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sábado, 21 de marzo de 2015

VALENCIA EL RUIDO Y LA POLVORA CIUDAD HERMOSA








Las fallas

 

Hermosa Valencia tierra de naranjales ubérrima católica y cristiana. “Mucho vestido blanco mucha parola y el puchero en la lumbre  con agua sola. Chapirón cara de ladrón, si vas a Valencia donde vas amor mío sin mi presencia era un cantar del renacimiento. Y hay que ir a Valencia a empaparse de españolidad mediterránea, hablan el mejor catalán el de Ausias March porque antes que el Principado de Cataluña existió el reino de Aragón. Sus puertas nieladas de roble forradas de bronce recuerdan al Cid y a Jaime I el emperador que le arrebató las poternas a la morisma. San Vicente Ferrer, san Vicente mártir el diacono aragonés. La paella y la catedral una de las más hermosas y atalajadas de España, la Virgen de los Desamparados. Me prosterné ante su altar y recé por mi patria España que sería el mejor país del mundo si no tuviéramos tanto político trincón tanto periodista sopazas. Comerse una paella cocida al fuego en una barraca de Cullera es uno de los mejores placeres que se le pueden deparar al ser humano. Después un paeso en barca por la albufera viendo el vuelo bajero de las ánades patos salvajes de los cormoranes casi a ras de los carrizos. Y un postre de naranjas y las fallas que recuerdan en sus estampidos el ruido de la lucha constante contra el moro. El ruido y la pólvora el poder y la gloria. En la catedral se estaba bien. Hacía fresco y fuera calentaba el sol pero el edificio del siglo XIII tiene una serie de huecos en el enlucido que absorben la temperatura y galvanizan la voz no hacían falta micrófonos. San Vicente Ferrer predicaba desde el púlpito en valenciano y lo entendían en inglés en francés alemán y en italiano. Todas sus predicas empezaban con esta salutación:

-Bona gent (buena gente amiga)

Y es la palabra de acogida que recibes al entrar en la ciudad del Turia.
















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