voz de los cantores y los predicadores no habían necesidad de micrófonos porque tenían a su alcance la mejor disposición sonora. Por el oído entre la fe y ciertamente en este tipo de templos románicos es el sentido que más vale. Los interiores  en penumbra permitían en cambio la contemplación de los frescos que adornaban las paredes.

El monasterio es el paso siguiente a la antigua “domus áurea” y la mansión de los fundos latinos, emplazados sobre lugares estratégicos, oreados, y con una querencia de salvaguarda de los malos espíritus o demonios familiares. Era importante que el lugar elegido para cada fundo gozase de aguas salutíferas y de aires benéficos. Cumplía el papel que hoy se asigna a las ciudades, que son centro de poderes y de saberes. El cister, por eso mismo, es más que una orden eclesiástica; se trata de una auténtico proyecto de futuro, una nueva forma de conocimiento y de acercamiento a Dios, a través de los libros, de la razón, y de la observación de los fenómenos naturales. Aquellos monjes practicaban la alquimia y sabían mucho de plantas medicinales.

¡Increíble, pero cierto! La cruz ochavada de los claveros de Calatrava, Santiago, Alcántara , Avis, constituye el símbolo de un mundo nuevo, que galvaniza a la catolicidad en un salto adelante, un programa de vida que rompa con esquemas antiguos. Se dilatan los campos del conocimiento. Cambia la escritura. Cambia el culto. Mudan las costumbres. Salamanca, Palencia, la Sorbona, son emporios de la ciencia empírica y de la escolástica y constituyen el signo catalizador, o revolución innovadora, que supone el románico.

Y ello acontece gracias al cister y a las órdenes militares, establecidas bajo un mismo régimen, la “Carta de Caridad” promulgada por San Bernardo en 1.118. Habían fracasado la primera y la segunda cruzada, predicada por él, pero triunfa su mística traída desde oriente por los Monjes de la Cruz, en sus dos ramas: la activa de San Veremenundo de Fitero, y la contemplativa de cistercienses y trapenses.

 

Precisamente fue ese gran emperador de Castilla, al que tanto debemos nosotros porque resultó el fundador de nuestro pueblo, quien establece los Fueros de Calatrava los frailes soldados que llevaban al pecho una cruz ochavada. ¿Por qué ocho puntas? Porque el ocho era el número áureo, el número de la beatitud. En todas las fundaciones se esculpe en alguna ménsula o en aquel otro modillón el citado guarismo. Es la insignia que cierra el círculo. Ocho puntas tiene la estrella de David, y el ocho es múltiplo de doce, el ritmo de la creación, cuaternario, como el de los logaritmos. Hay doce apóstoles, doce planetas, doce meses del año, doce lunaciones, doce profetas. Si se multiplica doce por dos, nos salen los Caballeros Veinticuatro de las leyendas artúricas. Con ocho más nos da el número de gremiales que había de tener un coro catedralicio.

Europa entera, como si inundada de entusiasmo, se pusiera en movimiento con el proyecto de un objetivo común, se lanza al camino de la estrella. Quiere saber y ser sanado. Es como , por así decirlo, y salvando las distancias, saltar de la rueda celta y del arado de Cantalejo al Internet sin solución de continuidad, sin pasar por Venta de Baños y haber necesidad de peaje. Ese invento de Bill Gates, que ha revolucionado nuestras vidas en poco menos dos lustros a esta parte se basa en los conjuntos binario de los misteriosos monjes de origen cisterciense. Había habido un papa, Silvestre II que en los albores del año mil había descubierto una cabeza parlante capaz de contestar sí o no a cualquier pregunta, pero parece ser que la maquina de los templarios se aproximaba a lo que hoy llamamos ordenador, basada  por de sobre en la dualidad matemática; sólo que sus movimientos los cifra en octavos, en lugar de dos.

Pese a todo, la más valiosa aportación de tales religiosos a la civilización no son los descubrimientos técnicos y científicos que aportan desde el claustro sedentario sino un movimiento de espiritualidad basado en el triunfo y exaltación de la cruz de Cristo. El hallazgo del arco rebajado y la bóveda de cañón es nada comparado con el resurgir del espíritu cristiano, basado en la tolerancia, la paciencia, el amor al trabajo, la alegría de vivir y el perdón. Las otras dos religiones monoteístas, que nunca predicaron la renuncia a los apetitos y bajos instintos, nunca podrán jactarse de todas esas consecuciones tecnológicas. Por eso, hoy muchos países islámicos siguen en la Edad de Piedra.

Esa es un poco la clave del impulso civilizador que e opera a mediados del siglo duodécimo. Y es ese mismo espíritu solidario, tolerante, alegre, con esa elegancia a la vez llaneza con que saben hacer las cosas los de Fuentesoto que renacen las fiestas de San Vicente, perdidas hace tiempo y recuperadas felizmente, como la ermita que recatasteis de las garras de la muerte, porque se había convertido en un muladar, merced a vuestro tesón. Yo me emocioné hace un par de años cuando bajé en las compañía de Constantino de Frutos y la vimos adecentada, encalada, enlucidas las paredes de color salmón, y con ese aspecto rojizo que tienen las tierras del páramo, y reformada primorosamente. casi lloré. Le dije a mi amigo Constantino de muchos años, que tanto ha trabajado por el progreso de Fuentesoto estas palabras:

- Constantino, haces honor al nombre que te precede. Tienes, en verdad, maneras de emperador “et in hoc signo vences”.

Los dos adoramos la cruz recién restituida ante el altar. Nos pareció que sobre el valle se perfilaba la que apareció en Puente Milvio el año 312.

En un tiempo en el que, nadando en la abundancia de bienes materiales y de cierta prosperidad como la hubo pocas veces, aunque pendan sobre nuestras cabezas los problemas del paro obrero, la eventual desintegración de la España de las autonomías en taifas, y que este país se ha convertido en una especie de asilo de mayores, donde las gentes se pasan el santo día en la tasca jugando al tute, a la brisca y al dominó, o apoltronadas ante el televisor, cuando parece que la nación ha perdido el fuelle y se ha convertido en una catasta, un mentidero y una tribuna de reivindicaciones pasivas, y mira para las cosas que verdaderamente para las cosas que tienen trascendencia y son nuestras como quien oye llover, porque nos hemos vuelto cicateros de ahí nos las den todas, y estamos en una actitud de acecho y de reserva de agachar la cabeza y a cobrar, existe una gran soledad e incomunicación. Los demonios familiares hacen acto de presencia por el somo. Todos vivimos físicamente encima unos de otros, pero alejados en espíritu. Formamos una especie de “islas flotantes”, témpanos de hielo arrastrado hacia la marisma cada uno encastillado en su propio iceberg y atento a su trayectoria. Si alguien cruza en nuestro camino, arremetemos. Cuando se predica la solidaridad por todas partes nunca hemos sido tan inconsiderados para los que están cerca, aunque nos desbordemos en ayuda humanitaria para con los que están lejos. De tejas abajo runde la envidia y la maledicencia. Para los forasteros manda la regla del quijotismo y las donaciones generosas para Bosnia, Kosovo o los terremotos de Turquía. Mandamos ayuda al turco y apaleamos al pobre que llama a nuestra puerta.

Pues bien, instituciones y agrupaciones vecinales como la que hoy nos convoca posan la llama del fuego sagrado de la tradición leal a la igualdad cristiana y comunera, de amor y caridad - fijaos que hablo de caridad que es lo que importa, no de solidaridad etérea y filantrópica, y que nosotros hemos mamado desde niños, junto con las sopillas mojadas en vino que nos daban nuestras abuelas. Porque el vino de por aquí en esto, zona de la ribera durense, no es vino. Es más que vino. Era- hasta que desceparon los majuelos- canto gregoriano. También arribó en las alforjas de aquellos benditos frailes borgoñones del monasterio francés del Aula Dei que trajeron cargados sus carros esquejes y mostelas de las mejores cepas del valle del Loira, cuando se establecieron en Sacramenia y su contornada, a las órdenes del abad Beltrán, que unos años más tarde recibiría la mitra primada de Toledo.

No puedo por menos de evocar ese talante hospitalario de beneficencia y caridad que trajo el Temple a España, porque fue religión que se dedicó a defender al pobre y al desvalido y sacar la cara por los enfermos que se embarcaban en el Camino Francés desde los rincones de toda Europa para ganar la salud. Estaban de parte de los menesterosos y del pobre contra las arbitrariedades dela nobleza y de los señores de la guerra. Para acoger a los que no tenían donde caerse muertos abrieron lazaretos y casas del peregrino. Fundan hermandades y cofradías como aquellas que había en nuestro pueblo y que yo conocía que se dedicaban a visitar a los enfermos y decían misas por los que fallecían. Cuando alguien caía malo, iban a verlo. Si fallecían, se cuidaban de su sepelio. Había una norma de vida que presidía el correr de la vida a la sombra de esa torre cuya cruz en lo alto cuyos ojos siguen mirándonos como cuévanos orondos de eternidad y acogidas a esa cruz que nos abraza con sus dedos inmensos y ésta era la honradez en medio de la paciencia y la pobreza que gracias a la cruz se transformó en riqueza espiritual, los dones que transformaron Castilla en un pueblo fuerte.

En tiempo necesidad se distribuían tarjas para marcar la entrega del pan a las familias menesterosas. Las campanas, esas campanas que se fundieron para fabricar balas cuando la invasión francesa, tocaban a rebato si acechaba algún ataque, se había declarado un fuego, o sonaban a clamor por los difuntos. ¡Mucha y gran devoción hubo por las Ánimas en Fuentesoto!

La democracia nació en Europa en los concejos que deliberaban a la sombra de esas olmas centenarias como la que había muy cerca de aquí junto a la cloaca romana, talada cuando hubo que ensanchar la carretera. Era tan frondosa y corpulenta que los músicos el Día de San Pedro podían tocar el baile subidos a lo alto de ella. En el atrio de la iglesia los domingos se reunían los hombres para tratar de los asuntos atañederos a la vida del común. Si alguno tenía un problema, un litigio o una que queja formular, lo anunciaba en la junta. De esa forma directa y de vis a vis se resolvían los pleitos y se allanaban las diferencias. Allí a ninguno se  le negaba el uso de la palabra. Tampoco había tanta envidia porque no existía esa desmedida ambición que ahora tanto nos aflige. Todos nos conocíamos. Sabíamos de qué pie cojeábamos y en qué lugar nos apretaba el zapato, pues como decía mi abuela Leonides., que Dios guarde en su gloria:” Hijo, hay que saber perdonar, que todos tenemos un ventanuco al cierzo”.

El humor nos estaba reñido con el respeto, pero, si alguno cometía extravagancia o decía algo que llamase la atención, que se fuese preparando: los sotohontaneros conservan una memoria de elefante.  Así todos nos acordábamos del burro del tío Aquilino o los garañones del molinero de la Villa, que se acarraban, llegado el verano contra las tapias de la iglesia o en la rinconada de ahí en eso, con su costal al lomo, entre patadas, bostezos y el retiñir de las es esquilas en el calor y las moscas de aquellos estíos inmensos. Subían al pueblo inexorablemente a la hora de nona, a las tres de la tarde, cuando expiró Jesús en el Monte Calvario y medio pueblo se encontraba durmiendo la breve siesta antes de volver al trajín de segar, trillar, dar haces, beldar, arrancar hieros. Los que velábamos les veíamos portar cabeceando por el recodo de los Chimorretes avanzando pesadamente entre nubes de polvo blanco. Al cabecear, hacían mover las esquilas enrolladas al pescuezo.

Era una estampa arrancada de la Edad Media que impresionó mi retina de niño. En época de celo, cuando olisqueaban alguna burra torionda de lejos, soltaban la carga, los costales el cencerro y se lanzaban a los cuatro pies buscando al asna que les deparase un poco de amor y despertaban a los rezagados con sus rebuznos. Daban un concierto que no era precisamente el de la escolanía de pueri cantores. Por menos de un pimiento éramos testigos de esa llamada de la sangre en la fórmula de aquí te pillo aquí te mato; presenciábamos a lo vivo y sin tener que abonarnos a Canal Plus una exhibición contundente de los poderes superdotado con que invistió Naturaleza al onagro, o de la vehemencia fálica que otorgó Dios al jumento del tío Aquilino, quien ni a trallazos, ni aun a fuer de horrísonos juramentos era capaz de deshacer la coyunda o de evitar lo irremediable.

- Moño-decía el buen señor -, ya está éste re contra jodido queriéndoseme ir de picos pardos, tan a deshora.

- Usted dele, tío Aquilino. Dele y que se j.

- No hago otra cosa. Pero la cabra siempre tira al monte.

Burdégano era aquel hermoso animal que nació a su padre, el garañón de Moradillo, en lo de madrigado y a su madre, la burra del tío Isidoro, en lo de caliente.

Todos recordaremos al tío Farruco con su cuartillo de vino camino de la bodega.

-¿Qué hay? Bien y tú. ¿La familia, bien?

- Todos, superior, gracias a Dios, y que no falte.

-¿ Hace un traguillo?   

-Venga, señor Francisco, ya que insiste.

-Si no insisto, hijo.

- De hoy en un año, pues.

Y sin encomendarse a Dios ni a su Madre, Emérito de la tía Melánea, jaquetón y faceto, se metía entre pecho y espalda de un trago todas las existencias de vino del bueno de Farruco que traía para almorzar.  Éste miraba desconsolado para el jarrillo.

- Me has bebido hasta las escurriduras, hijo. Pues que te aproveche. Hay que volver a por más. ¡Qué se le va a hacer!

- De hoy en un año, señor Francisco. Este vino de usted me sabe a glorias. Me tiene que decir dónde la coge.

- ¿Dónde lo voy a coger? Pues, de las viñas,¡ leche! No creía, Emérito, que te hubieses vuelto como el Gitano Señorito.

Tornó grupas, pero, como dicen que el alacrán picado se asusta de su propia sombra, desde entonces tío farruco anduvo listo, se gastaba unos jarrillos tan pequeños que parecían de tienda de souvenirs, dejó de hacerse el encontradizo evitando los corrillos al pasar por la plaza. Subía hacia las bodegas como a la agachadiza tapando la “sangre de Cristo” con su manaza de labrador curtido, como si en lugar de un recipiente llevase un guijarro o un arma arrojadiza capaz de estampárselo en las narices del pedigüeño ocasional.

-Tío Farruco ¿qué porta usted en esa mano péndula?

-Llevo una trampa para cazar gamusinos y el que quiera saber más que se vaya a Salamanca, ¿hace?

- Pues,¡ ahora sí que estamos buenos!

Asimismo, todos nos recordábamos de frases geniales llenas de estoicismo y de humor negro, porque , cuando no había, no había, y santas pascuas, como aquel “esta noche ni tú ni yo , Teodoro, pues madre nos echa de casa” y la carta en la mesa presa del tío Enrique, otro personaje singular, al que todos conocisteis, y que velan el sueño eterno allá arriba entre los lienzos de pared del antiguo templo de San Gregorio aguardando la trompeta del Último Día que los despierte.

Memorable fue la despedida de aquel novicio (luego, no cuajó la cosa)que se iba a los frailes del Henar, por nombre Crescencio. Vino a despedirse de una vecina.

- Tía Piquilaya.

-¿Qué?

- Pues que me meto a cura.

-Pero,¿tú? ¿Tú?. Si eres un vaina. Andidiay.

-Dejo el siglo, señora Angustias (era su nombre de pilas, sin embargo todos la conocíamos por el cognomen de su marido el Piquilayo) Hice unos ejercicios espirituales, y me ha dado fuerte, y que me voy a los frailes, como lo oye... ya no nos volveremos a ver hasta el Valle de Josafat.

-Largo me lo fías , Cresce, pero, si ese es tu gusto, yo te lo apruebo y te doy mi bendición. Adiós, hijo, que tengas mucha suerte y que seas bueno.

Como recompensa regaló al neófito un duro de plata y dos docenas de soplillos, como viático para el camino. Ninguna de ambos presentes llegó al convento carmelita. Dio cuenta de los hojaldres y e los había gastado las cinco pesetas antes de llegar a Cuéllar.

A los quince días, ya estaba de regreso en el pueblo. Se encuentra otra vez con su vecina, quien se sorprende y se asusta, no estuviera viendo algún trasgo o visión celeste.

- ¿Cómo por aquí, tunante? Yo que contaba con ser tu madrina en el cante misa y tener un sacerdote a pupilo.

- Pues ya ve, tía Piquilaya. Sencillamente, no me probaba.

-¿Y de lo que te dí?

-Con putas y rufianes me lo comí.

-Anda, anda, con el santito...

 

Vegas abajo, tenéis el monasterio más antiguo de España y uno de los más venerables de la cristiandad. Muchos de vosotros estáis al tanto de sus vicisitudes y peripecias( fue trasladado piedra a piedra a los EE.UU.), de los que os hago gracia en honor a la brevedad. Mas, quiero recalcar que esas piedras del ara venerable son un tesoro que nos vincula con el pasado y nos ayuda a acometer el porvenir con esperanza y optimismo. Son nuestros manes, nuestros dioses lémures y penates, tan importantes en las colonizaciones romanas. A ellos regresáis cada año y ellos os acogen. Es como volver a los cuarteles de invierno para respirar el aire que atando a la tierra regenera. Aquí tendréis el descanso del guerreo, el lugar al que retornáis para lamerlos las heridas , `para coger fuerzas, cargar las baterías y regresar como nuevo a la ciudad grande a la cual emigrasteis a haceros cargo de vuestras ocupaciones como estudiantes obreros, ejecutivos, grandes jefes o, simplemente, frailes. Estos días de hermandad y de solidaridad tonifican el espíritu y lo curten para las luchas de la vida. Yo os deseo vacaciones tranquilas sin libertinajes, veleidades, arrogancias, desidias o el mal perenne de la envidia, y mucha salud al socaire de los altos chopos de este valle enjuto entre las dos grises laderas de piedra toba , de zarzalejos y tomillares que nos circundan. Que no haya discordias entre nosotros, que reine la paz de Cristo. Que los hontanosoteros de arriba cabe la fuente y los sotohontaneros de abajo junto al recodo de los chimorretes sean una misma cosa: hermanos espirituales legatarios del mensaje de Bernardo y de Vicente.

Hecho estos incisos, porque aquí no venimos sólo hablar de piedras, de arcos y de cúpulas sino de la gente que ha rezado en las gradas del altar de nuestras iglesias antiquísimas, y tanto que se pierden en la noche de los siglos, porque el Cister no hizo más que recuperar un cristianismo establecido ya antes de las primeras invasiones muslímicas, de la era de los godos, y, antes de los romanos. En ese mogote de San Gregorio debió de haber un templo de urdimbre vaccea, pues tiene todo el aspecto de monte sagrado que convoca a las fuerzas telúricas ocultas en la naturaleza. El cristianismo no hizo más que consagrar un culto a la divinidad desconocida que existía aquí desde hace muchos siglos. Lo grande de estos añojales y barbechos es que no se puede trazar una raya exacta que divida al culto sincretista del trinitario.

El primer contingente de siete monjes bajo la estola del abate Raimundo que sucede a Dom Bertrand al ser promovido a la Silla Primada se establece en tierras de Sacramenia y su alfoz (Pecharromán, Santa Cruz, Fuentesoto, Valtiendas y Cuevas de Provanco) al correr de 1.142. Araron los capos, plantaron vides, construyeron cilleros, lagares y bodegas. Se cree que en la ermita de San Vicente trabajaron alarifes bereberes que habían sido tomados en cautividad por Alfonso El Emperador en Andalucía. Merced a la redención de penas por el trabajo aquellos buenos musulmanes consiguieron su manumisión y accedieron a la propiedad de la tierra. A ellos se debe todo el románico de ladrillo que se extiende a lo largo de un arco de herradura geográfico de los que sus dos salmeres de arranque serían Cuéllar y Arévalo, y Sahagún de Campos, la clave del dovelaje. Nos dejaron algunas de sus costumbres, ciertos rasgos faciales y algunas palabras. Todavía en nuestra iglesia de San Pedro no había bancos, como en las mezquitas, y las mujeres se sentaban en el suelo delante del hachero túmulo, para rogar por sus difuntos, a la morisca y llamaban a la manta del macho alfamar.

No quiero dejar de pasar por alto en esta bella atardecida de agosto pasar por alto que algunos aspectos de nuestra cultura se retrotraen al ascendiente semita, tanto árabe como judío. Cuando las persecuciones contra los hebreos de 1348 en Burgos, muchos de éstos salieron de aquella ciudad y se esparcieron por diversos lugares de Castilla, prefiriendo como refugio aquellas tierra de abadengo, colocadas bajo la autoridad directa del rey. Sacramenia era una de ellas por pertenecer directamente al fuero de Cardeña.

El Temple se crea no desde un afán belicoso contra las sectas, sino desde una óptica de paz y, a lo puro, guerra defensiva, condenando al pecado pero amando al pecador. En sus estatutos se mandaba rezar al cabo de la misa una oración en árabe y otra en la lengua rabínica. Los cistercienses quisieron ser la síntesis de la cruz como vértice de todo, no de la cruz al revés, y de volver otra vez a las andadas, cuando la lucha costó sangre de tantos siglos, como quieren los abanderados de las Tres Culturas.¡Ilusos! Nunca en España pudo haber eso sin admitir la prelación del Evangelio como norma de vida.

La integración llegó a conseguirse mal que les pese a muchos con sus altibajos y movimientos sistólicos y diastólicos propios de la historia de España, donde fue endémico el problema de los alumbrados, los judaizantes y aljamiados, que siempre tuvieron preeminencia y un mando oculto entre nosotros y para demostrarlo no hay más que echar un vistazo a nuestras letras del Siglo de Oro. En ella llevan casi siempre la voz cantante los conversos. Incluso, son de origen “marrano” la mayor parte de los tratadistas místicos: Teresa de Cepeda, Juan de la Cruz, Malón de Chaide, Fray Juan de los Ángeles, Sor María de Ágreda...

Aquí perduró hasta no hace muchos la tradición de las “tapadas”. Por las calles de nuestros villorrios uno se creía en Marruecos o en Irán al ver avanzar a las mujeres de rigoroso luto, cubierta la faz con el alfareme o velo de castidad, que no era sino el residuo del flámeo romano. Se cubrían entonces de los pies a la cabeza incluso para ir a trillar con manguitos y todo, y alguna hasta con el chal. Ahora se desnudan...

En las eras en más de una ocasión escuché yo cantar a una moza aquel estribillo del romancero trovado directamente del Cantar de los Cantar

                               “Morena me llaman, yo blanca nasçí.

                                 El sol del enverano me puso ansí.

                                 Morena me llama el hijo del rey;

                                 por la color de mi cara su amor perdí ”

la impronta cuneiforme vuelve a aparecer e las ménsulas, escocias y cimacios decorados a la morisca en la mayor parte del románico. Late esa superstición de las suras del Corán iconoclasta a representar la figura humana por evitar la idolatría. Dichas cláusulas de la Ley que recita la ásala del alfaquí cinco veces al día en la fórmula del “khotbah” vedaban a los creyentes cualquier imagen antropomórfica por no haber otro Dios que Alá [la ilah ilá Allá], un dios celoso que no admite rivalidad. Este resabio iconoclasta es absolutamente morisco y la antítesis de lo romano. Los latinos eran fetichistas. Sus templos consistían en un camarín sellado donde ardían lámparas y ofrendas. El profeta quiso dar a sus creencias un marchamo  de abstracción al amor de la taxativa ley de que Alá está en todas las partes y no tiene porqué representado. Es un ser espiritual lejos de toda materias y esta suposición va a ser retomada por los docetas y los priscilianistas , remisos a aceptar la presencia de Jesús en la eucaristía y mucho más a manducar su carne, siendo todos ellos de costumbres vegetarianas. Por eso la decoración que lucen las archivoltas y capiteles se esgrafía en lóbulos, grecas, trenzas ficoideas y arabescos. Alguno de estos menestrales que buril en ristre esculpieron las columnas que decoran la ermita de San Vicente y las helgaduras del ábside debían de estar soñando mientras trabajaban en el Jardín de Alá, un Paraíso de gozos diferentes y hasta sensuales (los guerreros que hubieran perdido un brazo combatiendo en la guerra les volvería a nacer allá y las piernas cercenadas en la lucha por el Islam crecerían otra vez, y les servirían a la mesa una corte de bacantes y de huríes que para distraerles cuando estuvieran aburridos danzarían para ellos la danza de los siete velos) al que prometió el Salvador, que sólo atiende a los goces y recompensas del espíritu. Para nada a los deleites carnales.

Sin embargo, en medio de este bosque de coníferas de piedra y de tallos de ramas salvaje, podremos distinguir en las ménsulas a alguna dueña medieval tocada de su caramallo que ciñe su faz en un barboquejo, moda de aquella época, de origen francés, y que servía de coronación al brial, como también, ya en el lado de la epístola, admirar el busto del glorioso Vicente obispo que proclama su triunfo martirial entre dos palmeras por cada uno de sus flancos y que aparece con mitra y báculo bendiciendo con el dedo índice y corazón de su diestra. Para estar vivo sólo le haría falta recitar el salmo XXVI que empieza: “Justus ut palma florebit”. El justo florecerá como la palmera, etc.

 

La vida en ese convento bernardos, como en todos, transcurrió sin novedad desde su establecimiento en 1147 hasta la desbandada general de la desamortización de Mendizábal, un albalá de 1835 que disolvía las órdenes religiosas. Los frailes vivían cara al sol observando las intercadencias de la veleta de la torre claustral y bajo la férula de la campana que regía la vida monástica distribuyendo las actividades cotidianas: las siete horas canónicas, con Maitines a media noche y las Vísperas con el entrelubricán o luz del Oeste.  Alzaban con la aurora y se acostaban al último rayo del crepúsculo. Las horas de trabajo manuales se alternaban con el estudio, la copia de textos en el armolianum y las visitas en el refectorio. No quedan en Santa María de Cárdaba rastros de esta dependencia pero en el Monasterio de Piedra, en Teruel, otro enclave cisterciense, el viajero puede   contemplar las bóvedas del comedor satinadas por el humo de siglos. Las cocinas estaban en el mismo lugar donde se hacía la colación. Solía ser la parte más caldeada del convento y justo al lado estaba el dormitorio. Queda el de Poblet, que era enorme y con una capacidad como para quinientos lechos, para atestiguar esta vida en común, que caracteriza a los cistercienses.

Había un superior, el abad que en algunos casos sólo dependería a efectos de jurisdicción del clavero o maestre, pero pro norma general los abades eran mitrados y su predominio era omnímodo. No dependían de Roma a efectos disciplinarios más que para cuestiones dogmáticas. En Sacramenia llegaron a juntarse hasta tres centenares de monjes entre profesos y oblatos o donados, sometidos a la disciplina de un prefecto. El capiscol o maestro de capilla se encargaba de los cantos del coro, el racionero, de atender a los pobres; el cillero, del menaje del grano; el ecónomo , del del hogar. Había un hebdomadario encargado de leer para los padres mientras se sentaban en el refectorio. Destacado lugar ocupaban los pendolistas o expertos calígrafos que transcribían los códices. El paso del tiempo  transcurría sin notarse entre la sencillez , la rutina de los actos repetidos día a día, pero de forma muy ordenada y meticulosa. Se desconocían las prisas y los sobresaltos. Todo era parsimonia.

San Bernardo escribe su regla con mucha minucia y es una respuesta a la suntuosidad de Cluny, el amor al lujo y al boato, tratando de enmendarle un poco la plana a San Benito. Taxativamente se prohíbe en los estatutos de la “Carta de Caridad” tener celda propia. Los frailes dormían en una crujía separada cada cama por una mampara o una cortina. Manducaban a la misma hora, marchaban al trabajo juntos y rezaban bajo el mismo techo y sus voces se esparcían, en ese fabordón incesante de letanías y de antífonas rebotaban contra las paredes y pilastras de sus templos bien artizados y dotados de una excelente cataacústica para la reflexión de los movimientos vibratorios sobre las superficies cóncavas. La mística bernarda es coral y del todo comunitaria. Permitía pocas concesiones al individualismo. Todo era liturgia. No se había descubierto todavía la oración mental. Los que toman el escapulario blanco, color de la Virgen Madre, ofrendan sus vidas en conjunto.

1835. El albalá del ministro de Isabel II secularizando los monasterios. Un día triste para la catolicidad fue aquél. abandona estos lares el último hijo de San Bernardo. Sin embargo, durante la Guerra de la Independencia, quiero recordar, nuestro monasterio tuvo una importancia capital como vivac de guerrilleros. Fue incendiado por las fuerzas de Murat, a cuyas ordenes los fementidos y temibles morriones polacos sembraron el pavor, el pillaje, la violación de mujeres y el expolio general. Porque fue cerca de este lugar, entre Honrubia de la Cuesta y Carabias que las hordas napoleónicas pasaron por las armas a varios miles de patriotas.

Corría el año 1809 cuando Juan Martín el Empecinado, que venía huyendo de Castrillo de Duero, se refugió en Fuentesoto en una de esas bodegas con puerta de madera y un montante tenebroso excavadas en la roca viva que contemplamos todos desde aquí, y luego un hermano lego se lo llevó al convento de Santa María de Cárdaba vestido de arriero. Cuenta D. Hardman, historiador inglés, en la “crónica de un guerrillero” cómo había acampado con una partida de sus leales en el ejido de Pecharromán. Los monjes lo recibieron con los brazos abiertos. En el refectorio durante el almuerzo contó el cabecilla cómo había sido traicionado por sus paisanos en Castrillo de Duero. Hubo de salir de naja valiéndose de una estratagema para evadirse de la cárcel municipal y , fiado de su valor y de sus descomunales fuerzas(era capaz de derrengar a un mulo de un puñetazo) y de su agilidad para esquivar las celadas que lo tendieron, consiguió contactar con los suyos viniendo desde Aranda campo través. Tuvo que estar metido tres días en un cubete hasta que los frailes estuvieron seguros de que los que estaban en la dehesa de Pecharromán eran de su partida.

“Oyéndoles el prior - declara Hardman- que era un hombre de talento, muy piadoso y buen patriota, aconsejó a Juan Martínez Díez abandonar la provincia y pasar con su facción a Castilla la Nueva, donde no encontraría la hostilidad de los que habiéndolo conocido pobre e insignificante, envidiaban su encumbramiento, así como las fuerzas físicas que le dio Dios, que verdaderamente eran legendarias. Le ofreció cartas dimisorias y salvoconducto para todos los abades cistercienses de Andalucía y Portugal que lo protegieran. Le dijo:”Nadie es profeta en su aldea. Vete en paz, Juan Martín. A Mahoma le ocurrió lo mismo en Medina. Deja, pues, tu comarca y huye a otras donde te ha precedido la fama, para que puedas seguir defendiendo la causa de España y de la fe.”

 Con esta alusión a una de las figuras más conspicuas de nuestros anales, Juan Martín El Empecinado - también pudiera llamársele el incomprendido- y uno de los de la leva del Cid, un hombre de la ribera, epítome de las virtudes y defectos de nuestro pueblo, quien tuvo la desdicha de morir en el rollo de Roa, él que se alzó contra el oprobio extranjero en defensa de las libertades por las órdenes de un monarca calamitoso como fue Fernando VII y al que él había defendido con las armas en la mano, pero que luego hizo renuncio y se revolvió contra los castellanos de pro que habían arrojado al francés de la península, quiero poner punto final a esta disertación. Roa no lo supo comprender y le dio garrote un aciago día de mayo de 1825. Era un prócer, un vástago directo de las ideas cistercienses, un hombre empapado del espíritu altanero y magnánimo de los hijos de la tierra.

Cuentan los que presenciaron su ejecución que, cuando era llevado entre doce mamelucos al cadalso, consiguió doblar el brete que inmovilizaban sus pies y las cadenas que lo maniataban. Dio muerte a golpes a seis de la escolta y pelotón de cincuenta lanceros se las vio y deseó para sujetarlo a golpe de bayoneta. Todavía se llevó a algunos por delante; moriría peleando. Roa, el pueblo al cual, años atrás, había conseguido libertar del yugo gabacho, pagó con moneda de ingratitud su gesta. A nosotros sotohonateneros nos cabe el honor de haberle dado acogida aunque sólo fuera escondido entre las duelas de un tonel que precintamos en una bodega como si fuera vino añejo, y vino añejo de alta gradación era el alma del Empecinado como nuestros mejores de esos que sólo merece escanciar una vez al año. Así derramó su sangre como vino superior. Pero ya se sabe: si la piedra da en el cántaro, pobre cántaro.¡Pobre empecinado! Remaba contra corriente. se adelantó a su tiempo. Pudo con los franceses y con los traidores de su facción,  no pudo con los Cien Mil hijos de San Luis. La historia siempre está a punto de repetirse. He dicho “

 

 

 

 

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Capítulo III

 

JOYA CISTERCIENSE EN LA CÚSPIDE DE PAJARES: SANTA MARÍA DE ARBÁS

   

 

UN HITO DE LA ASTURIAS MÁGICA

                   

 Emplazada en un lugar que irradia fuerza lumínica y silencio, al pie de una ladera donde comienzan las escarpadas del Monte Ervasos, recatada y modesta pero luminosa en la noche de las estrellas y de los surcos, ara de soledad y de silencio vivificante, a un lado del camino y como contemplando el paso de los hombres, sus carruajes y sus reinos, orante y como en éxtasis por todos ellos, soportales y aleros, archivoltas de la iglesia de Arbás a la solana de la cordillera cántabra, poco antes de que comiencen los pendios, precipicios y vargas de la ladera de Pajares, marca el primer jalón de un rosario de monasterios que daban escolta a los peregrinos(Acebos, las Monas, Campomanes, Mieres del Camino, Monsacro, Valdediós, en la ruta guardada por los cistercienses) ya en la bajada. Es como una hermana mayor, arcipreste de devociones mariales, que está en el secreto de muchos tránsitos, de marchas y de contramarchas, portal de Asturias, y casa matriz de todos ellos. Sus sillares hablan de la importancia que tuvo antaño la vida cenobítica en el ámbito visigótico. Esos revoques platerescos y barrocos de la fachada ocultan la pureza de líneas por de dentro, como si la pureza de las nieves y el aire incontaminado de las cumbres se hubiesen obstinado en guardar intacta casi a la fábrica medieval.

Al  visitarla, se participa de ese misterio, de la pujanza del catolicismo en su mejor hora. Aletea bajo sus bóvedas como una premonición de eternidades. Es un baluarte, un revellín de plegarias en los antemurales del Valle del silencio. Por el oeste, se va de risco en risco hasta Covadonga y por el Este nos dirigiríamos hacia Astorga. En Arbás parece estar el ingreso a esa laberinto mágico que se llama Hispania, la patria del dios Pan, o, si se quiere, el lugar exacto donde comenzaba el Jardín de las Hespérides.

Como digo, no es lo que a primera vista parece, una iglesia de montaña encajonada en los congostos del camino real.

Siempre que pasé por este sitio - y son veces ya desde aquella noche en que aparqué mi “600" recién estrenado al amor de sus muros, cansado como venía de las revueltas del Rabizo  y algo mareado por la sidra en mi primera excursión rodada en 1969- sentí como un latido de los antiguos dioses. Era la llamada del Monte tabor. El hombre aspira a la verdad, la bondad y la belleza. Siente nostalgia del edén perdido. No llevan razón los que quieren volvernos a la condición heredada, según Darwin, del simio. Nunca seáis remisos a esa llamada. Sentid la caricia de las alas protectoras del ángel en vuestros rostros.

Escuché una voz que me dijo:

-¡Qué bien se está aquí, Señor! Montemos una tienda, una para ti, otra, para Moisés y otra para Elías.

Hay lugares muy determinados de España que desparraman un magnetismo incomprensible. Arbás del Puerto pertenece a la lista. La voz de la gracia que incomprensiblemente y por tortuosas sendas me ha llevado a unir mi vida a Asturias sonó para mí en estas cumbres una noche de julio. La bóveda celeste era un palio tachonado de perlas vivas. Todo framontano tiende al lugar de sus ancestros y la querencia de una existencia pasada, si es cierto que el alma del hombre transmigra y se reencarna, irradiaba desde aquel punto. Treinta años más tarde de aquella cita con mis manes, en un hermoso crepúsculo de agosto, he llegado a ahondar en la causa del poderoso influjo. Allí se escondía una imán. ¿Por qué?

Es una razón esotérica y personal, como esotérico y personal es el Cister. Allí sentía la mirada de Fray Millán, el que se me apareció en Manhattan, monitor de mis desconsuelos. La ruta me llevaba a otra vida que viví al socaire de la túnica blanca y el escapulario negro. Noté sobre mis lomos el calor del cíngulo con el que te ata el abad el talle en el momento e la profesión cuando todo el Capítulo entona las estrofas del “Veni Creator” y tú el cuerpo prosternado en tierra y con los brazos sientes el impulso del vuelo de la paloma que quiere remontar vuelo hacia el Paraíso. El cíngulo es el cordón umbilical que te ata a los brazos de Santa María. Ven, acercate.  No soy digno. Nada sabes de lo que os tengo preparado. ¡Sufrimos tanto, Virgen bendita! Sois los escogidos. Alegraos en el dolor que expía la culpa. Pero, Madre, no me dejes. Es tan oscura la noche y tan prolongada la crujía...

Todo tiene una explicación larga. La Magna Mater tal y conforme la entiende el Dr. Melifluo es la bisagra que abrocha las dos mitades. Representa la fusión de lo creciente y lo menguante. Pregonera de la Encarnación y sombra intercesora de lo eterno, ella será nuestro refugio, porque a través de su personalidad doble, el Dios de Israel se humaniza, baja de lo alto, y el hombre pecador e imperfecto se diviniza.  Acoge en su regazo las dos edades: el tiempo de gracia y el tiempo oscuro. Reina en Arbás sobre la cima de las dos vertientes. Los que honraban a la diosa Cibeles con sus cantos peanes y los ritos isíacos estaban reconociendo a Cristo a través de María. En la polémica que amargó las relaciones entre los dos apóstoles, llevaba razón Pablo al preconizar que la circuncisión no es imperativo sine qua. Cristo, aunque nacido en el seno del Judaísmo, no pertenece ya a la Ley de Moisés sino a los hombres de buena voluntad de todas las razas y de todos los tiempos. Pertenece a todos nosotros. Aquellos que siguen el mandato de la caridad son “naturaliter animae  christianae” aunque no hayan sido adscritos a la Iglesia mediante el bautismo.

Bien que el apóstol de los gentiles, un exaltado y un extremista, al emprenderla a golpes   contra los flamines de Afrodita y los adoradores de Diana, estaba exagerando. Como buen judío, algo le constriñía a la letra muerta de las prescripciones rabínicas. Sin embargo, ya no sería nunca posible la marcha atrás.

El Temple supo penetrar más allá en el conocimiento gnóstico que era emanación de la tradición helenística. Entendió mejor el mundo romano que aquel vehemente Pablo, el cual, por mucho que proclamara su ciudadanía en aquel “cives romanus sum” que exhibía como salvoconducto a los que lo perseguían, sigue amarrado a las filacterias que lo enganchaban al mundo de Moisés. Y la humanidad necesitaba un cántico nuevo, un corazón más limpio. En realidad, el cristianismo, aunque nacido en el seno de la sinagoga, es una forma de religarse a Dios diferente e incluso opuesta diametralmente al judaísmo. Se debe a todos los nacidos. A los hombres de antes y después. Cristo hoy, ayer y eternamente. alfa y omega, broche del círculo. Al reencarnarse en el seno de María había querido mostrar un símbolo pontificio que conéctala orilla umbría y la solana.

Al estallar el segundo milenio, se vuelven a recuperar los viejos cantos de la “Virgo turreata” que había domado a la muerte con la fuerza de su fecundidad. Una virgen en Nazaret había parido un niño. Cibeles, Mitra, Diana, Afrodita eran el símbolo de la vida ovante en su germinar vencedor. Se comportan como un anticipo de la Deigenitrix. Se exhuman de lo hondo de los surcos las tallas de las vírgenes negras, y todas las catedrales tienen por nombre votivo el de Notre Dame. San Bernardo en sus delicadas extravagancias pasionales, llevado del fervor hacia Santa María, parece que desbarra. Sus composiciones presentan una ascendencia de paganismo. Pero, al resucitar esas reminiscencias estaba siendo inspirado por el Espíritu Santo que se sirvió del esoterismo de aquel noble borgoñón para llevar adelante los planes de la economía de la salvación. En la Madre Redentor se cumple la parábola del grano de mostaza y las preconizaciones del “Magnificat”:”Y me llamarán bendita todas las generaciones”.

 

La psicología cisterciense propende a ser síntesis de lo viejo y nuevo, y, superando la retórica de los primeros siglos de cristianismo, vuelve a conectar con los conocimientos perdidos. Es romano y occidental por antonomasia. Si se quiere, reconduce y purifica algunas supersticiones de antes de la caída del imperio, y presenta toda esa solidez profunda que en arquitectura caracteriza al románico.

El Circo Máximo, el Capitolio, los acueductos  en toda su grandeza y soberbia factura en sus paramentos, fachadas, galerías y exedras ofrecen demasiada obra muerta. Muchos vanos sin aprovechar que vuelven los recintos deslumbrantes por fuera y tenebrosos por dentro. El románico, en honor a su nombre, timbra tales constantes. Sin embargo, supo edificar, como por arte de encantamiento, y por auténtica inspiración del Paráclito que secundaba a los hombres, una floración de maravillosas construcciones que tenían algo de las casas de campo de Toscana y ofrecían una ornamentación ingenua y tosca al estilo de las esculturas en relieve sobre los arcosolios y columbarios de las catacumbas de Santa Práxedes o de Santa Cecilia. Los temas de los sarcófagos, donde resplandece el candoroso júbilo de los creyentes en la Resurrección entreverado con el realismo de los ciclos estaciones, que proyectan esa santidad de la naturaleza o préstamos de la cosmogonía sincretista reconducida a la mitología religiosa, inspiran a los maestros que labraban los tímpanos románicos: el Buen Pastor, que no es más que una refundición de Endimio Crióforo y de Mercurio, el atlante que carga a cuestas con un globo. En el tránsito paulatino de una creencias a otras, el Cofre de Danao se muda en Arca de Noé. Elías sube al séptimo cielo en el carro de Plutón. La vid báquica, emblema del placer y de todo lo bueno y rotundo que, en su fecundidad y mudanza depara la vida, es ascendida a símbolo de la Eucaristía, entre frondas de flores, haces de trigo y gavilla que tanto gustan de formatear los buriles románicos para rendir tributo a los ciclos estacionales. El crismón mesiánico, el pez eucarístico, las guirnaldas, el ave Fénix y el pelícano. Los rostros son toscos y las figuras humanas desproporcionadas, picudas, rechonchas o cabezonas, pero aparece linda y bien lograda la ejecución de los paños.

San Bernardo insiste:”Réspice stellam. Voca Maríam”. Ella es la estrella y la estila dulce en el mar amargo, denso en procelas, de la lucha por la vida”. Su majestad hace pensar en las ricos y exaltados dípticos y espondeos de aquellos argones encargados de custodiar el altar de los sacrificios a Júpiter. Nada tiene que ver este candor del santo con las complicaciones y retorcimientos del mundo levítico. El Covenant, demasiado pegado a la letra, descuida el espíritu. Nunca podrá entender esta ternura hacia una simple mujer el hombre judío. El culto de hiperdulía supérstite preluce al crudo realismo mosaico. Deben darnos pena los pueblos que no acatan el valimiento de Santa María. Siempre estarán huérfanos. Son dignos de lástima. No son capaces de mirar para la estrella, ni de invocar a la dulce estila. Serán precipitados de repente en el océano de las tinieblas.

No se puede abarcar tanta grandeza. La penumbra de las iglesias cistercienses se convierten así en el Helicón de los que sueñan en Cristo. Ha sido siempre el más sagrado e insuperable de todos los estilos. Nadie ha sabido imprimir a la piedra tanta sobrecarga de espiritualidad. El gótico suprime luego las penumbras aligerando el dispositivo que desemboca en la apoteosis ojival donde las bóvedas se encaraman como queriendo saltar hacia las estrellas y las viras de la tracería suben y suben a la búsqueda de un infinito. Las catedrales son un alarde casi exhibicionista de la materia que en pugna con las leyes de la gravedad llega a divinizarse. Todo es vitalidad, belleza, artizada polifonía. Dicen que Reims y Chartres fueron diseñadas siguiendo una escala de valores que imita la gradación del arpegio y las oscilaciones del Péndulo de Foucauld. Reflejan el guarismo de la nota de un libreto con infinidad de negras, blancas, corcheas, fusas y semifusas. Por eso, presentan un aspecto tan musical que invitan a entonar un “Te Deum” a chorro libre. Son dechados de perfección acústica u ortofonía. Fueron edificadas para el sonido, porque éste es, de los cinco sentidos, el primero que capta la fe. Ya sabemos que el diablo nunca fue un buen músico y apostillen los alemanes que los “malos no saben cantar”

Esta maestría fue producto de la sabiduría gnóstica. Los Templarios indagaron entre los hebreos, los judíos y los árabes y debieron de quedar absortos cuando descubrieron que la altura de la pirámide de Keops, el cono más perfecto, evoluciona a una altura de 149 metros, que representa la vertical de la altura entre la Tierra y el Sol multiplicado por 1.000.000.000. Las leyes de la belleza se combinan con las verdades matemáticas de la Física. De esa forma el arte gótico aparece impregnado de la armonía de las esferas celestes.

 

Entrar en la esta iglesia solariega de Arbás por la puerta lateral de arcadas embebidas apeadas sobre capiteles de traza fabulosa y en el que se repite el tema ursino del oso rapante de la escatología druídica que  hace acto de presencia más que regular en los blasones de la heráldica del norte ( el oso que mató a Favila, el oso encaramado, prendido de las garras de un árbol) pero que aquí entronca con la leyenda de la fundación del oso domado y uncido al carro por un cantero, formando yunta con el asno y el mulo; la peligrosa fiera transformada por un milagro en caballo de tiro, es un anticipo del asombro que sentirá el peregrino de Compostela ante el Pórtico de la Gloria, dentro del contexto de la continúa obsesión exegética por el Bestiario mitológico que caracteriza al románico. Cada representación encierra en su arcano una semiótica algo más allá de su tosca composición. Se trata de un salvoconducto, un talismán para entrar en el huerto de las Hespérides. Era un lenguaje que entendían los iniciados.

Pasamos a  un zaguán enmorillado  extasiados en los arcanos de la arquería, prieta de figuras y de símbolos que aluden a la resurrección de Lázaro ( por tres veces esculpida en tres edículos del tímpano), la serpiente que se vuelve cerdo, y el cerdo, que, a su vez, se transforma en oso. El oso que rampa, la culebra que repta y el cerdo que hoza  practican una interesante ambivalencia escultórica dentro de la iconografía del medievo. Todos los pórticos románicos animan a la reflexión escatológica. Como si de ellos descendiera la iluminación solemne. Contemplarlos transmite paz y gozo, a pesar de la muerte, que es conculcada y del diablo que se aparece a las almas, en guisa de mono,  de sierpe, o de un asno demoledor y obstinado (“Assinus ad lyram”) la mayor parte de las veces. El burro toca la flauta. Al final siempre Jorge termina venciendo al dragón, colofón triunfal de la gloria expectante, que impregna de lógica tanta fantasmagoría onírica. Ha salido del estro arrollador de una raza de iniciados, gigantes visionarios. Hay un trasfondo de Cristo que asegura y bendice, como una querencia sublime de revelación. El conjunto constituye una investidura de eternidad.

Nunca el hombre estuvo tan cerca de los misterios del legado evangélico ni alcanzó la cristiandad un grado de clarividencia espiritual como en este frondoso estilo de muro sólido y de verdad consistente.  El gótico es sólo un apéndice, la conclusión ovante de este gran delirio didáctico del Maestro Mateo al que da cima el bosque sagrado, que sirve de pauta a los artistas normandos para la erección de sus catedrales. El óculo vertical de la aspillera del ábside desemboca en el rosetón policromado, ese calidoscopio de colores policromados de la rueda que gira sobre un centro inmóvil que a su vez activa todo cuanto se halla dentro del círculo de influencia. El motor no padece mudanzas ninguna. Dios es eterno e inmutable.

Dentro ya del templo, nos sentimos como en un laberinto de paz sacerdotal y agrícola. La nave central remeda un arbolado de piedra toba o caliza, sus poros iluminados por los resplandores de soles milenarios que la han bañado colándose por el rosetón, un elemento indispensable, pues así lo determinan taxativamente las constituciones de la Carta de Caridad, en el arte cisterciense. Es una luz de canto de vísperas. Se percibe aquí a las fuerzas cósmicas librando un combate invisible. ¡Alta tensión! El alma se dispara hacia lo alto levitando en la búsqueda de lo imperecedero. Los ojos se quedan fijos en ese centro de la rueda que no experimenta mudanza en medio de los vaivenes de la luz que da vueltas. Ha empezado el tiovivo de los rayos secantes y toda esa fascinación que esparcen las combinaciones de la hora mágica del entrelubricán.

Las nervaduras de las bóvedas de arista convergen en el almizate o harneruelo que abrocha la cimbra. Parecen brancas celestiales de la palmera mística extendidos sus brazos hacia arriba en gesto frondoso de eternidad. No muere nunca la ceiba. La éntasis de su robusto talle la mantienen a cobro de las ventoleras, pone en fuga a la furia del huracán Se busca la hebilla que engarza lo invisible con lo invisible. La ceiba, roca del bosque sagrado, es Cristo. El almizate ojival remeda al ónfalo de“omphalus”( el ombligo, la mitad), el punto donde se produce la comunicación entre el mundo de los vivos, de los dioses y de los muertos. A través de este cabillo iniciático se accede al verdadero conocimiento. Los nervios se aovan en ensamble octogonal.

Otra vez, el ocho templario, como en Ponferrada, la Vera Cruz de Segovia o el atrio circular de Eulate. Ocho lados posee la cruz de las ocho órdenes militares (Calatrava, Montesa, Avis, Thule, Malta, Hospitalarios de Jerusalén, Santiago).Son los ocho lados de la rosa de los vientos y los ocho grados de la gama de colores del espectro. Es el número áureo de los alquimistas.

Arbás trata de armonizar por primera vez en las historia de la Arquitectura la solidez normanda con la esbeltez de la ojiva. Las bóvedas se apean, como en Sacramenia, sobre pilastras, responsiones y columnas. El ábside lo corona una cúpula gallonada. Sus ocho franjas, como lenguas del Cenáculo,  convergen en el almizate del vértice. El artista trató de captar a la vez la consistencia del hipogeo etrusco con la llama enardecida de la lengua de fuego de Pentecostés. De la combinación de esas fuerzas contrarias nace una misteriosa tensión espiritual. Vida y muerte se vuelven complementarias.

Una talla románica de la Virgen preside el presbiterio, justo detrás del altar. Aparece sentada en un trono de majestad y bendice con dos dedos. Su augusto y melancólico mirar cuadra con el color plomizo de este mediodía de orvallo  montañés. Resulta impresionante el ambiente de brumas. De plata se vuelve la luz gris y en medio del silencio místico creo atender a las voces de coros lejanos que devanan letanías. Solos monódicos que nos revierten al mandra y a las preces hesicasticas, los ritos de purificación, y al eterno combate entre la vida y la muerte, el pecado y la gracia. Cuanto más sencilla es una música, más inefable. Estas piedras han sido colocadas para recoger las vibraciones del canto llano.

 Los gemidos de misericordia  rebotan sobre las cavidades con un timbre de voz antiquísimo, ecos de la dulce melopea de los monjes que acá rezaron otrora. Las codas celestiales aun perduran, estableciendo entre el cielo y la tierra una escala de Jacob con peldaños de ida y vuelta, irradiadora de protección. “Mater admirabils”, “potens”, “clemens”, “fidelis” , “prudentissima”... Trono de la sabiduría... Avanzamos hacia la catarsis. Un ángel se ha convertido en maestro de ceremonias de una misa cantada interminable. Se empapan de añoranza todos los poros del alma impregnada de la sonoridad del aire. El Tercer Ojo escucha melodías de un diapasón que nunca sabrán captar los oídos de la carne. “Ex auditu ad fidem”, sentencian los escoliastas. Es el más sutil y intelectual de los cinco con que contamos ya que nos lleva a Dios. De la misma forma que el olfato potencia la memoria, la vista, la contemplación, el tacto, la sensualidad, el gusto, la aquiescencia a los placeres, por el oído comprendemos la realidades de la revelación.

En los templos románicos es este sentido el que más manda. Todos los demás se encuentran sometidos a esa grandeza acústica, a la sonoridad que lo impregna. Los frescos que pintaban sus paredes apenas se atisban y las figuras de los ábsides historiados casi ni se distinguen en la penumbra, pero la voz se haya diáfana y cristalina, como en sintonía con las grandes vibraciones del universo. In principio erat Verbum

 

María, emperatriz, madre de la ciencia administra el conocimiento a los elegidos desde el curul hierático. ¡Cuánta sabiduría insospechada encerrada bajo ese nombre! Comanda las estaciones, rige los vientos, avanza hacia el futuro triunfante sobre el carro del que tira una yunta de leones mansos. Este es el principal mensaje del oso domado de Arbás. La bestia será subyugada. La carroza en la cual marcha enjaezada y atalajada de los dones de la espiga, la flor y el pámpano, significa el paso del tiempo, la vida que se renueva.¡ Loor a la Magna Mater, a la Virgen en cuyo vientre late el infante que será presea de nuestra salvación, el Mesías al cual asesinaron los malvados de Israel ! Desde entonces, Dios mira para los gentiles que quisieron reconocerlo. A través de la Mujer, Dios abrazó a la gentilidad. Esa es una de las claves secretas de la mariología, lo que la tanto la retórica concepcionista a ultranza del barroco como el materialismo ateo no ha sido capaz de entrever: la fecundidad que perpetúa la raza de los llamados.

Su templo, que como todas las fundaciones cistercienses, goza de la advocación de Santa María, reclinado sobre un cueto en el arranca de un “arva”(campo alto), era el punto de recalada de los peregrinos que hacían la ruta de Compostela por Oviedo(camino francés). Parece ser que la veneración a la Cámara Santa de San Salvador en la ciudad de Júpiter, esto es  Oviedo, cuya toponimia arranca del genitivo de este sustantivo,”Ovis”.

Se construye por una donación de Fruela, hermano carnal de Doña Jimena, e hijo del Conde de Oviedo, a los frailes blancos, recién trasladada la corte asturiana a León. El carácter hospitalario y militar del edificio ha dejado por entero su impronta en el edificio, a pesar de sus múltiples reformas y revoques, todas esas manos de cal y de arena que han dado los siglos.

La Virgen en su gremial dorado parece que me sonríe. Entonces, me prosterno. De lo hondo de mí sale el canto de completas al uso cisterciense. Se entonaban en el crítico instante en que caía el telón de la noche sobre el horizonte y se encendían los primeros cirios de la vigilia. Mi voz modula sus vibraciones a lo largo, lo ancho y lo alto de la casa de Dios vacía, donde Cristo sigue esperando a los hombres:

Ecce iam noctis tenuantur umbrae. Lux et aurorae rutilans coruscat: supplices canora voce praecemur, ut reos culpae miseratus ,omnes pellat angorem, tribuat salutem, donet et nobis bona sempiterna munera pacis. Amen

Es una llamada a la luz del alba desde lo más profundo de las tinieblas de la noche. Lleva la marca de la liturgia cisterciense de una estructura efébica. Cristo es Helios, el sol sobre el que gravita el universo. Sus tres símbolos son el huevo, la almendra mística, por eso en el pantocrátor se le representa saliendo de una especie de vulva, rasgando el himen de las tinieblas, el orto del amor que vence siempre al entrelubricán de la maldad y que cada noche se renueva, y la vid, que cura y embriaga.

La iglesia de Arbás, primorosamente reconstruida al final de la guerra por un hijo del polígrafo Menéndez y Pidal, cuya familia era oriunda precisamente de estos términos, fue un “ribbat” o fortaleza contra las incursiones sarracenas y hospital de peregrinos. Nunca hay que perder de vista estas dos variantes de la rama activa cisterciense: la defensa del cristiano hostigado por las algaradas desde el sur, y la curación de los enfermos.

La letra arrasaba en los siglos medios. Capítulos adelante, veremos el pavor que inspiraba esta palabra y la segregación y cuarentena de la que eran objeto aquellos que la padecían. Muchos al enfermar se lanzaban a los caminos en búsqueda de curación o contraían la enfermedad en plena ruta. Se encomendaba a San Roque. Llevaban consigo una carraca o tablillas de San Lázaro que al ser agitadas su sonido anunciaba a los demás viandantes que se apartasen; allí llegaba un leproso. Otro mal era la sífilis que a veces se confundía con las letras por sus llagas purulentas. Camino Francés y Mal Francés son casi homónimos. Las hospederías, asilos y lazaretos que se desparraman a lo largo del camino son en realidad leproserías y hospital de apestados. Arbás era uno de esos sitios. Llegó a contar con siete crujías con una capacidad de trescientas camas para cuidar al malato. Muchos no avistarían los cuetos del Monte del Gozo, ni regresarían a su lugar de origen en Francia, Alemania, Escandinavia, o Constantinopla. El Apóstol les enviaba a aquellos monjes providenciales para cuidarles en la hora suprema. Los pobres caminantes enfermos encontraban refugio en las casas de Santa María.

Debido a lo áspero y escarpado de esta ladera de Eivaso, que permanecía aislada a causa de la nieve en los crudo inviernos del páramo leonés, y batida por los vientos polares que soplan  desde Peña Urbina el sostenimiento de una comunidad se hizo problemático. A ello debió de contribuir la relajación de las costumbres monacales a medida que se acerca el Renacimiento. El cister sufre un eclipse a partir de la supresión del Temple a comienzos del s. XIV. También las peregrinaciones jacobeas aflojan en ese siglo y se inician una serie de movimientos místicos en Alemania capitaneados por el Maestro Eckhart que dudan del valor de los actos externos, como pueda ser la peregrinación. En el Kempis tampoco se recomienda esta piedad que suele ser puerta abierta a la disipación:”Los que muchos van de acá para allá visitando Santos Lugares o acaparando reliquias poco se santifican”. Esto lo había podido haber dicho perfectamente Lutero. Erasmo, jaquetón y lenguaraz, dos  centurias más tarde, le da la razón al autor de la “Imitación de Cristo”.

El onceno siglo abre la puerta al apogeo de la religión. Cristo se hace presente en la vida de las gentes. Fueron nada más que cuatro o cinco siglos. Después parece que se aleja y ni el Humanismo, la Enciclopedia y menos el Modernismo han querido aceptar su rostro de misericordia, pero en todos los católicos del mundo queda como un poso de añoranza de aquel reencuentro con el Señor. Ello explica sin duda el auge que han vuelto a tener las peregrinaciones jacobeas en el verano de este año finisecular, cuando esto escribo.

San Bernardo representó para el mundo católico como un estallido luminoso de estrellas que regó los campos de agosto. De su figura y obra emanan un ímpetu tan súbito e inexplicable con los elementos de juicio a nuestro alcance. El doctor Melifluo lleno del fuego del Espíritu Santo debió de ser uno de esos varones incandescentes que iluminan toda una época. Desde que llama a la puerta de la abadía de Citaeux y allí es recibido por San Roberto hasta su muerte sobre el mapa de Europa se multiplican. En tan sólo una generación se produce esta floración milagrosa de cistercienses cuyo predominio abarca desde Rievaux en el Yorkshire hasta Tomar en Portugal y desde Pontevedra hasta la Polonia profunda, ya casi en la estepa rusa, que era dominio de los escitas. Es una verdadera eclosión de frailes blancos, que marca el apogeo de la vida monástica.

Por desgracia, y por esa regla inexorable de los movimientos de oscilación y de gravitación, como todo lo que sube baja, el cister también cayó.

  La personalidad del fundador de esta orden es una de las más enigmáticas y sorprendentes. Hay incontables facetas en este monje borgoñón: el doctor Melifluo de simpatía arrolladora y desconcertante hermosura viril, como nos lo retratan los bolandistas del P. Croisset, guarda escaso parangón con el polemista infatigable en las aulas de la Sorbona donde sostiene una cerrada con Abelardo y Arnaldo de Brescia, o con el agitador de masas de la Segunda Cruzada que electrizaba con sus sermones al auditorio. Luego, está el político taimado, el escritorista, que se atreve incluso a amonestar al propio papa. Medió en las reyertas entre Inocencio II y Anacleto, lanzando un anatema contra éste último y considerándolo antipapa. Fue el consejero y valedor exclusivo del pontífice a continuación del cisma: Eugenio III.

Hay otro bernardo inspirado, clarividente y profético, al difundir por el Occidente cristiano los presagios de San Malaquías, que hablan del fin de la Iglesia jerarquía, y el inicio del milenio igualitario, o “quiliasmos”. Estas ideas  se contienen en “De vita Sancti Malaquías et de rebus gestis”.

San Malaquías era un monje inglés que profesó en la orden bernarda y, consagrado obispo de Armagh, hubo de abandonar su sedea causa de las persecuciones de los monjes de St. Dunstan. Murió en los brazos del abad Bernardo. Sus pronósticos sobre los papas reinantes del siglo XI se han cumplido a carta cabal, tanto en lo que se refiere a los papas entronados como a su divisa. Así por ejemplo el que hace el número 69, Paulo IV, tasado con el blasón de “fide Petri” respondió a esta evaluación anticipada enfrentándose a los judíos de Roma los cuales execraron su memoria, según podremos comprobar más adelante en este libro. Caso parecido fue el de Benedicto XIV, “Animal rurale” que padeció con constancia las persecuciones y trabajos, con la paciencia de un buey, como se deduce de la historia de su pontificado.

La lista da comienzo con Celestino II “ Ex castro Tiberis”  y acaba con “De gloria olivae”,número 111 del catálogo. Según los cálculos malaquianos estaríamos, al abrir página el tercer milenio, en el penúltimo de los sucesores de San Pedro, el 110. A J.P.II le corresponde el distintivo “De labore solis” (los trabajos del sol) porque verdaderamente ha sido el sol de los pontifices, y su luz e proyecta en medio de grandes trabajos y la amenaza de las tinieblas y de un mundo en guerra. El ciclo se cerrará con el triunfo de la paz; ese es el sentido de la rama de olivo. Desandará los caminos andados por su predecesor, estableciendo la concordia entre los creyentes desorientados. Morirá mártir.

Uno de los afanes primordiales de san Bernardo fue poner coto a los abusos e intrigas palaciegas que pesan sobre San Juan de Letrán. Así se deduce de sus advertencias a Eugenio III. Fray Justo Pérez de Urbel llega a escribir en su “Año Cristiano”:” A la sazón Bernardo fue el verdadero papa de su tiempo. Claraval tenía más importancia que Roma”.

A lo largo de todos sus escritos insiste en la importancia que tiene la devoción a la Virgen María como salvaguarda de la fe, y al poner a la humanidad a los pies de la Madre de Dios, estaba viendo desde su atalaya iluminada por la luz del Espíritu Santo la necesidad de humanizar el rostro de Dios haciéndolo más femenino. Asigna a la Virgen el papel de corredentora, pero se muestra remiso a su concepción inmaculada. A ella va dirigida las dos plegarias más grandes en Occidente del culto a la Virgen: el “Salve Regina” y el “Acodaos”. Su discípulo, Malaquías, con esa ferviente pasión por Nuestra señora que es común a los monjes blancos (cartujos, trapenses, y cister) anunció que será “Ella la que rescate a la Iglesia de las fauces de la sierpe”.

Sin embargo, no todo fueron aciertos y panegíricos. El santo postulador de la causa de María fue un fracaso político. Los reinos cristianos se desentendieron de su llamada a la unidad. Comprobó que la cruzada segunda por él predicada fue un desastre. Parece mentira que tantos aspectos pudieran cobijarse a la sombra de un hombre solo. Bajo su iniciativa  quedaron abiertos 150 cenobios en el espacio europeo, casi todos ellos se fundaron aprovechando otros monasterios arruinados, o antiguas aras votivas a los dioses celtas o romanos. Bernardo no derriba los viejos ídolos; antes bien, los rebautiza y los incorpora al acervo espiritual del cristianismo. Reconduce el tributo a Júpiter y no le importa bendecir antiguas aras de Minerva o de Cibeles. Esta es la cara oculta de lo románico, pero siempre partiendo del principio de Cristo como fuente de toda gracia y propulsor del conocimiento. Las gentes viven y progresan gracias a la Redención. “Extra crucem nulla salus”. Pa él la Iglesia no es más que un medio, nunca un fin. Solamente la cruz salva. El hombre para vivir en armonía con Cristo ha de apartarse y vivir en el retiro de la naturaleza, sus ojos fijos en el sol que torna. Para volver al mundo para defender la cruz cuando ésta estuviera en peligro. Sus monasterios y las órdenes por él inspirados constituyeron un baluarte de protección. El Islam se estrelló contra este antemural de plegarias. Si no hubiese sido por San Bernardo, toda Europa hubiese caído en las garras del Islam.

El cister empieza a perder su predicamento una vez terminada la reconquista en 1492. Su labor había sido dada por concluida. Expiraba una misión para dar paso a otra. Terminaba la época de los buceadores. El triunfo de la Iglesia tridentina significó tenerse que adocenarse. Obediencia de cadáver, taxonomía de Ignacio a sus pupilos, era un pasaporte a la solidez piramidal del ordeno y mando, del anatema. Doctores tenga la Iglesia, pero el aire se cuajó de poltrones de la sopa boba, practicantes de una doble moral, que se arrodillaban ante crucifijos. Demasiados santos deshumanizados y hornacinas pobladas de nimbos de cartón piedra. No discutas. A callar. Todos como en misa. Se había interpretado con alguna indolencia a Jerónimo, el hirsuto y ardiente dálmata que muestra una obsesión erótica sublimada a lo largo de sus escritos, sentencia: “No busques más la ve. Te basta con saber lo que pone la Vulgata”.

Y el Kempis no para de apelar al “vanidad de vanidades “ del Crisóstomo como vacuna contra el excesivo afán de conocer:”No escudriñes, hijo, si quieres acceder al bien “. Los santos de cartón piedra acaban en memez oscurantista. Hazte un eunuco, si quieres conseguir la vida eterna. Castrate.  Ardua norma. Como llevaron a cabo una hermenéutica poco imaginativa y al pie de la letra la palabra del Señor, que estaba hablando de otras renuncias y entregas y sólo utilizaba una metonimia, obraron con poca consecuencia. La herida del concilio de Elvira tardó siglos en curar. No se puede dilapidar la tremenda hijuela del Galileo y sus máximas para alcanzar la vida eterna en una obsesión por el control del instinto erótico que remata en demencia. Dios no quiere monstruos, ni hipócritas, ni impostores. Sigan siendo crueles y castos. Cometan con su mente retorcida torpezas de toda índole. Sólo los limpios de corazón verán a Dios.

San Bernardo parece que escruta a través del óculo de su celda y mira el campo, contempla las flores, oye el canto de los pájaros, observa la rueda del disco solar en su girar impenetrable. Quiere saber, porque la indagación no puede ser un freno a la magia del misterio. Es un pesquisidor entregado y tenaz de la Magna Scientia. Con su postura de estudio y de súplica santifica la gnosis que había sido condenada en los primeros siglos, pero él quiere trepar por la enredadera que tapa la pared y la escala. Ser cristiano viene a ser como perderse en el corazón de los designios divinos, el dédalo impenetrable.

Ese es el mensaje esotérico que trasciende los muros sagrados de este enclave a horcajadas sobre las cimas de la cordillera cantábrica. Es el primer hito del llamado convento asturicense y umbral de ingreso a la ruta jacobea. En cierta manera, portón del Paraíso. Allí se inician toda una serie escalonada de monasterios que llevan hasta San salvador de Oviedo. Fragancia tan sobrenatural no es extraño que suscite la ira del Cálido que no entiende de tales razones. Nos quiere ahora analfabetos, pegados a la ubre del televisor, y todos, contra todos, y, si no en guerra, por lo menos, recelando unos de otros. Crea disensiones y dominarás el mundo. Así es mejor  

 

Estos días de agosto del verano del finmilenio un columnista de la “Nueva España” órgano del Sionismo internacional que ha abierto casa en los chiscones del Fontán - el alcalde Gabino invita a espichas y a inauguraciones, pero esta “Nueva España”  ya no es la mía sino una España insolente, buscona, reivindicativa, corta de vista y muy en plan de aldea global -, uno de esos plumíferos que me parece se sientan al ordenador tocados de una montera picona y con un talante de genios superdotados para la hipérbole que hincha el perro para poder sacar cada día el periódico a la calle, un periódico en el que toda noticia o todo personaje ha de pasar por las horcas caudinas del ramalazo local [se piden ejecutorias de asturianía y , si no muestras patente de ovetense, no sales en la foto ni te bautizas], pedía la demolición de todas las catedrales góticas. Se quedó muy a gusto después de soltar tan infame osadía. Parieron los montes. ¿ Cómo podremos sustituirlas ? ¿Con hórreos? Ya quedan pocos. Se los ha llevado el airón.

Habrá que echarse a temblar porque vuelven los mineros de la marcha sobre Yarrow con un hacho y un candil y la dinamita fresca. Hay ganas de revancha. Los buitres circunvuelan en rasante barruntando la cadaverina de los cristianos lanzados a la arena. El aire sopla muy cargado de presagios. El pato no se conforma con su suerte y quiere transformarse en urogallo.

Sin embargo, no mareemos la perdiz. Peticiones como la del columnero abajo firmante certifican la muerte de España. Asturias, mágica e iniciática, era su cuna y mostraba desde los montes este magnifico cancel del Arbás , cumbre del cister, a espaldas de Covadonga y los valles del silencio bercianos, por el otro cabo. No cabe entrada más sublime al edén que desde la perspectiva del alto de Pajares. ¡Magnifica puerta de ingreso a los valles que dominan el escenario de Peña Urbina!

Bajo la dirección de un hijo de Menéndez Pidal (don Ramón , aunque nacido en Coruña, se mostraba muy orgulloso de su ascendencia citomontana y solariega de Pajares) en 1969 se procedió a la reconstrucción que fue llevada a cabo con el gusto del eminente arquitecto, muy familiarizado con las peculiaridades del arte cisterciense. Respondía de esa forma al espíritu de su padre, uno de esos sabios, rara avis, que alegran de tarde en tarde la existencia de los que se dedican al estudio de la verdad y de los que aman la belleza. España, como demostró el polígrafo y astur ilustre, era la patria del Dios Pan, el jardín de las Hespérides, donde estuvo ubicado el Paraíso terrenal, en algún lugar al otro lado de la cordillera que contemplan los muros de Arbás.

Alfonso X nos la presenta, también como un lugar de abundancia, por la fertilidad de su sueño y la clemencia de sus aires. Todo lo contrario, pues, del criterio que han venido sosteniendo los escritores del 98, a mi modo de ver demasiado encumbrados. Dicha hipótesis de locación edénica la han refrendado algunos estudios cosmográficos recientes. Es una obsesión constante de la nueva paleografía. El Hombre de Atapuerca ¿ era el ser humano que vio y vivió ese paraíso?

Los trabajos llevados a efecto por Luis Menéndez y Pidal rescataron de las ruinas a este importante templo que permanecía en estado de abandono desde el Barroco. Ahora pertenece al obispado de León y se halla adscrita como parroquia dependiente del Priorato de San Isidoro. La obra de reforma fue sapiente y decorosa.

Estudiando su primorosa iconografía nos encontramos a un pensamiento medieval de rasgos heliocéntricos. El Cister representa la apoteosis heliocéntrica de la recitación hesicasta de las horas canónicas en alabanza de la Trinidad. Luego vendría la ruptura antropocéntrica del Renacimiento. Los retablos y basas angulares, donde curiosamente el tema religioso no es el más frecuente irradian quietud y belleza, todo conforme a un misticismo ancestral que encuentra su precedente en las pintadas de las Catacumbas.  Hay asimismo una constante preocupación por la trasmigración y las almas y la reencarnación. De otra forma no se explican los grifos, arpías y esfinges de los Bestiarios. Es una poesía didáctica que se agolpa contra los muros con una carga apodíctica y de demostración poderosísima. Lo que nos dice un tímpano románico vale por una cascada de silogismos. La Teología inicia el vuelo. El ángel, rotos los sellos, despliega ante la mirada atónita del creyente los papiros de la revelación. Es la magia del “libri muti”(el libro que calla) investida de elocuencia. Se demuestra la proposición de que “ en principio era el Verbo”. Aquel menestral maneja una horca y éste sabio de barbas patriarcales se inclina sobre un atanor. Un ser alado en el vértice de una de las ménsulas se lleva el índice a los labios. Callad, hombres insensatos. Guardad silencio. Es otro símbolo alquímico para significar la grandeza de aquel que es llamado a un estado de contemplación viviente.

 Estadios zoomórficos, antropomórficos y vegetativos, se superponen; las tallas de arenisca del zócalo sobre el portal confirman la leyenda augural del oso devorador de hombres y del buey clemente y manso - Apis era adorado por los egipcios y se convierte en el toro de San Lucas- que bajo las riendas de un auriga divino se pusieron a trabajar y aceptaron el yugo , juntas zarpas y testuces. El oso esculpido es motivo central del tímpano de Santa María de Arbás. El ángel y la bestia pueden trabajar juntos, combinación de contrarios y emblema del poderío divino para domar a las fieras y amainar tempestades.

 Se cuenta al respecto que una noche de cellisca un capataz, varón piadoso, favorecido por dotes de clarividencia y que gozaba de una fuerza física descomunal, escuchó golpes y mugidos en el muladar. Se levantó de la cama y con un blandón en la mano para alumbrarse y en la otra una estaca  bajó a la cuadra: un oso había penetrado en el redil,  había dado cuenta con sus zarpazos de varias mulas y estaba acabando con la vida de los bueyes. El buen cantero luchó con la fiera toda la noche a brazo partido. De amanecida, cuando ya lo tenía dominado, el oso salvaje se tumbó a sus pies y habló con voz humana de esta manera:

- En loor de Santa María, de hoy en adelante dejaré de ser oso y me transformaré en buey.¡Gloria a la Trinidad Augusta, amen!

Acto seguido le lamió las manos.  El animal, ya del todo domesticado, consintió la armella y , uncido al yugo de la carreta de los yangüeses, empezó a laborar en el acarreo desde la mañana siguiente. Participaba en las labores del campo y entraba en la cuadriga de tiro para el arrastre de las piedras. Esta historia tiene un sabor profético a los textos de Isaías donde se anuncia claramente que el león se apareará con el cordero y las lanzas serán convertidas en rejas. En ella, asimismo, se encuentran resonancias de la leyenda del Lobo de Gubio, amansado por San Francisco. Es la mejor metáfora del cristianismo, con su poder de transformación mediante el amor y la palabra.

Como consecuencia de este hecho maravilloso, el cantero se hizo monje y contaba hasta el final de sus días que aquella noche la Virgen María le había evitado una muerte segura librándole de las fauces del plantígrado y que este acto de misericordia sería un presagio de lo acontecería al final de los tiempos. Las gleras y cantiles de la base de este monte misterioso, el Ervaso, donde las noche de luna llena la mole de la cumbre irradia destellos sagrados, están en el secreto de una promesa de salvación a un mundo convulso y en crisis. Justo aquí se cerró el paso a las hordas del infiel y el avance musulmán sobre Europa frenó frente a estos riscos imponente que son avanzada de Covadonga. En Santa María de Arbás un misterio de viejas promesas nos cerca y nos vence como le ocurrió al oso devorador. La fuerza bruta tendrá que rendirse ante la fuerza espiritual. Hay que volver a resaltar esa cualidad de los cisterciense para penetrar en la realidad ultra telúrica, esa energía invisible que irradia del cosmos, que tienen todos los sitios donde ellos edifican templos. En parapsicología se denomina psiquismo a este fenómeno

La historia nos embelesa: que una bestia curupia se transforme en paciente bóvido, se someta a la tralla y la rienda del auriga y entre en razón es una parábola de la sempiterna lucha contra el dragón. El mito del eterno retorno. Será el mal domado y acabará tomando el yugo de la virtud. Tendrá que unirse al proyecto de santificación y transformación de un mundo nuevo. Algunos apostillarán que el mal no existe, pero esta proposición no es más que una entimema gratuita.

El Cister recoge el testigo de esa inclinación romana por construir puentes, alzar estatuas en lugares muy concretos dominados por lo telúrico. Siente la ergasiomanía del mundo romano, la “cupiditas aedificandi” o fiebre constructora. Precisamente por de dicho atavismo ergasiomaníaco, o pasión vehemente por la arquitectura, surgieron las catedrales. La devoción a la Virgen, como floración o resurgimiento de otras formas de adoración antigua a Isis, Mitra, Palas Atenea, Cibeles o Afrodita del culto a la fertilidad, movió el gran impulso, siendo el vértice de apeo entre lo antiguo y lo nuevo . De tal modo que no haya oposición lógica entre la Mujer que aparece en el Apocalipsis con la Mujer de esas creencias sincretistas. Después de todo, el papa acaba de decir que Dios es también femenino.

Aquí, en las alturas cantábricas, se clavó el primer cipo con el cartel de “No pasarán”. Sus calcaños sujetarán el morro de la bicha. Todos los pueblos del orbe entonarán cantos de alabanza a la Trinidad. Jesús, hijo de Dios, a través de María, cancelará la culpa. El triangulo trinitario se convierte en cuadrilátero.  Faltaba un lado. Para avanzar en el camino de lo perfecto lo par es necesario. Dos, cuatro, ocho, doce... veinticuatro. Ese número áureo les introdujo a los cistercienses en la clave del laberinto. María, nombre mágico, se repite a lo largo de los valles, corona las cimas, elige su trono en los desiertos, colma de dicha y de armonía los bosques impenetrables. Es sed de belleza y de infinito. Por eso, decía Papini que todo lo que es bello tiene un entronque netamente cristiano. De esa belleza sin una aplicación utilitaria no participa el mundo judío, que es un mundo convulso, terrible, cultor de un dios vindicativo. Al contrario, en el NT Dios se manifiesta a través del Amor, y éste no es otra cosa que Verdad y Belleza, los tres ángulos del Ojo que todo lo  ve. El pecado de estos tiempos ha sido la vana observancia de acabar con el Tabor y volver todos al Sinaí. Se trata de dos compartimentos estancos. Aquello quedó sobreseído y es por esa incapacidad para el compromiso con cosas que atañen al legado evangélico por lo que la verdadera Iglesia, que ha desplazado su epicentro hacia Moscú, donde se han hecho más sanguinarios los zarpazos indiscriminados de la serpiente, y ya no viene dirigida desde Roma, sede de la impostura, está siendo perseguida. La primera consecuencia del Vaticano II ha sido dejar en manos sionistas la Barca del Pescador.

Pero esto no es más que un accidente.

 En santuarios románicos como el de Arbás parece que el tiempo se para. La muerte es derrotada. Más cerca del cielo que de la tierra este monasterio en un congosto de la cordillera, parece que lleva a las estrellas en sus zancajos.

Canteras y torrentes, gleras y algún matorral. El aire se afina. A horcajadas sobre el lomo de la sierra las filas de roca que bajan en pendiente forman una protuberancia radial que recuerda a la silla de montar. Un cíclope invisible ha dejado allá su albarda de rocas por donde desciende la nieve y el corzo campa. Aquí todo es querencia de techumbres olímpicas. Oteo la figura de una suerte de sufra geológica que sostiene las varas de una correa de tiro invisible. Los valles en el regazo de la pendiente seca y pelada forman una especie de alfamar verde en lo hondo de la roca viva que sirve de cauce al río Bernesa.

Es un escenario que conviene contemplar en noches de luna llena, con esas lunas fuertes del septentrión que en el Bierzo parece que nos acercan con su luz bañada de misterio al tiempo en el que reinaban los gigantes. El arte románico con su simbología inocente parece capsular el lenguaje telúrico de estos “arva” en un afán de superación por la senda del camino iniciático. Aquí las fuerzas de proyección, ascensión y freno parecen haber encontrado techo. Arbás es una especie de non plus ultra, un no va más de la ruta jacobea. “ Per arva ad astra” (Por los campos altos se sube a las estrellas) que diría Virgilio. Todo nos habla de esa tensión hacia lo alto, de ese deseo de superación. Desde aquí casi palpamos la cúspide y nos sentimos reconfortados los que venimos huyendo de la persecución.

Utilizando medios tan humildes e incluso simbología pagana el mensaje bíblico y el anuncio de la resurrección parecen entrar por los ojos. Por la puerta de Baco se entra en la luz de Cristo. El ambiente es de pesadilla, como una pesadilla. No ha conseguido el cantero un dominio de la perspectiva por lo que hay una desproporción y una mal trabada  melanesia  que tornan monstruosas las representaciones dionisíacas de hidras, grifos, sierpes, huríes, arpías, cerastes, víboras cornúpetas, monjes con cabeza de perro, ardientes llamas que son como convulsiones de las Euménides,  y el Mono de Serapio, del que se dice que era hijo de Cronos, porque establecía el padrón de división entre los días y las noches. Justo a cada hora orinaba. Este plano escatológico de parábola iniciática y de jeroglífico se combina con la cotidianidad más tosca y absoluta - es un arte para entrar por los ojos con pocos resabios intelectuales- de cosechas y vendimias, frailes que escuchan un sermón o andan a capítulo como en los cimacios del convento de Santa María de Nieva. Aquí, en Arbás, todavía no se ha llegado a ese candor. Habrían de pasar dos siglos. En el mudéjar aragonés a estos elementos figurativos se agrega la escritura cúfica.

El matiz dionisiaco de los monstruos sagrados que configuran la iconografía del románico es inalienable. El artista no renuncia a la materia, expone en toda su crudeza la realidad de la vida, la presencia del mal, la acción del diablo, pero con ahínco trascendente trata de divinizar esa materia que se nos ha legado el Salvador.  Las alusiones a sus poderes taumatúrgicos son indeclinables: el pecado se convierte en gracia santificante.   En la piedra está Platón, Aristóteles y se va al encuentro de las enseñanzas de la cultura del Nilo de la mano de Hermes Trimegisto, junto con las enseñanzas del Genésis, el Libro de Ruth y los aforismos de los Doce Profetas. Los círculos se entreveran formando una pirámide helicoidal. Todo en un revolutum por el que se llega a la verdad inalienable de la sindéresis cosmogónica. Todo se contradice en apariencia, per recuperamos el hilo de los razonamientos y vemos que todo  cuadra debajo de una intención devastadora. Nos empapamos de semiótica. Del panteísmo y del Logos griego arribamos a la exaltación del Cristo en majestad, juez supremo de todas las cosas, centro inmóvil del movimiento que circula por doquier y estalla en la música de las esferas. Palpamos, en definitiva, lo inefable.

La Carta de Caridad aspira a la fusión del ámbito de los sensible, y de lo ultrasensible, del alma y el cuerpo, del todo y la parte en Cristo Jesús. En ella se rechazan los postulados de la ley vieja y los errores de Mahoma, mas en ningún momento se condenaba a los hermanos extraviados del judaísmo o los adeptos de otras sectas. En casi todos los asentamientos cistercienses aparecen alarifes moros y banqueros israelitas. Los templarios fueron mucho más allá. Tras la misa - es una pena que los rituales fueran quemados con Jacques de Morlay y que ardieran con él en la pira de la Bastilla en 1315- rezaban en comunidad junto con la oración a San Miguel, protector de iglesia y sinagoga, el “Escucha Israel” de los rabinos y la” alfadía” que repiten cinco veces al día los cadíes . No se practicaba la intolerancia per se étnica o racista, pues todos los hombres somos iguales, redimidos por la sangre del Salvador.  Ese fue el primer gran hallazgo de los cruzados, pero, con arreglo al espíritu de la época, en caso de ataque defendían la fe con la espada. A lo largo de la ruta de las peregrinaciones sobre todo en el camino de Santiago fue erigido un glacis de protección a los caminantes . Las ordenes militares se encargaron durante siglos de esa protección permanente, y, cuando asomaba en lontananza el almoflate o trinquete de la Media Luna, subiendo por el sur, y la línea del horizonte se convertía en un bosque de lanzas , de rodelas y aljubas, sonaba el toque de llamada al grito de Santiago cierra a España, y monjes y soldados convocaban a la hueste para aprestarse a la defensa. El santo y seña santiaguista se contraponía al que proferían los almuedenes desde lo alto de las mezquitas “yilla ilah alá”. Se pensaba a pie juntillas - creencia seguramente esotérica- que el Hijo del Trueno defendería a los que llevaban la cruz encarnada a manera de peto sobre su brial. Ciertamente, el grito olímpico de “Santiago cierra España” fue el muro contra el que se estrellaron las pretensiones de conquista del Islam que sonó desde poternas y barbacanas  de los monasterios almenados.

Aquellos frailes hacían la guerra defensiva pero nunca practicaban el derrotismo psicológico que pavorosamente agarrota a la cristiandad al día de hoy. Moros y judíos preferían vivir aparte segregados en sus aljamas con arreglo a sus costumbres y sus propios códigos legales. No eran molestados para nada. De no haber sido por ese espíritu tolerante, no hubiese cabido esa interacción tan fructífera que ha dejado poso a lo largo de los siglos en nuestra forma de ser: cientos de palabras de origen semita, multitud de costumbres, supersticiones, creencias. No. La barbarie no es cristiana. Y ahí están, para probarlo, la Mezquita de Córdoba y la alhambra de Granada. Son ilusos los que consideran que Mahoma es tolerante, cuando desde Despeñaperros para abajo apenas quedan vestigios arquitectónicos de la importante cultura bizantina antes y después de la fecha fatídica del 711, mientras que, desde la sierra de Guadarrama hacia el Duero son muchos más importantes los vestigios que se conservan. La jarca, cuando llegaba, arrasaba, talaba e imponía la cuna coránica que empieza a mostrar su talante exclusivista desde la primera sura:” No hay otro dios que Alá, y Mahoma es su profeta”, una ley que allí donde llega tratará de imponerse, o por las buenas o por las malas.

Por eso, encuentro una verdadera gracia divina mi acercamiento en peregrinación al Paso de Arbás . Su presencia es un símbolo que alza su espadaña de advertencia a la apostasía y a las maulas en que nos hacen vivir los herederos de don Opas. La mentira y la credulidad fueron la llave de la traición que abrió la puerta de España a los sarracenos. Me parece que en forma de nube la sombra de Don Rodrigo se pasea por las cumbres vírgenes de Peña Urbina cantándole estrofas plañideras a su Cava.  Por una hurí casquivana  y un rey atolondrado vino a perderse España. Sin embargo, en este verano último del siglo, de eclipses y de impasses, se alza la sombra de protección de este adoratorio, que abre la puerta al helicón astur, como un bastión eterno. Quizás las campanas desmelenadas tengan que volver a expandir por la campiña su mensaje de bronce, tocando al arrebato al son de “ Santiago cierra, España”. No se trata de un grito agorero. Es casi una premonición. ¡Y que  Santa María nos valga!

 

 

 

 

 

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CAPÍTULO IV          

 

 

CATALINA DE SIENA Y LA DOCTRINA SOBRE EL PURGATORIO

 

 

  

 

* una vida llena de raptos, clarividencias y otros prodigios.

* Santa Catalina es una demostración de cómo Dios se revela a los humildes y se oculta a los soberbios, poderosos y sabios de este mundo.

* Salvó a la SRI en un tiempo tan difícil como fue el Cisma de Occidente. Sus oraciones sirvieron para que el papa Gregorio XI se restituyera de nuevo a Roma.

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En mi corazón no hay diferencia de sexos. Yo fui el que hizo al ser humano varón y hembra y para mí no hay distingos  ni condiciones - le decía un día el Señor a Catalina de Siena en aparición particular -. Y  yo hago lo que quiero. Por eso, deseo que sepas que en estos tiempos el orgullo de los hombres se ha hecho tan grande, especialmente el de aquellos que se creen sabios y discretos, que mi justicia ya no puede resistirlos y está a punto de confundirles mediante un justo juicio. Pero, como  la misericordia está en mí siempre al lado de la justicia, quiero antes darles un aviso para que se reconozcan y se humillen, como hicieron los judíos y gentiles cuando les envié personas ignorantes, pero a quienes había yo llenado de sabiduría. Sí; yo les enviaré mujeres débiles e ignorantes por naturaleza pero prudentes y poderosas con el auxilio de mi gracia para confundir su ignorancia. Si reconocen el estado de locura en que se encuentran, si se humillan, aprovechándose de las instrucciones que les enviaré a través de mis mensajeros débiles, tendré misericordia de ellos “

Este párrafo encierra la clave para comprender el proceso misterioso de las apariciones en la Iglesia Católica y el controvertido tema de las  Mariofanías, desde la de la Salette a la de Lourdes, pasando por Fátima, El Escorial, Medjiogore y otros muchos lugares donde se registran episodios preternaturales. Aunque es una capucha muy amplia, en el que puede  esconderse de  todo; desde la fraudulencia al misticismo. Está claro que Dios no puede utilizar el mismo lenguaje que el de los hombres. Que nos movemos en un plano convencional. No hay visiones oculares apenas, sino intelectuales. La gracia del contacto físico con la deidad muy pocos la han tenido verdaderamente.

Hecha esta observación, hay que decir que  no se puede entender la Redención ni incluso el Covenant sin esta predilección que muestra la Sabiduría Increada por los pobres, por la más abyecto y despreciado. Es una convocatoria a las nupcias espirituales del divino novio con las almas de su dilección. Él al que escoge, lo escoge.  Con las escurriduras y detritos vuestros, y las piedras que vosotros rechazabais, yo formé mi templo. Seleccioné con los sillares que vosotros mandabais al estercolero mis columnas foreras. Fueron los pobres los arcos basales del edificio de la redención. Dios nos lo advierte. El Dios de los milagros y de la intervención de su potestad para abrogar momentáneamente las reglas por su augusto designio arbitradas es y está, mal que les pese a muchos positivistas fanáticos y blasfemos, ebrios de racionalismo y de cordura. Nunca sabrán entender las locuras del Espíritu Santo.

El caso de esta sencilla burguesa, hija de un tintorero de origen mahometano y convertido al cristianismo viene a corroborar lo afirmado. Hay que tener en cuenta que la SRI (iglesia Romana) atravesaba por una de las crisis más profundas que se habían conocido. La humilde virgen toscana recibió el designio del Señor para hacer las veces de embajadora y plenipotenciaria de sus deseos ante los grandes de la tierra, papas, cardenales, reyes. Su cometido fue acabar con el denominado cisma de Occidente. Estaba secuestrado el Romano Pontífice en el destierro de Aviñón. Las reformas de dominicos y de franciscanos no habían sido óbice para que Roma fuera un ahechadero de corrupciones, simonías, salacidades, incluso crímenes. Tanto fue así que esta “ignorante”, cuando fue a entrevistarse con el pontífice a la sazón reinante en Aviñón, Gregorio XI, un francés que no sabía italiano, saludó al vicario con estas palabras:

- Debo de declarar que Roma está infectada de vicios, Santidad.

El papa guardó silencio.

 Dos siglos antes, otro monje de gran inocencia de vida, reprendía al todopoderoso Eugenio III con un réspice que debería dar que pensar y recapacitar a los que, en un deseo, quizás loable de defender al vicario de Jesús para ponerle a cobro de sus enemigos, quieren mermar la santidad de la doctrina de aquel que lo ha escogido para el gobierno de su grey y le dijo:

- ¿No os dais cuenta, Padre Santo, que no sois más que polvo vilísimo y que dentro de seis meses estaréis siendo pasto de gusanos?

Era Bernardo de Claraval

Catalina de Siena una pobre mujercita fue la escogida para enderezar los caminos torcidos tras el llamado Cisma de Occidente.   Por encima de hagiógrafos y detractores, resulta un hecho incontrastable y un claro ejemplo de lo mucho que puede Dios. La entereza de esta hija de Sto. Domingo  que iba por Italia predicando la penitencia, dejando una estela de santidad y de conversiones (sus seguidores eran los famosos “ caterinati” incondicionales, gente aventurera o de aluvión, el equivalente a los  “ yurodivi” rusos, practicantes de la negación total, incluso la de la propia honra y practicantes de la “ kenosis” o autoaniquilamiento. Eran los  locos de Cristo, el cual tantas veces en la historia toma por la senda menos convencional y se une al grupo de los pobres, de los desposeídos, de los borrachos)  demuestra que el sometimiento a la voluntad divina por parte de aquellos que siguen al Salvador y tratan de imitarle en la inocencia de vida ha de tener prelación sobre la autoridad humana. Dicho de otra manera- una vez más - Dios escribe con renglones torcidos al derecho y confunde a los soberbios, hace ludibrio de los poderosos y se muestra como el verdadero Señor de Israel de la forma más inesperada. Como cantó María de Nazaret en el “ Magníficat”.

Taumaturgia.

Un rosario de prodigios y de predilecciones celestiales encauza  la vida de esta sierva de Dios. Su biografía parece increíble vista desde la perspectiva de 1999 cuando las mujeres se engríen, se fomenta el adulterio y es de buen tono incluso la fornicación. Empiezo a escribir este estudio el primero de diciembre en que celebramos el Día Mundial del Sida, cuando todo el mundo es solidario, pero nadie se arrepiente.  Ayúdame, Catalina, virgen de Cristo, a hacer una canto a la castidad tan necesaria en estos tiempos y enséñame la humildad de no tener que callarme, acomodaticio, ante los improperios, transgresiones y pecados de omisión. Rodeado por ellos vivo.

Nació en Siena, ciudad toscana, en 1347. Su madre se llamaba Lapa y su padre Jacobo Benincasim. Vino al mundo en un parto doble, que hacía el número veinticuatro de una vasta prole habida de la unión del tintorero y Lapa, una mujer de singular belleza. La madre era una gran vividora y tenía mucho miedo a la muerte. Pero un milagro de su hija haría que Lapa pudiera alcanzar edad provecta. Sin embargo,  esta prolongación de la existencia no fue un don sino una especie de castigo, porque vio morir a muchos de los suyos, cosa que lleno de tristeza los últimos días de la anciana, como más adelante se verá.

 Su hermana mielga se llamaba Juana.  De niña era tan rica y graciosa que sus padres la llamaban Eufrosine, que en griego significa alegría, encanto, porque ya en aquella edad  tierna era el encanto y la alegría de los que la miraban. A los tres años se sabía el Ave María. Sus juegos no eran con muñecas sino con cromos de santos ,y a los ocho años quiso huir, como Teresa de Ávila, al desierto; poco después, formula el voto de castidad ante un icono de la Madona con la siguiente fórmula: “ Prometo ser siempre tu esposa, Jesús Salvador y conservarme sin mancha “. Desde los ocho años en que profesa este voto de virginidad hasta la hora de la muerte, a los treinta y tres, nunca faltó a su promesa, ni cometió pecado de impureza. Lo proclamó en su agitada agonía, cuando los diablos, que habían sido contumaces adversarios toda la vida, no quisieron dejarla en paz ni en su lecho de muerte. El tránsito no fue dulce, ni mucho menos. Rara vez los escogidos gozan de una muerte beatífica. Han de pelear hasta el fin. Eso le ocurrió a Teresa de Lisieux, al cura de Ars y a la ilustre y tantas veces rememorada mentada Teresa de Ávila. Es un rasgo de los grandes taumaturgos.  Francisco de Asís, muerto de tracoma a los treinta y tres años, permaneció delirando siete día consecutivos hasta rendir el último suspiro. Mucho tuvo que sufrir en embestidas del diablo, pero, con la ayuda del Señor pasó la prueba. A Teresita los demonios en su lecho final  le tentaban con la obsesión de que no había otra vida. Sentía  una angustia terrible, pero, cuando exhaló el postrer aliento, una paloma se posó en el alfeizar de la celda, derramándose por toda la estancia una fragancia de aromas exquisitos. Los mayores santos son hostigados con dudas y con vacilaciones hasta el final.

Pronto empezaron las grandes penitencias. Permanecía todas la semana sin comer. Dormía en el suelo con una piedra por almohada y una cadena de hierro la llevaba arrollada a la cintura a modo de cilicio. Su madre que quería casarla con un rico mercader de Siena no desperdiciaba la ocasión de humillarla en público. En cierta ocasión, la arrastró por el suelo, cuando, después de mandarle quitar la toca, vio que Catalina, en señal de penitencia se había tonsurado los cabellos.

Esta oposición materna, con ser empecinada, también la consiguió vencer, aunque su madre era partidaria de que contrajese matrimonio con uno de sus muchos pretendientes. Se dice de ella que no era hermosa, pero que tenía un algo especial. Su voluntad era de hierro. Hubo de huir de casa. Solamente un puñetazo en la mesa dado por su padre, el buen tintorero de Siena, al cual amaría tanto nuestra Catalina, conseguiría vencer la oposición materna al monacato.

- Catalina es libre. Podrá hacer lo que quiera..  Dejadla ir a su aire.

 Profesó en la Orden Tercera de Sto. Domingo de Guzmán. Las dominicas estaban siendo un revulsivo contra la depravación de costumbres. Sus conventos eran viveros de misticismo donde se contemplaba los grandes movimientos de la reforma, cuando la cristiandad se encontraba sumida en las tinieblas del cisma, provocado por Clemente V..

 Dieron comienzo otras pruebas. El Divino Esposo le regala con todo género de gracias especiales y de visiones, pero la santa duda de si todo esa clase de prodigios no pudiera ser artificio del enemigo de los hombres y Jesús le pone a prueba. Le dijo que para saber distinguir los milagros de Dios de los del Maligno hay que empezar por aborrecer toda vanidad, por mortificarse y por morir a sí mismo (kenosis, que  viene kεvωσ, y significa  vacío, exinanición contigo). Si alguien siente algo así como halagos y le gusta tener fama de santo, ello no es buen signo. Los favores celestiales empiezan  siendo pruebas, amarguras, crucifixiones, oprobios y más tarde se transforman en bendiciones. Antes, ha de morir el yo. Hay que despojarse de uno mismo. La ruta angosta por la cual lleva Jesús a los que elige es así de sorprendente, y casi siempre siguiendo los mismos pasos. Dios puede llegar a parecer desconcertante. Nadie puede poner puertas al campo. Su actuación sobre las almas a las que aparta para las nupcias espirituales resulta inquietante y alborotadora desde el punto de vista de la prudencia de la carne y de los respetos humanos. Es en virtud de este misterio carismático que vuelve inexpugnable e indomeñable al cristianismo, fuerza de redención y nunca de condenación. No queráis clasificarlo, ni ponerle etiquetas, porque el Omnipotente se sale del fichero. Él es el Amor invencible.

En la ciudad de Siena pronto empieza a cundir su fama de taumaturga. Para unos se convierte en piedra de escándalo, para otros en paradigma prodigioso del Espíritu de Dios. A  cierta  mujer que tenía lepra  acude todos los días a cuidarla. Besaba sus heridas y para vencer el asco y el horror que le inspiraba la enferma Catalina llega sorberse los humores que manan de las pústulas. Al cabo de tres semanas, ella misma  se contagia de la enfermedad de su paciente, pero, cuando ésta, que había pagado con ingratitud sus desvelos, entra en coma, de repente, la lepra de Catalina desaparece. En otra ocasión es una cancerosa, Teca, una beguina, del convento de las Hermanas de la Pobreza de San Francisco. Sus llagas despedían un hedor que tiraba para atrás. En su cámara olía a perros muertos; nadie era capaz de subir a cuidarla. La cancerosa aparte de estar enferma, era una  infame. Injuriaba a su enfermera diciendo cosas terribles, incluso llegando a atacarla - era una añagaza del artero y malvado Padre de la Mentira  que urde los más burdas acrimonias con tal de  confundir a las almas - por el flanco que más le dolía, y que era la virtud de la continencia. Un día que subió un poco tarde a cambiarle los apósitos, le dijo sin ningún remilgo Lapa:

- Mucho tardaste, Catalina en venir. Por lo que veo, te gusto yo menos que tus frailes. ¿ No es el padre prior uno de los que te sofaldan  y tú te dejas hacer? ¡Porque te gusta eh! ¡ Así prolongas tanto la acción de gracias después de la misa!

- Hermana. ¡ Por Dios! ¡ No diga eso!

Sin embargo, la enferma no dejó que increparle todos los días con sus embustes y falsos testimonios, acusándole de haber faltado a su voto de pureza formulado ante el altar de la Virgen, cuando Catalina tenía ocho años. Ella no era una de aquellas beguinas celestinescas que en aquellos años acababan liándose con algún fraile. El pecado de impureza encubierto y la hipocresía sigue siendo una cuestión pendiente, y sin solución, dentro de los muchos males que afligen a la Iglesia latina y hoy, con la impostura picando a las puertas de Occidente, arrecian.

 Venciendo el asco que le inspiraban aquella boca y aquel cuerpo hediondo, no dejó por eso de acercarse a asistirla. Recibía los improperios de la paciente con una serenidad augusta de cariátide griega. Un día le dijo:

- Yo te perdono y Cristo te perdona, hermana mía, porque no eres tú la que dice esas barbaridades; es Satanás quien las inspira y quiere entrar en ti. Como prueba de inocencia y de vida inmaculada,  yo te ordeno que dejes el cuerpo de esta mujer.

Catalina hizo un milagro. La pobre encancerada, libre ya del zaratán que la tuvo a las puertas de la muerte, se arrojó a sus pies y pidió perdón a la santa y fue por toda Italia peregrinando como penitente y cantando las alabanzas de la Rosa mística de Siena, a través de cuya intercesión estaba obrando el Señor tantos prodigios. Se unió al grupo de Lisia y de Alessia, de Pietro y de Tomasso, los otros “ caterinati”.

Su caridad y amor al prójimo, a toda prueba, fueron demostrados en otras ocasiones, cuando siguiendo el ejemplo de otros grandes santos caritativos, como Martín de Tours y Nicolás de Mira, se quedó en cueros literalmente para vestir al desnudo. Para ella tenía prelación la caridad sobre la modestia. Sólo santos taumaturgos como ella fueron capaces de tanto heroísmo. No conocía cortapisas, porque ella capaz de decirle al jefe de los sacerdotes  lo que los apóstoles: “ Es mejor obedecer a Dios que  a los hombres y éste fue un poco el misterio en el cual se sustenta toda la grandeza de su personalidad. Era Catalina una italiana de rompe y rasga, partidaria del todo o nada, nunca las medias tintas. Una rebelde a lo divino. Tenía un fuerte carácter, aunque también, llegada la ocasión, sabía ser diplomática.

 Éxtasis

Ni médicos ni psiquiatras se han puesto de acuerdo a la hora de esclarecer y estudiar debidamente estos fenómenos misteriosos de catalepsia. El arrobo místico, cuando es verdadero y no fingido, se escapa a cualquier lucubración científica. Es la cumbre del rapto, la quinta morada de la comunión espiritual con el Amado, como demuestra el estudio de la vida de los místicos. Francisco de Asís experimentó la vulneración. Esto es: experimentó sobre su propia carne la herida en el costado infligida a Jesús en el Calvario.  Como Pablo de Tarso. Teresa de Jesús padeció la transverberación. Su corazón fue traspasado por una ángel. El caso de Catalina de Siena es más singular, pero no menos sorprendente. Un día le fue arrebatado el corazón por el Esposo. De resultas de aquel acto de entrega, le quedó en el pecho una enorme cicatriz que vieron algunas monjas de su orden, y atestiguarían más tarde en el proceso de canonización (subió a los altares en 1411) su confesor fray Tomás y sus biógrafos. En este hecho se cimienta la devoción cordimariana y la devoción al Sagrado Corazón de Jesús populares en Francia durante el siglo XVIII. Al ir a comulgar Catalina - el fenómeno se repite con Margarita María de Alacoque - veía como un brasero u horno encendido que le entregaba el sacerdote celebrante.

La devoción eucarística tiene un fuerte implante en la Edad Media. Es el acicate contra la herejía de los cátaros o albigenses,  inspirados en las doctrinas del herético Berengario. Es  una forma de manifestarse Dios a través de una grandeza que muy pocos comprenden. La palabra  eucaristía proviene del griego ; significa acción de gracias y  agrado, satisfacción consigo mismo y con los demás. Es el principal sacramento de la Iglesia basado en las palabras de Cristo en la última cena, aunque el misterio de la transubstanciación choque con los que en teología han defendido el concepto de memorial o remembranza, y todavía algunas incógnitas no hayan quedado despejadas . El triunfo de la eucaristía se produce precisamente cuando el Islam y el Imperio otomano estaban arrasando media Europa. El Islam considera un sacrilegio, algo inconcebible, que alguien pueda mascar y comer al propio Dios. ¿ Pero no forma parte este fenómeno de uno de los grandes arcanos del Mandamiento Nuevo, y de la Religión del Amor? Que sea la hija de un italiano de origen morisco, Giacomo Benincasim, quien defienda la transubstanciación en un tiempo en el cual los sacerdotes no celebraban ni consagraban todos los días y que ella durante cuaresmas enteras no probase otro alimento que la hostia consagrada resulta un hecho significativo y singular.

Sin embargo, el dogma de la eucaristía no forma parte del cuerpo de doctrinas de la Iglesia hasta Santo Tomás de Aquino, su gran impulsor en Europa. A este otro santo italiano se debe la maravillosa teología de la transubstanciación. En Oriente había formado parte del corpus de la fe, pero no de forma tan radical. Para ellos eulogía  y eucaristía son partes del mismo todo. Quizás algunos , más papistas que el papa, debieran de mirar para los hermanos separados, que siempre han mantenido una práctica más comedida, menos dogmática, y por tanto más cristiana, al respecto. No se puede matar por esta cuestión y precisamente una de las cuestiones que alimentan la maquinaria trepidante de las guerras religiosas de la edad moderna, fue la disputa real entre católicos y luteranos sobre la presencia real o rememorada de Cristo en el pan y en el vino consagrados. Los bizantinos, siempre recalcitrantes a todo anatema, defienden esta creencia por la Tradición, pero , nacida de un compromiso de fe voluntaria. Más bien como practica piadosa. Sin embargo, desde los primeros siglos, los sacerdotes han repetido la formula maravillosa de “ Este es mi cuerpo y esta es mi sangre”.

  Durante los primeros siglos de la Iglesia, los cristianos se reunían para las comidas en común que eran ágapes y que tenían carácter funerario.  Las misas en la Alta Edad Media se celebran al calor convival y no es tanto el hecho físico de la degustación del cuerpo de Cristo como la celebración del memorial de su pasión. En los primeros siglos la palabra “eucaristía” y “eulogía” (pan bendito que hace hablar bien) se entreveran. En la actualidad, al socaire de  influencias protestantes, se habla en la Iglesia de conmemoración de la Cena y los teólogos incomprensiblemente parecen haber aparcado la cuestión de la transubstanciación bajo las dos especies. Esté o no esté de una forma real o simbólica, el hecho es que Cristo vive en el mundo. Su espíritu es indestructible.

Para la tranquilidad de algunos que nos puedan considerar sospechosos de herejía, adveramos que únicamente en la Santa Iglesia Ortodoxa, donde se siguen comulgando bajo las dos especies, la consagración se lleva a cabo, conforme a las rúbricas exactas y antiguas de las Cartas Apostólicas, no de espaldas a la cruz, sino en el interior del iconostasio, que es el “ sancta sanctórum” donde se consuma este milagro diario, pero nada rutinario, de la redención. Las rúbricas litúrgicas incoadas con motivo de las disposiciones del Vaticano II, por desgracia, acercaron la postura católica a la protestante.  Lutero, que en tantas y tantas cosas llevaba razón, cometió un error mayúsculo en este tema glorioso de la conversión absoluta del pan y del vino en la sangre de J.C.  El agustino alemán mentía por toda la barba. Marró de punto a punto. Pero seguramente Dios le ha perdonado. No protestaba contra Dios sino contra los abusos cometidos por aquellos que se dicen sus vicarios y ministros.

Contemplados los hechos al trasluz de los siglos, se observan que las devociones, como cosa humana, vienen y van con arreglo a las apetencias, modas y gustos. También los hombres vienen y van. Sólo Cristo permanece. ¿ Cómo dar cumplida interpretación a lo que parece una demasía inefable de los santos? Estos desaforados casos pertenecen a la cumbre mística, algo impenetrable. Con ojos humano, discutible, pero nunca a la luz de las cosas de los espíritus. Muchos  santos estaban locos. Eran unos orates de Jesús y así se explica esta devoción cordimariana o mesiánica  que ahora podrá encontrarse en crisis, no en sí misma, sino por causas extrínsecas. El corazón de Jesús es un baluarte de amor contra el odio, un refugio en  la promesa. Esta categoría es ineluctable y permanece inalterable, pero siempre merece la pena estudiar estos fenómenos en el contexto del que irradian.

Para entender el amor de Cristo uno de los personajes más maravillosos del Evangelio es María Magdalena, la mujer pública, que unge sus pies y le llama rabonni “ maestro mío”, la que pecó pero que permanecería luego treinta y tres años en el desierto sin probar bocado, alimentándose sólo de la eucaristía que le llevaban los sacerdotes. Eucaristía, Tebaida, el cuervo de San Antonio, las disciplinas de San Arsenio y San Pacomio, las barbas de Macario y de Hilario entran en juego para explicar este rapto de amor. La Huida al desierto. El cuerpo de Cristo que nutre a los penitentes y les infunde fuerzas para vivir, sin necesitar de tener necesidad de otro alimento humano. La alemana   Teresa Neumann, que es relativamente moderna, se tiraría  treinta y tres años sin probar otro alimento que la hostia consagrada. Pero, metidos en interrogantes, ¿ donde acaba el fervor, la verdadera santidad, y dónde se da pábulo al exceso? He ahí la gran interrogante de una cuestión maravillosa. Estos excesos pondrían en pie de guerra, en parte justificadamente, a los hijos de Lutero, pero, en contra de lo que consideran algunos descreídos, el verdadero misticismo arroja como característica la posibilidad de que se den todos esos imposibles, tales atropellos y descarríos del amor (el que ama nunca se equivoca) que demuestran la índole esotérica y sobrenatural, irreducible, de la religión del Galileo, la cual  marcha por la historia entre las luces y las sombras de la exaltación, la contraofensiva, a contrapelo de la soberbia humana y a veces del fanatismo. Porque el pecado forma parte de la índole del hombre.  No tomemos al hombre demasiado en serio. Sólo nuestro pantocrátor es Cristo y es en su nombre que se producen estas locuras, estos milagros del amor. En esos pobres locos se manifiesta el espíritu divino. Las apostillas, las acusaciones, los anatemas pertenecen al cosmocrator, esto es: al Malo. Y Cristo lo derrotó, porque impugnaba el reino de Dios.

A  nuestra religión los acaramelados e insípidos hagiógrafos con buena o mala  intención, pero poco objetivos, la  hacen un flaco favor. Sin embargo, estos casos de exaltación demuestran que somos algo más que un conjunto de huesos, tejidos y arterias. Mediante la virtud y la renuncia a sí mismos,  el hombre y la mujer pueden llegar a semejarse a los propios Ángeles. ¿ Por qué no lo intentamos? Los frescos bizantinos y las maravillosas composiciones de Fr Angélico invalidan la tesis del evolucionismo  de Darwin. Mediante el poder de la voluntad y la gracia divina el ser humano sería capaz de zafarse de las constricciones alienantes que sujetan su instinto a la materia. La dulce Eufrosine es un señuelo que convoca hacia esa excelsitud que trae al pairo al hombre del fin milenio, que ha perdido el sabor y el saber por las cosas de Dios y se animaliza sin remedio, porque el materialismo le dice que no tiene por qué creer en aquello que se tiende más allá del alcance de la vista. Ella representa el perfume imperecedero de las almas escogidas, del justo de Israel que se mantiene inmaculado en el fango que lo rodea.

Su nombre va asociado al del lirio, como el color siena que expresa una estética de delicadezas tersuras donde la neta exactitud y la beatitud se dan la mano debajo de las arcadas  pintadas por Fr Angélico para enmarcar sus cuadros, que no son otras cosas que seráficas  representaciones de la vida celeste, entrevistas por un agujero. Todo tiene la fragancia de la calta y la azucena de los huertos amados, de los pensiles no hollados donde aparecen ángeles de alas tersas y expresión serena y Vírgenes que desde su regazo entregan al mundo la belleza de sus desposorios con el Verbo Encarnado. ¿ Cómo podremos vivir y respirar sin esas exageradas demasías de la devoción apoteósica del espíritu europeo, de su cultura, de su arte, de su recogimiento y de su silencio?

Catalina, estigmatizada por la lanza de Longinos, es un dechado de las perfecciones femeninas, en las cuales parece haber dejado de creer la mujer de hoy. No importa. Ella sigue representando en su magnitud el heroísmo de Ester, la belleza de Judith, el amor y la simpatía de Rut y de Rebeca. Hay en todas estas cosas muchos del yo místico que desconocen aquellos que no han tenido el gusto de ser partícipes de tales experiencias. La perfección, tal y conforme la venimos entendiendo la santidad, no es una perfección de nimbo y de hornacina a la medida. Dios conoce el modo de romper todos los moldes. En todo santo habrá siempre algo de iconoclasta. Ellos - para eso están ahí - siempre  tuvieron a gala poner las cosas del revés. Esta rebeldía de la santidad tiene mucho que ver con el  duelo de muerte que libra Cristo contra el diablo, las fuerzas oscuras y la soberbia del mundo.

Sólo vivió treinta y tres años, la edad de Jesús y los que María Egipciaca, su prototipo, pasó en la Tebaida. La familiaridad con los ángeles y con los santos era en ella un hecho habitual. Una de las cosas que explica la angustia imperante es la ausencia o el silencio de Dios; un problema que no existe para el hombre o la mujer de fe. Hoy se aceptan los trucos de la televisión o las bizarrías del mago David Copperfield, se piensa que es dogma de fe todo lo que alienta detrás de las candilejas midriáticas. A muchos se les dilata la pupila y los dedos se vuelven huéspedes a la vista del boato y de la pompa terrenal. Algunos periodistas y personalidades televisivas son aceptados como oráculos. Su algarabía no deja que hablen los santos. Expresamente, se opta por la algarabía de los charlatanes. Por lo general son gente vacía. Vivimos en un mundo virtual en el cual el dinero, que es algo místico y cabalístico, es el único dogma. Sin embargo, no se admite que el Creador pueda dirigirse a sus criaturas, que pueda Dios hablar y aparecerse a una pobre sirvienta cuyos  mensajes no son de recibo porque quebrantan los esquemas preconcebidos. Una santa como Catalina de Siena demostró que Él es el que Es y Está. Siempre Estará. Representa un hecho de la cotidianidad por encima de supersticiones, brujerías y ensalmos, aunque por supuesto tenemos que aceptar la existencia de una divinidad subjetiva, a la que se puede acceder razonablemente por los caminos de la ciencia contrastada y la objetividad. Lo que Dios no tolera es a los tibios, a los que no toman partido. A ellos los empezará a arrojar de su boca.

El que el Apóstol de los Gentiles la echase un rapapolvos para mirar para otra parte y distraerse durante un éxtasis, no deja de revestir un hecho ingenuo del cual Catalina saca partido cuando explica en una de sus cartas que” si la cólera de Pablo fue para mí un hecho terrible, ¿ qué no sería el rechazo de Jesús con los condenados el Día del Juicio Final?”.

 Pablo hace honor a su fama de vehemente e impulsivo en este retrato que de su persona realiza la monja dominica italiana.

Gregorio Marañón, al que apasionaron de siempre los fenómenos paranormales,  dice que la raya de separación entre el fervor y la superchería es casi imperceptible. De ahí que en el siglo XVII español proliferaran tantos alumbrados o místicos de pacotilla. Un místico y un iluminado se parecen mucho, pero el primero refleja un convencimiento mientras en el otro los fenómenos  preternaturales responden a una enajenación de las potencias, a intervención diabólica. Sin embargo, todo iluminado nunca dejará de ser un místico, aunque de segunda categoría. En la realidad él ve cosas que otros no ven. Para el hombre de hoy estos ringorrangos pueden sonar a denuestos del agua y del vino, pero el medieval, que vivía y moría empapado de teología, se encontraba incurso en la problemática. Nada tiene de particular, pues, que a una santa otro de la corte celestial la reconviniere  y a una iluminada - pasó con la Beata de Piedrahita - se le ocurriese apostrofar a la Virgen llena de celos místicos por haber concebido del Espíritu Santo. “ Tú fuiste su madre, pero yo soy su mujer “ le dice la exaltada nuera a la Madre que calla.  Paradójicas situaciones como ésta se han venido dando con frecuencia en los conventos femeninos y Teresa, que era una gran experta en estos negocios de raptos y arrobos, visiones, premoniciones y avisos, pero que, conociendo a las mujeres,  despreciaba la beatería y el iluminismo, pone en guardia contra tales desvaríos. Las visiones y raptos de Catalina de Siena, por estrambóticos o exagerados que parezcan, responden a un hecho real e incontrovertible: su amor a Cristo y su amor a la Iglesia. 

 

 

Teóloga.

 Mas dejemos todos estos episodios.

 En mística la frondosidad no permite ver el bosque. Son cuestiones casuísticas que no llevan a ninguna parte. Pocos sabrán que la gran doctora de la Iglesia - después lo han sido Teresa de Ávila y Teresa de Lisieux -, era semi analfabeta. Son curiosas las grafías que la Doctora Abulense nos lega en sus escritos en sus extrañas citas incorrectas en latín, lengua con la que tenía no pocas dificultades, pero que en su desacuerdo con las normas gramaticales son un tesoro para estudiar la evolución prosódica durante la Edad Media  de la lengua de Virgilio. Así cuando dice, parafraseando el Libro de Salmos:” laetatus sum in is qui dixerunt mihiqui in domun Domine ibimus..(sic). También, tenemos el caso de Sor María de Ágreda quien en sus escritos sobre la Mística Ciudad de Dios y la Vida de la Virgen despliega una serie de conocimientos teológicos, tan profundos, que no pueden ser patrimonio de la propia industria y el estudio personal y concienzudo sino de la ciencia infusa.  Catalina, por su parte, que  aprendió a leer a los veintiún años, también parece ser que recibió sus conocimientos bebiendo directamente en las fuentes del torrente divino. Por lo que, siguiendo la línea de otras “ iluminadas carismáticas”, sus escritos despliegan un conocimiento de los intrincados problemas teológicos, como el de la Trinidad, que pasman. Esta pobre muchacha toscana tuvo el don de la ciencia infusa, la penetración de conciencias y el carisma que se derivó del Cenáculo: la xenoglosia, lo que turbaba tanto al papa Gregorio IX, que llegó a “ temerla “ y a los príncipes y reyes de su tiempo. “ Dios me dio el don de lenguas para confundir la arrogancia de los poderosos”.

 A Catalina de Siena le debe la Iglesia Católica el Dogma del Purgatorio. Dante con su “ Divina Comedia “ contribuyó a esparcirlo de una forma indeleble por la mentalidad del hombre occidental, pero esta monja, por así decirlo, fue la gran descubridora de los novísimos. Ocurrió a raíz de una ocasión en que a causa de sus numerosas enfermedades estuvo de cuerpo presente y a punto de ser enterrada. Su espíritu, rotas las mortales ligaduras, se había elevado a la región excelsa, de la que no se vuelve y en la cual no existe noción de tiempo. Hasta aquí nadie había hablado del Purgatorio con tanta precisión y conocimiento de causa. Cuando estuvo tres días en el vientre de la ballena, fue arrebatada por el ángel.  Mientras, deudos y amistades la lloraban y preparaban las exequias. Su madre, Teca, recibía a las notables de la ciudad de Siena, que se agolpaba a las puertas del domicilio de los Benincasim para testimoniar su pésame.  Es así como describe la visión que tuvo cuando estuvo “ tres días en el vientre de la ballena “el confesor y biógrafo de Catalina de Siena, San Francisco Capúa:

Mi alma penetró en un mundo desconocido y vio el premio de los justos y el castigo de los pecadores. Pero aquí me falla la memoria y la pobreza del lenguaje me impide hacer una descripción adecuada de las cosas. Sin embargo, tengo la seguridad de que contemplé la esencia divina y por eso sufro ahora tanto al verme de nuevo encadenada al cuerpo. Si no me lo impidiese mi amor a Dios y al prójimo moriría de dolor. Mi gran consuelo está en sufrir porque tengo la seguridad de que mis sufrimientos me permitirán una visión más perfecta de Dios. De aquí  que las tribulaciones en lugar de resultarme penosas sean para mí una delicia. Fui testigo de los tormentos del infierno y de los del purgatorio; no existen palabras con que describirlos. Si los pobres mortales tuvieran la más ligera idea de ellos sufrirían mil muertes, antes que exponerse a experimentar uno de esos tormentos por espacio de un solo día. Vi en particular los tormentos que sufren aquellos que pecan en estado de matrimonio no observando las normas que él impone y buscando en él únicamente los placeres sensuales”

Cuando ya estaban a punto de inhumarla, la joven, con cera de los hacheros y blandones mortuorios sobre los cabellos y la mortaja, resucita. Parece ser que fue un caso de catalepsia similar a la que percató Teresa de Ávila, la cual, desahuciada de los médicos y no habiendo podido ser curada de sus inexplicables sofocos de que vino de un pueblo que llaman Becedas,  la creyeron por muerta.  Estuvo amortajada. La visión del infierno que nos describe la santa abulense coincide en todo con la de la santa toscana. Ambas religiosas tuvieron una contemplación del castigo con dos siglos de diferencia y van a estar sujetas a un proceso ascético muy parecido y como calcado uno de otro, como más adelante se verá. La ruta por la que acometen la escalada del monte de la santidad se proyecta sobre el mismo trazado (precaria salud, una gran influencia de la figura del padre, y talante inquieto y andariego, que refleja un carácter depresivo, poco estable y lábil). El desierto exige bloques psicológicos de una sola pieza. Mientras que a los que quieran abrazar la vida cenobítica sin tener todas las aptitudes para ello se les recomienda la peregrinación. El cuarto voto, el de la estabilidad, introducido por San Benito en su Regla, fue el origen de tanto monje giróvago desarraigado. Era el más duro de la observancia.

Catalina, como buena hija de su tiempo, era muy andariega. El medievo empieza a despertar de modorra en que el mundo había caído tras los siglos oscuros, con las peregrinaciones. Este ir y venir sería a la larga benéfica para la cultura y para el arte. Se diseminan las ideas, que viajan en el zurrón y las veneras del peregrino compostelano. Ella no paró. Caminó desde Roma hasta Florencia. De Florencia hasta París.

  Otra constante es, amén del complejo de Edipo,  el gran ascendiente que ejercen sobre ambas sus confesores y directores espirituales.

  También sus referencias son reiterativas en ambos casos a los pecados de la carne, sobre todo a los que tocan el tema del adulterio, que tanto entristecen al señor. Muchos se condenan por darle tan escasa importancia, pero, paralelismos aparte, aquí tenemos la idea de un Cristo justiciero, y también un cristianismo en que el cual el sexto mandamiento será prelativo. En cierta forma, Santa Catalina y Santa Teresa de Ávila serán un  poco las responsables de esas obsesiones subliminales. Entre los ortodoxos, jamás se habla del purgatorio ni existe esa obsesión sexual que a veces emponzoña y martiriza nuestras conciencias. O la martirizó y obsesionó en años cruciales de nuestra formación. En parte, también tuvo la culpa Dante, un místico, un exaltado cantor de la pureza de la mujer. Y, un misógino,  cuyas son las grandezas y miserias de Occidente, que sueña con Beatriz y Dulcinea y luego se acuesta con Maritornes, sin solución de continuidad y sin haber encontrado el comedio. ¿ Cuándo el mundo cambie de página en los albores del Tercer Milenio tendremos un catolicismo de obsesos sexuales o, en el otro cabo del péndulo, nos haremos disolutos? ¡Pobre humanidad, tan lejos de Dios y tan cerca de sus obsesiones! Pecando unas veces por exceso y otra por defecto. ¡ Ten piedad de nosotros, Señor, que nos creaste y nos formaste del barro! Perdona nuestros pecados.

En muchos ámbitos teológicos se ha dejado de hablar del Purgatorio entrevisto por Catalina de Siena y Dante. No pocos  lo pasan aquí en vida, lo que, en alguna medida, no deja de ser cierto. Estas visiones tienen algo mucho de truculento, pero no reflejan más que el pensamiento y el sentir de una determinada mentalidad.  Luego vinieron los hagiógrafos, los poetas y los artistas del cuatrocientos y del quinientos con sus pinceles, hicieron encajes de bolillos con los que no existía, pero con las mentiras y lucubraciones se ciñen al contexto de  maravillosas obras de arte. Los predicadores evangelistas yanquis son más tremebundos y truculentos que los Savonarolas italianos en la explotación del caos apocalíptico en su propio beneficio y vanagloria porque el más allá es un morbo que vende.

 Deforman el rostro de Dios. Siempre lo hemos querido dibujar a nuestra propia conveniencia y a nuestra forma de ver en el mundo y él no se queja. Sin embargo, cuando alguien empieza a hablar en su nombre y decir: “ Hija mía...” estamos perdidos. Es un hombre el que habla pero quiere apropiarse la parcela del Salvador. A pesar de todo, Dios está dentro. ¿ A qué tanto alboroto?

En cualquier caso, siempre resultan convenientes tales reflexiones a la hora de expurgar conceptos. Por muy santos que digamos que somos, no somos todavía buena gente.  Sin embargo, a partir de Catalina de Siena va a encontrar una forma de coloquio con la divinidad, una manera de entenderse, que en algunos de sus émulos deviene teología de alto bordo y en otras ensoñaciones contemplativas infumables y en la mayor parte - en los iluminados- filaterías retóricas. Es donde falla Occidente. En Oriente, a través de la “ pystina” rusa supieron interpretar al Dios Perdonador mucho mejor que nosotros. Sin embargo, la meta a la cual llegan los grandes, sea de un lado o de otro, siempre es la misma, aunque por sendas mas o menos estragadas. En los impostores, nunca. Ellos resultan el fruto máncer  de la añagaza diabólica.

Este acceso directo y sin intermediarios, de tú a tú, con la sabiduría infinita hará que se confundan los planos. Dios baja. Pierde su trono y se adapta a la mentalidad de la criatura. En Oriente el hombre se diviniza. En Occidente humanizamos al Señor. Nos le fabricamos a nuestra medida y llegan los particularismos del carácter emprendedor y exclusivista. Pronto empezamos a encasillarlo y ponerlo caudas y etiquetas. Resultado: se fabrican dioses repulsivos, egoístas, comineros, vengativos, fatuos,  obsesos sexuales, chantajistas. A la vista está que son ídolos fabricados y mediatizados  por la por humana flaqueza.  Por eso, el cristianismo ortodoxo nunca pierde esa grandeza cósmica de la salvación general. Aquí lo que importa es el “ ¿ qué hay de lo mío?”. Su propia filautía en combinado con la materialista voracidad hace que nuestros “ salvadores “ por estar tan en ras de tierra, manejando un lenguaje poco asequible, de raptos, corazones ardientes, eucologios dudosos, nos resultan antipáticos. Alguien está haciendo trampa. Como Cristo no puede engañarnos ¿ dónde está el fraude? Un Dios tan personal, que habla con nuestras mismas coletillas y anda metido en nuestras preocupaciones seculares parece que nos descorazona.

 



[1]Pequeña despensa para guardar provisiones en cuevas subterráneas.

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