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jueves, 13 de febrero de 2020


UN ASTURIANO NOVELISTA EL MEJOR CANTOR DE AMDALUCÍA (2)
Corren tiempos inarmónicos▬ yo diría estridentes ▬ vuelvo en mis lecturas a Armando Palacio Valdés, gigantesca pluma, un filón de belleza escondida, un pensador liberal europeo en el mejor sentido de la palabra. Es una paradoja del destino saber que un hombre tan bueno y un asturiano de pura cepa muriese en el Madrid rojo en tan tristes circunstancias el año 38 del pasado siglos (poco se sabe de su muerte, algunos biógrafos suyos como Rafael Narbona que fue corresponsal en roma y padre de una ministra Narbona de Sevilla con vara alta en el círculo mágico de Pedro Sánchez, sugiere que fuera asesinado en Paracuellos( Narbona lo que son las cosas era falangista de la misma manera que Sánchez fue nieto del temible legionario que mandaba la columna Castejón que entró a sangre y fuego en Badajoz y que mandó fusilar a mil republicanos en la plaza de Toros). Ironías del destino…
Releer a Palacio es volver al Paraíso a la Aldea Perdida, a la dulce Demetria el sueño de nuestros amores adolescentes. Las novelas armandinas guardan un equilibrio que es el orden de la naturaleza al cual dislocan las pasiones y egoísmos del ser humano. Se trata en suma de la expresión de la armonía. Las pasiones desquician al hombre y lo arrastran al caos. Las novelas de Palacio guardan un aire senequista y un talante epicúreo que no incompatibiliza con las cosas buenas de la vida y la alegría de vivir. Equilibrio. Medida de lo justo y personajes femeninos tan excelentemente trazadas como Maximina, la Hermana San Sulpicio y Marta y María. Todos ellos traslucen un sano optimismo. Todos ellos gozando de buena salud y el aire limpio que difunde higiene en el alma desde las cumbres de Peña Mea. Las páginas de este novelista saben a leche recién ordenado al narvaso de las cuadras y están perfumada por la brisa de los prados y al perfume de las calellas. Paisanos que suben guadaña al hombro el Zapico y la foz en la diestra detrás de las caretas tiradas por bueyes solemnes que aguantan el yugo con majestad. Una verdadera sinfonía pastoral. En las páginas de estos libros la palabra se transforma en música. FUE EL CANTOR DE Andalucía en LA HERMANA AN SULPICIO y LOS MAJOS DE CADIZ. Honra a Valencia en la ALEGRÍA DEL CAPITÁN RIBOT, según la crítica una verdadera obra de arte. No moja su pluma en la sosa caustica del sarcasmo sino en esa rechifla ovetense que es como lluvia de orballo en clave de humor que moja sin que se de cuenta el interesado de que está en medio de la acera de los calabobos. A pesar de los tiempos difíciles que le tocó vivir en aquella España decimonónica. El día que se presenta armando en Madrid con ganas de comerse el mundo acaban de asesinar a Prim en la calle del turco como reza la canción infantil. Iba solo en su coche con la guardia civil. Un reinado de algaradas y de enfrentamientos civiles que acabaría el 11 de febrero de 1873. Las logias masónicas calientan las sillas y los respaldos del Congreso. Uno diría que es venida la hora de las soflamas de culo gordo expresando la cólera del español sentado. A las puertas de la carrera de San Jerónimo trota el caballo de Pavía. Empieza la España de la restauración la de los partidos turnantes▬ Cánovas y Sagasta▬ cuyo ambiente y personajes plasma en sus escritos.
Corría el mes de octubre de 1870, cuando llega a la corte este asturianín de pro, sonrisa a flor de labios ojos claros, y rubio como una mazorca.
La literatura castellana va a conocer durante este periodo un segundo siglo de oro: Fernán Caballero, Hartzenbusch, a Juan Valera, os, Clarín, Pérez de Ayala como anticipo de la generación del 8 Unamuno, Baroja, Azorín, Gabriel Miró.  En medio del desastre y de la perdida de Cuba, el último florón de imperio en Castilla cantaba todavía los ruiseñores.
Nunca hubo tanto interés por las bellas letras en medio del marasmo, aunque muy pocos sólo los más afortunados podrían vivir del ejercicio de la pluma, se consideraba  los literatos como una clase digna y escribir por entonces no era un vicio desdeñable sino sujeto a admiración, era el cuarto poder entonces, independiente, hoy   convertido en la voz de su amo.
Don Armando lo conjugaba con el ejercicio de la cátedra y la abogacía. Fue catedralito emérito de Derecho Civil en Oviedo un periodo del que estriban sus afectos y desencuentros con Clarín. En Madrid solía asistir a las tertulias de la Cervecería Inglesa. Sus contertulios aparte del autor de la Regenta fueron Tuero, Taboada, Reina y Mariano de Cavia. Ortega Munilla llamaba a estos tertulios el “Bilis Club”.
Cunden las envidias hacia esta nueva generación de jóvenes rebeldes quizás sea porque una de las cosas que menos tolera un español es encontrar a alguien que se crea superior o más inteligente. Pero Palacio siguiendo el consejo de Goethe “la más alta venganza es el desprecio” no toma revancha contra los enemigos que lo zahiere muy a diferencia de su compatriota Clarín que zurra a sus anchas a tanto zoquete como se movía por las redacciones y cafés de aquel Madrid tan literario. En tales tiempos de enconos es cuando redacta su “Sinfonía Pastoral”.
Practica el escritor un deporte la esgrima, acude a las salas de armas y gana reputación de ser uno de los mejores lamistas en el arte de la esgrima. En su novela “La Espuma” levanta recuelo porque la sociedad de la España de la restauración se ve reflejada en sus vicios. Añora su Entralgo natal y el Avilés de su niñez. De esta nostalgia por las peleas entre pixuetos y caizos nacen el “Idilio de un enfermo” y el “Señorito Octavio”. La observación de la llegada de las barcas al atardecer y de los pescadores de Candás y Cudillero le impulsan a publicar “José” la mejor novela de la mar que se ha escrito en España. La muerte de su primera esposa Luisa Maximina Prendes Busto, hija de una familia gijonesa la cual se había casado en 1883 deja en él una huella imperecedera. Don Armando ya no es el mismo. Regresa a Madrid para no volver a su querida tierrina nunca más. Se recluye en su casa de la calle Maldonado, deja de acudir a las tertulias, vive para sus libros. Por primera vez prende el pesimismo en su trayectoria cuando da a luz “Los papeles del Doctor Angélico”. Trata de encontrar la salvación y el lenitivo de sus pesares en la escritura.  Sólo de tarde en tarde aparece en la librería de Victoriano Suarez calle de Jacometrezo departiendo con Galdós, Alfonso Posada y Pereda “cortés, fino, serio y exquisito”. Festina lenta, trabaja sin prisas y no es excesivos en sesenta años de carrera literaria sólo produce veinticinco libros algunos de ellos obras maestras. Ha contraído matrimonio con María Manuela Vela y Gil. Este casamiento le otorga una nueva estabilidad psiquíca

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