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sábado, 7 de abril de 2018


LOS SINODALES DE AGUILAFUENTE.

 

Una de mis gratas experiencias como profesional del periodismo y como archivero fue, hace ya bastantes años, entrevistar a don Hilario Sanz canónigo de S.I. Catedral y al que veía pasar de niño muchas tardes soleadas camino de los altos de Baterías en compañía del deán don Fernando Revuelta (creo que era de Abades) y para mí un sacerdote muy querido, con él aprendí a ayudar a misa, y el beneficiado don Benedicto, que era un cura gordo y bonachón. Tres sombras inconfundibles en el paisaje de las tardes de mi niñez arropados en sus manteos cuando hacía fresco y embutidos en sus tejas o bien luciendo la sotana liviana de los veranos. Tres santos varones, tres hombres de Dios.

Andando el tiempo y cuando regresé de NY hacía yo reportajes para EFE y otras publicaciones. Un día le dije a Cirilo Rodríguez voy a Segovia llamo a don Hilario y nos vamos los tres a comer al Bernardino. Quiero escribir algo sobre el archivo de la catedral de Segovia. En los años 30 don Cristino, otro archivero eminente, había publicado un tomo muy interesante en el que se describía por menudo algunas de las joyas que guardaba el Thesaurus de la Dama de las catedrales.

Don Hilario Sanz que en paz descanse era un hombre frugal y declinó la invitación del famoso cochinillo en el mesón de  cinco estrellas pero nos concedió la entrevista.

Los sinodales por supuesto son la reliquia venerable de nuestros fondos pero aquí los investigadores más destacados son los musicólogos, según me aclaró, que vienen a descubrir letras y partiduras desconocidas del esplendor litúrgico catedralicio. La diócesis de Segovia conservaba desde tiempo inmemorial un “ordo missae” de resonancias mozárabes,  rito en el cual el canto coral era muy importante preciso y precioso porque dicen que el que orando canta reza dos veces.

Algunas de las partituras eran anteriores al gregoriano, ofrecían claves desconocidas por lo que la interpretación de sus neumas resultaba casi imposible. Con paciencia benedictina había intentado don Hilario desentrañar,  catalogar y conservar aquellas ligarzas aquellos documentos plomados y cedulas antañonas, cifra y compendio de la historia de la iglesia de Castilla y acaso también de la humanidad.

En Segovia pionera de la letra impresa se dio a la estampa el primer incunable. Son las actas de aquel sínodo famoso celebrado en Aguilafuente del primero de junio al 10 de 1472 pontificando en la sede de san Geroteo Juan Arias Dávila aquel obispo y consejero de Juan II señor de la guerra y de armas tomar pero también mecenas amantísimo de la sabiduría.

Obra de un mercenario alemán de la letra de molde que iba por villas y castillos con su chibalete a cuestas y sus tipos móviles por nombre Juan Paris (el concilio de Constanza desparramó a estos artesanos de la buena letra por Europa) y discípulo de Guttemberg.

Es el libro más antiguo de los impresos en España en papel agarbanzado fuerte y verjurado luciendo tipos góticos con grabados y capitulares en los que se exhiben motivos ornitológicos, zoográficos y antropomórficos muy elegantes, una joya.

Contiene las actas de lo que fueron aquellas reuniones de obispos y arciprestes.

Hay capítulos dedicados al pudor de los clérigos en la vestimenta… “que no se hagan juegos deshonestos ni se canten coplas en las iglesias por Navidad… que los sacerdotes han de traer hábito y corona… que no traigan armas ni sean banderizos ni traigan hueste… que lleven vida honesta y no vivan en ayuntamiento con barraganas (ardua materia)… que arda de continuo la lámpara del “Corpus Dei” dentro de los recintos sagrados… que estos no sean ocupados por gente fe guerra ni haya encastillamientos”...

Se trata, pues, de cánones eclesiásticos y de una observancia aunque fuere bajo mínimos de la buena crianza y mejores costumbres de la clerecía. Obispaba cuando estos Decretales fueron firmados Alonso de Carrillo en Toledo y era rey de Castilla Enrique IV el tan denostado monarca por algunos historiadores pero al que queremos mucho en Segovia porque había heredado de su padre su amor por la cultura y una cierta tolerancia y esa liberalidad tan de Segovia.

El sinodal de Aguilafuente constituye la joya de la corona del archivo catedralicio pero hay otras perlas como una obra desconocida del cardenal Cisneros “Vida de nuestro señor Xesuchristo”.

Don Cristino en su catalogo en la pagina de respeto aludía a la propiedad de aquel incunable. “Este libro es del muy magnífico señor don Hernando de Cabrera canónigo de esta Sta Iglesia catedral. Si a otras manos fuere, vuélvasele quia non dimittitur peccatum nisi restituatur ablatum “(dicho de otro modo, las cosas no se roban, cambian de sitio)

Cabe citar otros libros pergaminos: Historia de Nuestra Señora del Henar por Baca de Haro, 1697; Historia de San Frutos de Calvete, 1610; Método racional para curar sabañones: Fray Gerundio de Campazas; Andrés Laguna médico segoviano de Felipe II y de Carlos V; el Rito segoviano en la misa. Tratado de san Miguel Arcángel el Alcides celeste; primera biografía de Teresa de Jesús del padre Francisco Rivera 1590; un Contra Iudeos de Alonso Spina, fraile menor, de 1511 y que tradujo don Jose María Diez el deán de Compostela y que fuera prefecto del seminario de Segovia, siendo por esta causa vituperado y calumniado.

Capital importancia tienen otras listas de libros descatalogados o puestos sub judice como el “triumphus crucis” de Fra Domenico Savonarola aquel dominico al que quemaron en Florencia por hereje y que posteriormente ha sido reivindicado por algunos pontífices modernos. Libro muy interesante el del gran converso y Segovia es una ciudad de grandes conversos  (los Davila y los Coronel por ejemplo) fue el de Pablo de Santa María (Salomon ha Levi) “Scrutinio de las Escrituras” publicado por aque3l obispo de Burgos en 1470.

Teología Natural de Sabunde fue prohibido por la inquisición al igual que Viola del anima al que colocó en el Índice el arzobispo de Sevilla el asturiano de Salas Fernando Valdés inquisidor general. Existen en el archivo tratados de medicina “De praeservatione et curatione pestilentiae” escrito por Petrus Pintor en 1499.

Se trata de la biblioteca más importante para conocer el sentir y el vivir de nuestros antepasados en el tiempo de los Trastámara más allá de las convulsiones políticas y religiosas que tuviera esta dinastía tan malquerida y difamada por los cronógrafos. Hay textos como los de los amigos de los Borgia que alcanzaron nombradía y prestigio en la corte de Aviñon y después en Roma llegando a alcanzar la tiara como Juan XXIII el antipapa que escribe los Extravagantes que se publica el año 1497.  Benedicto XIII escribió un opúsculo sobre oración mental antes de retirarse a Peñíscola tras la elección de Martín V. Tres papas como había entonces en la SRI daban desde el punto de vista de la letra impresa bastante de sí.

El códice más antiguo que antecede al Sinodal es un libro del historiador judío Flavio Josefo (la iglesia segoviana se constituyó tras los pogromos en Burgos y otras aljamas por grandes remesas de judios bautizados que tomaron las de Villadiego, siguiendo los pasos de Alonso de Cartagena y Pablo de Santamaría y de ahí el interés por este tema) “De antiquitate judeorum”  manuscrito de 1380. pablo de Santamaría obispo de Burgos prologa el tratado de Nicolás de Cusa sobre la esencia divina. Y un libro sobre san Mateo firmado por Alonso de Madrigal también se encontraba en sus estanterías, así como los misales de Arias Dávila y de la Reina Isabel la Católica.

Todo un venero de tradición y de proyección continuada hacia la excelencia que ha de enorgullecernos a los segovianos quienes desde muy antiguo hemos sido gentes muy del libro.

De aquella entrevista con don Hilario Sanz así como de Cirilo Rodríguez que se fue antes de finalizar nuestra charla pues lo llamaron de la radio conservo un recuerdo imborrable

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