SAN FROILÁN Y SAN
ATILANO ESPAÑA REVIENTA EN ENJUAGUES Y CABILDEOS
Cinco de octubre san
Froilán y san Atilano dos grandes obispos taumaturgos el uno se metió en la
boca la brasa de un horno ardiente y no se quemó. Atilano encontró su anillo
episcopal en la boca de un pez del río Duero después de haber sido despuesto de su sede
por esas cuestiones nimias pero terribles que afligen y afligieron a la iglesia
de Cristo. Terribles historias difíciles de tragar pero aseguran ser baluarte
de tradición y de la fe de nuestro pueblo. El día de san Froilán en todo el
reino de León se organizaban campeonatos de lucha grecorromana (aluche) para
seleccionar los hombres más fuertes para ir contra el moro. Fray Justo P. de
Urbel asegura que el siglo X en plena edad de hierro de la iglesia española
proliferaban obispos libeláticos verdaderos señores de la guerra grandes
comilonas y después retozar en sus harenes pero había otros que guardaban la
ley, renunciaban al báculo y se iban al desierto a orar por su grey. Se hacían
eremitas penitentes.
Ese fue el caso, al
parecer, de Froilán de Lugo y Atilano mozárabe de Tarazona, preconizado para la
sede de Zamora reinando en Oviedo Alfonso III el Magno.
Fue un repoblador y
extendió el cristianismo hasta la raya del Duero.
Pueblos como Almazán,
Sacramenia, Osma, Briviesca, deben muchos de sus templos y castillos
construidos por muladíes o cautivos del
Islam a este procer. Ellos pusieron la mano de obra de expertos alarifes del
arte románico.
Eran tiempos recios:
pestes, hambres, talas, incendios y saqueos. Razzias y correrías de Almanzor.
El tributo de las Cien doncellas…
Un día después de
predicar estaba san Froilán en una cueva y, mientras, se acercó a un burro de
su propiedad y se lo comió. Guau. El santo entonces buscó al lobo, lo encontró
en un pinar y le dijo:
─Lobo devorador, pues
eres criatura de Dios, devuélveme a mi asno, confiesa tu pecado
El animal salió de su
guarida y se echó a sus pies.
Dicen las crónicas que
el borrico volvió a la vida y se le vio caminar por todo el reino, portando por
un milagro que hiciera el santo, junto al lobo feroz que se amansó, el hatillo
de los menesteres esenciales, el misal y los libros del obispo, que él amaba con
pasión.
San Atilano figura en
las crónicas como su discípulo.
Había sido monje
visigótico del monasterio de Tavara siendo él aragonés. Había nacido en
Tarazona y fue monje pecador.
Las hagiografías nada
nos dicen qué pecados pudo cometer aquel santo varón, seguramente algún desliz
con más de una moza.
Al ser nombrado obispo
de Zamora huyó de la ciudad y se echó a los caminos en peregrinación, al cabo
de veinte años volvió a Zamora, nadie conocía al vagabundo. Un matrimonio de
santeros lo acogió en su casa para pasar la noche. La mujer se dispuso a
preparar la cena un barbo que había pescado el marido en el Duero. Al destripar
el pez la mujer dio un grito al reconocer el anillo pastoral del bueno de
Atilano. Corrió la noticia por la bella ciudad, las campanas tocaban solas y
san Atilano reinstalado, en su cátedra gobernó la diócesis tres lustros. En su
sepulcro que se guarda en una lauda de la catedral se lee para el que lo quiera
leer este conciso epitafio:
─Atilanus peccator.
Parece una novela de Cunqueiro difícil de comprender en los tiempos
aseglarados que corren pero que guardan la magia, la inocencia y el candor del
medievo. San Atilano † 915.
Deinde, el lobo de san
Froilán y el barbo de sab Atilano han pasado a la historia
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