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domingo, 29 de octubre de 2023

 

SESENTA AÑOS ESCRIBIENDO MIS BODAS DE DIAMANTE CON LA ESCRITURA

 

Bajo a la bodega del buen vino en busca de algo que leer, de algo en que soñar. Es mi mosto espiritual. Bebo a veces, me emborracho o me deprimo. Los libros yacen amontonados allá abajo en plúteos o guardados en cajas y estantes. Todos son vino añejo mercado en las mejores librerías de lance de NY, de Portobello en Londres o en la Cuesta Moyano, pues ya lo dice el refrán leña vieja que quemar, vino cécubo que tomar, libro viejo que leer y amigos antiguos con el que conversar. Como ahora todo es leña verde por las cocinas de gas, los amigos se van muriendo poco a poco y el vino se acabó asaltan nuestros camiones bodegueros, los franceses sólo nos queda el libro. Y ellos son el vino añejo que sellaron mi compromiso con las musas hace más de medio siglo. Gracias te doy Dios de bondad por haber sobrevivido gracias a ellos, a tantos avatares, tantas mudanzas, tantos naufragios. No pocas veces vi el rostro de la Tredentuda que abría sus fauces en lo hondo del precipicio.

Tomo uno de ellos al azar. Es un libro desportillado y lo abro. Huele a moho  pero sus hojas me traen el vede aroma de mis verdes años. Se trata del Guzmán de Alfarache. Suelo yo poner mi nombre, mi rúbrica y fecha, percibo una fecha, mi nombre y mi firma Madrid 23-XI-1964.

 Mercaba yo, pobre estudiante de Románicas, las adquisiciones con la huelga que me daba mi madre los domingos. En vez de ir al baile, al cine o a la taberna me agenciaba yo alguna obra de los clásicos.

Así tengo la casa atestada de papel, de los muchos cuadernos manuscritos, de mis obra inéditas encuadernadas a canutillo o de las impresas. Pasan de cinco mil

 ¿Qué será de mi querida biblioteca cuando me muera? Es el drama de todos aquellos que nos hemos dedicado a la literatura o el periodismo.

Hoy esos tesoros ya no valen nada. Son de la galaxia Guttemberg. La galaxia Macluhan transfórmomelos en mera calderilla. Yo soy un escritor pobre pero opulento en sueños y rico en obra muerta.

 La gente nos mira con desdén. Piensan que estamos mal de la cabeza. A pesar de todo yo sigo escribiendo, leyendo, rezando y soñando, y amo los libros que ya no quiere nadie.

Taxativamente, he aquí que este Guzmán de Alfarache debió de ser uno de los primeros que compré y delata mis bodas con la letra de molde.

Han pasado las de oro y voy camino de las de diamante. Sesenta años, ¡cómo pasa el tiempo! La vida literaria es durísima, apasionante, maravillosa. Vivimos en Cuatro Caminos.

Yo madrugaba para tomar el primer tranvía para la Universitaria. Nos apretujábamos como sardinas en lata con nuestros cartapacios, nuestras bufandas, volanderas, nuestros primeros pitillos para ir a la cátedra de prima. Duraban las clases toda la mañana.

Por la tarde acudía a la Escuela de Periodismo a escuchar las lecciones de Nicolás González Ruiz, Bartolomé Mostaza, Antonio Ruiz Muñoz y otros prohombres de la Escuela del Debate. Acababa rendido. Luego por la noche a estudiar hasta la madrugada a base de café y de Celtas largos. Sí el vulgo nos toma por locos, no sabe de los sufrimientos, torturas ante la página en blanco. Demasiadas incomprensiones y desaires para tan poca paga. Concluí las dos carreras, las Filologías y la de Periodismo, que convalidé en la Oficial a fuerza de vigilias, excursiones a la nevera, mucho café (escribir sobrecarga el sistema nervioso y a mí me da hambre) a veces tomaba Buscapina pero en particular resistí a base de grandes fumadas que andando el tiempo se trasformaron en pipadas.

Hace más de siete lustros que no prendo un cigarrillo pues convertí a la cachimba en mi dama de compañía.

Es un terror pensar que la venganza de los indios haya podido horadar mis pulmones pero aquí estoy a punto de cumplir los ochenta tan enterizo.

Quizás haya intervenido la divina providencia.

 Por lo demás me veo reflejado en las páginas de esta novela picaresca que estimo inferior al Lazarillo (Yo descubrí quien fue el autor del Lazarillo) epítome del género picaresco auténticamente español.

 Desde niño me enseñaron a resistir. Longanimidad es una virtud cardinal y poliorcética una de las bases de la guerra. Porque como decía CJC aquí el que aguanta gana.

Mateo Alemán es el más pesimista de los novelistas del género y describe una España de maldades, gatuperios, sobornos, estelionatos, fraudes, cohechos, hipocresías inquisiciones, perquisiciones y persecuciones, rapiñas del poderoso y opresión al débil. ¿Cómo salir adelante en medio de tanta canalla?

 El guzmanillo se abre paso utilizando las armas de los desheredados que son la astucia, la paciencia, la resignación y "mirada de halcón, paso de lobo y hacerse el bobo".

Para sobrevivir la batahola en que se ha convertido mi patria a partir de 1975 yo he tratado de seguir ese admirable consejo de hacerse el bobo, como si contigo no fuese la cosa y escribir.

Todos mis libros son un cargamento de ternura y de sátira, ya sé que no los conoce nadie y a mí qué me importa. La Tredentuda les ha pasado la mano por el lomo a Clenasmo, el abusón, anegados todos ellos en tropologías.

Tal que así el otro día paré en Moyano a llorar por mi amigo Riudavets y Paco Gomis el librero de la caseta número tres que tiene cara de pájaro me soltó un picotazo:

 - Tus libros no venden, son muy malos

No fue un picotazo lo que me soltó el pájaro, sino una funesta coz de mulo falso. Al cual yo respondí con mansedumbre

- ¿No será porque la miel no se hizo para la boca del asno, Paco?

 

domingo, 29 de octubre de 2023

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