PEDRO DE LUNA BENEDICTO XIII EL PAPA TEMPLARIO
Una mañana de verano de 1417 suenan timbales y tambores en la ciudad de Aviñón. Un pregonero lee el dictamen del emperador de Alemania Segismundo mandando ser habido por hereje y por cismático y enemigo de la fe el papa reinante Benedicto XIII. El reo no comparece. Se encuentra desterrado en el castillo de Peñiscola rodeado de unos cuantos cardenales fieles. El edicto del emperador termina con el cisma de occidente que había durado tres cuartos de siglo con la elección de Martin V (el papa Martino non vale un quatrino, cantaban los niños de Roma) y la destitución del papa de Pisa Alejandro V y el de Roma Gregorio XII así como el pontífice reinante Benedicto XIII que no renunció jamás a sus derechos sobre la tiara de San Silvestre y murió en "sus trece" a los 94 años que para aquellos tiempos tal longevidad era un síntoma de predestinación.
En este artículo trato de converger sobre el misterio de los monjes templarios de cuyos muchos misterios mi larga carrera me hizo partícipe desde la esperanza y la fascinación. En paralelo analizo las causas por las cuales los que luchan por la verdad y la justicia continúan clavados en la cruz de Cristo y son objeto de persecución. Este sacerdote aragonés es un paradigma de entereza y longanimidad en los sufrimientos y calumnias en medio de sus dudas y sus luchas. Resistió a los sobornos y los halagos de una iglesia romana que se proclama santa pero muchos de sus miembros de santos tienen poco. Pocos autores han estudiado la vida y personalidad de este antiguo canónigo de la seu con tanta acucia y perspectiva psicológica e histórica, como Blasco Ibáñez, el supremo novelista valenciano a cuya memoria rindo tributo en estas líneas. Don Vicente escribió desde el amor a España Aragón y Cataluña y demuestra en su libro el "Papa del Mar" cómo don Pedro de Luna, secundado por san Francisco Ferrer y otros prohombres del Compromiso de Caspe fraguaron la unidad nacional al elegir como rey aragonés a Fernando de Antequera padre de Alfonso V el Magnánimo que proyectó a las barras de Aragón sobre el mediterráneo. Hasta los peces de entonces lucían en sus escamas la señera catalana cuando izaban vela los navíos de Roger de Lauria y Roger de Flor. El matrimonio de Isabel y Fernando consumaría esa fusión de las dos coronas. Tanto monta, monta tanto. Castilla y Aragón con Cataluña siempre fueron de la mano por las veredas de la Historia
Pasó a la historia por una frase que refleja la obstinación toda vez que la presencia de ánimo del carácter aragonés: mantenerse en sus trece pero fue ▬ y se las tuvo tiesas contra el padre de la mentira que con la astucia de sus argumentos y siempre trillando por la senda convencional de lo políticamente correcto persigue a la inocencia las covachuelas e intrigas de San Juan de Letrán▬ uno de los grandes papas de la historia de la Iglesia pese al cisma de occidente. La edad media cierra para el cristianismo con un broche triunfal (los siglos XIV y XV representan la apoteosis del catolicismo: Petrarca, el Dante, Fra Angelico, Bruneleschi, el Giotto, Savonarola, Rafael, Bocaccio, el Arcipreste de Hita, las baladas de Villon, las Cantigas…)
Pedro de Luna, nacido en Illueca pedanía de Calatayud, de la estirpe troncal de una familia con dos ramas, la asturleonesa y la aragonesa en su escudo un cuarto creciente por haberse distinguido en las luchas contra la morisma, soldado en su juventud a los veinte años abraza la vida eclesiástica, tras participar en la batalla de Nájera en el enfrentamiento de Enrique Trastámara con Pedro el Cruel, se ordena de sacerdote y ostenta cargos como pavorde en la seo de Zaragoza, es obispo en Barcelona. Juan XXII le impone el capelo cardenalicio y se traslada a vivir a Aviñon. Su lengua era el provenzal una variante de la fabla aragonesa que es el idioma de los juglares y de los fabliaux aquellos torvadores que iban de castillo en castillo cantando al amor cortés."Sous les ponts d´Avignon on y dance tout en rond" un versión popular de aquel Mambrú se fue a la guerra mire usted que pena que se escuchaba cantar a lo niños españoles en corro años atrás. Confieso que en mis visitas al castillo de aquella ciudad torreada a orillas del Ródano lo mismo que cuando voy a Peñiscola mi ánimo se empapa del misterio y la melancolía templaria. Pedro de Luna mitad monje mitad soldado debió de pertenecer a esa orden suprimida en 1348 cuando un reescrito papal envió a la hoguera a Jackes de Molay el último reitre de los Hermanos de San Juan de Jerusalén. Fueron desmochados sus castillos, disueltos sus monasterios, confiscadas sus riquezas, se establecieron como los banqueros de Europa a la vuelta de las cruzadas. En la capital inglesa hay una estación de metro que se llama "Temple".
Sin embargo, en Aragón pervive en lugares tan misteriosos como Morella capital del Mestrazgo .
Los templarios murieron de éxito: sometieron al Islam no con la espada sino mediante la persuasión y el convenio. En España gracias a las predicas de Vicente Ferrer el taumaturgo recibieron la aguas de gracia masivamente practicantes de la fe mosaica. En Aragón, Cataluña, Navarra y Castilla se bautizaron el 95 % de judíos. Uno de ellos Pablo de Santa María que alcanzó el arzobispado de Burgos, el estamento jerárquico de más alcurnia en la iglesia española después de Toledo había sido rabino. Es un dato a tener muy en cuenta para entender la idiosincrasia española en su importante ascendiente converso. Yo lo analizo en casi todos mis libros el más reciente "Andrés Laguna autor del Lazarillo".
Los sionistas pasan como sobre ascuas cerca de este asunto. Abundando en esto, la peste negra que arrastró aparejado un nuevo milenarismo y la creencia de que se acercaba el Juicio Final con la segunda venida de Jesucristo pudo ser también una causa determinante de la conversión de moros y judíos. Para mí forma parte del enigma del Temple con su conocimiento gnóstico y la practica de una ciencia que se plasma en la construcción de las catedrales. Estos frailes buscaban la piedra filosofal y eran temidos y odiados por Roma.
Con él llegó el escándalo. Pedro de Luna fue un eclesiástico de vida intachable. Que amaba la iglesia, le gustaba la majestad del oficio divino, el buen gusto estético y la maravillosa estatuario que el contempló desde su sitial de canónigo en la seo zaragozana. Combatió las corruptelas de los clérigos vagabundos, giróvagos, galanes monjiles y trotaconventos. Frailes navegantes y monjas arrobadizas.
Su subida a la silla de san Pedro suscitaría el odio y la suspicacia de una Roma minada por la avaricia, el nepotismo y las guerras. Quienes conocemos la historia de la SRI por dentro hemos de abrazarnos a las imprecaciones de Jeremías y lamentarnos de conductas reprensibles de no pocos papas y cardenales. Hablamos de la iglesia exotérica, claro está. De lo externo. El Vaticano es un banco y un centro de poder.
El papa de Aviñon que sobrevivió a Clemente VI, Martin V, Benedicto XII, Urbano V, Gregorio XI y Juan XXIII, era un papa esotérico que gobernó la barca del Pescador Galileo en tiempos turbulentos. Juan Huss aquel sacerdote de Praga fue mandado a la hoguera por el emperador Segismundo y el obispo de Worcester manda quemar los escritos de Wicliff. Santa Catalina de Siena, la hija del tejedor,
mantiene visiones y éxtasis que degeneran en la irradiación de los "caterinati" que predicaban el amor a tutiplé. Las monjas se acostaban con sus confesores con ganas de ser madres del Mesías que había de venir. Savonarola predicaba una religión a palo seco si arrequives. Acabó en la hoguera. En parte no le faltaba razón. Por desgracia, cuando aparecen los fundamentalistas por el camino y mandan regresar a los principios evangélicas, malo. Estos movimientos suelen acabar como el rosario de la aurora. Hay que echarse a temblar. Dios nos libre de los liberales, de los predicadores de vereda que discursean sobre el buenismo y nos guarde Dios de los exorcistas de Alcalá que dicen que echan al diablo y se deshacen en alabanzas a ese cernícalo por nombre Donald. El diablo señores se ha hecho periodista y escribe editoriales en el New York Times.
O se mete en los confesionarios y con aires currucatos advierte a sus penitentes que hay que aguantar carros y carretas, no soliviantarse, transigir con el mal, para no caer en el pecado de presunción o desesperación. Los templarios tenían un conocimiento profético de lo que habría de venir tras las reformas incoadas en el concilio de Constanza que despojaron al aragonés de su tiara mientras los padres conciliares se entretenían cuando acababan sus ponencias con las diez mil putas que acudieron a esta ciudad a orillas del lago Constanza donde se hace navegable el Rin al husmo de aquel concilio. Reunión de pastores oveja muerta. Por aquel entonces no estaba mal visto que los clérigos tuvieran moza. Eran menos hipócritas que ahora. Es el siglo de Juan Sin Miedo de Juana de Arco y de la Guerra de las Dos Rosas. Santa Brígida en una de sus visiones contempla las penas del purgatorio y a partir de ahí surge el cepillo de las Ánimas. Hasta el siglo XIV no hay purgatorio den la iglesia romana. Los sufragios y responsos determinan la riqueza de algunas órdenes mendicantes "el abad de lo que canta come".
Se inventa la lombarda mortífera máquina de guerra y un viernes santo de 1327 en la iglesia de Santa Clara de Aviñón se encuentra el poeta Petrarca, padre del soneto, por primera y ultima vez en su vida, con Laura de Noves, su musa, el ideal femenino inalcanzable. Rubia de ojos claros. En sus estanzas el poeta italiano va a divinizar a esta mujer a la que nunca conoció según la carne pero que pasa por ser el paradigma del amor romántico. Petrarca también era minorista o clérigo que no accede a las órdenes mayores para poder casarse. Tuvo nueve hijos y su Laura diez con otro hombre. Su pasión por la amada ideal era compatible con otros encuentros no tan inocentes con las bagasas chicas del alterne (en limousin) de Perpiñán.
Más aun; estas extravagancias de los eclesiásticos eran premiadas con alguna sinecura al claustral baranda por parte del prior o del obispo. Las personas consagradas se sentían en la obligación de procrear para remediar los estragos de las guerras y las epidemias. Parece ser que Pedro de Luna, todavía más, no tuvo extravíos en ese sentido y se mantuvo fiel al voto celibatario de su consagración episcopal. Clemente VI lo hizo cardenal. En los pocos retratos que se conservan del papa aragonés éste aparece con gesto adusto con una esclavina guarecida de murta, tocado con el becoquín de púrpura que ostentan los pontífices del Renacimiento. Ojos penetrantes, era pequeño de cuerpo pero de una voluntad y de un tesón que maravillaba a cuantos le conocieron. Tuvo que sufrir persecuciones y asedios de su palacio episcopal. Resistía todas las embestidas de sus enemigos. Los papas italianos eran señores de la guerra enfrascados en las luchas de guelfos y gibelinos capuletos y esforzas en un batallar sin fin. Padeció la hispanofobia con que son mirados los españoles dentro de Europa. Francia no podía soportar un papa catalán en la silla de Pedro. Alemania teme por sus intereses en el Piamonte y en Sicilia. Inglaterra juega a la balanza de poderes. Escocia apoyó como contramedida a Inglaterra. Castilla Portugal el patriarca de Jerusalén apoyaron su elección en el conclave. Un estamento tan politizado como es la Sede Apostólica siempre estuvo sujeto a las presiones intercadentes del Sacro Imperio Germánico, los avatares del galicanismo o los caprichos del rey de Inglaterra al que los papas solían regalar la rosa de oro. Y en el Vaticano donde se trata a los españoles como judíos de segunda categoría los reyes de Castilla y Aragón nunca fueron bienquistos. Lo que fue el causante del drama del papa luna al que un legado del papa elegido en el concilio de Constanza intentó envenenar introduciendo arsénico en un pastelillo.
Sin embargo el sumo sacerdote destronado tenía una salud de hierro, sobrevivió a las hierbas y al asedio traicionero contra Peñiscola de Fernando de Antequera, el cual debía su corona a Benedicto XIII. Por fin abandonado de todos y en suma pobreza pero, de viejo, muere el 29 de noviembre de 1422 a los 94 años dicen que en olor de santidad. Su cuerpo que exhalaba vapores odoríferos agradables e incorrupto fue trasladado a Illuea su pueblo natal donde sus paisanos le rindieron culto durante dos siglos. He ahí un santo varón que tampoco subió a los altares. Era templario; bautizó a moros y judíos; era pequeño y rubio y aragonés, un español de una sola pieza que no claudicó ante la Bestia
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