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miércoles, 6 de septiembre de 2017



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FRAY ANTONIO DE GUEVARA Y SANTILLANA DEL MAR

 

FRAY ANTONIO DE GUEVARA INTRODUCTOR DE LA LITERATURA EPISTOLAR GRAN MEMORIALISTA DE LA LITERATURA CASTELLANA

 

En la catedral de Mondoñedo se mostraba a los turistas hasta hace unos años el sillón frailuno donde el obispo de Mondoñedo fray Antonio de Guevara 1480-1545 escribía sus largas y deliciosas cartas a los hombres de su tiempo que eran los de Carlos V. Tantas horas sobre la mesa de trabajo acabarían en hernia discal luego la mala alimentación cinegética y el sedentarismo depararían la gota de la que murió. Y en eso como en la grandeza de miras en su simpatía y en su fervor de católico arrepentido tras mucho pecar imitó a su señor el Cesar Carlos V; se trata de un didascálico que escribía como hablaba. Cartas que parecen sermones y sermones que parecen cartas. Con glosas a la biblia y también por que no citas de la literatura clásica empedradas de preciosos latinismos y reparos morales.

A decir de la crítica se adelantó a los memorialistas ingleses. Su estilo amaba las preciosidades conceptistas en párrafos que van camino del retruécano y anuncian el advenimiento de los crisoles estilísticos de Gracián y de Quevedo y todo eso que hizo excelso al humanismo español tan minusvalorado ahora por el sistema hispanohablante que se nos viene encima, dominado por sionistas y judíos a los que han acanteado en Segovia el otro día, con motivo de los mil años de un osario hebreo en la vieja ciudad romana ( pues menudos son los de mi pueblo, que no hay peor cuña que la de la misma madera) y es una pena que se oculte a las nuevas generaciones de estudiantes españoles estas joyas en literatura de perlas preciosas.

A cambio se las aburre con una plétora de escritores ingleses de segunda o tercera mano como la Austen el Paul Auster,  todos esos autores que se sacan de la manga los nuevos publicistas del 666, libros infumables de autoras vírgenes fatuas y la madre que los parió.

Este franciscano que en su juventud rondó balcones tuvo amores duelos y reyertas para ingresar, una vez arrepentido, en la orden seráfica, fue guardián del convento de Arévalo antes de ser obispo de Guadix y más tarde de Mondoñedo, sedes episcopales en las que no permaneció casi nunca de asiento según las costumbres de la época.

El absentismo laboral y las regalías eran el mínimo común múltiplo de las sedes episcopales entonces. Fray Antonio seguía en todo momento a la corte itinerante del emperador dejando al mando de la mitra de Mondoñedo a un sustituto. “Los buenos guerreros – dice en una carta- se precian más de amolar las lanzas que de tajar las péñolas,,, lo que a uno le hace ser buen caballero es ser medido en el hablar, largo en el dar, sobrio en el comer, honesto en el vivir, tierno en el perdonar, animoso en el pelear”.

Estas epístolas son un compendio de recomendaciones y advertencias teñidas de la nobleza y pasadas por el balde de agua bendita de los blasones de un castellano viejo nacido en Santillana del Mar. En las Asturias de Liebana para diferenciarlas de las Asturias de Oviedo.- casta de hidalgos de todas formas- de donde emana el rancio abolengo y la señoría española.

Acabo de visitar la noble villa y encontré cerradas muchas casas solariegas, las corredorias solaneras medio cayéndose y las techumbres de los tejados derrumbadas, dejando pasar el sol del verano y los muros de los corrales a merced de la lluvia y las nieblas del Cantábrico.

Santillana ― este es el sueño que acaricio― sin embargo resucitará algún día cual Ave Fénix. Volverá a ser la cuna de aquel ideal cristiano de caballeros mitad monjes mitad soldados cabalgando por los campos de Castilla a lomos de Rocinante. Ahora la patria yace sin pulso, desmedrada y medio muertas en manos de Judas y de Caín

 

 

 

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