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sábado, 16 de septiembre de 2017

TÚ, PERIODISTA


Periodismo

 

 

Había escogido hosca profesión crucifixiones de papel mojado hojas que se lleva el viento periodista de troche y moche corazón santo tú reinarás escritor y escribiente redactor de libelos y soflamas. Llené miles de cuartillas y yo a los palacios subí yo a las choza bajé viva don Juan tenorio el conde duque de olivares llevaba una pluma de avestruz sobre el chambergo inmundicias de la política y ansias de poder. Escribir  hojas fugaces volanderas reportajes gacetillas entrevistas necrologías en honor de los difuntos pobre del que se muere sacaban el incensario y lloverán los elogios sobre ti cuando te mueras. Tú eres periodista, chaval y tu vida tiene que ver con las aficiones de la cinegética, cazadores de exclusivas, fuego al muñeco pero tú no te rindas, Remigio, cada día sales al campo de la noticia a practicar el tiro con escopeta y te dices fuego al muñeco. Caía algún jabalí, con frecuencia una liebre, pillaba una cogorza. Nunca un elefante para eso había que ser poderoso y tener buena cartera para organizar safaris en Botswana. Era una profesión áspera pero gloriosa. Lo mismo te podías encontrar al Carrozas subido a la columna administrando jabones y pomadas tránsfugas y a las nueve de la mañana al negro de Cuenca a la búsqueda de tema. No te metas en ese jardín que es un retablo que te pillarás los dedos. Siempre sobre el filo de la navaja a un paso del abismo. Te enviarán al pozo de los leones. La ley de supervivencia mandaba a crecer de escrúpulos y abrirse trocha a codazos quítate  para ponerme yo la ley del más fuerte y aquí el que aguanta gana pasar por carros y carretas desayunarse un sapo. Apártate del medio que va a pasar la camioneta de mi papá. A mí sabino que os arrollo. Soy periodista, me rindo. Si mi pluma valiera tu pistola. Estás condenado a la vida ignota a la muerte civil que es el mayor suplicio para un señor que escribe por antonomasia un comunicador que no comunica y condenado al silencio ahoga su voz en las profundidades oscuras de la hura. Palabras como dardos ideas como flechas pergeñadas humildemente en la urgencia del dateline, que no nos pille el toro. Que dios nos coja confesados.

Se compró un traje con la primera paga de meritorio en RN y unos zapatos en el corte inglés que le sirvió su pariente Crescenciano el marido de su prima Margarita un buen chaval antes de marcha a Londres.

—Todo mentiras, no dicen más que mentiras esos periodistas. Éste siempre anda con caxigalinas— sentenció doña Cloti refiriéndose a él, a raíz de un reportaje que escribió sobre la romería de San Frutos que causó indignación en el pueblo de Fuentesoto. Ermitas abandonadas en el camino de Sepúlveda a Peñafiel. Venerables piedras románicas y atrios o capillas convertidos en muladares.

Su madre le dio un sartenazo con tales palabras. A Remigio Bermejo, hipersensible y suspicaz, dolíanle tales descalificaciones, proferidas alacremente por la que le diera el ser.

Zafaba, implícito, el dictamen materno el desdén y sensación de rechazo pues vivió siempre con la sensación de que había sido aborrecido en el nido. Su madre no le quería. El dictamen se transformó en condena y dio pábulo a su inveterada falta de seguridad en sí mismo, en las vacilaciones que le tornaron en un ser irresoluto. Fue como una condena a la desesperación y congoja de una vida desordenada.

Two wrongs cannot make a right[1]— le dijo Rose una vez con cierta dulzura.

La Rosa le amaba. Su madre no, crió a partir de entones complejo de Edipo y esa carestía explicaba su misoginia. Era zafio y desmañado en el trato con la hembra. A todas las colocaba una de dos en un pedestal o las destronaba al burdel. Lo mismo que los soñadores levantaban castillos en el aire él se hacía ilusiones con el mundo de la literatura. Se fraguó un olimpo utópico. Con tales armas entró en el club de los poetas muertos, de los seres trasnochados. Tú cura, tú periodista, no vales para nada eres un inútil. Trató de justificarse de por vida y demostrar a su madre que no tenía razón. Fue rechazado en el noviciado por extravagante. ¿Podría abrirse un hueco en el reino de las musas?



[1] Dos tuertos no pueden mirar con un ojo derecho

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