EL PADRE LAS CASAS ERA
CATALÁN
En mi libro sobre el autor del Lazarillo quise bucear dentro del intrincado
mundo de los conversos (mar sin fondo); uno de mis hallazgos fue la
personalidad de algunos ellos.
Dice al respecto Rodolfo Jimeno en su biografía sobre el autor de la Leyenda Negra , al estudiar sus orígenes — una familia
barcelonesa que se estableció en Sevilla y cambia el apellido de Casaus a Las
Casas— que los conversos al abrazar el catolicismo portan consigo la llama del
fuego sagrado, gran parte de los mismos toman las ordenes sagradas.
El celo converso les lleva a querer ser más papistas que el papa.
Son grafómanos como Teresa de Jesús, el mismo Cervantes y la mayoría de los
autores del género picaresco. Vallejo Nájera al estudiar la psicología del
padre de la Leyenda Negra encuentra en su personalidad una hipertrofia del
yo, exhibicionismo mental. Es acreedor de una idea fija y monotemática. Esa
obsesión por el holocausto y el afán de vindicta.
Los judíos dicen carecer de historia, sólo tienen memoria. Intentan dar la
vuelta a los anales. Tito Livio, Tácito, Salustio, Cesar, La guerra de las
Galias, — tienen a prurito desde los tiempos de Vespasiano la inquina hacia
Roma— los cronistas de Indias, Menéndez y Pelayo, Hilaire Belloc etc son unos
pobres payasos, saltimbanquis de la bibliografía.
Su idea es quemar los libros de historia que no les conviene. Según ellos,
el mundo no existe antes de 1989, el año de la Gran
Revancha. Las Casas
era un megalómano. Se creía un elegido del altísimo y tal preeminencia le
condujo a esa paranoia privativa de los conversos. Que tienen una visión
deformada del mundo. Son tercos, abrumadores y pleitistas, muñidores de guerras
y conflictos porque sobre ellos cae la maldición del campo de Haceldama donde
se ahorcó Judas. Acusan de “conspiranoicos” a quienes no piensan como ellos.
Carecen de afección a sus semejantes. Desprecian a los demás por no pertenecer
a los elegidos. Es la idea del “goim”: un ser inferior homologable con las
bestias, se les puede matar y esclavizar sin ningún miramiento, no son hijos de
Dios (terrible creencia de los sionistas).
Son grafómanos. Gran verdad. Este es el estilo por ejemplo del New York
Times que se adhibe a un pensamiento único desdeñando las galas literarias,
estilo premioso, párrafo largo y ambivalente. Gran parte de los autores judíos
participan de esta estética “no frills” sin adornos que desprecia el arte por
el arte y se manifiesta utilitarista. Lo suyo es la obsesión política como
subalterna de la revolución. Según Vallejo Nájera los escritos de Las Casas son
incoherentes. En su delirio de grandeza cambian de nombre para fingirse
miembros de importantes familias. Así Las Casas se convierte en Casaus. De esta
forma combaten las ejecutorias de hidalguía y la limpieza de sangre tan
importante en la España de XVI.
A lo que parece, han vuelto los conversos con su odio contra España y el
afán de revancha. Puigdemont y sus muchachos no son más que meros monaguillos de
la sinagoga que menean el incensario del rencor y la confusión durante esta
misa negra a la cual asistimos, consternados, los españoles desde hace algún
tiempo. La conjura es evidente: quieren destruir nuestra nación. Es el negocio
de la España de
las autonomías y en último grado, el fin de España y de su constitución escrita
por veinte masones.
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