ahi está presenciando caricacontecido la marcha de maricones y lesbianas. un orgullo ser español una merma ser gay
FELIPE III CUARTO CENTENARIO
AHÍ está no en la Puerta de Alcalá, en la Plaza Mayor madrileña, el Tercero de los Felipes el Rey Piadoso fallecido en marzo de 1621, cuando en España no se ponía el sol. Con él obtuvo el cenit del imperio marcado por la Pax Hispana: Flandes, el Milanesado, Sicilia, Orán, parte del Norte africano. Las nuevas cristiandades de América del Sur, Portugal, la Provenza. Castilla se desangró en la defensa del Cruz en guerras de religión cuyo coste cobraban a usura los banqueros genoveses. El oro de América no fue a parar a manos del pueblo. Pero ahí está como si dijésemos en la Puerta de Alcalá… HIJO mayor de Felipe II. Su padre dijo dél “temo que me lo desgobiernen” y en parte fue verdad porque su inmenso reino fue manejado por validos.
Poco antes de su muerte cayó el poderoso valido Duque de Lerma y a su lugarteniente el duque de Uceda le dieron garrote en la Plaza las Eras del Mico por unos supuestos amores con la reina y por corrupción. Entonces la justicia operaba contra los poderosos, le sucedió el Conde Duque de Olivares. Las damas encinta tomaban búcaros enteros de barro para opilar su preñez. El Paseo del Prado estaba muy concurrido de carrozas sospechosas con las cortinillas echadas y un balanceo que mecía las ballestas en movimientos sísmicos galantes con gran escándalo e indignación de los moralistas críticos con este relajo moral.
En el Retiro había torneos de Toros y Cañas y el pueblo se divertía en los corrales de comedias. Las iglesias en aquel tiempo devoto y pecador estaban concurridas de triduos novenarios con sermón. A las rejas de los conventos concurrían los galanes de monjas. En el de teatinos se dispensaba la sopa boba y a San Juan de Dios de Atocha el de la sabana blanca iban a parar los viejos soldados que habían contraído enfermedades de la piel.
Tascas, bodegones y coaxcas ni que decir tiene tampoco faltaban, porque en el siglo del amor la religión era un espectáculo para aquella España tan católica. A Quevedo por poco le asesinan los genoveses. Escapó disfrazado de mendigo, se libró por hablar la lengua italiana como un aborigen.
Es el tiempo triunfal de la gran literatura castellana; Góngora, los aragoneses Argensola, Cervantes, Mateo Alemán, Lope, Calderón, Tirso de Molina, Pedro Ruiz de Alarcón, Gracián. Ahí está.
Que se jodan los hispanófobos de la Sinagoga de Amsterdam.
No hubo en el mundo, como a la sazón, una literatura tan libre y tan crítica en el mundo como la que se produjo en este glorioso reinado y en el subsiguiente de Felipe IV.
Por desgracia nuestra historia parece escribirla nabateos y los malsines no se pararán barras en difamarnos. Sobre todo ahora con los nazifeministas y el Tuerto Junqueras que pide a gritos la catalana independencia.
Yo por mi lado lanzo un cuarto a espadas en pro de la monarquía absoluta de los Austrias y disparo contra los borbones mi culebrina satírica desde la portañola de mi trinchera.
Tan gloriosa época quizá les esté vedado conocer a las nuevas generaciones, pero don Felipe III ahí está subido a su alazán uno de los epicentros más visitados del turismo nacional alzada su estatua sobre un plinto enrejado.
Yo que he pasado mil veces por la gran plaza mayor a la vista de la estatua me quito el sombrero.
Viva don Felipe Tercero. Grande fue su tiempo cuando en los dominios españoles no se ponía nunca el sol.
2 de julio 2021
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