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sábado, 24 de noviembre de 2018

Los orígenes del cristianismo en España I


Dicen que vienen los turcos chimpún y yo con estos pelos. Iliberis cuna de España.

Antonio Parra

¿Vendrá de Granada este lejano sentir? me preguntaba yo allá por el año 70 en unos versos melancólicos y llenos de murria hispánica escritos a la vera del Támesis a su paso por Oxford. Luego un estribillo de Miguel Ríos nos puso a todos con la guitarra del hombro en regreso de las Europas - estábamos un poco hartos de fregar platos y de ser asaeteados a la manida interrogante de “when are you going back”(¿cuando regresas?) pues los ingleses eran muy suyos y algo racistas con los españoles por aquel entonces, o la cantinela eterna de qué-va-a-pasar-in Spain-cuando se muera Franco- en ruta hacia las nevadas cumbres del Mulhacén. Era la llamada de la Alhambra. Vuelvo a Granada. Vuelvo a mi hogar. Y este concepto tiene una cierta oportunidad porque lo de la canción cántabra se hizo carne de verdad. Dicen que vienen los turcos chimpún puruburun, dale pan y vino, chorizo  y jamón. Y estos turcos que se llegan ya [no es ninguna broma como en la vieja canción de borrachos] no son sacos de carbón chimpún, sino los hijos de Mustafá Kemal.
Por mucho que les laven la cara, nadie podrá arrebatarles a esa gente que siempre llegaba de Berbería, con nocturnidad y alevosía, el título de piratas. Se me vienen al pensamiento las palabras siguientes que recuerdan antiguos horrores y suplicios a mis antepasados: redención de cautivos, alfaqueque, baños de Argel. Y por supuesto los versos de aquel fraile mirobrigense que ahorcó los hábitos para seguir a una alemana e ir a defender la cruz del emperador asolada por los sarracenos en Praga.
Ribaldo eres amor
En perfidias el turco
No se te alcanza.


El soldado de España, autor de estos versos, y  que quebró en Viena algunas de sus lanzas, las de hierro y las de sus amores, se llamaba Cristóbal de Castillejo y es un poeta al que a todos les recomiendo para leer estas pascuas.
Razón de más para volver a Granada. Clarines de anúteba. Clamor de campanas. El enemigo está poniendo sitio a la plaza. Este gobierno de Ankara, tan diserto, tan aseado y políticamente correcto, pro occidental nos dice, es uno de los que con más tesón se ha movido junto con Marruecos para conseguir la islamización de la Ciudad a orillas del Darro y del Genil. Nos están vendiendo la burra mal capada. Nos ponen la historia del revés.
 Es evidente que lo que nos tratan de demostrar era que doña Isabel de Trastamara que quería entrar en Constantinopla y en Jerusalén con sus milicias de la Fe era una iluminada. Eso de las cruzadas no era más que una patraña. De lo que se trata es no ya meramente de descatequizar a España sino de conseguir la islamización de Europa. Así de crudo. Así de total. Razón de más para volver a Granada aunque este regreso no pueda ser físico. Más bien sentimental. Cuando nuestra vida, nuestra hacienda, está amenazada, hay que tomar báculo de camino, echarse el morral y la cantimplora a la espalda, hacerse en las cáligas o en las abarcas que heredé de mi abuelo una buena lazada. Calarse las antiparras y repasar nuevamente el libro que yacía en el polvo del armario, y que se llama “Guía de Perplejos”. Bambi feroz deambula por el bosque y yo con estos pelos.
Como aquí nada es lo que parece y todo anda dado la vuelta, no es un gamo. Tampoco un alce ni un sarrio ni ninguna otra clase de venado. Nos metemos ya en los ámbitos de la alegoría. El mundo se ha vuelto tan paradójico que la actualidad semeja a uno de esos capiteles historiados del románico. Desde el capialzado de las arquivoltas nos hablan las harpías, se montan unos a otros los marimachos cuerpo de león y pico de corneja, tocan la campanilla mientras se zampan racimos de uvas dos campesinos borrachos con aire de santibamquis en cogulla. Son los famosos hocuspocus que ambientaban la entrada de las catedrales con juegos de manos. Allí estaban la última vez que fui a venerar la tumba de los Reyes Católicos. Seres fantásticos Ciertamente, que Cristo reina y reinará siempre en la mandorla del Pantocrátor. Mas, rodeado de monstruos, su trabajo le cuesta. Un teatino- es imagen que tengo yo grabada desde que la vi esculpida en una misericordia del coro de la catedral de Zamora- ha bajado a los infiernos y predica a los diablos, que tienen todos cara de burro y se muestran de una euforia que no hace pensar en un templo cristiano sino en las sinagogas de Satán, donde la gente se mueve mucho y parlotea más, hace que reza y no reza y se arrasca luego por detrás o habla de sus ganancias y de la combleza que les salió en la ciudad.


 Allí se trata un poco a cachondeo a la deidad entre salmos sin gloria patri y mucho meneo y rumbo de filacterias. A esos oradores no perderles de vista. Escupieron para arriba y fueron a refugiarse a la corte del Gran Turco y del Alauita. Jurarían que un día vendrán, pueblo duro de cerviz, empuñando con la siniestra un tomo del corán, y con la dextera el pomo de la espada. El trapo verde insignia del Profeta con el que quieren entrar bajo palio en Granada les servirá de mortaja. El mundo ya no es mundo sino una aldea global y estos trinos andan en boca de los pundits del aduar mediático. ¡Joder con la tarjeta de felicitación de Navidad!
Sin embargo, yo pienso que eso de escupir para arriba puede ser peligroso. Su propio gapo les aterrizará en la cabeza. Estas alianzas con el mahometano casi siempre salen mal. Luego les cortarán la cabeza y tendrán que apostatar como hicieron con Maimonides. Creo que a vuela pluma he explicado ese concepto de las sinagogas de Satán; tales conventículos nada tienen que ver con las sinagogas del amor donde resuenan los cantos de David. En ellas predicó Cristo Jesús el Mesías.  Ya va siendo hora de separar a los corderos de los cabritos, de trazar una divisoria entre préditos y bienaventurados.
Derechos de autor
Vuelvo a Granada, vuelvo a mi hogar. Gracias, Miguel Ríos por prestarme ese estribillo. No me hagas pagar derechos de autor que estoy sin blanca. No soy más que un pobretón escritor de Internet, amante de los profetas y de sus enseñanzas y que canta las verdades al Lucero de Alba. Puede que me vuelvan a crucificar, ya ves tú, pero no pasa nada. Nunca pasa nada y si pasa- lo que decía José Antonio- ¿qué importa?
 Le crecieron zarpas al cervatillo y le han salido en la maula unos colmillos de gato pardo o que para sí los quisiera el león. El león se aparea con el cordero y se están convirtiendo los arados en lanzas. Discursos de Isaías al revés. A esta gentuza siempre le gustó darle la vuelta a la historia, sacar los ríos de madre, profanar los altares, jugar con los símbolos y retorcer los cojones del personal atacando lo más vivo de sus creencias. Por una cosa así ya mandaron crucificar al cordero inocente, y a otros muchos más, Un poco apocalíptico ¿No?


Vendrá a separar los corderos de los cabritos pero se cachondean ahora de sus amenazas, raza de víboras, pregonadora de que Ese Hombre no existió. Bueno pues yo pienso con el Credo de Nicea que escribió precisamente un andaluz que vendrá a juzgar a vivos y muertos. Es su táctica estos últimos años amargarnos las pascuas o mandarnos por el imeil Christmass envenenado. Por nochebuena dieron mulé a Ceaucescu y Rumania se alzó en armas el año 89 y otra navidad al Cara de Piña le echaron mano y bombardearon Panamá. La Collares, esa prenda mal hablada que pronuncia la palabra cojones en inglés con bastante garbo, ordenó con la aquiescencia del sobrino de don Salvador bombardear Belgrado, una de las tres cunas de la ortodoxia, un Viernes Santo. No caían, precisamente, margaritas sobre los templos con cúpulas de cebolla sino obuses de mucho calibre, llenos de radiactividad y carga de muerte y enfermedad, desde las panzas sofisticadas de los F-15. Son doctores de le hermenéutica que se atienen al abraxas de los símbolos y actúan siempre con segundas. Para muestra un botón. Aquel bombardeo nos puso en antecedentes de lo que iba a ocurrir después. Se había firmado en perjuicio de Europa y la cristiandad la alianza con el Otomano. Eso no hay quien lo mueva. Nos avisaron y el que avisa no es traidor pero aquí estamos todos templando gaitas. Metiendo todos la cabeza bajo el ala y a cobrar sospechando del hermano, pleiteando con el vecino [cómo es posible que las familias se lleven, Dios santo, tan mal] y cada uno a su bodigo, cada mochuelo a su olivo y cada pobre a su pajar. Ahora las pagaremos todas juntas. Fomentaron las rencillas entre hermanos. Pusieron pueblo contra pueblo. Aldea contra aldea y ciudad contra ciudad. 
¿Es el Sacromonte la espina dorsal de mi patria? ¿La quiroteca donde se guardan los huesos más santos de la España sagrada, el tarro de las esencias por decirlo así? Ha sido nuestra cuna profanada. Pavanas de la muerte danzan bayaderas negras. Pisotean nuestras reliquias. Al fondo estallan carcajadas. Nadie dice la más mínima no ser que sea políticamente incorrecto y se enemisten con el Amo que desperdigó por la faz de la tierra toda una hueste de cajeros automáticos y de contadores espías. Las bacantes tienen por virgen a una tal Herodías por cuya causa maligna se cometió un asesinato. Descabezaron al santo de Israel y el santuario profanaron.
Leo casi con desgana a Hurtado de Mendoza en sus anales perfectos que se llaman “Historia de la rebelión y castigo de los moriscos”. España aquella vez derrotó al terrorismo islámico del que algunos escritores que reciben un sobre bajo cuerda de los jeques y se van a vivir a los palacios de Medina Azahara hacen apología del terrorismo en sus quinta columnas enigmáticas. ¡Cuanta furia traen los papeles! ¡Cuánta infamia! Go digital, baby
Chavicos.


No era sin embargo una forma de bajarse al moro. Todo lo contrario. Era volver a las raíces perennes. Precisamente fue en Iliberis o en Iliberris y luego Elvira que comenzó la larga andadura de la cristiandad en la nación española. Allí fundó uno de los Siete Varones Apostólicos, San Cecilio, la primera diócesis. ¿En Iliberi o en la vecina Acci a la que los árabes renombraron por Wadix el Guadix actual y también obispado venerable e importante seminario hoy sin seminaristas? Allí aprendió las primeras letras uno de los grandes impulsores del periodismo español: Juan Aparicio y maestro de tantos y tan buenos profesionales. ¿Don Juan era de Murtas? ¿De Castiñeiras? ¿De Trevelez, el pueblo más alto de toda la Iberia, buen jamón para pasarselo por el pico a los que abominan del jalufo, que será impuro el animal pero están buenos hasta los andares? ¿O de Lanjarón? Sobre las haldas de los escarpados montes que hacen pensar en las laderas de un nacimiento de chocolate.  Va a nacer el Niño y yo no tengo que llevarle. Pero voy pa Granada en busca de las nochebuenas del recuerdo que quedaron colgadas de las crestas penibéticas, verdadero lomo del mundo. Alto faro de la España Sagrada.
 ¿Cómo renunciar a nuestras creencias seculares y columpiarnos de las lianas de la apostasía? Granada es baluarte de mi fe. Por eso hoy Nochebuena de 2004 me pregunto si no vendrá de esa querida tierra que recuerda al paraíso terrenal  si no vendrá de Granada este dulce sentir. Es la llamada del Portal. Vamos pastores vamos.  No puedo menos de evocar aquí a don Juan con su cara de luna con su  mayestática verticalidad. Sin embargo, está a punto de nacer el niño y yo no tengo que llevarle. En mi ruta me cruzo con cuadrillas de gallegos que vuelven de segar y cohortes de cortadores de cabezas. El Amazonas está en Madrid. Todos los cortadores de cabezas han aterrizado en ésta en vuelo desde los Andes. El alcalde Gallardón les abrió la puerta. Ladrones y carteristas rumanos por todas partes. Cuatreros de automóviles que llegaron de allende el telón de acero. Vamos, pastores, llevemos requesón y miel al Portal de Internet huyendo de la barbarie. Allí el Amor yace reclinado entre pajas. Nos bendice desde el pesebre de una página Web.
Mas como soy perro chico y hombre despreciable ya no tengo quien me sueñe, ni me cose ni me lave. Tampoco tengo nadie que me publique a no ser el bueno de Navas. El furor uterino relincha en las esquinas entre los ollares de las yeguas del recuerdo que hembras al fin y al cabo se dedican a pisotear los cuadernos de las antiguas partituras en cuyos neumas antiguos se guardaban los secretos de los antiguos cantos. Ahora no valgo un chavico. Ya valdré más. Y tú no ates moscas por el rabo. Satanás, a ver si te callas. Pronto sonará el grito de vayamosle a enforzar.
En una ocasión le vimos llegar, la poderosa testa de patricio romano, la voz clara, el pensamiento jonsista y fundador, el aire cansado de bregar por los caminos de cabra de la política, y por arduas sendas  de la Alpujarra, con su cachava y su oronda humanidad a la redacción de SP que estaba instalado en el suburbio de los traperos, un garaje allá donde la barriada de Estrecho perdía su honesto nombre, en la calle de Santiago Cordero; fue todo uno quitarse el sombrero de felpa, enjugarse el rostro con un pañuelo de hierbas, y decir:


-Vengo de mi Penibética.
Detrás de este barrio trapero había unos descampados solemnes e intransitados del amor, un poco como el pícaro Cerro la Plata, lado norte, donde tusonas misericordiosas te echaban una firma y te hacían un favor a duro el cuarto de hora. Las putas y los periodistas y los curas preconciliares siempre vivíamos contiguo según la tradición del medievo. En residencias pared de por medio. Entonces las chicas eran de pago y no había tanta violencia de género. Ahora ya no. Ahora cada oveja con su pareja. El perfil de los tiempos es más recio. No está el manto de Magdalena para tafetanes, ni el verde para pitos, ni el alcacer para zampoñas. Solía decirse.
Escritor siempre de luto
Creo que fue Martínez Mena, un señor que siempre vestía de negro, por sus lutos constantes -se le había muerto la suegra y acababa de enterrar a su padre y a su madre- y que escribía unos cuentos y unas novelas que ahora se dejan leer con delectación melancólica, el que le trajo una gaseosa del bar del Tino y el escritor, el periodista, que había venido a ver qué hacía Rodrigo Royo con todos aquellos chicos con ganas de meter caña - una juventud venía pidiendo paso y Juan Aparicio era un chaval de 75 años- bebió con delectación toda una jícara. Sed de justicia social. Ansias de España que siempre acaba matando a sus profetas y dando la espalda a sus verdaderos hijos que depositan en ella su corazón. ¿Cómo aventar el polvo de nuestras perfidias iconoclastas y sacudirnos las alpargatas en el camino?


No es que don Juan hubiese hecho todo el itinerario desde la Sierra Nevada nativa per pedes Apostolorum sino que le había rendido su caminata desde el metro hasta aquel cuchitril entrañable y en aquellos tiempos con los ardores de julio mesenterio (entonces hacía mucho más calor en Madrid y los veranos eran veranos). Estaba jadeante y creo que Juan Santiso le hizo una foto y yo una de mis primeras interviús nada menos que a don Juan Aparicio una institución en las letras hispanas y sin embargo hombre sencillo el fundador del “Español” que no se cansó de repartir juego y trabajo abriendo tantas sendas y perspectivas a los que empezábamos. Era hombre que congregaba en vez de disgregar. Ya quedan pocos periodistas así con una sentido de corporativo amor al cuerpo. ¿Vendría de Granada aquel lejano sentir? Yo jamás la vi. Ha sido un poco mi condena, como dijo el poeta, de ser ciego en Granada. Pero de García Lorca no nos vamos a poner a hablar aquí. Me machacaron ese nombre desde niño sobre las orejas y tengo los tímpanos destrozados de tanto oírlo. Más tarde he llegado a descubrir que no es tan buen poeta como dijeron.  Que nos lo pudieron en los cuernos de la luna. Más que un escritor, dramaturgo bastante bueno que sobresalía del montón, era la bandera de un ajuste de cuentas. Cuando el Arte se confunde con la Política es como esa razón que cría monstruos. Estos odios nos conducirán de nuevo a los aguafuertes de Goya. Juan Aparicio fue en un mi vida como en la de otros muchos que empezamos mucho más significativo.
 El granadino perdonó mi bisoñez y mi nerviosismo y me dio uno de esos sabios consejos que se olvidan difícilmente:
-Mire, joven, el periodista es mitad tesón, mitad olfato y una quinta parte de mala leche. A la noticia hay que darles siempre la vuelta como a las tortillas. Siempre escriba un poco al refez y al desgaire y como quien no quiere la cosa. Creo que siempre tuve buen olfato pero me faltó la mala hostia. La candidez de paloma- ese creer en que to er mundo e güeno- creo que fue mi perdición. Pero no crean también poseo mis propios recursos y estoy vacunado contra esas miasmas. No soy un iluso.
Don Juan era accitano y se desmarcaba ya en aquellos tiempos por su buen decir y su elegante prosa cuajada de archipámpanos y de citas al quiebro. Nos enseñó a capear los cuernos del morlaco de la censura. Hoy ya no se escribe de esa manera y los censores hogaño comparados con los pastueños mansos de entonces son miuras astifinos que casi ni se pueden torear. ¿Qué fue de aquella vieja libertad? ¿De aquel compañerismo? Los profesionales de entonces se han convertido en amanuenses a sueldo del Gran Hermano. Es un señor en el curul potestativo sentado y no os dejará pasar ni una. Gobierna gracias a un invento muy suyo que es el terror y esparce el humo de la confusión para no dejar pistas. Si le cantas las verdades, dices que eres un instigador del odio, y esparcidor de la cizaña xenófoba. Hay temas que no se les puede ni tocar. Son sus comodines. ¡Ay de ti si le pisas su parva! Con los tontos hace gavilla y la ignorancia es su caldo de cultivo particular.
Miedo
 No se le ve. Hoy hay miedo. No existe apenas sentido del humor y en las redacciones había un perenne cachondeo. Frente al envaramiento actual eramos como más fraternos. Pocos pájaros hogaño quedan en los nidos de antaño.


 Se trata de explicar el mundo de una forma demasiada simple y escueta a lo norteamericano cuando la vida tiene tantos recovecos y es tan compleja. Siempre me ha aburrido ese estilo anglosajón. Por ejemplo, el NYT sin el que no podía vivir mi admirado Manolo Blanco Tobío- tenía que tener un ejemplar de ese diario junto a la taza de su desayuno- es de un estilo ramplón y pedestre. Estilo periodístico convertido en prosa curial. Con las galeradas de la mentira se hacen pajaritas de papel y galernas que se transforman en tempestades en lejanos puntos. Hay que vender armas. Muñir revoluciones.
Lo objetivo nos esclaviza. Lo subjetivo nos hará libres. Yo prefiero el candor de las parábolas evangélicas a lo abstruso del pensamiento de Kundera. Y candorosa y evangélica es aquella Penibética que traía don Juan en su semblante paternalista. No se quitaba la camisa vieja pero la de don Juan no era azul sino negra.
 Cuando yo le conocí ya iba camino de la edad provecta pero seguía conservando aquella voz clara que parecía brotar de los manantiales de Lanjarón y era tan cristalina como su pensamiento. ¿Vendrá de Granada este dulce sentir? Cerca de la puerta de Elvira estuvo el hontanar de nuestra civilización.
Otros aseveran que la piedra fundacional, la roca del nuevo Israel sobre las raíces de  la cepa ibera fue colocada en Avila cerca de Mingorría por el obispo san Segundo que fuera discípulo de san Pablo. Nos cuadran nombres vascos. ¿Toda España fue Vasconia en la remota antigüedad o fue la cosa al revés? ¿Vendrá de Granada este lejano sentir? Yo jamás la vi.
Al volver a Granada no nos bajamos, por tanto, al moro sino al cristiano. Al conquistar esta plaza los Reyes Católicos después de 777 años recuperaron el talante de nuestros ancestros. Una forma de ser. Es el espíritu ibero que cabalga entre la niebla de los años perdidos desde la Puerta de Elvira hasta la de Bibarrambla.
Y allí habló un alfaquí de barba florida y cana. Me vienen pujos del romancero al evocar aquellos versos que yo escribí recorriendo los claustros de Oxford.  Iliberri con su poder evocativo forma parte de la España sagrada. Volver a Granada por tanto significaba algo más que la letra de una canción de Miguel Ríos que nosotros empezamos a canturrear desde el corazón. Todo es como un gran popurrí, una bella jarcha a ese laberinto español, esa empanada mental que llevamos dentro. Al que amamos y al que ay también maldecimos pues lo desconocemos. En el pináculo del Mulhacén se encuentra nuestra aula mater. Montañas nevadas, banderas al viento sí, y una ilusión en el pecho. Soy cristiano y no me arrepiento de proclamar esta fe vieja. Lo sé. I am the odd man out pero siempre me gusto ir contra corriente.
El adopcionismo y los Beatos


Conviene tener presente que Granada es incluso anterior al catolicismo romano y a los canónes puesto que la fe en Cristo llegó a España por el sur, no por el norte y lo trajeron patriarcas bizantinos y los varones apostólicos estrictamente judíos. De ahí esa tendencia que tuvo esta religión entre nosotros a la herejía (Prisciliano, los donatistas, los arrianos, el adopcionismo típicamente hispano) pero ya lo decía san Pablo: “Opportet haeresses esse”. Sin herejías no vamos a ningún lado. Del alma contestataria  de España surgieron muchos gigantes. Iliberri, nombre vascongado, quiere decir libre y de accitanos y de libertarios aquí todos tenemos algo. Nos derrochó la noche y somos hijos del sol.  Córdoba áurea y senequista que nada tiene que ver con esos licurgos y zoilos, perros de muchos collares, que se amariconan y sodomizan entre sí, cálamo currente, chorreando sangre y lefa, no me habléis de cuestiones tan aljamiadas. Yo pienso en san Leandro y en san Eulogio y por supuesto en la sangre virgen de Pelayito de Tuy, el hijo de aquel obispo que no quiso renegar. Profanaron su cuerpo. Le hicieron cuartos y lo arrojaron al Guadalquivir.  Crudérrimos califas a los que ahora les dan bombo y pasan de tolerantes. ¡Qué va! Son cosas del nuevo talento y el talante. ¿Quién no teme al Bambi feroz? Manguemos de nuevo los astiles y paguemos al ulema su soldada. Tengamos apresto el mangual, por si acaso.
Hubo una época de oro en la historia de la iglesia, la de los mártires. En aquel tiempo los perfectos de media cristiandad miraban a esta ciudad como puerta del cielo y hacia ella se acercaban peregrinando a tierra de moros en busca del martirio seguro. Esa creencia, una constante en la alta y baja edad media, llega hasta los años de Teresa de Ahumada. Ella se escapó del hogar en compañía de su hermano  Rodrigo a tierra de moros. Iban buscando la rueda de Santa Catalina con sus cangilones de oro que portan los ángeles y en cuyos giros y evoluciones de convólvulo abren la puerta del paraíso. ¡Qué envidia me dan! Hoy ya nadie quiere derramar la sangre por el Salvador. El cielo de Andalucía está empedrado de cornelinas. Todas las gemas del cielo brillan con luz propia. Son los cuerpos de los mártires que rutilan transformados en luceros.
Han colocado cipos en la Ruta de la Plata la que nos conducirá a Iliberis por las strata con sus puentes, sus piedras cinerarias, los templos y edículos del camino con el óbolo a los dioses, los pozos de mi sed, el polvo de las cunetas cubriendo las cáligas y crépidas de los legionarios romanos. Curiosamente los “ferentarios” o fuerzas de choque de estas divisiones no hicieron la guerra con bota sino en alpargatas. Detrás de sus estandartes caminamos. La cohorte avanza detrás de los équites de Germania. En los macutos de estos mílites que provenían de Dacia y de Constantinopla vino la cruz de Cristo.


Fueron encontrados anillos signatarios de los centuriones en los que se esculpía el “ixthios” o pez eucarístico. Pero también las excavaciones atestiguan que el proceso de romanización y de cristianización fue lento. La moneda en el interior de algunas calaveras confirma la creencia de que Roma enterraba a sus difuntos metiendo una moneda al muerto entre los dientes para pagar la soldada al barquero que nos pasará a la otro orilla, esto es, a Queronte.  Y a los pies de la sepultura queda siempre un ánfora sepulcral, alguna figurilla de Baco con un odre de vino a mano, las efigies de Venus, algún sátiro. Incierto más allá, pero Roma creía en la vida después de la muerte a través del amor a sus difuntos. El Lacio sentía henchirsele el corazón de vida eterna. Construía siempre no de cara a la galería como algunos arquitectos pelanas sino pensando en la eternidad. Ciertamente, es cosa de admirar esta “cupiditas aedificandi” de los “structores” de Roma.
Prédicas
 Eso hizo más fácil las prédicas en España de San Pablo y de los Varones Apostólicos. La taxonomía evángélica fue calando poco a poco. Proceso de ósmosis ¿Vendrá de Granada este lejano sentir? Soy cristiano pero esta fe no presupone a mi fe contra las deidades antiguas de mi tierra ancestral. Antes bien, las complementa. Creencias y supersticiones las arrastro, pues, como todo español, en la masa de mi sangre.
Hay lugares mágicos, centros que salvan y ciudades como Granada donde uno se encuentra bien. Además reconquistarla costó mucha sangre. Pingan de las almenas y matacanes los estandartes del valor. Y yo necesito mis tégulas, mis idolillos y mis rosarios para ir tirando. Me parece una aberración la idiosincrasia de un Dios a palo seco en las alturas que te habla desde una nube o desde una zarza incandescente.  Estos dioses míos, mis santos del día - los españoles tendríamos que canonizar a ese santo y sabio abad que fue fray Justo Pérez de Urbel que nos regaló con sus menologios, sus leyendas áureas, y que cada día tenga su patrono, no dejen, cuando me vaya, de pagar el gallo que le debo a Esculapio ni de ponerle perejil a san Pancracio para que nos toque la lotería- que me libran de capillas sin altares y días a palo seco. Aquí no somos jansenistas. Llevamos mucho cascajo romano metidas en las sandalias, como chinas en el zapato. Somos masoquistas hechos del barro. Nada humano me es ajeno y de vez en cuando es necesario que haya herejes. Los desvíos ayudan a encontrar de nuevo el camino. La lectura de las epístolas de san Pablo no me harán apostatar como a Lutero sino que me conducen a Granada. Opportet haereses esse. Conviene que haya herejías pero no me den telepredicadores norteamericanos que es lo que más aborrezco en este mundo. Que alguien alce el gallo y lleve la contraria. Un mundo monocorde es muy aburrido. La historia de la Iglesia no es pensamiento único. Esa es una de las mayores grandezas. Los monolitos me asustan. Cosas de un solo bloque como la piedra de la Kaaba son profanaciones dogmáticas de la solemne libertad.


Nos gusta construir casas y afirmar esquinas. Ese legado romano pervive también en la raza o si no fijense en que ahora aquí y ahora todo está montado sobre este andamiaje de ladrillos y adobes. Edificadores somos piedra a piedra de la casa del señor. Cristo es el gran aparejador. Queremos se conserven las diócesis de la Penibética, la Tarraconense y la Lusitana y que no vuelvan las coras (división territorial muzlamita). Nos llamarán rumíes[1], nos llevarán a las hijas al harén, retajarán nuestros cuerpos pero nunca nuestras almas. Esta es la historia de una vieja lucha con improntas en la historia de recuerdos trágicos. ¿Por qué volver de nuevo a empezar? Murallas de Paparanda, guaridas de libertad, lejos estáis de mí. Lo primero que hicieron los conquistadores tras Guadalete fue cambiar los nombres de las calles y cambiar las toponimias. Iliberis se convirtió en Elvira y más tarde en Medina Hadira. Granada. Poco a poco se fue degradando por estadios: urbs, civitas, populus, mansio a orillas del Darro y el Genil. En el Sacromonte se encuentran las cenizas de nuestros santos. De los que dieron testimonio. Hay citas de esto en el códice Ihata escurialense que incluyen los nombres de los primeros obispos de Iliberis después de san Cecilio del que se dice que era ciego y que curó su ceguera cuando Cristo le impuso las manos. Pero ya les iré contando más cosas de este reino apasionante.  Basta por hoy. Acepten sinceramente esta carta de Navidad de quien todo el empeño, el mejor talante, les desea parabienes en la nochebuena y unas Felices Pascuas. Seguiremos con el tema otro día.

   Los orígenes del cristianismo en España II
CÓRDOBA LA MÁRTIR Y LA SULTANA. EL CORÁN NO PROHÍBE MATAR.
Antonio Parra

  
Los episcopologios de Iliberri e Hispalis atestiguan que san Cecilio fue la primer mitra de esta sede, fundada supuestamente por el propio san Pablo. Una leyenda muy bonita cuenta que éste era un mudo que siguió los pasos del Señor cuando predicaba por los caminos de Galilea. Jesús le curó de su enfermedad en uno de sus muchos milagros, lo mismo que su hermano Tesifón, otro de los varones apostólicos, que era ciego. A ambos les ordenó sus discípulos en la segunda leva de los 72 que hablan los Hechos y acompañaron a Santiago en su primer viaje a Hispania donde estaba Iliberis, la ciudad sagrada por excelencia de los iberos.


Allí consiguieron la renuncia de sus moradores a los ídolos. El Códice Emilianense del Escorial cita como sucesores en el obispado de Cecilio a Gaponio, Batonio, Ascanio, Leubesindo, Eucario, Aganio, Trectemundo, Arginamdonio.
Todos estos nombres cubren esa larga azeuxis o hiato cronológico de los primeros siglos del cristianismo que median entre el siglo segundo y el octavo. Iliberris tuvo fuertes relaciones con la silla de Gerona y la de Tarragona, así como con Toledo e Hispalis. La historia tuvo sus días y sus fueros y en este tiempo todo está bastante confuso. Las sedes episcopales eran independientes o iglesias autocefalas. La primacía no la ostentaba Roma sino Bizancio y los patriarcados de Antioquía y Alejandría. Los concilios para ajustar las normas de la fe y la conducta eran frecuentes y a uno de ellos, el de Nicea, Hispalis envió al presbítero Osio, un poeta. Una composición suya se adoptó como Símbolo de nuestra religión y es el Credo que los cristianos después de casi diecisiete siglos.
Nuestra religión se abrió paso en medio de grandes debates. Aquí el arrianismo por ejemplo caló hondo y picó alto pero Isidoro se convierte en campeón de la ortodoxia con sus “Etimologías”. Eulogio de Córdoba y san Leandro cierran filas entorno a él. Una reflexión sobre las ponencias en los diferentes concilios de Toledo, Tarragona, Sevilla y Zaragoza, Sevilla y Elvira, en uno de los cuales se adoptó la norma del celibato para los clérigos nos da la clave de por qué hubo aquí tantísimo debate. Es bueno que surjan herejías y aquí a los españoles de la España Sagrada nos gustó siempre discutir pero llegó el Bambi Feroz y se acabó la tertulia. Pasa siempre. Los dulces trenos y las bellas palabras del coloquio concluyen bajo la cimitarra de Almanzor o el mangual de don Pelayo. La letra con sangre entra. No nos engañemos. No hay más cáscaras. No vine a traer la paz sino la guerra.
Tengo que luchar en este día a día de la vulgaridad contra muchas simplezas y puerilidades. El personal se descuelga con salidas de pata de banco. Para consolarme vuelvo a la Vida de los Santos. A san Leucesquinto tomemos por caso. Fue un diácono que fue martirizado en Anfitrio, la antigua Hita, en tiempos del emperador Domiciano. A este testigo de la fe se le cita en los anales del concilio de Elvira el año 305. Era costumbre en la ortodoxia. Y de ello habla el griego Kazankakis. La hueste cristiana cuando el turco llegó de Anatolia iba de un lado para otro con las reliquias de sus santos a cuestas.
Córdoba y el símbolo de la fe


¡Viva Osio, columna y sostén de la iglesia! Otro santo importante entre los mozárabes que redactó la profesión o “confessio” nicena para llamar herejes a los arrianos que no creían en la Santa Trinidad. Atanasio lo defiende pero - lo que son las cosas- dicen que a última hora, llamado por el emperador Constancio a Milán, bandeó y se hizo amigo de los que combatía, los obispos Ursacio y Valente. Por ello la iglesia latina no llegó a canonizarlo aunque de Osio habla primores san Atanasio. El menologio griego nos dice: “et Osius obiit in exilio”. El cordobés nunca regresaría a Córdoba desde su destierro de Simio.
 Le sucedió en la sede iliberitana Gregorio el Bético patrono de la ciudad de Granada y que debió de nacer hacia el año 300. Fue un tiempo de grandes disputas teológicas, este de la azeuxis, del gran hiato en los anales eclesiásticos y ahí tenemos al antipapa Ursicino combatiendo al papa san Dámaso. Y hay quien nos dice, pues las crónicas son muy oscuras, que este Gregorio se contaminó de arrianismo pero que una vez se le salió la lengua de su sitio, pero se le apareció la Virgen y tocandole la garganta con su manto volvió a recuperar las cuerdas locales y se hizo católico.
Se le cita en unas cartas que escribió a Potamio ob. de Lisboa. La esposa del emperador Teodosio le encarga que escriba un Tratado sobre la Trinidad que le hace ser blanco de malquerencia y persecución por parte de la arriana secta a la que combate con toda esa furia de los conversos. Puede que fuera un hombre de temperamento agresivo y extremoso, imbuido de un cierto catharismo o anhelo de perfección. Mala cosa. Cuando en la iglesia se habla de una vuelta a los principios, a la pureza de la fe, hay que echarse a temblar. Pronto rodarán cabezas y correrán ríos de sangre Hay en el anhelo místico una cierta inhumanidad y esto va con las predicas de Cristo que quiso encarnarse en la textura de nuestra piel, hecha del barro. Hay un rescripto de Teodosio en que se cita a este obispo que predicó el regreso a los orígenes y, desengañado de las cosas del mundo, predicó la huida al desierto, como tantos y tantos santos mozárabes, patronos de nuestras villas: san Frutos, santa Casilda, san Valero el Ventolera, san Eulogio y otros muchos bienaventurados locales de procedencia oscura en cuyas hagiografías la realidad se mezcla con el símbolo. Pero a mí que no me vengan con historias. Estas dulces mentiras o medias verdades se nos convierten en verdades enteras que nos ayudan a vivir y a ir tirando. La Virgen de mi pueblo es más guapa que ninguna y tuvo el desparpajo de decirla a la del Pilar que si tú eres aragonesa, yo soy segoviana y con sal. ¡Anda!


Pusiste, Señor, miel hiblea en los labios del salmista y con sus palabras te cantamos. No interrumpan los coros el suave concento de la belleza. Y si la miel la buscaban los emperadores en Sicilia o Hiblea la sal la portaban de España a Roma aquellas naves onerarias en los que se pagó el pasaje a los apóstoles y predicadores, hemos de estarles muy agradecidos de por vida. Nos enseñaron el Evangelio. A leer y a escribir.  Gracias a ellos fuimos tirando hasta los tiempos de Juliano el apóstata. Va de traidores.  Porque todos los traidores se llaman así pues fue un conde Julián que entrando en tramas con un obispo libelático y judaizante, un tal Oppas, quienes llamaron a Tarik y su hueste en una tenida que hubieron con los de la sinagoga de Gibraltar. Y desde entonces para acá lo de Gibraltar trajo cola. Es todo un símbolo para blandir contra nosotros que agitan las aguas negras del río del odio a la cristiandad.
Acci fue la madre de las siete sillas apostólicas. Ya decía yo que en don Juan Aparicio cuando vino a vernos a la paridera en el que tenía su redacción el primer periódico para el que trabajé tenía algo. Fue la sede primada en el mundo visigótico. Uno de sus templos levantado sobre un ara romana es uno de los más antiguos del país. La mandó hacer  la reina Gudiluva esposa de Witerico en honor de san Esteban Protomártir.  Corría el año 607. En los sermones, homilías y comentarios que escribió en su España Sagrada en 1173 se manejan todos estos datos.
Más obispos mozárabes: Aganio, Argibandonio, Alan, Ceterio, Trectemundo. Este último es significado porque era amigo de Oppas y en su pontificado en los tiempos de Witiza el reino godo va a convertirse en campo de Agramante de una invasión africana en la que hay que darlo todo por perdido. Parece ser que Trectemundo ofreció una resistencia contumaz al invasor y tuvo en su obispo un verdadero defensor de la fe y caudillo. Predicó contra la glotonería, el lujo desmedido y la insolidaridad de los condes que vivían en la molicie y despreciando a los pobres entablaban pactos y consensos con el invasor sarraceno. Este obispo de Iliberris o Elvira es una voz solitaria que se alza contra el invasor. La relajación de las costumbres ocasionó que la gente no tuviera conciencia y que se hicieran encubridores y cómplices de los moros. Éstos utilizaron una táctica desde el principio que fue entrar en tratos con los judíos que se infiltran como quinta columna en el seno de las parroquias. Allí alcanzan grados eclesiásticos y a algunos les ordenan obispos. Desde su sede e imbuidos de autoridad mandan acatar las órdenes del sultán y de rendirle pleitesía.


A cambio los muslimes, en un primer estadio, y merced a estos “infiltrados” y sus corruptelas, alegan respetar la libertad de cultos mientras los cristianos les paguen pechas. Más tarde, poco a poco vendrá la persecución, se cerrarán los templos, y se los declarará fuera de ley y de la jurisdicción y la cora. Se les denominará perros, sus posesiones requisadas y sus mujeres tomadas por esclavas. Esa fue la pauta. Primero caballos de Troya que salen del buche de cartón y se deshacen en elogios y falsas promesas de respeto a las libertades hasta que venga la tiranía. Por lo demás, la simbiosis del hebreo con el sarraceno no deja de ser axiomática y misteriosa. Entre ambas comunidades las cañas se volverán lanzas y contra los pobres judíos arreciará el hostigamiento.
Así fue la ocupación
Una época dorada de armonía a la que sigue otra de recelo y de franco rechazo. Parece su sino. Siempre se acogieron bajo el amparo del califa marroquí o del sultán otomano pero el judío sin el cristianismo nunca podrá vivir. Es un poco su razón de ser y de esa manera los pactos se vuelven contra sí. De modo que la cosa tiene todas las trazas de una verdadera maldición bíblica. Ahora esos enjuagues que todos teníamos olvidados han sido gurguciados o escupidos de la boca del buitre maligno que ha vuelto novedosas las guerras de religión. Es un odio de siglos el que está sobre la mesa en ese afán de su soberbia que les obliga a demostrar que siempre llevan razón. ¿Por qué esa manía de probarse a sí mismo? ¿No nacerá de un sentimiento de culpa o de un estrato subyacente de inseguridad? Pegarán fuego a este planeta para explicar a las generaciones venideras que ellos llevaban razón, que portan en la frente el signo de los elegidos. Este orgullo- atención- tan insensato como temerario puede conducirnos al apocalipsis. El infierno está empedrado de buenas intenciones.
La ocupación de España fue cosa de pocos meses. Los bereberes africanos entraron a viña vendimiada con la catolicidad desavenida y confundida. Es posible que al principio hubiera cierto eclecticismo del agareno sojuzgador pero a la larga  impusieron su fe al filo de la espada. No tardaría en producirse esa reacción. Hubo un clero sano, no corrompido por los dineros del tropel hebreo ni por el miedo a proclamar su testimonio en Nuestro señor Jesucristo, que se adelantaban a los invasores ocupando puestos claves en la municipalidad de las ciudades a punto de ser entregadas o “liberadas”, que huyeron a las montañas de Asturias con las cenizas de sus santos en las urnas cinerarias y los libros sagrados. A Ceterio y a Sinderedo de Mérida, queda constancia en la Emilianense y de ellos también el moro Abetaric [por todas las trazas un aljamiado godo que se convirtió al Islam]  que, reacios a sancionar los pactos de su obispo, Octogerio, con los muslimes del cadí Tarik, emprendieron la ruta del norte. Abetaric escribió una Crónica de la Destrucción de España. En todas las coras o territorio ocupado las jarchas o contribución habían de ser pagadas. Las cargas fiduciarias fueron aumentando a medida que el califato aumentó la presión hasta convertirse en algo denigrante como pudo ser el tributo de las Cien Doncellas, así como la chiza o tasa de capitación.


Un tal Fandino traicionó a Witiza y el conde Teodomiro selló con el Moro Muza un acuerdo de amistad abrazando la religión mahometana. El nombre de este caudillo tornadizo anduvo después metido en las revueltas de Ali Hakem, que encabezó una revuelta contra el califato. Se dice que estos mozárabes de oculto seguían practicando la fe. A medida que aumentó la presión hacia el norte, el Islam, más seguro de sí mismo, empezó a estrechar el cerco y a ceñir más el dominio sobre los cristianos. Cataluña se rindió y la morisma llegó hasta Carcasonas. Y al escribir esto, percibo los ecos de Carlos Martel y de la Chançon de Roland. Hermosas canciones épicas que nadie canta ya. El pueblo no quiere saber. En un gesto suicida o en un mecanismo de defensa reflejo acepta lo que le digan.
Asturias y Galicia, firmes
Únicamente Asturias y Galicia no sucumbieron a esta actitud de derrotismo generalizado que se apoderó del ánimo de los habitantes de la península ibérica ante el empuje de las algaradas. Milagrosamente, tras los montes de León se conservaron algunos monasterios herederos de la tradición de la Tebaida del Bierzo y uno de ellos fue el de Liébana. Los monjes siguieron entregados a las discusiones de teología abrazando por ejemplo algunos errores como es el adopcionismo típicamente mozárabe, creencia según la cual Cristo no era sino hijo adoptado del Padre. Contra esta secta escribió el monje anónimo de Liébana que estaba en contacto con otros monasterios carolingios y la importantísima escuela de York escribió sus beatos. Son comentarios al Libro del Apocalipsis con pinturas miniadas que revelan la creencia de que el terror muslímico anticipaba el fin del mundo. Se conservan algunas cartas del presbítero Milenio contra los errores arabizantes y judaizantes que debieron ser legión en las iglesias cristianas sometidas a la férula del islam. Pero hay todavía jusrisperitos, astrónomos y calendaristas que se entretienen escribiendo sobre la fecha de la celebración de la Pascua. La iglesia se ahogaba en cismas y lentamente las bellas iglesias mozárabes fueron siendo cerradas. De Toledo para abajo no quedó ni una de estas construcciones sacras. El moro acabó con todas las aras. Serían derruidas por el furor iconoclasta de los almohades que no eran precisamente un modelo de tolerancia, en contra de lo que están escribiendo por estas fechas don algunos cronistas cuyos apógrafos son piedra de escándalo. No todos podemos vivir en la plaza pero en lo que nos quede de resuello seguiremos defendiendo la verdad y la justicia. Yo no vendo mi pluma a nadie ni me hago de pencas. Muchos confunden el ejercicio del periodismo, de la historia y de la literatura con la propaganda. Nosotros nunca. Por eso nos diferenciamos de los gusanos “goebbelsianos”, jeques, intereses de grupo, logias. No fui nunca un hombre de capilla. Ni hacemos a pelo y a pluma. Con su plan se lo coman y que su dios les valga.


Yo que no pertenezco a ningún pesebre proclamo estas verdades de puño. Soy la voz de mi conciencia y el eco de esa España Independiente, el grito de Juan Español que sabe e intuye pero al que desde arriba siempre se le ha mantenido a oscuras y a blanca. No es recomendable la manipulación de los anales patrios porque más pronto o más tarde tendrá que saltar la luz.
Otro de los grandes traumas religiosos, amén del adopcionismo y del arrianismo de los monarcas visigodos, fueron el nestorianismo introducido por un presbítero egipcio en el que se inspiró Mahoma y el pelagianismo galaico que negaba el pecado de Adán. Las cartas del papa Adriano condenan a todos estos heresiarcas. Elipando el adopcionista era obispo de Toledo. Pero la oveja negra del grupo será un tal Samuel, lacra del catolicismo mozárabe, el cual publica un rescripto ordenando la sumisión del clero cristiano y la designación prelaticia al califato. Este servilismo y el escándalo de que con Sansón y otros de su calaña estuvieran vendidos a los musulmanes obligó a muchos fieles a desear la palma del martirio. O bien emprender la ruta del norte. Las crónicas refieren que este Sansón fue ungido prelado en la iglesia de San Acisclo de Córdoba pero a la liturgia no acudió nadie.

Apocrisiario
Con él empieza una lista de obispos mercenarios y simoníacos, aspecto de corderos disfrazados de lobos rapaces y malos pastores que influyeron en la desbandada de la grey. Ejemplo claro de esta saga era Sansón del que se dijo que a pesar de ser hombre dominado por todos los vicios alcanzó la mitra de Elvira. Tenía un harén, negaba la resurrección de la carne y en uno de los pocos casos de nepotismo ordenó de clérigo a su hijo Hostigo. Este personaje se rapó la cabeza como los mahometanos y un Viernes Santo en San Acisclo abjuró públicamente de la religión de Jesús abrazando la del Profeta. Murió en 864 después de haber perseguido con furia a sus correligionarios. Sansón pessimus fuit qui sub praetextu episcopi eliberritani Ecclesiam suam diuturno tempore inmundissime pressit[2]. Fue sucedido por Reculfo de Cabra, Beato de Écija y Nefridio que asistió a un concilio en Córdoba  cuyas actas se conservan en la Catedral de León. Todas sus mitras fueron libeláticas, esto es: para conservar la vida se avinieron en obediencia a los dictámenes coránicos. En capítulo aparte, más adelante estudiaremos este fenómeno que es singular veta atávica de la mozarabía, tan contumaz como independiente del criterio romano, y más en sintonía con la iglesia griega.


El más interesante de esta lista creo que es Recemundo con cuya mención termina  la Emilianense haciendo una recopilación de las tres sedes más importantes en aquel entonces. La hispalense, toledana e iliberritana. Este obispo cordobés vasallo del califa Abderramán III figura en la Crónica carolingia de la vida de san Juan de Goertz c. 966. Fue un apocrisiario a la manera bizantina. Presidió la legación diplomática del califato a la corte del emperador Otón el Grande. De él se ha escrito bastante y creo que es el protagonista   de una excelente novela histórica que firma José Tomás y que mantiene un gran interés en la actualidad.
Debía de ser un hebreo [lo que casa con la idea antes expresada de utilizar los musulmanes al judío en su labor de zapa de la cristiandad] convertido a la carrera a la religión del Crucificado e investido de la dignidad episcopal. Su nombre entre los historiadores árabes salta Rabí ibn Said. Se le confirió el encargo de ir a parlamentar con Otón porque el emperador estaba enfurecido por la sencilla razón de que los moros habían tomado Frejus (Fraxinetum)[3] en el corazón de Las Galias. Don Recemundo o Rabí ben Said fue elegido para la misión junto con otro clérigo cordobés que sabía latín.
El anillo de oro
Los legados embarcan sus acémilas y se dirigen a Aquisgrán. En dos semanas de buen andar estaban allí pero la audiencia tardó en serles conseguida dos años, tiempo que aprovechó el obispo mozárabe en consultar los manuscritos de algunos manuscritos guardados en los conventos adyacentes y circundantes de la ciudad alemana, el “anillo de oro”. Los emperadores germánicos tucvieron por costumbre establecer una especie de glacis en rededor de sus cortes, una especie de monasterios estratégicos donde los monjes se aplicaran al estudio y al rezo por los vivos y los difuntos y en caso de ataque que tales edificios sirvieran de baluarte de su protección personal. Así era la Córdoba precalifal copiando a Bizancio. Los zares rusos adoptan asimismo esta tradición. Moscú estaba protegida por una “anillo de oro” de populosos monasterios y recintos conventuales.
No se sabe del resultado de esta misión diplomática en la que se intercambiaron regalos. Sin embargo, Abderramán III, que era un político muy astuto, en represalia ante esta demora de dos años va a tener a los enviados carolingios, que le devolvieron visita, nueve años esperando a las puertas de Medina Azahara. Se encargó de la misma al abad Adalberto dec rito latino que vino acompañado por  dos monjes, Anselmo y Guido, a la ciudad de los califas.


De Recemundo no se volvió a saber más. Parece ser que fue trasladado a Iliberris despues de haber conocido el boato de la pompa de la corte de Otón y de ser agasajado por el obispo de Metz quien le consiguió una entrevista con el emperador en Frankfort. Sabemos de su presencia allí gracias a los renglones del Anónimo Arnulfense que trata de narrar los episodios de este comisionado entre las dos ciudades más importantes de Europa en el siglo X. El relato está truncado debido a la muerte del autor. Dice que Recemundo era un hombre bien situado pues llevaba todos los negocios de la cancillería de Abderramán III, del que dice que era hombre veleidoso y vengativo. Y, lo más importante, de este judío políglota investido de la dignidad episcopal es que inicia prácticamente la Escuela de Traductores de Toledo.
En Córdoba empezó a funcionar una escuela de traductores de griego y de hebreo hacia el año 950, esto es 31 antes del fallecimiento de Abderramán III, que vierte al árabe las obras más importantes de la antigüedad. En ella trabajaron el monje Nicolás y un judío por nombre Hasadeus o Hasday. Estaba emplazada en el palacio real de Medina Azahara. A pesar del odio hacia los rumíes esta época parece ser que fue un oasis de tolerancia dentro de lo que cabe. Tampoco hay que exagerar pero se permitió el viaje de Rabí ben Zaid o Recemundo hasta Jerusalén de donde se trajo  una pila bautismal de “oro obrizo”.
Simonet lo cita con harta frecuencia en su Historia de los mozárabes en España. Es un caso aislado en la inmensa lista de perseguidos y mártires a manos de los muslimes. Su nombre irá siempre adhibido a las excepciones de los contemporizadores y de los que se libraron del tormento y de la espada. Supo nadar y guardar la ropa. Era judío, claro está.
En general, para entender cómo fue posible que se conservara el cristianismo en medio de unas condiciones tan adversas hay que recurrir a anagógicas explicaciones milagrosas más que cifrarla en la tolerancia de alfaquíes y cadíes. La condescendencia proverbial sarracena de la cual se habla en estos tiempos de integración cultural, mestizaje, globalización y puente entre las culturas es un tópico, amen de un atentado a la verdad histórica. O fue una condescendencia interesada, ya que los cristianos superaban en número a los invasores, todo lo contrario de lo que ocurre ahora, cuando son más y Marruecos está metiendo gente en la península a través de la operación “Tucking in” que cuenta con el beneplácito del Departamento de Estado, de doña Gondoleza Rice y de don Colín, el heraldo de la cultura del melting pot y del poder de los negros. En su juventud no en vano fue discípulo de Malcon X.


. Teniendo por asumido que el islam allí donde llega se impone por la espada la comunidad hispanorromana acató sus decisiones siguiendo el precepto evangélico de someterse a la voluntad del Cesar si no contraviene los mandamientos de la ley de Dios.
Clavígero
La mozarabía siguió escribiendo y rezando en latín. El siglo X cordobés con el recrudecimiento de las persecuciones fue un reverdecer de los grandes capítulos del martirologio cristiano. Citemos sólo algunos nombres que vienen inscritos con letras de oro en el Menologio de Usuardo: Adulfo, Iván, Clavígero, Perfecto, Pelagio de Córdoba niño de corta edad, Emeterio, Celedonio y otros muchos y el culto siguió en algunas iglesias como la de san Acisclo o el monasterio de Peñamelaria. En medio de tan grandes tribulaciones como las de Haliken II algunos eclesiásticos tuvieron tiempo para dedicarse a la astronomía de autor anónimo cuyo apógrafo o copia del texto La división de los tiempos y la higiene de los cuerpos se conserva. Y en las iglesias que no fueron cerradas se seguía celebrando una liturgia al modo cordobés con canon especial en que se hace mención de los santos locales y misas de motu propio. Los breviarios iliberitanos, de acuerdo con los cronicones que recoge el P. Flórez en su España Sagrada, también tuvieron motu propio.


Es importante en esta primera etapa del cristianismo el culto a las reliquias que los hispanorromanos andaluces copian de los griegos lo mismo que la costumbre de Bizancio de enviar apocrisiarios o legaciones a todas las cortes del mundo. En ese sentido el cristianismo inventaría la diplomacia. En Granada se rezaba a san Melitón y san Septentrión, a Restituto, Dextro y Castorio cuyas cenizas se guardaban en el Sacromonte. san Rogelio y san Leovigildo derramaron su sangre en tiempos de Abderramán II. El caso de Prefecto, diácono de la parroquia de  san Acisclo, es singular. Fue acusado de blasfemo por el cadí. Negó por respetos humanos y blandeó ante el juez. A pesar de todo fue colocado en el tormento y condenado a muerte. En sus últimos instantes recuperó la fuerza y confesó su fe y esperanza en el Dios verdadero. Por un misterioso don de profecía que le asaltó en el mismo patíbulo predijo la muerte de uno de los ministros de Al Nassar, un eunuco hijo de una cristiana. Efectivamente, cumplido el plazo anunciado por el mártir, el día de Ramadán del año 850 murió de forma violenta. El cristianismo se sustenta en el milagro y milagroso fue ver aquella floración de mártires que dio Córdoba a la Iglesia Universal. Acudían de todas partes de España y del extranjero a la ciudad  en busca de un pasaporte a la gloria. Confesar a Cristo con su propia sangre les abría las puertas del cielo, precisamente desde la cuna de la iglesia mozárabe. Como san Jorge que cruzó todo el África del norte en busca de la palma del martirio. O Félix y Liliosa, Aurelio y Sabigotona, un matrimonio que procedía de la Tarraconense. O san Leovigildo de Iliberri. Aquellos sí que fueron los verdaderos atletas de nuestra fe. Esta forma de muerte bajo el hacha del virolero suponía una auténtica cancelación de la culpa.
A los cristianos se les ahogaba a tributos (la presión fiscal es una de las características de los jeques árabes amantes del lujo que no sienten escrúpulos de mantener al pueblo en la miseria mientras ellos viven en grandes palacios) y se les perseguía en lo religioso. Además fomentaban la delación y el espionaje entre los autóctonos por medio de los exceptores. Estos sujetos eran temibles. Se trataba de cristianos que vendidos al sultán compraban su vida los malsines dando el chivatazo a los árabes. Esta táctica fue muy predilecta de los otomanos en los Balcanes. No pasemos por alto que la palabra “espía” o spahe proviene del idioma turco. Los insultos y los ataques eran continuos. Por ejemplo, el sonido de las campanas les molestaba tanto a los hijos de Agar que cuando oían redoblar se volvían furiosos y atacaban las iglesias con palos y con palos y con piedras y hasta las pegaban fuego. Es el testimonio de san Eulogio.
Pareja de eunucos que alcanza la palma de la victoria y fueron santos
La historia de san Rogelio y de san Servideo, dos monjes eunucos del monasterio de Parapanda, vico a orillas del Albaicín, que firmaron un pacto de amor para verse en la Gloria, es una de las historias o capítulos más hermosos de la Leyenda áurea. Un buen día estos dos jóvenes que se aceptaron su castración por amor al Salvador optaron por dejar su retiro y llegarse a Córdoba en cuyo aduar en plena oración de la tarde empezaron a predicar y a decir pestes contra Mahoma. Los alguaciles les echaron mano y después de burlarse de ellos llamándolos maricones  los degollaron y arrojaron sus cuerpos descuartizados al Guadalquivir.
Como es sabido, la homosexualidad entre los mahometanos no está penalizada y el Corán que es un Código religioso de placeres sensuales la acepta. En los harenes califatos el amor de los efebos era un capítulo muy importante.  Eunucos y huríes estaban para lo que estaban porque los amos del recinto hacían a pelo y a pluma.


En sus alfeizas contra los reinos cristianos los moros tenían por costumbre llevarse como botín las vírgenes de doce o trece años y los mocitos imbeles. Para el sultán de Estambul la reserva sexual con la que se renovaba y adornaba su gineceo todas las primaveras se cifraba en Armenia y en Georgia. Los griegos han sufrido mucho por ese cabo lo mismo que los antiguos condados castellanos y los reinos de Galicia, León y Cataluña. No deja de ser significativo, volviendo a lo mismo, que el día del Orgullo Gay sea el 26 de junio. En esa fecha la Iglesia venera a san Pelayito de Tuy, niño de coro que fue conducido como eunuco al harén de Abderramán III y que fue martirizado por no querer renegar de su fe. Antes había sido violado por todos los soldados de la guardia del califa. Y por los que pasaban por allí y que quisieran “solazarse con un incircunciso”, para escarmiento y espanto de la población mozárabe. Las actas de estos mártires las recoge san Eulogio en sus Anales Mártires. Ocurrieron tales barbaridades el XVI de las calendas de octubre esto es el 18 de septiembre del año 852. Su nombre está en los añalejos y códices antiguos. Como el calendario de Recemundo. El sofisma es a veces compañero de viaje de la verdadera fe y esto es lo que caracteriza al cristianismo griego que es religión de debate, siguiendo las pautas paulina de opportet esse haeresses. Y en Guadix, la sede más antigua, y en Iliberis y en Híspalis, sus compañeras, hicieron verdadero furor. Hasta el punto de que ni el propio Osio autor del credo niceno se libra de tales inconvenientes

















[1]Nombre despectivo con que denominaba a los cristianos que vivían bajo la dominación islámica en España
[2]Fue pésimo clérigo, el cual bajo el pretexto de ser obispo, persiguió a la iglesia elvirense durante mucho tiempo y de forma atroz
[3]En Fraxinetum o Frejus moriría siglos adelante el poeta Garcilaso tratando de escalar la muralla

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