Fiestas
del solsticio invernal, el diablo anda suelto por el mundo, misterio
irrefutable de las Doce Noches para contrarrestar las actividades del Maligno
(horrible atentado en Istambol, pero el Negro zumbón ya se lo había advertido a
Putin, cayó ¿derribado? Un avión ruso, asesinan por la espalda al embajador de
Putin en Constantinopla… se va el Negro Zumbón con las manos cuajadas de
sangre, en USA cunden las sectas satánicas y adoran a Baco a Venus y a Moloch
en una navidades convertidas en consumismo y bacanales). La alcaldesa de
Segovia destrona la imagen de la Virgen Blanca en lo alto del Acuieducto yh
coloca al Pâteta en el edículo de Cesar Auigusto. “Todo te lo daré si
prosternandote ante mí me adoras” Suenan la palabras de la tentación al
Redentor. Vade retro. Sólo a tu Dios adorarás. Pero el diablo tiene muchos
adoradores, reparte jugo en twiter y las masas acuden en peregrinación a fotografiarse ante la estatua del ángel caído
en Segovia. Lo toman como un juego de niños pero la cosa es más seria de lo que
parece. Entretanto, yo me lamo mis heridas con la pomada de la literatura,
releo la “Nochebuena”, un maravilloso cuento de Nicolás Gogol que es un acicate a la esperanza con un mensaje implícito: el
mal será vencido y después de todo huirá al infierno con el rabo entre las patas.
Eterno mensaje. Eso sí “no somos monjes,
nos atrae lo prohibido” alega uno de los cosacos.
Hay un
cierto número de los nuestros que tienen mujeres pero no viven con ellas. Unos
las tienen en Ucrania, otros en Polonia y algunos hasta en Turquía”. En el
parlamento del cosaco a su “zaparogo”
(jefe de la centuria o sentnia) se
advierte que en medio de las tinieblas luce el resplandor de Cristo que nació
para salvar a los hombres”.
El
autor de “Almas muertas” utiliza el
sarcasmo como un látigo y estallan a través de este cuento mágico los chasquidos
de la tralla (knyt). Así es como hay
que escribir, perfilándonos sobre el filo de la navaja. Gogol en este tour de force literario quiere hacer un homenaje a Dikanka en la región de
Poltava, la aldea donde nació a orillas del Dnieper en la zona oriental del
país. Era ucraniano pero escribía en ruso. Nikolai Vasilievich Gogol 1809-1852
pasó la mayor parte de su vida en Petrogrado. Era funcionario, recaudador del
fisco o alcabalero, igual que Cervantes.
Tenía por misión visitar las propiedades de la nobleza antes de la
manumisión de los esclavos para postular para el fisco. Dicho empleo le sirvió
de comodín para escribir una de las obras cumbres de la literatura universal (Miorti Dushi) traducida mal al
castellano porque los señores debían pagar contribución por los siervos ya
fallecidos como Almas Muertas. Debía de haberse titulado “Bienes mostrencos”.
Resulta que aquellas vísperas de la
Navidad el diablo robó la luna y el mundo quedó a oscuras. En
un pueblo de la Ucrania
profunda había un herrero y pintor de íconos que se enamoró de una muchacha que
era hija de una bruja. Ronda su puerta, canta villancicos bajo su ventana pero
Oksana, que así se llama la moza, lo desdeña, pues su adorador le parecía muy
bruto. Vakula, el hombre, no se da por
vencido y, puesto que Oksana no tenía zapatos para acudir a una fiesta, ella le
promete su amor a cambio de un imposible:
—Me
casaré contigo si me traes los zapatitos de la zarina
Como
el amor es ciego, el mozo acude entonces al diablo y realiza un pacto con el Maligno
—Si tú
me entregas el alma, yo conseguiré lo que me pides— contesta el Pateta.
Firmaron
un acuerdo y en la aldea, mientras los cosacos tomaban el tradicional plato de
Nochebuena “borsh” (sopa de coles) y
bailaban “kolioadki” (cantos de
villano) a compás de la balalaica y arrastraban por la nieve sus pesados
capotes, bebían vodka y fumaban sus pipas, Satanás, tomando al herrero por los
cabellos, lo transportó por los aires hasta la corte imperial donde el
canciller Potemkin consiguió para él una audiencia con la reina. Ésta escuchó
conmovida la historia del pobre mujik
que se moría de amor y accedió a sus deseos regalándole los ansiados zapatos de
oro y cristal. A su vez, en el humilde lugar de Dikanka ocurren cosas: el
diacono, sin que lo sepa su mujer, acude a visitar a Saloja otra belleza local
“amiga de hacer favores como la
Dolores en Calatayud”…
—Por
favor, virtuosa Saloja, dame una
copita de aguardiente—, dice el clérigo. Estando en estas razones llaman a la
puerta.
—Ay,
madre quien será… a lo mejor es mi marido, escóndete dentro de ese saco.
Pero
no era el marido, que también andaba de parranda, sino el mismismo alcalde de
la localidad… Más aldabonazos se oyen…
Esta
vez quien pica a la puerta es el cosaco Chub, el cual, habiendo perdido el rumbo,
pedía hospitalidad pues hacía una noche de perros y zumbaba la borrasca. Decide
la incomparable dama introducirlo en
la leñera dentro de un saco de carbón. La situación y los malentendidos y
disparates se repiten con otros personajes. Gogol desenvaina su fusta de la
sátira al objeto de criticar a golpes de humor las costumbres de la Rusia zarista. Por el pueblo
resuenan mientras tanto los cantos de la Navidad , doblan a gloria las campanas y el diablo
regresa de la ciudad imperial con el herrero en volandas, que venía eufórico
con los zapatos de la zarina en el zurrón. La trama se complica con lances
increíbles porque la “Nochebuena” de Gogol es un cuento de hadas que recuerda
ciertas leyendas de la tradición oral indoeuropea, cuando el diablo, después de
andar libre por el mundo haciendo de las suyas, es derrotado: la Bella Durmiente , la Zapatera
prodigiosa (comedia de Lope) la Moza del Cántaro, el Ama del Cura que consigue que Satanás construyera el acueducto de
Segovia en una noche, tras convenir con él que, a cambio de llevarle el agua a
la puerta de casa, ella le entregaría su alma, sin poderlo acabar del todo
porque al amanecer le faltaba por concluir un arco. Y otras muchas leyendas
que, lucubrado, entre ellos Shakespeare, con el misterio de las Doce Noches,
bajo el gobierno de Saturno el dios oscuro en cuyo honor celebraban los romanos
las saturnales, abordan este enigma. Tiempos de tinieblas que concluyen con la
llegada del Redentor al mundo. La ortodoxia rusa celebra la navidad cuando los
latinos la Epifanía. Epifanía quiere decir
fulgor, manifestación de Cristo a los hombres. Esta es la idea motriz que late
bajo la capa de la maravillosa historia del cuento de Nikolai Andreivich. El
autor describe estas situaciones paradójicas con la proverbial agilidad y
maestría del alma rusa para contar historias y para combinar lo real con lo
mágico.
— Xristós
rashdaet obazhaem yevó (El Señor nos ha nacido, vengamos adorarle)
— canta triunfal el diácono en la larga misa del Gallo por el rito de san Juan Crisóstomo.
Un
grito para conjurar a los espectros. Que baña de alegría a la humanidad. Por
supuesto, el herrero y la hermosa Oksana, después de aceptar el regalo, se
casaron, fueron felices, y el enemigo del género humano huyó al infierno
despavorido. No le valieron sus mañas.
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