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jueves, 31 de agosto de 2017


MÁRTIRES DOMINICOS ASTURIANOS DE LAS CALDAS DE BESAYA (I)

 

Hacía muchos años que no volvía a este idílico lugar entre montañas que recuerda a Covadonga por lo escarpado, nemoroso, un sitio especial donde se siente ese fluir soterraño de la gracia.

A decir de Tertuliano la sangre de los mártires es semilla de cristianos.

Lo que pasa es que esta reviviscencia, ese brotar del fruto pastoral no se ve por ninguna parte. Sin embargo, ahí creo que está oculto. El bien va por debajo sin meter bulla en tanto que la maldad tan escandalosa tira por la parte de arriba. Los padres del Desierto nos hablan de una iglesia exotérica (exterior) y otra esotérica (interior) cuando tratan de explicar el misterio del Cuerpo Místico.

Yo conocí este lugar que fue el gran noviciado de la orden de Sto. Domingo con más de doscientos aspirantes y hoy no queda ninguno.

El centro situado en un sitio espectacular ha sido convertido en residencia de disminuidos psíquicos. La Iglesia se ensimisma y el fasto y la gloria de otras épocas han sido desplazados por la caridad según la regla de oro de una religión que se centra en la caridad.

 Ama et fac quod vis” (ama y ve a tu aire) decía sin Agustín glosando a san Pablo que advertía que sin caridad nuestra fe no nos sirve de nada.

Sin embargo en este hermoso enclave se detecta el carisma de los que dieron con su sangre testimonio de Cristo durante la pasada guerra civil. La mayor parte eran asturianos.

Perecieron después de ser lanzados al agua con un lastre en la Bahía de Santander o asesinados a bordo del barco prisión Cabo Quilates. Dos de ellos eran muy jóvenes y los demás religiosos veteranos.

Fueron beatificados en 2007 por Benedicto XVI al cabo de una largo proceso en el que el postulador de la causa demostró que fueron martirizados “in odium fidei” por el mero hecho de ser frailes.

El P. Felipe Castro expuso en un brillante obra la trayectoria de estos diez dominicos oriundos de Navelgas, Sama, San Martin del Rey Aurelio, Corias, la Felguera, Oviedo. Con su ejemplo estos valientes demostraron que el amor derrota al odio por encima de los prejuicios políticos o las actitudes revanchistas.

Fray Enrique Izquierdo Palacios (Oviedo 1890) bautizado en la iglesia de San Isidoro, hacía el undécimo lugar de un matrimonio de trece hijos. El padre era menestral de carpintería, aprendió a leer en las escuelas del Fontán. Se hizo monaguillo de la parroquia de san Isidoro y a los doce años ingresó en el seminario diocesano ovetense. La muerte de un hermano también seminarista le hizo replantearse su vocación y vistió el hábito blanco y negro dominico en la localidad gallega de Padrón.

Profesó en 1905, es destinado al convento de Corias cerca de Cangas de Narcea fundado por los benedictinos pero traspasado a la orden dominicana la cual incoa su restauración.

Es ordenado presbítero en 1914.

Se convierte conventual tras sus estudios teológicos en Salamanca en Corias y Navelgas.

La guerra civil le sorprende en Caldas de Besaya donde era instructor en el aspirantado. El 22 de diciembre llega a las Caldas una camioneta integrada por mineros palentinos que detienen a los religiosos y los llevan a declarar. Se trata de “formalidades de mero trámite” ▬ dijo el mandamás, una mujer de Barruelo les había alertado de que había carcas en la casa ▬. Esa misma madrugada fue con otros compañeros arrojado al mar.

El P. Enrique Cañal Gómez natural de Cangas de Narcea 20 de marzo de 1869 su padre era zapatero y su madre una piadosa mujer en cuya casa se rezaba cada noche el rosario, muere y y su padre vuelve a contraer matrimonio. Enrique Cañal y su hermano Segundo salen de casa y se van dominicos. Enrique va a pasar la mayor parte de su vida profesional en el convento santanderino de Besaya. Daba misiones en Torrelavega, Comillas y Santillana del Mar para entrar luego como maestro de novicios en el convento de Segovia. Fray Ángel del Cura su biógrafo dijo que Cañal dejó un huella profunda en la espiritualidad segoviana. San Pablo de Valladolid y el Cristo del Olivar en Madrid fueron otros de sus destinos. Se encontraba en Las Caldas impartiendo unos ejercicios espirituales aquella fatídica noche del 22 de diciembre cuando las turbas asaltaron el convento. Les tocó con sus compañeros la lotería del cielo.

Otro de los asturianos cuyo nombre fue registrado en la lista de los bienaventurados por el papa alemán fue Miguel Rodríguez González (Pola Lena 1892);  los amigos le llamaban Miguelín y ya desde muy joven sintió inclinación a la vida del claustro. Fue ordenado sacerdote el 6 de agosto Día de San Salvador patrón de Oviedo en los Dominicos de esta ciudad. Ejercería su apostolado en Vergara, Ciaño, Langreo, Navelgas. Desde 1931 hasta su muerte permaneció como ecónomo de la comunidad de las Caldas. Impartía clases de historia religión y urbanidad. De trato muy afable. De acuerdo con unas declaraciones a posteriori del comisario Neila en Méjico que a la sazón mandaba la checa de Puerto Chico la presencia de ánimo y mansedumbre con que acogió los malos tratos y blasfemias de sus esbirros sorprendía a los propios carceleros que lo llevaban al suplicio las manos atadas a la espalda.  

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