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jueves, 5 de octubre de 2023

 

SAN FROILÁN Y SAN ATILANO ESPAÑA REVIENTA EN ENJUAGUES Y CABILDEOS

 

Cinco de octubre san Froilán y san Atilano dos grandes obispos taumaturgos el uno se metió en la boca la brasa de un horno ardiente y no se quemó. Atilano encontró su anillo episcopal en la boca de un pez del río Duero después de haber sido despuesto de su sede por esas cuestiones nimias pero terribles que afligen y afligieron a la iglesia de Cristo. Terribles historias difíciles de tragar pero aseguran ser baluarte de tradición y de la fe de nuestro pueblo. El día de san Froilán en todo el reino de León se organizaban campeonatos de lucha grecorromana (aluche) para seleccionar los hombres más fuertes para ir contra el moro. Fray Justo P. de Urbel asegura que el siglo X en plena edad de hierro de la iglesia española proliferaban obispos libeláticos verdaderos señores de la guerra grandes comilonas y después retozar en sus harenes pero había otros que guardaban la ley, renunciaban al báculo y se iban al desierto a orar por su grey. Se hacían eremitas penitentes.

Ese fue el caso, al parecer, de Froilán de Lugo y Atilano mozárabe de Tarazona, preconizado para la sede de Zamora reinando en Oviedo Alfonso III el Magno.

Fue un repoblador y extendió el cristianismo hasta la raya del Duero.

Pueblos como Almazán, Sacramenia, Osma, Briviesca, deben muchos de sus templos y castillos construidos por  muladíes o cautivos del Islam a este procer. Ellos pusieron la mano de obra de expertos alarifes del arte románico.

Eran tiempos recios: pestes, hambres, talas, incendios y saqueos. Razzias y correrías de Almanzor. El tributo de las Cien doncellas…

Un día después de predicar estaba san Froilán en una cueva y, mientras, se acercó a un burro de su propiedad y se lo comió. Guau. El santo entonces buscó al lobo, lo encontró en un pinar y le dijo:

─Lobo devorador, pues eres criatura de Dios, devuélveme a mi asno, confiesa tu pecado

El animal salió de su guarida y se echó a sus pies.

Dicen las crónicas que el borrico volvió a la vida y se le vio caminar por todo el reino, portando por un milagro que hiciera el santo, junto al lobo feroz que se amansó, el hatillo de los menesteres esenciales, el misal y los libros del obispo, que él amaba con pasión.

San Atilano figura en las crónicas como su discípulo.

Había sido monje visigótico del monasterio de Tavara siendo él aragonés. Había nacido en Tarazona y fue monje pecador.

Las hagiografías nada nos dicen qué pecados pudo cometer aquel santo varón, seguramente algún desliz con más de una moza.

Al ser nombrado obispo de Zamora huyó de la ciudad y se echó a los caminos en peregrinación, al cabo de veinte años volvió a Zamora, nadie conocía al vagabundo. Un matrimonio de santeros lo acogió en su casa para pasar la noche. La mujer se dispuso a preparar la cena un barbo que había pescado el marido en el Duero. Al destripar el pez la mujer dio un grito al reconocer el anillo pastoral del bueno de Atilano. Corrió la noticia por la bella ciudad, las campanas tocaban solas y san Atilano reinstalado, en su cátedra gobernó la diócesis tres lustros. En su sepulcro que se guarda en una lauda de la catedral se lee para el que lo quiera leer este conciso epitafio:

─Atilanus peccator.

Parece una novela de  Cunqueiro difícil de comprender en los tiempos aseglarados que corren pero que guardan la magia, la inocencia y el candor del medievo. San Atilano † 915.

Deinde, el lobo de san Froilán y el barbo de sab Atilano han pasado a la historia

  

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