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domingo, 5 de marzo de 2017

QUEMO EL LIBRO DEL PADRE LAS CASAS







LAS CASAS FAUTOR DE LA LEYENDA NEGRA

 

Brevísima relación de la destrucción es libro que no haya por donde cogerlo. Vaca de misterio señalar cómo un texto tan malo haya podido recabar tanta repercusión, tanto nombradío y momento. Porque es todo un género literario que hizo escuela. En sus páginas amazacotadas y confusas se guarda el fermento de la hispanofobia.

A lo largo de sus capítulos se repite el mismo asunto, como un disco rayado: la matanza de los indios, la crueldad de los conquistadores, el tinte sicalíptico de la empresa: rapto de mujeres, búsqueda del oro y riquezas. Es la obra de un converso y se percibe a través de los capítulos esa tendencia a la exageración sin medida, ese rasgarse farisaico las vestiduras, narrado desde la parcialidad y el afán de desquite, vertiendo vitriolo con saña. Y en esas estamos desde que en 1552 vio la luz el mamotreto, en forma de carta al rey Felipe II.

Bartolomé de las Casas o Casaus (Sevilla 1474 – Madrid 1566) es el clásico buenista, clérigo orgulloso, sañudo y cruel, carácter difícil y lleno de soberbia, obseso sexual y seguramente de costumbres disolutas miembro de la orden dominicana a la cual según la bula de Alejandro VI se la abstendría de predicar el evangelio en el nuevo mundo. 

El tratado de Tordesillas de 1493 otorga a los jerónimos esa jurisdicción. Obra magnífica, la más grande después de la Creación e inexplicable: unos pocos castellanos y extremeños que apenas sabían leer en menos de un siglo, desde 1492 primer viaje de Colón hasta 1557 cuando Caupolicán caudillo de los araucanos es vencido por Pedro de Valdivia, domeñan un continente. Miles y miles de kilómetros pereciendo muchos de sus expedicionarios a causa de las enfermedades o la imposibilidad de domeñar aquella naturaleza virgen selvas amazónicas, cordilleras andinas infranqueables con sus anfractuosidades virgenes llenos de plantas desconocidas y de animales jamás vistos en España,   desiertos donde no llovía nunca.

El libelo de las Casas fue todo un superventas en las librerías de Paris, Ámsterdam y Londres. Sus agentes comerciales eran judíos los que con sus caudales subvenían la leyenda negra. Quizás los que viajan en el carro de la mentira que quiere acabar con España sean deudos de aquellos mentores infames hábiles en su continuada felonía y a ellos se unió, cosa grave, el papa argentino.

Ni que decir tiene que el oro del Perú y la plata del Potosí no irían a parar a las arcas del tesoro real castellano sino que fue la opulencia de los banqueros genoveses y holandeses. Durante todo este tiempo se alcanzó la asimilación y culturización de millones de seres. Como señalan Fernández de Oviedo y Ginés de Sepúlveda el sometimiento de aquellas tribus que vivían en la Edad de Piedra se planteó desde objetivos esotéricos y altruistas. A par de eso hubo la ferocidad y rapacidad de los encomenderos y la entrada en juego de las pasiones humanas porque aquellos desarrapados estaban sujetos a las reglas del pecado original.

Es más, el propio obispo de Chiapas fue encomendero y esclavista en una primera época. Su prosa tiene la dureza del jachalí el árbol americano del que se extrae la caoba. Para honra de Castilla la colonización indígena no supuso el exterminio de los moradores ni hubo entre ellos un Búfalo Bill el cual “Colt” en ristre exterminaría a los apaches. Al contrario hubo fusión de razas y se llegó al mestizaje gracias al cual cerca de quinientos millones de seres humanos hablan español. De haber dado a la imprenta su Brevísima Relación en Paris o en Londres Las Casas hubiera acabado en el patíbulo. Lejos de tal cosa pudo morir nonagenario en su convento madrileño. Es más sus teorías en pro de la defensa del indio dieron pábulo a la Teología de los Derechos Humanos en Salamanca, dicho sea sin prejuicio de parte. Se refiere en su tratado— en un estilo monocorde y amazacotado sin probar hechos ni acotar nombres parlando por boca de ganso, lo que se dice, lo que le contaron y como si él no fuese español— a los pobladores de Cuba, Jamaica, Nicaragua, Nueva España (México) Guatemala, Falisco, Yucatán, Santa Marta, Cartagena, Trinidad, Yupapari, Florida, Venezuela, Río de la Plata, Nueva Granada, Perú. En todos los capítulos se leen párrafos del siguiente tenor: “el capitán mandó robar lo que tenían quitándoles las mujeres a los indios quemándolos vivos y echándoles a los perros bravos y atormentándolos con otras crueldades que esto me lo dijo a mí un religioso de san Francisco el padre san Román que con él iba”.

¡Qué horror! Este dominico sevillano de oscuro linaje no sólo es el padre de la leyenda negra sino también el inspirador de la Teología de la Venganza la Liberación como  holocausto de los viejos valores cristianos. Abrió la boca del infierno y grabó en las nubes del cielo la palabra alemana “Rache” (revancha).

Acaso sean los renglones torcidos de Dios por lo que aseveramos con el historiador Plinio que no hay libro malo que no tenga algo bueno. Este fraile con sus parcialidades y falta de decoro debe de abrir los ojos a los incautos profesos de la leyenda negra. En el fondo, su pasquín es un alegato sobre toda ponderación al espíritu de tolerancia jurisprudente que anima al Derecho hispano desde las Partidas hasta la última constitución.

 

 

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