Buscar este blog

lunes, 13 de mayo de 2019

JERUSALÉN

    A FÉLIX ORTEGA DONDE QUIERA QUE ESTÉS


       ¡OH JERUSALÉN, MI VIDA Y MI MUERTE!




Por ANTONIO PARRA GALINDO.


“Ofrezco a san Salvador de Oviedo, Gormaz y Almazán con todas sus pertenencias. Lego también a Santiago de Galicia Calahorra, Cervera y Turtulón. Asimismo para después de mi muerte, dejo por heredero y sucesor al Sepulcro del Señor, que está en Jerusalén y a los que lo guardan y conservan y allí mismo sirven a Dios. Y al hospital de los pobres que hay en Jerusalén y los que lo guardan y conservan; y a Templo del Señor con los caballeros que allí vigilan para defender el nombre de la cristiandad”[de las mandas que mandó facer en su testamento el rey de Aragón Alfonso I el dicho Batallador en 1134 poco antes de morir].









8 de mayo de 2002
PRÓLOGO.
                          EL SITIO DE LA  IGLESIA DE BELÉN
Por la suave pendiente que baja desde la Basílica de la Natividad de Belén descienden, los brazos en alto, un grupo de frailes menores. Les han ordenado que avancen despacio. Llegan al término del recuesto donde empieza la explanada de la plaza Pesebre. Les aguarda un pelotón de soldados flanqueadores que les encañona con el arma. Les exigen no hagan  movimientos extraños. Son punteros de marca mayor y los centinelas tienen orden de hacer fuego contra todo lo que se mueve. Sin contemporizaciones, según la norma del Far West, “Shoot first, then ask questions”. Any questions? No questions”.[i] Es la razón de la violencia frente a la fuerza de la razón. Resulta difícil a la vista de estas secuencias dar vado a los sentimientos que me cercan: indignación, perplejidad, acaso cólera. Esta tropa de elite instruida en las mejores academias de tiro al blanco, apostada en las azoteas de las casas circundantes, abatió a un moro que salió al patio para recoger algunas hierbas con que comer y a un sacristán armenio que asomó la jeta detrás de un muro. La desdicha del héroe de todas las guerras es ser alcanzado por el acero enemigo cuando fue a la privada a hacer cualquier necesidad física y luego tengan que decir sus biógrafos una mentira, que murió matando o diciendo frases magníficas de encendido patriotismo que entusiasmarán a las generaciones por venir.
 Bajo el hábito de brial y el cordón blanco de los mendicantes puede esconderse un hombre bomba. Es lo que suponen los señores de la guerra. Ese es el argumento de pretexto para cebar el monstruo de una pesadilla, que es a la vez pescadilla que se muerde la cola, pues a toda respuesta armada sigue otra réplica del mismo tenor. Es la ley del ojo por ojo y diente por diente.  La noción de este delirio televisado urbi et orbi me ha puesto sobre las teclas de mi ordenador. Tengo el alma en ascuas. Coincide el sucedido con un libro antiguo que relata las peripecias de los peregrinos a Jerusalén. Pero lo que tengo delante de la pantalla de los informativos es mucho más irreal que lo que aciertan a colegir los ojos del alma a través de las quinientas y pico páginas del relato de Fray Antonio del Castillo que leí la pasada Nochebuena. Los villancicos que cantaba en mi niñez han sido ahogados por el estridor de las ametralladoras y la luz de la estrella de Belén sustituida por el rayo bisectriz de las trazadoras a la busca de blanco. ¡Muy fuerte!


Han de llevar los monjes las manos arriba y atravesar el gálibo de seguridad con un arco de detección de metales. A un campanero mataron y hubo varios muertos y heridos que fueron sacados en bayartes o parihuelas de difunto o en una camilla de la Media Luna. Así es la vida. Como mucha gente de mi época he vivido treinta y ocho días, los que se prolongó el cerco, en estado de shock emocional. El miedo se advierte en sus rostros pero un oficial de las fuerzas especiales del poderoso ejército israelí que dirige el asedio trata de tranquilizar a uno de ellos, el que parece más frágil y asustadizo. Abandonan el templo donde se han hecho fuertes y vivaquean una partida de milicianos árabes que al acogerse a altana en uno de los enclaves señeros de la cristiandad, lo que seguramente les ha salvado la vida. A cambio quedó este templo con columnas de jaspe y que por dentro remeda a pequeña escala la traza bizantina de Santa Sofía de Constantinopla convertido en un campamento militar. Los de la partida fumaban y arrojaban las colillas a las lámparas colgantes, orinaban en la pila de agua bendita o extendían sus esterillas para dormir en la nave del transepto. No queda un solo cristal en los vitrales y un grupo de pacifistas de una inquietante ONG que se adhirió a los encerrados, grupo de chicos y chicas, andaba haciendo inconveniencias y cosas poco decorosas en la bajada a la gruta. La cosa tuvo los visos de una profanación en toda regla. Han convertido la casa de Dios en una cueva de ladrones y terroristas.  Un verdadero pesebre, vamos. Que es lo que fue. El diablo  ha debido de estar frotándose las manos todo este tiempo. Por la bóvedas de tracería gótica no se escucha el eco de los cánticos sino el estruendo de las risotadas estentóreas de los espíritus malignos. Se ha dejado al Niño Jesús en ridículo para nuestros aleves y poco halagüeños designios.
 La maniobra de descrédito al cristianismo ha sido perfecta a lo largo de las semanas que durara lance tan extraño y surrealista. ¡Si nuestros abuelos levantaran la cabeza! Curiosamente, vienen siendo frecuentes las ocupaciones de iglesias cristianas por los seguidores de Mahoma que eligen estos recintos sagrados para reivindicar sus derechos, en lugar de encerrarse, a efectos de sus reivindicaciones contestatarias, dentro de sus mezquitas donde se muestran tan rigurosos con los infieles, atentos a cualquier profanación, y a las que no es lícito el acceso sin descalzarse. Yo me fijé bien en la azalá con que se arrodilló mirando para la Meca uno de los resistentes cuando se vio libre de sus asaltantes y dispuesto al cautiverio. Había salvado el pellejo. Pero el azalá prosternada sobre la quibla de aquel espontáneo sucesor de los mamelucos que dieron siempre mala vida a los custodios de los santos lugares dice mucho en estos momentos de globalización con la campaña contra la Iglesia en pleno auge. Es casi un desafío a mis convencimientos.


 Pero sea. Allí estaban los frailes mendicantes para ofrecerles albergue y un plato de sopa caliente. Y también algunos monjes griegos y armenios que han tenido varias bajas y hubieron de someterse a los vejámenes de la soldadesca. Ya estaban acostumbrados a este tipo de desconsideraciones. Los mamelucos les daban el mismo trato de disfavor. Una mente profundamente diserta en el conocimiento de los líos de las tres religiones pero inicua hasta lo diabólico ha preparado la trama de este drama del absurdo. ¿Qué querían? ¿Pasarnos la pluma por el pico?
El material en el asedio y los oficiales al mando de la operación eran yanquis. Se estrella el círculo. Aprieta contra la Cruz sus arillas la sierpe. Esto no era la toma de Granada ni el asalto a la Bastilla. Era mucho más. Un símbolo. Un gesto y una amenaza. Corre, corre, que té pillo. La demostración de fuerza tiene una didáctica apodíctica. Es una bengala de aviso a Roma de que acabó su tiempo. Los judíos han ganado y hacen valer sus reivindicaciones históricas. Podrán haber vencido pero ¿ han convencido?
 La condescendencia y mansedumbre de los pobres monjes podría ser una prueba irrefutable de que la de Xto es la fe verdadera, puesto que otras religiones que mandan la venganza y la razón del ojo por ojo hubieran denegado la entrada a estos prófugos.
El copo ya dura varias semanas en el momento en que me pongo a transcribir estos folios.
La circunstancia desencadenante - como ocurre tantas veces en mi pasión literaria - ha sido la glosa de un libro olvidado de un franciscano granadino El Devoto Peregrino y Viage de Tierra Santa, un clásico del  XVII, Fray Antonio del Castillo. Del autor se sabe poco aunque en lo pretérito debió de ser muy popular la narración de su itinerario piadoso ya que tuvo más de veinte ediciones. La primera de 1664 salió de los tórculos parisinos de Antonio Mureto y la segunda veinticuatro meses más tarde en la imprenta real de Joseph Bro. 1666 es el año de publicación del “Paraíso Perdido” de John Milton y el vulgo pensaba que se iba a acabar el mundo. En verdad, desde las apariciones del Corazón de Jesús a santa Brígida el nombre de Jerusalén a oídos cristianos suena pleno de connotaciones apocalípticas pero  para el judaísmo, todo lo contrario. Es el quiliasmos. El regreso a la Tierra de la Promesa. El símbolo que prefigura la materialización del pacto sellado. Cristo entró en Jerusalén a lomos de una pollina entre cantos y aclamaciones pero la paz de aquel acto fue única en la historia. Las testuces de Tito lo hicieron a sangre y fuego después de diezmar por hambre a sus moradores. Godofredo de Bouillon escaló los adarves de su alcazaba perdiendo cantidad de la hueste y lo mejor de sus ballesteros que tuvo que versela con unos ardidos defensores que hostigaban desde barbacanas y matacanes con flechas envenenadas y cubos de aceite hirviente.  Mucho saben los merlones de las murallas de la Ciudad Santa de estos delitos e impureza. La sangre derramada mancha al hombre más que cualquier otra cosa. Y todo en nombre de Dios.


 Sólo estuvo un siglo en manos de los seguidores del Crucificado y volvió a manos de Aladino de la misma forma que un milenio antes, cuando fuera feudo de los filisteos y campo de Agramante de los asirios y persas. El nombre de Jerusalén va asociado a la noción de la santidad pero también a la efusión de sangre. En su memoria se entreveran el monte Moira con Jesucristo. Las legiones de Tito con los sayones de Herodes. Ha sido cantada por los poetas y ensalzada por los salmos. Es el lugar adonde los ojos humanos revierte.  Una idea fija en el alma de los místicos y pintada mil veces por los grandes artistas del Renacimiento. Fuente de inspiración inagotable.
 Por eso la visión de sus piedras hizo llorar al Mesías que delante de sus almenas pronunció aquella queja de “Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas que te son enviados”.
Nosotros manejamos - seguramente- la edición del librero madrileño, Manuel Martín, que las dio a las prensas en 1769. Menos lujosa y sin las estampas ni planimetría y grabados de otras entregas de este texto cargado de enjundia y que invita a la reflexión tanto topográfica como mística en pos de las pisadas del Salvador por aquella rica provincia que fue una verdadera encrucijada de pueblos y de creencias.
De del Castillo sabemos que en su calidad de predicador apostólico, de comisario general de Jerusalén en los reinos de España y guardián del Convento de la Natividad de Belén cruzó varias veces el Mediterráneo. En aquellas travesías tuvo naufragios y peligro de piratas y otros azares que sobrellevó con longanimidad y paciencia franciscana.
El P. Nisseno en el nihil obstat que encuadra la edición de mil seiscientos cincuenta y cinco confiesa que siente santa envidia del diligente, curioso y devoto autor que ha podido ver, tocar y durante tanto tiempo lo que otros, aun siendo príncipes, cardenales o reyes, nunca pudieron llevar a cabo su sueño con los pulsos del cuerpo. Los bautizados llevan la visión de Jerusalén en los mejores registros de su nostalgia. Es el punto de partida en torno al cual gira el proceso de la santificación y toda la dinámica litúrgica en cuyos misales, añalejos, devocionarios y cantorales se repite todos los años. La ciudad santa es el punto de partida y el de retorno del ciclo.
Hay que subrayar que este texto ha movido a piedad sino que ha sido fuente de limosnas y España entre las naciones cristianas después de Grecia y de Rusia tal vez ha sido la más generosa en la conservación del decoro y el rescate. Los franciscanos, si no los liberadores materiales, fueron los alfaqueques más significados. Aunque en el empeño mucho han tenido que padecer en su demanda de redención de cautivos. Conocen muy bien al moro desde que san Francisco en una peregrinación a los Santos Lugares que acabaría en desastre por una de esas casualidades del destino o por ocultos designios del juicio de la Providencia, tan diferente a las veleidades y golondros del factor humano. Las “Legendae” otorgadas en la Porciúncula rezan textualmente:


Los frailes que van de misioneros entre infieles por amor a Xto pueden portarse con respecto de ellos de dos maneras: la una es no discutir de palabra con los infieles, sino mostrarse siempre humildes, cariñosos y sumisos, por amor a Dios, y atestiguar de esta manera que son cristianos; la otra consiste en que los frailes, una vez seguros de que con ello agradan a Dios, prediquen a los infieles la divina palabra para persuadirlos a creer en la Trinidad Santa, a recibir el bautismo, a entrar en la religión cristiana. Pero en todo caso es menester que los frailes se acuerden de que sus cuerpos pertenecen a Nuestro Señor Jesucristo y se guarden de ceder, por amor de sus cuerpos, a sus adversario visibles o invisibles, porque el mismo Señor ha dicho que el que pierde su vida por mi causa ganará la vida eterna[ii]
Es una exhortación pues a aceptar la Palabra con todas sus consecuencias: la no violencia, el martirio, a sabiendas de que el Dios que defienden ante aquellos que lo niegan les defenderá el Día del Juicio. No obstante, viene de muy antiguo la desfachatez y la intolerancia muslímica a aceptar el mensaje.
El fundador de los Hermanos del Cordón Blanco estuvo con los cruzados en 1219 en la toma de San Juan de Acre y ayudó a bien morir a los soldados heridos en el asalto a la plaza egipcia de Damieta. Quedaron tendidos sobre el campo de batalla cinco mil cristianos hostigados por detrás por las fuerzas del sultán Melek el Moadden. Francisco y otro hermano fray Iluminado cruzaron las lineas como legados del sultán. Fueron duramente tratados por los infieles, según refieren las crónicas, pero Melek el Moadden al verle que no respondían con enojos a los insultos de sus soldados se compadeció y dejó que el dulce diácono predicase varios días en el campamento mahometano de Damieta aunque con muy escasos resultados. Esta constante de terquedad mahometana va a producirse otra vez en el caso de Raimundo Lulio algunas décadas más tardes que el santo de Asís. El cadí de Bujía al verle tratar de razonar la prelación y preeminencia de la fe de Jesús sobre la de Macometum[iii]mandó que lo encerrasen en un calabozo por loco.  Y es que los seguidores del alcorán son recalcitrantes supersticiosos de nada como lo suyo. Porque para ellos su religión es más que una fe. Es una norma de vida. Defienden acérrimos sus valores, cosa infrecuente entre los cristianos donde brilla con luz propia la figura del renegado y del tornadizo.


Poco después el campamento sería asaltado por ingleses y alemanes que causaron una gran matanza. Esto horrorizó a san Francisco predicador del amor, la paz y el bien, que huyó a Belén donde celebró allá la Navidad. Estuvo a punto de caer cautivo pero una fuerza misteriosa impidió que fuera aprehendido por sarracenos y pudo regresar a Italia donde montó el primer Belén en el paroxismo de sus desposorios con la Hermana Pobreza. El de Greccio. Con sus pastores. Con sus corderillos. Con las humildes lavanderas arrodilladas de frente al molino harinero que está detrás de la gruta. Con sus mendigos. La mula y el buey que debió de copiar de una cita de una cita de los Apócrifos.  El puente flanqueado de palmeras sobre el río de plata donde van a beber los dromedarios adoradores que llegan cargados de presentes. El Niño Jesús luciente y sonriendo sobre un carretón de pajuelas. Y san José con barba guardando las espaldas de la Virgen pura vestida de túnica blanca y manto azul. El pajarillo que se asoma a la Gruta y la hermana golondrina que se anticipa con su vuelo anunciando una temprana primavera.  Todo ese sentir de veneración a la naturaleza. Amor lo más humilde de la tierra. Hasta 1223 la Nochebuena no se había celebrado nunca en occidente ni solemnizado el misterio que ocurrió otros tantos años atrás en la Ciudad de David.
Los discípulos del humilde diácono lombardo han sido junto con los mercedarios los que más mártires han dado a la iglesia en sus relaciones con el Islam que siempre fueron difíciles y desequilibradas. Los musulmanes - insisto- no se convierten. A no ser coaccionados por circunstancias políticas y económicas. Han tenido una actitud de desprecio y de odio, inficionados por el Alcorán, hacia la Cruz. Luego están los rencores históricos que el enemigo de los hombres se encarga de aventar en estos instantes. La confusión y el maremágnum en el que se presentan los acontecimientos inducen casi a pensar ante la enigmática personalidad de Arafat de si el rais no le estará haciendo el juego al nostramo. Sea a la vez un cimbel y un confidente de los planes ocultos que se albergan para la descristianización mediante la introducción masiva de musulmanes en las naciones del Viejo Continente para regresar a la situación de los tiempos de Carlomagno. Otra vez está el turco a las puertas de Viena y el rifeño al pie de las murallas de Tarifa. ¿No será el líder palestino un agente sionista? Eso serviría para coadyuvar a la confusión. “To rule by división”[iv]   es el axioma de los grandes servicios secretos. La incoherencia y desconexión, la desorientación, la flaqueza del enemigo les vuelve fuertes. La confusión es su caldo de cultivo. Esa es una de las normas de los sistemas de inteligencia: el dominio mediante el fomento de la facción en territorio contrario, las insidias, el separatismo, los nacionalismos trasnochados que ahora tanto se llevan. Cuando quieren enfrentan a Hamás con la OLP. Les sirve de tiro al blanco y ellos no pueden vivir sin fuego. La pólvora les purifica la sangre como el alcohol a un dipsómano y tienen mono de violencia igual que el fumador ante la nicotina. Esto no es más que un supuesto, una sospecha, acaso una premonición. Mas ahí quede el dato.
 De lo escrito por el mendicante granadino se desprende que sabía cómo lidiar con los otomanos que a veces eran insolentes, descomedidos y en punto a dineros poco fiables ya que reclamaba constantemente las avanias o alcabalas y otras penalizaciones que los custodios de los Santos Lugares tenían que aportar a la potencia ocupante, o por bando, mandato o insolencia del cadí, del rajá, del virrey o de sus tenientes.


Hace relación de estas nada compendiosas comisiones y relaciones que eran las pechas y tributos que habían de conferir los franciscanos en especie: pan, azúcar, aceite, velas, clavos, calabrote.  En definitiva, son las cuentas del Gran Capitán. A todas las horas tienen que estar los frailes apretandose el cordón y aflojando el bolsillo. Por cada una de las tres pascuas - los ortodoxos más pues en su liturgia hay siete - y por las fiestas del Ramadán y del Castrón que así se denominaban entre los islámicos las Solemnidades del Cordero.
Los dos trienios que cumplió como guardián de aquel convento debieron de ser nada fáciles a juzgar por los sobresaltos y percances que detalla. En 1655 el convento de Nazaret fue saqueado y 40 de los nuestros perecieron.  El convento, que estaba emplazado en la sinagoga donde predicó Jesús a sus recalcitrantes paisanos, que quisieron tirarlo por un barranco, se nominó a partir de la fecha como “De los cuarenta mártires”. “El lugar donde pasó el Señor su vida oculta es pequeña villa y no hay defensa ninguna ni quien ampare a estos religiosos. Ejecutan en ellos el odio que les inspira nuestra Fe y el aborrecimiento que nos tienen y fomenta su codicia”. Sin embargo, ¡qué maravilloso es el espíritu del Hijo de Bernardone! En la primavera del 2002 cuarenta de estos frailes han jugado su pellejo al tablero por defender la vida de los descendientes de sus asaltantes. Devolviendo bondad por maldades antiguas.
 Los franciscanos no llevaron allí vida cómoda pero contaban en todo el valimiento con la Reina de los Ángeles como ellos gustan de llamar a la Virgen siguiendo la tradición de la Porciúncula y de la Devoción de Loreto que ellos propalaron por Italia.
La primera edición está dedicada a Fray Bernardino Cárdenas, misionero de los Observantes que alcanzó el obispado de Paraguay, y que fue consejero de Felipe IV y de su hijo Carlos II. Dice el censor que firmó las cartas dimisorias del “Devoto Peregrino”:
 Este escrito enseña y entretiene. Enamora y mueve la voluntad a la devoción. Servirá de espuela a los pasos de uno y a las limosnas de otros. Sus líneas seducen al tiempo que nos sirven de matemáticas a nuestra fe. Las propuestas y observaciones del santo itinerario no pueden ser más edificantes.


Por su parte el autor agrega de su cosecha en el exordio que lo escribió “para el desengaño de algunos y la devoción de todos”. Recomienda al lector que, si busca curiosidades, no pase adelante, pero que prosiga en buena hora si lo que desea es empaparse de piedad y de fervor. El estilo es llano pero defluye con gran interés y está troceado en catorce capítulos con un sumario topográfico de los “caminos, millas y pasos que dio Cristo nuestro Señor, según lo que los evangelistas refieren”. Y describen sin saltarse ni uno cada uno de los trancos. Algunos poco conocidos, como la Iglesia del Pasmo en Cefora que es la ciudad de donde era oriunda María o la devoción de Loreto que irradia de un hecho milagroso y sin precedentes en la historia y es el traslado de un edificio con cimientos, paredes, platos, escudillas, y hasta una pequeña alhacena donde la Virgen guardaba los trastillos de cocinar y todo, por los aires, en manos de los ángeles el año de 1201 pontificando Nicolás IV. A diez de mayo, a la hora de romper el alba “apareció esta casa donde vivía la Sda. Familia en Dalmacia, vulgarmente llamada Esclavonia, en la diócesis de Modrusia, distante del Mar Adriático mil pasos geométricos. Los naturales vieron la casa en forma de iglesia. Era de antiguas pizarras de color olivastro sin pulimento y tenía una ventana y una puerta y el techo estaba adornado de estrellas pero carecía de pavimento ni suelo. Un canónigo de Tersato en su agonía vio el traslado del edificio por la guerra que había en Palestina, y curó de su enfermedad incurable. Era muy devoto de Nuestra Señora. Los condes de Tersato en Bosnia Herzegovina[v] hicieron averiguaciones y notaron que faltaban las escudillas y un ángel se les apareció diciendo que Bosnia Argentina y Croacia habían de caer en poder del Turco. Un sábado de mayo de 1294, poco después de la reconquista por los otomanos de San Juan de Acre, despareció de allí la casa y fue a dar en Ancona y en la localidad de Loreto donde se guardan hasta hoy tan venerables reliquias”.  Loreto es una alegoría de la Jerusalén espiritual que puede cambiar de sitio. No es un espacio físico sino psíquico. Refiere fray Antonio el acontecimiento que tiene todos los visos de un cuento de las Mil y Una Noches con objetividad pero sin apelaciones a la cursilería y más por obligación que por devoción. Pero en Emaús donde estaba la casa de Cleofás- esto es más creíble- había una iglesia muy buena “pero de un tiempo a esta parte la han deshecho los moros”. La  fe nada tiene que ver con la superchería o con lo truculento. Así el pasaje en que narra con toda su sencillez franciscana el primer baño que se dio en el Jordán.
“Después de media noche tocaron a leva, nos levantamos y nos fuimos al Jordán a tres millas de Jericó. Allí al reír el alba nos bautizamos unos a otros. Todos desnudos. Algunos peregrinos cortaban bandas y juncos de la ribera para llevar a sus padres. Otros escogían cantos rodados que por la margen abundan los canchales. Aquí es donde subió Elías al cielo dejando su capa al profeta Eliseo”.
Nos informa que cuando Cristo hizo la inmersión sobre el agua sagrada el río se dividió en dos ramales por respeto a sus divinas carnes. El Jordán nace en Cesarea de Filipo.


La donosa semblanza que hace de la problemática en torno a los Santos Lugares desde la caída de Jerusalén en manos de Aladino a fines del XII para los cristianos divididos y alejados de este epicentro de la fe como por una maldición bíblica (“pecados nuestros son”) recobra una pavorosa actualidad transcurridos más de tres siglos. Ya no hay templarios y los arbitrarios venales, corruptos, súbditos del Sultán han sido reemplazados por los militares de Sharon.  Un hombre muy audaz y un general que conoce bien las reglas de la estrategia psicológica y orquestó su golpe de mano contra la ribera de poniente del Jordán de forma fría y calculadora. Pero ¿quién podrá cohonestar las inmolaciones suicidas de los niños bomba? Bárbaros actos de tal laya no contribuyen sino a quitar la razón a los que aparentemente la tienen. Oriente Medio como consecuencia sigue sumido en una espiral de violencia. Este festival de disparos se ha convertido en un  espectáculo. Más de cuarenta años en candelero. Casi los mismos con que cuenta el estado de Israel.  Bombas y guerras. Operaciones y cadena de represalias. Esta locura nos dice que el mundo está enfermo.
En otros tiempos semejante tropelía hubiera suscitado en occidente una nueva llamada a la cruzada.
Mas, como digo, no hay templarios. La gente se queda en su casa mirando cómodamente la guerra por televisión y el copo judío contra el lugar donde supuestamente nació el cristianismo les resbala. Una actitud que refleja la frivolidad, el cinismo y la impotencia ante el cotidiano baño de sangre. El terrorismo no sirve más que para hacer el caldo a los halcones del poderoso gabinete israelí. Están pasando cosas inexplicables y paradójicas que convierten a los descendientes de los gaseados en vigoleros de un ejército de represión y de ocupación.
Por tanto, no he podido resistirme a la tentación de analizar la situación presente al trasluz de la historia y enfrascarse en el enigma que entraña el mismo nombre de Jerusalén, manzana de discordia de las tres religiones que en el nombre de Alá, de Adonai o de Jesús el Cristo ha servido de pretexto para el desencadenamiento de matanzas y de atropellos.
Y uno se siente abrumado por la impresión de que no es Dios el que fracasa sino que somos los humanos omnicidas, deletéreos, vengativos, que hemos tratado de crear y de invocar a un Dios a nuestra imagen y semejanza. ¿Alguna vez Él nos podrá perdonar? Los enfrentamientos causan bochorno pero son una repetición mutatis mutandis de la situación que se vivía en tiempos de las Cruzadas y del dominio otomano durante el siglo XVII.
Como invitación a la reflexión, he incluido en esta glosa algunas observaciones de mi cosecha. Y experiencias personales como fue la entrevista que tuve en Londres con Golda Meir.  Aquella impresionante mujer. Pienso que de haber vivido unos años más hubiera corrido la triste suerte de su ahijado político, Isaac Rabin. Golda era la cara amable y tierna del sionismo laborista. Los que han venido después se muestran más intransigentes y actúan de forma implacable y brutal. Todo desde ella se ha vuelto como más bronco. El riesgo que corre Israel al asumir el papel de estado laboratorio del futuro es convertirse en una sociedad elaborada en la probeta que a sus creadores se les puede escapar de las manos.


Las viejas reliquias han perdido el valor que se les concedía en centurias pasadas. Han hecho efecto las pertinaces campañas para desacralizar la sociedad. Sin embargo, y, desceñidos del cíngulo de las antiguas creencias carismáticas, lo que está aconteciendo en Jerusalén puede ser un símbolo sintomático que prefigura  un nuevo quid pro quo en las relaciones internacionales y en los mismos estados de ánimo. Los experimentos, mejor que con seres humanos, con gaseosa.
El cristianismo triunfó en la era de los mártires cuando éstos se negaron a adorar al emperador y se enfrentaron al imperio romano.
Ahora no se vislumbra ni de lejos este ambiente de enfrentamiento con los poderes fácticos. Al contrario, lo que hay son pactos y consensos en la trastienda.
El papa romano que en realidad de verdad es el albacea de esas ínfulas imperiales que lo equiparaban con un dios a ojos del vulgo en las dos orillas del Tíber, amén del Vicario de Jesucristo en la tierra, ha mantenido un extraño sigilo al respecto. ¿Será porque guiado del Espíritu Santo no ha querido molestar susceptibilidades en las alturas porque en realidad de verdad condona la acción contra la basílica donde supuestamente se esconden terroristas árabes?
Al correr de estos párrafos el lector encontrará muchas interrogantes como ésta. Es que no me lo explico.
Pero me sorprende la presencia heroica de esos frailes que han resistido numantinamente el cerco haciendo valer uno de los principios sacrosantos de la Iglesia tradicional que era el derecho de asilo. Son los representantes de la corriente mistagógica que se centra en la concepción de la comunidad de creyentes o iniciados de los misterios en un círculo (kirkos) espiritual y no en una condensación de adeptos en una asamblea (ecclesia) como circunstancia material y física. Para la primera de las acepciones es el espíritu lo importante sin cortapisas canónicas, estatales o prejuicios y limitaciones de tiempo, lugar, género, raza. La segunda, por contra, tiene un declinable sesgo político que mira más hacia el accidente que hacia la esencia. Se trata de la parte sujeta a las contingencias y avatares.  No del todo infalible.


Es lo que diferencia al cristianismo primitivo de la capilla protestante o de la asamblea hebrea que no consideran sus centros de reunión como morada eucarística de Dios o templo sagrado. La iglesia se toma en la acepción de círculo divino. Ara fundamental. Santo de los santos. Los judíos sólo tenían un templo pero fuera destruido. De ahí su tendencia a ser raza errante y a cambiar de casa. La adoración no se lleva a cabo en ningún lugar mágico, por decirlo así, sino que está en el corazón del hombre. El templo judío copia concepciones extraídas de la antigua mitología pagana. A la entrada del Partenón había un epígrafe que decía: “gnete se autón” (conocete a ti mismo) lo que en Los Proverbios se interpreta como “El temor de Dios es  principio de sabiduría”. Para ingresar en el recinto sagrado era menester quedar libre de cualquier inmundicia. De ahí los complicados protocolos del ritual de purificación. Y todos eran redondos dando la idea de centro, de círculo mágico. Los templarios sustituyeron la basílica paleocristiana de planta de cruz por el “tolos” místico de los griegos pero la Contrarreforma jesuítica volvió a poner las cosas como al principio. El mito del eterno retorno. Es que allí donde habita la divinidad está el trono y la esfera del tabernáculo, que en Templo de Salomón era también redondo.
 Esa es herencia gnóstica asimilada de los griegos en su catarsis, y tal vez al catolicismo formal no le quede otra salida que volver al desierto despojándose del aparato burocrático. Eso.  O las catacumbas.
No quiere esto decir que el espíritu divino siga operando de forma imperceptible a través de corrientes subterráneas. La gracia tiene estos antojos caprichosos y prefiere ocultarse. Es lo que se denomina silencio de Dios. Como si prefiriera el escondrijo de la bodega que la luz de la azotea.
El kirkos condujo a los que creían en el poder soteriológico de los objetos y lugares santificados por la presencia de Jesucristo a los peregrinajes a Tierra Santa. Al culto a las reliquias incoado por la madre de Constantino. A la expectación mesiánica por la segunda venida y en parte a las revelaciones, no concretadas de santa Brígida, abadesa del convento de Wadstan en Suecia, ya muy tardías pues son del siglo XIV. A la catedrales como recintos irradiadores de la antigua  χαρις (gracia)[vi]. Por eso los cabildos se pertrechan de reliquias, cuantas más mejor, para convertirse en centro de atención de la ruta de las romerías medievales.
En el presente caso los sucesores de este monje granadino que fue guardián del Convento del Sacromonte de Sión y cantó la Pasión y ofició las misas de Nochebuena que en aquel recinto por privilegio especial se celebran  entreaño me parecieron los verdaderos sucesores de ese espíritu renovador y carismático que tiene la Iglesia esotérica en los momentos difíciles y que demuestra que responden al entendimiento divino más que a la voluntad humana.
La curia mientras estos frailes menores aguantaban el fuego graneado de los blindados y de la artillería de línea permanecía a la expectativa. Aunque el 10 de mayo del año 2002 fue levantado el cerco. Con la salida de los doscientos milicianos que se habían atrincherado en el reducto la cristiandad parecía dar un respiro pero la pasividad e impotencia con que se ha contemplado el episodio no deja de ser preocupante.


 Unos por su propio pie y otros en parihuelas fueron abandonando el lugar del copo.  Replegaronse las compañías de asalto y los informativos dieron cuenta de un convenio rocambolesco entre la Cia, los saudíes, el gabinete Sharon y un representante del Vaticano para conceder salvoconductos al exilio. El lugar ha quedado destrozado. Los sitiados comían, bebían y hacían sus necesidades en el presbiterio cerca de la Cueva de Belén. Vi a uno de los liberados prosternarse y adorar a Alá y una panorámica de la nave central mostró las yacijas, botellas de agua mineral y trozos de pan que les sirvieron de sustento. Era como una obra de Ionesco. Más que el cerco a unas piedras sagradas estas cinco semanas han sido el asedio judío a los textos de los cuatro evangelistas. Por la antigua Efreta del profeta derruida por los bombardeos reiterados cundía la carcajada terrible de la risa de Israel. Sin embargo allí estaban los franciscanos que se han batido bien. Sin armas. Sin cañones ni metralletas Uzi. Las Florecillas han sido su valladar frente al ímpetu satánico de los asaltantes
No dan una últimamente.  Encajan los goles de tal manera que incluso a los de fe acérrima les hace vacilar esta sorprendente capacidad para el compromiso y la prudencia exquisita, trufada de miramientos humanos y considerandos, sobre los Siete Dones del Paráclito.
Desde luego, más que del lado de los purpurados y de los revestidos de armiño el “neuma” pentescostal, la “dinamia” o fuerza y el efluvio o aporrea que asiste a la Iglesia hasta las postrimerías se derrama sobre el cordón y el hábito de brial pardo de los herederos del Testamento de la Porciúncula.
La contemplación y análisis de estos acontecimientos así como las claves en torno a Jerusalén que pertenecen al hermetismo judaico me han llevado a la escritura de este texto que tiene su cuota de novela, de ensayo con un poco de catilinaria y de panegírico.
Vivimos tiempos en que la ficción supera a la realidad y por ende vana pretensión sería escribir siguiendo los preceptos de Boileau. El mundo gira sobre su órbita pero a veces nos domina la impresión de que sus circumrrevoluciones van sin ton ni son.
No existe perístasis. Tampoco unidad de tiempo y de espacio. He aquí por tanto esta entrega mía a la buena de  Dios en que se vuelve a hacer hincapié en la obsesión moderna: la religión que divide. Cada etnia parece empeñada en crear un dios a su propia imagen y semejante.  La religión, no nos engañemos, viene a ser un resabio patriótico, un vínculo de identificación nacional. Ese nexo es espectacularmente vigoroso tanto en el monismo judaico como en el muslímico.
Las guerras de religión pueden conducirnos a los campos de exterminio y el oficial que cubría la retirada de los pobres frailes fugitivos con su cazadora con vueltas de piel de cordero me recordaba a los oficiales SS y los tanques apostados en un callejón recordaban a los de la Wehrmacht con sólo sustituir la enseña gamada por el broquel davídico que llevaban pegados a los rastrales.
En lo alto de la torreta y guardandole las espaldas al automedonte ondeaba la bandera albiceleste.
Del Castillo cuenta cómo los mamelucos les pedían exorbitadas sumas de dinero, alcabalas de viento y otras exacciones variopintas por residir en la Ciudad de los Profetas. A veces asaltaban el convento sin otra mira que beberles el vino de consumir.  Se emborrachaban y perseguían a los frailes transgrediendo la clausura por patios y celdas del convento.
Ahora es el polvo de la metralla sionista.


No sé si al hablar tan espontáneamente y contar la verdad de esta novela sin perístasis y al allá que te ve habré hecho oposiciones a casarme con la viuda como dicen los franceses de los suicidas y de los candidatos a la corbata de hierro. Literariamente se entiende. Por supuesto. Pero conviene la provocación a estos tiempos recios cuando los mansuetos de la pela y la fama empuñan la pluma con tanta servidumbre. Si no te abates ni rebajas a los que ellos dicen serás expulsado de la tierra de promisión. Nunca hubo en el mundo tantos propagandistas.
Mi fe se ve amenazada por la colusión de una serie de entramados que responden a un plan de globalización totalizadora. Mi pluma denuncia estos atropellos con el mismo tesón con que Antonio del Castillo se dirigía a los monarcas de occidente para que postergaran sus rencillas y acudieran al rescate de los santos lugares.
Que el Cenáculo donde se fundó la eucaristía estuviese convertido en un muladar a los propios turcos no les cabía en la cabeza. Ni al autor del “Devoto Peregrino” que se devana en la transmisión de cartas y mensajes a Felipe IV y a Carlos II, al papa, al rey francés, para que devuelvan el decoro a estos enclaves bíblicos.
En su lucha el blanco armiño hace frente al negro escorpión y, por los vislumbres, todo apunta a una victoria del arácnido sobre el mustélido. El escorpión tiene la ventaja de que mata con la cola y el roedor es demasiado narciso para mancharse  su reluciente piel de barro y sangre. Luego le falta la proverbial insolencia de su contrincante.  En los capiteles historiados del románico, verdadera pedagogía religiosa para un pueblo que no sabía leer, se solía representar al pueblo hebreo como el escorpión. El blanco armiño, ese que vemos en los mantos regalados de los monarcas y en la esclavina de los papas, representaba al príncipe cristiano.


Esta periégesis topográfica y casi reticular de los sitios en los que vivió Jesús, datada de mediados del XVII, mantiene una actualidad eximia en el albor del XXI. En Ramala el cuartel general de Yasser Arafat, por ejemplo, nos dice su autor se veneraba la cabeza de san Jorge que estuvo custodiada por los caballeros de Montesa. Y todas las caravanas emprendían la marcha hacia el oriente extremo desde Gaza, un toponímico que resuena a todas las horas en los telediarios. Le sorprende la inactividad de los musulmanes, la visita a ciudades superpobladas como el Cairo de la que dijo que tenía - quizás fuera hipérbole- cuarenta mil mezquitas y que en la calle siempre hay gente desocupada día y noche. Observa el gusto de los partidarios del profeta por ir descalzos y hasta desnudos. Pero siempre tapan la cabeza. Y a sus mujeres nunca se las ve. Deben de estar demasiado ocupadas en parir “pues son raza fecundísima y salaz puesto que rinden culto a Venus a la que dedican culto y así los viernes son para ellos disantos”. Da cuenta de las profanaciones y arbitrariedades de los turcos cuyas reacciones eran imprevisibles y tan pronto podían mostrarse cordiales como asesinos. En el convento de san Jeremías entraron una noche y mataron a todos los frailes. Estas referencias del ayer en el presente son de una perentoriedad portentosa que invita a la reflexión cuando las tres religiones monoteistas se disputan unas piedras, los brocales de unos cuantos pozos, las hiladas del templo salomónico o los farallones de las construcciones constantinianas. Uno acaba preguntándose sobre las incompatibilidades étnicas o las convicciones de esta peculiar filiación que hace que cada una de ellas se halle en posesión de la verdad. Y las reclamaciones al maestro armero. Jerusalén dista de ser como la vieron los profetas: la fuente sellada, el “hortus conclussus” al pie de la Puerta Speciosa, de la que habla Ezequiel en una de sus visiones.
Podrán vivir juntos pero no revueltos. Las hazañas bélicas que tienen por teatro de operaciones la patria de Nuestro Señor hacen mover con tristeza la cabeza a los ilusos que creían que lo de las Tres Culturas era factible y se quedaban en éxtasis mirando para Toledo. A santo Dominguito del Val, a san Pelayo y a san Pedro Arbués, cuyas beatitudes parecen descabalgadas, les dieron ración doblada de tres culturas. Sus martirios fueron testimonio elocuente de su actitud aunque los que borran la memoria se esfuercen por poner sus nombres fuera de catálogo.
Juntos pero no revueltos. Ya me parecía a mí.
Todas estas movidas por otra parte recuerdan algunas variables del apocalipsis y es preciso tener en cuenta que de esas mociones quiliastas se desencadenó la ruina del imperio romano a instancias de las predicaciones apostólicas. Fueron la puntilla de los cesares.
En la actualidad la Iglesia ante los nuevos amos agacha la cerviz. La jerarquía a muchos nos está dejando más solos que a Romero Robledo. Los que seguimos en la persuasión de que al pontífice reinante le han entrado pujos consensuales a lo Adolfo Suárez y no le importa firmar el acta de defunción de la institución que él preside. ¿A cambio de qué?
Para encontrar la verdad y no las hipótesis nos hemos enfrascado en la confección de este manuscrito que no nos disgustaría que fuera libelo, novela, o panfleto con tal de ensalzar al divino JHS. Aunque no por eso nos vamos a poner de los nervios. Los predicables que lluevan sobre mi testa, o lo que digan los que están en la pomada poco me preocupa. El Maestro políticamente fue incorrecto. Eso que no les quepa la menor duda a sus asesinos. Lo crucificaron precisamente por eso. Por ir contra corriente.  Aunque, por fortuna, sigue contando con seguidores. En los lugares más dispares e insospechados  a lo que se ve. Mientras que los que tenían que defenderle no se atreven a decir esta boca es mía. La época de los mártires ha pasado y ya sólo se lleva y se cultiva la especie de los supervivientes.


El cristianismo fue desalojado de Palestina porque la religión se mezcló con la política. El drama parece que se repite pero desde 1190 hasta 1947 el problema fueron los árabes. Para hacer frente a su persecución la Iglesia Romana tuvo allí una liturgia autóctona y un motu propio en la que se podían celebrar los ritos de Semana Santa y de la Natividad todos los días del año convirtiendo a Belén en un perenne villancico y a Jerusalén en un Oficio de Tinieblas ininterrumpidos.
De ello es un ejemplo la oración expiatoria que solían proferir los franciscanos, con dispensa papal, al final de la misa, aunque no la decían en árabe, como los templarios, sino en latín. Se llamaba Oratio contra Turcas y decía así:
Señor, Dios, que manifiestas tu omnipotencia perdonando y mostrando clemencia a los que te ofenden, hemos pecado y nuestra conducta fue improcedente para contigo. Multiplica, sin embargo, tu misericordia. Mira el oprobio de los cristianos. Esta tierra santa la cual a través la predicación de tu Hijo fue iluminada y adornada con muchas gracias y especiales. Que guarda los vestigios de sus pasos. Y ahora yace opresa. Santificada con la preciocísima sangre del Redentor ahora ha sido entregada al extranjero. Los criados mandan y dominan en la casa del Señor. Las piedras del santuario aparecen derribadas. Pero Tú eres el Dios de todos y no hay nada ni nadie que resista a tu majestad. Perdona, Señor, perdona a tu pueblo, y no des tu heredad a la deshonra para que los agarenos nos dominen. Convierte nuestro luto en gaudio y devuelve Jerusalén a su Señor  el Santo, el Fuerte, el Inmortal. Defiendenos de los peligros y vuelve a tu redil a los infieles. Amen.
Esta plegaria también se rezaba todos los días en el Monte Athos. Con las letanías y el Trisagio de san Atanasio.
Uno de los aspectos menos positivos del libro - y dada la coyuntura histórica en que vivió su autor no podía ser de otra manera- es la poca consideración que le merecen a este monje latino los cismáticos y ortodoxos. Quizás sea un prejuicio que arranca de las Cruzadas del que tengamos tal vez que arrepentirnos. Porque los griegos son en definitiva los guardianes de la pureza de la sagrada fe, los propulsores del monacato y la devoción a las reliquias que compartieron los trabajos y tribulaciones que los franciscanos mismos llevan sobre los hombros.
Esta mañana, 10 de mayo del 2002 cuando la televisión daba la noticia de la salida de los sitiados que llevaban encerrados en la basílica desde el 2 de abril, hubo un detalle que me inquietó. Al abandonar el atrio uno de los moros liberados en el mismo patio se prosternó en azalá e hizo la adoración de Alá olvidándose del Dios cristiano. Luego dirigiendose a la cámara con los dedos de la mano derecha, índice y anular, realizó el signo de la victoria, lo mismo que los refugiados indocumentados que cruzan el Estrecho cuando les detiene la Guardia Civil.


Detrás quedaba una iglesia profanada por la soldadesca genízara y llena de inmundicias de un centenar de activistas de grupos radicales que lo convirtieron en su campamento y hospital.  La gruta de Belén volvía a ser el muladar de la primera noche de nuestra era. Pero en este lugar se posó la estrella. No hay que perder de vista tal considerando. Quizás se avecinen días de desolación pero la religión del Salvador saldrá a flote frente al fanatismo y la intemperancia de otras convicciones. El Guardian de este convento anunció que tendrían que purificar la cuna del Redentor. ¡Y tanto!
  
Antonio Parra   





             JERUSALÉN: UN CORAZÓN PARTIDO EN TRES
1Las noticias de la guerra entre hebreos y palestinos se suceden a un ritmo de vértigo y mi corazón está dividido hoy en tres. No es que viva en la nube del no saber y el no entender. Es que todo rezuma a misterio. La actualidad se ha embarrancado en un callejón sin salida. Un abismo de profundidades insondables se hiende dejando a cada lado dos bandos, dos trincheras, dos formas de ver la vida. Los altos montes de la incomprensión se miran unos a otros desafiantes mientras por el lecho del valle corre un río surto en medio del pando encajonado, cuyas aguas llevan sangre. Resulta imposible mantener la cabeza al pairo de las pasiones que concita todo conflicto armado. Mi alma y mi amor están por ti, Jerusalén, un nombre de plegaria, musitado tantas veces y que ahora se convierte en marasmo de zozobras. La semántica de este topónimo se ha convertido en un sarcasmo. No es la ciudad de la paz la que se alza en aquel barbecho de Judea sino de la guerra. Surge el recuerdo de los memoriales de Flavio Josefo y los que aducen que siempre fue así. Porque el ser humano es conflictivo y ha hecho de la noción de la divinidad un concepto bélico. ¿Siempre fue así?


¿Guerra de religiones o duelo de intereses políticos que deparan encontronazos? ¿Se invoca a Adonai y a Alá para blandir la espada? Un rabino de Lisboa a tal respecto decía ayer que son los motivos económicos y las miras geo-estrategias al amparo de pretextos históricos el elemento desencadenante: la recuperación de unos territorios que pertenecían a los hijos de Moisés antes de nuestra era aunque para ello tengan que desalojar a un pueblo de origen beduino allí establecido desde el principio de la primera Hégira. No hay que meter a Dios sino a ciertos dioses de la sinrazón, la codicia, y la soberbia humana en este compromiso. Ariel Sharon ha lanzado a sus tropas blindadas a la reconquista de la ribera derecha del Jordán. Quiere construir el “Eretz Israel”. Un sueño de grandeza sionista donde sólo se hable hebreo. “Yeber ibrit”*. El gran estado bíblico. Sus pretensiones y alegatos cimentados sobre un soporte mesiánico a unos les suena a exorbitancia mientras otros, los más fuertes, los que tienen la sartén por el mango del dinero, el gran aparato de propaganda con base en la difusión instantánea, la algoritmia del cálculo monetario y de la expresión cibernética, aplauden la arrolladora incursión en Cisjordania de los carros de combate, desplazándose airosamente por las callejas de las villas y ciudades palestinas, que llevan estampados en la cureña y en el peto la Estrella de David, y arrollando todo lo que encuentran a su paso. Luego llevan las excavadoras y hacen su trabajo de demolición, de acuerdo con la tradición de la venganza bíblica de arrasar de sal las tierras del enemigo y echar al suelo las paredes de sus moradas.
Es un impresionante ejército, apercibido y entrenado durante estos años de atrás para la guerra de guerrillas. Tanto como para la ocupación.
 Ínterin, la mitad de las fuerzas armadas de otros países de la zona y de la misma Europa eran licenciadas o simplemente desmanteladas, un error que podemos pagar bastante caro y que uno en su modestia de periodista y de observador imparcial vino denunciando con la voz que clamaba en el desierto. Hoy la honda del niño pastor de Judea se ha convertido en imbatible potencia nuclear y guerrera. Se consuma así el sueño de grandeza que albergaba aquel periodista vienés, Teodoro Herzl, que murió tuberculoso. Al igual que su augurio profético que glosando el canto del Magníficat afirmaba, categórico en 1905, que la nación hebrea se convertiría en el centro de atención del mundo.  No sólo el eje sobre el que gira toda la política internacional sino que también por allí todos los problemas y dolores del mundo. Es como una pesadilla que no cesa. ¿La llama del fuego sagrado? ¿Los coletazos de la acción directa y del terrorismo puro y duro que precedió a los dolores de parto del nacimiento del pequeño estado? ¿Apocalipsis now o el inicio de una nueva era?
Mi corazón está dividido y el aire que respiro llega cargado de amenazas, mientras contemplo al primer ministro Sharon, gordo como yo y con unos ojos profundos que me recuerdan a los de mi abuelo, defender su intervención manu militari- el pretexto es el terrorismo y ahí no le falta su razón al ir contra los niños y adolescentes bomba o a la caza de los pilotos que se hicieron dardo volador- en un inglés vacilante y con errores, la voz insegura y el aspecto cansado, pero el tenor firme. Ha lanzado a sus tropas de elite a la busca y captura de lo que ellos consideran terroristas en sus propias madrigueras. Todos sabemos quien va a ganar esta guerra. Palabra de militar. Un halcón en el gobierno. La verdad nunca debiera ser hija de asentamientos afectivos o inclinaciones personales. Mis simpatías hacia el “gordinflas” de Jerusalén al que llaman el carnicero de Sabra y Chatila no le hacen por eso menos aborrecible. Su política de exterminio de sus vecinos levantinos lo equipara con Hitler.


Por otra parte, ahí están las imágenes de la pira de muertos, ocultos en camiones frigoríficos o enterrados de mala manera en osarios multitudinarios, y de la destrucción pavorosa de Ramala, Belén, Naín, Nazaret, nombres sagrados para los creyentes de la tres religiones. Nazaret, aparte de ser la cuna del Hijo del Carpintero era, en la ruta de Esdrelón, el lugar de paso de las legiones romanas en ruta hacia Siria y Arabia. Los cipos del amillaramiento de la calzada que lo partía en dos están teñidos de la sangre de los esenios que formaron partidas en tiempo de Tiberio para hacer frente al invasor. Era el punto neurálgico del sentir nacionalista fomentado por una secta de judíos enfrentados a los fariseos y a los sacerdotes que se llamaban los esenios. Esenio era Juan el Bautista primo carnal de Jesús. Lo mismo que José. Y que Elías, Eliseo y Jeremías. No bebían ni vino ni sidra ni se manchaban con el trato torpe con mujeres. Carecían de parentela y llevaban los cabellos largos. Vestían de morado que era el color de la luctuosa penitencia. Todo aquello empezó en Nazaret. Su posición estratégica convirtió a esta ciudad, una de las más antiguas de la humanidad, en una de las mansiones o puntos de recalada de las caravanas que hacían la ruta de la seda. Comercio y guerra van de consuno. Si se liga todo esto con religión, tendremos una buena bomba de relojería. Contrariamente a la noción que se tenía dellos, los judíos son un pueblo guerrero, uno de los primeros que introdujo el servicio militar a los veinte años, y de buenos  agricultores. La dispersión les hizo banqueros, tablajeros y tratantes pero su verdadero talante no pertenece a Mercurio sino a Hera. Hasta hace poco era un paisaje sin bosques pero el esfuerzo pionero de los fundadores está consiguiendo la transformación de un yermo en vergel. Están transformando, verbigracia, las riberas del Lago de Genesaret, un mar azul, en forma de sillico[vii] que ocupa el óculo de un valle. Más que a la meditación invita al placer. Cafarnaúm era un balneario y Magdala un gran casino para los romanos donde practicaban su deporte nacional: los naipes y los dados. Todo lo que era aleatorio y supersticioso. Paganos en definitiva pero no tan crueles como los que convierten a la religión en casus belli. El evangelio de Marcos habla de la escuadra de demonios que ingresan en el cuerpo de la piara y se precipitan sobre los altos y ariscos acantilados del mar de Genesaret. Al hacer aquel milagro acaso Jesús se estaba refiriendo a las generaciones que vienen. Levantando el dedo contra los endemoniados de todos los siglos. Se ven desde allí las cumbres del Tabor o Carmelo donde un cruzado desengañado por nombre Bertoldo fundó la primera comunidad cenobítica. En esto llegaron los carmelitas. Los echaron en el nombre de Alá. Como tantas veces en aquella tierra llamada tierra sagrada. Se invoca el nombre de Dios para hacer negocios o para desenvainar la lanza.
 El padre Abrahán debe de revolverse incómodo a estas horas en su tumba. El vulto aparente de un genocidio consumado ante la indiferencia, el horror y la impotencia de muchos a los que el nombre de estos sagrados lugares nunca debiera dejar impávidos.


Si Ariel Sharon -nombre de arcángel exterminador y apellido de vergel- representa la congruencia, la determinación, el valor, la audacia y la falta de miramientos a la hora de actuar del poderoso, Arafat con ese gorro de beduino tan histriónico y que recuerda el atuendo frigio de los Sans culotes, paño de lágrimas, reivindicaciones y movidas libertarias de todos estos años de atrás, nunca fue santo de mi devoción. Sus enemigos lo acusan de invertido sodomita y hay por lo visto unas fotos tomadas en un hotel de Bucarest que podrían probarlo. Está vivo gracias al Mossad y acaso, mira tú por donde, sea uno de sus agentes más distinguidos. Nadie lo nota y eso es el mejor aval para un espía. Nunca me pareció un moro al que se le podía comprar el trigal. Lleva razón en algunos de sus postulados. Ciertamente es una injusticia el hostigamiento y desalojo al que se ve sometido su pueblo, victima del expansionismo sionista y de esos gritos de algunos ultra ortodoxos que recuerdan al Dios lo quiere de Pedro el Eremita hace nueve siglos, lema de las tan denostadas cruzadas que nos depararon las guerras de religión de toda la edad media. Resulta que tanto Teodoro Herzl como Eliezer Ben Yehuda, los padres del estado judío, junto con Ben Gurion, todos ellos periodistas, animan el mismo propósito que buscaban Bernardo de Claraval y Ricardo Corazón de León cuando predicaron la reconquista del Santo Sepulcro y cabalgaron aguas abajo del Danubio a la búsqueda del Santo Grial. El Dios lo quiere y volvamos a la tierra de nuestros padres son dos epígrafes que se compadecen al unísono. Cuidado. Quererse o creerse intérpretes y depositarios de la voluntad del Altísimo siempre condujo a cruentas estacadas, como demuestra la experiencia secular.  Por otra parte, según un autor ruso, en estos tiempos que corren, el diablo se ha hecho periodista. Cierto que el periodismo, ejercido en libertad, es alma del progreso y un vector de adelantamiento para las masas irredentos pero puede convertirse en el canto del cuco y en la voz de su amo, si rinde vasallaje al comercio.
 ¿Es de fiar Arafat sin embargo? ¿No habrá estado actuando de cimbel y de comparsas a juego de ciertos intereses de grupo que no dan la cara?  Los propios judíos, sus enemigos implacables, lo tienen cercado en su residencia de Ramala habiendole perdonado la vida. Eliminarlo sería tan contraproducente como matar a la gallina de los huevos de oro. Es la norma de los últimos tiempos para el poderoso que para justificar sus andanzas y hazañas bélicas ha de tener un adversario más o menos cualificado. Uno de los cargos que le arguyen al palestino es  haber estado en la nómina de colaboradores de la CIA. De ser así la tramoya de desta tragedia a dos bandos sería un burdo montaje a cargo de los que quieren mantener viva la llama del fuego sagrado. El sistema para seguir funcionando necesita encontrarse con un enemigo que le haga la cama y la cuña y sirva de cimbel para probar la contundencia de sus golpes. La provocación es la “mathesis”[viii] del mundo moderno. Una forma de intimidación. Para tener las mentes controladas y a la gente atrapada por el cuello.


El rabino de Lisboa que menciono al dirigir la plegaria conjunta de las tres religiones monoteístas por la paz hacía una exposición muy peculiar de la crisis aseverando que más que de una guerra religiosa lo que está sucediendo en Palestina es un choque de matiz político. Parece ser que vuelven a darse discrepancias entre los dos brazos del crecal mosaico que escindió a las trece tribus en askenazíes y sefardíes. Estos últimos han convivido con el Islam y han colaborado fuerte por lo que se muestran críticos a la acción emprendida por la otra rama dominante, que procede de la diáspora de la Europa oriental, y que no son sabras mayoritariamente integrados del todo en el nuevo estado hebreo. Hablan de un Israel sin territorios construídos en el corazón de los que profesan la fe mosaica.
Ni entro ni salgo en los postulados del pápaz lisboeta en su intento por la coexistencia pacífica de los miembros de los otros creyentes confesos de la Cruz y la Media Luna. El logro de esa meta pese a su nobleza de miras únicamente cosechara frutos ruines. Una cosa son las intenciones. Otra, los resultados. Consciente de que el ruido de los tanques contra Palestina metió en erupción volcanes de indignación en todo el mundo, hizo una llamada contra el antisemitismo y el racismo.
A todo esto lo que más sorprende ha sido el mutismo del Vaticano y la falta de reacciones ante los atropellos cometidos en el cerco a la basílica de la Natividad de Belén, cuna de la fe y una de los primeros templos cristianos, entre los más de quinientos que en Tierra Santa mandase labrar Santa Helena, la madre del emperador Constantino, y de los que por desgracia no quedan más que ruinas.
¿Es este silencio un mea culpa? ¿Un síntoma de debilidad? ¿O es una muestra de que Roma se ha dado por vencida y cohonesta las aspiraciones expansionistas del nuevo Josué que mandó plantar cerco y cañonear sin escrúpulos a uno de los bastiones de nuestro credo que ha venido siendo custodiado por los hijos de san Francisco desde el año 1205? Todos los santos reformadores de la SRI desde Ignacio de Loyola a Charles de Foucauld pasando por el mencionado Francisco el cual asistió a la toma de San Juan de Acre y fue testigo del sacomano y excesos cruzados en Spadeta, fueron a prosternarse ante el Santo Sepulcro. De alguna manera estos conatos de recuperar la Jerusalén física han fracasado. ¿Estará Dios enojado con nosotros?
En este enojo divino pensaban los judíos pero la deuda debió de quedar saldada hace poco. Hasta el Vaticano II y los augurios proféticos de Teodoro Herzl.




Mi corazón está dividido ante el nuevo furor apocalíptico. Los hechos y los datos objetivos pugnan con mis sueños de adorador de la Cruz. Acaso piense con el rabino de Lisboa que lo mejor que conviene en estos casos es una huida hacia adentro. Hacer de tripas corazón. Ingresar en mis recintos y tratar de construir el reino de Israel en el interior de mi corazón, para no caer en la diabólica tentación de la cólera, el antisemitismo barriobajero y la desesperación. Los mitos deforman la historia y corren por el espíritu de los pueblos a causa de un extraño fenómeno que yo contemplo y que me persuado de su certidumbre cuando mira para la cara numismática y la palabra en acción del jaque Arzalluz. Eso se llama en filosofía histórica “the overblown ego”[ix]. Todos sabemos que el montaje del gran sistema esconde un poder oculto. Nunca te mostrará las cartas. La fuerza de los más canallas reside en el embuste. Lo importante es tener ferrocarril, vías de acceso. Más que saber hacer o ciencia infusa, construir. Se acabó el discurso especulativo. El overblown ego todo lo acapara. Si los legisladores romanos se negaron a otorgar capacidad jurídica a la mujer el nuevo statu quo nacido de la revolución rusa, del psicoanálisis y de los movimientos ad lib de los sesenta que hizo cundir por las aulas el grito de fuera sostenes y prometió un paraíso de libertades a las muchachas púberes canéforas que acudían a las manifestaciones y tenidas con las bragas en la mano, como un estandarte de rebelión, las guerras constreñidas a una zona vital del mapa estratégico de los noventa, las nuevas desamortizaciones y encadenamientos de la jerarquía eclesial, la robotización, la inter culturización y la globalización totalizadora de los noventa, abocaron a un precipicio mesiánico sobre el cual nos columpiamos ahora mismo. La nube parlante del ojo que todo lo ve, del Baffamot moderno, acerca a la humanidad a la quimera. Se acabó el tiempo de los fusiles, hay aviones capaz de soltar cinco mil bombas por minuto desde su panza. Trubia, lo percibo a la que el tren cruza el ameno valle del Nalón donde hay sitios tan empapados de historia de España como el predio de San Pedro de Nora, se acabó. Es un pueblo fantasma. Sobre las techumbres de los hangares de la fábrica de armas crece la parietaria y el bromo del silencio que todo lo embalsama, el cardo borriquero de la ignorancia, la festuca del olvido. Meted la espada en su vaina. El apóstol que cortó la oreja a Malco lo hizo recalcitrante pero sus hermanos de raza no siguieron el consejo del sumiso discípulo. Están desenvainandola constantemente y con el riesgo que ello comporta. Ahora las bombas van dirigidas por láser. El piloto las dispara y se olvida, certero de haber conseguido su blanco. Eso es el gran triunfo mesiánico de Israel, que cuenta con las mejores fuerzas armadas, la mayor capacidad estratégica, y su tremante voz en los periódicos y cadenas televisivas mundiales que han dado en la diana. La ingeniería genética por otra parte conducirá a la selección y mejora de la raza humana. Siempre se buscó el superhombre del cual hablaba Nietzsche. Estamos a dos pasos de recabar ese objetivo. Nos la han metido doblado. El mundo al que pertenezco y desde el cual escribo lo han convertido en una antigualla. Ved y compadeceos pues el planto y la desolación profética del que esto escribe. Nos han vendido monedas falsas. Por ejemplo, lo del telón de acero. Nunca hubo telón de acero. No era más que una cortina de humo para separar dos mundo. La teología del holocausto ha venido a sustituir la oposición de los bloques que se hacían la guerra fría por arriba mientras se entendían bajo cuerda por abajo. Estoy tan pasado de moda como los convencionalismos numismáticos de la vexilología o tratados de heráldica pero aquí sigo con mi escudo en campo de sinople, mamposteado de azur. A ratos tengo que hacer el oficio de aprendiz de brujo. Los suspiros me conducen a Jerusalén. Allí está mi reclamo. Un sorguín mal encarado me hace guiños. Quiere que equivoque el camino. El alcohol de forma casual e intempestiva me hizo bajar a los infiernos. Ahí he pagado tributo a la mentalidad de mi generación que ha visto bailar a los vampiros en noches de luna llena. El pasado mío me inspira cierta repulsión y el porvenir miedo. Perseguido por el infortunio, aguanto los chaparrones con espaldas de acero y habito una ciudad que es vivero de signos. Cada vez hay más maricones. Hacen grandes manifestaciones y desfiles rococó por la fiesta de san Pelayo, uno de los pocos mártires sodomizados por los moros de los que guardan memoria los anales y desde que Hardy Benjamín - otro judío - incorporó el término transexual a los diccionarios la cosa va a más, querido público, que cada vez hay más personal saliendo del armario. Nuestro morral casuístico se va llenando de fantasías. Cosas veredes. ¿Qué sentido de faro de fe puede tener Jerusalén en estos instantes cuando hay tanto malo que nos llega de allí? Los verbos siguen sonando incómodos para afrontar las nuevas situaciones, o no llegan y se quedan cortos o trascienden el objetivo, suenan alto pero parece que quieren decir poco.
En días de tripulación “non fagas” mudanza, aconsejaba Iñigo de Loyola. Hay dos terminologías para definir el concepto Iglesia. Uno como asamblea material(ecclesia) y otro como círculo (kirkos con que en griego se denomina al halcón que vuela trazando círculos). Esta acepción, más espiritual -son muchas vueltas las que han de dar las almas hasta alcanzar la perfección- me parece de mayor empaque. El círculo de los creyentes se remonta hacia vuelos más tendidos alzándose sobre la tierra. Esta es la Iglesia esotérica en la que yo creo. Está más en el pensamiento y en los libros que en las piedras y en los arcos. Define mejor a la Ciudad de Dios que describe san Agustín y es la que saldrá triunfante de los debates. Los católicos carecemos de esa fuerza del libro, lo que nos sitúa en desventaja contra las otras dos religiones que emanaron de la simiente de Abrahán: Torá y Corán. Ese “kirkos” lo abarcará todo en su alzado vuelo. A los unos y a los otros. Por ese concepto podremos comprender a los que se rigen por el canon de Moisés y de Alá. No conviene perder de vista que nuestras fuentes, tanto las muslímicas como las cristianas, son una versión de las enseñanzas del Libro de los Libros, confiadas a los hebreos, incluso no hay texto tan judío como El Apocalipsis. Es pensamiento y poesía hebrea en estado químicamente puro. ¿Cómo reunir a los tres credos? Mi respuesta viene a ser a través de esa Iglesia del Círculo pero sin perder de vista que las pasiones ciegan a los hombres y que el seductor ronda al acecho igual que el león hambriento. Así pues, para entender el futuro debemos alzarnos de la realidad que nos circunda. De la obsesión sionista, de la intemperancia sarracena o un catolicismo belicista.


Esta resignación a los hechos consumados no estorba reconocer la existencia de una verdadera campaña anticristiana. Se trata de un humo invisible cuya acción sólo detectan aquellos que tenemos los globos oculares algo delicados y la sensibilidad a flor de piel.  La denuncia de la presencia de este humo que no es precisamente de incensario nos convierte a cuantos la formulamos en aguafiestas y melindrosos. Viene la sinusitis y es lo que pasa. Que te llora el lagrimal y es como su tuvieses tierra entre los ojos. Eres un loco. No vives en la realidad. Y todas esas cosas que te dicen.
Por lo visto, la realidad en nuestros días no es plana sino poliédrica y la verdad cabal constituye la suma de todas las verdades parciales. El trompo da vueltas y más vueltas hasta alcanzar el infinito. Siempre fue igual. Haz el favor de callarte.  No retruques. Obediencia de cadáver. Sumisión al jefe. ¡Firmes!
Pero hay falta de sindéresis. La visión de esos franciscanos sacados a la fuerza de los santos lugares, así como el Cenáculo convertido en mezquita, me llena de espanto. Pienso que Sharon ha conseguido lo que nadie, cargarse el culto a las reliquias. Todo empezó el año 2000 con una película, The Body, en la cual trabajaba Antonio Banderas y cuyo mensaje venía a ceñirse a una conclusión: que no hubo resurrección, ni cuerpos santos. Que todo lo que han predicado los curas durante veinte siglos no es más que un disparate.  Allí no hay nada. El síndrome de la tumba vacía. La entelequia. Las retóricas de los salmos y de los himnos. La espectacularidad de una religión que es pisto o caldereta de viejas creencias judías y paganas solemnizado por el ritual de los antiguos misterios órficos y de los ensambles eleusinos. Leyendas y mitos. Tergiversaciones e interpolaciones. Pensamientos que convergen y divergen. Plegarias y turíbulos.




Atónito y estremecido, asistí al pase de esa cinta. Por toda la sala de proyección resonaban los ecos de las carcajadas de Israel. Esta risa de Israel que nos ridiculiza se basa en hecho aparentemente ciertos. Y es temible porque proviene de la piedad hebrea, tan cargada de misticismo, y que se ha pasado siglos y más siglos estudiando la palabra de Dios. Ellos saben cosas que nos están ocultas a nosotros los profanos cristianos, los “goy” como ellos nos llaman basandose en nuestras costumbres y nuestras divisiones. El cristianismo nunca fue un elemento unido. El judaísmo, sí. No es un yo histórico sino un nosotros que salta a la palestra cuando hablas con cualquier judío ¿Quién tiene la última palabra? Nadie en el Vaticano, por el momento, descompuso el gesto ni protestó ante el ultraje con visos de sacrilegio. El pretexto del gobierno ha sido que allí entre los frailes se esconden terroristas. ¿Qué fue del derecho de asilo? En la edad media los muros de los templos cristianos eran inviolables. Los mismos judíos disfrutaron de fuero y derecho de acogida en determinados recintos sagrados de Castilla como es el de Santiago de Villadiego. Allí se salvaron incontables con motivo de los desmanes acaecidos en la aljama de Burgos en 1398. Se les acusaba de insidiosos a favor de don Pedro el Cruel y de usureros. Dentro de los muros del recinto en cuestión que sigue siendo una de las estaciones del camino jacobeo en las actualidad recibieron salvoconducto para huir a otras juderías, más apaciguadas como la de Segovia o la de Medina donde no había disturbios. Esta granjería se les deniega a los palestinos. Y  en Roma dieron la callada por respuesta mientras un pontífice babeante y senil que resiste a dejar vacante el solio daba a entender que no se puede poner a Dios como bandera de litigio de los intereses humanos. Eso es tanto como el todo y la nada, subirse a las barbas de la razón o escaparse por la tangente olvidandose que el cristianismo, como dejó patente con su vida y con su obra el beato Ramón Lulio, es un compromiso con la evidencia. No metamos a Dios en nuestras batallitas y lucros o medros personales. No se puede sacar la espada en nombre del Todopoderoso pero el zionismo y los adictos al corán no hacen otra cosa. Tenemos que ser buenos. No se puede hacer la guerra alzando como pendón de batalla su santo nombre. Lo cual es verdad pertinentísima y congruente. Solamente si los otros hicieran lo mismo y decidieran convertir las espadas en rejas siguiendo el consejo de Isaías. ¡Qué va! Voces en el estado hebreo se alzaron diciendo que el cristianismo no tiene nada que hacer. Que es una cuestión entre Mahoma y Moisés. Al Nazareno hay que dejarlo a un lado. No hubo protestas donde las tuvo que haber. Y esto me escandaliza y me subleva. La grey de la cristiandad bala despavorida y pega tumbos desconcertada y a merced del lobo como oveja sin pastor. ¿Quién empuña el cayado del redil en estos críticos momentos mientras juventudes se entretienen con las astracanadas y vulgaridades de Gran Hermano y sueñan ser émulos de la Operación Triunfo? Todos aspiran a ser artistas. Hace unos años querían ser mártires o misioneros pero ahora en este mundo de reconvertidos y de reconversiones lo que se lleva es el cambio de chaqueta. Varió el patrón. Se desiste de los antiguos módulos principales. Cunde el espíritu de revancha y de deserción del pasado. Al Evangelio, palabra de verdad que manda perdonar a los enemigos y predica la renuncia a las cosas terrenales, no se le permite el peligroso juego de la conciencia histórica. Todo lo contrario que al Talmud. Para eso ellos son portadores de la llama del fuego sagrado. Ciertamente.  Y la tea de la revolución. Todos sabemos que el temple ascético de esta raza aspira a la sumisión de todas las naciones de la tierra. ¿Qué otra cosa es el mesianismo? Por eso son peritos en estos legrados de memoria que con frecuencia acontece, a compás de los vaivenes de los tiempos. Su audacia y su falta de escrúpulos no les frena. A ello se une una inteligencia profunda y de clase que ha dado a la condición humana los personajes más maravillosos y los pésimos. Preciso reconocerlo: como enemigo son temibles, pues nunca paran en barras. Pueblo correoso y sufrido, estaminal. Nada más venerable y santo que un hasídico, la castidad y la mansedumbre en persona, lo antípoda a un banquero neoyorquino. O a uno de esos aprendices de brujo que controlan los hilos de la política y la economía mundial en la trastienda del gran guiñol.  Son los tramoyistas perfectos para montarte a cualquier hora y en cualquier punto del planeta una situación de conflicto. El negocio de negreros, de los que traficaron con carne y esperanzas humanas, estuvo en Amsterdam y en Londres. ¿Dónde radican las mafias que siembran el pavor en el siglo XXI? Estupefacientes, crimen organizado, pateras, invasiones, acciones desestabilizadoras y permeabilización de fronteras, volcar la cruz. Desarmar al potencial enemigo mientras se arman hasta los dientes ellos.
   Sólo les une a unos y a otros la guarda del sabath y sin embargo ambos son judíos y se sienten depositarios de la alianza. Es fenómeno que permite verbigracia que vuele todo un país, que la balumba del carro de heno se entorne y todo dé de través. Son las aspas del molino, como tú bien dices. Me estoy acordando de lo que pasó en la ciudad de Yekateringrado una noche de julio de 1916. De la imagen del Salvador que llevaba el zar colgado a su cuello que dio a besar a sus hijos. De cómo sus esbirros, todos judíos, Yurovosky, Judanovsky, Yerzhinski, Sverdolf, Golobrachekin, dieron la orden de disparo que puso en marcha el Drama de los Urales. También el gran magnicidio fue un hecho consumado al que se interpreta, se malversa o se falsea con excusas y pretextos o se le corre un tupido velo. Los fontaneros de la historia hoy tienen bastante trabajo. Para tildar al “basileus” cristiano, el único defensor de la fe que quedaba de autócrata y para fomentar un conflicto de proporciones apocalípticas entre Rusia y Alemania cuyos fautores no eran más que muñecos al servicio de un amo sin rostro. Se destruyeron las pruebas. No dejaron los asesinos las rayas de la mano plasmadas en el cuerpo de sus víctimas porque contaban con un alibi extensivo. Quemaron las huellas dactilares. Aventaron las pruebas. Los grandes peruleros se fueron de rositas a base de golpes de efecto de una gran maquinaria propagandística.
  A los críticos de este estado de cosas de la “realpolitik” se les tapa la boca con argumentos a pie de obra. Son siempre los mismo tópicos. El Holocausto. El fascismo, el antisemitismo, el racismo, el estalinismo, etc.  Aquí lo que impera es el “fait accompli”. El terrorismo es un arma arrojadiza dicen los que lo inventaron enarbolando su patente de corso para fomentarlo allí donde les conviene o mirar para otro lado cuando las bombas machacan a los estados que ellos consideran enemigo históricos en la vieja Europa y no explotan en California o en New York, pongamos por caso. Falta univocidad de los términos. A esos pistoleros que andan de partida por las Vascongadas descerrajando tiros por la espalda se les requiebra en Idaho como héroes de la causa. Ben[x] Laden- al que ellos entre los proscenios de la política mundial miman pues lo criaron a sus pechos-, sin embargo, es Satanás. No lo niego que lo sea pero sus alevosías son equiparables y tamañas a esos asesinatos sin avisar. Liquidación de inocentes en guerras no declaradas. La serpiente sigue avanzando dejando a su vera montones de cadáveres. ¡Estema maldita! El mundo huele mal. A espalmadura o boñiga de caballo pero todos no hacen creer que es un lecho de flores. El aire infla las pancartas de la gran manifestación pero ahí están las madres que a pesar de todo aborrecen a sus hijos, una estampa evangélica de Jerusalén. A la vista de este pecado sobre sus muros derramó lágrimas bíblicas el buen Jesús. El fue el primero de una larga lista a los que fusilaron por decir la verdad. Y detrás de él vendrán muchísimos.


Los padres del estado de Israel, ya lo he dicho, eran todos un grupo de periodistas y de visionarios mesiánicos que habían leído demasiado a los nihilistas rusos expertos en  el cerrojazo al pasado, la negación de la tradición, y la utilización de la violencia como elemento de contrrol y acceso al poder de las masas, síntesis de la filosofía revolucionaria. Inspiraron sus poderosos servicios de espionaje, el Mossad, de la Ojrana zaristas, experta en coartadas tan espectaculares como el autogolpe[xi]. La acción directa fue inventada por los seguidores de Bakunin y por los hijos eclesiásticos de los diáconos esparcidos a lo largo de las heptarquías y archidiócesis de la Rusia profunda.
  A los pocos días del canto de la Hativka (esperanza) y el desfile de los pioneros por la principal avenida de Tel Aviv un científico del Desierto del Nevguev inventaba la acetona[xii], liquido explosivo que sale de la fermentación de la madera y materia prima de la gelignita, la goma dos, el TNT y otros fulminantes dinamiteros, todo un anticipo de los tiempos que habrían de venir.  Poco antes se había inventado la radiodifusión a gran escala que tuvo por base Nueva York como Meca. Millones de oídos a la escucha de un altavoz que permitía transformar las ondas hercianas, mediante una combinación de silicatos y de otros minerales voltaicos, en sonoras. Lo importante en el nuevo estado no era el saber hacer sino el transformar y fabricar. La potencia se hizo acto. Los ingenieros y matemáticos se convierten en albañiles y jardineros. Aquí en España queremos que los hijos tengan todos carrera y se mira con desprecio al pobre electricista. Esta tara obsecuente de muchos siglos de prejuicios nos convierte en un país de servicio, lo que revalida la frase unamuniana del que inventen ellos.


El fundador de aquel estado en su discurso inaugural nunca se refirió a Dios sino a la Roca de Israel en demostración de la índole laica del nuevo imperio. Otro signo. Pero más que un imperio la nación hebrea iba a ser el detonante de las grandes contradicciones existentes de la raza humana. Los ingenieros de Tula se iban a trabajar de pico y pala a un kibutz, lo mismo los profesores universitarios de Columbia dejaban Nueva York para irse a vivir como colonos a comunidades de base que desconocen el uso del dinero donde se compran las hogazas de pan con tarja y se paga con cupones y bonos del estado en el restaurante. Viniendo de la Meca del dinero eso sí que era un contraste.  Todo empezó como una lluvia de enigmas. Por lo ecléctico de su base social. Los hasidim se hicieron amigos de muchos sionistas ateos convencidos para los cuales el milagro no existe - el misticismo judío es de otra clase diferente al católico-, los partidarios de que el fin justifica los medios y de que Dios sólo ayuda, según el viejo proverbio hebreo, a los que se ayudan a sí mismos. Por otra parte, Eliazar Ben Yehuda dio cima a un gran empeño que tuvo de por vida de convertir el idioma de los profetas y de la Tora en idioma de la era atómica. Los hebreos dejaron de considerar la Biblia como libro exclusivo, habida cuenta de sus contradicciones y repeticiones confusas . Por lo demás, había que sustituirla por la Cabala que es la interpretación mística del libro sagrado conservado en grafía masorética, esto es, un lenguaje de consonantes sin vocales ciertas. Jerusalén se convierte en polo de atracción de la aleya(peregrinación). Para conseguir dar acogida a los que emigrantes que llegaban a bordo de barcos atestados hubo que llevar a cabo acciones poco decorosas como fue la voladura del Hotel David de Jerusalén a cargo del Irgún una organización armada y secreta a las órdenes de Manahén Beguino, antiguo militante otrora de organizaciones similares: Hagana y Stern. Sin embargo, se sentían los ejecutores materiales del cumplimiento de una profecía de los tiempos bíblicos: la congregación de las doce tribus de Israel en el viejo solar de los padres. Para esa tarea sólo fiaban en sus fuerzas: el clásico tesón judío, su inventiva u una inteligencia que parece superior a la de los demás pueblos.
La violencia, la gran partera de la historia, estuvo presente en el alumbramiento de esta pequeña y contradictoria nación que vino al mundo entre convulsiones y dolores, patrimonio de la acción directa y que tuvo el terrorismo, que ahora sufre sobre su propias carnes, como súmula. En este contrasentido uno no puede menos de detectar atisbos de envergadura apocalíptica.
Pero ya estás tú con el mono tema. ¿Cómo puedes sentirte tú capaz, pequeño pigmeo, mente desvariada y dada a la embriaguez adentrarte en los penetrales y arcanos secretos de los designios de Jehová para con su pueblo? Lo mejor es no pensar. Si no los puedes vencer únete a ellos. ¿A qué hacerte mala sangre metiendote en lo que no te importa? Vamos a ver. ¿Y a ti quien te ha dado vela en este entierro? Pues también es verdad. En castigo achanta la muí. Acataré tus dictámenes, gran demiurgo, mas ello no me libra de poner en solfa las apostillas que pienso. ¡ Ah, pecador, osado e ignorante!  Por mis venas corre algún flujo de sangre marrana y eso significa que tampoco voy  tan descaminado al desvariar contra las exorbitancias y blasfemias que se formulan al socaire de la razón imperiosa. A mi maestro lo motejaron igualmente de loco. Y era Hijo de Dios. ¡Oh cristiano, sinónimo de majadero, tienes plaza en la jaula de los gladiadores y puedes  terminar en el circo devorado por algún león rugiente! Dios lo quiere. El gran pápaz no ha dicho oste ni moste a este respecto y hete aquí que tú no haces más que pegar voces estentóreas defendiendo con tesón quijotesco a los partidarios de las causas perdidas. Llueven los enigmas. El estado de Israel es un estado - y que no nos tomen por antisemitas por favor- retorta donde se ensayan todas las fórmulas del futuro. Su aleya ha dado lugar a las oleadas de emigración masiva que asuelan los muros de la Europa envejecida y acomodada que creía que el mundo era como una estrella fija. Por lo que se ve debe de haber habido una revolución en las galaxias porque muchos astros abandonando sus pedestales se han puesto a hacer higas a la ley de la gravedad. No se anticipa nada bueno. Así y todo la palabra que más se escucha en Jerusalén es la de “yehezquele”(felicitaciones).


Pues bien, esto se mueve y de qué manera. Ay Dios. A lo mejor es que verdaderamente Él los protege. Quizás los sionistas sean el brazo ejecutor de un designio para todo el genero humano. Y tú, necio, abroquelado en tus críticas. Todo eso me vendría de perlas si verdaderamente reconociese al Mesías en la persona de Jesús. Pero parece ser que esperan a otro. Y, si no te convences, date un paseo navegando por los chats religiosos de Internet. Allí la reflexión por ellos postuladas es la que sintomáticamente pervive. ¿Me he equivocado? Siete veces al día cae el justo. Lo que tú necesitas es mente abierta. Despojate de las vestiduras de tus antañones prejuicios. Permite que te arranque la costra que nubla tu vista.


LAS DOCE PUERTAS DE LA ENCRUCIJADA




2Jerusalén, la ciudad tres veces santa, entablada sobre unos fundamentos de sílice sin fisura, preside la encrucijada del litigio.  Sus doce puertas, una por tribu, que glosa también el Libro de la Revelación, para hacer más incomprensible el galimatías, abren la entrada a un laberinto. ¿Fue por la del Estercolero o Starquilina por dónde condujeron al Señor camino del Gólgota?¿Fue por la de los Caballos? ¿La de Eliasib? ¿La de los Veteranos? ¿La de las Aguas? ¿La de Efraín?¿La Puerta speciosa o la de la Belleza? No los sabemos. Todos estos enclaves sucumbieron al cerco de Vespasiano y a las legiones de Tito. Pero es hacia ellas donde revierten todas las miradas y se orientan las plegarias. Allí subió al cielo el Profeta Mahoma. Allí selló Moisés el pacto, cuna de la tierra prometida, y allí pronunció Cristo las Siete Palabras. ¡Cuanta santidad para tanta guerra en tan poco espacio! Su aspecto, vista desde el Torrente Cedrón, es a la vez febril y seco. Una muralla la circunvala y pone el acento a los cimborrios y belvederes de algunas iglesias. Brilla cual pavesa la bóveda de la Mezquita de Omar. Se perfila el campanario con ojos huecos de la torre ojival de la iglesia del Santo Sepulcro donde viven y se relevan custodiando cada uno su parte de la herencia los cristianos de todos los ritos. Los monjes coptos viven en el ajarafe del triforio, allí rezan y responsean, allí malcomen o ayunan a la usanza de los anacoretas del Nilo o como lo hacían sus predecesores en el Yermo de san Sabas. Los judíos, los dueños por así decirlo, carecen sin embargo de templo a no ser por el Muro de los Lamentos, lo que queda del que construyó Salomón, el “Ha-Kotel-Ha-Maaraví, y para los islámicos Haram Al Sarif. Una pocas alidadas de vastos bloques de piedra. Los nombres pesan y suenan mucho. Se trata de una fila de pared con trece mazas de piedra sin curtir, con miras a poniente, lo que queda de las reformas introducidas a la fundación salomónica. Dos templos destruídos no sumarán un tercer edificio. Seguramente en este enlosado fue donde un Cristo enojado se lió a linternazos con los cambistas. Pocas murias[xiii] entabladas, pocos talayotes espirituales habrá que a la diáspora de la trece tribus les diga tanto. Es el corazón de Israel. Es el punto de convergencia de todas las plegarias y saludos. “Al año que viene en Jerusalén”, dicen algunos cuando se despiden. Todos los judíos han sentido su llamada envuelta en el sonido lúgubre del azófar o isofar[xiv] que retumba al atardecer de la víspera de Yom Kipur[xv].  Por las helgaduras de los sillares donde crece el jaramago y la parietaria como una advertencia de olvido o cercén de la soberbia - ved en qué paran las cosas del mundo- introducen sus mensajes y peticiones mientras oran con grandes meneos de balanza dándose de cabezadas y golpes de pecho. Se escuchan los guays y las súplicas por el regreso de los dispersos al redil antiguo. Sin embargo, a lo largo de mis dilatadas lecturas e investigaciones sobre la cuestión ya de muchos años, me asaltó la duda de si este pueblo tan teocrático cree verdaderamente en Adonai o lo tiene amaestrado, como una proyección de su propio ego. ¿Es este dios un reflejo de sí mismos y de su nacionalismo indómito y apaleador? Judea en los tiempos bíblicos era feraz y estaba teñida de prados y de vegas fértiles. Hasta 1948 era un desierto. En la actualidad se aspira a convertirla de nuevo en vergel.  No creen en los milagros, dicen, pero suena a portento el que los hijos del gueto se hayan hecho campesinos y soldados. Tan pronto empuñan el azadón como el subfusil “Uzi”[xvi] que tiene una cadencia de  mil vainas por minuto y abulta menos que un naranjero. Antes de emigrar a la tierra sagrada ocupaban tabucos de sastre en Varsovia, eran zapateros en Berlín o boticarias en Kiev.  Los sabras de ahora en nada se parecen a sus abuelos. Tienen un aspecto sano y bronceado habiendo perdido para siempre aquel color típico del judío de piel clorótica y cara sumida que reflejó Shakespeare en Shylock.  Vuelven a ser guapos como Absalón y el cruce de sangres ha hecho proverbialmente hermosas a las israelíes. Pero para este pueblo la belleza va unida siempre a la castidad proverbial de los hasídicos.


Allí, en esta ciudad sin bares y sin discotecas, la presencia cristiana está reducida a la mínima expresión a no ser por las oleadas de turistas de todos los rincones del orbe católico, protestante y ortodoxo. Se ven muchos yurodivi y monjas rusas. Sus prosternaciones ante la tumba del Señor son rasgo propio y causan la hilaridad de los hebreos. Por las calles de la ciudad aparece de vez en cuando algún avenate que se cree la reencarnación del Nazareno. Esta presencia a los piadosos seguidores de la regla mosaica parece ser que les disturba. Para los rabinos Jesús era un personaje histriónico, majareta y borracho perdido, un “bogéd”[1], un meshuge[xvii]. Se da mucho entre los peregrinos orientales y entre algunos sectarios del círculo minoritario de las religiones adventistas. Acuden los piadosos “_________[xviii] al monasterio de la Magdalena donde está enterrada la hermana de la zarina Alejandra y viuda del Gran Duque Sergio que murió en olor de santidad después de haber profesado como religiosa. Sus restos después de la masacre de Yekateringrad fueron trasladados por el Caúcaso hasta Tierra Santa para ser inhumados cerca de la Iglesia de la Resurrección.
Los musulmanes son mucho más respetuosos con el Salvador al que consideran un verdadero profeta del Islam. Le llaman “Ruh Allah” (espíritu de Dios). El buen creyente considera a los judíos responsables de un deicidio y su regreso a Palestina representa un acto de rebeldía contra el pueblo errante.  Considera las reivindicaciones del Hogar Judío en Palestina un primer acto del drama del apocalipsis.
Toda esta afluencia de visitantes es un troquel de moneda para las arcas del gobierno judío. Ahora ha menguado la corriente de turistas pero éste ha dado a entender que poco le importa haciendo caso omiso a las llamadas a la internacionalización de la emblemática ciudad. Cristo para muchos sionistas no significa más que un perturbado mental que se hizo pasar por hijo de Dios. El mito de la resurrección es tratado con burla por los masoréticos que la equiparan con la ascensión de Mahoma a los cielos, precisamente, desde el  monte de Sión. Allí uno de los discípulos del profeta, cuando éste subía a las alturas, movido por una fuerza gloriosa, se agarró a sus zapatos con tanta fuerza que se quedó con una pierna entre las manos mientras el resto del cuerpo se perdía entre las nubes.
Por eso se dice por sus enemigos - las religiones pueden ser tema fácil de mofa y barro maleable para esculpir siniestras caricaturas- a cargo de los incrédulos- que los musulmanes son los adoradores del Zancarrón de Mahoma, una reliquia santa que se venera en  Meca junto con el teodolito o piedra de la Kaaba donde el arcángel Gabriel dejó escritas algunas de las suras del Corán. Casi un tercio de la humanidad cree en este “absurdo” tan imponderable y extraño como “la locura de la cruz”.
Sin embargo, hubo un tiempo en el cual Jerusalén estuvo bajo la hegemonía cristiana totalmente.  El quince de julio de 1099 a la hora de tercia las tropas de Godofredo de Bouillon hacían su entrada en el recinto. Era como la consumación de un sueño que duró poco más de un siglo. Porque fue reconquistada por Aladino y en manos sarracenas estuvo, quizás debido a las discordias y a los pecados ce los cristianos, hasta 1948 en que definitivamente cambió a poder de sus dueños prerromanos.
En el siglo XVII un español por nombre Joseph Nassi (dicen que era un antepasado de Pío Baroja) quiso fundar un estado independiente a orillas del Lago de Tiberiades, pero la idea no dio fruto y el buen señor tuvo que volverse para Constantinopla donde estaba empadronado en el barrio del Fanar.
Los judíos han estado yendo y viniendo de acuerdo con su tradición errabunda. Tan pronto servían al sultán como al rey de Francia como a los venecianos. La proclamación del estado de Israel daba toldo a una idea acariciada durante siglo por la judería: acabar con su condición de raza itinerante.


Según una vieja creencia de los suyos cuando Jerusalén regrese a la propiedad del pueblo elegido acabará la diáspora y vendrá el Mesías que deparará la tierra prometida con los ríos que manan leche y miel.  La vara de Jetsé será el cetro al que se someterán todos los pueblos. Pero entretanto se consume la utopía los judíos tendrán que seguir yendo y viniendo asumiendo las cargas y responsabilidades de su encargo divino.
Analizando los hechos a la luz imprecisa y sesgada del candil de la historia, que es como la luz de un candelabro que parpadea incandescente, unas veces tenue y dando la impresión de que el “Menorah”[xix] está a punto de extinguirse, cuando de improviso resurge fiera y triunfal, habría que concluir que la metáfora del fuego sagrado más que un símil refleja un hecho real. Es como si Israel conociera de antemano secretos que no le fueron revelados a los gentiles.
 A este respecto cabe recordar una frase de Jesús: “Vosotros sois la sal de la tierra”. Pero también les llamó “raza de víboras y sepulcros blanqueados”, y poco antes de su pasión y cruz lloró sobre Jerusalén “que matas a los profetas que te son enviados”. Los que cargamos con la cruz, tan pesada, que todo nuestro cuerpo sufre bajo su alzada y la Vía Dolorosa se nos hace tan cuesta arriba hemos llegado a pensar que todo el dolor y el goce es judío. Que el bien y el mal viene de allí.
¿Siempre fue así? Sea como quisiere, en cualquier caso la única solución que cumple es seguir aguardando la llegada del Mesías. Aquí hay muchas piezas que no encajan. Dios no puede tener preferencias ni prejuicios ni muestra su especiosa imagen con tanta frecuencia como han querido verla los delirantes y arrobadizos. Puede ser que los judíos conozcan mejor a este Ente al cual no se atreven ni a mencionar  por temor a la blasfemia mientras que a nosotros su nombre no se nos cae de la boca.
Se percibe que el cristianismo va chupando rueda. Ya se habla a las claras de la cultura judeocristiana. Sin el soporte de nuestros “hermanos mayores” como gusta llamarles Agustín toda nuestra liturgia, nuestra teología, nuestra moral y nuestros cánones quedarían reducidos a la nada. Por eso alguien dijo que el código de valores y actitudes que sacó Pablo de Tarso es plagiario de toda la mentalidad hebrea. Él acaso no pudo remediarlo. Era un fariseo, hijo de fariseos, a los que tanto fustiga Jesús en sus alocuciones al pueblo. Por ende, tantas complicaciones, lapsus y contrasentidos.
A pesar de esta procedencia ineludible, en el catolicismo se trató con poca consideración a los orígenes. Algunos textos no ahorran descalificaciones y poco gratos epítetos. Se les moteja de prevaricadores e incluso de “inmanes” (inhumanos) y hasta en las colectas y letanías de la Semana de Pasión hay para ellos una reserva de palabras malsonantes como el apodo de “pérfidos” que fueron subrepticiamente suprimidas por el Papa Bueno[xx] del misal. Alguien diría que tales adjetivos atientan contra el mandato nuevo pero el propio fundador de nuestra religión tampoco anda a la zaga de estas descortesías ni para con ellos se anduvo con remilgos.


Los primitivos cristianos creyendo que no tardaría en regresar el Resucitado esta vez en calidad de maestro de Justicia - los musulmanes consideran que en el día del Juicio Jesús se sentará con Mahoma a su izquierda en la Puerta Áurea ocupando sendas piedras desde donde subieron al cielo y que todavía se muestran a la piedad del visitante allí con la huella de dos pies impactada en la superficie de la roca- y mal interpretando el texto milenarista de la II Carta de san Pedro, abandonaron sus hogares y menesteres y marcharon a Jerusalén en espera de este retorno triunfal. El Crucificado vendría con la vara de justo juez. Y a no tardar mucho. Sin embargo, como apostilla este comunicado apostólico, un día de Dios equivale a mil años de los hombres y mil años de los hombres pasan en lo que un suspiro para el Hacedor. Echaron mal las cuentas.
Este error de cómputo ha dado paso al compás de espera que dura ya muchos siglos pero aquellos buenos creyentes del circulo de Sta. Elena consideraban que la Parusía estaba al caer. Palestina se llenó de iglesias mandadas labrar por la emperatriz y el desierto de eremitas que anhelaba la vida perfecta. Ven, Señor, ven. No te retardes. Nunca en la historia de la humanidad hubo noticia de un estado de expectación tan general ni se había registrado una “cupiditas aedificandi”[xxi]tan puntual. Era la directa consecuencia del celo pagano al convertirse al cristianismo. Los textos bíblicos son difícil de entender, porque la semántica varía con el paso del tiempo y el tránsito de los hombres. De ahí que su interpretación literal, como es el caso de los Testigos de Jehová y otras sectas, conduce a no pocas aberraciones. La profecía de Xto sobre la segunda destrucción del templo se cumplió. Faltaba la segunda parte. De buena fe muchos creyeron que el fin de los tiempos estaba a la vuelta de la esquina. Hay que hacer al respecto que Palestina a ojos cristianos era la tierra del milagro, de las indulgencias, de los dones y poderes mágicos que restituyen al hombre al estado de gracia y a su reconciliación con Dios. Entretanto, los israelitas sólo la consideran como un lugar de regreso cuando se levantara el enojo de Yahwé con el pueblo elegido. Es un punto de referencia de dones materiales y de paraíso en la tierra prometida. El mesianismo hebreo nada tiene que ver con el cristiano. El uno es material, el otro espiritual. Para los musulmanes que la han poseído desde el siglo IV Jerusalén es lugar santo porque allí está enclavada la mezquita de Omar desde donde subió el profeta a los cielos y donde se sentará a juzgar a vivos y muertos junto con Cristo en la Puerta Áurea el Día del Juicio Universal. He aquí, pues, dos visiones encontradas para tres religiones que amparan algunas concomitancias en medio de palmarias diferencias. 


 Había un anhelo popular de búsqueda de huellas y de vestigios de la redención. Fue encontrada la cruz cerca del monte Olivete y sus maderos troceados se repartieron las astillas por todo el orbe. Mala sería una colegiata de occidente que no conservara una viruta, el hueso de algún mártir, algún objeto personal, como las sandalias, el báculo, el pelo de la barba, el manto o el anillo, de un apóstol.  Pronto se vio que esta veneración cayó en superchería. Las gestantes y paridas iban a bañarse en la fuente de Siloé donde María lavaba sus paños. Un artesano aseguraba que una vara pulida que había sido tratada por el carpintero de Nazaret de pronto mientras dormía empezó a echar y se convirtió en cerezo. Los evangelios apócrifos, con su candor e ingenuidad congenial, inspiraron este reguero de fieles peregrinos. Sus textos traen cosas maravillosas rayanas en la extravagancias. Así, por ejemplo,  la puerta que pulía el hijo del carpintero nunca sería derribada por los vientos ni por ella entrarían los ladrones. Mesa que hacía nunca estaría desprovista. Cuando salió camino del destierro la sagrada familia las fieras salvajes les seguían. Los tigres les lamían los pies. Los buitres venían a comer en la mano. Las hienas les hacían reverencia y los pavipollos la rueda. La calandria les alegraba con sus trinos y los ruiseñores sacaban su mejor melodía para que el niño se durmiera. Camino de Egipto, cerca de lo que es hoy Ramala, abordó a  la Sagrada Familia una partida de bandoleros cuyo jefe era S. Dimas, el buen ladrón. No causaron mal alguno a los viajeros. La Virgen hizo oración por él y tuvo una revelación pavorosa. Aquel malhechor sería crucificado con aquel infante que llevaba en su enfaldo camino del exilio y a él sería el primero confiada la promesa del siglo futuro: “Hoy estarás conmigo en el paraíso de veras te lo digo”.
¡Oh Jerusalén, patria de toda la santidad pero asimismo guarida de chacales. Fuiste el epicentro de todo el fervor litúrgico de una serie de comunidades congregadas en la espera del Mesías! ¡Oh paradoja de las paradojas! No vino el que había prometido un segundo regreso triunfal. Lo que llegó fue la cimitarra del Islam. Toda aquella efervescencia de muros sagrados, de fervientes antífonas e iconostasios quedó convertida en muladar. El de Arriba pareció desestimar o, si no escuchó al menos se desentendía, todo aquel hervor de genuflexiones, cantos sacros, ayunos y fervientes vigilias.  Los seguidores de la cruz no debieron encontrar en los oídos rectos y justicieros del Padre favorable acogida y “pecados de los cristianos son” permitió que Tierra Santa fuera arrasada primero por los persas en 443. Incontinenti  por los árabes. Poco antes, una mística española, la monja Egeria, amiga de Pablo Orosio, el discípulo de san Jerónimo, había viajado desde Córdoba hasta Jerusalén y levantó acta de aquel esplendor efímero. Su testimonio es muy importante ya que da pautas de por qué aquel anhelo de espera milenarista que tuvo lugar en los primeros siglos del cristianismo cabe los muros de la Ciudad Santa. Lo que cuenta Egeria en sus escritos  vino a ser el molde donde se vacía esa tensión mística que recorre la edad media. Un impulso que hace escribir códices miniados, beatos, y que impulsa la erección de las catedrales. Esa milagrosa concentración de fuerzas del alma que se transforma en “cupiditas aedificandi”. De hambre de reliquias y testimonios de veneración.


 A pesar de tanto esfuerzo y la larga vigilia aguardando la segunda llegada del Salvador, pronto los creyentes se cansaron y como los judíos de Moisés empezaron a murmurar. Las miras humanas, los recelos y la desunión entre los reinos que profesaban la adhesión a la cruz (la espada de Santiago contra la de san Dionisio y la de san Andrés contra la de san Juan) determinó nuestro el fracaso de las Cruzadas. Volvamos a insistir en lo ya señalado: Dios posee otros baremos. Sus días no son nuestros días a decir del Eclesiastés y sus cábalas son diferentes. ¿Entonces cuál es el sentido de aquella promesa que se nos dio: “El cielo y la tierra pasarán mas mi palabra no pasará?”















UN FRAILE DE GRANADA SE PONE EN CAMINO. ERA EL DÍA DE LAS LLAGAS DE 1626
3Estamos en  convento franciscano de santa Isabel de Granada una radiante mañana de mayo de 1626. El guardián ha llamado a capítulo para anunciar la llegada de una cédula real que recoge un rescripto pontificio. Se piden frailes voluntarios para ir a Tierra Santa en poder de los sasánidas a fin de reforzar la comunidad de frailes que tiene la Orden en el Sacro Monte de Sión. Del convento de la Natividad de Belén han llegado noticias nefastas. Los infieles han entrado a saco en el recinto, mataron a algunos religiosos y se llevaron presos a otros a Estambul.
Los monjes franciscos que a diferencia de los templarios no portan armas y siguen cantando al hermano sol, a la hermana luna y al hermano lobo lo reciben como si fuera un perrito faldero y profesan un cristianismo de quintaesencias de paz y bien y perdón para todos - algo que desarmaba a los turcos y hacía caer de rodillas a los indios de California y abrazar la fe de Jesús en masa- no se dan por vencidos.


Había que seguir en la demanda abrazados a la encomienda papal a los hijos del Povrello de Asís los cuales por su espíritu ecuménico inclinado a la tolerancia y a la supresión de uno de los instintos más sañudos de la condición humana: la cólera.
El cometido es difícil. Muchos murieron mártires. Los árabes estaban maravillados ante la falta de resistencia a la opresión. Unos los consideraban santones. Otros los miraban como eunucos o como meros locos. Locura de la cruz. Demencia staurológica[xxii]. El norte del que practica la religión del Nazareno es una cruz ¡Divina insania!
“Mitte gladium in vaginam” comandó Jesús al impulsivo joven hijo de Malco al ser habido en el Huerto por los vigoleros del pontífice. Alma adentro todos podemos llevar a un sacristán o a un ayudante de verdugo.
Las partesanas y adargas de los templarios habían quedado enmohecidas. No se puede ganar por el cuchillo lo que se ganó por amor.
Mal que bien los súbditos del pachá a cambio de onerosos tributos habían tolerado la presencia de aquellos locos de Cristo. Los confederados del pardo sayal y el cerquillo mendicante. Esta presencia siempre difícil estuvo sujeta a las veleidades del sultán y a las vicisitudes de los enfrentamientos de los reinos cristianos entre sí. El turco  dominaba media Europa. Sus jenízaros montaban guardia en las plazas fuertes de Esclavonia y de Viena y las goletas corsarias de la Media Luna dominaba el Mare Nostrum.
Europa andaba sumida en contiendas de religión. Era el reinado quijotesco del Cuarto de los Felipes, rey de España por la gracia de Dios. De las dos Sicilias. De Flandes y de Jerusalén y de la mayor parte del Nuevo Mundo. He aquí una nación que agotadas sus fuerzas daba señales de cansancio y de ensimismamiento.
Felipe IV representa a uno de los más simpáticos y contradictorios autócratas que se sentaron en el trono de Fernando el Santo y de Isabel la Católica. Licencioso en punto a costumbres pero sólida roca en lo que toca a la fe.
Por entonces peleaba la espada de Santiago contra la de san Luis. El dragón de Gales y la crucífera de san Andrés y de san Jorge se había pasado a los luteranos. Alemania era un campo de Agramante y Francia oscilante entre noches de san Bartolomé y adhesiones inquebrantables a Roma hostigaba a los tercios españoles. Paris siempre bien vale una misa. Cataluña se levantaba contra el mando de Castilla.  Los lusitanos se habían separado del tronco común. Todo eran secesiones y conjuras.
El rey, desanimado y harto, torna sus ojos a Jerusalén. Parece ser que albergó el secreto de un nueva cruzada escandalizado por las noticias que llegaban de Tierra Santa. Pero no pudo prevenir una escuadra. Entonces mandó a unos pocos y desvalidos  francos[xxiii]. El mandato de los franciscanos que había sido importante bajo el cetro de Felipe II vuelve a registrar un punto de inflexión al alza décadas más tarde ocupando su nieto el trono. Aquel mozo rubiales algo desgarbado y jarifo con los rojos bigotes de guías en punta, muy erecto y afilado en su real persona, amante de la caza y de los torneos galantes, tan pecador como acendradamente piadoso.


Rey de Jerusalén era uno de los títulos honoríficos inherentes a la corona castellana desde Alfonso el Sabio. El monarca de las Meninas en el fondo era un místico. Debía de sentirse desbordado y perplejo por la utopía que soñaba y la realidad que veía. Esa sima insalvable entre la identidad mesiánica y los datos objetivos. No podían en Madrid comprender los coqueteos y antojos del Vaticano con Paris. Hay que tener en cuenta que los españoles siempre fueron mirados de reojo desde que un vasco fracasado en sus pretensiones instituyó allí una quinta columna de alabarderos del papa dispuestos a conspirar si a mano viene. La Compañía que él fundó este veterano de las guerras de sucesión entre el bando realista del Duque de Nájera y los Comuneros se propuso el restablecimiento de los poderes del pontificado inspirándose en la norma maquiavélica de la justificación del fin por los medios. Él que hablaba de la dicotomía entre lo temporal y los espiritual - un “ojo en el cielo y otro en el suelo”, decía- es el responsable de ese aura de misterio y de conspiración, sagacidad de serpientes, que hicieron famosos a los jesuitas aduladores del poderoso y desdeñosos con el pobre. Llegaron a constituirse en el instituto religioso más rico y ríanse de los tesoros de los templarios. Nada en comparación con los caudales jesuíticos que llegaron a ser dueños de países enteros como Paraguay al que explotaron  y establecieron un sistema económico con moneda propia a lo largo y a lo ancho de sus reducciones y misiones fundacionales. En menoscabo de las otros órdenes religiosas durante el reinado de Felipe IV cobraron auge y  respetabilidad. ¿Fueron los responsables de la decadencia de Castilla? ¿Conspiraron a favor de los Borbones franceses estando Carlos II en su lecho de muerte?
Roger Peyrefitte en su libro “Los Judíos”[xxiv] sostiene que el apellido de su padre Recalde lo mismo que el de su madre Sona eran hebreos por partida doble y que los primeros prepósito de la compañía Salmerón, Laínez o Gómez de León, Francisco de Borja, Polanco, Suárez, Alfonso Rodríguez, Aguaviva, también provenían de familias retajadas. Y en soporte de su testimonio apela a la autoridad del “Semi-Gotah” tratado de vexilología, uno de los de más prestigio, aparecido en Weimar en 1912 donde se da un a lista de la nobleza europea con apellidos de extracción aristócrata.


El mismo autor hablando en favor de los judíos agrega una lista de santos execrables a los que había que destronar de la hornacina quitar la corona o poner en duda la virtud de su heroísmo pues atentaron contra una de las normas básicas de los principios evangélicos. Al menos faltaron a la caridad contra los hijos de Israel.  San Juan Crisóstomo, el gran defensor de la ortodoxia, decía que la vida de un cristiano valía por la de siete judíos. En sus sermones definía a la sinagoga como caverna de ladrones. San Ambrosio decía que era un pecado mortal dirigirlos la palabra. San Nilo, anacoreta de Calabria, consultado sobre el suplicio que había de darse a un cristiano que había asesinado a un judío contestó antes de someter a tormento al asesino habría que matar a otros seis judíos.
San Juan de Capristano compuso una misa especial para pedir por la conversión de los pérfidos y descarriados talmudistas. San Bernardino de Siena se pasó cuarenta años predicando contra la usura manifiesta. Ese fue un poco el mono tema del dominico Vicente Ferrer así como las incendiarias prédicas de Bernardino de Fieltre contra los judíos de Trento a los que se atribuía el crimen ritual de un monaguillo de aquella catedral.
Esto dice al menos Roger Peyrefitte, el conocido polígrafo francés.
De nuestra cosecha podremos añadir que el crimen ritual fue una de las causas del antisemitismo rapante contra ese pueblo en toda la edad media. Se les acusaba de envenenar las aguas de los poblados y llevar a efecto en la clandestinidad misas negras en que mezclaban con el pan ázimo la sangre de algún cristiano.
Este pudo ser el caso de Sto. Dominguito del Val acólito de la Seo. Del Santo Niño de la Guardia. De san Hugo de Lincoln. La profanación de la hostia en una misa negra en la iglesia de san Facundo de Segovia el 1475. Y así sucesivamente.
Hay datos que no casan en estos crímenes que se les imputan de holocaustos rituales actos satánicos que siguen estando de moda y que no cometen precisamente judíos habida cuenta del aborrecimiento que sienten éstos hacia la sangre y el respeto a la vida que preconiza el Talmud. Mezclar con ázimos, lo más puro y sagrado que hay en la naturaleza, con la sangre o el esperma y el cadáver que son los elementos más impuros, no se compadece con las normas estrictas de la liturgia rabínica.
A causa de estas leyendas y de fantasiosas calumnias las relaciones entre las dos comunidades siempre fueron tensas. Pero como sostienen muchos autores, el catolicismo viene a ser una rama escindida del judaísmo sobre todo en España y en Portugal donde los conversos siguen ejerciendo notable hegemonía al configurar y consignar una religión casi a medida de visión algo caótica y extremosa en su visión mística del mundo. No se puede separar nunca el tronco de la axila. Aquí las sangres andan muy mezcladas haciendo honor al atávico mestizaje hispano.
En recapitulación, esa nostalgia que hemos tenido los españoles por Jerusalén al igual que el mesianismo es un resabio de las actitudes hebraicas frente a la vida que aun manan por nuestra sangre. Es la herencia. Por eso se hace tan difícil establecer una raya de separación en estos embrollos donde se mezclan las creencias y los genes. Todos tenemos algo de moros de cristianos y de judíos sin solución de continuidad. Nuestras reacciones psicológicas son resortes que se alzan desde la cueva de un laberinto. España es país de todas las encrucijadas. Un laberinto como lo llama Brenan.
Somos a la vez las tres cosas juntas como buenos y contradictorios españoles de las tribus dispersas.


Pero volviendo al buen rey cuarto de los Felipes nuestro señor cuyo reino estuvo sometido a las influencias ejercidas por antiguos conversos por vía de sus validos el duque de Lerma y el Conde Duque y a las injerencias de los jesuitas que tenían una corte paralela en su casa de la Calle de Toledo donde la familia real en peso asistía a oficios tan prolongados como las Cuarenta Horas sin moverse del reclinatorio y se celebraban las famosas misas para rogar a Dios por la preñez de la reina y el envío de un heredero. No debieron de entonarse las letanías conforme a los cánones o quizás fuera porque el Señor estaba disgustado con los Austria porque doña María de Austria parió al enclenque Carlos II.
Su tiempo fue un tiempo de efervescencia religiosa y exaltación católica. Ninguna otra nación contribuyó tanto a la cátedra de san Pedro. De esta forma se entiende la favorable y pronta respuesta que hubo al llamado papal de guarda de los Santos Lugares. Una guarda sin armas, valiéndose de la caridad como elemento de disuasión. Y de los dineros de los cepillos de las limosnas que uno ha visto desde niño en todas las iglesias católicas.  Junto con el pan de los pobres o el óbolo de santa Rita y otros cultos allí estaba la ranura destinada a ayudar a los franciscanos de Palestina.  Las guerras se hacen con oro en decir de Napoleón y también las cruzadas. Las causas justas y las injustas. Aquí se mezclan balas y misiles de largo alcance con dólares y dolores. A los americanos no se les cae la palabra de los labios porque en su terminología de aguerrido y acérrimo imperio (por el dólar hacia dios) se confunde la palabra “war”(guerra) con la palabra “monea” que se pronuncia mané aunque en algunos dialectos como el yorquino digan munei que es como ellos pronuncia su moneda única”. Por eso son tan escatológicamente belicistas.
Obsecuentemente, me parece nada decorosa el asedio, en el que han intervenido infantes no sólo israelíes sino también yanquis e ingleses, a la Basílica de la Natividad ordenado por Sharon y por sus generales. Los hebreos han vuelto a faltar a la palabra empeñada. Suenan por todas las partes las carcajadas de la risa macabra de Israel.  Ese jejé sardónico que hemos escuchado más de una vez en Simón Pérez el Mefistófeles del Régimen Sionista me parte las carnes.
Cuando en 1918 una delegación del gobierno británico, encabezada por Solokov y por Weizzmann  se encaminó a Roma para entrevistarse con Benedicto XV pidiendo su aprobación para el establecimiento de un Hogar Judío en Palestina el papa puso como condición el que se respetasen los  enclaves de la tierra sagrada que quedan como testimonio de la presencia humanada de Jesús durante los treinta y tres años que pisó este mundo. La respuesta a esta condición han sido los tanquistas hebreos hostigando a esos pobres frailes que siguen allí atrapados a la hora de escribir este monográfico. ¿Querrán borrar la memoria?
  En el convento de santa Isabel se presentaron voluntarios para atender la solicitud regia todos los treinta religiosos que la integraban excepto los más viejos y enfermos. Doce fueron seleccionados en una primera criba.
Posteriormente -infirma mundi elegit Deus- quedaron tan sólo el citado fray Antonio acompañado de otro monje, fray Francisco de Solís:


“Salí de Granada el martes 11 de julio de 1626, el Día de las Llagas llevando por todo equipo una mudas, hábito y manto y unas alforjillas con paños menores, túnica, pedernal y yesca y otras cosas para el viaje. Caminábamos descalzos y a pie enjuto”.[xxv]
Recomienda a los viajeros piadosos que nunca hagan noche bajo las estrellas puesto que pasado Alcoy fueron sorprendidos por un salteador que se vino a ellos con la espada. El facineroso al ver que eran frailes metió el arma en su tahalí y les perdonó la vida.
Se dirigían a Alicante pero en ese lugar no encontraron una embarcación que zarpase. Con una sencillez y candor que enamora va contando fray Antonio cada una de las vicisitudes y trabajos de un peregrino por aquellos azarosos días de poca seguridad en ninguna parte.  La tierra estaba infestada de malhechores que atracaban y la mar de piratas. A lo largo de cuatrocientas páginas a doble columna y en cuarto menor va a rendir cuenta de unas odiseas piadosas más entrañables que se registran en nuestro idioma. Más valioso cuanto más oculto y desconocido es este libro que he tenido el privilegio de que llegase a mis manos.
Se hicieron a la vela en Barcelona el siete setiembre 1626. A la altura de Rosas ya divisaron turcos. Había firmado un pacto de amistad Enrique IV el Sultán contra España que daba garantía para navegar a los otomanos por sus aguas territoriales e incluso para saltar a tierra. “Pues allá son libres”.
El Peregrino a Jerusalén y Viaje de Tierra Santa vierte información circunstanciada de lo que ve y narra la peripecia con tono resignado aunque alegre. Es el testimonio del sentir y de la mentalidad de los españoles en la segunda mitad del siglo de oro. Su tono trae a la memoria aires cervantinos. Parece la declaración de un caballero andante redactada  desde el abatimiento, perdón y comprensión de los contrastes de la vida humana de un fraile menor.
“¿Adónde irá el buey que no are?”, se preguntaba resignado el evangelizador de California fray Junípero Serra el cual imbuido por este mismo entusiasmo misional y celo de almas recorrió a pie desde Cuernavaca hasta el Alto Oregón. A la pata coja pues al cruzar el desierto de Arizona se le clavó una espina en el talón. Herida que nunca cerró. Bien saben los mendicantes de ulagas y de noches al raso, de privaciones, ultrajes y malandanzas. Pero el fuego del Espíritu que les asiste supera tales inconveniencias de la carne.


Sólo en virtud de un milagro de estos locos del Señor, sembradores de prodigios -recuérdense al respecto los escritos de sor María de Ágreda profesa en las concepcionistas recoletas que también ciñen el cordón de san Francisco que creyó por dote de bilocación asistir y convertir a los indígenas que bautizaban sus hermanos en un amplio radio de la Baja California- se explica el fenómeno, poco probable con la mera asistencia de las fuerzas humanas de los continentes, así como la guarda del Santo Sepulcro, el Pajar de Belén o la Casa de Nazaret y otros enclaves ubicados in pártibus infidélium, aguantando naufragios, vejámenes y hasta martirios pues fueron incontables, y el autor da relación holgada, los que perecieron a manos del sarraceno. A sus espaldas reventaron igualmente las carcajadas estentóreas de la risa de Israel. “Pues los judíos no se acercan a la Tumba del Señor ni por asomo y la gruta del huerto aunque convertida en muladar sigue ahí, por cuantos esfuerzos hicieron los judíos por borrar esa memoria. El sepulcro es de maravillosa hechura. En Jerusalén no hay cosa que no esté publicando prodigios y aclamando misericordias”, escribe.
Fue la misma fuerza que elevó al hijo de Bernardone a las alturas transfiguradas del monte Auvernia. Y esa misma energía anima a la confianza del creyente.
La fe mueve montañas y España a la sazón pobre y diezmada por las pestes y por las guerras era rica por ese cabo como demuestran los escritos del seráfico fraile granadino.
No se olvide el carácter mestizo y poligenista de aquellos reinos. En el alma española se dan cita el fatalismo muslímico, la mística judía y el heroísmo godo. El resultado: una raza llena de bríos aunque poco disciplinada. Del cruce de estirpes y religiones va a surgir un quijotesco proyecto de poner al mundo a los pies del papa como vicario de Xto en la tierra.
Sin embargo, y como descubren bien nuestros soldados y sufren sobre nuestras carnes pronto ese mundo ideal se viene abajo. ¿Será que no lo tenemos todo muy claro y que el emunáa judaico de relación coral del Dios de los ejércitos con su pueblo elegido es superior a la “pistis” de griegos y romanos, que basan esta relación en algo personal como proclaman algunos judaizantes de la hora undécima en los papeles y panfletos que nos asaltan a los lectores madrileños en este turbulento 2002? ¿Tendremos que agachar la cabeza los monoteistas de los otros dos cupos y admitir que el Dios de los judíos es el verdadero y el de más fuste? ¿ Será cierto que los judíos al cabo de dos milenios de sufrimiento han expiado la culpa y se han reconciliado con Adonai disponiéndose a la construcción del Tercer Templo, que no será de oro ni plata ni jaspe ni de cristal sino que está en íntima relación con el control del planeta mediante los ordenadores? Dos papas anteriores sellados con la divisa de Malaquías de “Pastor et nauta” (Juan XXIII) y “Flos Florum”(Pablo VI) les alzaron la excomunión que pesaba sobre ellos y se ha borrado la palabra “deicidas” de misales y cantorales eclesiásticos al paso que se consumaron sus pretensiones de poner a Roma de rodillas y la SIR boca abajo.


El siguiente de la lista de los 111 duró poco. Su anapesto era “De medietate lunae” alusivo al resurgimiento del Islam en medio de un breve pontificado. Y tan breve. No llegó al mes. Por lo que respecta al inmediato “De labore solis” surgen dos interpretaciones. La que alude a los trabajos del astro por resplandecer por una parte. Por otra, la condición idiosincrásica del polaco que quiere ser el Luis XIV de toda la nómina desde san Dámaso para acá. Un sol que quiere brillar solo. “L´Eglisse c´est moi”. Pero mientras las divisiones blindadas ponen cerco a la Natividad este buen obispo de Roma al que se le cae la baba y le rila el pulso en sus comparecencias pontificales está más preocupado por los escándalos que están dando en Norteamérica clérigos pederastas y obispos de la cáscara amarga. “Es preciso que venga el escándalo pero ay de aquellos que lo cometan. Más valdrían que lo ciñeran una rueda de molino al cuello y lo arrojaran al mar”, dijo el Maestro. Un consejo que la iglesia latina, obstinada en el celibato a todo trance, no ha sabido guardar.
Comprenderán los lectores el por qué he firmado por los ortodoxos griegos y la razón por la cual no me siento identificado por una jerarquía que no da una a derechas por respetos humanos o por herir las susceptibilidades del amo del mundo ante quien el que se dice albacea de la voluntad del crucificado venera. Ante él se prosterna. Lo primero que hizo recién proclamado fue ir a Washington y a Nueva York. Tampoco ha ejercido presiones ante el régimen de Sharon para obviar el sacrílego asalto al primer baluarte de nuestra fe. No se puede servir a dos señores. Por lo visto este papa sí. Tiene bula para todo. Su actitud servil cabe los norteamericanos recuerda la sumisión de Pío VI ante el Corso al que rinde vasallaje.
Un verdadero creyente no tendría que andar contemplaciones o remilgos pero hoy se guarda mucho la mira de lo políticamente correcto. Por las cumbres se practica el pasteleo y los cambalaches. Decididamente el Vaticano se ha convertido en una sucursal oculta de los predicamentos sionistas. La liturgia surgida a raíz de los estatutos del Concilio recuerda a las congregaciones sinagógicas. En lo único que sigue siendo igual de mirífica y cerrada a los postulados de la secularización es en lo referente al celibato. Y en ello no sólo hay motivos altruistas. Lo hacen por comodidad, cerrazón mental, por soberbia, por economía pues de paso se evitan así los líos de las herencias, y algunas veces por algún que otra razón inicua y salaz como lo explicaba un cura californiano acusado de la violación por la CNN: “ La sotana es sexy, da morbo, y a todas las mujeres les gusta lo prohibido”. Es casi el mismo argumento utilizado por el arcipreste de Hita en su petición al cardenal Gil de Albornoz a fines del siglos XIV: “ nos quitáis las buenas para que nos vayamos con las malas, mi señor”. Pero de este asunto del que escrito mucho largo y tendido no quisiera extenderme. Quiero volver al buen fray Antonio que recorre las provincias levantinas acompañado de un lego terciario en busca de una nave que haga la carrera de Estambul.  No hay ninguna surta en los puertos de Cartagena ni de Alicante que eran bocado preferido de los piratas berberiscos. Y han de subir hasta Cataluña donde les dejamos apalabrandose con un consignatario que pensaba navegar hasta Mesina. Pero antes en la ciudad de Valencia hacen una visita al Santo Grial. El copón de la Ultima Cena que se venera en su catedral. Paran en Tarragona. En Vinaroz les ocurre otro lance poco digno de mención y sin más novedad arribaron a Barcelona donde tuvieron que aguardar una semana para embarcarse.


Este va a ser un viaje también a la búsqueda de reliquias. Los franciscanos tuvieron la prerrogativa que otrora había sido exclusiva de los templarios de traer piedras de allá, hierbas, agua del Jordán, ramas de olivo y polvos de la cueva de María que luego se administraban a las parturientas para que tuvieran una hora corta.
El proposito de la peregrinación - somos advenedizos o forasteros de paso por este mundo a decir de la Biblia- era tanto la expiación de las culpas como la búsqueda de tan sagrados restos. Algo de lo que se mofan los judíos. Sus carcajadas siguen siendo atronadoras como demuestra el artículo de un digno columnista de La Razón que niega la gracia de Cristo y que la fe de los judíos basada en obras es la que vale. La nuestra, basada en la veneración de palos, estatuas y demás. Son los pretextos de los iconoclastas. El argumento de la película ya citada, The Body. Resuenan las carcajadas de mofa por doquier y lo vienen a recoger los columnistas con cara de poker de un diario de nuestras mañanas. Dicen que su director está loco y que es un criptojudío que acude todos los sábados a orar a la sinagoga de la calle Balmes. La risa y la furia, pues.
Castilla se ha cansado de su batalla ascética. Preconiza lo de pájaro en mano. Ha habido un vuelco. Las iglesias se quedan solas, los cenobios vacíos y para cubrir las bajas que va dejando la Pelona en sus comunidades algunos conventos de clausura han de reclutar neófitos en países atrasados del tercer mundo para llenar el hueco de sus noviciados vacíos.
En el siglo XVII era al revés. Había una superpoblación de curas y de monjas y por toda la península se encontraban frailes para dar y tomar. Sobre todo, franciscos. No era una regla muy intelectual y para recibir el cordón no se necesitaban grandes requisitos. Las costumbres mendicantes les permitían estar en contacto con el pueblo del que reciben sus virtudes y sus defectos. La figura del fraile cabalgando en su mula cargada de libros y de ornamentos para celebrar era tradicional por el camino real. Salían a pedir de dos en dos. En algunas partes se les conocía “por los del cordón”. Eran los administradores de la sopa boba y del pan de los pobres. Los primeros en ir a América y a los que se requería para que ayudasen a bien morir a los condenados a muerte.  Asistieron a más de uno y más de dos autos de fe. Ellos sabían mejor que nadie de los trabajos, agobios y penalidades de las cristiandades. El talante libre y el hecho de que no se les tomase declaración de su ascendencia permitió que en la regla entrasen no pocos candidatos de origen hebreo o morisco. Este parece ser el caso de fray Antonio del Castillo el cual sabía “alarbe” y chapurreaba un poco el turco.


La nao que les conducía a Italia dio de través pero los naúfragos pudieron ganar la playa de Rosas. Tuvieron que regresar a su convento de Granada semidesnudos. El guardián los recibe con un buen réspice porque habían perdido la bolsa con los que auxiliarían a sus hermanos del Sacro Monte de Sión. La expedición estuvo a punto de ser desconvocada pero de nuevo en marcha accedieron andando hasta el lugar de la costa donde habían sufrido el  percance por la mucha mar de un día de todos los vientos y allí en un bajío entre los restos del mismo esquife que les salvó la vida milagrosamente encontraron la cartera con los dineros intactos. El portento lo atribuyeron a la intervención misericordiosa de su padre san Francisco aunque no se les pasó el susto del regaño de su prior que les había llamado al orden por haber perdido aquellos dineros tan importantes.
De nuevo embarcados por miedo a las galeras de Bizertta rumbo a la península italiana bojaron la costa francesa y después de quince días de navegación consiguieron atracar en Gaeta. Allí se prosternaron en adoración y gracias ante la imagen del famosos Niño Jesús que se venera en aquel lugar y que dijo que salió del sagrario cuando un cura borracho y descreído pronunciaba la fórmula de la consagración. En Catania vieron el cuerpo incorrupto de  Sta. Águeda. Indemnes y salvos y con la escuadra berberisca siguiendo el rastro a esta embarcación pilotada por venecianos llegaron a Alejandría. Relata entonces las impresiones de un turista de aquellos años que entra en las mastabas de las pirámides “donde está la carne momia”, un mercader griego les recomienda que se pongan siempre un gorro y que no traigan nada verde en su ropaje so pena de ser acusados por los moros de renegados. Lo que más le extraña es ver tanta gente y a todas horas en todas las partes. El ruido y la algarabía de los zocos. Prácticamente las escenas no han cambiado en El Cairo donde se aprecia hervor de vida. Allí los sitios están colmados con ancianos, jóvenes y hombres de mediana edad mano sobre mano. Pero le choca ver pocas mujeres en la calle. Y esas  nunca se paran. Siempre parecen llevar prisa. “Tapadas con un griñón desde la cabeza a los pies que sólo se les ve los ojos centelleantes y misteriosos como las de nuestros encapuchados de la penitencia”.
Observan palmas altísimas cubiertas hasta arriba por montañas de arena que nos veían sino los pimpollos sacando la cabeza.


Haciendo el trayecto a pie por miedo a embarcarse penetran en el Sinaí y visitan el sepulcro de Sta. Catalina y la piedra de S. Atanasio. En el Nilo contemplan las cañafístolas y el autor analiza algunas costumbres de los habitantes que evocan su asombro. Cómo crían pollos con estiércol de buhardo. Dice que el Cairo hay nada menos que cuarenta mil mezquitas y no usan campanas porque dicen que las almas están como abejas entre las flores y en oyendo la campana se inquietan, caen al suelo y pierden la contemplación. ¡Ridículo dislate!, anota. Hacen la azalá cinco veces al día. Y la voz de los santones que llaman a la oración “a mí me causa espanto”. Pero dice que los musulmanes son deshonestos y lujuriosos. Su día santo es el viernes día de Venus.  Unos cristianos coptos le mostraron la casa donde vivió la Virgen transformado en oratorio. “Bajo este techo moraron los tres mejores personas que nunca hubo en el mundo”, observa de nuevo. A la puerta hay una piedra donde se sentaba san José y los mismos turcos la veneran pues exhala fragancias y hay una higuera llamada del Faraón que emboscó a los tres miembros de la Sagrada Familia cuando eran buscados por los soldados que iban en su búsqueda y pasaron de largo. Se pregunta asimismo cómo no siendo Egipto país pedregoso pudieran labrar unos túmulos tan soberbios como las pirámides tan encumbradas cuya  solidez espanta. “Aquí es donde se hace la carne momia y los cuerpos se conservan en buen estado gracias a los vientos y a la sequedad de aquel paraje”.
Optaron por no seguir a pie siguiendo la ruta que hicieron María José camino de Egipto y la de los tanques de Dayan en la “Guerra de los Seis Días” al ser apercibidos por un armenio de los riesgos que entrañaba tal travesía volviendo de nuevo a Alejandría donde subieron a bordo de un caramuzal[xxvi] griego que no se gobierna por aguja. “Para entrar en Jerusalén hay que hacer muchas ardides y ocultar lo que llevas no te lo quiten. Cada uno hace lo mejor que sabe para que no le vean nada. Hay que pagar siempre el cavaro (portazgo) y probar el kefir de camella que ofrecen los hospitalarios nómadas. Aprende a decir buen viaje en turco: “rúa-ma-za-lehem” y hace la siguiente observación: “Allí no es deshonestidad ir desnudo con tal de llevar tapada la cabeza”. Chocantes hábitos de los sarracenos que no tienen el mismo concepto de la moralidad masculina que en Castilla aunque son muy celosos y guardan a sus mujeres siempre en sus casas.  Aunque entre ellos quepan toda suerte de tocamientos y donaires. Está dando a entender el viajero que no dan importancia a la sodomía.
Tan sólo por estos precisos datos que aporta en su bizarra descripción sería una obra importante.  No se trata de un libro de las maravillas ni un farragoso y empalagado texto de lleno de retórica que vuelve plúmbeos y poco aseados esta clase de tratados espirituales aunque nos consta que debió de ser un libro muy popular en España durante tres siglos.
El buen conventual declara que no quiere sermonear y en cuanto a asuntos y devociones particulares de elenco dudoso se confiesa: “¿Es esta cosa cierta? Ni afirmo ni niego. Sólo Dios lo sabe”. Dando a entender que hay veneraciones discutibles y reliquias inexactas. Para él lo importante es la huella de la fe. Tanto como el abandono y la soledad en que se encuentran los custodios de estos bastiones de la cristiandad.  Prevenidos en frontera y tan lejos de una retaguardia regalona y ensimismada con sus problemas y ambiciones de la lucha política europea, pavorosa durante los últimos trancos del s. XVII.


Todas sus observaciones, amen de atinadas, son insoslayablemente deliciosas. Así, en el Monte de la Cuarentena, un lugar apartado y escabroso donde se encuentra la cueva habitada por María de Magdala durante más de medio siglos de penitencias, allí mandó erigir santa Elena madre de Constantino un cenobio. Es la cuna de la vida eremítica pero quiso Dios por nuestros pecados que “este lugar esté abandonado”. Se yergue en tal sitio una piedra redonda  desde donde la vista domina un paisaje de más de cincuenta leguas a la redonda y es la peña donde posó sus plantas el Salvador cuando fue tentado por el diablo cuando le dijo la famosa frase de todo te lo daré si prosternándote ante mí me adoras. “Omnia tibi dabo”. Los que nos hemos pasado meditando la vida y pasos de Jesucristo nuestra adolescencia y parte de la juventud agradecemos muy de grado al autor estas observaciones que fijan la composición lugar y son de una viveza digna de una diapositiva.
“Esos vestigios dicen que existen. Yo no les he visto”, se permite intercalar.
¡Ah qué bien huelen las rosas de Jericó carnosas y fragantes, tamañas como biznagas y que con la variación de noche al día mudan de color! Son las más coloradas del mundo, regalos de la ferviente aunque corta primavera de los valles de Cafarnaúm! El autor nos las describe con fruición embelesada, lo mismo que los higos del sicomoro más dulces que la miel y que se brotan del tronco en lugar de las hojas.
Y ante el Monte del Sermón de la Buenaventura este mochilero de Jesucristo se prosterna y prorrumpe en sollozos.
En el siglo XVII la literatura europea no suele brindar paisajistas pero fray Antonio del Castillo es gloriosa excepción anticipandose a los naturalistas decimonónicos. Por la casta sensualidad y precisión augura las delicias panorámicas de un Pereda en el Sabor de la Tierruca o el Buey Suelto sin dar de lado en sus notas a la descripción de los tipos que encuentra. A los palestinos frugales de piel tostada y cara de halcón descendientes de los filisteos. A los otomanos venales y descreídos “para con nuestra religión” y algo estúpidos.  Para sobrevivir entre ellos hay que ser sagaz y marchar siempre a su vera con pies de plomo. Los árabes, comunica, son buena gente pero supersticiosos y fanáticos. Hablando con ellos no se puede discutir de creencias y es su postura “o crees o mátote”. Son hospitalarios pero prontos a sacar el alfanje. Tanto unos como otros les agobian a los hijos de san Francisco con sus exorbitadas alcabalas y requisitos déspotas. “Aquí hacen falta dinero puesto que nos tasan el agua que bebemos y nos cobran hasta por respirar”.
No ha cambiado mucho el panorama en aquella tierra a juzgar por las últimas noticias. El ser humano no cambia. Convertir a un mahometano sigue siendo asunto poco menos que utópico.
Pero qué bien huelen las rosas de Jericó, la ciudad de la mujer cananea y de donde irradió el culto a Astarté, la equivalencia a la impetración de hiperdulía a la Virgen María entre los cristianos. Tienen poderes milagrosos. Metidas en agua y colocadas a la cabecera de las parturientas más pronto abren las carnes y dan a luz. La noche de Navidad - siempre según el informe del autor- a la hora en que la Virgen estaba en labor despliegan sus pétalos los capullos que es cosa de ver. Su recolección es por Agosto “ y nosotros se las compramos a los árabes pagando buenos reales”.


Acto seguido relata la forma cómo las remesas de estas plantas que se hicieron por vía marítima a Italia, España, Francia y hasta otros lugares de la Hibernia nunca se amustian, el bajel que las transporta tiene buena singladura y arriba feliz a puerto, no hay pendencias entre la chusmas ni cosarios, conservando los ramos su aroma y color.
Por lo visto, en el convento de capuchinos de Valencia aconteció la sanación inexplicable de una señora a punto de morir del mal de parto. Le fue llevada una rosa de Jericó al aposento, y tuvo una hora corta saliendo la parturienta feliz del trance que un hermoso rorro alumbró. En Roma se tuvo noticia de que un suceso similar ocurrió con la sobrina de un eminente cardenal.
El acopio de datos precisos da al relato la viveza y el interés de un reportaje novelado. Y es de gran actualidad porque los problemas, los pelajes, los personajes y paisajes, con tanta historia y tanta geografía de por medio, permanecen invariables a como él los encontró.
Redactado en 1650, El peregrino a Jerusalén y Viaje de Tierra Santa en el mismo convento de Santa Isabel donde sigue obrando prodigios Fray Leopoldo para con los estudiantes en época crucial se lee de un tirón. Es una odisea espiritual con todos sus pormenores sin caer en los defectos ni fervorines de los libros de meditaciones al uso. Las meditaciones del P. La Palma, Vilariño, Nieremberg y otros biógrafos ascéticos podrán tener un gran valor prosístico y contenido teológico pero son divagantes. No nos cuentan un país real.
La mayor emoción del provincial del convento del Sacro Monte Sión fue decir misa en la Basílica de la Natividad, la misma que está hoy sometida a un asedio que no ha terminado a la hora de redactar estas líneas. Y cantar asistido por dos diáconos la Passio en el Santo Sepulcro en latín. “Me cupo la suerte de consagrar muchos días entreaño en este lugar de la Redención”, se jacta orgulloso y como recompensado por todas las fatigas que hubo de pasar por su causa.
Intenta reflejar la indefensión de sus hermanos de cordón, muy lejos del hogar, incomunicados con el resto de la cristiandad, teniendoselas que ver con efendis fanáticos y agobiantes, oficiales del sultán corruptos e impertinentes como ellos solos, con judíos burlones pero dispuestos a hacer favores a cambio de un buen talego de monedas, y con cristianos de otras confesiones y procedencias, malquistos incomprensiblemente con los latinos. A este respecto da una idea terrible la carta que escribe en marzo de 1653 el guardián del Sacro Monte de Sión, P. Mariano  Maleo, al ministro general de la Orden Seráfica en Roma, fray Pedro Manero “ a cuenta de lo acaecido por causa de los griegos cismáticos que con sus informes irritaron al Gran Turco para asolar nuestra santa casa y acabar con los religiosos que habitan aquellos santos lugares”.


A este tiempo levantaron los griegos una gran persecución contra los nuestros, pobres Catholicos a los que iban prendiendo, y los flagelaban, procurando con rigores y alhagos diesen la obediencia al Patriarca Griego; pero con robusto y exemplar valor confesaban su Fe como buenos Catholicos, y ofrecían sus vida por esta verdad. Muchas Familias[xxvii], atemorizadas de las molestias, dexando sus casas han huido a los Montes; y en fin salimos a su defensa exponiendo nuestras vidas por defender las suyas: y así en esta ocasión muchos religiosos fueron ligados en sus gargantas con sus propios cordones, y atados, y arrastrados por aquellos suelos. Pasó esta borrasca como las demás haviendonos saqueado el Convento, y emborrachandose con el vino que teníamos para las misas[xxviii] y necesitados y enfermos de las enfermerías. Salieron borrachos por aquellas calles e hicieron algunos males a la gente. Fueronse à Gerusalèn muchos griegos de Belén instruidos del Obispo de su Nación, y se querellaron contra los Frayles, diciendo, que por haverlos emborrachado nosotros forzàron a sus mugères e hicieron otras insolencias; que asi, aquella culpa la debiamos pagar nosotros. Y viendo el Patriarca Griego, que esta querella no conmovió á mucha irritación el animo de los Ministros Turcos, salió en persona acompañado de su gente de Gerusalén y muchos que vinieron de Belén, y alegó que él y sus súbditos eran fieles Vasallos del Gran Turco; y que nosotros eramos sus enemigos, gente advenediza, hombres de mucha industria y muchas máquinas; y que no era otro nuestro fin residir en aquellos países, sino reducir los Vasallos del Gran Turco a nuestra devoción, y modo, y embiabamos a sus hijos a Malta y Candía a ser guerreros, y manteníamos correspondencia con los Corsarios Christianos y dió tantos clamores sobre esto que el Baxá llamó al Padre Guardián, y, hechos los cargos, aunque supuestos, huvimos de asegurar el riesgo, contribuyendo al Baxá, y Cadí, con alguna cantidad, y renovamos la permisión para la libertad de nuestros probres Catholicos, que estaban arrojados en las Mazmorras. (Versión literal).


Fray Antonio por su parte denuncia estos atropellos interpretándoles como un castigo de la Providencia por las miras humanas, “que pecados nuestros son”. Y no se cansa de repetir ayuda y avenencia a los monarquías de Europa para que aúnen esfuerzos mancomunados al objeto de convertir a Jerusalén en ciudad abiertas a los tres credos monistas. El llamado no es de 2002 sino del año 1650. A los propios otomanos no les cabía en la cabeza esta incuria de los occidentales por los testimonio físicos en los que se fundamenta su religión. Y en el capítulo X formula un lamento que todavía debiera estar resonando por las galerías vaticanas. Es una denuncia en que se critica no ya meramente a los príncipes cristianos por su desunión y egoísmo sino en conjunto a la autoridades eclesiásticas. ¿No tendrá el Spéculum[xxix] de San Juan de Letrán la culpa de tantos desastres y desacatos? Por aquellos días el dogma de la infalibilidad pontificia no había sido promulgada pero en el fondo de las cartas de los provinciales y guardianes de Tierra Santa late un fondo de amargura del que no se libra ni el propio solio papal:
Para los Frayles de Gerusalén no es el mayor trabajo los tormentos, ni la muerte el mayor dolor, ni los mayores tyranos los turcos; los ojos que atormentan mas vivavente, mirando la profanidad en que están los Santuarios, donde se celebró la Redempción del mundo: el lugar donde fue Christo azotado y rogó con tanta abundancia de su preciosa Sangre, es cavalleriza del Baxá: el Pretorio adonde fue coronado de espinas, es cocina del Baxá: el lugar adonde nació la Reyna de los Angeles MARIA, vivían en ella turcos: el lugar donde se celebrò la Cena, se instituyò el Santísimo sacramento, y baxó el Espiritu Santo sobre los Apóstoles, es Mezquita: la cueba donde Christo oró a su Padre, y sudó sangre, está profanada, pues meten alli los animales, y la ensucian: y finalmente, todos los lugares donde se celebraron tantos Mysterios, están profanados, menos los que poseen los Religiosos, que son, el Monte Calvario, el Santo Sepulcro, Belén, Nazareth, y el Sepulcro de la Virgen. Este espectáculo hiere más vivamente el corazón de los Religiosos, que el cuchillo; porque estas irreverencias miran a la sangre de Dios, que fue en sus martyrios ensalzada. Y algunos turcos han pensado, que los Principes Christianos (que tienen por muy valerosos) no tienen Fè, porque no les cabe en el entendimiento, que se estén despedazando unos a otros rabiosamente, sin otro interès que el pundonor de las cortesia, y que no traten de limpiar la Casa donde nació, y los redimió Dios, de quien dice los ha de juzgar de sus obras, para condenarlos eternamente. Para aquellos Barbaros no hay cuento mas fabuloso, que la creencia de los Principes Christianos; porque les parece que el que adora verdaderamente no da en el desprecio la honra.”(Pp 440- 442).
“De Sion exivit Lex et verbum domini Jerusalem”. Palabras de verdad que cobran una vigencia palpitante en el hic et nunc de nuestros días cuando parece que todo se vuelve contra lo que uno ha tenido por sagrado y todos los valores aun los más sacrosantos han caído en barrena. Cada titular, cada telediario, se vuelve contra nos porque la manipulación y el maniqueísmo hasta ahí abarca. El periodismo se ha vuelto el género más rentable de provocación.


Al contemplar días atrás, después de haber dejado caer el libro que leía, Así habló Zaratrusta, harto de la burradas de Nietzsche cuyo centenario de su muerte algunos celebrarán a bombo y platillo, enchufé el receptor de la caja transparente, ventana atroz al mundo de hoy de hoy, y asistí a la intervención de una enviada “especiala” que con su voz de pito y su semblante de sibila mostraba como victoriosos a los tanquistas israelíes asediando al santuario del Pesebre donde hace 350 años ocurrió un zafarrancho parecido.
El edificio ha sido desde el siglo XIII casa profesa de los conventuales franciscanos.
Yo pensé en el Anticristo del cual nos habla el loco filosofo nazi en sus tiradas y provocaciones. En la serpiente antigua que, recién soltada del abismo, emerge al cabo de mil años y se retrepa en los sillones de la sala de estar donde miramos tele con displicencia. Y me acordé de este escritor poco conocido pero como siempre pasa en la literatura castellana los de poco nombre te deparan más sorpresas agradables que los monstruos sagrados y que hizo esta entrega fehaciente que es un testimonio de fe y de cristianismo. ¿Cómo es que lo tienen arrinconado? Yo adquirí el Peregrino en Villanada una sábado de mercado entre papeles viejos. La denuncia que formuló en su entrega vale tanto para aquellos abasidas del bajá de Constantinopla como para las secciones de asalto del ejército israelita.
Fray Antonio fue prior de aquella comunidad durante sus tres mandatos en diversas fratrías franciscanas de Palestina que se prolongaron durante cuarenta años. No sé donde murió ni donde está enterrado. Seguramente en España adonde regresó un par de ocasiones para costear limosnas para sus frailes en la vanguardia de la cristiandad. No sé si tuvo más naufragios que el que relaciona al principio o fue hecho cautivo por los corsos en alguno de sus periplos. Me es igual. Lo importante es el espíritu. Esa literatura que se va devanando al correr de la pluma apresurada y nerviosa por las diminutas cuartillas y a veces los escritores que se consideran diletantes son los más interesantes.
No sé nada. Sólo que la situación por él vivida la estamos viviendo ahora mismo ante la indiferencia general de los príncipes y reyes cristianos - ¿queda alguno?- y la indignación de la prensa sionista porque en Europa han quemado unas pocas sinagogas. Es lo que buscan secretamente estos medios tan sibilinos y que cuentan con tantos recursos y con tanta capacidad de maquinación. Que se levante otro Hitler. Eso serviría a los intereses yanquis.


En la corte pontificia, mientras tanto, un papa valetudinario y anciano llamaba a los obispos estadounidenses a capítulo por las tendencias pederastas de los curas allá y sus inclinaciones por la mujer del prójimo. ¿Pero acaso no fue así toda la vida? ¿de qué se quejan? ¿A qué viene tanto rasgarse las vestiduras? Esta insensibilidad de la Curia o acaso sea simple miedo de no despertar a la bicha me parece que es crasa evidencia de dejación de poderes y de negación de auxilio. ¿Qué tienen que ver unos cuantos fulanos con sotana que les ha dado por el vicio nefando, licenciosos e mojigatos con el Maestro al que han defraudado? Los enemigos de la Iglesia la atacan por el blanco débil. La Iglesia Poder se convierte así en un problema de bragas y de braguetas pero la Iglesia Verdad es algo muy diferente.  Y hoy por hoy está en Jerusalén en esos frades de la OFM que como buenos discípulos del Señor y del amado Francisco resisten frente a los tanques guardando las reliquias sagradas. Más que en esos relamidos purpurados que se tiran a todo el coro de monaguillos o le meten mano a sus  postulantas, mientras el marido piensa que su mujer, encargada del ropero, ha ido a una reunión de padres. El tema de los confesores atrevidos es tan antiguo que de ellos ya protestaba Sta. Teresa. Y la jerarquía sigue mirando para otra parte.  La reforma de costumbres pretendida por el concilio de Trento ha fracasado. No se entiende por qué la curia no admite el matrimonio de los clérigos dejando el celibato riguroso para las ordenes monásticas.
Eso no tiene remedio. Lo que está pasando con los Santos Lugares parece un torpedo contra la línea de flotación de la Barca de Pedro y un anticipo de que se avecinan tal vez tiempos recios pero esto no habrá que achacarselo a los judíos, como siempre, sino que pecados nuestros son.  La institución se bambalea por causa de nuestros propios delirios, insensateces, sacomanos a la verdad. Pese a todo es un signo de esperanza en medio de los barruntos de persecución que vienen esos hermanos del cordón plantando cara a los blindados poniendo la vida al tablero y defendiendo el derecho de asilo que ha sido una de las grandes cosas del Derecho Canónico.
Los soldados de Sharon con su almete característico me recordaron a los sicarios de Herodes entregados a la matanza de Inocentes. El oficial que pedía los papeles a un grupo de tres o cuatro frailes que abandonaban el recinto alzando pañuelos blancos y bajando la cuesta con las manos en la nuca, enfermos, cansados y crispados por el miedo, era la vera efigie de cualquier impávido SS la noche de los cuchillos largos. Y los carros de asalto, mutatis mutandis, sustituyendo el anagrama nazi de la cruz gamada por el broquel davídico y la V de la victoria que llevaban estampados en el peto pudieran pasar por una sección de asalto de la Wehrmacht a punto de entrar a saco dentro del gueto de Varsovia. Otra vez el ruido de cadenas. Desde luego, jamás podrá compararse el régimen de Sharon, democrático a fin de cuentas, con tales emblemas totalitarios pero a veces los extremos se tocan y la historia enseña que uno puede pasar de santo a asesino en cualquier instante.


Los comandos de infantería que iban registrando hogares palestinos pegando un patadón a la puerta y volcando cajones y armarios ante la mirada asustada de mujeres y niños eran la viva estampa de los  SA (Sturm Abteilung) secciones de asalto utilizados por la Gestapo. Otra vez creí percibir la carcajada de Israel encañonandome por la espalda. Pero no podía ser Israel.  Era el diablo. El enemigo de los hombres que ciega a los que quiere perder. Cuando menos, éste no era el pueblo que tiene la palabra shalom siempre a flor de labios. Las imágenes que llegaban desde la orilla oeste del Jordán donde un esenio vestido de marlota bautizaba y predicaba penitencia se compadecía escasamente con la noción del judío inteligente, humano, sagaz, paciente y buen amigo y siempre a punto de echarte una mano, en las circunstancias más penosas de mi existencia, como así ha sido. Esto no es el ideal que yo admiraba. La sal de la tierra. El pueblo elegido. El Israel de los salmos y de los santos. De los uncidos a la divinidad por el carisma y por los genes. El de Isaías, Daniel y Ezequiel aunque reconozco que en un augurio de este último se basa toda la filosofía del regreso a la tierra antigua: “Os recogeré en un solo haz do quieras que estéis y os traerá a la ciudad de la paz”.
Pero nunca así. Esas no son formas de consumar la promesa mesiánica ni de volver al redil. A cañonazos. ¡Qué penoso resulta a veces interpretar la biblia un libro de tantas lecturas e interpretaciones como creyentes han existido, aunque reconozco que los judíos tienen una gracia ingénita para interpretar el saber de Dios y conocer la voluntad y el signo de los tiempos.
Trance tan desagradable como el cerco a Belén no es nuevo como decimos para los heroicos monjes católicos custodios de los Santuarios. Parecen hechos de un material distinto. Están acostumbrados a pasar calamidades. A los mojicones y malos modos de la soldadesca turca. De manera que los improperios judíos tampoco les cogen de nuevas. Los genízaros entraban en su oratorio a robarles sus pertenencias y a beberles el vino de consumir.  Se emborrachan y luego ocasionaban desmanes, forzaban a las mujeres de los cristianos griegos y corrían a estacazos a los franciscanos por sus celdas.
El Dr. Laguna, autor del Viaje a Turquía, arriba consignado, refiere que los muslímicos no suelen consumir alcohol pero cuando lo hacen tienen muy mal beber. Son los peores borrachos.
En ruta por los caminos tampoco estaban libres de sus acechanzas y oprobios. Con los beduinos las relaciones no eran tan problemáticas aunque dice que por toda Palestina se encontraban moriscos o descendientes de aquellos que fueron expulsados en 1612 después de la rebelión de las Alpujarras y eran algunos paisanos suyos, granadinos, los que mayor resentimiento mostraban hacia la comunidad pero los frailes tratando de ganar su amistad y devolviendo bien por mal los ajustaban de truchimanes e intérpretes. Aunque, en definitiva, la consideración que encontraban en unos y otros estaba muy mermada por los prejuicios. Se creían en jurisdicción de sus personas. Les daban palizas y hasta intentaron profanar a algún novicio sin ningún respeto al hábito ni al cerquillo. Para los árabes aparte de extranjeros, metecos, eran infieles de poca confianza. Y este es precisamente el argumento que exhiben los cismáticos que rinden pleitesía al sultán contra ellos. Amargo es el pan en tierra extranjera y el imperio siempre sabe que para regir hay que tener enfrentados a los súbditos si estos pertenecen a religión distinta o diferentes etnias.


El recuerdo de las Cruzadas estaba vivo en muchas memorias y los francos, nombre genéricos con que conocen los orientales a los cristianos occidentales, en su comportamiento habían dejado mucho que desear.  Habían comportado violencias y sacomanos. Las diferencias y recelos entre Roma y Bizancio era materia de escándalo. Sólo hubo un intento por mejorar aquella impasse y fue la presencia de san Francisco de Asís en los Santos Lugares y al pairo del recuerdo de este bienaventurado que nunca irritó a los árabes con su estilo de vida y su entendimiento  con los paisanos el instituto por él fundado gozaba de cierto reconocimiento. Es por esto que los papas confiaron a esta orden la vela y guarda de los vestigios de Tierra Santa.
Sin embargo, las relaciones con los griegos amén de piedra de escándalo nunca dejaron de ser difíciles. Los curas griegos se casaban y ellos no. Además se les acusaba de proselitistas. El contencioso acaba de saltar en las diferencias de la sede romana con el patriarcado de Moscú que acusa a los papales de ingerirse en los asuntos autóctonos y de ganar prosélitos en las heptarquías ortodoxas de la Rusia de Putin.
Duro es proclamarlo pero por ese cabo, el de la caridad, que es piedra angular de la fe cristiana todos estos cismas que no reflejan sino una lucha por la preponderancia en el seno de la Iglesia las cosas no son ejemplares.
De los papaces griegos, antioqueños, abisinios y melquitas hay anécdotas interesantes a lo largo del libro y la mayoría poco edificantes. Se resalta su afición a la bebida, la ignorancia y sus oficios larguísimos con las luces de la iglesia apagadas que ellos “afirman que baja un ángel del paraíso a darles candela y esto es un embuste porque es uno de ellos mismos el que guarda un cirio oculto y les da a los demás y con estos falsos milagros se aseguran buenas limosnas de los peregrinos que llegan incesantes a Jerusalén desde el país de los tártaros, Armenia y el reino de Moscovia”.
Sus liturgias le parecen muy prolongadas. De pie. Y las misas cantadas con muchos golpes de incensario. Nunca se arrodillan. Se prosternan o hacen una inclinación de medio cuerpo y se persignan al revés y muchas veces con gran reverencia. Una simples vísperas les pueden durar la noche entera. Pero obvía que el esplendor litúrgico resulta magnífico sobre toda ponderación con respecto a los canónes occidentales.
Es la misma afirmación que efectúa el autor del Crotalón el cual un siglo antes había estado también por aquellas tierras. La descripción que hace de la vida de los monjes  en el Monte Athos es una página impresionante y concuerda con la versión de fray Antonio del Castillo quien constata, a su vez, la estrechez en la que viven los eremitas del desierto de san Sabas, asceterio antiguo donde todavía en 1630 se congregaban más de dos mil solitarios. “Uno de ellos habitaba una torrecilla alta y angosta y estaba incomunicado desde hacía veinte años”. Es la imagen del verdadero estilita que pasó la vida atado a la columna. Una pierna se le gangrenó pero todavía le quedaba otra sana y a los incomodos huéspedes les pedía que consumasen su obra e hicieran lo que les mandaba Dios.
Éste del cenobio de san Sabas no salía para nada de su lugar. ¡Cómo olería!
Con una que él echaba desde arriba le subían la comida, un poco de pan y una jarra de agua. Por mucho regalo unas aceitunas. Y eso el día la Pascua.


Fueron ilustres miembros de esta comunidad san Cirilo primer obispo de Jerusalén y san Juan Crisóstomo. “Allá no comen sino habas, ayunan siete cuaresmas entreaño - el mismo dato que aporta Cristóbal de Villalón- y hacen colación sólo al ponerse el sol y lo que comen están poco que es penitencia probarlo”.
Sin excesivas preocupaciones canónicas y sin caer en los ambages y rodeos que hacen algunos exégetas nuestro peregrino rastrea en las fuentes de los Apócrifos cuyas bellas y un tanto increíbles historias completan cuanto callan los Sinópticos sobre la vida del Divino Jesús. Estas leyendas forman parte del corpus de la tradición piadosa y tuvieron una fuerte impronta en los católicos. Desde la edad media hasta el barroco. Son materia prima de la Leyenda Áurea. Y subministraron tema de inspiración a pintores y artistas centrados sobre todo en la humanidad del Salvador. En el detalle. En las cosas nimias sobre las que los cuatro evangelistas pasaron de largo. Pero esta amalgama de cuentos entreverados con la verdad se miran siempre bajo el punto de vista europeo, tan diferente al levantino, y con la mira de conseguir algunos de estos objetos que guardarán para siempre poderes de curación.
De esta forma la cueva de Belén donde pernoctó la Sagrada Familia en su viaje a Egipto conserva una arena blanca que es muy solicitada incluso de los árabes. Es el caso que estando la Virgen dando de mamar al Niño un chorro de leche brotó de sus senos y cayó sobre el terrado. La tierra entonces se volvió blanca como la cal y a partir de entonces los betlemitas van a por ella y la recogen en serones. Se la ponen a sus enfermos en aquella parte del cuerpo donde está el mal y sanan de repente.
Esta arena blanca es un paliativo infalible contra la fiebre, mitiga el dolor de muelas. “No hay lugar en la tierra que tenga tantas indulgencias como éste”.
¡Oh zancadas maravillosas de este fraile menor, vagabundo del buen consejo, que le llevaron a bañarse a las aguas del Jordán. Al epicentro mismo desde donde empieza la peregrinación de los redimidos! De lo que trasciende de sus escritos mucho quería este hombre a Belén, la ciudad del pan, la Efrata, donde naciera David.
No se conseguirá nunca comprender el cristianismo sin ese concepto de advenedizos, de pasajeros en tránsito por este valle de lágrimas. El viaje purifica y expía las viejas culpas pues la posesión del reino implica la renuncia, el desprendimiento de lo material, una noción radicalmente opuesta a los criterios del mundo, que estimulan a poseer y a acaparar. La tierra prometida por el Mesías verdadero poco tiene que ver con los idearios de riqueza, belleza, salud física y poder tan ambicionados ahora mismo.
Es ahí precisamente donde radica el choque entre la “pistis” griega y el emunáa judaico. La peregrinación, la hégira, el desasimiento se hallan profundamente enclavadas en las veras esencias tanto del corán como del evangelio.


No se podrá evaluar ni entender el comportamiento radical de los que renuncian a todo por seguir este aviso del maestro interior: los monjes contemplativos, los cátaros, los yoguis y hasta los morabitos del Rif semi ocultos en sus rábidas espirituales.  Para subir hay que bajar y para tener despojarse.
Entonces las sandalias de este mochilero de la fe se impregnan del polvo de sendas místicas. Proyecta el espejo fatigado a lo largo del trayecto. Aparentemente todo es el mismo camino pero de tarde en tarde salta la chispa de la genialidad. De lo inaudito. Cuenta bizarras y hasta grotescas historias donde se conjugan el Nuevo y el Antiguo Testamento con algún aditamento de las suras coránicas tan bellas como imprecisas cuando hacen referencia a algún paso de la vida de Jesucristo o de Mirián.
Refractario al sermón, vicio en el que suelen caer los manuales de devoción, que suelen subirse a la parra y confundir las churras con las merinas originando un sucedáneo de piedad tan recargada como intimista, recoge hasta los más humildes ruidos de la vida cotidiana allá en Palestina. Roma. Con ese sesgo individualista que se percibe en todo, desde el derecho hasta las devociones particulares, nunca ha llegado a entender ese sentido coral y viril que tiene la plegaria en oriente.  Y se nota que el descubrimiento de esta forma de entender la religión le hace vacilar un tanto, pero sin dejarse llevar por las dudas. Por eso suspende todo juicio de valor cuando le presentan una reliquia o un lugar venerando.
Sus trancos a lo largo y a lo ancho de Palestina unas veces son a paso corto y a otras a paso largo pero sin perder nunca de vista el rastro del rostro de Cristo. ¡Con cuánta humildad este minorista acaricia el polvo que besaron las pisadas del Mesías prometido cuyo reino dijo no ser de este mundo.
Y esta viene a ser un poco la explicación a tanta ruina santa que le anonada por el camino al cruzar la mirada. No somos de esta tierra. Nuestra meta es el cielo porque acá abajo todo pasa. Pero contempla con fervor los mismos árboles que dieron sombra a Jesús. Siente en su piel la caricia del mar de Tiberíades y sube a la higuera de Zaqueo para probar los sabrosísimos frutos. No hay higos más dulces que los de los sicomoros de Israel. A la vera del camino se lanza cantar el oficio divino según las prescripciones de san Francisco pues esta norma es “buen salvoconducto para la felicidad” en compañía del lego que le escolta. Recorre las provincias de Judea, Galilea y Samaria. Para un cristiano estas sendas conducen siempre a la ciudad de dios, la Jerusalén del alma que carece de espacio y de fronteras limitadas.


Fides et Veritas. Lumen et Charitas. La fe se bate cuerpo a cuerpo con la razón. El paso de todo hombre es un estado permanente e apocalipsis, de aprendizaje, de revelación. Es como el descorrerse de una cortina que abre vistas a un horizonte infinito cada mañana. Shema Israel. Mas el nuevo estado surgido tras el mandato británico a raíz de la Declaración Balfour es un borrón y cuenta nueva que se desciñe de ese proyecto taumatúrgico con que tienden vuelo los bautizados hacia la Roca Santa, fuente de la Redención. La luz pugna con la oscuridad. Hay cosas que no casan. Aspectos poco afortunados que empañan el proyecto divino por causa de las mezquindades de los hombres. A los que veneramos a Israel y luchamos por el reino de su justicia en la tierra nos parece sacrilegio que lo hayan convertido en un vulgar estado policía tan cetrino como los demás. Tan digno de menoscabo como las naciones árabes que hicieron del terrorismo salvaje un arma y un pretexto. Dan casi ganas a la vista de eso de cerrar la tienda. Se comprenderá entonces por qué Job se dio a la bebida.
Nos envuelve una nube de enigmas. Todo lo humano es un tobogán de contradicciones. Una pelotera de recriminaciones. Manzana de discordias, sarcasmos, matanzas, pero también melodía de antífonas de son antiguo y de bellísimos himnos a los pies de ese serafín de seis alas tan alto que no puede un hombre abarcarlo con la mirada y que para recorrerlo de la cabeza a los talones haría falta un día entero de caminata y que según los creyentes musulmanes está guardando la entrada a la mezquita de Omar.
Bajo los arcos de Jerusalén resonaron las melodías aladas del arpa de David o se escuchó la coda vibrante de los Coros en sus alabanzas bajo el gran Sabaoth de la Jerusalén celeste.  El destino de la Humanidad que brilló humilde pero definitivo en los filamentos de la estrella del portal cuna de la paz atraerá siempre a los corazones de buena voluntad. Pero a veces parece que la luz se oculta y en el orfeón que entona la melodía, en lugar de concento, hay voces que derivan en desafino. ¿Dónde andará el director de orquesta?
El provincial granadinos que celebró muchas veces la Misa del Gallo en el altar de la Natividad y cantó la pasión del Señor ante la cueva de Getsemaní trata de intimarnos en su relato el mensaje vivo de las nochebuenas betlemitas.
Allí hasta el aire cuaja bálsamos de azahar de los que se desprende una aroma de resurrección perenne. De purificación que no cesa. Los muros del antiguos templo destruido donde los piadosos de Mea Sharim hacen sus encargos por escrito (jrilev) que introducen por los huecos de la pared pidiendole a Dios gracias de toda laya para hacer frente a las necesidades y terrestres del humano vivir son un ejemplo de fe milenaria. Jerusalén es un invitatorio al recogimiento. A la oración. Pero no hay que olvidar tampoco que fue allí donde Cristo precisamente empuñó el látigo contra los profanadores de su casa y lloró a la vista de su perfil urbano antes de que se consumase el augurio de la destrucción de aquel suntuoso edificio por las legiones de tito.


Fue aquel uno de los momentos más terribles que registran los anales. Más de un millón de muertos en su mayoría por hambre y otros tantos conducidos al cautiverio como muestran los bajorrelieves del Arco de Triunfo capitolino. ¿Podrá Dios sentirse orgulloso de esa inmensa pira de cadáveres? El castigo fue terrible. Digno de un Iahvé. Pues terrible es el Dios del Sinaí en palabra de Emilio Castelar. Sin embargo, los judíos siguen ahí. Son una raza correosa que ha sobrevivo agarrandose a la Escritura. “ La Biblia tiene cosas que no nos gusta - decía Golda Meir- pero gracias a ella estamos todavía aquí”.
Cualquiera que sea la respuesta a esta interrogante, denominar a Jerusalén como emporio de la paz, que es su verdadero étimo, no deja de sonar a sarcasmo en oídos de mucha gente.  Y la Biblia, para más inri, tiene como colofón un libro vehemente de poesía incomprensible: el Apocalipsis.
Señor, que yo vea.












ENTREVISTA A LA MUJER DE HIERRO GOLDA MEIR O LA GLORIA DE UN SCOOP
       


4Su rostro era un pergamino. Un mapamundi de penas y de ensueños. El aspecto cansado. Harta de mirar y de ver siempre lo mismo pero los ojos que tenía grandes y que un día fueron los de una mujer bella y de ellos se desprendía un atractivo poderoso. Quien alguna vez hubiera visto a dos pasos a Golda Meir nunca la olvidará. Los ojos se quedaron dentro. Se parecían un poco a los de mi abuelo Benjamín y ella por su halo, por su manera de mirar y conocerlo todo, que no necesitaba ni preguntar para ver cuál pudiera ser el problema de la persona que tenía delante. ¿Qué me vas a decir?  Era como una de esas santas que van poco a la iglesia, a la sinagoga en este caso, pero que inspiran seguridad y que su oblada deberá arder, buena oblada, en los pebeteros del Altísimo.  Pero de niña, allá en Kiev, tenía fama de chica terca. Tan inteligente como hermosa y no daba fácil su brazo a torcer, pero todo cuanto hacía, hasta el amor, las reprensiones, lo hacía con amor. Fue para mí uno de los puntos álgidos de mi vida profesional el poder hablar con la mujer fuerte. Poderla mirar de cerca. Te hacía pensar en Judith. En Esther. En Rebeca. Los judíos son una raza de acero porque cuentan con estas mujeres berroqueñas. Ellas son las que transmiten la llama del fuego sagrado. Quizás tenga también dicha peculiaridad que les convierte en vaso de elección, en garantía de la famosa castidad judía. Es una de las religiones que da instrucciones muy precisas sobre lo que se ha de ser y no ha de ser con el cuerpo, habitación del Espíritu de Adonai. Y no sé por qué digo. Porque la vida es un tesoro en una vasija de barro. Frágil. Muy frágil todo ello. Se trataba de un ser humano impresionante.  El pelo lo llevaba recogido atrás y vestía de negro una falda y una blusa de mangas cortas. Sus miembros inferiores y superiores pero tenía los tobillos hinchadas. Mala circulación. Y un bolso de skay comprados en Woolworth o Mark Spencer, que no se distinguían en aquel entonces por el acabado del refino y acogían la clientela más proletaria de la población londinense. Ella con este gesto que no era un golondro de ese simbolismo tan judío estaba dando a entender que el mundo corre a ser masa. Se acabó el tiempo de las elites. El consumo devorará al arte y la cantidad a la calidad. Su bolso de abuela pobre estaba dandonos pistas acerca del porvenir.
“La vida del buen judío es leer y leer”, fue una de las confesiones que me hizo aquella tarde.
Ellos vienen al mundo uncidos al yugo de la palabra y rotas las cadenas de la tiranía cuando lo dejan un poco más asequible y cómodo, aunque plagado de dramas, traumas y trampas. Es la misma comezón que salpican a los que sienten pasión por la literatura y que son un poco judíos en el fondo. Es una norma entusiasta y demoledora. Exigentes consigo mismos. Masoquistas. No se parecen a los demás mortales. Es como si llevasen el globo de Prometeo a sus espaldas. Hay que dejarlo todo. Ceñirse la correa de la castidad. Ponerse el amito de la misericordia y acariciar el manípulo de los escogidos.
Por eso se vuelven tan odiosos a las personas corrientes y vulgares que tampoco ni poco ni mucho los comprenden.  Pero esa incomprensión constituye un gaje del oficio. Grandezas y miserias de la profesión mesiánica.
Y esta pasión por la palabra la lleva inscrita en su frente Golda Meir.  La Mujer de Oro. Todas las frases que pronunció en la suite del Hotel Claridge donde me recibió retumban en mi memoria. Eran aldabonazos proféticos. Todo su discurso fue un sapiente atentado contra el tópico. El ser humano está obligado a pensar por sí mismo. No que se lo den todo hecho.


La Mujer de Oro, la Mujer Fuerte, consiguió transformar en grandeza todo cuanto tocaba. Cual una nueva reina Midas pero el oro de su palabra no era sino metal metafísico. Su cara era como una roca. Ya algo metida en carnes y haciendo gala de esa modestia y austeridad que sólo se encuentra entre los verdaderos seguidores de la Torá para quien vivir no sino un desvivirse hacia adentro porque esta vida es lugar de paso, centro de acogida. Una trabajosa pascua ininterrumpida de Cabañuelas en espera del Sábado que no cesa. Es la razón de la gnosis que invocan los perfectos. Pero ella, agnóstica, se me presentaba con rostro humano y comprensiva con las carencias del prójimo. De abuela metida en años y en carnes era la imagen. Que fumaba sin parar, pues era una mujer- mujer como el café -café, muy real y liberada aunque para la Meir la libertad no se compadecía con la emancipación sexual, algo sumamente candente y problemático para la hija pudorosa de un rabino observante de la ley, y tenía los tobillos hinchados. Era de carne y hueso y no una efigie de madera o escayola a la que los prejuicios idólatras de algunos quieran entronizar en los altares con nimbo y aureola. Y era una “turris ebúrnea”, una “domus áurea”, y una “mater castissima”, inviolada al desaliento. Se parecía un poco en el rostro a esa Virgen que invocamos los católicos en las letanías loretanas.  Con una espina de cambronera en medio de la frente como Rita de Casia:
-Yo tengo mis defectos- aclaraba-. Amé y desamé como todas las mujeres. Fui mejor madre que esposa. En mis tiempos las divorciadas no eran bienquistas de la sociedad y más aun en Chicago.
Apenas parecía dar importancia aquello que para los paganos tanto cuesta que es la imagen exterior. Desde niña rehuía de lo postizo.
Sin maquillaje y nada atalajada ni llevaba un solo anillo en ninguno de sus dedos. La única concesión que hacía a las pompas y vanidades del mundo era el vicio de las hojas del tabaco pues la venganza de los indios es un compañero de la soledad de los que sienten responsables y como pegando brincos por la sinrazón de la vida misma.
Se había hecho fumadora en los años de la clandestinidad para entretener las esperas y escoltar a sus pensamientos. Fueron recios lustros de mucha brega.
I have had not had what you might call an easy life[xxx]. Extraía los cigarrillos de una pitillera con una inscripción, regalo de uno de sus nietos, metida aquel bolso tan hortera que la acompañaba a todas partes. ¿Lo habría comprado en las rebajas? Sobre su brazo aquel objeto práctico recordaba un poco a la Reina Madre. Isabel de Inglaterra, con aquellos abrigos color verde de felpa y aquellos bolsos horroroso, vestía con el mismo gusto de una sirvienta en su tarde libre.
Quien lo lleva y quien lo sabe a veces no lo demuestra. La una era la hembra más rica del planeta. La otra una de las más poderosas a pesar de representar a una nación pequeña, casi insignificante, pero todo fuerza. Todo medula. A Israel la plantaron en medio del desierto como una enigmática columna.
Su aspecto era hombruno. Se llegó a decir que era la que estuvo llevando los pantalones en el gabinete israelí pero la mirabas al rostro y te dabas cuenta de que en verdad esas habladurías no reflejaban la imagen exacta. Seguramente era de lo más maternal. Lo decían sus senos poderosos y era un símbolo de esos generosos regazos de las abuelas judías.


¿Será Israel desde Judith y Esther para acá un matriarcado o más bien una anfictionía de guerreros, banqueros, químicos, matemáticos, ingenieros y sabios que han patentado los ordenadores, la bomba H, las ametralladoras Uzi, el riego por goteo, el music hall, la reacción Wasserman, Lombard Street y Wall Street, el New York Times, la revolución rusa, la biblia, Hollywood, la letra de cambio, el psicoanálisis, los oráculos, el pan sin levadura, todas las pascuas por su debido orden: florida, granada, la del Seder, las Cabañuelas, la de la expiación, la música de Mendelsohn, Spinosa? Lo grande en lo pequeño. Los montes serán aplanados y los valles nivelados. Lo izquierdo en lo derecho.  Resucitarán los gigantes y el león se apareará con el cordero. He aquí a los profesores de Berlín y a los radiólogos de Praga que se van al desierto a trabajar de pico y pala, convocados por la profecía de Ezequiel: “He aquí que yo abriré vuestros túmulos y os sacaré de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os introduciré en la tierra de Israel”. Pero esta resurrección de los elegidos acarreará una danza de la muerte macabra para otros pueblos que habrán de ahuecar el ala y tender el huelo para dejar sitio a los elegidos. ¿Cómo podrá ser dios tan caprichosamente injusto?
Era una hermosa mañana de primavera. Afuera rugía la marabunta del tráfico rodado por la bajada de Regente Park y en el parque de al lado lucía ya sus galas la primavera londinense, larga, fría y con intercadencias. Los castaños regoldones se ponían su casulla verde de flor. Las raspillas y miosotas alegraban las platabandas y los macizos de las mejanas de tráfico en todo el perímetro de Hyde Park. Los fantasmales robles que crecen en manípulos se revestían de polen para una inmensa celebración y los coris hacían cola para bañarse cerca de las aguas pandas de la Serpentina. Ya abrían sus yemas abullonadas, anticipo del primer fruto de las excelentes avellanas inglesas.
Los narcisos que allí dicen dafodilos celebraban con parrandas de cromáticos colores su himeneo con Dafne. Los gorriones de triste pelaje pero bien alimentados y acostumbrados a sobrevivir en las adversas condiciones del hiemal británico, que tanto deprime a los humanos, preparaban sus estridentes conciertos desafinados en la copa tupida de los magnolios como ajenos a las cuitas de los humanos. A las noticias en la BBC-2 que contaba, impoluto y atildado, siempre con trajes cortados en Savile Row, Roger Baker o a las fiestas de sábado noche que conducía Cilla Black.
Todos los que vivíamos y escribíamos en el Londres de  los albores de la movida o swing de aquellos años en minifalda, ropa casual y una taza de café en tu casa o en la mía, vida mía, después del baile, eramos conscientes de estar asistiendo al nacimiento de algo nuevo.
Sabíamos que estos interregnos de bonanza en la historia son infrecuentes. Por eso apuramos con avidez la copa de la felicidad que nos tocara en suerte.


Al atardecer nos encaminábamos al pub. Una cuantas libras y un amor en el bolsillo, acaso una cita, un número telefónico o la seguridad del venador de ciervas montesinas propia del macho que ha comenzado su berra y se siente seguro y potente.  En aquellos años no era problema la cuestión de la virilidad que ahora la tenemos todos tan flotante como la libra esterlina bajo el mandato de Haroldo Wilson. Nunca parecía que iba a sonar la campana y el aviso fatídico que a mí me recordaba al tercer ángel pregonando aquello de “last order please”. Por lo menos habíamos llegado a la última ronda. Tengo grabada en la memoria la aparición de aquellos hosteleros angélicos en mangas de camisa que accionaran con fuerza el badajo y apagaban algunas luces del local para anunciar el final de la velada a las once en punto de la noche, las diez en Canarias. Apurábamos sin saberlo nuestras últimas rondas.
A todos nos entraba una extraña sed que a lo mejor no era física en cuanto tal sino el triste presentimiento de que aquellos días de vino y rosas, de Beatles, y de novias en barrios apartados al otro lado del Támesis que ibamos a buscar, tendrían su punto y final.
Estábamos abocados a algo muy distinto. Era el final de una era. Hasta a la cazuela de la pipa del bueno de don Haroldo, siempre tan bien abastada, le faltaría el tabaco. La hoguera se apagaba. A mí de mayor lo que me hubiera gustado, por sentimiento premonitorio, era se Haroldo Wilson.  Fumador de múltiples cachimbas. Ser un buen laborista y tener una secretaria tan eficaz como Marcia Williams.
La canción del verano otoño anterior había sido: “We are the union men”. Aquí somos el poder del sindicado. No había aparecido aun el trasnochado oso buco con su escolta del más largo que un ocho. Allí el sindicalismo era algo muy respetable pero se lo cepilló la Thatcher. Un Vic Feather o un Jack Jones con un Cándido Méndez o el Fidalgo Largo ese, nada tiene que ver. Los sábados por la tarde en las concentraciones de la plaza Trafalgar arengaba a las masas el viejo brigadista Jack Jones y yo vi a Isabel Allende subirse a una de aquellas plataformas improvisadas cabe los leones de ciclópeas melenas de bronce y de las estatuas fundidas con los cañones de las guerras de Afganistán.


El gran debate nacional por aquella calendas previas a Yom Kippur y la guerra que desencadenaría la primera crisis del petroleo era sobre si el Servicio Nacional de Salud o Seguridad social británica debería facilitar a los registrados en sui larga lista de pacientes lentes y dentaduras postizas. “Dentures & specs”, era el anapesto  que explicaba el dilema por aquellos días. Estado nodriza para todo. Ser o no ser. Y los británicos no habían llegado a los grados de comodidad y de ventajas de los suecos en esto del estado de bienestar pero se sentían muy orgullosos de proclamar las bondades de su well fare state.  Los Beatles colocaban sus últimas novedades en los primeros puestos del hit parada y todas las niñas del Reino Unido se desmayaban al ver a Ringo con sus melenas al entrar en escena. Era el mejor batería del mundo y John Lennon uno de los mayores genios de todos los tiempos, pero todo pasó. Ya. Aquella movida la había iniciado un judío, un tal Epsein, el apoderado o mayoral del gran grupo, que acabaría zampandose un frasco de barbitúricos como le ocurrió al Dr. Ward el proxeneta de Cristina Keller. En España mientras tanto estaban por la lucha política, aquí era sólo electrónica o fantasmal y estaban cantando a todas horas el “no nos moverán”. Vivíamos muchos en lo alto de una nube parlante y veíamos el mundo a través de un ventanal gótico - oriol windows- cuya convexidad nos acercaba al bromo, a la festuca y al trébol del jardín. Teníamos complejos de invitados a la gran fiesta. No cesaban los cantos del gran musical. Nuestra vida era un sueño de Top of the pops. Un guateque que nunca se acababa. Para nosotros el primer puesto de tiro al blanco, ganamos en las apuestas de las carreras de hemionos, las muchachas de cuerpo gentil nos decían “I love you” y en nuestros oídos no sonaría tan estúpido como a lo que nos acostumbrarían los años. Ayunábamos en nuestros lofts yorquinos y en nuestras buhardillas o en los tuneles con derecho a cocina pero a nosotros nos parecía que cada día en nuestro hogar se extendía la perezosa y no nos tratarían tan bien en Buckingham Palace donde viven con tanto lujo y lacayo.
Las huelgas mineras habían dejado el invierno anterior a las islas a oscuras en lo que algunos dieron en llamar glosando el título de un drama shakesperiano The long winter of discontent.
Luego cambiaron las tornas. Los ingleses deshojaban la margarita del to be or not to be. De si Europa o el aislamiento dorado. Heath les iba a meter en Europa por la puerta falsa un primero de enero de 1973 que bien me acuerdo yo de aquellas navidades, pero los ingleses no se sentían plenamente europeos a pesar de haber renunciado a su antiguo sistema de pesas y medidas y de haber adoptado el sistema métrico decimal.
En el fondo querían seguir jugando a gran potencia y eso iba a inclinar el platillo de la balanza del lado de los americanos. Sus aliados tradicionales.
Pero cumplir esa tarea que no era más que una idea en ciernes no le tocaría a Wilson ni a Heath. Ni a Callaghan. Sería un predicable llevado a cabo por la Thatcher. Reforzado más tarde por Tono Blair. Sosias de Bush.
Siguen contando de diez en diez en vez de doce en doce pero al euro ni le miran.
Por aquellos días parecían salir del gran letargo en que se movía el país desde el Festival de la Luz de 1956.
Despertaron.  Subió la gasolina y ello significó el principio del fin del laborismo de Clemente Attlee y de Ernesto Bevan.
-Time is up - proclamó el cancerbero.
-Last orders, please - coreó el tercer ángel, el que tiene su aposento en lo alto de las campanas de las tabernas británicas. Es un cuchitril misterioso al cual sólo unos pocos hemos tenido la suerte o la desgracia de descubrir.
Se terminaron las valquirias. Nos pedían que dejásemos de acariciar sueños oníricos bañados en cerveza.
-Dad por concluido el tiempo del amor. Dejaos de romanticismo. Ahora lo que aguarda es una brega más dura.
-Last orders please...   Last orders- el pincerna había cambiado su tono de voz suasorio en amenazante.


Yo viví aquellas últimas rondas. Los elegantes y lujosos pubs se convirtieron en pizzerías. Y en MacDonalds. Había comenzado la gran reconversión de la modernidad.
-No vendrá mi amor nunca más.
-Abandona tus sentimentalismos trasnochados. No tendrás amor pero sexo todo lo que quieras- insinuaba machacón el Tercer ángel castigador que blandía un látigo desde el umbral de mis quejas.
Siempre llego tarde a todos los sitios al humo de las velas. De todas las partes me echan.
Y en dicho cambio tuvo bastante parte activa aquella mujer que tenía yo al alcance de mis ojos en la suite de lujo del hotel más aristócrata de la Milla de Oro. Era la primera ministra de un gabinete socialista y toda aquella riqueza del entorno parecía venirle grande a la heroína de los kibutz. Me había convocado porque unas declaraciones suyas favorables a Franco habían levantado cierto revuelo en los sectores izquierdosos del pasillo sionista británico. De hecho el New York Times abrió con uno de los titulares de mis crónicas lo que no dejaba de ser paradoja porque el gran rotativo no suele prodigarse en las noticias referentes a nuestro país que hay que encontrar con lupa en algún rincón perdido de sus extensas galeradas. A muchos desconcertó la quiebra básica de este sigilo normativo con respecto a España. Spain is for us an especial case. Hay que echarla de comer aparte porque suscita sentimientos enfrentados de amor y de odio en el corazón de todo judío. Lo grande en lo pequeño y en lo que a mí respecta lo tengo a honra, este gacetillero intrépido tuvo el honor de romper aquel limbo de los justos a los que nos habían destinado los intereses creados del gran capital. Vivíamos en la oscuridad y en el ostracismo. Muchos no se habían sacado la espina de la guerra civil. Aquella maniobra les salió mal a los Rothschild porque precisamente, otro chueta mallorquín por nombre March había apostado por el mejor caballo de aquella cuadra. Yo rompí el statu quo siendo primera página del sesudo New York Times. En cierto sentido les volví locos. Claro que fui el primero que aquel télex que guardaba yo en la bodega de mi hura con fantasmas templarios acompañantes era un arma cargada de futuro. Más poderoso y contundente que todo un silo nuclear. Bastaba con utilizar inteligentemente la dialéctica y para reconducir la información, siempre manipulada y parcial, a qué engañarnos. Lo del novelista omnisciente y objetivo sólo se les puede ocurrir a ciertos críticos cursis. En periodismo no existe tal asepsia. Hay de por medio muchos intereses creados. Entonces las prensas, sin embargo, hasta la llegada del Cebrián, las prensas eran nuestras.


Golda Meir que era un animal política de casta y con mucho instinto no calló lo que otros silenciaban ya por conveniencia ya por respetos humanos. Y fue la ayuda y el asilo que recibieron del Caudillo muchos judíos que venían huyendo de los nazis. Hoy los periódicos jalean el derrocamiento de su estatua en la plaza del Caballo de su Ferrol natal. Esto es el comienzo de un vendaval que puede acabar con el desarbolamiento de todo lo que creíamos sólido. Muchos que viven alegremente y despreocupados ya que ven las barbas de su vecino debían poner las suyas a remojar. El fin de la monarquía y la llegada de la tercera república puede estar a punto de comenzar.
No tenía pelos en la lengua. La Meir era la Meir.  Iba a su aire a sabiendas de que iban a caer en algunos sectores como puñados de picapica. Pero el compromiso con la verdad de esta señora estaba por encima de los intereses coyunturales. Hoy aquellas loas a un personaje que está tan vilipendiado y al que se arguye de todo pecado deberían ser analizadas y sopesadas.  Era el testimonio de agradecimiento a un hombre por una de las primeras feministas aunque el feminismo que profesaba la mujer fuerte nada tiene que ver con el de nuestras sacerdotisas laicas que rinden culto al cuerpo. Ellas repican a Fascio bajo la guisa de la progresía alentando, igual que todas, el pensamiento único.
Ella siempre soñó con poder ayudar a cambiar el mundo. Por eso fumaba. Porque no las tenía toda consigo. Los grandes lectores suelen sentirse abrumados como naúfragos de los libros en cuyas páginas brotan ideas encontradas. Un libro contra otro. La vida que subyace en la literatura es como un crucigrama. Pero vas poniendo las palabras una vertical y otra horizontal y luego resulta que encajan. Sólo la paciencia judía es capaz de engarzar tanta vedija de humo como nos circunda.
Y, como esos personajes de Felipe Roth que estampara en una de sus novelas la noción del santo bebedor, el que bebe y reza a la vista del “medinesh” de oro, Golda Meir  diagramó en la prática la utopía que anhelaran los Weissmann, los Ben Gurion los Ben Leví. Israel fue un sueño de humo elevado del fuego de la cachimba de un tuberculoso: Teodoro Herzl.
Pocos sabían que ella era rusa o ucraniana mejor dicho. Había nacido en Kiev.  La hija de un carpintero, un hasidim piadoso. Un inocente marginado por su pobreza. Había días que en casa no quedaban para comer más que unas gachas. Antes de emigrar conocieron los pogromos cosacos antes de que los hornos crematorios fueran encendidos. La canción y la película del Violinista en el Tejado describe el tenor de la existencia de aquellos guetos  en los tiempos del zar. Topol pudo ser su padre.
Rezaban en hebreo pero sólo sabían hablar yiddish. La vida en el gueto debía de ser terrible pero el judío está hecho de una materia especial que lo convierte en superviviente.  Carne de cañón y carne de diáspora. Y a pesar de todo sobrevive. Esta fuerza es su salvoconducto.
Hay que ser pacientes y esperar los buenos tiempos, decían los seminaristas de la yashiva de Minsk a la hora del rezo de la Shema.
El señor está con nosotros. Es lo que canturrean mientras pasan los dedos por las páginas gastadas de los familiares “siddur”. Porque no duerme ni sosiega el que guarda las ovejas de nuestro redil.


En 1948 fue designada embajadora de Israel ante la Urss. Fueron los años duros del estalinismo, ya abocado a su final, el de los Procesos de Moscú. Concejeramente, en aquel país cuyo régimen empezaron a gestar fue donde toparon con mayores dificultades.
-¿No se lo esperaban?
-No. Nosotros fuimos creadores de la Unión Soviética. Siempre hemos sido los primeros. Nos domina un afán pionero.
-Los primeros serán los últimos, premier.
-Esos son juegos de palabras. Pero si usted se fija no se nos puede argüir del pecado de cobardía.
-La audacia es judía.
-Como la sabiduría. Pero nos dolió también la traición británica y en América del Norte no corrían tiempos muy favorables, había sonado la hora de la caza de brujas. Se nos tachaba de comunistas. Pero Israel sabe esperar. Su capacidad de aguante taladra el muro de cemento de los siglos. ¿Somos comisarios de un plan divino que a otros pueblos menos perspicuos o más holgazanes se les escapa porque desconocen que Dios no es más que la potencia del destino?
Todo eso me dijo.
Perpleja por sus propios soliloquios que la conducían a conclusiones tan lejanas como imprevisibles encendió otro cigarrillo.
A un judío no le gusta pronunciar la palabra Dios ni lo hace tan a la ligera como los cristianos. A ellos el mismo concepto les llena de terror. Por eso lo designan como eufemismos como el Agente Supremo, la Vía más Alta, la Inteligencia Determinate, etc.
Entonces se me ocurrió a mi echar agitar las aguas de aquel monologo.
-¿Y si Dios no fuera una prolongación angustiosa de nuestro propio ego? El Génesis enseña que Dios hizo al hombre a nuestra propia imagen pero es verosímil que fuera al revés, que hagamos hecho los hombres a nuestra medida. Atribuimos a la divinidad predicables humanos. Vamos por ahí colocando etiquetas a nuestros sermoneos teológicos. De suerte que transformamos en algo ilógico y descabellado el Logos.  Dioses de barro que equivalen a mitológicos espasmos. Uno siente escalofrío al pensarlo. Detrás suena la carcajada. Esténtor por estos días tiene hartos trabajos. Sus pulmones homéricos abarcarán cincuentas voces de hombre y se ríe. Se ríe. Más que reír lo que hace es cachondearse pero con tales fábulas nos damos por conformes. Que asi se llena el hueco de nuestra certidumbre de la muerte.  En ese Dios pensamos queremos encontrar la inmortalidad que nos falta y en su omnipotencia la capacidad de fuerzas limitadas.


-Eso mismo creo que pensaba el padre del estado de Israel. Tenemos que rezarle cada día a la aurora y al ocaso, pero luego actuar como si no existiera. No basta creer. Es preciso buscarse la vida y agenciarsela. Porque Adonai. Únicamente ayuda al que se ayuda a sí mismo. La fe sin obras equivale a una campana rajada.
-Iñigo de Loyola profesaba el mismo criterio.
-Es verdad. El pueblo hebreo no se justifica por la fe. Ni cree en vanos paraísos. Su noción de la vida de ultratumba se concretiza poco. No piensa en el cielo ni el hades. Esos lugares habrá que buscarlos en el interior de uno mismo. El dolor y el deleite se combinan en nuestra vida. El triunfo es la puerta excusada de la casa de los fracaso. Tampoco conviene fiarse mucho de las apariencias. Todo es peligroso y puede volverse contra ti al iniciar la andadura del eterno peregrinar. Por eso hemos tenido tendencia a acaparar dinero no por avaricia sino porque pensamos que el único pasaporte cuando vienen mal dadas.
Y lo que decía era cierto. Los judíos suelen ser a veces tacaños pero no por el dinero sino porque en una circunstancia determinada esas onzas de oro que guardan en la alcancía puede salvarles la vida.
Tampoco se podrá encontrar en el mundo ni más dadivoso ni más soledoso. La mujer me miraba con la angustia de la cuartilla blanca, esa diosa que auspicia y maldice el destino de todo escritor. Ante ella hay que estrujarse el cerebro cada mañana. Los pueblos ágrafos o analfabetos no sentirán ese comején que empaña de cardenillo nuestras almas. Es la mirada de Hécate.  Roberto Graves la conocía bajo el nombre de la diosa blanca y debió de aparecersele con sus tres cabezas: Artemisa en la tierra, Selene en el espacio supra lunar y Perséfone, la hija de Zeus y de Deméter que guarda la caverna de las sombras, en el inframundo gritando a grandes voces:
-Aguija, escritor. Pon sobre el papel lo que te mando.
Todos los que consultamos al oráculo de Delfos y vivimos entre los demonios de la literatura sabenos bien de esos impulsos. Llevamos el mundo a cuestas y entre ceja y ceja un psicógrafo. No somos otra cosa que titanes de la palabra. Albañiles de los diccionarios, no tratantes de piedras preciosas o entrefinas aunque algunos se atrevan con pulir el diamante que es materia dura. La aguja del psicógrafo registra los sismos de la mente de los pueblos. Todos son lo mismo. Masas sin peinar sedientas de gritos y de puñales.
-Ya machaco el hierro. No me oprimas más, funesta diosa. Hago lo que puedo.
Se me ocurrió que en esto de las religiones nadie tiene en definitiva el cabero definitivo. Hasta Israel reza con ideas prestadas al Yao de los egipcios. La biblia es un libro a veces poco recomendable. Escabroso hasta lo pornográfico. Plagiario y reiterativo. Ambivalente y confuso. Sus héroes cometen adulterios y asesinatos  a destajo y hasta realizan sacrificios humanos como los etruscos. 
-Pero a nosotros nos vale para vivir y luchar y ser nosotros mismos - insistió.
Y yo pensé que los judíos eran los inventores del apocalipsis. Escuché en los pozos anímicos otra gran carcajada homérica.


Recordaba su primer viaje a América. La travesía la hizo en el barco de linea entre Amberes y Nueva York. Al desembarcar estuvieron retenidos cinco meses en la isla de Elis. ¿Qué pensaría el carpintero Meir al contemplar por primera vez la estatua de la libertad al pisar la tierra de la oportunidad? El coloso la verdad es que no tiene nada de artístico. Es más bien repelente. Se alza como un mascarón de proa que mira hacia Europa con cierta altanería.
Aquellas emigraciones en masa preconizaron el gran éxodo de los pueblos que ahora vivimos.  Gran mercancía humana desplazándose de sitio. Luego vendría la “Hativka” en que llegaron a Tel Aviv los supervivientes del holocausto que abrió la compuerta a la migraciones en masa con que ha comenzado el siglo XXI. Las pateras que llegan a las costas de Tarifa son la mimesis de aquella travesía sin rumbo definitivo que resultó ser el primer viaje a la libertad.
El mundo ha perdido verticalidad y horizontalidad. Se ha vuelto menos estable pero de todo esto tal vez tenga la culpa la profecía de Ezequiel sobre los huesos abandonados que de pronto echan a andar insuflados por un extraño viento del Espíritu que recorre la tierra.
Golda cambió el chital de Kiev por el de Brooklyn. Comienzos durísimos. La tierra de la oportunidad no era la prometida. Hubo que trabajar firme y dejarse el aliento en los sudaderos de las fábricas de corte y confección (sweat shops) del Bajo Manhattan y soltar al final de la jornada aquella muletilla de “another day, another dollar”. Los inviernos era crudérrimos y la joven para poderse comprar un abrigo tuvo que estar casi un año yendo a pie camino del trabajo. Para ahorrarse el billete de tranvía.
Quería ser maestra, pero su padre se opuso y dijo que carrera no. Que el lugar de una buena hija de Israel se hallaba en la cocina al lado de los niños, junto a la cocina y no muy cerca de la sinagoga. Le leyó la cartilla de las tres famosas K germanas: Kinder, Kirche, Kuhe. Lo que se traduje en romance como la mujer la pata quebrada y en casa. El pueblo judío siempre fui mirado para estas cosas de la patogénesis y sus cánones en materia sexual rondan lo sibilino pero es la Ley. Halaká. Un rabino nunca dormirá con una menstruante y siempre que llegas a la casa de un hebreo lo primero que te enseñan es la puerta del retrete para el lavatorio de manos y son muy estrictos e insistentes en los pediluvios. Su experiencia les dice que hay que guardarse de todo lo impuro














UN PASEO DESDE PICADILLY A SOUTH KEN

5Londres era una ciudad gris que se agazapaba bajo la lluvia. Las gotas caían con sabor a sal y charolaban las techumbres de los autobuses rojos de dos pisos. A mí me gustaba viajar en el sollado superior al que llaman rotonda como en las antiguas diligencias. Se trepaba por una escalerillas de caracol algo parecida a las de la torre de mi pueblo cuando acudíamos a tocar las campanas la Noche de Ánimas y allí se te mostraba el paisaje urbano todo un espectáculo de abigarramientos y vidas que se entrelazan con la mecánica. La gente iba con mucha prisa pero los ómnibus británicos eran lentos. La flema no es un lugar común sino una idea emblemática del Londres que yo conocí. Toda la ciudad posee un olor especial. Que te asalta sobre todo cuando te encaramas a la rotonda del Nº 69 que era el de mi barrio. Yo estaba predestinado a llevar la vida que llevé pero ésa es otra historia. La gente si decías que viajabas en esa línea ya empezaba con la chirigota, pero no había que tomarselo tan a broma. A veces los números no sólo cantan sino que definen la realidad. Predestinado. Desde entonces era un guarismo de suerte. Nunca viviré un tiempo tan caprichoso.
El olor de Londres es una mezcla poderosa de desinfectante y de cosmético. Tampoco es que los ingleses se lavaran mucho. Dos veces por semana. El agua caliente de una bañera costaba doce chelines, media libra, en el contador del gas. Era un aroma agrio y montaraz. Lo bravío del cemento y del hollín acumulado durante generaciones enteras. Y  a jazmín sintético y a junco artificial y a cáñamo indio. A veredas inexploradas que conducen al reclamo de toda esa braquiología iniciática de aquellos tiempos. Haz el amor y no la guerra. We shall overcome one day. Etc.  Es lo primero que se notaba al llegar.
El tabaco rubio también colocaba un poco. Era de origen turco. Los cigarrillos que yo fumaba por entonces se te subían a las meninges y te raspaban las tragaderas. El conde Kelly mi predecesor en la vivienda que alquilaba a la viuda Misia Avisson en el 41 de Roland Gardens y donde tuvo el escritor Paúl Morand su residencia, aquel Buda francés que tactó el perfil moderno de una ciudad antes de la hecatombe y que barruntó el primer conato de la globalidad totalizadora había muerto de cáncer de pulmón. Era como entrar en un cosmos diferente. Allí reinaba perenne la armonía cósmica, la eficacia irreprensible.


Era un templario y la guardesa del edificio la dulce Gal decía que si una noche escuchaba rumor de espadas y otros ruidos extraños era porque aquel buen contramaestre de la Orden de San Juan de Jerusalén regresaba nostálgico a sus aposentos.
Tuve el privilegio de alquilar un cuarto con fantasma y mis manes resulta que me estaban conduciendo al mismo sitio. A Jerusalén. Fui feliz durante tres años hasta que fui expulsado como Adán por el paraíso por el primer intento de reconversión industrial.
Cuando tomé posesión era como si el entorno me fuese familiar aunque yo no hubiera estado allí jamás. La escalera, el rellano con su pasamanos, las ojivas de la bodega donde los amos guardaban los vinos de cava y que fue el cuarto donde yo instalé el télex y hasta el mobiliario que dejara el anterior teniente que moriría solo de una metástasis galopante hubieran tenido que ver en un lejano tiempo pasado.
Era la querencia templaria que me persigue y estuvo a punto de acogotarme en aquel sollado rodeado de una verja negra y reluciente.  Retorno a las mansardas. El tragaluz es mi sino. Ver el mundo a través del ojo de buey del montante de un desván o de una mazmorra. ¡Qué cosas!
Algunas mañanas el dispositivo de la tetera empezaba a soplar sin que hubiera mano que lo encendiera y una noche al regresar de un cumpleaños en que había corrido la cerveza me encontré a mi alter ego vestido de caballero de la edad media ataviado en ajuar de combate: peto, espaldar, grebas, guantelete, guardabrazo, avantal o visera de los normandos, espuelas de plata, hombreras, brazales, y un lambrequín tremolante de plumas de avestruz por contera sobre el casco. A su lado, sobre la alfombra, la espada y un broquel en el que con tinta roja o con sangre había inscrita la cruz del Temple. Se había echado para atrás la visera del yelmo y leía con suavidad casual las esquelas del “Times” que como se sabe se publicaban antes en primera página. Fumaba con unción uno de aquellos aromáticos cigarrillos de factura ovalada que le llevaron a la tumba.
El aparecido me contempló de arriba abajo con ese aire de desdén típico con el que los británicos suelen mirar para los extranjeros que no entran por el aro o se aferran a sus bárbaras costumbres y me aconsejó que dejase de empinar el codo. De lo contrario una cirrosis acabaría conmigo en dos días.
El conde era un templario como aquellos que de vez  el 24 de junio veía yo bajar por la alameda o el pinarillo camino de la iglesia octógona de la Vera Cruz. Ocho lados determinan el símbolo del camino de las siete esferas que ha de atravesar el alma unida a Cristo para llegar al término definitivo de su hégira donde se abren las puertas del paraíso.
Desde aquel día sus comparecencias fueron habituales. Una vez me dio a leer los estatutos de su Regla que eran una copia de la cisterciense puesto que el Temple que tanta preeminencia gozar an Inglaterra y en Castilla nació al socaire de la de San Bernardo.


Sus hábitos eran blancos y la ceremonia en que los profesos  lo recibían tras una vigilia de tres noche de ayuno y cánticos recordaba a la investidura de seda blanca y el manto de armiño, símbolo de realeza y de pureza, de los caballeros de la Tabla Redonda.
-You drink too much, boy. Go to sleep[xxxi]- me dijo.
Hice como el patrón me dijo pero a la mañana siguiente fui a su dormitorio y vi que no estaba. Había dejado los ceniceros impolutos. Tenía la manía por la limpieza y yo todo lo contrario. Era un desastre de desorden. Pero me apliqué al estudio de aquellos misterios que tuvieron relación con el entramado gnóstico de los primeros años de la cristiandad.
Ellos veneraban a san Juan Bautista. El precursor era el esenio de los esenios. El gran nazareno.
Y me apasioné tanto con estas casualidades de que yo habitase la misma celda del antiguo señor de Kelly, el misterioso irlandés, que llegué a la conclusión de que yo era la reencarnación de un templario pues mi vida estuvo anudada a lugares en los cuales la orden de Jack de Molay tuvo tanto que ver (Segovia, York, Ponferrada, pues también siento un no sé que cuando mi cuerpo ocupa físicamente algún lugar cerca del viejo Bierzo) que he llegado a la conclusión de que en la existencia de todo mortal hay designios misteriosos que escapan a la ponderación racional pues pertenecen a otro elenco. A un plano diferente.
Mis suspicacias hacia el papado quizás vengan de ese lejos. El último maestre murió en la Bastilla al cabo de un enjuague bajo cuerda entre el papa y el rey de Francia. Aquel ajusticiamiento puede que fuese una abominación que la iglesia formal esté pagando en la actualidad. Algún día todo se sabrá. El entusiasmo por la defensa y el rescate de los santos lugares es otra característica.
Los templarios oraban siempre mirando para la Ciudad Santa y en los votos que juraban cuando eran inducidos del manto blanco, la cruz de cuatro brazos iguales, el coselete o la espuela, luchar sin tregua en la conquista de la Jerusalén terrena, escalón seguro y senda de luz para la Jerusalén celeste, al tiempo que prometían obediencia ciega al maestre y castidad perpetua.
Al propio tiempo tenían un cuarto voto que era el de sigilo. No podían estos caballeros de la Cruz y señores revelar a los no iniciados algunos de sus usos y costumbres. Uno de ellos y por el que fueron muy calumniados les mandaba escupir ante un santo cristo en la ceremonia de investidura como desagravio a las injurias que se hacían al Salvador en Palestina. Tales gestos no fueron suficientemente comprendidos o mal interpretados. Era algo parecido a las tablillas de execración que se encuentran en las tumbas de algunos paganos profiriendo conjuros y deseando males a los enemigos de la estirpe. También se les arguyó del pecado nefando pero mi conde Kelly estaba divorciado. Su esposa, una irlandesa, se había fugado con su mejor amigo.


¡Oh Jerusalén! ¡Oh boy! En el 41 de Roland Gardens tuve un anticipo de lo mucho que acontecería después. Yo estaba metido en la rueda y el mazo. Era imposible desenganchar mi persona de todos aquellos engranajes fatídicos. La cinta de rotación era un convector de todos los conocimientos aprehendidos en otra existencia anterior de la que fui beneficiario. Tendría que soportar virilmente los golpes del destino que algún día podría entrar en la ciudad soñada a través de alguna de sus doce puertas. Asumir su ειμαρμεvη (destino).  A sabiendas de que el ser humano redimido por la sangre del Emmanuel no es un producto de la τυχη (casualidad).
- El cister es lo ontogénico, la pulpa y el meollo del mensaje. El primer intento por desvestir al papado de su hojarasca exógena. Pero en el vértice de la cruz ambas realidades viven en interacción complementaria. Temple no hace sino recoger el testigo de la tradición de lo que estaba antes y después. Meter dentro lo que estaba fuera. Aunar voluntades. Transformar en pando toda una cordillera-. Kelly se expresaba de una forma magnífica en un inglés rápido y nervioso con todas las sonoridades de su Dublín nativo.
-Entonces los templarios fueron - me atreví a decir - el primer intento de behaísmo religioso.
Aquella sugerencia mía provocó el entusiasmo de mi fantasmal huésped.
-Eso es. Se anticipó a Lutero y a los reformistas pero sin abandonar el redil. Fueron cazados por eso. Por decir la verdad. Por atenerse a la norma estricta del evangelio de san Juan. Ahora ya puedes emborracharte lo que quieras. El justo no peca.   
Referí lo acontecido en la extraña visita y mis conversaciones con el antiguo morador del sotabanco que yo alquilaba, por poco dinero, ciertamente, a la guardesa que era de origen escocés. Para ella el regreso del espectro resultaba un hecho acostumbrado. Aquella casa gozaba de la presencia de duendes. Eso le sirvió al fondista para subirnos a todos los  inquilinos el alquiler.
No me privé de nada. Hasta tuve la suerte de tener a un soldado del ejército de Godofredo de Bouillon por vecino que debió de ser testigo ocular de algunos de mis pecados porque aparte de mis crónicas tuve una vida galante intensa que hasta a mí mismo me extrañó pues no había tenido mucho éxito con las mujeres hasta entonces.


También- todo hay que decirlo- el Conde Kelly no debió de estar satisfecho con mi hospitalidad pues daba techo a muchos españoles que no tenían donde pernoctar. Y bajo aquel techo entre aquellas cuatro paredes que tenían una dependencia de traza octogonal que hizo función de capilla y donde quedaban algunos antifonarios y el enchiridion de la Calatrava con algunas fórmulas y oraciones mágicas en latín, hebreo, griego y árabe, debiera ser territorio vedado a los profanos. Yo había sido escogido por el destino para suceder en el cargo al viejo caballero a resultas de la configuración de mi personalidad iniciática y contradictoria. Di albergue a los necesitados y mi ensabanado me intimaba en sus mensajes que desistiese de ese propósito.
-Nosotros somos una orden hospitalaria pero nunca mendicantes.
Por la vivienda pasó un montón de gente.  Estuvieron mis primos. Algunas primas. Varios periodistas de paso. E incluso todo un presbiterio de la diócesis de Accidonia que había llegado en visita turística a ver la catedral y la abadía de Westminster. No sé que pintaban tantos curas en el barrio de Chelsea. Luego acogí a uno de mis hermanos y a uno que se llamaba El Mole que era un colega del barrio madrileño de Prosperidad.
Londres, ya digo, fue el primer laboratorio mundial de la globalización. Los primeros chupinazos cosmopolitas sonaron en South Kensington donde estaban representadas todas las etnias del mundo por aquel entonces y nada se diga de Earls Court el recinto variopintos de los “aussies” australianos y neozelandeses.
A todo esto no puedo por menos de acordarme de aquel hidalgo caballero del Santo Sepulcro que murió como consecuencia de aquellos mataquintos sin boquilla que traían estampados en el resguardo la cara de un vellido marinero inglés musculoso igual que Popeye en tonos muy vivos con la efigie del timón y el ancla y de un salvavidas. Ironías del destino. Pues el tabaco para lo que sirve aparte del voluptuoso placer que depara a los fumadores es echarnos una estacha para arrastranos al Hades, figura de lo supernumerario e inútil de esta vida. Kelly por lo que yo comprobé con mis propios ojos aun no había conseguido abandonar el vicio y de tarde en tarde venía a sentarse en un sillón preferido del cuarto de estar para echarse un pito.
-Es que ¿sabes? A la mujer de san Pedro le saca de quicio eso de vernos prender a hurtadillas. Se lía a linternazos con toda la hueste de aspirantes al reino, hay que hacer cola y para entretener la espera y conjurar el aburrimiento, pues a fumar se ha dicho. Formamos una larga lista de espera y nos amenaza con dejarnos en el limbo si no rompemos con esta maldita costumbre de echar humo.
-¿También se cabrea con Su Reverencia?
-De vez en cuando. De vez en cuando, hijo. No creas que por haber llevado una vida esforzada, de penitencias y de sacrificios me da cuartelillo en atención a mis méritos bien ganados en el campo de batalla. Petronila como todas las pelirrojas a veces tiene muy mal genio. Pero dicen que van a poner un salón de fumadores en la Jerusalén celestial.


Pobrecillo. Murió de un cáncer de pulmón en el hospital de san Stephens. El día anterior había estado lavando su coche y dando de cera toda la carrocería. Sintió disnea. Vino una ambulancia pero la falta de oxígeno fue fatídica. Nadie le lloró. Y todos le olvidaron menos yo que aunque no lo conociera sentía su presencia rondar las habitaciones. ¡Qué cosas! El imán de una preexistencia ciertísima me había hecho rodar a aquella mansarda en cuyo cuarto de estar había un ventanal que daba a la acera de unas mews o caballerizas. Cuando estaba triste me quedaba mirando para arriba contemplando el desfile de las piernas de los viandantes. Allí estaba el correcto gentleman camino de Lombard st. Con su traje impecable a rayas y el bigote. El clérigo de pasos largos o la hetaira que hacía la carrera embutida en sus abrigos de cordero afgano y los zapatos de charol con altos tacones o la quinceañera de piernas esculturales en minifaldas que enseñaba trozos generosos de su anatomía. La anciana de tobillos torados y mocasines y abrigos azul cobalto pasados de moda. Todas, aunque no las viera más que de medio cuerpo, traían un sombrerito con canastilla de flores y a veces redecilla. Todas las viejas de Inglaterra se parecían un poco y en cierta medida a la Reina Madre. Queen Mom. Un amigo mío, el teniente Rogers, las definía a la perfección: “They go on for ever these little old dears”. Parecían la llama de la vida perdurable. Inglaterra, creo que pasa lo mismo en otras muchas partes, era un país de viudas.
Allí en aquel chiscón viví yo mis años dorados de bohemia convertido en un personaje de Haroldo Pinter. La visitas del más allá no consiguieron ponerme en el buen carril. La conversión vendría después. A más años más desengaños. Pero Count Kelly estaba un poco actuando para mí de profeta personal. Yo me resistía a la llamada pero la protección de la Gran Madre minorasiática como la conocían aquellos padres galantes que han cantado a la mujer con preciosos himnos (no hay más que darse un paseo por los himnarios, las cantigas y los virolays provenzales para reparar en ello) fue el detonante que conjuró tantos pasos de perdición y la mano femenina que me sacaría de las torcas en que caí por mis zozobras. Me aferré a su toquilla. Y sus trenzas fueron las amarras de mi salvavidas. ¡Bendita!
Londres era la nueva Jerusalén y yo la contemplé aquellos años encaramado a la baca de un autobús de doble puente. Mi encuentro con la simpar Golda Meir me hizo ver el mundo de otra forma.
Llevaba una blusa estampada y poseía una mirada vencedora en la cual el poder se mezclaba con la resignación. Como los desengaños de las canas de su cabellera que un día debió de ser pelirroja.
-¿El fin de la Europa, señora?
Mi pregunta tenía un tono de irrelevancia casual. Aquella mujer, que se parecía un poco a mis abuelas y tenía el perfil de mi gente, rostro buido, las cejas anchas, como la Tía Juliana, la madre de Gregorio Val, uno de mis parientes, me inspiraba una confianza que dejaba al lado las reglas del protocolo.
Ella dijo entonces una palabra en hebreo que entendí a pleno por ser uno de los pocos hebraísmos que quedan en la recia y sonora lengua de Castilla.
-¡Oh shandeh[xxxii]!
¿Una sandez pensar que nos estábamos subiendo a la barcarola de un tiempo nuevo, Mrs. Meir? El hecho de que sienta una profunda irreverencia y amor hacia su persona no significa que tenga que creerla. Oiréis lo que se dijo antiguamente: del judío la maula.


Sonó a mis espaldas una sonora carcajada que rebotó dentro de las paredes de mi alma. Los lacayos con librea y el cuerpo de guardia de los zaguanetes de los dispositivos secretos ni los camareros del Claridge que subían y bajaban por la escalera imperial entre candelabros y pisando mullidas alfombras persas de cinco dedos pudieron escucharla porque los decibelios eran interiores. Se encendieron las luces rojas. Se dispararon todas las alarmas.
La mujer muerte abrió su bolso hortera comprado en las rebajas. Encendió el enésimo cigarrillo. Sus hábitos de lectura habían sido el detonante de aquel vicio. Un intelectual angustiado ante la tortura de la página en blanco sabe lo que es desabrimiento y vivir en soledad. Y el tabaco acompaña. Es la boya para asir a los naúfragos de la palabra. Escribir es un estado de enervamiento y leer al destapar las claves del Gran Abraxas Gnóstico nos sume en el asombro. ¿Qué importan los pulmones para el que vive cazando invenciones?
Me ofreció uno de aquellos petardos metidos en su bolso de rafia (creo que eran Celtas largos).  Rehusé no por falta de ganas sino por las exigencias del protocolo. Seguía pareciéndoseme a mi abuela o a la Tía Juliana, la madre de mi primo Gregorio. En mi familia, plena de nombres bíblicos había un Benjamín, un Manahén, hermano de mi pobre padre, y un David. La primera dama de uno de los países más pequeños de este planeta, pero acaso el más importante, y el que más da que hablar, en su desaliño exterior exhibía un perfil ideológico en el que cada cosa en su sitio. Era la anti retórica ambulante. Cada oveja con su pareja. Nada de elipsis ni malabarismos. Así y todo, llevaba medias de lana tejidas a mano por su hija desposada con un kibuttzim pues ella no tenía tiempo para hacer punto de cruz o no sabía. Quería ocultar las varices de sus piernas hinchadas.
 Estaba yo petrificado por la naturalidad con que se desenvolvía aquella relevante figura de la política internacional años setenta. Henry Kissinger no lo hubiera hecho pues no fumaba pero dicen que también era generoso. Aunque menos espontáneo. Henry Kissinger sí que era un malabarista de la palabra, un inventor de jeringonzas diplomáticas como el paso a paso, desenganche, etc.  Creo que la palabra globalización y global partieron de sus labios. Golda Meir era todo lo contrario. Se expresaba con los toscos modales de una campesina rusa.


Habría que deshacer el injurioso sambenito de tacañería que se achaca a los hebreos. Pueden ser la gente más esplendida de la tierra aunque no dilapiden nunca sus dineros al que dan siempre un objetivo honesto o deshonesto ya que dineros quebrantan peñas y mercan reinos. Pero Shylock les hizo muchos y el Scrooge de Dickens, legendario personaje victoriano, jamás existió. Más avarientos de lo que parece pueden resultar con frecuencia los cristianos. Y desde luego más envidiosos y cotillas como tagarotes y dados a los prejuicios de mirones con afición a la sopa boba. Aunque los tiempos de la cultura de la queja estuvieran por venir.  El oro como el poder corrompe. Y si es dinero negro de las absoluciones generales y del cepillo de las obras pías al que se puede dar el uso que el cura quiera mucho más aún. Y esa corriente de divisas moviéndose de un lado para otro sería una de las claves para entender el nuevo rapto de los europeos.
Ellos nos han demostrado que nuestra vida era una farsa. Una entelequia. Nos tenían ganas. Artificieros de la historia, saben mejor que nadie cómo se monta una bomba que haga saltar por los aires los convencionalismos del statu quo. Tenían gente metida en Almagordo. Sabían de los coqueteos de Hitler con la banca Rothschild. Y lo utilizaron como un esperpéntico reclamo porque la política se rige por los códigos binarios del movimiento del péndulo como las combinaciones de un ordenador. Y al oficio de plañideras y a la hora de rasgarse las vestiduras no les ganan nadie. No les quedó nada por inventar. Hasta la misma inquisición de Torquemada lleva su sello. Esas monedas del ahorro de las aljamas que subyacen en el fondo de las arcas son dinamita pura para pagar la revolución. Verdaderos artefactos de relojería plástica. Cargas de fragmentación. Y nadie se moverá sin su permiso. Todos estamos a sus órdenes.
Los gobernantes necios como el Bigotitos, el papanatas Twist, Herr Alcachofa, los jefes del Castrón, y todos los que por su mediocridad nunca pasarán de meritorios de la gran banca, o burlescos caballeros de las multinacionales, mesiésdames y los caciques del Peloponeso, cayeron en la trampa. Aquí no se mueve nadie. Aquí estamos para lo que tengan a bien mandar.
-Concedido. Ustedes dominan. Son los depositarios de la llama del candelabro. Conocen los designios del plan divino. No tiene la cosa vuelta de hoja - observé.
Ella entonces se me quedó mirando de hito en hito
Sin demasiados remilgos hacia el protocolo la Meir era la misma humanidad en ebullición. Su aspecto avellanado engañaba. En el fondo seguía siendo una niña. En su pecho alentaban los mismos bríos mesiánicos de su juventud. Se los había contagiado el Abuelo como gustaban de llamar los israelíes a Ben Gurion.
-Mire la mayor tontería en que puede caer el ser humano es este antisemitismo incorregible que es el aliento fétido de la boca del mal fario. Precisamente él nos hace fuertes. Nos dan sentido de grupo. Ahorman nuestra identidad étnica. We think big and long[xxxiii]. El antisemitismo no es sino una odiosa trampa y algunos caen en ella como moscas.
-Como tantas cosas de cuanto nos rodea que no son lo que parece sino algo más. Pero ustedes al que estorba lo proscriben o lo degüellan.
- Pero nosotros no hemos inventado los campos de concentración. Yo he sabido de mucho judíos que perecieron deportados a estos centros de ignominia.
Hablaba un inglés de Oxford con la leve gradación tonal de los yanquis. Eran sugerencias lejanas de su paso por los barrios bajos de Brooklyn y de Chicago.


Aspiró una bocanada de humo y me miró con compasión como si pensara para sus adentros: “Buen preguntón me ha tocado; éste sí que es un cabeza de chorlito”. Y prosiguió hablando como en un monólogo:
-Cuando yo era niña venían a casa exilados rusos. Todos, nihilistas. Mi padre, que era un inocente, les daba de comer. Charlaban de política. Estaban desesperados de como iba el mundo pero no hacían nada. Sólo quejarse contraviniendo uno de los preceptos rabínicos: “never explain, never complain”. Yo les servía té con limón. La mayor parte estaban tuberculosos y acabaron en el asilo o se pegaron un tiro. Cuando se marchaban, tenía que desinfectar la vajilla y abrir la ventana para que se marchasen los microbios. Sin embargo, aquellos desesperados me causaron una fuerte impresión. Eran el resultado de una forma de vivir y de concebir el mundo erróneamente.  Desconocían que de tejas abajo cabe la construcción del cielo en la tierra. No habían leído bien lo que pone la Biblia.
Pulsó un timbre y entró un lacayo con librea azul y galones dorados portando una bandeja de plata. El té de las cinco que Golda, la querida Golda, a la que todo el mundo tuteaba tanto en el Mea Shearin jerosolimitano como en los elegantes distritos de Tel Aviv, seguía tomándola a la rusa. Cuando viajaba artículo indispensable de su valija era el samovar.
Y entre sorbo y sorbo tal vez pensase en aquellos revolucionarios con malas pintas y ojos febriles que visitaban la casa del carpintero Meir. ¿Qué habría sido de ellos? Saltaron desde las páginas de algún libro de Gorki para perderse en el infinito mar del olvido.
Todos sabemos que odiaba a los comunistas. Stalin era para ella la oveja negra de la familia. Algo se les fue de las manos. La utopía que quisieron fundar en el antiguo de los imperios se les fue de las manos. Por eso tornaron la mirada hacia Jerusalén para dar cauce a sus sueños de una sociedad igualitaria. Sin clases que viviera del trabajo de sus manos con una cierta decencia. Los pioneros pusieron en práctica las prédicas de Marx y Lenin aunque sin hacer demasiado aspaviento.
-Por favor, no vaya usted por ahí diciendo que nosotros somos comunistas. El comunismo es equiparable al fascismo.
La idea que pronunció la premier aquel día de abril de 1973 ante mi humilde bloc de notas es uno de las que están en boga. De lo que hoy va a misa. Que enmarca la corrección política al haber sucedido el crepúsculo de las ideologías.
Mientras, en África y en América española el hambre de los irredentos decalvados se multiplica. Argentina es hoy un ejército de descamisados. Cruel ironía. El triunfo de Israel con sus ideas socialistas ha deparado el auge de la injusticia.
Sus hábitos alimenticios eran de una gran parquedad. Y a pesar de todo había perdido la batalla con la báscula. Varias tazas de tisana o infusiones de hierba eran muchos días su dieta de rutina.


Esta austeridad de costumbres en poca sintonía con el ambiente de lujo y de poder que la rodeaba en sus viajes  como ministra de Asuntos Exteriores de Ben Gurion y más tarde en capacidad de jefa de gobierno era un detalle que destacan todos los que la conocieron. Era un ama de casa de gustos sencillos. Pero a pesar de su aspecto tan doméstico y sus aires de matriarcas, que tanto llegaba a la gente corriente - era la imagen de esa santidad laica que posee el judaísmo como una de las claves de su éxito-, Golda carecía de vida privada. Estaba dedicada a la causa. Se debía a su pueblo. Seguramente hubiera preferido una decoración de muebles espartanos y ese mal gusto con que decoran las casas los judíos de Golders Green[xxxiv]. Los cuales por muy ricos que sean le dan poca importancia a esas fruslerías a las que los occidentales damos tanta importancia.
Los judíos. Pasan por la existencia como consciente de su interinidad. Siempre de paso y dispuestos para el camino. No quieren echar raíces. Todo lo contrario que los cristianos que somos gente del terruño y de la finca con valla. My home is my castle[xxxv].
Esto les hace ser más versátil y ver las cosas de la vida bajo otra óptica. La judía. La clave de su éxito es acoplar su ego colectivo al tránsito de las épocas. Pueden también cambiar de país como de camisa.
El hijo de la Meir le salió rebelde. Se marchó de Israel y se instaló en Nueva York y consumado virtuoso del violoncelo que aprendió a tocar guiado por Pablo Casals, se hizo músico.
-Yo como muy poco. No se como estoy tan gorda.- dijo en castellano haciendo un retruécano- Pero ya así de chica. Golda la gordinflas me llamarían en su país. No frills[xxxvi]. Sans blagues, que dirían los franceses
Se andaba poco por las ramas hasta en eso, hablando de sí misma. Debía de pensar que los seres humanos no se catalogan por su aspecto exterior. Hoy hubiese tenido problemas de imagen o hubiera sido víctima de algún exaltado como le pasó al pobre Isaac Rabin, otro ruso y afín a las ideas proferidas por la Meir. Pero ahí está también don Ariel Sharon el cual tiene también perdida la batalla contra el tejido adiposo. También los judíos son seres humanos.
Por su incardinación mental se adscribía a lo heavy. Era una mujer de peso. Supo envejecer bien. A los setenta años cuando yo la conocí era una rosa fresca. Los lutos, las persecuciones, los largos pervigilios y las penalidades parecían haber hecho escasa mella en su persona. Tampoco las turbulencias de la política consiguieron expulsarla del ring.
Las faldas de Mrs. Meir -Ben Gurión así lo reconocía- eran los pantalones del naciente estado. “El único hombre en el gobierno”. El look, la imagen, la cáscara externa teníalas en mengua y menosprecio. ¡Vaya una sandez! Lo importante es la pulpa. No lo que parece sino lo que subyace. Lo que es.


El “chuppa”[xxxvii] de las velaciones hebreas cayera sobre sus hombros en 1922. En el matrimonio no le fueron las cosas bien y se separó de su marido por incompatibilidad de caracteres. No volvió a casarse. Se dedicó a la política después de conocer a David Ben Gurion.  La mujer fuerte he aquí que carecía de sexo. Vivía entregada a la sacrosanta utopía de traducir a realidad el sueño sionista. Fallidos los intentos de alojar a las trece tribus en un espacio físico (se había hablado de Chechenia, de Uganda y de Argentina), los judíos regresaban a la tierra de sus antepasados bíblicos.
Golda empezó a ver las cosas de otra manera encaramada como estaba a la imperial de aquel ómnibus blanquiazul que haría tanto ruido al circular, blanco de todas las invectivas, teniendo en cuenta de que la devolución de Palestina a los judíos supondría la deportación y el desalojo de los árabes, y áncora de salvación a multitud de esperanzas, símbolo de la vida futura como aquel barco, la “Hativka”, que llegaba a Haifa cargado de emigrantes. En el vientre de la ballena se escondía la voz resucitada de Jonás cuando miles de desclasados echaron pie a tierra.
El desembarque de los colonos se alzaría como un símbolo de los movimientos migratorios que ahora vivimos.
-Era nuestro último tren. La última nave que zarpaba.  No teníamos que dejar pasar aquella oportunidad.
Hija de un judío piadoso y observante de la Ley sabía que el matrimonio canónico no es una banalidad. Ata de por vida. Las normas relativas a la paternidad, la transmisión de la especie y hasta el mismo ritual de la fecundación es sagrado para un judío, proscriben cualquier signo de liviandad. Se toca aquí un tema tabú: el de la castidad judía que tiene que ver poco con la mojigatería a la cual nosotros estamos acostumbrados.
Para Golda Meir la liberación de la mujer no implicaba el reduccionismo luciferino de los movimientos ad lib tan populares en aquella época. Sabía que había sido elegida por icono de todo aquel grupo tan ruidosa pero lo que pretendían las feministas a ultranza tenían que ver muy poco con la mama israelí.
No estaba por la labor de las barricadas ni la quema de sostenes, la inseminación artificial, ni el amor libre. Aunque defendía la igualdad de derechos y oportunidades. Ella propugnó la idea de que las chicas hebreas debieran ir a la mili. Pero para estar en servicios auxiliares, nunca en primera línea. El creador hizo a Eva de la costilla de Adán y eso no tiene vuelta de hoja. Una guerra de géneros sería un absurdo. Ambos se complementan en la natura. No era nunca la Meir una exaltada sino una mujer que sabía el terreno que pisaba. Con pies de plomo y la cabeza en su sitio.
-Me recuerda Vd a Dolores Ibarruri.


-¿No lo dirá porque ambas llevamos moño? Hablé con ella em Moscú. No me parecía una mujer feliz pero nadie era feliz en la Rusia de aquel entonces en plena efervescencia de los Procesos. Vino varias veces a nuestra embajada. Me dijo que su familia provenía de Elizondo, un pueblo de descendientes de los marranos. Quería emigrar a Israel.  Sé que sufrió mucho con la perdida de un hijo suyo en la batalla de Stalingrado. Me pareció una persona que se encontraba fuera de su órbita y a quien el soplo del destino había convertido en estereotipo de revolucionaria. Yo también soy una persona hogareña y familiar.
-¿Mataría en defensa de un ideal?
-Odio toda efusión de sangre pero la guerra forma parte de la condición humana.
-¿Y la acción directa?
-Nunca la secundé y por eso tuve ciertas diferencias con los “chavarim”[xxxviii]del Irgún y del grupo Stern. Yo siempre seré una socialista a la inglesa.
-¿Una opinión sobre Ben Gurion?    
-La personificación misma del Estado de Israel y uno de los hombres de talla que haya podido producir la condición humana. Un genio. ¿Sabe que aprendió español sólo para leer el Quijote?
-La literatura castellana no se cifra en un sólo libro. ¿Ha leído a Quevedo? Es más judío.
-No, pero el castellano lo hablo un poquito - la vi reír por primera vez- pues mi familia procedía de judíos asentados en Constantinopla después de nuestra expulsión. Creo que eran de Segovia.
-¡Andá! La ciudad donde yo nací.
-¿De veras? Pues a lo mejor lleva algo de nuestra sangre.
Casi lloré. Era la primera vez que me emocionaba en una entrevista. Algo de eso había yo barruntado rastreando en los archivo. Pero sobre todo participaba de ese amor a los libros tan común a los judíos. El cordel de siete nudos con el que yo vi amortajar a algunos de mis difuntos me ataba a aquella estirpe misteriosa. O el besar el pan cuando éste cae al suelo. Vi morir a algunos de los míos y al exhalar el último suspiro se quedaron con los ojos fijos en la pared como si en ese lugar vieran algo. Tal vez la luz que llega. Todos rezábamos el padrenuestro meneándonos mucho balánceandonos para adelante y para atrás. Algunos de los Parra y de los Galindo recibieron nombres bíblicos en la pila del bautismo: Manahén, Benjamín, Elías. La sed de saber y una tendencia a la plegaria son intermediarios recitando jaculatorias aprendidas de coro de los misales en latín pueden ser resabios de las viejas costumbres. Hemos sido una raza que reza mucho que aprendió a andar e inicia el día con la Shema al tirarse de la cama. Iam lucis orto sidere. Pero todo aquello se perdió camino del río de la historia. Tejer y destejer. Pero estas pérdidas irreparable advierten indicios de los compendiosamente contradictoria que es la existencia individual. El alma de los pueblos es otra cosa. Tendrá que serlo. Aunque los genes tiren, la realidad se impone. Sin embargo desde que conocí a aquella impresionante mujer busco en los libros mi propia tierra de promisión.
Jerusalén carece de murallas y de adarves. Es música de las esferas, la transubstanciación de un sueño. Cada uno la ve y la entiende a su forma. Debiera ser una ciudad abierta a todos. Libre de las exigencias de los estados soberanos. La imaginamos sin compartimentos estancos ni rastrillos. La meta de la peregrinación constante que nunca se alcanzará.


Por lo cual todos los creyentes nos sentimos apátridas del espíritu. Un poco mahometamos, un poco judíos y un poco judíos. Es la convergencia de nuestras divergencias en Jesucristo.
Está claro que Dios protege a Israel. ¿Podrá entonces condonar la lucha armada?
Esta pregunta no se la hice yo a mi interlocutora pero en el transcurso de diz lustros cunado me han puesto los avatares de la vida de cara a la pared y he visto girar la actualidad de Oriente Medio en torno a la peonza infinita de la discordia, el giro sin confines, la vuelta de tuerca en ese juego de espiral del tornillo que apalanca hacia adentro y de la espiral que sube hacia afuera, la obsesión eterna, el callejón sin salida, el laberinto, me la he formulado muchas veces.
Me parecía entonces que a juzgar por la melancolía de su rostro cruzado de patas de gallo - era una vieja con el espíritu joven- y de esa tristeza que le llega al judío a través del conocimiento, que los que más saben más sufren, ella tampoco tener una respuesta en la mano.
-Estamos tratando de crear algo diferente.  Sólo se entenderá al Eretz si se tiene alma de profeta.
Misteriosas palabras. Las mujeres fuertes también sienten el peso de la fragilidad biológica. Alientan dudas. Se entregan a soliloquios desmayados. Es el peso de la púrpura. El fatalismo.
-¿Se sienten ustedes los instrumentos de una voluntad oculta allá arriba?
-Yo no diría tanto. Hay gente que nunca podrá comprendernos porque están cargados de prejuicios y nos auscultas bajo miras muy estrechas. Ahí tenemos el caso de Leví Eshkol, otro hasídico ruso. Cuando llegó a Israel, a él que era un místico, no le interesaba otra cosa que los bulldozers, la tierra, el agua, la defensa.
-¿Es cierto que Ben Gurion suprimió la palabra Dios de la ceremonia fundacional?
-A los que tienen alto trato con la Soberanía Poderosa no les gusta abusar de su mención. Sería como contaminarse meter a Dios en nuestras propias ruindades. Pero es cierto. Sólo hizo alusión a la Roca de Israel y ahí queda englobado todo.


El mosaísmo no es una religión mistérica, un código de valores. Una ética sin sacramentos pero con normas muy estrictas. He ahí los 126 preceptos y las 243prohibiciones del Torá. Pautas de conducta para pasar la vida en el temor de Dios. Y un manual contra la hipocresía porque el justo de Israel no desdeña la riqueza. He ahí la gran diferencia con las otras dos religiones que predican la renuncia. Por eso mismo, los judíos no se explican el afán de oro y ostentación de la Iglesia medieval. Les parece una contradicción in terminis y un desacomodo grave entre lo que predican algunos eclesiásticos y su comportamiento en la práctica. Para ellos, por el contrario, hay una ecuación entre saber, riqueza y devoción. No son milagreros. Para un practicante de la Ley hay tres pecados que no perdonará la muerte: el asesinato, la lascivia y la hipocresía. Por ende su intolerancia a cuestiones relacionadas con el adulterio y a los mánceres nacidos fueran del tálamo, algo que hemos heredado los españoles en nuestra obsesión por la genealogía, la limpieza de sangre, las castas, que curiosamente son una obsesión judía entendida del revés. Aquí todos quieren venir de los godos al igual que para los de Tribu de Leví es prez incomparable ser descendiente del Rey David.
Son embargo no puede haber planteamiento más contrario a las miras que se propone la religión de Jesús: el amor, el perdón de los enemigos, la caridad y la gracia que tan especificado está en el evangelio de san Marcos. Las cuatros ces, baluarte que consolidan la fe: Credo, Cruz. Caridad, Carisma. No es que sea una institución milagrera aunque no pocos la hayan deformado bajo ese aspecto, pero los milagros y esa es la fuerza básica que tanto teme la sinagoga. Son los principales reparos que pone a la Iglesia[xxxix]. La capilla protestante recogió el testigo y asumió el mismo planteamiento. Los milagros existen. No hay que dudarlo y ese es el drama de los no creyentes que no pueden tener la gran cariocinesis[xl] que experimentó la Iglesia primitiva. Esto lo convierte en la gran religión mistérica. Una religión de religiones que poco tiene que ver con las prédicas de Moisés a las que transforma y reforma sino lo que había mucho antes. Me estoy refiriendo a las creencias esparcidas por la mitología grecolatina. Pero participan de la dualidad crucial que convierten la existencia en una alternancia de Némesis e Hybris[xli]. El pago a la altanaría y la soberbia se corresponden con el horror de la venganza divina. Sendas deidades controlan los impulsos de la historia. Némesis es algo más que el título de una novela de Agatha Christie. A la impureza del barro se le compensa con la inmaterialidad del rayo de Júpiter. Y la centella acostumbra a acertar sus golpes sobre los árboles más altos y los edificios más suntuosos. La referencia se hace ineludible. Todos asistimos asombrados a la caída de los dos rascacielos simbólicos del capitalismo a merced de dos aeroplanos convertidos en venablo incandescente.  Los griegos no se cansaba por eso de mirar al cielo. Dios nos libre del día de las alabanzas, según un refrán castellana. Por eso en los dos testamentos se entiende como un mal presagio la adulación. El encumbramiento llamaba al trueno de la envidia, la ojeriza, la perversidad, la calumnia, la maledicencia. Es origen de toda vesania (βασκαvία).La palabra bascas viene de ahí y también quizás el de los vascos.  
-Einstein puso en órbita el famoso apotegma de que nunca Dios concibe ponerse a jugar con el hombre a los dados.
-El judaísmo consiste en cosas prácticas. Nuestra Constitución inspirada en la de Jefferson dice que es importante la libertad, la vida y la búsqueda de la felicidad. Con ello se daba a entender que queríamos empezar de nuevo. Lo que quería decir Einstein que la Providencia divina no lleva al mundo de la mano. Deja hacer. No es más que la voluntad del destino.
-¿La democracia ?


Esbozó entonces una sonrisa de amargo sarcasmo la mujer fuerte del gran tinglado israelí. Sabía seguramente que demos y demonio tienen una raíz idéntica. Demos era un río de Grecia. Con este hidrónimo se han logrado hacer muchas cosas. Todas las cosas que se quiera. Hasta justificar la impostura. Los aqueos le dieron culto asignandole un lugar preeminente en su religión. Uno se religa a los dioses por patriotismo y por cánones. Pero la denominación de democracia de corte occidental de la cual tanto hablábamos a la sazón haciendoles la boca agua a no pocos jornaleros del oportunismo no podía ser patrón de un estado que hacía tabla rasa de lo antiguo. Invocan a esa palabra como si mentaran a la bicha. Luego se sienten muy holgados. Pagados de sí mismos. Políticamente correctos. Pero demos era demonio. Uno de los muchos que importunaban a las deidades del Olimpo. Zeus de vez en cuando se bajaba del pedestal y les daba de comer. Montaba un circo para que se divirtiesen. Todos se acercaban a comer de su mano. Grande es Júpiter tonante que nos hace holgar en el teatro. Pero ellos sabían de sus sofismas. Se convirtieron en hermeneutas del fuego sagrado. Profesionales de la argumentación. Eso estaba a la vuelta de la esquina.
A mis espaldas en todo el día no pararon de sonar carcajadas. Esténtor se había emborrachado en uno de aquellos bares tan pulidos detrás de Picadilly donde los miércoles daban barra libre. All the food you can take. All the beer you can drink. Luego se iban camino del estadio. Jugaban el Arsenal y el Chelsea la final de la Copa de la Reina. Los pobres se conformaban con poco. Unas cuantas bufandas con los colores de su equipo. Sobre las gradas daban rienda poseídos por la fuerza de Demos a sus frustraciones. Se sentían turba y carne de cañón, de prostíbulo, cantaban el himno nacional henchidos sus corazones de patriotismo. Para curar las heridas recibidas en la gran final acudían al día siguiente al altar de Esculapio. Le ofrecían velas y acaso un par de gallos. Pues Asclepios es el dios bueno y sanador que paga los platos rotos infligidos a la multitud por el infausto Demos que en aquellos encuentros no dejaba títere con cabeza. Era la personificación de la Némesis. La multitud quería gratificaciones y recompensas. Los santos cristianos tomarían el relevo de esta deidad benigna. Algo que a los judíos les parecía idolatría.
Me hubiera gustado hacer la observación del millón pero desistí, vida, felicidad, búsqueda del confort eran apartados en los que no se incluía a los poseedores de aquella tierra. Pero en la versión de los pioneros ello no era así. Únicamente, la detentaban. Para sus dirigentes los árabes no existían. Era una raza descendiente de los filisteos. David se aprestaba al combate contra el gigante.
-Estábamos copados y cercados de enemigos.
La aviación de Golda en unas pocas horas redujo a añicos  al poderoso ejército egipcio y lanzó contra las montañas del Golán a los sirios. Israel ha ganado todas las guerras en el campo de batalla. Menos la psicológica. ¿Quién no recuerda el éxito fulgurante de Dayan en la guerra de los Seis Días? ¿O el arrollador empuje de los tanques de la señora Meir en la de Yom Kippur?


A diferencia de otros epígonos del Movimiento en pro del Hogar Judío, como Aba Eban, Moisés Dayan o Ramir Shamir que provenían de las aljamas inglesa internacionalistas, la carismática Golda nunca se dejó impresionar por el hechizo británico que consideraba postizo. Ella se decantaba por la energía norteamericana y el talante construccionista de los emigrados rusos.
Londres por aquella coyuntura seguía una política independiente con respecto a Washington en la arena mezzoriental. No habían olvidado todavía los ingleses que  los mapai de Ben Gurion les habían hecho mascar el polvo de la derrota mediante la acción directa contra el Mandato Británico. Ni el famoso libro blanco de Ramsey MacDonald o el documento Passfield
-En la patria de Disraeli nos sentimos defraudados por la perfidia de los ingleses. A los judíos nos duele la traición de los ingleses más que la de ningún otro pueblo puesto que aquí nos sentimos como en nuestra propia casa.
Llevaba razón. Ellos fueron los creadores del imperio británico. Roberto Maxwell, el rey del café en polvo, un refugiado húngaro que llegó a Londres desde un campo de concentración, estableció en Lombard Street y en Fleet street el gran emporio periodístico financiero. Rupert Murdoch, un judío australiano, desbancó a Lord Thompson. Charles Chaplin nació en el East End. Otro judío se inventó el fenómeno de los Beatles. Era el tiempo de los grandes meteoros. La revolución moderna empezó en Carnaby Street Meca de un nuevo culto. El pop. Y las carteleras del Strand estaban llenas de directores que se llamaban Leví y Samuelson. La humanidad debe a los judíos, inventores de la modernidad, el music hall. Y no quiero dejar pasar por alto la cita a las famosas series populacheras de los “carry on” con los que el público londinense se desternillaba de risa y en los que llevaba la voz cantante un actor italo judío por nombre Sid James, con una enormes narices aplastadas, feo como un demonio pero epítome del cockney y al que quería toda la gente.  Su compañero de reparto era un ventrílocuo, Kenneth Kendal, que padecía una extraña enfermedad, atresia, imperforación de los orificios nasales. Se las operaron pero los dejaron mal.  Yo no he visto hoyos de la nariz tan descomunales. Parecían cavernas.
A principios del año 73 los ingleses hacían reír al mundo y eran un modelo resonante a seguir en el mundo por su desenfaldo elegante.  Nunca alcanzó la civilización tan alta cima. Pese a las zambullidas de la libra esterlina que tanto escandalizaban a Capmany, la serpiente monetaria, las conferencias de valuta en Brenton Woods. A las huelgas del carbón que dejaron a medio país a oscuras en aquel invierno miserable que llamaban los críticos The Winter of discontent parafraseando a Shakespeare. Muchos ingleses emigraron a Australia pero tampoco es menos cierto que se cumplió el análisis del premier MacMillan que les contaba a sus paisanos desde los sillones del banco azul que nunca lo habían tenido tan a huevo. You never had it so good.


Y era cierto. Fueron muchas las clases medias que salieron de la cartilla de racionamiento y empezaron a motorizarse. Por las carreteras del país siempre circulando por la izquierda hicieron acto de presencia los tradicionales Morris a la puerta de los semi adosados. Después llegaría el Mini. La comida era la más barata de Europa y la fruta y el té seguía llegando desde las colonias. No. Nunca los habían tenido tan bien los británicos. Pero todo aquello lo contó mejor que nadie el pobre José Antonio Plaza. Era imposible a aquella gran raza llena de inventivas y de recursos en su feudo. Para adorar a los dioses en su nueva ara llegaban caravanas de peregrinos papanatas. Todos miraban para el obelisco de Nelson cuando saltó por los aires el coche de Carrero. Némesis se había cobrado su revancha. ¿Quién perpetró aquel gran magnicidio ? Horas antes el almirante acababa de entrevistarse con el Secretario Kissinger y de recibir el abrazo de la muerte.  Se rompía así la cinta de transmisión de un sistema al que se cerraron las puertas del futuro. Las columnas del templo se vinieron abajo y Sansón pereció rodeado de filisteos.
Yo estaba empapado de teología pero a pesar de eso nunca  me resigné a dar de mano a mis estudios helenísticos que había emprendido en aquel seminario de Segovia alma mater de mis designios para bien o para mal. Aprendí a interpolar conexiones y a extraer consecuencias deductivas del misterioso entramado de las religiones que tanto nos atan a Dios pero que a veces tanto nos alejan de Él.
Inglaterra pese a la niebla, el puré de guisantes, la flema de sus habitantes, el Peñón de Gibraltar, el que siempre nos ganaran al fútbol y que siguiesen siendo tan suyos, seguía siendo un país adorable donde la vida era relativamente fácil.
Los jóvenes universitarios que querían aprender lo empezaron a tener en su punto de mira. Se apuntaban los veranos a los campos de trabajo. Allí aprendían algo de la lengua que hoy tanto nos encandila y a pasar privaciones. Había quien a la semana emprendía el camino de retorno hacia Dover pero no faltaban aquellos a los que les entusiasmaba y luego regresaban a España para contar sus ligues.
Gran Bretaña aunque declinante era una gran potencia que podía caminar a su aire y no se había inventado la simbiosis con América. Cierto que la debacle terrorista era una sangría y que el poder de los sindicatos tenía aterrorizados a mucha gente de bien pero nunca se conoció otra nación con la solidez y estabilidad democrática de aquel país, pavimentada sobre el respeto mutuo, un cierto sentimiento de indulgencia para sí mismos. Sabían que el parlamento era un teatro, nunca una trinchera, ni un campo de batalla y que la sangre nunca debiera llegar al río.
Podían los ingleses mirar por encima del hombro a los norteamericanos y darle lecciones de civilidad. Jóvenes yanquis morían a puñados cerca de los marjales de Hanoi.


Mucha agua se ha deslizado por los tajamares bajo los puentes del Támesis. Tony Blair se ha convertido en acólito de George Bush a todos los efectos. Washington y Londres que van a su aire y a las ancas de su antigua colonia el poder británico ha vuelto a cobrar parte de su prestigio. El imperio ha vuelto por donde solía siguiendo la tradicional política de balanza de poderes que tan buenos resultados les diera en el mundo. Regresan a la talasocracia. Britania quiere volver a dominar las olas y puede que lo esté consiguiendo bajo el paraguas del otro país anglosajón, que es su mejor aliado y del único que se fía y Londres más que nunca ha venido a convertirse a expensas de Bruselas en la Jerusalén del norte.  La capital de la globalización. No han querido entrar en el euro. Sabia medida. Puede que vuelvan a poner a Europa de rodillas y en esta ocasión sin disparar un solo tiro.
La altanería e independencia de un Wilson o un Callaghan  o el mismo Heath no tendrían cabida en la actualidad con un Tony Blair que contrahace todos los gestos de Blair. Se ha convertido en edecán del gran gendarme. Bush y él recuerdan cada vez más a los dos hermanitos a lomos de un mismo caballo. Cástor y Pólux. Controlan las riendas. Al diestro la fusta. En el talón la espuela y so es preciso soltarán el látigo. Mientras, Europa vive horas de gran confusión.
El gran debate entonces era entre los británicos ser o no ser europeos. Nunca se han sentido como tales, pero entonces, aunque no hubiesen horadado los ingenieros el túnel bajo el Canal, las Islas estaban más cercas del continente.
Londres seguía una política autóctona con ideas propias en Oriente Medio. Había un sector del parlamento capitaneado por Carrington favorable a los árabes. Claro que en este trato de favor no mandaban criterios altruistas sino razones del vil metal.
Teniendo que dar salida a su poderosa industria armamentista la parafernalia militar armó hasta los dientes a Sadam Husein. A Siria e Irán. Kuwait y Arabia Saudí eran los mejores clientes. Se construyeron varias fábricas en los Midlaands para suministrarles rifles de asalto, cañones y carros de combate. La casa Land Rover gracias a tales pedidos consiguió salir a flote.  En Bristol se construían fragatas, en medio de grandes protestas de los israelíes para la armada egipcia. Los ingleses vendieron a los países productores de petroleo todo lo que dispara, detecta o hiende. Desde bayonetas de punta acanalada hasta cartucheras, pontones y estaciones de radar.
Los clubs de alterne del Soho y las tablajerías y garitos de Park avene se disputaban los clientes y contendían fletando incluso aviones chárter a Ryad para traer jeques que venían a la metrópoli a girar visita turística. A veces a echar una canita al aire. Tales pendoneos, como consta en las elegantes crónicas que publicaba por entonces Alfonso Barra en ABC, resultaron agua de mayo para las exhaustas del Inland Revenue.


Los almacenes Harrods eran el gran poder y a este fenómenos lo denominaba The Gulf golden Stream. La corriente de los golfos de oro. Por aquellas calendas los chistes de Cummings en el Daily Express eran sencillamente geniales. Con sus abuelitas sin dientes, de sombreros y pompones floreados, obreros de la construcción que se pasaban todo el día en el pub parodiando a Snoopy, amas de casa chaparras, que no miraban con cara de mucha paz a sus consortes cuando llegaban al hogar.
Pero donde Cummings rizaba el rizo era cuando se ponía a dibujar hurís entrando en manada por la puerta de un lujoso establecimiento de alterne en el West end. En la acera esperaba aparcada todo una caravana de Rolls con sus cocheros galoneados. Tampoco las chicas de la vida alegre lo tuvieron tan a huevo como diría el clemente y paternal premier Mr. MacMillan. A los amantes meridionales de las Mil y Una Noche les gustaban las nereidas del norte. A ser posible, rubias.
Corrían los años de las call girls[xlii] que a muchos nos hizo pensar que se acercaba la época de la Gran Meretriz del Libro de los Libros que corrompía con su prostitución la tierra. El sexo trae detrás una secuela de llantos y de sangre. Al estado laboratorio le correspondería acelerar aquel designio por lo que seríamos todos las víctimas de su destino. Las rameras se apoderaron del mundo y la gran introductora de la democracia española sería precisamente una que llamaban la bastarda, hija de un gran gerifalte el que clamó desde los balcones de una calle madrileña “Rusia es culpable”, amigo de Hitler, y de una novelista por entregas. Estábamos en los pródromos de la enorme novela rosa y la gran cantonera traería la inquietud a los corazones. Mi inquietud no podía ser apocalíptica. Yo vi desatarse las nubes que desencadenaron aquella tormenta desde la imperial del ómnibus que hacía la ruta entre Picadilly y los barrios marginales del Castillo y el elefante al otro lado del río. La embajada nuestra en la Corte de San Jaime se había convertido en un lugar de destino para los peregrinos de la conspiración. El Super Embajador los recibía en medio de gran aparato mediatizo y de muchas bendiciones. Por allí pasaban individuos de todos los pelajes.
 Todos recordamos el asunto Profuso, el espía Ivanov y aquellos dos ministros del gabinete conservador que fueron cogidos in medias res por la indiscreta camara de un periodista en retozos expansivos con jovencitas. Empezaron a tener vara alta los proxenetas. Los hubo siempre en la historia pero nunca me parece fueran tan importantes.
La modelo Twiggy cobraba cien guineas la hora por posar solamente en un estudio. Estaba en los huesos. Pero si se querían más rellenitas y los artistas deseaban ganar menos dinero podrían contratar los servicios de la Gamba (The Schrimp). Un carro de huesos que parecía una tabla abrió el portón de la anorexia hasta la tumba. El heredero del Gran Condómino al que conocemos por el sobrehúsa del CEJAS CIRCUMFLEJAS todavía no había venido al mundo porque su madre no lo había parido.


Todos los líos de cama de estas personalidades de la imagen y la pantalla eran tema suculento de la prensa amarilla llamada de cejas bajas. Lo que pasa que en Fleet street estos discreteos se hacían con más elegancia y había más variedad y alternancia de protagonistas del escándalo. Un fotógrafo por nombre Anthony Armstrong casado con la princesa Margarita era el gran preboste de aquel mundo de los retratos artísticos. La prensa del cotorreo no había hecho su irrupción nefasta y sus filtraciones se mantenían en un perfil de aristocracia sin pasarse a mayores. Hoy, cuando los corondeles cayeron tan bajo, quizás no se puede decir.
Pero la mujer no deja de ser un enigma. El sexo es un trágala, pozo sin fondo y laguna negra de los enigmas.
Nunca se llegaba a la danza de los siete velos. Sadam Husein era uno de los que se dejaba ver con mayor frecuencia. No había sido sabatizado todavía ni le habían colocado detrás de la chilaba el rabo maligno. He was just a good friend of Great Britain and we in foreign policies we pursuit our interests. Sabia medida. Regla que no falla. El corazón del león británico tiene a la derecha un código de barras. Fundamental, querido Watson.  Las guerras fomentan la fraternidad de armas amén de ser un buen negocio. Además, con estos dictadores siempre jugamos al tiro al plato y podemos probar nuestro material. No tiene porque ser en la actualidad el teatro de las hazañas bélicas el campo del honor. Eso era antiguamente. El Gran Condómino iba quinchando la geografía del globo terráqueo y a los más muertos de hambres era a los que les vendía los rifles más potentes, la artillería de mayor cadencia, los aviones de combate con mayor versatilidad en defensa y en ataque. Estuve seis años componiendo despachos para mi periódico desde las cancillerías más importantes y llegué a darme cuenta de que toda esa cachaza sesuda de los artículos de fondo no eran más que puro camelo.
El periodismo moderno es un buen duerno y abrevadero para los sofistas modernos y la política recicla a desaprensivos y malvados. Dios los cría y ellos se juntan. Pero no vayáis a buscar ética en el New York Times. América sólo tiene intereses. Lo han proclamado. Su religión es el Almighty Dollar y eso lo aprendieron de los ingleses para los cuales la sola mención de la libra esterlina en sus conversaciones (Pounds) sume a los que lo pronuncian en levitaciones y fotismos. La Bolsa es un camino místico.
 Tenía fama de cliente serio, bien plantado, moreno. Parecía una encantador de serpientes y por aquel entonces estaba en la nómina de los servicios secretos, esos que compran voluntades y esquematizan contiendas donde convenga. El sueño de muchas jovencitas y valientemente munífico y elegante como un caíd de Bagdad. La valuta se desplomaba pero llagaban los árabes y la ponían a flotar.
Insistiendo en el líder irakí, tenía por costumbre llegar al Savoy escoltado por una corte de gorilas y la mitad de sus concubinas. Compró medio barrio de Kensington Sur para alojar a su harén. Lord Carrington en honor al ilustre huésped mandaba desenrollar la alfombra roja. La reina le invitaba a tomar el té con pastas. Aunque todos estos cumplidos no se podían ni comparar con los tributados al Rey Faisal.


Se trataba de un personaje mítico por aquellos días cuando muchos cinéfilos andaban bajo la impresión de la fantástica interpretación que hizo Peter O´Toole de Lawrence de Arabia, aquel escritor británico que cayó bajo la fascinación del desierto, que trabajaba para los servicios secretos y escribió un libro nada desdeñable como son “Los siete pilares de la sabiduría”.
Fui testigo de aquellas movidas porque un amigo mío de  Ferrol que trabajaba como portero principal y jefe de zaguanetes en una de las timbas detrás de Picadilly a los que el regio personaje solía acudir me daba cuenta y razón de las idas y venidas de aquellos árabes. Nada de moros. Árabes. Llegaban como maná del cielo y todos ponían el cazo y mucho se holgaban los camareros, los lacayos, los pincernas, los marmitones y cocineros y hasta las chicas conejito. Verdaderas bacanales, oiga. El vino y la cerveza corrían sin tasa. Aunque Mahoma prohibió a sus partidarios degustar el fruto de las uvas, debían de pensar que un día es un día. Se encargaban a España y a Italia los caldos más generosos. Las destilería escocesas se ponían las botas pues por lo visto los beduinos estaban hartos de lo mismo todos los días: leche de camella. Con lo que se olvidaban de las suras coránicas y caían rendidos a los pies de Baco. Le daban al güisqui que era una bendición y luego se mostraban muy largos en propinas.
- Los días que viene el King no me bautizo por menos de cien quid. Una noche me puso en la mano un fajo de billetes. Metilos en bolso, abrile la puerta del Jaguar que traía y cuando llegué a casa conté el montón y vi que me había dado nada menos y nada más que mil libras esterlinas. Aquel hombre no sabía lo que hacía. Me puse a pegar brincos.
-¿No sería un farol, Benitiño?
- No lo creo pero si lo fue, bueno para mi bolsillo.
A veces pasaban cosas maravillosas. Era la era Cáncer y la conjunción del astrolabio marcaba tiempos rumbosos para nosotros. Época abierta y competente.  La de los cuatro puntos cardinales de la Cruz. Saturno espectral no había asomado la oreja para nosotros. Por eso aquel inefable premier, que había sido librero, les había intimado a sus patriotas la frase célebre: “You never had it so good”.
Jerusalén estaba en la memoria y Golda era la embajadora más que de una tierra de una idea. Sus miembros cansados no dejaban por eso esconder aquel entusiasmo bíblico que era dinamismo y energía. El resultado patente ante mis ojos de más de tres mil años de judaísmo. De observancias alimentarias. De obstetricia.
La barca de Israel puede ir dando tumbos y a veces amenaza con encallar pero es una nava indestructible.
Me dieron ganas de entonar un salmo y que lo cantaran todos los camareros del Claridge, aquellos mayordomos estirados que recordaban a Hudson el personaje de una celebre serie que pasaba la televisión en aquellos meses: “Upstairs, Downstaris”. Arriba y abajo. Ganaba la partida el estado probeta. Pero seguía esperando al mesías con insaciable sed de verdad.
-¿Qué opinión le merece el general Franco?


-Existe en él un amor mesiánico hacia España. Igual que el de los primeros sionistas hacia Israel.  Él intentó hacer una rebelión total y desgarrada con una España desgarrada, enferma de su calamitosa historia. Abriremos relaciones diplomáticos. Los buenos judíos tendrán que estarle muy reconocidos el general por lo que hizo por algunos de nosotros durante la segunda guerra mundial. No podemos decir lo mismo de Chamberlain que cedió al chantaje árabe.






EL ILUMINISMO LULIANO Y LA RECONQUISTA DE JERUSALÉN


7“El hombre si desea acceder al conocimiento de la trinidad tiene que renunciar a la carne y desentenderse de las evidencias que le brindan los sentidos”. Sobre tal premisa se centra la filosofía de uno de los grandes pensadores católicos del otoño de la edad media. Raimundo Lulio, y con ella justifica la preeminencia o excelencia del cristianismo sobre el mahometismo o el judaísmo.
La irrupción de este fervoroso mallorquín. Que cultivó todas las artes (astrología, medicina, física, teología, gramática, patrística y filología pues era políglota) va a ser un hito cuya altura no ha sido superada. Él es una figura central para todos aquellos pensadores que piensan que Xto es el alfa y omega, el principio y fin de la historia sin concesiones fáciles a la aljamía conversa.
No renegó de su fe. Antes bien, por ella padeció cárceles y persecuciones (el cadí de Bugía lo metió en una mazmorra por poner en entredicho determinados pasajes de la teología coránica, que es, como se sabe, menos especulativa que positiva, todo un ejemplo de tolerancia a la andalusí; al santo le aplicaron no una de populo bárbaro, simple y llanamente “una de tres culturas” y en ración doblada) y como consecuencia de estos vejámenes cayó gravemente enfermo muriendo en alta mar en el viaje de regreso a su tierra natal[xliii].
Su postura cobra un singular relieve en la actualidad porque Lulio estudió a fondo y se empapó de la cultura árabe llegando a la conclusión de que el cristianismo ofrece un cuadro de valores superior al islam. Ese fue su mensaje, un mensaje que firma con su sangre y que adquiere relevante interés cuando se está operando en nuestra Europa siete siglos después una trayectoria inversa.


Lo andalusí y el Andalús, como dicen los repipis, encuentra adeptos entre los intelectuales de mesnada, los escritores de aluvión y los mamporreros del régimen. Quienes se hacen lenguas de la filosofía coránica mientras fustigan al Galileo. Todos sus elogios son para la media luna, que si fuese ad invicem aguantaría menos que un vendedor de catecismos de la doctrina cristiana a las puertas de una sinagoga. Pero venga una de tres culturas. Otra más.
Su vida da un vuelco al cumplir los treinta años cuando decide abandonar la vida galante que llevaba y hacerse monje y apercibirse para una larga peregrinación tanto psicológica como física.
El fuego que le quemaba era la conversión de los judíos y de los mahometanos al redil de la verdad. Mas, por lo visto, aquella era una idea a la sazón también políticamente incorrecta. Los papas, los cardenales y los prebostes de las grandes ordenes religiosas estaban a lo suyo. Que eran las intrigas, la pugna por el poder político, las riquezas, la soberanía, el predominio y el cisma.
La verdad - dice en uno de sus libros más característicos, el Breviculum y uno de los incunables más valiosos que fue ilustrado por un pendolista de categoría, un canónigo de Chartres por nombre Le Mesyer a finales del s. XIII, pasa por uno de los manuscritos más bellos de la órbita- está encarcelada en un calabozo y hay que ir a rescatarla. Languidece en prisiones, cativa de moros y de judíos sin que aquellos que en la iglesia tienen en mando y jerarquía se dignen mover un dedo por conseguir su libertad. Mientras esto no suceda, el pueblo de Dios seguirá en manos de charlatanes y esbirros.
Del pensamiento revolucionario luliano, inflamado de un fuego abrasador, participan los grandes santos y místicos de aquella centuria :Catalina de Siena, Francisco de Asís, Gertrudis la Magna, así como algunos de los “pequeños maestros alemanes” que derivaron en heterodoxia.
El franciscano mallorquín es uno de los mayores pensadores escolásticos. Todo sus sistema teosófico representa una refutación de la sensualidad muslime, basada en el principio aristotélico de “nihil est intellectum Quod prius non erit in sensu”[xliv]. De este principio hace bandera el cordobés Averroes. Sin embargo, para la teología católica los sentidos jamás podrán ver a dios. En todo caso, la máxima aristotélica es inútil a la hora de exprimir las complicaciones teológicas de la procesión trinitaria.
Para comprender este misterio no bastan las meras fuerzas humanas ni las potencias del alma - memoria, entendimiento, voluntad - alcanzan la cúspide de la contemplación sin la iluminación específica que el todopoderoso otorga cuando, donde, cómo y en qué m medida a quien quiere. Es hora de enumerar los complementos circunstanciales del accidente modificador de la sustancia que en latín rezan: utrum, quid, de quo, quare, quantum, quale, quando, ubi, quo modo, quocumque. Estos diez predicables se convierten, según lo que explican las escuelas de periodismo en las famosas siete W de la noticia: who, where, whom, with what, with whom, what y when.


Para acceder al conocimiento trinitario hace falta un tercer ojo. Allí donde se sitúa el Finisterre de la razón se abren las puertas del paraíso cristiano que a diferencia del que predicara el Profeta es puro gozo intelectual. No el que deparan los goces carnales ni las orgías. Sino la simple y pura contemplación de la verdad infinita. De la belleza sin trueque. Es la música que no se acaba porque los instrumentos no paran en lo que sigan girando las esferas. Una música callada. Una melodía secreta. Sin espasmos ni intermisiones. El alma en estado de gracia dará de lado a las tristezas que son recua de todas las lascivias. Amor trae consigo desengaño. El amor humano se acaba pero el divino no tendrá nunca fin. Los cuerpos gloriosos carecerán de apetencias y de necesidades físicas en contra de las prédicas del filosofo de la Córdoba califal cuyas obras dieron la vuelta al orbe haciendo caso omiso de que el padre del personaje hubiese sentado plaza como verdugo oficial del rey Abderramán III quien como se sabe aplicó el rasero de las tres culturas a innumerables mozárabes que fueron degollados bajo su califato por no querer renegar de la fe de Cristo. Era la tolerancia según la entienden los discípulos de Mahoma y algunos muladíes de la acera de enfrente como Muñoz Molina, Gala, Goytisolo con sus pipiolos. La destrucción de todos los monasterios que como un anillo de oro cercaban a la capital de los omeyas y la decapitación de sus nutridas congregaciones fue un caso típico de “tolerancia sarracena”. Sarajevo, un nombre que ha dado pie y sirvió de pretexto para el estallido de una guerra de desquite, no existe.  Es una nefasta entelequia en la mente sanguinaria de algunos príncipes.
En la actualidad cuando el hedonismo impera y el culto al cuerpo mueve ríos de dinero y suscita verdaderos movimientos de fervor en las plateas midriáticas y los grandes serrallos de la publicidad, poblados de huríes y de eunucos, para los que la salud, la belleza y la potencia sexual son un valor absoluto mecanicista y funcional, el averroísmo vuelve por donde solía haciendo tambalearse a los valores cristianos de la existencia y mientras España se desespañoliza y descristianiza a marchas aceleradas. Parece ser que sus enemigos históricos a los que secundan los aqueos surtos en el fondo de las tripas del caballo de Troya que nos vigila amenazador vienen metiendo prisa. Una de tres culturas y diecisiete de autonomías.
Pero ésta no es desde luego una idea original del mundo árabe, el cual absorbe como una esponja de forma avasalladora todo aquello que le salta al paso o donde impone su ley, en contra del criterio que vienen sosteniendo los mencionados Gala, Muñoz Molina y otros incondicionales de Ben Laden, muladíes de la hora undécima. Los musulmanes copian a los griegos. Averroes  no es más que un intérprete parcial de Aristóteles quien le inspira no sólo en el cuadro de las artes liberales sino en los tratados de mecánica, medicina, botánica, para componer sus tratados.


La sombra de don rodrigo vuelve a planear, funesto fantasma, por los horizontes españoles. La machaquería e insistencia, verbigracia, con que ensalzan los quintacolumnistas de Polanco a todo lo andalusí (el verbo no puede ser más cursi), sin reparar siquiera de donde viene la palabreja que no es otra que una derivación de vándalo. Y los vándalos, que yo sepa, eran godos, tribus venidas con los bárbaros del norte y que ocuparon el sur. Pero nos hacen creer que eran bereberes y, oh locura de las locuras, relacionan a éstos con los vascos, que eran los iberos de pura cepa y que por supuesto no tienen nada ver, aunque algunos lo pretendan con la decimotercera tribu perdida de Israel.  Pero hoy está todo manga por hombro. Hasta la historia se vuelve contra nosotros y es un instrumento de venganza como una clava que se vuelve con nosotros. ¿No decías que entonces aquello? Pues ahora lo otro y lo otro es justamente lo contrario. Venga otra de tres culturas. ¿Y Boabdil el Chico no lloraba al salir de la Alhambra? Ni mucho menos. Iba bajando la cuesta crispados los puños y no dejaba de repetir su frase preferida, aquello de ya volveré y os vais a enterar de lo que va a valer un peine.
Estaban desconformes con la lectura que se hizo de la historia de España y ahora están aquí los escribas para borrar los pasajes aquellos en los que no se encuentran agusto. ¿Y la objetividad? ¿Y la verdad? Esa no interesa. La verdad la escriben los vencedores. Boabdil vuelve a lomos de su mula muy enjaezada y atalajada. Lleva por palafreneros a Muñoz Molina y a Salmón Rojo que van delante al frente de un grupo de músicos que tocan chirimías y zampoñas, flautas traveseras, oboes, etc. el que parece su capataz acciona en lo alto la batuta y va repitiendo sin parar: Tocala otra vez, Sam. ¿Que me la toque ? ¿Pero que dices? No, home, no que tu no sabes inglés. Lo que yo quiero decir es “play that again, Sam”.
Y el dulzainero empieza otra vez. Y nosotros en esas estamos. Angustiados, asqueados, con ganas de emigrar, pero para nuestra desdicha no tenemos un lugar adonde ir.


Pero de la misma forma que Malen tiene nombre de tango, Averroes suena a error y a plagios descañados. A huríes y bayaderas danzando el contoneo de los siete velos. A guerreros del Profeta caídos en acto de servicio y a los que por su buena lid se reserva en el jardín de Alá un lugar de preferencia. Si perdieron un brazo o una pierna los valerosos combatientes, éste les volverá a nacer, pero no así si se trata de los genitales porque abomina Mohamed de los castrones y les veda la puerta de la vida eterna. Por ende todos los soldados del Profeta se guardan muy bien sus partes pudendas antes de la refriega. Un tiro en los cojones puede significar para ellos, que son de talante supersticioso, la caldera de Pedro Botero. La parusía del islam es lo más parecido a una interminable ruta del bacalao con interminable estaciones en las que se promete sexo del mejor, alcohol y pastillas para aguantar. Es para hacer la contra al cielo que se tiene prometido a los cristianos demasiado aburrido e intelectual. El jardín de alá es todo sensualidad y sentimiento. El edén cristiano concepto y categoría. En uno manan ríos de leche y miel, se comen frutas tropicales, melones y sandías y los usuarios contarán para su disfrute con una buena provisión de las mejores esclavas aprehendidas en alguna razzia framontano en el Caúcaso o cerca de las montañas de León. En el otro nadie hará esas porquerías ni se entregará a la gula ni a la borrachería, el goce consistirá en la eterna contemplación del rostro del Señor.
La resurrección de la carne que canta el credo niceno va por otro lado diferente al que predican los imanes, aunque no cabe duda de que sea muy atrayente prospecto este jardín de Alá para los jóvenes incautos de los zocos musulmanes. Lo sufre Israel en sus propias carnes. Por todas partes en Palestina corren candidatos a kamikaze , los que recurren a la inmolación por una causa. Justa o injusta. A ojos cristianos esto no deja de ser un antenado contra la propia vida y contra la de los demás, pero la religión de los sunníes y sufíes no fue nunca una religión pacífica porque tan guerrero es Alá como el que emana de todos los libros del Antiguo Testamento. Recurre a la amenaza y al fanatismo y apoda a muchas de sus guerras santas.


El martirio cristiano es de otra manera. Jesús nunca enseñó el camino del verdugo. Escogió ser víctima y ahí puede que resida una de las claves de su indestructibilidad porque esta máxima más que humana es garantía de orden divino. Tampoco cabe, a diferencia de los judíos, entre nosotros la ley de la venganza, sino la del perdón y el olvido de las ofensas, un consejo que desestima, a lo que se ve la sociedad española del verano del 2002, cuando andan por las montañas de León desenterrando cadáveres de fusilados por los nacionales. Por lo visto los rojos fueron mancos y no hicieron ninguna judiada. Tengo para mí algo muy presente que para nosotros los que vivimos la dura postguerra resulta casi una idea fija que todas las cunetas de las carreteras asturianas están sembradas de cadáveres. Por lo visto, esos muertos no se cuentan. Son fallecidos por las armas que no tienen el galardón de ser recordados como muertos de primera, sino de segunda o de tercera categoría, porque fueron víctimas de la gran represión organizada por las hordas rojas de un gobierno judeo masón como el de Azaña[xlv]. Sin ir más lejos el otro día el tabernero Fariño, que tenía quince años en el verano del 36, me contó como mataron a dos curas de Soto de Luiña en el prado boyal del pueblo anejo, que se llama San Martín. Uno se llamaba Vicente y el otro Dámaso. A Vivente le propusieron sus esbirros que si gritaba viva Rusia y arriba el comunismo que lo perdonarían la vida. Él se nego y murió profiriendo vivas a Cristo Rey y arribas a España. El otro que era el coadjutor también ante la misma zanja recibió la misma proposición. Atemorizado y lleno de pánico por las escenas que acababa de presenciar, el fusilamiento de su hermano en la fe, se avino a las conminaciones de sus esbirros y proclamó su adhesión a la república. De nada le valió aquella renuncia in articulo mortis porque lo mismo que el otro sería pasado por las armas. Nadie se ha interesado por sus cadáveres ni hay arqueólogos que busquen sus restos debajo del bromo y la festuca y los tapines de los cernidos prados de aquella verde provincia cuyas cercas recuerdan a muchos creyentes la existencia del paraíso. Ahora al cabo de casi tres cuarto de siglo yo me hago la pregunta si Dámaso, vacilante en sus convencimientos en el último instante, se le debe honrar como mártir igual que a Vicente su compañero y yo pienso que pese a la hesitación, tan humana por otra parte, del último momento, recibiría la orla de los que mueren en comunión con la palabra eterna.
En abono de lo antedicho, el Beato Ramón Llul trató de combatir con su cálamo incandescente, inflamado de caridad y de perdón - lo llaman Doctor Illuminatus los escolásticos- expugnando con sus huestes dialécticas las cohortes de sus ideas, los manípulos de la exposición clara y contundente, los muros del castillo del error del que es alcaide Averroes con toda su recua. Porque su conocimiento no viene apoyado en la razón sino en la apariencia (phantasmata).
Los embaucadores cultivaron a los incautos de todas las épocas. A lo que se ve, a las proposiciones averroístas no les falta clientela, ya que tanto el positivismo como el materialismo dialéctico, que entroncan directamente con la filosofía del erudito califal, se basan en lucubraciones. La fe cristiana no es susceptible de pruebas causa efecto igual que una ley física. Convenido. ¿Mas, no podrá decirse lo propio del mahometismo o del mosaísmo que arrancan de las corrientes egipcias y de los grandes mitos griegos sobre la interpretación del mundo? Hay historias que cuenta la Biblia que están calcadas de algunos cuentos populares de la tradición oral de Tracia. El corán, que es un salpicón de varias tendencias donde se dan cita tanto Jesús como Moisés y que sus seguidores tienen por tan cierto que dicen que fue escrito por inspiración angélica y hasta serían capaces de matar a todo aquel que ponga sus puntos en dudas se retrotrae a ciertas aberraciones de los maniqueos y de la heliolatría persa. Dicen que fue redactado por un rabino que odiaba a los cristianos y mediante la inserción de gran copia de patrañas, apólogos, consejas y dogmas que se repiten una vez en los hemistiquios de este extraño libro dio vado al desprecio que sentía hacia la persona de Jesús.
Averroes arrastra detrás de sí a toda una corriente de ateos y agnósticos, verdadero caballo de batalla contra la iglesia romana, puesto que sostiene que fe y razón circulan por vías opuestas.
Dice que la naturaleza carece de ética y que Dios no podría meterse nunca en nuestras batallitas.
Era lo mismo que sostenía Einstein: que Dios tiene sus reglas y que no se pondrá a jugar nunca con nosotros a los dados, puesto que se reserva el derecho de admisión.
El no tiene necesidad del mundo por Él creado. Aquí viene el matiz supremo de divergencia. Averroes enseña que Alá está lejos, parece como dormido. Es una blasfemia querer tratarlo de tú a tú.


Se trata de una deidad ordenancista que cobra su canon mediante la plegaria colectiva y a ciertas horas determinadas del día. Nadie puede alegremente dirigirse a él porque sí. Justo lo contrario de lo que enseña la norma calvinista y luterano de un dios particular, amigo, al que se ha de acudir en caso de necesidad o para hablar sin más. Los islamitas desconocen y desprecian la oración mental. Es una reminiscencia persa de la oración comunal, cubiertos todos los creyentes la cabeza. Señal de sumisión a su voluntad. Sus designios no podrán alterarse porque todo está escrito en un código de rigurosos caracteres fatalistas. El corán desconoce el libre albedrío pero en sus suras acomete la unión con alá mediante la guarda de los preceptos, que son la oración diaria, la peregrinación a la meca, el ayuno y la limosna y la guerra santa contra los enemigos del profeta.
Fanatismo y proselitismo asi como una fuerte imaginación y un estilo poético del todo innegable se reparten el espíritu de las suras. No hay más dios que Alá. No hay más libro que el corán.
Este oscurantismo quizás haya precipitado a los pueblos que lo siguen en el retraso tecnológico rayano en la barbarie. Pero el islam es la fuerza del número. La multitud convertida en masa. Ha surgido para avasallar.
Alá. Punto en boca. Es el ojo que todo lo ve y todo lo dispone. Viaja en su carro dorado y visita una por una todas las galaxia aventando en su discurrir el tamo de las estrellas. Ese polvo cae a la tierra convertido en polvo de los siglos.
A dios no se le puede catalogar ni conocer o contemplar de la misma manera que se observa un paisaje con unos prismáticos.
El sorprendente cuadro de valores del hijo del cadí, tan impregnante como sugestivo, hizo que sus ideas fueran muy difundidas en el otoño de la edad media. En las aulas de la Sorbona se explicaba a Averroes largo y tendido. Pero hablaban de oídas aquellos dómines. En toda la universidad parisina no había ni una sola cátedra de árabe, lo que indignaba al humilde franciscano recién llegado de las Baleares. Ramón dominaba ese idioma a la perfección como muchos de aquellos caballeros catalanes adscritos a la leude de los grandes reyes de Aragón. Su padre, un burgués fronterizo, había tomado parte en la conquista de Palma por las huestes de Jaime I el Conquistador.
Un empeño tuvo Lulio: meter en el índice al autor de los “Comentarios”, el “Tratado de la Triaca” y del “Discurso acerca de si Dios se ocupa de nuestras cosas particulares”, y que quedase proscrito en las cuatro grandes universidades del medievo (Oxford, Paris, Bolonia, Salamanca).
Considera que Ben Rashid Averroes era responsable del letargo intelectual en el cual vivía la Escolástica donde muchos maestros se pasaban horas y horas mirandose el ombligo y debatiendo el sexo de los ángeles, desconociendo la categoría y virulencia del enemigo que se cernía sobre la cristiandad.
Él lo conocía. Por eso su obra infatigable (265 títulos) está impregnada de ese tesón misionero y catequista. Acaso fue un pretexto - los puntos de vista que sostiene son contendibles- para escribir bellísimos libros en un catalán rutilante. ¡Cómo no entusiasmarse con la prosa de un Libre de Meravelles que es un verdadero tratado psicológico para conocer la mentalidad del hombre que vivía en Europa el siglo XIII!


A Paris le conduce el afán de una entrevista con el papa al que visita en Aviñón ya casi al final de sus días. Su propuesta es la constitución de un colegio de estudios orientales para la formación de misioneros franciscanos que fueran a predicar a los mahometanos y a los judíos el Evangelio.
En la corte pontificia recibe buenas palabras pero, para su desesperación, el papado en aquellos instantes era un avispero de intrigas. Se da carpetazo a su proyecto. Los papas que reinaron durante la dilatada vida de este singular catalán y español universal, mente preclara, y cristiano ardoroso, no supieron dimensionar el calado de la magna empresa luliana.
Se proponía un cristianismo vivido desde el ejemplo y pudo demostrar, para dejar en mal lugar a los averroístas, que esta religión podía ser demostrada y catalogada de una forma congruente pero Roma siempre ha solido mirar con recelo a los entusiastas. Nicolás IV, Celestino V, Bonifacio VIII y Clemente V pusieron oídos de mercader a los requerimientos de aquel vagabundo de barbas patriarcales, un iniciado en las ciencias esotéricas, nigromante y mago, que vestía el brial de la Orden Tercera y de fijo que era un exaltado en la más genuina onda de los “fraticelli” y “caterinati” que recorrían los burgos y villas predicando un regreso al catolicismo genuino.
Ellos se movían contra corriente.  Predicaban la pobreza cuando la jerarquía y los obispos absentistas sólo anhelaban poder y preeminencia política. Los mismos papas nadaban en la opulencia.
Lulio hablaba de renuncias e imbuido del Espiritu esenio de san Juan Bautista predicaba la cruzada. No una cruzada militar sino espiritual.
Preconizaba en consecuencia la fusión de todas las órdenes de caballería en una sola y escribió al papa para que desautorizase la disolución del Temple. Tampoco le hicieron caso. Su último maestre, Jackes de Molay, moriría en la hoguera. La caballearía andante por la que abogaba el beato mallorquín no eran las espadas, ni las lanzas, la cimera y el morrión sino la paciencia, el perdón, el buen ejemplo y la cordura, unido todo ello en el amor al estudio.
Jerusalén se había perdido para siempre con la capitulación templaria en San Juan de Acre que pasa a manos turcas en la primavera de 1291. El cerco y la rendición de este bastión de la cristiandad va a ser motivo de inspiración de algunas de sus novelas alegóricas y tratados místicos.
Saca virtud de la necesidad y del fracaso afina los instrumentos de una elocuente alegoría. Los escritos de este catalán melifluo y prolífico suenan como el ensamble de un coro ilustre que canta las excelencias de Nuestro Señor Jesucristo.
Lulio fue el primero que comparó el objetivo de la perfección a la toma de una bastilla en la que hay que derrocar las pasiones, el propio yo. Hace una alegoría muy congruente y pertrechada de la renuncia y de la abnegación cristiana.


Las Moradas teresianas son feudatarios de esta visión de la virtud reconquistada por los santos. Son un reclamo que guía a los que anhelan la perfección mediante el voluntarismo y la sumisión de la naturaleza inferior. La edad media como dejan bien reflejado los cuentos analógicos de Calilla e Dimmna, los “ensiemplo” del Conde Lucanor, los denuesto entre el agua y el vino, las danzas de la muerte, y las rimas de Berceo o los corridos  y letrillas del Libro del buen amor reflejan una tensión entre lo racional y lo animal.
Nadie ha podido resolver tal antinomia pero los autores se esfuerzan por aclarar que el dominio de las pasiones es posible y depara la felicidad a aquel que lo consigue.
Lulio, hijo de su siglo, también participa en este albur y juega sus bazas. En el tablero hay grandes contrincantes. Se llaman Bocacho, el Dante, Petrarca, Piero de la Francesca, Siger de Brabante, Ibn Gabirol.
La polémica promete convertirse en el mayor espectáculo del mundo. La conquista del castillo interior la granjea la lucha ascética, la escalada por el husillo de la escalada interior. Esta simbología mística va a ser un concepto determinante del que echan manos los grandes hombres y mujeres que han querido santificarse. Desde san Pedro Alcántara hasta Teresita del Niño Jesús y otros titanes de la fuerza de voluntad.
Pero una cosa es predicar y otra es dar trigo. Ni en Roma ni en París se toman demasiado en serio las ideas que trae bajo el brazo aquel iluminado de Pollensa, que había renunciado al mundo, a su mujer, a sus hijos, a los placeres y las riquezas, por seguir la llamada del Salvador.
Pese a los fracaso y a la renuencia de los eclesiásticos a aceptar, porque acaso no lo entendían, sus sistema de raciocinio, expreso en su Ars Deductiva y que en parte recuerda a los Principia Mathematica de Descartes, Lulio no tira la toalla.
Tampoco los despechos merman un ápice el entusiasmo que siente hacia la ortodoxia, la veneración por el papa, y su rigurosa interpretación jerárquica de la iglesia como reflejo de las categorías aristotélicas.
Lo toman por loco y le echan en cara sus detractores no saber latín, de ser un advenedizo. Que se vuelva para su pueblo. Que lo encierren. Esas órdenes las escuchó con harta frecuencia. Una vez eran los moros los que lo tenían en menos. Otra, los cristianos, pero él no se desanimó y continuó confiando a la pluma los secretos de su corazón y las iluminaciones de su mente que él, en lo más profundo de su alma, creía que venían de dios.
Esta idea fija le animó a continuar su empresa sin apenas desfallecimientos. Antes de sentarse al pupitre invocaba al Espíritu Santo y permanecía en el estrado horas y más horas, hasta noches enteras.


Las carencias de la iglesia que le tocó vivir son un acicate a su celo apostólico y aúpan sus convicciones de que la Barca del Pescador, pese a sus singladuras en zozobra y travesías azarosas por los mares aborrascados a lo largo y a lo ancho de la historia, cabeceando en medio de súpitas e incontenibles borrascas que amenazan con romper la roda y desarbolarla, seguirá impávida su navegación bajo la asistencia del Espíritu Santo.


Aun zarandeada y en situaciones límite - he ahí el mensaje luliano en toda su cruda perentoriedad y actualidad de ahora mismo- la iglesia es arca de salvación universal. Aunque sus gobernalles y timoneles no estén a la altura de la responsabilidad y pericia que la situación pide, puesto que son hombres falibles, y dando por sentados que en las cumbres del mando eclesial hay campo abonado para el cohecho, la rapiña, el despotismo, la delirante vanagloria y el culto a la personalidad ello no empece su sello de origen divino. Estaba convencido de que cuanto más asamblea terrenal y mayor poder temporal menos aureola del círculo místico. Los hijos de la luz son menos diligentes que los de las tinieblas. Eso lo tenía muy claro el venerable catalán. Quien, al igual que Juan el Bautista, vino a los suyos y los suyos no lo recibieron por haber adoptado una actitud que ya en aquel entonces se consideraba impolítica, o contra las normas de lo viable. El quería una aproximación de musulmanes y judíos a la cruz de Cristo mediante el entendimiento, el dialogo, la tolerancia y creía en la posibilidad de una eventual convergencia. Le daban pena los árabes, pobres gentes que se agolpaban en torno a las fronteras de la cristiandad en multitud amenazante y avasalladora - la fuerza del número- de la misma manera que los bárbaros ceñían los  confines del imperio romano. Era imposible evangelizarlos a diferencia de los paganos porque viviendo en la penuria y la esclavitud, tiranizados por sus cadíes e imanes, consideraban una fórmula mejor de existencia a su religión que al cristianismo. Odiaban a la cruz. Esta misma impresión de carestía espiritual y de indigencia física en la que vivían los “alarbes”, a los que ve trepar con horror semidesnudos por los montes de Judea, también la denunciaría otro insigne franciscano, fray Antonio del Castillo, también arabista, al que nos referíamos por extenso arriba, pero, como tantos otros hijos de san Francisco, se siente inerme y desolado. Era un enfoque franciscano del problema. Esta orden, que predica la humildad, la paciencia y la bondad de trato es la única que ha tenido algún ascendiente por más que mínimo con el islam. Lulio se adelantó a todos ellos. En calidad de profeso de la orden tercera - no está claro si llegó a recibir el sacerdocio aunque es posible que fuera minorista - Lulio se adelantó a su tiempo. Pero el iniquísimo las prepara buenas. Es una flor negra que abre sus tallos en las platabandas de los pensiles más escogidos. Crecen rodeados de cizaña. Donde está el bien está el mal. El diablo tiene la costumbre de introducirse tanto en las humildes celdas como en los altos estrados.  Por la vía de servicio. Tiene que cumplir su oficio de tentador. El beato Ramón Llul puso en suerte a su enemigo y lo venció a costa de no pocas incomprensiones y despechos. Todavía no se comprende cómo uno que sufrió pasión y muerte (parece ser que su tránsito en olor de santidad tuco que ver con los vejámenes que padeció en Túnez después de ser azotado y encarcelado por el cadí de Bugía) no haya sido inscrito en la nómina de los santos, conservando sólo el título de beato. Su canonización es una cuestión pendiente porque todas las normas de la iglesia, que dice que quien  vierta su sangre en defensa de su fe sube automáticamente a los altares sin más preámbulos. ¿Cómo es que le falta aun la aureola y la hornacina y su día señalado en el cantoral? Tal vez fuera un rebelde, un impulsor de lo políticamente incorrecto para los tiempos que le tocó vivir. “El clero cristiano - anota al cabo de su primera incursión misionera a berbería en 1294- debiera enrojecer de vergüenza al ver cómo los sarracenos vilipendian a la santa fe católica. Nos califican de fatuos y generalizan que ésta no la podemos defender con argumentos sólidos sino con argucias”.
Bizarra sentencia, cabría deducir preguntando a su vez a mano contraria: ¿Y la fe de las personas que adoran a un zancarrón y tienen por artículo de fe la hégira o peregrinación a Meca una vez en la vida, estarse sin probar carne de marrano (jalufo) y mantienen toda una serie de creencias más o menos absurdas cuando no lascivas sobre el más allá?, apostillaríamos nosotros de nuestra propia cosecha.
Hubo de volverse oír dinde había venido, desatendidas las propuestas por los funcionarios del palacio de Letrán donde se vivía una situación cuando menos incómoda con dos papas reinantes legalmente constituidos después del cisma de Aviñón, y a pesar de contar con la mención propiciadora de la reina de Francia que costea la edición de su “Ars deductiva”, la cual había compuesto durante su estancia en París debatiendose Lulio con los averroístas y hasta llegando a fundar su propio partido escolástico. El de los iluministas. Su caballo de batalla era la demostración del complejo misterio de la Trinidad. Igualmente, fueron épicas sus intervenciones acerca del pecado original y las concernientes al debate sobre si hay o no ingerencia de la divinidad en las cuestiones particulares del ser humano.
Estas decepciones no merman su ánimo enterizo. De regreso en su isla funda el colegio de Miramar al pie del monte Randa en medio de un paraje solitario y bellísimo que tanto conmovía al poeta inglés Roberto Graves el cual , otro iluminista, atraído por la magnética presencia de Lulio, vivió también cerca de cuarenta años en la isla. La verdad os hará libres. Fracasada la utopía de los cruzados, confía reconquistar Jerusalén. No al filo de la espada sino al hilo de la discusión y del debate.  Estaba en un error. Para tarifar con aquella gente hacen falta armas de otra clase. La conversión de un mahometano - tal es el odio y el menoscabo en que se les educa desde niños para con el catolicismo- es poco menos que un milagro. Nostramo lo sabe y aquí lo tenemos como problema. La caída del muro de Berlín, las equivocaciones del pontífice polaco, las insidias de ciertas ramas secretas y la última guerra de Oriente Medio con la toma de Belén que encortinó este libro va a ser un problema terrible para nuestros hijos.


Las fundaciones que fabricara el cardenal Cisneros al norte de Marruecos hubieron de ser evacuadas. Los franciscanos y algo los dominicos han nutrido su cupo de mártires gracias a los miembros de estas comunidades que se atrevieron a cruzar el estrecho para ir a predicar a los infieles sin apenas resultados dignos de tener en cuenta. Charles de Foucauld, cuya vida y obra hemos abordado en alguno que otro libro, también fracasó y fue martirizado en un aduar en pleno Rif.
¿Convivencia pacífica de las tres culturas? ¿Tolerancia? ¿Ecumenismo? Acaso sueñen los que se han expresado a lo largo de los últimos lustros, y bien que les hemos oído, en el mirlo blanco. Y eso lo sabe de sobra el poder oculto que rige nuestros designios. Su hegemonía y fortaleza se alimenta de nuestra debilidad, nuestra anemia ideologías, nuestras rencillas a navajazos, nuestras cuestiones nacionalistas encima de la mesa. La norma es divide e impera (the rule by division) que han tratado de poner en efecto los británicos en todas las zonas de su imperio. El gran jefe ha tirado de archivo y regresando a las luchas feudales del medievalismo ha dado en resaltar que la religión puede hacer que engorde la cartera de pedidos. De lo que se trata es de acabar con Europa. Se hizo memoria y se borró la memoria. Todo empezó en Kosovo. La Otan fue allá en auxilio del turco frente a los cristianos serbios, oh paradoja de las paradojas. ¿ De qué se queja entonces la Fallaci? Todo lo que está pasando se veía venir.  Las carambolas del efecto dominó en lo futuro no dejarán de sorprendernos. ¿Y qué está ocurriendo en Chechenia? ¿Qué pasó en el Ulster ? Por el mes de julio en los aledaños de Portadown, con lo de la marcha de los aprendices y el recuerdo de la batalla del Boyne, siempre hay palos. La vieja religión les ha servido a los yanquis para crear focos de tensión en el mundo. Lo maravilloso del caso es que los americanos parecen un pueblo profundamente religioso pero a su manera. Al adherirse a  su bandera un católico americano deja de ser muy diferente a uno de Sevilla. Usa va a ser no sólo la lengua del imperio sino la religión del futuro. Que se eche Europa a temblar.
El próximo foco de conflicto armado pueden ser las vascongadas. Allí nostramo con todas las bendiciones del pontífice reinante se propone la creación de un Gibraltar vaticanista. A nuestro modo de ver, lo más indignante, como venimos insistiendo en nuestros ensayos, en los que pretendemos contra el pasado relacionándolo con el acontecer actual, pues, a nuestro modo de ver, la Humanidad está atravesando por circunstancias cruciales, es la indiferencia o desidia con que se abordan estas cuestiones sangrantes para la iglesia desde el vértice de su cúpula jerárquica, pero eso ya pasaba en los tiempos del beato mallorquín en las postrimerías del s. XIII.


En Berbería se echaban otras cuentas de modo que aquel dulce panegirista franciscano va a experimentar en sus propias carnes, que los moros verberaron con saña, la acogida de sus propuestas. El mensaje evangélico en Túnez sonaba a música celestial. No entienden otra concordia que la que brinda un buen mandoble de cimitarra. A diferencia de algunos cristianos ilusos o francamente clarividentes y heroicos, no soñaban en el mirlo blanco. Eran realistas. Estaban muy resentidos por haber sido desalojados del castillo de Bellver por los almogávares. Hebreos y mahometanos, acérrimos en sus principios, tuvieron a gala mirar por encima del hombro a los cristianos, lo que en punto a creencia les vuelve prácticamente inabordables puesto que una de las premisas del credo cristiano es la humildad. Pero a Lulio el dominio de la lengua hebrea y árabe le permitió disertar de cuestiones teológicas, como era la del jardín de Alá, idea que toma Dante como arranque de su Divina Comedia, vedadas a los occidentales y que sólo utilizaban el latín, lengua de la razón y el derecho, frente al idioma bereber que es lengua de los sentidos. Él pudo expresar sus opiniones sobre la trinidad y la encarnación ante los imanes, empleando no poco esfuerzo, gastando mucha saliva, mas sin fruto. La diferencia entre el Evangelio, el alcorán y la Torá es que cada uno mantiene conceptos diferentes acerca de la divinidad. Para las tres religiones monoteistas que encuentran en el patriarca Abrahán un tronco común éste no es un término unívoco sino equívoco. Iahvé y Alá encuentran escasos puntos de contacto con el Zeus griego, origen del Dios cristiano, con sus planteamientos trinitarios, otra herencia griega pues fue Trimegisto, con toda su carga hermética, el primero en plantearla: el misterio de la procesión trinitaria en el amor del Ser Supremo hacia el hombre. Fue tuvo tal el afecto que tenía hacia la criatura por Él creada que hubo de enviar a su Hijo primogénito para salvarnos ( aspecto soteriológico, y por tanto activo, no pasivo, como pretende el quietismo cabalístico o el fatalismo coránico) y esta idea que sabe interpretar el sabio de Mallorca con una especie de iluminación especial, un carisma que le fue dado, a lo largo de folios y de infolios, no es un concepto hueco, ni una simple retórica sino algo vivo. O mejor dicho, sí es retórica pero por la palabra se llega hacia el ser infinito. In principio erat Verbum et Deus erat apud Deum et Deus erat Verbum.  Vibra todo su pensamiento ante esta entimema divina que presenta Juan en su Último Evangelio. El misterio de la procesión trinitaria es por entero el del amor divino hacia el hombre, donde se funde el ser con el existir, la potencia con el acto. Para los cristianos Dios no solamente está arriba - he aquí la principal variante teológica- , sino que participa, intercede, nos mira, nos protege, se preocupa. Para los islámicos esta planteamiento suena a blasfemia y los judíos prorrumpen en carcajadas. El misterio de la trinidad, alegan, está en el amor. Bien. ¿Y dónde está el amor?


Para el Doctor Fantástico, como gustaba llamarse el sabio catalán, que fue un verdadero sabueso de la verdad - venator scientiae- Dios es el sumo bien (summum bonum) ontológicamente, pero es también tácticamente el ejecutor de todo bien (bonum operativum). Acto y potencia enigmática. Principio indivisible. Lo cual entraña nunca quedarse quieto en su Olimpo o en su hornacina. No aguarda sino que se anticipa. Baja del altar. Se compromete.  Se encarna. Quiere estar con nosotros y comunica todo cuanto salió de sus manos para que se desarrolle, evolucione y crezca. “Bonum est diffusivum sui”. El bien, como manantial sin restañarse, se comunica y se expande.  La vida evoluciona. El proceso de conversión de R.L. y su llamada al desierto tiene algo de viñeta literaria, para orlar algún camafeo de la Leyenda Áurea. Cuando tenía treinta años, casado con dos hijos, pero enamorado de otra dama, estaba una noche en su aposento componiendo una trova a su nueva adorada, se le apareció el mismo Jesucristo que iba con la cruz a cuestas y de esta manera le hablara:
-Ramón. Ramón. Son muchos los que se pierden por no conocer la luz.
Creyendo que se trataba de una fantasmagoría, obra del pervigilio o de la violenta pasión que lo envolvía, no dio crédito a sus ojos ni a sus oídos, pero a la noche siguiente de nuevo se le aparecía Jesucristo. No le dejó terminar la composición en la que estaba embebecido el poeta. El Señor le hablaba envuelto en una nube parlante exhortandole a dejarlo todo para vivir según su palabra, una vida real, sin las ficciones engañosas del mundo con sus pompas y vanidades.
-Ven en pos de mí.
Y esta vez el joven cortesano no pudo resistirse. Todo lo que tenía lo repartió a los pobres dejando un tanto de su hacienda para la manutención de su familia. El día de san Juan Bautista de 1263[xlvi] un obispo vino a predicar a la capital de la isla. Entre los numerosos oyentes de aquel sermón estaban Raimundo y la dueña de sus pensamientos (lo refleja una de las solemnes y maravillosas miniaturas del “Breviculum”) la cual también debió de decidir su ingreso en un convento aunque della no se volvió a saber. Debió de ser un caso sonado y con ciertas concomitancias con la Laura de Petrarca. El siglo XIII fue el de la galantería. Ausias March dedica cantilenas a Teresa Bou pero la dama en cuestión, objeto de los requiebros de Lulio, permanecerá para siempre en el anonimato. Nada aclaran al respecto los biógrafos. Vivió el tiempo de la consolidación del erotismo platónico. Toda la obra luliana está traspasada de ese estro amoroso que imbuyó a sus coetáneos.
Luego de velar las armas, es investido caballero de Xto en la fiesta de san Pedro Apóstol.  El obispo que con tanta elocuencia predicara en la catedral de Palma le dio el hábito de terciario franciscano. Se retira al monte Randa donde pasa largos años de su vida, pero le quema una especie de fuego, pide consejo a su amigo y tocayo Raimundo de Peñafort le tiene que cortar los vuelos en más de una ocasión moderando sus ímpetus penitentes[xlvii].
Pero al fin vence el celo a la prudencia. Quiere imitar a san Francisco de Asís y decide hacer una peregrinación a Compostela. Embarca en Barcelona y a través de Jaca enfila el camino francés. Desde León cruza la montaña por Arbás, Pajares y Mieres y se prosterna en Oviedo siguiendo después ruta por el camino de la costa. De este viaje sabemos poco lo mismo que acerca del que lleva a cabo al País de Oc cerca de las Landas.


El Languedoc contaba entonces con una importante tradición esotérica. Allí se veneraba en una cueva cerca de Rocamour una imagen milagrosa de la Virgen María. A ella se encomienda el beato antes de acometer cualquier tarea. La tradición provenzal es de la más pura estirpe. Tradición galante con sus inspirados lais marianos y virolays. Pero hay que tener en cuenta otra corriente.  La de los cátaros, los puros, los que no quieren contaminarse con las impurezas carnales y derivan en herejía. El hito de separación que discierne el bien del mal es super tenue. A veces resulta imperceptible. Y esto vaya en abono del recuerdo de las luchas y matanzas que ocasionó el cisma de los albigenses cuyas viviendas fueron mandadas a arrasar a fuego por Inocencio III.
Las confrontaciones dan vado a muchas bajezas humanas y terminan en la efusión de sangre. Nada gusta a los seres humanos el matarse tanto como cuando se hace en nombre de dios.
Por ese cabo, el que dijo que las religiones debieran estar prohibidas no andaba descaminado.


Al santuario de Rocamadour no muy lejos de donde está hoy Lourdes lo que demuestra que las apariciones marianas no son un fenómeno reciente sino que eran muy frecuentes en la edad media endereza sus pasos vacilantes el devoto peregrino. Ofrece su vida por la conversión de los infieles. Al regreso de este su primer periplo por el mediodía francés parece ser que recibe las ordenes menores. Al igual que francisco al que imita en todo no pasa del diaconado. De nuevo se entrega a la contemplación y al estudio en las soledades del monte Randa no lejos de Alcudia y de Benisalem a mil quinientos metros sobre el nivel del mar. Alli funda el primer colegio de escuelas orientales.  Quería convertirse en caballero anda dante de Xto a imitación del estigmatizado de la porciúncula cuyos discípulos iban y venían por los caminos de Europa en casas de acogida y conventos de tradición itinerante que no tenían nada que ver con las abadías de carácter estable. Toda la cristiandad simula ponerse en movimientos. Fue el legado de las cruzadas ese azacaneo de aca para alla. Se da al traste con el modo de vida feudal de bienes raíces y de siervos de la gleba. Los burgos son ya ciudades libres. Aumenta el intercambio de ideas, surge el comercio y las preocupaciones sociales que derivan en revueltas y desmanes. No estaba aun fraguado el concepto de nacionalidad. El elemento de cohesión era la iglesia pero esta iglesia con sus inmensas riquezas y bienes en manos muertas era blanco de críticas por parte de los descontentos que eran los menestrales y pecheros. La revolución franciscana vino a ser un paliativo a ese malestar. En el fondo las ordenes mendicantes son los portadores del fuego nuevo y encienden la llama de la gran conflagración espiritual que pervade al siglo XIII. Duns Scotto es uno de los representantes de esa nueva teología. Los francisanos querían poner el mundo del revés. El único medio a su alcance es el amor, la humildad, la pobreza y el desasimiento de las cosas terrenales. De este espíritu candoroso participa el movimiento lulista. Pese a sus apariencias de ortodoxia en el trasfondo late un cierto resquemor, fundado, contra la actuación insolente del alto clero pero es tan tenue que resulta imperceptible el malestar. Lulio quiere ser otro loco de Jesús. Predica la cruzada. La recuperación de Jerusalén mediante el diálogo inter confesional del que es su primer fautor y precursor. Para atraerse a los catecúmenos basta el buen ejemplo, la caridad, la humanidad y la abnegación. Es insuficiente el orgullo y el engolamiento del que se siente en posesión de la verdad. Lo mejor es ganarse su familiaridad hablandoles en su propio idioma y conociendo sus costumbres.
Él mismo iba a caer víctima de sus propias redes, presa de sus utópicos sueños. La primera regla de la caballería andante reclama el amor a la verdad. La segunda, la defensa del oprimido. La tercera, una veneración quasi idealista de la mujer que proyecta a la hembra a la categoría de diosa. El ideal será una dama a la que muchos habrán visto una sola vez y de lejos, pero por la cual están dispuestos a morir en defensa de su honra como don Quijote con Dulcinea. Lo mejor de esta vida es lo inútil. El arte y la filosofía no valen para nada pero acaso no podríamos vivir sin ella. ¿ Sería volvible una vida sin este ideal de mujer? Ah que no.
No se trata más que de una sublimación del acto de la vida. En la edad media y ya mucho antes se veneraba a la madre tierra representada por figurillas de fecundidad y el culto a artemisa no es más que una proyección del culto a la madre minorasiática, el útero húmedo y germinal. Todos esos ídolos tienen aspecto fusiforme como el de una espora. Como el de una vagina que a la larga se convertirá en reclamo de los caballeros. El comunismo soviético intentó a acabar a hachazos con esta representación de la mujer misericordiosa y poderosa representada en la Madre de Dios diciendo que ese hieratismo de virgen negra era un insulto a la mujer pues establece dos planos, dos clases de mujeres, las que se contemplan y se miran y las de usar y tirar. Es llevar un poco las cosas demasiado lejos pero toda esa clastomanía de Lenin y sus compadradas no ha servido de nada. El pueblo ruso sigue venerando a su Bogoroditsa y sus representaciones bizantinas se encuentran ahora en todas las partes: en las celdas de un condenado, en los asilos y junto a la cabecera de los hospitales y hasta en la mesa de algún funcionario. Fracasada la revolución marxista, ahora en una segunda ola se dispara la cresta de la ola feminista, no menos furibunda contra los valores marianos, furibunda de materialismo y de teología protestante. El todopoderoso Bush no sabe la fuerza que tiene el encender una vela a la Virgen. Así luego le pasa lo que les pasa a los más fanfarrones que en los momentos de peligro se meten debajo de la cama. Le ocurrió al perdonavidas de Azaña y le ha ocurrido ahora a este. ¿Dónde estaba el presidente yuesei cuando se estrellaron los aviones contra el Pentágono o el hastial de la mellizas ? Mr. Bush was missing. He ran for cover like a chic[xlviii]. Creía que se había producido un ataque nuclear y buscó  regaifa, lo que llamaba Hitler el Wolfschanze[xlix]. He aquí pues una realidad que los más bravucones se hacen cámaras cuando ven su vida en peligro. En la filosofía marial se nos dice que es Ella la que salva. Contra su manto se estrellan todas las insidias y embates de las furias del Averno.  Los creyentes lo cantamos en el Akathistos[l].


El romanticismo de los templarios y de los cistercienses, verdaderos impulsores del culto de dulía, no ha sido bien entendido por la esfera de pensamiento luterano calvinista, causa irritación entre los muslimes y entre los judíos sarcasmo, pero fue un hecho que configuró la mentalidad de Europa. Sirvió por lo pronto para abrir, poniendo bajo los pies de la mujer una pedestal, un sitio de honor. Hasta que no la cantaron sus romanzas y trovas los provenzales ni se embelesaban con el dulce pensamiento de su amada los caballeros andantes la mujer era considerada como un ser inferior a medias entre el animal y el varón. Hasta el siglo XII se pensó que no tenían alma. Bocacho la trata como una yegua, un instrumento de servidumbre y cabalgada en sus cuentos.
Y eso no hay quien lo mueve porque fue asi.
Claro está que esta pleitesía indignará a las feministas más lanzadas pero cabe recordar que la Mujer que aplastó al Dragón y acabó con las predicas infernales de los comunistas soviéticos dará un tumbo a las insidias de los movimientos ad lib que tanto afloran a nuestra superficie virtual: los clubs de lesbianas y mariquitas y furibundas platabandas de otras flores negras donde se inserta el Women power a ultranza y otras trayectorias de pensamiento salvaje que no han deparan a nuestra sociedad odio y lagrimas, reivindicaciones absolutas, demandas de separación, carreras obstáculo, lanzamiento de botijos, la manumisión de la esposa para que los maridos se conviertan en hombres objeto de quita y pon.  Malos tratos y vejámenes, ni contigo ni sin ti. Esta incógnita tiene harto difícil solución.
La pleitesía y pedestalización de la Virgen ha puesto en pie de guerras a las feministas que ya no quieren ser hijas de María. Han roto el carné. Que no les hablen de cuando estuvieron en un colegio de monjas. Faltaría más. Pero ellas tampoco, pese a sus soflamas - el furor que les atenaza no es sino revancha- creen en la igualdad de sexos, que según la naturaleza no es más que equiparación funcional, al igual que los caballeros andantes.
Claro que esta visión de la nube por peana y el cuarto creciente a los pies - figura de estos tiempos de imperiosa influencia del islam y del mujerismo vindicatorio- cuadra poco con la prevención que tuvo la iglesia hacia ella como herencia del mundo semita y del clásico. Esta imagen encantada tampoco es real sino un delirio que deforma a las mujeres de carne yu hueso. La defenestración del espejismo va a conducir al pesimismo misógino y picaresco de las chanzas giróvagas de François Villon, los “”stramps” catalanes o las esparsas provenzales.


Su lira entona himnos epicedios al desengaño y a la traición de la ingrata cuando comprueban que sus Lauras y sus Beatrices no existen o se comportan igual que todas. Al fin y al cabo la mujeres son como Dios las hizo y como él quiso que fueran, están también hechas a su imagen y semejanza pero salieron de la costilla. Los escolásticos hacen lo que pueden por deificar el amor carnal en amor triunfal por encima de la miasma corruptible. Su tesis es que sólo cabe una mujer, la que aplastó al dragón y la que nos resarce de la caída original de Eva. Y esa es la Theotocos modelo de perfecciones para una humanidad imperfecta.
Cabe tener en cuenta que la conversión de Lulio, ese gran genio hispano, impulsor de las ciencias y de las artes, quien compuso uno de los libros más bellos del mundo, el creador de la prosa catalana en su novela Blanquerna de cariz autobiográfico aunque sin salirse de la tendencia bizantina con loor a santidad y a fuego sagrado traído por los peregrinos de tierra sant. “Blanquerna” es una composición peregrina en todo el sentido de la palabra pero una defensa del cristianismo en forma dialogiza y tratado místico, libro de reglas de urbanidad, código filosófico - en la novela cabe todo- contra los infieles que tienen por dios cosas absurdas como el zancarrón que se venera en Meca convertido en jaspe. Blanquerna es  fruto de un desengaño amoroso, una decepción de las cosas del mundo. En esto Lulio es hijo de su siglo cuando vuelven a prender con fuerza las ideas platónicas y aristotélicas - bien ponderamos llamarlo la centuria filósofa- que dé prelación al intelecto sobre la fuerza de los instintos y se procura un camino de elevación hacia arriba. Eso es arte gótico. Eso es también novela gótica y Blanquerna uno de los mayores exponentes de esta tensión gótica hacia lo alto. La muerte llegó por la mujer pero también por ella la salvación. El sexo tiene una fisiología afín a la última agonía. La mujer por tanto es portadora de destrucción y llanto. Está demasiado adicta al baro pero para compensar ese desequilibrio en el campo Dios creó también a María como espejo de todas las perfecciones y resarcimiento de la quebrantada naturaleza femenil. Su dedo indice que alza la mano hacia arriba en todas las imágenes y estatuas que se figuraron y fraguaron apuntan al ser mortal después del pecado el verdadero camino.


Eugenio D'Ors dijo dél que era el divino impaciente de la unidad de las tres ramas abrahamitas. En apariencia fracasó en su intento pero nadie podrá conocer los designios de la Providencia al respecto. Fue un cultivador de la esperanza cristiana en estado puro. Su obra constituye un desiderátum limpio- por lo pronto, el beato con su mente encumbrada tenía una noción  diferente de la realidad y se adelantó a su tiempo. En sus escritos se percibe una tenue desconfianza hacia Roma. Este mediterráneo contemplaba la vida con “seny”. No era partidario de los dogmas ni las excomuniones. Prefería debatir. Precisamente, la mesura y la ponderación siempre resultan un estorbo a los fanáticos de ambos bandos. Los suyos no le entendieron acusandole de escaso fervor romanista mientras los moros a los que pretendía convertir  y amaba lo recibieron a cantazos para luego encerrarlo en un inmundo calabozo donde se tiró dos años sin ver la luz del día y a pan y agua. Lulio había optado por el martirio como una decisión personal. Jerusalén estaba en su mente y en su corazón. Era el anhelo y el consuelo de este cruzado nacido en 1235 cuatro años después de la toma de Baleares para las barras de Aragón. La conquista de la ciudadela de Palma 1228 supuso para Jaime I un primer paso en el objetivo de dominar el Mediterráneo. El objetivo a largo plazo era desalojar a Aladino de Jerusalén. Mas él nada personal tenía contra los árabes. Les compadecía, se apiadaba de sus sufrimientos, aprendió su lengua gracias a la tutoría de un esclavo morisco que era de Alcudia que en árabe significa bahía. Pensaba que los musulmanes y los judíos al negar a Xto  van contra la historia y se sitúan en una vertiente peligrosa de la misma, quizás el apocalipsis. Repetidamente e refiere a Macometum en sus escritos como al antecristo. Lulio temía y predijo una segunda invasión islámica de Europa susceptible de provocar a la larga un ulterior terror milenarista más espantosa que el que vino planteado para la Castilla del siglo XI por los almetes y adargas del moro Almanzor. Mahoma no pudo ser de dios puesto que predica el imperio de los sentidos, la aniquilación de todo vestigio cristiano. Y eso es muy fuerte.  Abundando en lo cual tenía por cierta la prelación ético teológica del catolicismo porque sus mandamientos rebasan la linde de la ley natural para remitirse a otra que por lo incomprensible e inalcanzable es de origen deífico. No entra en nuestros códigos volver la otra mejilla, tener a raya a las pasiones, equiparación del hombre con la mujer, con los mismos derechos y deberes, algo que no admiten ni el corán ni la Torá. Predica la esperanza de la eternidad. Sus miras no son terrenales sino que apuntan hacia el más allá. Pero -ojo- el amor evangélico es ka enigmática sonrisa que se dibuja en los labios de los santos cuando sus caras son representadas por nuestra imaginería religiosa. Nada tiene que ver con lo útil. Lo necesario. Lo agradable. Lo bello. Es amor del alma. Por consiguiente no pesa. Esta dicotomía de lo físico y lo psíquico le va a llevar a Lulio lejos en sus conclusiones a la hora de ensalzar la primacía de lo racional sobre lo irracional. Mediante el ejercicio de las tres potencias del alma puédese someter a férula a los apetitos hasta lograr el gobierno no sólo de su vida material sino que incluso es vía a la vista para alcanzar la regencia del propio destino con el concurso de la gracia, claro está. No somos por tanto pura química ni una cuestión de piel fruto fortuito  del acaso. El primer predicable de los estoicos era el conocerse a sí mismos y en ese dominio se encerraba la clave del control del destino mediante la voluntad sumisa. Aquí el psicoanálisis que es determinista y fija la conducta humana de la dependencia de una serie de factores que concurrieron en la infancia no pinta nada. El segundo predicable nos revierte a la tesis del libre albedrío que fuera formulada por san Agustín. Los mayores goces los proporcionan el entendimiento y la virtud. Eso nunca lo entenderán los hombres sarcinos que define san Pablo. La renuncia evangélica será para ellos como un mensaje de extraterrestres. No conocen los códigos, perdieron las claves. Lo plantea en su “Ars Deductiva”: el viaje del alma es una escalada. Hay que subir peldaño a peldaño camino del monte Sión. La ascensión por camino de abrojos se presenta dificultosa. Conviene pertrecharse de botas recias y de un buen bastón. Antes de llegar a la cumbre recomienda pensar en lo dicho por Isaías. Si no creyereis nunca encenderéis.






También este viaje hacia la descubierta del monte de la santidad se asemeja a la singladura de un barco a la deriva. Nunca sabemos qué vamos a encontrar al llegar a puerto. Y si hay puerto siquiera detrás de los celajes de la niebla que encortinan el campo de visión del futuro. Hay fuerzas que tiran desde nuestra obra muerta hasta el abismo pero hay otras que la sacan a flote impulsándola hacia arriba. Jesús acude en nuestro socorro y nos larga el bote salvavidas. La estacha de la gracia. Coronar el monte de la perfección se asemeja a la expugnación de una alta muralla con almenas y matacanes tan empinados que parecen inaccesibles. Son los pináculos de la torre albarrana de la verdad. Los caballeros andantes de la palabra y del raciocinio acuden a rescatar a la justicia  que la malicia y el error metieron presa en un castillo. Rehén de moros y judíos y avasallada de cristianos tornadizos, de obispos libeláticos, de papas indignos - Lulio vivió los tiempos en que pontífices como Martino IV excomulgaban a los reyes aragoneses, tan terribles que a instancias de la suprema jerarquía de la iglesia se organizaban actos tan cruentos como las denominadas “Vísperas Sicilianas”- que la encastillan en la alcazaba del egoísmo y la falsedad, la verdad languidece en prisiones y lleva una existencia problemática. Está claro que la lucha se presenta desigual al contar los sitiadores con armas de escasa eficacia, como son el sermón, la plegaria, los actos de caridad mientras que los defensores opugnan con más brío como es la blasfemia, el yihad, el fanatismo, el odio a la cruz de Cristo. La persuasión solícita sirve de poco ante los guardias que vigilan desde la almena y lanzan venablo ardiendo, pesadas moles y a veces calderas de aceite hirviendo . Sin embargo, Dios está siempre de parte del débil y desdeña al poderoso. Al final y `por más que los testimonios de la historia sean del todo adversos a la causa del crucificado posará su vara de medir sobre los impíos. Lulio prevé que el enfrentamiento con las fuerzas de la oscuridad dudará hasta la consumación de los siglos y que a veces - esta es una interesante visión profética que apronta del choque entre las tres religiones - dará la impresión de que la verdad es arrinconada y acorralada no tardará en caer en el precipicio. Cuanto más vivaces sean las llamas que broten del as fauces del dragón más próximo se encontrará el fin. Los creyentes no tendrán que desfallecer y les exhorta a la perseverancia fiados de la palabra empeñada a los apóstoles antes de ser entregado. Si bien se fija uno, esto se está cumpliendo al milímetro. Macometum y sus socios con el apoyo de los hijos de la sinagoga porque detrás del moro esta siempre el judío - así sera eternamente - han asumido el papel de antagonistas de este drama y siguen pertinaces en sus perjurios. Pero al final el bien se abrirá paso. No faltarán las sorpresas que nos depare el Día del Juicio y habrá muchos que queden confundidos cuando venga el que ha de venir con sus angeles a apartar los corderos de los cabritos. Al que perseverare le aguarda el lauro y la palma del reino prometido pero bien entendido que este imperio triunfal no pertenece a esta vida como pretenden los utopistas de Teodoro Herzl sino que se instaura en el más allá (fatalismo). Los judíos siguen esperando la llegada del mesías pero ven en su persona a una caudillo nacionalista que les vengue de todas las afrentas recibidas como pueblo y declare el reino de la justicia. Los cristianos sólo vemos en lo mesiánico una liberación del yugo del pecado. Ahí está la gran diferencia. Bizarro consuelo pensarán algunos, pero ese y no otro es el pregón que vino a esparcir a la tierra el hijo de dios como aguacil de la promesa del reino futuro. De lo que no pasará. En este vale de lagrimas no siempre son los más felices los más poderosos y ricos sino los que hacen la voluntad divina y viven conforme a sus mandados de los que son nuncios los profetas y los santos. Todo un ejército se puso en movimiento para recapitular el mandato de filiación divina que dejara tras sí el misterio de la Encarnación. Va delante una cuadrilla de añafileros los cuales al grito de Te Deum laudamus et Xtum Dominum nostrum diligamus, cognoscamus, recollemus[li] llenan el espacio de ecos de vibraciones de gran trompetería y fasto. A estas consignas  contestan los guerreros que guardan el castillo, los que tienen encerrada la justicia en una mazmorra, los moros y los judíos, con un grito antitético: “Cristo es un impostor. No hay otro dios que Alá y Mahomed es su profeta”.  La lucha no ha hecho sino comenzar a pesar de que venga desarrollándose desde el hontanar de los siglos este cuerpo a cuerpo de la cruz con la media luna. Bien lo sabía Ramón Llul, que era un catalán prevenido en frontera, que nació en un tiempo de grandeza y de exaltación de la fe de carácter hospitalario. Cuando se decía que hasta las ballenas llevaban las barras de Aragón inscritas en el lomo y losa peces del Mediterráneo en sus escamas. Este es el siglo en que la cristiandad tuvo su hora mayor. También conocía al moro puesto que venía de una familia de guerreros de Gothalandia (Cataluña, tierra de dios, goda de pura cepa, lo mismo que Andalucía es vándala, Galicia, sueva. Castilla. Ibera y Asturias, romana) que entró en Mallorca con las mesnadas de Jaime el Conquistador. Sabía de su fanatismo y correosidad y su incapacidad para el debate de sino religioso desde que los ulemas les obligan a aprender de memorias cada una de las suras. Ese sí que es fanatismo y mucho más que el de los curas y los frailes católicos. El islam es el pueblo de un solo libro. Para lectores tan eclécticos y empedernidas como el que esto suscribe, al que acucia la necesidad de leer en todo tiempo y en todo lugar, la vida en berbería sería punto menos que imposible. Me moriría sin libros.  Yo me paso la vida fumando en pipa y leyendo.  El narguile es una forma del vicio de echar humo - vapor en este caso- que no me seduce y frente a todo libro que cae en mis manos siempre tengo a gala adoptar una postura critica que no podría ejercer con el corán que es la verdad revelada. Me gusta leer entre lineas y debatir pero mi experiencia me dicta que no todos tienen esa misma actitud frente a un hecho exterior contentible y sujeto a interpretaciones. En mis años no he encontrado más que fanatismo y prejuicios.  Sólo en Xto hallé la libertad y la comprensión pero es un Cristo que nada tiene que ver con el que nos imponen desde arribalos telepredicadores. Que tiene más que ver con la experiencia intime que con el dictamen o los fallos de los otros. Me seducen poco los panegíricos jesuitas o esos sermones interminables de los impostores bíblicos que llegan desde arriba y que descubrieron en la biblia un negocio. El cristo que yo llevo en mi corazón es dulce y armónico como un trotarios bizantino. Está en los ojos del pobre, del mendigo. Huye y espera con el corazón partido de los que soportan con longanimidad las intemperancias del tirano, los exabruptos del siglo. PROCLAMO QUE EL CRISTIANISMO ME HIZO LIBRE. Y más que libre libérrimo . Porque ninguna otra doctrina ha roto tantas cadenas como pesaban sobre nosotros. Cristo nos ha rescatado de las garras del dragón y nos sacó de entre las arillas asfixiantes de la serpiente antigua. Soy católico y pecador. En mi vida existe un hiato insalvable entre lo que pienso y lo que hago ¿Cómo salvar esta sima? A veces me domina la impresión de que mi fe se alimenta de retórica, que todos son frases, que las vidas de los santos se copian unas a otras y por su factura estilística semejan al estilo neutro y algo romo de los que escriben en los diarios de gran calado. Lees un artículo pues como si leyeras el otro. Asistes a la recitación de un telediario, pues preparate porque en el siguiente va a haber más de lo mismo. Pero, a pesar de todo, si algo conserva de óptimo la religión instituida en el Sermón del Monte, es esa capacidad de entusiasmo, esa aspiración a la utopía. Somos por eso idealistas y complicados. Quizás nuestro credo al purificar nuestra alma la volvió más difícil . Lulio se encontró con esa dicotomía en su visita a Aviñón.  Allí no entendieran el entusiasmo que produce siempre el desierto. Los dómines sorbónicos lo miraban por encima del hombro.
- Nuestra fe es indestructible por más que tú no seas más que un pobre lego que especula de trinitate.
Lo que vio en la corte pontificia debió de descorazonarle. Allí el evangelio no aparecía por nenguna parte. Sólo las intrigas. Él propuso la fusión de las órdenes de caballerías en los hospitalarios y en los alfaqueques que acababa de fundar su amigo y tocayo Ramón de Peñafort. Pero no le hicieron caso. Pudo más la avaricia y el deseo de rapiña de hacerse con las limosnas y granjearías que dejaba el Santo Sepulcro y para el cual se realizaban las donaciones pro ánima en toda la cristiandad. A cambio de misas perpetuas, los ricos dejaban sus ducados y señoríos a la iglesia. Esta codicia dicen fue el móvil que instigó a Felipe el Hermoso para pedir la disolución de los templarios. La caída de San Juan de Acre en 1291 supuso el primer mazazo. Los cruzados habían cometido demasiados errores. Jerusalén quedaba más lejos en la distancia física pero a partir de ahora más cerca del corazón y como se escribe el Devoto Peregrino la perdida de los santos lugares y el derrocamiento de los templos “pecados nuestros son”. Demasiados escándalos y abominaciones que no se podrán abarcar a lo largo de este humilde codicilo que, si mis dolores y angustias ante el desencanto que me rodea, y los descalabros de mi vida personal me lo permiten, intento poner en mira. Que a todos nos perdone Dios.


Los libros lulianos, por último, parecen escritos siguiendo un patrón acendradamente arquitectónico. Sus obras son un paramento de arriba abajo siguiendo la plomada jerárquica. Desde la cúpula a los cimientos hay anhelo de simetría. Las ramas del árbol de Jetsé enlazan sus tallos en lo alto. Todo es noble, elevado, concéntrico. La pirámide se construye siguiendo la plomada del silogismo y la clave de todo yace en Jerusalén. Unos nombres nos llevan a otros y unas ciudades son calco de la siguiente. Hay una inter teatralidad semántica que nos lleva, vuelvo a repetir a la añoranza de la Jerusalén conquistada. Con el corazón y con la cruz. Nunca con la espada.

 
                                                 XXXXXXX






EL MAESTRO DE LOS PROFUNDOS PENSARES






El bus estaba dando la vuelta a la glorieta de Picadilly. Sobre las gradas del monumento a Cupido tomaba el sol un contingente de jóvenes melenudos. El grupo era ecléctico. Se hablaban todos los idiomas pero todos les había guiado aquel lugar de la superficie londinense como si fuese el epicentro del planeta. Iban acudiendo con flores en el pelo y las guitarras al hombro. Peregrinos de la amistad y de la no-violencia. El aspecto de algunos era sucio y las muchachas se aderezaban con estudiado desaliño que otorgaba a sus personas un aspecto franciscano de atuendo policromo. Los ceñidos vaqueros acentuaban sus curvas, preludio indudable de que se acercaba la apoteosis del hedonismo o que al menos en sus pródromos estábamos. Los comparsas de la operación triunfo y el declinar nacional del rosa rosae granadino hasta el delirio con la repetición incesantes del la sesenta y ocho, el contoneo de Salomé y la virginal voz de Carina saben que aquellos dimes y diretes festivaleros mellaron a una generación que quería ser europea a toda costa. Eso y las melenas de Eva que les descendían hasta los hombros y el cuello donde se ensortijaban amuletos les hacía más deseables. He aquí un tiempo sin afeites. Esto es llamar a las cosas por su nombre. No tanto. Es una retórica y ciertamente todo aquello era una retórica. Las ansias de cambiar el mundo dieron con algunos de sus líderes como Cohén Benditu y Rudo El Rojo en simples ejecutivos de la casa Bearne. Otros se hicieron chupatintas y algunas profesoras o entraron en el bombo de la gran lotería de la política que repartió en tan poco tiempos tantos premios gordos. Pero pro aquellos días de inconsciencia se tumbaban a la bartola gozando de las últimas caricias del sol del enverano u prolongando las horas de miel del dulce summer británico antes de que se atrasaran los relojes y empezase los días sombríos del otoño. Había una canción que definía a aquellos romeros del dolce fare niente: “in the lazy sunny afternoon”. Mis labios la tararearon múltiples veces . Nos habíamos disfrazado de candor que parecíamos frailes franciscanos pero no eramos tan inocentes. Nuestra frase preferida era haz el amor y la guerra pero teníamos nuestras peleas. Nos disputábamos alguna chica y en los bailes cundían los botellazos. Nos acucurrucábamos en cualquier sitio, pues cualquier parte era buena en tales tiempos para arrojar la boina, y entonábamos las estrofas del No nos moverán o el Blowing in the wind. Pero semejante liberalidad sólo se la podían permitir los ricos, los hijos de papá. Para los currantes no se trataba más que de un espejismo. Joan Baez era mi diosa. No answers, my friends. La vida nos dan a palo seco. Estaba bella en verdad y lejana en los recitales la norteamericana con cara y apellido española. Fue para mí el gran ídolo de aquellos tiempos junto con el gran Joaquín Díaz cuyas canciones y el vino me han ayudado a sobrellevar los tragos amargos de la existencia. Ay aquellas canciones que se plasmaron en mi corazón como Bangladesh o el Arriero de Bembibre. El romance de la Loba Zarda. Enzarzábamos nuestra alma en la garganta maravillosa de aquella angloamericana y dejábamos que sus trinos soñasen por nosotros. Cantautor pinciano resucitó las viejas consejas del cancionero sefardí que habían sido excarceladas por M. Pidal y nos identificamos con aquel guay de Israel.  El de las endechas de ronda y saludos a la parida que nada ha de ver con el de las catenarias de los tanques por los recuestos de Belén o las encrucijadas que conducen a la tumba del Profeta. Rodaba la gran piedra de Mich Jacer el Morritos cuyos labios y golpes de cadera y los gritos berreones eran como una floración de rocas volcánicas. Todo él melenudo y menudito era como si se te hubiese aparecido en una noche loca el fantasma de un condón. Alguien dirá que estoy divagando pero al observar aquella cuadrilla de hippies haciendole un corte de manga a la ley de vagos y de maleantes buscando un lugar al sol y gozando de la caricia de las auras otoñales, desde la imperial de mi doubledecker, el departamento que en las antiguas diligencias se denominaba rotonda, se me esponjaba el corazón.  Sus insinuantes e incitantes melodías tenían algo de admonición diabólica. Movíamos el esqueleto incitados por la enorme piedra que rodaba y que había sido lanzada por aquellos muchachos del bajo pueblo londinense: los Rolling Stones. Palabras mayores. Unos escarabajos con cara inocente, pantalones y chaquetillas que les quedaban pesqueros, y zapatos de lameme la punta encendían pasiones por todo el sector. Mientras en el Capsulado, en el Rex y otros bailongos del gran Madrid otros emulos melenudos de los grupos británicos empuñaban escobas y daban brincos por toda la habitación. ¿Para barrer qué? Cualquiera lo sabe pero lo cierto es que había em aquel mundo perverso que nos tocó balear y desempolvar muchas cosas. Señor, apartáme de la tentación de fray Jarro que conduce a las puertas de la locura. No mires mi pecado, ni la mala mujer que me tocó en suerte y de los hijos que me escupen y me insultan, apiadate de la interinidad en la que vivo y de la soberbia e ignorancia que me circunda, cuando las palabras son dagas y los recuerdos torturan y la madre que me parió sin haberme querido nunca sigue fomentando insidias en mi propio hogar. Por ella he comprendido la frase del salmista “ et in peccato concepit me mater mea”. Sólo te suplico un don el de la paciencia para hacer oídos sordos a la mano que estrella su dogal y al verbo que hiere como un venablo. El papa no se retira nunca. Le dicen que abdique pero él como un antecesor suyo, aquel Benedicto, propulsor de un cisma. En sus trece. La gama de papamóviles ha sido ampliado al carretón con el que es propulsado a las audiencias. ¿Es que Jesucristo bajó acaso de la cruz? Esa es la excusa para aferrarse al poder que dejó tras de sí la fe. Es una hora difícil la nuestra. Apocalíptica. Dicen que Dios acortará estos días para ahorrar sufrimientos a todos aquellos que todavía confían en su palabra. Pero por aquel tiempo Karl era un oscuro obispo de Cracovia y el que pontificaba era Montini. Una vez en la redacción del periódico Félix Ortega me mostró una foto de aquel Pablo VI. ¿No has visto que cara de mala leche que tiene? Aquel pobre era un poco más sensible. Tenía más dignidad y era un verdadero demócrata, no al igual que el autócrata polaco. Por lo general, excepto Luciani, y el papa Pío tenían pinta de esa mala leche que comentaba mi amigo Félix Ortega. Sus veredictos no fallaban nunca. Lo que pasa es que entonces teníamos ilusión y ahora estamos todos de vuelta. Dame una escoba para barrer las inmundicias del mundo, quitar todas las telarañas de los rincones. En Londres los jueves a la tarde veíamos nuestro programa favorito los veinteañeros que habitábamos las islas. Top of the pops que mi cuñado Roger decía dando un poco la vuelta a las cosas que no debería llamarse así sino Top de Cocks que en buen cockney significa otra cosa. Así que el pop, el top y lo cock. Yo no me acoquinaba pero empezaban a hacer estragos mis congojas. Derivarían en debilidad mental por mor de aquel juego de palabras de una lengua tan sutil y delicada plena de matices imprevisibles como es el inglés[lii]. El conductor de aquel programa era un yorkshireman (los hombres del norte se habían afianzado frente a los del sur en la arena política, mediánica y hasta en lo económico) que se llamaba Jimmy Savile al que le gustaba disfrazarse de trajes laminados de oro como si en vez de una emisión de radio fuese el arzobispo de Cantorbery dispuesto a oficiar los maitines pontificales llevando los ornamentos recamados de piedras preciosas, el báculo y la cruz alzada. Los ingleses, esta era su rara virtud, sabían conceder ritual a los actos más insignificantes. De ahí las casacas del eminente comunicador quien se expresaba con un marcado y casi incomprensible acento de los moors que lo vieron nacer. La iluminación del estudio psicodélico desde donde era emitido el programa buscaba los contraluces de su rostro alargado. A Jimmy la melena le llegaba hasta los hombros, blanca de bote.  Fumaba panatelas, nunca porros, aunque en la parroquia el uso del cáñamo indio fuese cosa frecuente y hasta bien vista y al final de cada canción el presentador transmitía una coletilla que era su signo de presentación. Jo. Jo. Jo. Todo esto le daba un aspecto de papa Noel. Savile no era de la acera del frente por más que tuviera pinta de pájaro loco. Siempre se retrataba rodeado de inglesitas de alegres piernas y mirada inocente.


Los pichones grises y el torso pavonado con sus andares  ondulantes y torpes se paseaban por en medio de la mugre de las acampadas beatniks. Aquellos habían encontrado su lugar al sol.  Les tuve envidia. Ellos no tendrían la obligación de escribir.  De marcarse una crónica. A veces de enviar hasta tres despachos a Madrid. No sentían la comezón creativa o destructiva, según se mire, del arte, ni el deseo de pasar a la historia poniendo su nombre en la órbita de letras de molde. A los pichones de Trafalgar, de Picadilly Circus y de las rotondas del Mall había siempre viejecitas - omnipresentes en toda la geografía del gran Londres que uno no sabe de donde afloran, ejército de viudas de las dos últimas guerras mundiales y de solteronas sin clasificar- les llevaban de comer migas de pan, copos de maíz y hasta comida especial para pájaros que vendían en las grandes superficies. Los pájaros domésticos de estos alrededores estaban gordos y buchones a causa de la buena pitanza de sus protectores misericordiosos. Ser palomo de uno de estos barrios del centro aunque pusiéramos a caer de un burro la solemne estatua vigía de Nelson no era una mala idea. Uno tendría comida y cama gratis y cuantos dineros me habría gastado yo, madre mía, en bed and breakfast porque nada más aterrizar en aquella ciudad la idea que te domina es encontrar cobijo para pasar la noche con los caudales necesarios para pagar la manutención y tenerselas que ver constantemente con landladies y landlores que así se llaman los caseros y que en aquella ciudad tan distinguida donde desde siempre se ha pronunciado con unción especial la palabra property.   Mantienen siempre subida la guardia. Son el ojo vigilante que todo lo ve sin que les escape. Es una de las cosas más difíciles de este mundo burlarles. Son como los capitanes de un destructor. Como la marinería de un barco pirata. Como los oficiales del fisco. Siempre al pairo. Las risotadas del pájaro loco me sacaban de mis cavilaciones. Para colmo los palomos azulones de la Plaza de Trafalgar, que cantalean y zurean al pie de la estatua del más elevado patriotismo carecían de esos vicios menores que forman parte de la vida londinense: fumar y trincar. Su abstemia les mantiene alejados de los estancos y de las tabernas. Por lo que toca al sexo, lo tienen fácil y a la vista está. Me hubiera gustado haber nacido gorrión para poder vivir gratis pero como esto ya no podía ser, lo de volver al huevo, tendría que escribir aquella tarde la crónica. Fumarme unos cuantos panatelas delante de la consola del télex. Cuando estaba inspirado lo podía hacer traqueteando sencillamente sobre el salpicadero de mis teclas, en la fianza de las notas y el dictamen de mi inspiración pero cuando el tema era ingrato o resbaladizo tenía que pasarlo primero por el rodillo de la Underwood o de la Olivetti con su oferta despampanante y triunfal de las veintinueve grafómanas de padre desconocido y filiación diversa. Las otras tantas redondas blancas que dijo el poeta. Londres ya se sabe es una ciudad colombófila. Las palomas allí son las únicas que no se pierden. Gozan de fuero. Le dieron el imperio al Rothschild estableciendo los fueros del periodismo, un arte en el cual la velocidad es la primera de las garantías. Saber es poder pero el saber veloz, más poder todavía. Cabe recordar que allí nacieron las sociedades protectoras de animales que son el antecedente de los ecologistas en boga y una paloma mensajera le dio el imperio del mundo a un Rothschild que supo de la derrota napoleónica antes que nadie lo que le permitió comprar todas las acciones que le viniera en gana y así hacerse millonario. Un primer testimonio del poder de la información en el que hoy nos movemos. El que sabe siempre gana por lo general. Es por esto acaso por lo que la paloma londinense con su aspecto característico y hasta diríamos que sucio goza de fuero por aquellos cotarros. Pone perdidas las cornisas y los paramentos del Arco de Mármol, el monumento a los héroes incógnitos sin que nadie profiera una sola queja por los estragos que causa el palomizo de sus deyecciones incesantes. El obelisco donde se yergue altivo el  paladín de Trafalgar cuando yo vivía allá estaba que daba pena verlo. Eran como las golondrinas poéticas de la balada de Cárcel de Reading. Oscar Wilde y su retrato de Dorian Gray fue para mí una idea fija. Las hijas de Albión que tan rigurosas son en lo que atañe a su dieta y de costumbres tan frugales, pues media onza de queso les dura tres semanas y un sombrero con flores toda una existencia, cuando envejecen certificando el dicho popular de que comes menos que un pajarito ceban a los pichones que andan tan orondos y mansos por entre las piernas de los viandantes con su plumaje de color apizarrado con todos los problemas de subsistencia y de generación de la especie del todo resueltos. Moraleja: amemos a los animales.
En Londres la mejor vida es la del palomo incluso la del cojo. Con mi indómita constancia estudié el alma de la gran urbe que tanto recordaba a Jerusalén por su melancolía y por su capacidad de seducción misteriosa. Lo que ocurre es que la tristeza londinense es distinta con el avance de las agujas del reloj. No hay dos horas iguales y los días muy distintos excepto los domingos que se parecen de una forma increíble. Yo soñaba en la dulce AGLA. Quisiera volver a verla siquiera unos segundos pero era consciente porque así el oráculo que llevo dentro me lo advertía que tal deseo nunca llegaría a cumplirse. El bello amor de mi existencia nunca escribiría. Iba huyendo de mi presencia. Se cambió de casa y no dejó señales de vida. No sabía que cuando las mujeres dan la espantada es para siempre. Pero yo entonces tenía menos años y no tantos desengaños y pensaba que el bien y la justicia triunfarían sobre sus enemigos. Se trata de una entelequia que nos transforma en ilusos y miserables a no pocos cristianos. Los judíos, más realistas, no se despachan con tanta alacridad acerca del tenor de la condición de nuestra especie distorsionada por la depravación y la maldad.


Agla nunca  escribiría. Quiero que lo sepas. No la busques ni la incomodes. Eso está penado por las leyes. Hostigamiento lascivo.  Cacería y cerco amoroso en plan la persiguió hasta el catre y la mató porque era suya. Las concejalas con el busto apretado y el culito tieso y luego pasa lo que pasa que no somos de piedra, señor alcalde, no requiebre de amores a la dependienta Rebenca. Caza de rececho o rondar la reja de la dulcinea de nuestros pensamientos, un vicio o una manía denominada stalking. Todas esas porquerías de la hembra en el celo y del macho celoso, supercherías, engaños y lacerías para dar vado a las instancias del apetito y todos acabamos asqueados. Si mucho hubiéramos sabido de antemano que el amor eso, no se nos hubiera pasado por la mente colgar los hábitos. Dejar a dios por un triste jeme. Ah la depravación y la tristeza que depara la carne al ser humano. Pero yo no era un superman sino un poeta. Hablaba con ella muchas noches como en sueños. Mira Agla, he vuelto. Ya tengo un trabajo. ¿Por qué no os venís a vivir conmigo tú y la niña? Os espero. ¿No decías que no tenía nada que ofrecer? Pues mira una corresponsalía en Londres y toda la ilusión y el anhelo de comerme el mundo. Triunfaré en esta ciudad.


Mi triunfo fue de otra forma. Tuvo que ver más bien con el reconocimiento de la verdad. Con la entrada en el portal de la sabiduría. Mi yo judío, resignado y fatídico, se sobrepuso. Seguí bebiendo el agua contaminada de mi sótano y viendo a los viandantes desfilar como a través de una linterna mágica o el trailer de una película de misterio por el montante del tabuco que tuve alli por morada. Mochuelo en mi olivo. Morabito en su ajarafe. Era la columna del estilita, el propio desierto de san Sabas que yo me había construido en aquel alquiler. Llegué a conocer a la gente por sus zapatos porque en la forma de pisar y el diseño del calzado caben muchos tratados de psicología. Tantos como manuales de gramática parda y había día que tentado por el diablo yo también daba malos pasos y me entregaba a los devaneos de la edad perseguido por el comezón de buscar pareja. Los tiestos que ponía en la ventana todos se secaban. No era por la escarcha que al atardecer de las noches frías cubría los jarrillos con un plástico. Gal me explicó que las fuentes del Támesis afloran gran cantidad de cloro y robín lo que determina que los geranios se amustien con harta facilidad. Agla, ¿habré muerto yo para ti? Viví en medio de la expectación porque aquel proceso de separación abortara el día menos pensado pero ella ya había iniciado las gestiones ante el tribunal de la Rota.  Vivir lejos de Agla me pareció una condena a muerte.  Desiste, alma mía. Tú no vales para el amor. You cant cope with life. You cant cope with people. Un canonista con cara de gorrión me llamó a declarar varias veces. Aquel clérigo tenía la pinta de los verdugos del paso de los azotes que salían en procesión en la ciudad de Segovia los jueves santos. En mi vida había topado yo con unos ojos tan sañudos y tan lascivos. Creo que en el ínterin se estaba beneficiando a mi mujer. Desde entonces nunca he podido consentir con estos tiranos. Mi fe pertenece al kirkos no a la ecclesia manierista y pecadora, cargada de prejuicios que ha tenido por costumbre y tradición engañar y burlarse del pueblo. La church es la quintaesencia del poder. Ego te absolvo a peccatis tuis. Oiga, penitenciario, métase su absolución por donde le quepa y déjeme a mí vivir mi vida. ¿Cómo podría definir por locura un amor tan profundo que rompió todo vínculo incluso el de la unción sacerdotal? Aquel monseñor no sabía lo que se hacía. Señor, perdonale. Ya le habrás perdonado. Claro. No soy más que un tragaldabas, no me hagáis paso, un emulo de los pasos de don MANCIPO.
La obtención de aquel puesto lo consideré yo como una dádiva especial de la dulce Teresa. La virgen des convento de Normandía había hecho un milagro y cuando llegué a Londres un día de octubre del 72 estaba persuadido de que no podía ser de otra modo, pero Dios se echa otras cuentas y yo no soy más que un pecador. Fue el reato que hube de pagar por haber quebrado mis votos. El vehículo prosiguió en su ronda a la emblemática glorieta. Londres no es una ciudad de traza reticular ni de línea recta. Resulta fácil perderse en alguna de las evoluciones de sus crescentes, las innumerables plazas llamadas squares pero que no son cuadros sino esferas. El caminante se siente perdido y nuevamente sobre el punto de partida, y vuelta a empezar. Por toda su arquitectura y trazado se siente la querencia de los caballeros del Temple que montan guardia en la city vigilando los muros zagueros de la catedral de san Pablo.
La cobradora trepó al piso superior de la imperial picando billetes. Tickets, please. Tickets, please. Ta. There you are. Tenía una voz melodiosa y unos ojos bellos que contradecían un poco la dureza de sus facciones y sus andares estevados. Debió de ser hermosa en su juventud pero estaba mal hecha. Extraía el vuelto en monedas de vellón con una habilidad de experta en equilibrios. Alegre como un colorín y fresca como un pepino, no paraba de cantar dejando al pasar una estela de perfume barato. Yo no sé de dónde la London Transporte reclutaba sus operarias. Todos tenían pinta de adefesios y como recién seleccionados entre el reparto de actores de una película de miedo. O iba directamente a los hospitales donde convalecían los enfermos de quimismo o directamente de los nosocomios. El agua de la ciudad era rica en plomo lo que determinara que estuviera arraigada la esquizofrenia. En ninguna otra ciudad del planeta, teatro de operaciones de las novelas de intriga y los filmes de Hitchcock, se encontraban cobradores de autobuses con esas pintas. Por lo estrafalarios y desgarbados. Por la flacidez de sus rostros. Por la exorbitancia o deficiencia de alguna de las partes de su cuerpo. Y es que tres siglos de revolución industrial siguiendo las leyes de selección natural y de adaptación al medio deben de dejar sus secuelas.
Y heme aquí que mi pasado templario me había llevado a morar en aquel subsuelo, en la añoranza de Jerusalén, peregrino de mis propias culpas. Virgen Madre, nos has de proteger.


Alguna noche en medio de alguna de mis pesadillas, mientras quedaba amodorrado viendo el trajín de piernas sobre el montante, pues el pulso de la gran ciudad y los constantes pasos no se terminaban nunca, Londres no duerme nunca, escuchaba el volear de campanas en la torre de la iglesia de mi pueblo. Inquirí a Fray Millán, el quiromántico cuyo espectro me acompaña siempre cualquier pudiera ser el significado de mis impasses oníricas:
-Las campanas tañen para ahuyentar las tormentas. Detente, nube. Más puede Dios que tú.
A pesar de ello, no faltaron contratiempos. Mi existir constituía una brega afanosa, un caminar perpetuo contra el pedrisco.
¡Ah dulce Virgen de Bendueños, a la que yo había venerado en Lena cuando yo era un diácono mozárabe adscrito al coro de la Basílica de Santa Cristina y a la que había cantado algunas tardes el Akathistos. Ella borraría las letras del quirógrafo antiguo dando a nuestra vida una nueva dimensión. El culto a la Virgen los trajeron aquellos monjes adopcionistas consagrados por Elipando y que huyendo de las persecuciones de una sultana maléfica enfilaron las rutas del norte.
Una copla resonaba en mi cerebro:
En Quirós la virgen del Alba, en Lena la de Bendueños y en el concejo de Riosa la Virgen de los Remedios. Las estrofas del canto sublime a Nuestra Señora resonaron, afán y huelgo viejo, entre la paja de las cuadras y el humilde albergue de los aposentos.
A San Salvador de Oviedo íbamos todos. Mancos, lisiados, perturbados mentales, endemoniados y hasta el cojo de Calanda[liii] batiendo los tambores de la peregrinación. Todos somos en la vida romeros. Queremos con el andar y desandar de nuestros pasos encontrar sentido al laberinto. Buscamos la flor del agua dentro de la barca de san Juan que no es otra cosa que la barca de Queronte.  El rocío de la noche de san Juan cura las heridas. Por eso son muchos los que se descalzan al ir a pasar el vado. Y yo me descalcé en el número 41 de Roland Gardens. Allí tuve trato con las xanas y vi sus cadeixos o flecos de oro brillar entre las ramas en el contraluz del solsticio de verano. Después me comí un bullete y ese trozo de pan, oblea o farinato de castaña no era otra cosa que la hostia sagrada.
La prensa seguía mientras emborrachandonos con sus argumentos de catástrofe pero yo tenía por aquel entonces una fuerte vida interior que me daba una razón fruitiva de la juventud que pasa sin sentirse.
Llamaba todos los días a la muerte, oh Jerusalén, y ésta no me quiso.
Sonaba incesante la voz de la cobradora Brenda en su demanda de taladrar billetes. Tickets, please. Era una letanía monocorde que recordaba el ininterrumpido trajín de la ciudad amada en su ir y venir inundando las plataformas. Gracias a esta melodía resultaba hacedero no sólo darse una vuelta por Londres sino pasar a través de todos los memoriales de la historia de aquel país. Desde la Batalla de Hastings hasta el último elepé de Paul Macarney. Britania se llenaba de sonidos y canta bastante bien. Le han surgido no pocos imitadores.


-Brenda, hay que ver la agilidad con que subes y bajas por la escalera de caracol.  Todos estamos sometidos a tu vigilancia incansable.
-Es un orgullo haber nacido inglés. -  declamó la muchacha- Mi padre era un sargento mayor de los Highlanders y mi marido pereció en Palestina durante las revueltas de la independencia. El estado se hizo cargo y a mí me han dado este cargo de revisora de la linea que va de Picadilly a Elephant and Castle.
-¿Going out tonight?
Aquella voz era tan bella que había que cortejarla. She gave me her telephone number.


Brenda siguió subiendo y bajando las escaleras con más empeño y su vigilancia sobre el sector se hizo más llevadera. Fue para mí la buena samaritana. A toda mujer, sobre todo, si ha nacido en las Islas, le halaga ser cortejada por un extranjero. Brenda dijo yes. Fue así como me eché una novia, ticket conductor, como la de la canción de los Beatles. Salimos juntos algunas tardes. Cantamos la canción de moda por aquellas días que batían los primeros lugares de los hit parada como “Querida, esta mañana no dejaré la pinta de leche en tu cancel, mi amor está lejos”, “Winchester the Cathedral”, “Lazy sunny afternoon” y nos besamos en la trasera de un mini que yo tenía, azotamos las mejores pubs del sector con nuestra insaciable sed, caminábamos de la mano por las oscuras esquinas. Unas noches la fiesta acababa en mi cava o en su casa de alquiler en un lugar al otro lado del río. Heads or tails. La vida amorosa de grandes y pequeños personajes tiene bastante relación con el azar. Se tira la moneda al aire y sale cara o sale cruz. A pocos les cae de canto. Estos últimos serán condenados a ir de nones de por vida. Sería indecoroso por mi parte declarar que este fue el fallo que ha perseguido mi desdicha. La madre se agazapa y telefonea. Yo tuve una madre cruel.  Ella ha sido el martirio de mis días. Debió de ser que me aborreció en el nido. He tratado de pedirla que por favor no se inmiscuyera en mis asuntos pero ella, cerrera y adamantina en depararme tragedias, sigue telefoneando y hasta haciendo tercerías, pues al fin y al cabo hemos venido al mundo en el país de celestina, para casar a las mujeres que he querido con alguno de mis hermanos. Madre ¿por qué me avasallas? En vez de un hogar y un corazón me brindabas caños de agua helada y abría cada vez que te besaba la espantosa losa de un sepulcro. Mi huida a Albión fue una liberación pero al despertar a la realidad hube de caer de nuevo entre sus redes porque ella siempre fue mujer mala, a pesar de las misas continuas, las visitas al santísimo y la comunión diaria. Madre cruel ¿por qué me maltratas con tanto encono? ¿Cuál será la causa de que nunca he sido capaz de escapar al jofor de tus sangrientas garras? No has traído a mi vida más que desdichas y discordias. Incluso, has tramado contra mí, que digo ser tu hijo, poniendo a los frutos de mi carne en una adversidad constante que me deparas. Ah, Dios mío, si supieras cuanto sufro a causa de esta madre nefasta. No he sido un asesino como los mejores personajes de Dostoievski aunque más de una vez se me ha pasado por la mente la idea de matar a la vieja.
-Esto no tiene solución. Huye a Londres pero incluso allí te perseguirá. Te destrozará entre sus garras.
Algún turista poco avisado y como quien no quiere la cosa pudiera toparse con alguno de los spiritus de ajusticiados que pueblan la Torre pero yo de esos sufrimientos sé bastante porque como trato de esclarecer en esta crónica estuve encarcelado en esta London Tower donde los míos fueron mis verdugos. No me asusta la voz de los espectros sino los telefonazos fiscalizadoras de SOLAPIA. Con ochenta años a sus espaldas sigue estando en todo. A mi pobre padre lo mandó para la tumba. Ahora yo soy el próximo. Ha conseguido lo que se preponía que me aborrecieran todos mis hijos. Lo digo y no me creen oye. Tengo una madre por verdugo. Ana Bolena seguía atizando con sus encantos la pasión del ogro.
Brenda tenía tres hijos varones. Cada uno de un padre distinto y mientras duró todo aquello fue bastante hermoso. Algunas veces me permitía subir a su autobús de gratis y llegó a confesarme entre arrebatos de pasión que yo era un gran tipo, “a nice bloke but somewhat lonely”. Un corazón solitario. Mi desvalimiento y mi incompetencia debió de despertar en su corazón no sé qué instintos maternos.
Nunca he sido más feliz que a bordo de la imperial de aquel doble decor de color Borgoña. Era como si tuviese a todo el mundo a mis pies flotando en una nube de amor acariciada por los susurros de mi cobradora recitando la canción dineraria. Conmigo va aquella entonación.
-Tickets, please. Ta, luv. There you are.
Repicaba la campana de su voz, tañidos sonoros que me convocaban a una misa iniciática, la del amor, que todavía acaricia mis tímpanos al cabo de tanto tiempo. Se perfilaba el domo de la catedral de san Pablo y al poco descendíamos por el recuesto de Fleeet Street, pasado Old Bailey donde iban y venían abogados con peluca. Mis primeros negocios con la justicia fueron blancos a costa de mi divorcio con AGLAE. También entonces hice el tonto y el sólo recuerdo de aquella vez que estuve sentado en el banquillo por no pasar la alimonia, con mis protestas y comentarios, se volvieron del todo ridículos. Todo aquello se perdió. Había que seguir caminando. Dejábamos a la derecha una de las librerías más antiguas de Londres y en el que compré no pocos textos de poesía así como de periodismo.
Mis preferencias de ocio se han alternado entre los buenos restaurantes y los vinos caros con los buenos libros. Esas dos tendencia que parecen algo incompatibles constituyen el ying y el yang que hay en mí.
A mano izquierda quedaban las sedes en mármol negro del Express y del Daily Telegraph edificios que inspiraban consistencia y a la derecha el callejón de Bouberie Street tan querido para mí por razones que me reservo. Allí estaba la delegación de Efe. Olía a tinta y a papel por todas partes.




Si tuve una novia revisora fue para este pobre pecador que anda por la existencia con el hígado averiado a causa de los excesos de aquellos días, he de aducir que fue un honor haber libado en abundancia cerca de los mostradores y veladores de The Chedar and the Cheese que es una de las tabernas más ilustradas y con más abolengo de todo el oeste europeo. Sobre sus bancos el gran Samuel Johnson, polígrafo, lexicógrafo, periodista, autor de libelos y de tratados de jurisprudencia. Inglaterra era un galeón, una nave oneraria, cargada de libros y de galones de cerveza. Sobre ellos se cimienta la firmeza de su gobierno que no es democracia sino talasocracia. Es así como Britania reina en medio de las olas arboladas. Y aquella taberna desde donde me guiñaba sus ojos literarios, asaz cansados de tanto mirar y de tanto leer para ver siempre lo mismo, era como el reclamo de un participio o de un predicable distintivo que conectaba con mi manera de ser, más inclinada a la sesudez ampulosa del verbo latino. Johnson y el johnsonismo eran la garra clásica que nos conecta con ciertos paraísos perdidos. “The Cheddar” era el santuario de todas aquellas creencias que profesarán siempre los amantes de los libros: el mundo redondo, la música de las esferas, perpetuo girar haciendo caso omiso de nuestros devaneos y las intercadencias del avatar personal. Lo exacto. El tiempo que huye pero hay tardes que pueden ser atrapadas delante de un vaso de buen vino conversando y arreglando el mundo desde los pupitres de nuestras almas madres que son la Rotonde parisina, el Café Gijón o este insigne pub inglés donde sentó cátedra la gran erudición de Samuel Johnson[liv].  Él al pasar me lanzó algunas miradas desde su tumba. Está enterrado en la bodega de esta famosa casa pública. Era tan grande y voluminoso de cuerpo que hubo de ser inhumado de pie y mirando hacia Jerusalén. Vestía mi espectro - Londres es una ciudad de ensabanados en la cual los fantasmas hacen acto de presencia cuando uno menos se lo piensa- un jubón de terciopelo, el rostro alargado y con notables papos caídos sobre el ferreruelo pero su peluca algo pringosa y estrafalario denotaba el desaseo de los que viven una vida hacia adentro preocupandose poco por las cuestiones de apariencia. Hasta casi me pareció escucharle respirar en su tronera con esa pesadez y sonoridad de los asmáticos. En mi primera juventud estudié con aplicación sus aforismos que llegaron a entusiasmarme y traté de imitar a conciencia. Fue sin duda el primer ensayista y periodista de Inglaterra. El primer bohemio. Era un embajador de la sabiduría descendido del cielo con pase de pernocta a los infiernos  y lo estaban viendo mis ojos durante aquel paseo en autobús al ramblar de mis pensamientos y el merodeo de mis sentimientos que jamás en mi vida se habían puesto de acuerdo. Dicen que este abogado de la literatura y santo sin aureola pero con un sitio especial en el rincón de los poetas en las laudas cinerarias de la catedral de san Pablo se aparece en cuerpo y alma a todos los alevines de la literatura, a los que desean con todo el ahínco de su corazón y sus mejores propósitos ser investidos caballeros andantes del altruismo utópico de los libros que acuden a la gran ciudad atraídos por el reclamo de la gloria. Pobres.  Desconocen el futuro que les aguarda. En cualquier caso le vi sonreír y lanzarme un guiño desde uno de sus ojos que eran de acero elevando por mí la jarra a los cielos en un brindis de latón. Estaba ingiriendo su enésima pinta de cerveza.
-Cheer us, mate.
-Long life to you, great master of the deep thoughts. You taught me to live thrift and think highly. Ese ha sido mi empeño y mi fracaso. Sigo sus huellas, don Samuel.
El Támesis entonces al pasar por uno de los mayores templos de la cristiandad (creo que es el segundo después de la catedral de san Petersburgo) insinuaba un giro o arco de ballesta.
-Vista a la derecha - gritaba uno de los caporales que conducían la gabarra en que viajaba con gran pompa y magnificencia de espuma en su trono blando de algas la diosa madre de todos, Baodicea, escoltada por uno de los centuriones de su guardia por nombre EPLOCEUS (el rubio).
-Paso a la reina.
-En su jubileo. El mundo hinque la rodilla ante el cetro y la corona inglesa.
Estuve por ponerme a cantar lo de un inglés vino a Bilbao pero seguramente a los tragavirotes del espionaje británico que carecen del sentido del humor no les haría ni la menor gracia. Inglaterra es la única monarquía donde los republicanos de toda la vida se sienten a sus anchas. En mi país, por desgracia, esto no es posible ya que lo tuercen, lo ponen perdido todo con su saliva mal gastada, las babas de los aduladores áulicas. Hay un ánsar que grazna incansable revanchas desde las columnas de su periódico. Guay de mi España. Allá estaba entre otros el cardenal Wosley mirandome desde arriba con sus ojos de carnero degollado. El buen purpurado desde su augusto palacio en Lambeta hasta la oscura celda del verdugo tendría seguramente escasos metros que recorrer. Aunque en realidad de verdad Tomás Wosley, legado papal, fue asesinado en Leicester en 1530 y había sido un simple clérigo de Ipswich que llegó a limosnero de Enrique VIII. Aficionado a las mujeres y a la música era también inclinado a las bellas artes, sobre todo, a la arquitectura, gustos que compartía con el soberano a cuyas expensas fueron edificados el palacio episcopal de Lambeta, el castillo de Hampton Court y las corralizas de Whitehall donde ahora viven los primeros ministros del Reino Unido. Fue una de las personalidades eclesiásticas más interesantes de la historia. Estuvo a punto de ser elegido cardenal pero el sagrado colegio cardenalicio, a la muerte de Alejandro VI, era un piélago de intrigas y los patricios de la sede apostólica optaron por un Medicis. De no haber sido así, la historia hubiera sido escrita de muy diferente modos


Apareció entonces un alabardero como esos que ilustran la portada de las buenas botellas de ginebra que iba cabalgando sobre los lomos de una sirena. Le seguía un pelotón de infantes de marina que cabeceaban asidos al pescuezo de una familia de hipocampos. La visión no podía ser más fantástica. En la otra orilla se alzaban los tubos de los telescopios del Observatorio de Greenwich.
-Mi yugo es suave y la carga de mis obligaciones ligera. Tengan a gala haber nacido ingleses - iba pregonando desde su trono de olas la insigne Baodicea.
Y Neptuno mandó a lo mejor de su escuadra para cubrir carrera. Se anunciaban en el mundo grandes acontecimientos. Un cambio traumático se acercaba y nosotros hurtábamos el cuerpo a aquellos quebrantos de la curva emblemática alzando nuestras jarras en los innumerables pubs del Reino Unido en brindis incesantes por la venida del tiempo nuevo.
Londres ofrece estas sorpresas. Estos cambios de luz y variaciones traumáticas. Cuando vas de una parte a otra de la ciudad es como si te encontraras en una parte diferente del globo. Por eso las giras turísticas en aquella capital pueden tener su miga de periplo iniciático. Es un viaje a las profundidades del corazón en el cual yo trataba de ir al encuentro con mi pasado y no encontré más que disgusto, recriminaciones, recuerdos lancinantes. En una palabra, sólo sombras. Sombras lancinantes. Estibarlas ahora, al cabo de más de un cuarto de siglo es tarea que sobrepuja a las meras fuerzas sobrehumanas. Pero estas nubes de pesadilla que se guardan en los reclinatorios de las frustraciones terrenales me hablan todavía en la distancia mientras trato en vano resucitarlas. Percibo su presencia enigmática y llegan hasta mí con escoltas de voces de mis difuntos. El bronce de la campana humana no muere nunca. Mediante ella el verbo habita entre nosotros.

                  
                              EL DESEADO        
“Si no eres partidarios de Antero, o eres bobo, o fraile puñetero”. Era lo que se decía en aquellos tiempos. Yo conocí al Deseado que por entonces ejercía de fámulo, meritorio, correveidile y pelotillero de un famoso santo laico, el cual nos hizo la santísima a los de Pertunda, pues decía desde su cátedra de Preterera que Canis Gallicus o el Galgo tenía que morir. ¡ Pobre! Mucho lo odiaban con una inquina que jamás comprendí en aquellos días risueños del entusiasmo y la gracia y menos ahora en los  tiempos decrépitos cuando todo el mundo parece dispuesto a agujerearme a golpes. Pese a mis decepciones y agravios, sigo terne en la idea dandole cebas a mi utopía. Han ganado.
Nunca pudo catalogarse tanto odio junto dentro del un catedrático. La cosa tenía su busilis y se remontaba a viejas guerras del pasado. Se llenan los vasos y las cráteras con toda la hiel del orbe, el saín de todos los muertos reales o imaginarios dejaba en los zócalos de los sarcófagos manchas sospechosas, delatoras de una corrupción descomedida. Las naciones se han puesto de un humor de perros. Esto a lo que más se parece es a un funeral de tercera. ¡Um! ¡Atisbos de un mundo feliz!


Su rostro se me ha representado estos días en que el monotema se hace más recio. Lo recuerdo imitando los gestos, los andares y hasta la manera de terciarse la capa
La babosa arrastra en la panza el veneno del rencor. Es de la familia del caracol, un molusco que porta en su corazón las inmundicias y defecaciones diferidas.
-Un día las pagaréis todas juntas.
-¿Conque de vomitiva?
-No hay perdón, chiquitos.
Hablaba don Deseado cerrando los puños y disparando perdigones de saliva a su interlocutor a oste y moste.
Su mujer, una señora pequeñita, con ojos como puntos filipinos y que se expresaba en un desagradable tonillo nasal, le tiraba de la capa bajo las arcadas del claustro. Le acababan de nombrar doctor honoris causa. ¿Era él o un famoso músico? No lo recuerdo muy bien pero don Eraso  estaba de muy malas pulgas. Tenía una cabeza muy gorda y casi no le cabía la funda de su capillo que remedaba al gorro de los talibanes, el tronco escaso, las piernas cortas y toradas.
-Yo sé bien lo que me digo- continuaba en su letanía de amenazas.
El odio suyo hacia nosotros era casi fundamentalista, un odio africano y eso que había nacido en una bonita ciudad atlántica para ser ciudadano del mundo. El día que murió El Proditor agarró una curda importante.  Se descorcharon en el humilde habitáculo que ocupaba en Sábula Sciencia, la ciudad profesoral y científica que habitaba en compañía de su mujer vieja, la que justamente tiraba de su toga, cuando lo de la recepción en la alcaldía lo menos diez botellas de cava del Penedés encargadas de ocasión.
-Yo no bebo nunca pero un día es un día. Cayeron los baluartes.
Y al decir la última frase al gran experto de las relaciones internaciones se le puso una cara mirífica de hechos consumados. Era una fecha añorada en sus días. Había visto diñarla a un enemigo. Le tenía ganas. Era el ser humano más abominable. Para combatirlo había largado multitud de
Mandó que tocasen las campanas por todo el recinto 
-No hables con esos. Son los legados del asesino.
Pese a la oposición de la parienta, que tenía los zapatos rotos y al homenajeado, al insigne dómine, le sonreían las coderas por debajo de la toga.
-Señora, que yo no he matado a nadie.
-Venga, Anselmo, no hables con esa gentuza.
Anselmo era el nombre de pila de don Erado.
Quedé más confundido que un obispo en una mezquita,  pero logré sobreponerme a la descortesía de la vieja, que a mí me recordaba a uno de esos estrafalarios personajes que arrastran sus complicaciones mentales a lo largo de las novelas de Dostoievski.


Era una hermosa atardecida de otoño. Las cigüeñas de las torres de aquella ciudad universitaria empezaban a abandonar los nidos y emprendían el vuelo hacia el sur, acompañados de las golondrinas de Oscar Wilde. Era uno de mis primeros reportajes y pese a las recepciones en el vestíbulo en aquel paraninfo cuajado de banderas y oriflama que rendían honores a las personalidades que subieron al estrado, no lo iba a tener fácil.
Todos hablaban de la salud del Camnis Gallicus. Estaba deseando que se muriera. Lo llamaban asesino, impotente, retrasado mental, enemigo de la humanidad. Ahora de forma impostergable escribe este antiguo dominico cortos en el periódico de Walamboso donde tiene una columna cortos de una hondura escueta y antropológica. Ya se le debe de haber acabado el gas. ¿Tomará viagra? Su viagra tendrá que ser erasmista de ahí para arriba  porque aquel fraile que metió cabeza en Oxford era el meritorio del intelectual más bochornoso que ha producido la historia de España, pues era tonto en siete idiomas y lo que hablaba estaba emponzoñado del veneno del áspid. Su mujer paría como una coneja. Había sido monja dominica y creo que aprovechó el tiempo.
- Con mirarla ya la preño - decía fray Castigador - toco el órgano y la hago un chico.
-¡Caramba! Estos frailes trabucaires no se chupan al dedo y cuando se juntan con una monja pues familia numerosa. Creo que le salieron siete, todos de comunión diaria, y algún etarra. De comunión diaria, oye.
Era católico y cruel.  El hombre más malvado tuvo que acabar de antropólogo. Dicen que su padre era un callista que fusiló a muchos rojos. Por eso sus cortos parecen balas. Un mareo de mal café. Pero esto es España envenenada por los cucarros que llevaron tonsura y ahora dicen ala, ala. Los malo es que esta gentuza ha sentado plaza de periodistas y no son más que comisarios políticos. Nunca te llegarán a los zancajos a ti, Feliz Ortega. ¿Te acuerdas de aquel Kondo que teníamos en SP? Pues nos salió etarra y este al que me refiero lo mismo. Un caso acabado de furor uterino. No podía dejarla quieta. Creo que se ha casado tres veces  y ahora tienen una orquitis cancerosas. Estaba predestinado. Que Dios le perdone, que dios me de fuerzas para seguir aguantando a los trepas, pero al maestrillo de Oxford a ese sí que no le perdono la ofensa de lesa patria. Estará ahora en el infierno torrentoso con ancones y masones. Graznando con los ancares del capitolio. A todo cerdo le llega su sanmartín.
Era un tipo vomitivo, un advenedizo, pero con fuste. Le llaman EL DESEADO. Pobres ilusos. No saben con quien se juegan los cuartos.









                    FÉLIX ORTEGA COMO EPÍLOGO. FIN DE UNA ERA
   Era su anagrama. Con él firmaba sus crónicas, aquellas crónicas densas, casi oceánicas, pero siempre exactas, que eran leídas con avidez en el Palacio de Santa Cruz, y hacían coger unos cabreos moros de aquí te espero al embajador de Marruecos, el astuto y sagaz Filalli, y que él mandaba desde la planta tercera del edificio de la ONU, desde el habitáculo compartido con un indio con turbante, familia del Marahá de Capurtala, y que nunca escribía nada pues se pasaba la vida sin pegar golpe. Desde la mesa que yo heredé se veían subir aguas del East River arriba las barcazas onerarias del desescombro con toda la basura de la Gran Mejana a bordo, con todos los desperdicios de las vanidades humanas el alma al hombro. Su paso tan trivial desentonaba con lugar tan importante donde se pronunciaban discursos y más discursos y se dejaban caer personajes de rumbo.
Lo mismo en el fuliginoso julio que en el helado marzo allá estaban las gabarras.
Félix Ortega al que acabamos de perder los españoles hace unas semanas, durante las peligrosas calmas de enero, esa famosa y siniestra Doce Noches de las que habló Shakespeare, y el interregno maldito que hacía temblar a los romanos, tan sanguinarias en este año capicúa del 2002, que arrastraron a las aguas negras de la Estigia a Cela, a Pedro Pascual, a Adolfo Marsillach, era un hidalgo del periodismo. O un viejo zorro, como lo queráis llamar. Seguramente el numera uno de la generación del 68. Escuela SP. Con un gran maestro, además: Rodrigo Royo.
La maldita noticia de su óbito me llega con algo más de un mes de demora, desapercibimiento del que yo mismo me espanto, aunque no quisiera estarme sin recapitularla. La figura y la obra de FO, desparramada en miles de artículos, reportajes, ensayos, que al correr de los años habrán de ser exhumados del polvo de las hemerotecas, no pasará de largo. A Félix no había que perderlo nunca de vista. Quienes deseen iniciarse en esta profesión antes denominada infantería de las letras y ahora mundo de la comunicación tendrán que tener a este hombre en cuenta.
Era un periodista científico. Químicamente puro. De raza. Se salía del cuadro. Debido en parte a su humildad y llaneza de campurriano. Era accesible y sin ringorrangos al igual que todos los genios pero sin las manías. Podías contar con él en cualquier apuro. Hasta darle un sablazo. Sólo le indignaba la estupidez, la ramplonería, la falta de sensibilidad. Nunca le vi hablar mal de nadie aunque, astuto, se guardaba siempre bazas desconcertantes y apabullantes para los mediocres. Su estatura de gigante suscitaba, por ende, envidias en la tribu. Maestro en el arte de abordar los temas más escabrosos con la habilidad y el despejo de un Alistair Cook o de un Walter Lipmann, al que se parecía físicamente un poco, era un experto de abrir nuevos enfoques, creando corrientes de opinión.


Corresponsal atípico dentro de lo que estamos acostumbrados, no se consideraba un literato de campanillas y con pretensiones a la galería. Más bien se mantuvo siempre dentro de una línea gris de escritor riguroso que manejaba con elegancia, solidez, sobriedad y dignidad el castellano no dejandose llevar por los barbarismos y solecismos de los amaneramientos acostumbrados de los que pensando en español quieren escribir en inglés pues su lengua nativa les parece poco.
Narraba superior. Y no contaba batallitas. Cotejaba dos o tres fuentes antes de ponerse a redactar aun cuando ello le deparara disgustos. Más de uno y más de dos que yo me sé. Hubo de poner la vida al tablero y jugarsela a la taba en más de una ocasión. Su nombre habrá de estar, sin desmerecer, junto a los grandes cronistas del exterior que ha dado este país: Julio Camba, Bonafoux, Augusto Asía, Valentín Massip, Ismael Herráiz, Manolo Pombo Angulo, Celso Collazo.
Había aprendido su oficio en la vieja A.P.[2] Pero, indomable en la defensa de los intereses de su patria, a Félix no había quien lo sobornase.
Sus textos - era un experto en aeronáutica, y creo que dejó aparcado el ingreso en la Academia del Aire de San Javier cuando ganó una beca Fullbright para ir a estudiar a Nebraska, renunciando así a su primigenia vocación: quería ser piloto de combate- eran examinados con lupa por los gurús del Pentágono. Sabía mucho de cazabombarderos y de misiles de alcance.
Nadie ha sabido contar con tanto rigor, solercia e incluso alborozo la era Johnson, la era Nixon, la era Ford.  Éste último, uno de los presidentes más torpes y anodinos pero de los más simpáticos que hayan pasado por la Casa Blanca.
Aquella América de entonces era un país nodal. O diametralmente opuesto a aquél al que rigen los designios de George Bush el Mozo. ¿Fue una cortina de humo el Watergate para tapar los trapos sucios? ¿O más bien una verdadera conspiración para hundir al mejor emperador con que haya contado la República: Richard Milhous Nixon?  Nunca acertaré a responder.
Sólo FO como un verdadero maestro a los iniciados en estas lides de los “lobbies”, “caucus”, y otros tremedales del régimen interior de la clase política en Washington supo contarselo a los españoles, poniendo tesón, pasión, muchas horas de trabajo y su miaja de refitoleo en cada crónica.
En ellas había que encontrar siempre una clave. Un trasfondo. Él como escritor era hábil y hasta puñetero. Sabía poner una vela a Dios y otra al diablo, pero sin decantarse por ninguna versión, como en el caso de los “fontaneros” del Asunto Watergate.  Supo dar otra lectura del caso diferente a Woodward y Bernstein en el Washington Post. Jamás se contradecía pero nunca le veías venir.  Y eso que no había nacido en Puente Deume sino en Palencia.


¡Con qué orgullo hablaba de su padre, un factor de Renfe en la estación de Venta de Baños!
Me cupo el honor de relevarle en la corresponsalía neoyorquina a la que acudí un poco anonadado pues él había dejado el listón imposible de subir. Aunque hice lo indecible de acomodarme a sus consejos, no supe cumplirlos a rajatabla, aunque me parece que a mí tampoco me fue mal del todo.
Tampoco llegué a entender por qué abandonaba la Ciudad de los Rascacielos. Me dio a entender que lo quería era vivir con Dulce en una casita en el campo en compañía de sus hijos.
Nuestras relaciones, sin embargo, arrancaban mucho antes de aquella coyuntura. Habría que remitirse a los días de vino y rosas del Diario SP allá por 1967.
La relación se ubicaba en una nave frente a una paridera antigua que había sido convertida en almacén por unos chatarreros allá en los confines de los Cuatro Caminos proletarios. Fue la primera redacción libertaria y ecléctica surgida en pleno franquismo. Apiñados al pie de Rodrigo Royo hacían cama redonda comunistas, ácratas, socialistas, anarcos, economistas, un jesuita, un guerrillero de cristo rey y hasta uno que es hoy famoso bailarín. Y todos comiendo en el mismo plato.
Cerrada la edición, nos largábamos a tomar una copa a un pub, El León Rojo, regentado por un inglés que estaba casado con una catalana. FO sorprendía a todos por la elegancia y fluencia de su inglés de “wasp”. Como aprendido en West Point.
Y por su aguante del güisqui y la cerveza. Nunca lo vi borracho en aquellas noches de humo y alterne. Algunas de ellas para olvidar. La prestancia de Félix era la de un hidalgo castellano con porte y dignidad suficiente como para pasar por en medio de un charco sin salpicar los zapatos.
Nuestras rondas por el Red Lion no eran óbice para la gran profesionalidad de Félix y su admirable capacidad de concentración y de trabajo.  Podía escribir sin tachaduras y casi sin alzar la mirada tres horas seguidas. Y de corrido. Consultando únicamente con el archivo que tenía metido en la cabeza. Un verdadero superdotado. Un número uno.
En abril de 1973 recuerdo que Tomás Cerro Garrochano, a la sazón mi redactor jefe en Pyresa, me puso un flash urgente a Londres:
-Espera, Antonio. Te va a hablar un amigo.
Todos los timbres de alarma sonaron como campanas alborozadas en la quietud gris de la atardecida londinense. Estuvimos una hora de palique a través del télex. Por aquellos días era el gran instrumento de trabajo de los periodistas en el extranjero y un anticipo de lo que son ahora mismo los chats de Internet. Maquinas prodigiosas, misteriosos inventos que acortan distancias y parece que han acelerado el ritmo trepidante de la historia.


Me comunicaba que había sido nombrado corresponsal en Nueva York. Tuve el honor de ser uno de los primeros en saberlo. Félix iba a relevar a Guy Bueno, otro histórico del periodismo, que, cansado de la Gran Mejana, se retiraba a Palma de Mallorca, donde moriría al cabo de poco de un cáncer de piel, lo mismo que mi antecesor en Londres, Antonio Avendaño. Entre medias, estuvo Manolo Adrio.
Después quedó patente que la elección no había podido ser más afortunada. El gran Félix Ortega se convirtió en la estrella de la cadena. Le aguardaba un cuatrienio frenético donde brillaría con luz propia aquel fenómeno de un periodismo nuevo, experto en comunicaciones. Oí decir a Vicente Cebrián que lo sabía todo que  lo conocía todo.
Fue un pionero de un género difícil y en el que hay que hacer tantos equilibrios como es el de corresponsal diplomático a la usanza anglosajona. En España sólo tenían derecho a esmerarse los curas vaticanistas y los monárquicos y los que iban de plumas galanas. FO, hijo de un republicano que no lo pasó del todo bien con Franco, pero también producto de un sistema de igualdad de oportunidades en el que se trató de orillar las diferencias que habían dado pábulo a la pugna fratricida, no era ciertamente un meapilas. Del ABC o del YA lo hubiesen echado a gorrazos, lo mismo que del DEIA. Sólo tendría cabida en un periódico falangista en el cual los que trabajábamos eramos mayormente rojos. No era ni de unos ni de otros. Pertenecía al futuro aunque sin desdeñar el pasado.
Habituado a medir la realidad con ojo americano, andaba por encima de las rivalidades de campanario y no llegaba a comprender los enfurcios de la política carpetovetónica, eso que nos acerca tanto al esperpento valle-inclanesco o a la olla podrida de Galdós.
-Pero ¡qué burros! ¡qué burros, oye!
Y cogiendo una lata de cerveza vacía, de marca nacional, una Mahou, trató de aplastarla entre sus dedos. Su liga metálica era lo suficientemente rica y consistente como para no combarse al primer envite.
-¿Qué me quieres decir, Felisín?
Íbamos caminando por el Paseo de Recoletos.
-Nada que si hubiera sido el encase hecho en Milwaukee ya estaría hecha un acordeón. Y aquí no quieren darse cuenta. Creen que todo lo extranjero es lo mejor.
Se salía del cuadro. Por eso les resultaba tan repulsivo a los mediocres. No le perdonaron ser despertados a las cuatro de la madrugada por un timbrazo de teléfono desde Madrid a causa de una de sus habituales exclusivas. Los pisotones de Félix Ortega eran tan tremebundos como implacables.
Puso a España en pie de guerra con lo de la “Marcha Verde”. Él fue el primero en descubrir las verdaderas intenciones de Hassan II con respecto a Ceuta y Melilla primero y después el Sahara Español.  La diplomacia alauita se vio desenmascarada en el primer caso y hubo de dar paso atrás.


Poseía una agenda de buenos contactos y era un tipo valiente y audaz que vivía sin las alharacas de otros en un cuchitril de treinta metros cuadrados en el Midtown y por el que pagaba un montón de dolares en compañía de Dulce. A veces su cuñada Chiqui pasaba con ellos temporadas. Ahorraban para comprarse una casa en España.
Nos volvimos a ver en la primavera del 97. Comimos juntos un par de veces. Se le notaba mucho las tablas y el despejo con que se desenvolvía en la diplomacia de mantel.
Unos le acusaron de pertenecer a la CIA, otros al KGB pero él era Félix - FO para los amigos, ni del Foreign Office, ni del M15 tampoco- sino el hijo de un ferroviario de Palencia. Trabajaba por entonces como jefe de prensa de la Compañía Iberia, empresa en la cual demostró su competencia y profesionalidad, haciendo frente a los retos del desmontaje, la reconversión, las múltiples intercadencias de todo cambio de fase en un país, en una familia, en una firma comercial que era llamado el buque insignia de la tecnología española.
Creo que a este halcón que se había codeado en sus rasantes vuelos espectaculares con las aguilas calvas de las Rocosas y con los buitres del Pentágono le daban un poco de risa los pardillos y garrulerías de nuestros gorriones. Él sonreía con algo de tristeza y condescendencia en vista del panorama. Me pareció que vivía enclaustrado en su mundo de grandes temas. Avances tecnológicos y científicos. Como encaramado en la nube del no saber jugaba a la no presencia, que es lo que hay que hacer por estos pagos cuando las pulgas quieren convertirse en elefantes.
Y recuerdo aquella comida con dos coroneles del CESID en un restaurante de la carretera de la Coruña a los que tuvo Félix dos horas sin pestañear enterándoles de asuntos que ellos no sabían. Sólo un gran profesional como Félix Ortega era capaz de eso: tener con la boca abierta a dos oficiales con tres estrellas de ocho puntas del gran estado mayor de la inteligencia militar española. De lo que se trato en aquel almuerzo hago gracia al lector habida cuenta de ser materia reservada. No bebió ni una gota de alcohol.  Las viandas ni las tocara. Eso sí. Se fumó un pitillo tras otro.
  Despedidos que fuimos de nuestros anfitriones, me pidió que lo acercase en mi coche a Madrid. Ibamos charlando de nuestras cosas, cuando al llegar a la altura de Moncloa me pidió que parase frente al edificio de la Fundación Jiménez Díaz, como al desgaire y casi distraídamente, puesto que su aspecto era magnífico, pese al cansancio que detecté. Había hablado noventa minutos ante los interlocutores haciendo uso de su facundia magnífica, matemática y brillante. Escribía como hablaba.
-Déjame aquí.
-Pero, hombre, si esto es el Clínico. ¿No te apetece que tomemos una copa como en los viejos tiempos?
-Otro día. Ahora voy a que me implanten en la pierna un by pass.
-¿Qué me dices?
-No tiene la menor importancia. Saldremos de esta, Parrita, ya lo verás.


Y salió pero no volveré a verle más. Se perdió por el paso de cebra de la Plaza de Cristo Rey debajo de los regoldos y los plátanos que nosotros vimos plantar cuando eramos estudiantes.
Félix me saludó desde el otro lado de la calle mientras encendía el enésimo cigarrillo. Aquellos “Kent” mentolados light que él fumaba, el bronco tabaco que fumábamos todos en Manhattan y que nos ha ido matando a todos poco a poco. Nunca hubiera podido imaginar que a mi amigo, tan pronto, y tan joven le hubiera salido la hoja roja.
Siento su muerte como una anticipo de la propia. Se ha ido a la chita callando. Sin demasiados aspavientos. Con elegancia. En la sencillez. Como era él. Sin grandes alharacas. Aunque a Félix nunca había que perderlo de vista. Trabajaba sin dar cuartos al pregonero. Era un gran español y también una de las primeras plumas que tuvo la Transición. Con hilo directo al Palacio de la Moncloa donde el presidente Suárez le consultaba. Quizás muchos no sabrán agradecerselo pero él era así. Good soldiers never die.
25 de febrero de 2002

 n    LOS TEMPLARIOS Y LA RECONQUISTA IMPOSIBLE
Cuando en el mes de marzo de 1214 moría frente a las torres de Notre Dame Jackes de Molay, el último maestre de la Orden de los Caballeros Pobres de Cristo, condenado a la hoguera bajo los delitos de sacrilegio, sodomía y avaricia, se ponía término a una de las grandes utopías que recorrieron el pulso de Europa durante la Edad Media: la recuperación de Jerusalén, el triunfo de la cruz sobre sus otros símbolos rivales.
La condena a muerte del famoso Jacobo de Molay tuvo unas consecuencias mortuorias para sus propios verdugos. El postrer de los grandes abades que tuvo la cristiandad latina, en una arranque de presciencia ante el patíbulo, había vaticinado que tanto el papa que lo condenó, Clemente V, como el monarca francés que se apoderó codiciosamente de todas las propiedades de la Orden confiscadas por la Corona tendrían que enfrentarse ese mismo año con él ante el juicio de Dios.
Efectivamente, a los pocos meses, unas fiebres acaban con la vida del pontífice en Aviñón. Los galenos recetaron un emplasto de esmeralda molida que aceleró su muerte. Felipe el Hermoso sufriría un accidente de caza que le haría descender al sepulcro.
El último de los grandes caballeros antes de expirar formuló otro vaticinio que nos resistimos a transcribir aquí a causa de su duro contenido contra las manipulaciones y calamidades que causaría a la cristiandad, con una recua de escándalos, la gestión de los herederos de los Honorios, los Bonifacios, los Clementes.
A dí de hoy puede que las ultimas palabras del mártir se estén cumpliendo a rajatabla. Basta con alzar la mirada en torno y hacerse cargo de los males que afligen a la catolicidad.


Con él fueron ajusticiados unos quince mil religiosos profesos en dicha Orden entre postulantes, sargentos[lv], hermanos legos y sacerdotes. El rey de Aragón también confiscó las posesiones templarias en Cataluña. Monasterios como el de Monzón, Peñíscola, Horta, Alfambra, Villel, o el de Carracedo en tierras del Bierzo quedaron disueltos.
Los hechos y conclusiones que nos confía la historia del Temple que no es sino la crónica del impulso por buscar la reconciliación con Dios a costa de atropellar al prójimo y el derecho a la primogenitura con el Todopoderosa malquistandose con los semejantes. Es la descripción de una muerte anunciado. El gran fracaso. El supremo baldón.
Son episodios para dejarnos intranquilos y escépticos ante tales denuedos que han convertido la Ciudad Santa en tramoya de odios y de rivalidades viscerales. Sus piedras, manzana de discordia y ocasión de lucha, peligros y sangrientos crímenes contra la humanidad como el que perpetraron los cruzados al alimón con los venecianos dentro del recinto de Constantinopla en el verano del 1202. Ocho siglos después los israelíes practican las mismas masacres en Cisjordania. ¿Dónde está Dios? ¿Por qué no levanta la cabeza y se pronuncia ante la secuencia de desmanes que conforman nuestra actualidad diaria?
“Adoran a un ídolo, escupen y mean sobre un crucifijo, en los capítulos y reniegan de Dios. Sus sacerdotes no consagran en la ceremonia eucarística, limitandose a imponer las manos” fue lo que adujo uno de los acusadores, un tal Equius, en su deposición contra la Orden.
La delación un día de otoño de 1307 con las primeras heladas en Paris echó a temblar todas las hojas de este vergel florido, del jardín de María, que había sido esta milicia de caballeros románticos que habían puesto su espada y su fe a los pies del papa para el mejor servicio de Jesucristo. Muy mal fueron pagados. Pero hay muchos contrastes y no pocos contrasentidos. Caballeros pobres, caballeros ricos, por amor a Jesucristo.
Con ello se pone en marcha uno de los procesos más afrentosos y sanguinarios que registran los anales para sonrojo del papado y vergüenza de la delicada Flor de Lis. La Inquisición de la Soborna - la más temible - mandó a la hoguera o a languidecer hasta las muertes en las mazmorras eclesiásticas a cerca de cincuenta mil varones religiosos. Puede hablarse de un verdadero genocidio y de asesinados en masa de la más aviesa índole.
De esta forma se reconocía el mérito y la labor de los que defendieron los muros de Jerusalén: haciendoles escalar los peldaños del cadalso.


Asimismo, se dijo que durante sus tenidas se entregaban a toda suerte de licencias carnales y que la practica de la homosexualidad era habitual en los castillos del Temple. Besos en las nalgas y a veces en los labios y en el pene. Pero ¿de donde han podido salir tales infundios? Tenían dinero y la envidia posee inclinaciones asesinas.  El populacho suele ser voluble de criterios. En Madrid hubo una revolución durante una pestilencia. Decían que eran los frailes los que envenenaban las aguas con el morbo colérico. Y los templarios a fuer de ricos estaban en la obligación de ser maricones.
 ¡Como si sólo fuera en estos sitios! Los moralistas la denominan la polilla de los conventos y ese es una de las pestes que no ha conseguido erradicar la iglesia latina a lo largo de más de mil años de historia.  Meter mano a un monaguillo o violar a una novicia debe de ser lo más natural del mundo habida cuenta del ambiente de encerramiento.
No hubo testigos en este juicio en el que la tiara y la corona de San Luis trataron de barrer para casa en una simiesca pantomima que remedaba las sutilezas y sobresaltos del tribunal del canguro. La lista de cargos a ojos vista era del todo gratuita. En ella jugaban al tute el escarnio, la contumelia y la delación más deplorable. Se pisoteó el derecho pero tanto la curia como el tribunal regio cohonestaron con visos de honorabilidad esta farsa sangrienta. El objetivo final era el famoso tesoro de los templarios que se guardaba bajo la críptica de la mezquita de Omar que sería su casa madre durante más de un siglo.
Lo de las micciones y salivajos sobre el crucifijo puede que tuvieron connotaciones simbólicas de aborrecimiento de todo aquello que determinó la crucifixión y muerte del Salvador. En el anverso de la cruz gloriosa, dicen, yace el anticristo. Los templarios buscaban por todos los medios el triunfo de la cruz y el aplastamiento de los enemigos del Símbolo de Nicea aunque para ello tuvieran que orquestarse en ceremonias y ritos de carácter iniciático.
En cuanto a que no consagraban puede que hubiese a ojos vistas una notable influencia en ello de los popes con los que convivieron durante tanto tiempos y a cuyos protocolos y rúbricas rindieron pleitesía en la pompa y riqueza de sus ornamentos. Para más parecerse a ellos se permitía a los freires llevar barba, por dispensa especial, aunque el cabello lo traían corto y en tonsura a diferencia de los bizantinos.
En las iglesias de Oriente la transubstanciación no tiene el mismo sentido riguroso que entre los latinos. Es epíclesis o invocación al Spiritu. Los padres griegos hablan de eucaristía pero también de eulogía. Los bulos tenían por tanto una base real pero habían sido manipulados o tergiversados a gusto del consumidor.
Con prelatura personal y bajo la obediencia solo del papa los templarios habían ideado un ritual propio, muy solemne y cargado de símbolos, como diría el propio Jacques de Molay en uno de los raros momentos en que rompe el silencio contra el cerco de calumnias y falsedades que los enemigos de la iglesia propalan contra la orden durante una de las sesiones de la causa.


Dijo que pocos institutos religiosos se había preocupado tanto del esplendor de Su Casa, esto es: del culto católico. Su rito, más ecuménico, se parecía al bizantino y al final de la misa, cuyo canon era sensiblemente largo que el carmelitano, el cartujano o el dominico, que también tenían dispensa de la Silla Apostólica para hacer sus modificaciones, insertaban oraciones en hebreos, en griego y en árabe. Tampoco hubo nadie que se preocupase tanto por la limosna y por socorrer al pobre. Y en el mismo orden de cosas ningún otro consorcio en el seno de la iglesia había derramado con tanta profusión la sangre de sus hijos en defensa de la fe.
  Esta autonomía o prelatura personal fue el desencadenante de la envidia y emulación que marcó la existencia del consorcio y es un morbo del que nunca estuvo exento el clero por naturaleza envidioso y puntilloso. A los diferentes se les suele aplicar la legislación vigente de la murmuración y aquí a quien descuella se les trata por todos los modos de segar las piernas o  descabezarlo. Es el pecado de Judas latente en los estamentos más encaramados del apostolado y la jerarquía y que torna la vida de los eclesiásticos en verdaderas cámaras de tortura. ¡Camándulas!
Tales especies contra los Caballeros Pobres de Xto tenían que venir por fuerza de algún clérigo. Partieron de la boca de un tal Equius, escribano del arcediano de Notre Dame, un tal Guillermo de Nogaret. Éste, seguramente un criptocátaro,  se avino a explotar su enemiga contra los templarios, profesores y difusores del culto a la Virgen que habían traído de Oriente por toda Europa, y algo que repugnaba a la naturaleza de los albigenses, amigos de lo concreto y que no concebían la sublimación de los afectos, quienes veían en toda mujer una suerte de consolamentum o viatico para sobrellevar las tristezas terrenales, nunca una diosa, para dar vado a la codicia y al orgullo del monarca francés. En el odio anti virginiano se anticiparon los cátaros a los protestantes más de tres siglos.
La revuelta de los cátaros que conmovió a la iglesia occidental hasta sus cimientos a comienzos del siglo XIII encontró en el Temple un antemural de contención. Frente al consolamentum, el amor libre y el comunismo albigense ellos predicaban la devoción marial, la rectitud de conciencia, el individualismo. La disciplina. La comunidad de bienes y de intereses pero nunca la comunión de las vidas. Odiaban algo que estos monjes tenían muy a gala y era el ritual, el culto externo, los sacramentos, la jerarquización. El movimiento herético que había sido sofocado a sangre y fuego por Simon de Montfort había supuesto una verdadera guerra civil, por lo que tenía de igualitario y de revolucionario. Por primera vez Francia intenta sacudirse el yugo de los abates. No sería por supuesto la primera vez pero aquello traería estigmas y algunos viales del protestantismo cátaro atravesando las rutas de la edad media y del renacimiento llegaron casi hasta la edad moderna donde propician tensiones como las que depararon el galicanismo, algo tan francés, o el jansenismo.


Nogaret cuyos abuelos habían perecido en la hoguera vierte su veneno contra Jacobo de Molay, un auténtico caballero a la usanza cristiana. No se sabe la causa de porqué el último maestre había despertado en la curia papal tanto veneno. Acaso hay veces que analizando lo que ha sido la historia de la iglesia comprobamos con tristeza que acaso sea el diablo el que tenga la última palabra.
Es la casuística contra el dogma. Las concretizaciones de los “consolados” de Albi contra los partidarios de la gran teología. Se recuerde que san Bernardo había escrito la regla a los templarios para convertirlos en baluarte de la fe y los mandó desplegarse allí donde ésta más en peligro, que eran España y Palestina. Que marcharan de dos en dos. Caballero y su escudero, remembranza ecuestre de Castor y Pólux, jinetes a pelear por la causa justa, que se abstuvieran de la frecuentación del trato torpe con mujeres, que se abstuvieran de los placeres de la caza y que no perdieran  sus “horas en la vanidad del ajedrez y del juego de damas”. Que no comieran carne los viernes y ayunaran el Adviento y la Cuaresma.
Felipe el Hermoso tenía fama de justo pero engreído. Es una versión medieval del primer chovinismo francés. El estado soy yo. Y Dios no es inglés ni romano sino que habita bajo el cielo de las Galias. Puso en práctica una política de “grandura” para someter a los estados pontificios a férula. Este sentido del patriotismo le condujo a no pocos excesos porque entre otras cosas a él se debe el Cisma de Aviñón cuyo chupinazo de salida serían los ignominiosos procesos contra el Temple. La noción de que no hay vino como el borgoñón y que Francia es la medida de todas las cosas junto con un papa débil - Beltrán de Got que subió al pontificado con el nombre de Clemente V y que para colmo era gascón - fue una de las causas determinantes de aquel drama que cambiaría para siempre la historia de la iglesia porque de haber seguido los templarios es casi seguro de que las cosas hubieran seguido rumbos diferentes.
En nombre de esa idea de la monarquía heliocéntrica se escribió una de las paginas más bochornosas de la historia del pontificado con la persecución y eliminación de uno de los baluartes más sólidos del sistema. La jerarquía haría el haraquiri un poco de la misma forma que lo haría siete siglos y medio más tarde. Se anuló, se automutiló a sí misma. ¿Cómo puede ser esto la obra del Divino Paráclito? Los inquisidores que prenunciaron la sentencia de la hoguera y el pontífice máximo que los condonara parecen imbuídos de un alma diabólica. Pero, alto ahí. Razón llevan los que dicen que la barca del Pastor se renueva constantemente y adopta los contrarios cada equis tiempo para sobrevivir.  En el intervalo de dos generaciones, menos a veces, no son los mismos ni el cuadro de mandos, ni la marinería, ni el rumbo.


Los templarios habían sido el surtidor que eleva a la iglesia medieval sobre todo con las manifestaciones catalogadas del arte románico a alturas insospechadas. Se les considera como los albañiles del misterio. Querían que la Iglesia surgiese sobre las cenizas del templo de Salomón cuyos tesoros ellos llegaron a acaparar al tomar posesión de la mezquita de Omar poco después de que Godofredo de Bouillon entrase triunfante en Jerusalén. Un edificio circular de planta octogonal fue su residencia en la Ciudad Santa y su casa madre.
Aquel templo salomónico tenía ocho ábsides y ellos trataron de imitar ese numero áureo en las fundaciones que esparcen por Palestina y por el Occidente.
Del Oriente trajeron los grandes misterios y se consideraron herederos de un patrimonio católico universalista, abierto a todas las tendencias incluso a otras religiones con las que intentan fomentar el diálogo. Cristo a pesas de que sus enemigos dijeron que escupieran sobre su imagen se alza como una verdadera rosa de los vientos de los destinos de la humanidad. No es un concepto unívoco sino equívoco. Hay muchos cristos.
Por eso quemaron en la hoguera al maestre Molay porque era una caballero andante que iba tras las huellas del mayor y mejor de los caballeros andantes que han existido: Jesús de Nazaret.
Su cruz roja - símbolo apotrocaico de salvación- que llevaban bordada en la pechera de sus hopalandas los monjes soldados proclamaba una idea general que entraba en conflicto con el orgullo y particularismo francés.
La caída de San Juan de Acre y la pérdida de Jerusalén a manos de Aladino en 1191 fue para ellos el principio del fin. Sin esas dos mermas, porque todo hay que decirlo, los templarios en lo externo fracasaron, aunque su espíritu interior siga siendo una garantía de éxito para lo porvenir porque será la orden que vendrá a sacar , cuando renazca, a la iglesia de esta impasse, no se hubieran producido los procesos inquisitoriales de París.
Algunos de los inculpados aceptaron los cargos bajo el gatillo de la amenaza y el halago pero esta prueba testifical carece de valor jurídico. Las confesiones que son arrancadas mediante tortura carecen de todo valor. Pero algunos pobres encausados anhelosos de salvar la piel admitían haber tenido contactos pecaminosos y besos en la rabadilla a otros miembros de la fratría, que los sacerdotes no consagraban, que se adoraba a un ídolo que llamaban bafomet, una especie de cabeza parlante, algo así como la “caja tonta” de ahora misma que les tenía a los hermanos al corriente de todos los sucesos que acontecían en el mundo. Le preguntaban algo y la cabeza le respondía. Tenía los verdaderos efugios y atributos de una Sibila.
En el potro y a la sombra de la catasta para conjurar la amenaza del suplicio acabaron confesando todo lo que querían sus esbirros.


Pero en contra de tales deposiciones arrancadas ante el tormento lo cierto es que no hubo orden más limosnera, ni que hubiese proporcionado a la iglesia tantos mártires en defensa de la fe ni que hubiere practicado tanto la caridad pues nacieron para defensa del peregrino. Tampoco hubo dentro del culto latino otro rito más excelso que el templario. Las misas eran larguísimas y todas ellas cantadas, plenas de simbología y de belleza. No hubo ninguna otra orden en la iglesia a la que respetaran tanto los musulmanes puesto que prevenidos siempre para la guerra - que es la misión de un soldado- ellos se decantaban en todo momento por la paz y sabían pelear lo mismo que respetar las treguas con los árabes. Además los templarios, precursores de los jesuitas, eran una clase de frailes muy inteligentes aunque no tan taimados como los de la Compañía, pero, eso sí. Amigos de los pactos y las componendas, y muy pleitistas. Allá donde veían ganancia no vacilaban en embarcarse en un largo proceso con tal de conseguir los objetivos.Hasta incluso admitieron en el seno de la orden conversos muslímicos y turcoples[lvi].
Así que lo que se decía contra Molay y su visitador general o senescal, Geoffrey de Charnay, no podían ser otra cosa que fabricaciones y bulos. Pero a veces son la calumnia y la maldad los que mueven la rueda de la fortuna.
El ascenso y la caída de esta institución semeja en todo caso a la crónica del fracaso que retrata en sus páginas el buen franciscano en el Devoto Peregrino por cuanto que refleja el fracaso de un decamerón[lvii] místico al incompatibilizar el deseo con la realidad. Palestina es la tierra del derrumbe de muchas ilusiones ultra terrenas.
La fenomenología templaria refiere un desastre religioso y bélico que acarrea por paradoja una apoteosis espiritual sin más preámbulos. Este triunfo es el que condice al desplome de forma inexorable.
Entre medias hay, como es natural, un asunto de intereses crematísticos porque ninguna religión puede evaluarse sin interés y sin doblones. Los freires se juramentan para velar por los accesos peregrinos a los santos lugares. Y de paso asegurarse la apertura de nuevas rutas comerciales. Lombardos y venecianos, no se olvide, jugaron un papel primordial en esta aventura mesiánica.
Los mercados se consolidad en retaguardia a fuerza de mandas y de donaciones pro anima. Dichas legaciones testamentarias van a parar todas a las arcas de las ordenes religiosas y son de las albaceas que se genera una copiosa riqueza.
Pero - insistimos pues es la historia de todas las grandes ordenes religiosas de la iglesia latina - el éxito crematístico depara la desintegración espiritual y la ruina en suma.
Cuando se viaja a Londres en pleno corazón de la city y en una calle llamada Lombard st. Todavía los turistas podrán considerar el ámbito de lo que fue una ermita románica de estructura octogonal y orientada hacia el Santo Sepulcro. Allí precisamente los freires del normando Hugo de Payns empezaron a ejercer como prestamistas y banqueras.
Esta consideración hecha en pleno corazón de la ciudadela donde se auscultan las finanzas del mundo es importante por lo que tiene de signo. Los Caballeros Pobres por amor a Cristo en poco más de dos siglos de vida institucional devinieron riquísimos gracias a las herencias, compras, traspasos, cesiones, mandas, beneficios, alodios, mayorazgos, transacciones, usufructos, bienes relictos, hijuelas, últimas voluntades, etc. Del control de Jerusalén, pulso del mundo, se pasó a la tenencia de fincas y a ser sus monasterios latifundios en ejercicio.


A resultas, se hicieron riquísimos. Las encomiendas era el maná que llovía del cielo pero trajo como consecuencia la envida y la disipación. No podía ser de otra forma. Iñigo de Loyola leyendo la “Vita Christi” escrita precisamente por un templario, el Cartujano, se convirtió a la fe verdadera mientras alentaban en su pecho raudales de entusiasmos de un belicismo espiritual que luego haría verdaderos estragos no sólo en el seno de la iglesia católica también de las protestantes. La edad moderna es una autentica milicia a lo divino que nos llevará a las guerras de religión: la noche de San Bartolomé, la batalla del Boyne, etc.
Unos y otros aun diciendose cristianos y seguidores del manso cordero no paran de desenvainar la espada. Los jesuitas vinieron a ocupar el lugar que habían dejado los templarios. Con una diferencia los hijos de san Ignacio fueron siempre más sibilinos y contundentes que los de Hugo de Payns y de Godofredo de Saint Homer.
Aunque los jesuitas no se acercan al remoto ideal caballeresco de sus modelos en su retórica están admitiendo intrínsecamente que para acceder al Rey Espiritual se llega mediante la lucha y con el respaldo de la riqueza, pues la pobreza no es más que un ente de razón y sólo se habla de ella en los votos que harán a los jesuitas, otros caballeros pobres por amor a Jesucristo en cresos terratenientes en la Patagonia y beneficiarios de vastas propiedades en todo el orbe, a pesar de la dicotomía de valores a los que alude el fundador de la Compañía de reino espiritual frente a reino temporal sin aclarar que ambos pueden ser una misma cosa.
Desgraciadamente, las cruzadas como todas las guerras sólo se llevan a buen puerto mediante una buena logística. Esto es caudales bien administrados. Así que de cara a los loables fines soteriológicos de salvación universal es conveniente tener una buena bolsa al alcance. Y un ojo en el cielo y otro en el suelo según decía Aguaviva[lviii].
El fraile que escribe el “Devoto Peregrino” no se cansa de emitir llamadas angustiosas a la compasión y la limosna de los buenos cristianos cuyos sufragios podrán conservar el decoro de los buenos lugares. Ese empeño es identico al de todos los maestres que tuvo la regla cuando ocupó la mezquita de Omar y después desde la fortaleza de San Juan de Acre. No hay que pasar por alto ese aspecto financiero que tiene la iglesia. Bajo este afán de dineros lo se esconde es el deseo de lucro. Así, la riqueza de la iglesia viene a ser el producto de dos sumandos: la inversión en la bienaventuranza eterna y un cierto anhelo de reconocimiento temporal.


Con sendas variables tenidas en cuenta la pluma se aventura por los recovecos de todas esas perplejidades de la edad media que fue la hora dulce del poder eclesial. Tal vez los franciscanos desplazados a Tierra Santa desde España que al igual que  el Temple se ligaban por obediencia a un cuarto voto - la vigilancia de los Santos Lugares- pagaron con sus vidas los despropósitos cometidos por sus antepasados cruzados. Siempre fue así, aunque esto no exime a la jerarquía de la búsqueda de soluciones. El poder romano sigue prisionero en su torre marfileña y no se allana a ver la realidad.
Hoy cuando ya no hay quejada o bofetón simbólico, puesto que el golpe de acolada lo da la televisión con sus prorrateos fantasmales, a la hora de investir caballeros, se abre sin embargo un horizonte de esperanzas, pueden volver a cabalgar de nuevo los caballeros pobres de Xto. Y vendrán flotando al viento la estola de los diáconos hasta nosotros. La diaconía puede resolver los males del clericalismo que padecemos como una herencia del legado medieval y ser la solución a múltiples cuestiones e interrogantes que plantea la realidad pero sobre todo el síndrome de iglesia vacía. Hacen falta nuevos sacerdotes pero otros sacerdotes, no los que ya había.
¿Qué importa la cuestión del celibato? De nada sirve volver a las antiguas máximas nicolaístas que permitían a los clérigos casarse con varias mujeres. Lo importante es Jerusalén. Allí nuestro anhelo y nuestro consuelo. Mi vida y mi muerte.
Pedro el Venerable y Bernardo de Claraval sostuvieron una polémica en pleno siglo XII sobre quien es mayor en el reino de los cielos el que sirve o el que reza. ¿Obras de beneficencia u oficios divino? El primero se decantaba a favor de María mientras el segundo pensaba que para santificarse y para más gratulación con la divinidad la postura de Marta es más egregia. Es la pregunta del millón. ¿Qué preferís? ¿El pomo de alabastro o los cuatro tenedores? Judas y los fariseos escandalizados del derroche y del dolce fare niente de la mujer se decantaron por los tenedores y declinaron el perfumador pero hay quienes pensamos que en el llanto y las lagrimas de la Magdalena a los pies del Salvador, al que ungía para la crucifixión estaba la solución a muchos enigmas que nos afligen. La controversia planteada en casa de Simón el Leproso en Betania en tan crudos términos sigue siendo de perentoria actualidad. Sin contemplación difícilmente puede haber acción y a la inversa. Están los tiempos cambiados y hoy se reza poco. El temple se hundió porque en su afición por arrollar a los enemigos de la fe y su anhelo de ganancias y de encomiendas se olvidó de la tarea primordial de todo monje que es la recitación de las Horas canónicas.
Hombres de poca fe, nunca conoceréis que todo lo demás se os dará por añadidura. He ahí por lo tanto una buena conseja.¿A quien soltamos? ¿A Jesús o a Barrabás? ¿Marta o María a quien elegís? Fue la respuesta de Judas: “Hubiera sido mejor con lo que cuesta ese frasco darselo a los pobres? Pero Cristo le respondió: a los pobres los tendréis siempre con vosotros. A mí no. Y aquí seguimos todos rezando muy poco. Y así nos va.

                                                          J
TIRSO ARTEDO MEMBIBRE.

SE TERMINÓ DE COMPONER EL DÍA DE SAN BENITO ABAD PATRÓN DE EUROPA  11 de julio de 2002


          AD MAIOREM DEI GLORIAM VIRGINISQUE MATRI




                             ¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨



NOTAS DE PERSPECTIVA LÉXICA Y SEMÁNTICA.  



[1]Traidor
[2] Associated Press una de las grandes agencias de prensa, famosa por su celeridad y oportunidad ante la noticia.



[i].Acciona el gatillo primero y después preguntas. ¿Alguna duda? No hay preguntas.
[ii].Legendae Antiquae, Regula Secunda, c. XII.
[iii].Nombre que daba la Escolástica al profeta Mahoma.
[iv].Enfrentalos unos con otros y ganarás.
[v].Sarajevo en la actualidad.
[vi].Y también caridad
[vii].Bacín o palangana.
[viii].Μαθεσις información, pauta de conocimiento.
[ix].El crecimiento por superfetación del yo onírico.
[x]. Ben o ibn, pero nunca Bin, como dicen los anglosajones, en árabe y hebreo es un patronímico que significa el hijo de tal o cual.
Un pope, el P. Gapón, agente de la Ojrana, dirigió a las turbas de trabajadores contra el palacio de Invierno de Petesburgo el 22 de enero de 1905, el domingo sangriento dejando una balance de 200 muertos en la explanada.
En realidad esta sustancia, denominada científicamente como “trinitrotoluol” o TNT que se extrae de la harina de las castañas pilongas, fruto del castaño de Indias, fue patentado por Jaim Weizzmann, eminente politólogo británica en los días de la Primera Guerra Mundial, cuando el ejército inglés carecía de bombas para hacer frente a los prusianos en Alemania. Este servicio del eminente hombre de negocios judíos fue la base de la Declaración Balfour por la que Inglaterra, a la sazón país mandatario de Palestina, accediera a la formación de un Hogar Judío en Tierra Santa. Ante la falta de pólvora el gobierno abrió una campaña para que todos los escolares del Reino Unido se dedicasen a recoger castañas pilongas por la campiña.

[xiii].muria, montón de piedra, palabra de origen vascuence.
[xiv].Cuerno que llama a la oración.
[xv].La fiesta del perdón.
[xvi].Es un arma de repetición, una de las grandes conquistas tecnológicas del Estado de Israel, y que suelen utilizar los escoltas de la CIA.
[xvii].Perjuro
[xviii].Peregrinos.
[xix].Candelabro de siete brazos.
[xx].Juan XXIII.
[xxi].Deseo de construir a todo trance obras magníficas.
[xxii].Todo lo que tiene relación con la cruz.
[xxiii].franco es para los orientales todos aquellos cristianos del occidente.
[xxiv].Flammarion 1965, París, colección “J´ ai lu”, 626 pp.
[xxv].esta afirmación que no era tanto el desamparo pues llevaban una colecta de limosnas para los Santos Lugares que milagrosamente recuperan después de un naufragio como se demuestra después.
[xxvi].Embarcación turca a remo con la popa muy alta.
[xxvii].Utiliza el término familia en el sentido de comunidad religiosa o convento.
[xxviii].Se está refiriendo a los turcos y a los genízaros del Baxá.
[xxix].era la habitación con vistas a la basílica de San Juan de Letrán edificada por Constantino antes de que fuera destruída y sustituida por la de San Pedro y San Pablo. Desde allí se gestionaban los asuntos de la catolicidad antes de formarse los estados pontificios esto es el Vaticano.
[xxx].No tuvo lo que se dice una vida fácil.
[xxxi].Le das demasiado al mosto, vete a la cama.
[xxxii].Sandez. Y los sandios eran los judíos en razón no a la falta de inteligencia sino a su sencillez y modestia.
[xxxiii]. Sabemos plantear las cosas an ovo porque desde la persecución estamos acostumbrados a pensar largo y tendido.

[xxxiv].Barrio al norte de Londres con un amplio sector de población hebrea que guarda las esencias de la tradición y la cultura judía.
[xxxv].Mi casa es mi fortaleza.
[xxxvi]. Sin arrequives ni ringorrangos. Es una expresión que se utiliza mucho en la compraventa en los Estados Unidos.
[xxxvii].Velo nupcial en el rito de casamiento.
[xxxviii]. Camaradas.
[xxxix].Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura; el que creyere y se bautizaré se salvará; mas el que no creyere se condenará. Y estas señales seguirán a los que creyeren en mi nombre: lanzarán demonios y hablarán lenguas desconocidas, cogerán serpientes, y si bebieren cosa mortífera no les dañará; pondrán las manos sobre los enfermos y les sanarán. Dicho esto, el Señor Jesús subió al cielo y está sentado a la derecha de Dios. (Mr., 16, 14-20) que se lee en la fiesta de la Ascensión.
[xl]. Transformación, impulso.
[xli]. υβριζω,υβρισμα , insolencia, ultraje, altanería.
[xlii].Visitadoras. Chicas llamadas (ad lit).
43. Pocos datos fehacientes se tienen acerca del beato. Se cree que nació en 1235 y que murió en 1315
[xliv]. Nada hay en el entendimiento que no haya pasado antes por los sentidos.
[xlv].Su sobrino Isabelo asi me lo lo hizo dar a entender en nuestras conversaciones en el Café Gijón a últimos de los 80. “Somos judíos de raza y de nación”. Isabelo era un eminente profesor de Matemáticas de la Universidad de Barcelona. Le guardo afecto y respeto.
[xlvi].ca. esa fecha dan por segura los autores y biógrafos el encuentro que tuvo con dios.
[xlvii].Fundador de los mercedarios, orden destinada a la redención de cristianos hechos cativos por los musulmanes, y fallecido en 1275, trabajó al lado de Jaime el Conquistador. Fue asesor de varios papas. Intervino en la codificación de los decretales de Gregorio IX, su fiesta se celebra el 2r de enero
[xlviii]. Estaba desaparecido. ¿Donde está el presidente de los USA? Corriendo hacia el refugio nuclear igual que un pollo sin cabeza al escuchar los primeros disparos. Pues vaya un ejemplo para su país. Luego en sus pláticas por la radio resulta tan amenazador contra las bribonadas del movimiento Alcaidía que desde el once setiembre trae al mundo de cabeza con sus alcaldadas.
[xlix]. Guarida del lobo, una camara secreta que tenía en Birchtesgarten y en la cancillería de Berlín.

[l].loa oriental a la Madre de Dios que data del siglo VI cuando la Virgen conjuró el peligro de los persas que acechaban Constantinopla. Son salutaciones que se cantan de pie.
[li].A dios alabamos y en la persona de Jesucristo su hijo le adoramos, le amamos, le conocemos y le adoramos.
[lii].Cock significa gallo pero en germanía se entiende como miembro viril.
[liii].un hombre al que amputaron una pierna. Fue al Pilar y al cabo de un tiempo le volvió a crecer, caso único en la historia de ortomorfosis y sublime milagro.
[liv]. Samuel Johnson 1709 -84 fue la autoridad de la lengua después de haber compuesto por encargo de varios libreros de Fleet Street del primer Diccionario Inglés. Su gran preocupación fue el lenguaje no sólo como baremo del modo de ser de un pueblo sino como puente que conecta a unas naciones con otras.
[lv].Sergent, sargento, de serviens, subalterno. En las ordenes militares eran los auxiliares del maestre.
[lvi].Turcople, hijo de turco y griega o al revés.
[lvii].Decamerón, obra que narra los acontecimientos en diez dás.
[lviii].Segundo prepósito general de la Compañía de Jesús.

No hay comentarios: