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viernes, 9 de junio de 2023

BAFOMET

 



el incensario el turíbulo la credencia solemne y esperanzada del rezo de vísperas en un monasterio lejano del este infundía bríos al ciclista pasados los remontes de Colmenarejo. Valdemorillo quedaba a siniestra. Era el anhelo de circular todo el camino. Marchaba recitando plegarias. Los rezos por lo visto los acogía dios en el regazo de la noche incipiente colmada de aromas y de sonidos. Al rodar cuesta abajo con cruz de mármol y molito en recuerdo de la traslación de los restos de José antonio. Luz de otoño. 

Noviembre y se le echaban encima los automóviles con la luz corta olor a castañas. Mugían los terneros en las dehesas de vacas bravas. Era una llamada lúgubre acaso llanto por España que ya no nos pertenece. Nos habían arrebatado el suelo la sangre las cruces de los antepasados la palabra. Era su forma de rendir tributo a los caídos. Cada veinte ene hacía él aquella hégira plegaria a lomos de su bicicleta. Pronto observó que en la misma linde de la cuneta se acercaba hacia él un grupo de mozalbetes con gesto enemigo. 

Eh tío Dundee tú vas tan veloz? Para. Aquel tú enclítico le puso en autos de que debían de ser sudacas alguna banda de desarrapados ñatos. Esos mendas habían venido aquí a un desquite y algunos nada más aterrizar en el avión en el que saltaron el charco y la cordillera llegaban preguntando que dónde estaba el oro qué quien guardaba el tesos que Pizarro arrebató a los incas. Pero si los forasteros eran malos los autóctonos eran aun peores. Estaban salvajes y crecían con las mentes deformadas carne de cárcel subnormales en cultura cero patatero. 

El sembrador de cizaña acababa de pasar de noche. Lo ha dejado todo paras arriba, chiquitos. A este país no lo conoce ni la madre que lo parió. Nadie podrá hacer gavilla dél. Se dio cuenta que los de la cuadrilla de gamberros todos estaban haciendo el gesto del macho cabrío ¡qué bonito!

 Eh tío ¿Dónde vas tan veloz? Apretó el paso. Había in timbre diabólico en aquellos pasos. Le había salido al encuentro una pandilla de niños asesinos. Pudo observar perfectamente cómo uno dellos lo apuntaba con un arma. El corazón del ciclista peregrino volvió a latir con fuerza pero vio en el percance una suerte de favor divino, la mano que lo levantaba del barro. Había orzado demasiado su barca.

 Malos pasos bajo la calle del arco de cuchillero y de la plaza de los Mostenses. Iba buscando el espíritu del amor y del tiempo que se fue en el culo de los vasos de tinto. La asturiana del boche de la calle de San roque le miraba con ojos compasivos pero pronto esta familiaridad y tales sospechas suscitó los celos y las sospechas y tuvo que dejar de ir por el establecimiento.

 Sin embargo no se descogía por allá atraído por una figura oronda la de la Loli y un bello palmito. Todas aquellas divagaciones se debían al magnetismo de la frasca de vino. Dios o las calderas de pedro botero y toda su cohorte de demonios. Era un caso chocante y paradójico. La plaza de la beata se alternaban con sus excusiones a Lourdes y las vistas a la iglesia de san Martín que luego se convertiría en iglesia de los polacos cuando la entrega de las llaves de España a la vuelta resurrección de Boabdil el Chico.

 La historia se vengaba de sus principios y a él le tocó vivir aquel período infausto de epopeyas al revés donde la épica se transformó en pequeños dramas familiares y el quijote y topadas las obras de los poetas del siglo de oro en guiones insufribles de Mercero bodrios de aquí no hay quien viva o de varietés de mira quien baila. Le gustaría haberse comprado una escalera tan larga como para saltar los pirineos y marcharse,. Un poco más allá torciendo por la calle del Armsbrucke donde siempre había esquineras de plantó como centinelas del amor montando guardia polvo de estrellas junto a los luceros. Solicitaban. ¿Qué, gordo, subimos un ratito? Chichisbeaban y había una mora que hasta daba voces y ululaba con el movimiento característico de la lengua y la úngela de las bereberes.

 Bah todo está destruido y luego estaba el enano Jano cancerbero de la puerta de la Leyenda del Besó. 

Oye tú vas por el Kiss? Ya no. Desde que mataron a Manolo no aparezco por allí. Una rosa con el culo de pandero y rubia platino se le insinuaba y le daba un beso de rosca en la boquita de piñón. Más no cariño que si subimos se nos acaba el amor. O lo que sea. ¿No? Pues eso. Eh tío donde vas tan veloz? Escuchane. Me escuchas. Veía el fantasma del cerilla del café Gijón siempre tan peinado a raya mirando con sus ojos tristes y grandes de buey. La bicicleta era nueva flamante y la había comprado en Kalimera una tienda de la calle atocha donde debió de haber salesiano.

 Lo primero que te encontrabas al llegar al mostrador y a pagar en la caja era una estampa de María auxiliadora y eso le debió de dar suerte. Luego estaba su querencia dorada hacia los libreros de lance y de la cuesta Moyano donde estaba Barriga Verde con su blusón de menestral y su gorra de plato. ¿Es que para vender libros antiguos hay que ponerse de uniforme, don Corimbo. También. También. No podía ver al Bibliopola. Una vez que le insultó y llevaba algo de mosto en el cuerpo le dieron ganas de asesinarlo pero lo pensó mejor y optó que no sería muy prudente mancharse las manos de moco. 

Aquel tenderete sin embargo era como una hiedra donde se enroscaba la hoja de parra de su vida. Atocha Hospital San Carlos. Él asistió a la fase de la transición en la cual el gran caserón carolingio era un destartalado hogar de la población gatiza de medio Madrid. Don corimbo 

Bafonet pudiera haber sido el portero del paraíso pero los acontecimientos singulares a los que trataré de dar explicación en ésta lo transformaron

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