DIA DE LA HISPANIDAD 2018
“Uno de a caballo que se decía Juan Veláquez,
natural de Cuellar, por no esperar, entró en el río y la corriente, como es
recia, lo derribó del caballo; se asió a las riendas y ahogó a sí y al caballo.
Su muerte nos dio mucha pena, porque hasta entonces nadie nos había faltado,
cuando lo encontramos río abajo. El caballo descuartizado dio de comer a muchos
aquella noche…”
Alvar Núñez Cabeza
de Vaca
(Naufragios y comentarios Cap. IV)
Miro La tele y un quidam se deshace en
insultos a España. Califica la conquista de genocidio. Siento rabia y pena por
el momento actual.
Mis contemporáneos representan la antitesis
de este glorioso soldado extremeño Alvar Núñez, el que llegó hasta Oregón en
sus correrías, vio las vacas corcovadas (bisontes) y nos habla de las penurias,
hambres, hielos, naufragios, huracanes y avenidas que padecieron los
encomenderos que lo acompañaban en el afán de conquista sí pero también de
evangelización y cristianización del amerindio salvaje.
Nos la
narra en un estilo conciso cómo fueron víctimas sus soldados del canibalismo de
los apaches, de las azagayas de los indios y de las balas de los franceses que
bajaban para apoderarse de las llanuras de Cabo Cañaveral.
En sus libros nos sale al encuentro el gran
marino asturiano Menéndez de Avilés que fue el verdadero explorador de la
Florida para la Corona Imperial. Entre los historiadores de Indias Cabeza de
Vaca viene a ser nuestro Tito Livio. La masonería, los judíos y toda esa
gentuza hispanofobia que manda en las escuelas lo tienen desterrado. Esta no es
la España que yo me imaginé. Esta tampoco es la iglesia a la que quise
pertenecer.
Tampoco este Juan Velázquez tiene poco que
ver con los collarenses paisanos míos (yo fui concebido en el cuerpo de guardia
del Castillo de Cuellar donde mi padre peló guardias y mi madre le llevaba el
almuerzo; así fue y así lo declaro) y coterráneos.
Un tal Gaspar Herguedas de mi curso me colgó
el teléfono cuando le llamé ayer para recordarle que nuestra cita de todos los
años de pipiolos sería la próxima semana. Era la tercera o cuarta descortesía
telefónica que recibí de esta panda de desaboridos. Me acordé de lo que decía
Quevedo en su letrilla al rey Felipe IV “católica y cruel majestad”.
Antonio Valdivieso el hijo del cabo, ▬ este
personaje nada tiene que ver con el que salta a las páginas de mi novela porque
siempre he creído que la ficción es mucho menos sibilina que la realidad ▬
nacido en de Lastras de Cuellar, me insultó y me vino con palabras dañinas,
andanadas y añagazas. “Escribes bien pero cantas muy mal, chiquito” y no me
dejó entonar el “Veni Creator”. Bueno va.
No sé si canto bien o mal pero manejo la
navaja de Albacete con tanta solercia como la pluma. Quiero recordar a mis
enemigos que esta actitud de retirada no es flaqueza ni cobardía sino prudencia
a guisa de mansedumbre. Así que di callada a la injuria por respuesta.
Menos mal; todavía me estoy acordando de la
hostia ▬ ¡ ostras! resonó por todo el
pasillo ▬ que le pegó a Valdivieso don Marciano, el presidente, cuando la
comunidad salía en fila hacia el refectorio, que todavía le dolía al hijo del
cabo por armar bulla en la capilla, y pienso que al remate de más de medio
siglo mereció el sopapo. Por chulo.
Al hijo del cabo Vegafría el precepto le
rebajó los humos pues iba de gallito. Su imagen se me representa ahora como la
vera efigie del cabrón con pintas. La viva bandera del hijoputismo. Los leones
se han transformado en conejos. Menuda metamorfosis. Dentro de la cual el
derecho canónico se ha impuesto a la parábola del hijo pródigo y al sermón del
monte.
En mi
libro “Seminario vacío los pecados mortales de la Iglesia” por lo
demás creo haberme adelantado a los acontecimientos. Puse el dedo en la llaga.
El catolicismo es un ente de razón, una entelequia. Que el cura se acueste con
su feligresa o le toque la pilila a sus monaguillos es menos grave que el hecho
de creerse ellos por encima del bien y del mal.
Nos
cribaron en el odio, el miedo al infierno y al sexo y en la falta de caridad.
El cura católico diga lo que diga el antipapa Francisco es un tarado mental. Peca contra dos mandamientos
que tienen poca solución e indulgencia: soberbia, hipocresía y el creerse superior
a los demás.
Este año por conjurar tales agravios no
asistiré al conciliábulo y me aplico la norma del Talmud en estos tiempos de
desconcierto y desamparo: Huye, reza y calla y en hora de tribulación no hacer
mudanza. Vuelvo a mis clásicos
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