La literatura española en particular la que se publica desde los años 40 a los 80 del pasado es un bosque animado que demuestra el espiritu creador e inquieto del temperamento español. Desde Barcelona publicabánse muchos y buenos libros en la colección Destino.
He vuelto a releer al cabo de cincuenta años el Curso, de Juan Antonio Payno y en sus páginas me he visto retratado el joven que fui: aquel estudiante que cogía a las ocho la mañana el F en la Glorieta de Cuatro Caminos y bajaba a la Facultad de Filosofía, con un paquete de "Celtas"cortos en el bolsillo, cargado de apuntes y de proyectos. Toda una vida por delante. Por dentro una crisis esdpiritual ocasionada por la falsa educación sentimental que nos dieron los curas. Los colegios de monjas eran igual o mucho peor pero la igualdad de oportundades y las becas con que estudiabamos los pobres serían circunstancia desencadente de que las aulas estuvieran llenas.
Franco y la Falange nos liberaron de los curas en cierto modo, pero no había manera de desenredarse de nuestro cacao mental. Si teniamos plan para el domiunfo, saliamos a dar una vuelta. Si no, nos encerrabamos en casa a preparar examenes, repitiendo los temas en voz alta una cuadrilla de cuatro o cinco en el piso de uno o en la casa de otro. Algunos nos presentaban a sus hermanas y entonces creiamos haber encontrado -tan ernecidos de sexo- estabamos el amor de nuestra vida, pero ellas por lo general no "tragaban". Antes de pasar a mayores habia que tener labrado un porvenir.
España era dueña de su destino y, terminada la carrera, todos teniamos trabajo.
Harina de otro costal era la crisis afectiva. Los chicos con las chicas decía una canción de los 60 pero la verdad que entre el sexo masculino y el femenino se asistía una descordinación, una falta de entendimiento.
La novela de Payno me ha recordado aquella angustia sexual, con sus estrecheces, sus angustias, sus tonterías. Había que estar en casa a las diez, ellas tenían que llegar virgenes al matrimonio y ellos se divertían con las americanas y las inglesas que eran, supuestamente, más fáciles.
Esta gran novela escrita por un precoz estudiante de Económicas de 19 años y que ganó el Premio Nadal arrasó en los sesenta. Están muy logrados sus personajes: Darío es la estampa de la época, lo mismo que su novia Bele el noviazgo acaba en desastre. Fue la novela más vendida despues de Un millón de Muertos de Gironella y Exodo. Insolito caso de revelación y de madurez literaria, que sorpreendió y arrasó. Payno era sobrino del poeta Damaso Alonso. Apenas hay sexo en la novela pero la reacción le acusaría de libidinoso descritor de orgías y bacanales de guateque din de semana. El más ruin jabalí come la mejor bellota y nosotros teniamos un tocadiscos en casa para escuchar a los Brincos y a los Pekeniques. Ciertamente, El Curso me ha recordado al Gran Gatsby porque pinmta un mundo de los sentidos pero tambien pudo ser la piedra de escandalo del incoformismo y de la marea revolucionaria que se opuso al Regimen y lo tambaleó hasta casi caer con las algaradas estudiantiles del 68. Los personajes de Payno no han llegado a eso.
Se mantienen en el perfil de hijos de papá que fardan ante las chavalas con el 600 que les regaló su padre y se sientan en las hamacas de Rosales con sus respectivas que se dejan coger la manita, más no, o van de mesones y preparan guateques en piso por el barrio de Arguelles y Recoletos. Payno después de aquel éxito enmudeció, se fue a Inglaterra a fregar platos y allá vivió ocho años - su biografía se parece a la mía- regresó y consiguió unas oposiciones a catedratico de Economía em la Universidad Alfonso X el Sabio. Lo echaron y mantuvo con el claustro un litigio que ganó, fue restituido en sus funciones y hoy está jubilado. Al cabo de cuarenta años se determinó a publicar una segunda novela "Romance para la mano diestra" en el que apunta una idea importante pues es novela de tesis. Hoy la manipulación ideologica es más fuerte de lo que parece y existe menos libertad que durante la dictadura. Este escritor es todo un referente de la generación del 68 junto con Umbral, Torbado, Amilibia y alguno que otro más. El Curso, medio siglo más tarde, no ha envejecido sigue siendo una novela narrativa y descriptiva que se lee de un tirón
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