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sábado, 3 de diciembre de 2016


 

EL “EMILIO ROMERO” DE AMILIBIA (I)

Antonio Parra

 

 

Era un gato montés con el alma de paloma, un águila entreverada de gavilán. Esta definición sobre Emilio Romero creo que se la escuché a Joseph Meliá, uno de los demiurgos de la transición, periodista balear hoy descatalogado y difunto del que no se acuerda nadie como tampoco de Emilio Romero. Pero si es verdad la frase de Churchill de que nunca se debió a tanto a tan pocos el aforismo fluye de sí en este caso. No menos cierto es que Castilla – digamos con Machado- desprecia lo que ignora. Las nuevas generaciones han sido mantenidas, a la fuerza o de grado, deliberadamente o por la atávica incuria carpetovetónica a blancas de nuestro inmediato pasado. No se enteran de nada. No saben, no contestan. Es la inconsciencia de los nacidos de nuevo. Laváronles el cerebro pero en  cronología no existen horas cero, no se dan los compartimentos estancos ni se produce el milagro de la generación espontánea. Esto es una raya contínua que se estira al infinito pero quieren convertirla en un totum revolutum. ¡Ay que la vida da más vuelta que el corazón de una hetaira!

¿Esta amnesia colectiva cómo es posible?

 Todos somos hijos de algo; esto es hidalgos en el mejor sentido de la palabra. Puede que sea uno de los pecados del sistema y que a la larga podemos pagar caro: haber matado al padre.

Andan metidos en su burbuja autocomplaciente entonando alabanzas y salmos de acción de gracias por lo ricos, por lo bien informados que están, por lo sabios, por lo europeos, por lo demócratas...  Y por lo gilipollas diría yo.  Venimos todos de alguna parte y nuestro origen está ahí. Observo un afán por poner sordina a ciertos acontecimientos importantes, como por ejemplo que la democracia empezó con Franco y que esta monarquía le debe mucho a los falangistas de izquierdas como Emilio Romero. O de obliterar lo obvio. En Zarzuela por lo visto no quieren acordarse de Cartas a un Príncipe, el best seller de los sesenta, un vademécum donde la monarquía constitucional aprende de la mano de Maquiavelo que inspira a Emilio a dar los primeros pasos.

Esto parece una república de necios. Más necios que ese Juan Maulas que anda por la vida cargado de masteres, la pechera tan constelada de medallas  académicas como la de un general ruso de  antigua gradación y escribiendo en “La Esfera armilar, diario de mañana tarde y noche”, inmundo panfleto bajo la égida de Walamboso el tramposo Hache Aspirada. Fue a Columbia pero Salamanca no vino a él. A las pruebas me remito: no sabe hacer la o con un canuto, pues lo nombraron subdirector adjunto de la papela. Es catedrático de Relaciones Internacionales y profesor de esa fábrica de parados que se llama Facultad de Ciencias de la Información. Romero, su fundador en 1971, no hizo más que el bachillerato en el Cisneros. No era un hombre aquejado de titulitis pero daría sopas con honda a todos estos en este quehacer nuestro que se aprende menos en las aulas que en las tabernas. Sobre la platina y el chibalete o atornillado al ordenador o a la máquina de escribir. En la calle siempre.

Este punto- para volver a ese Maulas, el leonés- tengo para mí que fue el epítome de esta figura: del asesinato del padre o el quítate tú para ponerme yo. Por sus injerencias y despechos, la soplonería amarga etc., hemos ingresado todos nosotros en el club de los poetas muertos que es de lo que se trata aquí y ahora y en este caso. Traigo aquí su nombre del que no quisiera acordarme a colación ya que comenzó a perseguirme desde que estaba en Nueva York. Obra de envidia pues yo cobraba más que el meritorio y residía en un adosado que me marqué con mi fuerza y mi valor y él en un tabuco infectado de cucarachas alemanas en el Upper Town. Estos pijos amantes de la Gran Supraba hicieron bastante daño por estos enmarañados tesos de la política y la información hispana. Eran derecha fáctica en guisa de izquierda. Engañaron a Felipe, A José Mari le dieron la patada cuando les plugo y, amigos de los Great Big Guys, ruego a ZP que se guarde bien de estos intrusos. Como Zola yo acuso. Hacen la guerra por cartapacio. Matrimonian por poderes y beligeran by proxy como dicen los americanos.  Forman parte de una quinta columna al servicio de los Poderes Ocultos.

De tales mansos cornalones y madrigados como los cabestros de San Fermín nos libre Dios. Son gente muy revirada, agentes del agit prop y del legrado de memoria.

     -¿Se ha quedado usted a gusto ya?

-        Me quedan más flechas en mi aljaba pero de momento vale. No tensemos el arco.

Con tales antecedentes y nos perdonen el inciso de esta amnesia colectiva y morral hablábamos  JL Navas y yo a la sombra del manzano silvestre que nos guarece del sol en la terraza de un bar de nuestra urba, a cuenta de la biografía de Emilio Romero que acaba de publicar Jesús María Amilibia.

¿Qué te parece? Pues que se ha pasado. Navas no suele escribir ni hablar a humo de pajas. Lo que él dice siempre va a misa. Periodista de la gran escuela de Pueblo y que aprendió su buen hacer profesional a los pechos de Emilio Romero, un hombre que cuando llegabas a la redacción no inquiría de tus ideas políticas, sólo le interesaba si profesionalmente eras cabal, es de los que ve crecer la hierba. Nadie se le despinta por lo general. En su rostro atezado por mil soles uno ve reflejada  con nostalgia pero sin acritud (bienaventurados los mansos de corazón, querido Navas) casi la mancheta del periódico de la calle Huertas, un edificio vertical, como el sindicato, cortado como a plomada, a soga y tizón, reflejando el deseo de concordia y de revolución social que siempre albergara Falange Española.

-¿Qué subimos a la planta séptima?

-Vamos.

Así que con el juicio de valor del Director de vistazoalaprensa.com me quedo. El libro de Amilibia yo aun no he podido leerlo. Doy por sentado que sea discutible y que cargue las tintas en punto a las demasías de alcoba de Emilio Romero cuya debilidad de todos conocida eran las señoras. Era lo que dicen los ingleses un womanizer o lo que aquí denominamos “picha brava”. Pero eso es sólo adjetivo lo mismo que sus pasión por las antiparras, esas gafas horribles de montura de concha que empezó a gastar desde niño para corregir su presbicia este sublime miope. Lo sustancial me parece a mí es que fue una figura clave, desde sus planteamientos justicialistas de lucha por los derechos fundamentales, el aperturismo evolutivo hacia la democracia, del mundo de la literatura, el periodismo y la política del pasado siglo.

Además creó escuela. Algunos de sus artículos en la famosa Tercera de Pueblo deberían pasar a las antologías por la habilidad de estilo, amplitud de miras y desenfado genérico. Inspiraba a los de su alrededor y a su lado uno se sentía la alegría de vivir. Hasta puede decirse que era un audaz, un animal político, un cachondo mental lleno de compasión hacia los demás. Y eso sí; idolatrado por las mujeres, aunque le diese calabazas Ava Gadner.

Sin embargo, no hay que dejar de reconocer que nuestro colega, el vasco Amilibia es un buen periodista y un gran escritor. Su novela Héroes de barro me entusiasmó porque me vi un poco reflejado en sus  páginas, donde cuenta la mala vida que llevamos en los colegios de curas y seminarios franquistas, al igual que la gente de mi generación. Sin la represión de aquellos años no se explica la explosión de libertad y de ganas de vivir de la generación del 68.  También he seguido  algo así como otra media docena de libros publicados por Chus, injustamente orillados y a los que faltó la mano propagandista del marketing. Creo que la culpa de todo esto la tuvo Lara el editor del franquismo que se enriqueció con la democracia y ahora anda en la folía de sufragar el separatismo rovireche como dueño del deficitario e hispanófobo Avui.

Poco antes de mi  conversación con Navas, la Schlichting, esa cachorra de la jauría juvenil de Ansón,  una excelente profesional, por lo demás si no fuera tan carca y tan en plan señora de derechas, y cuya voz me enamora y disipa mi aburrimiento y terquedad algunas tardes, entrevistaba a Amilibia en la COPE, y le preguntaba si este libro no era un ajuste de cuentas con el Viejo Gallo de las Morañas. Arévalo nos fizo y nos desfizo. ¿Se puede escupir contra la mano que dio pan?

A lo que contestó el bilbaíno que si Emilio Romero hubiese leído la obra estaría encantado pues si lema era que hablen de mí aunque sea mal. Estaba instalado en la provocación pero sin abandonar los cauces correctos pues era un tío muy elegante. De ahí su tradición de masto de pelea y sus broncas y agarradas dialécticas con las varias capillas del régimen franquista. A un periodista, a un escritor, lo peor que le pueda pasar es que lo releguen al olvido. Para nosotros a veces mucho peor que la muerte física es la proscripción. Y en esas estamos algunos. Sin que nos hayan cantado los curas el gorigori, enterrados en vida, condenados al panteón.

En verdad y victimismos aparte hemos sido conejos de Indias de los parricidas intelectuales que abundan como setas en otoño en el paisaje y paisanaje político-literario de la vida actual. Estos muñidores instalados correveidiles de Sede Baldea que van y vienen con chismes a Supraba y le hacen la pelota a don Walamboso el Tramposo de las Haches Aspiradas que edita “La esfera armilar”,  inmundo periódico y casi un refrito del NYT  y la voz de su amo, nos pusieron la proa y así vamos, de culo. De esa forma se explica el ninguneo de los periodistas de raza y de los escritores valientes. Dios los cría y ellos se juntan. El sistema cultivó el onanismo filosofal y el enanismo moral. Resultado: nos crecen los enanos y aquí hay gente que no escribe, se prodiga en pajas mentales.

En lo que no estoy de acuerdo con Amilibia – lo dijo en la entrevista radiofónica- es que era un mal escritor y dramaturgo. Es lo que adujo también Martín Prieto el otro día en la columna del Mundo como perdonándole la vida. Amos anda. ¿Duermes, niño, todavía con el osezno de peluche entre los brazos, tú que eres hijo de guardia civil? Pues parece mentira. Esa especie no hay por donde cogerla. Todos sabemos lo bien que manejaba el castellano el director del diario de la calle Huertas. Más de una vez escuché decirle que es un idioma muy agradecido y rico en el que se puede decir todo, si se sabe decirlo. Está claro.

No. No y no. Emilio Romero creo que escribió la mejor novela sobre la guerra civil, obra que recomiendo yo a los alatristes y bisoños de alubión para que se inicien en el difícil arte de narrar. La lectura de sus libros es una paliza pero a ellos nos condenan como antes se condenaba a galeras los españolitos las prensas editoriales.  Bazofia a mogollón.

                                                                                          

            

 

 

 

 

 

 

 

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