JUANA
LA LOCA
Paso por Tordesillas. Al bajar la cuesta del
río me da en la cara la brisa de la vega. El Duero pasa raudo sin hacer caso de
la historia y de los muchos rostros que se miraron en el espejo de sus aguas.
Pasa lamiendo los muros enrejados del
convento de claras y en lo alto del
ventanal lloran los espectros del ángel negro dela locura de la reina doña
Juana. ¿En verdad estaba loca? El río va cantando su canción molinera a lo
largo de los siglos.
Vengo de moler
morena
De los molinos de
arriba
Duermo con la
molinera
No me cobra la maquila
Yo
pienso que era una mujer rebelde e iluminada a la que no casaron con un mocito
barbero sino con un príncipe flamenco que la maltrataba. Pero a la hija mayor
de los Reyes Católicos la iba la marcha. Pensando en estas cosas me entra
tristeza siempre que paso por Tordesillas y me entran ganas de beber vino de
Cigales. La historia de España en su grandeza iguala a la de Roma pero ha sido
maltratada por los historiadores y en general por los españoles de a pie y más
ahora que se expurgan los textos de nuestras crónicas y a las mocitas del COU
se les niega el derecho a saber quién era doña Juana la Loca. El bulo se
entrevera con la leyenda entre nosotros por culpa del caciquismo cultural y el
lameculismo hacia todo lo extranjero. La historia da versiones terciadas. Me
conmueve la desventura de esta reina que pasó gran parte de su vida en este
lúgubre convento estrechamente vigilada por un carcelero ilerdense que se
llamaba Ferrer. Su hija pequeña Catalina se asomaba al ventanal a ver jugar al
marro a los niños del pueblo. Desde el mirador les tiraba monedas. Un buen día
la princesa Catalina y su hermano Fernandico no se asomaron al balcón. Su padre
Fernando de Aragón se los llevó. Doña Juana desesperada iba por las dependencias
de su encierro llamándoles a grandes voces desesperada. Iba con los cabellos
desgreñados y las faldas rotas. A los españoles nos duele la desventura de doña
Juana solemne y comunera. Que es un poco la desventura de España. Sin embargo,
vivió vida larga más que Isabel y que
María muertas de sobreparto a las que sus padres mandaron casar con el rey de
Portugal. Los reyes católicos hicieron del matrimonio de sus vástagos una
cuestión de estado que salió mal. Catalina la mujer de Enrique VIII también
encerrada y repudiada en un castillo del Lancashire su fracaso matrimonial
abriría la puerta al cisma anglicano.
En cierto modo Peterborough y Tordesillas en
su melancólica serenidad se asemejan. Las atravesé múltiples veces a lo largo
de mi vida. Las espiras de la catedral de Peterborough donde está enterrada
Catalina me recordaban el recinto del convento de clarisas donde doña Juana
pasó más de cuarenta años prisioneros.
Traicionada por su padre el maquiavélico
Fernando que hablaba de pactos y no guardaba ninguno y fomentaba la paz para a
continuación hacer la guerra. Vigilada por Cisneros. Su aversión hacia los
frailes hizo caer sobre la reina sospechas de herejía. Su marido Felipe Hermoso
la pegaba palizas y después de la zurra la hacía una barriga. Seis hijos tuvo
en siete años de matrimonio. Sobre doña Juana I al igual que sobre su abuelo
Enrique IV pesa el baldón del escarnio y la ignominia. Me parece que la
historia ha sido injusta con estos dos monarcas castellanos.
Si en Tordesillas me asaltaban a mí pujos
alcohólicos y me daban ganas de escanciar vino de la ribera para espantar la
pena, al cruzar Peterborough, camino de York, al regreso de Londres, me daban
ganas de beber cerveza. Y de emborracharme al efecto, para conjurar los
espectros que vagan como murciélagos goyescos por nuestros anales. Y es que
sentía pena hacia las dos reinas castellanas que tuvieron poca suerte en la
vida.
El alemán Pfandal ya ha dicho todo lo que
sabemos de doña Juana. Su biografía
sobre Juana la Loca es un tour de force. No es nuestra intención enmendarle la
plana ni tampoco revivir las películas de Juan de Orduña que deleitaron nuestra
infancia: La Leona de Castilla y Locura
de Amor pero el semblante de esta reina preterida y desafortunada: ▬ era
más guapa que sus otras dos hermanas Isabel y Catalina y más fuerte que el
Príncipe de Asturias don Juan al que una noche de amor la de sus desposorios
con su prima Margarita de Austria llevaron al sepulcro… dijeron los cronistas
que el heredero no pudo aguantar el ardor erótico pues como diría un inglés “he
died on the job” muriendo a pie de obra ▬.
Sabemos que se casó enamorada de Felipe el
Hermoso un petulante belga que en su corte tenía un harén flamenco. El destino
de una reina por aquellos días era parir, sufrir y padecer celos,
Viajó
a Antwerp en una nave alta de castillos que zarpó desde Laredo. Tuvo una
travesía muy azarosa. Las tormentas en el Canal de la Mancha temibles en otoño
arrastraron el barco hasta el puerto de Plymouth. Allí fue bien recibida y
agasajada por su hermana Catalina viuda del rey Arturo que se acababa de casar
con Enrique VIII. A los pocos meses nacería María Tudor, pronto recluida en el
castillo de Kimbelton. Juana y Catherine complutenses de pura cepa vidas
paralelas pasaron su infancia en Granada y su madre se encargó de que tuvieran
ambas una buena formación humanística bajo la tutoría de Beatriz Galindo a la
cual llamaban la “Latina”.
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