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sábado, 20 de marzo de 2021

 





EL PORTORRIQUEÑO DE LA BRIGADA

LINCOLN MUERTO EN BRUNETE

 

Cuando preparaba mi texto recorría estos campos majariegos que vieron pasar a lo largo de siglos los rebaños de la mesta castellana buscando los pastos cálidos extremeños a la ida y los oteros frescos del Moncayo a la vuelta. Hace poco más de tres cuartos de siglo los reteles y tenadas donde acampaban las pacificas churras y merinas y se apartaron los corderos eran trincheras. El sector del antiguo pueblo de Romanillos en los altos peñascales del Guadarrma fue testigo de combates cuerpo a cuerpo y asaltos a bayoneta calada. El EJÉRCITO de MANIOBRA rojo y unidades de la Brigada Lincoln defendía estas posiciones repeliendo el ataque de la Quinta brigada carlista de navarra los legiones un tabor de IFNI y escuadras falangistas. En el pardillo Lister y Casado hicieron una maniobra envolvente fue hecho prisionero toda la fuerza del Villaviciosa 14 que combatía con Franco pero la legión se hizo fuerte en la Mocha Chica- el valiente alférez Delma que mandaba a los tiradores de Ifni consiguió detener el avance de los gubernamentales. Estos encinares que hoy son alegres dehesas de pación dando escolta al silencioso baluarte del castillo de Villafranca, pacificas huras del conejo.

 En tiempos hubo caza mayor pues oi decir que el rey Enrique IV frecuentaba estos parajes de la Despernada los cuales medio milenio después fueron el escenario sangriento de la cruel batalla de Brunete.

En mi libro sobre el tema que se titula “La Batalla de la Sed”  y que por falta de espacio no me vagó para narrar una anécdota muy interesante y que fue frecuente en la guerra de liberación: las conferencias a voces o con megáfono de trinchera a trinchera. Concretamente, en Romanillos sector Vértice Mocha, donde hoy se está edificando una gran urbanización detrás de la fabrica eléctrica, se desarrolló este dialogo entre un portorriqueño de la brigada Lincoln y el alférez Delma.

La trinchera estaba emplazada en un altozano que llamaban Peña del Alemán en los pagos de Majadahonda rayando con el termino de Brunete. Las posiciones rojas distaban menos de trescientos metros de las gubernamentales.

Podían ser escuchadas las conversaciones a través de los sacos terreros de uno y otro ejercito. Para entretener el hastío cantaban los centinelas y se escuchaba la voz de alerta del imaginaria.

 Los hombres sacaban la cabeza detrás de los parapetos y empezaba el jaleo a boca de noche:

−Eh tú fascista

¿Que dices hijo de la Pasionaria?

−¿Habéis comido hoy?

−Todo lo que nos dio la gana... dentro de un poco os mandaremos granadas rompedoras de postre.

−Nosotros pollo al ajillo y leche merengada. Y un poco de saltaparapetos. Dos copas dan mucho valor.

−¿De tabaco cómo andamos?

−Acá fumamos lucky de lu que hay y papirosi que nos han traído los camaradas rusos. Y el que no tenga tabaco se fume el pijo.

−Pues si os pasáis aquí se puede llenar la petaca. Sobra el tabaco y la comida pero falta papel de fumar. Mi capitán le han regalado una caja de puros habanos, me ha querido regalar tres que me fumaré cuando entremos en Madrid.

−Franco no fuma ni bebe ni folla por culpa de ese enano, vais a perder la guerra.

−El caudillo, oye tú comunista de mierda, los tiene bien puestos no creas y ya sabes que en cuestión de cojones la milicia nunca hará distinciones.

Silbó en ese momento una ráfaga de ametralladora, los de la quinta de Navarra a quienes el fuego les pillaba desprevenidos agacharon el melón pero el pepinazo cayó lejos porque el miliciano servidor de la Hotschkins iba de farol no tiraba a dar, disparaba contra la luna blanca, tenía ganas de fumar y no le quedaba ni un pitillo, estaba que los llevaban los demonios por no echar humo.

Se acabó el coloquio este tipo de conversaciones se desarrollaban por lo general entre centinelas a boca de noche, se intercambiaban insultos y noticias. A veces tabaco. En más de una ocasión algún soldado republicano herido de muerte pedía confesión y algún pater de la legión saltaba al otro bando le tapaban los ojos con una venda y le presentaban al enfermo al que daba la extremaunción.

Por lo general estas treguas eran respetada por uno y potro bando pero también hubo hechos lamentables como el ametrallamiento del padre Huidobro en la Cuesta las Perdices.

El alférez Delma era el encargado de conferenciar con los rojos en este sector del frente de Brunete. Moriría aquel verano aplastado por un tanque soviético.

El interlocutor republicano era un periodista borinqueño que se había alistado en nueva York en la brigada Lincoln. Se llamaba Pablo de la Torriente Brau. Pereció en un cañoneo de La artillería del general Asensio contra su blocao en Romanillos.

Los dos descansen en paz.

 

 

 

 

 

 

 

 

  

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