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miércoles, 27 de febrero de 2019

+LAMENTO DE VILLEGUILLO VAGABUNDO DE LOS LIBROS Y POBRE SEGOVIANO

Yo Villeguillo un pobre -exárico, heterodoxo y perseguido por pensar por mi cuenta y por la odiosa manía de cantarle a los poderosos las cuarenta, me llego ante la piedra del centurial a de perailes, gente del bronce y de laa. Nací en esta ciudad de acarreo, tierr,  y de tusonas, mulas del diablo y barraganas de curas y frailes.  La vida me hizo mostrarme escéptico de ciertas solemnes verdades que se fueron por la posta, pero no soy mala persona, creo, hasta ahora no maté a nadie. Sólo soy necio e inconsciente, iluso y algo bocazas. Por eso, he venido a prosternar mis huesos ante el clemente Zeus tronitonante, Señor del Olimpo, padres de todas las  creencias, de todas las religiones cuyo decálogo en piedra bajó desde las cumbres del Olimpo: que Alcorán, el Candelabro y la Cruz se junten pero todas ellas a los pies del Gólgota Redentor y a la sombra del manto de la Virgen María. Lo veo difícil porque la humanidad acostumbra a matarse en nombre de la divinidad y ahora en el Vaticano están hechos unos zorros con  eso de que obispos y cardenales sodomicen en sacristías y confesionarios a los niños de coro con todo y eso el pobre Villeguillo vagabundo segoviano no renuncia al legado cristiano, sin perder de vista la tradición y el testimonio de los mártires, que conectaron el Nuevo Testamento con el Antiguo y el fervoroso politeísmo de los dioscuros. De todos ellos venimos, en todos ellos nos miramos y a través dellos escuchamos la voz del Criador que es polifónica y habla de mil maneras a los mortales. Que enmudezcan los púlpitos, bajen su voz los letrados, tiren al suelo sus mitras y sus báculos episcopales los jerarcas perversos y alcen la vista a los cielos de donde nos viene el resplandor de un dios más humanado. Zeus se convirtió en Cristo.  Aunque el Rollo de la Ley de mis mayores nos avisa:
—No derramarás sangre ni semen.
Es lo que hice toda mi vida caminando a pasos perdidos por las tabernas y lupanares, adiciones a Baco, honrando a Venus y al tabaco. No soy digno de colocar sobre mi cabeza el manto de oración  y la tánica pretexta de los flamines, contaminados por el alcohol y la semilla derramada de tantos años de perdición, pero sobre todo por la sangre: maté a aquella archivera que me estaba haciendo la vida imposible, sus insultos y oprobios, sus risas feminoides acabaron con mi paciencia pero no seguí las enseñanzas de Job que nos advierte que el hombre es carne de dolor, nace entre la mierda y a la mierda vuelve entre estertores. ¿De qué te engríes, Villeguillo? No eres más que pasto de gusanos. Pero  no te sulfures, ni viertas lágrimas de cocodrilo, recuerda la paz de esta repúblca que mediante la bondad, la sabiduría y no con los misiles aplastará la cabeza de la serpiente, colócate el manto de oración sobre tu mala cabeza y cíñete al cíngulo de tu sacerdocio. Recuerda que tú eres de la casta del ligur Silvinus Crassus, el capellán de las Vestales. "Sint lumbi vestri praecinti", ataos los machos para defender la verdad. Es lo que hice toda mi vida pero tengo un mal pronto que me enajena. Mis enemigos tómanme por loco y por  psicópata Lo malo es que puede que lleven razón. Yo me acuso y lloro ante mi "muro de Lamentos" de haber expresado mis dudas sobre muchas cosas en el bamboleo de mi fe vacilante en una  vida con no pocas vueltas y revueltas que no fue nada circunspecta a causa de incomprensiones, persecuciones y sufrimientos. No toda la culpa la tuve yo, claro está, por supuesto.
 El diablo mueve la cola y amenaza con tirarme desde el pináculo del templo. Con esa precisa idea de expiación he vuelto a la Urbe pecadora a prosternar mis huesos ante la piedra esculpida cerca del postigo del Consuelo. El vado del Río Clamores me separaba de un pasado cuajado en arrepentimientos y congojas y un futuro incierto: Parce mihi Domine, parce mihi. Pago mis culpas y al darme de cabezadas contra la piedra de Publio Juvenal que debía de ser el prefecto de la ciudad por mandato de Cesar Augusto, el constructor del Acueducto de Segovia. La brisa que mecía los pinos me traía fragancias de un pasado al que viajo con frecuencia en alas de mi imaginación entre sonido de tambores y flamear de estandartes; desfilan ante mis ojos las cohortes de manipularios, ferentarios, honderos y la milicia de a caballo que acampaba en el paramo  de San Medel aquel anacoreta que hizo penitencia en las cuevas del Pinarillo. Invoco a los dioses en mi tarea para que vengan en mi ayuda.

  De la misma manera que yo acometo esta tarea de poner negro sobre blanco la historia de la ascensión y la caída de mi personaje Manahén Arije, un vagabundo que fue por la vida sin suerte, que se juntó con malas compañías, era un pícaro de siete suelas como muchos hispanos, al que tocó bregar de lo lindo, engañar siempre y trepar por la cucaña de la competencia echando rivales abajo. Da paz a mis muertos, Júpiter, por la intercesión del Crucificado. Otorga tranquilidad  a esta afligida  y tornadiza ciudad de que anda, confusa, elevando estatuas al diablo. Acurdarte de mi Aderita y de Auxenia Xeny (el mirlo blanco)  la miruellacomo yo la llamaba cuando era un bebé. La hija de mi corazón a la que  que  de mayor sólo vi cuando tenía 45 años. Por mi culpa por mi gran culpa… Rezo la plegaria acostumbrada y hago voto de ofrecer un gallo a Esculapio. Ave Cesar. Me dediqué vagar por el recinto amurallado. El gran cedro del convento de jesuitinas que dio sombra a la infancia lo habían talado os mancipes dendricidas y poco avisados.+

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