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viernes, 13 de noviembre de 2020

VIVA EL PORNO

 

VIVA EL PORNO. ME VOY DE PILUNGIS POR LA RED

 

Harto de oir croar a las ranas mediáticas en la gran charca, con tanto paro, tanto Bildu y tanta epidemia, que es la clac del Régimen (menuda algarabía que levantan los pepitos y pepitas Grillos y ellos cobran por parlar yo no) me voy de putas por la Red a lo que salga. Alzo mi copa por las sufridas meretrices del mundo mundial.

El paro y los desarreglos de nuestras estructuras sociales hicieron subir la prostitución hasta grados desconocidos en la historia de la humanidad.

Con todo lo que cacarean las feministas de vía estrecha y el clítoris enmohecido, la vida airada está haciendo estragos en la Rusia de Putin, es endémica en Colombia, en Caracas se prostituyen por un kilo de arroz o una hogaza, las hetairas causan pavor en Hispanoamérica y esta España nuestra se manifiesta envilecida y emputecida por sus jerarcas.

¿Es esto el progreso y la liberación de la mujer de la cual nos hablan los telediarios? El lado oscuro de las redes es ocultado a mansalva.

Pero en España las putas de alto standing pisan moqueta.

Cobran nómina  en un ministerio y su buena paga: el gobierno de Sánchez es un harén dentro del cortijo monclovita: las Monteros, las arrimadas, las titulares de la cartera de defensa con los papos caídos y todas esas chunis y chatis de la tele como doña Isobaras piernas largas, la Griso del postizo labio de silicona,  la Schlichting chica Ansón que se puso a dieta, los maricas de J. Javier Vázquez y demás, son putas que no hacen la calle, pululan en las altas esferas, adalides de la porno política. ¿Con quién harás el amor estas pilunguis? ¿A qué incauto le chupará buena mamada?

 Yo me quedo con las esquineras de la calle La Cruz y de la Ballesta que han cedido hueco a la prostitución cibernética que se paga en dólares y en tóqueme usted esa flauta.

Se trata de una verdadera eclosión, amigos, irrestañable. Que no para.

 La cosa no tiene enmienda ya se sabe. Se ocultan el copo las moras, descubren su chichi las cristianas. Coños de todos los colores (peludos, imbeles, unos metidos en vaina y otros haciendo sonrisas verticales, tetas de lo más variopinto, maquinas de follar, penes eléctricos para incircuncisos  que el dios Priapo clemente y misericordioso desde el Olimpo les manda.

Hay salas que son auténticos berreadores de niñas cachondas.

La copula es muda y salaz. Juro por Dios que a mí estas tretas y corrimientos del oficio más antiguo del mundo no me divierten nada.

Al contrario me empavorecen porque pienso con San Agustín que las meretrices son el apeadero en el que se apoya el sistema.

Ahí se pasan aguardando clientes las pobres putas mediáticas tumbadas todo el día en su jaula de cristal, cuarto de estar de sus habilidades masturbadoras, no es sexo real, exhibiéndose al mundo y como diciendo:

─Estos son mis poderes. Échalos un galgo

Ellas constituyen el envés, la otra cara de la moneda de la pornopolítica que nos aturde. Cucú cantaba la rana cucú debajo del agua. Cucú pasó un caballero cucú con capa y sombrero, ahí me quedo.

Hijitas mías de mi vida, dais un poco de amor a cambio de nada. Sois virtuales, irreales pero no nos habláis con esa voz agria de pepitas Grillo de la tele. Os prefiero a las chicas de la Cope o la Telebasta todo el santo día dando el parte de la pandemia o relatándonos, impávidas, hechos fatales, infernales. ¿Será el lenguaje de la Gran Barragana del Apocalipsis? Escucho voces. Alguien me llama.

Hoy me regaló Salvador Dalí un gran masturbador de pilas; aparece en la pantalla para berrear a nuestro aire entre las sirenas que al otro lado del agua bramando coitos ancestrales. Viva el lujo y el que lo trujo. Y viva el porno. Ahí es nada.

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