El cura del
Cascajar y el Papa
Menuda la que
preparó el Papa Francisco (para los amigos Pancho, otros lo llaman Quico) con
sus declaraciones “Nunca fui de derechas”;
para al poco rato atacar a Mamón[1]
y la usura en defensa de los sin techo y los sin trabajo. Todavía no se ha
metido con los de Wall street ni con la Merkel, ni con Obama ni con los
traficantes que están levantando en Siria altares a Moloch pero todo se andará.
Bajaba yo a
comprar el pan y me encuentro en el Achat, supermercado de mi pueblo con el
señor cura del Cascajar que hace cola ante la cajera. Es un buen párroco y creo
que un buen arcipreste, ejemplo de humildad. Se le ve a don Abdón subir y bajar
por este desgalgadero serrano que es la arteria principal de la villa. Una vez
me echó de la iglesia por cantar en latin, yo llevaba flores a santa Teresita
de Liseux y quitó la imagen de la hornacida sustituyendo por la de San Derechos
Humanos, un santo que, aunque no esté en el calendario mola cantidad. Pero yo
le he perdonado aunque no porto por la parroquia pues el culto lo encuentro
insulso y poco consolador. Si tengo que rezar, lo hago en casa Tiene una casa
cerca del Cristo del Parador donde atiende a los transeúntes y vagabundos. El
templo de san Expedito bajo su jurisdicción siempre tiene las puertas abiertas
hasta la noche, lo que ya es un signo en estos tiempos que corren. La mayor
parte de las iglesias de nuestra España no siendo hora de misas echan el cierre
que ya no se puede ir uno a “recorrer monumentos” ni hacer una visita al Santísimo.
¡Bah! Mucho cambiaron los tiempos de cuando yo era niño.
-Este “pibe”-
le digo al párroco refiriéndome a Su
Santidad en la cola del super- va a poner la plaza de San Pedro boca
abajo. Pero a usted no le incumbe porque tampoco fue lo que se dice un hombre
de derechas.
Él sonríe,
bondadoso.
-Todo eso es
política. El Papa siempre dará a Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es
del Cesar.
Me deja sin argumentos. Yo creo que el
cura del Cascajar en estos tiempos de crispación y de crisis (las aguas están
volviendo a su cauce pues en esta villa barajamos alcaldes uno, dos tres, desde
que marchó el alcalde Perico ) vivieronse tiempos recios. Él trata de predicar
con el ejemplo. Cuando yo era monaguillo en Segovia hace muchos años el
capellán de las monjas de Santa Clara en San Antonio el Real me mandaba a la
tienda del señor Juvenal a hacerle los recados. Al regresar con los mandados,
el ama del capellán me daba veinte céntimos (la sisa) y el obispo de Segovia
enviaba a alguno de sus fámulos por los mandados hogareños.
Mucho trocaron los tiempos. No. El
señor arcipreste de Cascajar Hundido (que así se llama mi lugar y pertenece a
una de las archidiócesis mayores de Cuniculandia nunca pasó por ser de
derechas, al menos según dicen en este pueblo, siguiendo las normas a rajatabla
del Vaticano II. Mandó quitar la lápida de los caídos de Falange del paredón
eclesial, dio la vuelta a los altares, viste de paisano nunca cleriman, guayabera
con un niki negro, renuncia a las casullas para oficiar que sustituye por el
efod hebreo, parece un sacerdote de la Ley, y odia todo cuanto tenga que ver
con el latín.
En algunas de
estas cosas como en el desbarajuste litúrgico a despecho de ciertas normas que
no se cumplieron y de la sustitución del misterio por la catequesis que es una
de las razones por las cuales se introdujeron las vernáculas, no estoy de
acuerdo.
Pero de
mirada humilde y que se distingue por modestia, también su sabiduría (dicen que
es un gran teólogo) me vencen por más que no me convenzan. Supo adaptarse al
espíritu de los tiempos tan turbulentos y uno que ponga paz aquí es un líder.
Yo creo que sería un gran obispo.
Bueno “de nimis non curat praetor” como dijo el
otro y es que, si bien se fija uno, la esencia de nuestro credo es hacer el
bien, nunca el mal y amar al prójimo (una cosa tan difícil…). El clero arrampló
con los bodigos y miró siempre por la peseta. Cuando hablan los curas con la
gente se nota una pretensión de marcar distancias poco evangélicas de arriba y
abajo. Nosotros somos el mando y vosotros los idiotas e ignorantes que es lo
que significa la palabra laico. Les repugna ser uno de tantos. Y esa postura
del "misionero" en la vida y en el sexo tiene sus desventajas.
Un hermoso cuento de Clarín.
En España ya
se sabe o delante de los curas con la cruz y los faroles o detrás con un
vergajo. El anticlericalismo siempre habitó entre nosotros.
Sin embargo,
la iglesia ha sido el alma de los pueblos. Hay regiones gozan de una singular
tradición esos curas de aldea como el Señor
cura de Arvín delicioso cuento
de Palacio Valdés que tenía un
caballo viejo, quiso comprar un potro al año siguiente y le vendieron su mismo
jamelgo por una treta del tratante.
O aquel otro personaje “El señor cura de Vericueto”, de uno de los cuentos morales de Leopoldo Alas que oficiaba en un remoto
pueblo de breñas, una almina de Dios, recto, ecuánime, no iba
a mujeres y veía pobremente en su
rectoral pero tenía un defecto: el subastado.
Se arruinó
cierta noche en una timba y tuvo que pagar la deuda toda la vida.
Y es
precisamente Clarín el que en su “La Rosa de oro del Papa” quien desentraña un
problema eterno: la afición al oro que purifica y da brillo y esplendor a la
casa de la Iglesias. El todo por la patria de nuestros cuarteles lo han
sustituido sus reverencias por el cartel a la puerta de las rectorales del “todo
por el oro”. ¿Y Cristo qué? Marchaba por los caminos con el manto remendado y
agujeros en las sandalias.
El sacerdocio
siempre se vio deslumbrado por el áureo metal que reluce en los copones, en las
fimbrias de las capas pluviales y en los pectorales de los obispos que relucen,
ay como relucen. El novelista astur pulsa esta tecla tan sensible con
delicadeza extrema.
La moraleja de esta tabula corta es que el oro
en manos pontificias se sublima en ayuda del pobre no para lucros del poderoso.
En la narración de Clarín frisa alta y un poco heterodoxa la preocupación
mística del escritor por la cual los que no le comprendieron lo calumniaron.
El cura de Vericueto, de otro lado, refleja la candidez y humildad de aquellos presbíteros
aldeanos en la Asturias
rural de pasadas épocas y pienso que es un tema de hoy aun dentro de diferentes
parámetros pues el clero local forma parte de la historia de España en los diez
últimos siglos. Sólo vive para satisfacer la deuda que contrajo una mala noche
en que le dieron las claras del día sobre el verde tapete. Su avaricia se
encuentra justificada en la justicia retributiva, según él. Vive en la miseria
por ahorrar para sus acreedores. No lo toquéis más que así es la rosa.
Desde el siglo noveno, Europa se estructuró en parroquias,
cánones, rentas. Al morir muchos fieles dejan sus propiedades al obispo. Sin
las “donaciones por el eterno descanso de los difuntos” (donatio pro anima) que dio pábulo al surgimiento de los monasterios
no se puede entender la
Edad Media. Así es la historia. Nadie la podrá cambiar ni el
propio pontífice actual: un afán de eternidad que se compadece con las rentas,
y del oficio surge el beneficio el oro metal de la pureza y explica un poco la
codicia del párroco de Vericueto que era casto como el manso cordero y amaba a
sus feligreses pero tenía una adición irrefrenable al julepe.
Las sombras de los
campanarios se proyectan sobre los campos. Una torre en mi lugar ¿Por qué no
leer a Chesterton? La religión cristiana es evangelio pero también estructura,
canon y arquitectura. Modulo y modulación porque la Iglesia era una sociedad
perfecta que aspiraba a compaginar la ética y la estética con un eclecticismo
casi místico que sus enemigos pretenden convertirlo en un problema de bragueta.
No; los hombres estamos hechos de barro y acusamos nefastas tendencias.
La modernidad ha dejado vacías y sin apenas contenido estas
magnificas fábricas de las catedrales, los oratorios, los retablos, los coros disponibles, no se escucha a los puericantores, los
maestros de capilla, los chantres, se sumieron en largo mutismo, al igual que
los púlpitos; se muestran solitarios los claustros, los tímpanos y toda esa
grandeza que se explaya en la cúpula de Bernini, en el arte gótico y románico y
en el pórtico parece que nos hablan desde muy lejos.
Dicen los hermeneutas que la Iglesia que fundó el pobre
hijo del carpintero se engalanó de oro y de riquezas. El evangelio, no
obstante, se convierte en una religión mistérica a imperativos paganos de los
ritos órficos.
Hay un Christus
músico porque el alma humana es musical y cantando se reza dos veces y por
supuesto que la fe entra por el oído, ya que hay cosas que percibe el corazón y
que la razón no ve. La búsqueda de la armonía, la paz del alma, el concento de
las voces y el contento de las almas ha sido una de las beatitudes de nuestra
iglesia católica, y formaban parte de su
código de valores, reflejada tal vez en la majestad del Pantócrator. Que es
todo grandeza y oscura serenidad.
Ahora por lo visto en las galerías infernales suena la
música rock y se escucha la algarabía de la confusión de Babel. ¿Qué fue de los
himnos de Pascua, de Adviento y de Pentecostés, los responsos? ¡Ay, acompaña a
tu dios, alma mía, pues en el infierno no hay armonía y todo es estridencia
global! Y a mí no me queda otro remedio que cantar con el salmista: “invaderunt tuam gregem lupi rapaces, ¿cur
nos deseris?” (lobos hambrientos invadieron tu rebaño, Señor, ¿dónde
estás?). O sumirme en el ademán que recomendaban los místicos alemanes del
abandono en las manos divinas ante lo que repugna a nuestra mente: gelassenheit (quietismo). En España y en
la Iglesia ha
dado la vuelta al aire y todo parece del revés. “Le Espagne ¡quelle folie, quelle affreuse demence”. No nos queda
otro remedio que darle la razón a Víctor Hugo
Hay un Christus
arquitecto, un Cristo taumaturgo y un Cristo pedagogo pero ahí está el pobre
cura de Vericueto en su curato de
las brañas dándole a la brisca o al párroco de Arvín viniendo de la feria del Boñar con un potro del ramal que
luego resultó caballo viejo, los gitanos le habían teñido la melena. O al
magistral de Vetusta don Fermín de Pas
el hombre con sus dudas y con su pasión sexual.
Y nada se diga de los jesuitas y sus aberraciones en el
denso ambiente provinciano del Gijón a lo último del XIX que pinta Pérez de
Ayala en su AMGD o los sacerdotes de
su Educación sentimental. Estamos
fraguados en barro y debajo de una sotana siempre alienta un hombre sujeto a
sus pasiones y mermas de la naturaleza humana.
En un acto de humildad el Papa Francisco se ha confesado
pecador. Arrieros somos y eso le honra. Quizá el futuro esté en ese
desprendimiento de todo lo accidental, la renuncia a las riquezas y a lo
honores. Quizás el futuro lo determine el cura
de Cascajar con su carrito de la compra por las aleas del supermercado pero
¿qué se hará de los inmuebles, de los seminarios y de los conventos, de los
noviciados sin alumnos? ¿Una nueva desamortización en perspectiva con sus
bienes mostrencos que suscitarán la codicia de las clases pudientes, que no
irán a parar al pueblo sino a otras manos muertas, de manera que aquellas
posesiones gananciales engrosaron el peculio de los que teñían bien cubierto el
riñón como sucedió con la ley de Mendizábal?
Da pena ver iglesias normandas en Inglaterra habilitadas
como pubs o discotecas. ¿No será esto una rendición o, cuando menos, una
confesión de parte del fracaso de la iglesia, o el corolario a las reformas
conciliares?
Esto no ocurre en Oriente. La ortodoxia rusa está viva y
pujante para bien o para mal. Efectivamente la idea convertir los templos
abandonados en lazaretos, asilos y casas de acogida en refugio de los sin techo
y de las oleadas de inmigrantes que están llegando sin parar, como sugiere el
Papa Paco, no es sugerencia desdeñable pero ¿por qué no meterlos en la iglesia
de san Pedro y que el altar del confesión sirviese de hogar a los advenedizos
en su mayor parte musulmanes? Debiera hablar claro y por todas denunciando a
los traficantes de seres humanos que
obedecen a las líneas maestras del Gran Diseño que fomenta estos grandes
movimientos de población en lugar de fomentar el desarrollo y la riqueza en
países perdidos del Africa negra. El razonamiento del papa Paco es un sofisma
claro en el que se sospechan conductas impropias del que dice llamarse Vicario
de Cristo en colusión y pleitesía a las fuerzas del abismo que nunca dan la
cara para destruir la fe que él representa.
No nos hundamos, pues, en tremedales. Para mí la respuesta la
da el arcipreste de mi lugar con su bolsa de la compra, pidiendo la vez y sacando número en la cola de la cadena de
supermercados Achat. La regla de oro la sugiere san Agustín: “ama y haz lo que
quieras” pero también san Ignacio
(y eso lo sabe bien Bergoglio que es
jesuita) en tiempos de tribulación no hacer mudanza. Señor que vea y que sea lo
que Dios quiera. Yo al cura de Cudillero no le pèrdono que me echase de la
iglesia cuando cantaba a Teresita y que me prohibiese entonar las estrofas del Dies Irae cuando dabamos tierra a mi
cuñada la pobre Marielena. En los presbiterios cunden los bribones y farsantes.
El problema del clero español, aunque puede que muchos lo tengan, no está en la
bragueta. Está en el corazón que la mayoría de los ordenados uin sacris lo
tienen de piedra.
miércoles, 25 de septiembre de 2013
ANTONIO PARRA GALINDO (periodista y antiguo corresponsal de
guerra)
[1]
Los siete pecados capitales encarnados en la envidia (Leviatán), pereza
(Belfolgar) gula (Belabon, ira Moloch, lujuria (Asmodeo) avaricia (Mamón)
soberbia (Lucifer
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