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martes, 15 de agosto de 2017


PEREDA EL BABLE DE CANTABRIA

 

El bable que se hablaba en la cordillera cántabra desde la Ría del Eo posee esa riqueza de las lenguas viejas que hablaban las gentes del campo avezadas a observar los fenómenos de la naturaleza, el ritmo de las estaciones y eso que los retóricos llamaban la propiedad del lenguaje esto es cada cosa, cada apero, cada situación, cada fisonomía posee su propia definición. Llamar a las cosas por su nombre definía a nuestros antepasados hoy se parla un lenguaje equivoco y viciado por el inglés norteamericano que es una lengua pobre. Don José María de Pereda dominaba el bable santanderino más castellanizado que el astur mientras que Clarín y Palacio Valdés representarían la forma de hablar desde las gentes de Villaviciosa para acá hasta Navia y en el siglo XIX. Mientras del primero habla de zoquetas, garios, dalles, breñas, cajigal, corrada, los segundos dicen zapico, pala de pinchos, brañas, carvallada, corralada etc.

Para uno de la Montaña una fuina o garduño astur es una rámila y así sucesivamente. Corredoria es en Santander solana y antojana estragal. En las Hoces de Barcena junto a Reinosa el bable recobra esa tonalidad cantarina que los filólogos denominan arandina porque las gentes de Aranda de Duero parecen pájaros cantarines, cuando conversan y ello debe de ser herencia romana.

A veces las lenguas no van por el camino real, se bifurcan, se separan, coinciden y divergen para volverse a juntar. Cantabria prefiere el definitivo desinencial en “uco” (Felixuco) y Asturias se queda en in y en ina. Dame la tarjetita ¡oh!...

Pereda que poseía buen oído para los idiomas cuando percibe algún solecismo o un idiotismo poco comarcal llama jándalos a los señoritos que regresan a pueblo expresándose en madrileño “rajao” con una entonación gutural. Pienso que uno de los grandes recursos a los que nuestros hablistas de alubión dan de lado es el palabrero y eso no se aprende por la ciencia infusa sino leyendo a los clásicos. Por desgracia nuestros educandos que se pasa la escuela tratando de entender a Jane Austen que es pesadísimo acabarán falando un inglés macarrónico y su bable será una caricatura del que hablaban sus abuelos. La recomendación sería meterse en Galdós, en Clarín en Pereda en Pérez de Ayala o gozar con el Lazarillo o engolfarse en las páginas del Buscón. De lo contrario regresaremos a la confusión de Babel y la perversión del lenguaje es un signo del final de los tiempos. En el principio era la palabra y la palabra ahora la estamos destruyendo en un guirigay atronador.

 

 

martes, 15 de agosto de 2017

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