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miércoles, 19 de junio de 2013

ANILLITOS DE MIS DEDOS.




Yo me quería casar con un mocico barbero


y mis padres me querían monjita de monasterio


lo que más sentía yo era mi mata de pelo


los pendientes de la oreja


y anillitos de mis dedos. Bellos romance que cantaban los niños en ruedas. Anillos. La humanidad siempre los llevó por adorno, coquetería, signo y como amuleto.


El hombre y la mujer aman lo superfluo lo que no vale para nada. Una sortija era un adorno pero a veces el anillo servía para sellar (sigilum) como el anillo episcopal o el anillo nupcial. Cuando se ajustaba a los tobillos era una ajorca.


A las muñecas, pulsera y a los brazos brazalete o favorita. Los arqueólogos señalan que es el objeto que más se encuentra en las tumbas.


En las egipcias las ha habido de oro, hierro. cuarzo, bronce.


Entre los hebreos se cuenta que los anillos y los pendientes adornaban el becerro de oro. Los anillos de oro de los ricos eran de hierro; los de los pobres no tenían engarce ni dibujo.


Los romanos mas supersticiosos los utilizaban como amuleto (fascinum) y eran preservativos contra el mal de ojo unas veces en forma de serpiente y otras en espiral.


Los etruscos los tenían unidos por un chatón (perla) largo a modo de cartela con placas de oro grabadas o cinceladas. Se lo ponían los funcionarios como recompensa a sus servicios, una costumbre que han adquirido los militares americanos graduados en West Point o en Annapolis y en Roma la costumbre dio en verdadera plaga durante el bajo imperio. Las manos de las damas a veces lucían hasta veinte sortijas, señal de decadencia por lo que Antonio las prohíbe y rebaja a no más de cinco pero las presumidas no encontraban dedos suficientes en las manos para demostrar su prepotencia y su lujo. Anillos dobles y triples unidos por un chatón de todos los colores y materiales (los hay de ámbar, zinc, platón, plomo y marfil, y por supuesto de piedras preciosas.


Los cristianos heredan esta costumbre por partida doble de Roma y de los hebreos el anillo del pescador. y un anillo llevaban los apóstoles. Los obispos lo utilizaban como sello de puridad o secreto y de autoridad y a veces contenían relicarios dentro del chatón con huesos de algún mártir.


También se utilizaba como firma mojando el chatón en tinta y marca la impronta.


Las piedras más frecuentes de estos tampones del séptimo sello eran la cornalina, el ónice o el jaspe o bien la amatista, y diseñaban la figura de un escarabajo que para los egipcios era emblema de buena suerte.


Eso, los egipcios; que los romanos traían en hueco o repujadas la figura de algún dios, alguna diosa (Venus, Ceres, Prosperina) y desde las guerras púnicas se sellan misivas y documentos públicos con la efigie de los dioses fue sustituida durante el cristianismo por el anagrama del crismón la paloma el pez . Otras veces encerraban las llaves de cajitas. Después, los merovingios usan anillos monocromáticos de carácter documental y se llevaban en el dedo o dentro de una bolsa de cuero que llamaban limosnero.


Los matrimonios se bendecían con el intercambio de arras y un sacramentario mozárabe incluye esta oración de desposados en la entrega de anillos: fit hoc nimirum, ut proter mutuam fidei signum, ut propter id magis ut eodem pignore eorum corda jungatur. Bendedite Domine anulum hunc.


El dedo anular es el del anillo.


San Isidoro nos dice más: el anillo había de llevarse en el cuarto dedo de la mano izquierda.


Un anillo es un juramento. Por eso los centuriones romanos lo recibían como signo de obediencia al emperador hasta la muerte.


Lo llevaban los apóstoles y luego lo adoptaron los obispos y en el siglo XI los abades como objetos carismáticos que significan el desposorio místico del obispo con la iglesia. El IV concilio de Toledo habla del anillo episcopal como testimonio de la consagración a la grey. El anillo episcopal ha de ser de oro o con alguna piedra preciosa pero sin grabado alguno, liso. Y así fueron encontrados en Guarrazar varios anillos con esmeraldas incrustadas.


El papa Eugenio III permitió que lo llevasen los doctores en teología como aditamento de sabiduría y prestigio personal.


Las Partidas del Rey Sabio confieren el título de conde al doctor después de veinte años de docencia y por eso muchos catedráticos de origen plebeyo que impartían clases en Palencia, Alcalá o Salamanca fueron elevados a la casta de la nobleza. (continuará

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