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jueves, 30 de enero de 2020


LAS APARICIONES DEL ESCORIAL UN EMBUSTE
Venían de todas partes de España con sus cantarillos para llenarlas en el aljibe bajo el fresno de las apariciones del agua milagrosa. Un grupo muy numeroso de asturianos portaba el estandarte de la Santina oriflama en azul en la que ponía  el epígrafe Asturias con María. Venían desde diversos puntos del principado a la sabatina haciendo un gran esfuerzo.
Constituyó el hecho un verdadero acontecimiento de masas tan importante como Lourdes y Medjigore en Yugoslavia o La Salette, en las dos últimas décadas del pasado siglo. Corrían vientos apocalípticos. Me da pena y tristeza redactar este envío; yo fui un apasionado seguidor de aquellas tenidas, me refugié bajo el fresno de las supuestas apariciones huyendo de las persecuciones de las que fui objeto, fui suspendido de empleo y sueldo y mi vida y mi carrera después de venir de Nueva York hacía agua por todos los lados. 
Siempre fui un devoto de la Virgen intercesora. Con mis idas y venidas a Prado Nuevo esta devoción a Nuestra Señora se fortaleció. 
Conocí allá a las buenas mujeres las que acompañaron a Jesús en la crucifixión y no se llamaban María ni Salomé ni María de Cleofás; se llamaban Aderita (con la que trabé una fraternal amistad mientras nos reuníamos para pedir por la curación de su hermano Eusebio) y Tina de León, o Julio y su bella esposa que venían de Albacete, pero la vidente me resultó una pobre mujerzuela posesa por un afán de publicidad que necesitaba no sé cuantos exorcismos. Los diablos andaban por allí y he de confesar (tengo escrito un libro al respecto) que vimos portentos y fenómenos extraños en el firmamento. 
Recuerdo una noche de luna muy clara que pasamos unos cuantos rezando al pie del fresno y de pronto se esparció por el lugar un perfume exquisito brilló una luz que al punto se apagó.
Luego, aquello se convirtió en un ferial, un mercado y desde entonces no creo en las apariciones, pero sí que creo en la gente, en el buen pueblo de Israel abandonado por los príncipes de los sacerdotes traicionado por los curas y por los obispos pero que no ha perdido la fe en Jesucristo[ap1]  pero aquella voz gangosa, aquellos suspiros y jadeos de la veora (todos los jueves milagros e hilo directo con el cielo) aunque por dicho de eso si uno lee la Biblia nos damos cuenta de que Yahvé habló a Saul y a David diciéndoles lo que tenía que hacer, cuando la recuerdo me crispa los nervios.
Sin embargo, aquellas subidas bajadas al Escorial me ayudaron a entender un poco el lenguaje del Señor en medio de la persecución y del dolor. 
Tomé mi cruz y me convertí a la religión ortodoxa desde aquel fatal domingo ▬ yo escuchaba las misas solemnes por radio Vaticano▬ cuando unos judíos increpaban en la Plaza de San Pedro al papa reinante Juan Pablo II mostrando en la explanada una bandera enorme de Israel amenazando. A partir de ahí fueron suprimidas las emisiones en rito bizantino.
Todo dio un vuelco y el sionismo se instaló en la cátedra de San Pedro. 
Muchos temían que el pontífice polaco les estuviera corriendo la silla a los padres del Vaticano II, todos ellos seglares franceses con su maximalismo haciendo repicar por todas las iglesias de la cristiandad las campanas del Antiguo Testamento.
 Vinieron las lenguas vernáculas y el arrancamiento de una piedad y de una liturgia que se tachaban de obsesiones medievales en contra de la modernidad.
La SRI todavía se está resintiendo de aquel seísmo, si comprobamos los seminarios vacíos, las congregaciones parroquiales que menguan o la politización de las conferencias episcopales. 
Lo digo yo en aquel libro inédito sobre mis experiencias escurialenses: el diagnóstico para la espiritualidad de nuestro tiempo era la acrocefalia una cabeza enorme (la curia romana) y unos miembros muy raquíticos sin voz ni voto, aunque el jefe de los obispos ese abulense que sé como se llama tenga una cabeza que no sé si será portadora de valores eternos pero es un buen cráneo encefálico.
Por eso digo y sostengo que en estos extraños fenómenos del Escorial de los cuales fui testigo y he dado testimonio hay más cera de la que arde. ¿Un aviso del cielo? ¿O un negocio del que se aprovecharon algunos listillos?
Por poner en solfa estas dudas y mis advertencias contra la superstición fui expulsado de aquel recinto y por poco me pegan. A partir de 1996 no volví.
 Amparo Cuevas nacida en un pueblo de Albacete el Pesebre (era muy lista e intuitiva a pesar de ser analfabeta y trabajar de fregona en casa de unos marqueses de la villa) dijo ver a la Virgen en Pentecostés de 1981 poco después de que Juan Pablo II sufriera el atentado de Ali Agca del que salió ileso atribuyéndose su indemnidad a la intervención de Nuestra Señora de Fátima.
Aquel “hijos míos” … y aquellos aspavientos con que nos daba el sonoro con sus mensajes a tiro fijo desde el cielo calaban poderosamente en el alma sencilla de la gente.
Yo aquel verano subía al Escorial a veces en autobús a veces en bicicleta y capté con mi cámara Pentax muchas instantáneas de lo que ocurría en aquellas sabatinas en los ámbitos de aquel vergel que era una huerta por la cual paseaba Felipe II que en gloria esté






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