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miércoles, 19 de junio de 2013


GERARDO DIEGO XXI ANIVERSARIO
Antonio Parra


Los poetas son como los profetas.  Cuando ellos mueren algo se acalla de la voz de Dios que sigue resonando en la historia.  Y yo me acuerdo del cálido día del verano del 87 cuando se fue Gerardo.  Estaba haciendo fotocopias y en vez del tajo que se me asignaba fotocopié aquel hermoso libro de la Austral que había comprado con los dineros de la huelga que me dio mi Madre casi entero.  No digo mi canción sino al que conmigo va, decía Antonio Machado pero creo que en error.  Las canciones de Gerardo como las de Antonio o las de Manuel viajaron siempre con nosotros, hicieron mella, nos ayudaron a vivir. ... Si la palmera supiera vestirse de niña niña como cuando era una niña con la cintura de pulsera... versos más versos para los inversos para los perversos, etc.@ Y aquel romance del Río Duero que nos aprendimos de memoria: Río Duero, río Duero, nadie a estar contigo baja... indiferente o cobarde la ciudad te vuelve la espalda. O los poemas del toro.  Gerardo era un poeta como recién casado.  Versos para adolescentes.  Creo que sus poemas eran junto con los de las Rimas de Bécquer a las primeras novias.  Fijaba el paradigma, el modelo, del literato que todos nosotros queríamos ser. Marcaba la ruta de los aspirantes a la belleza.  Hombre elegante. Iba siempre impecable con su terno y su sombrero y así comparecía hético y ático cenceño por las tertulias del Gijón.  Hablaba poco y se fijaba mucho el viejo profesor que vivía en una calle de Chamberí que era una especie de centro de peregrinación para las adolescentes enamoradas de don Gerardo.  Sus alumnas decía que era un hombre muy bueno.  Por lo que difiero algo del retrato un tanto peyorativo que hizo de él el maestro Paco Umbral al que respeto y quiero como un buey mudo de ojos cansados. (Ah si la palmera supiera!  Para mí como para muchos, desinencias políticas, él y Dámaso Alonso marcan el impasse de la generación del 27.  Se alzan en el pedestal de aquella generación aunque resuenen más los nombres de Alberti, Guillén o Lorca.  Todos fueron grandes pero a Diego le colocaron el sambenito de franquista. Y él no creo que fuera franquista ni nada.  Apolítico.  Pura estética.  En su vida personal, en sus modales, impecablemente siempre vestido de gris, la cara alargada y con muchas entradas (Acada año arrancará un mechón de cabellos de su frente@ y la profecía se cumplió) cortés pero sin llegar al amaneramiento.  Desde su cátedra en Gijón y en Soria y en el Instituto Beatriz Galindo entusiasmó con la poesía y con la literatura en general a centenares de españoles.  Sabía hacer toda clase de versos.  Los clásico y los modernistas y ello se derivan de su gran manejo del castellano.  Conocía todos los recursos de esa lengua.  Era un filólogo y eso se percibe cuando entras en contacto con autores importantes.  El lector avezado siempre llega a intuir quien merece la pena y quien no.  Los libros de versos de Gerardo Diego estoy seguro de que volverán a ser reeditados.  No sólo los poemas sino también sus ensayos sobre literatura e investigación filológica.  A este respecto escribió un libro maravilloso en acendrada prosa sobre la vida y la obra de Manuel Machado.  Los dos hermanos fueron amigos suyos y se reunían en un café de la puerta del Sol en tertulia sabatina.  Pero más Manuel que antonio.  En fin.  Han pasado cinco lustros y parece que fue ayer.  Gerardo Diego sigue presidiendo los anaqueles preferidos de mis estanterías.  Poeta y profeta.  Su voz no morirá nunca aunque el hombre muera físicamente. Su arte sigue siendo bálsamo al oído entre tanto desgarro, tanta estridencia.  Su eco se repite de generación en generación y pese a los intentos sacrílegos de algunos.  A la poesía no hay que acudir con las manos manchadas de sangre menstruante. Gerardo es un vate limpio.  Raudal de arte brotando de palabras sencillas a las que el artista imprime su estro ecuménico y maravilloso de español, de montañés total.  Eres alta y delgada.  Soy de Oviedo y no conozco el miedo.  Nadie ni Clarín ha recogido con tanta solercia en un par de páginas ese momento mágico de las lecheras llegando a Vetusta de amanecida con la herrada a la cabeza haciendo resonar por el encintado el choque de sus madreñas.  AAquel día-estoy seguro- me amaste con toda el alma.  Yo no sé por qué sería.  Tal vez porque me marchaba@.  O este otro: AEstabais las tres hermanas, las tres de todos los cuentos, las tres en el mirador, tejiendo encajes y sueños@.  O sublimes hilanderas del eterno filandón tejiendo la pleita que nunca se acaba. Así tampoco Gerardo.  Nunca se extinga tu voz.  AYo quisiera ser convexo para tu mano cóncava@. ) Se puede explicar de forma más sencilla lo que es el amor?  La poesía o el arte de escribir es un arte un donum Dei.  Se tiene o no se tiene.  Por eso entre tanta hojarasca entre novelista ersatz o entre tanto impostor que maneja la honda de la diatriba o el sucedáneo hay que acudir a las esencias.  Y este asturiano de las Asturias de Santillana del Mar posee ese don. El de la esencialidad.  Otros no merecen la pena.  Por eso hoy me acuerdo hoy de ti, maestro Gerardo, al que contemplé casi con veneración sin atreverme casi a pedirle un autógrafo cuando estaba de tertulia en el Café Gijón. (Bendito sea Dios el Dios de la poesía y el de España mi patria que me permitió conocer en persona a estos grandes mitos!

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