Haec opera incipiunt. 15 de diciembre de 1997, día de San
Fortunado. Idus decémbras.
Un bello dia de otoño de
1498 cruza el puente ojival de Arévalo un niño vascongado de cabellos rubios ,
piel sonrosada , ojos risueños y alegres. Procede de una numerosa .familia
guipuzcoana emparentada con el Duque de Nájera. Va a casa de su tía, María de
Velasco y Guevara, esposa del contador mayor ( q u a e s t o r ) de Juan II.
Este gran personaje que ejercía las funciones de ministro de hacienda de
Enrique IV es una de las personalidades más relevantes de la España de su
tiempo. Los historiadores lo describen como hombre bueno, leal pero desafortunado, y más que nada un
converso, por más señas. Procedía de una
adinerada familia de plateros oriundos de la homónima villa segoviana, distante
a una pocas leguas de Arévalo. El va a constituirse en mentor o protector de
una de las figuras históricas que más inciden en el cambio de rumbo en España,
a la que da un sesgo quimérico e imperial. También va a ser el detonante de uno
de los giros mayores que dio la catolicidad, unos diz que para bien y otros
para mal.
Si bien la naturaleza y el temperamento y el
carácter de aquel recién llegado eran los de un vascuence, el alma del hijo del
mayorazgo de los Oñaz va a experimentar
entera trasmutación hasta convertirse en la de un castellano viejo - si es que
en puridad de verdad pudieran hacerse distingos entre lo español o castellano
viejo al uso y lo euskaldún, porque lo
español y lo vasco se transfunden en la mismidad de origen o esencia nacional, según demuestra Unamuno-,
pero los veinte años de estancia largos en la corte de Castilla van operar en
su ánimo una metamorfosis. Se empapa todo él en los penetrales mítico /místicos
que impregnan la atmósfera de la capital de las Morañas..Es una luz que flota
en el aire de la vieja villa, y que hace que dentro de la propia Castilla
conserve Arévalo una personalidad única, que la distingue de los pueblos y
ciudades circunvecino. Tiene personalidad propia. Arévalo con sus siete torres,
sus siete puertas, sus siete estirpes (los Montalvo, los Perote,
Verdugos,Briceños,Sedeños, Tapias,Velázquez) y
es alma de almenas todo él sobre el Adaja. El alma está en sus piedras.
Alma que atrapa. Alma de numerus clausus, impronta misteriosamente cabalística
en el paisaje de Castilla la Vieja. Tiene una personalidad como hecha a la
medida. En eso parece unida a su otra villa hermana gemela: Olmedo. El número
siete guarda la clave del círculo mágico ;es la cifra y compendio de las
perfección del Santo Grial. En tal guarismo se comprende la perfección del
mundo, esto es: lo supremo de la perfección gnóstica. El siete en la historia
del conocimiento da la clave de numerosas cosas .La historia del Temple es un
poco el devenir azaroso de ese número siete, que modula las combinaciones
binarias. No es cosa baladí, por más que pueda parecerlo, el hecho de que el
cristianismo posea una clave mágica legada por la filosofía esenia que recoge
la tradición templaria basada , como todo el mundo conoce de antemano en la
recuperación de Jerusalén, no tanto física como pretendieron las Cruzadas - y
de ahí estriba la razón de su estrepitoso fracaso - sino que se trata de una
vuelta a la Jerusalén celestial, fundada sobre los cimientos del conocimiento y
de la sabiduría. Este es un aspecto poco conocido en la trayectoria de Iñigo de
Loyola: la impronta esotérico-caballeresca que marca su existencia. Los
templarios aspiraban al cristocentrismo y él recoge esa enseñanza en el
anagrama que convierte en salvoconducto de los religiosos de la compañía:
“Iesus Hominum Salvator “, y de tal lema harán bandera de actuación. Los
jesuitas constituyen un apéndice o prolongación de las ordenes militares
medievales adaptadas a la Edad Moderna.
Al pié de la predela de la iglesia
arevalense de Santa María, de acuerdo con la tradición - una iglesia que fue
mezquita y reconvertida en templo católico por Alfonso VII el Emperador sería
luego enriquecida y adornada con los más ricos tesoros de la labra mudéjar por
Juan II , conservándose sobre sus techos uno de los más impresionantes frescos
románicos de los que haya mención-, iba a sentir el doncel vasco la primera
llamada a la conversión y compone allí mismo el inspirado himno eucarístico del
“Anima Christi “, con cuyos versos en la boca y en el corazón hemos recibido el
sacramento de la comunión muchos católicos hasta no hace mucho. Es tierna y
machacona la composición como un “ zorzico “ o corrido vascuence, pero tiene
toda la frescura de la brisa de los montes navarros.
Delante de la imagen de la Virgen de las
Angustias, por otro lado, que actualmente se venera en la iglesia de santo
Domingo el caballero Iñigo , como si velase armas o estuviera ante una de las
páginas de las “Sergas de Esplandián “, primero de los libros de caballerías
escrito por el arevalense, Gutierre de Montalvo, y publicado en Medina del
Campo el año de 1498, aprende a ser el galán místico de la dulce Señora de los
cielos. María se convertirá al correr de los días en la única dama de sus
pensamientos para él que amó a mujeres tan importantes como la princesa
Catalina, la primera hija de Juana la Loca y de Felipe el Hermoso, y algunos
biógrafos suyos especifican que también rindió pleitesía y cortejó a la propia
Doña Germana de Foix, aquella francesa, que fue esposa natural de Fernando el
Católico, y que luego casaría en segundas y terceras nupcias con el Duque de
Brandeburgo y con el Duque de Calabria. Esta señora vivió en Arévalo, donde
tuvo abierta casa y corte, y era muy conocida por sus venustidades y sus
placeres a la buena mesa. Por eso la decían: “Germana pinguis et bona pota “.
Esto es: que le gustaba el buen yantar y
el buen beber. Es bastante posible que su cojera fuese atribuida a una gota
originada en el ácido úrico como consecuencia de sus libaciones y excesos en la
mesa
¿Un desengaño amatorio?¿Un despecho ?La
historia nos dice que el siervo de Dios picaba alto, pero ¿quién fue en verdad
la dulcinea de sus pensamientos? A no dudarlo, antes quela Virgen, hubo una
mujer o varias en el ardiente y fogoso corazón del doncel.
Los jesuitas serán enseguida los adalides
del dogma de la Intemerata o de la Inmaculada Concepción, con toda la
exaltación quijotesca que ello comporta, con toda la furia del converso. El
misterio de la Simpecado lo llevamos los españoles metido hasta los tuétanos,
aunque ello no sea eximente ni óbice para otras demasías de nuestro carácter
algo visceral y extremo. Para explicar tal atavismo habría que retrotraerse a
los tiempos medievales, a los usos y costumbres de gran parte del segundo
milenio, a los ritos de la caballería andante, en la que se pelea por una
mujer, pero también por la justicia y de sale en defensa de los pobres,
menesterosos y afligidos. Esto es el quijotismo...Algo tan nuestro.
Por último el anagrama jesuítico tantas
veces comentado - Jesús Hominum Salvator - se le ocurre también en Arévalo ;
mientras rezaba en dicha iglesia de San
Miguel , miró para el techo donde estaba esculpido el
epígrafe en caracteres góticos. El lema
no es ignaciano. Lo había propalado por la cristiandad San Vicente Ferrer en su
cruzada contra los albigenses. Según algunos historiadores, esa frase se le
ocurrió al papa Inocencio III como grito de guerra y contraseña operativa para erradicar la herejía de los que preconizaban
una vuelta al Evangelio sin más aditamentos, y a las enseñanzas de Jesús en
toda su pobreza primitiva. Esto era lo que pretendían los cátaros, también denominados los “puros”. El joven paje
contemplaría la frase labrada en lo alto de la verja tallada en el templo del
que hacemos mención. Allí sintió tal vez la primera llamada, pero hay que tener
en cuenta que el proceso de su conversión fue una experiencia larga con
altibajos.
Era recién llegado a Castilla para “aprender
manera “ , según decían los moros, y hacerse un hombre de bien. La entrada al
servicio de una casa importante constituía un procedimiento de promoción social
y el primer peldaño para ingresar en el grupo de la nobleza. La función de un
paje en las cortes de la Edad Media consistían en algo tan humilde como hacer
las camas, fregar y barrer, servir a la mesa, calzarle las botas al amo,
asistirle a la montura o “ darle el pie cabe el estribo, escanciar el vino en
su copa, lo que implicaba no pocos peligros , puesto que uno de los
procedimientos corrientes de muerte era el envenenamiento. Los señores
importantes contrataban a los pincernas o coperos reales. Su misión era probar
ellos el vino o cualquier manjar, para que, en caso de que hubiese en él cualquier
elixir aciago, pereciese el pobre criado para que el señor siguiese viviendo.
Ignacio venía a en ca su tío para aprender
Humanidades . Entonces sólo hablaría vascuence y sería entendido, porque dicho
idioma de transmisión oral - no existe del mismo constatación escrita hasta
bien entrado el siglo XVI - era chapurreado con soltura y frecuencia , y aún
quedaban bastantes rincones apartados en
el reino castellano donde la vieja lengua ibérica seguía siendo utilizada, como
el condado de Treviño o el propio Arévalo ( la provincia de Avila está plagada
de topónimos de esa raíz, como Mingorría , o Arenas de San Pedro, que viene de
Aran, como Aranjuez, y otros diversos). El propio nombre de Arévalo, capital de
los vacceos- y San Ignacio venía de la tierra de los várdulos- ofrece una
sugestiva raíz celtíbera. Castilla se forma a partir de Vascongadas y de los
pueblos del Norte. Es ultramontana en génesis y evolución, por más que muchos
ignorantes a estas alturas del siglo XXI sigan sin enterarse. A Iñigo es
posible que aun se le notara el pelo de la dehesa. Trae en su persona la
fragancia de la yerba perfumada de los seles y armentíos de los valles de
Azpeitia. Su tez, tostada por el sol del Norte, que no ennegrece, sino que
curte y dora, recuerda un poco al lustre de las manzanas. Viene a pulirse en
sus formas y a iniciarse en los modales de la corte. Enteramente y a la
perfección nunca consiguió dominar el castellano. Su lenguaje materno siempre
sería el euskera y le costó adaptarse tanto al castellano como al italiano o al
francés aunque en esta lengua parece ser que era mucho más fluente.. El bien
que lo lamenta, sobre todo, en sus composiciones poéticas, que adolecen de la
rudeza de las concordancias vizcaínas. Sus Constituciones o Regla mantienen ese
deje broncíneo y algo cacofónico de las ordenanzas castrenses. Siendo un hombre
tierno, como todos los vascos, no es nada melifluo, ni articulado en sus giros
oratorios. Lo que tiene que decir lo vierte a secas y de forma escueta sin
contemplaciones y casi sin donaire. De ahí le venga tal vez a la Compañía ese
espartanismo adusto y poco dado a los alifafes franciscanos o a la grandeza
oratoria de los dominicos.
Con todo, debió de saber captar muy pronto
esa poesía que parece brotar de súbito de las choperas de Castilla, que
ensancha los pulmones de anhelo de libertad, porque anchos son sus campos y sin
confines sus paisajes. Arévalo era una corte renacentista. Se cantaban
madrigales. En los palacios de Juan II se daban cita los mejores poetas, los
más grandes artistas y matemáticos de Europa, y hasta algún mago como el Duque
de Villena - “ni palabra mala, ni obra buena”, según la copla-, quiromántico y
mecenas, que transformaba en oro los metales, y del que se dijo que tenía pacto
con el diablo. En el entorno áulico de dicho monarca se congregaban botánicos ,
físicos, estrategas y expertos en poliorcética. Aquellos eran los tiempos del
Gran Capitán ; España vivía enardecida por el descubrimiento de América, por
los nuevos inventos que agilizaron la navegación y el conocimiento de las
estrellas. En medio de la conmoción y en un mundo de transformaciones sociales,
las gentes eran conscientes del acercamiento de un mundo diferente. El joven
recién llegado de una aldea remota “abertzale”desembarcaba en la civilización.
El contraste debió de marcarlo de por vida. Procedía de un valle ameno pero
anfractuoso y umbrío, donde todavía quedaban algunas costumbres salvajes; en
las romerías se bailaba la danza prima y se entonaba el “ataratxu” o el
“ijujú”, grito de guerra en loor de las divinidades perdidas, y de pronto se ve
metido en la llanura de las Morañas, sin bosques mágicos. Sin brujas ni
aquelarres. Sólo pinares y donde las costumbres eran más refinadas, los hombres
más pulidos y discretos , donde se cantaban otras canciones y había otros
bailes. Uno no puede menos de acordarse , por ese tenor, de “Alabanza de Corte
y Menosprecio de Aldea “ de Fray Antonio de Guevara, otro ultramontano donde se
establece un paralelismo entre estas dos formas de vivir: la de los rústicos y
la de los cortesanos. La vida era muy dura y breve, mucho más que ahora .El final de la Edad Media se
caracteriza por el incesante clima de contienda civil y de la oposición encarnizada
Corona-Nobleza. Concluida la Reconquista, los distintos estados cristianos
guerrean entre sí. La violencia era un atavismo metido en los genes, casi una
costumbre. Un foco perenne de conflictos era precisamente la región donde había
nacido el adalid de Loyola. Navarra y el ducado de Bearn se la disputaban
Castilla y Aragón, y Francia, una potencia emergente, no cesaba de meter
cizaña. La época se caracteriza asimismo por la disolución de costumbres , el
relajamiento de la vida cristiana en el Renacimiento y las conductas disolutas
entre el alto y el bajo clero. El cardenal Mendoza en una audiencia con Isabel
de Castilla le presentaba a la Reina su media docena de hijos fornecinos y ésta
haciendo gala del realismo y la sorna que le era característica lejos de
escandalizarse respondía a Su Eminencia:
- Ya veo, ya, los bellos pecados del
cardenal.
Un hermano de San Ignacio, Pero de Loyola,
era padre de tres hijos naturales que vivían en su compañía en la casa rectoral
de Azpeitia. El celibato era una costumbre instituida en la Iglesia romana en
el siglo XIII, que pocos respetaban y se podían contar con los dedos de la mano
las personas consagradas que se atenían
a las disposiciones canónicas que exhortaban a la continencia. En l498 pontificaba al frente de la Barca de Pedro
un Borgia, Alejandro VI, quien no pasó a la historia por su inocencia de
costumbres .Petrarca componía sus maravillosos sonetos a Laura y el Dante
cantaba a su Beatriz sin que ese amor
elevado y caballeresco fuese detrimento para que tuviese sus desahogos con
meretrices de Florencia. Se consideraba a la mujer casi como un objeto. El Renacimiento no
fueron tan sólo Petrarca, Dante o
Garcilaso y Boscán , sino también Bocaccio y Chaucer. Este último, Geoffrey
Chaucer (Londres 1340), que trabajó de paje antes de hacerse soldado al servicio de la Duquesa del Ulster,
ofrece un extraordinario paralelismo biográfico con Ignacio de Loyola, resultó
herido y hecho prisionero de los franceses en la toma de Reims, se vio envuelto
en una relación adúltera e ilícita con una dama, a la que puso en un pedestal
en sus poemas de la primera época , pero, luego , desengañado, ridiculiza en
los “Cuentos de Cantorbery “ aquel ardor juvenil que estuvo a punto de arrastrarle
a la horca. Todo su entusiasm por la dama se vuelve ironía, cuando la doncella
idealizada o pedestalizada se vuelve dueña de sus pensamientos, y todo el
platonismo se viene abajo ante las verdades de la vida.
Arévalo con su ambiente romántico vendría a
ser un lugar ideal para soñar, porque hasta las piedras de sus torres y sus
murallas parecen instigar a ello, como si tuviesen alma. Un alma que atrapa.
Así lo vemos por lo menos ahora , pasados cinco siglos de la arribada de aquel
párvulo ante las poternas del castillo, aunque tal vez estemos dando pábulo a la imaginación. El
ambiente de rivalidades constantes, y a punto de estallar el conflicto de las
Comunidades, puede que no fuese tan bucólico. Las familias nobles vivían al
acecho encastilladas en sus casas fortaleza. Al atardecer se trancaban los postigos y se implantaba el toque de
queda. Los asesinatos y el bandolerismo eran moneda corriente y ésta es la
razón por la cual - con ánimos de mitigar los estragos de los facinerosos y los
problemas de inseguridad ciudadana - que se crea por cédula de los Reyes
Católicos la Santa Hermandad, la primera Guardia Civil ,una de las mejores
instituciones que ha tenido siempre la vida española. Les llamaban los “ mangas
verdes “por ir ataviados con un traje de ese color, tradición que ha perdurado
en la Benemérita. Desde su creación
los “ mangas verdes “ patrullaron los caminos de España de dos en dos. Ahí
estriba por tanto una primera instancia de la famosa “ pareja “ que da
seguridad a los hombres de bien y que infundía espanto, cuando no respeto, en
los malhechores. La Hermandad nació en Madrigal de las Altas Torres , en la
sala capitular del monasterio de Agustinas que llaman de la Sábana.
Si Madrigal fue la cuna de la Reina de
España y Medina , su sepultura, Arévalo sería el lugar de su crianza y una de
las ciudades que más amó Doña Isabel, y sin duda su preferida. Siempre volvía a
él. Fue un cariño recíproco. Los morañeros pagaron con la misma moneda de
afecto. Esta fue seguramente una de las razones , aunque otras hubiere, de la
tradición realista de la plaza de Arévalo, que en la guerra de los comuneros se
decanta por el emperador al grito de “ Arévalo por el Rey “.
Este brindis , dicho sea de paso, troquela la
conciencia jesuítica de recia urdimbre monárquica y la concepción piramidal de
las Constituciones ignacianas. La orden loyolea es un monolito. Tiene
vislumbres imperiales. A los miembros del instituto se les exige en su profesión
el famoso cuarto voto de obediencia al Romano Pontífice. El poder dimana de
Dios y se esparce desde arriba, lo que les da por otra parte una concepción
militante de servicio al representante de Cristo en la tierra. Bien mirado, con
ojos de hoy, éste es un prisma elitista muy poco contemporizador acaso con la
humildad de la norma evangélica de tolerancia, humildad y comprensión, pero era
la concepción del mundo y de las cosas en el tiempo en que nos situamos. En
ella se forjan las cruzadas y todo ese mesianismo esotérico que empapa el
ambiente castellano a finales del siglo XV. Es un afán aglutinante de
absolutismo a gran escala: un solo trono, un altar, una espada, un único Dios.
Son resabios carolingios que renacen precisamente al final de la Edad Media,
consumado en España el objetivo de la Reconquista, aunque en Europa central y
mesoriental queda en pié el problema del Turco. Vuelven a sonar voces de
cruzada, que convocan a una toma de Jerusalén, en manos sarracenas; y van a
causar mella en el corazón de Iñaqui una vez convertido. El amor a Cristo y su
fuerte deseo de volver a ver ondear la
cruz sobre los muros de la ciudad de los profetas , así como la vehemencia de
su carácter logran que el Guardián de los franciscanos que custodiaban los
Santos Lugares le invite a abandonar Jerusalén, puesto que su presencia allá
era motivo de discordia y podría desencadenar una revuelta entre los
sarracenos. Cuando intenta regresar por segunda vez en 1536 , desde Italia, las
autoridades eclesiásticas le deniegan el permiso. Pero de un fracaso así los
santos saben extraer una victoria haciendo virtud de la necesidad.. El apasionado soldado , el mutilado de
guerra, el vagabundo de Dios, y el ex presidiario y el antiguo colegial de
Latín en Barcelona “ que pedía al maestro que lo azotase como al resto de los
pupilos cuando no se supiese los verbos irregulares”, de los bancos de Alcalá,
de Salamanca y de la Sorbona, repara en un hecho cierto: que no es tanto la
conquista física y material de Jerusalén, sino el implante del espíritu
profético y de lo que dicha ciudad significa. Sobre ese error , cometido no
sólo por el apasionado vasallo del Duque de Nájera, sino también por Carlomagno
y su más digno heredero, el emperador Carlos V, y todos los mesianismos en
general que en este mundo han sido, desde el de las Revolución francesa hasta
el marxismo, pasando por el de las multinacionales, hasta el islámico, descansa
la causa próxima que desencadena los conflictos inter étnicos, las múltiples
guerras de religión.
La norma evangélica sigue flotando sobre
nosotros como una utopía.
Ignacio vuelve de alguna forma a las fuentes
radicales del Evangelio, que presenta aspectos gnósticos de amor a la verdad,
al conocimiento, y, por ende , la caridad con el semejante, la reconciliación
con la naturaleza mediante su reforma y dominio, y que pone la primera piedra o
los fundamentos de los pasos mayores que ha dado el Hombre por el camino del
progreso. Eso nadie se lo podrá negar a la fe predicada por los Apóstoles:
todos aquellos pueblos donde arraigó el Credo de Nicea han ido adelante; los
que. por contra, siguieron aferrados al paganismo han tenido un desarrollo
económico y científico más lento, aunque no falten tampoco los aduladores de
Rousseau ni los nostálgicos del “ Leviathan “ partidarios del “ buen salvaje “.
Fue merced a esta concepción altruista e
imperial que Castilla se lanzó a las aventuras transoceánicas y a las guerras
contra los protestantes y luteranos en defensa del papado. A la luz de la
mentalidad de hoy, todo tiene una descabellada traza quijotesca. Los españoles
en aquel tiempo queríamos “ vender “ la cruz a toda criatura en igual medida y
con el mismo ardor con que hoy los norteamericanos abren mercados para la pepsi
o nos atiborran de series insulsas televisivas o de películas violentas.
El
mundo de Ignacio creía en la idea monárquica y esta verticalidad rotunda empapa las constituciones de su regla, que
tiene apartados como el cuarto voto o la “ obediencia de cadáver” y acaso
también otras prácticas por las que se distinguieron los miembros de la
Compañía, y en virtud de las cuales fueron tan odiados y vilipendiados, pues
les volvía diferentes a otros curas y frailes. Así, el “ suspensio mentis “, la
exclusión del hábito monástico, la norma del coro, o las duras pruebas
psíquicas y físicas a las que eran sometidos los novicios antes de emitir la
profesión de votos solemnes. Los configuran todas estas características
exclusivistas como soldados de elite, una especie de guardia de corps
oficialista dentro de las romana milicia. El anhelo de ser diferentes les
condujo a no pocos encontronazos con los poderes fácticos y aun con el clero
regular. Pero eso forma parte de las glorias y las miserias de un jesuita: el
estar siempre abocado a ser un sujeto discutido y discutible .
CONTRADICCIONES
En
la ciudad castellana , de índole realista y nada comunera, según va dicho, se
empapa el que habría de convertirse en uno de los mayores santos de la
catolicidad de dicha concepción piramidal de la existencia basada en la
alcurnia, el señorío, el orgullo de casta, aborrecimiento de todo lo que
signifique mal gusto o plebeyas inclinaciones. Pero Arévalo, la ciudad del
señorío, es sin perjuicio de rasgos de alcurnia, el emporio de la llaneza. La
majestad adusta se hermana allí con la sencillez y el respeto de trato de la
afable campechanía . La corte de Juan II no era la corte de los milagros. Poco
tendrían que hacer allí las revistas del corazón actuales ; los cotillos de hoy
en día durarían poco, porque aquello no era un cuchitril de “ marujos “y de
mariposones, y esas cosas del honor y del amor se libraban allí con mayor
discreción o por la tremenda: con la espada en un duelo. La realidad castellana
de aquel tiempo podría ser trágica y dura, porque las ambiciones nunca se
desvanecen y las pasiones siempre andarán en juego, mientras haya dinero, poder
o sexo de por medio, pero nunca podría ser vulgar en el sentido que hoy
aplicamos a lo que nos envuelve.
No obstante lo señalado, no es óbice para que
los jesuitas sean los propulsores del barroco con sus excesos y su vulgaridad
en el ámbito de las artes y de la propia espiritualidad. He ahí un primer punto
de arranque de las contradicciones que se proyectan en la mentalidad iñiguista.
Dice Fray Justo Pérez de Urbel que en Ignacio había conviviendo juntos un
mendigo y un rey midas, un sumiso y un rebelde, un obediente y un díscolo,
capaz de ser a la vez cobarde y audaz en su comportamiento, porque mientras
predicaba la pobreza se hacía amigo de los ricos, que podía ser tierno hasta el
borde de las lágrimas - de esa ternura
están empapadas las cartas a Francisco Javier - y cruel con sus subalternos,
porque él introdujo el famoso “ capelo “ en las Casas de la Compañía, una
especie de “ tercer grado “ para probar la consistencia de los aspirantes al
fajín o ceñidor jesuita. Era capaz de adular a los señores del mundo y mostrar
rechazo a los pobres de la hueste evangélica. Pero todos estos defectos y
contradicciones, incluso el mal genio, que dicen que tenía, porque, en la
descripción del P. Rivadeneira nos le pinta bajo de cuerpo y los italianos
dicen que era un “spagnoleto “con un poco de mala leche, le vuelven un ser
entrañable. Resaltan desde la perspectiva de las bajezas humanas la altura de
su obra reformadora y son un baremo indicador de hasta donde puede llegar el
espíritu de un hombre convencido de sus principios , porque he aquí que ,
siendo uno de los santos más discutidos de la Iglesia, es uno de los que más en
su pro han hecho. En él vemos siempre a un cerebral, no a un sentimental. Un
tipo circunspecto y algo maquiavélico, que termina por asegurar que el “ fin
justifica los medios “.
En
el cuadro que sobre su figura traza Sánchez Coello vemos a un místico a lo San
Juan de la Cruz, pero en el retrato de Valdés Leal aflora a sus labios una
sonrisa enigmática, en la cual se refleja el cálculo sibilino y maquiavélico...Hay
muchas casas en la morada de mi Padre celestial...La noción de la
bienaventuranza no es una noción cerrada, sino abierta a multiplicidad de
opciones, porque sufre la gran contradicción de las cosas humanas. Pero Dios
está siempre detrás de aquellos a los que elige.
Hay
un Ignacio ordenancista y cerebral y hay otro sentimental, que llora ante la
vista de los cielos estrellados del “ ferragosto “ romano , hay un
revolucionario ansioso de ponerlo todo de través y un sumiso lacayo de las
altas instancias palaciegas. No es tan sencillo encerrar en una sola frase ni
de resumir sumariamente la vida y la obra de este vasco genial, que aprendió a
navegar en las aguas turbulentas del mundo habituándose pronto a las intrigas y
complots de la corte castellana. Es por ello que este hombre contradictorio
hasta la paradoja a algunos les siga cayendo poco simpático, e incluso se hayan
alegrado de la decadencia experimentada por la Compañía de Jesús a lo largo del
ultimo medio siglo. Las ideas y los esquemas mentales para los que nació hoy
gastados, y desaparecida la concepción piramidal y jerárquica del poder , el
Instituto muestra señales claras de su declive. Da verdadera pena visitar la que fuera residencia del prócer
vasca en Arévalo hoy mellada por las ruinas lo mismo que las casas que tuvieron
los hijos de San Ignacio en Alcalá, en Segovia o en Palencia. El paso del tiempo
implacable todo lo empequeñece. La historia pone las cosas en su sitio, por más
que los fracasos no mermen la magnificencia de un tiempo. Hasta en eso parece
haberse cumplido la norma ignaciana de desdén de las vanidades mundanas: “ Todo
en tanto en cuanto “, que parecen un remedo de otro refrán muy en boga a la
sazón: “Tanto monta. Monta tanto Isabel como Fernando “.Su defensa a ultranza
del poder absoluto del monarca en medios de los espasmos y convulsiones
sociales del interregno entre la dinastía Trastamara o Trastámara y la
entronización de los Austrias va a suponer un desencanto mayor en el alma del
mozo. Ignacio en lo político va a convertirse en un perdedor. Las bazas que
juega no son cartas de triunfo. Su benefactor en Arévalo, Velázquez de Cuéllar,
pierde la privanza a instancias de la ambición de Cisneros, que ordenó poner
cerco a sus murallas, e inflige una derrota al pundonoroso contador mayor, como
consecuencia de la cual muere de tristeza. En Pamplona el bando por el cual
lucha , el del Duque de Nájera, es derrotado por los franceses. La dama de sus
pensamientos - la reina Doña Germana de Foix o acaso una nieta de la Reina
Isabel, Doña Catalina, hija de la Reina Madre y de Felipe el Hermoso-le da
calabazas. Ignacio, no obstante, es un hombre ambicioso y no se conforma con el
ultimo sitio en el banquete de bodas. Aspira a más. Su descalabro al servicio
del señor temporal le hace volver la mirada hacia el Señor eternal. Toda su
filosofía, que tiene origen en un desencanto mayor, pivota sobre esta realidad.
Pronto Arévalo se le queda pequeño lo mismo que el ducado de Nájera y los
valles de su Guipúzcoa natal. Castilla le parece un lugar ridículamente
pequeño. El aspira a lo total. Predica el des apego a las cosas del mundo, al
propio terruño. Busca algo más trascendente. La Compañía es la primera orden
eclesiástica instaurada en el cosmopolitismo. Se afana por la sumisión del orbe
terráqueo a la disciplina de un monarca que haya de sobrepujar al resto de los
príncipes cristianos. Considera que el Papa al ser el Vicario de Cristo, el “
primus pater “(es la raíz etimológica del concepto “papa “) ha de gozar de
autoridad indiscutible en la tierra y en el cielo.¿ Pero no será esto una forma más de maniqueísmo,
llevando a ultranza las disquisiciones sobre el poder espiritual y temporal que
estremecen el primer milenio de la Iglesia con el enfrentamiento del trono y el
altar, que determina la Lucha de las Investiduras ? ¿ No será esto una bonita
forma de quedarnos como estábamos sacando las cosas de madre y regando fuera
del tiesto ?¿No es una regresión nefasta a los principios de la norma cesárea,
motivo de tantos escándalos y aberraciones ? Hasta la aparición del conspicuo y
audaz guipuzcoano en el palacio de San Juan de Letrán el papa no había sido más
que lo que dice su etiqueta : el primero de los obispos, un “ primus pater
eminentissimus “. Estaba considerado como un príncipe de tantos. Uno más. Los
romanos pontífices de la Edad de Hierro cometían los mismos abusos que los
señores feudales con sus siervos de la gleba. Eran capaces de robar, asesinar,
entregarse a la lujuria y caer en toda
clase de vicios . Los jesuitas irrumpen en el séquito de los Borgias como un
elefante en una cacharrería, van a transformar la institución para afianzarla
de raíz con su espiritualidad basada en los famosos Ejercicios. Con ellos
termina la Edad Media y se abre el gran telón del barroco, lo que en Arte
plasma mejor el genio de esta institución. No van a reformar sino mediante la
contrarreforma. He ahí otro de los grandes misterios no esclarecidos de la personalidad
del autor de la secuencia eucarística que lleva por nombre “Anima Christi “. El
sueño de Loyola se vio cumplido al devolver a la tiara su augusto lugar de
preeminencia en el coro de los príncipes cristianos. Se basa sobre la premisa
inexorable de que el poder del solio pontificio dimana directamente de Dios.
Pero cabrá preguntarse si tal creencia
se ajusta o no a las enseñanzas evangélicas.
En
cualquier caso la solución sirvió de antídoto para frenar el avance del
luteranismo. Salvó a la Barca de Pedro aun con riesgo de vaciarla de sus
propias esencias. Era un fórmula de restaurar mediante la destrucción. Por eso,
cabe admitir que Ignacio no ha sido un santo popular, como lo fueran Francisco,
Domingo, o Juan Bosco, quizás en parte por ser un aristócrata, que pensaba en
las capas dirigentes y en las elites. Hay que volver a insistir en este
aspecto: los jesuitas son religiosos de elite. No se casan con nadie. Es una
orden sin contemplaciones. En poco más de un siglo adquirirán preponderancia y
serán la institución más rica, una especie de Iglesia paralela, auque sus
conventos más que conventos parezcan campamentos militares. Proliferan por toda
la geografía europea. Su gran versatilidad y preparación intelectual hace que
los poderosos la tengan en gran estima. Ellos fueron capaces de abrir nuevos
mercados cuando todo se constreñía debido al avance del mercantilismo
calvinista. Esa táctica enriquecedora les permitió batir a los protestantes en
su propio terreno y utilizando sus propias armas.
Todas
las casas de la Compañía se parecen entre sí. Son una imitación del “Iesú”
romano, están orientadas hacia Jerusalén y poseen iglesias de tres naves con
numerosas capillas. Ofrecen un aire de espartanismo, pero dan seguridad y
consistencia ciclópea a quienes las contemplan y quienes las habitan. En poco
tiempo sube el prestigio y también, las rentas. Las otras órdenes monásticas y
el propio clero regular, que ve amenazado su buen pasar y las sinecuras , se
echan a temblar a vistas de su avance, pero el ímpetu es arrollador, implacable
y va a durar casi cuatro siglos. Los jesuitas serán el adarve que sustente el
edificio de los muros de la Iglesia. Todo se debe al enigma de aquel mutilado
de guerra, que había sido en su juventud un tanto calavera o un perdis como se
decía antes, de carácter un poco exaltado y desigual, que creía en aquello por
lo que luchaba, por lo que vivía y moriría.
El
formaría unos cuadros de estrategas de Cristo que actuaban sigilosamente como
verdaderos quintacolumnistas. Siendo una orden instituida por dos navarros, un
portugués ,dos españoles y un saboyano, Pedro Fabro - los españoles se llamaban
Diego Laínez, soriano, y Alonso Salmerón, toledano - en su etiología es de
índole muy poco española .Una de las acusaciones con que con mayor tozudez se improperado a los jesuitas fue la de
actuar como descastados y poco solidarios con la Corona de Castilla. En
Paraguay fundaron sus propias reducciones y en España se les culpó de ser los
principales instigadores de la leyenda negra. Sean ciertas o no tales
imputaciones, lo que resplandece por seguro es que ellos siempre han ido un
poco a su aire, sin “ casarse con nadie “. Una orden de tal carácter
forzosamente tenía que ser crisol de mentes privilegiadas, semillero de grandes
oradores y escritores, de humanistas al cien por cien, seguramente los mejores,
porque ellos supieron proyectar como nadie la imagen de un cristianismo
científico, porque la sombra de su gran solera intelectual los acompañará
eternamente. Porque ellos solos rescataron la fe de las garras de la
superstición y del oscurantismo.
Y
eso no habrá quien se lo quite...
SIGLO DE
AMORES
Pero
hétenos de nuevo en Arévalo. Volvamos de nuevo a la plaza del Arrabal para ser
testigos de la entrada de aquella caravana de vizcaínos que acaba de hacer acto
de presencia sobre los muros de la antigua fortaleza, con sus recuas de
hacaneas, en las que vienen montados los clérigos, los carros costaleros con
los equipajes, o los alazanes donde montan los miembros de la Santa Hermandad
que por lo común solían dar escolta a los convoyes. Escuchamos los gritos de
los arrieros, las carcajadas de alguna que otra moza, el tañer de algún laúd, o
el réspice de algún fraile al hermano lego que viaja con él y le sirve de
escudero.
La
escena era habitual en la villa, sobre todo , los martes de mercado y máxime en
invierno. Llegaban desde todos los rincones de Castilla y de allende los
Pirineos. Los tratantes de mulas campurrianas se mezclarían entre la multitud
con los nuncios pontificios o los heraldos reales. Es posible que la llegada de
semejante comitiva de vascongados pasase desapercibida en una villa feudataria
de la Corona pero muy relacionada con Navarra a través del Duque de Nájera. Los
moradores estaban acostumbrados a aquel ir y venir, a ese ajetreo. Por allí
cruzaban los comerciantes, las compañías de soldados, de vez en cuando algún
obispo o algún abad que no eran de los que menos viajaban, algún que otro
cómico de la legua, capaz de codearse tanto con un místico , un azotacalles o
una buena moza de partido, que ése es por lo que se deduce de lo antedicho un
tráfico que nunca decae, y la cosa no tendrá jamás remedio. Ya lo dijo San
Agustín: “ Suprimid a las meretrices y grandes males vendrán a las repúblicas
“.
Quien
hizo que Arévalo y Olmedo fuesen dos sitios cabalísticos , emporios del número
áureo. En la capital de las Morañas había como en Olmedo siete puertas, siete
linajes, siete iglesias y siete torres, contando con las del castillo y la
famosa ermita de la Lugareja, amén de otros tantos conventos, como el de los
franciscos y el de los trinitarios de San Gil, alguna que otra mancebía amén de
un sinnúmero de tabernas, que el vino de la tierra no era tampoco manco como
aquel que dice ni cosa para echar en el olvido. Los caldos de Arévalo son
elogiados por Quevedo que los califica de excelentes y tiesos. Ya lo dice el
refrán:
“ Que media vida es
la candela.
El pan y el vino la otra media”.
En
los pueblos con buen mosto se tienen siempre más ganas de vivir. Por desgracia
en los últimos siglos los majuelos locales, de los que caldos tan ensalzados se
cosecharan , fueron desapareciendo y sustituídos por otros cultivos. En alguna
que otra zambra o coincidiendo con alguna de las muchas romerías que en la
villa medieval se celebraban, como por ejemplo las tradicionales fiestas
mayores de San Miguel y de San Juan Bautista, patronos de los caballeros, y que
en la villa arevalense eran celebradas se celebraban con pompa notoria nada
tendría de particularidad que el santo la corriera en compañía de los mozos de
su cuadrilla, saliendo de ronda o visitando incluso alguna de aquellos colmados
del barrio prohibido. Hay constatación histórica de que era muy bromista y un
poco trasto, porque una de las frases que escuchó de su tía Doña María fue
aquella:
“ Sobrino, nunca sosegarás hasta
quebrar una pierna “.
No
pocos estudiosos de la vida y obra ignaciana intentan ocultar este aspecto de
la personalidad del santo con eufemismos, pero lo cierto es que antes de su
conversión fue un chico como los demás, e incluso un tanto echado para
adelante. Amigo del vino y de las mujeres, galanteador muy perspicaz y, cuando
se terciaba, parece que no le hacía ascos a tirar de navaja. Es más que
probable el que tomase parte en algún duelo, pues era buen caballista y un
consumado experto en las artes de montar cuadrúpedos, habilidad que los jinetes
del pueblo solían poner a prueba en solemnidades como las Candelas, cuando se
corría el gallo sin parar. Ignacio debió de ser lo que denominaban los romanos
un “ desultor” de increíble habilidad sobre la grupa de un noble bruto y hacer
mil virguerías para deleite de cuantos le miraban desde las barreras en los
bohordos y fiestas de toros y cañas, en particular si eran damas. Cuando le
hirió aquella lombarda francesa en el
asalto al castillo de Pamplona un hueso del talón le quedó desencajado. El
herido consintió someterse a la tortura de un serrucho quirúrgico para
desmochar tal protuberancia que atentaría contra la estética . Toda su
preocupación en aquel instante era no el quedar lisiado sino el que tendría que
deshacerse de aquel hueso para volver a poder calzarse las botas de montar .La
cojera fue toda su vida el mayor castigo a su vanidad. Durante su convalecencia
no hacía sino maldecir de su infortunio. Ya no podría tomar parte en los
torneos ni bailar la cuadrilla en las fiestas galantes. Este descalabro
espantoso para su fatuidad de hombre de mundo y de militar aguerrido fue el
primer hito en el camino de su conversión. Dios a veces hace que nos apriete el
zapato. Loyola ya nunca podría ser el caballero pulido. Una bala lo dejó renco.
El, incluso ya sacerdote, ponía todos los medios a su alcance para disimular
aquel defecto físico. Hasta se hizo fabricar por un zapatero de Roma una horma
especial para caminar sin balanceos.
.San
Ignacio debió de ser un vasco bastante rehecho y presumido .Nos consta que
hubiera preferido la muerte a quedar cojo. Los caminos del Señor son
inescrutables, porque El es el gran perturbador misterioso e inescrutable de
los destinos del hombre. Sus planes quedaron en Pamplona cercenados para
siempre. Otros más altos le esperaban. Tenía años. Era un hombre de mundo, que
bien la había corrido.
¿Amor
platónico o cortesano a lo divino?¿O amor profano y a ratos perdidos?
Seguramente ,ambos a un tiempo; era lo que se llevaba. El caballero que cortejó
el amor imposible de una dama misterioso de muy alto rango bien pudo
desahogarse en otros de índole menos casta .Como era tan ambicioso como
vanidoso es justo que picase alto. En un encumbrado ventanal del castillo de la
Mota donde vivía semi secuestrada la infanta Catalina o en el alcázar real.
Después, alguna moza en un pajar, alguna camarera del registro de la casa donde
servía, cualquiera sabe. Algún historiador curioso ha designado esta época en
que rebrota el romanticismo y se hacen nuevas versiones de los romances el
siglo de la caballería andante, el siglo de amores. Dejemos volar la
imaginación. Preguntémonos sobre la posibilidad de si no sería alguna de
aquellas nutridas casas de tolerancia de los pueblos castellanos , y que más
inri suelen encontrarse paredañas con la catedral o la iglesia mayor la causa
de que el santo en su senectud llorase tanto y se entregara a penitencias
rigurosísimas. Rivadeneira cuenta cómo se le habían formado surcos en las
mejillas de derramar tantas lágrimas para expiar los pecados de la vida pasada.
Otro jesuita, biógrafo suyo, el Padre Luis María Viana de Irimo deja caer la idea
no tan descabellada de que por causa de tales excesos eróticos contrajese una
venérea. Esta enfermedad debió de ser tan repulsiva y fétida que casi toda su
vida padeció ocena. Le olía mal el aliento. También tuvo una picazón
sospechosa. La sífilis se curaba entonces con baños al vapor y con infusiones
de valeriana. Viana de Irimo matiza que un físico judío administró a Ignacio
pócimas y ungüentos que consiguieron grandes resultados en lo que a la ocena o
fetidez del aliento se refiere, pero en un
tiempo no pudo ni salir de caso ni tener comercio con las gentes. Al
verle todos se llevaban la mano a la nariz o se tapaban el rostro con el embozo
de la capa. Debió de ser algo bastante humillante. Ninguna seguridad tenemos de
que el padecimiento de Ignacio estuviese causado por mal gálico, una enfermedad
que hacía estragos en la Europa de su tiempo. En el pecado llevaban la
penitencia y aquel siglo está definido en los anales como el Siglo de Amores.
La sífilis hacía estragos . La centuria siguiente, la del XVII , sería peor
aún.
En
cualquier caso , el capitán de Loyola -
recuerdése lo que era un soldado de fortuna y cuál era el entretenimiento
preferido de la soldadesca: la casa de mancebía - no haría otra cosa que de
viejo y ya ungido con las órdenes sacerdotales no haría otra cosa que llorar
los pecados de juventud. El mismo lo reconoce “ haber vencido a los treinta
años de mi edad y combatido el vicio de las mujeres, que yo tenía por
costumbre, postema y llaga turpísima que padecí en mi mocedad”.
Las
cortes medievales eran sitios poco recomendables por lo que a la licencia y
corrupción moral atañe y la de Arévalo, aunque mucho más morigerada que la de
Blois o la de Londres, Roma o Avignon, no sería regla de excepción. El choque
debió de ser bastante fuerte. Había desembarcado para los efectos en toda una
metrópolis desde una remota aldea vizcaitarra perdida entre los valles del
Ducado de Nájera, donde imperaban el regalo y la molicie. Toda Castilla se
resiente de un espasmo moral que hacían difícil la seguridad personal en las
villas y ciudades. Este problema de orden público incidió en la creación de la
Guardia Civil o Santa Hermandad, a raíz de la muerte de Juan II.
No
escucha hablar vascuence aunque entienda el castellano. Arévalo vivía en el
lujo y el regalo de una corte cosmopolita, con sus doscientas familias moriscas
ubicadas entre el Almacrón y el postigo de Alcocer, que seguían encubiertamente
guardando los ritos y costumbres del Islam. No se olvide que las Torres
Gemelas, esas ciclópeas atalayas que dan una personalidad inconfundible al “
skyline “ de la villa fueron otrora minaretes de la mezquita más importante de Castilla la
Vieja. Como símbolo del dominio árabe en la Península sobre sus cuatro hastiales
exhiben los escaques de un tablero de ajedrez, juego introducido en España por
los moros. Alfonso VI había ganado la plaza a los sarracenos sin efusión de
sangre. Poco antes de conquistar Toledo el 1.085 acordó un pacto con el caíd
que defendía la plaza para someter a ordalía o juicio de Dios la soberanía de
la misma. Así para que no hubiese muertes ni de defensores ni atacantes
convinieron que la suerte de Arévalo se dirimiese en un combate a muerte entre
los caballeros principales de ambos bandos. Un guerrero cristiano llamado
Gutierre venció en el torneo al adalid de los árabes Ben Akbar. El rey
castellano pactó la rendición de la plaza prometiendo respetar los usos y
costumbres de sus habitantes. El fuero de Arévalo es entonces uno de los más
eminentes de Castilla y en él quedó estampado el espíritu tolerante de
convivencia mutua de las llamadas Tres Culturas en vano llaman a Arévalo la “
Joya del Arte Mudéjar”. Muchos de los vencidos se quedaron y fueron respetados
en sus tradiciones por los vencedores. Los alarifes moros pudieron seguir
poniendo ladrillos ya que en trabajos de albañilería nadie ganaba la mano a
aquellos súbditos de Alá, que profesaban otra religión pero que eran tan
españoles como el que más.
Ese
espíritu de convivencia y de armonía en las relaciones interculturales e inter
étnicas se lo debemos sin duda a aquel monarca, impulsor de la España de las
Tres Culturas. Su hijo, Alfonso VII El Emperador fue incluso más allá. Cierto
que Alfonso VI fue mezquino y cicatero para con el mejor de sus capitanes,
Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido por el sobrenombre de Cid Campeador, héroe
epónimo nacional, sin duda un gran caudillo pero no tan buen político el
vasallo como el señor. Alfonso VI estaba casado con una mozárabe y se había
criado en Toledo. Y eso debió de influir en su actitud tolerante para con el
Islam. El de Burgos era todo él un auténtico godo, que no se achantaba ante
nadie ni ante nada. Se resistió a doblegar la cerviz ante el mismo papa de Roma
al que se negó a besar la mano. Un aspecto poco conocido en la vida del Cid y
poco destacado por los historiadores era la cuestión religiosa. Castilla vivía
por aquellas fechas de la reforma cluniacense la polémica del cambio de rito.
Este tránsito del misal griego al misal romano pudo ser una de las causas que
pusieron al valeroso Rodrigo Díaz de Vivar en pie de guerra contra las
arbitrariedades del Rey en cuestión de usos y costumbres.
LOS JUDÍOS
El
Edicto de Expulsión de 1492 no fue guardado a rajatabla. Esa excepción debió de
ser Arévalo que contaba con una comunidad hebrea nutrida. A primeros del siglo
XVI todavía seguía abierta su sinagoga aunque gozaba de una vida anodina.
Paulatinamente aquellas familias que se llamaban Coronel, Ríos, Perote, etc...
fueron acogiéndose a las aguas del bautismo, seguramente más por interés y por
su bienestar personal que por cuestiones religiosas. Porque en esto como en
otras muchísimas cosas, en España se ha solido hacer vista gorda. La
intolerancia y los odios entre nosotros vienen por otro cabo, aunque se
pretenda teñirlos de un matiz religioso o político, pero forman parte de una
visceralidad irracional, casi inherente a nuestra forma de ser. El comercio más
importante de paños y sedas radicaba de familias como los Sedeños, una de las
familias autóctonas de más recio abolengo en la villa, emparentados con los
Dávila y los Coronel, segovianos, o los Sedeña de Béjar. Primero fueron
sastres. Luego, plateros. Todas estas estirpes son judías
Poliakov,
un historiador de sumo prestigio ya ha sentado bien las premisas de la cuestión
en su “ Historia de los Marranos “ de que la cuestión hebrea no ha existido
entre nosotros jamás ,por lo que la palabra antisemitismo está desterrada. Ello
responde a una antigua tradición gloriosa que arranca del “ Poema Mío Cid “,
donde se trata con deferencia a los propios Raquel y Vidas, a los que devuelve
en oro el oro prestado aun habiéndose valido el héroe de una estratagema al
llenar de arena las dos arcas de marras.
Entre
nosotros los judíos vienen y van . Pero ésta es cuestión ajena a este libro, y
, si la queremos resaltar, es para curarnos en salud y librarnos del argumento
antisemita. Es una aberración moderna que pertenece a Belial, esto es: a los
servidores del Anticristo. Bástenos hacer mención de esa importante impronta
hebrea que conserva la villa y corte en el momento en que el doncel de Azpeita
irrumpe por la Puerta de Alcocer. El carácter realista de Arévalo explica un
poco el fenómeno, que para muchos no vacará de misterio. Como se sabe, los
judíos castellanos gozaron de fuero real y estaban sometidos por vía directa a
la Corona. Nadie podía tocar a un judío sin atraer sobre sí las iras del
monarca. El deplorable edicto de Expulsión tal vez tenga que ver menos con
cuestiones tocantes a la fe que a intereses financieros. Se inscribe en el
marco de las guerras civiles que asuelan el territorio al final del reinado de
Enrique IV, las pugnas por el poder, el conflicto entre realeza y nobleza. Todo
parece indicar que hubo al mismo tiempo un conflicto entre los propios judíos,
entre los advenedizos y los instalados.
Precisamente,
Apaga, el pariente pobre de los Oñar, viene a colocarse de paje en casa del
Contador Mayor, don Juan Vázquez de Cuéllar. La madre de su noble protector se
apellidaba Franco , de la misma forma
que la madre de Fernando el Católico era una Enríquez, apellidos hebreos donde
los haya. El contador mayor , que fue también corregidor de la ciudad de
Trujillo, no podía ocultar su origen converso, a partir de la edad madura,
sobre todo, cuando aquejado por las amarguras y desengaños del mundo, haciendo
gala de ese misticismo que es tan propio en Castilla del cristiano nuevo, hace
un pacto con su mujer y los dos deciden ingresar en un convento; Doña María en
la orden terciaria fundada por San Francisco en la ciudad castellana, y él en
los trinitarios .
Se
da la casualidad de que en Roma los principales mentores de San Ignacio fueron
también conversos. Uno de los miembros de esta familia, Aquaviva, a la muerte
de Laínez, es elegido prepósito general de los jesuitas. He aquí, pues, las
piezas fundamentales para un gran rompecabezas. Con ellas a la vista hemos de
penetrar en el gran laberinto ignaciano, ascendiendo trabajosamente a su lado
aquella mañana de octubre por la puente antigua hasta el recinto amurallado.
Crucemos el postigos de San Andrés y ya estamos en un dédalo de rúas estrechas
de casas blasonadas que jalonan el mapa del antiguo asentamiento vacceo.
Arévalo, coronando la cima de un castro roquero, flanqueado por dos ríos, es
como una llama juguetona y alígera, un oasis en el páramo, alma de fuego de
Castilla, que ni los siglos, ni las vicisitudes de nuestro tumultuoso pasado
han logrado domeñar. Se siente al llegar la sensación de estar descubriendo un
mundo distinto. Mi primer contacto con sus piedras, con sus arcos, con la luz y
las sombras que proyectan sus siluetas sobre ella, fue igual que una e p i f a
n í a. Me dije a mí mismo:
---
Este es un sitio para reencontrarse consigo mismo. Aquí se está bien. Aquí
flota como una especie de aura
acogedora y tutelar.
Ante
todo, y más que una ciudad, Arévalo es una idea del pasado que proyecta el
futuro, donde el alma castellana se proyecta en todo su esplendor y serenidad.
Sobre
el dintel de la casa fortín de los Montalvo un león rapante en campo de azures
alza su melena erizada como dispuesto a un combate quimérico para mostrar al
visitante sus garras. El edificio se halla en ruinas pero la fachada con sus
paramentos y el blasón heráldico aparecen intactos. Para mí el león victorioso
es como una aparición en la luz incierta del alba pero los fantasmas de granítico
también han sido convocados para infundir confianza en el porvenir. El león
muestra sus melenas encrespadas y exhibe su garra de dominación, una perfecta
metáfora para definir el temple recio de la villa ducal. Estamos
en la quintaesencia de las españas, centinela mística
y un decorado perfecto es el que brinda la escenografía
empedrada de la Plaza de la Villa para representar los versos del “ Cántico
Espiritual” sanjuanino o una comedia de capa y espada.
Por
estas callejas que ahora habitan gitanos uno puede darse de bruces con algún
personaje de Lope o de Calderón. Hasta su soledad, la soledad de Arévalo, es
una soledad con alma. Ni tan encumbrada y apoteósica como Segovia, ni tan
abigarrada como Avila, ni tan intrincada como Toledo , ni tan sensual como
Granada, la villa enamora al primer golpe de vista. No parece tampoco tan
destartalada y mercurial como Medina su eterna rival. Se parece un poco a todas
y a ninguna de las ciudades castellanas. El sello de su idiosincrásica
personalidad consista en que nunca fue comunera ni en la sangrienta contienda
fratricida de las Comunidades formara tándem con sus vecinas, y de ahí le venga
la rivalidad regional que tuvo con Medina y con Segovia. Arévalo conserva lo
que tuvo el viejo reino castellano de llaneza risueña, que nunca están reñidas
con el señorío, porque Arévalo puede ser tan señora como la que más. Dos
refranes antiguos vienen a corroborar ese aire suyo tan singular. Uno dice:.
“ De todas las villas que Castilla
encierra,
La mejor es Arévalo
y su tierra.”
Y
otro, de parecido tenor:
“ El que Castilla
quiera ganar
En Olmedo y
Arévalo ha mandar”
Tales exclamaciones sólo sirven para exaltar
la rivalidad regional, con lo que los medinenses dan una réplica contundente en
menoscabo de la euforia de las otra villas a escasas leguas por medio y dicen:
“ Ciudad por ciudad, Lisboa en Portugal. Villa por villa ,Madrid en Castilla. Que tanto por tanto es Medina del Campo “.Tal sentencia es una recapitulación al orden, como si dijésemos a ver
quién es el amo de los cuartos.
Capitulo
primero e
capítulo
primero
----------------------
SAN IGNACIO DE LOYOLA
el
peregrino
Con
ese aforismo los medinenses recuerdan al que tenga ganas de hacer memoria que
ellos son los amos de la bolsa, porque
no en vano fue en Medina donde fue inventada la letra de cambio y se puso en
órbita el pagaré. Terrible y maravilloso invento sin cuyo concurso no habría ni
iglesia ni culto, ni libros. Los españoles no nos damos cuenta muchas veces
instaurados como estamos en nuestra melancolía de que hemos aportado cosas -
más de las que sospechamos - a la cultura occidental, y no somos tan cernícalos
ni tan altruistas como nos ponen los viajeros románticos. España fue , por así
decirlo, el primer Israel. Ignacio venía a un centro de poder, de dinero y de
influencia. El dicho de << tanto por tanto Medina del Campo >> bien que nos lo
demuestra. El dinero y la santidad no sólo se necesitan sino que también se
complementan. Detrás de las disquisiciones religiosas de la Reforma late una
lucha sórdida y menos noble por el control de los mercados y de los ejes de
influjo porque la Iglesia nada sería sin
el oro. Pero no nos vamos a meter aquí en camisas de once varas ni a echar
nuestro cuarto a espadas en disquisiciones de campanario, aunque hemos de partir
de la noción de que España no es un país pobre ni distinto como han pretendido
inculcarnos desde la infancia con prurito caciquil las mentes bien amuebladas,
los señoritos bien pensantes , los que aquí escriben y han escrito, los que
mandan y han mandado, porque esto ha sido poco menos que su coto particular, su
viña vendimiada, y los que ellos han dicho iba siempre a misa, y todos aquí clavados viendolas venir,
escuchandoles hechos unos marmolillos, ya que, como digo, han utilizado por cosa propia - funesto
legado del feudalismo - a este país, como si fuese un inmueble con su utillaje.
Todo en petit
comité y a beneficio de inventario . Era su catasta de recreo, una
especie de circo personal, el coto privado de sus referencias para montear y
ejercer el señorío de horca y cuchillo de antaño. Resulta un hecho triste que
la intelectualidad - la que brilla en los salones, o la de las plumas bien
tajadas, los escritores de a cien duros la línea, y hay que ver que bien
escribe este chico, don Jaime, tiene caletre tanto como bullarengue, y algo de mala
sombra, pero en su columna diaria devana día a día su galería de
genialidades personales que con el
correr de los años se convierten en tópicos con firma relumbrante. Nadie
inventa, nadie crea, que inventen los americanos, y el espectro del <<
Solitario de Salamanca >> se sigue paseando entre nosotros las manos a la
espalda, el gesto cetrino y malhumorado. No hay ideología que valga, pues nos
lo dan todo hecho, y agachemos la
cabeza y a cobrar. ¿ Cómo describir la gran desazón nacional ? Otra vez la historia vuelve a repetirse un siglo después de “lo” del
desastre. Nuestro destino parece escrito en las convulsos arillos de la funesta
serpiente de Aneo que se enrosca a nuestras gargantas. Que inventen ellos. Lo
nuestro es la catasta, el escaparate de esclavas, el diario pase de modelos.
Los herederos de McInley han organizado ellos solos los fastos del centenario y
aquí paz y después gloria, que lo nuestro es la catasta. El papa se a va a La
Habana a rezar sobre la tumba del mambís Maceo y a bendecir hisopo en ristre al
sistema de los vencedores, a vender derechos humanos y libertades y a cantar la
palinodia de un sistema político tan infrahumano que cuenta con un presidente capaz de bombardear
Bagdad con tanta intrepidez como habilidad para meterle mano a una de sus
secretarias y hacer con ella bellaquerías detrás de la puerta del Gran Despacho
de la Sala de Juntas mientras el mundo se divierte contando los detalles de
este lamentable episodio de sexo oral . No deja de ser bochornoso, y, si el
Vaticano ha ido a Cuba a venderle a los cubanos este código de valores
decadente y desalmado , habría que gritar: Que viva Fidel. Y Su Santidad
bien hubiera hecho en quedarse en casa, porque el Espíritu Santo no tiene por
que meterse en política ni el heredero de los Apóstoles ha de respaldar a un
rey temporal siendo como él es un rey espiritual, como supo discernir Iñigo de
Loyola. Claro que no sabía nada el Santo por entonces de los dineros de la
banca ambrosiana y de otras trapisondas ni tuvo que someterse a las presiones y
el chantaje de Wall Street que envió al papa Wojtyla un mensaje bien clarito el
año 1981 firmado en la bala de Alí Agca, un proyectil que no desvió la
Santísima Virgen, como algunos pretenden, sino el propio diablo, un mensaje que
decía: “ o
te rindes, o te apaño”. Roma cayó a los pies del enviado por Satanás, pero
esta es una historia turbia que algún día conocerán las gentes venideras. Fue
una estratagema diabólica , una ardid y un embuste tan desastroso como fue la
patraña del hundimiento del Maine, pero es así como los herederos del infame
McKinley consolidaron su poder y han ganado.
Sin
embargo, este no es el momento de hacer tales divagaciones tan desagradables.
Si lo traemos a cuento es sin duda porque creemos en el poder esotérico - no en
el exotérico de las bulas papales y del aparatoso tinglado vaticanista- que
guiará a la Iglesia a lo largo de los siglos. Fue el espíritu que empapó a
Ignacio durante su estancia en Arévalo. Y es en busca y procura de aquella
claridad espacial y especial que lo iluminó hace medio milenio que nosotros nos
instalamos en la ruta mística de Arévalo siguiendo los pasos y huellas de
aquel; el fango que nos envuelve y se convierte en un sudario que impide la
visión y que es como una nube plomiza que ha caído sobre el mundo en el umbral
del siglo XXI lleno de falsos profetas y de líderes que practican a manos
llenas la impostura no nos preocupa, porque en último termino habrá de
imponerse la claridad gnóstica. Acabará por triunfar la sabiduría. No podemos
detenernos a deshacer el nudo gordiano ni sumergirnos en el fangoso almodrote
de las rencillas o de las miras personales que son , por lo general, fruto de
la soberbia y de la flaqueza humana, que nada tiene que ver con el viento del
Espíritu, por más que algunos se arroguen el derecho de detentar su exclusiva
imbuídos como están en falsos mesianismo. Una espesa nube de arrogancia cubre
sus ojos. Aunque, verdaderamente, sólo se trata de una táctica, porque debe
reconocerse que la lucha contra los poderes infernales que dominan la esfera
global es muy desigual. Ellos todo lo tienen y dominan, pero ¿ no hubiese sido
más aconsejable, en lugar de aceptar el juego,( porque dice un antiguo refrán: si no
les puedes vencer, unéte a ellos, y ese ha sido el esquema de lucha adoptado
en la actual hora por las altas instancias) el enfrentarse directamente con la
verdad del Evangelio en la mano y entre los puños caiga quién caiga, y aunque ello supusiera
una mengua del prestigio, del poder y de la gloria, y significase el
advenimiento de esa grande era de mártires que está anunciada ?. De las tres
armas con que la Iglesia, inspirada por el Espíritu, ha combatido a la maligna
hueste -kanoneia, martyreia, diakoneia - se dio de lado
a las dos ultimas, abogándose por la primera de todas, la que trata de refundir
el legado espiritual de la institución en armonía con el brazo secular. En los
primeros años de la cristiandad, cuando no había sido instituido el poder
vitalicio del papado, la Iglesia era regida por los diáconos, y se sentía
respaldada por la sangre de aquellos sacrificados por la fe del Cordero. Cuando
vuelva la persecución, retornarán los mártires y podremos de nuevo ver a los
diáconos ante el altar, como señuelo de juventud imperecedera.
Esto
se dice porque los tiempos en que vive San Ignacio , cuando la Iglesia regida
por los Borgia acusaba una profunda crisis, se equiparan sin duda con los
actuales en que empuña el gobernalle ese polaco tan enigmático que recuerda por
su actuación los comportamientos autocráticos de Luis XIV. Le llaman el Papa
Sol y un sol es el que alumbra su escudo nobiliario. Pero en el milenio
entrante accederá al Solio un digno heredero que se ciña sobre sus pies las
verdaderas sandalias de la humildad y de la pobreza de los apóstoles
itinerantes y peregrinos. No será para su grey signo de desaliento ni de
contradicción y pondrá a la Bestia no cayendo en sus lazadas y reclamos. Será
el pontífice ( recuerdese que pontífice significa el que tiende puentes en su
etimología latina) que todos anhelamos. El verdadero vicario de Cristo, un
título que no se gana con el privilegio sino con la conducta. Ante este
pontificado breve y perseguido y bañado en la sangre de los nuevos mártires los
poderes del Averno echénse a temblar, porque no van a ganar la partida.
BORRAR LA MEMORIA
Arévalo
tiene la forma y el diseño de un barco que surca las aguas pardas de Castilla
mansamente , que navega sin navegar proa hacia los perfiles blancos o azulados
del Guadarrama. Grédos se perfila en lontananza. A babor tiene la querencia de
Ávila y Madrigal. Por estribor le vienen los vientos fríos del cierzo y el
hálito fresco de los pinares de Santa María de Nieva. Coca y Cuéllar quedan un
poco más allá. A popa sentirá la escolta y vigilancia de Medina con su castillo
de la Mota, que tanto se parece al castillo arevaleño, su hermano gemelo y su
rival, que tantas cosas secretas saben de la historia de España y tantos
enigmas serían capaces de descifrar.
La
ciudad , que parece dormida, tiene los ojos despiertos, y el semblante de vela.
Vigila las piedras, escucha el eco perdido de los antiguos cánticos y de las
interminables letanías exhaladas en sus numerosos conventos. Arévalo al arma.
Siempre preparada .Su visión, como distraídamente y al desgaire, parece posar
sobre las llanuras del norte. Observa desde su torreta vigía las montañas de
León de donde vinieron los hidalgos de las castas repobladoras durante la
Reconquista: los Verdugo, los Velasco, los Garrido, los Quirós, los Osorio y
otras familias de aquellos ultramontanos ilustres, oriundas de los
valles de Asturias, de las techumbres del Bierzo, de los caseríos de Cantabria
o de Vizcaya. Esta vigilancia de la cual hablamos es una vigilancia de las
cosas de España y por España.
Es
una ciudad donde se palpa el cristianismo, que ha calado en lo más hondo de sus
cimientos. Cristo está metido en el alma de Arévalo como si dijésemos, pero no
de una manera excluyente o intolerante, sino como síntesis de todo cuanto hubo
antes: celtas, romanos, visigodos, musulmanes , judíos. La cruz está allí en su
ápice alzandose señera e imperturbable. Es una misteriosa reliquia de las tres
culturan que lo imbuyeron y lo empaparon enriqueciéndola, pero sin hacer
abstracción de que el triunfo de la cruz es un hecho consumado e irreversible
para confutación de todos aquellos que se llenan la boca de grandes palabras y,
cuando mencionan la palabra tres culturas lo hacen aviesamente y con
una segunda intención, con ganas de dar vuelta a la tortilla. Tal actitud
maniquea, fruto del librepensamiento que nace a partir de la revolución
francesa, es una entelequia, inalcanzable por lo demás, puesto que en España
estas vueltas de tortilla son harto peligrosas y suelen ser circunstancia
determinante de que estalle el odio atávico. Si Cristo aquí triunfó, ¿ a qué
vienen esas ansias de poner las cosas del revés ?. Su cruz se alza señera sobre
las espadañas, pero los demonios familiares maquinan otros designios: que la
Media Luna o la Estrella davídica ocupen su lugar. No lo permitirán los cielos.
Está tierra seguirá siendo tierra abulense o Avila de los cantos y de
los santos, conforme gustaba de llamarla doña Juana la Loca.
La
victoria, a la cual nos referimos, no tendrá marcha atrás. La cosa no tiene
vuelta de hoja, aunque a los enemigos de esa cruz constantiniana tanto les
encorajine. Lo demás son ganas de colocarle paños al púlpito y venirse con
mixtificaciones por parte de aquellos que tratan por todos los medios de borrar
la memoria como si los anales historiográficos fuesen el disco duro de una
computadora. Ese es un juego sucio y peligroso que nos puede conducir al
callejón sin salida de las guerras carlistas o, mucho más atrás en el tiempo
mediato, a las luchas de la Reconquista, las que muchos, candida o
expresamente, parecen haber olvidado, y hablan de Federico en su centenario con
nostalgias de Boabdil el Chico. Es un centenario lamentable que los susodichos
han elegido para airear sus segundas intenciones. Un viaje a Arévalo , en esta
hora amarga de la patria, tiene todas las trazas para nosotros de peregrinación
mística. Si ellos tratan de borrar la memoria, todo nuestro afán es de
guardarla para ponerla a cobro de tanta impostura y blasfemia, de tanto feroz
sacrilegio. Quizás sea la hora de volver a abrir el sepulcro del Cid y besar
las piedras que fueron holladas, cuando niña, por nuestra Reina Isabel de
Castilla, en un tiempo en que todo parece preparado y amañado por el Gran
Cofrade para desenterrar el hacha y la cimitarra de una nueva yihad islámica
contra Europa. Ya casi escuchamos a larga distancia el estruendo de las
próximas cabalgadas sarracenas sobre los muros de la patria nuestra. La sombra
fatídica de los traidores se recorta contra los
perfiles de Toledo. Han resucitado el obispo Ulfilas y don Rodrigo en la horca.
Otra vez malos españoles , los judas de siempre, les han franqueado la entrada.
El enemigo aprovechará la ocasión. Y esto ocurre mientras las plañideras lloran
a moco tendido por Federico. Es una maniobra de distracción que encubre el
llanto y el gemir de dientes que se acerca al son de las cabalgadas de los nuevos
almohades que están desembarcando en la costa.
Estas
líneas las tecleo en medio de los espasmos conmemorativos del batacazo del 98,
cuando España agacha la testuz y se a los toros como cuando escuchó las nuevas
de Cavite o practica el escapismo como recurso y habla de bodas de infantas y
de príncipes, adocenada por un patriotismo rosa de color borbónico. El tercer
milenio amanece entre borrascas. Si en el 98 del pasado siglo perdimos el
ultimo florón , en el del XX España parece haber perdido su razón de ser .
Porque hace un siglo todavía quedaba la vergüenza y el decoro; hoy ni eso.
Hemos sido tragados por el régimen de los sicarios que mandaron hundir el Maine y luego
vinieron con embustes y trampantojos. Han ganado nuestros enemigos y todos los
pueblos de la tierra les rinden vasallaje, que ellos quitan y ponen coronas,
entronizan y derrocan. Aciago es nuestro destino, amarga la hora. Los viejos
fantasmas zozobran la conciencia nacional. Hay miedo. Sin embargo, Jesús nos
dice: no
tengáis miedo. Sus palabras fueron valederas para los tiempos de los apóstoles y
para los de ahora. Sirvieron a Iñigo de Loyola para ponerse en camino e iniciar
aquella peregrinación mística camino de Arévalo, que iba a terminar con la
escalada de las altas rutas de la santidad.
Ignacio
fue un peregrino conforme a las enseñanzas primigenias del Evangelio. Para
conseguir la perfección es menester someterse a los rigores y asperezas de una
hégira iniciática. Dios se nos muestra a ratos como el gran perturbador de la
tranquilidad pública y privada. Hizo salir al profeta Amós de su campo de
espigas y lo envió al palacio real de Samara a predicar su palabra. Fue por
este cambio de planes para con nosotros que alienta la mente divina que el
publicano Leví se convierte en el apóstol Mateo, autor del gran evangelio
gnóstico ( Mateo conserva la raíz helena
de ma t
h e s i s ); da idea todo ello de lo
importante que es el saber y el aprender en la religión de ese judío helénico,
Hijo de Dios, que se llamó Jesús de Nazaret. El Dios de la Revelación no en
vano quiso renovar el mundo a través del conocimiento. El oscurantismo , por
tanto, es de origen espúreo o extrínseco a la pauta evangélica, aunque sus
detractores hayan hecho hincapié en este aspecto de la ignorancia y de la explotación de las
gentes sencillas. A la jerarquía por otro lado siempre le vino bien la fe del
carbonero, porque saber es poder y el que sabe compite y hace sombra a todo
aquel que lo ejerce o lo detenta. También hay que admitir que una rama de la
gran mística europea, que se inspira en el Cartujano y en Tomás de Kempis , ha
mostrado un sospechoso desdén poco condescendiente con la adquisición de
conocimientos basado en el principio de la vanidad de las cosas humana, parte
de la cual es la sabiduría de las cosas del mundo. Sin dejar de ser cierta y
loable esta premisa otrosí sirvió de excusa para que muchos se echaran al
surco, dejando las manos libres a los enemigos de la Iglesia en sus contumaces
reflexiones sobre el poco apego que tiene ésta a las nuevas invenciones y al
natural deseo de progreso innato en la naturaleza humana.
Dios
, empero, es el gran alborotador de la historia. Su diseño no coincide con el
diseño y las fórmulas que tienen aparejados los hombres. Por su inspiración
Mateo abandona el telonio y Zaqueo, el pequeño Zaqueo, baja de aquel sicomoro.
Atendió a la llamada divina y al descender del árbol se encontró con el Señor.
Elías fue arrebatado al cielo en un carro de fuego. San Raimundo de Peñafort
cruza el Mediterráneo desde Palma a
Barcelona ( más de ochenta millas) extendiendo su manto dominico sobre el agua
y haciéndose a la mar y cuando accede a su convento en la Ciudad Condal el
hábito y los manteos de Raimundo estaban secos. Porque Dios es un
revolucionario al que le apetece de vez en cuando dar a las cosas un cambio de
rumbo fue que Cristo se transfiguró en el Tabor, que Pablo fue derribado del
caballo camino de Damasco, que el
centurión Martín escinde su clámide para
arropar a un pobre y que Ignacio de Loyola se pone en marcha un buen día para
ir a Castilla. No salió lo que él quería. Iba para cortesano del rey temporal,
y acabó en paje de Jesucristo.
Ignacio
también había calculado mal. No cabe duda de que en la villa castellana iba a
experimentar su mantra más particular. Fue el mantra que tuvo Pablo
y , cuando , herido por la luz celestial, que ciega sus sus ojos, grita una sola palabra: metanoia ( convertíos).
Dios viene a desbaratar los proyectos humanos, a corregir nuestros programas.
Actúa como un magno cartel desestabilizador de ruta. Por eso resulta
incontrovertible e incomprensible en sus actos. Lo que los hombres tuercen El
lo enderecha.
Ese
pensamiento resulta un consuelo en esta hora oscura y contradictoria cuando
todo parece incurso en un proceso lento pero pertinaz de involución de valores.
La existencia es paradójica, irreductible a un único esquema, no cabe en una
horma física. El cambio es una crisis a nivel planetario. Parecemos envuelto en
una nube vertiginosa que lo pone todo del revés. El mundo parece vuelto por el
forro, mientras la irracionalidad campa por sus fueros en un sistema tan
racionalista y materializado como el que está a nuestra vista: la familia, la
noción de patria, la propia Iglesia, desorientada y macrocefala, que lleva
marchamo de convertirse en una suprema ONG humanitaria y solidaria ( ya no se
habla de caridad y amor para nada) o un negociado de expedición de partidas de
bautismo o defunción. Los pilares sobre los que descansa la base de la moral y
de la justicia acusan fisuras. Sin embargo, el Espíritu está soplando por
dentro, casi con furia incontenible. Es una nube, es fuego, es una paloma, es
un viento que sopla sobre las almas y alivia nuestra sequedad. Este es un
tiempo de apariencias. Lo exterior no se correlaciona con lo externo. Es allí
donde habita la gran luz interior que nos llena de esperanza. Podría hablarse
de un auténtico ciclón de libertad
La
voz del Apóstol de las Gentes sigue clamando en el desierto.”
metanoite... metanoite...cambiad vuestras vidas, reconoced la verdad”; nadie le
hace el menor caso. La humanidad sigue prestando oídos de mercader a la gran
propuesta de la trascendencia ascética. Lo que manda en el siglo es el encono,
la vileza, la calumnia, la ramplonería salaz, el ejercicio del dominio, las
garantías constitucionales, los dictados de la fama, los postulados del
prestigio , el anhelo del status. Aquí nadie cambia ni se convierte. La
humanidad sigue idéntica a sí mismo a lo largo de los siglos. Los
comportamientos y los pensamientos a lo largo de las épocas persisten en una
analogía brutal y sorprendente. Aquí pocos son los que se convierten. La conversión no es más que un tropo literario,
una figura retórica para quedar bien en los sermones de campanillas, mero wishful thinking. El hombre no varía
LA
CRUZ INVERSA.
Cuando
viajé a Arévalo por primera vez en el otoño del 96, cuando descubrí a esta
maravillosa ciudad en la que antes sólo había estado de paso, hubo algo que me
llamó la atención descorazonadoramente: sobre el muro lateral del templo de
Santo Domingo, según se entra en la plaza del Arrabal, monumento del siglo XIV,
donde se encuentra la sepultura de María de Guevara, la tía de nuestro
biografiado, y la sede donde se venera una talla milagrosa de la Virgen de las
Angustias a cuyas plantas se prosternara Isabel de Castilla para pedirle el
triunfo de sus banderas en el asedio a Granada vi pintada una cruz boca abajo
con un epígrafe: inversión de valores. La cruz inversa es el
emblema de Belial. La villa no se libró de ese grupo de ácratas que practican
la impudicia de la escritura en la pared para estampar sus gritos blasfemos.
Con las personas con las que comenté el mal efecto que me produjo la insignia
demoníaca - ha sido la costumbre durante los 80 embadurnar de letreros groseros
lo que fueron un día casas de oración- no habían reparado en el hecho, o no le
dieron importancia. Para mí la tiene. El propio párroco del recinto se encogió
de hombros. Un año más tarde, cuando me pongo a teclear estas consideraciones
particulares sobre la importancia que tuvo Arévalo en la palingenesia mística
del fundador de los jesuitas, el inquietante letrero allí continua.
Gestos
blasfemos como ese tienen que ver, y mucho, por cuanto desconcierto acaece en
nuestro entorno. Tal vez siga habiendo mucha más gente buena que mala, pero
ésta última se muestra más combativa. En cuanto al fracaso y las dubitaciones
de la Iglesia , la cosa sea tal vez sólo coyuntural, una crisis de adaptación a
los predicados del nuevo milenio. La jerarquía ha preferido el pacto con el
poder, renunciando a su función martirial y testimonial, para curarse en salud,
para evitarse sinsabores, contemporizando en errores de bulto. A mi juicio el
punto de inflexión sobreviene en el pontificado de Juan Pablo II a partir de
una misteriosa reunión habida en Turín el año 1992 entre representantes del
Vaticano y miembros de otras confesiones. A
partir de esa fecha se acaba prácticamente el ecumenismo, el dialogo con
las iglesias de Oriente, mientras Roma realiza una maniobra de aproximación o
de desembarco - tal vez profético o determinado por iniciativas misteriosas que
sólo conoce el enigmático Wojtyla - en la sinagoga. La presión de Washington
sobre el Vaticano fue muy fuerte durante los días de la guerra del golfo, en
enero de 1991. La Radio del Papa hasta cambia de aspecto. Las finanzas
vaticanas que comenzaron la última década del siglo con un importante déficit
mejoran como por ensalmo. Todo había sido amarrado y pactado entre el vicario
de Cristo y los representantes del brazo secular, pero el tema venía de lejos:
las jornadas de oración inter confesional en Asís, la excomunión de Lefevre, y
aquel atentado tan sospechoso en la Plaza de San Pedro. Algunos han llegado a
dudar de que la intencionalidad del potencial asesino del papa fuera la de
acabar con su vida, sino la de atemorizarlo o presionarlo para que aceptase los
hechos consumados. Las dudas siguen almacenándose al respecto y flotan sobre la tiara de este polaco, al que algunos
consideran un mesías, un enviado de Dios, y otros un mero agente de los norteamericanos, a los que secundó en
su mayor empeño: acabar con el
comunismo. Sólo mediante la observancia rigurosa de tal compromiso se librarían
los católicos romanos de perecer asfixiados económicamente , o de soportar una
de las más encarnizadas persecuciones por vía del desprestigio y la muerte
civil. Está claro que el pontífice polaco, muy realista, ha optado por echarse
a los pies de Washington y proclamar a la Iglesia feudataria del vencedor. ¿
Quién desvió la trayectoria de la bala asesina que pretendía acabar con la vida
de un papa remiso a claudicar ante los poderes del siglo ? ¿ Fue la Virgen o
fue el diablo ?¿ Todo mi poder por un plato de lentejas ?¿ Cuál será en
adelante el dogma primero de nuestra fe: la crucifixión de Cristo o el
Holocausto nazi ? Aquí tenemos un papa , que pudo morir mártir, y que sin embargo,
ha gozado uno de los más dilatados pontificados de la historia del
cristianismo. ¿ Teme Juan Pablo II el? ¿ Cómo es que ha peregrinado a Canosa y
después de Canosa a tantos y tantos sitios ? ¿ Lo políticamente correcto es un
nuevo artículo de la fe para los monseñores vaticanos ?... Política de gestos,
de grandes discursos, baños de multitudes, pero las iglesias están vacías...
Detrás de una punta del iceberg tan brillante y con tanto poder de convocatoria
hay una iglesia sumergida , la voz ahogada incapaz de gritar ante el
terrorismo, la insatisfacción, el paro juvenil, las diferencias económicas. San
Pedro vuelve a situarse de parte de los ricos. La curia larga bendiciones e
hisopazos a los magnates, por más que la fe de los tycoons y wizzards modernos esté
toda ella en entredicho. Que las excomuniones se las reserva ahora Roma contra
los que levanten el gallo contra lo políticamente correcto y se atrevan a decir
esta boca es mía.
Aunque
no podemos sino sentirnos angustiados por tantas preguntas sin respuesta y por
algunos hechos paradójicos ocurridos durante este pontificado, algunos de los
cuales se instauran en la contradicción con la norma canónica y pertenecen al
mundo de lo perecedero ( venida a Cuba cum gloria magna y muchas
ínfulas a escuchar que Fidel Castro largue por esa morro barbudo que le dio
Dios soflamas anti españolas , y que el que se llama Vicario de Jesucristo
canonice en efigie, aunque no de facto a Maceo, un
terrorista, cuyo recuerdo suscita entre nosotros recuerdos tan dolorosos, y uno
de los primeros agentes de la CIA) a lo externo, a las convicciones temporales.
Como católicos aceptamos su magisterio - por una vez , sea - pero como
españoles el espectáculo que ofreció en las tierras de Santiago y de Camagüey
removiendo en nosotros las heridas de un crimen inulto nos parece una afrenta a
la dignidad humana. Se ha olvidado este papa que tiene que ser de todos, y no
de unos pocos. Si la Iglesia se dice democrática, debe aceptar sin recurrir al
anatema estas ponderaciones que hacemos a la gestión humana de un romano
pontífice demasiado poseído de sí misma, envuelto en una nube de incienso,
aunque este incienso crea su persona que es muy democrático. Pero no. Mucho nos
tememos que, al proferir tales reparos a la visita papal , atraigamos sobre
nosotros la colera romana y algún que otro ladrillo. La Iglesia que él encabeza
( esto lo tenemos cada vez más asumido con el correr del tiempo ) no es una
iglesia pontifical ni canónica. Es diaconal. Se han hecho los más humildes los portadores depositarios
del símbolo . Esta rama de la Iglesia es actualmente la más pujante, fruto de
la sabiduría y de la acción oculta del Espíritu Santo. Vuelven los diáconos
enarbolando la estola cruzada al pecho, como Esteban, Vicente, Francisco.
Iñigo
de Loyola en su comportamiento y visión histórica[1]
se conduce como uno de aquellos diáconos de la antigüedad que son todo ellos
fuente de energía oculta, porque les cumple el menester de galvanizar la acción
pastoral en tiempos de crisis. Su función es la de proclamar el Evangelio desde
el ambón a toda la tierra con voz
potente y bien timbrada. De ellos dependerá la renovación litúrgica que Occidente
está pidiendo a gritos. Todo se hará. Esto no es más que el principio. La voz
diaconal empezará pronto a atronar desde los púlpitos. Ellos salvarán a la
Iglesia del marasmo de confusión . Quizá se acerca la hora de los diáconos, que
vendrá seguida por una subsiguiente leva de mártires. Pasó el tiempo de la gran
teología y de las excelsitudes maximalistas y viene un tiempo de verdad y de
renovación como nadie ha conocido a medida que hay un relevo astrológico.
Porque de la hora de Piscis nos adentramos en la de Acuario.
LA
MUERTE DE UN ZIÑEGOTZI(*)
La
flor encarnada sigue brotando entre la grama y el pasto de los prados del
Norte, por las mismas tierras que fueron pisadas por el
peregrino de Cristo, el que un día bajó desde los seles montuosos del
valle de Azpeita hasta las llanuras y planicies de la meseta central. Entonces
había guerra en el norte. Ahora , también. La belicosa costra de la Piel de
Toro no se libra de su tradición inexorablemente celosamente guardada de rendir
tributo a Moloch, como si los hijos de Iberia llevásemos en nuestros genes un
caudal de atrabilis fratricida, un río de enconos seculares , tan enraízados en
la epidermis conflictiva del país.
El
11 de julio de 1997 fusilaron atado a un poste a un joven concejal de un
ayuntamiento de Rentería, que se
llamaba
Miguel Ángel Blanco. Las persistentes fuerzas oscuras se empeñan en labrar un
porvenir incierto. Se aplican como
demonios a un ejercicio cotidiano de atemorización y socavan a la manera de los
topos los muros del edificio de la convivencia. Tienen el propósito de llevar
adelante la tarea subliminal de borrar la memoria , inane ejercicio, pero
todo muy bien calculado y con resultados óptimos, porque los asesinos han
recabado la categoría de héroes, de soldados de la libertad (gudaris). La confusión
analógica y las ganancias en río revuelto obra en su pro. En esta anfibológica
duplicidad ética radica uno de los males mayores de nuestro tiempo. El
ciudadano de a píe es incapaz de discernir lo lícito de lo ilícito.
La
flor carmesí - no confundir, ojo , con los nenúfares y manuscritos del mismo
color del sr. Gala, ese aljamiado morisco, amanuense del sistema político en el
cual se premia a lo cursi y se entroniza al disparate porque aquí vende todo lo
que es anti español constitutivamente hablando - sigue brotando en la grama
dorada de los pastos escondidos del Señor. El l2 de diciembre del mismo año
pegaron un tiro a bocajarro a otro humilde concejal del partido que nos
gobierna, y que, para bien o para mal, está intentando poner un cierto orden al
caos de los pavorosos doce años de feroz felipismo. A fines de enero del 98 el
verdugo del Norte asesinó impunemente en la ciudad de Sevilla a
otro z i ñ e g o t z i sevillano que venía pacíficamente de
cenar con su mujer. A él le
descerrajaron una bala de parabellum en la nuca. A ella en la frente. Por
desgracia la muerte aleve de Alberto Jiménez Becerril y de Ascensión García
Ortiz no será la última. De seguro que, antes de que pongamos colofón a este
libro sobre San Ignacio en el cual intentaremos desglosar lo real con lo
imaginado para rescatar al Cristo verdadero de las garras de sus usurpadores
que manipulan y trafican con su divino rostro y con sus enseñanzas sin rebozo y
a capricho y a su socaire medrar y crecer, la macabra lista de la hecatombe de
concejales pasados por las armas por esos “ valientes “ sacamantecas del
nacionalismo abertzale habrá aumentado sin remisión. Porque detrás de los
pistoleros malvados hay otros cosarios, que visten terno y se sientan en los
consejos de Administración, especulan con la ganancia de los campos de
Haceldama*. La rabia de tan altas instancias, cuyos últimos resortes hay que
irlos a buscar fuera del país, y son hombres sin rostro que viajan detrás de
logogrifos acuñados en el envés de las grandes frases y de las consignas, y
rinden pleitesía y vasallaje a ese reich con Führers de quita y pon cada
cuatrienio o cada septenio, salaces nerones y Dacianos4
del tiempo que nos ocupa, que entre firma y firma llaman a la becaria 5de turno para ser deleitados
con un quicky6 o una
felación asquerosa. La figura la denominaremos todos Sexo
oral en la sala oval. He aquí una forma de comportamiento modélico, la
cifra y el compendio de los grandes estatutos del derecho de gentes, el espejo
donde se mira la Democracia de Corte Occidental. Siempre se dijo de los reyes y
los emperadores que en ellos la actividad procreativa no era la misma que la de
los demás mortales. En ellos la función genésica se convierte en una razón de
estado. Los príncipes tienen la obligación de mejorar la raza y aumentar el
cupo de barraganas y de bastardos. Bill Clinton se lo ha creído. A lo mejor es
que ha tenido cualquier sueño onírico y un ángel le ha conferido el título de
ser la reencarnación de un príncipe
renacentista o de Calígula el que nombró cónsul a su caballo y que tampoco
ocultaba las inclinaciones licenciosas y era erotómano y algo marrano. Pese a
todo el incidente no deja de ser lamentable, todavía más cuando se prepara una
segunda guerra del golfo con todo el aparatoso despliegue de la CNN y el baile
en los cielos del otrora Arabia Feliz de los “ skud”, los proyectiles crucero,
los superbombarderos B52 volando con una parafernalia deletérea capaz de borrar
naciones enteras del mapa en el interior de sus panzas.
Mientras
las noticias apabullantes se repiten , conminadoras espadas de Damocles en cada
bloque informativo en un ejercicio de repetición machacón y “ ad infinitum “,
porque todo esto refleja la faz del “ dejá vu” o quieren ser recordatorio
cotidiano de que ellos han ganado, que están aquí por algo, que a
ver quién es el majo, porque no os queda otro remedio que rendir culto a los
ídolos de la razón políticamente correcta y el que se mueva no saldrá en la
foto, su nombre correrá prendido en el halda infame de listas negras, o puede
que, si se pone muy borde lo escacháramos, que sí , que nosotros, te podemos
mandar un negro, oye. Llámalo negro, llámalo matón o terrorista a secas, pero
no se ocurra llamarle nunca Polanco, la gente va viviendo como puede, atónita
ante estos teje manejes que las altas instancias de la supremacía internacional
se traen entre manos, a veces con la complicidad - pasmáos - de ciertos obispos
y capellanes del estado mayor del
cardenalato. Y en el Fanar constantinopolitano, sede del patriarcado de la
Santa Iglesia de Antioquía que tengo para mi ser la más antigua desde los
apóstoles, fundamentalistas mataron con
una bomba a un diácono. La carga explosiva iba dirigida al propio patriarca Su
Beatitud Bartolomeos II, un antiguo monje del Monte Athos.
En
el Vaticano, demasiado atareados con la visita de Juan Pablo I a Cuba , el día
25 de enero, fiesta de la conversión de San Pablo, silenciaron la condena. Este
silencio acaso sea un silencio cómplice revelador de la existencia de una serie
de intereses creados muy poco claros y evangélicos.
Madre,
¿ por qué callas ?, proclaman las profecías del Papa Juan....Si tú no dices nada,
clamarán las piedras... Y hasta los niños de pecho gritarán con elocuencia
contra la injusticia. Y he aquí que los que no han sido aun destetados
lanzan gritos que claman al cielo y ostentan sus manos blancas. Miles de chicos
de corta edad y de estudiantes han desfilado en silencio por las calles de
España para demostrar su horror a los asesinatos. Los monseñores de la
Conferencia Episcopal presididos por un tal Sánchez juegan a hacer política con
manifestaciones ambivalentes de un sibilino maniqueísmo. Estos pajarracos
embutidos en sus sotanas, con un aire autosuficiente que parece pregonar que
ellos están por encima del bien y del mal, con los gemelos de oro que lucen
sobre los puños de la camisa blanca, esos monseñores con pectoral, sonrisa
abierta, anillo pastoral y quiroteca no parecen haber escuchado la voz de la
calle. Siguen enfrascados en su doble juego. Pretenden hacer política con la
sangre de los muertos. Pero el crimen no quedará impune. Algunos obispos entre
la consternación popular se han olvidado de que hay un quinto mandamiento.
Ellos a su aire, con sus encíclicas, con sus comentarios al Vaticano II. José
Luis, Miguel Ángel , Gregorio o el matrimonio sevillano ningún delito habían
cometido. Fueron pasados por las armas por el mero hecho de ser españoles. Al
diacono de Estambul , un digno heredero de San Efraín de Edesa, y de todos los
grandes diáconos que proclaman la ley de gracia cuando los obispos, o bien
porque aprecian más las vanidades del mundo, o sea porque no les llega la
camisa al cuerpo, la metralla le segó las piernas. El se sitúa al frente de una
Iglesia viva no de un contubernio. Madre, ¿ por qué callas ?. Parece que ese
silencio ya estaba escrito, porque la prudencia de los verdaderos
teóforos nada tiene que ver con la prudencia del siglo.
Pero
las multitudes vienen. Siguen llegando. Alzan al cielo sus manos blancas contra
los que siguen comprando campos de Haceldama y se ensucian las suyas con la
sangre del cordero. Una mirada triste y mansa se pinta sobre sus rostros.
Preguntan entre pancartas y caerteles de denuncia de la tiranía asesina: ¿ Por
qué, Señor, por qué ?... Si nosotros también hemos derecho a la vida, a la
libertad y a la paz en democracia...Ellos representan la
esperanza y el futuro. Son las juventudes silenciosas del Santo de Asís, que
por ser tan santo no conocerán las gentes ni será canonizado, la fuerza del
cambio hacia una verdadera vida interior, hacia una Iglesia esotérica. Ellos con sus marchas en
silencio arrasarán estas ciudades de hormigón y cartón piedra.
Acaba
de sonar la hora de los jóvenes, de los diáconos, sin hacer demasiado caso de
la llegada del cardenal Ratzinger a Pamplona para ser investido doctor honoris
causa.
Este purpurado alemán es el arquitecto de la llamada Teología del Holocausto.¿ De qué
holocausto nos habla Su Eminencia ? ¿ Los más de un millar de crímenes de ETA
no son un holocausto, monseñor ?. Es la pregunta que nos hacemos muchos de los
que habiendo creído en la crucifixión y en la inmolación de Cristo por los
pecados de los hombres, primer valor de eso tan maravilloso que se llama la
Redención nos vienen a contar ahora muy sutilmente que eso no vale.
Que
hay que cambiar de página.
Pero
es la hora de los jóvenes, el tiempo de los diáconos. Es una fuerza que viene
arrasando con su fe en la vida, en la libertades, en el derecho a un trabajo, a
una vivienda digna y a todas esas cosas de la gran dignidad humana. En cosas
concretas. No en generalidades vagas. A Ratzinger, un papabile, en el próximo
conclave lo hacen protagonista de la humada blanca. En todo caso tendrá que
tener presente a estas nuevas juventudes que alzan sus manos inmaculadas por
las calles de nuestro país. Todos ellos pasan de largo, pero pisan fuerte el
mismo camino que siguieron los grandes peregrinos medievales. Francisco,
Domingo, Vicente Ferrer, Iñigo, Juan de Dios, Pedro de Alcántara.
Hoy
medio milenio después de aquel viaje, y me someto al ritual iniciático por
veredas del mismo recorrido de purificación mística , que emprendiera aquel
caballero vascongado a la busca y procura del servicio al Rey Eternal al
trasluz del legado evangélico , el cual sigue teniendo poco que ver con los
valores vigentes: los reclamos del prestigio, la lucha por la fama y el
reconocimiento y buen pasar entre las gentes. Porque , como su Maestro, Ignacio
sería un
perdedor neto, un incomprendido.
La
lucha y el cambio empezaron aquel claro día de octubre de 1498, cuando el
chiquete forastero , que viajaba en una caravana de mercaderes y de trajinantes
, da vistas a las murallas de la villa en el vértice entre el Adaja y el
Arevalillo. Algunos historiadores retrasan la fecha; otros, como García
Mercadal la adelantan a 1496. Los padres de Iñigo, aunque hidalgos de la montaña,
eran pobres y estaban cargados de hijos. No vacilan en enviar al más pequeño de
la extensa prole en casa de los parientes adinerados. Para que ganase honra y
se hiciese un hombre de provecho para el mañana. Otrosí, era una boca menos.
En
casa de María de Velasco y Ladrón de Guevara, que era a su vez hermana carnal
de la madre de Iñigo, recién fallecida por tales fechas, pasaría el muchacho
toda la infancia , toda la adolescencia y lo más florido de su juventud. Al
menos, formalmente, conseguiría el propósito, porque saldría de la villa armado
caballero y rozando ya casi la treintena el año 1520. Su señora tía, cuyo
sepulcro , en labra de mármol y de jaspe, en estatua yacente de cuerpo entero y
adornada con una toca blanca, puede contemplarse en un altar lateral de la
iglesia de Santo Domingo, luciendo el cordón de San Francisco y el hábito de
clarisa con que fue amortajada ,era esposa del hombre más principal en la
corte: Juan Velázquez de Cuéllar, contador o quaestor
mayor,
una especie de ministro plenipotenciario de finanzas. Ganó y gastó mucho al
servicio de la corona, como veremos más adelante, aunque en pago a los buenos
oficios prestados al Emperador y a su esposa Germana de Foix no recibió más que
desengaños. La historia de los Velázquez de Cuéllar no es más que la historia
del fracaso de una ambición.
Por
sus manos pasaron los ducados que costearon los viajes de las carabelas y las
empresas bélicas contra el último de los reinos taifas. El manejó hasta el
último maravedí y las alhajas que empeñó Doña Isabel para sufragar la
descabellada empresa que en La Rábida proponía a los reyes el Almirante: buscar
una ruta de acceso a la Indias orientales por el Atlántico. Era muy
probablemente dinero judío porque las relaciones de los Velázquez de Cuéllar con los banqueros
catalanes de Diego de Santángel se sospechan por más que hasta la fecha no
hayan quedado probadas. La familia catalana de los Sánchez y los Santángel eran
los prestamistas de confianza de Fernando de Aragón. Recuerdése que la
recepción que se preparó a Colón tras su primer viaje, donde presentó a Sus
Majestades algunos frutos, animales y dos indios con los cuerpos embadurnados y
las caras pintadas autóctonos de las islas donde la expedición tocó tierra fue
en aquella ciudad y no otra de las españolas. Cuando Ignacio, por otra parte,
decide abrazar la vida religiosa se encamina hacia Cataluña a sabiendas de que
ninguna obra por alta y desinteresada de miras que fuere podrá llevarse
adelante sin el concurso de las onzas de oro ni el dinero. El estudio de los lazos que atan a Castilla
con Cataluña en este momento y otros muchos de la historia de España es un tema
muy sugerente que convida a un análisis profundo, pues mucho importa cara al
esclarecimiento de la verdad, que nos libre Dios de los maximalismos y grandes
planteamientos retóricos y las divisiones partidistas. Si Arévalo en tal
tesitura puede enorgullecerse de su grito famoso Arévalo por el Rey , en Cataluña
tendrían que cambiar la letra de tal melodía y proclamar: Y
Barcelona por la bolsa.
El
canto más laudable y sublime que haya salido jamás de labios españoles hacia
España y lo que esta nación representa en su historia y en su cultura salió de
labios catalanes, de mosén Cinto Verdaguer y de Prat de la Riva. La ignorancia
y los prejuicios históricos han operado este reflujo de recelo y de
desconocimiento mutuo que corre a éste y
al otro lado del Ebro.
Sandoval,
el historiador de Carlos V, describe así al contador mayor: “ Fue hombre cuerdo, virtuoso, de generosa condición. Tenía buena
presencia y condición temerosa”. Lo más seguro es que
estemos ante la figura de un converso, porque los cristianos nuevos pasaban por
ser gente de bien, muy meticulosa en las obligaciones religiosas de la fe
recien abrazada, sobre todo, si este paso había sido dado voluntariamente y sin
coacción. Ellos son los que aportan esa impronta mística a la vida española del
Siglo de Oro. El apunte no es para echarlo en saco roto.
Al
velarse con una mujer de tan rancio abolengo como era doña María de Velasco y
Ladrón de Guevara, hija del duque de Nájera, cuya alcurnia procede precisamente
de Asturias, se consuma la fusión de dos estirpers - la goda y la advenediza-
pues Castilla, incansable crisol de tendencias contrapuestas, lo de afuera y lo
de adentro, lo cristiano y lo pagano, lo moro y lo judío, estaba llamada a ser
madre de pueblos, y va a forjar el ideal de una cultura perfecta. El matrimonio
del contador mayor con la heredera de una casa ducal como es la de Nájera, que
es prelativa en los anales genealógicos , incluso a la de Alba, es todo un
síntoma: la unión de la estirpe goda con la conversa
Reza
un aforismo popular de la montaña astur - parece ser quela sangre más añeja de
toda la española mana de las brañas de Aristebano, lugar de irradiación de la
mesta castellana, de los maragatos y de los vaqueiros de alzada - en abono de la solera
incoercible de los Vázquez y Velasco.
Antes
de que Dios fuese Dios
Y
antes de que el sol pegase en estos
ñascos
Ya
mandaban los Quirós por estos altus.
Eran los Garridos Garridos
Y
los Velascos Velascos.
Al
enviar a su último vástago como criado a casa de su cuñada . Se quitaba una
preocupación de encima. Habría una boca menos en la casa torre de los Oñaz.
Beltrán Yañez de Loyola pasaba apuros económicos a la sazón. Se hizo cargo del
niño Magdalena de Araoz, quien fue para él no solamente un aya, sino una
verdadera madre. Esta señora estaba casada con Martín , que era el hermano
mayor y heredero del mayorazgo. Magdalena trabajó toda su vida en la corte y
fue azafata o dama de compañía de Isabel de Castilla. Existe en el santuario de
Loyola un cuadro de la Virgen Anunciada , regalo de la reina su señora a la
solícita criada que la había servido durante la mayor parte de sus días. Según
la tradición, este cuadro es muy venerado entre los jesuitas porque el santo
estuvo de rodillas largas horas delante del mismo. Su contemplación hacía rodar
por sus mejillas copiosas lágrimas.
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