HENRY TROYAT EL TOLSTOI FRANCÉS (I)
Siguiendo la norma de los divinos augurios grabados
En la máxima San AGUSTÍN “tolle et lege” (coge un libro y lee lo que es igual que hermano toma tu camilla y anda) he sacado el día de la Dormición de la bodega de mis libros, tengo una gran biblioteca. Fruto de mis visitas al Rastro y a Moyano, el mosto más exquisito. Y puntual a propósito de cómo van corriendo los tiempos
Se trata de una novela de Henri Troyat “El Moscovita” referente a la gran conexión existente entre los emigrados franceses de la revolución de Robespierre y la derrota de la Grande Armeé napoleónica.
Se lo recomiendo a los que padecen del estigma de la rusofobia, el convencionalismo, la manipulación informativa contra ese gran país de los zares. Contradictorio. Tierno y violento. Resignado y feroz abatido que de pronto resurge.
Esto tiene para mí naturaleza diabólica: Zelenski es un Iscariote a las ordenes del sanedrín que encabeza ese Biden con colmillos de Drácula.
Es la hora de la Bestia. Viene soplando por los caminos de Europa el viento del Sacamantecas. Rusia está ahí crucificada en el Gólgota, tratando de entender a sus enemigos, poseídos de una vesania incoercible. Algo difícil de entender.
Padre perdónalos porque no saben lo que hacen. Después de la ominosa tarde de Viernes Santo vendrá la alegre mañana del Sábado de Gloria. Muerte y resurrección. Cuando parece que está doblada y cercada por el enemigo Rusia resucita. Es la hora de la Bestia. Ya lo dije yo en un libro que lleva por título 666. ¿Prolegómenos del anticristo?
Yo no creo demasiado en el Libro del Apocalipsis, un libro oscuro que tiene como referente la mentalidad judaica de predominio de los elegidos tras un tiempo tremebundo.
El tema de la novela de Troyat es contar cómo y por qué el imperio napoleónico sucumbió en la estepa. Su protagonista es Armando hijo de un marqués valido de Luis XVI que huyendo de la guillotina se desplaza a Petersburgo. El protagonista tiene dos almas, dos conciencias, Francia y Rusia, dos amores Natalia Ivanovna y Paulina. El uno es platónico, el ruso, no correspondido porque su amada era una ondina, una russalka flotando sobre las aguas del Neva.
El otro una pasión según la carne que tiene su cenit y su nadir porque Paulina es una actriz ligera de cascos la cual acaba abandonado a Armando de Croue que muere en la estepa cuando las tropas napoleónicas tratan de encontrar la frontera de Estonia.
Este es el andamiaje, la estructura de un “roman fleuve” (novela río) que discurre con la parsimonia y magnificencia de las aguas del Volga o el Dnieper. Un párrafo en el capitulo XIII me conmociona y es la similitud que observa un suboficial de caballera, vivandero, que recorre con su escuadrón al trote o al paso por las aldeas en requisa para paliar el hambre de los moscovitas.
Salen de las isbas mujiks harapientos siervos de la gleba. Aparece un barin con un brazo de menos héroe de otras guerras patrias. El no comprende cómo aquellos sanculotes se niegan a donar víveres al invasor y respetan cómo a un dios al veterano manco. Lo adoran como a un dios
─ U meniá ni esti karowa u menia ni esti maleko no tenemos vacas no tenemos leche.
El invalido era el representante del zar, de la divinidad en la tierra. Moscú había sido quemado por los propios rusos. Es emocionante la escena en la cual el padre del protagonista se niega a recibir la extremaunción de un pope, prefiere recibir los oleos de un cura católico el señor Crué. Al hilo de esto una observación misteriosa. Los creyentes ortodoxos calificaban al Vaticano de secta diabólica. ¿No está pasando esto hoy en Ucrania con la desamortización incoada por el inicuo Zelenski, encarcelando o martirizando a los monjes de la laura de Kiev que se niegan a aceptar los ritos cismáticos que opugnan al patriarcado de Moscú? La guerra de Ucrania muestra lo terrible que son las guerras de religión. Es un conflicto bélico entre judíos y cristianos. Putin que no acepta el nuevo orden norteamericano sionista se alza como defensor de la Fe:
Católico de confesión, Armand asistía con más ganas los domingos t fiestas de guardar a la iglesia ortodoxa, prefería la liturgia solemne y bárbara de esta religión que no era la suya a la liturgia formal en la religión en la que había nacido. Había terminado por conocer mejor sus plegarias en eslavónico que en latín. Además, ¡había tal fervor de multitud de fieles ante el iconostasio, el perfume del incienso actuando gratamente sobre su cerebro! Expresa una dicotomía. El alma del protagonista está escindida en dos mitades. Ama a Rusia pero es incapaz de olvidar sus orígenes galos. La política pasa y las naciones perseveran. Rusia al igual que Francia son eternas. Hay seres que nacidos en una tierra, como los árboles, dan sombra a la cerca del vecino. La doble patria en su corazón se superpone. Odia a Napoleón en su irreligiosidad. Durante la invasión de la Grande Armée las iglesias en España como en Moscú son transformadas en caballerizas. Denuncia la gran pecorea del ejercito invasión. El bonapartismo curiosamente actuó de igual manera tanto a este laso del Pirineo como más allá de Smolenko. Bailén se compagina con Waterloo y Borodino. El corso en nombre de la igualdad, la fraternidad y la legalidad arremetió contra el viejo orden, intentó destruir el cristianismo. Acabó derrotado en Santa Elena. Hay un paralelismo entre el bonapartismo del pequeño teniente una flor de jara en Córcega cuya ambición le llevó al trono de Francia. El histriónico, actor fracasado, adicto a la marijuana, ucraniano el judío de Lvod es otro advenedizo en colusión con el sanguinario Biden, el sanedrín sionista, Macron y otros señores de la guerra. Se proponen desmantelar Rusia imponiendo un nuevo orden mundial a su apetencia. Occidente se plantea cómo vivir mientras que para un ruso la pregunta es mucho más trascendente aunque incómoda “para qué vivir”. Paulina sostiene un dialogo con su amante Armand:
─ Todo está bajo la bota de Napoleón.
─ Deja ya la política
─ Hay épocas en las cuales uno no puede desentenderse de ella
─ Te aseguro que mientras vivas para las ideas serás desgraciado. Piensa en ti, piensa en mi. Ven a mis brazos.
Un sabio consejo para la inquietud de los tiempos que a unos acongoja, a otros los domina y hay quienes sólo viven a su cuenta. Son los instalados, los que siempre cambian y chaquetean