I
VILLEGUILLO UN HIJO DE LA PIEDRA ENTONA SUS LAMENTOS EN SEGOVIA
(introito al libro Hispania
Peccatrix que publico en esta
bitácora por entregas)
Yo Villeguillo un pobre exárico, heterodoxo y perseguido por
pensar por mi cuenta y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las
cuarenta. Nací en esta ciudad de acarreo, tierra de perailes, gente del bronce
y de la hoja, y de tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y frailes. La vida me hizo mostrarme escéptico de ciertas
solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy mala persona, creo,
hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy necio e inconsciente, iluso y algo
bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el clemente Zeus
tronitonante, Señor del Olimpo, padres de todas las creencias, de todas las religiones cuyo
decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que Alcorán, el
Candelabro y la Cruz se junten pero todas ellas a los pies del Gólgota Redentor
y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo difícil porque la humanidad
acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en el Vaticano están
hechos unos zorros con eso de que
obispos y cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de
coro con todo y eso el pobre Villeguillo vagabundo segoviano no renuncia al
legado cristiano, sin perder de vista la tradición y el testimonio de los
mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso
politeísmo de los dioscuros. De todos ellos venimos, en todos ellos nos miramos
y a través dellos escuchamos la voz del Criador que es polifónica y habla de
mil maneras a los mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los
letrados, tiren al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas
perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un
dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo. Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos
avisa:
—No derramarás sangre ni semen.
Es lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las
tabernas y lupanares, adiciones a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy
digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración y la tánica pretexta de los flamines,
contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos años de perdición,
pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo
la vida imposible, sus insultos y oprobios, sus risas feminoides acabaron con
mi paciencia pero no seguí las enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre
es carne de dolor, nace entre la mierda y a la mierda vuelve entre estertores.
¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos. Pero no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo,
recuerda la paz de esta repúblca que mediante la bondad, la sabiduría y no con
los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de oración
sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio. Recuerda que tú eres
de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint
lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender la verdad. Es
lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis enemigos tómenme
por loco y por psicópata Lo malo es que
puede que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos"
de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante
en una vida con no pocas vueltas y
revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones,
persecuciones y sufrimientos. No toda la culpa la tuve yo, claro está, por
supuesto.
El diablo mueve la cola y
amenaza con tirarme desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de
expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra
esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba
de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce
mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la
piedra de Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato
de Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía
los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas
de mi imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan
ante mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia
de a caballo que acampaba en el paramo
de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del
Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda.
De la misma
manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la
ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la
vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete
suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y
trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis
muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad a esta afligida y tornadiza ciudad de que anda, confusa,
elevando estatuas al diablo. Acurdarte de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el
mirlo blanco) la miruella como yo la llamaba cuando era
un bebé. La hija de mi corazón a la que que de mayor sólo vi cuando tenía 45
años. Por mi culpa por mi gran culpa… Rezo la plegaria
acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué
vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que
dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco
avisados. Lo malo de estas plegarias es que constituyen un monólogo.
Preguntas sin respuesta y a Villeguillo hombre de costumbres poco recomendables
le parecía que Adonis estaba muy lejos en algún planeta por ahí perdido
constituido en estrella filante.
Rezamos, pedimos, imploramos, rogamos, exclamamos, cantamos y el
dios ─ rebajémosle de condición jerárquica, hagamos del general un cabo
primera─ pone oído de mercader a las súplicas o a lo mejor que ese día estaba
de mal café o no se había traído el sonotone.
En mi mente el mosaísmo, el islamismo y el cristianismo se conjugan pero antes
de que vinieran las aparecidas y de que el apóstol desembarcase en Padrón en una petera de
piedra los dioses familiares presidían nuestras vidas y nuestros actos.
Dejémonos de biblias en verso Es por lo que yo vengo a esta ciudad sorrapeando
los párrafos de “Ab Urbe condita” Tito Livio impávido e imparcial. La piedra de
Juvenal era la roca viva de la cual manaba un raudal de agua brava, las que se
despeñaban desde Peñamellera. Soy un pícaro un filosofo un historiador, no sé
lo que soy, pero estoy al tanto y el que avisa no es traidor, un gnomo que se trasmuda
y biloca porque para mí no hay barreras ni de espacio ni de tiempo, soy el ojo
de Ra, la mano de Dios, que todo lo toco
y todo lo ve, emulo del Gran Piscator, lucho contra los malos y aunque a veces
haga partija con Belcebú no soy uno de ellos. ¿Doble agente? En la redoma de
don Cleofás, uno y no más todos estamos. Pues Segovia como Puente Perin, como
Barahona, Brañosera en Asturias, Hita en la Alcarria y las brujas de las peñas
encantadas de Cuenca es lugar de hechicerías y encantamientos. Es plaza que vio
coronar con la coroza de la infamia a las “obispas”. Aquí dieron garrote a mi
amigo don Pablos que subió los peldaños del patíbulo con mucho senequismo y
humor negro, rayano en el cachondeo, porque al jifero le dijo antes de meter el
pescuezo en la toza, que a la próxima vez arreglaran las tablas del cadalso que
estaban podridas “porque no todos tienen mi mismo cuajo”.
Vieronse escenas lúbricas porque el momento de romanos se
convirtió en anfiteatro espectáculo porno de acendrado tialismo porque el de
los pies de Cabra hacía a pelo y a pluma después de cubrir a la alcaldesa por
detrás fueron desfilando los ediles y de las ediles y ministras de todas ellas
hizo ropa vieja. Porque lo suyo fue siempre engañar y fornicar.
El padre de la Mentira se estaba trabajando a la alcaldesa en lo
alto del entrecuesto o cacera que por arriba del acueducto. Escuché a una bruja
que decía. Todo te lo daré si te pones de rodilla y me besas el culo:
─Tente que te unto
De su boca desdentada se alzaron las palabras mágicas de un
conjuro. La consigna de aquellas elecciones convocadas por Perico los Palotes
fue “tente que te unto”. La señora Calvo viceministra se quedó entonces en
pelota picada. Por delante el bosque de Bolonia entreverado de castaño y rubio,
diose la vuelta y pudimos con templar un orondo Coramvobis cordobés tan prieto
de carnes como el de la Maja desnuda. Íbamos a elecciones y al pucherazo. Los
judíos tenían la tranca de la demoscopia en la mano y asi no hay quien pueda,
claro.
Conjurote sal y cilantro
Por Satanás
Por barrabas
Por san diablo que puede más
Y este bálsamo de Ruibrás
Que esta noche quebraremos el cántaro
Y serás mía
Tente que te unto
Mi coño en tu barba
Debía de ser la bruja maesa, pronunciaron un conjuro y la alcaidesa
y el diablo con el unto de serpol, beleño, cilantro y otras hierbas mágicas se
volvieron transparentes, espíritus puros y empezaron a volar que parecían aves
de mal agüero. Un grajo infernal al que mandaron bajó de lo alto y sacó los
ojos a la estatua de la Virgen María que posaba en el edículo principal del Acueducto
mirando a poniente desde tiempo inmemorial. Aquel pajarraco hablaba y yo le
escuché pronunciar una homilía maldita:
─Tiremos abajo a la Virgen María. Acabemos de una vez con toda la
cristiandad.
El maligno que contemplaba el atropello encaramado al arco más
alto reía mandíbula batiente, luego empezó a ventoseare, sus discípulos
hicieron lo mismo y todo el infierno estalló en risas y en pedos del Ángel
caído. Ji ji ji ja jaja. Las descargas eran tan profundas, de una violencia tal
que los segovianos compungidos salían a las puertas de sus viviendas, tapándose
las narices o gritando ay madre el fin del mundo. Entonces un cuadrillero de Lucifer
el que se llevaba a la alcaidesa dijo:
─Os pasa por judaizar. Ya sois míos
En la plazuela del azoguejo con tanto gurriato en pelo malo y
tanto discurso los políticos marranos y los falsos obispos no paraban de sermonear,
de dar explicaciones (ocurre siempre en todas las crisis nacionales; las esquinas
se llenan de plañideras compungidas y de hermeneutas que tratan de explicar lo
evidente, estamos todos hasta los mismísimos de tanto parlamento redundante,
mucho blablabla) y lo evidente era que a redropelo de lo que decía la leyenda,
la moza del cántaro perdió la apuesta, el diablo ganó la partida y al poco
tiempo ─ Villeguillo hizo esa profecía─ el acueducto se vendría abajo. Que
otros salmodien y prediquen y yo decía
predícame cura predícame fraile por uno me entra y por otro mesa sale. Yo soy
Villeguillo. Los que tiraron a la Virgen María de su pedestal estaban muy
ufanos y sudorosos y entraron un momento a repostar fuerzas en el mesón
Cantimpalos. El mesonero estaba a la puerta, era un señor gordo y calvo fumando
en pipa. Los operarios de la demolición se pusieron ciegos de tostóncillo y le dieron tantos besos al jarro
que al salir se desparramaron por la Via de Roma haciendo eses. Adónde irá el
buey que no are. La profanación ya estaba hecha. La cosa no tiene vuelta de
hoja. Afloró en las pupilas y en los corazones un odio de siglo un deletéreo
afán de venganza Segovia ha dejado de ser cristiana, se ha convertido en Aelia
Capitolina. Al pob re rey Felipe VI lo quemaron en efigie, pero como era un
enagüillas, asido al miriñaque de su mujer la asturiana y a las faldas de la griega
la hija de la Federica no vaya a ser que metamos la pata hijo no conviene
malquistarse con los judíos tú a lo tuyo y a celebrar todos los años la fiesta
del Holocausto pues no quemó al escultor infame que le hizo una estatua para
ser quemada en las fallas. Ya lo dijo Maquiavelo los reyes cobardes y dominados
por la parienta o con complejo de Edipo son despreciables e inútiles para el
gobierno de la república, cuentan con el desdén de sus súbditos. Pero este don
Felipe es un buen chico que no se atreve a dar el pasaporte a los catalanes que
le faltan al respeto y a los estatuarios malditos que quieren quemarlo en
efigie. España a este paso pronto se convertirá en un auto de fe, si nadie pone
remedio, Y el libelático obispo Zapatones había firmado las actas
─Parecéis oro obrizo pero no soy más que oropel, no tenéis
cojones─ dijo Ursicinio el Pecoso con aires de desafío.
Todos se encogieron de hombros no hicieron caso de poetas, profetas
y profecías. Hay que estar al loro. Villeguillo muy triste por aquel espectáculo
volvió grupas y salió de la ciudad por el puente de Valdevilla que le vio nacer
y jugar de niño y por donde pasaban las legiones del emperador con su
estandarte enhiesto y el carnero mascota
de la Séptima Victrix. La casa y el barrio había sido arrasada por los judíos,
también profanaron una imagen de Santa Barbará que alumbraba en las noches los
inviernos. Los judaizantes se habían empleado a fondo en aquella ciudad. No
perdieron el tiempo así que hizo la de Teresa la conversa cuando los de aquel pueble
la acusaban de tener un lio con su capellán que por cierto era un santo y poeta
que luego subió a los altares y lo bajaron no sé si a garrotazos:
─De Segovia ni el polvo las zapatillas.
En aquel instante la santa abulense hizo la lazada y no quiso volver
más a la ciudad de la calumnia como ella la llamaba y es verdad mis paisanos
siempre fueron un poco recontrajodidos.
Todos al santo y a las limosnas, atentos al “tente que te unto”
consigna de los degenerados de la oclocracia.
Voló a la Ciudad Eterna, quería honrar a los dioses oscuros y
empaparse de divinidad. Propendía por mi inclinación a los misterios órficos a
pronunciar vaticinios y en Roma oyó cantar el gallo muchas veces. Era los
“alectoria” o quiquiriquíes sagrados que alegraban los himnos de los flamines a
los dioses peanes los que se quedaron con nosotros, no esos dioses de los que
nos han hablado y no vimos nunca. El Sinaí quedaba lejos del Monte Aventino.
Había que volver a las viejas costumbres y reencontrarse con las inefables
plegarias.
Los dioses otorgan a los mortales dones maravillosos. Tente que te
unto. No te muevas, estate quieto. Yo me hice transparente esto es un espíritu
puro cuerpo de ángel no sujeto a los imperativos de la biología ni hambre ni
sed ni sexo ni actividades excretorias. Podía incluso volar por el firmamento
circunvolar los espacios siderales explorando otros planetas sin necesidad de
esa materia pingüe y grasa con que abadernan el cuerpo las brujas para volar.
La transparencia era capacidad de atravesar las barreras del tiempo y el espacio
algo así como la explicación concepcionista que da el Astete para explicar el milagro
de la inseminación del Espíritu Santo en el vientre de María “lo atravesó como
un rayo de luz trasluce el cristal sin romperlo y sin mancharlo”.
Los anales de Tito Livio y la historia romana no guardaban para mí misterio alguno.
Deambulé por la Via Apia, subí las escalinatas del Capitolio, palpé los brazos
y los músculos de los gladiadores y andábatas que peleaban en el circo. Uno a
la sazón muy famoso, Silvinus Crassus el bretón, me honraba con su amistad y le
acompañaba yo con su escolta por las hosterías y tabernas romanas. Era Silvino
un atleta de profundas convicciones religiosas, y temeroso de Júpiter, como
buen celta hombre supersticioso. En su tabuco tenía lámparas encendidas a los
dioses familiares quiero decir los de su tierra: a Epona diosa de la caballería
gala, a Sucellus, _Dispater, el dios que golpea con el mazo, a Cerunnus padre
de los bosques al que la imaginería popular representa colgado de los cuervos
de un ciervo (el dios Glenn de los picti escoceses) me sorprendió saber que los
galos ya daba culto a la trinidad en el tríptico de las Matres la triada del
padre, la madre y el hijo padre creador del mundo, hijo baja a la tierra encarnado
en el vientre de la diosa Ceres. Velas encendidas eran la llama perenne a estas
deidades incógnitas como le preguntara yo al andábata cómo era posible que un
gladiador confiase en la fuerza de los dioses más que en la virtud de sus musculos
Silvinus Crassus me dio esta respuesta:
─Ellos son mi fuerza, Villeguillo. Los dioses me dan impulso para
torcerle la cabeza a un toro en el circo, desjarretar a un tigre, y hacer
correr a los leones. Mañana son las lupercales y yo concurro, vendrás a ver cómo
lucho contra el diablo, amigo.
Prometí acudir sin falta al circo máximo llevando en el bolsillo
un canto que había pasado a manera de talismán por la piedra de Juvenal en la
muralla de Segovia frente a la casa que me vio nacer, pero prioritariamente
estuve contemplando a aquellos seres míticos cuya imagen había estampado un
imaginero cretense amigo del gladiador en un retablo. Europa cabalgaba sobre un
toro monstruoso que arrastraban al aire de cola dos delfines. Minerva
contemplaba al dragón, Jasón jefe de los argonautas escupiendo el vellón transformado
en una vestal. Zeus y Anfión hacían buenas migas en el Olimpo (de nuevo
aflorando el tema trinitario que acoplaron los cristianos a su religión). Bulleron
cabalgaba a lomos de Pegaso el alazán tordo alado y traspasaba con la lanza a
la Quimera el monstruo fabuloso. San Jorge mató el dragón. Dédalo en su
laberinto encontró a Ícaro que le enseñó a volar. Teseo acabó con la vida del
mino tauro. Edipo hacía preguntas a la esfinge. Policlines campeaba en la arena
luchando desenvainada la espada con su hermano Atocles, los dos eran hijos de
Edipo. Completaban el friso las grandes diosas de Roma: Ceres, Prosperina, Baco
y el dios Pan, Tirso con su vara Ariadna en la confusión del ovillo, Sátiro que
fuerza doncellas en el bosque, Vulcano, Dionisio, Sileno, Narciso, el Atlas de
san Cristobalón que porta el mundo y Neptuno y Favonio dioses de los violentos
y de las aguas. Hebe es la diosa de la juventud. Todas estas deidades empezaron
a parecerme razonables como exponentes de los vicios y virtudes de la pasión de
vivir
MI
AMIGO GUMERSINDO ARIJE
A Arije me lo encuentro todos los días
yendo y viniendo por los bulevares de la Reina Madre allí donde hay una clínica que fue
hospital de sangre para todos los soldaditos de nuestras guerras africanas.
Aparece en imagen una enfermera de bronce que atiende compasiva a un cabo de
infantería, herido de bala, abierta la sahariana con los ojos turnios
agonizantes. Del pecho se escapa un chorro de sangre. Mi amigo quedaba
conmovido al contemplar la estatua. Tarde de mayo dolor de España horas sin
amor. Auras de juventud. Esta zona de la capital me recuerda los tiempos de
estudiante, la parada del F, el autobús que nos llevaba a la facultad, casa de
ladrillo rojo. El cobrador era un gallego rubio uniforme gris como de
presidiario y una visera-bonete con un guarismo de registro, por cima de la
visera, picaba con gesto indolente los pases que eran veinte números
desparramados en cada uno de los cuatro ángulos sobre un cartón blanco. Se
sacaban estos itinerarios en la taquilla de la empresa municipal o en cualquier
estanco por un duro. Nos vamos a Orense. Tira, Manolo. el trolebús arrancaba. No va más. Billetes por
favor. Muchos se colaban. Al gallego le veía yo todos los miércoles al bajar a
la clase de prima cuando tocaba latín con el profesor Mariner, un catalán
clásico emblema de la sabiduría y perfil romano. Aparecía sentado en su telonio
como un buda mirando alegremente para la juventud divino tesoro que nunca
vuelve. Una vez me tocó detrás de una monja concepcionista que arrimaba el culo
arrecachado. Yo, por mi parte, acercaba el material. Hambre sexual de los
sesenta. Mi amigo Molina malignamente me hablaba del placer que suponía a los
milicianos invadir los conventos y forzar a la madre superiora. Muchas daban
gracias al cielo sin importarles mucho ser mártires victimas de las sacrílegas
turbas. Aquella zona estaba en los límites de la glorieta donde había un cine
grande en que veíamos películas de espías alemanes y un bailongo en los bajos.
Sara Montiel acudía a una famosa cafetería del primer piso y se la veía muchas
tardes mirando por la cristalería del ventanal mostrando sus torneadas rodillas
de rolliza manchega que por aquellos días eran una inducción al pecado mortal.
Estaba cantando el ultimo cuplé y la canción “fumando espero”. Por las noches
en las campas circulaban por los solares del Canalillo mujercillas de virtud
incierta. Este ajetreo ya pasaba en los tiempos de Galdós. Una paja una peseta;
un polvo con goma un duro. Frenética
actividad meretriz se condensaba en la trasera del Gran Hospital cuando los
amaneceres sabían a leche condensada. Y es que Eros y Tanatos son Castor y
Póllux subidos al mismo caballo. Compañeros de viaje. En la mili te daban bromuro
y a lo mejor el tiro de un moro a los que hicimos el sorteo y nos tocó en
África.
Él vendrá a separar a
los buenos y a los malos. Apacentará a sus fieles corderos y derramará la
sangre de los cabrones y cabritos. Porque Él es el maestro de Justicia. Pasaron
las pascuas nochebuena tranquila y recatada en el herrén y reanudo yo Arije mis
prosas peripatéticas por el bulevar de Reina Victoria tratando de levigar
aquellos recuerdos separando el grano de la paja de mi juventud. He oído las
palabras de San Esteban el primer mártir que exclamaba mirando al firmamento
"Satis est vixisse" y así
subió a los cielos. Los viejos de la
Inter no creen en esta frase porque lo único que les preocupa
es llegar a los cien años a fuerza de hierbas cordiales y de visitas a los
galenos matasanos. Mejor no ir porque te mira el Esteban y te dice que tienes
un cáncer y hay que contestarle " sea lo que Dios quiera. Viva la gallina
con su pepita". Quieren acabar con los septuagenarios de la patria. Roban
en el banco, les copian las tarjetas. el latrocinio y la protervia habita entre
nosotros. Veo la cara alargada, de espátula, sus guiños diabólicos, del doctor
Muerte que mira para los pacientes con ojos cancerosos. Andan los pobres viejos
solitarios con la oreja pegada a la radio de la Inter en un furor encaramado
angustiados por tener vida larga. Cimbel y zumbel de las tardes sarcásticas sin
amor el cuerpo doliente huyendo de ladrones y asesinos. Fumando espero, cazador
cazado solo a vueltas con mi conciencia y los recuerdos. Le hago un corte de
manga a la red, me entrego a la oración que es reclamo, expiación, adoración,
arrepentimiento y esperanza. Me gusta la liturgia romana en latín con algo del
rito ambrosiano y muzárabe. En contrapartida la mejor liturgia es la polifónica
rusa. Internet me sirvió de alfombra mágica para ir a la misa de Nochebuena en
el Kremlin que ya es decir pero las cosas cambian. Oficiaba el patriarca Cirilo
la misa de pascua.
Tengo fuertes palpitaciones y las negras ideas
se apodaran de mí. Las combato rosario en mano. Hay que poner lastre a los malos
pensamientos pues la imaginación hace burbujas y se tira pedos, remuerde por
los desvaríos de cuando entonces y, según los ascetas, es la loca de la casa.
▬¿Viste
el espich que nos largó don Felipe?
▬No
me dio la gana. Al verle tan insulso y tan poco espíritu se me atragantó el
turrón. Para mí el único rey que vale es el la baraja. la monarquía viene del
mono y en España siempre tuvimos a los borbones una desgracia simiesca. Borrón
y cuenta nueva.
Crecen los días y suenan
por algún rincón del cielo rondas sanabresas, canciones toresanas, ataruxos
galaicos, espantadazas del paloteo vasco, cobras catalanas y tamboreadas
navarras al son del chistu, juntamente con tonadas asturianas. Arije tenía una
visión muy folklórica y así le iba. Estaba fuera de lugar. Le rodeaban las
maniobras en la red de la incomunicación digital la gente enviando guasaps
dándole al dedito a mogollón. Todos dicen que el diablo no canta aunque sabe
mover el esqueleto. Dios te libre de las lenguas de dos filos y de los sermones
del padre Ricci, el que destapó la olla de la tapa de los infiernos y allí
vivimos cómo se cocían una recella de obispos y pontífices máximos traían en la
mano un libro del Dante. Satanás los pinchaba con un gario de cuatro dientes en
las posaderas. Iban desnudos pero se conocía que no les había dado tiempo a
quitarse la mitra de la cabeza. Sus cabalgadas por las calderas de Pedro Botero
eran un auto lardivo.
▬No
puede ser
▬Porque
tú lo digas
En el altar mayor de la
catedral de Luzbel que es una zahúrda de Plutón▬
el infierno es una casa de acogida ▬alcancé
a ver yo a un mitrado muy albardado de casullas, roquetes y manipulos que daba
la bienvenida a los colegas recién llegados con una plática en la cual les
decía que estaban en la casa donde no se come ni se bebe y de donde no se sale
nunca. La cueva de los castigos infernales estaba debajo de una gran acacia que
crecía en el bulevar. Santi de vez en cuando les bajaba un bocadillo con carne
de serpiente y cañas de aceite de ricino ración de patatas bravas envenenadas,
arenques y pollas en vinagre.
Un fraile se sentaba
también como la madre lo parió pero ostentando la tonsura y la cogulla sobre un
sillón de nogal aforrado de guadamecí. Gritaba y se arrancaba todos los pelos
de la barba. Decía ay de mí en la hora que nací. Su cara la estaba pintando el
Bosco en uno de sus cuadros. Junto al departamento episcopal estaba la sección
de los periodistas que eran incontables los que estaban allá pero su número era
superado por el de los abogados y los rábulas espolistas en pelo malo. La leva
de políticos era tan larga que ni te cuento: Trump con su trompa elefantina
diciendo que aquella noche era la navidad y no se iría de picos pardos, la Merkel en minifalda,
Máchele Obama moviendo el trasero sandungo, Teresa May una flor de mayo que
devoraba carnicera a los mosquitos del Brexit, Juncker el padre de la masonería
europea tocado de yamulka y enseñando las filacterias de rabino bajo el traje
sastre, Rajoy mirando para el tendido en la silla de don Tancredo fumando
espero, Putin como un zar de la kagebé montando a caballo y disparando misiles,
Netanyahu con cara de sacamantecas, Bergoglio mirando torvo para la costanera y
abriendo la puerta de la iglesia al enemigo. Traidor y mal ostiario, Berlusconi
con gesto burlesco una cohorte de odaliscas en su palacio y no sigo la lista
porque la perversidad infinita se había apoderado de los dirigentes del globo
terráqueo. A las soflamas de los diablos y a los palos respondían los
condenados con frases hechas:
▬Con
tanto malvado como hay en el mundo no se coge. Sacadnos de aquí. Estamos hartos
de penar y sufrir.
Al grito de auxilio
acudía el infernal demandadero y les daba la vuelta a la parrilla para que se
torrasen un poco más como san Lorenzo.
No había en el infierno
aliviaderos pues allí no se come ni se bebe ni se mea ni se caga, todo es penar
y crujir de dientes, y para siempre. Para siempre. en medio de esta algarabía
de voces y gritos y blasfemias se escuchaba el barboteo de las perolas donde
cocían sus cuerpos, calderas de pez y aceite hirviendo. la atmósfera era
salobre y sobrecargada de un hedor mefítico. Los fámulos del Pateta se
apresuraban a torturar a los predichos con esmero y diligencia cumpliendo las
órdenes de Lucifer de manera implacable. en aquella alcaicería del furor los
que gritaban fueron sepultados en una montaña de cal viva:
▬
¿No estábamos redimidos por la Preciosísima Sangre ? ¿No pedimos confesión en la
hora de la muerte? ▬
lloraba un cardenal de la curia el proxeneta que dio protección a Raspín aquel
extremeño que arrimaba las putas al colegio cardenalicio?
▬Penen
los rufianes y tengan su merecido.
A las quejas del
purpurado respondió el gran esbirro con un tizonazo en sus partes pudendas
donde tanto duele.
Atollite portas antiquas
abran la cancela pero las puertas de Jerusalén estaban cerradas. La ciudad
santa había sido bombardeada por tres misiles nucleares. me quedé pasmado ante
aquel cuadro de destrucción masiva. Alligieri Dante me señaló a res prelados de
blanco que la impostura glorificó como santos y estaban en cambio sumidos en la
gehena. Eran Pablo, Juan y Wojtyla. Aturdido por la gritería y el espanto
pasmado de las blasfemias vi cómo el Santi el mancebo de la tasca Julifer
también lo llamaban el Bar la
Puñalada el lugar donde y acudí displicente a la hora del
café probo funcionario de un cuerpo a extinguir por la Constitución bajaba
con los refrescos para refrescar a los sedientos praditos con frascas de vino
perronero que los españoles juramos en Santa Gadea acariciando la pata del Cid
Dios que buen vasallo si hubiese buen señor nuestras mesnadas fueron
traicionados por Bellido Dolfos y don Opas asomaba la gaita por Punta Umbría
era el enalgramado que traicionó nuestra estirpe y se acercaba siniestro a los
montes de Peñalara. Alfolí de los vicios y varadero del mar de maldades era
aquel aposento que yo columbraba.
▬¿Qué
dices Etsi?
▬Yo
no digo nada. Lo tuyo no tiene solución. Me dejaste abandonada para irte con
otra.
Le dije que había
navegado en galeras remando contracorriente con toda la canalla de un barco que
iba a ninguna parte y ahora me esperaba aquella tronera porque de seguro que yo
también era un malvado al que Queronte justiciero aguarda. Tras un infierno en
vida me esperaba otro en muerte. Es el fin; me arrojarán a la trena donde no se
come ni se bebe ni se caga ni se mea durante toda una eternidad. Sicio. Tengo
sed. Un verdugo mojó mis labios con esponja de vinagre y el Santi diome a beber un potingue de cerveza
calamocha mezclada con zumo de rabo de culebra.
▬No
es justo ▬lamentabase
Gumersindo Manahén Arije ▬ que en las
zahúrdas de Plutón nos den carena. Don Francisco de Quevedo el profeta lo había
pronosticado. él tuvo también esta visión. Se ha torcido mi destino cual tibia
de alcazuz que cruje entre las mandíbulas del quebrantahuesos. En aquel
instante un sacre altanero que se desbandó vino a posar sobre la copa de uno de
los tilos de la avenida, al instante en que circulaba un 45 de la línea de
autobuses urbanas. El vehículo recibió una gran cagada en el parabrisas
mientras los palomos cojos caminaban, señoriles, recitando plegarias por el
bordillo sin hacer caso del buitre que desde arriba los echaba el ojo. Ellos a
lo suyo a picotear cáscaras de altramuces y pipas que tiraban las niñeras
cortejadas sobre los bancos por militares sin graduación. Un cabo de la Base Mixta se arrancó
con una copla: "La viuda rica que con un ojo llora y otro repica, la hija
recogida y nunca consentida porque del ocio nace el negocio".
Gumersindo odiaba a las
palomas urbanas que echaban a perder las aceras de la ciudad con sus
deyecciones. Bajaban los viandantes saltando entre las bostas de palomizo y
perrizo porque la población canina igualaba casi en número a los siete millones
de habitantes que tenía Madrid
La escena del cabo moribundo de bronce en
manos de la enfermera me recordaba a mis compañeros del tabor de regulares
cando serví a la patria; aun sabiendo que esto hoy no se lleva Arije se sentía
muy ufano de haber hecho la mili en regulares y cantar por lo bajini aquello de
soldado estoy de España y estoy en el cuartel contento y orgulloso de haber
sentado plaza en él. Florence Nightingale habita entre nosotros y si no hubiese
sido por estas enfermeras que son monjas laicas y a su vez matronas y madrinas
de guerra que dieron su vida por España hubieran muerto solos como los perros
en algún blocao de Xauen o de Dar Akoba nuestros queridos soldaditos llenos de
valor. Eso se supone. ¡Bah! no me quiero poner sentimental. Canta la coruja en
la rama del roble. Ya están llamando. Vuelvo sobre mis pasos a desandar lo
andado. Enrollo el cordel y el zumbel de la memoria empieza a moverse sobre el
firme del bulevar. Camino solo ladera abajo con mis pesadumbres. No es que
quiera mucho a los moros. Les comprendo. Son algo testarudos, muy orgullosos.
Respeto sus lilailas pero yo me quedo con los salmos. No va a ser cosa de
cargar las tintas y aljamiarse y renegar de la fe de Cristo como hacen algunos.
Conozco a los musulmanes y ellos creo que
me conocen a mí pero ni tanto ni tan calvo. No lo puedo remediar. Dicen que es un pecado matar en el nombre de
dios pero la biblia es un libro de hazañas bélicas con resabios porno y yo
marcho a rebalgas perseguido por mi sombra por Reina Victoria. Debo parecer un
paracaidista inglés desfilando por Buckingham Palace en la parada del Trooping of the Colour. El día del santo
de la reina que acontece en London en el bello día de junio. Me dicen los
ingleses que, como su Majestad le da que se las pela al zumo destilado del
enebro con gaseosa, no se le acabará el carrete en mucho tiempo. La reina madre
vivió 102 y ella puede que se plante en los 115. Así que el heredero, al que
llaman el Orejas, el que soñaba con convertirse en tampón higiénico (coño qué
metáfora) de doña Camila la mujer del alabardero, para verla más de cerca, lo
tiene claro.
Tengo una gran colección de arabismos que
exornan (palabras que empiezan con el artículo al) nuestros diccionarios pero
de niño sobre la cabecera de mi cama de madera había un cromo de la batalla de
Clavijo en el que el artista pintaba torpemente la figura de Santiago Matamoros
alzando su espada sobre un caballo tordo. Derribados y bajo los cascos del
caballo del apóstol aparecen unos cuantos turbantes pidiendo árnica. Siempre me
impresionaron los rostros desencajados de esos agarenos que el pintor rural
quiso que fueran negros o medio mulatos, de modo que sus pelambres contrastan
con las barbas y melenas de un blondo y triunfal Hijo del Trueno que para eso
fue patrón de los godos durante siglos
hasta que llegó la monja andariega, madre de los conversos. Ya que buen trabajo
le costó a Francisco de Quevedo defender su auspicio castizo de España por San
Jacobo dándose de cuchilladas con el de los cristianos nuevos, que defendían a
santa Teresa en el compatronato, y bajarle a Boanerges de su pedestal glorioso,
al grito de Santiago cierra España. Estábamos trazando rayas en el aire,
queríamos arar surcos en la mar. Nos falta a los españoles voluntad colectiva,
por eso somos un país de conversos, desdichados y a media hacer enchufado a las
veleidades de una monja andariega e inquieta que podía ser precisamente la que
me arrimaba las nalgas en el trolebús a mí, deseando ser traspasada por el rayo
místico. Quiero que me penetren. Voglio
una donna.
Apañados y apretujados íbamos aquellos
estudiantes sardinas en lata del futuro. Nos hemos olvidado del caballo blanco
de Santiago. Por estos tesos pululan los curas libidinosos, las monjas que se
dan a la fornicación y ansían ser penetradas por el dardo divino.
Yo por lo menos le prefiero a la Mística Doctora
que, según revelan ciertos documentos, se acostaba con el padre Gracián. Así
que aun entonces ya yo bajaba letra herido por la cuesta de Reina Victoria, sin
saber qué hacer, por dónde tirar, inhalando el humo salutífero de mi cachimba,
fracasado de mujeres, barruntando cielos color mortal y rosa y el odio católico
de los neos, enfrascado en tan tristes pensamientos, acordándome de la Reina Madre que vivió
más de cien años dándole al gintonic. La madre que la parió. Chinchín. Bríndenos
a vuestra salud. La endrina es baya milagrera. Alarga los años. Es el antídoto
contra la lucha de clases. El pan candeal se amasa con la harina del trigo trujillo.
Aquí cada cual propende a llevar el agua a su molino y dejar seco el de su vecino
y habla despacín no nos oya el mío vecin
que diz en la Asturias
galana. Do va la mar vayan las ondas. Que allá darás rayo en ca Tamayo.
Conviene esperar a que pase todo esto porque cuando Dios lo quiere, todos los
aires llueven. Mayo mangonero, pon la rueca en el humero. Pedrada cantada,
nunca ganada. El que calla piedras apaña. Piedra sin agua no aguza en la
fragua. A piedra movediza el moho no cobija, y metimos un ratón papal en
nuestro granero y se hizo amo del cillero. Palabra y piedra suelta no tienen vuelta. Al
buen callar llaman Sancho, y entretanto llevaré este canto. Non lu quieru non lu quiero pero échelo
vosté al puchero. Dádivas quebrantan peñas. Los refranes eran para mi
personaje un consuelo y éste en concreto le retrotraía a Arije a London
mientras esperaba a una novia que no fue. Le dijo que tenía la nariz muy grande.
La esperaba en el salón cortinas rojas en la ventana y un viejo sofá comprado
en a almoneda de Fulham Road cerca del campo de futbol del Chelsea. Se paseaba
por la acera de los jardines de Roland la sombra del fantasma del conde Kelly.
Aquel amor lo desbarató la iglesia. Teresa Calatos le dejó a la puerta de la
iglesia, se fue con el cura. Los refranes desde aquella vez eran el refugio de
las decepciones del desamor. Cabe las mujeres a Arije le fallaban los
arrimaderos. Era un aficionado a la paremiología. El ojo del amo puede que
engorde al caballo. Carbón y leña no la compres cuando hiela. Cuando la Calatos vino a verle al
piso en su algorín de South Kensington nevaba. Apagose el tizón pero todavía no
parece el que lo encendió. Dio la piedra en el canto y mal para el cántaro. De
tanto penar y sufrir yendo a la fuente al pobre Arije el botijo se le quebró y
vagaba por las calles de las ciudades cantando con voz solemne de barítono
dedicando versos a la maritornes del Julifer que le decía que Zamora no se gana
en una hora. “Yo soy casada gilipuertas”.
El Santi se descojonaba. La Leo no le hacía caso pero
había una vinotera al lado, para su consuelo; compraba dos botellas y se las
chiscaba gluglú en un banco del bulevar cerca de la floristería abandonada. El
vendedor de rosas había matado a la mujer y fue a la cárcel. Su chiscón
abandonado era el refugio nocturno de los vagabundos del Este que trampeaban
por la avenida. Que al as de oros no lo juegan bobos. La floristería era una
vecera de cerdos humanoides. Huélgame un poco, mas hilo mi copo. No hay bronce
que años tenga mas de once ni mas lana que saber que no hay mañana. Leña de
romero y pan de panadera la bordonería entera. Chimenea y huerto y un hogar do
calentar las posaderas, el sueño del pícaro y del rufián. Todos vamos a donde
dan. Campanas de mi aldea tilín tilán. Aldeana es la gallina pero comenla en
Sevilla y viva la gallina con su pepita. Dentro de la concha está la perla para
quien sepa verla. Añoso luchador el pino de Formentor. Do no valen cuñas
aprovechan uñas. Guárdate del viento acanalado y del hombre mal barbado que
porta en la cara las siete señas del hideputa (el signo más conspicuo: la barba
en parroquias como el Coletas), al loco y al aire calle. La sangre se hereda y
el vicio se apega. Soplar y sorber juntos no puede ser. Me deslizaba al esconce
de la floristería después de estas subidas y bajadas, ▬cuando
perdía el último autobús a causa de su afición al pimple y no podía regresar a
su hogar, así que quedaba a dormir en la leonera de los vagabundos▬
por los colmados alcohólicos, veía venir a las marimantas. Los días que
atardecía sereno tomaba el 623 y se refugiaba en su casa, aquel chiscón que
había comprado con sus ahorros en Majadahonda. Seguía escribiendo al dictado de
la botella porque para él la escritura era una purificación una catarsis para
un tiempo en el cual la poesía había muerto. Quien bestia va a Roma de allá
bestia torna. En el camino a muchos se les estropee el botijo, digo la sítula. Luego
vienen los grandes pecados capitales de nuestro pueblo: ira, gula, lujuria,
soberbia, homicidios, omecillos, robos, desfalcos, temeridades, contumelia,
bandos, disensiones, mecachis en la mar. Acaso el proel de los vicios sea la
protervia que la soberbia reconcentrada y la obstinación en el mal son
licencias que marchan delante. Mascarón de proa de la vida nacional. De la
cantidad de nuestra dura mater depende el pensamiento. Los hombres con cabeza
pequeña tienen parvo entendimiento. Porque el viento gordo genera craso
intelecto y yo estoy demasiado gordo, padezco de crasitud mórbida. Así, como
los naranjos que portan poca médula y cáscara canteruda, me aflije a mi la mucha
cáscara y escaso pipo, debe de ser porque estoy enfermo del alma. Mi madre y
todas las mujeres que he conocido me lo dijeron “eres parvo, Gumersindo Arije”.
mi amigo Manahén Enalgramado, que es un traidor, no piensa lo mismo, tú vales mucho,
chico, lo que ocurre es que te minusvalora y por eso echaste tu vida a rodar. A
Manahén le gusta dar coba. Aunque el poder cognoscitivo de las potencias del
alma acaso se mayor de lo que se cree. Son poderosos los mastines con carlanca
y olfatean el aire los podencos, eso me pasa a mí cuando veo a una persona por
primera vez que le calo y sé de qué va y por donde va a salir.
En el Kiss bailaba la bacante Micaela.
Había algo divino, un halo superior en aquella negra. Parecía una sacerdotisa de Venus color ébano
pero el diablo, que siempre anda por Cantillana, movía la lengua y le hacía
pronunciar cosas extrañas en diversas lenguas. Yo salía renovado de aquel
cuchitril de paredes rojas color vino de la calle la Ballesta. En Gran Vía un
argelino me quitó la cartera y anduve tiempos metido en pleitos de la mano de rábulas
vocingleros extorsionistas que querían demostrar que mis ojos grises eran
negros. Este es un mundo ovil con muchos recovecos. En Madrid siempre cazan
ratas al amanecer. El remedio contra esta carrera de ratas son los cuatro espíritus
vitales de los romanos: Tracrix, Retentrix, Conmotrix y Expultrix.
Según Roma, la tribulación aguza la
inteligencia y la alegría hace bajar la guardia a los humanos. Para los
talmudistas es un error imperdonable ir de bueno por el mundo.
Estaba Santi el del Julifer, el bar de la
esquina, hecho un brazo de mar en su telonio despachando cañas de cerveza y
mirando de reojo. Zamora no se ganó en una hora. Qué va a ser... lo de siempre.
Ya no vas al Kiss. Qué es el Kiss preguntó un cliente con pinta de guardia
civil franco de servicio y dijo Santi un puticlú y yo dije ya no me vaga estoy
jubilata soy un cabo pieza al que se le jodio el goniómetro y el Santi que
aquel día se había levantado con el pie torcido se cachondeaba de mí ante el
secreta. Además repuse lo cerraron desde que mataron a Manolo Cantalejano. Creo
que fue la mafia rusa y Santi corroboró:
—Je a éste cualquier día le colocamos las pulseras y lo llevamos a la comandancia.
Lo malo es que tiene las muñecas gordas.
El Santi era un suma y sigue de su hermanan
Leonor a la cual le gustaba faltarme al respeto cuando subía a tomar café de
las mañanas del tiempo que se fue. Por sus interferencias la hubiese dado yo
una en los morros pero no valía la pena. Hay que resistir cuando la gente pide
bronca y poner en practica el consejo de mi abuelo que era de la Benemérita “paso corto,
vista larga; ojo al cristo que es de plata y ojos de halcón diente de lobo y
hacerse el bobo”. Leonor era una verdadera Euménide. Yo me pregunto qué es lo
que habré hecho yo pobre funcionario sin mando en plaza, marinero de tercera
para caer mal a la gente. Debe de ser mi gordura mórbida que les asusta pero de
mozo cuando vivía en London era cenceño, tenía buena facha, me acostaba con
mujeres que no eran de pago, y feliz. En el Kiss una sacerdotisa de Venus echaba las cartas,
dominaba la guija, vaticinaba el porvenir como la mejor veedora de Galicia aunque
ella era andaluza; decían las compañeras que aprendió las artes mágicas en el
Vaticano en su calidad de primera daifa de los cardenales de la curia, hizo una
prognosis terrible de mi condición psicológica y sexual:
— Tú tienes madera de asesino en serie.
— ¿Quién yo?
—Sí, tú. No te hagas el longuis
—¿Por qué?
▬Buscas el trato
torpe con mujeres públicas. Eres algo seductor y encantador de serpientes pero
insensible al dolor ajeno. Hundes tus fauces en el légamo del egoísmo. Tienes
los pies planos y me da que eres algo impotente. Esto de la impotencia de don
Juvenal fue corroborado por el sanabrés que poseía buen ojo clínico para tales
alicientes
El camarero sanabrés pronunciaba su diagnóstico
de manera contundente. Seguramente había leído a Freud. No. Eso imposible:
Santi era de los que jamás han leído un libro. Esos españoles que pertenecen a
un país en el que menos se lee y más se publica. Vanidad de vanidades. Me quedé
de un aire. Ser gordo en España y atiborrarse de lecturas, mala cosa. Pero
nunca pondréis, malditos, bozal al buey que trilla. La Leo nos miraba desde el alguarín
de sus premisas una cocina de metro cuadrado, verdadero banderín de enganche de
potas y perolas, donde fregoteaba con sorna y empezó a decir sandeces y
blasfemias contra mí. Y yo no cesaba de decir para mi camisa santo dios por qué
le caeré tan mal a la gente. Arije, espabila. No merece perder el tiempo
hablando con esta gente. Juvenal, que jugaba al tute con los jubilados, me
guiñó un ojo desde el taburete donde echaba la partida:
— Calma no hagas caso a esa bruja.
Pese a las impertinencias y humillaciones,
estaba yo allí todos los días a la hora el cafetín. Me atraía el abismo.
Templanza. Moderación. Circunspección y voto de silencio. Todo menos darla un
par de hostias. No te pierdas, Gumersindo. Y por más que me proponía alcanzar
tales virtudes jamás lo conseguía. A lo mejor el Santi llevaba razón: yo,
arrastrado de mis malas inclinaciones, podía liarla parda hasta el punto de convertirme
en un asesino en serie. No me gustaba mirar los telediarios porque me daban
ganas de vomitar y después matar a ZP. A la rubia de bote el chocho morenote
esa lozana andaluza que pronuncia encendidos discursos simulando la verborrea
de los delegados de curso de la
Facultad de Económicas y presidía un gobierno de corruptos y
de puteros yo también me la cargaba. Mi país estaba envenenado por la política
que torna a los hombres tristes y rencorosos Por las noches se me acercaban los
vampiros y creía entrar a bueyes volando por mi dormitorio. Alguien soltaba el
buho que revoloteaba por la camarilla. Graznaba la lechuza en una rama del
árbol de la sabiduría. Me convertí por esta causa difunto de taberna y entraba
desesperado en la barra del Julifer (acrónimo de Julito y Fernando no vayan a
pensar ustedes otra cosa pues eran los dos socios que montaron el chiringuito)
para que la Leonor
me escupiese exabruptos y su hermano me preguntase con un aire místico si me
pasaba por el Kiss. Templanza. Moderación, restricción, recato. No hagas caso,
Arije. Lanzaba la peonza. El zumbel de mi vida daba vuelta y vueltas. Se desplazaba
en círculo y la mecha se le iba diluyendo hasta que sonaba el cimbel del
convento de las Clarisas a la hora de vísperas. El impulso cinético concluido,
el trompo quedaba tendido panza arriba como el cadáver de un ahogado sobre el
enlosado del bulevar. Así que cimbel y zumbel es lo que soy ya digo. No había
matado a mi mujer pero no sería por falta de ganas sino porque ya iba para
mayor y me fallaban las fuerzas. Las daifas del Kiss también se reían de mí. Lo
mejor en esta vida no es el amor mercenario sino compartir el secreto de la
botella de Erifos. Vaya usted por la sombra y no se le ocurra escalar algunas
de las brancas del crecal que es árbol sagrado. Que hay moros en la costa y
centinelas apostados entre los merlones y almenas de la muralla de Niebla que
es la más importante de Andalus. Con que ya me dirás Ruibrás. El zumbel tornaba
movido por la fuerza centrifuga de la cuerda a compás de los tiempos de la gran
zurra. Había que ahogar las crisis de fe en la caneca de aguardiente y reírse
de la opulencia de las cosas nuevas de las gentes que van en el metro mirando
para la consola de su móvil y meneando con agilidad el dedito de la
comunicación virtual que se mide en baremos de incomunicación física. Suena el
cimbelillo de las monjas que llevan a las masas a la fantasmagoría de las redes
que son las nuevas arpías de los capiteles románicos donde todo está dicho y
augurado. Se nos aparecen los monstruos de dos cabezas y la mona que se muestra
impúdica ostentando la gran vagina de la mandorla mística. Lo que iba a pasar
en los tiempos venideros ya lo sabían los constructores de catedrales del siglo
XII. Las iglesias estaban vacías pero las santas pobres mujeres seguían
acudiendo a la novena. ¿Quién murió? El niño de la Exuperia.
▬¿A causa de la
tos ferina?
▬Paez que sí
Llevaba el féretro un carro tirado por un
tronco de corceles blancos y a Arije que caminaba detrás del cura portando la
cruz alzada y cantando el entierrillo aquellos caballos le parecieron que iban
trotando por los cielos nuncios del Apocalipsis.
Mientras tanto, los narcopoetas escanciaban
yámbicos blancos y las poetisas se llamaban poetas desde que se popularizaron
los versos perroneros de Gloria Fuertes que era bollera. Alzaron el pendón del
orgullo vaginal. rNo somos
poetisas que nos llamen poetas. Hay que ver estos de la involución feminista en
qué tonterías se fijan llevadas por su odio al macho y sus deseos de aniquilar
la vida. Yo quise entonces cambiar el mundo mediante la palabra pero no pudo
ser. Mis parientes ponían oídos de mercader o se mofaban de mis súplicas. En
España escribir es un vicio y yo no era más que una pobre flor de jara, un hijo
de la lluvia. El arcipreste Julito y el padre Eguillor que se torra en los
infiernos ya me lo habían dicho:
▬Arije, tú nunca
entrarás n el paraíso. Mala suerte, chaval. Te salió el esteatoma. Y un zaratán
en los pies es para las ocasiones. Creciste en un mundo sin amor.
A pesar de todo fui por el mundo anunciando
nuevas y contando cosas, navegando por mares de envidia y mediocridad. No
entendían mi lenguaje por yo empleaba los subjuntivos y la consecutio temporum latina y ellos, pagados de si mismos, se creían
los reyes del mango pegados a la alcachofa, y al micrófono rebuznador,
verdaderos “maqueraux” de los portavoces
profanadores del lenguaje de la comunicación, butanitismo informativo, cabrones con pintas. Mi tío Hans murió en
Stalingrado y monta guardia en las estrellas. En noches de desolación nos
comunicamos utilizando un télex particular que me conecta con la ultratumba.
Escucho los tambores que anunciaron la desolación. Siento piedad por tío Hans y
todos los que cayeron en aquel terrible mes de enero e 1943. Nuestro futuro se
derrumbó entonces y vamos muchos dando tumbos por el mundo. Sin embargo llegaría
un día de venganza. La mentira no puede durar mil años. Los serviolas de proa
anuncian una noche larga en la mar. Surgen sombras a popa. Caminarás sobre el áspid
y el basilisco, romperás los eslabones de las cadenas que te ataron. La nieve y
la escarcha (Imbert et nix) pasarán
pero no mi palabra. El Señor que es buen marinero de altura nos largará una
estacha. Mientras tanto, escucho el ruido de los cerrojos que se abren y
cierran en libertad. Los mueve una mano invisible. Ecos que se grabaron en la
piedra de los castillos y matacanes por cuyos pasadizos yo corría en mi
infancia. La piedra guarda los mensajes crípticos. Son ondas del más allá.
Haplología cíclica. El pan de los mastines. Los guardias de seguridad que
guardan la viña bajo el gario de oro de los cuatro dientes: justicia,
fortaleza, prudencia y templanza. Todas ellas abocan a la continencia, la modestia
y la abstinencia que proporcionan alegría al mal y al cuerpo buen banzo son las
virtudes más importantes. Son sus contrarios el hambre, la peste y la guerra
los más destructivos. Después como todo se renueva florece un tiempo distinto
ex novo el abismo. Los poetas son sus heraldos pero muchos son crucificados
porque no son del gusto de los tiranos que traen arrastrándose tras el carro
triunfal a sus propios profetas. Dejen paso a los adoradores del Becerro de Oro.
También sigue a los tiranos una cohorte de nuevos ricos, de teloneros, de
periodistas comprados, y de abogadotes rábulas
picapleitos. Los globos se desinflan y se estrellan contra el asfalto del Paseo
de la Castellana
en medio del estruendo de palabras altisonantes altoparlantes: democracia,
solidaridad, feminismo, sexo y café para todos, globalismo, derechos humanos,
lucha de género que ha venido a sustituir a la lucha de clases, el euro, la Merkel , Donald Trump, la Maritere inglesa. una
verdadera muta lobuna marcando el paso de los globales. Y de apoltronados en
Bruselas. Ya no hay propiedad privada la gran aspiración de las clases medias
merced a la corrupción sistemática de los partidos políticos que operan bajo la
fórmula de “I will buy you out”.
Somos unos vendidos. Estos señores nos compraron. Todo es escaparate y
jactancia en este mundo sometido a la dictadura del dinero, el hedonismo y la
fuerza bruta que es la fuerza de la masa. Nos dan gato por libre cantidad por
calidad y eso sí grandes superficies y Black Fridies. Los gobiernos que ponen
al frente son una almáciga de mediocridades, porque piensan los que mandan que
los ineptos sean más corruptibles y manejables
Una cuadrilla de negros en un banco en mitad
el bulevar recién desembarcados de la patera y a las que las autoridades habían
mandado para acá estaban sentados sin trabajo.
Iban pululando de acá para allá y robaban carteras a los borrachos
mientras dormían descuidados sobre los bancos del bulevar la zorra suprema
zupia calimocho y ginebra de garrafón mezclas explosivas. Todos -eran lo menos
ocho- ocupaban un banco municipal. No tenían currele y estaban de brazos caídos
porque esto no era lo que les habían dicho: esto es el paraíso.
— Venimos a España a que nos mantengan. No
vamos a pegar golpe.
Acababan de aterrizar en Madrid como aquel
que dice pero después de la patera ¿Qué? ¡Pobrecillos! A matar o a robar o
hacerse el culo de una puta vieja.
— Pues ninguna lástima te han de dar, Arije
— solía decir mi novia Etsi
En
ese caso estaríamos hablando de turismo sexual o de un nuevo tipo migratorio. Me
daban un poco lastima, la verdad. Este país fue cruce de razas y empalme de
fronteras. La esbeltez de las nubias contrasta con las abotagados rostros
ecuatorianos de piel cobriza que parecen mismamente corchos de botella con
perdón pues así tienen el talle y cara de buenas personas casi todos estos
ecuatorianos inditos que a mí no me molestan. Madrid ya no es rompeolas de las
españas sino el abra donde convergen todos los mares del mundo. ¿Esto es malo o
bueno? Yo que sé. Al principio nos preocupábamos y decíamos pero esto ya no
puede ser. Venida la pella, y como no los puedes vencer, únete a ellos, sálvese
el que pueda. A la España
de mis amores no lo conoce ni la madre que lo parió. Además, estos encastes
transandinos y subsahariano pueden mejorar la raza hasta el punto de perder
nuestra identidad pero nada podemos hacer.
Entré en el bar Tera. Zamora no se gana en
una hora. La Leonor
estaba de muy mala leche. Manolo su marido hecho un brazo de mar al igual que
Domingo y Santi los camareros. Todos son hermanos de por ahí de la raya de allá
donde el Duero se va a cantar fados a Portugal.
Hablan medio gallego y su parlar guardaba desinencias troncales del
frontón de la gaita zamorana. El establecimiento me recordaba a mí viejos
cantares de la ronda sanabresa. Buena gente. Entre pecho y espalda me metía mis
dos buenas botellas de peleón alguna vez clarete y me ponía a cantar el quien
dirá que no son cinco tres de blanco y dos de tinto — esto de los restoranes
familiares que a mí me van: plato del día y tercio de vino con gaseosa, aunque
ya van quedando menos en Madrid —es lo mejor que tiene esta ciudad. Día sí
y otro no, cocido maragato con su compango,
chorizo de bola y todo bien regado con tintorro de la frasca y ahí me las den
todas. Arije se había sentado en la mesa de enfrente. No hablaba. Estaba
cetrino. Sentí como un mal barrunto el aleteo de un cuervo. El aliento de una
mala sombra se esparcía por las techumbres del establecimiento, las sillas
parecía que empezaban a moverse. Yo juraría que Arije un viudo jubilado que
come todos los días a la misma hora, una y media, sentía que yo había detectado
algo del tenor de su gafancia. Pero no te apures le dije. Si eres gafe todo se
soluciona menos la muerte. Por lo menos has tenido suerte. Las parcas se han
llevado a tu mujer (qué buena era, lo dicen todos, aunque en el fondo todos
sentimos una cierta envidia a los viudos de pata negra) y a ti no te vamos a
ver en danza por la sección de suceso de los periódicos pues hoy es muy
habitual que los jubilados pensionistas se lleven por delante a la parienta. No
te quejes, Arije, chico. Eres un suertudo. En Madrid soltero y con dinero Baden-
Baden te lo digo yo échate una novia una de esas rusas de cuerpos macarrón o
esas rumanas fetén con ojos eslavos de aguamarina y a vivir que son dos días y déjame
de mirar con esos ojos de buey que se me atraganta la sopa. Oye y no engordes
mucho cuídate. Mis amonestaciones no servían para nada. Mi comensal era victima
de una de esas ligaduras misteriosas o lo que los italianos denominan la jettatura. Deja de ser el hilo conductor
de toda esa trama maléfica, hazte con las riendas del mundo, domínate a ti
mismo. Tener tan elevados pensamientos en el preciso instante en que uno se
zampa un cocido de garbanzos y mientras Domingo bajaba por la escalera de
caracol con la bandeja no es que sea muy edificante. Primum vivere deinde philophare pero yo soy capaz de hacer las dos cosas
a la vez. A Alfredo Mirlo se le había muerto su mujer Brontea haría un par de
meses y a la legua se notaba que era uno de esos individuos que no pueden estar
solos porque le falla una cromosoma de la falta de emotividad. El buey suelto
bien se lama. Había sido un marido dominante y posesivo que había dado mala
vida a su señora y si no la tuvo atada a la pata la cama allá que se iba pero
ahora todo eran lagrimas duelos y quebrantos por ella. Como Brontea malparió
una hija le nació tonta y se la llevaron a Quitapesares un preventorio psiquiátrico.
Esa era otra. Pero ¿tu eres mi hermano Gumersindo di? Nos han ocurrido cosas
terribles. Cuando te encuentro por el camino siempre me ocurre una desgracia.
—No digas sandeces, Fabiniano.
Pocas veces le había escuchado llamarme por
mi nombre pero aquella vez su llamada sonó apelativa y tierna transmitiendo en
su inflexión ciertas querencias de la infancia olvidada. Se sintió generoso y
luego le invitó a absenta después de comer. A la salida del zamorano cada uno de
los dos hermanos tiró para su lado el uno para la derecha y el otro por la
izquierda. Cuídate y no te apures. Todo
eso que pasó ya pasó y habrá que echarlo en el olvido. Si no fueras tan gafe,
te llamaría de vez en cuando pero la gafancia no se cura... y. Tocó madera.
Había una papelera de bambú en las escalerillas del metro y la rozó con la mano
izquierda. Estoy seguro de que Fabiniano ya me ha pasado la galerna. Era como
si en el alma me hubieran sacudid un linternazo. Un ventalle de perdición, hijo
mío. Yo soy Baruj Arije y no se por que me pusieron Baruj ni cual es la raíz
del arije. Seguro que es un nombre moro. Recordó a Malitva una hermana que
había fallecido de cáncer de tiroides. La salieron unos bultos en el cuello y
se le inflamaron como cuévanos las cuencas oculares. Era muy guapa y rubia y de
la noche a la mañana perdió el pelo. Se puso monstruosa. Ella también era una
Arije. Vivió poco tiempo: treinta y cinco años. Dicen que lo del tiroides la
vino en el sobreparto al tener el primer hijo o fue el marido que era un pirata
y un moro en el mal sentido de la palabra. Pobre hermanita.
No tenemos mucha suerte los de la familia.
Avanzamos por la vida con la cargazón de la culpa. Pagamos por los pecados de
otros. Somos del pueblo elegido. Elegidos sí para sufrir. La cosa no es para
tomárselo a broma pero yo suelo hacer de tripas corazón. Le saco partido a la
vida. Buen yantar buenos vinos buenas mujeres alguna que otra si se tercia y
sobre todo buenos libros y buen tabaco. Me he fumado lo mejor de Vuelta abajo
me he bebido cubetes enteros de Vega Sicilia. He amado la literatura profesión
que nos inmortaliza y no fenece. Que grande eres, Dios de Israel. Como cuidas
de nosotros aunque a veces nos mandes castigo. Será que nos lo merecemos. Hemos
siempre de estar preparados y ser congruentes con nosotros mismos para cuando
sople el viento de perdición que extinga la llama de todos los cirios. Otros
tienen oscuridad pero los Arijes vamos por la vida destellando rayos lumínicos.
¿Será eso por lo que el profeta nos define como Vas electionis? ¿Será eso por
lo que me pusieron al nacer Baruj?
Y entretenido en estos pensamientos
místicos deambuló por la ciudad. La
Avenida de la reina Madre le condujo hasta un barrio lejano
que casi desconocía donde todos hablaban cheli de los bajos instintos. Es un Madrid que me daba cien
patadas sobre todo cuando esos majos se descuelgan de repente con una parrafada
que parece un chotis y muy enviserados y chulaponas se van a bailar a la Verbena de la Paloma sobre un lauril en “La Bombilla ”. Todo eso es
falso. Esa zona de la ciudad tan mitificada por Ramón es un pufo que la
etnología nos ha metido. Áspero y bronco Madrid. Mucho Madrid. Es como
arrancarse por peteneras y darle una buena soba a Yoquecojones Nesti para los
amigos el chamarilero de los libros de lances por bocazas. Lleva visera de los
de los legítimos y se enfunda el blusón de menestral. Pero lo perdonó. “ese
seguro que reventará cualquier día como el lagarto de Jaén sin que nadie le
siente las costuras y le haya partido la boca por mentar a mi madre, que se muera.
Madrid era una ciudad fantasma. Quebraban albores. En el Paseo del Prado al
bueno de Baruj el peripatético le salieron unas damas al encuentro hablando en
suahili. Todas eran pigmeas la piel negra pero todas ellas vestida de blanco.
Sólo sabían una frase en castellano la de la quinta pregunta:
— Chupaaa.... folláaaaa
—Bueno, bueno niñas qué cosas tenéis.
Dejadme en paz. Yo tengo otras preocupaciones. Ale, ale, a casita que llueve.
Pero cuanto más les amonestaba mas se le
arrimaban las pigmeas. Se llevó la mano a la cartera. Estas prendas vienen por
algo. Tuvo que ponerse serio Arije y sacar la
poderosa cabritera de muelle que llevaba en bolsillo. Al ver la de Albacete
se espantó toda la bandada y lo dejaron tranquilo. En sus cavilaciones se le
había pasado la noche y tuvo que esperar barzoneando hasta que abrieran el
primer metro. De noche la ciudad resulta casi una desconocida otro dibujo otra
alma y otra vida pero él había sido un noctívago dado al trasnoche y amaba las
madrugadas sobre todo las amanecidas aldeanas cuando se escucha a los gallos
quebrar albores. A las cinco de la mañana todo parecía que despertaba y poco a
poco se notaba un aire de actividad y de currele. Tenía frío. Era lunes santo y
ya se notaba la proximidad de la primavera. Se escuchaban cantar los pájaros en
las frondas del Retiro. Toda aquella huida de Arije de su propio laberinto y de
su castillo interior a la negrura de la noche tenía una explicación. Se había pasado
la tarde entre bostezo y bostezo haciendo zapping por televisión hojeando a rastras
insustanciales periódicos y suplementos dominicales subidos de color y de
desnudeces pero entecos de ideas. Para él estaba visto que la belleza no estaba
plasmada meramente en el felpudo de la modelo exuberante que por una vez se
retrasa mostrando sus líneas. Para él la belleza era la filocalía. No estaba en
torsos ni en senos flotantes sino en la belleza interior. Una mirada una
palabra amable una risa feliz una canción de quintos. Los nuevos periodistas
explicaban a sus lectores a lo largo de una serie de reportaje su pan comido:
ha nacido, señores, una nueva religión. Ahora todos somos laicos. Los gimnasios
habían sustituido a las capillas en su misión soteriológica. Era el síndrome de
la catedral vacía de fieles y llena de turistas. La descristianización
progresiva, los largos puentes de fin de semana. El alzamiento de pesas. La
barra fija. La bicicleta estática y otras calistenias. La gordura es un pecado
mortal y el peor diablo el de la grasa. Los flamines del tercer nivel habían
sustituido a los curas y a los obispos. Echaron el cierre las rejillas de los confesonarios,
derribaron pulpitos y ambones, el purgatorio no existe y el infierno fue una
fabula que se inventó el Dante así que hemos instaurado la religión nueva. Todo
cambió. Acababa de hacer explosión el coche bomba en Leganés. Le daban escalofríos
de pensarlo. Aquel piso que saltó por los aires entre suras a Alá y la muerte
de un geo. Dios aparta de mí este cáliz. Líbranos de la peste y la guerra. Era
buena persona en realidad Arije. Le tocó vivir un tiempo difícil a lo mejor la
culpa la tendría su hermano el gafe o que un resorte había fallado. Estaban sin
embargo cumpliéndose los designios que había ido desparramando a lo largo de su
obra anepigráfica.
—Tío, eres todo un baluarte
—Pero carezco de antivirus
—Que va. Lo que pasa es que estas
apoltronado hecho un oso buco. Has de caminar más. Pasas las horas muertas ante
la cuartilla blanca. Eternidades de ordenador. Pero ve lo que aguardabas se ha
cumplido. Has logrado tus sueños. Tú sabes. Tú puedes.
—Ya lo sé.
Había que quitarse el sombrero. Arije no
había fallado un punto en sus vaticinios. Ya lo sé que te has pasado tres
pueblos que vives en otro mundo pero que se le va a hacer. Sonreías a los
insultos. Eres un cobarde y encima te quejas.
Todas estas predicas difundidas a beneficio
de inventario sin embargo no valían para nada, no le decían nada. Arije se
paseaba por la roca del precipicio haciéndole un calvo a la vida y a la muerte.
Vio unos demonios so capa de monos forajidos copulando furiosa y fugazmente
sobre la rama de un ailanto del jardín botánico. Ciertamente había demonios en
el jardín. En ese jardín. En todos los jardines. Quizás el jardín se alzaba
sobre un cementerio y allí estaban los huesos del profeta Ezequiel en trance de
alzarse y muchas noches sobre los cielos turbios de la capital se elevaban como
vaharadas las trazadoras de los fuegos fatuos. Debían de ser lo muertos de la
guerra civil o el ralentí de ciertas bombas que no estallaron. Castor y Pollux
un poco más ya junto a la fontana de la Cibeles que iban tan amigos montando un mismo
caballo se liaron de repente a guantazos y todo era furor por las esquinas y
los esquinazos.
—A que no me coges.
—¡Uy esos! Parece que van mal.
Por fin llegó tras mucho caminar, pasados
los pontones del olvido, al intercambiador Digital una cochera inmensa debajo
de los cimientos mismos del Arco de Triunfo. Estuvieron trabajando obreros
actividad frenética día y noche para tenerlo a punto que lo tenía que inaugurar
don Cejas para la Trinidad
pero puso algunas objeciones la
Celadora de la
Comunidad el mando estaba bastante dividido y era todo un descojone,
entran y salen cuatro como antaño en el cine Montijilla y ya se sabe unos por otro
y la casa sin barrer. La
Trinidad se pasa mire usted que guasa y para las navidades el
intercambiador de marras seguía aún sin remozar. Tenía unas escalinatas de
tracción mecánica muy molonguis que bajaban desde las mismas bodegas del Arco
de Triunfo. Avanzó entre el polvo el ajetreo de la hora punta y el hedor a
humanidad. Había una luz fúnebre como de tanatorio iluminando toda aquella
actividad. Yo soñé alguna vez en la escala de Jacob pero el bueno de Arije se
me despistaba. Dos ex presidiarios de un lejano campo de concentración
supervivientes del Shoah se entretenían jugando al parchís cerca de un panel de
indicaciones salidas llegadas y una zorra los miraba. Una fuina se agazapaba
seguramente porque sus ojos tibios y acostumbrados a la oscuridad no podían
soportar la luz fúnebre mientras una cotorra charlatana no paraba de hablar.
Seguramente que se había soltado de la jaula de un cuentacuentos:
—El 39 fue un año triunfal. Ese año un
primero de abril entró la fuerza por acá, en este mismo punto donde nos
encontramos. Entraron las banderas por Princesa y justo aquí fue el empezar y
se desplegó la roja y gualda. Un alférez alto y grande la llevaba.
—Que bonito! —dijo el de la partida que
tenía un brete y una pihuela atados al zapato — pero para de hablar, lechuza
que nos interrumpe. Lo que nos traemos nosotros entre manos es importante.
—¿Qué puñetas hacéis?
—Estamos conspirando.
—¿Así, con ese uniforme de penitenciarios?
Ya tendréis ganas.
—Tú ya verás. Tú a oír ver y callar.
Puede que el 39 fuera año triunfal pero de
aquella fecha ya nadie se acordaba. Ahí estaba la fecha de la inscripción latín
con una leyenda en números romanos. La zorra mirando para arriba. El asno de
Buridán plegó las orejas y un hermeneuta con un puntero iba desglosando como un
parte de incidencias el meollo de la frase: “Armis hic victoribus mens jugiter victura
monumentum hoc” (A las armas victoriosas este tributo). Los romanos más que
escribir esculpían como acuñando moneda para la eternidad y vio por un
resquicio de la memoria al autor un catedrático con las manos llenas de tiza y
la chaquetilla cubierta de polvo que hablaba con una palatización de abiertas
como en el Ampurdán. Lo escrito en piedra no es lo mismo que la escritura en
papel o en papiro que es un poco la escritura en la pared de la cena de
Baltasar. Frases para durar. No una pluma yo lo que anhelo es un buril. Y allí
vio en lo alto del cielo al profesor Mariner mártir de la democracia o la
contrademocracia fulgiendo como un ángel al lado de San Juan y de Tito Livio y
de Virgilio. Armis hic victoribus. Mas, todo eso pasó. Se fue. Pasó. Ábrete.
Mundus transit. Pasa página. Animo pues, amigo que para eso tienes nombre de poeta
y apellido de pámpanos. Eres todo ubre y pámpano. Todo medula. Lo veía al pobre
Baruj Gumersindo Arije. Tenía las espaldas un poco encorvadas. Le había tundido
lo suyo la vida y el pelo se le había vuelto totalmente blanco. Andaba gambado
por una ciudad que fue la suya y ya no le pertenecía. Por sus calles iba y
venía meteco o exilado en su propio país. Sólo tus sueños te pertenecen pero la
ciudad ya no es tuya y hasta el habla siendo la misma es extraña. Todo es extraño. Los rostros, mohínos y
distantes la gente amargada y con cara de ir a lo suyo. En las caras se refleja
la infelicidad que procura el egoísmo y la desconfianza. Madrid me mata.
Transitar por el Arco de Triunfo. Circular por debajo del Arco del triunfo por
donde pasaron las cohortes de Complutum camino de Legio Séptima no es lo mismo
que pasarse todo bajo el arco de triunfo, Arije y hay que pasarte por ese
epicentro del mismo sitio ya sé que tienes anchas espaldas y alforjas esterones,
artolas, baúl para guardar tantos agravios.
Puf. Todo lo que me echen.
Pero para él las calumnias las injurias no
eran tales injurias sino peldaños de la escalera del Cielo. ¿Agravios? ¿Tantos?
Sí. Señor. Tú sufriste muchos y marcaron tu santa faz en el Lithostros. ¿Entonces
de qué coños te quejas? No seas zarrioso Arije. Vuélvete a casa. De noche en Madrid
todos los gatos son pardos y esta es la ciudad de los gatos. Pasé dolores de Getsemaní
pero sin Magdalenas pero sin magdalenas que ungieran mis píes con pomos de
nardo ni Verónicas que me salieran al encuentro con sus paños. La conversación
con el antiguo colega me ha dejado de un aire y sin saber a qué carta quedarme.
Nadie se solidariza con nadie. Nadie quiere saber ni entender. Nadie te ayuda.
Estás solo. Atravesamos el desierto el ponto líquido. Tiempo de Acuario. Todo
parece que fluye. Es líquido. Tiempo de liquidez. Un moro bajó entonces por la escalinata
con una gran alcatifa a cuestas. Era un mohamé manumiso exarico para los que
Madrid nunca será Madrid sino Majeriíta. Al menos ellos tienen esa idea. Para
ellos no ha pasado la
Reconquista. Estas perdido, Arije, vuélvete a tu casa. ¿Dónde
moras, rabí? ¿Dónde están tu padre y tus hermanos? Mi madre mi padre y mis
hermanos son aquellos que cumplen mi Palabra. Difíciles frases. Nunca estuviste
más oscuro pero seguimos indagando dándole vueltas al contexto hermeneutas
perdidos por el vaho del mundo y tratando de entender el sacramental mensaje de
tus palabras. Corre tiempo recio. Señor, sálvanos que perecemos.
AÑO NUEVO ESCUCHO LAS
CAMPANAS DE SAN DANIEL
Primero de año estreno
doce nuevos meses de vida. Arije se levantó después del gran catarro que amargó
su nochevieja. Escucharon villancicos en la radiogramola y bailaron algo, salsa
sobre todo que es la música que baila su mujer orígenes cubanos. Arije se
desposó con una Ceiba. Misa en el Vaticano cantada en latín tan de su gusto.
Vio al papa cojo. Le dio un poco de pena aquel hombre. Cojea el padre Bergoglio
y cojeamos todos pero ahí vamos. Tampoco canta este pontífice. Lo que más le
gusta dél es su devoción a la madona inspiración jesuita. Al final del oficio
se cantó ante el pesebre Alma redemptoris
mater pero el portal no estaba tan iluminado como otros años. Luego paseo
por Reina Victoria y tuvo la dicha de escuchar las campanas del Día de la Circuncisión llamando
a la misa de santificación del Santo nombre de Jesús. El bronce del campanil
decía (Arije poseía un segundo sentido para traducir el lenguaje de las santas
campanas que son bautizadas y ungidas con el crisma de jueves santo) esto:
—Populum voco. Mortuos prango. Vulnera frango[1] y
aquella voz sonora del viejo monasterio
san Daniel uno de los muchos monasterios del Cíngulo Dorado— el circulo
de oro constituido por torres, espadañas y muros sagrados o sacra menia que
circundaban Madrid por la parte norte y sur de Moncloa—le retrotrajo a aquellas
maravillosas enseñanzas que había aprendido sobre la liturgia romana en sus
años de seminario. Tuvo el convencimiento que la iglesia no son las encíclicas
papales ni la doctrina con moralina sino algo mucho más alto lo que eleva el
corazón. Es la teología, las súmulas tomistas y el gran acervo de la tradición. En el monasterio de san
Daniel escuchaba la misa de cazadores el rey Enrique IV al alba antes de
recorrer los montes del Pardo a la caza de jabalíes y en su sacristía al pobre
rey segoviano lo envenenó un monje por mandato de Palencia cuando regresaba del
monte sediento y sudoroso. Diole al monarca a probar una pócima de hierbas con
mezclas aromáticas y gaseosa. El tañido de aquel modesto campanario hoy
convento de monjas le llenó de paz. Las aves huían asustadas por el cielo de
Reina Victoria, las palomas buscaban refugio en las helgaduras de las tapias.
En el Islam no hay campanas. Al moro el sonar de la campana le asusta pero
Arije se sintió ampliamente gratificado en su catolicismo, un catolicismo
ferviente que renacía en él cuando la Iglesia estaba hecha unos zorros demasiados
obispos tocineros y comentarios desaboridos de una cigüeña que crascitaba
inconveniencias en la torre de una iglesia profanada.
Liturgia es el culto
publico a Jesucristo lo había aprendido él cuando era adolescente y no podía
desquitarse de esa idea. Tal vez por tozudez o por prejuicios. Arije era tozudo
y no precisamente uno de esos que cambian con facilidad de chaqueta. A Dios le
gustan los cantos de alabanzas y esta idea viene del antiguo Testamento. En la
liturgia converge Cristo con Sión y la cosa no tiene vuelta de hoja. Todo este
entramado es expiación, oración, acción de gracias, adoración sacrificial y
canto de alabanza. ahora lo pretenden destrincar los adoradores de Satán.
La iglesia es una y
múltiple. Posee la gran riqueza de la diversidad de cultos en su capacidad de
católica o universal, apostólica pues proviene de los apóstoles. Está fraguada
en símbolos que por desgracia ignoran muchos de los fieles que participan en
los cultos (santa ignorancia) pero es menester entender las ceremonias y
rubricas de los diversos cultos rituales. En la iglesia occidental existen
varios ritos distintas fórmulas de adoración: el galicano francés, el medulano
de la iglesia de san Ambrosio de Milán el bizantino griego y muzárabe-visigótico que aun se celebra en la
primada de Toledo A Arije el rito muzárabe era el que más le inspiraba por su
españolidad y sus adherencias al bizantino. En él abundan preces y letanías —
hesicasmo o repetición de una frase pronunciada por Jesucristo o de los
Evangelios como los kiries que impetran la piedad del altísimo—. En mi opinión
las lenguas vernáculas han roto por una parte con la tradición y por otra
vacían el sentido en que el verbo divino habló en el monte. Por ejemplo en el
ultimo evangelio han traducido et
tenebrae eam non comprehenderunt
por no le entendieron cuando en realidad semánticamente lo que significa es que
la luz fulge y las tinieblas no apagaron esta luz que vino de Oriente. Los
motetes, los himnos eucarísticos, las secuencias forma parte de un fenómeno
privativo del cristianismo: la filocalía o amor a lo bello del que carecen los
otros credos. Es el Cristus Musicus
que se entroniza a través de las musicales notas en el pantocrátor. Además, las
vernáculas han despojado a la iglesia de su universalidad ingénita. Arije no
podía por menos de vapulear las enseñanzas del Vaticano II. El creyente tiene
la obligación de estudiar su fe y de iniciarse en lenguas que le son ajenas
como el latín o el griego o el hebreo como hacen los talmudistas que estudian
constantemente la palabra de Dios. Rito de iniciación. Hay muchas cosas que no
se entienden sino a través del legado de la fe. Y estos misterios nos vienen de
los ritos órficos de donde arranca en parte la liturgia romana que quiere quiso
cristianizar el paganismo y en la vida todo es liturgia y rito, fulgor,
normativa y regla, cauce de convivencia, lo que diferencia al ser humano de los
animales irracionales. Los símbolos nos cercan a Dios. El pez, la paloma iztios, axios el crismón el anagrama que llevaban los legionarios
cristianos en tiempos del emperador Valerio. Los que atacan a la iglesia por
esa milonga de los abusos sexuales que siempre los hubo y los habrá desconocen
esta categoría primordial de nuestra religión. Reducir el depósito de nuestra
fe a los pecados de la concupiscencia humana es una aberración. La liturgia
católica tiene estirpe teatral. Conviene recordar que el teatro nació en los
atrios de los templos cristianos. Autos de navidad y de pasión: Shakespeare,
Calderón, Lope, Tirso y luego la riqueza estatuaria de los ábsides capiteles y
cimacios románicos con la representación de las sibilas, el infierno, los
martirios, las misericordias del coro donde quedaron labrados algunas
advertencias donde colocan sus posaderas los canónigos sobre la presencia del
maligno den el mundo al cual la
Iglesia trata de combatir. Es el zlo de los ortodoxos rusos.
Teatro, culto a la belleza, pugna perpetua contra el mal, las bajas pasiones y
los instintos que hacen desgraciada a la condición humana.
Arije después de estas
consideraciones y halagado por la presencia viva del Cristus musicus se
santiguó y entró reverente en el pórtico de la iglesia de san Daniel. Las
campanas seguían propalando su melodía a la ciudad de Madrid anunciando orbi et
orbi la Circuncisión
del Salvador. Año Nuevo buen día del Señor.
Bajé la cuesta, era tan
empinada que con frecuencia el tranvía se atascaba por no poder con tanta
gente, los estudiantes se bajaban y a empujar. En una esquina la casa chalet de
Sebastián Miranda que velaba las armas cara al sol y los aires de la
universitaria. A izquierda de la bajada se abrían las bancadas del Estadio
Metropolitano y todavía el viento de la sierra del recuerdo traía y llevaba los
sones de aclamación cuando Collar desde la extrema izquierda marcaba Gooool, el
grito de júbilo resonaba por toda la Ciudad Universitaria ,
aquellas tardes de domingo, partido, cine y tasca. Aupa Atleti. Gumersindo
Manahén Arije, colchonero de toda la vida. El campo había sido derruido,
bloques de pisos, y allí tuvo él su oficina, archivos y papeles, estanterías de
libros. Fue cuando se digitalizó la administración y todas las semanas un
camión del ministerio se llevaba mesas y máquinas de escribir. El ordenador
dueño y señor del campo administraba la Cuerpa que ya no quería archivar nada porque todo
lo antiguo no valdría para nada. Toneladas de revistas y libros de una época
fueron a parar a la basura. Arije desde su ventanal trataba de adaptarse a las
nuevas tecnologías del Word y del M-2. La caída del Muro de Berlín se llevó por
la posta tanto trabajo de la imaginación. Era una manera de acogotar al fascismo.
ZP se sacó de la chispera la infamia de la memoria histórica, otra vez la
guerra cuando nos creíamos todos reconciliados. Él para contradecir al patán
llevaba en la cartera una foto del Fuhrer que trajo su padre superviviente de
la batalla de Stalingrado, rezaba padrenuestros y trató de aprender alemán. Zum
befell y Heil Siegel pero todo cuanto quiso aprender se lo desbarató Cerrolaza
un jesuita enemigo de los nazis que dirigía el Departmento de Germanistica de la Central. Por el
ventanal de la Biblioteca
penetraba un sol cansino y el eco del recuerdo de los goles que marcaba Luis el
Zapatones los regateos de Collar y las palomitas de Pazos en la portería. Fue
un tiempo de espera y de esperanza. El clínico albergaba muchos secretos de su
pasión por España. Desde allí los muertos le hablaban unos se le aparecían con
una pierna de menos otros tuertos y a muchos les habían pegado un tiro en la
garganta pero podían cantar. Sus conocimientos de lo ultrasensible le deparaban
al bibliotecario aquellas experiencias. Cuando se ponían pesados los muertos
vivientes subía cuesta de Reina Victoria arriba a ver a la Leonor o se daba un
homenaje de cocidito madrileño con dos botellas de vino en el Tera. A los
postres besaba el retrato del Ferrer que llevaba en la cartera. Ah si tú me
dices ven lo dejo todo.
El bulevar en rampa de Reina
Victoria cambió de nombre. Daría luego en llamarse Roca Tarpeya de Salamanca.
Ya se sabe lo que naturaleza no da no te lo presta Salamanca. Cuestión de másteres.
Los másteres de Perico el de los Palotes que quiso ser presidente, sentarse de
culo en Moncloa alto paramentos aunque haciendo trampa. Los tiempos de Donald
Trump fueron una trampa cuando sonó la trompa de Eustaquio por la Casa Blanca. Escogió el
camino corto: afiliarse a la CIA y sus socios lo respaldaron.
Antes le dieron la consigna que los generales de las divisiones acorazadas dan
a los tanquistas: destruir y derruir, machacar, mentir, profanar, derribar
escupir contra lo más sagrado.
─Perico, tú machaca todo
lo que se ponga delante de la torre de tu tanqueta. Acaba con los Españoles sin
piedad, límpiate los mocos con la bandera de España y luego los trapos que te
sobren los trae para acá.
─Yes, Sir
Y allá que se fue el
obediente Pedrito cargado con sus masteres, arrastrando las chuletas de las
páginas que copió con su cara de guapo. El enemigo no tenía que embarcarse en
un nuevo Vietnam los gringos son algo gallinas en cuanto empiezan a llegar
féretros de soldados abatidos por el fuego del Vietcong. Bastaba un caballo de
Troya para tal operación y darle el gobierno. Por la avenida bajaba la manada.
Gora san Fermín.
Todos los días en Madrid es San Fermín y
violan a una como en Pamplona esos putos sevillanos de la infame Manada recua
mogote y brazada de depredadores sexuales siendo el más conspicuo uno que
llamaban el prenda el más aguerrido el más picha brava el que la tenía más
larga una verdadera garduña de Sevilla. Cogieron a una pobre chica que venía de
los toros de San Fermín la bajaron las bragas y allá en un portal mismo y
haciendo un standing up se la pasaron
por las armas coito en cuadrilla, hubo un juicio y salió un rábula en defensa
de los fementidos y dijo:
─Señorías, toda vez que
la muchacha dijo no pero un no es siempre sí en estos casos no se puede
demostrar el estupro.
Hubo en el país una
verdadera conmoción. Las Fem se lanzaron a la calle indignadas al amparo de la
consigna: “un no es no y un sí es sí”. Cercaron la audiencia y tiraban los
sostenes a los magistrados se quitaban las bragas y se las tiraban a los
magistrados a los hocicos. A todo esto las reinas de las mañanas tuvieron
afrecho de su duerno mediático durante muchos días y las anarosas y las susanasgrisos
no paraban de darle al chisme de la propaganda. Los fulanos de la Manada se creyeron los
reyes del mambo de la publicidad. Esto formaba parte del plan conspiratorio y la Manada se convirtió en
efecto llamada, en algo viral que atraía cual imán a las redes.. Todos los días
se mataba a una o se violaba y las anasgrisos y las susanasrosas con ello,
relamidas de gusto, daban suelta al morbo en comidilla televisiva junto a la
mesa camilla uy que horror nunca lo tuvieron tan a huevo en su programa de fornicar
sin concebir. Entró la vicepresidenta al trapo en defensa de las mujeres pero
la defensa de la ministra era todo un arrogante ataque a la mujer. Desdén en
desguisa bajo su política de construir la imagen de mujer objeto separada de su
función primordial que es la maternidad y la familia. Arije conmovido y enternecido
por aquel zurriburri oyó a uno que bajaba la cuesta pañuelo rojo al cuello y
calzón blanco que gritaba:
─Señora ministra, su
señoría tiene un culo muy prestoso y redondito. Habría que ponerla mirando para
el Cristo los faroles para pasar la tarde.
El mozo de san Fermín
bajaba por la Calle
la estafeta algo borracho uno de los bueyes duendos que escotaba a la manada le
colgó por los inhiestos de un de sus cuernos mortales dejándole con el culo al
aire. Debajo de los calzoncillos ponía este epígrafe: “qué terrible lugar es
este”. Pero se rehízo del varapalo y salió corriendo a no parar hasta llegar la Cuesta las Perdices. España
era una roca Tarpeya un derrumbadero feminista/ separatista con los de la Cope los curas la Iglesia , el rey la reina,
los alguacilillos actuando de convidados de piedra. Estábamos en plena campaña
de alianza de civilizaciones, de augustas ceremonias, televisadas, palabras sin
sentido. A la mesa se sentaban muchos capigorrones. Unos se creían superman y
otros se escondían aburridos sin hablar en un esconce pero masticándose las
tajadas otorgadas por el poder. Tú échame pan y llámame perro. Las estudiantes
de Farmacia se asomaban a las ventanas de los colegios mayores en cueros y de
esta guisa contemplaban el encierro. Arije se sentó en el primer peldaño del
colegio mayor José Antonio, ─muchas memorias de su paso por las aulas en la
juventud─, un edificio que tenía factura herreriana y recordaba a la gran mole
escurialense para dejar pasar la procesión y contar las nubes. El Prenda se la cascaba mientras se columpiaba
en el árbol de la risa, se desgajó una rama, vino al suelo y se conoce que con
el golpe se le rompieron algunos conductos venéreos y quedó castrado sin
remisión, útil para servicios auxiliares. Algunos no escarmientan y se pasan de
listos o de guarros
Era la hora de consultas
en el clínico y los tranvías venían atestados de hombres y mujeres que acudían
a ver qué tal andaban sus parientes hospitalizados. Sobre los setos de madera
de boj que circunvalaba al gran caserón de la muerte en cuyas salas se peleó
con tanto denuedo en la guerra civil, pasaba lista la Pelona hora sí hora no y
la morgue no daba abasto para aguantar la lista de los fallecidos en la
capital. En Madrid no quedaba un viejo. La pica es la reina de las armas, es la
fuerza de la escuadra veinticinco palmos para herir sin ser herido. La Pelona no
cesaba de ahincar banderolas sobre los setos del Clínico. La muerte siempre va
por delante ganándonos la partida. Picas en Flandes, lista de óbitos ayer en
Madrid. Todos acabamos en la trena, en el manicomio o en la casa socorro. Y
todo en la vida es cárcel: la espina es cárcel de la rosa, la playa es cárcel
del mar y el trigo es cárcel del pan. Peto, espaldearas, escarcela, fálcate, brazales,
manoplas celadas, caldas y corazas son un buen escudo del alabardero pero toda
la infantería perece cuando la
Pelona se empeña. Porque contra ella no caben maulas. Pese a
todo tenemos la obligación de ser dueños de nosotros mismos. Arije contaba las
nubes mientras con el rabillo del ojo seguía a la turba de los violadores en cuadrilla
que se perdieron de vista en un recodo de la plaza de Pio XII. Anarosa se puso
en jarras delante del portal, pidiendo lo suyo:
▬
Quiero más. Dame más
▬¿No
tuviste bastante? Pues vale ya.
▬Chavala,
tú eres insaciable.
▬Give
me more. Give me more. I
want it now.
▬Otro
toro que este no vale. Pase el siguiente
Y esta era la lúbrica
historia de los violadores en cuadrilla que jaleaban las prensas nacionales sin
ningún pudor.
Él pensaba en Etsi
aquella novia que tuco y le hacía el amor en el 600 sin llegar a más. Tonto que
fui, pensaba para sus adentros, con las mujeres no valen medias tintas.
El arcabuz fue el arma
más letal hasta que se inventó la bomba atómica fulminante y esparce un hongo
de muerte al estallar. Carlos V el emperador se lamentaba maldita la hora que a
un chino se le ocurrió descubrir la pólvora. El salitre, el azufre, el carbón y
la mecha cargan de muerte a cualquier artefacto. Picos, palos y azadones. Suban
todos a cobrar que llegó el administrador. El personal hacía cola ante los
cajeros automáticos. Ya no había que acudir al banco para pasarse por caja.
Bastaba con apretar un botón. ¡Qué cosas inventa el hombre blanco! Desde el año
89 todo ha cambiado para bien y para mal. El mundo es distinto así en Ciudad de
Méjico la más populosa del globo como en Becerril de Campos donde no porta en
invierno un alma. ¿El nuevo terror del milenario?
II
LUNA DE ENERO
Lunas fuertes de enero
cuando las gatas tienen celo y en las radiantes noches los árboles desnudos
tiemblan bajo la helada. Había pasado las navidades en su tabuco acariciando
sus recuerdos circundado de libros y de papeles. Le vino bien a su salud el
ayuno pascual. Asistió a la misa de gallo por Internet que celebró el patriarca
Cirilo de Todas las Rusias el adalid que luchaba contra las fuerzas oscuras.
Aquella orgía de voces angelicales, iconostasios de marfil el Pantocrátor en lo
alto de la cúpula, casullas recamadas y el diacono que cantaba:
— Xristós rasdaets piite i pklanite yevó
(Cristo ha nacido venid en adoración)
La catedral de la Epifanía estaba inundado
de caras guapas hermosas rusas con velo blanco viejos creyentes y niños que
recitaban los compases del Credo y del paternóster en eslavónico todos se
habían la letra y sabían lo que pronunciaban aguantando de pie las dos horas
que duró el oficio. Liturgia triunfal que se refería a un mundo de belleza y de
redención el ceremonial rico y antiguo que se cumplía a rajatabla a las ordenes
del presbítero puntero que iba señalando a los oficiantes los pasajes de las
lecciones y de los himnos que habían de entonarse. Sintió Arije que Bizancio
tenía la clave del legado evangélico y todo un contraste con las catequesis
perroneras, los lugares comunes e incluso las herejías que pronunciaba ex
cátedra desde Roma el Impostor. Y todo un contraste con la vida de aquellos
días en España: atropellos de violadores en cuadrilla. Llegó la manada. En
Andalucía pastos y cabildeos. La hora del consenso y de la rendición. Tres
putas se desnudaron en la Plaza
de San Pedro y aparecieron en los posts metiéndose un crucifijo por donde
amargan los pepinos. Tiempos de profanación y desolación. Ierusalem desolada
est que cantó Jeremías. La
Bestia utiliza a la serpiente disfrazada de mujer. Pigtail
profería sus blasfemias de siempre faroleaba, quería ponerse medalla:
▬
Los feministas follamos más y mejor que los de la ultraderecha,
La palabra ultraderecha
y fascista no se le caía de los labios a los de You can que se sentían
amedrentados e impotentes ante Vox un movimiento que arrasaba. Mucho presumir
de potencia sexual y seguro de que el miembro no se les ponía erecto para
cubrir a las cabras locas del Contubernio Fem.
Arije no tenía que ver
con la ultraderecha. Era un anarquista, un rebelde como lo fue Jesucristo
contra el Sanedrín y se sentía satisfecho consigo mismo por haber dado
testimonio pero sus días los pasaba oculto en su esconce y las noches las
pasaba en blanco a causa del dolor de España que lo afligía. Después de salir
de la cárcel por haber asesinado a la funcionaria roja (fue una lacra en su
vida pero tenía demasiado temperamento) se refugio en el sotabanco de
Majadahonda. Le había quedado una pequeña pensión, podía pagar la pensión el
resto lo gastaba en tabaco y en libros en la cuesta Moyano. Nada sabía de su
familia. Etsi había venido a verle dos veces a la cárcel pero desde el año 92
no volvió a saber de ella. Asumía que había encontrado pareja.
Aquella mañana amaneció
radiante. Los niños de Madrid había sacado a la calle sus camionetas, sus
hombres araña y las muñecas que les trajeron los Reyes Magos. La Epifanía era una noche
mágica. Ponía fin al misterio de las Doce Noches y Saturno dejaba de gobernar
el mundo. Durante este intervalo ocurrían bajo el imperio del dios oscuro así
conocían a Saturno los romanos y para aplacarlo celebraban las saturnales. Las
doce noches venían marcadas por la tragedia de trifulcas en el hogar,
asesinatos, borracheras, eclipses, pues el sol se ocultaba y no quería alumbrar
la Tierra ,
terremotos e inundaciones. Ero era sobre todo la melancolía que sentía el
hombre ante el tiempo que pasa y la vida que se va. Este espíritu pagano había
renacido en las sociedades antes llamadas cristianas. Había que ponerle a los
pascueros y a papá Noel que se deslizaba por toda la Europa nevada en su trineo
buena cara. Ho. Ho. Ho.
Pese a sus dolamas tanto
espirituales como corporales se sentía contento. Había llegado la hora de
romper el ayuno. Se fue a comer al Julifer. Allí todo seguía igual que hacía
diez años. El Santis en la barra y la
Leonor en su chiscón la cual al verle llegar le hizo esta
salutación:
—Coño, yo creía que te
habías muerto.
No supo qué decir ante
tal insolencia. Pidió lentejas, gachopo y una botella de vino. De postre arroz
con leche y un chispacito de coñac.
Había tres o cuatro
individuos en la barra discutiendo acaloradamente sobre la derrota del Madrid
ante el Alavés. Nadie hablaba de política. Abandonó el local satisfecho y por
aquel dicho de que de la panza sale la danza recuperó su buen humor pero ya en
el autobús camino de casa empezó a sentirse mal. Le daban arcadas pero no podía
vomitar. Se le puso cara de luna de enero.
En la parada final se
acurrucó en un banco.
— ¿Se encuentra usted
mal, señor?
—Si llamen a una
ambulancia. Me muero.
Llegó una ambulancia y
Arije fue conducido de inmediato a urgencias. Allí perdió la consciencia.
Cuando despertó estaba en el quirófano de Puerta de Hierro rodeado de tubos de
mascarillas y de electrodos, enchufado a una maquina todo su cuerpo. La medico
una muchacha joven se acercó:
— ¿Qué comió usted hoy?
—Lentejas y cachopo, algo
de vino y un poco de aguardiente.
— ¿Dónde?
—En un bar regentado por
amigos míos
—Señor, pues en las
lentejas le colaron belladona ¿No se dio cuenta? Es un veneno que puede causar
la muerte pero al parecer es usted hombre de complexión fuerte.
—No. Las lentejas
estaban buenísimas.
—Le hemos hecho un
lavado de estomago. Creo que se recuperará. No obstante, quedarán secuelas.
Arije no maldijo a los
que le quisieron envenenar. Lo aceptó como castigo por sus pecados y un aviso
del cielo para no volver a pisar nunca un chigre, tabernas, una fonda sin
homologar. Dios le había salvado de las garras de Erifos y de la
Leo. Otra vez la Divina Misericordia
estuvo de su parte. Aunque tampoco hay que fiarse de las fuertes lunas de enero
cuando las gatas entran en celo.
SAN ANTÓN
LA GALLINA PON
Dio gracias a Adonai por haber salido con bien del
intento de envenenamiento en el mesón de la Puñalada. Un signo. Hay que mirar a
las estrellas donde se inscribe nuestro destino en busca de señales. Los dioses
mandan desde el firmamento un aviso. Y, ya con el alta médica en el bolsillo,
al abandonar el hospital enclavado en los cerros de Majadahonda se veía la
sierra cubierta de un manto níveo bajo los arcos del austero monumento a
Mota y Marín, aquellos dos valientes rumanos, voluntarios de la Guardia de
Hierro, que dieron su vida por España allí en aquellos recuestos por donde
Madrid se urbaniza y dejó de ser campo. De modo que volvió a su casa que estaba
a unas manzanas del centro médico, respirando hondo y pisando fuerte ufano de
haber sobrevivido. La internista asturiana le hizo una transfusión de sangre
con un fármaco antídoto de neutralización de la belladona. El Santi y la
Leonor vaya un par de cabrones quisieron darle el pasaporte. Que se jodan.
Entre potas pucheros anda el Señor pero también se esconden los asesinos. Así y
todo estaba muy dolorido y quemado por dentro. Les hubiera pegado a los dos un
tiro, si no hubiese temido a volver a la cárcel.
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
En su esconce todo seguía igual. Un cuadro del Arcángel san Miguel le saludó bajo la puerta. Vuelve a casa, pan perdido. En la calle, la rutina de siempre, los mismos ruidos. Allí le aguardaban sus libros de rezos, sus estampas de vírgenes y sus rosarios colgados de la pared y las linternas y palmatorias para alumbrarse de noche. Había meses que le cortaban la luz por falta de pago y estos hachones magnéticos le hacían buen servicio cuando se iba la corriente.
Uno de los rosarios era enorme medía dos metros y los dieces enjaretados en un cordel de esparto los cinco misterios con los cinco gloriapatris rematando en una cruz fabricada con la roña de la corteza de un pino santo que talaron para ayudar a los creyentes en la devoción de santo Domingo los jerónimos del Parral de Segovia, carpinteros a lo divino que hacían bancos y cruces para las parroquias. Pero este sarta piadosa tenía cierto valor histórico porque había pertenecido a Sor María de Agreda a Gumersindo Manahén Arije le inspiraba gran devoción esta mística doctora que escribió más de veinte tomos sobre la Virgen y los escribió de rodillas. Fue muy conocida en el siglo XVII por sus deliquios, levitaciones y éxtasis místicos, ya que, supuestamente, había recibido del Altísimo el don de la bilocación.
Mediante dicha gracia ayudó y consoló en sus noches tristes a los misioneros de Nueva España, así que mientras la priora de Ágreda en alma oraba sentada en el coro de su convento su cuerpo era transportado por los ángeles al Nuevo Mundo. Testigos presenciales la vieron bautizar a los indios de Guanajuato y gracias a sus dotes los mexicanos conocieron las doctrinas de Jesucristo. Fue a visitarla el rey Felipe IV a su regreso de su triunfal campaña en las guerras de Cataluña fue aplastada la rebelión de los barceloneses levantiscos y la monja y el rey se hicieron amigos. Es copiosa la correspondencia que se conserva de las cartas entre el monasterio y Palacio. En ellas sor María amonestaba con dolor pero sin acrimonia al monarca por sus excesos y amorosos desvaríos. Felipe IV tuvo fama de mujeriego. No paraba de sofaldas damas de la corte e incluso aguadoras de Madrid y actrices tan famosas como la Calderona. No se paraba en barras y a veces profanaba el sagrado recinto de los beaterios tan abundantes por aquel entonces en la capital del reino:
─Eso que su merced realiza, Majestad no sólo ofende a Dios
y le conduce al infierno también está muy feo─ le reconvenía la madre superiora
de las concepcionistas de Agreda.
─Ya lo sé, reverenda madre, pero no puedo. No puedo.
El cuarto de los Felipes, decía el doctor Marañón, tenía
una libido desbocada, era insaciable. Si hubiese sido reina hubiera padecido de
furor uterino. En todo caso su sensualidad se parecía a las de las mujeres. Sus
biógrafos no ocultan que llenó el reino de bastardos. Engendró a más de de
setenta hijos naturales y hasta podría ser que llegara a tirarle los tejos a
sor María que era bastante guapa pero no consta porque era una santa y devolvió
escandalizada los billetes enamorados que el rey le mandaba hablándole muy
seriamente de las penas del infierno y del cruel destino reservado a los
concupiscentes en las Calderas de Pedro Botero. A don Gumersindo le hacían reír
estas cosillas. Pensaba que el catolicismo en su rama conversa está obsesionado
con las llamas infernales y con el sexo pero él ya no era joven para escandalizarse
por tales asuntillos. Mirando las cosas con cierta distancia y sin
apasionamiento, la misión de los reyes es engendrar muchachos y la obligación
de las reinas parirlos. Ardua tarea porque muchas de aquellas pobres y tristes
reinas morían de sobreparto y no alcanzaban la edad provecta. De este peligro
nos advierte una visita al pudridero del Escorial donde se amontonan las
sepulturas de recién nacidos perro España y yo somos ansí, señora. Que quieren
vuescerdes que yo faga. El rey Felipe no lo podía remediar trigger
happy de bragueta pero nunca probaba el vino, la probaba la caza y
tenía un gusto exquisito por la pintura. San Antón la gallina pon y hasta san
Antón pascual son. El padre Ángel estaba solemne y más orondo con un ocho que
no le cabía un piñón por culo bendiciendo a los burros, los perros y garos del
todo Madrid. Abrió las puertas del templo en la calle Hortaleza a los nobles
brutos Dios le perdone porque ese clérigo asturiano culo de mal asiento que
tiene un sexto sentido para sacarle la pasta a los famosos desconoce que a las
fieras no les está permitido pisar sagrado y un día de San Antón yo vi a un
gran danés tan enorme como un oso andar por la predela olisquear las vinajeras
de la credencia en el altar mayor. El perrazo entre gruñidos y ladridos se puso
a cantar la epístola de la misa del día a los desamparados de Madrid. Su
aspecto era feroz como el de un Rotweiler. Creo que aquel bicho era la vera
efigie del diablo que se le había colado al padre Ángel entre los vuelos de sus
sotana ínfulas animalistas y buenismo pero no vamos ahora a sacar las cosas de
quicio.
FUEGO AMIGO
Arroaban los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los
cuervos relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la
gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la
coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo
es escuchar el aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es
la fiera que te muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana
sino el vecino que te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano
se han echado al monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne
viva. ¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos
sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de
Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido
y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores carentes de ingenio. Explotaban el
filón. Franco era una mina. Tenían que eliminar al otro para que no les hiciese
sombra y abrirse brecha a codazos. Ya decía don Miguel que vivimos en un país
de rencores pero ese toro de Intereconomía no es un miura sino un bull de los
de Rockefeller. No te fíes mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto
pretenden ser los defensores de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo.
A derecha e izquierda se alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú
sigue tu ruta, no hagas caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una
teja y ahora tiene en su reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una
dacha de Galapagar. Adiós Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La
política se ha inventado en España para chupar imagen, henchir los bolsillos,
discursear y pedorrear. ¡Pécoras! Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la
farota de la Leo abrían la puerta del infierno a los clientes mojándoles el
café con leche con DDT. En una jaula de su esconce tenía nuestro protagonista
un jilguero enjaulado al que llamaba “Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol
trinando partituras de ópera con lo que daba gloria a Dios y dejaba el alma
satisfecha de su amo que al oír salmodiar a Caruso se olvidaban de cuando le
clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe seco y cortante. Toma para que no
te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con tu coima, escupir sobre mis
vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por qué te manchaste las manos
de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia. Conmigo no se juega. Alguien
tenía que cortarles las alas a los buitres de You Can. El bueno de Arije le
hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien patadas en la barriga y su
chati le ponía nervioso cuando iba con los cartapacios de tareas bajo el brazo.
Los apuntes de Facultad se habían convertido en papeles de gobierno. Marxistas
de salón. La prensa del Duerno gustaba de comparar a los de Podemos con los de
Venezuela. La archivera quedó yerta en medio de un pequeño charco de sangre
tras un breve pataleo acelerada agonía se cagó por la pata abajo a la hora de
expirar. Arije fue certero. Se demostró que era tan bueno con la pluma como con
la navaja. Zas. Un golpe de guasca y para el otro bar
FUEGO AMIGO
FUEGO AMIGO
ARROABAN los jabalíes crotoraban las cigüeñas crascitaban los
cuervos relinchaban los caballos mugían las vacas croaban las ranas mayaba la
gata, cantaban los canarios, gruñías el puerco, silababa el búho mayaba la
coruja, cacareaba la gallina, ladraban los canes de Zurita pero lo peor de todo
es escuchar el aullido del lobo en las noches de enero. El peor enemigo no es
la fiera que te muestra los dientes o escuchar al león rugir ante tu ventana
sino el vecino que te pasa la mano por la espalda. Los borregueros de Turégano
se han echado al monte con sus borregos y Valdivieso es un divieso en carne
viva. ¿Estos son tus amigos los curillas? Pues mira cómo te maltratan. Todos
sienten hacia vos rencor y omecillo. La ira no se les cura. El tuerto de
Intereconomía devanaba historias increíbles. Quería ser el primero. Me lo pido
y lo mismo hacían Pío Momas y otros autores carentes de ingenio. Tenían que
eliminar al otro para que no les hiciese sombra y abrirse brecha a codazos. Ya
decía don Miguel que vivimos en un país de rencores pero ese toro de
Intereconomía no es un miura sino un bull de los de Rockefeller. No te fíes
mucho del pelo blanco va a lo suyo. Él y el tuerto pretenden ser los defensores
de España pero su afán es enriquecerse a sí mismo. A derecha e izquierda se
alzan los farallones derruidos de la patria mía. Tú sigue tu ruta, no hagas
caso. La chati del Pigtail se limpiaba el coño con una teja y ahora tiene en su
reserva papeles higiénicos perfumados, vive en una dacha de Galapagar. Adiós
Vallecas. Ellos defienden al obrero… de lejos. La política se ha inventado en
España para chupar imagen, henchir los bolsillos, discursear y pedorrear.
Arrúan los jabalíes ya digo. El Santi y la farota de la Leo abrían la puerta
del infierno a los clientes mojándoles el café con leche con DDT. En una jaula
de su esconce tenía nuestro protagonista un jilguero enjaulado al que llamaba
“Caruso”. Se pasaba las mañanas de sol trinando partituras de ópera con lo que
daba gloria a Dios y dejaba el alma satisfecha de su amo que al oír salmodiar a
Caruso se olvidaban de cuando le clavó la navaja a la archivera. Fue un golpe
seco y cortante. Toma para que no te rías de mí. Dejarás de batir tortillas con
tu coima, escupir sobre mis vírgenes y arrancar los dieces de mi rosario. ¿Por
qué te manchaste las manos de sangre, Manahén? Lo hice en defensa propia.
Conmigo no se juega. Alguien tenía que cortarles las alas a los buitres de You
Can. El bueno de Arije le hizo la tonsura al Coletas. Ese tío le daba cien
patadas en la barriga y su chati le ponía nervioso cuando iba con los
cartapacios de tareas bajo el brazo. Los apuntes de Facultad se habían
convertido en papeles de gobierno. Marxistas de salón. La prensa del Duerno
gustaba de comparar a los de Podemos con los de Venezuela. La archivera quedó
yerta en medio de un pequeño charco de sangre tras un breve pataleo acelerada
agonía se cagó por la pata abajo a la hora de expirar. Arije fue certero. Se
demostró que era tan bueno con la pluma como con la navaja. Zas. Un golpe de
guasca y para el otro barrio. Carmen Fernández del toro voló a la eternidad. Al
cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba en pecado
mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se cansaba de
alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con solo oírte
hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la sociedad pero
seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el valle de
Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no paraban
de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el antiguo
parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían footing
por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales impuros y
no precisamente de compañía. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los
contendores de basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la
agricultura en Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era
una tarde apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte
central del bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del
horizonte irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio
cuenta de una cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso
el firmamento era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba
sentado pues le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del
Julifer. La Leonor mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella
tarde a otros tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos cerca del
nido de los cisnes aguas abajo del Manzanares. Carmen Fernández del toro voló a
la eternidad. Al cielo no. Seguramente que la pasaporte a los infiernos. Estaba
en pecado mortal. Esa tía que la llamaba por teléfono a la oficina no se
cansaba de alabar sus habilidades digitales. Ay que me corro de gusto reina con
solo oírte hablar. Cumplí cadena, se hizo justicia y ya estoy a bien con la
sociedad pero seguía arruando el gocho salvaje. Venían en manada por todo el
valle de Talamanca, cruzaban los desmontes de Valdepielagos y Torrelaguna y no
paraban de corretear al trote cochinero hasta Vaciamadrid. Se detenían ante el
antiguo parador, hozaban por las caballerizas y muchos deportistas que hacían
footing por los resayos de Moncloa vieron a piaras de estos súridos animales
impuros. A veces se atrevían incluso a gulusmear entre los contendores de
basura. Se habían convertido en plaga. El abandono de la agricultura en
Castilla había determinado el regreso de la fauna salvaje. Era una tarde
apacible y él caminaba en compañía de sus recuerdos por la parte central del
bulevar de Reina Victoria. El sol se hundía por la hucha del horizonte
irradiando un haz de irradiaciones portentosas. Entonces se dio cuenta de una
cosa: lo bello que es vivir. Al poco rato cuando el sol se puso el firmamento
era una verbena de estrellas filantes. Desde el banco donde estaba sentado pues
le había entrado fatiga veía entrar y salir a la clientela del Julifer. La
Leonor mujer farota y poco contemplativa había envenenado aquella tarde a otros
tres borrachos más. La policía los encontré pajaritos cerca del nido de los
cisnes aguas abajo del Manzanares.
OJO DEL CULO. OJO DE RA. OJO FLOGÍSTICO
Llegó a casa desaforado, sintiendo el aliento de los
alanos de San Antón que ladraban en clave oenejé azupados el padre Ángel aquel
cura trabucaire asturiano. Canes en la iglesia mala cosa. es como decir vienen
sastres, al infierno vamos y en la lúcida mañana de invierno sacó, ganado su
esconce, refugio de sus libros, radios y rosarios, la petaca, atascó la pipa,
hirvió café en el infiernillo aquella infusión le sentaba bien para aplacar su
conciencia y mitigar el hambre que siempre padecía, prendió la cachimba que era
su mejor amiga en tiempos de desolación, cimbel y zumbel la peonza de las
añoranzas daba vueltas, girando sin parar, se acordó de su amigo Nilo que
acababa de tirarse al tren. Nilo escritor en tiempos infaustos del reinado del Rey Borracho al que sucedió su hijo Tontolinón VI al que llamaban medallas pues sólo exhibía su
borbónico valor en los desfiles y besamanos había acumulado una intensa obra.
Le había legado sus cuadernos, varias novelas impresas a ciclostil. Nilo,
inédito, literato sin suerte pero con harto talento, se equivocó de época.
Arije guardaba en los altillos del chiscón de Majadahonda las obras de su
amigo. Las publicaría algún día si tuviese dinero. Lo haría. Aguardaría
ilusionado la llegada de los paquetes que le enviaba la editorial contra
reembolso, iría por las librerías. los libreros los pobres que estaban muy
alcanzados porque los Mandiles no prohibieron la censura pero se empeñaban en
poner astillas en el radio de las ruedas de los autores nuevos aquí sólo
escribe el que yo diga y sólo editará el del pensamiento correcto. El esquema
de acabar con la rica, maravillosa y sufrida historia de la literatura española
sólo entraban en tórculos autores ingleses y norteamericanos, formaba parte del
proyecto de destrucción de España. Querían degollar su cultura y trucidar sus
sueños. Nilo Popín admirador de
Francisco de Quevedo se suicidó amargado de verse obligado a comerse las
ediciones de sus obras. En las librerías le rechazaban sus textos por no tener
distribuidor. La luz de enero se colaba por el montante. De allí llegaba el
ruido de la calle. Majadahonda se había convertido en una ciudad populosa
arrabal de Madrid. Las tenadas de los pastores de la Mesta que venían de tierra
Segovia dieron paso a la avalancha de constructores del Real State. Surgieron
como hongos la urbanizaciones de adosados. ¡Pobre Propinas! Hacía causa común con él mira que tirarse al tren! En su
memoria encendió la cachimba y sentado en el sofá destartalado al lado de la
chimenea comenzó a leer un capitulo de la novela de su amigo. No era un libro
del Reverte ni de la Hija del Yale el que tiró a su mujer por la ventana en Toledo
ni uno de esos autores insulsos introducidos a machote y a barrisco en la lista
de los más vendidos. Su difunto amigo escribía en tenor de los clásicos
comprometido con su tiempo;
"Don
Nilo el hombre, librero de lance, un santo varón, un justo de Israel, amor en
tiempos revueltos (ya ha vuelto a salir la frase hecha) desde que lo
suspendieron de empleo y sueldo porque, condenado a galeras, le pusieron de
compañero de terna a un marica, y pederasta, erudito muy ilustre de la ciudad
de Burgos, conversación amena pero que tenía una debilidad imperdonable por el
culo sobre todo por el de los niños inocentes y don Nilo el hombre viéndose
condenado no hacía otra cosa que lamentarse de su mala suerte y echaba pestes
contra la Organización pero ésta era un muro infranqueable hasta que un día le
pegó un meneo a su compañero de filas y lo estampó contra la pared al conjuro
de la frase típica menos montar
en globo y dado por el ano pues no soy Olano todo lo que quieras. Le
llamaron a capitulo, lo empapelaron y le dijeron aquella frase terrible de
“mañana no vengas”. Él le explicó al Inspector General que trabajar con don
Palamón que era como se llamaba el bibliotecario era misión imposible que no se
la deseaba ni a su peor enemigo. Con decir, mire usted, que tengo que entrar en
mi sección cara atrás, como iban los ajusticiados de la Inquisición a
horcajadas de un asno y mirando para Toledo. y con las dos manos guardando las
posaderas, ya le digo todo lo que le tengo que decir, señor Inspector general.
Pero el mandamás puso orejas de mercader, se pasaba sus reclamos por los
mismísimos, y eso que conservaba fama de ser lenible y no mala persona, que si
llega a serlo... Le dieron la absoluta.
Ahora ¿qué hago?,
preguntóse a sí mismo. Pues vender libros, hacerme librero de lance e irme por
ahí por los mercadillos con mi camioneta, se dijo don Nilo, resolutivo. Leer,
escribir, soñar era lo que más le gustaba. Vivía en una nube pero de menos nos
hizo Dios. Escogió la plaza del Arrabal de Arévalo como centro de operaciones y
allí que se plantaba cada martes con su vehículo, montaba el tenderete y se
instalaba al lado de un banco. Venían pocos clientes. Había traído un taburete
y allí se sentaba con los tratantes, con los pegujaleros de Martín Muñoz que
venían rebosantes las artolas de sus burros de lechugas, berzas y tomates a
vender género de la rica huerta; con los labradores ricos marañeros, a los que
decía que el Arrabal fue plaza famosa donde tuvieron el punto otrora perahiles,
licenciados de Flandes y picaros. Como el Potro de Córdoba, el Perchel
malagueño, las gradas de San Felipe en Madrid, el Azoguejo etc. Estas plazas
españoles tan esplendidas tan aseadas enmarcadas en soportales fueron coso de
la filosofía, albergue del espionaje, descansadero y punto de acogida de la
picaresca y centro de operaciones de la gente del bronce pero también de
hidalgos honrados que planeaban su viaje a las Indias. Hablaban de mujeres, de
trigos, de cosechas y otras noticias por ejemplo de quien había fallecido
aquella semana, un crimen truculento como el del alimañero que mató a un
dentista un día que regresó al hogar y encontró a la mujer con otro. Por
aquellos corrillos pasaba la vida cada martes, el revolver de los ciclos, el
girar de las estaciones por el círculo del sol, que cambiaba los rostros y
arrugas las viejas heridas, pasaban los años mudaban las épocas. Eran gente del
común, sangre municipal y espesa a la sombra de la torre de la iglesia. El
reloj de sol empotrado en gran hastial cónico del paramento de la iglesia de
Santo Domingo debajo tenía un letrero que decía:
-Tempus fugit
Sonaban las
campanadas del mediodía en el carillón. La campana anunciaba con su vozarrón
noble que espantaba a las palomas y a los vencejos revoloteando por las
socarrenas del muro la hora del Ángelus. Los paisanos que andaban abajo
hablando de sus cosas y haciendo tratos por los corrillos se quitaban la gorra
en señal de respeto y se quedaban mirando para lo alto del campanario donde
extendía sus brazos el Cristo. Mediodía la hora que come el papa. Vayamos a
tomar un chato en Casa Pinilla. Eso está hecho, hombre. Todo como en la edad
media. Arévalo es católico, noble y sentimental (la plaza se ganó a los moros
sin combate en un torneo a primera sangre entre don Bernardo Serantes y el rey
Abdelaziz) y pienso que cree en Dios aunque no lo haya visto nunca porque fe es
creer lo que no vimos. Don Nilo se levantaba de la tajuela que compró como
regalo de caridad a los locos de Quitapesares que luchaban las acometidas de
sus paranoias con trabajos mentales, miraba para el cielo sumido en un
respeto reverendo para luego seguir la lectura de su autor favorito don
Francisco de Quevedo y Villegas El Grande y se metía en otro mundo arrollado
por la cadencia de su prosa.
Por la puerta de
Santo Domingo (Dios le perdone a don Nilo) vio en ese momento a un teatino
salir dando voces. Vaya por Dios pues las gracias y desgracias del ojo del culo
escritas por Juan Lamas el del Camisón Cagado y dedicadas a doña Juana Mucha
Montón de Carne las firmó el poeta en un momento de inspiración y editadas por
un maestro ocultista: Daniel Lebrato y trata de algo tan humano como son las
ventosidades porque si no cagas te mueres y si no te pees no estás a gusto.
Caga el rey, caga el pato, caga el águila, y caga el mulo que según
come el mulo así caga el culo por antonomasia. Peyose Colasa
que suele hacerlo a lo bajini atufando toda la casa. Nueve orificios hay en el
cuerpo humano y los nueve dimanan, o echan flojo sobre todo en las mujeres que
son sólo cañerías (vista, oído, olfato, el agujero por delante y el agujero de
cagar, estos dos últimos son singulares, los tres primeros van en pareja y
todos al de por junto empalman como el último de los sentidos, el que posterior
muere, que es del tacto) aunque hay algunos que afirman la existencia de un
décimo el flogístico, el que llaman ojo de Ra. Ojo de Dios con el que los
imagineros paleocristianos representaban a la primera persona de la Trinidad en
forma de triángulo. Mas no entremos en teologías que la liamos. Pulso de mi
lira la más sublime cuerda canto a la mierda.
Según don
Francisco los más importantes pero muy pecadores son los de la frente el ojo
del culo es el más inocente y por él poco se peca aunque a los de la cáscara
les sea puerta del vicio nefando locus horribilis. Que de los placeres sin
pecar, el cagar. Sí caga alegre, caga contento pero caga adentro. Y la mujer
que un pedo suelta no puede ser sino desenvuelta. Ese lugar por donde no daba
el sol hasta que llegaron los nudistas es redondo y bien trabado un círculo
perfecto de la naturaleza donde caben todos los signos del zodiaco y aunque no
es tan claro como los de la cara tiene más hechura… lo tenemos tan guardado
pringado entre dos murallas y amortajado en una camisa, envuelto en unos
dominguillos y envainado entre dos greguescos que cuelgan como dos falderillos,
avahado en una capa que por se dijo béseme
vuesa merced por donde no da el sol y amargan los pepinos.
Sin su
reverencia no se puede vivir porque no cabe la posibilidad de un ojo del culo
que sea tuerto todos miran hacia lo profundo del cuerpo del que expulsan cuanto
sobra. Eso sí; es poderosísimo porque ha muerto muchachos y marchitado yerbas.
Es paciente y serenísimo, jamás se inmuta aunque a veces lo agobie el picor de
almorranas y otorga un placer de los que no suelen desamistarse con ninguno de
los diez mandamientos pues no hay gusto más descansado que después de haber
cagado. Por eso cantan muchos coplas cuando desembuchan o leen un libro cuando
van a la letrina el tiempo de cagar es hora plácida. Es docto y filósofo amparo
de soledades porque se nace, se muere y se caga solo, es tarea en la que nadie
te ayuda. Y el buey suelto aunque a él con la lengua no puede llegarse a no ser
que seas malabaristas. La mayor parte de los cristianos, moros y judías se lo
alcanzan con una teja o con la hoja de un periódico español de ahora mismo que
sólo valen para cumplir la noble tarea de limpiarse sus miserias cada uno con
los artículos de la prensa sural.
Le cumplen nombres
infinitos, llámenlo trasero porque siempre va en retaguardia. Es la popa del
barco que sufre las inclemencias e injusticias de los temporales ayudando a la
navegación de proa y dando a la barca de san Pedro cierta estabilidad. Los
dómines latinos dieronle el título de antífonas por oficiarse siempre al cantar
de dos chantres porque juega a pares y nones entre las nalgas. Le dicen trancallo los asturianos porque
es el portillo que tranca y abre la puerta de los mojones y también manojo de
llaves por lo redondo de su forma.
▬
¿Hay quien puje?
▬
Tráigame el bacín vuesa merced.
▬¿No
hay quien dé más?
▬Sí
don Artur Mas al que la boca se la hizo un fraile
▬Pues
que se meta las pesetas por ahí el muy avaricioso y cretino cabalino.
Son provechosos sus
mojones. Lo que excreta nos sirve de abono y luego de alimento, en la
naturaleza nada se crea ni se destruye sólo se transforma como la energía. Y
como el pedo suele ser cosa alegre que sirve de risa y pasatiempo. El culo no
suele meterse con nadie pero recibe demasiados azotes y descargas y en cierto
bares de Malasaña hay que entrar con clípeo en el salvohonor pues ese ojo
acullá suscita miradas lascivas.
Julio Cesar el
emperador era aficionado a las peleas de gallos y hacía durante el transcurso
de las mismas, concursos de pedorros. A ver quién pee mejor. El que más fuerte
atronase se llevaba una corona de laurel y cien denarios. Al Cesar tales
competiciones le divertían muchísimo.
Compañero es del amor
porque hasta que dos no hayan peído sobre un mismo colchón no se tiene por
seguro que haya habido coyunda ni amancebamiento. También declara amistad
porque con pedos los señores suelen divertir a los amigos. Se dice por ejemplo
que “soltó un preso e hizo al culo alcalde”. De ahí le viene el nombre de
alfaneque de las tripas y redentor de gases cautivos. Fuesele una pluma, irse
de bastos, marchó sin decir adiós, señor de Argamasilla cuando sale chilla.
Quien se ha peido que huele a tocino quien se ha cagao que huele a bacalao. Tú
por tú que fuiste tú.
Tirarse un cuesco es
asimismo voz aceptada y muy extendida por seminarios y conventos. Nadie sabe el
por qué se confunden las ventosidades de los mamíferos- la burra de mi abuelo
también se peía- con el fruto de los vegetales. Será por lo rotundos y la
morfología esferoide de la tripa cagalar esto es el ano. No vayamos a confundir
el culo con las témporas"
El pobre Nilo escritor y
periodista segoviano que en paz descanse no tuvo fortuna en la ardua carrera de
las letras y no lo hacía mal sólo que le cayó aquella malaventura que enuncia
la Celestina "fortuna te dé Dios, hijo, que el saber no te hace
falta". El Propinas tuvo a los dioses en contra. Había vivido en Gran
Bretaña en los locos años sesenta donde había vivido sus aventuras y locuras
sexuales y regresó a España tratando de abrirse camino en el bosque encantado
de las musas. Es una selva más tupida e impenetrable que la del Amazonas. Le
ahogaron las lianas de la desdicha. No fue profeta en su tierra pese a lo deslavazado
e impenetrable de sus escritos acertó en su diagnóstico de los males patrios.
Había comparado el movimiento Nazi Feminista con el Apocalipsis y estas
malditas mujeres del vientre seco y del odio campaban por sus respetos. La Dobermana andaluza rubia de bOte y
chocho morenote no dejaba de apretar sus recias mandíbulas de perra con
prognatismo contra el partido españolista. ¿Perra o zorra? En cualquier caso la
zorra no se resistía a abandonar su madriguera. Andalucía era un nido de
víboras donde oda corrupción tenía su asiento. Habían perdido las elecciones
los de Susanita pero se echaron al monte. He aquí lo que decía mi difunto
colega allá por el año 78:
Tras las conmociones
del viernes de
Dolores –
las profecías empezaron a cumplirse en los meses que aguardan a la gran
traición- ojos claros pero turbios se despacha a sus anchas en sus instintos e
institutos de venganza (give me more). Calixta la novia que tuvo
neozelandesa con su cara de kivui y su voz atiplada de cupletista pelirroja le
gritaba aquella frase imponente, Moisés bajó del Sinaí con las tablas de la ley
en mano, y yo sólo soy un pobre mortal, mientras hacían el amor en
la scullery de su piso con derecho a cocina junto a la
estación de metro de Earls Court en Londres. Oh Emiliano dame más. Me he
quedado sin tralla “Me dejaste a buenas noches”. Calixta criticaba la forma
inconsiderada que tenía Emilio de hacer el amor y su engorde. Se había comprado
unos pantalones en Marks&Spencer que le daban un aspecto payasil muy
holgados de cintura y desde entonces le puso el mote de Emiliano
Pantalones. Eran grises como la luz de atardecer que iluminaba su
penthouse de soltero en la calle Jardín de las Flores entre
Fulham y la Vieja Brompton Road. Tenía yo ganas de huir y me uní al gran corro
de la desbandada. Me producía una cierta tristeza Ya verán predicas
incriminatorias, precitas instancias. El personal no quiere saber nada de nadie
ni de nada. No me cuente usted su vida y en ese grado de insolidaridad estamos
llegando a los tiempos del 36, cuando los madrileños en aquel otoño sangriento
se paseaban por la Avenida del
Quince y Medio (Gran Vía) donde la zona de una de las aceras la de Telefónica
estaba batida por los obuses nacionales con un cartel en la solapa que
decía: no me cuente Vd su vida, ya me la sé. El amor en tiempos de
cólera que dijo un cursi pero yo voy a lo mío. Me siento al volante y tira
millas. Venga radiales, duro que te pego horizontes de encintado vial de raya
continúa. ¿Te motiva? Es el cansancio aquel que te afligía como cuando
viajabas desde Essex a Yorkshire. 180 millas en la A1 en tu mini de color
rojo. Parabas a tomar un café en un Vimpi y a hacer pis. Cuando un pueblo es
marrano, eso queda muy consignado en los servicios de las fondas en el camino
real. Y los ingleses son unos cochinos, pero los franceses lo son aun más y los
portugueses para de contar. Todo el país es como si le olieran los pies. Huele
a Fátima y a milagro. A melancólicas cuerdas de fado. Cierto la tristeza
tiene un color no puedo hablar no me entienden, acaso sea muda. No me cuente su
vida oiga que es muy triste, no venirme con milongas. Llevamos unos cuantos
años con las brigadas del amanecer haciendo de las suyas y no es el cartero que
viene a traernos un giro o una carta certificada sino el polizonte o el
comisario que llega a ponernos una denuncia y nos ruega velis nolis acompáñame
amos anda... pero tú que te has creído... prédicas infernales... ese doctor de
las mañanas de la tele que debe ser del hopos pues lleva años y años en antena
no para de hablar de cáncer... harte el encontradizo o el advenedizo que tú no
te enteras leñes que ellos piensen lo que les de la gana... tan tan.. ¿Quién?
Abra. Un registro. Es usted fulanito de tal.- yo soy Domingo García Sabell el
jefe. Tenga la bondad de acompañarnos. Aguarde que me ataco los pantalones.
¿Puedo ir al baño? Pues tendrá que hacérselo por el camino. Puro tramite. El
del mosquetón que te observa por la mirilla del mingitorio mientras que tú
evacuas tu vejiga. Una triste saca. Un maldito paseo al amanecer. Billete de
ida al reino del iras y no volverás. De los sencillos y de los torpes es el
reino de los cielos. Esa facultativa de ojos claros y el culo gordo que archiva
su ira y se pasa el día entero zampándose tabletas de chocolate. Por eso
el culo se le ha puesto como un balón. ¿Qué decía vuesa merdé? Reñidas
oposiciones, la vida combates es, y hoy tocan a fajina. El corazón amante.
Caballero a sus manos y señora a sus pies. Escucho en la distancia el largo
pitido del tren. Pican al timbre una madrugada de aquel verano en un inmueble
de la Red de San Luis y ya digo no
es el lechero. Nos devoramos unos a otros. Nos fagotizamos con tanta guerra
civil. Fotos trágicas, el máuser en alto. El mono azul y la guerrera postinera
recogen mal los abultamientos de los senos de aquella bella miliciana y un
falangista en la cárcel de san Antón se le escapó un piropo a la vista de su
verduga: niña, te quiero tanto que contigo en el pelotón no me va importar
acudir al paredón, será una muerte dulce. Subían hacia Cibeles desde el palacio
de Buenavista y de gobernación las camionetas del ejército de la verdad. Un
comisario se llamaba Dapena y nos van a liquidar igual que conejos. Fue el que
dijo: éste sobra pues sí sobra claro que sí. Lo malo es que había mucho más
jefes que indios y los que maulaban y soliloquiaban que ya no se les
pone gorda. En los tiempos de la gran duquesa leonesa yo me lo monto con
la señora Marquesa, ale. La Política no
interesa y el que escribió el estatuto prostituto se da aires de compinche y
fuego fatuo. You dont tell me fibs. Pero si eso es el placer de
contra en eso precisamente está el misterio y la maula. Mañana es domingo de
Ramos y arranco para Segovia de estampida. Mis huidas y mis circunvoluciones
tienen bastante miga. El skyline de la ciudad donde yo nací me tranquiliza pero
no es para ponerse muy sentimentales sino para precaverse. ¿Vienes pa
muchos días? Sólo a las procesiones, Fuencisla. Las hermandades, los cristos
rotos, el entierro de los gascones, la torre de san Justo proyectando su sombra
en viernes santo contra la luna, el rumor lejano de las aguas del Rasemir, el
bamboleo de los pasos, un cirio que arde y otro que se apaga al penetrar en la
zona de corrientes del azoguejo que nosotros denominábamos el arzovejo y al
decirlo parecía nos dieran azogue, porque nos entraban las prisas. No es lo
mismo decirlo como verlo. El diablo que aparece a lo lejos con su tridente. La
banda del regimiento marca el paso y los gastadores estallan sus botas contra
el cemento de la calle. Alguien con voz de borracho se arranca por una saeta.
Sin belleza no puede haber misterio. Tampoco cristianismo se acerca la
Venus Victrix la diosa triunfadora con su
rozagante manto de Dolorosa que porta en la mano un arrastrapeplos. Todo esta
bien drapeado por el que hizo el planteamiento pero en esta noche hay alguien
que nos estorba, las fichas parece que se mueven y bailan los datos pero todo
en esta atmósfera respira intensidad y tiene lo que los alemanes
denominan spanung. La novela es un concepto musical y eso mismo lo
tiene ahora mismo mi ciudad. Me arrojo de cabeza, me sumo en el oleaje de los
recuerdos a la busca de una cierta congruencia y del hilo de la fábula. Las
trenzas de Ariadna y su rubia cabellera las llevamos recogidas en cintas
multicolores. Me multiplico, he de hacerme ubicuo y gozar del don de la
bilocación con que el Señor favoreció a algunos de sus siervos. No he de
tomar las cosas ab ovo, ni tampoco perder la calma. Tengo que perderme en
fárragos de burocracia mientras las mucamas romanas esperan el autobús en la
parada de mi barrio cuya marquesina se ha convertido en objetivo de los gamberrotes.
Lo expliqué en un artículo que este vicio moderno de las tribus urbanas
se denomina clastomanía, un vicio
como otro cualquier, tan respetable, verbigracia, como la del millonario que
vive en los chalet de abajo, los que vierten al río y que rebusca en los cubos
de la basura y los contenedores, aquejado del mal de Diógenes, acumular y
guardar en el nido igual que las cornejas, pues eso. Ayer le vi al viejo bajar
la cuesta de los álamos subido en una bicicleta de carreras que seguramente no
mercó en la tienda, sino que es una de los muchos testimonios de su pasión por
la rebusca. Ser y tener. Tanto tendrás tanto valdrás. Los romanos tenían una
cierta pasión ordenancista. El papado por ejemplo es una constitución
carolingia y la Iglesia como la
literatura y su pasión por los cilicios y las torturas mentales un cajón de
sastre. Luego vinieron a perfeccionar el sistema los visigodos con sus
corregidores, bailíes, paciarios y el uso del sello y el balduque atado en
cuerdas de cáñamo en los documentos oficiales. Desde entonces todos los
clérigos son funcionarios. En realidad es lo que debieran ser los curas.
Limitarse a su misión de funerales, bautizos y matrimonios y poner nombres en
los libros de registros. Cuando se salen de esa misión específica ya empezamos
todos a mear fuera de sillico. Clericus del griego “kleros” que no quiere decir
otra cosa que patrimonio. Los límites son pues mucho más modestos que nuestras
pretensiones y si nos ciñéramos a la línea, si fuésemos un poco más modestos,
las cosas empezarían tal vez a ir un poco mejor. Lo que pasa es que hasta el
siglo XVIII trono y altar fueron unidos y no andaríamos metidos en
equipolencias tomistas ni de discusiones a gritos en las salas de grados. He
dicho.
Quedó Arije
confundido después de la lectura de aquellos párrafos póstumos y contundentes.
Que nunca verían la luz de las imprentas, condenados al polvo del olvido al
rebujo de los altillos de su biblioteca. Cuando él muriera o se mudara de
domicilio, irían a la hoguera o vendidos al peso del papel. Vanidad de
vanidades. Mala suerte tuvo Nilo. Mientras la radio coreaba consignas de la
guerra y caza del macho (la lucha de clases había sido sustituida por la lucha
de géneros que cuando él iba a la escuela se resumían en tres equivalentes:
masculino, femenino, neutro o epiceno y ahora todo era lo mismo, rajitas y rabitos
habían sustituido a los cristos en las escuelas de párvulos) él bajo a la calle
y se subió al viejo cadillac destartalado que había comprado a un coronel
americano de la base de Torrejón. Lo tenía aparcado en una riera cubierto de
polvo y cargado de kilómetros y mandó al volante que lo condujera hasta el
cementerio de Brunete. En uno de los nichos que tenía un epitafio que daba que
pensar "nací, amé, luché, vencí, perdí, morí ¿resucitaré el último día?"
colocó un ramillete de madreselvas. La sepultura la presidía una cruz latina
con cuatro palos a la manera rusa. Nilo dejó en sus mandas escrito en un papel
antes de suicidarse que quería ser enterrado por el rito ruso, que durante el
sepelio sonase la grabación de una misa de resurrección que registró el año 87
durante una audición de onda corta por Radio Sputnik. Una de las aficiones del
segoviano aparte de la literatura era el diexismo. Hombre profundamente
religioso y reverente Nilo era del parecer que el Vaticano quemó su mandato
divino y entregó al diablo las filacterias y las arras de su misión sagrada en
el mundo. Pero si Roma prevaricó el patriarca moscovita se mantenía incólume en
la doctrina y sobre todo en el esplendor y boato de su liturgia. Arije pensó
que esto era una extravagancia de su amigo, no se puede cocear contra el
aguijón, y que los tiempos cambian.
Depositadas
cinco rosas en la tumba que guardaba los restos mortales de su amigo en el
cementerio campestre de Brunete al lado de los blocaos y casamatas recuerdo de
la cruenta batalla de 1937 la batalla de la sed se encaminó as Villanueva del
Pardillo donde uno de su pueblo Rufino Vírseda fue hecho prisionero por la
fuerza del general Casado. En su pueblo le dieron por muerto y cuando se
estaban celebrando los funerales por su eterno descanso en la majestuosa
iglesia de Cantalejo allí apareció Rufino Virseda licenciado del ejército tan
pichi. Su habilidad y su simpatía de tratante le granjearon la amistad del
comisario rojo y se pasó la guerra enchufado en un campo de prisioneros
nacionales en Valencia. El pueblo trillero tuvo por milagroso aquel suceso que
fue comentado en las Siete Villas, un milagro atribuido a la Virgen del Henar.
El liberado colocó como exvoto un retrato suyo de artillero que le tomaron en
el Cuartel de la Montaña al entrar en filas. Cada año en el último domingo de
septiembre acudía a Cuellar a dar gracias al Henar por haber salvado el
pellejo.
Los violines
sonaban ya a la hora del crepúsculo. El Dodge Dart que compró a Rodrigo Royo tiraba
millas subiendo la cuesta de Valdemorillo acercándose a las dehesas del
Escorial habitadas por fresnos gigantescos de macabras figuras. Decían que
desde una rama de estos grotescos sauces la Dolorosa de Fuentelsaz le lanzaba
mensajes sabatinos a una supuesta vidente picaresca nacional. Arije aceleró
cuando el coche se acercaba a Prado Nuevo y escupió tres veces. Los diablos se
escondían entre las peñas y las zarzas propalando mentiras y embaucamientos.
Allí se acercaba gente sin rumbo los desahuciados y en desdicha en espera de
encontrar cura de sus enfermedades y carestías. Los amigos de la Cuevas
poniendo el cazo a cuenta del fraude de las apariciones marianas se hicieron millonarios
y compraron pisos abrieron residencias de ancianos. Arije que desesperado creyó
en aquellos supuestos se pegó el batacazo. Un sábado vio cómo una pareja
fornicaba furiosamente al pie del árbol de las apariciones preguntó al hombre:
─¿Qué estáis
haciendo ahí sinvergüenzas?
─Quiero
empreñar a mi señora. El ginecólogo cree que nunca se quedará encinta, vientre,
yermo
El paisano
miró para el entrometido con ojos feroces y prosiguió su tarea ya casi a punto
de terminar.
─A ver, a
ver─ contestó don Manahén por decir algo corrido de vergüenza. Pero al volver
la vista se dio cuenta qué horror que el furioso sátiro empalmado desplegaba
verga de casi medio metro dos cuernos de morueco retuerto que le daban vuelta a
la cabeza y no se apoyaba en pies como los humanos sino en pezuñas. Era súcubo
e incubo como reza la tradición y la que
estaba entre sus piernas no era la vidente sino la alcaidesa de Segovia quien
profesaba a Belcebú profunda devoción, hasta el punto de encargarle una estatua
para ponerla frente al Acueducto, Arije dio un grito de espantó y huyó del
lugar para no volver más a Prado Nuevo. Había visto al diablo. Daba diente con
diente y no volvió hasta ponerse de nuevo al volante camino de Segovia
No hay comentarios:
Publicar un comentario