OPIMIDOS BAJO EL YUGO
I
BAJO EL YUGO
JUDAICO. Y LOS BUSTOS PARLANTES
Autor: Antonio
Parra Galindo
Yo, Villeguillo, un pobre exarico, heterodoxo y
perseguido por pensar por mi cuenta y por la odiosa manía de cantarle a los
poderosos las cuarenta, he venido a esta ciudad donde me nacieron y escuché
entre el primer alhorre el vagido de los bustos parlantes y de las rubias de
bote que cuentan embustes, chocho morenote, el gran pipote y por ahí debe de
andar el pyreso, que es pirómano del periodismo de acarreo, un tal Brollador. Propalan
infamias y dan a la historia violentos retortijones, para purificare en las
aguas del Rasemir y del Clamores, dos ríos mierderos que abrazan
a la población amurallada
¿Busco el agua lustral en una cloaca? Estoy lleno de
dudas al respecto.
Mi vida ha sido un fracaso, pero he sobrevivido a mis
propios naufragios y busco los pecios del amor del barco de Eros hundido en el
proceloso mar de la vida. Suelen darme yuyos cada cierto tiempo, me emborracho
como un zapatero, no sé dónde estoy, deambulo sonámbulo por el gran Madrid,
difunto de taberna, pero mi ángel de la guarda me conduce hasta mi casa;
maldigo a la madre que me parió y a la que me puso los cuernos. Una mano
misteriosa, pues, me saca de los lóbregos calabozos de Finsternis, que no es otra
cosa que el Finisterre del vino en noches de plenilunio alcohólico.
En medio de mis rigores, se me aparece en sueños el
cisne negro de Leda. Entonces Júpiter esgrime el tridente y grita: “soy el
padre Zeus”, levántate, toma tu camilla y anda, surge. Oigo el
grito de Resurrección: la dulce voz de Cristo que en mis amarguras me acompaña.
Entonces yo voy y echo a andar como si nada. Inmediatamente el cisne negro del
delirio se transforma en una suculenta rubia con la cual se acuesta el dios
supremo del Olimpo. Unos ensillan y otros cabalgan. Unos aparvan y otros
ahechan. Así es la vida.
No todos podemos vivir en la plaza. Bien va la cosa. Vosotros
non preocupar, que decía un amigo mío gallego cuando, de reclutas en
campamento, estábamos haciendo guardia, y el sargento nos arrestaba de
imaginaria por habernos dormido o no responder a la voz de los cabos al toque
de llamada. A Villeguillo le tocó ir de nones por la existencia, suplicando
gracia a los poderosos y perdonándose a sí mismo por haber nacido.
La destemplanza cáusame no pocas desgracias y
sobresaltos. La oscuridad me persigue. El oficio de tinieblas se alarga
demasiado y trato de adormecer mi aburrimiento en la botella. Dios es clemente.
Luego me arrepiento y lloro los pecados de mi vida pasada. Rezo el “confiteor”
la oración de la misa que aprendí de carrerilla siendo monaguillo en Segovia,
la ciudad pecadora y traidora. Me meto en una iglesia y prorrumpo en llanto o
empiezo a cantar salmos penitenciales… amante Jesús mío, ¡oh cuanto te ofendí!,
perdona mi extravío y ten piedad de mí… Soy un desastre: en mis demasías
alcohólicos arruiné mis dos matrimonios. Y por un mal rollo di con mis huesos
en la cárcel, aunque mía del todo la culpa no fue sino de los rojos y de una
marimacho que me provocó. Hube de salir en defensa de mi honra.
El psiquiatra me diagnosticó la enfermedad de
Erifos:
─Eres un alcohólico intermitente, Villeguillo
Acto seguido ─ya digo─ surjo, me levanto como puedo,
sacudo las sandalias del polvo del camino y echo a andar hacia la piscina
probática de la gracia, arrastrándome por el lodo. Aguardando a que baje el
ángel que agite las aguas y se me pase la resaca.
El dulce Jesús está allí oculto entre las columnas del
gazofilacio, me mira amoroso y compasivo. No es el hispido y terrible Jehová
vengativo sino el Ungido bondadoso Dios de la cruz y del perdón que se quedó
con nosotros bajo las especies de pan y de vino y nos dijo que el Amor
transforma el mundo. Que es indestructible.
Mal vas, Villeguillo, pero venid a mí los que estáis
cansados y afligidos, yo os aliviaré. Corazón santo, tú reinarás… Segovia
pecatriz. Es un burgo podrido al pie de una catedral muy airosa y un
acueducto que tiene dos milenios de antigüedad, reclamo de los turistas de todo
el mundo. En mi pueblo nació la picaresca y al padre del Buscón le hicieron
cuartos. Son gente de la cual no hay que fiar.
No entendía como una religión que predica el amor
supura tanta envidia y tanto odio. Mis paisanos son mala gente, buen pueblo,
muy vistoso con su antigüedad, pero mala gente: envidiosos, engreídos,
murmuradores, hipócritas y muy atravesados, la mayor tarde están tocados del
morbo visigótico y de la falsedad de los jesuitas. Merecen el castigo del
Coletas el agambado, pies planos, con más gibas a la espalda que el cheposo de
Fuensaldaña, que nos sulfura en los informativos y se caga y hace higas contra
España, dice que es comunista pero yo creo que es un pícaro al servicio de
Soros y toda su patulea de laicos judaicos. El fundador del partido Moradillo
por otro nombre el marqués de Galapagar que ha enchufado a su chuni en el
gobierno y a los dos les llaman el matrimonio Ceaucescu. Un tullido funge de
edecán en la formación. ¡Ay España cuan baja caíste! Es ese tullido argentino
al que tienen que poner un orinal cuando llega al congreso de ruedas y
hay que sacarlo a mear. lo ha nombrado Perico los Palotes ministro Transportes
en silla ruedas. España con los moradillos en ristra es la risa del universo,
un esperpento, espantapájaros del mundo gimiendo bajo el yugo judaico. Todo se
queda en casa. Son gente muy loada en esta ciudad tan pecadora como chaquetera.
Acudo a mi pueblo a restañar las heridas. Las aguas del Eresma fluyen bañadas
en vino, un vino que los vuelve modorros pues la estulticia de esos mentecatos
paisanos míos me desquicia. Tienen algo de sepulcros blanqueados y son duros de
oído. Cierto; cuanto más sabes más sufres. La ciencia allega dolor. Es mejor
caminar por la existencia de incógnito e ignorante que pasarse de listo. Si no
fuera por el traguillo de las dulces bodegas de Campaspero, no sé lo que sería
de mí. Vengo lleno de dolor también a contar la historia de un amigo que acaba
de suicidarse. Yo arribé al mundo en la Puerta del Socorro frente al Pinarillo
y las cuevas de los eremitas que hacían penitencia mirando para la airosa
catedral, delante de la cárcava donde se alzan los estribos de la barbacana de
la muralla que ceñía el recinto de la ciudad pecadora: Segovia “peccatrix”, ya
digo y no me canso de decirlo, “poenitet mihi” (Segovia pecadora, metanoite,
arrepiéntete de tus pecados que eras cristiana y te acuestas ahora con
circuncisos.)
Vengo, sin ser Martes Lardero, vestido de saco y los
pelos de la cabeza cubiertos de ceniza. En el asiento de atrás de mi utilitario
traigo un diablo pegando coces que exhibe unas grandes tenazas, dientes de
hiena, garras de león y un corbacho con el que me sacude contundentes
rebencazos mientras prorrumpe en gritos blasfemando como si fuera un diputado a
Cortes:
▬ Tente que te unto, me caguen
el tío Dios.
Es un demonio muy escandaloso, padre de la ira, que me
habla en la jerga del país. Se enfurece cuando alguien a Jesús o a la
Virgen María.
Yo le pongo al hilo sacando un rosario que siempre
llevo conmigo en el bolso del pantalón. Y le hago frente mostrándole el
crucifijo que cuelga de la contera. Arredro vayas, Satanás. Yo te conjuro por
Jesucristo y la Virgen María. Entonces hay veces que se calla, pero en otras
ocasiones se enfurece más y le da por pegar respingos.
─¿Llamamos al exorcista de Alcalá?
─No fastidies. Ese pondría peor las cosas pues dicen
que se echó una novia en América y esa chica no era otra que la niña del
exorcista.
▬Demonio, cata la cruz, ante
ella te humillarás.
El maligno se viene abajo y se queda dormido entre
bramidos y espumarajos por la boca. Surte efecto el vade retro, de mi
exorcismo… aunque yo no tengo nada que ver que con ese cura de Alcalá que dice
expulsar demonios y que en vez de expulsarlos sacando el hisopo, los introduce
en el cuerpo de los pobres endemoniados. España está endemoniada. Sus alcaldes
escupen contra la cruz y el rey la reina huyen del agua bendita Por el
contrario, sientome yo orgulloso de mis capacidades disuasorias de taumaturgo.
Rogando a Dios me conserve en su fe.
Confiésoles ▬ vayamos al grano▬ que soy un
fraile templario. Se me ha encomendado la lucha contra la Bestia en estos tiempos
de cambio y en esa demanda sigo. El arma que empleo contra los anticristos que
surgen en mi camino son el rosario, la oración por las noches y a veces el
vino. Con alcohol se puede luchar contra los diablos, que han aumentado
escandalosamente desde que Perico el de los Palotes puso el culo en el sillón
de la Moncloa de donde sólo se le podrá sacar a tiros, por más que esta sea una
estrategia peligrosa para un borrico como tú que no sabe ni la u. Hay que tener
al arcángel san Miguel siempre a mano.
Voy por la existencia, mendigo de la palabra,
cubierto de andrajos, mi piel en arumbeles taraceada de discursos democráticos,
frascas, de vino peleón, derrotando por las tabernas de los barrios húmedos,
barras de bares insólitos, tugurios de mala muerte y de vez en cuando algún estibadium
de lujo cualquier puticlub de carretera con mujeres en el triclinio
del brindis y del reposo, copas de aguardiente, mucho aguardiente, un chupito,
camarada, ¿hace? ¡Como no! A la madrugada de mis noches vacías, dando barzones por
la ciudad recién amanecida, escucho el canto del urogallo. Ya no beberé más,
apuré el cáliz hasta las heces, aunque recuerdo la frase de una novela rusa:
—Dios perdonará eternamente a los borrachos
Yo sostengo que un funeral irlandés es más
alegre que una boda inglesa, porque ladraba silogismos el bueno de Boecio
y Simón Estilita seguía en lo alto la columna. Días faustos de cerveza,
amor y vino y, por las esquinas, columnas mingitorias. En una ocasión tuve la
dicha y la desvergüenza de mear desde la torre del Daily Mirror, en
Londres, como solía hacer su dueño el gran magnate y creso empresario, Robert
Maxwell, que no se llamaba así en realidad, (por cierto otro superviviente
del Holocausto) pues tenía un nombre checo muy raro, hizo fortuna vendiendo
café instantáneo a las multitudes. El rey del nescafé nos meaba a todos desde
lo alto de la cúpula de St. Paul, produciendo una riada de tinta impresa a lo
largo de Fleet Street, lanzaba jaculatorias en yidish que decían de los
placeres sin pecar mear y cagar. Había llegado a lo alto a la plenitud del ser;
dicen que murió asesinado por agentes del Mossad por una deuda que tenía
contraída con la venta de su rotativo que no quería endosar al estado de
Israel; le cogieron mientras exoneraba su vejiga en su yate navegando por las
Canarias. El rey del chocolate, en este mismo orden de cosas, creo que es un
ucraniano, por nombre Tuchenko y el rey del porno un tal Hefner Epstein, el
asaltacunas todos adscritos a la lascivia del sistema que utiliza como
instrumento de dominación la fuerza del engaño, la extorsión, el chantaje. Les
dice a sus pupilas aspirantes a un papel en Jolivú:
─Si quieres un papel, ábrete de piernas, niña. Y tente
que te unto, pues con vosotras ya se sabe un no es un sí, con todo lo que digan
las feminazis esas.
II
Como epígrafe del 11S, fatídica fecha, alguien
escribió sobre el lienzo de muralla que tengo delante de mis ojos y miro desde
las cuevas del Pinarillo por donde se pasea el fantasma de la madre Sacramento,
reina de la raza calé, una profecía diabólica: seréis como dioses. si
prosternados ante mí me adoráis. En la piedra angular de la muralla aparece una
inscripción que te hará temblar. Está escrita la palabra alemana Rache (odium
et vindex) en latín. Es la norma y el signo de unos tiempos desalmados
en que todo parece boca abajo, la tierra, arriba, y los hombres caminan del
revés como consecuencia del vuelco que dieron las cosas en las navidades del 89
cuando apiolaron a los Ceucescus.
Septiembre negro… brancas y opérculos de las agallas
del pez, llevo luto por ti, veo chocar los trenes y se estrellan aviones contra
un rascacielos. ¿Conspiración (Verschwörung)? Yo que sé.
Estoy tan tranquilo, sin más, en el recibidor de mi
domicilio, me acaban de arreglar la parabólica; vino un técnico… quería
cobrarme 510 €, le di 200 y vas que chutas… democracia de ladrones. Sintonizo
la RAI, la Deutsche Belle, e incluso capto las estaciones rusas. Por lo menos
me libera el satélite Astra de los labrados de cerebro de radio Macuto, “La Voz
del Carcamal” al micrófono un colombiano muy jabonoso y melifluo que imposta la
voz y se escucha a sí mismo. El mejor de todos es Herrera en la Onda, ese
sevillano es un gran tipo le escucho todas las mañanas cuando me levanto, por
más que todo viene a ser lo mismo: el diablo metido dentro de un micrófono
dándonos la vara. Radio Carcamal al habla. Consignas al oído de los bustos
parlantes, mensajes publicitarios y mucho tente que te unto. Por detrás
me gusta más. Nos inundan de pornografía y de vanidad. Gimen los erales de la
yunta de la vida pasada bajo el yugo. Portamos el peso de una cruz colosal y
los diablos van proclamando sus consignas.
-Tente que te unto.
-Por detrás me gusta más.
-Os sodomizan, maricones, sin que os deis cuenta, con
su demasiado blablá.
Un parloteo que aturde manda en la patria a
todas horas buscando el acojone propalando mentiras y contumelias. Escucho el
sonido de los bustos parlantes que nos persiguen con un orinal cargado de
mierda hasta los topes. Con ese zambullo infame de la gran mentira lavan a las
masas el cerebro estos anticristos.
El país yendo a la deriva, pero del derrumbe nadie
hace ni caso. En el carro de heno que nos conduce al abismo vamos los españoles
tan agustito.A algunos les va la marcha.
Estoy solo en lo alto de una torre sin campanario, sacristán
sin oficio ni beneficio. Los curas se largaron y el papa Francisco se dispone a
dar a nuestra iglesia vacía el finiquito. En suma, habrá que volver a las
divinidades oscuras del Olimpo. No tengo donde ir, ni oficina ni despacho, ni
editorial, ni nadie. Las mejores sinagogas son las tabernas, los templos fueron
profanados, las cruces fueron hechas astillas, dispersan los huesos de los
santos. Abundan las profanaciones. La otra noche (no creo que fuese alucinación
mía) vimos a un borracho caminando por la calle Real de Majadahonda vestido de
pontifical y bendiciendo a las farolas. Le holgaba la sotana por detrás pero su
cara era ancha y abacial como la de un obispo. En los cementerios dan misas
negras y se celebran autos de fe por La Sexta. Las televisiones son un
aburrimiento cabezas y culos cuadrados se regodean en la cólera del español
sentado que practica la cultura de la queja pero cunde la abulia nacional. Las
antenas diabólicos y parabólicas propalan la insensatez y el aburrimiento, un
aburrimiento que recuerda los denuestos del agua y el vino medievales. Salta a
todas las horas la liebre del viejo furor antiguo. De lo que se trata es de
reescribir la historia, de borrar los nombres para que nazca una nueva memoria
bajo el arco entrada al campamento de Auschwitz "Arbeit macht frei"
aquí nadie ni golpe, nuestras fábricas están cerradas y el campo es una
ruina No hagáis caso de las propaladias de las anarrosas que reinan en las
mañanas con su recua de tertulianos Tele5. Todos son periodistas comunicadores
de pacotilla
Colocan a los huesos de los santos sobre un mulo
yegüato con orejeras y corona y los queman en el gran enlosado de la catedral
global. Ha nacido el IV Reich.
Estoy dejado de la mano de Dios aparentemente, pero,
fijándose bien, el aserto noto que no es verdad. Interiormente me siento un
elegido. En libertad les hago un corte de manga a los capitostes mientras
contemplo la piedra de la muralla donde se estampa el devenir de mi pasado, mi
presente y mi futuro. Ese sillar romano frente a la casa donde vine al mundo es
mi bola de cristal. Por las ventanas geminadas se abocina la visión del
Parnaso, pero antes hay que hacer antesala en el Departamento de Legrado de
Memoria. Enséñame las manos. ¿Están limpias? Te las acabas de pasar por la rabadilla,
cochino, al limpiarte el culo, tira de la cadena, huelen mal; al menos no hay
el estigma de la sangre. No mataste a nadie y no sería por falta de ganas. En
los matacanes de la muralla romana no se ven centinelas (stelzi), se han
ido a la taberna o están en el cuerpo de guardia jugando a la brisca. El
centurión les observa, como un novelista fracasado, con sus ojos omniscientes,
omnipotentes, carnívoros y penetrantes de escritor por la Red. Fue uno de los
miembros de la escolta que estuvo en el Monte Calvario. Le ayudó a Longinos a
portar la lanza que traspasó el costado de Nuestro Señor y eso le dio poderes
mágicos. Roma caerá en los brazos de la apostasía. El gran blasfemo, ese
jesuita usurpador que dio el golpe de Estado en Vaticano, destronando al
pontífice legítimo, y dijo llamarse Pancho Culo Magno, hace de las suyas, labor
de zapa, busca la destrucción de nuestras creencias y de nuestros quereres.
Pasará el malsín a la historia más por las dimensiones de sus posaderas que por
sus encíclicas.
▬Magnum Gaudio nuntio vobis culum
maximum habemus- clamó desde la ventana del paraninfo vaticano el
cardenal protodiácono con acento francés. Era el camarlengo el cual se murió
del susto a los pocos días cuando supo quién había sido elegido.
Si este barco se hundiese nos iríamos todos a
pique… Impervidum ferient ruinae. El destino nos golpea.
Contemplo sin descomponer el gesto los muros de la
patria mía: Segovia peccatriz ciudad pecadora,
España vacía que se están viniendo abajo, un caballo de Troya, destruidos los
adarves, han colocado en la Plaza Mayor antes de Franco y ahora de los Derechos
Humanos el cartel de “se vende”. El verso es de Plauto cuya poesía yo leí en un
libro de viejo que compré en Arévalo porque te digo para que lo sepa que yo fui
regatón o colporteur. Iba y venía con mi furgoneta cargada de volúmenes
y nadie me hacía caso. No ganaba un duro; se reían los palurdos de este pobre
diácono, pero nunca me he sentido más profeta que predicando a los peces
analfabetos en la plaza del Arrabal de Arévalo. Mi destino era la venta de
ocasión, un rotundo fracaso como todo lo que tiene que ver con la literatura en
estos momentos. A la plaza del Arrabal y al atrio de las Angustias yo llegue
escapando del mundanal ruido, cuando rugía la marabunta de los años 90,
escupido por el oleaje de la gran corrupción. La defensa de mi patria y de mi
religión me convirtió en naufrago del sistema. A partir de ahí pasé a formar
parte de la lista de los innombrables, sospechosos de herejía anti demócrata y
malditos. Pero no soy más que un pobre falangista, una torre derribada por el
viento. Mi nombre fue colocado en el índice. Ojito con él, es un revolucionario
ese tal Villeguillo, un fascista con peligro. Soy un messuge. El gulag
democrático adquirió proporciones gigantescas a partir del año 89 cuando
mataron a Ceucescu y se declaró la guerra en Yugoslavia. El ángel del mal
envenena las aguas de los ríos de Europa. Luché contra la impostura y me
convertí en vagabundo sin suerte, en un forajido de la escritura, pues ahí nos
las den todas. Mi derrota contra las fuerzas oscuras sólo fue aparente. Los
hechos consumados luego nos dieron la razón y serán pocos los que me rechisten
a no ser que sea Peñalosa, ese locutor acaramelado de la Inter, que se pavonea
por las ondas como un urogallo en celo. La emisora ha sido vendida a los chinos
y ese Peñalosa es un apátrida colombiano, mercenario de los micrófonos que
trabajó para el KGB luego se hizo de la CIA y ahora sirve a los mandarines de
Pekín que están comprando mi patria a cachos. Los amos de la CEE: Juncker, el
besucón, Frau Merkel, ama seca de Europa, siempre de pantalones, Macron el
chico de los recados de los Rochild y toda esa patulea de políticos serviles
entrando en la viña del Señor a por uvas. Tente que te unto. Todos bajo el
yugo.
En radio Vejestorio echan las habas, sus
locutores parlan y vocean contaminados del hedor de las sentinas mediáticas
porque la mentira habita entre nosotros. Nos toman el pelo, nos lavan el
cerebro, nos pasean en carroza y exponen al ludibrio del mundo.
Gracias a ellos supe que el profeta Moisés era
tartamudo, padecía de disfunción eréctil y su bipolaridad se convirtió en
crisis mística, se tiró al monte le nacieron en la frente dos cuernos como dos
llamas, huyó al Sinaí y bajó los derrumbaderos y recuestos de dicho monte
sagrado; bajó que perdía el culo por la cuesta, a mata caballo, por poco él no
se esguardamilla y se hicieron cisco las Tablas de la Ley. Recibía a cada
paso mensajes de lo alto. Tenía hilo directo con Dios cuando aun no se habían
inventado los guasaps ni el móvil.
Pudo hacer cacharritos el decálogo, pero esto no lo
permitió Yahvé. Le brotaron dos cuernos radiantes entre las cejas. Cuando el profeta
hablaba al pueblo elegido apuntaban al cielo como dos trazadoras radiantes los
cuernos del elegido de Israel:
—Mirad estos preceptos.
—Es un trágala — clamó una voz
—No. Es el camino de la salvación. Si cumplís estos
mandatos, iréis al cielo. Si, no, al infierno de cabeza.
―Viva la madre que te parió — volvía a clamar la misma
voz.
―Era la de una mujer que estaba encinta de siete meses
Supe yo entonces que los diez Mandamientos eran algo
más que una película en la que trabajaban Sofía Loren y Charlton Heston, un
matrimonio que se amaba, amparado por la ley vieja dentro de una tienda en el
desierto, donde el profeta y su concubina estiraban la alcatifa. La Loren lucía
bellísima con sus labios ardientes de napolitana camuesa; sin embargo, tan
acarameladas escenas eran sólo cine de sesión continua. Now I dont go to the
movies any more. En aquel tiempo veíamos muchas películas pero se acabó
todo cuando vino Almodóvar con sus subvenciones y sus guarradas en cinemascope.
Me di cuenta de que no hay que creer demasiado en las
cosas que nos cuentan. Todo son películas, cuentos sin cuentas y mohatras de
zascandiles de Hollywood. Las ranas siguen croando en las charcas de la mentira
y del pensamiento único que está en todas partes y a todas horas. Pilatos llevaba
más razón que un santo cuando se preguntaba sobre qué cosa sea la verdad
delante de un Cristo al que habían azotado los del Sanedrín y vestido con la
túnica blanca de los locos. Una pregunta a la que no han dado respuesta los
autores o, si la dieron, la interpretan desde un lado parcial y acomodaticio
como don Segismundo Freud el gran profeta de nuestros tiempos.
Si don Alberto Einstein descubrió la desintegración de
la materia, don Segis dividió el alma en parcelas y nos adentró en el mundo
impenetrable del subconsciente. Este judío vienés se la cogía con papel de
fumar. Mascaba tabaco rubio y quillotraba las grandes mentiras o semiverdades
en el celofán del psicoanálisis. Pufaba habanos que eran su fuente de
inspiración. Sólo a la luz de lumbre de sus cigarros de buena vitola de Vuelta
Abajo era capaz de endilgarnos sus concepciones sobre los desvíos del
pensamiento y la psique de nuestra carne mortal y nuestros complejos de Edipo.
Cuando dejó de fumar se agotó su inspiración.
El hombre es un mamífero que se mueve por dos cosas en
la vida dentro del reino animal con sus dos primordiales instintos; de
alimentarse y reproducirse. El dinero y la gloria como subalterna o
proyecciones de su gran apetencia genésica a la deriva. El ser humano es un
depredador sexual, vino a decir este clínico vienés que odiaba a los rusos y
acabó con todos aquellos que creían en cosas místicas, siempre dispuesto a la
coyunda. Desconoce los ciclos de otros brutos para el apareamiento. El hombre y
la mujer siempre tienen ganas. Metido en harina de sus tabúes, el lector de don
Segis apuesta por matar al padre, o meneársela. ¡Cuán bajo habéis caído,
chavales, sois esclavos de las bajas pasiones y de vuestros rastreros
instintos! pero no os preocupéis ya no es pecado. La homosexualidad a partir de
don Segismundo Facundo ole el mundo cobraría carta de naturaleza porque uno la
mete donde puede y donde le dejan; ya lo decía mi abuelo. Se abrieron pues las
puertas carreteras del libertinaje, las cajoneras de los confesionarios
ardieron en enorme pira. Ya no es pecado. Los directores espirituales fueron
declarados redundantes y los curas fueron al paro o colgaron la sotana.
Preguntaba un quidam:
― ¿No será aquí donde dan pol culo?
―No, señor, un poco más abajo. Tiene que ir al
Registro, pero sólo abren por la mañana de nueve a dos. Allí le darán razón. Si
no consigue la cedula eche la instancia y dirija un oficio al juez Marlasca con
el encabezado de Excelentísimo señor. Él administra el Negociado de los Putos,
el furor gay, que el demoniaco Soros nos envía, manda en España. Allí pregunte.
El funcionario le hará rellenar una ficha verde, si es usted buharro, y roja si
es bardaje. Y permítame un consejo, señor: al entrar en ese despacho se pondrá
un mandil en las posaderas o un detentebala a prueba de cualquier ataque anal
porque en esa zahúrda van todos los tíos desnudos y cantando la canción de “por
detrás me gusta más”. Mucho ojito al entrar en los colmados de Malasaña bajo los
siete colores del arco iris.
Quedaron un tanto corridos con tales preguntas y
respuestas, pero la información es la información y no sabemos en qué mundo
vivimos. Las cosas han cambiado mucho. Freud fue un profeta de los nuevos
tiempos audaces, contumaces, cuando todo es posible: la mariconería, Thomas
Mann, Muerte en Venecia, el tribadismo (Simón de Beauvoir) nuestras
madres de la patria diputadas que pus se reputan son todas bolleras, se hacen
lenguas del parricidio, hay que castrar al macho, la rebelión feminista, los
servicios secretos, las logias, el Verschörung, la pederastia, los deseos
oníricos, las cartas de Einstein sobre la masa y la velocidad, Armstrong el
astronauta que llegó a la luna. Uno descubrió la desintegración del alma y el
otro la materia. Los dos eran judíos supervivientes del Shoah. Dichos
supervivientes andan por doquier y han quedado acá para contárnoslo y pasarnos
la pluma por el pico. Desde ahora sólo existirá un credo el de Auschwitz.
¡Quiá, son todo trolas, embustes! Don Alberto nos saca la lengua y don Segis se
fuma un puro. Después de todo Dios no se pone a echar partida con nosotros ni
quiere jugar a los dados. Esas son mohatras y añagazas del clero romano.
― ¿Por qué escribe usted? ¿Para pasar el rato?
―No. Para espantar a mis fantasmas internos y a ver si
se me pasa el hambre, padezco gordura mórbida, me da por comer a cualquier
hora.
―Pues habrá que reportarse amigo.
― ¿No has oído que hay una virtud que llaman la
templanza?
―Sí, pero no es de mi incumbencia yo voy por otro
temario, aunque de mozo era bien parecido. Gustabanme las mujeres. Allá
por los 74 tuve una novia hebrea que se llamaba Diana Percival y
hacíamos el amor todas las noches en la casa donde el Dr. Freud escribía sobre
el psicoanálisis. Un mediodía se acabaron nuestros encuentros y no volví a
verla nunca más. Perduran evocaciones de aquel barrio que era la aljama de los
judíos pudientes. Primrose Hill se llamaba
III
Todos desfilan compungidos ante el
besamanos y los pésames duelos y empatías por doquier te acompaño en el
sentimiento su cuerpo apareció yerto entre las peñas al lado de una botella de
vino y una caja de pastillas muerte voluntaria fue el veredicto nadie quiso
decir suicidio… ¡Hipócritas! Prefirió una muerte dulce de alcohol. Nos matan de
soledad de olvido de aburrimiento, activan la maquinaria del ninguneo,
enchufan el ventilador de la mierda, sacan de las charcas a las ranas cantarinas
y a los sapos y luego llaman a las plañideras y el besamanos se convierte en
poseo, ahí las tenéis a las esclavas sexuales, las pobres hijas de Eva,
meneando caderas por la catasta. Haciendo hip-hip por la pasarela. La vida
moderna es un escaparate todo bien colocado, nada es lo que parece por dentro
va la procesión y la mierda
Importa mucho salir en televisión
un segundo de televisión, siquiera un momento dulce para los ídolos
destronados. La Campos sigue pidiendo limosna a la puerta de los platós.
Una limosnita por amor de Dios. Quiero que hablen de mí, aunque sea mal. Todos
acuden al arrimo de los focos, desfilan ante el cadáver del manantial de la
doncella, musitando la manida frase de qué buena era…, grandísimos camándulas,
pieles blindadas en conchas de galápago, abroqueladas en sus sonrisas
y criando costras como corazas, un país sin sentimientos donde todo es
fingir. España es un país de ex frailes y de seminaristas rebotados y de monjas
que se enganchan al carro de la política. Católica y cruel majestad... Es la
lucha por la vida todos a trepar por la cucaña y luego a retreparse en el
sillón sobre moqueta dentro de los muros de un edificio con sello oficial. Viva
el Conde Duque que inventó el papel de Estado y la burocracia.
Blanca esquiaba la nieve de Siete Picos
montañas del alma -mirando para ellas pasó mi infancia- como una gacela, ganó
medallas y luego se olvidaron della. Troquel del oro que hicieron oropel. Vivió
el ostracismo, el despecho, el ingrato olvido; fue extranjera en su país. Mira
ahora cómo lloran todos estos en la querencia de un arrimo (¿qué hay de lo
mío?), una donación y todos esos gajes del oficio. Descanse en paz cuando el
olvido aviente sus cenizas sobre las peñas y la nieve del macizo central caiga
a copos en los meses del invierno tranquilo. Era una carpetana, todo una
mujer cordillera.
Desde el miradero del Pinarejo, sin poder evitar
su estupor y resentimiento ante la insensibilidad y despecho de sus paisanos,
con la mirada de la carne contemplaba la torre de la catedral (ebúrnea y
misteriosa, piedra sin tiempo, capitel redondo dando cobijo a los vanos del
campanario) alzándose sobre los merlones de la muralla y el negro ciprés que
besaba con la punta de sus ramas el cielo… el matacán donde estuvo el aula de mi
primer colegio y la monja como yo era zurdo me ataba la mano izquierda a la
pata la mesa para que escribiera con la derecha.
Vi a los soldados de la guardia romana el morrión
rematando la galea en forma de cresta de gallo y escuché las alertas del
centinela al relevo de la primara vigilia. Segovia ciudad amurallada y romana.
Cerca de la plazoleta y el arco del Socorro estaba el bufadero. Los cierzos del
invierno hacían concilio allí y se disputaban con el ábrego y el solano el
sombrero de los viandantes. En lo alto del templo estaba la acrópolis. Cesar
Augusto empezó a recibir culto de idolatría en la ciudad donde yo había nacido.
Fue coronado el emperador y adorado como dios del Olimpo el año 34 Ad. Era
invocado por las congregaciones populares y su estatua incensada cada tarde por
uno de los flamines de turno que trepaba hasta su imagen por una escalera
colocada en medio del Acueducto. A mi izquierda, a los pies de la sacramental
de san Andrés estaba el Corral de los Huesos donde siempre oí yo decir que estaba
enterrada gran parte de mi parentela. El osario de los huesos desapareció a
finales del siglo XV por orden de la inquisición. Tibias y calaveras ardieron
en la gran pira, gran almenara se preparó. Muchos de mis compatriotas que le
dan a la sinhueso sin ton ni son, hablar por hablar, desconocen su historia y
ubican la necrópolis hebrea donde no es. En las cuevas del Pinarillo allí donde
el Clamores abraza a la ciudad para casarse en estrecho lazo con el
Eresma se alojaron ermitaños durante roda la edad media, hacían penitencia, se
flagelaban y lloraban sus pecados frente a la ciudad donde no podían entrar por
haber cometido algún agravio. Segovia pecadora, magna peccatrix que también
vendió al Salvador por treinta denarios. Albergue de putas y de perailes.
Cuando yo era niño se alojaban en aquellas espeluncas tenebrosas familias
gitanas. Yo recuerdo a una gitana con el pelo negro subiendo aguas al Clamores
por el Camino Nuevo toda vestida de luto y en alpargatas también negras como el
mandil la cara cubierta de arrugas y los ojos penetrantes de vidente hasta San
Analecto con manojos de romero los cuales ofrecía a los viandantes. Al que no
le adquiría un manojito le largaba tremebunda maldición:
—Mañana te enterrarán, señorito. Ya oigo el gorigori,
caminas por el mundo con la vela en la mano. A veces la sentencia de la
gitana se cumplía y en alguna de las cien torres de la ciudad tocaban a clamor…
¡Qué miedo Uy!
La Sacramento a los niños de posguerra nos infundía
pavor. Al verla huíamos hasta refugiarnos en el regazo de neutras madres:
—Mamá que viene la gitana Sacramento
Los gitanos habían establecido un aduar en el
Pinarillo y aquella bruja moraba en lo que hoy llaman cementerio hebreo donde
se exhibe un rótulo con la bandera de Israel y se canta la Hativka
algunas tardes, pero no era un cementerio sino un eremitorio. Estamos regando
fuera del tiesto y cantando responso en el sitio que no es. No obstante, el kaddish
seguirá resonando hasta el final de los tiempos cuando los rfabinos hayan
dejado de mover el esqueleto ante el muro de los lamentos y nadie se acuerde de
los campos de concentración.
Caminaba la madre Sacramento acompañada de un gato
negro y detrás venía el jefe de la tribu, su marido, en un caballo lucio.
Cuando vendían toda la cesta de flores de romero regresaban a su guarida,
allí donde aparece hoy día una lápida con la estrella de David. El coralario es
pues bien sencillo: no había camposanto ninguno que ya digo el verdadero lugar
de reposo para mis antecesores que fueron a descansar al seno de Abrahán se
encontraba intramuros cerca del enlosado de la catedral a espaldas del templo
de san Andrés, allí donde alguna vez rendimos, calle arriba del barrio
húmedo, culto a Erifos el cabrito que es como se representaba en Grecia a Baco.
Se disfraza de chivo expiatorio, aunque realmente es un lobo feroz. No le
hagáis caso, alejaos de la botella.
IV
Duro es el mundo de Solapos y Albacora, los dos dioses
desconocidos a los que veneraba Roma, pero esta mañana de verano voy a
misa de san Agustín mis males se lleve, después de la avenida que anegó los
campos de Valdemoro me acuerdo de mi amigo Paco fenecido hace doce años…¡ cómo
pasa el tiempo! Umbral era Umbral. Le canto un responso mientras me zampo una
albacora de la primera cosecha de la higuera que planté en el huerto. Chimenea
y huerto; soy feliz mientras miro para los muros derruidos de la patria mía,
Segovia triunfal, el gran cedro del convento de las jesuitinas, los merlones de
la muralla por donde se asoman los fantasmas de mi pasado… todo son pesares y
arrepentimientos.
La Virgen del Socorro desde su camarín engastado en la
veranda de la balconada me mira con ojos maternales e indiferentes, extendiendo
su manto protector sobre el barrio judío. Un rabino baja por las escalerillas
de san Roque con los doce panes de la preposición. Una parida lleva las velas
de la purificación; el chantre de la sinagoga ante la congregación de san
Andrés entona la Shemá. En el océano de las borrascas se precipitaron nuestras
ansias y desdenes por causa de la política. Suben y bajan los espectros (Wraith);
el caballista Jurry cabalga sobre su mejor alazán, es la jaca que monta siempre
que va a ver a la novia. Una recién casada alza el velo “huppah” y el
mundo se hace de noche en espera del amanecer de los hijos. La congregación
corea epitalamios… cuando el rey Nimrod al campo salía se asomaba a la ventana
del cielo toda la estrellería… yo contemplo desde mi tabuco toda la firmamento
que ilumina el mundo de la edad media, tal y como era este barrio antes de
1492.
Miriam la recién casada acaba de ser desvirgada por
Samuel su marido en la noche de bodas, y las parteras se reunen bajo la
ventana para cantar esa dulce canción sefardí "Me casó mi madre
chiquita y bonita con un muchachito que yo no quería au ay ay."
Despùés del amor viene el baño ritual (mikveh). La novia se frota sus
partes con agua de lluvia, y un sacristán va de acá para allá picando a las
puertas de todos los miembros de la comunidad clamando a voz en grito:
—Nos ha nacido un niño que será rey de Israel.
Cunde en aquel instante la alegría por toda la aljama
Así fue y así será. Me envuelvo en las filacterias
del tefillot, bufanda de oración, y lloro mis pecados que perdonará
siempre Adonai por Yom Kippur. Portamos los judíos la llama del fuego sagrado,
libamos de la copa del dolor y del vino de eucaristía. Señor bendice este zumo
de la vida fruto de la labor y de los trabajos del hombre (kidush) amen…
amen que este pan y este vino sean la garantía de nuestra salvación (pikuah
nefesh) pues para salvar vidas y no para destruirla fuimos puestos en el
mundo los judíos. Somos los elegidos del sufrimiento de la paz y del perdón,
nos agrada decir shalom. Que esa palabra esté siempre en nuestros labios
amen… amen. Todo es perecedero y extinguible pero los hombres van de acá para
allá en una poriomanía incansable buscando la tierra prometida, somos
trotamundos viajeros, peregrinos en esta vida devorados por los félidos─ tigres
leones gatos ─y alimentados por los solípedos animales de casco: la vaca, la
cabra, el cordero. El mundo se divide en buenos y malos y en animales de garra
y pezuña. Seamos prudentes y diligentes… Cunctanter… oído al parche y ojo al
cristo que es de plata. Tañe el esquilón y se duermen todos los tordos al son. Sklepos…
dura y áspera es la vida misma… este adjetivo griego es un monograma que vale
para definir cómo es la vida entre gentes envidiosas desalmadas indiferentes,
ladrones, codiciosos y escoliastas. I am a dangling man. Vivo colgado de
una percha, subido a lo alto de una columna como Simón Estilita. Vivo dentro de
un arco formero y mi punto de apoyo es un ladrillo sardinel pero, como soy algo
escaro y tengo una pierna más larga que otra y se me hinchan los tobillos, piso
mal y me fatigo cuando me atrevo, audaz, a largas caminatas… tú me dirás, Rui
Blas. Sé manejar el escardillo y el almocafre pero esa habilidad es de las que
no valen para nada.
De tanto empinar el codo yo padecía prurito vesical y
mis canales urinarios ardían en el escozor de la ascitis. Por tu uromancia y
poliuria yo te conjuro beberás aguardiente de olivo. Triste destino el del
borracho. He sido un patoso en todas partes, perdí las grandes
oportunidades. Nada me salía a derechas. Un día quise abrir una librería
de lance en Canterbury, pero el arzobispo me dijo que no era buena idea. Un pub
en Londres sería más rentable, hijo mío. Los libros no los quiere nadie. El ángel
de la muerte. que odia la verdad, derramó su copa de acíbar sobre las páginas
de los grandes textos. Quemaron las novelas de los excelsos autores y a la
hoguera fueron las enciclopedias y los grandes tomos de psicología, pero en la
gran almenara sobrevivieron los textos mediocres de Irene Besaya esa que
ayer parlaba en la Radio Aprisione con el Calvo de los Halagos
un tal Peñacolgada que no ha soltado aun la chaquetilla de camarero a ver qué
va a ser los señores. Me arrimé al tendejón de Riudavets y fui salvado. Era el
profeta de la Cuesta de Moyano, un español como ya quedan pocos. Un día me dijo
con palabras de san Agustín:
-Tolle et lege
Y yo me levanté y leí aferrandome al salvavidas
que me lanzaba el librero. Asido a la estacha de Riudavets entré en aguas
validas, arribé a puerto. No naufragué
Pues la Irene hija de Quintero pare más que una coneja
hijos fornecinos de su imaginación calenturienta, inunda de títulos los booksellers
de los estantes de estaciones y aeropuertos. Es una designada, una elegida.
Ellos los de la mafia político-literaria se hacen la ola unos a otros y el
resultado de la maniobra no puede ser más cretino. Vivimos en un mundo
endogámico yo me lo guiso y yo me lo como. Son los hijos espurios del
franquismo, trasvertidos de Generalísimo al que por cierto trasladaron ayer de
cementerio los hispanicidas y cristófobos quieren derribar la Cruz del Valle.
Profanaron su tumba esos fementidos y allí estaba una ministra que fue puta
levantando acta de exhumación. Quieren dispersar nuestros huesos, Señor.
Hemos asistido abochornados y perplejos los
hispanos al lamentable espectáculo de la ministra de Justicia, la Casandra esa,
que había sido puta antes que ministra y cocinera antes que monja dio el
sonoro, exhumando las cenizas del Caudillo el que nos liberó del yugo judaico.
Ahora vuelven por donde solían. Lo han puesto todo al revés. Pero son
sólo toreros de salón americano y cócteles en el Palace. Franco les ganó la
guerra ahí les duele supuran por la herida. No soportan que les digan que lo
dejó todo atado y bien atado. Así que la hija del Quintero rotula una de
sus execrables títulos con el predicado "No matarás" y no se acuerda
de que su padre el maldito cojo de las columnas de "La Voz de Ciruelo"
tiró un día en Toledo a su madre por la ventana. Muerte a los filósofos. Venían
con una tea los seguidores de la diosa del fuego Arson Luminia y la
blandían sobre los campos y las torres de las ciudades que se incendiaban, el fuego
arrasaba las plazas y las campanas de todas las villas tocaban a muerto. Arson
Luminia es la compañera de viaje de Finsternis la deidad del amor
oscuro, Nemesis representada por la serpiente de Aneo, la Peste que llaman
Pfluge, muerte a los cuatro días por pulmonía. La pandemia viene de China y es
transmitida por múridos, pues, si las ratas transmitieron el morbo bubónico,
esta infección que llaman gripe aviar pasó a los humanos por picadura o
contagio de murciélagos. Los dioses nos envían por contagio animal el castigo.
La homosexualidad, el tribadismo, la incontinencia determinan el estado de la
cuestión. Dejad que las bolleras feminazis honren a Safo.
La informática a la cual di muerte era de aquel
gremio. Tuve la verdad un mal día. Cave canem. Cuidado con el perro. Ojo
a los mastines. Pululan por doquier. Muchos se han hecho periodistas y
tertulianos o tertulianas, melena al viento bellos palmitos hermosos rostros
que esconden bajo el barniz del maquillaje (son todo barniz y afeite) el alma
negra cuajada de fealdades de mentiras asesinas, la crija o la verija
supurándoles entre las piernas. En el país huele mal. El asno de Balaam rebuzna
por las esquinas. Al gran jefe se le ha puesto cara de trasera del trolebús... a
face like the back of a bus, decía mi querido suegro Mr. Hugh. Quiero ir a
Londres a un cementerio de Dagenham a llevarle crisantemos. Es el mejor inglés
que conocí. Su esposa se llamaba Grafila y tenía un tío por nombre Harry y por
apellido Escolex, abollonado de cara y corto de vista. Al mirarle yo me daba
cuenta de que soy una escolopendra y que mi mente es un ciempiés. Dares y
tomares. El marqués estaba en la sombra la mirada alzada hacia el horizonte y
la espada en su mano pues la necromancia es un arte del demonio. Mucho se
practica en Valladolid. Allí viven metecos en su propio país, de poca
sustancia, huéspedes del Gran tornadizo que los inviernos van a la iglesia no
por devoción sino para calentarse en las estufas de los templos mixtilíneos
donde la Virgen se confunde con diosas de la antigüedad.
La contemplación de Segovia que es la ciudad del mundo
que más se parece a Jerusalén me fascina al tiempo que me causa dolor, porque
son casi lancinantes los recuerdos a causa de estos tiempos compungidos porque
cuanto yo amaba en ella ni es ni está. Tampoco se le espera.
Aquí yo nací por desgracia, bebí agua en la Fuente
Tornadiza. De niño mis padres quisieron llevarme a Quitapesares un manicomio
que estaba en la carretera de la Granja de San Ildefonso porque observaron
rarezas en mi conducta, siempre tenía ganas de comer, fui un niño gordo
maltratado víctima del bullying de sus condiscípulos (me llamaban
fati, meona y marica a uno que me dijo eso casi lo mato, arranqué contra él a
tirarle cantos al sobaquillo, le hice una buena pitera en el colodrillo, no
volvió a llamarme eso más) al que le gustaba la soledad, muy impresionable, que
tenía ciertas manías y una viva imaginación, me sobaba las manos y daba vueltas
a los palos que encontraba en el patio del colegio y jugaba con las ramas de los
tilos que se venían abajo partidas de brisca. Recordaba aquellos tiempos y mis
ojos se extendían hacia la vaguada del Clamores de donde se podía obtener una
buena panorámica de la muralla, dando gracias al altísimo por estar vivo,
porque huí de la cola del león siendo cabeza de ratón, no me enchironaron,
aunque los malditos quisieron darme por culo, pero yo no me dejé. Detrás estaba
la catedral. Vi un gato negro acicalándose en uno de los merlones de la muralla
romana. Estaba justo delante del tejado de la casa donde vine al mundo:
San Valentín 4, la Casa de la Troya, mala señal, tuve miedo. Me habían pasado
muchas desgracias en la vida y en el fulgor eléctrico de la mirada de aquel
michino me hacía pensar en desdichas. Leí en ellos mi sentencia, que era sufrir
y padecer de por vida. Lo tenía bien asumido. Aquel felino era el símbolo de la
indiferencia con que me recibía la casa donde yo nací y por los ojos del gato
se asomaba la ventanera de mi madre que me parió primero y luego me maldijo...
no perteneces, no estás en el grupo, no eres de los nuestros. El gato negro da
mala suerte, pero mi miedo se trocó en espanto a los pocos días cuando marché a
Galicia un balneario para recuperar mi precaria salud, me crucé con
una meiga que me escrutaba de arriba abajo. Bajé corriendo por las escaleras
del hotel donde me hospedaba, salí a la calle, corrí despavorido por una rúa
larga jalonada de casas de piedra en cuyas paredes solitarias y deshabitadas
resonaba el eco de los versos de Rosalía. Un coche con matrícula francesa se
paró a mi vera. Oiga, buen hombre, me puede decir donde hay un banco para
cambiar moneda... son las cuatro la tarde de un viernes y las sucursales
bancarias han echado el cierre, mañana es el Día de la Virgen... un extranjero
un hombre muy grande un indio de raza aria asomó su cara espectral por la
ventanilla y en un movimiento rápido me arrebató la billetera que yo llevaba en
el bolso del pecho de la camisa veraniega. Fue un visto y no visto. Cuando me
quise dar cuenta el rumano o lo que fuera había desaparecido. Corrí despavorido
en una búsqueda inútil, alcé la vista y me topé con la mirada espectral de la
meiga que nos estaba observando desde un balcón. Grité: "señora, al
ladrón, al ladrón que me robó". El espectro cerró la ventana de la casa de
piedra y me lanzó su maldición... ainda etoufes, neno. Su mirada era muy
poderosa y quemaba casi con más poder y furia que la del gato negro. Los
ojos de la meiga constelada de sartas y de medallas al cuello eran los ojos del
basilisco. Conjuré mi inquietud aferrando las cuentas de un rosario que siempre
llevo conmigo... Sálvame Virgen del Carmen. Nunca podré olvidar aquel atisbo de
la saludadora galaica que llenó para siempre mi vida de inquietud. En mi
cartera llevaba unos cien euros. En hora menguada pasé por el lugar un día de
agosto cuando España se convierte en cueva de ladrones de peristas carteristas,
violadores y expertos en el arte del latrocinio y del tirón. No es fácil vivir
bajo el yugo férreo de los mangantes. Nuestros políticos reenvían buques de
guerra para recoger emigrantes del Aliyah invasora que cruzan el Mediterráneo
con plegarias a Alá. La cimitarra sarracena se mecerá sobre nuestras cabezas
después de los versículos al Alcorán, tras la alcatifa y el Ramadán, los
sermones del papa Interpuesto ese argentino del enorme trasero y rostro de
vinagre, que a España le hizo tanto mal. Es la hora de los mangantes. Manda en
la calle la apisonadora de la mentira y hay mucha angustia en los corazones. La
tele es una máquina de dar por el culo, cloaca de inmundicias y zafiedades.
Machaca nuestras meninges con consignas, activa el miedo. Después del incidente
de mi encuentro con el rumano que me robó no tuve más remedio que refugiarme en
el ribeiro. Me bebí litro y medio y me puse coloquial y parleto. En ese estado
de euforia yo perdono a todo el mundo. Cuando subí en el ascensor de mi hotel
me miraba en el espejo para saber si mis ojos estaban brillantes y echaba el
aliento en el espejo del elevador pues todo mi afán era procurar que mi mujer
no advirtiese que había libado de lo mío por el aliento. Advierte el Talmud que
la borrachera es cosa de paganos. En eso no estoy de acuerdo pienso con muchos
judíos que el legado de Noé es una de las grandes cosas de esta vida porque
cuando no hay remedio litro y medio.
Si los niños callan hablarán las piedras voz de
inocentes que desdicen las mentiras de los micrófonos las palabras al oído de
las planchas masónicas prometiendo progreso y dejando desolación a su paso.
Busco en los recovecos de mi existencia aquellas corresponsalías en Londres y
en Nueva York fui un elegido de los dioses, un ángel caído en el barro
democrático. Hube por descontado mis maestros y epígonos que abrieron senda
antes que yo. Uno de ellos fue el manchego Eugenio Suarez un falangista hijo de
un médico de Daimiel al que los rojos fusilaron en una cuneta un día de niebla
de noviembre a favor de la oscuridad y de las sombras pero pudo huir y
refugiarse en una alquería donde le lavaron las heridas y por Somosierra se
pasó a los nacionales. Era un joven periodista de flamante pluma al que sus
jefes enviaron como corresponsal a Budapest. Yo fui el ultimo de aquélla
brillante saga el mejor racimo de las parras literarias de España. A Eugenio le
cupo la gloria la gracia y la desgracia de relatar tal como fue sin
proposiciones viciadas (escueto y solemne) el holocausto o lo que dicen
holocausto que no fue tal sino el resultado de los dimes y diretes y crueldades
de toda la guerra, pero el espíritu celeste del mal se sirve de aquel incidente
histórico para acabar con el drama de la pasión del Señor. Llegó a la ciudad
más bella de Europa en un flamante Volkswagen con escolta de soldados alemanes.
Y asistió a la destrucción del bello enclave magiar que había sido sede de toda
la judería europea y donde los judíos habían podido convivir con los cristianos
sin fricciones. Las fortalezas volantes norteamericanos acabaron con aquella
buena relación. En la segunda guerra mundial la vida valía muy poco. Por unos
pengos podías comprar un salvoconducto, una mujer por una noche y tres
bocadillos de salchichas, nos cuenta Eugenio Suárez en su libro
“Corresponsal en Budapest”. Que no me vengan con historias. Yo cerré la tienda
de aquellos próceres del periodismo en Nueva York. Fui el último de la saga, el
postrer mohicano. Cuando el gran Filipo blandía puños cerrados en Manhattan y
amenazaba con enviarnos a todos a un campo de concentración o fusilarnos. Tenía
como alátere a Maraña que me insultaba cada vez que podía. El odio rojo les
daba vitaminas, pero no eran moscovitas. Venían criados a los pechos de las
principales universidades californianas. Es para vengar mi deshonra por lo que
maté a la funcionaria.
V
Ahora contemplo la magnífica visión amurallada
de Segovia desde la Hontanilla. Me deslumbra el brillo de las piedras, me
atenazan los recuerdos, soy presa de mis remordimientos.
Los mandilones dicen que allí estaba el
cementerio hebreo, pero no es así. Hubo un camposanto judío en el Corral de los
Huesos en lo que era hasta hace poco el macelo municipal pero, al dar la vuelta
a la tortilla aquí todo el mundo se declara más papista, que el Papa y más
israelita que san Melquisedeq, cuando hasta hace poco nos corrían a gorrazos y
ese es un tema en el cual no quiero entrar porque me exaspera, yo he venido a
contar la historia de mi amigo Manahén Gumersindo Arije que creo que
llevaba sangre de los elegidos por lo menos en un cuarenta por ciento como
tantos y tantos españoles, era cuarterón igual que Franco y Hitler. También
nacido por estas veredas en la que llamaban la Casa de la Troya. Debía de ser
algo pariente del gran Tacaño y se emocionaba cuando leía el Buscón y narraba a
sus amigos las aventuras del Domine Cabra, un segoviano típico. Segovia
"peccatrix" pecadora y cicatera. Segovia viene del celta y quiere
decir cumbre (vía hacia la cumbre con el otro sufijo) ¡No te jode! Y tan
pecadora que aquí no cabe un tonto más. Le han erigido un monumento a Satanás.
Mis paisanos escupen las arras. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de
perailes, urbe condita en rencores, gente del bronce y de la hoja, y de
tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas remolones y frailes menoreros
se la estaban meneándola todo el día obsesionados con el sexo. Había un
ciprés milenario al otro lado de la muralla que derramaba parte de su enramada
sobre el tejado de nuestra casa. La vida me hizo escéptico ante ciertas
solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy mala persona, creo,
hasta ahora no maté a nadie, sólo a la archivera que era fea como un pecado mortal
del puño y la rosa, una socialista asesina que en sus tiempos fue monja de las
hijas de María. La di el pasaporte por amor a España. Sólo soy necio e
inconsciente, iluso y algo bocazas pero no comulgo con ruedas de molino ni me
gustan las mariconadas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el
clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padre de todas las creencias, de
todas las religiones, cuyo decálogo en piedra bajó desde las cumbres del
Olimpo: que Corán, el Candelabro y la Cruz se junten, pero todas ellas a los
pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María.
Lo veo difícil porque la humanidad acostumbra a
matarse en nombre de la divinidad y ahora en el Vaticano están hechos unos
zorros con eso de que obispos y cardenales sodomicen en sacristías y
confesionarios a los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo,
vagabundo segoviano, no renuncia al legado cristiano— demasiado viejo
para cambiar de religión—, sin perder de vista la tradición y el testimonio de los mártires, que
conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso politeísmo de los
dioses oscuros. De todos ellos venimos, en todos ellos nos miramos y a través
dellos escuchamos la voz del Criador que es polifónica y habla de mil maneras y
en diferentes tonos a los mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz
los letrados, tiren al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas
perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un
dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el Rollo de la Ley
de mis mayores nos avisa:
—No derramarás sangre ni semen.
—Bah, eso de la religión es puro convencionalismo —
clamaba a voces el diablo encaramado a lo alto del acueducto, mientras se
trataba de beneficiar a la alcaldesa. A Belcebú le vuelven loco un culo grande
y unas buenas "domingas" por otro nombre tetas. Le gusta tener de
donde tirar y la burgomaestra es un montón de carne.
—Pues si no hay Dios, tú tampoco— le dije yo a Satanás
que se pavoneaba por aquellas fechas de haber dado al traste con la unidad
patria.
Me subí a la alcatifa de los Sueños. Que es un
transporte barato y celestial para viajar al presente y al futuro. El pasado es
negro. Estuvo teñida de sangre el aura de esta ciudad, pero es así como se
construye en el eterno caminar de la historia. Ahora recuerdo mis tiempos de
corresponsal en Londres. Yo era un bohemio. No tuve la suerte de mi colega
antecesor Eugenio Suarez. Su nombre estaba escrito en el cuadro de honor de la
vida y yo no era más que un advenedizo, un palurdo de Segovia con sangre
arriera y trajinante. Los dioses me inscribieron extramuros, fuera del círculo
de notables. Sólo Baco algunas veces se apiadaba de mí; era una piedad traidora
y peligrosa que se esfuma con la espuma de las resacas.
En lo alto del puente romano el Príncipe de la Mentira
se estaba colocando o a lo mejor se estaba haciendo una gallarda el tío guarro.
Lo cual por causa suya España iba de cabeza. Regresaban los fementidos y
Tú/más, Youcan (tú puedes aunque no sepas) no se cortaba la coleta.
Había vuelto glorioso a la palestra, muy ufano tras el permiso de paternidad.
Yo cambio los pañales a mis hijos lactantes y doy el alpiste al pájaro. Pero a
España la estás llenando de alhorre, eres tú y tu señora, la putilla esa que corre
con los cartapacios de apuntes por los pasillos de la Facultad de Políticas, un
himno a la desventura, los que nos queréis dar el pego disfrazados de
comunistas, sois unos fementidos burgueses, embebidos del coraje de la
empleomanía ▬ chalé en Galapagar y una nómina vitalicia en virtud de vuestra proclama de
defensa del obrero y la progresía cuando no habéis un palo al agua en la vida▬.
Pulso de la lira la más sublime cuerda y canto a la
mierda. Pues eso, allí donde están las cloacas del poder. Un imbornal por
moral, un sumidero en el gañote y trágala.
Es lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos
por las tabernas y lupanares, brindis a Erifos, honrando a Venus y al tabaco.
No soy digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración y la túnica
pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de
tantos años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella
archivera que me estaba haciendo la vida imposible, me sacaron de quicio los
insultos, risas y escarnios de la Gran Bollera, sus oprobios, sus carcajeos
feminoides con la amiga por el teléfono ¿qué tal andas, chati? Acabaron con mi
paciencia, pero no seguí las enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre
es carne de dolor, nace amontonado con la mierda y a la mierda vuelve entre
estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos.
Pero usé el fierro. Señor juez ella se lo merecía salí en defensa de mi honor.
Doce años de cárcel que quedaron reducidos a la mitad por buena conducta. De mi
estancia entre barrotes no quiero hablar. Lo haré otro día.
Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo,
recuerda la paz de esta república que, mediante la bondad, la sabiduría y no
con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de
oración sobre la testa y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio, cubre tus cabellos
de ceniza y aguanta el chaparrón, piensa que te has perdido por tu mala cabeza.
Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus
Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint lumbi vestri praecinti",
ataos los machos para defender la verdad.
—Eso son sólo palabras que de poco nos valen, padre
mío. Rezar. Llorar, suplicar, abajarme escuchar el silencio de los corderos
hasta que rompiera el alba con su esquila de luz mañanera proclamando una
bucólica verdad que no existe. Es lo que hice toda mi vida, si bien tengo un
mal pronto que me enajena. Mis enemigos tómanme por loco y por psicópata. Lo
malo es que puede que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante el "muro de
Lamentos" sobre la piedra basal de este adarve latino en honor del poeta
Juvenal de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe
vacilante en una vida con no pocas vueltas y revueltas que no fue nada
circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos.
El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme
desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la
Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del
postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado
en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine,
parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de
Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar
Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos
me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi
imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante
mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a
caballo que acampaba en el páramo de San Medel, aquel anacoreta que hizo
penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para
que vengan en mi ayuda. Aguardo respuesta y me entrego a mis plegarias que son
un monólogo baldío. De la misma manera que yo acometo esta tarea de poner negro
sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi personaje: Manahén
Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas
compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó
bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la competencia
echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la intercesión del
Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad de que
anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acordaos de mi Aderita y de Auxenia
Xeny (el mirlo blanco) la miruella como yo la llamaba cuando era un
bebé. La hija de mi corazón a la cual de mayor conocí cuando tenía 45
años. Por mi culpa, por mi gran culpa. A mí me pesa. Es la hora de un
“confiteor”. No valdrá para nada mi atrición- no hay perdón que valga.
Rezo la plegaria acostumbrada y hago voto
de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave, Cesar. Me dediqué vagar por el recinto
amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que dio sombra a la
infancia lo habían talado los mancipes dendricidas y poco avisados. Lo malo de
estas plegarias es que constituyen un monólogo. Preguntas sin respuesta y a
Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables le parecía que Adonis
estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido constituido en estrella
filante.
Rezamos, pedimos, imploramos, hacemos vaticinios,
rogamos, exclamamos, cantamos y como si nada; el dios pone orejas de mercader a
las súplicas. Se desentiende. Zeus mora en otra esfera, nadie sin su permiso
escalará las peñas del Olimpo. O a lo mejor que ese día estaba de mal café o no
se había traído el sonotone. En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el
cristianismo se conjugan, pero antes de que vinieran las aparecidas y de que el
apóstol desembarcase en Padrón en una patera de piedra los dioses familiares
presidían nuestras vidas y nuestros actos. Dejémonos de biblias en verso Es por
lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando los párrafos de “Ab Urbe condita”,
Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de Juvenal era la roca viva de la
cual manaba un raudal de agua brava, las que se despeñaban desde Peñamellera.
¿Soy un pícaro, un filósofo, un historiador, un sofista? no sé lo que soy, pero
estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un nomo que se trasmuda y biloca
porque para mí no hay barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo de Ra, la
mano de Dios, que todo lo toco y todo lo ve, émulo del
Gran Piscator, lucho contra los malos y, aunque a veces haga partija con
Belcebú, no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de don Cleofás, uno y
no más, todos estamos. Pues Segovia, como Puente Perín, como Barahona, Brañosera
en Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas encantadas de
Cuenca, es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio coronar con
la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi primo don
Pablos que subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y humor negro,
rayano en el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el pescuezo en
la toza, que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que estaban
podridas “porque no todos tienen mi mismo cuajo”. Nos ha jodido mayo. A ver tú
si arreglas el andamio.
Vieronse escenas lúbricas porque el momento de romanos
se convirtió en anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de
los pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por
detrás fueron desfilando los ediles y de los ediles, de los timbaleros, maceros
y ministras de todas ellas hizo ropa vieja con furor de casta inagotable.
Porque lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba trabajando a la
alcaldesa en lo alto del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto.
Escuché a una bruja que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me
besas el culo:
—Tente que te unto
De su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas
de un conjuro. La consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los
Palotes fue “tente que te unto”. Frau Bald viceministra se quedó entonces en
pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio,
diose la vuelta y pudimos con templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto
de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los
borcellares tenían la tranca de la demoscopia en la mano y así no hay quien
pueda, claro. Todos a mascar torreznos de la olla podrida. Se sublevaron los
que no probaban jalufo. Siempre será lo que ellos digan, pues tente que te
unto. Amén. Hay me las den todas. Jugar con las cartas marcadas es una añagaza
del sistema electoral que padecemos y ya se sabe: las urnas las carga el diablo.
En los días de comicios graznan los ánsares y vuelan bajo las cornejas. Hace un
frío del carajo. Tente que te unto. No rebullas que te atizo. Entra la papeleta
por la raja del clítoris y redunda en escaños. Todo es como muy obsceno. Marca
el paso como dios manda, has de andar derecho como una vela y a callar, ojito.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabás
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y
la alcaidesa y el diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras
hierbas mágicas se volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a volar
que parecían aves de mal agüero. Los cielos de Segovia estaban cargados de
ominosos barruntos pues la diablesa no paraba de decir “tente que te unto”.
—Y ahora ¿qué quiere la señora? — exclamó el Amo del
Mundo
—Que me batas una buena tortilla francesa
—Date la vuelta, alcaldesa, tente que te unto.
Un grajo infernal al que mandaron los de arriba bajó
de lo alto y sacó los ojos a la estatua de la Virgen María que posaba en el
edículo principal del Acueducto mirando a poniente desde tiempo inmemorial.
Aquel pajarraco hablaba y yo le escuché pronunciar una homilía nefasta
blasfemias a barullo:
—Tiremos abajo a la Virgen Pura. Acabemos de una vez
con toda la cristiandad, sus supersticiones y falsías.
Pusieron debajo de la lapida esta procaz blasfemia:
“en mi coño mando yo”.
El maligno que contemplaba el atropello encaramado al
arco más alto reía mandíbula batiente, luego empezó a ventosearse, sus
discípulos hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del
Ángel caído. Durante casi media hora toda la plaza del Azogue olía a rayos. Ji
ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una violencia tal que los
segovianos compungidos salían a las puertas de sus viviendas, tapándose las
narices o gritando ay madre el fin del mundo. Entonces un cuadrillero de
Lucifer el que se llevaba a la burgomaestra dijo:
—Os pasa por judaizar. Ya sois míos. Sólo míos.
En el azoguejo, con tanto gurriato en pelo malo y
tanto discurso, los políticos marranos y los falsos obispos no paraban de
sermonear, de dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis nacionales;
las esquinas se llenan de plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de
explicar lo evidente, estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento
redundante y dicaz… ¿no os lo decía yo?) y lo evidente era que a redropelo de
lo que decía la leyenda, la moza del cántaro perdió la apuesta, el diablo ganó
la partida y al poco tiempo… pues se casaron y colorín colorado.
Villeguillo hizo esa profecía: el acueducto se
vendría abajo. Que otros salmodien y prediquen y yo decía: predícame cura,
predícame fraile, por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy Villeguillo.
Los que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy ufanos y sudorosos
y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón Cantimpalos. El mesonero
estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando en pipa. Los operarios
de la demolición se pusieron ciegos de tostoncillo y le dieron tantos besos al
jarro que al salir se desparramaron por la Vía de Roma haciendo eses. Adónde
irá el buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta
de hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de siglos, un
deletéreo afán de venganza: Segovia ha dejado de ser cristiana, chiquitos, se
ha convertido en Aelia Capitolina.
—Pues muy bien
Al pobre Felipe VI El Indeciso, otro rey pasmado, lo
quemaron en efigie, pero como era un enagüillas, asido al miriñaque de su mujer
la asturiana y a las faldas de la griega, la hija de la Federica, no vaya a ser
que metamos la pata hijo — le dijo— no conviene malquistarse con los judíos… tú
a lo tuyo y a celebrar todos los años la fiesta del Holocausto. El rey supino
fue quemado también en efigie durante las fallas. Los elegidos no perdonan a
nadie. Nos tienen a los hispanos tanta rabia que andamos todos al copo, crispados
y tentando la navaja en la faltriquera. Aquí no se salvará ni el apuntador por
más que Jáuregui ya se los esté trabajando para obtener un salvoconducto. Ya lo
dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados por la parienta o con complejo
de Edipo son despreciables e inútiles para el gobierno de la república, cuentan
con el desdén de sus súbditos. Pero el sexto Felipe tiene cara de buen chico
que no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que le faltan al respeto y
a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en efigie. España a este paso
pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone remedio, Y el libelático
obispo Zapatones había firmado las actas
—Parecéis oro obrizo, pero no soy más que oropel de
ganga, no tenéis cojones— dijo Ursicinio el Pecoso, un clérigo con malas
pulgas que todas las tardes en la catedral salmodiaba el oficio— con aires de
desafío.
Todos se encogieron de hombros, no hicieron caso de
poetas ni de poetisas ni profetas ni profetisas. Allá ellos con sus excesos y
demasías. Hay que estar al loro. Villeguillo, muy triste por aquel espectáculo,
volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer
y jugar de niño justo por el lugar donde pasaban las legiones del emperador con
su estandarte enhiesto y el carnero mascota de la Séptima Victrix.
La casa y el barrio habían sido arrasados por los
vengadores, aquella colonia era una reliquia del fascismo, casas militares
puaf, según proclamaba, rábida, por los micrófonos de Radio Segovia Victoria
Latronca inflamada de odio al pasado. Desmelenada e hija de un vencido,
gritaba como una Euménide.
—Vuesa merced, señora, no hará falta que grite
tanto.
—Pues sí. Al ver esas casas militares se me revuelven
las tripas.
A Doña Viqui la furiosa también se la revolvía, a
decir de un urólogo, su coño canceroso. Moriría a los pocos meses de decir esto
sin confesión gritando reniegos improcedentes.
También profanaron una imagen de Santa Bárbara que
alumbraba en las noches los inviernos. Los judaizantes se habían empleado a
fondo en aquella ciudad. No perdieron el tiempo, así que hizo la de Teresa la
conversa cuando los de aquel pueblo la acusaban de tener un lío con su capellán
que por cierto era un santo y poeta eximio que luego subió a los altares y lo
bajaron no sé si a garrotazos… llama de amor viva inflamado de amor divino:
—De Segovia ni el polvo las zapatillas.
En aquel instante la santa abulense hizo la lazada y
no quiso volver más a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es
verdad: mis paisanos siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos al santo y a las limosnas, atentos al “tente que
te unto”, consigna de los degenerados de la oclocracia. Aquí lo importante es
ir tirandillo, sumirse en las andaderas del buen rollito. Meter la cabeza bajo
el ala e ir a cobrar. Llámame perro y échame pan
VI
Retumbaban las voces en el transistor del coche, tenía
conectada a la Voz del Pope pero aquellas voces venían del más allá,
clara advertencia al llegar a Segovia de que había traspasado Villeguillo no
sólo la barrera del sonido sino también la del tiempo y el espacio. Iba
sonámbulo por los caminos del pasado y el porvenir; ello formaba parte del don
de la ciencia infusa y la introspección de conciencias que tenía. Se
perfilaba sobre el perfil urbano la torre de la catedral, alta, augusta,
inescrutable, la dama de las catedrales, en plática monumental con la otra
torre, que a la Ebúrnea hacía competencia: la Carchena; cuando de repente
empezaron a sonar aquellos gritos desgarradores. El altavoz del radiocasete del
coche subió al más alto volumen a pleno rendimiento de decibelios, entonces la
tierra tembló, vio abrirse una zanja junto a la carretera del empalme de
Revenga con Campamento de Robledo, no me detuve. Pisé el acelerador, muerto de
miedo, y en la rotonda de Hontoria me topé con una estantigua, una procesión
lúgubre de resucitados. Un fraile fallecido hacía quinientos años encabezaba el
tétrico cortejo. Cantaban responsos, kadishes y lilailas y pude percibir con
disposición armónica y buen concento las estrofas del Dies Irae.
Acúrdeme entonces de que yo podía estar viviendo pasajes del Viernes Santo. Las
profecías se cumplieron. El tropel de los difuntos avanzaba con paso firme
hacia las campas de Baterías donde en mis tiempos hacían la instrucción los
reclutas y los seminaristas jugaban al fútbol. Me froté los ojos, no fuera a
ser que yo mismo estuviese siendo víctima de alucinación. Las exclamaciones del
Salvador en el Calvario eran claras, humanas, no las de un fantasma. Jesús
llamaba a Eloim que en hebreo significa el que Es y no reclamaba el auxilio de
Yahvé que significa El que Está. El que actúa. Eloy instaura al Padre del Nuevo
Testamento mientras que Yahvé representaba a la Ley Antigua, el dios
justiciero. Por eso los judíos en un intento por no caer en la blasfemia se
abstienen de pronunciar el nombre del creador, no lo mientan y apelan por
sinónimos como Adonai (el Poderoso); en virtud de aquellos aullidos de dolor
quedaban preteridas las enseñanzas de Moisés, se abría un tiempo nuevo y
sincretista, en comunión con las divinidades oscuras.
Seríamos crucificados y preteridos a causa de la cruz.
A los discípulos del Nazareno a unos los echaban a los leones, otros
encontrarían la tumba anónima de la fosa común, pero a la mayor parte entre
mofas y escarnios se les pondría a las espaldas el cartel de "No soy
persona". Se los consideraba peores que bestias de carga. Nos decía
nosotros somos los elegidos, vosotros los paganos, los "goim".
Destruiremos vuestras casas, violaremos a vuestras mujeres, fomentaremos aliyás
e invasiones solapadas, vendrán de lejanas a tierras a comeros el pan al albur
de la martingala de los derechos humanos. El Padre Ángel (morirá del
fuego de San Antón así reaviente como el lagarto de Jaén) convirtió su iglesia
de en una cuadra, en una cohorte de cerdos y en una perrera de gatos, obligando
a los santos a oler mal, era de los que más alzaba el gallo. Y se volvieron
lluecas las gallinas del corral mediático.
Bergoglio se colocó sobre sus argentinas sienes la
mitra del obispo don Opas, era el mandamás de aquel contubernio de anticristos.
Mucho sufriríamos por aquellos días ¡Ay, Señor!
—Vosotros la raza de víboras estáis allanando mi
morada, acabáis con mis creencias, destruís la historia — yo les dije
enfurecido por tales desacatos.
—Nosotros vuestra historia nos las pasamos por
los cojones. Sólo nos importa la Memoria.
— ¿Y qué hay de lo mío? — contesté
Ellos no respondieron. Se fueron cantando al modo de
los Rolling Stones, Mike Jager escupía contra el firmamento a la par que se
rascaba los cojones en plan provocador.
Era un sacerdote de la Ley quien así hablaba de forma
soez en lenguaje de la chusma. Eran chusma, odiaban la excelencia, condenaron a
los españoles a ver eternamente los programas de Jorge J. Vázquez y les
pusieron al cogote la argolla de la Sexta para que diesen vueltas y vueltas al
azud mediático de la plebeyez y el aburrimiento. Instauraron las horcas
caudinas.
A mí me seguían pasando cosas. Por poco se sale de la
carretera mi Renault. Hube de pegar un volantazo. Un mozo de escuadra a la
altura del Puente de Valdevilla me dio el alto. Y me multó 200€ por no llevar
un lazo amarillo en la solapa del parabrisas. Bajé del coche todo indignado y
le hablé en catalán:
— Oiga agente tú no eres quien, yo sólo atiendo a la
Guardia Civil. Además, no me gustan los lazos amarillos, el amarillo es color
de la muerte, ningún actor del teatro se viste de ese color en un estreno, da
mala suerte. Estrellas amarillas la llevaba en Auschwitz y lazos amarillos las
portaban de emblema en el ojal de la americana los judíos rusos que exigían al
Politburó les permitiese emigrar a Israel y hasta que no acabaron con la Unión Soviética
no se quedaron a gusto. Aparentemente los hebreos se salieron con la suya
y hoy el Estado que preside Bibi es una sucursal del KGB tendiendo puentes con
Putin.
El Torras Chorras, gerifalte catalanista un Orlando
furioso contra Hispania, no es nada original, copia a los hebreos rusos, manda
colocar en el Nou Camp fotos de Ana Frank y vuelve a trillar la parva del Shoah
que es un gran embuste con miras a crear una religión nueva, la del Holocausto,
el Odio y la Venganza sustitutos del Amor.
— Hablas sin conocimiento de causa
— Cómo, ¿qué? Yo fui corresponsal del Arriba en
Budapest, estuve allí cuando caían los pepinazos de los B-52 y salvé a muchas
estrellas amarillas, los refugié en el sótano de mi propia casa, yo fui
periodista de Franco y telefoneaba todos los días a mi embajador Sanz Briz. En
nombre de Franco salvamos a muchos sin dar un cuarto al pregonero antes de que
Simón Blumental entrase en escena. Nuestro caudillo Franco era de vuestra
cuadrilla, aunque afortunadamente no era sionista.
— Que te crees tú eso.
Quedó aturdido el agente de la autoridad pues a mí me
salió una vena mayestática que confunde y pasma a los que me contradicen,
volvíme irrefutable y apodíctico.
— Bueno, circule — ordenó el mozo de escuadra que a mí
en aquel instante me parecía de cuerda, aunque no llevase garfio ni garrote,
sus ojos reflejaban ira y pasmo, yo me volvía a mis pajas y entre mí pensé
"este tío lo mismo que me pega cuatro tiros y me deja seco; en sus ojos se
refleja el furor de los combatientes de Masada" — ahora somos nosotros los
que mandamos en España.
— ¿Vengándose de lo que ocurrió en 1492?
— Eso mismo, pero no quiero perder el tiempo hablando
con un fascista. Venga, arranca.
— Yo también soy judío, pero de otra tribu diferente a
la tuya. Si yo soy fascista tú eres un nazi sionista que es mucho peor.
El mozo de escuadra se puso de los nervios.
— Calla la boca
— Ni debajo del agua. Para que consigáis que guarde
silencio me tendréis que matar. Soy diacono griego y proclamo mi Evangelio
desde el ambón.
La Guardia Civil permanecía oculta en su recinto en
forma de ángulo convexo, aquella sólida guarnición al lado de cuyos muros paseé
yo tantas veces en los días de mi infancia. No vi al cabo puertas ni al
centinela en su garita— la pseudo democracia se convirtió en tiranía pues nos
dejó a los españoles sin defensas conservando a los agentes del orden como
cuerpo represor a las ordenes de un periodismo canalla y desalmado— y el
Regimiento de Artillería en el que sirvió mi padre y yo juré bandera estaba
abandonado y sus dependencias convertidas en albergue de ratas y de vagabundos.
España en manos de los judíos. El contubernio había ganado... de momento.
Opresión de toda una nación bajo el yugo.
Dejé el coche aparcado en el Campillo y bajé a pie
contando los arcos del Acueducto, atravesé el azoguejo subí las escalerillas
del postigo del Consuelo y callejón adelante contemplé la ventana de mi
camarilla justo debajo de la Torre Aceitera — llamada así porque tiene forma de
embudo y es una alcuza que vigilas las alturas de la ciudad — solemne sombra
que nos cobijó el pasadizo de la torre de los guzmanes, la huerta▬ ya no estaba el viejo moral que plantó el penúltimo
rey de la dinastía Trastamara. Puertas cerradas, seminario vacío, lo mismo que
el palacio que fue corte del rey Enrique IV. Bajé por el Salón hacia el
convento de Santo Espíritu y avancé por el Camino Nuevo hasta lo que llamaban
el Osario.
Una lápida de cemento armado con consistencia de
siglos con una inscripción en hebreo y la bandera de Israel saludaba al
visitante.
Algunas personas oraban con voz compungida y
desalentada oficio de difuntos cerca de lo que ellos creían enterramientos de
sus antepasados, el antiguo cementerio judío, pero allí no había tal. Se
trataba de un fake news inventado por un periodista borracho con
ganas de joder a los segovianos. Aquel no era el recinto. Oiga aquí no hay
nadie. Aquellas cavernas excavadas en la roca caliza habían sido habitadas por
ermitaños que hacían penitencia frente a las murallas de Segovia la ciudad
pecadora. La vista desde el Clamores era espectacular. Todo el recinto
amurallado recordaba a Jerusalén. La torre de la iglesia de San Andrés ponía
contrapunto a la maciza linterna de la Dama de las Catedrales. A la izquierda
quedaba adelantándose al espolón de la barbacana utilizada durante la edad
media como fortín, luego picadero donde domaba caballos el Jurry, y más tarde
como matadero municipal, aunque antes, mucho antes, estuvo allí emplazado el
osario judío. Paz a los muertos de Israel y a los que invocaban Su Nombre. Elí,
Elí, lamma sabactaní.
Españoles sois cristianos, clamad no ceséis, gritad
contra los nuevos inquisidores, luchad contra el sanedrín mediático. Yo estaré
con vosotros hasta el fin de los siglos.
VII
Voló a la Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses
oscuros y empaparse de divinidad. Propendía por mi inclinación a los misterios
órficos a pronunciar vaticinios y en Roma oyó cantar el gallo muchas veces. Era
los cantos “alectorios” o quiquiriquíes sagrados que alegraban los himnos de
los flamines a los dioses peanes los que se quedaron con nosotros, no esos
dioses de los que nos han hablado y no vimos nunca. El Sinaí permanecía lejos
del Monte Aventino. Había que volver a las viejas costumbres y reencontrarse con
las inefables plegarias. Los dioses otorgan a los mortales dones maravillosos.
Tente que te unto. No te muevas, estate quieto. Yo me hice transparente esto es
un espíritu puro cuerpo de ángel no sujeto a los imperativos de la biología ni
hambre ni sed ni sexo ni actividades excretorias. Podía incluso volar por el
firmamento circunvolar los espacios siderales explorando otros planetas sin
necesidad de esa materia pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas
para volar. La transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo
y el espacio, algo así como la explicación concepcionista que da el Astete para
explicar el milagro de la inseminación del Espíritu Santo en el vientre de
María “lo atravesó como un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin
mancharlo”.
Los anales de Tito Livio y la historia romana no
guardaban para mí misterio alguno. Deambulé por la Vía Apia, subí las
escalinatas del Capitolio, palpé los brazos y los músculos de los gladiadores y
andábatas que peleaban en el circo. Uno a la sazón muy famoso, Silvinus Crassus
el bretón, me honraba con su amistad y le acompañaba yo con su escolta por las
hosterías y tabernas romanas. Era Silvino un atleta de profundas convicciones
religiosas, y temeroso de Júpiter, como buen celta, hombre supersticioso. En su
tabuco tenía lámparas encendidas a los todopoderosas deidades familiares
de su tierra: a Epona diosa de la caballería gala, a Sucellus, Dispater,
el dios que golpea con el mazo, a Cerunnus padre de los bosques al que
la imaginería popular representa colgado de los cuernos de un ciervo (el dios Glenn
de los “picti” escoceses) me sorprendió saber que los galos ya daban culto a la
trinidad en el tríptico de las Matres la triada del padre, la madre y el hijo
padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado en el vientre de la
diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne a estas omnipotencias
incógnitas; como le preguntara yo al andábata cómo era posible que un gladiador
confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus músculos
Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
—Ellos son mi fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan
impulso para torcerle la cabeza a un toro en el circo, desjarretar a un tigre,
y hacer correr a los leones. Mañana son las lupercales y yo concurro, vendrás a
ver cómo lucho contra el diablo, amigo.
Prometí acudir sin falta al circo máximo llevando en
el bolsillo un canto que había pasado a manera de talismán por la piedra de
Juvenal en la muralla de Segovia frente a la casa que me vio nacer, pero
prioritariamente estuve contemplando a aquellos seres míticos cuya imagen había
estampado un imaginero cretense, amigo del gladiador, en un retablo. Europa
cabalgaba sobre un toro monstruoso que arrastraban al aire de cola dos
delfines. Minerva contemplaba al dragón, Jasón jefe de los argonautas
escupiendo el vellón transformado en una vestal. Zeus y Anfión hacían buenas
migas en el Olimpo (de nuevo aflorando el tema trinitario que acoplaron los
cristianos a su religión). Bullerón cabalgaba a lomos de Pegaso
el alazán tordo que surcaba el espacio a galope meneando dos enormes alas que
pendían de sus orejas y traspasaba con la lanza a Quimera, el monstruo
fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su laberinto encontró a Ícaro
que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del Minotauro. Edipo
hacía preguntas a la esfinge. Policlines campeaba en la arena luchando,
desenvainada la espada, con su hermano Atocles, los dos eran hijos de
Edipo.
Completaban el friso las grandes diosas de Roma: Ceres,
Prosperina, Baco y el dios Pan, Tirso con su vara; Ariadna
en la confusión del ovillo, Sátiro que fuerza doncellas en el bosque, Vulcano,
Dionisio, Sileno, Narciso, el Atlas de san Cristobalón que porta el mundo y
Neptuno y Favonio dioses de los vientos y de las aguas. Hebe es la diosa
de la juventud. Todas estas deidades empezaron a parecerme razonables como
exponentes de los vicios y virtudes de la pasión de vivir. Eran divinidades
superiores pero con encarnadura humana. Los retores filosofaban en el foro,
dándole vueltas a las frases y torturando su cabeza, sobre la esencia de las
cosas, el origen de la vida, las propiedades de las plantas. Les
contradecían los sofistas. Ni Platón ni Aristóteles ni Séneca tenían en sus
dominios la clave de cuanto nos envuelve. Del bosque llegaban los alaridos de
los scutia, Aeneas Vilicus tenía la mala costumbre de correr a latigazos
por el bosque a sus esclavas. Roma se divertía con sus juegos seculares. Los
135 días de circo se marcaban en el calendario (magni joci, juegos
magnos) que bien se lo pasaban aquellos antiguos sin tener televisión ni radio.
No eran acosados por los bustos parlantes.
VIII
A Arije me lo
encuentro todos los días yendo y viniendo por los bulevares de la Reina Madre
allí donde hay una clínica que fue hospital de sangre para todos los soldaditos
de nuestras guerras africanas. Aparece en imagen una enfermera de bronce que
atiende compasiva a un cabo de infantería, herido de bala, abierta la sahariana
con los ojos turnios, agonizantes. Del pecho se escapa un chorro de sangre. Mi
amigo quedaba conmovido al contemplar la estatua. Tardes de mayo, dolor de
España, horas sin amor. Mesones y tabernas, algún bailongo pero ya habían
cerrado La Bombilla. Auras de juventud. Esta zona de la capital me
recuerda los tiempos de estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba
a la facultad, una casa de ladrillo rojo destruida por los cañones del quince y
medio en la del 36. El cobrador era un gallego rubio, uniforme gris como de
presidiario y una visera-bonete con un guarismo de metal por registro, por cima
de la visera, picaba con gesto indolente los pases que eran veinte números
desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre un cartón blanco. Se
sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa municipal o en cualquier
estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. El trolebús
arrancaba. No va más. Billetes por favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía
yo todos los miércoles al bajar a la clase de prima cuando tocaba latín con el
profesor Mariner, un catalán clásico emblema de la sabiduría y perfil
numismático. A Mariner Bigorra ponle la toga pretexta y te figurabas estar
hablando con Cicerón en el Foro. Su padre y sus dos hermanos fueron fusilados
por los rojos. Era la grandeza, la sabiduría falangista y la modestia en
persona cuando comparecía en el aula vestido de gris, cubierto de tiza y
escribiendo frases lapidarias en el encerado (yo le tuve en el segundo curso de
los Comunes). Admiraba al Caudillo y este le encargó de la redacción del
epígrafe que corona el frontis del Arco de Triunfo de Moncloa: Armis hic
victoribus mens jugiter victura monumentum hoc… Munificentia regia condita
restaurata ab Hispaniorum duce Aedes sapientiae matritensis florescit in
conspectu Dei. Ahí queda eso; No se puede decir tantas cosas
condensadas en tan pocas palabras… maravillosas frases cincelarias escritas
para ser esculpidas del hipérbaton. El Arco de la Victoria le recordaba a
Villeguillo los pasos perdidos de su adolescencias y juventud y ante su
presencia emocionábase conmovido remembrando un tiempo y unos amores que no
volverían jamás. Un letrero que nos saluda glorioso al entrar en Madrid con las
tropas nacionales. Visión de futuro en triste contraste con la realidad del
acaecer de medio siglo antes. A día de hoy, Sánchez Castejón el mentiroso
volará la cruz de la Victoria, la Cruz de Cuelgamuros y esta magnífica obra de
arte que abre una puerta triunfal a Madrid. El epígrafe fue parte de mis ojos
al entrar y salir durante muchos años de vida laboral. Maldito Sánchez el
político español que obra al dictado del sanedrín de Soros. Dios le dé mal
galardón. Y toda esa cáfila de políticos inanes que mandaron volar el
monumento.
El cobrador del
autobús aparecía sentado en su telonio como un buda de carne y hueso mirando
alegremente para la juventud divino tesoro que nunca vuelve. Una vez me tocó
detrás de una monja concepcionista que arrimaba el culo arrecachado. Yo, por mi
parte, acercaba el material. Hambre sexual de los sesenta. Mi amigo Molina (un
rojo perdido) malignamente me hablaba del placer que suponía a los milicianos
invadir los conventos y forzar a la madre superiora. Muchas de aquellas mujeres
encerradas de por vida que no habían conocido hasta entonces la “gracia de
dios”, daban albricias al cielo sin importarles mucho ser mártires víctimas de
las sacrílegas turbas. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde
había un cine grande en que veíamos películas de espías alemanes y un bailongo
en los bajos. Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del primer piso y se
la veía muchas tardes mirando por la cristalería del ventanal mostrando sus
torneadas rodillas de rolliza manchega que por aquellos días eran una inducción
al pecado mortal. Estaba cantando el último cuplé y la canción “fumando
espero”. Por las noches en las campas circulaban por los solares del Canalillo
mujercillas de virtud incierta un polvo un duro una paja tres pesetas. Este
ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós que era un solterón empedernido y
algo putero. Una paja una peseta; un polvo con goma un duro.
Frenética
actividad meretriz que se condensaba en la trasera del Gran Hospital cuando los
amaneceres sabían a leche condensada. Y es que Eros y Tanatos son Castor y
Póllux subidos al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban
bromuro y a lo mejor el tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó
en África.
IX
Él vendrá a separar a los buenos y a los malos.
Apacentará a sus fieles corderos y derramará la sangre de los cabrones y
cabritos. Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron las pascuas de la
navidad una Nochebuena tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo, Manahén
Arije, mis prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de
levigar aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud
esfumada. Todo pasó y el mundo cambia. No tengo asideros a que agarrarme. He
oído las palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba mirando al
firmamento "Satis est vixisse" y así subió a los cielos que
vio abierto- Saulo de Tarso mientras el sanedrín lapidaba al protomártir tenía
el manto de los rabinos y les guardaba la ropa. No deja de ser difícil creer en
estas historias. A los judíos nos gustan las parábolas, los circunloquios y la
retórica. Los viejos de la Inter no creen en esta frase porque lo único que les
preocupa es llegar a los cien años a fuerza de hierbas cordiales y de visitas a
los galenos matasanos. Escuchan con devoción las recetas del doctor una gragea
al desayuno y otro a la cena. Mejor no ir al médico porque te mira don Manolón
y te dice que tienes un cáncer y hay que contestarle " sea lo que Dios
quiera. Viva la gallina con su pepita". Quieren acabar con los
septuagenarios y los padres de la patria. Perico de los Palotes el gran Sánchez
un fementido arribista dice que los males de este país se solucionan con la
eutanasia, mandemos a los ancianos al horno crematorio. Roban en el banco, les
copian las tarjetas. El latrocinio y la protervia habitan entre nosotros. Veo
la cara alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor Muerte que
mira para los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos solitarios
con la oreja pegada a radio Inter angustiados por conseguir vida larga. Cimbel
y zumbel de las tardes sarcásticas sin amor el cuerpo doliente huyendo de
ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador cazado solo a vueltas con mi
conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de manga a la red, me entrego a la
oración que es reclamo, expiación, adoración, arrepentimiento y esperanza. Me
gusta la liturgia romana en latín con algo del rito ambrosiano y muzárabe. En
contrapartida la mejor liturgia es la polifónica rusa. Internet me sirvió de
alfombra mágica para ir a la misa de Nochebuena en el Kremlin, que ya es decir,
pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo la misa de pascua.
Tengo fuertes palpitaciones y las negras ideas
se apoderan de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los
malos pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos, remuerde
por los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es la loca de la
casa.
▬ ¿Viste el espich
que nos largó don Felipe?
▬ No me dio la
gana. Al verle tan insulso y tan poco espíritu se me atragantó el turrón. Para
mí el único rey que vale es el de la baraja. Monarquía es una palabra que
viene del mono y del monóxido de carbono. Quizás por eso en España siempre
tuvimos en los borbones una desgracia simiesca. Borrón y cuenta nueva. Y otra
dinastía.
Crecen los días y suenan por algún rincón del cielo
rondas sanabresas, canciones toresanas, ataruxos galaicos, espantadanzas del
paloteo vasco, cobras catalanas y tamboreadas navarras al son del chistu,
juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una visión muy folklórica de la
España que no era y así le iba. La modernidad no perdona a los románticos.
Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las maniobras en la red de la incomunicación
digital, la gente enviando guasaps dándole al dedito a mogollón, tu mente como
un vegetal. Estos tíos se han propuesto lavarnos el cerebro. Todos dicen que el
diablo no canta, aunque sabe mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas
de dos filos y de los sermones del padre Ricci, el que destapó la olla de la
tapa de los infiernos y allí vivimos cómo se cocía una reciella de
obispos y pontífices máximos, traían en la mano un libro del Dante. Satanás los
pinchaba con un gario de cuatro dientes en las posaderas. Iban desnudos, pero
se conocía que no les había dado tiempo a quitarse la mitra de la cabeza. Sus
cabalgadas por las calderas de Pedro Botero eran un auto lardivo.
▬No puede ser
▬Porque tú lo digas
En el altar mayor de la catedral de Luzbel que es una
zahúrda de Plutón▬ el infierno es una casa de
acogida ▬alcancé a ver yo a un mitrado
muy albardado de casullas, roquetes y manipulo, que daba la bienvenida a los
colegas recién llegados con una plática en la cual les decía que estaban en la
casa donde no se come ni se bebe y de donde no se sale nunca. La cueva de los
castigos infernales estaba debajo de una gran acacia que crecía en el bulevar.
Analecto, mi camarero preferido, de vez en cuando les bajaba un bocadillo con
carne de serpiente y cañas de aceite de ricino con ración de patatas bravas
envenenadas, arenques y pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba también como la madre lo parió
delante de él, ostentando la tonsura y la cogulla sobre un sillón de nogal
aforrado de guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos de la barba
mostrando su pene enardecido. Decía ay de mí en la hora que nací. Su cara la
estaba pintando el Bosco en uno de sus cuadros. Junto al departamento episcopal
estaba la sección de los periodistas que eran incontables los que estaban allá
pero su número era superado por el de los abogados y los rábulas espolistas en
pelo malo. La leva de políticos era tan larga que ni te cuento: Trump con su
trompa elefantina diciendo que aquella noche era la navidad y no se iría de
picos pardos, la Merkel en minifalda, Michele Obama moviendo el trasero
sandungo, Teresa May una flor de mayo que devoraba carnicera a los mosquitos
del Brexit, Juncker el padre de la masonería europea(le decían el besucón
porque no daba la mano en las recepciones sino que estampaba en las mejillas de
los llegados un par de besos de Judas) tocado de yamulka y enseñando las
filacterias de rabino bajo el traje sastre, Rajoy mirando para el tendido en la
silla de don Tancredo fumando espero, Putin como un zar de la kagebé montando a
caballo y disparando misiles, Netanyahu con cara de sacamantecas, Bergoglio
mirando torvo para la costanera y abriendo la puerta de la iglesia al enemigo.
Traidor y mal ostiario, Berlusconi con gesto burlesco una cohorte de odaliscas
en su palacio allí estaba diciendo que la ocasión la pintaban calva, y no sigo
la lista porque la perversidad infinita se había apoderado de los dirigentes
del globo terráqueo. A las soflamas de los diablos y a los palos respondían los
condenados con frases hechas:
▬Con tanto malvado como hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí.
Estamos hartos de penar y sufrir.
Al grito de auxilio acudía el infernal demandadero y
les daba la vuelta a la parrilla para que se torrasen un poco más como san
Lorenzo. Se asaban culos, vergas, tetas y coños en el lecho de Procusto.
No había en el infierno aliviaderos pues allí no se
come ni se bebe ni se mea ni se caga, todo es penar y crujir de dientes, y para
siempre. Para siempre. En medio de la algarabía de voces y gritos y blasfemias
se escuchaba el barboteo de las perolas donde cocían sus cuerpos, calderas de
pez y aceite hirviendo. La atmósfera era salobre y sobrecargada de un hedor
mefítico. Los fámulos del Pateta se apresuraban a torturar a los predichos con
esmero y diligencia cumpliendo las órdenes de Lucifer de manera implacable. En
aquella alcaicería del furor los que gritaban fueron sepultados en una montaña
de cal viva:
▬ ¿No estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre? ¿No pedimos confesión
en la hora de la muerte? ▬ lloraba un
cardenal de la curia el proxeneta que dio protección a Raspín, aquel extremeño
que arrimaba las putas al colegio cardenalicio.
▬Penen los rufianes y tengan su merecido.
A las quejas
del purpurado respondió el gran esbirro con un tizonazo en sus partes pudendas
donde tanto duele.
Atollite portas antiquas, abran la cancela, pero las
puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad santa había sido bombardeada
por tres misiles nucleares. Me quedé pasmado ante aquel cuadro de destrucción
masiva. Alligieri Dante me señaló a tres prelados de blanco que la impostura
glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la gehena. Eran Pablo VI,
Juan XXIII y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto, pasmado de las
blasfemias, vi cómo el Analecto, el mancebo de la tasca Julifer también lo
llamaban el Bar la Puñalada el lugar donde y acudí displicente a la hora del
café probo funcionario de un cuerpo a extinguir por la Constitución, bajaba con
los refrescos para refrescar a los sedientos préditos con frascas de vino
perronero que los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del Cid
Dios que buen vasallo si hubiese buen señor de nuestras mesnadas. Fuimos
traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita por Punta Umbría;
era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se acercaba siniestro a los
montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y varadero del mar de maldades era
aquel aposento que yo columbraba.
▬¿Qué dices, Etsi?
▬Yo no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me dejaste abandonada para irte
con otra.
Le dije que había navegado en galeras remando
contracorriente con toda la canalla de un barco que iba a ninguna parte y ahora
me esperaba en aquella tronera porque de seguro que yo también era un malvado
al que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en vida me esperaba otro
en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se come ni se bebe ni se
caga ni se mea durante toda una eternidad.
—Sicio. Tengo sed. — exclamé.
Un verdugo mojó mis labios con esponja de
vinagre y el Anacleto diome a beber un potingue de cerveza calamochana mezclada
con zumo de rabo de culebra en una jarra donde previamente habían hecho pis
todos los diablos.
▬No es justo ▬lamentabase
Gumersindo Manahén Arije ▬ que en las zahúrdas de
Plutón nos den carena. Don Francisco de Quevedo el profeta lo había pronosticado.
Él tuvo también como yo esta visión.
Se ha torcido mi destino cual tibia de alcazuz que
cruje entre las mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel instante un sacre
altanero que se desbandó de su bandada vino a posar sobre la copa de uno
de los tilos de la avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de
autobuses urbanos. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas
mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias por el
bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba el ojo.
Ellos a lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y
pipas que tiraban las niñeras cortejadas sobre los bancos por militares sin
graduación. Un cabo de la Base Mixta se arrancó con una copla: "La viuda
rica que con un ojo llora y otro repica, la hija recogida y nunca consentida
porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo odiaba a las palomas urbanas que echaban a
perder las aceras de la ciudad con sus deyecciones. Bajaban los viandantes
saltando entre las bostas de palomizo y perrizo, porque la población canina
igualaba casi en número a los siete millones de habitantes que tenía Madrid
X
Ante la
escena del cabo moribundo de bronce en manos de la enfermera recordarme he de
mis compañeros del tabor de regulares cuando serví a la patria; aun sabiendo
que esto hoy no se lleva Arije se sentía muy ufano de haber hecho la mili en
Regulares y cantar por lo bajini aquello de soldado estoy de España y estoy en
el cuartel contento y orgulloso de haber sentado plaza en él.
Florence
Nightingale habita entre
nosotros y si no hubiese sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su
vez matronas y madrinas de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto
solos como los perros en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos
soldaditos llenos de valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner
sentimental. Canta la coruja en la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo
sobre mis pasos a desandar lo andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la
memoria histórica empieza a moverse sobre el firme del bulevar. Camino solo
ladera abajo con mis pesadumbres. No es que quiera mucho a los moros. Les
comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos. Respeto sus lilailas pero yo me
quedo con los salmos. No va a ser cosa de cargar las tintas y aljamiarse y
renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco a los
musulmanes y ellos creo que me conocen a mí, pero ni tanto ni tan calvo. No lo
puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el nombre de dios, pero
la biblia es un libro de hazañas bélicas con resabios porno y yo marcho a
rebalgas perseguido por mi sombra a lo largo del bulevar Reina Victoria. Debo
parecer un paracaidista inglés desfilando por Buckingham Palace en la parada
del Trooping of the Colour. El día del santo de la reina que acontece en
London en el bello día de junio. Me dicen los ingleses que, como su Majestad le
da que se las pela al zumo destilado del enebro con gaseosa, no se le acabará
el carrete en mucho tiempo. La reina madre vivió 102 y ella puede que se plante
en los 115. Así que el heredero, al que llaman el Orejas, el que soñaba con
convertirse en tampón higiénico (coño qué metáfora) de doña Camila la mujer del
alabardero, para verla más de cerca, lo tiene claro para heredar,as his
mother goes on forever.
Tengo una gran
colección de arabismos en mi memoria, que exornan (palabras que empiezan con el
artículo al) nuestros diccionarios pero de niño sobre la cabecera de mi cama de
madera había un cromo de la batalla de Clavijo en el que el artista pintaba
torpemente la figura de Anacleto Matamoros alzando su espada sobre un caballo
tordo. Derribados y bajo los cascos del caballo del apóstol aparecen unos
cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me impresionaron los rostros
desencajados de esos agarenos que el pintor rural quiso que fueran negros o
medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan con las barbas y melenas de
un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso fue patrón de los godos
durante siglos hasta que llegó la monja andariega, madre de los conversos. Ya
que buen trabajo le costó a Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo
de España por San Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos
nuevos, que defendían a santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges
de su pedestal glorioso, al grito de San Yago cierra España. Estábamos trazando
rayas en el aire, queríamos arar surcos en la mar. Nos falta a los españoles
voluntad colectiva, por eso somos un país de conversos, y a medio hacer,
enchufado a las veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser
precisamente la que me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí, deseando ser traspasada
por el rayo místico. Quiero que me penetren. Voglio una donna. No estoy
de acuerdo con lo que dicen los hispanicidas, no somos una nación fallida sino
la mejor del mundo, tan suave y dulce como la jesuitina que me arrimaba
material en el F y es que yo por aquellas calendas debía de ser fruta
apetecible y muchas mujeres me querían llevar al huerto. Pudiendo decir con don
Juan: “yo a los palacios subí, yo a las chozas bajé y en todas partes dejé
recuerdo a amargo de mí”. Demasiada literatura, claro está. El mundo no es así
Apañados y
apretujados íbamos aquellos estudiantes, sardinas en lata del futuro. Nos hemos
olvidado del caballo blanco de Santiago. Por estos tesos pululan los curas
libidinosos, las monjas que se dan a la fornicación y ansían ser penetradas por
el dardo divino como santa Teresa. Todos los días traen los periódicos noticia
de algún cura que quiso tocarle la colita al monaguillo o beneficiarse a la
mujer del sacristán.
Yo por lo menos
le prefiero a la Mística Doctora que, según revelan ciertos documentos, se
acostaba con el padre Gracián. Así que aun entonces ya yo bajaba letra herido
por la cuesta de Reina Victoria, cuando el Jolimar no había sido abierto
y el Analecto no había nacido, sin saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando
el humo salutífero de mi cachimba, fracasado y sin empleo, uno de aquellos
miles de estudiantes pobretones que bajaban en el F a la facultad con la idea
de ganar un título que les abriera las puertas de una colocación como
catedráticos de instituto barruntando cielos color mortal y rosa y el odio
católico de los neos, enfrascado en tan tristes pensamientos, acordándome de la
Reina Madre que vivió más de cien años dándole al gintonic. La madre que la
parió. Chinchín. Bríndenos a vuestra salud. La endrina es baya milagrera.
Alarga los años. Es el antídoto contra la lucha de clases. El pan candeal se
amasa con la harina del trigo Trujillo. Aquí cada cual propende a llevar el
agua a su molino y dejar seco el de su vecino y habla despacín no nos oya el
mío vecin que diz en la Asturias galana. Do va la mar vayan las ondas. Que
allá darás rayo en ca Tamayo. Conviene esperar a que pase todo esto porque
cuando Dios lo quiere, todos los aires llueven. Mayo mangonero, pon la rueca en
el humero. Pedrada cantada, nunca ganada. El que calla piedras apaña. Piedra
sin agua no aguza en la fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y metimos
un ratón papal en nuestro granero y se hizo amo del cillero. Palabra y
piedra suelta no tienen vuelta. Al buen callar llaman Sancho, y entretanto me
llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo vosté al
puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi personaje un
consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London mientras esperaba a
una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy grande. La esperaba en el
salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá comprado en a almoneda de
Fulham Road cerca del campo de futbol del Chelsea. Se paseaba por la acera de
los jardines de Roland la sombra del fantasma del conde Kelly. Aquel amor lo
desbarató la iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta de la iglesia, se fue
con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el refugio de las decepciones
del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban los arrimaderos. Era un
aficionado a la paremiología. El ojo del amo puede que engorde al caballo.
Carbón y leña no la compres cuando hiela. Cuando la Calatos vino a verle al
piso en su algorín de South Kensington nevaba. Apagase el tizón pero todavía no
aparece el que lo encendió. You have hurt many people (has hecho daño a mucha
gente, crucificaste a Brolladora que fue el amor de tu vida, eres cruel y no
tienes perdón de Dios) Dio la piedra en el canto y mal para el cántaro. De
tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo se le quebró y
vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz solemne de barítono
dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que Zamora no se gana
en una hora. “Yo soy casada gilipuertas”.
El Anacleto se
descojonaba. La Leo no le hacía caso pero había una vinatería al lado, para su
consuelo; compraba dos botellas y
se las chiscaba
gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería abandonada. El vendedor
de rosas había matado a la mujer y fue a la cárcel. Su chiscón abandonado era
el refugio nocturno de los vagabundos del Este que trampeaban por la avenida.
Que al as de oros no lo juegan bobos. La floristería era una vecera de cerdos
humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce que años tenga
más de once, ni más lana que saber que no hay mañana. Leña de romero y pan de
panadera la bordonería entera. Chimenea y huerto y un hogar do calentar las
posaderas, el sueño del pícaro y del rufián. Todos vamos a donde dan. Campanas
de mi aldea tilín tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en Sevilla y viva
la gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para quien sepa
verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas aprovechan uñas.
Guárdate del viento acanalado y del hombre mal barbado que porta en la cara las
siete señas del hideputa (el signo más conspicuo: la barba en parroquias como
el Coletas), al loco y al aire calle. La sangre se hereda y el vicio se apega.
Soplar y sorber juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce de la floristería
después de estas subidas y bajadas, ▬cuando perdía el último autobús a causa de la afición al pimple y no podía
regresar a su hogar, así que quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos▬ por los colmados
alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los días que atardecía sereno tomaba
el 623 y se refugiaba en su casa, aquel chiscón que había comprado con sus
ahorros en Majadahonda. Seguía escribiendo al dictado de la botella porque para
él la escritura era una purificación, una catarsis para un tiempo en el cual la
poesía había muerto. Quien bestia va a Roma de allá bestia torna. En el camino
a muchos puede ser que se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego vienen
los grandes pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula, lujuria, soberbia,
homicidios, omecillo, robos, desfalcos, temeridades, contumelia, bandos,
disensiones, mecachis en la mar. Acaso el proel de los vicios sea la protervia
que la soberbia reconcentrada y la obstinación en el mal son licencias que
marchan delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la cantidad de
nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza pequeña
tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera craso intelecto y yo
estoy demasiado gordo, padezco de crasitud mórbida. Así, como los naranjos que
portan poca médula y cáscara canteruda, me aflige a mí la mucha cáscara y
escaso pipo, debe de ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y todas las
mujeres que he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije, debe de
faltarte un tornillo”. Mi amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no
piensa lo mismo, tú vales mucho, chico, lo que ocurre es que te minusvaloras a
ti mismo y por eso echaste tu vida a rodar. A Manahén le gusta dar coba. Aunque
el poder cognoscitivo de las potencias del alma acaso sea mayor de lo que se
cree. Son poderosos los mastines con carlanca y olfatean el aire los podencos,
eso me pasa a mí cuando veo a una persona por primera vez que le calo y sé de
qué va y por donde va a salir.
En el Kiss
bailaba la bacante Micaela. Había algo divino, un halo superior en aquella
negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color ébano, pero el diablo, que
siempre anda por Cantillana, movía la lengua y le hacía pronunciar frases
extrañas, dulce prosodia como azúcar de dengue, en diversos idiomas. Yo salía
renovado de aquel cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la
Ballesta. En Gran Vía un argelino me quitó la cartera y anduve tiempos metido
en pleitos de la mano de rábulas vocingleros extorsionistas que querían
demostrar que mis ojos grises eran negros. Este es un mundo ovil con muchos
recovecos. En Madrid siempre cazan ratas al amanecer. El remedio contra esta
carrera de ratas son los cuatro espíritus vitales de los romanos: Tracrix,
Retentrix, Conmotrix y Expultrix que corresponden a las tres deidades instantes
de la condición humana: Enos (el vino) Aleatorios (el juego) y Ginos (la
mujer).
Según Roma, la
tribulación aguza la inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a los
humanos. Para los talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el
mundo.
Estaba Anacleto,
el del Julifer, el bar de la esquina, hecho un brazo de mar en su telonio
despachando cañas de cerveza y mirando de reojo. Zamora no se ganó en una hora.
Qué va a ser... lo de siempre. Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó un
cliente con pinta de guardia civil franco de servicio y dijo Anacleto: un
puticlú no más y yo dije ya no me vaga ir, estoy jubilado, soy un cabo pieza al
que se le jodió el goniómetro y el Anacleto que aquel día se había levantado
con el pie torcido se cachondeaba de mí ante el “secreta”. Además, repuse, lo
cerraron desde que mataron a Manolo Cantalejano. Creo que fue la mafia rusa y
Anacleto corroboró:
—Je, a éste
cualquier día le colocamos las pulseras y lo llevamos a la comandancia.
Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El zamorano era
un suma y sigue de su hermana Abamita a la cual le gustaba faltarme al respeto
cuando subía a tomar café de las mañanas del tiempo que se fue. Por sus
interferencias la hubiese dado yo una en los morros, pero no valía la pena. Hay
que resistir cuando la gente pide bronca y poner en práctica el consejo de mi
abuelo que era de la Benemérita “paso corto, vista larga; ojo al cristo que es
de plata y ojos de halcón diente de lobo y hacerse el bobo”. Abamita era una
verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo que habré hecho yo pobre
funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera para caer mal a la gente.
Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero de mozo cuando vivía en
London era cenceño, tenía buena facha, me acostaba con mujeres que no eran de
pago, y feliz. En el Kiss una sacerdotisa de Venus echaba las cartas,
dominaba la guija, vaticinaba el porvenir como la mejor veedora de Galicia
aunque ella era andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas
en el Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la curia,
hizo una prognosis terrible de mi condición psicológica y sexual:
— Tú tienes
madera de asesino en serie.
— ¿Quién, yo?
—Sí, tú. No te
hagas el longuis
— ¿Por qué?
▬Buscas el trato torpe con mujeres
públicas. Eres algo seductor y encantador de serpientes, pero insensible al
dolor ajeno. Hundes tus fauces en el légamo del egoísmo. Tienes los pies planos
y me da que eres algo impotente. Esto de la impotencia de don Juvenal fue
corroborado por el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales alicientes.
Yo no me había emasculado como el panegirista Orígenes que se castró por miedo
a cometer pecado de impureza. La cosa vino con los años al hacerse más grande
la próstata.
El camarero
sanabrés pronunciaba su diagnóstico de manera contundente. Seguramente había
leído a Freud. No. Eso imposible: Anacleto era de los que jamás han leído un
libro. Esos españoles que pertenecen a un país en el que menos se lee y más se
publica. El cura que lo bautizó le endosó el santo del día que era la fiesta de
san Anacleto pero en el pueblo todos le dijeron Analecto. Vanidad de vanidades.
Me quedé de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas, mala cosa.
Pero nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La Leónides nos miraba
desde el alguarín de sus premisas una cocina de metro cuadrado, verdadero
banderín de enganche de potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a
decir sandeces y blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo
dios por qué le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No merece perder el
tiempo hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute con los jubilados,
me guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
— Calma no hagas
caso a esa bruja.
Tente que te
unto. Por tres cosas vive el hombre y le hacen agradable la vida: el vino, el
juego y las mujeres. Hasta hace poco otro gran ingrediente era el tabaco, ahora
ya los españoles no fuman. Da cáncer.
Pese a las
impertinencias y humillaciones, estaba yo allí todos los días a la hora el
cafetín. Me atraía el abismo. Templanza. Moderación. Circunspección y voto de
silencio. Todo menos darla un par de hostias a aquella forajida. No te pierdas,
Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar tales virtudes jamás lo
conseguía. A lo mejor el Analecto llevaba razón: yo, arrastrado de mis malas
inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de convertirme en un asesino
en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque me daban ganas de vomitar
y después matar a ZP al Perico o al Coletas (luego vendría el sacamantecas
Sánchez y su fámulo el Coletas de los pies planos, la cosa empeoro, así que
otro vendrá que bueno me hará). A la rubia de bote el chocho morenote esa
lozana andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la verborrea de
los delegados de curso de la Facultad de Económicas y presidía un gobierno de
corruptos y de puteros yo también me la cargaba. Mi país estaba envenenado por
la política que torna a los hombres tristes y rencorosos.
Por las
noches se me acercaban los vampiros y creía entrar a bueyes volando por mi
dormitorio. Alguien soltaba el búho que revoloteaba por la camarilla. Graznaba
la lechuza en una rama del árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa
difunto de taberna y entraba desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de
Julito y Fernando no vayan a pensar ustedes otra cosa pues eran los dos socios
que montaron el chiringuito) para que la Abamita me escupiese exabruptos y su
hermano me preguntase con un aire místico si me pasaba por el Kiss. Templanza.
Moderación, restricción, recato. No hagas caso, Arije. Lanzaba la peonza. El
zumbel de mi vida daba vueltas y vueltas. Se desplazaba en círculo y la mecha
se le iba diluyendo hasta que sonaba el cimbel del convento de las Clarisas a
la hora de vísperas. El impulso cinético concluido, el trompo quedaba tendido
panza arriba como el cadáver de un ahogado sobre el enlosado del bulevar. Así
que cimbel y zumbel es lo que soy ya digo. No había matado a mi mujer, pero no
sería por falta de ganas sino porque ya iba para mayor y me fallaban las
fuerzas. Las daifas del Kiss también se reían de mí. Lo mejor en esta vida no
es el amor mercenario sino compartir el secreto de la botella de Erifos. Vaya
usted por la sombra y no se le ocurra escalar algunas de las brancas del crecal
que es árbol sagrado de Israel. Que hay moros en la costa y centinelas
apostados entre los merlones y almenas de la muralla de Niebla que es la más
acérrima plaza fuerte del Andalus. Con que ya me dirás, Ruibrás. El
zumbel tornaba movido por la fuerza centrifuga de la cuerda a compás de los
tiempos de la gran zurra. Y, cuando sonaba el cimbel, al zumbel se le acababa
la cuerda.
▬Para, chiquito.
Había que
ahogar las crisis de fe en la caneca de aguardiente y reírse de la opulencia de
las cosas nuevas de las gentes que van en el metro mirando para la consola de
su móvil y meneando con agilidad el dedito de la comunicación virtual que se
mide en baremos de incomunicación física. Suena el cimbelillo de las monjas que
llevan a las masas a la fantasmagoría de las redes sociales que son las nuevas
arpías de los capiteles románicos donde todo está dicho y augurado: en China se
va a declarar la peste negra. ¿Otra vez? Sí, hombre, como en 1348. ¿No escuchas
ya los latinajos de aquellos que llevan a enterar y los curas les cantan el
gorigori? Se nos aparecen los monstruos de dos cabezas y la mona que se muestra
impúdica ostentando la gran vagina de la mandorla mística. Lo que iba a pasar
en los tiempos venideros ya lo sabían los constructores de catedrales del siglo
XII. Las iglesias estaban vacías pero las santas pobres mujeres seguían
acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
▬ ¿A causa de la tos ferina?
▬Paez que sí. Le di un arrechuchó,
pescó un catarro y se murió. El romadizo remató en pulmonía.
Llevaba el
féretro un carro tirado por un tronco de corceles blancos y a Arije que
caminaba detrás del cura portando la cruz alzada y cantando el entierrillo
aquellos caballos le parecieron que iban trotando por los cielos nuncios del
Apocalipsis.
Mientras tanto,
los narcopoetas escanciaban yámbicos blancos y las poetisas se llamaban poetas
desde que se popularizaron los versos perroneros de Gloria Fuertes que era bollera
y se creó el ministerio de la Igualdad y una ministra dijo que había que
sodomizar a todos los hombres, meterles la porra de un municipal por atrás. Era
el ministerio de los daos pol culo manejado por el sindicato de las arpías y
las bolleras que se habían descolgado del libro del apocalipsis. Predicaban el
fin de los tiempos, vendría un tiempo de vientres estériles y perversiones
lúbricas. Nunca hubiéramos podido imaginar que nuestra patria cayendo tan bajo
en manos del sanedrín judío, en sus garras de perversión y apostasías. Era la
hora del anticristo. Allí fueron ellas. Alzaron las feminazis el pendón del
orgullo
vaginal.
No somos poetisas
que nos llamen poetas. Hay que ver estos de la involución mujeriega en qué
tonterías se fijan llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar la
vida. Yo quise entonces cambiar la tierra mediante la palabra pero no pudo ser.
Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis súplicas. En España
escribir es un vicio y yo no era más que una pobre flor de jara, un hijo de la
lluvia. El arcipreste Julito y el padre Eguillor que se torra en los infiernos
ya me lo habían dicho:
▬Arije, tú nunca entrarás n el
paraíso. Mala suerte, chaval. Te salió el esteatoma. Y un zaratán en los pies
es para las ocasiones. Creciste en un mundo sin amor.
A pesar de todo,
fui por el mundo anunciando nuevas y contando cosas, navegando por mares de envidia
y mediocridad. No entendían mi lenguaje pues yo empleaba los subjuntivos y la consecutio
temporum latina y ellos, pagados de sí mismos, se creían los reyes del
mambo pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador, verdaderos “maqueraux”
de los portavoces profanadores del lenguaje de la comunicación, butanitismo
informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en Stalingrado y monta
guardia en las estrellas. En noches de desolación nos comunicamos utilizando un
télex particular que me conecta con la ultratumba. Escucho los tambores que
anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y todos los que cayeron en
aquel terrible mes de enero de 1943. Nuestro futuro se derrumbó entonces y
vamos muchos dando tumbos por el mundo. Heil Hitler. Sin embargo, llegaría un
día de venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa
anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás sobre el
áspid y el basilisco, romperás los eslabones de las cadenas que te ataron. La
nieve y la escarcha (Imbert et nix) pasarán, pero no mi palabra. El
Señor que es buen marinero de altura nos largará una estacha. Mientras tanto,
escucho el ruido de los cerrojos que se abren y cierran en libertad. Los mueve
una mano invisible. Ecos que se grabaron en la piedra de los castillos y
matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi infancia. La piedra guarda los
mensajes crípticos. Son ondas del más allá. Haplología cíclica. El pan de los
mastines. Los guardias de seguridad que guardan la viña bajo el gario de oro de
los cuatro dientes: justicia, fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas
abocan a la continencia, la modestia y la abstinencia que proporcionan alegría
al mal y al cuerpo buen banzo; son estas las virtudes más importantes. Son sus
contrarios el hambre, la peste y la guerra los más destructivos que ejecuta
Némesis la diosa de la venganza. Después, como todo se renueva, florece un
tiempo distinto y, ex novo, el abismo. Los poetas son sus heraldos, pero muchos
son crucificados porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose
tras el carro triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del
Becerro de Oro. También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de
teloneros, de periodistas comprados, y de abogadetes rábulas picapleitos que en
los tribunales se empeñan en defender que lo negro es blanco y lo blanco negro,
soltando a los criminales y dando cadena perpetua para los patriotas inocentes
como el caso de Blanquerna cuando irrumpieron en una tenida de catalanes unos
pobres falangistas. Los globos se desinflan y se estrellan contra el asfalto
del Paseo de la Castellana en medio del estruendo de palabras altisonantes
altoparlantes: democracia, solidaridad, feminismo, sexo y café para todos,
globalismo, derechos humanos, lucha de género, dialogo y esgrimen la espada del
consenso verdadera hidra de siete cabezas que ha venido a sustituir a la lucha
de clases, el euro, la Merkel, Donald Trump, la Maritere inglesa, el puto
Brexit. Una verdadera muta lobuna marcando el paso de los globales. Hacen caja
y tiran besos negros los apoltronados en Bruselas, el parlamento donde toda
corrupción tuvo asiento. Ya no hay propiedad privada, la gran aspiración de las
clases medias merced a la corrupción sistemática de los partidos políticos que
operan bajo la fórmula de “I will buy you out”. Somos unos vendidos.
Estos señores nos compraron. Todo es escaparate y jactancia en este mundo
sometido a la dictadura del dinero, el hedonismo y la fuerza bruta que es la
fuerza de la masa. El paseíto triunfal de la toma de posesión, el juramento,
los desfiles, las medallas que se cuelgan en la pechera los marineritos de agua
dulce que nunca asistieron a ninguna batalla. Nos dan gato por liebre cantidad
por calidad, nos venden el burra mal capada, y eso sí grandes superficies y
Black Fridies. Los gobiernos que ponen al frente son una almáciga de
mediocridades, porque piensan los que mandan que los ineptos sean más
corruptibles y manejables y menos detectables al meneo oculto de sus mañas
invisibles.
Una
cuadrilla de negros en un banco en mitad el bulevar recién desembarcados de la
patera y a las que las autoridades habían mandado para acá estaban sentados en
un banco de Reina Victoria esperando que alguien les diese trabajo.
Iban pululando de acá para allá y robaban carteras a los borrachos mientras
dormían descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema zupia
calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo menos ocho-
ocupaban un banco municipal. Eran letones, a Villeguillo le metieron mano a la
cartera pero se zafó de los extranjeros con un guantazo. No tenían currele y
estaban de brazos caídos porque esto no era lo que les habían dicho: esto es el
paraíso.
— Venimos a
España a que nos mantengan. No vamos a pegar golpe.
Acababan de
aterrizar en Madrid como aquel que dice, pero después de la patera ¿Qué?
¡Pobrecillos! A matar o a robar o hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues ninguna
lástima te han de dar, Arije — solía decir mi novia Etsi
En ese caso
estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo migratorio. No eran
migratorios sino conminatorios. Me daban un poco lastima, la verdad. Este país
fue cruce de razas y empalme de fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta
con las abotagados rostros ecuatorianos de piel cobriza que parecen mismamente
corchos de botella con perdón pues así tienen el talle y cara de buenas
personas casi todos estos ecuatorianos inditos que a mí no me molestan. Madrid
ya no es rompeolas de las Españas sino el abra donde convergen todos los mares
del mundo. ¿Esto es malo o bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y
decíamos: esto ya no puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer,
únete a ellos, sálvese el que pueda. A la España de mis amores no lo conoce ni
la madre que lo parió que dijo el Guerra el cual anda cacareando por ahí por
las televisiones la monserga de Ortega: “no es esto… no es esto”. Además, estos
encastes transandinos y subsaharianos pueden mejorar la raza hasta el punto de
perder nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré en el bar
Tera. Zamora no se gana en una hora. La Abamita estaba de muy mala leche. El
Pirulo, su marido, hecho un brazo de mar al igual que Sunday el dublinés, que
hacía las veces de metre y Anacleto apostrofando a las masas y a los camareros.
Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá donde el Duero se va a cantar
fados a Portugal. Hablan medio gallego y su parlar guardaba desinencias
troncales del roncón de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí
viejos cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me
metía mis dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar
el quien dirá que no son cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los
restoranes familiares que a mí me van — plato del día y tercio de vino con
gaseosa, aunque ya van quedando menos en Madrid es lo mejor que tiene esta
ciudad. Día sí y otro no, cocido maragato con su compango, chorizo de
bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den todas. Arije
se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba cetrino. Sentí como
un mal barrunto, el aleteo de un cuervo. El aliento de una mala sombra se
esparcía por las techumbres del establecimiento, las sillas parecía que empezaban
a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado que come todos los días a la
misma hora, una y media, sentía que yo había detectado algo del tenor de su
gafancia. Pero no te apures, le dije. Si eres gafe todo se soluciona menos la
muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han llevado a tu mujer
(qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos sentimos una cierta
envidia a los viudos de pata negra… él se ha ido al cielo pero yo me he quedado
en la gloria) y a ti no te vamos a ver en danza por la sección de sucesos de
los periódicos pues hoy es muy habitual que los jubilados pensionistas se
lleven por delante a la parienta. No te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo.
En Madrid soltero y con dinero Baden- Baden, te lo digo yo échate una novia una
de esas rusas de cuerpos macarrón o esas rumanas fetén con ojos eslavos de
aguamarina y a vivir que son dos días y déjame de mirar con esos ojos de buey
que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes mucho: cuídate. Mis
amonestaciones no servían para nada. Mi comensal era víctima de una de esas
ligaduras misteriosas o lo que los italianos denominan la jettatura.
Deja de ser el hilo conductor de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas
del mundo, domínate a ti mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso
instante en que uno se zampa un cocido de garbanzos y mientras Sunday bajaba
por la escalera de caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum
vivere deinde philosophare pero yo soy capaz de hacer las dos cosas a la vez.
A Alfredo Mirlo se le había muerto su mujer, Brontea, haría un par de meses y a
la legua se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar solos
porque les falla el cromosoma de la falta de emotividad. El buey suelto bien se
lame. Había sido un marido dominante y posesivo que había dado mala vida a su
señora y si no la tuvo atada a la pata la cama allá que se iba, pero ahora todo
eran lagrimas, duelos y quebrantos por ella. Como Brontea malparió una hija le
nació tonta y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico. Esa
era otra. ¿Tú eres mi hermano Gumersindo, di? Nos han ocurrido cosas
terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas
sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le
había escuchado llamarme por mi nombre, pero aquella vez su llamada sonó
apelativa y tierna transmitiendo en su inflexión ciertas querencias de la
infancia olvidada. Se sintió generoso y luego le invitó a una copita de absenta
después de comer. Él se tomó un chupito de ojén. A la salida del zamorano cada
uno de los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por
la izquierda. Cuídate y no te apures. Todo eso que pasó ya pasó y habrá
que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe, te llamaría de vez en cuando,
pero la gafancia no se cura... y. Tocó madera. Había una papelera de bambú en
las escalerillas del metro y la rozó con la mano izquierda. Estoy seguro de que
Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como si el alma me hubiese sacudido
un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo mío. Yo soy Baruj Arije y no sé
por qué me pusieron Baruj ni cuál es la raíz del Arije. Seguro que es un nombre
moro. Recordó a Malitva una hermana que había fallecido de cáncer de tiroides.
La salieron unos bultos en el cuello y se le inflamaron como cuévanos las
cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de la noche a la mañana perdió el
pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una Arije. Vivió poco tiempo:
treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides la vino en el sobreparto al
tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata y un moro en el mal
sentido de la palabra. Pobre hermanita.
No tenemos mucha
suerte los de la familia. Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa.
Pagamos por los pecados de otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para
sufrir. La cosa no es para tomárselo a broma, pero yo suelo hacer de tripas
corazón. Le saco partido a la vida. Buen yantar y buenos vinos, buenas mujeres
alguna que otra si se tercia y sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he
fumado lo mejor de Vueltabajo, me he bebido cubetas enteras de Vega Sicilia. He
amado la literatura profesión que nos inmortaliza y no fenece. Que grande eres,
Dios de Israel. Como cuidas de nosotros, aunque a veces nos mandes castigo. Será
que nos lo merecemos. Hemos siempre de estar preparados y ser congruentes con
nosotros mismos para cuando sople el viento de perdición que extinga la llama
de todos los cirios. Otros tienen oscuridad, pero los Arijes vamos por la vida
destellando rayos lumínicos. ¿Será eso por lo que el profeta nos define como
Vaso de elección? ¿Será eso por lo que me pusieron al nacer Baruj?
Y entretenido en
estos pensamientos místicos deambuló por la ciudad. La Avenida de la reina
Madre le condujo hasta un barrio lejano que casi desconocía donde todos
hablaban cheli de los bajos fondos, predominaban también los bajos
instintos. Es un Madrid que me daba cien patadas sobre todo cuando esos majos
se descuelgan de repente con una parrafada que parece un chotis y muy enviserados
y chulapones se van a bailar a la Verbena de la Paloma sobre un ladrillo en “La
Bombilla”. Todo eso es falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por Ramón es
un pufo que la etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid.
Madrid era una ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al
bueno de Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando en
suajili. Todas eran pigmeas pata negra como su piel; iban todas ellas vestidas
de blanco. Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta pregunta:
— Chupaaa....
folláaaaa
—Bueno, bueno
niñas qué cosas tenéis. Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale,
ale, a casita que llueve.
Pero cuanto más
les amonestaba más se le arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera.
Estas prendas vienen por algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la poderosa
cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de Albacete se espantó
toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le había pasado
la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el primer metro. De
noche la ciudad resulta casi una desconocida: otro dibujo, otra alma y otra
vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba las madrugadas
sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los gallos quebrar
albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y poco a poco se
notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes santo y ya se
notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en las
frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio laberinto y de su
castillo interior a la negrura de la noche tenía una explicación. Se había
pasado la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping o bien hojeando a
rastras insustanciales periódicos y suplementos dominicales subidos de color y
de desnudeces, pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la belleza no
estaba plasmada meramente en el felpudo de la modelo exuberante que se retrata
mostrando sus curvas. Para él la belleza era la filocalía. No estaba en torsos
ni en senos flotantes sino en la belleza interior. Una mirada, una palabra
amable, una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas
explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportajes su pan comido:
ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos laicos. Los gimnasios
habían sustituido a las capillas en su misión soteriológica. Era el síndrome de
la catedral vacía de fieles y llena de turistas. La descristianización
progresiva, los largos puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La
barra fija. Pedestrismo en la soledad mística del corredor de fondo mientras
las radios y los curas nos adoctrinaban de que hay que ser solidarios. La
bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado mortal y el
peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel habían sustituido a
los curas y a los obispos. Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios,
derribaron pulpitos y ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una
fábula que se inventó el Dante. Todo cambió. Acababa de hacer explosión el
coche bomba en Leganés. Le daban escalofríos de pensarlo. Aquel piso que saltó
por los aires entre suras a Alá y la muerte de un geo. Rara historia. Los
sionistas estaban detrás, pero se dieron buena maña en evitar que nadie se
enterara. Dios, aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era
buena persona en realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil… a lo mejor la
culpa la tendría su hermano el gafe, o que un resorte había fallado. Estaban
sin embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo
de su obra anepigráfica.
—Tío, eres todo
un baluarte
─ Carezco de
antivirus
—Que va. Lo que
pasa es que estas apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las
horas muertas ante la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo
que aguardabas se ha cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes. You
can
—No me jodas… ni
me hables de los morados de Podemos. Es como mentarme a la madre, motivo
suficiente para sacar la navaja.
Había que
quitarse el sombrero. Arije no había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo
sé que te has pasado tres pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a
hacer. Sonreías a los insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.
Todas estas
predicas difundidas a beneficio de inventario sin embargo no valían para nada,
no le decían nada. Arije se paseaba por la roca del precipicio haciéndole un
calvo a la vida y a la muerte. Vio unos demonios so capa de monos forajidos
copulando furiosa y fugazmente sobre la rama de un ailanto del jardín botánico.
Ciertamente había demonios en el jardín. En ese jardín. En todos los jardines.
Quizás el jardín se alzaba sobre un cementerio y allí estaban los huesos del
profeta Ezequiel en trance de alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios
de la capital se elevaban como vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos.
Debían de ser lo muertos de la guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que
no estallaron. Castor y Pollux un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles
que iban tan amigos montando un mismo caballo se liaron de repente a guantazos
y todo era furor por las esquinas y los esquinazos.
—A que no me
coges.
— ¡Uy esos!
Parece que van mal.
Por fin llegó
tras mucho caminar, pasados los pontones del olvido, al intercambiador Digital,
una cochera inmensa debajo de los cimientos mismos del Arco de Triunfo.
Estuvieron
trabajando obreros actividad frenética día y noche para tenerlo a punto, que lo
tenía que inaugurar don Cejas para la Trinidad pero puso algunas objeciones la
Celadora de la Comunidad: el mando estaba bastante dividido y era todo un
descojone, entran y salen cuatro como antaño en el cine Montijo y ya se sabe
unos por otros la casa sin barrer. La Trinidad se pasa, mire usted que guasa y
para las navidades el intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía
unas escalinatas de tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las
mismas bodegas del Arco de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora
punta y el hedor a humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio
iluminando toda aquella actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob
pero el bueno de Arije se me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo
de concentración supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís
cerca de un panel de indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una
fuina se agazapaba seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la
oscuridad no podían soportar la luz fúnebre mientras una cotorra argentina
charlatana no paraba de hablar. Seguramente que se había soltado de la jaula de
un cuentacuentos:
—El 39 fue un año
triunfal. Ese año un primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo
punto donde nos encontramos. Entraron las banderas por Princesa y justo aquí
fue el empezar y se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y grande la
llevaba.
— ¡Qué bonito!
—dijo el de la partida que tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero
para de hablar, lechuza, que nos interrumpes. Lo que nos traemos nosotros entre
manos es importante.
— ¿Qué
puñetas hacéis?
—Estamos
conspirando.
— ¿Así, con ese
uniforme de penitenciarios? Ya tendréis ganas.
—Tú ya verás. Tú,
a oír ver y callar.
Puede que el 39
fuera año triunfal, pero de aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la
fecha de la inscripción latín con una leyenda en números romanos. La zorra
mirando para arriba. El asno de Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un
puntero iba desglosando como un parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis
hic victoribus mens jugiter victura monumentum hoc” (A las armas
victoriosas este tributo). Es lo que ponía en el sobrehaz; en el envés o
fachada oriental decía; Munificencia regia condita ab hispaniorum duce
restaurata Aedes spientiae complutensis florescit in conspectu Dei”. Los
podemitas y Perico de los Palotes se confabularon para volar aquella obra de
arte que abría triunfal las puertas de Madrid hasta hace poco. No les dejaba a
los rojos vivir su reconcomio y el ánimo de revancha por la guerra que habían
perdido y ganado en las elecciones mediante las maniobras arteras de un
pucherazo.
Los romanos
más que escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor del glorioso epígrafe redactado con comisión y
buen hipérbaton: un catedrático catalán con las manos llenas de tiza y la
chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización de abiertas como
en el Empardan. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en papel o
en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de Baltasar.
Frases para durar. No una pluma, yo lo que anhelo es un buril para dictar
frases a cincel en el vivo mármol. Y allí vio en lo alto del cielo al profesor
Mariner mártir de la democracia o la contrademocracia fulgiendo como un ángel
al lado de San Juan y de Tito Livio y de Virgilio. Armis hic victoribus... Mas,
todo eso pasó. Se fue. Desfiló. Se deshizo. Sic transit. Ábrete. Mundus
transit. Nadie es aquí definitivo. Pasa página y no te olvides de conjugar un
verbo transitivo que es tu vida misma. Animo pues, amigo que para eso tienes
nombre de poeta y apellido de pámpanos. Eres toda ubre y pámpanos. Todo medula.
Lo veía al pobre Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas.
Le había tundido lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente
blanco. Andaba gambado por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía.
Por sus calles iba y venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños
te pertenecen, pero la ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es
extraña. Todo es insólito. Los rostros, mohínos y distantes de la gente
amargada y con cara de ir a lo suyo. En cuyos rostros se reflejaba la
infelicidad ambiente que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata.
Transitar por el Arco de Triunfo nunca perdiendo de vista su sombra había
formado parte de sus días. Circular por debajo del Arco del triunfo por donde
pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo que
pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese epicentro
del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas esterones, artolas,
baúl para guardar tantos agravios. Pero no te pases. Circulen. Tente que te
unto.
Puf. Todo lo que
me echen. Para él las calumnias, las injurias no eran tales injurias sino
peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos? Sí. Señor. Tú sufriste
muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros. ¿Entonces de qué coños te
quejas? No seas zarrioso, Arije. Vuélvete a casa. De noche en Madrid todos los
gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní,
pero sin Magdalenas que ungieran mis pies con pomos de nardo ni Verónicas que
me salieran al encuentro con sus paños. La conversación con el antiguo colega
me ha dejado de un aire y sin saber a qué carta quedarme. Nadie se solidariza
con nadie. Nadie quiere saber ni entender. Nadie te ayuda. Estás solo.
Atravesamos el desierto de agua, el ponto líquido. Tiempo de Acuario. Todo
parece que fluye. Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la
escalinata con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé manumiso, un
exárico, para los que Madrid nunca será Madrid sino Majerít. Al menos
ellos tienen esa idea. Para ellos no ha pasado la Reconquista. Estas perdido,
Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y tus
hermanos? Mi madre mi padre y mis hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra.
Difíciles frases. Nunca estuviste más oscuro, pero seguimos indagando dándole
vueltas al contexto, hermeneutas perdidos por el vaho del mundo, y tratando de
entender el sacramental mensaje de tus palabras. Corre tiempo recio. Señor,
sálvanos que perecemos.
XI
Primero de año estreno doce nuevos meses de vida.
Arije se levantó después del gran catarro que amargó su Nochevieja. Escucharon
villancicos en la radiogramola y bailaron algo, salsa sobre todo que es la
música que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se desposó con una ceiba.
Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto. Vio al papa cojo. Le dio
un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio y cojeamos todos, pero
ahí vamos. Tampoco canta este pontífice. Gallo que no canta tiene atrofia en la
garganta. Lo que más le gusta dél es su devoción a la madona inspiración
jesuita. Al final del oficio se cantó ante el pesebre Alma redemptoris
mater, pero el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo
por Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de la
Circuncisión llamando a la misa de Analectoficación del Santo nombre de Jesús.
El bronce del campanil decía (Arije poseía un segundo sentido para traducir el
lenguaje de las santas campanas que son bautizadas y ungidas con el crisma de
jueves santo) esto:
—Populum voco. Mortuos prango. Vulnera frango[1] y aquella voz sonora del viejo monasterio de san Daniel, uno de los muchos
monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo de oro constituido por torres,
espadañas y muros sagrados o sacra moenia que circundaban Madrid por la
parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas maravillosas enseñanzas
que había aprendido sobre la liturgia romana en sus años de seminario. Tuvo el
convencimiento que la iglesia no son las encíclicas papales ni la doctrina con
moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el corazón. Es la teología, las
súmulas tomistas y el gran acervo de la tradición. En el monasterio de san Daniel
escuchaba la misa de cazadores el rey Enrique IV al alba antes de recorrer los
montes del Pardo a la caza de jabalíes y en su sacristía al pobre rey segoviano
lo envenenó un monje por mandato del cronista Palencia, cuando regresaba de una
batida sediento y sudoroso. Diole al monarca a probar una pócima de hierbas con
mezclas aromáticas y gaseosa. El tañido de aquel modesto campanario hoy
convento de monjas le llenó de paz. Las aves huían asustadas por el cielo de
Reina Victoria, las palomas buscaban refugio en las helgaduras de las tapias.
En el Islam no hay campanas. Al moro el sonar de la campana le asusta, pero
Arije se sintió ampliamente gratificado en su catolicismo, un catolicismo
ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos zorros
demasiados; obispos tocineros y comentarios desaboridos de una cigüeña que
crascitaba inconveniencias en la torre de una iglesia profanada.
Liturgia es el culto público a Jesucristo lo había
aprendido él cuando era adolescente y no podía desquitarse de esa idea. Tal vez
por tozudez o por prejuicios. Arije era obstinado y no precisamente uno de esos
que cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le gustan los cantos de alabanzas
y esta idea viene del antiguo Testamento. En la liturgia converge Cristo con
Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo este entramado es expiación,
oración, acción de gracias, adoración sacrificial y canto de alabanza. Ahora lo
pretenden destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y múltiple. Posee la gran riqueza de
la diversidad de cultos en su capacidad de católica o universal, apostólica
pues proviene de los apóstoles. Está fraguada en símbolos que por desgracia
ignoran muchos de los fieles que participan en los cultos (santa ignorancia)
pero es menester entender las ceremonias y rubricas de los diversos cultos
rituales. En la iglesia occidental existen varios ritos distintas fórmulas de
adoración: el galicano francés, el medulano de la iglesia de san Ambrosio de
Milán el bizantino griego y muzárabe-visigótico que aún se celebra en la
primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le inspiraba por su
españolidad y sus adherencias al bizantino. En él abundan preces y letanías —
hesicasmo o repetición de una frase pronunciada por Jesucristo o de los Evangelios
como los kiries que impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión las lenguas
vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra vacían el sentido
en que el verbo divino habló en el monte. Por ejemplo, en el ultimo evangelio
han traducido et tenebrae eam non comprehenderunt por no le
entendieron cuando en realidad semánticamente lo que significa es que la luz
fulge y las tinieblas no apagaron esta luz que vino de Oriente. Los motetes,
los himnos eucarísticos, las secuencias forman parte de un fenómeno privativo
del cristianismo: la filocalía o amor a lo bello del que carecen los otros
credos. Es el Cristus Musicus que se entroniza a través de las musicales
notas en el pantocrátor. O el cristus structor arquitecto, o el Cristus
didacticus magister o maestro. Además, las vernáculas han despojado a la
iglesia de su universalidad ingénita. Arije no podía por menos de vapulear las
enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene la obligación de estudiar su fe y
de iniciarse en lenguas que le son ajenas como el latín o el griego o el hebreo
como hacen los talmudistas que estudian constantemente la palabra de Dios. Rito
de iniciación. Hay muchas cosas que no se entienden sino a través del legado de
la fe. Y estos misterios nos vienen de los ritos órficos de donde arranca en
parte la liturgia romana que quiere quiso cristianizar el paganismo y en la
vida todo es liturgia y rito, fulgor, normativa y regla, cauce de convivencia,
lo que diferencia al ser humano de los animales irracionales. Los símbolos nos
cercan a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el
anagrama que llevaban los legionarios cristianos en tiempos del emperador
Valerio. Los que atacan a la iglesia por esa milonga de los abusos sexuales que
siempre los hubo y los habrá desconocen esta categoría primordial de nuestra
religión. Reducir el depósito de nuestra fe a los pecados de la concupiscencia
humana es una aberración. La liturgia católica tiene estirpe teatral. Conviene
recordar que el teatro nació en los atrios de los templos cristianos. Autos de
navidad y de pasión: Shakespeare, Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza
estatuaria de los ábsides capiteles y cimacios románicos con la representación
de las sibilas, el infierno, los martirios, las misericordias del coro donde
quedaron labrados algunas advertencias sobre las tentaciones de la carne, donde
colocan sus posaderas los canónigos, y sobre la presencia del maligno den el
mundo al cual la Iglesia trata de combatir. Es el zlo de los ortodoxos
rusos. Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua contra el mal, las bajas
pasiones y los instintos que hacen desgraciada a la condición humana.
Arije después de estas consideraciones y halagado por
la presencia viva del Cristus musicus, se santiguó y entró reverente en el
pórtico de la iglesia de san Daniel. Las campanas seguían propalando su melodía
a la ciudad de Madrid anunciando orbi et orbi la Circuncisión del Salvador. Año
Nuevo buen día del Señor.
Bajé la cuesta, era tan empinada que con frecuencia el
tranvía se atascaba por no poder con tanta gente, los estudiantes se bajaban y
a empujar. En una esquina la casa chalet de Sebastián Miranda que velaba armas,
cara al sol, y los aires de la universitaria. A izquierda de la bajada se
abrían las bancadas del Estadio Metropolitano y todavía el viento de la sierra
del recuerdo traían y llevaba los sones de aclamación cuando Collar desde la
extrema izquierda marcaba Gooool, el grito de júbilo resonaba por toda la
Ciudad Universitaria, aquellas tardes de domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti.
Gumersindo Manahén Arije, colchonero de toda la vida. El campo había sido
derruido, bloques de pisos, y allí tuvo él su oficina, archivos y papeles,
estanterías de libros. Fue cuando se digitalizó la administración y todas las
semanas un camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir que se
vendían a los traperos. Un músico irlandés mientras tanto interpretaba al
violín la sonata de “I ll buy you out”. Nos estaban comprando a los
españoles y nosotros vendíamos la patria por un plato de lentejas. El ordenador
dueño y señor del campo administraba la “Cuerpa” que ya no quería archivar nada
porque todo lo antiguo no valdría para nada, luego llegarían las feministas y
fundarían el ministerio de la Igualdad muy poco igualitario con la consigna de
sodomizar al varón por el mero hecho de serlo una crija verija valdría entonces
el doble que una pija. Predominando el género epiceno. Metí un ratón en mi
granero e hizose dueño del cillero. El grito de guerra era el del vientre
vacío, como primer paso para que se acabara el mundo. La humanidad perecería
por falta de quórum las mujeres no querían que las hicieran madres, serían
emasculados los varones y dejarían de nacer niños. Bajo esa fórmula estaban
entrando en Europa las huestes del anticristo. Toneladas de revistas y libros
de una época fueron a parar a la basura. Arije desde su ventanal trataba de
adaptarse a las nuevas tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de
Berlín se llevó por la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera de
acogotar al fascismo. ZP se sacó de la chispera la infamia de la memoria
histórica, otra vez la guerra cuando nos creíamos todos reconciliados. Las
cadenas alemanas recibieron la consigna de pasar newsreels constantemente sobre
los campos de concentración. Venerar a los hornos crematorios de Auschwitz se
convirtió en una nueva religión mientras eran descolgados los crucifijos de las
paredes de las escuelas y se volaban las cruces de los caídos y se profanaban
los huesos de Franco. Él, siendo israelita conocía bien las añagazas y embustes
de su gente cuya misión en la historia fue siempre engañar y pervertir, para
contradecir a los patanes del partido socialista obrero llevaba en la cartera
una foto del Führer que trajo su padre superviviente de la batalla de
Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán. Zum Befehl y Heil
Siegel, pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató Cerrolaza un jesuita
enemigo de los nazis que dirigía el Departamento de Germanística de la Central
y que lo echó de la universidad. Por el ventanal de la Biblioteca penetraba un
sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que marcaba Luis el Zapatones
los regateos de Collar y las palomitas de Pazos en la portería. Fue un tiempo
de espera y de esperanza. El clínico albergaba muchos secretos de su pasión por
España. Desde allí los muertos le hablaban; unos se le aparecían con una pierna
de menos, otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la garganta,
pero podían cantar.
Sus conocimientos de lo ultrasensible le deparaban al
bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían pesados los muertos
vivientes y sentía que ya no podía más, subía cuesta de Reina Victoria arriba a
ver a la Abamita o se daba un homenaje de cocidito madrileño con dos botellas
de vino en el Tera. A los postres besaba el retrato del Jefe que llevaba en la
cartera.
─Ah, si tú me dices ven, lo dejo todo.
XII
El bulevar en rampa de Reina Victoria cambió de
nombre. Daría luego en llamarse Roca Tarpeya de Salamanca. Ya se sabe lo que
naturaleza no da, nunca te lo presta Salamanca. Cuestión de másteres. Los
másteres de Perico el de los Palotes que quiso ser presidente, sentarse de culo
en Moncloa altos paramentos aunque haciendo trampa. Los tiempos de Donald Trump
fueron una trampa cuando sonó la trompa de Eustaquio por la Casa Blanca. Un
macarra neoyorquino se convirtió en el ser más poderoso de la tierra o al menos
eso decían los periódicos. Escogió el camino corto, la vía rápida: afiliarse a
la CIA y sus socios lo respaldaron. Antes le dieron la consigna que los
generales de las divisiones acorazadas dan a los tanquistas: destruir y
derruir, machacar, mentir, profanar, derribar escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo lo que se ponga delante de la
torre de tu tanqueta. Acaba con los españoles sin piedad, límpiate los mocos y
el culo con la bandera de España y luego los trapos que te sobren los trae para
acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el obediente Pedrito cargado de
masteres, arrastrando las chuletas de las páginas que copió con su cara de
guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en un nuevo Vietnam, los gringos son
algo gallinas en cuanto empiezan a llegar féretros de soldados abatidos por el
fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de Troya para tal operación y darle el
gobierno y ya todo el poder de destrucción en sus manos. España se acabó.
Por la avenida bajaba la manada. Eran los violadores
en cuadrilla camino de los toros. Iban cantando el riairriau y Gora san
Fermín. A la vuelta sonarían las estrofas del “Pobre de mí”.
Todos los días en Madrid es San Fermín y violan
a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame Manada, recua mogote
y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que llamaban el
Prenda (menuda alhaja), el más aguerrido, el picha brava, el que la tenía más
larga, una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica que venía
de los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá en un portal mismo y
haciendo un standing up se la pasaron por las armas… coito en cuadrilla,
hubo un juicio y salió un rábula en defensa de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que la muchacha dijo no pero no fue
un no firme, sólo con la boca pequeña, de modo que se transformó en sí, porque
un no puede ser en tales casos un sí. Así que estas corte no puede juzgar sobre
parvedad de materia ni afirmar lata sentencia que hubo estupro demostrable.
Hubo en el país una verdadera conmoción. Las Fem se
lanzaron a la calle indignadas al amparo de la consigna: “un no es no y un sí
es sí”. Cercaron la audiencia y tiraban los sostenes a los magistrados, se
quitaban las bragas para arrojárselas a los fiscales a los hocicos. Gritaban
consignas y decían:
─A por ellos. Les pasaremos la pluma por el pico.
A todo esto, las reinas de las mañanas tuvieron
afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos
no paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada se
creyeron los reyes del mambo sentados como estaban en el trono de la gran
publicidad. Esto formaba parte del plan conspiratorio y la Manada se convirtió
en efecto llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes. Todos los
días se mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello,
relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la
mesa camilla ¡Uy, qué horror! pero nunca lo tuvieron tan a huevo en su afán
perentorio de fornicar sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en
defensa de las mujeres, pero la defensa de la ministra era todo un arrogante
ataque a la mujer. Desdén en desguisa bajo su política de construir la imagen
de mujer objeto separada de su función primordial que es la maternidad y la
familia. Arije, conmovido y enternecido ante semejante zurriburri, oyó a uno
que bajaba la cuesta pañuelo rojo al cuello y calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su señoría tiene un culo muy
prestoso y redondito. Habría que ponerla mirando para el Cristo los Faroles
para pasar la tarde.
El mozo de san Fermín bajaba por la Calle la estafeta
algo borracho y uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le colgó por
los inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al aire.
Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es este”.
Pero se rehízo del varapalo y salió corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta
las Perdices. España era una roca Tarpeya, un derrumbadero feminista/ separatista
con los de la Cope, los curas la Iglesia, el rey la reina, los alguacilillos
actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña de alianza de
civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas, palabras sin sentido.
Gemíamos bajo el yugo, los cuernos de los cutrales llegaban hasta los adrales y
las verónicas al pasar nos miraban compungidas a los pobres españoles al son
del Tente que te unto.
A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos
se creían supermen y otros se escondían aburridos sin hablar en un esconce,
pero masticándose las tajadas otorgadas por el poder. Tú échame pan y llámame
perro. Las estudiantes de Farmacia se asomaban a las ventanas de los colegios
mayores en cueros y de esta guisa contemplaban el encierro. Arije se sentó en
el primer peldaño del colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso
por las aulas en la juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y
recordaba a la gran mole escurialense para dejar pasar la procesión y contar
las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se columpiaba en el árbol de
la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se conoce que con el golpe se le
rompieron algunos conductos venéreos y quedó castrado sin remisión, útil para
servicios auxiliares. Algunos no escarmientan y se pasan de listos o de guarros
Era la hora de consultas en el clínico y los tranvías
venían atestados de hombres y mujeres que acudían a ver qué tal andaban sus
parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera de boj que circunvalaba al
gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó con tanto denuedo en la
guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí hora no y la morgue no daba abasto
para aguantar la lista de los fallecidos en la capital. En Madrid no quedaba un
viejo. La pica es la reina de las armas, es la fuerza de la escuadra
veinticinco palmos de largo por medio de ancho para herir sin ser herido. La
Pelona no cesaba de ahincar banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte
siempre va por delante ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos
ayer en Madrid. Todos acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa
socorro. Y todo en la vida es cárcel: la espina es cárcel de la rosa, la playa
es cárcel del mar y el trigo es cárcel del pan, el alma, si existe, es cárcel
del cuerpo, y así sucesivamente. Peto, espaldearas, escarcela, fálcate,
brazales, manoplas celadas, caldas y corazas son un buen escudo del alabardero,
pero toda la infantería perece cuando la muerte se empeña. Porque contra ella
no caben maulas. Pese a todo, tenemos la obligación de ser dueños de nosotros
mismos. Arije contaba las nubes mientras con el rabillo del ojo seguía a la
turba de los violadores en cuadrilla que se perdieron de vista en un recodo de
la plaza de Pio XII. Anarosa se puso en jarras delante del portal, pidiendo lo
suyo:
▬ Quiero más. Dame más
▬ ¿No tuviste bastante? Pues vale ya.
▬Chavala, tú eres insaciable.
▬ Give
me more. Give me more. I want it now.
▬Otro toro que este no vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica historia de los violadores en
cuadrilla que jaleaban las prensas nacionales sin ningún pudor.
Él pensaba en Etsi, aquella novia que tuvo y le hacía
el amor en el 600 sin llegar a más. Tonto que fui, pensaba para sus adentros,
con las mujeres no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma más letal hasta que se inventó
la bomba atómica fulminante y esparce un hongo de muerte al estallar. Carlos V
el emperador se lamentaba de maldita la hora que a un chino se le ocurrió
descubrir la pólvora. Ahora de allá nos viene la peste de Wuhan por comer
murciélagos y de sodomizar gallos aunque lo más probable es que sea un engendro
mortífero de la guerra química váyase usted a saber.
El salitre, el azufre, el carbón y la mecha
cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban todos a
cobrar que llegó el administrador. El personal hacía cola ante los cajeros
automáticos. Ya no había que acudir al banco para pasarse por caja. Bastaba con
apretar un botón. ¡Qué cosas inventa el hombre blanco! Desde el año 89 todo ha
cambiado para bien y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de Méjico la
más populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en invierno un
alma. ¿El nuevo terror del milenario?
XIII
Lunas fuertes de enero cuando las gatas tienen celo y
en las radiantes noches los árboles desnudos tiemblan bajo la helada. Había
pasado las navidades en su tabuco acariciando sus recuerdos circundado de
libros y de papeles. Le vino bien a su salud el ayuno pascual. Asistió a la
misa de gallo por Internet que celebró el patriarca Cirilo de Todas las Rusias
el adalid que luchaba contra las fuerzas oscuras. Aquella orgía de voces
angelicales, iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo alto de la cúpula,
casullas recamadas y el diacono que cantaba:
— Xristós rasdaets piite i pklanite
yevó (Cristo ha
nacido venid en adoración)
La catedral de la Epifanía estaba inundada de caras
guapas de hermosas rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que recitaban
los compases del Credo y del paternóster en eslavónico; todos se habían la
letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos horas que duró el
oficio. Liturgia triunfal que se refería a un mundo de belleza y de redención,
el ceremonial rico y antiguo que se cumplía a rajatabla a las ordenes del
presbítero puntero en mano que iba señalando las rúbricas a los oficiantes para
leer y cantar los pasajes de las lecciones y de los himnos que habían de
entonarse en fa bardón sincopado. Sintió Arije que Bizancio tenía la clave del
legado evangélico y todo un contraste con las catequesis perroneras, los
lugares comunes e incluso las herejías que pronunciaba ex cátedra desde Roma el
Impostor. Y todo un contraste con la vida de aquellos días en España:
atropellos de violadores en cuadrilla. Llegó la manada. En Andalucía pastos y
cabildeos. La hora del consenso y de la rendición. Tres putas se desnudaron en
la Plaza de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un crucifijo por
donde amargan los pepinos. Tiempos de profanación y desolación. Jerusalén
desolada est, que cantó Jeremías. La Bestia utiliza a la serpiente
disfrazada de mujer. Pigtail profería sus blasfemias de siempre, faroleaba,
quería ponerse medallas:
▬ Los feministas
follamos más y mejor que los de la ultraderecha,
La palabra ultraderecha y fascista no se le caía de
los labios a los de Youcan que se sentían amedrentados e impotentes ante Vox un
movimiento que arrasaba. Mucho presumir de potencia sexual y seguro de que el
miembro no se les ponía erecto para cubrir a las cabras locas del Contubernio
Fem.
Arije no tenía que ver con la ultraderecha. Era un
anarquista, un rebelde como lo fue Jesucristo contra el Sanedrín y se sentía
satisfecho consigo mismo por haber dado testimonio, pero sus días los pasaba
oculto en su esconce y las noches en blanco a causa del dolor de España que lo
afligía. Después de salir de la cárcel por haber asesinado a la funcionaria
roja (fue una lacra en su vida pero tenía demasiado temperamento) se refugio en
el sotabanco de Majadahonda. Le había quedado una pequeña pensión, podía pagar
la pensión el resto lo gastaba en tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada
sabía de su familia. Etsi había venido a verle dos veces a la cárcel, pero
desde el año 92 no volvió a saber de ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció radiante. Los niños de Madrid
había sacado a la calle sus camionetas, sus hombres araña y las muñecas que les
trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche mágica. Ponía fin al
misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar el mundo. Durante este
intervalo ocurrían bajo el imperio del dios oscuro así conocían a Saturno los
romanos y para aplacarlo celebraban las saturnales. Las doce noches venían
marcadas por la tragedia de trifulcas en el hogar, asesinatos, borracheras,
eclipses, pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar la Tierra, terremotos e
inundaciones, y sobre todo la melancolía que sentía el hombre ante el tiempo
que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano había renacido en las
sociedades antes llamadas cristianas. Había que ponerle a los pascueros y a
papá Noel que se deslizaba por toda la Europa nevada en su trineo buena cara.
Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto espirituales como corporales
se sentía contento. Había llegado la hora de romper el ayuno. Se fue a comer al
Julifer. Allí todo seguía igual que hacía diez años. El Analecto en la barra y
la Abamita en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta salutación:
—Coño, yo creía que te habías muerto.
No supo qué decir ante tal insolencia. Pidió lentejas,
gachopo y una botella de vino. De postre arroz con leche y un chispacito de
coñac.
Había tres o cuatro individuos en la barra discutiendo
acaloradamente sobre la derrota del Madrid ante el Alavés. Nadie hablaba de
política. Abandonó el local satisfecho y por aquel dicho de que de la panza
sale la danza recuperó su buen humor, pero ya en el autobús camino de casa
empezó a sentirse mal. Le daban arcadas y ganas de vomitar. Se le puso cara de
luna de enero.
En la parada final se acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted mal, señor?
—Si llamen a una ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y Arije fue conducido de
inmediato a urgencias. Allí perdió la consciencia. Cuando despertó estaba en el
quirófano de Puerta de Hierro rodeado de tubos de mascarillas y de electrodos,
enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico una muchacha joven se acercó:
— ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo de vino y un poco de
aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por amigos míos
—Señor, pues en las lentejas le colaron belladona ¿No
se dio cuenta? Es un veneno que puede causar la muerte, pero al parecer es
usted hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas estaban buenísimas.
—Le hemos hecho un lavado de estomago. Creo que se
recuperará. No obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los que le quisieron envenenar. Lo
aceptó como castigo por sus pecados y un aviso del cielo para no volver a pisar
nunca un chigre, tabernas, o fondas sin homologar. Dios le había salvado de las
garras de Erifos y de la Leónides. Otra vez la Divina Misericordia estuvo de su
parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero cuando las
gatas entran en celo.
XIV
Dio
gracias a Adonai por haber salido con bien del intento de envenenamiento
en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a las estrellas donde se
inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses mandan desde el
firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo, al abandonar el
hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la sierra cubierta de
un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a Mota y Marín, aquellos
dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de Hierro, que dieron su vida
por España allí en aquellos recuestos por donde Madrid se urbaniza y dejó de
ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba a unas manzanas del centro
médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de haber sobrevivido. La
internista asturiana le hizo una transfusión de sangre con un fármaco antídoto
de neutralización de la belladona. El Analecto y la Abamita vaya un par
de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan. Entre potas pucheros
anda el Señor, pero también se esconden los asesinos. Así y todo, estaba muy
dolorido y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un tiro, si no
hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio, cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero esta sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda y a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor, pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldar damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio, cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero esta sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda y a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor, pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldar damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso
que su merced realiza, Majestad, no sólo ofende a Dios y le conduce al infierno
también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora de las concepcionistas
de Agreda.
─Ya
lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El
cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía una libido desbocada, era
insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de furor uterino.
En
todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Era insaciable. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y
devolvió, escandalizada, los billetes enamorados que el rey le mandaba
hablándole muy seriamente de las penas del infierno y del cruel destino
reservado a los concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero.
A
don Gumersindo le hacían reír estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su
rama conversa está obsesionado con las llamas infernales y con el sexo, pero él
ya no era joven para escandalizarse por tales asuntillos. Mirando las cosas con
cierta distancia y sin apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar
muchachos y la obligación de las reinas parirlos. Ardua tarea, porque muchas de
aquellas pobres y tristes reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad
provecta. De este peligro nos advierte una visita al pudridero del Escorial
donde se amontonan las sepulturas de recién nacidos, pero España y yo somos
ansí, señora. Que quieren vuescerdes que yo haga. El rey Felipe no lo podía
remediar trigger happy de bragueta, pero nunca probaba el
vino, le atraía la caza (conejos de las dos clases…) y tenía un gusto exquisito
por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san Antón pascuas son. El
padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que no le cabía un piñón
por culo bendiciendo a los burros, los perros y gatos del todo Madrid. Abrió
las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles brutos. Dios le
perdone, porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que tiene un sexto
sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las fieras no les
está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un gran danés tan
enorme como un oso andar por la predela del templo, lo que llamaban iconostasio
los antiguos y los nuevos antealtar, olisquear las vinajeras de la credencia en
el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso a cantar la
epístola de la misa del día para los desamparados de Madrid. Su aspecto era
feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera efigie del
diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus sotanas,
ínfulas animalistas y buenismo a todo pasto, pero no vamos ahora a sacar las
cosas de quicio.
XV
Arroaban los jabalíes, crotoraban las cigüeñas,
crascitaban los cuervos, relinchaban los caballos, mugían las vacas croaban las
ranas mallaba la gata del Roxiu, cantaban los
canarios, gruñías el puerco, silababa el búho, la coruja tocaba a clamor con
sus tristes alaridos en la noche, cacareaba la gallina, ladraban los canes de
Zurita, pocos y mal avenidos, pero lo peor de todo era escuchar el aullido del
lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es la fiera que te muestra los
dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana sino el vecino que te pasa la
mano por la espalda. Los borregueros de Turégano se han echado al monte con sus
borregos y Argüeso es un divieso en carne viva. ¿Estos son tus amigos curillas?
Pues mira cómo te maltratan. Con tales amigos para qué coños quieres enemigos,
Villeguillo Todos sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura.
Son los heraldos de la envidia en el gran rebaño de pícaros. El tuerto de
Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido
y lo mismo hacían Colifias (el que preparaba la comida a los atletas) y otros
autores carentes de ingenio. Explotaban el filón. Franco era una mina. Tenían
que eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos.
Ya decía don Miguel que vivimos en un país de rencores, pero ese toro de
Intereconomía no es un miura, sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes mucho
de ese del pelo blanco que va a lo suyo, va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden
ser los defensores de España pero su afán es enriquecerse. A derecha e
izquierda se alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta,
no hagas caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora
tiene en su reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de
Galapagar. Buena carrera lleva, era cajera de un supermercado y la han hecho
ministra, son milagros de la CIA por ser esposa del Pigtail rabo de gorrino.
Adiós Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha
inventado en España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y
pedorrear. ¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Anacleto y la farota de la
Leo abrían la puerta del infierno a los clientes mojándoles el café con leche
de DDT. En una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero
enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas al sol de enero
trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma
satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le
clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no
te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir sobre mis
vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste las manos
de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega. Alguien
tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can y a todos esos canes y
perros perdigueros del amo supremo. El bueno de Arije le hizo la tonsura al
Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga y su chati le ponía
nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el brazo caminando por
las alfombras del Salón de los Pasos Perdidos. Los apuntes de Facultad se
habían convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del
duerno gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera
quedó yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo
de acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije
fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja.
Zas.
Un golpe de guasca y para el otro barrio
Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. La Gertrudis Peñainfiel Olombrada voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos donde batiría tortillas con su coima. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto, reina, con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad, pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos suridos, animales impuros, y no precisamente de compañía.
Zas. Un golpe de guasca y para el otro barrio. La Gertrudis Peñainfiel Olombrada voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos donde batiría tortillas con su coima. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto, reina, con solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad, pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos suridos, animales impuros, y no precisamente de compañía.
A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los
contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la
agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era
una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte
central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del
horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio
cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato, cuando el sol se puso,
el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde
estaba sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela
del Julifer. La Abamita mujer farota y poco contemplativa había envenenado
aquella tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontró pajaritos
cerca del nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares. Eran emigrantes
albanos. La torionda Gertrudis voló a la eternidad. Al cielo no. Seguramente
que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado mortal. Esa tía que la
llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de alabar sus habilidades
digitales.
XVI
Llegó
a casa desaforado, sintiendo el aliento de los alanos de San Antón que ladraban
en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel cura trabucaire asturiano. Canes
en la iglesia mala cosa. Es como decir vienen sastres, al infierno vamos y en
la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su esconce, refugio de sus libros,
radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa, hirvió café en el infiernillo;
aquella infusión le sentaba bien para aplacar su conciencia y mitigar el hambre
que siempre padecía, prendió la cachimba que era su mejor amiga en tiempos de
desolación. El cimbel y zumbel, la peonza de las añoranzas, daba vueltas,
girando sin parar, se acordó de su amigo. Nilo que acababa de tirarse al tren.
Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho
al que sucedió su hijo Tontolinón XXIII al que llamaban medallas pues
sólo exhibía su borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una
intensa fortuna y contrajo nupcias con una asturiana pinturera.
Le
había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo, inédito,
literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época. Arije
guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su amigo. Las
publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría ilusionado la
llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra reembolso, iría por
las librerías mendigando un huequecillo en el escaparate. Los libreros los
pobres que estaban muy alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura
pero se empeñaban en poner astillas en el radio de las ruedas de
Baodicea, diosa del transporte espiritual, de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de Francisco de Quevedo se suicidó amargado
de verse obligado a comerse las ediciones de sus obras. En las librerías le
rechazaban sus textos por no tener distribuidor. La luz de enero se colaba por
el montante. De allí llegaba el ruido de la calle. Majadahonda se había
convertido en una ciudad populosa arrabal de Madrid. Las tenadas de los
pastores de la Mesta que venían de tierra Segovia dieron paso a la avalancha de
constructores del Real State. Surgieron como hongos las urbanizaciones de
adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él, ¡mira que tirarse
al tren! En su memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado
al lado de la chimenea comenzó a leer un capítulo de la novela de su amigo. No
era un libro del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la
ventana en Toledo ni uno de esos autores insulsos introducidos a machote y a
barrisco en la lista de los más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de
los clásicos comprometido con su tiempo;
"Don
Nilo el hombre, librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en
tiempos revueltos (ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo
suspendieron de empleo y sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de
compañero de terna a un marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad
de Burgos, conversación amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el
culo de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose condenado no hacía
otra cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes contra la
Organización pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le pegó un
meneo a su compañero de filas y lo estampó contra la pared al conjuro de la
frase típica: menos montar en globo y dado por el ano pues no soy Olano
todo lo que quieras. Le llamaron a capítulo, lo empapelaron y le dijeron
aquella frase terrible de “mañana no vengas”. Él le explicó al Inspector
General que trabajar con don Palamón, que era como se llamaba el bibliotecario
era misión imposible que no se la deseaba ni a su peor enemigo. Con decir, mire
usted, que tengo que entrar en mi sección cara atrás, como iban los
ajusticiados de la Inquisición a horcajadas de un asno y mirando para Toledo. Y
con las dos manos guardando las posaderas, ya le digo todo lo que le tengo que
decir, señor Inspector general. Pero el mandamás puso orejas de mercader, se
pasaba sus reclamos por los mismísimos, y eso que conservaba fama de ser
lenible y no mala persona, que si llega a serlo... Le dieron la absoluta.
Ahora
¿qué hago?, preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme librero de lance
e irme por ahí por los mercadillos con mi camioneta, se dijo don Nilo,
resolutivo. Leer, escribir, soñar era lo que más le gustaba. Vivía en una nube
pero de menos nos hizo Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como
centro de operaciones y allí que se plantaba cada martes con su vehículo,
montaba el tenderete y se instalaba al lado de un banco. Venían pocos clientes.
Había traído un taburete y allí se sentaba con los tratantes, con los pegujaleros
de Martín Muñoz de las Posadas, que venían rebosantes las artolas de sus burros
de lechugas, berzas y tomates, a vender género de la rica huerta; con los
labradores ricos marañeros, a los que decía que el Arrabal fue plaza famosa
donde tuvieron el punto otrora perailes, licenciados de Flandes y pícaros. Como
el Potro de Córdoba, el Perchel malagueño, las gradas de San Felipe en Madrid,
el Azoguejo etc. Estas plazas españolas tan esplendidas tan aseadas, enmarcadas
en soportales, fueron coso de la filosofía, albergue del espionaje,
descansadero y punto de acogida de la picaresca y centro de operaciones de la
gente del bronce, pero también de hidalgos honrados que planeaban su viaje a
las Indias. Hablaban de mujeres, de trigos, de cosechas y otras noticias por
ejemplo de quien había fallecido aquella semana, un crimen truculento como el
del alimañero que mató a un dentista un día que regresó al hogar y encontró a
la mujer con otro. Por aquellos corrillos pasaba la vida cada martes, el
revólver de los ciclos, el girar de las estaciones por el círculo del sol, que
cambiaba los rostros y dejaba en el alma arrugas de viejas heridas,
pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del común, sangre municipal y
espesa a la sombra de la torre de la iglesia en cuya cúpula se empinaba
un Sagrado Corazón de Jesús de escayola. Corazón Santo Tú reinarás.... El reloj
de sol empotrado en gran hastial cónico del paramento de la iglesia de Santo
Domingo debajo tenía un letrero que decía:
▬Tempus fugit
Sonaban
las campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba con su
vozarrón noble que espantaba a las palomas y a los vencejos revoloteando por
las socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los paisanos que andaban abajo
hablando de sus cosas y haciendo tratos por los corrillos se quitaban la gorra
en señal de respeto y se quedaban mirando para lo alto del campanario donde
extendía sus brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a
tomar un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la edad
media. Arévalo es católico, noble y sentimental (la plaza se ganó a los moros
sin combate en un torneo a primera sangre entre don Bernardo Serantes y el rey
Abdelaziz) y pienso que cree en Dios, aunque no lo haya visto nunca porque fe
es creer lo que no vimos. Don Nilo se levantaba de la tajuela que compró como
regalo de caridad a los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de
sus paranoias con trabajos manuales, miraba para el cielo sumido en un
respeto reverendo para luego seguir la lectura de su autor favorito don
Francisco de Quevedo y Villegas, El Grande, y se metía en otro mundo arrollado
por la cadencia de su prosa.
Por
la puerta de Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese momento a un
teatino salir dando voces. Vaya por Dios pues las gracias y desgracias del ojo
del culo escritas por Juan Lamas el del Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana
Mucha Montón de Carne las firmó el poeta en un momento de inspiración y
editadas por un maestro ocultista: Daniel Lebrato, y trata de algo tan humano
como son las ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no estás
a gusto. Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga el mulo, que
según, come el mulo así caga el culo, una verdad por antonomasia. Peyose Colasa,
que suele hacerlo a lo bajini, atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el
cuerpo humano y los nueve dimanan, o echan flujo sobre todo en las mujeres que
son sólo cañerías (vista, oído, olfato, el agujero por delante y el agujero de
las tripa cagalar, imbornal de los grandes desagües; estos dos últimos son
singulares, los tres primeros van en pareja y todos al de por junto empalman
como el último de los sentidos, el que posterior muere, que es del tacto)
aunque hay algunos que afirman la existencia de un décimo el flogístico, el que
llaman ojo de Ra. Ojo de Dios con el que los imagineros paleocristianos
representaban a la primera persona de la Trinidad con forma de triángulo. Mas,
no entremos en teologías que la liamos. Pulso de mi lira la más sublime cuerda
canto a la mierda.
Según
don Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la frente el
ojo del culo es el más inocente y por él poco se peca, aunque a los de la
cáscara les sea puerta del vicio nefando, locus horribilis. Que de los
placeres sin pecar, mear y cagar. Sí, caga alegre, caga contento, pero caga
adentro. Y la mujer que un pedo suelta no puede ser sino desenvuelta. Ese lugar
por donde no daba el sol hasta que llegaron los nudistas es redondo y bien
trabado: un círculo perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del
zodiaco y aunque no es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo
tenemos tan guardado pringado entre dos murallas y amortajado en una camisa,
envuelto en pañales y calzoncillos. o envainado entre dos greguescos que
cuelgan como dos falderillos, avahado en una capa que por ser usted
dijo:” béseme vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos”.
Sin
su reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un ojo del
culo que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo del que expulsan
cuanta sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha muerto muchachos y marchitado
yerbas. Es paciente y serenísimo, jamás se inmuta, aunque a veces lo agobie el
picor de almorranas y otorga un placer de los que no suelen desamistarse con
ninguno de los diez mandamientos, pues no hay gusto más descansado que después
de haber cagado. Por eso cantan muchas coplas cuando desembuchan o leen un
libro, cuando van a la letrina ya que el tiempo de cagar es hora plácida.
Es docto y filósofo amparo de soledades porque se nace, se muere y se caga
solo, es tarea en la que nadie te ayuda. Y el buey suelto aunque a él con la
lengua no puede llegarse a no ser que seas malabarista. La mayor parte de los
cristianos, moros y judíos se lo alcanzan con una teja o con la hoja de un
periódico español de ahora mismo que sólo valen para cumplir la noble tarea de
limpiarse sus miserias, cada uno con los artículos de la prensa sural.
Le
cumplen nombres infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en retaguardia.
Es la popa del barco que sufre las inclemencias e injusticias de los temporales
ayudando a la navegación de proa y dando a la barca de san Pedro cierta
estabilidad. Los dómines latinos dieronle el título de antífonas por oficiarse
siempre al cantar de dos chantres porque juega a pares y nones entre las
nalgas. Le dicen trancallo los asturianos porque es el portillo que
tranca y abre la puerta de los mojones y también manojo de llaves por lo
redondo de su forma.
— ¿Hay quien puje?
— Tráigame el bacín, vuesa merced.
—¿No hay quien dé más?
—Sí, don Artur Mas al que la boca se la hizo un fraile.
—Pues que se meta las pesetas por ahí el muy avaricioso
y cretino cabalino.
Son
provechosos sus mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de alimento,
en la naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se transforma como la
energía. Y como el pedo suele ser cosa alegre que sirve de risa y pasatiempo.
El culo no suele meterse con nadie, pero recibe demasiados azotes y descargas y
en ciertos bares de Malasaña hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues
ese ojo acullá suscita miradas lascivas.
Julio
Cesar el emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía durante el
transcurso de las mismas, concursos de pedorros. A ver quién pee mejor. El que
más fuerte atronase se llevaba una corona de laurel y cien denarios. Al Cesar
tales competiciones le divertían muchísimo.
Compañero
es del amor porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo colchón no se
tiene por seguro que haya habido coyunda ni amancebamiento en comisión. También
declara amistad porque con pedos los señores suelen divertir a los amigos. Se
dice por ejemplo que “soltó un preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene
el nombre de alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una
pluma, irse de bastos, marchó sin decir adiós; el señor de Argamasilla cuando
sale chilla. Quien se ha peido que huele a tocino quien se ha cagado que huele
a bacalado. Tú por tú que fuiste tú.
Tirarse
un cuesco es asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y conventos.
Nadie sabe el por qué se confunden las ventosidades de los mamíferos▬
la burra de mi abuelo también se peía▬ con el fruto de los vegetales. Será por lo rotundos y
la morfología esferoide de la tripa cagalar; esto es el ano. No vayamos a
confundir el culo con las témporas"
A
la vista de estos textos, cuya lectura suscita tristeza y algazara, se ve que
mi amigo era ingenioso. No le acompañó al hombre fortuna. El pobre Nilo escritor y
periodista segoviano que en paz descanse no tuvo fortuna en la ardua carrera de
las letras y no lo hacía mal. Sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia
la Celestina "fortuna te dé Dios, hijo, que el saber no te hace
falta". El Propinas tuvo a los dioses en contra. Había vivido en
Gran Bretaña en los locos años sesenta donde había tenido sus aventuras y
locuras sexuales y regresó a España tratando de abrirse camino en el bosque
encantado de las musas. Es una selva más tupida e impenetrable que la del
Amazonas. Le ahogaron las lianas de la desdicha. No fue profeta en su tierra y,
pese a lo deslavazado e impenetrable de sus escritos, acertó en su diagnóstico
de los males patrios. Había comparado el movimiento Nazi Feminista con el
Apocalipsis y estas malditas mujeres del vientre seco y del odio campaban por
sus respetos. La Dobermana andaluza rubia de bote y chocho morenote no
dejaba de apretar sus recias mandíbulas de perra con prognatismo contra el
partido españolista. ¿Perra o zorra? En cualquier caso, la zorra no se resistía
a abandonar su madriguera. Andalucía era un nido de víboras donde oda
corrupción tenía su asiento. Habían perdido las elecciones los de Susanita pero
se echaron al monte. He aquí lo que decía mi difunto colega allá por el año 78:
Tras las conmociones del viernes de Dolores –
las profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran
traición- ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e
institutos de venganza (give me more). Calixta la novia que tuvo
neozelandesa con su cara de kiwui y su voz atiplada de cupletista pelirroja le
gritaba aquella frase imponente. Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley
en mano, y yo sólo soy un pobre mortal, mientras hacían el amor en la escullera de
su piso con derecho a cocina junto a la estación de metro de Earls Court en
Londres. Oh Emiliano dame más. Me he quedado sin tralla “Me dejaste a buenas
noches”. Calixta criticaba la forma inconsiderada que tenía Emilio de joder y
sus carnes que parecía Cantinflas; tampoco eran de su agrado los pantalones. Se
había comprad en las rebajas en Marks&Spencer. Le daban un aspecto
payasil, muy holgados de cintura y desde entonces le puso el mote
de Emiliano Pantalones. Eran grises como la luz de atardecer que
iluminaba su cobertizo de soltero en la calle Jardín de las
Flores entre Fulham y la Vieja Brompton Road. Tenía yo ganas de huir y me
uní al gran corro de la desbandada.
Me producía una cierta tristeza. Ya vendrán predicas
incriminatorias, precitas instancias. El personal no quiere saber nada de nadie
ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese grado de insolidaridad estamos
llegando a los tiempos del 36, cuando los madrileños en aquel otoño sangriento
se paseaban por la Avenida del Quince y Medio (Gran Vía) donde la
zona de una de las aceras, la de Telefónica, estaba batida por los obuses
nacionales. Los viandantes madrileños eufóricos de humor negro iban con un
cartel en la solapa que decía: no me cuente Vd. su vida, que es
muy triste, ya me la sé. El amor en tiempos de cólera que dijo un cursi
pero yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira millas. Venga radiales, duro
que te pego horizontes, el encintado de la carretera interminable, conducimos
pisando raya continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio aquel que te afligía
como cuando viajabas desde Essex a Yorkshire, 180 millas en la
A1 en tu mini de color rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y a hacer pis.
Cuando un pueblo es marrano, eso queda muy consignado en los servicios de las
fondas en el camino real. Y los ingleses son unos cochinos, pero los franceses
lo son aun más y los portugueses para de contar. Todo el país es como si le
olieran los pies. Huele a Fátima y a milagro. A melancólicas cuerdas de
fado. Ciertamente la tristeza tiene color… no puedo hablar… no me entienden,
acaso sea muda. No me cuente su vida, oiga. Que es muy triste, no venirme con
milongas. Llevamos unos cuantos años con las brigadas del amanecer haciendo de
las suyas y no es el cartero que viene a traernos un giro o una carta
certificada sino el polizonte o el comisario que llega a ponernos una denuncia
y nos ruega, velis nolis, acompáñame amos anda... no me
cuentes tu vida ya me la sé… pero tú que te has creído... prédicas
infernales... ese doctor de las mañanas de la tele que debe ser del Opus pues
lleva años y años en antena no para de hablar de cáncer... hazte el
encontradizo o el advenedizo que tú no te enteras, coño, que ellos piensen lo
que les dé la gana... tan tan.. ¿Quién? Abra. Un registro. ¿Es usted fulanito
de tal? yo soy Domingo García Sabell el jefe. Tenga la bondad de acompañarnos.
Aguarde que me ataco los pantalones. ¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que
hacérselo por el camino. Puro trámite. El del mosquetón que te observa por la
mirilla del mingitorio mientras que tú evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un
maldito paseo a la madrugada. Billete de ida al reino del irás y no volverás.
De los sencillos y de los torpes es el reino de los cielos. Esa facultativa de
ojos claros y el culo gordo que archiva su ira y se pasa el día entero
zampándose tabletas de chocolate me pone, la haría un hijo si se abre de
sus tiernas y rollizas piernas. Por eso el culo se le ha puesto como un
balón. ¿Qué decía vuesa mercé? Reñidas oposiciones, la vida
combate es, y hoy tocan a fajina. El corazón amante ojos bajos y el coño
palpitante. Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia
el largo pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un
inmueble de la Red de San Luis y ya digo no es el lechero. Nos
devoramos unos a otros. Nos fanatizamos y nos devoramos con tanta furia
incivil. Un hostión al Pigtail no le ven dría mal. Quedarían corridos todos sus
postores y mentores de la gran masonería impostora. Han dejado los periféricos
dominantes la patria hecha una mierda. pues cuidado que es feo el tío. Can you?
O no, youcannot. Fotos trágicas, el máuser en alto. El mono azul, fusil al
hombro, y la camisa postinera… tendremos que volver a ir a la guerra… recogen
mal los abultamientos de los senos de aquella bella miliciana y un falangista
en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la vista de su verduga:
niña, te quiero tanto que contigo de piquete no me va importar que me fusilen
en el paredón al amanecer, será una muerte dulce. Subían hacia Cibeles desde el
palacio de Buenavista y de Gobernación las camionetas del ejército de la
Verdad. Un comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar igual que conejos
en la cárcel de la Mentira. Fue el que dijo: éste sobra; pues sí, sobra; claro
que sí. Ya digo te lo digo y te lo repito. Lo malo es que había mucho más jefes
que indios y los que maulaban y soliloquiaban que ya no se les pone
gorda y en el frente de Brunete no daban bromuro, tampoco en la Casa Campo. En
los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo monto con la señora
Marquesa, ale.
La Política no interesa y el que escribió el
estatuto prostituto se da aires de compinche y fuego fatuo. You dont
tell me fibs. Pero si eso es el placer de contra en eso precisamente está
el misterio y la maula. Mañana es domingo de Ramos y arranco para Segovia de
estampida. Mis huidas y mis circunvoluciones tienen bastante miga. El skyline
de la ciudad donde yo nací me tranquiliza, pero no es para ponerse
sentimentales, sino para precaverse. Nadie es profeta en su tierra. Tengo
concertada una reunión con los Pipis. Ya vamos cumpliendo años. El programa es
el canto del Veni Creator y la Salve ante el altar de Nuestra Señora,
luego una comida de hermandad y después un rompan filas. Soplen y marchen. Está
buena una copita de ojén bebida en compañía.
─¿Vienes pa muchos días?
─Sólo a las procesiones, Fuencisla.
Las hermandades, los cristos rotos, el entierro de los
gascones, la torre de san Justo proyectando su sombra en viernes santo contra
la luna, el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el bamboleo de los pasos, un
cirio que arde y otro que se apaga al penetrar en la zona de corrientes del
azoguejo que nosotros denominábamos el arbolejo y al decirlo parecía nos dieran
azogue, porque nos entraban las prisas. No es lo mismo decirlo como verlo. El
diablo que aparece a lo lejos con su tridente. La banda del regimiento marca el
paso y los gastadores estallan sus botas contra el cemento de la calle. Alguien
con voz de borracho se arranca por una saeta. Sin belleza no puede haber
misterio. Tampoco cristianismo.
Se acerca la Venus Victrix la diosa
triunfadora con su rozagante manto de Dolorosa que porta en la mano un
arrastra-peplos con la solemnidad y empaque del acólito que porta la cola magna
del señor obispo. Todo está bien drapeado por el que hizo el planteamiento,
pero en esta noche hay alguien que nos estorba, las fichas parece que se mueven
y bailan los datos, pero todo en la atmósfera respira intensidad y tiene lo que
los alemanes denominan spanung.
La novela es un concepto musical y eso mismo lo tiene
ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje de los
recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del hilo de la fábula. Las
trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos recogidas en cintas
multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar del don de la
bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus siervos. No he de
tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la calma. Tengo que perderme
en fárragosa burocracia mientras las mucamas romanas esperan el autobús en la
parada de mi barrio, cuya marquesina se ha convertido en objetivo de
gamberros y cagadero de borrachos. Lo expliqué en un artículo que este vicio
moderno de las tribus urbanas se denomina clastomanía, un vicio
como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que
vive en los chalets de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos
de la basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y
guardar en el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar
la cuesta de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no
mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por
la rebusca. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una
cierta pasión ordenancista. El papado por ejemplo es una constitución
carolingia y la Iglesia como la literatura y su pasión por los
cilicios y las torturas mentales un cajón de sastre. Últimamente los cura sólo
saben hablar de sexo, condones y raptos de tiernos monaguillos. Luego vinieron
a perfeccionar el sistema los visigodos con sus corregidores, bailíes,
paciarios y el uso del sello y el balduque atado en cuerdas de cáñamo en los
documentos oficiales. Desde entonces todos los clérigos son funcionarios. En
realidad, es lo que debieran ser los curas. Limitarse a su misión de funerales,
bautizos y matrimonios y poner nombres en los libros de registros. Cuando se
salen de esa misión específica, ya empezamos todos a mear fuera del sillico.
Clericus del griego “kleros” que no quiere decir otra cosa que patrimonio. Los
límites son pues mucho más modestos que nuestras pretensiones y, si nos
ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco más modestos, las cosas empezarían
tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es que hasta el siglo XVIII trono y
altar fueron unidos y no andaríamos metidos en equipolencias tomistas ni de
discusiones a gritos en las salas de grados. He dicho.
Quedó Arije confundido después de la lectura de
aquellos párrafos póstumos y contundentes. Que nunca verían la luz de las
imprentas, condenados al polvo del olvido al rebujo de los altillos de su
biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de domicilio, irían a la hoguera o
fuesen tal vez vendidos al peso del papel. Vanidad de vanidades. Mala suerte
tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la guerra del Golfo y las
feministas proclamaban cara más dura nunca se ha visto que se había abierto la
veda de la caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la
lucha de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en tres
equivalentes: masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo era lo mismo,
rajitas y rabitos habían sustituido a los cristos en las escuelas de párvulos y
las “seños enseñaban a las niñas en clase las posturas del Bramaputra, cosas
del vivir bajo el yugo judaico y arrastrar los pies bajo la gamella, somos
bueyes duendos y vacas curalles; tente que te unto con la verborrea de los
bustos parlantes) las madres españolas vistieron de minifalda a sus niños y a
sus hijas con pantalones para ir a la escuela. Él bajó a la calle y se subió al
viejo cadillac destartalado que había comprado a un coronel americano de la
base de Torrejón. Lo tenía aparcado en una riera cubierto de polvo y cargado de
kilómetros y mandó al volante que lo condujera hasta el cementerio de Brunete.
En uno de los nichos de las casamatas donde estaba la sepultura de un
legionario muerto en aquella batalla, ─que tenía un epitafio que a él le
daba que pensar, ponía: "nací, amé, luché, vencí, perdí, morí ¿resucitaré
el último día?" ─colocó un ramillete de madreselvas. La sepultura la
presidía una cruz latina con cuatro palos a la manera rusa. Nilo dejó en sus mandas
escrito en un papel antes de suicidarse que quería ser enterrado por el rito
ruso, que durante el sepelio sonase la grabación de una misa de resurrección
que registró el año 87 durante una audición de onda corta por Radio Sputnik.
Una de las aficiones del segoviano, aparte de la literatura, era el diexismo.
Hombre profundamente religioso y reverente, Nilo Propín alias “Propinas” era
del parecer que el Vaticano quemó su mandato divino y entregó al diablo las
filacterias y las arras de su misión sagrada en el mundo. Pero, si Roma y
Constantinopla prevaricaron, el patriarca moscovita se mantenía incólume en la
doctrina y sobre todo en el esplendor y boato de su liturgia revestido de
casullas de oro y tiaras de piedras preciosas semejante a Cristo en majestad.
Las misas rusas conservaban el esplendor, la magnificencia solemne y el
boato del imperio bizantino, ─el “Semnotés” de los griegos─ parecían
representaciones de una tragedia de Esquilo. Arije pensó que esto era una
extravagancia de su amigo, no se puede cocear contra el aguijón, y que los
tiempos cambian.
Depositadas cinco rosas en la tumba que guardaba los
restos mortales de su Nilo en el cementerio campestre de Brunete al lado de los
blocaos y casamatas, recuerdo de la cruenta batalla de 1937, la batalla de la
sed, se encaminó as Villanueva del Pardillo donde uno de su pueblo, Rufino
Vírseda, fue hecho prisionero por la fuerza del general republicano don
Segismundo Casado. En su pueblo le dieron por muerto y cuando se estaban
celebrando los funerales al fin de la contienda por su eterno descanso en la
majestuosa iglesia de Cantalejo allí apareció Rufino licenciado del ejército,
tan pichi. Su habilidad y su simpatía de tratante de ganado y de trillero
errante le granjearon la amistad de los carceleros rojos y se pasó la guerra
enchufado en un campo de prisioneros nacionales en Valencia. El pueblo trillero
tuvo por milagroso aquel suceso que fue comentado en las Siete Villas, un
milagro atribuido a la Virgen del Henar. El liberado colocó como exvoto un
retrato suyo de artillero que le tomaron en el Cuartel de la Montaña al entrar
en filas. Cada año en el último domingo de septiembre acudía a Cuellar donde
tiene esa imagen su santuario a dar gracias al a Virgen del Henar por haber
salvado el pellejo.
Los violines sonaban ya a la hora del crepúsculo. El
Dodge Dart que compró a Rodrigo Royo tiraba millas subiendo la cuesta de
Valdemorillo acercándose a las dehesas del Escorial habitadas por fresnos
gigantescos de macabras figuras que parecían fantasmas; decían que allí se
apareció la Virgen a una chica de servir pero como a él no le gustaban estas
historias de aparecidos pasó de largo. Decían que desde una rama de estos
grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba mensajes sabatinos a una
supuesta vidente (picaresca nacional), una pobre mujer e Albacete aseguraba ver
a la Virgen que le mandaba guasaps al móvil todos los sábados hilo directo con
la deidad milagro a tiro fijo cada sabatina…Arije pisó a fondo cuando el coche
se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres veces. Los diablos se escondían entre
las peñas y las zarzas propalando mentiras y embaucamientos. Allí estaba sólido
e inexorable el demonio Erifos. Allí se acercaba gente sin rumbo, los
desahuciados de la medicina, y en desdicha, en espera de encontrar cura de sus
enfermedades y carestías. Los amigos de Amparo Cuevas, supuesta veora,
poniendo el cazo a cuenta del fraude de las apariciones marianas se hicieron
millonarios y compraron pisos, abrieron residencias de ancianos. Arije, que,
desesperado pues todo le salía mal en un principio, era atraído a estas
tenidas, creyó en aquellos supuestos pero cuando se dio cuenta de que todo era
un fraude, se llamó a andana. Un sábado vio cómo una pareja fornicaba
furiosamente al pie del árbol de las apariciones y preguntó al hombre que
hacía de macho Alfa pero que en realidad era el Pateta en desguisa:
—¿Qué estáis haciendo ahí
sinvergüenzas?
—Quiero empreñar a mi señora.
El ginecólogo cree que nunca se quedará encinta, vientre, yermo. La Virgen tiene
que hacer un milagro.
El paisano miró para el entrometido con ojos feroces y
prosiguió su tarea ya casi a punto de terminar.
—A ver, a ver— contestó Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al volver la
vista se dio cuenta qué horror que el furioso sátiro empalmado desplegaba verga
de casi medio metro dos cuernos de morueco retuertos que le daban vuelta a la
cabeza y no se apoyaba en pies como los humanos sino en pezuñas. Era súcubo e
incubo como reza la tradición y la que estaba entre sus piernas no era la
vidente sino la alcaidesa de socialista de por allí cerca quien profesaba a
Belcebú profunda devoción, hasta el punto de encargarle una estatua para
ponerla en lo alto del puente Perín. Arije dio un grito de espantó y huyó del
lugar para no volver más. Prado Nuevo era un lugar donde se guarecía el diablo.
Había visto al diablo aquella tarde, estaba convencido. Daba diente con diente
y no volvió hasta ponerse de nuevo al volante camino de Segovia.
XVIII
Aquella
garamalla sin mangas tejida de un solo hilo ▬Cristo se desvestía y sus siervos y seguidores duro
colocarse ropajes, uno encima de, sotanas y dalmáticas, al año que viene en
Jerusalén, pero caminamos de espaldas al monte calvario▬ abolía el orden
viejo. Los ornamentos de los dioses antiguos: Júpiter, Diana, Afrodita y
Baco quedarían preteridos pero sus sacerdotes, sintiéndose desnudos e incapaces
de imitar al que pereció en la cruz en taparrabos, no harían otra cosa en todo
el tiempo que hacer mayor el cupo del “indumento”.
Casi
me desternillaba de risa, pero aquella hora de grandes acontecimientos fue el
tiempo de los sobresaltos y de las confusiones (yo creía, pensé que; pues no,
señor; al revés te lo digo para que lo entiendas) y de las perplejidades. Nos
anegamos en un marasmo de sorpresas. Tú, Cristo bendito, viniste para confundir
a los mortales. Supuestamente quedaron sin vigencia las estolas, las mitras,
las cidarias, el efod y todos aquellos ropajes que se ponían uno encima de
otro, negro sobre blanco, blanco sobre negro, para definir oficios y categorías
inciertas de flamines y peanes del mundo órfico.
Degolló
nuestros principios sin espada.
— ¿Eres tú el que ha de venir o esperamos a otro?
—Por sus obras los conoceréis- respondió el Señor
Se
rieron de su sombra, pero Él no vino a traer la paz al mundo sino un orden
nuevo con todo lo que ello implica: la destrucción de Jerusalén que fue
desmontada piedra a piedra y los campos adyacentes de su pomerium o
arrabales, arrasados y sembrados de sal. Al pie de la cruz escuchábamos el batir
de los tambores de los soldados de Tito casi tres cuartos de siglo de que aquel
cerco se produjera.
— ¿Y no escarmentaron
los judíos?
—Por vida de Minerva, ¡qué bah! Son pueblo duro de
cerviz, una alegoría de la sinrazón y estupidez humanas.
Era Jesús
un revolucionario. Vino a los suyos y los suyos no le recibieron; sin embargo,
no fue su obra atenazada por las tinieblas. Resplandeció su luz venciendo a la
oscuridad. Sus vestiduras de ajusticiado por una de esas carambolas
inexplicables que hoy confunden a los soberbios (la potencia se hizo acto
trascendente) y se encendió el fuego de la gran luminaria que ardería por los
siglos de los siglos sobre aquel pebetero, puesto que nadie será capaz de
destruir el amor, eligiendo a lo más despreciable y abyecto del mundo, que
de los rechazados y humillados y ofendidos hizo él su piedra basal, en
menoscabo de la soberbia y de la confusión terrenales. Su reino no era de este
mundo, pero venció al mundo con su evangelio.
Debió
de ser un revés y signo de contradicción para muchos.
El
libertador anunciado por los profetas de Israel moría en el suplicio escoltado
por dos ladrones: Dimas y Gestas. No me vengáis
con bromas ¡Qué guasa! Vino a los suyos y los suyos no le recibieron ─la frase
de Juan que luego leí incansables veces martillea mis sienes─ mientras los
mercenarios, puesto que no se puede hablar de soldados romanos, ya que el
centurión Cornelio, un hispano nacido en Híspalis se negaba a crucificar al
Mesías pero ante la contumacia del sanedrín “tolle, tolle, crucifige eum”
(quita, quita, mátalo) no quería que el pueblo romano se manchase las manos de
sangre y contrató a una partida esclavos sirios para hacer aquel trabajo. Los
soldados de Cornelio estaban cabizbajos cuando se rasgó el velo del templo, hubo
una tormenta, tembló la tierra y oscureció a las tres de la tarde. Para
entretener la vela, mientras custodiaban al pie de la cruz, se rifaban con el
cubilete sus paños menores. Y cuando “cum voce magnum” expiró…
sonó el consumatum est que hizo temblar los
quicios de la historia, huyeron despavoridos y bajaban algunos diciendo por el
monte Calvario atentándose unos a otros para no caer cuesta abajo debido a la
oscuridad que se hizo en el cielo de repente:
—Verdaderamente este era el Hijo de Dios.
El
Hijo del Hombre salvaba al mundo en taparrabos. Semejante desvergüenza ¿dónde
se vio? La humilde túnica era símbolo del siglo futuro. El que busca su vida la
perderá. A ver queremos; un signo pues ese no nos vale.
La
vida de todos los hombres por nuestra salvación se la había echado el
Inocente sobre los hombros a manera de chal cobijando sus espaldas doloridas
cuando, varón de dolores, al cabo de cinco mil azotes y de 72 puntas de
cambronera que es el peor de la especie de los espinos y la más áspera de las
zarzas que horadaron sus sienes trepanaron su frente inmortal quedando
ensangrentados los mechones de su rubia caballera y de su barba taheña ¡Ah que
nos miraba a todos con aquellos ojos dulces llenos de perdón! Del primer pecado
de Adán Él, varón de dolores, nos redimió. A mí se me hacía muy difícil
de aceptar, como romano, acostumbrado a mirar a los dioses con un cierto
escepticismo, ver aquel semblante de manso cordero. Los dioses reinaban
en el Olimpo para castigar y enviar rayos y desgracias a los mortales. Si te
enojabas con Júpiter, éste te taladraba con su gario y te convertías en rana.
Con
los dioses no se juega. Antes de morir había que hacer mandas a Esculapio y se
ordenaba matar un gallo capón para que el dios de la salud tuviese una fiesta
allá arriba con sus amigotes, y después de expirar tenían que sujetarte la
barbilla, abrirte la boca y meter entre los dientes una moneda para pagar al
Barquero. Tan mala costumbre, acicate de la codicia, fue un pretexto para que
en el mundo antiguo abundasen los profanadores de tumbas. El oro era más
importante que la deidad y en facto es la única divinidad que rige los
designios. Oro, oro y nada más.
Fue
ofrecido al pueblo en espectáculo de befa. Un esbirro lo empujó hasta la
balaustrada y Jesús apareció en el enlosado del Lithostros una caricatura de
ser humano, un guiñapo.
─Ecce homo…
ahí lo tenéis, cabrones, hecho un guiñapo. ¿No os basta? ¿No queríais que lo
castigase? Pues le hemos zurrado bien la badana. ¿No os dais por satisfechos? ─
dijo Poncio
— No — clamaron entonces los judíos.
La
chusma quería más sangre. Y contestó a la demanda del prefecto con palabras
terribles
—Crucifícale, crucifícale, mándale al palo y caiga su
sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.
— ¿A vuestro Rey
queréis que condene a pena de muerte?
—No es nuestro Rey. Se hizo pasar por hijo de Yahvé.
Blasfemó.
Dada
la condición vil de la chusma, Pilatos tuvo miedo. Era el mismo morbo, el de
aquellos judíos soliviantados y nacionalistas, que el que impulsaba a la
plebe de Roma a cometer toda suerte de desmanes en el coliseo. Quería ver la
sangre a chorros de los andábatas sobre la arena y que cantasen el himno. Ave,
César, los que van a morir te saludan.
Ecce
Homo. Le habían colocado un manto púrpura sobre los hombros como el que
llevaban los locos por las calles de Jerusalén, pusieronle una caña en la mano
por cetro y así compareció. No lo condenó Pilatos. Fue sentenciado a muerte por
un tribunal democrático, por mano alzada, que sometía sus veredictos a votación
en la casa de Anás y Caifás, sumos sacerdotes. Lo mataron los judíos. Pero la
perfidia de esa raza es alegoría de la condición humana, si se quieren mirar
las cosas desde un ámbito teológico, ajeno a toda manifestación racial. Sin
embargo, el pueblo elegido se convirtió en pueblo errante. Nunca tuvo paz
consigo mismo.
XX
Roma madre de pueblos ciudad del amor su nombre me
retrotraía a aquellas tardes de invierno en mi pupitre del aula de estudio
pasando paginas del Raimundo de Miguel el gran calepino mirando para la Mujer
Muerta el monte que envuelve a mi pueblo en un manto de nieve por el invierno
atizando el fuego de lejanías. El aire frío de la ventisca se colaba bajo los
ojos del acueducto. ¿Qué será mi vida Dios mío la estoy empezando? El busto de
Tito Livio me sonreía desde la portada del libro los Anales que don Valeriano
nuestro maestro de latinidad fue a comprar a la calle Barquillo y yo pasaría
cinco años en la Plaza del Rey habitando con el duende de las Siete Chimeneas.
Jacobo I de Inglaterra vino a casarse con una infanta la cual diole calabazas,
aquel rey moriría en la horca y su fantasma merodearía por los pasillos. Allí
estaba un banco y luego pusieron un ministerio. No sé si habrá un
registro de los hados que marca la ruta de nuestros designios. Vida errante.
Soy judío. Flavio Josefo contó la destrucción de Jerusalén por las legiones de
Vespasiano en castigo por haber dado muerte al Inocente. El templo fue arrasado
y su velo se rasgó cuando el sermón de las siete Palabras. A lomos de
prisioneros israelitas el Gran Candelabro de los Siete Brazos fue arrastrado
durante cuatro mil kilómetros hasta la Ciudad Eterna. Jerusalén, Jerusalén, que
matas a tus profetas, quedó convertida en Aelia Capitolina. Fuiste señora y
ahora esclava, te condenaron a vagar por el mundo. Vida errante. Me lo contó
Vilicus uno de los guardias que custodiaron la agonía del Inocente y al pie de
la cruz se jugaron a la taba sus pobres despojos: las sandalias, el lienzo de
pudores, un peine con el que Jesús se acicalaba la barba, y no pudieron hacer
partes de la túnica de Xto porque era de una sola pieza. Era el triste sudario
de un profeta vagabundo que viajó por Palestina sin dinero y sin impedimenta.
Un tullido que se puso sus sandalias se levantó de la silla de ruedas y empezó
a caminar, Longinos el decurión enjugó su rostro enfermo por la sífilis en el
paño de pudores que había llevado el Señor. Aquellos santos calzoncillos fueron
el sacramento de su cura. La gente cuando se produjo el desenclavo y bajaron el
cuerpo de la cruz quedó atónita ante las cosas extraordinarias sucedidas
aquella tarde de Viernes Santo en el Gólgota: Las curaciones milagrosas y las
resurrecciones intempestivas pues vieron salir de sus tumbas─ cuenta el
evangelista─ a los muertos de los cementerios y el propio centurión Cornelio
cuando regresó a la ciudad después de aquel servicio se encontró a su esposa
Camelia dando gritos de júbilo: uno de los hijos del militar que estaba
paralítico a causa de un tumor cerebral y casi en la agonía de súbito se puso
bueno, se le quitó la fiebre y pidió punzón y tablillas para describir el viaje
que había realizado a ultratumba — el galeno Mincio, que lo atendía, y el
flamine que le ayudaba a bien morir habían dado al joven por muerto: el hígado
se le salía a cachos por la boca— y así pasamos la tarde pensando en estas y
otras cosas mientras contemplábamos la naumaquia y las peleas de gladiadores.
Hay que guardar silencio en el templo de Volutia, la
vestal que me introdujo en el mundo del sigilo. Séneca me enseño a dominar mi
concupiscencia desde el criterio de que el mando sobre las pasiones sobre todo
la gula es el pórtico de entrada a la felicidad.
El silencio es inefable puesto que la palabra a
veces ofusca el entendimiento y empecé a ver claro cerca del Circo Máximo. Los
gladiadores hacían músculo en un campo de entrenamiento cubierto de grava. Olía
a embrocado y a sudor. Los reciarios se desempeñaban en movimientos con la red,
los andábatas extendían el tridente y un esclavo subalterno les enseñaba cómo
tenían que gritar ave cesar los que van a morir te saludan. Habían los púgiles
de inclinarse de medio cuerpo esperando que desde el palco imperial el césar
hiciera la señal convenida: dedo pulgar para arriba, vida; si por el contrario
invertía la posición hacia abajo el gladiador tendría que morir Un calificador
catalogaba las posibilidades que tenía el etíope Ursus de vencer a un tigre que
le soltarían media hora más tarde. Se escuchaba el rugir de la multitud. Un sol
de justicia caía a plomo sobre Roma. Los luchadores ensayaban llaves y
estratagemas para derrotar en la lucha a su oponente. Un clavijero que debía de
medir dos metros limpiaba el “sanguis” o enseña militar, con un dragón pintado
en la sobrehaz, que abriría carrera de la procesión de tres vueltas al ruedo y
otras tantas prosternaciones ante la tribuna del emperador. Vi a Nerón. Era un
tipo rechoncho de ojos grandes y nariz gruesa. Una diadema de oro orlaba su
frente, llevaba tres anillos de zafiro en los dedos y su aspecto era el de un
hombre vulgar de origen germánico. Estaba gordo y lanzaba constantemente
risitas y carcajadas. Bebía vino de Salerno y, antes de empezar la función, ya
estaba “trompa”. Un “signífer” o adelantado de centuria trepó a lo alto de la
columna trajana y soplando en un añafil de plata tocó el clarinazo que marcaba
el inicio de las espectaculares “joci” comenzaba el espectáculo. La
chusma enardecida vitoreaba al emperador gritando:
—
Panem et circenses
Fuese menester tener contento al pueblo y propicios a
los dioses o no, el hecho era que ésta era la política de los césares. Arriba y
abajo. En lo alto estaban los dioses y el senado romano, abajo el ejército y el
populacho. Por las gradas se veían sombrillas y parasoles para guarecer del
sol, las caras tostadas de los libertos y el bello cutis de las matronas.
Vendedores ambulantes recorrían los vomitorios vendiendo agua de nieve y
pepitas de calabaza. Se cruzaban apuestas sobre los contendientes. Unos
apostaban por los que habían de perecer en la arena y otros por los gladiadores
victoriosos. Cantaban sus nombres y se proclamaban “addicti” de cualquiera de
los combatientes presentado. Entretanto, rugía la hinchada. Unos apoyaban a
Carneades un griego corpulento con aspecto de de matón al que le faltaba un ojo
que pegaba golpes certeros y ganaba todos los combates y otros a un tal Rufus
venido de Hibérnia (Irlanda) que era el terror del Coliseo.
El día de circenses las vestales tenían la tarde
libre. Y algunas acudían a los juegos causando entre la hinchada admiración por
su belleza serena y llena de quietud. La vestal maesa portaba una diadema sobre
la frente; la joya injerta en amatistas, diamantes y zafiros hacía aguas
deslumbrando a los espectadores. Uno de los competidores cayó derribado por su
contrincante cuando se distrajo mirando para el tendido reservado a las
vestales. Les daba escolta a las jóvenes una cohorte de los más fornidos
eunucos. Algunos de ellos provenían del Alto Nilo, eran númidas. Antes de
entrar al servicio del templo eran castrados previamente.
También custodiaban a las meretrices del harén regio.
En el anfiteatro los númidas se destacaban por sus cuerpos atléticos, y el
rigor con el que cumplían con su deber: mantener a buen recaudo a las vírgenes
consagradas a Júpiter de la lascivia del populacho. Violar a una vestal
constituía uno de los delitos más horrendos del derecho romano, castigado con
la pena capital previa emasculación del delincuente. Una vestal tampoco podía
ser condenada a muerte. Permanecían encerradas entreaño. Al llegar las
saturnales, sin embargo, era quebrantada su clausura y podía salir a la calle
para ser admiradas por la plebe. Se las veía pasear por la Vía Apia arrastrando
sus peplos y ricos mantos de seda guarnecidos con as más ricas alhajas
extraídas de las mejores minas del imperio. Roma no pagaba traidores. La gran
solidez y consistencia del régimen político que duraría más de seis
siglos se apoyaba en la norma del derecho el cual a su vez tomaba como columna
basal dos conceptos: el “jus” (derecho) y la “virtus”. Todo eso vio
Villeguillo, cuando miraba desde su haiga aparcado a la vera del Río Clamores
contemplando las murallas romanas de la Ciudad del Acueducto.
Tuve yo allí un esclavo griego, Andronicus, que me
enseñaría las pandectas y todos las intríngulis bizantinos de la casuística.
Los hados y la superstición eran otra característica que servía de base a su
concepto sincretista de la religión. Eran un pueblo práctico. ¿Por qué
conformarse con un dios único — aducían los flamines sacerdotales de Júpiter—
cuando la divinidad puede constar de tantas variantes en medio de una realidad
tan complicada, variopinta y diversa? No hay respuesta. Sólo sé que no sé nada.
Lamentablemente, las religiones fueron la causa de muchas muertes y peleas
entre los mortales. Allá cada cual con su creencia.
En un rincón del anfiteatro aparecían despavoridos y
sollozantes como medio centenar de personas. Entre ellos había viejos, mujeres
y niños; unos se mostraban temerosos y sollozantes, pero otros aparecían
alegres y como deseosos de alcanzar la palma del martirio en la boca de los
leones. Iban a ser sacrificados por haberse negado a quemar incienso en honor
de los divinidades sincretistas. El egregio luchador Silvinus Carassus parecía
querer arroparlos, dispuesto a defender a aquellos postulantes de una religión
nueva predicada por un judío llamado Saulo. El cual aseguraba que Jesús, su
maestro, había bajado del cielo para salvar a los hombres, pero murió en una
cruz (el tormento más ignominioso para un romano) condenado por el consejo de
ancianos de Jerusalén. Para ellos era un impostor blasfemo por haberse
anunciado al pueblo elegido como hijo de Dios.
─Soy el Mesías.
─Eso no te lo crees ni tú. Sólo eres el hijo del
ebanista de Nazaret.
Saulo predicaba la segunda venida del
crucificado, la apocalipsis, estaba cerca. En eso se equivocó.
Vistoso y abigarrado espectáculo el que ofrecía aquel
recinto abarrotado ocupado por una chusma ávida de emociones fuertes. Cerca de
sesenta mil almas contemplaban la arena desde los tendidos. Unos reían, otros
lloraban a causa de las riñas frecuentes, las apuestas y las porfías, y otros
jugaban a los dados. La ludopatía era el vicio mayor en Roma. Se jugaban a la
mujer, a la madre, las fincas, la casa y perdían hasta la camisa. En Roma los
recién nacidos venían al mundo empuñando unos dados o una baraja.
De pronto se notaba barullo en una grada. Dos
espectadores estaban peleando en ese momento escupía el vomitorio un
pelotón de soldados que zanjaba la disputa a machetazos.
Los juegos duraban todo el día de la mañana a la
noche, por lo que había que traer merienda. Se veía a algunas mujeres comer a
dos carrillos bocatas de jabalí o una salazón de pescado que llamaban garium.
Regaban la merienda con vino aguado. Sobre todo, las mujeres libaban de lo
lindo. Apuraban las “pocula” (jarros) Una matrona que le había dado al
pimple más de la cuenta se puso a cantar canciones obscenas y recitar versos de
Plauto. Tan pronto se llevaba las manos a los genitales como exhibía los pechos
al aire por culpa del vino. La plebe empezó a silbarla y jalearla y se preparó
todo un espectáculo. Estaba beoda. Había consumido dos cráteras — casi una
cántara — de morapio de Lesbos que en las “cauponae” (tabernas) romanas se
consideraba el más fuerte. El pueblo se divertía con la vieja. Quería pan y
circo. Nerón dio la señal y un trompeta (el “tubicen”) soplando por la tuba
tocó una diana florida, saltaron a la arena, rugientes y en manada, los leones
que habían de despedazar a los cristianos.
XXI
Vocean titulares los noticieros. El que canta las
letanías; gran jefe es ese calvo mondo y lirondo heraldo del desastre y la
cochambre. En China se ha desparramado el virus de la peor de las pulmonías,
vuelve la peste negra de 1348 en alas de los murciélagos. El mundo tiembla pues
algunos dicen que esta pandemia forma parte de una estrategia de la guerra
bacteriológica. Siete mil millones de seres humanos en el planeta. Todos no
cabemos. Unos culpan a Trump el asesino con su patulea de sionistas al ritmo de
la doctrina Monroe y el Erez Israel. Cunde el pánico y las multitudes se
agolpan en los pórticos de las iglesias suplicando perdón y clemencia.
Se empeñan en cocear contra la inteligencia; hoy tengo
angustia vital. El de la trompa juega al trompo y en sus manos el mundo es una
peonza nuclear mientras vuelven los que dicen que se han ido a rezar en la
mastaba se pegan cabezazos sobre la roca viva y miran de través.
“Atollite portas antiquas” que ya no hay cerrojos
mientras nosotros nos encasillamos en un estado y miramos para arriba para ver
las torres que cayeron. No eran de marfil. Eran rascacielos. Os mandamos a
vosotros y a toda la chusma del mundo para repoblar baldíos que para eso
nos hizo Dios sus elegidos, chápate esa. Vuestros gobernantes son una piara de
necios (Rajoy un perfecto gilipollas que cretiniza a medio país le gusta largar
discursos decimonónicos) mal nacidos y os encandilan los bustos parlantes de
largas cabelleras y pechos electrizantes caderas deslumbrantes y serrín en la
mollera cabezas de chorlito en los informativos así lo quiere el Calvo.
Fueron derribadas las murallas de Jericó. Ya no hay
muros y todos son resquicios coladeros. En avalancha se abate el infiel sobre
la Ciudad de Dios. Soros el gran rabino de la invasión de la “aliyaa”
financia a los invasores asaltafronteras, por omecillo que siente hacia la
cristiana civilización y pronto tendremos persecución in odium fidei.
La Carmena con otras furias compañeras es la gran
sacerdotisa de la prevaricación occidental. Los políticos les abren la puerta,
ya estamos preparados para un nuevo rapto de Europa y habrá que asumir las
consecuencias o rendirse o defenderse. Me lo dijo esta tarde en el Gijón un
camarero cheli que hablaba madrileño rajado. No tenemos buques en guarnizo y
para colmo a algunos de mis camaradas les falta la mitad de los dientes.
Por Recoletos pasean los recién llegados con la
misma parsimonia que los antiguos alhameles que traían el morapio de Valdepeñas
con las cubas balanceando en carros del país tirados por yuntas de siete pares
de mulas. Reata,… yia. Esperan del gobierno una casa y un trabajo.
El sol declinante besa con sus rayos la Cibeles que
pasea a sus leones debajo de un cartel que pone Welcome refugees. La
alcaldesa se está cambiando las bragas me cuenta un conserje del ayuntamiento
mientras se fuma un Farias el humo embalsama de incienso la tarde de abril. Sus
diarreas son la causa de que las lleve sucias y con palominos. Pronto va a
llover lluvia ácida. Stinking lady, brazos de hierro pechos de diamante pero
cagalera al canto y cazcarrias por el culo. Me santiguo y rezo de mi breviario
las vísperas en un banco del bulevar a la sombra de los tilos. Mi alma está
tranquila en medio de tanto sobresalto.
El arco de un violín y la dulce cantarela en manos de
un soldado de la guardia hacen arpegios sollozantes despidiendo al día. Nos
quitarán la patria esos testarudos pero la música del violín seguirá resonando
por la fonda de arboleda del palacio de la Guerra. Pronto habrá un ajuste fino
de gobierno, no somos nadie.
Han cerrado los cafés cantantes donde yo iba de zambra
cuando era joven y tenía allí hasta cierto punto mis colmados y zagüetes. No
queda ni rastro del circo Price pero yo he sobrevivido.
Pasa la vida entre proclamas, serventesios y reuniones
para la desconexión. Me cae mal ese peludo el tal Puchi con su escudero el ojo
pipa. Don Tancredo trae a todo el mundo al retortero con sus cobardías. Cierro
la tienda y me vuelvo para Oreanda. Estoy hasta los mismísimos del cogüelmo. No
permitas, Señor, que mis dedos se vuelvan huéspedes. Mañana, fuegos
artificiales en la Plaza del Riente. Ni se os ocurra portar por allí. Aviso de
atentado. Los sepultureros no dan abasto. El virus de la gripe cina hace
estragos. A todas horas cantan los popes la secuencia espectral del Miserere.
Ya está aquí el Día de la Ira. Empuñando está la guadaña doña Finsternis. Hijo
de David, ten compasión de mí. Dos mujercillas que salieron de un puticlub de
la calle la Ballesta se pusieron de rodillas en la mitad de la acera, se daban
golpes de pecho y rezaban el yo pecador, que aprendieron de niñas de labios de
su abuela. Yo creo que estas pobres serán perdonadas pues pecaron mucho y
amaron más. El Señor verá con buenos ojos su atrición.
Fdo Antonio PARRA GALINDO
[1] Llamo a lo fieles, loro por los
muertos y soy pararrayos
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