Don Juan de Mañara reposa la
cabeza meditabunda sobre la mano cansada frente a un nicho con nombre de mujer
y detrás viene Ciutti el paje portando el brial de doña Inés. Escenas de amor
baldío en el cementerio. Místicos cementerios españoles embebecidos de
romanticismo que no son más que ruina y reliquia del pasado. Majestad solemne y
oasis de silencio en medio del crepitante bullicio rodado de la M-30. Cruces y
capillas vacías, aras desplomadas cabe los cipreses. Todos querían que les
enterrasen en sagrado y éste es precisamente el origen de la Iglesia Latina y
de la Griega: el culto a la otra vida. Las donaciones pro ánima, libranzas,
mandas y bodigos. Otorgo en testamento que me digan misas gregorianas. De estos
sufragios vivían monasterios y parroquias. Oh queridos muertos que fuisteis
origen de tanta vida. Sólo a partir del siglo XIX que fueron prohibidas las
inhumaciones en los recintos eclesiales. Los cementerios que recogieron la
tradición medieval del calavernario cristiano y de la almacabra muslímica son
productos de las medidas higienistas de los enciclopédicos ilustrados.
Empezaron a utilizarse cuando son abatidas las murallas y fueron decretados los
ensanches por los concejos medievales.
-Recalificando estos terrenos al
otro lado del río-observa el amigo banquero de la city que es un púa- para
construir pisos de lujo nos haríamos millonarios, Parrita.
-¿Y dónde echaríamos a los
muertos, si se puede saber? ¿Al osario?
- A eso los quemábamos que igual
les da. Ya no protestan.
-Pues a lo mejor el Gallardón se
lo está pensando. Con sus delirios de grandeza quiere convertir Madrid en una
hiper megapolis. Hay que ocultar los muertos a toda prisa pues la muerte, tan
humana, a estos mindundis y munícipes les resulta obscena. Fundemos grandes
crematorios bajo tierra y en las viejas sacramentales de los barrios
“transmanzanarinos” hagamos apartamentos. Al oro de este siglo lo llaman poner
ladrillos. Con ellos van a construir la torre de Babel que luego se les quema.
El vivo al bollo. Camino de la
huesa los especuladores echaban cuentas. Nadie guarda luto por el Tenorio en
este país de Celestina. Se nos va la fuerza por la boca y los dineros en putas.
Y nos morimos a la californiana. Anónimos mutis por el foro. Hay que irse sin
meter ruido. Ya nos amordazaron hace tiempo. Oí la siguiente conversación el
otro día en el bar de los viejos:
-Parece que Florentino no viene
a jugar la partida desde hace unos cuantos días.
-Anda leche. Como que la palmó
el otro miércoles.
Hablando de Roma por la puerta
asoma y hablando de Florentino ya está dando malvas.
-¿Quién fue a su entierro?
¿Quién le cantó el gorigori?
-Nadie. Estaba separado. Su
mujer se fue con un negro y no le podían ver ni los hijos.
Todos nos quedamos un poco de
cuerpo presente pero al poco rato siguió el tute y los tahures continuábamos
barajando.
Venimos a honrar a Larra pero no encontramos
su sepultura por ningún lado. Antes, damos vista a la de Zorrilla que es el
padre de esta cultura necrófila de nuestra tradición castellana de la cual no
quieren saber nada los nuevos españoles tan vitalistas que han optado por
ocultar la muerte y maquillar a sus muertos en velorios funcionales. Comen como
cerdos, copulan como simios, utilizan la inteligencia militar para solventar
viejas cuentas pendientes entre vecinos, ha vuelto a los patios y a las
oficinas el viejo delator de la Inquisición, en vez de parar los pies a los moros
y a los etarras con la bomba, se asesinan a la sombra de Caín pues nacimos en
país de rencores y mueren como herejes sin dar un cuarto al pregonero. Y luego
nadie les llora. No quedan plañideras de oficio. La muerte no vende excepto
para tus enemigos que se mueren de ganas por ver tu esquela en el matutino, o
los especialistas en obituarios que forman sección aparte en el nuevo
periodismo, según las nuevas modas impuestas por el gusto del imperio y las
pautas de la cultura urbana. Don Emilio Romero Maestro nuestro que se murió
otro trece de febrero, ya digo, lo mismo que Ramón Gómez de la Serna, no tenía
por costumbre ir detrás del coche de respeto en ningún entierro. “Por no ir no
iría ni al mío”, le escuché decir, y en paz descanse, una vez con esa sorna de
las Morañas, capital Arévalo, que Dios le dio. Tampoco yo, pero a la fuerza
ahorcan, Director, dondequiera que estés.
A todo esto, José Zorrilla se
reveló como gran poeta previamente en el sepelio de Larra. Leyó unos versos en
los que suena la campana del romanticismo como movimiento literario y algunos
entusiastas de la literatura lo pasearon por la calle de Alcalá a hombros. Aquellos sí que eran tiempos. Un buen soneto
te labraba un porvenir. Escribir puede que siempre sea llorar en este país pero
don Mariano José Larra creo que se quejaba demasiado porque en contra de lo que
suele ser pauta por estos tesos ganó muchos duros con el ejercicio del
periodismo. Supo sacarle partido a la literatura. Un genio precoz y con buen
golpe de vista. Ahora, verdaderamente escribir, siempre para el cajón sí que es
llorar. Y a lágrima viva. Este oficio siempre estuvo en colusión con el de la
prostitución. Ya lo decía Romanones: pasen los periodistas y coman. Pero ahora
el correlativo es mayor que nunca. O si no miren para la caja tonta y observen
soporíferos el interrogatorio de las anacondas de la alcahuetería nacional que
se sientan mesa camilla frente a un famoso previo pago de millones y destripan
su vida íntima. Aquí ya nadie tiene pudor. Se dicen periodistas todas
esas/esos/sexos/epicenos pero no viven del noble oficio de la información sino
de la tercería arrimando putas y violadores mandingas al cajón contando sus
amores con la peluquera del negro que acaba de descender de la patera. Como se
refocilan, como hozan llevados de su morbo. Es febrero y ya macha el ajo la
cigüeña en los altos pabellones.
Navas se echó el enésimo pito y qué bien sabe
y huele en un lugar como éste en medio de los que han dejado de fumar un
cigarrito. Brindis al sol pues se piensan los enemigos de la venganza de los
indios, tan repugnantes en su anti tabaquismo como recalcitrantes antaño en el
vicio, que dejarlo les hará inmortales. Sí. Sí. No cometas, José Luis, la
tontería de abandonar el humo como he
hecho yo.
Las que sí que lloran son varias
mujeres de piedra que hacen cordón en torno a la sepultura de don Ramón de
Campoamor. El autor de las “Doloras” era un caso con las mujeres ¿Qué las daba
el vate de Navia? Pues a Castelar le pasaba lo mismo. Poseía un atractivo
especial para las féminas sobre toda ponderación. Debía de ser cuestión de
piel. O de centímetros. Hasta muchos años después de su muerte siempre podían
verse flores en el lugar que estaba enterrado. Y este lugar de la sacramental
de San Justo podría ser un parnaso o un Olimpo, o formar una tertulia con el
maestro de Pombo. Larra decía que España vive en el café que es el mejor lugar
del mundo para perder el tiempo y darse ínfulas. Pues aquí tenemos a todos
nuestros ilustres de cháchara en el café de la eternidad donde los pincernas
son los verdaderos ángeles de la palabra y cuya única libación es la ambrosía,
una borrachera feliz sin resaca. Las palabras no suenan, las hojas de los
árboles no se mueven, son difuntos, pero eto es una invitación a que lean por
favor a todos los románticos del siglo XIX.
La estatuaria de algunos
sarcófagos está que da pena. Una mujer aparece desnarigada. A aquel ángel le
quebraron un ala de un cantazo y esa pobre viuda desconsolada luce el orificio
de una bala de máuser que atravesó el moquero con que jugaba las lágrimas por
su marido mientras suspiraba con alivio, ya pasó todo, y miraba alegre para el
horizonte. La viuda rica que con un ojo
llora y otro repica. Se parecía un poco a Laurita Valenzuela que mejoró bastante
de aspecto cuando murió el pobre Dibildos y cuyo riguroso luto la hace más
atractiva y lleva ya muchos años sin ponerse de alivio. A los lutos le saca
pelas.
Clarín, que en
muchos aspectos supera a Larra que como buen afrancesado era seco, frío
y descarnado en acuidad, sarcasmo y ternura, describió la escena del pobre
marido que apenas la espicha ya sabe que
su mujer se va a ir con otro. Clarín no está aquí, en este panteón de Ilustres.
Está en un recodo del cementerio de San Salvador de Oviedo. He acudido a ese
triste monte al pie del Naranco un par de ocasiones.
Por este lugar pasó la guerra
civil. Algunos salvajes la emprendieron a tiros o a martillazos contra estos
solemnes ejemplares del arte de Fidias por inquina a los burgueses. Pienso en
la dama que asiste a su marido en el último momento ataviada a la moda fin de siglo con miriñaque y
polisón. El hombre se muere sobre sun sofá, reclina su yerta cabeza sobre un
almohadón cuyos pliegues recoge el mármol esculpidos casi con mimo, y la escena
forma un conjunto de perfecciones esculturarias como no se hayan visto jamás en
el vaciado del género fúnebre. La escena
es de un singular patetismo. Es el instante perfecto de la última agonía, del
último suspiro.
A uno se le encoge el corazón ante tanto
epitafio pero mientras Navas acaba su cigarrillo y yo canto el responso
gregoriano que ha sonado millones de veces, cuando teníamos Iglesia verdadera y
no tanto Wojtyla, dentro de este recinto años y años hasta que vino el puñetero
concilio, una banda de gorriones juega bajo la sombra de un ciprés y cerca de
una cripta cineraria que tiene forzada la verja de hierro y un altar se ve
profanado allá abajo, como si tal cosa. Se conoce que el sitio tiene
frecuentadores poco recomendables, los amigos de lo macabro, los profanadores
sacrílegos y aquellos que se ciscan sobre las lápidas, le dan al botellón,
coitan o invocan al Príncipe de las Tinieblas a lo furtivo. Están muy de moda
las misas negras donde se invoca a Belcebú.
El señor del Bilbao Vizcaya
sigue a lo suyo; es el que con buen ojo
clínico dice que estos terrenos recalificados valdrían un potosí, y él, que
estuvo de delegado en Londres, no habla a humo de pajas. Nos explica cómo él
ganó pelas a porrillo cuando la devaluación de la libra esterlina el año 67. Ya
ha llovido. Tuvieron la culpa los gnomos de Zúrich. Muy perspicuo nos salió el
renovero. Cabe recordar que los Rothschild mediante una banda de palomas
mensajeras de la primera agencia Reuters que llevaron a la city la noticia de
la derrota de Waterloo, dándole aviso para comprar a la baja, basó entera su
fortuna.
Hablar de tales menudencias entre gente que ya
no cotiza y entre toda esta panda de millonarios que yacen por estos nichos, es
una forma de espantar el cenizo y conjurar la presencia callada de los “muchos”
en esta inmensa Casa de Todos. Siempre impone ir pegando tumbos sobre las
tumbas aunque sea en una mañana diáfana como esta que sólo da Madrid cuando se
barrunta casi la primavera y a una hora tan solidaria como es la del vermú.
¿Dónde cantarán a estas horas
los gallos de don Emilio? ¿Desde qué bardales del alma alzarán el grito? No
pisaba un camposanto jamás. Ya se sabe que por fuerza o de grado todos hemos de
asistir a un entierro. Al nuestro. Antonio D´Olano, colega y sin embargo amigo,
piensa lo mismo. Como buen gallego también le tiene una cierta prevención a la
Santa Compaña. ¿Cómo estás, príncipe? He perdido veinte kilos. ¡Qué barbaridad.
Este paisano de Fraga y del cardenal Rouco
siempre tuvo fama de parlamentar con mucha retranca y nunca sabes si
sube o baja. Ahora siempre que ve a uno le larga qué barbaridad, su actual
coletilla.
Por fin dimos con la dichosa
tumba de Larra. Allí nos presentamos con nuestras flores, nuestras cámaras y
nuestro silencio. Amestoy temblando su voz en un papel leyó su maravilloso
padrenuestro del periodista. Sí; que Larra esté en los cielos, que nos aguarde
allá mucho tiempo y que nos perdone nuestros plagios. Las nueve musas debían de
escuchar con unción la dulce plegaria laica- pues en laicos tiempos vivimos-
del querido Alfredo, un seductor de la palabra hablada y del gesto por la
televisión. Nadie le ha superado en ese difícil arte de la comunicación a este
vasco de la melena rebelde hoy algo canescente pero tan fuerte y tupida como
entonces. Viva la literatura y que sigan volando sobre nuestras cabezas las
nobles becadas camino de Basauri y todos esos nobles pájaros locos que envió
hacia Castilla la noble, la acérrima Vizcaya.
Los del 98 se acercaban hasta
aquí con sus versos y nosotros queremos volver por donde ellos solían a
suplicar la libertad de España. Nosotros somos de una generación más modesta,
los del 68, pero tan empecinada o más que nuestros predecesores los cuales no
hubieran de bailar con una tan fea. Somos los locos chiflados de Larra, los
desfacedores de entuertos, los que adarga en ristre pugnamos contra los
zaguanetes malandrines que han tomado al asalto el templo de la libertad, esos
predicadores de la uniformidad del pensamiento único.
Recordad que no sois más que
ceniza. Aquí yace media España; murió de la otra media. ¡Qué cosas! Esa frase
sólo se le pudo ocurrir a un genio que leía el pensamiento encabritado del alma
nacional anticipando el futuro guerracivilista y frentepopulista. Ahora, a
efectos del pensamiento totalizado, no quedan dos Españas. Están muertas las
dos y el Pensamiento Único las vela de cuerpo presente. Han fusilado unos cuantos
millonarios y unos banqueros que traen del ronzal atraillados a iconos de la
imagen y los hacen pasar por periodistas a la alegre libertad. Pero de pronto
un pajarillo sobre el tejado de un panteón rompió a cantar. Milagro. Todavía no
es primavera. Si yo fuera Larra - y por poco no lo soy por algo tan baladí como
una triste consonante inicial de nuestros apellidos- escribiría La
Nochebuena de 1836 o Día de Difuntos. Me atendría a las enseñanzas
que nos legó el maestro: ser liberal, no vocinglero; literato y no pedante;
escritor y no amanuense de las ideas que me dicta el marketing; seguir el
camino de la recta razón y de tu conciencia.
-Pides la luna, Parrita, en
estos tiempos que vivimos
-Pura deontología profesional.
-Pero ¡qué dices! Esas palabras
largas de raíz greca no las entiende ni su padre. Hay lectores que se quejan de
no saber lo que es la locución adverbial ad hoc. Eres un iluso. Además,
escribes largo y sesquipedal.
-Yo escribo como me da la real
gana. Si la gente no sabe castellano, si cree que basta con sacar oposiciones
para obtener un curro y tumbarse a la bartola, eso forma parte de la incuria
nacional que tanto fustigó Fígaro. Soy un estudiante perenne. La curiosidad me
mantiene vivo. No me preocupa si desean ahorcarse o quieren seguir tirando de
la collera. El personal se ha vuelto muy burro. Es su problema. Fuera de eso,
vivimos en tiempos complicados y las explicaciones no han de ser sucintas.
Puedo hacer entregas más breves, casi mínimas, pero no me lo pide cuerpo. El
que me quiera que me compre. Quien me conozca que me siga. Eso, por contera,
era el vicio que me achacaba Luis Foix, ese catalán que se pasó la vida
refritando al “Times” y yo no refrito nunca. A lo más, le doy la vuelta a las
informaciones. Desconfía y atinarás. Pero ni Foix, las butifarras, ni todo el
Opus ni toda la Escuela de Navarra me enseña a mí periodismo. Yo busco la
excelencia. A pulir el idioma me enseñaron los americanos. Acaso la mejor
enseñanza que saqué en conclusión del tiempo de marjales de Staten Island. En
Manhattan aprendí a trabajar la prosa como hace el New York Times. En aquella
orilla me convertí en picapedrero de la palabra, un oficio que tiene tanto que
ver con el de orfebre. Cejas altas soy. ¿Me sigue?
-No. Lo tuyo hubiera sido
dedicarte a la filosofía.
-La vacante está cubierta por
los hijos de Julián Marías y otros aristarcos en adobo que tratan de explicar
lo que ocurre en nuestros días.
-Pues que le den por el saco. I
am number one. El Luis Miguel Dominguín de este ruedo virtual. ¿Se
entera?
-Joder con el tío. Encima de
chulo, entrometido.
Embelesados en estas
consideraciones y tuteos alcanzamos la salida del lugar y otra vez nos
perdimos. ¡Vaya un día! A la puerta intenté restregarme la albardilla de un
osario que se me había pegado a los zapatones. Según la ley de Moisés, el que
toca un cadáver se vuelve impuro pero yo no toqué un cadáver aunque esté
rodeado de cadáveres ambulantes todos los días. La muerte os hará libres,
“Arbeit macht frei” que era lema de los centros penitenciarios nazis. Había un
letrero en el dintel que no quieren mirar muchos pero que yo vi y era cifra y
compendio del Läger. Al final, siempre nos aguarda un campo de concentración. Tod
macht frei. Un aire colado subió
desde la panza oculta del Manzanares. El sabio en su retiro y el villano en su
rincón. Nuestra norma de vida. Soy periodista. Paso la mayor parte de mis días
escribiendo lo que no pienso y haciendo creer a los demás lo que yo no creo.
Haz lo que yo diga y no hagas lo que yo hago. ¡Vaya un cura! Sí, señor. Nuestro
oficio tiene algo de sacerdocio pero empezamos a hacer curas que ofician el
sacramento de una religión muerta, la de la libertad. Lo que admira uno en
Larra es su sentido de la anticipación. Dijo que el periódico es el mejor
archivo de los conocimientos y si hay en este siglo un modo de ser ignorante es
no leer ningún periódico. Debería de estar pensando en Internet.
-Un momento. El conocimiento
allega dolor.
-Pues también es verdad. Los más
felices de este mundo, los analfabetos. Pero, Larra, anduve tus mismos pasos.
He ido mucho a misa a la iglesia del Desnudo donde usted se casó con Pepita
Wettoret un 12 de agosto de 1829 a la que dejó por Dolores Armijo. Y reclino la
cabeza junto a un libro como el Doncel de don
Enrique el Doliente una novela autobiográfica que retrata esos amores y
que va Leticia y se la regala a Felipe como arras de pedida. Es lo peor de tu
producción porque Larra no eras novelista o al menos no se te desarrolló el
instinto narrativo pues moriste en la mocedad. ¡Qué cosas! Aquellas guerras
carlistas te hicieron suspirar por la dorada edad media de la misma forma que
yo trato de ignorar las bombas de eta y el berenjenal de la política española
con sus farfollas y enrevesamientos que sólo entienden masoquistas y mentes
revesadas. Trabajo entre una víbora y una culebra. Llego a casa y me ladran las
tres trujillanas que guardan mi solitario jardín. Destinos bien similares, pero
te garantizo que por ahora no pienso pegarme un tiro.
-Lo que os pasa es que sois unos
pardillos. Que vais para viejos que vivís una vida indolente y oculta.
-Cuidado no me mientes la bicha,
que lo que yo digo va a misa. Después de tiempos vendrán tiempos. Estamos
viejos, achacosos, fondones pero nuestro espíritu es joven. En la ilusión
seguimos siendo misacantanos seminaristas.
-Eres un filosofo. ¿Por qué
escribes? ¿Para guardar en el cajón?
-Soy masoquista. Además, en este
país nunca se sabe lo que puede pasar. Cambian muy de golpe las tortillas.
Pusimos fin a estos coloquios y
deliquios en una reunión de hermandad en un chigre del Puente de Segovia y allí
iba a saltar una anécdota digna de la pluma de nuestro homenajeado. Era un bar
regentado por uno gallego, no por uno de esos gallegos finos de Puentedeume o
de Mondoñedo como es Olano, sino por un gallego chambón, de esos brutos
afiladores orensanos que luego se metieron a cantineros del mandilón. Por unas
raciones de pulpo, algo de jalufo y unas cervezas nos clavó 22 euros por barba.
Al salir montó en cólera contra nosotros.
-Se estuvieron ustedes riendo de
mí.
-¿Por qué?
-Estuvieron más tiempo del
convenido y, además, arrimaron las mesas más de lo conveniente.
- Carallo ¿Y?
-Esta comida en otro restaurante
les hubiera salido a más de dos mil duros cubierto.
-¡Qué barbaridad!
Amestoy, al que todo el tiempo
le estuve observando por la elegancia con que sabe tomarse un ribeiro (al vino
como rey y al agua como buey y él tiene gestos de señor) de la misma forma que
aguanté a Antoñito D Olano hablar mal de todo quisque, una atavismo suyo,
miraba para el ventero gallego que nos apostrofaba hecho un energúmeno con cara
de circunstancias. Era una supina contravención de la ley de las tabernas, tan
importantes entre nosotros, las normas de la hospitalidad y las reglas de
urbanidad que mandan dar de comer al hambriento y de beber al sediente y
reparar las fuerzas de los que acaban de venir del funeral por aquello del
muerto al hoyo y el vivo al bollo. Como para partirle la cara, vamos. Pero en
vistazoalaprensa.com siempre tan altruistas dimos callada por respuesta, pero
el tipo en otro figón hubiera sido acogido en sus monsergas con otro tipo de
respuesta más contundentes. No se puede pisotear el derecho de los que van a
los figones de esa forma. Y Larra, cuyo humor satírico revoloteaba por los
alrededores, se hubiera despachado con uno de sus certeros artículos a la media
vuelta. Esto no cambia. Seguimos viviendo entre mesoneros, mozos de cuerda y
ninfas del cantón me refiero a las televisivas inalcanzables claro está pues
las otras hacen siempre la vida más llevadera. ¡Qué país! Volveremos a vernos
el año que viene otra vez en Jerusalén digo en la sacramental transtiberina.
Esperemos no perdernos por entre los arriates de cipreses y las hileras de
nichos.¡Viva Larra! A la pocilga del jalufo y del gallego mal encarado y
transmanzanarino fronterizo no volveremos. Nunca mais. Por estas.
Entre candar el sepulcro del Cid
con siete llaves y abrir la tumba de Larra pienso al revés que Ernesto Gimenez
Caballero que lo que cumple aquí es levantar la losa de los dos sepulcros. La
España heroica y la liberal. A ver si así dejamos correr un poco el aire. Falta
nos hace.
Antonio Parra
26 de febrero de 2005