ANILLITOS DE MIS DEDOS.
YO me quería casar con un mocico barbero y mis padres me querían
monjita de monasterio lo que más sentía yo era mi mata de pelo, los pendientes
de la oreja anillitos de mis dedos.
Bellos romance que cantaban los niños en rueda. Anillos.
La humanidad siempre los llevó por adorno, coquetería, signo de
distinción y como amuleto. El hombre y
la mujer aman lo superfluo lo que no vale para nada. Los sueños están hechos de
baratijas y en la tienda se expenden a precio de saldo. Una sortija era un adorno pero a veces el
anillo servía para sellar (sigillum)
como el aro episcopal o el anillo nupcial.
Cuando se ajustaba a los tobillos era una ajorca. A las muñecas pulsera y a los brazos,
brazalete, o favorita. Los arqueólogos
dicen que es el objeto que más se encuentra en las tumbas. En las egipcias las ha habido de oro, de
hierro, de cuarzo y de bronce. Entre los
hebreos se cuenta que los anillos y los pendientes adornaban el Becerro de
oro. Las anillos de oro de los ricos;
los de hierro pertenecían a los pobres y carecían de engarce o dibujo.
Los romanos más supersticiosos los utilizaban sus joyas como amuleto (fascinum) y eran preservativos contra el
mal de ojo unas veces en forma de serpiente y otras en espiral.
Los etruscos los tenían unidos por un chatón largo, a modo de cartela
con placas de oro grabadas o cinceladas.
Se lo ponían los funcionarios como recompensa a sus servicios, una
costumbre que han adquirido los militares americanos graduados en West Point o
en Annapolis y en Roma la costumbre desembocó en verdadera plaga en el bajo
imperio. Fue un símbolo de corrupción y decadencia. Las manos de las damas a
veces lucían hasta veinte sortijas. Plinio se mofa de estas mujeres
“chatarreras” que lucían escaparates en sus extremidades al objeto de mitigar
el ajamiento de su rostro. Las joyas, distintivo de riqueza, sustituían a la
belleza ya marchita.
Lo cual que el emperador Antonio las prohíbe y rebaja a cinco el
número de medallas que pueden lucir a no mas de cinco pero, las presumidas no
encontraban dedos suficientes en las manos para demostrar su prepotencia y
lujo. Anillos dobles y triples unidos
por un chatón de todos los colores y materiales; habíalos entre las cortesanas
romanas de ámbar, zinc, plata, plomo y marfil y por supuesto de piedras
preciosas.
Los cristianos heredan esta costumbre por partida doble de Roma y de
los hebreos que ponían argollas al pescuezo de sus profetas y cayados de oro y
de plata para realzar la dignidad de sus sacerdotes.
Los levitas remarcaban su jerarquía con un ceñidor o cíngulo de oro a
la cintura ([1])
e introduciendo un aro de cobre al dedo índice. De esta tradición hebrea
utilizada por los apóstoles nos llega el anillo del pescador de los Papas.
Porque un anillo llevaban los apóstoles.
Los obispos lo utilizaban como sello de poridad ([2]) de sigilo y de
autoridad.
A veces contenían relicarios dentro del chatón con huesos de algún
mártir. También se utilizaba como firma estampando el chatón sobre los
documentos. A la marca que dejaba llamábanla la impronta, también sello. El
anular de los obispos marca el inicio de la burocracia. Las piedras más frecuentes de estos tampones
del séptimo sello eran cornalina, ónice jaspe, amatista, y diseñaban la figura
de un escarabajo que para los egipcios era emblema de buena suerte.
Eso, los egipcios, que los romanos traían en hueco la figura de
deidades olímpicas. Los preferidos para este menester eran la diosa Venus,
Ceres Prosperina y desde las guerras púnicas se sellan misivas y documentos
públicos la efigie de los dioses fue sustituida por la del emperador. Venido el
cristianismo, el anagrama imperial es sustituido por el Crismón, la paloma el
pez eucarístico. Otras veces encerraban
las llaves de cajitas.
Bajo los merovingios se usan anillos morganáticos que los funcionarios
se llevaban en el dedo pulgar o dentro de una bolsa de cuero que llamaban
limosnero. Los matrimonios se bendecían
con el intercambio de arras y un sacramentario mozárabe incluye esta oración de
desposados en la entrega de anillos la siguiente fórmula ritual: “
[3]Fiat hoc
nimirum, ut proter mutuam fidei signum ut propter id magis ut eodem pignore
eorum corda jungatur. Bendedite Domine anulum hunc”.
San Isidoro nos dice más: el anillo había de llevarse en el cuarto
dedo de la mano izquierda. Un anillo es
un juramento y los centuriones romanos lo recibían como signo de obediencia de
cadáver al Cesar. Lo llevaban los
apóstoles y luego lo adoptaron los obispos y en el siglo XI los abades
monásticos. Significan el desposorio místico del obispo con la iglesia. El IV concilio de Toledo habla del anillo
episcopal como testimonio de la consagración a la grey. Ha de ser de oro o con alguna piedra preciosa
pero sin grabado. Liso. Y así fueron
encontrados en el tesoro visigótico de Guarrazar varias ajorcas colgantes y una
esmeralda. El papa Eugenio III permitió
que lo llevasen los doctores en teología y era un aditamento de prestigio
personal. Las partidas confieren el
título de conde al doctor después de veinte años de docencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario