miguel lorenci | madrid
Se lee mucho pero muy mal. La universidad agoniza y el paisaje político es desolador fuera y en casa. Psicótico en Cataluña. Es el negro panorama que dibuja Félix de Azúa (Barcelona, 1944), escritor, académico, catedrático y poeta en retirada pero empeñado en que leamos más y mejor a los mejores. En especial ahora que «los analfabetos han tomado el poder». Lo dice sin ironía y de un excelente humor, poniendo a disposición del lector Nuevas lecturas compulsivas.Es un libro misceláneo, ampliación del canon que publicó en 1998, y en el que reúne textos heterogéneos con los que quiere inocular de nuevo la pasión por la lectura. «Es un libro de autoayuda y benéfico, para que la gente de buena voluntad aprenda a leer bien», dice con retranca este académico reciente —sillón ‘H’ desde el año pasado— que quiere ser «como un ratón bubónico que inocule el virus de la lectura como el de la peste». «No hay mejor profesor de gimnasia que un buen gimnasta, o de equitación que un buen jinete, como no lo hay de lectura mejor que un loco por los libros como yo», dice alguien que vive «atado» a su biblioteca «como los presos a aquella bola de hierro de los tebeos».
«Leer es la única herramienta que tenemos para ser inteligentes, para ser más guapos, más listos, más altos, más fuertes, y más ricos. Es una herramienta multiuso, barata, y con muchísimas más posibilidades que un ordenador. El libro es además la herramienta que ha construido el mundo occidental», aventura. Una herramienta ineficaz para alguien como el nuevo inquilino de la Casa Blanca. «No creo que Donald Trump sepa leer, y si lo hiciera no entendería a Maquiavelo», dice. «Tenía un abuelo muy simpático, dueño del burdel más importante de Chicago, y las estirpes de burdeles y prostitución no leen mucho», cuenta risueño. De recomendar a Trump alguna lectura optaría por Alicia en el país de las maravillas, «que parece sencilla pero hace pensar mucho; si fuera capaz de digerirlo quizá se diera cuenta de que la vida es más compleja de lo que él imagina».
Las redes, un caos peligroso
«Los analfabetos ha tomado el poder y tienen los políticos que se merecen, pero no sé hasta qué punto los políticos están contentos con estas masas que no les garantizan el puesto», advierte De Azúa. «Lo que ha salido donde dominan los analfabetos, que son las redes sociales, es un caos enormemente peligroso que puede incendiar cualquier cosa», asevera. Y cita como ejemplo del ‘brexit’, opción «de un país bastante culto, como es el Reino Unido, donde las masas analfabetas han votado un disparate del que se arrepentirán», o a Trump, «aupado por una masa analfabeta y campesina». La docencia superior tampoco se salva de esta ola de ‘estupidización’ a juicio del escritor, que sostiene la «honesta herejía» de que «la enseñanza superior era mucho mejor en tiempos de Franco, a pesar de su espanto ideológico».
«La universidad está agónica, catatónica, por no decir muerta. Al menos en las facultades de letras, ya que las escuelas técnicas son otra cosa», sostiene. «En un departamento de la Universidad de Granada se ha publicado una ‘calendaria’, con los meses de ‘enera’, ‘febrera’, ‘marza’, ‘abrila’...», se escandaliza. Internet no es, a juicio del escritor, «el único responsable de la ‘idiotización’». «Quien se idiotiza con Internet se habría idiotizado igual con la religión, el fútbol, las drogas o la televisión, y eso que no es fácil idiotizarse, aunque la red ha dado voz a lo peor de la sociedad».
Sexo, turismo y deporte son actualmente los pilares que dan sentido a la vida mucha gente», asegura el académico. «Si le quitamos el fútbol a la gente que más se apasiona, se armaría algo que dejaría la revolución soviética en una rebelión de churreros», vaticina.
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