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lunes, 22 de octubre de 2018


TROTERAS Y DANZADERAS DE DON RAMÓN PÉREZ DE AYALA

 

Me hundo en la lectura de las Troteras y Danzaderas la genial novela del gran escritor ovetense Pérez de Ayala. Aunque publicada en 1913 mantiene una perenne actualidad. Los españoles de aquel entonces son una fotocopia de los de ahora: crisis política. Amaños, engaños, troteras y danzadoras, crónicas de bailar joder y ver, escopeta nacional, puterío, miseria moral, envidias y contubernios. Este panorama descrito con la gran prosa clásica del gran Román que sabía casar palabras con la eufonía de los clásicos (su aprendizaje del latín con los jesuitas y esa sofrosine o impavidez de su elegante prosa marcó su carrera literaria) yo creo que es uno de los mejores del 98, poco leído y menos estudiado porque tiene una obra hecha para paladares selectos pero sus dictámenes van a misa; este es un país donde la política se entrevera con la picaresca. La clase política ejerce su misión con criterios personales y no para el bien común. No m e digan que ese reformista de la Coleta el hombre de la CIA que se las da de comunista aspira al bien común. Quiere enriquecerse. Es un descamisado una flor de jara. Lo mismo puede decirse de ese Perico de los Palotes causa de nuestras desventuras que llegó a la Moncloa mediante trampas. Afán de poder y de presumir nunca de servir al prójimo estos tíos que se dicen progresistas y buenistas. El Pedro Sánchez es un cabeza gorda, un extremeño de Cáceres qye quiere ser el Orlando furioso. Y esa ministra portavoz que gracia me hace con sus andares de pajaritos entra en la sala de prensa más derecha que un huso orgullosa y perdonavidas pues por lo visto Dios es de Bilbao. A doña Celia no le cabe un piñón por el culo. Panda de macarras troteras y danzaderas, el titulo lo toma del Arcipreste de Hita, de la política. Que lean a don Ramón Pérez de Ayala con su humor ovetense y su gesto republicano. El creía que Ortega era un cabeza cuadrada al que no le cabía su filosofía en la cabeza, el clérigo don Jovino un abusador de monaguillos, Benavente un marica y García Sanhiz un charlista valenciano que decía ché a cada paso. El ministro de turno Amós Salvador se beneficiaba a sus secretarias en el salón de los pasos perdidos y así sucesivamente

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