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domingo, 22 de diciembre de 2013

LA NOCHE QUE LLEGUÉ AL CAFÉ GIJON por Paco Umbral y CELA, EL CAFÉ GIJÓN Y YO por Antonio Parra (un estudio comparativo (I)



 




 

 

 

LA NOCHE QUE LLEGUÉ AL CAFÉ GIJON por Paco Umbral y CELA, EL CAFÉ GIJÓN Y YO por Antonio Parra (un estudio comparativo (I)


 


 


 

 

 

Hagamos con la letra muerta a la crueldad del destino un corte de manga; sólo perdura la literatura que es el alma de las cosas y tal vez ni eso, quizás porque la literatura tenga que ver tanto con el amor. También con el odio y el esplín, cerezas de una misma banasta. ¿Será verdad aquello de que sólo nos salvarán la poesía y el amor al que cantaron los vates que nos precedieron y se sentaron en estos veladores. Paco era un inmortal, un Beaudelaire a la española que espiga en sus rimas y sus prosas las flores del bien y del mal: la vida misma a brochazos como un Picasso al que se le entiende o un genio al estilo de Dalí, al que se entiende más por su caligrafía fina, que sabe distorsionar la realidad sin cargar la suerte ni marchitarla. A lo largo de sus páginas (más de cincuenta libros) exhibe una prosopografía exacta, de modo que sus novelas resultan cuadros al temple y a la vez verdaderos tratados de psicología para una sociedad pero también un soñador para un pueblo. ¿Qué se hizo de nuestros sueños, Paco Umbral? La "Noche que llegué al Café Gijón" retrata aquella sociedad del adolescente que fui con sus noches blancas, el anhelo de leer, de comprar libros y de soñar y de aspirar trotando por los caminos de ese Madrid incierto que va desde la plaza Castilla a Bilbao, a las Ventas del Espíritu Santo y de Chamberí a la Arganzuela, como cantaba el cuplé, cuando recalábamos en Chicote admirando pero sin derecho a consumición a aquellos señorones que se llevaban aquellas putas de lujo sentadas a pie de obra luciendo su hermosura a pie de obra, mujeres caras, aquellas mujeres yeguales, de piernas despampanantes y senos exuberantes como la rubia de Almacord de Fellini. Para, después, a la trasera de la moto de un amigo circular por Atocha a toda velocidad bebiendo el viento. ¿Te acuerdas de cuando entonces, Paco Umbral?

 

 

Fui el otro día al café Gijón y me encontré con tu sombra taladrando los espejos. Me mirabas con aquellos impasibles  ojos  profundos de miope calando hondo lejanías mientras yo tomaba copas con los chicos y las chicas del ayer. Se celebraba una merienda de profesores que ejercieron la enseñanza el pasado siglo. reunión de pastores oveja muerta. Enterraban los rabadanes de la nostalgia la oveja muerta del tiempo que se fue, aunque mientras haya salud, no falten las fuerzas y haya vino...Parecían veteranos de la guerra de Cuba que acababan de llegar de ofrendar una rama de laurel al Cristo de las batallas. ¡Rediez cuánto ardor, cuánta guerra fin de siecle, y hoy hay un encefalograma plano en el mirar, pues lo light es lo que se lleva, carnes magras que guardan la linea y atiborrar los bolsillos que ya los patanes llegan a ministros, mientras tú, niño protestón de derechas,  hijo de padre desconocido, que ocultó el drama interior siempre entre brumas de hastío y truenos de rebelión  nos diquelabas desde la altura de la nube del olvido que te sirve de sudario en el más allá, y todo para nada! Y yo soy un periodista, me rindo, no soy el Guerrero del Antifaz. La luna ha entrado en casa y me mira lo contento que estoy con la barriga llena de ginebra, vapores de alcohol y de exorcismos,  por el montante de mi sobradillo que da al jardín de atrás, esa luna que tu admirado José Hierro cantaba con tanto ahínco y a la que Federico metió en la fragua con un polisón de nardos, nada menos. Allí estaba la hermana de Pepe una señorona como muy bien plantada con cara de bibliotecaria y  asolada por la artritis. Ya todos, clases pasivas. Las palabras podrán salvarnos pero no son más que una locura para escribir epitafios y especular con la sintaxis. Sólo nos salvará la poesía y las musas curativas hacen la senectud más dulce, al menos eso dicen, pero yo, Paco, no guardo rencores y del odio de los literatos que es tan peligroso como el de los conventos librénos Dios. Ahí vamos. Tú fuiste de los últimos héroes de la literatura a los que se contemplaba como subidos a un pedestal mitad sacerdotes, mitad cirujanos y también brujos  que hacían conjuros, antes que llegara el mercado y la apisonadora del pensamiento único. Entraste con tu látigo de letra herido en el club de los poetas muertos. Con tu fachenda de cabo gastador de las musas y con ese vozarrón imponías pero esa actitud no era más que una pose para ocultar tus propias mermas, celando tus trucos. ¿Nos condonarán la deuda las generaciones venideras? Fuiste un mago del idioma que hacía malabarismos con las palabras, eso tan difícil y que ahora no entienden, no saben, no contestan, se muestra abstraídos con el dedito haciendo arpegios sobre el teclado del móvil o del guasap. Analfabetos cibernéticos, un léxico de no más de mil palabras, inmersos en el lenguaje urbano de Manhattan, ensimismados en el autismo de sus mensajes que mandan quien sabe dónde, ferozmente incomunicados en el mundo de la comunicación de banda ancha. Vosotros no conseguisteis ver la pella que se acercaba pero yo os advertí antes del derrumbe. El buen castellano, el mejor arte les suena a monsergas del tiempo de Maricastaña, a estos chicos. Generación ágrafa del mensajerismo grafómano. Recaditos al oído es de niños consentidos, recaditos a la oreja es de niñas sinvergüenzas. Todos son hackers del ignorancia total ingenieros industriales que son unos ceporros. El Supremo los quiere mansos domados por una buena corriente para hacer el gasto en Carrefour. Tú Paco llegaste a genio y alcanzaste el derecho de primogenitura  sin haber pasado por las aulas. Te bastó leer a los clásicos y el fino oído para captar el habla de la calle y sublimarlo, darlo la vuelta para que resultase hermoso y largo como las piernas de Celia Gámez en la blanca doble. Ahí está la Puerta de Alcalá. Muchos nos sentimos reflejados en tus libros que parecen las memorias de un literato adolescente a lo Turguenev y anduviste por la sombra con tu complejo de Peter Pan, no querías crecer y eso era un triunfo. Admirabas a Ramón Gómez de la Serna pero tu obra no está influenciada por aquellas greguerías que a Rodrigo Royo el director del Arriba le sonaban a majaderías y con mucho respeto encomendó al maestro que le mandase cosas más banales desde su buhardilla de Buenos Aires. Muchos obliteran el hecho de que el falangismo fue generoso con los vencidos. Que Pérez de Ayala no fue represaliado. Al contrario, Torcuato le abrió generosamente la tercera de ABC. A ti no te gusta el autor de “Tigre Juan” y ahí acusas una merma: tu falta e cultura clásica. Pero a mí sí. Pienso que don Ramón era un grandísimo portento mucho más que Ramón el de Pombo y el de la torre de marfil en su piso del barrio de Salamanca. En lo que apuntas acerca de Azorín “un hombre que escribía corto porque sus ideas eran cortas” ahí te doy toda la razón. Lo mismo puede decirse de Pío Baroja un novelista que arrima mucho material a sus obras pero luego no desarrolla y al fin le faltan piezas o le sobran pero todos ellos durante la Oprobiosa pudieron escribir, publicar y ser admirados, venerados cual héroes olímpicos. Fueron los inmortales de una dictadura que fue generosa con el escritor, mucho más que la tan nuestra cacareada democracia. Tú viviste un Madrid, ciudad abierta que “estaba traspasado de literatura" y no rechazaba a nadie, y te acogiste a la hospitalidad de Rodrigo Royo un periodista  ninguneado y blasfemado pero que fue mi director y del que aprendí lo poco o mucho que sé del periodismo y tú fuiste colaborador de Pyresa como yo y con los sueldos conseguías pagar la patrona y comprar libros. En la actualidad tales granjerías son impensables después del  paso de la apisonadora  del rodillo de Felipe. Ahora el que manda en España y reparte el juego político al que unos le llaman mister More, otros Herr Mehr, mas o menos un tal Mas, sicario de España balcanizada, emputecida, predio de taifas con cortes y mermas territoriales. Los catalanes quieren hacer una muesca grande en la tarja para al final moler todo el trigo y quedarse con toda la hogaza. ¿Y para eso queríais esa libertad tan cacareada? Los gañanes venían de Andalucía y se metieron a políticos lucrativos. Fíjate fuiste a pedirle trabajo a uno que bien conocemos, te pusiste de rodillas para que te dejara subido a la columna de la página de cierre. ¿Dónde está Francisco? está expuesto o así y el hijo del camarada  Vicentón te dio la absoluta Fue implacable. Fuera de aquí. Después de tantos canceles abiertos, tantos umbrales ollados vino el gran cerrojazo, la gehena, el llanto y crujir de dientes. Pero tú te las apañaste con el de la competencia y volviste a ser un niño de derecha, huésped del Tirantones, subido al capitel. estuviste expuesto a la maledicencia y el elogio. Hay que ver lo bien que escribe este chico pero yo no le beso el culo a nadie ¿sabes? Me propusieron hacer de  Agapito García Atadell el tipógrafo del “Sol” y la “Voz”, y novelista en agraz, de la segunda transición, el que  recorría los cafés literarios de la Villa y Corte con el cadáver de su hijo recien nacido en una caja de zapatos pidiendo limosna una oportunidad a la búsqueda y procura de un editor que le publicase sus libros. Hombre, no jodas, Pit. Yo no soy un pistolero con todo lo que diga Escamilla el amo del Gran Tupi. El tal Pit al que en Londres le llamábamos Carrozas y en Moscú Kolodés es un conocido nuestro, que es tan sarcástico como buen escritor y amigo entrañable, me propuso seguir el ejemplo del jefe de las cuadrillas del amanecer. Manolo Pit, tú estás de coña. No me metas a mí en el mismo saco que aquel asesino. Que se encargaba de las sacas en la madrugada encarnizándose sobre todo con los redactores jefes y plumillas carcas. Todo aquel que por omecillo personal, por divergencias políticas o por inquina visceral, tres tiritos. El que le había negado una colaboración o publicado una crítica negativa a las novelas infumables que firmaba Agapito aparecía cadáver en cualquier cuneta, venga tú al camión, o en una alea del camposanto del Este. Yo no soy un terrorista ni quiero formar parte de esas brigadas del amanecer dirigidas por el ínclito tipógrafo que se tomaría su revancha en agosto de 1936 como literato incomprendido.

Al releer una de tus mejores narraciones me he topado con Porok aquel lechuguino paseante en cortes que vino en Madrid a vivir de la literatura y se compró con unos ahorrillos la primera máquina de escribir aquella Pluma 22 que me trajo un tío de Barcelona. Pagué por la Olivetti 3.200 pesetas. Al teclear saltaba la música de las veinticuatro redondas blancas, explotaba un sonido como de besos y de disparos que no me ha dejado hasta hoy. Había que ametrallar al mundo, dar forma a las ideas, cotejar conceptos, enhebrar paradojas. Salía la prosa o la poesía como de un hontanar líquido como si corrieran las fuentes de la Granja desde el cajón de aquel rodillo que al llegar al tope lanzaba un quejido de aviso y así se llenaban los folios como los cantaros de las Danaides. Tin. Tin. Ahora parece que nos va saliendo la cosa. Lo malo, cuando te atascabas y quedaba tu mente en blanco delante de las 24 redondas blancas. Recuerda el gran canto dactilógrafo de Pedro Salinas. Sobre su salpicadero estamos los artículos, las primeras novelas, los reportajes y colaboraciones, las cartas a la novia. Gigantes y estafermos detrás de la procesión.

Un Bildungroman o novela de iniciación siempre será un bildungroman pero haciendo y deshaciendo va el niño aprendiendo y la verdad es que la novela tiene truco y que al lado de la poesía pura no vale nada pero los poetas se murieron de hambre en la católica España. Mira tu paisano Zorrilla. Ay no me lo recuerdes más que me matarás. Ibamos a aquella redacciones donde había un redactor jefe calvo algo tripudo y bigotito de ala de mosca camisa blanca y las mangas sujetas por lorzas que se llevaban entonces. Había que tirarse media mañana buscando trabajo picando puertas pegando sellos echando instancias y pasando los labios humedecidos por el nema de los sobres de las cartas de recomendación. El señor no está en el despacho, se ha ido a Barcelona. Se podía entrar en cualquier edificio sin toparse con los cancerberos securatas fornidos, porteros déspotas y de trabadas espaldas pues pasan muchas horas en el gimnasio que son los que vigilan la parva. Entonces subías las escalinatas y te recibía un ujier engalonado en la planta noble y hasta te recibía el ministro. Como no era una democracia vigilada por los Fementidos ni blindada por la castuza que cree que España es su finca y panda de gandules están condenados al estercolero y se van a quedar con la urna el mano y las papeletas comiciales para taparles sus miserias que ni eso, al final siempre iba saliendo algo. Claro que éramos jóvenes y todavía el siniestro mr. More no había enseñado la oreja y el Tirantones era tan sólo un adolescente que se había ido a EE.UU con una beca Fullbright y después llegarían los Martínez, esos lebreles con dientes de mastín en el anhelo de devorarnos y el autor de la Rusa recién salido de la Escuela no era más que un meritorio recomendado por su padre, un jefazo, en algún periódico de la cadena del Movimiento. Fuimos deudores de una vocación obstinada ágiles escaladores del mayo de la cucaña. Hubo que llamar a muchas puertas y comerse bastantes sapos. Es lo que puso alguno comulgar con la gallofa pero ¿qué más tiene? Unos ensillan y otros cabalgan y a ti, Porok, tu valía te acreditó como un tipo con suerte que otros no pasaron de noveles.

En cuanto a tu "La noche que llegué al café Gijón" y mi humilde pero creo que buena porque estoy muy orgulloso della "Cela, el Café Guijón" creo que existen pocas concomitancias. Tu novela es parvedad de materia y mi obra aspira a más altos empeños poniendo negro sobre blanco lo que vosotros que os decíais "rogelios" ocultasteis. Quizás me haya metido en un jardín pero yo he escrito con más intencionalidad política. Tu oído es más fino pero creo que es más poderosa mi nariz para ventear vientos contrarios sin quedarme en la pura anécdota o la metáfora escueta. Preveía la conversión, Paco Umbral que estás en los cielos, de nuestro querido y convival café en el Gran Tupi pese a la mucha rocalla, pinjantes y abalorios que cuelgas en tus prosas. Y luego la reconversión que trajo el Tuercebotas un tipo que iba a la embajada del corte de San Jaime con un morral de cuero negro que se lo había regalado Cubillo el del Polisario.

Tu capacidad de prosopografía no la supera nadie y yo a tanto no llego por ejemplo cuando presentas a Diego Jesús Jiménez el poeta de Priego nuestro común amigo ue aparece en esta foto que nos hicimos en la boda de Florencio: Todo lo que escribía estaba refrescado por un viento de mimbrales que había sido de su madre y oscurecido por una catedral románica y bárbara. Era, con el tiempo, ese hombre que lleva entre la úlcera y la calva un rebelde y caótico mundo lírico... conquense, prematuramente calvo, premio Adonais, un poco infantil, inesperadamente adulto, vivía entre la úlcera de estómago, la pasión por las meretrices, el amor por Társila, el vino que le sentaba mal y la preocupación por encontrar un trabajo".

Y así retratas a Gerardo Diego..."tenía algo de pobre de pedir soso que no pide nada, una sequedad de santo de sacristía desmentida por la pelambrera interior que le salía por las y un poco por la nariz, como la abundancia de versos que habían llenado varias épocas de la vida española... En la tertulia se estaba quieto, fraile, clerical, de paisano, catedrático de rezos laicos, con las piernas muy juntas y las manos también muy juntas, y a veces el mar de Santander le pasaba por los ojos, pero Gerardo incurría en parpadeo y el mar se le volaba". Es tu lado insuperable del mismo modo que Cela, titán poderoso, encuentra otras cadencias del idioma de forma insuperable porque escribía una prosa macho de gallego padre. Porok, quiero decir Umbral que no se llamaba Umbral sino García, se mueve por lindes hermafroditas y sus párrafos se mueven con cadencia de caderas de hembra.  Tiene más curvas mientras Cela, afilador de meigas, elige la linea recta y brutal que despalma como el falo de un cíclope.

 

 

Releer a Paco que paz descanse es un vuelo onírico hacia el paseo, es un paseo por mi mente y mis recuerdos que crían telarañas, de la misma manera que él, el pobre, está criando malvas pero Paco te recordamos. Los buenos soldados como los grandes poetas no mueren, sólo se desvanecen. Old soldiers never die. Lo que hace en sus libros es salir al encuentro de sí mismo con una prosa sensual, táctil, definitiva de las mermas, ilusiones, sueños y vanidades  de aquel Madrid de los 60-70. Pienso que sin el régimen de Franco con sus espacios cerrados y cuando España estaba tomada por la literatura y en Barcelona se publicaba como nunca se publicó en este país y mira ahora, el milagro literario Umbral no hubiera sido posible o como el milagro Cela o los grandes poetas de postguerra. ¿Qué tenemos ahora? Al ramplón de Vargas Llosa una especie de Corín Tellado con premio Nobel (lo consiguió por ser vos quien sois, por calzar mandil y sus masónicas aldabas) que es como una versión del Papa Francisco pero en literatura: un bluf. Que también se cuadra el triángulo sobre la tiara y tiene por pectoral las insignias del Gran Oriente. Umbral siempre se mantuvo en escritor, Sólo quería ser  escritor y fue por la vida escotero arropado en una bufanda sin el respaldo de esas logias que son tan burdas que dan asco y que cansan.No surgen de un mundo genuino, son la resulta del artificio de lo que ellos denominan Gran Artífice. Por eso a diferencia de Umbral, Vargas redacta planchas y consignas al igual que el señor Bergoglio que se proclama defensor de los pobres cuando es en realidad un amigo del gran capitalismo para el que trabaja, una segunda versión de Teresa de Calcuta pero con acento argentino.

ha de continuar

 

 

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