VIVA EL PORNO. ME VOY
DE PILUNGIS POR LA RED
Harto de oir croar a
las ranas mediáticas en la gran charca, con tanto paro, tanto Bildu y tanta
epidemia, que es la clac del Régimen (menuda algarabía que levantan los pepitos
y pepitas Grillos y ellos cobran por parlar yo no) me voy de putas por la Red a
lo que salga. Alzo mi copa por las sufridas meretrices del mundo mundial.
El paro y los
desarreglos de nuestras estructuras sociales hicieron subir la prostitución
hasta grados desconocidos en la historia de la humanidad.
Con todo lo que
cacarean las feministas de vía estrecha y el clítoris enmohecido, la vida
airada está haciendo estragos en la Rusia de Putin, es endémica en Colombia, en
Caracas se prostituyen por un kilo de arroz o una hogaza, las hetairas causan
pavor en Hispanoamérica y esta España nuestra se manifiesta envilecida y emputecida
por sus jerarcas.
¿Es esto el progreso y
la liberación de la mujer de la cual nos hablan los telediarios? El lado oscuro
de las redes es ocultado a mansalva.
Pero en España las
putas de alto standing pisan moqueta.
Cobran nómina en un ministerio y su buena paga: el gobierno
de Sánchez es un harén dentro del cortijo monclovita: las Monteros, las
arrimadas, las titulares de la cartera de defensa con los papos caídos y todas
esas chunis y chatis de la tele como doña Isobaras piernas largas, la Griso del
postizo labio de silicona, la Schlichting
chica Ansón que se puso a dieta, los maricas de J. Javier Vázquez y demás, son
putas que no hacen la calle, pululan en las altas esferas, adalides de la porno
política. ¿Con quién harás el amor estas pilunguis? ¿A qué incauto le chupará
buena mamada?
Yo me quedo con las esquineras de la calle La
Cruz y de la Ballesta que han cedido hueco a la prostitución cibernética que se
paga en dólares y en tóqueme usted esa flauta.
Se trata de una verdadera
eclosión, amigos, irrestañable. Que no para.
La cosa no tiene enmienda ya se sabe. Se ocultan
el copo las moras, descubren su chichi las cristianas. Coños de todos los
colores (peludos, imbeles, unos metidos en vaina y otros haciendo sonrisas
verticales, tetas de lo más variopinto, maquinas de follar, penes eléctricos para
incircuncisos que el dios Priapo
clemente y misericordioso desde el Olimpo les manda.
Hay salas que son auténticos
berreadores de niñas cachondas.
La copula es muda y
salaz. Juro por Dios que a mí estas tretas y corrimientos del oficio más
antiguo del mundo no me divierten nada.
Al contrario me empavorecen
porque pienso con San Agustín que las meretrices son el apeadero en el que se
apoya el sistema.
Ahí se pasan
aguardando clientes las pobres putas mediáticas tumbadas todo el día en su
jaula de cristal, cuarto de estar de sus habilidades masturbadoras, no es sexo
real, exhibiéndose al mundo y como diciendo:
─Estos son mis poderes.
Échalos un galgo
Ellas constituyen el
envés, la otra cara de la moneda de la pornopolítica que nos aturde. Cucú cantaba
la rana cucú debajo del agua. Cucú pasó un caballero cucú con capa y sombrero,
ahí me quedo.
Hijitas mías de mi
vida, dais un poco de amor a cambio de nada. Sois virtuales, irreales pero no
nos habláis con esa voz agria de pepitas Grillo de la tele. Os prefiero a las
chicas de la Cope o la Telebasta todo el santo día dando el parte de la
pandemia o relatándonos, impávidas, hechos fatales, infernales. ¿Será el lenguaje
de la Gran Barragana del Apocalipsis? Escucho voces. Alguien me llama.
Hoy me regaló Salvador
Dalí un gran masturbador de pilas; aparece en la pantalla para berrear a
nuestro aire entre las sirenas que al otro lado del agua bramando coitos
ancestrales. Viva el lujo y el que lo trujo. Y viva el porno. Ahí es nada.
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