Mi amigo Quintiliano Quindejas al que llamábamos "Soguillas" cuando éramos guajes regresó al Requejar- apud-Tejares tras su visita al cementerio lugar más romántico y mejor ventilado no puede haber en el mundo, a orar por sus difuntos. No estaba seguro de que fueran escuchadas sus interpelaciones a lo alto. Allá a lo alto la oficina de reclamaciones debía estar cerrada o era la hora de comer. Sólo con los ojos de la fe podía tener sentido aquel enigma en oposición abierta a los dictados de la naturaleza que guarda ominoso silencio sobre el sentido y propósito de nuestro vivir. Somos física y química, un setenta por ciento de agua riega nuestras células que se pudren cuando el corazón se para. Somos tierra y el barro en que nos fraguaron se descompone en polvo. Sin embargo, aquel quietorium donde reposaban sus antepasados era un lugar bello bien soleado y aireado por el viento seco de la meseta. Le entristecía y le espantaba el pensamiento de la muerte cuando acababa de cumplir setenta y seis años después de haber curado del Covid casi milagrosamente. El tiempo se acababa. Siento mis manos vacías. Aceptaba los hechos, concedía derrota, había llegado desde su rincón asturiano donde vivía solitario para rogar piedad y misericordia y entregarse a una profunda meditatio mortis al estilo de los místicos que vivieron siempre en compañía de una calavera encima de su mesa. Hay que morir, hay que dejar la carcasa. Lo irremediable no tiene vuelta de hoja Tal pensamiento lo dejó el ánimo entristecido y yo voy a tratar de poner blanco sobre negro los puntos de su azarosa biografía. Me llamo Eutimio Guzmán pero para el vulgo soy “Timi Quinolas” Debe de ser por mi afición a la brisca y los juegos de azar y al vino, que es una carta en la mesa presa. Bebe y aléjate de las mujeres. Eso es muy difícil, tío. ¿Cómo lo conseguiste? Ah mediante la reportación, abstinencia y continencia. “Vinum bonunm letificat cor hominum”. La cita viene del Eclesiastés... No me vengas con monsergas, Quinolillas, que ya nos conocemos. Sé que eres adepto a los postulados del Príncipe de la Mentira... venida la hora del Separador que apartará el trigo de la cizaña, seré yo la sombra del Soguillas, nos damos caña. El debate se prolongará durante toda la eternidad.
─¿Seremos tan importantes como para atribuirnos el don de la inmortalidad, Eutimio?
─Buena pregunta para la cual no tengo más respuesta que a la luz de la Fe.
Le contradigo con mis propias conclusiones y silogismos Él no me conoce ni de vista pero yo bien que lo conozco a él. Siempre le canto las cuarenta, copo la banca y él ni se entera el pobre, porque es un cura apóstata que anda algo perdido yendo de acá para allá, de sinagoga en sinagoga, de quilombo en quilombo, de taberna en taberna y de rota en derrota. Somos tahúres de la palabra. Hemos leído demasiados libros. Los dos somos de Segovia la patria del “Buscón” y del “Domine Cabra”. De la picaresca y de la astucia puesto que de escarmentados se hacen los arteros, algo nos toca. La mala vida nos enseñó a disimular pues en este mundo todo se nos va en apariencia. Alardeamos de blasones y de venir de la pata del Cid cuando no somos sino perailes.
Escuchamos voces, atendemos a la llamada pero luego resulta que estos gritos son refracciones del aire que sale de una boca que no existe. Bajo el tornavoz del púlpito coronado por la Paloma del Paráclito pongámosle paños al púlpito se han vaciado los templos de la habitual predicación. Los púlpitos fueron sustituidos por cámaras y micrófonos que nos sermonean consumismo, aunque no sirve darle vueltas. Nuestra vida es más regalada que la de nuestros padres. Labramos con el pescuño y la reja del arado romano y ahora andamos por el ordenador, los viajes a Marte, el cambio de sexo y la reproducción asistida. Sin embargo no hemos podido acabar con la pandemia y los políticos se refieren al cambio climático como una amenaza apocalíptica.
─Cultura de la queja, Eutimio
─Cierto. Nuestra senectud está siendo mucho menos trabajosa que la mocedad.
─Se extinguieron las pasiones. No se nos empina. Se acabó el tiempo del “cherchez la femme”. Este estado de anafrodisia nos sume en eun letargo de lánguido estupor a la vez que nos libra del alarde venéreo.
─Eso serás tú, Soguillas. Yo todavía… todavía.
─A mí el sexo ya no me pica. Me causa risa. Entro en los chats porno de la red para conjurar mi aburrimiento asturiano en las largas noches del invierno en la casona. Me hincho a ver coños, tetas, carajos, meneo masturbatorio, eyaculaciones salvajes y suspiros, he descubierto que la hembra es insaciable. El fuego no se le apaga eternamente en su pebetero. Todo son glándulas, química. Una función fisiológica y coprologica como mover el vientre o evacuar la vejiga.
─Mal andas, pecador. ¿Y este es aquel antiguo seminarista que aspiraba a la hornacina que quería ser santo como Luis Gonzaga.
─Si no lo quería al menos lo disimulaba.
─Fariseo.
─Gilipollas.
Los sermones evangélicos se han convertido en mensajes comerciales compra esto, adquiere lo otro, venga a nuestras rebajas. Son las homilías de un tiempo. La moralina del consumo, la verga de don Venancio, que anuncian por la tele que mida dos palmos por lo menos. Vivimos un tiempo de vacas gordas en la abundancia pues la vida se ha hecho más fácil y cómoda con los nuevos inventos. La tecnología es la gran sustituta de la teodicea. Aviad pronto, chiquitos, y no os quejéis tanto que nunca vivisteis mejor ni lo tuvisteis más a huevo. Pues también es verdad ¡cáspita! A los dos nos une un estrecho vínculo de amistad y compartimos la afición por la literatura, vivimos enterrados entre libros y nos fustiga la misma comezón desalentadora por un tiempo que se va, mientras nos resistimos a abandonar la partida. Este tapete verde de la vida nos hipnotiza viendo morir al mundo en que vivimos y la destrucción de nuestros sueños. Ya somos viejos pero hemos sobrevivido a la peste pandemita y podemita que asuela toda la tierra. Aunque con diferentes ideas los dos hemos sido periodistas. Somos en una palabra el yin y el yen, hecho carne. Encarnamos la tesis y la antítesis sin que nuestras diferencias políticas empañen el vínculo de nuestra amistad subliminal de coloquios entre las sombras que suenan a dolor de atrición y de arrepentimiento. También nos une al amor a un Cristo heterodoxo que circula por nuestros redaños barra libre y poco tiene que ver con ese Jesús usurpado y trastocado por los vaticanos. Él es el que no desaparecerá. Está en la historia cuyas palabras no pasarán. Al menos eso es lo que esperamos. Yo me propongo escribir la historia del pobre Soguillas al que unos dan por loco; otros dicen que es un santo mártir de la causa y para la mayor parte, sintiéndose indiferente, que es uno del montón atravesando el Mar Rojo del cambio de hora y de era.
QUIEREN ASESINAR AL ESPAÑOL DESTRUYENDO SU ORTOGRAFÍA. EL FANTASMA MARXISTA LENINISTA DE MAIAKOVSKI VUELA POR INTERNET
El día de san Jorge se levantó temprano. Cantaba ya la alondra en las ramas del quejigo de la casona echando sus primeras yemas. Fue al ordenador (había convertido la vieja cuadra en biblioteca y despacho con la mampostería dando protección a los libros amontonados, la chimenea donde ardían los rescoldos del tuero de la noche pasada, cerca de la consola ante cuya pantalla el septuagenario inasequible al desaliento pasaba muchas horas aporreando las teclas) y una noticia le entristeció al borde del llanto y es que la juventud actual está asesinando la ortografía. Ello obedecía a una consigna:
─Delenda est Hispania
La lengua es compañera del imperio, decía Elio Nebrija. Ya no hay imperio que valga. Nos aplasta la bota de Soros. Las naciones mueren cuando la lengua común es asesinada y la erradicación de las normas ortográficas era el primer paso esta inicua estrategia. Entonces dijo:
─He de ir a honrar a mis difuntos. He de visitar el cementerio de san Gregorio donde reposan mis antepasados. Ellos durante más de diez siglos desde el románico, el gótico, el plateresco, el barroco, en el tiempo de las luces, de las paces, las guerras, las gripes, las epidemias se expresaron en castellano. Con ella nacieron y murieron, amaron y cantaron, hicieron negocios. Me indigna este asesinato pero no era nada nuevo. Ese fue el intento de los bolcheviques para darle la puntilla al ruso cambiar la ortografía suprimir ciertas letras del abecedario.
La orden partía de las altas esferas del Sanedrín que tira la piedra y no esconde la mano, se sirve de sus cipayos. Los bolcheviques la pusieron en practica en 1905 por medio del gran profeta de la revolución marxista Vladimir Maiakovski y ahora en España por medio del bocazas del Coletas y su adlátere Julio Rodríguez "Julito el rojo" el general apostata un espía del NOM israelí la implementan entre nosotros. Había que hacer astillas la lengua de Nebrija, Cervantes, Quevedo y Pérez de Ayala, Clarín, Galdós. Baroja, Miró. Marañón etc. Estaban deseosos de cantarle el gorigori. Fue un plan que fracasó . el profeta del cambio Maiakovski, el que decía que había quemar los textos de Chejov, Tolstoi, Turguenev y Kuprin acabó pegándose un tiro cuando supo que su mujer le ponía los cuernos con un comisario. El ex cura cargó con un poco de pan una termo de café y una enfilada para aguantar las seis horas de viajes y al volante de su viejo 2C se dispuso a cruzar Pajares. La radio del coche rebuznaba noticias sobre las elecciones desde las plataformas del gulag mediático. ¿Quien va a ganar las elecciones? El que mande don Iván porque las urnas las carga el diablo. Los tertulianos se entregaban a su filatería incontenible. Todo era un paripé. Cambiaban de ondas y allí los coloquios verdeaban la boda de Rociito ─qué gran tema rediós─ con el ex picoleto, la hija del ex boxeador, el novio de la Campos, el nuevo look de doña Leticia, gossip de evasión para no hablar de los menas que nos enviaba el rey alauita en patera para que los mantuviéramos he aquí un país dado al compadreo el chismorreo y la murmuración. Nos dan la vara. Nos comen el coco con todas esas nimiedades. Fortuitamente burló la vigilancia de la Guardia Civil al entrar en Castilla le dijo que iba a un entierro. Los campos estaban verdes y frescos, las casas cerradas de los pueblos vacíos. Un azor planeaba al borde de la carretera avistando sus presas. La bondad y serenidad del paisaje contrastaba con la nerviosidad y parloteo de los programas matinales de las emisoras. El país estaba nervioso.
Para el Soguillas empedernido lector y esforzado escritor, sus textos se amontonaban inéditos en la cuadra de la Requejada junto a algunos libros que pudo publicar nunca distribuir porque con la inquisición hemos topado. A los nuevos autores por no echarlos vitriolo a los ojos les mandaban al limbo del anonimato. En España los literatos andan todos metidos en un cajón. Había que estar agazapado cada uno en su conejera hasta la exasperación, aprendiendo a ser ex hombres. Se trataba de acabar con el Logos y la eterna sabiduría y adoptar la norma redhibitoria de la renuncia. Apagó el receptor y escuchó la voz del obispo el día de su ordenación mandando a los diáconos que se iban a ordenar de presbíteros el cuerpo a tierra:
─ Procumbant omnes.
Habían pasado muchos años casi medio siglo pero la voz episcopal retumbaba en su memoria. Un pájaro alisaba sus alas sobre el hilo del tendido eléctrico. En Medina del Campo se detuvo a mear y a tomar café. Pensó que la mano de la Providencia le había sacado de tantos apuros en la existencia que fue una lucha a muerte contra el mundo la carne y los hombres. Estaba vivo. Era un jubilata que bien podía decir con San Pablo "Conservé la fe" a pesar de que todo en su vida fue un gran fracaso una catástrofe. Por eso tenía que acercarse al ara donde se guardaban las cenizas de sus antepasados. Otra parada en Arévalo para arrodillarse ante la Virgen de las Angustias. Al salir del templo la plaza del Arrabal estaba llena de puestos de mercaderes. En los caleros de la iglesia de Santo Domingo habían anidado una pareja de goloritos padre y madre llevaban alimentos en el pico a los recién nacidos. Arévalo honraba a su patrón san Vitorino que debían de ser la continuación cristiana de las fiestas de la Refifugia que mantenían solemnemente los arévacos. Compró soplillos y pan regañado en una tahona puerta por puerta con la iglesia de san Martín. ¿Qué soy yo?, preguntaba Soguillas... un resistidor berberisco mitad cristiano y mitad judío. Mi alma va sellada por las tres culturas aunque lucharé a muerte por la defensa de la cruz de Cristo. De los moros heredé su fanatismo, de los judíos la tozudez y de los cristianos el amor al vino eucarístico.
En un apostadero de la A6 era la hora de yantar, el pan regañado arevalense sabía a glorias lo mismo que los soplillos. Que aproveche buen mordisco. A la paz de Dios. Un transportista portugués dormía en la cabina de su camión, una pareja de jubilados masticaba unas tajadillas de una fiambrera. Les dio los buenos días, no le contestaron. La gente se ha vuelto medrosa y suspicaz. Otra vez enfiló la autovía, prendió la radio. Los hierofantes radiofónicos seguían ahora hablando del virus de los fallecidos la noche anterior y de los internados en cuidados intensivos. Lo adelantó un Peugot francés en el cual viajaba toda la familia. La esposa iba cubierta con el almaizar que le daba aspecto de monja. Es saludó con la mano... "Bis millah" y ellos deferentes respondieron con el mismo saludo "Bis millah havivi". Id con Dios.
Tuvo que parar junto al santuario de la Fuencisla para hacer pis (dolamas de la próstata) y para cantar una salve a la Virgen en agradecimiento por el buen viaje. La Fuencisla sitio emblemático le recordaba los recesos de sus tiempos de seminarista, largos paseos congelados en el invierno y calenturientos por los ardores de la canícula. Se puso a cantar el padre nuestro en ruso:
"Otse, isi esi na nebisiex
Da siatsie imiatvoié
da pridiet tsertsco tvoii dviedi nas
Da vudet volia tvoia
Iako na nebesi i za ziemli
Xlev nas nasusni dazni dnesi
I ostvi nam dolgi nashi
Iakose i mui ostabliem dosnikom nasim
I vvedi nas vo skuseniei
No izbavi nas nas ot lykavago
Amin"
Una monja que limpiaba el santuario escuchaba el rezo con atención y dijo que le gustaba mucho aquella oración... Es el padrenuestro, hermana... pues que Dios le bendiga... y a usted.
Resolutivamente no quise entrar en Segovia el pueblo donde vino al mundo porque allí no le trataron bien. Le pasó lo que a Santa Teresa cuando los segovianos la acusaban de andar metida en amores con Juan de la Cruz su capellán. "De Segovia ni el polvo de las zapatillas" y se sacudió el calzado en san Pedro Abanto donde siempre paraban carreteros. Enfrente había un letrero sugestivo:
─Más vale aquí mojarse que enfrente ahogarse
Justo al lado corrían placenteras las aguas del Eresma.
Por fin alcancé a ver la torre de san Gregorio que se perfilaba sobre el páramo con la majestad de un obispo sedente a horcajadas sobre el lomo de los siglos, testigo de nuestra historia, en su cátedra guardando la memoria de mis difuntos. Llamábamos nosotros aquel cerro El Somo. Era el final del camino. El pueblo estaba vacío. Nos habían robado el alma. Habían matado la lengua asesinado su ortografía. Encendí una vela y me puse a llorar agarrado a la verja del camposanto. Aquel era mi muro de los lamentos la torre del cementerio de Requejar.
JUAN DE LA JUSTA EL QUE MATÓ LA SERPIENTE
No me sentía cansado tras el largo viaje desde Asturias con mis setenta y seis años a las espaldas fresco como un cohombro. Trepé por la escalera 24 veces y desde el cerro saludé al paisaje castellano. Para honrar a los veinticuatro monasterios que, mamdó hacer el rey Alfonso VI los veinticuatro pueblos de Villa y Tierra los veinticuatro ancianos del Apocalipsis. Era un conjuro para aplacar las tristezas del Quietorium de la Monda y el fuego fatuo Perfilabanse las montañas azules al otro lado de las cárcavas las tierras frías y el gran morro de las adradas. Y por el sendero del via crucis subía yo con la cruz a cuestas como Cristo con todos los pecados del mundo sobre los hombros. Me dolían las costillas. En el paño de la Verónica enjugaba mis lagrimas y s estampaban los rostros de las mujeres a las que perdí, pecador de mí. Pungente y clara se escuchaba por todo el valle de la dulce Deri desde la cama del hospital de Londres donde la operaron del tiroides:
─You have hurt many people (hiciste daño a mucha gente)
cuando la dieron de alta firmó el divorcio. Una compañera de crujía la indujo a tal determinación traté de explicarle que no me dieron permiso en la escuela. Sufrí una depresión. I had a break down y todo se fue al carajo
El pantocrátor pintado sobre el ábside milenario me miraba con sus ojos fríos bendiciendo desde la serenidad de sus dos dedos alzados y sus ojos grandes cuando decía misa sobre el ara sepulcral. Un ángel negro de seis alas me servía de acólito y allí estaba Juan de la Justa el que la serpiente matara. Salió de su tumba a la hora de alzar y les escuché decir con voz trémula “Señor mío y dos mío” junto a él vestidos de túnicas blancas comparecían casi todos los difuntos del Requejar. Podían ser millones y asistían a la ceremonia con gran devoción. Algunos no entendían las plegarias porque su presencia en el mundo tuvo lugar antes del cambio de rito. Muchas mujeres sentadas a la morisca invocaban a Dios en mozárabe. Habían resucitado para ver a Dios. Un coro de querubines atacaba las estrofas de la misa de Ángeles y el eco de sus voces se esparcía por la campiña en un largo kirie elisión. Juan de la Justa el que mató la serpiente cantó el credo en eslavónico. Aquella pretendencia me reaseguraba de la presencia de Dios en el paraje presencia divina que es inefable invisible incomprensible inabarcable hasta el infinito que sólo se entiende a la luz de la vez. Juan de la Justa el que mató a la sierpe había sido soldado en la campaña de Rusia. Fue repatriado a España con una pierna de menos. Un disparo de los organillos de Stalin segó su extremidad Fue el más pobre del pueblo. Con la humilde pensión que le quedó pasaba hambre. “Yo fui a luchar contra el comunismo. Los rusos no me hicieron nada pero el régimen soviético estaba dirigido por feroces caníbales y se hacía lengua de la valentía de los soldados alemanes que lo trataron con deferencia y mantuvieron la disciplina den medio de la retirada que ellos denominaban defensa elástica. Contaba que aquella guerra la habían organizado los judíos y que el pueblo alemán y el ruso la padecieron en sus carnes. En su alcoba tenía un retrato del Führer y decía que el holocausto era una treta propagandística para ocultar los crímenes de la segunda guerra mundial.
─No digas eso en público, Juanito que si se enteran los caza nazis te meten en chirona.
─Me es igual.
El desparpajo y la sinceridad del pobre mutilado consiguieron que el fervor y la admiración que yo sentía hacia los rusos se enfriasen un tanto. Rusia es el molde de un enigma. Empiezas a destapar y nunca llegas a destapar el rostro de la última muñeca.
─Nunca se sabe cómo piensa un ruso. Las reacciones de los eslavos son un enigma. No piensan como nosotros según me dijeron algunos camaradas que fueron deportados a los campos de concentración siberianos.
Con todo aquella misa seca no me pareció un sacrilegio. Formaba parte de un sueño que yo tuve para ensalzar aquellas piedras templarías erguidas sobre el áspero mogote entre pedruscos seculares y zarzales de escaramujo. Volvía al centro. Estaba de nuevo ante el enigma de misterio de mi existencia a cuestas con mi cruz a cuestas y las sienes taladradas del escritor que se atreve a ir por libre y enfrentarse a los dogmas de una sociedad global. Cerré el portillo de san Gregorio después de entender una vela en la tumba de los míos y me fui a una tasca de Sacramenia. Pedí vino de la tierra. Conjuré mis penas ante el dolor y el olvido y la persecución de la que fui objeto. Tuve que separarme de mi mujer cuando supe que el cuarto de mis hijos no era mío. Su naturaleza tan dada al coqueteo y a la ninfomanía la había hecho sucumbir a la tentación de un afir con un compañero en su centro de trabajo. Un día la descubrí cuando se desnudaba sendos moratones en los glúteos y otro menor en el pecho izquierdo. Me dijo quie se había pegado un golpe con la pierna. La repudié y consciente de que aquello era un castigo que me había enviado la providencia por haber sido degradado como sacerdote y por haber andado malos pasos por la vida me divorcié y a la jubilación compré una casa vieja en Asturias. Estuve entado de cometer una locura pero me fugué del hogar a la chita callando y ya libre de semejante atadura me sentí un hombre feliz que es liberado de su oprobio. Fue tal la conmoción física y psicológica que aquella afrenta supuso que dejé de ser hombre que me abandoné a la anafrodisia. Soy un “stoltzi” digno de abrazar una de las sectas de la ortodoxia rusa la de los castrados que se me emasculaban a sí mismos por amor a Cristo y para no caer en la tentación de la carne y puedo decir co el salmista que la mujer son la cátedra del diablo y el aguijón del escorpión
PAISANO DEL BUSCÓN Y DEL DOMINE CABRA
Había nacido a la sombra de la catedral cerca del rollo donde ahorcaron al pare del Buscón y “obisparon” a su madre por alcahueta. Los jueves ponían el puesto los pelaires en la plaza del Azogue, triduos y novenas y el toque de clamor en la torre Carchena junto a la huerta del Judío ires y venires dares y tomares sin ton ni son. Los largos paseos en silencio durante las horas del quiete en las tardes de retiro espiritual. Aprendió juegos de manos y era un experto en tirar al guá con las canicas. Sus padres siendo pobres a la edad de once años lo metieron en el seminario una boca menos. El fantasma del Domine Cabra aleteaba como un pájaro de mal agüero por tránsitos y corredores de aquel caserón. Aprendió a escanciar espondeos en latín y a entusiasmarse con la mitología. Los dioses oscuros eran el precedente de todo aquello que amó y aprendió. Aulas del sufrir y del resignarse malos olores y hacinamiento. Le gustaban las mujeres y tuvo una novia que eran diez años mayor que le enseñó viejas técnicas ancestrales. No se lo digas a nadie. No lo diré. Túmbate y lo hagamos como los señores. No se lo dijo a naide siquiera al confesor aprendió a fingir y a ser hipócrita. Aquello era lo mejor del mundo la gloria de dios cuando abrazaba a Maritere y se sumía en el pozo sin fondo del amor aquel cuerpo tiritando y en convulsiones que olía unas veces a pescado y otras a lavanda,. tan dulce como un vaso de malvasía. Tú te tumbas y ahora el sesenta y nueve. A la viuda lo que más le gustaba era el misionero. Así todos los veranos. Cuando sea cura serás mi ama de llaves y podremos gozar más libremente. No se lo digas a nadie. El gozo de aquellos pecadillos secretos le alegró toda la vida. No hay cosa en el mundo más dulce que aquellos revolcaderos en el pajar o al amparo de un escaramujo bien tupido a la vera del Río Peces para hacer el amor con la fresca. Había laido en un Padre de la Iglesia que la mujer tiene entre las piernas el aguijón del escorpión, es cátedra diabólica. Era san Pacomio que el pobre no se había comido una rosca por eso escribía tales barbaridades de las sacerdotisas del gusto que son lo mejor que hay en la vida. Pues yo, reverendo padre, me arrepiento de todo corazón pero me gustaría asistir a esas clases que daba el Cojuelo en las universidades venéreas y que me pique esa avispa ¿Y tú vas a ser cura? No me queda otro remedio. Le gustaban los veranos porque podía tener encuentros con la Tere y al rey y a la inquisición chitón. El seminario era una cárcel pero toda la vida es cárcel. El año 56 hubo una gripe y desalojaron as aulas mandaron a todos para casa. En el delirio de la fiebre menudeaban los encuentros con su novia. No me importas que me pegues el morbo. Fueron sus mejores amores en la vida los de los tiempos de peste. Iba aprobando todos los cursos. Los superiores le tenían por un santico y lo proponían como modelo de buen seminarista. Era diligente, aplicado, nada murmurador, asistía a las celebraciones litúrgicas con devoción, en los tiempos de silencio caminaba por los pasillos con la cabeza de medio lado. Aquí tendremos pronto un san Luis Gonzaga. Los ángeles le están preparando la aureola para subirlo a la hornacina. Sanctum habemus: Quintiliano el hijo de la Aldonza la lavandera del Eresma. Era la admiración de todo el seminario. Aquellos buenos operarios diocesanos pese a su bondad y dedicación a los postulantes no daban una El Soguillas al escuchar aquel juicio de su maestro de novicios se reía para sus adentros y seguía suspirando por la Tere. En las noches de pesadilla como tenía poluciones nocturnas y “lo suyo” se iba para arriba in continenti e irremediablemente. Conque, se daba furiosamente a la masturbación pero era avisado y cauto que no caía en el escándalo de algunos de sus compañeros a los cuales se les escuchaba gemir en medio del ruido de los muelles del jergón. Él no tenía vocación pero lo disimulaba. Tendría asegurada la vida y como había oído decir a más de un párroco eso del celibato es una marranada. El voto de castidad que no cumple nadie nos permite tener acceso carnal a todas las mujeres que se nos pongan delante solteras, vírgenes, casadas, putas espirituales e incluso monjas. La teta de novicia era manjar suculento. Así que Quintiliano un verdadero buey muto no decía ni media palabra de sus interioridades. Se agazapaba y aguardaba deshojando la margarita de su zorrería. Aquel centro, antigua casa de la Compañía, fue el lugar donde aprendió sus mañas y salió convertido en un pícaro de siete suelas. Vaya un tío por dos reales, buen pájaro estaba hecho Quintiliano el Soguillas
CARNE DE VACUNA
Ya estoy inoculado contra la pandemia. Ayer me puse la inyección en el hospital de la Misericordia de Avilés regentado por las hermanitas de San Vicente de Paul la toca blanca esa toca enorme que parece un avión la cruz al pecho y el rosario a la cintura. Radio Florito se pasa la santa mañana tardes y noches dándonos noticias de los altibajos de la pandemia. Cómo evoluciona todo esto. No se informa de lo verdaderamente importante de donde salió el morbo, cómo se trasmitía la cepa, quien trujo el bicho, en qué probeta lo incubaron la madre que lo parió si fueron los murciélagos o los chinos de Wujan. Hoy tantos muertos ayer tantos contaminados. Se desinforma y se nos confunde. Eso es tomar el rábano por las hojas. Don Híspido Estadístico juega al chito con nuestros temores de algo hay que morir pero que se mueran ellos. Salimos del Notejode, librándonos de unas para meternos en otra, en el Nosajodio, la pescadilla que se muerde la cola vueltas y vueltas al trillo y no es que me quejo no porque entré en el bombo de los escogidos pero a muchos colegas les ha saludo la hoja roja y pronto dejarán de fumar. Los españoles que fuimos durante mucho tiempo carne de cañón, carne de horca y carne de prostíbulo, ahora nos hemos convertido en carne del tósigo letal del Covid, desde que la pandemia habitó entre nosotros en el maldito año bisiesto de 2020. Les dirá un funeral ese Fray Buscón el del pelo blanco que anda saqueando a los ricos para dárselo a los pobres y él, receptada el donativo de los famosos a los que acude con frecuencia al no haber sarao o fiesta donde no esté invitado o no se cuele este páter que es un vivales, se guarda los cuartos quedándose con el santo y la limosna. Dios confunda a quien no espabila y este fraile es un lince para la pasta. Huele los dineros a leguas de distancia. Nunca te dirán lo importante por los micrófonos de Radio Florito que dirige un colombiano que ha saltado desde la panza del caracol. Imposta la voz presume de voz y se mete con los venezolanos y con los cubanos. El hipócrita ve la paja en el ojo ajeno y olvida la viga en el suyo. Colombia es el país que parió más prostitutas. Es el vivero de la gran meretriz. El de las putas de Internet las más guarras, indecentes y desvergonzadas, ─toda la coca es manejada por potentados impresentables─ del mundo las que montan por la Red esos numeritos de esperma blanco cuando les viene el deleite y grandes mamadas. Todas hablan español y uno al verlas siente vergüenza de su idioma castellano. Es una nación aprisionada entre las garras de la bestia. Colombia me parece a mí que tiene la forma de coña buscando el gran carajo. Nicolás Maduro me parece un tipo mucho más digno al menos patriota pues no se rinde ante el bloqueo comercial de los gringos que quieren asfixiar a su patria matándola de hambre, anhelantes de su petróleo. Venezuela y Cuba humilladas y ofendidas no agacharon la cerviz. Colombia es el gran burdel de los EE.UU como lo fue Cuba en la ´poca de Batista. García Márquez se le iba la fuerza por la boca mucho palabrero para luego nada decir y es que ha caído particionero en manos del sionismo solipsismo que nos ahoga como esa serpiente que avanza por el mundo enrollándonos al cuello con sus pestíferos y letales arillas. Pues ese es el jefe de Radio Florito emisora de derechas de toda la vida sucursal del Maligno, director un tal don Verbilindo, más dura será la caída. Como no tengo otra cosa que hacer: oír radio, ver novelones por la tele y estar aditivo a los chats porno de la red en la cuadra en la que vivo pues me entero de todo o a lo mejor no me entero de nada. Me lavan el cerebro con una de esas mangueras municipales con las cuales nos refrescábamos las pantorrillas cuando éramos niños mientras cantábamos el “aquí no llega bombero tu manga riega y si llegare no me mojare”. Estamos calados hasta los huesos. Estamos todos hecho cisco. A don Puertas no le cuadran las cuentas y hace numeritos al objeto de reducir demografía y para ello pone cuatro remedios: pornografía, conflictos regionales, desamor y virus. Vacía las aldeas. Si serán elucubraciones mías. Mis amigos me llaman negacionista pero yo me considero un tío legal. Sus emigrantes se largan a vivir a las ciudades donde viven hacinados y expuestos al morbo cainita, que es como llaman algunos epidemiólogos de nuevo implante socarronamente. Don Guillermo va y compra a bajo precio las tierras pignoradas y las vende o las explota al máximo exponente. Así es como se hicieron millonarios los Rochild con sus palomas mensajeras y sus inversiones millonarias durante las guerras napoleónicas. La serpiente no deja de crecer y de arrastrarse. Llena de baba o de lefa el suelo que pisa escupiendo sus fauces el veneno de la entraña con lengua retráctil y allí donde toca el escupitajo de la gran culebra no vuelve a crecer la hierba. Yo la vi cómo se arrastraban por las crujías de Cuidados Intensivos del hospital de la Misericordia de Avilés mientras una enfermera peruana muy amable me vacunaba contra el Covid. Su voz era dulce y cantarina como el de una sirena. ¿Por qué estas alegre, hermana? Porque hay que cantar cuando se lucha contra la muerte. No se podía dar un paso por las salas. Los viejos ─les tocaba el turno a los nacidos entre 1942 y 1945 éramos una buena peña de setentones en la flor de la senectud─ como ovejas que llevan al matadero todas para el arrastre. El rubio don Donando ahora está muy callado pero no paraba de darnos la murga con los chinos quería hacer la limpieza étnica una verdadera sarracina como antes se llamaba y empezó a gobernar por tuiter a los chinitos les voy a meter un brazo por una manga pues hay que ver lo que ha cambiado el mundo cuando yo era niño los frailes repartían huchas por el Domund para que saliésemos a cuestar por los chinos y ahora son estos hombres de tez amarilla y ojos oblicuos, al socaire de Mao con su libro rojo y Chu-en-lai, nuestros colonizadoras. Llegan hasta nosotros con un libro de Mao en el bolsillo. Es un libro rojo en caracteres chinos que lanza profecías inexorables. Europa se ha dormido. Kaput. Morirá de su propio éxito. Son ellos los que nos leen la cartilla de Fumanchu. A mí me parece que don Donado el rubio con esa melena de camionera de la Ruta 66 un nabab del ladrillo con las cuatro reglas mal que bien aprendidas fue el culpable en razón a que temía su competencia, les mandó los padrinos escondido en un tarro fatal donde se guardaba el especifico que suelto en el aire y dejado por correr por las cañerías o almacenado en la cabina de los aviones había de causar la muerte de millones de seres humanos. Juegan al trompo con nosotros. Promulgan la eutanasia y aplican anticonceptivos. Sobra gente en el mundo. A pesar de todo la vida sigue siendo bellas. Las terrazas de los bares están repletas de gente que toman piscolabis con mascarilla. Muchos factores que yo no acabo de entender se mezclan en este totum revolutum de la peste aviar verdadero flagelo del género humano del que todo es confuso tanta información de mezcolanza desinforma. Por lo visto el año bifronte dos veces veinte del siglo XXI fue el año de Nostradamus el de gemir y crujir de dientes. No nos pongamos trágicos. Sea lo que Dios quiera. De algo hay que morir.
UN RABINO ANTISEMITA
En 1977 agosto caía sobre Nueva York plomo derretido hubo un apagón gente quedó varada en los ascensores los semáforos dejaron de funcionar los quirófanos quedaron a oscuras y los pacientes agonizaban en la mesa de operaciones un caos. La ciudad automática la ciudad que no duerme paró de pronto. Con el corte del fluido eléctrico bajaron desde Harlem al bajo Manhattan las tribus urbanas y empezó la gran pecorea, el looting. En la gran pecorea yo vi a morenos que saqueaban las tiendas arramblaban con televisores lavadoras infernillos. Muchos neoyorquinos de buena voluntad se preguntaban si no había llegado el apocalipsis. El apagón nos hizo mascar el polvo de la derrota demostrándonos lo frágil que somos. Se va la luz y todo se interrumpe porque el soporte vital de nuestras ciudades se cifra sobre la tecnología. Un simple fusible da en quiebra y adiós mis pavos que atruena. Yo vivía en el piso 24 de las Torres de Water Side Middle Manhattan. Salí de casa y bajé a tientas por la oscura escalera. Saludé en el vestíbulo al janitor un portorriqueño simpático de pelo rizo en mis conversaciones mezclaba el inglés con el castellano spanglish. Pude ganar la plaza donde estaba sentado mi amigo el rabino Yankel que también mezclaba el inglés con el yiddish. No estaba aturdido el buen rabí que vestía camisa blanca y una dulleta que le llegaba hasta más debajo de la pantorrilla.
─Hello, there. How come?
─ This is a signal of Apocalypses─, dije
Yankel empezó a reírse por toda la barba. Exhibía en su atuendo personal cierto descuido pero miraba con ojos penetrantes de Einstein. Sus barbas apostólicas estaban blancas, sus tirabuzones negros, el zapato sucio y mal atado. Era un judío ortodoxo observante de la ley. Pertenecía a un pueblo indestructible que seguía vistiendo como los padres del Viejo Testamento observando su dieta y rezando la Shemá al levantarse y al acostarse. A los askenazíes no les era permitido hablar con un goim pero solía saludarme y conversaba conmigo. Quizá observando con su ojo clínico y su vista gastada de tanto escudriñar los textos sagrados que a lo mejor yo podía pertenecer a su elenco. Sabía que en España hubo infinidad de conversos que mudaron de credo en apariencia por más que en secreto siguieran con sus abluciones judaicas sus cantos y todos esos elementos residuales de nuestra herencia mosaica.
─Eso es una canallada que inventaron los nazarenos. Cristo es un veneno. El mundo no se acaba.
─ ¿Cómo qué? El apocalipsis de san Juan fue escrito por un judío el apóstol san Juan en la isla de Patmos.
─Ese apóstol que tú dices era un griego.
─ Paparruchas, el mundo es eterno.
Me quedé de un aire horrorizado por la blasfemia que acababa de escuchar. Había un supermercado en las inmediaciones y la gente salía cargada con garrafas de agua mineral. Tampoco manaba por los grifos el líquido elemento. No funcionaba la bomba de las cañerías.
Le dije al rabino que esa idea de la impostura que achacan los de la Vieja Ley al Salvador no era suya. La había lanzado Nietzsche el padre del nazismo. Yankel volvió a reírse y me ofreció un pitillo Malboro puro sabor norteamericano. Me mostró la cajetilla:
─Dime, español, ¿cuántos cigarrillos hay aquí dentro?
─Veinte menos dos que vamos a quemar dieciocho.
─Eso es. Una verdad matemática. Algo que puede ser demostrado y probado. Vuestro Nazareno no puede demostrarse. Pudo ser un invento.
─Un invento─ replico─ que dio la vuelta a la historia. La cruz está en todas las partes. En las torres de las iglesias y catedrales, en las salas de los hospitales a la cabecera de los enfermos, en las aulas de las escuelas sonríe los cielos formando el arco iris de Constantino in hoc signo vinces y se reclina incluso sobre el pecho de las mujeres mundanas. La cruz es el Logos la sabiduría infinita que hace que el mundo siga girando
─ Humbug, retórica pura retórica.
─ En ese caso toda la Biblia es lo mismo: una historia de hazañas bélicas, epitalamios con carácter erótico “El Cantar de los Cantares”
Quedó pasmado ante mi blasfemia
─ Es la palabra de Dios. Es el pacto entre Yahvé y el pueblo elegido. Algo que los idólatras no podréis comprender. Somos el pueblo del libro y la tierra. Algún día volveremos a tomar posesión de ella.
─ Eso es puro sionismo
─ Yo no soy sionista. Israel no ha de ser nunca una nación vulgar con sus parlamentos, sus políticos, sus corrupciones, sus periódicos─ afirmó rotundo Yanquel sin perder su sonrisa.
La ceniza del malboro se le había quedado esparcida por la pechera. Por debajo de su traje solar negro le asomaban las puntas de una faja blanca las filacterias. Su mujer y su hija que presenciaban divertidas nuestra conversación le hacían señas para que acabáramos nuestro intento de solucionar los problemas de la humanidad pero al rabino le divertía contraatacar. A todos los judíos les encanta discutir sin pelear. Un proverbio ruso advierte que donde hay dos judíos surgen tres opiniones diferentes.
A Waterside Plaza llegaban las voces de los depredadores que saqueaban las tiendas de la First Avenue y allí estábamos los dos entregados a nuestras disquisiciones teológicas. Como Daniel en el foso de los leones impávidos ante una atardecida llena de furores. El mundo siguió marchando sobre sus ejes. Esto es la guerra. Apagadas las televisiones funcionaban a toda mecha los transistores relatando los incidentes del apagón. Creo que con esto de la pandemia Covid vuelve a repetirse la situación de apagón que yo viví en el tórrido verano del 77.
Mucho me extrañaba a mí el anti sionismo de mi interlocutor. Sin embargo, me formuló al cabo una profecía:
─Para nosotros el dinero no es más que un salvoconducto de huida en tiempos de persecución. El oro aplaca el corazón del tirano. Tampoco nos interesan los honores ni los suntuosos edificios las grandes catedrales. Vamos siempre con lo puesto en un dilatado tiempo de Cabañuelas para cruzar el desierto. Pero el día que dominemos los medios de comunicación todo se nos dará por añadidura. La prensa y la televisión es nuestra arma de combate. El objetivo es el dominio de la mente humana, la eternal Wisdom. Los periódicos y la tierra. Somos un pueblo agrícola. Cuando alcancemos la tierra prometida volveremos a ser agricultores.
Por boca de Yankel estaba hablando Billy Gates con más de medio siglo de anticipación. Se informa que el gran nabab de la comunicación el hombre más rico del mundo a través de facebook, Amazon y las redes sociales está adquiriendo tierras de labor en América del Norte, en Colombia, Venezuela y Argentina. De esta conversación durante el apagón con aquel rabí un verdadero oráculo de sabiduría pero como todo humano también sujeto a las contradicciones OBTUVE CERTIDUMBRES Y DUDAS. Dicen por mi pueblo que todos tenemos una ventanillo al cierzo y que cada uno estornuda como Dios me ayuda. Nueva York me hizo conseguir una visión distinta del mundo. Es una ciudad judía meca del cosmopolitismo pero si se apaga la luz por avería todo se va a tomar por el culo.
QUIETORIUM
Envejecer es regresar a la infancia y no sé dónde estoy, sumido en esta vorágine de los afanes y los días. Febrero fue un mes fasto sin estridencias ni derivados del alcohol. Lucho contra el vicio. Baco me retuvo desde la infancia a causa de la sopilla que me daba el abuelo como un curalotodo. ¿Vencí a la dipsomanía secuela, madre que tú me dejaste con tu desamor? Me perdí por las tabernas y las timbas jugando al rentoy o haciendo el tonto por las barras de los tugurios del distrito rojo buscando el amor que nunca me diste.
Una vez me encontré subiendo por Moyano un niño que era el doble de una fotografía que yo conservo de los cuatro años, estaba apoyado en el pretil de la bajada de san Cebrián con un libro en la mano, sobre un paisaje de tablares huertanos y de cipreses. El niño era mi alter ego, son pere craché que dicen los franceses, su madre iba delante, una rubia despampanante pero ya había engordado. En ella reconocí a la esquinera de la calle Ballesta que comía pipas y altramuces mientras aguardaba a los clientes. Ay Madrid ¡qué extraño eres, matas a un hombre y no apagas un candil! Como se rezagaba, al tiempo que nos miramos, sui madre lo llamó:
— Date prisa, Adeodato.
Adeodato era el nombre del hijo que tuvo san Agustín en sus relaciones con una esplendorosa etíope. La chica de las pipas era una beldad pueblerina. Una rubia con la que me ocupé una malhadada tarde en un bar de ambiente de la Ballesta, la chica hablaba con acento vallecano, iba en minifalda bonitas piernas y la hice el amor. ¿Subimos? Un ratito. Sí. Dejó de comer pipas al subir la escalera de la pensión y bien me acuerdo de lo que dijo: “quiero que me dejen preñada. Me dio un golpe el corazón el chico podía ser mío yo la miré y ella siguió su camino pero volviendo varias veces la cabeza atrás. En noches de insomnio se me representa la cara de Adeodato el hijo fornecino que nació de aquel polvo rápido en una casa llana de la Ballesta. Fui pecador. A veces me acuerdo de él, rezo por él y siento dolor de atrición. Azoté las esquinas de la calle del pecado y en mis horas penitenciales el nombre de Adeodato suena como un golpe de la disciplina de mis muchas flagelaciones interiores y arrepentimientos. Creo que aquel día estaba beodo. No sabía lo que hacía y sin embargo dejé que obrara la naturaleza engendré un hijo. Una gran pregunta he aquí que puede echar por tierra toda la teología de la predestinación. ¿Ese niño bastardo estaba en el pensamiento divino desde toda la eternidad? Escuché una voz. Mi ex se dirigía mediante el recuerdo a mi atribulada conciencia:
─Llenaste el mundo de bastardos. Yo te perdono.
Mi madre no. Creo que me estaba echando una bronca desde el nicho mortuorio donde la tapiamos una tarde de Agosto. Aderita vivía en Cornualles pero no quería saber nada de mí. Hice varios intentos de entablar contacto pero fracasaron. Deri ¿dónde estás amor? ¿Qué fue de ti? Fui hijo en rebeldía desde la primera leche que mamé. Ayer fui al cementerio y coloqué un ramo de guirnaldas abre tu tumba, hice la consuetudinaria ofrenda de las Protelias a Diana, canté sus nenias cinerarias. Quemé granos de olíbano como ofrenda a los dioses e invoqué a la virgen Oh María madre mía oh refugio del mortal amparadme y guiadme a la patria celestial. Me acordé de Aderita mi único amor a la que tú despreciabas.
Fue una boda perfecta en la Inglaterra que amé. Al cabo de muchos años cunde en mí el arrepentimiento y el dolor que pude causar a estas personas sobre todo al señor que luce una sonrisa elegante al lado de su esposa Mary Joseph. Los contrayentes un oficial de los Fusileros Reales y la guapa y esbelta Nicola. Mi hija Helen es la que asoma la cabecita al lado de los novios como un hada. Al padrino de inconfundible aspecto marcial no lo conozco. Falta una persona a la que causé mucho daño. Rezo por ellos y me comunico con ellos. Graham y Mary están en el cielo. Y mi Helen “altar girl” preciosa. Espero encontrarles en la otra vida. Toda la eternidad estaré rogando a Dios perdón. Ellos me lo dieron todo y yo lo tiré por la borda. He aquí la nostalgia de una hermosa boda en un tiempo feliz. O Lord forgive me. Me marcó casi desde que era doncel cuando visitaba el pueblo este culto a los muertos. Vivo cantando réquiem aeternunm y solazándome con las estrofas del Dies Irae El quietorium o columbario donde se guardan las cenizas de papá, del abuelo, del tío Perico y del pobre Agustín estaba dentro de la helgaduras de los huecos de paloma del columbario y aquello me recordó a las catacumbas de los primeros cristianos polvo en espera de la resurrección polvo pecador y enamorado el eco de las risas de las voces de los llantos de los que se fueron, hoy convertidos en ceniza que avienta el viento. Di voces para expresar mi dolor y arrepentimiento:
— ¿Alguien ahí?
El tío Pedro tocaba la marcha real me pareció ver sus dedos gafos pulsar el teclado del armonio como cuando al final de las misas de tres curas interpretaba la marcha Real desde el coro y el abuelo Benjamín afilaba las hoces antes de la siega, percibí el bamboleo de los carros cuyos cubos cantaban al subir la cuesta de las Siete Revueltas y Elpidio sentado en el trillo cantaba en tono de prefacio las jocosas diferencias vernáculas, poniendo a cada pueblo un mote y su correspondiente retahíla haciendo un recorrido por la contornada todas las aldeas, villas y anejos de la Villa y Tierra:
“Castro los chivos Torreadrada las Cabras, Membibre para molinos, Aldeasoña no vale nada, Sacramenia para albarcas, Requejar cagaberros que se crían en Peñacolgada donde se caga y se mea la zorra cuando a ella la viene en gana”.
Todo ello en el tono de prefacio de las misas de difuntos en latín. La melopea infinita sonaba a lo largo de la tarde dorada bajo el sombrero del Elpidio que era de paja mientras arreaba la yunta en la trilla; cuando al mulo le entraban ganas de evacuar lanzaba un juramento y arrimaba una lata vieja de escabeche bonito que le servía de zambullo:
─So, macho. Hoy debéis de haber comido aceite de ricino porque no me explico tanta cagada─ decía el rapaz, aguantando el tiro de las dos bestias. La tarde daba soñarrera, zumbaban cerca de la troje los tábanos. A un macho le picaba la mosca, solgtaba coces de manera intempestiva. los trilladores se dormían sobre su rudimentario vehículo que inventaron los romanos y vendían por toda la península los tratantes cantalejanos. Eran los operarios de la hora undécima y yo admirada el alabeo de aquel apero dotado de una batería de pedernales en los bajos que tronzaban la paja y las cabezas de las espigas. Lo hacían garbosos y ancestrales carpinteros de Cantalejo gente lista y sufrida como ellos solos que parlaba una gacería incomprensible para los que no habían nacido en aquel pueblo cabeza de las comunidades de Villa y tierra. El mejor de todos los trilleros era Rufino Virseda héroe de la batalla de Brunete. Lo cogieron los rojos prisionero... consejo de guerra y condena a muerte pero él era tan simpático, tan mañero y con don de gentes que se granjeó la amistad de los cabos de vara de la república. El general Miaja le nombró machacante particular, le limpiaba las botas y le servía el desayuno. Al final de la guerra en Cantalejo lo dieron por muerto pero cuando le cantaban el gorigori todos quedaron sorprendidos cuando el trillero Rufino cruzaba el cancel del templo donde se oficiaban sus funerales. He conocido la tecnología del arado romano de la hoz la zoqueta el dalle y el trillo y ahora mis amigos me mandan mensajes por guasaps puedo contemplar televisión interactiva y los americanos se proponen colonizar Marte. Es evidente que el mundo ha cambiado muchísimo. Es también innegable que los artífices del desarrollo de la ciencia aplicada han sido judíos. Esto constituye el misterio de un oculto y misterioso designio. Tú tienes una obsesión con esa gente. Por favor no seas antisemita. Ellos han ganado la partida del progreso y la modernidad. No digas ni palabra de lo que piensas sobre el Shoah aunque tus reservas sean verdad. Es una actitud impolítica. Te conviertes en un apestado. Hay que ser más diplomático.
El mulo el animalito si hubiera podido hablar le hubiera explicado al amo que las granzas del pesebre estaban un poco tomadas de saín pero nada dijo. No era la burra de Balaán. El Elpidio, recogidas las boñigas, las sacaba fuera de la parva y las tiraba a un montoncillo estercolero que después serviría para abonar la suerte. Más de un trallazo se había llevado el Elpidio de su abuelo el tío Aquilino cuando le cogió in fraganti dejando a la yunta cagar y mear en la parva pues las manos van al pan, chiquitos. La tarde se hacía menos largas cantando por Antonio Molina o por Angelillo. Lo del prefacio era Canto gregoriano a la manera aldeana. ¿Quien anda ahí? ninguna respuesta daban. Era mi imaginación que percibía los sonidos, los olores de hacía más de medio siglo. Dando vueltas por el mundo yo siempre regresaba a este cotarro donde debió de haber un monasterio muy antiguo que hubo de ser evacuado y la iglesia destruida. Quedaba el campanario de ojos fantasmales que parecía un obispo sentado en su cátedra y mis ojos contemplaban el cielo radiante del páramo. Quedaba sólo el ábside de la iglesia visigoda. Era el ombligo existencial. El somo donde se levantaban las ruinas de San Gregorio constituyeron el epicentro de su vida. De allí irradiaban los fulgores de la cuestión irremediable centrada en los dos supuestos paralelos: el amor y la muerte. Los cantos de resurrección se conjugaban con los responsos mortuorios millones de veces sonando en aquel risco. Abajo marcaban el paso los danzantes al son del tambor y la dulzaina en las noches de ronda y de arrebolada ancestrales costumbres que en estos tiempos del rock a las juventudes no dicen nada. San Frutos pasó la hoja del calepino que estaba leyendo en piedra y que no acabará de leer hasta el día del Juicio por la tarde. Entonces sonará la trompeta y se alzarán los muertos con los mismos cuerpos y las almas que tuvieron. Es lo que dice la Biblia
El abuelo Benjamin allí estaba mirándome asomaba el gallo sobre las tapias de la iglesia de San Gregorio convertida en solemne casa de todos. Parecía yo verle cojear camino de misa. Tenía la pata chula por el reuma a causa de la humedad del arroyo que discurría a la puerta de casa. Fue a una curandera y le recetó ponerse en la rodilla la piel de un conejo. A los tres días olía a rayos. Y no era el reuma. Era la próstata que se le llevó por delante interfiriendo largos años los huesos. Se sentaba en un banco del lado del evangelio compartido con el Tío Gregorin y el Tío Bernardo. Al darle de alta en el hospital de la misericordia después de su primera operación prostática se creía curado del todo y regaló a la iglesia de Requejar un Resucitado. Sin embargo la prostatitis volvió a la carga en medio de inmensos dolores que soportó con paciencia “Es como si los perros me estuvieran mordiendo los cojones, hijo” me decía y yo le ayudé a bien morir. Leyéndole la Recomendación del alma. Los tres Gregorin, Bernardo y Benjamín eran quintos y los más veteranos del pueblo después del Tío Paulete que estuvo en la contienda de Cuba y nos leía bvajo el bardal libros de autores del 98. Cuando la guerra los tres se hicieron de Acción Popular el partido de Derechas. Gil Robles les dejó en la estacada. Mi abuelo Benjamín era muy religioso sin ser beato fe profunda de converso judío esos que no cambian. Su adscripción a la religión católica no fue óbice para que un día saliera al encuentro de un cura muy malo que tuvimos en el pueblo que se llamaba don Amancio cuando se enteró de que aquel cuervo abusaba de mi tía Rosario. Fue a por él y el cobarde huyó en una burra camino de Hontalvilla de donde era natural. Escribió al obispo y el obispo que se llamaba Pérez Platero le mudó de parroquia pero no le suspendió a divinis ni le quitó las caras dimisorias. Aquel Amancio era bueno y barato en cuestión de mozas. Al coro de Acción Católica se las pasaba por la piedra invitándolas ora al confesonario ora a la rectoral. Hacía a pelo y a pluma porque según supe también cierto que otro monaguillo incauto cayó en sus garras. Desde entonces he tenido prevención contra la clerigalla y a pesar de mis ordenes sagradas creo que lo del celibato es una regla para engendrar expósitos una perfecta añagaza porque han convertido el sexto mandamiento en mandato de poder y abusos sexuales. Es una ley contra natura que sólo unos pocos son capaces de sobrellevar a costa de acabar tarados. Caparse por Jesucristo sería summum bonum para alcanzar el monte de las bienaventuranzas cuya cúspide únicamente unos pocos escalan y a estos tarados hay que canonizarlos santos. Mi tía Rosario acabó en un convento de Adoratrices. Fuimos a verla a Barcelona. A mí me quería mucho. Luego colgó los hábitos y se casó con un guardia civil mi tio Manahén ese sí quera un santo. Pues allí estaba mi abuelo apoyado en su cachava calada la gorrilla hasta las orejas y mirándome con severidad. Sólo me sacudió el polvo una vez que fuimos a melones y a mi me pilló el guarda y hube de pagar y tuvo que pagar una multa de dos pesetas. Yo alegué que fueron los otros los que me indujeron a entrar en el vedado porque yo era un niño muy inocente e incauto. Aun recuerdo aquella noche de luna llena cuando yo me había quedado en el corral sin atreverme a entrar en casa.
─ Pasa, hijo, que es hora de cenar
─ No quiero, no me da la gana
─ Como que no quieres no te da la gana. Ven acá
Me cogió e las orejas y aquella noche cené de la cayada paternal. Fueron cinco cintazos en las nalgas. No me dio más pero desde entonces no se me ocurrió ir a sandias ni a peras ni a por moras a Peñacolgada. El abuelo Benjamín los tenía bien puesto. Era un labrador cabal, el que araba más recto en toda la comarca, el que sabía binar las tierras imbuido de una sabiduría ancestral. Un jueves vino a visitarme al seminario antes de morir y me recomendó ser aplicado y diligente, no hacer mal a nadie pero defenderse cuando a uno le agreden. “No quiero, Quintiliano, que te tomen por tonto”.
Soplaba una brisa que arrancaba las hojas del espino milenario y la torre románica con sus dos ojos grandes que miraban para el pueblo de forma enigmática advirtiéndole de los Novísimos. Caronte aguarda, la torre de la antigua iglesia de San Gregorio miraba para la aldea las cavidades vacías del campanario fijándose bien ofrecían el perfil de una guadaña. El quietorium siempre en calma. Allí sepultaron a un quincurión romano que desvió ruta cuando su falange se dirigía a Uxama. Tuvo la culpa el vino de aquel extravío, confundir los miliarios el soldado. Se equivocó la paloma. Se equivocaba Cinco de sus vélites vinieron a recogerlo y querían reportarlo en andas hasta la cohorte pero el centurión dijo enterradlo en la Foncalada y que la tierra le sea leve. Luego quemaron incienso a los dioses. Aquellos páramos guardaron para siempre el perfil augusto de Roma. Siglos adelante los templarios fundaron en aquel monte sagrado un ara El vino de la tierra fue la causa de aquel desvío. Paró en una bodega (caupona) de Sacramenia de las que abren sus fauces en el cerro internándose en la montaña y honró a Baco con profusas libaciones y subió hasta Foncalada dando tumbos. Al legionario romano los campos se volvieron del revés; la tierra arriba y las estrellas a sus pies le hablaban con emisiones catódicas a millones de kilómetros de distancia. Parece que se reían y es que temblaban de la tajada que acabó al perder camino. ¿Será esa la estrella de mi destino? Se preguntaba el quirite borracho que perdió la senda y el camino. Caldos exquisitos de la tierra. Vinos traidores. Pero qué sería de la vida sin vino? Baco aleja siquiera perentoriamente los pesares y zozobras del vivir. Mi Aderita a la que traicioné me confortaba insuflándome al oído el veredicto de mi condena.
─Eres un fracasado. Todo te sale mal porque cometiste el gran pecado de desamor. No busques disculpas ni añagazas, ni eches la culpa a los judíos. En mi vida fuistes el sacerdocio del mal
─Te di un hijo: Helen the shining one.
Me dieron ganas de llorar. La torre de san Gregorio estaba hueca, sus campanas se las llevaron los sarracenos para convertirlas en lanzas contradiciendo el veredicto de Isaías: Convertiré las saetas en rejas de arado. Grité entonces en alemán un salmo penitencial:
─Es reue mich. Mucho me pesa, pesame,señor, de haberos ofendido.
─Mis plegarias no eran escuchadas
─Gospodi achisti grieji nas – murmuré con las palabras en eslavónico del canon penitencial de la misa de san Juan Crisostomo
La cencellada de la noche castellana heló sus huesos y sucumbió arrecido antes de alcanzar los castros de aquella tierra alta mucho me impresionaron a mí desde niño aquellas cavidades ojos vacíos de un campanario sin campana que se llevaron los soldados de Murat cuando la francesada me hablaban del destino misterioso que a todos aguardan y no cesaba de darme golpes de pecho en un acto de contrición. Una urraca voznaba sobre el espino adyacente al camposanto. Alcé los ojos a lo alto. Sobre el cielo nítido planeaba el halcón que merodeaba el palomar. Ya se sabe que la ralea del halcón es la paloma, la del azor la perdiz y la del gavilán el jilguero y yo era in pobre jilguero perseguido por los ojos puntiagudos del gavilán. Mi existencia fue un episodio. Caí entre las garras de las caves de presa (los curas, los políticos, las mujeres) como un pardillo. Muy altaneros todos y yo humilde y acongojado sin saber hacia donde tirar. ¿Dónde encontraré refugio? ¿Cómo me zafaré de mi propia inconsciencia? Quizás salvé siguiendo las leyes de la casualidad y del instinto. Esta explicación no era suficiente. Un arcángel tocaba la lira en lo alto del cerro. Era él quien me puso a cobro de las acechanzas de los numerosos enemigos. La Virgen Santísima enjugaba las lágrimas del llanto mío. De su mano pude cruzar los arroyos torrenciales y ramblizos, aunque a la ramera y al juglar la vejez les viene el mal. Puede que todo ello no fueren sino excusas para justificarme porque a lo largo me había topado con muchos leguleyos y a los rábulas se les vencen dando la vuelta al argumento. Es reu mich. Gopspodi achisti grieji nash. De pensamiento palabra y obra u omisión. Mi confiteor sonaba rotundo y solemne aquella mañana del 12 de marzo cuando la iglesia latina celebra el transito de san Gregorio magno. Fue el que introdujo en la iglesia la dulzura del canto gregoriano. ¡Cuántas veces habré pulsado la cuerda de sus melismas y entonado las estrofas del Veni Creator, el himno a cuyo compás fui consagrado presbítero hace muchísimos años
Mucho me pesa, Señor de haberte ofendido. Y mi abuelo asomó el gallo. Por las tapias del cementerio se alzaban las cabezas de gente que yo conocí, sombras distantes la puerta cerrada del cementerio y el hastial solemne de sillares como nuevo y tenían más de diez siglos. Habían exhumado los restos de mi hermana Henar fallecida en 1941. Parte del antiguo templo había sido destruido. Uno de los lienzos de pared mostraba las adarajas o quixaras devastados por la morisma. Aquella era una tierra de frontera y el antiguo templo sucumbió a Una razzia de primavera del moro Almanzor que pasó por allá tocando el tambor. Traté de explicar esto a mis paisanos rabaneros por las fiestas de san Pedro cuando di una conferencia pero me cortaron a media discurso. alegó el alcalde que era muy largo el sermón. Dijeron que el parlamento era muy largo. Nadie es profeta en su tierra. Bajé besando las cruces del calvario a un pueblo en quietud que me resultaba extraño retomando los pasos perdidos de la infancia. Escuchaba los carros cargados de hacinas, los cantos de la gente que iba a la siega, el son de las esquilas de los asnos castrones, cuando a media tarde llegaba el molinero de Fuentidueña con su recua los costales de harina cargados a lomos de los burros y el gruñir de los marranos en el henil. Las mujeres encinta tenían por costumbre la víspera de San Andrés acudir a la cohorte para escuchar los gruñidos de la cerda. Si el primer bramido era del lechón niño tendremos pero si el gruñido partía de los hocicos de la marrana la preñada pariría un churumbel más guapo que las pesetas. Corté el cordón umbilical del cariño pero sigo unido a tu amor como el arado a la esteva, aun estando desencajadas las belortas y la reja sin filo la esteva desencajada. ¿Con estos bueyes cómo ir a arar sin aguijada ni tralla en lucha contra los elementos y contra todos? Soy yo, parlando desde una época que pasó, hombre de ayer que no encentra resquicio pero no maldigo a los dioses, feliz de haber llegado a viejo cuando mi infancia parece que fue ayer. Hados perversos al ostracismo me condenaron y todos se ríen de mí. Ya lo hicieron con Job. Propalo quimeras, redacto fantasías porque he visto dar vueltas a la cabeza furibunda de la medusa quimérica y hermafrodita, melena de león el cuerpo de cabra y la cola de dragón vagina de mujer y bálano viril las ubres las arrastra por detrás y por delante, pega bandazos a diestra y siniestra como el destino cruel y proclama al igual que el pregonero de la gran manifestación del ocho de marzo la emasculación liberadora a petición de los Coños Grandes Widecunts. En la fiesta de las vaginas las Euménides nos cantan las marzas. Las gomias marimachos van seguidas de la peste en la gran cabalgata de la Reina Ester. Tiempo de voraces tarascas aniquiladoras. Una reina putona que le cortó a Haman la cabeza después de hacerle el amor quiere enmendarle la plana a la doncella de Nazaret. Desfilan gritando consignas y escupiendo gargajos contra la religión estas cabronas que se educaron con las ursulinas, se ríen de la maternidad con un no es no y con mi cuerpo yo hago lo que me da la gana. Son los postulados de una sexualidad insaciable e irascible sin control. Carmen Fernández del Toro, la gran bollera, encabeza la gran manifestación. Entran en las iglesias y descabezan las imágenes de la Virgen María. Los buharros bailan mientras tanto en la plaza del Carmen su rigodón banderas arco iris desplegadas al viento. Yo no iré nunca a esa demostración. Lo mío es la fábula, el placer y el arte de las tres verdades que se fraguan en mi imaginación y en mi ilusión inventora. Hijos sí padres no. Pero esto es trágala, chiquitos. Nos adentramos en el reino de las quimeras del que nadie vuelve con el cuerpo en condiciones. El alazán apocalíptico trota al paso entre gritos y consignas y reportajes in situ de las reporteras de la Telebasta. Allá van las féminas de la exaltación arrastrando sus pies enfermos de quiropedias, vientres caidos los ojos con ptosis les supuran las legañas, y sus labios malos que piden la lanceta del cirujano que les haga una quiloplastia. Mujeres de silicato saltan a la red opíparos bustos hinchados artificialmente. Acampa en el prado el sindicato de las peores furcias. Es la hora de los coños grandes despiadados. Es cosa de arreglar todos esos morros caídos a causa del desenfreno, les gusta demasiado chuparla. Hijos sí maridos no. Vivan los vientres de alquiler. Las cotorras se suben a los árboles empuñando el micrófono con punta de alcachofa y largan sermones preñados de visceral oratoria anti viril. Es el tiempo de Acuario. Vengan los marimachos, mujeres al poder. Empodrarse es una palabra nueva. Estoy triste con este desvarío pero me consuelo cantando el evangelio mirando para Aquilón. El quiasmo de la cruz de Constantino se perfila sobre el horizonte. Ellas no vencerán pues su grito es contra la vida. La espada de Miguel acabará con el libertinaje pero han conseguido ponernos a todos el bozal pandémico. En los cinco continentes seis mil millones de seres humanos respiran a través de la mascarilla ¿Madre por qué callas, por qué no te enfrentas y levantas el pendón de la verdad? ahí tenemos al preste Zabulón haciendo misa en las campas de Iraq. Su antecesor fue el responsable de la muerte de Hussein y de la gran efusión de sangre porque lo mandaba el Gran Sanedrín y en el Vaticano os callabais por la cuenta que os tiene. ¿Y el holocausto de Siria y las aguas del Éufrates y del Tigris que bajan tintas de sangre de las víctimas de estas guerras? Madre no calles más. Los enemigos de la iglesia se esconden bajo el halda de tu sotana blanca. Deja de sonreír con tu cara asnal y de mover tu inmenso culo que emite cuescos con olor a mate. Dice que el catolicismo no es la religión verdadera pues ahora sí que estamos buenos. Uno no se desunce tan fácilmente de los genes. Hoy dije mi misa como de costumbre y quedé en paz conmigo y con el mundo dispuesto a trovar, aun con cierto rezago, las vivencias del pasado a título de inventario nada más, sin ánimo de lucrarme o por prurito artístico pues soy un escritor fracasado. Todo se fue por la posta. En el entierro de la sardina di a la tierra lo que es suyo: mis sueños redentores. Sigo siendo cura. Mis manos fueron ungidas por el obispo. Me separé de la iglesia con el Vaticano II. La Virgen me apartó de esa patulea de clérigos fornicarios vagabundos y borrachos. Tuve un amor o muchos amores pero fui leal y nunca cometí adulterio con la sacristana ni con la mujer de cualquier feligrés incauto, esos curas que miran con ojos de fauno y ponen en la cabeza el mirmillón como un saliente Príapo protuberante en el casco. Con todo y eso la clemente Venus madre de todos los hombres me devolvió a ese epicentro mágico (okolos), el tete manantial de vida. Venimos de ese flujo que se derrama en esas eyecciones guarras que las meretrices en pantalla tienen a gala mostrar coram populo. Hijos somos de un excremento líquido y nos cagamos cuando exhalamos el último suspiro Orgullosas de que les vino el latigazo consolador de pilas en ristre volviendo los ojos de placer para poner los dientes largos de los mirones que pagan un euro por contemplar el lastimoso espectáculo de estos estertores venéreos. ¿Y qué dicen las feminoides? Nada. Estamos en la era de Acuario. Ya dijo Protagoras que el hombre es la medida de todas las cosas cuando yace con hembra placentera sobre todo. De esa creencia se mofaba Plauto en sus comedias. ¿Existen los dioses del Olimpo? ¿Serán las religiones una excrecencia de la mitología pagana? las religiones separan pero estas hetairas liberticidas nos vuelven a los hombres de toda calaña iguales. Son cosas del rasero igualitario que endereza lo torcida y hará llanuras de las montañas, el milenario. No sé pero a mí me gusta rezar la misa según el canon gregoriano. Mi alma se llena de una tranquilidad venida de lo alto cuando me dispongo a consagrar. Luego reconózcome pecador. Para distraerme pulso los portales porno de la red y miro para las hembras y ¡qué hembras, Señor! Venus nació de la espuma y el primer hombre fue extraído del barro. Fuimos concebidos en la inmundicia y rodeados de corrupción y hedentina cadavérica nos vamos. Estoy asustado de semejantes visiones lúbricas grandes vergas de todos los tamaños y colores, clítoris rasgados o en escuadra. ¿No les dará vergüenza? Los cóhenes y macarras de este gran puterío cinético hacen caja y no dan abasto cada vez hay más mujeres en el mundo empeñadas en no esconder sus galas naturales lo que les dio Natura unas por prurito otras por coqueteo otras por necesidad como las viudas milf puesto que el porno manda. Recordemos que este es el tiempo de Acuario una constelación húmeda que otorga el mando a las hijas de Eva. El hombre se siente desterrado e impotente. Sexo y más sexo y exhibiciones procaces donde toda la lujuria tiene cabida. Aúllan algunas como lobas. Otras más precavidas gimen imitando a las gatas en el celo de enero. Aguardando el vestigial o denario con que Roma pagaba a sus putas. Hoy es fácil irse de picos pardos. Basta con un clic abrimos internet y ala allá están las señoras meretrices muy emperejiladas. Hay una rusa que es la mujer más perfecta que yo alcancé a ver a lo largo de mis muchos años de vida. Es muda y cuando recibe la moneda del mirón o sienten la explosión de una sacudida en sus entrañas lanza un mayido, un alarido con su voz de trapo un cuerpo perfecto de la Jengibre una hermosa ucraniana con el pelo de estopa a la que apodan Gingerbread nunca vi carnes tan blancas ni ojos tan azules. Está encinta y trata de disimular su gravidez poniéndose bañadores negros. Es una superdotada. Despliega sus senos al aire y calculo han de pesar media arroba. Su mirada es entre triste y divertida. Todos los televidentes muestran curiosidad por saber quién fue el afortunado que dejó la huella de su virilidad en útero tan precioso y ella dice que fue en el privado de un chat, un soplo aleteando por internet en sus alternancias binarias del yin y el yen. ¿Por virtud del espíritu santo? No lo creo. La preñez no fue virtual sino a efecto de un contacto físico un polvo salvaje aunque haya dice que va a parir un hijo cibernético. ¿Será Billy Gates el padre de la criatura? Hay ciertos códigos éticos en tiempos de perversión de infecundidad y carestía que nos cominan a “fazer linage” como diría el otro. Por mucho que se empoeñen higinistas y moralistas nunca podrán acabar con el trato torpe ni el comercio de la carne. Siempre habrá feminas que se desentiendand de los grandes principios éticos y entreguen sus donaires a cambio de un puñado de dólares. Esta mujer aun desnuda sin embargo parece el paradigma de la castidad. En otras congéneres el espectáculo se convierte en algo brutal libidinoso que incita al asco ante semejante perversión coprologica. Al verlo muchos se acordarán de la sentencia de Job tengo que insistir por ese cabo que me asusta la promiscuidad y falta de recato sobre la mierda en que nacemos y envueltos en ella nos vamos, hijos somos de una eyección excretoria, de un secreción vaporosa… “Et in corruptione genuit mihi mater mea”. Pienso, madre, que tú no me pariste en el dolor pero no en el alfaque de los bajíos de la secreción vaginal. Yo soy un tío que mamé buena leche y de calidad. “A este lo crías con polvos finos, Felicitas” oí decir al tío Matías el sacristán que era un borracho empedernido. Tú no te colocaste en la cabeza el “pallolium” la mantilla corta con la cual iban las mujeres de la vida caminando por las calles de Roma. A uno que me llamó una vez hijo de hetaira le hinché los morros.
DOMINGO DE GLORIALAS CAMPANAS DE SAN GREGORIO
Yo conocí a la tía Apolonia ya muy viejecita y encorvada. Al final de la misa se quedaba rezagada haciendo un recorrido por las imágenes de las capillas de la iglesia de san Pedro gira espiritual que podría alargarse hasta media hora a veces tres cuartos y a mí me encargó el cura don Frutos cerrar la iglesia. Al no ser mi intención distraerla de sus piadosas plegarias a todos los santos de la corte celestial que a ella bendecían desde su peana: san Isidro Labrador, la Virgen de Fátima, el Resucitado que donó mi pobre abuelo Benjamín cuando sanó aparentemente del cáncer de próstata, san Gregorio papa, la Virgen de los Dolores y sobre todo san Pedro instalando en un trono del altar mayor debajo de la cara excelsa del padre eterno que se asomaba entre nubes de purpurina ostentando la esfera armilar o hacía sonar el manojo de pesadas llaves… Vamos tía Apolonia, vamos. Aquella espera me hacía pensar en un cuento que se dejaba caer en labios de los atrevidos y salaces en los filandones del invierno. Se trataba de un cura que tenía un lío con la mujer del herrero. Estos se comunicaban por medios de toques de campanas. Un repique de siete badajadas significaba que el campo estaba expedito y que el buen párroco podía acercarse a la herrería a cortejar su dama. Dos toques seguidos que no. Que había moros en la costa. El romance tuvo prosapia y rigor de modo que los toques se convertían en una composición musical. Desde la torre el amante enviaba un mensaje a su adorada en aquellas fechas que no había internet:
─Mariquita mi señora venga que ya es hora.
He aquí que el herrero interceptó la comunicación y descifró el lenguaje críptico de la misma. Así que una tarde que estaba en la fragua afilando una reja candente le mandó a su mujer que se sentase en la bigornia. Al sentir el dolor del hierro candente en sus posaderas pega un brinco que alcanza hasta el techo.
─Ay
─¿Está calentito eh? ─ exclamó el herrero entre carcajadas.
En aquel momento sonó desde la torre la llamada del amor. El párroco se estaba empezando a impacientar. Repique que campanas:
─Mariquita encantadora, ven que ya es hora.
Y desde abajo para que le escuchara todo el pueblo con su vozarrón:
─Tiene el culo quemado no puede ahora
Algunos quieren estar en misa y repicando. No puede ser.
Entonces se me acercó la tía Polonia la hermana del cura don Cirilo. Sus ojos eran muy azules el pelo blanco no tenía dientes y se parecía por la blancura al hopo de algodón que hilaban las mujeres de Requejar a la puerta. Dúctil sonrisa y un lobanillo en la comisura del labio donde le había crecido un matorral de pelos negros.
─Ya es hora de encerrar. Vamos sí hijo sí. Tengo tantas obligaciones, tantos difuntos que no doy abasto, tanta gente que me aguarda ahí en eso (miró para el camposanto en el cerro), tanta gente que se me murió que son centenares de padrenuestros de Réquiem. ¿Eres tú el Quintín el nieto del tío Benjamín? ¿El que va para cura? De guaje te llamábamos el Soguillas
─Soy
Salimos al cancel y a la puerta de la iglesia tomándome de la mano me dijo:
─Mira para arriba, Quintín, hijo. Dirasme lo que ves
─La torre de San Gregorio el campanario sin campana. Se las llevaron los franceses para fundirlas y convertirlas en balas de cañón. Ya no la bolean los mozos ni tocan a clamor por los difuntos o rebato cuando se produce un fuego.
─Así es pero yo te voy a contar un milagro que ocurrió el día de la Pascua de Resurrección. Habíamos venido mi hermano y yo don Cirilo Sanz de Roma en peregrinación de ver al papa León XIII. Era domingo de Gloria. Nos levantamos todos sobresaltados porque escuchamos el sonido de la campana gloria que había mandado bendecir un rey muy antiguo el rey Alfonso VII el emperador. Entonces el pueblo estaba arriba. Era un ribab o fortaleza para defendernos los del sarraceno. Ese rey santo había ordenado construir un cordón de monasterio en número de 24 desde Sacramenia a Osma y Berlanga de Duero. Los musulmanes atacaron y destruyeron el villar la iglesia quedó destruida pero las campanas seguían tocando a misa. Cuando los franceses se las llevaron se dejó de escuchar el clamor en toda la contornada. Mi hermano que era muy devoto de san Gregorio le pidió que antes de morir querría oír aquel sonido. El Señor nos concedió esa gracia y aquella pascua de resurrección bolearon a gloria como nunca habían sonado. Mi hermano dijo una misa de acción de gracias y predicó un sermón en el que dijo: el diablo nos arrebató las campanas pero no pudo con nuestra fe. Mientras esté ahí el cementerio de san Gregorio seguiremos creyentes. ¿Te ha gustado, Soguillas?
─Como no tía Apolonia usted lo cuenta que parece que lo ha vivido.
La anciana dibujó una sonrisa y se alejó paso a paso. Había sido muy guapa de moza y tuvo muchos pretendientes a los que dio calabazas porque creía que sirviendo al cura era como si profesase de monja y se consagrara a Dios.
Yo lomé el pesado manojo de llaves y los llevé a la rectoral. Don Frutos el cura en mangas de camisa cavaba en la cerca al lado del molino. Sudaba como un pavo.
─¿Quieres almorzar?
─No me vaga. Tengo que hacer un mandado a mi tía Paulina he de ir a la fuente a llenar la botija.
Le conté la historia al párroco según la tía Apolonia me había referido y don Frutos muy gnómico sin dar un cuarto al pregonero pronunció este veredicto cita del padre Astete en su catecismo:
—Fe es creer lo que no vimos
Desde aquel día cada año cuando llega la Pascua Florida dentro de mi alma yo escucho las campanas de Resurrección que bolearon en el campanario de San Gregorio resistente al paso de los siglos. No he perdido el sentido del humor, tampoco la fe en lo que no vimos
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