Elección de Roncalli
La designación del cardenal de
Venecia al pontificado fue una sorpresa pero todos fuimos contestes de que
nuestro rector tenía cosas inexplicables y algunos le daban por santo. Un santo
subido al cielo a estacazos como Wojtyla o entre vaharadas de humo negro
señuelo del Maligno al que aludía el Papa Pablo. El ultimo de la saga, el tal
Bergoglio ché confirma este supuesto. Nunca pensábamos los creyentes que tal
institución a la que otorgamos el título de sagrada pudiera caer tan bajo. ¿Recibiría
el aviso del Espíritu Santo? Pudo ser pero hay que ver que malas pasadas nos
jugó el Santiespiritus porque Juan XXIII traía el diluvio arrastrándose detrás
de su capa magna donde se escondía la serpiente El aggiornamiento iglesias vacías
lengua vernácula ahorquemos el latín. La campana de la comunidad la hacía sonar
el campanero con furia. Todos atendíamos a la voz de bronce. ¿Quien me llama?
¿Cristo o el diablo? Yo empecé a saltar y pegar botes con tanto brío que me caí
y me torcí un tobillo. Don Jerónimo nos reunió en la capilla era el vicerrector
cantamos un Tedeum y en una mesa con gualdrapas dio al interruptor de una radio
y todos escuchamos la retransmisión de los últimos momentos de aquel conclave
en la voz del Padre Topete… cui la Radio Vaticana.
¿Cómo te harás llamar, padre clementísimo? Me llamaré Juan. Venit homo cuius
nomen erat joahnis. Aquello tenía un
sesgo profético. Había habido otro Juan XXIII pero era el antipapa de Avignon.
En aquella noche de octubre muchos de nosotros nos desvelamos. Había en lo alto
de la noche segoviana una luna llena que se asomaba por entre las almenas como
un pandero. Era la luna llena del alumbramiento o del italiano
“aggiornamiento”. El avuncular Roncalli al que llamaban el papa bueno creo que
no fue tan bueno aunque lo hayan canonizado cambió la iglesia de raíz no la
conocía ya ni la madre que la parió. Lo cambió todo menos los privilegios
curiales. Más que acomodarse a los nuevos tiempos en el castillo de santeñuelo
alzaron la bandera blanca de la rendición. Dejaba de ser santa, se acomodó.
Todo lo cedió excepto el poder para seguir siendo Roma pecadora. Y los que
vivimos instantes tan traumáticos después de aquella elección damos testimonio
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