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martes, 20 de abril de 2021

  PAISANO DEL BUSCÓN Y DEL DOMINE CABRA

Había nacido a la sombra de la catedral cerca del rollo donde ahorcaron al padre del Buscón y “obisparon” a su madre por alcahueta. Los jueves ponían el puesto los pelaires en la plaza del Azogue, triduos y novenas y el toque de clamor en la torre Carchena junto a la huerta del Judío ires y venires dares y tomares sin ton ni son. Los largos paseos en silencio durante las horas del quiete en las tardes de retiro espiritual. Aprendió juegos de manos y era un experto en tirar al guá con las canicas. Sus padres siendo pobres a la edad de once años lo metieron en el seminario una boca menos. El fantasma del Domine Cabra aleteaba como un pájaro de mal agüero por tránsitos y corredores de aquel caserón. Aprendió a escanciar espondeos en latín y a entusiasmarse con la mitología. Los dioses oscuros eran el precedente de todo aquello que amó y aprendió. Aulas del sufrir y del resignarse malos olores y hacinamiento. Le gustaban las mujeres y tuvo una novia que eran diez años mayor que le enseñó viejas técnicas ancestrales. No se lo digas a nadie. No lo diré. Túmbate y lo hagamos como los señores. No se lo dijo a naide siquiera al confesor aprendió a fingir y a ser hipócrita. Aquello era lo mejor del mundo la gloria de dios cuando abrazaba a Maritere y se sumía en el pozo sin fondo del amor aquel cuerpo tiritando y en convulsiones que olía  unas veces a pescado y otras a lavanda,. tan dulce como un vaso de malvasía. Tú te tumbas y ahora el sesenta y nueve. A la viuda lo que más le gustaba era el misionero. Así todos los veranos. Cuando sea cura serás mi ama de llaves y podremos gozar más libremente. No se lo digas a nadie. El gozo de aquellos pecadillos secretos le alegró toda la vida. No hay cosa en el mundo más dulce que aquellos revolcaderos en el pajar o al amparo de un escaramujo bien tupido a la vera del Río Peces para hacer el amor con la fresca. Había laido en un Padre de la Iglesia que la mujer tiene entre las piernas el aguijón del escorpión, es cátedra diabólica. Era san Pacomio que el pobre no se había comido una rosca por eso escribía tales barbaridades de las sacerdotisas del gusto que son lo mejor que hay en la vida. Pues yo, reverendo padre, me arrepiento de todo corazón pero me gustaría asistir a esas clases que daba el Cojuelo en las universidades venéreas y que me pique esa avispa ¿Y tú vas a ser cura? No me queda otro remedio. Le gustaban los veranos porque podía tener encuentros con la Tere y al rey y a la inquisición chitón. El seminario era una cárcel pero toda la vida es cárcel. El año 56 hubo una gripe y desalojaron as aulas mandaron a todos para casa. En el delirio de la fiebre menudeaban los encuentros con su novia. No me importas que me pegues el morbo. Fueron sus mejores amores en la vida los de los tiempos de peste. Iba aprobando todos los cursos. Los superiores le tenían por un santico y lo proponían como modelo de buen seminarista. Era diligente, aplicado, nada murmurador, asistía a las celebraciones litúrgicas con devoción, en los tiempos de silencio caminaba por los pasillos con la cabeza de medio lado. Aquí tendremos pronto un san Luis Gonzaga. Los ángeles le están preparando la aureola para subirlo a la hornacina. Sanctum habemus: Quintiliano el hijo de la Aldonza la lavandera del Eresma. Era la admiración de todo el seminario. Aquellos buenos operarios diocesanos pese a su bondad y dedicación a los postulantes no daban una El Soguillas al escuchar aquel juicio de su maestro de novicios se reía para sus adentros y seguía suspirando por la Tere. En las noches de pesadilla como tenía poluciones nocturnas y “lo suyo” se iba para arriba in continenti e irremediablemente. Conque, se daba furiosamente a la masturbación pero era avisado y cauto que no caía en el escándalo de algunos de sus compañeros a los cuales se les escuchaba gemir en medio del ruido de los muelles del jergón. Él no tenía vocación pero lo disimulaba. Tendría asegurada la vida y como había oído decir a más de un párroco eso del celibato es una marranada. El voto de castidad que no cumple nadie nos permite tener acceso carnal a todas las mujeres que se nos pongan delante solteras, vírgenes, casadas, putas espirituales e incluso monjas. La teta de novicia era manjar suculento. Así que Quintiliano un verdadero buey muto no decía ni media palabra de sus interioridades. Se agazapaba y aguardaba deshojando la margarita de su zorrería. Aquel centro, antigua casa de la Compañía, fue el lugar donde aprendió sus mañas y salió convertido en un pícaro de siete suelas. Vaya un tío por dos reales, buen pájaro estaba hecho Quintiliano el Soguillas

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